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EL NACIONAL - Sábado 07 de Febrero de 2009 Papel Literario / 7
En Caracas he vuelto a leer a Montejo. He vuelto a leer a Eugenio bajo la misma sombra y r
u ido de cigarras y música de sapos diminutos que le dan a la noche del trópico su cuerpo.
Lo he vuelto a leer con dolor, pero no menos encantado por la térrea consistencia de sus
versos. He vuelto a leer los libros que una vez, hace años, me llevaron a Eugenio, el
hombre y la casa de la poesía a la que pertenezco, bajo cuya luz me expongo en el intento
de ser digno como piedra para nuevos ecos.
"No nos pidas mas forma que la vida", resuena un verso dedicado a otro gran poeta y
ensayista, Guillermo Sucre. Tal es, quizás, el arte poética de Montejo: una poesía que se
busca y busca- las formas de la vida y no aspira sin ser en nada vitalista- a otras formas que
aquellas que respiran entre las vivientes cosas.
Me he sor prendido de leer a Montejo en Caracas leyendo otros versos que nunca había
leído entre los suyos. Los grandes libros tienen esto de prodigioso: se hacen nuevos con
cada relectura, descubren pliegues que antes, en la vida anterior de nuestros ojos, nunca
vimos. Son estos nuevos versos de aferramiento a la vida, casi más que de celebración. Son
versos de un temor discreto a no encontrarse más entre nosotros, como si Montejo hubiese
escrito para presagiar la muerte. "Más que el silencio de la tumba/temo la hora de
resurrección: demasiado terrible es despertar mañana en otra parte".