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El acompañamiento pastoral

Koldo Gutiérrez, sdb

En muchas de nuestras reuniones hablamos del acompañamiento y según avanza la historia


lo vamos haciendo con mejor conocimiento de causa. La palabra acompañamiento recoge
muchas de nuestras mejores intenciones pastorales.

El acompañamiento es uno de los criterios fundamentales para interpretar la realidad juvenil


según el Sínodo. También hay que recordar que esta palabra fue una de las más repetidas en las
sesiones de los dos últimos Sínodos sobre la familia. El papa Francisco en la Exhortación
postsinodal Amoris Laetitia (AL) invitaba a los pastores y a los agentes de pastoral a acompañar a
los novios, las parejas, los matrimonioos, las familias. Don Ricardo Blazquez, al regresar del
Sínodo sobre la familia, afirmaba: “el papa Francisco nos ha apuntado a una asignatura nueva: el
acompañamiento”. Estamos subrayando una manera nueva de entender la acción pastoral donde
se valora el contacto y la relación entre las personas y donde se propone privilegiar una manera
directa de relación, tú a tú, posibilitando el encuentro entre dos libertades. En esta lógica
hablamos del acompañamiento pastoral.

Pero hay que acercarse a la palabra acompañamiento con austeridad. Hay palabras que se usan
para todo y corren el peligro de convertirse en palabras plastilina porque tienen la virtud de
estirarse, alargarse, encogerse. La palabra acompañamiento, sirviendo para todo, corre el peligro
de no servir para nada. Si no queremos que la palabra acompañamiento se convierta en una
palabra plastilina necesitamos utilizar austeridad porque “acompañamiento se dice de muchos
modos”. Podemos distinguir el acompañamiento grupal del personal, el pedagógico del
psicológico, el espiritual del vocacional. La palabra acompañamiento necesita de un adjetivo.

1. Algunas claves de fundamentación


Comienzo mi intervención ofreciendo algunos puntos que puedan servir de
fundamentación. Me basta afirmar que pastoral es todo lo que la Iglesia hace para que Dios y el
hombre se pongan en relación. Y, en esta perspectiva, entendemos el acompañamiento pastoral
como la mediación histórica que la comunidad cristiana ofrece para hacer visible a un Dios que
acompaña a su pueblo.

Para ofrecer unos puntos que sirvan de fundamentación sobre el acompañamiento pastoral
en primer lugar miraré a Dios, misterio de amor en relación, y también miraré a su Iglesia, que
quiere ser en el mundo sacramento de salvación, reflejo del misterio que es Dios.

1.1. El testimonio de la Escritura


La Escritura recoge el testimonio de un Pueblo que es acompañado por Dios. La historia del
Pueblo santo de Dios es una historia de elección, promesa, diálogo y acompañamiento, en definitiva,
es una historia de Salvación. La Escritura recoge este testimonio del acompañamiento de Dios para
su Pueblo desde las primeras palabras del Génesis, “al principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn. 1,
1), hasta los últimos versículos del Apocalipsis, “Mira, renuevo el universo” (Gn. 21, 5).

a) Dios acompaña a su Pueblo en la historia


La fe del Pueblo de Israel es la fe en un Dios que crea por amor, dialoga con el hombre, nunca
lo abandona a su suerte, hace alianza, libera de la esclavitud, sale en su búsqueda, ofrece salvación.

Dios acompaña a su Pueblo mediante una presencia siempre activa. Dios acompaña a
Abraham, Isaac, Jacob, José. Acompaña al Pueblo por el desierto hasta la tierra de promisión
después de sacarlo de Egipto donde ha vivido esclavo. Acompaña al Pueblo en el destierro y hace el
camino de regreso junto a este Pueblo hasta la tierra de Israel. Acompaña de manera especial por
medio de profetas enviados para guiar al Pueblo pero a quienes este mismo pueblo no escucha.

El Dios que confiesa Israel es un Dios al que el Pueblo invoca en sus momentos de dolor; un
Dios que escucha su lamento y viene en su ayuda; un Dios compasivo, cercano, que ofrece cuidado y
atención, que indica una ruta y sostiene en la esperanza.

b) Jesús muestra el rostro de un Dios que acompaña


Jesucristo es el punto culminante del acompañamiento que hace Dios a su Pueblo. En Jesús,
Dios se ha hecho cercano y se ha mostrado compañero de camino de la humanidad.

En la Escritura vemos cómo Jesús recorría los caminos de Galilea acompañado por discípulos
y por una gran multitud del pueblo. Caminaba por aldeas sanando, enseñando los misterios del
Reino, proponiendo parábolas llenas de pedagogía, trayendo alegría y esperanza a los corazones de
los pecadores y de los pobres. Jesús es un maestro que entiende la debilidad de sus discípulos, se
sienta a la mesa de los pecadores, siente compasión con quien sufre, enseña desde la cercanía. En
definitiva, Jesús realiza su magisterio acompañando. El testimonio más elocuente del
acompañamiento que Dios hace a su pueblo a través de Jesús lo encontramos en el misterio de la
cruz. En este misterio de abajamiento y exaltación, Dios se hace solidario con el hombre hasta sus
últimas consecuencias, trayendo vida y salvación.

Un testimonio elocuente de acompañamiento lo encontramos en el relato de Emaús. El texto


narra la historia de dos discípulos que, tras la muerte en cruz de Jesús, se marchan de Jerusalén
frustrados y abatidos. Jesús sale a su encuentro en el camino. Lo primero que hace Jesús es
escuchar. Jesús podía haber dicho a aquellos discípulos cosas sensatas, incluso podría haberlos
mandado que diesen la media vuelta porque en Jerusalén se estaba cambiando la historia. No,
Jesús, no habla, sino que escucha; deja que se expresen y que busquen palabras para describir lo
que llevan en su corazón. Una vez que han hablado, Jesús establece un diálogo sobre su tristeza, y
les ilumina, “abre el entendimiento”, con la Escritura. Cerca ya de la aldea, son ellos los que toman la
iniciativa y ofrecen su hospitalidad y su mesa al peregrino. Y es ahí cuando reconocen a Jesús al
partir el pan. Conscientes ya del fuego del Espíritu que ardía en sus corazones, se ponen de
inmediato en camino de vuelta a Jerusalén. Y allí, en el seno de la comunidad, cuentan su
experiencia de encuentro con el Señor resucitado.

c) El Espíritu Santo es el acompañante del Pueblo de Dios


La teología del cuarto evangelio dice que el Espíritu Santo: es el consolador durante el
tiempo de la ausencia física de Jesús y alimenta la espera de la Iglesia; es el abogado en nuestra
lucha contra el pecado personal y social; es el maestro que nos recuerda las palabras de Cristo y nos
revela el misterio de su persona.

El Espíritu Santo es el verdadero acompañante de la Iglesia y del Pueblo santo de Dios.


“Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por su
cuenta sino que dirá lo que oye y os anunciará el futuro. Él me dará gloria porque recibirá de lo mío y
os lo explicará” (Juan 16, 13-15). Gracias a este encargo, el Espíritu enriquece a la iglesia con
carismas y ministerios, que hacen de ella: una comunidad viva y dinámica, abierta y acogedora; una
comunidad que vive la pasión por la vida, la libertad, la justicia, la paz, la solidaridad; una comunidad
que es fermento de esperanza para la sociedad; una comunidad que acompaña a la humanidad
hasta la nueva Jerusalén.

1.2. El testimonio de la Iglesia


Dios mismo, en su Espíritu Santo, acompaña a la Iglesia por los caminos de la historia.
Podríamos seguir la historia de la Iglesia recorriendo el hilo argumental de unos discípulos de Jesús
que han acompañado a otros discípulos, formando así una cadena ininterrumpida de
acompañamiento. La historia de la Iglesia es una pastoral de acompañamiento.

a) El acompañamiento en el primer cristianismo


Es importante destacar la pastoral del acompañamiento que se fraguó en el primer
cristianismo. En esta historia de acompañamiento ocupa un lugar singular María, la madre de
Jesús, quien acompañó a su hijo en la vida oculta de Nazaret, en el inicio de su misión en Caná de
Galilea, en la cruz estando presente junto al discípulo amado. María, por encargo del mismo Jesús
en la cruz, acompaña a todo hombre y a toda mujer, que saben que tienen en ella una madre y una
maestra en la vida y en la fe. María, la madre de Jesús, acompañó también a la Iglesia naciente,
presente en Pentecostés, frecuentaba la oración de la comunidad, acompañó en su vida diaria al
discípulo amado. Es el discípulo amado, todo discípulo amado, quien acoge a María en su casa.

En los Hechos de los Apóstoles se recuerda cómo Ananías recibió el encargo del mismo
Jesús para buscar a Pablo, conocido perseguidor del nuevo camino, y después acompañarlo hasta
el bautismo y la fe en Jesús. Después de su conversión Pablo acompañará a muchos hermanos y
hermanas hasta la fe en Jesús. La pastoral de Pablo es una pastoral de acompañamiento a
comunidades y a personas concretas. Sus cartas son un testimonio vivo de este acompañamiento.
En este sentido dice EG: “La relación de Pablo con Timoteo y Tito es ejemplo de este
acompañamiento y formación en medio de la acción apostólica. Al mismo tiempo que les confía
la misión de quedarse en cada ciudad para terminar de organizarlo todo, les da criterios para la
vida personal y para la acción pastoral. Esto se distingue claramente de todo tipo de
acompañamiento intimista, de autorrealización aislada. Los discípulos misioneros acompañan a
los discípulos misioneros” (EG 173).

b) El acompañamiento en la historia de la Iglesia


La pastoral de acompañamiento es un guion constante en la historia de la Iglesia.
Podríamos recordar a los catequistas de los primeros siglos del cristianismo, que eran llamados
mistagogos porque buscaban acompañar pedagógicamente hasta el misterio de Dios. Otras
páginas hermosas de esta historia la han escrito los maestros de espiritualidad, a quienes acudían
muchas personas buscando orientación, animados por el testimonio y la sabiduría de dichos
maestros. Algunos de ellos crearon escuelas de espiritualidad que todavía siguen alimentando la
pastoral de la Iglesia. Muchas de estas escuelas proponen métodos concretos de
acompañamiento donde no falta espacio para la oración, el discernimiento y la mediación
pastoral.

Otras páginas las han escrito algunos cristianos que movidos por la caridad propusieron
acciones y obras desde la pedagogía o la hospitalidad. En este recorrido histórico no podemos
olvidar el acompañamiento espiritual que han hecho muchos confesores a través del sacramento
de la reconciliación.

c) El paradigma de la maternidad de la Iglesia


La figura materna es la figura de referencia fundamental para los jóvenes (IL 12). Para el
papa Francisco la maternidad y la paternidad son términos importantes. Al santo Padre le gusta
decir que la Iglesia es madre y maestra. “Y así la Iglesia es más madre, madre de más hijos, de
muchos hijos: se convierte en madre, madre, cada vez más madre, madre que nos da la fe, la
madre que nos da una identidad... Y esa Iglesia madre que nos da a Jesús nos da la identidad, que
no es sólo un sello: es una pertenencia. Identidad significa pertenencia. La pertenencia a la
Iglesia: ¡qué bello es esto!”1.

¿Qué estamos subrayando con la dimensión materna de la Iglesia? Sin duda que
destacamos la cercanía, el cuidado, la acogida, el acompañamiento, la propuesta, la dimensión
mistagógica, la pastoral de la fe.

Hace unos años tuvo éxito la expresión “pastoral de engendramiento”, donde se proponen
imágenes tan esenciales como son la vida, el nacimiento, la maternidad. Una pastoral de
engendramiento aboga por un paradigma de la maternidad de la Iglesia. El Papa Francisco afirma
que en definitiva la misión es dar vida (Cfr. EG 10). Una pastoral de engendramiento pide una
Iglesia que: está presente donde la vida se muestra precaria; no se deja atrapar por las ideologías
y el afán de poder; cultiva la calidad de las relaciones; reconoce los carismas presentes en la
comunidad; da valor al diálogo con los hombres y mujeres de nuestro tiempo; da importancia al
discernimiento; reconoce la presencia del Otro en el diálogo pastoral; apuesta por el
acompañamiento pastoral; da importancia a la Palabra de Dios en el trabajo pastoral; fortalece la
identidad de los discípulos. Como puede comprobarse muchos de estos temas los encontramos
en la propuesta pastoral que ofrece el Papa Francisco.

2. Dos perspectivas para situar el acompañamiento pastoral


Desde mi punto de vista la interiorización y la socialización son respectivamente las luces
cortas y las luces largas del acompañamiento. En este sentido, el acompañamiento pastoral
puede desplegarse en dos perspectivas.

2.1. La personalización como vector pastoral


En una época secular y pluralista la pastoral juvenil debe ser sobre todo una pastoral de la
personalización. Creo que este debe ser el vector que oriente hoy nuestra acción pastoral. La
personalización propone entrar en el proceso de la individuación.

Podríamos argüir con muchas razones pero solo utilizaré un argumento tomada del
hermoso magisterio que ha dejado el Papa emérito Benedicto. Siendo consciente de la
complejidad para situar la existencia humana en el tiempo presente, el Papa Benedicto abogó por
la educación, y decía en concreto que vivimos en una época de “emergencia educativa”: la
educación es muy urgente.

Para Benedicto XVI la educación cristiana busca acompañar hasta el “encuentro entre dos
libertades”. ¿De qué encuentro está hablando? En primer lugar, está hablando del encuentro de
Jesús con cada persona. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea,
sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la
vida y, con ello, una orientación decisiva” (DC 1). Pero también, habla de la relación educativa
que sustancia el proceso educativo, donde se produce un “verdadero encuentro de dos
libertades”, en esta ocasión entre el educador y cada educando.

Siguiendo este argumento, Benedicto XVI reconocía que en la pastoral juvenil de los
últimos años había prevalecido la opción por el grupo, es decir se habían desarrollado mucho los
1
Francisco, 100 días, el Papa Francisco, ed. Ciudad Nueva, Madrid, 2013, 117.
dinamismos de la socialización. Esta opción responde tanto a la sensibilidad juvenil como al
sentido comunitario de la Iglesia. Sin restar valor a esta opción, el Papa emérito Benedicto
proponía la necesidad de dar mayor importancia a la dimensión íntima de la persona, a la
personalización, y al acompañamiento. Concluía afirmando que al final tenemos que llegar a la
persona concreta en su intimidad.

2.2. El acompañamiento en sentido amplio y específico


El IL del Sínodo sobre los jóvenes afirma que “las respuestas recibidas muestran que algunas
CE comprenden el acompañamiento en sentido amplio (incluyendo reuniones ocasionales,
buenos consejos, momentos de confrontación sobre diferentes temas), para otros es algo muy
específico en la perspectiva de un coaching cristiano” (IL 122).

¿Cómo entiende el papa Francisco el acompañamiento? Creo que unas veces habla del
acompañamiento en sentido amplio y otras en sentido estricto. Me propongo hacer un breve
recorrido a este magisterio.

a) El acompañamiento pastoral en sentido amplio


En la primera parte de la exhortación postsinodal EG, Francisco hace una referencia al
acompañamiento pastoral en sentido amplio. En concreto, dice que acompañar es una de las
acciones de la Iglesia en salida. Las otras son ‘primerear’, involucrarse, fructificar y festejar (EG
24). En esta ocasión queda claro el sentido amplio cuando afirma que “la comunidad
evangelizadora se dispone a acompañar. Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por
más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico” (EG 24).

Francisco se pregunta cómo acompañar. Su respuesta es con misericordia y paciencia. “Sin


disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas
posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día” (EG 44).

Si nos acercamos a AL nos daremos cuenta que el acompañamiento pastoral es una de las
propuestas que el Papa hace para atender pastoralmente al matrimonio y la familia en este
tiempo. Aquí también utiliza la palabra acompañamiento con un sentido extenso.

¿Qué puede hacer la Iglesia por el matrimonio y la familia? “La Iglesia quiere llegar a las
familias con humilde comprensión, y su deseo es acompañar a cada una y a todas las familias
para que puedan descubrir la mejor manera de superar las dificultades que se encuentran en su
camino” (AL 200).

Al comienzo de la exhortación AL, el Papa reconoce que la Iglesia no siempre ha sabido


acompañar a los nuevos matrimonios (Cfr. AL 36) y propone la necesidad de ofrecer “espacios de
acompañamiento y asesoramiento sobre cuestiones relacionadas con el amor, la superación de
los conflictos, o la educación de los hijos” (AL 38).

En esta exhortación, Francisco propone acompañar en diversos momentos: los primeros


años de vida matrimonial para enriquecer y profundizar la decisión de pertenecerse y amarse
hasta el fin (Cfr. AL 217); después de rupturas y divorcios (Cfr. 241-247); las situaciones complejas
(Cfr. AL 247-252). El capítulo octavo trata sobre la fragilidad y propone tres acciones: acompañar,
discernir e integrar (Cfr. AL 291-312).

b) El acompañamiento personal en sentido específico


Francisco también habla del acompañamiento en un sentido estricto. Ya en la Encíclica
Lumen Fidei (LF), escrita sobre una base argumental que había dejado escrita el Papa Benedicto
XVI, afirmaba que “el hombre religioso está en camino y ha de estar dispuesto a dejarse guiar, a
salir de sí, para encontrar a Dios que sorprende siempre” (LF 35).

En esta misma línea, en la exhortación EG, en aquellos números donde se habla del
anuncio del evangelio, Francisco propone el acompañamiento personal para los procesos de
crecimiento. Todos los agentes de pastoral juvenil deberíamos tomarnos en serio esta propuesta.
Según vamos avanzando en la lectura de los números 169 a 173 vemos que ahora habla del
acompañamiento de manera estricta.

Francisco afirma: que la Iglesia tiene la responsabilidad de iniciar en el arte del


acompañamiento a sacerdotes, religiosos y laicos (Cfr. EG 169); que mediante el
acompañamiento personal podemos ayudar para que las personas avancen más y más hacia Dios
en quien podemos alcanzar la verdadera libertad (Cfr. 170); que el acompañamiento sería
contraproducente si se convirtiera en una suerte de terapia que fomente el encierro de las
personas en su inmanencia y deje de ser una peregrinación con Cristo hacia el Padre (Cfr. EG
170); que necesitamos acompañantes que, desde su experiencia, conozcan los procesos donde
campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu (Cfr.
171); que estos acompañantes por haberse dejado ellos mismos acompañar están capacitados
para despertar confianza, apertura y disposición para crecer (Cfr. EG 172).

2.3. El Sínodo sobre los jóvenes y el acompañamiento


Cuando se habla de acompañamiento el IL afirma con gran fuerza: “Todos los jóvenes sin
excepción, tienen derecho a ser acompañados en su camino” (IL 121). Inmediatamente después
el texto sitúa el acompañamiento junto a la categoría libertad. “Dios toma en serio la libertad que
donó a los seres humanos y responder a su llamada es un compromiso que requiere trabajo,
fantasía, audacia, disponibilidad para proceder incluso por intentos” (IL 121).

A continuación, el documento habla de distintas modalidades: acompañamiento


espiritual; acompañamiento psicológico; la relación entre el acompañamiento y el sacramento de
la reconciliación; el acompañamiento familiar, educativo y social; el acompañamiento y la lectura
de los signos de los tiempos; el acompañamiento en la vida cotidiana y el acompañamiento de la
comunidad eclesial; las cualidades que debe tener un buen acompañante; el acompañamiento en
los seminarios y de los jóvenes consagrados.

De entre otras posibles, recojo algunas afirmaciones:


- “El acompañamiento espiritual, en cambio, apunta específicamente a desencadenar
en la oración un diálogo íntimo entre la persona y Dios, partiendo del Evangelio y de
toda la Escritura, para encontrar la manera más personal de responder a la llamada
del Señor” (IL 125).
- “El carisma del acompañamiento espiritual no está necesariamente vinculado con el
ministerio ordenado” (IL 126).
- “El aspecto individual del acompañamiento en el discernimiento sólo puede ser
fecundo si se inserta en una experiencia cristiana teologal, fraterna y fecunda” (IL
129).
- “La profunda interacción afectiva que se crea en el espacio del acompañamiento
espiritual -…- requiere del acompañante una sólida formación y una disposición a
trabajar antes que nada sobre sí mismo desde un punto de vista espiritual y, en cierta
medida, también psicológico” (IL 130).

3. Algunas claves para potenciar el acompañamiento pastoral


En mi intervención, en este momento voy a iniciar una parte más propositiva. Propongo
algunas claves para potenciar el acompañamiento en nuestra pastoral. Seguro que en el diálogo
podrán salir otras claves más concretas que estas que aquí ofrezco.

3.1. La importancia de la experiencia


“El acompañamiento se aprende antes que nada aceptando ser acompañado” (IL 133). En la
reflexión pastoral que se está haciendo para el acompañamiento, cada vez queda más claro que
aquellas personas que opten por el acompañamiento es bueno que hayan experimentado qué es
haber sido acompañado.

Traigo el testimonio de una santa y de un teólogo. La santa es Teresa de Jesús que cuando
hablaba a sus hermanas sobre la oración decía que “sobre estas cosas hablo por experiencia”.
Hay cosas sobre las que se habla mejor cuando uno tiene experiencia personal de ellas. En este
sentido, solo quien ha sido escuchado en profundidad sabrá escuchar a otros, quien ha tenido la
humildad de dejarse acompañar podrá acompañar a otros.

El segundo testimonio es el de Tomás Balic, un conocido teólogo checo. Hace unos años pude
escucharle en una conferencia con el título “el primer anuncio en europa”. Comenzó de esta
manera: Me llamo Tomás Balic, soy checo, llevo 25 años de sacerdote, ustedes me han pedido
que hable del primer anuncio en la república checa. Los 15 primeros de mi sacerdocio yo
anunciaba el evangelio en chequia y nadie sabía que era sacerdote, ahora llevo 10 años
anunciando el evangelio en chequia y ya muchos saben que soy sacerdote. El testimonio es
magnífico: el primer anuncio se hace en primera persona.

Personalmente tengo grabada en mi memoria el recuerdo de quien me supo acompañar en


los momentos de mi decisión vocacional. Reconozco que no me fue fácil pero tuve la suerte de
abrir mi corazón y mis dudas a un salesiano experto en asuntos de acompañamiento. Aquel
salesiano me acogió, me puso en un proceso, me dio claves de iluminación, y me ayudó a dudar
de algunas de mis ideas fijas. Usó una técnica muy sencilla: escribe en un cuaderno, reza estos
textos de la Escritura, dentro de dos semanas seguimos hablando. Así empecé a gustar del
acompañamiento al que he podido recurrir en otros momentos de mi vida.

¿Y yo cómo he acompañado? Haciendo un repaso de diversos acompañamientos, más de los


que a simple vista parecía, los ordeno de esta manera: confesión regular, elección vocacional,
crisis vitales o vocacionales. No son lo mismo unos y otros. El punto de partida es distinto y
también el objetivo. Me ha ido quedando claro que una buena estructura personal y humana es
importante. Por eso un poco de conocimientos psicológico no viene mal. Pero también tengo
claro que el hilo espiritual es fundamental.

3.2. La importancia de la pastoral de la escucha


Ahora hablo de algo tan sencillo como es la pastoral de la escucha. Muchas personas desean
ser escuchadas. ¡Qué importante es escuchar! Pero escuchar no es tan sencillo. En ocasiones nos
es más fácil decir palabras sensatas y dar buenos consejos que escuchar. Todos tenemos muchas
palabras sensatas y nos vienen a la mente mil consejos. Pero, ¡qué suerte encontrar a alguien que
escuche! El papa Francisco ha puesto en gran valor la importancia de la escucha. “A los adultos
nos cuesta escucharlos con paciencia, comprender sus inquietudes o sus reclamos, y aprender a
hablarles en el lenguaje que ellos comprenden” (EG 105).

Para escuchar es necesario hacer silencio, abrir de par en par los oídos del corazón, gastar
tiempo sin exigir prisas, implicarse afectiva y cordialmente. Escuchar pide esforzarnos por
sintonizar con los otros evitando juicios y clichés. Para escuchar hay que salir de sí mismo y no
vivir encorvado centrado en los propios objetivos o intereses. Todo esto podemos hacerlo
nosotros. Podemos dedicar tiempos y energías para desarrollar una pastoral de la escucha.

Así dice el santo Padre, en la exhortación Amoris Laettitia (AL), cuando propone a los esposos
la escucha mutua. “Darse tiempo, tiempo de calidad, que consiste en escuchar con paciencia y
atención, hasta que el otro haya expresado todo lo que necesitaba. Esto requiere la ascesis de no
empezar a hablar antes del momento adecuado. En lugar de comenzar a dar opiniones o
consejos, hay que asegurarse de haber escuchado todo lo que el otro necesita decir. Esto implica
hacer un silencio interior para escuchar sin ruidos en el corazón o en la mente: despojarse de
toda prisa, dejar a un lado las propias necesidades y urgencias, hacer espacio” (AL 137).

La Iglesia sinodal que propone Francisco es una Iglesia de la escucha. El documento


preparatorio para el Sínodo sobre los jóvenes decía que “escuchando sus aspiraciones podemos
entrever el mundo del mañana que se aproxima y las vías que la Iglesia está llamada a recorrer”2.
En la misa de inicio del Sínodo afirmaba Francisco: “El don de la escucha sincera, orante y con el
menor número de prejuicios y presupuestos nos permitirá entrar en comunión con las diferentes
situaciones que vive el Pueblo de Dios. Escuchar a Dios, hasta escuchar con él el clamor del
pueblo; escuchar al pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama”.

3.3. La apuesta por una pastoral más relacional y generativa


Me parece urgente proponer una pastoral más relacional y generativa. El problema
fundamental de la pastoral es el problema de las mediaciones. Todo puede ser una mediación
que Dios utiliza para mostrarnos su amor.

Pensemos en nuestra propia historia personal. Creo que podemos afirmar que el encuentro
que hemos tenido con Jesús ha necesitado de mediaciones. Nuestro encuentro con Jesús, que
subyace a la decisión de creer, no ha sido algo puramente espiritual sino que ha necesitado
carne: mediaciones. En esta meditación destaco dos importantes mediaciones: la persona del
mediador y la comunidad mediadora. Ambas corren el peligro de asentarse en la mediocridad. En
los ejercicios de San Ignacio se presenta al mediador como al bautista. “Conviene que Él crezca y
yo disminuya” (Jn. 3, 28-30).

Una pastoral relacional afirma que la clave está en las relaciones que establecemos. Y estas
han de ser humanas y de calidad. Quiero subrayar la importancia que tiene la confianza. Sin
confianza no hay educación. Perdida la confianza poco puede hacer el educador. El
acompañamiento personal se asista en la confianza. Es requisito básico que el corazón del
discípulo este abierto y receptivo al corazón sabio del maestro.

Hablando desde la pastoral juvenil, creo que podemos afirmar que no podemos decepcionar
las aspiraciones profundas de los jóvenes (necesidad de vida, de expansión, de alegría, de
libertad, de futuro) y debemos llevarlos gradual y con realismo a comprobar que solo en la vida
de gracia (la amistad con Cristo) se alcanzan los ideales más auténticos.
2
DPS.
La pastoral relacional invita a la presencia educativa. Es necesario saber estar en medio de los
jóvenes, tratar de manera personal, buscar una conexión comunicativa con los muchachos,
interesarse por sus familias y por sus cosas, proponer metas e ideales, sostener a quien erra,
fiarse de los muchachos y ser su amigo. Alguien presente en la vida del educador cristiano (Jesús)
se puede hacer presente entre los jóvenes gracias a la presencia de un educador en medio de
ellos. La presencia, entendida de esta manera, adquiere altura espiritual. Lo dice muy bien el
Papa Francisco: “En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden
hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal” (EG, 169).

Sobre la pastoral generativa ya hemos hablado. Sobre esta pastoral habla el IL del Sínodo. Los
jóvenes desean ser acompañados por alguien que no tiene miedo de su propia debilidad y sabe
hacer resplandecer el tesoro que lleva dentro de sí. “Para ser generador, el acompañamiento del
discernimiento vocacional tiene que asumir una perspectiva integral” (IL 143).

3.4. Una pastoral dinámica


Propongo para este tiempo una pastoral dinámica que no se contente con lo que está
proponiendo y esté abierta a lo nuevo. No olvidemos la importancia de la conversión pastoral y
misionera que tiene en el discernimiento uno de sus pilares fundamentales.

Parto del convencimiento que la pastoral no es estática sino dinámica, porque, desde mi
punto de vista, la pastoral siempre busca ajustarse al momento de la historia con las mejores
herramientas que tiene a su alcance. En este sentido, en este momento de la historia podemos
preguntarnos si hemos conseguido que el acompañamiento sea un proceso habitual en la acción
pastoral, o por el modelo de pastoral que permite al acompañamiento ocupar un lugar específico.

En los últimos años se ha dejado ver la necesidad del acompañamiento en la pastoral juvenil
de la Iglesia en España. Ya el Proyecto Marco de Pastoral de Juventud (2007) dedicaba un
apartado para hablar del acompañamiento personal. Y la Instrucción pastoral sobre los
catecismos de la Conferencia Episcopal Española para la iniciación cristiana de niños y
adolescentes (2014) hablaba del papel insustituible de los acompañantes.

Pero donde se ha hecho más evidente esta preocupación por el acompañamiento ha sido
en el II Encuentro de Equipos de pastoral juvenil (Granada 2017). En este encuentro se
propusieron cinco perfiles para hablar de acompañamiento: acompañamiento y discípulos;
acompañamiento espiritual; acompañar la fragilidad; acompañamiento vocacional;
acompañamiento y pastoral juvenil. Y don Carlos escribano ofreció una ponencia muy interesante
que está sirviendo de guía para nuestra pastoral juvenil.

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