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Bonnie Glass-Coffin
Introducción 1
1
La autora agradece la gentileza de Su Excelencia el arzobispo de Trujillo monseñor Manuel Prado
Pérez-Rosas, tanto como la servicial y gentil ayuda de la señorita Imelda Solano, bibliotecaria de los
archivos del Arzobispado, y el señor Rafael Vásquez Guerrero, colega y amigo de Trujillo, quien
colaboró en recopilar los datos archivados. Sin la ayuda de esas personas, no hubiera sido posible este
trabajo. También agradece al Lic. Juan Gamarra Nieto y a su familia.
2
Según Gareis (1995) los manuales de demonólogos europeos tenían amplia distribución en el Perú
colonial. Y, después de analizar los documentos existentes en las bibliotecas de Francisco de Avila,
Fernando de Avendaño y Hernández Príncipe, Hampe Martínez (l995) señala que incluían los
manuales de Martín del Rio (Disquisilionum magicarum) y Fernando de Valdez (Repertorio
inquisilorum), entre otros.
Según Milis (1997), los concept y ritos religiosos indígenas fueron endemoniados por la
Iglesia por varios motivos. Por un lado, insistir en el legado del demonio puso formula y
explicación a una serie de fenómenos ambiguos y amenazadores, "domesticando" las religiones
autóctonas para poder manejada mejor. Por otro lado, el peligro diabólico justificaba cualquier
incursión eclesiástica que se les antojaba a los "visitadores". De igual modo, "intrigas diabólicas"
servían para explicar la heterodoxia de la gente no indígena que estaba bajo el dominio del Santo
Oficio. Que estos motivos incentivaron las alegaciones de lealtad a Satanás es evidente en los
procesos de la Inquisición tanto como en los de las campañas de extirpación.
Tenemos como ejemplos de estas metas las famosas descripciones, en los principio' del
siglo XVII, de los brujos de Barranca (Arriaga 1968: 208-209; Calancha 1639: 627, 631-632).
Según comentan Arriaga y Cal ancha, los llamados cauchos o runamicuc ("los que comen carne
humana" González Holguín 1989 [1608] :320), se reunían de noche para alabar el demonio, que
se les aparecía en forma de animal. De allí el demonio los mandaba a adormecer sus víctimas,
echando huesos humanos alrededor de sus casas, con el fin de chuparles la sangre. Esta sangre la
llevaban a la reunión diabólica donde su maestro la transformaba en carne para compartida entre
todos. En este relato los elementos del maleficio, de las reuniones diabólicas y la apariencia del
demonio zoomórfico, de los vuelos nocturnos y mágicos de los participantes, de la sangría y el
canibalismo son casi idénticos a los elementos de la demonolotría codificada en Europa y
publicada en los manuales como el Malleus y otros (Millones 1982: Ginzburg 1991; Baraja
1964). Y en otros relatos de "idolatrías" de ese mismo siglo el pacto diabólico es sellado con
relaciones sexuales con un íncubo (Gri ffiths 1996: 112-120).
Se ven los mismos elementos ideológicos -de la participación en los aquelarres
diabólicos, de la "entrega" de alma y de cuerpo al demonio, y de las señas de lealtad a Sataná por
intermedio de relaciones sexuales y otros sacrilegios- en los procesos de la Inquisición desde los
primero años del siglo XVII en adelante. En estos documentos las "hechiceras" (que son
3
El imaginario, según Gruzinski, es el conjunto de "los estilos y las técnicas de expresiones,
memorias.) las percepciones del tiempo y del espacio" compartido por una comunidad de personas
(1993:3). Griffiths añada que el "imaginario es la habilidad de representar y de interpretar lo real"
(1996:275. n. 1).
generalmente mujeres) son acusadas de que se les ha aparecido el diablo "en forma de hombre
[...] y en forma de borrico y cabron y perro prieto" (Ana de Campos), "en forma de mastines y
monos, n unas colas muy largas y ramos de molle en las manos" (Beatriz de la Bandera). Son
acusa as de participar en aquelarres, "volando de noche en figura de patos" (Cecilia Rosalía del
osario Montenegro), y de salir al campo "donde habían de ver y besar la parte posterior al d ho su
patrón" (Juana Apolonia) 4.
En muchos de estos casos, las descripciones son evidencia del imaginario del
interrogador más que de las declarantes. En otros, el hecho de invocar el pacto diabólico ofrece
una salida para el acusado y "los defensores [ ... emplean] esta defensa [ ... ] con las esperanzas de
recibir sentencias leves por motivo de su ignorancia" (MilIs 1997:217). Y existe la posibilidad en
otros casos de que el pacto diabólico represente una manipulación del defensor de la ideología
eclesiástica. Ligarse con un poder sobrenatural tendría cierta atracción para los despojados de
poder en esta tierra y las campañas contra idólatras probablemente cristalizaron una resistencia
-creando una clases de dogmatizadores donde antes aún no existía (Taussig 1987:376, 143;
Duviols 1986: lxxvi; Silverblatt 1983; Milis 1997:285).
Como ejemplo de esto, Millones ha explorado la apariencia del demonio como cóndor en
unos pactos diabólicos del siglo XVII como símbolo del Inca, y como un símbolo del retorno a
las huacas en el imaginario popular (1984). De igual modo, la ascendencia política de los
curanderos en sus ayllus durante las Reformas Borbónicas ha sido explorada por Salomón
(1983). Pero aunque el pacto diabólico sea invocado con frecuencia, es invocado más como una
amenaza y herramienta de obediencia o como una "fuerza disuasiva" que como un factor
determinante en la sentencia (Griffiths 1996: 124). Incluso, según Griffiths, la mayoría de los
eclesiásticos extirpadores seguían los pasos del Santo Oficio en su afán de mostrar que los
hechiceros andinos eran más "embusteros" y "charlatanes" que sumisos a Luzbel (Griffiths
1996:65-93).
Pero los eclesiásticos y los defensores no son los únicos interesados en el proceso de
endemoniar los conceptos y ritos religiosos andinos. En uno de los procesos (contra Juana Icha),
donde la rea admite haber recibido al demonio como íncubo, la sugerencia viene primero del
testimonio de Felipe Curichagua, quien tenía mucha enemistad con la acusada. No se debe
descontar la posibilidad que Curichagua traía esa acusación, no para "descargar su conciencia" ni
por una preocupación doctrinal, sino para manipular las cortes eclesiásticas a su favor,
"poniendo en movimiento un proceso legal que resultaría en sacar a su enemiga de la
comunidad" (Gtiffiths 1996: 116).
En el siglo XVIII, este manejo de las ideologías eclesiásticas para fines políticos y
sociales es aún más evidente. En 1989 tuve la oportunidad de examinar 33 diligencias
4
Para un resumen de casos comentados, véase Medina (1887). El caso contra Ana de Campos y contra
Beatriz de la Bandera está resumido en Medina 18871.2: 126. El caso contra Juana Apolonia y el caso
contra Cecilia Rosalía del Rosario Montenegro se encuentran en Medina 1887 1.2: 219 y 222-223
respectivamente.
5
Véase la bibliografía para una lista de los autos que trato en este trabajo.
6
Iris Gareis tuvo la misma suerte y ha publicado sobre estos casos en un artículo reciente (1994). Véase
también Glass-Coffin (J998 y 1999) Y Glass-Coffin y Vásquez (1991) para unos escritos sobre estos
casos.
7
Aunque la fecha de la primera denuncia figura como mayo de J 786 es más probable que la denuncia
fuera hecha en ese mismo mes de 1785 por lo que declara el hermano de la acusada cuando habla del
tiempo que tiene ya encarcelada y por la cuenta que saca la acusada del tiempo de encierro en su carta
final.
8
El expediente entero está transcrito en Glass-Coffin y Vásquez 1991
En el ejemplo mencionado arriba, María de la "O" ya era viuda cuando fue acusada de ser
bruja. Y según lo que se puede inferir del auto, tenía terrenos, ganado y los medios suficientes
para criar a la hija de su amiga -conocida por el apodo de "La Pobrísima". En otro caso, una
viuda llamada Antonia Azabache -conocida como la india principal y cacica mayor de
Huanchaco en 1778- fue acusada de supersticiones por una india mitaya llamada María Colonel
cuando se proclamó dueña de una hacienda del cuñado de la delatora. En este caso parece que la
relación que tenía Azabache con la corte la ayudó porque el auto registrado es contra María
Colonel por "calumnias injuriosas". En otro caso, María de la Encarnación Chaihuac fue acusada
por otro indio de supersticiones en Paiján, en 1774. Aunque no se sabe su linaje, su apellido
sugiere' que sea de la descendencia de don Antonio Chayhuac, nombrado cacique principal del
valle de Chimú por los españoles en 1550. ¿Sería que fue vista esa mujer como desafiadora del
orden social o político de su comunidad?
En otros casos, las acusadas son mujeres que retan el poder médico machista de la orden
social. María Francisca -una india mayor ya viuda de Santiago de Chuco- se autonombra
yerbatera cuando es interrogada en 1771 sobre su oficio y los supuestos daños y amarres que
hacía. Dice que se practicaba ese arte "no para hacer daño a ninguno, sino [...] para que los
hombres de respeto la quisiesen y estimaran; y también porque el difunto su marido [...ya] que
este tenía ilícito comercio con una mujer, la maltrataba de palabra y obra y siempre vivían mal".
De igual modo, en 1825, Faustina Gavina es acusada de hechicerías por "la otra mujer" de su
esposo. Según una testigo llamada Brígida Ríos, el único crimen de Faustina fue darle un
ungüento para que su marido no volviera a maltratarla cuando corrió a refugiarse en su casa
aunque "los demás la [han] tratado de bruja desde esa ocasión".
Como se ve en estos autos, las ilusiones e ideologías eclesiásticas ya se habían transfor-
mado en creencias populares antes de la segunda mitad del siglo XVIII. La dicotomía de alega-
ciones que se ven entre los hombres y las mujeres puede ser explicada en parte por las razones
expuestas arriba. Se puede concluir que el manejo de esta ideología por el pueblo -con fines
políticos, sociales y económicos- sea una explicación de los autos archivados en el obispado de
Trujillo. Pero lo que no se explica en los documentos es el por qué -justamente en los años en que
la Iglesia perdía el interés por las quejas y acusaciones de brujería en otros sitios- del nuevo auge
en la persecución contra los idólatras en esta época tan tardía. Tampoco se explica el interés que
prestaban los curas de doctrina y presbíteros a las denuncias que les traían.
¿Estará este nuevo auge relacionado con la creciente opresión del clero y las consecuentes
rebeliones anticlericales de que nos habla O'Phelan? Un análisis de los autos nos muestra que en
algunos casos los acusadores no eran los vecinos de doctrina sino los que gozaban de cargos
oficiales -y explotadores. El despojo de terrenos y bienes que pertenecían a las reas figura en los
autos contra María Francisca, entre otros. ¿Estará relacionado con la ausencia del obispo
Martínez Compañón en los años de peregrinaje por su obispado? Quizás los presbíteros y curas
de doctrina sentían más libertad para perseguir sus "asuntitos" particulares estando el obispo
lejos de Trujillo. ¿O será, quizás, una consecuencia de la campaña que organizó Martínez
Compañón para convencer al rey de las ignorancias y supersticiones del pueblo y así proponer la
construcción de escuelas en las zonas más alejadas de su mando'? 9
9
Véase AGI Estado 75, no. 109
Más preguntas que respuestas surgen de esta colección de autos tan tardíos. Pero, eso sí,
lo que empezó como una herramienta de la Iglesia para disuadir a los "idólatras" había pasado, a
mediados del siglo XVIII, a ser una herramienta de manejo por los vecinos y otros interesados. Y
de allí pasó al imaginario popular. ¿Pero por qué fue así? ¿Por qué seguían estas preocupaciones
por el pacto diabólico después que los tribunales eclesiásticos perdieron el interés? ¿Cómo
funcionaban y cómo siguen funcionando en la actualidad? ¿ Y cómo fueron transferidos e
incorporados al imaginario popular? Estas preguntas son el enfoque de las páginas que siguen.
Ha habido [un] familiar [un tío] así... que mi abuelita ... me conversaba ... [D]ice
que el día martes se encerraba ... que los botaban a toda su familia ... para dormir
allí [a solas] ... A las doce de la noche ... dice que llegó pues el demonio en un
caballo blanco, dice que bien alhajado el caballo, ¿no? y ... entró con todo el
caballo. Así lo vieron [otros parientes] a las doce de la noche ... y dicen que entró
pues hasta adentro. Y como allí [en la sierra] las casas no son de adobe, de madera
son ... lo veían, pues a mi tío cuando éste llegó allí. Desnudos los dos ... y tuvieron
relaciones con mi tío y mi tío consiente ...
Dicen que la mujer [que lo vio todo eso por las maderas de la casa] salió disparada
al verlo. Dice que [vio] un fuego de candela sus partes del enemigo y le introducía
al hombre ... Y entonces dice que ... no más quiso vivir allí la señora. Se separaron
y dicen que como no continuó [con su esposo, él] la mató... todita. Sí a toditos sus
hijitos los mató, los entregó al demonio, se murieron todos y dicen que el día
siguiente que se habían hecho las relaciones todo el día estaba [el tío] en cama...
Ya pasó años…Dicen que cuando él [tío] murió... a las doce de la noche se apagó
la luz… un aire entró así, un aire entró y se apagaron las luces… [y
cuando,-Volvió la luz] ... no encontraron al muerto, lo llevó [el demonio]… al
cerro. 10
Después que me contó este relato le pregunté: ¿cómo se hace el pacto con un encanto? Y
me dijo, "el compacto, pues es [ ... ] con el demonio. Dicen que para unir con el demonio también
tienen que vivir con sus seres queridos, con su hija, si es maestro con su hija, su mamá, su
hermana, con sus seres más queridos". O sea que para que se realice el pacto uno debe tener
relaciones no sólo con el demonio/encanto o con el cadáver/ánima sino con sus familiares más
cercanos. Según esta curandera, la persona se conforma con tener relaciones incestuosas porque
pierde todo sentido moral por ser poseída. Para ilustrar cómo esto es posible me contó la
asistenta de esta curandera la historia de un paciente al que curaron con un crucifijo. Según ella,
el muchacho se había acercado a un brujo malero cuando tenía quince años para que le haga un
"trabajito" para tener éxito como comerciante. Como ella lo contaba, el brujo
prácticamente lo entregó al demonio para que cambie sus ideas, que se vaya a la
iglesia se ría, fume [ ... ] de las monjas paraba enamorado [ ... ] Negocios los
doblaba, triplicaba [el Demonio]. Él [el paciente] llegó a la edad de diecisiete años
y era un gran millonario [ ... ] pero en su casa era un infierno. Y entonces la madre,
que era una mujer muy humilde [ ... ], ha empezado a suplicarle a Dios, a pedirle
por sus hijos, porque los hermanos vivían como diablos, era un infierno pues su
casa. [A raíz de los rezos de la madre] comenzaron a caer [ ... ] y el negocio se le
fue cayendo abajo. [Entonces] su mamá caía mal [con] hemorragias nasales
[porque el demonio come la sangre]. A la mamá le hacía arrojar sangre y esa
sangre la bebía él, el demonio. 11
10
Apuntes de campo, 23 de noviembre de 1988.
11
Apuntes de campo, 2 de febrero de 1989.
Según me contaban, este paciente cambió de personalidad por completo con motivo del
pacto diabólico que tuvo el malero. Y fue por el pacto del malero que el demonio empezó a
"comer la sangre" de la mamá de ese chico. Para curarlo lo tuvieron que limpiar con el cristo.
Con eso, el chico empezó a darse cuenta, poniéndose de rodillas y diciendo que quería que Dios
le perdone y que le ayude.
Como se ve en este relato, hay muchas semejanzas entre los pactos diabólicos con-
temporáneos y los que introdujeron los eclesiásticos en el tiempo de la Colonia. Entre estos
elementos se destacan las reuniones nocturnas -sobre todo los días martes y viernes-, la aparición
del demonio disfrazado y la entrega sexual del iniciado, la entrega del alma a cambio de poder y
fama durante esta vida, e incluso el afán diabólico de "comer" la sangre de sus víctimas. Pero lo
destacable de estos relatos es que el pacto diabólico explica por qué un paciente puede actuar de
una manera tan inmoral y antisocial. Es así porque el pacto diabólico -lo que hace posible el
daño- no sólo influye las acciones del brujo compactado, sino también las acciones de la víctima
del daño. Cuando un brujo entra en un pacto diabólico, para renovar su poder el mismo pacto
requiere que este entregue los espíritus de otros seres. Cada vez que le viene un cliente para pedir
que le haga un daño contra un cuñado, un socio, una madrina u otra víctima, el trabajo se le hace
a cambio del espíritu de la misma víctima. La víctima siente el efecto del "trabajito" porque su
sombra es llamada (por intermedio de la prenda traída por el cliente) y entregada al demonio
también.
Según las curanderas de mi estudio, cuando uno es compactado con el demonio -igual que
cuando un compactado entrega el espíritu de su víctima al demonio- se entrega más que el cuerpo
y el alma a cambio de riquezas y poder. Además de todo esto se entrega su conciencia en el
sentido más amplio de la palabra.
Una de las curanderas en mi estudio afirma que es el espíritu de Dios el que hace posible
la "voluntad" o lo que ella llama la "decisión propia" del ser humano. De igual modo, es Dios
quien hace posible el "ser" (lo que ella llama el "yo personal"). Esta esencia vital es lo que
conocemos como "consciencia". Cuando se entrega uno al demonio se aparta Dios y cuando se
aparta de Dios se va la consciencia también. La persona queda como cáscara vacía o como
"muñeco", según una de ellas. Cuando se entrega al demonio este vacío se llena con la voluntad
del demonio. La víctima es poseída y manejada como títere. Y pasa de "este mundo" (donde el
espíritu de Dios y la voluntad propia de los seres humanos apoyan las acciones morales) al "otro
mundo", que es un mundo totalmente inverso al nuestro 12 De este modo se explican el daño y la
maldad. Y es solo acercándose a Dios que se puede recobrar la consciencia humana. Como le
aconsejaba a uno de sus pacientes, cuando "seas más cerca de Dios [...] serás otra persona distinta
y serás tan fuerte para cualquier maleficio [que] cuando te toquen no pueden". 13
Las otras curanderas en mi estudio también consideraban que el daño corresponde a la
condición de estar lejos de Dios. Una de ellas describió una víctima de daño como un árbol
"torcido" que necesitaba una "rehabilitación espiritual" para "destorcerse" y ponerse "derecho".
En los relatos de otra, son los temas de incesto, de pedofilia, de homicidio y de violaciones
12
Este concepto de dos mundos inversos habitados por Dios y por el demonio respectivamente es
común en el folklore andino. En Kilish (Cajamarca), la superficie de la tierra es conocida como el
mundo del "Amito" o "amiguito", que es Dios, mientras el mundo de "abajo" es conocido como el
mundo del "Shapi" o del demonio (véase De la Torre 1986).
13
Apuntes de campo, 12 de mayo de 1989.
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