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PORTICO

Antes de comenzar el primer bloque


de temas, haremos un reflexión
inicial a manera de pórtico, tratando
de argumentar a favor de la
pertinencia de proponer un perfil
bíblico a los jóvenes postmodernos
1. Pertinencia de un perfil bíblico para los jóvenes postmodernos

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1. Pertinencia de un perfil bíblico para los jóvenes postmodernos

1. PERTINENCIA DE PROPONER
UN PERFIL BÍBLICO

1.1 Juventud “Formato XXI”

1.2 Los jóvenes y la juventud como categoría social

1.3 La juventud, ¿etapa de moratoria social?

1.4 ¿Un perfil o un disfraz?

1.5 Conveniencia de proponer un perfil bíblico para


los jóvenes postmodernos

1.6 Clima de libertad

1.7 Diversas aproximaciones al tema de la juventud


1.8 Criterios de selección de nuestros personajes

1.9 Los cinco rasgos que proponemos

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1. Pertinencia de un perfil bíblico para los jóvenes postmodernos

1. PERTINENCIA DE PROPONER UN PERFIL


BÍBLICO PARA LOS JÓVENES POSTMODERNOS

1.1 JUVENTUD “FORMATO XXI”


La generación posmo es un desafío para la nueva evangelización, planteándole retos
que, de no poder sortear, le harán ir conformando comunidades eclesiales sólo con los
venerables ancianos que, por muy venerables que sean, no pueden ser los únicos
destinatarios de su misión. El reto que supone hoy evangelizar al joven posmo
(postmoderno), implica poder presentar la Palabra de Dios escrita y sobre todo la
Palabra de Dios Encarnada, en un lenguaje y unas formas que sean inteligibles y
significativas para estos jóvenes, de modo que les ayuden a definir su vida según
esta profunda experiencia de fe.

Cierto que no es fácil determinar los elementos constitutivos de una identidad común
a todos los jóvenes, como si se pretendiera llegar a la esencialización de la juventud
o se pudiera hablar de los jóvenes, sin adjetivos, haciendo caso omiso de las realidades
concretas que desbordan cualquier definición de juventud; no se trata, por tanto, de
hacer clasificaciones simplistas, rígidas, inflexibles: los jóvenes de tal a tal edad, de
tal lugar o de tal clase social, como si fueran una categoría homogénea, ignorando la
heterogeneidad que inevitablemente hay al interior de cualquier clasificación. De
hecho, la delimitación de los segmentos de edad cambian no sólo de una sociedad a
otra –por ejemplo, la mayoría de edad difiere–, sino incluso en una misma sociedad
en diversas épocas.

La crisis de sentido propia de esta etapa etaria, les lleva a estar en actitud de búsqueda,
pero con frecuencia, su afán se estrella contra la escasez de respuestas
convincentes y significativas, por lo que sus ideales se relantizan, se aletargan. Estos
jóvenes empoderados por el acceso al conocimiento, por el uso –y abuso– de las redes
sociales, pero empobrecidos en cuestiones axiológicas; estos jóvenes que quisieran
permanecer en una realidad disneyficada y ser eternos ciudadanos de Juvenilandia –
país cuyo himno podría titularse ¡Cómo de que no!–; estos jóvenes que ya no se miran
al espejo para ver quiénes son, sino que se miran en las pantallas para ver quiénes

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deberían ser; estos jóvenes que carecen de cierto arrojo, que buscan experiencias
intensas en el amor y en la amistad, pero rehúyen la definitividad de la opción; estos
jóvenes que aparentemente aman el peligro, pero no asumen los verdaderos riesgos;
estos jóvenes de alergias contagiosas y generalizadas –a lo permanente, a lo
institucional, a lo obligatorio–; estos jóvenes son el futuro de la Iglesia, los futuros
evangelizadores, los futuros líderes cristianos, ¿los futuros biblistas?

Se trata en definitiva de rescatar para Dios a estos jóvenes que van a la deriva y que
no es que rechacen toda utopía, es que no han encontrado aquella que les
arrebate el corazón, que les llene de entusiasmo, que despierte sus potencias
adormiladas, atrapadas en las redes. La Iglesia, ya bimilenaria, debe redoblar sus
esfuerzos para evitar la narcotización del sentido religioso de los jóvenes.

1.2 LOS JÓVENES Y LA JUVENTUD COMO CATEGORÍA SOCIAL


Hablar de los jóvenes o de la juventud es un constructo, una categoría social que no
se puede encerrar en parámetros rígidos de orden sociológico, psicológico y ni
siquiera cronológico, pues se corre el riesgo de hacer de la juventud una abstracción,
que implica no tener en cuenta las coordenadas espacio – temporales de los jóvenes,
al punto de querer delinear al joven1 standard.

Sin perder de vista esta advertencia, vamos a considerar aquí el tramo etario
denominado juventud,2 como aquel que abarca la etapa que cubre el tránsito entre la
niñez y la adultez. Cierto que la edad queda relativizada por la sociedad, la época,
el nivel social, y hasta la ocupación; no es lo mismo un estudiante de 20 años que
un campesino de esa misma edad; ni es lo mismo un joven del siglo XXI que uno del
siglo I. Más allá de las fáciles clasificaciones, hemos de hacer hincapié en que el sólo
criterio cronológico para ubicar en la línea de la vida la etapa llamada juventud, es
insuficiente, pero de alguna manera necesitamos establecer unas fronteras dentro de
las cuales movernos en este estudio, por lo que aquí consideraremos jóvenes a quienes
se encuentren entre los 15 y los 30 años, sin perder de vista que, en los primeros
tiempos bíblicos, a los 20 ya se les consideraba como sujetos responsables de sus

1
Se ha de tener en cuenta que el término joven se puede considerar como sustantivo (un joven, el
joven) y como adjetivo (un hombre joven, el más joven); ambas acepciones serán asumidas en este
estudio.
2
Tanto la ONU, en 1983, como la OMS, en el 2000 (cf. documento La salud de los jóvenes: un
desafío para la sociedad), proponen una escala de edades por lapsos de 5 años: de los 10 a los 14,
pubertad o juventud inicial; de los 15 a los 19, adolescencia o juventud media; de los 20 a los 24,
juventud plena. Podríamos decir que después de los 24 hasta los 34 o 35 se es un adulto joven.

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actos, al punto de merecer ser castigados severamente (Num 14,29; 32,11) e incluso
debían pagar impuestos (Ex 30,14).

En esta etapa juvenil, la tarea fundamental es la construcción de la propia identidad,


por lo que se dan importantes procesos a nivel afectivo, sexual, social, intelectual,
espiritual y físico – motor.3

Porque ya no es un niño, el joven tiende a la autoafirmación, a la independencia,


a la autonomía de pensamiento, a la originalidad, a la creatividad. Por no ser
todavía adulto, sufre con frecuencia los embates de la inestabilidad, se ve
sometido a las contradicciones entre sus aspiraciones y sus realizaciones,
bascula fácilmente entre los extremos: entre la depresión y la exaltación, entre
los ideales y los bajos fondos del espíritu, entre la generosidad sin límites y el
egoísmo exacerbado, entre el sentimiento y la racionalidad, entre la libertad
completa y la sujeción servil, entre el eros y el agape.4

Por otra parte, se puede ver la juventud como una cultura dentro de la cultura,5 que se
asocia a modos de pensar, sentir, percibir y actuar que caracterizan las actividades de
un grupo, que crea sus propios signos y símbolos y lo distinguen de otros, aunque
sigue determinada en gran parte por la cultura mayor donde se alberga.

1.3 LA JUVENTUD, ¿ETAPA DE MORATORIA SOCIAL?


Juventud, ¿etapa de tránsito? ¡Error! ¿Preparación para lo que sí cuenta? ¡Error!
Considerar la juventud sólo como el caótico tránsito de la niñez a la adultez, fijarse
solamente en su carácter pasajero, sería carecer de una visión holista del asunto. Esto
es concebir una juventud futurizada, sin un presente significativo, que valga la pena
de ser vivido. Si bien es cierto que en esta etapa se da la asunción de roles sociales
transitorios, como el de estudiante, practicante, novio… esto no significa que el joven
deba ser objeto de una cierta marginalidad, por muy transitoria que esta fuera, o ser
considerado sólo como una persona en preparación para asumir el rol de adulto, cual
si el momento etario en el que se encuentra no tuviera ningún valor en sí mismo;
lamentablemente esta desvalorización de la juventud es un mal endémico.

3
Cf. Jorge BAEZA CORREA. «Culturas juveniles, acercamiento bibliográfico» en Medellín. Vol.
XXIX. No. 113 (2003) 10.
4
EDITORIAL. «¿Una nueva juventud?» en Ecclesia. Vol. XV. No. 3 (2001) 363.
5
Se entiende por cultura juvenil el conjunto de expresiones culturales propias de la juventud que la
separa de otras edades, por lo que se puede hablar de diferencias generacionales; es una subcultura,
dentro de una cultura mayor y hegemónica.

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El fin de la juventud, el término de esta etapa etaria, desde el punto de vista


sociológico, se daba con la fundación de la propia familia y la inserción en el mundo
laboral; ya no se era un joven, aunque, de hecho, fuese un adulto joven; pero en la
actualidad, difícilmente se puede señalar un momento puntual para el tránsito de la
juventud a la adultez. La prolongación de la escolaridad, la postergación del
matrimonio, la tardía inserción en la vida laboral, son algunos de los factores que han
contribuido a afirmar la moratoria social de la juventud, con la consecuente incómoda
sensación para los jóvenes,6 de estar a la deriva, o en stand by. La moratoria social
generalmente es un enfoque propiciado por el adultocentrismo.

Por el contrario, se ha de ver al joven como actor social, como miembro de pleno
derecho de la sociedad, reconociendo, sobre todo hoy, su irrupción en la escena
pública; que sea una etapa de maduración no justifica que se le vea sólo como
alguien que vive en espera de lo que sigue, aguardando el paso a la adultez que,
como anotamos, se retarda cada vez más, desdibujándose paulatinamente el momento
de dicha transición. No se trata de ignorar la responsabilidad de otros actores
implicados en la formación de la juventud (familia, escuela, sociedad, redes sociales,
Estado, Iglesia), sino de darle a ésta el rol protagónico en su propia película.

Cabría, por otra parte, preguntarse: ¿La actual postergación del rol de adulto siempre
es con el fin de obtener una mejor preparación? ¿O tal vez con el de no tener que
asumir las responsabilidades propias del adulto? Si fuera esto último, estaríamos ante
el Síndrome de Peter Pan: negarse a crecer.7

Que la juventud no es una molesta etapa de transición, sino un bien deseable, lo


demuestra también el hecho de que la fantasía de la eterna juventud8 está en el

6
«De entre todas las etapas vitales que recorre el ser humano, la juventud es el constructo más frágil
e inestable. Describe ese estado intermedio en el que la persona posee ya la plenitud de sus fuerzas
y, sin embargo, no posee los recursos económicos y sociales para participar plenamente de la
sociedad de la que forma parte, a pesar de haber recorrido ya varias décadas preparándose para
ello». Andrés CASTILLO SANZ. «Ser jóvenes en la era de la globalización» 365.
7
El término Síndrome de Peter Pan ha sido aceptado en la psicología popular desde la publicación
de un libro, en 1983, titulado The Peter Pan Syndrome: Men who have never grown up («El
síndrome de Peter Pan, el hombre que nunca crece»), escrito por el Dr. Dan Kiley. Quien lo
padece, exhibe un desfase patológico entre su edad cronológica y su madurez afectiva, por la
resistencia a crecer; pretenden gozar de los privilegios del adulto, como autonomía y
autosuficiencia económica, pero sin dejar de portarse como un joven, con todo lo que esto implica
de provisionalidad, irresponsabilidad, no compromiso…
8
Hay quienes piensan que la eterna juventud es lo mismo que del don de la inmortalidad, pero no
son en absoluto lo mismo. La mitología griega distingue bien entre lo uno y lo otro. Eos, la diosa

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1. Pertinencia de un perfil bíblico para los jóvenes postmodernos

imaginario de todas las generaciones, y todos conocemos la expresión popular:


¡juventud, divino tesoro! 9 Luego entonces vale la pena que se ofrezcan a la juventud
algunos elementos que le permitan diseñar un perfil bíblico para ser vividos
justamente en esta etapa.

1.4 ¿UN PERFIL O UN DISFRAZ?


Cada persona, en cuanto imagen y semejanza de Dios, única e irrepetible, es un
proyecto a realizar, que será tanto más rico, pleno y satisfactorio, cuanto más empeño
se ponga en que así sea. Por ello, cada individuo, en el proceso de crecimiento como
persona, ha de ir asumiendo los diversos rasgos que a lo largo de su vida le han de
caracterizar, es decir, los rasgos que han de constituir su perfil.

Pero la asunción de los rasgos propuestos en un determinado perfil, no significa dejar


de ser lo que queremos ser para ser lo que otros quieren que seamos, abandonar
el propio proyecto para calzarse el estereotipo que los demás –generalmente los
adultos– imponen; adoptar un perfil no significa ponerse un disfraz o actuar en una
escena según el personaje asignado; el perfil no es una máscara ni es una identidad
prefabricada que hay que asumir; sería tanto como sentenciarse a vivir una farsa.
Asumir un determinado perfil debe ser una opción libre, lúcida, informada, tener
una disposición favorable hacia ciertos rasgos que se desea incorporar a la propia
personalidad. Cada joven está implicado en esta tarea y debe tomar posición. No cabe
refugiarse en la neutralidad; la vida humana es inevitablemente una opción, y para
elegir hay que saber qué está en juego.

En el binomio identificación – diferenciación se ha de considerar que lo que te hace


igual a unos, te hace diferente de otros; los jóvenes quieren identificarse con otros
jóvenes y ser diferentes de los adultos, pero eso no implica el rechazo casi instintivo
de todo lo que provenga de una fuente autoritativa, como lo es, y por excelencia, la

de la aurora se enamoró de Titón, un joven mortal, por lo que le pidió a Zeus que le concediera
que su amado no muriera nunca. Pero la diosa no especificó que fuera eternamente joven, por lo
que Titón vivió en un continuo envejecimiento, hasta el punto que la vida se convirtió para él en
una maldición; la decrepitud a la que llegó era tal, que clamaba por poder renunciar al don de la
inmortalidad. Por otra parte, como dice G. Weigel: «Deberíamos considerar el proyecto de
inmortalidad con serio escepticismo; y no porque pueda no funcionar en sentido técnico, sino
porque podría ser letal para la humanidad, si realmente funcionara.» George WEIGEL. Cartas a un
joven católico. Cristiandad. Madrid 2007. 199.
9
Y para conservar la juventud, o al menos la apariencia de juventud, habrá que invertir tiempo y
dinero (spa, gimnasio, cremas, cosméticos, vitaminas…); envejecer resulta casi ofensivo, primero
para sí mismo, y luego, frente a los demás. ¿Tendremos que pedir disculpas al respecto?

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Palabra de Dios. Por ello, cada joven, ante la responsabilidad de gerenciar su propia
vida, debe decidir si frente al camino quiere avanzar, detenerse, retroceder,
desviarse… Aquí les estamos ofreciendo algunos elementos ante los cuales han de
ejercer su capacidad de decisión; que, hurgando en sus más recónditos deseos,
descubran su sed de ser personas dignas, valiosas y, que además, estén dispuestos
a pagar el precio, que incluye, entre otras cosas, superar la ingenuidad de que esto
podrán hacerlo prescindiendo de toda aportación social, o socio – religiosa, si se nos
permite el acento. La identidad personal es la integración, a partir de la conciencia
reflexiva, de los diversos rasgos con los que una persona desea ser caracterizada.

Por supuesto que la propuesta de un perfil implica el riesgo de homogeneizar a la


juventud, de desdibujar las fronteras de la propia personalidad y del grupo o subgrupo
social al que se pertenece –en este caso, la juventud–, pero dicho argumento no
justifica el silencio de quienes, conociendo la riqueza de la Escritura, no la ponen
al alcance de los jóvenes de modo deseable; ya de ellos dependerá su
internalización libre, crítica y entusiasta.

1.5 CONVENIENCIA DE PROPONER UN PERFIL BÍBLICO PARA LOS


JÓVENES
Cabría preguntarse: ¿para qué ofrecer un conjunto de rasgos que, dados los
vertiginosos cambios de escenarios sociales, pareciera que serán provisionales, y por
lo tanto, prácticamente inútiles? Habida cuenta de la tolerancia hacia los diversos
perfiles que de hecho se ofertan a los jóvenes hoy, se puede llegar a la errónea
conclusión de que todo perfil es una propuesta en tránsito, cual si todos los valores
que los caracterizan tuvieran inminente fecha de caducidad y no hubiera valores
universalizables cuya nota distintiva fuera la permanencia, sin desconocer la
necesidad de la adaptación según las diversas épocas y lugares. De aquí el
atrevimiento de aspirar a delinear un perfil para los jóvenes de hoy a la luz de la
Sagrada Escritura.

Por otra parte, también se puede objetar: ¿acaso todos los jóvenes responden al mismo
perfil? Y frente al panorama actual, cada vez más laberíntico, ¿no sería mejor dejar a
los jóvenes a su aire? Sin embargo, la permanencia y pertinencia de la propuesta
bíblica radica en que los parámetros de conducta que presenta son susceptibles de ser
traducidos a las diferentes coordenadas espacio – temporales de todos los tiempos; los
formadores cristianos tienen aquí el reto de convertir esa dificultad en un desafío
estimulante.

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1. Pertinencia de un perfil bíblico para los jóvenes postmodernos

Cada persona, en el ejercicio de su libertad, se va construyendo o destruyendo


mediante la opción de los rasgos que va asumiendo a lo largo de su vida; la identidad
personal no es algo que se logre de una vez para siempre. Su proyecto personal puede
ser realizado de tal manera que le acerque o le aleje del proyecto que Dios diseñó para
ella. Se trataría de disoñar10 el yo ideal, de coadyuvar en el tránsito de ser jóvenes
que sueñan con una hermosa realidad a ser jóvenes que hacen realidad sus hermosos
sueños, para lo cual podemos ofrecerles el recurso de una especie de menú de rasgos
que se presentan a la juventud a lo largo de la Sagrada Escritura para que, según
su circunstancia concreta, según sus coordenadas sociales, culturales, económicas,
políticas, hagan el diseño que han soñado (disoñar) de su propia identidad.

Para los jóvenes, asumir una conducta que realce y enaltezca su personalidad como
ser creado a imagen de Dios, supone conocer, valorar e internalizar el aporte que al
respecto pueda ofrecer la visión bíblica; supone asimismo que estos jóvenes se han
de enfrentar a la lucha contra el endiosamiento de ídolos que las ideologías
imperantes les proponen y/o imponen, ideologías que, enarboladas por la
postmodernidad, pueden ser vistas no tanto como una amenaza, cuanto como una
oportunidad para entablar un fecundo diálogo con la juventud.

Si la sociedad hoy apenas tiene propuestas auténticamente valorales para los jóvenes,
a la Sagrada Escritura le sobra qué decirles. Si como anota C. Precht, «los jóvenes
a quienes servimos son hijos de esta sociedad con sus bienes y sus males, sus dones y
carencias, y no podemos pretender que sean diferentes, salvo por reacción a ella…»,11
pues entonces no sólo conviene, sino que urge facilitarles, desde la Palabra de Dios,
elementos para reaccionar frente a las deficiencias de esta nueva época, y sacudir a
los amantes de la mediocridad.

No puede el hombre obrar de cualquier modo ni realizar aquellos actos que le


vengan en gana, como tampoco le es dado proponerse fines que no cuadren con
su estructura o desdigan de su dignidad. Las líneas maestras de su personalización
están trazadas de antemano, por eso, todo cuando desea y realiza debe ser medido
por este patrón y estar enmarcado en tales exigencias. Empeñarse en llenar su
vida de frivolidades y en entretejer su existencia de acciones impropias de su
grandeza no sólo obstaculiza su debido crecimiento, sino que la rebaja también

10
El término disoñar, es una combinación de dos verbos; diseñar y soñar; significa, aquí, hacer un
diseño del propio yo tal como hemos soñado que fuese.
11
Cristián PRECHT BAÑADOS. «Espiritualidad cristiana juvenil en los comienzos del siglo XXI, una
invitación a la experiencia mística, a la comunión y a la misión», en Medellín, Vol. XXIX, No.
113 (2003) 148.

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1. Pertinencia de un perfil bíblico para los jóvenes postmodernos

ante los propios ojos. Ha de mantener con elegancia el puesto privilegiado que
ocupa en la escala de los seres.12

En los jóvenes, hay una búsqueda constante de redefinición de la propia identidad;


más que protagonizar, padecen cambios identitarios que no pocas veces les resultan
dolorosos y, según dichos cambios, van cambiando sus valores, criterios, ideas, por lo
que todo se torna relativo. En este proceso, requieren de iconos, de referentes, de
parámetros, de modelos, que de ninguna manera han de ser percibidos como
imposiciones, pues entonces concitan una repulsa inmediata y son desechados como
coacciones adultocéntricas; por tanto, la prudencia y mesura han de acompañar la
propuesta de algunos personajes bíblicos y sus rasgos distintivos, en orden a construir
su propio perfil.

Conscientes de que no hay una respuesta definitiva y concluyente, con pretensiones


de zanjar el asunto, se han de aceptar con sencillez –y por elemental sentido común–
las limitaciones de toda propuesta que se refiera al diseño de un perfil tan polifacético
como el de los jóvenes, y evitar la temeridad de pontificar, de asumir un rol
profético, o de caer en la presunción de ofrecer soluciones mesiánicas y, para
colmo, adultocéntricas; en el otro extremo, estaría la postura de creer que sólo
queremos proponer un lenitivo ante las dificultad de formar a los jóvenes cristianos
en serio, con una profunda espiritualidad bíblica. Entre uno y otro extremo, está la
confianza de que se puede encontrar el tesoro escondido en la Palabra de Dios –que
se supone que los adultos ya hemos encontrado– y que, por supuesto, también tiene
como destinatario a los jóvenes, por muy postmodernos que sean. Ni la revolución de
las comunicaciones ni la invasión de las redes sociales significa que la Palabra de Dios
ha caducado.

1.6 CLIMA DE LIBERTAD


Nadie dispone absolutamente de sí mismo, pues estamos sujetos a una serie de
condicionamientos y avatares ajenos a nuestra voluntad, pero siempre hay un margen
de libertad;13 entre lo que de nosotros ha sido decidido por otros, no deben ciertamente
encontrarse algunos rasgos que sólo nosotros podemos elegir para integrarlos a
nuestra personalidad.

12
J. DE SAHAGÚN LUCAS, El hombre, ¿Quién es? 185.
13
El hombre es libre, pero ¿cómo ejercer la libertad sin que se convierta en un peligro? El hombre
ha de poder darse a sí mismo un destino, pero ¿cómo hacerlo acertadamente? El hombre ha de
vivir en la alteridad, pero ¿cómo lograrlo gozosamente? El hombre ha de optar por el bien, pero
¿cómo evitar elegir el mal?

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La sensación y las exigencias de libertad de los jóvenes,14 no garantizan un ejercicio


adecuado de tan preciado don; creer que se es libre porque puede elegir a la carta, o
porque puede rechazar los compromisos, sobre todo los definitivos –y que por lo tanto
dejan de serlo–, o porque no está sujeto a la conquista de un proyecto personal que él
mismo ha disoñado, o porque se considera borderless –a quienes nada ni nadie tiene
derecho a ponerles límites–, dicha sensación no es en todo caso más que una atrofia
de la libertad.

Si la propia biografía se construye a fuerza de elecciones, habría que aprender a elegir,


para que el diseño de quiénes somos y cómo queremos ser, resulte digno y valioso,
siempre quedando en pie que secundar o no secundar un proyecto que se nos
propone como deseable, es asunto de la libertad de cada quién, ejercida sabiamente.
La trayectoria biográfica de los jóvenes a veces da la impresión de ser el tejido de
Penélope, aquella que por la mañana tejía y por la noche destejía lo tejido, con lo cual
conseguía no avanzar nunca. Tal parece que hay biografías tan insulsas que podrían
ser narradas antes de ser vividas.

No se trata de trabajar afanosamente para las evidencias, sino para que los jóvenes
sean capaces de salir de su micrópolis juvenil –donde no pocas veces se tiene una
imagen distorsionada de la realidad que acaba por engullirlos–, para comprometerse
con la sociedad de la que son deudores, y que tiene puestas en ellos sus esperanzas.
Estos chicos de la generación @, o millennials,15 o formato XXI o posmo, o como sea
que se les quiera llamar, requieren una propuesta rica, sólida, bien fundamentada, que
lejos de llevarlos a ser cristianos invisibles, les lleve a ser profetas cristianos muy
visibles, que se atrevan a anunciar lo que hemos extraviado. Obviamente, desde la
Sagrada Escritura, la propuesta que Dios mismo les hace, satisfaría la necesidad de
sentido que acucia el corazón de estos jóvenes.

Si nos tratáramos como lo que somos –imagen y semejanza de Dios–, dejaríamos de


pensar que, desde el punto de vista psicológico, es casi un suicidio –en expresión
hiperbólica–, ejercer nuestra libertad en elegir lo que nos hace recuperar esa imagen
y semejanza con Dios.

14
Hoy se da mayor importancia a la libertad individual, entendida como ausencia de límites, como
liberación de todo lo que pueda obligar al hombre a actuar de determinada manera y que le impida
ser feliz –según su peculiar concepción de felicidad–.
15
Características más notables de los chicos llamados millennials (o ¿pandemials?): son nativos
digitales; poseen mayor capacidad de multitareas; mayor nivel de preparación académica; son
ciudadanos del mundo; presentan un mayor nivel de exigencia; buscan un trabajo que los defina.

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1.7 DIVERSAS APROXIMACIONES AL TEMA DE LA JUVENTUD


Conviene tomar conciencia de que es importante que en este acercamiento al tema de
la relación Biblia – Juventud - Postmodernidad, no caigamos en una especie de
trampa, que consistiría en tomar una postura reduccionista, unilateral y/o
adultocéntrica.

Siguiendo el planteamiento que hacen J. Baeza y K. Duarte,16 se pueden enunciar una


serie de acercamientos al tema de la juventud que de una u otra manera desvirtúan una
visión adecuada de dicha categoría etaria:

 Visiones homogeneizantes de la juventud, donde todos son vistos como


iguales, como una sola juventud, sin diferencias sociales, culturales o
económicas.
 Estigmatizaciones, donde los jóvenes son un problema, primando los
prejuicios y estereotipos que terminan patologizando a la juventud, lo que
conlleva el establecimiento de rígidas normas y deberes que deben cumplir
los jóvenes.
 Simplificaciones, parcializaciones de la complejidad, que niegan la
posibilidad de convivencia o simultaneidades en un mismo joven.
 Idealizaciones, donde los jóvenes son juzgados como salvadores del mundo,
lo que se traduce en una recarga de responsabilidades, muchas de ellas de
compromisos no asumidos por los adultos.
 Desconfianza, donde se cree que el joven sólo actúa correctamente si está
vigilado.
 Meritocracia individual, lo que hace que en todo logro o fracaso de un joven
no se consideren las condiciones sociales, pues todo es producto del
individuo, situación que ubica al joven en una tensión permanente y en una
muy cercana posibilidad de baja autoestima frente a los fracasos.
 Desplazamiento, en la cual se ofrece a los jóvenes el futuro, pero se les niega
el presente.
 Competitividad, donde, promoviendo la venta de la imagen juvenil como
ideal, los adultos tienden a juvenilizarse y compiten con jóvenes
propiamente tales, incluso a ver quién parece más joven.

Este elenco nos invita a tomar todas las precauciones que el caso amerita para que, en
nuestro intento de aproximación al perfil de los jóvenes que nos presenta la Sagrada
Escritura, superemos el riesgo de caer en alguno de estos reduccionismos.

16
Cfr. J. BAEZA CORREA. «Culturas juveniles, acercamiento bibliográfico» 29 – 30.

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1.8 CRITERIOS DE SELECCIÓN DE NUESTROS PERSONAJES


El criterio para elegir a los personajes que a lo largo de este trabajo vamos a presentar,
es que reúnan tres requisitos:

 que la Sagrada Escritura los califique de jóvenes (en hebreo, naar, r[;n:; en
griego, neaniskos, neani.skoj)
 que sean representativos de las principales etapas por las que fue pasando el
pueblo de Israel
 que puedan ser considerados como modelos a seguir al menos en algunos
aspectos de su vida en su etapa juvenil.

La Sagrada Escritura califica como jóvenes a un amplio elenco de personajes que, por
su conducta y/o por sus proezas, se pueden considerar como emblemáticos para los
jóvenes de todos los tiempos. Cabe, sin embargo, la posibilidad de que sólo algunos
rasgos de su perfil sean dignos de consideración, pues suele suceder que no todos
los aspectos de su conducta o todas las épocas de su vida, son loables, ya que hay
quienes de jóvenes actuaron de una manera apropiada, constituyéndose en modelos
de virtud o de conductas morales dignas de reconocimiento, pero más tarde, por
circunstancias diversas, su conducta está muy lejos de ser emblemática; las luces y las
sombras, aunque en diferente proporción, se mezclan en el corazón del hombre.

Por otra parte, hay personajes en la Sagrada Escritura, que son sin duda emblemáticos,
como Abraham, el padre de la fe; Moisés, el profeta por antonomasia, Elías, Eliseo;
no se diga profetas escriturarios como Isaías, Ezequiel, Oseas; reyes como Ezequías;
líderes como los Macabeos... pero no van a ser enlistados en este estudio porque en
ninguna cita bíblica son calificados como joven (en hebreo r[;n: naar; en griego
neani.skoj neaniskos, o algunos otro vocablos hebreos equivalentes, como ry[ic'
zair, menor, pequeño; !joq' catón, pequeño; o griegos, como ne,oj neos; paida,rion
paidarion, joven), términos que son el objeto de nuestro estudio.17

Así pues, la selección que proponemos, recae en los siguientes personajes que, según
su contexto bíblico – literario, están asociados con determinadas épocas:

17
Esto sin perder de vista que algunos de estos personajes emblemáticos no son personajes históricos,
sino caracterizaciones literarias, por ejemplo, Judit, Tobías, Ester, como veremos en su momento.

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José Época patriarcal


Rut Época de los jueces
Samuel Transición jueces - monarquía
David Época de la monarquía unida
Josías Época del reino dividido
Jeremías Época del exilio en Babilonia
Judit Bajo la amenaza asiria
Tobías Durante la deportación asiria
Ester Bajo la diáspora persa
Los 7 hermanos Época helenística
Los jóvenes en el NT Época romana

Dado que el enfoque de este trabajo es tratar de espigar sólo


algunos rasgos para trazar un perfil de los jóvenes a la luz de la ETOPEYA
Sagrada Escritura, el acercamiento que haremos a los personajes Descripción del carácter,
que se enlistan no aspira a ser una etopeya, sino que se limitará índole y costumbres de
a los textos donde son calificados como tales, tratando de una persona.
encontrar algunos rasgos que puedan contribuir al diseño de
dicho perfil.

1.9 LOS CINCO RASGOS QUE PROPONEMOS


Para facilitar la observación y clasificación de los rasgos del perfil de los jóvenes
bíblicos –que estudiaremos en este curso a lo largo de once unidades–, proponemos
un elenco de cinco rasgos, bajo los cuales se pueden agrupar diversos matices,
conductas, actuaciones y/o comportamientos, que expresan o manifiestan alguno de
esos cinco rasgos principales, que son:

 Establecer una relación personal y amorosa con Dios. Los personajes propuestos
son un claro testimonio de cómo su vida gira en torno de la presencia de Dios; Él es
el que da sentido a su existencia y a su historia personal, tejida de la libre búsqueda
de Dios; la conciencia de ser vocacionado y responder, con el alma en vilo, a la misión
encomendada; la vida de oración que eso supone, el culto que nace de una vida recta.

 Tener sentido de alteridad. El hombre es un ser-para-los-demás; sólo


relacionándose, es. Ninguno de los personajes que nos ocupa, tiene una historia de
eremita; es en el tejido de sus relaciones donde se constituyen en jóvenes
emblemáticos, conscientes de que el otro (= alter) existe no para servirme, sino para

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1. Pertinencia de un perfil bíblico para los jóvenes postmodernos

que yo le sirva. Para nuestros personajes fue significativa la experiencia de pertenecer


y servir a una familia y todo lo que esto implica de amor conyugal, paternal, filial,
fraternal, de amistad; servir a su clan, su tribu y su pueblo, no sólo para satisfacer las
necesidades básicas (casa, vestido y sustento) sino también la necesidad de compañía,
de seguridad, de sueños compartidos y metas comunes.

 Estar dispuesto a buscar la sabiduría. La perpetua búsqueda de sentido de la vida,


lleva aparejada la búsqueda de la sabiduría que, en el conocimiento y meditación de
la Palabra de Dios encuentra su fuente primigenia. La sabiduría se va gestando en el
corazón desde que se es joven; se ha de asumir como un don, pero también como una
tarea, que supone, entre otras cosas, abrirse a los consejos de quien ya ha avanzado en
ese camino, hasta llegar a aprender el arte de vivir.

 Asumir un compromiso político. Partiendo de que toda comunidad política


requiere de una autoridad, a la cual hay que prestar el debido respeto, algunos de
nuestros personajes invirtieron sus talentos personales para ejercer un liderazgo
político emprendedor, sagaz, intrépido, valiente y decidido, que dio como resultado
hitos históricos claves en la vida de Israel, tales como la promesa mesiánica hecha a
David y la configuración del judaísmo liderada por Josías.

 Afrontar los retos de la injusticia y la violencia. Los inevitables retos que la


condición humana conlleva: las trágicas y lamentables situaciones de sufrimiento,
injusticia, violencia y muerte que generan las relaciones no sólo personales, sino más
aún las relaciones sociales entre los pueblos y las culturas, ante la cual hay que
enfrentarse con valor, con sagacidad, incluso exponiendo la propia vida.

Así, frente a la situación que los jóvenes18 viven hoy, aspiramos a proponer un
conjunto de rasgos, de cuño bíblico, que inspire y dé sentido a su identidad de jóvenes
postmodernos, retomando textos que, en general, han sido leídos con otras claves, y
que aquí pretendemos leer en clave de ejemplaridad para los jóvenes de este siglo.

Si pudiéramos “leer” a simple vista el corazón de los jóvenes,


veríamos que todos llevan un letrero que dice:
¡HELP!

18
Reiteramos que, si bien el tema de este curso es acerca de los jóvenes, el destinatario son los
formadores de estos jóvenes, que han de visibilizar ante ellos los cinco rasgos en los que
pretendemos formarlos ̶ o al menos intentarlo ¿no? ̶

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