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LA REFORMA AGRARIA LIBERAL

Y LOS CAMPESINOS EN ANDALUCIA

Diego Caro Cancela

El «problema» de la tierra constituye una de las señas de identidad más emblemáti­


cas de la historia contemporánea de Andalucía.
Fracasados los intentos industrializadores del siglo XIX, I salvo el de la vinatería
jerezana,2 y hundido el comercio colonial a raíz de la eman<;:ipación de las naciones
americanas, la sociedad andaluza se vuelca hacia la tierra, cuya propiedad o no, se
convierte en el principal criterio de estratificación social. Terratenientes (nobles y
burgueses) y jornaleros marcan con su determinante presencia los dos polos extre­
mos de la pirámide social de la Andalucía decimonónica y sus conflictos muy pronto
llamarán la atención de los «científicos sociales» nacionales y extranjeros. No es
casualidad que los dos libros que más han marcado, a nuestro juicio, la historiogra­
fía contemporánea andaluza de este siglo tengan a la «cuestión agraria» como esce­
nario central de sus análisis. Nos estamos refiriendo a la Historia de las agitaciones
campesinas a71daluz.as, de Juan Díaz del MoraP y a La lucha por la tierra en la crisis
del Antiguo Régimen, de Antonio Miguel Bernal. 4
Pero si el trabajo del notario cordobés y el tipo de historia que representaba,
.
'.'

1. Eltl:lb,jo clásico sigue siendo el de Nadal (1972), pp. 3-80, Una versión resumida del mismo, en W.AA. (1981),
pp. 193·209 . M.Is recientemente se han publicado dos libros sobre el caso almeriense: Pérez de Pereeval (1989) y Sán­
chez Picón ( 1992). También: A, Parejo y A. S:.Inchez (eels.) (1999).
2. Maldo n,do (I999),
3. El libro, qlle Uevoba el significativo sublítulo de Al/lecedellles para IIl/a re(on1la agraria, se publicó en 1929, parla
Revista de Derecho Pn·l'ado. Seda reeditado poI' Plimera vez en 1967 por Alianza Editorial. Sobre la per.;onalidad de este
notmio cordobés h~y u-es interesantes colabol"3ciones en el catálogo que, sobre su \.;d<l y su obra, se editó en 1995, por el
A)'llntamiento<1e Córdoba: Tastet(l995), pp. 1-6; Ban"g¡ln (1995), pp. (rJ8;yC~sas(J995), pp. 18-28. TambiénJ . Mallrice ha
hecho un interesante an.llisis del libro de Díaz del Moral, en Maurice (I990), pp. 7-19.
4. Bemal (1 979),

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careció de continuadores por la dramática ruptura que provocó la Guerra Civil de cuales mantienen uroa relación asimétlica de' dependencia, yen muchos casos explota­
1936 y el Franquismo, el libro de Antonio M. Bernal no solamente fue cálidamente ción, con el resto de la sociedad en términos de poder político, cultural y económic0 6
acogido por la comunidad universitaria, sino que su tesis principal sobre la aboli­
ción del régimen señorial en Andalucía, ha sido durante muchos años, uno de los Junto a este concepto, el otro cimiento que sostiene el andamiaje teórico del Insti­
principales argumentos historiográficos para los que han defendido la llamada «vía tuto de Sociología y Estudios Campesinos (ISEC) de la Universidad de Córdoba y del
prusiana » de Revolución Burguesa, en el sempiterno debate sobre la transición del Seminario de Historia Agraria de la Universidad de Granada es la noción de «comuni­
feudalismo al capitalismo en España. 5 dad local », entendida como, «aquel agregado de grupos domésticos que estando asen­
Además, el contexto sociopolítico en el que se publica el libro de Antonio M. tado sobre Lm territorio específico, mantiene sus formas de vinculación por diferentes
Bernal no podía ser más favorable para el debate sobre sus planteamientos. En tipos de relaciones sociales, entre las cuales el parentesco, la vecindad y la amistad
plena construcción del Estado de las Autonomías, con universidades recién creadas tienen una consideración significativa en su calificación como grupo social».1
y en un ambiente de recuperación de las libertades públicas, la historia regional Con estos postulados ideológicos y metodológicos, claramente influenciados
andaluza alcanza a lo largo de la década de los ochenta un nivel sin precedentes, por por teóricos de la sociología rural, como Shanin8 o Galeski,9 de ambos grupos de
las aportaciones que continuamente se han venido realizando. Por esta razón, algu­ trabajo ha surgido una notable producción historiográfica, que ha marcado singu­
nos de los planteamientos recogidos en la monumental Historia de Andalucía, publi­ larmente la historiografía contemporaneísta de la Alta Andalucía de la década de los
cada en 1981, parecen ya superados, haciéndose necesario un sereno debate que nos ochenta y principios de los noventa,IO y cuya última manifestación es el volumen
pemlita contrastar los trabajos conocidos, para marcar las nuevas tareas investiga­ colectivo coordinado por Eduardo Sevilla y Manuel González de Molina, Ecología,
doras de los próximos años. Campesinado e Historia, ya citado.
Éste es el sentido que tiene la presente, centrada cronológicamente, además, en Sin embargo, en los últimos años algunos historiadores han mostrado sus re­
la que entendemos que es la etapa más decisiva para la fOffi1ación de la Andalucía servas sobre la oportunidad de trasladar a la España de la crisis del Antiguo Régi­
contemporánea, la que señala el tránsito del Antiguo al Nuevo Régimen. Tres son las men los esquemas interpretativos de teóricos como Shanin, claramente deteffi1ina­
cuestiones que queremos analizar a continuación: 1) qué representan los jornaleros dos por los estudios marxistas sobre la sociedad lLlral bajo el feudalismo y sus pre­
y los campesinos en la Andalucía de finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo tensiones de sentar las bases de una cierta concepción casi uni versal de la sociedad
XlX, 2) qué consecuencias tiene para los campesinos la realización de la Reforma campesina. Es el caso de Jesús Millán, quien en un sugerente trabajo sobre el papel
Agraria Liberal (en adelante RAL, y 3) cuál es la respuesta campesina a la misma. del campesinado en el tránsito del feudalismo al capitalismo en España ,11 denuncia­
ba que, «en algunas interpretaciones sobre la revolución liberal no es difícil encon­
trar aún la imagen imprecisa del «campesinado», ajena a la variedad de situaciones
1. Pequeños propietarios, campesinos y jornaleros y a la diversidad de canales de explotación que nos vienen mostrando los estudios
históricos sobre la sociedad y la economía agTaria de la época».12 Y concluía:
Hay que reconocerle a Eduardo Sevilla -más tarde acompañado por Manuel Gon­
zález de Molina- el mérito de haber aportado a la historiogTafía de los movimien­ El conjunto de quienes trabajaban la tierra durante la última etapa feudal constituía un
tos campesinos anda luces las primeras reflexiones teóricas sobre el concepto de sector mucho más diverso de lo que han creído ciertos esquemas, derivados de una
aplicación rígida del concepto de modo de producción. u
«campesinado », proporcionando el utillaje sociológico necesario para emprender
la investigación empírica de las fuentes documentales con el mejor provecho. Clá­
Este planteamiento es el que ha recogido Enrique Montañés para el caso con­
sica -por utilizada- se ha hecho su definición de «campesinado», recogida en su
libro de 1979: 'y
creto de Jerez de la Frontera, en el último tercio del siglo XIX, llegando a la conclu­

[...] aquel sector social .i ntegrado por unidades familiares de producción y consumo cuya 6. Sevilb (1979). Un;> refle,íón m~s extenso en: Sevill" y Pérez YllIela ( 1976), pp. 15-39.
organización social y económica se basa en la explotación agraria del suelo, indepen­ 7. Gonó!ez de Molín" y Sevilla (1993), p. 71. T"mbién pp. 87 Yss.
dientemente de que posean o no tierra y de la forma de tenencia que las vincule a ella y 8. Véase. por ejemplo. el libro de l que es compil odor, Shanin (1979).
cuya característica red de relaciones sociales se desarrolla en comunidades nlrales, las 9. Goleski (1979).
10. Aparle de los II71 b:.jos sobre los distinl OS procesos des:\llloniz.adores de Miguel G6mez Oliver y i\t1 anuel Gonzá­
lczdc Molino. que cít"remos m ás odcl"nte, nos I'efelimos a Cobo (1992); ClllZ (1995); López ( 1995); y Martrnez (1995).
11. Mill:ln (1992). pp. 75·90.
5. El mejor eSlOdo d e la cuestión sobre es ta discusión, hasta 1980, es que el reaJi "" Pérez Gal'Zón (1980). pp. 91 -138 . 12 . lbícl.. p.75.
También Pasomor( 199 1), pp. 95·134 YPiqueras (1996). pp. 95-132 . 13. lblcl. , p . 89.

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sión de que, dentro de lo que podemos entender por «campesi nado», se incluyen En esta tesitura, creemos que el problema no radica en la virtualidad o no de los
una serie de subgnlpos sociales, sólo unidos por s u común vinculación al trabajo de conceptos empleados, sino en que se intente definir con idénticos ténninos reali­
la tierra , pero marcadamente diferentes entre ellos, no sólo por la posesión o no dades sociohistóricas marcadamente distintas. O lo que es lo mismo: que se quiera
de la misma, sino por otros factores como el carácter fijo o eventual de su contrata­ aplicar a una concreta realidad espacial y temporal planteamientos que proceden de
ción, la especialización de su trabajo -viticultor o bracero del cereal- o incluso su teorizaciones sobre situaciones culturales bien distintas. Por este motivo, si concep­
propia procedencia geográfica. 14 De esta manera, si bien es cierto que todos estos tos como los de «campesinado» o «comunidad loca]", que hemos definido al comien­
subgnlpos campesinos podían compartir situaciones, como el importante papel que zo de este apartado, pueden ser válidos para el análisis de gran parte de las poblacio­
desempeña el trabajo asalariado en su renta familiar, su variable relación de depen­ nes mrales altoandaluzas, muestran claramente sus insuficiencias para comprender
dencia respecto a los grandes propietarios del ténnino o la experiencia común de el contexto histórico de las llamadas «agrociudades»21 de la Baja Andalucía en el paso
una dura lucha por la supervivencia, había también notables diferencias entre ellos, del Antiguo al Nuevo Régimen. En primer lugar, porque no conviene olvidar que
que luego tendrán sus lógi cas consecuencias en su militancia sindical o en su com­ entre 1787 Y 1860, Andalucía seguía siendo la región más urbanizada de España,22
portamiento político. Por ejemplo, Antonio Cabral ya señaló en 1987,15 que el anar­ con más del39 % de su población residiendo en núcleos de 5.000 o más habitantes. 2J
quismo en los campos de Jerez -en contra de lo que en su día afinnó Temma En segundo lugar, uno de los rasgos más caracteristicos de estas ciudades anda­
Kaplan- 16 fue un fenómeno vinculado de fornla casi exclusiva a los jornaleros even­ luzas, no sólo de finales del Antiguo Régimen, sino de hasta bien entrado el siglo xx,
tuales del cereal, mientras que otros trabajadores agricolas especializados como los es que entre sus habitantes había unos más que apreciables contingentes de trabaja­
viticultores se orientaron más hacia el sindicalismo republicano y ugetista . En este dores agrícolas que le daban una fisonomía muy peculiar a sus barrios más popula­
esquema, he profundizado todavía más y he si tuado a los trabajadores de la viña, res y a sus pobladas casas de vecinos. 24 Por ejemplo, en el censo de la población
compartiendo los rasgos de una "hobsbawniana » aristocracia obrera, junto a otros activa de Córdoba, correspondiente al año 1860, aparecían hasta 7.347 «jornaleros
dos oficios de las bodegas, corno los toneleros y los arrumbadores. 17 del campo» -así definidos-, con diferencia el gn\PO socioprofesional más Ollme­
Más recientemente, Luis Garrido también ha insistido en esta misma propuesta roso de la ciudad, puesto que casi doblaba al segundo, que era el de los artesanos. 25
y dentro de lo que llama «la clase obrera agricola andaluza», distingue: 1) Los "pegu­ Este mismo año, Sevilla tenía censados a 5.946 «jorna leros del campo», el ter­
jaleros», que eran trabajadores que poseían un pegujal, que el dueño de la finca cer gnapo laboral de la ciudad, por detrás de los artesanos (17.361) y los sirvientes
agrícola le había cedido bajo su completa responsabilidad, para que la cultivara por con 8.908,26 mientras que en Jerez, también en 1860, los jornaleros eran 11.534, es
su cuenta, como parte de su remLmeración anual, y 2) Los jornaleros o asalariados decir, el 48,7 % del total de los trabajadores de la ciudad. 27 Y en la Málaga de 1868,
-fijos o eventuales-, que eran los trabajadores manuales, que en sentido estricto los jornaleros volvían a formar también el gmpo más numeroso dentro de un sector
no tenían nada más que la o ferta de su fuerza de trabajo, o lo que es lo mismo, que primario que acogía al45 % de la población activa de la ciudad. 28
su única fuente de ingresos era la venta de su trabajo en el mercado laboral, a Los jornaleros agrícolas no sólo constituían el principal gmpo social de la ma­
cam bio de lo cual percibía un salario o jornal. 18 yor parte de las ciudades andaluzas decimonónicas, sino que también com ponían el
Este historiador de la clase obrera jiennense l9 va todavía más lejos y rechaza sector profesional más numeroso de la región, tanto en el censo de 1787, como en el
explícitamente la tendencia a incluir en el mismo grupo social del campesinado a los de 1860, incrementándose en más de doscientos mil de un año a otro: de 283.259 a
pequeños propietarios, junto a los jornaleros o campesinos sin tierras, porque para él: 491.217. 29 Con estos datos es evidente que no podemos aplicarle a la realidad anda­

En 141 And4llucí41 contempordne41 los pequeños campesinos no formaban parte de la clase


21. Sobre el concepto d" "a[¡nociudad" y sus p.incipales rasgos. véase López Onliveros (1994), pp. 59-91. Po.-a
obrer41 4Igncol41 ni por ideologí41 o menl4l1idad, ni por las condiciones de trab4lj o, aunque <omp:lI-rlr con el morco europeo: López y Cnsero (1989).
sí podía h<:tber cieli·<:ts concomi tancias en las condiciones de vida entre familias obreras 22. Sve n Reber (1994). p. 6.
<:tgrícolas y campesinas, con un li gero esta tus superior de estas úJ timas.'O 23. Ibld., p. 25. Un reciente an{¡lisis de los problemas me todológicos que provoca el estudio de la pob"'ción urbana
y lU.-rl1 de '" Espocla del siglo XIX, en Erd07~,in y Mikelarena (1996). pp. 92-93. Discrepo. no obs tante. del punto de
pnnida b¡~sico de este Irabajo. que considel71 <lciudau» s610 a las c:lpilales de provincias y apobl:lción Il.Il-aln a loda
14. Montañes(1994).pp.68-70. aquel'" s ituada nle.", de estascapilales (p. 95).
15. Cabral (1987). pp. 209-235. 24. En'" España de 1900 un total de 27 ca pitales (es to es. el 52 % de l tOlal) tenían a más del 40 % de la población
16. Que lo vinculaba a unos gtupos sociales helerog~ neos de peqlleños productores vinrcoJas. artesanos, campesi­ ¡¡cliva masculin:l ocupnd t:\ en b :tg¡ic ultw";l. En ibrd., p. 94.
nos y ot."" capas ropulru-es. Vé.,se: Kapla n (J 977). 25. Martín (1990). p. 27.
17. Caro (1995). pp. 105-124. 26. Palias (1989), p. 257.
18. Ganido( 1996). pp . 23-32. 27. Caro (1990). p. 263 . El segundo grupo profesional e.-an los anesanos. a gron distancia, con 4.453 t.-abajadores.
19. Ganido (1990).2 vo ls. 28. Morales ( 1983), pp. 24-26.
20. Ibld.• p_ 41. 29. Álvarez y Garcia Baquero (1981 ). pp_ 317-3 18.

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luza de este período la consideración que hace Teodor Shanin de los jornaleros En España, la liquidación del Antiguo régimen se efectuó mediante una alianza entre la
agrícolas, como «gnlpO analíticamente marginal», que compartía con los campesi_ burguesía liberal y la aristocracia latifundista, con la propia monarqLúa como árbitro, sin
nos «propiamente dichos» la mayor parte de sus características JO Ni tampoco Com­ que hubiese un proceso paralelo de revolución campesina. Lejos de ello, los intereses del
campe~inado fueron sacrificados [...]."
partimos la tajante separación que establece Manuel González de Molina, cuando
escribe que, «los jornaleros pertenecieron al campesinado y no a la clase obrera de
El historiador catalán iba todavía más lejos, no dudando en dejar reducida a
las ciudades»,JI por lo menos para el período histórico que aquí analizamos.J 2 Una
una medida meramente hacendística -para los liberales-, nada menos que la pro­
parte importante de los jornaleros --esto es, de los campesinos sin tierras- vivían
pia desamortización de Mendizábaps Y, finalmente, claramente influenciado por la
en núcleos urbanos, compartiendo espacios de sociabilidad y vivienda con otros
historiografía marxista francesa, con una terminología que hará fortuna, calificaba
grupos de trabajadores (artesanos, jornaleros de fábrica, sirvientes, etc.), con los que
de «reforma agraria liberal» al conjunto de medidas tomadas por liberales y progre­
también coincicürá en la militancia societaria y política. Unos jornaleros además,
sistaS, para crear un nuevo marco jurídico, que facilitara el pleno desarrollo del
que lejos de vivir en comunidades cerradas, estaban abiertos a numerosas influen­
capitalismo en la agIicultura española. J9
cias culturales por estar sometidos a periódicos desplazamientos hacia otras comar­
En Andalucía, en ésta, como en otras cuestiones, fue Antonio M. Bernal el pri­
cas o regiones en busca de trabajo o convivir en los tajos con otras cuadrillas de
mero que participa en estos debates sobre el tránsito del Antiguo al Nuevo Régimen ,
braceros (portugueses, serranos o gallegos) que llegaban a la campiña en el verano,
Ya en 1970, había presentado un primer trabajo sobre la burguesía agraria sevillana,
sobre todo para las faenas de la siega JJ Y unas familias jornaleras urbanas, en fin,
en el Coloquio Internacional celebrado en Burdeos , sobre «La cuestión de la "bur­
sometidas también a periódicas crisis de subsistencias J4 y cuyos miembros no sólo
guesía" en el mundo hispánico del siglo XLX»,40 en el que, frente a la dicotomía
buscarán el trabajo en el campo, sino también cuando hacía falta en otros sectores,
entonces existente en la historiografía «progresista», de una España industrial y
como la constnlcción o la minería,JS o empleando a sus mujeres e hijas en el servicio
burguesa diferenciada de otra España agraria y feudal, Bernal defendia la existencia
doméstico en las casas de los propietarios y la burguesía urbana. J6
de una «burguesía agraria» andaluza, que chocaba radicalmente con las tesis de la
necesaria revolución antifeudal, defendida en sus programas ideológicos por la iz­
quierda política, todavía clandestina bajo el franquism0 4t
2. La Reforma Agraria Liberal y los campesinos en Andalucía
Estos mismos planteamientos los llevará a los Coloquios de Pau de los años
setenta, hasta que finalmente publica su libro, en 1979,42 convertido desde entonces
A comienzos de los años ochenta, la llamada «vía prusiana» de la Revolución Bur­
en un auténtico hito en la historiografía española contemporánea.
guesa aparecía como un modelo plenamente aceptado para nuestro país, por la
Dos años después, en 1981, Antonio M. Bernal va a reproducir en el tomo VII de
mayor parte de los historiadores que habían dedicado su esfuerzo investigador al
la Histon"a de AndalLlda que él mismo cürige,43 sus principales argumentos sobre la
análisis de la transición del feudalismo al capitalismo en España. Años antes, en
crisis del Antiguo Régimen en Andalucía, la disolución del régimen señorial y la
1973, lo había resumido, con una claridad meridiana, Josep Fontana en unas cuan­
primera conflictividad campesina. Compartiendo en sus aspectos centrales la tesis
tas frases, que luego hemos visto citadas reiteradas veces:
ele la «vía pnlsiana » de la Revolución Burguesa en España, sosteIÚa que las medi­
das de la RAL beneficiaron a una nueva burguesía terrateniente -heredera de los
30. Shanin (1979), ,!ntlOducción", pp. 12-15.
31. Gonzftlez de Molina (1992), p. 29.
grandes arrendatarios y labradores del siglo XVlIl-, que junto a la vieja nobleza, se
32. Ya P. Gabriel y J.L. Martín habían advertido, en la ponencia que presentaron al Congreso sobre -Lo Sociedad convierten en los nuevos señores de la tierra, con una estnlctura de la propiedad
UrbanaJ> de 1994, organiz.ado por la Asociación de Histotia Con tempo r..lne..1, sobre la necesidad de cuesLionar la dhisión marcadamente latif·undista. Enfrente, un inmenso «ejército» de jornaleros quedaba
radical que algun:ls veces se había hecho en la historiogrnEja enO-e el campo o la ciudad. Véase Bon.nmusn y SerraUonga
(1994), p. 148. Una opinión ~~Ie también compalten P. Erdowin y F. Mikelarena cUMdo escriben que, .Ias fronter¡¡s enO'e el
sometido a un fuerte proceso de proletarización, al verse expulsado de las tierras
mundo urbano y el mllndo IlJl-aJ en la España del XIX emn menos nítidas de lo que pudieran pensarse}), art, cil., p . 94. que había aprovechado tradicionalmente y marginado -por su falta de recursos­
33. Florencio y López (1993), pp. 663-683.
34. Cabrol y Garda (1995). pp. 67-107.
35. BelTlal cuenta cómo en detetminadas zonaS mineras (Linares. Marquesado de Zenete). 1.1 población agticob 37 . Fontona(1973),p. 162.
buscaba en la minería lIn mercado de lrabajo complemem:nio al del campo a lo largo de lodo el siglo XIX. E sto le lleva a 38. IM/., p. 167.
conclllirque. aeS111diar los Ploblemas de la agriculllll4\ y 10$ problemas de) mundo TU 1711, exclllsívamenle desde el mundo 39. GarcfaSanz(l985), p. 17.
rur¡¡I, ca l'ece de sen tido. Véase Bemal (1993a) , pp. 330·333. Sobre las aClividades complemenlarias e'tra~glicolas prola­ 40. L'1S ;lelas del Coloquio se public..''Uian en Franci3, U'es años después, en 1973, con el mismo lílUlo. Recientemen­
gonizadas por el campesi n.<l do en Ollas region es esp4lñolas: P. Erdozain y F. Mikelarena, a11. cir., p. 112. le, el propio Antonio M. Bemal hn comenladosll presencio en aquel encuentro. Véase Bemal (1993b), pp. 273-274.
36. Sólo asf podemos entenuer los al !fsimos porcellwjes ue población activa de la época que aparecen bajo la 41. Pérez y Ga17.Ón, 01'- cil ., pp. 114-1 16.
eategolÍa ue silvientos. Más de tres mil en la Cót'cloba de 1860 (Manín, 1990), cerca de nueve mil en Sevilla (P:oins. 1989) 42. Bemal (1979).
y más de siele mil en Jerez (Dra. 1990). 43. Bemol (1981).

62 HISTORIA DE ANDALUcíA A DEBATE HISTORIA DE ANDALUcíA A DEBATE 63


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del inmenso mercado de compraventas que abrieron las desamortizaciones. 44 De ción sobre la importancia de esta Desamortización, hasta ahora prácticamente sin
esta manera, se consolidaría «un sistema de explotación agraria necesitado de abun­ estudiar en Andalucía. Se pusieron en venta más de 16.000 fincas rusticas y urbanas
dante mano de obra, aunque de forma periódica irregular, con instrumentos prima­ y se redimieron casi cuatro mil cargas censuales,53 que alcanzaron en el mercado un
rios y obsoletos, que hizo que muy pronto en el contexto europeo e incluso español, precio total de 381 millones de reales, pagados en metálico y Vales Reales y supon­
Andalucía fuese una de las regiones con una agricultura más retrasada» .45 drían la enajenación y privatización de, al menos, una cuarta parte del patrimonio
Quince años después, en 1996, esta imagen de la RAL y sus consecuencias en eclesiástico. 54
Andalucía han sufrido una más que notable transformación provocada por las apor­ Pero lo más interesante del trabajo es el contraste que detecta entre las actitu­
taciones realizadas, tanto por algunos miembros del Grupo de Estudios de Historia des de los compradores de la Baja Andalucía (Cádiz y Sevilla) y los de las comarcas
Rural (GEHR),46 como desde el Seminario de Historia Agraria de la Universidad de del interior andaluz. Si en la primera zona - la Campiña-, con mercados muy des­
Granada. Un elemental análisis de estos trabajos, sobre los distintos aspectos de la arrollados, las fincas se pagaron mayoritariamente con Vales Reales, por un bloque
Revolución Liberal en los campos de Andalucía, nos muestra la magnitud de los aristocrático y burgués, concentrando el 57 % de los bienes vendidos y el 80 % de lo
cambios producidos en la reciente historiografía agraria andaluza. recaudado, en el interior andaluz, con una economía escasamente monetizada, los
Si empezamos por las desamortizaciones, por ejemplo, la primera conclusión pagos se hicieron principalmente en metálico y a cargo de pequeños inversores
que salta a la vista es que ya, por fin, podemos disponer de dos completos estudios radicados en los pueblos donde se situaban las fincas enajenadas y en contacto con
de ámbito regional, al margen de las cifras globales -tan repetidas- que en su día el cultivo de la tierra 55
proporcionó Francisco Simón Segura 47 Nos referimos, en primer lugar, al modélico Respecto a las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, la única aproxima­
libro de Manuel González de Molina sobre la Desamortización del Trienio Liberal ción regional que conocemos, es la que ha realizado en sendos trabajos Juan García
en Andalucía. 48 Pérez, primero en 1993 56 y posteriormente, en 1995.51 Sumando las cantidades de
Después de situar esta medida de la RAL en el contexto de los problemas de la tierras desamortizadas ---conocidas por monografías provinciales y comarcales-,
Hacienda Pública heredados del absolutismo, González de Molina calcula en más principalmente en las provincias de Granada, Sevilla, Córdoba y Jaén,s8 calcula la
de siete millas fincas vendidas en estos años, por un valor de remate aproximado de superficie total enajenada en Andalucía en un mínimo de 808.000 hectáreas y un
unos 450 millones de reales. 49 No se modificó la estructura de la propiedad preexis­ má;ximo que podría llegar al millón, es decir, entre un 14,5 y un 18 % de todo el
tente, aunque surgió un reducido gnlpO de nuevos propietarios que llegaron a reunir teDitorio regional. Un volumen de tierras importante, distribuido de forma muy
unos importantes patrimonios rústicos. Finalmente, señala que la Desamortización irTegular según las provincias,59 que en realidad debió ser bastante mayor, habida
benefició especialmente a comerciantes, propietarios y nobles,so quedando al mar­ cuenta de que todavía ignoramos el total de las tierras desamortizadas en provincias
gen de la misma todos aquellos gnlpOS sociales -jornaleros, arrendatarios y labra­ tan significativas como Cádiz, Málaga y Huelva 60 y comarcas enteras de Córdoba y
dores-, de los que cabía esperar una declicación mayor a las faenas del campo.51 Jaén. Juan García Pérez concluye que, ,das transferencias territoriales impulsadas
Más recientemente, González de Molina ha publicado con Miguel Gómez Oli­ por Mendizábal y Madoz incidieron, pero no transformaron la estructura agraria
ver, el único otro trabajo de ámbito regional del que disponemos sobre las desamor­ peculiar de Andalucía, colaborando sólo a acentuar los rasgos dominantes en cada
tizaciones. En este caso, sobre la de Godoy de 1798 y que se prolonga hasta la Gue­ comarca y, por extensión, de las diferentes provincias».61
rra de la Independencia. 52 Más lejos van Manuel González de Molina y Eduardo Sevilla en sus conclusio­
Utilizando como ['uente los llamados «Libros de Entabladura», llaman la aten­ nes sobre estas desamortizaciones en la Alta Andalucía. 62 Después de comentar las

44. ¡úid., -Burguesía Rgl-alin y pl"Olerali:\do agrícola», pp. 272-296. 53. lbid.. p. 203.
45. Ibfd.. p. 235 . '. 54. Ibrd., p . 205.

46. Destac.,mos. especialmente. los (("bajos cenll-ados en Andalllcla: Jiménez (1986) Y z..,pata (1986). SS. Ib"i., pp. 219-221.

47. (1973). 56. Galda Pé..ez(1993). pp. 105-173.


48. (1985). 57. Gan:ia Pél·ez(1995), pp. 151-168.
49. Ibrd. , p. 317. SS. Gómez Oli ve!" (J983); Gómez Oliver (1985); Lazo (1970); López Ontiveros (1971), pp. 49-110; Gay, Gómez
50. IMI.. p . 387 . Oli\'e.. y GOIlz.1Iez de Molina (1986), lomo 1, pp. 207-235. No cita a Na valm (1987).
51. IMI., p. 404 , 59. Los niveles m:'ls bajos de ve nt::t se dieron en AJmeli<l y los más altos en Córdob:l y Sevilla.
52. Fue prescnt;'\do. ptimel-amente, como comunicación all Congreso de Histori:t Contempon'ine~ . celebl:¡do en 60. A pes:\t" de qut! existe el libro de Capelo (t 980), sus insuficiencias metodológicas han sido pues ta :; en evidenci¡l
S:tI:tT11::lTlC:\ en ::lbJiJ de 1992, con el título de o;Clisis fisc.ll yquiebra del Antig1.lo Régimen. Los l'esultnclos de b des:\morti­ por Rueda (1986) , pp. 44-45 .
zación de Godoy en And:ducian. Con pequeñas modific..'\ciones en el tÍlulo y el cont enido: Gómez Oliver y Gonz..ílez de 61. Ga..da pe..ez (1995), p. 163.
Molina (1995), pp. 199-221. 62. González de Molina y Sevilln (1991). pp. 88-138.

64 HISTORIA DE ANDALUcíA A DEBATE HISTORIA DE ANDALUCíA A DEBATE 65


La reforma agraria liberal y los campesinos en Andalucía
Diego Caro Cancela

metodOlogía con la que fue presentada. Era lo que titulaba en el capítulo noveno del
principales aportaciones bibliográficas sobre la desamortización eclesiástica en las
libro: «de los viejos señorios a los nuevos "señori tos"» ,69
provincias de Granada, Almeria y Jaén, afirman que, el lanzamiento al mercado de
Este planteamiento «bemaliano» va a ser confirmado años después por Jesús
cerca de 6,600 fincas, supuso la creación bruta de un total de 1,300 propietarios, con
Estepa, al estudiar la disolución del marquesado de Priego, cuyas propiedades -se­
lo que la propiedad se multiplicó por siete, Por tanto, pequeña y gran propiedad
gún describe- pasaron la transformación del Antiguo al Nuevo Régimen sin altera­
parecen ser los resultados contradictorios de esta desamortización 6J Dicho de otra
ción alguna 70 Sin embargo, otros estudios han venido a demostrar que no toda la
manera : González de Molina considera que este proceso no fue del todo negativo
aristocracia terrateniente andaluza pudo adaptarse al nuevo régimen liberaL Aun­
para el campesinado altoandaluz, porque pudo retener en propiedad o uso común
que por razones bien distintas, casas nobiliarias tan importantes para la región,
una porción importante de los bienes comunales y municipales , mantuvo también
como la de Osuna o la de Medina-Sidonia van a perder a lo largo del siglo gran parte
en arrendamiento buena parte de los bienes eclesiásticos enajenados e incluso con­
de sus patrimonios.1 1
siguió acceder a la propiedad de una parte de ellos,64 Es lo que se ha llamado un
Pero han sido los trabajos de Pedro Ruiz Torres los que más van a cuestionar la
proceso de «campesinización»,
creneralización, que se hizo a principios de los ochenta, del modelo «bemaliano» al
Esta tesis ha quedado plenamente confirmada en el reciente libro de Manuel "conjunto de los restantes ten'itorios peninsulares 72 Considera que la raíz del proble­
Martínez, centrado sobre los efectos que produjo la Revolución Liberal en tres po­
ma estaba en el porcentaje que representaban los ingresos devengados en concepto
blaciones consideradas representativas de la Alta Andalucía: Santa Fe, Montemo y
de señorio jurisdiccional, en el conjunto total de las rentas de la casa nobiliaria, Si en
Mancha Real 65 Después de analizar la incidencia que tuvo en estos tres municipios
Andalucía éste era bajo, alcanzaba niveles más importantes en los señorios valencia­
las distintas medidas de la RAL, concluye que , el beneficio de los grandes propieta­
nos y de otras regiones, Por este motivo, la pérdida de los impuestos abolidos por la
rios no fue obstáculo para que también el campesinado se viera favorecido por
Revolución Liberal (diezmos, tercias, alcabalas, etc,), causó un grave quebranto a
algunas de estas disposiciones, puesto que el resultado final fue que la pequeña
algunas economías nobiliarias, Por tanto, la abolición del régimen señorial en Espa­
propiedad vio su presencia reforzada,66
ña, tuvo -en palabras de Ruiz Torres-, «efectos bastante diversos»,7J Además, el
En definitiva, podemos concluir afirmando que, si en la Baja Andalucía las
debilitamiento del poder de la nobleza en la nueva sociedad; no sólo se produjo en
desamortizaciones tienen como consecuencia final un claro incremento del lati­
términos económicos o de propiedad, sino también en términos de institución, es
fundismo y como efecto del mismo, una marcada proletarización del campesina­
decir, las relaciones de poder que este grupo social mantuvo sobre otros, quedaron
do, en la Alta Andalucía, el fenómeno fue más matizado porque se dio una signifi­
bastante debilitadas después de la abolición, En definitiva, la Revolución Liberal no
cativa coexistencia de la gran propiedad con el incremento de la pequeña explota­
hizo sino acelerar la descomposición de un grupo estamental que ya era muy hetero­
ción campesina,
géneo a finales del Antiguo Régimen y del que sólo sobrevivió una pequeña élite,
La segunda gran norma de la RAL fue la disolución del régimen señorial. No
mediante su conversión en nobleza capitalista 74
debemos olvidar de todas formas que, en su origen, en el primer decreto abolicionis­
La tercera medida de la RAL fue la que desvinculaba la propiedad de la tierra,
ta de las Cortes de Cádiz ----en 1811-, la motivación principal que lo inspiró no fue
liquidando las antiguas limitaciones juridicas, que dificultaban su libre disposición
tanto económica o social, como política: la necesidad de articular el Estado liberal
por parte de sus dueños , Se trataba de abolir instituciones como el mayorazgo y
sobre las bases de la soberanía nacional era incompatible con una patrimonializa­
otras formas de vinculación, que constituían un obstáculo para el ejercicio de los
ción del ejercicio de la jurisdicción a favor de familias o personas concretas 6 7
derechos inherentes a la plena propiedad particular 75
En Andalucía, e incluso en la historiografía española, durante algunos años
Poco sabemos acerca de la repercusión real que tuvieron estas disposiciones en
-como ya hemos señalado antes-, el estudio básico sobre esta cuestión fue el de
el mercado de la tierra en Andalucía, porque sólo disponemos del trabajo del Colec­
Antonio M, Bemal sobre los «estados» de Medinaceli-Alcalá y Osuna-Arcos,68 Su
tesis central, de qu~' la nobleza consiguió mantener prácticamente intacto su poder '
social y económico, por la interpretación favorable que consiguió de la Ley de 1837, 69. Ibid" p. 329.
70. Estepa (1985). Tomo J, pp. 57-66 .
en los que llama «pleitos señoriales», se mostró incontestable, gracias a la impecable 71. Sobro el du cado de Osuno: Alienzo (1987). También: MalO Olmo (1987), lomo 11, especialmente las pp, 164- 176.
Por otra pat1e. J.L. Milhin Chivile ha eS ludiado 1<1 decadencia de la casa de Medina-Sidonja en ,tres [17l.b..jos: Mm~m
Chi"ile (19S1), Millán Chi,' i,e (1984) y Mill:1n Chi"ite (1985). :
63 . Ibid., p. 128. 72. Además del libro, Ruiz Tones (1981), sus Ires estudios bjsicos sobre osta cuestión son: Ruiz Ton'os (1990),
64. González do Molino (1993) , pp. 292-293 . pp. 9-39; RuizTOtres (1995), \'01. 1, pp. 159-192, YRuiz Ton'es( 1996), pp. 201-245.
65. Monínez (1995). 73. RuizTon"s( 1995), p_ 179
66. Ibrd" p . 342. 74. lbid. , p. 180.
67. Gorcío Son? (1985), pp 39-50. 75. Gordo Sonz (1995), pp. 50-54 .
68 . Bemol (1979).

HISTORIA DE ANDALUcíA A DEBATE 67


66 HISTORIA DE ANDALUcíA A DEBATE
zw¡¡

La reforma agraria liberal y los campesinos en Andalucía


Diego Caro Cancela

tivo Pérez del Alamo sobre Jaén 76 y del libro de Maria Parias sobre la provincia de serie de trabajos que dedica a los repartos de tierras concejiles en la segunda mitad
Sevilla.77 aunque la conclusión final de este último no puede ser más desalentadora: del siglo xvm. 8S Según ella. «del estudio de la documentación sobre la manera de
las desvinculaciones apenas fueron e18.3 % del movimiento general de compraven­ llevarse a cabo la distribución de las tierras [ ... ] en unas 40 localidades de Andalu­
tas de tierra. frente al 58.4 % que representaron las transacciones sobre tierras li­ cía, se puede extraer la conclusión de que estos repartos. como medida de reforma
bres.78 De esta manera. como bien ha escrito Manuel González de Molina. si se a!ITaria encaminada a proporcionar tierras a los que carecían de ella. los pequeños
produjeron enajenaciones de los patrimonios vinClllares. se hicieron a largo plazo y J:bradores y jornaleros. concluyeron en un fracaso en esta región».86 por dos razo­
no de golpe e incluso es posible que parte de los vinculistas y mayorazgos mantuvie­ nes: 1) la resistencia que pudientes y autoridades locales -los encargados de su
ran sus patrimonios. utilizando las posibilidades del nuevo marco legal e incluso los aplicación- opusieron a tales medidas reformistas. y 2) la fal ta de capital con que se
acrecentaran diversificando sus estrategias matrimoniales. 79 encontraban los jornaleros para poner en explotación sus suertes.87
Pero la medida de la RAL que más benefició a jornaleros y campesinos pobres ha Esta misma visión «negativa» es la que mantiene Jesús González Beltrán. en su
sido hasta hace poco tiempo la más ignorada por la historiografía agraria. Nos esta­ libro sobre la política del reformismo borbónico en la provincia de Cádiz. 88 En el pri­
mos refiriendo a los sucesivos repartos de tierras municipales. so que comenzaron en mer balance provincial que tenemos sobre estos repartos de la «reforma agraria ilus­
la segunda mitad del siglo xvm y llegaron hasta mediados del siglo XIX. cuando las trada ». calcula que los mismos afectaron a una superficie agrícola de 6.742.5 hectá­
que quedaron fueron vendidas en subasta. en la Desamortización de Madoz. 81 reas en siete municipios gaditanos. 89 mientras que el número de suertes distribuidas
Fue también Antonio M. Bernal el primero que estableció la relación entre fue de 939. con una media de 11.25 fanegas 016 aranzadas. 90
repartos y minifundismo en un artículo publicado originalmente en Mélm1ges de la Más matizada. por el contrario. es la imagen que da Christian WindJer. de la
Casa de Velázquez. en 1972.82 Un tema sobre el que volvería en su libro La. lucha...• compleja actitud de las oligarquías locales ante la legislación que regulaba estos
aunque vinculándole a la cuestión señorial. al comentar brevemente los casos de repaltos. Partiendo de los ejemplos concretos de lo que ocune con los mismos en las
Guillena y Morón. en la provincia de Sevilla. Y más tarde. en 1981. si tuaba en estos poblaciones de Osuna y Morón -ambas del señorío de Osuna-o Windler. en LID
repartos -con razón- el origen de parte del minifundismo andaluz. 8J aunque tam­ renovador estudio. 91 contrapone la alianza que mantiene el duque con los campesi­
bién sirvieran para que algunas burguesías agrarias locales accedieran al pleno do­ noS. [rente al cabildo de Osuna. para sacar adelante los repartos. con lo que ocurre
minio de tierras concejiles antes de la Desamortización. en Moró n. donde fueron precisamente los propios agentes ducales. los que lo impi­
La primera tesis se vio confirmada. ya con datos concretos al año siguiente. en dieron. apoyando a la oligarquía local moronense .
1982. cuando Eduardo Camacho publica su trabajo sobre los repartos de las tierras Finaliza el trabajo con una serie de conclusiones. de las que destacamos las dos
de Propios y Baldíos en Pilas (Sevilla). en el primer tercio del siglo XIX. ALmque los que siguen por su talante innovador:
primeros intentos arrancaron de finales de 1822. siendo paralizados poco después
por el absolutismo. no fue hasta 1839. cuando la presión de los jornaleros frente al 1) A diferencia de lo que parece haber ocurrido en la Alta Andalucía. en la
Ayuntamiento. favoreció el reparto de 512 suertes de la dehesa boyal . todas de dos cuenca del Guadalquivir difícilmente se puede sostener la hipótesis de un proceso de
fanegas . a otros tantos cam pesinos. creando un régimen de pequeña propiedad en el campesinización. porque los repartos d e tierras fueron un instnImento en manos de
municipio que ha llegado hasta nuestros días.84 los gobiernos locales para mantener a los campesinos pobres en un estado de depen­
Una visión radicalmente distinta del te ma es la que ofrece Felipa Sánchez. en la dencia sumisa. 92
2) A pesar de las tendencias hacia la centralización del poder político. el muni­
cipio seguía conservando en el siglo XVIII una vitalidad considerable. Y el estudio de
76. Coleclivo Pérezdel Álamo (1988). pp. 111-141.
n. Patias (1989).
estos repartos en Morón y Osuna demuestra. además, el gran peso que tenían las
78. Ivre/., p. 349. 'y élites locales frente a los campesinos pobres. la administración señorial y la burocra­
79. Gonzále7.de Malina (1993), p. 290.
80. Coincidiendo con 1.1. Jiménez. Blanco. incluimos en esta expresión tod<1s aquellas tien!ls que los Ayuntamien­
tos utiliwl'on hisló¡;Cnmente como si fueran suyns, al margen de qlle en aJgLInOS casos pudiera discutirse si le con "espon­ 85. S{¡nchezSalazar(J984 y 1988).
,Ha la titulatidnd Y de ]as denominaciones que [uvíer7tn, como ]as de propios. arbitrios. comunales o baldíos. Véase 86 . Sjnchez5.1Iaz.1r(1984), p. 266 .
Jiménez BI,nco (I996). pp. 12· 13. 87. IMi.. pp. 266-269.
8 1. Ángel Garcf:l. S~nz, pOI' ejemplo. no le dedica él este aSL1nto ningún comenl::l.Tio en la int roducción que hace;).( 88. Gonz¡ó!ez Beilr:ln ( 199 1). Especia lmenle pp . 406-467.
tomo 1 de 1:1. f1isloda agmr1a de /a Espmia come l1 lporáltea -Garda Sanz (1985)-, que ya hemos cilado vatias veces. 89. Er:tn Medina, Gibr::dtar (S::m Roque. Algeciras. Los Ban i05), Jimen:t, Jerez cié! l:t Frontera. E1 Puel10 de San[:t
82. LL1ego traducido y con el tÍtlllo de ~E I minifundio en el régimen de propied:td agralia lalifllndist:t de An(blu~ Mada. Chielana ele la Fronteln y Rala.
c!a" lo incluyó e01 el libro: Bemal (1974), pp. 57-106.
90. Iv"".. pp. 467-468 .
83 .•Selio';Ws y jotnaleros, en el lomo VI I de la Hislon'u de Alidall/cla. p. 263.
91. Windler(1994),pp.67.107.
84. Camacho(1982), pp. 133-153. 92 . Ivid., p. 101.

HISTORIA DE ANDALUcíA A DEBATE HISTOR IA DE ANDALUciA A DEBATE 69


68
Diego Caro Cancela
La ref orm a agraria libe ral y los campesinos en And alucía

cia real. Por es ta razón, el esquema reductor de unos enfTentamientos de los m unici­
En d efinitiva, Cabral considera que, <da lucha antiseñorial» -que hasta ahora
pios --como un todo-- contra los «señores» , propuestos por Antonio M. Bernal para
había hege monizado la historiografía sobre las primeras agitaciones campesinas-,
la Baja Andalucía anterior al Trienio, a juicio de Christian Windler carece d e funda­
tiene en la provincia de Cádiz, a finales del Antiguo Régimen, «algo de ficción docu­
mento, ya que ignora los bandos locales enfTentados por el poder local, que en
mental», ya que, «miles de campesinos pasaron olímpicamente de ell as conscientes
f'unción de sus intereses y según las situ aciones , recurrirán a las alianzas que esti­
de que su futuro se jugaba en las cuantiosas tierras de propiedad municipal». Para
men m ás oportunas, buscando unas veces la protección del señor del lugar y otras la
él, el con flicto de campesinos y señores en las villas señoriales y de realengo de la
de la Corona 9J
provincia, «no existe y cuando existe carece de impo rtancia en relación a los con fli c­
tos que generaro n los repartos de tierra de propiedad municipah .99 Precisamente,
Ya sobre los repartos del siglo XIX, los planteamientos de Manuel Martínez
es ta C¡]tima cuestión es la que explicaría la adhesión de los braceros andal uces a las
coinciden básicamente con lo expuesto sobre Pilas por Eduardo Ca macho. Tanto en
tesis del liberalismo político y s u rechazo a la ideología tradicional del ca rl ism o. De
Montefrío, com o en Mancha Real. el proceso de ca mpesinización se hizo fund a­
esta manera, la Revolución Burguesa española no sería tan moderada como la que
mentalmente a través de los repartos de las tierras de Propios. Si en el primer muni­
describe la llamada «vía prusiana», puesto que fue la propia movilización de los
cipi o, gracias a esta medida, el número de pequeños propietarios pasa -entre 1752
jornaleros y los pequeii.os campes inos la que obligó a los sucesivos liberales, a legis­
y 185 1- de 233 a 605,94 en Mancha Real los repartos crearon 193 nuevos propieta­
lar en favor de los repartos, en una alianza campesinado-burguesía progresista, que
rios, que serían más si se incluyesen los 60 militares que obtuvieron una suerte por
claramente pretende contrapo ner al tan repetido pacto aristocracia-b urguesía,
premio patriótico en el Trieni0 95
acompañante de la disolución del régimen señorial.
Esta misma visión «optimista» de los repartos es la que sostiene Antonio Ca­
Finalmente, Antonio Cabral considera que el gran volum en de tierra que se tras­
b ral, al analizar los que se suceden en la provincia de Cádiz desde la Edad Moderna
pasa en los repa rtos, obliga a cuestionar seriamente la importancia de la desamorti­
y has ta mediados del siglo XIX, en el ú nico libro que hasta ahora se ha ocupado de
zación de Madoz, al menos en la provincia de Cádiz. Según cálculos que establece, si
este tema de forma monográfica en Andalucía .96
los repartos s umaron 216.958 fanegas, la Desamortización de Propios sólo a fectaría a
Después de describir los orígenes de la propiedad comunal en los diferentes
207.407 , es decir, 9.554 fanegas menos que las tierras repartidas, que además fueron
municipios gaditanos y comentar la erosión de es te patrimonio de los pueblos a lo
de peor calidad: marismas, «rocas peladas» y m onte bajo, principalmente. 100
largo ele la Eelad Moderna por los abusos d e los poderosos y la «voracidad» de la Ha­
Sin embargo, tres recientes his torias locales de la provincia cuestionan o mati­
cienda de la Monarquía, Cabral cuantifica la ti erra repartida entre el últi mo tercio
zan algunos de los amb iciosos planteamientos de Antonio Cabral. En una reciente
del siglo XVIll y primera m itad del XIX en el conjunto de la provincia, en 216.958 fa ­
monografía sobre Vejer de la Frontera, su au tor, Antonio Muñoz, cuestiona, por
negas, esto es, nada menos que e145, 13 % del to tal de las tie rras de los concejos y el
ejemplo, la visión «optimista» sobre el resultado final de los repartos y la calidad de
19,05 % de la superficie provincial,97 lo que llevó a la formac ión de «una legión de
las tierras entregadas a los braceros . Cita a un cronis ta local, que, en 1856, escribfa:
pobres, pequeños, medianos, y grandes campesinos entre 1770 y 1843 ».
«aunque los repartos llevaban como condición el no poder los poseedores de los cuar­
Además, rechaza la tesis del fracaso de estos repartos, sostenida por Felipa
tillos enajenarlos , ni dejarlos de cul tivar, pronto fu eron pasando a manos de los ricos,
Sá nc hez para Andalucía y Jesús González para la provincia de Cádiz con respecto a
comprando unos y cedidos otros por el canon, y hoy los pobres se hallan, con ligerísi­
los del siglo XVIII, argumentando que, excepto en el caso de Jerez en donde las
mas excepciones, en el mismo es tado que antes ».IOI
suertes repartidas fu eron posteriormente compradas por los grandes labradores, en
Muñoz, además, cua ntifica en 35.945 las fa negas de tierras cuyo régimen de
las de más poblacio nes sigu ieron subsistiendo «numerosísimas» suertes, en manos
propiedad se transforma por las medidas de la RAL, especialmente por los repartos
de pelentrines y de pequeños campesinos que pudieron sobrevivir orientando sus
y las desamortizaciones. Pues bien, si los primeros abarcaron 7.745 fanegas, de
cu ltivos hacia e\.olivo o la vid, de altas rentabilidades o completando los ingresos de
calidad d esigual y a bastantes kilóme tros del pueblo, la Desamortización de Madoz
la unidad familiar con el trabajo asalariado de sus miembros en los grandes cortijos
afectó a casi el doble, unas 14.000. 102
o dehesas 98
En Tarifa , María Francisca Cortés también rela tivi za la importancia y la efecti­

93. IM/, l' 103.


94 . Mo/1inez( 1995), 1'.118 .
95 . IM/, p. 18 1. 99 . Ibld .. p. 3 14.

96 . Cobrol (1995). l OO. Ibid .. p. 316 .

101. MU/loz( 199ó).


97 . IM/.. 1'1'.196·298 .
98. Ibid.. p . 313
lOL ¡bicI. , p. 292. A. MU llo z cree qll ~ los "eparlOS fl'ac.:ls~ron po r (res l1lol i,·os : el n~ducido tamaño de las suertes,
por b Il!j ::lni~ dd pueblo y pOI" la r<l lr.:l de ~rcros y medios pan, su bbl";Jn z.~, p. 309.

70 HISTORIA DE ANDALucíA A DEBATE


HISTORIA DE ANDALUciA A DEBATE 71
La reforma agraria liberal y los campesinos en Andalucía
Diego Caro Cancela

vidad de los repartos, especialmente los efectuados en el Trienio Libera!.IOJ Partien­ torios de Andalucía, las respuestas que aquéllos dieron a las mismas estuvieron
do del caso concreto de este municipio, plantea dos objeciones a las tesis de Antonio condicionadas por los beneficios o perjuicios que obtuvieron. Y es que, como bien
Cabra!' En primer lugar, describe cómo los grandes arrendatarios de las dehesas ha escrito Pedro Ruiz Torres, «no hubo illl solo tipo de transformación agraria por
señoriales lo eran también de las dehesas concejiles, gracias al control que ejercían la sencilla razón de que no había una única estructura social y un único problema
del poder' municipal y desde donde se apropiarán de estas últimas cuando se pro­ campesino antes de la Revolución liberal»."o
duzca el proceso desamortizador. I04 Y en segundo lugar, que la mayor parte de los Sólo teniendo en cuenta esta compleja situación es posible comprender adecua­
repartos realizados entre 1821 y 1823, «eran provisionales, pequeños lotes de mala damente las múltiples respuestas de jornaleros y campesinos ante lo que era la pro­
calidad, debiendo entregarse las tierras tras la cosecha, para que fuesen incluidas en gresiva implantación del capitalismo en el campo andaluz. Por este motivo, preten­
el reparto siguiente».'os der establecer una evolución lineal y teleológica de los movimientos campesinos,
Esta última observación -la no distinción entre repartos temporales y definiti­ distinguiendo formas de protesta «arcaicas» y «modernas» no deja de ser a nuestro
vos- es el principal problema que encuentra José Ignacio Jiménez Blanco en los juicio un error,llI por el desconocimiento que muestra de la realidad, porque mani­
planteamientos de Antonio Cabra!' que, por otra parte, comparte en sus rasgos más festaciones de conflictividad social encasilladas en uno u otro tipo nos las vamos a
generales, en el estudio que hace sobre la privatización de las tierras municipales de encontrar en Andalucía, desde mediados del siglo XIX hasta la Guerra Civil de 1936. 11 2
Jerez de la Frontera. 106 No diferenciar, «entre el reparto que es una forma de cesión Es evidente, por poner un ejemplo concreto, que la actitud ante los resultados de
del usufructo, el que se refiere a la transmisión del dominio útil y el que alude a la la RAL debió de ser muy diferente entre los braceros que se beneficiaron de los repar­
enajenación de la propiedad plena, le lleva a mezclar situaciones que eran realmente tos, de aquellos otros que por no participar en los mismos, perdieron definitivamente
diferentes y, en definitiva, a magnificar los resultados ».,o7 También matiza la alianza sus prácticas de aprovechamiento común de unas tierras convertidas ya en plena pro­
campesinado-burguesía que, según Cabral hizo posible los repartos, aunque com­ piedad privada. El fenómeno era plenamente europeo, porque como ha contado Jo­
parte con él el protagonismo que tuvieron los braceros gaditanos en favor de la RAL sep Fontana,"J lo que también estaba cambiando en el tránsito del Antiguo al Nuevo
Finalmente, sus cálculos sobre las tierras repartidas y desamortizadas muestran Régimen era el propio concepto que se tenía del derecho de propiedad, con una
claramente el mayor volumen de estas últimas: 71.210 aranzadas frente a las 48.243 pugna planteada sobre unos bienes --':'Ios comunales-, que los campesinos preten­
repartidas. loa dian seguir disfrutando porque los consideraban suyos j necesarios para la subsis­
Es evidente que todavía existen importantes vacíos historiográficos para cono­ tencia de sus familias y los nuevos propietarios burgueses, que los querían preservar
cer el impacto real que tuvieron las disposiciones de la RAL sobre las condiciones de para sí, contando ya con el apoyo del Estado liberal y sus nuevos cuerpos armados. El
vida de los jornaleros y campesinos de Andalucía. Por tanto, sólo la vía de los estu­ reflejo más perceptible de este choque es el notable incremento que, tanto en Francia,
dios locales y provinciales nos pennitirá desbrozar una vereda que hasta ahora sólo como en Italia o Gran Bretaña, se produce de los delitos contra las nuevas leyes de
hemos recorrido a medias. De todas fonnas, por lo que sabemos hoy ya la espera de bosques y de caza, o los simplemente llamados «robos campestres».114
nuevas aportaciones, no podemos sino estar de acuerdo con Luis Garrido, cuando En Andalucía, conocemos los principales rasgos de este tipo de protesta campe­
esc ribe que, en la Andalucía decimonónica, el proceso de campesinización y proleta­ sina, gracias a los trabajos conjuntos de Francisco Coba, Salvador Cruz y Manuel
lización se experimenta de forma simultánea. ,o9 González de Molina. " s Utilizando principalmente las fuentes judiciales, vinculan el
incremento de la criminalidad rural con la puesta en marcha de la RAL y la consoli­
dación, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, de lo que llaman el «nuevo orden
3. La respuesta campesina a la Reforma Agraria Liberal agrícola».lIó De esta manera, concluyen que, <das denuncias de la Guardia Civil y la

Si, como hemos Yisto,la RAL afectó de forma desigual a los campesinos, en función 110. Ruiz Ton'es (1996), p. 229 .
de la aplicación concreta que tuvieron algunas de sus medidas en los distintos terri­ 111 . Compal1irnos, por lanto, el plante~miento que hace sobre este tema M. Gonz:\lez de Moli na, en: Gonwlez de
Molina (I996), pp. 130·132.
112. Nos estamos refhiendo, por ejemplo, a los incendios pl'ovocados de cosechas, que en los campos de Jerez se
103. COltés Melgad 1997). d"n ta nto en 1873, como en el verano de 1933. V¿ase Caro (I 990), p. 489; Bemal (1974). pp. 168· 169.
104 . luIJ.. pp. 27·30. 113. Fonrana (1985), pp. 83- 100.
105. lúrd., p . 49. 114. lu id" pp. 90-93.
106. Jim¿nez Blollco (1996), p. 24 . liS. Cabo, Ct"z}' Gom.:ílez de Molina ( 1991a ). pp. 155·186. También: Coba, CnlZ y Gomález de Malina ( 1992b),
107. lull/., p.14.
pp. 253·302.
10K luid., p. 250.
116. Cobo, Cntz y GOn7~'\lez de Molina (1992a), p. 166. Este 'ipo de estudios apenos se h" realizado sobt-e oU'JS
109. Ganido González (1996), p. 44. regiones españolas. Excepciones son: S:\nchez MatTOyO (1992), especi"lmente los capítulos 3 y 7, YVelasco (1995).

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Diego Caro Cancela La refonna agraria liberal y los campesinos en Andalucía

persecución de que fueron objeto estos comportamientos deben entenderse, pues, TampocO podemos olvidar que, ya en el Trienio Liberal, aparecerán en el medio
como la represión por parte del Estado de este tipo de lucha campesina».I17 ¡-al andaluz las primeras formas de sociabilidad política «modernas», bajo la de­
Pero junto a estos comportamientos, a veces cercanos a la delincuencia común, ~minación de Sociedades Patrióticas, auténticas plc.taformas de propagación de
los campesinos no van a dudar en buscar otros caminos para poder beneficiarse de ~os principios del liberalismo, en algunos municipios que todavía se encontraban
las disposiciones de la RAL y entre los que estaba la alianza política con la burguesía bajo el régimen señorial. 122 No en vano, estos campesinos compartían con la burgue­
progresista, de la que ha escrito Antonio Cabra!' especialmente en coyunturas histó­ sía más progresista el deseo de desmantelar el poder económico y social que enton­
ricamente complejas como, por ejemplo, en los años del Trienio o en el período que ces tenía la Iglesia, por las posibilidades que, entre otras cosas, les abrían la aboli­
va de 1835 a 1843. ción de los viejos derechos feudales y de los diezmos. 123
Somos conscientes de que este planteamiento tiene dos importantes lagunas. Pero estas experiencias de sociabilidad política liberal se tornarán clandestinas
La primera, la dificultad que encierra expresar en nombres y lugares concretos los en logias masónicas o sociedades carbonarias con la restauración del absolutismo y
hipotéticos representantes de unos grupos sociales, que estaban en pleno proceso en momentos de represión por el Partido Moderado después. Pero siguieron exis­
de transformación en la primera mitad del siglo XIX. Si ya hace algunos años, Jesús tiendo, aunque evolucionando a partir de los años cuarenta hacia el republicanismo,
Millán nos advirtió que, «el conjunto de quienes trabajaban la tierra, durante la ante las corrupciones de la monarquía isabelina. Sólo teniendo en cuenta la existen­
última etapa feudal, constituía un sector mucho más diverso de lo que han creído cia de este asociacionismo podemos comprender los pleitos de señoríos que mantie­
ciertos esquemas derivados de una aplicación rígida del concepto de modo de pro­ nen los ayuntamientos, después de la Ley de 1837 124 Y los apoyos que encontró Pérez
ducción»,118 más recientemente, Pedro Ruiz Torres ha escrito que, el concepto de del Álamo, en su revuelta lojeña de 1861.
burguesía en esta época sólo sirve para definir a una clase media que procede de la Gracias a la edición de las memorias, hasta ahora inéditas de Antonio Guerola
transformación de varios y heterogéneos grupos sociales, situados entre la nobleza -un gobernador civil de la época- y a dos artículos que han avanzado los detalles
y el pueblo. 119 Por esta razón, tanto en Europa, como en España, lo que llamamos más interesantes de las mismas, 125 ya sabemos, por ejemplo, que la misma se prepa­
burguesía era una clase que se encontraba interna y localmen te muy dividida con ró en el seno de una sociedad secreta, titulada «Carbonaria Republicana Garibaldi­
distintas actitudes políticas frente al Antiguo Régimen, que iban desde la que pro­ na», que difundía sus ideas repartiendo gratis, en los pueblos donde abundaban los
pugnaba simples reformas dentro del absolutismo hasta la que pedía una clara jornaleros y los artesanos, los periódicos demócratas La DiscUsión y El Pueblo. La
ruptura con el pasado, en un sentido plenamente liberal. IZO Una división interna Sociedad tenía una notable implantación en distintas poblaciones de la comarca de
que constituye la raíz de las inestables alternativas políticas que se suceden entre Antequera l26 y cuando se inicia el movimiento, encontrará el apoyo de otras pobla­
1808 y 1843. ciones, como Iznajar, en la provincia de Córdoba, en donde reclutará varios cente­
La segunda falla que encontramos para darle un contenido real a la alianza del nares de sublevados más, la mayoría jornaleros. 127
campesinado con la burguesía progresista, procede de las dificultades que se pre­ Es evidente que esta movilización política de los campesinos, manifestada tam­
sentan cuando queremos conocer cómo se pudo producir la penetración de la ideo­ bién en distintas protestas ante los Ayuntamientos de Arcos y Jerez, en 1840, recla­
logía liberal en el medio rural y entre la poblaéión jornalera que residía en las agro­ mando la continuación de los repartos, 128 suponen una clara implicación en la políti­
ciudades andaluzas. Pero que todavía no hayamos encontrado las pruebas de esta ca, bajo el régimen isabelino y desmiente determinadas interpretaciones sobre el
«contaminación», porque esta línea de investigación permanece inédita, no quiere movimiento campesino andaluz, al que se ha presentado unas veces como indife­
decir que no se produjera, por lo menos en las élites locales que regían la vida rente a la política liberal -tesis de Richard Herr_ 129 y otras como pern1anentes
municipal. Sólo suponiendo esta "impregnación» libera!, podemos explicarnos, por
ejemplo, la rápida reacción de los ayuntamientos serranos de Villaluenga, Grazale­
Ola, Ubrique y Ben;aocaz, en 1813, reclamando la interpretación más favorable para en esw actitud de los pueblos de seiiolio, interpri?[¡tndo en su sentido más l7Iclical el decreLO de 1811, ocupando tienas y
rechaz.ando viejas pretensiones, sitúa F. Heti1ández Monrnlbán el «miedo" de una alÍslOcracia, que forz~dn por las
sus veci nos, del artículo séptimo del decreto de abolición de señoríos de 1811, frente
circunstancias, dio su ..,probnción al uecreto y que ahora mostrará su dcsnfección del régimen conslilucionnl, apoyando
a las pretensiones de la duquesa de Arcos, y del cabildo de Alcalá del Valle ante el el golpe de Estado de 18 14 .
marqués de Benamejí. lzl 122. Caro (1988). Sobre este ptimerasociacionismo político: Gil Nov"les (1975).
123. Del Río y De la Totl'e (1991), pp . 345·357. Sobre la abolición del diezmo: Muñoz (1983). pp. 25-48.
124. Bemol (1979), pp. 1 17·122 Ypp. 423-426.
117. Ibid.• p . IS5 .
125. Pegena"le (1976). tomo 1. pp. 43 1-442, YSu~('ez (1985). pp 73·108.
liS. Mill~n (1992). p. 89.
126. La relación de pueblos y los asociados que tenía en cada uno, en Suárez (1985), pp. 87 ·88.
119. Rui z Tones(1995).p.IS6. 127. Moc" (1985), tomo 1. pp. 353·366.
120. Ibid. p. 187 128. Rey (1986), pp. 132· 13 5.
121 . El análisis de toclo este proceso de reclamaciones en Hem.\ndez ivlontalbán (1994), pp. 986·992. Pt'ecisamente 129. Citado po,' M ¡lIún (1992). p. 84 .

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Diego Caro Cancela

En segundo lugar, en el repaso que hemos hecho de la aplicación que tuvieron


las medidas de la RAL, parece que hay razones más que suficientes para cuestionar
el carácter «moderado» de una Revolución Burguesa, que en España y Andalucía no
sería tan diferente de las que se realizaron en otros países europeos de nuestro
entorno. El impresionante volumen de tierras desamortizadas y repartidas -a pe­
sar de los vacíos historiográficos que todavía tenemos sobre algunas provinci~s- y
las transferencias de propiedad que se generan, nunca más se producirán en la
historia de Andalucía. No exageramos, por tanto, si calificamos de «revoluciona­
rios » a los cambios provocados por una RAL que, de los tres grandes propietarios de
tierras en la sociedad del Antiguo Régimen -Nobleza; Clero y Municipios-, hizo
prácticamente desaparecer a estos dos últimos, en poco más de veinticinco años.
Por último, hemos querido cuestionar el presunto antipoliticismo permanente
del campesinado andaluz, que algunos historiadores han querido remontar a «la
noche de los tiempos» y que otros, con más acierto, lo sitúan después de 1873,107 una
época que escapa ya del marco temporal de nuestro trabajo.

147. MOllfice (1990), p. 378.

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