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Andrés Felipe Rodríguez

Introducción a la Filosofía

La chica de la papelería

Fue ese día cuando todo cambio, ese momento, aparentemente irrelevante para todos, pero
no para mí, lo que definió mi futuro, lo que me hizo la persona que hoy en día soy.
Probablemente el lector sienta que soy exagerado, que cuanto digo aquí no puede ser tan
grave como lo describo, y no le puedo asegurar que lo que dije anteriormente sea cierto,
pero le puedo asegurar, que contengo mis lágrimas al momento de escribir esta historia, y
me consume el miedo de pensar que nada cambie, que todo seguirá igual. Y debo aclarar
que no busco impresionar a nadie, jamás he sido bueno para eso, pero es importante que yo
le cuente esto, si de verdad busca conocerme, porque… ¿Qué es un hombre sin su pasado?
Y de no saberlo ¿Cómo confiar en su futuro?

Probablemente usted que lee esto podrá sentirse confundido por la gran cantidad de
explicaciones que doy, pero déjese de prejuicios, y preste atención, ya que más de eso no
necesito, Brevemente todo sucedió así. Iba caminando por el centro comercial como
siempre solía hacerlo, al lado de la papelería donde ella trabajaba diariamente, a excepción
de unas breves épocas en diciembre y junio, justamente con la esperanza de que allí
estuviera sentada como siempre, en su pequeño banco en la esquina de la papelería,
mirando hacia la ventana perdidamente, como si algo en ella capara más su atención que la
monótona actividad de la papelería, mientras yo disimuladamente buscaba su mirada con la
misma excusa de siempre, la de imprimir algún escrito de la universidad, cosa que no era
cierta, porque yo ni siquiera estudio; pero sacaba un escrito de cualquier parte de internet
que hiciera ver mi excusa suficientemente creíble; y todo porque ese pequeño instante del
día, en que sus ojos se cruzaban con mi mirada ansiosa que tan trabajosamente insistía una
ligera sonrisa de su parte, cosa que consideraba en abandonar, considerándolo
frustradamente imposible, era lo que me motivaba a despertarme todas las mañanas, esa
esperanza de volverla a ver al día siguiente era mi único motivo para no desfallecer en el
sinsentido de mi existencia, en la rutina del sobrevivir. Pero este día que le estoy contando
fue cuando todo se derrumbó: Al entrar a la papeleria, unas horas más tarde de lo usual, me
encontré con que la papelería estaba siendo cerrada, mientras algunos de sus empleados
organizaban sus utensilios de trabajo en cajas de carton. Entre los empleados la vi a ella,
sentada en su banco, viendo hacia la misma ventana de siempre, con la única diferencia de
que ese día, su mirada no estaba perdida, sus ojos llorosos brillaban como dos cristales con
mirada nostálgica, se me destrozo el corazón ante semejante escena, así que, por primera
vez en mucho tiempo, decidí armarme de valor, y acercándome con paso dudoso, le dije
con voz temblorosa: -hola, perdóname por molestarte, pero pensé que de pronto necesitarías
ayuda- ¿ayuda con qué?- respondió ella con extrañeza – no sé, pensé que estabas llorando,
así que decidí acercarme para ver si estabas bien- sí, es cierto, no soy el mejor para hablar
con las mujeres pero me consoló que ella no se lo tomo mal –oh… si, gracias, no pasa
nada- me dijo en voz baja, casi un susurro- solo es que… esto era el mayor recuerdo que
tenia de mi madre, este negocio lo empezó ella –después de un breve silencio, continuo-
todas las tardes, después de la escuela, venía a ayudarle en la papelería, y nos sentábamos
en este mismo banco a ver el paisaje, y ella ya no está, y el negocio quebró así que… no
tengo mi opción que dejar ir cuanto quedaba de ella… pero si, no te preocupes, gracias por
preguntar- termino, mientras intentaba no quebrar la voz al intentar asomar una leve
sonrisa. En ese momento no sabía qué hacer, estaba impactado por su historia, quebrantado
al ver su tristeza, pero al mismo tiempo, terriblemente feliz, al ver por primera vez a quien
fue secretamente el amor de mi vida sonreírme por primera vez, y el lector ya se dará
cuenta porque he dicho terriblemente. Al ver que yo no reaccionaba de ninguna forma, ella
simplemente se levantó de su banco y empezó a organizar en una caja unos archivos que
había retirado de un cajón. Finalmente, sin saber cómo reaccionar, salí corriendo, sin mirar
si me veía, para no volverla a ver nunca.

Y es así como la chica que lo fue todo para mí , aquella que significó para mí el motivo de
mi felicidad, sin siquiera saber su nombre, desapareció completamente de mi vida, sin dejar
ni siquiera rastro de su paso, materialmente hablando. La papelería dejo de existir, y aquel
centro comercial siguió su rumbo normal, y sin imaginar a cuantas personas esta chica
atendió que no recuerdan siquiera su rostro, pero yo, jamás la olvidare, tuve la oportunidad
de reparar todo, de armarme una última vez de valor, que permitiera que aquel momento no
fuera el fin de cuanto conocía bueno es este mundo, o sea ella. Ahora cada día sueño en
volver a esa papelería, a mirar aquellos ojos perdidos viendo el paisaje, o esa mirada seria
con la que se veía cada vez que yo iba, y ni pensar de aquella sonrisa que, como una
maldición, me condeno a extrañarla eternamente. Algo debe cambiar, no todo puede ser así,
mi existencia no pude estar fundamentada en algo tan sencillo como una simple chica cuya
identidad ni siquiera conozco, ¿o será posible? La verdad no lo sé, pero mientras tanto,
querido lector, si estoy seguro que todo ha cambiado desde esos buenos tiempos, en donde
todas las tardes, la chica de la papelería miraba perdidamente la ventana.

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