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CULTURA POLITICA

La cultura política de una nación es la distribución particular de patrones de orientación sicológica


hacia un conjunto específico de objetos sociales los propiamente políticos entre los miembros de
dicha nación. Es el sistema político internalizado en creencias, concepciones, sentimientos y
evaluaciones por una población, o por la mayoría de ella.

A diferencia de la actitud política, que también es una variable intermedia entre una opinión
(comportamiento verbal) y una conducta (comportamiento activo), y que es una respuesta a una
situación dada, la cultura política alude a pautas consolidadas, arraigadas, menos expuestas a
coyunturas y movimientos específicos por los que atraviesa regularmente una sociedad. En cambio,
la actitud política es una disposición mental, una inclinación, organizada en función de asuntos
políticos particulares que cambian a menudo. Las actitudes políticas son un componente de la
cultura política, pero ésta no se reduce a aquéllas.

Dado que es un concepto esencialmente sicológico, la cultura política también se diferencia


claramente del comportamiento político. Este último se refiere a la conducta objetiva que de alguna
manera es expresión de la cultura política. Y es que la cultura política es un componente básico del
juego político porque filtra percepciones, determina actitudes e influye en las modalidades de la
actuación o el comportamiento políticos.

Con el propósito de rescatar la dimensión real del concepto de cultura política, es importante
interrogarse acerca tanto del contexto histórico en el que surgió como de la tradición en la que se
inscribió y los objetivos que persiguió.

SOCIALIZACIÓN POLITICA
La socialización política, hace referencia al tema de cómo, qué y cuándo aprende la población acerca
de la política, es un proceso de aprendizaje e interiorización de valores, símbolos y actitudes frente
a la política, de larga duración y mucho menos directo, formal y cognoscitivo que el aprendizaje
escolar. Se trata de un proceso eminentemente cultural en la medida en que intenta insertar al
individuo en su sociedad al hacerlo partícipe del código de valores y actitudes que en ella son
dominantes.

La socialización política sirve de lazo de unión entre las orientaciones de una población hacia los
procesos políticos y las normas que el sistema reclama como las guías de su desempeño. La
socialización es la adquisición de una inclinación hacia determinado comportamiento valorado de
manera positiva por un grupo, junto con la eliminación de disposiciones hacia una conducta
valorada negativamente por dicho grupo.

Visto desde el punto de vista del sistema político, la socialización política es la garantía de la
perpetuación de la cultura y las estructuras que lo configuran, pues fomenta su reconocimiento y
aceptación por parte de los ciudadanos, lo que no es sino una manera de reforzar su legitimidad. En
otras palabras, el objetivo de la socialización es conseguir que los individuos se identifiquen y estén
conformes con la estructura normativa y política de una sociedad.
Los factores que más influyen en los cambios de los valores, símbolos y orientaciones de una
población son:

a) la amplitud con la que se difundan las nuevas ideas;


b) el grado de exposición del individuo a dichas ideas;
c) el prestigio de las ideas en cuestión, que depende de los logros que se les atribuyan, y
d) el peso social específico que tenga el propulsor de las ideas, es decir, el agente socializador,
ya que son tan importantes los valores o ideales que se enseñan como quién los enseña.

Para fomentar la cultura cívica es importante preparar a los individuos para su eventual intervención
en el sistema político y crear el entorno político apropiado para que el ciudadano actúe y participe
en los canales institucionales. Para lograr tal propósito es necesario que haya congruencia entre los
valores e ideas que se transmiten y las estructuras en las que aquéllos se expresan.

Es en este esquema de relaciones de mutua influencia que debe pensarse el problema de cómo
fomentar el cambio de una cultura con elementos tradicionales dominantes hacia una de carácter
democrático.

MODIFICAR LA CULTURA POLITICA


Lo más pertinente para este proceso es pensar en una tarea combinada en la que se vaya
transitando hacia la construcción de estructuras que en la práctica se desempeñen efectivamente
como democráticas que se ciñan al derecho, que fomenten el control de la representación
ciudadana sobre los actos gubernamentales, que alienten la lucha política institucionalizada como
fórmula para dirimir las diferencias y canalizar aspiraciones de poder, a la par que se vayan
inculcando a través de las instituciones socializadoras (familia, escuela, medios de comunicación)
las bondades de la cultura cívica (la confianza interpersonal, el reconocimiento del derecho del otro
a pensar y vivir de forma diferente, las virtudes de la participación, etcétera).

Sin embargo, la promoción de una cultura democrática ya no puede pensarse como una labor que
competa exclusivamente al Estado, sino que tiene que ser una empresa en la que participen
instituciones sociales y políticas. Mientras mayor influencia tengan éstas sobre la sociedad por su
prestigio o penetración, mayor será el impacto que causen.

Deberían contribuir a dicha misión, por tanto, las instituciones educativas públicas y privadas, y los
medios de comunicación masiva de manera privilegiada, pero también los intelectuales y los
partidos políticos, así como otras instituciones sociales con gran presencia, como las iglesias y los
nacientes organismos no gubernamentales. Es decir, se trata de una tarea de conjunto que debe
partir de la convicción profunda de los beneficios que conlleva el desarrollo de una cultura política
democrática.

Una cultura política democrática es el ideal para las sociedades en proceso de cambio, sobre todo
si dicho cambio se quiere en sentido democrático, en la medida que constituye el mejor respaldo
para el desarrollo de instituciones y prácticas democráticas. Es una barrera de contención frente a
las actitudes y comportamientos anticonstitucionales que violenten la vigencia de un Estado de
derecho. Al mismo tiempo, es un muro en contra de eventuales inclinaciones a la prepotencia o a la
arbitrariedad del poder, ya que se resiste a reconocer autoridades Políticas que no actúen con
responsabilidad, es decir, que no estén expuestas al escrutinio permanente de las instancias
encargadas de hacerlo.

La construcción de una sociedad democrática requiere, entonces, de una estrategia de varias


pistas, ya que hay que promover declaradamente las bondades de los valores democráticos, a la
vez que impulsar la construcción de instituciones que funcionen a partir de los principios de
legalidad, pluralidad, competencia, responsabilidad política, es decir, a partir de principios
democráticos.

EGRAFIA

https://portalanterior.ine.mx/documentos/DECEYEC/la_cultura_politica_democratica.htm

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-06362017000100101

PNUD estudio del 2017


https://www.undp.org/content/dam/chile/docs/gobernabilidad/undp_cl_gobernabilidad-texto-
Guia-Buenas-Practicas-Elec.pdf

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