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Hay un cuadro titulado “El secreto” (1995, óleo sobre cartón) de un joven
intim idad donde el personaje de perfil, el “m ayor”, se acerca al oído del “m enor”
para confiarle un secreto; el m om ento de esta entrega se cum ple a través de dos
gestos sim ultáneos: el de hablar al oído del otro que supone hablarle en secreto,
Esa m ano, la m ano que entrega la palabra secreta, tiene la función de contenerla
y controlarla del riesgo de una fuga dado que, en el m om ento en que es confiada,
Por otra parte, la entrega del secreto se cum ple a través del acto de
escuchar, de poner el oído para recibir la palabra secreta que se confía para ser
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tam bién es aquello que se le confía a otro para que “se em peñe en guardarlo”,
para que prom eta no divulgarlo (Derrida, 199 67). Es decir, que el secreto implica
la confesión es una traición por parte de quien detenta el secreto quien, a su vez,
exige, de parte del receptor, la prom esa de “m antenerlo” secreto aunque nunca
tenga la certeza de su cum plim iento. De aquí que el secreto sea lo que tiene que
ser confiado a otro y lo que nunca debería confiarse al oído porque su revelación
abdom en gesto que insinúa un minúsculo abrazo com o si, con esa presión sobre
porvenir.
Otro aspecto que llam a la atención de esta escena son los rostros de los
personajes: si el del “m ayor” sugiere una suerte de com placencia/ satisfacción por
ser dueño de un saber exclusivo y por tener la potestad de revelarlo – m ás allá del
tipo de secreto que sea-; el del “m enor” tiene una expresión que oscila entre la
atención y la decepción: sus ojos m iran fijam ente un punto en el espacio com o si
m irada que, a partir de ese m om ento, deja de ser la m ism a para m irar de otra
m anera.
que el secreto quiebra; una lección que anticipa una pérdida que el sujeto todavía
no asim ila y que lo confronta con algo que se le escapa, un saber ajeno, un desvío
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im previsto que exige, de su parte, un reto herm enéutico: la interpretación de un
Así com o la silueta del personaje “m ayor” quiebra el recorrido del puente
que ocupa el fondo derecho del cuadro, del m ism o m odo, el secreto hace “saltar”
incom prensión.
Propongo leer esta pintura com o un cuadro de fam ilia donde los
padre/ la madre, el abuelo/ la abuela, el tío/ la tía y el hijo/ la hija, el nieto/ la nieta,
la atención sobre las tram as ocultas, las “síncopes”, los “bajos fondos” que
la figura del genealogista, lo describe com o aquél que “trabaja con pergaminos
em brollados, borrosos, varias veces reescritos” (11) en los que descubre cóm o,
“detrás de las cosas hay ‘otra cosa bien distinta’: no su secreto esencial y sin
fecha, sino el secreto de que no tiene esencia, o de que su esencia fue construida
“solem ne” y en una verdad m onum ental; m ás que un relato diáfano y legible,
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cuerpo fam iliar; los errores, m ales, fallas, desviaciones, secretos que m erm an el
de la procedencia.
leer algunos textos de la poesía venezolana contem poránea que tienen com o
revisar cóm o se organizan allí los secretos de fam ilia, esas zonas clandestinas que
cuáles lugares determ inan la transm isión del legado y su traición. Por otro lado, a
partir de la idea de que toda escritura es indescifrable porque en ella hay “un
com ponente en fuga” que escapa a toda form alización gram atical y es
secreto de fam ilia y el secreto de la lengua literaria, o dicho de otro m odo, de qué
rastrear una tradición poética que ahonda en la problem ática del origen, la
(1913-1992), Antonia Palacios (190 4- 20 0 1), Hanni Ossott (1946-20 0 2), Luis
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Alberto Crespo (1941), Márgara Russotto (1948), Yolanda Pantin (1954) Rafael
Castillo Zapata (1958), Verónica J affé (1957), J acqueline Goldberg (1966) 1 -para
m encionar sólo algunos- son representativos de una poesía que vuelve a la casa
de la infancia para hacerla tam balear a través de una escritura que captura sus
secretos y pone en peligro el orden fam iliar, “esa compleja zona de los vínculos
hum anos donde la ligadura de los afectos se hace institución” y que además está
conform a lo fam iliar en tanto proceso” (Am ado, Dom ínguez, 20 0 4:13-14) 2 .
Sus libros Casa o lobo (1990 ), la sección “Los Hornos” de La épica del
autobiografía poética que reescribe la m em oria fam iliar a través de fragm entos
1 Entre los poetas m ás recientes que se insertan en esta línea intim ista-fam iliar están: Arturo
Gutiérrez, Beverly Pérez Rego, Blanca Elena Pantin, Gabriela Kizer, Pausides González, Carm en
Verde, Erika Reginato entre otros.
2 Fundam ental para problem atizar la institución fam iliar desde su dim ensión ideológica, política
y cultural es el libro de Ana Am ado y Nora Dom ínguez: Lazos de fam ilia. Herencias, cuerpos,
ficciones (20 0 4).
3 A lo largo de este trabajo voy a usar las siguientes siglas para referirm e a los tres poem arios
propuestos: CL, H, P. Otros libros de Yolanda Pantin son: Correo del corazón (1985), La canción
fría (1989), Poem as del escritor (1989), El cielo de París (1989), Los bajos sentim ientos (1993),
La quietud (1998), Hueso pélvico (20 0 3).
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atraviesan cada uno de los libros: “¿Qué es lo que m i fam ilia quería decir? No lo
sé” ; “…se hereda siempre de un secreto que dice: léem e, ¿serás capaz de ello?”4 .
desafían al sujeto poético que intenta desem brollar el relato genealógico, hecho
que lo convierte en un lector de indicios que hurga en la zona m ás reprim ida del
archivo fam iliar para subvertir su m andato y hallar el rastro de otra verdad del
pasado.
En los tres libros hay una voz que regresa a la infancia para escribir sus
m em oria; este viaje al pasado implica el reencuentro con lugares y personas que
aparecen en cada uno de los libros y que constituyen una topografía geográfica y
hacienda San Pablo, la hacienda Paya-Seco, los “hornos”, la Casa Grande, la casa
m adre, los “m ayores”, los ancestros coloniales, los niños, Constanza, dibujan, en
Casa o lobo y “Los hornos” son dos textos com plem entarios en el sentido
de que, el segundo reescribe el prim ero, 20 años después. Si bien am bos ponen
de una voz adulta que intenta m irar el pasado con los ojos de entonces, el
prim ero arm a la historia a través de poem as en prosa elusivos, herm éticos,
fragm entarios que apenas nom bran el universo fam iliar; m ientras que el segundo
4 Las preguntas m encionadas son dos epígrafes que aparecen en el libro País de reciente
publicación: la prim era de Osip Mandelstam y la segunda de J acques Derrida del libro Espctros
de Marx (1995:30 ).
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referencial (cem enterio de los ancestros en Puerto España, Trinidad; los peones y
las cam pesinas que trabajan el tabaco) a las piezas sueltas del libro anterior.
descubierto una zona de peligro en la casa fam iliar com o lugar donde se cum ple
el “orden exigido” por la sangre. Si bien hay m uchas im ágenes que sugieren una
infancia plácida que trascurre en contacto con la naturaleza, con los caballos, con
seguridad es su lado siniestro 5. Aquí “lo cierto” es “lo más oscuro”(CL, 8); la casa-
fam ilia, la casa-raíz es “débil de nosotros” (Id. 35), es un territorio a la intem perie
El niño que m ira la casa y la fam ilia no lo hace desde la ingenuidad del
infante que confía en la estabilidad del apellido y del patrim onio – afectivo,
m aterial, cultural-, sino m ás bien, desde la sospecha que esa perm anencia guarda
un secreto que hay que revelar; que esa continuidad de la estirpe tiene saltos e
devenir-lobo 6 , “el pequeño anim al, lobo” (16) que está siem pre al acecho, sigue
5 Uso aquí el térm ino “siniestro” en el sentido freudiano, es decir, com o lo m ás “propio, fam iliar,
dócil, íntim o, confidencial, lo que recuerda el hogar” (1992:2485) pero que genera una sensación
de inquietud, m iedo y terror. Freud destaca que la palabra heim lich en alem án significa lo oculto
pero que esta palabra “no posee un sentido único sino que pertenece a dos grupos de
representaciones, que sin ser precisamente antagónicas, están, sin embargo, bastante alejadas
entre sí: se trata de lo que es fam iliar, confortable por un lado; y de lo oculto, disim ulado, por el
otro… Unheim lich sería todo lo que debía haber quedado ocult., secreto, pero que se ha
m anifestado” (Id. 2487).
6 La noción de “devenir” es de Gilles Deleuze y Féliz Guattari. En Crítica y clínica Deleuze dice:
“La literatura se decanta m ás bien hacia lo inform e, o lo inacabado (…). Escribir es un asunto de
devenir, siempre inacabado, siem pre en curso, y que desborda cualquier m ateria vivible o vivida.
Es un proceso (…). Devenir no es alcanzar una form a (identificación, imitación, m ím esis), sino
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“un rastro” (24), unas “huellas” (15), escucha detrás de las puertas, abre huecos
(13), se m ete en cuevas, husm ea “a ras del suelo” (24). Este niño-lobo, ágil y
favor, la fortaleza de tener “el ojo que oye” (Id. 19) 7. El niño-lobo y el niño-
apagado ven, en la tram a fam iliar aquello que la desborda y que excede sus
am enazado por el (des)orden crim inal; que la ley de la sangre no tiene resguardo
m adera” asisten a una escena de sexo entre un cam pesino y una yegua: “A nadie
dijeron lo que habían visto (…). Un crim en sin nom bre, sin persona, un crim en
solo” ( 21); una noche, se despiertan asustados ante un grito de la m adre que llega
del jardín:
En estas escenas leen la catástrofe que hace “gem ir quien alcanza la sangre o
levanta la m ano de la m esa. No dice la Herm ana, ¿ no fuiste en el recreo? El niño parado de pie
ante la clase se orina com o ha visto hacerlo a los potrillos que entran en el jardín, m ojado, con las
m edias m ojadas, com o un bebé” (H. 22).
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una fisura, “algo que se les escapa”8 que los arroja hacia un vacío que no pueden
com prender, com o ocurre con el “m enor” del cuadro que vive el vértigo de la
una descendencia; a la vez, el libro tam bién elabora, desde la m em oria fam iliar,
gloriosa. Aquí tam bién, com o en los poem arios anteriores, abrir el álbum de
fam ilia im plica, para la voz que escribe su pasado, el hallazgo de la barbarie. Hay
en la raíz del árbol, un brote m alsano que revela “el docum ento de barbarie”
instalado en la saga fam iliar-nacional. Los ancestros de la fam ilia fueron colonos
“ceguera” y am bición les hizo violar el cuerpo m ás débil y fundar sobre él la casa y
el apellido. Ante esta suerte de “traición” que la historia fam iliar revela y que
adem ás proyecta su som bra profética en el futuro, la voz poética – hija de ese
com o un m odo de abandonar “la inocencia” (“-Yo no sabía que había tanto odio
8Cfr. Moreiras, Alberto (1999): “Exergo: al m argen” en Tercer espacio: literatura y duelo en
Am érica Latina, Santiago de Chile, Cuarto Propio, pp.33-37.
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bajo esos sam anes” (65)) y asum ir la deuda que cada estirpe tiene con los
ausentes y cada generación con la historia: “Nunca se cerraron las heridas./ Que
La poesía se convierte en lengua para testim oniar del/ el secreto de fam ilia;
pero esta lengua no alcanza a nom brar la casa sino quebrándose los labios (CL.
de revelar el “detritus” que el relato fam iliar arrastra. La pregunta por el pasado
que la sostiene, esa zona donde la voz se desvía, balbucea, grita, susurra, se queda
m uda; lugar donde se m uestra lo que Deleuze llam a “lo im posible del lenguaje”
(1996:36).
Uno de los poem as finales de País dice: “Lo que será poesía,/ lo
pregunta sobre su oficio, le sigue la respuesta que se form ula com o pregunta:
Para Pantin la poesía es lenguaje secreto y tam bién lugar que preserva el
otro m odo de decir la verdad y de nom brar la sospecha que m erm a el “orden” de
la estirpe: “Lo cierto lo m ás oscuro” que cum ple su ley en el tejido secreto de la
sangre.
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Biblio grafía
Am ado, A Dom ínguez, N (com p.) (20 0 2). Lazos de fam ilia. Herencias, cuerpos,
ficciones. Buenos Aires, Paidós.
Blanchot, Maurice (1993). El diálogo inconcluso, Caracas, Monte Avila.
Deleuze, Gilles (1996). Crítica y clínica, Barcelona, Anagram a.
Derrida, J . Ferraris, M. (1997). “Il gusto del segreto”, Bari Laterza.
Derrida, J acques (¿?). “¿Cóm o no hablar. Denegaciones” en Antrophos, Revista
de docum entación científica de la cultura, n° 13, pp.3-29.
_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ (1995). Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo
del duelo y la Nueva Internacional. Madrid, Editorial Trotta.
Foucault, Michel (20 0 0 ). Nietzsche, la genealogía, la historia. Valencia, Pre-
textos.
Freud, Sigm und (1992). “Lo soniestro” en Obras com pletas, vo. ?, pp.2483-250 6.
Kuhn, Annette. Fam ily secrets. Acts of Mem ory and Im agination. London, New
York, Verso, New Edition
Moreiras, Alberto (1999): “Exergo: al m argen” en Tercer espacio: literatura y
duelo en Am érica Latina, Santiago de Chile, Cuarto Propio, pp.33-37.
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