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Abrí los ojos a causa de la luz entrando por la ventana, voy y vengo

de la luz aun sin forma al interior de mis párpados. Trato de volver


al sueño, pero la gata me remolonea cerca y salta sobre mí . Las
sábanas blancas me envuelven y el edredón cubre mi cuerpo que
es como una serpiente. Respiro profundo y mi cuerpo se vuelve
liviano. Mi columna se estira y dibuja un arco perfecto.

Sentada en la barra de la cocina hundiendo mi nariz en la taza,


respiro profundo. ¿Será qué es el inicio? Como el punto aparte y la
primer letra que se escribe que inicia un nuevo párrafo. Medito para
llegar a ese inicio. Tengo preparada la mayúscula ¿Me daré cuenta
qué es el inicio? ¿O solo empezaré a escribir y ya... y me daré
cuenta con los días?

Voy y vengo por mis pensamientos, la mañana avanza y la escoba


por el pasillo también. Pongo orden a lo que se puede ordenar.
Aquello tangible que se puede limpiar con el plumero. Pago las
cuentas, abro la heladera y me repito una vez más que debo
limpiar el cajón de la verduras. La casa limpia cambia de rostro, se
abre al disfrute, hasta parece más grande. Hay días que me
gustaría cerrar los ojos y que se limpie sola. Pagar por limpiar mi
hogar... la ideología no me lo permite, es como que otro vaya por mi
a terapia.
La tarde se siente venir, la sombra cae ahora sobre el Ficus del
jardín y las Petuñas parecen descansar después una jornada al sol.
Respiro profundo y el aroma a Palo Santo puede sentirse entrar
desde mi escritorio. Ahora sí puedo descalzarme y andar por la
casa, manta y café en mano leyendo, garabateando palabras,
sacándole verdades a mis dibujos.

Detrás de las ventanas el cielo se fue poniendo negro, enfocada en


mi imaginario no veo la tormenta venir, sigo descalza jugando con
los colores y los papeles tratando de construir mi hogar. Un hogar
es más que una casa, un hogar es una territorialización de mi
mundo interno, de mi imaginario. Un hogar se construye con
vivencias. Es un nido de amor propio, de amor maternal, de amor
de vos... ahora amor al amor.

La oscuridad de la tormenta ennegrece la tarde y la casa. El


bramido del viento se escucha fuerte. Las persianas comienzan a
golpear contra las ventanas, la vecina se asoma y baja las cortinas,
los niños y los perros entran a las casas. No me parece tan grave,
ya pasará-pienso y abro la canilla de la ducha. Espero que el
vapor me permita dibujar en el vidrio, pero los sonidos del afuera
me inquietan. El viento sacude los árboles. Las macetas se salen
de las paredes, ha caído la Violeta de los Alpes y se ha destrozado
su maceta de terracota. El sonido de la planta al caer me ha sacado
definitivamente del baño descalza y envuelta en el tallón.

Pronto las paredes tiemblan y caen los libros que estaban en lo alto
de la biblioteca. Ahora un estallido de agua y viento entra por la
ventana de la habitación que se ha roto y ha desparramado sus
vidrios sobre la cama. La gata huye debajo del ropero. Corro en
busca de cerrar las puertas y refugiar mis libros, mis notas, mis
fotos. Estoy descalza, el pasillo lleno de agua y vidrio, pronto la
sangre marca mis pasos. La lluvia que entra por el techo que se ha
rajado moja los muebles. Es el caos que pone en movimiento al
mundo.

Hay un estallido ensordecedor, corro hasta la puerta. No hay miedo,


hay viento y agua y un sin fin de impulsos. Al salir a la calle puedo
ver como las marquesinas vuelan por el aire, los autos buscan
refugio y las ramas de los arboles se parte y caen en mitad de la
calle. Es el caos que pone en movimiento al mundo.

El agua sube por la casa, ya no está la cama, solo una sombra de su


presencia, las almohadas flotan en el pasillo, las sillas de la cocina
ya no tienen base, es un respaldo inútil el que portan. De pie, la
sangre corre como peces rojos de este río. veo mi hogar, veo cada
rincón de mi hogar flotar, desarmarse. La pintura de la pared
desprenderse, los enchufes estallar.

El corazón late fuerte y ansioso, la respiración se agolpa en la


garganta, subo la escalera al techo. Alrededor el quiebre se
multiplica. Quebrados los arboles, los postes de luz, el edificio
vecino: flotan a 10 metros de altura las cortinas de las duchas,
expuestas como en una galería posmoderna. El agua de los caños
brota sin parar, como el agua del bidet del departamento de los
vecinos de la esquina. Todo es un sin sentido. Pero no basta.
Aquí arriba del techo,
desde arriba de mi,
puedo gritarte que soy más fuerte que esto.
Te burlo con mi ademanes de nena bien para que descargues todo
lo que tenes contra mi, porque aún siendo un cuerpo flaquisimo, un
montos de huesos ingenuos, soy más fuerte.
Aunque tenga ruinas a mis pies
¡soy más fuerte que esto!
Mientras tenga sangre corriéndome
¡ soy más fuerte que esto!

Soy la furia gritándote en la cara, pavoneándome débil sobre el


techo quebradizo esperando el golpe
- vamos te estoy provocando,
Vení!
Porque soy mas fuerte que esto.

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