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Shaughan lavine

DIENDO EL INFINITO
Comité de Selección

Dr. Antonio Alonso


Dr. Francisco Bolívar Zapata
Dr. Javier Bracho
Dr. Juan Luis Cifuentes
Dra. Rosalinda Contreras
Dr. Jorge Flores Valdés
Dr. Juan Ramón de la Fuente
Dr. Leopoldo García-Colín Scherer
Dr. Adolfo Guzmán Arenas
Dr. Gonzalo Halffter
Dr. Jaime Martuscelli
Dra. Isaura Meza
Dr. José Luis Morán López
Dr. Héctor Nava Jaimes
Dr. Manuel Peimbert
Dr. José Antonio de la Peña
Dr. Ruy Pérez Tamayo
Dr. Julio Rubio Oca
Dr. José Sarukhán
Dr. Guillermo Soberón
Dr. Elías Trabulse

Coordinadora
María del Carmen Farías R.
SECCIÓN DE OBRAS DE CIENCIA y TECNOLOGÍA

COMPRENDIENDO EL INFINITO
Traducción:
ESTEBAN TORRES A LEXANDER

Revisión técnica:
DR. CARLOS ÁLVAREZ

Profesor del Departamento de Matemáticas


de la Facultad de Ciencias de la UNAM
y miembro de Sistema Nacional de Investigadores
SHAUGHAN L~\!INE,

Comprendiendo '
el infinito

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

MÉXICO
Primera edición en inglés, 1994
Primera edición en español, 2005

Lavine, Shaughan
Comprendiendo el infinito / Shaughan Lavine. - 1a ed.
- México: FCE, 2005
384 p. ; 23 X 17 cm - (Colee. Sección de Obras de Cien-
cia y Tecnología)
Título original Understanding the Infinite
ISBN 968-16-7510-X

1. Matemáticas - Historia 2. Matemáticas - Filosofía


l. Torres Alexander, Esteban, tr. Il. Ser IIl. t

LC QA8.4 .L38 Dewey 511.3 L13 9c

Diseño de portada: Sergio Bourguet

Título original:
Understandilig ¡he lnfinitti

Publicado por , »
H arvard Universi~~~f.~s*
Copyright © 1994; ~.(,eSid~rit a.Ild Fellows of Harvard College

ISBN 0-674-92096-1 (empastado)


ISBN 0-674-9211 'j'-8(nistiCa)

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra -incluido el diseñ o tipográfico y de


portada-, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, si n el consentimiento por
escrito del editor.
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D. R. © 2005, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


Carretera Picacho-Ajusco 227, 14200, México, D. F.

ISBN 968-16-7510-X
Impreso en México • Printed in Mexico
ÍNDICE

PREFACIO 9
I. INTRODUCCIÓN 11
1I. EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 22
1. Longitudes inconmensurables, números irracionales 23
2. Newton y Leibniz . . . . . . 26
3. Sigue adelante y la fe vendrá a ti 34
4. Las cuerdas vibrantes 38
5. El desdén por el infinito 44
6. La aceptación del infinito 50
1II. CONJUNTOS DE PUNTOS . 56
1. Magnitudes infinitas 56
2. Órdenes infinitos 58
3. Integración . . . . 63
4. Absoluto versus transfinito 66
5. Paradojas ..... 72
IV. ¿QuÉ SON LOS CONJUNTOS? 78
1. Russell . . 78
2. Cantor . . 91
3. Apéndice A 115
4. Apéndice B 115
V. AxIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 119
1. El axioma de elección . . . . . . . 119
2. El axioma de reemplazo . . . . . . 136
3. El estar definido y la paradoja de Skolem 141
4. Zermelo . . . . . . . . . . 153
5. Sigue adelante y la fe vendrá a ti 161
VI. EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 175
1. ¿Qué sabemos? . . . . 175
2. ¿Qué podemos saber? 184
3. Yendo de aquí para allá 203
4. Apéndice . 228
VII. SALTOS DE FE 238
1. La intuición 238
7
8 ÍNDICE

2. La física . . . . . . 243
3. La modalidad . . . . 246
4. La lógica de segundo orden 250
VIII. DE AQuí AL INFINITO . . . . . 268
1. ¿Quién necesita la autoevidencia? 268
2. Imaginando el infinito . . . . . 274
3. Las matemáticas finitas de lo indefinidamente grande 297
4. La teoría de los zillions 317
IX. EXTRAPOLACIONES 339
1. Modelos n aturales ·\ 339
2. Muchos modelos 344
3. ¿Un modelo o muchos? Conj untos y clases 346
4~ Axiomas naturales . . . . . . . . . . 351
5. Reconsideraciones : . . . . . . . . . 354
6. Variables esquemáticas y generalizables 357
BIBLIOGRAFÍA . . 361
ÍNDICE ANALÍTICO 381
PREFACIO

CUANDO ESCRIBí ESTE LIBRO traté de mantener los prerrequisitos matemá-


ticos al mínimo. El lector qu e no tenga conocimientos más allá de los
que se enseñan en la secundaria debería ser capaz de leer al menos hasta
el capítulo VIII, así como partes del resto del libro, aun cuando tal lector
tendría que saltarse algunas fórmulas. No obstante, esto es suficiente,
pues constituye la parte del libro en la que presento la mayoría de las
principales ideas. La introducción podría parecerle desalentadora, hace
mención de ideas que serán explicadas posteriormente (confíe en mí,
pues efectivamente éstas serán explicadas más adelante) . Los lectores que
en su juventud hayan aprendido cálculo pero que ya no lo r ecuerden
muy bien y quienes hayan tomado un curso de lógica que incluyó una
demostración del teorema de completez estarán en excelentes condicio-
nes para comprender todo el libro, excepto varias "observaciones técni-
cas", el Apéndice del capítulo VI y algunas partes del capítulo IX. Estas.
discusiones técnicas aisladas requieren diferentes grados de complejidad
matemática y de conocimiento de la lógica matemática en general, así
como de cierto conocimiento de la teoría de recursión, la teoría de mode-
los o de la lógica modal.
Agradezco a Bonnie Kent, Vann McGee, Sidney Morgenbesser ya
Sarah Stebbins su infinita paciencia para escuchar mis ideas poco
elaboradas, y por su sustancial ayuda para seleccionar algunas y com-
pletarlas mientras estaba escribiendo este libro. Como llegarían a perca-
tarse, no puedo pensar sin la ayuda de los intercambios intelectuales de
la conversación. Doy las gracias también a TiGrace Atkinson, Jeff Barrett,
William Boos, Hartry Field, Alan Gabbey, Haim Gaifman, Alexander
George, Allen Hazen, Gregory Landini, Penelope Maddy, Robert Miller,
Edward Nelson, Ahmet Omurtag, David Owen, Charles Parsons, Tho-
mas Pogge, Vincent Renzi, Scott Shapiro, Mark Steiner y a Robert
Vaught por sus amables comentarios a la primera versión del libro, los
cuales condujeron a significativas mejoras. También agradezco a Tho-
mas Pogge su importante ayuda en la corrección de mis traducciones
del alemán (cualquier error que haya persistido es, por supuesto, mi
responsabilidad).
Finalmente, agradezco a mis padres, Dorothy y Leroy Lavine, no sólo
su apoyo moral, el cual mucho aprecio, sino también su generoso respal-
do financiero, sin el cual no hubiera sido posible la preparación de este
9
10 PREFACIO

libro . Mi esposa Caroline y mi hija Cail a merecen mi mayor a gr adeci-


miento por tolerar y comprender mis ausencias y las tensiones que sobre
nuestra vida familiar inevitablemente produjo la escritura de este libro.
Este libro está dedicado a ellas.
I. INTRODUCCIÓN

EN LA SEGUNDA MITAD del siglo XIX, Georg Cantor introdujo el infinito a las
matemáticas . El infinito cantoriano ha sido uno de los principales nu-
trientes del asombroso florecimiento de las matemáticas en el siglo xx, y
pese a ello continúa siendo algo misterioso y mal comprendido.
En algún momento de la década de 1870, Cantor se dio cuenta de que
los conjuntos -es decir, las colecciones que en cierto sentido siempre
habían formado parte de las matemáticas- eran dignos de estudio por
derecho propio. Por ello, desarrolló una teoría acerca del tamaño de las
colecciones infinitas y una aritmética infinita que sirviera como generali-
zación de la aritmética ordinaria. Generalizó su teor ía de conjuntos de
tal manera que incluyera la totalidad de las matemáticas, y esta teoría se
volvió así crucial tanto para las matemáticas como para la filosofía de las
matemáticas. Desafortunadamente, Cantor procedió de manera ingenua,
como él mismo reconoció y Cesare Burali-Forti vio a finales del siglo XIX
y Bertand Russell a comienzos del siglo xx. Su teoría de conjuntos sim-
ple y elegante era inconsistente: estaba sujeta a paradojas.
Desde el descubrimiento de dichas paradojas, la historia de la teoría
de conjuntos ha sido una cadena de intentos para salvar lo más posible a
la sencilla teoría original de Cantor. Se han desarrollado algunos siste-
mas formales de axiomas para codificar una parte un tanto arbitraria-
mente restringida de la teoría original de Cantor, los cuales tienen dos
virtudes: permiten la reconstrucción de buena parte del trabajo positivo
aportado por Cantor y, se espera, son consistentes. Estas teorías axiomá-
ticas han sido formuladas para evitar al menos las fallas conocidas; sin
embargo, involucran ciertos rasgos no deseables. En primer lugar, el
axioma de elección forma parte de las teorías no tanto porque parezca
cierto -cuando mucho resulta controvertido-, sino porque parece
necesario para llegara los resultados deseados. En segundo lugar, pues-
to que la actual teoría de conjuntos es una teoría ad hoc -resultado de la
retirada ante el desastre-, no podemos esperar que corresponda de
manera simple a nuestras intuiciones no educadas acerca de las colec-
ciones; fueron ellas las que en primer lugar metieron en problemas a
Cantor.
No podemos depender otra vez de nuestras intuiciones. Los axiomas
fundamentales de las matemáticas -los de la teoría de conjuntos que
constituye su base moderna- están, en gran medida, determinados
11
12 INTRODUCCIÓN

arbitraria e históricamente. Constituyen los remotos e imperfectamen-


te inferidos restos del bello pero trágicamente viciado paraíso de Can-
tor.
La historia que acabo de contar es una historia común y ampliamente
aceptada, aun cuando ninguna de sus palabras es cierta. Esto es importan-
te no sólo para la historia de las m atemáticas, sino también para la filoso-
fía de las matemáticas y para muchas otras partes de la filosofía en gene-
ral. E sta historia ha influi do en muchos sentidos importantes en
nuestras ideas acerca del infinito matemático y, por lo tanto, en nuestras
concepciones acerca de las matemáticas y el conocimiento abstracto en
general.
Tanto la teoría elemental de los números como la geometría de los
griegos, a pesar de lo abstractas que son, tienen claros nexos con la ex-
periencia . De hecho, con frecuencia ambas son consideradas resultado
de la idealización de esta experiencia. Por el contrario, las matemáticas
modernas, incluyendo buena p arte de las matemáticas de la física, fre-
cuentemente se. consideran abstractas en un sentido mucho más profun-
do. Como mostraré más adelante, las m atem áticas modernas no sólo son
abstractas, sinoquetieIlenuna conexión distante debido a que son con-
juntistas.1 La historia. Tios cuenta que la moderna teoría axiomática de
conjuntos es productoinode la idealización, sino del fracaso de un inten-
to de idealización.
Puest o que la CieTida ycon frecuencia también las matemáticas son
consideradas corrtoJosejemplos más puros del conocimiento humano,
la epistemologlall1.odernaintenta abordar el conocimiento científico y
el matemáticoforrtándoloscomo conocimientos de una clase típica o
medular. Est() cOI1stitl1yeull serio problema para la epistemología, pues-
to que conside'raalcoI1ocirrtiento matemático y al conocimiento científi-
co que lo incorporacoII1o algo con una conexión distante con la expe-
r iencia.
Esta visión del¿ol).odll1.iento matemático que promueve la epistemo-
logía es errónea. Como 10 demostrará este libro, la teoría de conjuntos,
tal como la desarrollaron Georg Cantor y Ernst Zermelo, está conectada
con una clase de idealización dela experiencia humana muy similar a la
relacionada con los númer os o con la geometría euclidiana.
Cantor estudió la teoría de las series trigonométricas durante la déca-
1 Cuando digo que las matemáticas modernas son conjuntistas, no me refiero al [-unda-
mento conjuntista de las matemáticas, el cual d esempeña un papel muy limitado en este
libro, lo que tep.go en mente es el intenso uso que las m atemáticas actuales hacen de con-
ceptos tales como conjunto abierto, conjunto cerrado, conjunto numerable, estruc tura abs-
tracta, etc. Los conceptos mencionados, como lo veremos en el capítulo 111, fueron introdu-
cidos por Cantor en el curso de las m ismas investigaciones en las que presentó su teolia de
los números infini tos y la aritmética de éstos_
INTRODUCCIÓN 13

da de 1870. Se interesó en los conjuntos arbitrarios de números reales en


el proceso de hacer que la teoría se aplicara a clases más gener ales de
funciones. Su trabajo constituyó una parte del largo desarrollo histórico
que en aquellos días había culminado en la idea de que ~na función de
números reales en los n úmeros reales es simplemente cualquier asocia-
ción - por arbitraria que sea- de cada númer o real con otro número
real único, el valor de la función . Se utiliza el término arbitrario par a
dejar en claro que no es necesaria ninguna regla o método de cálculo.
Esa noción de función es la que utilizamos actualmente.
El estudio que hizo Cantor de la teoría de las series trigonométricas lo
condujo a esta progresión de "índices" transfinitos:
O, 1, ... , 00, 00 + 1, 00 + 2, ... , 00·2, ... ; 00·3, ... ,

La teoría de conjuntos de Cantor comenzó -y siempre permaneció


aSÍ- como un intento de desarrollar las consecuencias de la progresión,
especialmente las consecuencias para los conjuntos de números reales. A
pesar de lo que diga la historia comúnmente, la teoría de conjuntos de
Cantor no era una teoría de las colecciones, en el sentido familiar de
éstas, sino de las colecciones que pueden ser contadas utilizando los índi-
ces -los numeros ordinales finitos y transfinitos, como él los llamó-o
Aun cuando Cantor llegó a darse cuenta de la utilidad general de su teo-
ría para codificar gran parte ·de las matemáticas, ésta nunca fue su meta
principal.
La teoría de conjuntos original de Cantor no era ingenua ni estaba
sujeta a paradojas. Se desarrolló a partir de una única y coherente idea:
los conjuntos son.colecciones que pueden ser contadas. Trató a las colec-
ciones infinitas como si fueran finitas, a tal grado que el más agudo his-
toriador de la obra de Cantor, Michael Hallett, enfatizó el "finitismo" de
Cantor. La teoría de Cantor es una parte de la teoría que actualmente
utilizamos.
Russell fue el inventor de la teoría de conjuntos "ingenua" que tan fre-
cuentemente se ha atribuido a Cantor. Russell trabajó en la obra de Giu-
seppePeano, además de que fue quien descubrió las paradojas en la teo-
ría de conjuntos ingenua que él mismo había inventado. Cuando Cantor
supo de estas paradojas, simplemente observó que éstas no se aplicaban
a su teoría y nunca se preocupó por ellas, puesto que no tenían nada que
ver con él. Burali-Forti tampoco descubrió paradoja alguna, aun cuando
su trabajo sugirió a Russell una paradoja.
La teoría de Cantor tenía otros problemas. No incluía, en su forma ori-
ginal, a los números reales como un conjunto. Por una buena razón,
14 INTRODUCCIÓN

Cantor había creído hasta la década de 1890 - ya al final de su carrera-


que los incluía quizás. (Casi todo lo que escribo aquí es conocido por
uno u otro historiador o matemático; lo que sí es inédito es la afirmación de
que Cantor tenía una teoría sin problemas que .se colapsó en la década
de 1890. Esto será discutido en IV.2.)2 Cantor elaboró un nuevo supuesto
respecto a su teoría tan pronto se percató de qu e lo necesitaba, un su-
puesto que le permitió incorporar los números r eales, pero que también
le causó grandes problemas.
El nuevo supuesto fue su versión de lo que ahor a se conoce como el
axioma del conjunto potencia. El problema que se derivó fue que su teo-
ría, que supuestamente era una teoría de las colecciones que pueden ser
contadas, no podía contar las nuevas colecciones a que dio lugar el a.:'áo-
ma del conjunto potencia. Fue así como toda su teoría quedó expuesta a
la duda, aun cuando no (y esto quiero enfatizarlo) a la contradicción y
a paradojas. Parecía que la idea de contar ya no podría servir como la
idea clave. Cantor no supo cómo reemplazar esta idea.
En 1904 Zermelo vino al rescate de la teoría de conjuntos de Cantor.
Zermelo aisló un pr incipio inherente a la noción de función arbitraria,
principio que había sido utilizado por muchos matemáticos, incluido
Cantor, al estudiar las funciones, pero al cual no le prestaron especial
atención, y el cual también fue utilizado por Cantor en su estudio de los
números ordinales. Zermelo llamó a este principio el axioma de elec-
ción. Aun cuando dicho principio fue utilizado antes deZermelo sin que
se le prestar a atención, esto no fue el producto de un descuido: el prin-
cipio realmente es inherente a la noción de función arbitraria. Lo que
Zermelo hizo notar fue que este principio podía ser utilizado para "con-
tar", en sentido cantoriano, aquellas colecciones que habían dado' a
Cantor tantos problemas, lo cual le .restauró cierta unidad a la teoría de
conjuntos.
El axioma de elección nunca fue, a pesar de lo que dice la historia ofi-
cial, una fuente de controversia. Todo mundo estaba de acuerdo en que
es una parte de la noción de una función arbitraria. El barullo que pro-
vacó la intr oducción del axioma de elección por parte de Zermelo fue
resultado de una disputa acerca de si la noción misma de función arbi-
traria era apropiada para utilizarse en matemáticas (y, de hecho, acerca
de si era una noción coherente). La idea rival era que las funciones sólo
deberían estar dadas por r eglas, idea que ponía en duda el axioma de
elección. La controversia se dio entre quienes consideraban que las
matemáticas tratan sobre funciones arbitrarias y quienes consideraban
que tienen que ver con funciones dadas por reglas -no se dio acerca del
2 Es decir, la sección 2 del capítulo IV. Cuando sólo m encione el número de sección, me
referiré a una sección del capítulo en estudio.
INTRODUCCIÓN 15

axioma de elección en sí, sino respecto a la noción correcta de función-o


Los partidarios de las funciones arbitrarias ganaron, y con ellos el axio-
ma de elección. Por lo tanto, ya no hay razón alguna para pensar que el
axioma de elección es de alguna manera cuestionable.
El trabajo de Zermelo recibió numerosas críticas. Una crítica impor-
tante fue que había u tilizado principios que, como los de Russell, condu-
cían a conocidas contradicciones. Pero no era así. Para defender su teo-
rema de que los números reales pueden ser "contados", Zermelo elaboró
una presentación axiomática de la teoría de conjuntos y una nueva
demostración del teorema con base en sus axiomas. Los axiomas eran
para ayudar a dejaren claro que había estado trabajando todo el tiempo
con base en una visión totalmente consistente. E sto se aparta de la opi-
nión común, según la cual él "axiomatizó" la teoría de conjuntos para
proporcionar una teoría consistente, en ausencia de alguna otra salida
posible a las paradojas.
Hubo de hecho una teoría que se desarrolló como un salida a la desas-
trosa teoría de Russell y la de su precursor en Gottlob Frege. Se trata de
la llamada teoría de tipos; pero ésta nunca tuvo mucho que ver con la
teoría cantoriana de conjuntos, y únicamente la comento aquí debido a
que es necesario diferenciarlas. En el proceso de analizar esta teoría
introduciré el uso distintivo que Russell sugirió para algo similar a los
esquemas,3 uso que muestra que éstos tienen propiedades útiles que
merecen un estudio más serio. Tal estudio constituye uno de los subte-
mas tratados a lo largo de este libro.
No les tomó mucho tiempo a Thoralf Skolem y a Abraham Fraenkel
percatarse de que los axiomas de Zermelo -aun cuando servían al pro-
pósito de éste de defender su teorema- no incluían un importante prin-
cipio de la teoría de conjuntos cantoriana: el principio que actualmente
se conoce como axioma de reemplazo. Sin embargo, resulta extraño el
acuerdo universal que surgió acerca de la validez del axioma de reempla-
zo, puesto que tal axioma no servía para nada. Aun cuando en aquel
momento no se sabía si dicho axioma tenía alguna consecuencia sobre
algo, excepto sobre las propiedades de los límites superiores del infinito
cantoriano, de todas maneras fue inmediata y universalmente aceptado
como un principio correcto acerca de los conjuntos de Cantor.
En los capítulos II al V se establece con detalle que el bosquejo históri-
co que acabo de presentar es correcto, y no la historia oficial que parodié
al inicio de esta introducción. Estos capítulos también incluyen otras
particularidades del desarrollo de la teoría de conjuntos. Sólo una mues-
3 Un esquema es una forma de enunciado que se utiliza para si.Igerir una lista de enun-
ciados. Por ejemplo, X = X, donde la clase de sustitución para X son números, es un esque-
ma que tiene como ejemplos, entre otros: 0=0, 1 :: 1 y 2 = 2.
16 INTRODUCCIÓN

tra más: la concepción iterativa de conjunto (que actualmente es consi-


derada como la que provocó el desarrollo de la teoría de conjuntos y la
que justifica los axiomas) no fue sugerida, y mucho menos defendida,
por nadie antes de 1947. .
Tres son los principales propósitos filosóficos para contar la historia
que acabo de esbozar. El primero es contrarrestar la nefasta influenc.ia de
la historia oficial, la cual parece haber convencido a muchos filósofos
de las matemáticas de que nuestras intuiciones adolecen de serios defec-
tos, que no se debe confiar en ellas y que, por lo tanto, los axiomas de las
matemáticas son en gran medida arbitrarios, históricamente determina-
dos, convencionales, etc. Los detalles varían, pero las expresiones peyo-
rativas son múltiples .
Por el contrario, la teoría de conjuntos no está saturada de paradojas y
nunca estuvo en situación tan desesperada. Se desarrolló de una manera
bastante directa como resultado de una concepción más o menos cohe-
rente. (En realidad pienso que ha habido dos .principales vertientes en el
desarrollo de esta teoria, simbolizadas por la noción de conteo y por el con-
junto potencia. Con el análisis que hago en el capítulo V.S, se verá con
más claridad cómo se acoplan. Un síntoma de nuestra falta de claridad
respecto a esta cuestión es la independencia de la hipótesis del continuo;
pero media un gran abismo entre eso y la usual historia trágica.)
El segundo propósito es mostrar lo que como hecho histórico sabemos
del infinito cantoriano con base en intuiciones claras y universales que
de una manera muy particular conciernen al infinito. Las dos cosas más
sorprendentes que con base en intuiciones conocemos del infinito canto-
riano están codificadas como los axiomas de elección y reemplazo.
¿Cómo podríamos conocer tales cosas? Parece un completo misterio .
Frecuentemente el veredicto h a sido que no tenemos tal conocimiento,
que el uso que hacemos de los axiomas de elección y de r eemplazo es en
gran medida arbitrario, históricamente determinado, convencional, etc.
Pero eso no es aplicable a los hechos históricos de la práctica matemáti-
ca, hechos que cualquier adecuada filosofía de las matemáticas debe
confrontar. (En esta parte introductoria me estoy permitiendo ignorar el
escepticismo constructivista acerca de tales materias; sin embargo, a lo
largo del texto sí lo abordaré.)
El tercer propósito es esclarecer la naturaleza de la intuición, con base
en la cual conocemos lo que conocemos. He estado utilizando el término
"intuición" debido a que es muy familiar; pero no me refiero a la contem-
plación especulativa de un cielo platónico o a un misterioso tipo de per-
cepción que el término pueda sugerir a muchas personas. Cualquier cosa
que sea la intuición, es muy importante para las matemáticas:
INTRODUCCIÓN 17

En matemáticas, como en cualquier clase de investigación científica, están


presentes dos tendencias; por un lado la tendencia a la abstracción. .. y por
otro la tendencia al entendimiento intuitivo que promueve una comprensión
más inmediata de los objetos que uno estudia, una vívida conexión con ellos,
por así decirlo,la cual enfatizael significado concreto de sus relaciones.
[ ... ] En la actualidad todavía es válido, como siempre lo fue, que la com-
prensión intuitiva desempeñe un papel importante en la geometlia. Y tal intui-
ción concreta es de gran valor no sólo para el investigador, sino también para
quienquie~a que desee estudiar y apreciar los resultados de la investigación en
geometría (página iii del prefacio de David H ilbert [1952]).

La cita proviene de un libro de geometría, pero la aseveración tiene


una validez mucho más general.
Así como una teoría científica puede sustituir a otra debido a su supe-
rior capacidad para sistematizar, por las mismas razones una teoría ma-
temática puede desplazar a otra. Desarrollos inesperados pueden gene-
rar nuevas teorías, las cuales pueden a su vez conducir a fructíferos
avances en las viejas teorías, y llegan a entrelazarse tanto con ellas que lo
nuevo y lo viejo se vuelve indistinguible. Veremos varios ejemplos de
esto, uno de ellos es la noción moderna de función, que evolucionó gra-
dualmente a partir del deseo de ver qué curvas pueden representarse
como series trigonométricas. El estudio de funciones arbitrarias, en el
sentido moderno, condujo a Cantor a los números ordinales, que a su
vez condujeron a la teoría de conjuntos. Y la teoría de conjuntos se
entrelazó a tal grado con las teorías de funciones y de los números rea-
les, que las trasformó completamente. Todo esto forma parte de la histo-
ria que se cuenta en los capítulos II y III. Las matemáticas no tienen los
mismos lazos con la práctica experimental que la ciencia pero, no obs-
tante, evolucionan de una manera muy similar a como evoluciona la
ciencia.
El panorama de las m atemáticas que acabo de bosquejar generalmen-
te es considerado como antitético a la posibilidad de una forma caracte-
rística de intuición matemática. Se piensa que las nuevas matemáticas
evolucionaron a partir de las antiguas sin más limitación que lo que pue-
da demostrarse. Pero ése no puede haber sido el caso para la mayor par-
te de la historia de las matemáticas modernas; a partir de, digamos, la
primera mitad del siglo XVII a la segunda mitad del siglo XIX no se siste-
matizaron ni se axiomatizaron coherentemente muchas partes de las
matemáticas, y ciertamente no hubo una noción adecuada de prueba.
En esa época los matemáticos se consideraban necesariamente a sí mis-
mos como personas que trabajaban con base en una concepción intuitiva
y basadas hasta cierto punto en 10 que era obvio y en las conexiones con
la física, en cierta medida -pero sólo hasta cierto grado-, en la demos-
18 INTRODUCCIÓN

tración, puesto que la demostración no era un pr ocedimiento completa-


mente confiable. (Véase el capítulo II.) Creo que actualmente la lTlayoría
de los matemáticos se conciben aún como personas que trabajan sobre
las mismas bases conceptuales y de una manera cuasiintuitiva muy simi-
lar, aun cuando esto es mucho más difícil de demostrar, puesto que aho-
ra disponemos de rigurosos estándares de prueba y de axiomatizaciones
precisas. Las concepciones intuitivas que subyacen a las teorías matemá-
ticas evolucionan, al igual que ellas, y las intuiciones a la vez que restrin-
gen las teorías, también propician nuevos desarrollos en ellas de mane-
ras insospechadas.
El desarrollo de la teoría de conjuntos constituye un excelente ejemplo
del papel positivo y necesario que desempeña la intuición en las matemá-
ticas. Debido a que la teoría de conjuntos es de tantas maneras diferente
a las matemáticas anteriores, es claro que el entrenamiento previo de
Cantor estuvo muy lejos de ser una guía adecuada. Además, la progre-
sión que él descubrió en cierto sentido posee un claro contenido intuiti-
vo. Hay un grande y misterioso enigma en lo sugestivo de la sucesión de
Cantor que difícilmel1te(puede ser sobreenfatizado: esta sucesión es infi-
nita y no tenemos absolutamente ninguna experiencia de algún tipo de
infinito. Así que, ¿cu.álmétodo estamos utilizando -qué método utilizó
Cantor- para dar sentido a esta sucesión? La pregunta es otra versión
de la pregunta que hicimos anteriormente sobre los axiomas de elección
y reemplazo.
Es difícil entehder cómo podemos conocer cualquier verdad matemáti-
ca, puesto que el obj eto de estudio. de las matemáticas es muy abstracto.
Pero el problema se vuelve particularmente difícil tratándose de las verda-
des acerca deLinfinito.Nohay duda de que sabemos qUe 2 + 2 = 4 en un
sentido u otro, y queesteCol1ocimiento está en cierto modo conectado con
nuestra experiencia de que pares se combinan para formar un cuádruplo.
Este hecho es indiscutible y tiene múltiples conexiones con la experiencia
humana. En cambio,sí existe una genuina duda acerca de la verdad de
una expresión como X2 + XZ=X2' Podríamos dudar, por ejemplo, de la
existencia de X2 cosas. 4 Todo mundo está de acuerdo en que en cierto sen-
tido debemos aceptar que 2 + 2 = 4, pero es razonable ser totalmente
escépticos acerca del infinito. Peor todavía: no es claro qué conexiones
podría tener la experiencia humana con las verdades del infinito. Un filó-
sofo de las matemáticas moderno expresó esto de la siguiente manera:

La mente humana es finita y la jerarquía de la teória de conjuntos es infinita.


Presumiblemente cualquier contacto entre mi mente y la jerarquía iterativa
4 Este símbolo es aleph mayúscula (la primera letra del alfabeto hebreo). X2 (se pronun-
cia "aleph 2") representa uno de los números infinitos de Cantor.
INTRODUCCIÓN 19

puede implicar cuando m ucho una porción finita de esta estructura. Pero en
tal caso yo también podría establecer una r elación con cualquiera de una mul-
titud de otras estructuras que coinciden con la jerarquía estándar sólo en la
minúscula porción finita que yo he logrado comprender [Maddy, 1990, p. 79].

Existe un p roblema filosófico acerca del conocimiento de los objetos


abstractos en general y de los objetos m atemáticos en particular. Pero el
caso especial del conocimiento de los objetos matemáticos infinitos es
un problema peculiar para el cual se han sugerido soluciones peculiares.
Los capítulos VI y VII tratan de ese problema del infinito. En el capítulo
VI analizo varias explicaciones del conocimiento matemático del infinito
que intentan mostrar cómo puede obtenerse a partir de la experiencia.
Parten de la teoría del conocimiento y tratan de ajustar las matemáticas
a ella. También analizo aquí el intuicionismo, varias formas de formalis-
mo y una versión del programa de David Hilbert. Utilizo una concepción
russelliana de los esquemas para esclarecer de qué manera las matemáti-
cas finitistas de Hilbert podrían evitar un compromiso con el infinito.
Una consecuencia de cada una de las filosofías que examino es que no
podemos conocer lo que de hecho conocemos.
En el capítulo VII, reviso varias explicaciones del conociriliento mate-
mático del infinito que siguen una dirección opuesta. Comienzan con las
matemáticas, y tratan de adaptar una teoría del conocimiento a ellas.
Examino los puntos de vista de Kurt Gódel, los de Willard van Orman
Quine y los de Hilary Putnam. Ninguno de ellos logra explicar los alcan-
ces superiores de la teoría de conjuntos. También analizo el desafío que
plantea el escepticismo de Skolem al conocimiento matemático del infi-
nito -una historia que también se aborda en el capítulo V-, y el intento
de utilizar la lógica de segundo orden para bloquearlo . Aun cuando con-
cluyo que la crítica de Skolem a la lógica de segundo orden tiene sus
méritos, propongo una solución vinculada para el problema del escepti-
cismo basada en el uso de esquemas la cual, creo yo, resulta exitosa.
Ninguna de las filosofías estudiadas en los capítulos VI y VII podrían
resolver el problema del infinito debido a que ninguna de ellas encara el
meollo del asunto: ¿Cuál es la fuente de nuestras intuiciones concernien-
tes al infinito cantoriano? En términos más prosaicos y en cierto modo
simplistas, ¿qué nos sugieren los puntos suspensivos, las tríadas de pun-
tos, escritos en la sucesión transfinita de Cantor? Cualquier cosa que
sean, constituyen una parte importante de lo que condujo a Cantor a su
teoría.
Hallar una respuesta es importante por muchas razones. Nuestra teo-
ría de conjuntos está incompleta, es inadecuada para resolver muchos de
los problemas que ella misma genera. Cualquier cosa que ayude a escla-
20 INTRODUCCIÓN

recer los orígenes de nuestros axiomas puede ayudar a sugerir más axio-
mas o a decidir adecuadamente entre los que ya han sido propuestos.
Esto es importante tanto por razones matemáticas como porque el haber
perdido la esperanza de encontrar nuevos axiomas se ha vuelto en sí una
fuente de escepticismo acerca de la teoría matemática del infinito.
El aparente problema de explicar el infinito matemático condujo a la
escisión entre los filósofos que comento en el capítulo VI, y aquellos de
los que se habla en el capítulo VII. Actualmente cada lado parece estar
en un concilio de desesperación. El impasse resultante ha tenido reper-
cusiones más allá de la filosofía de las matemáticas: ha afectado a todas
las teorías epistemológicas modernas.
En el capítulo VIII propongo que la fuente de nuestras intuiciones en
relación con el infinito cantoriano es la experiencia de lo indefinidamen-
te grande, es decir que nuestra imagen de lo que representan los puntos
suspensivos surge de nuestra idea de seguir mucho más allá de adonde
hemos llegado: continuar indefinidamente. La propuesta podría tener
cierta plausibilidad por el hecho de que los niños pasan por una etapa en
la que piensan que el infinito no es más que lo indefinidamente grande.
Esta propuesta no tiene nada de nuevo, pero yo presento una argumen-
tación sustancialmente nueva para ella, haciendo uso de la teoría matemá-
tica de lo indefinidamente grande desarrollada por Jan Mycielski. Con el
fin de demostrar que la teoría puede servir como un conjunto de leyes
del origen histórico y psicológico de nuestras intuiciones concernientes
al infinito, es necesario demostrar cuatro cosas: 1) que la teoría no
presupone el infinito, y por tanto es adecuada en principio para ser una
fuente de intuiciones acerca del infinito en la que no se presupone lo que
se va a explicar; 2) que la teoría formaliza la experiencia ordinaria de lo
indefinidamente grande y es por tanto una reconstrucción de las intui-
ciones que tenemos, un hecho psicológico real; 3) que no conduce a la
teoría de conjuntos, y que por tanto es suficientemente rica para explicar
lo que nos hemos propuesto explicar, y 4) que es totalmente coherente
con el verdadero desarrollo de la teoría de conjuntos, y que por tanto
puede ser utilizada para representar las intuiciones que desempeñaron
un papel histórico real.
Para demostrar lo primero -que no presupone el infinito-, es necesa-
rio presentar la teoría de tal manera que no involucre un compromiso
con el infinito. Esto se hace utilizando esquemas. Como una ventaja adi-
cional, esta presentación muestra, utilizando el trabajo matemático de
Mycielski, que la teoría nos permite proporcionar una contraparte de las
matemáticas conjuntistas ordinarias que no involucra compromiso algu-
no con el infinito.
Para argumentar en favor de lo segundo -que la teoría es una codifi-
INTRODUCCIÓN 21

cación razonable de nuestra experiencia de lo indefinidamente grande-


muestro cómo puede aplicarse para hacer algunas partes del cálculo
-relacionadas con la experiencia cotidiana- más obvias de lo que son
cuando se presentan de la manera usual, la cual involucra límites. Esto,
además de la verosimilitud de la teoría por sí misma, muestra cuán natu-
ral e intuitiva es la teoría y, como podrá comprobarlo usted mismo, cuán
cerca está de las intuiciones preteóricas de cualquier persona.
Demuestro lo tercero -que esta teoría realmente conduce a la teoría
de conjuntos-, indicando que la teoría de conjuntos, junto con los axio-
mas de elección y reemplazo surgen de la extrapolación, en un sentido
matemático preciso, a partir de la teoría de lo indefinidamente grande.
El principal argumento del cuarto punto -que la teoría es totalmente
coherente con el verdadero desarrollo de la teoría de conjuntos- es que
la teoría de lo indefinidamente grande nos ayuda a dar sentido al "finitis-
mo" de Cantor, quien se veía a sí mismo como un matemático que estaba
haciendo una analogía entre lo finito y lo infinito. Ahora podemos dar un
sentido preciso a esto: su procedimiento, analizado y reconstruido, fue la
extrapolación desde lo indefinidamente grande a lo infinitamente grande.
Se mostrará que, en principio, el proceso de idealización que relaciona
lo finito con lo infinito no es muy diferente al que relaciona los puntos
dibujados con un lápiz con los puntos geométricos. Los puntos son, más
o menos, puntos idealizados, mientras que los conjuntos infinitos son,
más o menos, colecciones idealizadas indefinidamente grandes. Por tan-
to, la teoría de conjuntos es consistente con la aritmética y la geometría:
las tres tienen una estrecha relación con tipos de experiencias de todos
conocidas. Y así queda disuelta la naturaleza aparentemente misteriosa
del infinito.
n. EL INFINITO, ASIDUO
PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

" ... PERO, YA A PARTIR DE LA MERA NATURALEZA del número irracional, pare-
ce necesario comprender plenamente el infinito matemático antes de
que sea posible una adecuada teoría de los números irracionales". La
apelación a clases infinitas es obvia en la definición de cortaduras de
Dedekind. Pero tales clases conducen a serias dificultades lógicas.
Depende del nivel de sofisticación del matemático el que considere
estas dificultades como relevantes o sin consecuencias para el desarrollo
consistente de las matemáticas. El analista valiente sigue adelante con
osadía, colocando una torre de Babel encima de otra y confiando en que
ningún iracundo dios de la razón lo confundirá a él junto con todas sus
obras; mientras que el lógico crítico, que mira cínicamente los cimientos
del imponente rascacielos de su hermano, hace un rápido cálculo mental
para predecir la fecha del colapso. Entretanto, todos estamos atareados
y todos parecemos estar divirtiéndonos. Sin embargo, la siguiente con-
clusión parece ineludible: sin una teoría consistente del infinito matemá-
tico no hay teoría de los números irracionales; sin una teoría de los
números irracionales no hay análisis matemático de ninguna clase, ni
siquiera alguno que remotamente se parezca al que actualmente
tenemos; y para finalizar, sin el análisis la mayor parte de las matemáti-
cas -incluyendo a la geometría y a la mayoría de las matemáticas apli-
cadas- dejarían de existir tal como las conocemos actualmente.
Por lo tanto, la empresa más importante que enfrentan los matemáti-
cos es al parecer la construcción de una teoría satisfactoria del infinito.

Si el lector mirara hacia atrás y viera la definición de Eudoxo de "misma


razón" [ ... ] vería que allí también ocurren "dificultades infinitas" [ ... ] No obs-
tante, se han hecho algunos progresos desde tiempos de Eudoxo; por lo menos
ahora estamos comenzando a comprender la naturaleza de nuestras dificulta-
des [Bell, 1937, pp. 521-522].

Espero que este capítulo contribuya a la difusión de algunos aspectos de


la historia del infinito matemático que son conocidos, al menos en líneas
generales, por muchos matemáticos. El capítulo es un trabajo descriptivo,
más que de tesis, ya que poco de lo que expondré es controvertido.! Si
1 Me he apoyado mucho en el libro de Monis Kline, Mathematical Thought [rom Ancient

22
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 23

logro que la historia sea accesible sin introducir un detallado conocimien-


to de las series de Fourier o de la distinción entre convergencia y conver-
gencia uniforme, el capítulo habrá cumplido su propósito.
La moderna teoría del infinito no comenzó como un esfuerzo para
producir una teoría del infinito, no fue resultado de una larga historia de
intentos de teorías matemáticas del infinito; empezó más bien con el
intento de esclarecer los fundamentos del análisis, y específicamente del
cálculo -es decir, surgió a partir del desarrollo de la teoría de razones
de cambio y de las áreas bajo las curvas-o En gran parte, el infinito ha
entrado en las matemáticas actuales como resultado de algunos intentos
de dar sentido a la noción de una curva o de una función arbitraria.
La historia de la enormemente exitosa aplicación del análisis a la físi-
ca es demasiado conocida como para que la tengamos que repetir aquí.
Simplemente me permito destacar que ni en la época de Newton ni ac-
tualmente puede considerarse al análisis sólo como una entre las muchas
ramas de las matemáticas: es la rama cuya aplicación, especialmente en
la física, ha sido la más fructífera. Es por tanto la rama de las matemáti-
cas a través de la cual éstas tienen su contacto más Íntimo con la física,
con las demás ciencias y con el mundo natural.

1. LONGITUDES INCONMENSURABLES, NÚMEROS IRRACIONALES

A la mayoría de nosotros se nos enseñó en alguna ocasión que Pitágoras


descubrió que la raíz cuadrada de 2 es irracional. Aun cuando la infor-
mación histórica sobre Pitágoras es escasa, es muy probable que esto no
sea cierto. En primer lugar, muchos de los descubrimientos de los pita-
góricos han sido atribuidos al propio Pitágoras. Lo más probable es que
haya sido algún otro miembro de esta escuela quien hizo tal descubri-
miento. De hecho, el descubrimiento ha sido atribuido a Hipaso de
Metaponto (siglo V a. C.). Según una leyenda, hizo este descubrimiento
mientras se encontraba en el mar con otros pitagóricos, y fue arrojado
por la borda a causa de este problema (véanse Heath, 1981, vol. 1, pp.
154-157, Y Heath, 1956, vol. 1, pp. 411-414).
En segundo lugar, y esto es mucho más importante, los únicos núme-
ros con los que trabajaban los pitagóricos eran los números enteros -no

to Modern Times (1972), y en los artículos de From the Calculus to Set Theory, compilado por
I. Grattan-Guiness (1980b). Mi análisis del desarrollo del cálculo estuvo muy influido por el
libro de Philip Kitcher The Nature ofMathematical Knowledge (1983). También he hecho
uso de la obra History of Mathematics, de Florian Cajori (1985), y de A Concise History of
Mathematics, de Dirk J. Struik (1987). Otros trabajos históricos especializados que cito en
el texto cuando es necesario han servido como útiles correctivos.
24 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

se ocupaban de los números racionales, y mucho menos de los irraciona-


les-, aun cuando conocían muchas cosas acerca de las proporciones
geométricas entre magnitudes geométricas. Por ejemplo, sabían que dos
cuerdas del mismo tipo y tensión cuyas longitudes estaban en relación
de 3 a 2 producían, cuando eran pulsadas, notas con un intervalo musi-
cal de un quinto. La relación de 3 a 2 significaba, simplemente, que 2
longitudes podían ser medidas por una unidad común y que una tenía 3
veces la longitud de esa unidad, mientras que la otra tenía el doble de la
longitud de esa misma unidad. De ninguna manera estaban asociando
esto con las fracciones o con los números racionales 3/2 o 2/3.
Las longitudes de las dos cuerdas de nuestro ejemplo eran conmensu-
rables -es decir, medibles por medio de múltiplos de números enteros de
una unidad común-o Lo que los pitagóricos descubrieron no fue que la
raíz cuadrada de 2 es irracional, sino que el lado y la diagonal de un cua-
drado no son conmensurables. Esto hizo imposible continuar con el pro-
grama pitagórico de identificar a la geometría con la teoría de los núme-
ros, que para los griegos eran únicamente los números enteros.
En algún momento del siglo posterior al trabajo de Hipaso de Meta-
ponto, Eudoxo elaboró una ingeniosa teoría de las razones inconmensu-
rables. Dicha teoría continúa siendo la base de nuestra comprensión
sobre éstas. Las razones inconmensurables surgieron dentro de la geo-
metría, y la teoría de Eudoxo era totalmente geométrica. De hecho,
Eudoxo contrastó las magnitudes geométricas con números, los cuales
se incrementan cada vez en una unidad. La idea principal de su teoría de
las razones inconmensurables es más o menos la siguiente: La razón alb
es la misma que la razón c/d si, para cualesquiera números enteros n y
m, na es menor, igualo mayor que mb, si y sólo si nc es, respectivamen-
te, menor, igualo mayor que md.
Poco menos de un siglo más tarde, la teoría de Eudoxo fue codificada
en el libro V de los Elementos de Euclides. El libro II mostraba cómo
operaba el álgebra de entonces, que era geométrica: los números son
representados, o más precisamente reemplazados, por longitudes, ángu-
los, áreas y volúmenes. El producto de dos longitudes es un área; el pro-
ducto de tres, un volumen. Se pueden sumar y restar longitudes de longi-
tudes, áreas de áreas, etc. En efecto, los números y el álgebra fueron
eliminados en favor de la geometría, y los fundamentos de la teoría geo-
métrica de las razones o proporciones son los de Eudoxo.
Las razones de las magnitudes, ya sean conmensurables o inconmen-
surables, no son sustituciones para los números, racionales e irraciona-
les. No se proporciona procedimiento alguno para, por ejemplo, sumar o
multiplicar razones de magnitudes.
Las magnitudes mismas -longitudes y cosas similares- tampoco son
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 25

sustituciones para los números racionales e irracionales. Se pueden su-


mar, pero el producto de las longitudes, como ya dijimos, es un área. Eu-
clides tuvo el cuidado de enunciar (definición 3) que una razón sólo pue-
de relacionar magnitudes de la misma clase; es decir, no se pueden
relacionar longitudes y áreas con una razón. A diferencia del producto
de los números, un producto de longitudes es una entidad de una clase
diferente.
En el libro X, Euclides investigó y clasificó razones entre rectas, que
actualmente representaríamos como longitudes de la forma ~Fa ± jb,
para a y b conmensurables. Las razones entre rectas que no pueden ser
expresadas en esta forma no fueron analizadas en los Elementos.
Leonardo de Pisa (Fibonacci), incansable viajero educado en África,
reintrodujo los Elementos de Euclides y otros trabajos griegos a Europa.
También contribuyó a la difusión de los números y los métodos de cálcu-
lo de los árabes. En 1220 Leonardo publicó su descubrimiento de que
las raíces de x 3 + 2X2 + 10x = 20 no se pueden expresar en la forma de
~Fa ± jb. Para esa época, los árabes ya trabajaban con desenvoltura con
los números irracionales, y el descubrimiento de Leonardo demostró
que no se podían construir todos los números con las restricciones eucli-
dianas de la regla y el compás. Pero no se había provisto fundamento
alguno para el uso de los números irracionales.
En los siguientes siglos se volvió cada vez más común el uso de los
números irracionales entre los matemáticos europeos, pero todavía no
estaba claro en qué sentido eran números. Michael Stifel escribió en su
Arithmetica Integra (1544) lo siguiente:

Puesto que cuando se prueban figuras geométricas [ ... ] los números irraciona-
les [ ... ] prueban exactamente aquellas cosas que los números racionales no
podrían probar [ ... ] nos sentimos motivados y compelidos a afirmar que éstos
realmente son números. Por el contrario, otras consideraciones nos compelen
a negar que los números irracionales sean en realidad números. Así, cuando
buscamos (darles una representación decimal) [ ... ] encontramos que huyen
perpetuamente, por lo que ninguno de ellos puede ser aprehendido con preci-
sión en sí mismo [ ... ] No se puede llamar número a un ente que carece de pre-
cisión [ ... ] Por tanto, de la misma manera que un número infinito no es un
número, un irracional tampoco es un verdadero riúmero, y se oculta en una
especie de nube de infinito [Kline, 1972, p. 251].

Como veremos más adelante, las observaciones de Stifel fueron pre-


monitorias: la base de los números irracionales no fue adecuadamente
esclarecida hasta que se permitió la entrada de los números infinitos a
las matemáticas.
26 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

Los lazos con la geometría continuaron siendo fuertes. Stifel decía que
"ir más allá del cubo, como si hubiera más de tres dimensiones ... es con-
tra natura" (Kline, 1972, p. 279). En la obra Regulae ad Directionem Inge-
nii (ca. 1628) René Descartes dio cabida explícitamente a los números
irracionales en el caso de las magnitudes continuas. En 1637 Descartes
tomó el producto de la multiplicación de longitudes como otra longitud,
no como un área, y consideró que los polinomios determinaban curvas
(Descartes, 1954; Grosholz, 1980; y Mahoney, 1973). Newton introdujo el
número como "la razón abstraída de cualquier cantidad a otra cantidad
de la misma clase", incluyendo las razones inconmensurables; también
introdujo la multiplicación, la división y las raíces en términos de razo-
nes en sus cátedras universitarias, las cuales fueron publicadas en 1707,
bajo el título de Arithmetica universalis sive de compositione et resolutio-
ne arithmetica liber (Whiteside, 1967, vol. 2, p. 7).
Hasta aquí hemos estado considerando a la geometría de las líneas
rectas (y de los rectángulos, etc.) y sus magnitudes. Ahora abordaremos
la geometría de. las curvas y de las áreas que éstas acotan. En este caso
también fue Eudoxo quien realizó el trabajo básico que Euclides incor-
poró en los Elementos (libro XII). Arquímedes todavía fue más lejos e
incorporó lo que denominó el método de exhaución. Este método conti-
nuó siendo el único plenamente desarrollado y justificado para el cálculo
de áreas y volúmenes hasta el siglo XIX; sin embargo, sus detalles no son
prioritarios para nuestra historia.

2. NEWTON y LEIBNIZ

Durante la primera mitad del siglo XVII fueron introducidas o descritas


varias curvas por medio del movimiento. Esto no era nuevo, pero este
modo de describirlas comenzó a desempeñar un papel cada vez más
importante. En 1615 Marin Mersenne definió la cicloide como la trayec-
toria que describe un punto sobre el borde de un círculo giratorio. La
cicloide tampoco era algo nuevo, pero sí su definición. Galileo Galilei de-
mostró en su Discorsi e dimostrazione matematiche intorno a due nuove
scienze (1638) que el recorrido de una bala de cañón es una parábola, y
consideró a la curva como la trayectoria de un punto en movimiento.
Más adelante se diseñaron muchas técnicas para calcular varias pro-
piedades de las curvas, en algunos casos a partir del método de exhau-
ción: técnicas para calcular máximos y mínimos, para localizar líneas
tangentes y para calcular áreas y volúmenes. Algunos matemáticos invo-
lucrados en este proceso fueron Pierre Fermat, René Descartes, Isaac
Barrow, Johann Kepler, Bonaventura Cavalieri, Gilles Personne de
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 27

Roberval, Evangelista Torricelli, BIas Pascal, John Wallis, Christopher


Wren, William Neile, Gregory de Saínt Vincent, James Gregory y Chris-
tiaan Huygens. Pero fueron Isaac Newton y Gottfried Wilhelm Leibniz
quienes sistematizaron las técnicas en el cálculo, por lo que sólo aborda-
remos brevemente el trabajo de los demás.
El nuevo estudio de las curvas y el movimiento condujo a una nueva de-
finición de la línea tangente a una curva (Roberval, Brieves Observation
sur la composition des mouvements et sur le moyen de trouver les Touchan-
tes des Ligne Courbes, ca. 1636, publicado en 1693). La definición griega
de una línea tangente a una curva es una línea que toca la curva en un
punto. Roberval definió una línea tangente a una curva como la direc-
ción de la velocidad de un punto en movimiento que traza a la curva.
En su Arithmetica Infinitorum (1655), Wallis estudió las sumas y pro-
ductos infinitos. También dio una definición general correcta dellími-
te de una sucesión infinita de números, definición que no volvió a ser
revisada hasta 1820. (Por ejemplo, el límite de la sucesión 1, es O. +, ±, ...
Véase el apartado n.5.) Newton estudió la Arithmetica Infinitorum y uti-
lizó sus técnicas para comprobar por él mismo que el teorema del bino-
mio -que da los coeficientes de expansión de (a + b)11 para n arbitraria-
también es válido cuando n es negativa o fraccionaria. En estos casos
existe una cantidad infinita de coeficientes. (Se obtiene una expansión
de (a + b )m/n como una serie o suma infinita. (Un ejemplo de una serie
-aunque no derivada del teorema del binomio- es aquel en el que el

límite de 1 + + + ... es 2.) Tales series eran cruciales para el desarro-
llo del cálculo de Newton, el cual abordaremos a continuación.
En De analysi per Aequationes Numero Terminorum Infinitas (obra que
comenzó a circular en 1669, pero que fue publicada hasta 1711), Newton
presentó una versión considerablemente más general de la siguiente
derivación: Suponga que el área z bajo una curva está dada por z = X2
(véase la figura n.l, la cual no está a escala). Suponga que x se incremen-
ta por un "momento" o, es decir -en nuestra terminología leibniziana
actual-, por un infinitesimal,2 (Presumiblemente el término momento
surgió como consecuencia de considerar a x como la representación del
tiempo.) Entonces el área bajo la curva se incrementa por un factor ov,
por lo que z + ov = (x + 0)2, donde el lado derecho se obtiene utilizando
z = X2 (que hemos asumido como cierto) en el punto en el que la coorde-
nada x tiene un valor de (x + o). Al desarrollar, obtenemos: z + ov = X2 +

2 A partir de entonces, la historia del análisis depende mucho de las ideas actuales
acerca de los infinitesimales, sobre los cuales hablaré más ampliamente en el apartado
VIII. 3 . Estas ideas se utilizan para juzgar cuáles argumentos se pueden reconstruir razona-
blemente bien en términos modernos, y por lo tanto pueden ser considerados correctos y
cuáles no.
28 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

v
y
z

FIGURA n.1. Derivación de Newton.

20x + 02 y, puesto que Z = x 2 , entonces ov = 20x + 02. Ahora dividimos


entre o para obtener v = 2x + o. En este punto Newton consideró a o
como "infinitamente pequeño" para obtener y = 2x, puesto que (de acuer-
do con la figura n.1) v es igual a y cuando o es infinitamente pequeño.
Como el propio Newton admitió, este método es "más fácil de explicar
que de demostrar". Esta derivación logra dos cosas a la vez: en primer
lugar muestra que la razón de cambio de X2 es 2x+ 02 (en el lado derecho
calculamos el cambio (x + 0)2 - X2 dividido entre el "tiempo" o, en el que
ocurre el cambio, para obtener la razón de cambio). En segundo lugar,
muestra que la razón de cambio del área z es la curva y que limita esa
área (en el lado izquierdo calculamos la razón de cambio de z y obtene-
mos y). Así, la ecuación y = 2x establece que la razón de cambio 2x del
área z = x 2 limitada por una curva y es la curva misma. Ésta es la versión
de Newton del teorema fundamental del cálculo,3 para z = X2. Newton no
utilizó este ejemplo; dejó en claro que se podría utilizar z = ax m -donde
m podría ser negativa o fraccionaria- desarrollando el lado derecho, sin
ejecutar la multiplicación, sino utilizando el teorema del binomio. De

3 He aquí todo lo que se necesita saber acerca del teorema fundamental del cálculo. He
omitido las indicaciones para manipular valores negativos puesto que estos detalles no son
relevantes para nuestra historia. También he omitido importantes restricciones a la aplica-
bilidad del teorema, las cuales estaban muy lejos de haber sido desarrolladas en tiempos de
Newton y Leibniz. La diferenciación es, a grandes rasgos, la operación que lleva una fun-
ción f a la función g que grafica la pendiente; o, de manera equivalente, la razón de cambio
de f(es decir, g(x) es la pendiente de f en x o la razón de cambio de f en x si consideramos a
x como la representación del tiempo). La integración es, a grandes rasgos, la operación que
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 29

esta manera obtuvo el resultado de que la razón de cambio de ax l11 es


max m - 1 • Después desarrolló otras ecuaciones que involucran x como
series infinitas de términos de la forma ax ln y aplicó el resultado, término
a término, para calcular otras Tazones de cambio.
En un trabajo posterior (Methodus Fluxionum et Serierum Inf1nitarum,
escrito en 1671 pero publicado hasta 1730) Newton denominó "fluente"
a una cantidad variable, y "fluxión" a su razón de cambio. Calculó las
razones de cambio determinando la fluxión de una fluente, y encontró
las áreas determinando la fluente de una fluxión. Ahora consideraba a las
fluentes como generadas por movimientos continuos, no como ensam-
bles estáticos de momentos. Actualmente el momento o es convencional-
mente considerado como "un intervalo de tiempo infinitamente peque-
ño". Por lo tanto, la idea de considerar a una curva como la trayectoria
de un punto en movimiento se convirtió en una idea fundamental. Con
esto Newton había introducido una primera forma de la idea de depen-
dencia funcional, con el tiempo como una variable independiente auxi-
liar.
En un tercer documento (Tractatus de Quadratura, escrito en 1676 y
publicado en 1704) Newton intentó eliminar los momentos o infinite-
simales. Decía que "las líneas son descritas ... no por la aposición de las
partes, sino por el movimiento continuo de los puntos", y que las "fluxio-
nes son, tan próximas como nos plazca, como los incrementos de las
fluentes generadas en intervalos iguales y tan pequeños como sea posi-
ble, y para hablar con precisión, están en la razón prima de los incre-
mentes crecientes". Sus cálculos eran muy parecidos a los anteriores,
pero al final su excusa para eliminar los términos que involucraban o fue
la siguiente: "Ahora dejemos que los incrementos desaparezcan y que su
última proporción sea ... " Para el oído moderno esta frase sugiere el prin-
cipio de la teoría de los límites, la cual finalmente se convirtió en una
parte crucial de los fundamentos del análisis matemático. En contraste
con su interés acerca del incremento de o, Newton hizo poco para pro-
porcionar una base para el uso de las series -sumas infinitas- (Kitcher,
1983, p. 234).

Volvamos ahora al descubrimiento del cálculo que, de manera indepen-


diente, hizo Leibniz. Mientras que Newton dependía en buena medida
de las ideas temporales y de las series infinitas, Leibniz asimiló las cur-

lleva una [unción f a la función g que grafica el área bajo f (es decir, g(x) es el área bajo la
gráfica de f entre O y x). El teorema fundamental del cálculo establece que la integración y
la diferenciación son operaciones inversas, lo que significa que si g es la integral de f:
entonces fes la derivada de g.
30 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

vas a sucesiones de números. En 1666, mientras Newton estaba comple-


tando la parte principal de su desarrollo del cálculo, Leibniz publicó un
trabajo, intitulado De Arte Combinatoria, en el que abordó lo que parece
ser un tema diferente. Considere las siguientes sucesiones de nÚnleros.
Cada sucesión que está en una línea debajo de otra sucesión consiste en
las diferencias entre los términos de la sucesión que está ehcima de ella.

0, 1, 2, 3,
1, 1, 1,
0, 0,

Hagámoslo ahora con cuadrados:

0, 1, 4, 9, 16,
1, 3, 5, 7,
2, 2, 2,
0, 0,

Finalmente, con cubos:

0, 1, 8, 27, 64, 125,


1, 7, 19, 37, 61,
6, 12, 18, 24,
6, 6, 6,
0, 0,

Leibniz notó que para la sucesión de los números naturales se anulan


las segundas diferencias, las terceras diferencias para la sucesión de los
cuadrados, y así sucesivamente. También reconoció que cada sucesión
podía ser recuperada sumando sucesivamente su primer miembro con
los miembros de la sucesión de la fila inferior, es decir, reuniendo otra
vez las diferencias. En 1673, durante el tiempo que transcurrió entre el
segundo y el tercer texto de Newton, Leibniz relacionó estos hechos con
el estudio de las curvas por medio de un cambio de perspectiva: conside-
ró a éstas como una sucesión de puntos. Más tarde consideró que los
puntos sucesivos diferían por cantidades infinitesimales. Cuando la
sucesión de puntos es tal que sus coordenadas x difieren por una canti-
dad constante, los valores x sucesivos e infinitesimalmente cercanos son
considerados como los que dan el orden de los términos de la sucesión,
mientras que los valores y pueden constituir ellos mismos los términos.
Así, una curva es concebida en términos de una sucesión de valores muy
parecida a las sucesiones que Leibniz había investigado anteriormente.
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 31

En esta etapa, dx (notación que Leibniz introdujo un par de años más


tarde) es 1, puesto que los términos son el primero, el segundo, el terce-
ro, etc., mientras que dy es la diferencia real entre los términos adyacen-
tes. De este modo vio que si la unidad es infinitamente pequeña, enton-
ces la suma de las y proporciona el área bajo la curva, y las diferencias dy
(dy = dy/dx, puesto que dx = 1) son las pendientes de las líneas tangentes.
Leibniz reconoció (en una notación ahora común y que él introdujo más
f
tarde) que dy = y; es decir, que la suma de las diferencias es la serie ori-
ginal. Éste es el principio de su versión del teorema fundamental del cál-
culo -la integral (j) de la diferencial (dy) de y es y-o La integral es el
símbolo que utilizó Leibniz (y seguimos utilizando nosotros) para repre-
sentar lo que Newton denominó una fluente, mientras que la diferencial
desempeña básicamente el mismo papel que la fluxión de Newton.
Leibniz también hizo uso del "triángulo característico", el cual tomó
de Pascal (véase la figura II.2). Se trata del triángulo abc, en donde ac es
simultáneamente una línea recta y parte de la curva. La curva era consi-
derada, en efecto, como un polígono con lados infinitesimales. El trián-
gulo abc es semejante al triángulo ABa, el cual tiene lados de una longi-
tud finita ordinaria. La recta Aa es tangente a la curva. Estos hechos
ejemplifican las principales razones por las que era útil el triángulo
característico.
Utilizando las ideas antes expuestas, para 1675 Leibniz ya tenía la ma-
yoría de los instrumentos esenciales de su cálculo. Los detalles le toma-
ron otros dos años. A diferencia de Newton, Leibniz prefirió evitar el uso
de las series infinitas.

A B

FIGURA n.2. El triángulo característico.


32 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

Al principio Leibniz tenía poco qué decir acerca de la naturaleza de las


dx y dy. Pero en 1680 dijo que "estas dx y dy son consideradas como infi-
nitamente pequeñas o los dos puntos de la curva se consideran se-
parados por una distancia que es menor que cualquier longitud dada" y
que la diferencial dy es un "incremento momentáneo". En 1684 Leibniz
definió una tangente como una recta que une dos puntos que estáu infi-
nitamente cercanos. En 1690 dijo (en una carta enviada a Wallis):

Es útil considerar cantidades infinitamente pequeñas tales que cuando se bus-


que su razón no puedan ser consideradas iguales a cero, pero las cuales sean
descartadas tan pronto como ocurran con cantidades incomparablemente ma-
yores. Por tanto, si tenemos x + dx, dx es descartada. Pero es distinto si busca-
mos la diferencia entre x + dx y x (Kline, 1972, p. 385).

En ocasiones se considera a los infinitesimales como cantidades eva-


nescentes o incipientes, o cantidades indefinidamente pequeñas, más pe-
queñas que cualquier cantidad finita.
Mientras que Newton y Leibniz estaban luchando con cantidades infi-
nitamente pequeñas y crecientes, Wallis ya tenía una idea medianamen-
te clara de la naturaleza de la recta numérica. Wallis aceptaba los irra-
cionales como números y consideraba a la teoría eudoxiana de las
razones de las magnitudes -tal como es presentada en el libro V de los
Elementos de Euclides- como una teoría aritmética. También identificó
los números racionales con decimales que se repiten. Pero el cálculo se
convirtió en una parte tan fundamental de las matemáticas, que la falta
de claridad de sus conceptos básicos virtualmente infectó todo el traba-
jo de los matemáticos. La demostración fue casi completamente aban-
donada.
En 1673 Leibniz ya utilizaba curvas expresadas en forma de ecuacio-
nes, pero llamaba función a cualquier cantidad variable a lo largo de la
curva -por ejemplo a la longitud de la recta tangente desde la curva al
eje x-o Sin embargo, esta función no es una función de una variable,
sino de la curva (Bos, 1974, p. 9). Newton, al menos en principio, no dio
a la curva estatus especial alguno: tomó como equivalentes a las fluxio-
nes de las fluentes y a las fluentes de las fluxiones. Lo que Newton consi-
deró eran cantidades obtenidas a partir de otras por medio de (posible-
mente infinitas) combinaciones algebraicas, sobre todo sumas infinitas
de combinaciones finitas: lo que hoy llamaríamos series.
Cuando se consideran series infinitas es necesario tomar en cuenta la
convergencia, si es que se desea evitar resultados absurdos. Por ejemplo,
la serie:
X +X2 +x 3 + .. ,
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 33

diverge cuando x = 2, por lo que no tiene valor; pero para x = 1/2, se con-
vierte en
1 1 1 ...
-+-+-+
2 4 8 '

que converge a 1. Los términos convergente y divergente aparecieron en el


trabajo de James Gregory, en la época en la que Newton estaba desarro-
llando el cálculo. En ese mismo periodo lord Brouncker demostró que
algunas series son convergentes.
Aun cuando Newton no mostró tener tanta habilidad para distinguir entre
las series convergentes y las divergentes -como Gregory y Brouncker-,
notó que algunas series (como la de nuestro ejemplo) deben ser utiliza-
das sólo para valores pequeños de x, mientras que otras deben ser utili-
zadas únicamente para valores grandes de x. También observó que algu-
nas series se vuelven infinitas para algunos valores de x, y que son
inútiles para esos valores.
En 1713 Leibniz desarrolló una demostración para la convergencia de
algunas series. Pero en términos generales Newton y Leibniz, y sus suce-
sores, simplemente trataron a las series como si fueran sumas finitas. De
hecho, alrededor de 1800 Joseph-Louis Lagrange trató de dar un funda-
mento algebraico al análisis, el cual utilizaba series infinitas sin tomar
en consideración si eran o no convergentes.
Leibniz y Newton mostraron al menos un ocasional interés por la con-
vergencia de las series. En contraste, los hermanos Bernoulli, quienes
estudiaron el trabajo de Leibniz y mantuvieron correspondencia con él,
elaboraron un extenso trabajo concerniente a las series, pero no mostra-
ron conciencia alguna de la necesidad de tomar esta precaución. Los
resultados erróneos los describieron simplemente como paradojas. Los her-
manos Bernoulli también hicieron contribuciones positivas, pero éstas
son irrelevantes para nuestro tema, con algunas pocas excepciones. A
partir de 1697 Johann Bernoulli introdujo la noción de que cualquier
"cantidad" formada a partir de una variable y constantes puede expresar-
se utilizando notaciones algebraicas y trascendentes, y desde 1698 llamó
"función" a tal cantidad, adoptando el término que Leibniz había utiliza-
do anteriormente. Me referiré a tales funciones como "expresiones analí-
ticas", término utilizado por Leonhard Euler (Bos, 1974, p. 10), para
enfatizar la diferencia entre tales expresiones y las funciones en el senti-
do moderno del término. 4 El trabajo de Johann marcó el principio de
una transición de un énfais en el estudio de las curvas geométricas al
4 Las expresiones analíticas tienen tan sólo una relación muy remota con las "funciones
analíticas" de las matemáticas modernas, a las cuales ciertamente no me estoy refiriendo
en este lTIOlTIento.
34 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

estudio de las expresiones analíticas. Johann también restó importancia


a las bases geométricas de la noción de integral como área, al definirla
simplemente como la inversa de la diferencial. De esta manera el teore-
ma fundamental del cálculo quedó implícito en la definición. Este estilo
de definir la integral dominó durante el siglo XIX. Euler marcó definitiva-
mente la tendencia a abandonar el razonamiento geométrico, gracias a
varios textos que tuvieron mucha influencia, los cuales fueron publica-
dos de 1748 a 1770. Euler adoptó y generalizó el uso de la definición de
función de Johann Bernoulli (Bos, 1980, pp. 73-79). Johann también tra-
bajó en el problema de la cuerda vibrante, problema que más tarde estu-
diaremos con detalle.

3. SIGUE ADELANTE Y LA FE VENDRÁ A TI

Euler investigó las sumas infinitas en la década de 1730. Para ilustrar las
dificultades que causan tales series daré dos ejemplos que utilizó. La di-
visión formal de polinomios -el procedimiento que se enseña en la
escuela secundaria- produce:
1
----"-- = 1 - 2x + 3X2 - 4x 3 + ....
(1 + X)2

En tanto que:
_1_ = 1 + x + X2 + x 3 + ...
l-x

Si se inserta x = -1 en la primera serie, se obtiene (porque 1/0 es 00):5

00=1+2+3+4+···

Si se inserta x = 2 en la segunda serie, se obtiene:

-1=1+2+4+8+···

La serie para -1 es, término a término, mayor o igual que la serie para
y es todavía mayor después de los primeros dos términos. Por tanto,
00,

Euler observó, se puede concluir que -1 > 00 e inferir que 00 se encuentra

5 Dividir entre cero, como en la ecuación en discusión, puede conducir a problemas:


puesto que °.° °.
= °
1, se podría concluir que = 1. Sin embargo, utilizando 00 como nota-
ción para 11/0, para 11 > 0, esto no resulta problemático. En este caso, el error se debe al uso
de series divergentes, no a la división entre cero.
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 35

en algún lugar ubicado entre los números positivos y los negativos. Tam-
bién asignó un valor de -1 ax para la serie l/(1-x), para obtener:

1
-=1-1+1-1+···
2 '

como lo había hecho Leibniz. Consideró y rechazó la idea de que se


debiera restringir la atención a las sumas de las series convergentes (Kit-
cher, 1983, pp. 242-244).
Por supuesto que Euler no era un tonto. Estaba muy interesado en cal-
cular las sumas de las series infinitas y desarrolló muchas técnicas para
este fin que involucraban series divergentes. Las series problemáticas no
lo metieron en problemas porque siempre podía verificar sus resultados,
al menos de manera aproximada, por medio de la suma de unos pocos
términos de cualesquier series que estuviera considerando. Las series
divergentes que le podían causar problemas también conducían a dema-
siados logros como para simplemente desecharlas (Kitcher, 1983, p.
250), aun cuando hizo con ellas cosas que más tarde los matemáticos
verían con horror (Kitcher, 1983, p. 323n).
Además de su trabajo sobre las series, Euler consolidó la separación
del análisis de la geometría, introdujo las funciones (expresiones analíti-
cas) de más de una variable y dio a los coeficientes diferenciales -esen-
cialmente derivadas- un papel crucial. En 1734 Euler consideró una
noción de función considerablemente más amplia que la que tenían las
expresiones analíticas que hemos visto antes: permitió la formación de
una función a partir de la unión de partes de curvas, e incluso dio entra-
da a curvas libremente trazadas. También introdujo la ahora familiar
notación r(x) para una función de x.
En ese mismo año George Berkeley, obispo anglicano de Cloyne,
publicó la obra The Analyst, una devastadora crítica de los fundamentos
del análisis. 6 Como Newton, Berkeley tenía dudas acerca de los aspectos
relacionados con los infinitesimales, no acerca de las series infinitas.
Gran parte de sus críticas suenan totalmente correctas al oído moderno.
Berkeley comprendió el valor de los métodos: "El método de las fluxio-
nes es la llave maestra con ayuda de la cual los matemáticos modernos
pueden abrir la entrada a los secretos de la geometría y, consecuente-
mente, de la Naturaleza" (Berkeley, 1734, p. 66). No obstante, dijo que
los matemáticos de su época hicieron más esfuerzos para aplicar sus

6 Bernard Nieuwentijdt hizo críticas similares al cálculo cuarenta años antes. Sus críti-
cas fueron ampliamente leídas, e incluso provocaron una réplica de Leibniz. Véase el apar-
tado VIII.3, en donde aparece una discusión más amplia de esto. Véase también Mancosu,
1989, para mayor información sobre otras críticas tempranas al cálculo.
36 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

principios que para comprenderlos 1734, p. 99). Destacó que


las derivadas, como anteriormente las describió Newton eran incoheren-
tes, puesto que éste dividió entre o, y más tarde supuso que o es igual a
cero (Berkeley, 1734, p. 72). Esta crítica a Newton puede ser un pocb
injusta pues, como hemos visto, de sus escritos puede deducirse que
tenía la idea de utilizar algo similar a los límites para el pro-
cedimiento que consiste en considerar a o igual a cero (Kitcher, 1983, p.
239n).
En un conocido pasaje, Berkeley criticó la teoría de Newton de las flu-
xiones como las razones últimas de incrementos evanescentes que se
aproximan a cero:

¿Y qué son estas fluxiones? ¿Las velocidades de incrementos evanescentes? ¿Y


qué son estos incrementos evanescentes? No son ni cantidades finitas ni canti-
dades infinitamente pequeñas, ni siquiera nada. ¿PodemQs llamarlas los fan-
tasmas de las cantidades que se desvanecieron? [Berkeley, 1734, p. 88.]

No les fue mejor a los infinitesimales de Leibniz:

[Nuestros analistas modernos] consideran cantidades infinitamente menores


que la menor cantidad discernible, y otras infinitamente menores que las infi-
nitamente pequeñas, y todavía otras infinitamente menores que los preceden-
tes infinitesimales, y así sucesivamente, sin límite ni final. [Berkeley, 1734,
p.68.]

Después continúa:

Nada es más fácil que inventar expresiones o notaciones para las fluxiones y
los infinitesimales del primero, segundo, tercero o cuarto orden y subsiguien-
tes [ ... ]. Pero si COlTemos el velo y miramos debajo, si hacemos a un lado las
expreslones y nos ponemos a considerar atentamente las cosas que se supone
están expresadas allí, descubriremos mucha vacuidad, oscuridad y confusión,
y, si no me equivoco, imposibilidades y contradicciones. [Berkeley, 1734,
p.69.]

finalmente concluye:

En todo esto, el objetivo final del autor [Newton] es muy claro, pero sus princi-
pios son oscuros. [Berkeley, 1734, p. 94.]

En su A Defence of Free-thinking in Mathematics de 1735 (una réplica a


una réplica a The Analyst), resume los varios intentos de sus
contemporáneos para los fundamentos del análisis:
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 37

Algunos vuelan hacia proporciones entre nadas. Algunos rechazan cantidades


porque son infinitesimales. Otros sólo aceptan cantidades finitas y las dese-
chan porque no son considerables. Unos equiparan al método de las fluxiones
con el de las exhauciones y no admiten nada nuevo de ahí en adelante. Unos
más mantienen una clara concepción de las fluxiones. Otros más sostienen que
pueden demostrar cosas incomprensibles. Algunos más probarían el algoritmo
de las fluxiones por medio del método de reductio ad absurdum; otros lo harían
a priori. Algunos sostienen que los incrementos que tienden a cero son canti-
dades reales; otros dicen que son nada, y otros más aseguran que son cantida-
des límite. Hay tantos modos de pensar como hombres [ ... ] Algunos insisten
en que las conclusiones son verdaderas, y por tanto también los principios [ ... ]
Finalmente, varios [ ... ] francamente reconocieron que las objeciones no tie-
nen respuesta. [Berkeley, 1735a, p. 133.]

Éste me parece un resumen bastante justo del estado en que se encon-


traban las cosas en ese tiempo. Quiero mencionar, de pasada, que fue
Euler quien apoyó las "proporciones entre nadas", como puede apreciar-
se en la siguiente cita:

No hay duda de que toda cantidad puede ser disminuida hasta que se desvane-
ce y desaparece completamente. Pero una cantidad infinitamente pequeña no
es otra cosa que una cantidad evanescente y por tanto es igual a cero. [Institu-
tiones, 1755. Véase también Kline, 1972, p. 429.]

Después continúa explicando cómo dy/dx, que era O/0, podía tener un
valor definido. Así estaban las cosas en aquellos años. La cita anterior
fue tomada de uno de los textos de Euler, el cual tuvo una tremenda in-
fluencia positiva en la organización del análisis para convertirlo en un
estudio coherente de las expresiones analíticas (Bos, 1980, pp. 53 y 76).
La completa falta de rigor llegó a ser considerada una virtud, como
puede apreciarse a continuación:

Pero las cosas han cambiado. Todo razonamiento preocupado por lo que el
sentido común conoce por anticipado sólo sirve para ocultar la verdad y para
fastidiar al lector, por lo que actualmente no se toma en cuenta. [Alexis Claude
Clairaut, Eléments de géométrie, 1741. Véase también Kline, 1972, p. 619.]

La actitud de Clairaut era muy común en esa época. Sin embargo, hu-
bo varios intentos para dar un desarrollo más adecuado al cálculo. Estos
intentos fueron motivados por algunos problemas matemáticos particu-
lares -no por el deseo de probar lo obvio más cuidadosamente-o Los tex-
tos de Euler enfatizaban los "coeficientes diferenciales", los cuales son
las derivadas que finalmente reemplazaron a las diferenciales como base
38 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

del análisis (Bos, 1980, p. 74). Jean Le Rond D'Alembert y Benjamin Ro-
bins, como Wallis poco menos de un siglo antes, enfatizaron los límites
(Bos, 1980, p. 91). D'Alembert decía que "la teoría de los límites es la ver-
dadera metafísica del cálculo"; sin embargo, realmente nunca elaboró una
presentación del cálculo sobre esta base; de hecho, es probable que no
hubiera podido hacerlo, puesto que él, como Robins, tomaba en conside-
ración a los límites de las variables (cantidades variables), pero no a los
límites de las funciones con una variable independiente específica (Bos,
1980, p. 92). En ausencia de una correcta presentación, se cuenta que en
una ocasión dijo: "Allez en avant, et la foi vous viendra" ("sigue adelante y
la fe vendrá a ti").

4. LAS CUERDAS VIBRANTES

D'Alembert hizo significativos progresos en el problema de la cuerda vi-


brante: dada la tensión y la posición inicial de una cuerda, calcular cómo
se moverá cuando sea liberada. El problema había sido estudiado ante-
riormente por Brook Taylor en 1713 (Kline, 1972, p. 478) Y por Johann
Bernoulli en 1727 (Kline, 1972, p. 479). El hijo de Johann Bernoulli,
Daniel Bernoulli, realizó un trabajo relacionado con este tema en 1732
(Kline, 1972, p. 489). Pero fue hasta 1746 cuando D'Alembert (en un tra-
bajo publicado entre 1747 y 1749) escribió lo que puede considerarse
como los elementos de la moderna ecuación diferencial parcial involu-
crada en este cálculo, y proporcionó una solución general.
Analizo el problema de la cuerda vibrante por una buena razón: las vi-
braciones de una cuerda siempre pueden ser representadas como una
suma infinita o una serie de ondas sinusoidales. 7 Puesto que la posición
inicial de una cuerda puede ser, en cierto sentido, arbitraria -la cuerda
puede adquirir cualquier forma al ser tensada- evidentemente de esto se
sigue que cualquier curva, es decir, cualquier función, puede ser represen-
tada como una suma o serie de ondas sinusoidales; en síntesis, como una
serie trigonométrica. La definición moderna de función -de una función
arbitraria- evolucionó como parte de un intento de formular esta con-
clusión a modo de teorema, y la teoría de conjuntos evolucionó más o
menos como parte de los intentos de probar dicho teorema. Los detalles
son una parte importante de la historia que deseo presentar aquí. Final-
mente resultó que el "teorema" no es totalmente verdadero: existen fun-
ciones que no pueden ser representadas utilizando series trigonométri-

7 Sumamos funciones o curvas sumándolas punto por punto. ASÍ, la suma F = f + g se


reduce a una suma ordinaria de los valores en cada punto. Por ejemplo, F(3) = f(3) + g(3).
De manera similar, una suma infinita o serie de funciones se reduce a una serie ordinaria
en cada punto.
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 39

cas; pero las que sí pueden ser representadas de este modo incluyen fun-
ciones mucho más extrañas de lo que cualquiera hubiera pensado que
fuera posible.
La solución general de D'Alembert para el problema de la cuerda vi-
brante requería que la curva inicial de la cuerda fuera periódica, es decir,
que se repitiera una y otra vez la misma forma que tenía sobre una longi-
tud de cuerda. Por lo tanto, D'Alembert requería que la posición inicial de
la cuerda fuera una expresión analítica periódica. Esto constituía una
sustancial restricción a las posiciones iniciales permitidas de la cuerda:
no se podía comenzar con la cuerda en cualquier configuración arbitra-
ria, sino sólo en una posición dada por una expresión analítica periódica.
Poco después de conocer el trabajo de D'Alembert, Euler escribió un
texto, publicado en 1748 (Kline, 1972, p. 505), en el que permitió que la
función inicial que describe la posición de la cuerda fuera cualquier fun-
ción (que cumpliera algunas otras restricciones que omito en este libro)
en un intervalo. Aseguró la periodicidad de la función simplemente
duplicando sus valores fuera de ese intervalo. En sus extremos la función
tenía que ser cero debido a que la cuerda estaba fija en sus extremos; así,
las duplicaciones coincidían en éstos. La función también tenía que estar
libre de saltos, puesto que la cuerda era de una sola pieza. Pero, y éste es
el punto clave, no se requería que la función fuera dada por una sola
expresión analítica (periódica). Ahora Euler le estaba dando un impor-
tante uso matemático a la amplia noción de función que tenía desde
1734. En el texto de 1748 también observó que el movimiento de la cuer-
da es periódico en el tiempo (la cuerda reasume su forma inicial a inter-
valos regulares), y que al menos algunas de las soluciones para el proble-
ma podrían ser escritas como sumas de senos y cosenos.
Para 1755 Euler definió la función de la siguiente manera (Kline, 1972,
p. 506): "Si algunas cantidades dependen de otras de manera tal que
sufren una variación cuando las segundas son modificadas, entonces las
primeras se denominan funciones de las segundas." Específicamente in-
tentó dar cabida a funciones que no están dadas por una sola ecuación
en el dominio completo. En 1763 escribió a D'Alembert que la admisión
de esta noción más general de función "nos abre un campo completa-
mente nuevo para el análisis" (Kline, 1972, p. 507).
Daniel Bernoulli, en su trabajo de 1732-1733, fue el primero en reco-
nocer que una cuerda podía vibrar en muchas frecuencias, la frecuencia
fundamental que había sido estudiada por Taylor y Johann, padre de
Daniel, y las armónicas (múltiplos) de esa frecuencia fundamental (Kli-
ne, 1972, p. 480). A comienzos de la década de 1740 Daniel Bernoulli dijo
que una barra vibrante puede vibrar en dos frecuencias armónicas a la
vez. Pero esta afirmación está basada en el conocimiento físico, no en
40 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

la derivación matemática. En 1753, Bernoulli fue todavía más lejos: des-


pués de leer los trabajos de D'Alembert y Euler declaró que "todas las
nuevas curvas dadas a conocer por D'Alembert y Euler son sólo combi-
naciones de ... vibraciones (sinusoidales)" (Kline, 1972, p. 509). Pero
todavía estaba apoyándose en la física, no en las matemáticas. El meollo
de su propuesta era que todas las nuevas curvas pueden ser representa-
das por medio de series trigonométricas.
Euler y D'Alembert objetaron inmediatamente la aseveración de Daniel
Bernoulli (Kline, 1972, pp. 509-510). Euler creía que las funciones que
había introducido, funciones que eran definidas por diferentes ecuaciones
en diferentes intervalos, no podían ser una suma de funciones de seno.
Una función no podía ser simultáneamente "discontinua" (dada por dife-
rentes expresiones en diferentes intervalos) y "continua" (dada por una
sola expresión, es decir, una suma de funciones de seno). Además, a
pesar de su noción liberal de función -noción que hacía posible ensam-
blar una función periódica a partir de funciones no periódicas-, Euler
argumentó que, puesto que todas las series trigonométricas debían ser
periódicas, ninguna función no periódica (la expresión analítica) podía
ser igual a una serie trigonométrica (Grattan-Guiness y Ravetz, 1972, pp.
245-247). Ahora la intención de Euler se centraba en las propias expre-
siones analíticas. Bernoulli sostuvo su postura, y los tres continuaron en
desacuerdo durante toda la década de 1770 (Kline, 1972, p. 513). Final-
mente también Lagrange y el marqués Pi erre Simon de Laplace entraron
a la polémica. Todo esto nos parece un poco extraño, sobre todo ahora
que sabemos que Euler (entre 1750-1751), D'Alembert (en 1754) y Clai-
mut (en 1757) habían descubierto métodos generales para representar
funciones arbitrarias por medio de series trigonométricas (Kline, 1972,
pp. 456-459), aun cuando sólo aplicaban estos métodos cuando tenían
alguna razón (generalmente física) para creer que debiera existir una
representación con series trigonométricas. Las matemáticas no se soste-
nían por sí mismas. De hecho, varias de sus conclusiones no eran correc-
tas, de acuerdo con nuestros estándares actuales. Puesto que no podía
probarse nada de una manera confiable, se intentaba confirmar los
resultados derivados matemáticamente con base en fundamentos inde-
pendientes. Si un resultado era contrario a lo esperado, frecuentemente
era desechado.
El desacuerdo respecto a las series trigonométricas, las paradojas que
surgen del uso de series infinitas y otras disputas crearon necesidad
intrínseca matemática de esclarecer los fundamentos del análisis. Los
conceptos fundamentales de función, derivada e integral no tenían una
definición adecuada, pues habían sido utilizados de la manera como lo
sugerían sus aplicaciones a funciones simples -especialmente polino-
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 41

mios-o Cuando fue ampliada la noción de función, principalmente


como resultado del trabajo sobre el problema de la cuerda vibrante, ese
procedimiento analógico se volvió cada vez menos adecuado.
El problema se volvió todavía más agudo con el trabajo del barón Jean
Baptiste Joseph de Fourier sobre la conducción del calor, el cual lo invo-
lucró en el problema de las series trigonométricas. La recepción de su
trabajo da una idea de la controversia que generó. En 1807 presentó un
artículo ante la Academia de Ciencias de París, el cual fue rechazado por
Adrien Marie Legendre, Laplace y Lagrange. Si embargo, para alentar a
Fourier, los problemas que estudió en este artículo fueron convertidos
en el tema del premio de 1812. El artículo de 1811 de Fourier ganó el
premio, pero no fue publicado. En 1822 Fourier publicó su gran Théorie
Analytique de la chaleur, que incluía parte del artículo de 1811. Dos años
después Fourier fue nombrado secretario de la Academia francesa, e
hizo que ésta publicara su artículo de 1811 (Kline, 1972, p. 672).
Fourier llegó a ver, después de un complicado proceso que no discuti-
remos aquÍ, que si para algunos coeficientes hv

¡
ru

f(x) = hv sen v.x para O < x < 71',


v~l

esto es, si la función f puede ser representada por una serie trigonométri-
cas en el intervalo de O a TI, entonces para todo valor de v:

hv 21'TT f(s) sen psds.


= -
71' o

De acuerdo con Fourier, esto significaba que los coeficientes hv de la


suma tendrían que ser 2/TI veces el área bajo la curva f(s) sen VS, entre
s = O Y s = TI. 9 Como hemos visto, formalmente ya se habían obtenido
resultados similares por otros matemáticos, incluyendo a Euler, D'Alem-
bert y Clairaut. Pero Fourier se apartó de la práctica de su época y no
interpretó a la integral como una diferencial inversa, sino geométrica-
mente, como un área (Grattan-Guiness, 1980a, p. 107). Observó que el
área involucrada está bien definida por una variedad extremadamente
amplia de funciones. Fourier no había estado estudiando las cuerdas
8 Utilizaré el término serie trigonométrica para referirme a una suma de senos, como se
indica en el texto. Aun cuando una serie trigonométrica general también permitiría el uso
de cosenos, ignoraré este hecho. Los detalles de lo que se gana por permitir el uso de cose-
nos son irrelevantes para nuestro propósito.
9 En verdad Fourier no estaba totalmente en lo correcto. Cantor desenmarañó los pro-
blemas en la década de 1870, y ese trabajo lo condujo a la teoría de conjuntos, como vere-
mos más adelante.
42 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

vibrantes, sino el flujo del calor, aun cuando en ambos casos las mate-
máticas son muy similares. Su función f no representaba la posición ini-
cial de una cuerda vibrante, sino la distribución inicial del calor en una
barra de metal. Una cuerda debe ser de una sola pieza, pero en una barra
la temperatura puede dar un salto: para producir un salto tal se deben
obtener una barra caliente y una barra fría y después unidas (Ha'vkins,
1980, p. 152). Ciertamente no se requiere que esté disponible una expre-
sión analítica única para la función f de la temperatura de Fourier. La
función f podría ser" deducida libremente", e incluso podría tener saltos
en su valor. La existencia de una diferencial inversa no era de particular
interés, así que Fourier no necesitaba restringirse a las expresiones ana-
líticas. Fourier concluyó que cualquier función se podía representar por
medio de una serie trigonométrica especial en el intervalo de O a 'TI, la
serie trigonométrica determinada por la fórmula para las b v • (Actual-
mente se conoce a tal serie con el nombre de serie de Fourier). Probó sus
supuestos calculando unas cuantas de las primeras b v para muchas f y
graficando las sumas de algunos de los primeros términos de las corres-
pondientes sucesiones. Los resultados parecían buenos.
La suma de la serie trigonométrica mencionada produce una función
que es impar y periódica: los valores entre -'TI y O son exactamente
opuestos a los valores entre O y 'TI, Y los valores entre -'TI y 'TI se repiten
una y otra vez. ASÍ, la serie trigonométrica para una función arbitraria f,
aun cuando puede producir los mismos valores que la función entre O y
'TI, no dará los mismos valores que produce la misma función en otra
parte si ésta no es impar y periódica. Por ejemplo, la serie trigonométri-
ca para la función de valor absoluto (figura II.3a) tiene como su suma la
"función de dientes de sierra" de la figura II.3b. Fourier enunció sin fan-
farrias que las funciones que coinciden en un intervalo no tienen que
coincidir en otro lugar. Esto obviamente era cierto en su concepción de
las funciones, y muestra el gran cambio que significó esta concepción.
Para Fourier, en contraste con Euler y Lagrange, las funciones consisten
precisamente en sus valores, no en las expresiones utilizadas para calcu-
larlas, y por tanto pueden ser consideradas sobre intervalos arbitraria-
mente restringidos.
Fourier utilizó sus técnicas para producir grandes avances en el arte
de resolver ecuaciones diferenciales parciales, técnicas que resultaron
demasiado exitosas para ser ignoradas. De hecho, Siméon-Denis Poisson
pensó que podría ampliarse el uso de estas técnicas a fin de producir
métodos generales para resolver todas las ecuaciones diferenciales par-
ciales. Aunque no fue éste el caso, Poisson expandió muchísimo su ámbi-
to de aplicación, y siguen siendo en esencia las únicas técnicas disponi-
bles para obtener soluciones exactas para las ecuaciones diferenciales
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 43

a}
y

x
O

b}
y

/
X
-3TI -TI O TI 2TI
3/

FIGURA II.3. Las funciones graficadas en a} y b} coinciden entre x = O Y


x = TI. La gráfica en b} se obtiene al reflejar tal intervalo para obtener los
valores entre x = OY x = -TI, Y después duplicando la gráfica entre x = -TI Y
x = TI para los otros valores de x. He dado el valor correcto de la serie trigo-
nométrica, O, en los saltos. Pero Fourier trazó líneas verticales (véanse
Grattan-Guiness, 1980a, p. 107; Y Bottazzini, 1986, p. 70).

parciales sujetas a condiciones de frontera (Struik, 1987, p. 150). Puesto


que tales ecuaciones están en el corazón de la física matemática, las
peculiares funciones de Fourier -funciones que no necesariamente se
definen mediante expresiones cerradas, que podían saltar de un valor a
otro y que no tenían la misma expresión analítica en todas partes- se
convirtieron en parte del repertorio de todos los matemáticos. En su
libro, Fourier dijo (Struik, 1987, p. ISO): "En general, la función f(x)
representa una sucesión de valores u ordenadas, cada una de las cuales
es arbitraria [ ... ] No suponemos que estas ordenadas estén sujetas a una
44 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

común; se suceden una a la otra de cualquier manera". Las funciones


que Fourier realmente empleó eran considerablemente menos generales.
La vieja base para el análisis, que dependía de analogías entre polino-
mios y otras expresiones analíticas, ya no era adecuada.
Las series trigonométricas con coeficientes b v desarrolladas por Fourier
-las series de Fourier- son discretas infinitas de ondas seno. Era natu-
ral para el análisis de entonces buscar la integral correspondiente -para
representar una función, no como una suma de senos de frecuencias
armónicas discretas, sino como una suma de senos de frecuencias conti-
nuamente variantes-o Los resultados concernientes a tales integrales de
Fourier los obtuvo el propio Fourier en 1811, Poisson en 1816 y Augustin
Louis Cauchy en 1816, y cada uno de ellos estaba consciente del trabajo
de los otros dos (Kline, 1972, pp. 679-681).

5. EL DESDÉN POR EL INFINITO

Fue Cauchy, seguramente estimulado en parte por su trabajo sobre las


integrales de Fourier, quien dio rigor al análisis. Pero su interés no era
por el rigor en sí mismo, como Philip Kitcher ha enfatizado (Kitcher,
1983, pp. 213-217).
Cauchy necesitaba un desarrollo más riguroso del análisis para conti-
nuar su investigación. Euler, quien había estado interesado en las series
de números, podía desechar los resultados anómalos que a veces causa-
ban las series divergentes: era bastante fácil probar sus resultados
sumando unos pocos términos. Pero este procedimiento no era adecua-
do en el contexto del problema que interesaba a Cauchy -las series de
funciones, no las series de números-o Tendría que sumar muchos tér-
minos de una serie en muchos puntos para demostrar algo, e incluso
entonces existía la posibilidad real de que no se tratara de los puntos
correctos. Cauchy estaba dispuesto a rechazar algunas de las técnicas de
Euler para poder hacer progresos en su propio problema (Kitcher, 1983,
pp. 249-250). Observe que las preocupaciones fundamentales de Cauchy
estaban relacionadas principalmente con las series, no con los infinitesi-
males. Su trabajo no estaba motivado por los mismos intereses que los
de Newton y Berkeley.
En cuanto al rigor, el trabajo de Bernard Bolzano de 1817, Rein analy-
tischer Beweis des Lehrsatzes dass zwischen je zwei Werthen, die ein entge-
gengesetztses Resultat gewiihren, wenigstens eine reele Wurzel der Glei-
chung liege (l8I7), se anticipó al de Cauchy por aproximadamente
cuatro años, y en algunos aspectos lo rebasó. Pero el trabajo de Bolzano
pasó inadvertido durante cincuenta años. Probablemente esto en par-
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 45

te se debió a que surgió del puro interés en el rigor en sí mismo, sin pro-
porcionar alguna aplicación matemática subsecuente (Kitcher, 1983,
p.264).
Cauchy definió un límite de la siguiente manera:

Cuando los sucesivos valores atribuidos a una variable se aproximan indefi-


nidamente a un valor fijo para terminar por diferir de él por tan poco como
uno desee, este último valor se conoce como el límite de todos los otros (Cours
d'analyse algébrique, 1821 [Kline, 1972, p. 951]).

Esencialmente Cauchy proporcionó la definición moderna de lo que


significa que una función sea continua,l° diferente de la que prevalecía
en aquellos años (la cual era "definida por una única expresión analíti-
ca"). Definió la derivada como un límite y sólo empleó diferenciales defi-
nidas en términos de la derivada; definió la convergencia y divergencia de
las series y abiertamente enunció que las series divergentes no tienen
suma; desarrolló muchos criterios útiles para la convergencia. Pero pro-
bablemente lo más significativo es que no hizo uso de las series divergen-
tes. También proporcionó lo que ahora denominamos el criterio de con-
vergencia de Cauchy para una sucesión. De acuerdo con éste, la sucesión
5 0 ,5 1 , ... tiene un límite si ISn+r-Sl1l es menor que cualquier cantidad
dada para todo valor de r y para valores suficientemente grandes de n.
Cauchy demostró que la condición es necesaria, pero sólo pudo afirmar
que es suficiente sobre una base geométrica (y le pareció que esa base
era suficiente). La demostración de suficiencia tuvo que esperar hasta
que ésta fuera necesaria -y a una teoría de los números reales-o (Kit-
cher, 1983, p. 262.)
En su Résumé des Le(}ons sur le calcul infinitésimal, de 1823, Cauchy
definió la integral como el límite de una suma de rectángulos. Esto per-
mitió dar un sentido riguroso al uso que hizo Fourier de las integrales de
funciones que no tenían expresiones analíticas simples, funciones para
las cuales la integral simplemente no podía ser definida -de la manera
que se había vuelto común- como la diferencial inversa (Hawkins,
1980, p. 154). Cauchy presentó la primera demostración del teorema fun-
damental del cálculo: que la derivada de la integral de una función es la
función misma, cuando la función es continua. También examinó la si-
tuación en la cual la función no es continua, y definió la longitud, el área
y el volumen como los valores de ciertas integrales. Al viejo fundamento

10 En la definición moderna de continuidad se establece, grosso modo, que una función


continua es una función con una gráfica que está libre de saltos y oscilaciones bnlscas, y
más precisamente, que el valor de la [unción en cada valor de x es el límite de los valores de
la función en los valores cercanos a x.
46 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

geométrico del análisis se le dio un giro de 180 grados, y los infinitesima-


les fueron degradados a un papel secundario, prescindible.
La definición de Cauchy de la integral no es, para los estándares mo-
dernos, muy general; además, hizo algunas aseveraciones falsas. Sin em-
bargo, su nivel de rigor era aparentemente adecuado para sus propósitos
matemáticos, por lo que no lo llevó más adelante. Muchos de los crrores
de Cauchy tenían una sola fuente: hablaba del límite de una variable, no
del límite de una función, y no expuso la dependencia de una variable en
la variable independiente. Consideraba a una variable que se aproxima a
cero como un infinitesimal. Por lo tanto, su notación era vaga con respec-
to a otras dependencias cruciales (Grattan-Guiness, 1980a, p. 121; Y Kit-
cher, 1983, pp. 254-255). He aquí algunos ejemplos de sus falsos supues-
tos o aseveraciones: 1) Suponía que una función continua tenía derivada,
excepto posiblemente en unos cuantos puntos. 2) Decía que si la suma
de una sucesión Uo, U 1, ... de funciones continuas convergen en todo un
intervalo a una función F, entonces esta función es continua en ese inter-
valo. 3) Decía que bajo estas circunstancias se podía integrar la función
F sumando las integrales de las U¡. Esto último también lo había supues-
to Fourier en la derivación de los coeficientes hu de las series de Fourier
de una función, a partir del supuesto de que existe una serie trigonomé-
trica para esta función. Respecto a las aseveraciones 2 y 3, existe una
condición más fuerte: se requiere no sólo la convergencia, sino también
la convergencia uniforme. No obstante, Cauchy eliminó el uso de las
series divergentes y se esforzó en obtener criterios generales para el ran-
go de aplicabilidad de varias nociones del análisis.
Por su parte, en una carta escrita en 1826, Niels Henrik Abel se queja-
ba acerca de

la tremenda oscuridad que uno incuestionablemente encuentra en el análisis.


Carece tan completamente de todo plan y sistema, que es increíble que tantos
[oo.] hayan podido estudiarlo. Lo peor de esto es que nunca ha sido tratado de
manera rigurosa. Muy pocos teoremas del análisis avanzado han sido demos-
trados de una manera lógicamente defendible. En todas partes uno encuentra
esta miserable manera de inferir lo general, desde lo especial y es extremada-
mente sorprendente que tal procedimiento haya conducido a tan pocas para-
dojas. [Kline, 1972, p. 947.]

En ese mismo año, en un artículo en el que abordaba la convergencia


de la serie binomial (Kline, 1972, p. 947), Abel elogió a Cauchy, y corri-
gió su aseveración de que la suma de una serie convergente de funcio-
nes continuas es continua. Dio como contraejemplo la función de dien-
tes de sierra de la figura 1I.3, la cual es discontinua a pesar de ser la
suma de curvas de seno continuas. Abel también hizo algunos progre-
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 47

sos sobre el necesario esclarecimiento del concepto de la convergencia


uniforme.
Gustav Lejeune Dirichlet, quien sería el primero en aplicar las técnicas
del análisis para obtener resultados acerca de los números naturales
(Stein, 1988, p. 242), conoció a Fourier en París durante los años de 1822
a 825. En 1829 demostró que la serie de Fourier de cualquier función {
que satisface cierta condición, siempre converge a la función. La condi-
ción era suficiente pero no necesaria, ya que permitía que { tuviera
muchos puntos excepcionales, tales como las discontinuidades acotadas
(por ejemplo, saltos) (Kline, 1972, p. 966). Además, su demostración de
que la condición era suficiente realmente no utilizó la restricción de sólo
un número grande pero finito de discontinuidades. Esta restricción sólo
fue utilizada para asegurar que las integrales que definían las b v estuvie-
ran bien definidas (Hawkins, 1980, p. 156).
En el mismo artículo Dirichlet concibió la función {(x), que tenía el va-
lor c para x racional, y el valor d para x irracional (Grattan-Guiness,
1980a, p. 126). Intentaba que ésta fuera ejemplo de una función que no
pudiera ser integrada, y que por lo tanto no tuviera una serie de Fourier
bien definida -puesto que los coeficientes b v no estarían definidos-o En
1837, en un artículo sobre las series de Fourier, Dirichlet dio a conocer a
una precursora de la moderna definición de función. Esta definición es
como sigue: Una función {asocia un valor individual {(x) a cada miem-
bro x de su dominio. La asociación puede ser perfectamente arbitraria
-no se requiere ninguna regla, descripción, método de cálculo, etcéte-
ra 11- . Dirichlet decía que y es una función continua de x en un intervalo
si existe, de una manera continua, un valor individual de y asociado con
todo valor de x en el intervalo. Tanto en su definición de un ejemplo de
función no integrable como en su definición de función continua, Dirich-
let claramente consideró a la función como dada únicamente por su grá-
fica -por sus valores- sin necesidad de cualquier ley asociada. Tam-
bién extendió sus condiciones de suficiencia para que una función
tuviera una serie de Fourier que permitiera más clases de puntos excep-
cionales, aun cuando éstos todavía fueran una cantidad finita. Su trabajo
11 Todavía está a discusión hasta qué punto participó Dirichlet en la enunciación de la
moderna definición de función, en parte debido a que él restringió su definición a las fun-
ciones continuas. Véanse Youschkevitch, 1976, pp. 78-79; Bottazzini, 1986, p. 197; Volkert,
1986, pp. 200-201, 207-209; Y Medveded, 1991, capítulo 2. Respecto ala cuestión de quién
realmente enunció por primera vez la moderna definición de función a partir del trabajo de
Dirichlet, véase Youschkevitch, 1976 (pp. 77-80). Yo creo que Dirichlet definió la noción de fun-
ción continua para dejar en claro que no se requiere de ninguna regla o ley, ni siquiera en
el caso especial de las funciones continuas, para no hablar del caso general. Esto habría
merecido especial énfasis debido a que Euler definió la función continua como una fun-
ción dada por una sola expresión, o ley. De cualquier modo, dudo que haya suficientes evi-
dencias para resolver la disputa.
48 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

contenía un problema que es importante para nuestra historia: ¿Puede


uno dar cabida a una cantidad infinita de puntos y todavía obtener con-
diciones suficientes para la convergencia de las series de Fourier? (Grat-
tan-Guiness, 1980a, pp. 126-127, Y Bottazzini, 1986, p. 197).
Los estándares de rigor de Dirichlet excedieron a los de Cauchy, lo
cual era de esperarse. Como lo demostró el ejemplo de las técnicas
de Cauchy no eran confiables para derivar resultados generales acerca de
la convergencia de las series de Fourier arbitrarias. En cambio, Dirichlet
estaba consciente de que el resultado de tomar dos límites es sensible al
orden en el que son tomados.
Un alumno de Dirichlet, Georg Friedrich Bernard Riemann, retomó el
problema de Dirichlet en su Habilitationsschrift de 1854 (publicada pós-
tumamente en 1866 por Richard Dedekind). En vez de seguir a Cauchy y
tratar de demostrar que ciertas funciones que se comportan bien (en la
terminología actual: uniformemente continuas en secciones) tienen inte-
grales bien definidas, proporcionó una definición de integral más o
menos como la de Cauchy, pero a continuación buscó las condiciones
generales, con base en un análisis de esa definición, en las cuales una
función tendría una integral. Su enfoque -cuya principal novedad con-
sistía en encontrar las condiciones generales bajo las cuales las funcio-
nes serían integrables, en vez de mostrar solamente que las funciones
familiares eran integrables- fue considerado durante muchos años como
el enfoque más general posible. Proporcionó un ejemplo particularmente
interesante de una función con una cantidad infinita de discontinuida-
des en cada intervalo que no obstante podía ser integrada según esta defi-
nición ampliada (Hawkins, 1980, pp. 157, 159; Y Hawkins, 1975). Este
trabajo jugó un papel decisivo en la demostración de que la definición
general de función arbitraria que sugerían las ideas de Dirichlet tenía un
genuino argumento matemático: se podían probar cosas interesantes
acerca de varios tipos de funciones arbitrarias, incluyendo las funciones
"patológicas". Riemann sacó a la luz muchos problemas concernientes a
las series de Fourier, incluyendo el que fue estudiado por Cantor y que lo
condujo a la teoría de conjuntos. Algunos de estos problemas todavía no
están resueltos y continúan siendo de gran interés (Grattan-Guiness,
1980~pp. 132, 138).
Fue Karl Weierstrass quien desarrolló los métodos necesarios para
atacar los problemas de Riemann. La mayor parte del análisis de la úl-
tima parte del siglo XIX consistió en la aplicación de los métodos de
Weierstrass a los problemas de Riemann (Grattan-Guiness, 1980a, p. 132).
Weierstrass realizó importantes investigaciones sobre la representación
de las funciones por medio de series de potencias. Durante este proceso
dio al análisis su moderna forma rigurosa entre 1841 y 1856, cuando se
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 49

desempeñaba como maestro de nivel medio superior. Este trabajo no lle-


gó a ser conocido sino hasta finales de la década de 1850, cuando final-
mente obtuvo un puesto de profesor universitario. Así, por ejemplo, aun
cuando en 1842 Weierstrass ya comprendía la convergencia uniforme de
las series (esto era necesario para su trabajo sobre las series de poten-
el concepto llegó a ser plenamente conocido a través del trabajo de
George Gabriel Stokes y Ludwig Philipp Seidel, quienes en 1847 Y 1848
de manera independiente arribaron a formulaciones de nociones estre-
chamente relacionadas que no tienen una utilidad tan general. Seidel
también era alumno de Dirichlet, quien estaba consciente de que una
suma convergente de funciones continuas (senos) podía ser discontinua,
lo cual contradecía el resultado enunciado por Cauchy. Esto es lo que
motivó a Seidel a iniciar sus investigaciones (Grattan-Guiness, 1980a,
pp. 127-128 Y Medvedev, 1991, pp. 88-91). Cauchy se auto corrigió en
1853, pero no perseveró, ni siquiera para localizar en dónde más había
supuesto de manera ilegítima una convergencia uniforme anteriormente
(Bottazzini, 1986, pp. 207-208).
Weierstrass fue uno de los muchos matemáticos que corrigieron la
creencia de Cauchy de que las funciones continuas tienen derivadas
excepto en unos pocos puntos. Logró esto presentando ejemplos de fun-
ciones que son continuas pero que no tienen derivadas en muchos pun-
tos. La función que dio como ejemplo Weierstrass era continua en todos
los puntos pero no era di[erenciable en ningún punto.
Weierstrass reemplazó la definición de límite de Cauchy -la cual in-
volucraba nociones tales como "se aproxima indefinidamente" y "difie-
re por tan poco como uno desee" - por la siguiente definición en la que
la expresión "tan poco como uno desee" se sustituye por E: una función
°
[(x) tiene su límite L en x = xo, si para todo E > hay una 8 tal que si
Ix - xol < 8 y x =1= x o, entonces I[(x) - LI < E. En la terminología de Cauchy
la "variable" -que es la función- "termina" en el intervalo definido por
Ix xol < 8, difiriendo del "valor fijo" L por "tan poco como uno desee",
es decir, por menos que E. Este reemplazo permitió a Weierstrass dis-
tinguir la convergencia simple de la convergencia uniforme y hacer
distinciones afines de manera limpia y natural. Ésta fue al menos parte
de la motivación para el nuevo rigor (Kitcher, 1983, p. 257).
Weierstrass propuso también una teoría de los números irracionales
alrededor de 1860 (Kline, 1972, p. 979). Dedekind había desarrollado
una teoría similar en 1858 (Dedekind, 1972, p. 2). Cuando la mayoría de
sus predecesores definieron los números irracionales, los definieron
como ciertos límites de sucesiones de números racionales. Este procedi-
miento, como lo dejó en claro la precisa definición de límite de Weiers-
trass, no es suficiente: como Cantor lo destacó en 1883, el número L debe
50 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

preexistir para que sea el límite de una sucesión. Si comenzamos única-


mente con números racionales, una sucesión que "converja en un núme-
ro irracional" no tendrá un límite L.
A comienzos de la década de 1830 William Rowan Hamilton propuso
un tratamiento diferente para los números irracionales, tomando al tiem-
po como base (Kline, 1972, p. 983). Pero esto no sería aprobado por
Weierstrass, quien definió a la variable simplemente como una literal a la
que se le pueden asignar distintos valores. Weierstrass desterró la vieja
idea de una cantidad variable que, en sentido metafórico, variaba con el
tiempo.
En 1925 Hilbert hizo el siguiente comentario al respecto:

Como resultado de su penetrante crítica, Weierstrass nos ha legado una sólida


base para el análisis matemático. Elucidando muchas nociones [ ... ] eliminó
los defectos que todavía contenía el cálculo infinitesimal [ ... ] Si en el análisis
actual existe un completo acuerdo y certidumbre en el empleo de los métodos
deductivos, los cuales están basados en los conceptos de número irracional y
de límite, y si incluso en las más complejas cuestiones de la teoría de las ecua-
ciones diferenciales e integrales [ ... ] existe [ ... ] unanimidad respecto a los
resultados obtenidos, entonces este feliz estado de cosas se debe principal-
mente al trabajo científico de Weierstrass [Hilbert, 1926, p. 183].

Cauchy y Weierstrass habían eliminado el tiempo, los infinitesimales y


las cantidades infinitas de los fundamentos del análisis, y con esto hicie-
ron posible alcanzar un estándar de rigor que sobrepasó al de los griegos.

6. LA ACEPTACIÓN DEL INFINITO

En 1817 Bolzano trató de demostrar que una función continua que es


tanto negativa como positiva en un intervalo, toma el valor de cero en
ese intervalo. Hizo uso del hecho -el cual también trató de demostrar-
de que todo conjunto acotado de valores tiene una mínima cota superior.
Pero una adecuada demostración tenía que esperar a una adecuada teo-
ría de los números reales. En la década de 1860 Weierstrass utilizó tanto
su propia teoría de los números irracionales como las técnicas sugeridas
por Bolzano para demostrar que todo conjunto infinito acotado de pun-
tos tiene un punto límite, es decir, un punto en el que todo intervalo alre-
dedor de él contiene una cantidad infinita de miembros del conjunto.
(Por ejemplo, 1 es un punto límite del conjunto (O, l, t, t, ...).
En este
caso puede verse intuitivamente que los miembros del conjunto se con-
centran en torno de 1.) Actualmente a este resultado se le denomina teo-
rema Bolzano-Weierstrass (Kline, 1972, p. 953).
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 51

Entre 1869 Y 1872 Charles Méray, Cantor, Heinrich Eduard Heine y


Dedekind publicaron sendas teorías de los números irracionales (Kline,
1972, p. 983). La teoría de Cantor no fue más que una modificación de la
teoría de Weierstrass (Jourdain, 1915, p. 26); sin embargo, mientras que
Weierstrass definió a los números reales en términos de series de núme-
ros racionales, Cantor utilizó sucesiones. Dedekind, por su parte, publicó
su teoría en respuesta a la publicación de Cantor (Daubem, 1979, p. 48).
En 1886 Stolz demostró que se pueden identificar los irracionales con
decimales que no se repiten (Kline, 1972, p. 987). Cada una de las teorías
de los irracionales define a éstos en términos de algunas sucesiones o
conjuntos realmente infinitos. Un decimal que no se repite involucra una
sucesión infinita de dígitos. Por ejemplo, la teoría de las cortaduras de
Dedekind define a .fi en términos del conjunto infinito de todos los núme-
ros racionales positivos p, tales que p2 > 2. (Este conjunto y el conjunto de
los restantes números racionales -es decir, aquellos números racionales
p que son negativos, tales que p2 < 2- cortan los números racionales en
dos partes: un segmento inicial y un segmento terminal; de ahí la pala-
bra "cortaduras"). La teoría de Cantor de las sucesiones de Cauchy defi-
ne al número real como un número que está asociado con un conjunto
infinito de sucesiones infinitas de números racionales, etcétera.
La teoría de Dedekind se parece mucho a la que desarrolló Eudoxo para
las razones inconmensurables. En términos generales, las partes superior
e inferior de la cortadura corresponden a las razones conmensurables
mayores y menores que una razón inconmensurable dada. De hecho, De-
dekind dio crédito al libro V de los Elementos de Euclides. Cantor pensaba
que su propia teoría era superior a la de Dedekind debido a que utiliza
sucesiones de números racionales -que son objetos familiares del análi-
sis- en vez de las poco familiares "cortaduras" (Kline, 1972, p. 968).
Las definiciones de los números irracionales nos proporcionan una de
las mayores ironías de la historia de las matemáticas: Cauchy y Weiers-
trass habían eliminado del análisis los números infinitamente pequeños y
los infinitamente grandes y los reemplazaron con los límites. Sin embar-
go, esto hacía imprescindible una teoría de los límites, que de esa mane-
ra adquiría una gran importancia, la cual a su vez requería de una teoría
más clara de la recta real, es decir, una teoría de los números irracionales.
Así que la teoría inmediatamente reintrodujo el infinito al análisis. El viejo
infinito de los números infinitesimales e infinitos simplemente fue reem-
plazado por el nuevo infinito de las colecciones o conjuntos infinitamen-
te grandes. 12
En 1831 Carl Friedrich Gauss decía:
12 Véase la obra de Bertand Russell Principies ofMathematics (1903, p. 304), en la que
aparece una opinión similar.
52 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

Protesto contra el uso de una cantidad infinita como si fuera una entidad real;
esto nunca se permite en las matemáticas. El infinito es sólo una manera de
hablar, en la cual propiamente se habla de los límites a los que ciertas razones
pueden acercase tanto como se desee, mientras que a otras se les permite
incrementarse sin límite. [Kline, 1972, p. 994.]

Sin embargo, tan sólo 52 años más tarde encontramos lo siguiente en


la obra Grundlagen de Cantor:

La idea de considerar lo infinitamente grande no sólo en la forma de una mag-


nitud que se incrementa ilimitadamente y en la forma estrechamente relacio-
nada de las series infinitas convergentes [ ... ] sino también de fijarlo matemáti-
camente por medio de números en la forma definida del infinito absoluto me
fue impuesta lógicamente, casi contra mi voluntad puesto que es contraria a
las tradiciones que yo había llegado a venerar en el curso de muchos años de
esfuerzos e investigaciones científicas. [Cantor, 1976, p. 75.]

Fourier, entre otros, presentó una demostración según la cual si una


función es representable por medio de una serie trigonométrica, enton-
ces ésta es única; es decir, dos series trigonométricas que convergen a
una función son la misma. Anteriormente mostramos las partes princi-
pales de tal demostración (si hay una serie, sus coeficientes deben ser las
b v que dimos, y por tanto la serie es única). Sin embargo, la demostra-
ción no funciona debido a que la fórmula para las bv fue obtenida inte-
grando las series término por término. Como se observó anteriormente,
incluso Cauchy creía que tal procedimiento era legítimo; no obstante,
sólo funciona si la serie es uniformemente convergente.
Weierstrass enfatizó la importancia de la convergencia uniforme. Rei-
ne también se interesó en el tema -acerca del cual pudo haberse infor-
mado a través de Cantor, quien había estudiado con Weierstrass antes de
convertirse en colega de Reine en Ralle-. Fue Reine quien, en un ar-
tículo de 1870, notó la falla en la demostración de la unicidad de una ex-
pansión trigonométrica. Lo que realmente demostró fue que si una fun-
ción tiene una serie trigonométrica uniformemente convergente,
entonces ésta es una serie de Fourier, y es la única serie trigonométrica
uniformemente convergente que suma la función. Sin embargo, para
esas fechas ya se sabía que incluso las series de Fourier no necesitan ser
uniformemente convergentes. La serie de Fourier para la función denta-
da o serrada -analizada anteriormente- constituye un ejemplo de esto.
No obstante, Reine logró algunos resultados positivos en lo concerniente
a la unicidad.
Influenciado por Reine, Cantor demostró que la representación con
series trigonométricas de una función es única, y que no se requiere la
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 53

convergencia uniforme. Este resultado se aplica a la serie


que converge en todas partes.
Cantor comenzó a extender su resultado para dar cabida a puntos
excepcionales. En 1871, demostró, y con esto verificó un supuesto de
Riemann, que si dos series trigonométricas convergen en todas partes a
la misma función, excepto posiblemente en una cantidad finita de pun-
tos, entonces esto es suficiente para asegurar que son la misma serie.
En 1872 Cantor obtuvo resultados que permitían una cantidad infinita
puntos excepcionales, con lo que respondió a una pregunta de Rie-
mann. Definió el conjunto derivado S' de un conjunto S de números rea-
les como el conjunto de puntos límite de S. Por ejemplo, si S es el con-
junto (0, t, i, t,···J, entonces S' es el conjunto (1 J, cuyo único miembro
o elemento es el 1. Se puede formar el conjunto derivado de un conjunto
derivado; es decir, un segundo conjunto derivado, y así sucesivamente.
Cantor demostró una generalización de su anterior resultado, que con-
siste en lo siguiente: supóngase que un conjunto S de números reales es
tal que para alguna n el enésimo conjunto derivado es finito. Si dos series
trigonométricas convergen a la misma función, excepto quizás en los pun-
tos de S, entonces son la misma. Cantor dio a conocer su definición de
los números reales en el mismo artículo en el que publicó esta generali-
zación. Necesitaba demostrar que para todo n hay un conjunto S cuyo
enésimo conjunto derivado es finito y no vacío, siempre que el n -1 con-
junto derivado sea infinito; esto es, necesitaba demostrar que al permitir
la iteración de su operación de derivación de conjuntos realmente con-
ducía a nuevos posibles conjuntos S de puntos excepcionales.
El de Cantor fue uno de los primeros artículos en que los conjuntos
infinitos de puntos recibieron una atención cuidadosa y explícita. En
1829 Dirichlet había propuesto una condición para que una función fue-
ra integrable que era una condición sobre el conjunto de puntos de dis-
continuidad de la función, y que estaba claramente relacionada con con-
juntos infinitos de puntos de discontinuidad. Esta condición es digna de
enunciarse, puesto que será abordada posteriormente: Consiste en que el
conjunto de puntos de discontinuidad no sea denso en ninguna parte -es
decir, que dentro de cada intervalo esté contenido un intervalo que no
incluya puntos de discontinuidad-o Intuitivamente podríamos suponer
que los conjuntos que no son densos en ninguna parte son pequeños en
cierto sentido. No sabemos si Dirichlet confirmó esto, ya que no publicó
sus resultados (Hawkins, 1980, p. 156). En su tesis doctoral de 1864,
Rudolph Lipschitz desarrolló una condición bajo la cual una función
tendría una serie de Fourier convergente incluso si tuviera una cantidad
infinita de puntos de oscilación. Pero la demostración hacía un sustan-
cial uso de la estructura de las series trigonométricas (Grattan-Guiness,
54 EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS

1980a, p. 137). En 1870 Hermann Hankel, quien había sido alumno de


Riemann, desarrolló una condición bajo la cual una función sería inte-
grable (en el sentido de Riemann), la cual involucraba conjuntos de pun-
tos de discontinuidad. No obstante, el interés de Hankel estaba enfoca-
do principalmente en la integrabilidad (Hawkins, 1980, p. 166).
El teorema de Cantor de 1872 no requería nada nuevo -a diferencia
de los resultados que acabamos de mencionar, los cuales involucraban
conjuntos infinitos de puntos-, excepto un cuidadoso estudio de la es-
tructura de los conjuntos de puntos que resultan relevantes. El único
ingrediente adicional que requería era una aplicación absolutamente
simple de sus anteriores resultados relacionados con las series trigono-
métricas. Además, aun cuando en 1872 Cantor sólo utilizó las iteracio-
nes finitas de la operación del conjunto derivado, ya estaba consciente de
la posibilidad de emplear iteraciones infinitas, como puede apreciarse a
continuación: Dado un conjunto P, sea pi su conjunto derivado y, en
general, sea pCk+l) el conjunto derivado de pCle). Hasta aquí tenemos la
sucesión:

pCO) = P, p(1) = P', p(2) = P(1)' = P", pC3>, ...

Ahora sea pCoo) el conjunto de puntos que están en pCle) para toda k finita
-los puntos que todavía no se han eliminado mediante la operación de
tomar un conjunto derivado (Daubem, 1971, pp. 211-213). Entonces po-
demos continuar

PCO), P(1), ... , pCoo), pCoo+l) = pCoo)', pCoo+2), ... , pCoo'2), ... ,

Cantor no descubrió -como a veces se ha dicho- esta sucesión cuan-


do intentaba generalizar los números naturales; lo hizo cuando intenta-
ba analizar la estructura de conjuntos complicados de números reales.
Con esto no quiero decir que no llegó a considerar a esta sucesión como
una generalización de los números naturales, ya que sí lo hizo; sin em-
bargo, insisto en que la sucesión proviene de sus intentos de considerar
funciones complicadas definidas sobre los números reales (aquellas con
conjuntos complicados de puntos excepcionales), y no de un estudio del
infinito ni de un intento por generalizar los números naturales. La
moderna teoría del infinito evolucionó de manera contigua a partir de
las matemáticas que la precedieron. Aun cuando no estoy de acuerdo
con Kitcher respecto a los detalles acerca de los orígenes de la teoría de
conjuntos de Cantor (Kitcher, 1983, p. 207), avalo plenamente su tesis
EL INFINITO, ASIDUO PRETENDIENTE DE LAS MATEMÁTICAS 55

principal, según la cual el grueso de las nuevas matemáticas, yen parti-


cular la teoría de conjuntos de Cantor, evolucionaron a partir de la
corriente principal de las viejas matemáticas (Kitcher, 1983 y 1988).
Cantor había obtenido resultados matemáticos enfocándose en la es-
tructura de conjuntos infinitos de puntos, y sabía que existían conjuntos
de puntos con estructuras más complicadas (su teorema, recordemos,
sólo se refería a conjuntos P en los que p(l(l es finito para una k finita, ya
que no hizo uso de conjuntos en los que, digamos, pC oo2 +6 l era infinito
pero pC oo2 + 7 ) era finito). La comprensión de conjuntos más complicados
estaba supeditada a la comprensión de funciones más complejas y arbi-
trarias -aquellas con conjuntos más complicados de puntos excepcio-
nales-. Cantor tomó la trascendente decisión de dirigir su atención al
estudio de conjuntos de los puntos por sí mismos.
lII. CONJUNTOS DE PUNTOS

1. MAGNITUDES INFINITAS

CANTOR EMPEZÓ ESTUDIANDO los dos conjuntos de puntos más interesantes:


el conjunto de los números racionales y el de los números reales. Buscaba
diferencias entre los dos que fueran relevantes en relación con el hecho
de que los números reales son continuos, mientras que los números racio-
nales no lo son. En 1874 publicó un artículo en el que demostró un
hecho notable: que los números algebraicos (y por tanto su subconjunto,
los números racionales) pueden ser puestos en correspondencia biunívo-
ca (uno a uno), con los números naturales, mientras que no puede hacer-
se esto mismo con los números reales. De esta manera demostró que el
conjunto de los números racionales tiene el mismo tamaño que el de los
números naturales -pueden ser apareados-, pero que el conjunto de
los números reales es mayor que el de los números racionales. La prueba
que dio Cantor para demostrar que los números reales no pueden poner-
se en correspondencia biunívoca con los números naturales no es la que
actualmente nos es familiar. En particular, no demostró que hubiera
otros conjuntos infinitos que fueran de otros tamaños. Cantor no cono-
cía nada más grande que el conjunto de los números reales. De los resul-
tados de Cantor se desprende que no se pueden definir los números rea-
les en términos de conjuntos finitos de números racionales: no existen
suficientes conjuntos finitos de números racionales. El uso del infinito
actual en varias definiciones de los números irracionales no había sido
accidental.
Cantor comenzó a investigar si podía poner los puntos de un plano en
correspondencia biunívoca con los puntos de una línea. Esta investiga-
ción formaba parte de sus intentos para encontrar magnitudes infinitas
más grandes. En 1878 publicó un inesperado resultado: que de hecho se
pueden poner los puntos de un plano -esto es, de un espacio bidimen-
sional-, e incluso de cualquier espacio de n dimensiones, en correspon-
dencia biunívoca con los puntos de una recta. Las técnicas que utilizó
fueron capaces de demostrar que los puntos de un espacio oo-dimensio-
nal pueden ser puestos en correspondencia biunívoca con los puntos de
una recta. Cantor también anunció que podía demostrar que todo con-
junto infinito de puntos de una recta podía ser puesto en corresponden-
cia biunívoca con los números naturales o con los números reales -que
56
CONJUNTOS DE PUNTOS 57

no había posibilidades intermedias- (Jourdain, 1915, p. 45). Sin embar-


go, esta demostración resultó incorrecta, y la prueba de su afirmación,
conocida actualmente como la hipótesis del continuo,l permaneció inal-
canzable para Cantor, aun cuando mucho de su trabajo evidentemente
estaba motivado por sus intentos de demostrarla. Este problema todavía
continúa abierto. Varios matemáticos han demostrado que la verdad o
falsedad de la hipótesis del continuo no puede ser establecida con base
en los principios de la teoría de conjuntos que aceptamos actualmente
(suponiendo que sean consistentes). En 1938 Kurt Gódel demostró que
la hipótesis del continuo no puede ser refutada sobre esta base (Gódel,
1990, p. 26), Y en 1963 Paul J. Cohen demostró que no puede probarse
sobre esa base (Jech, 1978, p. 176). Por lo tanto, tampoco podía haber
sido resuelta con base en principios similares a los que empleó Cantor.
Puesto que se pueden poner en correspondencia biunívoca espacios
de diferentes dimensiones, el trabajo de Cantor dio lugar al problema de
averiguar cómo difieren los espacios de distintas dimensiones. Dedekind
observó que no se pueden poner en correspondencia biunívoca espacios
de diferentes dimensiones por medio de una función continua (recorde-
mos que las correspondencias de Cantor eran discontinuas). Luitzen
Egbertus Jan Brouwer fue el primero (1911) en confirmar por medio de
una demostración satisfactoria la observación de Dedekind (Dauben,
1980, p. 188).
Leopold Kronecker, quien fue maestro de Cantor, era director de la
revista a la que éste envió su artículo en el que abordaba el tema de las
dimensiones. Kronecker creía que todas las matemáticas debían estar
basadas en los números naturales, y compartía el punto de vista que
actualmente es denominado finitismo. También creía que toda defini-
ción de una propiedad debía venir acompañada de un método para de-
terminar si un objeto tiene o no esta propiedad, que es una versión tem-
prana de una concepción a la que se le denomina constructivismo.
Nótese que aun cuando Kronecker era tanto finitista como constructivis-
ta, no existe una asociación lógicamente necesaria entre ambas posturas:
se puede ser finitista sin ser constructivista, y viceversa. Es importante
destacar esto debido a que el finitismo y el constructivismo aparecen
asociados con tanta frecuencia, que a menudo no se les distingue clara-
mente. Como el artículo de Cantor no fue publicado inmediatamente,
éste sospechó que Kronecker lo estaba retrasando deliberadamente
(Dauben, 1980, pp. 188-189; Y Edwards, 1988).
En 1879, Cantor publicó la primera serie de artículos acerca de los
subconjuntos de la recta real. En esta serie y en otros artículos relaciona-
l El nombre proviene de la disertación doctoral de Felix Bemstein, en la cual analizó el
"problema del continuo" (véase Moore, 1982, p. 56).
58 CONJUNTOS DE PUNTOS

dos con el tema, Cantor definió muchas nociones que todavía están en
uso, concernientes a los subconjuntos de la recta real y otros espacios.
Aun cuando he modernizado la notación, las siguientes definiciones fue-
ron hechas por Cantor: Un conjunto P es densQ en todas partes en el inter-
valo (a, b) -es decir, en el conjunto de números reales mayores que a y
menores que b- si (a, b) ~ P', donde P'es el conjunto de los puntos lími-
te de P. Un conjunto P es pelfecto si P = P'. Un conjunto P está aislado si P
n P' = 0. Un conjunto P es cerrado si P n P' = P'. Doy estas definiciones
para enfatizar que los artículos están muy relacionados con la recta real,
puesto que voy a concentrarme -de forma un tanto engañosa en lo que
respecta al resumen histórico- en los aspectos de éstos que conducen a
la teoría de conjuntos de una forma más abstracta. La investigación de
Cantor se centró alrededor de dos ideas: la del conjunto derivado y la de los
símbolos transfinitos. Voy a concentrarme en el trabajo relacionado con
los símbolos transfinitos. (Para más detalles y bibliografía sobre el otro
aspecto del trabajo de Cantor, véase Dauben, 1979.)

2. ÓRDENES INFINITOS

En 1879 Cantor definió que dos conjuntos son de la misma potencia si


pueden ser puestos en correspondencia biunívoca. Destacó que el con-
cepto generaliza al de número entero, y que la potencia "puede ser consi-
derada como un atributo de cualquier colección bien definida, cualquiera
que sea el carácter de sus elementos". En 1880 Cantor publicó por pri-
mera vez sus símbolos transfinitos para la iteración de conjuntos deriva-
dos: 00 003 + 1, etcétera. Al respecto, decía: "Vemos aquí una generación
dialéctica de conceptos, la cual siempre puede continuar más y más
lejos, por lo que está libre de cualquier arbitrariedad".
En 1882 los "símbolos" eran ya un objeto de estudio por su propio
derecho en la obra de Cantor Grundlagen einer allgemeinen Mannigfaltig-
keitslehre (Fundamentos de una teoría general de las variedades, publicada
en 1883, véase Cantor, 1883). Para separar sus números ordinales trans-
finitos de la noción de incremento sin límite -simbolizada por 00 en el
análisis- comenzó a utilizar el símbolo w en vez de 00 y desde entonces
se ha estandarizado el uso de este símbolo. 2 Cantor también introdujo lo
que iba a convertirse en la distinción entre los números cardinales y los
ordinales: Los conjuntos (aj, a 2 ... ) Y (b 2 , b 3 , •.. , b j) tienen la misma poten-
cia o cardinalidad, pero sus numeraciones, sus órdenes, son diferentes. 3
El primero de estos conjuntos tiene orden w, mientras que el segundo
2 El símbolo w, omega minúscula, es la última letra del alfabeto griego.
3 La notación utilizada para indicar órdenes no satisface los estándares de rigor moder-
CONJUNTOS DE PUNTOS 59

tiene orden w + 1. De hecho, el mismo conjunto puede ser numerado o


contado de más de una manera. Por ejemplo, considere (al' a z,···) y (az,
a3' ... ' al)· Si un conjunto es finito, sólo se le puede dar un orden, aun
cuando se puede decidir qué elemento del conjunto ocurre en qué punto
del orden, de manera que coinciden los números ordinales y los cardina-
les finitos. Cantor definió las operaciones de adición y multiplicación en
los números ordinales, y esto forma parte de la justificación de conside-
rarlos números (Kitcher, 1983, p. 174).
En los Grundlagen Cantor declaró por primera vez que existen muchas
magnitudes infinitas: mostró cómo producir un conjunto de potencia
mayor que los números naturales, es decir, el conjunto de todos los
números ordinales de la potencia de los números naturales (como lo
ilustré anteriormente, w y w + 1 son tales números ordinales). La demos-
tración que ofreció es una clara generalización de la que utilizó para
demostrar que existen más números reales que números racionales (las
dos demostraciones se presentan y se comparan en detalle en el apartado
IV.2. Denominó (1) a la potencia de los números naturales y (H) a la nue-
va potencia; la potencia (IH) es la potencia del conjunto de todos los
números ordinales de la potencia (H), y así sucesivamente. También dijo
que para todo número ordinal y existe una nueva potencia (y). No tuvo
pleno control de todos los detalles, pero considerando las cosas en
retrospectiva podemos ver que la demostración era esencialmente
correcta. La construcción comienza con los números naturales. Es una
iteración casi de la misma clase que la que condujo a los "símbolos" para
los sucesivos conjuntos derivados. De hecho, como Philip E. B. Jourdain
comentó, ésta puede haber sido la principal razón para que Cantor con-
siderara a los "símbolos" por su propio derecho, independientemente de
los conjuntos derivados (Jourdain, 1915, p. 51).
La demostración de que las potencias son distintas no proporciona vía
alguna para hacer contacto con la potencia de los números reales. Hasta
donde Cantor sabía, todas las potencias que había construido eran más
pequeñas que las de los números reales, e incluso totalmente incompara-
bles a las de los números reales. Cantor hizo una suposición adicional en
los Grundlagen, la cual garantizaba que las nuevas potencias fueran
comparables con las de los números reales: supuso que los números rea-
les forman un conjunto y que por tanto pueden estar bien ordenados. 4 De
acuerdo con Cantor, esto aseguraba que la potencia de los números re a-

nos; no obstante, es suficientemente clara. La utilizo aquí, y en el resto de este capítulo,


debido a que muestra la manera en la que Cantor pensaba acerca de los órdenes.
4 Como lo analizaré con detalle más adelante -en el apartado IV.2-, Cantor tenía bue-
nas razones para pensar que finalmente podría demostrar esto. La manera en la que lo for-
mulamos aquí es hasta cierto punto engañosa, ya que, como lo examinaremos en el men-
60 CONJUNTOS DE PUNTOS

les pudiera ser menor, igualo mayor que de cada una de las nuevas po-
tencias, pero no dijo cuál, quizá porque no se sentía plenamente seguro
acerca de su nuevo supuesto. De hecho, en cierto momento a Cantor le
preocupó que la potencia del continuo no fuera comparable con ninguna
de las potencias infinitas (y) (Hallett, 1984, pp. 42, 73, 76-77).
Durante el periodo en el que Cantor estuvo desarrollando la teoría de
los números ordinales, muchos matemáticos, incluyendo al propio Can-
tor (apartado Il.6), se toparon con ejemplos de subconjuntos -que no
eran densos en ninguna parte- de un intervalo de números reales que
no son pequeños en un sentido importante: no pueden ser cubiertos por
uniones finitas de intervalos de una longitud total arbitrariamente
pequeña. Por ejemplo, existe un conjunto P -que no es denso en ningu-
na parte- tal que para cualquier n, si P está contenido en una unión
[a), b1J U ... U Can, bnJ de n intervalos, la suma la l - b11 + ... + la" - b,,1 de
las longitudes de los intervalos es mayor que 1. En algún sentido parece
razonable decir que P tiene una longitud de al menos 1, y que por tanto
no es pequeño a pesar del hecho de que no es denso en ninguna parte. En
términos apropiados, a esto se le denomina el contenido exterior. Dicho
término fue introducido de manera independiente por Cantor y por Stolz
en 1884 (Hawkins, 1980, p. 168). Como se verá (IlI.3), el contenido exte-
rior iba a resultar importante para el desarrollo de una noción de inte-
gral lo suficientemente general para el estudio de la serie de Fourier. ASÍ,
la teoría de conjuntos no sólo fue el producto de los problemas del análi-
sis: también produjo las primeras ideas fructíferas para resolver proble-
mas dentro del análisis.
En 1885 Cantor preparó un artículo en el que estudió los órdenes linea-
les generales, definidos independientemente de los números racionales o
de los números reales. 5 El artículo fue publicado después de su muerte,
pero desde nuestra perspectiva vale la pena mencionarlo, puesto que
probablemente fue el primer estudio de una estructura abstracta inde-
pendiente de un modelo matemático. Otro probable candidato a ser con-
siderado como un trabajo precursor en esta área fue el estudio de Dede-
kind (1888). Puesto que Cantor y Dedekind sostenían con frecuencia
correspondencia, valdría la pena saber más acerca de sus discusiones
respecto al presente tema.

cionado apartado, para Cantor estar bien ordenado significaba ser un conjunto. Sería más
conecto decir que "el asumió que los números reales pueden estar bien ordenados y que,
por lo tanto, forman un conjunlo".
5 Un orden lineal es un conjunto Ni con una relación binaria < en él, tal que ninguna in
en Ni es tal que In < In (ineflexivo); para toda 1, In, Y n en Ni, si 1< In Y 111 < n, entonces 1< n
(transitivo); y para toda 111 y 11 en Ni, In < 11,111 = 11, 011 < In (conectado). Los ejemplos inclu-
yen a los números naturales, los racionales, los reales, los ordinales o cualquier subconjun-
to de cualquiera de éstos, en cada caso con la obvia relación de orden.
CONJUNTOS DE PUNTOS 61

En el artículo de 1885 Cantor decía que matemáticas puras no son


otra cosa que la teoría de conjuntos, en el de que todas las mate-
máticas pueden ser comprendidas en términos solamente de la teoría de
conjuntos (Dauben, 1980, p. 202). año anterior Gottlob Frege había
publicado la obra Die Grundlagen der Arithmetik, en la que derivó la arit-
mética a de principios lógicos. El desarrollo de los fun-
damentos de la aritmética de Frege, junto con el trabajo de Dedekind,
fueron parte de lo que finalmente condujo a la aceptación del postulado
de Cantor.
He estado describiendo en detalle hasta qué grado está entrelazada la
teoría de conjuntos con el análisis, particularmente con la teoría de las
series trigonométricas; pero también en otro sentido la teoría de conjun-
tos se ha vuelto importante para las matemáticas. Actualmente las mate-
máticas son consideradas como el estudio de la estructura abstracta, no
como el estudio de la cantidad. Este punto de vista surgió directamente
del desarrollo de la noción de estructura abstracta desde la perspectiva
de la teoría de conjuntos.
Las motivaciones de Dedekind y Frege eran bastante diferentes de las
de Cantor. Dedekind estaba tratando de dar un fundamento para la arit-
mética "enteramente independiente de las nociones o intuiciones del
espacio y del tiempo" (Dedekind, 1888, p. 31). Por su parte, Frege estaba
estudiando la lógica como parte de un programa filosóficamente motiva-
do, consistente en dar un fundamento explícito a la aritmética -el des-
arrollo de la lógica era necesario para asegurar que ninguna suposición
pasara inadvertida-o Ambos deseaban dotar de un sólido fundamento
teórico al análisis. Es discutible que cada uno haya constituido una
excepción de la regla general de que el rigor no se persigue por el rigor
mismo. Pero incluso si fueran excepciones, esto no resultó dañino, ya
que ambos tuvieron una amplia motivación para incrementar el rigor
debido al reciente gran éxito que, por su preocupación por el rigor, habí-
an alcanzado Cauchy y Weierstrass. También se sintieron motivados
debido a su percepción de que no se había completado el programa de la
aritmetización del análisis promovido por Dirichlet (Dedekind, 1888,
p. 35) y Weierstrass.
Es importante tener en mente que si bien el rigor y la sistematización
del análisis constituían las motivaciones de Dedekind y Frege, no fueron
la motivación de Cantor, a pesar de lo que dice la historia oficial. Cantor
estaba estudiando los conjuntos de números reales por razones matemá-
ticas que provenían del estudio de las series de Fourier de funciones
cada vez más arbitrarias. Cantor no trabajaba axiomáticamente: creía en
la realidad de los números ordinales y sus conjuntos, y se consideraba a
sí mismo como el descubridor de sus propiedades. Por tanto no se reque-
62 CONJUNTOS DE PUNTOS

rían axiomas. El hecho de que Cantor no trabajara axiomáticamente


demuestra que, en contraste con Dedekind y Frege, no consideraba que
su proyecto consistiera en deducir las consecuencias de un sistema de
supuestos o en sistematizar un cuerpo de conocimiento. Cuando un
hecho le parecía obvio o elemental, Cantor simplemente lo enunciaba
sin molestarse en demostrarlo.
En los Grundlagen de Cantor, las potencias no estaban asociadas con
los números cardinales. En 1883 fue cuando hizo tal asociación por pri-
mera vez. En 1886 introdujo una notación para los números cardinales,
yen 1887 dio a conocer las definiciones de las operaciones de adición y
multiplicación para los números cardinales. Para Cantor, los números
ordinales venían primero: siempre eran más importantes que los núme-
ros cardinales (Dauben, 1979, pp. 179-181).
En 1888 Dedekind publicó su teoría de los números naturales. Un año
más tarde Peana, haciendo referencia al trabajo de Dedekind, dio una
versión semiformal de lo que se ha convertido en la axiomatización
estándar de los números naturales. 6 El artículo de Peana enunció por
primera vez la necesidad de distinguir entre la relación de pertenencia a
un conjunto (para lo cual introdujo el símbolo E) y su inclusión en ese
conjunto (Peana, 1889, p. 86). Peana introdujo lo que ha llegado a cono-
cerse como el principio de comprehensión (Peana, 1889, p. 90, y Ken-
nedy, 1980, p. 26): toda "condición" (es decir, toda "proposición que con-
tenga la indeterminada x") determina una clase, la "clase compuesta por
los individuos que satisfacen (la) condición". Peana también proporcio-
nó los fundamentos para los números racionales y los irracionales, e
incluso analizó la teoría de conjuntos de Cantor. En 1890 Peana definió
una curva continua que toca todos los puntos del cuadrado unitario al
menos una vez. También introdujo la distinción entre un individuo y la
clase compuesta únicamente por ese individuo, y negó que se puedan
seleccionar miembros provenientes de una cantidad infinita de clases sin
una determinada regla (Kline, 1972, pp. 988,1018; Kennedy, 1980, p. 33,
y Moore, 1982, p. 76).

6 La aritmética de Peana, la PA, será un ejemplo útil en los capítulos posteriores. Por lo
tanto, describiré una versión conveniente. No es exactamente la que proporcionó Peana.
He aquí dicha aritmética: Todo número tiene un sucesor. El número O no es sucesor de un
número. Los números con el mismo sucesor son iguales. La suma de cualquier x y O es x.
Para cualquier número x, la suma de su sucesor y cualquier número y es el sucesor de la
suma dex yy.
El producto de cualquier número x y 1 (el sucesor de O) es x. Para todo número x, el pro-
ducto de su sucesor y cualquier número y es la suma del producto de x y y con y. Cualquier
propiedad que se cumpla para O, y que es tal que si es válida para cualquier número x,
entonces también lo es para el sucesor de x, se cumple para todo número. Este último se
conoce como el axioma de inducción.
CONJUNTOS DE PUNTOS 63

En 1891 Cantor publicó su argumento diagonal,7 el cual produjo una


nueva demostración de que existen más números reales que números
naturales, y lo que es todavía más importante: fue el primer argumento
completamente pulido que demostró que hay una cantidad infinita de
potencias infinitas. De hecho, demostró otra cosa: dado cualquier con-
hay otro de potencia mayor. Aplicando este hecho al conjunto de
los números reales, Cantor demostró por primera vez que existe una
potencia infinita estrictamente mayor que la del conjunto de los núme-
ros reales.
En 1892 Frege publicó una reseña del artículo de 1887 de Cantor, en el
cual había introducido la aritmética cardinal. Frege apoyó plenamente la
aceptación de Cantor del infinito actual y vio que su trabajo tenía impor-
tantes consecuencias para el análisis. No obstante, dedicó la mayor parte
de la reseña a criticar a Cantor por apoyarse tanto en la intuición y en
una mal definida noción de la "abstracción". Frege estaba en favor del
rigor lógico y de la definición explícita. Sin embargo, nunca dudó que la
teoría de Cantor podía ser desarrollada de una manera satisfactoria. Un
año más tarde fue publicado el primer volumen del libro de Frege,
Grundgesetze der Arithmetik, begriffsschriftlich abgeleitet. En esta obra
comenzó a elaborar en detalle el programa de sus Grundlagen: desarro-
llar la aritmética dentro de un sistema formal, dando pruebas plenamen-
te formales para demostrar que nada se sustentaba teniendo como base
la intuición. Frege introdujo en las Grundgesetze una teoría que puso a
su programa en contacto con la teoría de conjuntos de Cantor. Presumi-
blemente Frege pensó que esa teoría constituía un marco apropiado den-
tro del cual podría desarrollar la teoría de conjuntos cantoriana de una
manera rigurosa. En el próximo capítulo examinaremos con cierto deta-
lle esto y los temas relacionados. El segundo volumen de las Grundgeset-
ze (publicado en 1903) contiene una teoría de los números cardinales
(Dauben, 1979, pp. 220-225, y Dummett, 1967).

3. INTEGRACIÓN

En 1892 Camille Jordan proporcionó una formulación definitiva de la


integral de Cauchy-Riemann. En ese tiempo la integral de una función
de dos dimensiones -una integral de superficie- usualmente era defini-
da sobre la región limitada por una curva cerrada. La integral de superfi-
cie fue definida en términos de los valores límite de las sumas de parti-
ciones arbitrarias del plano en rectángulos. Existía un problema obvio

7 El artículo está traducido, y constituye el Apéndice B del capítulo IV.


64 CONJUNTOS DE PUNTOS

respecto a qué hacer con los rectángulos en la frontera de la región: ¿los


rectángulos que no están totalmente dentro ni totalmente fuera de la re-
gión de integración debían ser incluidos o excluidos de las sumas? El
problema fue resuelto mediante la afirmación de que la suma de las
áreas de los rectángulos de la frontera tendía a cero en el límite y que,
por tanto, no importaba si los rectángulos en la frontera eran incluidos o
excluidos. Pero la curva de Peano -la cual tenía todos sus puntos en una
región de la frontera- sugería que esta afirmación era cuestionable. 8
Jordan resolvió el problema pasando de los rectángulos a los subcon-
juntos del plano, en sentido cantoriano. La noción de Cantor y Stolz del
contenido exterior se generaliza de una manera obvia de la línea al plano:
se pueden usar rectángulos en vez de intervalos. Jordan introdujo la no-
ción de contenido interior, la cual le fue sugerida por la noción de conte-
nido exterior. El contenido exterior de un conjunto se define utilizando
las áreas de conjuntos finitos de rectángulos que contienen al conjunto:
es la máxima cota inferior de tales áreas. El contenido interior de un
conjunto es la mínima cota superior de las áreas de los conjuntos finitos
de rectángulos disyuntos dos a dos que están contenidos dentro de dicho
conjunto. Jordan decía que un subconjunto del plano es medible si tiene
un contenido exterior igual a su contenido interior. Naturalmente, la
medida de un conjunto medible es su contenido exterior o interior. Se
puede ver fácilmente que la medida de los conjuntos familiares de pun-
tos sobre el plano son justamente sus áreas.
Ahora que cualquier conjunto medible tenía un "área" bien definida, o
medida, ya no era necesario dar a los rectángulos un papel especial. Jordan
definió a la integral en términos de los valores límite de las sumas sobre
las particiones arbitrarias del plano en conjuntos medibles, y no sobre las
particiones en rectángulos. Fue entonces natural permitir que la región
de integración fuera un conjunto medible arbitrario, en vez de sólo el
interior de una curva. Jordan demostró que un conjunto es medible si y
sólo si el contenido exterior de su frontera es cero. Esto es lo que necesi-
taba para demostrar que la suma de las áreas en la frontera tendía a cero
en el límite y, por tanto, que la integral estaba bien definida. En 1893 Jor-
dan incorporó este enfoque a su texto intitulado Cours d'analyse, y así la
siguiente generación de matemáticos franceses aprendió la formulación
conjuntista del análisis de Jordan (Hawkins, 1980, pp. 169-171).
En 1895 Cantor definió la exponenciación cardinal y observó que la
8 Véase Hawkins, 1975, en donde aparece una detallada crónica de la moderna teoria de la
integración, incluyendo la contribución de Cantor, y el fuerte impacto de la teoria de con-
juntos en el desarrollo de esta teoría. La historia de la integración que se presenta aquí está
abreviada y simplificada en aspectos importantes, puesto que mi único objetivo es propor-
cionar un ejemplo de cómo influyó la teoria de conjuntos de Cantor en el subsecuente des-
anollo del análisis.
CONJUNTOS DE PUNTOS 65

potencia del conjunto de los números reales es 21'10. A continuación ya


estaba en condiciones de proporcionar la formulación algebraica de la hi-
pótesis del continuo, que actualmente es estándar: 21'10 = ¡-{¡, pero no lo
hizo. (El símbolo ¡-{o -aleph cero- denota el número cardinal del con-
junto de los números naturales, equivalente a (1) en la vieja notación. El
símbolo ¡-{¡ denota el siguiente número cardinal, equivalente a (H), y así
sucesivamente. En particular, ¡-{w denota el w-ésimo número cardinal).
En 1902 Henri Lebesgue, utilizando el importante trabajo intermedio de
Emile Borel y de otros, introdujo la teoría de conjuntos en los cimientos
mismos del análisis. Cambió la definición del contenido exterior de los
subconjuntos del intervalo unitario para permitir la existencia real de
conjuntos infinitos numerables de intervalos, en vez de sólo conjuntos
finitos (he pasado del plano al intervalo unitario por razones de simplici-
dad, ya que las definiciones de Lebesgue en otros dominios están basa-
das en la definición bosquejada aquí). Es decir, admitió [al' bll ... ,
[a n , b l1 ], ••• , además de [al' b¡l ... , [a,", b l1 ].9 Después definió que el contenido
interior de un subconjunto E del intervalo unitario es 1 menos el conte-
nido exterior del complemento de E. Actualmente la noción correspon-
diente de medida es conocida como la medida de Lebesgue.
La integral de Lebesgue puede ser definida exactamente de la misma
manera en la que Jordan definió la integral de Cauchy-Riemann, excepto
que en este caso se utiliza la medida de Lebesgue, en vez de la de Jordan.
La integral de Lebesgue tiene muchas propiedades convenientes, de las
que carece la integral de Cauchy-Riemann. Por ejemplo, si una sucesión
de funciones Lebesgue integrables en un conjunto de medida finita está
uniformemente acotada (lo cual significa que existe un B tal que todos los
valores de todas las funciones son menores que B) y converge a una fun-
ción, entonces esa función es Lebesgue integrable, y el valor de la inte-
gral es el límite de la sucesión de valores de las integrales de las funcio-
nes:

La integral de Lebesgue tiene muchas aplicaciones en la teoría de las


series de Fourier. Por ejemplo, Lebesgue demostró en 1903 que si una
función acotada es representada por una serie trigonométrica, entonces
la serie debe ser una serie de Fourier (en donde, por supuesto, los coefi-
cientes de Fourier tienen que ser definidos utilizando la integración de
Lebesgue) (Kline, 1972, pp. 1044-1048, Y Hawkins, 1980, pp. 172-179).

9 Como se ejemplifica en el texto, un conjunto numerable es el que puede ser indexado


por los números naturales.
66 CONJUNTOS DE PUNTOS

En 1915 J ourdain tradujo al inglés la obra Beitriige zur Begründung der


transfiniten Mengenlehre de Cantor (publicada bajo el título de Contribu-
tions to the Founding of the Theory ofTransflnite Numbers). Jourdain reem-
plazó en el título la palabra sets (Mengen: conjLcLntos) por la palabra num-
bers (números),

[ ... ] puesto que este informe se ocupa sobre todo de la investigación de varios
números cardinales y ordinales transfinitos, y no de la investigación de lo que
usualmente es descrito como [ ... ] "la teoría de conjuntos" [ ... ] -los elementos
de los conjuntos que son números reales o complejos, los cuales se represen-
tan como "puntos" geométricos en un espacio de una o más dimensiones-
[Cantor, 1915, p. v, Prefacio].

4. ABSOLUTO VERSUS TRANSFINlTO

El estudio de los conjuntos que realizó Cantor comenzó con su trabajo


sobre las funciones arbitrarias y el descubrimiento de los símbolos trans-
finitos, y siempre permaneció ligado a ese comienzo. Cantor creía que
había descubierto que entre lo finito y lo "Absoluto" -el cual es "inasible
para la comprensión humana" - existe una tercera categoría, a la que
denominó el transfinito. Las razones iniciales de Cantor para postular lo
Absoluto originalmente fueron teológicas, y la teología continuó desem-
peñando a lo largo de toda su vida un papel importante en su noción de
lo Absoluto. Más adelante examinaremos algunas de las ideas matemáti-
cas de Cantor acerca de lo Absoluto, pero por ahora nos enfocaremos
principalmente sobre la manera como concebía el transfinito. Lo Absolu-
to tiene un papel muy importante dentro de esta discusión, así que es
conveniente ver cómo lo contrastó con el transfinito. En los Grundlagen
de 1883, Cantor decía que "lo Absoluto sólo puede ser reconocido y
admitido, pero nunca será conocido, ni siquiera aproximadamente".
También decía que estaba convencido de "que el dominio de las cantida-
des definibles no concluye con las cantidades finitas y, en consecuencia,
los límites de nuestro conocimiento pueden ser extendidos, sin que esto
necesariamente violente a nuestra naturaleza". En 1887 Cantor caracte-
rizó al transfinito como "constante en sí mismo, y más grande que cual-
quier finito, pero de cualquier modo irrestricto, incrementable y, en este
respecto, acotado". Desde el principio dedicó sus esfuerzos a compren-
der sólo el infinito incrementable (Hallett, 1984, pp. 13, 14).10
10 En esta sección me he apoyado mucho en el ilustrador trabajo de Michael Hallett
(1984), del cual he tomado la mayoría de las traducciones de las palabras de Cantor. Mi
propio análisis del trabajo de Cantor, el cual en muchos sentidos loma a Halletl como pun-
to de partida, lo presento en el apartado IV.2.
CONJUNTOS DE PUNTOS 67

De hecho, la noción de Cantor del transfinito es todavía más específica,


como lo dejó en claro en los Grundlagen:

El supuesto de que además de lo finito y lo absoluto -éste último inalcanzable


por cualquier determinación- no hay modificaciones a las que yo llame
actualmente infinitas -es decir, modificaciones determinables por medio de
números-lo encuentro totalmente injustificado [ ... ] Lo que yo afirmo y creo
haber demostrado en éste y en otros trabajos anteriores es que después de lo
finito hay un transfinito (al cual también se le puede llamar suprafinito); es
decir, una escala ascendente ilimitada de modos definidos que, por su natura-
leza, no son finitos sino infinitos, pero los cuales, justo como lo finito, pueden
ser determinados por medio de números bien definidos y distinguibles.
[Hallett, 1984, p. 39.]

En los Grundlagen, Cantor definió los números ordinales pero no los


cardinales (los números cardinales vinieron después, ese mismo año),
así que, en este pasaje, fueron los números ordinales a los que consideró
como básicos.
Puesto que los números ordinales desempeñan un papel tan importan-
te en la teoría de conjuntos cantoriana, vale la pena ver cómo los conci-
bió Cantor. Los números ordinales son generados, de acuerdo con Can-
tor, por dos principios: cada número ordinal tiene un sucesor inmediato
y cada sucesión de números ordinales creciente y sin fin tiene un nú-
mero ordinal como su límite (es decir, existe un ordinal que sigue des-
pués de tal sucesión). Precisó esto utilizando la noción de colección bien
ordenada: una colección M está bien ordenada por una relación <, si <
ordena linealmente a M con un elemento mínimo, y todo subconjunto de
M que no tiene cota superior en éste tiene un sucesor inmediato. 11 Dos
conjuntos bien ordenados son del mismo tipo si "pueden ser relaciona-
dos entre sí biunívocamente y en forma única de manera que la sucesión
de elementos sea recíprocamente preservada". Finalmente, se definió un
número (ordinal) como "el símbolo o concepto para un tipo definido de
conjunto bien ordenado" (Hallett, 1984, pp. 49-52).
Es razonablemente claro que por una parte los dos principios consti-
tuyen un intento para caracterizar el proceso que generó los símbolos
transfinitos de Cantor, y que por otra parte la noción de buen ordena-
miento aísla los rasgos clave de la sucesión generada utilizando los dos

11 Un miembro In de !vI es una cota superior de un subconjunto N de !vI, si m no es


menor que cualquier miembro de N. Un miembro m de !vI es una mínima cota superior de
N si m es una cota superior de N tal que si l es cualquier otra cota superior de N, entonces
In es menor que l. Un elemento m de !vI es un sucesor inmediato de N, si m es una cota
superior de N que no está en N, y tal que si l es cualquier otra cota superior de N que no
está en N, entonces m es menor que l.
68 CONJUNTOS DE PUNTOS

principios. En los Grundlagen, Cantor consideró al proceso con el que a


un conjunto cualquiera se le da la forma de un conjunt o bien ordenado
- especificando de este modo un a sucesión definida de los elementos del
conjunto- como una manera de contar los. elementos del conjunto
(Hallett, 1984, p . 146). Aun cuando hasta donde sé Cantor no lo hizo, no
es difícil explicar esto en detalle: Cuando se cuenta un conju nto, el orden .
en el que son contados sus elementos ordena linealmente el conjunto, de
tal manera que: a} hay un primer elemento, b} cada elemento tiene un
sucesor inmediato, y c} hay un sucesor de toda la sucesión de elementos
que no agota al conjunto (Hallett, 1984, p . 63). Es decir, al contar un con-
junto, automáticamente se produce una buena ordenación de él. 12 A la in-
versa, si un conjunto está bien ordenado, podemos contarlo siguiendo
este buen orden: al inicio se cuenta el primer elemento del conjunto (en
el sentido del buen ordenamiento), el sucesor de cada elemento después
de este elem ento, y si una sucesión de miembros del conjunto no lo ha
agotado, y por lo tanto no tiene una cota superior en la sucesión, se
cuenta después el sucesor inmediato de la sucesión.
Cantor expresó claramente su conformidad con la equivalencia entre
contar y ordenar bien cuando dijo (en los Grundlagen) :

que los conteos definidos pueden ser efectuados tanto en conjuntos finitos
como en conjuntos infinitos, asumiendo que se da una regla definida de acuer-
do con la cual éstos se vuelven conjuntos bien ordenados. El hecho de que sin
tal sucesión reglamentada de los elementos de un conjunto no pueda efectuar-
se conteo alguno radica en la naturaleza del concepto de conteo. [Hallett,
1984,p.146.]

Ahora podemos enunciar fácilmente en qué sentido son básicos los


números ordinales . Los conjuntos transfinitos son aquellos que pueden
ser contados, o (dando un equivalente al análisis del conteo de Cantor)
aquellos que pueden ser numerados por un ordinal o que están bien
ordenados. El que tal idea es central para el pensamiento de Cantor es
indica do por el hecho de que en los Grundlagen el autor se refiere a todos
los conjuntos como "contables" (Hallett, 1984, p. 150).13 Los conjuntos
son las variedades o clases bien ordenables e incrementables. Las varie-
dades no incrementables no son conjuntos.

Observación técnica . Cantor estaba plenamente consciente de que un


.12 No estoy suscribiendo el punto de vista de Cantor de que podemos dar sentido a una

noción de con teo para los conjuntos infinitos; simplemente estoy describiendo cómo me
p arece que debe desarrollarse este punto de vista. .
13 "Contable" ha llegado a significar finito o numerable. Yo evito este uso debido a que
entra en discordancia con la terminología de los Grundlagen .

~. ~ ..
. J
CONJUNTOS DE PUNTOS 69

mism o conjunto infinito p uede ser con tado de varias m aneras. De h e-


cho, Hallett manifestó al respecto lo siguiente (Hallett, 1984, p . 151):
"Cantor enfatizó [en los Grundlagen] que la única diferencia esencial
entre los conjun tos finitos y los infinitos es que los segundos pueden
ser enumerados (contados) de varias maneras, mientras' que los prime-
ros ú nicamente pueden ser enu merados de una sola m anera" . Cantor
asoció tilla clase de números con cada número infinito (ordinal) y: la
clase de todos los números de la misma potencia que y. Después utilizó
estas clases de n ú meros para representar las diferentes poten cias, las
cuales no fueron asociadas con un nuevo tipo de número, un número
cardinal, sino hasta más tarde. Como ya lo analizamos en el apartado 2,
Cantor sabía que cada clase de números tiene una potencia mayor que
la de cualquiera de sus miembros. Esto formó parte del argumento de
que cada potencia "está coordinada" con un número [Hallett, 1984, p.
41]. Así, la teoría de las potencias de Cantor estaba basada en su teoría
de los números ordinales (H allett, 1984,pp. 62, 65). En este libro no
tendremos necesidad de examinar la teoría de las potencias de Cantor.
El lector interesado en este tema puede consultar Hallett, 1984.

La heurística de Cantor proporcionó un contraejemplo inmediato para


la idea de que la suya podía ser una teoría de todas las clases: obviamen-
te, la clase de los números ordinales no puede ser contada, es decir, no se
le puede asignar un número ordinal, puesto que cualquier número ordi-
nal tiene muchos sucesores, de acuerdo con los principios de generación
de Cantor. En síntesis, la clase de todos lo números no puede ser nume-
rada. Como Cantor mismo lo destacó en los Grundlagen ,

ahora considero que el único problema que se debe investigar es el de las rela-
ciones de estos números suprafinitos, no sólo matemáticamente sino también
muy gener almente, y el de averiguar y demostrar en dónde aparecen éstos en
la naturaleza . No tengo ninguna duda de que de esta manera nos extendemos
todavía más, sin llegar jamás a una barrera insuperable, pero sin alcanzar
tampoco siquiera una comprensión aproximada d e lo Absoluto. Lo Absoluto
sólo puede ser reconocido, pero nunca conocido, ni siquiera aproximad amen-
te. Porque así como [ ... ] dado cualquier número finito, no importa cuán gran-
de sea éste, la potencia de los números finitos siguientes siempre es la m isma,
así ocurre con cada u no de los siguientes números suprafinitos [ ... ] hay una
totalidad de números [ .. .] la cual n o ha perdido nada en lo que se refiere a la
poten cia con r especto al t ot al de la absolutamente infinita totalidad de los
números que empiezan con 1 [ ... ] Por lo tanto, me p arece que la sucesión
absolutamente infinita de números es en cierto sentido un símbolo a decuado
de lo Absoluto. [Hallett, 1984, p. 42. ]
70 CONJUNTOS DE PUNTOS

El procedimiento de Cantor fue el inverso del que se podría esperar, y ésta


es la fuente de mucho de su éxito, como Hallett (1984) convincentemente
argumentó. Para obtener una teoría de los números que se pueda aplicar
tanto a lo finito como a lo infinito, Cantor se restringió a aquellos infini-
tos que se asemejan a lo finito en el sentido de que ellos pueden ser con-
tados. Por supuesto que no podemos contar realmente los conjuntos infi-
nitos, y como Frege lo destacó, ni siquiera podemos contar conjuntos
finitos suficientemente grandes, así que Cantor estaba utilizando una
idealización o una extensión de la usual noción del conteo. La mayoría
de los intentos de dar una fundamentación para la teoría cantoriana de
conjuntos se topa con el problema de justificar una apropiada idealiza-
ción. Éste no era problema para Cantor, cuya postura era abiertamente
teológica: para él la palabra "contable" significaba contable por Dios
(Hallett, 1984, pp. 15,35-36,44).
En contraste, Frege aplicó el enfoque que era de esperarse: puesto que
las colecciones infinitas no pueden ser contadas, buscó una teoría de los
números que fuera independiente del conteo. Por lo tanto, consideró
como fundamento a las correspondencias biunívocas, no al buen orde-
namiento. Esto desembocó en una teoría en la que los números básicos
son los cardinales, no los ordinales. (Para un análisis más detallado, véa-
se Hallett, 1984, pp. 151-153.) Ninguna restricción parece necesaria, ya
que una teoría fregeana obviamente no necesita excluir "lo Absoluto".
El argumento de Cantor, de que "la sucesión absolutamente infinita de
números" es "un símbolo apropiado de lo Absoluto", puede ser converti-
do en una demostración matemática precisa de que la clase de todos los
números ordinales no es un conjunto. Cantor dio a conocer tal demostra-
ción en una carta dirigida a Dedekind, fechada el 3 de agosto 1899 (Can-
tor, 1932a).14 Sin embargo, sabemos por una carta que escribió a Jour-
dain e14 de noviembre de 1903 (Grattan-Guiness, 1971, p. 117) que
Cantor conocía esa demostración desde 1895. Puesto que ahora podía
obtener una contradicción del supuesto de que el sistema de todos los
números es un conjunto, comenzó a llamarlo una multiplicidad incon-
sistente absolutamente infinita.

Observación técnica. Ésta es la demostración (no me he apartado en


lo esencial de la versión de Cantor). Como ya hemos visto, a todo con-
junto bien ordenado F corresponde un número ordinal Así, utilizan-
do nuestros ejemplos anteriores, F = (al> a2"") tiene el número ordinal
úJ, esto es, F = úJ, mientras que G = (b 2 , b3 , •.• , b 1 ) tiene el número ordi-

14 Véase Grattan-Guiness, 1974, pp. 127-128, en donde aparece la razón por la que la
carta está fechada incorrectamente, en Van Heijenoorl, 1967.
CONJUNTOS DE PUNTOS 71

nal w + 1. Existe un sentido natural en el que w es menor que w + 1: hay


un segmento inicial de G -es decir, la parte de G que viene antes de
b 1- que tiene un orden tipo w, como lo demuestra la correspondencia
biunívoca que aparea a¡ con b¡+l'
Como Cantor lo había demostrado, los números ordinales están
bien ordenados por el siguiente orden natural, el cual generaliza lo que
acabamos de ilustrar por medio de w y w + 1: si tanto IX como f3 son
números ordinales, decimos que IX es menor que f3 si hay un conjunto
bien ordenando F tal que Ji = f3 y un miembro a de F tal que el segmen-
to inicial de F determinado por a tiene el tipo de orden IX, donde el seg-
mento inicial de F determinado por a es justo el subconjunto de F
constituido por los miembros de F menores que a, con el mismo orden
que tenían en F.
El orden natural de los números ordinales tiene una conveniente
propiedad: Para cualquier ordinal IX, el conjunto de los números ordi-
nales menores que IX, ordenados en el orden natural, forma un conjun-
to bien ordenando del tipo de orden IX. Así, por ejemplo, el conjunto de
los números ordinales menores que 3, ordenado de la manera usual, es
decir (0, 1,2), es un conjunto bien ordenado del tipo de orden 3.
Supongamos que Ü es la clase de todos los números ordinales y que
Ü es un conjunto. Entonces Ü es un conjunto bien ordenado por el
orden natural, por lo que tiene un correspondiente número ordinal,
digamos Ü = 8. Por lo tanto, Ü es un conjunto bien ordenado de tipo 8.
Sin embargo, debido a la manera en que se define Ü, el número ordinal
8 debe ser un miembro de Ü. Por la conveniente propiedad mencionada
anteriormente, el segmento inicial de Ü determinado por 8 tiene un
tipo de orden 8 y así, por la definición del orden natural, 8 es menor
que Ü; es decir, 8 es menor que 8, lo cual es un absurdo. Esta contra-
dicción muestra que nuestro supuesto inicial, de que Ü es un conjunto,
debe ser falso. Como el propio Cantor lo destacó (Cantor, 1932a, p.
115): "El sistema Ü de todos los números es una multiplicidad incon-
sistente y absolutamente infinita".

Puesto que Cantor había argumentado que a todo número ordinal co-
rresponde un número cardinal distinto,15 del hecho de que el sistema de
todos los números ordinales es una multiplicidad inconsistente y absolu-
tamente infinita, se seguía que el sistema de todos los números cardina-
les que corresponde a los números ordinales también es una multiplici-
15 Las clases numéricas heredan su ordenamiento de los números ordinales, y por lo tan-
to están bien ordenadas. Puesto que todas las sucesiones de números cardinales tienen una
cota superior, son absolutamente ilimitadas, por lo que deben formar una clase similar
aD.
72 CONJUNTOS DE PUNTOS

dad inconsistente y absolutamente infinita. 16 Cantor continuó emplean-


do estos resultados para demostrar ciertos teoremas con los que había
estado trabajando durante mucho tiempo (para mayores detalles, véase
el apartado !V.2).

5 . PARADOJAS

En 1895, el año en el que Cantor desarrolló los argumentos que acaba-


mos de presentar, Bertrand Russell presentó su disertación, la cual fue
publicada posteriormente bajo el título de An Essay on the Foundations
of Geometry, en 1897. Era una trabajo de orientación neohegeliana. Rus-
seU creía que toda la ciencia (excepto la ciencia universal, la metafísica)
necesariamente contiene contradicciones que requieren una transición
dialéctica a otra ciencia para su resolución. Por ejemplo, la geometría es
la ciencia de las relaciones espaciales puras; pero las relaciones necesi-
tan relacionar algo. Así que la geometría debe postular algo más allá de
las relaciones espaciales puras: puntos espaciales. La contradicción es
trascendida moviéndose hacia la física (Griffin, 1988, pp. 20, 24-26).
Russell conoció el trabajo de Cantor en 1896. Más tarde Russell dijo al
respecto (Russell, 1967a, p. 200): "En esa época yo suponía erróneamente
que todos sus argumentos eran falaces, pero de cualquier modo continué
revisándolos hasta el más mínimo detalle. Esto fue de mucha utilidad
para mí, cuando más tarde descubrí que todas las falacias eran mías".
En esa época Russell creía que "el continuo como objeto de reflexión es
autocontradictorio" (Griffin, 1988, p. 32). En 1897 Russell reafirmó sus
dudas acerca del infinito matemático, pero en 1898 lo aceptó tentativa-
mente en el primer borrador de la obra que aparecería publicada bajo el
título de Principles of Mathematics (Russell, 1903; véase Moore, 1988b,
pp. 49, 50).
La aceptación del infinito por parte de Russell no duró mucho tiempo.
En 1899, por las mismas fechas en las que Cantor escribió a Dedekind la
carta que examinamos en la sección anterior, Russell impartía cátedra y
escribía acerca de Leibniz, quien aceptaba el infinito actual, pero argu-
mentaba contra el número infinito. En el segundo borrador de lo que
más tarde fue publicado como los Principies, escrito en 1899, Russell sos-
tenía que el número infinito era contradictorio, pero le preocupaba que
una clase, la extensión de un concepto (es decir, la colección de cosas a
la que se aplica el concepto), fuera una totalidad, la cual, por lo tanto,
debiera tener un número. Russell observó que surgía una versión más

16 Este argumento guarda cierta relación con el posterior axioma de reemplazo: el rango
de una función en un conjunto es un conjunto (véase el apartado V.2).
CONJUNTOS DE PUNTOS 73

de la la totalidad de los
números, y citó al respecto a quien decía que "el número de
todos los números implica una contradicción". Después escribió: "Existe
y no existe el número de los números" (Moore, 1988b, p. 50; Moore y
Garcíadiego, 1981, p. 325). El problema de si las colecciones infinitas tie-
nen o no un número infinito continuó acosándolo cuando el
siguiente borrador, un año después.
En un congreso que tuvo lugar en el verano de 1900, Russell conoció a
Peano, quien le causó una impresión favorable. Tiempo después co-
menzó a estudiar su trabajo y más tarde hizo el siguiente comentario:

Fue una época de intoxicación intelectual. Sentía una sensación como la que
se experimenta después de escalar una montaña en un día brumoso cuando, al
llegar a la cima, la niebla repentinamente se despeja y el paisaje se vuelve visi-
ble hasta cuarenta millas de distancia en todas direcciones. Durante años me
había embarcado en la tarea de analizar las nociones fundamentales de las
matemáticas, tales como la noción del orden y la de los números cardinales.
Repentinamente, en el transcurso de una cuantas semanas, descubrí lo que
parecían ser las respuestas definitivas a los problemas que me habían descon-
certado durante tantos años. Intelectualmente, el mes de septiembre de 1900
se convirtió en el cenit de mi vida. [Russell, 1967a, p. 232-233.]

Como resultado del estudio del trabajo de Peano -aparentemente rea-


lizado en el mes de septiembre-, Russell aceptó que toda colección tiene
un número cardinal, yen noviembre ya había encontrado un "error" en
el trabajo de Cantor (Coffa, 1979, p. 33). El argumento diagonal de Can-
tor demostró que no existe un número cardinal máximo. Pero el número
de individuos es precisamente el número máximo, puesto que todas las
clases están incluidas en la clase de los individuos (Russell consideraba
las clases y los números como individuos). Por las mismas fechas Russell
también notó que si los números ordinales están, como Cantor asegura-
ba, bien ordenados, entonces existe un número ordinal máximo; a saber,
el tipo de orden de la clase de todos los números ordinales. También des-
cribió el error como uno que involucraba la clase de las clases, en vez de
la clase de los individuos.!7 (Moore, 1988b, pp. 52-53.)
17 No sé por qué Russell pasó de la clase de los individuos a la clase de las clases. No es difí-
cil argumentar que las dos clases tienen el mismo número cardinal, y concluir que si el núme-
ro cardinal de una de ellas es el número cardinal máximo, entonces también lo es el número
cardinal de la otra. El argumento que posteriormente dio Russell (1903, p. 367) es más o
menos el siguiente: La clase de las clases está contenida en la clase de los individuos, así
que no es mayor. A la inversa, la clase de las clases con exactamente un miembro es del
mismo tamaño que la clase de los individuos (puesto que cada individuo se cOlTesponde
con la clase que lo tiene como único miembro), y la clase de las clases con exactamente un
miembro está contenida en la clase de las clases, por lo que no es más grande. Ninguna cla-
se es mayor que la otra, así que ambas tienen el mismo número cardinal, como se requiere.
74 CONJUNTOS DE PUNTOS

Russell todavía no sospechaba que hubiera alguna paradoja, aun


cuando había encontrado una contradicción. Creía que las conclusiones
de Cantor no eran tan generales como parecían. Respecto al detalle,
dudaba de la afirmación de Cantor de que los números ordinales están
bien ordenados, y suponía que su argumento diagonal, el cual tomó
como una demostración de que la clase de todas las subclases dEC una cla-
se es de una potencia estrictamente mayor (número cardinal) que la cla-
se no era tan general como parecía: no se aplica a la clase de todos los
individuos. Este último supuesto posteriormente fue respaldado por
Cantor,18 aun cuando él consideraba que sus resultados sólo eran aplica-
bles a los conjuntos "contables" (noción que examinaremos en detalle en
el apartado IV.2), no a las colecciones arbitrarias. El trabajo de Russell
estaba relacionado con las clases (noción que se verá con más detalle en
el apartado IV.1), pero durante todo el periodo que estamos comentando
-e incluso todavía más tarde- Russell interpretó el trabajo de Cantor
como si estuviera relacionado con las clases russellianas. Cuando Cantor
conoció el trabajo de Russell concluyó que la clase de todos los indivi-
duos no era un conjunto en absoluto, sino una multiplicidad inconsis-
tente absolutamente infinita.
La sospecha de Russell de que el argumento de Cantor no se aplicaba a
la clase de las clases, estaba basada en los siguientes razonables argu-
mentos: La clase de las clases tiene como elementos a todas las clases,
incluyendo aquellas que tienen como miembros a individuos, además 'de
clases. En contraste, la clase de todas las subclases de la clase de las cla-
ses está compuesta enteramente de clases que tienen como elementos
sólo clases, así que debe ser una parte propia de la clase de las clases, por
lo que no puede ser de mayor potencia que ésta (Coffa, 1979, p. 34).
Russell supuso que el argumento de Cantor demostraba que la clase de
todas las subclases de una clase tiene una potencia mayor que la clase, y
reformuló el argumento esencialmente de la siguiente manera: 19

1. Primero demostró que para cualquier función k de una clase u a la


clase de todas las subclases de la clase u, la clase de todos los ele-
mentos x de u en los que x no está en kx es una subclase de u que no
está en el rango de la función k.
2. Después observó que la clase de las subclases de una clase dada tie-
ne una potencia al menos tan grande como la de la clase, puesto que
la función que lleva a cada miembro x de la clase dada a la clase

18 En una carta traducida parcialmente, cuyo texto constituye el apéndice A del capí-
tulo IV.
19 El punto de vista de Cantor era diferente. Su texto fue traducido y constituye el apén-
dice B del capítulo IV.
CONJUNTOS DE PUNTOS 75

cuyo único miembro es x es una correspondencia biunívoca entre la


clase dada y algunas de sus subclases. Para demostrar que la clase
de las subclases de una clase tiene una potencia mayor que la de la
clase, es suficiente demostrar que las dos no tienen una potencia
igual.
3. Finalmente supuso, operando por contradicción, que una clase y la
clase de sus subclases tienen igual potencia. Por tanto, existe una
función de la clase a la clase de sus subclases que establece una co-
rrespondencia biunívoca entre ellas, pero esto contradice lo expues-
to en el punto 1: una correspondencia biunívoca no puede omitir a
un miembro del rango de la función.

Russell pensó que el argumento era erróneo en los casos en los que la
"clase" era la clase de las clases. Siguiendo a Russell, supongamos que
la clase sea la clase de las clases. En tal caso, parece que podemos definir
una función k de la clase a la clase de las subclases de la clase que inclu-
ya todas las subclases de la clase en su rango, como sigue: cuando x está
en la clase y es una clase de clases, kx sea x, y cuando x está en la clase y
no es una clase de clases, sea kx la clase cuyo único miembro es x. Pero
esto viola el punto 1 de la demostración cantoriana: de acuerdo con esta
demostración la clase u' de las clases x, tales que x no es miembro de kx '
no debe estar en el rango de k. Pero, observó Russell, u' es k u ' (presumi-
blemente debido a que k es la función identidad en las clases de clases), y
así, contrario al argumento cantoriano, u' está en el rango de k. De esta
manera, concluyó Russell, el punto 1 del argumento de Cantor es inco-
rrecto cuando la clase involucrada es la clase y la función es k, y por tan-
to Cantor no había demostrado que no existía el número cardinal máximo.
Russell dio a conocer este análisis en noviembre de 1900. Aparentemente
como una reflexión posterior, agregó que "de hecho, en este caso el pro-
cedimiento es imposible, porque si lo aplicamos a la propia u', encontra-
mos que u' es una k u " y por tanto no es una u'; pero a partir de la defini-
ción, u' debiera ser una u'" (Coffa, 1979, pp. 35-36).
Russell parece haber mantenido al menos hasta mediados de enero de
1901 la opinión de que el argumento de Cantor era defectuoso y que exis-
tía un número cardinal máximo (Coffa, 1979, p. 33). Pero fácilmente se
puede ver que la u' del argumento anterior es la clase de las clases que no
pertenecen a sí mismas, y que la reflexión posterior sólo demuestra que
u' es y no es un miembro de sí misma. Es decir, la definición de u' con-
duce a una contradicción, ya que no existe una clase de todas las clases
que no pertenecen a sí mismas. 2o Esto lo descubrió Russell en el mes de
20 Zennelo descubrió la paradoja de manera independiente, pero se sabe poco acerca de
los detalles. Véase Rang y Thomas, 1981.
76 CONJUNTOS DE PUNTOS

mayo de ese mismo añ0 2 ! 1988b, p. 53). Sin embargo, no existe


ninguna clase u', por lo que Russell no había un contraejem-
plo para el argumento de Cantor. En octubre de 1901 Russell escribió a
Louis Couturat que Cantor era ÍlTefutable (Coffa, 1979, p. 37).
Russell no sabía qué hacer con su contradicción:

Parece indigno de un hombre adulto gastar su tiempo en tales trivialidades,


pero, ¿qué iba yo a hacer? Algo estaba mal, puesto que tales contradicciones
eran inevitables sobre las premisas ordinarias. Trivial o no, el asunto consti-
tuía un reto. Durante toda la segunda mitad de 1901 supuse que la solución
sería fácil, pero al final llegué a la conclusión de que requería un gran trabajo
(Russell, 1967a, p. 236).

Russell finalmente escribió a Peana y a Frege acerca de "la cuestión"


en junio de 1902. En la carta que envió a Frege (Russell, 1967b) introdu-
jo el argumento con cierta reserva: "Hay sólo un punto en el que he
encontrado dificultad". Por el contrario, la respuesta de Frege fue clara,
pues en su carta de réplica manifestó (Frege, 1967) que "no sólo los
cimientos de mi aritmética, sino también los fundamentos de toda la
aritmética parecen desvanecerse". Así fue como el "dilema" de Russell
se trasformó en la paradoja de Russell. Para septiembre la paradoja se
había convertido en un problema central para Russell (Moore y Garcia-
diego, 1981, p. 328).
Para cuando apareció publicada la obra The PrincipIes, Russell ya ha-
bía descubierto otras dos paradojas: 22 la paradoja del ordinal máximo y
la paradoja del cardinal máximo. La paradoja del ordinal máximo es
ésta: La clase de todos los números ordinales está aparentemente bien
ordenada, así que tiene un número ordinal como tipo de orden, el cual
debe ser el ordinal máximo. Pero no puede existir un número ordinal
máximo, puesto que cada numero ordinal puede ser incrementado por 1
(Russell, 1903, p. 323). Debe ser clara la similitud entre este argumento y
el que Cantor utilizó para demostrar que los números ordinales forman
una multiplicidad inconsistente. La paradoja del ordinal máximo llegó a
ser conocida como la paradoja de Burali-Forti, puesto que Russellla
atribuyó a Cesare Burali-Forti. De hecho, la paradoja se debe a Russell,

21 Hasta donde sé, Russell realmente no analizó en esta época la clase de todas las clases
que no son miembros de ellas mismas, sino sólo la clase de todos los predicados que no
pueden ser predicados de ellos mismos. La versión en términos de clases aparece en su car-
ta a Frege (Russell, 1967b), la cual escribió un año más tarde.
22 Mi método de contar las paradojas es un poco arbitrario. Por ejemplo, considero que
la paradoja de la clase de las clases que no son miembros de sí mismas, y la paradoja de la
clase de los predicados que no son predicables de sí mismos son la misma, a causa de su
evidente similitud.
CONJUNTOS DE PUNTOS 77

aun cuando al parecer se la sugirió un artículo escrito por Burali-Forti


y Garciadiego, 1981).
La paradoja del cardinal máximo es la siguiente: La clase de las clases
no puede ser mayor que la clase de los individuos, puesto que está conte-
nida en esta última. Pero la clase de las clases es la clase de todas las sub-
de la clase de los individuos, y el argumento diagonal de Cantor
muestra que ésta es mayor que la clase de los individuos. Russell intro-
esta paradoja como sigue (Russell, 1903,366-367): "El argumento
(de Cantor), debo confesarlo, no parece contener algún supuesto dudoso;
no obstante, hay ciertos casos en los que la conclusión parece evidente-
mente falsa". Ésta frecuentemente es llamada "la paradoja de Cantor",
presumiblemente debido a que está basada en el argumento de Cantor.
En otras palabras, el argumento de Cantor demuestra que no existe un
número cardinal máximo; pero la cardinalidad de la clase de todos los
individuos debe ser el número cardinal máximo, puesto que todas las de-
más clases están incluidas en ésta.
La paradoja de Russell parece ser la de mayor importancia debido a
que es mucho más directa que las otras. En cierto sentido, la paradoja
del cardinal máximo ya incluye a la paradoja de Russell, como lo hemos
visto por la manera en que Russell descubrió su paradoja. La paradoja
del ordinal m;L'Cimo involucra la maquinaria de los conjuntos bien orde-
nados y los números ordinales, por lo que Russell pensó que podría
disolverse de alguna manera técnica.
IV, ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

1. RUSSELL

¿POR QUÉ RUSSELL ENCONTRÓ PARADOJAS donde Cantor no halló ninguna?


Porque Ru ssell aceptó un principio que Cantor r echázó, el cual entraba
en conflicto con los principios en los que ambos coincidían. Este princi-
pio, que parece haber sido formulado por Peana, es el principio de com-
prehensión. En palabras de Russell (Russell, 1903, p. 20), "una clase pue-
de ser definida como la totalidad de los términos que satisfacen alguna
función proposicional". En esto y otros aspectos concernientes a la n o-
ción de clase, Russell siguió a Peana, como él mismo lo reconoció. En
particular, para Russell todas las clases están "compuestas de términos".
La noción de clase de Peana y Russell es esencialmente lo que Penelo-
pe Maddy h a denominado la n oción lógica de las colecciones. La marca
característica de esta noción es que, de acuerdo con ella, cada colección
está asociada con alguna clase de definición o regla que caracteriza a los
miembros de la colección.!
En la obra Grundgesetze der Arithmetik , Frege desarrolló una noción
que equivale formalmente a la de clase, así como un principio análogo al
principio de comprehensión -un principio que sujeta a su sistema a pa-
radojas-. No obstante, como el propio Russelllo destacó (Russell, 1903,
p. 513), Frege no aprobó la nueva forma en la que Peana concibió las cla-
ses, que fue la que llegó hasta nosotros a través de RusselJ.2
1 El término fue acuñ ado por Maddy, pero ella lo utilizó de manera ligeramente distinta
(Maddy, 1990, pp. 103, 121): "La noción lógica [ ... ] considera un número de diferentes fore
mas, dependiendo exactamente de qué clase de entidad proporcione el principio de selec-
ción; pero tod as éstas tienen en común la idea de dividir absolutamente todo en dos gru-
pos, de acuerdo con alguna regla." Compare esto con Gbdel, 1947, p. 475.
2 Frege con sideró que los conceptos son básicos. Estaba interesado en una relación de
equivalen cia p articularmente importante entre los conceptos: la equivalencia extensional.
Dos conceptos son extensionalmente equivalentes si ambos son válidos para los mismos
objetos. Frege postuló que a cada concepto corresponde un objeto lógico -la extensión del
concepto-, de tal modo que los conceptos extensionalmente equivalentes cOlTesponden al
mismo objeto, mientras que los conceptos que no son equivalentes no cOlTesponden al
mo objeto.
Frege n o tenía mucho más qué decir acerca de la naturaleza de los objetos lógicos
"extensiones"), los cuales frecuentemente son confundidos con las clases de Peano
a que las funciones proposicionales que son satisfechas p or los m ismos objetos
la misma clas e - u na propiedad formalmen te análoga a la postulada por Frege-.
embargo, dichas p ropiedades no son la misma: las clases están compuestas de térm
- por lo que la relación de pertenencia era básica para Peano-; en camb io, los ob

78
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 79

Russell al menos estaba vagamente consciente de que la concepción de


Cantor de un conjunto era diferente de la suya:

cuando los matemáticos tratan con lo que denominan variedades , agregqdo,


Menge (término de Cantor ), ensemble o un nombre equivalente, es común
~especialm ente donde el n úmero de términos involucr ados es finito- que
consideren al objeto en cuestión (qu e es, de hech o, una clase) como definido
por la enumeración d e sus términos [ ... ] Aquí no son los predicados ni la
denotación lo que resulta relevante, sino los términos conecta dos por la con-
junción y, en el sentído en el 'cual est a pala bra r epresenta una conjunción
numérica (Russell, 1903, p. 67).

La concepción de Cantor, que será examinada con detalle en el siguiente


apartado, constituye la base de la actual concepción casi universalmen-
te utilizada por los matemáticos. La principal evidencia en la que me baso
lógicos de Frege eran definidos sin referencia a la p ertenencia . Lo cierto es que más tar de
Frege definió una noción formalmente equival ente a la de p ertenencia en los siguientes tér-
minos: x es "elem ento" del objeto lógico y si hay a lgún concep to F tal que y sea el objeto
lógico que corresp onde a F y x está incluido en el concepto F. Pero esto no era claramente
la base de sus objetos lógicos. De hecho, Frege dijo (Frege, 1895, p. 228): "El concepto es
lógicamente anterio r a su extensión, y con sidero que es fútil el intento de con siderar a la
extensión de un concepto como una clase y hacerla descansar, no sobre el concepto, sino
sobre cosas individuales". Más adelante agrega: "La extensión de un concepto no consiste
en los objetos que están incluidos en este concep to (de la manera en la que, p o r ejemplo,
un bosque consiste de árboles); está asociado con el concep to y sólo con él. Por lo tanto, el
concepto tiene precedencia lógica respecto a su extensión" .
Además, Frege quería que todos los objetos de su sistema fueran objetos lógicos, así que
simplemente estipuló arbitrariamente que el objeto que es la extensión del concepto "x es
lo verdadero" , es lo verdadero, no la clase de las verdades y, de manera similar, que el obje-
es la extensión del otro concepto es lo falso. Esto no hubiera sido posible si hubiese
Ull.ll ""'UU la noción de Peano-Russell de una clase compuesta de elementos (Russell, 1903,

510-5 12; y Resnik, 1980, pp. 204, 220).


Tengo la impresión de que en 1903 Frege todavía no había comprendido plenamente la
de Peano-Russell, ya que intentó "evitar la contradicción" (se refería a la paradoja
permitiendo que dos conceptos corresp ondieran a l mismo objeto, a un cuando
"esté incluido en uno p ero no en el otro" (Frege, 1980, p. 15 0). (Frege llamó
PytPl'<lim a este objeto; Russell utilizó el término rango de valores, expresión con la que tra-
término de Frege. Sin embargo , aun cuando rango de valores incluye a la extensión
es más general que ésta. He evitado estos términos, p ues lo que aquí está en dis-
si el uso que ellos hicieron de tales tém1inos es similar al nuestro). Russell hizo la
pregunta (Frege, 1980, p . 155): "¿Cree que el ran go de valores permanece inalte-
si alguna subclase de la clase es asignada a ést a como u n nuevo elemento) Frege repli-
(Frege, 1980, p. 157): "No creo que, en gen eral, una clase p ermanezca inalterada cuando
particular subclase sea agregada a ella. Todo lo que quiero decir es que dos conceptos
la misma extensión (la mism a clase), cuando la única diferencia entre ellos es que esta
cae bajo el primer concepto, pero no bajo el segundo". Sean lo que sean las extensio-
de Frege, sus miembros no son constitutivos de ellas. El hecho de que él las identificara
las clases en este pasaje, demu estra que no había comprendido la noción de clase. De
aUI""·"" con Charles Parsons, Frege siempre consideró a las clases o bien como exten sio-
(fregeanas) o como agregados constituidos de partes, es decir, como sumas mereológi-
(Parsons, 1976, p. 268).
80 SON LOS CONJUNTOS?

para hacer esta aseveración aparece en el apartado V.l. Después presenta-


ré una detallada historia de la concepción cantoriana sin necesidad de
referirme a la concepción de Peano y Russell. Esto por sí solo ayudará a
demostrar que la concepción cantoriana es .dominante. Pero también
podemos encontrar una afirmación explícita de ese predominio en un ar-
tículo escrito por Skolem, que se analizará en detalle en el apartado V.3:

Por lo que sé, hasta ahora sólo uno de tales sistemas de axiomas [para la teoria
de conjuntos] ha encontrado una aceptación casi general. Me refiero al siste-
ma construido por Zermelo [Zermelo, 1908b]. Russell y Whitehead también
construyeron un sistema de lógica que proporciona una fundamentación para
la teoría de conjuntos; sin embargo, si no me equivoco, los matemáticos han
mostrado poco interés en este último. [Skolem, 1923b, p. 291.]

Como veremos en el apartado V.l, el sistema de Zermelo está basado


en el de Cantor. No deseo dar la impresión de que pienso que Frege y
Russell fueron poco importantes; sin embargo, sus trabajos matemáticos
estuvieron relacionados principalmente con la lógica, la formalización,
la axiomatización y temas afines, no con la teoría de conjuntos. En parti-
cular las paradojas son importantes por lo que nos revelan acerca de
nuestras concepciones sobre las propiedades y la verdad, pero no son
importantes para la teoría de conjuntos, como Godel ya lo había obser-
vado en 1947 (Parsons, 1986, p. 105).
Es necesario examinar el concepto de las clases que Russell desarrolló
en respuesta a las paradojas, antes de abordar el concepto de los conjun-
tos de Cantor, aunque sea sólo para asegurarnos que son claramente dis-
tinguidos. Russell era un lógico. Deseaba probar que las matemáticas y
la lógica son una misma cosa mostrando cómo desarrollar todas las
matemáticas dentro de un sistema de ideas libre de condiciones especia-
les o supuestos empíricos y psicológicos. Su programa era sustan-
cialmente similar al que Frege desarrolló para la aritmética y el análisis. 3
Frege y Russell encararon un problema común: evidentemente las
matemáticas tratan con objetos (números, etc.); sin embargo, el supues-
to de que existen objetos de una clase u otra evidentemente va más allá
de la lógica pura. Ambos arribaron a una solución formalmente análoga,
la cual explicaré con un ejemplo. Las relaciones definibles están dentro
del terreno de la lógica, incluyendo las correspondencias definibles una a
una. Así, sin ir más allá de la lógica se puede utilizar el método de Cantor
para definir la equinumerosidad: dos sistemas 4 son equinuméricos si exis-

La motivación de Russell era bastante diferente de la de Frege. Véase Hylton, 1990.


3
Aquí estoy utilizando la expresión sistema como una palabra neutral para cualquier
4
cosa que tenga un número asociado. Frege y Russell no estuvieron de acuerdo.
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 81

te una co.rrespo.ndencia biunÍvo.ca entre ello.s. Supo.nga que se po.stula


como. un principio. lógico que to.da relación de equivalencia (equinume-
ro.sidad en el ejemplo.) determina o.bjeto.s lógico.s y una relación lógica tal
que las entidades en el campo. de la equivalencia mantienen la relación
co.n el mismo. o.bjeto. lógico. si y sólo. si so.n equivalentes. En tal caso. esto.s
lógico.s serán adecuado.s para desempeñar el papel de o.bjeto.s
matemático.s. Russell utilizó las clases co.mo. lo.s o.bjeto.s lógico.s y la per-
tenencia co.mo. la relación lógica (Russell, 1903, pp. 166-167), co.mo. fue
sugerido. por lo.s trabajo.s de Peano., Burali-Fo.rti y Mario. Pieri (Ro.drí-
guez, 1987). ASÍ, para Russell un número. era una clase de to.do.s lo.s sistemas
equinumérico.s co.n cualquier elemento. de la clase. Po.r ejemplo., según
Russell el número. 2 es la clase de to.das las parejas. Por lo. tanto., ser un
sistema de do.s o.bjeto.s simplemente significa ser un elemento. del núme-
ro 2, es decir, un elemento. de la clase de to.das las parejas. En general, el
número. de un sistema era simplemente el número. del cual era elemento.
dicho. sistema. Para Frege, el número. de un sistema era la extensión del
co.ncepto. "ser equinumérico. co.n ese sistema".
El principio. de co.mprehensión era lo. que pro.po.rcio.naba lo.s o.bjeto.s
matemático.s en la temprana explicación lógica de las matemáticas de
Russell, desempeñaba un papel central pero. también era la fuente de las
parado.jas. Po.r lo. tanto., Russell tenía do.s o.pcio.nes: restringir únicamente
las funcio.nes pro.po.sicio.nales a las que se aplica este principio. o. restrin-
gir las funcio.nes pro.po.sicio.nales en general, de manera que el principio.
to.davía se mantuviera íntegro.. Cualesquiera restriccio.nes que ado.ptara
tenían que ser de carácter puramente lógico.. Russell pro.bó ambas o.pcio.-
nes y o.freció muchas variantes de la segunda. Sólo. estudiaré una de sus
teo.rías, que es de la segunda clase: su teo.ría de lo.s tipo.s de 1908, tal co.mo.
la presenta en la o.bra (Russell, 1908). Me he enfo.cado. en esta teo.ría
debido. a que pienso. que es la mejor, y porque hizo. surgir ciertas cuestio.-
nes que serán útiles en lo.s capítulo.s siguientes. 5
En su teoría de lo.s tipo.s de 1908, Russell co.nsidera a lo.s individuo.s y a
las pro.po.sicio.nes co.mo. lo. básico.,6 y analiza lo.s enunciado.s que mencio.-
nan funcio.nes pro.po.sicio.nales y clases co.mo. si sólo. incluyeran entida-
des básicas. En este sentido., la teo.ría es una teo.rÍa sin clases -las fun-
cio.nes pro.po.sicio.nales y las clases no. so.n co.nsideradas co.mo. "parte del
mo.biliario. fundamental del mundo.".
5 El artículo de Urquhart, 1988, proporciona un útil y breve relato de los intentos de
Russell para resolver las paradojas. Los artículos de Landini (1987 y 1989) son muy útiles
para comprender el desarrollo de la teoría de los tipos de Russell, por lo que me he apoya-
do mucho en ellos.
6 De acuerdo con Peter Hylton (Hylton, 1990, pp. 151, 155), Russell sólo había postulado
las clases, pero tenía un argumento para justificar la existencia de los individuos y las pro-
posiciones: éstos son requeridos por la lógica.
82 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

Analizaré las funciones proposicionales con cierto detalle antes de abor-


dar las clases, puesto que la mayor parte del trabajo es realizado por me-
dio de la teoría de las funciones proposicionales. Por ejemplo, la función
proposicional "x es mortal" puede ser representada por la proposición
"Sócrates es mortal" y el individuo Sócrates. Russell consideró como pri-
mitiva la relación cuaternaria del siguiente ejemplo: El resultado de susti-
tuir a Platón por Sócrates en la expresión "Sócrates es mortal" es "Platón es
mortal". Esto tiene la siguiente ventaja: Si consideramos a las funciones
proposicionales como básicas, tomaremos el camino directo hacia las
paradojas, como se puede ver si la función proposicional "x no es autopre-
dicable" es sustituida por ella misma. No obstante, si adoptamos la estra-
tagema de Russell entonces la expresión "x no es autopredicable" aparen-
temente debe ser representada por una pareja como "Sócrates no es
autopredicable" y Sócrates, o "'Sócrates es mortal' no es autopredicable" y
"Sócrates es mortal", dependiendo de si consideramos que la variable en
"x es autopredicable" abarca a los individuos o a las proposiciones. Sin
embargo, esto tampoco facilita nuestro intento -se supuso que la variable
abarcara las funciones proposicionales-o Por lo tanto, la variable debe
convertirse en dos variables: "(p, a) es autopredicable", donde ahora "auto-
predicable" debe significar algo concerniente a una pareja. Pero "(p, a) es
autopredicable" es una función proposicional que debe ser representada
(puesto que existen dos variables libres) por una tríada: "('Sócrates es
mortal', Sócrates) es autopredicable", "Sócrates es mortal" y Sócrates. No
necesitamos preocuparnos acerca de cómo dar sentido a la expresión
"autopredicable" debido a que hay una clase diferente de problema; íba-
mos a definir la expresión "autopredicable" para las funciones proposicio-
nales representadas por parejas, pero la función proposicional que inten-
tábamos sustituir para obtener una paradoja está representada por una
tríada, por lo que no puede ser sustituida. ¡La paradoja está bloqueadal
El análisis de las funciones proposicionales en proposiciones e indivi-
duos crea, en efecto, una jerarquía de tipos, ubicándose las proposiciones
e individuos en la base y corriendo sobre ellos variables simples; después
siguen las funciones proposicionales de proposiciones o individuos, con
parejas de variables corriendo sobre ellos; después siguen las funciones
proposicionales de funciones proposicionales de proposiciones o indivi-
duos, y así sucesivamente. (Los tipos no están en estricto orden lineal:
puede haber funciones proposicionales tanto de individuos como de fun-
ciones proposicionales de individuos, etc. Para mayores detalles, véase
Rus s ell, 1908; y Landini, 1987.) De acuerdo con Henri Poincaré, la fuente
de estas paradojas es un círculo vicioso de definiciones. En este caso nin-
guna función proposicional puede contenerse ella misma en su propio
rango, y con esto queda bloqueado un círculo análogo.
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 83

Tome nota de lo ingenioso del artificio de Russell. Queda fuera del sis-
tema de representación de Russell que la vieja noción de función proposi-
cional fuera incoherentemente amplia. Por supuesto que la eliminación
de la incoherencia tiene el efecto de restringir las funciones proporciona-
les que serán permitidas. Pero la restricción, además de ser suficiente
para bloquear las paradojas, permite retener el aire de perfecta generali-
dad: La eliminación del uso de proposiciones incoherentes, aun cuando
es la restricción que se requiere, no afecta la pureza lógica, y cuando co-
menzamos con el nuevo sistema de representación no necesitamos pre-
sentarla como una restricción. Se permiten todos los artilugios usuales
de la lógica, y los tipos pueden aparecer sin ninguna defensa especial. La
teoría todavía puede pretender ser una parte de la lógica pura, así las
matemáticas todavía serían una con la lógica, sin que fuesen requeridas
modificaciones adicionales.
Desafortunadamente el sistema de tipos que acabamos de describir
todavía está sujeto a paradojas, como el propio Russelllo descubrió en
1906 (Landini, 1989, p. 37).7 La presente teoría permite la cuantificación
sobre todas las proposiciones e individuos y aSÍ, por derivación, sobre
todas las funciones proposicionales de un solo tipo, incluyendo las fun-
ciones proposicionales de un tipo que se especifican utilizando la cuanti-
ficación sobre funciones proposicionales de ese mismo tipo.

Observación técnica. La paradoja que descubrió Russell incluía fun-


ciones proposicionales de proposiciones. Russell trabajó directamente
en su sistema básico, en el cual la cuantificación sobre parejas de pro-
posiciones sustituye a la cuantificación sobre funciones proposiciona-
les. Utilizaré la cuantificación sobre funciones proposicionales, puesto
que el argumento es más fácil de seguir con esta notación, aun cuando
tal cuantificación es sólo una abreviación de algo más complicado en la
notación de base. La simplificación es la que Russell había adoptado
en 1908. La totalidad de mis variables con símbolos latinos correrán
sobre proposiciones, y las constantes con símbolos latinos representa-
rán proposiciones. Mis variables con símbolos griegos correrán sobre
funciones proposicionales, y las constantes con símbolos griegos
representarán funciones proposicionales. Puesto que consideraremos
explícitamente sólo funciones proposicionales de una variable, pode-
mos utilizar, por ejemplo, cp para indicar una función proposicional y
cp(x) para indicar el valor de esa función en x. Sea ¡fJ la función propo-
sicional (de y)
7 Estoy simplificando un poco la historia. En 1906 Russell estaba trabajando con una
teoría de los tipos de complejidad intermedia entre la descrita en el texto y la versión de
1908 hacia la que me estoy dirigiendo.
84 SON LOS CONJUNTOS?

(3cp)(y = [cpeb) =q] /\ -,cp(y».

He respetado los escrúpulos modernos acerca del uso y mención,


hasta el punto de formar el nombre para una proposición encerrando
a dicha proposición entre corchetes. (Russell no tenía tales escrúpu-
10S.)8 Ahora consideremos la proposición ¡f¡([¡f¡(b) = q]}¡ la cual se lee
como sigue:

(3cp)([¡f¡(b) = q] = [cp(b) = q] /\ -,cp([¡f¡(b) = q]».

La igualdad [¡f¡(b) = q] = [cpeb) = q] es un igualdad entre proposicio-


nes, las cuales son intensionales. Así, cuando se tiene la igualdad, de
esto se sigue que ('I7'y)([¡f¡(y)] = [cp(y)], y entonces ('I7'y) (¡f¡(y) ~ cp(y».
Por lo tanto podemos derivar la contradicción ¡f¡([ ¡f¡(b) = q]) ~
-,¡f¡([ ¡f¡(b) = q J).
Una vez más tenemos un círculo de sustituciones (¡f¡ ha sido sustitui-
da por ella misma).

Para bloquear la nueva paradoja, Russell introdujo "órdenes" de propo-


siciones. En la base están las proposiciones de primer orden: las proposi-
ciones "elementales" y aquellas que involucran la cuantificación sólo
sobre individuos. Después vienen las proposiciones de segundo orden, las
cuales también pueden incluir la cuantificación sobre proposiciones de
primer orden. Y así sucesivamente. No está permitida la cuantificación
sobre todas las proposiciones, sino sólo sobre proposiciones de un deter-
minado orden.
y con esto hemos descrito la jerarquía "ramificada" de Russell. Las fun-
ciones proposicionales de cualquier tipo determinado pueden ser defini-
das por medio de funciones proposicionales de varios órdenes. El sistema,
aunque menos natural que antes, todavía está motivado exclusivamente
por preocupaciones lógicas, ya que de cualquier manera no se pueden
permitir paradojas. Por lo tanto, el argumento anterior podría ser toma-
do como una demostración de que los órdenes de las proposiciones (o de
cualquier cosa que pueda servir como sustituto para las proposiciones)
son lógicamente necesarios. La jerarquía ramificada es de hecho el siste-
ma lógico propuesto por Russell, aunque modificado de varias maneras
después de 1908. Desafortunadamente se requieren supuestos adiciona-
les para desarrollar las matemáticas. Más adelante daré una explicación
al respecto, después de mostrar cómo manejó Russelllas clases.
8 Puesto que Russell no tenía inconveniente en permitir la inclusión de predicados de
verdad en su notación de base, es posible reformular la paradoja de una manera que satis-
faga los estándares modernos; sin embargo, no me detendré a comentar esto.
SON LOS CONJUNTOS? 85

Las funciones Por


(llamémosla Caila)
sin creer que todos los también 10 son, a pesar
hecho de que "x es humano" y "x es un bípedo son coex-
tensivos. 9 el valor de verdad de la función proposicional "Caila cree
que para x si entonces x es mortal" de la función par-
<jJ, no de lo que satisface a <jJ. Decimos que una función pro-
posicional 0 es extensional si

('I/<jJ¡f¡)(('l/x)(<jJ(x) H ¡f¡(x»-+

es decir, si su valor de verdad es el mismo en las funciones proposiciona-


les coextensivas <jJ y ¡f¡.1O Para las funciones proposicionales extensionales
utilizadas sólo dentro de las funciones proposicionales extensionales, las
cuales son todo lo que necesitamos para nuestros propósitos matemá-
ticos, simplemente podemos identificar cada función con la clase de cosas
que la satisfacen y después definir, por ejemplo, que <jJE0 sea 0(<jJ), que
<jJ n ¡f¡ sea <jJ 1\ ¡f¡, etc. Hacemos definiciones análogas para las funciones
proposicionales de los individuos, para las relaciones y funciones y tam-
bién para las clases.
Pero ahora estamos en problemas debido a que las relaciones, clases y
funciones, que después de todo sólo son ciertas funciones proposiciona-
les, tienen órdenes. Así, por ejemplo, una clase finita es una clase tal que
no hay función alguna que la relacione biunívocamente con una subcla-
se propia; sin embargo, no podemos utilizar este hecho para definir las
clases finitas, debido a que sólo podremos cuantificar sobre funciones de
un orden u otro. No podemos expresar "ninguna función en absoluto";
sólo podemos decir "ninguna función de tal y cual orden". Nos enfrenta-
mos con la posibilidad de una clase que es finita con respecto a funciones
de algún orden, pero infinita con respecto a funciones de algún orden
superior, y también de que se haya perdido la posibilidad de hacer mate-
máticas ordinarias. Después de todo el programa logicista de Russell fra-
casó, como resultado de las paradojas (su ingeniosa enmienda no tuvo
éxito).
Russell no se rindió tan fácilmente como lo hizo aparecer el relato que
acabamos de presentar. Lo que le faltó a su teoría es una noción de clase
que no tuviera asociado un orden. La paradoja que nos condujo a intro-
ducir órdenes era de tipo intensional, mientras que las clases son exten-

9 Seguiré la tradición ignorando la existencia de pollos desplumados y otros contrae-


jemplos para la supuesta coextensividad.
10 Aquí todas las variables con letras griegas minúsculas corren sobre funciones de algún
orden fijo, sin importar cuál orden. Observaciones similares se aplican más adelante.
86 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

sionales. Esto sugiere una manera de salir del paso: No podemos asumir
que todas las funciones proposicionales (de un tipo determinado) sean
del mismo orden, debido a la paradoja, pero podemos fijar un orden
para cualquier tipo dado y después asumir que toda función proposicio-
nal (de cualquier orden) de un tipo determinado es coextensiva con una
del orden fijado. Es decir, podemos asumir que algún orden incluye tan-
tas funciones proposicionales, que éstas pueden representar a todas las
clases. Como todas las clases serán entonces del mismo orden, podremos
cuantificar sobre todas ellas. El supuesto que permite esto, y que por tan-
to permite hacer matemáticas dentro de la teoría de los tipos, es el axio-
ma de reducibilidad de Russell. A continuación se presentan sus detalles.

Observación técnica. Recuerde que una función proposicional se


analiza como un proposición (el prototipo) más una o más proposicio-
nes o individuos que en efecto indican los lugares del argumento. Sea
el orden de una función proposicional (su número mínimo) al menos el
orden del prototipo y mayor que los órdenes de los argumentos (los
individuos tienen un orden cero; las proposiciones elementales tienen
un orden uno). La definición, que difiere de la que aparece en Russell,
(1908, p. 164), produce, por ejemplo, (®(ep), ep), donde ep es elemental,
al menos de segundo orden, lo cual pone a los órdenes de las funciones
proposicionales en línea con los de Whitehead y Russell, (1957, pp.
163-164). Se dice que una función proposicional es predicativa si su
orden es mayor que los órdenes de las proposiciones e individuos que
indican los lugares del argumento. Siguiendo a Russell, nosotros indi-
caremos que una función proposicional es predicativa con un signo de
exclamación,11 así: ep! El axioma de reducibilidad se lee:

(3ep)(Vx)(ep!(x) H o/ex)),

11 Alfred North Whitehead y Russell (1957, pp. 164-165) definieron a la función proposi-
cional predicativa como una función que está libre de cuantificador, lo cual es muy conve-
niente para el enunciado del axioma de reducibilidad, y probablemente es todavía más
natural que lo que yo he hecho aquí. Pero estos autores también aseguraban que es posible
restringir la cuantificación a las funciones proposicionales predicativas -es decir, libres de
cuantificador-o Las razones que ofrecieron no están fundamentadas, por lo que aquí
ofrezco una definición de "predicativo" que hace correcta a esta afirmación. En un caso
especial, sus razones equivaldrían a esto: La fórmula (Vx)q:,(x), donde q:,(x) es (Vy)¡f¡!(x, y) es
precisamente (Vx)(Vy)¡f¡!(x, y). (En esta nota el símbolo de exclamación indica que ¡f¡ está libre
de cuantificador). Por lo tanto, podemos reemplazar (Vq:,)(Vx)q:,(x) por (V¡f¡)(Vx)(Vy)¡f¡!(x, y).
Pero esto no funciona, puesto que (Vq:,) incluye en su rango (VY1)¡f¡!(X'Y1)' (VY1)(VY2)¡f¡!(X, Y1' Y2),
(Vy ¡)(VY2)(VY3) ¡f¡l(x, Y1, 12, 13) Y así sucesivamente, mientras que el cuantificador (V¡f¡), que
se supone que lo reemplaza, se acomoda sólo a un número fijo de y;. Puesto que los órde-
nes no juegan papel alguno en las consideraciones matemáticas después de la intro-
ducción del axioma de reducibilidad, el resto de Whitehead y Russell (1957) no es
afectado.
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 87

donde ¡f; es una letra esquemática que puede ser reemplazada por cual-
quier función proposicional de cualquier tipo y orden con una variable
libre, y x es una variable del tipo y orden apropiados. Los axiomas
para dos o más variables libres son análogos. Russell t~mbién se refi-
rió al axioma para una variable libre como el axioma de las clases, yal
axioma para dos variables libres lo denominó el axioma de las relacio-
nes (binarias).
Pero todavía no salimos a terreno despejado: no podemos conside-
rar a la clase asociada con una función proposicional como la corres-
pondiente función proposicional predicativa coextensiva, ya que pue-
de haber muchas funciones proposicionales predicativas coextensivas.
Por lo tanto, damos una definición contextual que muestra cómo, en el
caso de las fórmulas que incluyan clases, reinterpretarlas como fórmu-
las sin ellas. Éstas van a ser eliminadas de nuestro vocabulario oficial,
como ya se ha hecho con las funciones proposicionales.
Con cualquier función proposicional 0 de un argumento predicativo
<jJ! asociamos una fórmula esquemática 0({z : ¡f;(z))), la cual se define
como sigue:

(3<jJ)((Vx)(<jJ!(x) B ¡f;(x)) 1\ 0(<jJ!)),

donde ¡f; es una letra esquemática que puede ser reemplazada por
cualquier función proposicional con una variable x apropiada para <jJ!.
Por ejemplo, definimos que x E {z: ¡f;(z)) es la fórmula que surge de
nuestro esquema utilizando la función proposicional 0 definida por
0(<jJ!) = <jJ(x). Por lo tanto, x E {z: ¡f;(z)) es una forma abreviada de

(3<jJ)((Vx)(<jJ!(x) B ¡f;(x)) 1\ <jJ!(x)).

Como efecto colateral de la eliminación contextual de las clases,


cada función proposicional queda asociada con una que es extensio-
nal, y así podemos abandonar la restricción previa a las funciones y
contextos proposicionales extensionales.

Con el axioma de reducibilidad se vuelve posible desarrollar las mate-


máticas dentro de la teoría de los tipos (con dos notables excepciones,
que se analizarán más adelante). Sin embargo, como el propio Russelllo
expresó:

Desde el punto de vista estrictamente lógico, no veo razón alguna para creer
que el axioma de reducibilidad sea lógicamente necesario, que es a lo que
equivaldría si se dijera que es verdadero en todos los mundos posibles. Por lo
88 SON LOS CONJUNTOS?

tanto, la introducción de este axioma en un sistema de lógica es un error,


incluso si el axioma es empíricamente verdadero 12 [ ... ] Es necesario desarro-
llar un trabajo adicional sobre la teoría de los tipos, con la esperanza de arri-
bar a una doctrina de las clases que no requiera de este dudoso supuesto.
[Russell, 1919, p. 193.]

Después de todo, el anterior veredicto es correcto: el programa logicis-


ta de Russell fracasó debido a las paradojas.
Incluso si aceptamos el axioma de reducibilidad, todavía hay dos la-
gunas en el desarrollo de las matemáticas dentro de la teoría ramificada
de los tipos: es imposible probar el axioma del infinito, el cual dice que
existe una clase con una cantidad infinita de miembros,13 y también es
imposible probar el axioma de elección (un supuesto que discutiremos
con detalle en el apartado V.l). Además, como el propio Russell lo
reconoció (Moore, 1982, p. 131), el axioma de elección parece dudoso
cuando es construido como un axioma concerniente a las clases con per-
tenencia especificada por medio de una regla. Estos problemas son
serios debido a que, por ejemplo, el axioma del infinito es invocado inclu-
so para demostrar que la suma de dos números reales es un número real;
con todo, son menos serios que el problema fundamental planteado por
el axioma de reducibilidad, puesto que el axioma del infinito y el axioma
de elección simplemente pueden considerarse como hipótesis de todo
teorema en cuya demostración sean empleados.J4 El axioma de reducibi-
lidad debe ser utilizado tan universalmente, que incluso la teoría de los
números naturales -ya no digamos el resto de las matemáticas- depen-
dería de éste como hipótesis, pues lo requiere para dar una adecuada
definición de la calidad de finito. De hecho, debido a que todos los objetos
matemáticos resultaron ser clases y el axioma de reducibilidad es nece-
sario para la definición de las clases, ni siquiera uno solo de los objetos
matemáticos puede ser definido como lo hicieron Whitehead y Russell
sin apelar a este axioma. Poniéndonos todavía más estrictos, incluso la
definición del número 1 depende del axioma de reducibilidad. Esto, por
12 Para Russell es una cuestión empírica determinar las clases que existen. Sólo exis-
ten necesariamente las que son definibles en un sentido apropiado (si es que realmente
existen clases).
13 El axioma del infinito de Russell enuncia que hay una cantidad infinita de individuos.
De esto se sigue inmediatamente en el sistema de Russell que hay una clase infinita -por
ejemplo, la clase de los individuos-, así que su axioma del infinito tiene como una conse-
cuencia lo que llamamos el Axioma del Infinito.
14 Puesto que se supuso que las verdades de, por ejemplo, los números reales, podrían
resultar ser verdades lógicas, no verdades condicionales que requüieran un supuesto -el
del infmito, el de elección- que podría ser falso, el procedimiento consistente en conside-
rar tales supuestos como hipótesis no era adecuado para la tarea de Russell. Si tal procedi-
miento puede ser parte de una apropiada filosofía de las matemáticas de una clase diferente
es un tema que abordaremos en el apartado VI.3.
SON LOS CONJUNTOS? 89

supuesto, no plantea problemas desde el punto de vista pero


difícilmente es suficiente para establecer la tesis russelliana de que la
lógica y las matemáticas son lo mismo.
y con esto tenemos suficiente de la noción lógica de las colecciones.
En lo que respecta al propósito primario de esta sección, nuestro análisis
terminar inmediatamente. No obstante, Russell también introdujo
una distinción que jugará un papel importante en algunas de nuestras
consideraciones posteriores, una distinción íntimamente relacionada
con la teoría de los tipos, por lo que vamos a presentada aquí.
Toda variable permitida en la teoría de los tipos ramificada está res-
tringida por tipo y orden. No obstante, deben estar disponibles definicio-
nes, axiomas y teoremas en todos los tipos y órdenes, por lo que es nece-
sario tener instrumentos que permitan algún tipo de generalización a
través de los tipos y los órdenes.
El primer artificio ya se ha analizado mucho: se trata de la "ambigüe-
dad sistemática". En la práctica real nunca nos preocupamos por los
tipos y órdenes absolutos de las variables, sino sólo de los tipos y órde-
nes relativos. Cualquier cosa que afirmemos acerca de los órdenes 1 y n
es válida también para los órdenes 1 + m y n + m, y, análogamente, para
los tipos. Por lo tanto, podemos utilizar símbolos ambiguos cuyos órde-
nes y tipos relativos sean fijados por el contexto de su uso, los cuales
pueden ser aplicados a cualquier tipo u orden absoluto. Normalmente
consideramos que las variables del tipo inferior en un contexto corren
sobre individuos, pero cuando resulta conveniente podemos reinterpre-
tadas para que corran sobre algún tipo superior. La ambigüedad siste-
mática ya la habíamos explotado anteriormente, cuando permitimos a
las variables con símbolo griego "correr sobre funciones proposiciona-
les de un orden fijo, sin importar cuál orden", y cuando, al enunciar el
axioma de reducibilidad, consideramos a ¡f; como "una letra esquemáti-
ca que puede ser reemplazada por cualquier función proposicional de
cualquier tipo u orden con una variable libre" y a x como "una variable
del tipo y orden apropiados".ls En efecto, el artificio de la ambigüedad
sistemática nos permite especificar esquemas en los que los tipos y
órdenes básicos pueden tomar cualquier otro valor permisible. Por
ejemplo, el teorema ('ílcjJ)cjJ = cjJ es en realidad una infinidad de teoremas

15 Whitehead y Russell utilizaron la expresión ambigüedad sistemática sólo para los


casos en los que la totalidad de los tipos y órdenes están determinados por la elección de la
base -es decir, por la reinterpretación de las variables individuales-o Parece que conside-
raron el uso de una variable como 1/J en el axioma de reducibilidad, la cual no tiene su
orden determinado por el contexto circundante, como un nuevo instrumento (véase White-
head y Russell, 1957, p. 165). Pero la extensión que hago de su terminología me parece
natural e inocua.
90 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

distintos (uno por cada tipo y orden de la variable cjJ), e involucra una
infinidad de relaciones de igualdad distintas.
La ambigüedad sistemática nos permite expresar ciertos hechos gene-
rales acerca del formalismo de la teoría ramificada de tipos, hechos que
trascienden los tipos y órdenes, pero que no nos permiten expresarlos
dentro del formalismo. Después de todo, cada variable cuantificada debe
ser de un tipo y de un orden particulares; por lo tanto, a pesar de las apa-
riencias, ('\IcjJ)cjJ = cjJ no es un enunciado expresable dentro de la teoría
ramificada de tipos -es una multitud de enunciados separados y desco-
nectados-. El truco de considerar que el orden mínimo dentro de una
fórmula es el de los individuos y permitir la posibilidad de agregar m a
todos los órdenes no ayuda, puesto que no es expresable dentro del for-
malismo.
Para hacer posible expresar los hechos generales dentro de la teoría
ramificada de tipos, Russell introdujo la distinción entre "todo" y "cual-
quiera", la cual examinó en detalle en el apartado 2 de su obra publicada
en 1908. "Dado un enunciado que contenga una variable x -digamos
"x = x"-, podemos afirmar que esto es válido en todos los casos, o pode-
mos afirmar cualquiera de los casos, sin decidir a cuál nos estamos refi-
riendo" (p. 156). La afirmación de que x = x para todos los valores de x se
representa como r ('\Ix) x = x, y el hecho de que x está cuantificada nos
fuerza a utilizar una variable x de tipo y orden fijos. Pero la afirmación
de que x = x para cualquier valor de x se representa como r x = x. No se
involucra ningún cuantificador, así que podemos permitir un nuevo tipo
de variable libre de restricciones de tipo y de orden, un nuevo tipo de
variable que no puede ser cuantificada. Entonces será posible expresar la
generalidad a través de todos los tipos y órdenes. Al respecto, Russell
hizo la siguiente observación:

Podemos admitir "cualquier valor" de una variable en los casos en donde


"todos los valores" conduciría a falacias reflexivas [ ... ] pueden enunciarse las
leyes fundamentales de la lógica concernientes a cualquier proposición, pero
no podemos decir de manera significativa que éstas son válidas para todas las
proposiciones. [Russell, 1908, p. 158.]

La idea de Russell de que afirmamos un caso sin decidir cuál, a la que


denominó aserción ambigua, no es muy clara, pero sugiere que se consi-
dere a las nuevas variables como variables esquemáticas que admiten ser
sustituidas por variables o constantes de cualquier tipo y orden. Algo de
lo que dijo Russell sugiere esta lectura: "Sólo podemos aseverar con ver-
dad una función proposicional si, cualquiera que sea el valor que elija-
mos, ese valor es verdadero; de la misma manera, sólo podemos negarla
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 91

con verdad si, cualquiera que sea el valor que elijamos, ese valor es falso"
(p. 157).!6
En la primera edición de los Principia Mathematica, Russell más o
menos diferenció los términos "cualquier" y "todo", pero en algunos pun-
tos dio entrada y utilizó lo que yo he denominado las variables esquemá-
ticas (Whitehead y Russell, 1957, pp. 128-129), mientras que en otros
incluso el término "cualquier" sólo lo permitió con variables de tipo y
orden fijos (Whitehead y Russell, 1957, pp. 17-18), aun cuando no tenía
caso que utilizara el término "cualquier" con variables de tipo y orden
fijo. En la segunda edición de la obra repudiaron el uso de este término
(Whitehead y Russell, 1957, p. xiii), con el argumento de que cualquier
variable libre utilizada para expresar generalidad puede ser universal-
mente cuantificada, reemplazando al término "cualquier" por el término
"todo". Sin embargo, como ya lo hemos visto, esto no es totalmente
correcto, puesto que no permite expresar ciertos hechos que afectan
igualmente a los tipos y órdenes dentro del formalismo.!7

2. CANTOR

Las paradojas no planteaban problema alguno para la teoría de conjun-


tos de Cantor -la teoría de los objetos transfinitos que pueden ser conta-
dos-o De hecho, en 1904 Cantor preguntó a Jourdain acerca de la dispo-
nibilidad del segundo volumen de la obra PrincipIes de Russell. Jourdain
le contestó que no estaría disponible durante un tiempo, puesto que Rus-
sell deseaba incluir en éste una "solución" para su "contradicción", pero
todavía no la había encontrado. Cantor replicó con un análisis sobre la
"dificultad" que Russell había descrito y que consistía en que éste había
extendido libremente la demostración de Cantor, de que 2 xo > Xo para
demostrar que 2 a > a cuando a es la cardinalidad de cualquier conjun-
to Wl. La demostración ampliada muestra cómo formar, dado un conjunto
m, una totalidad ® de mayor potencia. Sin embargo, Russell trató de
aplicar la prueba con una multiplicidad o totalidad inconsistente, en
lugar de utilizar Wl. Pero, puesto que esta Wl no es un conjunto, no se
16 HyIton (1990, pp. 152-154) argumentó que Russell no pudo haber empleado letras
esquemáticas, porque su concepción de la lógica como algo universal impedía cualquier
posibilidad de ascender a un metalenguaje. Probablemente por eso es por lo que los pro-
nunciamientos de Russell sobre "cualquiera" parecen confusos.
17 Hylton (1990, pp. 157-161) ha argumentado que la incapacidad del formalismo de la
obra Principia para expresar sus propias formulaciones es otro golpe fatal allogicismo de
Russell' dada la concepción de Russell de la lógica como algo universal. Aun si la noción
de "cualquiera" resulta ser compatible con la concepción de Russell de la lógica, no sé si
sería suficientemente fuerte para permitir al formalismo ser utilizado para formularse a sí
mismo.
92 SON LOS CONJUNTOS?

puede Íormar una a y no surge ninguna


contradicción. 18 Así, a los ojos de Cantor, se evitó la dificultad. Russell
había dicho (Russell, 1903, p. 368) que "la aplicación del argumento de c

Cantor a los casos dudosos produce contradicciones". Pero Cantor nun-


ca había aceptado esos casos.
Russell decía (véase el apartado 1) que Cantor al
como una colección "definida por la enumeración de sus términos".
por mi parte, me referiré a esto como la noción combinatoria de colec-
ción. 19
Cantor comenzó a investigar las colecciones combinatorias de puntos
excepcionales con el fin de extender los resultados del análisis de Fourier
hasta tantas funciones como fuera posible, basándose en la definición de
función generalmente atribuida a Dirichlet. El trabajo era parte de un
programa para liberar al análisis de su restricción a las funciones dadas
por expresiones analíticas -es decir a las funciones dadas por reglas.
Los valores de una función están determinados por una colección de
puntos que forman la gráfica de dicha función. Por eso es que la noción
lógica de una colección, es decir, la noción de una colección determina-
da por una regla, va de la mano con la noción de una función determinada
por una regla o una expresión analítica: una función está determina-
da por una regla o una expresión analítica si y sólo si su gráfica está dada
por una regla correspondiente y la gráfica es por lo tanto una colección
lógica.
Como hemos visto, el trabajo de Cantor que condujo a su teoría de con-
juntos y a la noción de una colección combinatoria surgió de una manera
natural de lo que equivalió a un intento de liberar a las matemáticas de
su restricción a las colecciones lógicas basadas en reglas. Todo el asunto
de la noción combinatoria se circunscribe a lo siguiente: Pueden existir
colecciones combinatorias cuyos elementos no pueden ser caracteriza-
dos por una regla. La noción cantoriana de colección combinatoria no es
sólo diferente a la noción de colección lógica de Peano-Russell, sino que
surgió como algo opuesto a ésta.
Acabo de presentar a las colecciones combinatorias como objetos más
generales que las colecciones lógicas. Esta generalidad tiene dos rasgos
principales adicionales. El primero consiste en que en cualquier dominio
infinito fijo existen más colecciones combinatorias que colecciones lógi-
cas. Esta aseveración escueta presupone un adecuado esclarecimiento

18 La correspondencia completa que acabo de describir está publicada en (Grattan-Guiness,


1971, pp. 118-119). He traducido la parte relevante de la carta de Cantor, la cual constituye
el apéndice A.
19 El término fue sugerido por Bernays (1935, pp. 52-69). Compárese con Maddy 1990,
pp. 102-103.
SON LOS CONJUNTOS? 93

de es una regla permisible para formar una colección lógica. Des-


pués de todo, dada cualquier colección combinatoria C, podríamos con-
siderar las instrucciones para colectar los elementos de C como una
regla permisible. En ese caso toda colección combinatoria .es trivialmen-
te una colección lógica. Pero esta aserción es válida para cualquier especi-
ficación de reglas que no presuponga colecciones combina-
torias. El segundo rasgo consiste en que las colecciones combinatorias
obviamente obedecen al axioma de elección, mientras es en el mejor de
los casos dudoso que las colecciones lógicas también obedezcan. Sin
embargo, debo posponer este análisis hasta el apartado V.l.
Existe un sentido en el que las cosas van por el otro camino: cuando
las colecciones combinatorias están restringidas y las colecciones lógicas
no lo están. Debido a que las colecciones combinatorias están enumera-
das, algunas multiplicidades pueden ser demasiado grandes para ser
reunidas dentro de una colección combinatoria. Ya hemos visto el ejem-
plo de Cantor, en el que muestra la multiplicidad de todos los números
ordinales. En contraste, el tamaño de una multiplicidad parece absolu-
tamente irrelevante en lo relativo a si forma o no una colección lógica.
Puesto que hay una propiedad que caracteriza a los números ordinales
-justamente la de ser números ordinales-, parece que ellos realmente
forman una colección lógica. Esto explica en parte por qué la teoría de
Russell de las colecciones lógicas condujo a paradojas, mientras que en
la teoría de Cantor de las colecciones combinatorias no ocurrió esto.
Cualquier restricción en las colecciones lógicas motivada por la noción
de colección lógica tendría que ser una restricción en las reglas permisi-
bles, una restricción como la que fue impuesta por la teoría ramificada
de los tipos, no una simple restricción en tamaño.
Aun cuando la teoría de Cantor estaba libre de contradicciones, tenía
otros problemas. Con el fin de dejar en claro cuáles eran estos problemas,
presentaré una reconstrucción axiomática de lo que considero que fue la
teoría matemática de Cantor en el periodo que va de 1883, año en que
desarrolló estas ideas en los Grundlagen, a 1891 (Cantor, 1891), año en el
que se percató de que las ideas contenidas en el artículo en el que publi-
có por primera vez su "argumento diagonal" podían ser utilizadas para
demostrar que el continuo de los números reales tenía la cardinalidad 2~o.
(La traducción de este artículo constituye el Apéndice B del presente
capítulo.) Durante este periodo desarrolló la mayor parte de su teoría.
Comenzó con su aceptación de los números ordinales como objetos de
estudio por derecho propio y terminó cuando le quedaban por publicar
sólo dos últimos trabajos sobre la teoría de conjuntos, no menos impor-
tantes. Estos dos últimos trabajos muestran que tenía cierta conciencia
de los problemas de la teoría tal como la había desarrollado anterior-
94 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

mente. Tome nota de que este periodo de desarrollo tuvo lugar antes de
la aparición del argumento diagonal que condujo a la paradoja de Rus-
sello
Como ya hemos visto, Cantor no trabajó axiomáticamente. Abordó los
hechos con base en cierta perspectiva o concepción, no con base en su-
puestos ya estipulados. No obstante, tomó como básicos cada uno de los
principios que yo considero como los axiomas cantorianos, en uno u
otro sentido, básicos.
Me permitiré hacer algunas simplificaciones. Por ejemplo, Cantor no
consideró al O como un número ordinal: comenzó con el 1. Yo, no obs-
tante, comenzaré con el O. Cantor identificó a ciertos objetos distintos de
los conjuntos (aunque probablemente en algunas ocasiones también a los
conjuntos) con sus conjuntos unitarios. 2o No está claro si Cantor consi-
deró como conjuntos a los propios números ordinales o a los números
cardinales. Permaneceré neutral en relación con la cuestión de si los
números ordinales son conjuntos cuando se consideran desde la pers-
pectiva de Cantor que estoy reconstruyendo. Tampoco tomaré en cuenta
a los números cardinales, ya que no juegan ningún papel central en la
concepción de Cantor, por lo que su inclusión no sería particularmente
iluminadora. Además, los desarrollos posteriores han dejado en claro
que los números ordinales iniciales pueden servir perfectamente bien
como números cardinales. 21 Daré una definición del mínimo número
ordinal infinito, w, la cual no depende de un conocimiento previo de los
números naturales. (Cantor tendía a depender de tal conocimiento.)
También he modificado la notación de Cantor para las clases de los
números.

Observación técnica. Cantor utilizó el alemán llano, no un lenguaje


formal, y trabajó varios años antes de que alguien hiciera una distinción
entre la lógica de primer y segundo orden (véase el apartado V.3). Ade-
más, utilizó libremente las nociones de función y relación, tomándolas
como si fueran parte de los antecedentes del tema.
Russell (y Frege antes que él) no podía haber adoptado el procedi-
miento de Cantor: la noción de clase de Russell estaba tan íntimamen-
te conectada con su noción de relación, que introducirla sin especificar
con precisión lo que se quiere decir con relación, habría constituido
20 Un conjunto unitario es aquel que tiene un solo elemento. Dado un objeto a, podemos
formar el conjunto unitario (a), conjunto que tiene a a como su único elemento. Puesto que
a no necesita ser un conjunto, está claro que a y su conjunto unitario no necesitan ser el
mismo, así que, en términos generales, los consideraremos diferentes.
21 Un número ordinal a es un número ordinal inicial si a no es mayor que cualquier
número ordinal f3 tal que el conjunto de predecesores de f3 tiene la misma potencia que el
conjunto de los predecesores de a.
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 95

una petición de principio, y lo mismo se puede decir de Frege. En cam-


bio, la noción de conjunto que tenía Cantor era muy diferente -como
ya lo enfaticé en el apartado III.4- y estaba lo suficientemente lejana
de las nociones de relación y función, que considero q.ue el presente
procedimiento es razonable. Si bien es verdad que una de las principa-
les razones por las que Cantor introdujo la teoría de conjuntos era para
tratar de comprender las funciones reales, no consideraba a la noción
general de función como algo problemático -sus problemas estaban
relacionados con aspectos especiales de las funciones reales-o La teo-
ría de las funciones en la que se basaba Cantor no podía haberlo con-
ducido a paradojas, como ocurrió con las teorías de Russell y Frege,
puesto que Cantor sólo consideraba las funciones en dominios específi-
cos, y nunca tomó en cuenta dominios que consistían en funciones de
alguna clase muy general. Por lo tanto, los problemas de la referencia
circular y de la autoaplicación estaban lejos de cualquier cosa que él
haya tomado en consideración.
Cuando afirmo que los axiomas de Cantor implican alguna cosa u
otra, es necesario que especifique cuáles son los supuestos de base de
la lógica de segundo orden. Así pues, aclaro que estos supuestos son las
reglas usuales del cuantificador, más el esquema del axioma de compre-
hensión para las fórmulas de primer orden con parámetros, lo que esta-
blece que tales fórmulas definen relaciones y funciones legítimas, ¡pero
no conjuntos! (Véase, por ejemplo, Shapiro, 1991, p. 66.)

He aquí los axiomas cantorianos. 22

Axioma 2.1. Los números ordinales están ordenados linealmente por <.

Axioma 2.2. Existe un número ordinal mínimo, 0. 23

Axioma 2.3. Todo número ordinal CI' tiene un sucesor inmediato CI' + 1. 24
22 El lector que no tenga conocimientos matemáticos muy complejos quizá desee saltar-
se esto para ir directamente al análisis de los axiomas. Los axiomas, definiciones, teoremas
y lemas están numerados utilizando un solo sistema de números dentro de cada sección de
este libro. Así, el axioma 2.1 es el primer axioma de! apartado 2 de! presente capítulo. Si este
mismo axioma se menciona fuera de este capítulo, entonces también aparecerá e! capítu-
lo al que pertenece, por lo que se citará como el axioma IV.2.1. Este sistema tiene la virtud
de permitir localizar fácilmente los elementos a los que se hace referencia, pero tiene el
defecto de que su numeración no siempre refleja e! agrupamiento lógico de los objetos nu-
merados.
23 Más precisamente, todo número ordinal a diferente de O es tal que O < a.
24 Más precisamente, el axioma dice que para todo número ordinal a hay un número
ordinal (3 tal que a < (3, y para cualquier número ordinal ')', si a < '}', entonces (3 oS ')'. Se ve
fácilmente que el número ordinal (3 es único. L1amémoslo a + 1.
96 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

Axioma 2.4. Existe un número ordinal w tal que O < w. Para todo nú-
mero ordinal a, si a < w, entonces a + 1 < w y para cada número or-
dinal distinto de cero a < w hay un número ordinal f3 tal que a = f3 + 1.

Es decir, w es un número ordinal distinto de cero cuyos predecesores son


cenados bajo la operación sucesor y cuya totalidad de predecesores distin-
tos de cero tiene predecesores.

Definición 2.5. Un conjunto es el rango de una [unción uno a uno que


tiene como dominio un segmento inicial propio de los números ordi-
nales.

La definición dice que un conjunto es cualquier cosa que puede ser


contada. Observe que de esta definición se concluye que los predecesores
de cualquier número ordinal forman un conjunto.

Axioma 2.6. (de extensionalidad). Los conjuntos que tienen los mismos
elementos son iguales.

Axioma 2.7. Todo conjunto de ordinales tiene una mínima cota supe-
rior.

Observe que de los axiomas y de la definición 5 se puede concluir que


todo segmento inicial propio de números ordinales es el conjunto de los
predecesores de un número ordinal. Utilizando la definición 5 y el axio-
ma 7 vemos que w es el número ordinal mínimo distinto de cero con pre-
decesores cerrados bajo la operación sucesor.

Axioma 2.8. Para todo número ordinal a hay un conjunto asociado (a)
-la clase numérica de a- tal que f3 está en (a) si y sólo si f3 es un
número ordinal y el conjunto de predecesores de a es el rango de una
función uno a uno que tiene como dominio los predecesores de f3.

Un conjunto puede ser contado por a si, y sólo si, puede ser contado
por cualquier elemento de (a) y sólo por los elementos de (a).
Los axiomas anteriores sirven para enfatizar la primacía de los núme-
ros ordinales en la concepción de Cantor de la teoría de conjuntos: Los
únicos principios de existencia a que están sujetos los conjuntos son los
del axioma 2.8, el cual postula un conjunto de ordinales, y la definición
de conjunto, que liga a cada conjunto con el número ordinal que lo cuen-
ta. Ambos principios de existencia son congruentes entre sí: Puesto que
(a) es un conjunto de números ordinales, tiene una mínima cota supe-
SON LOS CONJUNTOS? 97

rior (digamos f3), de acuerdo con el axioma 7; pero cuando O' es infinito,
no resulta difícil demostrar que (O') es el rango de una función que tiene
como dominio los predecesores de (3; de aquí que (O') sea un conjunto en
el sentido de la definición. De hecho, se pueden aclarar un poco las cosas
si reemplazamos al axioma 8 por el

Axioma 2.9. Para todo número ordinal 0', hay un número ordinal (3 > o'
tal que el conjunto de los predecesores de (3 no es el rango de una fun-
ción uno a uno con dominio 0'.

El conjunto de axiomas resultante es equivalente al anterior, pero sólo


tiene un principio respecto a la existencia de conjuntos: la definición 5.
Cualquiera de los dos conjuntos de axiomas requiere ser complementa-
do por un principio que Cantor utilizó frecuentemente, aun cuando no lo
hizo de manera explícita. Digamos que una función F uno a uno -cuyo
dominio es el conjunto de los predecesores de un número ordinal con
rango S- atestigua que S es un conjunto. De acuerdo con la definición 5,
todo conjunto tiene una función que atestigua que es un conjunto.

Axioma 2.10. Sea S un conjunto de conjuntos, sea F una función que


tiene como dominio los predecesores de algún número ordinal o' que
atestigua que S es un conjunto, de tal manera que todo miembro de S sea
F( 'Y) para alguna 'Y < 0'. Entonces hay una función binaria H tal que,
para todo 'Y < 0', la función "unaria" H (JI, .. ) que permanece después de
que 'Y es introducida a H tiene como dominio el conjunto de los predece-
sores de un número ordinal inicial y atestigua que F( 'Y) es un conjunto.

El axioma 10 está basado en el principio natural de que, puesto que


todo elemento del conjunto S tiene una función que atestigua que es un
conjunto, hay un conjunto de tales testigos. Probablemente Cantor no
hizo explícito nada de esto debido a que es un principio concerniente a
las funciones, no a los conjuntos, y él pensaba que estaba trabajando con
una noción de función dada con anterioridad.

Observación técnica. El lector con conocimientos matemáticos pro-


fundos podría sentirse perplejo en relación con este punto, debido a
que tanto la definición 5 como el axioma 10 están estrechamente rela-
cionados con el axioma de elección. No obstante, cada uno parece ser
independiente del otro en el presente escenario, puesto que el axioma
de unión y el de conjunto potencia están ausentes. Con base en lo que
considero que son los axiomas de Cantor, el axioma 10 implica al axio-
ma de unión, y esto no es difícil de verificar.
98 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

Si complemento mis axiomas cantorianos con el supuesto de que los


números ordinales son conjuntos, por ejemplo usando los números
ordinales de Von Neumann, y asumo (por razones de simplicidad) que
no existen los urelementos, entonces los axiomas de segundo orden
resultantes son equivalentes a ZF de segundo orden menos el axioma de
fundamentación y el axioma del conjunto potencia, más el axiOlna que
establece que para todo cardinal (ordinal inicial) K hay un siguiente
cardinal K+ y el siguiente axioma: Para todo conjunto S hay un conjun-
to T tal que para todo elemento s de S hay exactamente un elemento de
T que es un buen orden de s, el cual tiene como tipo de orden un
número ordinal inicial. El axioma final implica al axioma de elección,
pero no se sigue de él con base en la versión de primer orden de la
teoría que se acaba de describir, es decir, en ausencia del axioma del
conjunto potencia. 25 Andrzej Zarach ha investigado teorías estrecha-
mente relacionadas con la que acabamos de delinear (véase Zarach,
1982).

La axiomatización presentada aquí se basa en gran medida en la no-


ción de función atestiguadora, la cual no aparece en el trabajo original
de Cantor. Es la manera en la que yo expreso que un conjunto puede ser
"contado" en los propios términos de Cantor. De la definición 2.5 se
deduce inmediatamente que todo conjunto puede estar bien ordenado, y
aun cuando Cantor se basó en la noción de buen orden, no en las funcio-
nes atestiguadoras utilizadas aquí, esto lo involucró en un problema, ya
que de esta manera tenía tanto tipos bien ordenados (Anzahlen) como
números ordinales (Zahlen). Cada conjunto bien ordenado está asociado
con un número ordinal tal que los predecesores de ese número ordinal
en el orden natural «) tienen el mismo tipo de buen orden que el con-
junto bien ordenado. (Cantor, 1883, p. 168; y Cantor, 1976, p. 72. La ver-
sión inglesa no siempre distingue entre Anzahl y Zahl.) Había cierta justi-
ficación para esa complejidad adicional, puesto que la existencia de
conjuntos bien ordenados de uno u otro tipo de orden era parte del argu-
mento de Cantor para fundamentar la realidad de los correspondientes
números ordinales. Por ejemplo, el número ordinal w fue introducido en
términos del tipo de orden de la sucesión de los números naturales. He
simplificado la teoría de Cantor haciendo directamente la asociación, vía
funciones atestiguadoras, entre los números ordinales y los conjuntos
bien ordenados, evitando con esto el rodeo matemáticamente superfluo
a través de los tipos de buen orden.
25 Zbigniew Szczepaniak ha demostrado que no puede deducirse el principio de buen
orden de ZFC menos el axioma del conjunto potencia (ZFC-) si ZFC- es consistente. Véase
Zarach (1982, p. 339), en donde demuestra su aseveración.
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 99

Me permito demostrar brevenlente y de manera documentada que


cada uno de los axiomas propuestos es, de hecho, un principio que el
propio Cantor aceptó. (Cada par de números de páginas citadas entre
paréntesis es una referencia a los Grundlagen; la primera página corres-
ponde a la versión alemana, Cantor, 1883, y la segunda a la versión ingle-
sa, Cantor, 1976).26
Axioma 1. Los números están en una "sucesión natural" (168, 72) Y son
"comparables unos con otros" (177, 77).
Axioma 2. En realidad, como se mencionó anteriormente, Cantor
comenzó con el 1. Consideró a los números ordinales como "una exten-
sión, o más bien una continuación de la sucesión de los números enteros
reales 27 {l, 2, 3, ... , v, ... ) más allá del infinito" (165, 70).
Axioma 3. El "primer principio de generación" de Cantor es "el principio
de la adición de una unidad a un número existente, ya formado" (195,
87, traducción de Cantor, 1976).
Axioma 4. Cantor sostuvo que no hay

[ ... ] nada objetable en concebir un nuevo número -al cual llamaremos w--
para que sea la expresión para esto: Que todo el dominio (Inbegriff) (1) (de los
números enteros reales positivos (1, 2, 3, ... , v, ... » está dado en su sucesión
natural, de acuerdo con la ley. (Similar al modo en el que ves una expresión
para esto: Que cierto tipo finito (Anzahl) de unidades está unificado en un
todo) [195, 87].

Definición 5. Primero examinaré la razón para sólo permitir segmen-


tos iniciales propios de los números ordinales. En la investigación de los
números suprafinitos, Cantor dijo que "iremos siempre más adelante, sin
llegar nunca a un límite insuperable, pero también sin alcanzar siquiera
una comprensión aproximada de lo absoluto. Lo absoluto sólo puede ser
reconocido, pero nunca conocido". Y que "la sucesión absolutamente
infinita de números [ ... ] me parece en cierto sentido un símbolo adecua-
do de lo absoluto" (205, 94; la primera traducción es esencialmente la de
Cantor, 1976).

Ahora vayamos al punto central de la definición.

El concepto de conjunto bien ordenado aparece como fundamental para toda

26 Casi todas las traducciones breves son mías, a menos que aparezca una nota que indi-
que lo contrario.
27 Cantor distinguió entre los números "reellen" -el continuo- y los números "realen"
-los genuinos-, los cuales incluyen no sólo a los números reales y complejos, sino tam-
bién a los ordinales transfinitos. No he preservado esta distinción de Cantor en las traduc-
ciones, pero el lector no tendrá problema para diferenciarlos.
100 SON LOS CONJUNTOS?

la teoría de conjuntos. El hecho de que siempre sea posible dar a cualquier


conjunto bien definido la forma de un conjunto bien ordenado me parece bási-
co y rico en consecuencias y, debido a su validez general, una ley del pensa-
miento particularmente notable [169, 72].

Aun cuando esta cita proporciona una evidencia convincente, debo


analizar cierto pasaje de los Grundlagen que frecuentemente es conside-
rado como evidencia de que la teoría de conjuntos de Cantor es la teoría
de conjuntos ingenua, 28 una teoría contradictoria que se distingue princi-
palmente por el hecho de que tiene como postulado un principio de com-
prehensión muy parecido al de Russell. Este pasaje aparece en la última
nota al pie de la sección 1 de los Grundlagen, no en el cuerpo del texto,
así que sería curioso que tuviera la importancia central que frecuente-
mente se le atribuye. 29 Este pasaje comienza de la siguiente manera:

En general, entiendo por "conjunto" ("Mannigfaltigkeit" oder "Menge") toda


cantidad que puede ser concebida como una unidad, i. e., cualquier dominio
de elementos definidos que pueden ser amalgamados en un todo por medio de
una ley [204, 93].

Si se considera a esta "ley" como algo parecido a la "condición" de


Peana, al "concepto" de Frege o a la "función proposicional" de Russell,
entonces el pasaje constituye una enunciación clásica del principio de
comprehensión, y así es como generalmente es considerado. Probable-
mente esta interpretación es propiciada por el hecho de que el pasaje
continúa del siguiente modo: 30 "y creo que en esto estoy definiendo algo
que está relacionado con la dbOr; o lbia platónica". Pero el uso más pre-
ciso de la palabra ley que hizo Cantor en los Grundlagen fue en la expre-
sión "la sucesión natural de acuerdo con la ley", lo cual sugiere un pano-
rama muy diferente: una "ley" es, para Cantor, una buena ordenación o
un "conteo"; por lo tanto, este pasaje parece relacionarse más con la defi-
nición S que con el principio de comprehensión. Esta interpretación está
fuertemente apuntalada por el hecho de que el pasaje continúa así:

también para lo que Platón, en su diálogo Filebo, llama f.llKróv. Contrapone

28 De acuerdo con Moore (1982, p. 260), el término fue acuñado por John von Neumann
quien, siguiendo a Ernst Zermelo, atribuyó la teoría a Cantor. Véanse, por ejemplo, Zerme-
lo 1908b, p. 200, Y Von Neumann, 1925 p. 394.
29 Un pasaje similar es la introducción a la edición de 1895 de Beitrage de Cantor (1895,
p. 481) pero, como lo argumentaré más adelante, para entonces Cantor ya había modifica-
do su teoría. El pasaje tiene una ambigüedad muy similar a la que se descríbe aquí. Véase
Hallett (1984, p. 38), en donde aparece un análisis de este pasaje y una aseveración explíci-
ta de que fue Russell, y no Cantor, quien formuló la teoría de conjuntos ingenua.
30 En este lugar y más adelante utilizo la traducción de Cantor (1976).
SON LOS CONJUNTOS? 101

esto al arcEl{}OV i. e., lo ilimitado, lo indeterminado, a lo cual yo denomino el


infinito no genuino, así como al rcÉ{}OCC;, i. e. el límite, y lo explica como una
"mezcla" ordenada de los dos últimos.

Me permito hilvanar algunas citas relevantes del Filebo. 31 El J.1lICrÓV es


tema la tercera cita. De que se trata es de la de
no la de Platón. No está claro lo que Platón quiso decir ni lo que
interpretó Cantor, pero no duda de que la enumeración, no las condi-
ciones, conceptos o funciones proposicionales, constituye la idea central.

Pero no se debiera atribuir el carácter de indeterminada a la pluralidad hasta


que se pueda ver el número completo entre lo indeterminado y el uno. Sólo en-
tonces se puede consignar cada uno de ellos a lo indeterminado con una clara
conciencia [16D].
Si una persona capta cualquiera de ellos, entonces, digo yo, no debe dirigir-
se inmediatamente a su carácter indeterminado, sino más bien debe buscar
algún número. De manera similar, cuando por el contrario se es forzado a co-
menzar con lo indeterminado, no se debe mirar inmediatamente el aspecto
unitario, sino, nuevamente, destacar algún número que abarque toda la plura-
lidad, ya partir de todo esto concluir en el uno [ISA].
Aquel de igual y del doble, y cualquiera que ponga fin a los opuestos que
están en conflicto, y por la introducción del número se los vuelve conmensura-
bles y armoniosos [25E].

Axioma 6. El axioma de extensionalidad, que frecuentemente es consi-


derado como constitutivo de la noción de conjunto, curiosamente es difí-
cil de localizar en los escritos de Cantor. La extensionalidad está presente
al principio del pasaje que acabamos de discutir, en la idea de que un con-
junto es un "dominio de elementos definidos". Probablemente el enun-
ciado más claro, como lo sugiere Hallett, se encuentra en un artículo pu-
blicado en 1887 (Cantor, 1887, p. 387), en el que Cantor escribió acerca
de un conjunto "constituido por los elementos claramente diferenciados
y conceptualmente separados m, mi, ... , el cual, debido a esto, está deter-
minado y delimitado" (Hallett, 1984, p. 34).
Axioma 7. Cantor definió (196, 87) al "segundo principio de generación
de los números reales enteros" de la siguiente manera: "Si se da cual-
quier sucesión definida de números reales enteros definidos en la cual no
existe un número máximo, entonces, con base en este segundo principio
de generación, se crea un nuevo número, el cual es considerado como un

31 Es interesante destacar que el Filebo probablemente fue escrito en respuesta a la ética


y -lo cual es más relevante para el pasaje citado aquí- a la teoría de las razones incon-
mensurables de Eudoxo (Gosling, 1975, pp. 166-181,196-206). Las traducciones están
tomadas del citado autor.
102 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

límite de estos números; es decir, es definido como el número inmediata-


mente mayor a todos ellos". Como lo dejó en claro la aplicación que hizo
Cantor del segundo principio de generación en los Grundlagen, se inten-
ta que una "sucesión" sea un segmento inicial de los números ordinales.
No está claro qué significa "definido", pero las aplicaciones dejan más o
menos en claro que se intentó aplicar el principio a los segmentos inicia-
les que son conjuntos.
Suponga que, dado cualquier conjunto de ordinales, se puede formar
un conjunto de todos los ordinales menores o iguales a cualquier miem-
bro del conjunto. El conjunto formado de este modo será un segmento
inicial, y el segundo principio de generación garantizará que tenga una
mínima cota superior, la cual será, por tanto, una mínima cota superior
del conjunto original. El axioma, entonces, proviene del segundo princi-
pio de generación. Frecuentemente resulta más conveniente aplicar el
axioma que el segundo principio de generación, puesto que en este caso
no se requiere formar un segmento inicial como paso intermedio.
El argumento que se acaba de proporcionar para el axioma 7 se basa en
el supuesto de que, dado un conjunto de ordinales, podemos formar el
conjunto de todos los ordinales menores o iguales a cualquier miembro
del conjunto, es decir, podemos formar la unión de los miembros del con-
junto de conjuntos de los predecesores de los miembros del primer conjun-
to. Cantor no expresó tal idea durante el periodo que estamos analizando;
sin embargo, esto -o algo similar a esto- parece ser necesario para dar
sentido a las aseveraciones de Cantor acerca de las clases de números y de
las potencias. Cantor pocas veces mencionó explícitamente alguna clase
numérica más allá de las primeras tres. Aun cuando explícitamente decla-
ró que para todo número ordinal JI existe una JI-ésima potencia (205, 94), ni
siquiera hizo una mención explícita de la w-ésima potencia hasta 1895
(p. 495), cuando prometió demostrar su existencia. Pero Cantor nunca
publicó tal demostración. En 1899, en la carta que envió a Dedekind en
la que demostró que los números ordinales forman una multiplicidad
inconsistente (Cantor, 1932a), introdujo X w ' la potencia w-ésima, como
la cardinalidad del conjunto de los predecesores del mínimo número
ordinal que no tiene Xv predecesores para cualquier v finito y, lo que es
esencialmente lo mismo, también como la cardinalidad de la unión de
las clases numéricas primera, segunda, tercera, etc. Así, Cantor permitió
la formación de la unión de un conjunto de conjuntos de números ordi-
nales cuando el resultado era un segmento inicial de ordinales. 32 Tal
unión es justo lo que se necesita para justificar mi supuesto. Una recons-
32 Cantor utilizó una unión disyunta numerable, mientras que el análisis que propongo
permite una unión arbitraria. Cantor generalmente prefería las uniones disyuntas, pero de
vez en cuando también tomaba en consideración las uniones no disyuntas (Cantor, 1882,
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 103

trucclOn más cauta podría reemplazar al axioma 7 con lo siguiente:


"Todo segmento inicial de los ordinales que es un conjunto tiene al
menos una mínima cota superior". Pero, de acuerdo con un lema de
Azriel Levy (1968, p. 763), el sistema resultante tiene como consecuencia
al axioma 7 completo. He utilizado la versión más fuerte principalmente
por razones de claridad, pero también debido a que, como acabo de
argumentar, Cantor utilizaba algo parecido a esto, y casi con toda certe-
za no conocía la derivación de ésta que hizo Levy.
Axioma 8. Además de los dos principios de generación, Cantor enunció
un tercer principio, al cual denominó principio de detención o de confina-
miento (Hemmungsoder Beschrankungsprinzip). Decía que el principio o
condición satisfecho por todos los números ordinales definidos hasta ese
momento en los Grundlagen es que sus predecesores pueden ser puestos
en correspondencia biunívoca con los números naturales, es decir, que
ellos son de la primera potencia infinita. A continuación definió la segun-
da clase numérica -a la que yo he denominado (w)- como "el dominio
de todos los números ll' que pueden ser formados con la ayuda de los dos
principios de generación" tal que el conjunto de los predecesores de ll' sea
de la primera potencia infinita (197, 88). Por supuesto que todo esto sólo
proporciona la segunda clase numérica; sin embargo, Cantor había
dicho antes (167, 71) que "De este mismo modo la tercera clase numéri-
ca produce la definición de la tercera potencia, o la potencia de la tercera
clase, y así sucesivamente".33 Además, se refirió a la tercera clase numéri-
ca en otros dos apartados del artículo.
Axioma 1 O. Este axioma es el más difícil de defender, puesto que Can-
tor no enuncia en ningún lugar algo como esto. Varias formulaciones
alternativas pueden ser tan apropiadas como la que yo he presentado,
pero de todos modos se requiere algo como el axioma propuesto para
probar que los teoremas de Cantor funcionan. En la moderna teoría de
conjuntos las contrapartes de la definición 5 y del axioma 10 son equiva-
lentes -son variantes del axioma de elección-o Pero aun cuando Cantor
llegó a tener dudas acerca de la definición 5 (véase más adelante), conti-
nuó utilizando sin titubear algo parecido al axioma 10, lo cual propor-
ciona evidencia de que estaba en operación un principio al que Cantor
consideró como independiente de la definición 5.
El primer teorema publicado que no puede ser rigurosamente probado
sin utilizar alguna forma del axioma de elección parece haber sido un
p. 152, Y Cantor, 1884, p. 226), así que pienso que no puede haber objeción para permitir la
utilización de éstas en mi reconstrucción. Igualmente, aun cuando generalmente sólo utili-
zó uniones finitas o numerables, también hizo uso de uniones que no siempre pueden ser
finitas o numerables cuando definió la multiplicación de los números ordinales (170, 73) Y
de los números cardinales (Cantor, 1887, p. 414).
33 La traducción está basada en Cantor, 1976.
104 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

teorema del análisis, el cual fue demostrado por Cantor y publicado por
su colega Heine en 1872 (Moore, 1982, p. 14).34 No había un reconoci-
miento evidente de que estaba involucrado un nuevo principio en esta
demostración. Muchos teoremas de la teoría de conjuntos que posterior-
mente publicó Cantor requerían, de una forma u otra, el axioma de elec-
ción. Virtualmente todos fueron enunciados sin demostraciones, usual-
mente como lemas involucrados en la demostración de otros teoremas
(véase Moore, 1982, para un panorama más completo). Muchos de estos
teoremas se derivan directamente de la definición 5. El teorema que esta-
blece que todo conjunto infinito S tiene un subconjunto numerable pro-
porciona un ejemplo: Supongamos que F es testigo de que S es un con-
junto y que el dominio de F son los predecesores de (l'. Entonces (l' 2: w,
puesto que S es infinito. Supongamos que F' es F con el dominio restrin-
gido a los predecesores de w. Entonces el rango de F' es un subconjunto
numerable de S. Cantor no publicó este teorema sino hasta 1895; pero
anteriormente ya había enunciado que las potencias están bien ordena-
das y que un conjunto es finito si no tiene un subconjunto propio de
igual potencia que él mismo, así como otras consecuencias inmediatas de
la definición 5.
Además de los resultados que se acaban de bosquejar y que provienen
de la definición 5, Cantor también hizo uso de los siguientes resultados
durante los años mencionados, a los cuales consideró demasiado ele-
mentales para requerir una demostración explícita. 35 Los he escrito en
notación moderna, utilizando ~ para la equivalencia de potencia, n para
la intersección y U para la unión indexada (así, por ejemplo, Ui<wAi es el
conjunto de a tales que, para algunas i < w, a está en A}

Teorema 2.11 (1878, 1880). Supongamos que Ai ~ Bi Y que Ai nA¡ =


Bi nB¡ = 0 para toda i < j < w. Entonces Ui<wAi ~ Ui<wBi.

Teorema 2.12 (1878, 1882, 1883, 1884, 1885). Una unión finita o
numerable de conjuntos finitos o numerables es finita o numerable.

Teorema 2.13 (1885). Una unión finita o numerable de conjuntos de


cardinalidad X" tiene cardinalidad XO'.

Teorema 2.14 (1887). Supongamos que para toda i =F j E S, Ai~Bi Y


Ai nA¡ = Bi nB¡ = 0. Entonces UiESA i ~ UiESB i.

34 He aquí el teorema: Una función f de los números reales a los números reales es conti-
nua en un punto p si y sólo si es secuencialmente continua en p.
35 Véase Moore (1982, pp. 30-37), en donde aparecen referencias bibliográficas y un
detallado análisis del tema.
SON LOS CONJUNTOS? 105

Mi argumento para atribuir a Cantor un con el axioma 10


es simplemente que, hasta donde alcanzo a ver, estos resultados no pueden
provenir sino de éste, y se obtienen pnlebas naturales directas con éste.

técnica. Demostraré, a modo de ejemplo, el teorema 12:


Sea S un conjunto finito o de finitos o numerables.
Si cualquiera de los conjuntos involucrados es finito, entonces sin pérdida
de generalidad, se agregarán más miembros para hacerlo numerable. De
acuerdo con el axioma 10, existe una función H de dos variables, cada
una de las cuales corre sobre los números naturales, y tal que el rango de
H es la unión de los miembros de S. Sean [y g funciones tales que cada
par de números naturales (m, n) es de la forma ([(x), g(x)) para exacta-
mente un número natural x. (En 1874, en el mismo escrito en el que
demostró que los números algebraicos son numerables, Cantor demostró
que, en efecto, existen tales funciones.) La función H([(x), g(x)) atesti-
gua que la unión de los miembros de S es un conjunto finito o numera-
ble -como se requería- si los elementos de S fueran disyuntos dos
a dos. De otra manera, se deben suprimir las duplicaciones del ran-
go de la función para obtener el testigo requerido. La prueba demuestra
simultáneamente que la unión es un conjunto y que es finita o nume-
rable.

Con esto he terminado de presentar y argumentar mi reconstrucción


de la teoría de Cantor. También es el momento de admitir que no es sufi-
ciente para formalizar el trabajo que Cantor realizó durante el periodo
indicado. Tal formalización requiere del supuesto adicional de que los
números reales forman un conjunto, y probablemente también del su-
puesto de que las funciones de los números reales en los números reales
forman un conjunto (digo "probablemente" debido a que el segundo
supuesto sólo se utiliza para observaciones casuales que ocurren en las
notas a pie y en otros lugares similares). Se puede argumentar que Can-
tor derivó los supuestos adicionales de un principio guía que no aparece
en parte alguna de mi reconstntcción, probablemente uno que dice algo
como lo siguiente: "Todo dominio de una variable matemática es un con-
junto". Denominaré a éste el principio del dominio. 36 De hecho, tal
supuesto forma parte del argumento de Cantor para la existencia de (v,
como lo indica la cita utilizada para justificar el axioma 4 antes presenta-
do. El principio del dominio no es adecuado para la formulación axio-
mática, pero no es por eso por lo que lo he omitido.
36 Hallett formuló lo que denominó el "principio del dominio" o el "principio (a)" con
la misma intención, aun cuando no es idéntico al mío. Hallett argumentó más o menos
en la línea indicada con cierto detalle.
106 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

Durante el periodo que estamos analizando, Cantor creía que podría


demostrar, con base en su teoría, esencialmente en la forma en que lo
reconstruí antes, que todo dominio matemático es un conjunto. Así, el
principio del dominio, o cualquier cosa similar, era superfluo como
supuesto matemático adicional. En particular, Cantor creía que podría
demostrar que los números reales y las funciones de los reales
en los números reales forman conjuntos dentro de un marco teórico
como el que yo he delineado, aun cuando ni siquiera podía probar que
los números reales no eran una totalidad absolutamente infinita. Veamos,
siguiendo lo expuesto en Hallett (1984, pp. 74-81), por qué Cantor pensa-
ba así.
En 1874 Cantor demostró por primera vez que hay más números rea-
les que números naturales o números algebraicos. En 1891 demostró
que ~o < 2~o (véase el apéndice B). Así, cuando notó en 1895 que los
números reales tienen cardinalidad 2~o (Cantor, 1895, p. 488), el resulta-
do de 1891 produjo una nueva demostración de que hay más números
reales que números naturales. La segunda demostración es la que se uti-
liza actualmente. (De hecho, la primera demostración ya es muy poco
conocida por los matemáticos)Y No obstante, fue la primera demostra-
ción la que moldeó el pensamiento de Cantor en el periodo que estamos
comentando.
He aquí la primera demostración: Basta demostrar que dada cualquier
sucesión U¡, uz, ... de números reales, hay un número que no está en la suce-
sión en ningún intervalo de los números reales (a, b) (que equivale a demos-
trar que cualquier sucesión U¡, Uz,'" que supuestamente enlista a todos los
números reales -mostrándolos por tanto como numerables- debe omi-
tir al menos uno en cada intervalo). Sean a' y b' los primeros dos miem-
bros de la sucesión U¡, u z,'" que están en el intervalo (a, b), con a' < b';
sean a" y b" los primeros dos elementos de la sucesión contenidos en (a', b'),
con a" < b"; y así sucesivamente. Si la sucesión de intervalos anidados
sólo continúa durante una cantidad finita de pasos, entonces haya lo
más un elemento del último intervalo que aparece en la sucesión u¡,
U z ,'" Cualquier otro elemento de ese intervalo es omitido de la sucesión,
como se requería. Si la sucesión de intervalos anidados es infinita, enton-
ces los extremos de la izquierda convergen a un punto aro y los extremos
de la derecha convergen a b oo • Si a = b oo , entonces ese punto tiene la for-
OO

ma requerida. Además, como el propio Cantor lo observó, si U¡, uz, ... es


una enumeración de todos los números algebraicos, entonces éste será el

37 La técnica básica de la primera demostración (1884) todavía es la utilizada para


demostrar el teorema de Cantor que enuncia que ningún conjunto numerable es perfecto
(Cantor, 1884, p. 215). Puesto que los números reales forman un conjunto perfecto, de esto
se deduce que los números reales no son numerables.
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 107

caso, y por tanto a oo no será algebraico. Finalmente, si a < b oo , entonces


OO

cualquier elemento de [a oo , b oo ] (incluyendo los extremos) satisface lo


requerido. Esto completa la demostración.
A continuación se presentará la demostración de Cantor que aparece
en los Grundlagen, la cual establece que hay más números en la segunda
clase numérica,(w), que números naturales; o como Cantor realmente lo
escribió: La segunda clase numérica es de mayor potencia que la prime-
ra clase numérica. Observe que esta demostración es muy parecida a la
demostración de que hay más números reales que números naturales.
(He cambiado la notación de Cantor para enfatizar el paralelismo entre
las dos demostraciones.)
Basta demostrar que, dada cualquier sucesión u j , U 2 , ... de elementos
de (w), hay un elemento de (w) que no está en la sucesión. Sea a el primer
elemento de la sucesión, sea a' el primer elemento de la sucesión que es
mayor que a, sea a" el primer miembro de la sucesión que es mayor que
a', y así sucesivamente. Si la sucesión creciente a, a', a", ... sólo continúa
durante una cantidad finita de pasos, entonces su último término es el
mayor número que ocurre en la sucesión U¡, u 2 ... y entonces su sucesor
es como se requiere. Si la sucesión creciente a, a', a", ... es infinita, hay
un primer número ordinal mayor que todos sus miembros -llamémoslo
aOO
_, el cual está en (w) (puesto que sus predecesores en efecto han sido
especificados como una unión numerable de conjuntos finitos o numera-
bles). ASÍ, el número ordinal a es como se requiere. Esto completa la
OO

demostración. (Realmente Cantor siguió adelante para demostrar que el


número ordinal que yo he denominado a es la mínima cota superior de
OO

u j , u 2 ,···)
Cada una de las dos demostraciones prueba que un conjunto no tiene
la potencia de los números naturales al mostrarnos cómo, dada una
sucesión de elementos del conjunto, podemos encontrar un elemento del
conjunto que no esté en la sucesión. Más aún, esto se hace en cada
demostración considerando subsucesiones adecuadas, y en los casos
principales el número que está fuera de la sucesión se obtiene como un
"límite" de la subsucesión. Debido al estrecho paralelismo que existe
entre el análisis de Cantor de los números reales y su análisis de la
segunda clase numérica, no tiene nada de extraño que Cantor creyera
que los números reales y la segunda clase numérica (w) estuvieran ínti-
mamente relacionados y que a la larga se pudiera demostrar una versión
fuerte de la Hipótesis del Continuo: que los números reales tienen la
potencia de la segunda clase numérica. Observe que una prueba de que
los números reales tienen la potencia de la segunda clase numérica
demostraría que éstos forman un conjunto, de acuerdo con la definición
5, y así se obviaría la necesidad de aplicar un principio de dominio. Pien-
108 SON LOS CONJUNTOS?

so que, para Cantor, en esto la de


la Hipótesis del Continuo: demostraría que números
un conjunto, y por este motivo estaban incluidos en su teoríao
Cantor pensó repetidamente que había demostrado que los números
reales tienen la potencia de la segunda clase numérica y anunció en
incontables ocasiones que esperaba tal Tam-
bién anunció que las funciones de números reales en números reales tie-
nen la potencia de la tercera clase numérica (207,95). Esto, una vez más,
haría innecesario apelar al principio del dominio al demostrar que las
funciones de números reales en números reales forman un conjunto.
Cantor tomó muy en serio la analogía entre los números reales y la
segunda clase numérica. En el apartado 9 de los Grundlagen bosquejó
tres métodos para introducir los números reales: a} el método de Weiers-
trass, basado en series; b} el método de Dedekind, basado en cortaduras,
yc} su propio método, basado en sucesiones. Cantor dio varias razones
para preferir su propio método, incluyendo la siguiente: Su método, a
diferencia del de los demás, se generaliza al caso de los números transfi-
nitos (190,84). Lo que tenía en mente era que, así como se introducen los
números irracionales para que desempeñen el papel de límites de las
sucesiones de Cauchy de números racionales, los nuevos números ordi-
nales se introducen para que desempeñen el papel de límites de las suce-
siones de números ordinales. Lo anterior aparece sorprendentemente
claro en el siguiente pasaje:

De hecho, en cierto modo w puede ser considerado como el límite al que tien-
de el número entero finito variable v, aun cuando sólo sea en el sentido de que
w es el número ordinal transfinito más pequefio, i. e., el número más pequeño
fijo que es mayor que todos los números finitos v; de la misma manera, -fi es el
límite de ciertos números racionales, crecientes y variables, aun cuando aquí,
además, la diferencia entre -fi y estas fracciones que se aproximan se vuelve
arbitrariamente pequeña, mientras que w - v siempre es igual a w. Esta dife-
rencia no altera el hecho de que w tiene que ser reconocida justo como algo
tan definido y completo como -fi, y tampoco altera el hecho de w contiene
algunos vestigios de los números v que tienden hacia él, justo como -fi contie-
ne rastros de las fracciones racionales que se le aproximan.
Los números transfinitos son, en cierto sentido, nuevas irracionalidades y,
en mi opinión, el mejor método para definir los números irracionales finitos es
muy similar -e incluso podría decir que en principio es el mismo- a mi
método para introducir los números transfinitos que describí anteriormente.
Se puede hacer la siguiente declaración incondicionalmente: los números
transfinitos se quedan o se van junto con los números irracionales finitos, ya

38 Véase por ejemplo, (192, 86)0 Se pueden encontrar relatos detallados en Hallett, 1984;
Dauben, 1979; y Moore, 1982; entre otroso
SON LOS CONJUNTOS? 109

que son muy similares en su ser profundo. Tanto los primeros como los segun-
dos son formas o modificaciones delimitadas y definidas (arpúJ(}w ¡"lÉva) del
infinito actual (Cantor, 1887, pp. 395-396 de mi traducción; pero también véa-
se Hallett, 1984, p. 80).

Cantor había una simple pero teoría con la que


podía formular una nueva e interesante matemática, pero seguía sin en-
contrar una demostración de que los números reales tienen la potencia
de la segunda clase numérica -una prueba de que forman un conjun-
to-. En 1891 publicó una nueva demostración de que existen potencias
infinitas diferentes de las de los números naturales, la cual "no requiere
que se tomen en consideración los números irracionales". 39 Lo que de
hecho había demostrado es que, para cualquier conjunto L y un par fijo
de elementos diferenciados, el conjunto de funciones de L en ese par tie-
ne una potencia estrictamente mayor que la de L. Así, las potencias infini-
tas no tienen un máximo, un resultado que Cantor había demostrado de
manera muy diferente en los Grundlagen. En primer lugar, enunció y
demostró el teorema en el caso en el que L es el conjunto de los números
naturales. Después enunció la forma general del teorema, pero no pro-
porcionó una demostración. En lugar de esto, ilustró el método de-
mostrando que el teorema funciona en el caso en el que L sea el conjun-
to de los números reales entre O y 1. Para evitar malas interpretaciones,
permítanme decir explícitamente que en el artículo no se menciona nin-
gún conjunto de los subconjuntos de un conjunto, y que tampoco hay
demostración alguna de que existan más números reales que números
naturales (aun cuando Cantor dijo que lo había demostrado en un artí-
culo anterior).
Cantor tenía razones para desear evitar cualquier uso de los números
irracionales para demostrar el teorema que enunciaba que existe una po-
tencia infinita diferente a la de los números naturales, pero debemos to-
mar nota de que él ya tenía una demostración que eludía a los números
irracionales: la demostración contenida en los Grundlagen. Respecto a
esto, sólo puedo suponer que, puesto que Cantor consideraba a los nú-
meros transfinitos como "nuevas irracionalidades", pensaba que esa
prueba involucraba a los números irracionales en un sentido ampliado.
Así, lo importante es que la nueva demostración evitaba tanto a los
números irracionales como a los transfinitos.
Como Joseph Warren Dauben destacó, los números irracionales eran
controvertidos (Dauben, 1979, p. 165), como también lo eran, por su-
puesto, los números transfinitos. Kronecker, un matemático particular-
mente influyente en su tiempo, negó la existencia de los números irracio-
39 Véase el apéndice B, que incluye una traducción completa de este artículo.
110 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

nales (véase, por ejemplo, Dauben, 1979, p. 69). Por tanto, valía la pena
evitar su uso para demostrar que existe más de una potencia infinita. Las
dos primeras demostraciones de esto mostraron que los conjuntos defi-
nidos de un modo similar eran grandes -conjuntos definidos por medio
de la introducción de límites de las sucesiones-o Pero Cantor no tenía
una prueba matemática con la cual demostrar a sus oponentes que se
podían introducir legítimamente tales límites, ya sea en el caso de los
números reales o en el de la segunda clase numérica. En el caso de los nú-
meros irracionales, parece que Cantor únicamente tenía argumento de el
que en el análisis los números se presentan en forma de límites de suce-
siones. 40 En el caso de los números transfinitos, utilizó el segundo princi-
pio de generación, examinado anteriormente. Cualquiera que fuera la
justificación para esos supuestos de que unas sucesiones adecuadas tie-
nen límites -y está claro que Cantor creyó que estaban justificados-,
una demostración de que existe una infinidad de tamaños infinitos, que
es independiente de estos supuestos, sería más convincente que una
dependiente de ellos. Además, una demostración independiente de ese
resultado podría servir para reforzar dichos supuestos.
La nueva demostración es independiente de cualquier noción de límite
o de número transfinito; sin embargo, requiere de un nuevo principio de
existencia de conjuntos: si L es un conjunto, entonces también lo es el
dominio de todas las funciones de L en un par arbitrariamente estableci-
do. Este principio puede ser claramente justificado utilizando el princi-
pio del dominio, pero a diferencia del principio del dominio, es matemá-
ticamente preciso y proporciona una base apropiada para demostrar
teoremas.
Como Russell se había dado cuenta desde 1900 (Coffa, 1979, p. 33 y
Russell, 1903, p. 366), cualquier función de un conjunto L en un par está
plenamente determinada por el subconjunto de L que es llevado por la
función a un miembro fijo del par. En efecto, consideramos que los dos
miembros de la pareja significan: "Sí, este elemento está en el subcon-
junto" y "no, este elemento no está en el subconjunto". La afinidad con
las funciones proposicionales de Russell es obvia. ASÍ, el dominio de
todas las funciones de L en algún par fijo es canónicamente identificable
con el dominio de los subconjuntos de L. De esto se concluye que el nue-
vo principio es equivalente al axioma del conjunto potencia -de uso
común en la actualidad-, que establece que los subconjuntos de un con-
junto forman un conjunto. Por lo tanto, denominaré al anterior princi-

40 Realmente Cantor no dijo esto. Lo que hizo fue utilizarlo como argumento contra la
definición de Dedekind de los números reales irracionales en términos de "cortaduras" y
como argumento en favor de su propia definición en términos de sucesiones en las que los
números no se presentan en forma de "cortaduras" (185, 81).
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 111

pío cantoriano -a costa de incurrir en un ligero anacronismo- el axio-


ma del conjunto potencia.
Para 1895 Cantor ya se había dado cuenta de que el axioma del con-
junto potencia tenía otra importante consecuencia: podía demostrar que
la potencia del conjunto de los números reales (el continuo) era la del
conjunto de funciones de los números naturales en un par, que ahora
escribía así: e = 21(0 (Cantor, 1895, p. 488). La demostración de este hecho
es tan fácil, dado lo que Cantor sabía, que me sorprendería que todavía
no la hubiera descubierto en 1891. No obstante, no interesa la fecha
exacta.
Lo importante no es que la nueva consecuencia de que e = 21(0 propor-
cionara una nueva demostración de la no numerabilidad del conjunto
de números reales cuando se combinaba con el resultado de 1891, el
cual se lee: Xo < 2~0 en la notación de 1895. (Aun cuando ésta es la de-
mostración "cantoriana" con la que estamos familiarizados, Cantor no fue
quien la desarrolló). Lo importante es que el nuevo axioma del conjunto
potencia permitió a Cantor demostrar por primera vez que los números
reales forman un conjunto, con lo cual dejó de considerar esto sólo como
un supuesto más. Cantor bien pudo haber considerado esto como una
victoria con consecuencias no sólo para la extensión y el desarrollo de su
teoría: proporcionaba al menos el principio de un nuevo argumento
independiente para demostrar la existencia de los números reales y
transfinitos. El axioma del conjunto potencia se había vuelto vital para
Cantor.
Sin embargo, el axioma del conjunto potencia no se integraba fácil-
mente al concepto de que un conjunto es algo que puede ser contado.
Por primer vez Cantor necesitaba avalar la existencia de un conjunto que
no sabía cómo introducir explícitamente vía un conteo; o más precisa-
mente, no sabía cómo bien ordenarlo de una manera definible. (No estoy
tomando en cuenta el primer uso que hizo Cantor de los números reales,
pues aunque no sabía cómo contarlos, tenía buenas razones para pensar
que finalmente podría hacerlo.)41

Observación técnica. Puesto que estoy hablando como si Cantor sólo


hubiera estado interesado en buenos órdenes definibles, me permito
puntualizar una ambigüedad en su teoría. Los axiomas son de segun-
do orden, y hasta ahora sólo he estado actuando como si "función" sig-
nificara una función arbitraria en el sentido de la actual lógica están-
41 Como resultado de tomar en cuenta los números reales, Cantor dudó durante un tiem-
po que todos los conjuntos pudieran estar bien ordenados. Esto refuerza la especulación de
que las dudas de Cantor acerca del buen orden y temas relacionados fueron inducidas por
la necesidad de permitir los conjuntos potencia, los cuales no están canónicamente bien
ordenados. Véase el apartado lII. 2.
112 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

dar de segundo orden, etc. dada la falta de claridad de Cantor y


sus contemporáneos acerca de la definibilidad, no sería descabellado
reinterpretar lo que Cantor tenía en mente como algo que involucraba
no funciones arbitrarias en el sentido moderno, sino funciones 0'-
recursivas para alguna O' (véase, por ejemplo, Hinman, 1978, p. 377,
para una definición y una discusión más amplia de esto). En este caso
la teoría de Cantor se convierte en la teoría de los conjuntos O'-finitos
para un ordinal infinito O' recursivamente regular (es decir, admisible)
y recursivamente inaccesible. 42 Esta idea tiene sus atractivos para la
exégesis de Cantor. Por ejemplo, su uso "inconsciente" de un principio
como el axioma 10 -un principio de elección- ya no involucra
supuestos adicionales, y su gran interés en la notación para los ordina-
les ("formas normales" para ordinales numerables y similares) se con-
vierte en algo mejor fundamentado. Además, en los Grundlagen y en
otros escritos, Cantor dio varias definiciones recursivas de segmentos
iniciales cada vez más grandes de los ordinales recursivos, y aparente-
mente definió la segunda clase numérica como una clase que consiste
en el conjunto de éstos. Esto, por supuesto, se puede minimizar fácil-
mente, puesto que Cantor difícilmente habría podido dar ejemplos no
recursivos, pero es coherente con la presente propuesta.
Cantor siempre intentó que su teoría de conjuntos fuera, en un sen-
tido no muy claro, tan comprehensiva como fuera posible, y esto aten-
ta vigorosamente contra la clase de interpretación que le doy a su tra-
bajo en esta observación técnica. Sin embargo, sus intenciones
extramatemáticas fueron más allá de esta interpretación, y en ese sen-
tido la excluyen. El punto es, más bien, que hasta 1891 nada en su tra-
bajo matemático sugería que podría haber alguna posibilidad de un
conjunto que no tuviera un buen orden definible.

En algún momento posterior a 1891 el pensamiento matemático de


Cantor comenzó a incluir, como un importante ejemplo de conjunto, al
conjunto de todas las funciones que van de un conjunto a dos elementos,
y de este modo cambió su concepción de los conjuntos: ya no era requi-
sito indispensable que todo conjunto naciera bien ordenado. En las dos
subsecuentes publicaciones (Cantor, 1895 y 1897) sobre la teoría de con-
juntos, su Beitrage, introdujo el axioma del conjunto potencia en el aparta-
do 4 (Cantor, 1895, p. 487) cuando la exponenciación de los números
cardinales se define, pero muchos de los principios que anteriormente
había considerado como obvios se habían convertido en conjeturas que
requerían demostración (Moore, 1982, pp. 44-46). En particular, ya no
suponía (Cantor, 1895, p. 484) que las potencias estuvieran ordenadas

42 El único vestigio remanente de una lógica de segundo orden en esta interpretación de


la teoría de Cantor es que debemos interpretar de una manera estándar la noción de seg-
mento inicial propio de los ordinales, para garantizar que < sea un buen orden.
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 113

linealmente "ya no es de ninguna manera plenamente evidente, y con


dificultad puede ser demostrado en esta etapa"-. En 1895, Cantor anun-
ció que demostraría, presumiblemente en el segundo artículo (1897),
que las potencias ni siquiera están bien ordenadas (Cantor, 1895, p. 495),
pero no lo hizo. Puesto que estos resultados se podían deducir fácilmen-
te a principio de que todo conjunto puede estar bien ordenado,
presumiblemente Cantor había llegado a dudar también de esto. De
hecho, los números ordinales y el buen orden habían perdido su prima-
cía: mientras que en los Grundlagen los números ordinales fueron men-
cionados desde la primera oración y los conjuntos bien ordenados fue-
ron definidos en la segunda sección (inmediatamente después de la
introducción), en Beitrage los conjuntos bien ordenados no fueron defini-
dos sino hasta el apartado 12, que es el principio del segundo artículo, y
los números ordinales no aparecieron sino hasta el apartado 14. La teo-
ría de Cantor estaba en problemas, pero no eran problemas causados
por las paradojas, sino por su intento de tratar de adaptar el axioma del
conjunto potencia a una teoría que consideraba primordial al buen
orden.
En la carta enviada a Dedekind -analizada en el apartado 4 del capítu-
lo III- Cantor utilizó su resultado de que los números ordinales forman
una multiplicidad inconsistente para demostrar que los números cardi-
nales están bien ordenados; de hecho quiso demostrar que todo número
cardinal es un X, es decir, la potencia del conjunto de los predecesores de
un número ordinal. Supongamos una multiplicidad que no tiene a nin-
gún X como su cardinalidad. Entonces, escribió Cantor, el sistema com-
pleto de todos los números ordinales es proyectable dentro de esa multi-
plicidad. Pero entonces la multiplicidad es inconsistente, por lo que no
es un conjunto.
Cantor debió de haber experimentado sentimientos encontrados res-
pecto a la demostración anterior. Por su parte, Jourdain descubrió una
demostración similar, acerca de la cual informó a Cantor. A su vez, Can-
tor envió su demostración a Jourdain, pero posteriormente le negó el per-
miso de publicarla (Grattan-Guiness, 1971, pp. 115-118). Por supuesto
que esta demostración no hubiera sido necesaria en la teoría original de
Cantor. En este caso se puede argumentar de la siguiente manera: To-
do conjunto puede ser contado y, por tanto, tiene la misma potencia que
el conjunto de los predecesores de algún número ordinal-de hecho, de
cualquier número ordinal que se use para contarlo-o Pero la potencia
del conjunto de los predecesores de un ordinal es un X.
Una variante de esta demostración efectivamente demuestra algo acer-
ca de la primitiva concepción de Cantor de los conjuntos, la cual poste-
riormente sería importante: demuestra que si una multiplicidad no es un
114 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

conjunto, entonces es más grande que cualquier conjunto. Comencemos


contando la multiplicidad. Si tuvimos éxito en alguna etapa ordinal, enton-
ces la multiplicidad es un conjunto; pero si no tuvimos éxito, entonces
habremos utilizado todos los ordinales sin haber agotado el conjunto; es
decir, la multiplicidad tiene una parte que es del tamaño de todos los
ordinales y por lo tanto, es mayor que cualquier conjunto. Éste es el ori-
gen de la posterior "hipótesis de la limitación de tamaño", la cual esta-
blece que una colección constituye un conjunto si no es demasiado gran-
de. Observe que la hipótesis de la limitación de tamaño surgió dentro de
una teoría que está libre de todas las paradojas conocidas. No surgió
como una solución para las paradojas. 43 De hecho, en la concepción lógi-
ca de colección, que es la fuente de las paradojas, no está totalmente cla-
ro de qué manera el tamaño podría ser relevante para la cuestión de si
una multiplicidad constituye o no un conjunto -después de todo, los
elementos no están agrupados: simplemente obedecen a una regla-o
Esto sugiere que, de acuerdo con la concepción lógica, se debería limi-
tar, no el tamaño de la colección, sino la estructura de las reglas, justo
como lo hizo Russell.
Una vez que Cantor hubo aceptado el axioma del conjunto potencia
como un segundo principio de existencia para los conjuntos, ya no tenía
una concepción unitaria de éstos; por lo tanto, ya no podía decir cuáles
multiplicidades eran conjuntos y cuáles no. La única manera que tenía
para demostrar que algunos no eran conjuntos era llegando a contradic-
ciones. Así, en ausencia de la posibilidad de un recuento positivo, pare-
cía ad hoc tomar esta medida. El hecho de que la cardinalidad de todo
conjunto sea un X tiene como uno de sus corolarios que todo conjunto
puede ser bien ordenado o contado. Pero esto ya no sirve como criterio
para establecer qué cosas son conjuntos, porque ahora se puede demos-
trar, por ejemplo, que el conjunto de los números reales puede estar bien
ordenado sólo luego de demostrar que es un conjunto. No se puede
demostrar que algo es un conjunto demostrando que puede estar bien
ordenado. La elegante teoría de los Grundlagen estaba perdida, y no esta-
ba claro qué podría reemplazarla.

43 Debe admitirse que la expresión limitación de tamaño fue introducida por Russell en
1906, para dar nombre a una teoría a la que consideraba que posiblemente podría resolver
las paradojas concernientes a las colecciones lógicas. Sin embargo, como él mismo lo
manifestó (Russell, 1905, p. 152), "esta teoría, naturalmente, se particulariza en la teoría de
que una clase propia (es decir, una colección permisible) siempre debe ser susceptible de ser
arreglada en una seríe bien ordenada ordinalmente similar a un segmento de la seríe de los
ordinales en orden de magnitud". Es decir, como ya lo hemos visto, la teoría de Cantor se
desarrolló antes de que se conocieran las paradojas, y antes de que hubiera demostrado la
existencia de las colecciones absolutamente infinitas.
¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS? 115

3. ApÉNDICE A

Carta de Cantor a Jourdain del 9 de julio de 1904 44

quiero responder tan sólo a un tema de su amable carta, es decir a


la dificultad que el señor Russell describe en su trabajo The PrincipIes of
Mathematics, pp. 365-368.
Russell parte de mi demostración del teorema

que puede extenderse fácilmente al caso en donde Xo es reemplazado por


algún cardinal transfinito a.
Se asume aquí algún conjunto (es decir, una multiplicidad consistente)
WC con el número cardinal a y se imagina la totalidad GIJ de todas las
cubiertas de WC con dos símbolos mutuamente excluyentes, probable-
mente con O y 1.
Los elementos de GIJ son, por tanto, cubiertas definidas de me, por lo que
cada uno es un conjunto individual del mismo número cardinal a.
Si ahora reemplazamos a me, como propone el señor Russell, por una
multiplicidad inconsistente (probablemente por la totalidad de los núme-
ros ordinales transfinitos, a la que usted llama ~B), en tal caso, de ningu-
na manera podría formarse una totalidad correspondiente a GIJ. Esta
imposibilidad descansa en lo siguiente: una multiplicidad inconsistente,
debido a que no puede ser comprendida como un todo, como una sola
cosa, no puede ser utilizada como elemento de una multiplicidad.
Sólo las cosas completas, sólo los conjuntos, pueden ser tomados como
elementos de una multiplicidad; no así las multiplicidades inconsistentes,
porque está en su naturaleza que nunca puedan ser concebidas como
objetos completos y realmente existentes.

4. ApÉNDICE B

Sobre una cuestión elemental de la teoría de conjuntos 45

En el artículo "Über eine Eigenschaft des Inbegriffs aller reellen alge-

44 He basado mi traducción en el texto tal como fue publicado en Grattan-Guiness (1971,


p. 119).
45 Mitraducción de Cantor (1891) está basada en la reimpresión de Cantor (1932b, pp.
278-280).
116 SON LOS CONJUNTOS?

braischen (Jaur. Math. 77, p. 258, de 1874; véase también Can-


tor, 1932b, pp. 115-118) se descubre, probablemente por primera vez,
una demostración del teorema que propone la existencia de conjuntos
infinitos que no pueden ser puestos en correspondencia biunívoca con la
totalidad de los números enteros finitos 1, 2, 3, ... , V, ... ; o, como me gusta
expresarlo, no tienen la potencia de la sucesión numélica 1, 2, ... , v, ...
A partir de lo que fue demostrado en el apartado 2, se concluye sin nece-
sidad de argumentaciones adicionales que, por ejemplo, la totalidad de
los números reales dentro de cualquier intervalo (D' ... (3) na son repre-
sentables en la forma de una sucesión

Sin embargo, es posible producir una demostración mucho más sim-


ple de este teorema, la cual no requiere que se tomen en consideración
los números irracionales.
Tómense cualesquiera dos símbolos m y w, los cuales son distintos en-
tre sí. A continuación considere un dominio (Inbegriff) M de elementos

el cual depende de una infinidad de coordenadas Xl' X2"'" XV,," tales que
cada una de éstas es m o w. M es la totalidad de los elementos E.
Entre los elementos que pertenecen a M están, por ejemplo, los si-
guientes tres:

= Cm, m, m, m, .. . ),
EH = (w, w, w, w, ... ),
E HI = (m, w, m, w, ... ).

Aseguro que tal conjunto M no es la potencia de la sucesión 1, 2, 3, ... ,


V, ...
Esto se demuestra con el siguiente teorema: "Si El' E 2 , .•• , EV'" .. es sim-
plemente cualquier sucesión infinita de elementos del conjunto M, <

entonces hay siempre un elemento Eo de M que no corresponde a ningún


Ev"·
Para demostrar esto, sea:

El = (al,t, a1,2"" al,v,·")'


E 2 = (a2,1, a 2,2,'" a2,v,·")'
SON LOS CONJUNTOS? 117

Aquí ai',v es m o w de una manera definida. Constrúyase ahora una


sucesión

definida de tal manera que b v sea diferente de av,v pero también es m o w.


si av,v = In, entonces b v = w, y si av,v = w, entonces b v = nI. Si ahora
consideramos al elemento

de vemos inmediatamente que la igualdad

no puede ser satisfecha para ningún valor del número entero ¡.Lo Pues en
caso contrario para la f.L en cuestión, y para todos los valores de número
entero de v,

y, en particular, sería válida la igualdad:

la cual está descartada por la definición de b v . Se concluye inmediata-


mente de este teorema que la totalidad de los elementos de M no pueden
formar una sucesión El' E 2 , •.. , Ev, ... , ya que en tal caso nos enfrentaría-
mos con la contradicción de que Ea es y no es un elemento de M.
Esta demostración parece notable no sólo por su gran simplicidad,
sino también porque el principio que se emplea fácilmente puede exten-
derse al teorema general que establece que las potencias de los conjuntos
bien definidos no tienen un máximo o, dicho de otra manera: puede
colocarse alIado de cualquier conjunto L un conjunto M, el cual es de
mayor potencia que L.
Por ejemplo, sea L un continuo lineal, digamos el dominio de todas las
cantidades numéricas reales z que sean 2': O Y :::; 1.
Sea M el dominio de todas las funciones fCx) univaluadas que pueden
tomar los valores O o 1, mientras que x recorre todos los valores reales que
sean 2': OY :::; 1.
Se deduce que M no tiene una potencia menor que L a partir de lo
118 ¿QUÉ SON LOS CONJUNTOS?

siguiente: Se pueden especificar subconjuntos de M que tengan la misma


potencia que L -por ejemplo, el subconjunto formado por todas las fun-
ciones de x que tienen el valor de 1 para un valor individual X o de x y el
valor de O para todos los otros valores de x.
Pero entonces M tampoco tiene la misma potencia que L. Porque si la
tuviera, M podría ser puesta en correspondencia biunívoca con la varia-
ble z (de L), y de este modo podría considerarse a M en la forma de una
función univaluada
<jJ(x, z)

de las dos variables x y z, de tal manera que a través de cada especifica-


ción de z se obtendría un elemento ((x) = <jJ(x, z) de M, y también, a la
inversa, cada elemento ((x) de M podría ser generado a partir de <jJ(x, z) a
través de una sola especificación definida de z. Esto, sin embargo, condu-
ce a una contradicción, porque si consideramos a g(x) como la función
univaluada de x que sólo toma los valores O o 1, y la cual para todo valor
de x es diferente de <jJ(x, x), entonces por un lado g(x) es un elemento de
M, y por el otro no puede ser generada a partir de <jJ(x, z) mediante nin-
guna especificación Z = Zo, debido a que <jJ(zo, zo) es diferente de g(zo).
Puesto que la potencia de M no es menor ni igual a la de L, de esto se
concluye que es mayor que la potencia de L. [Véase Crelle's Journal, 84, p.
242, 1878; y Cantor, 1932b, pp. 119-133.]
Ya he demostrado por otros medios enteramente diferentes, en mi
Grundlagen einer allgemeinen Mannigfaltigkeitslehre (Leipzig, 1883, Math.
Ann. 21) [Cantor, 1883] que las potencias no tienen un máximo. Ahí in-
cluso fue demostrado que el dominio de todas las potencias, cuando las
imaginamos ordenadas de acuerdo con su tamaño, forma un "conjunto
bien ordenando", de modo que para cada potencia existe de manera natu-
ral una potencia contigua mayor, y a cada conjunto de potencias infinita-
mente creciente le sigue una más grande que todas.
Las "potencias" representan la única y necesaria generalización de los
"números cardinales" finitos, no son otra cosa que los "números cardina-
les" infinitamente grandes, los cuales poseen la misma realidad y especi-
ficidad que los números cardinales finitos. La única diferencia es que las
relaciones legaliformes entre ellos, su respectiva "teoría numérica", es en
parte diferente de la que se aplica a la región de lo finito.
La exploración adicional de este campo es un trabajo para el futuro.
V LA AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

1. EL AXIOMA DE ELECCIÓN

FUE CRUCIAL, Y de hecho constitutivo para la primitiva teoría de Cantor,


que resultara válido el principio del buen orden; es decir, que todo con-
junto pueda ser bien ordenado. (El nombre de este principio fue tomado
de Moore, 1982.) Con el advenimiento del axioma del conjunto potencia
se había vuelto cuestionable tal principio, conjetura que era crítica para
rescatar la teoría de las potencias de Cantor. A fin de cuentas era necesa-
rio demostrar que el conjunto potencia de un conjunto bien ordenable
también es bien ordenable. La siguiente prueba que también es central,
sugiere que se demuestre que el conjunto de los subconjuntos de los
números naturales puede ser bien ordenado o, de manera equivalente,
que se demuestre que los números reales pueden ser bien ordenados.
Este problema, junto con el estrechamente relacionado problema del
continuo, fue el primero de la muy influyente lista de problemas mate-
máticos presentados por Hilbert en el Segundo Congreso Internacional
de Matemáticas de 1900. Puesto que la teoría cantoriana había resultado
inadecuada, tenía que resolverse el estrechamente relacionado problema
de arribar a una noción de conjunto viable con la cual se pudiera formu-
lar la teoría de conjuntos. Parecía que los números ordinales no podían
desempeñar el papel decisivo que Cantor les había asignado.
En 1904 Julius Kbnig presentó una demostración que presuntamente
probaba que el continuo no puede estar bien ordenado, la cual hubiera
puesto en duda la teoría de Cantor. Sin embargo, Zermelo encontró un
error en la prueba: Kbnig se había basado en un teorema de Felix Benls-
tein cuya demostración es incompleta en el caso relevante (véase, por
ejemplo, Moore, 1982, pp. 86-88, en donde encontrará una excelente ver-
sión de este relato). En menos de un mes, en colaboración con Erhard
Schmidt, Zermelo había resuelto el problema del buen orden del conti-
nuo, para su propia satisfacción y la de los teóricos de los conjuntos de la
actualidad (Zermelo, 1904). Pero los contemporáneos de Zermelo no
estaban tan seguros.
El trabajo de Zermelo presuponía cierta familiaridad con la teoría de
conjuntos cantoriana. Él utilizó, sin un examen previo, los números car-
dinales y sus productos, funciones que van de conjuntos a sus elementos,
conjuntos bien ordenados y el axioma del conjunto potencia. Introdujo
119
120 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

un "supuesto", que más tarde denominó el axioma de elección,l según el


cual para todo conjunto de conjuntos no vacíos hay una función que va
de cada uno de los conjuntos no vacíos a uno de sus elementos, y utilizó
este supuesto para demostrar el principio del buen orden.
Una de las características de las colecciones combinatorias es que obe-
decen al principio del buen orden y al axioma de elección. con
este principio debido a que son colectadas enumerando sus elementos;
obedecen al axioma de elección debido a que son colectadas eligiendo
sus elementos de una manera arbitraria, no necesariamente en virtud de
una regla. Esto permite elegir un elemento de cada conjunto de un con-
junto de conjuntos no vacíos. Tal elección no produce una regla indivi-
dual que seleccione exactamente a un elemento de cada conjunto del
conjunto de conjuntos no vacíos: se puede hacer de una manera arbitra-
ria. Así, el axioma de elección es equívoco en el caso de las colecciones
lógicas, las cuales requieren una regla.
Dado un conjunto M, Zermelo aplicó su supuesto al conjunto de sus
subconjuntos para obtener una función y. Cuando m es cualquier sub-
conjunto no vacío de M, Zermelo denominó y(m) al el.emento elegido de
m. Definió un y-conjunto como un subconjunto S bien ordenado de M tal
que cada elemento a de S es el elemento elegido del conjunto de elemen-
tos de S que no preceden a a. A continuación definió un y-elemento
como un elemento de cualquier y-conjunto, y demostró: i) que el con-
junto Lyde y-elementos es un y-conjunto, por lo que está bien ordenado;
ií) que Ly= M, por lo que M está bien ordenado. En apoyo de su supues-
to, sólo dijo que es un "principio lógico" que "se aplica sin titubeos en
todo ejercicio de deducción matemática". A modo de ejemplo, destacó
que se utiliza para demostrar que, si un conjunto es descompuesto en
partes, entonces no hay más partes que los elementos del conjunto.
El artículo de Zermelo provocó una tormenta de críticas. Bernstein y
Arthur Schoenflies objetaron la demostración de que Ly = M; Poincaré
objetó la definición de Ly; Jourdain sostuvo que él había demostrado an-
teriormente este resultado de una manera más simple; Peana, Borel, Le-
besgue y René Baire objetaron el supuesto. Acabo de enlistar sólo las crí-
ticas publicadas que más atrajeron la atención de Zermelo hasta 1908
(Zermelo, 1908a). Pero hubo otras críticas publicadas (Moore, 1978, p.
320) a las que Zermelo respondió en un par de artículos (Zermelo,
1908a, y 1908b) escritos con 16 días de diferencia, por lo que virtualmen-
te constituyen un solo escrito (Moore, 1978, p. 319). Uno de estos artícu-

1 Véase Moore (1982), en donde aparece un detallado análisis sobre los precursores del
axioma de elección, los equivalentes del axioma, los teoremas anteriores cuya demostra-
ción requiere del axioma, las reacciones hacia el axioma y prácticamente todos lo relacio-
nado con éste.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 121

los (Zermelo, 1908a) contiene una nueva demostración de que todo con-
puede ser bien ordenado, un detallado argumento en favor del
axioma de elección y réplicas a las críticas. El otro artículo contiene la
primera axiomatización de la teoría de conjuntos cantoriana.
Bemstein y Schoenflies también se interesaron, de manera un poco di-
en el W de todos los ordinales yen la Bu-
Ambos deseaban aceptar a W como un conjunto, así que res-
tringieron de varios modos los principios relativos a la teoría de
conjuntos, en un intento por evitar la paradoja. En particular negaron
que, dado cualquier conjunto bien ordenado y un objeto que no está en el
conjunto, haya siempre un conjunto bien ordenado formado por los ele-
mentos del conjunto original más el nuevo objeto ordenado de modo que
el nuevo objeto viene después de todos los otros. Tuvieron que hacer esto
debido a que la paradoja surge inmediatamente una vez que se continúa
W añadiéndole otro objeto. Criticaron a Zermelo por suponer que siem-
pre se puede extender un conjunto bien ordenado añadiéndole un nuevo
elemento.
La réplica de Zermelo tenía tres aspectos principales, aun cuando cri-
ticó también algunos detalles de la teorías de Bernstein y Schoenflies.
Primero argumentó que cualquier intento por salvar a W carece de senti-
do, puesto que la paradoja de Russell demuestra que los problemas que
dieron lugar a la paradoja de Burali-Forti van más allá de la teoría de los
conjuntos bien ordenados, y requiere de "una adecuada restricción de la
noción de conjunto" (Zermelo, 1908a, p. 192), no meramente de una mo-
dificación de la teoría de los conjuntos bien ordenados. En segundo
lugar, sostuvo que las teorías de conjuntos que admiten a W como un
conjunto, heredarán su "carácter inconsistente" y, por tanto, estarán
condenadas al fracaso. Como evidencia de esto citó a Gerhard Hessen-
berg, quien había observado que, mientas que Bernstein había utilizado
W para demostrar que existen conjuntos que no pueden ser bien ordena-
dos, Jourdain lo había utilizado para demostrar lo opuesto. En tercer
lugar, y esto es lo más importante, Zermelo demostró su resultado en un
sistema en el que no aparece W. El motivo principal para proporcionar
su nueva demostración era que estaba todavía más clara que la anterior:

Ya en mi demostración de 1904, teniendo tales reservas en mente, evité no sólo


todas las nociones que de alguna manera eran dudosas, sino también el uso de
los ordinales en general; claramente me restringí a principios y métodos que
en sí mismos todavía no habían dado lugar a ninguna antinomia[ ... ] Ahora
tuve éxito en completar mi nueva demostración sin recurrir siquiera al método
del ordenamiento jerárquico, y espero haber descartado definitivamente toda
posibilidad de introducir W. [Zermelo, 1908a, p. 192.]
122 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

Acabamos de ver la principal motivación de Zermelo tanto para su


nueva demostración como para su axiomatización de la teoría de con-
juntos. Vimos que no era su motivación principal asegurar que la teoría
de conjuntos estuviera libre de paradojas (Mome, 1978 y 1982, pp. 155-
166), ya que las paradojas eran un tema secundario. Lo que buscaba era
que su teorema estuviera a salvo de la crítica de que los métodos que ha-
bía empleado en su demostración conducían a paradojas.
La vieja demostración utilizaba, además de conjuntos, la noción
independiente de los órdenes que son impuestos en los conjuntos.
Actualmente sólo consideramos que tal orden -o, de hecho, cualquier
relación binaria en el conjunto S- es el conjunto de pares ordenados
de elementos de S entre los cuales esta relación se satisface (de hecho,
consideramos a una relación n-aria como un conjunto de n-adas para
cualquier n; en particular, consideramos a una relación unitaria como
un conjunto de elementos de S). Puesto que actualmente sabemos cómo
reducir pares ordenados a conjuntos, con este método en vez de hablar
de órdenes, todo se reduce a conjuntos, y así se evita postular dos cla-
ses de objetos. El evitar esto constituye algo muy conveniente cuando
se está tratando de analizar cuáles principios están siendo utilizados.
Pero Zermelo no conocía el método de los pares ordenados; pm lo tan-
to, lo que hizo en la segunda demostración fue restringir el buen orden
en los conjuntos a conjuntos particulares, utilizando un procedimiento
ad hoc para evitar la necesidad de postular dos clases de objetos (los
conjuntos y los órdenes). Esto es lo que permitió a Zermelo derivar el
principio del buen orden a partir de principios que sólo conciernen a
conjuntos.
Zermelo no intentaba presentar una teoría de lo que son los conjuntos.
Enfatizó que había buscado "los principios requeridos para establecer
los fundamentos" de la teoría de conjuntos tal como se había dado
históricamente, y que no analizaría sus orígenes en este artículo (Zerme-
lo, 1908b, p. 200).2 Sin embargo, no es totalmente cierto que sus princi-
pios resultasen adecuados para la teoría de conjuntos tal como se dio ésta
históricamente, como lo veremos más adelante. Lo que sí es cierto es que
éstos son los principios que se requieren para demostrar el teorema de
Zermelo. En su nueva demostración, Zermelo utilizó todos los axiomas
de la teoría de conjuntos, con excepción del último, el axioma del infini-
to; no obstante, es indiscutible que el teorema depende del axioma del
2 Zermelo consideró que la "definición original de conjunto formulada por Cantor" con-
ducía a paradojas, evidentemente la confundió con un enunciado del axioma de compre-
hensión, como el que se examina en el apartado IV.2. Por lo tanto, Zermelo consideró inge-
nua la concepción de Cantor. Aunque Zermelo no tomó en cuenta la definición de Cantor
según él la concebía, retomó los principios de las demostraciones cantorianas. Así, la teoría
de Zermelo resultó extremadamente cantoriana, a pesar de que no reconoció este hecho.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 123

infinito. 3 La mezcolanza de axiomas que Zermelo extrajo de manera


oportunista de una demostración, forma la base de los axiomas de la teo-
ría de conjuntos actual. Este método de obtener axiomas era apropiado
para el limitado propósito de Zermelo, pero no debía esperarse que pro-
dujera la axiomatización de una teoría coherentemente fundamentada
con base en una concepción clara de lo que es un conjunto.
Poincaré rechazó el infinito actual. Consideraba que las matemáticas
que aparentemente están relacionadas con el infinito actual, en realidad
están abocadas a definiciones lingüísticas finitas que supuestamente des-
criben objetos realmente infinitos. Por tanto pensaba que, más que dife-
renciarlos de otros objetos o señalarlos, las definiciones de tales objetos
eran las que les daban existencia. Al conjunto L y, el cual, recordemos, es
un y-conjunto, Poincaré lo definió como el conjunto de y-elementos, es de-
cir, de todos los elementos de los y-conjuntos. Pero entonces, puesto que
Lyes un y-conjunto, un objeto podría ser un y-elemento, y por tanto de L y,
en virtud de ser elemento de L, Por esa razón Poincaré consideraba a la
definición de Ly como viciosamente circular, ya que era, en suterminolo-
gía, impredicativa, y por tanto incoherente.
La réplica de Zermelo fue simple pero finalmente decisiva. Observó
que las definiciones impredicativas son comunes en el análisis; incluso
son indispensables para la práctica de las matemáticas ordinarias. Ade-
más, eran inobjetables desde su punto de vista, puesto que no crean los
objetos que definen, sino que meramente los distinguen de otros objetos.
Así, Ly es, de hecho, un y-conjunto, por lo que se puede demostrar sin
caer en una circularidad que algo es elemento de Ly en virtud de su per-
tenencia a Ly- Demostrar que algo está en Ly a partir del hecho de que
está en Lyno es muy informativo, a menos que, de alguna manera, haya-
mos identificado a Ly utilizando una descripción diferente. Pero no hay
nada de contradictorio o viciosamente circular en la definición de Zer-
melo si se selecciona Ly de una colección de objetos previamente existen-
tes, en vez de simplemente crearlo. En resumen, las definiciones impre-
dicativas son necesarias para las matemáticas ordinarias, y no son
problemáticas si se adopta una actitud realista acerca de los objetos defi-
nidos -realista en el sentido de que se trata de objetos que existían antes
de las definiciones-, los cuales son seleccionados por las definiciones,
no creados por ellas. Esto impone una sustancial restricción sobre cual-
quier filosofía de las matemáticas aceptable.
Jourdain sostuvo que con su demostración de que todo conjunto tiene

3 El axioma de la unión se utiliza sólo para derivar el axioma de elección -todo conjun-
to de conjuntos no vacíos tiene una función de elección- a partir del axioma multipli-
cativo. Véase el texto que sigue.
124 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

X como potencia, como se en el apartado obtuvo todo


que había logrado Zermelo, pero de manera más simple. Ante esto, Zer-
melo destacó que los principios de Jourdain, los cuales daban lugar a la
existencia de W, no le permitían demostrar que el continuo es un conjun-
to. ASÍ, el teorema de Zermelo implica que el continuo está bien ordena-
do, mientras que el de Jourdain no.
Zermelo continuó analizando la demostración de Jourdain, la cual
hacía uso de una sucesión arbitraria de elecciones, en palabras del pro-
pio Zermelo (1908a, p. 193): "después de un número arbitrario finito o
infinito de elementos, tómese a un elemento arbitrario del resto como el
siguiente y continúe de este modo hasta agotar todo el conjunto". Aun
cuando Zermelo había enfatizado anteriormente en su artículo (p. 186)
que el axioma de elección involucraba elecciones simultáneas, en este
caso aceptó el uso que hizo Jourdain de una sucesión temporal de elec-
ciones. Probablemente encontró a las "elecciones" simultáneas tan dudo-
sas como las elecciones sucesivas de J ourdain, puesto que desechó el
axioma que establecía que "en principio siempre es posible una elección
simultánea de elementos diferenciados para un conjunto arbitrario de
conjuntos", y lo reemplazó por un axioma equivalente que estaba menos
"contaminado de subjetividad y que es menos susceptible a una mala
interpretación" (Zermelo, 1908a, p. 186); es decir, lo sustituyó por el
axioma que ahora es conocido como el axioma multiplicativo, el cual
establece que para todo conjunto T formado por conjuntos no vacíos
mutuamente disjuntos, hay un subconjunto S de U T que tiene exacta-
mente un elemento en común con cada elemento de T. El axioma multi-
plicativo es, como lo demostró Zermelo, equivalente al axioma de elec-
ción. Este axioma fue enunciado también, aparentemente de manera
independiente, por Russell, quien le dio su nombre. No examinaré con
detalle el descubrimiento independiente del axioma de elección por par-
te de Russell, quien estaba trabajando con la teoría de los tipos - basada
en la noción lógica de las colecciones- cuando descubrió que necesita-
ba un nuevo supuesto -el axioma multiplicativo- para salvar las lagu-
nas que había en ciertas pruebas. Lo utilizó con renuencia, debido a que
pensaba que era complicado y,dudoso -como de hecho lo es-, pues se
trata de un principio relacionado con colecciones lógicas. (Veáse Moore,
1982, pp. 121-132).
Zermelo objetó, no las elecciones sucesivas, sino el supuesto de Jour-
dain de que el conjunto entero puede ser acotado, es decir, el supuesto
de que el conjunto de los subconjuntos bien ordenados del conjunto tie-
ne un elemento máximo. Dijo que eso requería de una demostración. El
supuesto es esencialmente un caso especial del principio del máximo de
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 125

4 que al axioma de aun cuando parece que


no reconoció este hecho. Zermelo estaba ciertamente en lo
correcto cuando que Jourdain había utilizado un supuesto adicional
no identificado. Con este supuesto, la demostración de Jourdain todavía
continúa estando viciada por el uso que hace de W. Hay, sin embargo,
una demostración del principio del buen orden, a partir del principio del
máximo de Hausdorff, más simple que la demostración de Zermelo a
del axioma multiplicativo. En 1932, en su comentario a la carta
que Cantor envió a Dedekind (vista en los apartados lIlA y IV. 2), en la
que Cantor proporcionó la misma prueba que Jourdain, Zermelo criticó
el uso de las elecciones sucesivas (Cantor, 1932a, p. 117): "Aquí se aplica
la intuición del tiempo a un proceso que va más allá de toda intuición,
asimismo se postula una entidad ficticia y se asume que ésta podría
hacer elecciones arbitrarias sucesivas". Zermelo continuó diciendo que
se deberían utilizar las elecciones simultáneas.
Peano, Borel, Lebesgue y Baire pusieron en duda el supuesto, es decir,
el axioma de elección. Peano esencialmente se contentó con señalar que el
axioma no se derivaba de las leyes de la lógica. Borel admitió que podría
ser aceptable una versión del axioma que estuviera restringida en su
aplicación a los conjuntos numerables de conjuntos no vacíos. Lebesgue
rechazó cualquier forma del axioma. Baire también rechazó cualquier
forma del axioma, así como al axioma del conjunto potencia (para con-
juntos infinitos) (Moore, 1982, pp. 92-96). Borel aceptó explícitamente la
demostración de Zermelo, pero la consideró como una demostración
(por el camino difícil) de la equivalencia entre el axioma de elección y el
principio del buen orden. A los ojos de Borel, Zermelo había presentado
dos problemas equivalentes, pero sin resolver ninguno (Moore, 1978, p.
312).
Zermelo comenzó su réplica destacando cuidadosamente que él no po-
día demostrar el axioma de elección, y que al acusarlo de no haber podido
proporcionar esta demostración sus críticos simplemente refrendaban
su propia opinión sobre el asunto. Pero "toda demostración presupone a
su vez principios no probados" (Zermelo, 1908a, p. 187). Agregó que para
"rechazar tal principio fundamental" sus críticos tendrían que demostrar
que era falso o contradictorio, y ninguno de ellos había intentado hacer
esto.
Zermelo mencionó dos clases de sustento para el axioma, y de hecho

4 El principio del máximo de Hausdorff dice que todo conjunto parcialmente ordenado
tiene un subconjunto linealmente ordenado que es <;:::-maximal entre tales subconjuntos
(aquí podría parecer más natural invocar el lema de Zorn; sin embargo, Jourdain no hubie-
ra considerado los buenos órdenes simplemente como conjuntos).
126 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

para cualquier principio matemático: el sustento intrínseco (el axioma es


"intuitivamente evidente") y el sustento extrínseco (es "necesario para la
ciencia").5 Esto sin duda contrasta con la afirmación que Zermelo acaba-
ba de hacer: que sus oponentes no podían rechazar un principio a menos
que se demostrara que era falso o contradictorio. Yo considero que la
cuestión se centra en esto: Un principio no puede ser rechazado de
manera tajante, así que puede ser utilizado a menos que se demuestre
que es falso o contradictorio. Pero un principio debe ser aceptado, y por
tanto debe ser utilizado, si es "intuitivamente evidente y necesario para la
ciencia". Zermelo argumentó (Zermelo, 1908a, p. 187) que Peano había
seleccionado sus propios principios fundamentales analizando los prin-
cipios que los demás matemáticos habían utilizado y "señalando que
estos principios son intuitivamente evidentes y necesarios para la cien-
cia". Hizo la observación de que podría introducir la misma clase de
argumentos para su axioma. El hecho de que dicho axioma no aparecie-
ra en la lista de principios de Peano no constituía un argumento contra
él. Zermelo también destacó que su demostración puede llevarse a cabo
en un sistema libre de todas las paradojas conocidas, en tanto que el sis-
tema de Peano está sujeto a paradojas, por lo que es inconsistente (es
simultáneamente demasiado estricto respecto a la omisión del axioma y
demasiado laxo al permitir paradojas).
Para demostrar que el axioma tiene una razón de ser intrínseca -de
hecho, para demostrar que es "autoevidente"-, Zermelo destacó (1908a,
p. 187) que había sido utilizado con gran éxito por muchos matemáticos,
"aun cuando nunca fue formulado en el estilo de los libros de texto". Si un
principio, posiblemente utilizado en varias formas, es aplicado de manera
independiente y sin cuestionamientos por muchos matemáticos, esto
seguramente demuestra que dicho principio es autoevidente. La autoevi-
dencia es un fenómeno psicológico, o probablemente sociológico, pero:

No importa si esta autoevidencia es hasta cierto punto subjetiva, seguramente


es una necesaria fuente de principios matemáticos, incluso si no es una herra-
mienta para demostraciones matemáticas, por lo que la aseveración de Peana
de que no tiene nada que ver con las matemáticas, no hace justicia a los he-
chos claros (Zermelo, 1908a, p. 187).

El lector seguramente objetará que el axioma no era autoevidente para


Peano, Borel, Lebesgue y Baire, pero de eso hablaremos más adelante.
Otra objeción que podría hacer el lector es que, mientras que el axio~
ma de elección es de hecho autoevidente para los conjuntos finitos de
s Los útiles términos intrínseco y extrínseco están tomados de la obra de Maddy (1990,
p.118).
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 127

conjuntos no vacíos, no lo es su extensión a los conjuntos infinitos, por


lo que esta generalización podría resultar simplemente un caso de gene-
ralización injustificada. 6
El axioma de elección en efecto es evidente en el caso finito, pero no es
nuevo en este caso: el axioma de elección, restringido a los conjuntos fini-
tos de conjuntos no vacíos, es un teorema, por ejemplo, del sistema de
Peana, como Zermelo (1908a, p. 187) destacó inmediatamente antes
de argumentar en favor de la autoevidencia del axioma. Es precisamente
la versión que se aplica a los conjuntos infinitos de conjuntos no vacíos la
que estaba en discusión, y fueron los primeros usos de esta versión los que
proporcionaron la base para el argumento de Zermelo. Así, el axioma pro-
porciona un ejemplo de un principio positivo, específicamente sobre el
infinito, que es autoevidente.
Debido a que la importancia de la afirmación de autoevidencia fre-
cuentemente es desdeñada con base en una estimación demasiado sim-
plista de su función, vale la pena enfatizar la compleja naturaleza de la
afirmación de Zermelo de que el axioma de elección es autoevidente. En
ningún momento Zermelo pretendió que la verdad del axioma de elec-
ción le haya sido revelada a través de alguna misteriosa facultad, o que
pudiera ser revelada a otros de esta manera. Como Kitcher lo ha enfati-
zado (1988, p. 297), no es así como evolucionan las matemáticas. Zerme-
lo no pedía que se aceptara el axioma de elección con base en alguna
introspección especulativa, ni consideraba a la autoevidencia como una
condición suficiente para aceptarlo. La evidencia de Zermelo de la autoe-
videncia del axioma de elección era que muchos matemáticos habían
utilizado con gran éxito principios o técnicas equivalentes a la aplicación
de éste, pero sin estar conscientes de que aplicaban un nuevo principio.
Existe una tendencia a considerar la falta de conciencia al aplicar un
nuevo principio como una actitud descuidada por parte los matemáticos
que lo están aplicando. Zermelo no se dejó llevar por esta tendencia -y
creo que nadie debería hacerlo-o Quienes emplearon en aquellos años
principios como los del axioma de elección no estaban trabajando en un
escenario axiomático de finales del siglo xx. Se consideraban a sí mis-
mos como descubridores de verdades, principalmente de verdades acer-
ca de los números reales, sobre la base de lo que ya conocían de los
números reales. Las técnicas de demostración o principios, fueran nue-
vos o viejos, eran totalmente apropiados para sus fines sólo sise trataba
de un principio correcto. Para ellos un principio correcto era aquel que
era válido según su concepción de los números reales.
6 Véase Lavine (1992, pp. 325-326), en donde se examina por qué la generalización no se
justificaría con base en una teoría de aquello que garantiza generalizaciones [la cual antici-
pó Maddy (1990)], una teoría que se basa en la noción de clase natural.
128 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

De hecho, habría habido una actitud descuidada si los principios simi-


lares a los del axioma de elección utilizados no hubieran sido válidos para
su concepción de los números reales; si los principios hubieran sido
inconsistentes con esta concepción, habríamos identificado apropiada-
mente su uso como un error; pero si los principios hubieran sido compa-
tibles con la concepción, aunque no se derivaran de ella, con razóa habrí-
amos identificado su uso sin mención explícita como un descuido. Pero,
de hecho, actualmente consideramos (reconstruyendo las demostracio-
nes originales) a los teoremas que ahora probamos mediante el axioma
de elección como válidos para los números reales -los mismos números
reales que estuvieron bajo investigación desde el principio-. El axioma
de elección está justificado por la idea de que se puede seleccionar arbi-
trariamente los elementos de un conjunto. Por lo tanto, probablemente
era inevitable su utilización, dada la noción de que una función es una
sucesión arbitraria de valores no sujetos a una ley común. La disciplina
no cambió por el uso de los principios de elección: ya había sido cambia-
do por Fourier, quien enunció esa caracterización de una función.
El papel prominente de la afirmación de autoevidencia -aun cuando
debo admitir que no puedo demostrar que esto es lo que Zermelo tenía
en mente- fue establecer que el uso del axioma de elección significaba
continuar con la exploración de los mismos números reales y del mismo
viejo tema de las matemáticas -el análisis- de antaño. No significaba
emprender la investigación de algo nuevo, o de algo especial.
El papel de la autoevidencia no es, al menos no siempre, asegurar una
verdad a priori, y tampoco es independiente de la meta de la sistematiza-
ción. Las explicaciones históricas que apelan a la autoevidencia son
compatibles con -y de hecho constituyen una parte importante de-
una comprensión del desarrollo del conocimiento matemático, el cual se
da conforme al naturalismo matemático de Kitcher (1988, p. 295). Se
puede tomar seriamente el fenómeno de la autoevidencia sin que esto
sea incompatible con la idea de que el conocimiento matemático evolu-
ciona de una manera muy similar al conocimiento científico en general
(a través del refinamiento y la extensión de las teorías, en el más amplio
sentido de estos términos).
Para demostrar que el axioma es extrínsecamente requerido, "necesario
para la ciencia", Zermelo proporcionó una lista de importantes resulta-
dos que están Íntimamente ligados con él, una lista que incluye resultados
básicos de la aritmética cardinal, del análisis y del álgebra. Desde la épo-
ca en que Zermelo formuló la lista, ésta se ha hecho mucho más larga.?
7 Véase Moore (1982), en donde se presenta una historia y un análisis detallado de los
muchos teoremas demostrados antes y después del trabajo de Zermelo que implican algu-
na forma de este axioma.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 129

Zermelo no dio una respuesta detallada a Borel, Lebesgue o a Baire,


quienes habían argumentado contra el axioma y por tanto habían
expresado por qué no lo encontraban autoevidente. Sin embargo, Zer-
mela tenía algo a su favor: Borel, Lebesgue y Baire, a pesar de sus pro-
testas en realidad consideraban autoevidente el axioma, pues cada uno
de lo había utilizado -o más bien habían utilizado varios princi-
pios equivalentes o consecuencias de éste- en sus trabajos, sin cuestio-
narlo (Moore, 1982, apartado 1.7). Ese trabajo formó parte del argu-
mento positivo de Zermelo para justificar la autoevidencia del axioma
de elección.
Probablemente Zermelo pensó que era innecesario replicar a Borel,
Lebesgue y a Baire debido a que las objeciones que éstos hicieron a su
trabajo dieron lugar a una correspondencia con Jacques Hadamard (Bai-
re et al., 1905), quien hábilmente defendió el axioma de Zermelo. ¿Por
qué Bore!, Lebesgue y Baire dudaban del axioma? Borel requería que un
teorema fuera "completamente irreprochable", que fuera "un resultado
preciso, expresable en un número finito de palabras" (Baire et al., 1905,
p. 273). También dijo que las paradojas surgen "debido a que se introdu-
cen conjuntos que no están realmente definidos". Por su parte, Lebesgue
decía "que definir un conjunto M es nombrar una propiedad P poseída
por ciertos elementos de un conjunto N previamente definido, el cual
caracteriza, por definición, a los elementos de M", y que:

La cuestión se reduce a algo que no tiene nada de nuevo: ¿Se puede probar la
existencia de un objeto matemático sin definirlo?
Esto, obviamente, es una cuestión de convenciones. No obstante, creo
que sólo podremos construir de manera sólida conviniendo que es imposi-
ble demostrar la existencia de un objeto sin definirlo. [Baire et al., 1905, p.
265.]

Baire (1905, pp. 263-264) expresó la opinión de que el infinito está "en
el reino de la potencialidad", por lo que los objetos infinitos se dan o defi-
nen por convención. Para ir más allá "debe ampliarse el significado de
estas expresiones (conjunto, conjunto bien ordenado) de una manera
extraordinaria y, yo diría, falaz". En cada uno de estos tres casos, y de
hecho en el caso de todos los matemáticos que conozco y que han expre-
sado por escrito sus razones para dudar del axioma, la objeción presupo-
ne que todo conjunto está de alguna manera asociado con una definición
de alguna clase. La objeción, entonces, consiste simplemente en que el
axioma no proporciona los medios para definir una función de elección.
La gran dificultad para definir tales funciones en los casos estándar,
como en el del conjunto de todos los subconjuntos no vacíos de los
130 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

números reales, sugería que en general no sería posible proporcionar


una definición.
La réplica de Hadamard fue contundente:

Lo que es seguro es que Zermelo no proporciona un método para llevar a cabo


de manera efectiva la operación que menciona -y dudo que alguien sea capaz
de proporcionarlo en el futuro-o Es indudable que hubiera sido más intere-
sante resolver el problema de esta manera. Sin embargo, la cuestión plantea-
da de este modo (la determinación efectiva de la correspondencia deseada) es
completamente distinta de la cuestión que estamos examinando: ¿existe tal
correspondencia? En ellas radica toda la diferencia -la cual es fundamen-
tal- que separa lo que Tannery denomina una correspondencia que puede ser
definida, de una correspondencia que puede ser descrita. [Baire et al., 1905,
p.262.]

Sea cual sea la noción de conjunto que estaban empleando Zermelo y


Hadamard no era una que expresamente requiriera que todos los con-
juntos estuvieran asociados con una definición.
Siguiendo a Maddy (1990, pp. 121-123) en algunos aspectos importan-
tes, ahora podemos caracterizar brevemente la situación en los siguien-
tes términos: Quienes se oponían al axioma de elección estaban emple-
ando la noción lógica de colección. El axioma de elección es, en el mejor
de los casos, dudoso en el caso de las colecciones lógicas, y ciertamente
no es autoevidente o de alguna otra manera adecuado para adoptarlo
como un principio básico concerniente a tales colecciones. Quienes apo-
yaban el axioma de elección estaban empleando una noción de colección
muy diferente: una noción combinatoria del estilo de la que propuso ori-
ginalmente Cantor; es decir, una noción según la cual las colecciones
consisten en elementos enumerados de una manera perfectamente arbi-
traria. Tales colecciones existen independientemente de nuestra capaci-
dad para formular un principio definitorio, y el axioma de elección es
efectivamente auto evidente para ellas, aun cuando sea dudoso para las
colecciones lógicas. Cantor incluso había considerado a un pariente cer-
cano del axioma de elección, el principio del buen orden, como el princi-
pio básico de las colecciones combinatorias. El real desacuerdo era acer-
ca de si los matemáticos deberían emplear colecciones lógicas o
colecciones combinatorias, no acerca del axioma de elección. El veredic-
to de la historia ha sido que los matemáticos deben emplear las coleccio-
nes combinatorias -y por lo tanto, el axioma de elección- por razones
que veremos más adelante, en esta misma sección.
La primera teoría de Cantor se topó con dificultades debido a que no
dejaba en claro que la colección de sub colecciones de una colección bien
ordenada podía ser bien ordenada. Como resultado de esto, Cantor no
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 131

estaba seguro si el conjunto potencia de una colección combinatoria era


él mismo una colección combinatoria.
La sustancial contribución de Zermelo consistió en que tuvo éxito en
hacer plausible que el axioma del conjunto potencia es compatible con la
noción combinatoria de colección y que, de hecho, es un complemento
esclarecedor para esa noción. En primer lugar, como el propio teorema
de Zermelo lo demostró, en presencia del conjunto potencia (y de otros
principios cantorianos simples), el buen orden y la elección -aparente-
mente dos características distintas de las colecciones combinatorias- se
convierten en dos características equivalentes; es decir, se fusionan para
convertirse en una sola característica. En segundo lugar, el teorema de
Zermelo suministra algunas razones para creer en el principio del buen
orden para los conjuntos potencia de las colecciones enumerativas, y
-si creemos que el axioma de elección es utilizable al menos para una
de las colecciones-se sigue el axioma del buen orden. Este argumento
está basado en el hecho de que el axioma de elección es autoevidente
para el conjunto de los números reales, que es esencialmente el conjunto
de todos los subconjuntos de los números naturales, y por tanto es un
conjunto potencia de un conjunto enumerativo. Para el conjunto de los
números reales, el axioma de elección es parte del programa para desem-
barazar la noción de función de la noción de regla.
Existe una tercera noción de colección, que es la de las colecciones
que realmente se utilizan en matemáticas: las colecciones matemáticas. 8
No estoy seguro de que a ésta deba llamársele noción, puesto que es un
concepto que se definió históricamente. Como Cantor lo descubrió al
final de su carrera, se pueden generar las colecciones matemáticas infini-
tas a partir del conjunto de los números naturales utilizando la opera-
ción del conjunto potencia y algunos métodos simples de combinación.
Al demostrar que el axioma del conjunto potencia es un complemento
plausible de la noción cantoriana de colección combinatoria, Zermelo
hizo posible identificar a las colecciones matemáticas con las coleccio-
nes combinatorias. 9
En la temprana teoría de Cantor, el principio del buen orden había
servido en efecto como el único criterio de lo que es un conjunto. Esto
dio una clara caracterización de lo que son los conjuntos. Pero el axioma
de elección no es adecuado como criterio para esto, así que Zermelo tuvo
8 Maddy utilizó la expresión colección matemática para referirse en buena medida a lo
que yo llamo colecciones combinatorias y asoció tales colecciones con la moderna concep-
ción iterativa de conjunto que frecuentemente ha sido atribuida a Zermelo. Esto se verá en
el apartado 5 (Maddy, 1990, pp. 102-103, 121).
9 Las colecciones de Zermelo son de una clase diferente de las de Cantor. No obstante,
considero a unas como desarrollo natural a partir de las otras, por lo que he utilizado el
mismo ténnino. Hasta donde puedo ver, la controversia es meramente de tenninología.
132 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

que ,",VH'If-"~~Hl,",H con una lista ad hoc de


uno de sus axiomas es válido para la noción de colección:
todos ellos se derivan de la teoría cantoriana. Pero la lista de axiomas
arbitrariamente seleccionada por Zermelo no es adecuada para caracte-
rizar la noción de conjunto combinatorio.
Los dos lados del debate sobre el axioma de elección en
realidad acerca de qué tipo de colecciones, lógicas o combinatorias, son
las colecciones matemáticas. Había poco desacuerdo sobre si el axioma de
elección era o no autoevidente o incluso probablemente falso para las co-
lecciones lógicas, o en cuanto a si en efecto era auto evidente para las
colecciones combinatorias. Zermelo argumentó -y los subsecuentes
desarrollos matemáticos lo han demostrado- que el axioma de elección
desempeña un papel importante en las matemáticas y, por tanto, la
noción correcta es la noción combinatoria. lO
Zermelo había demostrado que la noción combinatoria de la colección
podía ser identificada con la noción matemática, pero esto no demostra-
ba que la noción lógica no pudiera identificarse con la noción matemáti-
ca de una manera diferente. Se perdería el axioma de elección si se hiciera
esto. No obstante, en la primera década del siglo pasado esto probable-
mente todavía no era decisivo. De hecho, ésta parece haber sido esencial-
mente la actitud de Russell cuando desarrolló la teoría de los tipos. En
su carta de 1905 a Jourdain (Grattan-Guiness, 1977, p. 55), Russell dice:
"No creo que el continuo de los números reales se trastorne por la difi-
cultad de la clase multiplicativa. También tengo la esperanza de que se
descubrirá la manera de sortear esta dificultad; porque todo lo que tene-
mos por el momento es una mera ausencia de demostraciones de propo-
siciones que muy probablemente son verdaderas". Pero surgen otras difi-
cultades sustanciales cuando se identifican las colecciones lógicas con
las colecciones matemáticas, como lo dejó en claro la anterior descrip-
ción de la teoría de los tipos. Las colecciones lógicas están íntimamente
conectadas con el inconsistente principio de comprehensión, por lo que
se tienen que enfrentar paradojas en cualquier intento factible de identi-
ficar las colecciones lógicas con las colecciones matemáticas. Pero los
métodos naturales para manejar las paradojas también excluyen las defi-
niciones impredicativas, como lo vimos en el caso de la teoría de los
tipos, en donde la necesidad de permitir tales definiciones condujo al
10 Quienes se oponían al ;L'i:ioma de elección -todos ellos partidarios de la concepción
lógica de colección- no sólo argumentaron que el axioma era falso para las colecciones ló-
gicas: muchos también sostuvieron que la mera idea de colección combinatoria era incohe-
rente, puesto que las colecciones infinitas sólo pueden introducirse por medio de definicio-
nes. He omitido estos argumentos aquí. Como ya lo he mencionado, Poincaré tenía ideas
similares a éstas. La postura más elaborada en relación con este tema fue la de Brouwer.
Tanto de Poincaré como de Brouwer hablaremos en el capítulo VI.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 133

axioma ad hoc Puesto que las matemáticas


son impredicativas, aparentemente se el uso de colecciones
En el siglo xx se hicieron muchos progresos en la reconstrucción
partes de las matemáticas dentro de uno u otro esquema más o menos
predicativo; sin embargo, persiste el hecho de que la práctica ordinaria de
matemáticas no capturarse de ese modo y que muchos teore-
mas no pueden ser reconstruidos. 11 Las matemáticas de la actualidad -y
también las de la época de Zermelo-permiten definiciones impredicati-
vas y el axioma de elección. Por estas razones extrínsecas hemos llegado
a reconocer que las colecciones matemáticas ordinarias son colecciones
combinatorias. Pero todavía no disponemos de una adecuada teoría
matemática de las colecciones lógicas que abarque todas las colecciones
matemáticas. 12
Por varias razones extrínsecas, la teoría de las colecciones matemáti-
cas es considerada como la teoría de las colecciones combinatorias, yel
axioma de elección es autoevidente para tales colecciones. Generalmente
se asume que la controversia que rodeó al axioma de elección arrojó
dudas sobre su carácter de auto evidente; no obstante, nunca hubo con-
troversia acerca del axioma en sí, el cual es, de hecho, un principio in-
cuestionable mente auto evidente acerca de las colecciones combinatorias.
La controversia era respecto a dos nociones de colección: la lógica y la
combinatoria. Aparentemente la noción combinatoria ganó. Un conju-
juntista moderno, Donald A. Martin, hizo el siguiente comentario al res-
pecto:

... mucha de la tradicional preocupación por el axioma de elección probable-


mente se debe a una confusión entre conjuntos y propiedades definibles [ ... ]
Una vez que se elimina esta clase de confusión, el axioma de elección aparece
como uno de los axiomas menos problemáticos de la teoría de conjuntos.
[Maddy, 1990, p. 124.]

El axioma de elección no es, como frecuentemente se lo considera, un


ejemplo de que los matemáticos están en desacuerdo en relación con la
autoevidencia, o algo que arroja dudas sobre esta noción. Por el contra-
rio, este axioma es justo un ejemplo más del sorprendentemente amplio
acuerdo que existe entre los matemáticos acerca de lo que es y lo que no

jj Para mayor información véase Feferman, 1977.


12 Puesto que las extensiones de las propiedades son colecciones lógicas, hasta el punto
de ser consideradas como colecciones constituidas por elementos y no como algo más fre-
geano, las consideraciones que hacemos en este texto arrojan dudas sobre su utilidad
matemática, incluso respecto a su eficacia. El apoyo que frecuentemente se piensa que se
obtiene por el uso de tales extensiones para una teoría de conjuntos matemática exitosa
está, de hecho, sorprendentemente ausente.
134 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

es autoevidente y del verdadero papel que tales consideraciones desem-


pefian en las matemáticas.
Como hemos visto, la noción de colección combinatoria requiere un
esclarecimiento. De aquí en adelante sólo necesitamos considerar de una
manera incidental a las colecciones lógicas, puesto que nunca han des-
empefiado un papel fundamental en las matemáticas engenerai y en la
teoría de conjuntos en particular. Las paradojas, las cuales frecuente-
mente han sido consideradas como el principal problema que impide
dar pleno sentido a la teoría de conjuntos son, junto con las colecciones
lógicas para las cuales surgen, un tema colateral. El problema central es
establecer cómo pueden tener propiedades combinatorias las coleccio-
nes infinitas. La respuesta privada de Cantor -de que Dios puede mani-
pularlas de la misma manera como nosotros manipulamos las coleccio-
nes finitas- puede parecer de poca utilidad, pero constituye nuestro
punto de arranque histórico.
Para apreciar cómo se ha desarrollado la teoría de conjuntos y nuestra
comprensión de ella desde 1908 es necesario echar un vistazo a los axio-
mas de Zermelo. Mucho de lo que ha ocurrido fue en reacción a dichos
axiomas, los cuales se presentan a continuación.
El primero es el axioma IV.2.6, el axioma de extensionalidad. El segun-
do está estrechamente relacionado con los axiomas cantorianos IV.2.2 y
IV.2.3.

JLl.Íoma 1.1 (de conjuntos elementales). Existe un conjunto vacío. Para


cualquier objeto a existe un conjunto [a) con a como su único elemen-
to. Para cualesquier dos objetos a y b existe un conjunto [a, b J que con-
tiene a éstos y nada más.

Axioma 1.2 (de separación). "Siempre que la función proposicional


CS(X)13 está definida para todos los elementos de un conjunto M, M
posee un subconjunto Mrs; que contiene como elementos precisamente
aquellos elementos x de M para los que @(x) es verdadera" (Zermelo,
1908b, p. 202).

El axioma de separación se basa en la siguiente definición (Zermelo,


1908b, p. 201):

Se dice que una pregunta o aseveración Q; está definida si las relaciones funda-
mentales del dominio determinan de manera no arbitraria, por medio de los
axiomas y las leyes de la lógica universalmente válidas, si es válida o no. De la
misma manera, se dice que está definida una "función proposicional" Q;(x), en
13 El símbolo es la letra mayúscula E gótica.
fu~IOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 135

la que el término variable x recorre todos los individuos de una clase 51,14 si
está definida para cada x individual de la clase Sto

El axioma de separación se deriva de la definición cantoriana IV.2.S, y


sirve al menos para hacer un adecuado esclarecimiento de lo que es
"es tar definido". La noción de estar definido fue la principal fuente de
controversias en relación con los axiomas de Zermelo, por lo que la vere-
mos con detalle en el apartado 3.

Axioma 1.3 (del conjunto potencia). Todo conjunto Ttiene un conjunto


potencia, es decir, un conjunto que contiene exactamente los subcon-
juntos de T.

Como lo discutimos anteriormente, el axioma del conjunto potencia


no se sigue de los axiomas cantorianos. De hecho, este axioma los puso
en duda.

Axioma 1.4 (unión). Todo conjunto T tiene un conjunto unión, es


decir, un conjunto que contiene exactamente los elementos de los ele-
mentos de T.

El axioma de unión se sigue de la definición cantoriana IV.2.S, y de los


axiomas IV.2.7 y IV.2.l0.

Axioma 1.5 (de elección). Si T es un conjunto de conjuntos no vaCÍos


disyuntos dos a dos, entonces existe un subconjunto de la unión de T
que tiene exactamente un miembro en común con cada miembro de T.

El axioma de elección proviene del axioma cantoriano IV.2. 10.

A.,"CÍoma 1.6 (del infinito). Existe un conjunto que contiene el conjunto


vaCÍo y el conjunto {a} para cada uno de sus elementos a.

El axioma del infinito se sigue del axioma cantoriano IV.2.4 y de la


definición IV.2.S.
Como hemos visto, la mayoría de los axiomas de Zermelo pueden
obtenerse a partir de los axiomas cantorianos. No ocurre lo mismo en la
dirección contraria pues, por ejemplo, la definición cantoriana IV.2.S no
puede derivarse de los axiomas de Zermelo. Por esto es por lo que dije que
los axiomas de Zermelo no son, como él lo afirmaba, "los principios

14 El símbolo es la letra mayúscula K gótica.


136 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

que se requieren para establecer los fundamentos de" la teoría de con-


juntos. Éste es el tema que abordaré en el siguiente apartado.

2. EL AXIOMA DE REEMPLAZO

Fraenkel (1921, p. 97) Y Skolem (1923b, p. 296) hicieron un descubri-


miento similar. En palabras de Skolem (Fraenkello expresó de una ma-
nera similar), "El sistema de axiomas de Zermelo no es suficiente para
proporcionar una fundamentación completa para la teoría usual de con-
juntos". Ambos (Skolem incluso presentó una demostración 15 al respec-
to) notaron que, si Zo es la contraparte oficial de Zermelo para los núme-
ros naturales de su teoría de conjuntos y P es la operación del conjunto
potencia, la cual relaciona cada conjunto con el conjunto de todos sus
subconjuntos, entonces no se puede probar, en el sistema de Zermelo,
que existe el conjunto (Zo, P(Zo), P(P(Zo», ... }. Por lo tanto, observó
Fraenkel (1921, p. 97), si no existe este conjunto no se puede probar la
existencia de Xw •
Fraenkel (1922b, p. 231) Y Skolem (1923b, p. 297) propusieron de
manera independiente el mismo remedio para subsanar esta deficiencia
del sistema de Zermelo: introducir un nuevo axioma, al cual Fraenkel
denominó el axioma de reemplazo. 16

Axioma 2.1 (de reemplazo). El rango de una función en un conjunto es,


él mismo, un conjunto Y

Fraenkel (1921, p. 97) observó que para resolver el problema en cues-


tión hubiera bastado introducir un axioma ampliado del infinito, uno
que estableciera que existe el conjunto

Pero si el sistema de Zermelo fuese extendido de este modo, el sistema


resultante podría ser tan inadecuado como el anterior, por lo que se re-
quería un principio más general (Fraenkel, 1922b, p. 231).

15 Observó que V w+ w es un modelo de los axiomas de Zermelo que no contiene al conjun-


to. Véase VA, en donde aparece la definición de V w+ w •
16 En Moore (1982) y especialmente en Hallet (1984) se encuentran útiles historias sobre
el axioma de reemplazo.
17 Skolem permitió la utilización de funciones parciales. Las dos versiones son equiva-
lentes.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 137

El axioma resuelve el problema de asegurar la existencia de

puesto que existe una función que relaciona a cualquier número natural
n (realmente su en Zo) con el resultado pn(zo) de n
veces la operación conjunto potencia a Zo. El rango de esta función
en Zo es el conjunto requerido. Esta demostración corresponde a nuestra
razón intuitiva para creer que, si existe Zo, entonces también existe [Zo,
P(Zo) , P(P(Zo)), .. ·}. Simplemente reemplazamos cada miembro de es
decir, cada número natural n, con el correspondiente miembro del con-
junto, P"(ZO). Ni Fraenkel ni Skolem dudaron de la existencia de este
conjunto, y obtuvieron de manera independiente el mismo método para
demostrar su existencia.
Tal como fue enunciado, el axioma resulta ambiguo, puesto que no
deja en claro cuáles son las funciones permitidas. Fraenkel tardó cierto
tiempo en publicar una respuesta para esta cuestión, así que inicialmen-
te su versión del axioma de reemplazo era ambigua. Skolem dio una res-
puesta precisa. Tanto para Fraenkel como para Skolem, las funciones
permitidas son las funciones "definidas". ASÍ, una respuesta para esta
cuestión también constituye una solución para el problema de dar senti-
do a la noción de "definido" de Zermelo. Pero este tema será abordado
en el siguiente apartado.
El axioma de reemplazo es autoevidente para las colecciones combina-
torias y es una consecuencia inmediata de la teoría de Cantor: Si forma-
mos una colección reemplazando los miembros de otra, el buen orden
de la nueva colección estará determinado por el buen orden de la origi-
nal. De manera más formal, si enumeramos los miembros de S utilizan-
do F, y si elegimos los miembros de una nueva colección utilizando f en
S, entonces f o F (suprimiendo cualesquier duplicaciones) enumera a la
nueva colección, la cual es en el rango de f en S, con lo que se demuestra
que el rango es una colección combinatoria.
El axioma de reemplazo tiene varios precursores. Cantor no propor-
cionó argumento alguno para el axioma de reemplazo, pero enunció algo
parecido aunque más bien como una verdad que como un postulado:
"Dos multiplicidades equivalentes son ambas 'conjuntos' o ambas son
inconsistentes" (Cantor, 1932a, p. 114). Esto tiene como consecuencia
inmediata que el rango de una función uno a uno sobre un conjunto sea
un conjunto, lo cual constituye una versión del axioma de reemplazo
(aunque es un caso especial, el axioma de reemplazo completo se deriva
de él usando los axiomas de Zermelo). Dimitry Mirimanoff (1917a, p. 49)
enunció el axioma como un "postulado", aparentemente debido a que
138 A.XIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

éste era requerido para desarrollar su teoría de los representantes con-


juntistas de los números ordinales. 18 Sin embargo, esta motivación no
tenía el claro carácter intuitivo de la motivación de Fraenkel y Skolem, y
el postulado no era parte de una axiomatización completa de la teoría de
conjuntos.
Ni Fraenkel ni Skolem eran partidarios de que se integrara el axioma
de reemplazo al sistema de Zermelo. Tampoco investigaron sus conse-
cuencias. Skolem (1923b, p. 297) simplemente dijo que "pudimos intro-
ducir" el axioma, pero continuó teniendo dudas generales acerca de la
utilidad de una teoría de conjuntos axiomática (véase es apartado 3 de
este capítulo).
Fraenkel se opuso de alguna manera al axioma de reemplazo (véase
Hallett, 1984, pp. 296-297, para un resumen). Los conjuntos produci-
dos utilizando el axioma de reemplazo son, de acuerdo con Fraenkel,
muy grandes, mientras que aquellos que conducen a paradojas son dema-
siado grandes. Esto hizo pensar a Hallett (1984, p. 296) que Fraenkel
recelaba de este axioma presumiblemente debido a que sospechaba que
podría conducir a contradicciones. Sin embargo, yo no pienso lo mismo
y, hasta donde sé, Fraenkel nunca se expresó así.
A mí me parece que las dudas de Fraenkel iban en otra dirección, pues
abiertamente dijo que los axiomas de Zermelo "no son suficientes para
fundamentar la teoría de conjuntos legítima" (Fraenkel, 1921, p. 97, y la
traducción: Hallett, 1984, p. 280), y nunca pareció dudar de la existencia
de (Zo, P(Zo), P(P(Zo», ... }. Además, Fraenkel admitió (1925, p. 251) des-
pués de conocer el trabajo de John Von Neumann, el cual se describirá a
continuación, que el axioma es necesario para la teoría de los números
ordinales. Hallett dijo a este respecto: "Lo que (Fraenkel) parece poner
en duda es que sea importante para la teoría de conjuntos cualquier
aporte adicional que proporcione el axioma." Véase, por ejemplo, Fraen-
kel (1925, pp. 251-252) o (1928, p. 310).
Fraenkel creía que "la teoría general de conjuntos" no necesita el axio-
ma de reemplazo, aun cuando algunos resultados especiales, incluyendo
la teoría de los números ordinales, sí lo requieran. Esta creencia era
enteramente razonable en la década de 1920. Las matemáticas ordina-
rias, incluyendo la teoría general de conjuntos de Fraenkel, de hecho
están interesadas exclusivamente en objetos que tienen contrapartes en
el conjunto U (Zo, P(Zo), P(P(Zo», ... }. Este conjunto contiene contra-

18 Sus representantes son esencialmente lo que actualmente se conoce como los "ordina-
les de Van Neumann", los cuales serán descritos más adelante, en este mismo apartado. La
única diferencia es que Mirimanoff permitió el uso de urelementos, pero aparentemente no
de un conjunto vacío, así que identificó al número O con un urelemento e arbitrariamente
fijo, no con un conjunto vacío.
A,'CIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 139

partes de los números reales y de los números complejos, funciones de


los números reales en los números reales, espacios de funciones, etc. Por
10 tanto, se puede probar que existen todos estos conjuntos en la teoría
de Zermelo. Hasta 1975 19 no había sido descubierta alguna consecuencia
del axioma de reemplazo que formara parte de las matemáticas ordina-
rias, es decir, ninguna consecuencia que pudiera siquiera ser enunciada
sin hacer uso de conjuntos que vayan más allá de éstas. Si bien es cierto
que otros teoremas pudieron haber sido demostrados utilizando el axio-
ma de reemplazo, también pudieron haber sido probados sin épo
El titubeo de Fraenkel para agregar el axioma de reemplazo al sistema
de Zermelo tenía que ver con sus dudas acerca de su utilidad, no con su
validez. El hecho de que el axioma de reemplazo no tuviera aplicaciones
conocidas fuera de la teoría de los números ordinales y cardinales infini-
tos, pero que de todos modos fuera aceptado como verdadero, demues-
tra que, cualesquiera que hayan sido las bases sobre las que se consideró
verdadero este axioma, éstas deben haber estado claramente relaciona-
das con el infinito.
En 1923 Von Neumann desarrolló importantes consecuencias del
axioma de reemplazo, el cual, dijo, "llena un amplio hueco en la axioma-
tización de Zermelo" (Van Neumann, 1923, p. 347). ASÍ, cuando W es un
conjunto bien ordenado, Von Neumann define una numeración de W
como una función f tal que para toda w en W, f( w) = [f(u) : u < w}; es
decir, tal que f(w) es el rango de f en los predecesores de w. Resulta clara
la necesidad de depender del axioma de reemplazo para demostrar que
los conjuntos bien ordenados tienen numeraciones. Von Neumann defi-
nió que el rango de f en W es un número ordinal del conjunto bien orde-
nado W. Después demostró, todavía haciendo un amplio uso del axioma
de reemplazo, que todo conjunto bien ordenado tiene un único número
ordinal y que los conjuntos similares bien ordenados tienen el mismo

19 El primero de tales resultados es que todo juego boreliano está determinado. Véase
Martin (1975), en donde aparecen definiciones relevantes y la demostración del resultado,
y Friedman (1971), donde presenta la demostración de que se requiere del axioma de
reemplazo y la afirmación (formulada antes de 1975) de que este axioma no tiene un papel
relevante en las matemáticas ordinarias. En Harrington et al. (1985) aparecen otros teore-
mas de las matemáticas ordinarias que no pueden ser demostrados sin la utilización del
axioma de reemplazo.
20 Aun cuando las matemáticas modernas están permeadas por la teona de conjuntos y
por la teoría de conjuntos originada con los números ordinales, rara vez se "requieren los
números ordinales fuera de esta teoría, como se acaba de comentar en el texto. Los teore-
mas concernientes, por ejemplo, a los conjuntos derivados de Cantor parecen involucrar a
los números ordinales, y por tanto al axioma de reemplazo, pero sólo constituyen una par-
te de las matemáticas ordinarias. Las formulaciones más convenientes y naturales de tales
teoremas hacen uso de los números ordinales, pero estos teoremas pueden ser re formula-
dos para evitar el uso de dichos números y del axioma de reemplazo.
140 ruaOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

número ordinal, lo cual demuestra que el uso de la numero


ordinal" es legítimo. Von Neumann caracterizó a los números ordinales
de diferentes maneras; demostró que están bien ordenados por la rela-
ción de pertenencia y justificó la definición por inducción sobre los
números ordinales, lo cual hizo posible introducir directamente la adi-
ción, multiplicación y exponenciación de los números ordinales sin el
uso de nociones auxiliares de la teoría de conjuntos, como la de conjun-
tos ordenados.
Una vez que ha sido justificada la definición por inducción sobre los
números ordinales, es posible describir los números ordinales de Von
Neumann enunciando que cada uno es el conjunto de sus predecesores.
Así, O es 0, 1 es [0), 2 es {0, (0)), etcétera. Cantor había tratado a los
números ordinales como objetos separados que eran obtenidos de con-
juntos bien ordenados "por abstracción". Zermelo había axiomatizado la
teoría de conjuntos sin los números ordinales. Pero Van Neumann había
mostrado cómo introducir los números ordinales como conjuntos,
haciendo posible su uso sin dejar el dominio de los conjuntos. El axioma
de reemplazo es crucial, se lo utiliza para demostrar que todo conjunto
bien ordenado tiene un número ordinal y para justificar las definiciones
por inducción sobre los números ordinales.
Aun cuando es evidente que Von Neumann no lo sabía, Mirimanoff,
utilizando el axioma de reemplazo, ya había demostrado que a todo ordi-
nal, y por tanto a todo conjunto bien ordenado, corresponde un número
ordinal de Van Neumann único y que conjuntos similares bien ordena-
dos tienen el mismo número ordinal de Von Neumann. También había
caracterizado a los números ordinales de Von Neumann de varias mane-
ras, y había demostrado que los números ordinales de Von Neumann
están bien ordenados por la relación de pertenencia (Mirimanoff, 1917 a
y 1917b). Por lo anterior, me parece que Mirimanoff merece cierto crédi-
to, así que de aquí en adelante me referiré a los llamados "números ordi-
nales de Von Neumann" como los "números ordinales de Mirimanoff-
Von Neumann". Sin embargo, Mirimanoff no propuso identificar a los
números ordinales con los números ordinales de Mirimanoff-Von Neu-
mann, ni justificó la inducción sobre estos números. De hecho, hizo un
uso implícito de la inducción sobre los conjuntos bien ordenados para
introducirlos. Utilizó el axioma de reemplazo para demostrar que a todo
número ordinal -una noción considerada como ya comprendida con
anterioridad- corresponde un número ordinal de Mirimanoff-Von Neu-
mann (Mirimanoff, 1917a, pp. 45 y 49), en vez de demostrar aquello para
lo que eran suficientes sus técnicas, que a todo conjunto bien ordenado
corresponde un número de Mirimanoff-Von Neumann. Por lo tanto, no
demostró que se podían introducir inicialmente los números ordinales
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 141

de Neumann como la única noción de número


demostró que podían ser utilizados como sustitutos de los números
ordinales después de que se habían utilizado los números ordinales para
introducirlos.

3. EL ESTAR DEFINIDO Y LA PARADOJA DE SKOLEM

Iniciaré esta sección con una breve digresión.


Una lógica de primer orden es aquella en la que los cuantificadores sólo
corren sobre los elementos de un dominio. Una lógica de segundo orden
es una lógica en la que existen también cuantificadores que corren sobre
cosas que determinan relaciones y operaciones en un dominio. Leopold
Lowenheim (1915) es a quien generalmente se le da el crédito por esta
distinción (véase Moore, 1988a, para una historia más detallada).
Los cuantificadores de segundo orden podrían correr, por ejemplo,
sobre relaciones en un dominio, operaciones en un dominio, funciones
proposicionales en un dominio o colecciones de elementos de un domi-
nio. Por simplicidad, únicamente consideraré la cuantificación de segun-
do orden sobre relaciones.
El rasgo distintivo de la lógica de segundo orden es que presupone
que, dado un dominio, hay algo a lo que se aplican estas relaciones de
modo que el rango de los cuantificadores de segundo orden se determina
tan pronto como se fija el dominio. A fin de cuentas no haré uso de la
lógica de segundo orden, así que no avalaré este supuesto. No obstante, es
necesario observar que este supuesto forma parte del uso de la lógica de
segundo orden para muchos propósitos fundacionales. Existen varios
sistemas lógicos en los que los cuantificadores son de segundo orden, en
el sentido de que corren, sobre relaciones en un dominio, pero en los
cuales el sistema está determinado, de modo adicional, mediante el
suministro de un conjunto de relaciones adicionales al dominio o me-
diante axiomas concernientes a los cuantificadores. Para el propósito de
esta sección -es decir, para lo relativo a la paradoja de Skolem- tales
sistemas también pueden ser de primer orden, y nosotros no los incluire-
mos en la lógica de segundo orden (véase Shapiro, 1991, capítulo 4, para
una exposición básica).
La mayoría de los autores denominan a todos los sistemas de lógica
con cuantificadores sobre relaciones como de segundo orden -incluyen-
do aquellos sistemas que acabo de excluir-o Hacer esto es lo más natu-
ral si, por ejemplo, uno considera que una lógica debe ser especificada
por las reglas de su uso, más que por las condiciones de verdad dadas en
términos de dominios y de relaciones sobre los dominios. Se podría pen-
142 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

sar que una lógica debe ser especificada, por ejemplo, por las reglas de
su uso, debido a que no está claro cómo pueden especificarse los do-
minios y las relaciones si no se dan las reglas de razonamiento acerca de
ellos. La lógica que estoy denominando simplemente de segundo orden,
en general es conocida como lógica de segundo orden "estándar" o "com-
pleta".
No es mi propósito adoptar una postura sobre cuál es la mejor n1.anera
de especificar una lógica pues, como ya lo he argumentado, la lógica tiene
mucho menos que ver con la teoría de conjuntos de lo que ordinariamen-
te se supone. Por lo tanto, este tema no es importante aquí. Sin embargo,
debido a que sólo la lógica de segundo orden completa es relevante para
la paradoja de Skolem y para el trabajo de Zermelo, resulta terminológi-
camente conveniente no tener que especificar si estoy hablando de una
lógica "completa" o "estándar" cada vez que analice la lógica de segundo
orden.
y ahora regresemos a nuestra historia. La segunda demostración de
Zermelo del principio del buen orden limitó el buen orden a los conjun-
tos. Esto es lo que le permitió llevar a cabo la demostración con base en
una axiomatización de una teoría de conjuntos y sólo de conjuntos. Pero
la axiomatización de 1908 de Zermelo de hecho también involucraba
otras clases de entidades: las funciones proposicionales definidas, las
cuales aparecen en el enunciado del axioma de separación. Esta noción
fue criticada por muchos, por su falta de claridad (véase Moore, 1982, p.
260, en donde aparece una lista de estas críticas).
En 1910 Hermann Weyl sugirió que una propiedad está definida si
puede ser obtenida de =, E, Y los elementos del dominio utilizando un
número finito de principios de definición (Weyl, 1910, p. 304). En 1917
Weyl ya había obtenido una lista satisfactoria de principios de defini-
ción: negación, identificación de variables, conjunción, disyunción, sus-
titución de constantes y cuantificación existencial sobre el dominio
(Weyl, 1918, pp. 4-6, 36). En términos modernos, su idea era que una
propiedad está definida si es definible en la lógica de primer orden con
parámetros. 21 Esta descripción del concepto de definido presupone la
noción de iteración finita (de los principios de definición) y, por lo tanto,
de los números naturales. Así, Weyl pensó que el esfuerzo para fundar
los números naturales en la teoría de conjuntos estaba mal orientado
(Weyl, 1918, pp. 6-37).
El principal propósito del libro en el que Weyl discutió el concepto de
estar definido era la reconstrucción de una porción del Análisis en una
21 De acuerdo con lo expuesto en Moore (1988a, p. 135), lo que Weyl tenía en mente esta-
ba más cercano a la lógica (O; es decir, a la lógica de primer orden con un predicado para
los números naturales.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 143

teoría que permitía la cuantificación sólo sobre los números naturales_


La motivación era hacer una reconstrucción predicativa de una porción
del Análisis: puesto que los números reales son definidos como conjuntos
de números racionales -y más aún, como conjuntos de números natura-
les-, una definición de un número real que involucra cuantificación
sobre números reales es esencialmente una definición de un conjunto de
números naturales en términos de (cuantificación sobre) el conjunto de
los conjuntos de los números naturales, y por tanto es impredicativa_ Sin
embargo, adoptar un programa predicativo significa renunciar al análisis
conjuntista estándar y, por lo tanto, desechar la propia teoría de conjun-
tos_ Probablemente por esto es por lo que la sugerencia de Weyl tuvo tan
poco impacto sobre el desarrollo de la teoría de conjuntos. 22
En 1922 Skolem llegó de manera independiente a la misma definición
para el concepto de definido que Weyl había enunciado (Skolem, 1923b,
pp. 292-293). Las funciones proposicionales definidas del axioma de sepa-
ración eran, de acuerdo con Skolem, sólo formulas de la lógica de pri-
mer orden con parámetros. El axioma se convirtió en un esquema. En
correspondencia, las "funciones" de la versión de Skolem del axioma de
reemplazo eran funciones definibles en la lógica de primer orden con
parámetros. Así, el axioma de reemplazo también resultó ser un esque-
ma. A continuación daré algunos detalles del axioma de reemplazo. (El
axioma de separación es similar, pero más simple). Cuando cp(x, y, U¡, ... ,
UH) es una fórmula del lenguaje de la teoría de conjuntos, existe un caso
correspondiente del axioma de reemplazo, el cual se lee así:

Determine los conjuntos a¡, ... , al1' Para cualquier conjunto S, si para
toda x en S hay una única y tal que cp (x, y, a ¡, ... a n ) (es decir, si cp con los
parámetros al'"'' a 17 define una función en S), entonces existe un con-
junto T tal que, para todo y, y está en T si y sólo si existe x en S tal que
cp(x, y, al,'''' a n ). (Es decir, T está en el rango de S de la función defini-
da por cp con parámetros a¡, ... , aH)'

Naturalmente que este enunciado es sólo un intento de hacer relativa-


mente legible el axioma oficial, que es un enunciado de la lógica de pri-
mer orden.
Al igual que Weyl, Skolem (1923b, pp. 300-301) desechó la teoría axio-
mática de conjuntos, ya que estaba claro que no constituía "una funda-
mentación satisfactoria de las matemáticas".23 Pero, a diferencia de Weyl,

22 En 1946 Weyl presentó una breve y clara exposición, en inglés, de sus puntos de vista
y de cómo se relacionaban con los de otros autores (Weyl, 1946, pp. 268-279). Solomon
Fefelman (1988) es un elocuente promotor moderno de las matemáticas predicativas.
23 Más tarde Skolem cambió de opinión. Véanse Benacerra[ (1985) y George (1985).
144 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

Skolem la desechó con base en un teorema matemático acerca de la


teoría de conjuntos de Zermelo, según el cual, si ésta es consistente,
entonces tiene un modelo numerable. Esto significa, como el propio
Skolem lo señaló, que la teoría de conjuntos de Zermelo tiene un mode-
lo en el cual la totalidad de los "conjuntos", incluso los supuestamente
no numerables, como P(Zo), son números naturales. De hecho d teore-
ma, conocido como el teorema de Lowenheim-Skolem -que primero
probó Lowenheim y después presentó Skolem en una versión más fuer-
te y ofreciendo una demostración más sencilla- demuestra que cual-
quier conjunto finito o numerable de enunciados de la lógica de primer
orden que tenga un modelo infinito, tiene un modelo numerable. Esto
se aplica igualmente a los axiomas de Zermelo, con o sin el axioma de
reemplazo, y también a cualquier otra teoría de conjuntos de primer
orden.
No existe misterio alguno acerca de qué cosa ha salido mal: la "parado-
ja de Skolem" no es una contradicción formal. El número natural "P(Zo)",
en un modelo de axiomas de Zermelo cuyo dominio son los números
naturales, tiene sólo una cantidad numerable de "elementos", puesto que
sólo existe una cantidad numerable de números naturales. Pero el teore-
ma "P(Zo) no es numerable", cuando se aplica en el modelo, solamente
enuncia que no existe un número en el modelo que, dentro del modelo,
sirva para lograr una correspondencia uno a uno entre el número
"P(Zo)" y el número "Zo". He utilizado comillas para enfatizar que no
estamos hablando acerca de los verdaderos números P(Zo) y Zo (si es que
existen tales cosas), sino de los números que estas descripciones toman
de nuestro modelo cuyo dominio son los números naturales. Cualquier
correspondencia que pudiéramos utilizar para demostrar que "P(Zo)" es
numerable, simplemente no está en el modelo. Si aceptamos la lógica de
segundo orden (completa), resulta trivial bloquear la paradoja: Es obli-
gado que un cuantificador de segundo orden VX incluye toda relación
sobre el dominio de su rango, y por tanto todo conjunto de números
naturales, si los números naturales están en el dominio. Así, el axioma
de segundo orden

(VX)((Vy)(X(y) ~ y E Zo) ~ (3x)(x E P(Zo) /\ (Vy)(X(y) H y E x»),

dice que si X es válida sólo para números, entonces existe x en P(Zo) que
es el conjunto de los números para los que X es válido, lo que asegura
que todos los conjuntos de números naturales estén en P(Zo), y por tanto
en el dominio que, por ende, es no numerable. Como puede verse, la
paradoja de Skolem está bloqueada por estipulación. Pero esto no es
mucho más útil que simplemente insistir en que decimos que nuestra
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 145

interpretación de primer orden es completa en el sentido de que sus


cuantificadores corren sobre todos los conjuntos,24 y que la relación de
pertenencia es precisamente la relación de pertenencia, lo cual bloquea
directamente la paradoja. 25
Skolem pasó a señalar que la noción de "no numerable" es ine-
"relativa", en el sentido de que un conjunto que no es nume-
rable en un modelo (por ejemplo, el P(Zo) del modelo numerable que aca-
bamos de mencionar) puede ser numerable en otro (el modelo en el cual
realizamos la construcción del modelo numerable). También aseveró que
las nociones de "finito", "infinito" y otras son igualmente relativas. 26 Sko-
lem (1923b, p. 296) concluyó diciendo que, sobre cualquier base axio-
mática consistente, los teoremas de la teoría de conjuntos "son válidos en
un sentido meramente verbal". Sin embargo "muchos matemáticos -de
hecho, yo creo que la mayoría- no tienen en absoluto una concepción
axiomática de la teoría de conjuntos. Consideran a los conjuntos como
dados por la especificación de colecciones arbitrarias" (Skolem, 1923b, p.
300).27 Se podrían introducir, observó Skolem, colecciones absolutamente
no numerables con base en una cantidad no numerable de axiomas, o con
base en un axioma que produzca una cantidad no numerable de conse-
cuencias de primer orden. Pero cualquiera de tales métodos seria circular.
Skolem presentó dos objeciones adicionales en contra del uso de una
teoría de conjuntos axiomática como fundamento para las matemáticas
(Skolem, 1923b, p. 299). De acuerdo con la primera objeción, para de-

24 De hecho, todo lo que necesitamos estipular es que los cuantificadores corran sobre
una unión de Vas (véase el apartado 4).
25 Podríamos pensar que es más natural suponer que sabemos cuáles son las relaciones
en un dominio dado, que suponer que sólo sabemos cuáles conjuntos existen, lo cual hace
que la lógica de segundo orden parezca un poco más natural que la "teoría de conjuntos de
primer orden completa" que se sugirió en el texto. Pero, independientemente de lo ante-
rior, lo importante es que los dos supuestos bloquean la paradoja esencialmente del mismo
modo.
26 Como lo veremos más adelante, tanto Skolem como Von Neumann sospecharon que
la finitud sería relativa, como otras nociones, pero esto no se seguía de los resultados de
Skolem; más bien se siguió del teorema de incompletez de Kurt Gbdel, presentado en 1930
(utilizando también su teorema de completez de 1929), como el propio Gbdello destacó en
una revisión de Skolem (1933) publicada en 1934 (Gbdel, 1934). Skolem pudo no haber
reconocido esto, puesto que pretendió haber derivado esta relatividad (Skolem, 1934), uti-
lizando esencialmente las técnicas de su obra de 1933. De hecho, e! resultado se sigue fácil-
mente del solo teorema de completez de Gbdel, pero esto no parece haber sido notado has-
ta 1947 (Henkin, 1947) (véase también Kleene, 1988, p. 49). En 1936 y 1941 Anatolii
Ivanovich Maltsev (1936 y 1941) presentó una argumentación para fundamentar un resul-
tado similar a los resultados basados en el teorexma de completez (compárese esto con lo
expuesto por Robert L. Vaught (1986, p. 377).
27 La cita está fuera de contexto (Skolem estaba señalando que la fuente de las dudas
acerca de! axioma de elección radica en la "demanda de que todo conjunto sea definible").
Pero su intención era en el mismo sentido en el que yo estoy utilizado la cita en el texto, así
fuera sólo incidentalmente.
146 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

mostrar que cualquier sistema axiomático para la teoría de conjuntos es


consistente se debe presuponer, desde afuera de esta teoría, una noción
de prueba basada en los axiomas. Pero tal demostración consiste en "un
número finito arbitrario de aplicaciones de los axiomas". ASÍ, "la idea del
finito arbitrario es esencial", y debe presuponerse, no introducirse desde
dentro de la teoría axiomática de conjuntos. Skolem podría hab~r agre-
gado -aunque no lo hizo- que introducir la noción desde dentro de
una teoría axiomática de conjuntos para demostrar que ésta es consis-
tente, no sólo constituye un argumento circular, sino que es inadecuado
debido a que la noción de finito arbitrario dentro del sistema axiomático
es una noción relativa, mientras que la noción requerida de prueba
genuina no lo es. De hecho, como lo demostró Godel en 1930 (Godel,
1930), si la teoría de Zermelo es consistente, entonces, también lo es esta
misma teoría adicionada con un nuevo axioma que diga que dicha teo-
ría es inconsistente. Una vez más, no hay paradoja. Los modelos de la
extraña teoría que contiene este nuevo axioma tienen una noción no
estándar de lo finito y, por tanto, una noción no estándar de demostra-
ción. Las "demostraciones" de "inconsistencias en la teoría de Zermelo"
que aparecen en tal modelo no son demostraciones en el sentido ordina-
rio y absoluto: asumiendo que la teoría de Zermelo es consistente,
dichas demostraciones, o son infinitas o no están bien fundadas (es decir,
involucran "loop s" o cadenas descendentes infinitas), como fácilmente se
puede ver desde afuera del modelo.
La segunda objeción de Skolem para considerar a la teoría axiomática
de conjuntos como una fundamentación para las matemáticas era que le
parecía absurdo definir los números naturales y después probar el prin-
cipio de inducción con base en la teoría axiomática de conjuntos, pues los
números naturales y la inducción son mucho más simples y menos cues-
tionables que cualquier teoría axiomática de conjuntos. No obstante, lo
único que demuestra esta objeción es que no se puede utilizar una funda-
mentación conjuntista para justificar los números naturales o para darle
más certeza a nuestra teoría de los números naturales. Tampoco demues-
tra que la teoría de los números naturales no puede ser absorbida por
la teoría de conjuntos en un sentido más técnico. De hecho, sí se puede: La
teoría de los números ordinales finitos de Mirimanoff-Von Neumann, por
ejemplo, proporciona un sustituto matemático perfectamente adecuado
para la teoría de los números naturales. Observe que (aun cuando Skolem
no lo destacó tan explícitamente) cualquier teoría axiomática de los núme-
ros naturales estará sujeta a las mismas clases de objeciones a las que están
sujetas las teorías (L'Ciomáticas de conjuntos: la relatividad de la noción de
número natural, la necesidad de presuponer una noción de lo finito para
demostrar cualquier cosa acerca del sistema axiomático, etcétera.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 147

abordaremos la teoría de lo definido propuesta por Fraenkel y


publicada en 1925 (p. 254). Fraenkel definió simultáneamente las propie-
dades definidas y una cierta clase de funciones del dominio de todos los
conjuntos en los conjuntos -las funciones de Fraenkel-, pero por
inducción. 28 A continuación se presenta una versión ligeramente revisa-
da de esta definición:

Las funciones básicas de Fraenkel son: la operación del conjunto potencia, la


operación de unión y las funciones constantes. Las funciones de Fraenkel son
cerradas bajo la operación de composición. Cuando [y g son funciones de
Fraenkel, entonces también lo es la función de x que lleva a x al conjunto [[(x),
g(x)}. Cuando [y g son funciones de Fraenkel, las funciones proposicionales
[(y) = g(y ),f(y) *" g(y ),f(y) E g(y), y [(y) Etc g(y) son definidas. Cuando 1/> es una
función proposicional definida, la función que lleva a cualquier x a [y E x :
I/>(y)} es una función de Fraenkel.

Fraenkel (1925, p. 251) pensaba que su versión de lo que es estar defi-


nido era superior a la de Skolem debido a que no requería consideracio-
nes de lógica y permanecía cercana a la versión de Zermelo. Probable-
mente hay algo de verdad en esto, puesto que las funciones de Fraenkel
son precisamente las funciones autorizadas por los axiomas de Zermelo;
es decir, los axiomas de Zermelo son lógicamente equivalentes a los axio-
mas de extensionalidad, de elección y del infinito -los cuales no afirman
que las funciones existen en el dominio de todos los conjuntos- junto
con la afirmación de que el dominio es cerrado bajo las funciones de
Fraenkel. La versión de Fraenkel del axioma de separación dice: Si m es
un conjunto y cp es una función proposicional definida, entonces [y E m :
cp(y)} (el conjunto de las y en m tales que cp se cumple para y) es un con-
junto. Fraenkel no supuso ningún axioma de reemplazo. 29 Demostró
28 El término "función de Fraenkel" fue acuñado por Hallett (1984, p. 283).
29 El correspondiente axioma de reemplazo sería: Si m es un conjunto y f es una función
de Fraenkel, entonces (f(y) : y E m} es un conjunto. Esta versión fue sugerida en la obra
(Fraenkel, 1926, p. 134). Van Neumann demostró en 1928 (p. 234) que esta versión del
axioma de reemplazo es derivable de otros axiomas de Fraenkel y, por lo tanto, no funcio-
na como se requiere. Hay una versión diferente del axioma de reemplazo que está más de
acuerdo con el procedimiento de Fraenkel: puesto que el axioma de reemplazo asegura la
existencia de una función, esa función debe ser agregada a la definición de las funciones de
Fraenkel. Defina las funciones de Fraenkel" agregando la siguiente condición a la defi-
nición de las funciones de Fraenkel: Si fes una [unción de Fraenkel", entonces también lo
es la función que lleva x a (f(y) : y E x). En alguna ocasión Fraenkel (1925, p. 271) sugirió
que la adición del axioma de reemplazo requeriría de la ampliación de la noción de la fun-
ción de Fraenkel. Desafortunadamente el resultado de Van Neumann tiene como conse-
cuencia que la nueva versión no sea mejor que la anterior. De hecho, se deduce fácilmente
del trabajo de Van Neumann que coinciden las funciones de Fraenkel y las funciones de
Fraenkel"'. Van Neumann (1928, p. 323) sugirió una adición diferente para la definición de la
función de Fraenkel, la cual sí funciona: Sea I/J(x, y) una función proposicional definida. Si
148 iL'CIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

1925; 1926; 932) que su versión del sistema de Zermelo era


suficiente para desarrollar gran parte de la teoría de conjuntos. Como lo
destacamos en la sección anterior, Fraenkel admitió explícitamente
(1925, p. 251) que Von Neumann (1923) había demostrado que el siste-
ma sin el axioma del reemplazo no es suficiente para la teoría "especial"
de los ordinales y los cardinales.
En 1925 Von Neumann publicó una axiomatización de la teoría
conjuntos, la cual en realidad había desarrollado dos o tres años antes
(Hallett, 1984, p. 283). Atribuyó la autoría del axioma de reemplazo a
Fraenkel (Von Neumann, 1925, p. 398), ignorando la contribución de
Skolem, aun cuando citó un artículo de éste en el que aparecía el axioma
de reemplazo (Skolem, 1923b) en el contexto de la paradoja de Skolem.
En efecto,30 Von Neumann axiomatizó una teoría de lo que él denomi-
nó clases, algunas de las cuales son miembros de otras clases. Tales cla-
ses son conjuntos. Al igual que Cantor, Von Neumann aceptó la clase de
todos los conjuntos, la clase de todos los números ordinales de Mirima-
noff-Von Neumann, etc. Sabía que tales clases conducirían a paradojas
si se les permitía ser elementos de otras clases, por lo que hizo una clara
distinción entre conjuntos y clases, notablemente similar a la distinción
que hizo Cantor entre los conjuntos y las multiplicidades absolutamente
inconsistentes.
El nuevo sistema de Von Neumann incluía el siguiente axioma distin-
tivo:

Axioma 3.1 (de limitación de tamaño). Una clase es de la misma poten-


cia que el universo de los conjuntos si y sólo si no es un conjunto.

Decir que una clase S es de la misma potencia que el universo de los


conjuntos significa que existe una función de la clase sobre el universo de
los conjuntos, es decir una clase F de pares ordenados tales que cada
miembro de la clase S es el primer componente de exactamente un par
de la clase F, y tal que todo conjunto es el segundo componente de al
menos un par de la clase F. En efecto, el axioma dice que el único modo
para cada x hay un conjunto que tiene como elementos exactamente aquellas y tales que
I/J(x, y), entonces la función que lleva cada x al conjunto de y tales que I/J(x, y), es una fun-
ción de Fraenkel.
30 Van Neumann consideraba como primarias a las funciones, no a los conjuntos. Intro-
dujo los conjuntos como funciones características, es decir, como funciones del dominio
en dos objetos -es decir, funciones como las que Cantor utilizó en su argumento diago-
nal-. Nadie ha seguido el ejemplo de Van Neumann en cuanto a considerar como prima-
rias a las funciones, así que ignoraré esto y procederé como si él hubiera considerado a los
conjuntos como primarios. En este panorama transformado, las funciones de Van Neu-
mann se convierten en clases de pares ordenados tales que todo conjunto es el primer ele-
mento de exactamente un elemento de la clase.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 149

que una clase de ser un es que sea tan


como sea posible -tan grande como la clase de todos los
Von Neumann (1925, p. 402) argumentó en favor esto diciendo que el
axioma esclareció la confusión existente, que es extraordinariamente
y que "amplía, no restringe, el dominio de la teoría de
, Esta limitación en el tamaño está extraordinariamente cerca de la
limitación de Cantor, analizada en el apartado IV.2Y El axioma de
reemplazo ("el rango de una función en un conjunto es un conjunto")
proviene directamente del axioma de Von Neumann, que el rango
no puede ser más grande que el conjunto original. argumento de
Cantor que aparece en la carta dirigida a Dedekind demuestra que la cla-
se de los números ordinales no es un conjunto.) Por lo tanto, se deduce
del axioma de Van Neumann que existe una función de la clase de los
números ordinales sobre la clase de todos los conjuntos. De esta manera,
la clase de los conjuntos puede ser bien ordenada, y de esto se concluye
que el axioma de elección también se sigue del axioma de Van Neu-
mann.

técnica. De hecho, una versión fuerte del axioma de


elección se sigue del axioma de limitación de tamaño, el cual enuncia
que para toda clase S existe una clase T tal que para todo x, si hay un
par ordenado en S cuyo primer elemento es x, entonces hay exactamen-
te uno de tales pares en T. Von Neumann demostró (1929, pp. 506-
508) que el sistema con el axioma de limitación de tamaño es consis-
tente si y sólo si es consistente el sistema que contiene la formulación
fuerte del axioma de elección recién introducido, junto con el axioma
de reemplazo. También demostró, asumiendo el axioma de fundamen-
tación (véase el apartado 4), más sus otros axiomas, que el axioma de
limitación de tamaño es equivalente a estos dos axiomas. (La consis-
tencia se sigue de inmediato del otro resultado, más su teorema (veáse
Von Neumann, 1929, pp. 494-508) que enuncia que el sistema obteni-
do al reemplazar el axioma de la limitación de tamaño por el axioma
fuerte de elección y el de reemplazo es consistente sin el axioma de
fundamentación si y sólo si es consistente cuando se le agrega éste.)
Puesto que en las secciones subsiguientes consideraremos al axioma

31 Von Neumann creía que la teoría de conjuntos "ingenua" la había elaborado Cantor,
cuando en realidad la formuló Russell. Además, atribuyó la idea básica de la limitación de
tamaño a Zermelo (Von Neumann, 1925, p, 397). En tanto que el axioma de separación
sólo introduce subconjuntos de un conjunto ya dado, en el sistema de Zermelo existe una
clase de principio de limitación de tamaño -una limitación para los subconjuntos-, pero
no está claro cómo se relaciona con la limitación propuesta por Von Neumann para la car-
dinalidad de los conjuntos, una limitación que, como hemos visto, proviene de la concep-
ción de Cantor (véase el apartado 5),
150 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

de limitación de tamaño sin el axioma de fundamentación, me permi-


to mencionar que es inmediato comprobar que todo lo que requiere la
demostración de Von Neumann es que haya una función de los ordi-
nales a los conjuntos, de manera que todo conjunto sea un elemento
de algún élemento del rango. Por lo tanto, la equivalencia también es
válida en los modelos del axioma de antifundamentación (\iéase el
apartado 4).

En el sistema de Von Neumann el axioma de separación enuncia sim-


plemente el hecho de que la intersección de un conjunto y una clase es
un conjunto. En efecto, así fue como Von Neumann identificó las funcio-
nes proposicionales definidas del axioma de separación de Zermelo con
las clases. Para asegurar que existan suficientes clases, Von Neumann
utilizó axiomas que implican que cualquier colección de conjuntos es
una clase si es definible en el pri:rner orden (con parámetros de clase).
Puesto que las fórmulas de primer orden están formadas por fórmulas
atómicas que utilizan -digamos- la negación, la disyunción y la cuan-
tificación existencial, es suficiente asegurar que el complemento de cual-
quier clase es una clase, que la unión de dos clases es una clase, que el
dominio de cualquier relación binaria es una clase,32 y así sucesivamen-
te. De este modo Von Neumann obtuvo una teoría en la que todas las
nociones relevantes son axiomatizadas como miembros del dominio. En
contraste, Skolem requirió la noción auxiliar de fórmula de primer
orden, y Fraenkel había requerido la noción de función de Fraenkel. La
teoría de Von Neumann está finitamente axiomatizada. No se requieren
esquemas.
Von Neumann decía (1925, p. 395) que su trabajo estaba imbuido de
lo que actualmente denominaríamos un "espíritu formalista". Al respec-
to decía: "Entendemos por 'conjunto' a un objeto del que no conocemos,
ni necesitamos conocer, nada más que lo que se sigue sobre él de los pos-
tulados". No obstante, Von Neumann (1925, p. 403) observó cuidadosa-
mente que sus axiomas "no son más que hechos triviales de una teoría de
conjuntos ingenua". Esta observación era importante para él debido a
que mostraba que los axiomas, en el sentido específico indicado, no
requieren de mucho (1925, p. 403). Por lo tanto, era importante para
Von Neumann que los axiomas fueran "evidentes y razonables", condi-
ción que no es formalista. (En otra parte, Von Neumann modificó su
afirmación respecto a su principal axioma, al cual reconoció como más

32 Una relación binaria es una clase de pares ordenados. El dominio de una relación
binaria es la clase de todas las x para las que hay una y tal que el par ordenado (x, y) está en
la relación.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORJA DE CONJUNTOS 151

fuerte de "lo que hasta ahora se consideraba como evidente y razona-


.) [Van Neumann, 1925, pp. 402.]
Van Neumann fue más adelante y perfeccionó algunos de los argumen-
tos de Skolem en contra de la teoría axiomática de conjuntos. Destacó
que probablemente ninguna teoría que tenga modelos infinitos es categó-
rica -es decir, es tal que todos sus modelos son isomorfos-, así que
ninguna teoría de ningún sistema matemático infinito puede caracteri-
zar a este sistema. Van Neumann concluyó (1925, p. 412): "Esta circuns-
tancia me parece que constituye un argumento en favor del intuicionis-
mo."33 Observó que la noción de "buen orden" está sujeta a la relatividad
de Skolem. Acerca de la relatividad de la noción de finitud, dijo que es
difícil decir si ésta va más vigorosamente en contra de su carácter intuitivo
o de su formalización conjuntista. Concluyó que va en contra de ambos,
puesto que demuestra que carecemos de "cualquier punto de apoyo que
pudiera permitirnos determinar la definición de lo finito" (Van Neu-
mann, 1925, p. 413).
Cuando se combinan con los de Skolem, los argumentos de Von Neu-
mann equivalen a una devastadora crítica a nuestros actuales fundamen-
tos axiomáticos de las matemáticas con base en la teoría de conjuntos,
ya que estos fundamentos descansan sobre la noción de demostración, la
cual requiere de la noción de finitud para su definición. Pero una vez que
especificamos la noción de estar definido, nuestros axiomas nos permi-
ten mostrar que la definición de finitud que ellos proporcionan constitu-
ye un fundamento inadecuado para la noción de demostración. Si bien
es cierto que todo teorema de las matemáticas tiene una contraparte den-
tro de la teoría de conjuntos -incluyendo la teoría completa de la finitud
basada en los ordinales "finitos" de Mirimanoff-Von Neumann-, dicha
teoría no puede servir como base para la noción de demostración, por
lo que la teoría de conjuntos no sirve como base para una matemática
axiomática, aun cuando los temas acerca de la certidumbre de las bases
-como la consistencia o la autoevidencia-, no estén en discusión.
Como dijo el propio Skolem, no podemos dar sentido a lo que estamos
haciendo sin presuponer la noción de "número finito arbitrario". No obs-
tante, nada de esto proporciona un argumento en contra de una perspec-
tiva realista de la matemática conjuntista, en la cual los axiomas y las
demostraciones desempeñan sólo un papel incidental. Por lo tanto, la
crítica no está dirigida a la práctica de utilizar demostraciones, una
práctica que ciertamente podemos adquirir sin disponer de una teoría de
las demostraciones o de una adecuada caracterización de la finitud. En
la práctica, todo lo que necesitamos en relación con una teoría de la fini-
33 El intuicionismo, filosofía de las matemáticas que rechaza los fundamentos conjuntis-
tas, se analizará en el apartado VI.2.
152 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

tud, es el reconocimiento de que cualquier demostración que en realidad


encontremos en forma completa es finita, lo cual está muy lejos de una
completa caracterización de lo que significa ser finito. La crítica está
dirigida a cierta clase de intento de caracterizar o definir lo que la prácti-
ca permite amanera de demostraciones. El intento fracasa.
Zermelo esclareció (1929, pp. 339-340) su propia opinión lo que
es estar definido. Comenzó discutiendo los distintos intentos hechos por
otros matemáticos para definir el concepto de estar definido. Dijo que la
dificultad con la eliminación de la noción de estar definido en favor de
la lógica general es que no existe una lógica general ampliamente acepta-
da. Zermelo tenía en mente propuestas similares a las de Weyl y Skolem.
Criticó a Fraenkel por introducir la noción de lo que hemos denominado
"funciones de Fraenkel" por medio de una construcción, puesto que la
construcción depende de la noción de número finito, cuyo esclareci-
miento es una labor importante para la teoría de conjuntos. Por lo tanto,
prefirió el enfoque puramente axiomático de Von Neumann, aun cuando
pensaba que el uso de funciones hacía más intrincada y difícil de com-
prender la fundamentación de Von Neumann (Zermelo, 1929, p. 340).
Puesto que hemos evitado el uso que hace Van Neumann de las fun-
ciones, nuestra versión del sistema de Van Neumann tiene alguna seme-
janza con la clase de sistema que Zermelo parece haber tenido en mente.
Pero existen dos diferencias dignas de enfatizarse: Zermelo permitió
algo similar a la cuantificación sobre las c13.ses e introdujo un axioma
restrictivo, el cual decía esencialmente que ninguna parte propia de la
colección de todas las clases satisface los axiomas para las clases. Este
axioma tenía el efecto de asegurar que no hubiera más clases que las
requeridas por los axiomas (Zermelo, 1929, pp. 343-344).
Skolem replicó inmediatamente a Zermelo. Para Skolem, la cuestión de
si una noción de estar definido se presenta axiomáticamente o por medio
de una construcción era meramente una cuestión de formulación (Sko-
lem, 1930, pp. 337-338). También destacó que la propuesta de Zerme-
lo era muy similar a la suya, si ésta hubiera sido presentada axiomáti-
camente.
Las principales diferencias entre las propuestas de Zermelo y las de
Skolem eran el axioma restrictivo y la cuantificación sobre las clases.
Acerca del axioma restrictivo, Skolem hizo las siguientes preguntas
(1930, p. 338): "Puesto que Zermelo no quería utilizar la noción de núme-
ro finito, ¿por qué sí utilizó la noción de parte propia? ¿No es ésta tam-
bién una noción que debe ser establecida por la teoría de conjuntos? La
cuantificación sobre las clases requería esclarecerse más. ¿Zermelo
intentó esclarecerla por medio de una construcción o con axiomas adicio-
nales?". Pero lo que es más importante es que si las clases fueron introdu-
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 153

inicialmente sin cuantificación sobre ellas, entonces la admisión de


esta cuantificación no hace posibles nuevos conjuntos o clases, por lo
que resulta superflua. Skolem destacó finalmente que los axiomas para
la teoría de conjuntos no especificarán un modelo único, puesto que
siempre tendrán un modelo numerable debido al teorema de Lbwen-
1930, pp. 339-34
Zermelo se estaba basando implícitamente en lo que actualmente con-
sideraríamos como nociones de segundo orden cuando cuantificó sobre
las clases y empleó partes del dominio. La exigencia de esclarecimiento
por parte de Skolem era una petición de una versión de primer orden de
estas nociones, proporcionada por el uso de una construcción o por
axiomas.
Cualquier teoría de primer orden (es decir, cualquier teoría formulada
en una lógica de primer orden) está sujeta al argumento de Skolem de
relativismo. Las teorías de segundo orden no están sujetas a esto, pero la
petición de Skolem de un esclarecimiento parece legítima. Así ocurrió el
distanciamiento entre Skolem y Zermelo. 34

4. ZERMELO

En 1930 Zermelo propuso una nueva axiomatización para la teoría de


conjuntos (Zermelo, 1930, p. 30). En este caso, el axioma del par (cuales-
quier dos objetos componen un conjunto), el cual es muy parecido al de
Fraenkel (1925, p. 254), reemplazó a su viejo axioma de los conjuntos
elementales. El axioma del infinito fue eliminado sobre la base de que no
pertenecía a la teoría general de conjuntos. El axioma de elección tam-
poco formaba parte específicamente de este sistema, puesto que Zermelo
lo consideraba como parte del trasfondo lógico. El axioma de separación
tomó una forma muy general (se puede separar de cualquier conjunto el
subconjunto de elementos para el cual sea válida determinada función
proposicional, donde dicha función puede ser cualquiera, sin restric-
ción). Lo expresó también diciendo que cualquier parte de un conjunto
es a su vez un conjunto. Mencionó su artículo de 1929, resumido en el
apartado 3 y la crítica que le hizo Skolem, pero simplemente se reservó
el derecho de agregar esa discusión. Agregó una versión fuerte del axio-
ma de reemplazo, análoga a su axioma de separación, y conservó los vie-
jos axiomas de la extensionalidad, del conjunto potencia y de la unión.
Finalmente, agregó el siguiente axioma (Zermelo, 1930, p. 31):
34 Para un análisis desde la perspectiva moderna y para acceder a la abundante literatu-
ra moderna sobre este distanciamiento, véase Shapiro (1990). Regresaremos a este tema en
el apartado VII.4.
154 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

Axioma 4.1 (de fundamentación). Toda cadena (descendente) en la que


cada elemento es miembro de uno previo es de longitud finita.

Afirmó que el enunciado de este axioma es equivalente a lo siguiente:


Toda parte no vacía P del dominio contiene un elemento que no tiene
elementos en p".35 El axioma de fundamentación prohíbe los círculos de
pertenencia y los conjuntos no fundamentados, asimismo tiene un esta-
tus diferente al de los otros axiomas, como lo indica el hecho de que Zer-
melo se refiriera al sistema propuesto como ZF o ZF' complementado, en
donde el axioma de fundamentación constituye el complemento. La dife-
rencia es importante, ya que Zermelo no creía que el axioma de funda-
mentación fuera verdadero. Él comentó que el axioma había sido satisfe-
cho en todas las aplicaciones útiles de la teoría de conjuntos realizadas
hasta ese momento, lo que indicaba que no imponía, por el momento,
ninguna restricción esencial a la teoría (Zermelo, 1930, pp. 29, 31). Evi-
dentemente Zermelo creía que, aun cuando existen conjuntos no bien
fundados (es decir, conjuntos que se encuentran en la parte superior de
las cadenas descendentes infinitas), éstos tienen poca importancia en las
aplicaciones conocidas de la teoría de conjuntos. Zermelo utilizó la res-
tricción a los conjuntos bien fundados con la finalidad de investigar los
modelos de la teoría complementada.
El sistema axiomático de Zermelo es muy parecido al llamado sistema
ZFC, la axiomatización de la teoría de conjuntos que más se utiliza en la
actualidad, aun cuando tienen algunas diferencias, entre las que desta-
can las dos siguientes: La primera es que el sistema de Zermelo permitía
los llamados urelementos -objetos que no son conjuntos y que no tienen
elementos- en el dominio, mientras que actualmente se ha convenido
en excluirlos. Fraenkel (l922b, p. 234) fue el primero en proponer la
exclusión de los urelementos como parte de un intento de proporcionar
axiomas categóricos. Skolem manifestó (l923b, p. 298) que los axiomas
que no excluyen a los urelementos tienen modelos tanto con urelemen-
tos como sin ellos, y bosquejó una demostración de esto. De una manera
muy similar a la que utilizó Zermelo para argumentar en favor del axio-
ma de fundamentación, Fraenkel argumentó que los urelementos no ser-
vían para propósito matemático alguno, y que eliminarlos simplificaba
las cosas. 36
35 Ellos son equivalentes dada una fonna suficientemente fuerte del axioma de elección.
Se omiten los detalles, puesto que nunca hemos considerado renunciar al axioma de elec-
ción en este libro.
36 Es irónico que Fraenkel fuera el primer promotor de la exclusión de los urelementos,
puesto que también fue el primero en darles un uso matemático serio: En 1922 (Fraenkel,
1922a) demostró que el axioma de elección no es una consecuencia de los otros axiomas, si
pennitimos el uso de los urelementos (suponiendo que los otros axiomas son consistentes).
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 155

La segunda diferencia consiste en que los axiomas de Zermelo de se-


paración, de reemplazo y de fundamentación estaban basados en una
interpretación fuerte de segundo orden de la noción de estar definido.
Zermelo consideró todas las funciones proposicionales, funciones, cade-
nas y partes del dominio, mientras que actualmente sólo se permiten las
funciones y las funciones proposicionales de primer orden definibles
(con parámetros), y sólo las cadenas y las partes del dominio que son
ellas mismas elementos del dominio. El sistema que Zermelo propuso es
esencialmente el que ahora denominamos sistema ZFC de segundo
orden, aunque sin el axioma del infinito. 37 El primero en utilizar un siste-
ma de primer orden similar al que actualmente se ha adoptado univer-
salmente fue Von Neumann, en 1928 (pp. 322, 323), quien lo denominó
teoría de conjuntos de Zermelo-Fraenkel,38
Aun cuando el axioma de fundamentación tuvo varios precursores,
Zermelo no los comenta. Mirimanoff (1917a, p. 42) fue el primero en
diferenciar los conjuntos bien fundados -a los cuales denominó "con-
juntos ordinarios"- de los conjuntos no bien fundados, o conjuntos
"extraordinarios". Aunque Mirimanoff nunca consideró el axioma de
fundamentación -el cual, utilizando su propia terminología, hubiera
enunciado que todos los conjuntos son ordinarios-, hizo algo mejor:
restringió su atención exclusivamente al estudio de los conjuntos ordi-
narios (Mirimanoff, 1917a, p. 39). Esta actitud no estaba lejana de la de
Zermelo quien, después de todo, no presentó al axioma de fundamenta-
ción como una nueva verdad acerca de los conjuntos, como lo había
hecho con el axioma de elección. Zermelo utilizó el axioma de funda-
mentación para circunscribirse exclusivamente a los conjuntos bien
fundados, simplemente destacando que los otros conjuntos no tienen
utilidad. Mirimanoff (1917a, p.S1) definió la jerarquía de un conjunto
ordinario como sigue: la jerarquía de un urelemento o del conjunto va-
cío es 0, mientras que la jerarquía de cualquier otro conjunto es el míni-
mo número ordinal que sea mayor que las jerarquías de cualquiera de
sus elementos. También demostró, utilizando el axioma de reemplazo,
que todo conjunto ordinario tenía, de acuerdo con esta definición, una
jerarquía única.
No fue sino hasta 1963 cuando Cohen pudo demostrar esto sin el uso de urelementos (véa-
se Jech, 1978, p. 184).
37 Hoy eliminamos el axioma de separación debido a que es una consecuencia del axio-
ma de reemplazo, y utilizamos la versión de primer orden del axioma de fundamentación
debido a que las versiones de segundo orden se siguen de esa versión y del axioma de reem-
plazo.
38 Este sistema es el de Zermelo, pero además utiliza las funciones de Fraenkel para
especificar lo que significa estar definido; además, está complementado con el ax:ioma de
reemplazo modificado (como se analizó en una nota del apartado 3), permite la existencia
de urelementos y no agrega el axioma de fundamentación.
156 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

Skolem (1923b, p. 298) mencionó que para cualquier que sea


un modelo de los axiomas de Zermelo, los elementos de ese dominio que
no están al principio de una cadena descendente infinita también for-
man un modelo. Skolem no estaba defendiendo una restricción, sino
simplemente destacando que los axiomas de Zermelo de 1908 evidente-
mente no determinan si tales cadenas existen.
En 1925 Von Neumann (1925, pp. 404, 411-412) mencionó la posibili-
dad de un axioma que enuncie que no hay función { cuyo dominio sean
los números naturales tal que para todo n, (Cn + 1) E (en); es decir, que no
existe una cadena descendente infinita. Zermelo (1930) citó este artículo
para otro propósito. Von Neumann (1925, p. 412) no incluyó una versión
del axioma de fundamentación en su sistema básico, y cuando lo mencio-
nó en la segunda parte del artículo, intitulado Investigación de los axio-
mas, fue, en primer lugar, para destacar que probablemente no ayudaba a
asegurar que la teoría fuera categórica, debido a la relatividad de la noción
de cadena descendente, pero observó que la incorporación de tal axioma
no conduciría a contradicciones si éstas no existían desde antes (con base
en sus axiomas) y que tendría el efecto "deseable" de excluir a los "super-
fluos" conjuntos no bien fundados. Von Neumann, en su artículo publica-
do en 1929 (pp. 494-508), demostró que la adición del axioma de funda-
mentación no conduciría a contradicciones (véase Vaught, 1985, para
una presentación básica). Este mismo artículo contenía además la forma
alternativa del axioma mencionado por Zermelo (p. 498) y la definición
de jerarquía (p. 503), en forma al parecer independiente de Mirimanoff.
Zermelo desarrolló el uso de la jerarquía para comprender la estnlCtu-
ra de los conjuntos bien fundados, yen esto fue mucho más lejos que
Mirimanoff. Observó que las jerarquías estratificaban a los conjuntos
bien fundados: en el nivel cero está el conjunto de todos los objetos sin
miembros -el conjunto vací0 39 y todos los urelementos-. Cada nivel
(indexado por un ordinal)40 es el conjunto de todos los conjuntos que
están constituidos por los objetos que aparecen en los niveles previos.
Por lo tanto, si Vo(U) tiene como elementos al conjunto vacío más los ele-
mentos de U, donde U es un conjunto (posiblemente vacío) de urelemen-
tos, y si además Ve,(U) es la unión de U f3 <" Vf3(U) y su conjunto potencia,
entonces todo conjunto bien fundado (sobre los urelementos de U) es
elemento de algún V,,(U), y la jerarquía de un objeto a es justo la IX mínima
tal que a está en V,,(U).41 Los elementos de cada conjunto bien fundado

39 Zermelo consideró al conjunto vacío como un urelemento arbitrariamente seleccio-


nado.
40 Zermelo distinguió entre los números ordinales y sus sustitutos en sus dominios: los
ordinales de Mirimanoff-Von Neumann. No me detendré en los detalles.
41 Aquí y más adelante he modernizado la notación de Zermelo y he reformulado sus
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 157

se encuentran en niveles precedentes, y cada bien fundado


sirve como material para los siguientes (Zermelo, pp. 29-30). Zer-
no hizo mucho énfasis en esta descripción, ya que no se aplicaba a
los conjuntos; además, no consideraba que fuera muy importante
la manera en la que estaban construidos los conjuntos. Zermelo simple-
mente que la mencionada descripción ayudaba a su investigación
los modelos de los axiomas, así que la introdujo como una ayuda
equivalente al uso de los ordinales de Mirimanoff-Von Neumann. Los
niveles ni siquiera fueron mencionados en la sección de conclusio-
nes de su artículo.
Zermelo demostró que sus axiomas sirven para garantizar que todo
modelo es isomorfo a uno de la forma U¡3<K ViU). Denominó a los mode-
los de esa forma dominios normales, éstos eran el tema de la investiga-
ción de Zermelo; la estratificación de los conjuntos dentro de cada domi-
nio normal sólo desempeñó un papel auxiliar. Puesto que todo modelo
es isomorfo a un dominio normal, podemos ignorar todos los demás
modelos -los resultados acerca de ellos se deducirán inmediatamente de
los resultados acerca de los dominios normales-o Además, cuando
excluimos a los urelementos y abreviamos V¡3(0) (el ViU) con el conjun-
to vacío de urelementos) con V¡3' si U¡3<K V¡3 es un dominio normal-un
modelo de los axiomas de Zermelo-, entonces V es un modelo de los K

axiomas de Neumann -si consideramos que los conjuntos son exacta-


mente los elementos de U¡3<K V¡3 -. Zermelo demostró que un dominio
normal está caracterizado salvo isomorfismo por sólo dos números: la
cardinalidad del conjunto de urelementos, que puede ser cualquier
número cardinal, y el mínimo número ordinal K de Mirimanoff-Von
Neumann que no está en el modelo, el cual puede ser cualquier ordinal
inicial fuertemente inaccesible. 42 Zermelo argumentó que, si realmente
existe algún dominio normal que contenga un número infinito de ele-
mentos, entonces ciertamente existen los ordinales iniciales fuertemente
inaccesibles. Naturalmente que se puede suponer otra cosa, así como se

resultados que tienen que ver con las jerarquías acumulativas VaCU). Zermelo a menudo
consideró al conjunto de todos los conjuntos de jerarquía a -es decir, el conjunto VaCU) -
U~<a V~CU) de nuestra notación moderna- pero no a VaCU).
42 Un ordinal inicial K fuertemente inaccesible es un ordinal K tal que K es de mayor cardi-
nalidad que cualquiera de sus predecesores, K no es la mínima cota superior de un conjun-
to de cardinalidad menor que K de los ordinales menores que K y el conjunto potencia de
cualquier ordinal menor que K tiene una cardinalidad menor que la de K. Generalmente
requerimos además que K sea mayor que úJ, pero Zermelo permitió el uso de úJ como un
ordinal inicial fuertemente inaccesible, pues omitió el axioma del infinito en su teoría de
conjuntos. Con la definición que he dado de VaCU), no todo ordinal inicial fuertemente
inaccesible origina un modelo cuando el conjunto de urelementos es grande. Zermelo
(1930, pp. 38-39) demostró que esto puede enmendarse, pero omitiré los detalles.
158 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

puede suponer que no existen los urelementos, pero sólo a costa de per-
der generalidad (Zermelo, 1930, pp. 44-45).
Los distintos dominios normales se ordenan bien. Si suponemos, por
ejemplo, que dos dominios normales no isomorfos íB (la V gótica mayús-
cula) y ~~' tienen conjuntos de urelementos del mismo tamaño, entonces
están caracterizados por distintos ordinales, digamos, K y K' con, diga-
mos, K < K'. Zermelo demostró que íB es isomorfo a una subestructura de
íB' y, de hecho, que K está en íB' y que íB es isomorfo al conjunto U"<k
V,,(U) tal como se define dentro de íB'.43 En particular, el dominio más
pequeño es isomorfo a un conjunto del dominio mayor.
Los resultados anteriores hacen un fuerte uso del carácter de segundo
orden de los axiomas de Zermelo: El uso de todas las cadenas en el axio-
ma de fundamentación, en vez de sólo aquellas del dominio, garantiza
que los ordinales de un dominio realmente estén bien ordenados -lo
cual no podría haber hecho una versión de primer orden del axioma-,
con lo que se garantiza que los ordinales de cualquier modelo sean iso-
morfos (en cuanto al orden) a los ordinales" genuinos". El uso de todas
las funciones proposicionales en el axioma de separación garantiza que
los V,,(U) de los diferentes dominios normales con la misma U sean los
mismos cuando a está en ambos dominios. Supongamos que esto no es
aSÍ, entonces hay una a mínima en los dominios a partir de la cual difie-
ren éstos y, puesto que difieren, uno de ellos debe incluir un conjunto e
en V,,(U) que el otro omita. Pero todo elemento del conjunto e está en
ambos dominios, puesto que a es mínima. El axioma de separación
garantiza que, en contra de lo que se supuso, este conjunto está en el
otro dominio, puesto que C es la subclase de U¡3<" V¡3(U) determinada por
la función proposicional que es válida para los elementos de C y de nada
más. No podría hacerse esta demostración utilizando la versión de pri-
mer orden de Skolem del axioma de separación, puesto que la función
proposicional requerida (x está en C) no podría ser dada mediante una
fórmula.
Zermelo aceptó que existen muchos dominios normales, los cuales es-
tán anidados como se describió anteriormente. Esto le permitió dar sen-
tido a la utilización que hizo de todas las funciones proposicionales. Per-
mítanme hablar en términos de las colecciones que las funciones
proposicionales definen -las partes del dominio-, en vez de en térmi-
nos de las funciones proposicionales mismas; esto serviría para ubicar la
postura de Zermelo en la perspectiva actual y para esclarecer la respues-

43 Ninguno de los resultados requiere el axioma del infinito. Sin este axioma, V,,(U), el
conjunto de los conjuntos hereditariamente finitos, es un dominio normal y, por lo tanto,
se incluye en el análisis. Es por esto por lo que probablemente Zermelo omitió el axioma
del infinito.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 159

ta implícita que le dio a Skolem. 44 El axioma de separación de Zermelo


dice que toda parte de un conjunto es a su vez un conjunto. La pregunta
de Skolem era: ¿La noción de "parte" no debe ser especificada por la teo-
ría de conjuntos? Zermelo podría entonces replicar que lo está: que un
modelo de la teoría de conjuntos es un conjunto de un modelo "más alto"
(es decir, un modelo que contiene todos los urelementos del primer
modelo que tiene un ordinal característico más grande), así que la
noción de parte de un modelo dado podía ser explicada en consecuencia
en el contexto de la teoría de conjuntos de la siguiente manera: una par-
te del modelo no es más que un subconjunto del modelo, en donde el tér-
mino subconjunto se utiliza en el sentido de modelo más alto, en el cual
el modelo original es un conjunto. Zermelo (1930, p. 46) supuso que
siempre existe un modelo más alto que cualquier modelo dado. Las par-
tes de un dominio normal, sus clases propias, son conjuntos ordinarios
de un dominio más alto. Y de este modo la incapacidad del sistema axio-
mático para ser categórico se convirtió en una virtud.
Observe que todo lo que requiere la réplica de Zermelo a Skolem es
que todo modelo de los axiomas sea un conjunto en un modelo más alto.
Si se pudiera demostrar que un resultado similar es válido en algún siste-
ma sin el axioma de fundamentación, entonces la postura filosófica bási-
ca de Zermelo viraría a este sistema sin ningún cambio. Ésta no es una
especulación ociosa -se aplica a un sistema de la teoría de conjuntos no
bien fundados que actualmente tiene algunos defensores: el sistema ZFC
menos el axioma de fundamentación, más el axioma de antifundamenta-
ción (ZFC-+AFA)-. (Véase Aczel, 1988, para un enunciado exacto del
axioma.)45 Zermelo supuso que había tantos ordinales iniciales fuerte-
mente inaccesibles como ordinales, y que por tanto había un modelo de
la teoría de conjuntos para cada ordinal. El mismo resultado se deduce
para ZFC-+AFA. Ocho años más tarde Alfred Tarski (1938) presentó una
propuesta equivalente a la de Zermelo, pero como un axioma de la teoría
de conjuntos, no como un supuesto acerca de esta teoría. La sucesión de
modelos también esclarece estas paradojas: las clases propias de un
modelo son conjuntos en todos los modelos más altos (Zermelo, 1930,
pp. 29, 47).

44 No es casual que el hecho de poner las cosas en términos más compatibles con Skolem
ayude a acercarse a las perspectivas actuales, pues éstas provienen directamente de las de
Skolem.
45 La construcción del modelo de ZFC-+AFA, dado en Aczel, 1988, capítulo 3, produce
un modelo separado de los axiomas para cada dominio normal puro (es decir, libre de ure-
lementos). Estos modelos de ZFC-+AFA están determinados de manera única, salvo iso-
morfismo, por el parámetro de Zermelo (el ordinal mínimo que no está en el modelo), y
están anidados como se requiere: cada modelo es un conjunto en cualquier modelo más
alto, y cualquier modelo más alto contiene todas las partes del modelo original.
160 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

A continuación Zermelo publicó (1932) un vigoroso ataque contra "el


supuesto de Skolem, de que todos los conceptos y teoremas matemáticos
deben ser representables por medio de un sistema finito fijo de signos".
Zermelo pensaba que la resultante relatividad de las nociones de la teo-
ría de conjuntos debería convencer a todos los matemáticos, para que
abandonaran el "prejuicio" de Skolem. Continuó diciendo que "nuestro
sistema de signos siempre es un instrumento incompleto, que varía
caso en caso y refleja nuestra comprensión finita del infinito, al cual no
podemos sondear o comprender inmediata e intuitivamente, pero sí po-
demos, al menos, aproximamos paso a paso hasta dominarlo" (véase Zer-
melo, 1932, p. 85, según traducción de Moore, 1980, p. 126). Después
propuso una lógica infinitista, con conjunciones y disyunciones de cual-
quier conjunto de proposiciones y demostraciones infinitistas bien fun-
dadas (Zermelo, 1932, pp. 86-88; y también 1935). Dentro de esta lógica
se pueden utilizar las funciones proposicionales arbitrarias para estable-
cer la teoría estructural de Zermelo descrita anteriormente. Dicho autor
también observó que esta lógica no está sujeta a los resultados de incom-
pletez de Gódel.
Zermelo resumió su opinión elocuentemente en un manuscrito que no
fue publicado:

¿Cómo debe estar constituido un "dominio" de "conjuntos" y "urelementos"


para satisfacer los axiomas "generales" de la teona de conjuntos? ¿Nuestro sis-
tema de axiomas es "categórico" o produce una multiplicidad de modelos de la
teoría de conjuntos esencialmente distintos? ¿Es la idea de "conjunto", en con-
traste con la de "clase" pura, absoluta, determinada por características lógicas,
o es relativa, dependiente del modelo adecuado de la teoría de conjuntos como
una base a la vez?
[ ... ] Todo "dominio normal" es un "dominio cerrado", por lo que un domi-
nio más alto también puede ser interpretado como un "conjunto"[ ... ] Ningún
dominio normal (cerrado) puede representar a la totalidad de la teona de con-
juntos[ ... ] La teoría de conjuntos como un todo sólo puede ser representada
por la totalidad "abierta" de todos los dominios normales. [Moore, 1980, pp.
131-133, traducción mía.]

También dijo que las matemáticas comienzan con la asimilación lógi-


ca infinitista del material dado intuitivamente; no pueden estar basadas
en la intuición (Moore, 1980, pp. 134, 135). Zermelo no extendió más esta
explicación, pero a mí me parece importante, debido a que da la impre-
sión de que está en conflicto con la idea de la autoevidencia que le atri-
buí anteriormente. Pero no es aSÍ, ya que lo que quiso decir cuando ex-
presó que las matemáticas no pueden estar fundadas en la intuición es
que los temas de las matemáticas versan sobre el espacio, el tiempo y
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 161

cosas similares. La noción de asimilación del material dado intuitiva-


mente deja un amplio margen a la autoevidencia.

5. SIGUE ADELANTE Y LA FE VENDRÁ A TI

Existen varios aspectos importantes del enfoque actual de la teoría de


conjuntos, que hasta ahora no han entrado en nuestro relato histórico.
Los principales de estos aspectos son: la idea de que la teoría axiomática
de conjuntos trata sobre un supuesto dominio único compuesto por
todos los conjuntos, la concepción iterativa de los conjuntos y la primacía
de las versiones de primer orden de los axiomas.
Me permito comenzar analizando brevemente la primacía de las ver-
siones de primer orden de los axiomas, puesto que existe al menos una
razón para ello y que es importante, aun cuando no ha sido enfatizada.
Los cuantificadores de segundo orden en las axiomatizaciones de segun-
do orden de la teoría de conjuntos corren esencialmente sobre clases en
el sentido que les da a éstas Von Neumann: una colección de conjuntos.
Puesto que los axiomas de Von Neumann consideran a las clases como
realmente existentes en el dominio, éstas son de primer orden. Con las
clases en el dominio queda eliminada la tentación de utilizar la cuantifi-
cación de segundo orden en ellas. Zermelo dijo (véase el apartado 4) que
prefería el enfoque de Von Neumann de lo que es estar definido debido a
que es puramente axiomático y no depende de una construcción descrita
desde fuera de los axiomas de la teoría de conjuntos. Dirigió la crítica
específicamente a la propuesta de Fraenkel, aun cuando ésta también se
puede aplicar a las propuestas de Weyl y Skolem, las cuales descansan
en una lógica especificada desde fuera de los axiomas de la teoría de con-
juntos. Cualesquiera que hayan sido sus razones, la preferencia por los
axiomas de Von Neumann constituye, ipso [acto, una preferencia por
los axiomas de primer orden. 46
Las críticas de Skolem evidentemente condujeron a Zermelo a cam-
biar el tipo de sistema de axiomas que favorecía, pero sus viejas razones
para preferir el sistema de Von Neumann fueron retomadas por otros.
Además, la insistencia de Skolem en que los sistemas de segundo orden
requerían explicaciones adicionales, tuvo el efecto de desalentar su uso
(véase Moore, 1988a, para un análisis sobre cómo algunas influencias
que no estaban particularmente conectadas con la teoría de conjuntos

46 De cualquier manera, Zermelo propuso axiomas de segundo orden; sin embargo,


como hemos visto, Skolem demostró que la introducción de la cuantificación de segundo
orden en un sistema como el de Von Neumann no permitía definir nuevas clases.
162 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

condujeron a una preferencia generalizada por la lógica de primer


orden). Ahora continuemos con el tema principal de esta sección.
Cantor consideraba que estaba estudiando los conjuntos, no algún
dominio parcial de los conjuntos, y ciertamente no las consecuencias for-
males de los axiomas. Así que no es ilógico decir que Cantor creía que la
teoría de conjuntos estaba relacionada con un modelo únicQ. Por lo tan-
to, puesto que Zermelo sólo presuponía la teoría cantoriana de conjuntos
en su demostración de 1904 del principio de buen orden a partir del axio-
ma de elección, se puede pensar que tenía una visión similar (sus obser-
vaciones son tan breves, que no se puede desechar esta posibilidad).
Para 1908 se presentó un ligero cambio: debido a que Zermelo argu-
mentó la validez del axioma de elección y de sus otros axiomas, cierta-
mente se comprometió con la idea de que los conjuntos existen y que
eran lo que estaba estudiando. Su argumento también dejó en claro que
las definiciones impredicativas son aceptables, puesto que "después de
todo no se crea un objeto a través de tal 'determinación"'. Por otra parte,
en su réplica a quienes habían argumentado que la demostración de
1904 había utilizado principios que daban lugar a paradojas, Zermelo
dijo (1908a, p. 195) que "no es permisible tratar a la extensión de toda
noción arbitraria como un conjunto [ ... ] Pero si en la teoría de conjuntos
nos circunscribimos a un reducido número de principios establecidos
-principios que nos permitan formar los conjuntos iniciales y derivar
nuevos conjuntos a partir de los ya formados- entonces pueden evitarse
todas estas contradicciones". Estaba proponiendo abandonar el estudio
de todos los conjuntos en general y concentrarse en aquellos cuya exis-
tencia pudiera demostrarse por medio de unos pocos principios. Puesto
que, como ya hemos visto, sus principios fueron elegidos de una manera
ad hoc, no había razón para sospechar que fueran suficientemente pode-
rosos para generar todos los conjuntos. De hecho, no lo eran, como des-
pués lo demostró el descubrimiento de la necesidad del axioma de reem-
plazo.
Como acabamos de ver, Zermelo propuso abandonar el estudio de los
conjuntos en general cuando introdujo sus axiomas para la teoría
de conjuntos en 1908. En la segunda parte del periodo que hemos
comentado -es decir, de 1908 a 1929-, ninguno de quienes estaban
investigando los fundamentos de la teoría de conjuntos se interesó en un
modelo único para todos los conjuntos. Skolemy Van Neumann argu-
mentaron contra la posibilidad de determinar tal modelo, pero Fraenkel
aceptó la sugerencia de Zermelo: abandonó el estudio general de los con-
juntos, tratando de descubrir en cambio cuántos conjuntos son necesa-
rios para desarrollar la teoría requerida, también rechazó el axioma de
reemplazo, introdujo un axioma de restricción (el cual enunciaba que no
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 163

existen más conjuntos que los requeridos por los axiomas de Zermelo)
(Fraenkel, 1923, p. 219), Y dio una versión de primer orden del concepto
de estar definido. De esta manera podía evitar que se hicieran preguntas
acerca de todos los conjuntos. Más tarde (después de 1929) Zermelo tra-
tó de esclarecer qué son los conjuntos, en vez de restringir sus investiga-
ciones a aquellos conjuntos cuya existencia está garantizada por algunos
principios, pero negó que los conjuntos formaran un dominio único.
Gbdel (1947, vol. 2, p. 180) introdujo un punto de vista muy diferente:

En un principio podría parecer que las paradojas de la teoría de conjuntos se


interpondrían en el camino hacia tal empresa, pero un examen más de cerca
muestra que no causan problemas en absoluto. Las paradojas constituyen un
problema muy serio, pero no para la teoría de Cantor. Los conjuntos que existen
y son necesarios para las matemáticas (al menos para las matemáticas de la
actualidad, incluyendo la totalidad de la teoría de conjuntos de Cantor) son con-
juntos de números enteros o de números racionales (i. e. de pares de enteros), o
de números reales (L e. de conjuntos de números racionales), o de funciones de
números reales (i. e. de conjuntos de pares de números reales), etc. Cuando se
enuncian teoremas acerca de todos los conjuntos (o de la existencia de los con-
juntos) en general, éstos siempre pueden ser interpretados sin ninguna dificul-
tad como válidos para conjuntos de números enteros, así como para conjuntos
de números reales, etc. (es decir, que existen, respectivamente, conjuntos de
números enteros o conjuntos de números reales o ... etc., los cuales tienen la
propiedad enunciada). Sin embargo, este concepto de conjunto -de acuerdo
con el cual un conjunto es algo obtenible a partir de números enteros (o de algu-
nos otros objetos bien definidos) por medio de la aplicacióna iterada de la opera-
ción "conjunto de"b, y no algo obtenido al dividir en dos categorías la totalidad
de las cosas que existen- nunca ha conducido a alguna antinomia; es decir, el
trabajo "ingenuo" y acrítico realizado con este concepto de conjunto hasta aho-
ra ha demostrado ser completamente consistente en sí mismo c .
Pero, además, los axiomas subyacentes en el uso irrestricto de este concepto
de conjunto -o al menos la porción de ellos que es suficiente para todas las
demostraciones matemáticas producidas hasta ahora- han sido formulados de
manera muy precisa en la teoría axiomática de conjuntos d ...

a. Debe entenderse esta frase también incluyendo la iteración transfinita, la


totalidad de los conjuntos obtenidos por iteración finita que forman a su vez
un conjunto y la base para una aplicación más de la operación "conjunto de".
b. La operación "conjunto de las x" no puede ser definida satisfactoriamente
(al menos en el presente estado del conocimiento), y sólo puede ser parafrasea-
da por otras expresiones que también involucran el concepto de conjunto,
como: "multitud de las x", "combinación de cualquier número de x", "parte de
la totalidad de las x". De cualquier modo, como opuesta al concepto de con-
junto en general (si es considerada como primitiva), tenemos una clara noción
de esta operación.
164 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

c. Se deduce inmediatamente a partir de esta explicación del término "con-


junto" que no puede existir un conjunto de todos los conjuntos u otros conjun-
tos de una extensión similar, puesto que cada conjunto obtenido de esta mane-
ra inmediatamente da lugar a la aplicación sucesiva de la operación "conjunto
de" y, por lo tanto, a la existencia de conjuntos más grandes.
d. [En este punto Gbdel hace referencia en una nota a la axiomatización de
Von Neumann, así como a la de Paul Bernays y a la de él mismo, estas últimas
basadas en la de Von Neumann. Todas son de primer orden.]

En este breve pasaje, Gbdel introdujo la idea de que la teoría axiomáti-


ca de conjuntos es el estudio de un dominio único de todos los conjun-
tos. Introdujo la concepción iterativa (la idea de que los conjuntos deben
ser concebidos justo como los objetos obtenidos por iteración de la ope-
ración "conjunto de"; en otras palabras, la idea de que los conjuntos
deben ser concebidos justo como los objetos en los conjuntos V,,(U).47
También dio su respaldo a la idea de que los axiomas de la teoría axio-
mática de conjuntos de primer orden "subyacen" al concepto de conjun-
to. Cada una de estas ideas actualmente tiene una tremenda influencia.
La concepción iterativa da al axioma de fundamentación un papel cen-
tral. Como lo demostró Zermelo, este axioma asegura precisamente que
cada conjunto sea un "conjunto de" los conjuntos que ocurrieron en los
"niveles" previos, o iteraciones de la operación "conjunto de". El axioma
garantiza que todos los conjuntos sean conjuntos iterativos, y la concep-
ción iterativa hace obvio al axioma.
Como hemos visto, la concepción iterativa de conjunto no estuvo pre-
sente en el desarrollo de la teoría de conjuntos sino hasta 1930, por lo
menos hasta donde sabía Zermelo, porque de otro modo hubiera intro-
ducido el axioma de fundamentación -que es característico de la con-
cepción iterativa- no meramente como una restricción provisional por
conveniencia matemática, sino como una especificación adicional provi-
sional de lo que es un "conjunto".
Gbdel evidentemente tampoco conocía algún antecedente de la con-
cepción iterativa, ya que en la década de 1960, al revisar su artículo, con-
sideró la posibilidad de atribuir a Zermelo (1930) "sustancialmente la
misma solución para las paradojas",48 al citar su artículo de 1930 (anali-
47 El término iterativo fue utilizado anteriormente por Bernays (1935, p. 260) en conexión
con la teoría de conjuntos en un pasaje que es de alguna manera muy similar al que acaba-
mos de citar. Güdel mencionó brevemente la concepción iterativa en un artículo publicado
en 1944 (p. 462). El antecedente matemático de la concepción iterativa fue desarrollado en la
obra de Zermelo de 1930, como vimos en V.4. Pero la idea esencial de lo que son los conjun-
tos -que cada ellO está en algún Va(U), lo cual considero como el componente esencial de la
concepción iterativa- no estaba presente en Zermelo, 1930, como hemos visto.
48 De hecho, Güdel no propuso solución alguna para las paradojas. En vez de esto, pro-
puso que las paradojas no son relevantes para la teoría de conjuntos.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 165

en . Al final tomó la decisión correcta de no hacerlo (véase el


examen de Moore del artículo de Godel en 1986, p. 167). Fue ex-
traordinariamente osado por parte de Godel introducir la concepción
iterativa como fundamental en una fecha tan tardía del desarrollo de la
teoría de conjuntos.
Seguramente objete que la concepción iterativa ya estaba
implícitamente presente en las definiciones de conjunto de Cantor (en
definiciones tales como [objetos] "ligados" o "colectados"). Pero, como
hemos visto, la teoría de Cantor puede ser explicada en detalle sin utili-
zar el axioma de fundamentación. Hasta donde sabemos, Cantor nunca
abordó la cuestión de si un conjunto puede ser elemento de sí mismo.
Dada la impredicatividad de la teoría de Cantor, me parece que no hay
razón alguna por la que una enumeración de elementos no pueda por
este hecho ser tal que su rango sea uno de sus propios elementos, en
cuyo caso un conjunto no bien fundado sería un conjunto cantoriano. 49
Además, ninguno de los sucesores de Cantor detectó tal idea en su traba-
jo, al menos no hasta después de 1947.
¿Puede haber un argumento matemático para la concepción iterativa?
Antes de responder, debemos aclarar que podría no existir una prueba
de que el axioma de fundamentación sea verdadero o falso. La prueba de
Von Neumann (mencionada en VA) de que el axioma de fundamenta-
ción no puede conducir a contradicciones, demuestra que, en cualquier
modelo so de cualquiera de los axiomas usuales de la teoría de conjuntos
(sin el axioma de fundamentación), los conjuntos bien fundados forman
un modelo de estos axiomas más el axioma de fundamentación. Así,
incluso cuando permitimos conjuntos no bien fundados, siempre será
posible agregar consistentemente el axioma de fundamentación circuns-
cribiendo nuestra atención a los conjuntos bien fundados. Por otro lado,
los resultados concernientes al axioma de antifundamentación mencio-
nados en la sección 4 de hecho establecen que para cualquier modeloS!
de cualquiera de los axiomas usuales, más el axioma de fundamentación,
hay un modelo del axioma de antifundamentación que lo extiende, y tal
que el modelo dado es la parte bien fundada de dicha extensión. Así,
incluso si excluimos a los conjuntos no bien fundados, todavía es posible
agregar consistentemente el axioma de antifundamentación introducien-
do los conjuntos bien fundados dentro de un modelo de éste. El efecto
combinado de estos hechos demuestra que, en lo que concierne a nues-

49 Una colección cuyo único elemento es ella misma proporciona un sencillo ejemplo: la
función que lleva al O a ese objeto atestigua que es un conjunto.
50 El resultado se aplica incluso a los modelos de clases, los cuales se presentarán en el
apartado VII. 4.
SI Una vez más, el resultado se aplica incluso a los modelos de clases.
166 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

tro conocimiento actual, los conjuntos no bien fundados son objetos ma-
temáticos perfectamente aceptables, y no debemos esperar resolver la
cuestión de si hayo no conjuntos bien fundados probando o refutando
el axioma de fundamentación con base en algunos nuevos axiomas fun-
damentados de manera independiente.
La única manera de resolver la cuestión de si el axioma de fmidamen-
tación es válido sobre bases "internas" de las matemáticas es evaluándo-
lo en términos de su utilidad; sin embargo, como lo ha dejado en claro el
desarrollo histórico de la teoría de conjuntos, el axioma de fundamenta-
ción no tiene usos matemáticos. 52 Como lo destacó Azriel Levy en un tra-
bajo que adoptó la concepción iterativa, todos y cada uno de los otros
axiomas

fueron adoptados debido a su papel esencial en el desarrollo de la teoría de


conjuntos y de las matemáticas en general. Si cualquier axioma individual fue-
se dejado fuera, tendríamos que abandonar algunos importantes campos de la
teoría de conjuntos y de las matemáticas [ ... ] Sin embargo, el caso del axioma
de fundamentación es diferente, ya que su omisión no incapacita a ningún
campo de las matemáticas. 53 [Fraenkel et al., 1973, p. 87.]

Sin embargo, también debe aceptarse que es igualmente cierto que la


inclusión del axioma de fundamentación no incapacita a ningún campo
de las matemáticas: todas las estructuras son isomorfas a un conjunto
bien fundado, así que cuando se trabaja salvo isomorfismo, como es
usual en las matemáticas, no hay pérdida alguna por la exclusión de los
conjuntos no bien fundados. Esto proporciona una excelente justifica-
ción para la política de Zermelo de adoptar el axioma de fundamenta-
ción como un supuesto simplificador, aun cuando éste sólo proporciona
un sustento muy débil para la concepción iterativa. La concepción itera-
tiva implica que parte de la idea de lo que es un conjunto es que todos
los conjuntos son bien fundados. El hecho de que para muchos propósi-
tos podamos prescindir de los conjuntos no bien fundados difícilmente
demuestra que la mera idea de un conjunto no bien fundado es incohe-

52 En ocasiones se ha sostenido que el axioma de fundamentación es necesario para


obtener una adecuada teoría de la cardinalidad. En Levy, 1969, se cita el teorema de Levy
concerniente a la definibilidad de los números cardinales. Pero lo que Levy demostró es que
se requiere el axioma de fundamentación o de elección para obtener una adecuada teoría
de la cardinalidad. Puesto que para los propósitos de este trabajo el axioma de elección se
da por supuesto, el de fundamentación no resulta necesario para una adecuada teoría de la
cardinalidad. La teoría de la cardinalidad más común, que es en la que nos basamos aquí,
está fundamentada en el axioma de elección, no en el de fundamentación. Véase, por ejem-
plo, Vaught, 1985, en donde se aborda esto de manera básica.
53 Aunque no abiertamente, Levy expresó algunas dudas acerca de la necesidad del axio-
ma de extensionalidad.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 167

rente. (De hecho es coherente, como lo acreditan los argumentos men-


cionados anteriormente, basados en el axioma de antifundamentación.
Esto ya es suficiente para demostrar que, en cierto sentido débil, la con-
cepción iterativa es falsa.)
Cualquier defensa de la concepción iterativa debe ser de tipo filosófico.
En tanto que esta concepción integre y proporcione una motivación para
adoptar los axiomas de la teoría de conjuntos como válidos para todos los
conjuntos, vale la pena adoptarla. Si esta concepción mostrara cómo
integrar los axiomas en una imagen coherente de lo que son los conjun-
tos, podría justificarse la pérdida de generalidad ocasionada por restrin-
gir nuestra atención a los conjuntos bien fundados.
Debido a que el punto central es el grado en el que la concepción itera-
tiva integra la teoría de conjuntos, he caracterizado muy limitadamente a
esta concepción. Muchos defensores de la concepción iterativa incluyen
en ésta no sólo la idea de que los conjuntos se construyen mediante la ite-
ración de la operación del conjunto potencia, sino también añaden algu-
nos aspectos de lo que aquí hemos denominado la concepción combina-
toria. (Como Maddy amablemente me señaló, Gbdel pudo haber sido uno
de quienes defendían tal imagen combinada -que puede ser la fuerza de
"subyacente" en la primera oración del segundo párrafo del pasaje citado
anteriormente-). Pero los defensores de la opinión mixta que acabamos
de describir no pueden sostener que esta concepción proporciona una
teoría de conjuntos integrada, sin explicar cómo se unen de manera natu-
rallos dos aspectos de su perspectiva -una mera conjunción no es sufi-
ciente-. Como no han proporcionado explicación alguna al respecto, yo
adopto una caracterización limitada de la concepción iterativa, la cual
hace posible analizar cuidadosamente cómo se adecua esta concepción a
las ideas extraídas de la concepción combinatoria.
Así que veamos qué tanto nos ayuda la concepción iterativa a integrar
y dar sentido a los axiomas de la teoría de conjuntos. 54 Los "conjuntos
de" objetos son ciertamente conjuntos en algún sentido previamente
establecido. Por lo tanto, debemos adoptar el axioma de extensionalidad
que no esté motivado por la concepción iterativa, sino que sea anterior a
ésta. La concepción iterativa nos indica que consideremos a todos los
conjuntos de conjuntos obtenidos por iteración, pero la instrucción
"todos los conjuntos" no es de utilidad ~in una previa comprensión de
qué conjuntos puede haber, un entendimiento que requiere, al menos,
del axioma de separación. Dicho axioma tampoco se deriva de la concep-

54 Se han publicado muchas exposiciones sobre la concepción iterativa. (Véanse Hallett,


1984, sobre todo las pp. 214-233, Y Parsons, 1977, en donde se presentan comentarios criti-
cos de algunas de las más importantes.)
168 AXIO]l!1ATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

ción iterativa pues, al igual que el axioma de extensionalidad, debe ser


parte de un concepto previo de conjunto.
El axioma de elección también depende de un concepto previo de con-
junto. Si el axioma de elección es válido para los conjuntos, entonces, de
acuerdo con la concepción iterativa, debe ser válido para los conjuntos
obtenidos por iteración de la operación "conjunto de". Sea S un conjunto
iterativo no vacío de conjuntos disyuntos iterativos dos a dos. Si el axio-
ma de elección es válido, entonces habrá un conjunto T que contiene
exactamente un elemento de cada elemento de S. Debido a que cada ele-
mento de un elemento de un conjunto iterativo es él mismo un conjunto
iterativo, y puesto que todos los elementos de los elementos de S apare-
cen en alguna etapa anterior a S, el conjunto T es un conjunto iterativo
que aparecerá en la etapa en la que aparezca S. Si el axioma de elección
es válido para los conjuntos, también será válido para los conjuntos ite-
rativos. Pero esto de ninguna manera ayuda a determinar si el axioma de
elección es o no es válido. En tanto que la concepción iterativa es au-
tónoma, no ayuda a responder si el axioma de elección es válido. El axio-
ma de elección debe considerarse como un supuesto adicional, como lo
han destacado algunos defensores de la concepción iterativa. 55
La concepción iterativa no nos dice hasta dónde continuar la iteración
(véase la nota b de la cita de Gódel), así que debemos partir también de
un axioma del infinito. Además, por la misma razón, la concepción itera-
tiva presupone la noción de "iteración transfinita". De hecho, se parte del
supuesto de que los números ordinales están dados de antemano. 56 Uno
de los síntomas de la necesidad de comenzar con cualesquier números
ordinales utilizados es que el axioma de reemplazo -el cual, como hemos

ss Hao Wang (1974) denominó concepción iterativa a su concepto de conjunto. Utilizan-


do mi propia terminología, puedo decir que Wang -y otros- combinó la concepción com-
binatoria de conjunto, la conception iterativa y algunos elementos del axioma de limita-
ción de tamaño para inducir los axiomas de la teoría de conjuntos, incluyendo el axioma
de elección y el de separación. Pero los axiomas de elección y separación se desprenden del
aspecto combinatorio de su concepción, no del aspecto iterativo. Pienso que Wang descri-
be las intuiciones que se encuentran detrás de los axiomas de la teoria de conjuntos de una
manera que concuerda con la amplia aceptación que actualmente tienen estos axiomas; no
obstante, el aspecto iterativo no es crucial.
56 George Boolos (1971) y Dana Scott (1974) han propuesto variantes de la concepción
iterativa que evitan la necesidad de esto. Boolos asumió en su teoría formal que podemos
demostrar por inducción cosas acerca de los niveles, en vez de suponer de manera explícita
que dichos niveles se construyen en una sucesión indexada por los números ordinales. Pero
el supuesto acerca de la inducción surge, como Boolos claramente lo enunció, por una
"tosca descripción" que en efecto involucra a los ordinales. Scott empleó un principio de
reflexión; sin embargo, mientras que su axiomatización de la teoria de conjuntos es intere-
sante por su propio derecho, el uso que hizo de los principios de reflexión no forma parte
de la noción de "conjunto de", así que su axiomatización no es relevante para una evalua-
ción de la concepción iterativa básica.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 169

visto, está íntimamente asociado con los números ordinales- no es una


consecuencia de la concepción iterativa.
Los axiomas restantes sí se pueden deducir de la concepción iterativa:

Axioma del par. Si s y t son dos conjuntos iterativos, entonces el con-


junto de s y t es un conjunto iterativo formado en el nivel inmediata-
mente posterior a aquel en el que se encuentran tanto s como t.

Axioma de la unión. Si S es un conjunto iterativo, entonces todos


sus elementos son conjuntos iterativos formados antes que S y todos los
elementos de esos conjuntos son conjuntos iterativos formados antes
que ellos, y por tanto antes que S. Por lo tanto, podemos formar el con-
junto de los elementos de los elementos de S en el mismo nivel en que
formamos S.

Axioma del conjunto potencia. Cualquier subconjunto de un conjunto


iterativo S se formará por el nivel en el que está S. Podemos por tanto
formar el conjunto de todos ellos en un nivel posterior a aquel en que
se formaS.

A estas alturas quizá el lector se sienta un poco a disgusto con mi


expresión de "formar" algunos conjuntos "antes" o "después" de otros.
Sin embargo, es crucial para mantener las formas totalmente impredica-
tivas de los axiomas de separación y de reemplazo, que los conjuntos
sean construidos de manera realista, no que los construyamos nosotros
mismos, como Zermelo lo argumentó en 1908 (sección 1). ASÍ, sea cual
sea la noción de prioridad a la que apela la concepción iterativa, no pue-
de ser la noción temporal, y sea cual sea la noción de formación que esté
siendo invocada, no puede ser la noción de construcción. Además, como
Charles Parsons lo destacó, la metáfora temporal de una mente que
colecta objetos ya construidos no funciona en el caso de iteraciones y
colecciones no numerables:

Es difícil entender qué concepción de mente idealizada encajaría aquí, ya que


no sólo diferiría de las mentes finitas, sino también de la mente divina, tal
como ésta es concebida en la teología filosófica, debido a que es considerada o
bien como inmersa en el tiempo [ ... ] o su eternidad es interpretada como una
completa liberación de la sucesión. [Parsons, 1977, p. 507.]

¡Incluso una apelación cantoriana a los poderes divinos de Dios resul-


ta inadecuada aquí!
Sin la noción temporal de que los conjuntos se construyen unos des-
170 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

pués de otros, la concepción iterativa pierde muchos de sus atractivos. y


por ello Parsons ha sugerido (1977, pp. 509, 515 Y 1983c) que se dé una
interpretación modal de la concepción iterativa para evitar que se depen-
da del tiempo: una multiplicidad de conjuntos reales es un conjunto
posible. Ésta es una sugerencia fascinante que bien merece mayor explo-
ración. Sin embargo, todavía no está claro cómo podemos .interpretar la
necesaria noción de posibilidad, sin depender de las metáforas del tiem-
po y de la construcción.
Al menos por el momento, las ventajas de la concepción iterativa no
son suficientes para justificar su adopción: no es una concepción que
unifique los axiomas de la teoría de conjuntos. Está basada en una ima-
gen de constnlCción que no parece tener una interpretación coherente. Y
lo más desafortunado de todo es que, aun cuando la concepción iterativa
haya sido ampliamente adoptada en los últimos tiempos, ha tenido muy
poco impacto para determinar qué teoremas pueden ser demostrados
-no se ha encontrado un uso matemático esencial para el axioma de
fundamentación. 57
Hay una ventaja final de la concepción iterativa que es mejor presentar
contrastándola con la concepción de limitación de tamaño. Recuerde
que el concepto de limitación de tamaño proviene de la idea de que si una
colección es del mismo tamaño que un conjunto, entonces es un conjun-
to. Así como e! axioma de fundamentación es característico de la con-
cepción iterativa, el axioma de reemplazo es característico del concepto
de limitación de tamaño. Pero nótese que el concepto de limitación de
tamaño establece cuáles de las colecciones son conjuntos: aquellas que
son suficientemente pequeñas. A menos que se considere que el axioma
de reemplazo simplemente expresa la idea de limitación de tamaño, la
limitación de tamaño sugiere, so pena de vacuidad, que existen algunas
colecciones que no son conjuntos. ASÍ, por ejemplo, se deduce inmedia-
tamente del axioma de limitación de tamaño de Von Neumann que el uni-
verso es una clase que no es un conjunto. Aun cuando el "conjunto de"
requiere una noción anterior de conjunto, no necesita que existan colec-
ciones que no sean conjuntos. Si uno quiere, como Godel, un dominio de
todos los conjuntos, este dominio, si está basado en la noción de limita-
ción de tamaño, posiblemente involucrará colecciones que no sean con-
juntos,58 mientras que si está basado en la concepción iterativa podría
57 Dado el difundido empleo que actualmente se hace del axioma de fundamentación,
todavía es posible que se encuentre algún uso para éste, en cuyo caso yo revertiría mi posi-
ción. Por lo tanto, la prudencia me aconseja no hacer depender mis otros argumentos de
una negación de la concepción iterativa, y de hecho ninguno de ellos depende de tal ne-
gación.
58 Si se dan las hipótesis adecuadas, podemos formular la limitación de tamaño sin cla-
ses. De acuerdo con una versión sugerida por Vann McGee, dado un buen orden del uni-
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 171

construirse como un dominio de todas las colecciones y de todos los con-


juntos. Es decir, la concepción iterativa deja abierta la posibilidad de
afirmar que no existe una colección de todos los conjuntos y que toda
colección es un conjunto.
Si estamos dispuestos a renunciar a un único dominio de todos los
conjuntos, como lo hizo Zermelo, entonces encontraremos que la limita-
ción de tamaño es compatible con la afirmación de que todas las colec-
ciones son conjuntos. Simplemente no es compatible con el enunciado
de que todas las colecciones son conjuntos de un dominio único. No obs-
tante, podemos ver inmediatamente que, al igual que la concepción ite-
rativa, la limitación de tamaño no servirá como principio rector univer-
sal para nuestra teoría de conjuntos: la limitación de tamaño no justifica
los axiomas del conjunto potencia ni el de unión. Tampoco es claro que
justifique al axioma de elección: Dado un conjunto S de conjuntos dis-
yuntos no vacíos, una colección T que consista en exactamente un objeto
de cada uno de ellos será del mismo tamaño que S y, por tanto, un con-
junto -si es que existe-o La validez del axioma de elección depende de
nuestra precedente teoría de las colecciones, la cual no está dada por la
limitación de tamaño. Sin embargo, como lo vimos en el apartado 3,
existe una extensión del axioma de limitación de tamaño del cual se
sigue el axioma de elección: El axioma de limitación de tamaño de Van
Neumann.
Además de la limitación de tamaño, existe la teoría de Fraenkel de la
limitación de la comprehensividad, la cual está inspirada en el axioma
de separación de Zermelo. Sin embargo, puesto que esta teoría no des-
empeñó ningún papel en el desarrollo de los axiomas, no la había anali-
zado anteriormente. Fraenkel utilizó varias versiones de ella para justifi-
car los axiomas de 1924 hasta cuando menos 1958 (Hallett, 1984, pp.
200-202). La idea básica es que, comenzando con determinados conjun-
tos, sólo formamos conjuntos a partir de ellos que de algún modo están
conectados con ellos (aun cuando nunca está totalmente claro cómo); así
que los conjuntos que se forman no son absolutamente comprehensivos,
como los conjuntos de las paradojas. A continuación se presenta una ver-
sión de esta teoría (mi propia versión, no la de Fraenkel): Una manera de
garantizar que una colección no sea demasiado comprehensiva es reque-
rir que sus miembros ya estén acotados por un conjunto. Esta idea sugie-
re el siguiente axioma: Toda subcolección de un conjunto es un conjunto;
verso, la limitación de tamaño puede ser formulada como sigue: Si existe x tal que toda y es
tal que q:,(y) es menor que x, entonces hay un conjunto de todas las y tales que q:,(y). (Natu-
ralmente, tengo en mente un esquema en el que las fórmulas que no contienen ocurrencias
libres de x pueden ser sustituidas por q:,). De las propuestas que siguen estos lineamientos,
ninguna parece lo suficientemente natural como para merecer una consideración. seria, así
que en el texto he ignorado la posibilidad de formular la limitación de tamaño sin clases.
172 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

dada una noción razonable de colección, produce el axioma de separa-


ción; pero no consigue mucho más que eso. No obstante, parece una
extensión razonable de esta idea la de suponer que una colección no sea
demasiado comprehensiva -y por tanto que forme un conjunto- si los
elementos de sus elementos están acotados por un conjunto. Esto sugie-
re otro axioma: Una colección es un conjunto si su unión está H"'-HUUld.
en un conjunto. Esto, en combinación con el axioma de separación
cual, como acabamos de ver, se deriva de la limitación de comprehensi-
vidad-, produce el axioma del conjunto potencia. A partir de lo antes
expuesto debe quedar claro que la limitación de comprehensividad tiene
algunas similitudes con la concepción iterativa. La nota c de la cita de
Gbdel es, como lo sugirió Hallett (1984, p. 202), una reminiscencia de la
limitación de la comprehensividad.
Justo como en el caso de la limitación de tamaño, parece una extensión
razonable suponer el recíproco de la limitación de comprehensividad: los
conjuntos son exactamente las colecciones que no son demasiado compre-
hensivas. El recíproco del principio de limitación de comprehensividad
que produjo el axioma del conjunto potencia también produce el axioma
de unión.
Podemos combinar las dos teorías de limitación de tamaño para obte-
ner una axiomatización de la teoría de conjuntos que esté tan bien fun-
damentada como cualquier otra. Puesto que ambas teorías parten de
colecciones y delimitan los conjuntos entre ellas, la teoría será -como la
de Van Neumann en su usual presentación- una teoría de clases con
axiomas que enuncien cuáles de las clases son conjuntos.
Como en la teoría modificada de Van Neumann, un conjunto es, por
definición, una clase que es elemento de una clase. El primer axioma es
el de extensionalidad para clases:

Axioma 5.1. Las clases con los mismos elementos son iguales.

También necesitaremos tener axiomas que aseguren que hay suficien-


tes clases. Para este fin podrían servir los axiomas de Van Neumann para
las clases, y también servirían los de Bernays (1976, p. 5) o los de Gbdel
basados en ellos (1940, p. 27); pero todos estos axiomas parten del su-
puesto de la existencia de pares ordenados de conjuntos que son conjun-
tos, por lo que yo prefiero el siguiente esquema del axioma, en el que
cfJ (x) es cualquier fórmula definida. 59

59 He excluido los urelementos para simplificar los axiomas; no obstante, una versión
general deberá incluirlos. Como de costumbre, no se genera un problema esencia.! si se
procede de esta manera, excepto algún incremento en la complejidad del resultado. Dejo al
lector los cambios necesarios.
AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS 173

Axioma 5.2. Existe una clase cuyos miembros son exactamente


conjuntos x tales que cp(x).

Utilicé el vago término definida debido a que existen varias maneras de


explicarlo. Existe una versión de primer orden del axioma en el que una
cp definida es simplemente una fórmula de primer orden en el lenguaje de
la teoría, con cuantificación sólo sobre conjuntos; esta versión es el "teo-
rema de la clase" de Bernays (1976, pp. 12-13). Existe una versión de
segundo orden de Zermelo en la que el dominio de un modelo es un con-
junto de un modelo más alto, y aquí las fórmulas definidas también
incluirán a las de la forma x E S, donde S es un subconjunto arbitrario
(en el sentido de un modelo más alto) del dominio. Puede haber una ver-
sión de primer orden que permita la cuantificación sobre clases, una .versión
de primer orden para cualquier lenguaje ampliado y al menos otra ver-
sión, que se analizará en el apartado VII.4. En cualquier caso, el axioma
serviría para garantizar que las clases sean cerradas bajo operaciones
simples. En particular, si S es una clase, entonces también lo será su
unión: la clase de los elementos de los elementos de S. También necesita-
mos un axioma del infinito, del cual prefiero la siguiente versión:

Axioma 5.3. Existe un conjunto no vacío en el que la relación de perte-


nencia es un orden lineal discreto sin último elemento.

Después tenemos el axioma 3.1 de Van Neumann sobre la limitación


de tamaño, y al final de todos tenemos el:

Axioma 5.4 (de limitación de la comprehensividad). Una clase es un


conjunto si y sólo si su unión es un conjunto.

Observación técnica. El sistema axiomático presentado (en su ver-


sión de primer orden) es equivalente al de Van Neumann, re formulado
como comúnmente se hace, como puede verse fácilmente: El axioma
de limitación de comprehensividad implica el axioma de unión y el
axioma del conjunto potencia, y viceversa. La versión del sistema axio-
mático que sigue el de Zermelo tiene como modelos aquellos que el
propio Zermelo señaló que eran los modelos del sistema de Van Neu-
mann: los dominios de la forma V donde K es fuertemente inaccesible
K
,

y los conjuntos son exactamente los miembros de U,B<K V,B'


El "sólo si" del axioma de limitación de comprehensividad es redun-
dante, ya que esta dirección es el axioma de unión; la otra es la que dio
el axioma del conjunto potencia. Pero Levy demostró que el axioma de
174 AXIOMATIZACIÓN DE LA TEORÍA DE CONJUNTOS

limitación de tamaño más el axioma del conjunto potencia implican el


axioma de unión (Levy, 1968).

¿De primer o de segundo orden? ¿Un dominio único o varios? ¿Todas


las colecciones son conjuntos? ¿La concepción iterativa, la limitación de
tamaño y la limitación de comprehensividad, se adecuan a una concep-
ción coherente de los conjuntos? La última pregunta es la heredera del
dilema de Cantor: Nuestra comprensión de los fundamentos de la teoría
de conjuntos no es mucho mejor que la que tenía D'Alembert de los fun-
damentos del análisis en la segunda mitad del siglo XVIII. 60

60 Fraenkel expresó un sentimiento similar (1927, p. 61). Esta situación no ha cambiado


mucho desde entonces.
VI. EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

1. ¿QuÉ SABEMOS?

EL TEMA DE ESTE APARTADO es que las matemáticas implican el infinito.


Las matemáticas contemporáneas tienen un fuerte compromiso con la
existencia de objetos matemáticos infinitos con propiedades bastante
específicas. No hay nada misterioso en esta afirmación, ya que no signifi-
ca otra cosa que hacer hincapié en que los matemáticos demuestran teo-
remas que aseveran la existencia de objetos infinitos, estudian objetos
infinitos, enseñan a sus estudiantes propiedades acerca de objetos infini-
tos, etc. Antes de examinar los detalles, abordaremos la cuestión de por
qué a un filósofo de las matemáticas debe importarle cómo son las mate-
máticas contemporáneas.
Hay abundantes precedentes de la elaboración de normas para las
matemáticas con base en consideraciones filosóficas, para después suge-
rir a los matemáticos que deben actuar de conformidad con ellas, modi-
ficando las matemáticas si es necesario. Frecuentemente se considera a
Luitzen Egbertus Jan Brouwer como un ejemplo de alguien que hizo una
recomendación así de drástica. Pero, puesto que fracasó en su intento de
lograr que cambiara la mayoría de los matemáticos, el ejemplo debe
tomarse como disuasivo.
Una filosofía de las matemáticas debe al menos establecer cierto con-
tacto con las prácticas preexistentes de los matemáticos si no ha perdido
el rumbo del todo. Estoy utilizando el término práctica en su sentido más
amplio: como algo que incluye no sólo las actividades y procedimientos
que emplean los matemáticos, sino también su heurística, sus creencias,
estándares y teorías. ¿Qué aspectos de la práctica matemática deben ser
tomados seriamente en cuenta y explicados -o disculpados- y qué
aspectos pueden ser ignorados? Algunos casos son claros: un filósofo de
las matemáticas puede ignorar el consumo de café de los matemáticos,
pero no su método axiomático. Otros casos no son tan claros: si se dice
que ciertos axiomas son auto evidentes, ¿existe por esto la necesidad de
una correspondiente teoría de la evidencia matemática? Si muchos
matemáticos contemporáneos se definen a sí mismos como formalistas,
¿esto favorece una filosofía formalista de las matemáticas?
Mi respuesta imprecisa y parcial es ésta: Como filósofos, debemos
tomar en cuenta ciertas prácticas medulares universalmente aceptadas
175
176 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

como prácticas matemáticas. La práctica de demostrar teoremas acerca


del anillo de polinomios sobre los números naturales constituye un
ejemplo. Pero también necesitamos tomar en cuenta las prácticas perifé-
ricas, en tanto que estén ligadas a las prácticas medulares. Una práctica
que esté muy difundida o que sea muy influyente quizá será más digna
de tomarse en cuenta que una que no lo sea, aun cuando quisiéramos
desecharla. Si en todo lo demás es similar, una teoría que explique una
práctica será superior a una que la descarte, y una teoría que prometa
conducir a desarrollos fructíferos dentro de las matemáticas será supe-
rior a una que no tenga esta perspectiva. Todo esto suena familiar, pues-
to que equivale a las recomendaciones metodológicas estándar para la
ciencia, aun cuando en este caso se considera al filósofo de las matemáti-
cas como un científico, en tanto que las prácticas de los matemáticos
desempeñan el papel de los datos empíricos.
Cuando utilice la expresión "explicar una práctica", esto no significará
lo mismo que justificarla. Los científicos no justifican sus datos. Demos-
trar que ciertos supuestos y procedimientos conducen a una práctica, es
explicar por qué es adoptada esa práctica, de la misma manera que
deducir el resultado de un experimento a partir de una ley explica este
resultado. Tal explicación científica no "justifica" las leyes subyacentes,
de la misma manera que la explicación de cómo se genera una práctica a
partir de ciertos supuestos y procedimientos tampoco justifica dichos
supuestos y procedimientos. Por ejemplo, la ley del tercero excluido (que
establece que P o no P se cumple para cualquier enunciado P) constituye
(en parte) el fundamento de la práctica matemática consistente en
emplear demostraciones por contradicción; pero el hecho de que
muchos matemáticos supongan la ley del tercero excluido ayuda a expli-
car la práctica de la demostración por contradicción, aunque no la justi-
fica ante quien tenga dudas acerca de la ley.
El motivo por el que adopto esta postura de ninguna manera es el
escepticismo. Creo que las razones que los matemáticos han esgrimido
para justificar sus prácticas son, en gran medida, razonables, y finalmen-
te han puesto en orden las cosas. La razón para adoptar esta postura es
casi la opuesta a la escéptica: La mayoría de los filósofos de las matemá-
ticas han sentido la necesidad de proporcionar una justificación para las
prácticas de los matemáticos que contradicen las razones dadas por los
propios matemáticos. Al apartarme del camino, espero contribuir a que
las excelentes razones de los matemáticos sean claramente escuchadas.
Hay una clase de razón muy importante que los matemáticos han dado
en favor de ciertas creencias: que la creencia es auto evidente o intuitiva-
mente obvia, la cual no ha sido tomada en seno por ningún filósofo
de las matemáticas durante largo tiempo, con la notable excepción de
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 177

Godel. (Algunos estuvieron dispuestos a aceptar tales reclamos para


principios triviales -por ejemplo, para el axioma de unión- pero no
para principios centrales, como el axioma de elección o el de reemplazo.)
Los argumentos contra la aceptación de la autoevidencia parecen
abrumadores. Existen básicamente dos de estos argumentos. El primero
es el que hemos empleado a lo largo de los anteriores cinco capítulos. Se
trata de un argumento basado en supuestos datos históricos sobre pro-
fundos desacuerdos acerca de lo que es autoevidente y sobre las contra-
dicciones a las que supuestamente han conducido los principios autoevi-
dentes. Este argumento hubiera sido en verdad devastador para la
autoevidencia; sin embargo, como hemos visto, está basado en una lec-
tura incorrecta de la historia.
El segundo argumento será un tema dominante durante el resto de este
libro. Se basa en que algunas de las cosas que han sido consideradas como
autoevidentes -incluyendo los axiomas de elección y reemplazo-
podrían no ser evidentes para algún ser humano, pues tal autoevidencia
requeriría alguna clase de acceso a los objetos infinitistas, y esto es clara-
mente imposible. Godel, quien aceptó una forma de autoevidencia, pare-
ce haber aceptado la conclusión de que sí tenemos acceso al infinito.
Una vez que se han aceptado los argumentos contra la autoevidencia
sólo se puede reaccionar de dos maneras: o se rechazan las afirmaciones
supuestamente autoevidentes junto con la pretensión de que son autoe-
videntes, o se buscan nuevas justificaciones para ellas.
En este capítulo proporcionaré una lista de algunos importantes prin-
cipios matemáticos a los que se ha considerado autoevidentes y discutiré
la naturaleza del segundo argumento contra la autoevidencia, así como la
primera de las reacciones mencionadas en el párrafo anterior. En el si-
guiente capítulo examinaré la segunda clase de reacción. En los capítu-
los finales rehabilitaré a la autoevidencia -o al menos la autoevidencia
de los principios de la teoría de conjuntos- por medio de la refutación de
la segunda objeción a ésta.
Una vez que haya sido rehabilitada la autoevidencia, se podrá conside-
rar a mi recuento de las razones que los matemáticos han dado para sus-
cribir la teoría de conjuntos como un recuento de las razones convincen-
tes que actualmente tenemos para apoyar dicha teoría. No se requiere
ninguna otra justificación externa, y las viejas razones para imaginar
una podrían haber sido eliminadas.
Como hemos visto, la práctica matemática sufrió una transformación
durante el siglo XIX. Por primera vez en la historia, una demostración a
partir de supuestos explícitos se convirtió en una condición suficiente
para considerar verdadero a un teorema. Antes sólo hubiera sido aplica-
ble a la teoría elemental de los números. En la geometría euclidiana
178 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

había axiomas y demostraciones, pero la validez de las pruebas yacía en


el uso de diagramas. En el análisis de los siglos XVIII y XIX, era bien sabi-
do que las técnicas de demostración resultaban inadecuadas, así que
para que una demostración fuera convincente tenía que ser complemen-
tada con un argumento de plausibilidad, generalmente basado en consi-
deraciones físicas -como vimos en la controversia acerca de si toda fun-
ción tiene una expansión de serie trigonométrica-o Algunos lectores
seguramente se levantarán en defensa de los matemáticos de esos años y
sostendrán que, en cierto sentido, al menos los mejores de ellos sabían
exactamente lo que estaban haciendo. Yo simplemente contestaría que si
esto es correcto, entonces sus conocimientos no se volvieron plenamente
explícitos hasta que aparecieron los trabajos de Cauchy y Weierstrass.
Lo riguroso del análisis condujo a notables cambios adicionales. Uno
de los más importantes fue el que dio a los matemáticos la posibilidad de
omitir para sus ideas cualquier referencia a interpretaciones extramate-
máticas. Esta posibilidad ha culminado en las matemáticas modernas,
en las que virtualmente todo trabajo es salvo isomorfismo, y a nadie le
interesa lo que "realmente son" los números, o los puntos y rectas. Para
el propósito de este libro, el efecto más importante de la rigorización del
análisis es que los cambios desarrollados por Cauchy y Weierstrass ine-
vitablemente condujeron a nuestro fuerte compromiso actual con los
conjuntos realmente infinitos, y éstos se han convertido en una parte
esencial de la manera en la que comprendemos incluso las partes medu-
lares de las matemáticas.
¿Qué sabemos?, o con más cautela, ¿cuáles son los compromisos de la
práctica matemática contemporánea? He aquí una lista de algunos de
estos compromisos que conciernen al infinito: Existen colecciones combi-
natorias actualmente infinitas; esencialmente, existe algún conjunto que
servirá como los números naturales y existe algún conjunto que servirá
como el conjunto potencia de éste, el cual nos da los números reales.
Estas colecciones existen en un sentido que nos autoriza a razonar acerca
de ellas de manera impredicativa. Todas tienen conjuntos potencia. Tene-
mos al menos cierto conocimiento "autoevidente" aparentemente inme-
diato y claro acerca de las propiedades de las colecciones combinatorias
actualmente infinitas; lo más sorprendente es que éstas obedecen a los
axiomas de elección y de reemplazo. 1 Y tenemos una noción de la finitud,
al menos de la finitud de las demostraciones, que es previa a la noción de
la finitud dada en las axiomatizaciones de la teoría de conjuntos.

1 Como lo analizamos en el apartado V.l, las consideraciones extrínsecas provocan que


nos enfoquemos exclusivamente en las colecciones combinatorias. Dado que estamos intere-
sados en las colecciones combinatorias, el axioma de elección es considerado como auto e-
vidente.
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 179

Antes de analizar los elementos de mi lista, permítanme defender la


omisión de un punto y hacer un descargo. La omisión es la siguiente:
Bien podría ser que la vasta mayoría de los matemáticos que aceptan los
elementos que he mencionado también acepten el axioma de fundamen-
tación. Éste es un dato que no puedo desechar completamente, y que
asegurarme de que todo lo que afirme más adelante sea compatible
con la aceptación de este axioma. Pero 10 descartaré en la medida de que
no intentaré explicar la aceptación del axioma de fundamentación, y
mucho menos intentaré explicar la afirmación hecha por los defensores
de la concepción iterativa, según la cual este axioma es fundamental
para la comprensión de los conjuntos. Me estoy basando en el hecho de
que el axioma de fundamentación es mucho más periférico para nuestra
práctica matemática que las demás cosas que listé. Después de todo, ni
uno solo de los teoremas del análisis depende de este axioma. Además, el
uso del axioma de fundamentación como principio constitutivo de lo
que los matemáticos entienden por "conjunto" no fue introducido sino
hasta mucho después de que las principales ideas y métodos de la teoría
de conjuntos ya estaban bien establecidos (esto incluye a todos los ele-
mentos de mi lista). Hay que reconocer que en cierto sentido el axioma
de fundamentación ya estaba" en el aire" desde 1917, cuando Mirima-
noff restringió sus investigaciones a los conjuntos bien fundados "ordi-
narios". Pero fue hasta 1930 cuando Zermelo negó su validez general, y
nadie lo consideró como de validez general para todos los conjuntos has-
ta que G6dello hizo en la década de 1940.
y éste es el descargo: Algunas personas se sentirán desairadas por mi
llana afirmación de que los elementos de la lista forman parte de la
"práctica matemática contemporánea". Después de todo, actualmente
está floreciendo una tradición de matemáticas constructivistas cuyos
adeptos seguramente rechazarían mucho del contenido de mi lista. (Más
adelante examinaré esta tradición.) Distintos miembros de la tradición
constnlctivista comprenden de diferentes maneras al infinito, y algunos
aceptan mejor la teoría de conjuntos cantoriana que otros. Por lo tanto
no se puede dar una explicación unificada de la comprensión constructi-
vista del infinito. De cualquier modo, éste no es uno de los propósitos de
este libro. Su principal propósito es explicar la naturaleza del infinito en
la tradición dominante de las matemáticas actuales: la tradición que
acepta la teoría de conjuntos de Cantor y Zermelo y hace uso frecuente de
las ideas conjuntistas. Podríamos decir con cierta justicia que el título de
este libro debió haber sido Comprendiendo el transfinito, en vez de Com-
prendiendo el infinito.
Ahora regresemos a mi lista. Hemos visto con cierto detalle cómo las
construcciones de los números reales condujeron al uso de conjuntos in-
180 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

finitos de números racionales, y cómo la necesidad de clasificar a los pun-


tos de un conjunto arbitrario de números reales en puntos aislados,
puntos límite, límites de puntos límite, etc., hasta el transfinito condujo
a los ordinales transfinitos -incluyendo a úJ-. También hemos visto
(apartado III.3) cómo los conceptos que provinieron de todo esto condu-
jeron a una redefinición de la integral. Las matemáticas están compro-
metidas con los conjuntos infinitos.
¿Por qué debemos considerar a los conjuntos infinitos de las matemá-
ticas contemporáneas como conjuntos completos actualmente infinitos,
y no simplemente como conjuntos potencialmente infinitos; es decir, ob-
jetos incompletos que son ilimitadamente incrementables? Una razón
para esto es que los conjuntos obedecen al axioma de extensionalidad: Si
los conjuntos fueran potencialmente infinitos, y por tanto no contuvieran
ya a todos sus miembros, entonces incluso los conjuntos que actualmen-
te tuvieran los mismos miembros podrían llegar a diferir, y ya no tendría
sentido plantear el tema concerniente a si diferirán. El lenguaje tempo-
ral utilizado aquí, o un reemplazo modal para éste, es esencial cuando se
habla de los infinitos potenciales. Se podría incluso argumentar que los
conjuntos infinitos de las matemáticas contemporáneas son actualmente
infinitos -no meramente potencialmente infinitos- justo con base en la
independencia de su caracterización respecto a consideraciones tempo-
rales o modales (Yourgra, 1991, p. 129). Los conjuntos difieren o no, de
manera concluyente, y no existe un componente temporal o modal para
la cuestión.
Otra razón por la que debemos considerar a los conjuntos infinitos
como actualmente infinitos -y ésta es la razón más importante- es
que podemos definirlos de manera impredicativa. Por ejemplo, pode-
mos definir a un número real como la mínima cota superior de un con-
junto acotado de números reales. Pero la mínima cota superior de un
conjunto de números reales bien puede ser un miembro del conjunto.
Así, la usual definición de la mínima cota superior de un conjunto sería
inadecuada si el conjunto fuera potencialmente infinito. Como el propio
Zermelo lo observó (apartado V.1), una definición impredicativa de un
elemento de un conjunto sólo tiene sentido si la definición selecciona a
ese elemento de una determinada colección de objetos previamente
existentes; es decir, de un conjunto actualmente infinito (o finito). El
ejemplo de la mínima cota superior se toma del análisis para ayudar a
enfatizar los estrechos lazos que hay entre nuestros principios conjun-
tistas y el análisis. No obstante, el principio de que los conjuntos infinitos
son actualmente infinitos debe aplicarse a los conjuntos en general, no
sólo a los conjuntos de números reales, si es que vamos a permitir elli-
bre uso de la cuantificación irrestricta: en una teoría predicativa, la
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 181

cuantificación siempre debe estar restringida a las entidades que han


definidas hasta ese momento. Además, la demostración conjuntista
de que todo conjunto acotado de números reales tiene una mínima cota
superior, constituye un ejemplo de una aplicación del axioma de separa-
ción, un principio general impredicativo que se aplica a todos los con-
no sólo a los números reales. Su validez requiere que todos los
conjuntos infinitos sean actualmente infinitos. Ahora debo analizar
cuán profundamente enraizado en la práctica matemática está el axio-
ma de separación, aun cuando tengo claro que todo el tiempo los mate-
máticos están especificando subcolecciones de dominios de interés en
formas impredicativas y que consideran a las sub colecciones resultan-
tes como colecciones perfectamente aceptables -como el ejemplo que
acabamos de dar, de las mínimas cotas superiores-o Además, el axioma
de separación es una consecuencia del axioma de reemplazo, el cual
será discutido dos párrafos más adelante.
Como hemos visto, fue un duro golpe para Cantor que los conjuntos tu-
vieran conjuntos potencia. ¿Por qué suponemos esto? La versión de Can-
tor del conjunto potencia era la siguiente: Si S es un conjunto, entonces
también lo es la colección de todas las funciones que van de S a un con-
junto con dos elementos. Éste es un caso especial del principio general
que enuncia que si S y T son conjuntos, entonces también lo es la colec-
ción de todas las funciones de S a T, y el caso especial (dados otros
supuestos conjuntistas) implica el principio general. Este principio se
utiliza en todas las áreas de las matemáticas. He aquí algunos ejemplos:
Cuando definimos a los números reales en términos de ciertas funciones
de los números naturales a los números racionales (es decir, en términos
de las sucesiones de Cauchy), sólo necesitamos cada una de tales funcio-
nes, no al conjunto de ellas. Pero cuando definimos un espacio de Hil-
bert cuyo dominio es el conjunto de las funciones cuadrado-integrables
de los números reales a los números reales, tomamos a los números rea-
les para formar una colección adecuada que actúe como el dominio de
las funciones cuadrado-integrables. Cuando consideramos al grupo de
automomsmos de una estructura algebraica como un grupo, el dominio
del grupo es la colección de la totalidad de tales automomsmos, los cua-
les son funciones de la estructura algebraica a ella misma. En cualquier
caso, seleccionamos un conjunto de funciones de interés del conjunto de
todas las funciones del dominio de interés al rango de interés, El conjun-
to potencia es justo la codificación del hecho de que la colección de las
funciones de una colección matemática a una colección matemática, es
ella misma una colección matemática que puede servir como un domi-
nio de estudio matemático.
Tanto el axioma de elección como el de reemplazo son principios auto-
182 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

evidentes acerca de los conjuntos, y esta autoevidencia constituye una


parte importante de nuestros fundamentos para aceptarlos. Frecuente-
mente se afirma que estos axiomas tienen una historia contenciosa, y
que esta historia los pone en duda, demostrando que no son autoeviden-
tes. Pero esta afirmación es falsa, como lo vimos en el capítulo V. Nadie
ha dudado seriamente que los axiomas de elección y de reemplazo sean
válidos para las colecciones combinatorias. De lo que había dudas era
acerca de si debíamos emplear una teoría de las colecciones combinato-
rias en las matemáticas; de si la noción de colección combinatoria es
coherente;2 de si no sería preferible alguna otra noción (por ejemplo, la
noción de colección lógica) para las matemáticas; de si podríamos vivir
con una teoría más débil que la que propone que todo es válido acerca de
las colecciones combinatorias; de si los axiomas de elección y de reem-
plazo son válidos para algo más que para los conjuntos (en particular,
para las colecciones lógicas), etc. Actualmente las colecciones combina-
torias desempeñan un papel medular en las matemáticas, y las dudas
acerca de ellas han sido desechadas desde hace mucho tiempo. Es un
hecho claro y notable que los supuestos cruciales acerca del infinito
combinatorio -los axiomas de elección y de reemplazo- se introducen
como verdades autoevidentes adecuadas para ser tomadas como axio-
mas en un sentido que los hace algo más que suposiciones arbitrarias o
convenientes. Parece que teliemos intuiciones no triviales concernientes
al infinito que van mucho más allá de simples cosas como los axiomas de
extensionalidad, del par e incluso del conjunto potencia.
El elemento final de la lista era una noción de finitud, la cual es previa
a la teoría axiomática de conjuntos de primer orden. Las demostraciones
siempre han desempeñado un papel importante en el razonamiento en
las matemáticas, y se han vuelto todavía más importantes con el adveni-
miento del rigor moderno. Como resultado de esto, el razonamiento
acerca de las demostraciones se volvió una parte importante del razona-
miento acerca de las matemáticas. Pero para razonar matemáticamente
acerca de las demostraciones, debemos ser capaces de dar una definición
matemáticamente adecuada de demostración. La lógica moderna ha
proporcionado tal definición, pero aquí la noción de finitud desempeña
un papel crucial: una demostración es un árbol finito de enunciados,
cada uno de los cuales es un axioma, o se deduce de enunciados anterio-
res en el árbol, de acuerdo con una regla. 3 Como vimos en el apartado

2 Incluso si la noción de colección combinatoria fuera vacua, esto no pondría en duda


los axiomas de elección y de reemplazo -¡los convertiría en axiomas vacuamente ciertos!
3 No estoy descartando de manera dogmática el interés de las lógicas o lenguajes infini-
tistas. Simplemente estoy argumentando que estamos comprometidos con una noción de
finitud que va más allá de la definible en una teOlia de conjuntos de primer orden, porque
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 183

la noción de finito definida dentro de una teoría de conjuntos de pri-


mer orden no es adecuada para nuestros propósitos, ya que es relativa
respecto a la elección del modelo, y no sólo agrega nuevos "enunciados"
a los enunciados genuinos 4 en los modelos con una noción no estándar
de finitud, sino que -todavía peor- pueden aparecer nuevas "demostra-
ciones" de enunciados genuinos que antes no eran demostrables, por lo
que pueden ser "demostrables" más enunciados genuinos en un modelo
no estándar que en un modelo estándar en el que todas las "demostracio-
nes" son demostraciones genuinas. El mero hecho de que estemos com-
prometidos con la distinción entre los enunciados y demostraciones ge-
nuinos y los no estándar demuestra que tenemos un compromiso con
una noción de finitud que va más allá de la noción interna de la teoría
axiomática de conjuntos de primer orden, y debemos estar comprometi-
dos con esta distinción si hemos de ser capaces de dar una adecuada
caracterización (meta) matemática de lo que estamos haciendo cuando
presentamos una demostración.
Cuando al definir una demostración utilizamos el término "finito",
realmente queremos decir finito, y no sólo finito en un sentido formal
que nos permita llamar finita a cualquier colección de conjuntos que sa-
tisfaga ciertas condiciones axiomáticas. Si esto no parece más informati-
vo que simplemente proclamar en voz alta que en verdad quiero decir
realmente finito, es totalmente correcto. El problema aquí no es tener
una manera clara de establecer esta noción, 5 es más bien que en efecto
presuponemos tal noción en nuestra teorización de las matemáticas, al
menos en tanto las matemáticas tienen un componente axiomático, nos
guste o no.
Estamos muy comprometidos con la teoría de conjuntos, y cada com-
promiso individual parece tener una buena razón o una fuerza intuitiva
que lo apoya. Al final del capítulo V enfaticé que actualmente existe casi
tanta confusión acerca de los fundamentos de la teoría de conjuntos
como la que tenían las personas dedicadas al análisis respecto a sus fun-
se requiere de esta noción de finitud para comprender nuestra práctica concerniente a las
demostraciones. La mayoría del tiempo, las lógicas infinitistas son introducidas en una
teoría de conjuntos de fondo que tiene una base axiomática subyacente que depende de
una noción de demostración del tipo examinado en el texto, y por esto se requiere tal no-
ción para propósitos metamatemáticos. Pero incluso si evitáramos la lógica ordinaria dan-
do por descontado un compromiso directo con alguna lógica infinitista razonable, será ne-
cesaria la noción de finitud en la metateoría de esta lógica, puesto que sólo permitirá
símbolos de relaciones y funciones con n entradas para n finito y similares. Es más, la fini-
tud es del todo definible en una lógica suficientemente fuerte. Las lógicas y los lenguajes
infinitistas, como la lógica de primer orden ordinaria, necesitan una noción fuerte de fini-
tud. Como resultado, no requieren ninguna otra consideración para los presentes propósi-
tos argumentativos.
4 Por "enunciado genuino" quiero decir aquel que realmente es un enunciado.
s Pero véase el apartado VIIA.
184 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

damentos antes de Weierstrass. Me permito hacer esta comparación des-


tacando que, de la misma manera que los analistas sabían mucho acerca
del análisis a pesar de no haber resuelto sus problemas sobre los funda-
mentos, nosotros sabemos mucho acerca de la teoría de conjuntos y del
infinito.

2. ¿QuÉ PODEMOS SABER?

El tema de esta sección es el hecho de que nosotros somos finitos. Mien-


tras que nuestro conocimiento del número 3 está íntimamente asociado
con algún tipo de experiencias con tríadas de una u otra clase, segura-
mente no ocurre lo mismo en el caso de nuestro conocimiento
10 10
del número w, o del número 10 10 .
Para evitar malos entendidos, permítanme enfatizar que la pregunta
central en relación con el tema que estoy abordando no es "¿cómo pode-
mos tener conocimiento de los objetos matemáticos a pesar de su carác-
ter abstracto?", sino "¿cómo podemos tener conocimiento de los objetos
matemáticos infinitos a pesar de su enorme tamaño y, consecuentemen-
te, de su relación tan distante con nuestra experiencia?" Y cuando digo
distante, quiero decir que no sólo no tenemos experiencias de objetos
matemáticos infinitos, sino tampoco respecto a nada parecido a ellos. El
número 2 tiene alguna relación con los pares de objetos. Los puntos y
rectas de la geometría euclidiana tienen alguna relación con los puntos
y rectas dibujados con un lápiz. Pero no parece haber nada análogo para
los objetos matemáticos infinitos.
Por supuesto que los objetos matemáticos infinitos son abstractos; pero
además de abstractos son distantes de la experiencia, y ambas cosas crean
una evidente dificultad epistemológica, producto de la distancia existen-
te entre las matematicas y la experiencia. Pero si dividimos el problema
de lo abstracto en dos partes -el problema de lo finito y el de lo infini-
to- veremos que los dos tienen características muy diferentes.
El problema de lo abstracto, en palabras de Paul Benacerraf (1973, p.
409), es éste:

El concepto de verdad matemática, como se explicó, debe formar parte de una


explicación global del conocimiento, de tal manera que nos explique cómo ob-
tuvimos el conocimiento matemático que tenemos. Una semántica aceptable
para las matemáticas debe ajustarse a una epistemología aceptable.

Para Benacerraf, una semántica aceptable es la semántica platonista,


así que su problema se reduce a las dificultades de dar una explicación
adecuada del conocimiento de los objetos abstractos. Benacerraf se con-
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 185

centró en una versión débil del problema, ya que su propósito no era


explicar el conocimiento matemático que tenemos, sino explicar cómo
es que podemos tener conocimiento matemático (Benacerraf, 1973, p.
409): "El requisito mínimo, entonces, es que una explicación satisfacto-
ria de las verdades matemáticas debe ser consistente con la posibilidad
de que algunas de tales verdades sean conocibles." Los filósofos han ten-
dido a concentrarse en este requerimiento mínimo y en ofrendar solucio-
nes al problema de lo finito para resolverlo.
Incluso quienes se muestran escépticos acerca de la existencia de cual-
quier objeto matemático abstracto, están dispuestos a aceptar de un
modo u otro la verdad obvia de "2 + 2 = 4" mejor que "2 + 2 = 5", aun
cuando pueden no aceptar que sea verdadero. Pero aun sin un número
abstracto 2, todavía debemos explicar el hecho general de que los miem-
bros de dos pares que no se traslapan forman un cuádruplo.
Cualesquiera que sean nuestras opiniones acerca de los objetos mate-
máticos, es necesario dar sentido a nuestras actividades de contar, calcu-
lar y contabilizar. El escepticismo acerca de los objetos matemáticos
finitos y pequeños -especialmente de los números naturales peque-
ños- sin duda gira en torno a la aceptabilidad, en una forma u otra, de
hechos asumidos acerca de ellos. Además, se podrían contar muchas his-
torias acerca del origen del conocimiento genuino de algunos objetos
matemáticos finitos, incluyendo, como el caso especial más trivial, el
conocimiento de su existencia. Considere, por ejemplo, los números
naturales pequeños. Varias explicaciones de nuestro conocimiento acerca
de ellos podrían invocar la experiencia del tiempo, la experiencia con mon-
tones de objetos físicos o con los patrones exhibidos por ellos, o con las
sucesiones de palabras en las oraciones; otras explicaciones podrían
basarse en las exigencias de la construcción de teorías sobre el mundo
físico. Nos enfrentamos a demasiadas maneras de dar cuenta de nuestro
conocimiento de los objetos matemáticos finitos pequeños. Por ejemplo,
Parsons (1980) mostró cómo explicar tal conocimiento con base en nues-
tras capacidades lingüísticas, mientras que Maddy (1990) mostró cómo
hacerlo con base en las experiencias con objetos físicos de tamaño
mediano.
El requerimiento mínimo de Benacerraf seguramente puede ser satis-
fecho con una aceptable solución al problema de lo finito -aun cuando
no pretendo conocer cuál es tal solución-o Ésta es una pregunta cuya
respuesta involucra información psicológica detallada acerca de cómo
adquieren las personas en verdad sus conocimientos acerca de los objetos
matemáticos finitos pequeños, pero todavía no tenemos suficiente infor-
mación detallada para responderla. Sin embargo, la adquisición del con-
cepto de número involucra tanto componentes lingüísticos -aprender a
186 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

contar en voz alta- como experiencias con objetos físicos de tamaño


medio -contarlos utilizando la sucesión de los números-o Por lo tanto,
es probable que la solución real involucre tanto los componentes pro-
puestos por Parsons como los de Maddy -y probablemente también
otros componentes.
En marcado contraste con el caso de "2 + 2 = 4", muchos de quienes se
muestran escépticos acerca de la existencia de las colecciones combina-
torias infinitas dudarían o negarían el axioma de elección -no sólo su
veracidad, sino también que sea aceptable en cualquier forma-o Los he-
chos generales acerca del infinito no tienen la misma solidez que los
hechos derivados de contar, calcular y contabilizar. Además, no está
totalmente claro a qué podemos recurrir como fuente del conocimiento
matemático concerniente al infinito, qué podría jugar el papel que pare-
cen desempeñar tan bien los montones, las sucesiones de momentos,
objetos o palabras en el caso de los objetos matemáticos finitos peque-
ños. Es esta carencia la que agudiza el problema planteado por la co-
nexión distante con el infinito: parece que no podemos tener bases para
saber qué es lo que realmente sabemos acerca del infinito.
En el capítulo VIII demostraremos que, de hecho, el infinito combina-
torio no tiene tal conexión distante, ya que prácticamente tiene los mis-
mos nexos con la experiencia cotidiana que los números naturales pe-
queños. (Esto puede ser un poco confuso, así que véase el capítulo VIII
para una formulación más cuidadosa.) Lo anterior resuelve el problema
de la conexión distante con el infinito -los problemas filosóficos respec-
to a los objetos matemáticos infinitos se convierten en los problemas
familiares concernientes a los objetos matemáticos finitos-o Esto es
importante debido a que los problemas concernientes a los objetos mate-
máticos finitos quedan fuera del enfoque escéptico, y de esta manera se
refutan las genuinas dudas sobre la aceptabilidad de nuestra teoría del
infinito. También proporciona el ingrediente esencial que faltaba para
explicar las bases sobre las cuales los matemáticos están autorizados
para hacer afirmaciones sobre autoevidencia. Pero antes de presentar la
solución, es necesario aclarar la naturaleza del problema.
Los dos problemas de Benacerraf -el de lo finito y el del infinito- son
igualmente importantes, y toda filosofía apropiada de las matemáticas
debe ser compatible con las soluciones que se les den a ambos. No obs-
tante, el problema del infinito merece especial hincapié porque está en
peligro de ser eludido como resultado de la enorme cantidad de atención
que se está dando al problema de la abstracción de Benacerraf, en su for-
ma simplificada de problema de lo finito. Esa pérdida resultaría muy
infortunada. El problema del infinito tuvo un interés primordial en la
filosofía de las matemáticas durante muchos años -como puede verse
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 187

en el trabajo de Brouwer y de otros filósofos comentados por Benacerraf,


como Hilbert, Gbdel y Quine.
Se podría pensar que una solución del problema de los objetos mate-
máticos pequeños es un prerrequisito para la solución del problema
de los objetos infinitos, o que se requiere una solución común para
ambos. Sin embargo, las soluciones que se han bosquejado para el primer
problema generalmente no han ayudado a resolver el segundo. Además,
las propuestas concernientes al problema del infinito frecuentemente
han resultado ser muy independientes de los detalles de cualquier solu-
ción propuesta para el problema de lo finito, como lo veremos en el aná-
lisis de varias propuestas a lo largo del presente capítulo.
En el resto de esta sección trataré de establecer una línea temática
epistemológica común -aunque de ningua manera universal- dentro de
la filosofía de las matemáticas, acerca de la manera en la que el conoci-
miento matemático está conectado con la experiencia humana; por tan-
to, dejaré mi formulación inicial intencionalmente abierta. Después con-
tinuaré examinando varias formas de finitismo, constructivismo e
intuicionismo (filosofías de las matemáticas que frecuentemente consi-
derarían a las cuestiones epistemológicas como el tema central).
El conocimiento de que 3 X 3 > 3 + 3 puede ser, para algunos episte-
mólogos, el conocimiento acerca del número 3 en sí en cierto sentido de
re que exige la existencia del número, mientras que para otros puede ser
el conocimiento declarativo de dicto de que algo es verdadero sin ningún
requerimiento de que esta verdad sea una verdad acerca de algo en parti-
cular. De hecho, el supuesto conocimiento concerniente a un número
podría resultar ser, en algunas explicaciones, un conocimiento mal
expresado acerca de objetos de experiencias asociadas con ese número.
Podría afirmarse que para este conocimiento es necesaria una asocia-
ción entre un número y determinadas experiencias de alguna clase, pero
también podría afirmarse que es un mero accidente psicológico o social,
y que la asociación podría ir en cualquiera o en ambas direcciones: las
tríadas podrían conducir a nuestro conocimiento del 3, o el conocimien-
to del 3 podría ser una precondición de nuestra experiencia de las trÍa-
das. Existen también algunas posibilidades intermedias: La "experien-
cia" puede resultar ser una presentación directa para el sujeto pensante
consciente, o pueden constituirla enunciados que dan cuenta de nuestras
observaciones, de acuerdo con nuestra mejor teoría sobre el mundo.
Puede ser, por ejemplo, una experiencia de momentos, de objetos físicos,
de objetos gramaticales, de conjuntos -tríadas- de una u otra clase de
objetos, o posibilidades de realizar varias operaciones. Después de hacer
estas pertinentes advertencias, me permito discutir nuestras experiencias
asociadas con los números.
188 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

El número 100 puede estar asociado con simples experiencias de cen-


tenas de objetos -digamos, en arreglos de diez en diez-, pero el nú-
mero 43 es más probable que esté asociado con colecciones enumeradas
por un proceso de conteo o con el proceso mismo de contar. La mayoría
de nosotros hemos contado hasta algunos cientos, y sabemos -lo cual
explican de maneras diferentes diversos epistemólogos- q:lle podríamos
contar mucho más allá. En algún sentido -aun cuando no existe acuer-
do acerca de los detalles-, cada número está canónicamente asociado
con la experiencia de contarlo. El artista Jonathan Borossky realmente
contó hasta el 3265772, número en el cual dejó de contar, y posterior-
mente documentó cuidadosamente este proceso de conteo. En 1965
Roman Opalka comenzó a pintar "detalles" consecutivos de "1-00". En el
momento en el que estoy escribiendo estas líneas, el último detalle que
ha completado Opalka es un lienzo con los números del 4 77 6 969 al
4795472, pero no tiene intención de parar ahí. Mientras lo pinta, Opalka
pronuncia en polaco cada número en voz alta frente a una grabadora.
Los números son tan diminutos, que cada cuadro da la impresión de
tener una textura en lugar de cifras, las cuales sólo se pueden apreciar
cuando se ve de cerca. Haciendo un esfuerzo colectivo es posible alcan-
zar números mucho más grandes. La empresa McDolnald's comenzó.a
producir sus hamburguesas el15 de abril de 1955, y e17 de julio de 1992
ya había vendido la hamburguesa número 90000000000.
Antes de continuar, hagamos algunas distinciones: un finitista feno-
menológico estricto es alguien que es escéptico acerca de la coherencia de
la idea de tener una experiencia directa con números suficientemente
grandes. No sé si 10101010 sea suficientemente grande para estar sujeto a
tal escepticismo, ya que esto depende del finitista fenomenológico en
particular, pero supongamos que hemos elegido un número suficiente-
mente grande.
Un finitista fenomenológico es alguien que, como el finitista fenomeno-
lógico estricto, es escéptico acerca de la coherencia de la idea de tener una
experiencia directa con números suficientemente grandes. Lo que se con-
sidera como suficientemente grande para estar sujeto a las dudas escép-
ticas puede ser diferente para los distintos finitistas fenomenológicos.
Sin embargo, el finitista fenomenológico no necesita aceptar un máximo
fijo, y podría argumentar contra un finitista fenomenológico estricto de
10
la siguiente manera: El límite particular 10 1010 depende de consideraciones
motivadas por teorías extramatemáticas, generalmente físicas. Por lo tanto,
no debe ser incorporado a nuestra teorización acerca de los números. 6
6 Si el límite fuera motivado por consideraciones matemáticas, la situación sería muy
diferente. No es incoherente abrir la puerta a la posibilidad de que consideraciones mate-
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 189

La cuestión de si tenemos una concepción coherente de la experiencia de un


número u otro no debe ser rehén de la teoría física. El finitista fenomenoló-
gico acepta que existe una cota superior a las posibilidades de la experiencia
numérica, pero puede, coherentemente, abstenerse de imponer cualquier
límite particular. Por su parte, el finitista fenomenológico liberal acepta que
existe un pero se opone a cualquier intento de especificarlo con base
en consideraciones extramatemáticas. Puesto que no parecen existir consi-
deraciones puramente matemáticas que resulten en un límite a las posibili-
dades de la experiencia numérica, el finitista liberal de hecho acepta que
cualquier número puede ser coherentemente asociado con una idea de lo
que es contar hasta él. El finitismo fenomenológico liberal no involucra nin-
gún compromiso con la posibilidad de una cantidad infinita de números ni
con la experiencia de ella; pero sí involucra el compromiso de no rechazar
ninguna de las posibilidades realmente presentadas (como 10 10101 °) sobre
bases no matemáticas.
Quienes no son finitistas fenomenológicos han convenido -precisa-
mente por el hecho de que no son finitistas fenomenológicos- que po-
demos concebir la idea de lo que significaría continuar contando inde-
finidamente. 7 No obstante, es difícil ver cómo podríamos aceptar que
comprendemos lo que significaría continuar hasta algún número finito
sin dar cabida a la extensión involucrada en la negación de la existencia
de un límite. No obstante, obviamente hay una idealización adicional,
puesto que todos sabemos que nadie puede realmente contar sin parar
-circunstancialmente pararía de contar por aburrimiento, enfermedad
o muerte-o Existe una seria disputa acerca de lo que se puede deducir
del hecho -si es que realmente es un hecho- de que tenemos la idea de
contar indefinidamente.
Si la idealización que hicimos -la cual eliminó la restricción a un
límite finito- también suprimió la progresión del tiempo totalmente,
entonces la idea de continuar contando propicia la posibilidad idealiza-
da de una experiencia que incluya experiencias de todos los números

máticas puedan limitar las posibilidades de la experiencia numérica: una prueba de la


inconsistencia de la aritmética de Peano bien pudiera producir tal limitación. Esa remota
posibilidad originaría que el finitismo fenomenológico -y de hecho cualquier otra posi-
ción- se redujera a un finitismo fenomenológico estricto.
7 La idea de continuar contando sin parar no está únicamente en la recóndita provincia
de la filosofía de las matemáticas, como puede verse en la siguiente canción infantil (Mar-
tín, 1991):
Ésta es la canción que nunca termina
Sí, continúa y continúa, mis amigos
Algunas personas comenzaron a cantarla
Sin saber lo que era
y continuarán cantándola por siempre
Sólo porque ... [se repite].
190 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

dentro de ella -puesto que el tiempo ha sido eliminado de la representa-


ción, todos los números deben ser considerados como copresentes-. Ir
más allá del finitismo fenomenológico por medio de la eliminación total
de la progresión del tiempo, lleva a la aceptación de una posibilidad
idealizada de una experiencia asociada con un infinito numerable actual,
en el sentido de las matemáticas clásicas.
Si idealizamos de una manera diferente, manteniendo intacto el com-
ponente temporal de la representación, entonces la idea de contar sin
parar produce sólo el infinito potencial (en cualquier momento dado
sólo existe un número finito de experiencias de números, pero no hay un
límite superior al número de ellas).
La experiencia limitada del infinito potencial que acabo de describir
constituye la base de la progresión potencialmente infinita de números
de las matemáticas intuicionistas. Esto es casi lo mismo que pensaba
Brouwer, el fundador del intuicionismo. De acuerdo con un intuicionista
contemporáneo Michael Dummett (1977, p. 56), "es literalmente cierto
que sólo podemos arribar a la noción de infinito considerando un proce-
so de generación o construcción que nunca puede ser completado". Des-
pués hace la siguiente aclaración: "Sin embargo, es inherente a las mate-
máticas clásicas tratar a las estructuras infinitas como si pudieran ser
completadas para después examinarlas en su totalidad", y veía esto
como una clase de reductio de las matemáticas clásicas (1977, p. 57):

los platonistas destruyen toda la esencia del infinito, el cual yace en la concep-
ción de una estructura que está siempre en crecimiento, precisamente debido
a que el proceso de construcción nunca es completado. La concepción plato-
nista de una estructura infinita como algo que puede ser considerado extensio-
nalmente -es decir, como el resultado de un proceso- a la vez que como un
todo -es decir, como si el proceso ya se hubiera completado- se basa pues
en una clara contradicción: se habla de un proceso infinito como si fuera
meramente un proceso finito particularmente largo.

Dummett tiene toda la razón cuando dice que no arribamos a la


noción de infinito completando un proceso interminable de generación.
Pero su crítica de las matemáticas clásicas incorpora un componente
temporal que realmente no está presente en las matemáticas clásicas.
Como el propio Dummett lo admitió (1977, p. 336), "para (un platonista)
ningún enunciado matemático puede involucrar referencia temporal
alguna, explícita o implícitamente". Sin embargo, más adelante comenta
(p. 336): "para (un intuicionista) un enunciado matemático es hecho ver-
dadero o falso mediante una prueba o su refutación, es decir, mediante
una construcción, y las construcciones son efectuadas en el tiempo". Se
podría resumir esto diciendo que la idealización de la experiencia que
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 191

produce el infinito actual de las matemáticas clásicas es la del Matemáti-


co Eterno, mientras que la idealización que produce el infinito potencial
de las matemáticas intuicionistas es la del Matemático Inmorta1. 8
Hasta ahora todo lo que he analizado son las distintas razones para
admitir o negar la posibilidad de tener una u otra clase de experiencia de
los objetos matemáticos. Si uno hace la muy plausible suposición de que
no tiene conocimiento de la existencia de un objeto matemático con algu-
na propiedad, a menos que en principio poseamos una experiencia aso-
ciada con un objeto apropiado que exhibe tal propiedad, entonces las
posturas fenomenológicas anteriormente mencionadas tienen conse-
cuencias epistemológicas. Llamaré a esto el supuesto de la restricción
epistémica. Existen posturas epistemológicas asociadas a cada una de las
posturas fenomenológicas mencionadas: el finitismo epistemológico
estricto, etc. Cada una de las posturas epistemológicas lleva consigo
todos los supuestos fenomenológicos correspondientes y, además, la res-
tricción epistémica. También podríamos adoptar la restricción ontológi-
ca, según la cual cualquier cosa que en principio no podamos experi-
mentar, no existe. De esto se deduce el finitismo ontológico estricto,
etcétera. 9
El debate en pro y en contra de la restricción epistémica es fascinante,
pero es tangencial a nuestro propósito, puesto que afecta tanto a los ob-
jetos matemáticos finitos como a los objetos matemáticos infinitos. Por
ello, puede ser extendida para aplicarse también a objetos físicos, suce-
sos y procesos; por lo tanto, me circunscribiré a breves observaciones
acerca de la restricción. Brouwer aceptó la restricción epistémica debido
a que consideró que los objetos matemáticos y sus propiedades no eran
otra cosa que experiencias de cierta clase -"construcciones mentales"-.
La restricción es un corolario trivial de este supuesto ontológico. Dum-
mett argumentó en favor de esta restricción con base en lo siguiente:
Para comprender un enunciado debemos saber qué significaría, en prin-
cipio, descubrir que es verdadero. Por tanto, cada enunciado debe estar
asociado de manera separada con "condiciones de verificación" canóni-
cas apropiadas. Pero las condiciones de verificación canónicas para
enunciados acerca de la existencia de objetos matemáticos que tengan
cierta propiedad deben ser condiciones en las que existan experiencias
que verifiquen que los objetos adecuados tienen dicha propiedad.
8 Compare con Kitcher (1983, p. 144). Véase también Van Bendegem (1989), en donde
aparece un análisis de varios tipos de matemáticas (finitismo, constructivismo, etc.) en los
términos de varios matemáticos idealizados asociados.
101010
9 Es posible sostener que hay cuando mucho 10 objetos matemáticos por razones
independientes de la restricción ontológica. Ésta sería una clase diferente de finitismo
estricto ontológico. Existen posibilidades paralelas para las otras posturas examinadas en
el texto, pero no las comentaremos.
192 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

La restricción epistémica por sí misma nos dice poco o nada acerca de


la cuestión del conocimiento del infinito -sólo hace que la respuesta
dependa de la clase de experiencia que en principio es posible-o Ésta es
la razón por la que hice algo que al lector le pudiera parecer extraño:
empecé el análisis del intuicionismo sin introducir inmediatamente lo
que generalmente se considera como su rasgo más característico: la lógi-
ca no clásica que implica. Como demuestro más adelante, esta lógica se
deriva de la restricción epistémica, y es requerida para la caracterización
intuicionista de lo que es en principio posible. No obstante, uno puede
aceptar esta lógica sin ser un intuicionista y, por el contrario, el empleo
intuicionista de dicha lógica puede ser visto como una consecuencia de
la imagen intuicionista de los números naturales -lo cual satisface la
restricción epistémica-, más que como un supuesto independiente y
primario del intuicionismo.
Si damos por sentada la restricción epistémica, entonces el conoci-
miento de cualquier objeto matemático de un determinado tipo deberá
estar asociado con una experiencia que garantice el conocimiento de ese
objeto. Puesto que los objetos no desempeñan ningún papel -mientras
que las experiencias son las que realizan todo el trabajo epistemológi-
co-, para los propósitos actuales también podemos hacer lo que de
cualquier modo haría gran parte de quienes aceptan la restricción episté-
mica: identificar cada objeto con una experiencia asociada, con lo cual,
en efecto, estaríamos adoptando la restricción ontológica. 10 Con esta
identificación, la experiencia realmente da existencia al objeto. Constitu-
ye una útil metáfora considerar a las experiencias como construcciones
que construyen los objetos, así que comenzaré a utilizar la palabra cons-
trucción en vez del término experiencia. Los objetos matemáticos son
construcciones.
Supongamos que demostramos que resulta contradictorio asumir que
todos los objetos matemáticos del mismo tipo que estamos considerando
no tienen cierta propiedad <jJ; es decir, que demostramos que -,(Vx)-,<p(x).
De esto no puede deducirse que sabemos que algún objeto del tipo
correcto tiene realmente la propiedad <jJ ya que, de acuerdo con la res-
tricción epistémica, la obtención de tal conocimiento requiere de la
construcción de un objeto que tenga la propiedad <p, lo cual no necesita
ni siquiera en principio no ser posible, ya no digamos realmente realiza-
ble, especialmente si es difícil comprobar por medio de una construc-

10 No examinaré de qué manera podrían ser intersubjetivos los objetos matemáticos que
son experiencias, ya sea que surjan de repente, ya sea que dejen de existir cuando cese la
experiencia, etc. No existe un amplio consenso respecto a cuáles son las respuestas satis-
factorias para tales preguntas; no obstante, los puntos de vista delineados aquí requieren
tales respuestas.
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 193

ción que el objeto tiene ep. se deduce de la sola restricción epistémica


que -,(V'x)-,--,ep(x) no implica que (::Ix)ep(x). Por tanto, la lógica clásica
resulta ser incorrecta para aquellos que dan por sentada la restricción
epistémica. Llamaré lógica constructiva a la lógica apropiada para esta
restricción, y denominaré constructivistas a quienes la utilizan.
Hay una circunstancia especial en la que -,(V'x)-,ep(x) implica que
(::Ix)ep(x) y en la cual la totalidad de los principios formales de la lógica
clásica siguen aplicándose para el constructivista. Si hay en principio
una construcción única que incluye las construcciones de todos los obje-
tos del tipo que se está considerando y constructivamente se está deci-
diendo para cada uno de ellos si tienen o no la propiedad ep, entonces,
una vez que hemos demostrado que -,(V'x)-,--,ep(x) , inevitablemente se
sigue que (::Ix)ep(x). La construcción descrita, una vez completada, pro-
ducirá un objeto, ya sea del tipo que tiene ep -y por tanto mostrará que
(::Ix)ep(x)-, o demostrará que todo objeto de este tipo no tiene ep, es decir,
que (V'x)-,--,ep(x). Pero la segunda posibilidad no es una posibilidad genui-
na, si ya hemos demostrado que -,(V'x)-,--,ep(x), y por tanto la construcción
ha producido una demostración de que (::Ix)ep(x), tal como se requiere. En
particular, aun dada la restricción epistémica, la lógica clásica se aplica-
rá en un dominio finito con propiedades efectivamente verificables.
Cabría preguntar si la lógica resultante, formalmente idéntica a la lógica
clásica, realmente es una lógica clásica, o si es diferente a ésta debido a
que los operadores lógicos han sido interpretados de una manera no clá-
sica. Con todo, éste es un tema que no debe preocuparnos por el mo-
mento. No necesitaremos mayores detalles de la lógica constructiva: basta
saber que es la lógica correcta cuando se aplica la restricción epistémica
(véanse Dummett, 1977; Beeson, 1985; Troelstra y Van Dalen, 1988).
Ahora argumentaré por qué un intuicionista debe ser un constructivis-
ta; es decir, por qué debe aceptar sólo la lógica constructiva.!! Tal y como
hasta ahora he descrito esa postura, un intuicionista es un matemático
que sostiene que los números son potencialmente infinitos en el sentido
de que no existe una cota superior que limite la construcción de núme-
ros. Además, el intuicionista rechaza cualquier compromiso con cual-
quier tiempo posterior al momento presente, al cual califica, utilizando
la terminología de Brouwer, como "metafísico". Para el intuicionista los
únicos números que existen son los que ya han sido construidos, y ellos
son, por tanto, los únicos que pueden ser relevantes para determinar la
validez de los teoremas matemáticos. El intuicionista también rechaza
la posibilidad de construir números en el futuro, ya que la considera

11 La siguiente caracterización del intuicionismo debe mucho a las discusiones sosteni-


das con Van McGee y Sarah Stebbins.
194 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

como una especulación que no tiene nada que ver con las matemáticas, y
de manera similar tampoco quiere saber nada sobre la posibilidad de
futuros cambios en los valores de verdad. Si permitiéramos el uso de algu-
na noción de posibilidad dentro de las matemáticas, entonces podríamos
sostener, én coincidencia con el intuicionista, que los números son
potencialmente infinitos y aun así avalar la lógica clásica. 12
Consideremos el siguiente ejemplo: Un número peifecto es un número
n tal que la suma de sus divisores, incluyendo el 1 pero excluyendo n,
es n. Por ejemplo, como 6 = 1 + 2 + 3, entonces 6 es un número perfecto.
No se sabe si existen números perfectos impares, pero de haberlos no
podrían ser menores que 10 50 (Iyanaga y Kawada, 1980, p. 927). Puesto
que existen procedimientos simples para determinar si un número es
impar y perfecto, el intuicionista dará por sentado que ('í1x)(P(x) V
....,P(x)) , donde "P(x)" significa "x es impar y perfecto" y la variable corre
sobre los números naturales. ASÍ, el intuicionista da por sentado que
existe una función calculable bien definida que lleva a cada número a,
digamos, 1 o O, dependiendo de si este número es o no impar y perfecto.
Sin embargo, el intuicionista no necesita afirmar que (jx)P(x) es deter-
minantemente verdadero o falso, dado nuestro presente estado del conoci-
miento: no se ha demostrado que algún número sea impar y perfecto, y
tampoco ha sido demostrado que el supuesto de que existe un número
perfecto impar conduzca a una contradicción.
¿Se puede afirmar que (jx)P(x) es verdadero? El intuicionista no pue-
de hacerlo, puesto que requiere una existencia real, es decir, requiere la
construcción real de un número perfecto impar, pero tal construcción
todavía no ha sido realizada. En contraste, el matemático de la corriente
clásica, quien acepta que todos los números existen actualmente, podría
razonablemente sospechar que (jx)P(x) podría ser verdadero, con base
en que un número que todavía no se ha construido sea impar y perfecto.
En forma paralela, una noción apropiada de posibilidad matemática
haría razonable sospechar que j(x)P(x) es posiblemente verdadero con
base en que resulta factible que pueda construirse un número perfecto
impar.
Por otro lado, el intuicionista podría sostener coherentemente que
(jx)P(x) es no verdadero, en razón de que no existen números perfectos
impares, (conocidos). Ninguno ha sido construido todavía, que es como
podría afirmarse dados los compromisos "metafísicos" apropiados. Pero
-todavía hablando desde fuera de los límites de lo permitido por el
intuicionismo- la afirmación de que (jx )P(x) es falso sostenida por tal
razón estaría sujeta a cambio (que se construya o no un número perfecto

12 Analizaremos esta posibilidad matemática en el apartado VII.3.


EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 195

impar), por lo que no sería una verdad matemática intemporal. En este


caso el intuicionista reaccionaría dando una definición no estándar 13 de
la negación: La demostración, en el sentido intuicionista, de que
-,(3x)P(x) es verdadero, requiere la construcción de una demostración de
que el supuesto de que existe un número perfecto impar (es decir, que ha
construido) conduce a una contradicción. Hablando una vez más
desde afuera del marco teórico del intuicionismo, podemos estar segu-
ros, con base en la información actual, de que ninguno será construido.
¿Se puede afirmar que -,(3x)P(x) es verdadero? La aceptación de que
todos los números existen actualmente haría razonable la sospecha de que es
verdadero, sobre la base de que ningún número -construido o no- es im-
par y perfecto. Tal ruta no está disponible para los intuicionistas, puesto
que requiere un compromiso con números no construidos. De un modo
paralelo, una adecuada noción de posibilidad matemática haría razona-
ble la sospecha de que -,(3x)P(x) es necesariamente verdadero, sobre la
base de que no es posible construir un número perfecto impar. Nueva-
mente el intuicionista rechaza tal noción de posibilidad.
Podemos deducir de las consideraciones anteriores que el supuesto de
que (3x )P(x) V -,(3x )P(x) es verdadero -un caso de la ley del tercero
excluido- resulta incompatible con el intuicionismo. 14 Puesto que la
lógica constructiva no conlleva la ley del tercero excluido, esto evitará
que el intuicionista, quien también es constructivista, tenga problemas.
Además, un intuicionista no puede aceptar la ley del tercero excluido y,
por lo tanto, tampoco la lógica clásica. 15 Esto conduce al intuicionista a
13 Brouwer frecuentemente utilizó expresiones de la forma" 4> es absurda", en vez de
"no 4>".
14 Por razones de simplicidad he introducido una posibilidad relacionada con un punto
enfatizado en la sección 1: Podríamos rechazar la cuantificación existencial sobre los
números. En tal caso la fórmula (3x)P(x), que tuvo un papel central en el argumento del
texto, no está disponible. Hay una manera natural de rechazar la cuantificación existencial
sobre los números naturales una vez que rechazamos que forman una totalidad completa,
es decir, con base en que tal cuantificación es impredicativa. Si rechazamos las propieda-
des de los números que son definidas en términos de cuantificación sobre números que no
han sido construidos, nos quedamos con un formalismo en el cual sólo son útiles los cuan-
tificadores acotados sobre los números [los cuantificadores acotados son aquellos de la for-
ma (3x :5 n) y ('lfx :5 n), los cuales se leen "existe x menor o igual que n" y "para toda x
menor o igual que n"]' En particular, el principio de inducción se aplicará sólo a enuncia-
dos en los cuales todos los cuantificadores estén acotados. Ésta es una limitación que
rechazan tanto los intuicionistas como los matemáticos clásicos, así que la pasaré por alto
en el texto. (No obstante, hasta donde las presentes consideraciones lo demuestran, es per-
fectamente coherente.) Esta postura es defendida elocuentemente por Edward Nelson
(1986), quien ha demostrado que una parte sorprendentemente grande de las matemáticas,
incluyendo el análisis, puede ser reconstruida siguiendo tales lineamientos. Puesto que
nuestra principal tarea es comprender la teoría de conjuntos impredicativa, la postura pre-
dicativa delineada en esta nota constituye un tema de interés secundario.
15 Mi argumento debe mucho a Dummett (1975, p. 128) quien dijo: "Si afirmamos que el
único sentido aceptable en el que se puede decir que un enunciado matemático. -incluso
196 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

comprometerse con la lógica constructiva: sin la del tercero excluido


no podemos dar una semántica composicional (una teOlia de cómo com-
prendemos el lenguaje matemático, según la cual la manera en que
comprendemos las expresiones complejas está determinada por la mane-
ra en que comprendemos sus partes) en términos de condiciones de ver-
dad. La única alternativa concebible es dar una semántica con~posicio­
nal en términos de condiciones de verificación (Dummett, 1975, p. 110), Y
en el contexto de las matemáticas, la verificación debe significar una
demostración constructiva. Así, el intuicionista que puede proporcionar
una semántica composicional no trivial también será constructivista. 16
No he demostrado que, para el intuicionista, la incorporación de la ley
del tercero excluido conduce a contradicciones (aun cuando Brouwer si
argumentó en ese sentido). En cierto sentido formal es posible agregar
esta ley a una lógica constructiva; sin embargo, en la interpretación
intuicionista los enunciados matemáticos frecuentemente no tienen
valores de verdad, y no sé de ninguna interpretación, clásica o intuicio-
nista, de la ley del tercero excluido según la cual ésta sea verdadera en
presencia de una falta total de valores de verdad para los enunciados.
Está bastante claro que una versión generalizada del argumento ante-
rior demuestra que para avalar la cuantificación no acotada no modal
sobre cualquier totalidad matemática y al mismo tiempo afirmar que es
potencial-no actual- debemos ser constructivistas. No intentaré for-
mular esto de una manera precisa, puesto que no me queda claro qué
deben significar "potencial" y "actual" en un marco más general. De cual-
quier modo, este argumento ilustra que la lógica constructiva tiene una
motivación ontológica y epistemológica: hace posible aceptar una totali-
dad potencial sin avalar la correspondiente totalidad actual, o la posibi-
lidad de cada uno de sus miembros.
Las dos motivaciones para optar por la lógica constructiva -epistémi-
ca y ontológica- son independientes: se puede avalar la restricción epis-
témica, y por tanto el constructivismo, y al mismo tiempo aceptar la
existencia de una totalidad actual para el rango de los cuantificadores.
Una postura como ésta concerniente a los números naturales da por sen-
tado que éstos forman una totalidad actual y que todo enunciado acerca

uno que sea efectivamente decidible- es verdadero, sea cuando esto significa que dis-
ponemos de una prueba o demostración real, entonces simplemente no está disponible una
interpretación clásica de la cuantificación no acotada sobre los números naturales".
16 La postura a la que he arribado ahora -intuicionismo más constructivismo, más la
restricción epistémica, de acuerdo con mi propia terminología- es la que usualmente
denominamos simplemente intuicionismo. En su obra Elements of Intuitionism, Dummett
(1977) proporciona una detallada introducción al tema y cita los textos clásicos. Charles
McCarty (1983) escribió un breve capítulo que contiene una reseña panorámica de mucho
de lo que es filosóficamente interesante acerca del intuicionismo.
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 197

ellos es verdadero o pero niega que sepamos que o bien existe


un número perfecto impar o no existe, sobre la base de que es perfecta-
mente concebible que no exista una manera de zanjar la cuestión, es
decir, que no exista una demostración que la resuelva. De acuerdo con
postura, cualquier afirmación de que existe una verdad acerca de esta
de la prueba, debe estar basada en cosas que
están mucho más allá de los procesos o habilidades humanamente con-
cebibles, por lo que sería abstnlsa, incoherente y en principio incompre-
hensible. (Cf Dummett, 1975, p. 127.) Por otra parte, podemos aceptar
que una u otra totalidad sea potencial pero no actual y de este modo ser
constructivistas, independientemente de cualquier compromiso episte-
mológico y, por tanto, independientemente de la restricción epistémica.
He presentado varias posturas que están secuencialmente ordenadas
con respecto a sus compromisos ontológicos: el finitismo ontológico
estricto, el finitismo ontológico liberal, el infinito potencial sin infinito
actual y las matemáticas clásicas. A pesar del hecho de que encaja dentro
del orden secuencial, el compromiso con el infinito potencial sin el infi-
nito actual no puede compararse con los otros de manera directa. La
razón de lo anterior radica en que para sostener el infinito potencial sin
el infinito actual se requiere o bien del intuicionismo, que es una postura
constructivista, o de una fuerte noción de posibilidad matemática, mien-
tras que los otros miembros de la lista, al menos las medianamente fami-
liares versiones que aquí interesan, emplean la lógica clásica no modal.
El finitista liberal (ontológico) afirma que existe un límite superior
para los números, y al mismo tiempo niega que exista alguna manera
de especificar dicho límite. Esto no puede ser aceptable para un intuicio-
nista. Después de todo, el intuicionista no puede aceptar la afirmación
de que existe un número con cierta propiedad -como el límite supe-
rior- sin la constnlCción de tal número. Pero esta construcción es preci-
samente lo que rechaza el finitista liberal Y
Por otra parte, el matemático clásico no puede echar mano del mismo
tipo de matemáticas que utiliza el intuicionista, precisamente debido a
que las matemáticas clásicas están cimentadas sobre la noción de una
progresión que no está completamente determinada. Tanto los intuicio-
nistas como los matemáticos clásicos pueden estar de acuerdo con la de-
finición de Cantor de los números reales como sucesiones de Cauchy,
sucesiones convergentes de números racionales, pero el intuicionista
puede demostrar, con base en esta definición, que toda función de los
números reales en los números reales es uniformemente continua (la
forma fuerte de la continuidad, véase Dummett 1977, p. 119), mientras

17 Estoy en deuda con Sarah Stebbins por haberme hecho esta observación.
198 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

que el matemático clásico puede demostrar, sobre la misma base, que


existen funciones de números reales en los números reales que no son
continuas, ya no digamos uniformemente continuas, ni siquiera en un
punto individual. (La función de Dirichlet, que es O en los racionales y 1
en los irracionales, constituye un ejemplo de tal función.) Como puede
verse, las matemáticas clásicas, lejos de extender las matemáticZls intui-
cionistas, las contradicen cuando se abordan como si tuvieran un tema
común. 18 Las matemáticas intuicionistas y las matemáticas clásicas son
incomparables -ninguna está incluida dentro de la otra-o Para no crear
confusiones, me permito destacar de inmediato que el hecho de que las
matemáticas intuicionistas y las matemáticas clásicas sean, estricta-
mente hablando, incomparables no significa que no puedan ser compa-
radas en un sentido más general. Se ha hecho mucho trabajo realizando
reconstrucciones intuicionistas de partes de las matemáticas clásicas, y
viceversa. (Esto se analiza en todos los trabajos sobre intuicionismo que
he citado.)
Mi bosquejo de la lógica constructiva fue neutral respecto a un punto
crucial: qué es exactamente una legítima construcción. Hice esto porque
considero que la lógica constructiva es independiente de los detalles de
lo que es una construcción. Para ser intuicionistas debemos ser cons-
tructivistas, pero lo contrario está lejos de ser cierto: un constructivista
que adopta la idealización intuicionista de la experiencia es un intuicio-
ni sta, pero hay muchas otras maneras de idealizar la experiencia, no
todas las cuales involucran el tiempo o la modalidad. La principal conse-
cuencia matemática de una idealización es que permite aceptar ciertos
a.'Ciomas. Estos axiomas pueden utilizarse, en parte, para especificar qué
se entiende por una construcción. Por ejemplo, se puede ser finitista libe-
ral ontológico constructivista. El finitista liberal ontológico construc-
tivista va más allá del intuicionista en un aspecto clave: acepta que ha
sido construido el límite finito de los objetos matemáticos, lo cual res-
tringe el dominio a las cosas que se encuentran debajo del límite. (Exa-
minaré esta postura en el capítulo VIII.) También se puede ser construc-
tivista y al mismo tiempo aceptar el infinito actual. Permítanme dar dos
ejemplos de esto.
El intuicionista subscribe el finito actual, pero sólo el infinito poten-
cial, y como resultado de esto sólo admite la lógica clásica para afirma-
ciones apropiadamente definidas acerca de sistemas finitos adecuada-
18 Hay algunos matemáticos constructivistas que aceptan sólo una parte de las matemá-
ticas intuicionistas. En particular, hay quienes rechazan las sucesiones arbitrarias de
números racionales y sólo aceptan aquellas sucesiones dadas por una ley que fija todos los
valores "por adelantando". Tales constructivistas rechazan los teoremas intuicionistas que
entran en conflicto con las matemáticas clásicas. El tema es demasiado técnico como para
ser abordado en detalle aquí. Véanse Beeson (1985), y Bishop y Bridges (1985).
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 199

mente definidos. El constructivista de mi primer ejemplo aprueba lo


numerable real, pero sólo aprueba lo potencialmente no numerable. No
es difícil proporcionar una idealización de la experiencia que produzca
una noción de construcción que siga las líneas apropiadas: basta con
aceptar como construcciones no sólo a los procesos que tienen una can-
tidad finita de pasos, sino también los que tienen tantos pasos como
números naturales. Podría contarse la siguiente historia, la cual conecta
a la clase relevante de la potencialidad con el tiempo: El matemático ide-
alizado no sólo no tiene un límite superior para el número de pasos rea-
lizables, sino tampoco tiene un límite para la velocidad con la que estos
pasos son realizados. Es por tanto posible contar O en un segundo, 1 en
medio segundo, 2 en un cuarto de segundo, etc. El intuicionista podría
estar de acuerdo hasta este punto, pero el constructivista de mi ejemplo
concluiría que es posible haber contado todos los números naturales
antes de que hayan transcurrido dos segundos. El constructivista supone
que la decisión tomada por el matemático idealizado, de realizar tal
construcción después de haber demostrado que se requiere una cantidad
limitada de tiempo, puede considerarse como una construcción del
momento posterior a la construcción. 19 Así, el matemático idealizado
podría -en principio- completar el proceso de conteo de cualquier
número ordinal numerable pero no de los no numerables. Ésta es una
consecuencia del teorema de Cantor (interpretado constructivamente), el
cual enuncia que un conjunto linealmente ordenado -es decir, un con-
junto bien ordenado- puede ser insertado en los números racionales
con un límite superior si y sólo si es numerable. Naturalmente la palabra
"numerable" -como todo lo demás- debe ser tomada en sentido cons-
tructivista: se ha construido una correspondencia uno a uno con el con-
junto de todos los números naturales.
Dada la idealización que estamos examinando, se aplicará la lógica
clásica a afirmaciones apropiadamente definidas acerca de los sistemas
numerables apropiadamente definidos, y la teoría clásica elemental de
los números constituirá un ejemplo de tal razonamiento clásico cons-
tructivamente justificado acerca de un dominio numerable. Sin embar-
go, la teoría de los números reales requerirá un razonamiento construc-
19 Es la necesidad que tenemos de este supuesto, en este punto del texto, lo que impide
que la postura intuicionista se colapse dentro de la postura que está siendo descrita. Es
crucial para cualquiera de las dos posturas que la serie en el tiempo esté ella misma bajo
construcción, y no que esté dada por adelantado. Si la serie en el tiempo estuviera dada por
adelantado, esto ya constituiría una justificación para el infinito actual dentro de los lími-
tes de la restricción epistémica. Ambas imágenes requieren que una construcción sea una
suceción bien ordenada de operaciones. El intuicionista puede rechazar con toda coheren-
cia el tipo de "construcción de un momento" que aquÍ se ha considerado, al imponer el
requisito estnlctural de que una construcción, y que por tanto todo segmento inicial de una
construcción, ha de tener un último paso. Véase George (1991).
200 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

tivista. La postura delineada fue defendida en Velleman, 1993, aun cuan-


do se utilizaron argumentos diferentes. Esta postura es en algunos aspec-
tos similar a la expuesta por WeyI (1918) en Das Kontinuum, quien acep-
ta la aritmética clásica completa pero pone restricciones predicativas
(aunque no constructivas) a la teoría de los números reales.
El constructivista de mi segundo ejemplo acepta el transfinit:J actual
pero -utilizando la terminología cantoriana- sólo el infinito absoluto
potencial (yen este caso el tiempo es abstraído completamente). Aun
cuando en esta imagen el conjunto de los números naturales no es cons-
truido después de cada número natural-debido a que el "después" no
está permitido-, todavía es válido decir que la construcción del conjun-
to de los números naturales requiere la disponibilidad de cada número
natural, ya que no es posible la existencia de un conjunto a menos que la
totalidad de sus miembros sean actuales. Parsons, quien ha respaldado
una postura modal relacionada con la postura constructivista que estoy
bosquejando, dijo al respecto: 20

Creo que es correcta la idea de que cualesquier objetos disponibles pueden


integrarse en un conjunto, siempre que esto sea expresado de una manera sufi-
cientemente abstracta, de tal modo que la palabra "disponibilidad" no impli-
que forzosamente su existencia en un momento particular, ni que tenga la cali-
dad de "dado" para la mente humana, y que la formación no sea considerada
como una acción o un Akt husserliano. Lo que necesitamos hacer es reem.pla-
zar el lenguaje del tiempo y la actividad por el lenguaje más neutral de la
potencialidad y de la actualidad. [Parsons, 1977, p. 526.]

Si sólo consideramos a los conjuntos bien fundados -lo cual es, hasta
donde puedo ver, inevitable para nuestros presentes propósitos-, la idea
simplemente puede describirse así: La disponibilidad de todos los ele-
mentos de cualquier Va requiere la existencia actual de todos los elemen-
tos de todo V¡'3, para f3 < Cl' (véase en el apartado V.4, la definición de Va)'
Las construcciones no tienen lugar dentro del tiempo pero, de acuerdo
con una frase de Parsons, deben respetar el ordenamiento intrínseco de
la posibilidad relativa. Debemos considerar como construcciones legíti-
mas a las operaciones de formación de uniones, a los conjuntos poten-
cia, a los rangos de las funciones sobre conjuntos y a los conjuntos de
elección. Algunos de los elementos de esas construcciones pueden o no
seguirse de la idealización que hemos hecho. (Los detalles están relacio-
20 Respecto a la teona de conjuntos modal de Parsons, véase Parsons (1983c). En la lite-
ratura especializada se han analizado varias teorías de conjuntos constructivistas con
motivaciones no distintas de las descritas aquí, especialmente en Tait (1990). Véase Par-
sons; 1983c (p. 326), en donde aparecen referencias a otras teonas. Véanse también Pozs-
gay (1971); y Lear (1977).
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 201

nados con la justificación de los axiomas de la teoría de conjuntos con


base en la concepción iterativa. Esto ya se examinó en el apartado V.S.)
De cualquier modo, simplemente podemos especificar axiomáticamente
qué se requiere para que algo sea una construcción (en el presente caso,
adoptando los axiomas ZFC "constructivamente construidos").21 De este
se vuelve construir conjunto, pero no las clases
propias.
Aquí no se está tratando de propugnar la teoría de conjuntos -está
simplemente siendo postulada-o Lo que sí se está propugnando es cierta
manera de describir la distinción entre conjuntos y clases, en la que los
conjuntos (infinitos) son infinitos actuales, mientras que las clases son
infinitos potenciales. La lógica clásica se aplicará a afirmaciones apropia-
damente definidas acerca de conjuntos apropiadamente definidos, y esto
incluirá, por ejemplo, al análisis clásico completo según el axioma de
determinación de Borel. Me abstengo aquí de dar detalles más o menos
precisos ya que, después de todo, esto sólo intenta ser un ejemplo.
Esta postura puede ser atractiva para aquellos a quienes les gustaría
considerar a la teoría de conjuntos como la teoría de todas las coleccio-
nes completas, puesto que permite admitir a todos los conjuntos y expli-
car la cuantificación sobre ellos, y al mismo tiempo negar, con base en
principios, la coherencia de la idea de cualquier clase propia completa
-como, por ejemplo, la clase de todos los conjuntos, o incluso la clase de
todos los conjuntos posibles-o Esta postura, que se adoptaría por razo-
nes ontológicas, no epistemológicas, proporciona un ejemplo de la posi-
bilidad, mencionada anteriormente, de un constructivismo que sea inde-
pendiente de los aspectos epistemológicos. La analogía entre esta
postura y el intuicionismo es la siguiente: El intuicionista adopta la lógi-
ca constructiva para dar cabida al infinito potencial sin admitir el infini-
to actual; el partidario de esta postura adopta la lógica constnlctiva para
dar cabida al transfinito sin admitir lo absolutamente infinito actual.
De acuerdo con el análisis de la concepción combinatoria, la limita-
ción del tamaño, la limitación de comprehensividad y la concepción ite-
rativa del capítulo V, debería quedar claro que cualquier intento de dar
una explicación de la teoría de conjuntos clásica que sea compatible con
la restricción epistémica está destinado al fracaso, puesto que la noción
idealizada de construcción involucrada tendría que ser despojada de
cualquier cosa humanamente posible que no pudiera equivaler a algo
más que a la postulación (ésta es la retórica que rodea al simple supues-

21 A pesar de todo lo dicho, no es muy claro que han de ser "los axiomas de ZFC cons-
tructivamente construidos". Existen muchas axiomatizaciones de la teoría de conjuntos
clásicamente equivalentes pero constructivamente distintas. Véase Beeson (1985, caps. 8, 9
Y 12), en donde aparece información relevante y referencias al respecto.
202 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

to de los principios de la teoría de conjuntos). La opinión de que la teoría


de conjuntos se relaciona con las posibilidades idealizadas de la cons-
trucción puede tener alguna utilidad,22 pero no proporciona una base
adecuada para comprender los orígenes conceptuales de nuestros princi-
pios conjuntistas. Las entidades infinitas de la teoría de conjuntos son
demasiado remotas para tal enfoque. Estamos frente al probbma del
infinito.
Una posible reacción a este evidente problema es concluir que hemos
cometido un error: no sabemos lo que una vez pensamos que sabíamos.
Brouwer llegó a esta misma conclusión, y desarrolló el intuicionismo
para corregir el error:

Desde el punto de vista del intuicionista, el dogma de la validez universal del


principio del tercero excluido en matemáticas sólo puede ser considerado
como un fenómeno de la historia de la civilización, del mismo orden que la
antigua creencia en la racionalidad de 7T o en la rotación del firmamento alre-
dedor de la Tierra. [Brouwer, 1952, pp. 510-511.]

La historia no ha tomado el camino de Brouwer -o al menos todavía


no- por muy buenas razones. En tanto que mucho de las matemáticas.
clásicas no puede ser reconstruido siguiendo los lineamientos intuicio-
nistas, sin que esto ocasione un gran incremento en la dificultad para
enunciar los teoremas y para proporcionar las demostraciones, otras
partes de las matemáticas clásicas -entre ellas la mayor parte de la
topología y de la teoría de conjuntos- no pueden ser reconstruidas en
absoluto. Nada de esto constituye un problema lógico para el intuicio-
nista, quien puede coherentemente rechazar todo lo que no puede ser
reconstruido, pero sí representa un enorme problema pragmático: muy
pocos matemáticos están dispuestos a desechar una porción tan grande
de las matemáticas. Además, mucho del análisis evolucionó paralela-
mente a las aplicaciones físicas para las que se diseñó, y estas aplicado-
nes parecen dar validez a la ley del tercero excluido. En la teoría del
calor de Fourier, el ejemplo canónico de una función de los números
reales en los números reales es la temperatura de una barra de metal
como función de la distancia de un extremo. En la situación física pro-
puesta, la temperatura se define en cada extremo y la barra es continua,

22 Kitcher, por ejemplo, la utilizó para caracterizar el origen epistémico de nuestro com-
promiso con la teoría de conjuntos (Kitcher, 1983, capítulo 6), y yo hice algo relacionado
con esto en la sección previa. No estoy diciendo que tales usos son erróneos, sino sólo que el
problema de explicar cómo llegamos a saber qué son las posibilidades relevantes de cons-
trucción equivale al problema de explicar las fuentes conceptuales de nuestros principios
conjuntistas. La introducción de la noción de posibilidades de construcción no resuelve el
problema particular que estamos enfrentando aquí.
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 203

aun cuando no necesita serlo su temperatura. La barra se encuentra en


la naturaleza, no es construida por nosotros, así que no es necesario,
hasta donde se puede saber que exista una regla que dé los valores de la
función en cada punto de la barra. No obstante, dados cualesquiera dos
números reales a y b, los componentes a de la temperatura del extremo
la barra pueden o no pueden ser iguales a b. Esta afirmación está
motivada por consideraciones realistas acerca de la barra, no por consi-
deraciones matemáticas o lógicas. ASÍ, las aplicaciones de las matemáti-
cas son las que motivan la asunción de muchos casos de la ley del terce-
ro excluido, incluso si ésta no es una verdad lógica. Esto refuerza
considerablemente la posición de las matemáticas clásicas frente al
intuicionismo. Se puede argumentar en contra de la idealización de la
temperatura de la barra de metal en cuestión sobre bases físicas, pero no
debe permitirse la utilización de consideraciones intuicionistas -las
cuales no están conectadas con la nsica- para bloquearla. El intuicio-
nista podría argumentar que tales matemáticas no constituyen propia-
mente un conocimiento, pero no puede afirmar que no vale la pena
conocerlas. Cualquiera que sea el veredicto final sobre estos temas, lo
que busca este libro es extraer el sentido que podamos de la teoría del
infinito conjuntista prevaleciente, tarea en la que el intuicionismo podría
resultar inútil, puesto que la teoría de conjuntos prevaleciente no puede
ser reconstruida intuicionistamente. 23
Si no seguimos a Brouwer, la otra reacción natural frente al problema
del infinito es concluir que efectivamente sabemos lo que pensamos que
sabemos, pero que lo conocimos de una manera que viola la restricción
epistémica.

3. YENDO DE AQUÍ PARA ALLÁ

El tema de este apartado es la presentación del infinito. Consideraremos


varios intentos para mostrar cómo obtenemos el conocimiento de las
propiedades de los objetos matemáticos infinitos de una manera que está
basada en nuestras experiencias finitas. Estos intentos tratan de enfren-
tar sin rodeos el problema del infinito.
Existe un enfoque del problema que podemos desechar de entrada. Su
versión más simple es ésta: "Si usted comprende lo que es 'finito' y
23 Se aplica una observación paralela a la fundamentación predicativa aritmética pro-
puesta por Weyl para las matemáticas. Huelga decir que las matemáticas predicativas y las
matemáticas intuicionistas son de interés tanto por ellas mismas como porque las recons-
trucciones intuicionistas y predicativas de algunas partes de las matemáticas conjuntistas
ayudan a esclarecer qué compromisos son indispensables para utilizar varias partes de las
matemáticas. También pueden ayudar a elaborar formulaciones más precisas de los princi-
pios conjuntistas que requieren un esclarecimiento adicional.
204 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

entiende lo que significa la palabra 'no', entonces comprende lo que sig-


nifica 'no finito'. Esto es todo lo que hay que decir acerca del infinito.
¿Así que, cuál es el problema?" Es decir, debido a que tenemos experien-
cia de lo finito, nuestro conocimiento del infinito está basado, por infe-
rencia, en este conocimiento.
La de Russell es una versión más compleja. Otros matemáticos sostu-
vieron puntos de vista similares, pero Russell proporcionó un ejemplo
que es particularmente conveniente para nuestros propósitos. Russell
definió lo que significa que dos clases sean del mismo número cardinal
utilizando correspondencias biunívocas; es decir, sin hacer referencia a
la distinción entre clases finitas e infinitas. Definió a los números finitos
más o menos por inducción, y después consideró a una clase infinita
como cualquier clase cuyo número cardinal no es finito. Concluyó decla-
rando que ésta era la (única) teoría del infinito (Russell, 1903, pp. 356-
357). Podemos resumir: "Si usted comprende lo que es 'clase', si com-
prende 'clase finita' y si entiende lo que significa la palabra 'no', entonces
comprende lo que es 'clase no finita"'. Aquí damos por hecho que tene-
mos la experiencia de las clases (que es el uso principal de "intensiones",
véase Russell [1903, pp. 66-69], o, del mismo autor [1919, pp. 12-14]),y
ésta es considerada como la única fuente de nuestro conocimiento de las
propiedades del infinito. Esta idea básica persistió cuando cambiaron las
opiniones de Russell acerca de las clases (Whitehead y Russell, 1957,
p. vi): "La aritmética cardinal usualmente es concebida en asociación
con los números finitos, pero sus leyes generales también son válidas
para los números infinitos, y se pueden demostrar muy fácilmente sin
hacer ninguna referencia a la distinción entre lo finito y lo infinito."
Acabo de describir lo que denominaré la explicación negativa del infi-
nito, la cual enuncia que todo conocimiento acerca de las propiedades
del infinito está constituido por el conocimiento general tanto de lo finito
como del infinito, más cualquier cosa que se deduzca del hecho de que el
infinito es no finito. Seguramente una buena cantidad de conocimientos
acerca del infinito puede ser obtenida de este modo -como lo demostra-
ron Whitehead y Russell en su Principia Mathematica-. No obstante,
tenemos conocimientos concernientes a las propiedades del infinito que
no son obtenibles de este modo, entre los que destacan los axiomas de
elección y de reemplazo. Por lo tanto, debemos esperar que estos conoci-
mientos no sean parte de una explicación negativa del infinito. El hecho
de que ninguno de estos axiomas sea derivable en el sistema de Principia
Mathematica corrobora esta expectativa.
El siguiente enfoque del problema del infinito, o más bien el siguiente
grupo de enfoques, es conocido como las filosofías formalistas de las ma-
temáticas. La idea básica es que nuestro supuesto conocimiento de las
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 205

propiedades del infinito es en realidad el conocimiento de algo mucho


más cercano a nuestra experiencia: es en realidad el conocimiento de
nuestras descripciones del infinito, las cuales resultan ser sólo aparente-
mente descripciones del infinito.
La postura de Poincaré era similar a la del formalismo. Sostenía que
nuestro conocimiento del infinito lo realizamos a través de nuestras des-
cripciones finitas, que son las que introducen las entidades infinitas. No
existe dominio fijo de entidades infinitas; pueden introducirse nuevas
entidades en términos de las viejas. De esto se deduce que los enuncia-
dos impredicativos acerca del infinito son incoherentes.
Existen varias versiones del formalismo. 24 El formalismo en su versión
de juego considera que las matemáticas no tratan acerca de nada, de la
misma forma que el juego de ajedrez no se refiere directamente a nada.
Un poco de matemáticas, ya sea que se trate de un cálculo o una demos-
tración, es sólo una serie de manipulaciones de "piezas del juego" reali-
zada de acuerdo con reglas estipuladas arbitrariamente. Estas "piezas"
pueden ser números, enunciados de un lenguaje formal o cualquier otra
cosa. Así, de acuerdo con los formalistas del juego, todo lo que hacen los
conjuntistas es ver cuáles enunciados de lógica de primer orden pueden
obtenerse de los axiomas de la lógica de primer orden más -digamos-
los de ZFC cuando están jugando de acuerdo con las "reglas de inferen-
cia" de la lógica de primer orden.
Cierto elemento central técnico del formaliso del juego es correcto: La
mayoría de los matemáticos y filósofos de las matemáticas da por senta-
do que los axiomas y las reglas de la lógica formalizada de primer orden
constituyen una correcta codificación de al menos parte del razonamien-
to informal y que la teoría ZFC, o algo similar, es una axiomatización de
la teoría de conjuntos. Por lo tanto, existe un amplio consenso respecto a
lo siguiente: Si un enunciado es un teorema de la teoría de conjuntos, en-
tonces puede deducirse jugando de acuerdo con las reglas del formalista
del juego.
El principal problema con el formalismo en su versión de juego es que
considera que los teoremas de las matemáticas no son verdades -ni
siquiera proposiciones-, como tampoco lo son las posiciones de las pie-
zas en un juego de ajedrez. Sin embargo, no hay duda que nosotros
generalmente consideramos a los enunciados utilizados en las matemáti-
cas como verdaderos o falsos.

24 Los capítulos 2 y 3 de la obra Frege and the Philosophy of Mathematics, de Michael D.


Resnik (1980), contienen un útil análisis del formalismo y la historia de algunas de las crí-
ticas a éste que hemos referido aquí, muchas de las cuales fueron formuladas por el propio
Frege. Mi terminología para las diferentes versiones del formalismo está basada en la de
Resnik, aun cuando no la he seguido fielmente.
206 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

El formalista en su versión de juego podría replicar diciendo que den-


tro de las matemáticas nosotros simplemente "jugamos el juego": cual-
quier significado que tengan los teoremas matemáticos proviene de sus
aplicaciones específicas. Sin embargo, esto no se cumple, por muchas
razones: Aplicamos los teoremas de una parte de las matemáticas en
otras partes de las matemáticas, y si ninguna parte es significativa, enton-
ces no podremos explicar su aplicación. Aplicamos los mismos teoremas
en muy diferentes contextos; por ejemplo, aplicamos la teoría de grupos
para resolver polinomios, para caracterizar las interacciones de las par-
tículas elementales, para diseñar y descifrar códigos y para trabajar en el
cubo de Rubik. Pero los teoremas de la teoría de grupos no expresan dife-
rentes verdades en diferentes contextos. Por lo tanto, se debe dar por sen-
tado que la teoría de grupos trata acerca de su propio tema, si es que tie-
ne tema alguno. Finalmente -y ésta es la crítica al formalismo en su
versión de juego más relacionada con el tema del infinito-, para este for-
malista las reglas de los juegos matemáticos son arbitrarias, o al menos
son elegidas de manera extramatemática. Pero esto deja a la elección de
los axiomas fuera de la explicación de las matemáticas que da el formalis-
ta del juego, y especialmente fuera de la explicación formalista de la teo-
ría de conjuntos. No obstante, hemos visto que la selección de los axio-
mas y del tema es muy importante para el teórico de conjuntos (y para los
matemáticos en general). Por lo tanto, el formalismo en su versión de jue-
go no puede proporcionar ninguna ayuda para comprender algunas de
las partes más importantes de la actividad de los matemáticos. Lo menos
que podemos decir es que es profundamente incompleto.
Otra de las versiones del formalismo es la que podríamos denominar
"el formalismo de metajuego". Según esta versión, las matemáticas, aun
cuando no son ellas mismas un juego formal, en el sentido del formalista
que las considera un juego, pueden considerarse como la teoría de esos
juegos. Esta perspectiva generalmente es denominada el formalismo de
Curry, en honor a su más ardiente defensor, Haskell B. Curry (Curry,
1951). De acuerdo con él, los conjuntistas, después de jugar el juego for-
malista de la teoría de conjuntos para producir un teorema ep, enuncian
que" ep es un teorema de la teoría de conjuntos". Esto inmediatamente
resuelve el problema de dar contenido y validez al trabajo de los mate-
máticos.
Esta postura tiene otras ventajas sustanciales. Por ejemplo, se puede
diseñar un juego formal que involucre jugadas, concatenaciones de juga-
das y jugadas de reemplazo por medio de series de jugadas. Después se
podría dar entrada, como teoremas, a todos los enunciados de la forma
a + b = e, tales que a, b, ye sean series de jugadas, con e como resultado
de poner a a después de b. Parece absolutamente razonable explicar la
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 207

teoría elemental de los números como la teoría de un juego planeado


conforme a los lineamientos indicados, sin importar qué "jugadas" sean.
De este modo se obtiene una teoría elemental de los números sin nungún
compromiso ontológico obligatorio que vaya más allá de una afirmación
como ésta: "Existen algunas cosas adecuadas para servir como jugadas".
Puesto que en cierto sentido Curry deseaba que sus teoremas trataran
acerca de jugadas reales de un juego, requería que la teoría de los juegos
fuera constructiva. Curry no excluyó totalmente la teorización no cons-
tructiva, pero no la admitió dentro del núcleo de sus matemáticas. Sin
embargo, la restricción de Curry al razonamiento constnlctivo no resulta
tan onerosa como pudiera parecer. Debido a que para Curry el tema cen-
tral de la teoría de conjuntos no son, por ejemplo, los conjuntos, sino
alguna de las teorías respecto a ellos (digamos, ZFC), su requerimiento
no es que razonemos constructivamente acerca de los conjuntos, sino
únicamente que razonemos constructivamente acerca de las demostra-
ciones en ZFC. Esto constituye una restricción moderada porque, des-
pués de todo, es común que realmente construyamos demostraciones de
nuestros teoremas.
Este enfoque constituye un considerable avance con respecto a la pos-
tura del formalismo de juego. No obstante, tampoco puede funcionar,
por la siguiente razón: una supuesta neutralidad ontológica es menos
útil de lo que pudiera parecer al principio, porque debe existir algo ade-
cuado para servir como "jugadas". Esta postura evita la necesidad de
caracterizar de manera única a los números, pero todavía debemos
demostrar que hay algo apropiado para servir como números, e incluso
esto no es tan fácil. Por ejemplo, cualesquiera que sean las series de juga-
das, éstas no pueden ser objetos físicos reales, o siquiera tipos de objetos
físicos reales si, como parece probable, el universo establece un tamaño
mínimo para los objetos, una duración mínima para los aconteciminen-
tos y un tamaño espacio-temporal finito. Si las series (de jugadas) no son
físicas, nos quedamos con el problema de cómo podría alguien jugar
estos juegos. Con esto no se resuelven o se simplifican los problemas
familiares acerca de los números. En contraste, los problemas análogos
concenlientes a la teoría de conjuntos sí se simplifican, puesto que no se
necesita de una ontología de los conjuntos, sino sólo de una ontología de
los enunciados, los cuales son series de símbolos que, aparentemente, no
difieren en sus aspectos fundamentales de las series de jugadas necesa-
rias para la teoría de los números.
El formalismo de Curry complementa al formalismo en su versión de
juego con una teorización acerca de los juegos, pero continúa tratando a
la teoría de conjuntos -y si se quiere, también al análisis- como un jue-
go; de hecho, se trata del mismo juego que utilizó el formalista del juego.
208 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

Por lo tanto, el formalismo de Curry está exactamente en la misma


insostenible posición que el formalismo de juego, cuando aborda las
aplicaciones extramatemáticas de la teoría de conjuntos, el análisis o
cualquier otra teoría matemática que sea tratada como juego, no como
la teoría de un juego.
En el caso de las aplicaciones de las matemáticas a las matemát:cas, el
formalismo de Curry resulta mejor: podría considerarse que el hecho de
que surja una cosa u otra durante el estudio de un juego da un senti-
do particular al estudio de un juego diferente relacionado con esta cosa
en particular. Como resultado de esto, el formalismo de Curry es mucho
mejor que el formalismo de juego cuando aborda la cuestión de elegir
cuáles juegos estudiar. Por ejemplo, podría explicarse el hecho de que
resulten particularmente interesantes para los matemáticos los juegos en
los que las reglas codifican la inferencia correcta, destacando que tienen
una estrecha relación con nuestro razonamiento acerca de dichos jue-
gos. El juego de la teoría de conjuntos podría ser considerado como uno
que vale la pena estudiar debido a que muchos de los otros juegos pue-
den ser interpretados utilizando dicha teoría. ASÍ, la usual afirmación de
que la teoría de conjuntos es una teoría universal se transforma en la
afirmación de que es un juego universal.
Existe un juego universal que es más simple que la teoría de conjun-
tos: el juego de la lógica pura, el cual contiene sólo reglas que codifican
la inferencia lógica. El juego asociado con cualquier teoría T está inserto
en el juego de la lógica pura en la forma del conjunto de los teoremas de
la forma A -¿ c/J (si A, entonces c/J), en donde A es cualquier conjunción
de axiomas de T. La teoría de conjuntos es universal no sólo con respec-
to a las teorías matemáticas, sino también con respecto a las estructuras
matemáticas, yen esto es superior a la lógica pura para propósitos mate-
máticos. Pero esta ventaja no puede ser expresada dentro de la estrechez
del formalismo de Curry. Podemos ver desde la perspectiva formalista
que si la teoría ZFC es consistente, entonces también lo son muchas
otras teorías matemáticas, puesto que se puede demostrar que estas teo-
rías tienen modelos basados en ZFC. Esto está relacionado con la
universalidad de la teoría de conjuntos que hemos estado examinando.
Sin embargo, resulta difícil apreciar esta ventaja desde la perspectiva
formalista: todo lo que hace es arrojar dudas sobre la consistencia de la
teoría ZFC, puesto que ésta sería inconsistente si cualquiera de las otras
lo fuera.
El formalismo de Curry efectivamente tiene algunas ventajas sobre el
formalismo de juego en la determinación de cuáles juegos valdría la
pena jugar desde el punto de vista matemático; pero no puede explicar
todas las maneras en las que los matemáticos deciden de hecho cuáles
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 209

sistemas de axiomas utilizar. Por ejemplo, sería difícil justificar sobre


bases formalistas por qué realmente preferimos la teoría de conjuntos y
no alguna teoría russelliana. De hecho, incluso sería difícil determinar en
qué sentido éstas podrían ser consideradas teorías rivales, puesto que el
formalismo no puede interpretarlas como teorías de las colecciones.
La última postura formalista que analizaremos, el deductivismo -o el
formalismo del si ... entonces, como se le denomina en ocasiones-, se
originó a partir de las primeras observaciones sobre el juego de la lógica
pura. La principal diferencia de esta postura respecto a las demás postu-
ras formalistas es que considera al juego como algo más que un juego. El
deductivismo sostiene que lo que los matemáticos hacen es deducir las
consecuencias de los axiomas. Un teorema de una teoría T siempre es
considerado como una aserción en la forma A ~ cp, donde A es una con-
junción de axiomas de T, de una manera muy similar a la del juego de la
lógica pura. La diferencia crucial es que aquí A ~ cp se considera como
una verdad, no sólo como una circunstancia en un juego. Por esta razón
la deductivista en ocasiones no es clasificada como una postura forma-
lista. No obstante, todo mundo da por sentado que esta postura está
estrechamente relacionada con el formalismo. La cuestión es terminoló-
gica, y para nuestros propósitos actuales las similitudes son más impor-
tantes que las diferencias.
La existencia del juego de la lógica pura constituye una parte crucial
de los antecedentes del deductivismo: proporciona una norma según la
cual se puede demostrar que determinado teorema se deduce de ciertos
axiomas, y sólo de ellos. Se puede demostrar que T implica cp sin asumir
ningún compromiso sobre la verdad de T y, por lo mismo, sin ningún
compromiso con la ontología subyacente. Lo más que se necesita en un
sentido ontológico es un sistema formal con el cual jugar el juego de la
lógica pura. Por lo tanto, los compromisos ontológicos del deductivísmo
son más o menos los del formalismo de Curry.
Pero todavía tendremos que resolver un problema antes de que esta
visión pueda ser plenamente validada: Si aceptamos ('ítxy)x + y = y + x (x
+ y = y + x para toda x y y) como un teorema de alguna aritmética axio-
matizada, ¿qué operación representa el símbolo u+"? Hablando de mane-
ra más general: si consideramos a ciertos condicionales como verdades,
¿qué representan los símbolos no lógicos en ellos? Dichos símbolos
deben representar algo, si los condicionales han de ser verdaderos o fal-
sos, y esto viola la supuesta neutralidad ontológica del deductivismo.
Existen dos posibles respuestas para esto.
De acuerdo con la primera respuesta, el teorema, correctamente inter-
pretado, no es de la forma A ~ ('ítxy)x + y = y + x, sino de la forma
(\iN+)(AN ~ ('ítxy)(N(x) 1\ N(y) ~ x + y = y + x). Es decir, el teorema dice
210 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

que para todo dominio N y para toda función binaria +, si A es válido


para + en el dominio N, entonces la conmutatividad de + es válida en el
dominio N.25 El teorema no se refiere a una operación en particular. Es
una pura verdad lógica acerca de todas las posibles operaciones en todos
los posibles dominios.
De acuerdo con la segunda respuesta, el teorema A --+ ('Vxy)x + y = y + x,
correctamente interpretado, no es realmente un teorema, sino la forma
esquemática de muchos teoremas. Decir que es verdadero equivale a
decir que, cualquier cosa que consideremos que sea el dominio de los
cuantificadores y cualquier cosa que sea el operador "+" en ese dominio,
el enunciado resultante es verdadero. Una teoría T tiene variables libres
no lógicas, y podremos separar los condicionales para concluir la verdad
de todos los teoremas ordinarios de T, siempre que estas variables libres
sean interpretadas como representaciones de cosas que hacen verdadera
a toda T. Una teoría T proporciona una definición implícita de sus mode-
los, los cuales no son otra cosa que los sistemas de dominio más la inter-
pretación de las variables no lógicas que hacen verdadera a T.
La segunda versión del deductivismo asimila la totalidad de las mate-
máticas a ciertas partes del álgebra moderna, en las cuales se estudian
las propiedades de todas las estructuras que son modelos de determina-
da teoría -los grupos, los anillos, los campos, etc.-. No obstante, inclu-
so el álgebra moderna no se amolda completamente al patrón deducti-
vista: La teoría de grupos debería ser un paradigma de las matemáticas
deductivistas pero, para dar sólo un ejemplo contundente, uno de los gran-
des logros de la moderna teoría de grupos es la clasificación de los gru-
pos simples finitos. Sin embargo, para nuestros propósitos lo que impor-
ta acerca del ejemplo es que esta clasificación llegue a descubrir y
analizar a fondo la totalidad de los grupos simples "esporádicos": el
número finito de grupos simples que no se adecuan a cierta clasificación
cuasiaxiomática de los grupos simples. Durante el periodo de descuhri-
miento uno se encontraba compendios de progresos en los que se decían
cosas como éstas (Iyanaga y Kawada, 1980, p. 539): "Desde marzo de
1972 han sido descubiertos los siguientes [cuatro] grupos simples ... " El
trabajo estaba más orientado hacia la construcción de grupos particula-
res que a la deducción de las consecuencias a partir de un sistema de
axiomas. No pienso que tales resultados no puedan adecuarse al marco
del deductivismo, ya que esto sí es posible; lo que quiero decir es que
incluso las partes de las matemáticas que se supone que son paradigmas
25 Cuando digo que un enunciado de primer orden ¡f¡ "es válido en el dominio N", todo lo
que quiero decir es que es válido el enunciado obtenido a partir de ¡f¡ restringiendo todos
los cuantificadores de ¡f¡ a N. En el texto he escrito, a modo de ejemplo, la forma restringida
de (Vxy) x + y = y + x en el consecuente del enunciado.
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 211

del deductivismo no encajan bien y automáticamente en el molde del


deductivisrno.
La primera versión del deductivismo dice que la fórmula

A -¿ (Vxy)x +y = y +x
(con "+" y las variables libres del dominio) la satisfacen todos los domi-
nios e interpretaciones de "+". La segunda versión dice que para cual-
quier dominio e interpretación de "+", el enunciado A -¿ (Vxy)x + y = y + x
(sin variables libres y provisto de dominio y operador "+") es verdadero.
La distinción que se hace aquí entre "todos" y "cualquiera" es muy simi-
lar a la sugerida por Russell (vista en el apartado IV.1), aun cuando en
este caso se utiliza de una manera muy diferente. Cualquier versión del
deductivismo permite la noción de modelo de una teoría.
Puesto que el deductivismo considera a las matemáticas como la acti-
vidad de deducir consecuencias de los axiomas, poco puede decir acerca
de la actividad "extramatemática" consistente en seleccionar los axio-
mas. Esta situación no parece ser mejor que la del formalismo de Cun-y,
así que el deductivismo no puede ayudar a explicar por qué empleamos
la teoría del infinito. A propósito, ésta es la respuesta para la pregunta
que surgió en el apartado IV.1: No siempre podemos explicar el uso
matemático de los supuestos cuestionables trasladándolos a la hipótesis
de los teoremas (en el apartado IV.1 se trataba de los axiomas del infini-
to, de elección y de reducibilidad; aquí se trata, más directamente, de los
axiomas de la teoría de conjuntos). Una parte importante de la actividad
matemática es la selección de "hipótesis" (teorías) apropiadas, para su
estudio. No es el caso de que simplemente cualquier antigua teoría sirva,
y para explicar esto debemos rechazar la clásica jugada del deductivista.
El deductivista -y también un formalista como Curry- concederá
que los matemáticos deben estar más interesados en los conjuntos de
axiomas consistentes (puesto que de un conjunto incosistente de axio-
mas se deduce cualquier enunciado, este tipo de axiomas no es muy inte-
resante para el deductivismo). Pero el deductivista también ha admitido
la coherencia de la noción de modelo de una teoría, y por tanto acepta la
posibilidad de demostrar que una teoría es consistente si se demuestra
que tiene un modelo. Curry no necesita aceptar esto, ya que desde su
punto de vista la teoría de modelos constituye un formalismo más.
Parece que nuestra principal razón para creer que la aritmética de
Peana es consistente es que creemos que tiene un modelo. Si esto es co-
rrecto, deja al deductivista en la incómoda posición de sostener que
nuestra principal evidencia para un importante hecho matemático -la
consistencia de la aritmética de Peano- es extramatemática, puesto que
212 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

la existencia de un modelo sería un hecho extramatemático en la explica-


ción deductivista. Esto seda particularmente incómodo puesto que, cual-
quier cosa que supongamos que sea ese modelo, supondremos que es (y
en esto prácticamente todo mundo coincidirá) una entidad matemática.
Pero parte de la idea fundamental del deductivismo es que evita una
ontología de las entidades matemáticas.
Si uno presupone una teoría de conjuntos como fundamento, toda la
discusión en matemáticas acerca de los modelos -particularmente de
los grupos o modelos esporádicos de la aritmética de Peano- puede jus-
tificarse simplemente más como la derivación de consecuencias deducti-
vas, ahora de la teoría de conjuntos. (Lo que uno realmente necesita es
una teoría de modelos como fundamento, no una teoda de conjuntos,
aun cuando en las explicaciones estándar resultan ser casi lo mismo).
Pero el uso de una teoría de conjuntos como base deja dos tareas pen-
dientes que el deductivista no puede cumplir: La primera es explicar
cómo llegó a ser tan importante la teoría de conjuntos. ¿No se suponía
que los matemáticos estaban explorando las consecuencias de cualquier
teoría matemática? La segunda es dar razones para creer en la consisten-
cia de la teoría de conjuntos. Una vez que a una teoría individual se le ha
otorgado una posición preeminente, su consistencia se convierte en un
tema apremiante. Para un deductivista que utiliza la teoría ZFC como
te oda de base, si ésta resultara ser inconsistente, entonces ya no habría
matemáticas en absoluto.
Cualquier cosa que se utilice para explicar cómo llegó a ser tan impor-
tante la teoría de conjuntos y por qué pensamos que es consistente, ter-
minará en un reemplazo del deductivismo, no en complementarlo sim-
plemente. Este reemplazo tendrá que explicar por qué los matemáticos
prefieren unas teorías y no otras, en vez de concretarse a expulsar tales
preguntas fuera de las matemáticas. También tendrá que explicar por
qué pensamos que la teoría ZFC es consistente. Las únicas opciones para
hacer lo segundo parecen ser: argumentar que la teoría ZFC es en algún
sentido verdadera o demostrar que es consistente. La primera opción
tendría como consecuencia que la teoda ZFC tuviera un modelo, y por
tanto implicada el abandono de cualquier neutralidad ontológica que
contuviera el deductivismo. La segunda opción simplemente trasladaría
el problema al fundamento que se haya utilizado para demostrar la con-
sistencia de la teoría ZFC. Aun cuando el deductivismo no constituye
una adecuada explicación para las matemáticas, cualquier filosofía de
las matemáticas que sea aceptable, tendrá que explicar el importante
papel que en ellas desempeña la demostración, y por tanto compartirá
algunas de las caractedsticas más atractivas del deductivismo.
Hilbert fue, junto con Frege, uno de los creadores del deductivismo,
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 213

aun cuando nunca adoptó una forma totalmente de éste. 26


decirse que la filosofía posterior de Hilbert, el finitismo, es más o
menos una versión de una de las opciones examinadas es
decir, demostrar que una teoría de conjuntos formalizada es consistente
utilizando una teoría previa y después adoptando el deductivismo con
esta teoría de como base.
La postura de Hilbert evolucionó durante muchos años, y precisamen-
te ésta fue la causa de algunas controversias, pues algunas de las cosas
que dijo son evidentemente inconsistentes entre sí. A continuación voy a
presentar una postura hilbertiana extraída principalmente de sus escri-
tos de la década de 1920. Cada uno de los elementos de esta postura ha
resultado influyente debido precisamente al propio HilberL Sin embar-
go, todavía hay controversia respecto a si ésta fue siempre la postura de
Hilbert, por las razones que mencionaré más adelante.
La filosofía de Hilbert estaba parcialmente motivada por un intento de
proteger a las matemáticas conjuntistas clásicas de los ataques de Kro-
necker y posteriormente de Brouwer. En la década de 1920 éste no era
un tema triviaL Para muchos, la teoría axiomática de conjuntos parecía
amenazada por las paradojas, y algunos temían que se demostrara que
era inconsistente. Parecía haber una genuina posibilidad de que la pos-
tura de Brouwer prevaleciera y de que las matemáticas conjuntistas clá-
sicas se convirtieran en una simple curiosidad. Esto era cierto en una
época en la que las matemáticas, debido en gran medida a la teoría de
conjuntos, estaban disfrutando de un renacimiento. Por lo tanto, Hilbert
quería demostrar que la teoría de conjuntos era aceptable en sus propios
términos y justificarla ante el intuicionismo. Tenía que comenzar en un
territorio neutral común, y así intentó hacerlo: Aisló una parte básica
pero no trivial de las matemáticas -las "matemáticas finitistas" o "de
contenido"- que no involucran ningún compromiso con el infinito en
ningún nivel, ya sea dentro de la teoría o por parte del teórico.
Puesto que los intuicionistas y los matemáticos clásicos ni siquiera
están de acuerdo acerca de los principios de la lógica, excepto cuando se
trata de los dominios finitos definidos adecuadamente, y puesto que tam-
poco están de acuerdo respecto a en qué sentido son infinitos los domi-
nios infinitos como los números naturales, el terreno neutral no debe
involucrar lógica alguna ni infinitos de ninguna clase. A primera vista lo
único que queda son las ecuaciones y las desigualdades libres de variables
(1 + 3 = 3 + 1, 3 > 1), y otras cosas similares.
Incluso hay desacuerdo acerca de las ecuaciones y desigualdades libres
de variables. Para el intuicionista, los números son construcciones men-

26 Véase Resnik (1980), en donde aparece un análisis de la historia del deductivismo.


214 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

tales constituidas de sucesiones de momentos. Para Hilbert, los números


son sucesiones de trazos, a las cuales considera como tipos cuasiconcre-
tos de objetos físicos. No obstante, ambos lados estarían de acuerdo en
que existe un dominio que consiste de los primeros cinco números (0, 1,
2,3,4) Y una operación parcial en éste, llamada adición, tal que 1 + 3 = 3
+ 1. Sus respectivos dominios serán isomorfos. Las dos teorías que pre-
tenden explicar lo que representan los números constituyen diferentes
soluciones para el problema de lo finito. Puesto que estamos interesados
principalmente en el problema del infinito, no prestaremos mucha aten-
ción a estas teorías. En un sentido -salvo isomorfismo- existe un
acuerdo completo acerca de las ecuaciones y desigualdades libres de
variables. Pero esto parece muy poco matemático para ser de alguna uti-
lidad.
Las matemáticas ni siquiera pueden comenzar si no se tiene alguna
manera de expresar la generalidad. Pero incluso un simple teorema
general acerca de los números naturales como (Vx)x + 1 = 1 + x -sobre
cuya veracidad evidentemente coincidirán los intuicionistas y los mate-
máticos clásicos- no es neutral, porque el intuicionista lo interpretará
constructivamente en términos de una demostración, la cual no requiere
de un infinito actual de números naturales, mientras que el matemático
clásico lo interpretará en términos de un modelo, el cual sí lo requiere.
No obstante, en lo que ambos bandos sí coincidirán -salvo isomorfis-
mo- es acerca de cada instancia del teorema; es decir, si c es un número
natural, estarán de acuerdo en que 1 + c = c + 1. Hilbert se aprovechó de
esto utilizando un método de expresar la generalidad que recuerda el
"cualquier" de Russell, como algo diferenciado del más familiar "todo".
(Mark Steiner hizo una observación estrechamente relacionada con esto,
como se puede ver en Steiner, 1975, p. 148. No obstante, la analogía con
Russell es mía, pues Hilbert nunca mencionó la distinción de este au-
tor.) Russell escribió acerca de una "aserción ambigua", mientras que
Hilbert (1928, p. 470) dijo que en una ecuación como 1 + c = c + 1, c es un
"numeral no especificado".
Nunca quedó claro qué era exactamente lo que tenía en mente Hilbert
(Tait, 1981, p. 543). En ocasiones parece que consideraba al + c = c + 1
como una ecuación numérica particular, como 1 + 3 = 3 + 1, aunque no
dijo cuál. Por ejemplo, Hilbert (1928, pp. 469-470) escribió que para infe-
rir 1 + 3 = 3 + 1 de la ecuación algebraica 1 + x = x + 1 se requiere un
procedimiento de prueba (una regla de sustitución) que "va considera-
blemente más allá de la teoría de los números de contenido". No obstan-
te, Hilbert considera de contenido a la ecuación 1 + c = c + 1. La diferen-
cia estriba en que en álgebra se estudian las ecuaciones mismas, así que la
"x" de la ecuación algebraica no está en lugar de un numeral (Hilbert,
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 215

1926, p. 195). Si tomamos esto en el sentido obvio, entonces la "e" de 1 + e


= e + 1 representa un número, aun cuando no se nos ha dicho cuál. ASÍ, a
pesar de las apariencias, 1 + e = e + 1 no es más general que 1 + 3 = 3 + 1.
Si "c" representa un numeral, entonces, dada la demostración de que
1 + e = e + 1, no se infiere que 1 + 3 = 3 + 1 simplemente sustituyendo el
por la "e", ya que la letra "e" no es una variable. En vez de esto, lo que
se hace es especificar que e es el numeral "3". Esto equivale a sustituir el
"3" por la "e" en toda la demostración de 1 + e = e + 1, lo cual produce
una demostración de que 1 + 3 = 3 + 1, en la que "e" no ocurre. Tal pun-
to de vista tiene sus tentaciones. Y lo que es todavía más sorprendente:
nos permite ver, basándonos en la demostración de que 1 + e = e + 1, que
1 + 3 = 3 + 1, sin utilizar la regla de sustitución.
El razonamiento es, en efecto, como sigue: La demostración de que 1 +
e = e + 1 no dependía de si "e" era o no era "3". Así, el método que utili-
zamos para probar esto también demuestra que 1 + 3 = 3 + 1. Si utiliza-
mos el razonamiento indicado, cualquier cosa derivable con una regla de
sustitución también es derivable sin ella. Por lo tanto, se puede conside-
rar a "e" como un mero símbolo, una representación de un número. 27 El
hecho de que Hilbert nunca enunciara una regla de sustitución durante
el periodo que estamos discutiendo sugiere que el uso de representacio-
nes es un elemento de lo que tenía en mente.
La interpretación que acabamos de sugerir no puede considerarse
como la historia completa, puesto que, por ejemplo, Hilbert también
escribió (1926, p. 194) que "es universalmente verdadero el enunciado
que expresa que si 'e' es un símbolo numérico, entonces e + 1 = 1 + e".28
En este caso, a "e" se le debe permitir tomar más de un valor, de modo
que no puede ser ni una representación ni un numeral no especificado.
Aquí Hilbert intentaba que nosotros interpretáramos el enunciado
"como un juicio hipotético que afirma algo en el caso en que se da un
símbolo numérico". No está completamente claro qué quería decir con
esto, pero de cualquier modo no pretendía que e + 1 = 1 + e fuera en sí
misma una verdad, aun cuando de alguna manera podemos derivar
de ella algunas verdades de la siguiente clase: 1 + 1 = 1 + 1, 2 + 1 = 1 + 2
y 3 + 1 = 1 + 3. A pesar de que Hilbert nunca especificó de qué manera
vamos a lograr esto, parece claro que no pudo haber supuesto que obten-
dríamos una cantidad infinita, ya sea actual o potencial, de tales verda-
27 Cuando digo que una letra es una representación de un número, más que una variable,
todo lo que quiero decir es que no hay una regla de sustitución asociada. Si "e" es una repre-
sentaeión, entonces 1 + e = e + 1 es consistente con 1 + 3 =1= 3 + 1, de la misma manera en la
que esta última es consistente con i + 2 = 2 + 1. De hecho, para el sistema finitista que des-
arrollamos, si 1 + e = e + 1 se puede derivar, entonces 1 + 3 = 3 + 1 también se deduce.
28 He modificado la notación de Hilbert para que concuerde con la notación utilizada
aquí.
216 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

des. Esto colocaría al infinito en la base de las "matemáticas finitistas",


haciendo que la introducción del infinito con base en estas matemáticas
se convirtiera en un círculo vicioso. No existe un acuerdo general sobre
cómo desarrollar la idea de Hilbert de un juicio hipotético.
Para explicar detalladamente mi intento de llevar a la realidad las pro-
puestas de Hilbert utilizaré "X', "Y", ... como variables .esquen'áticas,
para las cuales hay una regla de sustitución asociada que permite sean
reemplazadas por numerales. (Más adelante, cuando proporcione los
detalles formales, se verá que también pueden ser reemplazadas por
otras cosas -por ejemplo, por otras variables esquemáticas-.) La ecua-
ción 1 + X = X + 1 no es una verdad en absoluto, puesto que no hace nin-
guna aserción. No obstante, cuando "X' es reemplazada por cualquier
numeral, el resultado es una verdad. La regla de sustitución es admisible
en las matemáticas finitistas de contenido debido a que la ecuación 1 + X
= X + 1 no es un objeto de estudio puramente simbólico -un polinomio
particular como la ecuación algebraica 1 + x = x + 1 analizada anterior-
mente-, sino una manera de suministrar información acerca de alguna
cosa con contenido (Hilbert, 1928, p. 470). La ecuación es como el "jui-
cio hipotético" de Hilbert. Aceptar la ecuación 1 + X = X + 1 no es consi-
derarla como una verdad, ni mucho menos como la verdad ('l/x) 1 + x = x
+ 1, la cual no es parte de las matemáticas finitistas, independientemente
de que el cuantificador se interprete a la manera intuicionista, modal o
clásica. Es más bien aceptar cualquier ejemplo de:

Si 4Y es un ejemplo de sustitución con variable libre de "1 + X =X + 1",


entonces 4Y es verdadero.

Lo anterior se obtuvo sustituyendo una expresión para' 4Y' (compare


con Resnik, 1980, p. 83). El esquema desplegado exhibe el carácter hipo-
tético de aceptar 1 + X = X + 1. La verdad obtenida al cuantificar
universalmente sobre 4Y no puede ser parte de las matemáticas finitistas,
como tampoco puede serlo la verdad obtenida cuantificando universal-
mente sobre X. Por lo tanto, se ganó muy poco al reemplazar 1 + X = X +
1 por la expresión desplegada, la cual sólo sirvió para indicar el carácter
hipotético del esquema. En cualquier caso, tenemos que explicar cómo
comprender los esquemas, de tal manera que su uso sea finitistamente
aceptable.
He aquí la explicación que propongo de manera sucinta: Al aceptar un
esquema quedamos comprometidos con cualquiera de sus instancias
que sean obtenidas al reemplazar cada una de sus variables esquemáti-
cas por expresiones adecuadas. En esta explicación la palabra "cualquie-
ra" se utiliza en un sentido más o menos russelliano, y debe distinguirse
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 217

claramente de la palabra "todo". Para llegar a comprometernos con una


instancia de un esquema, debemos obtener realmente dicha instancia.
Hilbert, para quien las verdades eran enunciados cuasiconcretos (es
decir, sucesiones de símbolos como las sucesiones de trazos que servían
como números), pensaba que debía ser escrita. Análogamente, para los
para quienes las verdades son ciertas construcciones
mentales, la construcción realmente tendría que llevarse a cabo.
La aceptación de un esquema nos compromete sólo con una cantidad fi-
nita de ejemplos de éste (puesto que sólo ha sido obtenida una cantidad
finita de ellos) y con la disposición de aceptar más ejemplos cuando sea-
mos confrontados con ellos. Este esquema restringe la manera en que
podemos continuar, pero no nos obliga a continuar para obtener una
cantidad infinita de ejemplos. Ni siquiera nos obliga a continuar para
obtener más ejemplos de los que realmente tengamos ahora. Así, la acep-
tación de 1 + X = X + 1 nos compromete con 1 + 1 = 1 + 1, 1 + 2 = 2 + 1,
1 + 3 = 3 + 1 Y con un considerable número de ecuaciones similares, pero
no con una cantidad infinita de ellas.
Los esquemas como 1 + X = X + 1 no involucran ninguna clase de com-
promiso con el infinito. Los intuicionistas y los matemáticos clásicos
aceptan varios esquemas, los cuales utilizan para introducir axiomas. 29
Por ejemplo, ambos aceptan un esquema de inducción como parte de la
aritmética; es decir, ambos aceptan el familiar esquema de inducción
4Y(O) 1\ ('ífx)(4Y(x) ~ 4Y(x + 1)) ~ ('ífx)4Y(x), para una 4Y adecuada. Ambas
clases de matemáticos utilizan el esquema y lo introducen junto con una
regla de sustitución. Ambos aceptarán una cantidad finita de ejemplos
del esquema con el cual nos hayamos comprometido hasta ahora, y algo
más: El intuicionista aceptará que existe una cantidad potencialmente
infinita de ejemplos del esquema, y el matemático clásico aceptará que
existe una colección actualmente infinita de todos los ejemplos. Ambas
clases de matemáticos pueden oficialmente evitar el uso de esquemas
estipulando que todo miembro de cierta totalidad infinita (potencial o
actual) -es decir, la colección de todos los ejemplos del esquema de
inducción- es un axioma. Pero ambas clases de matemáticos todavía
tendrán que utilizar extraoficialmente esquemas o un artificio equivalen-
te para especificar a cuál totalidad se refieren. 3o
Las matemáticas finitistas de Hilbert hacen uso de esquemas, pero no
admiten otros medios para expresar la generalidad (excepto,probable-
29 El intuicionista no trabaja axiomáticamente, sino con base en la intuición. Por lo tan-
to, debo tener más cuidado y decir que el intuicionista aceptaría que cualquier ejemplo de
un esquema es una verdad básica justificada directamente por la intuición.
30 Podríamos definir una totalidad en términos de totalidades previamente dadas, pero si
seguimos la cadena de definiciones hacia atrás, detectaremos el uso de un .esquema o algo
equivalente en algún lugar de la cadena.
218 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

mente, aquellos de numerales y representaciones no especificados, los


cuales pueden eliminarse en favor de variables esquemáticas). Las mate-
máticas finitistas pueden ser formuladas de tal manera que consistan
enteramente de ecuaciones, aun cuando Hilbert no las formuló así. Nin-
gún conectivo lógico está involucrado, así que ninguna fórmula de las
matemáticas finitistas requiere comprometerse más que con un p~queño
número finito de entidades matemáticas, y ninguna fórmula involucra
conectivos lógicos como "no" u "o", y mucho menos cuantificadores, ya
que éstos podrían interpretarse de maneras diferentes por los constructi-
vistas, los intuicionistas y los matemáticos clásicos. El artificio utilizado
para expresar la generalidad -las variables esquemáticas- puede ser
aceptado por los adeptos a todas las posturas ontológicas, incluso por los
seguidores del finitismo liberal ontológico y del finitismo estricto, al
menos en sus versiones más convincentes. 31 Además, dentro de las mate-
máticas finitistas no se presupone ni se emplea ninguna forma del infini-
to. Por lo tanto, las fórmulas de las matemáticas finitistas proporcionan
una clase de terreno neutral: cada uno de los adeptos a las distintas pos-
turas las comprende más o menos de la misma manera.
Las matemáticas finitistas son, aparentemente, un terreno neutral bas-
tante limitado. Por ejemplo -como el propio Hilbert lo enfatizó-, a
pesar de que tenemos una especie de sustituto para la cuantificación uni-
versal en las matemáticas finitistas, no hay ninguno para la cuantifica-
ción existencial. Aun cuando 1 + X = X + 1 es en muchos aspectos un
adecuado sustituto para (Vx) 1 + x = x + 1, ¿qué podría servir como susti-
tuto para su negación; es decir, para (3x) 1 + x =1= x + 1? El candidato
obvio, 1 + X =1= X + 1, no funcionará, pues lo que expresa es erróneo, yes
el análogo de (Vx) 1 + x =1= x + 1. Al respecto, Hilbert dijo (1926, p. 194) lo
siguiente: "Desde nuestra perspectiva finitista, el enunciado 'si X es un
símbolo numeral, entonces X + 1 = 1 + X es universalmente verdadero'
no puede expresarse en forma negativa."32 Hay algunos casos en los que sí
se puede encontrar un sustituto para un enunciado existencial; por ejem-
plo, se puede utilizar simplemente la ecuación 2 + 2 = 2 X 2 para expre-

101010
31 El finitista estricto (ontológico) que sostuviera que 10 es un número, pero que no
lo es 10101010 + 1 no podria aceptar X + 1 > X, puesto que sustituir X con 10101010 no produci-
ría una verdad. Tal finitista estricto no poqpa aceptar las matemáticas finitistas. El finitista
estricto que es escéptico acerca de si 10 1010 es un número debido a que no podemos produ-
101010
cir una cadena de 10 trazos, podría perfectamente bien aceptar las matemáticas finitis-
taso Los finitistas estrictos serán escépticos acerca de si hay un ejemplo de X + 1 > X en la
101010
forma de 10 101010 + 1 > 10 , así que la aceptación del esquema no necesita causar proble-
maalguno.
32 He modificado la notación para que concuerde con la notación utilizada aquí. Las cur-
sivas aparecen en el original.
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 219

sar que (::lx)x + x = x X x. No obstante, las limitaciones de este enfoque


son obvias,
Ya hemos mostrado toda la fuerza expresiva de las matemáticas fini-
tistas, y hemos visto que éstas son, por necesidad, demasiado débiles
para expresar mucho acerca de las funciones de los números en los
números, puesto que tales funciones están definidas en todos los núme-
ros. En otras palabras, tales funciones tienen dominios infinitos, por lo
que no pueden ser parte de las matemáticas finitistas (véase Tait, 1981,
pp. 527-528, para una argumentación más amplia). Sin embargo, ciertas
funciones tienen definiciones que toman una forma notablemente sim-
ple. Consideremos el caso de la adición. Sea S la función que lleva un
número a su sucesor. Entonces las siguientes dos ecuaciones definen la
adición recursivamente:

+ O=
(Vx)x x,
(Vxy)x + Sy = S(x + y).
Estas ecuaciones determinan, por ejemplo, que 2 + 2 = 4 por medio de
los siguientes cálculos:

SSO + SSO = S(SSO + SO) = SS(SSO + O) = SSSSO.

La definición recursiva de la adición es suficientemente simple como


para tener una contraparte expresable de una manera finitista:

X+ O =x;
X + Sy=S(X + Y),
y las ecuaciones finitistas son suficientes para evaluar a 2 + 2, o a cual-
quier otra suma de determinados números, de la manera indicada. Di-
chas ecuaciones no conllevan un compromiso con una función, puesto
que tampoco conllevan compromiso alguno con un dominio que vaya
más allá de los valores realmente empleados. Parafraseando a Hilbert y a
Paul Bernays (Hilbert y Bernays, 1970, vol. 1, pp. 25, 287, 330), la defini-
ción recursiva es una breve comunicación de un procedimiento que pro-
duce un número definido cuando se dan números definidos, y esta defini-
ción recursiva puede ser imitada dentro de las matemáticas finitistas. 33
Las matemáticas finitistas permiten el uso de axiomas de la siguiente
33 La distinción que hacemos aquí entre la variable x universalmente cuantificada y la
variable X esquemática no se encuentra ni en el trabajo de Hilbert ni en los comentarios
modernos sobre él, aun cuando Hilbert sí distinguía entre las variables algebraicas y las
variables de contenido, como se analizó anteriormente.
220 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

forma: una definición de la función f por recursÍón primitiva, cuando g y h


son parte de las matemáticas finitistas:

feo, Xl"'" X l1 ) = g(Xl ,···, X n ),


f(SX, Xl"'" X l1 ) = h(X, f(X, Xl"'" X I1 ), Xl"'" X I1 ).

Puede resultar engañoso denominar a ésta una "definición de una


ción por recursión primitiva", debido a que ninguna función, en el sentido
usual, es definida dentro de las matemáticas finitistas (éstas son mera-
mente imitadas).34 Esto queda claro cuando se atiende cuidadosamente
la interpretación de las variables esquemáticas, puesto que las ecuacio-
nes esquemáticas sólo implican un compromiso con una cantidad finita
de valores de la función f. Lo anterior parece crucial para defender la
afirmación de que las matemáticas finitistas no presuponen algo infinito,
y esto lo da a entender el propio Hilbert al hacer una distinción entre las
variables algebraicas y las variables de contenido; sin embargo, la cues-
tión no ha sido adecuadamente analizada en las publicaciones de mate-
máticas.
Observe que el esquema de recursión sí es un esquema -es dado utili-
zando las variables esquemáticas g y h-. El uso de variables de alguna
clase parece ser esencial aquí (los numerales no especificados o repre-
sentaciones simplemente no podrán hacer el trabajo). Pero éste -la
especificación metalingüística de un sistema de matemáticas finitistas-
parece ser el único uso esencial de las variables en las matemáticas fini-
tistas. Dentro de este sistema sí son adecuados los numerales no especifi-
cados o representaciones.
Hilbert tenía grandes planes para las matemáticas finitistas. No argu-
mentaba que fueran neutrales, sino intuitivamente claras, incuestiona-
bles y absolutamente seguras. Pero esta opinión no estaba apropiada-
mente sustentada por sus argumentos, en parte debido a que se basaba
en una dudosa explicación de la intuición matemática. Aun así, reciente-
mente algunos autores han argumentado que las matemáticas finitistas
sí son incuestionables, basándose en que contienen los principios mínimos
necesarios que deben aceptarse para hacer matemáticas (Tait, 1981).35
Sea como sea, Hilbert consideraba a las matemáticas finitistas como una

34 Aun cuando los símbolos de función de las matemáticas finitas no pueden ser consi-
derados como representaciones de las funciones sin ir más allá de los recursos conceptua-
les necesarios para las matemáticas finitistas, ellos tienen una interpretación perfectamen-
te adecuada que no va más allá de aquellos recursos: pueden interpretarse como
instrucciones para realizar cálculos de cierta clase. Creo que es de esta manera como los
niños de las escuelas primarias interpretan los signos de adición, sustracción, multiplica-
ción y división.
35 Hallett (1990, pp. 241-242) cree que ésta era en realidad la postura de Hilbert.
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 221

base segura, y trató de construir el resto de las matemáticas sobre es-


ta base. Aun cuando Hilbert frecuentemente enfatizaba la verdad mate-
mática en sus escritos, me circunscribiré casi exclusivamente a sus opi-
niones concernientes a la existencia matemática, aunque como resumen
histórico pueda resultar equívoco.
un procedimiento familiar para introducir nuevos objetos a las
matemáticas con base en los objetos ya dados. Este procedimiento es
familiar en gran parte debido al énfasis que puso Hilbert en su importan-
la cual fue, al menos en principio, independiente y previa a su finisti-
mo. El ejemplo más simple que se puede dar, aun cuando no es el ejem-
plo que utilizó Hilbert, es el de la introducción de los números racionales
(no negativos) como pares de números naturales. De acuerdo con el pro-
cedimiento, la fracción 1/2 se introduce como el par de números 1 y 2, y
los números racionales se introducen como los pares p y q de números
naturales tales que p y q no tienen divisores comunes y q no es cero. Las
operaciones sobre los números racionales son definidas en términos de
las operaciones sobre los números naturales. El procedimiento es abso-
lutamente familiar, puesto que es el que realmente se emplea en las
escuelas para introducir los números racionales y las operaciones arit-
méticas con ellos.
Hilbert consideró al proceso por el cual se introducen los números
racionales con base en los números naturales como un ejemplo del si-
guiente método: Primero producimos una nueva teoría (en el ejemplo
producimos una teoría axiomática de los números racionales). Después
demostramos que la teoría es razonable, en el sentido limitado de que es
consistente; es decir, que no conduce a ninguna contradicción. Final-
mente, habiendo demostrado que la teoría es consistente, podemos
emplearla, e inmediatamente después introducir las entidades a las que
concierne. En el ejemplo hemos tenido éxito en introducir los números
racionales como nuevos números con base en los números naturales. 36
¿Cómo demostramos que una teoría es consistente? En nuestro ejem-
plo pudimos hacer esto demostrando que la teoría de los números racio-

36 Parece que se requiere un poco más para justificar que se considere a los números
racionales como una extensión de los números naturales con las nuevas operaciones arit-
méticas que son extensiones de las viejas, en vez de una estructura completamente diferen-
te que casualmente tiene una subestructura isomorfa a -pero diferente de- los números
naturales (y éste es un paso que Hilbert ciertamente consideraba justificado). Me permito
proponer el siguiente criterio en nombre de Hilbert: Si es consistente usar una teoría que
tiene un modelo propuesto para ocuparse de una extensión de un determinado modelo
propuesto de alguna otra teoría, entonces el modelo propuesto de la primera teoría es una
extensión del modelo propuesto de la otra teoría. Pienso que el criterio es todo lo que justi-
fica extender los números naturales a los números enteros, los números enteros a los núme-
ros racionales y los números racionales a los números reales, así como otros muchos casos
afines.
222 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

nales también es válida para las fracciones. Esto es suficiente debido a


que una contradicción en la teoría de los números racionales conduciría
a una contradicción en lo concerniente a las fracciones, y esto a su vez
conduciría a una contradicción en la teoría de los números naturales,
puesto que la teoría de las fracciones es reducible a la teoría de los nú-
meros naturales, de la manera anteriormente descrita. Así, la consisten-
cia de la teoría de los números racionales queda comprobada con base en
el supuesto de la consistencia de la teoría de los números naturales.
Aun cuando es discutible si el análisis de Hilbert del método para in-
troducir los números racionales es razonable, aquí no nos extenderemos
sobre el asunto. El plan de Hilbert era introducir todas las matemáticas,
incluyendo la teoría de conjuntos, a partir de las matemáticas finitistas y
utilizando el método anteriormente bosquejado.
Observe que no está claro si se debe considerar el ejemplo como mues-
tra de la introducción de los números racionales o como muestra de su
eliminación. Podemos asumir el punto de vista de que la definición de
los números racionales en términos de los números naturales nos mues-
tra qué son y que, en un sentido apropiado, existen; según esta visión los
números racionales son introducidos. Pero también podemos considerar
correctamente que la definición de los números racionales en términos
de los números naturales hace aparecer como superfluos a los núme-
ros racionales. Pero aun queda una tercera vía: los enunciados acerca de
los números racionales pueden reinterpretarse como enunciados acer-
ca de pares de números naturales, eliminando con esto toda referencia a
los números racionales. Con esta visión quedan eliminados los números
racionales.
Todavía está a discusión cuál interpretación tenía en mente Hilbert.
Michael Detlefsen argumentó (1986) que Hilbert tenía en mente la inter-
pretación eliminatoria; no obstante, mucho de lo que dijo Hilbert sugiere
que utilizó la interpretación introductoria (Hallet, 1990, pp. 226, 235-
239, Y Hilbert, 1926, p. 184). En estas páginas sólo abordaré la interpre-
tación introductoria, porque es más interesante para nuestro propósito
y, además, porque pienso que es correcta. Sin embargo, mucho de lo que
diga no dependerá de la interpretación que se adopte, e incluso puede
reformularse de manera más simple para aplicarse a la interpretación
eliminatoria.
¿Por qué introducir los números racionales? Una razón para hacerlo
es porque esto simplifica la teoría de la división, puesto que todo núme-
ro racional es divisible entre todo número racional que no sea cero, en
tanto que el enunciado análogo es falso para los números naturales (sim-
plemente trate de dividir 1 entre 2). Hay un problema con las matemáti-
cas finitistas que Hilbert (1926, p. 195) vio como análogo al problema de
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 223

la división de los números naturales: De la misma manera que los núme-


ros naturales no son cerrados bajo la división, los enunciados finitistas no
son cerradosbajo la negación. En el caso de los números naturales, resol-
vemos el problema agregando nuevos números: los números racionales.
Hilbertpropuso que, en el caso de las matemáticas finitistas, resolviésemos
el problema en forma análoga: agregando nuevos enunciados. Entrando
en detalles, propuso que complementáramos el aparato de expresión de
las matemáticas finitistas con el de la lógica clásica -en particular con
los cuantificadores-o La teoría de los nuevos enunciados iba a ser una
axiomatización estándar de la inferencia lógica de la clase que actual-
mente nos es familiar. Tales axiomatizaciones ya se conocían bien en los
días de Hilbert. Con el fin de justificar la adición por sus propios es-
tándares, Hilbert tenía que proporcionar una demostración finitista de
que un sistema axiomático adecuado es consistente. Una vez que lo hizo
se ve claramente cómo le hubiera gustado introducir las matemáticas
infinitistas: proporcionando un sistema axiomático y una demostración
finitista de que éste es consistente. Como el propio Hilbert lo enfatizó
algunas veces (véase, por ejemplo, Hilbert, 1928, p. 474), tal prueba de
consistencia justificaría el uso de métodos infinitistas para probar los
enunciados de las matemáticas finitistas, puesto que haría posible con-
vertir las demostraciones de tales enunciados en demostraciones finitis-
tasY Por supuesto que el procedimiento propuesto por Hilbert para la
introducción de las matemáticas infinitistas está sujeto a muchas de las
mismas críticas que se le hicieron al formalismo y al deductivismo. Des-
pués de todo muchos sistemas axiomáticos son consistentes. Por ejem-
plo, ¿por qué estudiamos la teoría de conjuntos con el axioma de elec-
ción y no con su negación? Pero no nos adelantemos.
Para demostrar sobre una base finitista que la lógica que Hilbert de-
seaba introducir (llamémosla L) es consistente, es necesario, como míni-
mo, que podamos formular, o quizás imitar, el enunciado" L es consis-
tente" de un modo finitista. He aquí el ingenioso método de Hilbert para
hacer esto, el cual era el principio de una investigación matemática de
las demostraciones -la teoría de las demostraciones-o La lógica L
usualmente es considerada como una lógica de contenido, por lo que lee-

37 He aquí un bosquejo de cómo hacerlo: tome un enunciado finitista que haya sido
demostrado utilizando métodos infinitistas y suponga, por contradicción, que es falso.
Puesto que el enunciado es finitista, habría en este caso una pnleba finitista dé que es falso.
Puesto que nuestros métodos finitistas van a ser incluidos entre nuestros métodos infinitis-.
tas, esto significa que habría demostraciones dentro de! sistema infinitista de que e! enun-
ciado es verdadero y es falso. Pero esto contradice el hecho finitistamente demostrado de
que el sistema infinitista es consistente, así que, después de todo, el enunciado debe ser ver-
dadero. La nueva prueba del enunciado que se acaba de ofrecer utilizando la consistencia
es finitista, incluso si la original no lo era.
224 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

mos 1\ como "y", y '11 como "para todo". Pero, puesto que Lse presenta en
forma puramente formal, podemos "negar cualquier significado a los
símbolos lógicos" (Hilbert, 1926, p. 197) y considerar a la especificación
de L como simplemente una especificación de cuáles sucesiones de sím-
bolos son especiales debido a que son denominadas "enunciados", y de
cuáles enunciados pueden seguirse de otros enunciados en objetos, suce-
siones de sucesiones de símbolos, llamados "demostraciones". Ésta es
otra idea que en la actualidad nos es familiar debido principalmente a la
importancia que Hilbert le atribuyó. (Esto ya lo analizamos anterior-
mente cuando abordamos el formalismo en su versión de juego.) Ahora
bien, L es consistente si y sólo si ninguna demostración termina en la
línea -digamos- e =1= e (dependerá de los detalles de L qué enunciado
elijamos). Así, la cuestión de la consistencia de L se reduce a una acerca
de sus posibilidades combinatorias para arreglar los símbolos de ciertas
maneras. Ahora bien, la única parte de las matemáticas finitistas que
hemos discutido es la que concierne a los números, literalmente la que
involucra expresiones tales como 5550. Sin embargo, podemos razonar
de una manera finitista acerca de sucesiones de símbolos que incluyan 1\,
'11, etcétera -como lo analizaremos con cierto detalle en el apéndice del
presente capítulo-o No existe ninguna razón para restringirnos a S y O.
La versión finitista "L es consistente" toma la forma de "Si X es una prue-
ba en L, entonces la última línea de X no es e =1= e". No proporcionaré
detalles acerca de cómo expresar de manera finitista "X es una prueba en
L ", pero no parece irrazonable que sea posible hacerlo, puesto que las
matemáticas finitistas incluyen definiciones mediante recursión primiti-
va y formalizaciones estándar de sistemas lógicos que hacen uso de tales
definiciones.
Puesto que al problema de la consistencia se le puede dar una formu-
lación finitista, no era irrazonable que Hilbert sospechara que tenía una
solución finitista (aun cuando realmente no la tenía, como lo veremos
dos párrafos más adelante). Primero me permito destacar que el método
de Hilbert para introducir nuevas entidades matemáticas no sería acep-
table para un intuicionista (demostrar la consistencia no es lo mismo
que proporcionar una construcción38 mental) y así, incluso si Hilbert
hubiera logrado proporcionar pruebas de consistencia, con esto no hu-
biera alcanzado su meta de justificar la matemática conjuntista clásica
ante el intuicionista. De todos modos, hubiera proporcionado una valio-
sa clase de justificación, la cual no me detendré a analizar, puesto que
fracasó el programa para proporcionar pruebas de consistencia.
38 Aquí no ayuda el teorema de completez, el cual garantiza que toda teoría consistente
tiene un modelo. No es intuicionistamente (y menos finitistamente) válido; e incluso si lo
fuera, sólo proporciona un modelo, no la construcción mental requerida.
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 225

Una demostración finitista de la consistencia de una teoría ni siquiera


convencería a un intuicionista de que la teoría es consistente: podría sur-
gir una inconsistencia con base en una demostración que no está refleja-
da en la formalización de la demostración. Me explicaré mejor: para el in-
tuicionista, una demostración es un cierto tipo de construcción mental.
Una demostración es intrínsecamente significativa, y la pálida imitación
de algunas demostraciones con símbolos escritos que está disponible
dentro de las matemáticas finitistas simplemente no es relevante para la
legitimidad de las pruebas, la cual es una cuestión psicológica para el
intuicionista. No hay razón para pensar que la formalización captura
todo lo que aceptamos como una demostración. Además, Hilbert propuso
utilizar una prueba de consistencia para introducir nuevas reglas de
demostración, reglas que pudieran ser descritas formalmente. Pero un
intuicionista no aceptaría demostraciones que emplearan tales reglas, a
menos que éstas hubieran resultado convincentes con anterioridad, in-
dependientemente de las garantías que se dieran sobre su seguridad.
¿Por qué falló el programa para proporcionar demostraciones de con-
sistencia? El segundo teorema de incompletez de Gbdel demostró que
ninguna teoría puede probar su propia consistencia. ASÍ, lo que general-
mente es considerado como la piedra angular del programa finitista de
Hilbert no tiene posibilidad alguna,39 ya que requiere que se demuestre
la consistencia de la teoría de conjuntos por métodos finitistas. El segun-
do teorema de incompletez de Gbdel demostró que esto es imposible, a
menos que los métodos finitistas incluyan algo que no sea parte de la
teoría de conjuntos: si los métodos finitistas son parte de la teoría de
conjuntos, entonces una demostración finitista de su consistencia consti-
tuye una demostración de la consistencia de la teoría de conjuntos den-
tro de la teoría de conjuntos, y esto es exactamente lo que queda descar-
tado por el segundo teorema de incompletez de Gbdel. Parece
improbable que existan métodos finítistas que no sean parte de la teoría
de conjuntos, ya que la teoría de conjuntos incluye las contrapartes de
prácticamente todas las matemáticas conocidas de todas las clases, no
sólo las matemáticas finitistas. Además, la existencia de métodos finitis-
tas que no sean parte de la teoría de conjuntos lo mismo podría arrojar
dudas sobre la confiabilidad de las matemáticas finitistas que incremen-
tar nuestra certeza acerca de la confiabilidad de la teoría de conjuntos. 40
39 Véase Hallet (1990, p. 234), en donde aparece una opinión diferente.
40 El argumento expuesto no demuestra que algunas partes de las matemáticas no po-
drían justificarse con base en otras partes aparentemente más débiles, incluyendo las mate-
máticas finitistas. Este "programa de Hilbert modificado" constituye un área activa de las
investigaciones matemáticas actuales. Detlefsen (1986) ha mostrado que el argumento de
que el segundo teorema de incompletez de Güdel refuta al programa de Hilbert descansa
sobre el supuesto de que las definiciones de demostración y consistencia tienen cierta for-
226 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

Jacques Herbrand adoptó los métodos finitistas de Hilbert y desarrolló


su programa para demostrar la consistencia de varias teorías. Su trabajo
enfatizó algo que Hilbert prácticamente había ignorado: En las demostra-
ciones de consistencia familiares -como la demostración de que la teo-
ría de los números racionales es consistente si la teoría de los números lo
es-, se procede produciendo un modelo de la teoría encuesti6n. Una
teoría puede tener una cantidad infinita de axiomas, pero, si tiene sólo
una cantidad finita de éstos, podemos conjuntarlos para que produzcan
un enunciado individual que sirva como axioma para la teoría. Herbrand
desarrolló una noción finitista de un modelo para un enunciado (esto es,
para una teoría finitamente axiomatizable) y lo utilizó para probar los
resultados de consistencia (Herbrand, 1930, p. 552 Y 1931, p. 275).
He aquí un bosquejo (ligeramente modernizado) de la noción finitista
de modelo de Herbrand. Supongamos un enunciado de la forma
(\fx)(3y)cp, donde cp está libre de cuantificadores. En tal caso podríamos
intentar construir un modelo comenzando con un elemento individual,
digamos, a. Puesto que el enunciado es verdadero para cualquier x, es
verdadero para a; es decir, existe un b tal que cp(a, b). Si (\fx)(3y)cp tiene
un modelo, debe haber alguna manera de especificar los valores de ver-
dad de los componentes de cp que hacen verdadero a cp(a, b). Esto deter-
minará algunas de las relaciones entre a y b, lo cual nos da un modelo
parcial. Ahora bien, al igual que antes, debe haber algún e tal que cp(b, e)
sea verdadero, y así, si (\fx)(3y)cp tiene un modelo, debe haber una mane-
ra de hacer verdadero cp(a, b) /\ cp(b, e). Esto produce otro modelo par-
cial, posiblemente más grande, y así sucesivamente. Incluso en el caso de
enunciados más complicados, habrá un procedimiento análogo de co-
menzar con una cantidad finita de objetos e iterar el proceso de introdu-
cirlos en los enunciados, para ver cuáles modelos deben incluir objetos
que obedezcan restricciones adicionales. Si pudiéramos satisfacer simul-
táneamente la totalidad de la cantidad infinita de restricciones, tendría-
mos un modelo del enunciado en el familiar sentido infinitista. Her-
brand no lo expresó de este modo, pues dijo que un enunciado es
verdadero en un dominio infinito si para cada número p hay un modelo
parcial (esta terminología no es la de Herbrand) que satisface todas las
restricciones de la p-ésima iteración. Esta definición tiene una formula-
ción finitista, puesto que sólo involucra "piezas" finitas de un modelo en
un sentido más usual. Herbrand demostró que un enunciado es consis-
tente si y sólo si es verdadero en un dominio infinito. 41

ma. También muestra que no pueden descartarse otras alternativas que podrían escapar
del teorema y ser aceptables para un hilbertiano. Los prospectos para un desarrollo real de
conformidad con las líneas sugeridas parecen poco prometedores.
41 Su demostración no era del todo correcta, pero ya ha sido satisfactoriamente subsana-
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 227

Hilbert sostenía que es legítimo utilizar sin reservas una teoría que ha
demostrado ser consistente. Sin embargo, cuando tomamos como verda-
dera a una teoría, la consideramos como una teoría acerca de algo. La
usual demostración de la consistencia de la teoría de los números racio-
nales (no negativos) no sólo demuestra que es consistente, sino además
nos muestra que podemos considerar a los números racionales como
ciertos pares de números naturales. Una demostración hilbertiana de
que una teoría de conjuntos es consistente nos autorizaría -desde su
punto de vista- a hacer uso de los conjuntos; pero no sería de mucha
utilidad para averiguar qué son estos conjuntos, puesto que una demos-
tración de consistencia que siguiera los lineamientos de Hilbert trataría
a la teoría como un cálculo no interpretado. Podría parecer que los méto-
dos de Herbrand no constituyen un gran progreso en este respecto, pues-
to que sólo proporcionan modelos parciales de un enunciado que ni
siquiera es verdadero en dichos modelos parciales; no obstante, de todos
modos constituyen un paso adelante en la dirección correcta. Como
veremos en el capítulo VIII, el mejoramiento del trabajo de Herbrand
realizado por Jan Mycielski y Janusz Pawlikowski permite asociar cada
enunciado con una versión finitista tal que el enunciado original tiene un
modelo en el sentido usual si y sólo si la versión finitista tiene modelos
finitos apropiados. Los modelos parciales de Herbrand son los modelos fi-
nitos relevantes para la demostración.
Aun cuando el programa finitista de Hilbert fracasó, las matemáticas
finitistas retienen considerable interés como terreno neutral que no in-
volucra compromisos con ninguna forma del infinito. ASÍ, cuando desea-
mos evaluar si cierto argumento sería aceptable para todas las partes,
una manera fácil de hacerlo es demostrando que dicho argumento es
finitista, y ésta es la razón por la que haré uso de las matemáticas finitis-
tas en los siguientes capítulos. Por lo tanto, en el apéndice de este capítu-
lo proporcionaré una especificación detallada de un sistema de matemá-
ticas finitistas y analizaré detalladamente dicho sistema. De hecho,
proporcionaré tres sistemas: PRA, PRW y PRS. El análisis incluye una
discusión detallada de las variables esquemáticas. El lector que tenga
confianza en que ciertos argumentos pueden ser desarrollados de una
manera que sea aceptable para todas las partes, puede saltarse este apén-
dice.

da. Véanse las notas de los editores de Herbrand (1930) para los detalles. Este teorema
toma al teorema de completez de Gbdel como una simple consecuencia con un argumento
que no es finitista.
228 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

4. ApÉNDICE

En el apartado VI.3 describimos y evaluamos la fuerza expresiva de las


matemáticas finitistas; ahora abordaremos su fuerza deductiva. Es
necesario emplear un truco estándar. Hilbert nunca expuso un sistema
de matemáticas infinitistas o siquiera una codificación de una parte de
las matemáticas finitistas; sólo dio ejemplos del razonamiento finitista.
Por lo tanto, es necesario suministrar detalles que vayan más allá de lo
que puede ser sustentado por los pronunciamientos de Hilbert. Vamos a
seguir la tradición (véanse, por ejemplo, Detlefsen, 1986, p. 45; Parsons,
1971, p. 50; Resnik, 1980, p. 86; Tait, 1981, p. 544 y Van Heijenoort,
1967, p. 482) en cuanto aconsiderar a la aritmética recursiva primitiva
(PRA: Primitive Recursive Arithmetic ), sistema desarrollado por Skolem
(1923a), como una parte de las matemáticas finitistas. Se ha argumenta-
do -pienso que de manera convincente- que todas las matemáticas
finitistas pueden ser formalizadas (Tait, 1981) dentro de PRA (de hecho,
todos los ejemplos de Hilbert del razonamiento finitista pueden ser for-
malizados dentro de PRA), pero yo no haré ningún uso de esta categóri-
ca afirmación. Hilbert enunció que sólo deberían utilizarse los métodos
finitistas para las demostraciones metamatemáticas, por 10 que presentó
sus demostraciones metamatemáticas dentro de PRA (Hilbert y Bernays,
1970).
He aquí una versión moderna de PRA, elaborada en su mayor parte
por Reuben Louis Goodstein (1957, pp. 19,21, 104, 105). He utilizado
variables esquemáticas debido a que, como ya lo he argumentado, esto
es aparentemente necesario si PRA va a estar libre de compromisos infi-
nitistas. Sin embargo, no hay razón -que tenga que ver con la forma
escrita del sistema- por la que no podamos utilizar las variables ordina-
rias e interpretarlas de modo que sean implícita y universalmente cuan-
tificadas. Por supuesto que entonces los compromisos ontológicos podrían
parecer muy diferentes. Cuando sea necesario, llamaré sPRA a la versión
esquemática de PRA presentada aquí, y uPRA a la teoría paralela univer-
salmente cuantificada. Por la manera como la hemos manejado, y la
seguiremos manejando, PRA es sPRA (sólo agregaré la "s" de schematic
para enfatizar esta diferencia cuando lo requiera el contexto).
La presente versión de PRA es considerablemente más simple que la
que empleó Hilbert, puesto que se basa en la observación de que el apa-
rato adicional utilizado por Hilbert puede ser definido dentro de un sis-
tema más simple. Hay un símbolo constante individual, el O; hay símbo-
los de función S, Z y Pi, para j :s: i, y variables Xi' Utilizaré Y i y Zi como
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 229

metavariables esquemáticas que pueden ser reemplazadas por variables.


Los símbolos de función tienen los siguientes axiomas asociados:

Z(X¡) = O,
P}(X¡, ... , Xi) =10·
Los términos de PRA son definidos recursivamente de la manera pre-
vista: el O y las variables son términos. Si f es un símbolo de función de n
lugares, entonces f seguida por n términos separados por comas y ence-
rrados entre paréntesis es un término (el lector debe calcular, según el
contexto, cuántos lugares tiene cada símbolo de función). Hay otra clase
adicional de símbolo de función, la cual debe incluirse en la definición
de término: si g es un término con variables entre Y¡, ... , Y n Y h es un tér-
mino con variables entre Z¡, Z2. Y¡, ... , Y n , entonces hay un nuevo símbolo
de función asociado con g y h, digamos la letra :! seguida por las letras g
y h separadas por comas y encerradas entre paréntesis. Esta expresión,
:!(g, h), se puede abreviar con f. De esta manera, f tiene los siguientes
axiomas asociados:

feo, X¡, ... , x,,) = g(X¡, ... , X n ),


f(SXo, X¡, ... , X,,) = h(Xo, f(Xo, XI,"" X,,), XI,···, X n ),

donde g(XI , . .. , X,1) es el resultado de reemplazar simultáneamente JI¡ por


para i = 1, ... , n en g, y h(Xo, f(Xo, XI"'" X n ), X¡, ... , X,,) es el resultado
de reemplazar simultáneamente Z¡ por X o, Z2 por f(Xo, XI,···, X,,), Y Y i por
Xi, para i = 1, ... , n en h. 42 Las fórmulas de PRA son ecuaciones entre tér-
minos. Hay cuatro reglas de inferencia en PRA:

1) Infiera f(h) = g(h) de f = g, donde f, g y h son términos, Yo es una


variable y f(h) y g(h) son obtenidos reemplazando cada ocurrencia
de Yo en f y g por el término h.
2) infiera f(g) = f(h) de g = h, donde f, g y h son términos, Yo es una
variable, f(g) es obtenida reemplazando cada ocurrencia de Yo en f
por g, y f(h) es obtenida análogamente.
3) Infiera g = h de f = g y f = h, donde f, g y h son términos arbitrarios.
4) Infiera f(Xo) = g(Xo) de:

feO) =g(O),
f(SXo) = h(Xo, feXo »,
42 ASÍ, por ejemplo, .7(Y¡, 5Z 2 ) es un símbolo para la adición, X¡ + X o, tal como fue defini-
da por la recursión primitiva proporcionada anteriormente.
230 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

donde f, g y h son términos arbitrarios, y las sustituciones en f y g


son para X o, mientras que las sustituciones en h son para Xo y Xl'

La primera regla nos permite reemplazar una variable por un té~"mino.


La segunda regla nos permite reemplazar un término por otro igual
(digamos, 2 + 2 por 4). La tercera regla es una propiedad elemental de la
igualdad.
La cuarta regla, o las variantes de ésta, es la que ha provocado más
controversias. Es la regla de unicidad de la definición recursiva primiti-
va, la cual establece que si dos términos obedecen a las mismas ecuacio-
nes de recursión, entonces tienen el mismo valor para cualesquiera valo-
res de las variables. Codifica la idea de que las definiciones recursivas
primitivas nos permiten imitar definiciones de funciones, puesto que los
términos introducidos vía la misma definición tienen el mismo valor
para cualesquiera valores de las variables. Me permitiré discutir breve-
mente la capacidad expresiva de PRA, y después regresaré a esta regla.
Se puede introducir un símbolo de función a en PRA con las siguien-
tes propiedades: Se puede probar que a(r, g) :S 1 en PRA.43 Para cuales-
quiera términos f y g podemos derivar f = g en PRA si y sólo si podemos
derivar a(r, g) = O en PRA. Debido a estas propiedades, podemos consi-
derar a(r, g) como un valor de verdad de f = g, en el que O es verdadero.
*"
ASÍ, podemos definir, por ejemplo, que f g como a(r, g) = 1, ye = f 1\ g =
h como a(e, f) + á(g, h) = O, donde + es definido por las ecuaciones de
recursión mostradas anteriormente. Podemos introducir de manera
similar cuantificadores acotados y todos los conectivos lógicos (para
mayores detalles, véase Goodstein, 1957).
Los conectivos y los cuantificadores se introducen de la manera usual
para la lógica clásica, vía funciones de verdad. De esta manera podremos
probar muchas leyes de la lógica clásica, como podría ser el caso de Y =
Z V ---, Y = Z, un ejemplo de la ley del tercero excluido. Esto no desconcer-
tará a un constructivista, pues la ley esquemática nos compromete sólo
conlos ejemplos que empleamos, y en cada ejemplo Yy Z son reempla-
zados por expresiones particulares para números, de manera que uno u
otro de los disyuntos pueda ser verificado inmediatamente por medio de
un cálculo. Cada enunciado demostrado en PRA y expresado utilizando
nuestros conectivos lógicos tendrá una contraparte constructiva correcta,
obtenida interpretando constructivamente los conectivos y las variables

43 Estoy utilizando el 1 como una abreviación de SO, yoS como una abreviación de una
relación apropiadamente introducida.
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 231

esquemáticas como si estuvieran implícita y universalmente cuantifica-


das, con la interpretación constructiva de la cuantificación universal. En
particular, elconstructivista estará de acuerdo en que ('v'xy)(x = y V -, x =
y), ya que los cuantificadores sólo corren sobre números dados por
numerales definidos. En general, puesto que cada ecuación de PRA defi-
ne un predicado efectivamente decidible en un sentido apropiado para
permitir al constructivista concluir que es válida la ley de la tercero ex-
cluido, incluso el constructivista dará por hecho que es aplicable la lógi-
ca clásica. (Véase Dummett, 1977, pp. 20-21, para una discusión de los
predicados efectivamente decidibles.) De este modo, cualquier teorema
demostrado en sPRA será aceptado por un intuicionista o un matemáti-
co clásico: los teoremas están expresados en un lenguaje neutral y todas
las reglas de inferencia son aceptadas por tales matemáticos. Ademas,
con una interpretación apropiada de los cuantificadores universales tan-
to los constructivistas como los matemáticos clásicos aceptarán incluso
los teoremas de uPRA, como efectivamente lo acabamos de demostrar.
Al menos interpretada de manera clásica y considerada con criterios
familiares, uPRA tiene considerablemente mayores compromisos onto-
lógicos que los que tiene sPRA.
Ahora que hemos visto cómo se puede extender el poder expresivo de
PRA, retornemos a la discusión de la regla de unicidad de la definición
recursiva primitiva. Esta regla puede ser considerada como un principio
inductivo, puesto que es (con respecto al módulo del residuo de PRA)
interderivable con la siguiente regla de inducción (Goodstein, 1957, pp.
109, 118):

Infiera f(Xo) = g(Xo) de feO) = g(O)


y f(Xo) = g(Xo) -7 f(SXo) = g(SXo)'

Hilbert consideró a la regla de inducción como parte de los fundamen-


tos de las matemáticas finitistas.
La regla de inducción ha sido discutida, por ejemplo, por Steiner (1975,
pp. 129-154). La demostración de consistencia de una teoría de la arit-
mética de manera finitista era una parte muy importante del programa
de Hilbert. Poincaré argumentó que la característica principal de la arit-
mética es la inducción y que, por lo tanto, el uso de la inducción en las
matemáticas finitistas para demostrar la consistencia de una teoría de la
aritmética resulta circular. Hilbert replicó que justificaba la inducción
formal con base en la inducción de contenido (Hilbert, 1928, pp. 472-473).
Se ha sugerido que la diferencia entre las dos formas de inducción
estriba en que la inducción de contenido sólo es sobre las propiedades fi-
nitistas -es decir, aquellas propiedades que pueden ser definidas por
232 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

medio de ecuaciones en PRA-, mientras que la inducción formal permi-


te mucho más propiedades. También se ha argumentado (Tait, 1981, pp.
453-544) que ésta debe haber sido la opinión de Hilbert. Pero, como lo
destacó Steiner, no se trata de una diferencia en el tipo de inducción,
sino sólo respecto a qué abarca ésta.
Steiner argumentó que la diferencia entre las dos formas de
estriba en la fuerza de la conclusión (utilizando mis propios términos,
diría que se trata de una conclusión esquemática versus una conclusión
universalmente cuantificada). El propio Steiner manifestó, retomando la
terminología de Russell, que en la inducción de contenido uno concluye
que una propiedad es válida para cualquier valor, no para todo valor.
También sugirió (Steiner, 1975, p. 148) que la diferencia es que la ver-
sión de "cualquiera" no puede ser "la premisa menor en un argumento
de modus ponens", puesto que para concluir Q a partir de ('ífx)P(x) y
('ífx) P(x) ----¿ Q se requiere que hagamos uso '''de todos los valores de las
variables a la vez'; la totalidad de tales valores es lo que permite llevar
adelante al argumento".
Observe que el argumento de Steiner está interesado principalmente
en el tipo de generalidad de la conclusión de un argumento por induc-
ción. Por lo tanto, su argumento sustenta la importancia general de la
distinción entre la generalidad esquemática y la universal. La generali-
dad esquemática es considerablemente más restringida que la generalidad
universal. Por lo tanto, es distinta de la generalidad universal.
Es cuestionable el criterio formal de Steiner para la distinción en tér-
minos del modus ponens, puesto que, como él mismo lo admitió (1975,
p. 151), se verá afectado por el sistema deductivo utilizado. De hecho, el
criterio formal es inútil en el contexto de PRA, la cual no tiene cuantifi-
cadores. No obstante, la descripción que lo fundamenta parece correcta,
pues sugiere el siguiente criterio formal aplicable a nuestro sistema libre
de cuantificadores: Se utiliza esquemáticamente una variable en una
demostración si todo ejemplo de la conclusión de la demostración obte-
nida sustituyendo la variable puede ser probada sustituyendo la variable
apropiadamente en cada lugar donde ocurre en la demostración. 44 En
síntesis, el criterio es que podemos eliminar los enunciados generales
que involucran las variables en favor de algunos de sus ejemplos. Este
criterio tiene el efecto de que sólo puede ser utilizada una cantidad finita

44 Más precisamente, se utiliza esquemáticamente una variable en una demostración si


hay una procedimiento simple (recursivo primitivo) que trasforma la demostración origi-
nal y un numeral en una nueva prueba con el numeral sustituido por la variable en la con-
clusión, tal que todo término en la nueva demostración sea obtenido de un término de la
vieja demostración sustituyendo un numeral por la variable. Si la variable ocurre en un
axioma, debemos aceptar cualquier ejemplo como un axioma.
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 233

valores de la variable, no todos los valores. En efecto, hemos observa-


do anteriormente que los usos de variables de PRA satisfacen el criterio,
puesto que pueden considerarse como representaciones de números.
Puesto que un esquema nos compromete sólo con una cantidad finita
de ejemplos o casos a la vez, mientras que un enunciado mliversalmente
cuantificado interpretado de manera clásica nos compromete con una
cantidad infinita, podemos dar un ejemplo en el que se muestra la clara
diferencia que existe entre los dos: Supongamos que queremos axiomati-
zar la idea de que Wo es un número natural indefinidamente grande, y
queremos entonces que éste sea mayor que cualquier número que real-
mente utilicemos. En tal caso podemos introducir un símbolo constante,
wo, y agregar el siguiente esquema axiomático para -digamos-la arit-
mética de Peano: X o < wo, donde X o es una variable esquemática no suje-
ta a una regla de generalización universal, sino sólo a una ejemplifica-
ción mediante numerales (es decir, mediante expresiones de la forma 0,
50,550 y similares). Podemos utilizar el axioma propuesto como preten-
demos sólo si puede ser satisfecho en el dominio de los número natura-
les. Debido a que estamos comprometidos sólo con una cantidad finita
de ejemplos del esquema, podemos satisfacer el axioma considerando a
Wo como un número natural en particular, aun cuando éste deba cam-
biar si nuestros compromisos se expanden por la adición de más ejem-
plos del esquema. En contraste, el correspondiente axioma universal,
(\ixo)xo < wo, es inconsistente con la aritmética de Peano. La versión
esquemática puede ser interpretada como una versión concerniente a un
número natural indefinidamente grande, mientras que la versión univer-
sal no. Por lo tanto, claramente queda demostrado que son diferentes.
Las dos clases de generalidad son diferentes en los compromisos que
resultan de ellas, en las reglas de prueba que son apropiadas para ellas y
en las consecuencias de los axiomas que las emplean.
Regresando a nuestra discusión sobre la inducción dentro de PRA,
podemos ver que el principio de inducción esquemática es genuinamente
más débil que el principio de inducción universal: Se puede inferir cada
instancia de la conclusión del esquema de inducción sin utilizar el
esquema; se puede inferir el caso de 1 a partir del de 0, el caso de 2 a par-
tir del de 1, etc. Sólo se utiliza un número finito de valores de la variable
de inducción. Ningún procedimiento comparable produce el enunciado
universal. Esto es totalmente correcto, y me parece que al menos está
estrechamente relacionado con lo que Hilbert tenía en mente cuando
replicó a Poincaré. Pero la axiomatización de PRA presentada anterior-
mente deja en claro que está disponible una réplica diferente para el
defensor de las matemáticas finitistas: La regla de la unicidad de la defi-
nición recursiva primitiva puede ser en algún sentido un principio de in-
234 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

ducción, pero un principio muy débil y especial. Todo lo que hace es co-
dificar que las definiciones recursivas primitivas son definiciones -es
decir, establece que dos términos con la misma definición recursiva pri-
mitiva tienen los mismos valores-o Este principio parece ser parte del
uso de las definiciones recursivas primitivas, no un principio indepen-
diente que amerite una crítica separada. Como hemos visto, la regla de
inducción proviene de este principio. Pero la crítica de Poincaré aplicada
a la regla de unicidad se reduce al argumento de que las definiciones
recursivas no están justificadas por una demostración de consistencia, y
esto es algo que Hilbert aceptó. Hilbert evidentemente las consideraba
como parte fundamental de la intuición matemática (Hilbert y Bernays,
1970, p. 286).
Hay otra cosa más que debe ser verificada antes de aceptar PRA como
un sistema libre de compromisos infinitistas: Estamos interesados no
sólo en los compromisos de una teoría, sino también en los compromi-
sos que el teórico debe suscribir al aceptar esta teoría. Debemos asegu-
rarnos de que la axiomatización de PRA sea ella misma finitistamente
aceptable; es decir, que no se requiera ningún compromiso con el infini-
to para que se dé la axiomatización. Me gustaría hacer esto simplemente
demostrando que PRA puede ser formalizada dentro de ella misma y, por
lo tanto, que los compromisos de la formalización no van más allá de
aquellos del formalismo. Desafortunadamente no es posible demostrar
esto, por una razón trivial: la formalización de PRA involucra muchos
símbolos, pero sólo trabaja con números en una notación unaria.
El problema tiene una solución sencilla: Supongamos que la formali-
zación involucra r símbolos: al,"" a r . (De acuerdo con la manera como
procedí, había una cantidad infinitamente grande de símbolos, pero eso
no era esencial. Por ejemplo, la infinita cantidad de variables Xi puede
muy bien reemplazarse por X, X', X", etc., lo cual involucra sólo el uso de
dos símbolos: X y '.) Podemos generar todas las "palabras" que pueden
ser construidas a partir de r símbolos utilizando la siguiente "función de
sucesor" definida según la recursión primitiva (Asser, 1960, p. 266):

veA) = al'
v(alXO) = a 2 X O,

v (ar-lXO) = arXO,
v (arXO) = alv(XO),

donde A es la palabra vacío y, por ejemplo, alXO es la palabra que resulta


de prefijar el símbolo al a la palabra X o. Las palabras sucesivas pueden
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 235

utilizarse como una clase de notación r-aria para los números, en lugar
de la notación unaría de nuestra anterior formalización de PRA. (Esta
notación está estrechamente relacionada con -pero no es la misma
que-la notación estándar de base r.) Por lo tanto, podemos adaptar
nuestra axiomatización de PRA para convertirla en una axiomatización
para PRW (Primitive Recursive Theory ofWords) de una manera sencilla:
Utilizamos los mismos axiomas que antes, excepto que ahora agregamos
el esquema que acabamos de proporcionar, reemplazamos S por v en
todo lugar en donde ocurra en los axiomas, reemplazamos a O por A y
agregamos una nueva regla de unicidad: Infiera f(Xo) = v(Xo) de

feA) = al,
f(a¡Xo) = a 2 X O,

f(ar-¡XO) = arXO'
f(arXo) = a¡{(Xo)·

Nuestra formalización de PRA (o en realidad de PRW) puede ser lleva-


da a cabo en PRW, como se requiere.
El sistema axiomático para PRW puede parecer un poco artificial,
puesto que el modo natural de implementar la recursión primitiva en
palabras no utiliza la función v, sino el mismo tipo de recursión primiti-
va en palabras que utilizamos para definir v. Pero el esquema de la
recursión primitiva en palabras es reducible por recursión primitiva al
esquema de definición recursiva primitiva del sistema que hemos indica-
do y, a la inversa, hay una función recursiva primitiva de palabra que lle-
va la definición de una función que utiliza nuestro esquema, a la defini-
ción de la misma función utilizando la recursión primitiva en palabras
(Asser, 1960). Además, puede ser demostrada en PRW una versión apro-
piada de la equivalencia de los dos esquemas.
La estrecha relación entre PRW y PRA nos recuerda un instrumento
familiar: la numeración de Gade!' En vez de introducir un nuevo conjun-
to de símbolos y la función v, podríamos simplemente trabajar en PRA y
utilizar el número n como sustituto para la palabra n-ésima. Entonces
tendremos una contraparte de una formalización de PRA en PRA que es,
de hecho, sólo una teoría acerca de los números: ciertos números son
"términos", ciertas sucesiones de números son "demostraciones", etc.
Por tanto, no distinguimos de manera escrupulosa entre PRA y PRW en
lo que sigue.
PRA proporciona un terreno neutral en lo concerniente a la aritmética,
pero estamos interesados principalmente en demostrar que ciertos teo-
236 EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO

remas concernientes a los conjuntos pueden probarse de un modo neu-


tral. Por lo tanto, no necesitamos PRA, sino una teoría paralela para los
conjuntos: PRS (Primitive RecursÍve Set Theory). Hemos visto que hay
una manera recursiva primitiva para codificar las palabras como núme-
ros. Existe igualmente una manera simple para codificar conjuntos
puros hereditariamente finitos como números (Ackerman, 1937)AS Cual-
quier número puede ser escrito -en un sistema de base 2- como una su-
cesión de ceros y unos. Podemos considerar a tal sucesión como una que
define a la función característica f: f(n) = 1 si el bit n + 1 de la secuencia
es un 1, y f(n) = O si no ocurre de esta manera. (Utilizamos n + 1 en vez
de n para que feO) sea definida.) Consideramos a la función característi-
ca determinada por n como la función que determina los "elementos" de
n; es decir, enunciamos que m es un "elemento" de n si el bit m + 1 de la
representación binara de n es un 1. Así, 0=0, 1 = (0) (puesto que el pri-
mer bit es un 1, el conjunto 1 - 1 = O-enésimo es un elemento), 2 = 10 =
((0)), 3 = 11 = {0 (0)), y así sucesivamente.
Sólo utilizaremos PRA para PRS considerando a E como la relación
definible mediante recursión primitiva recién descrita. Puesto que hare-
mos uso intensivo de PRS y tomaremos como básicos a los conjuntos
puros hereditariamente finitos, sería conveniente dar una axiomatiza-
ción directa de PRS. Esto demostraría que existe una axiomatización de
PRS en la que los axiomas son principios naturales de la teoría de con-
juntos. Desafortunadamente, hasta donde sé, hasta ahora nadie ha des-
arrollado una axiomatización de PRS que no se basara en PRA de la ma-
nera en que lo acabamos de hacer. Se ha tratado de dar una definición
clara de las funciones de conjuntos recursivas primitivas (R6dding,
1967; Mahn, 1967; J ensen y Karp, 1971), pero en todos los casos se ha
utilizado una teoría de fondo no especificada, aunque débil.
Es posible dar una axiomatización de PRS utilizando el siguiente
esquema de recursión:

f(0,X¡, ... ,Xn) = g(X¡, ... ,Xn),


f(Xo,X¡, ... ,Xn) = h(Xo,f(UXo,X¡, ... ,Xn),X¡, ... ,Xn),
paraXo*0

Entonces podemos derivar el esquema de inducción necesario de una

45 Los conjuntos hereditariamente finitos y los conjuntos puros fueron discutidos en el


apartado V.4. Un conjunto es hereditariamente finito y puro si tiene una cantidad finita de
elementos, ninguno de los cuales es urelemento, y si cada uno de sus elementos es heredi-
tariamente finito y puro. Así, un conjunto es hereditariamente finito y puro si él y sus ele-
mentos, y los elementos de sus elementos, etc., son finitos y libres de urelementos.
EL CONOCIMIENTO DEL INFINITO 237

regla de unicidad recursiva primitiva de una manera muy similar a la


que utilizó Goodstein para PRA. He aquí la regla: infiera f(Xo) = g(Xo) de

f(0) = g(0),

f(X o) = h(Xo,f(UXo)), paraXo =1= 0,


g(Xo) = h( X o, g(U X o)), paraXo =1= 0,

donde f, g y h son términos arbitrarios, y las sustituciones en fy g son


para X o, mientras que las sustituciones en h son para X o y Xl' Desafortu-
nadamente tal axiomatización de PRS parece que requiere de un núme-
ro exageradamente grande tanto de primitivas como de axiomas y reglas
que los interrelacionen. Por lo tanto, la omito. Los detalles parecen no
causar controversia (se puede decir que las primitivas son cosas tales
como UYo y (Yo, Y¡} y que los axiomas y reglas son cosas tales como X o =
U(Xo, X o} y las reglas de sustitución y de igualdad). No hay problema
para imitar tal sistema en PRA, definiendo a las funciones de PRA para
que sirvan como primitivas (de tal manera que la pertenencia al conjun-
to abarque hasta la contraparte descrita anteriormente) y derivando
todos los axiomas y reglas de los de PRA. Se puede proceder también del
otro modo.
VII. SALTOS DE FE

EL TEMA DE ESTE CAPÍTULO es: ¿Qué estamos haciendo? Analizaremos


varios intentos para caracterizar lo que sabemos en realidad y evitare-
mos hacer cualquier referencia a la restricción epistémica. En vez de uti-
lizar consideraciones epistemológicas para poner límites superiores a las
posibilidades del conocimiento matemático, como lo hicimos en el apar-
tado VI. 2, utilizaremos el análisis de nuestro conocimiento matemático
para poner límites inferiores a nuestras capacidades epistémicas.

1. LA INTUICIÓN

El más valeroso intento de permitir que fueran los hechos de la práctica


matemática los que dirigieran a la epistemología es el de Gbdel. El más
claro enunciado de su postura se encuentra en la revisión que hizo en
1964 del artículo discutido en el apartado V.S, en el cual introdujo la
concepción iterativa de conjunto. En primer lugar, Gbdel dijo (1947, p.
474), refiriéndose a las actitudes escépticas de Brouwer, Poincaré y
Weyl:

Sin embargo, esta actitud negativa hacia la teoría de conjuntos de Cantor y


hacia las matemáticas clásicas, de las cuales es una generalización natural, no
es de ninguna manera el resultado obligado de un examen más minucioso de
sus fundamentos, sino sólo el resultado de cierta concepción filosófica de la
naturaleza de las matemáticas, la cual admite los objetos matemáticos sólo
hasta el punto en que sean interpretables como nuestras propias construccio-
nes o, al menos, que puedan ser completamente dados en la intuición mate-
mática.

Así, Gbdel rechazó la restricción epistémica debido a que está en con-


flicto con las matemáticas clásicas y con su "generalización natural": la
teoría de conjuntos. En una adenda al artículo, Gbdel (1947, pp. 483-
484) agregó:

Pero, a pesar de ser tan distantes de la experiencia sensorial, realmente tene-


mos algo así como una percepción de los objetos de la teoría de conjuntos,
como se puede apreciar en el hecho de que los axiomas por sí mismos se nos
imponen como si fueran verdaderos [ ... ] Las paradojas de la teoría de conjun-

238
SALTOS DE FE 239

tos difícilmente son más problemáticas para los matemáticos de lo que pudie-
ran ser las ilusiones de los sentidos para los físicos.

Es común enfocarse sobre las evidentemente extraordinarias conse-


cuencias del argumente de Gbdel: que existen objetos matemáticos que
de alguna manera percibimos; sin embargo, yo preferiría enfatizar los
fundamentos de la conclusión: "los axiomas se nos imponen como si fue-
ran verdaderos". Aun cuando hay una réplica natural para esto (las para-
dojas demuestran que lo que se nos impone como verdadero es cuando
mucho algo poco confiable y que no forma parte de las matemáticas),
Gbdella desechó, pues caracterizaba a las paradojas como poco impor-
tantes, y estuvo a punto de desechar también el principio de comprehen-
sión (que conduce a las paradojas), calificándolo como la contraparte
matemática de las ilusiones ópticas. Una ilusión óptica pierde su poder
para causar problemas tan pronto como la comprendemos. Gbdel pensa-
ba que, de manera similar, la concepción iterativa neutraliza las pa-
radojas -como realmente ocurre-o Como hemos visto en los capítulos
precedentes, de hecho no se requería de una medida tan drástica como
la concepción iterativa, pues las paradojas nunca habían causado pro-
blemas a la concepción combinatoria de los conjuntos. Nuestro sentido
de lo que es verdadero ha sido una guía totalmente confiable respecto a
cómo extender nuestros compromisos.
Para evitar malos entendidos, es necesario hacer una breve digresión
en este punto. Kitcher (1983, pp. 61-62) ciertamente tuvo razón cuando
enfatizó que habíamos llegado a los axiomas de la teoría de conjuntos a
través de un proceso histórico y evolutivo. (Ya hemos descrito este pro-
ceso con cierto detalle en los capítulos previos.) Ni a Cantor ni a Zerme-
lo, ni a nadie más, les fueron impuestas las verdades axiomáticas a tra-
vés de la revelación o la introspección. De hecho, como lo hemos visto a
lo largo del libro, los axiomas actuales de la teoría de conjuntos fueron
seleccionados, en buena medida, de una manera ad hoc por Zermelo
para defender su demostración del principio del buen orden. Pero esto
no demuestra que los axiomas no sean autoevidentes, o al menos que no
estén basados en principios autoevidentes, y tampoco demuestra que
dicha autoevidencia sea irrelevante para su uso como axiomas.
En cualquier teoría matemática existe una red de hechos obvios y
otros no tan obvios conectados con ellos. Ciertamente es más una cues-
tión de accidente histórico, de costumbres y de conveniencia cuáles son
utilizados como axiomas básicos y cuáles como derivados. Los axiomas
de Von Neumann para la teoría de conjuntos son bastante diferentes de
los de Zermelo -especialmente en la forma original que Von Neumann
utilizó, en la cu.al se consideraban como básicas las funciones-o Nadie
240 SALTOS DE FE

utiliza axiomas que consideren básicas a las funciones pero, en princi-


pio, éstos son tan buenos como los axiomas que nosotros utilizamos,
puesto que son prácticamente equivalentes. Su falta de popularidad está
en gran medida determinada por la historia. Probablemente la difícil ter-
minología de Von Neumann frustró su innovación. Además, el axioma
de limitación de tamaño de Von Neumann no es auto evidente -'--parece
demasiado fuerte, como el propio Van Neumann lo destacó-o No obstan-
te, estaríamos dispuestos a tomarlo como axioma, en parte debido a que
se ha demostrado que es derivable de principios autoevidentes: el de
reemplazo y el de elección. 1 Los axiomas no necesitan ser autoevidentes,
y no todos los principios autoevidentes necesitan ser axiomas.
En la clase especial de axiomatización en la que se introducen los axio-
mas para que sean una caracterización de un tema dado con anteriori-
dad -los números naturales, los números reales, el plano geométrico,
los conjuntos, etc.-los axiomas deben ser verdaderos para dicha mate-
ria previamente dada; es decir, deben estar apropiadamente relaciona-
dos con principios evidentes acerca de esta materia. Esto es lo que
demuestra que son una apropiada axiomatización del tema. Hay algunos
casos interesantes de axiomatización en los que no existe un tema pre-
vio, y en tales situaciones simplemente utilizamos axiomas para enfocar
la atención sobre un grupo de estructuras fructíferamente relacionado.
Esto ocurre, por ejemplo, con los axiomas para grupos, anillos y campos.
En estos casos esperaríamos que no se hagan consideraciones de autoe-
videncia para la justificación de los axiomas. Como Kitcher lo argumen-
tó (1983, pp. 219-220), la justificación se basa únicamente en su uso para
la sistematización y la generalización. Pero esto no ocurre cuando está
siendo axiomatizada una aplicación que pretende hacerse, pues enton-
ces la autoevidencia se convierte en un factor importante en la selección
de los axiomas, aunque no puede ser el único factor. En este caso tam-
bién se toma en cuenta la simplicidad, la fuerza (es decir, el poder de
unificación), la utilidad y los accidentes históricos.
El axioma de elección, el cual es autoevidente en el caso de las colec-
ciones combinatorias, fue aceptado en parte únicamente por ser autoevi-
dente. El desarrollo de las matemáticas demostró que el axioma de elec-
ción no sólo es auto evidente, sino también útil. Esta utilidad es uno de
los motivos por los que adoptamos la noción combinatoria de colección,
y con ella el axioma de elección el cual es auto evidente en virtud del
hecho de que hemos adoptado la noción combinatoria de colección.
Cantor no llegó a los principios conjuntistas que empleó por medio de
un proceso de análisis histórico, o por medio de la sistematización o
J Para ser más precisos, es derivable de los axiomas de reemplazo y de elección fuerte en
presencia del axioma de fundamentación o de antifundamentación (véase el apartado VA).
SALTOS DE FE 241

generalización de lo que ocurrió antes. Fue su trabajo sobre las series de


Fourier lo que lo llevó a la progresión de los símbolos transfinitos, pero
los posteriores desarrollos de su teoría de conjuntos fueron en gran medi-
da una consecuencia de las implicaciones de esa progresión. Desarrolló
una imagen -algo similar a la "justificación local" de Kítcher (1983, pp.
93-94)- añadiendo a la idea medular de la progresión transfinita.
La teoría de conjuntos de Cantor, y la nuestra, no está basada en algu-
nos principios o axiomas, sino en la imagen (a falta de un término más
apropiado) a la que fue conducido Cantor, imagen de órdenes y tamaños
infinitos, así como de los usos que se les puede dar a éstos en la compren-
sión de las funciones, las series y los números reales. Los axiomas que
utilizamos son autoevidentes debido a que son verdaderos para cierta
imagen. Esto resulta más claro en el caso del axioma de reemplazo. El
axioma de reemplazo no recibió justificación histórica como una siste-
matización de una práctica previa o algo similiar: el hecho de que sus
aplicaciones sean tan recónditas demuestra que tenía poco que ver con
la práctica previa. La aplicación del axioma de reemplazo sólo ocurrió
después de su aceptación. Tanto Skolem como Fraenkel vieron que el
axioma de reemplazo era un principio auto evidente concerniente a las
colecciones combinatorias antes de que Van Neumann descubriera que
servía para algo, e incluso antes de que estuvieran convencidos de la uti-
lidad general de las colecciones combinatorias. Todavía hoy la autoevi-
dencia del axioma de reemplazo resulta más importante que sus aplica-
ciones. Lo aceptamos porque es verdadero para la noción combinatoria
de las colecciones; es decir, porque es autoevidente.
No sólo son los axiomas los que evolucionan históricamente -como a
veces parece pensar Kitcher-, ya que también evolucionan nuestras
imágenes o nociones. Las afirmaciones de autoevidencia no son -o al
menos no siempre- simples procesos psicológicos prescindibles, como
piensa Kitcher (1983, p. 94). Como vimos en los apartados V.l y V.2,
éstas son afirmaciones de que ciertos principios son verdaderos para
determinada imagen, concepción, práctica establecida o tema.
No puedo explicar de manera general qué son las "imágenes", aun
cuando desearía poder hacerlo. Pero actuar como si sólo fueran los axio-
mas los que evolucionan equivale a ocultar un importante problema
debajo de la alfombra. Si los axiomas fueron el centro primario del des-
arrollo matemático, ¿cómo podría entonces explicarse que sólo una por-
ción tan pequeña del desarrollo histórico de las matemáticas ha sido
axiomática? En vez de tratar de presentar una explicación sistemática
abstracta de la imágenes matemáticas, continuaré concentrándome en el
caso que tenemos a la mano: el infinito de la teoría de conjuntos. Gódel
confrontó algo que yo considero como el mismo problema.
242 SALTOS DE FE

Gadel partió del hecho de que los axiomas se nos imponen por sí mis-
mos como verdaderos y trató de desarrollar una teoría epistemológica
que explicara esto. Identificó el hecho de que se nos imponen como ver-
daderos con la existencia de una "clase de percepción", es decir, "una
intuición matemática". Después de una breve indicación de que lo que
podría ser la fuente de tal intuición, Gadel continuó (1947, pp. 484-485)
su exposición de la siguiente manera:

No obstante, la cuestión de la existencia objetiva de los objetos de la intuición


matemática (la cual, incidentalmente, es una réplica exacta de la cuestión de
la existencia objetiva del mundo exterior) no es decisiva para el problema que
aquí se trata. El mero hecho psicológico de la existencia de una intuición
que es suficientemente clara para producir los axiomas de la teoría de conjun-
tos y una serie abierta de extensiones de ellos es suficiente para dar significado
a la cuestión de la validez o falsedad de proposiciones tales como la hipótesis
del continuo de Cantor. Sin embargo, lo que justifica -probablemente más
que cualquier otra cosa- la aceptación de este criterio de verdad en la teoría
de conjuntos es el hecho de que es necesario recurrir continuamente a la intui-
ción matemática no sólo para obtener respuestas inequívocas para las pregun-
tas de la teoría de conjuntos transfinitos, sino también para la solución de los
problemas de la teoría finitista de los números (del tipo de la conjetura de
Goldbach), donde la significación y la precisión de los conceptos que entran en
ellos difícilmente pueden ser puestas en duda.

La conjetura de Christian Goldbach es el supuesto de que todo número


positivo y par mayor que 2 es la suma de dos números primos (4 = 2 + 2,
6 = 3 + 3,8 = 5 + 3, ... ). Esta conjetura puede ser formulada en PRA. La
última oración de la cita anterior se refiere al hecho de que el teorema de
incompletez de Gadel permite exhibir fácilmente un enunciado de PRA
cuya verdad sólo puede ser demostrada utilizando la intuición matemá-
tica. El ejemplo más simple que se puede describir aquí es el de un enun-
ciado de PRA que es verdadero si y sólo si ZFC es consistente. Sabemos
que es verdadero sólo porque sabemos que ZFC en verdad es consistente,
y sabemos esto sólo a través de la intuición matemática. Por supuesto,
como el propio Gadello destacó, mientras que podríamos ser escépticos
acerca de si la hipótesis del continuo es verdadera o falsa, este escepticis-
mo no parece sostenible en el caso de los enunciados de PRA. Gadel
reconoció que los axiomas de la teoría de conjuntos son autoevidentes, y
que tal autoevidencia desempeña un papel necesario en las matemáticas.
Su reto era lograr una comprensión de la naturaleza de la intuición
matemática. Observe que aquí la intuición matemática de Gadel incluye
cosas tales como los axiomas de la teoría de conjuntos, estaba muy inte-
resado en el problema del infinito, no sólo en el de lo abstracto.
SALTOS DE FE 243

El propio trabajo de Gódel encaminado hacia una teoría de la intui-


ción es insuficiente y oscuro, pero es evidente que desarrolló una
monadología que permitió el acceso a la plena jerarquía de la teoría de
conjuntos (Maddy, 1990, p. 79). Incluso sus relativamente poco controver-
tidas observaciones respecto a la analogía entre la intuición matemática
y la percepción de los sentidos produjeron esta respuesta (Benacerraf,
1973, p. 415): "Lo que está faltando es precisamente [ ... ] una explicación
del vínculo entre nuestras facultadas cognoscitivas y los objetos conoci-
dos. En la ciencia física por lo menos hemos comenzado a desarrollar tal
explicación" .
Independientemente de cómo evaluemos la teoría de la intuición de
Gódel, su desafío al desarrollo de tal teoría probablemente continúa
siendo la principal tarea pendiente de la filosofía de las matemáticas. En
cualquier caso, la falta de una teoría es ciertamente el principal obstácu-
lo para la comprensión del infinito. Maddy (1990) hizo un intento muy
interesante de suministrar una teoría de la intuición matemática, pero
su teoría sólo considera intuiciones de objetos matemáticos finitos
pequeños, y fracasa en cuanto a confrontar el problema crucial de las
intuiciones concernientes al infinito. En los subsiguientes capítulos de
este libro presentaré mi propia teoría al respecto. Pero todavía no hemos
terminado nuestra reseña de los saltos de fe.

2. LA FÍSICA

El salto de fe más popular ha sido tan ampliamente discutido, que aquí


sólo requiere de un breve tratamiento. Se trata del argumento de la indis-
pensabilidad de Quine-Putnam. La idea central de este argumento es que
nuestros conocimientos no están tajantemente divididos en comparti-
mientos y que, específicamente, no existe una nítida línea divisoria entre
las matemáticas y la parte matemática de las ciencias, especialmente de
la física. Puesto que incluso las partes más firmemente establecidas de la
física -para no hablar de las teorías físicas controvertidas y rivales con-
temporáneas- hacen un uso imprescindible de las matemáticas, nues-
tro compromiso real con la física -la cual involucra evidencias empíri-
cas- nos compromete con cierta clase de matemáticas. 2 Hasta aquí
Quine-Putnam van más lejos y aseguran que no sólo la física usa las
matemáticas, sino también los enunciados de sus leyes y el análisis de
las propiedades físicas ineludiblemente tienen que hacer uso de las
2 Todavía hay controversia respecto a qué tanto de las matemáticas es imprescindible
para la física. Véase Feferman (1988), en donde se argumenta que la física no requiere de
mucho más que la aritmética de Peano.
244 SALTOS DE FE

matemáticas. No sólo utilizamos a las matemáticas para extraer conclu-


siones acerca del mundo físico: nuestra descripción de ese mundo es
ineludiblemente matemática (véanse Quine, 1961; Putnam, 1979a; Bur-
gess, 1983; Field, 1989; Maddy, 1990 y 1992; Parsons 1983b; Steiner,
1975, para una discusión más amplia).
En el presente contexto el punto de vista Quine-Putnam a un
salto de fe, puesto que es compatible, y frecuentemente viene acompaña-
do, con una negación de cosas tales como la restricción epistémica. Pero,
a diferencia de otros puntos de vista presentados en este capítulo, viene
acompañado de una teoría epistémica perfectamente aceptable: llega-
mos a conocer nuestras matemáticas de un modo que está íntimamente
conectado con la manera en la que llegamos a conocer nuestra física, por
lo que en este caso la expresión "salto de fe" es engañosa.
Cuando se aplica a las matemáticas, tal como se desarrollaron desde
el tiempo de Newton y Leibniz hasta la época de Cauchy y Weierstrass, el
punto de vista de Quine-Putnam es atrayente y de hecho convincente: es
un hecho histórico que las matemáticas se desarrollaron en íntima asocia-
ción con la física. Los matemáticos consideraban a la física directamente
relevante para las matemáticas -por ejemplo, utilizando argumentos
físicos para fundamentar sus teoremas matemáticos-o Como contrapar-
tida, la mayoría de las matemáticas desarrolladas durante este periodo
han sido aplicadas a la física. La imagen epistemológica que Quine y
Putnam sugieren se parece mucho a la que, de hecho, guía la práctica
matemática, y su argumento es importante para diluir el escepticismo
acerca de la existencia de (al menos algunos) objetos matemáticos. 3
Desafortunadamente, cuando volteamos hacia las matemáticas del infi-
nito, incluyendo a la moderna teoría de conjuntos, el argumento de indis-
pensabilidad de Quine-Putnam resulta mucho menos exitoso. La razón
más importante de esto es que algunas partes de la teoría de conjuntos
han encontrado poca o ninguna aplicación en las ciencias, y por lo tanto
3 Aun si Hartry Field (1989) tiene razón en su apreciación de que la física puede prescin-
dir en gran parte de las matemáticas que usa, y por lo tanto éstas no son justificadas por la
física de la manera en la que Quine y Putnam lo sugieren, no deja de ser cierto que muchas
de las matemáticas de la física fueron parcialmente sugeridas por la física y pueden
ser descritas en términos de sus aplicaciones físicas, y que esta relación proporciona una
clase de garantía epistémica para nuestro interés y la exploración de las matemáticas. El
proyecto de Field, de reformular partes de la física, de tal manera que esto las haga inde-
pendientes de las matemáticas, es importante para esclarecer los compromisos físicos de
las teorías físicas. Sin embargo, mientras el proyecto no desemboque en cambios en la
física, las matemáticas que usualmente se utilizan en ésta seguirán siendo de interés y
continuarán recibiendo los beneficios de su estrecha relación con la física. Maddy (1992,
pp. 280-282, 289) sostuvo que el argumento de la indispensabilidad no funciona debido a
que (p. 289), incluso en el caso de las teorías científicas, "la indispensabilidad para la teori-
zación científica no siempre implica veracidad". Mi actitud es la misma: La indispensabili-
dad garantiza interés y alguna clase de apoyo, pero no implica veracidad.
SALTOS DE FE 245

no han recibido el apoyo requerido. Quine (1986, p. 400)


da por hecho esto:

Desde mi punto de vista, las matemáticas puras están firmemente inmersas en


nuestro sistema del mundo. Por lo tanto, mi punto de vista de las matemáticas
puras está estrictamente orientado hacia la aplicación en las ciencias empíri-
cas. Parsons ha observado, en contra de esta posición, que las matemáticas
puras van mucho más allá de su necesidad de aplicación. Esto es cierto, pero
yo veo éste mucho más como una manera simplista de desarrollo. Tenemos un
modesto ejemplo de este proceso en los números irracionales: ninguna medi-
ción podría ser tan precisa como para ser ajustada mediante un número racio-
nal; no obstante, admitimos los extras para simplificar nuestros cálculos y
nuestras generalizaciones. La teoría superior de conjuntos constituye otro
ejemplo de lo mismo. Reconozco los infinitos no numerables sólo debido a que
me son impuestos por las más simples sistematizaciones conocidas de temas
más gratos. A las magnitudes que exceden tales demandas -por ejemplo, o
los números inaccesibles- los considero sólo como materia de recreación
matemática, sin derechos ontológicos.

La referencia a ::lw es precisa: es la cardinalidad del conjunto

cuya existencia, según Skolem y Fraenkel, no puede probarse sin utilizar


el axioma de reemplazo (véase el apartado V. 2). Por lo tanto, Quine des-
echó el axioma de reemplazo, calificándolo como una mera "recreación".
Cualesquiera que sean los méritos del punto de vista de Quine-Putnam
para las partes menos recónditas de las matemáticas -las cuales son sus-
tanciales-, resulta de poca o ninguna utilidad para varias partes de la
teoría de conjuntos.
Maddy (1992, pp. 279-280) ha propuesto lo que ella denomina el argu-
mento modificado de la indispensabilidad, el cual funciona mejor que el
argumento de la indispensabilidad de Quine-Putnam debido a que consi-
dera a toda la teoría de conjuntos como parte de nuestro conocimiento
matemático. La idea en la que se basa esto es que, aun cuando es la físi-
ca la que guía nuestro interés hacia cierto tipo de matemáticas, una vez
que adquirimos tal compromiso éste puede ser expandido utilizando las
técnicas internas del desarrollo de las matemáticas: no todas las partes
de las matemáticas necesitan estar directamente ligadas a la física. De
este modo, de acuerdo con el argumento modificado de la indispensabili-
dad (Maddy, 1992, p. 280),

el cálculo es indispensable para la física, el continuo de la teoría de conjuntos


246 SALTOS DE FE

proporciona la mejor explicación del cálculo y el argumento de la indispensa-


bilidad justifica nuestra creencia en el continuo de la teoría de conjuntos y por
tanto en los métodos de la teoría de conjuntos que lo generan; examinado y
extendido con métodos matemáticamente justificables, esto produce la teoría
de conjuntos de Zermelo-Fraenkel.

Como Maddy lo argumentó (1992), el punto de vista de la indispensa-


bilidad -en cualquiera de sus versiones- todavía tiene problemas con
partes de la teoría de conjuntos que podrían ser explicadas como resulta-
do de un desarrollo posterior, como el axioma de elección y el del con-
junto potencia. De acuerdo con este punto de vista, la teoría de conjun-
tos tendría que estar anclada en la física, pero de hecho no lo está. El
fenómeno de la autoevidencia que Gbdel enfatizó muestra que, parafra-
seando a Parsons (quien estaba defendiendo una tesis similar acerca de
las matemáticas elementales, como puede verse en su obra de 1980, pp.
151-152), "la existencia de principios muy generales universalmente con-
siderados como obvios -que desde el punto de vista de la indispensabili-
dad sería una hipótesis audaz, y acerca de la cual un científico prudente
mantendría ciertas reservas, pues la experiencia podría no confirmar-
las- demuestra que las matemáticas no son en este respecto continuas
con la ciencia". A pesar de lo que pudiera pensar Quine, los axiomas de
las matemáticas no "tienen un estatus similar al de las hipótesis teóricas
de alto nivel". Aun cuando se podría arribar a la moderna teoría de con-
juntos completa a través de la visión modificada de la indispensabilidad,
ésta no es precisamente la ruta que están utilizando los matemáticos. 4 Si
deseamos explicar la práctica matemática real, debemos elegir una vía
diferente.

3. LA MODALIDAD

Putnam (1967) sugirió otra perspectiva muy diferente a la de Quine-Put-


nam que acabamos de discutir. A pesar de que en un principio no defen-
dió ahí esa otra visión, posteriormente lo hizo (Putnam 1979b, p. 59).
Esta perspectiva ha sido defendida y desarrollada con detalle por Geof-
frey Rellman (1989), quien la denominó "estructuralismo modal". Rell-
man (1989, p. vii) sostuvo "la idea de que las matemáticas puras se ocu-
pan principalmente de la investigación de estructuras de varios tipos, en
completa abstracción de la naturaleza de los objetos individuales que
constituyen estas estructuras".
4 Maddy (1992, pp 282-286, 289) destacó esto de una manera un poco diferente: Si los
fisicos dejaran de hacer uso de las matemáticas del infinito en cualquiera de las teorias fun-
damentales -una posibilidad que no puede ser desechada, según documenta ella-, los
conjuntistas continuarian sus investigaciones.
SALTOS DE FE 247

¿Cómo puede mantenerse coherentemente tal punto de vista, indepen-


dientemente de su credibilidad intrínseca? No puede requerirse que los
objetos de las estructuras matemáticas sean objetos físicos, puesto que,
entre otras razones, puede no haber suficientes de ellos. Si los objetos
que constituyen las estructuras matemáticas no son concretos, entonces
deben ser objetos .abstractos, de hecho, objetos matemáticos. En tal
caso, a los objetos matemáticos individuales se les debe admitir antes
que a las estructuras matemáticas que supuestamente estaban haciendo
el trabajo ontológico. Si esto es correcto, entonces el estructuralismo no
puede constituir toda la respuesta. Hellman elimina la necesidad de obje-
tos para construir las estructuras al considerar que las matemáticas tratan
sobre estructuras posibles, no sobre estructuras reales. Cuando la moda-
lidad es considerada como lo básico, aparentemente desaparece la nece-
sidad de tener los objetos matemáticos antes que las estructuras mate-
máticas, y así el estructuralismo sin un trasfondo ontológico se convierte
en una atractiva posibilidad.
Hellman presuponía una modalidad lógica, una lógica de segundo or-
den y, lo que es más importante para nuestro propósito, una teoría axio-
mática de conjuntos de segundo orden. (Diferiré las especificaciones
de los axiomas de la teoría de conjuntos de segundo orden hasta el aparta-
do 4 del presente capítulo.) Para los propósitos de esta sección, lo que
importa acerca de la teoría axiomática de conjuntos de segundo orden es
que sus modelos naturales son precisamente los dominios normales de
Zermelo (como Zermelo efectivamente lo demostró en su trabajo discuti-
do en el apartado V.4). El propio Hellman habló (1989, p. 72) de "cómo
lo más importante para describir y evaluar nuestra 'evidencia' (para la hi-
pótesis de que los modelos naturales de los axiomas de la teoría de con-
juntos de segundo orden son posibles) todavía permanece como uno de
los retos más difíciles que confronta la epistemología matemática"'. Éste
es el problema que tratamos en este libro, y que no fue abordado por
Hellman.
El estructuralista modal debe suponer que no hay un dominio de todas
las posibles estructuras o alguna otra cosa similar (Hellman, 1989, p. 59),
ya que en tal caso se podría considerar a las matemáticas como el estu-
dio de ese dominio, y entonces el proyecto de estructuralista modal per-
dería todo sentido. Por lo tanto, puesto que las estructuras pueden ser
concebidas como objetos de la teoría de conjuntos, el estructuralista
modal debe negar que exista un único dominio de todos los conjuntos.
Esta negación se produce naturalmente: si no existen conjuntos combi-
natorios sino sólo varios posibles modelos de los axiomas de segundo
orden de la teoría de conjuntos combinatoria, entonces estos posibles
modelos no serán parte de un dominio que abarque todos los conjuntos,
248 SALTOS DE FE

el cual constituiría una posibilidad individual absoluta, no meramente


estructural.
Queremos poder comparar estructuras matemáticamente, incluyendo
modelos de la teoría de conjuntos. Esto requiere que los modelos de la
teoría de conjuntos estén inmersos en otras estructuras. Por lo tanto, el
estructuralista modal se ve llevado a suponer que todo mod.elo de la teo-
ría de conjuntos de segundo orden es miembro de una estructura más
grande, la cual es naturalmente considerada como un modelo mayor de
la teoría de conjuntos. ASÍ, el estructuralista modal sigue a Zermelo (1930;
véase el apartado V.4), al considerar a cada modelo de la teoría de con-
juntos como parte de un modelo más grande (Hellman, 1989, pp. 55-56).
Ésta es la razón de mi actual interés por el trabajo de Hellman.
Aun cuando Zermelo sugirió que "la totalidad de la teoría de conjuntos
sólo es representada por la totalidad 'abierta' de todos los dominios nor-
males", circunscribió en gran medida su trabajo matemático a los domi-
nios normales individuales y nunca desarrolló ningún método sistemáti-
co con el cual se pudiera hablar acerca de la totalidad abierta de ellos
(Hellman, 1989 p. 56). Hellman nos ha proporcionado tal método des-
pués de desarrollar una sugerencia de Putnam (1967, p. 310). En térmi-
nos muy generales, la idea consiste en que interpretemos que la expre-
sión "para todos los conjuntos x" significa "para todos los conjuntos en
cualquier dominio normal", y que la expresión "para algún conjunto x"
significa "para algún conjunto en alguna extensión del presente dominio
normal". De esta manera tomamos en cuenta la posibilidad de movernos
a un dominio normal más grande y, por lo tanto, consideramos que la
afirmación de que existe un conjunto grande no significa que está en el
modelo de la teoría de conjuntos que estamos empleando actualmente,
sino que podemos movernos a un modelo más grande, en el cual exista
tal conjunto.
Hay, por ejemplo, un conjunto suficientemente grande para servir
como modelo de la teoría de conjuntos de segundo orden en todo domi-
nio normal, excepto en el más pequeño. 5 Por lo tanto, no es válida la afir-
mación de que hay tal conjunto en un modelo arbitrario de la teoría de
conjuntos de segundo orden -el menor dominio normal constituye un
contraejemplo-o Pero si en lo que estamos interesados es en la progre-
sión abierta de los modelos, parece natural decir que existe tal conjunto,
y la "semántica a la manera de Putnam" de Hellman considera que esto
significa que todo modelo de la teoría de conjuntos de segundo orden tie-
ne una extensión en la que existe tal conjunto, el cual es verdadero. A
continuación presento detalles técnicos más precisos.

5 Por razones de simplicidad, estoy considerando sólo los dominios nonnales puros.
SALTOS DE FE 249

técnica. Naturalmente, la propuesta es descrita en tér-


minos modales utilizando la semántica de Kripke. Consideramos a
cada modelo de la teoría de conjuntos de segundo orden como un
mundo posible. Como Zermelo lo demostró, de cualesquiera dos mode-
los, uno es isomorfo a una extensión terminal del otro: Por lo tanto,
consideramos que un modelo es accesible desde otro si es una exten-
sión terminal de él. (No tomamos en cuenta a los modelos que no son
realmente extensiones terminales uno del otro puesto que, dados cua-
lesquiera dos modelos, uno es siempre isomorfo a una extensión ter-
minal del otro.)
La semántica de Putnam para enunciados acerca del dominio de
extremo abierto de los conjuntos es dada reemplazando cada cuantifi-
cador universal, V, de primer o segundo orden, por DV, que denota su
necesidad y de manera similar, reemplazando ::1 por 0::1. Así, por ejem-
plo, Vx se convierte en "para cualquier extensión terminal M para
cualquier x en M", mientras que ::Ix se convierte en "existe una exten-
sión terminal M en la que hay una x".
Existe un modelo de la teoría de conjuntos de segundo orden más
grande que un modelo dado, M, si y sólo si hay un cardinal fuertemen-
te inaccesible que no está en M. Por lo tanto, el enunciado de que todo
modelo es miembro de un modelo más grande puede ser traducido,
utilizando la semántica de Putnam, a la siguiente expresión:

V(df3(f3 > (l' /\ "f3 es fuertemente inaccesible"),

la cual dice, debido a la semántica de Putnam, que hay una cantidad


no acotada de cardinales fuertemente inaccesibles en la progresión de
todos los cardinales posibles, no sólo en la progresión de los cardinales
de un modelo particular.
El mismo enunciado puede ser verdadero en algún modelo, ahora
interpretado de la manera usual, pero que no expresa las cosas de
manera correcta: después de todo, no dice nada acerca de si ese mode-
lo está inmerso en otro más grande. No obstante, la verdad del enun-
ciado interpretado en términos de la semántica de Putnam proporcio-
na una motivación para aceptar este mismo enunciado en la
semántica usual como un axioma de una teoría de conjuntos reforza-
da. Entonces el principio de que todo modelo de la teoría de conjuntos
reforzada está inmerso en un modelo más grande se convierte en "hay
una cantidad no acotada de cardinales hiperinaccesibles", y así el
estructuralismo modal proporciona una especie de argumento en
favor de la existencia de los cardinales hiperinaccesibles. Hellman ha
desarrollado argumentos análogos para los cardinales fuertes de Mah-
250 SALTOS DE FE

lo, para los cardinales hiper-Mahlo, etc., pero no para los cardinales
débilmente compactos (Rellman, 1989, pp. 83-91).
La mencionada semántica de Kripke parece implicar un compromi-
so con una clase de todos los modelos de la teoría de conjuntos de
segundo orden, la cual no puede aceptar el estructuralista modal. Esto
se evita no concediendo legitimidad a la semántica de Kripke; en vez de
esto, simplemente se considera a las modalidades como básicas, es
decir, definidas por su uso (Rellman, 1989, p. 15): "La manera precisa
en la que ha de ser comprendido esto será determinada por el papel que
desempeñe en la interpretación".
La semántica que he proporcionado no es la de Rellman, pues él
empleó una modalidad que se aplica a todas las estructuras, no sólo a
los modelos de la teoría de conjuntos; además, hizo a todos los mode-
los accesibles entre sí. La suya es una modalidad general para todas
las estructuras matemáticas, no una particular para la teoría de con-
juntos. Ésta es la diferencia clave entre su propuesta y la de Parsons
(1983c). Cuando estaba discutiendo la teoría de conjuntos, Rellman le
agregó las restricciones que yo he proporcionado con enunciados
explícitos de segundo orden; es decir, tradujo (\tx)(3y)<,b (Rellman,
1989, p. 74) por:

D(\tM)(\tx)("M es un modelo de segundo orden de ZFC" 1\ x E M


--¿ O(3M')(3y) ("M' es una extensión terminal de M" 1\ Y E M' --¿ <,b».

Puesto que en el único aspecto del trabajo de Rellman en el que estoy


interesado es el que concierne a la teoría de conjuntos, he elaborado
las restricciones adicionales dentro de la modalidad, la cual es formal-
mente más simple.

4. LA LÓGICA DE SEGUNDO ORDEN

En su excelente obra Foundations without Foundationalism, Stewart


Shapiro (1991) no sólo supuso la lógica de segundo orden, como lo hizo
Rellman, sino que argumentó con gran detalle que la práctica matemá-
tica ordinaria hace uso esencial de la lógica de segundo orden (es-
tándar).
Aun cuando Shapiro consideró convincente el escepticismo de Sko-
lem, argumentó que los matemáticos actúan como si de hecho hubiera
una comprensión inequívoca (salvo isomorfismo) de qué son los nú-
meros naturales y los números reales, así como de la noción de finitud,
SALTOS DE FE 251

de cerradura mínima y de cerradura transitiva, e incluso de conjunto


bien ordenado y de cardinalidad. 6
Ninguna de las nociones enlistadas tiene una definición adecuada en
la lógica de primer orden: la teoría completa de primer orden de los
números naturales tiene un modelo que no es isomorfo á los números
naturales, la teoría de conjuntos de primer orden tiene un modelo nume-
rable y por eso la no numerabilidad no tiene una adecuada caracteriza-
ción de primer orden, etcJ Éste es el resultado de lo que nos enseñó Sko-
lem. En contraste, cada una de las nociones tiene una definición natural
en la lógica de segundo orden. (Por ejemplo, un conjunto S es finito si
toda función uno a uno de S en S contiene a todo miembro de S en su
rango.) Por lo tanto, argumentó Shapiro, la manera natural de codificar
la práctica matemática es en la lógica de segundo orden.
De acuerdo con Shapiro, las dudas de Skolem acerca de la coherencia
de la lógica de segundo orden también son dudas acerca de la manera en
la que hacemos matemáticas. Shapiro (1991, p. 195) respalda la afirma-
ción de Alonzo Church (1956, p. 326n), de que el supuesto involucrado en
el empleo de la lógica de segundo orden "no se vuelve más crítico o más
dudoso, sino sólo más conspicuo, por su aplicacjón" a la lógica.
Shapiro se mantuvo incólume ante el argumento de Quine (1970, p.
66) de que la lógica de segundo orden es "la teoría de conjuntos con piel
de oveja". Aceptó que la lógica de segundo orden no es más que una ma-
nera intrincada de cuantificar sobre todos los subconjuntos de un domi-
nio y dio por buena la conclusión de Quine de que la lógica de segundo
orden y la teoría de conjuntos están íntimamente conectadas, pero
rechazó la implicación de que esto de alguna manera hace a la lógica de
segundo orden inapropiada para servir como lógica. Shapiro superó a
Quine en su antifundacionalismo, al negar que exista algo especial en la
lógica que requiera que esté libre de compromisos matemáticos sustan-
ciales. Si la lógica iba a preceder en algún sentido a las matemáticas,
esto sería necesario. Pero para Shapiro (1991, p. 97) los fundamentos
lógicos de las matemáticas son justamente más matemáticas.
De acuerdo con Shapiro, la perspectiva que únicamente considera a la
teoría de conjuntos de primer orden como la "lengua materna" de las
matemáticas -es decir, la perspectiva que la utiliza pero al mismo tiem-
po se niega a justificarla más allá- constituye una confirmación de su
propio punto de vista (Shapiro, 1991, pp. 254-255). Después de todo, la
teoría de conjuntos justifica la idea de que especificando un dominio se

6 Véase Shapiro (1991, apartado 5.1) en donde aparecen las definiciones de estos con-
ceptos. Shapiro denominó a la cenadura transitiva relación ancestral.
7 Para una discusión más detallada, véase Shapiro (1991, apartados 5.1 y 5.2).
252 SALTOS DE FE

especifican las relaciones y operaciones en ese dominio, que es lo que


se requiere para dar sentido a la lógica de segundo orden.
Shapiro prefirió la lógica de segundo orden a la teoría de conjuntos
debido a que la lógica de segundo orden se refiere únicamente a las rela-
ciones y operaciones en un dominio, no a las otras cosas que la teoría de
conjuntos trae consigo -otros dominios, relaciones de orden
etcétera-o Por ejemplo, la aritmética de segundo orden se refiere sólo a
las relaciones y operaciones entre los números, no a toda la jerarquía de
la teoría de conjuntos. La lógica de segundo orden nos permite dejar en
claro cuáles son los mínimos compromisos de una determinada teoría
-excepto, como Shapiro lo destacó, para la propia teoría de conjuntos-o
Si la "lengua materna" es la teoría de conjuntos de primer orden, enton-
ces no podemos de esta manera dar sentido a la teoría de conjuntos de
segundo orden.
Podemos estar de acuerdo con Shapiro en que la fundamentación de
las matemáticas con base en la teoría de conjuntos de primer orden es
"natural y fructífera" y que las teorías de segundo orden de la aritmética
o de la geometría son una manera útil de determinar exactamente cuán-
ta teoría de conjuntos está involucrada en estas áreas de las matemáticas
(Shapiro, 1991, pp. 251, 256). Pero la teoría de conjuntos de primer
orden no constituye una adecuada fundamentación para la teoría de
conjuntos. Por una cosa, la teoría de conjuntos de primer orden tiene
modelos en los que los números naturales no están bien fundamenta-
dos,8 modelos en los que los números reales son numerables,9 y otros
modelos no previstos con otros defectos. Ésta es sólo la moderna versión
de la paradoja de Skolem. Por otra parte, la teoría de conjuntos de primer
orden incluye los diferentes ejemplos de un esquema del axioma de
reemplazo como axiomas separados. No existe el principio general
de reemplazo para unificar estos axiomas, a pesar del hecho de que
inevitablemente los concebimos como ejemplos de un principio unifica-
do único. Pero esto hace que sea artificial la justificación de cada uno de
los axiomas de rremplazo (Shapiro, 1991, pp. 117-118): no tienenjustifi-
caciones separadas, sino una justificación unificada que revela mucho,
puesto que va más allá de lo que es postulado en la teoría de conjuntos de
primer orden.
Existe una alternativa obvia a la teoría de conjuntos de primer orden
que no tiene los defectos mencionados: la teoría de conjuntos de segun-

s Es decir, existen modelos que incluyen cadenas descendentes infinitas de "números


naturales". Las cadenas no están en el modelo.
9 Es decir, existen modelos para los cuales hay una función que establece una corres-
pondencia de los números reales del modelo uno a uno sobre los números naturales del
modelo. Tal función no está en el modelo.
SALTOS DE FE 253

do orden. 10 La teoría de conjuntos de segundo orden es exactamente


igual a la de primer orden, excepto porque en ella utilizamos la versión
axioma de reemplazo con un cuantificador universal de segundo
orden sobre funciones que van de los conjuntos a los conjuntos; es decir,
para toda función f y conjunto x, el rango de f en x es un conjunto. Ésta
es la misma teoría que Zermelo consideró en 1930. (Él utilizó versiones
de segundo orden de los axiomas de separación y de fundamentación
también, pero el sistema de axiomas resultante es equivalente al que aca-
bamos de dar, lo cual es bien conocido y fácil de demostrar.) La teoría de
conjuntos de segundo orden funciona mucho mejor que la de primer
orden en la caracterización de lo que estamos tratando: respecto al axio-
ma de fundamentación, es cuasicategórica,l1 en el sentido bosquejado en
el apartado V.4 -cada modelo está plenamente determinado, salvo iso-
morfismo, por la cardinalidad del conjunto de urelementos y el ordinal
mínimo fuera del modelo-. 12 Esto no es más que una reformulación de
los resultados que obtuvo Zermelo y que discutimos en el apartado V.4.
Recuerde que, en efecto, Zermelo también demostró que todo modelo
de la teoría de conjuntos de segundo orden es isomorfo a un dominio
normal.
Para ver qué hay de bueno en la cuasicategoricidad, suponga, para
propósitos de simplicidad en la exposición, que no hay urelementos.
Después cada modelo es plenamente determinado, salvo isomorfismo,
por el ordinal mínimo fuera del dominio normal isomorfo al modelo y,
además, dados cualesquiera dos modelos, uno es isomorfo a una exten-
sión terminal del otro (es decir, salvo isomorfismo, el modelo mayor
extiende al modelo menor sin agregar ningún nuevo elemento a éste).
Así, una vez que se ha convenido en que existe cierto V", se determina
plenamente salvo isomorfismo cuál es su estructura y cómo encaja en
cualesquier de los sucesivos V". Como resultado de esto, cualesquiera dos
modelos tienen números naturales isomorfos y números reales isomor-
fos -los números naturales y los números reales están en Vw+w ' y Vw+w
existe en cada modelo-o Los números naturales y los números reales
únicamente están caracterizados salvo isomorfismo, que es todo lo que
uno puede pedirle a un objeto matemático. Además, por ejemplo, cuales-
quiera dos modelos en los que haya cardinales fuertemente inaccesibles

10 Recuerde que sólo estamos considerando la lógica de segundo orden estándar o com-
pleta. Véase el apartado V.3.
11 He tomado el término "cuasicategórico" de la obra de Hellman (1989).
12 La cuasicategoricidad resulta válida para la teoría de conjuntos que incluye los axio-
mas de fundamentación o de antifundamentación (véase el apartado V.4). Sin alguno de
ellos la situación se vuelve un poco más complicada, pero la teoría de segundo orden sigue
siendo una mejora sustancial sobre la teoría de primer orden.
254 SALTOS DE FE

coinciden en cuál es el cardinal n1Ínimo, etc. 13 No hay lugar para el rela-


tivismo de Skolem.
La teoría de conjuntos de segundo orden es mucho más adecuada que
la de primer orden para la actitud realista que en realidad adoptan los
matemáticos. Pero cuando la tomamos como base para las matemáticas,
o debemos proclamar dogmáticamente que la comprendemoó:> o nos
vemos inmersos en una regresión: en la medida en que comprendamos a
la lógica de segundo orden en términos de una teoría de conjuntos de
fondo, dicha lógica -sobre la que está basada la teoría de conjuntos
de segundo orden-no es más que una teoría de conjuntos. 14 Así, al expli-
car una teoría de conjuntos en términos de otra teoría detrás de ella todo
lo que hemos logrado es retroceder un paso. 15 La postura que se está dis-
cutiendo es la que sostuvo Zermelo en 1930, para él, como ya lo vimos en
el apartado V.4, los cuantificadores de segundo orden sobre cada do-
minio de la teoría de conjuntos son explicados en términos de los conjun-
tos de un dominio mayor. Esta postura es, en algunos aspectos, atractiva.
Ciertamente, estaríamos mejor con una teoría que tuviera presupues-
tos más débiles que la teoría de conjuntos de segundo orden, pero esto
todavía sería suficientemente fuerte para producir la cuasicategoricidad.
Si no existiera tal teoría, podríamos conformarnos con una "lengua ma-
terna" de primer orden para las matemáticas o para la imagen de Zerme-
lo, pero de hecho sí existe tal teoría. No estamos obligados a dar explica-
ciones adicionales ("todas las explicaciones y justificaciones finalmente
deben terminar"), pero tampoco estamos obligados a parar, si podemos
obtener respuestas para nuestras dudas, tanto mejor (Shapiro, 1991,
p. 117).
La observación clave para obtener una teoría más débil es que el único
axioma de segundo orden que necesitamos -el axioma de reemplazo-
sólo tiene un cuantificador universal de segundo orden al comienzo. Esto
es lo que le permitió a Skolem dar una versión de este axioma utilizando
un esquema de primer orden en primer lugar. Por lo tanto, podemos
reemplazar la versión de segundo orden cuantificada del axioma de

13 Los resultados que acabamos de mencionar en el texto son válidos incluso sin los axio-
mas de fundamentación o de antifundamentación.
14 Lo cierto es que la nueva teoría de conjuntos de fondo no necesita tener niveles más
allá de los subconjuntos del dominio de la primera, así que no es necesario tener una ver-
sión del axioma de reemplazo. Esto podría producir cierta simplificación.
J5 Georg Kreisel (1971, p. 97) argumentó que la regresión no es viciosa: "De ninguna ma-
nera es circular el uso de un concepto para enunciar los hechos acerca de él". Kreisel es par-
tidario de la lógica de segundo orden completa (véase op. cit. y sus referencias). Kreisel
sugirió (op cit., p. 96) que intentemos "formular los principios involucrados en el descubri-
miento de los axiomas existentes" y extenderlos, formulándolos "con tanta generalidad
como podamos". Considero que las investigaciones de los capítulos siguientes tienen este
espíritu.
SALTOS DE FE 255

reemplazo por una versión de variable libre: reemplazamos Vf<jJ(f) por


<jJCF). Utilizamos variables libres de segundo orden en nuestro lenguaje
pero omitimos los cuantificadores de segundo orden. 16 La única regla
que involucra variables de segundo orden será entonces una regla de sus-
titución (cualquier fórmula sustituible puede ser sustituida por una
variable de segundo orden)Y
Como las variables esquemáticas de PRA, aquí las variables libres de
segundo orden tienen una regla de sustitución asociada, pero no poseen
ninguna otra regla asociada de inferencia (todas las otras reglas involu-
craban a los cuantificadores, así que son omitidas junto con ellos). De
este modo, podemos considerar a las "variables libres" de nuestra lógica
de segundo orden como variables esquemáticas casi en el mismo sentido
en el que hemos considerado esquemáticas a las variables de PRA. Por
eso es por lo que utilizamos una letra mayúscula para la variable libre en
la versión de variable libre del axioma de reemplazo anterior (conveni-
mos en utilizar letras mayúsculas para las variables esquemáticas). De
aquí en adelante hablaré por lo general de los esquemas y las variables
esquemáticas de segundo orden y de los esquemas y la lógica de segundo
orden esquemática, no de las variables libres de segundo orden.
Podemos describir al axioma de reemplazo de segundo orden cuantifi-
cado universalmente como un axioma que enuncia que el rango de toda
función en un conjunto es un conjunto, y al axioma de reemplazo de se-
gundo orden esquemático como un axioma que enuncia que el rango de
cualquier función en un conjunto es un conjunto. La teoría de conjuntos
formulada con el axioma de reemplazo esquemático difiere de la teoría
de conjuntos formulada con el axioma de reemplazo de segundo orden
principalmente en que no incluye cuantificadores de segundo orden. 18
Difiere de la teoría de conjuntos de primer orden en que incluye el esque-
ma del axioma de reemplazo en el lenguaje formal oficial, en vez de
incluir sólo los casos del esquema.
Shapiro discutió un sistema de deducción para la lógica esquemática
de segundo orden de la clase que acabamos de describir. 19 Demostró que
16 John Corcoran (1980) enfatizó la utilidad de esta lógica para demostrar los teoremas
de la categoricidad.
17 Una fórmula es sustituible en otra si en ella no OCUlTe una variable libre que se vuelva
ligada en la fórmula que resulte de la sustitución.
18 La forma del axioma de reemplazo también difiere -~(F), en vez de Vf~(f)-, pero
esta diferencia no sería esencial si tuviéramos cuantificadores de segundo orden y una regla
de generalización universal concomitante. Esto permitiría inferir Vf~(f) a partir de ~(F).
Al permitir esta inferencia, supongo que F es considerada como una variable generalizable
ordinaria, no como una variable esquemática. No tomaré en cuenta las teorías híbridas que
manejan tanto variables ordinarias como de segundo orden esquemáticas.
19 Naturalmente, Shapiro utilizó (1991, p. 247) variables libres de segundo orden ordina-
rias, en vez de nuestras variables esquemáticas especiales. Shapiro no discutió en detalle los
256 SALTOS DE FE

el conjunto de verdades lógicas de la lógica esquemática de segundo


orden es axiomatizable. En este respecto, la lógica es como la más mane-
jable lógica de primer orden, no como la de segundo orden. Por otra par-
te, Shapiro demostró que la relación de consecuencia para la lógica no es
axiomatizable. En este respecto, la lógica es como la más poderosa lógi-
ca de segundo orden y diferente de la de primer orden. Por lo tanto,
lógica esquemática de segundo orden es considerada como una genuina
posibilidad intermedia.
Como usted lo habrá supuesto, la razón por la que estoy reconsiderando
los resultados concernientes a la lógica esquemática de segundo orden es
porque la teOlia de conjuntos con el axioma de reemplazo esquemático de
segundo orden es la base de la teoría, prometida anteriormente, que pro-
duce la cuasicategoricidad sin un compromiso con la lógica de segundo
orden. Si restringimos las sustituciones permisibles para una variable
esquemática de segundo orden a fórmulas (sustituibles) en el lenguaje de
la teoría de conjuntos de primer orden, entonces los ejemplos del axioma
de reemplazo esquemático son exactamente los axiomas del usual esque-
ma del axioma de reemplazo de primer orden, que es el sugerido por Sko-
lem. Con esta restricción en la sustitución, la teoría de conjuntos esque-
mática (es decir, la teoría de conjuntos con el axioma de reemplazo
esquemático) tiene una ventaja sobre la teoría de conjuntos de primer
orden: incluye una versión uniforme del axioma de reemplazo, y por lo
tanto expresa con más precisión nuestros compromisos, pero al mismo
tiempo tiene la misma fuerza deductiva que la teoría de conjuntos de pri-
mer orden. 20 Lo mismo es verdadero incluso si permitiésemos la sustitu-
ción de fórmulas arbitrarias (sustituibles) en el lenguaje de la teoría de
conjuntos -incluyendo aquellas que contienen letras esquemáticas-
para las variables esquemáticas, como hemos estado considerando. 21
Suponga que insistimos en que las sustituciones permisibles para una
compromisos que resultan de utilizar sólo variables libres de segundo orden, aun cuando
destacó su paralelismo con el uso que hizo Hilbert (1926) de las variables libres.
20 La teoría esquemática de segundo orden tiene algunas consecuencias que no tiene la
teoría de primer orden, por una razón trivial: tiene consecuencias en las cuales aparecen
las letras esquemáticas. Pero el conjunto de consecuencias de la teoría esquemática de
segundo orden que no incluye la ocurrencia de letras esquemáticas es exactamente el con-
junto de consecuencias de la teoría de primer orden. Véase Feferman (1991, p. 7), en donde
aparece una demostración clara.
21 He aquí el bosquejo de la prueba: Dada una demostración de un enunciado sin varia-
bles esquemáticas, recórrala y reemplace cada variable esquemática en todas las partes de
la demostración por cualquier fórmula de primer orden que eventualmente la reemplace.
Si la misma variable esquemática es sustituida varias veces, simplemente copie la parte
relevante de la demostración varias veces, haciendo cada sustitución en una copia. Si una
variable esquemática nunca resulta ser sustituida, sustituya alguna cosa arbitraria por ella.
Esto produce una demostración del enunciado en la lógica de primer orden ordinaria.
Observe que la demostración bosquejada demuestra que las variables esquemáticas satisfa-
SALTOS DE FE 257

variable esquemática de segundo orden incluyen cualquier fórmula susti-


tuible, incluso una en cualquier ampliación del vocabulario del presente
lenguaje que podamos llegar a emplear, en oposición a la usual regla de
sustitución, la cual fue enunciada para un vocabulario fijo. En tal caso la
versión esquemática de segundo orden del axioma de reemplazo adquie-
re una fuerza deductiva adicional importante. La teoría de conjuntos con
este axioma se vuelve cuasicategórica, y esto puede ser demostrado en la
lógica esquemática de segundo orden (Shapiro, 1991, p. 248).22
Llamaremos a la nueva versión de la regla de sustitución que acabamos
de sugerir (la que automáticamente incluye fórmulas en un vocabulario
ampliado) la versión de sustitución completa, por analogía con la lógica
de segundo orden completa, ya la versión del vocabulario fijo la denomi-
naremos versión de sustitución débil. 23 Con la sustitución completa los
esquemas restringen los futuros compromisos que pudieran resultar de
futuros desarrollos. El motivo para utilizar la sustitución completa junto
con el axioma esquemático de reemplazo es que cuando ampliamos el
lenguaje de la teoría de conjuntos automáticamente obtenemos nuevos
ejemplos del axioma de reemplazo para funciones definibles en el len-
guaje ampliado -la exclusión de una cosa u otra del esquema del axio-
ma de reemplazo no es válida-. 24 Aun cuando esta consecuencia de la

cen mi criterio teórico de demostración para las variables esquemáticas discutido en el


apartado VI.4.
22 Como antes, la cuasicategoricidad se cumple sólo en presencia del axioma de funda-
mentación o de antifundamentación, pero la mayoria de las consecuencias que utilizamos
no se valen de ninguno de ellos.
23 Saloman Feferman ha investigado con detalle las teorías con sustitución completa,
incluyendo, entre muchos otros aspectos, la relación entre ellas y las teorías esquemáticas
asociadas de primer orden y débil, así como algunas posibilidades intermedias no introdu-
cidas aquí. Feferman (1991, p. 8) dijo que la extensión de los esquemas más allá de un len-
guaje fijo original "corresponde a una perspectiva más fundamental de lo que significa
aceptar algunos principios axiomáticos". Su interés no era la categoricidad, sino la incom-
pletez, especialmente de las axiomatizaciones de la aritmética. El trabajo de Feferrnan y de
otros sobre este asunto es analizado en la obra antes citada, que también incluye una breve
historia del uso de los esquemas.
24 Por lo tanto, el esquema del axioma de reemplazo, yde una manera paralela el esque-
ma de inducción para la aritmética, tiene un halo de verdad convencional o analítica a su
alrededor (compárese esto con Tappenden, 1993). Supongamos que alguien definió una
nueva propiedad de los números naturales y después demostró que no era definible en la
aritmética de primer orden de Peana al comprobar que no era inductiva en el siguiente
sentido: Cero tiene la propiedad y, para todo n, si n tiene la propiedad, también la tiene n + 1,
pero no todo número. Esto no puede ocurrir en el caso de una propiedad definible de pri-
mer orden, debido al esquema de inducción de primer orden; así que una propiedad que no
es inductiva no puede ser definible de primer orden. Es evidente que se ha cometido un
error, aun cuando es difícil decir exactamente en qué consiste si no se da un ejemplo más
detallado. Parte de lo que es definir una propiedad de los números naturales es estar dis-
puesto a extender la inducción matemática a ella. No hacerlo así significa violar nuestras
reglas para la extensión y especificación adicional de nuestros usos aritméticos. Se aplica
una observación análoga al axioma de reemplazo.
258 SALTOS DE FE

sustitución completa no es una parte familiar de las matemáticas forma-


les, no hay duda de que es algo que tuvimos en mente todo el tiempo.
Está estrechamente relacionada con lo que Shapiro (1990, pp. 258-259)
argumentó y, como él mismo lo destacó, también está de acuerdo con la
siguiente observación de Benacerraf (1985, p. 111):

A pesar de los posibles malentendidos imaginados, la práctica matemática


refleja nuestras intenciones y controla nuestro uso del lenguaje matemático de
maneras de las que podemos no ser conscientes en un momento dado, pero las
cuales trascienden lo que hemos establecido explícitamente en una determina-
da explicación -o pudiéramos alguna vez ser capaces de establecer.

Los requisitos para utilizar la fuerza extra del axioma esquemático de


reemplazo con sustitución completa (o dicho de manera abreviada: el
axioma esquemático de reemplazo completo) van más allá de la teoría de
conjuntos de primer orden, al asumir que comprendemos cuándo es per-
misible una determinada ampliación de un lenguaje. Pero esto es muy
distinto del compromiso requerido para utilizar la cuantificación univer-
sal de segundo orden -el compromiso con un hecho determinado pero
no explicado acerca de cómo están constituidas todas las subcolecciones
de un dominio-. 25 Shapiro estuvo de acuerdo con esto (1991, p. 248),26
como puede verse a continuación:

Concluyo que podemos trabajar con teorías formuladas en lenguajes de segun-


do orden con variables libres [ ... ] sin afirmar que existe un entendimiento ple-
no del rango de las variables de relación y función -o siquiera pretender que
existe un rango fijo-o Sólo necesitamos tener la capacidad de reconocer los
subconjuntos tal como son definidos, y en el contexto de los lenguajes forma-
les en cuestión esto no es problemático. Esto representa un manejo bastante
débil del rango de las variables de segundo orden.

Shapiro se inclinaba a rechazar la lógica esquemática completa de


segundo orden como una base apropiada para la práctica matemática,
debido a su limitada capacidad expresiva (1991, pp. 249-250).17 Por ejem-
plo, mientras que en ella lo "finito" es expresable, lo "infinito" no lo es. El

25 Parsons (1990) llegó a conclusiones muy semejantes en una discusión de los números
naturales.
26 Shapiro no discutió lo que yo he llamado la sustitución completa. Él empleó más bien
una noción parcialmente semántica (1991, p. 247), en vez de: HA partir de <f>(X), infiera
<f>(S), donde S es cualquier conjunto".
27 Shapiro estaba mejor dispuesto hacia la lógica esquemática completa de segundo
orden en su obra de 1985 (p. 734). En la obra de 1990, el plincipal argumento de Shapiro
en favor de la lógica de segundo orden es el mismo que el que proporcionarnos aquí para la
lógica esquemática completa de segundo orden.
SALTOS DE FE 2S9

rechazo de Shapiro de la lógica esquemática completa de segundo orden


como base para la práctica matemática bien puede ser correcto para el
propósito de analizar la práctica matemática concerniente a la aritméti-
ca o al análisis; pero la semántica de la lógica completa de segundo
orden necesaria para tal propósito puede ser dada en una teoría de con-
juntos de fondo, y así podemos permitir esta lógica de segundo orden
incluso si no permitimos su uso para la axiomatización de la teoría de
conjuntos que la avala. Esto es suficiente para todos los propósitos mate-
máticos ordinarios.
Para que una teoría de conjuntos sea adecuada para avalar a la aritmé-
tica de segundo orden, al análisis, etc., es suficiente con que sea cuasica-
tegórica, porque entonces especifica los conjuntos potencia requeridos
salvo isomorfismo. Es verdad que una teoría de conjuntos esquemática
completa de segundo orden de fondo es menos expresiva de lo que
pudiera ser una teoría de conjuntos completa de segundo orden. Por
ejemplo, la teoría de conjuntos completa de segundo orden puede definir
el predicado de satisfacción para la teoría de conjuntos de primer
orden,28 pero la teoría de conjuntos esquemática completa de segundo
orden no puede hacerlo. Sin embargo, no está claro que la comparativa
falta de poder expresivo efectivamente sea una desventaja, puesto que la
teoría de conjuntos esquemática completa de segundo orden evita por
completo un compromiso con las colecciones fuera del dominio, mien-
tras que la teoría de conjuntos de segundo orden no lo hace,29 al menos
según los criterios estándares: después de todo, el rango de los cuantifi-
cadores de segundo orden está conformado por las colecciones de los
elementos del dominio. La teoría de conjuntos completa de segundo
orden está, en este sentido, comprometida con tales colecciones.

Observación técnica. Ciertamente existen lógicas ubicadas entre la


lógica completa de segundo orden y la lógica esquemática completa de
segundo orden, por lo que podría existir un camino para evadir el
compromiso con todas las sub colecciones del dominio. De cualquier

28 Todo lo que se requiere es un enunciado de segundo orden existencial, no la lógica de


segundo orden completa. Así, el predicado de satisfacción estará disponible en práctica-
mente cualquier lógica que vaya más allá del segundo orden esquemático.
29 A muchos lectores podría parecerles que la manera natural de expresar esto es diciendo
que la teoría de conjuntos esquemática completa de segundo orden evita cualquier compro-
miso con las clases. Pero yo estoy en favor (véase el apartado V.S) de una teoría con conjun-
tos y también con clases. Para tal teoría, esto debe ser expresado así: La teoría de conjuntos
esquemática completa de segundo orden evita cualquier compromiso con las colecciones
de clases. Ésta es la razón para el circunloquio del texto. La teoría que provisionalmente
favorezco no es la que contiene el esquema del axioma de reemplazo, sino el sistema pre-
sentado en el apartado V.S, con el axioma V.S.2 considerado como un esquema completo
de segundo orden completo.
260 SALTOS DE FE

modo, prácticamente cualquier lógica intermedia nos permitirá definir


el predicado de satisfacción para la teoría de conjuntos de primer
orden. Como Parsons en efecto lo argumentó (1974, pp. 212-216), el
predicado de satisfacción es intercambiable con una teoría predicativa
de las colecciones definibles. Tal teoría incluye un compromiso con
(algunas) colecciones fuera del dominio, independientemente de cómo
construyamos los cuantificadores de segundo orden. La teoría de con-
juntos esquemática completa de segundo orden evita tal compromiso.

Shapiro (1991, p. 255) objetó que se considerara a la teoría de conjun-


tos esquemática completa de segundo orden como una teoría de fondo
sobre la cual se podrían cimentar las matemáticas; dijo que la teoría de
conjuntos esquemática completa de segundo orden es sólo aparentemen-
te más general que la teoría de conjuntos de primer orden. "Funcionará,
al menos por el momento, 'restringir' el esquema de reemplazo al len-
guaje de la teoría de conjuntos de fondo, debido a que ésta es la es-
tructura más general que se ha concebido". Incluso si no tuviéramos
compromisos más allá del lenguaje de una teoría de conjuntos de fondo,
me parece que todavía habría una razón para utilizar el axioma de reem-
plazo esquemático completo de segundo orden en vez del axioma de
reemplazo de primer orden: el primero refleja mejor nuestros compro-
misos, y muestra lo que haríamos en una futura situación en la que real-
mente ampliáramos nuestra estructura.
Este argumento hipotético no es necesario. Los compromisos de la
ciencia física actual van más allá de los de la estructura de primer orden
que, de acuerdo con el argumento de Shapiro, es de facto equivalente a
la teoría de conjuntos esquemática completa de segundo orden: es parte
de la física que muchas variables físicas toman valores de números rea-
les. Los valores de números reales apropiados son las cotas superiores
mínimas de las colecciones de números racionales especificadas en rela-
ción con alguna situación en el mundo físico. La teoría de conjuntos
de primer orden no puede garantizar que las colecciones relevantes de
números racionales sean conjuntos -no hay razón para que tales colec-
ciones deban ser definibles en este orden-, por lo que tampoco garanti-
za que tengan cotas superiores mínimas, lo cual es requerido para asegu-
rar que haya suficientes números reales para los propósitos de la física.
Contrario a la usual conclusión, ¡la teoría de conjuntos de primer orden
no es suficiente para formular las matemáticas utilizadas por la física!
Pero la teoría de conjuntos esquematizada completa de segundo orden sí
tiene el poder requerido, puesto que nos permite ampliar el lenguaje de
la teoría de conjuntos por medio de predicados físicamente determina-
dos que eligen las colecciones de números racionales requeridas, y esto,
SALTOS DE FE 261

dado el axioma de reemplazo esquemático completo de segundo orden, es


suficiente para garantizar que dichas colecciones sean conjuntos. Inclu-
so si permitimos la adición de los mismos predicados a la teoría de con-
juntos de primer orden,éstos no serán de ninguna utilidad sin nuevos
casos del axioma de reemplazo. 30
Existe otro propósito para el cual una teoría de conjuntos de fondo de
primer orden no funcionará, el cual es interno a las matemáticas: no
podemos siquiera plantear la cuestión de la (cuasi) categoricidad para la
teoría de conjuntos de fondo con una teoría de conjuntos de fondo de
mer orden. Esto es verdadero por dos razones. La primera es que con una
teoría de conjuntos de fondo de primer orden no podemos discutir la pro-
pia teoría de conjuntos de fondo. La segunda es que cuando discutimos
la cuasicategoricidad de la teoría de conjuntos de fondo surge la posibili-
dad de una expansión de nuestros compromisos más allá de los antece-
dentes para incluir un trasfondo alterno, posibilidad que no puede ser
expresada dentro del lenguaje de la teoría de conjuntos de fondo.
El primer problema requiere ser enunciado un poco más precisamente: .
Podemos discutir la sintaxis y la semántica de la teoría de conjuntos de
primer orden en una teoría de conjuntos de primer orden de fondo exac-
tamente de la misma manera en la que discutimos la sintaxis y la semán-
tica de cualquier otra teoría. Por ejemplo, la noción de la cuasicategori-
cidad, como yo la he definido, es una noción que fue introducida justo en
tal marco. Pero dentro de tal marco la semántica de una teoría es dada
en términos de los modelos de la teoría, y el universo de cualquier mode-
lo debe ser un miembro del dominio del discurso de la teoría de conjun-
tos de fondo. Esto no es lo que queríamos cuando discutimos la teoría de
conjuntos de fondo en sí misma, puesto que el "modelo" que teníamos en
mente es un modelo con un universo que no es miembro del universo del
discurso: es el universo del discurso. La noción de modelo, como usual-
mente se le define en una teoría de conjuntos de primer orden de fondo,
no es adecuada para nuestros propósitos. Sin embargo, hay una manera
fácil de zanjar este asunto: permitiendo los "modelos de clase".3!

Observación técnica. He aquí una manera de hacer más precisa la


idea de un modelo de clase. Consideramos a un modelo de clase como
algo muy parecido a lo que Joseph R. Shoenfield (1967, apartado IV.7)
30 Supongo que podríamos comenzar con una teoría de conjuntos de primer orden que
incluya la totalidad de tales predicados. La teoría de conjuntos esquemática completa de
segundo orden parece considerablemente más natural pues, en primer lugar, no está com-
prometida de antemano en absoluto con lo que son las cantidades fisicamente determina-
das.
31 Levy considera esencialmente lo que yo denomino modelos de clase como la noción
básica cuando discute la teoría de conjuntos (Levy, 1979, p. 33).
262 SALTOS DE FE

denominó "una interpretación"" Por razones de simplicidad, conside-


raré el caso de un modelo para un lenguaje con un predicado binario,
puesto que éste es el caso de nuestro actual interés. (El caso general no
difiere en mucho de éste.) Usualmente se considera a un modelo como
un par ordenado cuyo primer miembro es un conjunto no vacío, el
universo, y cuyo segundo miembro es un conjunto de pares de elemen-
tos del universo: la relación binaria. Un modelo de clase es un par orde-
nado que tiene como primer componente una fórmula de la teoría de
fondo, <f>(x), con una variable libre y posiblemente con parámetros, y
como su segundo componente una fórmula de la teoría de conjuntos
de fondo, '\(t(x, y), con dos variables libres en un orden fijo y posible-
mente con parámetros. Requerimos que la primera fórmula sea satis-
fecha por al menos un objeto y que cualquier par de objetos que satisfa-
ga la segunda fórmula sea tal que cada uno de ellos satisfaga la
primera fórmula. (Estos requerimientos son paralelos a los usuales:
que el universo no esté vacío y que la relación sea válida sólo entre los
miembros del universo.) Podemos continuar y definir la satisfacción,
la verdad, el isomorfismo, la categoricidad, la cuasicategoricidad, etc.,
para los modelos de clase imitando las usuales definiciones de una
manera directa. Cada modelo, en el sentido usual, determina un
modelo de clase de un modo canónico: Dado un modelo (A, R), el
correspondiente modelo de clase es justamente (x E A, (x, y) E R), don-
de A y R son tratados como parámetros. Pero existen modelos de cla-
ses adicionales; en particular, la interpretación de la teoría de conjun-
tos de fondo que propusimos produce el modelo de clase (x = x, x Ey),
con universo definido por los objetos autoidénticos -es decir, todos-
y con la usual relación de pertenencia.

De aquí en adelante discutiremos la cuasicategoricidad en el sentido


modificado que se aplica a los modelos de clase. Éste es el sentido apro-
piado para discutir la cuasicategoricidad de la teoría de conjuntos de
fondo.
Ahora tenemos la posibilidad de discutir la teoría de conjuntos de fon-
do dentro de la teoría de conjuntos de fondo, pero esto es sólo la mitad de
lo que necesitamos para una adecuada discusión de la cuasicategoricidad
de la teoría de conjuntos considerada como una teoría de fondo. ¿ Cuál es
el reto para el cual la cuasicategoricidad constituye la respuesta? El reto
es que la teoría de conjuntos de fondo no caracteriza adecuadamente su
contenido. La versión más simple es ésta: ¿Cómo sé, aun cuando dé por
hecho que tú y yo sostenemos exactamente los mismos axiomas conjun-
ti stas como teoría de conjuntos de fondo, que tenemos en mente los mis-
mos conjuntos? Dadas las preocupaciones de Skolem, ¿no podría resul-
SALTOS DE FE 263

tar que el universo de mi modelo (de clase) de fondo sea meramente un


conjunto numerable en tu modelo de clase? Muchos encontrarán excesi-
vamente realista la imagen que acabamos de bosquejar: presupone que el
uso que hago de la teoría de conjuntos se refiere a algún dominio ma-
temático en particular, que sólo puede ser plenamente especificado de
una manera que va más allá de teoría que expresé y, de manera similar,
también va más allá de la tuya. El rechazo de esta imagen podría equiva-
ler al rechazo del desafío de Skolem, por considerarlo incoherente.
Pero me parece que el desafío podría sobrevivir en una formulación
más cautelosa. Digamos que yo utilizo las palabras conjunto y elemento y
tú también utilizas estas palabras. Nuestro lenguaje es similar en
muchos aspectos y, en particular, nos permite suponer que empleamos
los mismos axiomas. Sin embargo, ¿no habría una legítima preocupa-
ción acerca de si estamos utilizando las palabras en el mismo sentido?
Después de todo, es posible que tú pudieras llegar a creer en la hipótesis
del continuo, mientras que quizá yo llegara a creer en su negación. (Por
supuesto que estoy suponiendo que la hipótesis del continuo es indepen-
diente de los axiomas en los que coincidimos, como ciertamente sería el
caso, dado el estado actual del conocimiento acerca de los conjuntos.) Si
ocurriera esto, entonces quedaría en claro que no estábamos utilizando
las palabras conjunto y elemento del mismo modo. Pero entonces ésta
sería una legítima preocupación: ¿Nuestro actual uso está suficiente-
mente determinado como para que nuestro presente acuerdo garantice
el acuerdo futuro?32 Así que la pregunta que estamos planteando es:
¿existe más de una manera de utilizar las palabras conjunto y elemento
que sean compatibles con los actuales compromisos? Se plantea esta
pregunta para prever la posibilidad de que tengan dos usos, y para discu-
tir esta posibilidad debemos permitirnos disponer del vocabulario en el
cual podamos discutir ambos usos. Una teoría de conjuntos de fondo,
con conjunto y elemento, tiene los recursos para discutir sólo un uso,
excepto en el limitado caso en que un segundo uso concierna sólo a los
mismos conjuntos (y probablemente no a todos ellos) y a una nueva
"relación de pertenencia" definible en términos de la original. Por lo tan-
to, debemos permitir una ampliación del lenguaje de fondo que vaya
más allá de la simple teoría de conjuntos de fondo, para que incluya
-digamos- conjunto y elemento, y además a conjunto' y a elemento'.
Concomitantemente, debemos permitir que el dominio del discurso del
lenguaje ampliado pueda incluir tanto conjuntos como conjuntos', y por

32 Realmente la preocupación es respecto a si nuestro presente acuerdo garantiza de


inmediato que no habrá ningún futuro desacuerdo (presumiblemente no nos sentiríamos
seriamente perturbados si usted llegara a creer en la hipótesis del continuo mientras yo
permaneciera en suspenso).
264 SALTOS DE FE

lo tanto pueda ser mayor que el dominio de cualquiera de las teorías


conjuntos que estén siendo comparadas. Cuando permitimos tal amplia-
ción, sólo (dos copias de) la teoría de conjuntos esquemática completa
de segundo orden -no la teoría de conjuntos de primer orden, ni la teo-
ría de conjuntos esquemática débil de segundo orden- proporciona el
par de teorías que reflejan correctamente nuestras por
medio de la adición de todo el lenguaje a los esquemas del axioma de
reemplazo tanto para los conjuntos como para los conjuntos'.
Lo que está en juego no es la situación de los modelos de algún conjun-
to de axiomas dentro de una teoría de conjuntos de fondo, sino la propia
teoría de fondo. No se puede suponer que se comprende el universo y las
relaciones de pertenencia de teorías de conjuntos rivales, incluso salvo
isomorfismo, dentro del dominio de uno de ellos sin incurrir en una peti-
ción de principio. Así, incluso para plantear coherentemente la cuestión
de la cuasicategoricidad de la teoría de conjuntos de fondo, debemos
permitir la ampliación del lenguaje de fondo de sólo {E} a, digamos, {E,
V, E', V'}, donde Vy V' son predicados para los dos dominios, y E Y E'
son las dos relaciones de pertenencia de los dos modelos de clase, (V(x),
x Ey) Y (V'(x), x E' y), que se están comparando. Ésta es exactamente la
clase de ampliación que la lógica esquemática completa de segundo
orden prevé que es bloqueada por la lógica de primer orden o por la lógi-
ca esquemática débil de segundo orden, en cada una de las cuales la teo-
ría tiene un vocabulario fijo.
Suponga que cada una de las dos teorías mencionadas -la vieja teoría
de conjuntos de fondo y su rival- incluye sus respectivos axiomas de la
teoría de conjuntos esquemática completa de segundo orden. Entonces
hay casos del axioma de reemplazo completo en cualquiera de las teorías
que involucran fórmulas que utilizan el vocabulario de ambas. Hasta
ahora todo lo que hemos considerado es el aparato mínimo necesario para
plantear la cuestión incluso de la cuasicategoricidad de una teoría de con-
juntos de fondo; pero este aparato por sí solo es suficiente para probar el
resultado de cuasicategoricidad; es decir, es suficiente para probar que
uno de los dos dominios es isomorfo a una extensión terminal del otro:
no se requiere el supuesto de una interpretación fija de símbolos de pre-
dicado como los de la lógica de segundo orden "estándar", puesto que los
axiomas de reemplazo combinados son suficientes para construir el iso-
morfismo requerido. Por lo tanto, todo lo que se necesita para demostrar
la cuasicategoricidad es el aparato necesario para expresar dicha cuasi-
categoricidad.
El hecho de que la lógica esquemática completa de segundo orden es
lo mínimo que se requiere para plantear la cuestión de la cuasicategori-
cidad del lenguaje de fondo muestra que el uso de esta lógica para solu-
SALTOS DE FE 265

cionar dicha cuestión no incurre en una petición de principio. Esto es lo


que distingue la presente propuesta de una que asegura la cuasicategori-
cidad por medio de la fuerza bruta -que agrega, por ejemplo, la noción
de "estándar" a la lógica de primer orden como una nueva noción lógica,
con su correcta interpretación simplemente impuesta-o La teoría de
conjuntos esquemática completa de segundo orden no sólo es suficiente
para demostrar el resultado de la cuasicategoricidad, sino que es el mÍni-
mo sistema en el que es posible plantear la cuestión.
Virar hacia la lógica completa de segundo orden no es de mucha ayu-
da,33 ya que no es mejor que la lógica de primer orden, en el sentido de
que el problema relevante ni siquiera puede ser formulado. Tal como lo
hicimos anteriormente, cuando discutimos la cuasicategoricidad de la
teoría de conjuntos de fondo planteamos la posibilidad de una amplia-
ción de nuestros compromisos matemáticos fuera de este trasfondo.
Ésta es una posibilidad que no puede siquiera ser expresada dentro del
lenguaje de la teoría de conjuntos de fondo, incluso si esta teoría es de
segundo orden, puesto que los cuantificadores de segundo orden sólo
corren sobre colecciones de objetos de la teoría de fondo. Por lo tanto,
debemos permitir una ampliación del lenguaje. Cuando permitimos tal
ampliación, la fuerza proporcionada por los cuantificadores de segundo
orden no está esencialmente involucrada en la demostración de cuasica-
tegoricidad, y la regla de sustitución completa de la lógica esquemática
de segundo orden todavía debe estar presente para hacer todo el trabajo.
El axioma de reemplazo de segundo orden universalmente cuantificado
entra en la demostración sólo a través del uso de una cantidad finita de
ejemplos -la fuerza universal no esquemática es irrelevante, como lo
demuestra el hecho de que se puede realizar la demostración en la lógica
esquemática completa de segundo orden-o Pero -y esto es lo más
importante-los pasos clave consisten en tomar ciertas definiciones de las
funciones dadas en el vocabulario ampliado y aplicar el axioma de reem-
plazo a dichas funciones. ¿Cómo sabemos que estas funciones (todas las
funciones) están en el rango del cuantificador de segundo orden univer-
sal? ¿Qué es lo que da legitimidad a la definición de las funciones? No es
otra cosa que la propia regla de sustitución utilizada en la lógica esque-
mática completa de segundo orden. 34
Como acabamos de ver, la cuestión de lo que las ampliaciones del len-
guaje permiten es tan crucial para la lógica de segundo orden como para

33 Parsons llegó a conclusiones semejantes en una discusión acerca de los números natu-
rales (Parsons, 1990).
34 Frecuentemente utilizamos un esquema de comprehensión en la lógica de segundo
orden, en vez de una regla de sustitución, pero los dos son interderivables en la lógica de
segundo orden. Véase Shaphiro (1991, pp. 66,68-69).
266 SALTOS DE FE

la lógica esquemática completa de segundo orden. El uso de la lógica


esquemática completa de segundo orden no ha creado nuevos proble-
mas, sino que simplemente ha enfocado la atención sobre un viejo pro-
blema de la lógica de segundo orden. La lógica de segundo orden tiene
otros problemas, así que el presente problema no es uno que sea fami-
liar. Pero no necesitamos ocuparnos también de los otros problemas
para utilizar la lógica esquemática completa de segundo orden.
Creo que la axiomatización cuasicategórica filosóficamente satisfacto-
ria de la teoría de conjuntos dada aquí resuelve el principal problema
planteado por Zermelo en 1908 con su axiomatización de la teoría de
conjuntos (1908b): el de la determinación de qué son las propiedades
definidas, tema que tantos problemas dio a Weyl, Skolem, Fraenkel y a
Von Neumann. Las propiedades definidas son aquellas que son defini-
bles de primer orden, en cualquier ampliación dada del vocabulario de la
teoría de conjuntos. 35
Hay un núcleo de verdad en el escepticismo de Skolem. El relativismo
completo es erróneo -nuestros compromisos de hecho determinan
inequívocamente lo que significa finito, bien fundado, etc.-. Pero la
manera en la que se determinan estos aspectos es más bien indirecta. Si
actualmente estuviéramos empleando nociones no estándar, como
"enteros" infinitos o un "conjunto potencia de los números naturales"
numerable, no habría manera de expresarlos, dado nuestro actual voca-
bulario. En este sentido, no tenemos una caracterización fija de lo que
significa finito, etc. Lo que sí tenemos es un método canónico con el
que podría demostrarse que nuestras actuales nociones son, a nuestro
entender, no estándar. Las nociones no estándar son anulables, pero las
nociones estándar no son demostrablemente estándar.
Debe admitirse inmediatamente que la resolución de un importante
problema -el de la determinación de qué son las propiedades defini-
das- no los resuelve todos. Si han de permitirse conjuntos no bien fun-
dados, debemos encontrar axiomas para caracterizarlos. El axioma de
antifundamentación (véase el apartado V.4) es un posible candidato,

35 Shapiro (1990, p. 260) no ha sido tan optimista como yo. Dijo que un escéptico segui-
dor de Skolem argumentaría que el axioma de comprehensión (o, de manera equivalente,
la regla de sustitución) cambia cuando el vocabulario se amplía, y que el rango de las varia-
bles de segundo orden cambia con él. Puesto que yo, a diferencia de Shapiro, me he resisti-
do a la lógica de segundo orden cuantificada en el presente marco, puedo replicar a la
segunda objeción de que las variables de segundo orden no tienen un rango. La primera
objeción -que la regla de sustitución cambia- es más seria. Es un escepticismo que no
puedo derrotar inequívocamente, pero observe cómo ha cambiado la postura: Ahora el
escéptico debe argumentar que no comprendemos cuando estamos ampliando nuestro
propio lenguaje, lo cual es mucho más dificil de sostener que la vieja duda acerca de si
nuestras afirmaciones en el presente vocabulario fijo son suficientes por sí mismas para
especificar lo que queremos decir con la expresión "todas las colecciones".
SALTOS DE FE 267

pero requiere esclarecimiento. Y lo que es todavía más importante: las


actuales consideraciones no determinan cuántos ordinales hay. Puesto
que queremos que nuestra teoría sea lo más incluyente posible, parece
obvio recomendar que, dados dos dominios de otra manera aceptables,
debemos seleccionar el que tenga más ordinales. 36 Pero este consejo está
lejos de resolver el asunto: si hay un dominio supremo, seguramente
deberíamos utilizarlo; en caso contrario, probablemente adoptaríamos
una imagen como la que adoptó Zermelo en 1930, en la que cada domi-
nio es un conjunto de uno mayor.
Para progresar hacia la resolución de la cuestión de cuántos ordinales
hay, necesitamos tener una mejor comprensión de las intuiciones que
subyacen en la teoría de conjuntos. Este proyecto es doblemente impor-
tante debido a que la teoría de conjuntos es actualmente considerada
como un adecuado fundamento para (o al menos para la mayoría de) el
resto de las matemáticas, en un sentido sustancial. Además, aun cuando
la teoría de conjuntos esquemática completa de segundo orden es cuasi-
categórica, está lejos de tener la fuerza deductiva necesaria para respon-
der a muchas de las preguntas para las que parece tener respuestas. Por
ejemplo, como el propio Zermelo en efecto lo destacó (Moore, 1980, p.
132), se puede deducir de la cuasicategoricidad que la hipótesis del con-
tinuo es verdadera o falsa. Pero ni su verdad ni su falsedad pueden ser
deducidas de los axiomas actuales, como se desprende de los usuales
resultados de independencia. Una mejor comprensión del infinito es
importante tanto por razones filosóficas como matemáticas.

36 No estoy seguro de si el mismo consejo sería apropiado para los urelementos, aun
cuando me inclino a pensar que sí. Un dominio que identificó incorrectamente algunos
conjuntos como urelementos tendría urelementos extra que no debiéramos permitir, así
que yo tengo algunas dudas al respecto.
VIII. DE AQUÍ AL INFINITO

a} ... [TARSKI y yo] insistimos en que la única lógica a la que podríamos


atribuir alguna aparente inmediatez epistemológica sería alguna clase de
lógica finitista. Así que aquí estábamos en la epistemología, consideran-
do un sistema de constitución finitista.
b} Yo argumenté, apoyado por Tarski ... que ... nos encontrábamos del
lado de los platonistas en la medida en que nos aferrábamos a la lógica
completa no finitista. Tal orientación parece insatisfactoria como punto
final en el análisis filosófico, dada la testarudez y el temperamento filosófi-
co antimÍstico que todos nosotros compartimos ... Así que aquÍ nuevamen-
te nos encontrábamos contemplando un sistema de constitución finitista.
¿Entonces cómo divorciar nuestros temas semánticos esenciales de las
cuestiones de la epistemología y el finitismo? Respecto a bY, la respuesta
es inmediata: Aceptar, provisionalmente, cualquier platonismo rudimen-
tario que pudiera estar incorporado en nuestra lógica regular y en nues-
tras matemáticas clásicas, y así proceder con nuestra semántica, tal y
como hemos procedido en el pasado con nuestra lógica regular y nues-
tras matemáticas clásicas. Si en algún momento debiera hacerse un pro-
greso independiente hacia una subestructura finitista epistemológicamen-
te motivada, tanto mejor; se trataría de un caso en el que se resolvería la
ligera falla platónica sin alterar mucho la superestructura lógica, mate-
mática y semántica existentes, probablemente de la misma manera en la
que Weierstrass eliminó los sinsentidos acerca de los infinitesimales sin
estropear el cálculo diferencial. (Carta de Quine a Camap, de 1943 [Qui-
ne y Camap, 1990, pp. 295-296].)

1. ¿QUIÉN NECESITA LA AUTOEVIDENCIA?

No es necesario que el significado de los conceptos intuitivos sea una


función de los objetos que éstos representan; de hecho, tanto Gódel
como Kreisel tuvieron cuidado en no insistir en esta conexión. El análi-
sis intuitivo es importante, pero también lo es la investigación de la fuen-
te de nuestros conceptos intuitivos, a lo cual se ha dedicado poca aten-
ción (Klenk, 1976, p. 487).
La moderna teoría de conjuntos evolucionó a partir de dos ideas. La
primera es la de una función arbitraria de los números reales a los
268
DE AQUÍ AL INFINITO 269

números reales, no necesariamente determinada por una regla. El ejem-


plo más paradigmático es seguramente el de Fourier: la temperatura de
una barra como una función de la distancia desde un punto determinado
de dicha barra. Los valores no son calculados, sino determinados por
factores externos a las matemáticas, y no están constreñidos de manera
alguna. Esto es verdadero en el caso paradigmático debido a que la curva
de la temperatura puede ser una condición inicial no determinada por
ningún factor dado. La segunda idea de la que evolucionó la teona de con-
juntos surgió del intento de dar sentido a la primera. Es la idea de Can-
tor de la progresión transfinita de los índices:

0, 1, ..., 00, 00 + 1, 00 + 2, ... , 00·2, Oo., 00·3, ... ,

concebidos como números que cuentan las iteraciones de una opera-


ción, específicamente de la operación del conjunto derivado de Cantor.
Cantor, Zermelo y los demás necesitaban apoyarse en su sentido de
autoevidencia, en su sentido de lo que estaba implícito en estas dos ide-
as, para hacer su trabajo, trabajo que condujo a la moderna teona axio-
mática de conjuntos. Pero ahora que tenemos la moderna teoría axiomá-
tica de conjuntos, ¿por qué no podemos prescindir de la escalera?
¿Realmente necesitamos una noción de autoevidencia para desarrollar
la teoría de conjuntos? La respuesta es un rotundo sÍ.
Quienes realizan un trabajo teórico sobre los conjuntos son los que más
requieren de esta autoevidencia. La mayoría de los conjuntistas, así
como los matemáticos en general, tienen, y confían, en una intuición
especial para su materia temática, con la cual navegan a través de sus
demostraciones. Esto es importante porque -para dar una ejemplo sen-
cillo-les permite posponer las demostraciones de los lemas "obvios"
mientras trabajan hacia una meta. (Estas demostraciones serán propor-
cionadas más tarde, en caso de que efectivamente se llegue a alcanzar la
meta.) Todos los matemáticos, y los conjuntistas no son la excepción,
han tenido la experiencia de haber leído un teorema o una demostración
sin comprenderlos totalmente, lo cual significa que no tenían una per-
cepción intuitiva de lo que decía este teorema o esta demostración.
Mucho del trabajo diario de los matemáticos consiste en intentar obte-
ner una mejor percepción intuitiva de un tema o de un problema.
Para la mayoría de los matemáticos es importante, y suficiente, tener
una percepción intuitiva de lo que es evidente, y no sienten la necesidad
de disponer de una teona que explique esta percepción. Podemos arribar
a un teorema o a una técnica de prueba con base en la intuición, aun
cuando la justificación final para ese teorema o técnica deba basarse en
270 DE AL INFINITO

una prueba axiomática rigurosa. Incluso cuando estamos trabajando con


sistemas axiomáticos recién desarrollados, la justificación consiste en ver
cuáles objetos familiares son modelos de estos axiomas y cuáles genera-
lizaciones y sistematizaciones permiten dichos axiomas. Por lo tanto, las
discusiones sobre la autoevidencia pueden omitirse en favor de demos-
traciones o discusiones sobre la utilidad de los sistemas axiomáticos.
Los conjuntistas no tienen tanta suerte. Existen añejos problemas que
ellos y otros matemáticos no pueden resolver con base en los actuales
axiomas de la teoría de conjuntos. El ejemplo más notable es la hipótesis
del continuo, aun cuando existen otros muchos.
En otras ramas de las matemáticas la incompletez de los axiomas
generalmente no causa problemas. Nuevamente utilizamos un ejemplo
muy común: Una vez que los matemáticos vieron que el postulado de las
paralelas era independiente de los otros axiomas de la geometría, se
apresuraron a estudiar geometrías con y sin dicho postulado.!
Nadie se preocupa acerca de si el postulado de las paralelas es real-
mente verdadero o falso: es verdadero en algunas geometrías y falso en
otras, yeso es todo. Una burda analogía sugiere (como también lo sugie-
re un argumento más refinado) que la situación es análoga para la hipó-
tesis del continuo: los conjuntistas deberán estudiar tanto las teorías de
conjuntos que contienen la hipótesis del continuo como las que no la
contienen, yeso es todo. No tiene sentido la polémica sobre su verdad o
su falsedad absolutas. De hecho, ésta es la actitud que están adoptando
algunos matemáticos, y nadie negará que, dado nuestro actual estado de
ignorancia, vale la pena estudiar la teoría de conjuntos tanto con la hipó-
tesis del continuo como con su negación. Sin embargo, por razones que
discutiré un poco más adelante, la mayoría queremos saber si la hipóte-
sis del continuo realmente es verdadera o no;2 es decir, queremos saber
si hayo no hay un genuino subconjunto de los genuinos números reales
que no pueda ser puesto en correspondencia biunívoca, ya sea con
genuinos números naturales o con genuinos números reales. La postula-
ción no es de ninguna ayuda para esto; lo que necesitamos son nuevos
hechos, los cuales presumiblemente incorporaríamos a la teoría de con-
juntos como nuevos axiomas. Como caso especial, podríamos tener un
argumento directo para la hipótesis del continuo que no estuviera basado
en algunos otros principios apropiados para utilizarse como axiomas.
1 La historia del postulado de las paralelas no es nuestro problema, así que me estoy
tomando la libertad de sobresimplificar un poco. Fue en parte el estudio de las geometrías
sin el postulado de las paralelas lo que condujo al reconocimiento de que éste es indepen-
diente de los otros axiomas.
2 Aquí se aplica el mismo tipo de rechazo que se aplicó en el caso del axioma de elección
(apartados V.1 Y VIL 1): la verdad no necesita ser una verdad a priori, y la consideración del
estado actual del tema históricamente determinado, es apropiada.
DE AL INFINITO 271

Pero aun aSÍ, por razones de conveniencia, trataré esto como un caso de
aceptación de la hipótesis del continuo con base en un nuevo axioma
-como de hecho lo es-, puesto que la hipótesis del continuo ciertamen-
te se deduce en buena medida de ella misma.
Si se da por hecho que efectivamente tenemos una axiomatización
cuasicategórica de la teoría de conjuntos -como yo concluÍ en el aparta-
do VII. 4- Y se permite cierta cantidad de realismo acerca de los mode-
los matemáticos, resulta fácil explicar la falta de analogía entre la teoría
de conjuntos y la geometría. Los axiomas de la geometría (excluyendo al
postulado de las paralelas) no son categóricos. Tienen modelos no iso-
morfos, algunos de los cuales obedecen al postulado de las paralelas,
mientras que otros no lo obedecen. Pero ambas clases de modelos geo-
métricos son dignos de estudio. En contraste, los axiomas de la teoría de
conjuntos no tienen tal variedad de modelos; además, debido a que los
axiomas son cuasicategóricos, o bien la hipótesis del continuo es verda-
dera en todos los modelos o bien es falsa. Nos gustaría saber en cuáles.
Desafortunadamente, aunque los axiomas son cuasicategóricos, están
lejos de ser completos. Para establecer la hipótesis del continuo necesita-
mos complementarlos. Pero los únicos nuevos axiomas que podrían ser
de utilidad son aquellos que son verdaderos de los modelos de la teoría
de conjuntos que son seleccionados por los axiomas que ya tenemos. La
utilidad y fecundidad no son suficientes para nuestros propósitos: nece-
sitamos la verdad, tal como es determinada por una norma antecedente.
Como lo demuestra la independencia de la hipótesis del continuo de los
axiomas de primer orden de la teoría de conjuntos, la verdad o falsedad
de un axioma recién propuesto que establezca la hipótesis del continuo
no puede ser determinada a partir de la norma antecedente utilizando el
familiar método de deducción: no podemos deducir o refutar un axioma
recién propuesto que establezca la hipótesis del continuo con base en
axiomas conocidos y ejemplos conocidos de esquemas de axiomas. Esto
es exactamente lo que significa decir que la hipótesis del continuo es in-
dependiente de estos axiomas y esquemas. Por lo tanto, necesitamos una
manera no deductiva y no axiomática de determinar si un axioma recien-
temente propuesto puede deducirse de nuestras viejas normas.
Los conjuntistas han utilizado mucha heurística para argumentar en
favor y en contra de varios nuevos axiomas (Maddy, 1988a y 1988b). Pero
esta heurística no ha tenido mucho éxito, y lo que es más importante: no
ha proporcionado un argumento persuasivo en favor o en contra de la
hipótesis del continuo. Para este propósito parece que necesitaremos
una norma de autoevidencia más poderosa y refinada o un conjunto más
poderoso y refinado de heurísticas y normas para la evidencia extrínseca.
Por consiguiente, considero que es importante proporcionar una teoría
272 DE AL INFINITO

de la autoevidencia. (Véase Maddy, 1988b, p. 762, para una expresión


más vigorosa de un sentimiento similar, aun cuando Maddy estaba incli-
nada a creer que se encontraría una solución más bien del lado de
heurística y del apoyo extrínseco que en la autoevidencia.)
No se necesita estar convencido de que tenemos una axiomatización
cuasicategórica de la teoría de conjuntos para reconocer que la h:pótesis
del continuo puede tener una respuesta bien definida. Es suficiente creer
que podemos tener una noción de conjunto que trasciende cualquier pre-
sentación axiomática contemporánea de una manera que establece la
hipótesis del continuo, o incluso que tenemos tales nociones de los núme-
ros reales, de los conjuntos de números reales y de las funciones de los
números reales a los números reales. Por ejemplo, podríamos creer que
tenemos tales nociones con base en el íntimo involucramiento de tales
entidades en nuestras teorías físicas. En tal caso puede surgir la pregunta
de si un nuevo axioma es realmente verdadero -o al menos realmente
verdadero para una concepción o para la aplicación física intentada-o
Parece que la única esperanza que tenemos para responder esta pregunta
yace en una mejor teoría de la naturaleza de la autoevidencia.
Ésta fue la primera razón por la que necesitamos una teoría de la auto-
evidencia: es para ayudarnos a encontrar nuevos axiomas para la teoría
de conjuntos en nuestra búsqueda de una respuesta para viejas pregun-
tas no sólo acerca de los conjuntos, sino incluso acerca de los números
reales y de los números naturales. La segunda razón por la que necesita-
mos una teoría de la autoevidencia es para comprender mejor los axio-
mas que ya tenemos, puesto que la teoría de conjuntos que Cantor des-
arrolló sobre una base conceptual a partir de su progresión de símbolos
transfinitos no incluyó al conjunto potencia y, a pesar de sus esperanzas,
tampoco demostrablemente a los números reales. Pero la teoría fue des-
arrollada para clasificar las funciones arbitrarias de los números reales a
los números reales (o al menos para clasificar los conjuntos de sus pun-
tos de excepción), así que no era necesario que se le agregara el conjunto
potencia. La teoría de conjuntos es un matrimonio forzado entre el con-
junto potencia y los símbolos transfinitos de Cantor. Como el propio Zer-
melo lo demostró, aun cuando ambos se toleran, difícilmente puede
decirse que están hechos el uno para el otro.
Tod~vía puede verse claramente esta tensión en las explicaciones modernas
de los axiomas. ASÍ, como vimos en el apartado V.S, la concepción iterativa
(caracterizada en detalle) explica el axioma del conjunto potencia, pero no el
de elección ni el de reemplazo, los cuales provienen de las ideas combinato-
rias de Cantor y Fourier. Por el contrario, la versión de Von Neumann del
axioma de limitación de tamaño puede ser utilizada para explicar los axiomas
de elección y de reemplazo, pero no el axioma del conjunto potencia.
DE AL INFINITO 273

Anteriormente demostramos que el problema de cómo adecuar el


axioma del conjunto potencia a las ideas combinatorias de Cantor puede
ser reformulado y convertido en el problema de cómo interpretar -dada
la manera en la que caracteriza a los conjuntos el axioma de limitación
de tamaño- el hecho de que las clases que están limitadas en compre-
hensividad también están limitadas en tamaño. Esto se puede ver fácil-
mente en el dominio de los conjuntos hereditariamente finitos, puesto
que una clase de tales conjuntos cuya unión sea finita -esto es, una cla-
se que sea limitada en comprehensividad- debe ella misma ser finita, es
decir, limitada en tamaño. Esto no parece de mucha ayuda en este
momento, pero será retomado en el capítulo IX.
Las primeras dos razones que he dado para buscar una teoría de la auto-
evidencia son razones internas a la práctica matemática de la teoría de
conjuntos. Las otras dos restantes son externas y filosóficas. La tercera
razón es la necesidad de dar respuesta a la pregunta planteada por Gadel
(¿cómo pueden los axiomas imponérsenos como verdaderos?). La cuarta
razón es el problema del infinito (el problema de dar una explicación
epistemológicamente aceptable de cómo sabemos lo que sabemos acerca
del infinito). Una respuesta aceptable para la pregunta sobre los axiomas
sería, presumiblemente, un buen comienzo para resolver lo relacionado
con la cuarta razón.
Las dos preguntas -la de Gadel y la de Benacerraf- tienen una im-
portancia que va más allá de los problemas filosóficos planteados por la
teoría de conjuntos, por el infinito matemático e incluso por las matemá-
ticas en general. Las evidentes dificultades para responder estas pregun-
tas han contribuido en gran medida a una bifurcación en buena parte de
la filosofía -la epistemología, metafísica y filosofía dellenguaje-. Algu-
nos piensan que, a pesar de las apariencias, realmente tenemos el cono-
cimiento que parecemos tener del infinito. Ellos han iniciado una crítica
revisionista de largo alcance de la epistemología, ontología y la semánti-
ca, volteando las cosas al revés al partir de lo que sabemos como algo
dado, en vez de tratar de averiguar cómo lo sabemos. También están
aquellos que piensan que, a pesar de las apariencias, no podemos tener
el conocimiento que aparentemente tenemos del infinito. Estos últimos
se han embarcado en una crítica revisionista de largo alcance de las
matemáticas, la ciencia, la lógica y la semántica.
No deseo tomar partido, ni siquiera discutir si esta polarización es
apropiada, pero sí deseo manifestar que pienso que su origen está estre-
chamente relacionado con varias actitudes en favor y en contra de los
objetos abstractos. Unos buscan una manera de convivir cómodamente
con los objetos abstractos, mientras que otros quieren eliminarlos o "do-
mesticarlos". Los objetos matemáticos infinitos frecuentemente han ser-
274 DE AL INFINITO

vido como ejemplos primarios de objetos abstractos extraños y proble-


máticos, así que las actitudes hacia ellos han tenido efectos de largo
alcance. Cualquier cosa que se pueda hacer para reducir la aparente pe-
culiaridad de los objetos matemáticos infinitos -o al menos para com-
prender las maneras en las que son peculiares- haría tambalearse a la
filosofía. Una teoría razonable de la autoevidencia de nuestros principios
concernientes a tales objetos nos permitirá recorrer un largo tramo en el
camino hacia la eliminación de una de las fuentes de su aparente rareza,
es decir, de las aparentes dificultades para conocer cualquier cosa acerca
de ellos. No puedo predecir si tal suceso tendrá lugar.

2. IMAGINANDO EL INFINITO

Ya hemos visto que el infinito no se puede encontrar en ninguna parte de


la realidad, no importa a qué experiencias, observaciones o conocimien-
tos apelemos. ¿Puede el pensamiento acerca de las cosas ser tan diferen-
te de las propias cosas? ¿Puede el proceso de pensar ser tan diferente al
proceso real de las cosas? En síntesis, ¿puede el pensamiento estar tan
alejado de la realidad? ¿O más bien lo que ocurre es que cuando pensa-
mos que hemos encontrado al infinito en un sentido real, simplemente
hemos sido seducidos para pensar así por el hecho de que frecuentemen-
te encontramos en el mundo real dimensiones extremadamente grandes
y extremadamente pequeñas? (Hilbert, 1926, p. 191).
El desarrollo de la teoría de conjuntos de Cantor comenzó con su des-
cubrimiento de la siguiente progresión:

0, 1, ... , 00, 00 + 1, 00 + 2, ... , 00·2, ... , 00·3, ... ,


00 2, ... , 00 00 0::;, ...

Esta progresión es atrayente y sugestiva. En este caso nuestra pregun-


ta es: ¿por qué? Después de todo es extraño que la progresión tenga al-
gún sentido para nosotros. Es una progresión con una gran cantidad de
subpartes infinitas, simbolizadas por puntos suspensivos. Los puntos
suspensivos no son una mera abreviación, puesto que no podemos escri-
bir por extenso lo que representan.
Ciertamente no encontramos lo que representan los puntos suspensi-
vos en la experiencia diaria. De hecho, como Hilbert lo enfatizó (1926,
pp. 185-186), parece probable que no podamos encontrar en absoluto lo
que representan en algún sentido concreto, puesto que de acuerdo con la
física moderna parece probable que el universo físico tenga una exten-
sión finita y esté dividido en partes de un tamaño mínimo diferente de
DE AQUÍ AL INFINITO 275

cero. 3 El infinito es ontológicamente distante de nosotros, así que ¿cómo


podemos tener esta sensación de inmediatez con los infinitos representa-
dos por los puntos suspensivos? ¿Por qué el infinito no es epistemológi-
camente distante? Todo esto parece milagroso. Existe una pregunta
paralela relativa a lo pequeüo: ¿ Cómo podemos tener tal sensación de
inmediatez respecto a lo que es un punto? Esta pregunta está relaciona-
da con nuestra sensación respecto a la noción de función arbitraria, pero
la ignoraré en favor de la pregunta acerca de los puntos suspensivos,
puesto que éstos conducen a la teoría de conjuntos y, por lo tanto, indi-
rectamente a la noción de función arbitraria.
Ciertamente no nacemos con el concepto de infinito que está implícito
en la manera en que utilizamos los puntos suspensivos. Muchos niüos en
los primeros aüos escolares piensan que existe el número más grande, y
para ellos "infinito" significa simplemente algo demasiado grande para
ser contado (Evans, 1983, pp. 136, 169-170): "Algunos niüos reportaron
haber estado 'contando y contando', en un intento por llegar hasta el últi-
mo número, y concluyeron, después de muchos esfuerzos, que no había
ninguno". Así que, ¿de dónde proviene el concepto del infinito? Del
entrenamiento matemático, seguramente. ¿Pero cómo empezó? Mi pro-
puesta es que comenzó con una extrapolación a partir de la experiencia
del tamaüo indefinidamente grande. 4
La idea del tamaüo indefinidamente grande es una idea familiar que
proviene de la experiencia diaria. Es la idea de algo demasiado grande
para ser contado, es según Hilbert "el encuentro con dimensiones extre-
madamente grandes": la idea del zillion.* Sé muy poco de la psicología o
la historia de la idea del tamaüo indefinidamente grande, pero de cual-
quier modo está claro que no plantea la misma clase de problemas epis-
témicos que la idea del tamaüo infinitamente grande. s El problema de la

3 Es más usual concebir al universo como algo que está compuesto de partes cuyo tama-
ño mínimo es diferente a cero; no obstante, véase Lavine (1991).
4 Esta idea es discutida desde una perspectiva ligeramente diferente en Lavine (1995).
5 Otros han tratado de reconstruir partes de las matemáticas modernas con base en una
teoría de las grandes colecciones finitas; sin embargo, esto descansa en el inverosímil su-
puesto de que en realidad existen colecciones finitas sin último elemento (Vopénka, 1979,
p. 33). "El profesor Charles Darwin nos enseña que hay un conjunto D de objetos y un
ordenamiento lineal de este conjunto tal que el primer elemento es un simio Charlie, que
cada elemento no primero es un hijo del elemento inmediatamente precedente y que el
último elemento es el propio Darwin. La colección A de todos los simios pertenecientes a D
no es un conjunto, ya que, si así fuera, A tendría un último-elemento. Pero,como todos
sabemos, los hijos de los simios son simios". A. S. Yessenin-Volpin propuso una base simi-
lar para las matemáticas (1970). Si desea leer una excelente discusión sobre la paradoja
sugerida por este pasaje, vea Tappenden (1993).
" Zillion es un término coloquial que no se refiere a un valor numérico definido pero que
denota un valor muy grande (e indefinido). La traducción, igualmente coloquial, más fiel
seria "chorrocientos". (N. de R.)
276 DE AQUÍ AL INFINITO

explicación de nuestra familiaridad con el tamaño indefinidamente gran-


de es parecido al problema de la explicación de lo finito, pero muy dife-
rente al problema del infinito. Hay una cantidad demasiado grande, no
demasiado pequeña, de posibilidades que podrían servir como prin-
cipio para dar una explicación. No existe un problema de escepticismo
comparable al que surge respecto al infinito, puesto que encontramos
cantidades indefinidamente grandes todo el tiempo: zillions de granos
de arena en una playa, zillions de estrellas del cielo, zíllions de perso-
nas sin hogar, zíllions de libros que desearíamos leer si tuviéramos
tiempo.
La idea del zíllion es, en un aspecto importante, más compleja que,
digamos, el número 3: depende del interés o del contexto. El número de
unidades en un zillion de platos que requieren ser lavados podría ser
pequeño al compararlo con el número de granos de arena en una cubeta
de arena con que juega un niño.
U n niño no está equivocado cuando dice que una cantidad infinita es
una cantidad demasiado grande para poder contarse. Sin embargo, el
niño podría querer decir que es demasiado grande para que pudiera con-
tarse hoy, o que es tan grande que incluso su papá podría fastidiarse si
tratara de contarla -es decir: es demasiado grande en un sentido que
depende del contexto-o Así pues, infinito no es otra cosa que demasiado
grande para contarse -demasiado grande en un sentido independiente
del contexto, demasiado grande para que cualquiera lo pueda contar,
independientemente del contexto, capacidades o intereses-o Anterior-
mente dije que nuestra noción del infinito la obtenemos por medio de la
extrapolación de nuestra idea de las cantidades indefinidamente grandes.
Ahora puedo ser más preciso acerca del tipo de extrapolación que tengo
en mente: extrapolamos omitiendo cualquier referencia al contexto.
¿La extrapolación a partir de la teoría del tamaño indefinidamente gran-
de proporciona una justificación racional para creer en nuestra teoría de
conjuntos? Mi conclusión es que sí, pero permítanme posponer esta dis-
cusión hasta el final de esta sección, después de que haya esclarecido de
qué naturaleza es la extrapolación y cuán íntimamente está relacionada
con nuestras actuales razones para aceptar la teoría de conjuntos en la
práctica.
Es importante que la extrapolación esté íntimamente relacionada con
la práctica: supóngase que tenemos éxito en dar una justificación de la
teoría de conjuntos que no esté relacionada con la práctica, el emplearla
como la justificación de la teoría de conjuntos justificaría una práctica
de la teoría de conjuntos -práctica basada en esa justificación- pero no
justificaría la práctica real de la teoría de conjuntos. Para alcanzar nues-
tra meta de una filosofía de las matemáticas que enfrente el problema de
DE AL INFINlTO 277

la práctica matemática, será necesario no sólo la tesis filosófi-


ca de que la extrapolación se puede usar correctamente para justificar la
teoría de conjuntos, sino también las tesis psicológica e histórica de que
la extrapolación fue realmente utilizada en el proceso mediante el cual
hemos llegado a la teoría de conjuntos como la conocemos hoy en día.
Para sustentar mi afirmación de que la teoría de conjuntos plenamente
desarrollada como una realidad psicológica e histórica se basa en la pro-
gresión de Cantor y en la extrapolación a partir de la idea del tamaño
indefinidamente grande, debo demostrar tres cosas. La primera es que la
teoría informal que denomino "teoría del tamaño indefinidamente gran-
de" es, de hecho, simplemente una versión más precisa de algunas de
nuestras intuiciones que surgen de la experiencia de lo indefinidamente
grande. Tome nota de que no sostengo que la teoría del tamaño indefini-
damente grande presentada aquí sea una versión de las singularmente
determinadas intuiciones necesarias que tenemos respecto a lo indefini-
damente grande. No hay razón para creer que existen tales cosas. De
hecho, parece probable que nuestras intuiciones concernientes -por
ejemplo- a la extensión indefinidamente grande o a la divisibilidad
indefinidamente pequeña producirían teorías del tamaño indefinidamen-
te grande diferentes a la teoría en la que nos estamos concentrando aquí:
la teoría del número indefinidamente grande -es decir, de tamaño inde-
finidamente grande en el sentido de "demasiado grande para ser conta-
do"-. La razón para enfocarnos sobre esta noción del tamaño indefini-
damente grande es parcialmente pragmática y parcialmente histórica.
Estamos interesados en comprender la teoría de conjuntos debido al
papel tan importante que juega en las matemáticas, y estamos particular-
mente interesados, por tanto, en la noción de lo "demasiado grande para
ser contado" debido al origen de la teoría de conjuntos como una "teoría
del conteo".
No demostraré que la teoría informal del tamaño indefinidamente
grande es una versión más precisa de nuestras intuiciones, ya que los
datos requeridos no están disponibles. En este trabajo tendré que confor-
marme con hacer convincente esto presentando de tal modo la teoría
que se vea cuán natural y auto evidente es. Una parte importante de esta
labor consistirá en demostrar cuán naturales se vuelven ciertas partes
del análisis cuando son presentadas utilizando la teoría del tamaño inde-
finidamente grande, en vez de las usuales definiciones de Weierstrass.
La segunda cosa que debo demostrar es que las nociones gemelas del
tamaño indefinidamente grande y de la extrapolación son suficientemen-
te ricas como para soportar la pesada carga explicatoria que estoy po-
niendo sobre ellas; esto lo demostraré en detalle. Presentaré una teoría
matemática del tamaño indefinidamente grande, desarrollada por Jan
278 DE AQUÍ AL INFINITO

Mycielski (1986)6 Y una noción de extrapolación obvia relacionada con


ésta. Dicha teoría produce una contraparte formal de la noción prefor-
mal del tamaño indefinidamente grande, como lo demostraré enfatizan-
do hasta qué punto son autoevidentes sus principios, como principios
concernientes al tamaño indefinidamente grande. Después mostraré
cómo surge, por extrapolación, la actual teoría de conjuntos completa a
partir de esta teoría.
Todo mundo sabe que podemos obtener una teoría útil de las propie-
dades estructurales de las ternas, y que esta teoría forma parte de las
matemáticas. Lo novedoso aquí es que podemos encontrar propiedades
estructurales matemáticamente útiles de las colecciones indefinidamen-
te grandes. He enfatizado las analogías entre la situación que rodea al
número 3 y la situación que rodea a los números indefinidamente gran-
des. Pero también quiero enfatizar que, aun cuando creo que la teoría
acerca del número 3 está íntimamente conectada con nuestra experien-
cia de las ternas, no estoy afirmando que nuestra teoría de las coleccio-
nes infinitas está tan íntimamente conectada con nuestras experiencias
de las colecciones indefinidamente grandes. En el segundo caso existe un
paso intermedio: la teoría matemática del infinito está relacionada con
una teoría matemática de lo indefinidamente grande mediante un proce-
so de extrapolación -una especie de perfeccionamiento simplificador-o
6 Aun cuando la teoría es de Mycielski, él no la interpretó como una teoría del tamaño
indefinidamente grande, y tampoco comentó sobre su relación con cualquier imagen intui-
tiva. Algunas cantidades estrechamente relacionadas con aquellas caracterizadas aquí
como indefinidamente grandes pero finitas fueron descritas por Mycielski (1981 b, p. 632)
como "potencialmente infinitas pero realmente finitas". La filosofía de las matemáticas
poincariana de Mycielski es casi enteramente diferente de la postura defendida aquí, y no
descansa esencialmente en los mismos resultados matemáticos que desempeñan un papel
central aquí. Mycielski no adscribe un estatus intuitivo especial a los $1, de los que yo tanto
dependo (aun cuando sí los concibe como los "universos finitos pero cada vez más y más
grandes de las matemáticas"); además, no aparecen en sus más recientes trabajos (véanse
Mycielski, 1989 y 1992). Tampoco hace uso de los n para fundamentar los axiomas de ZFC
o de cualquier otra teoría de conjuntos, como yo lo hago, así que tal fundamentación ten-
dría poca relevancia para la principal fuerza de su filosofía. Además, no hace uso de PRA,
la cual sí desempeña un papel importante en mi argumento -de hecho, Mycielski conside-
ra a la aritmética de Peana como finitista-, y se ha convertido en algo fundamental para
su postura el que los enunciados de las matemáticas toman sus valores de verdad de varias
álgebras booleanas (mientras que yo retengo una semántica clásica bivaluada). Sus obser-
vaciones filosóficas (expuestas en Mycielski, 1986, el artículo que contiene los resultados
utilizados aquí) son tan concisas, que es hasta cierto punto posible leer mi filosofía de las
matemáticas dentro de ellas; pero Mycielski me ha dicho (comunicación personal, 1991)
que las opiniones expresadas en un artículo posterior (Mycielski, 1989), considerablemente
más explícito, están totalmente en concordancia con aquellas que sostuvo cuando escribió
aquel artículo. En particular, aun cuando algunos de los resultados en cuya demostración
se utilizó lo que yo he denominado la teoría del tamaño indefinidamente grande son rele-
vantes para la filosofía de las matemáticas de Mycielski, no lo es el concepto de tamaño
indefinidamente grande (o potencialmente infinito pero realmente finito), excepto de
manera incidental.
DE AL INFINITO 279

Lo infinitamente grande y lo indefinidamente grande de ninguna manera


son lo mismo.
La tercera y última cosa que debo demostrar es que la noción del ta-
maño infinito que resulta de extrapolar a partir de la noción del tamaño
indefinidamente grande es la que realmente fue operativa en el desarrollo
de la moderna teoría axiomática de conjuntos. No estoy asegurando que
alguien haya tratado alguna vez de obtener de manera consciente una
teoría del infinito basada en la experiencia del tamaño indefinidamente
grande; lo que estoy afirmando es que la imagen del infinito -del uso de
los puntos suspensivos- con la que comenzaron los fundadores de la
teoría de conjuntos era una imagen que se desarrolló a partir de su expe-
riencia del tamaño indefinidamente grande, aun cuando ese origen fue
en gran medida inconsciente. Esta afirmación no puede ser verificada o
refutada fácilmente por medio de un examen directo de la evidencia tex-
tual, aun cuando algunos aspectos del trabajo de Cantor lo sugieren.
Sólo puedo apoyar esta afirmación indirectamente, mostrando que la
noción del tamaño infinito que resulta de la extrapolación a partir de la noción
del tamaño indefinidamente grande explica muy bien la teoría de con-
juntos que actualmente poseemos, así como el análisis que se desarrolló
a partir de ésta y las intuiciones que tenemos de ella. Por lo tanto, la
mayor parte de la labor para apoyar esta afirmación consiste en demos-
trar que los axiomas de la teoría de conjuntos son extrapolaciones de
principios evidentes concernientes al tamaño indefinidamente grande.
Pero también mostraré que puede considerarse que muchas de nuestras
actitudes filosóficas respecto a los conjuntos infinitos provienen de una
extrapolación a partir de verdades acerca de conjuntos indefinidamente
grandes.
Para demostrar que una teoría del tamaño indefinidamente grande
puede servir como base intuitiva para fundamentar nuestra comprensión
del infinito, es necesario demostrar también, para evitar la circularidad,
que dicha teoría no introduce de contrabando una concepción previa del
infinito. Además, cualquier aspecto de lo finito que esté involucrado debe
ser lo suficientemente rico como para producir una contraparte de nues-
tro sustancial y articulado conocimiento real del infinito, una contrapar-
te desde la cual podamos extrapolar para obtener este conocimiento. De
esto se sigue que, si algún aspecto de lo finito puede avalar la opinión de
que el conocimiento del infinito es obtenido por extrapolación, también
podrá avalar un método para eliminar la necesidad del infinito en las
matemáticas: en vez de extrapolar, podríamos conformarnos con cual-
quier cosa que pudiera haber sido la base para la extrapolación. Así, el
éxito de un método de extrapolación implica la aparentemente más fuer-
te posibilidad de una eliminación.
280 DE AQUÍ AL INFINITO

Aun cuando desarrollar las matemáticas finitas de lo indefinidamente


grande no es lo que me motiva, la posibilidad de desarrollarlas muestra
que podríamos coherentemente negar la existencia de los conjuntos infi-
nitos sin violentar la práctica matemática (esto se volverá más claro
cuando lleguemos a los apartados 3 y 4 de este capítulo). Sin embargo,
las matemáticas finitas de lo indefinidamente grande no pueden C8mpro-
meternos con tal negación,7 y yo no soy partidario de ésta.
Nos encontramos en una posición análoga a la de Frege: mientras que
él desarrolló un sistema formal para asegurarse de que no había emplea-
do supuestos inadvertidos acerca de la aritmética, nosotros utilizaremos
un sistema formal para asegurarnos de que no hemos empleado supues-
tos inadvertidos acerca del infinito. Para hacer esto formalizaremos, en
los apartados 3 y 4 de este capítulo, la teoría del tamaño indefinidamente
grande de tal manera que la teoría axiomática resultante tenga las
siguientes propiedades: Sólo se emplearán entidades finitas y todos los
cuantificadores tendrán rangos finitos. La teoría puede ser descrita sin
recurrir furtivamente a los conjuntos infinitos en el metanivel. De hecho,
la teoría podrá ser descrita sin utilizar en absoluto cuantificadores con
rangos infinitos. Nada infinito, sea real o potencial, será utilizado o pre-
supuesto por la teoría.
Hemos visto una teoría, o más bien varias teorías, que están libres de
presupuestos infinitistas, como PRA, PRW y PRS.8 También hemos visto
teorías que, previsiblemente, proporcionan el punto de arranque para
nuestra teoría formal del tamaño indefinidamente grande.
El hecho de que demuestre que se puede introducir la teoría de conjun-
tos como una extrapolación de una teoría formal construida sobre PRA
hace que lo que yo estoy proponiendo se parezca mucho a lo que propu-
so Hilbert. De hecho, en muchos aspectos es como la teoría que propuso
Hilbert. La similitud más importante es que permite tanto una interpre-
tación en la cual lo que estamos haciendo es introducir el infinito, como
una interpretación en la cual lo que estamos haciendo es eliminar el infi-
nito. Favoreceré la interpretación que introduce el infinito, por las razo-
nes dadas más adelante. Sin embargo, estas razones están basadas en
hechos contingentes acerca de las matemáticas y de la física contempo-
ráneas, hechos que podrían cambiar conforme éstas se desarrollen. Por

7 Aun cuando la existencia de una base para la extrapolación no nos fuerza a negar la
existencia de los conjuntos infinitos, sí reduce el alcance de lo que generalmente considera-
mos como el principal argumento positivo para su existencia. Véanse, por ejemplo, Maddy
(1989) o el apartado VlI.2, en donde aparece una discusión de esos argumentos.
8 PRW significa Primitive Recursive Theory ofWords, es decir, teoría primitiva recursiva
de palabras. PRS significa PrimitiveRecursive Theory of Sets, esto es, teoría de conjuntos
recursiva primitiva. Estas teorías tienen todos los rasgos deseables de PRA discutidos en el
apartado Vl.3. Véase también el apartado VI.4.
DE AL INFINITO 281

lo tanto haré algunas observaciones pertinentes a la interpretación que


elimina al infinito, primordialmente en notas.
Además de las similitudes, existen también importantes diferencias
entre mi filosofía y la de Hilbert. Me interesa hacer hincapié en algunas
de estas diferencias debido a que, dada la humana tendencia a asimilar
lo nuevo a lo familiar, dichas diferencias podrían ser fácilmente pasa-
das por alto.
La diferencia más importante es que, aun cuando lo que yo estoy ha-
ciendo es finitista en el sentido de que involucra sólo objetos finitos, mi
motivación no es demostrar que cierta porción de las matemáticas está
totalmente libre de contradicciones. El conocimiento matemático es
como cualquier otro conocimiento, y en razón de esto simplemente no
tiene un fundamento sobre el cual descansar. Al hacer esta afirmación
coincido totalmente con lo expresado por Shapiro en su obra Founda-
tions without Foundationalism (1991). Shapiro argumenta en favor de
esta afirmación con algún detalle en el prefacio y en el capítulo II, y yo
apruebo totalmente su argumentación. Justo como en el caso de otras
formas de conocimiento, admitir que las matemáticas no tienen (o no
necesitan) una fundamentación es simplemente reconocer que la incerti-
dumbre es inherente a la condición epistémica humana. No intento ase-
gurar la certidumbre de la teoría de conjuntos, como tampoco intento
asegurar la certidumbre de la teoría de lo indefinidamente grande. La
teoría de conjuntos surgió del intento de Cantor de elaborar una teoría a
partir de unas pocas ideas básicas, y yo estoy tratando de entender cómo
llega,mos a tener la medianamente certera comprensión de esas ideas
que actualmente poseemos, a pesar de que aparentemente son tan dis-
tantes de nuestra experiencia. Pero esto no fija estas ideas. Podría resul-
tar que las ideas resulten incorrectas e incluso inconsistentes. Puesto que
no busco la certidumbre, mi "procedimiento" para introducir una nueva
teoría es sólo el procedimiento usual: averiguar si parece una buena teo-
ría de algo interesante. No se requiere ninguna demostración de consis-
tencia. 9
Dado mi interés en conocer cómo nos las arreglamos para saber lo que
sabemos acerca del infinito, estoy particularmente interesado en las teo-
rías matemáticas de una clase especial: aquellas que están libres de pre-
supuestos infinitistas y que tienen extrapolaciones naturales hacia las
teorías que involucran el infinito. Me permito denominar matemáticas

9 Como la mayoría, me sentiría feliz de que estuviera disponible una demostración de


consistencia, y encuentro de significativo interés matemático el proyecto de proporcionar
pruebas de consistencia. Esto es particularmente cierto para las demostraciones que con-
sisten en indicar que una teoría es consistente interpretándola en otra. Tales reducciones,
como la de los números racionales a los números naturales, siempre son útiles.
282 DE AQUÍ AL INFINITO

finitas a las matemáticas de tales teorías. Los principales ejemplos de


estas teorías son los que extrapolan hacia las teorías de conjuntos de la
clase familiar. Daré una caracterización más formal y ligeramente más
restrictiva de las matemáticas finitas en el apartado 3, tomando en cuen-
ta el trabajo de Mycielski. También basándome principalmente en su
trabajo demostraré que, de hecho, todas las teorías utilizadas por los
matemáticos tienen una contraparte en las matemáticas finitas.
A diferencia de las matemáticas finitistas de Hilbert, las matemáticas
finitas son neutrales con respecto a la naturaleza de las entidades mate-
máticas (yen particular, no involucran una agenda nominalista de reem-
plazo de las entidades matemáticas abstractas por entidades cuasicon-
cretas). Las matemáticas finitas son simplemente matemáticas, y no
tienen más necesidad de confrontar cuestiones ontológicas que las que
pudiera requerir cualquier otra clase de matemáticas. En general, las
matemáticas finitas, como las matemáticas finitas de la teoría de conjun-
tos discutidas anteriormente, no intentan proporcionar un fundamento
seguro para cualquier otra parte de las matemáticas (y, de hecho, me
parece que no están ni más ni menos libres de contradicciones que la
mayoría del resto de las matemáticas). Todo esto está motivado por un
deseo de comprender la relación entre el infinito combinatorio y lo inde-
finidamente grande, y no por un interés en realizar justificaciones con-
tundentes. Finalmente, las matemáticas finitas no son en ningún sentido
formalistas: Dado el detallado desarrollo de las matemáticas finitas que
haré en el apartado 3, esto dará por resultado que la totalidad de los
enunciados de las matemáticas ordinarias habrán sido plenamente inter-
pretados como contrapartes en términos de contenido en las matemáti-
cas finitas. Los enunciados de las matemáticas ordinarias nunca desem-
peñan un papel de auxiliares en la demostración teórica, como lo hacen
en algunas interpretaciones del finitismo de Hilbert.
Creo que las matemáticas finitas alcanzan una de las metas de Hilbert:
proporcionar una interpretación de las matemáticas clásicas modernas
que fuera del agrado de los constructivistas. La idea básica es que la
mayoría de los constructivistas coincidirían en que se obedece a la lógica
clásica en los dominios finitos de las matemáticas finitas. Me permitiré
comentar esto más a fondo en el apartado 4.
Ahora que he terminado de diferenciar las matemáticas finitas del
finitismo de Hilbert, comenzaré a presentar los fundamentos de la teo-
ría del tamaño indefinidamente grande con un ejemplo simple, tomado
de la aritmética. Todos aprendimos a sumar utilizando algún modelo
físico -digamos, semillas-o Por ejemplo, aprendimos que 2 + 2 = 4
combinando dos pares de semillas y contando la pila resultante para
verificar que efectivamente estaba compuesta por cuatro semillas. ¿De
DE AQUÍ AL INFINITO 283

dónde vinieron las semillas? Probablemente provinieron de una reserva


indefinidamente grande de éstas (digamos, de una cubeta llena de
semillas) .
La cubeta contenía lo que para nuestros propósitos erauna provisión
indefinidamente grande de semillas. La cubeta contenía un número fini-
to de semillas, pero nosotros no teníamos idea de cuántas, y todo lo que
nos importaba era que su número fuera mucho mayor que la cantidad
con la que estábamos directamente interesados. Me referiré al número
indefinidamente grande de semillas como W o (la razón para utilizar un
subíndice se volverá evidente un poco más adelante). ¿Cuál hubiera sido
la respuesta apropiada en caso de que se nos hubieran acabado las semi-
llas en el curso de una sesión de cálculo? Seguramente hubiéramos ido
por más semillas. Podríamos decir que la nueva provisión indefinida-
mente grande contiene W¡ semillas. Como veremos más adelante, la es-
tructura de los tamaños indefinidamente grandes y más grandes es parte
de lo que da a la noción del tamaño indefinidamente grande la riqueza
que finalmente produce nuestras intuiciones del infinito conjuntista. Al
llamar la atención hacia esto, estoy llamando la atención hacia un fenó-
meno familiar al que la mayoría de los matemáticos no le ha prestado
mucha atención.
El proceso aritmético más simple que nos permite registrar semillas es
el de la adición -aplicando la operación de sucesor-o El hecho de que
nuestra pila de Wo semillas se pueda agotar es expresable por el hecho de
que el siguiente enunciado, escrito utilizando cuantificadores acotados, es
falso:

(1) ('ífx < woK3y < wo) y = x + 1.


Sin embargo, observe que el siguiente enunciado, el cual refleja nues-
tra práctica de conseguir más semillas cuando éstas se han agotado, es
verdadero:

(2) ('ífx < woK3y < w¡) y = x + 1.

Podríamos haber empezado con W¡ semillas, en vez de con wo, y podría-


mos haber registrado todas las semillas de W¡. Pero entonces simplemen-
te hubiéramos tenido que conseguir W2 semillas:

(3)

Parece que nos vemos forzados a entrar a una sucesión infinita de


enunciados como (2) y (3), pero de hecho no. Los enunciados como (2) y
284 DE AQUÍ AL INFINITO

(3) son más que superficialmente similares. Sabemos que Wo es un núme-


ro indefinidamente grande con respecto a nuestros presentes intereses,
pero nada nos dice cuán grande es -si pudiéramos poner un límite
superior al tamaño de Wo, esto mostraría que Wo no era indefinidamente
grande en el sentido relevante-o ASÍ, W¡ podría perfectamente bien ha-
ber desempeñado el papel de W o. Análogamente, W2 podría perfectamente
bien haber desempeñado el papel de W¡. Los w son, en cierto modo,
indiscernible s (véase el lema 3.1 que aparece más adelante). Cuando
codificamos esta intuición acerca de lo indefinidamente grande, (3)
resulta ser una consecuencia lógica de (2) y de nuestros axiomas acerca
de los números indefinidamente grandes, no un hecho adicional. De
manera similar, dado w3 ,

(4)

será una consecuencia lógica de (2) y de nuestros axiomas acerca de los


números indefinidamente grandes, y así sucesivamente para, según pare-
ce, tantos pasos como queramos. La estructura en capas de los tamaños
indefinidamente grandes indiscernibles es lo que permite a las matemá-
ticas finitas tener contrapartes para la totalidad de las matemáticas infi-
nitistas ordinarias.
Es importante destacar que en el marco de la argumentación para la
indiscernibilidad ya hemos hecho uso de cuatro números indefinida-
mente grandes, Wo, W¡, W 2 Y W 3, pero no más que eso. Si para dar sentido a
las matemáticas finitas se requería que postuláramos alguna clase de poten-
cia para poder continuar siempre desde algún conjunto ya dado de nú-
meros indefinidamente grandes a uno nuevo y más grande, entonces por
ese mero hecho estaríamos comprometidos con alguna clase de infinito
potencial.
La indiscernibilidad de los tamaños indefinidamente grandes consti-
tuirá una parte crucial de la teoría del tamaño indefinidamente grande.
La indiscernibilidad es tan inherente al modo en el que ordinariamente
conceptualizamos los tamaños indefinidamente grandes, que usualmen-
te no distinguimos en absoluto los diferentes tamaños indefinidamente
grandes: aun cuando fácilmente podemos ver que el tamaño indefinida-
mente grande depende del contexto, frecuentemente actuamos como si
no lo fuera, como si un zillion fuera un zillion, independientemente del
contexto. La eliminación de la dependencia del contexto conduce al infi-
nito. En términos menos abstractos, aunque un poco menos precisos, el
pensamiento de que el número de granos de arena en la playa podría
también ser infinito para muchos propósitos prácticos es lo que conduce
DE AQUÍ AL INFINITO 285

al concepto del infinito (cuando ignoramos la restricción para


prácticos particulares)o

técnica. La indiscernibilidad tiene como resultado que


podamos renombrar a los w en cualquier enunciado verdadero, en tanto
que el renombramiento preserve el orden de los subíndices o El efecto
es muy parecido al de la ambigüedad sistemática de la teoría de los
tipos de Russell (véase el apartado IVol). En la teoría de los tipos las
definiciones más complicadas son de orden más alto, y se requieren
tipos más altos para los objetos con definiciones apropiadamente com-
plicadaso De manera similar, en las matemáticas finitas los enunciados
más complicados, aquellos con más alternancia de cuantificadores,
requerirán de más Wo Así como no podemos cuantificar a través de los
tipos y órdenes en la teoría de los tipos, tampoco podremos cuantificar
sobre los Wo
La gran utilidad de la ambigüedad sistemática era, dada la funda-
mentación para el sistema de Whitehead y RusseIl, una especie de feliz
accidente oLos diferentes órdenes y tipos son genuinamente diferentes,
y no hay razón para que los modos en que se asemejen entre sí sean
más importantes que la manera en la que difieren oUn síntoma de esto
es que nada en la teoría de los tipos bloquea la adición de leyes que sean
específicas para uno u otro tipo u orden, ya que tales leyes impedirían
el uso de la ambigüedad sistemáticao En nuestro caso, el principio aná-
logo -la indiscernibilidad del orden de los w-- desempeña un papel
muy importante: es uno de los principios constitutivos del uso de los
sucesivos tamaños indefinidamente grandes o

Ahora veamos cómo podremos eliminar la dependencia del contexto


de una manera un poco más precisao Los enunciados (2), (3) y (4), los
cuales son equivalentes, son nuestras contrapartes para el siguiente
enunciado:

(5) (\ix)(3y)y=x+l

de la aritmética ordinaria o El enunciado (5) (junto con otras partes de


la aritmética elemental) garantiza que haya una cantidad infinitamen-
te grande de números, por lo que va más allá de la aritmética finitao
Este enunciado es obtenido del enunciado (2) por el proceso que he
estado llamando "de extrapolación"o Sintácticamente, el proceso es tri-
vial -simplemente suprimimos los límites Wo y W¡-o Además, es igual-
mente trivial regresar del enunciado (5) a los enunciados (2), (3) o (4):
para regresar de un enunciado de la aritmética ordinaria a un enunciado
286 DE AQUÍ AL INFINITO

de la aritmética finita simplemente proporcionamos crecientes w, elegi-


dos arbitrariamente, para acotar a los cuantificadores.
El proceso de extrapolación -de suprimir los w que sirven como
cotas- es el análisis formal que propongo para lo que realmente hace-
mos: no prestamos atención a las diferencias entre las cotas, las cantida-
des indefinidamente grandes. Hay un sentido trivial en el cual la elimina-
ción de las cotas es meramente una cuestión de conveniencia, puesto
que éstas pueden proporcionarse de nuevo de una manera simple y auto-
mática; sin embargo, ¿cómo debemos entender el efecto de la supresión
de las cotas cuando tomamos seriamente a la teoría que las excluye, no
como una mera abreviación? Pienso que el efecto de eliminar las cotas se
comprende mejor si lo consideramos como el resultado de igualar todas
las cotas. Cuando todas las cotas sobre los cuantificadores son iguales,
todos los cuantificadores tienen el mismo dominio, el universo, el cual
entonces no necesita ser explícitamente desplegado, así que las cotas
desaparecen de la notación. Observe que la teoría extrapolada no es sino
un caso especial de la teoría dentro de las matemáticas finitas: el caso
especial en el que las cotas son asumidas como iguales.
La teoría extrapolada no es una desviación de la teoría no extrapolada
-es decir, una teoría genuinamente nueva-, sino una mera versión de
ésta en la que se han impuesto restricciones adicionales, consistentes en
que cierta dependencia -la relacionada con las cotas- toma su forma
menos complicada. Sin embargo, igualar las cotas equivale a hacer que
la extrapolación de que podemos comenzar con tantas semillas que nun-
ca necesitemos más. Por supuesto, ésta ya no sería una pila de semillas
indefinidamente grande -sería infinitamente grande-o La teoría no
cambia mucho a causa de la extrapolación, pero la clase de sus modelos
sí cambia de una manera importante: la clase de los modelos de la teoría
extrapolada excluye los modelos finitos.
El ejemplo de una teoría de lo indefinidamente grande que he propor-
cionado es muy especial en dos aspectos. El primero es que está relacio-
nado solamente con números. Cada w del ejemplo anterior era un
número. Pero realmente no funcionaba como número: la intención era
que Wo determinara cuáles números estaban disponibles en la primera
etapa -los números menores que W o- . Los otros w desempeñaban
papeles similares. Sin la relación "menor que" o algo parecido, no hubié-
ramos podido utilizar un elemento de nuestro dominio -un número-
para especificar una colección de números disponibles. En general, las
entidades indefinidamente grandes no serán elementos de un dominio,
sino subconjuntos indefinidamente grandes de un dominio que sirven a
su vez como subdominios indefinidamente grandes de cuantificación. En
la mayoría de las teorías, un subconjunto del dominio debe ser tratado
DE AQUÍ AL INFINITO 287

como un predicado del dominio. De aquÍ en adelante cambiaremos casi


completamente de los números indefinidamente grandes -los w-- a los
predicados indefinidamente grandes -los n-o En nuestro ejemplo, el
predicado no se aplicará a los números menores que Wo en la vieja nota-
ción, y así sucesivamente. Tales predicados para los dominios indefini-
damente grandes pueden ser agregados a cualquier teoría matemática,
cualquiera que sea su carácter.
Una vez que nos trasladamos desde el número W o indefinidamente
grande a la colección indefinidamente grande de los números no se
vuelve posible comenzar con una colección indefinidamente grande
que no es un segmento inicial de los números. Éste es el segundo sen-
tido en el que el ejemplo es especial. Una vez que nos movemos más
allá de la adición, a la multiplicación y a la exponenciación, la "cube-
ta" de números con la que empezamos no necesita ser -y, de hecho,
naturalmente no se le considera aSÍ- un segmento inicial de los núme-
ros. Por ejemplo, empleamos sin dificultad el número 10101010 , pero
seguramente no todos sus predecesores. En las matemáticas finitas de
la teoría de conjuntos podemos aprovechar una posibilidad paralela:
habrá colecciones indefinidamente grandes de conjuntos que conten-
drán algún conjunto a sin contener la totalidad de los elementos de a;
es decir, las colecciones indefinidamente grandes no serán transitiva-
mente cerradas.
¿ Cómo es posible axiomatizar una teoría de tamaño indefinidamente
grande? Existen dos evidentes problemas: la dependencia del contexto
de la noción de tamaño indefinidamente grande y la necesidad de evitar
presupuestos infinitistas. Los esquemas, interpretados como se sugirió
en el apartado VI.3, parecen como hechos a la medida para este trabajo.
De hecho, utilizamos el axioma que dice que W o es indefinidamente
grande,

(6)

donde Xo es una variable esquemática que puede ser reemplazada por cual-
quier numeral, como un ejemplo de cómo tomar a los esquemas (véase el
apartado VI.4). Un esquema no implica que todo enunciado de la forma
especificada sea verdadero. Más bien expresa el compromiso de que cual-
quier enunciado realmente dado, de la forma especificada, es verdadero. Si
el esquema (6) es interpretado de esta manera, esto hace que Wo sea mayor
que cualquier número particular que sustituyamos. Ésta es sólo una forma-
lización de una parte de lo que queremos significar cuando decimos que Wo
es indefinidamente grande - Wo es mayor que cualquier cosa que esté
inmediatamente disponible para nosotros-o Puesto que realmente no
288 DE AL INFINITO

podemos sustituir una cantidad infinitamente grande de números en el


esquema, podemos requerir que ú)o sea un número natura1. 10
Los esquemas nos permiten formalizar los aspectos esenciales de la
dependencia del contexto de la noción del tamaño indefinidamente gran-
de, debido a que los compromisos que produce un esquema son ellos
mismos dependientes del contexto de una manera relevante:
diferentes conjuntos (finitos) de ejemplos de varios esquemas para dife-
rentes propósitos.
Nada acerca de los esquemas nos compromete con la existencia de
una cantidad potencialmente infinita de ejemplos de éstos: no está sien-
do postulada ninguna capacidad para continuar. Si de cualquier manera
continuamos, el esquema simplemente nos dice algo acerca de cómo de-
bemos continuar. En resumen, los esquemas restringen la manera en la
que podemos continuar, pero no imponen el requerimiento de que debe-
mos continuar. (Compare esto con las observaciones que aparecen en el
apartado VI.3 respecto a la aceptación de los esquemas, y con las obser-
vaciones del apartado VH.4 respecto al esquema del axioma de reempla-
zo de la teoría de conjuntos completa y esquemática de segundo orden.)
En general, los esquemas no involucran afirmaciones universales infini-
tistas encubiertas; por lo tanto, podemos utilizarlos libremente en la
axiomatización de las matemáticas finitas. Cada teoría axiomática den-
tro de las matemáticas finitas será presentada utilizando esquemas, y
así, puesto que los esquemas no nos comprometen con la verdad de una
cantidad potencialmente infinita de ejemplos, sino más bien con la ver-
dad de la cantidad finita de ejemplos a los que realmente recurramos, los
sistemas de axiomas en los que estaremos interesados serán conjuntos
de una cantidad finita de ejemplos de esquemas de axioma.
Ahora que hemos bosquejado la imagen básica, discutiré con mayor
detalle la relación que tiene con el CQntexto lo indefinidamente grande.
En algunos contextos comparativamente complejos podemos colocar
cotas superiores al número de granos de arena en la playa y al número
de estrellas en el cielo. Ello sólo demuestra que estos números no son
indefinidamente grandes con respecto a estos contextos. Podemos inclu-
so nombrar el número exacto de estrellas en el cielo, no sólo dar una
10 Mycielski sugirió (1986, p. 61) que una teoría finitista de la clase que él propuso "es
interesante sólo si la teoría misma es considerada como un proceso de formación de axio-
mas y teoremas, no como un objeto realmente infinito". También sugiríó que se desarrolla-
ra esta idea haciendo uso de esquemas como reglas de demostración. Estas sugerencias
fueron el origen de mi interés en los esquemas. A pesar de esto, las nociones de "proceso de
formación" y de "regla de demostración" desempeñan sólo un papel incidental en mi inter-
pretación de los esquemas, y me enfoco más sobre los objetos con los que está comprome-
tida una teoría que sobre el uso formal de axiomas para demostrar teoremas. Además, en
claro contraste con la postura que adoptamos aquÍ, Mycielski consideró que los esquemas
involucraban un compromiso con lo potencialmente infinito.
DE AQUÍ AL INFINITO 289

cota superior para éste (yo simplemente lo denomino "el número de


estrellas en el cielo").!! El punto es que en los contextos no complejos, en
los que el número cuenta como indefinidamente grande, no podemos
acotar el número de estrellas en el cielo en una notación canónica -don-
de lo que cuenta como canónico depende del contexto.
"Indefinidamente grande" es una noción que depende de cierta idea de
disponibilidad de los objetos matemáticos -por ejemplo a través de su
descripción en una notación canónica- que pudieran ser considerados
como primitivos. La disponibilidad no será parte de nuestra versión ofi-
cial de las matemáticas finitas, pero de cualquier manera vale la pena
dar una explicación semiformal de ésta, tanto para propósitos de dar
sustento como para esclarecer qué clase de dependencia del contexto
está siendo utilizada.

Observación técnica. Si permitiéramos una noción apropiada de la


disponibilidad en el metanivel, las matemáticas finitas podrían ser for-
malizadas sin el uso de esquemas. Ordinariamente evitamos los esque-
mas reemplazando cada uno con el conjunto de todos sus ejemplos.
En nuestro caso lo que haríamos sería reemplazar cada esquema con
el conjunto de todos sus ejemplos disponibles. Pienso que el uso de
esquemas es considerablemente más natural. La presente observación
está dirigida a aquellos que, como Quine (1961, capítulo 6), conside-
ran a la formalización en el sentido convencional como crucial para
evaluar los compromisos ontológicos de una teoría.

Determine un conjunto (finito) A de objetos disponibles y un conjunto


(finito) F de funciones de disponibilidad, posiblemente multivaluadasY
Un conjunto S es indefinidamente grande (sobre A y F) si A ~ S, es decir,
si todo lo que está disponible está en el conjunto. Cada uno de los n es
indefinidamente grande en este sentido. Además, cada n subsecuente a
no es indefinidamente grande con respecto a no, lo cual significa que
incluye a no y al conjunto de cosas que están disponibles en virtud de la
disponibilidad de los elementos de no. Las cosas disponibles en virtud de
la disponibilidad de los elementos de no son precisamente aquellas que
pueden ser obtenidas de los elementos de no a través de las funciones de
disponibilidad. (En nuestro ejemplo anterior, la función de disponibili-

¡¡ Aquí no está a discusión la vaguedad, así que la ignoraré.


12 Habrá ocasiones en las que consideremos que si x está disponible, entonces al menos
uny que tiene alguna relación con x está disponible, sin fijar uny en particular. Por lo tanto,
en vez de requerir que los elementos de F sean funciones, permitimos que sean "funciones
multivaluadas", donde una función multivaluada es sólo una relación n + 1-aria R, tal que el
enunciado (lix¡)"'(lix")(3x"+¡) R(x¡, ... , x"' x,,+¡) es válido en el dominio de interés.
290 DE AQUÍ AL INFINITO

dad era la función sucesor, la cual condujo al requerimiento de que el


sucesor de todo elemento de no estuviera en cualquier n subsecuente.)
Un conjunto T es indefinidamente grande con respecto a un conjunto S
(sobre A y F) si A ~ T, S ~ T, Y si para toda función multivaluada n-aria [
en F y toda n-ada x de elementos de S, alguna y, tal que [(x, y) sea válida,
está en T. Es decir, un conjunto T es indefinidamente grande con respec-
to a un conjunto S si todo lo que est[a disponible en virtud de la disponi-
bilidad de los elementos de S está en T. 13 Las condiciones que acabamos
de discutir son necesarias para el tamaño indefinidamente grande, pero
es importante tomar nota de que no son suficientes, puesto que no toma-
mos en cuenta la indiscernibilidad. Daré un tratamiento axiomático
completo del tamaño indefinidamente grande en el apartado 3 de este
capítulo.
Los únicos conjuntos indefinidos que tomaremos en consideración
son conjuntos indefinidamente grandes. Por lo tanto, cualquier restric-
ción de la disponibilidad que surja tomará la forma de "Este conjunto es
tan grande que ... ". Cuanto más restricciones haya, más grandes deben
ser nuestros conjuntos indefinidamente grandes. ASÍ, siendo liberales
respecto a lo que permitimos en A y F, tenderemos a asegurar que sea
razonable pensar en nuestros conjuntos "indefinidamente grandes" en
sentido técnico como objetos realmente grandes en sentido intuitivo.
La principal clase de disponibilidad que consideraremos para propósi-
tos de motivación es la disponibilidad epistémica con respecto a un pro-
pósito particular: discurso, estado del conocimiento o cosas parecidas.
En congruencia con la política de liberalidad, no restringiremos nuestra
noción de disponibilidad epistémica a que sea alguna noción fuerte de
conocimiento, acceso de re o cosas por el estilo.
Los n indefinidamente grandes crecientes representan grados de dis-
ponibilidad: si no es el primer conjunto indefinidamente grande bajo
consideración y nI es el segundo, entonces no es indefinidamente grande
con respecto a lo que está realmente disponible, mientras que nI es inde-
finidamente grande con respecto a lo que está realmente disponible y
también con respecto a lo que estaría disponible en virtud de la disponi-
bilidad de lo que está en no. ASÍ, los n con subíndices más altos incluyen
cosas que están disponibles para un grado menor. Es un error pensar
que todos los elementos de no están disponibles. Todo lo que se deduce
de nuestra concepción de no como indefinidamente grande es que, si
alguna cosa está disponible, entonces está en no, no lo inverso. De hecho,

13 El fastidio de tener dos conjuntos separados A y F puede evitarse a costa de un poco de


claridad, permitiendo funciones multivaluadas O-arias en F y definiendo como indefinida-
mente grande a un conjunto si éste es indefinidamente grande con respecto al conjunto
vacío.
DE AQUÍ AL INFINITO 291

lo inverso, o cualquier condición que pudiera servir para excluir elemen-


tos de 00' estaría en contradicción con nuestra concepción de 0 0 como
indefinidamente grande.
Hacemos la suposición razonable de que están disponibles los objetos
que realmente denotamos por medio de términos cerrados en nuestra
notación básica. En nuestro principal ejemplo de la disponibilidad -la
disponibilidad epistémica- esta suposición es claramente razonable.
ASÍ, por ejemplo, el esquema (6) conlleva el supuesto de que cualquier
número cuya notación empleamos está disponible, es decir, está en A.
Por ejemplo, para extender nuestro tratamiento de la aritmética ele-
mental para incluir a la adición requerimos que la adición (binaria) sea
una función en F. En este caso, con el fin de que 0 1 sea indefinidamente
grande con respecto a 00' cada suma de (dos) elementos de 0 0debe estar
en 0\. Si de este modo se ve que x + y está en 0\ -esto es, como resulta-
do de ver que x y y están en 00-' entonces x + y no será visto en 0\ hasta
después de que se vea que x y y están en Oo. (Nada en el ejemplo requiere
que x + y no estén disponibles de un modo más directo. Si así fuera, esto
podría demostrar que x + y están en Oo. Puesto que 0 0 está incluido en
0\, la afirmación de que x + y está en 0\ todavía sería válida.)
Como acabamos de ver, el orden en el que las cosas se introducen a los
no impone necesariamente restricciones sobre el orden temporal en el que
°
las cosas pueden volverse disponibles. No hay razón alguna por la que no
podamos considerar a algunos elementos de A -y por tanto de 00- des-
°
pués de haber hecho uso de algunas cosas de 0\. El orden de los no es
un orden temporal.
Ahora daré dos ejemplos para hacer más clara la idea de los grados de
disponibilidi3-d. Primero presentaré un ejemplo no matemático. Supon-
gamos que las estrellas que están disponibles para el grado O (en una
determinada noche) son aquellas que un amigo suyo le señala apuntando
hacia ellas. Entonces las estrellas que están disponibles para el grado 1
podrían ser aquellas que le indica su amigo describiendo sus posiciones
en relación con las estrellas disponibles para el grado o: "¿Ves esa estre-
lla? (Señala hacia una estrella.) Ahora encuentra el triángulo equilátero
de estrellas justo debajo de ella y mira a la que está situada en el vér-
tice". La estrella situada en el vértice es la que está disponible para el
grado 1.
Las estrellas con el siguiente grado de disponibilidad -el grado 2-
incluirán a las estrellas indicadas con referencia a las estrellas del grado
1: "¿Recuerdas el triángulo? Pues ahora mira la tenue estrella localizada
más o menos en el punto medio de la base". La estrella en el punto
medio de la base está disponible para el grado 2. Como en el caso ante-
rior, el grado 2 incluye al grado 1, el cual a su vez incluye al grado O.
292 DE AL INFINITO

La estrella en el vértice, la cual está disponible para el grado 1, tam-


bién podría haber sido señalada directamente, lo que la convertiría en
una estrella disponible para el grado O. No obstante, la descripción dada
establece que dicha estrella sólo esté disponible para el grado 1. En el
ejemplo, la disponibilidad del conjunto A incluye a las estrellas que fue-
ron señaladas, y el conjunto F de funciones de disponibilidad i;:¡cluye
cosas tales como: a) una función que asocia cada estrella con un triángu-
lo equilátero visible de estrellas con base horizontal debajo de ella con la
estrella que hay en el vértice del triángulo, b) funciones similares para
los otros dos vértices del triángulo y e) una función que asocia cada par
de estrellas con una estrella tenue situada cerca del punto medio de la
línea visual entre ellas, cuando tal estrella exista. 14
y ahora presentaré un ejemplo matemático. Podemos fijar de varios
modos un vocabulario descriptivo para una teoría matemática. Por
ejemplo, el conjunto de símbolos de las constantes y funciones del len-
guaje de la teoría funcionaría como vocabulario descriptivo, y también
desempeñaría este papel el conjunto de fórmulas que definen a los indi-
viduos y a las funciones.
Dado un vocabulario descriptivo finito, podemos considerar a cada
grado de disponibilidad como el conjunto de objetos denotados por
expresiones de longitud menor que algún límite numérico. Los límites
mayores, los cuales permiten expresiones de mayor longitud, se utilizan
para grados más altos. También podríamos considerar a cada grado
como el conjunto de objetos que pueden ser generados o representados,
en cualquiera de varios sentidos, por programas apropiados de computa-
dora, de longitud menor que una dada previamente, con longitudes
mayores utilizadas para los grados más altos.
Supusimos anteriormente que un objeto está disponible si realmente
lo hemos denotado por medio de un término cerrado en nuestra nota-
ción básica. Esta suposición se puede expresar, en términos de nuestra
presentación semiformal, de la siguiente manera: Siempre que conside-
remos a un conjunto finito de axiomas de cualquier teoría matemática T,
antes que nada requeriremos que todos los objetos denotados por los
símbolos de constante que aparezcan en los axiomas estén en A, y que
todas las funciones denotadas por los símbolos de función que aparez-
can en los axiomas estén en F. Además, requeriremos que la denotación
de todo término cerrado que aparezca en los axiomas esté en A, y que las
funciones multivaluadas cuya existencia es asegurada por los axiomas
estén en F.15 Cada teoría matemática conducirá al requerimiento de que
14 No importa lo que hagan la funciones cuando las descripciones relevantes no se apli-
can. Para la propiedad de estar definido, permitamos que evalúen a la Estrella Polar.
15 Por ejemplo, si un axioma tiene la forma (\fx)(3y)q,(x, y), entonces habrá una función
DE AL INFINITO 293

ciertos objetos y funciones multivaluadas estén en A y F. Esto dará como


resultado que no sea requerida dentro de las matemáticas ninguna refe-
rencia explícita a la noción de disponibilidad, o a A y F.
Es crucial para las matemáticas finitas de lo indefinidamente grande
que nunca se prohíba agregar elementos adicionales apropiados a A y
en parte debido a que diferentes contextos pueden crear la necesidad
de elementos diferentes de A y F. Suponga que A,F es una restricción y
que A' es otra. Cualquier cosa que sea indefinidamente grande, o inde-
finidamente grande con respecto a algún conjunto bajo la restricción
combinada A U A', F U F ' , será indefinidamente grande, o indefinidamen-
te grande con respecto al conjunto bajo cada una de las restricciones A,F
y A',F' separadamente. Este hecho nos permitirá ensamblar sin proble-
mas los resultados de las matemáticas finitas que provengan de diferen-
tes contextos.
Las matemáticas finitas son un complemento, no un sustituto de las
matemáticas ordinarias, a pesar de la posibilidad de una interpretación
eliminatoria. El objetivo de esta complementación es esclarecer las intui-
ciones preformales que han conducido a las matemáticas ordinarias, o al
menos aquellas intuiciones que han conducido a la teoría ordinaria de
conjuntos. (Otras partes de las matemáticas, aun cuando tengan contra-
partes dentro de las matemáticas finitas, pueden tener otras fuentes,
intuitivas o sistemáticas, y por lo tanto pueden requerir un análisis inde-
pendiente.) Espero que una mejor comprensión de las intuiciones que
yacen detrás de la noción de colección combinatoria será de ayuda para
resolver al menos algunas de las cuestiones que asuelan a la teoría de
conjuntos. Puede haber fructíferas extensiones de las matemáticas fini-
tas de la teoría de conjuntos, extensiones que proporcionen respuestas
que, por extrapolación, respondan importantes preguntas de la teoría
ordinaria de conjuntos, que estén bien fundamentadas y que, en forma
extrapolada, puedan ser universalmente aceptadas como nuevos axio-
mas de la teoría de conjuntos.
También es posible que pueda haber extensiones fructíferas de las ma-
temáticas finitas de la teoría de conjuntos, extensiones que nos propor-
cionen respuestas que, por extrapolación, respondan importantes inte-
rrogantes sobre la teoría ordinaria de conjuntos, que no extrapolen para
producir los correspondientes axiomas de la teoría ordinaria de conjun-
tos -no porque las versiones extrapoladas no sean convincentes (pienso
que éste nunca podría ser el caso), sino porque simplemente no existen

multivaluada f en F tal que (\fxy) (f(x, y) -¿ cp(x, y» es válida. De hecho, para propósitos
matemáticos siempre será más simple reemplazar cada función multivaluada con una uni-
valuada, una función de Skolem. Haremos eso después de esta sección, ya que por el
momento estoy analizando lo que en principio es posible permitir.
294 DE AQUÍ AL INFINITO

versiones extrapoladas debido a que, por ejemplo, los subíndices de los


n de los axiomas no están en orden creciente-o Tal estado de cosas
constituiría un argumento en favor de la interpretación eliminatoria; es
decir, en favor de la sustitución de las matemáticas finitas de la teoría de
conjuntos por la teoría ordinaria de conjuntos, al menos para algunos
propósitos, puesto que habría, ex hypothesi, importantes axiomas y
resultados de las matemáticas finitas que no tendrían contrapartes infi-
nitistas (compárese con Burgess, 1983). Sin embargo, todavía no es el
momento de tomar en serio esta posibilidad.
¿Por qué debiéramos considerar legítima a la extrapolación? Es decir,
¿por qué debiéramos considerar la posibilidad de trasladarnos de la teo-
ría de conjuntos finita a la teoría de conjuntos infinitista ordinaria como
algo justificable? En ausencia de una teoría de conjuntos finita que
incorporara lo indefinidamente grande, los creadores de la teoría de con-
juntos tenían a la teoría ordinaria de conjuntos como la única opción
para dar sentido a sus intuiciones; sin embargo, nosotros también dispo-
nemos de la teoría de conjuntos finita. ¿Por qué no debiéramos pensar
que, aun cuando alguna vez estuvo justificado apoyar a la teoría ordina-
ria de conjuntos, ya no está justificado considerarla como algo más que
una conveniente abreviación en la que los n son suprimidos, pues ahora
podemos ver lo que estaba acechando detrás de las razones que tenía-
mos para aceptarlos?
Una importante razón para considerar seriamente la extrapolación
está implícita en la discusión anterior sobre la posibilidad de la existen-
cia de nuevos principios de la teoría de conjuntos finita que no extrapo-
lan. No conocemos ninguno de tales principios. Todo lo que sabemos
acerca de la teoría de conjuntos finita es de una forma que extrapola (o
una consecuencia de cosas que hacen esto); es decir, de acuerdo con
nuestro actual estado de conocimientos, los n no desempeñan papel ma-
temático alguno. 16 Así, por razones metodológicas, sería un error reque-
rirlos: no debiéramos abrumar a nuestras teorías con tecnicismos inne-
cesarios. Ésta es una máxima metodológica que hemos visto operar a lo
largo de la historia de las matemáticas. Yo creo que ésta es la razón que
se encuentra detrás del hecho de que los incrementos en el rigor metodo-
lógico ocurren sólo cuando éstos son requeridos para el avance de la
materia bajo estudio. En otras épocas tales incrementos en el rigor eran
considerados -cuando alguien se molestaba en proponerlos- como un
fastidio injustificado que servía "únicamente para ocultar la verdad y

16 Como se verá claramente en la primera parte del apartado 3, cualquier teorema que
involucre n puede ser derivado proporcionando primero una contraparte extrapolada en
matemáticas ordinarias y después agregando los n al resultado, en el orden apropiado. Los
n aparecen pero no realizan el trabajo de demostración teórica.
DE AQUÍ AL INFINITO 295

para fastidiar al lector" .17 La extrapolación no sólo produce una teoría


más simple -y por lo tanto mejor-, sino que también ayuda a explicar
por qué las clases de enunciados de la teoría de conjuntos finita que no
extrapolan no han desempeñado papel alguno en nuestra teorización.
Después de todo, si la teoría extrapolada no fuera de interes primordial
sería difícil explicar por qué sólo los enunciados que de hecho extrapolan
juegan un papel tan especial. El hecho de que los enunciados extrapolen
constituye en sí un argumento para tomar en serio la teoría extrapolada.
Existe una segunda importante razón para tomar en serio la extrapola-
ción: frecuentemente consideramos la indefinición aparente de una u
otra cantidad como el reflejo epistémico de un hecho objetivo. Como lo
explicaremos en detalle en la segunda parte del apartado 3, dentro de
cada n sólo hay una cantidad finitamente grande de números reales,
números que podríamos considerar como indefinidamente cercanos. Los
n más grandes incluyen más números reales, y esto permite hacer apro-
ximaciones más finas. Hao Wang (1986, p. 147) dice que constituye parte
de la "historia abstracta" de las matemáticas que "el deseo de realizar
mediciones absolutamente precisas, o más bien indefinidamente perfec-
tibles, conduzca al concepto general del 'número real"'. Ciertamente esta
afirmación es muy correcta, y me gustaría enfatizar la idea de Wang acerca
de una medición indefinidamente perfeccionable (ésta es la clase de cosas
que proporcionan las contrapartes de los números reales dentro de las
matemáticas finitas). Pero consideramos que los valores de las cantida-
des que medimos son objetivos, determinados independientemente de
nuestras mediciones. 18
Constituye un tema fascinante y difícil de la filosofía de la ciencia el
proceso a través del cual llegamos a creer en la objetividad, y una ade-
cuada discusión de esto requeriría de un libro completo. Sin embargo,
queda bastante claro, a partir de la descripción misma de los valores ob-
jetivos de las cantidades físicas como independientes de nuestras medi-
ciones, que esto no podría haber surgido de manera directa de la expe-
riencia. La medición de un valor tiene un componente epistémico, pero
el valor mismo no.

17 Se aplica una máxima metodológica similar en las ciencias. Rechazamos las versiones
"operacionalizadas" de las teonas físicas, pero aceptamos la existencia de -digamos-los
átomos, debido a que las teorías operacionalizadas están llenas de tecnicismos innecesa-
rios. Haciendo una analogía con nuestra situación, si alguien encontrara un uso positivo
para estos tecnicismos, esto sería una buena razón para tomar en serio las teorías "opera-
cionalizadas", y probablemente arrojaría dudas sobre la existencia de los átomos.
18 Estoy ignorando aquellas mediciones de la mecánica cuántica para las cuales puede
ser controvertida la afirmación de que los valores son independientes de nuestras medicio-
nes. Todo lo que necesito para los presentes propósitos es que haya al menos algunas medi-
ciones de la clase que estoy describiendo. Y esto no es discutible.
296 DE AL INFINITO

La contraparte de los números reales en las matemáticas finitas refleja


muy bien la idea del perfeccionamiento indefinido, pero -puesto que el
efecto de la extrapolación es precisamente eliminar la dependencia de la
situación epistémica- son los números reales extrapolados los que refle-
jan la idea de que existen valores objetivos en el mundo físico, indepen-
dientes de nuestras mediciones y de su precisión. Esto es más
en el caso de los números reales, pero es igualmente válido para las fun-
ciones de los números reales a los números reales, y así sucesivamente a
través de todo el camino ascendente. Por lo tanto, la extrapolación está
legitimada por el hecho de que es la contraparte, dentro de las matemáti-
cas, de lo que consideramos como la relación entre nuestras mediciones
y sus valores objetivos.
Ahora retornemos a discutir las matemáticas finitas sobre las que
están basadas las extrapolaciones. Nada en las matemáticas finitas des-
cansa en el supuesto de que pudiera existir algún objeto matemático más
allá del sentido usual que es interno a las matemáticas ordinarias. Como
dije anteriormente, las matemáticas finitas son simplemente mate-
máticas, y como resultado de esto los múltiples intentos estructuralistas,
nominalistas y platonistas de ajustar la ontología de las matemáticas de
varias maneras pueden aplicarse a las matemáticas finitas en la misma
forma en que se aplican a cualquier otra parte de las matemáticas. Sin
embargo, en el caso de las matemáticas finitas cualesquier instrumentos
que conciernan al infinito se vuelven irrelevantes. Quienes deseen basar
las matemáticas en las intuiciones de percepción concernientes a las
colecciones, únicamente necesitan considerar la intuici[on perceptual
concerniente a las colecciones finitas; quienes deseen basar las matemá-
ticas sobre la estructura de patrones, únicamente necesitan considerar
los patrones finitos; quienes deseen basar las matemáticas sobre inscrip-
ciones de una u otra clase, sólo necesitan considerar una cantidad finita-
mente grande de inscripciones, etcétera.
La posibilidad de sustituir las matemáticas finitas por las matemáticas
ordinarias puede resultar de interés para aquellos nominalistas que hayan
deseado reducir la ontología de las matemáticas a varias clases de obje-
tos cuasiconcretos finitos. De la misma manera, aquellos platonistas que
deseen basar nuestro conocimiento e intuiciones acerca de los dominios
infinitos en nuestra experiencia con patrones finitos concretamente
ejemplificados, pueden encontrar interesante el proceso de extrapola-
ción propuesto aquí: éste puede servir de punto de arranque para elabo-
rar la historia de cómo podemos pasar de los objetos finitos relevantes a
las matemáticas ordinarias que involucran el infinito.
DE AL INFINITO 297

3. LAS MATEMÁTICAS FINITAS DE LO INDEFINIDAMENTE GRANDE

3.1. La teoría general

En la primera parte de esta sección presentaré las matemáticas finitas de


teorías arbitrarias. realidad abordaré sólo las teorías de primer
orden, y pospondré la discusión de la lógica de segundo orden hasta el
apartado IX.5.) También pospondré la discusión de lo que considero
como el caso particular más interesante -las matemáticas finitas la
teoría de conjuntos- hasta el apartado 4, puesto que la teoría general es
un prerrequisito para esta discusión.
Las matemáticas finitas de la teoría de conjuntos están estrechamente
asociadas con -y contribuyen a ilustrar-la concepción combinatoria
que desembocó en la teoría de conjuntos tal como la conocemos. Las
contrapartes en las matemáticas finitas de otras teorías no necesitan
tener ninguna relación "iluminatoria" con nuestros motivos para des-
arrollar dichas teorías. Por ejemplo, actualmente no veo razón alguna
para pensar que las matemáticas finitas de la teoría de grupos sean de
mucha ayuda para hablar acerca de nuestras maneras de pensar acerca
de los grupos.
Sin embargo, la teoría de conjuntos no es el único caso en el que las
matemáticas finitas resultan esclarecedoras: en la segunda parte de esta
sección abordaremos las matemáticas finitas del análisis, y también ve-
remos que las matemáticas finitas de la geometría tienen algunos rasgos
sugerentes. Pero la teoría de conjuntos será el principal caso de interés.
Mycielski (1986) demostró que a cualquier conjunto T de enunciados
corresponde otro conjunto de enunciados Fin(T) con ciertas característi-
cas finitistas. Mi afirmación de que toda teoría utilizada por los matemá-
ticos tiene una contraparte dentro de las matemáticas finitas se basa en
esto (la contraparte de una teoría T es la teoría Fin(T) de Mycielsld). La
teoría Fin(T) será de potencial interés para las matemáticas finitas sólo
si T está axiomatizada por una cantidad finita de esquemas, restricción
que no es tan onerosa como pudiera parecernos: de acuerdo con un teo-
rema de Robert L. Vaught (1967), en un lenguaje finito toda teoría sufi-
cientemente rica que sea axiomatizable (con un conjunto de axiomas
recursivamente numerable) es axiomatizable por un solo esquema. 19 Lo
19 Si T no es recursivamente axiomatizable, entonces tampoco lo es Fin(T). En este caso
Fin(T) no es, en sentido directo, una parte de las matemáticas finitas. La totalidad de las
teorias en que trabajan los matemáticos (en oposición a aquellas en las que trabajan sobre)
son, por necesidad, recursivamente axiomatizables. Los matemáticos efectivamente estu-
dian las teorias que no son recursivamente axiomatizables, pero lo hacen desde el interior
de alguna teoría de fondo, tradicionalmente dentro de la teoría de conjuntos. Dada una
teoria de conjuntos de fondo, las teorias que no son recursivamente axiomatizables simple-
298 DE AL INFINITO

novedoso no es Fin(T), sino el argumento de que Fin(T) puede ser descri-


ta en un metalenguaje que no involucra conjuntos infinitos. Mycielski
simplemente introdujo Fin(T) para una teoría T arbitraria en un trasfon-
do estándar de las matemáticas ordinarias.
Determine una teoría arbitraria T de primer orden. Discutiremos Fin (T)
para esta teoría T. Todo cuantificador de Fin(T) estará acotado por un D
indefinidamente grande, y por lo tanto cada cuantificador tendrá un ran-
go finito. Así, la teoría de lo indefinidamente grande entra en las mate-
máticas finitas de cualquier teoría (los dominios indefinidamente gran-
des sirven como la contraparte de los dominios infinitos). El vocabulario
de Fin(T) es el de T más los símbolos de los predicados unarios Op para
los dominios indefinidamente grandes (donde p es cualquier número
racional),20 más el vocabulario de la lógica de primer orden. No inclui-
mos la igualdad porque se puede presentar de manera más simple por
separado. Escribimos (\Ix E Dp)4> por (\lx)(Op(x) --74» y (::Ix E Dp)4>
por (::Ix)(Op(x) /\ 4». Estas notaciones son ligeramente confusas, puesto
que Dp es un símbolo de predicado unario, no un símbolo de constante, y
debido a que la relación de pertenencia no necesita ser parte del vocabu-
lario de Fin(T). Por ejemplo, escribimos (\lxy E D o)4> por (\Ix E Do)(\ly E
0 0) 4>. A continuación daremos algunas definiciones y enunciaremos
algunos axiomas y después los discutiremos. El lector que no esté intere-
sado en estos detalles matemáticos puede saltarse esta discusión.

mente son consideradas como ciertos conjuntos. Estos conjuntos sí tienen contrapartes
dentro de la teoría de conjuntos finita, así que no se pierde parte alguna de la práctica de
las matemáticas como resultado de las presentes consideraciones.
20 Puesto que ninguno de nuestros trabajos involucrará más que una cantidad finita
indefinidamente grande de conjuntos, el asunto de los números racionales es sólo una con-
veniencia. Podríamos trabajar con n, n', O", ... Los subíndices de número racional simple-
mente nos permiten insertar un nuevo conjunto indefinidamente grande entre dos miem-
bros de nuestra sucesión sin haber hecho un alto para renumerar.
El lector cuidadoso puede objetar que yo he abandonando mi restricción para los obje-
tos finitos por permitir n con subíndices racionales -parece que estoy permitiendo el
conjunto de los números racionales en el metalenguaje-o Esta apreciación es correcta,
pero podemos arreglar fácilmente las cosas: podemos utilizar la reducción de los núme-
ros racionales a los números naturales -con la que estamos familiarizados desde la dis-
cusión de Hilbert presentada en el apartado VI.3- para reemplazar cada subíndice
racional con un par de subíndices de números naturales, y que cada número natural sea.
un objeto finito.
Pero todavía se me podría objetar que he eliminado los números racionales en favor de
la totalidad de los números naturales, la cual es todavía un conjunto infinitamente grande.
Esto no es correcto. Lo que yo dije es que si un símbolo dado es de cierto tipo (un n con un
número racional como subíndice), entonces es un símbolo de nuestro lenguaje. No he
dicho nada que caracterice a todos los símbolos del lenguaje; he proporcionado una prue-
ba para verificar si un símbolo anteriormente dado es un símbolo de este lenguaje. Es
decir, la especificación de los símbolos de predicados es ella misma esquemática. Ésta pue-
de realizarse en PRW, y por lo tanto está libre de cualquier compromiso con el conjunto
infinito de los números naturales, como lo argumenté en el apartado VI.4.
DE AQUÍ AL INFINITO 299

Una fórmula 4> del lenguaje de Fin(T) es regular si está acotada (es
decir, si todos los cuantificadores están acotados por ü) y siempre que
ü q ocurra dentro del alcance de un cuantificador acotado por ü p en 4>,
entonces p < q. En particular,. cuando un cuantificador acotado por ü q
ocurre dentro del alcance de un cuantificador acotado por ü p en una fór-
mula regular, entonces p < q.
Una formula 4> del lenguaje de Fin(T) es una relativización de una fór-
mula ¡f¡ del lenguaje de T si ¡f¡ puede ser obtenida de 4> eliminando todas
las cotas -es decir, cambiando (::Ix E Ü p) y (V'x E Ü p) por (::Ix) y (V'x) para
todas las variables x y subíndices p, siempre que éstos ocurran en 4>--.
Así, una fórmula es una relativización de alguna fórmula si los únicos Ü
que ocurren en ella son cotas de cuantificadores. Las expresiones regular
y relativización tienen definiciones directas primitivas recursivas, así que
pueden ser definidas en PRW.
Cualquier ejemplo de cada uno de los siguientes esquemas es un axio-
ma de Fin(T):2¡

(7)

para cualquier símbolo de constante en el vocabulario de T.

(8)

para p < q y para cualquier símbolo de función f en el vocabulario de T,


donde n es el número de lugares de f.

(9) (V'x E Üp)Üq(x), parap < q.


(lO) (V'x¡, ... , x" E Üp)«V'x E Üq)cp H (V'x E ür)cp),

donde p < q, p < r, q y r son menores que s para todo s tal que Ü s aparece
en 4>, la fórmula cP es regular y las variables libres de cP están entre x,
Xl'·'" x n ·
Los axiomas que acabamos de proporcionar son variantes menores,
no esenciales, de los axiomas de Mycielski. Cambié ligeramente los axio-
mas de Mycielski para que quedara claro que todos los cuantificadores
están acotados y para evitar hacer referencia a la noción de relativiza-

21 Más precisamente, el predicado Fin(T) es válido en cualquier ejemplo de cada uno de


los siguientes esquemas. Fin(T) va a ser considerada como un predicado de enunciados, no
como un conjunto de enunciados, por la obvia razón de que el conjunto sería infinito, y por
lo tanto no podemos utilizarlo. El mismo truco de introducir predicados independiente-
mente de las extensiones conjuntistas también debe ser explotado en otros puntos de nues-
tro desarrollo, pero no lo mencionaremos explícitamente.
300 DE AL INFINITO

ción -puesto que esta noción no es interna a las matemáticas finitas-o


Los cuatro axiomas enunciados hasta ahora proporcionan las condicio-
nes necesarias y suficientes para que los D sean indefinidamente grandes
y para que Dq sea indefinidamente grande con respecto a Dp, siempre que
p < q. Podemos referirnos a ellos colectivamente como los axiomas de lo
indefinidamente grande.
El axioma 7 dice que Dp es suficientemente grande para incluir a los
objetos denotados por los símbolos de constante. En efecto, declara que
estos objetos están en el conjunto A de los objetos disponibles.
El axioma 8 dice que si al,,,,, aH están en Dp , entonces el resultado de
aplicar la función denotada por {a al"'" aH está en D q , para q > p. Esto
tiene el efecto de establecer que cada { está en el conjunto F de las fun-
ciones de disponibilidad; en otras palabras, que si al'"'' aH están en Dp ,
entonces {(al,"" aH) está en cualquier conjunto indefinidamente grande
con respecto a Dp.
El axioma 9 dice que Dq incluye a Dp cuando q > p.
El axioma 10 dice que los D son, en cierto sentido, indiscernibles (véa-
se el lema 1, que aparece más adelante). Suponga que, sin pérdida de
generalidad, q < r. El axioma formaliza la idea intuitiva de que todo lo
que importa respecto a Dq es que es indefinidamente grande. Podemos
reemplazar Dq por Dr más grande sin cambiar la situación respecto a lo
que importa, es decir, sin cambiar la situación con respecto a cualquier
propiedad o/ y objetos Xl,,,,, x H bajo consideración. Si no pudiéramos
reemplazar Dq con algún Dr mayor, esto significaría que había alguna
cota superior a las posibilidades de D q , lo cual es contrario a la idea de
que es indefinidamente grande.
Una fórmula semirregular será aquella que permita bloques de cuanti-
ficadores similares con la misma cota, por ejemplo ('ífxy E Do), y al mis-
mo tiempo requiera que la cota se incremente cuando los cuantificado-
res no sean similares, por lo que ('ífxy E D oK3z E Do) no es permitida. En
detalle: a} la ocurrencia de un cuantificador en una fórmula es general si
dicho cuantificador es universal y ocurre positivamente en la fórmula,22
o si el cuantificador es existencial y ocurre negativamente en la fórmula;
b} la ocurrencia de un cuantificador en una fórmula es restringida si di-
cho cuantificador es existencial y ocurre positivamente en la fórmula, o
si el cuantificador es universal y ocurre negativamente en la fórmula (la

22 Una ocurrencia positiva de un cuantificador es la que ocurre dentro del alcance de un


número par de signos de negación. Una ocurrencia negativa de un cuantificador es la que
ocurre dentro del alcance de un número impar de signos de negación. Para que funcionen
estas definiciones de positivo y negativo, debemos considerar sólo fórmulas sin condicio-
nales o bicondicionales en ellas, puesto que los condicionales tienen una negación oculta
en el antecedente y los bicondicionales tienen condicionales ocultos en ellas.
DE AL INFINITO 301

tenninología fue tomada de la disertación de Herbrand (1930); e) una fór-


mula es semirregular si todos los cuantificadores en ella están acotados
por un D siempre que Dq ocurra dentro del alcance de un cuantificador
acotado por D p , entonces p ~q y p < q si Dq es también la cota de un
cuantificador y las ocurrencias de los cuantificadores acotados por Dp y
Dq son de distintos tipos (es decir, uno es general y el otro es restringido).
Después de este preámbulo podemos definir Fin(T): consiste de los
axiomas 7 al lO, más las relativizaciones semirregulares de los enuncia-
dos contenidos en T.
Los siguientes dos lemas establecen que los D son indiscernible s en el
sentido indicado en el apartado 2.

Lema 3.1 (Mycielski, 1986). Los axiomas anteriores producen:

donde tanto <jJ como <jJ' son regulares, difieren sólo en los D que ocu-
rren en ellas y no tienen ocurrencias de ningún Dq tal que q ~p.

La demostración es esencialmente una inducción directa sobre el ran-


go de <jJ. Puede ser realizada en PRW, y por lo tanto es aceptable como
parte de las matemáticas finitas (véase el apartado VIA).23

Lema 3.2. Los axiomas anteriores producen:

para cualesquiera <jJ y <jJ' semirregulares que difieran sólo en los D que
ocurran en ellas y que tengan ocurrencias sólo de Dq , con q > p.

El lema 2 puede ser probado en PRW.

23 Con más detalle, podemos definir los términos O; 7y P en el vocabulario de PRW, de


manera que: i) u(p, 4>, 4>') es igual a O si p, 4> y 4>' son como se requiere en el enunciado del
lema, e igual al, de no ser así; ii) sip, 4> y 4>' son como se requiere, entonces 7(p, 4>, 4>') es una
demostración como se requiere, y iii) podemos demostrar a ii) en PRW; es decir, p es un tér-
mino tal que p(x, p, 4>, 4>') es igual a O si x es una demostración de un enunciado de la forma
requerida por la conclusión del lema para p, 4> y cfJ, y de otro modo igual al, Y es un teorema
de PRW el que si u(w, x,y) = O, entonces p(7(W, x, y), W, x,y) = O.
La cuidadosa formulación del lema en PRW es difícil de enunciar. No obstante, sí es
posible, después de cierta práctica, leer en el texto el enunciado original que involucra el
uso no esencial de la cuantificación sobre un dominio infinito. En lo que sigue, solamente
observaré que varios teoremas y lemas pueden ser demostrados en PRA, en PRW y en PRS.
Esto es un abuso del lenguaje (lo que quiero decir es que existen reformulaciones apropia-
das que pueden ser demostradas en estas teorías).
302 DE AQUÍ AL INFINITO

Bosquejo de la demostración del le/na 2. Una inducción directa sobre el


rango de </J utilizando el lema 1 demuestra que hay una fórmula regu-
lar ¡f; tal que

es un teorema, donde </J es como en el enunciado del lema 2, y ¡f; difiere


°
de </J sólo en la elección de los y tiene ocurrencias sólo de 0q, con q > p.
Entonces el lema 2 se sigue inmediatamente del lema 1. D

Si la teoría T utiliza la igualdad, entonces Fin(T) incluirá relativizacio-


nes regulares de los axiomas de igualdad:

(11) ('v'x E 00) x =x;


(12) ('v'xy EOo)(x =Y ---7 Y =x);
(13) ('v'xYZ E 0o)(x = y 1\ Y = Z ---7 X = z);
(14) ('v'x¡y¡, ... ,xnYn EOo)(x¡ =Y¡ 1\ ···I\x n =Y11
---7 [(x¡, ... , x 17 ) = [(y¡, ... , Yn»,

para cualquier símbolo [ de función en el vocabulario de T, donde n es el


número de lugares de [; y

(15) ('v'x¡y¡, ... , xnYn E 0o)(x¡ = Y¡ 1\ ... 1\ x n = Y11 1\ P(x¡, ... , x n )


---7 P(y¡, ... , Yn»,

para cualquier símbolo de relación P en el vocabulario de T, donde n es


el número de lugares de P. La motivación para los axiomas 11 al15 es
clara, así que no los discutiremos en detalle.
Ahora puedo demostrar mi aseveración de que todo teorema de T tiene
una contraparte natural en Fin(T):

Teorema 3.3 (Mycielski, 1986). Si </J es un enunciado en el lenguaje de Ty


</J' es una relativización regular de </J, entonces </J es un teorema de T si
y sólo si </J' es un teorema de Fin(T).

Así, la contraparte de un enunciado del lenguaje de T es cualquier rela-


tivización regular de ésta. La situación discutida en el apartado 2 para
un fragmento de la aritmética elemental es perfectamente típica. El teo-
rema 3 puede ser probado en PRW. La demostración es elemental, dada
la correcta axiomatización de la lógica. A grandes rasgos, una demostra-
ción de </J' desde Fin(T) se convierte en una demostración de </J a partir
°
de T cuando los son eliminados, y la otra dirección es una fácil induc-
DE AQUÍ AL INFINITO 303

ción sobre la longitud de las demostraciones. 24 Se deduce del teorema 3


que T es consistente si y sólo si Fin(T) es consistente. Así, el enunciado
que aparece en la sección 2 (aque es probable que las matemáticas finitas
no estén ni más ni menos libres de contradicciones que la mayoría del
resto de las matemáticas") es verdadero en un sentido preciso.
Por sí solo el teorema 3 es inútil: todo lo que demuestra es que Fin(T)
es una teoría matemática ordinaria con la misma clase de estatus que T.
Fin(T) y T son equiconsistentes, y sus teorías probatorias son totalmente
comparables debido al teorema 3. Hasta ahora no hay razón para prefe-
rir una de ellas sobre la otra. En lo que ambas difieren significativamen-
te es con respecto a sus propiedades en la teoría de modelos: Fin(T) tiene
modelos en los que los n demarcan dominios que son indefinidamente
grandes pero finitos en el sentido preciso que utilizamos para motivar los
axiomas 7 al lO.
De hecho, Fin(T) tienen tales modelos si y sólo si T (o, de manera
equivalente, Fin(T)) es consistente, y esto es lo más que podríamos
pedir. Los siguientes teoremas son el paso clave para establecer esto.

Teorema 3.4 (Mycielski y Pawlikowski). T es consistente si y sólo si to-


dos los subconjuntos finitos de las Fin(T) tienen modelos finitos.

Mycielski probó (1986) el teorema 4 en la aritmética de Peano, y Janusz


Pawlikowski mostró (1989) cómo modificar la demostración de Mycielski
para que pudiera ser llevada a cabo en PRW.25 Su prueba demuestra que
(incluso en PRW) hay una función * (no dependiente de T) tal que para
todo conjunto finito S de axiomas de Fin(T), S" es un conjunto finito de
axiomas de Fin(T) tal que S ~ S" y tal que S" es consistente si y sólo si S"

24 Hay una función cuadrática f tal que, dada una demostración de un teorema de T que
contiene n símbolos, hay una demostración de una relativización regular de ese teorema des-
de Fin(T) que contiene como máximo f(n) símbolos. Por lo tanto, si es factible pensar en una
demostración en T, también es factible pensar en la correspondiente demostración en
Fin(T). (Véase, por ejemplo Garey y Johnson, 1979, pp. 6-11, en donde aparece una discu-
sión introductoria de la noción relevante de factibilidad). En la otra dirección, existe una
[unción lineal g tal que, dada una demostración que contiene n símbolos de una relativiza-
ción regular de un teorema de T desde Fin(T), hay una demostración del teorema desde la
T que contiene como máximo gen) símbolos. Estas cotas pueden ser extraídas por medio de
un análisis directo de la demostración de Mycielski del Teorema 3. Estoy en deuda con la
obra de Mycielski (1989), en donde se puntualiza que se requiere el análisis dado en esta
nota para demostrar que T y Fin(T) están tan estrechamente relacionadas, que podemos
extrapolar no sólo teoremas, sino también sus demostraciones.
25 La versión recursiva primitiva exhibe una función que lleva cada cadena que enlista
un conjunto de axiomas de Fin(T) o bien a una derivación de una contradicción desde los
correspondientes axiomas de T o a (un código para) un modelo del conjunto de axiomas de
Fin(T). Resultan superfluas las estipulaciones de que el conjunto y el modelo son finitos,
puesto que todo en PRW es finito.
304 DE AL INFINITO

tiene un modelo finito. El modelo de S'" es a fortiori un modelo de S. Esta ver-


sión del teorema es de interés debido a que sólo se refiere a Fin(T), no a T.
Con base en nuestra convicción de la consistencia de ZFC podríamos
utilizar el teorema 4 para demostrar que todo subconjunto finito de
Fin(ZFC) tiene un modelo finito. Lo ue estoy haciendo es invertir tal pro-
cedimiento. Afirmo que tenemos razón para estar convencidos dé; la con-
sistencia de ZFC, debido a que tenemos una razón autónoma para creer
que las partes finitas de Fin(ZFC) tienen modelos finitos. Podemos perci-
bir que las partes finitas de Fin(ZFC) tienen modelos finitos con base en
nuestra experiencia de lo indefinidamente grande.

Observación técnica. He aquí un bosquejo de la demostración del teo-


rema 4. La dirección de derecha a izquierda es fácil usando el teorema
3, así que discutiremos sólo la dirección de izquierda a derecha. Supon-
ga que T es consistente y sea S un subconjunto finito de Fin(T). Sea A el
conjunto de los símbolos de constante que aparecen en S (si es necesa-
rio, agregue uno, para asegurar que A no esté vacío). Sea F el conjunto
de los símbolos de función que aparecen en S, más los símbolos de fun-
ción de Skolem requeridos para "skolemizar" los enunciados obtenidos
de éstos en S, eliminando los Ü que acotan los cuantificadores. Sea
ü qO '"" ü q" la lista de todos los Ü que aparecen en S, en orden ascenden-
te con respecto a sus subíndices. Para construir el modelo requerido,
sea el conjunto A la interpretación de Ü qO . Sea la unión de la interpreta-
ción de ü q ¡ y el conjunto de todos los términos de la forma f( TI, .. ·, Tk)
con f en F y las T en la interpretación de ü q ¡ la interpretación de Üq¡+l'
Construya interpretaciones para todos los Ü que aparezcan en S, más
uno adicional. La construcción de las interpretaciones de los Ü es como
se requiere para asegurar que cada una sea indefinidamente grande con
respecto a sus predecesores, en el sentido informal del apartado 2. Las
funciones de Skolem que surgen de los ejemplos del axioma 10 aseguran
la indiscemibilidad requerida. (Esta observación es una contribución de
Pawlikowski [1989}. La técnica original de Mycielski para asegurar la
indiscemibilidad no era recursiva primitiva [Mycielski, 1986].) Los
términos de las interpretaciones recién construidas para los Ü forman
el dominio del modelo requerido. Interprete los símbolos de constante
y de función de la manera obvia. (La manera obvia no funciona para
términos de la interpretación del último Ü pero, puesto que ese Ü no
aparece en S, no importa. Asigne de cualquier modo los valores reque-
ridos para las funciones.) Puesto que todo elemento del modelo en
construcciónes un término de Skolem para la teoría T consistente, hay
alguna interpretación de los símbolos de relación que desemboca en
un modelo de S, como se requiere.
DE AQUÍ AL INFINITO 305

Las interpretaciones de los Ü construidos son bastante parecidas a


los modelos parciales que utilizó Herbrand. Pero los modelos parciales
de Herbrand no eran modelos de la teoría que nos interesa: la teoría T.
Este defecto se remedia proporcionando una teoría intermedia,
Fin(T), obedeciendo al teorema 3. (Compárese con Mycielski, 1986, p.
61). El axioma 10 es la clave de la mejora.

Si T tiene modelos infinitos, entonces también los tendrá Fin(T). Más


precisamente, lo que quiero decir es que Fin(T) tendrá modelos en los
que los conjuntos indefinidamente grandes son infinitamente grandes.
Esto se puede probar de manera trivial: cualquier modelo de T, con cada
Ü interpretado como el universo del modelo, es como se requería. La
idea central de las matemáticas finitas no es que sus teorías no tienen
modelos infinitos, sino que tienen modelos finitos. Lo que se requiere
para explicar cómo extrapolamos de lo finito a lo infinito es que haya
modelos finitos apropiados de las teorías de las matemáticas finitas, no
la ausencia de modelos infinitos.
He argumentado ampliamente que las teorías de las matemáticas fini-
tas no involucran un compromiso con el infinito potencial. Ahora pode-
mos precisar más esto. Nuestros compromisos dentro de una teoría
Fin(T) de las matemáticas finitas siempre son consistentes con un enun-
ciado de la forma "existen a lo más n objetos" para algún número natural
n: Sea S el conjunto finito de los axiomas de Fin(T) con el cual estamos
realmente comprometidos, entonces (si S es consistente) S tiene un mo-
delo finito 'fJJ(. con -digamos- m elementos en su dominio. El modelo 'fJJ(.
es un modelo de "existen a lo más m objetos", el cual es, por lo tanto,
consistente con S.
Para reforzar el argumento de que las teorías de las matemáticas finitas
no involucran un compromiso con el infinito potencial, suponga que la
aritmética de Peana es inconsistente y que realmente sólo existe una can-
tidad finitamente grande de números (yo no tomo en serio esta posibili-
dad y no puedo imaginar cómo sería esa situación, pero de todos modos
prosigamos). En tal caso no quedaría nada de las matemáticas clásicas
ordinarias o constructivas. Podríamos reconstruir algunas partes de estas
matemáticas, pero ninguna sobreviviría en su forma original. En contras-
te, sería perfectamente posible que sobrevivieran todas las matemáticas
finitas: Puesto que los esquemas de axiomas sólo tienen una cantidad fini-
ta de ejemplos y la jerarquía de los Ü llega a un tope, la cantidad finita-
mente grande de axiomas con su cantidad finitamente grande de Ü finitos
podría incluso tener un modelo finito perfectamente bueno. 26 Así, las

26 La cantidad finitamente grande de axiomas de la teoría de conjuntos finita podría


306 DE AQUÍ AL INFINITO

matemáticas finitas no son de ninguna manera incompatibles con el


supuesto de que hay solamente una cantidad finita de números, por lo
que seguramente no presupone forma alguna de infinito potencial. Los
presupuestos necesarios de las matemáticas finitas son los del finitismo
liberal, en la terminología presentada en el apartado VI.2. Los il desem-
peñan el papel del límite indefinido discutido en ese apartado, p;:ro hay
un giro inesperado: quienes practican las matemáticas finitas dan por
hecho que las restricciones a la cota pueden cambiar de una manera
dependiente del contexto.
Incluso el teorema 4 no es suficiente para demostrar que la teoría de
modelos de Fin(T) es de interés para nuestros propósitos: para esto
Fin(T) debe tener modelos razonables finitos, no sólo modelos absur-
dosP Algunas teorías infinitistas tienen sólo un modelo razonable -el
modelo buscado-, mientras que otras no tienen modelos irrazonables,
puesto que lo que realmente es de interés son los modelos arbitrarios de
la teoría. Es posible probar el resultado buscado incluso sin una caracte-
rización abstracta de un modelo razonable: 28

Teorema 3.5. Sea.9.n un modelo de T; sea S un conjunto finito de axio-


mas de Fin(T), y sea p tal que ilp (pero no ilq con q > p) ocurra en S.
Entonces S tiene un modelo finito cuyo universo es un subconjunto
finito del universo de 9.n tal que las interpretaciones de los símbolos de
relación, de constante y de función del lenguaje de T en el modelo fini-
to restringido a los elementos de ilp concuerdan con las de 9.n. 29

Así, por ejemplo, cualquier conjunto finito de axiomas de Fin (PA) (PA
es la aritmética de Peano) tiene un modelo que tiene un conjunto finito de
números para su universo y que es tal que la interpretación del signo + en

incluso tener un modelo natural -en el sentido definido en el apartado 4- como una con-
secuencia del teorema 4.1, que aparece más adelante.
27 El teorema 5 es confuso, y la situación es más simple en el caso de interés principal, la
teoría de conjuntos, como lo veremos en el apartado 4. Por lo tanto, usted podría desear
saltarse esto y pasar directamente al final de la siguiente observación técnica.
28 He aquí una propuesta para tal caracterización: Como Richard Montague lo enfatizó
(1965, p. 136), en los casos familiares (en la aritmética de Peana y en la teoría de conjuntos
de Zermelo-Fraenkel) un modelo razonable -el cual en estos casos significa un modelo
estándar en el sentido usual- puede ser caracterizado como un modelo de la teoría refor-
zada obtenida reemplazando los axiomas esquemáticos por sus cerraduras universales de
segundo orden. Esto se puede considerar el procedimiento general.
29 La conclusión es, esencialmente, que el modelo finito de S es una subestructura de 9]/;,
pero esto no es totalmente correcto: el modelo finito tiene relaciones adicionales (Jos il) y,
más sustancialmente, los símbolos de función pueden no comportarse correctamente en los
elementos de su dominio que no están en ilp. Los axiomas de S tienen todos sus cuantifica-
dores restringidos a (Jos subconjuntos de) il1' , así que no dicen nada acerca del resto del mo-
delo. Por lo tanto, los valores de las funciones en los objetos fuera de ilp no son de interés.
DE AQUÍ AL INFINITO 307

los elementos de los conjuntos indefinidamente grandes realmente es la


adición, y así sucesivamente.
El teorema 5 no puede ser probado en PRW. Puesto que el teorema se
refiere a un modelo de T, no puede ni siquiera ser formulado en PRW.
En ausencia de una definición general de modelo razonable, no veo cómo
podemos evitar la referencia a un modelo de T; sin embargo, dada una
teoría T particular, podemos enfocarnos sobre un modelo particular de
interés. En esta clase de escenario, los resultados frecuentemente son
más satisfactorios. Se deduce del teorema 5 que Fin(ZFC) tiene modelos
razonables. Pero, utilizando una demostración adaptada especialmente
al caso de la teoría de conjuntos, podemos probar en PRS que Fin(ZFC)
tiene modelos razonables (véase el apartado 4).

Observación técnica. El teorema 5 es una consecuencia inmediata de


la demostración del teorema 4. En vez de construir un modelo a partir
de los términos de Skolem, como lo hicimos en la demostración del
teorema 4, elija funciones de Skolem en WC y los elementos de los
modelos sean la denotación de los términos de Skolem.

Todavía queda pendiente un detalle. Se supone que los D son indefini-


damente grandes, así que debemos asegurarnos de lo siguiente: Sea S un
conjunto finito de axiomas de Fin(T) que involucra D qO "'" D qn , y sean
Aa, ... , An conjuntos finitos de términos libres de variables en el lenguaje
de T. Entonces deberá haber un modelo finito de S en el cual Dq/ T) es
verdadero para todo término Ten Ai , i = O, ... , n. Esto demostrará que no
existen restricciones sobre lo que está en los D, y por tanto que pueden
ser considerados como indefinidamente grandes. Pero el resultado reque-
rido se sigue inmediatamente del teorema 4 y del hecho de que Dq¡( T) es
una consecuencia lógica de un conjunto finito de axiomas fácilmente
especificado de Fin(T) para cualquier q¡ y término cerrado T.
Esto concluye mi presentación de los rasgos generales de las matemá-
ticas finitas. Y ahora es el momento de considerar algunos ejemplos, los
cuales, espero, harán más claro lo que estamos presentando.

3.2. Algunos ejemplos

El primero no es propiamente un ejemplo, sino una sugerencia respecto


al lugar en donde se pueden encontrar ejemplos. En la física frecuente-
mente modelamos cosas indefinidamente grandes como si fueran infini-
tas: modelamos largas varillas como si éstas fueran infinitamente largas,
para evitar considerar sus extremos; modelamos una nube de partículas
308 DE AQUÍ AL INFINITO

como si éstas estuvieran distribuidas de manera continua, tomando a


nube como si contuviera una cantidad infinita de partículas, en vez de
una cantidad indefinida de éstas, etc. La justificación para aplicar la físi-
ca de una varilla infinitamente larga a un caso concreto es que en dicho
caso se supone que la varilla es lo suficientemente larga como para que
los efectos de sus extremos sean despreciables. En la realidad extre-
mos existen y producen efectos, no como en el modelo formal. Lo que
realmente tenemos en mente cuando utilizamos como modelo la varilla
ideal de longitud infinita es que, independientemente de lo larga que
necesite ser la varilla real para reducir el efecto de los extremos por
debajo de cierto nivel, la varilla es más larga. Si al hacer un experimento
los efectos de los extremos resultaran ser demasiado grandes, no nos ren-
diríamos -buscaríamos una varilla más larga-o La analogía de este
ejemplo con el de la cubeta de semillas del apartado 2 es bastante clara.
Esto sugiere que podría ser fructífero considerar los modelos físicos que
son más precisos, en el sentido de que utilizan lo indefinidamente grande
en vez del infinito; no obstante, no conozco ningún caso en el que exista
una clara ventaja.
Ahora desarrollaré algunas de las matemáticas finitas del análisis. Vale
la pena hacer esto debido a que las contrapartes de las matemáticas fini-
tas de muchas de las ideas básicas del análisis admiten simplificaciones
que las hacen ejemplos ilustrativos de las matemáticas finitas.
No haré intento alguno de proporcionar un tratamiento general que
permita imitar cada parte del análisis basado en la teoría de conjuntos.
De hecho, ni siquiera intentaré esclarecer de qué manera se relacionan
unos ejemplos con otros. Esto no es necesario, puesto que ya ha quedado
claro que es posible darle un tratamiento completamente general: El
análisis contemporáneo puede realizarse dentro de la teoría de conjun-
tos, es decir, dentro de la teoría ZFC. ASÍ, de acuerdo con el teorema 3,
existe una versión del análisis basada en las matemáticas finitas dentro
deFin(ZFC), la cual es una contraparte precisa de la versión usual. Por
supuesto que esto no está restringido al análisis, ya que virtualmente
todas las matemáticas pueden ser desarrolladas dentro de la teoría ZFC
y, por lo tanto, prácticamente todas ellas tienen una contraparte dentro
de Fin(ZFC). Además, la pequeña porción de la práctica matemática
contemporánea que va más allá de ZFC o que contradice al axioma de
elección puede ser manejada dentro de las contrapartes de las matemáti-
cas finitas de las teorías en las que generalmente se manejan.
Comencemos con la noción de límite -la noción que Cauchy convirtió
en el centro del análisis-o Para no complicarnos la vida, consideremos
sólo las funciones de una variable de los números reales a los números rea-
les. La definición moderna de Weierstrass de un límite es como sigue:
DE AL INFINITO 309

El límite de la función { cuando x se aproxima a a es l si para todo E


una otalque para toda x, si Ix - al < oy x =1= a, entonces I{ex) -ll < E.

Si esta definición no es muy clara, téngame un poco de paciencia -la


versión de las matemáticas finitas finalmente resultará mucho más inte-
ligible-. La versión de las matemáticas finitas de la definición de límite
es una relativización regular de la definición que acabamos de dar:

El límite de la función { cuando x se aproxima a a es l si para todo E E


0 0 hay una oE 0 1 tal que para toda x E O 2 si Ix - al < oy x =1= a, enton-
ces I {(x) -11 < E.

Esta definición no tiene mejor aspecto. O más bien tiene peor aspecto.
Pero 0 0 es un conjunto finito y, por lo tanto, tiene un elemento mínimo
-llamémoslo (0- al cual consideramos como una cantidad indefinida-
o
mente pequeña. Puesto que se supone que hay una para cada E en 00'
o
tendrá que haber una o para (o. Pero la que funciona para (o también
funcionará para toda E en 00' puesto que (o es el elemento mínimo. Por
lo tanto, podemos simplificar la definición como sigue:

El límite de la función { cuando x se aproxima a a es l si hay una oE 0 1


tal que para toda x E O 2 si Ix al < oy x =1= a, entonces I{(x) -ll < (o.

Estamos a medio camino: si hay alguna o en 01' como se requiere,


entonces el elemento mínimo de 01' llamado (1' debe ser como se requie-
re. En tal caso la definición tendrá el siguiente aspecto:

El límite de la función { cuando x se aproxima a a es 1 si para toda x E


O 2 cuando Ix - al < (1 Y x =1= a, entonces I{(x) -11 < (o·

La restricción, consistente en que x debe estar en 02' es vacua, puesto


que: a) O 2 es arbitrariamente grande, b} cualquier número real puede
°
estar en ella yc} si agregamos uno no hay subsecuentes que pudieran
requerir ajuste. Por lo tanto, ahora nuestra definición es equivalente a:

El límite de la función { cuando x se aproxima a a es 1 si para toda x


cuando Ix - al < (1 y x =1= a, entonces I{(x) -ll < (o·

Ahora ya estamos llegando a algún lugar. Introduzcamos una notación


para igualdades aproximadas (o adigualdades). Escribiremos x =p y para
Ix - yl < (po Con esta definición, a =0 b significa que a es aproximada-
mente igual a b en el nivel de aproximación O (difieren por menos que
310 DE AL INFINITO

(o), ya = ¡ b significa que a es aproximadamente igual a b en el nivel más


fino de aproximación 1. Ahora simplemente podemos decir:

El límite de la función [ cuando x se aproxima a a es l si para toda x


cuando x =¡ a y x =F a, entonces [(x) =0 l.

La nueva versión es mucho más fácil de comprender que la de Weier-


strass, con la cual comenzamos, aun cuando es tan general como ésta.
Esta última versión dice que el límite de la función [ cuando x se aproxi-
ma a a es l si el valor de [(x) es cercano a l cuando x está muy cerca, pero
todavía es distinta de a.
La relación entre los (y los Ü es un poco indirecta. Podemos simplifi-
carla si comenzamos con una variante de la definición de límite de
Weierstrass dada anteriormente:

El límite de la función [ cuando x se aproxima a a es l si para todo nú-


mero natural e hay un número natural d tal que para toda x si x - al < 1

lid y x =F a, entonces [(x) -ll < l/e.


1

Estamos utilizando, en efecto, l/e en lugar de E, y lid en lugar de O. Si


permitimos que wp sea el número máximo en ü p (en lugar de que ~) sea el
número mínimo) entonces tenemos, de una manera muy parecida a la
anterior, que

El límite de la función [ cuando x se aproxima a a es l si para toda x


cuando x - al < 1/w¡ y x =F a, entonces [(x) -ll < 1/wo·
1 1

La nueva definición todavía no constituye un progreso, puesto que la


relación entre wp y ü p es justo tan indirecta como era la relación entre (p
y üp- Pero ahora sabemos cómo definir números indefinidamente grandes
sin hacer referencia a conjuntos indefinidamente grandes (son con lo
que comenzó nuestra exposición sobre lo indefinidamente grande). Así que
ahora simplemente consideramos a los w como números indefinidamente
grandes por su propio derecho, sin hacer referencia a ningún conjunto
indefinidamente grande. Esto sugiere la redefinición de (p como l/wp'
Después podemos dar las mismas definiciones que antes de las adigual-
dades y de los límites, pero reinterpretadas utilizando la nueva defini-
ción de los (.30
La presente definición de límite y las definiciones de derivada, de irracionalidad y de
30
fueron sugeridas por los artículos de Mycielski (1981a y 1981b). Estos artículos también
[R(p
contienen un desarrollo de una parte suficiente del análisis para dejar en claro que pode-
mos reelaborar la mayor parte del análisis siguiendo las líneas que estoy describiendo. La
DE AQUÍ AL INFINITO 311

Cauchy definió a la derivada como cierto límite. Ahora nosotros po-


demos aplicar nuestra nueva definición de límite para obtener la contra-
parte de la definición de Cauchy en nuestro presente escenario. La si-
guiente definición auxiliar ha demostrado ser útil: para cualquier función
[y cualquier x, dp[(x) es [Cx + (p) [(x). Observe que ésta es una conse-
cuencia de la definición de que dpx = (p' La definición de la derivada de [
con respecto a x ahora simplemente es ésta: 3 ¡

La derivada de [en a es l si d l [ =0 l.
d¡x
Calculemos la derivada de X2 en x = 1 como ejemplo:
2
d¡x (1) = (1 + (¡)2 - F = 2 + (¡ =0 2.
d¡x (¡
La primera igualdad es válida debido a la definición de dI; la segunda
es válida como resultado de la simplificación algebraica, y la tercera,
debido a que (¡ < (oY debido también a la definición de las adigualdades.
A diferencia de la derivación de Newton, la nuestra es perfectamente
rigurosa.
Puesto que sólo estamos tratando con cantidades finitas, podría pare-
cer que únicamente pueden ser estudiados los números racionales; no
obstante, considere la siguiente definición más o menos estándar de irra-
cionalidad:

El número real r es irracional si para todo par de enteros m y n existe un


número real E diferente de cero tal que Ir - ~ I ;::: E.

Esto conduce, de la misma manera como se indicó anteriormente para


la definición de límite, a la siguiente definición de irracionalidad en las
matemáticas finitas:

El número real r es irracional si para todo par de enteros m y n,


motivación dada aquí en términos de una relación con las definiciones de Weierstrass no
está en los artículos de Mycielski, y no sé cómo la consideraría éste. El análisis descrito en
los artículos de Mycielski se presenta sin ninguna clase de "derivación" a partir del más familiar
análisis de Weierstrass. El hecho de que los artículos de Mycielski sobre el análisis apare-
cieran antes que su artículo sobre Fin(T) (Mycielski, 1986) sugiere que fue el análisis el que
condujo a la teoría de lo indefinidamente grande, no al revés.
31 La definición que estoy utilizado es paralela a la definición usualmente dada en los cur-
sos básicos de cálculo. Esta definición de la derivada es la más familiar. Es realmente la defi-
nición de la derivada en una dirección desde la derecha. Se evita una definición más cuida-
dosa en los cursos iniciales debido a que tal definición parece un poco más compleja. De
igual manera, una contraparte de las matemáticas finitas parece un poco más compleja, pero
no hay ninguna dificultad en proporcionarla. Sin embargo, con esto se pierde la bonita apa-
rición de la derivada como una razón de las diferenciales indefinidamente pequeñas.
312 DE AL INFINITO

m =¡ r =? In I > wo.
n
Podemos demostrar, por ejemplo, que la raíz cuadrada de 2 es irracio-
nal por medio de un método familiar (Mycielski, 1981b, p. 632).
Se deduce inmediatamente de la anterior definición de número irra-
cional que (o es racional, mientras que (1 es irracional.3 2 Esto sugiere, en
particular, que podemos considerar que los números racionales son los
números:
-Wo, -(wo - (o), -(w o - 2(0)"'·' -2(0' -(0,0, (0,2(0"'·'
Wo -2(0' Wo -(o, Wo·

Dicho de manera breve, esto sugiere que podemos considerar que los
números racionales son los números entre ±wo, con el intervalo mínimo
igual a (o. También sugiere que podemos considerar que los números rea-
les son los números entre ±w¡, con el intervalo mínimo igual a (1. No obs-
tante, estas definiciones de los números racionales y reales no son muy
buenas, por una razón técnica: el número Wo podría no dividir al número
wl , por lo que, con la definición considerada, los números racionales
podrían no ser números reales. Por lo tanto, utilizamos wo! y w l !, en vez
de W o y W¡, en donde! es el factorial-es decir, n! es: 1· 2 ..... 1). n-o en -
El uso de factoriales asegura que wo! divida a Wl!' tal como es nuestro
deseo. En correspondencia, redefinimos a (p como lIwp!, el cual no nece-
sita ningún otro cambio en ninguna de las definiciones o derivaciones
anteriores. Por supuesto que (p en la definición de la adigualdad debe
reinterpretarse en el nuevo sentido.
Ahora podemos hacer oficiales las consideraciones anteriores. Defini-
mos a [Rp como:

32 He estado utilizando únicamente dos o tres cantidades indefinidamente grandes a la


vez, así que sólo les he asignado subíndices 0, 1 Y 2. En un tratamiento plenamente general,
el número de cantidades indefinidamente grandes no debe fijarse por adelantado, y las dis-
tintas cantidades indefinidamente grandes deben ser indiscernibles en el sentido desclito
en detalle en el apartado 2. Por lo tanto, los teoremas deben ser verdaderos no sólo para Wo
y W¡, sino también para wp y wq , siempre que p < q. Este requelimiento acaba de ser violado
en el texto. En un tratamiento plenamente preciso, la definición de irracionalidad que aca-
bo de dar realmente sería la definición de O,l-irracionalidad, y un número irracional sería
definido corno un número que es p, q-irracional para cualquier p y q. Entonces ?¡, aun
cuando es O,l-irracional, no es 1,2-irracional. La raíz cuadrada de 2 es, por supuesto, p,q-
irracional para cualquier p y q, corno se comprueba demostrando que es irracional para las
letras esquemáticas p y q. Las sutilezas adicionales que estoy describiendo en esta nota no
son necesarias para los ejemplos del texto, así que simplemente las omití.
DE AL INFINITO 313

Entonces lRo es (nuestra contraparte de) el conjunto de los números


racionales, mientras que IR I es el conjunto de los números reales.
Ahora también podemos aceptar el reto de Dirichlet de calcular el área
bajo la función f con valor de Oen los números racionales y valor 1 en los
números irracionales en el intervalo de O al: Hay wI ! números reales
entre O y .33 El área bajo la curva en cada punto racional-donde hay
wo! de éstos- es o. El área bajo la curva en cada punto irracional-don-
de hay WI! - wo! de éstos- es (l· 1. ASÍ,

WI!-W o! = 1- wo! =0 1,
wI ! wI !

donde la igualdad terminal es válida debido a que WI > w0 2 . Incluso la


medida de Lebesgue -la refinada noción del área requerida para enfren-
tar el reto de Dirichlet- es reducida a una suma finita utilizando canti-
dades indefinidamente grandes y pequeñas.
Como ejemplo final, veamos lo que obtenemos en el presente escena-
rio con la demostración usual de que no todo conjunto de números rea-
les es Lebesgue medible. Vale la pena presentar aquí el teorema pues
enuncia que no todo conjunto de números reales tiene una longitud bien
definida, y puede parecer inevitable que todo subconjunto de IR I de
hecho tenga una longitud bien definida. Además, la demostración utiliza
el axioma de elección.
Comenzaré revisando la demostración usual antes de introducir cual-
quier matemática finita. Digamos que dos números reales no negativos
menores que 1 (es decir, que son números reales en el intervalo::::: O y < 1)
son equivalentes si su diferencia es racional. Utilizando el axioma de
elección, elijamos un conjunto B al que pertenezca un representante de
cada clase de equivalencia. Entonces B es el conjunto malo requerido.
Suponga, por contradicción, que B tiene una longitud bien definida (es
decir, la medida de Lebesgue). Sea Bq -para cualquier número racional
q no negativo menor que 1- el conjunto de números reales en nuestro
intervalo que difiere en algún elemento de B por q. Todo número real en
nuestro intervalo está en exactamente un Bq. ASÍ, puesto que sólo hay
una cantidad numerable de Bq (debido a que hay sólo una cantidad
numerable de números racionales q), la longitud del conjunto de todos
los números reales entre O y 1 (esta longitud es 1) es la suma de las longi-
tudes de los Bq. Pero todos los Bq tienen la misma longitud; es decir, la
longitud de B = B o, puesto que todos los Bq son obtenidos esencialmente
33 Me estoy tomando algunas libertades acerca de los extremos. Los análisis más cuida-
dosos obtienen el mismo resultado por el mismo método.
314 DE AQUÍ AL INFINITO

trasladando Eo a la derecha q unidades. 34 La longitud de E no puede ser 0,


porque la suma de cualquier cantidad numerable de ceros no es 1 (es O),
mientras que la unión de una cantidad numerable de Eq es el intervalo, el
cual tiene una longitud 1. De manera similar, la longitud de E no puede
ser mayor que 0, porque la suma de un número positivo consigo mismo
una cantidad numerable de veces no es 1 (sino infinito), mientra;:; que la
unión de una cantidad numerable de Eq es el intervalo, el cual tiene una
longitud 1. En virtud de lo expuesto, no existe ningún valor posible para
la longitud de E. Ésta es la contradicción que requerimos.
Ahora repitamos el mismo argumento en el escenario finito que hemos
estado desarrollando. Digamos que dos números reales no negativos
menores que 1 -es decir, dos elementos no negativos de IR! que sean me-
nores que 1- son equivalentes si difieren por un número racional-es
decir, un elemento de IR 0 - ' Nuevamente, sea E el 'conjunto formado al
tomar a un elemento de cada clase de equivalencia; pero ahora, puesto
que todo es finito, no se requiere del axioma de elección. De hecho, pode-
mos dar una definición simple de un E apropiado: Sea E el conjunto de
todos los elementos no negativos de nuestro intervalo que sean menores
que (o". El axioma de elección surge por extrapolación de un principio
lógico simple concerniente a los conjuntos finitos -podemos seleccionar
elementos de una cantidad finita de conjuntos finitos no vacíos-o Pode-
mos simplificar considerablemente la demostración en este punto,
puesto que es claro que cualquiera que sea el sentido en el que la longi-
tud de nuestro intervalo sea 1, la longitud de E tendría que ser longitud
(0.
35
Nuevamente, el resultado es que la longitud de E no es ni -pues-
to que (o =F 0- ni un número real mayor que -puesto que (o es ° °
menor que cualquier número real r-, debido a que (o es indefinida-
mente pequeño.
El último paso de la demostración que acabamos de presentar no es
correcto, puesto que (o es, de hecho, un numero real, es decir, un ele-
mento de IR!. Debemos obtener la conclusión más cuidadosamente, de la
siguiente manera: En una notación obvia demostramos que la longitud
(E Ol ) = (o, pero de hecho el argumento demostró que si p < q, entonces la
longitud (E pq ) = (p, donde p y q son letras esquemáticas. Esto concluye
nuestra reconstrucción del argumento dentro de las matemáticas finitas,
la cual no está completa, puesto que no fue obtenida ninguna contradic-
ción. Una reconstrucción completa sería más compleja, pero no más
ilustrativa. Nuestra reconstrucción captura los detalles esenciales del
argumento: Si ahora extrapoláramos, eliminando los subíndices, obten-

34 Y envolviendo la parte que sobresale sobre el extremo del intervalo.


35 La longitud de B es Co debido a que el intervalo consiste de 11 Co copias de B.
DE AQUÍ AL INFINITO 315

dríamos que hay un conjunto B de longitud (, el cual es simultáneamen-


te diferente de cero y menor que cualquier número positivo; es decir,
una contradicción. Concluirnos, corno anteriormente, que hay un con-
junto B que no tiene longitud alguna. Con esto darnos por terminada
nuestra presentación de ejemplos del análisis.
La presentación del análisis finito involucró cantidades indefinida-
mente pequeñas (los?;) que son sorprendentemente parecidas a los infi-
nitesimales -tanto a los infinitesimales del análisis anterior a Weiers-
tras s corno a los infinitesimales del moderno análisis no estándar-o
Además, el tratamiento del área bajo una curva es sorprendentemente
parecido al de Leibniz: tratarnos a una curva corno una sucesión de pun-
tos adyacentes, justo corno lo hizo él. Nuestro tratamiento de la derivada
también se asemeja al de Leibniz, en que ambos consideran a ésta corno
una razón de "diferenciales". Sin embargo, hay una gran diferencia. Nos-
otros utilizarnos cantidades indefinidamente pequeñas, mientras que
Leibniz utilizaba cantidades infinitamente pequeñas: los infinitesimales.
La semejanza entre el análisis finito y el análisis de Leibniz no es acci-
dental. La siguiente cita (Kline, 1972, pp. 386-387) fue tornada de un
manuscrito no publicado de Leibniz, escrito aproximadamente en el año
de 1695:

Con todo, puede ser imaginado un estado de transición o de evanescencia, en


el cual de hecho aún no ha surgido la igualdad exacta o el equilibrio [oo.] pero
en el cual está entrando a tal estado que la diferencia es menor que cualquier
cantidad asignable; también que en ese estado pueda seguir habiendo alguna
diferencia, alguna velocidad, algún ángulo, pero en cada caso una diferencia,
velocidad o ángulo infinitamente pequeño [oo.]
Por el momento, si tal estado de transición instantánea de la desigualdad a
la igualdad [oo.] puede ser sustentado en un sentido liguroso o metafísico, o si
son consideraciones legítimas las extensiones infinitas sucesivamente más
grandes y más grandes, o las extensiones infinitamente pequeñas sucesiva-
mente más pequeñas y más pequeñas, es un tema que, admito, está abierto al
cuestionamiento.
Será suficiente si, cuando hablamos de lo infinitamente grande (o más es-
trictamente, de lo ilimitado) o de cantidades infinitamente pequeñas (es decir,
las más pequeñas dentro del alcance de nuestro conocimiento) se comprende
que queremos decir cantidades que son indefinidamente grandes o indefinida-
mente pequeñas. Es decir, tan grandes o tan pequeñas como nos plazca, de
manera que el error que alguien pueda asignar pueda ser menor que cierta
cantidad asignada.
Con base en estos supuestos, todas las reglas de nuestro algolitmo, tal como
fue presentado en el Acta Eruditorum de octubre de 1684, pueden ser demos-
tradas sin mucho problema.
316 DE AQUÍ INFINITO

Este texto de 1684, la primera publicación de Leibniz relacionada con


su cálculo, tiene que ver únicamente con diferenciales, no con cuadratu-
ras (integrales). Proporcionó reglas para calcular las diferenciales de
sumas, productos, cocientes, potencias y raíces, y las aplicó a problemas
concernientes a tangentes, máximos y mínimos, y puntos de inflexión
(véase Boyer, 1949, p. 208). Leibniz dijo cosas similares a éstL"s en el
pasaje que acabamos de citar, en réplica a un texto de Bernard Nieuwen-
tijdt, también escrito en 1695 (Boyer, 1949, pp. 214-215).36
En el segundo párrafo de la cita, Leibniz admite francamente que no
está seguro de que sus infinitesimales sean defendibles, pero en el tercer
párrafo dice que las cantidades indefinidamente grandes o pequeñas son
suficientes para desarrollar el cálculo diferencial. Justo como algunos
pronunciamientos de Newton sugieren la teoría de los límites, algunas
declaraciones de Leibniz sugieren la teoría de las cantidades indefinida-
mente pequeñas. Por lo tanto, si la fundamentación del análisis de Weiers-
trass, utilizando límites, tiene raíces newtonianas, entonces la funda-
mentación propuesta por Mycielski tiene raíces leibnizianas. 37
La idea de lo indefinidamente pequeño no se originó con Leibniz. Nieu-
wentijdt tenía ideas similares (Boyer, 1949, p. 124), así como Galileo y
Descartes, por ejemplo. Pero la idea de lo indefinidamente pequeño pue-
de rastrearse todavía más atrás, hasta Nicolás de Cusa, quien vivió a
mediados del siglo xv (Boyer, 1949, p. 92). Algunos de los primeros pro-
nunciamientos acerca de la relación entre lo indefinido y lo infinito pare-
cen proporcionar un fuerte apoyo a mi tesis de que la idea del infinito
surgió de lo indefinidamente grande; sin embargo, por el momento no
puedo apoyarme en tal evidencia. Se requerirá de mucha investigación
histórica para dar una explicación satisfactoria de esto, ya que tendrán
que ser cuidadosamente deslindados los aspectos teológicos, matemáti-
cos y físicos antes de que podamos extraer cualquier conclusión sobre la
influencia que tuvieron los pronunciamientos precantorianos sobre el
desarrollo del infinito matemático moderno.
La similitud entre las teorías de Mycielski y de Leibniz acerca de las
cantidades indefinidamente pequeñas puede contribuir a hacer más inte-
resante la historia que condujo a la idea leibniziana, pues vuelve más
sustancial su subsecuente desarrollo: hace posible una nueva clase de

36 Como se mencionó en el apartado I1.3, Nieuwentijdt criticó el cálculo cuarenta años


antes que Berkeley, y su trabajo fue ampliamente tomado en cuenta en esa época. Pero,
hasta donde sé, la principal respuesta que provocó Nieuwentijdt fue la que estoy a punto de
discutir. Hubiera sido prematuro comentar esta respuesta en el capítulo II, por las razones
que ahora resultarán obvias.
37 Se podría decir que las ideas de Newton constituyeron una parte de lo que realmente
condujo a la teoría de los límites. No estoy haciendo la misma afirmación respecto a Leib-
niz y a la teoría de las cantidades indefinidamente pequeñas.
DE AQUÍ AL INFINITO 317

reconstrucción de algunos de los argumentos que involucran infi-


nitesimales. Esto puede conducir a una radical revaluación de estos argu-
mentos, y por lo tanto a la revaluación de nuestra opinión de que Euler
hizo cosas que no tienen una reconstrucción rigurosa y de nuestra per-
cepción de que Cauchy cometió algunos "errores". (Para darse una idea
de cuán radicalmente podría variar nuestra evaluación de la historia de
las matemáticas, véase Lakatos, 1978.)
No soy el primero en proponer un nuevo giro al uso de los infinitesima-
les. Abraham Robinson desarrolló un "análisis no estándar" que incluye
infinitesimales, y sobre esta base ha sido realizada una buena cantidad
de trabajo para revaluar el uso de dichos infinitesimales. Pero el análisis
no estándar de Robinson está basado en una aplicación de la lógica ma-
temática moderna, fundamento que es posible que no tuvieran en mente
Leibniz y sus sucesores. Por lo tanto, la historia de las matemáticas en la
que el análisis no estándar es la piedra de toque es sospechosa, como ya
ha sido argumentado en detalle (Bos, 1974, pp. 81-84 y Dauben, 1988).
Como hemos visto, el análisis finito de la clase delineada aquí tiene
mucho mejores atributos para ser considerado como la clase de cosa que
Leibniz y sus sucesores tenían en mente. La relación entre el análisis no
estándar de Robinson y el análisis finito de Mycielski es sutil y no com-
pletamente directa. Realmente existen infinitesimales en el análisis no
estándar, mientras que no hay ninguno en el análisis finito. No obstante,
los desarrollos matemáticos del análisis a partir de la perspectiva del
análisis no estándar y de las matemáticas finitas son en muchos aspectos
sorprendentemente paralelos. Aun cuando el trabajo histórico hecho con
el análisis no estándar puede ser una guía útil, existen pocas razones para
pensar que será válido desde la perspectiva sugerida aquí. El trabajo de
Mycielski ha proporcionado un nueva manera de ver una parte impor-
tante de la historia de las matemáticas.

4. LA TEORÍA DE LOS ZILLIONS

La principal tesis de esta sección es que la teoría de conjuntos infinitista


ordinaria surgió esencialmente como resultado de la extrapolación -en
el sentido que le dimos en la el apartado 2- de los principios naturales
de la teoría de conjuntos finita. Para fundamentar esta tesis debemos
establecer una tesis subsidiaria: que los principios de la teoría de conjun-
tos finita pueden ser motivados como principios auto evidentes concer-
nientes a los conjuntos finitos, incluyendo a los conjuntos indefinida-
mente grandes. Sin la tesis subsidiaria, la tesis principal estaría expuesta
a ser calificada como regresiva; es decir, se le acusaría de considerar que
318 DE AQUÍ AL INFINITO

la teoría de conjuntos infinitista es como la teoría de conjuntos finita,


debido a que esta última se desarrolló a partir de la teoría de conjuntos
infinitista, no al contrario.
La tesis principal nos permite explicar cómo podemos conocer tanto
acerca del infinito combinatorio, a pesar de los obstáculos que discuti-
mos en los capítulos VI y VII. Sabemos algo acerca del infinito combina-
torio gracias a la extrapolación que hicimos a partir de nuestra experien-
cia de lo indefinidamente grande; o más precisamente, lo que ocurrió fue
que sistematizamos nuestra experiencia de lo indefinidamente grande
sin atender a los rasgos dependientes del contexto de esa experiencia, y
esto ha conducido a nuestra imagen del infinito combinatorio.
En esta sección estudiaremos en detalle una teoría de conjuntos finita
en particular -Fin(ZFC)-, con la finalidad de argumentar en favor de la
tesis subsidiaria. He elegido el uso de ZFC, en vez de otras teorías de
conjuntos, porque ésta es la versión más ampliamente utilizada y conoci-
da de la teoría de conjuntos, no porque sea la mejor o la más natural. En
el apartado IXA, discutiré la contraparte finita (es decir, de las matemá-
ticas finitas) de la axiomatización natural de la teoría de conjuntos pro-
puesta en el apartado V.S, pero primero quiero dejar en claro que la tesis
principal de esta sección es independiente del argumento presentado en
el apartado V.5 o de esa axiomatización.
Si la tesis principal es correcta, muchas cosas que eran misterios re-
pentinamente comenzarán a tener sentido, entre ellas el misterio de cómo
nos las hemos arreglado para llegar a una imagen tan clara del infinito.
El "finitismo" de Cantor, como lo llamó Hallett, ya no parecerá tan extra-
ño si su heurística está basada en la experiencia de lo indefinidamente
grande. Recuerde que Cantor consideraba a los conjuntos infinitos como
conjuntos que pueden ser contados de más de una manera. Esto fue obje-
tado por Frege quien, muy sensatamente, declaró que los conjuntos infi-
nitos no podían ser contados de ninguna manera. El procedimiento de
Cantor atribuía directamente las propiedades de las colecciones finitas a
algunas colecciones infinitas, es decir, a las transfinitas.
La distinción que hace Cantor entre lo transfinito y lo absolutamente
infinito -la cual tiene su heredera en la moderna teoría de conjuntos, en
la distinción entre los conjuntos y las clases propias- es la contraparte
extrapolada de la distinción entre lo finito (incluyendo lo indefinidamen-
te grande, pero todavía finito) y lo infinito. Naturalmente los ordinales de
un modelo de la teoría de conjuntos tienen que comprender una clase
propia: ¡ésta es justo la contraparte extrapolada del hecho familiar de
que no existe un número de los númerosl Observe también que éste es
prácticamente el mismo razonamiento de Cantor (Hallet, 1984, p. 42):
DE AQUÍ AL INFINITO 319

[ ... ] justo como [ ... ] dado cualquier número finito [ ... ] la potencia de los
números finitos subsiguientes es siempre la misma, y así ocurre con cada uno
de los siguientes números suprafinitos [ ... ] hay una totalidad de números [ ... ]
que no ha perdido nada en lo que se refiere a su potencia con respecto al total
de la totalidad absolutamente infinita de los números que comienzan con 1
(véase el apartado IIl.4, en donde se cita más ampliamente).

No afirmo que Cantor estaba apoyándose conscientemente en una


imagen de lo indefinidamente grande, aun cuando, como el pasaje que
acabamos de citar deja en claro, de hecho estaba apoyándose consciente-
mente en el método de extrapolación a partir de lo finito. Cantor estaba
desarrollando lo que sugería la siguiente progresión trasfinita:

0, 1, ... , 00, 00 + 1, 00 + 2, ... , 00·2, ... , 00·3, ... ,


oo~
00 , ... ,
00
ctJ , •••

Para hacer esto, Cantor dio sentido a los puntos suspensivos de la


manera en la que nosotros finalmente lo hacemos: asimilando las pro-
gresiones infinitas representadas por ellos a las progresiones indefinida-
mente grandes.
Cantor pensaba en los conjuntos en términos de lo que Dios pudiera
hacer con ellos, y su Matemático Omnipotente todavía está con nosotros,
incluso si la teología ha sido sacada del panorama. Virtualmente todo
intento de motivar los principios de la teoría de conjuntos combinatoria
descansa en alguna noción de las capacidades de manipulación idealiza-
das -por supuesto, capacidades del Matemático Omnipotente-o Estas
capacidades son, inevitablemente, idealizaciones de nuestras capacida-
des finitas. Sin embargo, las apelaciones a la omnipotencia son de poca
utilidad para la comprensión de la naturaleza de la idealización.
Hay una cosa que podría justificar nuestra fe en los poderes del Mate-
mático Omnipotente: es indudable que los conjuntos combinatorios com-
parten muchas de las características de los conjuntos finitos. Pero para
comprender cómo llegan a compartir estas características necesitamos
mirar hacia la extrapolación desde lo indefinidamente grande, no hacia
algún misterioso poder. Las capacidades ideales requeridas para mani-
pular conjuntos indefinidamente grandes no necesitan grandes saltos de
fe, puesto que los conjuntos son, después de todo, finitos. La idealización
de estas capacidades para los infinitistas es una y la misma cosa que la
extrapolación de lo indefinidamente grande al infinito. Ésta es la ideali-
zación que conduce a la teoría de conjuntos y de paso, si se quiere, a los
poderes ideales atribuidos al Matemático Omnipotente.
Aun cuando podamos explicar al Matemático Omnipotente junto con
320 DE AL INFINITO

la teoría de conjuntos, el primero no tiene ninguna utilidad en la explica-


ción de la teoría de conjuntos. Por ejemplo, la "explicación" de que el axio-
ma de elección es válido debido a que el Matemático Omnipotente tiene
el poder de elegir de entre los elementos de una cantidad infinitamente
grande de conjuntos no vacíos, más que una explicación es una exhorta-
ción a creer que el axioma de elección es verdadero. Por el. contTario, la
explicación de que el axioma de elección surge por extrapolación de un
hecho simple acerca de lo finito -puesto que podemos proporcionar los
detalles de lo que queremos significar con la palabra "extrapolar"-'de
hecho explica la fuente de la autoevidencia de este axioma.
La temprana teoría de conjuntos de Cantor sucumbió ante el axioma
del conjunto potencia. En términos generales, Cantor no sabía cómo
bien ordenar al conjunto potencia de un conjunto infinito bien ordena-
do. 38 Zermelo demostró que el axioma del conjunto potencia se lleva bas-
tante bien con la imagen cantoriana, pero hasta ahora todavía no está
completamente claro de qué manera se relacionan. Éste es el problema
de por qué los a,xiomas de limitación de tamaño y de limitación de com-
prehensividad son principios acerca de las mismas cosas (los conjuntos
combinatorios), no principios de dos teorías de conjuntos independien-
tes acerca de dos diferentes clases de conjuntos (véase el apartado V.S).
Como lo manifesté en el apartado 1 de este capítulo, la contraparte del
problema en la teoría de conjuntos finita tiene una posible solución: Un
conjunto hereditariamente finito que está limitado en comprehensivi-
dad, también está limitado en tamaño -el tamaño de la unión de un
conjunto pone una cota superior al tamaño del conjunto-o Los dos prin-
cipios van juntos debido a que ambos surgen por extrapolación de los
conjuntos hereditariamente finitos. Esto no lo había descrito de manera
precisa porque todavía no había prestado suficiente atención a los deta-
llados requerimientos de la extrapolación (véase el apartado IX.4).
Las clases de consideraciones que acabo de presentar constituyen la
evidencia más importante para la tesis principal: que la noción de con-
junto combinatorio es sólo una versión extrapolada de la noción de con-
junto indefinidamente grande. La concordancia entre las dos nociones es
demasiado exacta para ser una simple coincidencia. (En el capítulo IX
presentaré más evidencias de la misma clase. En el apartado 3 de ese
mismo capítulo discutiré el universo único de todos los conjuntos de
Gadel y lo confrontaré con la sucesión de universos de Zermelo; también
comentaré sobre la distinción entre los conjuntos y las clases. En el apar-
tado S analizaré el estatus de la lógica de segundo orden desde la pers-
38 Lo que realmente no podía comprender era cómo se podría probar la existencia de un
buen orden del conjunto de funciones de un conjunto infinito bien ordenado a un conjunto
de dos elementos.
DE AL INFINITO 321

pectiva de la teoría de conjuntos finita.) La discusión será más técnica


que la que presentamos aquÍ, puesto que en cada caso tendremos que
prestar mucha atención a la estructura de los enunciados de las matemá-
ticas finitas, con sus cotas indefinidamente grandes en los cuantificado-
res.
Ninguna de las consideraciones mencionadas anteriormente puede
tener importancia alguna sin la tesis subsidiaria de esta sección, la cual
dice que los principios de la teoría de conjuntos finita, es decir, los axio-
mas de Fin(ZFC), pueden ser fundamentados como una teoría de lo
indefinidamente grande, independientemente de su origen histórico en
la teoría del infinito combinatorio.
Ahora retornemos a la tesis subsidiaria. En términos generales, es una
cuestión trivial comprobar que los axiomas de Fin(ZFC) son verdades de
la teoría de conjuntos finita. A fin de cuentas casi todos estos axiomas son
verdaderos de los conjuntos finitos; pero existe una excepción: el axioma
del infinito. Su contraparte en la teoría de conjuntos finita es el axioma del
zillion, el cual enuncia que existen conjuntos indefinidamente grandes.
Todas las teorías de las matemáticas finitas utilizan dominios indefini-
damente grandes para acotar a los cuantificadores (véase el apartado 3).
Lo que está en estos dominios indefinidamente grandes es determinado
por la teoría particular que se está utilizando. Los n indefinidamente
grandes de las matemáticas finitas reemplazan a los dominios infinitos
fijos de las matemáticas ordinarias y nos permiten tener muchas de las
ventajas de los cuantificadores que corren sobre un dominio infinito. Por
ejemplo, los n aparecen incluso en la versión matemática finita de la
aritmética de Peano.
La característica de la teoría de conjuntos finita que la distingue de las
otras teorías de las matemáticas finitas es el axioma del zillion, el cual
enuncia que existe una colección indefinidamente grande que es elemen-
to de un dominio indefinidamente grande. Tenemos la experiencia de
colecciones particulares indefinidamente grandes, así que el rasgo distin-
tivo de la teoría de conjuntos finita está firmemente ligado a la experien-
cia ordinaria. La noción de colección indefinidamente grande depende
del contexto, por lo que no podía haber recibido una adecuada formali-
zación -como el axioma del zillion- hasta que estuvieron disponibles
los mecanismos matemáticos necesarios para manejar la dependencia
del contexto.
Hasta el momento sólo hemos demostrado que la teoría de conjuntos
finita puede ser fundamentada de una manera burda y descuidada. Pero
ahora debemos emprender una tarea más ardua: comprobar que los axio-
mas formales de Fin(ZFC) reflejen esa fundamentación.
No debe esperarse que los axiomas de Fin(ZFC) parezcan particular-
322 DE AQUÍ AL INFINITO

mente obvios o naturales. En primer lugar, ZFC no es un sistema axio-


mático particularmente natural, así que no hay una razón particular por
la que deba serlo su contraparte dentro de las matemáticas finitas. Los
principios son claros, pero no elegidos de un modo sistemático.
En segundo lugar -y esto es mucho más importante-, incluso en el
caso de ZFC -o en el de la aritmética de Peano- los axiomas del siste-
ma preciso final son transcripcíones a un torpe lenguaje formal de algo
preformal expresado en lenguaje natural. Por ejemplo, podemos com-
prender perfectamente bien la forma del axioma de eleccíón que dice
que "toda coleccíón de conjuntos disyuntos dos a dos tiene un conjunto
de elección que contiene exactamente un elemento de cada conjunto no
vacío de la colección" y aun así quizá tendríamos problemas para com-
prender que la siguiente es una apropiada formalizacíón de esto:

('ífx)(('ífyzu)(y E x 1\ z E x 1\ y =1= z ~ --, (u E y 1\ u E z)) ~


(3y)('ífz)(z E x 1\ z =1= 0 ~
(3u)(u E z 1\ u Ey) 1\
('ífuv)(u E z 1\ u E y 1\ v E z 1\ v E y ~

u=v))).

Éste es un problema particularmente agudo que tendremos que con-


frontar en las matemáticas finitas de la teoría de conjuntos. Los axiomas
de ZFC -y por lo tanto también sus contrapartes en Fin(ZFC)- no sólo
son complicados, sino que su formalización tiene lugar en el nuevo y
poco familiar escenario de las matemáticas finitas.
Para comenzar, tomaré cualquier conjunto puro hereditariamente fini-
to, al que pueda utilizar como un objeto no problemático previamente
dado, y utilizaré PRS -tal como fue desarrollada en el apartado VI.4-
como teoría de fondo. (Como de costumbre, nada activa la restriccíón a
los conjuntos puros. Esto es en gran medida una cuestión de costumbre
y de conveniencia.)
El término conjunto puro hereditariamente finito es un poco infortuna-
do para el presente propósito, puesto que sugiere que hemos comenzado
con una noción más amplia de conjunto y la hemos estrechado para cír-
cunscribirla a aquellos conjuntos con algunas propiedades especiales.
Por tanto, el lector puede encontrar útil considerar que conjunto puro he-
reditariamente finito es una sola palabra. 39 De aquí en adelante utilizaré
el término conjunto-phf para representar esta nocíón. Nuestros Ü serán
conjuntos-phf, la clase de cosas apropiadas para ser elementos del domi-
39 Agradezco a Sidney Morgenbesser por la manera de expresarlo.
DE AQUÍ AL INFINITO 323

nío, así como subconjuntos del dominio, puesto que serán colecciones
finitas de conjuntos-phf. Aun cuando frecuentemente me referiré a "con-
jutos-phf indefinidamente grandes" sin restricción explícita a una clase o
grado de disponibilidad, esto sólo lo haré para simplificar el lenguaje.
Las restricciones relevantes nunca están ausentes, aunq~e a menudo
están implícitas.
Mycielski (1986) discutió Fin(ZF) y varias extensiones de ella. Lo que
aquÍ es original no es Fin(ZFC), sino el argumento de que ésta puede ser
descrita en un metalenguaje que no involucra conjuntos infinitos;4o y la
tesis subsidiaria: que Fin(ZFC) puede ser fundamentada, dentro de las
matemáticas finitas, como una teoría de los conjuntos-phf que incluya
conjuntos-phf indefinidamente grandes. Mycielski introdujo Fin(T) para
T arbitraria en un fondo estándar de matemáticas ordinarias. La única
motivación que proporcionó para Fin(ZF) es que es la versión finitizada
de ZF, la cual normalmente está fundamentada sobre consideraciones
infinitistas. Una vez obtenida Fin(ZF), he propuesto considerarla como
una teoría finitista. 41
Mycielski anunció que escribiría un texto (1986) en el que argumentaría,
con base en intuiciones finitas, que todo subconjunto finito de Fin(ZF +
AD)42 tiene un modelo finito; sin embargo, dicho texto nunca fue publica-
do. No sé qué clase de "intuiciones finitas" tenía Mycielski en mente, pero
pienso que deben ser diferentes de las que presentamos aquí, puesto que
el axioma de determinación contradice al axioma de elección.
El vocab~lario en el que presentaré Fin(ZFC) consistirá en: un símbolo
de relación binaria (E) para la pertenencia; un símbolo de constante (O)
para el conjunto vacío; un símbolo de función binaria (;), que será utilizado
de manera que la expresión x ; y equivalga a la expresión x U {y) de la nota-
ción familiar, y los símbolos de predicado unario (üp ) para los conjuntos-
phf indefinidamente grandes, donde p es cualquier número racional.
Los símbolos 0, E Y ; son especiales de una manera que es familiar
desde la perspectiva de la teoría de conjuntos infinitista: tienen una in-
terpretación deliberada, justo como fue especificada. Por otro lado, los ü
son símbolos de predicados ordinarios de la clase familiar en la lógica
elemental -su interpretación estará restringida únicamente por los axio-
mas-o Consideramos que el lenguaje de ZFC es el mismo que el lengua-
je para Fin(ZFC), excepto que omitimos los ü y, por lo tanto, los cuanti-
ficadores acotados por ellos.
40 Esto es válido para Fin(ZFC) por las mismas razones por las que es aplicable a cual-
quier otra teoría de la forma Fin(T), así que no requiere de una discusión por separado
(véase el apartado 3).
41 Su subsiguiente trabajo (Mycielski, 1989) sugiere que él sostiene que podemos inter-
pretar la propia ZF como una teoría finitista.
42 AD significa axioma de determinación, un rival del axioma de elección.
324 DE AL INFINITO

La razón para tener 0 y ; es que resultan convenientes para poder for-


mar una notación para cualquier conjunto-phf dado. En particular, si x
es uno de los números naturales de Mirimanoff-Von Neumann, entonces
x ; x es su sucesor. Por lo tanto, de aquí en adelante "número natural"
significará número natural de Mirimanoff-Von Neumann. Esto no es
esencial, pero nos ahorrará muchas repeticiones de la expresión 'el con-
junto de los predecesores de".
Los axiomas de Fin(ZFC) no son otros que los axiomas 7 al 15 del
apartado 3 (es decir, los axiomas de lo indefinidamente grande y los de
igualdad) más algunas relativizaciones semirregulares particulares de
los axiomas de ZFC, incluyendo las definiciones de 0 y de ;. Demostra-
mos que los axiomas pueden ser fundamentados independientemente de
su relación con ZFC cuando los enunciemos.
Primero presentamos la definición de 0 y de ; :

(16) ('ífx E Do)x ti:. 0.


(17) ('ífxyz E Do)(z Ex ; y ~ Z Ex V Z = y).

En este caso parece que no se requiere de ningún comentario.

Axioma de extensionalidad:

(18) ('ífxy E Do)(('ífz ED 1)(z Ex HZ Ey) ---¿x =y).

Como será requerido más adelante por el axioma del zillion (24), nosotros
no asumimos que los D son transitivos; es decir, permitimos que Do (a),
b E a, y -¡Do (b) sean simultáneamente verdaderos. Aun cuando estas cla-
ses de cosas frecuentemente son rechazadas en la literatura matemática,
yo creo que en nuestro escenario es perfectamente natural la falta de
transitividad, como puede verse si consideramos como disponibilidad
epistémica a la noción de disponibilidad que subyace en los D. Por ejem-
plo, parece claro que 10101010 está epistémicamente disponible en muchos
de los contextos reales, aun cuando no haya ningún contexto real en el
cual la totalidad de los números naturales debajo de este número estén
epistémicamente disponibles (es fácil fabricar varios ejemplos relacio-
10
nados). Con el ejemplo de 10 1010 sólo intentamos demostrar que es razo-
nable no requerir la transitividad -no que es necesario requerir la
intransitividad-o Más adelante se requerirán consideraciones adiciona-
les y consideraciones un poco diferentes para fundamentar esto.
Puesto que Do no necesita ser transitivo, cuando x y y están en Do no es
suficiente mirar a los elementos de x y y que están en Do para comprobar
DE AL INFINITO 325

si x y y tienen los mismos elementos. No obstante, podemos estipular


que no es indefinidamente grande con respecto a 00' a menos que sea
tan grande que si x y y de 0 0 son distintos, entonces hay un conjunto en
0 1 que atestigua esto. Eso es exactamente lo que dice el axioma de exten-
sionalidad (18). Esto refleja la intuición de que un conjunto que diferen-
cia dos conjuntos está disponible en virtud del hecho de que lo están los
dos conjuntos. En efecto, el axioma (18) postula que hay una función
multivaluada en F que lleva cualesquiera dos conjuntos diferentes a ele-
mentos de su diferencia simétrica (es decir, a los conjuntos que están en
uno de ellos, pero no en el otro).43

Axioma de fundamentación:

El axioma 19 dice que 0 1 es tan grande que todo conjunto-phf x no


vacío en 0 0 tiene un elemento y en 0 1 tal que no hay z en O 2 que sea ele-
mento tanto de x como de y; es decir, 0 1 es tan grande que todo conjun-
to-phf x no vacío en 0 0 tiene un elemento en 0 1 que es E-mínimo respec-
to a O 2 . 44 Puesto que los elementos de 0 0 son conjuntos-phf, tienen
elementos E-mínimos. Por lo tanto, podríamos asegurar la validez del
axioma 19 agregando una función multivaluada a F, que relacione a todo
conjunto no vacío con al menos un elemento E-mínimo, asegurando con
esto que 0 1 incluya un elemento E-mínimo de cada elemento de 0 0 . 45

Axioma de unión débil:

Ya debe ser fácil de entender sin necesidad de explicación el axioma de


unión débil, el cual enuncia que 0 1 es tan grande que para todo x en 0 0
hay un y en 0 1 que contiene a todo elemento de un elemento de x tal que

43 Respecto a A y F -los conjuntos de los objetos disponibles y de las funciones de dis-


ponibilidad-, véase el apartado 3.
44 Y es un elemento E-mínimo de x (con respecto a D 2 ) si y está en x y ningún elemento
de y (es decir, en D 2 ) está en x.
45 Podría haber omitido el axioma de fundamentación; sin embargo, no parece innatural
incluir este axioma en las matemáticas finitas, puesto que enuncia que nuestro proceso
epistémico de obtener conjuntos y después sus elementos y después los elementos de sus
elementos, etc., tiene un fin. Sin embargo, esto no es necesarío, como tampoco lo es el axio-
ma de fundamentación. Se desprende del teorema 3.3, y del hecho de que ZFC menos el
axioma de fundamentación es equiconsistente con ZFC, que Fin(ZFC) menos el axioma de
fundamentación es equiConsistente con Fin(ZFC). El hecho de que ZFC menos el axioma
de fundamentación sea equiconsistente con ZFC fue discutido en el apartado VA.
326 DE AQUÍ AL INFINITO

con ello tenemos ambos en ü 2 . Esto podría ser garantizado poniendo la


función de unión dentro de F, pero no es necesario. Usando las variables
utilizadas en el axioma, lo que se requiere no es "que todo elemento de
un elemento de x esté en y", sino algo como lo siguiente: "Que todo ele-
mento disponible de un elemento disponible de x esté en y". Esta expre-
sión no es precisa, puesto que no hay, hasta donde puedo ver, alguna
manera apropiada de traducir al lenguaje ordinario los subíndices para
los ü. Además, los cuantificadores no corren sobre los elementos disponi-
bles, sino sobre los elementos de un conjunto indefinidamente grande
que incluye a los elementos disponibles. Sin embargo, espero que lo que
he dicho sirva para expresar la idea de que un conjunto que incluye a los
elementos disponibles de los elementos disponibles de un conjunto está
disponible en virtud de la disponibilidad de ese conjunto.
Las explicaciones de los axiomas de elección y del conjunto potencia
son similares a las del axioma de unión débil, así que sólo enlistamos a
los dos primeros. El axioma de elección no plantea problemas especia-
les, puesto que sólo estamos interesados en los conjuntos finitos.

Axioma de elección:

(21)('v'x E üo)(('v'yzu E ü¡)(y E x /\ z Ex /\ y*' z ~ .,(u Ey /\ u E z)) ~

(3y E ü¡)('v'z E ü 2 )(z Ex /\ z *' 0 ~


(3u E ü 3 )(u Ez /\ u Ey)/\
('v'uv E ü 2 )(u E z /\ u Ey /\ v E z /\ v Ey ~

u = v))).

Axioma del conjunto potencia: 46

Axioma de reemplazo:

46 El axioma del conjunto potencia requiere que para todo conjunto-phf x en no haya un con-
junto-phf y en n¡, tal que los elementos de y en n2 sean exactamente los subconjuntos de x en el
sentido de n 3 . El axioma está muy lejos de requerir que el conjunto potencia real de x esté
en nI' Este requerimiento no puede ser formulado dentro de las matemáticas finitas. Puede
ser de interés investigar una teoría híbrida que vaya más allá de Fin(ZFC) al requerir que el
conjunto potencia de x en nI sea el conjunto potencia real, es decir, el conjunto potencia
determinado por la operación del conjunto potencia de PRS. No tomaré en consideración
tal teoría en este libro.
DE AL INFINITO 327

«Vxyz E O¡)(4)(x, y, xo, ... , x l1 ) /\ 4>(x, z, x o,···, x l1 ) ~ Y = z) ~


(Vx E 0¡)(3y E 02)(VZ E 03)
(Z Ey H (3u E 04)(U Ex /\ 4>(u, z, xo,·.·, x l1 »»,
donde 4>(x, y, xo, ... , x l1 ) es un símbolo esquemático que puede ser ejem-
plificado por cualquier fórmula regular con variables libres entre x, y,
Xo, . .. , X I1 que no tiene ninguna ocunencia de 0p para p :::; 4 Y ninguna ocu-
nencia de u o de z.47

El axioma de reemplazo obtiene su verosimilitud de manera muy pare-


cida a como la obtuvieron los tres axiomas precedentes. Una instancia del
axioma para una fórmula particular que reemplaza a 4> tiene el efecto de
agregar a las funciones de disponibilidad otra función que lleva a cual-
quier conjunto x al rango de la función parcial definida por la fórmula
(con parámetros) en x, si realmente define a una función parcial. Sin
embargo, hay otra preocupación en relación con el axioma de reemplazo:
La fórmula que reemplaza a la letra esquemática en una instancia del
axioma puede involucrar cuantificaciones sobre conjuntos indefinidamen-
te grandes. Puesto que estos conjuntos son ellos mismos indefinidos, quizá
parece que la fórmula no puede definir una función parcial definida en los
elementos de x. Si esto fuera cierto, podría anojar dudas sobre si nuestras
intuiciones usuales acerca de las funciones parciales son adecuadas para
avalar el axioma. Esta preocupación es la contraparte en las matemáticas
finitas de las dudas estándar que existen respecto al axioma de reemplazo,
debido a su impredicatividad (véase el apartado V.l y V.3).
Pero la preocupación que produce la no definición carece de base. La
función parcial definida por la fórmula está perfectamente definida. En
cualquier modelo natural de un conjunto de axiomas de la teoría de con-
juntos finita, los conjuntos-phf perfectamente ordinarios desempeñan el
papel de los conjuntos indefinidamente grandes. Dichos conjuntos obe-
decen a los axiomas de lo indefinidamente grande en el modelo, pero
acerca de ellos no hay nada mal definido o indefinido.
El sentido en el que existe lo indefinidamente grande no involucra nin-
guna nueva clase de entidad, un conjunto indefinido o una función indefi-
nida. La no definición es epistémica, no ontológica. En cualquiera de las
teorías de las matemáticas finitas la no definición se refleja en el hecho de
que la teoría tiene, incluso salvo isomorfismo, muchos modelos. Éste es
un enunciado mucho más general del hecho observado en el apartado 3:
47 Si requerimos que la fórmula sustituida para cp sea una fórmula del lenguaje ya espe-
cificado, obtenemos el esquema de reemplazo débil. Si permitimos que la fórmula sea una
fórmula de cualquier extensión del lenguaje que lleguemos a utilizar, entonces obtenemos
el esquema de reemplazo de segundo orden completo.
328 DE AL INFINITO

que aun cuando el análisis finito utiliza cantidades indefinidamente


pequeñas, no hay nuevos números en el análisis finito; es decir, no hay
ningún número indefinidamente pequeño. Tales números serían infinite-
simales, después de todo. La no definición entra al análisis finito a través
del hecho de que existen muchos valores posibles para las cantidades
indefinidamente pequeñas. La preocupación de que los conjuntos
nidamente grandes sean indefinidos es paralela a las preocupaciones
engendradas por el pensamiento de que las variables representan núme-
ros variables.
El axioma restante, el axioma del zillion, constituye el meollo de nues-
tra argumentación.

Axioma del zillion:

(24) (::Ix E D o)(0 Ex /\ (Vy E D¡)(y Ex ----¿ y; y Ex)).

Los otros axiomas son compatibles con el hecho de que los D no son
transitivos, pero el axioma del zillion requiere la intransitividad.
El axioma requiere que haya un x en Do tal que 0, o O, esté en x, y tal
que si O también está en D¡, entonces O ; O (es decir, el número 1) está en
x, y que si 1 también está en Dj, entonces 1 ; 1 (es decir, 2) está en x, y así
sucesivamente. Por lo tanto, o x tendrá que ser infinito -una posibilidad
familiar que podemos permitirnos ignorar aquí, puesto que Fin(ZFC) va
a ser una teoría de los conjuntos-phf- o (para romper la cadena) habrá
algún número en D¡ y en x cuyo sucesor está en x pero no en D¡. Para ser
concretos, digamos que 9 y 10 están en x, pero que 10 no está en D¡.48
Entonces 11 podría estar en Do, para servir como el x requerido. Más
generalmente, si x es un número natural diferente de cero en Do cuyo
predecesor no está en D¡, entonces x puede satisfacer la condición del
axioma, para que el elemento mayor tanto de x como de D j pueda tener
su sucesor en x pero no en D¡, rompiendo la cadena. Regresando a nues-
tro ejemplo, el elemento mayor de 11 en D¡ sería 9, el cual tiene su suce-
sor en x pero no en D j . El axioma será válido si hay un número 'natural
disponible cuyo predecesor no esté disponible para ningún grado real.
El axioma del zillion enuncia que hay lagunas en el conjunto de los
números disponibles: el primer número después de una laguna es un
número disponible que no tiene un predecesor disponible. Esto parece
obviamente correcto -autoevidente- una vez que damos por hecho que
hay un número disponible que es tan grande que no todos sus predeceso-
res están disponibles para cualquier grado que realmente empleemos. Al
48 Seria más apropiado utilizar números más grandes, pero la vida ya es demasiado com-
plicada.
DE AQUÍ AL INFINITO 329

dar por hecho que tal número está disponible vamos más allá de las
usuales intuiciones en las que se basa la teoría de los números, por lo
que no debe sorprendernos que la teoría que resulta sea bastante diferen-
te de la aritmética ordinaria. El número 10101010 es mi candidato estándar
para un número disponible tal que no todos sus predecesores estén dis-
ponibles. Puesto que no todos sus predecesores están disponibles, debe
haber un número menor que 10101010 que esté disponible sin que su prede-
cesor esté disponible para algún grado real y que sea de la clase que es pos-
tulada por el axioma del zillion. El axioma del zillion enuncia que hay un
número disponible para nosotros que no está disponible por abajo (en el
sentido preciso ya explicado: de que su predecesor no está disponible,
por lo que no hemos contado hasta él).49
Si ni fuera una etapa temporal que viniera después de no, entonces el
axioma del zillion no sería verdadero: podríamos simplemente elegir que
ni incluyera a todos los elementos de los elementos de no, y entonces to-
dos los números en no contendrían a todos sus predecesores en ni' Pero
los n crecientes no son etapas temporales sucesivas -representan los
grados variables de disponibilidad en un contexto fijo individual-o Pare-
ce autoevidente que en cualquier contexto fijo habrá un número cuyo
predecesor no está disponible para ningún grado empleado en ese con-
texto, yeso es todo lo que dice el axioma del zillion.
Puesto que el axioma del zillion requiere que un conjunto grande esté
en no, los otros axiomas podrían contradecirlo al requerir que otros con-
juntos relacionados con este conjunto grande estén en ni' Por ejemplo,
el siguiente enunciado, que es consistente con los otros axiomas, clara-
mente estaría en contradicción con el axioma del zillion:

(25) ('ífx E no)(x =1=- 0 ~ (3y E nl)(y Ex /\y; Y ~x)).

Cuando x es un número natural, la única y que satisface la condición


dada es el predecesor de x. Así, el enunciado (25) tiene el efecto de
agregar la función predecesor a las funciones de disponibilidad. El
enunciado (25) no es verosímil en una teoría que permite conjuntos
indefinidamente grandes en no, puesto que impone una restricción
sobre lo que puede resultar ser un elemento de cualquier conjunto-phf

49 Me parece que si usted tiene un zillion de cosas y retira una de ellas, todavía tendrá un
zillion de cosas; no obstante no todos estarán de acuerdo con esto, ya que algunos insistirán
en que si retiramos una cosa de un zillion, entonces tendremos un zillion menos una cosa.
Así, la clase de intuición mencionada en esta nota no resulta suficientemente fuerte para
proporcionar un apoyo significativo a la autoevidencia del axioma del zillion, por lo que no
haré uso de ella en el texto. De cualquier manera, la intuición es concerniente al número
cardinal, no al número ordinal, denominado zillion, el cual es más importante para nuestra
teoría.
330 DE AQUÍ AL INFINITO

en no: para cualquier x, establece que hay una y tal que y ; y no está en x,
y esta exclusión es contraria a la posibilidad de que x sea indefinidamen-
te grande.
La exclusión que descarta al enunciado (25) no proviene de considera-
ciones generales sobre la naturaleza de la disponibilidad, ya que bien
puede haber alguna teoría para la cual sería natural considerar al prede-
cesor como una de las funciones de disponibilidad básicas. La exclusión
es especial para la teoría axiomática de lo indefinidamente grande. En
esta teoría, que se ocupa precisamente de la existencia de las lagunas, la
exclusión es natural, no sólo una maniobra ad hoc para evitar las contra-
dicciones: ésta es precisamente la naturaleza de un número indefinida-
mente grande que no hemos alcanzado a contar -ya que de otro modo
no sería indefinidamente grande-o Pero es justo decir que no todos los
predecesores de un número indefinidamente grande están disponibles.
En particular, el mínimo número indefinidamente grande no tendrá un
predecesor. Por lo tanto, la de predecesor no es una función disponible.
Pero nada de esto debería parecernos sorprendente a la luz de las obser-
vaciones anteriores acerca del número 10 10101 °.
De hecho, podemos adjuntar predecesores de los números ordinales al
sistema de la aritmética ordinal (de manera que haya nuevos "números",
como ú) -1, el predecesor de ú)) utilizando exactamente la misma cons-
trucción que generalmente se utiliza para definir a los enteros a partir de
los numeroso naturales -una construcción cuya principal característica
consiste en agregar predecesores al cero-; Pero observe que aquí tene-
mos predecesores en un nuevo sentido: se agregan números para que sir-
van como predecesores, procedimiento muy diferente al de identificar
cuál de los números que ya teníamos es un predecesor de otro. Podemos
incluso producir un campo real cerrado que contenga los números ordi-
nales utilizando una construcción estándar de los números reales
(Knuth, 1974). En tal campo, ú) no sólo tiene un predecesor, ¡también
tiene una raíz cúbica! Como podríamos esperar, tales construcciones
han encontrado comparativamente pocas aplicaciones. Los números
ordinales fueron inventados para contar las iteraciones de una operación
(la operación del conjunto derivado), y -como Cantor nos enseñó-
para contar se utiliza el procedimiento de encontrar el siguiente número
después de una sucesión de números que es central. La operación del
predecesor en los números usados para contar es la operación de: "tome
el número contado justo antes de éste". 50 Esta operación está diseñada
para seleccionar algo que se suponía que ya estaba disponible, no para

50 En PRA el predecesor de X, P(X), es definido de la siguiente manera por recursión pri-


mitiva: P(O) = O, P(SX) =x.
DE AQUÍ AL INFINITO 331

crear algo nuevo, y por eso no deberíamos esperar que sea ne-
cesariamenteuna de las funciones de disponibilidad.
En una teoría de números que cuentan indefinidamente grandes -núme-
ros que ocurren después de una sucesión que es indefinidamente larga-
la operación del predecesor no puede siquiera ser definible a partir de las
funciones de disponibilidad. Después de todo, decir que un número es el
que viene inmediatamente después de una sucesión indefinidamente lar-
ga simplemente equivale a decir que los números que lo preceden inme-
diatamente no están disponibles. La siguiente discusión de si los otros
axiomas contradicen al axioma del zillion está parcialmente diseñada
para demostrar que la operación del predecesor no es definible a partir
de nuestras funciones de disponibilidad.
Para simplificar la discusión de si los otros axiomas contradicen al
axioma del zillion, sea w un testigo para el axioma que enuncia que es un
número natural; es decir, que w es un número natural en no y

(26) oEw 1\ (Vy E n¡)(y E w ~ y ; y E w).

(estoy argumentando en favor de la consistencia de la versión más fuerte


del axioma del zillion, que enuncia que hay una x en no que es un núme-
ro natural y ... ). Observe que todo miembro de w es un número natural.
La siguiente discusión de la consistencia no intenta ser una demostra-
ción de la consistencia de Fin(ZFC), de la misma manera que no se su-
pone que las discusiones de la concepción iterativa de los conjuntos sean
demostraciones de la consistencia de ZFC. La presente discusión no
necesita satisfacer un estándar más alto de rigor explicativo que el que
satisfacen las discusiones de la concepción iterativa.51 En cada caso, la
idea es proporcionar consideraciones intuitivas y extralógicas en apoyo a
la teoría en cuestión. En nuestro caso existe la intención adicional de
demostrar que la teoría Fin(ZFC) tiene sentido intuitivo sin hacer refe-
rencia a ZFC.
Nuestro conjunto finito de axiomas podría incluir n con índices nega-
tivos y fraccionarios. Por razones de simplicidad en la exposición, su-
ponga que en nuestro conjunto finito de axiomas el símbolo de predica-
do no es n con el índice menor que aparezca, que n¡ es el siguiente, y así
sucesivamente. 52
En efecto, un axioma no puede entrar en conflicto con el enunciado
51 No obstante, debe surtir efecto en sus propios ténninos, lo cual, de acuerdo con lo que
he argumentado en el apartado V.S, no han logrado las discusiones usuales de la concep-
ción iterativa.
52 Por la indiscernibilidad de los n formulados en el lema 3.2, que equivale a poco más
que una reindexación de los n que realmente estaban en el conjunto finito de axiomas con
los que empezamos. Para mayor detalle, suponga que comenzamos con un conjunto finito
332 DE AQUÍ AL INFINITO

(26), el axioma del zillion, a menos que implique la existencia de un ele-


mento de nI que esté en w. Tal elemento de nI debe ser, dado nuestro su-
puesto de simplificación, un número natural. ASÍ, los axiomas 7 al 17, los
cuales son puramente universales y por tanto no afirman la existencia de
nada, son compatibles con el axioma del zillion.
El axioma de extensionalidad (18) requiere que si a en es un sub-
conjunto propio de w, entonces haya un miembro de w a en nI' (Si a
no es un subconjunto propio de w, entonces el axioma de extensionali-
dad aplicado a éste no implica que alguna cosa sea un elemento de w.)
Todo lo que se requiere para evitar el conflicto con el axioma del zillion
es que a no sea el predecesor de w: para cualquier otro valor posible de a
habrá un elemento de w - a que no es el predecesor de w, y tal elemento
de w - a puede estar en nI, lo cual satisfará al axioma de extensionalidad
sin violar el axioma del zillion. Pero de esto se deduce que no hay necesi-
dad de entrar en conflicto simplemente porque el predecesor de w no está
en nI, y por tanto tampoco en no, gracias a nuestra elección de w.
El axioma de fundamentación (19) es verificado trivialmente para x = w,
simplemente permitiendo que y sea 0, el cual está en w en virtud del
enunciando (26). Entonces 0 resultará como lo requiere el axioma 16 (la
definición de 0) y el lema 3.1.
Se requiere más sutileza para comprobar el axioma de unión débil (20)
que el axioma de extensionalidad (18). En el caso del axioma (20) hay un
problema: la unión de un número natural es el predecesor de este núme-
ro, y el predecesor del número natural w es precisamente el que debe-
mos evitar. Cuando se aplica a w, el axioma (20) produce:

(27) (::Iy E n 1 )('lizu E n 2)(z E u /\ u E w ~ z Ey).

Debido a la indiscernibilidad de nI y n 2, podemos asumir que el prede-

R de axiomas y que los O que aparecen son Oqo, ... , Oqn, con qo < ... < q". Reindexe todos los
enunciados en R reemplazando Oqo por 00' y así sucesivamente en todo R para formar R'.
Si consideramos a toda relativizac¡ón semirregular de un axioma de ZFC como un axioma
de Fin(ZFC), podríamos simplemente utilizar R' en vez de R. Desafortunadamente, para el
presente propósito no hemos considerado a todas las relativizaciones semirregulares como
axiomas, así que R' ya no necesita ser un conjunto de axiomas. Más específicamente, las
versiones reindexadas de las instancias de los axiomas 11 al 24 no necesitan ser axiomas.
Sea S el conjunto de axiomas obtenido a partir de R' reemplazando cada uno de los no
axiomas en R' con el correspondiente axioma y después agregando a S los axiomas requeri-
dos para demostrar, de acuerdo con el lema 3.2, que los no axiomas reemplazados son
equivalentes a los axiomas que los reemplazan. Un análisis detallado de la demostración
del lema 3.2 prueba que todos los O que entonces ocurrirán en S están entre 00'"'' 0n' por
lo que S es como se requiere. La "reindexación" a la que nos referimos en el texto consiste
en reemplazar a R por S. El metateorema que permite este procedimiento enuncia que si
cp(Oqo,"., 0q',) es derivable de R, entonces cp(Oo, ... , O,,) es derivable de S. La demostración
del metateorema es de rutina, y puede ser realizada en PRW.
DE AQUÍ AL INFINITO 333

cesar de w no está en D z, de la misma manera como hemos supuesto


anteriormente que no está en D¡. Por lo tanto, el conjunto y, cuya exis-
tencia la establece el enunciado (27), no necesita contener al predecesor
del predecesor de w y por lo tanto no necesita ser el predecesor de w. Así,
incluso si y no resulta ser un número natural (esto depende de las carac-
terísticas accidentales de Dz), existe la posibilidad de que sea un número
suficientemente pequeño en comparación con w, y por tanto desaparece-
rá el problema. Un análisis similar comprobará la aplicación del axioma
de unión débil a los conjuntos diferentes de w.
El axioma de elección (21) puede ser analizado en una forma similar.
En síntesis, los elementos de un conjunto de elección deben estar en los
D, y así el predecesor de w no aparecerá.
El axioma de reemplazo (23) produce un análisis similar. El peor de
los casos parece ser que, de acuerdo con el axioma de reemplazo, el rango
de la función predecesor sobre w debiera estar en Dz.53 Este rango es el
predecesor de w. Pero lo que realmente se requiere es que el rango de la
función predecesor en esta parte de w que está en D4 esté en Dz y, por la
indiscernibilidad de D¡ y D4 , esta parte no incluya al predecesor de w.
El axioma del conjunto potencia (22) no tiene mayor problema: no requie-
re que D¡ contenga ningún número natural grande y, a [artían, no requiere
que D¡ contenga ningún elemento grande de w.
Ahora que ya hemos discutido todos los axiomas, hemos demostrado
la tesis subsidiaria de la sección: Que Fin(ZFC) es en verdad una teoría
de los conjuntos-phf que incluye conjuntos-phf indefinidamente grandes,
la cual puede ser fundamentada sin ir más allá de las matemáticas fini-
tas.
Acepto que la fundamentación para Fin(ZFC) no proporciona una
explicación completa de la consistencia y utilidad de Fin(ZFC); sin em-
bargo, las explicaciones comparables que generalmente se ofrecen para
ZFC adolecen de las mismas limitaciones. No pretendo que Fin(ZFC)
vaya a convertirse en la fundamentación definitiva para las matemáticas
-cualesquiera que éstas sean-, ni que constituya una explicación com-
pleta de lo que ha conducido a la teoría de conjuntos. Lo que sí reivindi-
co es que la explicación de Fin(ZFC) y su relación con ZFC es ilustrativa
de la relación entre la noción de colección combinatoria y la noción de
colección finita, pero posiblemente indefinidamente grande, y que esta
relación muestra de qué manera son autoevidentes los principios no tri-
viales concernientes al infinito, los cuales son extrapolados a partir de

53 Me estoy refiriendo a los Ü que realmente son utilizados en el axioma. Mi descripción


informal intenta referirse al axioma de reemplazo en el cual n = 0, cp es la fórmula y; y = x,
y el consecuente es aplicado al caso al caso x = w.
334 DE AQUÍ AL INFINITO

principios concernientes a lo indefinidamente grande. La relación entre


la noción de colección combinatoria y la noción de colección finita pero
posiblemente indefinidamente grande también explica la relación entre
los principios de limitación de comprehensividad y de tamaño; es decir,
entre el axioma del conjunto potencia y la primitiva teoría de Cantor de
los conjuntos combinatorios transfinitos (véase el apartado Sería
ciertamente deseable proporcionar una teoría más natural de los conjun-
tos-phf que la presentada aquí, y que ésta incluyera conjuntos-phf indefi-
nidamente grandes, pero inicialmente es más importante proporcionar
una teoría dentro de las matemáticas finitas que sea fácilmente compa-
rable con la teoría de conjuntos estándar.
Ahora hemos completado la discusión tanto de la tesis subsidiaria
como de la tesis principal. Pero todavía quedan dos temas que necesitan
ser discutidos: la noción de un modelo razonable para la teoría de con-
juntos y la cuestión de si los constructivistas debieran aceptar la teoría
de conjuntos finita.
La parte menos satisfactoria de la metateoría general de las matemáti-
cas finitas presentada en el apartado 3 era la conectada con la noción de
modelo razonable. La dificultad yace en dar una caracterización general
de lo que es un modelo razonable. En el caso específico de la teoría de
conjuntos podemos desempeñarnos mucho mejor. De acuerdo con el
apartado 3, un modelo razonable de la teoría de conjuntos finita es aquel
en el que la totalidad de los elementos son conjuntos y los símbolos de re-
lación y de función tienen su propia interpretación. Pero esto no es sufi-
ciente para sustentar la imagen de la teoría de conjuntos finita presentada
en esta sección: los elementos de un modelo necesitan ser conjuntos-phf,
no conjuntos arbitrarios, posiblemente infinitos. El modelo finito debe
ser un modelo natural -un modelo en el que los elementos sean conjun-
tos-phf, en el que "0" y "E" sean interpretados de la manera buscada (es
decir, como el conjunto vacío y la relación de pertenencia) y";" sea inter-
pretado de la manera deseada en los elementos de cualquier n (se utiliza
el término "modelo natural" sin la usual implicación de que el conjunto
potencia es el conjunto potencia "real"). La versión mejorada del teore-
ma 3.5 que requerimos es:

Teorema 4.1. ZFC es consistente si y sólo si todo subconjunto finito de


Fin(ZFC) tiene un modelo natural finito.

Es posible mejorar sustancialmente la teoría general de la sección 3. A


diferencia del teorema 3.5, el teorema 1 se puede demostrar en PRS.
La fundamentación intuitiva para Fin(ZFC) no era constructiva, pero
la demostración del teorema 1 le proporciona como ventaja adicional
DE AQUÍ AL INFINITO 335

cierto contenido constructivo: En efecto, la demostración (véase más


adelante) especifica un procedimiento que, dado una conjunto finito de
axiomas de Fin(ZFC), produce un conjunto finito de estructuras natura-
les finitas. Si ZFC es consistente, una de las estructuras naturales finitas
será un modelo natural finito del conjunto de axiomas dado. Observe
que no necesitamos depender de la consistencia de ZFC para comprobar
si alguna de las estructuras satisface al conjunto dado de axiomas -esto
puede comprobarse de una manera completamente constructiva dentro
de PRS-. La consistencia de ZFC sólo es necesaria para demostrar el
teorema general. Por lo tanto, hay una función que puede ser demostra-
da dentro de PRS, la cual consiste en lo siguiente: lleva a cada conjunto
finito de axiomas de Fin(ZFC) a un modelo natural de estos axiomas o a
una derivación formal de una inconsistencia a partir de los axiomas de
Fin(ZFC) (o, de manera equivalente, de ZFC).
Presentaré un breve bosquejo de una demostración del teorema 1, la
cual puede ser realizada en PRS utilizando el siguiente:

Teorema 4.2. Toda relación bien fundada CA, E) es isomorfa a (la rela-
ción de pertenencia en) un conjunto. Si a está en A, y no hay b en A tal
que bEa sea válida en (A, E), entonces (A, E) es isomorfa a algún con-
junto (S, E), vía un isomorfismo que lleva a a a 0.
Si A es finita, entonces (A, E) es isomorfa a la relación de pertenencia
de un conjunto-phf. Si sólo consideramos a los conjuntos-phf A, el teo-
rema puede ser demostrado en PRS.54

Bosquejo de la demostración del teorema 1. La condicional de derecha


a izquierda proviene del teorema 3.3. Suponga que ZFC es consis-
tente. Sea S un conjunto finito de axiomas de Fin(ZFC) cuya totali-
dad de D abarca entre D qO '"'' Dql1' con qo < ... < q". Sea q,,+1 un número
racional mayor que q". Sea s+ la unión de S con a) el axioma 8 para p
= q" y q = q" + 1, Y con b) los axiomas de igualdad 11 al 15 y los axiomas
16 y 17 (las definiciones de 0 y ;), todos con Do reemplazado en todo
lugar en donde ocurra por Dqn+1' Estas variantes de los axiomas 11 al
17 son teoremas de Fin(ZFC) por obra del lema 3.2.

54 El teorema 2 es una simple consecuencia del lema del colapso de Mostowski (véase,
por ejemplo, Malcai, 1977, p. 247 o Levy, 1979, p. 70). He aquí el bosquejo de una demos-
tración: Sea \JI = (A,E) bien fundado. Sean K= IAI,aE =(b: bEa}, yao, ... , aa, ... ,a< K, sea un
buen orden de A. Sea ~X' = (A', E') = \JI 0 (K+ + K, E) (0 es la unión ajena), y que En = E' U
((K+ + a, aa) : a < K}. Entonces (A', En) está bien fundado y es extensional. Ahora aplicamos
el lema del colapso de Mostowski: Para a E A', permitamos que f(a) sea (f(b) : bEna}. El
rango de f en A es como se requiere.
Si a); = 0, podríamos modificar la construcción omitiendo la pareja (K+ + a, aa) de En
para asegurar que f(aa) = 0.
336 DE AL INFINITO

La demostración realizada por Mycielski y Pawlikowski del teorema


3.4 demuestra que es posible construir un modelo de la teoría S+ con
un universo de a lo más M = (e + 1)d N +d N - 1 +.+d+l elementos, en d~nde:
e es 2 más el número de ocurrencias restringidas de los cuantificadores
en S+; d es el máximo de 2 y la profundidad de cualquiera de las ocu-
rrencias restringidas de los cuantificadores en S+; t es el rango l;:-láximo
de un término que ocurre en S+, y N es t + n + 2.
Como Mycielski lo observó, podemos agregar cualquier teorema uni-
versal de ZFC a s+ y todavía obtener un modelo por medio de la misma
construcción. Sea Wel conjunto de todos los enunciados de la forma

donde k::; M, Y T es s+ U W. La construcción Mycielski-Pawlikowski


produce un modelo de T con a lo más M elementos, puesto que los
valores de e, d, t Y n no son cambiados por la adición de W. El modelo
~r está bien fundado, puesto que tiene a lo más M elementos, y es un
modelo de W. Sea ~{' el modelo obtenido a partir de ~ al desechar los
elementos fuera de fl~(11+1 y de eliminar flql1+1 del lenguaje. (Si a y b
están en ~' pero el viejo valor de a ; b ha sido desechado, entonces
arregle esto -por ejemplo, redefiniendo a; b como a-). El modelo~'
está bien fundado. Pero toda relación bien fundada finita es isomorfa a
la relación de pertenencia en un conjunto-phf debido al teorema 2, y
como ~r es un modelo de la versión apropiada del axioma 16, se puede
pedir que 0~l' sea llevado al conjunto vacío por tal isomorfismo. Cual-
quier modelo ~r" isomorfo a ~{', tal que la relación de pertenencia es la
relación de pertenencia en un conjunto-phf y 0~(" = 0, es como se
requiere. La interpretación de ";" es como se requiere debido a que ~
es un modelo de las versiones apropiadas de los axiomas 8 y 17. D

Existe una demostración más directa del teorema 1, basada en el teo-


rema 3.5, la cual, sin embargo, no puede realizarse en PRS. El teorema
3.5 demuestra que hay un modelo finito de S cuyo dominio es un conjun-
to finito (no necesariamente un conjunto-phf) con 0, E Y ; como se
requiere. Puesto que E está bien fundado en el conjunto, por el teorema
2, el modelo es isomorfo a un modelo cuyo universo es un conjunto-phf,
tal como se requiere.
No podemos probar que ZFC tiene un modelo estándar aun cuando
supongamos que es consistente. Las matemáticas finitas están en una
situación superior. Podemos demostrar la siguiente versión del teorema
1 dentro de las matemáticas finitas, incluso dentro de PRS: Para todo
conjunto finito S de axiomas de Fin(ZFC) hay un conjunto finito S'~ d S
DE AQUÍ AL INFINITO 337

de axiomas de Fin(ZFC) tal que si S;' es consistente, entonces éste (y por


lo tanto S) tiene un modelo natural finito. En marcado contraste con la
situación de ZFC, podemos demostrar de una manera aceptable, dando
por descontada su consistencia, que Fin(ZFC) tiene modelos naturales
en el sentido apropiado. 55
Todavía queda pendiente un detalle. Se supone que los Ü son indefini-
damente grandes, así que debemos asegurarnos de lo siguiente: Sea S un
conjunto finito de axiomas de Fin(ZFC) que involucra ü qO',,,, ü qn ' y sean
A o, ... , An conjuntos finitos de conjuntos-phf. Entonces debe haber un
modelo natural finito de S en el cual A¡ ~ ü q ¡, i = O, ... , n -esto demostra-
rá que no hay restricciones respecto a cuáles elementos pueden estar en
los Ü, y por tanto que ellos pueden ser considerados como indefinida-
mente grandes-o Discutimos el problema análogo para el caso general
de Fin(r) en el apartado 3, y la respuesta estaba relacionada con los
modelos razonables; de modo que ahora necesitamos un resultado aná-
logo para los modelos naturales. La demostración es análoga al resulta-
do comparable del apartado 3. El resultado requerido se deduce del teo-
rema 1 y del hecho de que üqJ T) se sigue de Fin(ZFC) para cualquier q¡ y
término cerrado T: simplemente adicione a S con suficientes axiomas
para demostrar que ü q ¡( Ta ) para cada a E A¡, i = O, ... , n, donde Ta es un
término constituido de 0 y ; que denota a a. Entonces el teorema 1 hace
el trabajo.
Ahora regresemos a la cuestión de si Fin(ZFC) proporciona una inter-
pretación de las matemáticas conjuntistas contemporáneas que resulta-
ría aceptable para los constructivistas. Esta pregunta es difícil de respon-
der, puesto que casi cada uno de los constructivistas tiene una
motivación diferente para el constructivismo, y las motivaciones desem-
peñan un papel importante en la decisión de si se puede o no aceptar
Fin(ZFC). Presumiblemente los constructivistas no estarán de acuerdo
con el proceso de extrapolación, así que cuando mucho aceptarían
Fin(ZFC), sin que por eso acepten ZFC.
Los objetos bajo discusión en Fin(ZFC) -los conjuntos hereditaria-
mente finitos- están tan estrechamente relacionados con los números
naturales, que son aceptables para la mayoría de los constructivistas,
con la posible excepción de quienes dudan que la exponenciación sea
una función total. Hemos considerado a cualquier teorema de Fin(ZFC)
como un esquema verdadero para cualquier modelo natural finito de los
axiomas utilizados para demostrar el teorema. El uso de la lógica clásica

55 No podemos demostrar que la totalidad de Fin(ZFC) tiene un modelo natural (de


hecho, no lo tiene). Pero solicitar tal modelo no estaría en el espíritu de las matemáticas
finitas. Por otra parte, solicitar un modelo estándar de ZFC está en completa concordancia
con el espíritu de las matemáticas conjuntistas.
338 DE AQUÍ AL INFINITO

para demostrar los teoremas de Fin(ZFC), cuando los teoremas se inter-


pretan de esta manera, parece ser incontrovertible, puesto que la lógica
clásica sólo se aplica a las relaciones bien definidas en modelos particu-
lares finitos plenamente especificados -el hecho de que un conjunto des-
empeñe el papel de un conjunto indefinidamente grande en un modelo
no convierte en indefinido a ese conjunto, como tampoco la asignación
de un conjunto a una variable convierte a dicho conjunto en variable-o
Por lo tanto, cualquier constructivista que esté dispuesto a aceptar los
axiomas de la teoría de conjuntos finita debe estar dispuesto a aceptar el
uso de la lógica clásica para extraer inferencias de ellos. La cuestión cen-
tral es la base sobre la cual se aceptan los axiomas de una teoría de con-
juntos finita. Un constructivista podría estar interesado en otro sistema
de axiomas dentro de las matemáticas finitas, pero la teoría de conjuntos
finita es el caso más interesante, debido a que aquellos constructivistas
que estén de acuerdo habrán aceptado una contraparte de prácticamente
la totalidad de las matemáticas clásicas.
El hecho de que las matemáticas finitas tengan nociones epistémi-
cas en su núcleo debiera hacerlas aceptables para aquellos constructivis-
tas que basan su constructivismo en consideraciones ampliamente epis-
témicas. Por ejemplo, podemos proporcionar de varias maneras una
explicación bastante directa de cómo obtenemos el conocimiento de las
colecciones indefinidamente grandes. La teoría de conjuntos finita, a
diferencia de la teoría de conjuntos infinitista ordinaria, es compatible
con la tesis de "el significado es el uso" de Dummett (1975, p. 98 Y ss.),
por lo que me parece que la teoría de conjuntos finita debiera ser acepta-
ble para aquellos que son constructivistas por razones dummettianas.
Algunos intuicionistas, como Brouwer, ya han aceptado las ideas fun-
damentales sobre las que puede estar basada la noción de conjunto inde-
finidamente grande. (Tengo en mente la idea de alguna clase de disponi-
bilidad epistémica, y la idea de que las matemáticas tienen un aspecto
temporal.) Tales intuicionistas han estado dispuestos a aceptar la arit-
mética intuicionista de Peana con base en consideraciones intuitivas. Yo
creo que tales intuicionistas deberían estar igualmente dispuestos a acep-
tar Fin(ZFC) con base en las consideraciones intuitivas similarmente cla-
ras que hemos presentado aquí. Reconozco que tales consideraciones no
influirán en aquellos -como Hilbert- que incluso se muestran re-
nuentes a aceptar la aritmética de Peana sin una justificación adicional.
IX. EXTRAPOLACIONES

1. MODELOS NATURALES

CUANDO DECIMOS QUE EL ENUNCIADO DE GODEL, que es independiente de la


aritmética de Peana, es verdadero, lo que queremos decir es que es verda-
dero para los números naturales. Cuando surge la cuestión de la verdad
teórico-independiente de un enunciado, el caso normal es que estemos
interesados en saber si el enunciado es o no verdadero en algún modelo
natural preestablecido de la teoría -los números naturales, los números
reales o el universo de conjuntos-o Sin embargo, lo modelos naturales
familiares no son parte de las matemáticas finitas. ¿Qué es lo que toma
su lugar?
¿Vamos a concluir, por ejemplo, que el enunciado de G6del para
Fin(PA) -al cual yo interpreto como una relativización regular del enun-
ciado de G6del para la aritmética de Peana (PA)- es verdadero en algu-
nos de los modelos finitos de Fin(PA) y falso en otros, y esto es todo?
Ciertamente no. En el caso infinitista, descubrimos que el enunciado de
G6del es verdadero al demostrar que es verdadero para los números
naturales. La versión de las matemáticas finitas de esta demostración
debe probar que la contraparte de las matemáticas finitas del enunciado
es verdadera en un sentido u otro. Pero, ¿verdadera dónde y en qué sen-
tido? Ésta es la pregunta que responderemos aquí.
Los modelos naturales de las teorías de las matemáticas finitas -los
modelos naturales de la clase introducida en el capítulo VIII- pueden
desempeñar el papel requerido en el caso de la aritmética. Por ejemplo, se
verá que el enunciado de G6del para Fin(PA) (el cual es verdadero en al-
gunos modelos de Fin(PA) y falso en otros) es verdadero en todos los mo-
delos naturales de Fin(PA). A continuación discutiré la aritmética con
cierto detalle, y al final de la sección abordaré el caso más difícil: el de
los modelos naturales de la teoría de conjuntos.
La idea básica es bastante simple. Me permito comenzar con el siguien-
te ejemplo, el cual está tomado del trabajo de Martin Davis, Yuri Matija-
cevic y Julia Robinson (Davis et al., 1976). Hay una ecuación entre dos
polinomios cuyos coeficientes son números naturales, la cual no tiene
solución en los números naturales, y aun así no puede demostrarse, en la
aritmética de Peana, que no tiene solución. Tampoco puede demostrarse
en la aritmética de Peana que haya una solución (suponiendo que la arit-
339
340 EXTRAPOLACIONES

mética de Peano sea w-consistente), ya que esta solución constituiría


una contradicción para la hipótesis. Cuando digo que no hay solución,
quiero decir que no hay solución en los números naturales. Puesto que el
teorema que postula que no hay solución es independiente de laaritméti-
ca de Peano, habrá soluciones en algunos otros modelos de la aritmética
de Peano. Igualmente, habrá modelos de Fin(PA) que incluyan soluciones.
Requiramos que un modelo natural de Fin(PA) sea uno cuyo dominio
es un conjunto de números naturales en el que las operaciones de adi-
ción y multiplicación sean la adición y la multiplicación correctas ordi-
narias en los elementos de los ü. No necesitamos ir más allá de las mate-
máticas finitas para dar sentido a la ((adición y multiplicación correctas
ordinarias", puesto que PRA es suficiente para caracterizar estas opera-
ciones. Con esta definición del modelo natural, que ciertamente parece
razonable, no habrá un modelo natural de Fin(PA) en el que nuestro
polinomio tenga una solución, ya que tal solución -dada nuestra condi-
ción en los modelos naturales- podría resultar ser una solución para el
polinomio en PRA, y por lo tanto en la aritmética de Peano, contrario a
la construcción del polinomio.
El uso familiar del modelo buscado de la aritmética de Peano se trans-
fiere a los modelos naturales de la aritmética finita de la manera en que
queríamos: el hecho de que el polinomio no tenga solución no puede de-
mostrarse en PA y tampoco en Fin(PA). Decimos que es ((un hecho" debi-
do a que el polinomio no tiene solución en el modelo o modelos natura-
les apropiados. Los modelos naturales proporcionan la apropiada
noción de verdad teórico-trascendente. Además, una versión en las mate-
máticas finitas de la usual demostración de que el polinomio no tiene
solución en los números naturales demuestra que tampoco tiene solu-
ción en ningún modelo natural de Fin(PA) (esto no es sorprendente,
puesto que la demostración usual esencialmente ya tiene lugar en PRA).
Resulta que, gracias al trabajo de Davis, Matijacevic y Robinson, el
enunciado de Gódel es esencialmente equivalente al que afirma la inexis-
tencia de una solución para un polinomio, por lo que las anteriores con-
sideraciones no sólo abordan el caso de los polinomios, sino también el
enunciado de Gódel. Pero la naturaleza sutil y sofisticada del argumento
casi puede hacer parecer como accidente el hecho de que los modelos na-
turales de la aritmética de Peano hagan lo que queremos. En particular,
no proporciona razón alguna para creer que, por ejemplo, los modelos
naturales de Fin(ZFC) podrían desempeñar un papel similar. 1 Por lo tan-
to, vale la pena tratar de obtener un resultado en el que el enunciado de

1 Los modelos naturales de Fin(ZFC) serían como se requiere si estipuláramos que un


modelo natural fuera aquel en el que las operaciones de adición y multiplicación son están-
EXTRAPOLACIONES 341

Gódel sea verdadero en todos los modelos naturales de Fin(PA) (suponien-


do que Fin(PA) sea consistente) sin reducir el enunciado a un polinomio.
Podríamos requerir que la adición y multiplicación sean correctas en
un modelo natural precisamente porque la adición y la multiplicación
son definibles de modo recursivo primitivo -fue PRA la que nos propor-
cionó la norma antecedente de lo que es correcto-o La adición y multi-
plicación no son las únicas funciones definibles de modo recursivo pri-
mitivas en los números naturales que son definibles en la aritmética de
Peana. De hecho, todas las funciones definibles de modo recursivo pri-
mitivo en los números naturales son definibles en la aritmética de Peana,
como se deduce del trabajo de Gódel.
Aumente el lenguaje de la aritmética de Peana con nuevos símbolos de
función para toda función recursiva primitiva. Sea PA+ un sistema axio-
mático del lenguaje ampliado que consiste en los axiomas de la aritméti-
ca de Peana más las definiciones explícitas de la aritmética de Peana de
todas las funciones recursivas primitivas. Puesto que PA+ es una exten-
sión de la aritmética de Peana mediante las definiciones, consideramos
que es poco más que una variante notacional de la aritmética de Peana.
(Véase, por ejemplo, Shoenfield, 1967, apartado 4.6, para una cuidado-
sa discusión de las extensiones obtenidas por medio de definiciones.)
Además, la manera obvia de axiomatizar PA+ consistirá en el uso de es-
quemas, así que habrá una obvia teoría correspondiente de Fin(PA+), a la
cual consideraré como poco más que una variante notacional de Fin(PA).
Ahora podemos definir un modelo natural de un conjunto de axiomas
finito de Fin(PA+), cuyo dominio es un conjunto de números naturales en
el cual todos los símbolos de función que aparecen en el conjunto de
axiomas -ya no únicamente de adición y multiplicación- reciben sus
interpretaciones ordinarias en todos los elementos de los n (como antes,
sus interpretaciones ordinarias son como las proporcionadas por PRA).
Observe que no he definido un "modelo natural", sino un "modelo natu-
ral de un conjunto de axiomas": la condición que un modelo debe satis-
facer para ser natural depende del conjunto de axiomas.
Se aprecia inmediatamente en PA+, y por tanto en Fin(PA+), que el
enunciado de Gódel -y, de hecho, cualquier enunciado es equiva-
lente a un enunciado que es sólo la cerradura universal de una ecuación,
puesto que la matriz del enunciado de Gbdel es recursivamente primitiva
(Smorynski, 1977) y por tanto equivalente a una ecuación que ipvolucra
una apropiada función recursiva primitiva. De este modo el enunciado
de Gbdel será verdadero en cualquier modelo natural de cualquier con-

dar en los números naturales de Mirimanoff-Von Neumann del modelo (en el sentido del
modelo). Pero esto parece demasiado ad haG.
342 EXTRAPOLACIONES

junto de axiomas de Fin(PA+) que incluya la definición de esta función


recursiva primitiva -por el mismo razonamiento que utilizamos ante-
riormente para las soluciones de los polinomios-o Esto es lo que necesi-
tábamos: cualquier modelo natural de cualquier conjunto de axiomas que
incluya la definición es un modelo en el cual es verdadero el enunciado de
Gbdel. El mismo argumento funciona para cualquier enunciado TI I .
¿ Qué podemos decir acerca de los enunciados independientes de la
aritmética de Peano que son más complicados que TI I ? Consideremos el
caso concreto de un enunciado independiente TI 2 verdadero y después
comentemos sobre el caso general. Tal enunciado es equivalente a uno
de la forma (\ix)(3y)f(x, y) = O, donde fes uno de los símbolos de función
en PA +.2 Habrá modelos naturales de los conjuntos finitos de axiomas de
Fin(PA+), incluyendo la definición de f en la cual el enunciado es falso.
Sin embargo, considere cuán malo debe parecer un modelo natural en el
que es falso el enunciado: Debe haber alguna X o en el dominio del mode-
lo tal que no haya y en el modelo para el cual f(x, y) = O sea válido (deno-
mine Xo a un testigo que prueba que el modelo es malo). No obstante,
sabemos que existe una y apropiada -digamos Yo- y que podemos
demostrar que f(xo, Yo) = O en Fin(PA+). Así, para todo X o hay un conjunto
finito S de enunciados de Fin(PA+) tal que X o no es un testigo de que es
malo cualquier modelo natural de cualquier conjunto de enunciados de
Fin(PA+) que incluya S. Diremos que X oes un testigo fuerte si es un testigo
de que todo modelo natural de cualquier conjunto finito de enunciados
de Fin(PA+) es malo. 3 Entonces hemos demostrado que no hay un testigo
fuerte. Requeriríamos un testigo fuerte para concluir que nuestro enun-
ciado es falso, y sabemos que no podemos tenerlo, por lo que el enuncia-
do es verdadero. Claro que si sabemos que nuestro enunciado indepen-
diente es verdadero para los números naturales, en el caso normal esto
se debe a que hemos demostrado que sí lo es, pero en alguna teoría más
fuerte que la aritmética de Peano. La versión de las matemáticas finitas
de la misma demostración probará que ningún número natural es un
testigo fuerte. Por lo tanto, podemos utilizar esencialmente el mismo
argumento que acabamos de proporcionar dentro de las matemáticas
finitas.
En el caso de TI 2 el razonamiento es más complejo que en el caso de TI I
y, a medida que ascendemos por la jerarquía, las cosas parecen todavía
2 Véase Goldfarb (1990, apartado 3), en donde aparece un ejemplo de tal enunciado. El
ejemplo está bastante cercano a (Vx)(3y)("x es un conjunto de enunciados de Fin(PA)" -7
"y es un modelo de x").
3 La noción de testigo fuerte definida en el texto va más allá de las matemáticas finitas
porque cuantifica sobre todo modelo natural y conjunto finito de enunciados de Fin(PA+).
Pero el lector ya sabe cómo dar una contraparte apropiada de esta noción en las matemáti-
cas finitas.-Omitiré los detalles.
EXTRAPOLACIONES 343

peores. Sin embargo, de hecho hay una condición uniforme para que un
enunciado de las matemáticas finitas sea una verdad de un sistema de
modelos naturales finitos, condición que formalmente se asemeja a la
condición de Putnam-Hellman de lo que es verdadero para la totalidad
abierta de Zermelo de todos los dominios normales. Las consideraciones
de esta sección son suficientes para demostrar que la condición unifor-
me es válida en los casos que tenemos a la mano. La condición uniforme
desempeña un papel en las matemáticas finitas muy parecido al papel
familiar que desempeña la verdad en un modelo natural individual de las
matemáticas ordinarias, que presentaré en el apartado 2.
La demostración usual de que el enunciado de Gi:idel es verdadero fre-
cuentemente es formulada con base en el supuesto de que la aritmética
de Peano es válida para los números naturales. De hecho, lo único que se
utiliza es que los teoremas ¡¡ de la aritmética de Peano son válidos para
los números naturales. De manera similar, la demostración de que el
ejemplo específico de un enunciado independiente 112 mencionado ante-
riormente es verdadero recurre al hecho de que los teoremas ¡2 de la
aritmética de Peano son válidos para los números naturales (Goldfarb,
1990). Las diferencias entre los argumentos concernientes a los dos
enunciados independientes, discutidos en este apartado, no son un fenó-
meno único para las matemáticas finitas. Dichas diferencias son compa-
rables con el análisis más fino que acabamos de mencionar, el cual es
más o menos familiar desde la perspectiva de las matemáticas ordina-
rias.
¿Cómo se aplican las observaciones anteriores sobre la aritmética de
Peano a los modelos naturales de la teoría de conjuntos, o de cualquier
otra teoría? Para obtener la definición de una clase de modelo natural
consideramos las extensiones de una teoría por medio de definiciones y
después definimos a los modelos naturales como aquellos modelos en los
que las funciones y predicados definidos son correctos, siempre que haya
un sentido antecedente de lo correcto. Esto es todo lo que podemos decir
en el caso general; sin embargo, en el caso de la teoría de conjuntos es
posible ser más precisos.
Para la teoría de los números podemos utilizar PRA como teoría de
fondo natural. En el caso de la teoría de conjuntos parecería que PRS
podría desempeñar un papel comparable, pero la situación es más com-
plicada: No podemos simplemente requerir que un modelo natural de un
conjunto finito de axiomas de Fin(ZFC) proporcione a un número finito
de funciones recursivas primitivas de la teoría de conjuntos su interpre-
tación deseada. Por ejemplo, en la teoría de conjuntos infinitista ordinaria
tenemos que Uw = w, pero no hay un conjunto-phf w tal que U w = w,
así que la operación de unión en un modelo hereditariamente finito de
344 EXTRAPOLACIONES

Fin(ZFC) no puede ser la operación usual que se realiza en cualquier


conjunto que desempeñe el papel de w. Éste no es un defecto de la teoría
Fin(ZFC) o de sus modelos. A fin de cuentas, lo importante de la contra-
parte de w en un modelo de Fin(ZFC) se reduce a que no todos sus ele-
mentos están disponibles, mientras que todas las definiciones en PRS,
incluyendo la de unión, son por debajo, con el supuesto de. que lo
que se necesita está disponible.
No está de ninguna manera claro cómo se puede dar una caracteriza-
ción general de cuáles restricciones naturales, más allá de las del aparta-
do VIlI.4, podemos poner en los modelos de Fin(ZFC). Esto se debe en
parte a que no tenemos mucha claridad acerca de varias cuestiones de la
teoría de conjuntos. No obstante, al menos hay algunas restricciones
convincentes: Son más naturales los modelos con lagunas más grandes
entre un ordinal límite y sus predecesores. En particular, son más natu-
rajes los modelos con una laguna más grande entre la contraparte de w y
los números naturales que la preceden. Esta consideración no produce
una restricción de naturalidad particular, sino una sucesión de ellas. Por
ejemplo, debemos sentirnos libres para requerir que la contraparte de w
sea al menos dos veces mayor que cualquiera de los números naturales
que la precedan en un modelo natural que sea útil para algún propósito,
y para imponer el requerimiento más fuerte que sea al menos el factorial
de cualquier número natural que la preceda, siempre y cuando resulte
ser útil. También podríamos producir una extensión por medio de la
definición de la operación del conjunto potencia y requerir que su inter-
pretación sea correcta en el sentido de PRS. Ésta sería una manera natu-
ral de requerir que, en cierto sentido, no sea omitido ningún subconjunto
de ningún conjunto. Yo creo que éstas son las clases de consideraciones
que serán relevantes para argumentar en favor de los nuevos axiomas de
la teoría de conjuntos.

2. MUCHOS MODELOS

En este apartado discutiremos la relación formal entre la teoría de con-


juntos modal de Putnam-Hellman y la teoría de conjuntos finita. La teo-
ría de conjuntos modal de Putnam-Hellman proporciona un método for-
mal para dar sentido a la noción de verdad en la progresión abierta de
dominios normaJes de Zermelo, contrastada con la noción de verdad en
un modelo individual de la teoría de conjuntos. En la teoría de conjuntos
finita, como en la teoría de conjuntos infinitista explicada por Zermelo,
no hay un modelo diferenciado que sea de particular interés, así que
cuando afirmamos que algo es verdadero respecto a los conjuntos, nos
referimos a algo análogo a lo que quiso decir Zermelo. Putnam y Hell-
EXTRAPOLACIONES 345

man dieron precisión a esta noción en nombre de Zermelo, y la analogía


formal dentro de las matemáticas finitas es la que necesitamos allí. En
las matemáticas finitas la teoría de conjuntos -y todas las demás teo-
rías- involucra una progresión abierta de modelos, por lo que la imagen
desarrollada en este apartado se aplicará a toda teoría de las matemáti-
cas finitas, no sólo a la teoría de conjuntos finita.
En las matemáticas ordinarias tratamos con los modelos de una teoría
fija en un lenguaje fijo, mientras que en las matemáticas finitas con fre-
cuencia estamos interesados simultáneamente en muchas teorías (varios
conjuntos finitos de axiomas de Fin(T») que pueden estar en diferentes
lenguajes. Por lo tanto, será conveniente utilizar una definición no están-
dar de modelo y varias nociones de la teoría de modelos. Reservaremos
la palabra "estructura" para la noción estándar de modelo. De aquí en
adelante un modelo es un par ordenado cuyo primer elemento es un con-
junto de enunciados y cuyo segundo elemento es una estructura para el
lenguaje de este conjunto de enunciados en el cual todos los enunciados
son verdaderos. Un modelo es (isomOJfo a) un submodelo de otro si el
conjunto de enunciados del primero es un subconjunto del conjunto de
enunciados del segundo, y la estructura del primero es (isomorfa a) una
subestnlctura de la estructura que resulta de la estructura del segundo,
cuando es restringida al lenguaje de la primera. Un modelo de Fin(T),
para cualquier T dada, no es más que un modelo en el que el conjunto de
enunciados es un conjunto de enunciados de Fin(T).
Ahora podemos establecer nuestra noción de verdad en una progresión
de modelos. Fije un tipo de modelo: para la teoría de conjuntos finita o
para la teoría de los números utilizaríamos alguna clase de modelo natu-
ral de la teoría; para otras teorías dentro de las matemáticas finitas po-
dríamos simplemente utilizar todos los modelos de la teoría. Para esta-
blecer un marco modal estipule que un modelo n es accesible desde un
modelo )B sólo si )B es isomorfo a una subestructura de ~l (y permita que
las contrapartes de los elementos de )B sean determinadas por el isomor-
fismo). Siempre debemos excluir cualesquier modelos malos de una teo-
ría desde un marco, donde un modelo malo ~{ es aquel en el que hay un
conjunto finito S de axiomas de la teoría tal que ningún modelo de S es
accesible desde n.
Observe que el marco para la semántica de Putnam es esencialmente
un caso especial de nuestro marco modal: tomamos a la progresión de
modelos como algo constituido por modelos en los que el primer ele-
mento del par es el conjunto de todos los axiomas para la teoría ordina-
ria de conjuntos y el segundo es un dominio normal. Puesto que siempre
utilizamos todos los axiomas, no hay modelos malos.
En la semántica de Putnam transformamos un enunciado 4> en un
346 EXTRAPOLACIONES

enunciado </J'" reemplazando 'íI por D'íI y 3 por <>3. Haremos lo mismo
aquí, de manera que 'ílx E Dp se convierte en D'ílx E Dp Y 3 x E Dp se con-
vierte en <>3x E Dp. En la semántica de Putnam, se dice que </J es verda-
dero para la progresión de dominios normales sólo si </Ji, es verdadero en
el marco modal que acabamos de especificar. En el caso de las matemá-
ticas finitas se hace necesaria una ligera alteración, por el hecho que
los diferentes modelos pueden ser modelos para diferentes teorías: que-
remos asegurar que para cualquier teoría finita con la que comencemos
haya una extensión finita de esta teoría, de forma que el enunciado bajo
consideración sea verdadero para la progresión de modelos de toda
extensión de esta extensión. Diremos, por consiguiente, que un enuncia-
do </J es verdadero para una progresión de modelos sólo si D<>D</Ji' es
verdadero en el marco modal apropiado.
Es un ejercicio de rutina verificar que para el marco modal asociado
con la semántica de Putnam la nueva condición sea equivalente a la vieja;
es decir, para este marco y para todo </J, D<>D</J'" es verdadero si y sólo si
</Ji' es verdadero. 4 Por lo tanto, la condición modificada no constituye el
abandono de la semántica de Putnam. La condición que acabamos de
dar para la verdad en una progresión de modelos es la que mencionamos
en el apartado 1: se ve fácilmente que los enunciados que allí son consi-
derados verdaderos para varias nociones del modelo natural son verda-
deros para las correspondientes progresiones de modelos en el sentido defi-
nido aquí. En la semántica de Putnam todos los enunciados sólo pueden
ser verdaderos o falsos; en cambio, en nuestra comparable semántica
éste no necesita ser el caso, puesto que nuestra relación de accesibilidad
puede tener muchas ramas. De esta manera es posible que una noción
dada de modelo natural para una teoría resuelva algunas cuestiones
independientes de la teoría, sin resolverlas todas.
Al dar la definición de verdad de una progresión de modelos utilicé
muy libremente nociones infinitistas. La definición oficial debiera ser la
contraparte de las matemáticas finitas de la definición dada aquí. La de-
finición que he proporcionado puede leerse, de hecho, de manera ca-
nÓnica.

3. ¿UN MODELO o MUCHOS? CONJUNTOS y CLASES

Extrapolamos desde Fin(ZFC) a ZFC por medio del establecimiento de


cotas iguales en nuestros cuantificadores -los D- para formar un
dominio único de cuantificación V que sea tan grande que nunca pueda

4 La afirmación se deduce directamente del hecho que cp* es verdadero o falso en un seg-
mento terminal, como lo establece una inducción directa en la formación de cp.
EXTRAPOLACIONES 347

requerir una ampliación en ningún contexto. Así, la extrapolación con-


lleva la idea de un dominio maximal único de todos los conjuntos. (La
elección de ZFC es sólo por conveniencia. Similares observaciones se
aplican, mutatis mutandis, a otras teorías de conjuntos estándar.) Por el
contrario -como hemos visto en detalle en el apartado 2-, la teoría de
modelos de Fin(ZFC) está íntimamente asociada con la idea de Zermelo
de una progresión creciente de dominios. Así, la idea de que nuestras
intuiciones acerca de la teoría de conjuntos infinitista tienen su origen
en extrapolaciones a partir de la teoría de conjuntos finita explica el ori-
gen del conflicto que encontramos entre las dos diferentes concepciones
de la teoría de conjuntos infinitista. (La idea de un dominio maximal
único surge por extrapolación a partir de la teoría de conjuntos finita,
mientras que la idea de una progresión de dominios surge por extrapola-
ción a partir de la teoría de modelos de la teoría de conjuntos finita.) El
hecho de que esta perspectiva de la extrapolación proporciona tal expli-
cación es una evidencia a su favor: mientras más fenómenos reales ex-
plique, más probable es que sea correcta. Utilicemos esta perspectiva de
la extrapolación para esclarecer mejor los dos lados del conflicto.
La extrapolación a partir de los modelos naturales de Fin(ZFC) da
lugar a que haya un modelo natural maximal único para ZFC, pero hace
a este modelo ontológicamente distante: la extrapolación nos permite
determinar muchas propiedades del modelo, pero es neutral acerca de la
naturaleza metafísica de las cosas en el dominio del modelo simplemen-
te porque la teoría también es neutral en las matemáticas finitas con las
que comienza la extrapolación.
En el caso finito no es difícil proporcionar una explicación metafísica
verosímil; en el caso infinito, si la perspectiva de la extrapolación es
correcta, no podemos decir mucho más que lo siguiente: los objetos infi-
nitistas son versiones extrapoladas ("idealizadas") o contrapartes de los
objetos finitos. De hecho, esto describe la situación real bastante bien.
Una vez que aceptamos el punto de vista de la extrapolación, el estado de
cosas no parece insatisfactorio, puesto que a partir de aquí podemos des-
cribir la naturaleza de la idealización más precisamente. (Este estado de
cosas no es mucho peor que el estado actual de nuestros conocimientos
sobre el centro de una estrella de neutrones, para poner un ejemplo.) No
obstante, sin la extrapolación la comprensión de los conjuntos infinitos ha
sido uno de los principales misterios de la filosofía de las matemáticas:
¿Cómo podríamos conocer algo acerca de entidades tan distantes -cómo
saber incluso si existen o no- puesto que son tan diferentes a cualquier
cosa que hayamos experimentado?
Naturalmente que continuarán algunos misterios, incluso si se aplica
la perspectiva de la extrapolación. El principal de estos misterios es el
348 EXTRAPOLACIONES

hecho de que el universo de conjuntos debe prolongarse inimaginable-


mente, puesto que cualquier longitud que podamos imaginar podría ser
prolongada en algún contexto más grande. Por lo tanto, no podemos
comprender cuán largo es lo inimaginablemente largo. Esto sugiere que
nuestra noción del universo de todos los conjuntos es irreduciblemente
vaga o ambigua (en palabras de Parsons, 1980, esto es sistemáticamente
ambiguo). La vaguedad o la ambigüedad de una noción usualmente
sugiere la posibilidad de hacer más precisa la noción o de eliminar la
ambigüedad de varios modos. Parsons sugirió que cualquier universo
que elijamos para la teoría de conjuntos inevitablemente se convertiría en
un conjunto en algún universo más grande, por lo que falsifica la idea de
que el universo original era el universo de todos los conjunto, y concluyó
(Parsons, 1980, p. 91) que "la 'totalidad' de los conjuntos es irreducible-
mente potencial". Esto sugiere una perspectiva modal, y Parsons de
hecho ha sugerido tal perspectiva, aun cuando también dijo que no está
claro si se puede hacer funcionar esto. Especuló que (Parsons, 1980, p.
91) "posiblemente sea esencial a los axiomas de la teoría de conjuntos
cierto carácter 'dialéctico' ".
El problema fundamental para dar una interpretación modal o dialéc-
tica de la teoría de conjuntos infinitista es que cualquier clase de inter-
pretación parece requerir la posibilidad de que el estatus ontológico de
al menos algunos conjuntos pueda cambiar (que los conjuntos posibles
puedan volverse reales). Como el propio Parsons lo sugirió, la dimensión
en la que cambian los conjuntos no puede ser el tiempo. (Compare esto
con lo que expusimos en el apartado V.5.) Pero tampoco parece haber·
nada que pueda tomar el lugar del tiempo. Por lo tanto, quienes propu-
sieron las perspectivas modales simplemente tendieron a considerar
como primitiva a la modalidad, sin intentar explicarla más a fondo. Pero
esto es simplemente cambiarle el nombre al misterioso y sistemáticamen-
te ambiguo carácter del universo de todos los conjuntos, por lo que no
representa un progreso hacia su comprensión.
Espero que haya sido obvio para el lector hacia dónde hemos encami-
nado la discusión. La teoría de conjuntos finita es "dialéctica" en su base,
en el sentido requerido, aun cuando no me gustaría tener que argumen-
tar qué es "dialéctica" en el sentido preciso del término. La teoría de con-
juntos finita hace uso esencial de la idea de sensibilidad al contexto, lo
cual con bastante frecuencia no es otra cosa que sensibilidad a un propó-
sito, al que considero suficientemente cercano. El misterioso y sistemáti-
camente ambiguo carácter del universo extrapolado V de todos los con-
juntos es heredado del poco misterioso y sistemáticamente ambiguo
carácter de nuestro razonamiento acerca de los 11, que dan lugar a V. La
extrapolación da lugar a que haya sólo un universo, pero no contribuye a
EXTRAPOLACIONES 349

resolver la ambigüedad sistemática de los 11. Es la ambigüedad sistemá-


tica de los 11 lo que da lugar a la progresión de los modelos de la teoría
de conjuntos finita, y esta progresión extrapola para producir la idea de
una progresión de los modelos de la teoría de conjuntos infinitista.
Hay muchos 11, y éstos son hasta cierto grado intercambiables. Mien-
tras persistamos en identificarlos, nos enfrentaremos con el misterio de
un universo maximal único de conjuntos que, según parece, debiera ser
él mismo un conjunto. Esto no demuestra que debiéramos abandonar la
teoría de conjuntos infinitista por incoherente. Es perfectamente cohe-
rente cuantificar sobre un VO' único o sobre su contraparte en una teoría
sin el axioma de fundamentación (he estado hablando únicamente de ZFC
por razones de conveniencia), concebido como inmerso dentro de uno
mayor, y para muchos propósitos podemos dejar un poco vago precisa-
mente qué VO' es el que estamos utilizando. Por lo que estoy abogando no
es más que por la idea de Zermelo, pero ahora complementada con un
diagnóstico de la problemática de su rival: la totalidad de los conjuntos
surge por extrapolación, pero la idea de que es fija no es más que un
artificio de la extrapolación. No hay nada de malo con esto per se, pero
requiere de una teoría adecuada de la totalidad fija. Pero el modo sensi-
ble al contexto en el que los 11 que conducen a la totalidad pueden variar
ciertamente no ayuda, y no parece haber algún método para proporcio-
nar un sustituto adecuado.
Ahora vayamos a la distinción entre conjuntos y clases. La teoría de
modelos de la teoría de conjuntos finita está inevitable y naturalmente
asociada con la idea de Zermelo de una progresión de dominios para la
teoría de conjuntos. De hecho, la idea de un dominio universal fijo para
la teoría de conjuntos finita no es ni con mucho atrayente, y está claro
que cualquier clase en un modelo de la teoría de conjuntos finita es en sí
misma un conjunto que puede resultar ser elemento de un modelo más
grande. Así, dentro de la teoría de conjuntos finita, incluso más que den-
tro de la imagen de Zermelo de la teoría de conjuntos infinitista, parece
natural e inevitable que debiera haber una distinción entre los conjuntos
y las clases -puesto que ningún modelo es un modelo final-, y que la
distinción sea completamente relativa -relativa a un modelo o contexto
epistémico-o La distinción entre conjuntos y clases surge, no debido a la
necesidad de evitar paradojas, sino de la necesidad de distinguir los con-
juntos-phf en un modelo natural dado de los conjuntos-phf fuera de éste.
El enunciado "La clase de todos los conjuntos no es un conjunto" se con-
vierte, dentro de la teoría de conjuntos finita, en una manera de expresar
el hecho de que hay una elección canónica de un conjunto-phf que no
está presente en el modelo finito actual; es decir, en el dominio de ese
preciso modelo.
350 EXTRAPOLACIONES

Hasta aquí hemos discutido ZFC pero, puesto que la distinción entre
los conjuntos y las clases constituye una parte tan natural e inevitable de
la teoría de conjuntos finita, parece que vale la pena considerar una teoría
de conjuntos que admita tanto los conjuntos como las clases, para ver qué
aspecto tiene esta distinción dentro de la teoría de conjuntos finita. Para
evitar una mala interpretación, me permito recordar que las clases que
estamos considerando son clases combinatorias (colecciones que son
demasiado grandes para ser contadas -contadas dentro del presente uni-
verso, podríamos agregar ahora-), no extensiones russellianas con sus
paradojas concomitantes. Dentro de la teoría de conjuntos, la noción de
clase propia -es decir, una clase que no sea un conjunto- tiene una de-
finición muy simple: Una clase propia es aquella que no es elemento de
ninguna otra clase, una clase que es maximal con respecto a la relación
de pertenencia; en síntesis, una clase E-maximal.
Puede parecer absolutamente obvio, a la luz de las consideraciones
que acabamos de presentar, que cualquier modelo dentro de las matemá-
ticas finitas contendrá clases, puesto que cualquier modelo finito necesa-
riamente contendrá algunos elementos E-maximales. No obstante, aun
cuando esto es más o menos correcto, se requiere un análisis un poco
más cuidadoso: necesitamos mirar, no a la definición de la clase propia
que acabamos de considerar, sino a su contraparte dentro de las mate-
máticas finitas. La contraparte canónica es como sigue: Si x está en 0 0 ,
entonces x es una clase propia si para todo yen 0 1, x no está en y. Por
indiscernibilidad, se deduce que si x está en 0p, entonces x es una clase
propia si para toda y en Oq x no está en y, donde Oq es el O más grande
bajo consideración, y Op es el que le sigue en tamaño. Si consideramos
un lenguaje sin símbolos de función, entonces nada fuera de Oq produce
alguna diferencia, 5 así que de hecho recuperamos la idea básica de que
hay una clase en una colección E-maximal.
Observe la conexión entre la idea de una clase propia considerada
como una colección maximal con respecto al presente universo y la idea
de Parsons de la ambigüedad sistemática (Parsons, 1980, pp. 219, 240):
"Si considero tus cuantificadores como si corrieran sobre todos los con-
juntos, esto sólo puede demostrar (desde una perspectiva 'más alta') mi
falta de una concepción de conjunto más comprehensiva que la tuya.
Pero entonces parece que siempre es posible que exista una perspectiva
de acuerdo con la cual tus clases realmente son conjuntos". Parsons agre-
ga a continuación: "Haciendo a un lado la posibilidad de una interpreta-

5 Si se permiten los símbolos de función, entonces también debemos tomar en cuenta


los objetos que resultan de aplicar las funciones a los elementos de fi q , objetos que no nece-
sitan estar en fiq. Aun cuando no creo que esto cause alguna dificultad esencial, sí incre-
menta significativamente la complejidad de las formulaciones necesarias.
EXTRAPOLACIONES 351

ción 'absoluta', la generalidad que tiene tal discurso [ ... ] y que trasciende
cualquier conjunto particular como el rango de sus cuantificadores debe
yacer en algún tipo de ambigüedad sistemática, en la que se encontrará
una cantidad indefinidamente grande de tales conjuntos".

4. AxIOMAS NATURALES

En el apartado V.5, propuse una axiomatización de la teoría de conjun-


tos que me pareció más natural y conceptualmente mejor fundamentada
que las axiomatizaciones usuales -aun cuando dudo que haya dicho la
última palabra sobre el tema-o En esta sección demostraré que la con-
traparte matemático-finita de esta axiomatización puede ser fundamen-
tada dentro las matemáticas finitas. Esto no se logra automáticamente a
partir de la discusión de Fin(ZFC) que presentamos en el apartado
VIIl.4, debido a que ZFC es exclusivamente una teoría de conjuntos,
mientras que la teoría del apartado V.5 también tiene clases.
Podemos desechar inmediatamente dos de los cinco axiomas: La moti-
vación para el axioma de extensionalidad (V.5.l) para las clases es la
misma que la del axioma de extensionalidad para los conjuntos (el axio-
ma 18 del apartado VIIl.4). Más precisamente, los dos axiomas son simi-
lares entre sí en forma, y como consecuencia de esto sus contrapartes en
las matemáticas finitas también son similares en forma, y puede verse
que esto es verdadero de manera bastante similar, manera que ya fue dis-
cutida en el apartado VIII. 4. La contraparte dentro de las matemáticas
finitas del axioma del infinito (V.5.3) es una consecuencia inmediata del
axioma del zillion (axioma 24 del apartado VIll.4, el cual ya hemos dis-
cutido en detalle). El axioma de limitación de comprehensividad (V.5.4)
también puede ser manejado utilizando las consideraciones del apartado
VIIl.4, ya que es bicondicional. La ida la proporciona un axioma de
unión, yen la contraparte de las matemáticas finitas será una consecuen-
cia del axioma de unión débil, (24) del apartado VIII.4, y del axioma de
limitación de tamaño, el cual discutiremos más adelante, puesto que este
último produce el principio de separación requerido. De manera similar,
el regreso es una consecuencia del axioma del conjunto potencia, (22)
del apartado VIII. 4, Y del axioma de limitación de tamaño, una vez más
como resultado de un principio de separación.
Todavía quedan dos axiomas: la versión esquemática completa del
axioma V.5.2 (al cual llamaré axioma de comprehensión) y el axioma de
limitación de tamaño (V.3.1). Después de discutir estos axiomas, discuti-
remos cómo se acoplan entre sí.
La contraparte matemático-finita del axioma de comprehensión (el
352 EXTRAPOLACIONES

cual no es más que una relativización semirregular de este axioma) se lee


como sigue:

donde 4Y es cualquier fórmula semirregular en cualquier lenguaje para la


teoría de conjuntos que aceptamos, en la cual y no ocurre libre y no hay
ocurrencia de ningún ü p tal que p :S 1.
Observe que el hecho de que utilicemos un determinado ejemplo del
axioma de comprehensión significa que la 4Y relevante está disponible
para nosotros. En efecto, el axioma de comprehensión requiere que la
clase de conjuntos que satisface 4Y esté disponible para cualquier 4Y dis-
ponible. La restricción a las clases en ü I que son conjuntos con respecto
a ü 2 es exactamente la restricción para las cosas en ü I que están en algu-
na clase alguna vez, puesto que, por indiscernibilidad, podríamos consi-
derar a ü 2 como Ü con el subíndice más alto bajo consideración. Esta
restricción a cosas que están alguna vez en alguna clase es una restric-
ción que se puede imponer muy naturalmente sobre las cosas que
son consideradas para la pertenencia de una clase particular. Por lo tan-
to, la contraparte matemático-finita del axioma de comprehensión es
una codificación del mismo principio que nos permite disponer de la cla-
se de los gatos en virtud del hecho de que sabemos qué son los gatos -a
pesar de que nunca se diera el caso de que cada gato individual esté dis-
ponible para nosotros-o Una vez que abandonamos la idea de los mode-
los transitivos, esto parece casi inevitable.
Ahora vayamos al axioma de limitación de tamaño, la versión de Van
Neumann de la idea cantoriana de que los conjuntos son colecciones que
pueden ser contadas. Un sentido del axioma dice que ninguna función
disponible contiene absolutamente todos los conjuntos de su rango en un
conjunto disponible. Es sólo la idea de que no hay un conjunto de todos
los conjuntos, pues si lo hubiera sería el rango de una función cuyo
dominio sería un ordinal (puesto que ésta es la definición de conjunto
que dio Cantor) y, por consiguiente, el rango de una función cuyo dominio
es un conjunto. Si hubiera una función de un conjunto sobre la clase de
todos los conjuntos, entonces -puesto que hay una función de un ordi-
nal sobre el conjunto-la composición produciría una función de un
ordinal sobre la clase de todos los conjuntos, la cual sería, por lo tanto,
un conjunto.
El sentido inverso no es directamente auto evidente sino, como Van
Neumann lo dijo explícitamente, constituye un reforzamiento de una
idea intuitivamente clara. Dice que todas las clases propias pueden ser
mapeadas sobre la clase de todos los conjuntos; es decir, que todas las
EXTRAPOLACIONES 353

clases propias son tan grandes como puedan ser. Cuando consideramos
a las clases finitas de las matemáticas finitas, esto parece totalmente im-
posible, puesto que todas las clases propias son subclases finitas de la cla-
se finita de todos los conjuntos. Lo que realmente necesitamos mirar no
es el axioma de Von Neumann, sino su contraparte dentro de las mate-
máticas finitas. Esto se lee como sigue (he utilizado Op para representar
al O más grande bajo consideración):

('I7'x E 0o)«'I7'y E Op)x tf:.y ~

(3fEO¡)«'I7'uvw EOp)(f(u) =v /\f(u) =w ~v =w)/\


('I7'y E 02)«3z E Op)Y E z ~(3z E Op)(z E x /\ fez) = y)))).

No escribí "[(x) = y" debido a que esto hubiera dificultado aún más la lec-
tura de la fórmula resultante sin cambiar los aspectos relevantes para la
presente discusión. Así, lo que se requiere no es que todas las clases pro-
pias sean del tamaño de la clase de todos los conjuntos, sino que todas
las clases propias tengan al menos tantos elementos en Op como conjun-
tos haya en D 2 , independientemente de cualquier cosa que esté en D 2 •
(Esta última cláusula representa la fuerza del hecho de que f está en D¡.
La función está disponible independientemente de lo que esté en D 2 .)
Éste es un nuevo requerimiento que va más allá de lo que es obviamente
necesario, pero parece suficientemente natural imponer el requerimien-
to de que, independientemente del número de conjuntos que estén dis-
ponibles, al menos esta cantidad de elementos de cualquier clase propia
está disponible en virtud de esta disponibilidad. Esto es obviamente
razonable en el caso de la clase de todos los conjuntos. En el caso de la
clase de los ordinales, asegura que haya suficientes ordinales para contar
totalmente a los conjuntos. Con esto asegura que cualquier clase en Do
que tenga menos elementos que conjuntos haya en D2 -cualquier clase
pequeña- sea un conjunto.
De acuerdo con el axioma de limitación de tamaño, una clase propia
es una colección tal que cuanto más conjuntos se vuelven disponibles en
los grados más altos de disponibilidad, más elementos de la colección se
vuelven disponibles en virtud de este hecho. Puesto que no hay cota su-
perior para la cantidad de conjuntos que pueden volverse disponibles,
tampoco puede haber cota superior para el número de elementos de una
clase propia. Esto justifica al axioma de limitación de comprehensividad:
Un conjunto dado tiene una cota superior fija para el número de elemen-
tos en su unión, así que la unión de un conjunto no puede ser una clase
propia (es un conjunto). Por el contrario, la unión de una clase dada pro-
duce una cota superior fija en el número de elementos disponibles de la
354 EXTRAPOLACIONES

clase, y así, si la unión de una clase es un conjunto, también debe ser un


conjunto la clase misma. Cuando trabajamos con las matemáticas finitas,
las propiedades conocidas (conocidas a partir de PRS) de los conjuntos
finitos nos permiten ver cómo encaja el axioma de limitación de compre-
hensividad dentro de la imagen propuesta por el axioma de limitación de
tamaño.

5. RECONSIDERACIONES

Aun cuando no estamos haciendo uso alguno de la lógica de segundo


orden en nuestra explicación final de la teoría de conjuntos, ésta conti-
núa siendo una formalización perfectamente legítima y el concepto de la
lógica completa de segundo orden y las dudas al respecto merecen ser
estudiados y comprendidos mejor. Como Skolem nos lo enseñó, toda
teoría de segundo orden tiene una versión de primer orden. Utilizamos
este hecho para llevar a las matemáticas finitas del primer al segundo
orden.
Al investigar la lógica de segundo orden, sólo consideraré la cuantifica-
ción de segundo orden sobre las subclases de un dominio y omitiré la
cuantificación sobre las relaciones n-arias y las funciones. El método
para obtener el formalismo general para la lógica de segundo orden den-
tro de las matemáticas finitas es sólo notacionalmente más complicado
que este caso especial, y cuando las clases bajo consideración son clases
de conjuntos, el caso especial es equivalente al caso más general. Es fácil
ir de un formalismo de segundo orden a uno de primer orden: Primero
agregamos un símbolo de relación unaria e, para que sea interpretado
como "es una clase", y después agregamos un símbolo de relación bina-
ria E, para que sea interpretado como "es un elemento de una clase".
Además, necesitamos un axioma de extensionalidad, y usualmente supo-
nemos alguna forma de comprehensión. Entonces es posible convertir a
un enunciado de lógica de segundo orden en un enunciado de la lógica
de primer orden de manera obvia: Defina una transformación * que lleve
(\ix) cp a (\ix)((3y)( e(y) 1\ x E y) ---¿ cp*), (\iX) cp(X) a (\ix') (e(x') ---¿ cp(x')'<),
X(x) a x E x' y deje invariante lo demás. Observe que hemos considerado
al dominio de los cuantificadores de primer orden como la clase de obje-
tos que son elementos de cualquier clase en el modelo. Un modelo natu-
ral resultante del formalismo de primer orden es uno en el cual se inter-
preta a e como una colección de clases de objetos en el dominio del
modelo, ya E como la relación de pertenencia. Un modelo completo es
un modelo natural en el cual la interpretación de e contiene todas las
subclases del dominio de los cuantificadores de primer orden. De esto se
deduce que todo modelo (completo o no) para una teoría de la lógica de
EXTRAPOLACIONES 355

segundo orden está canónicamente asociado con un modelo natural de


primer orden para la correspondiente teoría de primer orden, y vicever-
sa, y que el modelo de primer orden canónicamente asociado con un
modelo completo de segundo orden es completo, y viceversa.
Si nos olvidamos por un momento de la noción de "completez", los
resultados anteriores nos perrniten obtener las matemáticas finitas de
segundo orden a partir de las matemáticas finitas de primer orden: Si T
es una teoría de segundo orden, entonces hay una teoría de primer orden
T" asociada con ella --justo como se acaba de describir- y una teoría
Fin(T"') dentro de las matemáticas finitas asociada con ella. Sea Fin(T)
entonces (noción que todavía no ha sido definida, puesto que T es de
segundo orden) una teoría tal que Fin(T)" sea lógicamente equivalente a
Fin(T",).6 Los modelos de segundo orden asociados canónicamente con
los modelos naturales de Fin(T") serán modelos de Fin(T), como se pue-
de comprobar directamente. La virtud de extender las matemáticas fini-
tas al caso de segundo orden de la manera en la que acabamos de hacer,
es dejar en claro que todos los teoremas del apartado VIII.3.1 pasan al
caso de segundo orden de un modo automático. Sin embargo, hasta aho-
ra hemos desaprovechado una idea clave: la de la completez.
AqUÍ, como en los capítulos anteriores, estoy discutiendo la completez
bajo el supuesto de que la idea tiene sentido. Hablaré libremente de todas
las subclases de un dominio como si esto tuviera sentido, puesto que
para la idea de la completez esto debe tener sentido. Después de descri-
bir la situación bajo este supuesto, regresaré a evaluar dicho supuesto.
Desde mi perspectiva, el mejor modo de caracterizar un modelo de
segundo orden completo es como un modelo de todas las instancias de la
comprehensión esquemática completa -es decir, la versión esquemática
completa del axioma V.S.2, el cual permite expresar las fórmulas en un
lenguaje ampliado-o (De hecho, pienso que cualquier instancia es verda-
dera -véase el apartado VIIA-, pero esto no es en absoluto lo mismo.)
Supongamos que T es una teoría de segundo orden que incluye el esque-
ma de comprehensión esquemático completo. Entonces Fin(T) será una
teoría dentro de las matemáticas finitas de la clase introducida anterior-
mente. Sin embargo, cuando extrapolamos desde Fin(T) ocurre algo
sutil pero importante. Dentro de las matemáticas finitas estamos intere-
sados en los conjuntos finitos de axiomas de una teoría y sus modelos;
cuando extrapolamos estamos interesados en el conjunto de todos los
axiomas de una teoría y sus modelos. ASÍ, cuando extrapolamos desde
Fin(T) no recuperamos T, con su esquema de comprehensión. Termina-
6 Se requiere que las dos teorías sean lógicamente equivalentes, no idénticas, debido a
que una de ellas tendrá cuantificadores con variables acotadas por los D. y después por las
e, mientras que en la otra el orden será invertido.
356 EXTRAPOLACIONES

mos con una teoría T' en la que el esquema de comprehensión ha sido


reemplazado por la totalidad de sus instancias.
En el caso de los esquemas ordinarios (los cuales permiten la sustitu-
ción de fórmulas sólo desde un lenguaje que ha sido fijado por anticipa-
do), la extrapolación está garantizada por las razones discutidas en el
apartado VIII.2, pero el caso de los esquemas completos requiere de una
consideración separada. Puesto que cada instancia de un esquema com-
pleto es una fórmula ordinaria de primer orden, cada instancia extrapo-
lará por las razones que acabamos de mencionar. De esto se deduce que
podemos extrapolar un esquema completo dentro de las matemáticas
finitas a un esquema completo dentro de las matemáticas infinitistas.
Esto legitima el paso de Fin(T) a T.
El paso adicional que está siendo considerado aquí -que requiere de
una discusión complementaria- es la extrapolación desde un esquema
completo al conjunto de todas sus instancias, el cual nos lleva desde
Fin(T) a T', y por tanto a la lógica de segundo orden completa. La extra-
polación produce la idea de que hay un único conjunto máximo de todas
las instancias de la comprehensión esquemática completa pero, hasta
donde podemos ver, no nos proporciona información alguna no trivial
(es decir, información que vaya más allá de lo que se deduce de la teoría
de primer orden) acerca de la estructura de ese conjunto. Pienso que esta
situación es una evidencia confirmatoria importante de la perspectiva de
la extrapolación: La perspectiva explica la situación en la que realmente
nos encontramos, situación en la que hay una clara intuición en favor de
la idea de los modelos completos de segundo orden, y sin embargo no
hay manera de aclarar dicha idea.
La tesis de que la extrapolación es la fuente de nuestras intuiciones
acerca del infinito no implica que debamos aceptar esas intuiciones. Una
vez que nos damos cuenta de cuál es la fuente de nuestras intuiciones,
estamos en posición de reevaluarlas. Así lo hicimos en el apartado VIII.2,
y concluimos que debemos aceptar la teoría de conjuntos extrapolada
por dos razones: da cuenta del hecho de que las únicas teorías de interés
de las matemáticas finitas son aquellas que tienen extrapolaciones, y
explica la idea de que muchas cantidades físicas tienen valores objetivos.
Pero ninguna de estas razones proporciona una justificación para la
extrapolación adicional de los esquemas completos a la lógica completa
de segundo orden. Ésta no es ciertamente una objeción decisiva contra
la lógica completa de segundo orden; sin embargo, aparejada con el
hecho de que los esquemas completos hacen prácticamente todo el tra-
bajo que ha sido propuesto para la lógica completa de segundo orden y
con el hecho de que la lógica completa de segundo orden plantea proble-
mas filosóficos adicionales, me parece que debiéramos rechazar la idea
EXTRAPOLACIONES 357

de que tenemos una clara concepción de todas las subclases de un domi-


nio en virtud de que tenemos una clara concepción de este dominio. Por
lo tanto, debemos rechazar cualquier papel fundacional a la lógica com-
pleta de segundo orden. Esto no nos impide utilizar la lógica completa
de segundo orden como un conveniente formalismo cuando, por ejem-
plo, una teoría de conjuntos de fondo proporciona una idea indepen-
diente del conjunto de todos los subconjuntos de un dominio. ASÍ, por
razones prácticas estas consideraciones sólo sugieren evitar la teoría de
conjuntos completa de segundo orden cuando ésta sea considerada
como una teoría básica, y dejar intacta, por ejemplo, a la teoría de los
números completa de segundo orden, al menos mientras se da por hecho
que la noción de todos los subconjuntos de un conjunto de números es
proporcionada por una teoría de conjuntos.

6. VARIABLES ESQUEMÁTICAS Y GENERALIZABLES

Como lo discutí en el apartado VI.4, existen dos teorías a menudo casi


intercambiables, a las cuales me referí con el nombre genérico de PRA. En
la primera, PRA universal (uPRA), las variables libres de los teoremas de
PRA se leen como si estuvieran implícita y universalmente cuantificadas.
Por lo tanto, los propios teoremas representan aserciones verdaderas de
PRA. Cuando empleamos uPRA, el teorema x < Sx, que se lee como si
enunciara (\fx)x < Sx, es uno de los teoremas que podría conducirnos a
pensar que PRA incorpora un compromiso con el infinito potencial.
En la segunda teoría, PRA esquemática (sPRA), los teoremas de PRA
en los cuales hay variables libres no son ellos mismos aserciones de la
teoría: son esquemas que tienen la propiedad de que cualquier instancia
que no contiene variable alguna es una aserción verdadera de la teoría.
Cuando empleamos sPRA, el teorema X < SX se lee como si autorizara la
aserción O < SO, SO < SSO, SSO < SSSO, y como una afirmación que da
lugar a teoremas similares. Como se discutió en detalle en el apartado
VI.3, sPRA no nos compromete con ninguna forma de infinito, potencial
o actual; sólo nos compromete con las instancias de variables libres de los
teoremas de sPRA que llegamos a utilizar y, por supuesto, cualquiera de
tales conjuntos de instancias tiene un modelo finito. Más aún, cualquier
otra forma de considerar SPRA nos lleva a una petición de principio. Si,
por ejemplo, consideramos a un esquema como una abreviación del con-
junto infinitamente grande de sus instancias, entonces sPRA probable-
mente está comprometida con alguna forma de infinito. Pero este modo
de considerar a los esquemas ya emplea la noción del infinito actual.
Puesto que para cualquier teoría T podemos cOl}-struir Fin(T) de una
358 EXTRAPOLACIONES

manera canónica, inmediatamente tenemos a Fin(uPRA) y Fin(sPRA) a


nuestra disposición. Fin(uPRA) tiene teoremas como ('v'x E üo)x < Sx. No
es un fragmento de las matemáticas clásicas, así que no facilita la com-
paración de Fin(ZFC) y ZFC. La situación para Fin(sPRA) es más bien
diferente: tiene teoremas como O < 50,50 < 550, etc. Puesto que los teo-
remas de sPRA no contienen variables, los Ü no juegan ningún papeL
Cuando digo que PRA es una parte de las matemáticas finitas, esto es ver-
dadero en el sentido de que sPRA es una parte de Fin(sPRA). Por supues-
to que Fin(sPRA) no es literalmente sPRA, ya que contiene Ü superfluos:
es una extensión conservadora de sPRA, la cual, puede demostrarse, es
conservadora dentro de sPRW.
Todavía no he demostrado que esta situación es plenamente satisfac-
toria, puesto que demuestro mis afirmaciones acerca de una parte de las
matemáticas finitas -Fin(ZFC)- utilizando otra, sPRA. Ahora demos-
traré que Fin(sPRA) es, en un sentido relevante, una parte de Fin(ZFC).
Por lo tanto, podemos considerar a sPRA como un terreno neutral entre
ZFC y Fin(ZFC), ya que es parte de ambas teorías.
¿En qué sentido PRA es parte de ZFC? Esto, desafortunadamente, es
un poco difícil de contestar, debido a que los dominios de las dos teorías
son diferentes. Es mucho más fácil enunciar en qué sentido PRA es parte
de PA. La respuesta es muy sencilla: lo es en el sentido de que PRA es
una subteoría de una extensión definicional de PA. Para evitar complica-
ciones innecesarias en lo que sigue, discutiré PA y Fin(PA) en vez de ZFC
y Fin(ZFC).
Puesto que uPRA es una subteoría de una extensión definicional de PA,
de esto se sigue que Fin(uPRA) es una subteoría de la correspon-
diente extensión definicional matemático-finita de Fin(PA). (Si PA" es una
extensión definicional de PA, entonces Fin(PN') es la correspondien-
te extensión definicional matemático-finita de Fin(PA).) También podemos
demostrar directamente, haciendo sólo las modificaciones obvias a
las demostraciones usuales, que Fin(uPRA) es una subteoría de la ex-
tensión definicional matemático-finita de Fin(PA).
PRA esquemática es una subteoría de uPRA, en el sentido de que toda
verdad de sPRA -todo teorema libre de variables- es un teorema de
uPRA, y por lo tanto Fin(sPRA) es una subteoría de Fin(uPRA). Puesto
que, como se demostró anteriormente, sPRA es una subteoría de
Fin(sPRA), tenemos que sPRA es una subteoría de una extensión defini-
cional matemático-finita de Fin(PA), tal como se requiere.
Lo anterior demuestra todo lo que se requiere, hasta donde podemos
ver. Sin embargo, puesto que estamos capitalizando la noción de esque-
ma, podríamos requerir que una extensión definicional matemático-finita
de Fin(PA) contenga la totalidad de los esquemas de sPRA como teoremas,
EXTRAPOLACIONES 359

en un sentido apropiado, además de tener sus instancias libres de varia-


bles como teoremas. Esto puede lograrse de la siguiente manera: El
enunciado x + O = x no es un axioma de sPRA y no puede utilizarse en las
matemáticas finitas, pues tiene a la expresión infinitista ('v'x) x + O = x
como una consecuencia lógica. Por esto es por lo que introdujimos -en
el apartado VI.3- una nueva clase de variable ("esquemática"), Y,
adicional a las usuales variables ("generalizables") x, y, Z, ... (La conexión
con la diferencia entre las variables sustitucionales y referenciales es cla-
ra.) Permitimos cualquier clase de variable indiscriminadamente, en tér-
minos y fórmulas atómicas, pero no alteramos de ninguna otra manera
nuestra sintaxis. En particular, no introducimos cuantificadores sobre
las nuevas variables. Nuestra lógica es estándar, excepto que introduci-
mos dos nuevas reglas de inferencia. Por ejemplo, empezaremos con la
axiomatización de Enderton de la lógica (Enderton, 1972, pp. 102-108).
La primera de las nuevas reglas -la instanciación esquemática- es
ésta: de ~ infiera ~(f) para cualquier fórmula ~, variable esquemática X
y término t que no tenga ninguna ocurrencia de variables generalizables.
Me permito posponer por un momento la introducción de la segunda
regla. La teoría uPRA es PRA escrita con variables generalizables, y la
teoría sPRA es PRA escrita con variables esquemáticas.
Los enunciados -fórmulas sin variables libres- no pueden incluir
variable esquemática alguna. Sólo los enunciados son portadores de ver-
dad. Así, cualquier conjunto finito de verdades de sPRA tiene un modelo,
como lo argumenté anteriormente. Además, cada verdad de sPRA es una
consecuencia de uPRA -como fácilmente podemos demostrarlo en
sPRW-. Los esquemas derivables en sPRA que incluyen ocurrencias de
variables esquemáticas son naturalmente no derivables en uPRA -pues-
to que la teoría no hace uso de ninguna variable esquemática-o Sin
embargo, estos esquemas de hecho se volverían derivables en uPRA si
agregamos la siguiente regla -la especificación esquemática- como una
regla de lógica: de 'v'x~(x) infiera ~(X). La regla es equivalente a permitir
términos con variables esquemáticas en los axiomas de sustitución,
como podemos demostrarlo en SPRW.7 Incluso con la nueva regla, los
esquemas de sPRA todavía no son completamente derivables de
Fin(uPRA). Por ejemplo, de ('v'x E Üo)x + O = x sólo podemos inferir
üo(X) -¿ X + O = X. No obstante, como podemos demostrar en sPRW,

7 Es más conveniente emplear una axiomatización de la lógica con todos los axiomas de
sustitución que la axiomatización descrita aquí con la regla de especificación esquemática.
La axiomatización descrita aquí tiene una propiedad que es conveniente para propósitos
de exposición: Cualquier teoría, como uPRA, que no tenga variables esquemáticas en sus
axiomas no tendrá vmiables esquemáticas en aquellos teoremas que sean demostrados sin
el uso de la especificación esquemática.
360 EXTRAPOLACIONES

sPRA es derivable de Fin(uPRA) U (üo(X)}. y se puede ver fácilmente que


esta teoría es (en sPRW) una extensión conservadora de Fin(uPRA). ASÍ,
sPRA completa, los esquemas y todo lo demás, es una subteoría de una
extensión definicional matemático-finita de Fin(PA) U (üo(X»), la cual a
su vez es una extensión conservadora de Fin(PA). Todo esto puede ser
demostrado en sPRW. Me permito enfatizar una observación plenamen-
te paralela que se aplica a Fin(ZFC)+ = Fin(ZFC) U (üo(X)}. Ésta es la teo-
ría que considero que es la contraparte de ZFC en las matemáticas finitas
formalizadas con variables esquemáticas (y generalizables). Considero
que todo esto demuestra que, en el sentido relevante, PRA no es sólo una
parte de las matemáticas finitas, sino que incluso es una parte de
Fin(ZFC)+, la contraparte de ZFC en las matemáticas finitas.
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ÍNDICE ANALÍTICO

!\: 18n, 113 Cantor, G.: 17, 113


Abel, N.: 46-47 axioma de elección, véase axioma
abstracción: 184-185,246; véase tam- de elección autoevidente
bién conexión distante con la expe- restricción epistémica: 177,238
riencia extrapolación: 20-21, 279, 293,
actitudes hacia la: 273-274 317,320,333,346,356
objetos matemáticos finitos e infi- análisis finito: 21
nitos, comparación entre: 12, matemáticas finitas: 293
183-184 teoría de conjuntos finita: 317,
matemáticas finitas: 282 323,325,328,329,329n
Academia de Ciencias de Paris: 41 Frege, G.: 63
Ackerman, W.: 236 geometria: 16
Aczel, P.: 159, 159n Gbdel, K.: 176-177, 238, 241-242
AD, véase axioma de determinación Hilbert, D.: 16,220,234
adigualdades, en el análisis finito: 309 teoría de lo indefinidamente gran-
álgebra: 24, 32-33,128,206,210,213- de: 277-278, 283
214,216 argumentos de indispensabilidad:
ambigüedad sistemática: 88-89, 89n, 245
284-285,347-348,349-351 colecciones combinatorias infini-
análisis finito: 307-316, 317 tas: 16, 126, 133, 168n, 178, 181,
análisis no estándar: 316-317 240,242-243,293,294,357
ancestro: 251n intuicionismo: 338
antifundamentación, axioma de: 150, limitación de tamaño, axioma de:
159,164-166,253n,257n,266 240
antifundacionalismo, véase fundacio- Maddy, P: 243
nalismo naturalismo matemático: 17, 128
argumento diagonal: 62,73-75,77,93, práctica matemática: 176-177, 241
116-118,148n Mycielski, J.: 323
argumentos de indispensabilidad: 243- necesaria: 242, 268-269
246 conexión distante de la experien-
aritmética de segundo orden: 251 cia: 177, 186,242
Arquímedes: 26 reemplazo, axioma de, véase axio-
artistas: 188 ma de reemplazo auto evidente
Asser, G.: 234-235 lógica de segundo orden: 355
autoevidencia: 16, 127-128, 134, 177,267; teoria de conjuntos: 17
véase también experiencia y conoci- espacio: 160
miento matemático; intuición necesidad de la teoría de la: 267,
axiomas: 240; teoría de conjunto;: 271,272,273
239-240, 240-242 tiempo: 160
381
382 ÍNDICE ANALÍTICO

historia oficial: 11-12,15, 177 concepción de la negación: 195n


Zermelo, E.: 125, 126-127, 160 concepción del infinito potencial:
autopredicable: 81 190
rechaza el papel matemátic;o del
Baire, R.: 120, 125, 126, 129 futuro: 193
bala de cañón: 26 revisionismo: 175, 213
Bar-Hille!, Y, véase Levy, A. buen orden: 67; véase también Cantor,
Barrow, I.: 26 números ordinales; Cantor, teoría
Beeson, M.: 193, 198n, 201n de conjuntos, números ordinales
Bell, E.: 22 primarios; Cantor, buen orden; car-
Benacerraf, P.: 184-186,258,273,243, dinalidades bien ordenadas; conteo,
143n buen orden; números ordinales,
Berkeley, G.: 35-36, 316n buen orden
Bernays, P.: 164, 164n, 173,219, 92n, Bernstein, F.: 121
172,228,234 números cardinales: 71n
Bernoulli, D.: 38-40 definible: 111-112, 129
Bernoulli, Jacob: 33 Frege, G.: 70
Bernoulli, Johann: 33, 38 ley del: 100
Bernstein, F.: 57n, 119, 120, 121 práctica matemática: 250
bien fundado: 146, 154, 155-156, 159, numeración: 139
165-167, 179, 200, 252, 266, 334, paradoja del ordinal máximo: 121
335n; véase también fundamenta- conjunto potencia, axioma del:
ción, axioma de ll1n, 113, 119, 130
binomio, teorema del: 27, 29 primario, véase Cantor, teoría de
Bishop, E.: 198n conjuntos, números ordinales
Bolzano, B.: 44, 50 primarios
Boolos, G.: 168n principio del: 98n, 113, 119-120,
Borel, E.: 65, 120, 125, 126, 129 122,124,125,130,131,141,162
Bore!, determinación de, véase deter- números reales: 111, ll1n, 114,
minación de Borel 119, 123
Borossky, J.: 188 reducción a conjuntos: 122
Bos, H.: 32, 33, 37, 38, 317 Schoenflies, A.: 121
Bottazzini, U.: 43, 48, 49, 47n Skolem, paradoja de: 150
Boyer, C.: 316 Burali-Forti, c.: 81
Bridges, D.: 198n paradoja de, véase paradoja del
Brouncker: 33 ordinal máximo
Brouwer, L.: 202,-203; véase también historia oficial: 11
intuicionismo Burgess, J.:244, 294
teoría de la dimensión: 57,
disponibilidad epistémica: 338 Caila: 85
restricción epistémica: 191 Cajori, F.: 23n
tercero excluido, argumentó que cálculo, teorema fundamental del: 28n,
conducía a contradicciones: 196 34,45
respuesta de Güdel contra: 238 derivación de Leibniz: 30-31
respuesta de Hilbert contra: 213 derivación de Newton: 29-30
problema del infinito: 186-187
ÍNDICE ANALÍTICO 383

calor, teoría de la conducción del: 40- su estudio llevó a los números


41,202 ordinales: 13, 17,54, 61
canción: 189n infinito actual: 52, 99
Cantor, G.: 51-52, 57-59, 66-67, 68n, números irracionales, véase Can-
70-71, 91-118, 100n, 102n, 106n, tor, números reales: 49
125, 137, 279; véase también princi- ley: 100
pio del dominio; infinito absoluto; limitación de tamaño, principio
transfinito de: 114
estructura abstracta: 60 órdenes lineales: 60
números algebraicos: 56, 106-107 teoría de conjuntos ingenua, atri-
teoría axiomática de conjuntos buida a Cantor: 13
propuesta como un análisis de clases de números, véase Cantor, car-
su obra: 95-104 dinalidades, teoría ordinal de las
cardinalidades: 59; véase también números ordinales: 13, 17,58-59,
Cantor, argumento diagonal; 61, 67, 94, 98-99; véase también
teorema del ~: 112-113; dimen- Cantor, teoría de conjuntos,
sión: 56; distintas: 56, 59, 107; números ordinales primarios;
exponenciación: 64-65; como conteo; multiplicidad absoluta-
números: 58, 62, 118; teoría mente infinita: 68-72,115; conteo:
ordinal de las: 58, 68, 119; 67-68; irracionalidades nuevas:
números reales: 59; bien orde- 106-107, 107-109; notaciones,
nadas: 112-113, 118 estudio de las: 111-112; principios
axioma de elección: 14, 96-98, para la generación de: 66-67, 95-
103-104,130 96,99,101-103,109; principio de
hipótesis del continuo: 57, 59, 65, detención: 103; buen orden, rela-
108-109 ción con el: 67-68, 98, 139
conjunto derivado: 54-55, 58-59, paradoja de, véase paradoja del
139n, 179,269,330 cardinal máximo
argumento diagonal: 115-118; véa- paradojas, reacción a las, véase
se también Cantor, axioma del paradoja, reacción de Cantor a la
conjunto potencia; Cantor, teo- potencia, véase Cantor, cardinali-
ría de conjuntos, números rea- dades
les; aplicado sólo a conjuntos conjunto potencia, axioma del: 13-
transfinitos: 74; evitaba contro- 14,111, 111n, 113-114, 115-118,
versia sobre números irraciona- 130-131,181
les y transfinitos: 108-110; no se números racionales: 199; véase
usó para mostrar los números también Cantor, números alge-
reales no numerables: 105; ver- braicos
sión original: 108-109; números números reales: 51, 53, 56, 58
reales no son de cardinalidad autoevidencia, fundamento en la:
máxima: 63 17,19,62,239,240
dimensión: 56-57 teoría de conjuntos: 13, 92-105,
finitismo: 13,21,69; contrastado 162; véase también paradoja de
con la visión de Frege: 69 la teoría de conjuntos, no era un
fundamentos conjuntistas: 13, 60 problema para; lógica como teo-
series de Fourier: 12,48,52-53,92; ría de fondo: 94-95, 111-112;
384 ÍNDICE ANALÍTICO

clases, no es una teoría de todas principio de detención de Cantor: 103


las: 69; argumento diagonal, no elección, axioma de: 128, 166n
influida por el: 56, 59, 105-106; distintas: 106-107, 109, 116
hecha vital para los matemáti- exponenciación: 64-65, 112
cos: 11, 12n, 18, 57, 60, 62, 64n; finitas: 58-59, 103
medida: 64; números ordinales, teoría de conjuntos finita: 329n
básicos: 62, 67, 68, 96-97, 99, axioma de fundamentación: 166n
113-114, 119; números reales: Frege, G.: 63, 70
13-14,59,64-65, 105-109, 111, máximas: 77
111n, 131; reemplazo, axioma definición logicista: 81
de: 15, 136; rescatada por Zer- muchas: 58-59, 62, 71-72, 72n, 97,
melo: 131; véase también teoría 102, 103, 109, 117-118; véase
axiomática de conjuntos de también argumento diagonal
1908 de Zermelo caracterización de primer orden
conjuntos, concepción de los: 13, no adecuada: 251; véase también
69-70,79-80,111,129-130; véase paradoja de Skolem
también colección combinatoria como números: 58, 62, 64, 68, 118
conjuntos de puntos: 13, 53-54, teoría ordinal de las: 58-59, 68, 94,
56-58,60,61,65,92 96,103,119
concepción teológica de los obje- máxima, paradoja de la: 76-77
tos matemáticos: 66, 69, 134; números reales: 56,59-60, 63, 64,
véase también capacidades idea- 105-106,108-109,111,117-118;
lizadas véase también hipótesis del con-
índices transfinitos, véase Cantor, tinuo
números ordinales Russell, B.: 73-75, 77, 204
uniones de conjuntos: 97, 102, 102n, como conjuntos: 94
104 uniones de conjuntos: 102, 104
historia oficial: 11-12, 61 bien ordenadas: 103, 112-113, 118,
buen orden: 67-68, 96,98, 99, 119; véase también Cantor, car-
112,113,119,129; véase también dinalidades; teorema del ~, car-
conteo dinalidades
capacidades humanas finitas, véase Zermelo, E.: 119-120, 128
conexión distante con la experiencia Carnap, R.: 268
capacidades idealizadas: 70, 134, 169, categoricidad, véase también cuasi ca-
190, 191n, 201, 319 tegoricidad
cardinales fuertemente inaccesibles: hipótesis del continuo: 271
157, 157n, 159, 174, 245-246, 249, extendida a modelos de clase: 262
254 axioma de fundamentación: 156
cardinales grandes: 249-250; véase tam- Fraenkel, A.: 154
bién cardinales fuertemente inaccesi- lógica esquemática de segundo
bles orden: 255n
cardinalidades: véase también argu- Von Neumann, J.: 151, 156
mento diagonal; axioma de reempla- Zermelo, E.: 159-160
zo, algunos usos del Cauchy, A.:
teorema del 5: 113-114, 123-124 Bolzano se le anticipó: 44
aritméticas: 102n cálculo, teorema fundamental del: 45
ÍNDICE ANALÍTICO 385

convergencia: 45 colección:
errores: 46, 49, 317 combinatoria: 92, 134, 182n, 240;
integrales de Fourier: 43, 44 véase también Cantor, concep-
infinitesimales: 46 ción de los conjuntos; función
integral: 45 arbitraria; axioma de elección:
límites: 45 93, 120, 130-131, 132-133; con-
revisionista: 44, 45 trastada con la colección lógica:
rigo~44,45,48, 50 92-93; dominante: 79-80, 133,
series de funciones: 45 145; dudas acerca de: 132n, 186;
Cavalieri, B.: 26 restricción epistémica: 200;
cerradura minimal: 251 extrapolación: 274, 293, 317,
cerradura transitiva: 250 319-320,333; teoría de conjuntos
Church, A.: 251 finita: 282, 297, 319, 333, 350;
cicloide: 26 capacidades idealizadas: 319;
Clairaut, A.: 37, 40, 41 Maddy, P.: 131n; matemática:
clases: axioma de, véase axioma de 131-133; origen en la noción de
reducibilidad función arbitraria: 92; no sujeta
como meramente potenciales: 200- al problema de la paradoja: 239;
201 axioma del conjunto potencia:
concepción de Peano-Russell de 131; números reales: 131; de
las, véase colección lógica naturaleza distante: 186, 201,
universales: 73-75, 76-77, 159, 317; axioma de reemplazo: 137,
201,250,350; véase también teo- 241; Russell, B.: 79; autoeviden-
ría de conjuntos, modelo único cia: 181,333; axioma de separa-
buscado de la; teoría de conjun- ción: 168n; principio de buen
tos finita: 353 orden: 120, 131; Zermelo, E.:
concepción de Von Neumann de 131-133
las: 148, 162; véase también infi- enumerativa, véase colección com-
nito absoluto; axioma de la limi- binatoria
tación de tamaño; semejante al lógica: 133n, 204; véase también
infinito absoluto de Cantor: 148, colección combinatoria, con-
318; basada en la cardinalidad: trastada con la colección lógica;
148, 272; extrapolación: 318; principio de comprehensión;
teoría de conjuntos finita: 350; teoría de tipos; caracterización:
teoría de conjuntos de segundo 78; axioma de elección: 120,
orden: 161; ambigüedad siste- 124, 130, 132, 132n; noción
mática: 350 combinatoria surge en oposi-
concepción de Zermelo de las: ción a la: 92; principio de com-
159-160,349-350 prehensión: 132; función regida
clases naturales: 127n por reglas: 92; objetos lógicos:
clases numéricas, véase cardinalida- 80-81; Maddy, P.: 78; matemáti-
des, teoría ordinal de las ca: 131, 132-133; paradoja: 93,
coeficientes diferenciales, véase dife- 114, 133, 134; Peano, G.: 62;
renciación predicatividad: 132-133; relacio-
Coffa, J.: 73, 74, 75, 76, 110 nes: 94; Russell, B.: 80-82, 81n,
Cohen, P.: 57, 155n 84-85,86-87,88-89, 114n, 124,
386 ÍNDICE ANALÍTICO

204; el tamaño no es un factor: conjunto-y: 120, 123


93, 114 conjuntos hereditariamente finitos: I58n,
matemática: 131, 131n, 132-133, 236-237,272,320,322,338
181; véase también principio del conjuntos ordinarios, véase bien fun-
dominio dado
completez, teorema de: 145n, 224n, 227n conjunto perfecto: 58, 106
comprehensión, principio de: 62 conjuntos-phf, véase conj1.mtos heredi-
Cantor, G.: 100, 122n tariamente finitos; conjuntos puros
extrapolación: 355 conjunto potencia, axioma del: 135,
teoría de conjuntos finita: 351-352 272; véase también Cantor, conjunto
Frege, G.: 78 potencia, axioma del
Gade!, K: 239 Baire, R.: 125
logicismo: 81 elección, axioma de: 120, 131
teoría de conjuntos ingenua: 100 colecciones combinatorias: 131,272
paradoja, origen de la: 81 teoría de conjuntos finita: 326, 326n,
Peano, G.: 62 333,351
predicatividad: 132 argumentos de indispensabilidad:
Russell, B.: 78 245
segundo orden: 95, 265n, 266n, 33, 356 concepción iterativa: 169
concepción iterativa: 163-165, 166- limitación de la comprehensividad,
170,171,179 principio de: 172
Gade!, K: 163-164, 164n, 165,239 limitación de tamaño: 170, 174
conceptos fregeanos, véase Frege, con- colecciones matemáticas: 131, 181
ceptos principio de buen orden: 120, 131
condiciones de verificación: 195 Zermelo, E.: 120, 131, 154
conexión distante con la experiencia: 12, conjuntos puros: 159n, 235-236, 322
18,184,186-187,201,248,275,281 conjunto unitario: 94, 94n
definición: 184 conjunto vacío: 134 ,138n, 155n
epistemología: 12 consistencia: 281n; véase también progra-
extrapolación: 186, 317, 346-347 ma de Hilbert; teoremas de incompletez
Gade!, K: 238, 242 y teoría de conjuntos finita: 331
Hilbert, D.: 274 deductivismo: 211-212
Zermelo, E.: 160 demostraciones: 221-222, 225, 226,
Congreso Internacional de Matemáti- 242; véase también teoremas de
cas, Segundo: 119 incompletez
conjunto abierto: 12n extrapolación: 303
conjunto aislado: 58 formulación finitista: 223-224
conjunto cerrado: 12n, 58 matemáticas finitas: 281, 303
conjunto denso en ninguna parte: 53, 60 presupuesta como finita: 146
conjunto denso en todas partes: 58 teoría de conjuntos finita: 33, 334
conjunto derivado: 54-55, 58-59, 141n, formalismo: 208
181,271,332 ro-consistente: 340
conjuntos elementales, axioma de: pruebas de, e incorporación de mode-
134, 153 los propuestos: 221n
conjuntos extraordinarios, véase bien pruebas de, utilizadas para con-
fundado vertir demostraciones infinitis-
ÍNDICE ANALÍTICO 387

tas en finitistas: 223, 223n infinito: 59, 68, 96


pruebas de, utilizadas para justifi- no todas las colecciones se sujetan
car teorías: 212, 221, 223, 224, a: 68, 91, 350,
225; véase también programa de números ordinales: 13, 68, 96,
Hilbert 269,330
constructivismo: 192, 193; véase tam- conjunto potencia: 14
bién ley del tercero excluido axioma del conjunto potencia: 111
infinito actual: 198; numerable: predecesor y: 330
198-199; transfinito: 199-202 números reales: 111
lógica clásica: 193, 231 buen orden: 67-68, 330
restricción epistémica: 192, 197 función testigo: 98
matemáticas finitistas: 218, 230- continuidad:
231 Abel, N., corrigió a Cauchy: 46
matemáticas finitas: 282, 335, 337 Cantor, G.: 56, 104n
finitismo: 57 Cauchy, A.: 44-46, 49
formalismo: 207 axioma de elección: 104n
capacidades idealizadas: 191n Dirichlet, G.: 47n
infinito: 179 Euler, L.: 40
intuicionismo: 193,195-196, 196n, gráfica: 45n
197-198, 198n, 201 intuicionismo: 197, 202
Kronecker, L.: 57 Newton, l.: 29
finitismo liberal: 198 física: 202
ontológico: 196-197, 201 regida por reglas: 40, 47n
infinito potencial: 197 uniforme: 47,197
semántica: 196 Weierstrass, L, corrigió a Cauchy: 49
teoría de conjuntos: 200-201n continuo, véase números reales
contable, véase numerabilidad; 68n convergencia: 32-33, 34, 34n, 45, 46-
contenido, véase medida 47,48,49,51-52
conteo: uniforme: 46-47, 49, 51
teorema del l'\: 113, 114 Corcoran, J.: 255n
concepción de Cantor de los con- cortaduras de Dedekind: 22, 51, 107,
juntos: 13, 68-69, 96, 114,277 110n
axioma de elección: 14 coseno: 39, 41n
ejemplos: 188 cota superior: 67n
experiencia y conocimiento mate- cota superior mínima: 67n
mático: 184-185, 188 cualquiera vs. todo: 90-91, 212, 214,
teoría de conjuntos finita: 328-330, 216-217,232; véase también esquemas
352,353 cuantificador:
finitismo: 189 acotado: 195n
Frege, G.: 70 ocurrencia general: 300
idealización: 69,189-191, 198-199 ocurrencia negativa: 300n
infinito es demasiado grande para ocurrencia positiva: 300n
ser sujeto a: 274-276, ocurrencia restringida: 300
ley: 100 cuasicategoricidad: 252-254, 255, 256,
limitación de tamaño: 114 257, 257n, 259, 261, 264-266, 267,
más de uno, del mismo conjunto 271,272
388 ÍNDICE ANALÍTICO

cuasiconcreto: 214, 217, 282, 296 Zermelo, E.: 134-135, 137, 151,
cubo de Rubik: 206 155, 159, 160, 161, 173
Curry, H.: 206-207, 211 derivativo, véase diferenciación
curvas: Descartes, R: 26, 316
Bernoulli, Johann: 33 determinación:
región acotada de integración: 63, 64 axioma de: 323n
triángulo caracteristico: 31 de Borel: 139n, 201
Descartes, R, tomó los polinomios Detlefsen, M.: 222, 225, 225n, 228
para determinar las: 26 diferenciales, véase diferenciación
Eudoxo y Arquímedes, estudiaron diferenciación: 311n; véase también
la geometria de las: 26 fluxiones
Euler, L.: 35 Cauchy, A.: 45, 46
trazadas libremente: 35 definida como un límite: 45
Leibniz, G., asimiladas a las suce- descripción: 15n
siones de números: 29-31, 315; Euler, L,: 35, 38
funciones sugeridas: 32 análisis finito: 311-312, 316; seme-
movimiento: 26, 27, 29 jante al tratamiento de Leibniz:
Newton, I.: 32 316
Peano: 62, 63 continua pero no sujeta a las fun-
su estudio llevó a la noción de fun- ciones: 49
ción: 17-18 inversa de la integración, véase teo-
el problema de la cuerda que rema fundamental del cálculo
vibra: 38-39,40,41 Leibniz, G.: 31
ninguna definición adecuada: 40
D'Alembert, J.: 38, 39,40 dimensión: 26, 56-57
Darwin, C.: 275 Dios: 70,134,169,319; véase también
Dauben, J.: 51, 54, 57, 60, 58, 62, 63, capacidades idealizadas
108n, 109,317 dioses: 22; véase también Dios
Davis, M.: 339, 340 Dirichlet, G.: 47-49, 53, 61
Dedeldnd, R: 48, 50, 60, 61, 62, 57 definición de función: 47n, 48
estructura abstracta: 60 función de: 47,197; análisis finito:
dimensión: 57 312-313
números irracionales, teoría de problema de: 48
los: 50, 51 disponibilidad: véase también axiomas
números naturales: 61-63 de lo indefinidamente grande
deductivismo: 209-213 grados de: 290-291; no temporal:
definido, estar: 173, 266; véase también 291, 329
funciones de Fraenkel ejemplos: 282-283, 289-291
Fraenkel, A.: 147,150, 151, 161; véa- teoria de conjuntos finita: 322-330,
se también funciones de Fraenkel 343-344, 353-354
Skolem, T.: 137, 142, 150, 151, 152, en las matemáticas finitas: 286,
159, 161 293
Von Neumann, J.: 148n, 149-150, impone una cota inferior: 289
161; véase también concepción relación con lo indefinidamente
de Von Neumann de las clases grande: 290
Weyl, H.: 141-142, 151, 161 intuicionismo: 338
ÍNDICE ANALÍTICO 389

como una modalidad no temporal: números reales: 127, 131, 132


199-200 funciones regidas por reglas: 14
esquemas no requeridos para la Russell, B.: 88, 88n, 124, 132
formalización: 289 autoevidente: 16, 18, 128-131, 132,
explicación semiformal: 289-291, 133,181, 182n, 240,319
289n, 290n, fuerte: 149
divergencia, véase convergencia teoría de tipos: 88
dominios normales: 157-159, 159n, tiempo: 123-124
160, 246-247, 248, 248n, 254, 343, útil: 120, 125, 128, 133
343,345,349 historia oficial: 11, 14
dominio, principio del: 105, 105n, 107, buen orden: 120
109-110; véase también colección Zermelo, E.: 119-128, 129, 130,
matemática 131-132,154,161
Dummett, M.: 63,190,191,193, 195n, Enderton, H.: 359
196,196n,231,338 epistemología: 268, 273-274; véase
también abstracción; constructivis-
E-mínimo: 325n mo, matemáticas finitas; experiencia
ecuaciones diferenciales parciales: 38, 42 y conocimiento matemático; funda-
Edwards, H.: 57 cionalismo; existencia objetiva; dis-
elección, axioma de: 154 tante de la experiencia
función arbitraria: 128 teoría de conjuntos finita: 295
funciones arbitrarias: 14 capacidades idealizadas: 202n
Cantor, G.: 96-98, 103-104, 112 argumentos de indispensabilidad:
cardinalidad, teoría de la: 166n 243-244
colección combinatoria: 120, 130-131 parasitaria: 19,238,241
puesto en duda: 125 primaria, véase restricción episté-
ejemplo de conocimiento positivo mica
del infinito: 127, 205 equinumerosidad, véase cardinalidades
extrapolación a partir de lo indefi- Esenin-Vol'pin, A., véase Yessenin-Vol-
nidamente grande: 319 pin, A.
análisis finito: 313, 314 espacio de Hilbert: 181
teoría de conjuntos finita: 326, 333 esquemas: 15n, 216, 256-257n, 357-360;
capacidades idealizadas: 319 véase también cualquiera vs. todos;
independiente: 154n esquema del axioma de reemplazo;
argumentos de indispensabilidad: esquema de segundo orden del axio-
245 ma de reemplazo; lógica esquemática
concepción iterativa: 167-168 de segundo orden; esquema del axio-
limitación de tamaño, axioma de: ma de separación
149, 171 disponibilidad: 289
limitación de tamaño, principio compromisos dependientes del
de: 171 contexto: 287-288
colección lógica: 120, 130, 132 forma de generalidad distintiva:
colección matemática: 132, 133 232-233,256-257n
nunca controvertido: 14, 129-131, extrapolación: 356, 357
132, 133, 145n matemáticas finitistas: 210, 216-218,
conjuntos no mensurables: 313 219n, 220
390 ÍNDICE ANALÍTICO

compromisos finitos: 217, 220, 233, Evans, D.: 275


287 evolución de las teorías matemáticas,
matemáticas finitas: 287-288, 297, 305 véase naturalismo matemático
completos: 256-259, 256-259n, 266, existencia objetiva: 202, 241, 295-296,
356,357 357
número indefinidamente grande: expeliencia y conocimiento matemático:
233,287 187, 296; véase también abstracción;
inducción: 217, 232, 233, 257-258n restricción epistémica; extrapolación;
ineliminable: 217n experiencia de lo indefinidamente
intuicionismo: 217n grande; conexión distante con la expe-
principio de limitación de tamaño: riencia
170-171n conteo: 188
Mycielski, J.: 288n extrapolación: 279
neutrales: 217, 218, 218n, 230-231 análisis finito: 21
teorías recursivas primitivas: 228- formalismo: 205
229 geometría: 21
lógica esquemática de segundo Géidel, K.: 238
orden: 255 lo indefinidamente grande: 276
Skolem, paradoja de: 20 intuicionismo: 191
teoría de tipos: 87, 89, 91, 91n; explicación negativa del infinito:
véase también ambigüedad siste- 203-204
mática patrones: 296
estrellas: 276, 289, 291-292, 292n, 347 números naturales pequeños: 18,
estructura abstracta: 12n, 60-61 184, 185-186
estructuralismo: 246, 296 exponenciación: 338
modal: 246, 247, 250; véase tam- expresión analítica, véase función regi-
bién teoría de conjuntos modal da por reglas
de Putnam-Hellman extensión, véase objetos lógicos
estructuralismo modal, véase estructu- extensión definicional: 341, 358-359,
ralismo 360
Euclides: 24,25,26,51, 177-178 extensionalidad, axioma de: 96, 166n,
Eudoxo:24,26,101n 172
razones inconmensurables: 22, 26, proporciona apoyo al infinito actual:
32,51, 101n; véase también incon- 180
mensurabilidad Cantor, G.: 101
Euler, L.: 33-35, 36, 316 teoría de conjuntos finita: 324-325,
expresión analítica: 33 332,351
continuidad: 40, 47n concepción iterativa, no fundada
Bernoulli, D., influencia en: 40 en el: 167
coeficientes diferenciales: 35, 39 Zermelo, E., teorías axiomáticas
noción de función: 35, 39 de conjuntos: 154
paradoja, en el análisis en su ini- teoría axiomática de conjuntos de
cio: 33-34, 45 1908 de Zermelo: 134
proporciones entre nadas: 37 extrapolación: 285-286; véase también
problema de la cuerda vibrante: indiscerniblidad de los dominios inde-
39,40,41 finidamente grandes
ÍNDICE ANALÍTICO 391

Cantor, G.: 21, 318; véase también teorías arbitrarias


Cantor, finitismo Fin(ZFC), véase teoría de conjuntos
axioma de elección: 315, 320 indefinidamente grandes
constructivismo: 338 finitismo: 57,188-189, 191, 191n, 197,
dependencia del contexto: 276- 198,218, 218n, 268; véase también
277,284,285,286-287 programa de D. Hilbert
factible: 303n matemáticas finitas: 281, 305
matemáticas finitas: 282, 305 finito, caracterización de lo: 250
programa de Hilbert, comparada axiomática: 146, 182
con: 280-281 Cantor, G.: 68, 103
capacidades idealizadas: 320 demostraciones: 151, 182-183
argumentos de indispensabilidad: Russell, B.: 204
280n teoría de conjuntos: 146
como fuente del concepto de infi- conjuntista: 142, 146, 151, 182,
nito: 276,304, 317 182-183n
interpretaciones introductiva y eli- Skolem, T.: 146
minativa: 279-280, 293 teoría. de tipos: 85-86, 89
justificada: 294-296, 356-357 Von Neumann, J.: 150
práctica matemática: 277, 279, Weyl, H.: 142
321 finito, problema de lo, véase abstrac-
media entre lo finito y lo infinito: ción
279,296 física: 72,188-189,202,207,242, 244n,
no fundacional: 333 275,281,295-296,307
totalidad abierta de dominiosnor- matemáticas indispensables para
males: 346-347 la: 12, 23, 42, 243n, 244n, 260,
práctica filosófica: 279, 346, 356 261n; véase también argumentos
demostraciones: 303; viabilidad: de indispensabilidad
303n fundamentación de las matemáti-
lógica de segundo orden: 355-356 cas en la: 17, 40, 178, 243-244,
autoevidencia: 293, 357 272
teoría de conjuntos, modelo único fluentes: 29, 31, 32
buscado de la: 346-348 fluxiones: 29, 31, 32, 35-37
produce la teoría de conjuntos formalismo: 19, 150, 205, 205n, 209-
completa: 278-279 213
produce lo absolutamente infinito: de Curry: 206-209, 211
318-319 en su versión de juego: 205
fórmula regular: 299, 303
factibilidad: 303n fórmula semirregular: 301
factorial: 312 Fourier, J.: 40-44, 46, 47,52, 127-128,
Feferman, S.: 133n, 143n, 243n, 257n 203,269
Fermat, P.: 26 Fraenkel, A.: 136, 138, 147-148, 147n,
Fibonacci, véase Leonardo de Pisa 152,154, 154-155n, 162, 174; véase
Field, H.: 244, 244n también estar definido, Fraenkel A.;
Fin(PA), véase aritmética de Peano, Levy, A.
matemáticas finitas teoría axiomática de conjuntos:
Fin(T), véase matemáticas finitas de 147-148,152,162
392 ÍNDICE ANALÍTICO

limitación de comprehensividad, multivaluada: 289n


principio de: 172 Newton, I.: 29
axioma de reemplazo: 15, 136, 137, ninguna definición adecuada de: 40
138-139,147-148,241 recursiva primitiva, véa$e recursi-
urelementos: 154-155, 155n va primitiva, definición de
Frege, G.: 69, 76, 78-79n, 280 regida por reglas: 14, 33, 33n, 35,
infinito actual: 63 37,39,40,42,43,92
conceptos: 78-79n; véase también cantidad variable: 38, 46
funciones proposicionales función de atestiguamiento: 97, 98
conteo: 69 funciones características: 111-112, 148
deductivismo: 213 funciones de disponibilidad, véase dis-
extensiones: 78, 78-79n, 80-81, 94, ponibilidad, explicación semiformal
95, 133n; véase también objetos funciones de Fraenkel: 147, 147-148n,
lógicos 150, 151, 155n; véase también axio-
formalismo: 205n ma de reemplazo
fundamentos de la aritmética: 60, funciones de Skolem: 226, 292-293n,
61, 63 304, 307
logicista: 80 funciones proposicionales: 159; véase
problema de la paradoja para: 76, también principio de comprehen-
78,78-79n sión; axioma de separación
rigor: 61 definidas: 141-142; véase también
la teoría de conjuntos no es cen- estar definido
tral para: 80 Frege, G.: 78-79n
Friedman, H.: 139n Peano, G.: 63
función: 272; véase también problema Russell, B.: 78, 81; véase también
de la cuerda vibrante funciones proposicionales, teo-
adición: 38n ría de tipos
arbitraria, véase Dirichlet, defini- de segundo orden: 154
ción de función; función de J. axioma de separación: 134, 153
Fourier; Cantor, G.: 54, 61, 92, teoría de tipos: 81-88
272; axioma de elección: 14, 127; función "serrada": 42, 43, 47, 52
concepto necesario para las fundacionalismo: 22,76,142,160-161,
matemáticas: 40, 48; ley del ter- 203n, 220, 238, 250, 251, 282, 282,
cero excluido: 202; origen históri- 357; véase también fundamentos
co del concepto: 17, 38; autoevi- conjuntistas
dencia: 275; teoría de conjuntos, fundamentación, axioma de: 149, 154,
concepto que condujo a la: 17 155, 155n, 158, 166n, 170, 170n, 179;
Cantor, G.: 13,94-95 véase también axioma de antifunda-
axioma de elección: 14, 130-131 mentación; concepción iterativa
D'Alembert, J.: 38 teoría de conjuntos finita: 325,
Dirichlet, G.: 47 325n, 332
Euler, L.: 35, 39, 40 sin apoyo matemático: 164-165
matemáticas finitistas: 219-220, no es un principio cantoriano: 164
220n precursores del: 155-156, 179
Fourier, J.: 41-42, cuasicategoricidad: 252-253, 252n,
Leibniz, G.: 32 257n
ÍNDICE ANALÍTICO 393

consistencia relativa del: 149, 156, limitación de la comprehensivi-


164-165,325n dad, principio de: 172
estatus de complementariedad: la paradoja no es problema para la
154-155, 155n, 156, 165-166, 179 teoría de conjuntos: 80, 164n,
fundamentos del análisis: 23, 29, 35- 239
38,40,50,65,184 conexión distante con la experien-
fundamentos de la teoría de conjuntos: cia, véase K. G6del, autoevidencia
80,135,252,281 autoevidencia: 177,238-239,241-
matemáticas finitas: 333 242,268
fundamentos conjuntistas: 252 punto de vista sobre la teoría de
crítica de los: 142, 143, 146, 151 conjuntos: 162-165, 168, 170,
no porque la teoría de conjuntos 179, 239; véase también concep-
sea importante para las mate- ción iterativa; modelo único
máticas: 12n buscado para la teoría conjuntos
historia oficial: 11 Skolem, paradoja de: 145n
G6del, conteo de: 235
Galileo: 26, 316 Goldbach, c.: 242
Garciadiego, A.: 73, 76-77 Goldbach, conjetura de: 242
Garey, M.: 303 Goldfarb, w.: 342n, 343
Gauss, C.: 52 Goodstein, R.: 228, 230, 231, 237
geometría: 26; véase también abstrac- Gosling, J.: 101n
ción; objetos matemáticos finitos e gráfica de una función: 45n, 48, 92
infinitos contrastados con la; curvas; Grattan-Guiness, I.: 22n, 40, 41,44,46,
inconmensurabilidad; magnitudes 47,48,49,53,70, 70n, 92n, 113
geométricas Gregory, J.: 27, 32
Cauchy, A.: 46 Gregory of Sto Vincent: 27
euclidiana: 12, 177, 184, 270, Griffin, N.: 72
270n, 271 Grosholz, E.: 26
Euler, L.: 35 grupos: 181,206,210,211,240,297
matemáticas finitas de la: 297
Fourier, J.: 41 Hadamard, J.: 128-129
modelo buscado: 240 Halle: 52
números irracionales: 22, 23-25 Hallett, M.: 13, 60, 66, 67,68, 69, 70,
alejamiento de la: 33, 35,46 100n, 101, 105, 105n, 108n, 108-
pitagórica: 23 109, 136n, 138, 147n, 148, 167n,
Russell, B.: 72 172,220n,222,225n, 319
de segundo orden: 252 hamburguesas: 188
autoevidencia: 16 Hamilton, W.: 50
George, A.: 143n, 199n Hankel, H.: 53
G6del, K.: 57, 78n, 145n, 146, 162, Harrington, L.: 139n
164n, 167, 173, 187,238,241,242, Hausdorff, principio maximal de: 125,
273, 341; véase también teorema de 125n
completez; teoremas de incompletez Hawkins, T.: 41, 46, 47, 48, 53,60, 64n,
teoría axiomática de conjuntos: 65-66
173 Heath, T.: 23
hipótesis del continuo: 57,242 Hegel, G.: 72
394 ÍNDICE ANALÍTICO

Heine, H.: 51, 52, 103 relativo al contexto: 276, 284, 286,
Hellman, G.: 246-248, 249-250, 252, 287,289,305,317, 321, 349;véa-
344 se también disponibilidad, teoría
Henkin, L.: 145n de conjuntos finita; disponibili-
Herbrand, J.: 225-226, 226-227n, 228, dad de dominios indefinidamen-
301, 305 te grandes; indiscernibilidad de
Hessenberg, G.: 121 los dominios indefinidamente
Hilbert, D.: 16,50,119,187,213-216, grandes
217, 219, 220, 222, 223, 228, 232, dominios: 286, 290, 297, 351; dispo-
234,255-256n,275,276,282,338 nibilidad: 289-291, 293, 307;
deductivismo: 213 indiscernibilidad de: 283-285,
matemáticas finitistas: 18, 213- 300-302,317; véase también extra-
214,216-220,224,228,229,234, polación; intransitivos: 286, 324,
282; véase también representa- 328,352
ción de un número; recursivas experiencia de lo: 20-21, 276-277,
primitivas; numeral no especifi- 279,304,317-319,321
cado leibniziano: 315-317, 318
inducción: 231, 232, 233 número: 233, 277, 279, 282-283,
justificación de teorías vía demos- 286,287
traciones de consistencia: 220- aplicaciones a la física: 307
223 conjuntos: 279, 282, 286
programa de: 18, 213, 222-225, teoría de conjuntos, base para la
225n, 226-227, 231; comparado extrapolación: 317-319; conteni-
con el programa de extrapola- do constructivo: 334; indispen-
ción a partir de las matemáticas sabilidad: 294; modelos, véase
finitas: 280-281, 282 modelos naturales; natural: 351-
precursor de la teoría de la demos- 354; operación de predecesor,
tración: 223 véase predecesor y matemáticas
autoevidencia: 16,234 finitas; exposición y fundamen-
Hinman, P.: 112 tación: 320-337
Hipaso de Metapontum: 23-24 axiomas de lo: 299-302
hipótesis del continuo: 57, 119,263, teoría de lo: 20, 277-278, 278n,
263n 278-281,286
Cantor, G.: 57, 65, 107, 108 infinito, no fundado en lo: 21, 279-
G6del, K.: 57, 242 280,284,287,305
origen del nombre: 57n indefinidamente pequeño: 21, 32, 295,
Husserl, E.: 200 315-317, 316n; véase también análi-
Huygens, C.: 27 sis finito; indefinidamente grande
Hylton, P.: 80n, 81n, 91n independencia: 16, 196,270-271,339-
340, 342-343, 346; véase también
impredicatividad, véase predicatividad hipótesis del continuo
inconmensurabilidad: 23, 24-25, 26, inducción: 62n, 139, 140, 146, 195n,
32,51,10In 217,231-234,236,257n
indefinidamente grande: 20-21, 276, infinitesimales: 27n
277-279, 289, 316; véase también Berkeley, G.: 35-36
extrapolación Cauchy, A.: 45, 46
ÍNDICE ANALÍTICO 395

crítica a los: 35-37, 316, 316n, 317 no presupuesto en las matemáti-


análisis finito: 315-316, 317, 318 cas finitas: 358
Leibniz, G,: 31, 31-32, 316-317 teoría de lo indefinidamente gran-
Newton, l.: 27, 29 de, no basada en: 284, 305
análisis no estándar: 315, 316-317 explicación negativa del: 204-205
reemplazados por el infinito actual: 51 potencial: 197; conteo: 190; capaci-
infinito: 275, 284 dades idealizadas: 190; impredi-
absoluto: la totalidad de los indivi- catividad: 180; lo indefinidamen-
duos, véase clases universales; la te grande: 278n; Íntuicionismo:
totalidad de los números cardina- 190, 193, 197; posibilidad mate-
les: 71, 71 n; extrapolación: 319; mática: 180, 193, 197; tiempo:
incomprehensible: 66, 70, 99; 180,190
colecciones lógicas, no excluidas problema del, véase conexión dis-
por las teorías del: 70, 92, 93, 115; tante con la experiencia
la totalidad de los números ordi- infinito incrementable, véase transfinito
nales: 70-72, 99; véase también infinito no incrementable, véase infini-
paradoja del ordinal máximo; to absoluto
potencialmente: 199, 201; Rus- integración: 28-29n, 31, 33, 40, 41, 46,
sell, B: 114n; teológico: 66, 70; no 47, 48, 53, 60, 63-64, 65-66; véase
incrementable: 67, 70, 99; Von también fluentes; medida
Neumann, J.: 148 integral de Cauchy-Riemann: 63, 65
actual: no infinito absoluto: 115; integrales de Fourier: 43, 44
Cantor, G.: 52, 67, 108; números intuición: 61, 125-126, 160,217,220,
cardinales: 118; no permitido: 52, 338; véase también autoevidencia
57, 123, 129; axioma de extensio- intuicionismo: 193n, 196n, 199n, 203n,
nalidad: 179; no presupuesto por 217n
las matemáticas finitas: 358; Fre- Brouwer, L.: 201
ge, G.: 63; capacidades idealiza- lógica clásica, véase constructivis-
das: 190; impredicatividad: 180; mo, lógica clásica
intuicionismo: 201, 214; núme- matemáticas clásicas: 197-198
ros irracionales: 51, 56, 108; teorema de completez: 224n
Leibniz, G.: 72; medida: 65; no consistencia: 224
modal: 180, 190; Russell, B.: 72; constructivismo: 193-195, 198, 198n
tiempo: 199n restricción epistémica: 18, 192
axioma del: matemáticas finitas, ley del tercero excluido: 195-196
véase ziZZion; concepción iterati- matemáticas finitistas: 214, 216,
va: 168; teoría de conjuntos natu- 217-218
ral: 173; teoría de tipos: 88, 88n; teoría de conjuntos finita: 337-338
Zermelo, teorías axiomáticas de Hilbert, D., programa de: 213, 223-224
conjuntos: 152, 155, 157n, 158n; capacidades idealizadas: 190
teoría axiomática de conjuntos finitismo liberal: 197-198
de 1908 de Zermelo: 122, 135 posibilidad matemática: 193, 195
constructivismo: 196, 198-199, negación del: 194-196
199-201 física: 202
extrapolación, origen del concepto infinito potencial: 190, 193, 197,
de: 276-277 198
396 ÍNDICE ANALÍTICO

predicatividad: 195n Legendre, A.: 41


números reales: 197 Leibniz, G.: 27, 28n, 29-31, 32, 33, 34,
revisionista: 201-202 35n, 72, 73, 315-316, 316n, 317
esquemas: 217,217n Lejeune-Dirichlet, G., véase Dirichlet,G.
semántica: 196 Leonardo de Pisa (Fibonacci): 25
teoría de conjuntos: 202-203 Levy, A. (Lévy): 103, 166, 166n, 174,
tiempo: 190, 193, 194, 199n 261n, 335n
Von Neumann, J.: 150 ley del tercero excluido: 176, 195-196,
irreflexivo: 60n 201, 202, 230-231
Iyanaga, S.: 194 limitación de comprehensividad, princi-
pio de: 149n, 171-173,273,320,334
Jech, T.: 57, 155n teoría de conjuntos finita: 351,
Jensen, R.: 236 353-354
jerarquía de conjuntos: 155-156, 156- limitación de tamaño, axioma de: 148-
157n 149,170-171,172,173,240,272,320
Johnson, D.: 303n teoría de conjuntos finita: 351,
Jordan, c.: 63-65 352-353
Jourdain, P.: 51, 57, 59, 65, 91, 113, limitación de tamaño, principio de:
120,121,123-124, 125n 114, 114n, 149, 149n, 168n, 170-171,
Cantor, G.: 59, 66, 91 170-171n, 320,334
teoría de conjuntos finita: 351
Karp, C.: 236 límites:
Kennedy, H.:62 análisis finito: 308-311
Kepler, J.: 26 sucesión o serie: 27, 46, 50, 66,
Kitcher, P.: 22-23n, 29, 35, 45, 46, 49, 107-109,110,179; ordinales: 67,
54, 59, 127-128, 191n, 202, 202n, 101, 107-109, 110
239-241 conjunto: 51, 53, 58
Kleene, S.: 145n teoría de los: 29, 35, 36, 37, 44-45,
Klenk, V.: 268 47, 48-49, 50-51, 63-64, 107,
Kline, M.: 22n, 25, 26, 32, 37, 38, 39, 316,316n
40,41,45,46,47,48,50,51,52,62, Lipschitz, R.: 53
65,315 lógica de primer orden: 141, 142; véase
Knuth, D.: 330 también paradoja de Skolem
Konig, J.: 119 formalismo: 204-205
Kreisel, G.: 254n, 268 completa: 145,264,354
Kronecker, L.: 57, 109,213 preferida: 161
reducción de la lógica de segundo
Lagrange, J.: 33, 40, 41 orden a la: 354
Lakatos, I.: 317 lógica de segundo orden: 140-141,265,
Landini, G.: 81n, 82 265n; véase también Skolem, para-
Laplace, P.: 40, 41 doja de
Lavine, S.: 127n, 275n, teoría de conjuntos de Cantor,
Lear, J.: 200n lógica de fondo: 95
Lebesgue, H.: 65, 120, 125, 126, 129 compromisos de una teoría: 251-
medida e integral de: 65; véase 252
también medida matemáticas finitas: 353-357
ÍNDICE ANALÍTICO 397

teoría de conjuntos de segundo das: 297, 297-298n


orden completa, comparada con progresión abierta de modelos:
la: 145n 344-346,349
completa: 140-141,354,356-357 de segundo orden: 354-357
práctica matemática: 250-251 origen de la teoría de conjuntos, pero
modelos razonables: 306n no necesariamente de otras partes
esquemática: 255, 255n, 256, de las matemáticas: 293, 297
256n, 258-259, 258-259n, 264- complemento de las matemáticas
265,267n, 356 ordinarias: 293
teoría de conjuntos con piel de matemáticas finitistas, véase D. Hil-
oveja: 251 bert, matemáticas finitistas; recursi-
teoría de conjuntos, como teoría vas primitivas
de fondo: 254 matemático eterno, véase capacidades
Skolem, paradoja de: 20 idealizadas
estructuralismo modal: 246 matemático inmortal, véase capacida-
teoría de tipos: 85 des idealizadas
lógica infinitista: 160-161, 182n matemático omnipotente, véase capa-
lógica m: 142n cidades idealizadas
logicismo: 80-81, 82-83, 85-86, 87, 88, Matijacevic, Y.: 339-340
88n, 91n McCarty, c.: 196n
Lbwenheim, L.: 141, 144 McDolnald's: 188
Lbwenheim-Skolem, teorema de: 144, McGee, V.: 170n, 193n
152 medida: 60, 63-64, 65-66, 313; véase
también integración
Maddy, P.: 18, 78, 78n, 92n, 126n, análisis finito: 312-314
127n, 130, 131n, 133, 167, 185, 186, medición: 24, 244, 295-296
243,244n, 245,246n, 271 Medvedev, F.: 47n, 48
magnitudes geométricas: 24-25, 26, 32; Méray, c.: 51
véase también inconmensurabilidad Mersenne, M.: 26
Mahn, F. K.: 236 metafísica: 72, 193, 196,273,315,346-
Mahoney, M.: 26 347
Makkai, M.: 335n Mirimanoff, D.: 137, 138n, 141, 155-156,
Maltsev, A. (Mal'cev): 145n 179
Mancosu, P.: 35n modelos:
Martin, D.: 133, 139n clase: 165n, 261-262, 264
Martin. N.: 189n numerables: 143-144, 152-153,251,
matemáticas de contenido, véase Hil- 252,266
bert, matemáticas finitistas buscados: 60, 221n, 252, 306, 323,
matemáticas finitas de las teorías arbi- 33-334, 339-340, 343; véase tam-
trarias: 297-307,308; véase también bién modelo único buscado de
indefinidamente grande la teoría de conjuntos
torpeza de la formalización: 322 naturales: 247, 305-306n, 327, 334,
Fin(T) es un predicado, no un con- 337, 337n, 338, 339-343, 344-345,
junto: 299n 346,347,350; véase también domi-
modelos: 303-307, 333 nios normales de segundo orden
no están finitamente axiomatiza- en las matemáticas finitas
398 ÍNDICE ANALÍTICO

parciales: 225-226, 304 numeral no especificado: 214-215, 217,


fisicos, véase física 220
razonables: 305-307, 306n, 333 números algebraicos: 56, 106-107
Montague, R.: 306n números irracionales: 22, 23~26, 32, 50-
Moore, G.: 57n, 62, 73, 77, 88, 100n 51,56,63,107-110, 1l0n, 115,244,
104, 104n 108n, 112, 119, 120, 120n, 311; véase también números reales
122, 124, 125, 128n, 129, 136n, 141, análisis finito: 310-311n, 311, 312n
142, 160, 161, 165,267 números naturales: 250, 251, 257n,
Morgenbesser, S.: 322n 265n; véase también experiencia y
Morley, M.: conocimiento matemático; núme-
Mostowski, lema del colapso: 335n ros naturales pequeños; Hilbert,
movimiento: 26, 27, 29, 35, 39, 315 matemáticas finitistas; inducción
multiplicativo, axioma: 123n, 124, 132; conjunto básico actualmente infi-
véase también axioma de elección nito: 59, 94, 98, 221, 222
multiplicidades inconsistentes, véase Dedekind, R.: 62
infinito absoluto Dirichlet, G.: 47
Mycielski, J.: 278, 278n, 288n, 297, 312, restricción epistémica: 195n
301, 302, 303-305, 303n, 323, 323n finitismo: 57
extrapolación factible: 303n fundamentaciones conjuntistas:
análisis finito: 307-313 142, 146
matemáticas finitas de las teorías modelo buscado: 240, 339
arbitrarias: 297, 299, 302, 304, intuicionismo: 192, 195n
31O-311n Kronecker, L.: 57
Herbrand, J.: 226 Nelson, E.: 195n
teoría de los conjuntos indefinida- una generalización de los núme-
mente grandes: 323, ros ordinales: 54
teoría de lo indefinidamente gran- Peano, G.: 62; véase también arit-
de: 20, 277-278,278n, 335 mética de Peano
predicativos: 195n
naturalismo matemático: 17, 128 pitagóricos: 24
negación: rigor: 177
matemáticas finitistas: 218, 222 conjuntistas: 136
intuicionismo: 194-195 Skolem, T.: 146
Neile, W.: 27 teoría de tipos: 89
Nelson, E.: 195n Weyl, H.: 142
Newton, I.: 23, 26, 27-29, 32-33, 35, 36, números ordinales: 139n, 179, 267,
316, 316n 272; véase también Cantor, teoría
Nicolás de Cusa: 316 axiomática de conjuntos propuesta
Nieuwentijdt, B.: 35, 316, 316n para el análisis de su trabajo; con-
nominalismo: 214, 217, 282, 296 teo, números ordinales; paradoja
numerabilidad: 65n, 106n; véase tam- del ordinal máximo
bién modelos numerables infinito actual: 58
real: 190, 198-199 extensiones algebraicas de los: 330
axioma de elección: 103, 125 funciones arbitrarias, el estudio de
numeración: 139 las, condujo a: 17
aritmética: 59, 102n
ÍNDICE ANALÍTICO 399

Cantor, G., véase Cantor, números predicatividad: 142, 180, 199


ordinales conjuntos de, véase Cantor, conjun-
números cardinales, contrastados tos de puntos; conjunto derivado
con los: 58-59 teorías de los: 51, 53, 56, 107,
numerable, clase de los: 59 1l0n, 179
origen de los conjuntos derivados: 54 teoría de los, necesaria para la teo-
extrapolación: 319, 330 ría de la convergencia: 46, 50-
finitos: 59 51,110
teoría de conjuntos finita: 344 bien ordenables: 59; véase también
Fraenkel, A.: 138 principio de buen orden
inicial: 94, 94n
concepción iterativa: 168, 168n objetos disponibles, véase disponibili-
Mirimanoff-Von Neumann: 138, dad, explicación semiformal
138n, 139-140 objetos lógicos: 78-79n, 80-81
tipos de orden: 98 Opalka, R.: 188
reemplazo, axioma de: 138, 139-140 operación del conjunto potencia: 131,
Russell, B.: 74 135,147,167,326n,344
como conjuntos: 94, 139; véase operacionalismo: 295n
también números ordinales de órdenes en la teoría de tipos: 82-83, 83-
Mirimanoff-Von Neumann 86, 86n
Von Neumann, J.: 138 órdenes lineales: 60, 60n, 199
buen orden: 67-68, 71, 74, 98 oscilación, puntos de, véase puntos
Zermelo, E.: 121 excepcionales
número perfecto: 193-195
números racionales: 24-25, 32, 56, 63, P (operación del conjunto potencia):
199,201,221-222,226,298n, 311 136
análisis finito: 311, 312 P A, véase aritmética de Peano
números reales, véase también Cantor, PA+ (extensión de la aritmética de Pea-
teoría de conjuntos, números rea- no): 341
les; números irracionales palabra vacía: 234-235
Cantor, G.: 56 par, axioma del: 153, 169
cardinalidad, véase cardinalida- paradoja: 80, 128, 138, 148, 160, 161-
des, números reales; hipótesis 162, 172,213,349-350
del continuo reacción de Cantor a la: 74, 91-92,
axioma de elección: 127, 130, 131 115
constructivismo: 199 no era un problema para Cantor:
continuidad: 56 93,95,113
ordinales numerables: 107 principio de comprehensión, ori-
análisis finito: 295, 312 gen del: 78, 81, 132
modelo buscado: 127, 240, 250 análisis en su inicio: 33, 40, 46-47
intuicionismo: 197 cardinal máximo: 76-77
no de cardinalidad máxima: 62 ordinal máximo: 73, 76, 77, 93;
física: 202, 260; véase también véase también Cantor, números
medición ordinales, multiplicidad absolu-
axioma del conjunto potencia: 111, tamente infinita
181 problema para Frege: 76, 78, 78-79n
400 ÍNDICE ANALÍTICO

problema para Peano: 127 finitismo: 188n, 305


problema para Russell: 13, 76, 78, Hilbert, D.: 338
80,91-92,93 inducción: 257n
de Russell, 60-61, 62, 105 modelo buscado: 306n
descubrimiento de la paradoja de intuicionista: 338
RusselL 11, 13,72-73,73-77 Mycielski, J.: 278n
teoria de Russell en respuesta a la: física, matemáticas süficientes para
80-81, 81-87 la: 243n
no es problema para la teoría de de segundo orden: 252
conjuntos: 68, 80, 91, 134, 148, Peano, curva de: 62, 63
163, 165,239 periodicidad: 39,40,42
de Skolem, véase Skolem, paradoja de Píeri, M.: 81
sorites: 275n pitagóricos: 23-24
teoria de tipos: 82-83, 86 Platón: 100-101
historia oficial: 11, 15 Filebo: 100-101; véase también Gos-
descubrimiento de Zermelo de la: ling, J.
75n platonismo: 185, 190,268,296
no es la motivación de la teoria de Poincaré, H.: 82, 120, 123, 132n, 205,
Zermelo: 15, 121 231,233,234,238
pares ordenados, reducción a conjun- Poisson, S.-D.: 42, 44
tos: 122 polinomios: 26, 34, 40, 44; véase tam-
Parsons, C.: 78-79n, 80, 167n, 169, 170, bién álgebra
185, 200, 200n, 228, 244, 246, 250, pollos desplumados: 85n
258n, 260,348,350 posibilidad matemática: 180, 193, 194,
clases: 260 195,196,201, 202n, 246-247, 347; véa-
experiencia y conocimiento mate- se también infinito potencial; estructu-
mático: 185, 186 ralismo modal
Frege, G.: 78-79n concepción iterativa: 169
inducción esquemática completa: Parsons, c.: 169,200,348,350
258n Russell, B.: 88n
argumentos de indispensabilidad: postulado de las paralelas, véase geo-
244,245 metria euclidiana
posibilidad matemática: 169, 199- potencia, véase cardinalidades
200,250,348 Pozsgay, L.: 200n
ambigüedad sistemática: 348, 350 PRA (Primitive Recursive Arithmetic:
tiempo: 169 aritmética recursiva primitiva), véa-
Pascal, B.: 27, 31 se recursiva primitiva, teoría de la
Pawlikowski, J.: 227, 303, 304, 336 aritmética
Peano, G.: 13, 62, 73, 76, 78, 78-79n, práctica matemática: 175-176,250,258,
81, 120, 125-126 276
condición de, véase funciones pro- compromisos de la: 177-179, 182-
posicionales 183n
Peano, aritmética de: 62, 62n extrapolación: 277
deductivismo: 211 lógica esquemática completa de
matemáticas finitas: 306, 321, 338, segundo orden: 258
339-344, 358-360 Géidel, K.: 238
ÍNDICE ANALÍTICO 401

impredicatividad: 123, 133 formulación de teoremas en las


argumentos de indispensabilidad: teorias: 301n
244,246,280 teoria de la aritmética: 228-231, 233-
justificación: 177, 276 234,242,330n,357-360,359n
lógica de segundo orden: 250-251 teoría de conjuntos: 235-237, 322,
autoevidencia: 176-177, 241, 274 326n, 334
predecesor y matemáticas finitas: 286, teoria de palabras: 234-235
328,329-330,330n,332-333,344 reducibilidad, axioma de: 86-87, 88-89,
predicatividad: 133, 142, 169, 195n, 89n, 133
203n reemplazo, axioma de, véase también
infinito actual: 180 funciones de Fraenkel
aritmética: 195n ejemplo de conocimiento positivo
colecciones: 260 del infinito: 205
matemáticas finitas: 327 algunos usos del: 15, 138-139, 139n,
Lebesgue, H.: 128 241
práctica matemática: 180 teoría de conjuntos finita: 326-327,
paradoja: 133 327n, 332-333
Poincaré, H.: 123,205 de primer orden, véase axioma de
teoría de tipos: 86, 86n reemplazo, esquema
Weyl, H.: 142, 199, 203n Fraenkel, A.: 138, 147n, 148
Zermelo, E.: 123, 161 historia del: 72n, 136-137, 147-
principio del círculo vicioso: 83, 123, 148, 154, 155n, 163
128 impredicativo: 169; teoría de con-
problema de la cuerda vibrante: 33, 38- juntos finita: 326-327, 327n,
39,39-40,41 332-333
PRS (Primitive Recursive Sets: conjuntos argumentos de indispensabilidad:
primitivos recursivos), véase recursi- 245
va primitiva, teoria de conjuntos concepción iterativa: 168
PRW (Primitive Recursive Words: pala- limitación de tamaño: 149, 170
bras primitivas recursivas), véase pri- Mirimanoff, D.: 156
mitiva recursiva, teoría de palabras oposición hacia: 137-139
puntos excepcionales: 39, 41-42, 47, teoria de los ordinales: 139-140
48,52-53,54,92,272 Quine, W.: 245
Putnam, H.: 243-244, 244n, 245, 246, jerarquía de conjuntos: 156
247-248,344 esquema: 142, 252, 256, 260, 261
de segundo orden: 155, 155n, 252,
Quine W.: 187,243-245,251,267,289 254-256, 259, 266
esquema de segundo orden: 254-
Rang, B.: 75n 261, 261n, 264-266, 266-267,
razones: véase magnitudes geométricas 285,287-288,327n
Ravetz, J.: 40 autoevidente: 15, 16, 18, 137, 177,
recursiva primitiva, véase también D. 181, 182n, 241, 257n
Hilbert, matemáticas finitistas de; axioma de separación: 155n
inducción regla de sustitución: 215, 215n, 216-
definición: 219-220, 224, 229, 230, 217, 255, 255n, 256, 257-258, 265-
231,233-234,235,236-237 266,266n, 355,359,359n
402 ÍNDICE ANALÍTICO

relacionado: 60n véase también colección lógica


relaciones, axioma de: véase axioma de argumento diagonal: 73-76
reducibilidad primeras creencias acerca del infi-
relaciones, reducción a conjuntos: 122 nito: 72-73
relativización: 299 axioma del infinito: 88n
representación de un número: 215, influido por Leibniz: 72-73
215n,218,220,233 principio de limitación de tamaño:
Resnik, M.: 78-79n, 205, 205n, 213n, 114n
216,228 logicista: 80-81, 81n, 86, 88, 88n,
restricción, axioma de: 151-152, 163 89,91n
restricción epistémica: 191-192 axioma multiplicativo, véase Rus-
constructivismo: 192, 193, 196-197 seU, axioma de elección
Gbdel, K.: 238 teoría de conjuntos ingenua: 13,
argumentos de indispensabilidad: 100n
243 explicación negativa del infinito:
intuicionismo: 192, 196n 204-205
razones para aceptar la: 191 inicialmente era neohegeliano: 72
teoría de conjuntos: 201, 203-204, 238 concepción de los números de: 81
tiempo: 199n influido por Peano: 13, 72
restricción ontológica: 191, 191n, 192 axioma del conjunto potencia: 111
Riemann, G.: 48-49, 52-53 teoría de conjuntos no era central
rigor: 37-38,45,46,48,49,50, 63, 178, para: 80
182,294 uso y mención: 84-85
Roberval, G.: 26, 27
Robins, B.: 38 Scedrov, A.: 139n
Robinson, A.: 317-318 Schmidt, E.: 119
Robinson, J.: 339, 340 Schoenflies, A.: 120, 121
Rbdding, D.: 236 Scott, D.: 168n
Rodríguez Consuegra, F.: 81 segmento inicial: 71
RusseU, B.: 51n, 72, 73, 73n, 74, 76, Seidel, L.: 49
76n, 77, 78, 79, 78-79n, 81, 82, 83, semántica composicional: 196
86, 86n, 88, 88n, 89, 89n, 91, 91n, seno: 38,39,40,41n
92, 110, 114,204-205; véase también separación, axioma de: 134-135, 155n
paradoja; funciones proposiciona- colecciones combinatorias: 168n
les; ambigüedad sistemática; teoría teoría de conjuntos finita: 351
de tipos Fraenkel, A.: 147, 172
cualquiera vs. todos: 15,90-91, 91n, impredicativo: 169, 180
214 concepción iterativa: 167, 168n
intentos de resolver las paradojas: limitación de comprehensividad,
81n, 114n principio de: 149n, 172
conocía la concepción de conjunto práctica matemática: 180
de Cantor: 79 esquema: 142
reacción inicial al trabajo de Can- Skolem, T.: 142, 159
tor: 72 Von Neumann, J.: 149-150
axioma de elección: 88, 124, 131 Zermelo, E.: 134, 141, 154, 155,
concepción de las clases: 72, 78, 94; 158,252
ÍNDICE ANALÍTICO 403

serie de potencias: 48-49 para la teoría de conjuntos: 163,


series: 27; véase también teorema del 166,205,239; véase también Can-
binomio; convergencia; límites, suce- tor, teoría axiomática de conjun-
sión o serie; series trigonométricas tos propuesta como un análisis
series de Fourier, véase series trigono- de su obra; crítica a los funda-
métricas mentos conjuntistas; Fraenkel,
series trigonométricas: 12-13, 17,38- teoría axiomática de conjuntos;
39, 39-41,41n, 42,43,44,45,46,47, teoría de conjuntos indefinida-
48,52-53,60,61,66,178,240 mente grandes; D. Scott; teoría
Shapiro, S.: 95, 141, 153n, 250-252, de tipos; Von Neumann, argu-
255,256,257,258-259, 258n, 259, mentó en contra de la teoría axio-
266n,281 mática de conjuntos; Von Neu-
Shoenfield, J.: 262, 341 mann, teoría axiomática de
Simpson, S.: 139n conjuntos; Zermelo, teorías axio-
sistema: 80n máticas de conjuntos; teoría
sistemas de axiomas: 80; véase también axiomática de conjuntos de1908
matemáticas finitas de teorías arbi- de Zermelo
trarias; teoría de conjuntos indefi- usados para caracterizar estructu-
nidamente grandes; recursiva pri- ras de interés: 240
mitiva Skolem, T.: 80,136,138, 142-143,145-
elección de: 206, 208-209, 210 146, 145n, 150, 152, 153, 156, 159n,
consistencia de, véase consistencia 161, 161n, 228, 353; véase también
para dominios buscados: 240 estar definido, Skolem, T.
Cantor no usó: 61 axiomatización: 159
de primer orden, véase teoría de fundamentación, axioma de: 156
conjuntos de primer orden paradoja de: 143-146, 150-151,
naturales: 171-172, 351-354 152,159-160,162,250-251,252,
no categóricos, véase paradoja de 262-263,266; lógica de segundo
Skolem orden: 141, 144-145, 145n, 152,
cuasicategóricos: 268 161,251,254, 265n; Zermelo, E.:
necesitan clarificación: 19-20, 122, 159
267,270-272 axioma de reemplazo: 15, 136, 136n
segundo orden, véase teoría de Smorynski, c.: 341
conjuntos de segundo orden Stebbins, S.: 193n, 197n
descartados por Skolem: 143-146 Stein, H.: 47
usados para evitar el estudio general Steiner, M.: 214, 231-232, 243
de todos los conjuntos: 161-163 Stifel, M.: 25-26
historia oficial: 11-12, 14,213 Stokes, G.: 49
desarrollo matemático, no son su Stolz, O.: 51, 60, 64
centro: 241 Struik, D.: 22n, 43
práctica matemática, parte de la: sucesiones de Cauchy: 51, 108, 181,
175 197
de los números naturales, véase sucesor inmediato: 67n
aritmética de Peano: 145-146 sustento extrínseco: 126, 126n, 128, 133,
desarrollo reciente de muchas de 271
las matemáticas: 17, 127, 177
404 ÍNDICE ANALÍTICO

sustento intrínseco: 126n; véase autoe- esquemática de segundo orden:


videncia 258-260,264,265,267
Szczepaniak, Z.: 98n teoría de conjuntos de primer orden:
155, 158; véase también teoría de
Tait, w.: 200p, 214, 219, 220, 228, 232 conjuntos de primer orden como
tangente: 26,27, 31, 32,315 teoría de fondo; paradoja de Skolem
Tappenden, J.: 257n, 275n dominante: 160-162
Tarski, A.: 159,268 finita, caracterización de la: 182-
Taylor, B.: 38, 39 183, 182-183n
teoremas de incompletez: 145n, 146, primera: 155
160,225,225n, 242,257n, 339, 340, Fraenkel, A.: 162
341,342,343 completa: 145, 145n
teoría (X-recursiva: 111-112 Godel, K.: 163-164
teoría axiomática de conjuntos de no adecuada para la física: 259-
1908 de Zermelo: 131, 134-135, 138; 261
véase también estar definido; fun- axioma de reemplazo: 252, 261n
ciones proposicionales definidas; Von Neumann, J.: 155
Zermelo, E., teorías axiomáticas de teoría de conjuntos de segundo orden:
conjuntos 155, 155n, 252; véase también teoría
cantoriana: 80, 122n, 131 de conjuntos modal de Putnam-Rell-
estar definido: 265 man; teoría de conjuntos; teoría de
primera, ampliamente aceptada: conjuntos de segundo orden como
80,121,122 teoría de fondo
funciones de Fraenkel: 147 reconstrucción axiomática de la
motivación para la: 121-122 teoría de Cantor: 97, 112, 112n
axioma de reemplazo, carencia del: clases, concepción de Von Neu-
136,136n mann de las: 160-161, 161n
historia oficial: 14-15 completa: 258, 260
buen orden, reducción a conjuntos: modelos: 246, 247-248
122,139 natural: 173
teoría de conjuntos ingenua: 13, 100, esquemática: 255-257, 256-257n,
100n, 150 260-261, 261n, 263-265; véase tam-
atribuida a Cantor: 11, 99-101, bién cuasicategoricidad; axioma
122n, 149n, 150 de reemplazo, esquema de segun-
historia oficial: 11 do orden; teoría esquemática de
teoría de conjuntos como teoría de fon- conjuntos de segundo orden como
do:211,212,261,262,264-265,297n teoría de fondo
de primer orden: 251, 252, 255, modelo único buscado, véase teo-
260-261,264 ría de conjuntos, modelo único
lógica infinitista: 182n buscado
reducciones a: 122, 141; véase tam- estructuralismo modal: 247-248
bién estar definido Zermelo, E.: 161n
de segundo orden: 252, 253-255, Zermelo E., teorías axiomáticas de
259-260, 264-265 conjuntos: 152, 155, 159
lógica de segundo orden: 253, 253n, teoría de conjuntos modal de Putnam-
259 Rellman: 248, 343, 344-346
ÍNDICE ANALÍTICO 405

teoría de conjuntos, modelo único bus- teoría de conjuntos, modelo único


cado de la: 112, 148, 161-163, 169, buscado de
170,248,261,262,264,346-348 urelementos: 138n, 153-155, 154n, 156,
teoría de la demostración, iniciada por 156n, 157, 157n, 172n, 254, 267n
Hilbert: 223 Urquhart, A.: 81n
teoría de tipos: 15,80,81-91,93, 124,
131-133,209,285 Va: 145, 156-159, 164, 174,200,254,349
teoría de tipos ramificada: 84; véase Van Bendegem, J.: 191n
también teoría de tipos Van Dalen, D.: 193
testigo fuerte: 342, 342n Van Heijenoort, J.: 70n, 228
Thomas, W.: 75n variable, véase función, cantidad varia-
tiempo, véase también intuicionismo, ble; representación de un número;
tiempo; posibilidad matemática esquemas; numeral no especificado
análisis: 27, 28, 29, 50 Vaught, R.: 145n, 156, 166n, 297
disponibilidad: 291, 329 Velleman, D.: 200
constructivismo: 198-199, 199n velocidad, véase movimiento
números naturales: 61, 185, 189- Volkert, K.: 47n
190 Von Neumann, J.: 100n, 139, 147n, 148,
teoría de conjuntos: 124-125, 161, 149, 149n, 150, 155, 156; véase tam-
169, 180 bién estar definido, Von Neumann
tipos de orden: 98 argumentó contra la teoría axiomá-
Torricelli, E.: 27 tica de conjuntos: 150-151, 163
transfinito, véase también Cantor, teoría axiomática de conjuntos:
números ordinales; Cantor, concep- 148-150, 158, 160-161, 173-174;
ción de los conjuntos; conteo véase también limitación de tama-
vs. absoluto: 66-67, 68 ño, axioma de
constructivismo: 199,201 formalismo: 150
controvertido: 110-111 fundamentación, axioma de: 149,
extrapolación: 318 156
la paradoja no es problema para teoría de conjuntos denominada
el: 91 de Zermelo-Fraenkel: 155
comprensión del: 179 reemplazo, axioma de: 139-140,
transitivo: 60n; véase también indefini- 147-148n
damente grande; dominios intransi- Vopenka, P.: 275
tivos
triángulo característico: 31 Wallis, J.: 27,31,32
Troelstra, A.: 193 Wang, H.: 168n, 295
Weierstrass, K.: 49-50, 50-51, 52, 61,
unión, axioma de: 97, 123n, 135, 154, 107,178,308,316
168,170,171,172,173,177 Weyl, H.: 141, 142, 142n, 143, 199,
teoría de conjuntos finita: 325, 203n; véase también estar definido,
326, 332, 351 Weyl, H.
unión débil, axioma de: 325, 326, 332, Whitehead, A.: 80, 86, 86n, 89, 89n,
351 204-205,284
universo de todos los conjuntos, véase Wren, c.: 27
406 ÍNDICE ANALÍTICO

Yessenin-Volpin, A.: 275n buida a Cantor: 100n, 122n


Yourgrau, P.: 180 totalidad abierta de los dominios
Youschkevitch, A.: 47n normales: 158-160, 161, 170,
248-249,255,266,343,344,346,
Zo: 136 349; véase también dominios
Zarach, A.: 98, 98n normales; teoría de conjuntos
Zermelo, E.: 80, 100n, 119, 120, 121, modal de Putnam-Hellman
122, 123-124, 125-127, 134, 151- paradoja: 75n
154, 156-157, 156n, 157n, 160, 161, paradoja del ordinal máximo: 121
164n, 165,248; véase también estar conjunto potencia, axioma del:
definido, Zermelo, E. 120, 130, 154
teorías axiomáticas de conjuntos: predicatividad: 123
151-152,153-155,158-159,161n, cuasicategoricidad: 266
162, 174,252; véase también teo- autoevidencia: 125, 126-128, 160
ría axiomática de conjuntos de teoría de conjuntos, modelo único
1908 de Zermelo buscado de la: 161-163, 170
elección, axioma de: 14, 119-120, conjuntos, concepción de los: 13ln,
123-127,128,130,131,154 132
fundamentación, axioma de: 154, Skolem, paradoja de: 160
155, 156, 159, 165, 166, 179 buen orden, números reales: 123
estratificación de los conjuntos buen orden, reducción a conjun-
bien fundados: 156-157, 164 tos: 122
limitación de comprehensividad, zillion: 278, 284, 321, 324, 327-330,
principio de: 149n 330-332, 351
teoría de conjuntos ingenua, atri- Zorn, lema de: 125n
Comprendiendo el infinito
se terminó de imprimir y encuadernar
en el mes de julio de 2005 en los talleres de
Impresora y Encuadernadora Progreso, S. A. (IEPSA),
calzada de San Lorenzo 244, 09830 México, D. F.

Se tiraron 2000 ejemplares

Tipografía y formación:
Ernesto Ramírez
y Gabriela López Olmos,
Taller de Composición del Fondo de Cultura Económica,
con tipos New Aster de 10: 12 y 9: 12 puntos de pica

Corrección:
Jimena Gallardo, Leticia García y Kenia Salgado

Cuidado de la edición:
Leticia García Urriza

Coordinación editorial
María del Carnlen FarÍas R.

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