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9/1/24, 22:09 Macrodatos, inteligencia artificial y proceso: luces y sombras

LECCIONES Y MATERIALES PARA EL ESTUDIO DEL DERECHO


PENAL. Tomo IV: DERECHO PENAL. PARTE ESPECIAL (DERECHO
PENAL ECONÓMICO)

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DIRECTOR
José María Asencio Mellado
Catedrático de Derecho Procesal
Universidad de Alicante

SECRETARIA
Verónica López Yagües
Profesora Titular de Derecho Procesal
Universidad de Alicante

DIRECTORA DE EDICIÓN
Soledad Ruiz de la Cuesta Fernández
Profesora Contratada Doctora de Derecho Procesal
Universidad de Alicante

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revista
Macrodatos, inteligencia artificial y proceso: luces y sombras.
Dirección y (RI §422528)
órganos
Macrodata, artificial intelligence and process: lights and shadows - Federico Bueno
Número de Mata
actual
En esta investigación se estudian las distintas posibilidades que ofrecen
Números los sistemas de Inteligencia Artificial respecto al tratamiento de datos
anteriores de los ciudadanos en el sector judicial. Para ello, partimos de una
reflexión inicial acerca de la difuminación que se lleva a cabo entre los
Buscador conceptos de dato público y dato privado en relación a la última
jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo al reconocer un nuevo
Suscripción derecho al entorno virtual. Del mismo modo abordamos la situación de
modernización tecnológica de nuestra Administración de Justicia con el
Acerca de la fin de reflexionar sobre si es posible a día de hoy aplicar Inteligencia
revista Artificial en el proceso, para posteriormente centrarnos en lo que
denominamos “Big Data Judicial”. En este apartado veremos las
posibilidades derivadas del tratamiento de macrodatos con fines
IDR judiciales, aludiendo a las posibilidades de creación de perfiles
2022 criminales o las aplicaciones de justicia predictiva. En último lugar
expondremos los obstáculos procesales con los que, desde nuestro
C2 DEREC…
136/366 punto de vista, cuenta la Inteligencia Artificial para ser desarrollada
dentro del proceso.
I.EL USO DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y LA DIFUMINACIÓN ENTRE DATOS
C2 DEREC…
19/46 PÚBLICOS Y PRIVADOS: SU POSIBLE UTILIZACIÓN EN JUSTICIA AL AMPARO
DEL DERECHO AL ENTORNO VIRTUAL II.LAS DISTINTAS ETAPAS DE LA JUSTICIA
ELECTRÓNICA EN ESPAÑA.II.I.FASES PREVIAS: DIGITALIZACIÓN, GESTIÓN Y
Conexión a TRAMITACIÓN INFORMATIZADA.II.II.FASE ACTUAL: A LAS PUERTAS DE LA
la revista INTELIGENCIA ARTIFICIAL.III.EL BIG DATA JUDICIAL.III.I.MOMENTO
ACTUAL.III.II.BIG DATA JUDICIAL COMO ELEMENTO PREDICTIVO DE
SENTENCIAS.III.III.BIG DATA JUDICIAL COMO PRUEBA INDICIARIA .IV. LOS

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Conectado como GRANDES PROBLEMAS QUE IMPLICA EL USO DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN
Yunaip EL SECTOR JUDICIAL.V. BIBLIOGRAFÍA.
Palabras clave: Inteligencia artificial; Big Data; algotritmos; automatización;
Desconectar justicia predictiva.;
This research studies the different possibilities offered by Artificial
Intelligence systems regarding the processing of data of citizens in the
judicial sector. To do this, we start from an initial reflection on the
blurring that takes place between the concepts of public data and
private data in relation to the latest jurisprudence of our Supreme Court
by recognizing a new right about the own virtual environment. In the
same way we approach the technological modernization situation of our
Administration of Justice, in order to reflect on whether it is possible
today to apply Artificial Intelligence in the process, to later focus on
what we call “Judicial Big Data”. In this section we will see the
possibilities derived from the treatment of macrodata for judicial
purposes, referring to the possibilities of creating criminal profiles or
the applications of predictive justice. In the last place we will expose
the procedural obstacles with which, from our point of view, Artificial
Intelligence counts to be developed within the process.
Keywords: Artificial intelligence; Big Data; algorithms; automation; predictive
justice.;

MACRODATOS, INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y PROCESO: LUCES Y SOMBRAS

Por

FEDERICO BUENO DE MATA

Profesor Titular de Derecho Procesal

Universidad de Salamanca

febuma@usal.es

Revista General de Derecho Procesal 51 (2020)

RESUMEN: En esta investigación se estudian las distintas posibilidades que ofrecen


los sistemas de Inteligencia Artificial respecto al tratamiento de datos de los
ciudadanos en el sector judicial. Para ello, partimos de una reflexión inicial acerca de
la difuminación que se lleva a cabo entre los conceptos de dato público y dato
privado en relación a la última jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo al
reconocer un nuevo derecho al entorno virtual. Del mismo modo abordamos la
situación de modernización tecnológica de nuestra Administración de Justicia con el
fin de reflexionar sobre si es posible a día de hoy aplicar Inteligencia Artificial en el
proceso, para posteriormente centrarnos en lo que denominamos “Big Data Judicial”.
En este apartado veremos las posibilidades derivadas del tratamiento de macrodatos
con fines judiciales, aludiendo a las posibilidades de creación de perfiles criminales o
las aplicaciones de justicia predictiva. En último lugar expondremos los obstáculos
procesales con los que, desde nuestro punto de vista, cuenta la Inteligencia Artificial
para ser desarrollada dentro del proceso.

PALABRAS CLAVE: Inteligencia artificial, Big Data, algotritmos, automatización,


justicia predictiva.

SUMARIO: I.EL USO DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y LA DIFUMINACIÓN ENTRE


DATOS PÚBLICOS Y PRIVADOS: SU POSIBLE UTILIZACIÓN EN JUSTICIA AL AMPARO
DEL DERECHO AL ENTORNO VIRTUAL II.LAS DISTINTAS ETAPAS DE LA JUSTICIA
ELECTRÓNICA EN ESPAÑA.II.I.FASES PREVIAS: DIGITALIZACIÓN, GESTIÓN Y
TRAMITACIÓN INFORMATIZADA.II.II.FASE ACTUAL: A LAS PUERTAS DE LA
INTELIGENCIA ARTIFICIAL.III.EL BIG DATA JUDICIAL.III.I.MOMENTO
ACTUAL.III.II.BIG DATA JUDICIAL COMO ELEMENTO PREDICTIVO DE
SENTENCIAS.III.III.BIG DATA JUDICIAL COMO PRUEBA INDICIARIA .IV. LOS
GRANDES PROBLEMAS QUE IMPLICA EL USO DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN EL
SECTOR JUDICIAL.V. BIBLIOGRAFÍA.

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MACRODATA, ARTIFICIAL INTELLIGENCE AND PROCESS: LIGHTS AND
SHADOWS

ABSTRACT: This research studies the different possibilities offered by Artificial


Intelligence systems regarding the processing of data of citizens in the judicial sector.
To do this, we start from an initial reflection on the blurring that takes place between
the concepts of public data and private data in relation to the latest jurisprudence of
our Supreme Court by recognizing a new right about the own virtual environment. In
the same way we approach the technological modernization situation of our
Administration of Justice, in order to reflect on whether it is possible today to apply
Artificial Intelligence in the process, to later focus on what we call “Judicial Big Data”.
In this section we will see the possibilities derived from the treatment of macrodata
for judicial purposes, referring to the possibilities of creating criminal profiles or the
applications of predictive justice. In the last place we will expose the procedural
obstacles with which, from our point of view, Artificial Intelligence counts to be
developed within the process.

KEYWORDS: Artificial intelligence, Big Data, algorithms, automation, predictive


justice.

1. EL USO DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y LA DIFUMINACIÓN ENTRE DATOS


PÚBLICOS Y PRIVADOS: SU POSIBLE UTILIZACIÓN EN JUSTICIA AL AMPARO
DEL DERECHO AL ENTORNO VIRTUAL

Como bien indica SCHAWB en su libro acerca de la cuarta revolución industrial(1),


“los datos son el petróleo del siglo XXI”, dado que gracias a nuestra actividad en la
Red y mediante distintos dispositivos electrónicos, creamos una identidad digital que
abarca tendencias, gustos, preferencias y que por tanto ahonda en nuestra
privacidad más absoluta.

Si a lo anterior le sumamos que gracias a estas redes estamos interconectados y que


nuestra actividad redunda en mostrar conexiones con millones de personas y un
sinfín de actividades, podemos decir que ya no solo construimos una identidad sino
un perfil en sentido amplio que puede tener repercusión en distintos ámbitos entre
ellos el judicial.

Nos encontramos en pleno desarrollo de aplicaciones que utilizan Inteligencia


Artificial y nadie es realmente consciente del desarrollo que podrá alcanzar en el
futuro. No solo la parte del software está en auge, sino que en el plano del hardware
la robótica, el internet de las cosas, la impresión 3d o la biotecnología empiezan a
inmiscuirse en nuestro día a día y por tanto su uso puede estar vinculado a la
generación o aparición de nuevos conflictos o ser utilizados como vía para
investigarlos o llegar a auxiliar a los distintos operadores en las tomas de decisiones.

Todas estas aplicaciones tienen en común que recopilan datos y por lo que podemos
vaticinar que cuestiones como la analítica de datos a través de inteligencia artificial
comenzaran a cobrar un protagonismo real en distintas áreas.

España, al ser consciente de estar ante un nuevo paradigma en cuanto a la utilización


de datos de los justiciables, decidió aprobar la Ley Orgánica 3/2018(2), de 5 de
diciembre, de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales
además de diversa legislación complementaria. Lo llamativo de esta regulación es
que establece “derechos digitales” del ciudadano. un texto legal que viene cargado de
novedades entre las que se encuentran: nuevos derechos digitales para los
trabajadores, el derecho al olvido, la educación digital en menores, el testamento
digital o los principios de neutralidad en Internet, entre otros. Podemos afirmar que
su aprobación convierte a España en pionera en el reconocimiento de algunos
derechos digitales, aunque algunos de ellos se encuentren ya en otros textos legales
y a otros se les ha dotado de consideración cercana a derecho fundamental, sin
necesidad de reformar la Carta Magna, y redireccionándolos al art. 18 de la
Constitución Española.

En su momento, llamo la atención mediática la cuestión relativa al acceso de datos


en abierto registrados en ficheros públicos o la potestad que se atribuye a algunos
sujetos para poder usar datos públicos de los ciudadanos para algunos fines. Así,
podríamos llegar a ser recelosos y pensar que más que aumentar los derechos de los
ciudadanos, la aprobación de los mismos supone una limitación de libertades sobre
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nuestros datos personales, que pueden ser usados si nuestro consentimiento por las
autoridades públicas para diversas finalidades.

En este sentido, una de las noticias que más revuelo mediático generó fue la
consistente en permitir a los partidos políticos rastrear datos personales u opiniones
políticas en redes sociales sin que los afectados tengan que dar su consentimiento
para hacer perfiles ideológicos y personalizar la propaganda en campaña electoral(3),
calificando los medios de comunicación estas medidas como “spam político”. Estamos
hablando concretamente de utilizar datos digitales de acceso público durante un
tiempo limitado, amparándose en el concepto de open data. El Tribunal Constitucional
corroboró este planteamiento y en mayo de 2019, mediante Pleno y por unanimidad,
declaró inconstitucional el artículo 58 bis 1 de la Ley Electoral General , que
permitía a los partidos recopilar datos relativos a las opiniones políticas de los
ciudadanos, estimando así el recurso presentado por el Defensor del Pueblo el pasado
5 de marzo, a partir de cinco escritos de diversas asociaciones, activistas y juristas.

Así, el TC declara nulo el apartado 1 del art. 58 bis de la Ley Electoral, que permite a
los partidos recoger datos personales relativos a las opiniones políticas de los
ciudadanos con fines electoralistas y que se basa por tanto en conocer la titularidad
de los terminales. Si bien es cierto que lo que se prohíbe es la finalidad concreta del
tratamiento de datos se está igualmente mandado un aviso de no interferencia de
operadores jurídicos en la titularidad propia de nuestros datos(4).

Este reconocimiento a la no injerencia de los partidos políticos viene además


refrendado por otras barreras para los poderes públicos, a los que se les hace
garantes de la seguridad en las comunicaciones de los ciudadanos. Así, dentro de
esta ley se reconoce un derecho a la seguridad de las comunicaciones(5) e indica que
el Estado deberá garantizar un derecho fundamental a la privacidad de las
comunicaciones y a la protección de los datos de los usuarios. Ahora bien, este
derecho puede limitarse y menoscabarse al encontrase dentro del art. 18 de nuestra
CE, pues debemos partir de que las TICs no solo pueden ser usadas para
comunicarse sino también para cometer hechos delictivos, y el Estado debe
garantizar del mismo modo la aplicación del principio de legalidad y el ejercicio del
ius puniendi siempre que sea necesario. Es aquí donde entran en juego la aplicación
de tecnología para recabar datos electrónicos, pues el mismo puede ser usado para
recabar datos de los usuarios a través de la aplicación de determinadas diligencias de
investigación tecnológica.

Esta realidad normativa nos lleva a plantearnos qué datos pueden ser usados por las
administraciones públicas para realizar aplicaciones de inteligencia artificial, e incluso
si la inteligencia artificial puede ser usada para investigar determinados hechos
delictivos a través de la recopilación de datos mediante diligencias de investigación
tecnológica.

Partimos así de un concepto que debemos dilucidar, la frontera entre dato público y
dato privado; pues esta distinción llevará aparejado igualmente posibles usos de Big
Data(6) e Inteligencia Artificial para distintas funcionalidades en materia de justicia.
Si comenzamos por los datos privados, para recabarlos deberemos contar con una
autorización judicial previa, pues nos situaríamos dentro del art. 18 CE. Dentro de
esta esfera y este artículo existen sus propias limitaciones internas que comenzaron
a ser apuntadas en su día por la Circular 1/2013 de la Fiscalía General del Estado, de
fecha 11 de enero, sobre pautas en relación con la diligencia de intervención de las
comunicaciones telefónicas(7), la cual establecía que “no todos los datos digitalizados
merecen la consideración de datos propios del contenido material del derecho a la
inviolabilidad de las comunicaciones. Debe analizarse la funcionalidad de cada dato
para ubicarlo bajo el manto protector del derecho a la intimidad (art. 18.1 CE), del
derecho a la inviolabilidad de las comunicaciones (art. 18.3 CE) o del derecho a la
protección de datos (art. 18.4 CE), cada uno con su propio sustrato axiológico y,
correlativamente, cada uno con una protección de intensidad variable”.

Esta “intensidad variable” afectará al deber de motivación del juez en el caso de que
quisiera recabar datos electrónicos a través de diferentes diligencias de investigación
tecnológica. Como bien sabemos, desde finales de 2015 contamos con la LO
13/2015, de 5 de octubre, para el fortalecimiento de las garantías procesales y la
regulación de las medidas de investigación tecnológica , la cual reforma la LECRim

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y que al mismo tiempo ha sido objeto de interpretación y desarrollo a través de
distintas Circulares de la Fiscalía General del Estado publicadas en marzo de 2019(8).

Con ello se da cobertura legal a distintas diligencias de investigación que sirven para
investigar delitos y ciberdelitos de una manera garantista a través de cuatro bloques
que posteriormente necesitarán de un desarrollo mayor a la hora de ser aplicados en
la práctica. De esta forma, los cuatro grandes bloques son:

a) La interceptación de las comunicaciones telefónicas y telemáticas;

b) la captación y grabación de comunicaciones orales e imágenes mediante la


utilización de dispositivos electrónicos;

c) la utilización de dispositivos técnicos de seguimiento, localización y captación de


imágenes;

d) el registro de dispositivos de almacenamiento masivo de información.

En este sentido podríamos utilizar herramientas vinculadas a Inteligencia Artificial


para el mapeo o el uso analítico de datos, pero siempre con una limitación: no
utilizarlas con fines preventivos; sino únicamente amparados en el principio de
necesidad, puesto que como ya se pronunció nuestro Tribunal Supremo en la STS nº
272/2017, de 18 de abril, para proceder a la autorización de diligencias de
investigación tecnológica la misma “tiene que estar siempre relacionada con la
investigación de un delito concreto al menos en el plano indiciario(9)”.

Por tanto, esta primera aplicación de Big Data en materia de investigación criminal
nos llevaría a un terreno en el que, a través de un tratamiento masivo de datos,
consiguiéramos pruebas electrónicas para imputar un determinado delito a su
presunto autor, pero no abriría la puerta a ser usado, hasta el momento, como
elemento predictivo en la comisión de los mismos, pues estaríamos en un escenario
de precrimen.

Llegados a este punto debemos partir de que la LO 13/2015 habilita así determinadas
diligencias para recabar datos mediante autorización judicial previa, siendo entre
ellas la medida de “registro masivo de información” la más conectada con el posible
uso de aplicación de Big Data. En este sentido, el art. 588 septies a LECrim indica
que “El juez competente podrá autorizar la utilización de datos de identificación y
códigos, así como la instalación de un software, que permitan, de forma remota y
telemática, el examen a distancia y sin conocimiento de su titular o usuario del
contenido de un ordenador, dispositivo electrónico, sistema informático, etc.”; con lo
que se identifican dos técnicas para practicar el registro remoto de equipos
informáticos: utilización de datos de identificación y códigos; e instalación de un
software al que realmente podremos denominar spyware(10), pues servirá para
monitorizar y espiar el contenido del dispositivo que vayamos a infectar mediante la
inclusión de un programa o virus.

Esta medida y este artículo regulan la medida más invasiva de todas las expuestas en
la última reforma de la LECRim, pero inconscientemente crememos que abre la
puerta a una nueva consideración de los datos privados como “datos
pseudoprivados”, posición en la que lo coloca la interpretación de la Circular 5/2019,
la cual desarrolla de manera parcial cada una de estas técnicas y que parte del
concepto de protección variable de los datos apuntada ya por la Circular 1/2013, y
que se refrenda según nuestro propio criterio a la luz de la jurisprudencia sobre el
concepto del “derecho al entorno virtual”.

Así, la Circular 5/2019, al desarrollar la técnica de identificación de datos a través de


registros de dispositivos masivos de información indica que consiste en “utilizar las
propias contraseñas del investigado para acceder, no ya a su ordenador o sistema
informático, que sería lo que proporcionaría un conocimiento más amplio de su
entorno virtual, sino incluso a reductos de privacidad más limitados pero igualmente
útiles para la investigación, como su cuenta de correo electrónico o su cuenta de
almacenamiento de datos en la nube”. Esto quiere decir que sería necesario para
proceder a usar esta técnica mediante autorización judicial siempre que fuera
necesario contactar con servidores u operadores de comunicación que nos dieran el
acceso a sus cuentas, y establecer así un contactaron con las empresas que
administran el servicio y poder solicitar las claves. Pero imaginemos el caso de que el

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investigado realmente tiene su e-mail en un dispositivo compartido, que ha expuesto
su vida en redes sociales abiertas, que ha accedido a sus espacios privados a través
de redes públicas u dispositivos abiertos al público y no los ha cerrado
conscientemente. ¿Estaríamos convirtiendo esta información privada de alguna forma
en pública?

Esta teoría realmente no es propia y viene avalada ya por distinta jurisprudencia.


Partimos de la posición del Tribunal Supremo, en cuya STS 342/2013, de 17 de abril
, indica que de base “el acceso a los contenidos de cualquier ordenador por los
agentes de policía, ha de contar con el presupuesto habilitante de una autorización
judicial. Esta resolución ha de dispensar una protección al imputado frente al acto de
injerencia de los poderes públicos”. Pero a continuación expone que a pesar de esta
autorización judicial previa “son muchos los espacios de exclusión que han de ser
garantizados. No todos ellos gozan del mismo nivel de salvaguarda desde la
perspectiva constitucional”. Esta segunda afirmación iría en relación con lo apuntado
por las Circulares de 2013 y 2015, en la que la primera habla de diferentes grados de
protección y la segunda de injerencias de baja intensidad, lo cual también ha sido
refrendado a su vez por el Tribunal Constitucional(11).

Siguiendo en el mismo sentido, la sentencia indica que el tratamiento de los datos


debe ser darse de manera unitaria “sin perder de vista la multifuncionalidad de los
datos que se almacenan en aquel dispositivo. Incluso su tratamiento jurídico puede
llegar a ser más adecuado si los mensajes, las imágenes, los documentos y, en
general, todos los datos reveladores del perfil personal, reservado o íntimo de
cualquier encausado se contemplan de forma unitaria”

Una vez fundamentado el tratamiento es cuando la sentencia abre la posibilidad de


difuminación entre dato público y dato privado a través del reconocimiento del
derecho “al propio entorno virtual, al indicar que “más allá del tratamiento
constitucional fragmentado de todos y cada uno de los derechos que convergen en el
momento del sacrificio, existe un derecho al propio entorno virtual. En él se
integraría, sin perder su genuina sustantividad como manifestación de derechos
constitucionales de nomen iuris propio, toda la información en formato electrónico
que, a través del uso de las nuevas tecnologías, ya sea de forma consciente o
inconsciente, con voluntariedad o sin ella, va generando el usuario, hasta el punto de
dejar un rastro susceptible de seguimiento por los poderes públicos. Surge entonces
la necesidad de dispensar una protección jurisdiccional frente a la necesidad del
Estado de invadir, en las tareas de investigación y castigo de los delitos, ese entorno
digital”. Este derecho además es consagrado por el propio TS años más tarde como
constitucional al indicar en la STS n.o 489/2018 de 23 de octubre que “el
legislador con buen criterio ha optado por otorgar un tratamiento unitario a los datos
contenidos en los ordenadores y teléfonos móviles, reveladores del perfil personal del
investigado, configurando ese derecho constitucional de nueva generación, el derecho
a la protección del propio entorno virtual”.

Este derecho ha sido conceptualizado de manera más amplia por el Tribunal Supremo
de la siguiente forma: “existe un derecho al propio entorno virtual. En él se
integraría, sin perder su genuina sustantividad como manifestación de derechos
constitucionales de nomen iuris propio, toda la información en formato electrónico
que, a través del uso de las nuevas tecnologías, ya sea de forma consciente o
inconsciente, con voluntariedad o sin ella, va generando el usuario, hasta el punto de
dejar un rastro susceptible de seguimiento por los poderes públicos. Surge entonces
la necesidad de dispensar una protección jurisdiccional frente a la necesidad del
Estado de invadir, en las tareas de investigación y castigo de los delitos, ese entorno
digital”(12).

Por último, debemos apuntar algo que nos parece realmente interesante(13): la
configuración de este derecho por su propio titular, lo que abriría la puerta a la
difuminación de la privacidad de ciertos datos, y por tanto de su posibilidad de uso
sin autorización judicial. Así, este derecho, según la STS 1487/2017 de 19 de abril,
es también susceptible de ampliación o reducción por su propio titular(14), eso
quiere decir que en caso de que el usuario incorpore documentos a dispositivos de
almacenamiento compartido con otros usuarios como plataformas Google Drive o
Dropbox, estaría haciendo que sus derechos fundamentales ligados a la intimidad o al
secreto de las comunicaciones se desvanecieran. Al mismo tiempo la sentencia indica
una serie de comportamientos que también difuminarían estos derechos como es el

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uso de dispositivos electrónicos sin perfiles de usuarios distinguidos, carpetas propias
o uso de contraseñas comunes. De esta forma se puede llegar a afirmar el carácter
no absoluto del derecho y su capacidad de disposición y configuración por su titular,
lo que abriría las puertas a recabar datos sin autorización judicial en los casos
puntuales en los que el propio titular haya decidido compartir públicamente su
“entorno virtual” con más personas y cediendo así su intimidad y el secreto de sus
comunicaciones. Podríamos así trasladar el concepto dado por el TC sobre la “falta de
expectativa razonable de privacidad(15)”, usada para datos públicos y que por
analogía se podría aplicar a este caso(16).

Con todo ello vemos como con las nuevas tecnologías la barrera entre el dato público
y el privado se empieza a difuminar, puesto que se dan dos fenómenos que lo
propician: la auto exposición y el control de la privacidad por parte del propio
usuario. Por un lado, parece que lo que no está en Internet nunca ha existido.
Vivimos en una sociedad que está acostumbrada a buscar información a través de
Google, llegando a la situación de dudar de la existencia de acontecimientos,
personas o méritos si los mismos no se encuentran recogidos en alguna red social o
en alguna base de datos; esto unido al uso de las redes sociales de manera adictiva
por personas de las jóvenes generaciones en las que reproducen una vida idílica a
través de Instagram, mostrando su día a día de manera distorsionada y midiendo la
popularidad de sus publicaciones en forma de likes hace que la privacidad se
desvanezca con una apabullante normalidad. A mayores si sumamos a lo anterior las
Apps de geolocalización en el que compartimos donde estamos, los kilómetros que
corremos o las propiedades que tenemos, nos abocamos hacia un mundo en el que
nuestras vidas estarán expuestas para todo aquel que la quiera ver.

En el otro extremo nos encontramos con el control por parte de los poderes públicos
de todos los movimientos que realiza el ciudadano con las distintas Administraciones
Públicas. La ventanilla única electrónica facilita que esta situación se dé y los
registros digitales de distintas actividades van quedando almacenados en bases de
datos, muchas de ellas públicas e interconectadas entre sí. Todas estas conexiones
de información van dibujando un patrón o perfil de lo que somos y representamos en
nuestra vida real, así como de nuestras preferencias o gustos solo por los datos que
compartimos en la Red.

Estas cantidades ingentes de información son utilizadas por los poderes públicos y, en
concreto por nuestro sistema judicial, para llegar a soluciones más rápidas y
objetivas respecto a distintas situaciones que pueden afectar a un ser humano o la
involucración de éste en un determinado conflicto. Nos adentramos así en una etapa
en la que los datos públicos van a ser utilizados por nuestro sistema judicial para dar
una respuesta a los conflictos jurídicos que nosotros mismos protagonizamos.

El escenario que se abre a partir de ahora hace que nos planteemos como los datos
públicos y privados pueden ser usados en el sector judicial a través de inteligencia
artificial. Para ello, tendremos que diferenciar dos escenarios que condicionarán el
resto de los presupuestos a tener en cuenta: los datos públicos y los datos privados,
y su diferencia en cuanto al tratamiento.

En primer lugar, los datos privados vendrán amparados por el art. 18 CE, y por
tanto necesitaremos de autorización judicial previa para ser recabados. Con ello
hablamos de un escenario de aplicación de diligencias de investigación tecnológica en
la que se podría hablar de técnicas analíticas para crear perfiles criminales y llegar a
obtener incluso pruebas de indicios virtuales en la comisión de hechos delictivos.

En segundo lugar, si los datos son públicos, tendremos que ver de qué forma pueden
ser utilizados por nuestro sistema de justicia, por lo que podríamos plantearnos si
pueden servir de ayuda como elemento predictivo de resoluciones judiciales o de la
comisión de hechos delictivos.

Así, debemos empezar cuestionando las bases de nuestra justicia y ver si la misma
está realmente preparada para una transformación digital completa. Una vez
comprendamos en qué fase de informatización nos encontramos, podremos
vislumbrar si es posible la inclusión de técnicas analíticas de datos que puedan
derivar en la utilización de herramientas de inteligencia artificial en materia judicial. A
continuación, haremos un análisis acerca de la e-justicia y en qué fase se encuentra
el sistema judicial español con la finalidad de saber si realmente tenemos la base

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legal suficiente para aplicar Inteligencia Artificial en nuestro sistema, para
posteriormente saber si contamos con una base legal suficiente para utilizar el Big
Data como elemento de auxilio predictivo o elemento probatorio.

2. LAS DISTINTAS ETAPAS DE LA JUSTICIA ELECTRÓNICA EN ESPAÑA(17)

2.1. Fases previas: digitalización, gestión y tramitación informatizada

Nos encontramos en una etapa marcada por un desarrollo tecnológico constante que
no nos deja de sorprender y, en ocasiones, dar cierto respeto. En un mundo tan
estático como el del Derecho las tecnologías se vuelven disruptivas y hace que el
sistema judicial se enfrente a una revolución interna sin precedentes.

La irrupción de la Inteligencia Artificial ha hecho temblar los pilares fundamentales y


las máximas fundamentales del modelo de impartición de justicia tal y como lo
conocemos a día de hoy. Así, existen incluso personas que se atreven a aventurar
que los días de algunos operadores jurídicos están contados y que solo es cuestión de
tiempo que sus quehaceres diarios sean sustituidos por una máquina o sistema
experto.

Ciertamente, no sabemos a día de hoy el potencial real que lleva aparejada la


Inteligencia Artificial y si avanzaremos hacia una tecnología con visos de racionalidad
en el que las máquinas pueden ir evolucionando y aprendiendo por sí mismas y no
solo repitiendo de manera mecánica una serie de funciones u ofreciendo un resultado
determinado a través de la aplicación de algoritmos. Desde mi punto de vista, ese
sería el debate central que condicionaría la sustitución o no de algunas de las figuras
jurídicas tal y como las conocemos ahora o si por el contrario este tipo de tecnología
se convertirá en una especie de apoyo o ayuda a los operadores jurídicos existentes.

Debemos partir de que el proceso de modernización de la justicia ha comenzado hace


ya décadas, desde prácticamente la creación de los primeros ordenadores ya se
pensó en aplicar tecnología para modernizar el sistema judicial, pero no fue hasta
hace una década cuando la tecnología invadió las parcelas destinadas a la
“impartición” de este servicio a la ciudadanía conformando una nueva forma de
entenderla llamada justicia electrónica o e-justicia. De este modo la e- Justicia, se
podría definir como la inclusión del uso de las tecnologías del conocimiento e
información en la Administración de Justicia(18) y supone el uso de una pluralidad de
instrumentos y canales tecnológicos a la hora de impartir justicia; los cuales nos
llevaría a un cambio en el modo, pero no a configurar una alternativa a la justicia
ordinaria(19), sino simplemente a volver más rápida, abierta, transparente y próxima
al ciudadano(20). De esta manera hablando de un nuevo cauce para impartir Justicia,
sin que la misma pierda su esencia, puesto que los cambios ofrecidos por las TICs
solo afectan a la forma externa de ciertos actos procesales sin que los mismos
pierdan su propia identidad(21). No obstante, se trata de un proceso reciente, no
acabado y sujeto a continuas evoluciones y cambios, lo que nos lleva a realizar una
implementación de las nuevas tecnologías en el proceso de una forma cautelosa y
comedida, debido a la posible pérdida de derechos para los administrados y la merma
de principios y garantías procesales.

De manera particular, en estudios anteriores(22) hemos defendido que la


instauración de un modelo de e-justicia debe pasar por una serie de fases, que a
continuación pasamos a explicar de manera sucinta.

a) Primera fase. Creación de un patrimonio digital jurídico. recopilación de todos los


datos de la Administración Pública que actualmente se encuentra en formato físico y
realizar una digitalización de los mismos, con el fin de llegar al objetivo de tener una
Administración con “papel cero”.

b) Segunda fase: gestión procesal informatizada. Se establece un sistema de


almacenamiento y de gestión de la información recopilada a través de un Expediente
Judicial Electrónico y se gestiona documentalmente su tratamiento a través de
programas informáticos que permitan su transmisión, clasificación e interoperabilidad
entre diferentes programas informáticos para la agilización de trámites procesales.

c) Tercera fase: tecnología interconectada entre los ciudadanos y los operadores


jurídicos en una ventanilla judicial única. Daríamos aquí la opción al justiciable de
iniciar el mismo el procedimiento electrónico a través de la presentación de escritos,

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pruebas y actos de comunicación de manera electrónica. Igualmente, los datos
estarían interconectados entre las distintas Administraciones Públicas, por lo que se
exigiría aquí un grado absoluto de interoperabilidad de sistemas. La interoperabilidad
de los sistemas de información permite integrar la prestación de servicios en una
ventanilla única, cualquiera que sea el número de sistemas u organismos
administrativos diferentes que intervengan.

d) Cuarta fase: aplicación de inteligencia artificial a la fase de decisión del proceso.


Nos referimos aquí al uso de sistemas expertos(23) dentro del sistema judicial que
puedan ofrecer soluciones y respuestas a través de la inteligencia artificial. El debate
ético se centraría en hasta qué punto usaríamos este modelo y si las máquinas
pudieran a llegar suplir la decisión de un operador jurídico o únicamente servirían de
apoyo a las decisiones de este último.

2.2. Fase actual: a las puertas de la inteligencia artificial

Si conectamos la realidad tecnológica del sector judicial español con estas cuatro
fases, podríamos afirmar que en la teoría habríamos superado de manera rotunda
alguna de ellas, pero no podríamos decir lo mismo en cuanto a su aplicación práctica
pues todas siguen planteando problemas.

En este sentido, aunque la primera fase esté superada en la teoría, gracias a lo


articulado tanto en la Ley 18/2011 como en la Ley 42/2015 de modificación de
la LECiv, vemos como la política de “papel cero” aún no se ha logrado en nuestro país
ya que el papel no ha desaparecido por completo. En este sentido el ciudadano puede
presentar tanto en físico como en electrónico los documentos de iniciación del
proceso, pues de lo contrario se entendería vulnerado su derecho de acceso a la
justicia, al no tener todo el mundo acceso aún a un ordenador y siendo aún la brecha
y la alfabetización digital una tarea pendiente entre personas de edad avanzada, por
un lado, y del medio rural por otro.

En segundo lugar, podemos decir que en España contamos con diversos programas
de gestión procesal informatizada, por lo que tendríamos una cobertura amplia en
este sentido. Por un lado, contamos con un sistema matriz que instaura la Oficina
Judicial Informática llamado Minerva NOJ, a través del que se modula todo el
Expediente Judicial Electrónico y que sirve de soporte para tramitar y gestionar
procedimiento; al tiempo que tenemos sistemas interconectados con diferentes
aplicaciones procedimentales. Esta cuestión es la más controvertida en España en
estos momentos pues al tener sistemas análogos insertados en algunas de las
Comunidades Autónomas, los fallos de interoperabilidad son constantes. Hablamos de
interoperabilidad como la capacidad de los sistemas de información, y por ende de
los procedimientos a los que éstos dan soporte, de compartir datos y posibilitar el
intercambio de información y conocimiento entre ellos, y de interoperabilidad técnica
como aquella dimensión de la interoperabilidad relativa a la relación entre sistemas y
servicios de tecnologías de la información, incluyendo aspectos tales como las
interfaces, la interconexión, la integración de datos y servicios, la presentación de la
información, la accesibilidad y la seguridad, u otros de naturaleza análoga(24).

Pues bien, podemos afirmar que, a finales de 2018, fecha de redacción de este
artículo, aún no se han cumplido las indicaciones formuladas en el “Esquema Judicial
de Interoperabilidad y Seguridad”, también conocido como Plan EJIS, cuyo límite
máximo de tiempo para ser aplicado por ley es de diciembre de 2018. Igualmente,
esta cuestión se encuentra vinculada a la última redacción del artículo 230.5 de la
LOPJ(25). Vinculado al programa Minerva NOJ nos encontramos con LexNet Abogacía,
sistema destinado a facilitar los actos de comunicación entre los órganos
jurisdiccionales y distintos operadores jurídicos y que cuenta con diversas
actualizaciones enfocadas a adicionar nuevas funcionalidades al sistema(26). Aún así,
los problemas detectados por los profesionales son continuos, desde caídas del
sistema, fallos de seguridad y poca capacidad de interoperabilidad(27). Igualmente,
de manera análoga pero vinculada a la gestión procesal del Ministerio Fiscal tenemos
el programa Fortuny(28).

Por último existen otros programas como el sistema de Registros Administrativos de


Apoyo a la Administración de Justicia (SIRAJ(29)) o el programa e-Fidelius, destinado
a grabar el desarrollo de las sesiones de juicio oral y que sirve como soporte para ser

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visionado por el juez y en futuras instancias, al tiempo que conecta las declaraciones
realizadas por videoconferencia.

Respecto a la tercera de las fases podemos plantear que se encuentra ligada


directamente a la anterior, por lo que los fallos de esta última repercuten al mismo
tiempo en ella. Por tanto, hasta que no se proceda a realizar las inversiones y
trabajos de adaptación necesarios para obtener la interoperabilidad de los sistemas y
aplicaciones que componen el ámbito judicial, no se podrá hablar de una justicia
electrónica, simplemente se hablará de avances en la modernización del sector de la
justicia. Así la cesión de datos entre programas de distintas operaciones será una
realidad. Del mismo modo aún no están definido concretamente lo que se entiende
por “sedes judiciales electrónicas”, puesto que en 2011 se planteó la posibilidad de
que aquellas personas afectadas por la brecha digital o que no tuvieran recursos
económicos suficiente para el acceso a programas informáticas, tuvieran puntos
habilitados por el Ministerio de Justicia para presentar telemáticamente escritos por
esta vía en instalaciones públicas.

Concretamente en la Ley 18/2011, de 5 de julio, reguladora del uso de las


tecnologías de la información y la comunicación en la Administración de Justicia ,
se dice que en dichas sedes se incorporarían puntos de acceso electrónico, definiendo
a estos últimos como “conjunto de páginas web agrupadas en un dominio de Internet
cuyo objetivo es ofrecer al usuario, de forma fácil e integrada, el acceso a una serie
de recursos y de servicios dirigidos a resolver necesidades específicas de un grupo de
personas o el acceso a la información y servicios de una institución pública”. En
relación a esta cuestión podemos decir que el acceso a la jurisdicción por vía
electrónica no es universal a día de hoy por lo que su instauración como vía
obligatoria o única causaría indefensión en determinados sujetos por las razones
dadas. Sería entre esta tercera fase y la cuarta que vamos a analizar donde se
encontraría todo lo relativo a uso de Big Data con fines judiciales, a través de la
interconexión de datos entre Administraciones Públicas y las ventajas que ofrecería
de cara al sistema judicial.

En último lugar, hablaríamos de aplicar inteligencia artificial al proceso de decisión en


sí; es decir a sustituir la decisión del juzgador por lo apuntado por un sistema
experto. Este escenario que sería el último fue inicialmente apuntado hace casi ya
una década, cuando a través del art 42 de la Ley 18/2011, de 5 de julio,
reguladora del uso de las tecnologías de la información y la comunicación en la
Administración de Justicia.

Si nos remitimos al articulado se habla de que “en caso de actuación automatizada,


deberá establecerse previamente por el Comité técnico estatal de la Administración
judicial electrónica la definición de las especificaciones, programación,
mantenimiento, supervisión y control de calidad y, en su caso la auditoría del sistema
de información y de su código fuente”. Por lo que, aparentemente al hablar del
mismo órgano que a día de hoy controla los test de compatibilidad y la
interoperabilidad de sistemas, se podría llegar a pensar que solo se hace referencia
aquí a actos procedimentales de trámite.

Sin embargo, esta misma ley tiene en su apartado final un glosario de términos, en el
que se incluye una definición de lo que se entiende por actuación judicial
automatizada de la siguiente manera: “Actuación judicial producida por un sistema de
información adecuadamente programado sin necesidad de intervención de una
persona física en cada caso singular. Incluye la producción de actos de trámite o
resolutorios de procedimientos, así como de meros actos de comunicación”.

En este sentido se habla de actos resolutorios de procedimientos sin necesitad de


intervención de persona física, lo que abre la posibilidad de usar sistemas expertos
no humanos para este tipo de cuestiones. A día de hoy, cualquier defensa de la
aplicación e Inteligencia Artificial como tecnología por la que se suplanta la decisión
del juez iría en contra de la función jurisdiccional regulada en el art. 117. 3 CE, al
establecer que “El ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo de procesos,
juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los Juzgados
y Tribunales determinados por las leyes, según las normas de competencia y
procedimiento que las mismas establezcan”.

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Así vemos como la función de juzgar y ejecutar lo juzgado corresponde de manera
exclusiva a jueces y magistrados, por lo que se entiende excluyente de otros sujetos
o sistemas. Por otro lado, debemos puntualizar que en este artículo se dice quién
debe ejercer dicha función, pero no se especifica ni el cómo ni a través de qué
herramientas, por lo que el uso de sistemas basados en inteligencia artificial de
manera complementaria, pero no sustitutiva, si podría tener encaje en nuestro
ordenamiento.

Por todo ello creemos que las máquinas podrían actuar como un apoyo a la decisión
que debe tomar el juzgador, pero no sustituir el razonamiento de este último(30),
más solo servirle de guía para que el jurista la adapte a lo que está buscando. No
consiste en que el sistema sustituya al juez, sino que brinde ayuda a éste, y también
al abogado, o al resto de operadores jurídicos para avanzar de forma más ágil en la
solución del conflicto.

Al margen de la barrera constitucional de la que partimos para defender estas


afirmaciones, también debemos pensar que hoy en día el desarrollo tecnológico en
este sentido no se encuentra tan avanzado como para plantearnos una “sustitución”
de ninguno de los operadores jurídicos que participan en un proceso, puesto que el
nivel de pensamiento de las máquinas aún no es elevado. En este sentido nos
referimos a aplicar a través de un mapeo de datos(31) y una comparación de casos
similares en diferentes bases, una tecnología que nos suministre una propuesta de
decisión segura, eficaz y objetiva a través de su comparación con diferentes
indicadores y estadísticas.

2.3. Reflexiones futuras

La posibilidad que se le da a los ciudadanos de poder interactuar con la


Administración a través de diversas plataformas hace que los mismos compartan
datos públicos que pueden ser usados por la justicia para resolver conflictos o dar
una respuesta más personalizada a través de una serie de algoritmos automatizados.

Hablamos aquí de Inteligencia Artificial aplicada(32) oWeak AI (Narrow AI o Applied


AI), es decir, el uso de algoritmos y aprendizaje guiado con tecnologías de Machine
Learning(33) y, como subcategoría de este último, se encontraría el Deep Learning.
Por un lado, el Machine Learning se basa de manera genérica en usar algoritmos
para, a través de un registro previo de datos, aprender de ellos y posteriormente
hacer una predicción o sugerencia sobre algo. Dentro de esta categoría, el Deep
Learning extrae patrones a partir de datos en bruto y selecciona una respuesta
basada en la experiencia concreta del usuario.

Nos encontraríamos ahora mismo en un momento de exploración de este tipo de


tecnología en nuestra Administración de Justicia; aun así tenemos claro que es
necesario fijar una línea roja que no se debe sobrepasar: la inteligencia artificial no
puede usarse para sustituir al juez, pues ello atentaría de manera frontal con lo que
entendemos hoy en día por función jurisdiccional como actividad exclusiva y
excluyente de jueces y magistrados consistente en juzgar y hacer ejecutar lo
juzgado. Así, defendemos el uso de inteligencia artificial como mecanismo de ayuda o
guía al juez en sentido amplio, esto abarcaría funciones de analítica jurisprudencial,
asistente virtual para guiar en la tramitación informática de distintos procedimientos
o, incluso, utilizar los datos abiertos de los administrados como diligencia de
investigación tecnológica o como elemento predictivo en juicio.

Esta tecnología, enfocada en la “ayuda” a distintos operadores jurídicos, debe ser


introducida en nuestro sistema con todas las cautelas posibles para respetar todos y
cada uno de los principios y las garantías procesales, así como otro tipo de
cuestiones éticas que aquí confluyen como la introducción de inteligencia artificial
como elemento disruptivo en un mundo antropocéntrico. Igualmente debemos ser
conscientes de que a día de hoy no podemos afirmar que tengamos una tecnología
marcada por la neutralidad, por lo que la aplicación de inteligencia artificial sobre
datos públicos puede llevarnos a resultados parciales o sesgados que pudieran
desembocar en discriminaciones y por ende indefensión para las partes del proceso.

Por todo ello el próximo objetivo tecnológico deberá ir enfocado en mejorar la


equidad y transparencia en la toma de decisiones de los softwares de gestión de Big
Data si los mismos son usados en el sector judicial y que, debido a que el deep
learning aún no está lo suficientemente desarrollado, las decisiones que tomen los
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sistemas expertos deberán ser supervisados siempre por el operador jurídico que lo
utilice corroborando o no la decisión o el parámetro propuesto.

3. EL BIG DATA JUDICIAL

3.1. Momento actual

En mayo de 2018 la Secretaria de Estado de Justicia del Gobierno de España(34),


afirmaba que desde el Ministerio se estaban empezando a usar técnicas de captación
y gestión de datos para monitorizar en tiempo real qué está ocurriendo en materia de
justicia en nuestro país, además de apostar por un refuerzo en la adopción de
tecnologías predictivas, Inteligencia Artificial y lenguaje natural.

Dicho de otra forma, desde el Ministerio de Justicia se apuesta por utilizar técnicas de
Big Data para conseguir una verdadera modernización de la Administración de
Justicia, lo que implica un tratamiento masivo de datos mediante algoritmos e
inteligencia artificial. Esta apuesta debe comenzar con la premisa de proteger “todo
el ciclo de vida de dichos datos(35)” en la que el derecho fundamental a la privacidad
de los mismos deberá estar presente a la hora de ver como se planifican los motores
de búsqueda, la selección de los datos o la interceptación con las bases de
información de diferentes organizaciones tanto públicas como privadas.

Del mismo modo, sería conveniente que, si realmente vamos a realizar una inversión
fuerte en este tema, contemos con personas capacitadas que sepan gestionar los
mismos y que puedan explicar su funcionamiento y valor al resto de operadores
jurídicos. Creemos firmemente que deberían existir nuevos puestos de trabajo dentro
del personal auxiliar de los juzgados con un perfil claramente tecnológico, siendo
prioritario pensar en figuras como los peritos electrónicos y los analistas de datos
para alcanzar realmente un grado de modernización suficiente para ofrecer un
servicio eficaz al ciudadano. Aún así, a pesar de las intenciones del Ministerio, tal y
como vimos en el primer apartado, la modernización no llega a tener un calado real a
nivel práctico por lo que podría ser un buen momento para activar un segundo Plan
de Modernización Judicial como el que se aprobó en 2009 y al que le siguieron ciertos
planes de seguimiento sin financiación, lo que hizo que muchas de las iniciativas que
se plantearon a su día o no se llegaron a concretar o necesitan de nueva inversión
para no quedar desfasadas.

Así, sería conveniente un nuevo Plan centrado en renovar infraestructuras y


contratación de personal pensando en incorporar estos nuevos modelos disruptivos
basados en inteligencia artificial y un importante desembolso en la parte preventiva,
pensando en asegurar la privacidad y la seguridad de los datos de los ciudadanos,
por lo que el plan debería ir enfocado a temas relacionados con la ciberseguridad.

Podemos decir algo así como que “los datos hablan”, o lo que es lo mismo, la
información es poder. Estas frases pueden tener su repercusión en la etapa
probatoria y ver como las técnicas de analítica pueden llegar a constituir una forma
de prueba electrónica basada en esta minería de datos.

3.2. Big data judicial como elemento predictivo de sentencias

Centrándonos en el uso del Big Data vinculados a justicia, podemos encontrar varias
funciones, tanto para su propia administración en términos de aprovechar la
información generada en el sector judicial para llegar a resultados más eficaces,
como usar datos de los justiciables para cuestiones vinculadas a investigación o
resolución de casos.

Respecto a lo primero, tenemos un marco legal en la Ley 37/2007, de 16 de


noviembre, sobre Reutilización de la Información del Sector Público , que a su vez
traspone la Directiva 2003/98/CE, de 17 de noviembre de 2003, del Parlamento
Europeo y del Consejo, relativa a la reutilización de la información del sector público.

El texto legal incorpora un anexo en el que deja claro que se entiende por dato
abierto, al definirlo como “ aquellos que cualquiera es libre de utilizar, reutilizar y
redistribuir, con el único límite, en su caso, del requisito de atribución de su fuente o
reconocimiento de su autoría”, y a su vez piden que los mismos estén en formatos
abiertos legibles por máquinas o sistemas expertos, definiendo estos formatos como
“Un formato de archivo estructurado que permita a las aplicaciones informáticas

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identificar, reconocer y extraer con facilidad datos específicos, incluidas las
declaraciones fácticas y su estructura interna y un formato de archivo independiente
de plataformas y puesto a disposición del público sin restricciones que impidan la
reutilización de los documentos”.

De manera concreta dice esta ley que se podrá utilizar la información de los distintos
organizamos públicos de distintos ámbitos entre los que destaca la información del
sector jurídico. Es sin duda un reconocimiento al Open Data Judicial, al establecer en
su preámbulo que “la publicidad de todos los documentos de libre disposición que
obran en poder del sector público referentes no sólo a los procedimientos políticos,
sino también a los judiciales, económicos y administrativos, es un instrumento
esencial para el desarrollo del derecho al conocimiento, que constituye un principio
básico de la democracia(36)”.De forma concreta, la Disposición adicional segunda de
la ley, que indica “Aplicación a otros organismos”, recoge en su apartado segundo que
“Las previsiones contenidas en la presente ley serán de aplicación a las sentencias y
resoluciones judiciales”.

Con todo ello vemos que todas las bases jurisprudenciales pueden ser utilizadas al
encontrarse en buscadores abiertos y como ejemplo claro de esta cuestión tenemos
al CENDOJ, organismo que ejemplifica lo contenido en esta ley.

Podemos afirmar claramente que el uso del Big Data por la justicia cuenta con un
respaldo legal amplio en nuestro país y unas directrices y principios que son comunes
a todos los países de la Unión Europea. Este gran impulso al acceso a datos judiciales
públicos, al ser considerados como datos abiertos abre una puerta a la innovación
tecnológica en el sector legal a través de la aplicación de técnicas analíticas de esta
información a través de la inteligencia artificial.

¿Puede ser esta la base legal necesaria que posibilite el uso del Big Data como
instrumento para la predictibilidad de decisiones judiciales? Creemos que esta
respuesta es afirmativa y que, al igual que ya existe software de legaltech basados
en analítica de datos jurisprudenciales que empiezan a usar abogados para redactar
sus escritos y reforzar la petición y defensa de sus pretensiones, se abre la puerta a
que estos medios analíticos sean usados por los juzgadores como apoyo para dictar
sentencias en juicio.

Aún así, parece que esta opciones han sido acogidas con muchas cautelas por parte
del CGPJ, puesto que cuando se aprobó la ley el Consejo aprueba un Reglamento
sobre reutilización de sentencias y otras resoluciones judiciales en 2010 que anula
meses más tarde el Tribunal Supremo a través de una sentencia dictada el 28 de
octubre de 2011, y desde la cual no se ha vuelto a pronunciar de manera concreta
sobre este tema. En cambio si se ha pronunciado respecto a cuándo la justicia puede
recabar datos de redes sociales de los justiciables cuando el perfil es público, tal y
como dice la Sentencia 476/2018 de 20 Julio de 2018(37), y por tanto la
"consecuencia natural del carácter accesible de los datos en un perfil público" con
fines de investigación.

Por otro lado, existen otros ejemplos de Open Data en materia jurídica, como el
acceso que dan algunas CCAA a datos relativos a número de resoluciones o
expedientes conocidos por diferentes partidos judiciales a través de diversos
Observatorios Jurídicos y la publicación de datos estadísticos sobre materias
judiciales o incluso la visualización de las dependencias judiciales a través de
sistemas de geolocalización y captación de imágenes como Google Street View.

Por último, podríamos establecer una reflexión a mayores acerca de si este acceso a
los datos estaría vinculado al art. 24 CE, y concretamente a las garantías
procesales de acceso a los órganos jurisdiccionales o incluso al derecho al proceso
público. Así, podríamos plantear a mayores una remodelación de los derechos
fundamentales de los ciudadanos relativa al derecho a conocer los datos generados
por las instituciones y organismos públicos de nuestro país y que los mismos
estuvieran siempre en formato abierto y libre para su uso y consulta. La siguiente
reflexión conectada sería si a día de hoy este derecho podría verse recogido ya en
nuestra Constitución o sería necesaria una reforma de la Carta Magna para incluir
éste y otros “derechos digitales” derivados del uso de la tecnología como elemento
disruptivo y no solo la aprobación de una ley orgánica como la aprobada en el mes de
noviembre de 2018 sobre protección de datos y derechos digitales.

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3.3. Big data judicial como prueba indiciaria

La segunda gran cuestión que debemos tratar es si esta recopilación de datos


masivos referidos a una persona podría usarse como prueba en una investigación
criminal, o lo que es lo mismo, si dicho material podría utilizarse como elemento
predictivo de la comisión de delitos o incluso como elemento probatorio de la
realización de tales hechos.

Estaríamos hablando aquí de hacer un control exhaustivo a través de una “minería de


datos” con el objetivo de extraer información de los mismos y transformarla en una
estructura comprensible y utilizable para la toma de decisiones estratégicas a través
de la creación de patrones de comportamientos criminales.

La primera de las opciones nos llevaría al escenario de la película Minority


Report(38), una película del año 2002 que trataba un escenario futuro en el que se
usaban técnicas precognitivas para saber quiénes eran propensos a cometer
crímenes y así detenerlos antes de que el mismo se hubiera producido. Esta situación
llevaría a un escenario en el que el hecho delictivo aún no se ha cometido por lo que
su uso podría llevarnos a una especie de Estado policial o Estado represor en el que
los sistemas predictivos actuarían como indicadores para tomar decisiones respecto a
dichos sujetos. Pensamos que esta opción podría llegar a usarse por los CCFFSE en
un futuro próximo únicamente como mecanismo de vigilancia preventiva, pero sin
que ello implique una actuación efectiva a nivel judicial o una limitación de los
derechos del potencial autor de hechos delictivos, pues violaría con rotundidad los
derechos fundamentales de esta persona al margen y más aún, afectaría
directamente al principio de presunción de inocencia.

Creemos que sería bueno que toda la Policía Judicial aplicara técnicas de Big Data
para recopilar volúmenes de información dispersa y no automatizada, integrando en
su caso bases de datos públicas y en caso de que hubiera una investigación criminal
en curso, bases de datos privadas de los investigados, mediante autorización judicial
previa y colaboración de los operadores de comunicaciones necesarios.

Debemos aquí llamar la atención sobre una herramienta denominada VERIPOL, la


cual llega a predecir con más de un 90% de efectividad si una denuncia es falsa o
verdadera, y que ha sido ideada por el inspector del CNP Miguel Camacho y actual
Coordinador del Área de Inteligencia Artificial del Ministerio de Economía y Empresa.
Un programa ideado para detectar denuncias falsas relacionadas con delitos de robos
con violencia e intimidación y hurto con tirón. Concretamente la técnica de detección
se basa en un análisis lingüístico y la creación de patrones por las informaciones
dadas en la denuncia o la omisión de las mismas(39).

A pesar del alto grado de efectividad de esta medida expuesta a modo de ejemplo,
pensamos que usar estos datos como elementos predictivos de apoyo a las
decisiones policiales debe ser analizados con muchísima cautela para evitar sesgos
que penalicen a ciertos colectivos, pero que realmente pueden llegar a constituir un
elemento más para crear indicadores de riesgo efectivo para la comisión de hechos
delictivos y que pueden ser especialmente útiles en casos de delitos vinculados a
organizaciones criminales en el que tengan especial protagonismo las nuevas
tecnologías. Estamos aquí pensando concretamente en programas que puedan
analizar los comportamientos en Internet de sujetos vinculados a delitos de
terrorismo, pornografía infantil, trata de seres humanos, etc. A través de un mapeo
de su comportamiento en redes sociales, foros, blogs, etc. puede darse una especie
de “retrato robot virtual” o perfil criminal concreto de personas que tengan un
potencial grado de peligrosidad.

Cuestión distinta sería si el hecho ya se ha cometido y por tanto debemos ya dar una
respuesta judicial efectiva cumpliendo el principio de legalidad. En este sentido
podríamos plantear estas mismas técnicas como mecanismo de investigación de
hechos delictivos, pues podríamos recabar datos en abierto que sirvieran como
pruebas indirectas y remotas conectadas para probar un hecho delictivo, que bien a
podido ser cometido en Internet pero que perfectamente ha podido ser preparado en
una red abierta y cometido en una red oscura o cerrada para la que es imposible
utilizar estas técnicas de Big Data.

De nuevo, atenderíamos aquí a herramientas basadas en inteligencia artificial a


través del Deep Learning o herramientas de redes neuronales cognitivas. Es decir,
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aplicaríamos estas técnicas para recabar pruebas que pudieran refrendar que el
sujeto cometió el delito del que se le acusa por su bagaje previo en redes sociales,
que le hace propenso a la comisión o le conecta con los hechos constitutivos del
delito. La cuestión sería la siguiente: ¿estas técnicas de análisis de datos podrían en
algún caso convertirse en prueba de cargo?, o lo que es lo mismo, ¿tendrían la fuerza
suficiente para generar certeza en el juez y por tanto diluir la presunción de
inocencia?

Creemos que es necesario el tratamiento como prueba electrónica de este tipo de


material basado en aportar como evidencia el análisis holístico de todos aquellos
sistemas de información que contienen datos abiertos relevantes para la
comprobación de la comisión de hechos delictivos. Todo ello nos sitúa en un nuevo
paradigma de investigación tecnológica que debe incluir técnicas garantistas con los
derechos fundamentales del investigado con autorización judicial previa cuando los
datos recabados dejen de estar en formato Open Data.

En estudios anteriores hemos defendido la instauración de una tipología abierta de


pruebas electrónicas(40), afirmando que es una aberración intentar convertir pruebas
de este tipo en formato papel para ser presentadas en juicio, ya que con ello se
desnaturaliza dicha evidencia. Dentro de esta tipología que defendemos
encontraríamos encaje a la prueba de Big Data como prueba electrónica creada
directamente a través de la informática y que por tanto no habría forma de convertir
en papel o digitalizar. Nos referimos aquí a todas aquellas informaciones que no
disponen de un formato físico, o que originariamente nacen de la informática como
algo intangible como son de manera genérica los metadatos.

Ahora bien, pensamos que esta prueba de manera concreta sería algo así como una
“prueba de indicios virtual”, ya que se caracterizaría por ser indirecta o circunstancial
al no recaer sobre en los hechos constitutivos del delito, sino que probaría unos
hechos que, de ser ciertos, entrarían en conexión con el hecho constitutivo y del cual
se podría llegar a inferir la participación del investigado en su participación o
comisión. A pesar de no tener un reconocimiento expreso a nivel legal en nuestra
LECrim, si cuenta con un amplio desarrollo jurisprudencial, el cual le ha llegado a dar
reconocimiento de prueba de cargo y por tanto poder llegar a destruir la presunción
de inocencia. Aún así, todo depende de la valoración realizada por el juzgador, quién
deberá analizarla desde unos criterios de apreciación muy exigentes dadas las
circunstancias.

4. LOS GRANDES PROBLEMAS QUE IMPLICA EL USO DE INTELIGENCIA


ARTIFICIAL EN EL SECTOR JUDICIAL

Tras analizar el momento y la realidad tecnológica de nuestro sistema judicial


podemos concluir que la inteligencia artificial se convertirá en protagonista en un
futuro muy cercano, a pesar de contar con grandes problemas, algunos de ellos con
difícil solución.

La principal incógnita que no lleva aparejada una respuesta clara es qué grado de
desarrollo de Inteligencia Artificial seremos capaces de alcanzar, puesto que a pesar
de que no hablamos de algo nuevo, en los últimos años hemos experimentado un
avance técnico que cada vez será más vertiginoso. Así, la pregunta podría ser otra,
¿deberíamos frenar el desarrollo de la Inteligencia Artificial en algunos campos como
el judicial?

En este sentido, la posición fijada a finales de abril de 2019 por la asociación


Partnership on AI(41), la cual reúne a grandes gigantes como Apple, Amazon,
Facebook, IBM, Nvidia, Microsoft y Google; es clara: no desarrollar inteligencia
artificial como un programa que dicte directamente sentencias al tratarse de un
método potencialmente sesgado y opaco. Esto ya se ha demostrado
internacionalmente con Compas(42), pues como acertadamente indica SAN MIGUEL
CASO “al hablar de las técnicas de predicción fundamentadas en la Inteligencia
Artificial, debemos tener en cuenta que existe la trazabilidad algorítmica porque la
programación previa de estos sistemas, a través de la elaboración e implementación
de los algoritmos necesarios para su puesta en marcha, no está exenta de la
parcialidad del validador(43)”.

Debemos partir por tanto de que un problema irremediable son los sesgos de los
programas de IA, puesto que hablamos de motores estadísticos que se “alimentan”
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9/1/24, 22:09 Macrodatos, inteligencia artificial y proceso: luces y sombras
de datos. Así, nunca habrá datos suficientes para garantizar que no haya sesgo en tu
sistema pues necesitaremos nutrirlo diariamente con millones de datos y patrones
que en según que instancias ni estarán a nuestro alcance. Como hemos argumentado
a lo largo de este estudio, la barrera entre el dato público y el dato privado empieza a
difuminarse, pero realmente no sabemos hasta qué datos podrán ser recabados para
esta finalidad puesto que las técnicas biométricas están en pleno auge, lo que
dificulta aún más la posición estatal de no solo tratar éticamente nuestra información,
sino en ofrecer un manto de seguridad suficiente que garantice este derecho digital
de todo ciudadano recientemente regulado.

Además, para evitar sesgos deberíamos partir en primer lugar de una digitalización
total de todos los órdenes jurisdiccionales y todas las instancias, cuestión que
actualmente no se da y que por tanto posiciona en un terreno complicado a los
softwares de justicia predictiva que se comercializan en el mercado. Muchas son las
lagunas que encontramos a día de hoy y, pese al gran vacío legal en el que nos
encontramos, las compañías siguen apostando por su desarrollo sin preveer las
consecuencias jurídicas, algunas de ellas desastrosas, que pueden conllevar.

Estos datos incompletos y sesgados estarán tratados con finalidades concretas con
fiel respeto a la ética, y ofrecerán un resultado tras aplicarse una fórmula matemática
a través de un algoritmo. Cuestión polémica también aparejada a lo anterior acerca
de qué tratamiento y finalidad concreta se le debe dar a esos datos y qué perfiles
vamos a extraer de los mismos, más cuando actualmente nos encontramos inmersos
en la adaptación de todas nuestras herramientas, instituciones y páginas webs a los
dictados del RGPD. En este sentido, tal y como indica acertadamente COTINO HUESO
“Si se aplica la normativa de protección de datos a la IA hay que partir del
cumplimiento de los principios, la legitimación del tratamiento, los derechos, la
responsabilidad proactiva y privacidad en el diseño o el régimen de las transferencias
internacionales de datos. Asimismo y por defecto se exigirá el estudio de impacto. No
es posible abordar exhaustivamente estas cuestiones, aunque existen importantes
referentes a seguir(44)”.

En este sentido Francia ha limitado el tratamiento y la trazabilidad de herramientas


de Legaltech que cree perfiles de los jueces y pueda llegar a extraer patrones que
predigan sus prácticas o incluse los vinculen con determinadas ideologías o
pensamiento político. Debemos dejar claro que esto no tiene nada que ver con penar
con prisión a los desarrolladores de programas de justicia predictiva(45), tal y como
han informado algunos autores, sino que lo que prohíbe es catalogar a los jueces en
función de sus opiniones(46).

Los datos de identidad de los magistrados y miembros del Registro no pueden ser
reutilizados con el propósito o el efecto de evaluar, analizar, comparar o predecir sus
prácticas profesionales reales o presuntas. La violación de esta prohibición se castiga
con las sanciones de hasta cinco años de privación de libertad; atendiendo en este
caso a la protección de la figura del juez como funcionario público. Por tanto, no se
prohíbe el uso de sistemas auxiliares de justicia predictiva, sino el tratamiento
concreto de esos programas para perfilar políticamente las decisiones de
determinados jueces.

Siguiendo con la propia función que realizan los jueces y los distintos operadores
jurídicos…¿Debemos así reducir una actividad tan importante como la justicia a una
mera operación matemática? ¿un algoritmo nos puede sentenciar? Desde nuestro
punto de vista nuestra respuesta sería negativa en el plano judicial por atentar
directamente contra el propio concepto de función jurisdiccional.

Creemos igualmente que aplicar sistemas de inteligencia artificial no solo atentaría


contra el art. 117 CE, sino también contra el propio art. 24 CE, puesto que su
uso causaría indefensión a las partes. Argumentamos en este sentido que para que
un algoritmo se use para decidir sobre un sistema público de justicia el contenido del
mismo debería ser también público. Aquí volvemos a encontraros un nuevo
problema: la Blackbox del algoritmo. Se entrelazan cuestiones de propiedad
industrial e intelectual en la creación, comercialización y uso de algoritmos por parte
de empresas privadas(47) que han desarrollado este tipo de tecnología y que quieren
ofrecerlas al sistema judicial. Llegados a este punto, ¿cómo vamos a recurrir la
decisión de una máquina si no sabemos en qué parámetros se ha basado para decidir
nuestro caso? ¿serían por ende sentencias firmes?, ¿puedo realmente ejercitar y

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9/1/24, 22:09 Macrodatos, inteligencia artificial y proceso: luces y sombras
desarrollar un verdadero derecho de defensa en este punto? El derecho a la defensa,
a la contradicción o el propio derecho al recurso se verían afectados claramente con
la inclusión de esta tecnología.

Cuestión distinta sería aplicar IA en el plano extrajudicial, en el que a través del


ejercicio del principio de voluntariedad de las partes se decidiría acudir a este tipo de
método para solucionar la controversia. Así, no solo se estaría aceptando el método
de resolución sino también el código privado que lleva aparejado el algoritmo. Por
tanto, tendríamos varios problemas de base que resolver: ¿algoritmos públicos o
privados? ¿cómo se recurre la decisión del algoritmo(48)? ¿qué ocurre si existe una
falta de conformidad de ambas partes con la solución propuesta?, ¿quién responde
por los fallos del algoritmo?, o lo que todavía podría plantear otro problema añadido
que ocasionara indefensión, ¿puede un algoritmo emitir una motivación suficiente? En
atención a la última de las preguntas debemos mencionar que la Comisión Europea
para la Eficiencia de la Justicia (CEPEJ), publicó en Estrasburgo a principios de
diciembre de 2018 una carta sobre las reglas éticas que los sistemas de IA aplicados
a la Justicia deben cumplir y en el que se decía que los algoritmos usados hasta el
momento no argumentaban suficientemente sus decisiones(49).

Sumado a todo lo anterior, podríamos incluso pensar que con la aplicación de IA en la


fase de decisión nos encaminaríamos peligrosamente ante un estadio de pensamiento
único judicial, lo que conllevaría una especie de estancamiento de la doctrina
jurisprudencial y tendríamos que ver si dichos sistemas podrían percibir o no los
cambios sociales y aplicarlos a las decisiones ofrecidas. No debemos olvidar de que la
ciencia jurídica es nuclearmente una ciencia social y que por tanto no estamos
hablando de matemáticas ni de ciencias puras. No estamos en un terreno de blancos
y negros, sino en un escenario en el que se pueden plantear una serie de escala de
grises o de “diferentes verdades” que se deben argumentar y defender a través de
una postulación o de una serie de decisiones basadas en la aplicación material del
derecho que pueden ser recurridas por entender que la aplicación del derecho puede
ser otra. Así, si aplicamos la IA como sustituto estaríamos dinamitando nuestro
propio servicio de justicia tal y como lo conocemos hoy en día.

Tras plantear estos problemas debemos partir de una respuesta provisional: hoy en
día la IA no puede ser usada como un elemento sustitutivo de los operadores
jurídicos, sino únicamente ser utilizada como mecanismo de auxilio(50) o
automatización, al que habrá que aplicar determinados controles para asegurar un
uso ético y no sesgado.

Debemos partir así de una labor asistencia de la IA que pueda ser usada para
automatizar distintas partes del procedimiento y que puede ser muy útil en la parte
de gestión y tramitación procesal. De hecho, la NOJ y la política papel cero a través
de las leyes mencionadas en este estudio como la LO 13/2015 o la LO 18/2011
nos brindan la base legal para que esto suceda. No debemos confundir así
automatización de la parte de tramitación y gestión con la sustitución de la decisión
del juez por un algoritmo.

En este sentido, y como reflexión final debemos partir de lo apuntado por VALERO
TORRIJOS al indicar que “el marco normativo actual sobre el uso de medios
electrónicos en la actividad de las entidades públicas está en gran medida basado en
un modelo regulatorio de los años noventa del siglo xx; quizás con las matizaciones
que ha impuesto la Unión Europea en materia de reutilización de la información del
sector público y de protección de datos de carácter personal, en este caso tras la
aprobación del RGPD(51)”. Por lo que podemos decir que las leyes actuales y el
marco normativo actual no dan respuesta a todas las inquietudes que hemos ido
planteando(52) a lo largo de este epígrafe y que será difícil vaticinar el grado de
desarrollo de la IA dentro de una década. La única solución factible a día de hoy es
ponernos de acuerdo a nivel mundial para armonizar los principios básicos del
derecho que pueden ser afectados con su uso y saber qué parcelas pueden ser
afectadas por este tipo de tecnología y en cuales puede suponer un claro quiebro de
garantías procesales constitucionales.

Deberemos afrontar la regulación de la IA a través del cumplimiento de los principios


éticos aludidos, pero teniendo presente que la aplicación de algoritmos podrá hacer
tambalear los principios y las garantías procesales, atendiendo a una reformulación
de la gestión y tramitación procesal basada en automatismos y en una herramienta

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de auxilio para los operadores jurídicos, sin llegar, al menos a día de hoy, a llegar a
ser usados para sustituir a los mismos.

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pág.15.

NOTAS:

(1). Vid. SCHAWB, K., The Fourth Industrial Revolution, Barcelona, 2016, pág. 5.

(2). Vid. Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre, de Protección de Datos Personales


y garantía de los derechos digitales. https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-
2018-16673 (Fecha de consulta: 19 de enero de 2019).

(3). Vid. “Los partidos podrán rastrear datos personales sin consentimiento para
enviar propaganda electoral” Redacción Diario El País versión digital, de 21 de
noviembre de 2018. Disponible en:
https://elpais.com/sociedad/2018/11/21/actualidad/1542791655_314453.html
(Fecha de consulta: 18 de diciembre de 2018).

(4). Vid. https://elderecho.com/tribunal-constitucional-prohibe-los-partidos-politicos-


recopilar-datos-personales-las-opiniones-los-ciudadanos (Fecha de consulta: 5 de
junio de 2019).

(5). concretamente en su art. 82 habla de que : "Los usuarios tienen derecho a la


seguridad de las comunicaciones que transmitan y reciban a través de Internet. Los
proveedores de servicios de Internet informarán a los usuarios de sus derechos".

(6). Entendemos Big Data, como grandes volúmenes de datos e información que
circulan y son almacenados en las redes y servidores, atendiendo a lo indicado a tal
respecto en la última normativa eurpoea.

(7). Vid. El texto completo de esta Circular se encuentra disponible en:


https://www.fiscal.es/memorias/memoria2014/FISCALIA_SITE/recursos/cir_inst_cons/circular_1_2013.pdf
(Fecha de consulta: 4 de junio de 2019).

(8). Circular 1/2019, de 6 de marzo, sobre disposiciones comunes y medidas de


aseguramiento de las diligencias de investigación tecnológica en la Ley de
Enjuiciamiento Criminal.

a) Circular 2/2019, de 6 de marzo, sobre interceptación de comunicaciones


telefónicas y telemáticas.

b) Circular 3/2019, de 6 de marzo, sobre captación y grabación de comunicaciones


orales mediante la utilización de dispositivos electrónicos.

c) Circular 4/2019, de 6 de marzo, sobre utilización de dispositivos técnicos de


captación de la imagen, de seguimiento y de localización.

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d) Circular 5/2019, de 6 de marzo, sobre registro de dispositivos y equipos
informáticos.

(9). Vid. STS nº 272/2017, de 18 de abril. Del mismo modo, debemos tener en
cuenta que muchos delitos en el terreno del ciberespacio se enmarcan en una especie
de “cristalización progresiva del objeto”, tal y como también se apuntó en STS nº
412/2011, de 11 de mayo determina que: “el objeto del proceso no responde a una
imagen fija. Antes al contrario, se trata de un hecho de cristalización progresiva, con
una delimitación objetiva y subjetiva que se verifica de forma paulatina, en función
del resultado de las diligencias”.

(10). El Spyware es un tipo de Malware que sirve para espiar. Así el concepto de
malware sería más amplio. AMÉRIGO SÁNCHEZ define el maleware como “cualquier
programa informático capaz de ocasionar un daño, ya no sólo al sistema informático
en el que se ejecuta, sino al propio usuario, como, por ejemplo, mediante la
obtención de sus datos bancarios, de información personal, de archivos íntimos, etc.
El malware es un concepto más amplio que el virus informático; abarca también
programas como los troyanos, el spyware, los keyloggers, etc.”. Vid. AMÉRIGO
SÁNCHEZ J.L., “El régimen jurídico del malware según la Ley de Propiedad
Intelectual” Nº 8436, Diario La Ley, 2014, Pág.4.

(11). La STC nº 26/2006, de 30 enero, que establece que “aunque el acceso y


registro de los datos que figuran en los listados constituye una forma de afectación
del objeto de protección del derecho al secreto de las comunicaciones, no puede
desconocerse la menor intensidad de la injerencia en el citado derecho fundamental
que esta forma de afectación representa en relación con la que materializan las
escuchas telefónicas, siendo este dato especialmente significativo en orden a la
ponderación de su proporcionalidad”. Así, se demuestra que según la parte del art. 18
afectada el juicio de proporcionalidad a la hora de aplicar la medida puede variar, y
para ello el juez deberá contar necesariamente con conocimientos técnicos

(12). En el mismo sentido, vid. SSTS 985/2009, de 13 diciembre; 342/2013, de 17


de abril; 97/2015, de 24 de febrero.

(13). Ciertamente la Circular 5/2019 se pronuncia de manera tangencial sobre este


asunto, hablando del poder de control de este derecho por parte de los padres a los
hijos, al indicar que “ejercicio de la patria potestad por los padres les confiere
también a estos una facultad de control sobre la intimidad de sus hijos menores que
puede traducirse en el acceso y registro legítimo de sus datos íntimos, pudiendo
llegar a generar prueba valorable por un Tribunal, no obstante su obtención al
margen de la previsión legal”.

(14). Indica así la STS 1487/2017de 19 de abril: “Quien incorpora fotografías o


documentos digitales a un dispositivo de almacenamiento masivo compartido por
varios es consciente de que la frontera que define los límites entre lo íntimo y lo
susceptible de conocimiento por terceros, se difumina de forma inevitable. Desde
luego, son imaginables usos compartidos de dispositivos de esa naturaleza en los que
se impongan reglas de autolimitación que salvaguarden el espacio de intimidad de
cada uno de los usuarios”

(15). STC nº 170/2013, de 7 de octubre. Igualmente, desde la doctrina también trata


este tema GONZÁLEZ MONJE, A., "Amenazas a la seguridad y privacidad: la dificultad
del equilibrio perfecto", Revista Europea de Derechos Fundamentales, 2017.

(16). Vid. BUENO DE MATA, F., Las diligencias de investigación penal en la cuarta
revolución industrial: bases teóricas y principios prácticos, Navarra, 2019, págs.. 108
y ss.

(17). Vid. BUENO DE MATA, F. “Big Data judicial e inteligencia artificial: próximos
desafíos del derecho procesal en la sociedad de la información”, La globalización del
derecho procesal, Valencia, 2019, págs.. 215-236.

(18). BUENO DE MATA, F., “E-Justicia: hacia una nueva forma de entender la justicia”,
Revista Internacional de Estudios de Derecho Procesal y Arbitraje, nº10, 2010, pág.2.

(19). ARANGUENA FANEGO, C. “Perspectivas de la e-Justicia en Europa” Presente y


Futuro de la e-Justicia en España y la Unión Europea (Coord. SENÉS MOTILLA, C.),

https://www.iustel.com/v2/revistas/detalle_revista.asp?id_noticia=422528 20/24
9/1/24, 22:09 Macrodatos, inteligencia artificial y proceso: luces y sombras
Navarra, 2010, pág. 30.

(20). PÉREZ-RAGONE, N. “Oralidad y prueba: comparación y análisis crítico de las


experiencias reformadoras del proceso civil entre Alemania y España” Revista de
Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso XXXII Valparaíso, Chile,
1er Semestre de 2009 págs. 363-406.

(21). En este sentido se vuelve a poner el prefijo “e-“para recalcar que estamos
aplicando a una misma realidad un matiz electrónico. Como bien dice GASCON
INCHAUSTI, “la utilización de la e- afecta, por tanto, al cómo de una actividad o
institución, pero no al qué de aquella. Es importante, en consecuencia, tener bien
presente que al hablar de e- Justicia no se hace referencia a un tipo distinto de
Justicia, o a un Poder Judicial distinto. GASCÓN INCHAUSTI, F. “La e-Justicia en la
Unión Europea: balance de situación y planes para el futuro” Presente y Futuro de la
e-Justicia en España y la Unión Europea (Coord. SENÉS MOTILLA, C.) Navarra, 2010,
págs.85 y ss.

(22). BUENO DE MATA, F., “El poder público electrónico como germen de la e-justicia,
FODERTICS 5.0: :estudios sobre nuevas tecnologías y justicia, 2016, págs. 87-94.

(23). Vid. AIBAR, E., “Inteligencia artificial y sistemas expertos: nuevas perspectivas
y viejos dogmas sobre el conocimiento”, Arbor, n. º 557, 1992, pp. 69-92.

CUENA, J., “Introducción general a la Inteligencia Artificial”, Inteligencia Artificial y


Sistemas Expertos, 1986, págs. 33-34.

(24). Vid. Glosario de definiciones de la Ley 18/2011 de 5 de julio, reguladora del uso
de las tecnologías de la información y la comunicación en la Administración de
Justicia. Vid. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2011-11605 (Fecha de
consulta: 12 de diciembre de 2018.)

(25). Vid. Articulo modificado por la Ley Orgánica 7/2015, de 21 de julio, el cual
indica que los criterios de interoperabilidad establecidos en el “test de
compatibilidad”, serán asumidos por el Comité Técnico Estatal de la Administración
Judicial Electrónica, otorgando al CGPJ un papel residual.

(26). Por ejemplo desde el pasado 10 de octubre de 2018, se encuentra disponible


una actualización de la plataforma conocida como LexNet 4.15 LexNet Justicia. Esta
actualización permite por ejemplo subir archivos de hasta 15 MB, mejora el
procedimiento de presentación de los escritos procesales, por ejemplo a través de la
posibilidad de anexionar varios documentos a la vez en lugar de tener que realizarlo
de manera individualizada o permite identificar los errores cometidos al cumplimentar
los respectivos formularios de presentación de documentos. Disponible en
https://lexnetjusticia.gob.es/documents/20181/802676/20180924_Novedades+LexNET_4.15/f07b5d9e-
50d6-4162-8d13-a5df68e3d2e5 (Última consulta el 13 de octubre de 2018).

(27). Estas cuestiones fueron ya detectadas por el legislador, el cual ha empezado a


poner remedio a través de la promulgación del Real Decreto 1065/2015, de 27 de
noviembre, sobre comunicaciones electrónicas en la Administración de Justicia en el
ámbito territorial del Ministerio de Justicia, y por el que se regula el sistema LexNet.
Vid. https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2015-12999 (Fecha de consulta:
9 de diciembre de 2018).

(28). Dentro del Plan de Modernización Judicial 2009-2012, se recogía que a lo largo
de 2010 en el área de nuevas tecnologías en el ejercicio de la función fiscal se
concretaba hacer efectivo el sistema de información del Ministerio Fiscal en sus dos
pilares básicos: los sistemas de cada Fiscalía y el sistema unificado al servicio de la
Fiscalía General del Estado e, indirectamente, de todos los miembros del Ministerio
Fiscal. Siendo fundamento de toda la estructura de información los sistemas de las
distintas Fiscalías, las actuaciones se han concretado a los siguientes ámbitos: 1.
Consolidación en Fortuny de herramientas al servicio de la gestión procesal. 2.
Comunicación entre Fortuny –aplicación fiscal– y Minerva – aplicación judicial. 3.
Extensión de Fortuny a otras Fiscalías. 4. Utilización de Fortuny como principal
plataforma de desarrollo de utilidades que se extiendan a otras aplicaciones. 5.
Creación de aplicaciones para áreas específicas de actuación fuera de Fortuny.
Extracto del plan disponible en:
https://www.fiscal.es/fiscal/PA_WebApp_SGNTJ_NFIS/descarga/vol1_fge_16.pdf?

https://www.iustel.com/v2/revistas/detalle_revista.asp?id_noticia=422528 21/24
9/1/24, 22:09 Macrodatos, inteligencia artificial y proceso: luces y sombras
idFile=7d7af8c1-0b17-4136-9999-98a810ffbe69 (Fecha de consulta: 8 de diciembre
de 2018).

(29). Regulado por Real Decreto 95/2009, de 6 de febrero, por el que se regula el
Sistema de registros administrativos de apoyo a la Administración de Justicia.

(30). Podemos encontrar una visión sobre gestión y tramitación procesal e incluso
automatismos y robótica en BONET NAVARRO, J., “La tutela judicial de los derechos
no humanos. De la tramitación electrónica al proceso con robots autónomos”,
CEFLegal: revista práctica de derecho. Comentarios y casos prácticos, ISSN 1699-
129X, Nº. 208, 2018, págs. 55-92.

(31). Vid. BELLOSO MARTÍN, N., “Entre la Ciencia y la técnica del Derecho: Hacia una
hermenéutica telemática?”, Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 2013, 139-161.
Pág. 144 y ss.

(32). Vid. ROLSTON, D. W., Principios de inteligencia artificial y Sistemas expertos,


1990, págs. 44 y ss.

(33). COTINO HUESO indica que: “Se habla de “aprendizaje automático” o machine
learning cuando los resultados de los algoritmos no dependen de lo que los humanos
hayan especificado de antemano. Se suministran datos para que los sistemas y
algoritmos identifiquen patrones y correlaciones, aprendan de ellos y generen nuevas
relaciones, todo ello para hacer predicciones o recomendaciones”; Vid. COTINO
HUESO, L., “Derecho y garantías ante el uso público y privado de inteligencia
artificial, robótica y big data”, El Derecho de las TIC en Iberoamérica, Montevideo,
2019, pág- 918.

(34). Carmen Sánchez-Cortés https://diarioperspectiva.com/el-ministerio-de-justicia-


empieza-a-usar-el-big-data-para-saber-que-pasa-en-tiempo-real/ Por tanto, este
fenómeno llega con fuerza amparándose en sus resultados positivos, pues según la
Secretaria de Estado “contar con un sistema de justicia avanzado puede mejorar el
PIB de un país hasta un 15%, lo que pone de manifiesto la importancia de afrontar la
transformación digital también desde la Administración de Justicia”. De hecho el
sistema de justicia español tiene como retos “conseguir una ordenación jurídica que
se adapte a las necesidades actuales de la sociedad, que sea para las personas,
creada con los profesionales, más dotada y mejor organizada, y con mejores tiempos
de respuesta” y todos encuentran en la transformación digital una respuesta para
afrontarlos.

(35). RUIZ PÉREZ, I., “La revolución del biga data llega a la justicia”, Diario Cinco
Días,
https://cincodias.elpais.com/cincodias/2018/03/26/companias/1522073495_258609.html

(36). Vid. Ley 37/2007, de 16 de noviembre, sobre reutilización de la información del


sector público. Disponible en: https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2007-
19814 (Fecha de consulta: 21 de noviembre de 2018).

(37). Vid. Tribunal Supremo, Sala Primera, de lo Civil, Sentencia 476/2018 de 20 Jul.
2018, Rec. 2355/2017.

(38). Es un largometraje de género de ciencia ficción dirigido por Steven Spielberg,


basada en un relato corto de 1956 de Philip K. Dick titulado El informe de la minoría.

(39). Vid. http://www.rtve.es/noticias/20180918/inteligencia-artificial-para-detectar-


denuncias-falsas-policia/1801640.shtml (Fecha de consulta: 22 de octubre de 2019).

(40). BUENO DE MATA, F., Prueba electrónica y proceso 2.0, Valencia, 2014, págs.
131-134.

(41). Vid. https://www.partnershiponai.org/visa-laws-policies-and-practices-


recommendations-for-accelerating-the-mobility-of-global-ai-ml-talent/ (Fecha de
consulta: 18 de noviembre de 2019).

(42). Un sistema de Estados Unidos para medir el porcentaje de posibilidad de


reincidencia de determinados delincuentes, pronosticando de manera sesgada que
determinados perfiles de raza negra y clase baja tienen mayor riesgo de reinicidir sin

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una base científica sólida y que, por tanto, conllevaría una discriminación y un sesgo
evidente.

(43). Vid. SAN MIGUEL CASO, C., “Las técnicas de predicción judicial y su repercusión
en el proceso”, ”, La justicia digital en España y la Unión Europea, Barcelona, 2019,
pág. 43.

(44). Vid. COTINO HUESO, L., “Derecho y garantías ante el uso público y privado …”,
op.cit. , pág.- 929.

(45). De hecho el propio anexo donde se recoge la medida indica, siguiendo las
directrices marcads por el Programa de Estocolmo de 2008 y en consonancia con el
Portal Europeo e-Justice, que : “El sistema de información para la toma de decisiones
del Ministerio evolucionará para proporcionar herramientas efectivas para el análisis y
la gestión de la actividad a nivel nacional y local. Los usuarios deberán poder acceder
a información práctica en línea, enriqueciendo lo que ya se encuentra en el sitio de
Justice.fr pero también, por ejemplo, a indicadores de demora de procedimientos
ante el tribunal tienen la intención de referirse o a escalas indicativas o puntos de
referencia indicativos.”

(46). “Los datos de identidad de los magistrados y miembros del Registro no pueden
ser reutilizados con el propósito o el efecto de evaluar, analizar, comparar o predecir
sus prácticas profesionales reales o presuntas. La violación de esta prohibición se
castiga con las sanciones previstas en los artículos 226-18,226-24 y 226-31 del
Código Penal, sin perjuicio de las medidas y sanciones previstas en la Ley Nº 78-17,
de 6 de enero de 1978, en relación con el procesamiento de datos, archivos y
libertades.”

(47). En este sentido es interesante aludir a la reflexión dada por GASCÓN


INCHAUSTI al indicar que nos encaminamos hacia una “externalización, en la medida
en que se confía a terceros parte de las tareas propias de la persecución penal; de
otro, y más claramente, sometimiento pericial, asociado a cierta tendencia a otorgar
mayor fiabilidad a todo cuanto tenga carácter tecnológico”, Vid. GASCÓN INCHAUSTI,
F., “Desafíos para el proceso penal en la era digital: externalización, sumisión pericial
e inteligencia artificial”, La justicia digital en España y la Unión Europea, Barcelona,
2019, pág. 205.

(48). En sentido similar se pronuncia COTINO HUESO al indicar que la importancia de


la transparencia en el uso público de la IA puede tener relación con al respeto a la
salvaguarda del debido proceso, al indicar que “los particulares afectados por las
actuaciones tendrán además un reforzado derecho de acceso. Los interesados deben
poder conocer la motivación de las decisiones para poder controlar que no son
arbitrarias sino ajustadas a Derecho y poder recurrirlas”, Vid. COTINO HUESO, L.,
“Derecho y garantías ante el uso público y privado …”, op.cit., pág- 948.

En la misma línea sobre la transparencia explicabilidad, trazabilidad y auditabilidad


del uso público y privado de la IA podemos compartir la opinión de ARELLANO
TOLEDO, W., “El derecho a la transparencia algorítmica en Big Data e inteligencia
artificial”, Revista General de Derecho Administrativo, 2019.

(49). Vid. https://rm.coe.int/ethical-charter-en-for-publication-4-december-


2018/16808f699c (Fecha de consulta: 4 de noviembre de 2019) En esta carta se
habla de los siguientes principios que deben cumplir las máquinas:

1.- Principio de respeto de los derechos fundamentales

2.- Principio de no discriminación

3.- Principio de calidad y seguridad

4.- Principio de transparencia, imparcialidad y equidad

5.- Principio “bajo control del usuario

Del mismo modo se puede encontrar un desarrollo argumental de estos principios en:
MOREL RAMOS, J., “El uso ético de inteligencia artificial en el sistema judicial”, Blog
Innovación Legal CGAE DE 25 de febrero de 2019, disponible en: Vid.

https://www.iustel.com/v2/revistas/detalle_revista.asp?id_noticia=422528 23/24
9/1/24, 22:09 Macrodatos, inteligencia artificial y proceso: luces y sombras
https://www.abogacia.es/2019/02/25/el-uso-etico-de-inteligencia-artificial-en-el-
sistema-judicial/ ( Fecha de consulta: 22 de junio de 2019).

(50). En este sentido BORRÁS ANDRÉS indica, que incluso para la valoración de
pruebas utilizando inteligencia artificial únicamente será considerada a modo de
auxilio al indicar que: “la información arrojada por sistemas de inteligencia artificial
debe ser tenida en cuenta por el juez únicamente para su propia valoración posterior,
sin darles carta de verdad de forma automática” Vid. BORRÁS ANDRES, N., “La
verdad y la ficción de la inteligencia artificial en el proceso penal”, La justicia digital
en España y la Unión Europea, Barcelona, 2019, pág. 36.

(51). Vid VALERO TORRIJOS, J., “Las garantías jurídicas de la inteligencia artificial en
la actividad administrativa desde la perspectiva de la buena administración”, Revista
Catalana de Dret Públic, (58), 82-96. https://doi.org/10.2436/ rcdp.i58.2019.3307,
pág.15.

(52). En el mismo sentido MAGRO SERVET al indicar que: “El proceso de adaptación
e incorporación de la Inteligencia artificial en la Administración de Justicia ha sido
muy lento, y siempre por detrás de la actualización legal que permitiera la
incorporación de esa reforma tecnológica en la Administración de Justicia”. Vid.
MAGRO SERVET, V., “La aplicación de la inteligencia artificial en la Administración de
Justicia”, Diario La Ley, Nº 9268, Sección Doctrina, 27 de septiembre de 2018,

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