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L A H IST O R IA D E L P A D R E K E N T E N IC H
P.H E R N Á N A L E SSA N D R I M O R A N D
É R ecapitulación y traducción
Poem as:
P.JO A Q U ÍN A L L IE N D E L U C O
N º IN SC R IPC IÓ N : 108.545
© E D IT O R IA L N U E V A PA T R IS S.A .
E M A IL : gerencia@ patris.cl
SA N T IA G O ,C H IL E
PR IM E R A E D IC IÓ N : M A Y O ,1999
SE G U N D A E D IC IÓ N : JU N IO ,2002
T E R C E R A E D IC IÓ N : M A Y O ,2009
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Índice
IN T R O D U C C IÓ N .H A C IA E L E N C U E N T R O C O N L A
PE R SO N A D E L PA D R E K E N T E N IC HX
I.N U E ST R O PU N T O D E PA R T ID A : la PE R SO N A L ID A
D FIL IA L - PA T E R N A L del p.kentenichX
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a.E l sentido de esta prueba
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d.Salida de la crisis
C A PÍT U L O SE G U N D O .L A PA T E R N ID A D E SPO N T A N
E A 1912-1926 1.SE N T ID O G E N E R A L D E E ST A E T A PA
2.E L G R A N PE D A G O G O Y E L M A E ST R O D E L A V ID A
2.1.O rigen de sus dones pedagógicos
2.4.E l cam bio de los corazones y el cam bio de las estructuras 3.E L H O M
B R E D E L A FE PR áC T IC A E N L A D IV IN AX
PR O V ID E N C IAX
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3.4.L a aprobación de la m isión de V icente Pallotti
4.L A E X PE R IE N C IA Q U E SU S H IJO S V A N T E N IE N D O
D E SU PA T E R N ID A DX
4.3.L a identidad del Padre fundador con su O bra 4.1.L a actitud filial
de los jóvenes
C A PÍT U L O T E R C E R O .PA T E R N ID A D C O N SC IE N T E
Y FU E R T E (1926-1942)X
1.U N A PA T E R N ID A D C O N SC IE N T E 1.1.D os hechos decisivos
1.2.Profundización de este desarrollo 1.1.D os hechos decisivos 1.2.Profundización
de este desarrollo 2.U N A PA T E R N ID A D FU E R T E
2.1.2.L as prim eras dificultades con la Iglesia: las “ideas originales” 2.1.1.E
l enfrentam iento con los problem as sociales
2.1.1.E l enfrentam iento con los problem as sociales 2.1.2.L as prim eras
dificultades con la Iglesia: las “ideasX
originales”
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2.1.1.E l enfrentam iento con los problem as sociales 2.1.2.L as prim eras
dificultades con la Iglesia: las “ideasX
originales”
C A PÍT U L O C U A R T O .U N A PA T E R N ID A D PR O FU N D A
(1942-1949) 1.E L C O M IE N Z O D E L A G R A N PR U E B A
2.E L SE N T ID O D E L A PR U E B A : PR O FU N D IZ A C IÓ N D
E SU PA T E R N ID A DX
3.2.1.U na genialidad de fe
3.2.2.U n triunfo del hom bre nuevo y de la nueva com unidad 3.2.1.U
na genialidad de fe
3.2.2.U n triunfo del hom bre nuevo y de la nueva com unidad 3.1.L a
decisión del “B uen Pastor”
10
3.2.1.U na genialidad de fe
com unidadX
3.2.1.U na genialidad de fe
com unidadX
4.L O S FR U T O S D E L 20 D E E N E R O
fundador
5.2.E l centro de las dificultades 5.1.L as razones de un cam bio 5.2.E l centro
de las dificultades
C A PÍT U L O Q U IN T O .PA T E R N ID A D R E FL E X IV A Y U N
IV E R SA L IZ A D A (31-05-1949 / 24-12-1965)X
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2.3.L a visitación canónica a las H erm anas 2.4.L a carta y la m isión del 31 de M
ayo de 1949
2.3.L a visitación canónica a las H erm anas 2.4.L a carta y la m isión del 31 de M
ayo de 1949
3.C O N SE C U E N C IA S D E L 31 D E M A Y O D E 1949
3.1.Interviene el Santo O ficio: visitación apostólica 3.2.D estitución y D
estierro
4.E L SE N T ID O D E 14 A Ñ O S D E L U C H A
4.2.1.L a acusación de ser “freudiano” 4.2.2.L a cam paña de calum nias 4.2.1.L
a acusación de ser “freudiano” 4.2.2.L a cam paña de calum nias
4.2.1.L a acusación de ser “freudiano” 4.2.2.L a cam paña de calum nias 4.2.1.L
a acusación de ser “freudiano”
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4.2.2.L a cam paña de calum nias
5.H É R O E Y M O D E L O D E C A R ID A D YX
O B E D IE N C IAX
6.L A L IB E R A C IÓ N
C A PÍT U L O SE X T O .PA T E R N ID A D E SC L A R E C ID A O T
R A N SFIG U R A D A (1965 -1968)X
agua de alegría,
uro de m isericordia,
P.Joaquín A lliende L .
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IN T R O D U C C IÓ N
H A C IA E L E N C U E N T R O C O N L A P E
R SO N A D E L P A D R E K E N T E N IC H
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L P . K entenich es un hom bre de im portancia histórica, su m ensaje es para siglos. P or eso
lo com param os con hom bres que han tenido una im portancia secular.C on san A
gustín,san B ernardo,san Ignacio.
San A gustín y san B enito no sólo codecidieron esencialm ente la historia de la Iglesia;
tam bién fueron los padres de la cultura m edioeval; fueron los padres de diez siglos de la
historia del m undo y de la Iglesia. San Ignacio tam bién fue un hom bre que im pregnó la
historia, m ucho m ás allá de las fronteras de la Iglesia. N osotros tam bién creem os que
el P . K entenich es un hom bre que se sitúa en esta dim ensión, que repercutirá por
siglos y no sólo en la historia de la Iglesia, sino tam bién m ás allá de sus fronteras,
porque la Iglesia realiza su pleno sentido al ser el alm a del m undo.
P E R SO N A L ID A D F IL IA L -P A T E R N
A L del p. kentenich
artirem os de tres frases según las cuales el P. K entenich se definió a sí m ism o. Son tres
afirm aciones circunstanciales, en el recuerdo de distintas personas, que nos
“C on una sola: P adre.E s el sentido de m i vida,ser siem pre padre y sólo padre”.
Por eso querem os encontrarnos con él siguiendo su historia com o la historia
del crecim iento de una extraordinaria paternidad, viendo cóm o en su vida se
fue desarrollando esta gracia de la paternidad que D ios le concedió y que él m
ism o sentía com o núcleo de su personalidad y,tam bién,de su m isión.
N osotros acostum bram os a decir que el P. K entenich fue un gran profeta, pero
para él la palabra que lo resum ía todo era: padre. E l veía la dim ensión profética
incluida en su tarea de padre. Se sentía un hom bre llam ado por D ios para transm
itir vida a la Iglesia y al m undo de hoy. Y su función de profeta era un aspecto de
esa tarea de transm isión de vida. Para que los hom bres tuvieran vida, debía
anunciarles los problem as que él veía y por qué cam inos se llegaba a la vida.
Pero lo central para él era dar vida, al igual que C risto. C risto vino a la tierra, com
o dice san Juan, para que los hom bres “tengan vida en abundancia”.(Jn 16)
H ay tam bién una segunda frase m uy im portante.E l P.B ezler m e contó una vez que
llevó al Padre fundador en su autom óvil. E ste estaba lleno de paquetes y de bultos, pues
se dirigía a un cam pam ento. C uando partieron, las cosas se vinieron encim a del P. K
entenich y le aplastaron en el asiento contra la parte de adelante del auto. E l P. B ezler
avergonzado por lo sucedido, se disculpó y em pezó a arreglar las cosas. “N o te
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preocupes”, le dijo el P. K entenich. “Pero, Padre, usted va tan incóm odo”, le
contestó el P.B ezler.E l P.K entenich replicó:
A l P. B ezler, m iem bro im portante del M ovim iento de Schoenstatt en A lem ania,
se le quedó grabada la form a en que el P. K entenich le dijo: “¡T ú no sabes hasta qué
punto yo soy niño!”. E sto m uestra otro rasgo de su corazón. E l era padre frente a los
hom bres, pero frente a D ios se sintió siem pre com o el niño m ás pequeño.
E n las sem anas pasadas escucham os algunas veces la palabra que D ios dirigió al
profeta Isaías: “A ntes de haber sido form ado en el seno m aterno te elegí y te llam é por
tu nom bre: tú eres m ío” (cfr. Jer 1, 5; Is 49, l; 43, l), E stas palabras se adecúan especialm
ente a este día, a esta celebración que hoy nos congrega aquí, en el Santuario.¿Q ué
significa: “te llam é por tu nom bre,tú eres m ío”?
E n prim er lugar significa que D ios m e llam ó a la vida. C reem os que D ios,
hoy hace 73 años, habló de esta m anera. E l dijo: “¡Y o te llam é de la nada a la
vida!”. H ace 73 años m e llam ó por m i nom bre, diciendo: “T ú eres m ío! M ío
eres tú, con tu originalidad y tu m isión original… ”
Si preguntáram os a San Pablo cuál era su m isión, entonces nos diría: “Se m e confió la
m isión de anunciar al m undo el m isterio de C risto, el R edentor, el M ediador, la C
abeza del C uerpo M ístico”. E spontáneam ente nos preguntam os ahora: ¿C uál fue la m
isión que se m e confió hace 73 años? T eniendo presente el ejem plo de San Pablo
puedo decir: ¡M i m isión fue y es anunciar al m undo el m isterio de M aría! M i tarea es
proclam ar a la Santísim a V irgen, revelarla a nuestro tiem po com o la C olaboradora
perm anente de C risto en toda su obra de redención y com o la C orredentora y M
ediadora de las gracias. R evelar a la Santísim a V irgen en su profunda unión con C risto,
en bi-unidad con él, y con la m isión específica que ella tiene desde sus Santuarios de
Schoenstatt para el tiem po actual. (P . K entenich,A locución en su cum
pleaños,16.11,1958 )
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2.L a relación íntim a de estas tres afirm aciones
E xiste una íntim a relación entre estas tres frases. Para el P. K entenich la m isión de M
aría es forjar el hom bre nuevo y ayudar a que surja el hom bre nuevo, a im agen de C
risto. E ste hom bre nuevo es, en prim er lugar, un hom bre que es hijo de D ios y que,
porque es hijo de D ios y se hace niño ante él, porque se sum erge plenam ente en el
corazón del Padre D ios com o C risto, es capaz de hacerse tam bién padre, reflejo del
Padre D ios para los dem ás. E l hom bre nuevo es el hom bre-niño y el hom bre-
padre, porque es el hom bre a im agen de C risto,m oldeado por M aría com o C risto.
A firm ar que la tarea del Padre fundador es anunciar las glorias de M aría,equivale a decir
que su tarea es educar un nuevo tipo de hom bre. Y sostener que él quiere educar un nuevo
tipo de hom bre significa que quiere educar a un hom bre que sea niño y padre. Por eso quiso
encarnar, él m ism o, ese nuevo tipo de hom bre que deseaba regalar a la Iglesia. E l fue
profundam ente niño frente a D ios y de ello sacó la fuerza para desplegar ante los hom
bres,ante la Iglesia y ante los tiem pos actuales,una paternidad extraordinaria.
E l P. K entenich piensa que todo cristiano tiene por vocación asem ejarse a C risto y
que C risto es, esencialm ente, ontológicam ente, por naturaleza, “hijo de D ios” y, com
o tal, “resplandor del Padre”. E n la m edida en que un cristiano se asem eja a C risto,
se hará hijo de D ios en él y será para los hom bres un resplandor del Padre (2 C or 3,18;
4,4). E ste es el ideal de todo hom bre m aduro. E ste es el ideal que el m undo de hoy
y la Iglesia deben recordar. Y el P. K entenich cree que es la Santísim a V irgen la
encargada de recordarlo, de m anera especialísim a, a través de Schoenstatt. Por este
ideal, él se sacrificó y recibió la gracia de encarnarlo com o prim icia.
E l hom bre m aduro, entonces, es niño y padre, es una especie de puente a través del
cual D ios quiere darse a nosotros. Según la ley de la conducción del m undo, la ley de las
causas segundas, D ios quiere que cada criatura, que cada hom bre sea transm isor de su
vida, que sea un interm ediario entre él y los dem ás hom bres (1T es 1, 6/32, 11). C risto fue
el interm ediario perfecto (1T im 2,5), porque fue el H ijo perfecto, que poseía toda la riqueza
del Padre y, a su vez, podía darla entera. Y por ser H ijo perfecto, pudo ser im agen
perfecta del Padre. T odos los dem ás, en la m edida en que m adurem os com o hom
bres, en la m edida en que nos pongam os en contacto filial con la fuente de vida que es
D ios, nos harem os tam bién fuentes de vida para los dem ás,nos harem os padres.
E l ideal del hom bre m aduro es el ideal del “niño-padre”, del hom bre que está al m ism o
tiem po en profundo contacto de entrega am orosa a D ios y a los dem ás hom bres; es un
puente profundo y filialm ente arraigado en el corazón de D ios, de donde recibe toda su
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riqueza de vida, pero para transm itirla, para darla paternalm ente a otros. L a im
agen del hom bre m aduro, a sem ejanza de C risto, es una especie de puente,
abierto a los dos extrem os –a D ios y a los hom bres– por donde pasa la riqueza
de D ios a los hom bres. E se es el ideal que predicó y encarnó el P.K entenich.
3.L a estructura natural de la personalidad del P . K
entenich
ios le dio la gracia de vivir la filialidad y la paternidad com o a pocos hom bres en la historia de
la Iglesia. Pero sabem os que D ios es un D ios de arm onía y que la gracia
siem pre presupone la naturaleza. Por eso, porque D ios quería dar al P. K entenich
esta gracia de encarnar al hom bre nuevo, (al hom bre que es hijo de D ios y padre de
los hom bres; al hom bre creador de historia, fuerte, fecundo, precisam ente en la
fuerza de esa paternidad que él conquista a través de su filialidad), por eso le dio tam
bién una estructura hum ana apta para desarrollar esa paternidad.
D ecíam os que la personalidad del hom bre m aduro tiene dos polos: es el hom bre hondam
ente vinculado con D ios (com o hijo) y vinculado con los hom bres (com o padre). Pues
bien,el Padre D ios otorgó a nuestro Padre fundador una gran capacidad de contacto con él a
través de una estructura m uy m arcada de su personalidad, que podríam os llam ar
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m etafísica o trascendental. E l P. K entenich era un hom bre con un inm enso sentido para lo
espiritual, para lo trascendente, para lo divino, y esto lo llevaba im preso en su m anera de
ser. C uando uno lee sus escritos o escucha sus conferencias, se da cuenta de que era un
hom bre de una inteligencia clarísim a, con un gran sentido para ir a lo profundo, para llegar a
los últim os principios, a lo m ás hondo. A esto m e refiero cuando hablo de una m entalidad
trascendental. E l no era un hom bre que se quedaba en la superficie de las cosas; tenía una
increíble capacidad para calar hondo. Y calar hondo significa, principalm ente,ser capaz de
llegar a la profundidad de las profundidades,a D ios.
Por otro lado, D ios le regaló una increíble fineza sicológica o sensibilidad para
la vida. Por estructura, por su m anera de ser, tenía una inm ensa sensibilidad
para captar lo que estaba pasando en el corazón de las personas, para
descubrir las inquietudes de los otros, sus angustias y sus anhelos, para captar
procesos vitales hasta en sus m ás tenues ram ificaciones.
A sí, toda su m anera de ser, toda su estructura personal, estaba dispuesta para
que él pudiera llegar a ser un verdadero hijo de D ios, por su capacidad de
ascender a lo trascendente. Y , por otro lado, su capacidad para captar la vida
lo preparaba para ser m uy cercano a los hom bres, para transm itirles
paternalm ente toda esa vida que él recibía com o hijo en el corazón de D ios.
Pero uno de los grandes hitos de la historia –el cuarto– lo he dividido en dos. A
dem ás he agregado una etapa inicial, antes del prim er hito de la fundación de
Schoenstatt. A cada uno le he puesto un nom bre. Son denom inaciones m ás o
m enos arbitrarias y relativas, que sólo quieren acentuar ciertos aspectos de
cada etapa. E stas seis etapas son las siguientes:
Segunda etapa:
C uarta etapa:
Q uinta etapa:
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Sexta etapa:
E stos títulos son relativos porque estas cualidades o adjetivos con que he
caracterizado la paternidad del P. K entenich en las distintas etapas, se van
desarrollando orgánica y sim ultáneam ente a lo largo de toda su existencia. Sobre
todo, en el últim o tiem po de su vida,en que todas estas cualidades culm inaron.
L a paternidad esclarecida o transfigurada fue un rasgo perm anente del Padre fundador.
¿Q ué se entiende por esta paternidad? Su paternidad fue siem pre sobrenatural porque
fue una paternidad em inentem ente sacerdotal. E l siem pre apareció ante la Fam ilia de
Schoenstatt com o un reflejo de D ios Padre. Pero, con el correr de los años, esto se fue
intensificando. C ada vez era m ás claro que su paternidad no era hum ana. C ada vez
que la Fam ilia fue experim entando con m ayor fuerza que ese hom bre, a quien sentía
com o padre, no se restringía a ser sim plem ente el P. K entenich sino que era, en prim er
lugar, un auténtico representante de C risto, un reflejo del Padre, del m ism o Padre D ios.
E sto fue creciendo a m edida que pasaba el tiem po y se m anifestó sobre todo en los
últim os años de su vida,después de su regreso a Schoenstatt.
L a paternidad del P. K entenich se había hecho una paternidad lum inosa, una
paternidad que irradiaba a D ios.E n él,D ios m ism o nos m ostraba su rostro paternal.
gente m uy sencilla.
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Por ejem plo, m encionam os el caso de un gran personaje de la Iglesia alem ana que
ocupó dos puestos m uy im portantes: por un lado, adm inistraba las finanzas de la Iglesia
alem ana y, por otro, era el relacionador oficial de la Iglesia con el gobierno alem án. U n
hom bre de peso. Pues bien, él tom ó contacto con Schoenstatt. L legó al M ovim iento de
Schoenstatt por su estrecha am istad con M ons. T enhum berg, O bispo de M ünster,
gran discípulo del P. K entenich. Poco a poco fue conquistado por Schoenstatt. N o se
sentía schoenstattiano, no había hecho la A lianza de A m or, no conocía al P. K entenich,
pero el am biente le atrajo y se sintió un gran am igo de Schoenstatt. E l fue la persona
que se convirtió después en el “artífice hum ano” de su liberación, com o lo dijera m ás
tarde el propio P. K entenich. Si bien su liberación no fue obra de los hom bres, en prim er
lugar, com o lo dijo él m ism o y com o lo dem ostraron los acontecim ientos inexplicables
que por ese entonces sucedieron, sin duda hubo instrum entos hum anos que la
prepararon, entre ellos este sacerdote especialm ente. Se trata, por lo tanto, de alguien de
una categoría hum ana e intelectual extraordinaria.
E stando en plena gestión por la liberación del Padre fundador, fue a M ilw aukee. Y a
llevaba tiem po estudiando el caso de Schoenstatt; conocía las dificultades con el
Santo O ficio; estaba al tanto del destierro del Fundador en E stados U nidos. Y
decidió visitarlo. Por un lado, iba com o am igo de Schoenstatt, pero tam bién com o
un representante de la Iglesia. Sabía que se iba a encontrar con un gran hom bre,
pues conocía sus ideas y su pensam iento,y se preparó bien para esa conversación.
E n el últim o tiem po, el Padre fundador se daba enteram ente com o padre que
inspiraba una ilim itada confianza en los otros. A sí le sucedió a este destacado
personaje de la Iglesia alem ana; se dio cuenta de que no podía hablarle de
igual a igual sino que debía abrirle el corazón com o un hijo a su padre. Y a que
en esa prim era conversación lo sintió com o padre.
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oficina.E lla m e contó así su encuentro con el P.K entenich:
“C uando lo m iré, sim plem ente m e deslum bró. C uando vi su barba y su sonrisa,
sentí com o si estuviera delante del Padre D ios. E l m e invitó a sentarm e y se sentó.
Pero yo no pude hacerlo y, sin darm e cuenta, m e arrodillé. Sentí que no podía
controlar m is m anos que, solas, com enzaron a extenderse; m e daba cuenta que iba
a hacer algo que no debía, pero no podía im pedirlo. Y así se m e fueron las m anos y
le tom é la barba. D espués sentí gran vergüenza por lo que había hecho y bajé la
cabeza. N o sabía qué iba a decir el Padre. N unca antes había tocado a un
sacerdote. Y él, en vez de retarm e, m e tom ó la oreja y m e dijo: ¡Y ou are a baby! Y
desde ese m om ento m e di cuenta que tenía un padre y la vida cam bió para m í”.
E l Padre fundador era una persona que tom aba de sorpresa, que era capaz de
“desarm ar” a las personas sencillas com o a esta señora portorriqueña y, tam bién, a
hom bres com o aquel destacado sacerdote de la Iglesia alem ana. ¿Por qué? Porque
en su vida, él se fue haciendo cada vez m ás un reflejo, un resplandor del corazón del
Padre D ios; y el am or paternal de D ios “desarm a”,es siem pre sorprendente.
E l corazón del Padre D ios es el corazón del Padre del hijo pródigo. E l hijo pródigo
tam bién se sintió “desarm ado”. R ecordem os que volvía a la casa del padre
esperando, com o un gran favor, que lo aceptara com o un jornalero. T rae sólo esta
intención, consciente de lo que él es. Y al llegar, el padre se adelanta apresuradam
ente a su encuentro, lo abraza, le pone un anillo, ropa lim pia, m ata un ternero cebado
y prepara una fiesta.Y el hijo queda totalm ente desconcertado. (L c 15,11 ss.)
H acia el final de su vida, el encuentro con él tenía m ucho de esto. U no sabía que él
era un hom bre m uy im portante, una persona m uy paternal, a quien m uchas
personas querían m ucho, lo que era un buen antecedente. Pero cuando se llegaba a
su presencia, él “desarm aba” a todos. C uando uno escuchaba hablar de él, oía de su
grandeza, de su capacidad, de su inteligencia, uno creía que se iba a encontrar con un
hom bre inm ensam ente grande, elevado m uy alto en un pedestal y, al conocerlo,
caían todas las defensas pues uno se daba cuenta que la grandeza del Padre
Fundador era de otro tipo: consistía en una cercanía hum ana increíble, unida con una
extraordinaria irradiación de D ios. E n él, uno se encontraba con un padre com o es D
ios, com o es el padre del hijo pródigo, que nos deja sorprendidos por la form a en que
nos acoge. A cogía a todos los que llegaban hasta él, de una m anera que “desarm
aba”. Y esa paternidad que, al final, llegó hasta la cum bre, fue m adurando a lo largo
de todas las etapas que hem os señalado y que ahora verem os m ás en detalle.
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N U B E G E N E R O SA
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C A P ÍT U L O P R IM E R O
L A C O N Q U IST A D E U N A
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P R IM E R A E T A P A
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1.SE N T ID O G E N E R A L Y D IV ISIÓ N D
E E ST A E T A P A
a pedagogía de D ios sigue siem pre ciertas leyes; D ios m antiene una línea con
las personas. C uando crea a alguien es para dar un m ensaje determ inado a través de
esa persona. Por eso, la crea con una estructura natural adecuada para transm itir el m
ensaje que él quiere anunciar por m edio de ella, lo que en lenguaje schoenstattiano se
traduce por Ideal Personal. D esde el principio uno posee, en una form a m ás bien
espontánea, esa estructura que va en la línea del propio Ideal Personal. Pero llega el m
om ento en que hem os de conquistar y hacer nuestro aquello que D ios nos dio gratis. H
a de quedar com o posesión asegurada.Y esto se logra a través de una lucha.
E sta lucha era necesaria para m adurar en la filialidad, porque la filialidad no consiste sólo en
la intim idad con D ios.D ios regaló al P.K entenich,desde pequeño,una intim idad m uy grande
con él, pero la filialidad m adura supone adem ás otra cosa: supone la experiencia de la
pequeñez. L a filialidad m adura supone sentir no sólo que yo am o m ucho a D ios y que él m
e am a m ucho, sino sentir tam bién que D ios m e am a com o un ser m uy pequeño, m uy
frágil, m uy indigno de su am or, a quien él am a por pura m isericordia, a quien él quiere con
un am or que m e regala solam ente porque él es bueno y que, si él no fuese tan bueno y no
m e am ase, yo m e hundiría. Para ser verdadero hijo de D ios hay que haber experim entado
profundam ente la fragilidad, la nada que som os si nos separam os del am or del Padre; hay
que llegar, experim entalm ente, a la conciencia, al
m isericordia.
m ucha intim idad con D ios, pero es im posible que, en sus prim eros años, tenga
ya esta experiencia de su m iseria, de su contingencia, sobre todo de su
indigencia, si D ios no lo salva. Por eso, D ios regaló al P. K entenich, dentro de
esta etapa de conquista de la filialidad probada, dos períodos distintos: un prim er
período en que la filialidad fue un don espontáneo, filialidad que él vivió com o algo
que le brotaba desde adentro, desde su m ism a estructura personal. D espués
llegó el m om ento en que D ios quiso que esa filialidad pasara a ser una filialidad
m adura. V iene entonces el segundo período en que esa gracia , hasta entonces
sim plem ente otorgada, fue probada para que el P. K entenich la conquistara.
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Por eso vam os a dividir esta etapa de la filialidad probada en dos períodos: el
de la filialidad espontánea y el de la prueba de esa filialidad.
¿P uedo descorrer un poco el velo que cubre m i pasado? D esde m i entrada al noviciado hasta m i
ordenación sacerdotal, y aún un poco m ás allá, tuve que soportar perm anentem ente las luchas m ás trem
endas. D e satisfacción y felicidad interior ni la m ás ínfim a huella. M i director espiritual no m e com prendía. Y
por m i orientación intelectual tan racionalista, escéptica, insana, yo tenía m uy poco sostén sobrenatural. F ueron
sufrim ientos interiores y exteriores trem endos, es decir, espirituales y, adem ás, corporales. (… ) Si m i cam ino
no hubiese sido tan extraordinariam ente anorm al, no podría haber sido para con ustedes lo que en virtud de m i
cargo debo ser y m e esforcé por ser”.
Y o pude conversar sobre esto con un prim o suyo, unos dos años m enor que el P.
K entenich. L os dos fueron m uy am igos cuando el P. K entenich tenía 14 o 15
años. Y le pregunté: “C uando el P. K entenich tenía 15 años, ¿era piadoso? M e
puso una cara de extrañeza ante la palabra “piadoso” com o si le hubiera
preguntado si él andaba de rodillas por las calles con un rosario al cuello. “N o –m
e expliqué–. Q uiero decir si iba a m isa todos los días, si com ulgaba… ”. E ste
prim o m e seguía m irando desconfiado. “M ire –m e respondió– José hacía todas
las cosas que hacíam os nosotros. ¡E ra totalm ente norm al!”.
V erem os algo de su desarrollo en estos años, desde 1885 hasta 1904. H ablarem
os prim ero del desarrollo exterior de su vida y,luego,de su desarrollo interior.
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2.2.1.Su pueblo y su fam ilia
D esde esa época, es decir, desde hace m ás de siete siglos, todos los años, para el día
de la A scensión, se realiza un desfile grandioso en el pueblito. M ás tarde, otro cruzado,
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Juan G ym nich, trajo de T ierra Santa una reliquia consistente en una astilla de
la C ruz de C risto, la que tam bién es llevada en la procesión del día de la A
scensión, procesión que da vuelta en torno a los antiguos dom inios de esos
señores feudales. E se día viene m ucha gente de los alrededores, a caballo, y
portan banderas con escudos que datan de la E dad M edia.
G ym nich es, por consiguiente, un pueblo lleno de tradiciones, en el que está viva
la historia del nacim iento de la E uropa cristiana, el recuerdo de los rom anos, de
la E dad M edia,la historia de los cruzados.T odo esto influye en el P.K entenich.
E l nom bre de su m adre era C atalina K entenich. Siendo ella aún joven deja la
casa paterna en la plazuela de San C uniberto y va a em plearse en una granja de
los alrededores de G ym nich, la que adm inistraba M atías José K oep. E ntre ellos
se establece una cercanía particular,a pesar de una gran diferencia de edad.
M atías José había sido m ilitar, perteneciendo al regim iento de los ulanos, tropa de elite
del K aiser. E n los años 80 vivía con dos herm anas solteras, de tem peram ento dom
inante, que dependían económ icam ente de él. C atalina provenía de una fam ilia de m
odestos recursos, form ada en una tradición de dignidad, trabajo y sólida fe. E n el
invierno de 1885 C atalina quedó esperando un niño. Por razones que desconocem os, M
atías José no quiso casarse con la joven, ni reconocer al hijo. Por su profunda convicción
religiosa ella decidió tener y criar al niño que venía, si bien alguien que sólo llevaba el
apellido de la m adre,habría de tener ciertam ente una existencia difícil y dura.
José nace en el hogar de sus abuelos m aternos en G ym nich el 18 de noviem bre de 1885. A
l día siguiente es bautizado en la iglesia parroquial.C atalina debía continuar trabajando fuera
de casa por la precaria situación económ ica de la fam ilia. E l niño vive con sus abuelos. A llí
José adquiere las prim eras nociones del lenguaje y de la fe, aprende a m ontar a caballo y
participa, quizás, de la fam osa tradicional cabalgata procesional del día de la A scensión. E l
abuelo m aterno m uere cuando el niño tenía tres años. C on el
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padre no tiene ningún contacto. E s significativo que quien recibirá la m isión de
ser padre espiritual de m uchos, haya tenido que sufrir la carencia de paternidad
y experim entar así, en carne propia, lo que m illones sufren con la
desintegración de la fam ilia y la ausencia de la figura paterna.
D ios le hizo saborear desde m uy tem prano las am arguras de nuestro siglo: la
carencia de un padre, de una figura paternal com prensiva, fuerte y bondadosa; la
carencia de una fam ilia bien constituida por padre, m adre y herm anos; las penas y
tristezas –y quizás am arguras– de una m adre soltera quien, a pesar de todo, quiere
m antenerlo con vida y darle lo m ejor de sí y que, al final, debe entregarlo a una m
ejor M adre para que lo cuide y guíe; y la falta de un am igo, de un com pañero, en los
felices y decisivos juegos de la infancia. E l P. K entenich exteriorm ente era m uy
norm al en su trato con los dem ás, pero nadie llegó al fondo de su ser. Sólo la V irgen
–según confiesa él m ism o– fue el único y gran am or de toda su infancia y juventud.
2.2.2.D istintos episodios de su infancia
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E l P. K entenich casi m urió cuando tenía tres años de vida. E staba donde unos
vecinos jugando a las escondidas con una prim a huérfana que vivía con ellos. E lla se
escondió en el subterráneo de la casa,donde había un pozo cuya tapa estaba
abierta.A él,com o era el m ás pequeño, lo hacían salir a buscar a los escondidos. D e
repente, vio a la prim a y, al correr hacia ella, no vio que la tapa estaba abierta y cayó
al pozo. L a prim a, que tenía ocho años, salió corriendo de la casa gritando: ¡José se
cayó al pozo! E l abuelo estaba allí conversando con el dueño de casa. A l principio no
creyeron lo que decía la prim a, pero después entraron y ella les m ostró la tapa
abierta del pozo. E l abuelo m etió la m ano y no encontró nada. C reyó que lo estaban
engañando y ya se iba cuando ella se puso a llorar desesperadam ente. ¡Sí, está ahí!
E l abuelo volvió a m eter la m ano por segunda vez y sintió un género tirante.
E n esa época todos los niños alem anes usaban una especie de delantal hasta los 4
o 5 años. A l niño José se le había quedado enganchado ese delantal en un alam bre
del borde del pozo.E l abuelo lo levantó y sacó al niño ya inconsciente,con la boca
apretada.C ostó m ucho hacerlo revivir. M andaron llam ar a una religiosa que tenía
algunos conocim ientos de prim eros auxilios, pero tam poco sus esfuerzos le dieron
resultado. E l niño respiraba, pero estaba am arillo, con la boca apretada y no había m
anera de sacarle alguna palabra. E ntonces la religiosa, que conocía al niño, acudió a
recursos sicológicos y le dijo: “M ira, Josecito, si abres los ojos te voy a dar santitos y
podrás ir al kindergarten”. E ntonces el niño abrió de inm ediato los ojos y contestó
enérgicam ente: “¡Y o no voy al kindergarten y tam poco quiero ningún santito!”.
L a Providencia había intervenido. E l niño estuvo bastante rato debajo del agua, pero al
caer parece que se le produjo una especie de shock y calam bres que le apretaron las m
andíbulas.G racias a esto no tragó agua,sólo le entró algo por las narices pero no por la
boca y, al parecer, esto lo salvó. Su respuesta lo retrata entero. E l era un hom bre nacido
de la libertad. E n una oportunidad, él dice: “D esde niño vivía en m í la idea del hom bre
nuevo,de ese hom bre que se decide conscientem ente,librem ente”.
L os alem anes siem pre han observado una severa disciplina, y en el siglo
pasado era peor aún. L os niños de cuatro años, en el K indergarten, tenían que
estar quietos, no hablar, sólo repetir lo que decía la profesora. U na pedagogía
totalm ente a la antigua. E l no quiso ir al K indergarten.
L a escuela tam poco le gustó nunca, aunque siem pre fue un buen alum no, el prim
ero de su curso. A penas llegaba a casa hacía sus tareas, pero no le gustaba la
escuela por el m étodo pedagógico que allí se em pleaba. C uando él fue profesor,
siguió desde un com ienzo un m étodo distinto, invitando a la participación, aplicando
una enseñanza activa. N unca estuvo de acuerdo con la enseñanza pasiva, con ese
tener que aprender las cosas de m em oria, con ese repetir todos juntos lo que el
profesor decía. T odo eso iba contra su m anera de ser.
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personalidad.D e ahí que ya a los tres años hubiera decidido: ¡N o voy al K indergarten!
E n ese tiem po, los niños alem anes tenían una pequeña pizarra donde hacían sus
tareas. T odos los sábados debían lim piar el borde de la pizarra para que estuviera im
pecable el día lunes. E l P. K entenich tenía 7 u 8 años en ese tiem po; ya había hecho
su tarea cuando su prim a, al lim piarle el borde, no se fijó y le borró una palabra. C
uando llegó a la escuela y entregó la pizarrita al profesor, éste le preguntó que quién
le había hecho la tarea.E l contestó: Y o.
Para el P. K entenich, que desde niño fue un apasionado por la verdad, esto fue
un golpe m uy fuerte.
E l P. K entenich no supo qué contestar, porque en realidad había algo escrito con
otra letra. L a prim a estaba en la m ism a clase. E ra una escuela chica, de pueblo,
en la que todos los alum nos cualquiera que fuera su edad, estaban en la m ism a
sala. L a prim a no se atrevió a decir nada. C uando salieron le confesó a su prim
o: Y o fui la que te borró esa parte de la letra y después la escribí con m i letra. Y
cuenta que él solam ente la m iro m uy serio y nada m ás. E ra un niño de siete
años, pero ya totalm ente controlado y dueño de sí m ism o.
T am bién desde chico fue extraordinariam ente recto. L a m ism a prim a cuenta que una vez
estaban de visita donde unos tíos; el P. K entenich tendría unos 5 años y com enzó a jugar
con los fierros que se em plean para atizar el fuego. L os estaba haciendo girar cuando entró
su prim a y le dijo: “E so no se hace”. E l siguió com o quien no oye. E ntonces ella le pegó en
el hom bro y le repitió: “¡E so no se hace!” E l niño José K entenich se puso a
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llorar y le dijo: “M e pegaste, voy a contarle a m am á que m e pegaste”. L a prim a
se asustó y le dijo: “T e voy a dar un santito para que no se lo cuentes”. Y le dio
una estam pa. Parece que lo anterior sucedió antes de la M isa. D espués vino el
desayuno y se sentaron todos a la m esa. José K entenich quedó al lado de su
prim a. D e pronto, en m edio del desayuno, sacó el santito y se lo pasó a su prim
a. U na vez que ella lo había tom ado, se puso a llorar fuerte. L e había prom etido
no contar nada, pero apenas cancela su prom esa devolviéndole el santito, queda
libre para actuar. A quí volvem os a ver al P. K entenich defendiendo su libertad.
T an dura fue la situación en ese internado de niños que se cuenta que él se escapó dos
veces. E se sistem a lo sofocaba, especialm ente por su anhelo de libertad, de actuar en
base a decisiones libres, según un ideal, guiado por una convicción interior. Por eso, se
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escapó y parece que la policía lo trajo de vuelta, al encontrarlo en la calle con
su uniform e del internado.Fue un tiem po doloroso para el P.K entenich.
L o único que sabem os de este tiem po es que seguía siendo un niño m uy unido
a D ios. U na de las religiosas que tenía a su cargo la vigilancia, cuenta que una
noche lo echó del dorm itorio porque el P. K entenich había hablado con otro niño y
hablar estaba prohibido. L e ordenó que se fuera por cinco m inutos a la pieza de
los lavatorios. Pasaron 10, 15 m inutos y no volvía. E ntonces ella fue a ver qué
estaba haciendo y lo encontró rezando de rodillas. D espués esta religiosa com
entaba con otra: “¡Q ué joya de niño nos ha m andado D ios!”.
E n 1899 fue trasladado a otro internado: al Sem inario M enor de los Padres Pallo-
ttinos en E hrenbreitstein. E hrenbreitstein es un barrio en las afueras de la ciudad de
C oblenza que queda a unos 6 kilóm etros de Schoenstatt. E l P. K entenich quiere ser
sacerdote y por eso pasa a este internado. L os Pallottinos eran conocidos com o una
com unidad m isionera, aun cuando su fundador no los había creado con esa finalidad.
E n 1892 habían llegado a A lem ania y se habían hecho cargo de la parte m isional de
la colonia de C am erún, en A frica. Publicaban varias revistas m isionales y por eso
eran m uy conocidos. T al vez el P. K entenich supo por una de las revistas que tenían
un Sem inario M enor y llegó allá. A llí estuvo cinco años y cursó sus hum anidades.
Fue m uy aplicado y tam bién dedicado a escribir poesías. Se conocen algunas que
escribió para ciertas fiestas, por ejem plo, la fiesta del rector, la del sacerdote jefe de
curso, con el que tenía una m uy buena relación.
Sacerdote he de ser.
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L as lágrim as m e inundan.
¡D ios m ío,protégem e!
A l parecer, su m adre com enzó a oponerse a su vocación cuando llevaba unos cuatro m
eses en el Sem inario, probablem ente por causa de la salud de su hijo. Y a en ese tiem
po, la salud del P. K entenich com enzó a debilitarse y estuvo bastante enferm o. N o se
sabe de qué m al.D espués tuvo constantem ente com plicaciones a las vías respiratorias.
C ualquier gripe o resfrío le afectaba seriam ente, le producía bronquitis y pérdida de la
voz. M ás tarde le hicieron punciones a los pulm ones y tam bién le com prim ieron una
parte de un pulm ón. A dem ás siem pre sufrió de conjuntivitis o irritación a los ojos.
Parece que su padre –es sólo una suposición no confirm ada, pues se sabe m uy poco de
él– había tenido tuberculosis y que el P. K entenich heredó cierta debilidad en todo cuanto
se relaciona al aparato respiratorio. T am bién habría heredado de él esa irritabilidad de
los ojos, que le traía m uchas m olestias, especialm ente si leía m ucho. Por esta causa
estaba dispensado de rezar el breviario y podía reem plazarlo por rosarios.
Probablem ente en esta época tuvo alguna enferm edad, quizás al aparato respiratorio, que
trajo algún problem a y su m am á no quiso dejarlo allí. E n una poesía, el P. K entenich
cuenta que está llorando porque parece que no podrá ser sacerdote y le dice a D ios:
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“Señor,¿por qué m e creaste si no vas a perm itir que sea tu sacerdote?”
Su anhelo de D ios seguía siendo m uy grande. L a soledad se m antiene. E l m ism o dice
que ningún profesor influyó decisivam ente en él, nadie penetró en su alm a, tam poco sus am
igos, aunque éstos no lo creyeron así. Por ejem plo, el prim o del cual hablábam os antes,
creía que el P. K entenich era m uy am igo suyo, y a él esa am istad lo llenaba. Pero
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el P.K entenich no lo sentía y experim entaba una profunda soledad.
D urante ese tiem po, el P. K entenich vuelve a su pueblo en las vacaciones. A llí
renueva el contacto con su prim o. E xiste una serie de anécdotas m uy sim páticas.
Por ejem plo, iban juntos a robar m anzanas del castillo. E l prim o m e contó que sus
casas estaban llenas de m anzanas, pero no eran éstas las que les atraían, sino que
lo em ocionante era ir al castillo, m eterse a escondidas, sacar m anzanas sin que los
vieran y salir corriendo. E l P. K entenich participaba en todas estas travesuras.
O tra cosa que le encantaba, adem ás de andar a caballo, era trepar paredes. L a torre
de la Iglesia del pueblo era una torre algo excepcional para el lugar, aunque m uy com
ún en el sur de A lem ania. E s una torre barroca, de las llam adas torres cebolla. E l
techo tiene la form a de una cebolla y es m uy alto. Y esta punta de la cebolla era un
im án que atraía a los chiquillos. L a parte alta está cubierta de tejitas finas, una
especie de piedra de pizarreño. U n día, el P. K entenich con unos cuatro chiquillos m
ás se subieron a la torre. H abía una ventanilla y desde allí em pezaron a trepar por el
techo. E staban ya en la punta cuando el cura los vio desde abajo. U no de los niños
era hijo del sacristán y el párroco los am enazó: “¡V an a ver lo que les va a pasar!”. L
es cerró la puerta de la torre y fue a buscar al sacristán. V uelven am bos, suben a la
torre y nada, absolutam ente nadie. E n la torre había otra ventanita m uy chica que
daba al entretecho de la iglesia. Pasaron por allí y cruzaron todo el entretecho hasta
llegar al altar. A llí había otra rendija por la que pasaron al altar –un altar barroco m uy
alto– y bajaron por las colum nas y desaparecieron.
H ubo m uchas aventuras de este tipo. A veces tam bién los persiguió la policía
porque se iban a bañar en un río pequeño, por ahí cerca, el E rft, donde estaba
prohibido bañarse, y tenían que salir corriendo.
Pero, sobre todo, al P. K entenich le encantaba cam inar por el cam po, por los prados. C
on su prim o se pasaban días enteros en el cam po. Salían a recorrer bosques toda la m
añana; volvían a alm orzar y en la tarde salían de nuevo e iban a visitar al padrino de
confirm ación del P. K entenich que vivía a 14 km s. Iban y volvían a pie. L e encantaba la
naturaleza y estar solo con su prim o,cam inando por el cam po,sin ruidos.
donde se rem onta a la historia personal del P . K entenich) pueden ser especialm ente corroborados. U no es la total
soledad interior, con la carencia de contactos naturales de todo tipo y su interpretación. Sin duda, hay m uchos hom
bres que vivieron sus años de crecim iento con características sim ilares. P ero después de un exam en objetivo,y visto
com parativam ente,creo poder constatar que el grado,el alcance y la duración fueron de dim ensiones extraordinarias.
A posteriori se podía com prender fácilm ente el sentido de todo esto. E n la m edida de lo posible, el alm a debía perm
anecer intacta frente a toda influencia extraña, sobre todo de índole personal, para estar abierta hasta sus fibras m ás
íntim as a
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quien es propiam ente m i M aestra de vida, a su poder plasm ador y su sabiduría educativa. E lla
no ocupa este lugar en m i vida desde ayer o antes de ayer. ¡D esde tiem pos inim aginables! E lla
está presente en m i vida consciente bajo esta perspectiva. E s difícil com probar a partir de qué
instante com encé a considerarm e y a valorarm e totalm ente com o su obra y su instrum ento. E
ste proceso se puede rastrear hasta los m ás tem pranos días de la infancia… E n cuanto fuera
posible quería depender sólo de la Santísim a V irgen. A quí, naturalm ente, m e refiero a la
Santísim a V irgen siem pre com o sím bolo y en relación con C risto y el D ios Trino. M uchas
veces en los años pasados m e vi com o un erm itaño en un gran desierto, pero en todo m om ento
unido a la Santísim a V irgen com o la gran M aestra de m i vida interior y exterior.
(B austeine,1955)
P areciera que los poderes de arriba se hubieran propuesto cuidadosa y casi celosam ente, apartarm e
de los poderes educativos y form ativos habituales, para que –m e atrevo a decir– no m e
‘estropease’ o ‘inutilizase’ para m i m isión específica. M i tarea principal, al parecer, consistía
no tanto en trabajar directam ente por el potencial presente de la Iglesia, sino m ás bien com
prom eterm e con todas las fuerzas por su proyección de futuro. D igo, m i tarea principal, ya
que indirectam ente ésta im plica tam bién una responsabilidad por su potencial presente.(… )
Si m i cam ino interior y exterior se hubiese desarrollado en el m arco norm al, m uy seguram
ente habría sido incapaz de beber de las fuentes profundas y ricas de la tradición eclesial,
para una m isión de gran alcance en el sentido de las nuevas playas de los tiem pos, por los
que se orienta tam bién –por lo visto– el próxim o C oncilio reform ador.(… )
R ecién en 1919 tom é conciencia de cuán original era el m undo que lentam ente había surgido y se había
form ado en m í. E ntonces dicté los prim eros cursos de introducción a Schoenstatt para un puñado de
estudiantes, particularm ente de teología. Lo que expuse sin ninguna preparación especial –casi
espontáneam ente– lo encontraron tan extraordinariam ente novedoso, en su contenido y form a, en la visión
profunda y am plia,en su actualidad presente y su perspectiva futura,que efectivam ente yo m ism o por prim
era vez pude ver tan claro lo novedoso y poco com ún del m undo que vivía y actuaba en m í.(… )
C recer en esta profunda soledad de desierto, espiritual y sicológica, es fácil de entender; m e hizo, en
form a relativam ente tem prana, interiorm ente libre ante el favor o desfavor, la alabanza o reprim enda,
la aceptación o el rechazo por parte de los hom bres y así extirpó en m í el germ en del hom bre m asa.
Sin este regalo tan grande habría sido im posible –para m í solo o m is seguidores– nadar perm
anentem ente contra la corriente, sin quebrantarm e físicam ente o sin quedar sicológicam ente herido y
sin resistencia. Sólo así puede explicarse, desde el punto de vista m eram ente hum ano, que conserve
una frescura física y sicológica perm anente.P or eso no hay aún ningún indicio de signos de vejez.
La lucha de vida o m uerte por m i existencia espiritual –vinculada a las crisis de escepticism o
de la adolescencia– se volvió con el tiem po una suerte de angustia obsesiva, que sacudía
cuerpo y alm a hasta la m édula,y que sin em bargo pudo ser finalm ente superada.”.
(E studio 1960)
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2.3.Su desarrollo interior
¿Pero, qué pasaba por dentro de este joven que andaba a caballo, que trepaba paredes,
que se subía a los cam panarios,que robaba m anzanas y que era tan alegre y juvenil?
C on el P. K entenich pasó lo m ism o. Podem os decir que cuando D ios buscó cóm o
sacar adelante su Iglesia y dar solución a los problem as del m undo de hoy, pensó
especialm ente en crear al P. K entenich y quiso m oldear su corazón de tal m anera
que ya, en su m anera de ser, trajese en germ en, de m anera espontánea, una
respuesta clara para lo que necesitaba la Iglesia y los tiem pos nuevos.
m ism os com o personalidades sólidas, libres y sacerdotales. N oten ustedes: se trata de un gran program
a de autoeducación hacia el ideal del hom bre verdadera e interiorm ente libre.(… )
¿C óm o surgió este ‘P rogram a’? E n prim er lugar, a partir de m i estructura sicológica personal. A quí entra en vigor lo
que les conté en estos días sobre la doble form a de la m isión carism ática. ¿R ecuerdan aún las dos form as? La form
a general: el hom bre nuevo en la nueva com unidad con carácter apostólico universal. La otra: el hom bre anim ado por
el espíritu, vinculado al ideal, que está ligado interiorm ente a la com unidad y se entrega al apostolado universal. D ebo
adm itir que ésta es m i actitud personal fundam ental desde m i infancia. C om prenderán que desde el m om ento en
que fui oficialm ente educador no hice otra cosa que sostener esta idea.(… ) M e im porta m ostrarles la idea de
autonom ía… . P ara m í lo prim ero fue siem pre: con hom bres m asificados no puedo hacer nada, sólo con
personalidades
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autónom as,sean hom bres o m ujeres.(… )
(Terciado de B rasil,1952)
D esde m i infancia, sin que nadie desde afuera lo haya m otivado perceptiblem ente, estaba viva y
despierta en m í la idea del hom bre nuevo en la com unidad nueva. E sta idea directriz vital se fue
haciendo poco a poco eficaz, gracias a la fuerza propulsora de una fe en la D ivina P rovidencia sum
am ente sencilla,activa y profunda,gracias a una fe en la P rovidencia que,a través de una rendija o de
una puerta abierta, m e m ostró en cada m om ento lo que D ios quería que se realizase de esta idea
directriz.
D esde niño sentía que su ideal de com portam iento no concordaba con el de la
gente que lo rodeaba. L levaba instintivam ente ese m undo nuevo dentro de sí,
aunque no lo había expresado en ideas o en palabras. ¿C uándo lo expresó? R
ecién cuando fundó Schoenstatt. E ntonces vio que allí se hacía realidad ante
sus ojos todo ese m undo que, desde niño,había llevado en su corazón.
E n cierto sentido, la soledad del P. K entenich fue sem ejante a la soledad de M aría. L a
Santísim a V irgen fue solitaria. ¿Por qué? Porque llevaba un m undo distinto en su corazón.
¿Por qué distinto? Porque la V irgen no tenía pecado original y eso hacía que, para ella, el
com portam iento de los dem ás no encontrara eco en su interior, que le fuera enteram ente
extraño. Por ser sin pecado original y estar llena de la gracia de C risto, antes
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de que viniera el R edentor, ella ya vivía lo que era el hom bre nuevo cristiano. C
uando nació C risto, la V irgen se dio cuenta de que eso era lo que ella buscaba, que
allí estaba la razón de sus reacciones distintas.E lla estaba hecha sólo para C risto.
L a idea directriz fue y es el hom bre nuevo en la com unidad nueva con carácter apostólico universal.
La fuerza propulsora es una fe profunda y sencilla en la D ivina P rovidencia, com o efecto de los
dones del E spíritu Santo.
C onsidero y denom ino a am bas –tanto la idea directriz com o la fuerza propulsora– com o un regalo que la
bondad de D ios previó para m í desde la m ás tem prana infancia y que recibí sin ninguna m ediación hum ana
palpable. C reo que m ás tarde podré revelarte un secreto de m i vida, algo que m e sucedió a los 8 ó 9 años. P
ersonalm ente considero que toda la O bra de Schoenstatt, especialm ente en relación con su fuente m ás
original, la A lianza de A m or entre la M adre tres veces A dm irable y con Schoenstatt, com o lugar y com o F am
ilia, se rem onta a ese m isterio. P uedes descontar que no se trata de una vivencia m ística. N unca tuve nada
que ver con ellas en m i vida personal, al m enos siem pre que se trate de fenóm enos extraordinarios y no de
gracias de contem plación… Se trata de algo sum am ente sencillo… N o debería resultar difícil ver cóm o el A cta
de P refundación se rem onta a esta m isteriosa fuente de vida subterránea. A la m anera com o idea directriz y
fuerza propulsora se habían desarrollado y acum ulado lentam ente en la soledad del desierto espiritual, se unió
un ethos pedagógico singularm ente pujante que, luego de la ordenación sacerdotal, desgarró las envolturas que
lo ocultaban, quebró las barreras que lo contenían y se cristalizó m ás tarde en la expresión: los educadores son
personas que am an, jam ás abandonan su am or.
Jean G uiton escribió un libro m uy herm oso sobre la V irgen, en el cual se refiere a la
soledad que sufrió M aría por llevar en sí un m undo distinto al nuestro. C uando a los
dem ás les costaba el com pañerism o, cuando a los dem ás les costaba trabajar,
decir la verdad, la Santísim a V irgen quizás se preguntaría: ¿Por qué son así los dem
ás? ¿Por qué soy yo tan distinta? Y ,cuando nació C risto,com prendió.
A l P. K entenich le pasaba algo sem ejante, aunque a una distancia inm ensa de la
Santísim a V irgen. D entro de sí llevaba tam bién un m undo nuevo que le hacía sentirse
distinto. Y cuando nació Schoenstatt entendió y podía decirse: “E sto era lo que m e hacía
distinto. Y o nací para fundar este m undo y si D ios m e hizo vivir en tanta soledad fue
con el propósito de que no se contam inara este m undo que yo ya llevaba dentro de m í”.
E s interesante constatar que él no tuvo ningún contacto hum ano profundo hasta que no fue
padre sacerdotal. N o recibió ninguna influencia profunda de ningún hom bre, sólo de la V
irgen M aría. Y recién pudo entrar en un verdadero contacto interior con otras personas
cuando él ya com o sacerdote,fue padre y pudo contar a otros su propio m undo.
D ios lo quiso así, solitario, para salvar intacto ese m undo interior que le había regalado,
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para que M aría lo form ara a su im agen y él fuese obra exclusiva de ella. Para
que toda la gloria correspondiese a M aría y no se pudiese decir que el P. K
entenich fue así porque tuvo tal padre o tal m adre o tales profesores. L a
Santísim a V irgen fue la única que influyó en form a honda y definitiva en su
vida, porque él había sido escogido com o instrum ento para anunciar un nuevo
tipo de hom bre, un nuevo tipo de com unidad, anim ados del espíritu de M aría.
P or lo visto, D ios quería, notoria e indudablem ente –en su plan para conm igo y m i m isión– que en
m edio de la total soledad y el desierto de m i vida –com o Juan B autista en su m om ento y otros instrum entos
en m anos del sabio D ios–, m e apoyara principalm ente sobre todo en m í m ism o y en D ios. 0 sea, que
creciera con una independencia m uy grande y sin ser tocado interiorm ente por las corrientes espirituales dom
inantes ni por otras personas. M e puso inm ediata y casi exclusivam ente bajo la influencia educativa de la
Santísim a V irgen, cuyo com etido fue prepararm e para una m isión especial en la construcción del R eino de D
ios en las playas de los nuevos tiem pos. M irando hacia el pasado y exam inando cuidadosam ente m i
conciencia, debo confesar en lo que se refiere a otras personas, m aestros o educadores de cualquier tipo, que
no podría nom brar ninguno -realm ente ninguno- que haya ejercido alguna influencia significativa sobre m i
desarrollo interior y espiritual. D esde este punto de vista tiene cierto sentido (pero sólo este sentido) la palabra
‘autodidacta’.
(E studio,1960)
2.3.2.Su intim idad con M aría
A hora, brevem ente, algunas indicaciones respecto a este contacto suyo con la Santísim a V
irgen. E n prim er lugar, el P. K entenich fue consagrado a la V irgen antes de nacer. Su m
adre lo consagró a la V irgen cuando lo estaba esperando y, tal vez, ése fue ya un sím bolo
del destino del P. K entenich. D esde pequeño creció en un am biente de cariño a la V irgen;
ya cuando tenía 7 u 8 años rezaba fuerte y con m ucho entusiasm o una oración a M aría, una
especie de jaculatoria, com o un resum en de la Salve que se rezaba m ucho en A lem ania:
“H ilf, M aria, es ist Z eit… !” “¡A yúdanos, M aría, es tiem po ya!”. (L as H erm anas de M aría
rezaron esta oración cuando el P.K entenich estaba agonizando.)
Pero todas estas cosas exteriores eran la expresión de una gracia m uy honda que el
P. K entenich había recibido: la gracia de una pertenencia total a D ios a través de su
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pertenencia a la Santísim a V irgen. E sta gracia se m anifestó principalm ente
en la conciencia de su vocación y en su espíritu de virginidad.
E l P. K entenich anuncia su vocación recién cuando hizo su Prim era C om unión, pero ya
desde chico le era evidente que él pertenecía a D ios. C uando tenía com o 6 años, estando
am igos, se subió a
am adísim os fieles… ”
P ienso en una jaculatoria que lentam ente fue surgiendo en m í y cuyos orígenes se rem ontan a m i
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prim era infancia.M ás tarde se
custodi anim am m eam et corpus m eum ,aperi m ihi cor tuum et cor F ilii tui,da m ihi anim as et
cetera tolle tibi…
ábrem e tu corazón y el corazón de tu H ijo,dam e alm as,y lo dem ás,tóm alo para ti).
N o resulta difícil descubrir en esta oración la raíz de la que luego surgió y se alim entó la
espiritualidad de la F am ilia.
(B austeine 1955)
V irgen con una cadena de oro y una cruz al cuello. C adena y cruz eran recuerdos de P rim era C om
unión de una m adre que, a consecuencia de difíciles circunstancias, se vio obligada a dejar a su único
hijo en el orfanato. E lla m ism a ya no podía ser m am á para él. ¿Q ué puede hacer en la angustia de su
corazón y en su preocupación? V a, tom a el único valioso recuerdo de su infancia, su recuerdo de la P
rim era C om unión, y lo pone en el cuello de la V irgen suplicando con insistencia: “¡E duca tú a m i hijo.
Sé para él plenam ente M adre! ¡C um ple tú en m i lugar los deberes de M adre!” H oy este hijo es un
sacerdote de m ucho celo y trabaja fecundam ente para gloria de D ios y de su M adre celestial”.
(… m e refiero… ) A aquel acontecim iento que el E studio llam a consagración a M aría que ocurre en la vida
del niño cuando apenas cuenta nueve años, y que se desplegará con el transcurso del tiem po. A ún
no quiero descorrer el velo que cubre este hecho.
Si se llam a “consagración a M aría”, debe agregarse que fue una consagración de características m
uy singular. M ás tarde, los historiadores constatarán fácilm ente que en ella ya se hallaba contenida
germ inalm ente toda la obra de Schoenstatt.
La Santísim a V irgen personalm ente m e form ó y m odeló desde los nueve años. N orm alm ente
prefiero no hablar de esto (… ) Si m iro hacia atrás, puedo decir: no conozco a ninguna persona que
haya tenido una influencia profunda en m i desarrollo.
(B austeine,1955)
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Justam ente por esta m arcada conciencia de su pertenencia total a D ios y a M
aría, las crisis de su juventud vinieron por este lado: se debieron al desarrollo
unilateral de su tendencia a lo trascendente, a lo espiritual, a lo sobrenatural y
no –com o es lo m ás frecuente– por problem as relacionados con la pureza.
E sta vida m ariana del P. K entenich llega a la cum bre a los 9 años de edad, cuando
sucede un episodio que perm anecerá para siem pre com o m isterio. Su m adre lo
llevaba al internado y al dejarlo allí, antes de separase de su hijo, siente tristeza y se
lo encom ienda a la V irgen. E n la capilla del internado estaba la im agen de la V irgen
del R osario, la m ism a que se venera en Pom peya, porque las religiosas que lo
atendían eran dom inicas. L a m adre, al separase de su hijo, siente tristeza y se lo
encom ienda a la V irgen. L e pide: “Sé tú su M adre y E ducadora”. Se saca una
cadena de oro con una cruz, recuerdo de su Prim era C om unión, y la pone en torno
al cuello de la V irgen pidiéndole que se preocupe del P.K entenich.
E l ha dicho después que ese m om ento fue decisivo para su vida y que hay un m isterio
en su relación con la V irgen que nace allí. A gregó: “U n día lo revelaré”. Pero m urió sin
haberlo hecho. Sin em bargo, por conversaciones con algunas personas, se ha podido
entrever en qué línea iba este m isterio. Parece que le im presionó m ucho este acto de
entrega que hizo su m am á confiándolo a la V irgen com o M adre. E l hizo suya esta
entrega, plena y conscientem ente y dijo a la V irgen en ese m om ento: “Y o te voy a tom
ar de verdad com o m i m adre, en lo hum ano y en lo sobrenatural”. E n este acto está ya
en germ en la A lianza de A m or que m ás tarde va a dar origen a Schoenstatt. A partir de
ese m om ento,el P.K entenich em pezó a vivir en una alianza m uy íntim a con M aría.
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a.E l sentido de esta prueba
E l sentido de esta gran prueba fue doble. Por un lado dijim os que para ser
verdaderam ente hijo no sólo hay que am ar a D ios con un am or íntim o sino
que tam bién hay que sentirse pequeño, desvalido, contingente e indigente ante
él. D e otro m odo, uno no puede am arlo com o Padre, com o Padre de m
isericordia. E so era lo prim ero: D ios quería que el P. K entenich sintiera que él
era nada si no estaba en las m anos de D ios, si D ios no lo sostenía.
E l otro sentido de esta crisis fue conquistar la arm onía en su alm a. E l siem pre ha
sostenido que D ios despierta la vida en base a tensiones, haciendo jugar distintos
valores, distintas fuerzas, distintos polos. Y a al com enzar veíam os que, para él, el
ideal del hom bre cristiano, del hom bre m aduro, es el hom bre de una personalidad
con dos polos: el de la filialidad y el de la paternidad; el de lo natural y el de lo
sobrenatural; polos que siem pre deben estar en equilibrio. L a arm onía de la vida se
consigue en base a un juego de polos distintos, de fuerzas distintas, de tensiones
distintas. E l P. K entenich, por estructura, tenía una gran capacidad para el contacto
con D ios, un gran sentido de lo trascendente y, al m ism o tiem po, una gran
sensibilidad sicológica frente a todos los procesos de vida, lo que lo ayudaría a llegar
un día a un contacto m uy hondo, m uy fecundo,m uy creador con otras personas.
Sin em bargo, por lo que hem os visto hasta ahora, en esta prim era etapa de su vida, el
P. K entenich prácticam ente desarrolló un sólo aspecto de su personalidad y él m ism o
reconoce que, en el m om ento de entrar al noviciado, su desarrollo unilateral era
desequilibrado porque le faltaban los contactos hum anos necesarios para que su
personalidad creciera en form a sana, equilibrada, profunda. Pero, com o hem os dicho,
hay esta necesidad de llegar a un sano equilibrio, a relaciones personales profundas. H ay
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la conducción de la gracia que hace experim entar su necesidad en la contingencia
hum ana. E l hom bre debe vivir la plenitud de sus capacidades hum anas, siem
pre en la plenitud de la posesión que D ios hace de él. Y esto lleva al hom bre a
experim entar su contingencia ante D ios, su soledad ante los hom bres. E l P. K
entenich experim entó esta aterradora soledad com o una fuerte tom a de posesión
de todo su ser por la gracia para ser conducido al sacerdocio.
D ios así lo quiso y perm itió que su desarrollo estuviera rodeado de una gran
soledad; que durante su infancia y su juventud revelara sólo una cara de su
personalidad. D ios así lo quiso, para salvar y asegurar ese aspecto. L a raíz de
toda su personalidad debía ser siem pre su entrega a D ios, su entrega a M aría. Y
D ios quiso que esto se ahondara aun a costa de cierto desequilibrio. E l P. K
entenich reconoce que, aunque exteriorm ente nadie lo notara raro ni distante,
durante su infancia y su juventud le faltaron vínculos personales y no era una
persona com pleta. Y eso que le faltaba debía conquistarlo por m edio de pruebas.
D ios quiso hacerle sentir su desvalim iento, su contingencia, lo incom pleto de su
ser y la necesidad de abrirse a valores que todavía no se habían hecho vida en él.
E s im portante tener presente esto porque, norm alm ente, D ios conduce a las personas de
esta m anera. E n la historia de las personas, en la historia de las com unidades, vem os que
D ios perm ite épocas de desequilibrio en las cuales ciertos valores se acentúan unilateralm
ente y lo hace para que esos valores se ahonden, se hagan carne de nuestra carne y nadie ni
nada nos los pueda arrebatar después. Y cuando estos valores están bien enraizados y vivos,
entonces nos lleva hacia la otra parte. A él no le im porta arriesgar desarrollos unilaterales por
cierto tiem po,con tal que se afirm en aspectos fundam entales.
D ios es m i origen. D ios es m i fin, él tiene que ser tam bién la estrella que dirija m i vida, el centro de
todos m is ideales. Todo pasa, sólo quedam os por toda la eternidad o unidos o separados uno de otro. Si
en la tierra le estoy unido, lo estaré tam bién en la eternidad; si no, perm aneceré eternam ente separado. P
or consiguiente, toda m i vida debe ser una lucha y un em peño por m antener en la tierra la unión con D
ios,es decir,tener por m eta la conform idad con la voluntad divina.
(P alabras introductorias
de su program a de vida)
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b.N aturaleza y desarrollo de la crisis
E l P. K entenich dice que su crisis em pieza autom áticam ente con la entrada
al noviciado. C on su m arcada tendencia espiritualista, trascendental,
sobrenaturalista, entra a un noviciado donde reina un am biente que, en vez de
equilibrarlo, lo va a desequilibrar aún m ás en esta línea.
L a vida religiosa ha cam biado bastante después del C oncilio y en Schoenstatt nos hem os
esforzado siem pre por una arm onía entre naturaleza y gracia. Pero a principios de siglo, la
pedagogía estaba bastante atrasada y el sistem a de educación en los noviciados era sum am
ente individualista y bastante inhum ano. A dem ás, al P. K entenich le tocó un m aestro de
novicios exagerado en esta línea, una persona sum am ente exigente consigo m ism a y con
los dem ás en cuanto a penitencias físicas, noches sin dorm ir pasadas en adoración, etc. E
ste sacerdote im pulsó a sus novicios a penitencias pesadas: m uchas horas de adoración, m
ucha entrega y disciplina en la línea de lo sobrenatural, pero se preocupó poco del desarrollo
hum ano de los novicios, de que hubiera un am biente de com unidad,de fam ilia,es decir,de
todo lo que el P.K entenich necesitaba urgentem ente.
A dem ás, cuando una persona entra a un noviciado llega siem pre con entusiasm o,
decidida a tener un encuentro m uy hondo con D ios y, norm alm ente, en el caso de los
novicios, si es que están realm ente com penetrados de su vocación, es grande el peligro
de que exageren en la línea de la entrega espiritual y desatiendan lo hum ano. E l m
aestro de novicios ha de buscar el equilibrio para que ese joven que viene con tanta
fuerza, no se convierta en un tipo espiritualista,buscador de un D ios en las nubes.
E l P. K entenich llegó al noviciado con una gran fuerza en esa dirección, con
una m arcada tendencia a lo sobrenatural, es decir, a un encuentro m uy
personal, m uy solo con D ios, m uy trascendente, m uy separado de los hom
bres. Y todo el am biente del noviciado y el propio m aestro de novicios lo im
pulsaron aún m ás en esa m ism a dirección.
A l integrarse a ese ritm o de vida, com ienza una gran crisis. E n prim er lugar, una crisis
espiritual pero, tam bién, una crisis física. L a crisis espiritual consistió en una agudización
de su falta de contactos hum anos, de esos contactos hum anos hondos que nunca había
tenido. E l había sido m uy buen am igo, buen com pañero de quienes le rodeaban,pero
nunca había tenido un contacto m ás profundo con alguna persona.
(… ) A la luz de lo expuesto, es com prensible que m is años de juventud hayan estado m arcados por
una extraordinaria lejanía de lo terrenal y m undano. Y que, por otra parte, m i ser tendiese al m undo
sobrenatural, al m ás allá, para arraigarse allí con todas sus fibras. N o es de extrañar entonces que
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todas m is luchas juveniles, que com enzaron sistem áticam ente con m i ingreso al noviciado y que nunca
antes había tenido, fueron de índole netam ente espiritual. Si quisiera resum irlas bajo un com ún denom
inador, debería decir: precisam ente debido a la separación de m i espíritu y de m i alm a de lo terreno y
genuinam ente hum ano es que toda m i persona fue atorm entada y sacudida violentam ente por un
escepticism o total, un idealism o exagerado, un individualism o corrosivo y un sobrenaturalism o unilateral.
E n un tiem po solía decir que todas m is luchas de juventud fueron luchas de fe, pero ésta es una expresión
que debe interpretarse com o m uy general. D esde el punto de vista form al, se trata de escepticism o por
antonom asia y de todos los otros “ism os” que le siguen: sobre todo el idealism o y el individualism o.
E n aquellos años la pregunta central era: ¿E xiste, acaso, la verdad? ¿E s posible conocerla? Indirectam
ente todo el edificio de la fe fue involucrado en este proceso. N o se trataba de verdades de fe particulares
sino de todo el conjunto del dogm a sobrenatural. D etrás de este escepticism o se escondía un im pulso de
am or a la verdad extraordinariam ente fuerte. E ste fanatism o por la verdad se convirtió en una fuerza m
otriz que determ inó todo m i actuar y que, en la relación con los profesores, no pocas veces sobrepasó los
lím ites de la discreción a causa de esa obsesión interior por la verdad. E n otras palabras, com o tipo de
hom bre m oderno, pude experim entar en abundancia su angustia espiritual. E s la angustia de una m
entalidad m ecanicista que separa la idea de la vida (idealism o), el yo del tú (individualism o) y lo
sobrenatural del orden natural (sobrenaturalism o). E n esos años, el alm a se m antuvo de alguna m anera
en equilibrio, gracias a un am or personal y profundo a M aría. Las experiencias vivenciales de aquel
entonces m e llevaron a form ular m ás tarde la afirm ación: La Santísim a V irgen es por excelencia el punto
en el que se entrecruzan lo terrenal y lo celestial, la naturaleza y la gracia. E lla es la balanza del m undo, es
decir, ella, por su ser y su m isión, m antiene el m undo en equilibrio”.
(B austeine,1955)
L o que guardó m i fe durante esos años fue un am or profundo y sencillo a M aría. E l am or a M aría
(B ellavista,31.5.1949)
E n el noviciado se encierra en una soledad hum ana aún m ás grande y le sobreviene
entonces una crisis cuya raíz él m ism o define com o escepticism o. Y a dijim os que
las grandes luchas de su juventud no fueron de tipo sexual, pues en esa línea había
recibido un don extraordinario: la Santísim a V irgen le com unicó toda su paz, todo su
dom inio espiritual sobre el cuerpo. Pero, precisam ente por ser una persona m uy
espiritual, por poseer un gran sentido para lo trascendente y un gran anhelo por la
verdad, su crisis se planteó en esta dirección. E l la define com o un “escepticism o
total” frente a la verdad, com o una duda radical de si existe o no la verdad.
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positivo de la palabra, de entusiasm o por los ideales, sino m ás bien en el sentido de un
exagerado intelectualism o, que separa las ideas de la vida y se dedica exclusivam ente a
conquistar un D ios que descubre dentro de su propia cabeza, un D ios elaborado
intelectualm ente,pero no el D ios de la vida,el D ios que habla a través de los hom bres.
¡D esvalim iento! Si recuerdo cóm o todo ha ido creciendo: todo es un regalo extraordinariam ente
grande que el P adre D ios m e ha dado: la m entalidad orgánica opuesta a la m anera de pensar m ecanicista. E
sta fue la lucha personal de m i juventud. E n ella pude vencer aquello que hoy conm ueve a O ccidente hasta en
sus raíces m ás profundas. D ios m e dió inteligencia clara. P or eso tuve que pasar durante años por pruebas de
fe. Lo que guardó m i fe durante esos años fue un am or profundo y sencillo a M aría. E l am or a M aría regala
siem pre de por sí esta m anera de pensar orgánica. Las luchas term inaron cuando fui ordenado sacerdote y
pude proyectar, form ar y m odelar en otros, el m undo que llevaba en m i interior. E l constante especular
encontró un saneam iento en la vida cotidiana. E ste es el m otivo por el cual conozco tan bien el alm a m oderna,
aquello que causa tanto m al en O ccidente. ¿A quién debo agradecer todo esto? V iene de arriba. Sin duda de la
Santísim a V irgen. E lla es el gran regalo. D e este m odo pude, adem ás de la enferm edad, experim entar tam
bién en m i propia persona, y m uy abundantem ente,la m edicina…
(B ellavista,31.5.1949)
T odos estos factores confluyen para causar ese escepticism o radical frente al problem a
de la verdad.Se ha dicho m uchas veces que los problem as del P.K entenich fueron
dudas de fe, pero, de hecho, su fe se vio afectada sólo indirectam ente. C onservó su fe
intacta, pero sí am enazada com o consecuencia de una crisis total y generalizada ante la
verdad. Para él, el problem a no eran dudas com o: ¿E s cierto que D ios existe? ¿E s
cierto que C risto está en la E ucaristía? ¿E s cierto que C risto resucitó? Su interrogante
m ás radical era: ¿E xiste la verdad? ¿Puede el hom bre captar la verdad? E sta pregunta
crucial envolvía toda su vida y todas las otras preguntas vitales que pudiera hacerse, tanto
en un plano hum ano com o en el de la fe. Se da cuenta de que este desequilibrio, esta
angustia que le sobrevino, era consecuencia de los otros tres factores que ya señalam os:
su idealism o,su individualism o y su sobrenaturalism o.
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hom bre es com o una planta que crece sana en la m edida en que sus raíces son fuertes,
esas raíces que le atan y le dan vigor. E l careció de estas raíces que son los vínculos
hum anos. E staba m uy enraizado en el corazón de D ios y de la Santísim a V irgen pero
no tenía vínculos hum anos hondos. Por eso, cuando se le plantean los prim eros problem
as grandes de tipo intelectual, el viento am enaza con llevárselo y le hace tam balear
fuertem ente pues no contaba con raíces firm es que le sujetaran. T odo su edificio interior
se tam balea en la form a de una duda total frente a la verdad,frente a la realidad.
M irando hacia atrás, el P. K entenich siente que en esos años vivió todas las angustias
del hom bre m oderno hasta en sus m ism as raíces.T uvo una profunda experiencia de
desgarro interior. Se sintió profundam ente desgarrado, pues no era capaz de lograr una
síntesis de todas las ideas y verdades que bullían en él, porque no era capaz de concebir
en una síntesis todo lo que sabía, todo lo que anhelaba. Por eso, se sintió interiorm ente
quebrado, partido, dividido. Y sobre todo, porque no puede unir esas ideas con la vida,
hacer vida esas ideas. L e cuesta tam bién unir su vida personal con las vidas de quienes
le rodean y le cuesta, finalm ente, relacionar el m undo natural con el m undo
sobrenatural. Para él todas estas divisiones son las m ism as divisiones que desgarran el
alm a del hom bre de hoy. E l las sintió con una intensidad tan fuerte y durante tan largo
tiem po que tem ió seriam ente volverse loco por no poder soportar esta tensión.
E sta crisis duró m ás o m enos seis años y durante este tiem po hubo una
continua lucha por lograr el equilibrio interior, por lograr una síntesis, una arm
onía intelectual y vital. E n m uchos m om entos, el P. K entenich siente que si
esa tensión crece un grado m ás, perderá la razón. L a posibilidad de volverse
loco com o consecuencia de esta tensión interior le angustia sobrem anera.
M ás tarde dijo que él agradecía a D ios por todo ese tiem po, porque fueron de tal m
agnitud las tensiones, la presión espiritual que sufrió, que ahora com prendía todas las
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angustias,desgarros y tensiones que oprim en al hom bre m oderno.
E n un escrito, cita una poesía de R ainer M aria R ilke, dedicada a L eonardo da V inci
y que m ás o m enos dice así: “E n el um bral de cada nueva época surge siem pre
algún gran hom bre que asum e en sí m ism o esa época que está naciendo y la
hunde con fuerza en el abism o de su propio corazón”. A lgo sem ejante puede decirse
de él: D ios quiso que en su juventud gustara todas las angustias, todo el desgarram
iento interior de nuestra época, para que pudiese resolverlo vitalm ente en sí m ism o y
así ayudar después a otros hom bres a resolverlo siguiendo su m ism o cam ino.
Junto con esta crisis espiritual, se produce tam bién una crisis física. Sabem os
ya que el P.K entenich tenía cierta predisposición a contraer enferm edades del
aparato respiratorio, que su salud no era fuerte. Pero no sabem os cóm o fue la
interacción de una y otra cosa. H asta qué punto fue debilidad física la que
precipitó la crisis espiritual o si sucedió al revés. E so no lo sabem os. L o m ás
probable parece ser lo segundo: la crisis espiritual fue tan fuerte que, com o
tenía una constitución física tan débil, se produjo un desm oronam iento.
D urante sus seis años de estudio, desde 1904 hasta 1910, el P. K entenich estuvo enferm o.
Se cuenta que él y otro com pañero se encontraban en la m ism a situación y que eran una
especie de excepciones, de “pájaros raros”, conocidos por los dem ás con el sobrenom bre de
“los del club de la excepción”. E l P. K entenich tenía perm iso de sus superiores para
acostarse antes de la hora, para retirarse de la M isa, de las clases, para no participar en
paseos, para irse a su pieza o a su casa cuando lo necesitara. Y esto repercutió m ucho en él,
especialm ente en el año 1907. Siendo su falta de salud especialm ente notada por los
superiores, ellos dudaron aceptarlo a la segunda renovación de su profesión,la que fue sin em
bargo,aprobada por la dirección general de R om a.
T odo esto influía en él. Por un lado, sentirse físicam ente lim itado, sentirse distinto de
los dem ás, hizo que se acentuara m ás su soledad. A l preguntarle a un com pañero
suyo de ese tiem po cóm o era el P. K entenich en los juegos, lo pensó un m om ento
y m e respondió: “N o recuerdo, porque él estaba casi siem pre enferm o”. T odos sus
problem as, toda esa lucha interior con D ios y con la verdad, tal vez habrían sido m ás
llevaderos si hubiese podido com partir una vida com unitaria m ás norm al. Pero no lo
pudo hacer por su m ala salud. A él, que nunca había querido, ni querría después, ser
objeto de tratos excepcionales,esto tiene que haberle costado m ucho.
Por otro lado, estaba tam bién el doloroso sentim iento de ser conservado por com pasión
en los Pallottinos. L os Padres Pallottinos eran una com unidad m isionera que enviaba a
su gente al C am erún, a un lugar increíblem ente duro. A llí m urió un buen núm ero de
sacerdotes, debido al rigor del clim a; y a los que no dejaron allá sus vidas, tenían que
llevarlos de tiem po en tiem po a A lem ania, por un par de años, para que se repusieran y
recobraran fuerzas antes de regresar a la m isión. E l clim a de C am erún era casi
inaguantable para los europeos, m ás aún en ese tiem po en que no se conocían las
vacunas ni otros adelantos científicos para com batir las enferm edades tropicales. Por lo
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tanto, era absurdo el sólo pensar que este joven tan enferm izo estuviera
preparándose para ser m isionero en el A frica. D e hecho, tenían al P. K entenich por
otros m otivos: porque era un joven inteligente, piadoso y les daba pena devolverlo a
su casa. Se pensó que tal vez podría servir com o profesor y el P. K olb, especialm
ente, propuso que continuara los estudios teológicos en la U niversidad de B onn.
E n m edio de esta tensión, se da cuenta de que su único cam ino, su única salvación,
es una entrega total en m anos de M aría. Y decide dar un salto de confianza y decir a
la V irgen, a D ios: “Si tú quieres que m e vuelva loco, lo acepto. M i cuerpo está sum
am ente débil y destruido, m i inteligencia para poco m e sirve, pero aún m e queda la
luz de la razón. Si quieres llevártela tam bién, puedes quitárm ela, es tuya”. H izo una
entrega total en el sentido de lo que nosotros llam aríam os hoy Inscriptio; se ofreció
por entero a D ios a través de M aría y de esa entrega total de confianza, de esa
aceptación positiva del dolor, incluso de la locura, de la destrucción total de su
persona en lo físico y en lo síquico,em pezaron a brotar las fuerzas que lo m ejorarían.
E l Padre confiesa que fue la Santísim a V irgen quien lo salvó. E lla era su gran am or
y fue ella la que im pidió que ese desarrollo unilateral, en la línea del individualism o,
del idealism o y del espiritualism o, fuera total y lo llevara a la com pleta ruptura
interior. E l dice que, en esos años de lucha, experim entó a la Santísim a V irgen com
o “el punto de intersección de lo natural y lo sobrenatural”. E lla fue quien lo hum
anizó. Fue ella con su hum anidad, con su am or tan hum ano, tan m aternal, tan
terrestre y, al m ism o tiem po, tan sobrenatural,quien lo equilibró.
Junto con sentirla com o el punto de intersección, de arm onía, entre lo natural y
lo sobrenatural, dice que tam bién experim entó a M aría com o “la balanza del
m undo: com o aquella que trae el equilibrio al m undo”.Y sintió que,en la m
edida en que se entregaba a ella con una confianza total y proyectaba esa
confianza de niño,que le había tenido en su prim era infancia, a su condición
actual de angustia y dolor, la paz se iría restableciendo en su corazón.
E s interesante observar que él nunca m encionó la crisis física que sufrió en esos años. Y
o lo descubrí conversando con un com pañero suyo, un sacerdote de m ás de 80 años,
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que m e contó una serie de cosas desconocidas. E l P. K entenich ha hablado de su crisis
espiritual, pero nunca de sus problem as físicos, de sus enferm edades. Se sabía que
había estado enferm o, pero que lo llam aran “el del club de las excepciones”, del hecho
que casi siem pre estaba enferm o, de que a veces no asistía a clases, eran cosas
desconocidas. E n general, nunca se refería a sus dificultades físicas. E ra un hom bre
extraordinariam ente recio. Jam ás se le oyó decir: estoy cansado, tengo sueño, tengo
ham bre, m e siento m al, m e duele esto o lo otro. E ra de una reciedum bre total y
callaba su cansancio, su ham bre, sus enferm edades. C ontó de su crisis espiritual a
círculos íntim os de la Fam ilia porque pensó que así hacía un servicio a la Fam ilia, pero
m antuvo silencio com pleto de todo cuanto se relacionó con su crisis física.
T odos los años se realizaba una disputa solem ne en el aula m agna del Sem inario, en la
que dos alum nos discutían dos tesis contrapuestas. E ra todo un sistem a de procedencia
jesuita que se hacía en form a de una discusión escolástica de dos tesis distintas,en base
a silogism os,pruebas y contrapruebas.E se año,fue seleccionado el P.K entenich por ser
el m ejor alum no de su curso, y otro alum no tam bién m uy brillante. Se da com ienzo a
la discusión y él sim plem ente deja m udo a su opositor. E ntonces, el profesor, que era
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partidario de la tesis derrotada, se im pacientó e intervino en la polém ica. E n ese tiem
po, los profesores en A lem ania eran una especie de pequeños dioses, ante los cuales
había que inclinarse con m ucha reverencia y tem blor. L e dijo al P. K entenich
categóricam ente: “¡N o es así com o usted lo dice! ¡A este problem a corresponde otra
explicación!”. E l P. K entenich repuso: “E se no es ningún argum ento. L a verdad no se
prueba con autoridad sino con argum entos”. E sto cayó “com o una bom ba”. Se produjo
un gran silencio en la sala,el profesor no contestó y se suspendió el debate.
Poco después de este acontecim iento, se reunió el C onsejo Provincial para decidir a
quién se aceptaba a la profesión perpetua y a quien no. E ra en septiem bre de 1909. A l
P. K entenich le correspondía hacer sus prom esas definitivas. D espués vendría la
ordenación sacerdotal. Se vota su caso. E ran cinco los que votaban y el P. K entenich es
rechazado por tres votos contra dos. Se le rechazó por varios m otivos. E n prim er lugar,
porque nadie sabía lo que pasaba en su corazón.Su persona era un m isterio.E ra un
joven inteligente,m uy piadoso,pero sus superiores se daban cuenta de que no
penetraban en su interior y que no sabían lo que llevaba adentro. L os profesores
opinaban que era m uy am able, m uy tranquilo, m uy ordenado, m uy respetuoso, pero
nadie había llegado al fondo de su alm a. D e ahí el interrogante: ¿Q ué va a salir de él?
¿Q ué lleva en su interior? Y , sobre todo, les intranquilizaba el hecho de que hiciese
tantas preguntas, de que fuera tan inquieto,tan apasionado en su búsqueda de la verdad.
E n las clases siem pre estaba haciendo preguntas y con esto, a veces ponía en
dificultades a los profesores. E ra un gran adm irador de Santo T om ás, pero todo
el sistem a escolástico de pruebas, de argum entos ya hechos, ese aprendizaje de
m em oria, lo rebelaba. Y , por eso, en clase siem pre planteaba preguntas nuevas
que no estaban en los libros, preguntas que se le ocurrían a él al observar la vida.
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que había en su corazón, les inquietaban dos cosas m ás. U na de ellas era la sospecha de
que pudiese tener dudas de fe. H acía tantas preguntas, planteaba tanta interrogantes, que se
decían: E ste joven, ¿creerá o no? ¿Q ué garantía nos da de que su fe sea sólida? Y la otra
preocupación era: ¿C uál va a ser, en el futuro, su actitud frente a la autoridad? ¿E jercerá
tam bién frente a la autoridad ese espíritu crítico que m uestra cada vez que trata de descubrir
y defender la verdad? Y con su gran inteligencia, ¿no podrá llegar a ser “dinam ita” dentro de
la com unidad? E l día que se rebele o em piece a criticar las órdenes de sus superiores,
siendo una persona tan dotada com o él, ¿qué influencia puede llegar a tener? Y se decían:
será im posible controlarlo,pues nadie lo conoce a fondo…
E l P. K entenich form uló aquí lo que fue siem pre su principio de obediencia: una
obediencia basada en la franqueza frente al superior y el respeto y silencio cuando se
está a espaldas de él. E sa fue tam bién la actitud que guardó en los m om entos m ás
difíciles frente a la Iglesia,frente al Santo O ficio,cuando estaba en el destierro.
Fuera de eso,no dijo nada m ás a pesar de que toda su vida am enazaba derrum barse.D
iez años antes, al entrar al Sem inario M enor, había llorado ante la posibilidad de no
poder ser sacerdote. Y a hem os hablado de esa poesía en que se había quejado: “¿Por
qué m e creaste, Señor, si no vas a perm itir que sea tu sacerdote?” A hora estaba a m
enos de un año de su ordenación, a sólo 10 m eses, y le dicen de repente que no puede
ser ordenado. Y su respuesta inm ediata fue: Si ésa es la voluntad de D ios,la acepto.
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A l P. K olb le im presionó tanto la actitud del P. K entenich –no sólo lo que le
dijo sobre la obediencia sino tam bién la tranquilidad, la form a com o aceptó
esa decisión, sin ninguna queja, preguntando únicam ente el m otivo y m
anifestándose dispuesto a obedecer– que volvió a consultar este caso con el C
onsejo. Se hizo otra votación y uno de los consultores cam bió de opinión, lo
que dio com o resultado tres votos contra dos. E l P. K entenich fue aceptado.
d.Salida de la crisis
¿C óm o se resuelve esta crisis que viene arrastrándose desde el com ienzo del
noviciado? ¿C uándo term ina? E n principio, en su raíz, el problem a queda
resuelto al decidirse el P. K entenich a hacer su acto de entrega total a D ios y a
la V irgen, poniendo en m anos de ellos su vocación, su salud física y m ental y
aceptando hasta la posibilidad de perder la razón. D espués de dar este paso,
com enzó a restablecerse, poco a poco, el equilibrio interior.
Pero el verdadero fin de la crisis, dice él m ism o, llegó al ser ordenado sacerdote y
em pezar a trabajar, prim ero com o profesor y luego com o educador, tom ando
contacto con la vida y con las personas. G racias a este contacto recupera y
desarrolla plenam ente aquel aspecto de su personalidad que estaba trunco. C
ondiciones no le faltaban, sólo que hasta ese m om ento no las había desarrollado.
A quí se ve, com o decía al com ienzo, la form a curiosa que D ios em pleó para guiarlo. D
ios no quiso que tuviera otros contactos hum anos hondos, los suyos. N i com o niño, ni
com o joven, ni com o am igo, tuvo alguna vinculación íntim a a una persona, a un
superior o a un am igo, a quien se entregara con intim idad verdaderam ente honda. R
ecién pudo hacer esto cuando ya era sacerdote y pudo darse com o padre.
A l parecer, D ios quiso que nadie influyese en él de m anera esencial, si bien
sus profesores y com pañeros le aportaron m uchas cosas, pero que no
decidirían esencialm ente su personalidad. A sí lo quiso D ios para salvar ese m
undo que llevaba dentro, desde su niñez. Por eso le perm itió entrar en un
contacto hum ano verdaderam ente hondo con los dem ás, sólo cuando estaba
ya en condiciones de dar ese m undo que llevaba en su corazón desde niño.
E n esta época interviene de nuevo la Providencia. Precisam ente porque él era tan débil
de salud y, por otro lado, tan capacitado intelectualm ente, se había pensado destinarlo
para profesor y enviarlo a la universidad, com o ya dijim os antes. Y a estaba tom ada esa
decisión cuando, por distintos m otivos internos de la com unidad, se necesitó un profesor
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en el Sem inario M enor de los Pallottinos en E hrenbreitstein y los superiores se
vieron en la necesidad de darle ese cargo. E l P. K entenich dice: A hí intervino
nuevam ente la Providencia y m e salvó. Pues si en ese tiem po, recién ordenado, yo
hubiese partido a la universidad, pasando cuatro años en un am biente puram ente
intelectual, tal vez ya no hubiese tenido salvación,por lo m enos hum anam ente visto.
m undo que llevaba en m i interior. E l constante especular encontró su saneam iento en la vida cotidiana. E
ste es el m otivo por qué conozco tan bien el alm a m oderna, aquello que causa tanto m al en O ccidente.
¿A quién debo agradecer todo esto? V iene de arriba. Sin duda de la Santísim a V irgen. E lla es el gran
regalo. D e este m odo pude, adem ás de la enferm edad, experim entar tam bién en m i propia persona, y
m uy abundantem ente,la m edicina…
(B ellavista,31.5.1949)
Yo tam bién sé que innum erables hom bres deben la transform ación total de sus vidas al encuentro con
Schoenstatt. Sé cóm o m uchos sacerdotes confiesan una y otra vez: ‘¡qué hubiese sido de nosotros sin
Schoenstatt!’ Sería una ingratitud pasar por alto este agradecim iento. Sí, tam bién sé, y lo reconozco gustosam
ente, que hay pocas vidas sacerdotales tan extraordinariam ente bendecidas com o lo ha sido la m ía. P ero
agrego al m ism o tiem po: todo lo que ha surgido, lo que se ha realizado a través m ío y de ustedes,surgió por
obra de nuestra M adre tres veces A dm irable de Schoenstatt.
¿P uedo explicarles, etapa por etapa, lo que estaba ocurriendo y gestándose en detalle? E n prim er lugar tengo que
decir: la Santísim a V irgen personalm ente m e form ó y m odeló desde los nueve años. N orm alm ente prefiero no
hablar de esto, pero creo que, en este contexto, puedo referirm e brevem ente a ello. Si m iro hacia atrás, puedo decir:
no conozco a ninguna persona que haya tenido una influencia profunda en m i desarrollo. M illones de hom bres se
derrum ban si tienen que valerse por sí solos com o
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tuve que hacerlo yo. Tuve que crecer en una com pleta soledad interior, ya que en m í debía nacer un m undo que, m ás
tarde, tenía que llevar y transm itir a otros. Si m i alm a hubiese tenido contacto con el am biente cultural de entonces, o
si alguna vez m e hubiese atado personalm ente a alguien, entonces no podría decir hoy, con tanta certeza, que m i
educación fue obra exclusiva de la Santísim a V irgen, sin ninguna otra influencia hum ana profunda. Sé que con ello
digo m ucho. P ero no crean que son sólo frases para elogiar a la Santísim a V irgen. Y sé tam bién que la Santísim a V
irgen ha puesto a m i disposición, de m anera m uy singular, su om nipotencia suplicante y su corazón m aternal. E sto
lo han experim entado tam bién ustedes y lo pueden com probar históricam ente.D esde el m om ento en que ella se
estableció en este Santuario, puso a m i disposición su poder y su corazón m aternal para la obra que yo había de llevar
a cabo. Y ella es tam bién la que m e regaló a todos ustedes com o colaboradores. A lguna vez estudien cóm o todo lo
que tenem os ante nosotros nació de un profundo y sencillo am or a M aría.
E s interesante –así dice él– que, a través de esta experiencia de haber salido de un
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“tunel” gracias a su vinculación a M aría y a todos los hom bres, a la vez, él rescató
su equilibrio personal y com prendió la m isión de su vida. C uando sale de este
túnel, se da cuenta de que esa angustia, que esa oscuridad que le había estado
destruyendo durante tantos años, es la m ism a que está quebrantando a m uchos,
que está destruyendo al m undo de hoy. D ios quiso hacerlo pasar por esa prueba
y tam bién le perm itió experim entar los rem edios, com o lo dijo el 31 de M ayo de
1949, para que anunciase a otros lo que él vivió. Y ahora, com o profesor, entre los
años 1910 y 1912, em pieza a revelar ya esa riqueza que había conquistado en
sus tiem pos de lucha.Y term ina de sanar por com pleto. C om o profesor com
enzó a desem peñarse sólo en 1911, pero ya en 1910, después de su ordenación,
inicia ciertas actividades pastorales junto con term inar sus estudios teológicos.
M irando hacia atrás, el P. K entenich dice que, para él com o profesor, había algo
que se le había hecho evidente a través de sus luchas. E s lo que ya explicam os
al hablar de su “solidarism o”: el Padre no puede estar frente a otros hom bres sin
sentirlos com o “partner”, com o com pañeros de trabajo, com o colaboradores. N o
puede trabajar con otros com o si fueran cosas. E l m ism o no puede ser fecundo
si no se abre a los otros com o personas, si no se encuentra con hom bres que
reaccionen com o personas. Si no es así,no se despiertan en él fuerzas creadoras.
la Santísim a V irgen. D e ahí que años m ás tarde a m enudo anunciaba cursos sobre distintos tem as, pero al final no
m e decidía a dictarlos, porque desde lejos creía descubrir pequeñas nubes que indicaban el peligro de que la F am ilia,
si bien no perdiera, al m enos debilitara su raíz y tierra m adre: el am or a M aría. A sí ha de entenderse la palabra:
Servus M ariae num quam peribit. E n toda m i actividad nunca puse a m i persona ni a m is propios proyectos en prim
er plano sino que siem pre a la Santísim a V irgen en su ser, en su m isión y en su obra; m ás tarde por supuesto en
unión con Schoenstatt, com o lugar y fam ilia. R ecién la visitación y la polém ica que ésta desató en torno a m i persona
m e hicieron ver conscientem ente a ésta en su carácter original, en su posición y m isión. A l analizar los planes divinos
con m i persona en estos años, siem pre lo hice íntim a y profundam ente unido a la M ater ter A dm irabilis en el fondo
de m i alm a, aun aquellas veces en que exteriorm ente no lo señalase. Tan m arcadam ente se desarrolló en m í la
conciencia de m isión y de instrum ento de M aría. R esum iendo: los dos aspectos que quería corroborar son: soledad y
conciencia de instrum ento de M aría.
(B austeine,1955)
Pues bien, al P. K entenich le cuesta predicar cuando la gente no le sigue, si no capta sus
palabras, si no se ríe. A lguien m e contó que una vez asistió a un retiro que predicaba el
Padre Fundador. L es em pezó a hablar de un tem a y, a los 10 m inutos, cam bió siguiendo
con algo enteram ente distinto. A l poco tiem po, volvió a retom ar otro tem a nuevo. E sta
persona había ido con el propósito de escuchar a este gran predicador y se encontró con que
no tenía ninguna línea, con que se saltaba de un tem a a otro, sin ninguna continuidad. A ños
después, le preguntó una vez al P. K entenich qué le había pasado en esa oportunidad y él le
explicó: “Y o no puedo trabajar si no siento que los dem ás están
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colaborando conm igo. Seguram ente en ese retiro tom é un tem a y m e di cuenta
que no les decía nada, que no era vital para quienes escuchaban y por eso lo cam
bié. M uchas veces m e pasa así,que no puedo seguir al no encontrar eco”.
¿E n qué consistía este “estar listo” de que él habla? H em os visto que el P. K entenich ha
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superado su escepticism o, ha conquistado una actitud fundam ental de verism o, de realism
o, de solidarism o; que ha logrado una plena arm onía entre lo natural y lo sobrenatural y un
cobijam iento total en D ios.E s decir,se recuperó en form a probada; esa filialidad que poseía
desde su infancia, ya la com plem entó con un contacto vital m uy fecundo con los hom bres.
E n este m om ento ha quedado preparado para ser padre porque está uniendo los dos polos,
porque está anclado plenam ente en D ios, interiorm ente y com o sacerdote, y ha
conquistado o actualizado toda esa capacidad de contacto hum ano que poseía y que durante
m uchos años estuvo en él com o dorm ida,com o atrofiada.
E l cobijam iento en D ios que conquistó a través de su crisis, fue tan definitivo, tan radical,
que perdió el m iedo para siem pre. D esde que superó esta crisis, el P. K entenich nunca m
ás tuvo m iedo ante nada. Q uedó tan anclado en D ios que se convirtió en una roca, en un
puntal para todos los hom bres que se apoyaron en él, en un dique contra el cual podían
chocar, sin rom perlo, todos los acontecim ientos de la historia. D espués de haber pasado por
esas angustias que lo llevaron casi a la locura, el P. K entenich venció definitivam ente el m
iedo y en form a tal que la única cosa que después lo sorprendería en su m anera de ser era
justam ente este hecho de no tener nunca m iedo. E s interesante que, después de haber
ofrecido a D ios la posibilidad de perder la razón –ya que era tanta su angustia– no volvió a
sentir jam ás ni angustia ni m iedo en su vida. N o sintió m iedo cuando estuvo en el cam po
de concentración; no sintió m iedo cuando su obra corrió el peligro de ser prohibida por el
Santo O ficio; no sintió m iedo nunca.
C itando a san Ignacio, el P. K entenich decía que una vez le habían preguntado cuánto tiem
po necesitaría para poner en paz su corazón si le dijesen que la C om pañía de Jesús había
sido prohibida. E l contestó: un cuarto de hora. E l P. K entenich com entó que si a él le
dijesen que Schoenstatt había sido destruido, no necesitaría ni un segundo para recuperar su
paz. A sí quedó después de su crisis, convertido en un hom bre “a prueba de balas”, a prueba
de angustias, a prueba de las peores catástrofes históricas. E stuvo cuatro sem anas a
oscuras en la cárcel de C oblenza, encerrado en un calabozo bajo el suelo, donde ni siquiera
podía ponerse de pie; estuvo en un cam po de concentración, estuvo varias veces a punto de
ser llevado a la cám ara de gas y nunca sintió m iedo.
Y no sólo no sentía m iedo sino que irradiaba a su alrededor esa paz que conquistó a
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través de su crisis. Por eso él atraía, porque uno sentía instintivam ente que era capaz de
apoyar a otros. A sí, a un m undo lleno de angustias, lleno de m iedo com o el nuestro, D ios
quiso regalarle com o luz,com o padre,com o apoyo,a un hom bre que venció el m iedo.
Pero, a pesar de ser así o, m ejor, precisam ente porque él era así, el P. K entenich
siem pre decía que adm iraba enorm em ente a la gente que tenía m iedo; que los
adm iraba por la fidelidad de que eran capaces, por la form a en que luchaban contra
su m iedo. E s verdad que él tam bién tuvo grandes m iedos cuando joven. D urante m
uchos años pensó que podría volverse loco. Y su paz la conquistó luchando y
venciendo el m iedo. N o le fue regalada gratuitam ente. Por eso, m ás tarde,
poseyendo ya esa gracia de un reposo total en D ios, adm iraba y se enternecía ante
las personas que sufrían de m iedo y angustia. B ien sabía él lo que eso significaba y,
por lo m ism o, deseaba ayudarlas a llegar a la m ism a paz de la cual él gozaba.
Y fue esa falta de m iedo lo que le perm itió seguir la voluntad de D ios con una
libertad total, pues no tem ía nada y estaba absolutam ente seguro, por experiencia,
de que D ios era su Padre, de que D ios es am or, de que D ios ya le había salvado de
lo peor y de que todo lo que pudiera m andar en el futuro sería tam bién para su bien.
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C uando estaba en R om a, habiendo viajado desde M ilw aukee, en los m om entos en que
parecía com o un hecho seguro que debía volver a su lugar de destierro, m ientras todo el
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digan que m e vaya a la luna, tam bién allá dorm iría tranquilo”. N unca perdió el sueño
por un problem a. D esde su crisis de juventud conquistó un cobijam iento tan grande
en el corazón del Padre D ios que quedó capacitado para cobijar en su propio corazón
a todos los que se le acercaran buscando apoyo. D espués de la prueba, su corazón
de hijo se ha consolidado com o tal y se ha convertido en un corazón de padre.
A ntes de term inar de describir esta etapa, todavía dos anécdotas que revelan
algunas facetas de la personalidad del P.K entenich en esos años.
A lgo sem ejante ocurre cuando es profesor. E l despertó m ucho entusiasm o en los
chiquillos, no sólo por sus clases sino tam bién por su persona. Sin em bargo, en este
tiem po, nunca tuvo contacto con los estudiantes fuera de su clase, porque él había
sido nom brado únicam ente com o profesor de latín y eran otros sacerdotes los
encargados de la educación o form ación de los jóvenes. A dem ás, tenían un director
espiritual. Por eso, fuera de sus clases, se desem peñaba com o sacerdote,
confesando en distintos lugares y prestando ayuda en parroquias. Pero nunca quiso
intervenir en lo que no le correspondía. T erm inada la clase, se iba inm ediatam ente
y no conversaba con nadie en el cam po propio de otros sacerdotes.
1900
78
U na vez, un chiquillo quiso conversar con él a toda costa. Fue a su pieza llevando un
rosario para que se lo bendijera. E speraba que ésta podía ser la oportunidad para hablar
con él. E l P. K entenich le preguntó qué deseaba. E l respondió: “Q ue m e bendiga el
rosario”. Se lo bendijo y lo despidió con un breve: “B uenas noches”. Se negó term
inantem ente a entrar en un contacto m ás profundo porque eso no le correspondía.
E n cam bio, cuando fue nom brado director espiritual en Schoenstatt, vio claro
que ahí estaba la voluntad de D ios y que ahora sí debía entregarse en cuerpo y
alm a a los jóvenes.Y así lo hizo.
/ la Piedra A ngular,
no m ovieron tu vigilancia,
80
P.Joaquín A lliende L .
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84
C A P ÍT U L O SE G U N D O
L A P A T E R N ID A D E SP
O N T A N E A 1912 -1926
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SE G U N D A E T A P A
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1.SE N T ID O G E N E R A L D E E ST A E T A P A
m undo que desde niño trae en su corazón. Sueña con un hom bre nuevo, con una
nueva m anera de ser cristiano, con un nuevo tipo de com unidad. E stá
convencido de que la V irgen tiene una gran m isión frente a la Iglesia y al m
undo de nuestro tiem po. Pero no sabe cóm o ella va a realizar esa m isión ni
qué papel le va a corresponder a él en relación a esta m isión.
D urante bastante tiem po pensó que si m ejoraba su salud sería enviado a Á frica com o
m isionero. Pero no ocurrió así; debido a su m ala salud tuvo que quedarse en A lem ania.
Fue profesor y confesor. L e agradaba m ucho confesar. Pero no sabía cuál sería su cam
ino definitivo. E ra un hom bre m uy anclado en D ios, dotado de grandes capacidades,
que llevaba todo un m undo dentro de sí,pero no sabía aún lo que D ios quería de él.
Pero, ¿qué significa “paternidad espontánea”? E s un nom bre inventado por m í. Significa
que, en ese tiem po, el P. K entenich no busca conscientem ente ser padre ni tam poco
tiene conciencia de que D ios le pide ser padre. Para él está claro el m undo que lleva
dentro, lo que necesita la Iglesia y el m undo de hoy y que lo único que quiere es cum plir
la voluntad de D ios, el plan de D ios para con él. E n la m edida en que va respondiendo
a este plan divino, irá siendo padre. Pero él no se ha propuesto reflexivam ente ser padre.
L o único que le interesa es ser fiel al plan divino y, en la m edida en que se esfuerza por
esa fidelidad, irá transm itiendo la vida que D ios quiere com unicar a los hom bres por su
interm edio. L os hom bres le van sintiendo padre, pero sin tom ar conciencia todavía de
que ésa es la gran línea de su personalidad y de su tarea.
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1.2.L os tres cam inos hacia la paternidad de D ios
2.U n segundo cam ino es por ausencia o por vacío. M uchas veces, dice el P. K
entenich, hay personas que no han tenido a nadie que sea un verdadero padre para ellas
y, precisam ente, esa soledad en que han vivido, esa falta de apoyo y de cobijam iento
hum ano, en lugar de quebrarlas, enciende en ellas un ham bre tan grande de paternidad,
tal vez con m ucha angustia y dolor, que las lleva a buscar en D ios lo que no encontraron
entre los hom bres. H ay hom bres que, precisam ente por su vacío hum ano de
paternidad, aprendieron la im portancia de tener un padre y lograron encontrar m uy
profundam ente a D ios com o Padre,justam ente por la carencia de un padre hum ano.
T odos deben encontrar en m í un hogar y para ello yo debo tener m i hogar en D ios. Si D ios no m e
concedió tener un hogar en m i infancia y juventud, si tuve que renunciar a un hogar, entonces con m
ayor desinterés y alegre disposición al sacrificio consum iré m i vida para ofrecer, en lo posible, un
hogar a m uchas personas,a través de m i propio ser,de m i vida y de m i am or.
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ayuda a sentirse plenos y les enciende una luz que les perm ite descubrir que esa m
ism a confianza filial, que tienen ante ellos aquellos que se les entregan, es la actitud
que ellos m ism os deberían tener frente a D ios. Y por otro lado, la preocupación y el
cariño que ellos m ism os sienten por sus hijos espirituales, les ayuda a descubrir el
am or paternal que D ios tiene por ellos. A sí com ienza a producirse un encuentro con
D ios com o Padre a través del despliegue de la propia paternidad.
E l P. K entenich confiesa que su cam ino fue este últim o. E s decir, cuando él com ienza
a trabajar, em pieza a desplegar su paternidad sin tom ar conciencia de ello. L a V irgen le
había m ostrado el rostro de D ios com o el de un D ios de am or, com o el de un D ios
que lo salvó, pero aún no está m arcado en él ese rostro de un D ios que es Padre. Si uno
lee sus prim eras pláticas, se da cuenta de que m uchas veces habla de D ios, del am or
de D ios, de la bondad de D ios, pero ese D ios no lleva todavía el nom bre de Padre con
la fuerza que recibirá m ás tarde. E n todo este tiem po, el P. K entenich se siente m uy
niño y, com o lo hem os visto, crece m ucho en su filialidad. Pero esta filialidad se
despliega conscientem ente m ás bien frente a la Santísim a V irgen,frente a la M adre.
Pero, durante toda esa prim era época de su actuar sacerdotal, va ejerciendo su
paternidad en form a vital, sin conciencia de ello y se va preparando así para
com prenderla plenam ente m ás adelante y encontrarse vitalm ente, de una m
anera m ás honda, con el Padre D ios.
Por otro lado, se nos presenta en estos años com o un m aestro en captar y orientar
inquietudes hum anas. E s decir, aparece com o el hom bre capaz de unir dos polos de la
paternidad: estar totalm ente sum ergido en D ios, a través de la fe práctica y filial en la D
ivina Providencia y, a la vez, en un contacto vital m uy estrecho y cercano con los hom
bres.E llo le perm ite hacer de conducto transm isor de la vida divina a los hom bres.
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personalidad extraordinariam ente creadora. A través de este contacto íntim o
con D ios y de su cercanía a los hom bres, se va revelando com o una
personalidad fuertísim a, que corresponde a lo que, m ás tarde, él m ism o va a
llam ar o definir com o “el hom bre creador de historia,forjador de historia”.
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2.E L G R A N P E D A G O G O Y E L M A E
ST R O D E L A V ID A
eam os,en prim er lugar,algo sobre su talento pedagógico,sobre su capacidad para captar
inquietudes vitales.
E n esa experiencia sufrió tan a fondo, y com o una síntesis, todos los problem as que
desgarran el alm a del hom bre de hoy, que esa experiencia le perm itiría después
ponerse fácilm ente en la situación de aflicción interior en que se encontraba el otro.
Se suele resaltar elogiosam ente cuántas horas pasó el santo cura de A rs en el confesionario. H asta se
ha tratado de contarlas. Si se tratase de calcular todo el tiem po que a lo largo de m i vida dediqué a
las alm as –siem pre con el m ism o interés,día y noche,infatigablem ente– sería una sum a
sorprendentem ente grande…
San P ablo, en la m adurez de su vida, tenía una sola gran pasión: D ios y las alm as. C om o se puede ver
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en sus cartas, todo lo dem ás pasó para él notoriam ente a segundo plano. A sí se entiende su
program a de vida: óm nibus om nia, o bien, om nia instaurare in C hristo (Ser todo para todos,
o instaurar todo en C risto).A lgo de esta pasión m e fue concedido tam bién a m í…
(E studio,1960)
D ebo confesar abierta y sinceram ente: veo que la tarea que D ios m e confió es conducir a
innum erables hom bres hacia la entrega total al D ios eterno e infinito, y hacer que se arraiguen en el m
undo y en la realidad sobrenatural. 0 si ustedes quieren, ayudar y apoyar a todos los hom bres, en prim
er lugar a los m iem bros de nuestra F am ilia,para que sean hom bres m arcadam ente sobrenaturales,
hom bres “del m ás allá”. D e esta m anera pongo de relieve la tarea especial que D ios confió no solam
ente a m í,sino a todos los que trabajan conm igo com o Jefes de la F am ilia.
(C onferencia en D achau,16.7.1967)
Toda m i pasión, que día y noche m e acom paña, es siem pre y únicam ente: ¿cóm o puedo servir a m i
A lo largo de toda su vida tuvo ante sí un único gran ideal: D ios y las alm as. Todo lo dem ás era
para
él secundario, y se ordenó y subordinó consecuentem ente en función de esta gran idea de su vida.
Siem pre se trataba de abrir el alm a para D ios y conducirla a una vinculación inseparable con él. P ero
para ello, era necesario cuidar de que el alm a, en lo posible hasta en las últim as profundidades, se
abriera y perm aneciera abierta para D ios y lo divino. A esto le dio sum a im portancia desde el prim er
m om ento de su actividad educativa (desde 1912), anticipando a la vez con m ano audaz y segura la
problem ática de la vida sicológica. P or lo tanto, una década antes de que la opinión pública com
enzase a ocuparse de estos problem as. D esde 1919 la D ivina P rovidencia am plió su círculo de
acción y de influencia. Y, desde entonces, año tras año esto se dio en m edida creciente. E s así com o
innum erables personas de todos los estados y clases, de todas las edades y sexos, se le abrieron am
pliam ente. D ía y noche -puede decirse con razón- vivió y trabajó así en su particular y secreto taller
exclusivam ente para las alm as. Jam ás se cansó de acoger en sí sus secretos y de tantear los cam
inos hacia D ios, ya se tratase de alm as sanas, o enferm izas y patológicas, o con gracias m ísticas, o
alm as llam adas a escalar las alturas de la santidad por el lento cam ino de la m ontaña. C ada vez le
fue m ás y m ás claro que sólo el alm a que se esfuerza por vincularse interior y profundam ente con D
ios hasta las últim as profundidades, es capaz de resistir las torm entas de los tiem pos desarraigados y
sin vínculos que se acercan,y de perm anecer firm e,con raíces auténticas y fuertes.
(E studio,1962)
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2.2.L a situación pedagógica del Sem inario M enor
P allottino
E sta capacidad suya para captar a la gente que le rodea se m uestra clarísim a en 1912.
N o repetiré los hechos históricos porque son conocidos; por lo m enos, la situación
general de entonces. E n 1912, se han traslado a Schoenstatt los cursos superiores del
Sem inario M enor pallottino que estaban todavía en E hrenbreitstein. L os cursos m
enores se habían cam biado antes. Y al trasladarse a la casa nueva que construyeron los
Pallottinos en Schoenstatt, com ienzan a sufrir los rigores de un reglam ento tam bién
nuevo, que era bastante estricto, bastante m ás que el que se aplicaba en E
hrenbreitstein. Iba en la m ism a línea pedagógica del internado donde había estado el P.
K entenich cuando niño: un reglam ento con una disciplina drástica y que incluía los
azotes com o m edio pedagógico esencial. C ontinúa una serie de disposiciones que
sublevaban a los m uchachos. D esde luego, com o en todos los otros sem inarios m
enores, se prohibía drásticam ente toda am istad personal entre ellos.
E l P. M enningen cuenta que debían lim piar una gran sala en el prim er piso. E
sa sala tenía ventanas que llegaban hasta el suelo, unas seis puertas-ventanas.
Saliendo por ellas se llegaba a un arroyo, distante unos cinco m etros de la sala,
del cual se podía conseguir el agua necesaria para trapearla. Sin em bargo, les
prohibían salir por esas puertas pues, teóricam ente, eran ventanas y tenían
que dar la vuelta por el otro lado haciendo un cam ino de unos 40 m etros para
ir a buscar el agua y volver por allí m ism o con los baldes llenos y pesados.
H abía una serie de cosas por el estilo. T odo estaba reglam entado, hasta los detalles
m ás pequeños del día. Y esto “volvía locos” a los estudiantes. A causa de ello, com
enzó una tensión m uy fuerte entre ellos y los profesores y em pezaron a aparecer
papelitos de protesta –en ese tiem po no se podía hacer m ovim ientos de protesta
com o actualm ente– que decían: “Q uerem os la libertad que gozaron nuestros padres
o nuestros m ayores”. Por todas partes aparecieron papelitos así. L a situación era m
uy tensa y se necesitaba alguien que viniese a resolver el problem a.
E l P. M enningen cuenta una im presión que tuvo cuando llegó en ese tiem po al
sem inario, con 12 o 13 años de edad. D e pronto entra a la sala de clase el Padre
Prefecto. G olpea la puerta y aparece acom pañado de un H erm ano que tenía
una varilla en la m ano. T odos sabían ya de qué se trataba. L lam a a dos alum
nos: “X y Z … ¡de pié!”. Se paran los dos.“U stedes han tenido am istad particular”
94
Sem inario M ayor P allottino
Prim ero la capta por su disponibilidad. C onocem os la plática que dio el 27 de octubre de
1912, el A cta de Prefundación. A llí les da a entender a los jóvenes que ese nom bram
iento es una sorpresa m utua: ni los estudiantes esperaban que llegara un sacerdote tan
joven com o él, ni él m ism o se había im aginado en tal puesto. Para él fue una sorpresa
que le cam bió todos sus planes. N o había pensado en ser educador de esa
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m anera,pero D ios así lo quiso y ahora han de adaptarse m utuam ente.L es dice:
Y ahora m e han nom brado director espiritual, sin que haya hecho absolutam ente nada
para ello. E n consecuencia, debe ser voluntad de D ios. Por eso acojo esta voluntad firm
em ente decidido a cum plir del m odo m ás perfecto m is deberes para con todos y cada
uno de ustedes. Por lo tanto, m e pongo enteram ente a su disposición, con todo lo que
soy y tengo, con m i saber y m i ignorancia, con m i poder y m i im potencia,pero,sobre
todo,les pertenece m i corazón.
E spero que nos entendam os bien.E spero que harem os todo lo posible por alcanzar, del m
odo m ás perfecto, el fin com ún que nos hem os propuesto. ¿C uál es, entonces nuestro fin?
L a pregunta es im portante, porque de su respuesta dependen nuestras relaciones en el
futuro.Por eso les respondo clara y brevem ente:
(A cta de Prefundación,27.10.1912)
E s necesario com prender el am biente de la época para entender las críticas que por todo
esto se com ienza a hacer al P. K entenich, críticas que, hoy día, nos parecen ridículas. Por
ejem plo, el profesor de m úsica protesta porque cuando los jóvenes se reúnen con el P. K
entenich cantan cantos que no han ensayado con él en clase y que, por consiguiente,
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salen m al y desafinados. E s decir, los jóvenes ni siquiera podían cantar cuando tenían
ganas de hacerlo, cuando no habían ensayado previam ente; no podían hacerlo porque el
canto no les saldría perfecto. Y el profesor de alem án tam bién protesta porque en las
reuniones con el P. K entenich, los jóvenes no se lim itan a escucharle, com o se pensaba
que correspondía, sino que tam bién participan y exponen sus ideas propias, lo que no
saben hacer en un alem án literalm ente correcto. Por lo m ism o, se consideraba que
estaban estropeando el idiom a. L os alum nos debían escuchar a su profesor y aprender
a hablar com o se debe y, solam ente cuando habían preparado algo por escrito y el
profesor lo había corregido, entonces podían hablar en público. A lgunos profesores se
escandalizaron m ás todavía al saber que, en realidad, en las reuniones que organizaba el
P. K entenich, todos hablaban m ás que él pues trataba que ellos m ism os descubrieran
las cosas y m anifestaran su parecer.T odo esto era algo incom prensible en ese tiem po.
L os jóvenes se van entusiasm ando con esta libertad que encuentran en torno
al P. K entenich. Prim ero, él les hace sentir que valora su anhelo de ser libres.
L uego, les em pieza a m ostrar que ser libre no significa necesariam ente ser
rebelde; les hace ver que entre libertad y obediencia no hay oposición y que el
hom bre libre es el que sabe obedecer librem ente, el que sabe por qué
obedece, por qué hace las cosas. A sí em pieza a inculcar a los jóvenes su gran
idea: el peligro en que se encuentra el hom bre de hoy de colectivizarse, de ser
hom bre m asa y por eso la necesidad de form ar personalidades libres.
E l hom bre verdaderam ente libre es el que se posee a sí m ism o,el que sabe por
qué actúa. Por eso puede ser libre tam bién cuando obedece, si sabe hacer suyo el
reglam ento, si ve en ello la voluntad de D ios. E l hom bre libre aprovecha las pruebas
y las cosas que no le gustan para crecer interiorm ente, para desarrollar su carácter. N
o las tom a com o algo im puesto, sino com o algo que él es capaz de aceptar, que
constituye para él un desafío para desarrollar su personalidad. E l hom bre puede ser
libre en la obediencia y tam bién en la opresión o en m edio de un am biente que lo
contraríe. E l P. K entenich les va explicando así el verdadero sentido de la libertad.
E l prim er eslogan que surge entre los jóvenes es el del hom bre m asa, que todos repetían a
coro: “H om bre m asa es el que hace lo que todos hacen,porque todos lo hacen”.
97
L o m ism o ocurre al ir desarrollándose la C ongregación M isional. E l P. K
entenich se preocupa de ir estim ulando m ás y m ás los anhelos religiosos que
van surgiendo de los jóvenes hasta que esta C ongregación M isional se
transform a en una C ongregación m ariana. Pero ese paso significó una “guerra
a m uerte” entre dos bandos, entre el bando que había captado m ás lo religioso
y el de los que tendían a un activism o m ás bien extrem o.
A l com ienzo, la C ongregación M isional estuvo dividida en dos ram as: la ram
a eucarística, que era m ás religiosa, y la ram a m isional, que era m ás activa,
que vendía revistas m isionales y se preocupaba de todo este tipo de trabajo.
M ax B runner, una de las personalidades m ás brillantes de ese tiem po, –que después m
urió en la guerra y es una de las C ruces N egras que están junto al Santuario original en
Schoenstatt– estaba totalm ente en contra de la C ongregación M ariana. L a encontraba
“beatería” y tem ía que se convirtiera en algo m ás bien para m ujeres. H asta le disgustaba el
nom bre.Por eso luchó reciam ente en contra y el P.K entenich siem pre lo apoyó.
N o significaba esto que el P. K entenich estuviera “jugando doble”, sino que, cuando M ax
B runner iba a verlo y le exponía sus argum entos, él descubría allí elem entos positivos y
le recom endaba que los dijera porque estaban bien pensados. L ógicam ente se producía
cierta desorientación: ¿D e qué lado está el P. K entenich? U na cosa era m uy clara para
todos: que el P. K entenich siem pre estaba con el hom bre libre, con el hom bre que
actúa en conciencia. L os jóvenes nunca tem ieron que él les fuera a im poner un
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m olde. Por eso podían ser totalm ente espontáneos frente a él, porque se daban
cuenta de que él era un servidor de su libertad. M ás tarde el P. K entenich definiría
la paternidad com o un servicio a la vida ajena. L os jóvenes sentían que él fom
entaba todas las iniciativas nobles que hubiera en cualquiera de ellos, aunque
fuesen contradictorias y que así iba ayudando al surgim iento de una obra que, sin
duda, era construida por él pero que,al m ism o tiem po,salía de ellos.
100
de educación sin quebrar nada ni a nadie. H izo una revolución sin revolución. Y así
surgió un sistem a pedagógico enteram ente distinto pues la form a de educar del P. K
entenich era algo totalm ente diferente a la pedagogía en uso de aquel tiem po.
Pero el P. K entenich no quiso partir “quebrando lanzas” por introducir cam bios exteriores
del sistem a. C uando asum ió el cargo de director espiritual puso una sola condición. H
abló con el rector y con el prefecto y les dijo que aceptaba el cargo, pero con la condición
de que se suspendiesen los castigos corporales. Fue lo único que cam bió exteriorm ente;
com o diríam os ahora, cam bió las “estructuras”. A ntes de luchar por un cam bio del
reglam ento y otra cosa por el estilo, se dedicó a cam biar los espíritus de los jóvenes,
pues lo prim ero no tiene efecto sin lo segundo. E l pensaba: si ahora, reinando este
espíritu de crítica y rebeldía se cam bia el reglam ento, después seguirán criticando igual
a los superiores por cualquier m otivo.A hora reclam an porque tienen que dar una vuelta
larga para buscar agua, existiendo un cam ino m ás corto, pero después podrán hacerlo
porque no les gustan los baldes o porque el trabajo es pesado. E l problem a no se
resuelve con sim ples cam bios de reglam ento.
E l hom bre nuevo con que él soñaba es un hom bre y una com unidad nueva,
profundam ente anim ados de espíritu, que viven del interior hacia afuera. Por
eso el P. K entenich se dedicó, en prim er lugar, a cam biar el espíritu,
convencido de que, si ese espíritu crece y se fortifica, por sí solo se im pondrá y
cam biará las form as que lo contrarían,creando form as nuevas.
de hecho sucedió que, 15 años m ás tarde, se cam bió por com pleto no sólo el sistem a
de
form ación
del Sem inario M enor sino el de toda la com unidad de los Padres
Pallottinos en
form a del escolasticado, del teologado, de la dirección espiritual. Fue un cam bio
radical que se llevó a efecto cuando las personas form adas por el P. K entenich en
el nuevo espíritu,llegaron a ocupar cargos directivos en la C om unidad Pallottina.
101
Pero el P. K entenich no sólo m odificó el sistem a form ativo de los Pallottinos
alem anes. A partir de estas experiencias con los m uchachos fue creando todo un
sistem a de educación y form ación que servirá a la Iglesia por siglos. Pensem os
en san Ignacio. E l ideó un m étodo de form ación cristiana que, m ás tarde, tom
aron y practicaron todas las com unidades que se fundaron después del C oncilio
de T rento. E l m odelo de form ación que elaboró san Ignacio se usó universalm
ente en la Iglesia, no sólo para los religiosos, pues esa espiritualidad y esos
principios se aplicaron tam bién durante siglos en la form ación de los laicos.
E l P. K entenich estaba convencido de que se necesitaba crear un nuevo tipo de hom bre
y, por lo m ism o, todo un sistem a nuevo de educación. Por eso no le interesaba perder
fuerzas en procurar cam bios “de parche” de un reglam ento sin im portancia. ¿Q ué era lo
que m ás le interesaba? E l estaba construyendo algo m ucho m ás grande, un m undo
entero. Por eso, lo que le interesaba era encender con fuerza el espíritu que m ás tarde
había de anim ar esa Iglesia y ese m undo nuevo con que soñaba. Y a eso se dedicó
sabiendo que, si ese espíritu nacía y crecía fuerte, las form as correspondientes se
originarían de por sí. Y así fue. T odo ese m undo inm enso que es Schoenstatt, con todos
sus principios, m étodos, costum bres, form as y organizaciones, nació de ahí. E l P. K
entenich trabajó en profundidad, según el program a: prim ero, cam biar los corazones
para así llegar al cam bio total del hom bre y de las estructuras.
E n cuanto a las estructuras,el P.K entenich sólo exigió previam ente el cam bio de aquello
que le parecía indispensable, com o fue la supresión de los azotes, de los castigos físicos.
D ecía que eso era inhum ano y no se podía aceptar. Pero fuera de eso, dejó al tiem po el
cam bio de otras cosas que no eran esenciales, que no atentaban tan directam ente
contra la dignidad de la persona y que fueron m odificándose progresivam ente.
E l ha com parado este tiem po de 1912 con la gran época que vive hoy día el m undo
102
entero. M uchas veces ha llam ado a la situación por la que atraviesa el m undo de hoy
“una crisis de adolescencia”. Y no sólo pensaba en la juventud sino en el hom bre m
oderno com o tal, que se m uestra com o un hom bre esencialm ente rebelde y que, por lo
m ism o, está clam ando por educadores que sepan aprovechar todo lo sano de su
rebeldía. Por eso, él siem pre ha m irado con un corazón abierto a los m ovim ientos de
rebeldía, a los m ovim ientos revolucionarios, porque en esa inquietud revolucionaria de
hoy sentía palpitar, a nivel m undial, ese m ism o am biente donde le tocó com enzar a
trabajar en 1912. E l supo distinguir en esa rebeldía de los chiquillos, el anhelo por un m
undo m ejor, m ás justo y m ás libre y su genio fue el de haber sabido captar todo lo
positivo que había en esa rebeldía y construir,a partir de ella,un m undo nuevo.
103
3.E L H O M B R E D E L A F E P R áC T IC A
E N L A D IV IN A P R O V ID E N C IA
n esta época, junto con la capacidad del P. K entenich para captar las inquietudes vitales de
quienes le rodean,lo que m ás sorprende en él,y por eso m e extenderé m ás
104
1914
E ntretanto parece que el buen D ios y m i M adre celestial m e han escogido de tal m odo para ser
instrum ento suyo, que m i débil naturaleza no puede literalm ente sino estrem ecerse.V olo om nibus om nia
todos, a fin de que com o instrum ento de la bienaventurada V irgen, R eina excelentísim a y M
adre m ía am antísim a,gane para C risto a todas las alm as,principalm ente las de los jóvenes).
E sta es la m eta de vida que al parecer m e depara la gracia. P iensa en tu puesto de director espiritual
y de director de la C ongregación de Schoenstatt, y en la com pleja organización externa. P iensa en el
duro trabajo, aunque colm ado de bendiciones, que te exige la dirección de la revista M TA . P iensa en
la gigantesca tarea que descansa sobre tus debilísim os hom bros: lograr ascendiente entre los
estudiantes y ganarlos para un am or fiel a M aría y para un cristianism o m ás profundo.
D ébil de salud, torpe y desm añado m i actuar, consecuencia de educación y nerviosism o; insignificante
i saber, tanto m i form ación general com o clásica. E n resum en, carencia de las condiciones naturales
¿N o es una locura aferrarse a esos planes? ¡Q ué satisfecho y tranquilo podrías vivir, aun
com o buen sacerdote, si conservaras el cargo que estrictam ente te corresponde de director
espiritual y colgaras todo lo dem ás! P odrías cuidar tu salud, enriquecer tus conocim ientos,
desenvolverte m ejor en sociedad…
Y, sin em bargo, si el buen D ios y nuestra M adre C elestial te quieren utilizar com o instrum
ento, al m enos hasta que aparezca otro en escena que sea m ás útil y que pueda seguir
trabajando eficazm ente… H em e aquí,Señor,envíam e donde tú quieras.
(E jercicios E spirituales,1917)
105
3.2.Su gran salto de fe: el 18 de O ctubre del 1914
¿A qué D ios busca ser fiel el P. K entenich? E l trata de ser fiel al D ios de la historia. Por
eso se convierte en un hom bre creador de historia. E l ha repetido innum erables veces,
que el hom bre filial es aquel que se esfuerza por conocer la voluntad de D ios, por abrirse
a ella com o hijo y que, al abrirse a esa voluntad divina, perm ite que la fuerza creadora de
D ios irrum pa, a través suyo, en la historia. Poseyó un gran corazón filial que buscaba
siem pre hacia dónde quería D ios encauzar la historia y se ofrecía com o instrum ento
para cooperar en esa dirección,trabajando así con una fecundidad excepcional.
E n prim er lugar, la propia vida del P adre fundador. D esde niño él sintió ya la inquietud
por un hom bre nuevo y una com unidad nueva. A través de todas sus crisis personales
ha ido conociendo m ejor cóm o han de ser los rasgos de ese hom bre nuevo. Justam
ente al experim entar en su propio corazón los problem as del hom bre actual y el rem
edio para ellos, se da cuenta de que D ios le ha dado la m isión de ayudar a educar a ese
hom bre
106
nuevo. Y a lleva dos años tratando de hacer algo en esa línea, pero todavía no
ve claro cóm o em prender m ás a fondo esta tarea. Pero lleva en sí m ism o
esta gran inquietud que nace de su propia historia, y es ella la que m ás fuertem
ente lo incita a escudriñar el plan de D ios.
Pero le faltaba todavía una señal m ás concreta. A quí aparece algo interesante y típico
en su actuar: aunque él tuviera claras las líneas generales de acción que debería seguir,
no actuaba m ientras no veía una señal concreta. Por ejem plo, si se daba cuenta de que
tal persona, colaboradora suya, no estaba cum pliendo bien su papel y que habría que
cam biarla, esperaba y no lo hacía m ientras no hubiera una señal que le confirm ara que
eso era la voluntad de D ios. M uchas veces actuó así. Sabía cuál era la línea, pero sólo
actuaba cuando estaba seguro de que D ios así lo quería.
Pues bien, a m ediados de 1914, el P. K entenich sentía que con sus jóvenes de la
C ongregación M ariana debía dar pasos concretos en la línea del hom bre nuevo,
pero D ios tenía que indicarle prim ero qué pasos y cuándo debía darlos. Y D ios lo
hace a través de dos hechos o acontecim ientos que ocurren en su vida personal:
confesiones de ustedes, si así lo solicitaban. P ero m e defendí con pies y m anos, consiguiendo finalm ente que
m e dejase en paz.¿Q ué m otivos tuve para ello? N o quería ocuparm e en nada de ustedes para poder dedicar
todo m i tiem po libre y m is fuerzas a los laicos, especialm ente a la conversión de los viejos y em pedernidos
pecadores. Q uería dar caza a los llam ados “corderos pascuales” y m i m ayor alegría sacerdotal la sentía
cuando venía uno de ellos, agobiado por el peso de una vieja carga acum ulada con el correr de los años,de m
odo que el confesionario llegaba a crujir (… )
Y ahora m e han nom brado director espiritual, sin que haya hecho absolutam ente nada para ello. E n
consecuencia, debe ser voluntad de D ios. P or eso acojo esta voluntad firm em ente decidido a cum plir
107
del m odo m ás perfecto m is deberes para con todos y cada uno de ustedes. P or lo tanto, m e pongo
enteram ente a su disposición, con todo lo que soy y tengo, con m i saber y m i ignorancia, con m i
poder y m i im potencia,pero,sobre todo,les pertenece m i corazón.
(A cta de P refundación,27.10.1912)
Se presentan dos hechos que parecen casuales: una revista y un ofrecim iento. Pero esos
dos hechos le llevan a pensar: ¿no será ésta la señal y el cam ino concreto que D ios m e
uestra para tratar de realizar el ideal del hom bre nuevo y la nueva com unidad en form a
ucho m ás intensa que hasta ahora?
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La guerra es una poderosa m isión popular o –aplicado a nosotros– un curso de ejercicios sum am ente
eficaz.E l resultado de estos ejercicios tiene que ser m ayor,pues el predicador es el m ism o D ios infinito, el m
ejor conocedor del corazón hum ano. La form a en que nos habla no es la palabra sino un acto grandioso, una
acción dram ática, extraordinariam ente im presionante.(… ) C reo firm em ente que cada uno de nosotros debe
luchar, triunfar y asesorar al estado m ayor de guerra y edificar así la historia del m undo. N o som os núm eros
superfluos, condenados a una perezosa inactividad, sino factores esenciales de los cuales depende m ucho. E l
arm a, la espada, aquello con lo que salvarem os la patria es la seria y severa penitencia,la disciplina,el vencim
iento propio: la autosantificación.
L a im portancia que tuvo para el acto del 18 de O ctubre de 1914 el m om ento histórico
que vivía A lem ania, lo m uestra especialm ente la parte final del A cta de Fundación que,
por desgracia, no está traducida (salvo en “B ajo la protección de M aría”). M ás o m enos
tres quintas partes del A cta de Fundación no están traducidas. A llí habla el Padre K
entenich de la guerra. E sa parte no se tradujo por dos m otivos: en prim er lugar, porque
lo que se tradujo es lo esencial, lo nuclear y, en segundo lugar, porque se quiso elim inar
–especialm ente después de la segunda guerra m undial– todo lo que dijera relación con
el nacional-socialism o alem án y con el espíritu de guerra, para que Schoenstatt no
apareciera envuelto en eso.Por eso no se insistió en la necesidad de traducir esta parte.
E l P. K entenich estuvo pensando, durante tres m eses, qué significaba esa revista
con la historia del Santuario de Pom peya y el regalo de la C apillita. T res m eses
enteros –desde el 18 de Julio en que leyó ese artículo, hasta el 18 de O ctubre–
reflexionó sobre la relación que podría tener eso con su anhelo del hom bre nuevo
y de la nueva com unidad y con la historia de la C ongregación M ariana.
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P ero si ustedes quieren saber el origen de este anhelo, m e parece que puedo m anifestarles una
secreta idea predilecta. San P edro, después de haber contem plado la gloria de D ios en el Tabor, exclam ó
arrebatado: ‘¡Q ué bien estam os aquí! ¡H agam os aquí tres tiendas!’. U na y otra vez vienen a m i m ente estas
palabras y m e he preguntado ya m uy a m enudo: ¿A caso no sería posible que la C apillita de nuestra C
ongregación al m ism o tiem po llegue a ser nuestro Tabor, donde se m anifieste la gloria de M aría? Sin duda
alguna no podríam os realizar una acción apostólica m ás grande, ni dejar a nuestros sucesores una herencia m
ás preciosa que inducir a nuestra Señora y Soberana a que erija aquí su trono de m anera especial, que reparta
sus tesoros y obre m ilagros de gracia. Sospecharán lo que pretendo: quisiera convertir este lugar en un lugar de
peregrinación, en un lugar de gracia, para nuestra casa y toda la P rovincia alem ana y quizás m ás allá.(… )
(A cta de F undación,18,10.1914)
P .Jacob R em
C uando estalló la guerra, sintió que ésta traía consigo una aceleración de la historia y que,
por lo tanto, no cabía duda de que D ios quería que, tam bién ellos, aceleraran sus esfuerzos
por la santidad. Por eso se propuso em peñar todas sus fuerzas en la form ación del hom bre
nuevo, pues vendrían m om entos dificilísim os para la patria y no se podría estar a la altura
de las exigencias de la historia, si no se poseía un espíritu m ayor aún que el cultivado hasta
entonces. E l sabe que los jóvenes tendrán que partir a la guerra y que, si no los form a m ás
intensam ente, no podrán resistir la vida de soldados y de trincheras.
110
A dem ás, tom a conciencia de que, com o alem anes, ellos han de dar tam bién su
aporte al m om ento que vive la patria. Y , ¿cuál puede ser este aporte? T odo esto le
va confirm ando en la convicción de que D ios quiere la A lianza de A m or en el
Santuario. L a historia se está acelerando y por eso él da la respuesta que D ios le
pide: su program a del 18 de O ctubre de 1914 que él titula “aceleración de nuestra
santificación y conversión de esta C apillita en un lugar de gracias”. A la aceleración
de la historia responde con una aceleración de la santidad y de la gracia.
E l P. K entenich no sólo posee una gran sensibilidad para captar lo que D ios quiere y
para transm itir, debido a eso, una fuerza inm ensa, la fuerza divina creadora de
historia que pasa a través suyo, sino que tam bién se preocupa continuam ente, con
una preocupación casi escrupulosa, por asegurarse de que lo que él ha creído captar
del plan divino, verdaderam ente corresponda a este plan. Por eso, no sólo se
esfuerza por descubrir el querer divino y por encauzar a los m uchachos en esa
dirección, sino tam bién por com probar que realm ente D ios así lo quería.
Y ¿cóm o lo prueba? R etirándose. C uando él cree que D ios quiere algo, lanza la
idea y después se retira, entonces saldrá adelante, tendrá fecundidad. Si era sólo idea
hum ana, se derrum bará. Por ejem plo, en relación al 18 de O ctubre, él da la plática y
no vuelve a m encionarla. L os jóvenes no se dieron cuenta de la im portancia de esa
plática; la tom aron com o una m ás. A lgunos intuyeron que allí había algo nuevo. Por
ejem plo, José E ngling y otros em pezaron a vivir en el sentido de la A lianza de A m
or y del C apital de G racias. Pero el Padre fundador no volvió a referirse a ella. L a
plática se publicó por prim era vez en 1919, en la revista M T A que editaban los
estudiantes, sin m ayores com entarios. Y sólo alrededor de los años 1924-1925, el P.
K entenich relata, por vez prim era, el A cta de Fundación, su génesis y la im portancia
que tuvo. A ntes nadie se había dado cuenta de ello y se sigue hablando de la C
ongregación M ariana durante m uchos años. N o se tenía conciencia de que el 18 de
O ctubre de 1914 había nacido algo nuevo.
C ada pueblo –lo digo pensando ahora en nuestros coherm anos holandeses– debe tom ar el A cta de
F undación de acuerdo a su propia receptividad. C ada palabra del A cta es com o si fuese dicha para
ellos m ism os.La M adre y R eina tres veces
112
A dm irable quiere form ar y educar a aquellos que se entregan y consagran a ella, de tal m odo que su
propio pueblo llegue a estar a la cabeza del viejo m undo. E n últim o térm ino, a la cabeza del m undo,
en relación a la perfección religioso-m oral.
¿C uándo contó todo esto el Padre fundador? C uando la vida m ostró que él no se había
engañado. E l sem bró la sem illa y dejó que creciera en el corazón de los jóvenes. A hí
fue palpando si él estaba o no en la “onda de D ios”. Y , sobre todo, a través de lo que vio
en José E ngling, se dio cuenta de que todo lo que él pidió en esa plática, que todo lo que
él propuso, realm ente estaba en el plan de D ios. José E ngling y otros lo habían ido
viviendo y D ios los había bendecido con una inusitada fecundidad sobrenatural. E sa era
la prueba. E ste m étodo del P. K entenich para com probar si él ha acertado o no al
interpretar la “ley de la puerta abierta”, es lo que él llam a la “ley de la resultante
creadora”.Si hay fecundidad divina se prueba que hubo tam bién un querer divino.
113
O tro ejem plo: H oerde. E n 1919 nace oficialm ente el M ovim iento, después de la
guerra. L os congregantes que volvieron de la guerra y aquellos nuevos m iem bros que
habían sido conquistados durante ella, se reúnen en H oerde, un barrio de la ciudad de D
ortm und y fundan el M ovim iento, ya no com o la C ongregación M ariana de un colegio,
de un Sem inario M enor determ inado, sino com o un M ovim iento a nivel nacional en A
lem ania. Se habían preparado bastante para este m om ento y el P. K entenich conversó
m ucho con ellos. E llos parten hacia H oerde y lo esperan. E l Padre ha prom etido ir.
Pero cuando están reunidos allá, llega un telegram a del Padre avisándoles que no va. C
onscientem ente él había tom ado esta resolución. H abía llegado un m om ento decisivo,
él ya les había m ostrado a los jóvenes la línea que pensaba que correspondía seguir,
pero cuando llega el m om ento de tom ar la decisión final y de organizar el M ovim iento,
dice: N o voy. Q uiero estar seguro de haber captado la onda de D ios. L es di m is ideas y
ciertas orientaciones. A hora, que ellos decidan. Si deciden en la m ism a línea, quiere
decir que yo había captado el plan de D ios; si deciden distinto, entonces no… A sí, el
Padre siem pre está dejando que sea D ios quien conduzca las cosas. Por eso es tan
fecundo y creador de historia.
E l 20 de E nero de 1942 se repite igual cosa. T oda la Fam ilia está m oviéndose
para lograr que el Padre sea dispensado de ir al cam po de concentración a causa
de su m ala salud. Pero él se niega a intervenir. Q uiere que sea D ios quien dirija
las cosas. Siem pre está viva en él esta preocupación por asegurarse de que está
en la “onda de D ios” y no guiarse por intervenciones hum anas.
E l Padre Fundador siem pre se esforzó en transm itir en la onda de D ios. Por
eso es fecundo y es capaz de arriesgarse.
114
C uando en el desarrollo histórico del M ovim iento se reconoce la inconfundible dirección de la m ano
paternal de D ios, se trabaja en esta gran obra con un coraje intrépido y con una firm eza
inquebrantable.
(P lática en 1922)
115
3.4.L a aprobación de la m isión de V icente P allotti
E n 1915, cuando ya se habían acum ulado las protestas y críticas de los dem ás
profesores contra los nuevos m étodos de educación del P. K entenich, el m aestro
de novicios de los Pallottinos em pieza a recibir jóvenes form ados en el espíritu del
P. K entenich, que siem pre tienden hacia él y que traen una m entalidad diferente,
se siente m olesto y reclam a por ello. L lega el Padre general de los Padres
Pallottinos en visita al Sem inario M enor y le solicita al P. K entenich term inar con
su “experim ento”. L e dice que se trata de algo dem asiado nuevo y que él, com o
G eneral, no puede responsabilizarse por eso ante V icente Pallotti, su fundador. E
l P. K entenich le contesta que él asum e dicha responsabilidad.
D espués contó que dijo esto sin tener ninguna idea concreta de cóm o su obra se
relacionaba con V icente Pallotti, ya que se le conocía poco en ese m om ento, en
la Sociedad de los Pallottinos. Pero el Padre fundador no dudó en contraer ese
com prom iso pues se decía: D urante estos tres años m e he esforzado por seguir
siem pre la voluntad de D ios y no la m ía. D ios no se contradice, y si él ha hecho
surgir todo esto, que lleva tan claram ente su sello y su espíritu, en la com unidad
de los Pallottinos, es porque estará de acuerdo con el espíritu de Pallotti…
Pallotti quería un tipo de hom bre m ariano y un tipo de hom bre libre, ya que no dio votos
a su com unidad, y quería que la m agnanim idad y el idealism o fueran sus fuerzas im
pulsoras. Pero, en Pallotti el P. K entenich descubre algo nuevo: Pallotti había soñado con
una organización apostólica universal, con regalar a la Iglesia entera un nuevo tipo de
estructura apostólica, que abarcara el m undo entero y que le ayudara a cum plir su tarea
en los nuevos tiem pos. A nte este descubrim iento, él se da cuenta de que Schoenstatt
no sólo no contradice la línea de Pallotti, sino de que D ios lo ha hecho surgir,precisam
ente para que haga suya la idea de Pallotti y ayude a realizarla.
E sto sucedió en el año 1916, cuando Schoenstatt estaba constituido por un grupo de 40
el P. K entenich le escribe al
prefecto de
de la
idea
de
Pallotti y
expresándole
va
surgir esa
116
“C onfederación A postólica U niversal” con que soñó Pallotti. E n esa época,
contando sólo con ese grupo de adolescentes, es capaz de creer que de ellos
surgirá una organización de carácter m undial, para ayudar a la Iglesia a cum
plir su m isión en estos tiem pos.
Y tam bién en esa época, apenas a dos años de sellada la A lianza de A m or, los
jóvenes creen que no sólo van a renovar su patria –según el paralelo lngolstadt –
Schoen-statt– sino que tienen una m isión para la Iglesia entera. E l P. K entenich
se atreve a cultivar esas ideas “locas” en esos m uchachos, porque está seguro de
haber captado un plan de D ios. Se dice: D ios m e ha com probado que estoy en
su onda, por lo tanto, de aquí va a surgir algo grande y no es locura hum ana.
Junto con los ejem plos que m uestran cóm o se esfuerza el P. K entenich por com probar si
está o no en la onda de D ios –porque sabe que allí está la garantía de la fecundidad– es
interesante observar tam bién el respeto que él tiene frente a las dem ás personas. Y a vim os
cóm o deja solos a los m uchachos en m om entos decisivos y cóm o se preocupa de no
forzar la vida. D urante todo este tiem po, él tiene tam bién, com o principio, no llam ar
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nunca a nadie a conversar con él. L es habla a los jóvenes cuando tienen reunión y
cuando ellos –por propia iniciativa– van a hablar con él,cuando ellos le buscan.
M uchas veces, cuando José E ngling era jefe de la C ongregación, le hubiera gustado
conversar con él pero nunca lo m andó llam ar, porque no quería intervenir m ás allá
de los deseos de D ios. C uando se da cuenta de que era conveniente hablar con él, le
reza al ángel de la guarda de José E ngling para que se lo traiga, para que despierte
en el corazón de José E ngling el deseo de conversar con él. Si éste venía, quería
decir que su oración fue escuchada y que estaba así en el plan de D ios. Pero nunca
anduvo tras él, para obligarlo a sus ideas. E l P. K entenich es un hom bre increíblem
ente respetuoso de la libertad de los otros y, cuando quiere m over a otros, trata de
hacerlo por vías sobrenaturales, asegurándose así que ello corresponde al deseo de
D ios, que va a ser fecundo en su trabajo porque lo realiza en conjunto con D ios y que
no es él quien está inculcando a otros sus propias ideas.
José E ngling
E l P. K entenich es tan fecundo en todo este tiem po no sólo porque trata de discernir
el plan de D ios y de com probar que realm ente lo ha captado, sino tam bién porque
se esfuerza en em plear los m ism os m étodos de D ios. T iene m uy claro lo que dijim
os en la prim era charla, es decir, que D ios gobierna al m undo por causas segundas
y transm ite su vida divina a las criaturas por m edio de las personas hum anas. E l
sabe que D ios lo escogió com o instrum ento para transm itir vida, pero está
consciente de que no será fecundo si no actúa com o D ios actúa. Y por eso, así com
o D ios se sirve de él para guiar a los jóvenes, com prende que ha de im itar a D ios y
guiar a los jóvenes sirviéndose de otros jóvenes. C opiando a D ios, im ita la m anera
cóm o D ios dirige al m undo y la aplica a la conducción de su com unidad o de su fam
ilia. D e allí deduce el principio: dirección o gobierno a través de jefes. Porque ha visto
que D ios actúa así, que D ios escoge a unos para dirigir a través de ellos a otros, él
se preocupa especialm ente de form ar a sus jefes y de dejar que sean ellos quienes
conduzcan a los dem ás. E sto es, tam bién, una garantía para él de que no está im
poniendo sus ideas, sino de que está surgiendo la vida que D ios quiere.
E l P. M enningen cuenta, por ejem plo, que él, al darse cuenta de que en torno al
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Santuario sucedía algo especial, quiso averiguar el asunto. E l era m enor y por eso no
había estado en la plática del 18 de O ctubre. Pero com ienza a darse cuenta de que los
alum nos de los cursos superiores visitaban con m ucha frecuencia la C apillita. U n día
descubre una caja con papelitos y, cierta vez, habiéndose quedado solo, leyó todos esos
papelitos. A llí ve que los jóvenes ofrecen sacrificios y otras cosas a la V irgen y todo eso
le llam a fuertem ente la atención. E ntonces, va donde el P. K entenich y le pregunta qué
es lo que está sucediendo y le cuenta lo que ha visto. E l lo m anda donde José E ngling,
pues no quiere ser él quien responda a sus preguntas. E l tenía sus ideas bien claras,
creía que D ios deseaba lo que estaba pasando, pero quería estar bien seguro de que no
era una m era idea suya.Por eso lo rem ite a José E ngling,para que él le explique.
E l P. M enningen dice que para él esto significó una gran desilusión, porque José E
ngling era una persona m uy poco atrayente: un hom bre grandote, agachado, que tenía la
“lengua torpe” para hablar, porque venía de una zona de A lem ania conocida por su difícil
pronunciación. T odos se reían de él porque no sólo hablaba com o “cam pesino”, sino
porque no podía pronunciar bien algunas letras y palabras. T am bién era poco ágil para
correr y, en los juegos, por ejem plo en ése donde le tiran la pelota al otro y lo “quem
an”,siem pre era la víctim a,por la torpeza de sus m ovim ientos y su porte grande.
D espués de esto, cuenta el P. M enningen, que su gran pensam iento era: cóm o llegar otra
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vez donde ese padre espiritual. N uevam ente le preguntó a ese com pañero repetidor y
recibió com o respuesta: al Padre espiritual se puede ir porque se siente nostalgia o por
dudas de fe. L o prim ero ya había sucedido, entonces, ¿cóm o podría llegar a tener
dudas de fe? U n día en la m esa, escuchó una conversación entre José E ngling, H ans
W orm er, A lfonso H offm an y el P. K lem ent sobre la presencia de C risto en la E
ucaristía, y de ahí “sacó su duda de fe”. E se m ism o día pidió perm iso y fue a ver al P. K
entenich. E l lo recibió cariñosam ente, lo saludó y le preguntó qué tenía en el corazón. E l
P. M enningen le contestó: “Padre, tengo una duda de fe”. –“¿Y qué duda de fe tienes? V
en, siéntate y cuéntam e tu duda de fe”. “¡E so era justo lo que yo quería!”, se dice el P. M
enningen. E ntonces él dijo: “Padre, la presencia de C risto en la hostia va contra las leyes
de la naturaleza”. E l P. K entenich se sonrió y se dio cuenta de inm ediato que su visita a
él era porque se sentía solo,porque echaba de m enos su casa,y le dijo: “D im e,¿sabes tú
qué es una ley de la naturaleza?”. “N o”, le contestó el P. M enningen, “pero está en
contra”. E ntonces el P. K entenich le explicó con algunos ejem plos lo que era una ley de
la naturaleza y cóm o no tenía nada que ver con la presencia de C risto en la E ucaristía.
Y entonces, cuenta el P. M enningen, antes de que lo m andara afuera porque ya estaba
solucionada su duda de fe, le preguntó por la cruzada de renovación del m undo que él
había predicado en su parroquia. E l P. K entenich le dijo que justam ente para eso tenía
que aplicarse, estudiar los diferentes ram os, prepararse bien al sacerdocio y entonces, m
ás tarde,él podría usarlo cuando com enzaran esa gran cruzada…
B ueno, el hecho es que el P. M enningen se había sentido siem pre m uy atraído por
el P. K entenich y cuando va a preguntarle lo que está pasando y él lo m anda donde
José E ngling se siente inm ensam ente desilusionado. T uvo deseos de no
preguntarle nada a ese “lerdo grandote”, pero obedeció y fue. M ás tarde contó que
esa conversación con José E ngling fue una de las im presiones m ás grandes de su
vida al sentir con qué am or le habló de la V irgen. D espués, siem pre le agradeció al
Padre fundador que lo hubiera m andado donde José E ngling. Y se propuso no perm
itir nunca m ás que alguien se riera en su presencia de su nuevo am igo.
E l P. K entenich siem pre trataba de dirigir a través de los jefes, porque así lo
hacía D ios y porque era la m ejor garantía de que no estaba im poniendo su
propia voluntad, ya que tam bién estaban cooperando otras iniciativas. A dem
ás, así daba a los jóvenes oportunidad de m adurar.
120
autoridad tiene que ser fuerte; ha de tener poder, pero el poder no ha de usarlo para m
andar y sofocar la libertad, sino para estim ularla. Por eso, desde un com ienzo, tiene
no estam os por el
tiene que tenerla. T odos los hom bres han de aprender, librem ente, a obedecer,
para poder vivir en sociedad. L a historia ha dem ostrado que no puede existir una
sociedad organizada sin una autoridad fuerte, sin una autoridad concebida a im
agen de la de D ios. Pero, para que esa autoridad sea fecunda y servidora de la
vida, tiene que usar sus poderes y sus fuerzas en favor de la libertad.
C onversando con los jóvenes, el P. K entenich les form ula su principio básico de
estructuración social. E n esa época lo expresó así: “m áxim a centralización para una
m áxim a descentralización”.E s decir,él quiere una autoridad fuerte,con derechos
claros, que pueda m andar eficazm ente –porque de otro m odo vendría la anarquía–
pero que use todo su poder para estim ular la libertad y las iniciativas de los dem ás.
121
tom e por m ayoría de votos. L os jefes no están de acuerdo y sostienen la opinión de
que las decisiones im portantes han de tom arlas los jefes y que la com unidad ha de
aprender a confiar en ellos, porque los jefes no van a ser unos dictadores sino
personas responsables, que necesitan de ciertos derechos que les ayuden a servir m
ejor a los dem ás.Pero se aprueba la m oción prim era,la de la línea dem ocrática total.
Y esto se graba a sangre y fuego en el alm a de todos los jóvenes y sobre todo
después de esta discusión. E sos jóvenes de 15 y 16 años ya sabían claram ente que
una sociedad, que cualquier grupo hum ano, no puede crecer sano si no cuenta con
una autoridad fuerte que em plee su poder para servir a la libertad de los dem ás.
E sto es im portante para nosotros pues m uchas veces, al escuchar que Schoenstatt
quiere form ar com unidades de tipo “fam iliar”, podem os caer en el error de pensar
que lo “fam iliar” significa algo “suelto”, m edio “al lote”, “a lo am igo”. C uando el P. K
entenich habla de “fam iliar”, supone tam bién un am biente de espontaneidad, pero no
sólo eso. E l quiere fam ilias fuertes, fecundas, capaces de vencer y m oldear la
historia. Y para eso, estas com unidades fam iliares necesitan autoridades claras y
con derechos definidos. Por eso, en Schoenstatt se exige que cada grupo tenga un
jefe. D e otro m odo, una com unidad no se form a debidam ente.
122
4.L A E X P E R IE N C IA Q U E SU S H IJO S V
A N T E N IE N D O D E SU P A T E R N ID A D
123
4.1.L a actitud filial de los jóvenes
n todo este tiem po,el P.K entenich se com prom ete con su gente y los jóvenes
sacerdotes. E l, sin pensar que está siendo padre, ejerce su paternidad porque trata de ser fiel
a D ios; y los m uchachos se van convirtiendo en sus hijos,tam bién sin darse cuenta.
L os prim eros en descubrirlo son los que parten a la guerra, en concreto José E
ngling. José E ngling estuvo un tiem po, acam pando con su regim iento, en una zona
donde había varios schoenstattianos quienes deciden tener una reunión con el
párroco del lugar. T ratan de hacerla según el m ism o estilo a que están acostum
brados en la C ongregación M ariana, pero no lo consiguen en absoluto. E n prim er
lugar, porque el párroco cree que tener una reunión significa que él debe dar una
clase y no deja hablar a los jóvenes. L es im parte órdenes, les im pone cosas que
cree que les van a servir. E s un m étodo totalm ente diferente. Y entonces em piezan
a darse cuenta de lo que es el P. K entenich, de la form a tan original en que los trata
y del estilo que se ha ido creando entre ellos y que no tiene nada que ver con lo que
se practica en otras partes. A hí van com prendiendo la originalidad del P.K entenich.
124
propósitos. T odas estas cosas habían sido asum idas librem ente por José E ngling. E l P. K
entenich no las im puso. E l no im puso el horario espiritual, ni el exam en particular; tan sólo
proponía diversas form as espirituales que fueron brotando en los m ism os jóvenes. Sólo
cuando él constató que todas estas cosas iban en la línea del hom bre nuevo, que producían
frutos provechosos y que se estaban probando en la vida de los jóvenes, entonces las fue
proponiendo a otros. Pero el prom otor y propulsor del horario espiritual no fue el P.K entenich
directam ente sino José E ngling bajo su conducción,quien em pezó con algo así en el m es
de M ayo de 1915, juntando contribuciones al C apital de G racias bajo los sím bolos de un
ram illete espiritual, ofrecido a la M adre tres veces A dm irable. T odas las form as concretas
de nuestra ascética fueron naciendo de los jóvenes y del P. K entenich,en cuanto captaba lo
que allí había de valioso,lo estim ulaba y extendía.
Pero volvam os a José E ngling y a sus naipes. A causa de ellos tiene un gran fracaso. Por
entregarse apasionadam ente a los naipes, siente la experiencia de su pequeñez hum ana, de
su infidelidad a la V irgen y, arrepentido, le escribe una carta al P. K entenich desde el
pueblecito francés, R em onville. E s el prim er docum ento en la historia de Schoenstat donde
se ve que alguien entrega su corazón al P. K entenich com o un verdadero hijo. José E ngling
no le habla en esa carta al gran jefe espiritual de la C ongregación, sino a un padre a
quien,con gran intim idad,pide perdón,com o un hijo a su padre.
L a obra que ha surgido aquí es, al m ism o tiem po, obra de todos los que han colaborado
conm igo. N o se puede pensar en m í sin pensar en ustedes. L a obra entera no se puede
explicar sin su profunda ayuda y cooperación personal.(… )
125
decisivo la pequeñez de los instrum entos que construyeron la Fam ilia. A quí uno puede
preguntarse: ¿Podrem os hablar realm ente de “pequeñez hum ana” de los instrum entos
viendo la personalidad excepcional de ese gran profeta que sacó adelante el M ovim
iento? Pero, al dar ese argum ento, el P. K entenich piensa especialm ente en su propia
historia personal y en los jóvenes, porque él no hubiera hecho nada sin ellos. L a
genialidad del P. K entenich está en su capacidad para ir despertando vida a partir de los
otros. Si él no tiene ante sí un “partner”, un colaborador, no puede actuar. E l necesita
actuar en alianza con D ios y con los hom bres. Por eso sintió m uy hondam ente que todo
Schoenstatt había nacido de los jóvenes, que ellos eran realm ente fundadores. L os
jóvenes tam bién lo sienten así, pero saben que es el P. K entenich quien los ha ido
guiando. Y , m utuam ente, los jóvenes y él se van transform ando en hijos y en padre
respectivam ente,ayudándose unos a otros.
A yer en la tarde, uno de los antiguos, recordando el tiem po de la guerra, m encionaba que yo ya
entonces debía haber tenido un corazón cálido, pues m e preocupaba, sin hacerlo notar, de todo tipo
de detalles: de un gorro, de un chaleco de lana, etc. Y es verdad; para la juventud de entonces, se
despertó en m i corazón una gran calidez. P ero este desarrollo continuó, abarcando a todas las
personas que D ios m e ha confiado y que m e han requerido.
E n esta época, el P. K entenich tam bién pasa por pruebas grandes, por enferm edades
graves.E stuvo al borde de la m uerte,otra vez por causa de su bronquitis y del pulm ón.
126
com portam ientos de sacerdotes que no le agradaron. T am bién puede ser que haya
presenciado fracasos o caídas de sacerdotes. E l hecho es que se dio cuenta de que el
sacerdote no puede darse com o cam arada frente a la m ujer, que lo estropea todo si se
com porta com o sim ple com pañero frente a ella, situándose en un nivel horizontal, en un
nivel que no le corresponde. E l sacerdote tiene que ser un representante de C risto, en el
fondo, un padre. Por eso él se propuso no trabajar con m ujeres hasta no estar firm e en
su personalidad paternal. Probablem ente no lo form uló así, usando la palabra “paternal”
pero ése era el sentido. Y a desde su tiem po de estudiante, él se había propuesto, de
acuerdo a lo establecido en el D erecho C anónico, no trabajar directam ente –excluidas
las confesiones o cosas generales– com o director espiritual de m ujeres, hasta no cum
plir los 35 años, es decir, hasta 1920. B uscaba así tam bién un seguro hum ano que le
diera la garantía de ser ya un hom bre m aduro, capaz de tener un trato paternal con las
m ujeres que se le acercaran.Y lo cum plió al pie de la letra.
G ertraud G räfin von B ullion
D espués de la guerra com ienzan a llegar a Schoenstatt las prim eras m ujeres, que
conocieron el M ovim iento por los m ism os jóvenes soldados. G ertrudis von B ullion,
una enferm era, quedó im presionada ante la santidad y la seriedad con que los
jóvenes congregantes vivían su cristianism o, y viene a Schoenstatt buscando al
fundador. A l principio, el P. K entenich no quiere dirigirla, pues todavía no ha expirado
el plazo que se fijó.Por eso la recom ienda al P.K olb,que tenía m ás edad.
U n poco después de 1920, se deja crecer barba y lo hace por un triple m otivo: en prim er
lugar, porque en la com unidad de los Padres Pallottinos se usaba corrientem ente la barba. E
ra una com unidad m isionera y los padres que iban a Á frica norm alm ente usaban barba. E
sto no era algo extraordinario o exótico, sino m uy corriente. A dem ás, la barba le ofrecía
cierta protección para su perm anente bronquitis, al preservar su cuello del frío. Pero tam bién,
piensa que la barba puede darle una apariencia m ás m adura, m ás paternal,
127
lo que facilitará el trato con las m ujeres, de m anera que ellas lo sientan realm ente com o
un transparente de D ios y no en prim er lugar com o un am igo o un com pañero.
S iento que, tarde o tem prano, es m i deber descorrer el velo que cubre el m isterio de m i alm a. La
F am ilia tiene derecho a ello, en tanto y en cuanto todo el M ovim iento, en sus características y dim
ensiones espirituales propias, es una prolongación de m i propio yo. D ebo agregar, por cierto, que
esto fue así, sólo en tanto yo m ism o constantem ente acogí y elaboré creadoram ente en m í el rostro
interior y espiritual de m is colaboradores, de tal m odo que aquí se puede constatar una singular
biunidad espiritual.
R ecién en 1919 tom é conciencia de cuán original era el m undo que lentam ente había surgido y se
había form ado en m í. E ntonces dicté los prim eros cursos de introducción a Schoenstatt para un puñado de
estudiantes, particularm ente de teología. Lo que expuse sin ninguna preparación especial -casi espontáneam ente- lo
encontraron tan extraordinariam ente novedoso, en su contenido y form a, en la visión profunda y am plia,en su
actualidad presente y su perspectiva futura,que efectivam ente yo m ism o por prim era vez pude ver tan claro lo
novedoso y poco com ún del m undo que vivía y actuaba en m í.(… )
(E studio,1960)
E ntre 1919 y 1921 hubo una jornada con jóvenes que tam bién para él fue m uy im
portante. L es dio una charla sobre algunos puntos que veía com o cosas
evidentes – pues los había pensado desde niño– y tuvo un éxito inm enso. E sto
significó para él una confirm ación de que ese m undo que llevaba en su interior
era la respuesta que anhelaban los hom bres de hoy,especialm ente los jóvenes.
E l P. K entenich fue tom ando cada vez m ás conciencia de sí m ism o. Y tam bién los
jóvenes fueron tom ando conciencia de lo que era él. Y uno y otros van tom ando
conciencia de que Schoenstatt y el Padre fundador son inseparables. Sobre todo, él va
128
sintiendo que Schoenstatt y todo lo que ha ido surgiendo desde 1912, son com
o una proyección interior de su propio yo.
H ay una anécdota que es de un tiem po posterior, pero que se refiere a esto. Fue en el
año 1928, cuando ya se conocía la plática del 18 de O ctubre com o A cta de Fundación.
L os A sesores del M ovim iento vivían en la C asa de E jercicios, en Schoenstatt, y se
reunían a m enudo con el P. K entenich. U na vez, estando sentados a la m esa, el P. M
enningen, que ya se había incorporado al grupo com o asesor de los jóvenes y que era el
m enor de los allí presentes,le preguntó repentinam ente cóm o había llegado a descubrir
el plan de D ios que le condujo al 18 de O ctubre. Por prim era vez, cuenta entonces el P.
K entenich los m otivos que le llevaron a proponer a los jóvenes las ideas contenidas en
esa plática. D espués cuando se levantaron de la m esa y salieron, el P. K olb –que era el
m ás antiguo y a quien ya conocem os por haber ayudado al P. K entenich para que fuera
aceptado a la profesión en 1909– detuvo al P. M enningen y le llam ó la atención por la
ocurrencia de haber preguntado tal cosa al P. K entenich. R azón de este reto era que él
consideraba que todo lo que sucede en el alm a de un hom bre debe ser un secreto
sagrado entre esa persona y D ios. Y él, el m ás joven de todos, se había tom ado la
atribución de preguntar públicam ente al Padre fundador lo que pasó en su alm a el 18 de
O ctubre. E l P. M enningen se preocupó, pues había llegado recién a ese círculo, y el P.
K olb era una persona m adura y venerable. C om o tenía confianza con el P. K entenich,
fue donde él y le preguntó si realm ente había sido irrespetuoso al hacerle esa pregunta
en público. E l P. K entenich le contestó que de ninguna m anera, que su alm a no tenía
secretos para la Fam ilia,porque Schoenstatt y él eran una sola cosa.
E s cierto, yo celebro m i jubileo con ustedes. P ienso en todos los que han trabajado conm igo durante
estos veinticinco años. Sí, los he invitado a celebrar su jubileo. ¿N o es cierto que con el tiem po se ha
llegado a realizar lo que D ios había previsto desde toda eternidad? N o sé si existe, en la época actual, otra
com unidad com o la nuestra en la cual el destino de sus dirigentes esté tan estrecham ente vinculado con
el destino del director de la F am ilia com o sucede entre nosotros. Y lo que D ios ha unido no debe
separarlo el hom bre: Q uod D eus iunxit hom o non separet.(… )
La obra que ha surgido aquí es, al m ism o tiem po, obra de todos los que han colaborado conm igo. N
o se puede pensar en m í sin pensar en ustedes. La obra entera no se puede explicar sin su profunda
ayuda y cooperación personal.(… )
P ienso en todos los que, en el transcurso de estos 25 años, o en gran parte de ellos, han unido su destino
con el m ío. Lo repito una vez m ás: busquen ustedes en la actualidad una segunda com unidad donde ésta
haya llegado a ser tanto espíritu del espíritu y carne de la carne de cada uno de sus m iem bros com o entre
nosotros. ¿O estoy exagerando? (… ) N o, ésta es m i convicción: toda la obra que ha surgido es,en igual
form a,tanto obra de ustedes com o m ía.(… )
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P ara la gran m ayoría sus destinos estuvieron, durante decenios, unidos al m ío. C reo no equivocarm e
al afirm ar que el llam ado a Schoenstatt estuvo notoriam ente vinculado a un prim er encuentro
personal. Les agradecería si luego confirm asen estas afirm aciones, porque m e im porta m ucho que
nos sintam os interiorm ente entrelazados unos con otros, tal com o lo ha querido el D ios U no y Trino
desde la eternidad: Q uod D eus iunxit hom o non separet. N uestra fidelidad recíproca se hará tanto m
ás profunda y vigorosa cuanto m ás claram ente percibam os la form a singular en que D ios ha
entrelazado la vida y el destino de cada uno. Y bien, ¿dónde y cuándo ocurrieron esos encuentros?
Sería una falta de tacto si tan públicam ente se descorrieran los velos de tantos secretos. Si pienso en la
prim era generación, en todos los que actualm ente, en form a inm ediata, colaboran conm igo, es
evidente que su entrega filial encontró una respuesta en m i vida y que toda su vida está unida con m i
pensar y querer.(… ) Toda la obra –a la que ahora contem plam os con adm iración– creció a partir de
este trabajo personal y com unitario,íntim am ente solidario.(… )
D ebo confesarles que ustedes m ism os han ejercido una influencia extraordinariam ente
fuerte en m i propio desarrollo personal.(… ) E l libro que leo es el libro del tiem po, el libro de
la vida y el libro de la santidad de sus alm as. Si ustedes no m e hubiesen abierto sus alm as
tan francam ente, nunca se hubiera alcanzado la m ayoría de nuestras conquistas espirituales.
E sto no se aprende en libros, únicam ente se puede aprender de la vida.(… )
C uanto m ás fuim os conducidos a la Santísim a V irgen, tanto m ás fuertem ente ella nos condujo a
C risto y, en C risto, al P adre… ¿Q ué necesita m ás la época actual que una corriente del P adre
y una corriente de filialidad? … D esde un com ienzo fue m i ideal conducir a todos ustedes a la M
adre, y ella los tom ó de la m ano y los condujo al P adre. N o olviden: el P adre es siem pre lo últim
o, lo m ás profundo; el P adre es el principio y el fin de toda la historia de salvación … E n nuestra
m anera de pensar sencilla, que ve siem pre naturaleza y gracia com o un todo, vem os cóm o D
ios cuida de que en nuestro cam ino encontrem os transparentes del P adre D ios. Si la Santísim a
V irgen quiere suscitar desde sus Santuarios una profunda renovación m undial, entonces tiene
que preocuparse tam bién de que los transparentes del P adre D ios, que el padre hum ano com o
reflejo del P adre E terno, sea nuevam ente el punto de reposo aquí en la tierra… P arece ser una
de las tareas m ás esenciales de la M adre y R eina tres veces A dm irable de Schoenstatt crear,
desde sus Santuarios, esta doble corriente patrocéntrica. D esde hace años venim os diciendo que
uno de los m ensajes nucleares de Schoenstatt es el m ensaje de D ios P adre, es el m ensaje de
su im agen terrena, del transparente de D ios, y éste com o el m edio m ás im portante y vital para
que se dé en form a viva y eficaz una profunda e íntim a filialidad frente al P adre D ios…
C risto declara ; “H e m anifestado tu N om bre a los m íos… ” ¿Saben qué nom bre es? E s el nom bre del P
adre que hoy ya no suena m ás. ¡C uántos m illones de hom bres ya no tienen padre! ¿C óm o suena hoy
130
la palabra padre? M illones y m illones de hom bres no tienen idea de los rasgos paternales de D
ios, porque nunca han percibido el reflejo de este D ios, estos rasgos paternales, en su padre hum
ano. U stedes saben cuán profundam ente im pulsado m e he sentido a sacrificarlo todo para que
se tornara realidad este orden salvífico de D ios. C om o ustedes saben, esto sucedió incluso
donde hubo que chocar con costum bres tradicionales y donde se tuvo que llegar a prácticas que
no eran usuales … La Santísim a V irgen nos condujo al P adre. E lla nos enseñó a rezar “P adre
nuestro, P adre, te agradezco que m e hayas revelado esto a m í. Te agradezco porque lo has
revelado a los pequeños. Te agradezco que nos hayas revelado a nosotros todo el m undo de la
sencilla filialidad. Te agradecem os porque hem os encontrado al P adre…
(F lorencio V arela,19.3.52)
131
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R ÍO ,A G U A H A C IA E L M A R
eres alegre com o el corderillo que trisca entre las prim eras
hierbas del año,
P.Joaquín A lliende L .
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C A P ÍT U L O T E R C E R O
P A T E R N ID A D C O N SC IE N T E Y
F U E R T E (1926-1942)
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136
TERCERAETAPA
E n 1926 se inicia la etapa que hem os llam ado paternidad consciente y fuerte.
E n prim er lugar, él lee en una revista un artículo sobre el sacerdocio com o paternidad y en
el que se habla del sacerdote com o transparente, com o representante de la paternidad de D
ios. E n ese m om ento, se da cuenta que eso es lo que él ha estado experim entando y
viviendo, que él ha estado siendo padre y que su ideal sacerdotal es un ideal de paternidad. E
s decir, en ese m om ento descubre el nom bre de lo que él ya ha vivido. E ste artículo le m
ueve a reflexionar sobre su historia y sobre todas las experiencias sacerdotales que ha tenido
y que ahora descubre com o experiencias paternales. E sto tam bién le ayuda decisivam ente
a descubrir el rostro de D ios com o Padre. Se dice: L o que yo he estado viviendo es
paternidad. L a relación de los jóvenes conm igo es una relación filial–paternal. L uego toda la
actitud que ellos han tenido frente a m í –con su entrega y su confianza– es sem ejante a la
que hem os de tener nosotros ante D ios. Pero todo esto tam bién quiere decir que el corazón
de D ios siente por nosotros un am or, una preocupación sem ejante a la que yo siento por m
is jóvenes. E ste m om ento es m uy im portante para el P. K entenich, en su encuentro con D
ios com o Padre. Su paternidad ejercida y reconocida com o tal es la que le abre el cam ino al
corazón paternal de D ios.
O tro hecho im portante, y que m arca la culm inación de todo este desarrollo,
ocurre en la N avidad de 1926.
E sto im presionó hondam ente al Padre fundador, porque se dio cuenta que las H erm
anas lo sentían no sólo com o un representante del Padre D ios en el plano espiritual, sino
tam bién, de alguna m anera, com o un verdadero padre, hum ano y espiritual. Para ellas
era evidente que tenían el derecho de pedir su presencia en la noche de N avidad. E l P.
138
K entenich que durante todo este año ha estado reflexionando sobre la paternidad, se
da cuenta que detrás de este incidente hay una voz divina y que D ios lo quiere m ás
padre, no sólo en un plano sobrenatural,sino tam bién m ás cercano hum anam ente.
L a fundación del Instituto de las H erm anas de M aría fue m uy im portante para el
Padre fundador, en cuanto al desarrollo de su paternidad. E l ha dicho que el alm a
fem enina es instintivam ente filial, que vibra m uy fuertem ente con la filialidad. Por
eso, gracias a su trato m ás íntim o con el alm a fem enina, a través del Instituto de
las H erm anas recién fundado, el P. K entenich capta con m ayor claridad la
necesidad de padre que tienen los hom bres, y de un padre que no sólo los oriente
hacia D ios, sino que, tam bién se les entregue con cercanía hum ana.
E l P. K entenich siem pre había estado cercano a los jóvenes y por eso los había
atraído. Pero no había tenido conciencia de que eso fuera paternidad. T am poco tenía
tanta conciencia de la im portancia del calor hum ano de esa paternidad. T odo eso se
le hace m ás claro en el año 1926. Y em pieza así a ejercer una paternidad cada vez
m ás cercana, porque es m ás consciente y tam bién m ás cálida.
Pero, aunque ha com prendido esto frente a la com unidad de las H erm anas,
el P. K entenich piensa todavía lo siguiente: Siem pre he querido que cada com
unidad se dirija a sí m ism a, por lo tanto he de dejarles la m ayor autonom ía
posible y, de acuerdo a m i principio de suscitar jefes, a ellas, com o m ujeres,
las voy a dirigir por m edio de su Superiora G eneral (recién nom brada). E lla
será la m adre de la C om unidad y yo perm aneceré en segundo plano.
Pero el desarrollo entre los años 1926 y 1930 le dem uestra que eso no basta. L as H erm
anas form aban un núcleo m ás íntim o que las otras com unidades dirigidas por él hasta
entonces. L os jóvenes y los sacerdotes nunca habían llegado a ser una com unidad tan
estrecha y tan verdaderam ente fam iliar com o la de las H erm anas. E l Padre fundador se va
dando cuenta que a esta C om unidad, donde el espíritu de Schoenstatt está siendo vivido
con una intensidad hasta ese m om ento no igualada por ninguna otra com unidad, no le
bastaba con tener una m adre, com o representante de la V irgen o de D ios. Porque querían
ser verdadera fam ilia, necesitaban tam bién un padre, un padre sacerdotal; así com o la fam
ilia hum ana está constituida por el padre y la m adre. Por eso, él tenía que ser el padre en
form a directa, estando m ucho m ás cerca de las H erm anas, de lo que había creído
necesario en un com ienzo. C om prendió que él no podía ser suficientem ente representado
por la Superiora G eneral y, que por eso, las H erm anas necesariam ente lo buscaban. A
través de todo esto, tam bién advierte que el padre transm ite algo que no puede dar la m
adre. L a m adre puede ser m uy acogedora, pero el padre da una sensación de seguridad m
uy im portante y posee una capacidad de conducir a D ios Padre, de
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representar sensiblem ente ciertos rasgos suyos que la m adre no tiene.
A l com ienzo la Fam ilia le dice al Padre: “H err Pater” (lo que equivale m ás bien a “R
everendo Padre”. A sí se le llam a públicam ente. Sin em bargo, hay docum entos que
atestiguan que, desde un com ienzo, se lo va sintiendo interiorm ente com o verdadero
padre,com o “V ater”,aunque nada de ello salga al exterior.E l padre –hacia afuera–
sigue siendo “H err Pater” en el sentido sacerdotal y la relación filial con él perm anece
m as bien oculta,expresándose fundam entalm ente en la confesión.
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guarda esto en el silencio del corazón. E s algo que no sale a la luz pública; es
algo que se va desarrollando en el interior.
E sta es una de las razones por qué no se habla de esta relación filial–paternal:
porque es algo que los hijos e hijas del Padre van viviendo en su fuero m ás
íntim o y personal. Pero tam bién hay otra cosa: el m ism o P. K entenich no
quiere ponerse en prim er plano, sino reservarle ese lugar a D ios.
E l estudio del P adre M enningen m e trae nuevam ente a la conciencia que no tengo derecho de ver y
tratar m i historia espiritual com o un secreto personal, sino que tengo el deber de considerarla com o
bien com ún de la F am ilia. La razón es que toda la historia de la F am ilia es, según se puede com
probar, una prolongación y repetición de m i propia historia espiritual (… )
D ebe sostenerse com o una especie de dogm a que a lo largo de toda la historia de la F am ilia jam ás aparezco
solo. P or una parte, aparezco solam ente en contacto m uy vital con la Santísim a V irgen, y por otra, en íntim a y
entrañabilísim a vinculación con los m íos. P or eso puedo decir con todo derecho: el “nada sin ti” se refiere en m i
caso no sólo a la Santísim a V irgen sino tam bién a m is seguidores. E n consecuencia, en el sentido indicado,
todo lo que surgió es una obra com ún. N o fue de m anera casual o accidental, o por m eros m otivos tácticos,
que utilicé la vida espiritual de m is seguidores com o fuente de conocim iento y cam po de cultivo. N o, esto siem
pre ocurrió con plena conciencia de un plan divino. Tam poco se trata sólo, o ante todo, de una com unidad de
trabajo o acción. E l fundam ento fue siem pre una am plia com unidad espiritual: un único y peculiar estar
espiritualm ente el uno en el otro, con el otro, para el otro. P or lo tanto, un proceso vital de una extraordinaria
fuerza creadora. D esde el inicio fue así. P or eso, lo que irrum pió en form a elem ental en 1942 y a continuación,
y buscó perpetuarse en el acto filial o de seguim iento, es tan sólo la culm inación de una corriente que fue
creciendo año tras año y al fin arrastró diques y represas. E l ideal de F am ilia ya estaba vivo profundam ente en
nosotros m ucho antes de anunciarlo reflexivam ente.E n sum a: en la historia de la F am ilia no estoy com o
persona individual aislada sino siem pre com o cabeza de la F am ilia. Se podrían enum erar incontables pruebas
de esta íntim a com unión e identificación entre m i historia espiritual y la de la F am ilia.
(B austeine,1955)
141
142
2.U N A P A T E R N ID A D F U E R T E
P ero este hom bre, que se va sintiendo y revelando a sus hijos cada vez m ás com o una
personalidad paternal, aparece tam bién com o un hom bre con m ucha fuerza interior.
C om o m iem bro de la Iglesia com batiente y al igual que ella, Schoenstatt es hijo de la guerra, nació
en la guerra y creció en la guerra. Siem pre estuvo sacudido por la lucha. A sí será y deberá ser siem
pre, si quiere ser fiel a su m isión original.(… )
D e ahí en adelante, D ios habló m ás claram ente a través de las circunstancias. A ño a año su luz
subió m ás y m ás alto. Su rostro brilló m ás claro y radiante en m edio de la historia de la F am ilia y
del tiem po actual.(… )
A sí creció en nosotros una m arcada conciencia histórica, es decir, la convicción de que Schoenstatt tiene
una m isión creadora de historia para la realización de una clara y definida visión de futuro, convicción que
em ana de una profunda interpretación providencialista de la historia. A sí surgió Schoenstatt, así creció, así
se pertrecha para nuevos trabajos, para nuevas luchas, para nuevas victorias.E l hijo de la guerra es un hijo
de la P rovidencia y quiere serlo para siem pre.(… )
D ios, en su bondad y m isericordia, llam ó de esta m anera a Schoenstatt y le ofreció, sin m érito
alguno, esta m isión tan grande. A través del acontecer del tiem po ha develado claram ente su rostro
y sus deseos. Y hum ilde, m agnánim o y lleno de confianza, Schoenstatt le respondió: “ecce adsum ,
m itte m e” (hem e aquí,envíam e).
(C arta de O ctubre,1949)
143
V eam os un poco esta personalidad del P. K entenich com o jefe paternal, com
o jefe profético y visionario.
E l ha com enzado trabajando con jóvenes sem inaristas. D espués de la guerra llegan otros
jóvenes y teólogos. E n la década del 20 se dedica especialm ente al M ovim iento. C uando
éste se funda oficialm ente, en 1919, com o un M ovim iento independiente del Sem inario
pallottino, el P. K entenich deja el Sem inario M enor, deja la fuente de la que nació el M ovim
iento. O tros sacerdotes, form ados en la escuela del Padre fundador, em piezan a ocuparse
de los sem inaristas y él se dedica por entero a trabajar con ese M ovim iento que nace
afuera, consagrando su tiem po especialm ente a los teólogos, a los sacerdotes y a los
profesores. Predica cursos que causan sensación y, poco a poco, se convierte en el
predicador m ás grande de A lem ania. (M e estoy refiriendo a todo el período entre los años
1926 y 1942). C entenas de sacerdotes pasan por los cursos del P. K entenich en la década
del 30. Prácticam ente casi todo el clero alem án fue a Schoenstatt a escucharlo. Q uien no lo
había escuchado por esos años “no estaba en la onda”.
E ra el hom bre de m oda, y lo fue porque en sus retiros supo captar todo lo que
inquietaba a los hom bres de su tiem po.
¿C uál era uno de los grandes tem as que predicaba el Padre fundador a fines de la
década del 20 y com ienzos de la del 30? L os tem as sociales, esos m ism os tem as
que tanto nos inquietan hoy; toda la problem ática derivada de la construcción de una
sociedad nueva. E ntre los años 1928 y 1932, el P. K entenich trata m uy a fondo, por
ejem plo, todos los problem as referentes al capitalism o y al m arxism o. C onoce bien
a M arx; conoce el m arxism o y conoce el liberalism o económ ico y su historia;
conoce la crisis social por la que está pasando A lem ania.E nfoca,desde este punto
de vista,el gran tem a de su vida: el hom bre nuevo en la nueva com unidad.
A fines de la década del 20 y principios de la del 30, A lem ania pasa por una crisis
económ ica y social m uy aguda. E n prim er lugar, es un país que ha perdido una
guerra. A fines de la Prim era G uerra ya había habido una revolución socialista que
falló. E l partido socialista y el m arxism o eran sum am ente fuertes. L a situación de
los obreros era lastim osa. A dem ás, al term inar la década del 20, viene una deflación
a nivel m undial, que repercute fuertem ente en A lem ania. E n 1931, hay en A lem
ania alrededor de cinco m illones de obreros desocupados, de padres de fam ilia sin
trabajo. H ay ham bre, cesantía y los obreros viven en condiciones inhum anas.
144
E l P. K entenich, com o el gran profeta, trata de ilum inar el sentido de lo que pasa
y de abrir cam inos para la renovación social del m undo, a la luz de su im agen del
hom bre nuevo y de la nueva com unidad y de la m isión de M aría en la
construcción de esa nueva sociedad. Sabem os en qué línea va el cam ino: educar
un hom bre personalizado, form ar una com unidad unida sobre la base de una
solidaridad verdaderam ente interior com o único m edio para lograr lo anterior.
E ntre 1928 y 1931 habla sobre este im portante tem a. A com ienzos de la década del 30,
145
em piezan tam bién sus grandes jornadas pedagógicas. E n ellas m uestra que el cam ino
hacia la construcción de ese m undo nuevo,de ese hom bre nuevo y de esa sociedad nueva
que él propone, es fundam entalm ente pedagógico: que es necesario trabajar en base a la
educación, en base al cam bio de los hom bres, y da com o principios orientadores para este
trabajo lo que él m ism o ha ido probando desde el com ienzo de su labor de educador.
E n los años 1934 y 1935 se producen las prim eras dificultades con algunas autoridades
de la Iglesia. ¿C uál fue la causa? Por un lado, el M ovim iento de Schoenstatt crece am
pliam ente,se extiende por A lem ania y ejerce una evidente atracción.
Y , por otro lado, Schoenstatt es conocido en sus “ideas originales”. Por eso, se criticaba a
Schoenstatt que sus m iem bros decían haber sellado un “contrato bilateral” con la V irgen
–todavía no se habla de A lianza de A m or en form a generalizada– y se suscita un
escándalo porque los schoenstattianos “pretendían obligar a D ios m ediante un contrato”,
del m ism o m odo com o se establecen relaciones com erciales. D ecían: el hom bre no
tiene derecho de exigir a D ios que le conceda gracias en base a un contrato…
N uestro m ovim iento se halla por el m om ento en un estadio en que puede tender hacia una cierta
influencia m undial. Lo que pretendem os y cóm o lo pretendem os, en cuanto organism o y en cuanto
organización, tiene tal parecido con el m undo que se está gestando, que ahora debem os hacer un
suprem o esfuerzo para ver nuestra m isión y llevar a la Iglesia la bendición tantas veces prom etida
desde aquí. R ecuerde las palabras que estallaron con tanta fuerza un día: “A la som bra del
Santuario… ” (… )
E rija usted un segundo Schoenstatt en consonancia con las leyes y form as de aquí. Si usted penetra a fondo en
toda la estructura íntim a de nuestro m ovim iento, verá que aquí cristianizam os todas las corrientes m odernas
de la época y las bautizam os, incorporándolas en una síntesis orgánica propia, lo que constituye ya, aun solam
ente desde el punto de vista natural, todo un baluarte contra el espíritu enferm o de nuestro tiem po. A ñada usted
a todo esto un sólido arraigo sobrenatural y la intercesión de la Santísim a V irgen, com o M edianera de las
gracias, y tendrá en sus m anos un perfecto instrum ento de ataque y defensa para nuestro tiem po y para
nuestro m undo de hoy.
(C arta a M ons.H ennem ann,O bispo de C iudad del C abo,A frica.M arzo de 1934)
146
E sta situación obliga al P. K entenich a desarrollar y explicar el “m isterio de Schoenstatt”
profundizando la idea del contrato y poniendo m uy en claro que se trata de un contrato
gratuito, de un contrato que D ios m ism o propuso por puro am or el 18 de O ctubre de
1914.D ios ofreció librem ente esta alianza,o contrato com o se le llam aba entonces.
L a palabra “alianza” aparece m ás tarde. Parece que el P. K astner –que fue un tiem po D
irector del M ovim iento– la usó por los años 1936 y 1937, para explicar las ideas del
Padre fundador. E ste la tom ó oficialm ente alrededor de 1943, para definir el m isterio
central de Schoenstatt. E s interesante observar que en Schoenstatt siem pre está prim
ero la vida y que, recién después, se va poniendo nom bre a las experiencias vitales. Y a
lo vim os así tam bién en relación a la paternidad del P.K entenich.
E l P. K entenich, que desde un com ienzo había recibido de D ios la m isión de educar al hom
bre nuevo en una nueva com unidad, según el espíritu de M aría, a ese hom bre y a esa com
unidad que van a vencer al hom bre colectivista, al hom bre m asa, al hom bre sin vínculos,
“huele” un alm a colectivista detrás del nacionalsocialism o. Se da cuenta que el
148
nazism o no va por buen cam ino, que allí hay algo desviado que no puede
conducir a nada bueno: descubre una raíz de soberbia y un naturalism o que
fatalm ente conducirán al desastre. Y m ientras el noventa por ciento de los
jefes de la Iglesia alem ana son engañados por las falsas palabras de H itler, él
es una de las pocas personas que levanta su voz en contra.
H ace poco se publicaron en A lem ania dos tom os de docum entos de esa época.
Según ellos son escasísim as las personas que captaron lo que se le venía encim a a
A lem ania. Y un detalle curioso: los m ás alertas fueron personas sim ples, algunos
líderes obreros y cam pesinos quienes, por intuición o buen “olfato”, se dieron cuenta
que la cosa iba m al. L a m ayoría de la gente de ciudad, de los dirigentes de la
juventud, de los sacerdotes, cayeron en la tram pa. M uchas personas, incluso de la
categoría del O bispo de M ünster – m ás tarde apodado el “L eón de M ünster” por su
fuerte resistencia a H itler– no vieron claro en un com ienzo.
“¿N o cree usted que detrás de todo este proceso hay una voz de D ios y que el
nacionalsocialism o puede ser bautizado?”. A lo que el P. K entenich repuso:
“Sinceram ente no veo dónde se le podría dejar caer el agua bautism al”.
149
E l P. K entenich se da cuenta de que vienen tiem pos difíciles, tiem pos durísim os,
para los cuales es necesario prepararse. H asta ahora los tem as de sus retiros se
habían centrado en dar orientaciones espirituales, sociales y pedagógicas, encam
inadas a la construcción de ese m undo nuevo con que él sueña. Pero, a m edida
que em piezan a agolparse nubes negras en el horizonte, com prende que no
puede seguir por ese cam ino y que debe retom ar lo esencial.
¿D e qué em pieza a hablar a partir de 1937? D a los grandes retiros sobre la filialidad.
C om ienza a darse cuenta de que lo que se viene encim a es tan avasallador que no
150
bastarán las herm osas ideas sociales ni los m ejores m étodos pedagógicos para hacerle
frente, sino que sólo hom bres profundam ente anclados en el corazón de D ios y de la
Santísim a V irgen podrán oponerle resistencia. Y em pieza entonces a predicar con
insistencia sobre la filialidad. L a form a com o lo hace revela que se basa en experiencias
personales.E l rostro de D ios que él m uestra en esos años a la Fam ilia es extraordinario.
Y puede hablar tan vitalm ente de este D ios porque ésa es la im agen que D ios le ha
revelado a través de su crisis de juventud. Se da cuenta que vienen horas de angustia,
com o las que él vivió en aquel tiem po, y sabe, por experiencia, que quien no se
cobija en el corazón de D ios, a través de M aría com o lo hizo él, no sobrevivirá a este
cataclism o y la historia lo barrerá.Por eso com ienza a trabajar en esa línea.
D ebem os ser capaces de crear un m undo nuevo en la retaguardia y a partir de principios últim os.D e
suerte que para el caso en que se destruyan nuestras asociaciones y organizaciones, que son com o
nuestras realidades penúltim as, podam os crear un m undo nuevo y tener preparadas nuevas form as
a partir de las realidades últim as. N o podem os existir sin form as, y entonces nos preguntam os qué
form as pueden ser destruidas y cóm o se originan form as nuevas a partir de principios últim os y de
fuerzas m otrices últim as.(… )
Si llegara un tiem po en que todo se desm oronase, nosotros tenem os que estar ahí, tenem os que
salvar la Iglesia para otros tiem pos.
superar interiorm ente las graves perturbaciones, y una fam ilia de nuevo cuño, una com unidad santa.
N uestra obra tiene que hacer de nosotros hom bres santos. ¡A y de nosotros si som os superficiales,
si los m iem bros de la F am ilia dejam os de ser portadores de D ios y com enzam os a ser
charlatanes de D ios! Tenem os que luchar por una santidad real.
La herejía de los siglos venideros es el bolchevism o. P ueden ustedes notar oscilaciones y vaivenes en
este m odelo, percibir diferencias en las diferentes naciones; pero el bolchevism o se desencadena com o el gran
peligro para la Iglesia en todos los países civilizados,sea que nos encontrem os en E uropa,A sia,
151
en A m érica o en cualquier otra parte del m undo.P or eso,el conocedor de esta época que quiera
ayudar a la Iglesia, el que desee ser instrum ento en m anos de D ios, tiene que hacerse a la idea de
cooperar a superar el espíritu bolchevique en sí m ism o y en su derredor. Y, por consiguiente, quien
pretenda trazar y presentar la im agen del hom bre de hoy, ha de com enzar por conocer en concreto
la im agen del hom bre bolchevique.
E l P. K entenich veía la necesidad de am bas cosas: sabía que su pedagogía podía ser m
uy efectiva, que su im agen de la nueva sociedad podía ser m uy certera, pero sabía tam
bién que quien no captaba la A lianza de A m or com o el origen de todo ello, y que quien
no estaba dispuesto a dejarse educar filialm ente en el corazón de M aría, iba a olvidar
todos esos principios cuando llegara el m om ento de la lucha.Y así fue.
C om o un singular don de la gracia, tenem os que consignar el hecho de que, en el día del jubileo, la
F am ilia en su totalidad ha llegado a tal m adurez y ha arraigado tan hondam ente en el espíritu del contrato
fundacional y de la consagración, que se declara dispuesta a ofrendar a la M adre tres veces A dm irable de
Schoenstatt, no sólo todas las facultades del alm a y del cuerpo, no sólo las propiedades y
152
posesiones espirituales y terrenas, sino tam bién la propia vida, siem pre y por entero, en favor de su
O bra.
C on este P oder en B lanco reiteram os, a nuestro m odo, el “hágase” y el “he aquí la esclava del Señor” que
pronunció la Santísim a V irgen en la escena de la A nunciación. C on estas palabras ella se declaró dispuesta sin
m ás a aceptar ciegam ente todos los reveses del destino que estaban com prendidos en su m aternidad, según
la voluntad y la perm isión de D ios… Su vida entera estuvo al servicio incondicional de A quel que la había
escogido para ser su M adre,E sposa y C om pañera.¿N o es realm ente algo grande y una m aravillosa
bendición verse elevado por la inescrutable bondad de D ios, m ediante el P oder en B lanco,a sem ejante altura
espiritual y a una tal m isión para toda la vida?
Y tanto insistió en este ahondam iento de la alianza, que algunos –en especial entre los
sacerdotes pallottinos– com ienzan a protestar por esta exigencia de una vida espiritual
tan intensa.R eclam an que todavía no han term inado de elaborar la corriente del Poder
en B lanco cuando ya viene una nueva, la de la Inscriptio. E l responde que no es culpa
suya el que la historia del m undo y de A lem ania se acelere con tal velocidad com o lo
está haciendo; y que si ellos, los schoenstattianos, no se preocupan tam bién de acelerar
proporcionalm ente su vida interior,no podrán resistir la fuerza contraria.
E n este tiem po, el P. K entenich se m uestra com o un profeta genial que no sólo ve
lo que vendrá y hace que la Fam ilia construya sus defensas sobre roca, sino que tam
bién sabe utilizar las m ism as arm as del enem igo para fortalecer su posición. L a
form a en que va m irando en estos años hacia el cam po del nacionalsocialism o y
aprovechando sus m étodos –por ejem plo, el culto a los héroes, para despertar con m
ayor intensidad la vida de A lianza– es verdaderam ente genial. E l nacionalsocialism o
habló m ucho del heroísm o, del héroe alem án. E n esos años –en 1934– se trae, a
Schoenstatt los C ongregantes H éroes, las C ruces N egras, que habían caído
durante la guerra m undial. E l los presenta com o los “héroes schoenstattianos”
oponiendo así un ideal de héroe bien definido a aquel que tenían los nazis.
T am bién los nazis com ienzan a construir lugares donde se reúne la juventud, a sem
ejanza de una antiquísim a tradición de los pueblos germ anos, que tenían dichos lugares
especiales –llam ados “T hingstätte”– donde se reunían los jóvenes. E sto sucedió siglos
antes de que surgiera la A lem ania m edieval, en tiem pos de los prim itivos germ anos. A
hora, grupos de jóvenes nacionalsocialistas, que querían revivir y exaltar el espíritu de su
raza, com ienzan a hacer lo m ism o. Pues bien, tam bién la Fam ilia de
153
Schoenstatt com ienza a construir las prim eras erm itas de la V irgen, com o
lugares donde igualm ente se reúne la juventud. L a G estapo descubre pronto
esta táctica, com o consta en los docum entos de sus archivos.
E l P. K entenich va captando así todas las fuerzas que surgen en el cam po contrario
para ir fortaleciendo a la Fam ilia. Sus últim os retiros están enteram ente dedicados a
profundizar lo que es esencial. H abla sobre el hom bre heroico, pero ¿a qué heroísm o se
refirió? A l heroísm o de C risto. T am bién habla sobre el hom bre redim ido o liberado,
porque H itler se presentaba a sí m ism o com o liberador del pueblo alem án. Y plantea la
pregunta: ¿C uál es el hom bre verdaderam ente liberado? E l hom bre liberado por C
risto, el hom bre que se ha hecho hijo de D ios, el que se ha liberado del pecado. D
espués predica a sacerdotes y les habla del “Sacerdote apocalíptico”, preparándolos así
para los tiem pos que se avecinan. Y el tem a de su últim o retiro es el “Sacerdote M
ariano”. A m edida que el panoram a se va poniendo m ás y m as oscuro, se da cuenta
que cada vez debe insistir m ás en la V irgen. E n esta línea nace una corriente de
coronación. E l está convencido de que el que no se afirm a en la V irgen y no ha inscrito
su corazón en el corazón de ella, por m ás ideas bonitas que tenga, por m ás intuiciones
proféticas que revele,tarde o tem prano,será arrastrado por la corriente opuesta.
154
2.3.E l P adre fundador,un jefe com unitario
E n toda esta época,el P.K entenich no sólo se m uestra com o un gran jefe
visionario sino, tam bién,com o un hom bre profundam ente com unitario.
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vivir allí, rodeado de los asesores que dirigen las distintas ram as en que se ha ido
dividiendo y articulando el M ovim iento. Y form a con ellos lo que en brom a llam a “L
os C aballeros del R ey A rturo”. C uenta la leyenda que el R ey A rturo se reunía con
sus “caballeros de la m esa redonda”. A sí. los asesores constituían un grupo com o el
de los “caballeros”, y “el R ey A rturo” sería el P. K entenich, quien siem pre brom eaba
con esto E n torno a la gran m esa del com edor de la C asa de E jercicios –que no era
redonda– se conversaba de Schoenstatt y se iba planeando el desarrollo de la O bra.
E l P. K entenich com ienza a vivir en una estrecha com unidad con los jefes a través de
los cuales va dirigiendo a la Fam ilia. A nte ellos aparece sobre todo com o un hom bre de
una fuerza de trabajo im presionante. Por ejem plo, hasta en el alm uerzo no perdía un m
inuto, siem pre hablaba sobre tem as trascendentales. E l contaba algo, se reflexionaba
sobre ello y luego él iba dando los principios. Para los m ás jóvenes –contaba el P. M
enningen– el alm uerzo era una especie de clase. E l P. K entenich desbordaba energías
y hacía trabajar a su gente intensam ente, hasta en las horas de com idas. D espués se
fue poniendo m ás “hum ano”; fue logrando un m ayor equilibrio en su personalidad de
jefe, la que, a veces, tendía a excederse en sus exigencias.
Siem pre, hasta el final, el P. K entenich tuvo que controlar su fuerza de trabajo para
no aplastar a los otros. E n un principio creía que los dem ás podían soportar su m ism
o ritm o de trabajo,pero,poco a poco,fue aprendiendo que no podía ser así.
E n cierta ocasión, la secretaria que él tuvo el últim o tiem po en M ilw aukee, escribió
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durante todo el día lo que le dictaba y luego siguió en la noche hasta m uy tarde. E ra ya m
edianoche y ella, que estaba trabajando desde las 9 de la m añana, no daba m ás. L e dijo al
P. K entenich: “Padre, ¿no cree que es m ejor seguir m añana?”. E l le preguntó: “¿E stá
cansada?”. “Sí”, le respondió ella. E l le dijo: “¿Y así cree que vam os a construir un m undo
nuevo?”. E lla tuvo que seguir adelante. A l día siguiente el P. K entenich le pidió disculpas por
haber sido m uy duro y m edir a veces a los otros con la m ism a vara con que se m edía a sí
m ism o. A sí pasó especialm ente en el prim er tiem po. C uando se ponía a trabajar, com o
no estaba tan consciente de las fuerzas extraordinarias que poseía y de la fragilidad de los
otros, exigía un ritm o de trabajo intensivo a la com unidad de sus jefes. Pero la experiencia le
va enseñando a ser m ás m edido,en un tiem po posterior.
E l P. K entenich trabajaba en estrecha com unidad con los asesores del M ovim iento y
tam bién con las H erm anas de M aría. E n todos estos años va estructurando el Instituto
de las H erm anas y, siguiendo su m étodo usual, va orientando e ilum inando lo que brota
de la m ism a vida. M uchas de las form as y costum bres que tenem os ahora –por ejem
plo, los ideales de grupo– nacen de la com unidad de las H erm anas, de los cursos. U n
curso decide consagrarse a la V irgen com o Inm aculada y em pieza a girar en torno a
esa idea. E l P. K entenich com ienza a darse cuenta que esta iniciativa, la idea de ver a la
V irgen bajo un aspecto concreto, despierta vida en el curso y se pregunta qué hay detrás
de ello. U n tiem po después surge otro curso que ve a la V irgen de otra m anera y así,
poco a poco, van naciendo los ideales de C urso entre las H erm anas y se va
estructurando toda la com unidad en base a C ursos con distintos ideales. E l siem pre fue
orientando la vida que iba brotando de las personas y su genialidad consistió en saber
estim ularla y estructurarla viendo los principios que estaban detrás.
D onde se ve m uy claro tam bién cóm o trabaja el P. K entenich com unitariam ente, es
en la fundación del Instituto de N uestra Señora de Schoenstatt. N o cabe duda de que
este Instituto fue fundado por él, pero lo fue de una m anera originalísim a. L a idea surgió
de un grupo de profesoras, quienes se dan cuenta que las H erm anas de M aría no
podrían seguir trabajando tan librem ente a causa del incesante avance y opresión del
nacionalsocialism o. L as H erm anas de M aría en ese tiem po usaban hábito y vivían
juntas. E ste grupo de profesoras ve la necesidad de otros Institutos cuyos m iem bros no
lleven hábito ni vivan juntas, de m odo que los nazis no adviertan que son una com unidad
apostólica. A sí com ienza una cierta tensión con el P. K entenich, porque un Instituto de
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ese estilo rom pía en cierta m anera la organización que el M ovim iento tenía
hasta ese m om ento. Fue todo un “tira y afloja” entre el Padre fundador y este
grupo de profesoras, hasta que surgió el lnstituto. N o cabe duda que el P. K
entenich fue el fundador y es tam bién evidente que a ese grupo de profesoras le
cupo una participación m uy activa: el nuevo Instituto fue la obra de am bas partes.
D ebe sostenerse com o una especie de dogm a que a lo largo de toda la historia de la F am ilia jam ás
aparezco solo. P or una parte, aparezco solam ente en contacto m uy vital con la Santísim a V irgen y, por otra,
en íntim a y entrañabilísim a vinculación con los m íos. P or eso puedo decir con todo derecho: el “nada sin ti” se
refiere en m i caso no sólo a la Santísim a V irgen sino tam bién a m is seguidores. E n consecuencia, en el
sentido indicado, todo lo que surgió es una obra com ún. N o fue de m anera casual o accidental, o por m eros m
otivos tácticos, que utilicé la vida espiritual de m is seguidores com o fuente de conocim iento y cam po de cultivo.
N o, esto siem pre ocurrió con plena conciencia de un plan divino. Tam poco se trata sólo, o ante todo, de una
com unidad de trabajo o acción. E l fundam ento fue siem pre una am plia com unidad espiritual, un único y
peculiar estar espiritualm ente el uno en el otro, con el otro, para el otro. P or lo tanto, un proceso vital de una
extraordinaria fuerza creadora. D esde el inicio fue así. P or eso, lo que irrum pió en form a elem ental en 1942 y
a continuación, y buscó perpetuarse en el acto filial o de seguim iento, es tan sólo la culm inación de una
corriente que fue creciendo año tras año y al fin arrastró diques y represas. E l ideal de F am ilia ya estaba vivo
profundam ente en nosotros m ucho antes de anunciarlo reflexivam ente.E n sum a: en la historia de la F am ilia
no estoy com o persona individual aislada sino siem pre com o cabeza de la F am ilia. Se podrían enum erar
incontables pruebas de esta íntim a com unión e identificación entre m i historia espiritual y la de la F am ilia.
(B austeine,1955)
T odo esto m uestra m uy claro que el P. K entenich no organiza Schoenstatt desde su
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escritorio. E sa actitud de colaboración la tiene no solam ente con los jefes sino tam bién
ante personas sencillas. Por ejem plo, era norm al que, estando en dirección espiritual con
alguien –fuese quien fuere– de repente le planteara un problem a, pongam os por caso,
acerca de la organización del M ovim iento. E l preguntaba: ¿C óm o lo haría usted? C on
gran sorpresa el m uchacho o la señora que tenía delante, se encuentra con que él quiere
saber su opinión. O que estuviera hablando, por ejem plo, con una novicia y le
preguntase: ¿Q ué piensa usted sobre estas o aquellas atribuciones de una superiora? E l
Padre fundador siem pre consultó así, hasta a los m iem bros m ás nuevos de la Fam ilia
o a los que ocupaban puestos m ás sencillos dentro de Schoenstatt. L as secretarias
cuentan que a veces se sentían confundidas cuando el P. K entenich, después de haber
escrito una carta im portantísim a a algún O bispo o al Santo O ficio, les preguntaba: “¿Q
ué piensa usted?”. L a secretaria no era para él una m áquina de escribir, que pasaba al
papel lo que él dictaba. E l tam bién quería saber su opinión personal y por eso, m uchas
veces le preguntaba: “¿C óm o lo habría escrito usted? ¿Q ué cosa encuentra m al
expresada? ¿Q ué párrafo no entiende?”. E l P. K entenich fue siem pre un hom bre com
unitario, que se dejaba com plem entar,que trabajaba en equipo.
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de ideas claras, de una voluntad de acero y toda su crisis juvenil vino precisam
ente por haberse inclinado unilateralm ente en ese sentido.T enía una gran
capacidad para captar la vida, una gran capacidad psicológica, pero no la
desarrolló en su juventud. E n todo este período del que estam os hablando, a
pesar de que él ya ha logrado la arm onía de su personalidad, de que es un jefe
paternal, lo que predom ina en él es todavía el aspecto colérico,el jefe.
D esde luego, se nota esto en su estilo de trabajo, com o ya lo vim os. E l P. K entenich
duerm e cinco horas diarias. Se levanta a las cinco de la m añana y trabaja hasta m
edianoche y es m uy exigente en el trabajo. U na vez tenía que dar una conferencia y
encargó a su secretaria que, m ientras tanto, le escribiera algo. E lla le pidió perm iso para
ir tam bién a esa conferencia y escribirle después la carta. “B ien –le respondió el Padre–
si usted quiere,vaya.Y o buscaré otra secretaria que tenga m ás espíritu de trabajo”.
E ra un hom bre sum am ente serio en el cum plim iento de su deber. T am bién tenía
una m em oria extraordinaria. E ra capaz de predicar tres retiros sim ultáneam ente,
cuando estaba en Schoenstatt, y cam biar de un tem a a otro con una facilidad
increíble. Predicaba al m ism o tiem po a los jóvenes, a los sacerdotes, a las H erm
anas y conservaba el hilo de cada tem a. E n general, no disponía de m ucho tiem po
para leer; norm alm ente hojeaba el índice de los libros y los títulos de los capítulos,
leyéndolos m ás o m enos en diagonal. E so le bastaba para captar la idea central, y
después, siem pre se acordaba en qué libro y en qué capítulo estaban los tem as que
le interesaban. U tilizaba m uchas citas en sus docum entos y en sus charlas; siem pre
sabía de dónde las había sacado, en qué lugar había que buscarlas.
R especto a las personas tam bién tenía una m em oria extraordinaria. N o sólo no se
olvidaba de ellas, sino que era capaz de acordarse de los problem as interiores que
alguien había tenido m uchos años atrás y preguntarle sobre ellos en una nueva
conversación: ¿Se acuerda usted que hace 30 años m e consultó este problem a y yo le
di tal solución? ¿Se da cuenta que sucedió justam ente lo que entonces le dije?… M
uchas veces ocurrió que encontraba a alguien después de m ucho tiem po y recordaba
perfectam ente toda su trayectoria interior. N o olvidaba jam ás la vida interior de una
persona, la historia de Schoenstatt, la historia de un curso, de un grupo. Parecía com o si
su m em oria estuviera hecha para asim ilar todos estos datos vitales.
T enía tam bién un dom inio de sí m ism o im presionante, un dom inio total de su cuerpo.
Por eso podía dorm ir m uy poco, nunca se quejaba y no se podía saber cuándo se sentía
m al. Sus secretarias contaban que si se les caía un lápiz, aún no había llegado al suelo
cuando él ya lo había recogido. T enía una prontitud para servir y para m overse, una
agilidad física extraordinaria. Insistía siem pre a los sacerdotes y a los jóvenes en un estilo
de vida varonil, que él encarnó plenam ente. Fue sum am ente recio consigo m ism o.
Siem pre, hasta el fin de su vida, se sentaba erguido. N unca se le vio tom ar posturas
cóm odas o lacias. Siem pre m ostró un control total de su cuerpo. E n las casas en
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Schoenstatt, incluso al final de su vida, cuando tenía m ás de 80 años, subía y
bajaba por las escaleras. D ecía que tenía que hacer ejercicios físicos para m
antenerse ágil y conservar su cuerpo obediente a su espíritu. E ra una persona
increíblem ente dueña de sí m ism a.
T odo esto era expresión de su tem peram ento fuertem ente colérico, el que a
veces se le salía por los ojos. E ra capaz de enojarse y echaba chispas por los
ojos. Se le notaba cuando algo le había m olestado: una especie de rayo pasaba
por sus ojos y sólo porque se dom inaba férream ente podía controlar esa
excitación. E l P. K entenich no era “abuelo” e insistió m ucho en ello. Por eso,
cuando creía que era oportuno, dejaba salir afuera esos “rayos”. E ntonces podía
hacer sufrir, hacer doler, incluso llorar, pero siem pre lo hacía com o educador. D
ecía: “Si yo, que soy el Padre de la Fam ilia, no educo ¿quién va a educar?”
Pero es interesante señalar que se m ostraba duro con las personas que necesitaban
escuchar ciertas verdades, sólo cuando sabía que entre él y ellas existía un lazo tal de
confianza que aseguraba que ese contacto educador no se cortaría con la reprim
enda. C on personas que no le conocían, el P. K entenich se preocupaba de acogerlas
únicam ente y no les llam aba la atención sobre los defectos que veía en ellos. V arias
veces sucedió en Schoenstatt que advirtiera a un jefe: C onversé con tal persona. E s
m uy probable que después te diga que yo pienso de esta m anera, porque él m e
expuso sus ideas en ese sentido y yo no se las rebatí. Pero yo no pienso de esa m
anera; si no lo contradije fue porque aún no existe la relación de confianza necesaria.
Pero el no haberle contestado, no significa que esté de acuerdo. T e lo advierto por si
él afirm a tal cosa después… Se daba cuenta cuando existía una relación de
confianza fuerte, com o para que la persona no se quebrara cuando él le hiciera ver
sus faltas, aun si para ello era necesario cierta dureza. A l afectado le doldría, pero
porque venía de un padre a quien quería,m editaría esa corrección y no se cerraría.
U n sacerdote tuvo una experiencia en este sentido,en R om a.D elante de él,una H erm
ana que hacía las veces de secretaria, hizo al P. K entenich una pregunta que parecía m
uy inofensiva y que, sin em bargo, fue causa de un duro reto de su parte. E sto hizo que a
la H erm ana se le llenaran los ojos de lágrim as. E l sacerdote se dijo: parece que aquí el
P. K entenich perdió la paciencia y, sim plem ente “se le escapó el genio”. A l día siguiente
había otra H erm ana de secretaria y volvió a pasar exactam ente lo m ism o,pero esta vez
él no dijo nada; la trató con m ucho cariño y siguieron trabajando. E l sacerdote sacó por
conclusión: “ahora sí que se controló”. Pero cuando term inaron, el P. K entenich lo llam ó.
Se había dado perfecta cuenta de lo que había pensado el otro sacerdote y le dijo:
“Seguram ente le ha llam ado la atención que a una H erm ana ayer la traté duro y la hice
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llorar y que hoy a la otra, que actuó de igual m anera, la traté m uy diferente. Pero no crea
que ayer se m e escapó el genio. Y o las conozco bien a las dos y sé que la de ayer
necesitaba ese reto y que la de hoy, no. L as dos tienen un carácter m uy distinto y yo las
tengo que educar. Si no lo hago ¿quién las va a educar?… ” Por lo general, las personas
que él ha tratado duram ente reconocen que eso era necesario y lo agradecen; agradecen
haber tenido un padre capaz de ser duro en el m om ento oportuno y no un abuelo que,
por debilidad,no fue capaz de cortar cuando había que hacerlo.
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E l Padre fundador supo recibir m ucho cariño sin retraerse ante sus m anifestaciones, incluso
ante esa señora portorriqueña que le tom ó la barba. E n ese caso concreto, él se dio cuenta
que la señora estaba uniéndose m uy profundam ente a D ios a través de ese encuentro con
él y por eso la dejó que se le acercara. Pero cuando sentía que alguien se estaba apegando a
él en form a m eram ente hum ana, buscando en él un consuelo hum ano
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egoísta, cuando veía que la persona no buscaba abrirse m ás allá y que, por lo m ism o, él ya
no era para esa persona un cam ino hacia el Padre D ios, entonces se m ostraba bastante
duro y hacía sufrir a esa persona. C uando se daba cuenta, por ejem plo, que alguien estaba
m uy apegado a él y que no aprovechaba el apoyo que él le daba para crecer en santidad,
sino que sólo buscaba ser consolado, entonces lo trataba duro durante uno o dos m eses y no
le perm itía hablar con él, a fin de que se diera cuenta que el sentido de su vinculación con él
era llevarla a D ios y que, si no llegaba a D ios, él le hacía un m al al no educarla.H asta el
final,supo ser fuerte y firm e.Pero en esta época de que hablam os,este rasgo estaba m ás
acentuado: el Padre fundador era m ás bien el “educador paternal” y no el “padre que
educa”,com o fue m ucho m ás claram ente al final de su vida.
T am bién se nota en él una gran reciedum bre ascética consigo m ism o. Su lucha por
la santidad fue sum am ente seria. Por ejem plo, la form a com o cum ple su horario
espiritual, su m editación, su M isa, o tam bién el rezo del breviario. A veces, en la
noche, cuando estaba conversando con alguien y no había term inado de rezar su
breviario, al faltar 10 m inutos para las doce le decía: “Perdón, espere un m om ento
en la C apilla, yo voy a term inar m i breviario y después seguim os conversando”.
Fue una persona que cum plió todas las obligaciones y propósitos contraídos en
su esfuerzo por la santidad. Pudo exigir a otros porque prim ero se exigió a sí m
ism o, porque con una voluntad de hierro cum plió todo lo que se propuso.
Y , sin em bargo, es padre y lo sienten padre. Siem pre tuvo un lem a que repitió con
frecuencia: “U n padre tiene que tener el corazón duro com o un diam ante“. Se sentía que el
P. K entenich era duro, que era un hom bre que se trataba duro, con una fuerza im
presionante, con una resistencia espiritual y física inm ensa. Pero tam bién se sentía que
debajo de esa personalidad fuertísim a había una gran ternura. T al vez la encubría en parte
su fuerza de jefe, pero se notaba que era m uy afectuoso. Por ejem plo, cuando se ordenaron
sacerdotes los prim eros teólogos que él form ó, –no los Pallottinos, sino los sem inaristas
seculares que conoció después de la guerra– después de su ordenación, el P.
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K entenich se iba a la parroquia de cada uno de ellos y estaba una o dos sem anas
viviendo con ellos, apoyándolos, conversando sobre el sentido del sacerdocio,
tratando de ayudarlos a com prender sus prim eras experiencias, en una cercanía
paternal im presionante. C ada uno de ellos sentía: “E s m i padre y por eso ha venido
a vivir conm igo, para ayudarm e a dar m is prim eros pasos en m i vida sacerdotal”. E
l P. K entenich tenía un contacto m uy cercano y m uy estrecho con su gente. L a
“ternura m aternal” de su corazón tam bién se m anifestó desde un com ienzo.
A pesar de su carácter visionario y fuerte, fue siem pre una persona m uy alegre
e ingeniosa. C ontinuam ente estaba haciendo brom as, no brom as que m
olestaran, sino chistes am ables, que hacían reír. N unca fue un “seriote”;
irradiaba jovialidad y buen hum or.
en ti anidan sosegadas
P.Joaquín A lliende L .
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C A P ÍT U L O C U A R T O
U N A P A T E R N ID A D P R
O F U N D A (1942-1949)
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CUARTAETAPA
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1.E L C O M IE N Z O D E L A G R A N P R U E B A
n esta etapa el P. K entenich sigue m ostrándose com o un padre fuerte, tal vez incluso m ás
fuerte que antes. E n efecto, ya hem os visto cóm o, en la m edida en que el
E sa era su actitud perm anente frente a todo dolor o problem a. A penas veía o captaba la
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posibilidad de algún dolor que sufría otra persona y que tam bién podía acontecerle
a él, inm ediatam ente lo pedía a D ios dándole un “sí” interior. E se era el m edio
que tenía para no sentir nunca m iedo.A sí,siem pre estaba dispuesto pues ya
había pedido aquello que le sobrevendría y había unido su voluntad a la de D ios.
¿Q ué pasa si D ios no quiere sólo una larga prisión, sino que ésta sea para siem pre? ¿Si D ios
quiere adem ás que no siga m ás en m is m anos la dirección de la O bra por él fundada? ¿Si por la
voluntad de D ios tuviese que renunciar absolutam ente a seguir trabajando en el perfeccionam iento
de su O bra?
N o quisiera m orir antes de que la F am ilia, en sus diversos m iem bros, vea claram ente su ideal de C risto y lo
capte con toda el alm a.E sta es una de m is m ás íntim as súplicas en el últim o,tiem po:
Q uerido Señor Jesús, si no m e consideras capaz y digno de anunciarte a tus hijos predilectos,
atiende a la intercesión de tu M adre y escoge otro instrum ento para ello.
Q uiero ofrecerte, entonces, al m enos desde un segundo plano, m i salud, m i energía y m i vida por
este regalo digno de D ios.
H az que tu F am ilia no sea sacudida por violentas tem pestades, antes de que ella te conozca m ejor y te am e m
ás.Yo no puedo perm anecer junto a ellos.¡La M adre cuidará! N o dejes a los tuyos en alta m ar.
M adre, por cierto, hasta ahora tú condujiste a tus hijos al Salvador, pero ahora, para continuar y consum ar
tu acción,exiges nuestra colaboración consciente y profunda en todo sentido.
N o dejes a los tuyos en alta m ar, hasta que ellos, a través de tus instrum entos, hayan acabado en cierta
m edida este trabajo.P ara este fin estoy a tu disposición con todo lo que soy y tengo
¿Q uíeres que todas las fuerzas de m i espíritu lentam ente se desangren? ¡A dsum ! ¡A quí estoy!
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¿Q uieres m i m uerte? ¡A dsum ! ¡A quí estoy!
P ero Tú cuida de que todos los que m e has dado am en a Jesús y aprendan a vivir y a m orir por E
l.
V oy a cantar ahora m i canto del cisne, el últim o canto que entone en alabanza a M aría. P ensem os en el
conocido ejem plo de aquel varón que debía som eterse a una delicada operación. D eseaba
que su últim a palabra fuera: ¡alabado sea Jesucristo! A sí quisiera tam bién hacerlo yo. Y si
acaso no fuera éste el canto m ío del cisne, entonces quisiera decir que m i últim o canto ha de
ser una alabanza a M aría: toda alabanza a M aría es alabanza a D ios y a C risto (… )
Q uisiera expresar aquí todo lo que he experim entado durante años y volcarlo en las palabras:
“M adre tres veces A dm irable de Schoenstatt”. E n verdad es la expresión m ás querida, m ás
im portante, m ás grandiosa.(… )
¿Q ué puedo ahora decir en particular en la cesura de dos épocas? “¡H e aquí a tu M adre!” C uando
C risto parte del m undo, regala lo últim o que tiene. A sí debe ser. E so querem os asum ir para los
tiem pos venideros. E n form a sem ejante lo ha hecho León X III. Tam bién él hizo del testam ento de
C risto su propio testam ento. E s su canto del cisne: “¡H e aquí a tu M adre!”. A m bos se necesitan
m utuam ente: M aría y la Iglesia. La Iglesia debe cum plir sus deberes filiales. P or eso debe valer
tam bién para nosotros: “Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”.
Y la respuesta:
¿Y si el buen D ios quiere que yo tam bién lleve exteriorm ente el signo de la m uerte? U na
obra, por la que doy toda m i vida,tam bién puede costarm e la sangre.
¿Y si perdem os todo? Tenem os que tener el sentim iento de ser forasteros en esta tierra,
para poder estar plenam ente arraigados en D ios.
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“E ste es el instrum ento que yo m e he escogido,no no lo dejaré jam ás,¡se lo juro a D ios!” (P lática
final del retiro “E l sacerdote m ariano,
E l tem a de este retiro fue “E l sacerdote m ariano”. D urante el m ism o, no dice ni una
palabra de lo que sucede. Predica el retiro com o si fuera uno m ás, igual a todos, sin com
entar con nadie lo que ha sucedido. E l sábado 20 de septiem bre, en la m añana, parte
solo a C oblenza. N o acepta que nadie lo acom pañe. Se va en un tranvía que corre por
la orilla del R hin y com o está seguro que es la cárcel lo que le espera, aunque sólo lo
han llam ado a un com parendo, sin decirle que lo van a tom ar preso, se ha puesto sus
zapatos y su hábito m ás viejos,pero no com enta el asunto con nadie.
L o han citado a las 8.00 a.m ., pero lo hacen esperar toda la m añana y, al final, tal com o
él lo esperaba, le anuncian que queda detenido y lo encierran en un calabozo
subterráneo. E l edificio que ocupaban las oficinas de la G estapo era un antiguo banco y
los nazis han convertido sus bóvedas en calabozos. E l P. K entenich entra ahí, en ese
calabozo subterráneo, y em pieza a oír los gritos de los presos en las celdas contiguas. E
l ochenta o el noventa por ciento de los prisioneros se volvían locos,pues a los tres días
de estar allí a oscuras sufrían grandes crisis nerviosas. E l am biente era espantoso. T
odos gritaban, lloraban. E ntre ellos había varios sacerdotes. Justam ente, una de las
cosas que m ás im presionó al Padre fundador en ese tiem po fue ver que los sacerdotes,
quienes deberían ser otros C ristos para los dem ás, es decir, transm isores de su fuerza y
de su confianza, se destruían psíquicam ente con apenas tres días de encierro en una
pieza oscura; el m iedo podía aniquilar una personalidad sacerdotal en tres días.
E l P. K entenich, en su celda, se dedica a rezar en voz alta y a cantar fuertem ente para
transm itir energías y esperanzas a los dem ás. Q uiere que ellos sientan: aquí por lo m enos
hay alguien que no tiene m iedo. A l salir de allí, después de cuatro sem anas, lo prim ero que
com enta es: “¡Por fin tuve vacaciones!”.E sto lo contó el m ism o capellán de la cárcel que lo
escuchó. T odos quedaron asom brados: lo habían m etido allí para quebrar su personalidad y
sale agradeciendo por las vacaciones que le dieron, después de tanto
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tiem po durante el cual había trabajado sin descanso. C om entando esta estadía en la
cárcel dijo: “D urante m uchos años he pasado el tiem po hablándole a los hom bres de D
ios. E s bueno tener ahora un tiem po largo en que pueda hablarle a D ios de los hom
bres y rezar en paz”. L os que lo vieron dicen que salió con una frescura de ánim o y de
cuerpo realm ente im presionante,com o si de verdad hubiera estado de vacaciones.
P risión de C oblenza
M ás tarde, una vez se le preguntó: “Padre, ¿cuál fue el m om ento m ás difícil de su estadía
en la cárcel, en el calabozo subterráneo y después, en el cam po de concentración? ¿C uál
fue la hora m ás difícil que pasó allá?”. E l respondió: “N o hubo ni un segundo difícil”. Y
explicó el por qué de su excepcional resistencia señalando diversos m otivos. E n prim er
lugar, desde niño, él se ejercitó siem pre en llevar una vida recia y varonil, en dom inar su
cuerpo. D orm ir en el suelo, estar a oscuras y com er poco, son cosas que no lo deshacen,
que puede controlar perfectam ente porque, en 1941, lleva ya 56 años ejercitándose en dom
inar su cuerpo. T odo eso no lo cogió de sorpresa ni física ni tam poco aním icam ente, pues
hacía ya m uchos años que él vivía de la voluntad de D ios: E stoy cobijado allí, y en la cárcel
m e he sentido plenam ente en el corazón de D ios –decía el Padre–. Q uiero estar siem pre
donde él m e quiere y m e siento tan contento en un calabozo oscuro com o en m i cam a, o
en la C asa de E jercicios predicando retiros. M i lugar es el lugar que m e señale la voluntad
de D ios. Por eso, m i sensación al llegar a la cárcel ha sido la de un peregrino que por fin
llega a la tierra de sus anhelos. H acía años que le estaba pidiendo a D ios todas las cruces
que él quisiera enviarm e. Por eso, cuando m e llegaba una cruz, nunca m e tom ó de
sorpresa: era lo que yo estaba pidiendo y para lo que m e estaba preparando.
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O ficinas de la G estapo
E l Padre perm anecerá en la cárcel del C arm elo hasta m arzo de 1942. A llí em pieza a
desplegar una actividad apostólica increíble. D espués de un tiem po se da cuenta que puede
tom ar contacto con el exterior a través de los carceleros, a quienes conquista por su
personalidad paternal. E ntonces com prende que necesita papel y anuncia su deseo de em
pezar a trabajar pegando cartuchos. L o hace con el único propósito de aprovechar el papel y
envía así los prim eros m ensajes al exterior. U sa com o correo a dos carceleros, pero sin
que ninguno sepa del otro, de tal m anera que cada uno sienta que es el único depositario de
la confianza del P. K entenich y para que así quede protegido el otro, en caso de ser
descubierto uno de ellos. Por el m ism o m otivo, siem pre los m andó separados. C ada uno
se siente honrado en ser el enviado personal de un hom bre com o el P. K entenich. U no de
ellos va al H ospital de las H erm anas en C oblenza, llevando los
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prim eros m ensajes. C uando las H erm anas se dan cuenta de esta posibilidad de
contacto, deciden tejer y m andarle un chaleco, en cuyos dobleces iban lápices chicos y
que tam bién podían servir para que él ocultara allí papelitos enrollados. D esde su celda,
el Padre fundador escribió un sinnúm ero de oraciones,cartas y escritos diferentes.
E l 20 de diciem bre dos H erm anas rondan en torno a la cárcel, se hacen am igas del
sacristán de la iglesia contigua, y descubren que, desde una ventana de la torre, se ve la
celda del Padre fundador. E stablecen entonces contacto por señas con él. M ás tarde, él
incluso se atreve a abrir la ventana y escucha así lo que le dicen sus visitantes desde la
torre. C om o él m ism o lo com enta, su celda se convirtió en un púlpito desde el cual
continúa predicando retiros a la Fam ilia,com o si aún estuviera totalm ente libre.
P R U E B A : P R O F U N D IZ A C IÓ N D E
SU P A T E R N ID A D
l P. K entenich com ienza a preguntarse cuál es el sentido de lo que está pasando. L o prim
ero que se le hace claro es que ha llegado la hora de ahondar su paternidad
“profunda”. E l com prende que ahora ha de ser padre desde la cruz y escribe a la
Fam ilia y al M ovim iento: N o se aflijan. M i gran deseo ha sido siem pre transm itir
vida a la Fam ilia, pero a sem ejanza de C risto, el lugar desde donde m ejor se transm
ite esta vida es desde la cruz. N o crean que serían en prim er lugar m is retiros, m is
consejos o m is palabras, lo que m ás les podría ayudar ahora. L o m ás fecundo que
puedo hacer es m i entrega por ustedes en la cruz. Por eso, es en este m om ento de
separación cuando estoy haciendo m ás que nunca por ustedes…
R ecibe Señor, toda m i libertad, m i m em oria, m i entendim iento, toda m i voluntad y todo m i corazón.
Todo m e lo has dado, todo te lo devuelvo sin reservas; haz de ello lo que quieras. Sólo concédem e una
cosa: tu gracia, tu am or, tu fecundidad. Tu gracia, para que m e doblegue gozosam ente a tu voluntad y a
tus deseos. Tu am or, para que m e crea, m e sepa y m e sienta am ado por ti com o la niña de tus ojos. Tu
fecundidad, para que en ti y en la Santísim a V irgen sea realm ente fecundo para nuestra obra com ún. E
sta será toda m i riqueza y no deseo nada m ás.”
(P risión,octubre 1941)
M i alejam iento y m is cadenas son el precio de rescate por el cobijam iento y libertad de toda la
Yo m e esfuerzo para que ustedes puedan estar orgullosos de m í. C uiden de que yo tam bién pueda
estarlo de ustedes.(… )
V isiten el Santuario diariam ente por m í y pidan a la Santísim a V irgen, en m i nom bre, que ella
180
perm anezca fiel a la F am ilia y nos im plore –para m í en prim er lugar– un ardiente am or a
la cruz y al C rucificado.
B ásicam ente no esquivo ninguna dificultad que presente la vida, al contrario, en todo quisiera crecer
hacia arriba. P uedo decir con San P ablo (F lp 4,11-14), que aprendí a estar satisfecho con las
circunstancias en que m e encuentro. Sé desenvolverm e en situaciones aprem iantes, com o tam
bién en la abundancia. A todo y a cada cosa estoy preparado: a tener ham bre y a estar saciado, a
m endigar y a tener en abundancia.Todo lo puedo en A quel que m e conforta.(… )
N uestras H erm anas no deben intranquilizarse por m i prolongado alejam iento o el aparente fracaso
de su oración y sacrificio. M i destino está m uy fuertem ente anudado al de toda la F am ilia. La lucha
conm igo y en torno m ío, es la lucha del dem onio contra la F am ilia. P iensen en Job. P or eso m í
liberación significa tam bién libertad de la F am ilia, P or otro lado, se cree que al encadenarm e se
encadena a la F am ilia. E n el fondo –así tiene usted que im aginarse– se entabla una dura lucha entre
la serpiente y la “A plastadora de la serpiente”. N o hay ninguna duda sobre quien triunfará finalm ente.
Y que yo pueda ser escudo para detener los golpes, es un gran honor y así debe ser. U sted puede
observar tam bién de qué m anera quiere aprovechar D ios esta prisión para el m ayor bien de cada uno
y de toda la F am ilia. P or eso tenem os que cuidar atentam ente de no estorbar en lo m ás m ínim o los
planes de D ios. P or lo tanto, que las H erm anas no se preocupen tanto por m í, sino m ás bien del
crecim iento del am or en sus alm as y de la vida de la com unidad. Sus oraciones y sacrificios son
escuchados plenam ente, en gran parte ya fueron escuchados. D e otro m odo, no podría estar tan
soberanam ente por encim a de la situación y hacer tanto bien en distintas direcciones.(… )
U sted sabe cóm o m e va personalm ente. E n ningún otro lugar podría haberm e recuperado
m ejor que acá. Tengo paz. O tros hom bres del E spíritu se retiraron a la soledad ante im
portantes etapas de su vida. A m í D ios m e tuvo que obligar. P or eso no quiero salir hasta
que él m e saque. U sted verá, en el m om ento justo estaré nuevam ente allí, pertrechado y
listo para el com bate, intacto en cuerpo y alm a. U sted cuide de que tam bién la F am ilia
haya crecido entonces y pueda recorrer conm igo los cam inos de D ios.
enaltecedor y universal! P or un bien tan grande ningún precio es dem asiado alto, ni siquiera la pérdida
de m i libertad y la renuncia a alegrías exteriores. ¡G ustoso pago este precio de rescate y cualquier otro
que D ios desee y exija,con tal que nuestra F am ilia sea santa y fecunda hasta el fin de los tiem pos!
181
L a prim era idea del Padre fue m ostrar la fecundidad del sufrim iento y de la
cruz y hacer que toda la Fam ilia, en el espíritu de la lnscriptio, se esforzara com
o él por asem ejarse a C risto crucificado, para llegar así a gozar tam bién de la
fecundidad de su resurrección. T odos estos anhelos e inquietudes trata de
despertarlos en la Fam ilia a través de las cartas,oraciones y escritos que envía.
2.2.E l fruto de la cruz: la corriente de solidaridad
E l 25 de diciem bre com ienza un desarrollo nuevo. A una H erm ana m uy joven
del H ospital de C oblenza, la H na. M ariengard, se le ocurre escribir una carta al N
iño Jesús poco antes de N avidad. E n ella pide al N iño Jesús que, com o regalo
de N avidad, realice un m ilagro de N ochebuena: la liberación del Padre fundador.
L a carta es m uy bonita y sencilla. L a H erm ana se la regala a su Superiora, a fin
de darle una alegría, y ésta, sin decir nada, la hace llegar al Padre fundador en la
cárcel, quien la recibe el 24 de diciem bre. E se día el Padre fundador escribe dos
cartas: una a la Fam ilia en general y otra a la H na. M ariengard, C oblenza. Pero
las dos cartas contenían una idea nueva. E l nom bre de la H na M ariengard, es un
nom bre que, con una pequeña variación significa “Jardín de M aría”. E l P. K
entenich le escribe a nom bre del N iño Jesús una carta al parecer m uy sim ple:
M i pequeña y querida M ariengard, cum pliré tus deseos cuando tu corazón y el corazón
de toda la Fam ilia se transform en en un florido jardín de M aría. A sí, pues, el cum plim
iento de tu petición, “el m ilagro de la N ochebuena”, está en tus m anos
182
y en las de los hijos de Schoenstatt. A presúrense para que no sea dem asiado
tarde…
enaltecedor y universal! P or un bien tan grande ningún precio es dem asiado alto, ni siquiera la pérdida de m i
libertad y la renuncia a alegrías exteriores. ¡G ustoso pago este precio de rescate y cualquier otro que D ios
desee y exija,con tal que nuestra F am ilia sea santa y fecunda hasta el fin de los tiem pos!
D e todo corazón dono gustoso al buen D ios la pérdida de m i libertad.E stoy dispuesto a soportarla
en todas las form as posibles, hasta el fin de m i vida, si con ello pago el precio necesario para la
perdurabilidad, la santidad y la fecundidad de ustedes y de toda la F am ilia, hasta el fin de los tiem pos. Lo
que aspiram os alcanzar con nuestra F am ilia y cóm o lo querem os lograr, es algo tan excelso, que sólo es
posible realizarlo con gracias extraordinariam ente grandes. E sto no deben olvidarlo nunca. Q uien am a a
la F am ilia se considera feliz de poder darlo todo por ella. Lo m ás valioso que posee el hom bre es su
libertad. C on sincero y ardiente am or ofrezco esta libertad, para que el D ios lleno de bondad les regale,
con abundancia y para todos los tiem pos, el espíritu de libertad de los hijos de D ios que tan ardientem ente
he anhelado para ustedes.(… )
M i estadía aquí es una prueba m ayor para ustedes que para m í; así com o m i destino es el destino de la F am
ilia. E stoy aquí no por causa m ía o por causa de alguna torpeza, sino por causa de la F am ilia, tanto de los m ás
próxim os com o de los m ás lejanos.P or eso la F am ilia está prisionera conm igo y en m í. P or lo m ism o,
tienen que aprovechar la prisión com o yo lo hago, com o una suerte y un destino personal.E so hacen si se
consum en com o hasta ahora por los ideales de la F am ilia,con inquebrantable fidelidad, aun cuando vengan
nuevas pruebas. E spero y pido a D ios poder tom ar y cargar solo m uchos de los golpes previstos para la F am
ilia. P ero, pero … , del todo no lo podré. P or eso ustedes, a pertrecharse. E n noble com petencia tratem os de
ser dignos unos de otros y de ser cada vez m ás dignos de D ios y de la Santísim a V irgen, para que ellos
puedan levantar con nosotros el gran edificio que quieren construir. E n la práctica, no podem os hacer nada m
ejor que cultivar, am ar y vivir el espíritu de Inscriptio (el am or a la cruz). P idan para m í ese espíritu com o yo lo
pido para ustedes y para todas las generaciones futuras … (… )
N o deben ponerse tristes por causa m ía, en prim er lugar porque estoy allí donde D ios m e quiere y
183
eso es siem pre lo m ejor. A dem ás, porque desde aquí puedo servirles y ayudarles m ejor que estando fuera. F
inalm ente, no deben olvidar lo que tantas veces les dijera: no hay lugar m ás herm oso en el m undo que el
corazón de un hom bre noble y lleno de D ios. V ean ustedes cuánto m e ha regalado D ios con lugares así. P
reocúpense ustedes que su corazón llegue a ser cada vez m ás noble, m ás puro, m ás fuerte y m ás lleno de D
ios.A sí,entonces,preparan al buen D ios,y tam bién a m í,un cálido terruño.
¿Y a quién le va m ejor en el m undo que a m í? ¿Q uién tiene un hogar m ás bello que el m ío, a
pesar de la prisión?
E l Señor, al em prender el cam ino de su pasión, rezó: “N adie m e quita la vida, yo m ism o la doy
porque quiero”. A sí lo hago tam bién yo: N adie m e quita la libertad, yo la doy librem ente, esto es,
porque yo lo quiero así. M ás exactam ente: porque así lo desea D ios. Y m i alim ento y m i tarea
predilecta es hacer la voluntad de A quél que m e ha enviado.
A hora saben por qué, desde el 20 de enero, estoy interiorm ente en espera de la libertad, aunque esté
tam bién dispuesto a lo contrario.(… ) D ios nos quiere a todos enteram ente para sí, por m edio del heroísm o de las
virtudes teologales tal com o debe encarnarlas el “hom bre nuevo”. Y en la actual situación tenem os que aprenderlas m
uy concretam ente. M i destino y el de ustedes están unidos indisolublem ente desde hace años.(… ) U stedes deben
crecer a través m ío y el crecim iento de ustedes, esta vez, es el precio de rescate por m i libertad. A parentem ente
estoy yo en prim er plano, pero, visto m ás exactam ente, son ustedes y su crecim iento a lo que apunta D ios. P or
cierto su crecim iento es m i alegría y m i orgullo. Som os inseparables en nuestra vida y en nuestro destino. E sto se m
anifiesta m uy particularm ente ahora ya que, esta vez m ás que nunca, pueden considerar m i persona com o sím bolo
de toda la F am ilia.E stoy aquí por la F am ilia y m i libertad es libertad para toda la F am ilia.
9 de febrero de 1942)
E n estas cartas expone por prim era vez esa ley de que hablam os en la prim era
parte: la ley de la dependencia m em bral. E l Padre fundador se da cuenta con m ayor
claridad que nunca, porque siem pre lo había sentido así, de lo siguiente: Y o no soy
sólo un jefe, soy padre. D ios quiso que fuera padre y de m í dependen los dem ás. D
ios ha dispuesto que la vida de Schoenstatt dependiera de m i vida y por eso quiere
que en m í se juegue el destino de la Fam ilia. Y o he de pagar el precio por la Fam
ilia, porque la Fam ilia depende de m í, porque yo soy su cabeza, ellos son com o m is
m iem bros y yo m e arriesgo y m e entrego por ellos com o cabeza…
184
A partir de ese día el Padre fundador em pieza a insistir en esa idea: Y o estoy preso
por ustedes, con la entrega de m i libertad exterior estoy pagando la libertad interior de
ustedes; y ustedes van a tener que pagar m i liberación exterior con su libertad interior,
es decir, luchando por hacerse hom bres interiorm ente libres, en el espíritu de la
lnscriptio; hom bres libres, enteram ente dispuestos a aceptar todo lo que D ios quiera
en cualquier m om ento. A sí ustedes, con su libertad interior, van a conquistar la m ía,
m ientras que yo, por m is cadenas físicas,voy a conquistar la libertad de ustedes…
Poco a poco em pieza a crecer en la Fam ilia esta conciencia: Som os una red de
E n la vida del
E sto se hace
185
E s entonces cuando la Fam ilia com ienza a sentirse “reflexivam ente” com o Fam ilia y
cuando em pieza tam bién a notarse quienes pertenecen y quienes no pertenecen
interiorm ente a ella. L a gente que va a continuar en Schoenstatt –com o ya dijim os– no
fue la que sólo siguió al P. K entenich en sus retiros sobre tem as sociales o pedagógicos,
sino aquella que en estos años logra captar que Schoenstatt es una Fam ilia, que el Padre
fundador se está jugando por ellos y que ellos se tienen que jugar por él.
E s lo m ism o que le sucedió a C risto. M ultitudes lo aclam aron en su tiem po por sus ideas,
por sus discursos, pero cuando llegó el m om ento de la cruz, se separaron de él; encontraron
herm osas las ideas, y seguram ente no las olvidarían con facilidad, pero no se sintieron
atados a su persona. ¿Y quiénes form aron la Iglesia? L os que a la m uerte de
que
con
conclusión: D ios quiere que yo ofrezca m i vida por la Fam ilia, com o el B uen
Pastor… E n concreto, esto significaba que el P. K entenich decide librem ente
a ir al cam po de concentración.
Y es increíble cóm o se m ovió la Fam ilia –especialm ente las H erm anas– durante
todo ese m es de enero. L as H erm anas habían sido las prim eras que siguieron la
línea de José E ngling y que habían descubierto al P. K entenich com o padre; por lo
m ism o, son las prim eras tam bién que en este tiem po tom an en serio su afirm ación
de que som os Fam ilia, de que nos estam os jugando los unos por los otros. Por eso
se dicen: si el P. K entenich aceptó la cárcel por nosotras, nosotras tenem os que
darnos enteras por él. Junto con las H erm anas, son un grupo pequeño de sacerdotes
Pallottinos y de sacerdotes diocesanos los que habían llegado ya a sentirse una
verdadera Fam ilia en torno al Padre (por lo m enos a nivel de asesores).
T odos ellos se juegan por entero tratando de buscar una salida a la situación. H
an conseguido que el m édico de la cárcel se m uestre dispuesto a declarar al
Padre fundador “no apto para el cam po de concentración”, en atención a una
deficiencia pulm onar de la que sufre, siem pre que él requiera sus servicios, se
declare enferm o y solicite ser exim ido por incapacidad física. L a Fam ilia está
feliz por haber encontrado esta solución. E l plazo para que el P. K entenich
eleve esta solicitud vence el 20 de enero a las cinco de la tarde.
Pero, en el Padre fundador, poco a poco, se ha ido gestando la convicción de que él tiene
que im itar a C risto, el B uen Pastor, de que él no va a engendrar vida en la Fam ilia, en
187
prim er lugar,recobrando su libertad y volviendo a predicar,sino que su tarea
principal es engendrar vida m ediante la cruz; que su paternidad ha de ser com
o la de C risto y que, por eso, debe entregarse arriesgando la propia vida. Pasa
toda la noche del 19 al 20 de enero rezando.
M ientras tanto le ha llegado una cantidad de cartas. L a Fam ilia está intranquila porque
se da cuenta que él no se m uestra m uy entusiasm ado con la idea de ser exim ido por el
m édico y quieren insistirle.E se día el Padre escribe tres cartas.E n una de ellas dice: “M
e llegan cartas que m e m artirizan”. Pero él nunca ha tem ido por sí m ism o; desde que
está preso su única preocupación era: ¿Será tan fuerte la Fam ilia com o para resistir este
golpe? ¿Q ué estará pasando entre las H erm anas? ¿Se habrán derrum bado con m i
prisión? ¿H abrán sabido reaccionar a la luz de la lnscriptio? ¿E stará trayéndole vida a la
Fam ilia m i encarcelam iento?… A penas se le presenta la posibilidad de escribir, la
aprovecha y m uestra el sentido de desafío que tiene su prisión, señalando a la Fam ilia
en qué form a D ios pide que la tom en para que pueda convertirse realm ente en fuente
de vida para todos. Y cuando está por tom ar la decisión de ir librem ente al cam po de
concentración, su angustia es la m ism a: no es por él, sino por la Fam ilia: ¿Irán a com
prender m i proceder si yo doy este paso y rechazo todo lo que han hecho por salvarm e?
¿T endrán la fuerza de salir adelante?…
E l Padre fundador pasa toda la noche en oración y, en la m añana de ese día 20, durante
la M isa –celebra M isa con una patena que es la tapa de un reloj y un cáliz que es una de
esas copitas para com er huevos que le han enviado las H erm anas– tom a la decisión de
no firm ar la solicitud y acepta ir a D achau. L uego escribe una carta m uy im portante al
P. M enningen en la cual le dice: “P or favor, trata de com prenderm e a la luz de la
(N os debe im pulsar) un am or sin lím ites y apasionado, una entrega fuerte y sacrificada, que nos
consum a totalm ente, por nuestra F am ilia y su m isión. Y aunque tenga en sus diversas ram as tantas arrugas,
defectos, debilidades y m iserias. P ara nosotros sólo puede haber un ceterum censeo, que repetim os siem pre
con unilateralidad orgánica y con energía elem ental: ¡nuestra F am ilia! E n el horizonte se vislum bran –lenta,
pero claram ente– las grandes líneas estructurales de un nuevo orden m undial. U n m undo antiguo está en llam
as. V em os todo esto y lo ponderam os a la luz de nuestro ceterum censeo. A unque nuestra fe, esperanza y am
or pasen por las pruebas m ás difíciles, aunque se
188
som etan cuerpo y alm a a duras torturas, para nosotros sólo vale una cosa, nuestro ceterum censeo. M
ientras tanto, m illones de hom bres, de nuestra generación y las venideras, tienden sus m anos hacia
nuestra arca.(… ) P ara quien es verdaderam ente enviado en una época tan difícil y decisiva sólo hay y
puede haber una cosa: nuestra m isión,nuestra F am ilia,nuestro ceterum censeo.
Seguram ente que están esperando hace tiem po la prim era carta desde m i nuevo hogar. P or eso
aprovecho esta prim era ocasión para satisfacer sus deseos. ¿Q ue cóm o m e va? San P ablo hubiera
respondido: “Todo lo puedo en A quel que m e reconforta”. A sí pues, m e va bien. ¿Q ué m ás? P or lo
dem ás, estoy constantem ente presente en espíritu entre los m íos y espero poder servirles m ás y m
ejor que hasta ahora. C uando el “segundo pecado orginal” se hizo realidad y el Salvador, optó, según el
deseo del P adre, por el sufrim iento y la agonía, dijo aquella m em orable sentencia: “E l grano de trigo
tiene prim ero que hundirse en tierra y m orir para dar fruto abundante”. Lo m ism o pienso yo. Y
ustedes, la F am ilia entera,deben esforzarse todos y tom ar en serio la donación total.
3.2.1.U na genialidad de fe
190
E sto fue para la Fam ilia un golpe inm enso, tam bién para el P. M enningen. E llos se
esfuerzan en com prender lo que significan las palabras del Padre fundador, quien se
m uestra seguro de que ése es un m om ento de gracias. M ás tarde el P. K entenich
dirá: L a genialidad del 20 de E nero no estuvo en que yo aceptara librem ente ir al
cam po de concentración, por m ás heroica que pudiera parecer esta decisión. H um
anam ente visto, significaba m i m uerte porque allá m andaban a la cám ara de gas o
asesinaban de cualquier m anera a la gente de edad. L o genial del 20 de E nero fue
que la Fam ilia – guiada por la fe práctica en la D ivina Providencia– com prendió lo
que D ios le pedía en ese m om ento. Y o sentí que D ios quería derram ar m uchas
gracias sobre nosotros y lo im portante era descubrir cuál era la condición requerida. E
sa condición fue no firm ar la solicitud…
L o que D ios quería con todo esto era que la Fam ilia quedara convencida de que su gran
fuerza es la A lianza de A m or; D ios quería m ostrarle que la A lianza de A m or no sólo
puede liberarnos interiorm ente de nuestras debilidades m orales, sino que es tam bién una
fuerza plasm adora de historia, capaz de cortar las cadenas del Padre fundador, de vencer la
guerra, de superar un cam po de concentración. Por eso lo prim ero que el P. K entenich pide
a la Fam ilia desde su prisión es creer tam bién en la realidad de esa solidaridad m isteriosa
que les ata a la A lianza de la A m or. E s decir, que la A lianza no sólo es una A lianza entre
los hom bres y D ios sino tam bién una A lianza entre el Padre y sus hijos, una A lianza en el
sentido horizontal. E l P. K entenich siente que D ios pide tom ar m uy en serio esa A lianza
hacia arriba y hacia los lados, viviendo la solidaridad hum ana, y que, a cam bio de eso, él les
regalará la libertad física y la integridad de Schoenstatt, cuidando que nada sea destruido; tam
bién siente que todo esto traerá un inm enso crecim iento interior para los que crean.Y la Fam
ilia junto con el Padre fundador cree.
3.2.2.U n triunfo del hom bre nuevo y de la nueva com unidad
191
E l 20 de E nero es un triunfo del hom bre nuevo porque es un triunfo de la libertad:
porque la Fam ilia cree que D ios es el gran L iberador y que, de parte del hom bre, la
m ás alta libertad consiste en la total entrega del corazón al plan divino, en saber
hacerse enteram ente libre para seguir lo que D ios pide por m ás arriesgado que eso
pueda ser. Si uno entrega librem ente y con confianza de hijo el propio corazón, D ios
regalará tam bién la liberación exterior. E n la lnscriptio, en la confianza en D ios en m
edio de la cruz, se conquista la raíz de toda verdadera libertad, la fuente de toda
liberación. Por eso, para el Padre fundador, este m om ento significa un triunfo del
hom bre nuevo, de ese hom bre que es libre a partir de lo m ás hondo de su ser.
Pero tam bién el 20 de E nero significa un triunfo de la com unidad nueva: porque la
Fam ilia tom a conciencia, com o nunca antes, de la íntim a dependencia m utua de
unos con otros. E n este m om ento se em pieza a vivir en su plenitud el ideal de la
nueva com unidad anhelada desde siem pre por el Padre fundador. E l siem pre había
dicho: L a sociedad m oderna, la sociedad colectivista –capitalista o m arxista– es una
sociedad donde los hom bres están atados casi exclusivam ente por vínculos
exteriores, por razones de eficacia política o económ ica. L a solidaridad que se da en
ella es la del equipo de trabajo o la del m ilitante del partido político, pero es una
solidaridad fría y utilitarista. L os hom bres se atan unos a otros en la m edida en que
puedan sacar provecho el uno del otro. E sta actitud engendra un m undo en que los
hom bres viven los unos al lado de los otros. L a verdadera com unidad nueva, en cam
bio, es una com unidad de corazones, una com unidad atada por lazos interiores,
donde los hom bres viven los unos en los otros. Pues bien, esa com unidad nueva
com ienza a ser una realidad vigorosa en Schoenstatt, a partir del 20 de E nero.
E s en este m om ento cuando la Fam ilia tom a conciencia reflexiva y pública de todo lo que,
en este sentido, había vivido durante los años anteriores, y cada schoenstattiano descubre y
proclam a con m ucha lucidez: el Padre es m i padre. E l no es sim plem ente el dirigente de
una gran obra. E l está personalm ente atado al destino de cada uno de sus hijos. C ada uno
lo había sentido siem pre así, pero ahora esa conciencia se vuelve m ás clara, y se afirm a en
público que el Padre es de todos, que se está entregando por todos y
192
que tam bién nosotros debem os entregarnos por él. E se am or paternal que cada
uno había sentido siem pre en su contacto privado con él, él lo está m ostrando ahora
públicam ente, al precio de su vida. E l Padre fundador es el “buen pastor” que se da
por nosotros y nosotros querem os darnos tam bién por él. E ntre él y nosotros hay
una unión indisoluble. T enem os que “jugarnos” el uno por el otro. Sus cadenas son
nuestras cadenas. N osotros hem os de conquistar su libertad y nuestra libertad la
está conquistando él. A sí com ienza a vivirse una com unidad con un grado de intim
idad y de solidaridad no conocido hasta entonces. Schoenstatt se hace Fam ilia, ciento
por ciento, y con esto se inicia una increíble irrupción de gracias.Pero serán sólo
aquéllos que han dado el paso con el Padre fundador los que captarán esta irrupción;
aquéllos que han com prendido que Schoenstat es Fam ilia y han dado el sí a esta
solidaridad del M ovim iento con él, com o su padre y su cabeza.
193
4.L O S F R U T O S D E L 20 D E E N E R O
194
tratados com o un sim ple núm ero y todo estaba científicam ente concebido
para despersonalizar, a partir desde el m ism o tratam iento inicial, donde los
rapaban y les echaban insecticidas com o si fueran anim ales, haciéndoles
sentir que ya habían perdido toda su dignidad hum ana de ciudadanos.
195
m ism a rapidez se conoce tam bién la situación habida con el jefe de la G
estapo. A través de todo eso, el P. K entenich adquiere, desde el prim er m om
ento, un enorm e ascendiente m oral en el cam po de concentración.
U n dato interesante es que las prim eras personas que en público lo llam an “padre”
fueron los com unistas. L a Fam ilia –com o hem os dicho– lo había experim entado siem
pre com o “padre”, pero esta vivencia había perm anecido com o algo personal, privado.
Por la nueva situación que ha traído el 20 de E nero, los schoenstattianos reconocen
públicam ente: él es nuestro padre y nuestras vidas están íntim am ente unidas a la de él.
Pero lo siguen llam ando “H err Pater” (título sacerdotal); no le dicen “V ater” (padre,
papá). E n el cam po de concentración, algunos com unistas fueron los prim eros en llam
ar en público al P.K entenich “papá”,porque realm ente lo sentían así.
Sus grandes am igos en D achau, los que m uchas veces le salvaron la vida, fueron com
unistas. E l P. K entenich despliega con ellos una relación de paternidad expresada hum
anam ente, m uy honda y auténtica. E llos se sentían atraídos por su acogim iento, por su
respeto. Frente a un hom bre com o él, todos sentían la necesidad de abrirse. E l P. K
entenich ayudó m ucho y conversó m ucho, durante varios años, con uno de esos jefes
com unistas; fue m uy paternal con él y, sin em bargo, nunca le habló de religión. L o
servía en lo que el otro necesitaba, a partir de las inquietudes que tenía. Sólo al final,
cuando llegó el m om ento de separarse –pues tocaba a su fin el cam po de
concentración– el P. K entenich le dijo: “L e voy a pedir una sola cosa com o signo de la
am istad de todos estos años: que cuando usted vuelva a su casa, alguna vez lea la B
iblia en recuerdo m ío y trate de ver si lo que ahí se dice le interesa”. C om o éste, tuvo m
uchos am igos com unistas o protestantes. T odos se sentían atraídos hacia él por la
fuerza de su personalidad, independientem ente de sus convicciones religiosas.
196
4.1.2.Su fecundidad apostólica
Pero, evidentem ente, el P. K entenich desplegó su paternidad con una fuerza aún m ucho
m ás extraordinaria frente a la gente que le estaba m as cerca. E ntre los sacerdotes y los
católicos del cam po de concentración y frente a la Fam ilia desarrolló un apostolado
increíble en esos años, apostolado no sólo personal, sino que tam bién epistolar. E l
197
sistem a de las cartas ocultas siguió. L as H erm anas fueron m uy ingeniosas para
buscar cam inos de contacto: le m andaban alim entos con cartas adentro, se
vestían de civil e iban a com prar flores en el cam po de concentración para
hacerle llegar cartas y noticias, y así, a través de toda una cadena de “contactos”,
fueron descubriendo diferentes canales para que fueran y volvieran los m ensajes.
E l Padre fundador escribió varios libros en el cam po de concentración, por ejem plo, “L a
piedad instrum ental m ariana”. Para las H erm anas escribió un libro que se llam a “Im
agen del Pastor”, donde les detalla instrucciones en relación a su espiritualidad, a las form
as de organización de su com unidad, al funcionam iento del noviciado, etc. Y para que la
G estapo no se diera cuenta de qué se trataba, escribió todo esto en versos. E l libro tiene
en total casi seis m il estrofas. H abía días en que dictaba m ás de cien estrofas diarias. ¡Y
los versos son todos con rim a! E laborar el m aterial y después ir vertiéndolo en versos
exige un esfuerzo m ental enorm e. T odo esto lo hacía m ientras un grupo trabajaba
zurciendo sacos, aunque norm alm ente él no zurcía sino que dictaba y otro de los
zurcidores –a escondidas por supuesto– estaba todo el día escribiendo.
198
L os m ism os jefes com unistas le ayudaban. Por reglam ento no se podía perm anecer
durante el día dentro de los galpones. Pero, a veces, los jefes –sim ulando estar
enojados– lo llam aban para que fuera a lim piar las ventanas. E n el fondo lo hacían para
darle oportunidad y tiem po para escribir. T am bién lo ayudaban a pasar a la enferm ería
para ir a dar la com unión a los enferm os. A sí realizaba todo un trabajo subterráneo im
presionante. D urante m ucho tiem po, daba tam bién m editaciones todas las tardes en el
bloque de los sacerdotes.E l era allí la persona que m antenía el espíritu en alto.
199
A sim ism o, el “H acia el Padre” lo escribió en D achau. E l texto alem án tam bién
es en versos rim ados. E s increíble pensar que el P. K entenich haya podido dictar
oraciones tan herm osas y puras com o el “C ántico al terruño”, donde se habla del
ideal de la tierra nueva, del hom bre nuevo, de la nueva com unidad, en m edio de
un am biente bestial y dem oníaco,sistem áticam ente planeado para rebajar a los
hom bres.E l contraste entre uno y otro m undo es abism ante.
E n D achau la com ida estaba calculada al justo para que un hom bre alcanzara el m
áxim o de rentabilidad, es decir, para que, com iendo un m ínim o, no se m uriera y
pudiera trabajar. Para eso se calculaba lo estrictam ente necesario para que la
persona viviera y para que pudiera, con su m ism o trabajo, costearse su m antención.
E n el aporte a la propia m antención hecha por el reo, estaba calculado hasta el
precio de venta de sus cabellos, de sus huesos, el día que m uriera y lo que podrían
rendir sus cenizas, si es que se le crem aba.¡H asta eso estaba calculado!
200
Pero, ¿cuál fue el significado de la experiencia en D achau, globalm ente considerada?
H em os dicho que Schoenstatt, en prim er lugar, se hace Fam ilia. Se hace una Fam
ilia que encarna el ideal del hom bre nuevo y de la nueva com unidad; de una com
unidad de corazones com o no se había vivido hasta ese m om ento. L a Fam ilia
crece en libertad interior y en solidaridad de corazones, y el tiem po de la guerra dem
uestra que la fuerza de esa libertad y de esa solidaridad es a prueba de bom bas, a
prueba de cam po de concentración,a prueba de brutalidad colectivista.
E l P. K entenich se da cuenta que el espíritu que D ios le ha regalado a la Fam ilia
es un espíritu capaz de superar todos los problem as que se avecinan al m undo
del m añana. E l se dio cuenta que esta oleada de brutalidad colectivista que
significó el nacionalsocialism o, era apenas un anticipo de lo que va a venir sobre el
m undo en el futuro, y que si Schoenstatt fue capaz de vencerlo, la causa está en
su carácter de Fam ilia: fue eso lo que les dio las fuerzas para superar todas las
dificultades de este tiem po. Por eso, cuando sale de D achau, el Padre fundador
considera esos años y toda la historia vivida en ellos com o el sello definitivo de la
Providencia D ivina en la vida de la Fam ilia, com o la gran confirm ación de D ios
sobre la m isión de Schoenstatt frente a la Iglesia y al m undo del futuro.
E sos años hicieron de Schoenstatt una verdadera Fam ilia y m ostraron que ese espíritu de
fam ilia y esa solidaridad m utua eran capaces de vencer a cualquier enem igo. Fue esa
solidaridad lo que les dio la fuerza; la solidaridad en sentido vertical con M aría, y la
solidaridad horizontal entre ellos, especialm ente con el Padre de la Fam ilia, porque la Fam
ilia llegó a vivir una entrega heroica no sólo por am or a la Santísim a V irgen, sino tam bién, al
ver la entrega del Padre fundador y por fidelidad a él. E l P. K entenich, en lo que toca a él,
tam bién dice que en el cam po de concentración él pudo m antener su actitud no sólo en
base a su espíritu sobrenatural, sino adem ás, porque en cada instante recordaba a las m
uchas personas que se estaban ofreciendo por él y se decía: “T engo que
201
vivir aquí com o un padre digno de m is hijos y de m is hijas”. A sí en todo este
tiem po está haciendo cada vez m ás hijos a sus hijos, y los hijos, con su
respuesta de fidelidad, están desafiándole a que se haga cada vez m ás padre.
Sin em bargo, después de la guerra, el P. K entenich se da cuenta que la Fam ilia, que renace
por el 20 de E nero y por D achau, es una fam ilia que vive plenam ente esta ley de la
solidaridad, que encarna lo que debe ser la Iglesia: una profunda com unión de am or entre
todos los m iem bros que la com ponen. Sólo quien encarne esta solidaridad podrá ser alm a
de un m undo verdaderam ente solidario. Por ello, la Iglesia tiene que poseer un espíritu
nuevo, tiene que encarnar en sí m ism a al hom bre nuevo y la nueva com unidad. Para el P.
K entenich, D achau dem ostró que Schoenstatt –en cuanto m iem bro vivo de la
202
Iglesia– posee ya ese espíritu capaz de engendrar un m undo m ás solidario, y
sale de D achau sintiendo la reponsabilidad de tener que anunciar a todos,
especialm ente a las autoridades de la Iglesia,lo que ha descubierto.
L levado de la convicción de que D ios le pide anunciar, ahora en voz alta, el m ensaje
de Schoenstatt, el Padre fundador publica el “H acia el Padre”, el que despertará m
ucha reacción en círculos eclesiales alem anes. T am bién em pieza sus grandes
viajes internacionales para difundir y predicar Schoenstatt por todos los continentes. D
urante todo este tiem po, –cinco años y tres m eses, que van desde m arzo de 1947 a
junio de 1952, cuando parte desterrado a M ilw aukee– el Padre estuvo apenas un año
y m edio en Schoenstatt, (entre 1947 y 1950, su estadía total en Schoenstatt fue sólo
de 8 días); en el resto de E uropa –A ustria, Suiza y R om a, donde se com prom ete
ante el Santo Padre por el futuro de los Institutos Seculares– pasó 6 m eses; 3 m eses
en N orteam érica, 3 m eses en Á frica y dos años y m edio en A m érica Latina. E n
nuestro continente estuvo todo el año 1949, la m itad de los años 1947, 1948 y l952 y
algunos m eses de los años 1950 y 1951. E sto prueba el interés y cariño especial que
nos dedicó. E n C hile estuvo en total 256 días,repartido en 9 estadías.
203
¿Q ué les diré para com enzar? Laetatus sum !… E s evidente que un padre se alegra cuando vuelve a
ver a sus hijos, en especial cuando ha ofrecido su vida por ellos y ha debido tem er, a cada
instante, que la ofrenda fuese aceptada.(… )
A unque todavía no puedo hablar su idiom a, existe una lengua que todos pueden hablar, el
idiom a del am or, del am or a nuestra M adre y R eina tres veces A dm irable de Schoenstatt.
Y este am or nos une a todos esta noche.N adie debiera superarnos en este am or.(… )
A l verm e ahora, ustedes no podrán creer que pasé casi cuatro años en D achau. Y debo decirles que
m e siento m ás fresco y m ás sano que nunca. Tal vez ustedes piensen que padecí m enos que otros
en D achau. N o fue así. P ero fue com o si siem pre hubiese estado entre ustedes, y no en el infierno
del cam po de concentración. ¡A quí se esconde un m isterio! La M adre y R eina tres veces A dm irable
obró el m ilagro que m e m antuvo sano,perm itiéndom e estar hoy entre ustedes.
(N ueva H elvecia,9.5.47)
204
5.SE P R E P A R A N N U E V A S P R U E B A S
T oda esa época es extraordinariam ente fecunda, pero tam bién traerá grandes
problem as. E l dem onio se ha dado cuenta que esta pequeña Fam ilia es un D avid
que puede vencer al gigante G oliat del colectivism o por quien él vela. E ntonces él
tam bién em pieza a m ontar su m aquinaria de ataque. E l dem onio capta que
Schoenstatt es im portante y que lo m ás peligroso es el nuevo tipo de com unidad que
allí ha surgido. E l com prende que ese tipo de com unidad solidaria, de com unidad
fam iliar, donde el jefe no es una autoridad m eram ente jurídica sino un verdadero
padre, que hace a los dem ás verdaderos hijos y herm anos, es algo m uy peligroso
para él, ya que puede trastocar todos sus planes de enfriam iento del m undo. Sabem
os que el Señor dice que al final de los tiem pos va a enfriarse la caridad, el am or. A l
dem onio le interesa un m undo frío com o el m undo colectivista, y se da cuenta que
la calidez de la vida com unitaria y fam iliar que ha surgido en Schoenstatt, desde el m
om ento en que la Fam ilia reconoció públicam ente que el P. K entenich era su padre,
es peligrosísim o. Por eso decide concentrar su ataque en ese punto.
L a lucha com ienza en la com unidad de los Padres Pallottinos. E stos se sorprenden al ver la
nueva posición que el Padre K entenich ocupa en Schoenstatt a su vuelta de D achau. Se dan
cuenta que la paternidad del Padre fundador, después de D achau, es totalm ente diferente. E
l ahora es “padre” en prim er lugar; el “jefe” pasó a segundo plano. E s un padre que guía, es
un padre que educa, pero, en prim er lugar, padre. Y tam bién es padre en público. T odos
proclam an que es el Padre de la Fam ilia. E ste ya no es un titulo que se le da sólo en la
confesión o en las conversaciones privadas de dirección espiritual.
Y , ¿por qué se ha producido este cam bio? ¿Por qué el Padre fundador aparece
ahora públicam ente en el centro, com o nunca lo había hecho antes? E n prim er
lugar, porque todo esto ha sido el fruto de un proceso vital que venía gestándose
desde el com ienzo m ism o de Schoenstatt, pero que se reveló a la luz pública en
tiem pos de D achau con la entrega del Padre por la Fam ilia y con el hecho de
sentir la Fam ilia la necesidad de entregarse a él. A llí se m ostró que existía entre
el Padre y sus hijos una red de destinos, una red que los ataba indisolublem ente.
E sto siem pre había existido com o realidad oculta, pero ahora culm inó, salió a la
luz y se convirtió en algo tan m anifiesto que ya nadie podría acallar. Sí, la Fam ilia
tom ó conciencia de su paternidad, por sobre los tiem pos, de su posición com o
Padre y Fundador, com o “cabeza supratem poral” de Schoenstatt.
205
A dem ás influyeron varias otras cosas. E n todo
Por otro lado, el P. K entenich ve que la Fam ilia ha hecho tanto y se ha sacrificado en tal
form a por él, que se siente personalm ente obligado a darle m ucho m ás cariño que
antes. Sus hijos se han ganado ese derecho. Por otra parte, durante todos estos años, la
Fam ilia aprendió a ver en su Padre fundador la im agen de C risto que se entrega por los
dem ás y descubre así, con m ucha claridad, la dim ensión sobrenatural de su paternidad,
de m odo que ya no existe el peligro de que la entrega filial a él se quede en una entrega
m eram ente hum ana. E l Padre fundador se ha convertido en un sím bolo de C risto, del
B uen Pastor que se da por los dem ás. Por todo esto, llega de D achau con una actitud
totalm ente distinta y toda la gente lo siente cam biado.
E n consecuencia, estrictam ente ya no puedo ni debo hablar m ás de ‘m is’ secretos. M i secretos son,
en lo m ás profundo, los secretos de la F am ilia. E s por eso que ella tiene derecho a saberlos
reflexivam ente y a profundizarlos espiritualm ente.
C reo que soy tan libre ante m i propia persona que,sin m ás,puedo hacer am bas cosas ya sea
ponerla en la som bra, o bien sacarla o perm itir que sea sacada a la luz. Lo prim ero se dio
cuidadosam ente hasta D achau. E n un principio no perm ití fotografías o, cuando no se podía evitar,
que se hicieran copias y que circularan. E l m otivo de esta actitud es sim ilar a lo que ocurre en la
historia de la devoción m ariana: la obra de D ios debía ser puesta, com o corresponde, claram ente en
prim er plano, independientem ente del instrum ento usado.
D espués de D achau tuvo lugar un cam bio, que no sólo se dio por sí m ism o, sino prom ovido conscientem ente.
Las razones de este cam bio ya fueron expuestas en otro lugar. Se trata de las dim ensiones gigantescas de la
obra total, de su contínuo crecim iento y pleno desarrollo, cuya existencia
206
y fecundidad exigían necesariam ente, junto a otros elem entos im portantes, un centro personal cultivado conscientem
ente. A sim ism o, la m anifiesta voluntad de D ios, de insertar e incorporar orgánica y jurídicam ente a la F am ilia com o
acies bene ordinata (ejército bien ordenado) en la estructura general
de la
Iglesia, y de conducirla en
m edio de
la lucha
por la
D esde
1947, fue
evidente
darse
esencialm ente tal com o luego ocurrió históricam ente. P or eso, la aceptación de los actos de
fidelidad no significó para m í en absoluto una satisfacción personal. P ara m í, equivalía a decir el sí a
un V ia C rucis que debía llevarse a cabo en sus catorce estaciones. Sucedió todo de tal m anera que
nada m e sorprendió, sino que, por el contrario, m e alegraba de los clavos, los golpes de lanza y las
espinas que m e alcanzaban.
207
físicam ente junto a los suyos. A dem ás, la Fam ilia en A lem ania ha crecido m
ucho. Por todo esto, él ya no podrá tener contacto directo, de padre a hijo, con
cada uno. Por eso capta la im portancia de que en el am biente en que vive la
Fam ilia flote la idea: tenem os un padre,él es nuestro padre.
E sto será decisivo para que puedan seguir sintiéndose Fam ilia, a pesar de las
distancias o del núm ero. Por eso es im portante que se hable de él, para que él perm
anezca cerca, para que los que no pudieron dirigirse espiritualm ente con él, tam bién
lo sientan com o su padre. E l ha com probado que esto da insospechadas fuerzas,
que la Fam ilia llegó al heroísm o porque lo sentía verdaderam ente com o su padre,
que confiaron en D ios porque lo sintieron cercano en él. D e ahí la im portancia de
que las personas, que no tendrán dirección espiritual directa con él, aprendan tam
bién a conocerlo com o padre. Por eso perm ite que se hable m ucho de él.
C hile (1948)
¿Por qué se ha producido este cam bio? ¿Por qué el P. K entenich aparece públicam ente al
centro com o nunca lo había hecho antes? E l m ism o da, posteriorm ente, todas las razones
de este cam bio, algunas de las cuales hem os analizado m ás extensam ente. E l explica que
se hacía necesaria una descentralización en la Fam ilia. L uego de las pruebas, la Fam ilia
estaba m adura y estructurada interiorm ente en una buena m edida. A dem ás, había crecido
exteriorm ente, de tal m odo que estaba en capacidad de gobernarse a sí m ism a. E sta
descentralización requería una reorientación en su posición personal com o Padre y
Fundador. H asta entonces, se había dedicado fuertem ente a la atención personal, tal
208
com o lo hem os visto. Fue necesario para la transm isión exacta, de persona a
persona, de todo su m undo de valores. A nte el crecim iento interior, en
espíritu, y el crecim iento exterior, en núm ero, y la im posibilidad de una
atención personal exhaustiva, ésta pasa a un plano posterior. E n prim er plano
aparece el P. K entenich fuertem ente com o el Fundador y Padre de todos.
D e este m odo, la organización fam iliar no se ve conm ovida sino que es asegurada
por la presencia perm anente del padre en la conciencia colectiva fam iliar. Se
adquiere progresivam ente la conciencia de su paternidad sobre toda la Fam ilia y
sobre cada uno de sus m iem bros. E sto se va desarrollando en los años y
dificultades posteriores hasta constituirse la vinculación al Padre y Fundador en uno
de los llam ados “puntos de contacto” de la O bra de Schoenstatt, y hasta constituirse
la persona del Fundador en la “cabeza supratem poral” de la Fam ilia.
L os Pallottinos advierten este cam bio, pero los que no habían seguido todo este desarrollo
vital, los que no se habían jugado por él en esos años porque no lo sentían a él com o su
padre, ni a Schoenstatt com o su Fam ilia, em piezan a desconcertarse. E ste hom bre, a
quien hasta entonces sólo habían considerado com o el organizador, com o el Jefe del M ovim
iento, parece que com ienza a ser el centro de todo. E llos siem pre habían
209
pensado que, cuando el P. K entenich no pudiese continuar en su puesto, vendría a reem
plazarle otro sacerdote, con tanta inteligencia y capacidad com o él y que el M ovim iento
seguiría así adelante. Pero de pronto captan que la cosa no es así; que el P.
K entenich no
es sim plem ente un jefe que dirige el M ovim iento por un período
determ inado y
que sería reem plazable por cualquier otro sacerdote de sus m ism as
210
de D ios. Por eso, el sentido de sus viajes fue ya de “universalizar” su paternidad.
Pero esto se acentúa en el período siguiente al que hem os llam ado “la etapa de
la paternidad universalizada”. E l quiere m ostrar a la Iglesia hasta qué punto se
necesita un espíritu de filialidad y de paternidad com o el que se ha vivido en la
Fam ilia y, adem ás, quiere proclam ar que la form a com o él ha encarnado la
autoridad paternal, será lo que salvará a la sociedad y a la Iglesia, del m añana.
Por eso, será en este punto donde se centrarán todas las luchas.
E staba previsto en los designios de D ios que ustedes y yo nos perteneciésem os con una profundidad
singular. E n los planes de D ios nunca debo haber existido sin ustedes, ni ustedes sin m í. D esde la
eternidad,D ios nos pensó en una A lianza de A m or.
Si D ios lo pensó así, si no m e vio nunca sin ustedes, ni a ustedes sin m í, si él no quiere que cum pla m i m isión
sin ustedes –com o tam poco vio a M aría separada de Jesús– si él las pensó, desde toda la eternidad, com o m
is colaboradoras perm anentes en el cum plim iento de m i m isión, (… ) entonces com prenderán cuán
agradecido estoy para con ustedes que han consentido con estos planes.
N o debem os considerar com o algo opuesto la íntim a filialidad y la recia y vigorosa disciplina. M i
principio –aún en las situaciones m ás difíciles– es no esquivar nunca una dificultad. D e lo contrario, m
e sentiría m entiroso, falso y no m e atrevería a presentarm e ante ustedes para alentarlas a aspirar
hacia lo m ás alto. Si el hijo quiere pertenecer al P adre, entonces no sólo debe im itarlo en su intim
idad, sino tam bién en la reciedum bre y entrega total.
F ue un acierto extraordinario de la P rovidencia: estuve constantem ente alejado y, sin em bargo, siem pre
estuve con la F am ilia.(… ) U na obra grande no puede existir sin abundante derram am iento de sangre, tanto en
sentido espiritual com o real. H aber recibido una gran m isión de D ios es, sin duda, un acto de alentadora
confianza, pero, tam bién un llam ado, un com prom iso a un constante m orir, m ístico o real.Sem ejante
vocación no es solam ente una alegría sino tam bién una carga divina.
E stas recias acciones –del P adre y de los hijos– expresaron un íntim o entrelazam iento de destinos y
nos unieron cada vez m ás profundam ente.
(N ueva H elvecia,27.12.48)
211
E l segundo ‘dogm a schoenstattiano’: E n Schoenstatt absolutam ente nada se gestó sólo por m í. N o
deben tom ar esto com o una frase hueca sino com o una ‘profesión de fe’. E s realm ente algo increíble
cóm o nuestros corazones laten uno en el otro. Ya se trate del corazón de un hom bre, un niño, una
niña, una m ujer o un obispo, es sólo un m ism o corazón. E n el fondo m uchos corazones pero, al fin y
al cabo, un solo latido.(… ) C uando m encionan m i nom bre, tam bién ustedes son nom brados. C
uando pronuncio o escucho su nom bre, el de ustedes, pronuncio o escucho m i nom bre. C reo que es
sim plem ente así: todo lo realizado en Schoenstatt es una obra hecha en com ún.
para que m uriendo tanta flor de flores quedara tu gota de vida entre la
tarde y creciera com o sorpresa al m undo!
fruto de M aría Inm aculada, herm ano del fruto bendito del
/ /vientre virginal,
/vendim ia nueva.
P.Joaquín A lliende L .
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216
C A P ÍT U L O Q U IN T O
P A T E R N ID A D R E F L E X IV A Y
U N IV E R SA L IZ A D A
(31-05-1949 / 24-12-1965)
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218
Q U IN T A E T A P A
sta época coincide con el tercer hito de la historia de la Fam ilia y va desde el 31 de M ayo de
1949 hasta el regreso del P. K entenich a Schoenstatt, el 24 de D iciem bre de 1965. E l P. K
entenich com ienza a aparecer com o el “Padre de la Iglesia en las
nuevas playas” y, tam bién, com o “Padre del futuro O ccidente”. E s la época
en que él se com prom ete, en form a oficial, en una lucha en la cual se siente
paternalm ente responsable por el futuro de toda la Iglesia y del m undo.
Por otra parte, en todo este tiem po, el P. K entenich em pieza a reflexionar con m
ucha profundidad sobre lo que ha sido su historia con la Fam ilia, sobre lo que ha sido
su paternidad y lo que ha sido su propia persona. L o hace para defender a la Fam ilia
y aquellos aspectos de Schoenstatt que son atacados. E s aquí donde él nos entrega
su gran visión de Schoenstatt, podríam os decir, la elaboración científica de todo lo
que él ha vivido y del valor que su paternidad tiene com o luz para la Iglesia y el futuro.
Y si en D achau escribió m ucho, en M ilw aukee escribió m ucho m ás todavía. E n
esos 14 años, escribió el equivalente a un libro grueso por m es. E n estos escritos él
analiza y revisa la historia de Schoenstatt, las fuerzas de Schoenstatt y todo aquello
que culm inó en esa unión de Fam ilia, en esa paternidad y filialidad vividas tan
intensam ente en torno al 20 de E nero de 1942.
219
1.H A C IA L A S N U E V A S P L A Y A S D E
L A IG L E SIA
la Iglesia entera. D esde un com ienzo él anhelaba un tipo de hom bre nuevo, un tipo
de com unidad nueva para la Iglesia, para el m undo. E n 1916, este anhelo general se
concretiza cuando hace suya la idea de V icente Pallotti de form ar una C
onfederación A postólica U niversal. Se da cuenta que, en la Iglesia, cada vez se va
haciendo m as necesaria una coordinación general de todas las fuerzas apostólicas –
lo que hoy llam aríam os pastoral de conjunto– y que Schoenstatt debería ser el alm a
de ese proceso de solidaridad dentro de la Iglesia. Por lo m ism o, desde un com
ienzo, trata de estructurar a Schoenstatt no sólo com o alm a de esa Iglesia
renovada,sino tam bién,com o su m odelo. E l ve que en la Iglesia no es posible una
solidaridad y una coordinación de todas las fuerzas apostólicas en base a una
autoridad centralizadora. E s difícil m ontar una m aquinaria dirigida desde un solo
centro. T am poco el Papa ejerce su autoridad universal en ese sentido. Sin em bargo,
el P. K entenich cree que Schoenstatt tiene una gran tarea en el sentido de la unidad
de toda la Iglesia, pero una tarea de unidad a través de la anim ación. Para eso, él
piensa que Schoenstatt tiene que ser una Fam ilia llena de espíritu, capaz de unir a la
Iglesia entera a través de la fuerza de su espíritu, pero sin tener derechos sobre nadie,
sin aspirar a una influencia jurídica sobre otros grupos. Por eso, el P. K entenich
estructura la Fam ilia en base a núcleos jurídicam ente independientes.
E n U ruguay (1948)
T odos los Institutos de Schoenstatt son jurídicam ente independientes los unos de los otros;
nadie puede m andar sobre otros. A sí, por ejem plo, los Padres no tienen ningún derecho
sobre el Instituto de las H erm anas, y el m ism o M ovim iento, en su form a plena, m adura,
tal com o existe ya en A lem ania, es un M ovim iento diocesano, reconocido por los O bispos
y que solicita librem ente la asesoría de los m iem bros de los Institutos –de los Padres, de los
Sacerdotes Seculares, de las H erm anas, del Instituto de N uestra Señora de Schoenstatt o
de los H erm anos M arianos– en la m edida en que esas personas sean
220
idóneas para servirlo. Pero los Institutos no tienen ningún derecho frente al M ovim
iento. E l M ovim iento es un M ovim iento diocesano y se deja inspirar por los m iem
bros de los Institutos en la m edida en que éstos realm ente lo sirvan. T odo
Schoenstatt está construido en base a un sistem a de “tensiones entre distintas com
unidades”, que son libres e independientes las unas frente a las otras y que perm
anecen cohesionadas por un espíritu com ún y la voluntad de servicio m utuo.
E l P. K entenich pensaba que así debería ser tam bién la Iglesia del m añana: una Iglesia
donde todos los cristianos unan sus fuerzas, no porque haya una com unidad o un grupo
que dé órdenes a los otros, sino porque se unen en un m ism o espíritu. Para eso ha de
haber una com unidad o una Fam ilia que se sienta responsable de propagar ese espíritu
com ún y que sea capaz tam bién de anim ar un trabajo en com ún. D esde un com ienzo,
desde 1916, el P. K entenich va form ando a Schoenstatt para que sea alm a y m odelo de
esa Iglesia del m añana, de esa Iglesia que, a su vez, tiene que ser alm a y m odelo de
una sociedad hum ana verdaderam ente justa,renovada,fraternal.
C on el N uncio A postólico,M ons.Zanín (1952)
A la som bra de este Santuario se ayudará a decidir esencialm ente y para siglos, los
la
som bra del Santuario se decidirán esencialm ente en los próxim os siglos
en
221
1.2.L a prom esa al Santo P adre
D espués de la segunda guerra m undial, una vez que el P. K entenich se da cuenta
de que en D achau ya han sido probadas las fuerzas vitales de Schoenstatt, su
capacidad para vencer al colectivism o y para salir adelante en las peores catástrofes
históricas, com o lo había sido la guerra m undial, entonces siente que ha llegado el m
om ento de anunciar oficialm ente a la Iglesia: A quí en Schoenstatt, D ios ha regalado
las fuerzas que ayudarán a construir la Iglesia del m añana.
E l ve estas fuerzas resum idas en la A lianza de A m or que perm ite vivir plenam ente el
organism o de vinculaciones. ¿Por qué logró Schoenstatt vencer la guerra y el nazism o?
Porque vivió plenam ente el organism o natural y sobrenatural de las vinculaciones,
porque, a través de la A lianza de A m or vivida a la altura de la lnscriptio, estuvo enteram
ente cobijado en el corazón de D ios y de la Santísim a V irgen y de ahí sacó fuerzas para
resistir las peores persecusiones; pero tam bién porque, a través de la fuerza de esa A
lianza de A m or vivida horizontalm ente, el P. K entenich se inscribió en el corazón de sus
hijos y los hijos en su corazón con una solidaridad hum ana tan profunda que,unida a esa
otra solidaridad sobrenatural,dem ostró ser una fuerza indestructible.
A l iniciar estos viajes, tuvo una entrevista histórica con el Papa Pío X II, el 14 de M arzo de
1947.A cababa de ser aprobada la C onstitución A postólica “P rovida M ater E cclesia”, por la
cual Pio X II concedía derecho de ciudadanía dentro de la Iglesia a un nuevo tipo de com
unidades: los Institutos Seculares. E se nuevo tipo de com unidad existía en Schoenstatt
desde hacía ya 21 años en el Instituto de las H erm anas M arianas. A dem ás,
222
había varios otros Institutos que, si bien no habían alcanzado el desarrollo de las H erm
anas, al m enos ya estaban germ inando. A sí, estaban fundados ya el Instituto de N
uestra Señora de Schoenstatt,los H erm anos M arianos y los Sacerdotes Seculares.
E l P. K entenich habló con el Papa y le agradeció esta C onstitución que venía a
sancionar justam ente ese tipo de hom bre nuevo que Schoenstatt aspiraba a form ar:
el tipo de hom bre m agnánim o, sin votos. H asta entonces, este tipo de hom bre
nuevo, de com unidad nueva, tal com o lo quería el P. K entenich –con el grado de
libertad que él le concedió y con el grado de cercanía al m undo que él deseaba– era
todavía un experim ento privado de Schoenstatt, pues ni las H erm anas M arianas, ni
ningún otro Instituto schoenstattiano habían sido reconocidos oficialm ente.
Por eso el P. K entenich va a agradecer al Papa esta puerta jurídica que abría a
Schoenstatt y se com prom ete solem nem ente a cuidar de que en Schoenstatt se viva
ese nuevo ideal de com unidad –el de los Institutos Seculares– de m anera tan preclara
que se asegure la fecundidad de este nuevo tipo de com unidad para toda la Iglesia.
D espués de esta prom esa solem ne ante el Papa –en la que, por prim era vez y en form a
223
pública, el P. K entenich pone Schoenstatt al servicio de la Iglesia universal,
para anim arla e im pulsarla en sus nuevos cam inos– em prende sus largos
viajes internacionales.
¿P or qué he venido? E s una pregunta ociosa. P ertenecem os m utuam ente a una m ism a F am ilia. N o
sólo el afecto natural m e hizo venir aquí.Tam bién he venido para experim entar las m agnificencias de la M adre
y R eina tres veces A dm irable de Schoenstatt. E n prim er lugar, quisiera ver en qué form a ella se ha glorificado.
Según lo que han dicho ustedes, tam bién aquí la Santísim a V irgen se ha glorificado grandem ente. E sa es la
fidelidad a la A lianza de la Santísim a V irgen para con Schoenstatt y nosotros. C on ustedes, quisiera reflexionar
cóm o podem os preparar y difundir, aún m ás, las glorias de la Santísim a V irgen,cóm o podríam os continuar
preparando su m archa victoriosa.
V ivim os en un tiem po en que los espíritus com baten en una lucha sin precedentes. N o deben pensar
que esta poderosa lucha se da sólo en A lem ania –donde m añana, pasado m añana, será aún m ás
encarnizada. Tam bién va a irrum pir aquí, en estas tierras. C reo que avanzam os hacia un tiem po terrible,
y debo confesarles que éste es uno de los m otivos que m e ha traído hasta ustedes. C onsidero esta visita
com o un m om ento de pausa y m i tarea consiste en organizar y anim ar m ás aún a toda la F am ilia,a fin
de que luego esté preparada para atravesar los tiem pos de lucha.(… )
P ara m í lo m ás im portante es saberlas m ás íntim am ente unidas. E ntonces podría ir, con gran
tranquilidad, una vez m ás a Siberia. “A ntes de m orir, he anhelado tener esta cena de am or” (cf. Lc
22,15). P ueden im aginarse que m antengo la m ism a disposición de m orir por la F am ilia; y de la
cual he dado pruebas ante D ios. Los peligros para m í no están aún, ni rem otam ente, superados. La
lucha de m i vida es contra el colectivism o.
(N ueva H elvecia,19.6.47)
S i m iro hacia atrás y contem plo todo lo que han traído los años pasados, previsto en los planes de
D ios, vienen a m i m ente las palabras del profeta Jerem ías: “Irás adonde te envíe, harás las obras
que te encom iende,dirás las palabras que te dicte.N o tem as,seré tu protector”.E sta es la clave que
explica m i presencia aquí. U stedes no sospechan cuán grandiosa es la m archa de victoria que la
Santísim a V irgen ha em prendido en Schoenstatt.
(Santiago,23.6.47,a su llegada)
E staré aquí por poco tiem po y partiré de nuevo al m undo. A sí soy yo: ¡C onocida la m eta, con fuerza
a su conquista! Lo que a m í m e orienta es lo que el P adre D ios realizó en D achau. A llí fue fundada la
“Internacional”. Y porque D ios quiere la “Internacional”, y porque aquí m e he tornado superfluo, y
224
ningún otro recibe un pasaporte, m e dedico entonces a la “Internacional”. M e parece que
puedo hacerlo bastante bien.C ada día m e siento m ás joven.
(Schoenstatt,11.10.47)
A m enudo estoy tentado de im itar a San F rancisco Javier. C uando en su época percibió las grandes
necesidades de los pueblos de la India, y se acordaba de los m uchos jóvenes universitarios que
no sabían darle un sentido pleno a sus vidas, escribió fogosos llam am ientos a las universidades.
A sí tam bién quisiera yo, por m om entos, sacudir a nuestra juventud de Schoenstatt, llam ando su
atención hacia estos países,y hacia la abundante cosecha que podríam os recoger aquí.
La corriente de gracias, de vida, de am or, de m isión y de victoria que surgió con plenitud poco
com ún a partir del 20 de enero de 1942, ahora quiere irrum pir en todo el m undo. Q uisiera
encontrar un cauce tam bién aquí en el A frica. A sí lo exige la Internacional que pesa sobre m is
hom bros com o una santa m isión, que m e hace sobrevolar, sin descanso, m ares y países, a fin
de arraigar M anresa (seudónim o de Schoenstatt, utilizado por precaución en D achau, y por eso
tam bién algunas veces en años posteriores) en todas partes com o un m ovim iento de gracias y
de peregrinación. A nte todo allí donde los m ensajeros de la M TA trabajan desde hace tiem po. P
or eso m i em peño para que se construyan Santuarios filiales de M anresa en todos los países.
(Inform e de Sudáfrica,1948)
E stoy viajando de país en país tan sólo para prepararle a la Santísim a V irgen una m archa triunfal.
C asi podría decir que soy el canciller de la Santísim a V irgen. E n todas partes, donde llego,
preparo el cam ino para los Santuarios.
(N ueva H elvecia,175.48)
225
E n una carta al entonces superior de los Padres Pallotinos en C hile, explica
detalladam ente la im portancia de la unidad de Schoenstatt en A m érica L
atina, para m ayor com plem entación de la m entalidad germ ana, y en
definitiva para servir a la causa de M aría contra la am enaza del colectivism o.
E n esos viajes, lo que m ás llam a la atención es la responsabilidad paternal del P. K
entenich por la Iglesia y por el m undo. E l aparece a los ojos de todos com o un hom bre
cuya paternidad no se agota en una Fam ilia determ inada, en un grupo reducido de
personas. D espués de D achau, su corazón es para toda la Iglesia y para todo el m undo.
E l se ha dado cuenta que la fuerza paternal que D ios puso en su corazón es para servir
a la Iglesia y al m undo entero. Por eso, dondequiera que va, no sólo se preocupa de
fundar el M ovim iento, de construir nuevos Santuarios, sino que busca un contacto
extraordinario con la vida de los pueblos y de las distintas Iglesias nacionales que visita.
P ersonalm ente m e interesa ayudarle a poner su m irada m ás allá de los lím ites de su propia R egión y
que abarque el conjunto de los territorios sudam ericanos. C om o usted bien lo sabe, desde hace años m e
preocupa la unidad espiritual de estos territorios para que form en un bloque.(… )
226
E n esta perspectiva, por supuesto no pasam os por alto nuestra m isión m ariana en pro de la
superación de una m entalidad bolchevista com o el gran peligro m undial, que nosotros, en E uropa y
especialm ente en A lem ania, m alam ente podrem os realizar, si no es vencido el m odo de pensar m
ecanicista que ya ha alcanzado am plios círculos.(… )
E stas reflexiones inspiraron en gran m edida m is viajes internacionales desde el retorno de D achau.
N uestra m isión m ariana nunca m e dejó tranquilo, y m e ha dado la fuerza y el coraje para recorrer el
m undo buscando aliados para la plena realización de esta m isión. E ste es tam bién el telón de fondo
de la historia del 31 de m ayo de 1949.
Pero el P. K entenich tam bién se preocupa de todos los problem as del m undo. Por ejem
plo, cuando está en E stados U nidos, no sólo se interesa por la situación del M ovim iento
o por la situación de la Iglesia norteam ericana, sino que se m uestra m uy preocupado
por la realidad social y hum ana de E stados U nidos, por discernir hacia dónde van las
cosas, hacia dónde va el desarrollo del m undo. E specialm ente se m uestra
227
m uy preocupado por la posibilidad de una guerra.
E n la segunda m itad de la década del 40, inm ediatam ente después del arm
isticio, vinieron los duros años de la guerra fría, y el P. K entenich tem e que
pueda estallar, en cualquier m om ento, una tercera guerra m undial. Por eso
piensa que debe aprovechar m uy bien esos años de paz para dar la voz de
alerta y ayudar a la Iglesia y al m undo a ponerse en guardia.
228
2.L A G R A N D E C ISIÓ N D E L 31 D E M A
Y O D E 1949
T odo lo que hem os visto es anterior al año 1949.E l 31 de M ayo de 1949 m arca
el m om ento en que el P. K entenich asum e en form a solem ne –y sabiendo
plenam ente a qué se arriesga– esa responsabilidad por construir la Iglesia y el
m undo del m añana.¿E n qué consistió el 31 de M ayo y su riesgo?
E l P. K entenich quiere dar a conocer Schoenstatt. Por eso com enzó sus viajes y publicó
el “H acia el Padre”.C on ese fin pidió tam bién al O bispo A uxiliar de T réveris,la diócesis
a la cual pertenece Schoenstatt, que hiciera un estudio científico sobre Schoenstatt. E ste
O bispo era un hom bre m uy preparado, m uy culto, doctor en T eología, y había
participado en retiros del P. K entenich. D espués de la guerra había estado bastante
enferm o. E l P. K entenich lo invita entonces a reponerse en una de las casas de las H
erm anas M arianas; se crea así un lazo de am istad m ás estrecha entre am bos. E n ese
clim a de confianza m utua, le propone hacer el estudio científico m encionado. Pero este
estudio solicitado se transform ó en una visitación canónica, es decir, en una inspección
de la O bra de Schoenstatt en sus aspectos doctrinales, pastorales, pedagógicos y
prácticos,hecho por la autoridad diocesana respectiva.
229
D r.B ernhard Stein,O bispo A uxiliar de Tréveris
D iversos factores confluyen al m ism o punto. D esde la década del 30, según dijim
os, los O bispos alem anes com enzaron a preocuparse de Schoenstatt y de sus
“ideas originales”. E sta preocupación continuó aún durante la guerra, y diversos O
bispos cuestionaron algunos puntos de Schoenstatt. E l crecim iento en intensidad
y en extensión que experim entó la O bra de Schoenstatt preocupó tam bién a los
círculos eclesiásticos, en el sentido de averiguar qué había detrás de ello.
Schoenstatt era observado y analizado con ojos no siem pre benevolentes.
M ás aún, la m ism a actitud del P. K entenich provocaba estupor. N o se com prendía por
qué decidía ir librem ente al cam po de concentración, rechazando la posibilidad de
rehuirlo, lo que habría parecido m as norm al. A dem ás de lo que ya dijim os, su decisión
de publicar las oraciones del “H acia el Padre” –que tienen un denso contenido dogm
ático, bíblico, patrístico y pedagógico, pero revestido en una form a de verso poco
atrayente,especialm ente en alem án– encontró m uy diversos ecos; m uchos,sencillam
ente desfavorables. A dem ás, la posición que el P. K entenich adquirió paulatinam ente
dentro de la Fam ilia, desde la guerra, no agradaba a algunos observadores. Para ellos, m
ientras se tratara de cosas, de ideas, estaba bien. Se entendía bien a Schoenstatt con la
cabeza, pero com prom eter el corazón era otra cosa.
E sto se notó especialm ente entre los Padres Pallottinos alem anes. L a C ongregación com o
tal no conocía a Schoenstatt. L as provincias italiana, polaca, irlandesa, eran ajenas al
desarrollo de la O bra de Schoenstatt. E n cam bio, las dos Provincias alem anas estaban
vivam ente interesadas en lo que consideraban, sobre todo, un renacer de la O bra de V
icente Pallotti. U n grupo de pallottinos sí había captado plenam ente la nueva iniciativa divina
en Schoenstatt y form aban un núcleo de sacerdotes m uy fieles al P. K entenich. O tro grupo
había captado a Schoenstatt sólo con la cabeza, pero no con el corazón. Y el resto seguía sim
plem ente lo que se les indicaba. E n el segundo grupo se destacaba, sobre los dem ás, el
Padre provincial, que estuvo en D achau con el P. K entenich. D espués de la guerra, luchó
incluso intelectualm ente dentro de la Sociedad de los Padres Pallottinos para que
Schoenstatt fuera reconocido com o la O bra externa de la gran obra de A postolado C atólico
de V icente Pallotti. Pero no tenía vinculación de corazón al Padre fundador y,ante el
desarrollo de la paternidad del Padre,com ienza a tom ar distancia.
230
N o faltaron voces que criticaron la decisión del P. K entenich de ir a D achau,
calificándolo com o que tenía “las tejas corridas” (juego de palabra alem án: D
achschaden); criticaron asim ism o su actitud franca frente a la Iglesia, calificándola
de arrogante; criticaron tam bién la relación de los Institutos y del M ovim iento a su
persona, sobre todo después de la guerra. Y aún se le criticaba que no era fiel a V
icente Pallotti y que no quería a los Pallottinos en Schoenstatt, al dar tanta autonom
ía a los diferentes Institutos. T odos estos rum ores y críticas llegan a oídos de los
O bispos y aum entan su preocupación por la O bra de Schoenstatt.
Pero antes de ver cóm o se desarrollaron los conflictos que causaron y rodearon
esta visitación, es necesario explicar otros desarrollos que se producen en este
tiem po al interior de la Fam ilia, tanto entre los Institutos Fem eninos (especialm
ente el de las H erm anas) com o entre los sacerdotes.
D el m ism o m odo com o el P. K entenich reflexiona sobre la historia pasada, a las H erm
anas se les plantea, después de D achau, la pregunta: ¿Q ué fue lo que hizo posible
231
que pudiéram os pasar victoriosas por todo lo que nos sobrevino? ¿Q ué fue lo que
hizo posible que en esos años de guerra tan duros, nuestra com unidad creciera de
tal m anera? ¿Por qué el cariño al Padre fundador, la fidelidad a él, despertó en
nosotras tanto espíritu sobrenatural com o para que por él fuésem os capaces de
llegar hasta la Inscriptio? ¿C óm o nos condujo el Padre fundador, que logró sum
ergirnos tan honda y profundam ente en el am or de D ios y de la V irgen?…
232
E ntre las H erm anas, todo esto sucede en una form a m uy vital. E l m ism o Padre fundador
se encarga de dar a conocer la historia del “Jardín de M aría”, esa historia de fidelidad que
habían vivido las H erm anas de la C asa de C oblenza, explicando lo que había sido ese
ideal. E llas se habían propuesto convertir su com unidad en un Jardín de pequeñas M
arías,com o precio de rescate para que el Padre fundador saliera libre de D achau.Y eso les
había dado una vida extraordinaria. L a C om unidad de las H erm anas se da cuenta
entonces que, en ese sím bolo, se resum e de m anera m uy clara y herm osa algo que todas
ellas habían vivido, lo que a todas les trajo fuerzas en esos años de prueba. A sí, a la luz de
ese sím bolo elaborado por una casa particular, todas redescubrieron su com unidad com o
una com unidad plantada por el Padre fundador para convertirse en el jardín de las nuevas M
arías. L a unión vital a él aparece así com o un elem ento esencial de su vida de com unidad;
ellas constatan que se han hecho fecundas en la m edida de esta unión al Padre fundador –a
ese Padre jardinero que D ios les regaló– y que la com unidad se ha enriquecido en la m
edida en que todas han tom ado conciencia de que son sus hijas.
B rasil
O tro tanto ocurre entre los sacerdotes, aunque sus descubrim ientos en este cam po se
elaboran en una form a m ás teológica: analizan lo que se ha vivido a la luz de la realidad del
C uerpo M ístico, de la C om unión de los Santos, de la dependencia solidaria de unos con los
otros que se da dentro de la Iglesia, de esa “ley de la m em bralidad” de que hablam os al com
ienzo y según la cual D ios dirige ciertas com unidades, en ciertas épocas, regalándoles jefes
que sean fuente de gracias para ellas. E n esta línea va la reflexión de los grupos m asculinos.
Sus conclusiones se form ulan de la siguiente m anera: para ser un verdadero schoenstattiano
no basta vivir según las ideas del P. K entenich, quien, sin duda, es su Fundador; no basta im
itarlo, com o a un m odelo que se m ira allá, a cierta distancia, sino que hay que incorporarse
vitalm ente a su m isión, sentirse vitalm ente en contacto con su persona y dar un sí a esta
realidad m isteriosa: que las gracias que D ios destinó para Schoenstatt vienen a través suyo,
de m anera que las recibe quien se vincula y ata a él, com o participación de lo que sucede
con la gracia de
233
C risto, gracia que recibe no aquél que se lim ita a m irar a C risto com o un m
odelo, com o una persona interesante y valiosa a quien desea im itar, sino aquél
que se ata en am or a él y decide vivir en íntim a com unidad de am or con él.
C hile (1947)
L o m ism o ocurre con los sacerdotes. E llos no usan tantos sím bolos com o la ram a fem
enina, pero en ellos se va gestando tam bién la idea de hacer un acto de fidelidad al
Padre fundador, en la m ism a línea de las H erm anas, con la m ism a idea de fondo. E s
decir, los sacerdotes tam bién sienten la necesidad de decir a la V irgen: “H em os com
prendido que nos regalaste al P. K entenich no sólo com o un ideólogo, no sólo com o un
m odelo a im itar de lejos, o com o un jefe que nos señaló una dirección, sino com o un
verdadero padre cuya vida com partim os. Por eso querem os vivir en perfecta solidaridad
de destinos con él y, así com o en el tiem po de D achau, él se entregó por nosotros y
nosotros por él, así querem os ahora que esto perm anezca una ley de vida para siem
pre, que nada nos separe,que vivam os siem pre los unos para los otros”.
E n cuanto al M ovim iento de laicos, tal vez el prim er país donde se hizo algo
así fue en C hile,en el año 1952,com o lo verem os m ás adelante.
T odas estas corrientes han ido surgiendo en el interior de la Fam ilia. Pero hay Padres
234
Pallottinos que no com prenden el por qué de la im portancia que ha ido adquiriendo el
Padre fundador; se sienten inquietos y em piezan a averiguar cóm o están por dentro
las relaciones de los schoenstattianos con él. Por ahí escuchan de la existencia de
estas corrientes, de que cada vez se está hablando m ás del P. K entenich, tanto entre
las H erm anas com o entre los sacerdotes. T am bién llega a sus oídos de que hay
grupos que realizarán o que ya han realizado algunos “actos de fidelidad al Padre
fundador”. E stos Pallottinos consideran que no sólo el P. K entenich ha perdido la
razón, atribuyéndose a sí m ism o un rol central desproporcionado, sino que los dem
ás siguen ahora esa corriente y lo están convirtiendo en un verdadero ídolo.
Q uejas de esta línea llegan al O bispado de T réveris, que iba a hacer el estudio sobre
Schoenstatt. E l O bispo decide dar a su investigación el carácter de una visitación
canónica, presionado por la C onferencia E piscopal, que quería que fuera aún m ás
severo. L a visitación se hace al M ovim iento en general y, en especial, al Instituto de las
H erm anas, que era la com unidad schoenstattiana m ás m adura y estructurada y, adem
ás, la com unidad que estaría prom oviendo un culto exagerado al P. K entenich: él
estaría dem asiado al centro de la vida de la com unidad; que lo cual estaría creando
entre las H erm anas una situación de “m asificación sublim ada”; el Padre K entenich
quería form ar un hom bre nuevo, un hom bre que venciese al hom bre-m asa sublim ado
pero que, de hecho, lo único que habría logrado obtener es un hom bre-m asa sublim ado,
ya que en la C om unidad de las H erm anas es tan grande el cariño que se le tiene, que
si él habla, ello equivale a una orden y nadie razona m ás.
E l O bispo de T réveris envía entonces su representante. L a visitación se realiza entre el 19
y el 28 de Febrero de 1949. Justam ente un m es antes, el 20 de E nero, los jefes de la R am
a de los Sacerdotes Seculares y todo el equipo de Pallotinos que trabajaban con el P. K
entenich en la asesoría del M ovim iento, le habían hecho un solem ne acto de fidelidad. E se
m ism o día hizo otro tanto el Instituto de N uestra Señora de Schoenstatt y la C om unidad de
las H erm anas se había incorporado –com o conjunto y oficialm ente– al
235
ideal del “Jardín de M aría”.
A l llegar a Schoenstatt, el V isitador revisa especialm ente este punto, es decir, la relación
de los m iem bros del M ovim iento y de las H erm anas con el Padre fundador, y su
inform e final es bastante positivo. R econoce en especial que el nivel espiritual de la C
om unidad de las H erm anas es excepcional y que hasta ahora no había conocido otra
com unidad con ese espíritu de oración y con esa seriedad en su aspiración a la santidad.
Son m uchas las alabanzas. C om o única reserva, dice que tal vez debería prestarse
atención a la relación interior que existe entre la com unidad y el Padre fundador, y se
pregunta si no habrá allí un peligro de m asificación o de infantilism o.
L a idea era la siguiente: parecía bien que un hom bre fuese cam ino hacia D ios para
otros, pero se pensaba que eso debería lim itarse al com ienzo de la vida espiritual, de m
anera que, una vez que la persona hubiese alcanzado cierto desarrollo interior, debería
bastarle sólo con D ios. Por eso, parecía que el cariño de la Fam ilia al Padre fundador –y
en concreto el de las H erm anas– podía im pedir un pleno desarrollo personal, pues se
quedaba “detenido” en él. E staba bien que se viera en el rostro del Fundador un reflejo
del rostro de D ios,pero una vez descubierto ese rostro de D ios,debería dejarse de lado al
P. K entenich y seguir m irando únicam ente el rostro de D ios que habían encontrado a
través de él. Se objetaba, adem ás, la term inología schoenstattiana y las oraciones del “H
acia el Padre”.T odo esto eran las críticas generales.
E l P. K entenich, m ientras tanto, viajaba por Sudam érica, desde donde había escrito al
O bispo de T réveris, proponiéndole que enviara un delegado a Schoenstatt, para un
estudio crítico, proposición que llegó tarde, cuando ya había com enzado la visitación
canónica. R ecibe las prim eras noticias del resultado de la visitación encontrándose en A
rgentina. E l O bispo de T réveris pone en su inform e que las pequeñas críticas eran
detalles a los que él no concedía gran im portancia y pide su parecer al Padre fundador.
236
Pero éste no lo considera así. L os aspectos o “detalles” que el O bispo no entiende,
son esenciales para él, pues allí se juega nada m enos que todo el destino de la
Iglesia y de O ccidente. L o que allí está en juego para el Padre fundador es el pensar
orgánico. N o se puede dividir la vida cristiana en etapas m ecánicam ente separadas:
prim ero lo hum ano, el am or a los hom bres y, después, cum plida esta prim era
etapa, se dejan de lado los aspectos hum anos y la persona se entrega sólo a D ios, al
que ya habría alcanzado de una vez para siem pre. N o se puede separar las cosas
tan fácilm ente y es un absurdo pretenderlo.
L a experiencia de la Fam ilia había dem ostrado que, en la m edida en que creció la intim
idad fam iliar con el Padre fundador y en que las H erm anas fueron sintiéndolo com o su
verdadero padre, precisam ente, en esa m ism a m edida, fueron llegando a una gran
altura y m adurez espiritual. E n efecto, son m uy pocas las com unidades religiosas que,
com o conjunto, llegan a vivir a la altura de la lnscriptio, es decir, de un am or tal a la cruz
que le piden positivam ente a D ios que se las envíe. N o puede hablarse de infantilism o
cuando una com unidad entera, justam ente gracias al cariño a su Fundador, ha sido
capaz de llegar a esa cum bre. Y la C om unidad de las H erm anas estaba a ese nivel: se
esforzaba por vivir su entrega y su lucha por la santidad a un nivel altísim o de m adurez.
A dem ás, en todo el tiem po de la guerra, las H erm anas dem ostraron un grado de
solidez interior que, de ninguna m anera, podría llam arse infantilism o, y el M ovim iento
entero dem ostró la seriedad en su aspiración por la santidad.
237
L as criaturas no son com o cartuchos o cáscaras de plátanos que, una vez
descubierto y aprovechado lo que llevan dentro, se tiran; no son algo que se
aprovecha para llegar a D ios y que luego se abandona. L as criaturas son cam
inos perm anentes hacia D ios y sólo puede llegar y crecer cada vez m ás en su
vinculación a D ios, aquel que sim ultáneam ente va creciendo en su vinculación a
los hom bres, haciéndola m ás honda y m ás noble aquella vinculación a D ios.
B ellavista (1951)
E l Padre fundador veía que el problem a de la Iglesia era precisam ente éste: el haber
descuidado dem asiado el valor de lo hum ano. Por esto se había exigido durante
largos siglos –especialm ente a los religiosos– vivir en un grado de espiritualism o, en
el cual la vida espiritual no se sostiene. E l Padre fundador había experim entado en sí
m ism o este fracaso: en su juventud, él había intentado vivir sin vínculos hum anos y
se vino abajo. E l había experim entado en su historia personal que, en la m edida en
que él se unía a los hom bres com o padre, en esa m ism a m edida iba descubriendo
el rostro de D ios. Y tam bién había constatado que lo m ism o le pasaba a sus hijos;
m ientras m ás unidos a él vivían,m ejor descubrían el rostro de D ios.
238
2.4.L a carta y la m isión del 31 de M ayo de 1949
Por todo esto, el P. K entenich decide contestar el inform e del O bispo quién, en el fondo,
le había enviado el resultado de la visitación, creyéndolo una buena noticia. Pero para el
P. K entenich, el aspecto que se criticaba era esencial. E l pensaba que si no se
239
com prendía ese punto, la Iglesia, sim plem ente, no se salvaría de una gigantesca crisis
de autoridad, que él veía venir, y no tendría fuerzas para superar la m entalidad
colectivista. E l previó todo lo que está pasando hoy día. ¿D ónde se encuentra hoy una
com unidad en la cual haya un espíritu claram ente positivo frente a la jerarquía, un
espíritu constructivo? H ay algunas, pero son pocas. Y ¿por qué en Schoenstatt no hay
división, no hay crítica negativa ni protesta corrosiva frente a la Iglesia? Sim plem ente
porque som os Fam ilia. Y ¿por qué hay espíritu de fam ilia? Sim plem ente porque tenem
os una M adre y un padre com ún. E l cariño al Padre fundador ha sido decisivo para m
antener la unidad. Pues bien, él piensa que la Iglesia va a enfrentar una crisis gravísim a
si no com prende esto, porque no puede continuar viviendo con estructuras que respetan
tan poco lo hum ano. L a autoridad en los organism os de la Iglesia se ha ejercitado,
durante m ucho tiem po, com o una autoridad m eram ente jurídica, que ha sido
“paternalista” pero no “paternal”. E l está convencido de que, sin duda, vendrá una
reacción y que, si los O bispos y los sacerdotes no se hacen verdaderos padres, m uy
pronto llegará el tiem po en que poco se les va a obedecer. E se tiem po ya ha llegado, y
tal vez el país donde m ás fuerte se siente,es,justam ente,en A lem ania.
E n 1949, el P. K entenich preveía todo esto y se daba cuenta que, de la solución de estos
problem as, no sólo dependía la salvación de la Iglesia sino, tam bién, las posibilidades de
construir una sociedad m ás hum ana para el futuro. Para él, el m odelo de toda sociedad
verdaderam ente hum ana es la fam ilia, es decir, una com unidad en base a vínculos
personales, donde la autoridad es concebida com o una autoridad paternal, servidora de
la vida. Por eso, consideraba que en estos puntos criticados en el inform e, se jugaba el
futuro de la Iglesia y del m undo. Por lo m ism o, decide exponer su opinión al O bispo con
absoluta franqueza. Sabe que, con ello, se arriesga a no ser com prendido y que, en
240
A lem ania, el am biente no está a su favor. C onoce las críticas infundadas que se le han
hecho y sabe que su respuesta puede llevarle a serias discrepancias con las opiniones
por entonces m ás generalizadas dentro de la Iglesia alem ana. E stá consciente tam bién
que, si inicia una lucha de este tipo, los Pallottinos pueden quitarle definitivam ente su
respaldo y que,con ello,en el fondo arriesga la O bra entera.
E n todo este tiem po de sus grandes viajes, el P. K entenich ha tom ado contacto m
ás de cerca con el alm a latinoam ericana y ha sentido que vibra m uy al unísono con
la gran m isión de Schoenstatt. E l descubre en el latinoam ericano una gran
capacidad para el am or personal, para la filialidad, para los vínculos hum anos. Se da
cuenta, por ejem plo, que aquí el espíritu de fam ilia resulta m ucho m ás fácil que en
E uropa y percibe aquí un alm a m ás sana en esta línea de los vínculos personales. T
odo esto le convence de que Schoenstatt prom ete m ucho en A m érica L atina. Por
eso, justam ente, junto con poner esa carta en el altar de la V irgen y sabiendo todo lo
que con ello arriesga, dice: E ste es un salto m ortal tan grande com o el que di el 20
de E nero. M e doy perfectam ente cuenta de que con esto arriesgo m i vida y la de la
Fam ilia entera, pero doy este paso apoyado en la A lianza de A m or y en ustedes. E
stoy seguro que, desde aquí, va a surgir una corriente de vida que encarnará este
espíritu que yo ahora quiero defender para la Iglesia y para el m undo del m añana, y
que desde aquí se ayudará a decidir esa lucha que ahora com enzam os…
Q ueriéndolo o no debo apurar el trago am argo y escribir una respuesta oficial. A sí se puso en m
archa el engranaje.
E scribí indicando continuam ente el peligro que corre el O ccidente cristiano de ser socavado interiorm ente por
la m entalidad colectivista y señalando la m isión de la Santísim a V irgen para salvar el cristianism o. Lo hice
extensam ente, con claridad cientifica y franqueza responsable, m ovido por una seria preocupación por el futuro
de la Iglesia. C alifiqué al pensar m ecanicista com o el “obstáculo m ás grande” para la eficacia de la m ism a y
de “precursor” del enem igo universal del cristianism o. U n
241
pensar m ecanicista que invadió am plios círculos dirigentes cristianos y que puede y debe ser superado
por la form a de pensar y vivir orgánicas,tal com o ésta se realiza en la pedagogía de vínculaciones.(… )
Si no se supera radicalm ente este peligroso pensar m ecanicista –hijo legítim o del intelectualism o, del
idealism o y de una postura dogm ática protestante–no habrá una G erm ania Sancta m ariana (A lem ania
santa m ariana), y la M adre y R eina tres veces A dm irable de Schoenstatt sólo con un esfuerzo enorm e
podrá cum plir desde el Santuario su tarea de salvación del O ccidente cristiano. Ya que la m entalidad m
ecanicista se escuda tras un m uro m uy firm e e im penetrable, recién cuando éste se tam balee y sea derrum
bado, la Santísim a V irgen podrá desplegarse y salvar O ccidente. C iertam ente la C olaboradora perm
anente del Señor en toda la obra de redención es la O m nipotencia Suplicante junto al trono de D ios.N orm
alm ente,sin em bargo,ella,com o el m ism o D ios,no actúa sin nuestra colaboración enérgica y esclarecida. A
quí hay que prestar m ucha atención: hay m om entos en la historia en los que se decide la salvación o la
perdición de m uchas generaciones; m om entos que de esta form a y con esta fecundidad ya no volverán. D
esde un principio fui consciente de que en Schoenstatt se jugaba el destino de O ccidente. P or esto fui tan
cuidadoso en la respuesta oficial al arzobispo de Tréveris y, el 31 de m ayo de 1949, antes de enviarla,
deposité solem nem ente la prim era parte sobre el altar de la M adre tres veces A dm irable en C hile y la
dejé allí durante toda la noche. M e creí igualm ente obligado a depositar en la balanza m i propio futuro y m i
destino. P or sus graves consecuencias y por su im portancia para la historia de la F am ilia,fue un acto sim
ilar al del 20 de E nero de 1942.
(E studio,1954)
F am ilia. P ero… no nos adm irem os si se form a un frente com ún poderoso y unido de hom bres
influyentes en contra m ía y de la F am ilia. H um anam ente considerado, tenem os que contar por
últim o con que nuestro intento fracase com pletam ente. Y sin em bargo, no podem os sentirnos
dispensados de correr este riesgo. Q uien tiene una m isión ha de cum plirla, aunque un salto m
ortal siga a otro. La m isión de profeta trae siem pre consigo suerte de profeta.
(B ellavista,31.5.49)
¿Q ué nos queda sino ponernos sin reservas a su disposición… ? La Santísim a V irgen tiene una
gran tarea frente a O ccidente. U na vez que m e hizo com prender esto, m e pidió que yo tam
bién le entregase todo. E sto es lo herm oso, lo grande, que nuevam ente nos une: presentam
os a la Santísim a V irgen nuestro desvalim iento, y ella nos regala tam bién su desvalim iento
pero tam bién su buena voluntad…
(B ellavista,31.5.49)
242
243
3.C O N SE C U E N C IA S D E L 31 D E M
A Y O D E 1949
245
m entalidad m ecanicista, y destacaba el peligro que corre la Iglesia si llegan a im ponerse
tales criterios. A esto contraponía Schoenstatt, con su orgánico espíritu de fam ilia y con
todo aquello que D ios había realizado en esa com unidad donde él había sido capaz de
darse com o un verdadero padre. A com pañó este trabajo científico con una carta
personal para el O bispo, m uy cariñosa, respetuosa y atenta. Pero no se entendió el
sentido diferente ni la com plem entación m utua de am bos escritos. Se creyó que se
trataba de un ataque personal y se cam bió la actitud frente al P. K entenich, acogiéndose
las críticas de sus adversarios. A dem ás se sacó copias de su trabajo y se distribuyó
entre el episcopado alem án, pero sin la carta introductoria en la que el P. K entenich
explicaba que se trataba de un trabajo científico y en la cual aparecía claram ente que él
no enviaba ese escrito por anim osidad personal contra nadie, ni m ucho m enos con
rebeldía frente a la jerarquía. E l episcopado alem án no fue bien inform ado.
A dem ás, com o se corrían rum ores negativos en relación al Padre fundador, después de
leer el escrito, la m ayoría de los O bispos term inan pensando que el P. K entenich dom
ina a la Fam ilia; que es una especie de rey om nipotente, am bicioso de poder; que por
eso ha perm itido un inexplicable culto a su persona y que ahora se levanta contra los m
ism os O bispos am enazando con una inm ensa crisis en la Iglesia, si no se siguen al pie
de la letra sus ideas. Por lo m ism o, lo califican com o persona peligrosa y deciden poner
freno a lo que consideran com o excesos censurables.
246
E l P. T rom p no com prendió esto y cuando el P. K entenich, llam ado por sus
superiores, llega a R om a, en M ayo de ese año 1951, tiene una entrevista con él. E l P.
K entenich le pregunta su opinión frente al trabajo que le ha enviado, pero, por las
respuestas del P. T rom p, se da cuenta que sus explicaciones no fueron com prendidas.
A dem ás, se convence de que Schoenstatt no será com prendido por el P. T rom p, pues
éste parte de una base diferente: trata de encerrar a Schoenstatt en categorías
exclusivam ente jurídicas, siendo que todo él ha sido concebido por el P. K entenich, en
prim erísim o lugar, en categorías vitales. E l trata de explicarle que no se puede enfocar
Schoenstatt de esa m anera, con esos criterios, pues se corre el peligro de no entender
nada. E l V isitador se disgusta y le plantea la alternativa de renunciar y separarse
voluntariam ente de su O bra, teniendo la posibilidad así de ser restituido a ella en un
futuro no lejano, o bien de ser destituido por m andato,perdiendo,en este caso,la
posibilidad de rehabilitación.E l P. K entenich –aunque ya tenía claro lo que debía hacer–
le respondió que le daría m ás tarde la respuesta a la alternativa que le ha planteado.
D esde el prim er instante ha com prendido que no puede irse voluntariam ente; eso sería
traicionar a la O bra,traicionar la fidelidad de su Fam ilia.E l P.K entenich se decía: Y o no
puedo dejar a la Fam ilia sola en este m om ento. E so causaría desorientación; pensarían
que he actuado m al y que m e retiro porque reconozco una culpa que no existe. Pero –
por otro lado– no renunciar voluntariam ente significa ser separado obligadam ente de la
O bra y quizás para siem pre. U na decisión así tenem os que tom arla todos juntos: la
Fam ilia y yo, no sólo yo, porque traerá consigo una lucha por la Iglesia y el m undo del
futuro, una lucha por la m isión de Schoenstatt que seguram ente será m uy dura. Por
eso, la Fam ilia tiene que acom pañarm e en esta decisión…
P .A lexander M enningen (1900-1994)
A l P. M enningen, que estaba en esos días junto a él, com o representante de toda la
247
Fam ilia le hace aquella fam osa pregunta: “A lex ¿m e acom pañas? ¿V as conm igo?” L
o pone al tanto de sus propósitos y lo invita a apoyarlo. E l P. M enningen siente gran tem
or al descubrir la peligrosísim a decisión que quiere tom ar el P. K entenich y –m ás aún–
al escuchar que lo invita a decidirse juntos. L e pregunta al Padre fundador: “¿Por qué
quiere contar con m i aceptación antes de lanzarse en esta arriesgada lucha?”. E l Padre
fundador le responde: “Porque yo nunca he actuado solo. Schoenstatt ha sido O bra de
todos. Personalm ente, creo que ahora debo actuar así, pero si tú –com o representante
de toda la Fam ilia– no m e acom pañas, no lo hago. O voy con la Fam ilia a tom ar esta
decisión, o no la tom o, aunque personalm ente estoy convencido de que D ios lo pide”. E
l P. M enningen le solicita un plazo para pensarlo; lo m edita durante dos días y una m
añana, después de la M isa le responde: “E stoy con usted, lo acom paño”. E sto sucedía
a com ienzos de junio de 1951.
E sta decisión trae el rom pim iento de las relaciones con el P. T rom p y el Santo O ficio.
D espués de ello, los acontecim ientos se precipitan. E l 31 de julio de 1951, el P. K
entenich es destituido de su cargo de D irector G eneral de las H erm anas, recibiendo el
decreto de destitución el 14 de agosto. Poco después tiene que dejar tam bién su cargo
de Jefe del M ovim iento; el 22 de octubre, finalm ente, parte desterrado de A lem ania. T
odas estas m edidas se tom an sin que él tenga oportunidad de hablar otra vez con el V
isitador o de defenderse ante sus acusadores y — lo que es peor— sin que m edie
ninguna acusación form al. Son, solam ente, “m edidas adm inistrativas”, según se dice. Si
no hay cargos concretos, cualquier intento de defenderse se hace im posible. L a Iglesia,
que le im ponía tales m edidas y le separaba de su Fam ilia sin siquiera oírlo, aparecía
ante él –encarnada en la persona del V isitador– con un ropaje dram áticam ente “hum
ano”.Sin em bargo,para él seguía siendo la voz de la Iglesia y, por lo m ism o, una voz de
D ios. Por eso, obedeció sin vacilar y partió.
E l P. K entenich viaja, vía Suiza, a A m érica L atina y después a M ilw aukee
(E stados U nidos) donde estuvo 14 años. A l pasar por C hile –en 1952– se
encuentra con los prim eros grupos de jóvenes. E n A lem ania, el M ovim iento
estaba por entonces m uy debilitado a consecuencia de las tensiones internas
con los Pallottinos y de la m ism a V isitación apostólica.
248
L lega a C hile y encuentra cuatro grupos de jóvenes con m ucha fuerza. Se entusiasm a. E n
Pentecostés –que ese año fue el 1º de junio– se consagra m i grupo, el “Sicut V entus”. E sa
tarde, con el P. K entenich, plantam os un pino cerca del Santuario. D espués vino la
consagración. T am bién participó en la cerem onia uno de los grupos m ás antiguos, el del P.
R afael Fernández y de H ernán K rause, los “C aballeros del Fuego”. A l final, los dos grupos
realizaron un acto de fidelidad al Padre. C reo que era la prim era vez que laicos hacían algo
así. E l P. E rnesto –que dirigía estos dos grupos– le había contado a los m ás antiguos sobre
la situación del Padre fundador,es decir,que iba cam ino al destierro.
249
E l Padre fundador se entusiasm ó con el contacto con los jóvenes, no sólo por lo que vio ese
día, sino tam bién por lo que experim entó todo el tiem po que estuvo aquí. R ecuerdo que, en
una oportunidad que estábam os con él, yo y el P. Joaquín, él nos preguntó qué íbam os a
hacer en el futuro. C om o al P. Joaquín le gustaba m ucho la política, yo le contesté: “Joaquín
quiere ser Presidente de la R epública”. “M uy bien, respondió el Padre, ustedes tienen que
conquistar C hile y A m érica L atina para la Santísim a V irgen”. E ntonces nosotros, m uy
frescos, le dijim os: “E so es m uy poco, Padre, el m undo es lo que tenem os que conquistar”.
D espués él le com entó a una H erm ana: “E stos se han dado cuenta de qué se trata”. T odo
esto recuerdo que lo conversam os en la vereda de W alker M artínez, frente al portón de las
H erm anas. A l final, el P. K entenich nos agregó: “L es voy a decir una cosa: después de
haber visto la vida que ha brotado aquí en B ellavista, no m e preocuparía si el Schoenstatt
original desapareciera a consecuencia de una guerra o por cualquier otra causa… C reo que
Schoenstatt seguiría adelante con su m isión,
250
porque existe una Fam ilia com o la de B ellavista. Si la Santísim a V irgen hace surgir en
los otros Santuarios filiales el espíritu que está surgiendo acá, la O bra está salvada”… C
reo que todo esto sucedió en el día de la R eina de los A póstoles de 1952.
A l com entar la vida extraordinaria que ha surgido, el Padre fundador recuerda los
inicios de la historia de B ellavista. L as H erm anas habían preparado una “pequeña
obra”, con m otivo del día de la R eina de los A póstoles, e invitaron a él y a otros
sacerdotes pallottinos que lo acom pañaban. E n esta obra, se habían tom ado trozos
de la plática del 31 de M ayo de 1949 y de las conversaciones en la m esa. A l
escucharla, se da cuenta que allí está la explicación de toda esa fecundidad que ahora
palpa: la m isión que, en esa noche decisiva, él había profetizado para B ellavista. Por
eso, antes de abandonar C hile rum bo a M ilw aukee, el 20 de Junio, en el m ism o
aeropuerto, le insiste al P. E rnesto: “Padre, acuérdese del 31 de M ayo. T odo lo que
suceda en el futuro en B ellavista, interprételo a la luz del 31 de M ayo… ”
Los tiem pos se vuelven m ás graves. Si podem os suponer que la M ater ter adm irabilis quiere realizar
su tarea histórica de una m anera particular a través nuestro, entonces tenem os que com prom eternos en
serio. Q uien tiene una m isión extraordinaria debe soportar pruebas extraordinarias. E l m undo y la Iglesia
tienen derecho a exigir tales pruebas y aún a im ponerlas. N o nos tiene que escandalizar de qué m edios
se valgan para ello, aún cuando sean la deshonra, la injusticia y el destierro. N ecesitan tener pruebas de la
autenticidad y divinidad de una m isión así.
251
U sted cree que sufrí m uchas y enorm es desilusiones en m i vida. E s un gran error. C uando uno
se
dispone a no esperar nada y a regalar todo, la vida se llena de sorpresas. Si observa cuánto am or
m e rodea -a pesar de los terribles golpes de parte de la autoridad- y cuánta fidelidad se m e brindó
en todas las situaciones, entonces deberá adm itir que quizás no haya ningún hom bre en el m
undo -al m enos no m uchos- que hayan sido y sean tan m im ados com o yo. C ruz y dolor
pertenecen a toda vida. Y tratándose de una obra de tal envergadura com o la nuestra, m e parece
que el precio de rescate pagado es sum am ente bajo,por lo m enos en lo que a m í concierne.
N unca m e confundí o m e sentí inseguro frente al cam ino a seguir, nunca estuve agriado o am
argado. Incluso, una y otra vez, tuve oportunidad de tener algo de consideración con m i cuerpo, a
pesar de las continuas ocupaciones que m e tom aban hasta parte de la noche. C uanto m enos
necesidades se tiene, con m ás gratitud se recibe cada am abilidad, y cuanto m ás libre se es ante
los hom bres, tanto m ás se los atrae hacia sí,aunque uno no se lo proponga.
U sted se asom bra adem ás de que yo esté todavía en pie, y que -en tanto los decretos así lo perm itan-
sostenga firm em ente las riendas en m is m anos y dé indicaciones estratégicas en todas direcciones,
com o si estuviésem os en perfecta paz. N o debe olvidar que Schoenstatt es un hijo de la guerra:
nacido en la guerra, nutrido y criado en la guerra, y destinado a encender en todas partes la antorcha de
la guerra y a guerrear. Las expresiones de este tipo no deben ser consideradas com o frases huecas. R
eflejan realidades. Q uien concibe su vida según la ley “ordo essendi est ordo agendi” (el orden de ser
determ ina el orden de actuar), es feliz cuando las balas silban en sus oídos o, expresado de m anera m
oderna, cuando estalla la bom ba atóm ica. U sted conoce la frase de N ietzsche: que uno debería poder
construir su casa junto al V esubio. Yo tuve que hacerlo desde m i infancia, por eso no m e m olesta la
lava que el cráter expulsa abruptam ente. Si el alm a reposa en total santa indiferencia, se siente tan
bien com o cuando reina buen tiem po.
Todos sabem os por experiencia, que hay m om entos que constituyen un corte sum am ente profundo en
252
nuestra vida. N o suceden todos los días, pero cuando se dan, sentim os que irrum pe una fuerza divina,
sobrenatural, sea que se trate de nuestra vida fam iliar o social, o de la historia de la Iglesia o del m undo. Y
nosotros sentim os que en una irrupción de lo divino, ahora hem os sido elegidos por el D ios eterno e
infinito com o portadores, com o instrum entos al m odo de San P ablo, de quien D ios dice: “Le m ostraré lo
que deberá sufrir a causa de m i nom bre… ”(… )
E l hom bre de hoy clam a por hogar, por cobijam iento. D ebe haber hom bres que pierdan su hogar
para poder preparar hogar a otros.(… )
D ios nos m anda dificultades para desprendernos de nosotros m ism os, para que crezca nuestra fe, para
que nuestro corazón se desprenda m ás y m ás. “Señor, si quieres quitarm e este hijo… ” P uede ser m ás
difícil renunciar a hijos espirituales que incluso a uno m ism o.(… ) Q uien es auténtico hijo de Schoenstatt,
quien cree que Schoenstatt es una obra de D ios, no se perturba por nada. A l contrario, cuanto m ás silben
las balas a su alrededor,tanto m ás tranquilo se queda.(… )
V encem os porque m orim os. N osotros vencerem os porque nos consagram os a la Santísim a V
irgen. E lla, de acuerdo a los planes de D ios, ha previsto para nosotros m uchos sufrim ientos. E stam
os dispuestos a entregarle todo: el honor, la vida, la patria, todo lo que pudim os construir… ¡V encem
os porque m orim os!
253
4.E L SE N T ID O D E 14 A Ñ O S D E L U C H A
Q ¿ué es lo que se juega durante este tiem po? Son dos cosas: por un lado, se quiere
separar a Schoenstatt de su Fundador y, por el otro, desprestigiar los principios
E l destierro del Padre fundador despertó tem ores en A lem ania, tanto en la Fam ilia com
o en los Pallottinos. L os Pallottinos, sobre todo, no se atreven a jugarse por él; es un
coherm ano que está trayendo dem asiados problem as y por cuya causa ha tenido que
venir hasta un V isitador de R om a. A dem ás, no creían tanto en él ni en Schoenstatt
com o para arriesgarse a enfrentar, por ellos, al Santo O ficio. Por eso, la gran m ayoría
se pone de lado del V isitador y del Santo O ficio. E ntre los que así reaccionan está el
Provincial de A lem ania de ese tiem po, gran discípulo del Padre fundador quien, 20 años
antes había sido nom brado m aestro de novicios a petición suya, para que educara a los
Pallottinos en el espíritu de Schoenstatt. Incluso había escrito libros im portantes sobre
Schoenstatt, entre ellos una biografía de José E ngling.
L os Pallottinos schoenstattianos escriben en este tiem po (1951-52) una serie de cartas al
Provincial y a otros m iem bros de la com unidad. E n ellas expresan lo que en conciencia
sienten: T enem os que defender al Padre fundador, porque lo que se ha hecho es injusto. N i
siquiera se han dado a conocer los m otivos de las acusaciones. H ay que pedir justicia, hay
que pedir la verdad. Q uerem os ser obedientes a la Iglesia, pero con la obediencia
responsable que el m ism o Padre fundador nos enseñó: actuando de m anera noble, sin
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rebelarnos a espaldas de la jerarquía, pero diciéndole con franqueza filial que,
en este caso, las decisiones tom adas han violado derechos elem entales de la
persona hum ana, com o son: que el acusado sepa de qué se le acusa y que
tenga oportunidad de defenderse y rebatir los cargos… E sta era una reacción
norm al y justa por parte de los schoenstattianos.
255
M ovim iento de apostolado universal, m isión proveniente de V icente Pallotti. C
on esto atacaban directam ente lo que hoy llam am os los tres puntos de
contacto: el Santuario, la A lianza con la Santísim a V irgen y el Fundador.
Por otro lado, se retiró del M ovim iento a todos los Pallottinos fieles al Padre fundador,
prohibiéndoles salir del lugar de sus nuevos trabajos –la m ayoría fueron nom brados
capellanes de hospitales– y m antener contacto con Schoenstatt. Incluso se intentó
256
reducirlos al estado laical, privándolos de su calidad de sacerdotes. T odo esto,
por el hecho de su adhesión al Padre fundador.
C ada uno de los Institutos es som etido a fuertes presiones, tratando de erradicar de
ellos esta adhesión al fundador. A sí, el Padre provincial de los Pallottinos es nom
brado A sistente G eneral de las H erm anas M arianas, cosa que es rechazada de
plano. Se pretende influir en la elección de la Superiora G eneral, lo que falló. Igual
intento fracasó en el Instituto de N uestra Señora de Schoenstatt. D espués de m
uchos intentos, se logró cam biar, eso sí, al Superior G eneral del Instituto de los
Sacerdotes D iocesanos, que era fiel al Padre fundador. Se lo reem plazó por un
sacerdote plegado a las ideas del V isitador. E ncontró fuerte resistencia en su actuar,
sobre todo pasivam ente, pues los sacerdotes diocesanos lo dejaron abandonado.
¿C uál fue la fuerza que m antuvo fiel a la Fam ilia en m edio de esta titánica lucha? L
a experiencia del carácter sobrenatural de Schoenstatt hecha en torno al 20 de E nero
y los años de D achau. T odos los que habían vivido esa experiencia estaban
convencidos de que Schoenstatt era O bra de D ios,de que el P.K entenich era tam
bién un hom bre de D ios y de que, por lo m ism o, esta lucha no era sino una
persecución com o tantas otras que todos los grandes santos de la Iglesia habían
debido sufrir. L a fe y la tranquilidad con que el Padre fundador lo soportaba todo en M
ilw aukee, ayudaba enorm em ente para que la Fam ilia siguiera luchando.
257
Por otro lado, tam bién estaba la lucha por los principios del Padre fundador. E s decir, no
sólo se trataba de desplazarlo com o cabeza de la O bra, sino que, adem ás, se criticaba
fuertem ente sus principios: el carácter fam iliar de Schoenstatt, su pedagogía, la im
portancia que,dentro de ésta,se concedía a la paternidad y a la filialidad.
E l P. K entenich había escrito a m enudo en sus trabajos y tam bién había repetido
m uchas veces en sus pláticas, el que hoy día sólo pueden considerar asegurada
su fe aquellas personas que sepan atarse a D ios con todas las fibras de su
corazón hum ano. Por eso, él elaboró la pedagogía de Schoenstatt com o una
pedagogía orientada a captar integralm ente al hom bre para D ios, a partir del
fondo m ism o de su subconsciente. L a im portancia que él atribuía a su
paternidad y a la paternidad sacerdotal en general, tam bién iba en ese sentido: si
los hom bres pueden experim entar, a través de otros, de m anera sensible, la
paternidad visible de D ios, ella les llega, de este m odo, m ucho m ás hondo.
Justam ente porque las H erm anas y la Fam ilia pudieron experim entar sensiblem
ente la paternidad de D ios a través del Padre fundador, lograron creer en ella con
una fe m ucho m ás viva y real que aquellos para quienes la paternidad divina
perm anece com o una sim ple idea. L as H erm anas habían sido capaces, en m
edio de las dificultades de la guerra, de llegar, com o com unidad, a la m adurez de
la lnscriptio y a una fe filial inconm ovible en D ios, precisam ente porque habían
vivido sensiblem ente una experiencia de paternidad, porque esa fe les había
penetrado no sólo la inteligencia, sino tam bién el corazón. E l P. K entenich había
hablado m ucho, en esta línea, de la necesidad de captar al hom bre para D ios en
su totalidad, captando el alm a pero tam bién sus zonas de sentim ientos nobles.
Pues bien, el V isitador confundió todo esto con psicoanálisis, en el sentido freudiano de
la palabra. E n H olanda, se acababa de condenar a una excelente psiquiátra católica por
haber escrito una tesis de psicología en la que hablaba de Freud. E sta sería después la
prim era persona en la historia que, habiendo sido condenada por el Santo O ficio, fue
rehabilitada, lo que sucedió durante el C oncilio a petición de los O bispos. D espués de
haber intervenido en aquel caso, el V isitador cree que en la pedagogía del P. K entenich
hay aspectos poco claros, que él identifica con elem entos freudianos de psicología
profunda, de psicoanálisis. Sobre todo, le parece que en el cultivo tan acendrado que se
hace, en Schoenstatt, de la paternidad y de la filialidad, se está jugando con fuerzas
subconscientes y sentim entales, lo que encuentra poco sano. Q ue el P. K entenich se
esfuerce por ser padre y que la Fam ilia lo sienta com o tal y le haga actos de fidelidad,
son para el V isitador incom prensibles deform aciones pedagógicas que se fundan en
errores psicológicos graves y, por lo tanto, constituyen algo con lo que hay que term inar
porque,tras todo esto,se escondería una visión freudiana y pansexualista de la realidad.
E n torno a estos tem as, com ienza otra gran lucha, paralela a la que trataba de precisar que
el origen de Schoenstatt no era V icente Pallotti sino el P. K entenich y que se centra, en
concreto, en el “principio paternal”: en la visión que el Padre fundador tiene de la autoridad; en
la im portancia que él concede a la paternidad hum ana com o cam ino hacia
258
D ios, tanto en la fam ilia hum ana com o en la vida espiritual –“principio paternal”
en sentido am plio– o, m ás especificam ente, dentro de la organización de una
com unidad fem enina religiosa, “principio paternal” en sentido jurídico o estricto. E
l P. K entenich pensaba que, en un tiem po com o el nuestro, en que el organism o
de vinculaciones está tan deteriorado, una com unidad fem enina sólo crecerá
sana si im ita la estructura de una fam ilia verdadera, lo que exige –com o en el
caso de las H erm anas– que a su cabeza, adem ás de la Superiora G eneral, esté
la figura paternal de un sacerdote. E s por todas estas cosas –que ya explicaba en
su carta del 31 de M ayo de 1949– por las que se juega el Padre fundador y por
afirm ar el valor que ellas tendrán para la Iglesia y el m undo del futuro.
N osotros sabem os que el Padre fundador fue una persona que, precisam ente,
en la línea de la virginidad y de la pureza, recibió una gracia extraordinaria. T
am bién conocem os el am biente de pureza que reina en nuestra Fam ilia.E so
nos perm ite apreciar lo inadm isible de todas esas calum nias y com prender
una frase que dijo el P. K entenich com entando todas estas cosas:
E stas calum nias circulan no sólo en pequeños círculos, sino que llegaron hasta los O
bispos, de m anera que se contaba que el P. K entenich había sido desterrado por sus
desviaciones m orales; porque era un hom bre m oralm ente corrom pido y significaba un
259
peligro para sus com unidades e Institutos. Y este hom bre, tachado de ser “m oralm ente
peligroso”, frente a todo esto –frente a las luchas que duraron 14 años y que pretendieron
liquidar y descabezar su O bra, destruirle sistem áticam ente cada uno de sus Institutos,
desvirtuar todos sus principios pedagógicos y revolcar su fam a y la de la Fam ilia por el
barro– m antiene una actitud de paz y de calm a extraordinaria. E ste fue su gran testim
onio, la prueba de que era un “gigante” m oral, un hom bre que estaba por encim a de
todo lo hum ano, de todas las pequeñeces e intrigas. Y esto, precisam ente, porque había
aplicado en sí m ism o esos principios que obedientem ente defendía y había logrado así
enraizarse en D ios con todas las fibras de su corazón.
P erm ítam e que aproveche la oportunidad, para recordar que en todos m is proyectos y acciones,
siem pre tuve com o ideal el hacer grabar sobre m i lápida –después de m i m uerte– las palabras que
adornan la placa recordatoria del C ardenal M erm illod: “D ilexit ecclesiam !”
E l am or a la M ater C hristi y a la M ater E ccIesiae o el sentire cum M aria y el sentire cum E cclesia
siem pre fueron para m í idénticos, de m anera sim ilar com o M ariología y E clesiología se
condicionan, se necesitan y sostienen m utuam ente. E l nivel, la m edida y el m odo de un am or
determ inan el nivel, la m edida y el m odo del otro.
N o sería difícil constatar esta ley en m i vida y en m i obra, a la luz de la historia de Schoenstatt. Sólo
partiendo de este punto de vista se puede com prender la idea rectora del M ovim iento: ¡todo para
Schoenstatt, Schoenstatt para la Iglesia y la Iglesia para el D ios Trino! Lo que Schoenstatt llegó a ser y lo
que ha realizado hasta ahora se puede resum ir en el lem a: C aritas urget nos: caritas Trinitatis - caritas C
hristi - caritas M ariae - caritas E cclesiae … (el am or nos urge: el am or de la Trinidad - el am or de C risto -
el am or de M aría - el am or de la Iglesia … )
Ya hace veinte años que decidí librem ente ir al infierno de D achau. E n aquel entonces, cuerpo y alm a fueron
ofrecidos generosam ente por la victoria de la Iglesia perseguida y en lucha contra la poderosa ofensiva del
nacionalsocialism o. Lo hice en la fuerza de la alianza de am or con la Santísim a V irgen y com o instrum ento en
sus m anos para bien de la Iglesia. E s el m ism o am or a la M ater C hristi y a la M ater E cclesiae el que dio
origen a Schoenstatt y anim ó todas sus etapas.
260
solo segundo de duda. Y éstos fueron para él años m ucho m ás duros que los de la
guerra porque ahora lo condenaba la Iglesia, esa m ism a Iglesia que él quería salvar m
ediante esos principios que tan injustam ente le criticaban. E sto era m ucho m as duro
que ser condenado por los nazis. A dem ás, ahora se le había deshonrado y
desprestigiado por com pleto. Sin em bargo, jam ás pasó por la m ente del Padre la m
enor som bra de rebeldía. Por el contrario, fue en m edio de esos años, de tanta incom
prensión por parte de las autoridades eclesiásticas, cuándo él expresó el deseo de que un
día se escribiera sobre su tum ba las palabras: “D ilexit E cclesiam ”,“A m ó a la Iglesia”.
261
5.H É R O E Y M O D E L O D E C A R ID A D
Y O B E D IE N C IA
H ay una carta “fam osa” que, com o consecuencia, le trajo un castigo especial. Se le prohibió
celebrar M isa por algunos días y se le obligó a hacer un retiro en penitencia. E n esa carta le
había escrito al Padre general de los Pallottinos sobre los distintos ideales de obediencia que
ellos dos profesaban. E l Santo O ficio y el Padre general no podían entender la actitud del
Padre fundador. M uchas veces lo habían castigado y él siem pre había obedecido con la m
ayor prontitud todo lo que se le m andaba. E n esto era un m odelo de docilidad. Sin em
bargo, por otro lado, cada vez que podía, escribía una carta a R om a exponiendo su m anera
de ver las cosas y m anifestando que no estaba de acuerdo con esas m ism as órdenes que
acababa de cum plir m inuciosam ente. Para él, esa actitud
262
de franqueza era esencial para el verdadero ideal de obediencia: se obedece, pero sin
ocultar los propios pensam ientos. E s el ideal de la obediencia franca; el superior tiene
derecho a m andarm e, yo le obedezco en lo que es de su com petencia, pero no renuncio
a m i conciencia personal.E n esa carta que hem os m encionado,le escribió al G eneral:
M i ideal de obediencia es éste: cuando m e dan una orden con la que yo no estoy de
acuerdo, no la cum plo com o un esclavo que no piensa, sino que lo hago
Y le citó com o ejem plo el caso del Padre general anterior –el P. T urow ski– quien, al
com enzar la V isitación,lo defendió con m ucha valentía y por eso fue reem plazado.
E l P. T urow ski –de origen polaco– se dio cuenta que era injusto lo que estaban haciendo
con el P. K entenich. E l no veía la razón de las críticas que se le hacían y alegaba
desconocer las acusaciones y los m otivos de las m edidas que se tom aban contra él, los que
nunca se dieron. Por eso exigía explicaciones y se negaba a asum ir, bajo su propia
responsabilidad, lo que consideraba injusto. D efendió al P. K entenich hasta el final. E l P. T
urow ski era un hom bre que –com o superior– se sentía solidario con sus súbditos y
responsable por ellos. Su sucesor, por el contrario, no asum ió la responsabilidad que, com o
Superior, le cabía y cada vez que el Padre fundador le preguntaba: “¿C ree usted que
corresponde, que es justa esta orden que m e ha dado? ¿C ree que m erezco este castigo?”,
él le contestaba: “L o siento m ucho, pero así m e lo m andan desde R om a”. “E s que esa
disculpa no basta”, le replicaba el Padre, y en la carta que com entam os le explicaba por qué
no basta decir “así m e lo m andaron”. C uando a un cristiano se le da una orden, él tiene que
adoptar frente a ella una actitud clara: o la asum e responsablem ente y dice: “la hago m ía y
la cum plo bajo m i responsabilidad”; o declara que no está de acuerdo con la orden y que la
cum ple exclusivam ente bajo la responsabilidad de la autoridad com petente de la cual
proviene la orden.
263
A quí no se trata de si se obedece o no, sino de precisar con qué actitud se obedece: com
o esclavo irresponsable o com o persona consciente y libre. E l P. K entenich escribe al
Padre general: “U sted no ha obrado así. U sted no ha querido nunca precisar su posición
personal frente a los problem as de Schoenstatt y siem pre ha recurrido a la disculpa:
‘estoy cum pliendo órdenes superiores’; eso no basta, hay que definirse. U sted debe tom
ar una posición personal frente a las órdenes que recibe y decir si las hace plenam ente
suyas o, si no está de acuerdo con ellas, si las ejecuta bajo la responsabilidad ajena, en
contra de su propia opinión. E so es lo que dice el ideal verdadero de obediencia cristiana,
la que siem pre debe ser una obediencia responsable y franca. E sa es m i actitud: Y o
siem pre obedezco,pero digo lo que pienso por am or a la Iglesia”.
264
5.2.L a nobleza de saber perdonar
265
hablar con ningún otro schoenstattiano, sino que siem pre exigía hablar con el
P. K entenich porque era el único hom bre que daba plena garantía de
objetividad, de estar buscando siem pre la paz.
Y cuando la lucha se decidió definitivam ente a favor del P. K entenich, ¿cuál fue la actitud
de éste? A penas supo que podía regresar a A lem ania, va donde el Padre general y le
dice: “H e recibido el perm iso para regresar a A lem ania. A hora vuelvo allá, pero yo
quiero la paz. Y o le tengo m ucho aprecio a la com unidad de los Pallottinos (él ya se
había retirado de ella); creo que tiene una tarea grande y que la m isión de Pallotti y de
Schoenstatt van en la m ism a línea. Por eso creo que debem os trabajar juntos en el
futuro. Pero, por lo m ism o, no quiero llegar a A lem ania com o vencedor, porque no
deseo que hayan vencidos. L e propongo, Padre general, que borrem os todo lo pasado y
que volvam os juntos a Schoenstatt, que vayam os juntos al Santuario y allí le entreguem
os a la Santísim a V irgen toda la historia dolorosa de estos años y sigam os trabajando
juntos com o si nunca hubiera pasado nada”. E l Padre general se im presionó enorm em
ente, y le respondió que lo iba a pensar y a conversar con su com unidad. Pero los
superiores de A lem ania le desaconsejaron hacer tal cosa, pues pensaban que sería m
uy grande el desconcierto que ello produciría en la com unidad.
Poco después, cuando se planteó en R om a el asunto sobre el caso del Santuario O riginal,
se decidió que, si bien el Santuario se encuentra en terreno pallottino, se entregaría en adm
inistración a la Fam ilia de Schoenstatt. E sto significaba una nueva dificultad para el Padre
general de los Pallottinos quien, de nuevo, se dirigió al P. K entenich y le dijo: “Si esa decisión
se lleva a efecto, significaría una derrota inm ensa para nosotros y m e
266
colocaría en una situación m uy difícil ante la Provincia alem ana. Para nosotros
significaría dejar algo que nos pertenece para entregárselo a ustedes. ¿N o podríam
os buscar una solución?”. E l P. K entenich le respondió: “L o único que yo quiero es la
paz. D eseo ayudarlo. Por eso renunciaré al derecho que nos han otorgado sobre el
Santuario, sólo para que ustedes no sean hum illados al ser privados de algo contra
su voluntad.Pero le propongo que después ustedes busquen, voluntaria y librem ente,
un acuerdo con nosotros respecto al uso com ún del Santuario”. E l Padre general
aceptó de inm ediato la proposición, pero el acuerdo voluntario no llegó nunca. E l P. K
entenich sabía que lo m ás probable sería eso. Q ue, com o m uchas veces, el Padre
general no asum iría su responsabilidad frente a la palabra dada. Pero esa era siem
pre la m anera de actuar del Padre fundador: apelar y dar oportunidad a la
generosidad libre de las personas, aun cuando éstas no fueran dignas de confianza. E
l P. K entenich reaccionaba así; frente a la Iglesia fue igual.
C oncilio V aticano II
267
D urante todo este tiem po, y en m edio de todas estas luchas, el corazón del P. K
entenich se fue haciendo cada vez m ás paternal. L a bondad y el acogim iento que
irradiaba fue creciendo m ucho m ás aún de lo que había sido en el tiem po siguiente a D
achau. Precisam ente en la m edida en que los hom bres m ás lo calum nian, lo injurian y
le son infieles, él va com o sum ergiéndose m ás y m ás en el m isterio de la m isericordia
de D ios. C om o consecuencia de ello, el tem a de sus pláticas va siendo, cada vez con m
ayor frecuencia, no sólo el anuncio de D ios com o Padre, sino com o Padre de la m
isericordia. A l m ism o tiem po insiste en la conciencia de pequeñez, en la m iseria
nuestra, en la aprem iante necesidad de m isericordia que todos tenem os. Y todas estas
pláticas eran dichas con un sabor tan hondo a vivencia,a experiencia personal,que uno se
daba cuenta que era éste el m undo interior en el cual estaba viviendo: que él estaba ya
definitivam ente sum ergido en el m ar infinito de la m isericordia de D ios, en un m ar de
luz y de paz que lo colocaba por encim a de toda esta pugna, de todas esas intrigas que
se tejían para destruir su O bra y su fam a personal.
268
P adre eterno: E n esta silenciosa hora santa m e arrodillo ahora ante ti, con quienes representan
nuestra nueva F am ilia, en el Santuario de nuestra querida M adre y R eina tres veces A dm
irable de Schoenstatt. Te agradezco de todo corazón por todo lo que en esta hora silenciosa
m e regalas y pones a m i disposición.
Tú sabes cuán infinitam ente grande es la m isión que confiaste a nuestra F am ilia. Sí, tan grande, tan
vasta tan profunda com o la m isión de la m ism a Iglesia. E n nosotros la Iglesia vive, la Iglesia quiere y
269
puede vivir tal com o tú la has previsto desde toda la eternidad en el sentido de la nueva orilla
de los tiem pos.
H ace ya m edio siglo que cargam os con el peso de esta m isión enorm em ente grande. La
guardam os serena y fielm ente, por ella nos separam os de los que nos rodeaban, nos
tornam os com o una isla flotante, siem pre im pulsados por la gran m isión que cargan
nuestros hom bros. E l dem onio naturalm ente tenía ganas de arrancarnos de tu corazón y
quitarnos la m isión. Y tú, eterno P adre D ios, le has dejado libertad,una am plia,m uy am plia
libertad.
E n esta hora silenciosa, te doy gracias de todo corazón porque m e has regalado una com unidad que
quiere cum plir la gran m isión hom bro a hom bro conm igo, que no se dejó confundir por todos los
ataques del enem igo,ni nada la pudo separar de la gran gracia y la gran tarea que tú nos confiaste.
Y ahora, tú m e envías dos de tus predilectos, acá, a nuestro Santuario. M e recuerdas que
perm aneces fiel a la m isión. Tú sabes lo difícil que es cargar con una gran m isión y ser
enviado a la soledad, al desierto… P or cierto hay casos en la historia de salvación, en la
historia de la Iglesia, que nos m uestran que tú puedes colocar una m isión grande sobre hom
bros hum anos, y que recién se realiza esta m isión cuando esos hom bros se derrum ban en
la m uerte. P ero por lo visto, no quieres guiarnos por ese cam ino (… )
Te doy gracias no sólo por este nuevo ardor de la fe en m í personalm ente, te doy gracias tam
bién por estos enviados, que tú m e m andas y m e regalas. C asi m e parece poder escuchar
desde el tabernáculo aquella palabra que tu H ijo proclam ó a los apóstoles, en aquella ocasión,
después que los había iniciado en su m isión universal. Q uizá no habían captado entonces tan
profundam ente toda la m agnitud, la envergadura y el peso de la m isión, com o nosotros ahora. P
ero no obstante los habrá invadido cierto estupor interior, com o nosotros lo sentim os toda vez que
m edim os nuestras fuerzas con la gigantesca carga de la m isión que nos fue dada. E ntonces el
Señor dijo las sencillas palabras: “N o tem as,pequeño rebaño” (Lc 12,32).
E terno P adre D ios,te agradecem os por esta palabra de consuelo: “N o tem as,pequeño rebaño”.
(O ración rezada en el Santuario de M ilw aukee junto a dos diáconos alem anes que serían
ordenados sacerdotes de la nueva C om unidad P adres de Schoenstatt)
270
6.L A L IB E R A C IóN
l final, el Padre fundador, com o siem pre, entrega a la V irgen todo lo que sucede y anuncia:
“estoy seguro que voy a volver de m i destierro, porque nada de lo que yo
E n las H erm anas de M ilw aukee y la Fam ilia schoenstattiana, reinaba una alegría
desbordante, pero que, a la vez, iba acom pañada de pena porque el Padre fundador,
después de pasar 14 años junto a ellos, se iba. C on el P. Jaim e y el P. Santiago nos tocó
volar con él desde M ilw aukee a N ueva Y ork. E l día que pasam os con él en N ueva Y
ork, era el 16 de septiem bre, fue m aravilloso. E n él tuve, tal vez, las experiencias m ás
lindas que recuerdo de la paternidad del Padre fundador, especialm ente en los m om
entos de su encuentro con la com unidad portorriqueña.A hí el P.K entenich volvió a
expresar todo su entusiasm o por la m isión de A m érica L atina y les habló m ucho del 31
de M ayo y de cóm o el alm a latinoam ericana –por su capacidad para los vínculos
personales y para el espíritu de Fam ilia– era “naturalm ente schoenstattiana”.
272
D e N ueva Y ork partió ese m ism o día, en la tarde, a R om a. E n el viaje sucedió algo
interesante. Por causa de la niebla, al hacer escala en Suiza –volaba en Sw iss- air–, su
avión tuvo que aterrizar en G inebra, y no en Z ürich, com o correspondía. E se m ism o
día, el Padre general viajaba de R om a a Suiza y llegaba a Z ürich, a la hora exacta en
que le tocaba llegar al avión donde llegaba el P. K entenich. Si no hubiera habido niebla,
tal vez se habrían encontrado. D e G inebra, sigue viaje a R om a. L lega a la C asa G
eneralicia y, cuando aparece en la puerta, el Secretario del Padre general se asom bra
enorm em ente al verlo. L e pregunta: “¿Y usted qué hace aquí?” “E l Padre general m e
m andó llam ar — responde el P. K entenich— y usted m ism o m e envió un telegram a”.
Y para su sorpresa y de todos, el Secretario replica: “Y o no he m andado ningún telegram
a”. Inm ediatam ente le avisa al Padre general, en Suiza, la llegada del P. K entenich. E l
Padre general no puede creer lo que oye; vuelve de inm ediato a R om a y se encuentra
con el P. K entenich quien insiste: “E stoy aquí porque ustedes m e m andaron llam ar. R
ecibí un telegram a”. A l principio no se le cree; se piensa que es un engaño, y se le acusa
ante el Santo O ficio de haber desobedecido y haber inventado un telegram a inexistente,
para tener un pretexto para llegar a R om a. A dem ás, se solicita que se le ordene volver
enseguida a su lugar de destierro.
T oda la discusión se centra en el fam oso telegram a. Se afirm a, prim ero, que es m
entira; después, que la m ism a Fam ilia o que las H erm anas M arianas lo m andaron.
A ello contestan los schoenstattianos: “¡Im posible! D espués de un trabajo de años
para conseguir la liberación del Padre fundador y, justam ente en estos m om entos en
que el asunto va tan bien, no se nos ocurriría jam ás inventar un telegram a así, que
arriesgaría echar todo a perder. E n todo caso, si alguien inventó el telegram a, sería
m ás probable que lo hubieran hecho los enem igos del P. K entenich, que son
quienes desean crear com plicaciones para im pedir su liberación”…
A sí com ienza la discusión.L a Fam ilia contrata abogados y éstos hacen una investigación a
fondo en las oficinas de los telégrafos, tanto de R om a com o de M ilw aukee, pero sin ningún
resultado. Fue absolutam ente im posible encontrar pistas del telegram a; saber de
273
dónde había salido, quien lo había transm itido o ubicar a la telefonista que llam ó al P. K
entenich. E so sí, quedó en claro que tanto de parte del P. K entenich com o de la Fam ilia
no había habido ninguna intervención. E ra algo sim plem ente inexplicable. E l P. K
entenich com enzó a sonreír y dio a conocer el convencim iento interior que se había ido
form ando en él en esos días: “E stoy totalm ente seguro, dijo, que el telegram a fue obra
de M aría. N o sé com o pasó; hum anam ente no hay explicación, pero justam ente por
eso, creo que la V irgen intervino de algún m odo, accediendo así a algo que hace m ucho
tiem po le venía pidiendo: que m e liberara de tal m anera que quedara absolutam ente
claro que m i liberación no era,en prim er lugar,obra de los hom bres sino de ella”.
Y el telegram a perm aneció com o un m isterio sin explicación. Pero, gracias a él,
el P. K entenich se quedó en R om a y ello aceleró grandem ente su proceso de
liberación, si bien todavía quedaba una buena etapa de dificultades por delante.
L o que pasaba era que el Padre fundador estaba seguro de estar viviendo una hora de
gracias, en la que M aría se iba a glorificar. N o sabía cóm o, pero tenía la certeza de que
ella se glorificaría. Por eso él no quería interferir en sus planes con arreglos de prudencia
hum ana. E l C ardenal B ea se asom bró enorm em ente y la Fam ilia, cuando supo lo
que había pasado en la entrevista, tam poco lo podía entender. E l P. K entenich insistía
m uy tranquilo y feliz: “L a Santísim a V irgen lo va a hacer,ella se glorificará”.
E l Santo O ficio piensa que, prim ero, las cosas tienen que calm arse un poco,
pues la situación entre los Pallottinos no es m uy clara. A dem ás, hay que preparar
el ánim o a los obispos alem anes. Por eso, no se sabe cuándo podrá volver. Por
diversas gestiones se consigue una entrevista del P. K entenich con el Papa para
el 22 de diciem bre. A esa entrevista, el P. K entenich llevó un cáliz de regalo al
Santo Padre. Fue una entrevista breve, pero m uy bonita. N o pasó nada especial
en ella, pero el m ism o hecho equivalía ya com o a una rehabilitación sim bólica.
Se sabe que, al día siguiente, el Papa tiene una reunión im portante con algunos C
ardenales y que allí se podrá lograr algo. T odos esperaban ansiosos.
E n la tarde del 23 de diciem bre, avisan al Padre fundador que tiene perm iso para ir a A
lem ania y que, si quiere, puede partir de inm ediato. A l día siguiente tom an el prim er
avión posible y llegan a Schoenstatt justo en la N ochebuena; son entre las 6 y 7 de la
tarde, cuando allá ya es de noche, por causa del invierno. E l Santuario está adornado con
todas sus galas para N avidad. E l M ilagro de N ochebuena se ha vuelto a realizar, pero
esta vez no ha sido en form a solam ente sim bólica,sino con precisión cronológica.
E ra una últim a fineza de la Santísim a V irgen, para m ostrarnos que era ella
quien había estado detrás de todo y que había aceptado la entrega de la Fam
ilia por el Padre fundador.
¿A caso será indiscreto si m e atrevo a decir: si el buen D ios ha bendecido m i actividad entre ustedes,
entonces pueden considerar al m enos eso com o un regalo de la Santísim a V irgen. Si bien en estos días apenas he
hablado de esto, no m e avergüenzo de confesar que considero toda m i actividad sacerdotal com o obra e instrum ento
de su m ano. Si en estos días les he podido prestar algún servicio, entonces deben darle
276
las gracias a ella, pues a ella atribuyo conscientem ente todo. H e aquí tam bién la razón por la cual realizo
continuam ente m i tarea con una paz soberana: m e siento dependiente de ella com o su obra e instrum ento…
P erm ítanm e decirles: cada vez que debo asum ir m ayores responsabilidades com o sacerdote, estoy
interiorm ente alegre y tranquilo cuando sé que aquellos que D ios pone en m i cam ino se entregan a la
Santísim a V irgen. Ya antes fue así, cuando siendo un joven sacerdote m e desem peñé com o educador.
Luego de haber com prendido los grandes lineam ientos del plan de salvación, m i m ayor alegría era
conducir a m is jóvenes hacia la Santísim a V irgen, pensando: yo no puedo perm anecer junto a ellos. Y
aunque pudiéram os, con el tiem po la relación paternal y sacerdotal en este grado de profundidad, cesa en
la m ayoría de los casos. P ero si confío m is jóvenes a la Santísim a V irgen, entonces sé que ella siem pre
extenderá su m ano sobre ellos.¡E lla es la om nipotencia suplicante! ¡E lla es fiel!
P ersonalm ente –y junto con los que trabajan conm igo– vivo de dos expresiones que pronunciara San
V icente P allotti. “¡M ater habebit curam !’ (La M adre cuidará)… La segunda expresión: “La Santísim a
V irgen es la G ran M isionera, ella obrará m ilagros!”. N o esperen que dem uestre estas frases dogm
áticam ente. Yo m ism o estoy hablando com o un niño y ustedes escuchan com o niños. P or eso, creo,
deben considerar la conveniencia de elegir a la B endita entre todas las m ujeres com o pilar y seguro
de su nueva obra, com o m odeladora,form adora y educadora del nuevo tipo de hom bre.
U stedes no se dan cuenta con cuánta intim idad am o a la Santísim a V irgen. N o sólo porque ella es la
M edianera de todas las gracias, sino porque yo no hago nada separado de ella. A unque no hable
de ella, todo lo que ustedes reciben de m í, lo reciben de la M adre de D ios. M e gusta verla en el
fondo, aunque m e alegro cada vez que puedo ponerla en el frente … M e alegro silenciosa y
profundam ente cuando la V irgen quiere retirarse a un segundo plano, para poner al P adre en
prim er plano, sea al P adre E terno o a su representante.
P ara m í lo esencial ha sido siem pre poner cada vez m ás en prim er plano la m isión de la Santísim a V irgen
para la época y para la Iglesia actual y entregar por esta m isión todas las fuerzas de m i vida.
¡Tenem os una m isión m arcadam ente m ariana! (… )
Tua res agitur! (¡Se trata de tu causa!) D esde un principio la m isión de Schoenstatt, com o tam bién la
gran m isión del 31 de M ayo de 1949, ha sido poner a la Santísim a V irgen en prim er plano a fin de
que pueda cum plir su m isión en la historia contem poránea. Todo el sufrim iento que trajo consigo el
31 de M ayo de 1949 fue aceptado y asum ido conscientem ente en función de la m isión m ariana.
M aría, se trata tan sólo de ti, no buscam os nada para nosotros. Te ofrecem os toda nuestra vida, aún en las
m ás grandes dificultades, en los m ás grandes peligros, en los m ás duros golpes del destino. Todo, al fin, ha
de servir a tu m isión… C larifica te! Tú m ism a debes glorificarte,glorificando a Schoenstatt.
(Liebfrauenhöhe,28 y 29.5.1966)
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A udiencia con P ablo V I (22 de diciem bre de 1965)
Tengo la im presión de no haber hecho absolutam ente nada en todos estos cuarenta años. P ero no
crean que es exageración. E s literalm ente así. H ay estados de ánim o m uy particulares que el Señor
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acuñó en form a clásica: “y cuando hayan hecho todo, digan: siervos inútiles som os… ” C iertam
ente, se puede pensar que he trabajado m ucho. Sin em bargo tengo la im presión de no haber
hecho nada. E n efecto, en los cuarenta años no hice nada m ás que decir ‘sí’ en cada instante. N
ada m ás… V ean ustedes, cuando en una vida así se esconde tal energía creadora, pueden estar
seguros de que es algo del m ás allá, algo divino y sobrenatural. Y esto es lo que hem os de hacer
hoy de todo corazón: tributar con toda sencillez los honores a quien se le deben.¿E s preciso que
nom bre a la Santísim a V irgen? ¡E lla es la que debe celebrar el jubileo!
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282
C A P ÍT U L O SE X T O
P A T E R N ID A D E SC L A R E C ID A
O T R A N SF IG U R A D A (1965 - 1968)
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284
SE X T A E T A P A
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1.E l P adre de todos
una
E l encuentro con el Padre fundador fue una experiencia extraordinaria para todos. A
las
H erm anas M arianas, que son dos m il en A lem ania, les dedicó un tiem po enorm e.
L as recibió una por una. A sí estuvo tres años, retom ando los contactos personales
con cada uno de los hijos e hijas de su Fam ilia. A lguien, com entando lo que fue ese
tiem po, m e decía: “C onversando con el Padre fundador, com prendí cóm o se las
arregla D ios con nosotros. M i problem a había sido siem pre éste: ¿cóm o va a ser
posible que D ios, que m aneja todo el universo, pueda preocuparse personalm ente
de cada uno de nosotros? Pero, frente al Padre fundador, m e di cuenta que, a pesar
de que él tenía a todo Schoenstatt en su cabeza, a pesar de que tenía presentes a
todos sus hijos y a todos sus problem as, sin em bargo, se dedicaba a m í com o si yo
fuera la única persona que existía para él en ese m om ento”.
E sta fue una experiencia general.C ada uno sentía,al estar con el Padre fundador,que
era su hijo m ás querido; que él tom aba los problem as de uno com o si fueran suyos,
que se interesaba tan sinceram ente por lo que uno le decía que, generalm ente,
después de haberle contado sus problem as,term inaba agradeciéndole él a
uno,dándole gracias a uno por la confianza que le había tenido, por haberle dado la
oportunidad de adm irar la presencia am orosa de D ios en la historia personal de
cada uno. E n estos años finales de su vida, el Padre fundador aparecía com o una
persona que irradiaba a D ios y que descubría, en todo cuanto le rodeaba, la
presencia de D ios, siem pre enalteciendo y levantando a los dem ás.
Fueron tres años m aravillosos, que nosotros, acá en A m érica L atina, tam
bién esperábam os com partir m ás de cerca. Pero la Santísim a V irgen se lo
llevó justo cuando él estaba planeando ya su viaje hacia nuestro continente y a
los dem ás lugares del m undo donde había hijos e hijas que le esperaban.
286
2.M ás cercano que nunca
a V irgen se lo llevó después de haber celebrado M isa, por prim era vez, en la Iglesia de la A
doración; la Iglesia consagrada a la Santísim a T rinidad, que se levanta sobre
E l Padre fundador celebró su prim era M isa allí, el 15 de septiem bre de 1968, en
la fiesta de N uestra Señora de los siete dolores, dolores que él había com partido
m uy íntim am ente a lo largo de su vida ya que todos sus sufrim ientos habían sido
únicam ente por ella, por la m isión de M aría frente a la Iglesia y al m undo del
futuro. Por la Santísim a V irgen, el Padre fundador había sufrido calum nias del m
ism o tipo que sufrió ella. C om o ella, gustó tam bién las am arguras del destierro.
L a Santísim a V irgen se lo llevó al term inar la M isa, cuando se acababa de quitar
los ornam entos en la sacristía. M urió a causa de un ataque al corazón, en form a
casi instantánea y en m edio de una paz extraordinaria.
La Santísim a V irgen nos ha regalado el uno al otro. Q uerem os perm anecer recíprocam ente fieles: el
uno en el otro, con el otro, para el otro, en el corazón de D ios. Si no nos reencontrásem os allí, sería algo
terrible. A llí debem os volver a encontrarnos. N o deben pensar: vam os hacia D ios, por eso debem os
separarnos. Yo no quiero ser sim plem ente un señalizador en la ruta. ¡N o! V am os el uno con el otro. Y
esto por toda la eternidad. C uán errado sería ser sólo señalizador en el cam ino. E stam os el uno junto al
otro para encendernos m utuam ente. N os pertenecem os el uno al otro ahora y en la eternidad; tam bién
en la eternidad estarem os el uno en el otro. ¡E s éste el eterno habitar del uno en el otro, propio del am or!
Y,entonces,perm aneciendo el uno en el otro y con el otro,contem plarem os a nuestra querida M adre y a la
Santísim a Trinidad.
287
E sta fue su historia. T al vez podría decirse que con su m uerte com ienza todavía una
séptim a etapa en el crecim iento de su paternidad: la etapa de la paternidad
eternizada. E s algo que ha sentido toda la Fam ilia; que desde que el Padre fundador
m urió, lejos de haberse hecho m ás distante, su persona se ha vuelto m ucho m ás
cercana. L a intim idad con él ha crecido, a pesar de estar él en el cielo; y la Fam ilia
siente, cada vez m ás, que recibe gracias especiales en la m edida que se une a él;
que él sigue siendo fuente de gracias desde el cielo; que los destinos de todos sus
hijos están atados al suyo, tam bién después de su m uerte; y que el Padre fundador
quiere devolver, desde el cielo, con am or y fidelidad, toda la fidelidad que la Fam ilia
le ha tenido. E l bendice al que se le entrega, al que le da su cariño de hijo. E l bendice
en form a extraordinaria, porque ahora está m ás cerca de la Santísim a V irgen que
nunca y le puede “tironear del m anto” con m ucho m ás fuerza y confianza, con m
ucho m ás fuerza y rapidez que lo que lo hacía cuando estaba aquí en la tierra.
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MAR
deje de ser una hoja húm eda y blanca, así el infinito Padre de
Jesús siem pre nos escribe la ternura,
así el océano de D ios siem pre nos quita los guijarros de la ira,
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PADREMONTAÑA
P.Joaquín A lliende L .
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COLOFÓN
que se descifran com o destellos ilum inadores del profético sacerdote José K entenich.
294
Índice
C réditos
3
Portadilla
5
Índice
6
K entenich
I.N U E ST R O PU N T O D E PA R T ID A : la PE R SO N A L ID A D FIL IA L -
19
PA T E R N A L del p.kentenich
1.T res frases reveladoras
20
22
23
25
26
1.SE N T ID O G E N E R A L Y D IV ISIÓ N D E E ST A E T A PA
35
38
38
39
41
50
50
53
57
a.E l sentido de esta prueba
58
60
66
d.Salida de la crisis
69
74
1.SE N T ID O G E N E R A L D E E ST A E T A PA
87
88
89
295
90
2.E L G R A N PE D A G O G O Y E L M A E ST R O D E L A V ID A
92
92
94
95
100
3.E L H O M B R E D E L A FE PR áC T IC A E N L A D IV IN A PR O V ID E N C IA
104
104
3.2.Su gran salto de fe: el 18 de O ctubre del 1914
106
113
116
117
120
4.L A E X PE R IE N C IA Q U E SU S H IJO S V A N T E N IE N D O D E SU
123
PA T E R N ID A D
124
4.2.E l trabajo con m ujeres
126
128
138
138
139
2.U N A PA T E R N ID A D FU E R T E
143
143
144
146
147
2.3.E l Padre fundador,un jefe com unitario
155
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171
172
173
178
2.E L SE N T ID O D E L A PR U E B A : PR O FU N D IZ A C IÓ N D E SU
296
PA T E R N ID A D
180
182
185
3.E L 2O D E E N E R O D E 1942: U N A FE C H A C U M B R E
187
187
190
3.2.1.U na genialidad de fe
190
191
4.L O S FR U T O S D E L 20 D E E N E R O
194
194
194
197
200
5.SE PR E PA R A N N U E V A S PR U E B A S
205
205
209
1.H A C IA L A S N U E V A S PL A Y A S D E L A IG L E SIA
220
220
222
223
229
229
231
239
3.C O N SE C U E N C IA S D E L 31 D E M A Y O D E 1949
244
244
248
4.E L SE N T ID O D E 14 A Ñ O S D E L U C H A
254
254
254
297
V icente Pallotti
254
256
257
P.K entenich
4.2.1.L a acusación de ser “freudiano”
257
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5.H É R O E Y M O D E L O D E C A R ID A D Y O B E D IE N C IA
262
262
265
6.L A L IB E R A C IóN
271
271
271
274
285
287
C olofón
294
298