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En cuanto a los efectos del dolo: Esto se refiere a los perjuicios de que
responde el deudor cuando le es imputable dolo y perjuicios de los que
responde cuando sólo le es imputable culpa.
Ya se dijo que el dolo en esta parte agrava la responsabilidad del
deudor.
Si no lo hay, sólo responde de los perjuicios previstos o que pudieron
preverse al tiempo del contrato.
Si hay dolo, responde de todos los perjuicios inmediatos o directos de
no haberse cumplido la obligación o de haberse demorado su cumplimiento.
La jurisprudencia ha señalado que los perjuicios que se previeron o
pudieron preverse son los que derivan necesariamente de la obligación
misma y que tienen relación íntima con ella.
Prueba de la culpa:
La culpa contractual se presume. Esto fluye claramente de dos
disposiciones.
La primera: “La prueba de la diligencia o cuidado incumbe al que ha
debido emplearlo; la prueba del caso fortuito, al que lo alega” (art 1547 inc.
3º CC)
La segunda: “Siempre que la cosa perece en poder del deudor, se
presume que ha sido por hecho o por culpa suya” (art. 1671 CC)
En consecuencia, presumiéndose culpable el incumplimiento del
deudor, es a éste a quien corresponde liberarse de responsabilidad probando
que ha empleado o desplegado la debida diligencia o cuidado y que el
incumplimiento o retardo se ha debido a un caso fortuito o fuerza mayor,
cuya prueba también pesará sobre el deudor.
Al acreedor entonces no le toca probar la culpa, sólo le basta con
acreditar la existencia de la obligación y el incumplimiento.
Puede suceder en todo caso que el deudor alegue estar liberado de
cumplir su obligación en razón de haberse extinguido ésta por culpa del
acreedor y en éste caso, es a éste deudor a quien le cabe probar la culpa del
acreedor, lo que por cierto constituye una excepción a lo que acabamos de
analizar y que encuentra aplicación en el contrato de mandato. Si el
mandante (acreedor) alega el incumplimiento del mandatario, pero a su vez
el mandatario alega que su mandante no le ha cumplido por ejemplo en el
pago de la remuneración estipulada o usual, éste acreedor se transforma a su
vez en deudor de su mandatario y no puede dispensarse el mandante
alegando que el mandatario no ha cumplido el encargo, salvo que le pruebe
culpa.