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Varios textos sobre la inculturación

Comisión Teológica Internacional, La Fe Y La Inculturación, (1987)

Dos temas esenciales están vinculados a estas perspectivas. En primer lugar, el de la


transcendencia de la Revelación con respecto a las culturas en que se expresa. En efecto, la
Palabra de Dios no podría identificarse o vincularse de modo exclusivo a los elementos de
cultura que la transmiten. El evangelio, donde se implanta, impone frecuentemente incluso
una conversión de las mentalidades y una enmienda de las costumbres: también las culturas
deben ser purificadas y restauradas en Cristo.

10. La fe cristiana, porque transciende todo el orden de la naturaleza y de la cultura, por una
parte, es compatible con todas las culturas en lo que tienen de conforme con la recta razón y
la buena voluntad, y por otra parte, es ella misma, en grado eminente, un factor dinamizante
de cultura. Un principio ilumina el conjunto de las relaciones entre la fe y la cultura: la
gracia respeta la naturaleza, la cura de las heridas del pecado, la conforta y la eleva. La
elevación a la vida divina es la finalidad específica de la gracia, pero no puede realizarse
sin que la naturaleza sea sanada y sin que la elevación al orden sobrenatural lleve la
naturaleza, en su línea propia, a una plenitud de perfección.

11. El proceso de inculturación puede definirse como el esfuerzo de la Iglesia por hacer
penetrar el mensaje de Cristo en un determinado medio socio-cultural, llamándolo a crecer
según todos sus valores propios, en cuanto son conciliables con el Evangelio. El término
inculturación incluye la idea de crecimiento, de enriquecimiento mutuo de las personas y
de los grupos, del hecho del encuentro del evangelio con un medio social. Según Juan
Pablo II, en los grandes apóstoles de los eslavos «se encuentra un ejemplo de lo que hoy se
llama inculturación, a saber: la inserción del evangelio en una cultura autóctona y la
introducción de esa misma cultura en la vida de la Iglesia»[17].

Discurso de San Juan Pablo II

"Siendo libre de todos... con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con los
que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley —aun sin estarlo—... Me he hecho débil
con los débiles... Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos" (1 Co 9, 19-
22).

Es el testigo profético y ejemplar que, más que cualquier otro, llevó el Evangelio a los
gentiles de las diversas naciones y culturas, abriéndolas a la fuerza transformadora y
regeneradora del mensaje cristiano.

La Iglesia necesita con urgencia catequistas que tengan el corazón y la inteligencia de


Pablo. El Espíritu que impulsó al Apóstol de los gentiles por el terreno difícil de la primera
evangelización no deja de suscitar, incluso en nuestro tiempo, celosos servidores de la
Palabra, capaces de obrar al servicio de la difusión de Evangelio en la misión amplia y
ardua de la "nueva evangelización".
Chiara Lubich, Santuario de Guadalupe, Ciudad de México, 7 de junio de 1997

Y ¿qué hizo la Virgen de Guadalupe? Dio un ejemplo extraordinario: amó a los


indígenas y a los españoles. El amor verdadero además impulsa a ser los primeros en
amar, como hizo Jesús. Aún cuando éramos pecadores, Él dio su vida por nosotros. Así ha
hecho la celestial ‘Morena’. De manera inesperada apareció a un indígena subrayando así,
entre otras cosas, la predilección de Jesús. En tiempos en los que el pueblo indígena vivía
su terrible viernes santo, se apareció no a quien dominaba en aquel momento, sino a un
indígena, hablando su misma lengua. Y no solamente apareció, sino que trajo alivio y
felicidad y, con celestial dulzura, a millones de criaturas humanas de una y de otra parte las
convirtió a su Hijo, Jesús.

El amor sobrenatural, lo sabemos, no se nutre seguramente de sentimientos o de


benevolencia, o sólo de solidaridad, o únicamente de limosna. Es ese amor que Jesús
mismo testimonió haciéndose uno con nosotros en la encarnación y después en su pasión y
muerte. De hecho, otro atributo del amor es aquel de saber hacerse uno con los demás para
comprender a los otros y compartir sus alegrías y sus dolores. Este atributo del amor, da
contenido, sustancia la inculturación tan necesaria y hoy tan subrayada por la Iglesia para
ofrecer una auténtica evangelización.

María de Guadalupe es realmente la Madre del verdadero amor, la Madre del ‘hacerse
uno’. La Virgen de Guadalupe es un ejemplo extraordinario y maravilloso de inculturación,
que Ella expresó con su manera de presentarse.

No tiene un rostro blanco como se imagina a María de Nazaret; sino que su semblante es el
de una mujer ni blanca ni indígena. Es morena y así predica a todos la necesidad de no
chocar nunca con los demás, sino fundirse siempre. Dice su divina maternidad, simbolizada
con las cintas oscuras que descienden desde su pecho, siguiendo el uso
azteca. Presentándose con un vestido reservado a Dios y al rey, quiso demostrar que, aún no
siendo de origen divina, también era la Reina del universo.

Junto a las cintas negras, lleva también una pequeña cruz indígena, indicando así que el
centro del universo es Cristo, a quien María lleva en su seno. Pero esa cruz es acompañada
por otra pequeña cruz cristiana grabada en el broche que lleva en el cuello. Su imagen
resalta la presencia del sol tras de sí, pero también lleva las estrellas en su manto y la luna
bajo sus pies: sol, estrellas, luna, no como rivales entre sí, como se acostumbraba pensar,
sino en paz, conviviendo pacíficamente.

Y podríamos seguir… Y ustedes mexicanos tendrían muchas cosas más que


decirnos. Pero lo que les he dicho me parece suficiente para que comprendamos una cosa
muy importante: la inculturación no es sólo ‘hacerse uno’ con otro pueblo espiritualmente,
descubriendo en él quizás y potenciando los gérmenes del Verbo presentes en él, sino
asumir también nosotros, con humildad y gratitud, todo lo válido que ofrece la cultura de
nuestros hermanos. La inculturación exige un intercambio de dones. Esto es lo que nos
quiere decir la Virgen de Guadalupe. Sólo así el Evangelio podrá penetrar hasta el fondo de
las almas y desencadenar en ellas su revolución, con todas sus consecuencias».

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