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Contexto Histórico de la Espiritualidad

En muchas tradiciones, la palabra “espíritu” se refiere a fuerza de vida, la energía


básica del ser. En términos simbólicos, el espíritu es el aliento de la vida. El
hebreo ruah, el griego pneuma, el latín spiritus y el sánscrito prajna todos
significan tanto “aliento” como “espíritu”. Tradicionalmente, esta fuerza de vida se
ve manifestada en nuestro amor; en las pasiones e inspiraciones que nos motivan
y nos conectan con el mundo y unos a otros.
Espiritualidad es la condición y naturaleza de espiritual. Este adjetivo (espiritual)
refiere a lo perteneciente o relativo al espíritu. La noción de espíritu, por su parte,
está vinculada a una entidad no corpórea, al alma racional, a la virtud que alienta
al cuerpo para obrar o al don sobrenatural que Dios concede a ciertas criaturas.
El concepto de espiritualidad, por lo tanto, puede referirse al vínculo entre el ser
humano y Dios o una divinidad. La religión suele ser el nexo que permite
desarrollar esta relación. Puede decirse que los sacerdotes, los pastores y
diversos gurúes, por lo tanto, hablan de espiritualidad cuando tratan asuntos
religiosos.
La espiritualidad viene desde adentro, es una especie de fuerza interna que
dinamiza las dimensiones del ser humano. La religión busca externalizar dichas
manifestaciones, principios y creencias. Ser espiritual es avivar las posibilidades
de estar permeado por el mundo de Dios; independiente de la creencia que se
tenga en él, la espiritualidad es siempre estar dispuesto a recibir de su esencia la
luz, fuerza y bondad con la que puede llenar al ser humano. Pero, ¿ha permitido la
religión y sus ritos consolidar este proyecto humano – divino? La finalidad.
Según esta visión, la espiritualidad tiene que ver con las fuerzas fundamentales
que impulsan nuestras vidas, nuestros amores, pasiones y preocupaciones más
profundos. Es la fuente de nuestro sentido de significado y de nuestra voluntad de
vivir, el origen de nuestros deseos, valores y sueños más profundos. La
espiritualidad es entonces, no una cosa aparte de nuestras vidas, sino que es la
fuente de energía fundamental que alimenta todas nuestras emociones,
relaciones, trabajo y todo lo demás que consideramos significativo.
En un sentido amplio, significa la condición espiritual. Hay autores que lo
consideran una dimensión más de la persona, como la dimensión biológica o
social.
Referido a una persona, es la disposición principalmente moral, psíquica o cultural,
que posee quien tiende a investigar y desarrollar las características de su espíritu.
Esta decisión implica habitualmente la intención de experimentar estados
especiales de bienestar, como la salvación o la liberación. Se relaciona asimismo
con la práctica de la virtud.

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