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RGDA RGDCDEE
RGDTSS
RGDE RGDPRRGDR RGDP e-LHR RGDC RGDPCJAL & IAWS
RSR RGDT I&R
DIRECTOR
José María Asencio Mellado
Catedrático de Derecho Procesal
Universidad de Alicante
SECRETARIA
Verónica López Yagües
Profesora Titular de Derecho Procesal
Universidad de Alicante
DIRECTORA DE EDICIÓN
Soledad Ruiz de la Cuesta Fernández
Profesora Contratada Doctora de Derecho Procesal
Universidad de Alicante
Menú de la ESTUDIOS
revista
Macrodatos, inteligencia artificial y proceso: luces y sombras.
Dirección y (RI §422528)
órganos
Macrodata, artificial intelligence and process: lights and shadows - Federico Bueno
Número de Mata
actual
En esta investigación se estudian las distintas posibilidades que ofrecen
Números los sistemas de Inteligencia Artificial respecto al tratamiento de datos
anteriores de los ciudadanos en el sector judicial. Para ello, partimos de una
reflexión inicial acerca de la difuminación que se lleva a cabo entre los
Buscador conceptos de dato público y dato privado en relación a la última
jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo al reconocer un nuevo
Suscripción derecho al entorno virtual. Del mismo modo abordamos la situación de
modernización tecnológica de nuestra Administración de Justicia con el
Acerca de la fin de reflexionar sobre si es posible a día de hoy aplicar Inteligencia
revista Artificial en el proceso, para posteriormente centrarnos en lo que
denominamos “Big Data Judicial”. En este apartado veremos las
posibilidades derivadas del tratamiento de macrodatos con fines
IDR judiciales, aludiendo a las posibilidades de creación de perfiles
2022 criminales o las aplicaciones de justicia predictiva. En último lugar
expondremos los obstáculos procesales con los que, desde nuestro
C2 DEREC…
136/366 punto de vista, cuenta la Inteligencia Artificial para ser desarrollada
dentro del proceso.
I.EL USO DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y LA DIFUMINACIÓN ENTRE DATOS
C2 DEREC…
19/46 PÚBLICOS Y PRIVADOS: SU POSIBLE UTILIZACIÓN EN JUSTICIA AL AMPARO
DEL DERECHO AL ENTORNO VIRTUAL II.LAS DISTINTAS ETAPAS DE LA JUSTICIA
ELECTRÓNICA EN ESPAÑA.II.I.FASES PREVIAS: DIGITALIZACIÓN, GESTIÓN Y
Conexión a TRAMITACIÓN INFORMATIZADA.II.II.FASE ACTUAL: A LAS PUERTAS DE LA
la revista INTELIGENCIA ARTIFICIAL.III.EL BIG DATA JUDICIAL.III.I.MOMENTO
ACTUAL.III.II.BIG DATA JUDICIAL COMO ELEMENTO PREDICTIVO DE
SENTENCIAS.III.III.BIG DATA JUDICIAL COMO PRUEBA INDICIARIA .IV. LOS
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Conectado como GRANDES PROBLEMAS QUE IMPLICA EL USO DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN
Yunaip EL SECTOR JUDICIAL.V. BIBLIOGRAFÍA.
Palabras clave: Inteligencia artificial; Big Data; algotritmos; automatización;
Desconectar justicia predictiva.;
This research studies the different possibilities offered by Artificial
Intelligence systems regarding the processing of data of citizens in the
judicial sector. To do this, we start from an initial reflection on the
blurring that takes place between the concepts of public data and
private data in relation to the latest jurisprudence of our Supreme Court
by recognizing a new right about the own virtual environment. In the
same way we approach the technological modernization situation of our
Administration of Justice, in order to reflect on whether it is possible
today to apply Artificial Intelligence in the process, to later focus on
what we call “Judicial Big Data”. In this section we will see the
possibilities derived from the treatment of macrodata for judicial
purposes, referring to the possibilities of creating criminal profiles or
the applications of predictive justice. In the last place we will expose
the procedural obstacles with which, from our point of view, Artificial
Intelligence counts to be developed within the process.
Keywords: Artificial intelligence; Big Data; algorithms; automation; predictive
justice.;
Por
Universidad de Salamanca
febuma@usal.es
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MACRODATA, ARTIFICIAL INTELLIGENCE AND PROCESS: LIGHTS AND
SHADOWS
Todas estas aplicaciones tienen en común que recopilan datos y por lo que podemos
vaticinar que cuestiones como la analítica de datos a través de inteligencia artificial
comenzaran a cobrar un protagonismo real en distintas áreas.
En este sentido, una de las noticias que más revuelo mediático generó fue la
consistente en permitir a los partidos políticos rastrear datos personales u opiniones
políticas en redes sociales sin que los afectados tengan que dar su consentimiento
para hacer perfiles ideológicos y personalizar la propaganda en campaña electoral(3),
calificando los medios de comunicación estas medidas como “spam político”. Estamos
hablando concretamente de utilizar datos digitales de acceso público durante un
tiempo limitado, amparándose en el concepto de open data. El Tribunal Constitucional
corroboró este planteamiento y en mayo de 2019, mediante Pleno y por unanimidad,
declaró inconstitucional el artículo 58 bis 1 de la Ley Electoral General , que
permitía a los partidos recopilar datos relativos a las opiniones políticas de los
ciudadanos, estimando así el recurso presentado por el Defensor del Pueblo el pasado
5 de marzo, a partir de cinco escritos de diversas asociaciones, activistas y juristas.
Así, el TC declara nulo el apartado 1 del art. 58 bis de la Ley Electoral, que permite a
los partidos recoger datos personales relativos a las opiniones políticas de los
ciudadanos con fines electoralistas y que se basa por tanto en conocer la titularidad
de los terminales. Si bien es cierto que lo que se prohíbe es la finalidad concreta del
tratamiento de datos se está igualmente mandado un aviso de no interferencia de
operadores jurídicos en la titularidad propia de nuestros datos(4).
Esta realidad normativa nos lleva a plantearnos qué datos pueden ser usados por las
administraciones públicas para realizar aplicaciones de inteligencia artificial, e incluso
si la inteligencia artificial puede ser usada para investigar determinados hechos
delictivos a través de la recopilación de datos mediante diligencias de investigación
tecnológica.
Partimos así de un concepto que debemos dilucidar, la frontera entre dato público y
dato privado; pues esta distinción llevará aparejado igualmente posibles usos de Big
Data(6) e Inteligencia Artificial para distintas funcionalidades en materia de justicia.
Si comenzamos por los datos privados, para recabarlos deberemos contar con una
autorización judicial previa, pues nos situaríamos dentro del art. 18 CE. Dentro de
esta esfera y este artículo existen sus propias limitaciones internas que comenzaron
a ser apuntadas en su día por la Circular 1/2013 de la Fiscalía General del Estado, de
fecha 11 de enero, sobre pautas en relación con la diligencia de intervención de las
comunicaciones telefónicas(7), la cual establecía que “no todos los datos digitalizados
merecen la consideración de datos propios del contenido material del derecho a la
inviolabilidad de las comunicaciones. Debe analizarse la funcionalidad de cada dato
para ubicarlo bajo el manto protector del derecho a la intimidad (art. 18.1 CE), del
derecho a la inviolabilidad de las comunicaciones (art. 18.3 CE) o del derecho a la
protección de datos (art. 18.4 CE), cada uno con su propio sustrato axiológico y,
correlativamente, cada uno con una protección de intensidad variable”.
Esta “intensidad variable” afectará al deber de motivación del juez en el caso de que
quisiera recabar datos electrónicos a través de diferentes diligencias de investigación
tecnológica. Como bien sabemos, desde finales de 2015 contamos con la LO
13/2015, de 5 de octubre, para el fortalecimiento de las garantías procesales y la
regulación de las medidas de investigación tecnológica , la cual reforma la LECRim
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y que al mismo tiempo ha sido objeto de interpretación y desarrollo a través de
distintas Circulares de la Fiscalía General del Estado publicadas en marzo de 2019(8).
Con ello se da cobertura legal a distintas diligencias de investigación que sirven para
investigar delitos y ciberdelitos de una manera garantista a través de cuatro bloques
que posteriormente necesitarán de un desarrollo mayor a la hora de ser aplicados en
la práctica. De esta forma, los cuatro grandes bloques son:
Por tanto, esta primera aplicación de Big Data en materia de investigación criminal
nos llevaría a un terreno en el que, a través de un tratamiento masivo de datos,
consiguiéramos pruebas electrónicas para imputar un determinado delito a su
presunto autor, pero no abriría la puerta a ser usado, hasta el momento, como
elemento predictivo en la comisión de los mismos, pues estaríamos en un escenario
de precrimen.
Llegados a este punto debemos partir de que la LO 13/2015 habilita así determinadas
diligencias para recabar datos mediante autorización judicial previa, siendo entre
ellas la medida de “registro masivo de información” la más conectada con el posible
uso de aplicación de Big Data. En este sentido, el art. 588 septies a LECrim indica
que “El juez competente podrá autorizar la utilización de datos de identificación y
códigos, así como la instalación de un software, que permitan, de forma remota y
telemática, el examen a distancia y sin conocimiento de su titular o usuario del
contenido de un ordenador, dispositivo electrónico, sistema informático, etc.”; con lo
que se identifican dos técnicas para practicar el registro remoto de equipos
informáticos: utilización de datos de identificación y códigos; e instalación de un
software al que realmente podremos denominar spyware(10), pues servirá para
monitorizar y espiar el contenido del dispositivo que vayamos a infectar mediante la
inclusión de un programa o virus.
Esta medida y este artículo regulan la medida más invasiva de todas las expuestas en
la última reforma de la LECRim, pero inconscientemente crememos que abre la
puerta a una nueva consideración de los datos privados como “datos
pseudoprivados”, posición en la que lo coloca la interpretación de la Circular 5/2019,
la cual desarrolla de manera parcial cada una de estas técnicas y que parte del
concepto de protección variable de los datos apuntada ya por la Circular 1/2013, y
que se refrenda según nuestro propio criterio a la luz de la jurisprudencia sobre el
concepto del “derecho al entorno virtual”.
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investigado realmente tiene su e-mail en un dispositivo compartido, que ha expuesto
su vida en redes sociales abiertas, que ha accedido a sus espacios privados a través
de redes públicas u dispositivos abiertos al público y no los ha cerrado
conscientemente. ¿Estaríamos convirtiendo esta información privada de alguna forma
en pública?
Este derecho ha sido conceptualizado de manera más amplia por el Tribunal Supremo
de la siguiente forma: “existe un derecho al propio entorno virtual. En él se
integraría, sin perder su genuina sustantividad como manifestación de derechos
constitucionales de nomen iuris propio, toda la información en formato electrónico
que, a través del uso de las nuevas tecnologías, ya sea de forma consciente o
inconsciente, con voluntariedad o sin ella, va generando el usuario, hasta el punto de
dejar un rastro susceptible de seguimiento por los poderes públicos. Surge entonces
la necesidad de dispensar una protección jurisdiccional frente a la necesidad del
Estado de invadir, en las tareas de investigación y castigo de los delitos, ese entorno
digital”(12).
Por último, debemos apuntar algo que nos parece realmente interesante(13): la
configuración de este derecho por su propio titular, lo que abriría la puerta a la
difuminación de la privacidad de ciertos datos, y por tanto de su posibilidad de uso
sin autorización judicial. Así, este derecho, según la STS 1487/2017 de 19 de abril,
es también susceptible de ampliación o reducción por su propio titular(14), eso
quiere decir que en caso de que el usuario incorpore documentos a dispositivos de
almacenamiento compartido con otros usuarios como plataformas Google Drive o
Dropbox, estaría haciendo que sus derechos fundamentales ligados a la intimidad o al
secreto de las comunicaciones se desvanecieran. Al mismo tiempo la sentencia indica
una serie de comportamientos que también difuminarían estos derechos como es el
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uso de dispositivos electrónicos sin perfiles de usuarios distinguidos, carpetas propias
o uso de contraseñas comunes. De esta forma se puede llegar a afirmar el carácter
no absoluto del derecho y su capacidad de disposición y configuración por su titular,
lo que abriría las puertas a recabar datos sin autorización judicial en los casos
puntuales en los que el propio titular haya decidido compartir públicamente su
“entorno virtual” con más personas y cediendo así su intimidad y el secreto de sus
comunicaciones. Podríamos así trasladar el concepto dado por el TC sobre la “falta de
expectativa razonable de privacidad(15)”, usada para datos públicos y que por
analogía se podría aplicar a este caso(16).
Con todo ello vemos como con las nuevas tecnologías la barrera entre el dato público
y el privado se empieza a difuminar, puesto que se dan dos fenómenos que lo
propician: la auto exposición y el control de la privacidad por parte del propio
usuario. Por un lado, parece que lo que no está en Internet nunca ha existido.
Vivimos en una sociedad que está acostumbrada a buscar información a través de
Google, llegando a la situación de dudar de la existencia de acontecimientos,
personas o méritos si los mismos no se encuentran recogidos en alguna red social o
en alguna base de datos; esto unido al uso de las redes sociales de manera adictiva
por personas de las jóvenes generaciones en las que reproducen una vida idílica a
través de Instagram, mostrando su día a día de manera distorsionada y midiendo la
popularidad de sus publicaciones en forma de likes hace que la privacidad se
desvanezca con una apabullante normalidad. A mayores si sumamos a lo anterior las
Apps de geolocalización en el que compartimos donde estamos, los kilómetros que
corremos o las propiedades que tenemos, nos abocamos hacia un mundo en el que
nuestras vidas estarán expuestas para todo aquel que la quiera ver.
En el otro extremo nos encontramos con el control por parte de los poderes públicos
de todos los movimientos que realiza el ciudadano con las distintas Administraciones
Públicas. La ventanilla única electrónica facilita que esta situación se dé y los
registros digitales de distintas actividades van quedando almacenados en bases de
datos, muchas de ellas públicas e interconectadas entre sí. Todas estas conexiones
de información van dibujando un patrón o perfil de lo que somos y representamos en
nuestra vida real, así como de nuestras preferencias o gustos solo por los datos que
compartimos en la Red.
Estas cantidades ingentes de información son utilizadas por los poderes públicos y, en
concreto por nuestro sistema judicial, para llegar a soluciones más rápidas y
objetivas respecto a distintas situaciones que pueden afectar a un ser humano o la
involucración de éste en un determinado conflicto. Nos adentramos así en una etapa
en la que los datos públicos van a ser utilizados por nuestro sistema judicial para dar
una respuesta a los conflictos jurídicos que nosotros mismos protagonizamos.
El escenario que se abre a partir de ahora hace que nos planteemos como los datos
públicos y privados pueden ser usados en el sector judicial a través de inteligencia
artificial. Para ello, tendremos que diferenciar dos escenarios que condicionarán el
resto de los presupuestos a tener en cuenta: los datos públicos y los datos privados,
y su diferencia en cuanto al tratamiento.
En primer lugar, los datos privados vendrán amparados por el art. 18 CE, y por
tanto necesitaremos de autorización judicial previa para ser recabados. Con ello
hablamos de un escenario de aplicación de diligencias de investigación tecnológica en
la que se podría hablar de técnicas analíticas para crear perfiles criminales y llegar a
obtener incluso pruebas de indicios virtuales en la comisión de hechos delictivos.
En segundo lugar, si los datos son públicos, tendremos que ver de qué forma pueden
ser utilizados por nuestro sistema de justicia, por lo que podríamos plantearnos si
pueden servir de ayuda como elemento predictivo de resoluciones judiciales o de la
comisión de hechos delictivos.
Así, debemos empezar cuestionando las bases de nuestra justicia y ver si la misma
está realmente preparada para una transformación digital completa. Una vez
comprendamos en qué fase de informatización nos encontramos, podremos
vislumbrar si es posible la inclusión de técnicas analíticas de datos que puedan
derivar en la utilización de herramientas de inteligencia artificial en materia judicial. A
continuación, haremos un análisis acerca de la e-justicia y en qué fase se encuentra
el sistema judicial español con la finalidad de saber si realmente tenemos la base
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legal suficiente para aplicar Inteligencia Artificial en nuestro sistema, para
posteriormente saber si contamos con una base legal suficiente para utilizar el Big
Data como elemento de auxilio predictivo o elemento probatorio.
Nos encontramos en una etapa marcada por un desarrollo tecnológico constante que
no nos deja de sorprender y, en ocasiones, dar cierto respeto. En un mundo tan
estático como el del Derecho las tecnologías se vuelven disruptivas y hace que el
sistema judicial se enfrente a una revolución interna sin precedentes.
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pruebas y actos de comunicación de manera electrónica. Igualmente, los datos
estarían interconectados entre las distintas Administraciones Públicas, por lo que se
exigiría aquí un grado absoluto de interoperabilidad de sistemas. La interoperabilidad
de los sistemas de información permite integrar la prestación de servicios en una
ventanilla única, cualquiera que sea el número de sistemas u organismos
administrativos diferentes que intervengan.
Si conectamos la realidad tecnológica del sector judicial español con estas cuatro
fases, podríamos afirmar que en la teoría habríamos superado de manera rotunda
alguna de ellas, pero no podríamos decir lo mismo en cuanto a su aplicación práctica
pues todas siguen planteando problemas.
En segundo lugar, podemos decir que en España contamos con diversos programas
de gestión procesal informatizada, por lo que tendríamos una cobertura amplia en
este sentido. Por un lado, contamos con un sistema matriz que instaura la Oficina
Judicial Informática llamado Minerva NOJ, a través del que se modula todo el
Expediente Judicial Electrónico y que sirve de soporte para tramitar y gestionar
procedimiento; al tiempo que tenemos sistemas interconectados con diferentes
aplicaciones procedimentales. Esta cuestión es la más controvertida en España en
estos momentos pues al tener sistemas análogos insertados en algunas de las
Comunidades Autónomas, los fallos de interoperabilidad son constantes. Hablamos de
interoperabilidad como la capacidad de los sistemas de información, y por ende de
los procedimientos a los que éstos dan soporte, de compartir datos y posibilitar el
intercambio de información y conocimiento entre ellos, y de interoperabilidad técnica
como aquella dimensión de la interoperabilidad relativa a la relación entre sistemas y
servicios de tecnologías de la información, incluyendo aspectos tales como las
interfaces, la interconexión, la integración de datos y servicios, la presentación de la
información, la accesibilidad y la seguridad, u otros de naturaleza análoga(24).
Pues bien, podemos afirmar que, a finales de 2018, fecha de redacción de este
artículo, aún no se han cumplido las indicaciones formuladas en el “Esquema Judicial
de Interoperabilidad y Seguridad”, también conocido como Plan EJIS, cuyo límite
máximo de tiempo para ser aplicado por ley es de diciembre de 2018. Igualmente,
esta cuestión se encuentra vinculada a la última redacción del artículo 230.5 de la
LOPJ(25). Vinculado al programa Minerva NOJ nos encontramos con LexNet Abogacía,
sistema destinado a facilitar los actos de comunicación entre los órganos
jurisdiccionales y distintos operadores jurídicos y que cuenta con diversas
actualizaciones enfocadas a adicionar nuevas funcionalidades al sistema(26). Aún así,
los problemas detectados por los profesionales son continuos, desde caídas del
sistema, fallos de seguridad y poca capacidad de interoperabilidad(27). Igualmente,
de manera análoga pero vinculada a la gestión procesal del Ministerio Fiscal tenemos
el programa Fortuny(28).
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visionado por el juez y en futuras instancias, al tiempo que conecta las declaraciones
realizadas por videoconferencia.
Sin embargo, esta misma ley tiene en su apartado final un glosario de términos, en el
que se incluye una definición de lo que se entiende por actuación judicial
automatizada de la siguiente manera: “Actuación judicial producida por un sistema de
información adecuadamente programado sin necesidad de intervención de una
persona física en cada caso singular. Incluye la producción de actos de trámite o
resolutorios de procedimientos, así como de meros actos de comunicación”.
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Así vemos como la función de juzgar y ejecutar lo juzgado corresponde de manera
exclusiva a jueces y magistrados, por lo que se entiende excluyente de otros sujetos
o sistemas. Por otro lado, debemos puntualizar que en este artículo se dice quién
debe ejercer dicha función, pero no se especifica ni el cómo ni a través de qué
herramientas, por lo que el uso de sistemas basados en inteligencia artificial de
manera complementaria, pero no sustitutiva, si podría tener encaje en nuestro
ordenamiento.
Por todo ello creemos que las máquinas podrían actuar como un apoyo a la decisión
que debe tomar el juzgador, pero no sustituir el razonamiento de este último(30),
más solo servirle de guía para que el jurista la adapte a lo que está buscando. No
consiste en que el sistema sustituya al juez, sino que brinde ayuda a éste, y también
al abogado, o al resto de operadores jurídicos para avanzar de forma más ágil en la
solución del conflicto.
Dicho de otra forma, desde el Ministerio de Justicia se apuesta por utilizar técnicas de
Big Data para conseguir una verdadera modernización de la Administración de
Justicia, lo que implica un tratamiento masivo de datos mediante algoritmos e
inteligencia artificial. Esta apuesta debe comenzar con la premisa de proteger “todo
el ciclo de vida de dichos datos(35)” en la que el derecho fundamental a la privacidad
de los mismos deberá estar presente a la hora de ver como se planifican los motores
de búsqueda, la selección de los datos o la interceptación con las bases de
información de diferentes organizaciones tanto públicas como privadas.
Del mismo modo, sería conveniente que, si realmente vamos a realizar una inversión
fuerte en este tema, contemos con personas capacitadas que sepan gestionar los
mismos y que puedan explicar su funcionamiento y valor al resto de operadores
jurídicos. Creemos firmemente que deberían existir nuevos puestos de trabajo dentro
del personal auxiliar de los juzgados con un perfil claramente tecnológico, siendo
prioritario pensar en figuras como los peritos electrónicos y los analistas de datos
para alcanzar realmente un grado de modernización suficiente para ofrecer un
servicio eficaz al ciudadano. Aún así, a pesar de las intenciones del Ministerio, tal y
como vimos en el primer apartado, la modernización no llega a tener un calado real a
nivel práctico por lo que podría ser un buen momento para activar un segundo Plan
de Modernización Judicial como el que se aprobó en 2009 y al que le siguieron ciertos
planes de seguimiento sin financiación, lo que hizo que muchas de las iniciativas que
se plantearon a su día o no se llegaron a concretar o necesitan de nueva inversión
para no quedar desfasadas.
Podemos decir algo así como que “los datos hablan”, o lo que es lo mismo, la
información es poder. Estas frases pueden tener su repercusión en la etapa
probatoria y ver como las técnicas de analítica pueden llegar a constituir una forma
de prueba electrónica basada en esta minería de datos.
Centrándonos en el uso del Big Data vinculados a justicia, podemos encontrar varias
funciones, tanto para su propia administración en términos de aprovechar la
información generada en el sector judicial para llegar a resultados más eficaces,
como usar datos de los justiciables para cuestiones vinculadas a investigación o
resolución de casos.
El texto legal incorpora un anexo en el que deja claro que se entiende por dato
abierto, al definirlo como “ aquellos que cualquiera es libre de utilizar, reutilizar y
redistribuir, con el único límite, en su caso, del requisito de atribución de su fuente o
reconocimiento de su autoría”, y a su vez piden que los mismos estén en formatos
abiertos legibles por máquinas o sistemas expertos, definiendo estos formatos como
“Un formato de archivo estructurado que permita a las aplicaciones informáticas
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identificar, reconocer y extraer con facilidad datos específicos, incluidas las
declaraciones fácticas y su estructura interna y un formato de archivo independiente
de plataformas y puesto a disposición del público sin restricciones que impidan la
reutilización de los documentos”.
De manera concreta dice esta ley que se podrá utilizar la información de los distintos
organizamos públicos de distintos ámbitos entre los que destaca la información del
sector jurídico. Es sin duda un reconocimiento al Open Data Judicial, al establecer en
su preámbulo que “la publicidad de todos los documentos de libre disposición que
obran en poder del sector público referentes no sólo a los procedimientos políticos,
sino también a los judiciales, económicos y administrativos, es un instrumento
esencial para el desarrollo del derecho al conocimiento, que constituye un principio
básico de la democracia(36)”.De forma concreta, la Disposición adicional segunda de
la ley, que indica “Aplicación a otros organismos”, recoge en su apartado segundo que
“Las previsiones contenidas en la presente ley serán de aplicación a las sentencias y
resoluciones judiciales”.
Con todo ello vemos que todas las bases jurisprudenciales pueden ser utilizadas al
encontrarse en buscadores abiertos y como ejemplo claro de esta cuestión tenemos
al CENDOJ, organismo que ejemplifica lo contenido en esta ley.
Podemos afirmar claramente que el uso del Big Data por la justicia cuenta con un
respaldo legal amplio en nuestro país y unas directrices y principios que son comunes
a todos los países de la Unión Europea. Este gran impulso al acceso a datos judiciales
públicos, al ser considerados como datos abiertos abre una puerta a la innovación
tecnológica en el sector legal a través de la aplicación de técnicas analíticas de esta
información a través de la inteligencia artificial.
¿Puede ser esta la base legal necesaria que posibilite el uso del Big Data como
instrumento para la predictibilidad de decisiones judiciales? Creemos que esta
respuesta es afirmativa y que, al igual que ya existe software de legaltech basados
en analítica de datos jurisprudenciales que empiezan a usar abogados para redactar
sus escritos y reforzar la petición y defensa de sus pretensiones, se abre la puerta a
que estos medios analíticos sean usados por los juzgadores como apoyo para dictar
sentencias en juicio.
Aún así, parece que esta opciones han sido acogidas con muchas cautelas por parte
del CGPJ, puesto que cuando se aprobó la ley el Consejo aprueba un Reglamento
sobre reutilización de sentencias y otras resoluciones judiciales en 2010 que anula
meses más tarde el Tribunal Supremo a través de una sentencia dictada el 28 de
octubre de 2011, y desde la cual no se ha vuelto a pronunciar de manera concreta
sobre este tema. En cambio si se ha pronunciado respecto a cuándo la justicia puede
recabar datos de redes sociales de los justiciables cuando el perfil es público, tal y
como dice la Sentencia 476/2018 de 20 Julio de 2018(37), y por tanto la
"consecuencia natural del carácter accesible de los datos en un perfil público" con
fines de investigación.
Por otro lado, existen otros ejemplos de Open Data en materia jurídica, como el
acceso que dan algunas CCAA a datos relativos a número de resoluciones o
expedientes conocidos por diferentes partidos judiciales a través de diversos
Observatorios Jurídicos y la publicación de datos estadísticos sobre materias
judiciales o incluso la visualización de las dependencias judiciales a través de
sistemas de geolocalización y captación de imágenes como Google Street View.
Por último, podríamos establecer una reflexión a mayores acerca de si este acceso a
los datos estaría vinculado al art. 24 CE, y concretamente a las garantías
procesales de acceso a los órganos jurisdiccionales o incluso al derecho al proceso
público. Así, podríamos plantear a mayores una remodelación de los derechos
fundamentales de los ciudadanos relativa al derecho a conocer los datos generados
por las instituciones y organismos públicos de nuestro país y que los mismos
estuvieran siempre en formato abierto y libre para su uso y consulta. La siguiente
reflexión conectada sería si a día de hoy este derecho podría verse recogido ya en
nuestra Constitución o sería necesaria una reforma de la Carta Magna para incluir
éste y otros “derechos digitales” derivados del uso de la tecnología como elemento
disruptivo y no solo la aprobación de una ley orgánica como la aprobada en el mes de
noviembre de 2018 sobre protección de datos y derechos digitales.
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3.3. Big data judicial como prueba indiciaria
Creemos que sería bueno que toda la Policía Judicial aplicara técnicas de Big Data
para recopilar volúmenes de información dispersa y no automatizada, integrando en
su caso bases de datos públicas y en caso de que hubiera una investigación criminal
en curso, bases de datos privadas de los investigados, mediante autorización judicial
previa y colaboración de los operadores de comunicaciones necesarios.
A pesar del alto grado de efectividad de esta medida expuesta a modo de ejemplo,
pensamos que usar estos datos como elementos predictivos de apoyo a las
decisiones policiales debe ser analizados con muchísima cautela para evitar sesgos
que penalicen a ciertos colectivos, pero que realmente pueden llegar a constituir un
elemento más para crear indicadores de riesgo efectivo para la comisión de hechos
delictivos y que pueden ser especialmente útiles en casos de delitos vinculados a
organizaciones criminales en el que tengan especial protagonismo las nuevas
tecnologías. Estamos aquí pensando concretamente en programas que puedan
analizar los comportamientos en Internet de sujetos vinculados a delitos de
terrorismo, pornografía infantil, trata de seres humanos, etc. A través de un mapeo
de su comportamiento en redes sociales, foros, blogs, etc. puede darse una especie
de “retrato robot virtual” o perfil criminal concreto de personas que tengan un
potencial grado de peligrosidad.
Cuestión distinta sería si el hecho ya se ha cometido y por tanto debemos ya dar una
respuesta judicial efectiva cumpliendo el principio de legalidad. En este sentido
podríamos plantear estas mismas técnicas como mecanismo de investigación de
hechos delictivos, pues podríamos recabar datos en abierto que sirvieran como
pruebas indirectas y remotas conectadas para probar un hecho delictivo, que bien a
podido ser cometido en Internet pero que perfectamente ha podido ser preparado en
una red abierta y cometido en una red oscura o cerrada para la que es imposible
utilizar estas técnicas de Big Data.
Ahora bien, pensamos que esta prueba de manera concreta sería algo así como una
“prueba de indicios virtual”, ya que se caracterizaría por ser indirecta o circunstancial
al no recaer sobre en los hechos constitutivos del delito, sino que probaría unos
hechos que, de ser ciertos, entrarían en conexión con el hecho constitutivo y del cual
se podría llegar a inferir la participación del investigado en su participación o
comisión. A pesar de no tener un reconocimiento expreso a nivel legal en nuestra
LECrim, si cuenta con un amplio desarrollo jurisprudencial, el cual le ha llegado a dar
reconocimiento de prueba de cargo y por tanto poder llegar a destruir la presunción
de inocencia. Aún así, todo depende de la valoración realizada por el juzgador, quién
deberá analizarla desde unos criterios de apreciación muy exigentes dadas las
circunstancias.
La principal incógnita que no lleva aparejada una respuesta clara es qué grado de
desarrollo de Inteligencia Artificial seremos capaces de alcanzar, puesto que a pesar
de que no hablamos de algo nuevo, en los últimos años hemos experimentado un
avance técnico que cada vez será más vertiginoso. Así, la pregunta podría ser otra,
¿deberíamos frenar el desarrollo de la Inteligencia Artificial en algunos campos como
el judicial?
Debemos partir por tanto de que un problema irremediable son los sesgos de los
programas de IA, puesto que hablamos de motores estadísticos que se “alimentan”
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de datos. Así, nunca habrá datos suficientes para garantizar que no haya sesgo en tu
sistema pues necesitaremos nutrirlo diariamente con millones de datos y patrones
que en según que instancias ni estarán a nuestro alcance. Como hemos argumentado
a lo largo de este estudio, la barrera entre el dato público y el dato privado empieza a
difuminarse, pero realmente no sabemos hasta qué datos podrán ser recabados para
esta finalidad puesto que las técnicas biométricas están en pleno auge, lo que
dificulta aún más la posición estatal de no solo tratar éticamente nuestra información,
sino en ofrecer un manto de seguridad suficiente que garantice este derecho digital
de todo ciudadano recientemente regulado.
Además, para evitar sesgos deberíamos partir en primer lugar de una digitalización
total de todos los órdenes jurisdiccionales y todas las instancias, cuestión que
actualmente no se da y que por tanto posiciona en un terreno complicado a los
softwares de justicia predictiva que se comercializan en el mercado. Muchas son las
lagunas que encontramos a día de hoy y, pese al gran vacío legal en el que nos
encontramos, las compañías siguen apostando por su desarrollo sin preveer las
consecuencias jurídicas, algunas de ellas desastrosas, que pueden conllevar.
Estos datos incompletos y sesgados estarán tratados con finalidades concretas con
fiel respeto a la ética, y ofrecerán un resultado tras aplicarse una fórmula matemática
a través de un algoritmo. Cuestión polémica también aparejada a lo anterior acerca
de qué tratamiento y finalidad concreta se le debe dar a esos datos y qué perfiles
vamos a extraer de los mismos, más cuando actualmente nos encontramos inmersos
en la adaptación de todas nuestras herramientas, instituciones y páginas webs a los
dictados del RGPD. En este sentido, tal y como indica acertadamente COTINO HUESO
“Si se aplica la normativa de protección de datos a la IA hay que partir del
cumplimiento de los principios, la legitimación del tratamiento, los derechos, la
responsabilidad proactiva y privacidad en el diseño o el régimen de las transferencias
internacionales de datos. Asimismo y por defecto se exigirá el estudio de impacto. No
es posible abordar exhaustivamente estas cuestiones, aunque existen importantes
referentes a seguir(44)”.
Los datos de identidad de los magistrados y miembros del Registro no pueden ser
reutilizados con el propósito o el efecto de evaluar, analizar, comparar o predecir sus
prácticas profesionales reales o presuntas. La violación de esta prohibición se castiga
con las sanciones de hasta cinco años de privación de libertad; atendiendo en este
caso a la protección de la figura del juez como funcionario público. Por tanto, no se
prohíbe el uso de sistemas auxiliares de justicia predictiva, sino el tratamiento
concreto de esos programas para perfilar políticamente las decisiones de
determinados jueces.
Siguiendo con la propia función que realizan los jueces y los distintos operadores
jurídicos…¿Debemos así reducir una actividad tan importante como la justicia a una
mera operación matemática? ¿un algoritmo nos puede sentenciar? Desde nuestro
punto de vista nuestra respuesta sería negativa en el plano judicial por atentar
directamente contra el propio concepto de función jurisdiccional.
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desarrollar un verdadero derecho de defensa en este punto? El derecho a la defensa,
a la contradicción o el propio derecho al recurso se verían afectados claramente con
la inclusión de esta tecnología.
Tras plantear estos problemas debemos partir de una respuesta provisional: hoy en
día la IA no puede ser usada como un elemento sustitutivo de los operadores
jurídicos, sino únicamente ser utilizada como mecanismo de auxilio(50) o
automatización, al que habrá que aplicar determinados controles para asegurar un
uso ético y no sesgado.
Debemos partir así de una labor asistencia de la IA que pueda ser usada para
automatizar distintas partes del procedimiento y que puede ser muy útil en la parte
de gestión y tramitación procesal. De hecho, la NOJ y la política papel cero a través
de las leyes mencionadas en este estudio como la LO 13/2015 o la LO 18/2011
nos brindan la base legal para que esto suceda. No debemos confundir así
automatización de la parte de tramitación y gestión con la sustitución de la decisión
del juez por un algoritmo.
En este sentido, y como reflexión final debemos partir de lo apuntado por VALERO
TORRIJOS al indicar que “el marco normativo actual sobre el uso de medios
electrónicos en la actividad de las entidades públicas está en gran medida basado en
un modelo regulatorio de los años noventa del siglo xx; quizás con las matizaciones
que ha impuesto la Unión Europea en materia de reutilización de la información del
sector público y de protección de datos de carácter personal, en este caso tras la
aprobación del RGPD(51)”. Por lo que podemos decir que las leyes actuales y el
marco normativo actual no dan respuesta a todas las inquietudes que hemos ido
planteando(52) a lo largo de este epígrafe y que será difícil vaticinar el grado de
desarrollo de la IA dentro de una década. La única solución factible a día de hoy es
ponernos de acuerdo a nivel mundial para armonizar los principios básicos del
derecho que pueden ser afectados con su uso y saber qué parcelas pueden ser
afectadas por este tipo de tecnología y en cuales puede suponer un claro quiebro de
garantías procesales constitucionales.
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de auxilio para los operadores jurídicos, sin llegar, al menos a día de hoy, a llegar a
ser usados para sustituir a los mismos.
5. BIBLIOGRAFÍA
- AMÉRIGO SÁNCHEZ J.L., “El régimen jurídico del malware según la Ley de
Propiedad Intelectual” Nº 8436, Diario La Ley, 2014
- BELLOSO MARTÍN, N., “Entre la Ciencia y la técnica del Derecho: Hacia una
hermenéutica telemática?”, Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 2013.
- BUENO DE MATA, F. “Big Data judicial e inteligencia artificial: próximos desafíos del
derecho procesal en la sociedad de la información”, La globalización del derecho
procesal, Valencia, 2019, págs. 215-236.
- BUENO DE MATA, F., “E-Justicia: hacia una nueva forma de entender la justicia”,
Revista Internacional de Estudios de Derecho Procesal y Arbitraje, nº10, 2010.
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- PÉREZ LUÑO, A. E., Manual de Informática y Derecho, Barcelona, 1996.
NOTAS:
(1). Vid. SCHAWB, K., The Fourth Industrial Revolution, Barcelona, 2016, pág. 5.
(3). Vid. “Los partidos podrán rastrear datos personales sin consentimiento para
enviar propaganda electoral” Redacción Diario El País versión digital, de 21 de
noviembre de 2018. Disponible en:
https://elpais.com/sociedad/2018/11/21/actualidad/1542791655_314453.html
(Fecha de consulta: 18 de diciembre de 2018).
(6). Entendemos Big Data, como grandes volúmenes de datos e información que
circulan y son almacenados en las redes y servidores, atendiendo a lo indicado a tal
respecto en la última normativa eurpoea.
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d) Circular 5/2019, de 6 de marzo, sobre registro de dispositivos y equipos
informáticos.
(9). Vid. STS nº 272/2017, de 18 de abril. Del mismo modo, debemos tener en
cuenta que muchos delitos en el terreno del ciberespacio se enmarcan en una especie
de “cristalización progresiva del objeto”, tal y como también se apuntó en STS nº
412/2011, de 11 de mayo determina que: “el objeto del proceso no responde a una
imagen fija. Antes al contrario, se trata de un hecho de cristalización progresiva, con
una delimitación objetiva y subjetiva que se verifica de forma paulatina, en función
del resultado de las diligencias”.
(10). El Spyware es un tipo de Malware que sirve para espiar. Así el concepto de
malware sería más amplio. AMÉRIGO SÁNCHEZ define el maleware como “cualquier
programa informático capaz de ocasionar un daño, ya no sólo al sistema informático
en el que se ejecuta, sino al propio usuario, como, por ejemplo, mediante la
obtención de sus datos bancarios, de información personal, de archivos íntimos, etc.
El malware es un concepto más amplio que el virus informático; abarca también
programas como los troyanos, el spyware, los keyloggers, etc.”. Vid. AMÉRIGO
SÁNCHEZ J.L., “El régimen jurídico del malware según la Ley de Propiedad
Intelectual” Nº 8436, Diario La Ley, 2014, Pág.4.
(16). Vid. BUENO DE MATA, F., Las diligencias de investigación penal en la cuarta
revolución industrial: bases teóricas y principios prácticos, Navarra, 2019, págs.. 108
y ss.
(17). Vid. BUENO DE MATA, F. “Big Data judicial e inteligencia artificial: próximos
desafíos del derecho procesal en la sociedad de la información”, La globalización del
derecho procesal, Valencia, 2019, págs.. 215-236.
(18). BUENO DE MATA, F., “E-Justicia: hacia una nueva forma de entender la justicia”,
Revista Internacional de Estudios de Derecho Procesal y Arbitraje, nº10, 2010, pág.2.
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Navarra, 2010, pág. 30.
(21). En este sentido se vuelve a poner el prefijo “e-“para recalcar que estamos
aplicando a una misma realidad un matiz electrónico. Como bien dice GASCON
INCHAUSTI, “la utilización de la e- afecta, por tanto, al cómo de una actividad o
institución, pero no al qué de aquella. Es importante, en consecuencia, tener bien
presente que al hablar de e- Justicia no se hace referencia a un tipo distinto de
Justicia, o a un Poder Judicial distinto. GASCÓN INCHAUSTI, F. “La e-Justicia en la
Unión Europea: balance de situación y planes para el futuro” Presente y Futuro de la
e-Justicia en España y la Unión Europea (Coord. SENÉS MOTILLA, C.) Navarra, 2010,
págs.85 y ss.
(22). BUENO DE MATA, F., “El poder público electrónico como germen de la e-justicia,
FODERTICS 5.0: :estudios sobre nuevas tecnologías y justicia, 2016, págs. 87-94.
(23). Vid. AIBAR, E., “Inteligencia artificial y sistemas expertos: nuevas perspectivas
y viejos dogmas sobre el conocimiento”, Arbor, n. º 557, 1992, pp. 69-92.
(24). Vid. Glosario de definiciones de la Ley 18/2011 de 5 de julio, reguladora del uso
de las tecnologías de la información y la comunicación en la Administración de
Justicia. Vid. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2011-11605 (Fecha de
consulta: 12 de diciembre de 2018.)
(25). Vid. Articulo modificado por la Ley Orgánica 7/2015, de 21 de julio, el cual
indica que los criterios de interoperabilidad establecidos en el “test de
compatibilidad”, serán asumidos por el Comité Técnico Estatal de la Administración
Judicial Electrónica, otorgando al CGPJ un papel residual.
(28). Dentro del Plan de Modernización Judicial 2009-2012, se recogía que a lo largo
de 2010 en el área de nuevas tecnologías en el ejercicio de la función fiscal se
concretaba hacer efectivo el sistema de información del Ministerio Fiscal en sus dos
pilares básicos: los sistemas de cada Fiscalía y el sistema unificado al servicio de la
Fiscalía General del Estado e, indirectamente, de todos los miembros del Ministerio
Fiscal. Siendo fundamento de toda la estructura de información los sistemas de las
distintas Fiscalías, las actuaciones se han concretado a los siguientes ámbitos: 1.
Consolidación en Fortuny de herramientas al servicio de la gestión procesal. 2.
Comunicación entre Fortuny –aplicación fiscal– y Minerva – aplicación judicial. 3.
Extensión de Fortuny a otras Fiscalías. 4. Utilización de Fortuny como principal
plataforma de desarrollo de utilidades que se extiendan a otras aplicaciones. 5.
Creación de aplicaciones para áreas específicas de actuación fuera de Fortuny.
Extracto del plan disponible en:
https://www.fiscal.es/fiscal/PA_WebApp_SGNTJ_NFIS/descarga/vol1_fge_16.pdf?
https://www.iustel.com/v2/revistas/detalle_revista.asp?id_noticia=422528 21/24
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idFile=7d7af8c1-0b17-4136-9999-98a810ffbe69 (Fecha de consulta: 8 de diciembre
de 2018).
(29). Regulado por Real Decreto 95/2009, de 6 de febrero, por el que se regula el
Sistema de registros administrativos de apoyo a la Administración de Justicia.
(30). Podemos encontrar una visión sobre gestión y tramitación procesal e incluso
automatismos y robótica en BONET NAVARRO, J., “La tutela judicial de los derechos
no humanos. De la tramitación electrónica al proceso con robots autónomos”,
CEFLegal: revista práctica de derecho. Comentarios y casos prácticos, ISSN 1699-
129X, Nº. 208, 2018, págs. 55-92.
(31). Vid. BELLOSO MARTÍN, N., “Entre la Ciencia y la técnica del Derecho: Hacia una
hermenéutica telemática?”, Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 2013, 139-161.
Pág. 144 y ss.
(33). COTINO HUESO indica que: “Se habla de “aprendizaje automático” o machine
learning cuando los resultados de los algoritmos no dependen de lo que los humanos
hayan especificado de antemano. Se suministran datos para que los sistemas y
algoritmos identifiquen patrones y correlaciones, aprendan de ellos y generen nuevas
relaciones, todo ello para hacer predicciones o recomendaciones”; Vid. COTINO
HUESO, L., “Derecho y garantías ante el uso público y privado de inteligencia
artificial, robótica y big data”, El Derecho de las TIC en Iberoamérica, Montevideo,
2019, pág- 918.
(35). RUIZ PÉREZ, I., “La revolución del biga data llega a la justicia”, Diario Cinco
Días,
https://cincodias.elpais.com/cincodias/2018/03/26/companias/1522073495_258609.html
(37). Vid. Tribunal Supremo, Sala Primera, de lo Civil, Sentencia 476/2018 de 20 Jul.
2018, Rec. 2355/2017.
(40). BUENO DE MATA, F., Prueba electrónica y proceso 2.0, Valencia, 2014, págs.
131-134.
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una base científica sólida y que, por tanto, conllevaría una discriminación y un sesgo
evidente.
(43). Vid. SAN MIGUEL CASO, C., “Las técnicas de predicción judicial y su repercusión
en el proceso”, ”, La justicia digital en España y la Unión Europea, Barcelona, 2019,
pág. 43.
(44). Vid. COTINO HUESO, L., “Derecho y garantías ante el uso público y privado …”,
op.cit. , pág.- 929.
(45). De hecho el propio anexo donde se recoge la medida indica, siguiendo las
directrices marcads por el Programa de Estocolmo de 2008 y en consonancia con el
Portal Europeo e-Justice, que : “El sistema de información para la toma de decisiones
del Ministerio evolucionará para proporcionar herramientas efectivas para el análisis y
la gestión de la actividad a nivel nacional y local. Los usuarios deberán poder acceder
a información práctica en línea, enriqueciendo lo que ya se encuentra en el sitio de
Justice.fr pero también, por ejemplo, a indicadores de demora de procedimientos
ante el tribunal tienen la intención de referirse o a escalas indicativas o puntos de
referencia indicativos.”
(46). “Los datos de identidad de los magistrados y miembros del Registro no pueden
ser reutilizados con el propósito o el efecto de evaluar, analizar, comparar o predecir
sus prácticas profesionales reales o presuntas. La violación de esta prohibición se
castiga con las sanciones previstas en los artículos 226-18,226-24 y 226-31 del
Código Penal, sin perjuicio de las medidas y sanciones previstas en la Ley Nº 78-17,
de 6 de enero de 1978, en relación con el procesamiento de datos, archivos y
libertades.”
Del mismo modo se puede encontrar un desarrollo argumental de estos principios en:
MOREL RAMOS, J., “El uso ético de inteligencia artificial en el sistema judicial”, Blog
Innovación Legal CGAE DE 25 de febrero de 2019, disponible en: Vid.
https://www.iustel.com/v2/revistas/detalle_revista.asp?id_noticia=422528 23/24
9/1/24, 22:09 Macrodatos, inteligencia artificial y proceso: luces y sombras
https://www.abogacia.es/2019/02/25/el-uso-etico-de-inteligencia-artificial-en-el-
sistema-judicial/ ( Fecha de consulta: 22 de junio de 2019).
(50). En este sentido BORRÁS ANDRÉS indica, que incluso para la valoración de
pruebas utilizando inteligencia artificial únicamente será considerada a modo de
auxilio al indicar que: “la información arrojada por sistemas de inteligencia artificial
debe ser tenida en cuenta por el juez únicamente para su propia valoración posterior,
sin darles carta de verdad de forma automática” Vid. BORRÁS ANDRES, N., “La
verdad y la ficción de la inteligencia artificial en el proceso penal”, La justicia digital
en España y la Unión Europea, Barcelona, 2019, pág. 36.
(51). Vid VALERO TORRIJOS, J., “Las garantías jurídicas de la inteligencia artificial en
la actividad administrativa desde la perspectiva de la buena administración”, Revista
Catalana de Dret Públic, (58), 82-96. https://doi.org/10.2436/ rcdp.i58.2019.3307,
pág.15.
(52). En el mismo sentido MAGRO SERVET al indicar que: “El proceso de adaptación
e incorporación de la Inteligencia artificial en la Administración de Justicia ha sido
muy lento, y siempre por detrás de la actualización legal que permitiera la
incorporación de esa reforma tecnológica en la Administración de Justicia”. Vid.
MAGRO SERVET, V., “La aplicación de la inteligencia artificial en la Administración de
Justicia”, Diario La Ley, Nº 9268, Sección Doctrina, 27 de septiembre de 2018,
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