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~rbitr¡je at JCmitesentre
el Perd y el Ecuabor.
Felipe de Osm&.
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Jfrbitraje be limites entre
el Ferú y el Ecuabor.
Felipe de Osma.
CATALOGACION
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ABREVIATURAS
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Cuando los jesuítas de Quito se encargaron de las Misio-
nes del Marañón, por los años 1638, los caminos que seguían
para buscar la comunicación entre esa ciudad y las Misiones
eran largos y difíciles. Se utilizaban comúnmente dos vías
principales: una, que parda de Quito y atravesaba los territo-
rios de Latacunga, Ambato, Riobamba, Cuenca, Loja y Jaén
hasta entrar en el Marañón y seguir á las Misiones; la otra,
torda desde Laja por Cumbinama (Gobierno de Yaguarzongo)
hasta llegar al Paracasa, afluente occidental del Marañón. Al-
gunas veces solían utilizar los jesuítas otra ruta de regreso
para salir de las Misiones, .que consistía en partir de ]eberos á
Moyobamba y de esta ciudad pasar á la de Chachapoyas, des-
pués á la de Trujillo y últimamente á la de Laja para seguir
á Quito.
Tales entradas y salidas se hadan casi imposibles por lo
mucho que costaban y el tiempo excesivo qu~ en ellas se in-
vertía (á veces más de un año), y por esto se pensó en nuevos
derroteros, aprovechando la navegabilidad de los ríos que des-
cienden al Marañón por su parte septentrional, como son el
Putumayo, el Napa y su afluente el Curaray, el Pastaza y su
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) navegando de río abajo, se vendría á salir al de las Amazo-
nas» (1), con lo cual se manifiesta que, pasada la ea rd illera, es
navegable el río Putumayo, aunque no se expresa el punto
concreto donde comienza la navegación.
Las exploraciones modernas que se hicieron durante la se-
gunda mitad del siglo XIX y principios del actual, y los escri-
tores que se han ocupado en la navegabilidad de algunos ríos
que descienden al Marañón, seùabn el término de la navega-
ción del Putumayo, por lanchas y vapores, muy cerca del pie
de los Andes.
El cartógrafo E. C. Hoempler, en el plano de los ríos Napa
y Putumayo, levantado en 1903 por orden del Gobierno pe-
ruano, demuestra que el segundo de dichos ríos es navegable
por lanchas desde su desembocadura en el Amazona,> hasta
10 millas más arriba de la confluencia del Guames, é indica que
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Rio Napo.
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)110se pudiera andar, dimos en el puerto de Napa, rio cau-
»daloso y en quien los vecinos de todo aquel Govierno tie-
) nen librado su tesoro, sacando todos los años de sus orillas
. ) el oro que necesitan para sus gastos) (I).
En 1654 el P. Raimundo de Santa Cruz navegó también
dicho río, tardando veintidós días en salvar la distancia des-
de su desembocadura en el Marañón hasta el Aguarico, diez
días más al puerto de Belo y otros tres al pueblo de Napa,
siguiendo después su viaje por tierra hacia Archidona y Bae-
za y ciudad de Quito. Poco tiempo más tarde regresó Santa
Cruz por el mismo camino, llevando en su compañía nuevos
misioneros.
A partir de esta expedición, y principalmente desde que
el curato de Archidona pasó á la Compañía de Jesús, el cami-
no del puerto de Napa al Marañón fué recorrido numerosas
veces por los jesuítas que se dirigían á las Misiones y por los
Provinciales de la Compañía que iban á Quito á entender en
asuntos de su instituto.
Las descrip,:iones geográficas escritas durante la época co-
lonial, confirman también que el Napa es navegable hasta
el pueblo de su nombre. El Marqués de Selva Alegre, en la
de la Audiencia de Quito, dice: e Baña (la población del Napa)
»el río Napa, por donde se navega al otro sitio que nominan
.Santa Rosa) (2). D. Francisco Requena, en la descripción
de los caminos de Quito al Marañón, confirma la misma opi-
nión, con estas palabras: e A el Oriente de la ciudad de Quito
) y á la distancia de catorce leguas se encuentra el pueblo de
»Papallacta, el primero de la Gobernación de Quijos, por la que
) se atraviesa para embarcar por el río Napa en el puerto de este
J nombre, y descendiend<\-por este río se llega al Marañón» (3);
y en otro lugar dice: • Archidona está situada á un día
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(1) Apéndice á Jas No/irias altléltticas del Afara;]ólt. Véase Boletín de la So-
ciedad Geográfica de Madrid, tomo 29, págs. =42 y 247.
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»más breve que por Napo, fuera sin duda la navegación por
»este do (Coca) para salir á Baeza y de allí pasar á Quito;
»pero 10 arrebatado de sus corrientes y angosturas insupera-
J bles embarazan el paso, conforme lo experimentó también
»Gonzalo Pizarro cuando quiso entrar por ahí al descubri-
»miento del Marañón.» Según relaciones antiguas, hubo cer-
ca de este río varias poblaciones de indios, que fué consu-
miendo el tiempo. e La única que perseveró hasta los princi-
»pios de este siglo y se llamaba el Puerto de la Coca, cuatro
»jornadas para arriba, arruinóse con un horrendo temblor
Jel año de 1705» (I).
La opinión del P. Rodriguez sobre el río de que se trata,
es la siguiente: e La puerta más cercana á Quito, y que cae
»debaxo de la Equinocial, perteneciente al Gobierno de los
»Qúixos por la nación de los Cofanes, de donde por el río de
.la Coca se coge luego la Canal principal del nuestro de las
»Amazonas, si bien por las muchas corrientes que trae asta
»encontrarse con el de Napa} no es tan buena la navegación
,como será por las demás partes que participan la vanda
,del Sur» (2).
Dedúcese de los pasajes citados la navegabilidad del Coca,
aunque peligrosa y difícil~por las angosturas de dicho río y lo
impetuoso de sus corrientes. Jiménez de la Espada asegura
que el río es navegable en su último cuarto inferior (3)·
El Aguarico, cuyas cabeceras más lejanas se encuentran
en la cordillera alta, enfrente del Tulcan y hasta la latitud
de Cayambe, es navegable, por lo menos desde el puerto de
la Nariguera, situado en el mismo río, á la distancia de ocho
días de navegación hasta su confluencia con el Napo. Así lo
refiere Maroni: cV olviendo al río Aguarico, desde el puerto
(I) Not. aut. del Marañón, V. Bo1.de la Soc. Geog. tomo 26, pág. 24'
(2) Chantre y Herrera, ob. cit., pág. 120.
(3) Nota del viaje del capitán Pedro Texeira, BoJ. ùe la Soc. Geográfica
tomo XIII. pág. 213.
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(I) Not. aut. del Marañón. Bol. de l:l Soe. Geog.; tomo 26, pág. 2~5.
(2) Chantre y Herrera, ob. cit., pág. 375.
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Río Pastaza.
El primer jesuíta que exploró por los años 1639 las már-
genes del Pastaza, río que se forma de las vertientes de Lata-
cunga y Ambato y desciende al Marañón por su parte sep-
tentrional, fué el P. Lucas de la Cueva.
En una relación sobre el progreso de las Misiones d~
Maynas, escrita por el P. Rodrigo Barnuevo, Provincial de
la Compañía de Jesús, en Quito, y presentada al Consejo de
Indias en 1645, se cuentan dos expediciones de aquel misio-
nero. En la primera se refiere que Cueva llegó subiendo el
Pastaza desde su boca en el Marañón, sólo hasta la laguna de
Rimachuma, en cuyo punto, y en el río de Chillai, se àetuvo
unos dos meses, reconociendo sus tierras y riberas y los in-
dios que las poblaban.
En la segunda expedición, el mismo jesuíta navegó el
Pastaza arriba, también desde la boca en el Marañón, hasta
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llegar al sitio en que dicho río, por sus saltos y raudales, deja
de ser navegable. El resultado de esta segunda expedición
nos lo refiere el citado Harnuevo con estas palabras: cRe-
-forzados salió por segunda vez el P. Lucas de la Cueva con
J doce soldados. el Marañón abajo, y embocados por el rio
-de Latacunga ó Pastaza, navegaron el río arriba más de
»veinte días kasta llegar á las vertimtes dtl Páramo cerca de
-Píllaro, donde par ser la tierra agriamente montuosa, ha-
t ber perdido en la demanda algunas canoas y hallarse me-
Jnoscabado el sustento, se dejaron caer otra vez á la madre
- del Marañón J (I).
La frase «Hasta llegar á las vertientes del páramo, cerca
de Pfllaro J indica que Cueva llegó, navegando en canoas el
río Pastaza arriba, hasta el pie de la cordillera, pues por pára-
mos entendían los jesuítas los cerros nevados á cuyas faldas
tienen su principio los ríos (2)j Y la población de Píllaro se
halla situada en la falda occidental de la cordillera ·oriental
de los Andes, siendo actualmente cabecera del cantón de su
nombre en la provincia del Tunguragua, de la República del
Ecuador.
No se tiene noticia de ningún otro jesuíta que después de
Cueva haya navegado las cabeceras del Pastaza. De una parte,
la navegación era sumamente peligrosa y difícil por lo impe.
tuoso de las corrientes, y de otra, las altas sierras y grandes
precipicios de la cordillera impedían abrir un camino que co-
municase con Quito, que era lo que principalmente se buscaba
en estas exploraciones.
Los escritores posteriores á Cueva hacen sus afirmaciones
basadas, no en datos seguros, sino en simples conjeturas Ó
referencias de mayor ó menor crédito. El anónimo de las Noti-
cias auténticas del Marañón, tratando del curso del Pastaza
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desde sus orígenes hasta su desem':>ocadura, dice lo siguiente:
«Pocas leguas antes de juntarse con el rio Bobonaza, le entra
Jde la banda del Poniente un riacho llamado Aarrabima, en
Jdonde vivian antlguamente los Coronados ó Ipapizas. Desde
Jaqu{ empieza á ser fiavegable el rio, porque más arriba, por
»sus arrebatadas corrientes y angosturas, según dÙeJl" es casi
Jinsuperable» (I).
Don Pedro Maldonado, al venir á España en r 743. cru-
zó del Pastaza (del río Pintuc) á Canelos, y se embarcó en el
Bobonaza; por eso no pudo levantar el plano del primero de
dichos ríos hasta la confluencia del segundo, y lo trazó apro-
ximadamente con un rumbo de NaO. á SSE., casi pa-
ralelo al Bobonaza. Esta es también la razón de que en la
carta ó Mapa de la Audiencia de Quito, de Maldonado, se pon-
ga en la p8rte superior del Pastaza la leyenda e Navegable,
»pero que hasta aquí ha dificultado el conocimiento de este
Hío]).
(I) V. Not. aut. del río Marañón. Bol. de la Soe. Geog. de Madrid, tomo 26,
pág. 206.
(2) DM. P., tomo III, Anexo 87.
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Rio BOboftaza.
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(I) Not. a~t. del illarañón. V. Kol. de la So::. (;e.og., tomo 26.
(2) V. Informe de las ;\lisiones cie Mayn¡,s, del P. Figueroa, pág. 396.
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»continuando el mismo Bobonaza dos días arriba de navega-
»ción más allá de Canelos, se sale al atajo, y se salva tanto
$p-ecipicio y fragosidad, quedando la montaña reducida al
»corto camino de cinco ó seis días». Y en otro lugar de la
misma relación: ceEI segundo (c3.mino) es por Pastaza y Bobo-
»naza con graves peligros p::>rlas rápidas corrientes de estos
»ríos. y por las peñalerías que ai para salir á Quito por Baños
»y Patate, pueblos de la jurisdicción de Ambato. Este camino
»e; el más corto, pero así mismo el menos traginado y el más
»abandonado, aunque ya aora va frequentándose esta carre-
Dra, facilitado el tránsito, continuando la navegación más allá
»)de Canelos por el mismo río Bobonaza, por cuio me1io se evi-
»tan los pasos más pendientes y peligrosos» (I).
De últimas exploraciones sólo se conoce el viaje reaíizado
en el aÙo 1846 por Castrucci, que navegó el Bobonaza desde su
boca en el Pastaza. durante siete días, en los cuales llegó á la
primera población. de los indios Zaparos, llamado Bufeo, como
ya se ha dicho en otro lugar (2).
Esta expedición no dió ningún nuevo resultado geográ-
fico.
Entre los autores modernos, aparte de Villavicencio, cuya
opinión es ya muy conocida1 se halla Wolf, que considera tam-
bitn navegable el Bobonaza en todo su curso. Dice este escri-
tor: e El río Bobonaza nace de varios arroyuelos muy cerca
• del pueblo de Canelos, que dista del río Pastaza en línea recta
• unas cuatro ó cinco leguas hacia el NE. La circunstancia de ser
»navegahle en canoas desde su origen, lo manso y sumamen-
»te tortuoso, comprueba que serpentea por una región muy
»llana» (3).
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Río Moronël.
(I) Not. aut. d('1 ilhraÙón. V Bo]' de la Soc. Geog. tomo 26, pág. 2[5.
(2) BibI. de la Academia de la Historia
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formó desde la población de Macas hasta la desembocadura de
aquel río en el Mara ñón.
De Jos datos proporcionados por Pro año se deduce que
desde Macas hasta el embarcadero del río Miazal, que es uno
de los brazos del Morona, hay 18 leguas y media, que se tran-
sitan por sendas á través de bosques, y desde el embarcadero
del J\1iazal hasta la desembocadura.del Morona en el Marañón
hay 63 leguas y media, que se pueden navegar sin obstáculo
alguno.
Verificada la primera exploración del Marana en canoas,
era preciso saber también si se prestaba para la navegación á
vapor. A este efecto comisionó el comandante general del De-
partamer.to Auvial de Loreto al capitán de corbeta Vargas
para que se embarcase en el vapor /\Tapo y averiguase hasta
dónàe era posible la navegación.
Salió la expedición el 28 de Junio de 1867 del puerto de
Iquitos y navegando aguas arriba del Marañón llegó á la boca
del Morona y subió por este río hasta los cerrillos de Varga-
bria. I-a parte del río Marana navegada por Vargas ascendió
á 228 millas, que pueden calcularse en línea recta en poco
más de 9 I millas por el curso tortuoso del río.
Finalmente, D. Benito Arana, acompañado de algunos
capitanes peruanos, salió el 18 de Septiembre de 1874 con los
vapores Napa y Mayro, y subiendo las aguas del Morona,
llegó en 4 de Octubre siguiente á la confluencia de los ríos
Mangosina y Cusulíma, que por su reunión forman el Marana
propiamente dicho. Por disposición de Arana se dió al paraje
adonde habían llegado el nombre de Puerto Pardo.
Todavía quiso la expedición acercase más á la población
de Macas, y entrando los vapores en el Mangosina, CIlle es el
brazo izquierdo del Morona, surcaron sus aguas hasta donde
fué posible )a navegación por vapor. El trecho navegado dei
río Mangosina, Ó sea la distancia comprendida desde la boca
de este do hasta el pun to donde detuvieron la marcha, fué de
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Río Santiago.
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mas barcas. Los que habían quedado en Logroño, cansados
de esperar y faltos de alimen tos, regresaron e al puerto de
~Paute y á Cuenca para hacer reclutas de víveres y de gente,
, disponiendo al mismo tiempo la construcción de otras barcas, .
Velasco concluye la relación diciendo: ~Las informaciones
~jurídicas sobre sus gastos y uperaciones para demandar al-
I guna recompensa en la Corte, se conservan en un archivo de
JlCuenca, donde tuve yo mismo la compasión de leerlas) (I).
El mismo refiere además otra expedición por el Paute para
reducir á los indios jíbaros, en donde se confirma también la
navegabilidad de aqueI río. Es como sigue:
e Viendo el Obispo de Quito los fatales resultados de las
~expediciones quese hahían hecho por cuenta del Erario públi-
•ea y de los particulares para someter á los jíbar05, pensó en
•el único remedio que le pareció posible, que era confiar á los
,jesuítas la reducción de aquellos indios •..
«Siendo á la sazón tan pocos los jesuitas-dice el hista-
, riador de Quito-que no alcanzaban para nada, y no pudien-
I do negarse á tan justo empeño, destinaron á los dos únicos
»sacerdotes que estaban en la casa de Residencia de Cuenca
, antes de tener allí fundación de Colegio. Se embarcaron á
, principios del 1631 en d rio Paute con solo cuatro indios del
»pueblo del mismo nombre, pagados para que 105 condujesen
-en una canoa solamente hasta las ruinas de la ciudad de 1.0-
, groño. Llegando, según las señales en que iban instruídos, al
,sitio de ella, no plldi~ron reconocer vestigio alguno. Hechas
»)con gran trabajo las diligencias por los contornos, descubrie-
(I) Velasco, ob cit., tomo Ill, págs. 279-281. S~ cita el testimonio del P. Ve-
lasco, porque as~gura este escritor haber visto y leído en los Archivos de Cuen-
ca las informaciones ~cerca cIe ]il p.xpcr!ici<Sná los indios jíbaros, r!onùe se con·
tienen los datos mencionados sobre la navegabilidad del Paute. Se comprende,
sin embargo, que por la obra del jesuíta, principalmente en lo que se refiere al
antiguo gobierno de Quijos y :\¡ac~s y krritorio jíhilro, corren numerosos erro-
res, inexactitudes y anacronismos qu~ con sobrada razón censura y critica Jimé-
n •.7. de la Espada. V. Relaciones Geográficas de Indias, Tomo IV, pá¡:s. XLIV
y (·XXII.
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Ir) :-'¡ot.aut. del MaraI'ión. V. Bol. de la Soe. Geog., tomo 31, pág. 273·
(2) Todos los historiadores, entre otros l<JsPP. Chantre y Rodriguez.
(3) Villavicencio, ob. cit., pág. 95
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que afirman la navegabilidad hasta las cercanías de Paute. El
segundo de dichos escritores, dice: «El río de Santiago debe
,.ser navegable hasta el origen de las dos venas principales,
»que son el Paute y el Zamora) (r).
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facil y segura, salvando por tierra las pequefias trochas 6 va-
raderos que mediaban entre dichos dos. Las exploraciones
modernas sefialan la navegaci6n del Pastaza por lanchas y
vapores hasta la quebrada Ispingoyacu y playa Guayacu, cinco
dias de navegaci6n mas arriba de Andoas.
S·:! El do Bobonaza fue navegado por el P. Raimundo de
Santa Cruz desde sus cabeceras hasta la desembocadura en el
Pastaza, Conviene advertir que en el camino del Marafi6n a
Quito por el Bobonaza, los misioneros no utilizaban las cabe-
ceras de este do, por ser algo torrentosa, sino solamente
hasta el puerto de Canelos. Sin embargo, a mediad os del
siglo XVIlI se abrevio dicho camino continuando la navega-
ci6n del Bobonaza dos dias mas arriba de aquel puerto. Las
exploraciones modern as demuestran la navegabilidad del Bo-
bonaza por lanchas y vapores hasta la poblacion de Bufeo,
siete dias de navegaci6n mas arriba de Andoas.
6.a No se puede sefialar el terrnino de la navegaci6n del
Morona por las relaciones de los jesuftas. S610 se sabe que es-
tos misioneros navegaron dicho rio por espacio de treinta y
dos dlas desde su desembocadura en el Marafion, con objeto
de abrir un camino para Quito y Riobamba. Las exploracio-
nes modern as confirman la navegabilidad a vapor de todo el
Morona propiamente dicho, y tarnbien del Mangosina, brazo
izquierdo del Morona, hasta Puerto Riva-Agi..iero.
7. a El rio Santiago fue navegado en canoas durante la
epoca colonial desde las cercanlas del pueblo de Paute hasta
su desembocadura en el Marafi6n. Puede tarnbien afirmarse
que el Zamora es navegable en todo su curso ,
Madrid, 4 de Abril de 1908.
FELIPE DE OSMA.
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APENDICES
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1
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el avío, que se quedó atrás casi en los mesmos Avixiras y nunca más
le vi hasta doce días después que me desembarqué en los Oas, que to-
dos esos me adelanté. También la inundación, que por ser ya el cora-
zón del invierno, iba el Curaray de monte á monte, y aunque no im-
posibilitaba la navegación, por ser este río manso, la retardaba mu-
cho por ser las avenidas muy crecidas. Lo que más nos agravó fue-
ron los muchos cuidados y continuos recelos por los muchos pucrtos
y nuevos rastros de bárbaros que se toparon, no vistos ni descubier-
tos en las otras dos navegaciones, por ser tan grandes los arenales
que nos apartaban y ocultaban dichos caminos y puertos. En ésta,
como el río iba por el monte, parecían tan patentes y cursados con
rastros y pisadas tan frescas, que nos hacían huir y aun no dormir,
pues hubo día que, juzgando con gran fundamento nos habían ,·i::;to
los Záparas que estaban á la orilla del río en caza de papagayos, de
que cogimos uno, que cayó embarazado y enredado en la liga en que
los prenden, hubimos de caminar sin tratar de ranchear, por si acaso
seguían la canoa para hac..erpresa en ella donde parase. Lo que tem-
pló grandemente lo penoso de esta navegación, fué el conocimiento
con que ya nos hallábamos de la altura en que íbamos, de los puer-
tos y puestos que topábamos, de ]0 que nos podía faltar para el tér-
mino; el saber estas cosas nos desahogaba mucho, como, al contra-
rio, la falta de su conocimiento nos trajo en la primera navegación y
descubrimiento muy congojados y atribulados. Llegué, en fin, á los
Oas; de ellos pasé á Naapo, donde, habiéndome derribado totalmente
lo rigoroso de los corrimientos, reumas y gran romadizo, con poca
mejoría pasé á Archidona, concluída mi navegación á los siete meses
y diez días, que estos gasté en su discurso desde I2 de Octubre
de I664, en que me embarqué en Ataguate, puerto de Xeberos, has-
ta 22 de Mayo de r66S, que me desembarqué en Naapo; y para qUlt
V. R. pueda saber, sin cansarse que la relación mayor y sus circuns-
tancias, lo obrado en dicha navegación y viaje, concluiré esta carta
apuntándolo todo sumariamente.
Hase descubierto y navegado el Curaray de popa á proa con to-
das sus cabezadas; obra que, desde que las Indias lo son y los Go-
biernos de Quijos y :\1ainas se fundaron, nunca se ha emprendido,
antes di!1cultándolo é imposibilitándolo tanto, que ni aun río abajo lo
tenían por factible Ú causa de su longitud, á que no daban término,
de lo maligno y enfermo de su temperamento, aprendiéndolo fatal y
muy principalmente por los muchos bárbaros caribes que lo pueblan.
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Hanse reconocido sus naciones, sus puertos y puestos, sus man-
tenimientos y tierras y sacádose lenguas, según S. ~1.manda ..., me-
nos de los Semi-Gayes, que por hab~rse puesto en armas con tanta
fiereza, damos gracias á Dios de haber salido de sus puertos y tierras
con vida, obligando á nuestros indios á ejecutar en ellos mucha ma-
tanza, para salir con ella de dos guazabaras que dieron con horrorosa
porfía.
Hase reconocido la travesía de Releno á Latona y buscado los
Gayes en orden á su amistad, conversión y doctrina, gastando sólo
en buscarlos veinte dias, con tan extraordinario trabajo, que despea-
dos, abiertos los pies y enfermos se volvieron muchos indios al real,
extraiiando tan nuevo modo de caminar por ríos, arroyos y guaicos
tan ásperos. Lo más principal y señalado es haber dejado en paz y
doctrina toda la nación de .'\vixiras, visto todas sus parcialidades y
puéstoles campana, ornamentos y Padre para que se la enseiie; ;la-
biendo traido siempre por lo obrado arriesgada la vida yaventurádo-
la en once asaltos, de que nos ha sacado Dios con ella por su infinita
bondad y misericordia.
Cuando no fuera por los veintiocho años en que nuestra Santa
Religión ha atendido con tanto cuidado y desvelo á la amistad y con-
versión de tantos bárbaros y obediencia á S. :d., que Dios guarde, por
lo obrado en estos siete meses y más de navegaci('l11y trajín en el río
y naciones del Curaray, pudiera sin recelo y sin rebozo afirmar había
~ervido mucho á S. M. Digo esto, porque, siendo estas cosas tan cier-
tas y notorias, se escribe de Quito metió un memorial una persona
eclesiástica apocándolo, dcshaciéndolo y anonadándolo tanto y con
tal modo, que hubieron los Señores de la l<eal Audiencia de mandar
repeliese de los autos tal escrito y penar al procurador que lo metió,
en 12 patacones. Todo esto nos está muy bien por muchas razones,
y la principal para enseÙarnos á obrar derechamente por Nuestro
Gran Dias y SeÙor, que gU3.rde á V. R. De Archidona 24 de ;\fayo de
r665.-Siervo de V. R.-Lucas de la Cueva.
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II
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tigos en esta ciudad de Quito, que han acompañado á los dichos en
sus entradas y salidas; y en las que han hecho á esta ciudad para re-
curso de lo necesario, han sacado algunos de los gentiles á vista de
todo el mundo, los cuales, con la solemnidad que acostumbra la Igle-
sia, recibieron el sagrado bautismo en la ciudad de Cuenca, desde á
donde volvieron á entrar con los Padres en sus tierras. Para la prose-
cucion, pues, de aquesta gloriosa empresa, salieron de aquesta ciudad
del Quito por los años del Señor de 1636 el Padre Gaspar de Cugia y
el Padre Lucas de la Cueva, de la Compatiía de Jesús, y llegando á
Jaén, se embarcaron en el río del :Marañón, que así se llama ahí y nos-
otros llamamos Amazonas, y después de cuatro días de navegación
río abajo, llegarnn á la ciudad de San Francisco de Borja, donde por
no haber sacerdote hizo residencia y asiento el P. Gaspar de Cugia,
despachando el río abajo con algunos soldados al Padre Lucas de la
Cueva, su compañero, por explorador de aquellas tierras, el cual, con
los soldados, llegó á la boca del río Pastas a ó de La Tacunga por otro
nombre, otra de las cabeceras y nacimientos que dan á este gran río,
y subiendo por la boca del río de Pastasa arriba, venciendo sus co-
rrientes, después de ocho días de navegación, cuatro el río de Mara-
ñón abajo y otros cuatro al del Pastasa arriba, llegaron á una anchu-
rosa y apacible laguna que hace el río con otros que desembocan en
ella los torrentes de sus aguas, llamada en aquellas partes Rimachu-
ma. Aquí gastaron cuarenta días reconociendo, no solamente los ríos
que le entraban á esta laguna y la hacían célebre, sino también los in-
dios gentiles que poblaba sus orillas y habitaban la circunferencia y
contorno de aquella laguna toda. :\lás de cuatro de navegación y otros
quince dIas gastaron en el río de Chillai y en averiguar los bárbaros
moradores de aquellas tierras y riberas, nunca hasta entonces vistas
ni holladas de los españoles (I). Cumplido con el registro de aquestas
provincias, volvieron á la boca del río de Pastasa y el Marañón abajo
hasta llegar (2) á la provincia de los Xeberos, en cuyo examen y ave-
riguación se detuvieron ocho días, y faltándoles ya sustento, volvie-
ron río arriba á San Francisco de Borja para rehacerse.
Reforzados, salió segunda vez el P. Lucas de la Cueva con doce
soldados el Marañón abajo, y embocados por el río de La Tacunga ó
(I) No es cierto.
(2) Al margen: á los ríos que lhman Quebrada-honda y Tupene, por donde
navegaron hasta llegar.
(Estas notas son del original.)
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Pastasa, navegaron el río arriba más de veinte días, hasta llegar á las
vertientes del páramo ce~ca de Pillara, donde por ser toda la tierra
agriamente montuosa, haber perdido en la demanda algunas canoas
y hallarse menoscabado el sustJnto, Se dejaron caer otra vez á la
madre dell\1arañón.
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III
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quatro grados de Ilatitud austral y en setenta y siete grados y me-
dio de longitud, se halla trasladada la ciudad de BOlja con licencia
del Superior Govierno de la Real Audiencia de Quito; porque no pu-
diendo subsistir los espai'ioles y mestissos sin los indios, les fué á
aquéllos forsoso baxar en seguimiento de éstos á poblarse en la
mesma cituación.
La computación de grados se ha procurado conformar á la navis-
sima Carta Topográphica del añade 175 I, de los Padres Carlos Brenta-
no y Nicolás de la Thorre; pues aunque tiene no pocas y graves dis-
cJrdancias con la que en los años de 1743 Y 1744 formó Monsieu r
de la Condamine, de la Academia Real de las Ciencias de París, y con
otras, no obstante se sigue aquélla con preferencia á éstas, por tres
ra:wnes; por más moderna, por más extcnsa y prolixa, y por haverse
formado consiguiente á la noticia de missioneros prácticos, assí en lo
interior como exterior de tan dilatado terreno. Por exemplo: :\.lon-
sieur de la Condamine pone la Laguna en cinco grados y catorse mi-
nutos de latitud austral; y los citados Padres la colocan en quatro
grados y cosa de sinquenta minutos por lo que mira á los grados de
longitud, no estando de acuerdo los authores; en la designación del
primer meridiano, tomándolo cada uno á su arbitrio, aun mayor es la
confusión, que igualmente queda removida fixando vnicamente la
mensura al citado mapa.
La Laguna.
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en el Gua.lIaga. Agregóse á los Cocamillas vn conciderable número
de :\1aynas, traídos como por castigo del mismo V cayale. Por el atio
de 1666 salieron del mismo río porción de Coca mas, Maynas y Che-
peos, todos amotinados, y tomando de sorpresa dieron la muerte
al Venerable Padre Francisco de Figueroa, por yerro de quenta de la
ivan á dar al Padre Superior Thomas ~larano. De orden del Govierno
se procedió al correspondiente castigo para escarmentar los alsados;
y por el ailo inmediato subsequente de 1667 los menos criminales fue-
ron confinados, vnos á BOlja, y otros á este río Guallaga. Repitiendo
después sus viajes al Vcayale alto, logró el Padre Lorenzo Lucero,
mediante la sagacidad de su conducta, atraherse á los Xitipos ó Xipivos
(ay llamados Panas), la mejor gente, la más constante y más fiel en el
Christianismo, de las demás que componen la Laguna y aun toda la
:\Iissión de Maynas. Y aunque sola la gente traida del Vcayale llegó á
montar la considerable summa de mas de quatro mil al;nas, entrando
la peste de virhuclas por el alío de 1680 fué tanto el estrago de la
mortandad que apenas lo,:>restantes pudieron salvar sus vidas al abri-
go de vna precipitada fuga á lo interior del monte. De las mísseras re-
liquias que escaparon de la muerte, aun aviéndose mantenido á riesgo
manifiesto de sus vidas, firmes en no desamparar el terreno, se forma ay
el pueblo de la Laguna, compuesto de tres partidos ó parcialidades de
indios; esto es, Panas, Cocamas y Coca millas. Entre repetidas pestes
que han anigido este pueblo, fué sangrientíssima la del sarampión y
Jisenterías en el ati.o de 1750, Y no menos fatal la de virhuelas entre
los afias de 1761 y 1762, que en siete meses continuados acavó casi
con la mejor gente del partido de los Panas, quienes por no desampa-
rar al missionero no quisieron retirarse Ú lo interior de los montes,
como lo hisicron bs Cocamas y Cocamillas, y poI' este medio sal\'aron
SlIS vidas de la malignidad del contagio. Tiene este pueblo iglesia de-
cente de tapiales, bien abastecida de ornamentos, vasos sagrados yal-
gunas alhajas. Su gente, comparati\"amente hahlando con las demás
de los otros pucblos, tiene bastante instrucción christiana y vn medio
ref1exo de sociedad humana y civil, que entre estas gentes pasa por
vno de los raros prodigios de la natural esa. 10 milagros de la instruc-
cion y del arte! En medio de todo esta cs hien notable la escl'upu-
losa separación que Jas indios Cocamas y Cocami\las, entre sí coliga-
dos, observan de los indios Panas, y éstos recíprocamente de aqub-
\los, sin mezclarse ni en la iglesia y mucho menos en la havitación;
en tanto grado, que ni lo,; Cocamas, ni Cocamillas toman por muge-
res las hijas de los Panas, ni éstos las de aquéllos.
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ehamleuroso
Vrarlnaso
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reconosiéndose la mala constitución del terreno á las márgenes de este
río Chambira por la escasez de víveres, humedad del terreno, sllma-
mente anegadisso por los pantanos y ciénegas que lo circundan, y vl-
timamente por la maíignidad del temperamento, tan enfermizo, el año
siguiente se trasladó el pueblo á la orilla meridional del ~larañón, en
frente del mismo río Chambira y casi en la mediación entre los pue-
blos de la Laguna y San Regis, en tres grados y cinquenta y quatro
minutos de latitud austral y setenta y cinco grados y medio de longi-
tud. Ha devido este pueblo no sólo su conservación, pero aun su au-
mento, á las continuadas reclutas de indios del monte de la misma na-
ción, que se han ido reduciendo al Christianismo. Mas como el Mara-
ñón en el tiempo de sus crecientes inunda todo ci suelo de la nueva
población, anegando sus sementeras y haciendo impracticable el cul-
tivo, por no experimentar nueva avenida, se buscó suelo más enjuto ú
menos baxio; y aunque no se hallase lugar ventajoso, acomodándose
á la necesidad, rué preciso elegir citio mer,os malo; y otra vez se tras-
ladó el pueblo por el año de 1771 vn dia más arriva, al cafio de vna
laguna llamada Guatapi, en que se han repetido las irrupciones del Ma-
rafión y padecido las mismas incomodidades que se avian procurado
evitar. Aviendo depuesto enteramente la ferosidad, que antiguamente
la hiso tan temida, es ay la gente Vrarina la más dócil, pací!ka y su-
misa de toda la Missión, y tiene especial habilidad para la fábrica de
unos toldos que texen de palmas.
San Regis.
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de esta naClOn, calculándola, á juicio prudente, de ocho á diez mil
almas, con inclusión de los Masamais. En la era presente está tan
deteriorada y consumida, que toda ella, ni con mucho, pasará de mil
almas. Fué tenida por inaccesible á toda humana diligencia; pero por
Providencia Divina se logró la ilustración evángelíca á esta gente,
abriéndose la entrada y comunicación, para amansaria y conquistada,
el año de 1723. Por el año de 1737 ya huvo seis pueblos concíde-
rabIes de Yameos, aun quedando residuo en el monte; pero vltima-
mente siguió el exemplo de sus compatriotas, saliendo á incorporarse
con ellos en las mismas poblaciones. Hállanse los Yameos repartidos
en los tres pueblos de Omaguas, San Regis y Napeanos, donde van
caminando con paso acelerado á su total ruina y consumpción¡ bien
que, en San Regis, es donde se hallan más propagados ó menos con-
sumidos. Esta es una gente que adolece de vna mui particular es-
quivés y encogimiento hasta declinar al extremo de vna bárbara ter-
quedad. Además de lo que consumen á los Yameos los males de la
naturaleza, ellos por sí mismos abrevian los plasos de su vida, pare-
ciéndoles lenta y perezosa la velocidad de la muerte; porque quando
algun Yameo padece pesar, ó siente esquivés ó desprecio en el trato
con el otro sexo, luego, luego libra sus alivios en el barbasco (yerba
venenosa), que toma saliendo antes de toda compañía y hallándose
fuera de los suyos, sin comunicar SLl designio al mas allegado; para
que sin poder ser socorrido entre las agonías de la muerte, acave la
vida á manos de la desesperación y del propio despecho. Consúmen-
se tambien recíprocamente las personas y aun las famílias enteras, si
llegan á tener algun reencuentro, con otra yerba no menos venenosa
y antes más maligna por lo que dilata el martirio. Llámanla muzana,
y solo su contacto al cuerpo ó la vntura de su jugo á la ropa, basta
para consumir poco á poco á los infeccionados de este mortal tan du-
radero tósigo, que antes de morir llegan á quedar reducidos á sola
la piel y los huesos; cadáveres vivientes, que sirven de horrible pa-
voroso espectáculo á la vista y de vn funestíssimo recuerdo á la ima_
ginación. Tienen especial havitidad en texer vnas hamacas ó redes
de la palma chambira, harto estimadas en toda la Missión para atem.
perar Ó refrigerar algun tanto, con bU vso, el calor del ambiente. Son
mui diestros en la caza, y no menos hávíles en la pesca; manejando
tan bien la red y el anzuelo como la saeta, el dardo y la flecha.
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(!)maguas.
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ordinaria epidemia, que por estas partes grasa de zarampión y disen-
terias, lo deterioró mucho el año de I ï 5 I, Y para sostenerlo fué pre-
ciso agregarle las reliquias del pueblo igualmente destrosado de los
Yameos, Hambronos, Masamaes, que ay forman la otra parte del pue-
blo de Omaguas. A.este mismo pueblo pertenece el partido de los Ma-
yorunas, nación estendida desde la vaca del Vcayale hasta la del
rio Yagu~rí por los montes y quebradas inmediatas á la vanda más
austral del Maraii.ón. Desde el año de 1729 se ha trabajado con esta
nación, ya reduciéndola á pueblos, pero que han sido de poca per-
manencia, ya incorporándola al pueblo de Omaguas. Con todo, en la
presente actualidad, á ecepcion de vna ~ otra familia, ha quedado
otra ves remontada, siguiendo la inclinación de su genio, que no les
permite vivir sino siempre errantes, discurriendo de citio en citio y
de lugar e11lugar, como fugitivos de sí mismos, aun en lo interior de
los montes que havitan. Tiene iglecia mui desente de tapiales, con
buenos ornamentos y adorno para el culto; cassa capás y acomoda-
da para el missionero, donde también vive el Governador de la Pro-
vincia.
Iquitos.
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ésta casi destruida y reducida á mui corto número. Su temperamento
es igualmente achacoso á los indios que al missionero. De otro parti-
do de la misma nacion lquita ai otro pueblecito llamado Santa María,
en el mismo rio Nanay, que en estos vItimas años formó vn religioso
lego de la Compañía de Jesús, aunque vltimamente casi lo sacrifican
al desamparo y á la necesidad, retirándose á los montes los indios, á
causa de vna epidemia que ordinariamente suele servir les, ó de ver-
dadero motivo, ó de disimulado pretexto para sus retiramientos. y
comO' regularmente hablando, todos estos indios jamás atribuyen la
muerte á las causas naturales, ni en medio de tan diaria indefectible
experiencia, la conceptúan irremisible decreto de la Providencia; si ven
morir á alguno, es, á su entender, porque otro rival suio le acabó con
sus echisos y maleficios; si vna nación llega á contagiarse es porque
otra enemiga suya lo sacrifica al bárbaro encono de su implacable in-
mortal discordia y emulacion inalterable. En las epidemias ven fre-
cuentes los estragos, y luego se aviva en ellos la vana credulidad de
la fuersa de los echisos contrarias; ensiéndese con esta el furor, que
procuran aplacar asestando con la fuersa armada; y no pocas veces lo
que al principio fué no más que vna ligera epidemia, llega á parar en
vna sangrienta intestina guerra, que todo lo acava y todo lo consume.
Quando llegan á escapar de tantos contagios amotinados, quedan fir-
memente impresionados los del odio y los de la descontiansa recipro-
camente, de manera, que ya no les es posible vivir en sociedad y se
ven presisados á huir á lo interior de los montes, donde con inexo-
rable pertinacia y peor ánimo del que tuvieron antes de reducirse,
mantienen tenassísimamente por toda la vida la idea de sus reencuen-
tras y fatalidades; sin que nadie sea capás de persuadirles lo contrario,
y mucho menos volverIas á la sumissión y á la concordia recíproca.
Con todo, como vno de los raros acaesimientos, puede admirarse
el caval restablecimiento de estos indios Iquitos, pues parece que ya
buelven ·á poblarse poco á poco, y pllede ser que ay consiga el Clero
su recuperación.
Napeanos.
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~evas.
EANCe Df lA f~c.)l.;r~:J,J.
E'!\I'01::CA luiS - '\\,G¿L I-.';;·,NCO
r / ~ li ~J)C;j.>.r:::ïr.~¡
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vas. No pudo lograrse por mucho tiempo el fruto de esta conquista;
porque sobreviniendo en el año de 1757 una formidable peste en to-
da la Missión baxa, se horrorisaron con ella tanto, que se retiraron al
monte gruesas partidas de Yaguas, Pevas y 'l'icunas.
TienDas.
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el corasón de los montes, intimidadas del vecino portugués. Del
Sllmo de varias raíces, qlle se benefician y cosinan, se fabrica aquí
un veneno mui activo y permanente, mui apreciado para la caza, del
qual se proveen en la Missión y suelen tambien sacaria fuera para el
mismo elfecto y venderIa en buen precio.
Yurlmaguas.
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tiv8. que la de (uera; de cuio mineral inagotable seahastese toda la
Missión. Son los ;vluniches vn partido de los Gevcros y un corto
residuo de los que por fuersa lleva van cautivados para sus labransas
los vecinos de Moyobamba.
Xevero •.
ehayavltas.
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por tierra con el pueblo de Cahuapanas, y con el de Xeveros por otra!>
veinte y quatro leguas de camino por tierra. Dióse principio á su fun-
dación por el año de 1652 y aunque su gente es dócil y pacífica, es
tambien sobremanera ruda y tosca. A corta distancia por tierra está
su anexo de la Anunciación de Paran apuras, parcia1idad corta de Xe-
veras, que se compone de gente pacífica y dócil que empesó á amis-
tarse en 1652. Toma su nombre del Paranapuras, rio mediano, que á
distancia de legua y media de Chayavitas sale ya navegable de la cor-
dillera (sino es en tiempo de mucha seca ó quando las cresientes son
mui impetuosas) Y entra en el Guallaga al pie del pueblo de Yuri-
maguas.
eabuapaD8S.
Vi Debes.
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de longitud. Comensó á formarse este pueblo desde el aIÎo de, 1698 de
los indios Pinches, Pavas, Arasas y Llepas, todas parcialidades distin.
tas pero de una misma nación, sacada de los montes intermedios de los
Jios Pastas a y Tigre, mui consumida con los achaques y enfermeda-
des que son tan frequentes en las riveras de Pastaza, donde apenas se
conserva la vida, pero la salud siempre achacosa, siempre quebrantada.
La nación de los Pinches es hávil, especialmente en los texidos de
vnas telas de palmas, de que se sirven para sus vestuarios y para los
toldos, con que se defienden de los sancudos, murciélagos, xexenes y
otras plagas é inmundicias de que abundan estos payses.
Andoas.
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1696. Casi al mismo tiempo se construyeron también el de los Za-
paras, el de los Zimigaes y en el río Guasaga otro de la misma
gente Andoa, pero aseleradamente consumidos con la intemperie
y malignidad del clima, fué presiso el ailo de 1711 juntar todos en vn
cuerpo y formar el \'nico que ay existe; que del mismo modo se hu-
viera consumido ya, á no haverse fomentado continuamente con reclu-
tas de gente nueva sacada de los montes y de las tinieblas de su in-
fidelidad. Subiendo por el Bobonasa catorse días, se encventra el pue-
blo de Canelos, curato mui corto y casi arruinado de la religión de San-
to Domingo. Por aquí está uno de los caminos que tiene esta Missión
para comunicar con la Provincia de Quito. Segun el estado presente es
inaccesible en cavalgadura; y aunque no tiene más de ocho días por
tierra para salir á poblado, es mui peligroso y sumamente trabajoso;
recrese su asperesa y riesgos en vna ladera ó desfiladero, tan pendien-
te, que apenas puede sostenerse el cuerpo, y en partes es tan estrecha
la senda que cave con dificultad la planta humana, teniendo continua-
mente á la vista el succesivo precipicio al rio de Patate ú Pastaza. Pero
aviéndosc abierto aora nuevamente por el Padre Cura actual, Fray Ma-
r.ano de los Reyes, el antiguo camino, que estava abandonado en tiem-
po de los Padres de la Compañía de Jesús, continuando el mismo Bo-
bonasa dos días arriba de navegación, más allá de Canelos, se sale al
atajo y se salva tanto precipicio y fragosidad, quedando la montaila
reducida al corto camino de cinco ó seis días. Sin que por eso puedan
evitarse cinco rios, que deven pasarse en hombros de indios, y el
sexto, que llaman del Topo, por vn pvente de huaduas ó cailas grue-
sas, que se hace cada ves que se ha de pasar sobre un paso tan rá-
pido y caudaloso que hasta los indios le temen, siendo assí que son
impávidos á todo peligro; porque no tiene remedio que el que cayese
ha de morir aogado, no pudiendo valerIe aquí para salvarIa la mayor
destresa en el nadar. De tal calidad que parese haver puesto la natu-
ralesa "na sola piedra para fixar en ella el puente levadisso, dando á
los pasageros lugar al tránsito, que no siempre es asequible porque
e>tando cubierta la piedra con las cresientes del Topo, no se puede pa-
s:!r adelante, ni tiene más recurso que esperar á que vaje ó retroceder
h:lsta mejor oportunidad, á lo que ordinariamente se inclinan los via-
gçros, temerosos de que consumid03 los bastimentos con la larga de-
mora, se vean puestos en la necesidad de pereser de hambre. No es
esto lo regular en todo el aila, sino en el tiempo de las crecientes ma-
yores, que pOdrán durar tres mese; continuados, comensando desde
mediados ó fines de Abril hasta parte del mes de Julio.
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Muratas y Xivaros.
Río Napo.
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alsamientos frequentes y perturbaciones en otros pueblos; las invassio-
nes y correrías de los portugueses, y otros muchos cuidados ocurridos
en el Marañón, que devieron llamar anticipadamente la atención y
el desvelo. Por el año de r;oo se dió principio, con mucho fervor y
empeño, á la rcdución de los Payaguas, entonces nación temida y
numerosa, siendo su extensión por las montañas que se dilatan en-
tre los rios Putumayo y Napa, desde la vaca de éste para arriba.
Construyéronse diferentes pueblos, pero todos de mui corta duración.
Esta nación Payagua se halla ay casi consumida con las guerrilla-:;
y matansas reciprocas.
En el at10 de r720 se amistaron las naciones lcahuates, Li-
civas y Daivas, pidieron missionero y se poblaron; pero dentro
de poco mataron al maso que le asistia sirviendo en dirigir la
formación del pueblo y d ~ la ¡glecia. Hísose por ello castigo en los
culpados; vnos de ellos murieron, otros fueron llevados á la Missión
alta del ¡\-larat1ony los demás se retiraron al monte. De estas mismas
naciones se formó poco después cerca de la vaca del Curaray el pue-
blo de San Xavier, con ochenta indios de lansa, y ay se halla reduci-
do á vnos pocos vagamundos, que no tienen de christian os más que
el character santo del bautismo. El año de 1737 se ofrecieron volun-
tariamente con la pas y amistad las naciones de los Abixiras y Enca-
vellados, cituados á la vanda más occidental del rio Napo poco más
abajo del Aguarico. Dióseles missionero, y su primera población se
hiso con catorse casas grandes llenas de gente. En brebe huyeron
desamparando al missionero; pero bolviéndose á recoger algunos, por
medio de ellos se amistaron los demás y se establecieron assia el rio
Aguarico por diferentes pueblos. Y aunque en los aiios consecutivos
se trabajó con el maior esfuerso en la población más formalisada de
toda esta numerossísima gentilidad, no se consiguió otro fruto (bien
que tan preciosso) que el de innumerables párvulos. y no pocos adul-
tos, que tuvieron la suerte felicíssima de lograr las saludables aguas del
bautismo, al mismo tiempo de haverles asaltado la vitima enfermedad
dimanada de una de sus frequentes pestes y epidemias. Después de
repetidos retiramientos y alterassiones en el aI'io de 1752 mataron los
del pueblo de San Miguel á su missiooero, y se perdió esta Missíóo.
Apenas comensaba á restablecerse, quando se alsaron ouevamentelos
de otro pueblo llamado Nombre de Jesús; descargáronlc á su missio-
nero, que lo era el Padre l\fanuel Vriarte, vn cruelíssimo hachaso en la
cavesa, de que escapó con la vida, haviendo quedado por tres dias como
muerto. Después de este fatal acaesimiento, con no poco trabajo y afán.
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se volvió á recoger la gente; pero aviéndose consumido muchos con las
epidemias y mutuas matansas, que son frequentes entre ellos, las
reliquias están reducidas á Jas dos pueblos de Capucuy y Nombre de
Jesús de Encavellados, con otros dos mui cortos anexos para facilitar
por este rio Napa la comunicación con Quito; siendo este el camino
frequente y visitado para la entrada y salida de los missioneros. y para
Ia introducción de sus anuales socorros.
lIppéndlee.
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casamientos y parentescos con los españoles y mestisos; y que es-
tos reducidos á esta especie de confederación sua\,isan el genio duro
é insociable de aquellos, siendo al mism::>tiempo los que nacen de se-
mejantes propagaciones vnos mestisos dóciles, humildes y provecho-
sos para la insinuación más oportuna con los indios. Con que fran-
queándose entera libertad para estas cituassiones de familias, que an-
tes no se les avia permitido á los españoles y mestisos, y lo que es
más, promoviéndose de positivo este assumpto, se lograria asegurar á
estos naturales, arraygándolos en sus poblaciones; y de este modo,
reducidos á la sociedad racional y civil, ellos mismos irian atrayendo
á los demás infieles, hasta en el nombre, persuadiéndoles con la vehe-
mentissima impresión que les hase sobre todo el interés, siempre que
se les persuade consequible, sin el afán del propio trabajo.
Hasta aora, después de tantos años de conquista, los indios May-
nas no son otra cosa que vnos bárbaros, desnudos de rasón y de dis-
curso, y mui distantes de governarse por otra ley que la que le pres-
crive su ciego antojo, tan obstinado en las tinieblas de su ignorancia
que paresen negados aun á aquellos estímulos de la naturalesa, cuya
imagen se trasluce hasta en los brutos. Por esto son incapases de co-
noser el peso de la ley divina, ni de la positiva humana, y mucho me·
nos de comprehender la obligación que les incumbe de obedecer se-
riamente á los Superiores que goviernan en nombre de la Magestad
cuio Augusto Real Soberano nombre aun les avia sida incógnito á
esas naciones. Ellos se goviernan, mejor se dirá, ellos se desgovier-
nan por su libertinage sin término, pasando la sordidés de sus vicias
más allá de lo que cave en la más viva ponderación; ni puede com-
prehenderse como en vnos hombres, que verdaderamente lo son, pUc-
da caver tanta serenidad que ni la más indecible torpesa les aver-
guense, ni la abominación más detestable les cause el más leve ru-
bor. No sólo es regular este méthodo de vida á los indios que havitan
el corasón de los montes, sin haber meresido la ilustración de Nues-
tra Santa Feé Catholica, que les hase amaneser la luz de la razón,
sino tambien á los ya convertidos y aun á aquellos mismos que de-
cienden de padres y abuelos christianos; porque todos ellos son in-
dios de montaña, nacidos y criados en ella, que parese infundirles con
la cuna y el tl'llto cierta espede de abnegación de sí mismos, que
declina en la más rara insensibilidad. Tarde y mañana se les enseila
la doctrina christiana rejucida Sll explicación al más concisso cathe_
sismo y á las oraciones; pero con todo este incesante afán, es tanta
su rudesa ó la poca atencion con que decoran lo que se les enseña,
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que despues de años y anos, y aun hasta morir, se están como al
principio, eceptuados algunos mui pocos, que en sabiendo resar se
tienen entre ellos como vn::lSoráculos y co:no los hombres más sa-
bios y consumados. La continuada diaria il1stru::;ción del missionero
no labra en ellos alguna cultura en lo que es poli~ia, y 10 que es más
sensible, ni aun se puede lograr el que presten el as~nso de fee que
se nesesita para la salud eterna; apenas 5e puede recavar de ellos vna
media credulidad, imperfecta, dubia y refundida en sola la palabra
del que la ensetia; porque á 105 mas vehementes cJnvencimientos, y á
los más eficases esfuerzos de la persuación, no ay quien pueda sacar-
les otra expresión qu~ ésta: ass! será. D~ que proviene la impavidés
y serenidad con que mueren, pasando del tiempo á la eternidad jel
mismo modo que si fuesen á vn convite ó función de borrachera en-
tre ellos. Son tan olvidadisos y faciles en borrar las especies apren-
didas con tanto tiempo y trabajo, que luego que el dicimulo Ó
la suspensión de la tarea los dexa algún tanto de la mano, buel·
ven con más fuersa á las mismas tinieblas de su nativa ignorancia,
porque logra en ellos mas eficás convencimiento y asenso mÚs firme
el exemplo de SllS amigos, parientes y compatriotas que quantos
avisos, consejos y documentos pueden darIes juntos todos los
missioneros.
La educación de sus hijos se reduce á un amor tan ciego y á ma
tan torpe condecendencia que nada se les niega, prohive, ni castiga;
todo les es permitido y para todo tienen amplissima licencia, redu-
ciéndose toda la criansa (así como en los brutos) á la mera contribu-
~ión de los alimentos, que en la edad temprana no pueden buscar
por sí mismos para la conservación de la vida. Dominales sobrtl to-
dos el vicio de la sensualidad, como consiguiente á la embriaguez de
por vida, que laboran; pues se notan no pocos indios quc jamás Ú
mui rara vez se hallan en su acuerdo. De aquí provienen los demás
desórdenes de su vida, toda entregada al ocio y al livertinage, dando
maior motivo á su decidia la ferasidad del terreno, que al más leve
amago del cultivo corresponde con mui abundante y copiosa co-
secha, á que se agrega la muchedumbre de la caza y pesca en los
montes y rios circunvecinos, sobrando de estas especies quanto pue-
de desear ó el apetito ó la necesidad. Recrese su inacción con la falta
de estímulo al trabajo, que sude serIo vehementísimo la aflcion al co-
mercio y á la ganancia que de él resulta, pues en tantos allaS no les
ha sido conosida esta vtilissima senda para el adelantamiento de los
Reynos y Provincias. Por otra parte, ellos se ven relevados de toda
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carga y pendón, pues no están sugetos á la labransa en las hazien-
das, ni al trabajo de obrages, ni á las mitas, encomiendas, ni otros
gravámenes de esta naturaleza; tampoco pagan ovenciones algunas
al missionero, pues antes éste les contribuye lo que han menester, y
mucho menos algún tributo á Su Magestad (que Dios guarde) pues
antes su Real demencia les costea la subsistencia de los missioneros.
Con que estando libres de toda pención y teniendo Jo que sobra para
pasar la vida humana, en aquel modo sedentáneo que conciven más
felis, por más acomodado á su genio, se puede venir en conocimiento
Je la holgazanería con que viven estos injios. Verdaderamente, que
causa no poco dolor ver tan vasta fértil Provincia abandonada al
ocio y decidia de sus naturales, quedando perdidos y sin cultivo sus
nobilíssimos preciosos efectos, como son: la asúcar, el achote, el
agengibre, la almendra, el algodón, el arroz, la brea, diversísimos
bálsamos y resinas medicinales y aromáticas, el cacao, el café, la
canela, la cera, el ceivo, el copal, la copahl1va, el draga, el estora-
que, el ispingo, la pita, los plumages de colores vistosíssimos, la sal,
la sarsa, el tabaco, la vaynilla, el veneno, y otras mÚs especies \'ti-
les, que hase despreciar la falta del conocimiento y se descubrirían
con la inspección de personas inteligentes, abansando al mismo tiem-
po la agricultura y la industriosa econonía á la cituacion de muchas
plantas forasteras vtiles y provechosas. Sin duda, que aquí pudiera
sacar Su Magestad anualmente muchos millares, sin que á los pue-
blos fuese sensible la exacción, y antes con ella misma los felicitaria,
removiéndolos de tanla inac.;Îón y haciéndoles apreciar lo mismo que
aora tanto desprecian; porque con sólo introducir al comercio y pre-
sisar á los indios il que en señal del vasallage laborasen algún tanto
en los mismos efectos del pais de quenta de la Real Hazienda, po-
niendo ésta administradores de buena economía y fidelidad, se reco-
noseria quanto tesoro y quanta riqueza encierra esta Provincia, que
hasta aora aun no avía producido al Rey nuestro SeÜor ni vn solo
maravedí. Pudieran también mantenerse de quenta de la Real Hazien-
da grandes cuadrillas de negros en Jas minas, lavaderos del Napa,
Provincia de Avila, Canelas y rio Bobonasa, trabajando e:J el oro de
tan subidos quilates á la direccion de mineros diestros y experimen-
tados, siendo igualmente fáciles los socorros en abundancia con los
salados producidos de la caza y pesqueria de Omaguas y más par-
tes del :\laraÜón.
La gratitud es tan desconos!da entre ellos, que el oi\'ido del benc-
fic,ia comiensa desde el mismo punto de recivirlo; y quanJo se acos~
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tumbra á la gratificación cobran como deuda la gracia, que contri-
buida no agradecen, como sucede con los obsequios y regalos de los
missioneros, que resiven con despego y terquedad, y dexando de re-
civir estrañan su falta con notable enfado. Eceptuando tal qual obje-
to puramente material y más sensible á la puerilidad y dura cortesa
de su genio, en todo lo demás, su discurso (si lo es) siempre queda
tan obscuro y débil que no se levanta de la esphera de vn dudoso
crepúsculo de la razón, pues aun el del más provecto apenas ó nada
se distingue del que pudiera formar vn niño. Quanto más con el tiem-
po se pretende limar sus tosquedades, borrar sus torpes ritos, deshaser
sus abominables ceremonias, tanto más se crese su havílidad (que
para esta si la tiene) y empeilo de cau telar sus abusos, extravios y f1a-
quesas de que abundan, valiéndose para esta consecución de aquellos
mal entretegidos artificios, que en su corta comprehención les paresen
bastantes á alucinar; siendo la ordinaria oficina de quanto procuran
solapar, con misterioso secreto, la mentira mal encubierta y el enga-
110 casi á todas luces descubierto, con que vnos á otros se procuran
tapar sus f1aqucsas, sordideses y abominaciones; no porque á esto les
obligue el rubor que infiere el vicio, sino el resel) de la corrección ó
por evit1r la sanidad del consejo.
Tolo el Govierno civil y político de estas pueblos pende de vn
Go\ernaJor que por cinco ailos provee Su Magestad con sueldo en
las Heales Caxas de Quito y subordinacion al Govierno Superior de
aquella Heal Audiencia. Este Governador, por presición, ha de estar en
vn solo pueblo, summamente distante y separado de los demás por
la gran distancia que tienen entre sí, metido entre tanta multitud de
bál baros, sio más esfuerso, ni auxilio para hacer œspetable su autho-
r¡dad que el que le pu~dan prestar sus subalternos, que soo los mis-
mos indios, en quienes por necesidad recae el Govierno económico.
Es t:lanifiesta la debilidad de este brasa; porq.ue estos indios, que le-
vantan varas de justicia, son de la misma calidad que todos los de-
más: superticiosos, mentirosos, timidos, f1oxos, borrachos y en una
palabra nada inferiores en los vicias, que son comprehensivos á to-
dos. De aquí es que por más empeilado que estuviese el Goven¡ador
ó el missionero en promover el servicio de Dios y del Rey, se queda-
ría con sus buenos deseos é intenciones, sin pasar á su execuCÍón y
práctica en aquella proporción y grado conducentes al adelantamien-
to de la Provincia. Verdad es que á la primera vista parese que todo
es camino llano y trillado, todo accesible á vna mediana diligencia;
porque los indios sin parar en nada ni dificultar sobre cosa alguna
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todo lo prometen luego al punto de contado, pero esta misma ligere-
sa en el ofrecer desvanese el cumplimiento, que nunca llega, ni se
verifica, por más que repitan las mismas promesas. Si se les quiere
compeler á la práctica de su palabra ó á la seria efectiva obediencia
de lo mandado, no ai medias, ni proporciones para llevarlos á pura
y devida execución, pues no se les puede apurar en el centro de e'3tas
dilatadíssimas montaÜas distantes de todo comercio de espalioles, don-
de tiene tan prompto refugio la maldad en la ocultación y en la
cautela.
Otro escollo de no pocas dificultades ofrece la confusión de lenguas,
entre sí tan diferentes como dilieren la española y tudesca; y que
solo COI ,vienen en ser á qual más inculta y más barbara. Las que al
presente corren conosidas en la Provincia son veinte y tres, asperí-
simas todas y en su inflexion y sonido de vna articulación muy diti-
cultosa. Vnas son puramente guturales, otras, que su expresión no es
más que un desapacible gangeo; estas, que se alientan con cierta in-
suflacción por vaca y narices; aquellas, que se forman atrayendo con
el aliento el ayre exterior assia dentro; aquestotras, que piden su
cierto tono, tal ves como de canto, tal yes horrísono y tal lúgubre
como de llanto y aun de ladrido de perro rabioso; no pocas suplen la
falta de voces propias, para la expresión de los conceptos, con la ma-
yor ó menor intención en el gesto y en el acento, con ronquidos, sil-
vas y visages, que hasen más deforme el semblante, de suyo feo, y
mucho más desagradable con los sucíssimos asquerosos tisnes de que
\·san; vna misma voz significa quatro, seis y aun mas objetos di ver-
sísimos, distinguiéndolos solo la diversa configuración del labio, el
movimiento del semblante, la arqueadura de las cejas, el juego de los
ojos, el tono y otras mil fastidiossísimas inl1exiones. Rien sabida es la
escasés de estas lenguas bárbaras en las voces civiles, cultas y políti-
cas, y mucho más en las que conciernen á la aplicación de los Misterios
de nuestra sagrada ~eligión, voces abstractas y facultativas; como
que sus maiores no tuvieron el mas leve conocimiento, ni noticia de
estas cosas. De aqui nace la inevitable necesidad en el Governador ó
en el missionero de fiarse de vn intérprete, regularmente pérfido y
de dañada intención, que trastorna á su antojo los razonamientos, di-
ciendo lo que quiere y no lo que se ha propuesto. Con que muchas
veces succede que por causa de los mismos intérpretes se ahuyentan
los indios á los montes. Sería pues mui conveniente, para evitar tan
nociva confusión de lenguas, presisar á estos naturales al vnico uso de
la lengua general del Inga, que siendo la más clara, copiosa y vnica-
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mente vsada les seria más fácil saberia con perfecciono y por con,.;i-
guiente aprender en ella la doctl;na christiana, que huviendoselcs en-
seiiado juntamente en tan diversos idiomas ha sucedidu no haveria
aprendido en ninguno. Y para acostumbrar!os al \·so de: la lengua
caste][an~, ti que no muest:"an desaf1ción ni duresa, seria tambicn
mui conforme á lo que prescrive la Icy Real de In,lias lu-:erlcs al
mismo ticml'o continuada versi"ln de este idioma, relati\"amente á lo
que se les fuese cnseiiando Cll la lengua general del Inga.
Otru de los emharasos para ci buen establecimiento de esta Pro-
vincia es la poca permanencia de sus havitadores en los puehlos de
sus reducciones, pflsando lo más del año y de sU \"ida fuera de ellos,
en sus pcsqLlcrías y caï.as, regados por los montes, lagunas y cha-
cras, que llaman tamhos, y tienen de propósito lexos dc las pohlacio-
nes con pretextos frí'"Glos, que alegan para sus largas ausencia--.
Con lo qLlal quedan mÚ" aficionados á la "idel montarás .r sclva"~c,
haJlÚndose en el centro lie SLI maior fdicidad quantu más lexos hLl-
yen la vista de quien les puede corregir, poniendo la mano en SLlS
exesos y barbaridades, Ó puede alterar su ociosidad interl11inahle con
vtil ocupación, aunque sea la más ligera. Y aunque se le;., pudiera
prcsisar á la vida civil, en el systema presente se le,; deve disimular
mucho y deferi ¡' il la necesidad, condecendicndo con el genio de estos
indios mientras no ay fuersa para suge¡ar]lls. Pm lo que sería l11ui\"til
y conveniente que en cada pueblo hU\'iese un Theniente espaÙol, es-
coltado, manteniénJose con los mismo'> fruto,; del país; y que assíl11is-
mo se frequentasen las visitas por ]0,.; Go\"ernadores.
Sohrc todo, el más conciderablc motivo de no haverse allelantado
esta Provincia cs la falta de comercio .r comunicación con la de
Quito, y particularmente con Sll capital, por la dificultad de los cami-
nos para el trátlco, fuera de otros cmbarasos en lo pasado. Tres son
los caminos descubiertos para dicha Provincia de Quito; todos tres
tmbajossísimos por su asperesa y peligros, aunque oy, que ya está
franco el trafico y abierto el comercio, fáCIles de remediar con eo,.;to
moderado. El primero es por el célebre Pongo de ;\lam,eriche, término
de la jurisdicción de esta Pro\";ncia y de la de Jaén de Bracamoros; y
haviendo tocado en el desembarcadero se pasa por Loxa it Quito.
Este camino se halla abandonado por lo peligroso del estrecho y por
el gran rodeo de tierras, con que se hase exse~ivo el costa de los ne-
tes. El segundo es por Pastaza y Bobonaza, con graves peligros por
las rápidas corrientes de estos ríos, y por las peñolcrías que ai para
salir á Quito por Raños y Patate, pueblos de la jurisdicción de llam-
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bato. Este camino es cI m{L"; corto, pero asímbmo el menos tragina-
do y el más abandonado, HI 'nqLlc ya aora va frequcntándose esta ca-
rrera, facilitado el tránsito, continuando la na\'egación más a\1á de
Canclos por el mismo río Buhonasa; por cuio medio sc cvitan los pa-
sos mas pendientcs y peligrosos. El tercero y vItimo, que es por el
río r\apo y :\rchidona hasta Papallasta, donde termina la montaÏ1a al
pie dc la cordillcra ó falda del páramo de Guamani. Tiene esta dc-
rrota peligrosos ríos, mal seguros puentcs, prcdpicios, cenegalcs, an-
gosturas y desfiladeros. Y aunque en tiempo de los Padres jc·;uitas
fué este ci \'nico camino frcquentado de los viandantes á esta Pro-
vincia, pudiera ser mejor, por lo más breve, facilitar y componer aora
el de Canelas. Andoas y Encra 24 de I í6<).-- Doctor Don F,'unciscl!
de Escobar y Mendoza.--Rubricado.
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