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derecha peruana?
Aunque para algunos la diada izquierda-derecha es obsoleta, considero que aún puede ser
utilizada para explicar fenómenos políticos que se suscitan en una coyuntura determinada.
Fue Bobbio quien replanteando el debate sobre la viabilidad postideológica de la dicotomía
izquierda-derecha, estableció que aún es posible identificar a la izquierda como una sector
que apuesta por determinadas transformaciones sociales y apoya valores como la igualdad
(que debe ser real, por encima de la igualdad legal o formal) y a la derecha como un grupo
cauteloso en la posiblidad de reformas, por tanto conservador en cuanto a la preservación
del statu quo, que defendería el valor libertad por encima de otros, aceptando a diferencia
de los izquierdistas, la posibilidad de una desigualdad natural. Pero lo cierto es que detrás
del debate existen visiones antropológicas encontradas, es decir, visiones sobre la
naturaleza del hombre divergentes. Por un lado, la izquierda defendería la posibilidad de
retornar a la verdadera naturaleza del hombre, esa bondad natural primigenia alienada por
la sociedad y el estado, conduciendo a los movimientos de masas mediante procesos
revolucionarios a su emancipación o liberación y apareciendo en una idílica sociedad futura
el hombre nuevo socialista. Así, subyace en esta posición un optimismo antropológico que
lleva considerar que el hombre mediante la razón, la ideología y una suerte de voluntarismo
puede construir una utópica sociedad de justos y de iguales. Una sociedad, por cierto, que
nunca existió realmente en la historia del hombre, y que solo apareció a lo largo de la
historia en la cavilación de pensadores como un Fourier, un Saint Simon o un Marx.
La derecha, más bien, concibe al hombre como un ser problemático, con una naturaleza
mala o dañada, con una mácula o pecado original que lo marca en su desarrollo histórico e
impide su desarrollo pleno. Así, el hombre no podrá liberarse de esta condición de su
naturaleza y tendrá a lo sumo que buscar formas de sobrevivir en esta vida caótica y
peligrosa. No es extraño que dentro del amplio espectro de la derecha aparezcan posiciones
religiosas que renunciando a la liberación en la vida temporal apuestan por la salvación en
una vida eterna después de la muerte física. La consecuencia política de esta visión
antropológica es que al hombre es necesario controlarlo para que no se autodestruya o
afecte la vida de los otros. Así, aparecen diversas formas de limitar la libertad de este ser
complicado e inestable: algunos sostendrán que el hombre lucha internamente y que al final
triunfará (o ya triunfó) el bien, otros, más escépticos, establecerán instrumentos que pongan
orden a la anarquía generada por el hombre en su vida en sociedad. Por ejemplo, tenemos el
caso de Hobbes, quien propuso la creación del estado para controlar el desorden y la
eventual muerte violenta en la lucha de unos contra otros. También podemos mencionar al
liberalismo político clásico, ideología política que reivindica al derecho como medio que
permite limitar los excesos de la libertad del hombre (Locke) y también los excesos de
poder de la autoridad política (el contractualismo político tiene su origen en esta idea)
Pero, luego de esta farragosa explicación teórica, regresemos al Perú, ¿podemos hablar de
una izquierda y una derecha política peruana? Considero que sí es posible, pero es
necesario atenernos a las peculiares características de la vida política peruana y algunas
situaciones exógenas. Por ejemplo, la izquierda históricamente ha sido asociada al
marxismo. El marxismo ejerció una gran influencia en sector populares organizados como
los sindicatos y los partidos políticos socialdemócratas y comunistas. El marxismo también
fue la ideología que marcó el derrotero programático de movimientos revolucionarios que
buscaban el cambio social mediante el terror y la destrucción del orden social imperante.
Esta izquierda puede ser denominada como antisistema, en tanto representa una forma de
hacer política (o de tomar el poder) sin ningún tipo de lealtad democrática. En este punto
algunos se preguntarán, ¿es el extremismo una cualidad inherente a la izquierda? La
respuesta es no. También existe una izquierda que apuesta por las reformas sociales en
democracia, mediante la persuasión de los electores y el ejercicio del voto. Y también
existe una extrema derecha, que en nuestro contexto esta encarnada en dos posturas
politicas: un neoliberalismo fanático, que como los erizos de la fábula de Arquíloco
explicados por Isaiah Berlin, tienen una sola y gran idea, la cual consiste en la conversión
de todas las relaciones humanas a la dialéctica del mercado. Es decir, el mercado crea un
orden espontáneo que permitiría lograr unas relaciones sociales y económicas armónicas y
racionales. Hasta este punto todo parece razonable, efectivamente el mercado ha
demostrado ser el mejor medio para generar riqueza, superior sin dudas a los modelos de
planificación estatal. El problema radica en que el despliegue de las fuerzas del mercado
trae como efecto la producción de ganadores y perdedores, ¿y qué hace un perdedor en una
sociedad de libre mercado? Sostienen los liberales que el apoyo que deben recibir los
perdedores sería generado por la sociedad civil, es decir, esta autoayuda social sería
generada por una sociedad civil empoderada y con capacidad para realizar esta gestión
¿Ocurre esto en Perú? Resulta evidente que la sociedad civil peruana se encuentra regida
esencialmente por las relaciones económicas privadas y sin ningún sentido de la asistencia
o el apoyo social (con excepciones que se pueden encontrar en empresas que ejecutan
políticas de responsabilidad social pero con una finalidad comercial, no asistencial, en tanto
su apoyo social tiene como objetivo mejorar la imagen de la empresa en la sociedad y sus
stakeholders). Así, ante la inexistencia de una sociedad civil grande, organizada y
generadora de bienestar social, es importante que el estado apoye directa e indirectamente
en la generación de servicios públicos mínimos que permitan la supervivencia a aquellos
que pierden en una economía de libre mercado. Pero, en muchas ocasiones, el fanatismo
liberal llega a extremos de considerar que todo el estado debería desaparecer y ser
reemplazado por asociaciones privadas, como sostenía Nozick en su libro (referencia
ineludible de los neoliberales radicales) Anarquía, estado y utopía.
Quisiera retomar la idea que nos hemos planteado inicialmente. En el Perú si es posible
hablar de una izquierda y una derecha. Es más, el criterio es útil para entender la política
actual. Así, podemos afirmar que tenemos una derecha y una izquierda que, gracias a su
disposición al diálogo, a la concertación y al compromiso permiten que la democracia se
sostenga en el tiempo y no recaigamos en el autoritarismo. Aunque imperfecta, la clase
política ha demostrado, sobre todo a partir la asunción del nuevo presidente Vizcarra, que
posee cierta madurez política y que por encima de las pugnas hay valiosos intereses
nacionales que son necesarios resguardar.
Por otro lado, la extrema derecha también pretende sacar provecho de este escenario.
Siguiendo su política de cooptación del estado, tratarán de introducir a su vanguardia
tecnocrática a los organismos del estado que velan por el manejo de las finanzas públicas y
el desarrollo productivo. Todo aquello con el objetivo de no realizar cambios en la
estructura del estado, para no poder en cuestionamiento el consenso liberal que (bajo el
manido discurso de la derecha que empieza a agotarse) sacó al Perú del atraso, convirtiendo
al país en una nación cada día más desarrollada
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