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Pero hay que acercarse a la palabra acompañamiento con austeridad. Hay palabras que se usan
para todo y corren el peligro de convertirse en palabras plastilina porque tienen la virtud de
estirarse, alargarse, encogerse. La palabra acompañamiento, sirviendo para todo, corre el peligro
de no servir para nada. Si no queremos que la palabra acompañamiento se convierta en una
palabra plastilina necesitamos utilizar austeridad porque “acompañamiento se dice de muchos
modos”. Podemos distinguir el acompañamiento grupal del personal, el pedagógico del
psicológico, el espiritual del vocacional. La palabra acompañamiento necesita de un adjetivo.
Para ofrecer unos puntos que sirvan de fundamentación sobre el acompañamiento pastoral
en primer lugar miraré a Dios, misterio de amor en relación, y también miraré a su Iglesia, que
quiere ser en el mundo sacramento de salvación, reflejo del misterio que es Dios.
Dios acompaña a su Pueblo mediante una presencia siempre activa. Dios acompaña a
Abraham, Isaac, Jacob, José. Acompaña al Pueblo por el desierto hasta la tierra de promisión
después de sacarlo de Egipto donde ha vivido esclavo. Acompaña al Pueblo en el destierro y hace el
camino de regreso junto a este Pueblo hasta la tierra de Israel. Acompaña de manera especial por
medio de profetas enviados para guiar al Pueblo pero a quienes este mismo pueblo no escucha.
El Dios que confiesa Israel es un Dios al que el Pueblo invoca en sus momentos de dolor; un
Dios que escucha su lamento y viene en su ayuda; un Dios compasivo, cercano, que ofrece cuidado y
atención, que indica una ruta y sostiene en la esperanza.
En la Escritura vemos cómo Jesús recorría los caminos de Galilea acompañado por discípulos
y por una gran multitud del pueblo. Caminaba por aldeas sanando, enseñando los misterios del
Reino, proponiendo parábolas llenas de pedagogía, trayendo alegría y esperanza a los corazones de
los pecadores y de los pobres. Jesús es un maestro que entiende la debilidad de sus discípulos, se
sienta a la mesa de los pecadores, siente compasión con quien sufre, enseña desde la cercanía. En
definitiva, Jesús realiza su magisterio acompañando. El testimonio más elocuente del
acompañamiento que Dios hace a su pueblo a través de Jesús lo encontramos en el misterio de la
cruz. En este misterio de abajamiento y exaltación, Dios se hace solidario con el hombre hasta sus
últimas consecuencias, trayendo vida y salvación.
En los Hechos de los Apóstoles se recuerda cómo Ananías recibió el encargo del mismo
Jesús para buscar a Pablo, conocido perseguidor del nuevo camino, y después acompañarlo hasta
el bautismo y la fe en Jesús. Después de su conversión Pablo acompañará a muchos hermanos y
hermanas hasta la fe en Jesús. La pastoral de Pablo es una pastoral de acompañamiento a
comunidades y a personas concretas. Sus cartas son un testimonio vivo de este acompañamiento.
En este sentido dice EG: “La relación de Pablo con Timoteo y Tito es ejemplo de este
acompañamiento y formación en medio de la acción apostólica. Al mismo tiempo que les confía
la misión de quedarse en cada ciudad para terminar de organizarlo todo, les da criterios para la
vida personal y para la acción pastoral. Esto se distingue claramente de todo tipo de
acompañamiento intimista, de autorrealización aislada. Los discípulos misioneros acompañan a
los discípulos misioneros” (EG 173).
Otras páginas las han escrito algunos cristianos que movidos por la caridad propusieron
acciones y obras desde la pedagogía o la hospitalidad. En este recorrido histórico no podemos
olvidar el acompañamiento espiritual que han hecho muchos confesores a través del sacramento
de la reconciliación.
¿Qué estamos subrayando con la dimensión materna de la Iglesia? Sin duda que
destacamos la cercanía, el cuidado, la acogida, el acompañamiento, la propuesta, la dimensión
mistagógica, la pastoral de la fe.
Hace unos años tuvo éxito la expresión “pastoral de engendramiento”, donde se proponen
imágenes tan esenciales como son la vida, el nacimiento, la maternidad. Una pastoral de
engendramiento aboga por un paradigma de la maternidad de la Iglesia. El Papa Francisco afirma
que en definitiva la misión es dar vida (Cfr. EG 10). Una pastoral de engendramiento pide una
Iglesia que: está presente donde la vida se muestra precaria; no se deja atrapar por las ideologías
y el afán de poder; cultiva la calidad de las relaciones; reconoce los carismas presentes en la
comunidad; da valor al diálogo con los hombres y mujeres de nuestro tiempo; da importancia al
discernimiento; reconoce la presencia del Otro en el diálogo pastoral; apuesta por el
acompañamiento pastoral; da importancia a la Palabra de Dios en el trabajo pastoral; fortalece la
identidad de los discípulos. Como puede comprobarse muchos de estos temas los encontramos
en la propuesta pastoral que ofrece el Papa Francisco.
Podríamos argüir con muchas razones pero solo utilizaré un argumento tomada del
hermoso magisterio que ha dejado el Papa emérito Benedicto. Siendo consciente de la
complejidad para situar la existencia humana en el tiempo presente, el Papa Benedicto abogó por
la educación, y decía en concreto que vivimos en una época de “emergencia educativa”: la
educación es muy urgente.
Para Benedicto XVI la educación cristiana busca acompañar hasta el “encuentro entre dos
libertades”. ¿De qué encuentro está hablando? En primer lugar, está hablando del encuentro de
Jesús con cada persona. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea,
sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la
vida y, con ello, una orientación decisiva” (DC 1). Pero también, habla de la relación educativa
que sustancia el proceso educativo, donde se produce un “verdadero encuentro de dos
libertades”, en esta ocasión entre el educador y cada educando.
Siguiendo este argumento, Benedicto XVI reconocía que en la pastoral juvenil de los
últimos años había prevalecido la opción por el grupo, es decir se habían desarrollado mucho los
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Francisco, 100 días, el Papa Francisco, ed. Ciudad Nueva, Madrid, 2013, 117.
dinamismos de la socialización. Esta opción responde tanto a la sensibilidad juvenil como al
sentido comunitario de la Iglesia. Sin restar valor a esta opción, el Papa emérito Benedicto
proponía la necesidad de dar mayor importancia a la dimensión íntima de la persona, a la
personalización, y al acompañamiento. Concluía afirmando que al final tenemos que llegar a la
persona concreta en su intimidad.
¿Cómo entiende el papa Francisco el acompañamiento? Creo que unas veces habla del
acompañamiento en sentido amplio y otras en sentido estricto. Me propongo hacer un breve
recorrido a este magisterio.
Si nos acercamos a AL nos daremos cuenta que el acompañamiento pastoral es una de las
propuestas que el Papa hace para atender pastoralmente al matrimonio y la familia en este
tiempo. Aquí también utiliza la palabra acompañamiento con un sentido extenso.
¿Qué puede hacer la Iglesia por el matrimonio y la familia? “La Iglesia quiere llegar a las
familias con humilde comprensión, y su deseo es acompañar a cada una y a todas las familias
para que puedan descubrir la mejor manera de superar las dificultades que se encuentran en su
camino” (AL 200).
En esta misma línea, en la exhortación EG, en aquellos números donde se habla del
anuncio del evangelio, Francisco propone el acompañamiento personal para los procesos de
crecimiento. Todos los agentes de pastoral juvenil deberíamos tomarnos en serio esta propuesta.
Según vamos avanzando en la lectura de los números 169 a 173 vemos que ahora habla del
acompañamiento de manera estricta.
Traigo el testimonio de una santa y de un teólogo. La santa es Teresa de Jesús que cuando
hablaba a sus hermanas sobre la oración decía que “sobre estas cosas hablo por experiencia”.
Hay cosas sobre las que se habla mejor cuando uno tiene experiencia personal de ellas. En este
sentido, solo quien ha sido escuchado en profundidad sabrá escuchar a otros, quien ha tenido la
humildad de dejarse acompañar podrá acompañar a otros.
El segundo testimonio es el de Tomás Balic, un conocido teólogo checo. Hace unos años pude
escucharle en una conferencia con el título “el primer anuncio en europa”. Comenzó de esta
manera: Me llamo Tomás Balic, soy checo, llevo 25 años de sacerdote, ustedes me han pedido
que hable del primer anuncio en la república checa. Los 15 primeros de mi sacerdocio yo
anunciaba el evangelio en chequia y nadie sabía que era sacerdote, ahora llevo 10 años
anunciando el evangelio en chequia y ya muchos saben que soy sacerdote. El testimonio es
magnífico: el primer anuncio se hace en primera persona.
Para escuchar es necesario hacer silencio, abrir de par en par los oídos del corazón, gastar
tiempo sin exigir prisas, implicarse afectiva y cordialmente. Escuchar pide esforzarnos por
sintonizar con los otros evitando juicios y clichés. Para escuchar hay que salir de sí mismo y no
vivir encorvado centrado en los propios objetivos o intereses. Todo esto podemos hacerlo
nosotros. Podemos dedicar tiempos y energías para desarrollar una pastoral de la escucha.
Así dice el santo Padre, en la exhortación Amoris Laettitia (AL), cuando propone a los esposos
la escucha mutua. “Darse tiempo, tiempo de calidad, que consiste en escuchar con paciencia y
atención, hasta que el otro haya expresado todo lo que necesitaba. Esto requiere la ascesis de no
empezar a hablar antes del momento adecuado. En lugar de comenzar a dar opiniones o
consejos, hay que asegurarse de haber escuchado todo lo que el otro necesita decir. Esto implica
hacer un silencio interior para escuchar sin ruidos en el corazón o en la mente: despojarse de
toda prisa, dejar a un lado las propias necesidades y urgencias, hacer espacio” (AL 137).
Pensemos en nuestra propia historia personal. Creo que podemos afirmar que el encuentro
que hemos tenido con Jesús ha necesitado de mediaciones. Nuestro encuentro con Jesús, que
subyace a la decisión de creer, no ha sido algo puramente espiritual sino que ha necesitado
carne: mediaciones. En esta meditación destaco dos importantes mediaciones: la persona del
mediador y la comunidad mediadora. Ambas corren el peligro de asentarse en la mediocridad. En
los ejercicios de San Ignacio se presenta al mediador como al bautista. “Conviene que Él crezca y
yo disminuya” (Jn. 3, 28-30).
Una pastoral relacional afirma que la clave está en las relaciones que establecemos. Y estas
han de ser humanas y de calidad. Quiero subrayar la importancia que tiene la confianza. Sin
confianza no hay educación. Perdida la confianza poco puede hacer el educador. El
acompañamiento personal se asista en la confianza. Es requisito básico que el corazón del
discípulo este abierto y receptivo al corazón sabio del maestro.
Hablando desde la pastoral juvenil, creo que podemos afirmar que no podemos decepcionar
las aspiraciones profundas de los jóvenes (necesidad de vida, de expansión, de alegría, de
libertad, de futuro) y debemos llevarlos gradual y con realismo a comprobar que solo en la vida
de gracia (la amistad con Cristo) se alcanzan los ideales más auténticos.
2
DPS.
La pastoral relacional invita a la presencia educativa. Es necesario saber estar en medio de los
jóvenes, tratar de manera personal, buscar una conexión comunicativa con los muchachos,
interesarse por sus familias y por sus cosas, proponer metas e ideales, sostener a quien erra,
fiarse de los muchachos y ser su amigo. Alguien presente en la vida del educador cristiano (Jesús)
se puede hacer presente entre los jóvenes gracias a la presencia de un educador en medio de
ellos. La presencia, entendida de esta manera, adquiere altura espiritual. Lo dice muy bien el
Papa Francisco: “En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden
hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal” (EG, 169).
Sobre la pastoral generativa ya hemos hablado. Sobre esta pastoral habla el IL del Sínodo. Los
jóvenes desean ser acompañados por alguien que no tiene miedo de su propia debilidad y sabe
hacer resplandecer el tesoro que lleva dentro de sí. “Para ser generador, el acompañamiento del
discernimiento vocacional tiene que asumir una perspectiva integral” (IL 143).
Parto del convencimiento que la pastoral no es estática sino dinámica, porque, desde mi
punto de vista, la pastoral siempre busca ajustarse al momento de la historia con las mejores
herramientas que tiene a su alcance. En este sentido, en este momento de la historia podemos
preguntarnos si hemos conseguido que el acompañamiento sea un proceso habitual en la acción
pastoral, o por el modelo de pastoral que permite al acompañamiento ocupar un lugar específico.
En los últimos años se ha dejado ver la necesidad del acompañamiento en la pastoral juvenil
de la Iglesia en España. Ya el Proyecto Marco de Pastoral de Juventud (2007) dedicaba un
apartado para hablar del acompañamiento personal. Y la Instrucción pastoral sobre los
catecismos de la Conferencia Episcopal Española para la iniciación cristiana de niños y
adolescentes (2014) hablaba del papel insustituible de los acompañantes.
Pero donde se ha hecho más evidente esta preocupación por el acompañamiento ha sido
en el II Encuentro de Equipos de pastoral juvenil (Granada 2017). En este encuentro se
propusieron cinco perfiles para hablar de acompañamiento: acompañamiento y discípulos;
acompañamiento espiritual; acompañar la fragilidad; acompañamiento vocacional;
acompañamiento y pastoral juvenil. Y don Carlos escribano ofreció una ponencia muy interesante
que está sirviendo de guía para nuestra pastoral juvenil.