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Antes del auge del precio de las materias primas, América Latina se caracterizó durante varias
décadas por una elevada volatilidad macroeconómica, exacerbada por políticas fiscales procíclicas.
En las etapas expansivas del ciclo económico se aumentaba el gasto o se disminuían impuestos; en
los períodos recesivos sucedía lo inverso. Estas políticas acentuaron la volatilidad macroeconómica
de tal manera que la región llegó a ser catalogada como la más inestable en términos de
crecimiento económico, esto resulto particularmente inadecuado en los paises exportadores de
materias primas.
Las reformas estructurales y los esfuerzos para fortalecer la sostenibilidad fiscal y la estabilidad
macroeconómica que la mayoría de los países emprendió desde los inicios de la década de 1990
les permitieron prepararse mejor para enfrentar los efectos de la crisis financiera global de 2008–
09. Evidentemente, el extraordinario aumento en el precio de las materias primas ocurrido desde
2003 ayudó sustantivamente a esa evolución favorable. Sin embargo, a diferencia de décadas
anteriores, se ahorró buena parte de los ingresos adicionales. Un sostenido aumento en las
reservas internacionales, mejores resultados fiscales y cinco años de crecimiento importante
resultaron en un menor peso de la deuda pública y, en particular, de la deuda externa. Estas dos
características han hecho a la región mucho menos vulnerable a los shocks externos.
Durente la crisis financiera, uno de los rasgos destacables de la region fue que el sesgo prociclico
de la politica fiscal se redujo notoramiente en comparacion con decadas anteriores. Varios países
dispusieron de espacios fiscales para implementar políticas anticíclicas para proteger el nivel de
actividad económica y el empleo. Otros países al menos no se vieron forzados a adoptar políticas
completamente procíclicas. Además, las autoridades monetarias acompañaron los esfuerzos
anticíclicos con una disminución de las tasas de interés, a la par que la depreciación de las tasas de
cambio contrarrestó parcialmente la caída en los términos de intercambio, sin que se desataran
presiones inflacionarias ni temores en los mercados financieros.
Entre los países que mostraron mayores espacios fiscales para implementar políticas anticíclicas o
no completamente procíclicas sin afectar la sostenibilidad fiscal de mediano y largo plazo, se
encuentran Brasil, Chile, Colombia, Panamá, Perú y Uruguay. A diferencia de la mayoria de paises
del caribe y centroamerica que no tuvieron la capacidad para implementar politicas anticiclicas.
A pesar de todo, la intensidad de la crisis global fue tanta que en el 2009 se interrumpio el
crecimiento economico. Es decir, aunque varios países implementaron políticas anticíclicas o no
completamente procíclicas, no lograron evitar la contracción causada por la crisis. Tal vez, porque
dichas políticas no fueron suficientemente efectivas o porque los espacios fiscales no fueron lo
suficientemente amplios.
Todo lo ocurrido renovo la visión del rol estabilizador de la política fiscal. Sin embargo, se tornó
aún más crítico en el marco de la poca efectividad de la política monetaria, dado que la reducción
de las tasas de interés no fue suficiente para estimular la demanda agregada.
Con muy pocas excepciones, la prociclicidad de la política fiscal ya no es una característica común
en la mayoría de los países de la región. Pero ello no significa que las políticas anticíclicas hayan
sido marcadamente simétricas. Por el contrario, es altamente probable que la anticiclicidad de la
política fiscal haya sido más pronunciada durante la recesión que durante el auge en el precio de
las materias primas, motivo por el cual todavía se ha mantenido un cierto nivel de prociclicidad en
varios países. El hecho de no tener un valor referente del PIB y de los principales agregados
fiscales ajustados por el ciclo económico hace que este sesgo asimétrico de la política no haya
disminuido del todo.
¿Cómo pueden ayudar las instituciones fiscales a reducir la volatilidad macroeconómica?
Las reglas fiscales bien diseñadas pueden ayudar a mejorar aún más la institucionalidad fiscal para
fortalecer el rol estabilizador de las políticas presupuestarias y aumentar la capacidad de las
autoridades para contrarrestar shocks exógenos. Sin embargo, algunas de estas reglas pueden
tener un marcado sesgo procíclico que, en lugar de mejorar el rol estabilizador de la política fiscal,
puede contribuir a propagar los efectos de los shocks.
Las reglas fiscales basadas en balances presupuestarios estructurales o ajustadas por el ciclo eco-
nómico pueden contribuir simultáneamente a reducir o eliminar el sesgo procíclico de la política
fiscal, consolidar la sostenibilidad fiscal y fortalecer la credibilidad de las políticas
macroeconómicas en general. Sin embargo, para que una regla de esta naturaleza sea efectiva,
creíble y sostenible en el tiempo, depende de dos aspectos fundamentales. El primero se refiere a
elementos de economía política, dado que es crucial que la regla se establezca en un ambiente de
estabilidad política y bajo amplios consensos políticos y sociales. El segundo aspecto se refiere a la
necesidad de satisfacer determinadas precondiciones institucionales, económicas y técnicas que
garanticen el logro de los objetivos de la regla y su funcionamiento efectivo. Si estas no se
cumplen, existe un elevado riesgo de fracaso de la regla y por tanto de pérdida de credibilidad en
la institucionalidad fiscal y en las autoridades económicas.
Estas reglas surgen mayormente por el deseo de limitar el tamaño del sector público e
indirectamente para forzar límites en el nivel de impuestos. Los límites pueden aplicarse
para determinados tipos de gastos, como el gasto primario, el gasto corriente o el gasto
público total. Cuando este tipo de reglas se establece sobre el gasto total o primario, tiene
las ventaja de reducir la discrecionalidad de las autoridades, limitando las inconsistencias
intertemporales. Además, si el límite de gastos se define con relación al valor del PIB
potencial, la regla en principio no tiene un sesgo procíclico, y constituye una opción
superior a los límites al endeudamiento o a las reglas de equilibrio presupuestario.
Sin embargo, estas reglas tiene varias desventajas. Primero, si la meta de gasto se define
con relación al ciclo o al valor corriente del PIB, se genera un sesgo procíclico. Segundo,
aun si la meta del gasto no se define de esta manera, mientras no se establezca
específicamente con relación al valor del PIB potencial o estructural, se reduce el rol
estabilizador de la política fiscal. Tercero, no se garantiza el objetivo de sostenibilidad de la
deuda, ya que si se produce una disminución temporal o permanente de los ingresos
públicos, podría gastarse hasta el límite permitido mediante un aumento del
endeudamiento. Cuarto, se podría limitar excesivamente el margen de maniobra de la
política fiscal ante shocks exógenos como desastres naturales o aumentos súbitos en las
tasas de interés que incrementen el servicio de la deuda. Finalmente, si el límite se
establece sobre el gasto corriente, se pueden materializar las mismas distorsiones
enumeradas para el caso de las reglas sobre el balance corriente.
Estas reglas buscan enviar una fuerte señal del propósito de las autoridades de mantener
un estricto control sobre el endeudamiento público para asegurar la disciplina y la
sostenibilidad de la política fiscal. Por lo tanto, contribuyen a reforzar la credibilidad de la
política fiscal.
Su desventaja radica que, ante una caída de los ingresos, al igual que las reglas basadas en
equilibrios presupuestarios, obligarían automáticamente a una reducción del gasto público,
lo cual reforzaría los efectos recesivos del ciclo o de cualquier otro shock negativo y, en
consecuencia, generaría un efecto procíclico de la política fiscal. La reduccion de gastos
suele ocurrir con frecuencia que aquellos gastos menos rígidos o menos sensibles política o
socialmente, con lo cual se deterioran la calidad de la política fiscal y el crecimiento
potencial a mediano y largo plazo.
Las reglas fiscales basadas en el balance presupuestario estructural establecen una meta
de resultado fiscal ajustado por el ciclo económico,no está sujeta a las fluctuaciones de
corto plazo del ciclo. En consecuencia, la meta busca simultáneamente preservar la
sostenibilidad de la deuda pública en el largo plazo, reforzar el rol estabilizador de la
política fiscal, reducir la discrecionalidad de las autoridades y fortalecer la credibilidad en la
política ma- croeconómica. Por lo que, este tipo de regla tiene la ventaja de ser el único
que cumple simultáneamente con todos los objetivos de una regla fiscal óptima:
sostenibilidad, credibilidad y estabilidad
El funcionamiento del rol estabilizador de la política fiscal ocurre a través de estabilizadores
automáticos: dispositivos que producen simultáneamente un aumento del gasto y una
disminución de los impuestos en la etapa recesiva del ciclo y viceversa. Estos dispositivos
funcionan sin necesidad de la intervención discrecional de las autoridades.
La gran ventaja de los estabilizadores automáticos es que no requieren la adopción de
medidas discrecionales por parte de las autoridades, ya que estas pueden presentar
rezagos en su implementación y pecar por exceso o defecto en cuanto a las magnitudes
que se requieren para suavizar el ciclo económico. Por otra parte, la mayoría de las
medidas discrecionales puede resultar difícil de revertir una vez que cambia el sentido del
ciclo económico, particularmente cuando se adopta en períodos recesivos. En tal sentido,
un aumento del gasto o una disminución de los impuestos que se hagan permanentes
podrían comprometer la credibilidad y sostenibilidad de la política fiscal.
El funcionamiento de los estabilizadores automáticos y por tanto la capacidad
estabilizadora de la política fiscal dependerán fundamentalmente de dos factores. Por un
lado, en la medida en que el tamaño del gobierno sea mayor o menor, los estabilizadores
automáticos serán mayores o menores. Por otro lado, en la medida en que la sensibilidad
de los ingresos y de los gastos sea mayor con respecto a las variaciones del ciclo
económico, mayor será el tamaño de los estabilizadores.
Las complejidades técnicas de una regla ajustada por el ciclo llevan a que muchos países de la
región se resistan a su aplicación. Muchas instituciones presupuestarias podrían no tener los
recursos profesionales que estas complejidades ameritan. Por otra parte, estas complejidades
pueden crear dudas o sospechas sobre la transparencia de la regla y de los parámetros técnicos
aplicados, particularmente en la esfera política en la que se discuten y aprueban los presupuestos
públicos.
Finalmente, puede que en determinadas circunstancias no se necesite una regla fiscal. El caso de
aquellos países donde los estabilizadores automáticos funcionan de manera adecuada y que
tienen una larga trayectoria de transparencia, disciplina y sostenibilidad fiscal. En consecuencia,
disfrutan de elevada credibilidad en la institucionalidad presupuestaria. En estos casos, una
cláusula de escape bien diseñada podría ser suficiente para aumentar el margen de maniobra de
las au- toridades ante shocks no relacionados con el ciclo económico o ante circunstancias
excepcionales.
Cláusulas de escape
Una regla fiscal debería tener la flexibilidad suficiente para permitir a las autoridades actuar ante
shocks temporales imprevistos y significativos. De esta manera, la regla no tendría que
abandonarse ni modificarse con frecuencia, dañando la credibilidad en la regla misma y en el
propósito de las autoridades de mantener la sostenibilidad de la política fiscal.
La mayoría de los tipos de shocks a los que se hace referencia es de carácter temporal (1 o 2 años),
razón por la cual un cambio en la ley que sustenta la regla seguramente tendría que revertirse
total o parcialmente en el futuro, una vez que los efectos del shock hayan pasado, lo que
erosionaría nuevamente la credibilidad de la política fiscal, crearía fricciones políticas innecesarias
o se haría muy difícil de conseguir. Si el shock es permanente, la meta establecida en la regla o la
regla misma tendrían que modificarse para preservar el propósito de sostenibilidad fiscal en el
largo plazo. Asimismo, si el shock no es significativo, las autoridades podrían ajustar los niveles de
ingresos y gastos en el corto plazo para cumplir con la meta de la regla, sin necesidad de modificar
la regla o crear una excepción en el cumplimiento de la misma.
La flexibilidad necesaria se puede lograr con la inclusión de cláusulas de escape que permitan una
desviación temporal en el cumplimiento de la meta cuando ocurren estos shocks temporales
imprevistos y significativos. Sin embargo, estas cláusulastambién deberían satisfacer ciertas
condiciones para que su aplicación no sea discrecional y para que no dañe la credibilidad de la
política fiscal. Las condiciones son: i) una definición clara de la magnitud y naturaleza de los shocks
que darían origen a la aplicación de la cláusula de escape; ii) una definición de la duración del
período de excepción en el cumplimiento de la regla, y iii) una definición de una cláusula de
reversión de la desviación acumulada en el cumplimiento de la meta fiscal que se produce durante
el período de la excepción.
La reversión de la desviación acumulada en el cumplimiento de la meta no es un mero tecnicismo
sino que su propósito es alcanzar una relación de deuda a PIB igual o muy cercana a la que existía
antes del shock y que presumiblemente era coherente con un equilibrio estable de sostenibilidad
fiscal. Esto es importante porque, si después del shock el país se ubicara en una proporción de
deuda a PIB apreciablemente mayor, quedaría más vulnerable a nuevos shocks en el futuro, con lo
cual se comprometería eventualmente la sostenibilidad fiscal.
Finalmente, para reforzar la credibilidad y transparencia de la regla fiscal, en la cláusula de escape
se deberían especificar las instancias de gobierno que activarían su aplicación, así como la
instancia encargada de su monitoreo (período de la excepción y reversión). En este sentido, la
existencia de oficinas fiscales independientes, tales como las de presupuesto de los congresos,
pueden ayudar a reforzar la credibilidad de la aplicación de las cláusulas de escape.
Si bien es cierto que las cláusulas de escape pueden dotar a una regla fiscal de la flexibilidad
necesaria ante circunstancias inesperadas y excepcionales, también lo es que deben contener de
manera explícita y transparente los criterios que dan origen a su aplicación, la definición de los pla-
zos de duración de la excepción en cada circunstancia y el período necesario para revertir la
desviación de la meta de manera compatible con la sostenibilidad fiscal. Estas características
consolidarían la credibilidad y sostenibilidad de la política fiscal, al tiempo que le darían la
flexibilidad necesaria para cumplir su rol estabilizador.