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Introducción Terapia de conducta.

Capitulo II

La Psicodinámica es un enfoque psicológico derivado del Psicoanálisis,


aunque se diferencie de ello en la modalidad de intervención focalizada en el
“aquí y ahora” (problemática actual del cliente) y en una mayor brevedad, por
medio de un trabajo centrado en ciertos conflictos destacados en la condición
actual del consultante.

Su objetivo principal coincide con la exploración activa de los estados y


dinámicas emocionales que se encuentran a la base de los problemas
psicológicos. Se trata de una herramienta de trabajo transversal, utilizable
tanto para solucionar problemáticas específicas como para el crecimiento
personal.
Este método no sólo permite modificar conductas, sino descubrir y afrontar las
dinámicas emocionales que las desencadenan: la maduración emocional
favorece el sentido de auto-eficacia y el desarrollo de la libertad interior

Hace aproximadamente un siglo que Ebbinghaus pronunció su famosa frase de


que la Psicologia tiene un largo pasado y una corta historia. Algo similar
puede decirse de la terapia de conducta (TC), un término acuñado hace medio
siglo. Por el contrario, el refuerzo, un término esencial del a TC desde
siempre, ha sido aplicado de forma inconsciente y no sistemática durante
numerosos siglos, mientras que la TC como una disciplina formal es
relativamente nueva. Estas palabras introductorias tienen como objetivos
inmediatos situar en su contexto los orígenes de la TC.

En Estados Unidos y Reino Unido, principalmente, había en los años


cuarenta sólo una psicoterapia aceptada de forma general para los trastornos
funcionales. Era la psicoterapia Psicodinámica, limitada exclusivamente a la
práctica psiquiátrica, y las únicas alternativas permitidas eran las
intervenciones físicas, como la terapia electroconvulsiva (TEC) y algunas
medicaciones con psicofármacos. En esos días, la psicoterapia quería decir
terapia Psicodinámica y solo se permitía (por el poderoso sistema médico) a
los médicos con licencia realizar, o ser entrenados en, psicoterapia. Incluso si
se proporcionaba de alguna forma ese entrenamiento para profesionales no
médicos- un hecho poco probable- no se permitía bajo ninguna circunstancia,
fuesen psicólogos o trabajadores sociales, que realizaran una práctica
independiente. Y puesto que la terapia Psicodinámica no se debía cuestionar,
no se consideraba la posibilidad de alguna clase de validación con base en
datos.

En 1950, Miller y Dollard, dos figuras eminentes en su campo, intentaron


hacer comprensible entre sí dos vocabularios mutuamente extraños, dos
modos de pensar incompatibles (algo que ahora es menos extremo que
entonces). Adelantándose a su tiempo ese intento fracasó y el libro de Dollard
y Miller tuvo poco éxito. La teoría y práctica Psicodinámica eran una verdad
inmutable.

Teniendo en cuenta este ambiente incapacitante, un pequeño, pero


distinguido y profundamente insatisfecho, grupo de psicólogos, todos
trabajando en el Instituto de Psiquiatría de la Universidad de Londres
(Hospital Maudsley) en investigación y en medición tradicional, buscaron una
alternativa más equilibrada y reforzante. Los dos miembros más destacados de
ese grupo eran Hans Eysenck y Joseph Wolpe. Finalmente, luego de alguna
comprobación inicial de campo y de una validación limitada, se llego a la, por
aquel entonces novedosa, combinación E-R (estimulo-respuesta) o
condicionamiento de base pauloviana y a la metodología de las ciencias
conductuales. Tal como se esperaba, esta combinación se encontró con la
resistencia general de prácticamente todos los psiquiatras y la mayoría de los
psicólogos clínicos de la época.

En esa época, la TC no constituía ningún desafío a la terapia


Psicodinámica. La primera basada exclusivamente en el condicionamiento, era
simplista y se dirigía a pacientes verbal y culturalmente limitados. La última,
que abordaba cuestiones más importantes, era muy diferente y fácilmente
aplicable a individuos sofisticados y verbalmente habilidosos. A diferencia de
la TC, la terapia Psicodinámica requería muchas sesiones, pero sus
procedimientos eran atractivos e intelectualmente estimulantes, en vez de
limitarse a la estructura más rígida y de restringido alcance cognitivo de la TC
de la época. Otras diferencias claves eran que la TC requería menos sesiones y
la evaluación de los resultados era una preocupación notable.

Entonces ocurrió algo importante, algo que cambió la naturaleza entera de


la TC, un salto hacia adelante que catapultó a la TC a la Edad Moderna. Este
acontecimiento fue la publicación en 1958 de la psicoterapia de inhibición
recíproca (y la desensibilización sistemática) de WOLPE. Este hecho cambio
totalmente la apariencia y la naturaleza de la TC. A causa de esta aportación,
la TC podía, por fin, prestar atención a problemas significativos e
interacciones cognitivas. La TC despego con una extraordinaria rapidez y,
salvo la rígida resistencia de unos pocos intransigentes, la oposición continua
desapareció. Gradualmente, la base de condicionamiento pauloviano de la TC
empezó a incorporar cada vez más aspectos de las ciencias naturales y sociales
y de la cognición y, en menor medida, el afecto se incorporó poco a poco en
un nuevo marco de la TC. De forma asimilar, al final de los años ochenta,
cuatro o cinco modelos alternativos bien desarrollados de la TC eran capaces
de existir al mismo tiempo en armonía. En esencia, la TC se convirtió en una
permisiva confederación de terapias basadas en la teoría del aprendizaje,
compartiendo una metodología de la ciencia conductual común.

La formulación clínica conductual no solamente es aplicable al proceso


terapéutico del paciente individual, sino que subyace a cualquier intervención
que requiera desarrollar hipótesis sobre las relaciones de causalidad que dan
lugar a determinados resultados en diversos ámbitos.

La destreza en la realización de esta tarea se ha atribuido


fundamentalmente al grado de experiencia del terapeuta, a su intuición o a lo
que se ha denominado el “el ojo clínico”, sin que se haya especificado de
forma sistemática un conjunto de procedimientos u operaciones que permitan
desarrollar de modo más eficiente las habilidades para realizar, además de la
evaluación, una adecuada formulación del conjunto de problemas que presenta
una persona.

DEFINICION DE LA FORMULACION CLINICA

Desde sus inicios, la terapia de conducta se caracterizó por la aplicación de la


metodología científica al estudio intensivo del caso individual. Se trataba de
aplicar los mismos procedimientos y métodos que se utilizaban en la
investigación científica, es decir, la observación sistemática, la formulación de
hipótesis que relacionaban los eventos, la validación de tales hipótesis a través
de control de variables, la observación y medición de los resultados, y la
formulación de enunciados teóricos sobre las variables responsables del
mantenimiento del comportamiento.
Es necesario diferenciar entre formulación de hipótesis y formulación
clínica. La primera se refiere al establecimiento de formulaciones tentativas
entre eventos específicos o conjuntos de eventos, de carácter probabilista,
sujetas a validación, que permite hacer predicciones sobre el comportamiento.
La segunda, es decir, la formulación clínica, además de la formulación de
hipótesis implica la generación de un modelo causal dentro del cual se
enmarcan e y se interrelacionan las distintas hipótesis. El establecimiento de
un modelo molar explicativo de relaciones causales permite, además, aplicarlo
a diversos campos, que van desde el esquema tradicional clínico de
intervención intensiva en el campo individual (terapia del comportamiento),
pasando por la intervención conductual en el medio organizacional, hasta el
abordaje de problemas sociales a nivel molar, como los trabajos de prevención
de la salud a nivel comunitario o la modificación del comportamiento de
grandes segmentos de la población.

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