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Escuela Normal Superior Nº 32 “Gral.

José de San Martín”

Trabajo Práctico:
Espacios Cruzados: Personificación
2020

Alumna: Bataglini Florencia


Docente: Rondina, Ana Inés
Profesorado: Lengua y literatura
Curso: 3° año
Espacios cruzados: Personificación
“podrás, cuando más terrible,
decir que eres imposible,
pero no que no eres mío”
Sor Juana
En el siguiente trabajo, se pondrá en relación el poema Esmera su respetuoso amor hablando a un
retrato (1994) de Sor Juana Inés de la Cruz y Un señor muy viejo con alas enormes (1955) de
Gabriel García Márquez, a través del recurso estético poético de la personificación. Dicho
procedimiento poético es definido, en el glosario de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la
Universidad Chile, como:
“Atribución de cualidades o comportamientos humanos a seres inanimados o abstractos, como
ocurre en las fábulas, cuentos maravillosos y alegorías. En los autos sacramentales aparecen
ejemplos de personificación alegórica: la culpa, la sabiduría, la gracia, etc. También se aplica el
término al hecho de representar una cualidad, virtud o vicio a partir de determinados rasgos de una
personalidad que se convierte en prototipo” (p.01).

En el poema Esmera su respetuoso amor hablando a un retrato de Sor Juana Inés de la Cruz se
reconoce el procedimiento poético de la personificación. En primera instancia, aparece un “yo lírico”
que personifica, es decir, le otorga comportamientos humanos -el oír, el decir y sentir- a un retrato,
a partir, de la posesión lingüística que ejerce el “yo lírico” sobre el objeto, en busca de enunciar el
deseo que tiene por la figura retratada:
“Copia divina, en quien veo
desvanecido al pincel
de ver que ha llegado él
donde no pudo el deseo,
alto, soberano empleo
de más que humano talento;”

Así comienza, un juego de posesión entre el “yo lírico” -femenino-, lo retratado y la personificación
del retrato. Santacruz Ramírez, F. (2016) afirma: “La acción más importante que la voz poética
realiza en el poema es hablar (...) dicha habla está dirigida al retrato y a la retratada, es decir, al
dos veces dueño'' (p.78). Al hablarle al retrato, se le da la cualidad de escuchar, se lo personifica.
Asimismo, la presencia de la primera, segunda y tercera persona crean otros “personajes” dentro
del poema ratificando que el retrato es uno más -de esos personajes- construido mediante la
personificación. Se entiende a la figura del personaje como un ser que realiza acciones, y por ende
posee capacidades humanas. El crítico explica:
“Estos cambios de persona pronominal son decisivos para entender cómo el poema juega con
cierta ambigüedad y lo dota de mayor dramatismo, pues pone en escena la presencia virtual de
otros «personajes»: la cosa copiada, el retrato y, tal vez, a sor Juana desdoblada” (p.81) .

En un segundo momento, se podría decir que al personificar el objeto -al darle cualidades
humanas- se anhela que lo retratado se haga realidad físicamente. Esto se presenta cuando se
hace referencia a la intertextualidad de Pigmaleón el cual, se enamora de una estatua y desea que
ella se haga carnal para concretar su amor:
“perdida por tu afición,
segundo Pigmaleón,
la animación te impetrara.
Toco, por ver si escondido
lo viviente en ti parece?”
Esta intertextualidad abre un espacio para el deseo físico. Santacruz Ramírez, F. (2016) dice al
respecto: “Ser un «segundo Pigmaleón» no es simplemente anhelar que una imagen cobre vida,
sino que lo haga para satisfacer el deseo de la voz lírica que está «perdida por [su] afición»” (p.80).
Es decir, al personificar el objeto no solo se espera que se haga de carne y hueso, sino que
también pueda satisfacer los deseos que se tienen hacia lo retratado.
Además, el retrato al estar personificado tiene sentimientos, es “piadoso” y a veces, “desdeñoso”.
Incluso, el “yo lírico” espera que el retrato le hable, que “le responda a su afición” para terminar con
los vaivenes que sufre, entre la felicidad e infelicidad por no poder poseer lo retratado. Como se
presenta en el siguiente fragmento:
“Tal vez pienso que piadoso
respondes a mi afición;
y otras, teme el corazón
que te esquivas, desdeñoso”

Al finalizar el poema, nuevamente aparece la cualidad del decir del retrato, pero esta vez, se le
otorga el “permiso” -dado por el “yo lírico”- de manifestarse indirectamente. Como se observa en el
último verso:
“Dichosa vivo al favor
que me ofrece un bronce frío,
pues aunque muestres desvío,
podrás, cuando más terrible,
decir que eres imposible,
pero no que no eres mío”
La presencia de la palabra “decir” da lugar a comprender, que el retrato “le dijo” a lo largo de todo
el poema, que no puede ser poseído, que no es de ella. La voz lírica entra en discusión con el
objeto, y le responde que puede decirle que es imposible pero “no que no eres mío”. Santacruz,
Ramírez F. (2016) manifiesta:
“El discurso de la voz lírica ha estado en parte regido por su presencia, como si el sujeto hablante
lo hubiese estado escuchando todo el tiempo diciéndole: ‘no soy tuyo, no soy tuyo’. De ahí la voz
lírica haga que se manifieste, aunque sea en discurso indirecto y mediado por ella, la voz de dicho
«tú»: «podrás decir que eres imposible, / pero no que no eres mío»” (p.81).

Por lo tanto, la voz lírica demuestra que es dueña tanto de la palabra como del objeto. Dicho objeto
que sí posee, porque ella lo personificó, es la que le dio las cualidades del decir, el oír y el sentir. El
crítico continúa: “En lugar de que el hablante lírico se muestra como el vasallo y el retrato como el
«dueño», en los versos finales el poder recae en el primero quien es el verdadero «dos veces
dueño», del retrato y de la palabra” (p.81).
Hasta el momento, se trató de analizar a la personificación en su cualidad de otorgar capacidades
humanas a un objeto pero en Un señor muy viejo con alas enormes de García Márquez, se
presenta la personificación alegórica del tiempo, en otras palabras, darle atributos humanos a esa
“figura” del tiempo. Como explica Rincón, Carlos (2002): “Entre las imágenes de la alegoría del
Tiempo presentadas (…) que conviene retener para relacionarlas con el cuento de García
Márquez. La primera toca con la identificación del señor muy viejo con unas alas enormes como
alegoría del Tiempo” (p.30). Es decir, la imagen del anciano con alas es la misma personificación,
aparece en otras obras artísticas que también personifican el tiempo. Dicha representación se
narra de la siguiente manera en el cuento: “Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un
hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no
podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas” (p.01).
Además, se podría decir que existe una clase de intertextualidad entre el cuento y el mito griego del
nacimiento de Cronos -el tiempo-. Esto sería otro índice de la personificación alegórica del tiempo.
El narrador dice: “El cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en
marzo fulguraban como polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos
podridos” (p.01). Lo que parece una escena apocalíptica, más bien podría referirse al Caos inicial
de la creación del tiempo del mito griego. Como afirma Rincón, Carlos (2002):
“Al comienzo del relato de García Márquez, “el cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza” (11),
y apenas existe luz al medio día. Pero no es éste un paisaje “apocalíptico”, como se ha afirmado
(White, 1982, 2). Tendría más bien algo del Caos inicial: nace un niño y Chronos-Cronos-Saturno,
como alegoría del Tiempo, está entre los mortales” (p.31).

Continuando con este enfoque, en el relato de García Márquez aparece la relación entre el viejo
con alas enormes y el niño:
“Al principio, cuando el niño aprendió a caminar, se cuidaron de que no estuviera cerca del
gallinero. Pero luego se fueron olvidando del temor y acostumbrándose a la peste, y antes de
que el niño mudara los dientes se había metido a jugar dentro del gallinero, cuyas
alambradas podridas se caían a pedazos” (p.05)

Dicho vínculo también, aparece en otras representaciones artísticas como “Le Temps coupant les
ailes de l’Amour” de Perrier donde se lo ve al Tiempo cortándole las alas a un niño o como en
“Saturne dévorant l’un de ses enfants” donde aparece Cronos o Saturno comiéndose a un infante.
Se analiza entonces, que esta escena también alude a la personificación del tiempo. Un fragmento
que muestra a un joven y uno viejo como imagen del transcurso del tiempo.
Para finalizar, la alegoría del tiempo que se basa en la personificación en la narración de Márquez,
marca el género literario fantástico entre lo real del pueblo y la caída de Cronos en él. Rincón
manifiesta lo siguiente:
“Lo decisivo parece residir en un aspecto de la alegoría, sobre el que se viene insistiendo
otra vez recientemente: la personificación. Trasladada a un poblado del Caribe y con esto a
un horizonte de significación en cuya memoria cultural no hay sitio para ella, la alegoría
clásica del Tiempo, antimimética y sometida a un código convencional, va a ser objeto en
cuanto personificación de un tratamiento realista-mimético” (p.34).
Anexo:

“Le Temps coupant les ailes de l’Amour” “Saturne dévorant l’un de ses enfants”
Bibliografía:
De la Cruz, J. (1994) Obra selecta Sor Juana Inés de la Cruz. Caracas. Biblioteca Ayacucho.
Márquez García, G. (1955) Un señor muy viejo con alas enormes.
Santacruz Ramirez, F. (2016) La dicha de poseer: deseos y retratos en Sor Juana Inés de la Cruz.
Puebla. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Rolón, C. (2002) Imagen y palabra en “Un señor muy viejo con alas enormes”, de Gabriel García
Márquez. Berlin. Universidad Libre.

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