Está en la página 1de 4

RESUMEN CAPÍTULO 1 LE GOFF: LO MARAVILLOSO EN EL OCCIDENTE MEDIEVAL

En este capítulo introductorio Le Goff se preocupa por el vocabulario, desea comenzar dejando en claro las
connotaciones que lo maravilloso tiene ahora y las que tenía en la Edad Media, pues es un error juzgar que el
significado que le damos a una palabra actualmente siempre ha sido el mismo.

Nos dice que entre los ambientes cultos de la Edad Media el término utilizado equivalente a nuestro “lo
maravilloso” era mirabilis, pero a diferencia de hoy, no se le tenía por una categoría mental, literaria, intelectual
que correspondiera exactamente con “lo maravilloso”, lo que corresponde a nuestro maravilloso es la palabra
plural mirabilia.

La gente culta de la Edad Media veía lo maravilloso como un universo de objetos, un conjunto de cosas y
elementos que aluden a un mundo sobrenatural, antes que una categoría del espíritu o de la literatura.

Referente a la etimología, mirabilia, con su raíz mir (miroir, mirari) se relaciona con lo visual, con la mirada, pero
no sólo con la de los ojos, sino también a las metáforas visuales. Los mirabilia no son solamente cosas que pueden
admirarse con la mirada pero se hace esta referencia al ojo que es importante porque todo un mundo imaginario
puede ordenarse alrededor de la apelación al sentido de la vista y alrededor de una serie de imágenes y
metáforas visuales.

Detrás de la lengua de los letrados, la lengua docta y el latín, están las lenguas vulgares. Cuando afloran las
lenguas vulgares y se hacen lenguas literarias, la palabra maravilla aparece en todas las lenguas romances y
también en inglés, pero curiosamente no en las lenguas germánicas, donde es en torno a la palabra Wunder
donde se construirá todo el ámbito de lo maravilloso.

Considerando todo esto, el autor plantea tres problemas generales:

1) Las actitudes de los hombres de la Edad Media respecto a las herencias de lo maravilloso que recibieron.

Le Goff plantea que el cristianismo creó muy poco en el dominio de lo maravilloso. Al intentar discernir lo
maravilloso cristiano encuentra, según su opinión, que indudablemente existe, pero que en el cristianismo no
representa algo esencial. Por eso le llama herencia, pues considera que proviene de estratos antiguos y que no se
origina en la época; es decir, lo Maravilloso entra en el Medioevo a través de un proceso de asimilación.

Lo sobrenatural y lo milagroso le parecen diferentes en cuanto a naturaleza y función, de lo maravilloso. A pesar


de ello en ámbitos como la literatura siempre se puede encontrar algo de lo maravilloso cuyas raíces son pre
cristianas. Como herencia esto se encuentra presente a través de toda la edad Media, y se puede distinguir la
evolución actitudes respecto de lo maravilloso:

a- Siglo V al XI: Momento de represión de lo Maravilloso por parte de la iglesia, y que también se vio reflejado en
la sociedad.

b- Siglo XII y XIII: Irrupción de lo Maravilloso en la cultura erudita. Aparición de la literatura cortesana, que tomó
lo Maravilloso como parte de su acervo cultural, que también se traduce en una búsqueda de identidad (individuo
y colectivo del caballero idealizado). La literatura cortesana surge por esta capa social e ideológica en ascenso
pero amenazada, la caballería, que utilizan lo maravilloso de los relatos orales para oponerse a la cultura
eclesiástica.

Por otro lado, la iglesia ya no le teme a lo Maravilloso, y lo integra porque ahora lo regula a través de la forma del
milagro.

c- Siglo XV-XVI: Proceso de estetización de lo Maravilloso, por parte de la cultura erudita.


2) El papel de lo maravilloso en el seno de una religión monoteísta.

Para los siglos XII y XIII se puede distinguir, en el plano del vocabulario, una diversificación en el mundo de lo
sobrenatural que nos permite situar mejor la situación de lo sobrenatural respecto a la religión cristiana.

Se diferencia extraño de lo sobrenatural, lo extraño puede resolverse mediante la reflexión, lo maravilloso


siempre conservará un residuo sobrenatural que sólo podrá explicarse mediante lo sobrenatural. Se pueden
encontrar pues tres dominios de lo sobrenatural que designan aproximadamente tres adjetivos:

- Mirabilis. Lo maravilloso con sus orígenes precristianos, el término empleado para el desarrollo del libro del
autor.

- Magicus. A pesar de que se reconocía le existencia de magia negra y magia blanca en el Occidente medieval,
este término se orienta más hacia la parte del mal, magicus es lo sobrenatural maléfico, lo sobrenatural satánico.

- Miraculosus. Lo sobrenatural propiamente cristiano, sería un elemento de lo maravilloso, al ser dios el único
autor del milagro y al establecerse una reglamentación acerca del milagro, este tiende a desvanecer lo
maravilloso.

El problema del milagro dentro de lo maravilloso es que en una religión como el cristianismo, no escaparía del
plan de dios, sujetándolo a una cierta regularidad, al ser realizados por obra de santos inclusive llegan a ser
previsibles y se produce un vaciamiento de lo maravilloso.

3) La función que cumple lo maravilloso.

Una función evidente es la compensadora, es decir, compensa la trivialidad y la regularidad cotidianas. Los
principales temas de los mirabilia son la abundancia de comida, la desnudez, la libertad sexual, el ocio. Tiende
entonces a organizarse en alguna especie de universo al revés.

Según opinión de Le Goff, lo maravilloso sería una forma de resistencia a la ideología oficial del cristianismo. En lo
maravilloso occidental se da una deshumanización del universo que se encamina hacia un universo animalista,
repudiaban el humanismo que era una característica clara del cristianismo medieval.

Para concluir el capítulo se trata el tema de las fronteras de lo maravilloso. Lo maravilloso no existe en estado
puro, sino que tiene fronteras permeables. Una frontera es lo cotidiano: las apariciones de lo maravilloso se
producen frecuentemente sin vínculo con la realidad cotidiana aunque se manifiestan en el seno de ella, pero lo
maravilloso aun conservando su carácter de imprevisible, no parece particularmente extraordinario.

Otra frontera es lo maravilloso político: los jefes sociales y políticos de la Edad Media utilizaron lo maravilloso con
fines políticos. Muchas familias buscaron ligar sus raíces a lo maravilloso. Un ejemplo es la reivindicación de
Melusina como antepasado por varias familias nobles. Otro ejemplo se encuentra en el siglo XIII con Giraud de
Cambray o Giraud de Berri y la ascendencia Melusina de los Plantagenet (según Giraud la dinastía de los
Pantagenet habría tenido por antepasada en el siglo XI a una mujer demonio, Ricardo Corazón de León se refería
a ello y a veces lo utilizaba para encubrir la forma en la que obraba).

Otras fronteras que ponen en riesgo a lo maravilloso son:

-la recuperación, ya sea cristiana en general, que arrastró lo maravilloso al milagro y hacia una recuperación
simbólica y moralizante;

-la recuperación científica, donde los intelectuales quieren hacer de los mirabilita casos excepcionales pero no
fuera del orden natural, y los admiten como verdaderos;

-o ya sea la recuperación histórica, donde se intenta relacionar lo maravilloso con acontecimientos y fechas.
CAPÍTULO 2 DE LE GOFF: EL DESIERTO Y EL BOSQUE EN EL OCCIDENTE MEDIEVAL

Se ha querido establecer relaciones entre el medio desértico y el fenómeno religioso, ya sea sobre si hay una
religión del desierto, si el desierto predispone más a una forma religiosa que a otra o incluso si el desierto
favorece el misticismo.

El desierto, real o imaginario, desarrolla un papel importante en las grandes religiones euroasiáticas (judaísmo,
islamismo, cristianismo). Lo más frecuente era que el desierto representara los valores opuestos a la ciudad.

En la Biblia, el desierto es una realidad geográfica, histórica y simbólica a la vez. Pero el desierto en el Antiguo
Testamento no es un ámbito de soledad, es un lugar de pruebas y sobretodo de andar errando, un lugar de
desarraigo. Con el Nuevo Testamento la imagen del desierto bíblico cambia. El desierto es un lugar de
tentaciones, donde Satanás obra, un lugar peligroso, pero es también el lugar donde Jesús se refugia en busca
de soledad, es un lugar de espiritualidad.

En los comienzos del monaquismo cristiano no es correcto oponer demasiado radicalmente el desierto y la
ciudad, pues tantos monjes y monasterios huían de las ciudades que el desierto se convertía en ciudad.

En cuanto a la visión paradisíaca del desierto, no hay que olvidar la familiaridad que tenían con los animales
salvajes quienes vivían en el desierto o se retiraban a él. Pero el desierto es también el lugar de encuentro con
Satanás y los demonios, por más que este tema de la espiritualidad oriental del desierto no tenga en el
Occidente de la alta Edad Media la misma importancia que en el Oriente.

La historia del desierto, aquí y allá, estuvo siempre formada de realidades materiales y espirituales
entrelazadas, de un ir y venir constante entre lo geográfico y lo simbólico, entre lo imaginario y lo económico,
entre lo social y lo ideológico. Para Gastón Roupnel, el bosque fue, desde el período neolítico hasta finales de la
Edad Media, el dominio indispensable que “prolongaba y completaba los campos del hombre” y a la vez el lugar
de “sus legendarios miedos”; “en esos umbrales sagrados que lo protegían todo, el desbrozador primitivo
abandonó de una vez por todas sus empresas profanas”.

En la Edad Media el bosque era compartido entre los bellatores (que intentaban que sea su terreno de cacería),
los oratores (que levantaban sus monasterios y lugares de rezo) y con los laboratores (que recolectaban leña,
frutos, etc, y convirtieron el bosque en un terreno suplementario de la actividad económica). Pero todas esas
gentes iban sobretodo para aislarse, para comportarse como hombres de la naturaleza al huir del mundo de la
cultura.

Los bosques sirvieron de frontera, de refugio para los ritos paganos, refugio para los vencidos y marginales, para
aventureros y bandidos. Pero también era útil, precioso, puesto que era una reserva de presas de caza, un
espacio para la recolección de los frutos de la tierra. El bosque repelía y a la vez era deseable, pues “en tantos
aspectos era inhóspito, pero distaba mucho de ser inútil”.

El bosque y el desierto se relacionan, el bosque árido, el desierto rocoso. La selva desierto no estaba ausente en
los cantares de gesta. Pero sobretodo en la literatura cortesana el bosque habrá de desempeñar un capital
papel material (en la intriga) y simbólico. El bosque está en el centro de la aventura caballeresca o, mejor dicho,
la aventura caballeresca encuentra en el bosque su lugar de acción. En Tristan e Iseo, el bosque es un bosque
refugio, pero también es la vida salvaje casi paradisíaca.

Ni el bosque ni el desierto son lugares de salvajismo integral ni soledades absolutas. En los trovadores, el tema
de la huida de los amantes al bosque se convierte en una visión idílica, es una fuga voluntaria a la utopía
silvestre del desierto del amor.

Esta selva desierto se opone al “mundo”, a la sociedad organizada, a la corte. Es el bosque contra el castillo. El
dualismo fundamental de cultura y naturaleza se expresa más a través de la oposición entre lo que es
construido, cultivado y habitado (ciudad, castillo, aldea) y lo que es propiamente salvaje (mar, bosque), universo
de los hombres en grupo y universo de la soledad.
RESUMEN CAPÍTULO 3 DE LE GOFF: ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE CUERPO E IDEOLOGÍA EN EL OCCIDENTE
MEDIEVAL.

Entre las grandes revoluciones culturales ligadas al triunfo del cristianismo en Occidente, una de las mayores es la
que se refiere al cuerpo. Ni siquiera las doctrinas antiguas que asignan la máxima preeminencia al alma conciben una
virtud o un bien que no se realice por la mediación del cuerpo. El gran vuelco de la vida cotidiana de los hombres
que, en las ciudades suprime el teatro, el circo, estadio y las termas, espacios de sociabilidad y cultura que con
diversos títulos exaltan o utilizan el cuerpo, ese vuelco, pues, representa la derrota doctrinaria de lo corporal.

El cuerpo es la prisión del alma y esta es la definición del cuerpo. El horror del cuerpo culmina en sus aspectos
sexuales. El cristianismo medieval convierte en pecado sexual el pecado original, que antes era considerado pecado
de soberbia intelectual. La abominación del cuerpo y del sexo llega al colmo en el cuerpo femenino. Desde Eva a la
hechicera en la Edad Media, el cuerpo de la mujer es el lugar elegido por el diablo. El período del flujo menstrual es
objeto de tabú.

El inevitable choque de lo fisiológico y lo sagrado lleva a un esfuerzo para negar al hombre biológico: vigilia y ayuno
que desafían al sueño y a la alimentación. El pecado se manifiesta por una tara física o una enfermedad. La
enfermedad simbólica e ideológica por excelencia de la Edad Media, la lepra, es en primer lugar la lepra del alma.

El cuerpo del hombre es podredumbre. El destino de todo hombre es la decrepitud corporal. Sin embargo, la
salvación del cristiano pasa por una salvación del cuerpo y del alma juntos.

En la Edad Media el alma es representada de forma corpórea: puede ser un niño o un hombrecillo. En el “Purgatorio”
de San Patricio, los que iban al infierno, sus almas, eran castigados con penas corporales y las almas sufrían esas
penas, tenían una especie de entidad física.

También podría gustarte