Está en la página 1de 14

El orador: lenguaje corporal y expresiones del rostro

El orador: lenguaje corporal

Referencias
LECCIÓN 1 de 2

El orador: lenguaje corporal

“La comunicación no sólo se establece con palabras. En realidad, la palabra representa apenas un 7% por ciento de la
capacidad de influir en los demás” (Ribeiro, 1999). Este postulado nace de investigaciones neurolingüísticas que
también afirman que el tono de voz y el lenguaje corporal representan un 38 % y un 55 % de este poder (Figura 1).

Figura 1: Los tres componentes en la capacidad de influir en los demás


Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

El lenguaje corporal es un componente innato del ser humano en su capacidad de comunicación, que se percibe a
nivel inconsciente. Cuando observamos a un orador, nos atrapa o nos aburre, nos gusta o nos cae antipático, pero no
nos detenemos a observar hacia dónde dirigió la mirada, cómo movió las manos o de qué manera se desplazó, a
menos que estemos cursando oratoria.

A veces lo que se dice con las palabras es lo contrario de lo que se comunica con el lenguaje corporal. Pensemos en
un orador que está diciendo su discurso y observamos que se para, se sienta, que mueve mucho un pie y hace ruido
con los zapatos, que tiene cara de terror, que mira todo el tiempo al piso y al final del discurso dice: “Me sentí muy
cómodo en esta charla”; es probable que la mayoría de las personas del auditorio no le crea.

Los componentes del lenguaje corporal son los movimientos de manos y brazos, la postura corporal, el
desplazamiento, la mirada y las expresiones del rostro.

Muchas veces, el orador es consciente de todos los elementos que influyen en la capacidad de comunicación y, por lo
tanto, prepara y practica el discurso. Después de varias repeticiones, sale fabuloso, pero a la hora de decirlo en
público los nervios o el estrés lo invaden y todo lo que preparó se desmorona. En una encuesta realizada en varios
países acerca de las situaciones que más temor le producen a la gente, la primera de la lista fue “hablar en público”,
situación altamente estresante.

Las reacciones físicas y psicológicas ante la circunstancia de hablar frente a un auditorio se denomina miedo
oratorio, una emoción totalmente normal que funciona sin que podamos dominarla, salvo cuando estamos
entrenados. Es un llamado de atención o síntoma y está provocado por una relación de fuerzas entre la percepción de
amenazas y los recursos que uno tiene para superarlas.

En este texto se verá la importancia del lenguaje corporal y cada uno de sus elementos en la oratoria. Además, se
definirá el miedo oratorio, se describirán soluciones fallidas y se propondrán algunas sugerencias para dominarlo.

Lenguaje corporal

Ademanes
Muchas personas que empiezan a explorar su lenguaje corporal se encuentran ante esta pregunta: ¿qué hacer con las
manos? El movimiento de las manos debe servir para apoyar la idea que se está diciendo con las palabras. “Las
palabras deben ser acompañadas con el gesto que mejor expresa los sentimientos y emociones. Los ademanes no
deben ser artificiales ni mecánicos” (Ander Egg y Aguilar, 2006).

Lo principal es no realizar movimientos que distraigan la atención del auditorio y que no tengan relación con lo que
se está diciendo con las palabras. “Ante todo hay que evitar los gestos y actividades sin sentido u objetivo, como
movimiento de brazos o cabeza que no se corresponden con lo que se está diciendo” (Ander Egg y Aguilar, 2006).

Hay movimientos de las manos que tienen determinados significados (Figura 2), pero no hay que ser taxativos, ya
que la significación tiene mucho que ver con el contexto de la situación comunicativa. Además, cada persona posee
ademanes de acuerdo con su edad, formación y personalidad; al respeto, Ander Egg y Aguilar dicen que los
ademanes “son individuales y expresan la propia personalidad. Su uso correcto depende en gran medida de las
costumbres” (2006)

Figura 2: Resumir (1), precisar (2), insistir (3), rechazar (4), generalizar (5),
recalcar (6) y llamar la atención sobre algo particular (7)
Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

Expresiones del rostro

El orador, a través de sus expresiones faciales, refleja su personalidad y sus estados de ánimo. Cuando estamos frente
a un orador que a través de su cara nos refleja disposición, buen humor o alegría, seguramente lo escucharemos con
más atención que a uno que proyecte mal humor, cansancio o tedio.
Cuando se trata de una conferencia o discurso donde el auditorio puede ver el rostro del
conferenciante, puede decirse que la gente está oyendo el rostro y la palabra. El movimiento de
los músculos faciales, expresando alegría u otras emociones, tiene un efecto comunicativo y
contagioso. (Ander Egg y Aguilar, 2006).

Figura 3: Expresiones faciales típicas


Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.
También la sonrisa es un elemento muy importante para demostrar buena predisposición y emanar buena energía
hacia el público. “La sonrisa en oratoria significa amabilidad, agradecimiento al público por su presencia, aceptación
y respeto” (Di Bartolo et al., 2009).

Cabe destacar que la sonrisa nunca debe ser forzada, sino que debe reflejar un sentimiento genuino de querer
empatizar con el público y darle algo a través del discurso. “Con la sonrisa, como acto innato, trasmitimos nuestra
realidad interior, por eso no debemos forzarla. Usarla al comienzo de la conferencia y también al cerrarla, pero no
indiscriminadamente o fuera de contexto. Natural y espontánea” (Di Bartolo et al., 2009).

Mirada

Cuando se habla en público, la mirada juega un papel fundamental para la conexión entre el orador y la audiencia. El
público necesita que lo miren para saber que el discurso es para él y sentirse partícipe de la situación de
comunicación. “Una mirada franca y directa es la señal más clara para expresar que se ha entablado un contacto con
el interlocutor y que complace el encuentro” (Di Bartolo et al., 2009).

Es importante que la mirada vaya hacia toda la audiencia, mirando de a ratos a uno y otro sector, según la disposición
del lugar. “Hemos aconsejado una mirada abarcadora, panorámica al comenzar la conferencia, luego, con el correr
del tiempo, puede mirar a uno del público para conseguir su aprobación gestual y reafirmar su seguridad y
tranquilidad” (Di Bartolo et al., 2009).

La sonrisa es un elemento muy importante para demostrar buena


predisposición y emanar buena energía hacia el público; en oratoria
significa amabilidad, agradecimiento al público por su presencia, aceptación
y respeto.
Eje o postura

¿Qué significa estar en el eje?

Significa que el cuerpo está centrado, derecho; que el peso del cuerpo no se fue hacia un costado u otro y que no está
apoyado en una pierna (Figura 4). El cuerpo en el eje da una sensación de seguridad, manejo del cuerpo y autoridad.
“Los oradores inexpertos se balancean, apoyándose alternativamente en un pie y luego en el otro, en forma
interminable y constante. También suelen oscilar de atrás hacia delante, poniéndose en puntas de pie” (Ander Egg y
Aguilar, 2006). La postura que debe tener el orador es derecha, con la cabeza mirando hacia delante y con el pecho
orientado al público.

Figura 4: Eje del cuerpo

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.


Posición en el escenario y desplazamiento

Es preferible estar inmóvil que empezar a desplazarse sin sentido por todo el escenario. “Hay que desplazarse en el
estrado, pero no hacerlo continuamente como un oso enjaulado de un extremo a otro, esto distrae al público y hasta
puede llegar a exasperarlo” (Ander Egg Y Aguilar, 2006).

Una regla básica es la que indica que el orador nunca debe dar la espalda cuando habla: si necesita desplazarse o
tiene alguna ayuda visual como presentación en PowerPoint o video, debe ponerse de costado o, en el caso de
utilizar un pizarrón al momento de escribir, no debe hablar, ya que su voz se irá hacia la pared. “Que todo el auditorio
lo observe y usted pueda observar a todos, no les dé la espalda” (Di Bartolo et al., 2009).

Muletillas corporales

Son movimientos de manos, de zapatos, de ojos, el tocarse la cara, el pelo o el anillo, que no aportan nada al
discurso; son de repetición y distraen la atención del público.

“Cuidarse de los tics nerviosos musculares, que nos hacen prisioneros de hábitos no siempre muy presentables.
Dentro de estos tics están el comerse las uñas, rascarse la cabeza, tocarse la cara, la oreja, la nariz, acomodarse la
corbata” (Ander Egg y Aguilar, 2006).

Ensayo

En toda actuación frente a un público, es necesaria una preparación adecuada, ya que no se puede dejar nada librado
al azar. La regla fundamental es ensayar, ensayar y ensayar. Ensayar a conciencia permite llegar a dominar la
actuación que se va a realizar, lo que contribuye a aumentar la autoconfianza y a reducir la tensión típica de los días
previos a la presentación. Para ensayar es necesario disponer del tiempo necesario e implica una preparación previa
del discurso y exponerlo varias veces, preferiblemente frente a un espejo del tamaño del cuerpo (Figura 5), hasta
familiarizarse con él sin aprenderlo de memoria. Se debe pautar el uso la voz, los silencios, las miradas, los
movimientos, las manos o los gestos de la cara, entre otros.

Figura 5: Dimensiones adecuadas de un espejo para prácticas

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

Filmarse es muy útil para poder autoevaluar las fortalezas y debilidades e ir corrigiéndolas. También es muy útil
ensayar con público, frente a familiares o amigos que puedan analizar críticamente la presentación. Es necesario
ensayar incluso si se pretende improvisar el discurso, ya que solo con su dominio se podrá realizar una buena
improvisación.

En toda actuación frente a un público, es necesaria una preparación


adecuada, ya que no se puede dejar nada librado al azar. La regla
fundamental es ensayar, ensayar y ensayar.
LECCIÓN 2 de 2

Referencias

Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público. Buenos Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O., Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I.
(h). (2009). Para aprender a hablar en público. Buenos Aires, AR: Corregidor.

Ribeiro, L. (1999). La comunicación eficaz. Barcelona, ES: Urano.

También podría gustarte