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FLORENTINO ARIZA LE CANTA A FERMINA DAZA

Cuando me pongo a meditar sobre la literatura latinoamericana, pronto disipo mis


dudas y me inclino sin vacilar por aquella obra cautivadora en cuanto a narrativa. No
hallo en ella sino la má s elevada expresió n que a través de los amores de dos
ribereñ os del Magdalena nos regala el mago de la palabra García Má rquez.

Gabriel García Má rquez, narrando en libertad, desasiéndose de los rigores que de la


Academia condena, como a él le gusta y concibe el castellano, regala al mundo una de
las composiciones má s bellas en novela: El amor en los tiempos del cólera.

¡Ay mi bien! ¿Que no haría yo por ti?/ por tenerte un segundo alejados del mundo/ y
cerquita de mí./ ¡Ay mi bien!/ Como el río Magdalena,/ que se funde en la arena del
mar,/ quiero fundirme yo en ti./ Hay amores que se vuelven resistentes a los daños;/
como el vino que mejora con los años,/ así crece lo que siento yo por ti.

Aquellos versos de Shakira, cuyo fuerte es la mú sica popular, son la primera parte de
un musicalizado poema en prosa que forma parte de la banda sonora de la película
homó nima de esta novela que, cuando menos en mi inventario de grandes narraciones
literarias contemporá neas, ocupa un lugar de preferencia. Acostumbrados a escuchar
de la cantautora caribeñ a ritmos calientes, es probable que esta vez no pudiera
resistir la tentació n de acudir al bolero que con su particular timbre de voz, contralto
por excelencia, honra al magnífico argumento de la obra, renunciando
circunstancialmente a su serpenteado movimiento de caderas que su repertorio le
demanda y su sangre á rabe le reclama. Deja de lado —decía— sus movimientos
exó ticos, para introducirse en un ritmo enteramente regional, aunque fiel al género
absolutamente latino como es el bolero; no resiente en nada la ambientació n temporal
y paisajística en que se desarrolla la trama.

Sin duda, la interpretació n al vivo que la barranquillera hizo en el festival Rock in Rio
de 2008 es la má s sentida, demostrando su versatilidad, para, sentada en un
improvisado asiento, impostar con sentimiento una melodía, poniéndole voz a
Florentino Ariza, que le dice a su amada Fermina Daza lo que durante má s de
cincuenta añ os no pudo decirle. Y es que, a pesar de la distancia má s que física, la
circunstancial puede ser todavía má s infranqueable, como lo fue ciertamente en la
historia que Gabo noveló en torno a una experiencia familiar muy pró xima a él. Solo la
muerte del doctor Juvenal Urbino permitió que la mujer de “las manos de huesos
viejos”, después de medio siglo, dejara de ser ú nicamente un sueñ o. Con cabal
comprensió n del conjunto de la novela, la cantante colombiana má s reconocida en el
mundo hace una alusió n nunca má s oportuna del río Magdalena, que para García
Má rquez es emblemá tico de su natal Colombia, de su cultura y de sus historias
recogidas. Por él han navegado los libertadores de su patria, y por eso existe una
equivalencia con lo que es el Volga para Rusia, el Sena para los franceses, o el Nilo
para la humanidad. Sus aguas dulces y su desembocadura en el mar Caribe, han sido
escenario de las má s épicas historias nacidas de la pluma del Nobel de literatura. Por
sus aguas hizo su ú ltimo viaje Simó n Bolívar… Es, en fin, el río de la nostalgia, de la
vida, el de aguas ambarinas al caer la tarde porque nada mejor que ellas reverberan al
astro dorado; y seguramente el paisaje caribeñ o má s añ orado y paradigmá tico para el
autor. Y ése es el mérito en la letra de su paisana. Shakira tiene una perfecta lectura
literaria y vocal del simbolismo del Magdalena en la mente, en el corazó n, en el
conjunto de la obra del cataquero, y por supuesto en el reencuentro de la viuda de
Urbino con Florentino Ariza a bordo del Nueva Fidelidad, custodiado por la selva que a
cada lado se apostaba ruidosa durante el día y un poco tenebrosa al caer la noche.

Hay amores entrañ a una cadencia y un color musical que magnetizan el oído no
obstante el ritmo má s bien pausado del bolero, y es que no puede pasarse por alto el
origen cubano del género. Y entonces el tema alcanza perfecta armonía con el
elemento espacial en que se desarrolla el conflicto argumental, y má s propiamente el
río que resulta ser el escenario central de un desenlace propio del estilo de García
Má rquez: ni muy feliz, ni un conflicto irresuelto. La cantautora colombiana má s
famosa del siglo, no declina su olfato musical y estrictamente literario en la
composició n e interpretació n de Hay amores, que describe aquel amor clandestino
primero de Florentino Ariza por Fermina Daza en un buque del que aquél para
entonces ya era su dueñ o. No hay elegancias literarias en la composició n, pero sobra
sentimiento, derrocha inspiració n.

La canció n continú a:

Hay amores que se vuelven resistentes a los daños;/ como el vino que mejora con los
años,/ así crece lo que siento yo por ti./ Hay amores que se esperan al invierno y
florecen/ y en las noches del otoño reverdecen,/tal como el amor que siento yo por ti.

Por mucho que la viuda, que ya ha superado los 70 añ os de edad, guarda todavía el
recuerdo —má s de gratitud que de pasió n— por su esposo muerto, y a pesar de que
en el ú ltimo medio siglo vio una o dos veces a su primer amor al que casi nunca
nombró ni lo pensó , se mantuvo un amor tan escondido que ella misma no pudo
distinguir. Es eso mismo lo que Hay amores refleja en su segunda parte. Las caderas de
huesos carcomidos todavía son atractivas para Ariza. Ella conserva cierto garbo y aú n
es coqueta, por eso el có lera que azotó añ os antes a la regió n fue reinventado por los
enamorados, para en el otoñ o de sus vidas rejuvenecer su amor, izar la bandera
amarilla de la cuarentena y zarpar nuevamente sin haber terminado de atracar. Y así,
el amor eterno que se describe en la obra, con lenguaje sencillo pero cá lido, se refleja
fielmente en la canció n. El olor de los fermentos humanos de Fermina había
reemplazado a la doncella imposible, de caminar altivo y de enamoramiento
encarnizado. El bolero que homenajea la trama todavía hace má s menció n al amor que
hasta entonces ya tenía 53 añ os, un poco felices y harto escaldados por la vida.
Shakira todavía canta: Ay mi bien, no te olvides del mar/ que en las noches me ha visto
llorar tantos recuerdos de ti./ Ay mi bien, no te olvides del día que separó a tu vida de la
pobre vida que me tocó vivir.

É l también olía a vejestorio, pero fueron felices a bordo en un viaje por todo el tiempo
que les quedaba, en una fusió n emocional y de carne. Atrá s quedó la vida de llantos
secretos del eterno enamorado.

Augusto Vera Riveros es escritor

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