Está en la página 1de 4

3 Maneras de responder cuando eres calumniado (The Gospel Coalition)

La calumnia es un pecado grave. Al igual que su primo el chisme, la calumnia es


increíblemente destructiva. Ella “se encuentra a la espera de la sangre” (Prov. 12:6),
“destruye vecinos” (Prov. 11:9), y “divide a los amigos” (Prov. 16:28). Pero, aunque
tanto el chisme como la calumnia implican un discurso destructivo, la calumnia agrega
el elemento de la falta de honradez.

El chisme propaga el fuego, pero la calumnia crea la chispa.

Es sumamente doloroso ser calumniado, y los pastores y líderes de ministerio


son blancos particularmente fáciles. Precisamente porque es un pecado tan grave, hay
que tener especial cuidado para proteger nuestro corazón cuando nos sucede. Una de las
maneras más fáciles de ser inducidos al pecado, es cuando se comete pecado contra uno.

He aquí tres consejos para responder con sabiduría y gracia cuando se es


calumniado. 

1. Compromete tu reputación al Señor.

A veces está bien defender tu reputación ante los que te han calumniado,
especialmente si estás en un papel de liderazgo y la difamación causa daños al
ministerio. Pero en mi observación, a menudo es mejor permanecer en silencio, tener
confianza en el Señor, y dejar que la verdad sea tu máximo defensor a largo plazo.
Como mi padre dice, “Cuando (no ‘si’) tu reputación sufre una lesión inmerecida, tu
integridad con el tiempo va a decir todo lo que hay que decir”.

Incluso si tienes que defenderte, dale un poco de tiempo. No te asustes. No


explotes. No te dejes guiar por el miedo. Es válido defender tu ministerio (1 Tes. 2; 2
Cor. 10-13), pero debemos tener cuidado de no ser demasiado defensivos acerca de
nosotros mismos.

La tendencia es pensar que tienes que arreglar todo, y sobre todo “recuperar” a
los que han oído la calumnia y compartir tu versión de los hechos. Pero a menudo es el
miedo de la gente, no el temor de Dios, lo que produce este instinto. Y en mi
experiencia, los receptores de la difamación a menudo pueden decir que lo que están
escuchando es erróneo, y a veces solo empeoramos las cosas cuando tratamos de
defendernos. Me encanta la metáfora de Spurgeon: “Una gran mentira, si es

1
desapercibida, es como un gran pez fuera del agua: se precipita y cae y se golpea a sí
mismo hasta morir en poco tiempo”.

Así que por encima de todo, pon tu preocupación en la verdad, no en la


apariencia, y no dejes que el miedo sea tu motivación. Después de todo, es en el
contexto de ser “difamado” que Jesús dice: “No tengan miedo de ellos, porque nada hay
encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de saberse” (Mat. 10:26).
Cuando sientas el pellizco del miedo y la autoprotección, recuérdate que la verdad
ganará al final. La verdad es implacable, inflexible, inevitable, e invencible. Es el rey de
las victorias que llegan por la espalda.

2. Enfrenta con gentileza al calumniador (no por correo electrónico).

Por lo que he observado, es sorprendente la frecuencia con la que la gente puede


participar en el pecado de calumnia sin darse cuenta. Por lo tanto, lo más amoroso que
puedes hacer por todas las partes involucradas —incluyendo al calumniador— es
confrontar con amor y gentileza. Esta conversación debe hacerse en persona, no por
correo electrónico, mensaje de texto, teléfono, o redes sociales. En ciertas situaciones,
puede ser útil llevar a un amigo o alguien de confianza para ambas partes que no esté
involucrado, aunque pienso que generalmente es mejor comenzar yendo solo. Llevar a
alguien más demasiado rápido puede agravar la situación.

Es importante ir en “un espíritu de mansedumbre” (Gal. 6:1), y no poner a la otra


persona a la defensiva con la búsqueda de un culpable o con un tono acusatorio. Aquí
hay dos maneras de hacer esto:

 Comienza con preguntas. Esto te permite obtener todos los hechos antes de


llegar a ninguna conclusión, y es menos conflictivo. Pero no temas usar la
palabra “pecado” y “calumnias” si eso es lo que es.

 Expresa vulnerabilidad al calumniador. Esto es fácil de pasar por alto, ya que no


es nuestra tendencia natural cuando se trata de alguien que nos ha hecho daño.
Pero las oraciones que comienzan con “sentí tristeza/dolor al…” en lugar de
con “pecaste contra mí cuando…” tienen más probabilidades de “ganar a tu
hermano” (Mat. 18:15), que es el objetivo más importante. Debido a que algunos
calumnian sin darse cuenta, se sorprenden realmente cuando te hacen daño.

2
Partiendo de compartir tu corazón y no de la acusación puede tranquilizar la
situación y producir un resultado pacífico.

Confrontar a alguien es incómodo y da miedo. Pero hay que hacerlo. Si no lo haces,


no estás amando a la persona que te ha calumniado, y no buscas “vencer el mal con el
bien” (Rom. 12:9-21).

3. Predícate el evangelio a ti mismo.

Siempre existe el peligro de caer en la victimización y la autocompasión cuando


han pecado contra nosotros, que es lo contrario de lo que el evangelio debe producir en
nuestros corazones. A pesar de que no elimina el dolor de la calumnia, el evangelio
puede reducir nuestra actitud defensiva si tenemos en cuenta que “separado de la gracia
de Dios, soy peor de lo que estas calumnias dicen”. Una vez más, Spurgeon es útil: “Si
alguno piensa mal de ti, no te enfades con él; tú eres peor que lo que él piensa que eres”.

Pero todavía no nos estamos predicando el evangelio a nosotros mismos hasta


que digamos, como Tim Keller nos ha recordado en innumerables sermones, “En Cristo
no soy solo más pecaminoso de lo que jamás pudiera haber temido, sino también más
amado de lo que jamás pudiera haber esperado”. Debemos recordar que Dios nos
considera como sus hijos amados, que todos los cabellos de nuestra cabeza están
enumerados, y que Jesús está ahora mismo intercediendo por nosotros. Tener nuestro
corazón seguro en su amor nos ayuda a dejar ir nuestro dolor y buscar la restauración de
la reputación de Cristo más que la nuestra (otra buena rúbrica para tener en cuenta al
discernir cuándo/cómo responder).

George Whitefield es un buen ejemplo para todos nosotros:

Dejen que el nombre de Whitefield se pierda, pero que Cristo sea glorificado. Dejen que
mi nombre muera por todas partes, permitan incluso que mis amigos me olviden, si por
ese medio la causa del Buen Jesús puede ser promovida… Estoy contento de esperar
hasta el día del juicio para el esclarecimiento de mi reputación; y después de mi muerte
deseo ningún otro epitafio que este: “Aquí yace G. W. ¿Qué clase de hombre era? En el
gran día lo descubrirá”.

Amén. Que el Señor que lo ve y lo juzga todo nos de tal espíritu. (Garvin
Ortlund)

3
4

También podría gustarte