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Por Robert £.

Coleman
Prólogo por Luis Palau
Plan supremo
de evangelizacion

Por Roberb Coleman


Traducido por José María Blanch

CASA BAUTISTA DE PUBLICACIONES


EDITORIAL MUNDO HISPANO
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UR U G U A Y :
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VENEZUELA:
A p a rta d o 152, V alencia

Primera edición: 1972


Segunda edición: 1974
Tercera edición: 1977
Cuarta edición: 1978

Clasifíquese: Evangelización
ISBN: 0-311-13816-0
C.B.P. Art. No.: 13816
3 M 10 78
CONTENIDO

P r o l o g o ................................................... g
INTRODUCCION ............................................... 7
C a p ít u l o s :

1. S e le c c ió n ................................................. jg
2. A s o c ia c ió n .......................................... 29
3. CONSAGRACION ............................................. 39
4. COMUNICACION ...................................................... 49
5. DEMOSTRACION ........................................... 59
6. D e l e g a c ió n ........................................ gy
7. S u p e r v is i ó n ............................................... 77

8. R e p r o d u c c i ó n ........................................... 35
E p i l o g o ........................................................ gg
B ib l i o g r a f í a ................................ IOS

• 3
PROLOGO

Bien merece el puesto de profesor de evangelismo e]


doctor Robert E. Coleman, autor d e este libro. Su conoci­
miento sobre este inquietante asunto n o se debe a otra cosa
sino a la práctica de la evangelizacion que ha llevado a
cabo en la conversión de nuevos creyentes en Cristo1.
Com o en los días cuando el Señor Jesús anduvo por la
tierra, los sencillos principios que el 'doctor Coleman nos
ayuda a descubrir en el Nuevo Testamento tienen aplica­
ción para las tres decadas finales de nuestro1 siglo XX.
^ Toda la América Latina está viviendo “su hora histó­
rica en el terreno espiritual. Millares están recibiendo, a
Cristo jesús com o Señor y Salvador por medio de la fe. Sin
embargo, aún quedan millones que desconocen “la palabra
verdadera del evangelio” (Colosenses 1 :5 ). La evangeliza­
cion del mundo entero en esta generación demanda, por
tanto, discípulos del calibre bíblico que nos pinta el autor
en esta obra: hombres cuya misión en principio y método
sea la que Cristo mostró con su vida.
Es inquietante la falta de visión nacional y aun mun­
dial en muchas etapas de nuestio historial evangélico. Pero,
Plan Supremo d e Evangelizacion demuestra que en nuestro
día es posible evangelizar a una nación entera. En verdad,
al mundo entero también. Aquí encontramos los principios
que practicó y nos enseñó nuestro Maestro, el Señor Jesu­
cristo. ¿Puede haber plan mejor?
La visión nacional y mundial, sin embargo, no elimina
en ningún momento la obra personal. La predicación a las
masas reunidas en algún estadio deportivo o plaza d e toros

• 5
6 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

para escuchar la Palabra de Dios, encuentra su solidez y se


desarrolla a través de la labor personal y el discipulado se­
rio de los cristianos en la ciudad en que se efectúe. La evan-
gelización de las multitudes y el discipulado individual
marchan del brazo1. ¡Son hermanos!
Hechos uno con Cristo y actuando com o un solo Cuer­
po, nuestro plan supremo personal deberá ser, entonces, dar
a conocer al que es Maestro de evangelización por exce­
lencia. Esto es lo que la Biblia explica com o la Gran
Comisión.
Vaya para la editorial, por tanto, un aplauso caluroso
por escoger un libro tan vitalmente necesario en esta hora
decisiva para la iglesia de Jesucristo en los países de habla
hispana.
LUIS PALAU
Yo SOY E L C A M IN O

Ju a n 14:6

INTRODUCCION

EL MAESTRO Y SU PLAN

E l problema de los métodos de evangelizacion


Propósito y pertinencia: estos son los problemas cru­
ciales de nuestra labor. Tienen relación mutua y la signifi­
cación de toda nuestra actividad dependerá en gran parte
de la medida en que logremos que ambos elementos sean
compatibles. El hecho solo de que estemos ocupados (o de
que seamos hábiles) en alguna actividad no significa nece­
sariamente que estemos cumpliendo algún propósito. Siem­
pre habrá que preguntarse: ¿Vale la pena hacerlo? ¿Se
cumple la tarea establecida?
Estas son las preguntas que debieran plantearse cons­
tantemente en relación con la actividad evangelizadora de
la iglesia. En nuestros esfuerzos por llevar adelante las co­
sas, ¿estamos realmente cumplimentando la gran com i­
sión de Cristo? ¿Vemos com o resultado de nuestro minis­
terio una comunidad creciente y pujante d e hombres con­
sagrados que comunican al mundo el evangelio? No se
puede negar que estamos muy ocupados en la iglesia, afa­
nados por llevar a cabo un programa tras otro de evangeli­
zacion. Pero, ¿estamos cumpliendo el propósito deseado?

• 7
8 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

A la función le sigue la forma


Nuestra atención se centra de inmediato en la necesi­
dad de idear una bien madurada estrategia de acción dia­
ria, en función de 1a. meta a largo alcance que nos propo­
nemos alcanzar. Debemos estar conscientes de cóm o ar­
moniza determinado curso de acción con el plan general
que Dios tiene para nuestra vida, si queremos que conmue­
va nuestra alma con un sentido de destino. Esto es asi en
cualquier procedimiento o técnica que se utilice para pro­
pagar el evangelio. Al igual que un edificio se construye de
acuerdo con un plano diseñado en función de su uso, asi
también todo lo que hacemos debe tener un propósito. De lo
contrario, nuestra actividad puede resultar inútil por falta
de rumbo y por confusión de metas.

Estudio de los principios


Lo anterior explica lo que ha motivado este estudio. Es
un esfuerzo por descubrir los principios que dirigieron las
acciones del Maestro; con la esperanza de que nuestros pro­
pios esfuerzos puedan conformarse a una pauta semejante.
Por consiguiente, el libro no pretende interpretar métodos
específicos de Jesús en la evangelizacion personal o de ma­
sas.® Es más bien un estudio de los principios que forman
el sustrato de su ministerio: principios que determinaron
sus métodos. Se le podría llamar un estudio de su estrategia
de evangelizacion en torno a la cual orientó su vida sobre
la tierra.

Necesidad de más investigación


Causa sorpresa lo muy p oco que se ha publicado acer­
ca de este tema, aunque, desde luego, la mayoría de los li­
bros que tratan de métodos de evangelizacion contienen en
forma somera algo acerca de ello. Lo mismo podría decir­
se de los estudios acerca de los métodos docentes de Jesu-

* Entre las distintas obras que tratan de varias íases del


mensaje y metodología de evangelizacion de Jesús, véase, por
ejemplo, Así Predicó Jesús, de Douglas M. White ("Publicaciones
de la Puente).
Pl a n Su pr em o de E v a n g e l iz a c io n • 9

cristo, como también de las historias generales que tratan


de su vida y obra.

Probablemente el estudio más esmerado1 que se ha es­


crito hasta la fecha, en cuanto al plan general de evange-
lización del Maestro, haya sido en relación con la prepara­
ción de los discípulos. Destaca entre todos el libro The
Training of the Twelve (La Preparación de los D o ce) de A.
B. Bruce. Publicado por primera vez en 1871 y revisado en
1899, este relato del crecimiento de los discípulos en la pre­
sencia del Maestro, no ha sido superado en cuanto a ri­
queza de ideas. Otro volumen, Pastor Pastorum, de Henry
Latham, escrito en 1890, hace hincapié sobre todo en la for­
ma en que Jesús preparaba y capacitaba a hombres, aunque
resulta menos comprensivo en su análisis. Después de es­
tos primeros estudios, han aparecido unos cuantos volúme­
nes menores que proporcionan ideas estimulantes siempre
en relación con el mismo tema. No todos estos volúmenes
tienen el mismo punto de vista teológico evangélico, pero
es interesante advertir que coinciden cuando se trata de
evaluar la característica fundamental de la obra que Jesús
realizó con los discípulos.

Lo mismo se puede decir de muchas obras prácticas


acerca de diversas fases de la vida y ministerio de la igle­
sia que han sido publicadas en años recientes, sobre todo
de los escritos relacionados con el movimiento creciente de
testimonio laico y de grupos pequeños dentro de la iglesia,
listarnos conscientes de que estos autores no han escrito de
modo primordial desde el punto de vista de la estrategia de
la evangelizacion; con todo, debemos reconocer 1o mucho
que les debemos por tratar de los principios fundamentales
del ministerio y misión de nuestro Señor.

Sin embargo, el tema de la estrategia básica de Jesús


nmy pocas veces ha recibido la atención que merece. Aun­
que agradecemos los esfuerzos de los que la han estudiado
-y no prescindimos de sus hallazgos—, sigue siendo1 apre­
miante la necesidad de más investigación y aclaración, so­
bre todo en el estudio de las fuentes primarias.
10 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

Nuestro plan de estudio


Para comprender plenamente el plan de Jesús, debe­
mos acudir al Nuevo Testamento y, en especial, a los Evan­
gelios. A fin de cuentas, son los únicos relatos de primera
mano que nos hablan del Maestro en acción (Luc. 1:2, 3;
Jn. 20:30; 21:24; 1 Jn. 1 :1 ). Es cierto que los Evangelios se
escribieron primordialmente para presentarnos a Cristo el
Hijo de Dios, y para que por fe podamos tener vida en su
nombre (Jn. 2 0 :3 1 ). Pero lo que a veces no acertamos a ver
es que la revelación de esa vida en Cristo incluye la forma
cómo vivió y enseñó a otros a vivir. Debemos recordar que
los testigos que escribieron los libros no sólo vieron la ver­
dad, sino que la verdad los cambió. Por consiguiente, al es­
cribir el relato nunca dejan de hacer resaltar lo que más
influyó en ellos y en otros para que dejaran todo y siguieran
al Maestro. Claro que no lo mencionan todo. Como cual­
quier otro historiador, los autores de los Evangelios presen­
tan un cuadro de conjunto, poniendo de relieve unas pocas
personas y experiencias características y haciendo resaltar
ciertos puntos vitales dentro del desarrollo de los aconteci­
mientos. Pero en lo que respecta a esas cosas que se selec­
cionan v detallan con esmero y con integridad absoluta
bajo la inspiración del Espíritu Santo, podemos tener la se­
guridad de que conllevan la intención de enseñamos cómo
seguir las huellas del Maestro. Por esto, los relatos evangé­
licos de Jesús constituyen nuestro mejor e infalible libro de
texto sobre la evangelizacion.
De ahí que el plan d e este estudio es el de seguir las
pisadas de Jesús, tal com o se describen en los Evangelios,
sin recurrir mayormente a fuentes secundarias. Para ello se
ha examinado con detenimiento —repetidas veces y desde
varios puntos de vista— el relato inspirado de su vida, con
el afán de descubrir la razón que lo indujo a llevar a cabo
su misión en la forma en que lo hizo. Sus tácticas se han
analizado desde el punto de vista de su ministerio en con­
junto, con la esperanza de entender de este modo el signi­
ficado más amplio que revistieron los métodos que siguió
con los hombres. Hay que confesar que la tarea no ha sido
fácil, y sería yo el primero en admitir que queda mucho por
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • II

aprender. Las dimensiones ilimitadas del Señor de Gloria


no pueden en m odo alguno encerrarse en alguna interpre­
tación humana de su perfección, y cuanto más lo contem­
pla uno, tanto más se da cuenta de que así es.

Cristo: ejemplo perfecto


No obstante de reconocer esta realidad, ningún otro
estudio resulta más satisfactorio. Por limitadas que sean
nuestras facultades perceptivas, sabemos que en Jesús te­
nemos al Maestro perfecto. Nunca cometió error alguno. Si
bien compartió nuestra vida y fue tentado como nosotros,
no estuvo sujeto a las limitaciones de la carne de que se re­
vistió por nuestro bien. Aun en los casos en que decidió no
utilizar su omnisciencia divina, su mente tuvo una claridad
absoluta. Siempre supo discernir la senda recta y, com o
hombre perfecto, vivió tal com o Dios viviría entre los
hombres.

Su propósito fue claro


Los días que Jesús vivió com o hombre no fueron sino
la manifestación, en el tiempo, del plan que Dios concibió
desde el principio. Siempre lo' tenía presente en su mente.
Quería salvar del mundo v reservarse para sí un pueblo y
también edificar una iglesia del Espíritu que nunca pere­
ciera. Tenía puesta la mirada en el día en que su reino apa­
recería con toda gloria y poder. Este mundo era suyo por
creación, pero no quiso convertirlo en su morada perma­
nente. Sus mansiones estaban en lo alto. Fue a preparar
para su pueblo un lugar que tenía fundamento eterno en
los cielos.
Nadie estaba excluido de su propósito de gracia. Su
amor era universal. No nos confundamos en cuanto a esto.
Era “el Salvador del mundo” (Jn. 4 :4 2 ). Dios quiso que to­
dos los hombres se salvaran y llegaran al conocimiento de
la verdad. Para ello se entregó Jesús a fin de ofrecer a to­
dos los hombres la salvación del pecado, y al morir por
uno, murió por todos. Al contrario d e nuestra forma de pen­
sar superficial, en la mente de Jesús no existió jamás dis­
12 • Pla n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

tinción alguna entre misiones extranjeras y domésticas.


Para Jesús era todo evangelizacion mundial.

Se propuso triunfar
Toda su vida se encaminó a este propósito. T odo lo que
hizo y dijo fue parte del plan general. Su significado ema­
naba del hecho de que contribuía al propósito último de su
vida de redimir el mundo para Dios. Esta fue la visión rec­
tora de su conducta. Fue la norma de todos sus pasos. D é­
monos bien cuenta de ello. Ni por un momento perdió Jesús
de vista su meta.
Por esto es de suma importancia examinar la forma
cómo Jesús realizó su propósito. El Maestro puso de mani­
fiesto la estrategia de Dios para la conquista del mundo.
Tenía confianza en el futuro precisamente porque vivió de
acuerdo con ese plan en el presente. En su vida nada hubo
fortuito: no hubo energías malgastadas ni palabras ociosas.
Se dedicó a los negocios de su Padre (Luc. 2 :4 9 ). Vivió,
murió, y resucitó según lo previsto. Al igual que un general
planea el curso de la batalla, el Hijo de Dios hizo planes
para triunfar. No se pudo permitir el lujo de correr riesgos.
Sopesó todas las alternativas y los factores variables en la
experiencia humana, después de lo cual concibió un plan
que no fallaría.

Su plan merece cuidadoso examen


Es sumamente revelador estudiarlo. Reflexionar en ello
con seriedad conduce al cristiano a conclusiones profundas
y a veces abrumadoras, si bien es probable que su plena
comprensión resulte lenta y ardua. De hecho, a primera vis­
ta podría incluso parecer que Jesús no tuvo plan alguno.
Otros descubrirán una técnica particular pero no las nor­
mas básicas. Y aquí radica una de las maravillas de esa es­
trategia. Es tan modesta y silenciosa, que el cristiano ato­
londrado no atina a descubrirla. Pero cuando el discípulo
dispuesto llega por fin a caer en la cuenta del método ge­
neral de Jesús, le sorprende su sencillez y se pregunta
cóm o la pudo pasar por alto anteriormente. Sin embargo,
cuando se reflexiona acerca del plan de Jesús, la filosofía
Pla n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • |:$

básica del mismo es tan diferente de la de la iglesia moderna,


que sus implicaciones resultan poco menos que revoluciona­
rias.
Las páginas que siguen pretenden aclarar ocho prin­
cipios rectores del plan del Maestro. Sin embargo, debe
aclararse que no hay que entender los distintos elementos
si se dieran siempre en un mismo orden, com o si el
ultimo no comenzara hasta tanto que los otros estuvieran
en pleno funcionamiento. De hecho, cada uno de ellos im­
plica todos los demás y, en cierto m odo, todos comenzaron
con el primero. El esquema sólo pretende estructurar el
método de Jesús y hacer resaltar la lógica progresiva del
plan. Se observará que a medida que el ministerio de Jesús
se desarrolla, los elementos se hacen más patentes y la se­
cuencia de los mismos se vuelve más perceptible.
ESCOGIO a doce de ellos

L ucas 6 :13

1 • SELECCION

Hombres fueron su método


T odo comenzó cuando Jesús invitó a unos pocos hom­
bres a que lo siguieran. De inmediato puso así de manifies­
to el camino que habría d e seguir su estrategia evangeliza-
dora. No se preocupó por programas con los cuales llegar a
las multitudes, sino por los hombres a quienes las multitu­
des habrían de seguir. Por extraño que parezca, Jesús co­
menzó a reunir a estos hombres aún antes de organizar una
campaña de evangelizacion o de siquiera predicar un ser­
món en público. Los hombres constituirían su método para
ganar al mundo para Dios.
El propósito inicial del plan de Jesús fue reclutar a
hombres que pudieran dar testimonio de su vida y com ple­
tar su obra después de que él regresara al Padre. Los prime­
ros a los que Jesús invitó, cuando abandonó el escenario del
gran avivamiento del Bautista en Betania, más allá del
Jordán, fueron Juan y Andrés (Jn. 1 :3 5 -4 0 ). Andrés a su
vez trajo a su hermano Pedro (Jn. 1:41, 4 2 ). Al día siguien­
te, Jesús encontró a Felipe cuando iba hacia Galilea, y F e­
lipe encontró a Natanael (Jn. 1:4 3 -5 1 ). N o hay indicios de
apresuramiento en la selección de estos discípulos; sólo
descubrimos decisión. Jacobo, el hermano de Juan, no se
menciona como parte del grupo sino hasta que los cuatro
pescadores reciben el llamamiento meses más tarde junto

• 15
16 • Pla n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

al mar de Galilea (Mar. 1:19; Mat. 4 :2 1 ). Poco después,


cuando Jesús pasó por Capemaum, invitó a M ateo para que
le siguiera (Mat. 9:9; Mar. 2:13, 14; Luc. 5:27, 2 8 ). Los de­
talles que rodearon el llamamiento de los otros discípulos
no se mencionan en los Evangelios, pero se cree que todos
ellos fueron llamados en el primer año del ministerio del
Señor.1
Com o era de esperarse, estos esfuerzos iniciales por
ganar almas tuvieron muy p oco o ningún efecto en la vida
religiosa de ese tiempo, pero esto no importó mucho. Los
pocos conversos que el Señor hizo, al comienzo, estaban
destinados a ser los líderes de la iglesia que había de ir por
todo el mundo con el evangelio; y desde el punto de vista
de su propósito final, el impacto de sus vidas se haría sen­
tir por toda la eternidad. Y esto es lo único que cuenta.

Hombres ansiosos de aprender


Lo más revelador acerca de estos hombres es que al
principio no nos causan la impresión de que fueran hom­
bres clave. Ninguno de ellos ocupaba un lugar prominente
en la sinagoga, ni pertenecía alguno de ellos al sacerdocio
levítico. En su mayoría eran trabajadores comunes, que
probablemente no tenían preparación profesional que no
fuera los rudimentos de conocimientos necesarios para su
vocación. Quizá unos pocos procedían de familias de cier­
tos recursos, tales como los hijos de Zebedeo, aunque nin­
guno de ellos pudo haberse considerado rico. No tenían tí­
tulos académicos en las artes y la filosofía de la época. Al
igual que su Maestro, su educación formal la consiguieron
probablemente en las escuelas de la sinagoga. La mayoría
de ellos creció en la región pobre del país alrededor de Ga­
lilea. Al parecer, el único de los doce oriundo de la región
1 Un requisito para ser apóstol, que se menciona en Hch. 1:21,
22, es el haber estado con Jesús “comenzando desde el bautismo
de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arri­
ba". Si bien esto no nos dice desde qué punto de la obra bautis­
mal de Juan debemos de comenzar a contar (desde luego que
no desde el principio ni del bautismo del Señor), sí indica que
se trata de una asociación temprana de todos los apóstoles con
Jesús, quizá a partir del encarcelamiento de Juan el Bautista.
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 17

más culta de Judea fue Judas Iscariote. Cualquiera que sea


el criterio cultural que se aplique, tanto de entonces como
de ahora, habría que considerarlos más bien como un gru­
po de personas toscas. Uno podría preguntarse cómo iba a
poder servirse Jesús de ellos. Eran impulsivos, tempera­
mentales, susceptibles, y tenían todos los prejuicios del
medio ambiente. En resumen, estos hombres que nuestro
Señor seleccionó para que fueran sus ayudantes, repre­
sentaban bien a la sociedad de la época. Pero no consti­
tuían un grupo del cual se pudiera esperar que fuera a ga­
nar el mundo para Cristo.
Con todo, Jesús vio en estos hombres sencillos la capa­
cidad de liderazgo para el reino. Eran realmente “hombres
sin letras y del vulgo” según el criterio del mundo (Hch. 4:
13), pero eran moldeables. Aunque a menudo de juicio erra­
do y lentos para comprender las cosas espirituales, eran
hombres honrados, dispuestos a confesar su necesidad, Sus
modales quizás fueran toscos y sus capacidades limitadas;
pero a excepción del traidor, eran de gran corazón. Quizás
lo más significativo de ellos era su anhelo sincero de Dios
y de las realidades de la vida divina. L o superficial de la
vida religiosa que los rodeaba no había adormecido sus es­
peranzas del Mesías (Jn. 1:41, 45, 49; 6 :6 9 ). Estaban hartos
de la hipocresía de la aristocracia dirigente. Algunos de
ellos ya habían entrado a formar parte del movimiento de
avivamiento de Juan el Bautista (Jn. 1 :3 5 ). Buscaban a al­
guien que los guiara por el camino d e la salvación. Malea­
bles en las manos del Maestro, podían ser modelados según
una imagen nueva: Jesús puede servirse de todo el que de­
sea ponerse a su servicio.

Concentración de unos pocos


Por darle atención a este hecho, sin embargo, no que­
rernos pasar por alto la verdad práctica de cómo lo hizo Je­
sús. En ello radica la sabiduría de su método, y al fijamos
en él, volvemos una vez más al principio fundamental de la
concentración en aquellos que quería fueran sus instrumen­
tos. No se puede transformar al mundo a menos que se
transforme a los individuos que lo componen; y este cam­
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

bio individual no se dará sino únicamente cuando éstos


sean modelados por las manos del Maestro. Es evidente,
pues, no solo la necesidad de seleccionar a unos pocos hom­
bres, sino también la de mantener al grupo lo suficiente­
mente reducido com o para poder trabajar con ellos efi­
cazmente.
Por consiguiente, a medida que el grupo de seguidores
de Jesús crecía, hecho que ocurrió a la mitad de su se­
gundo año ministerial—, se hacía necesario reducir el gru­
po escogido a un número más manejable. En consecuencia,
Jesús llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a
los cuales también llamó apóstoles” (Luc. 6:13-17; cp. Mar.
3 :13 -1 9). Aparte del significado simbólico que se le prefie­
ra dar al número doce,2 es evidente que Jesús quiso que
estos hombres tuvieran privilegios y responsabilidades úni­
cas en la obra del reino.
Esto no quiere decir que la decisión de Jesús de tener
doce apóstoles excluyera que otros lo siguieran, porque,
com o sabemos, tuvo muchos más asociados, algunos de los
cuales llegaron a ser obreros muy eficaces en la iglesia. Los
2Se ha tratado de explicar de diversas maneras por qué sólo
discípulos fueron llamados apóstoles, cuando Jesús hubiera
podido escoger más o haber preferido menos, pero probable­
mente la teoría más admisible sea la de que el número doce
índica una relación espiritual del grupo apostólico con el reino
mesianico de Dios. Tal como lo expresa Edwin Schell: “Doce
es el número del Israel espiritual. Ya sea que se encuentre en
los doce patriarcas, en las doce tribus, o en los doce fundamen­
tos de las doce puertas de la Jerusalén celestial, el número doce
simboliza siempre que Dios mora en medio de la familia huma-
na -— la interpenetración de la divinidad con el mundo” , (Schell,
Traits o) the Twelve, p. 26; cp. (esta abreviatura se usa en al­
gunos lugares con el sentido de “ compárese” ). A. B. Bruce, The
Training of the Twelve, p. 32). Es muy posible que los apósto­
les vieran en el número doce un significado más literal, y al
principio edificaran en torno al mismo esperanzas engañadoras
de la restauración de Israel en el sentido político. Con toda
certeza estuvieron conscientes del lugar que ocupaba cada uno
dentro de los doce y tuvieron cuidado de llenar la vacante
que produjo la pérdida de Judas (Hch. 1:15-26; cp. Mt. 19:28).
Una cosa es cierta, sin embargo; el número doce sirvió para
hacer comprender a esos escogidos lo importante que eran en
la obra futura del reino.
Pl a n Su pr em o de E v a n g e l iz a c io n • 10

setenta (Luc. 1 0 :1 ); Marcos y Lucas, los evangelistas; San


tiago, su propio hermano (1 Cor. 15:7; Gál. 2:9, 12; cp. Jn.
2:12 y 7 :2 -1 0 ), son ejemplos notables de esto. Con todo, de­
bemos reconoce]- que la prioridad otorgada a los que no for­
maban el grupo de los doce fue cada vez menor.
La misma norma se podría aplicar a la inversa, porque
dentro del grupo apostólico, Pedro, Santiago y Juan pare­
cieron disfrutar de una relación más especial con el maes­
tro que los otros nueve. Sólo estos pocos privilegiados pu­
dieron entrar en la habitación de la hija de Jairo (Mar. 5:
37; Luc. 8 :5 1 ); sólo ellos ascendieron con el Maestro para
contemplar su gloria en el monte de la Transfiguración
(Mar. 9: 2 ; Mat. 17:1; Luc. 9 :2 8 ); y entre los olivos d e Get-
semaní, con sus sombras nefastas a la luz de la luna llena
de la Pascua, sólo estos miembros del grupo íntimo estuvie­
ron más cerca de su Señor en oración (Mar. 14:33; Mat. 26:
3 7 ). Es tan notable la preferencia demostrada hacia estos
tres que de no haber sido por la falta de egoísmo tan evi­
dente en la persona de Cristo, hubiera despertado resenti­
miento en los otros apóstoles. El hecho de que no se mencio­
na en ninguna parte que los otros discípulos se quejaron de
la preeminencia de los tres, aunque sí murmuraran de otras
cosas, es prueba de que cuando se demuestra preferencia
por la razón adecuada y en el espíritu justo nadie se siente
ofendido.3

El principio aplicado
Todo esto ciertamente le deja a uno la impresión de
que Jesús tuvo una forma premeditada de dedicar su vida a
los que quería preparar. También ilustra en forma gráfica
un principio fundamental de la enseñanza: que en igual­
dad de circunstancias, cuanto menor es el tamaño del gru-
Henry Latham sugiere que la selección de estos tres sirvió
para hacer comprender a todo el grupo la necesidad de la “abne­
gación propia” . Según su análisis, tuvo como propósito demos­
trar a los apóstoles que “Cristo daba la responsabilidad que
quería a quien quería; que en el servicio de Dios es honor sufi­
ciente poder servir; y que nadie ha de sentirse descorazonado
porque vea que a otro se le asigna un trabajo que parece más
elevado que el propio” . Latham, Pastor Pastorum, p. 325.
20 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

po al que se le enseña, tanto mayor es la oportunidad para


impartir una instrucción eficaz.4
Jesús dedicó la mayor parte de la vida que le quedaba
en la tierra a estos pocos discípulos. Literalmente corsagró
todo su ministerio a ellos. El mundo podría mostrarse
indiferente hacia él y, con todo, no hacer fracasar Sj es­
trategia. Ni siquiera le preocupó gran cosa el que sus segui­
dores marginales lo abandonaran cuando se les propino el
verdadero significado del reino (Jn. 6 :6 6 ). Pero no putj0 so­
portar que sus discípulos íntimos no comprendieran st pro­
pósito. Tenían que entender la verdad y ser santificados por
ella (Jil 17:17) o, de lo contrario, todo se perdería. Po- esto
oró no “por el mundo” sino por los selectos que Dios fe dio
(Jn. 17:6, 9 ) .5 De la fidelidad d e ellos dependía todo, si es
que el mundo habría de creer en él “por la palabra de =Uos”
(Jn. 17:20).

No descuidar al pueblo
Sería erróneo, sin embargo, basarse en lo dicho para
afirmar que Jesús se olvidó de las masas, pues no fue así.
Jesús hizo todo lo que se le podía haber pedido a un hom­
bre, y aún más, para llegar a las multitudes. Lo primero
que hizo al comenzar su ministerio fue identificarse er, for­
ma visible con el gran avivamiento espiritual popular 4e su
tiempo, por medio del bautismo de manos de Juan (Mat.
3:13-17; Mar. 1:9-11; Luc. 3:21, 2 2 ), y posteriormente pro­
clamó y ensalzó la obra de este gran profeta (Mat. 11:7-15;
Luc. 7 :24-28 ). Predicó sin cesar a las multitudes qu<; Se-
guían su ministerio milagroso. Les enseñó. Los alimentó
4El principio de concentración del que es ejemplo el niinis-
terio de Jesús no lo inició él. Desde el comienzo ésta había sido
la estrategia de Dios. El Antiguo Testamento menciona cómo
Dios escogió a la nación relativamente pequeña de Israel por
medio de la que quiso llevar a cabo su propósito redentor ¡jel
genero humano. Incluso dentro de la misma nación, el lide­
razgo estuvo concentrado de ordinario en unos grupos familia­
res, especialmente la rama davídica de la tribu de Judá.
5La oración sacerdotal de Cristo en el capítulo 17 de Juan
tiene una importancia especial a este respecto. De los 26 ver­
sículos de la oración, 14 se refieren en forma inmediata y directa
a los doce discípulos (Jn. 17:6-19).
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 21

cuando tuvieron hambre. Curó a los enfermos y echó de


ellos a los demonios. Bendijo a los niños. A veces pasó días
enteros dedicados a servirlos, hasta el extremo de que “ni
aun tenían tiempo para comer” (Mar. 6 :3 1 ). En todas las
formas posibles, Jesús mostró' una preocupación sincera por
las multitudes. Ellos eran los que había venido a salvar: los
amaba, lloró por ellos, y por fin murió para salvarlos del pe­
cado. Nadie debería pensar que Jesús desatendió la evange-
lización de las masas.

Entusiasmo de las multitudes


D e hecho, el poder de Jesús para impresionar a las
multitudes creó un problema serio en su ministerio. Produ­
jo tanto efecto el manifestarles su compasión y poder, que
en una ocasión quisieron “ apoderarse de él y hacerle rey”
(Jn. 6 :1 5 ). Los seguidores de Juan el Bautista fueron a in­
formar al profeta que “todos” acudían a Jesús (Jn. 3 :2 6 ).
Incluso los fariseos admitieron entre sí que el mundo se iba
tras él (Jn. 1 2 :1 9 ), y por desagradable que fuera admitirlo,
los sumos sacerdotes estuvieron de acuerdo con esta opi­
nión (Jn. 11:47, 4 8 ). Sea como fuere que uno lo mire, el re­
lato evangélico ciertamente no indica que Jesús careciera
de seguidores entre las masas, a pesar de que la lealtad de
éstas fue vacilante, y así continuó hasta el fin. En realidad,
fue precisamente el temor de este sentimiento popular
amistoso por Jesús lo que indujo a sus denunciantes a apo­
derarse de él a escondidas del pueblo (Mat. 21:26; Mar. 12:
12; Luc. 20:19).
De haber estimulado Jesús en lo mínimo este sentimien­
to popular entre las multitudes, fácilmente hubiera podido
tener a su disposición todos los reinos terrenales. Lo único
que hubiera tenido que hacer era satisfacer con su poder
sobrenatural los apetitos y curiosidades temporales del
pueblo. Esta fue la forma en que Satanás lo tentó en el de­
sierto cuando lo incitó a que convirtiera las piedras en pa­
nes, y a que se ochara abajo del pináculo del templo para
que Dios lo sostuviera (Mat. 4:1-7; Luc. 4:1-4, 9 -13). Éstos
hechos espectaculares sin duda hubieran suscitado el en­
tusiasmo de las multitudes. Por otra parte. Satanás no le
22 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

ofreció nada extraordinario a Jesús cuando le prometió to­


dos los reinos del mundo si el Maestro lo adoraba (Mat. 4:
8-10). El astuto engañador de los hombres sabía muy bien
que Jesús hubiera conseguido todo esto en forma automáti­
ca si no hubiera concentrado sus energías en lo que con­
cernía al reino eterno. (Estos comentarios, sin embargo, no
intentan sugerir que en la tentación no entrara más ele­
mento que este, sino destacar que la tentación apelaba tan­
to a la estrategia de Jesús para la evangelizacion mundial
como al propósito espiritual de su misión.)
Pero Jesús no actuaba para espectadores. Al contrario,
en muchas ocasiones se esforzó por calmar el apoyo popu­
lar y superficial de las multitudes que su poder extraordina­
rio había suscitado (p. ej. Jn. 2 :2 3 —3:3; 6:26, 2 7 ). En varias
ocasiones pidió a los que habían recibido la ayuda de su p o ­
der sanador que no lo propagaran, para así evitar demos­
traciones masivas de las multitudes tan impresionables.6
Asimismo, a los discípulos, después de que vieron la transfi­
guración en el monte “mandó que a nadie dijesen lo que
habían visto” sino hasta después de la resurrección (Mat.
17:9; Mar. 9 :9 ). En otras ocasiones, cuando la multitud lo
aclamaba, Jesús se retiraba con los discípulos hacia otro
lugar para continuar su ministerio.7
Esta actitud suya a veces molestaba a sus seguidores,
los cuales no comprendían su estrategia. Incluso sus propios
hermanos y hermanas, quienes todavía no creían en él, lo
incitaron a abandonar esta actitud y a manifestarse al
mundo, pero no quiso accptar tal indicación (Jn. 7 :2 -9 ).

Pocos parecieron entender


Frente a tal actitud, no sorprende el hecho de que poca
6Ejemplos de esto los tenemos en el caso del leproso (Mt.
8:4; Mr. 1:44, 45; Luc. 5:14-16); de los librados de espíritus in­
mundos junto al mar de Galilea (Mr. 3:11, 12); de Jairo des­
pués de ver a su hija resucitada (Mr. 5:42, 43; Luc. 8:55, 56);
de los dos ciegos que recuperaron la vista (Mt. 9:30); y del ciego
de Betsaida (Mr. 8:25, 26).
7 Algunos ejemplos de esto se hallan en Mt. 8:18, 23; 14:22,
23; 15:21, 39; 16:4; Mr. 4:35, 36; 6:1, 45, 46; 7:24^8:30; Luc. 5:
16; 8:22; Jn. 1:29-43; 6:14, 15; y otros.
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 23

gente se convirtiera durante el ministerio de Cristo, es de­


cir, en una forma clara. Desde luego, muchos de entre las
multitudes creyeron en Cristo en el sentido de que su mi­
nisterio divino les pareció aceptable,8 pero relativamente
pocos captaron el significado del evangelio. Quizá el núme­
ro total de los que todavía lo seguían al final de su minis­
terio terrenal no excedía en mucho los 500 hermanos a los
que Jesús se apareció después de la resurrección (1 Cor.
15 :6 ), y sólo unos 120 permanecieron en Jerusalén para re­
cibir el bautismo del Espíritu Santo' (H ch. 1 :1 5 ). Si bien
este número no es pequeño si se considera que su ministerio
activo sólo duró unos tres años, con todo, si uno midiera la
eficacia de su evangelizacion por el número de conversos,
Jesús, sin duda, no podría ser considerado com o uno de los
evangelizadores populares más productivos de la iglesia.

Su estrategia
¿Por qué Jesús consagró su vida en forma deliberada
a un número tan reducido de personas? ¿N o fue su venida
para salvar al mundo? Resonando todavía en los oídos de
las multitudes el glorioso anuncio de Juan el Bautista, el
Maestro hubiera podido fácilmente conseguirse miles de
seguidores si lo hubiera querido. ¿Por qué, pues, no trató de
aprovecharse de esas oportunidades para conseguirse un
ejército poderoso de creyentes que conquistara el mundo
por asalto? Sin duda el Hijo de Dios hubiera podido adoptar
un programa más atractivo para reclutar a las masas. ¿N o
resulta acaso descorazonador que alguien que posee todo
el poder del universo viviera y muriera para salvar al mun­
do y, con todc, a fin de cuentas, dispusiera sólo de unos po­
cos discípulos de poco valor com o resultado de sus
esfuerzos?
La respuesta a esta pregunta pone inmediatamente de
relieve el verdadero propósito del plan evangelizador de Je­
sús. El no quiso impresionar a las multitudes sino introdu­
cir un reino. Esto significó que necesitaba hombres que pu-
8Ejemplos de esto se hallan en Mt. 14—17; 21:8-11; Mr. 11:
8-11; Luc. 14:25-35; 19:36-38; Jn. 2:23-25; 6:30-60; 7:31-44; 11;
45, 46; 12-11; 17—19.
24 • Pla n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

dieran ser líderes de las multitudes. ¿De qué hubiera ser­


vido para su objetivo final el suscitar el entusiasmo de las
multitudes y hacer que lo siguieran si esa misma gente no
iba luego a tener quien los dirigiera e instruyera en el Ca­
mino? Se había demostrado en un sinnúmero de ocasiones
que las multitudes son presa fácil de los dioses falsos
cuando no hay quien las cuide. Las masas eran com o ove­
jas indefensas, descarriadas y sin pastor (Mat. 9:36; 14:14;
Mar. 6 :3 4 ). Estaban dispuestas a seguir a quien se presen­
tara con promesas que los favorecieran, ya fuera éste ami­
go o enemigo. Esta era la tragedia de ese tiempo: Jesús des­
pertaba fácilmente las nobles aspiraciones de la gente, pero
con la misma facilidad las apagaban las falaces autoridades
religiosas que la dominaban. Los líderes de Israel, espiri­
tualmente ciegos (Jn. 8:44; 9:39-41; cp. Mat. 23:1 -3 9 ),
aunque relativamente pocos en número,9 tenían dominada
por completo a la gente. Por esta razón, a menos que a los
convertidos de Jesús se les dieran hombres de Dios compe­
tentes que los dirigieran y protegieran en la verdad, muy
pronto iban a caer en la confusión y desesperación,y su
condición final sería peor que la de antes de conocer a Je­
sús. Por consiguiente, para que el mundo pudiera recibir
ayuda permanente, se hacía necesario preparar a hombres
que pudieran dirigir a las multitudes en las cosas de Dios.
Jesús fue realista. Se dio perfecta cuenta tantode

3Los fariseos y los saduceos eran los líderes principales de


Israel, aparte de las fuerzas romanas de ocupación, y toda la
vida religiosa, social, educativa, y hasta cierto punto, política
de los aproximadamente dos millones de personas que vivían en
Palestina, estaba moldeada de acuerdo con su querer. Con todo,
el número de personas que pertenecían al grupo fariseo, com­
puesto casi exclusivamente de rabinos y de gente acomodada,
según el cálculo de Josefo (A n t XVII, 2, 4), no excedía los
6.000; el número de saduceos, por otro lado, en su mayor parte
familias de los sumos sacerdotes y del Sanedrín, probablemente
no excedía unos pocos centenares. Cuando se piensa que este
grupo reducido de privilegiados de menos de 7.000 personas, que
representaba alrededor de un tercio del uno por ciento de la
población de Israel, dirigía el destino espiritual de la nación, no
es difícil comprender por qué Jesús habló tanto de ellos, al mis­
mo tiempo que enseñó a sus discípulos la necesidad estratégica
de disponer de mejores líderes.
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 25

veleidad de la depravada naturaleza humana como de las


fuerzas satánicas confabuladas contra el hombre, y por
este conocimiento basó su evangelismo en un plan que sa­
tisficiera la necesidad. Las multitudes de almas desento­
nadas y errantes estaban potencialmente dispuestas a se­
guirlo, pero Jesús no estaba en condiciones de dar a cada
una de ellas el cuidado individual y personal que necesita­
ban. Su única esperanza era conseguirse hombres llenos de
él y de su vida que hicieran esto en su nombre. Por esta ra­
zón se concentró en aquellos que iban a ser los pioneros de
este liderazgo. Aunque hizo lo que pudo por ayudar a las
multitudes, quiso dedicarse primordialmente a unos pocos
hombres, y no a las masas, a fin de que éstas pudieran, en
último término, salvarse. Esto fue lo genial de su estrategia.

Aplicación actual del principio


Con todo, por extraño que parezca, en la práctica ape­
nas si se comprende actualmente el principio de Jesús. La
mayor parte de los esfuerzos que la iglesia realiza para evan­
gelizar comienzan por las multitudes, en el supuesto de que
la iglesia está en condiciones de conservar todo lo bueno
que se hace. El resultado es nuestra espectacular insisten­
cia en el número de convertidos, candidatos para el bautis­
mo, y más miembros para la iglesia, con poco o ningún in­
terés genuino por fundamentar a estas almas en el amor y
poder de Dios, y mucho menos por la conservación y conti­
nuación de la obra.
No cabe duda de que si el ejemplo de Jesús a este res­
pecto significa algo, nos enseña que el primer deber del
pastor y la primera preocupación del evangelizador es v e­
lar por echar el fundamento al comienzo mismo, de m odo
(jue sobre él se pueda edificar un ministerio evangelizador
eficaz y continuado entre las multitudes. Esto exigirá más
concentración de tiempo y talentos en unos pocos hombres
en la iglesia aunque sin olvidar la pasión por el mundo.
Significará intensificar la preparación d e líderes “ para la
obra del ministerio en unión con el pastor (Ef. 4 :1 2 ).10
10Esta idea se percibe con claridad en la traducción de Efe-
dos 4:11 y 12 en la Versión Revisada 1960, la cual dice: “ Y él
26 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

Unos cuantos consagrados así, con el tiempo sacudirán al


mundo para Dios. El triunfo nunca lo consiguen las mul­
titudes.
Algunos quizá objeten este principio cuando lo practi­
ca el obrero cristiano, por razón de que con ello se muestra
favoritismo hacia un grupo selecto dentro de la iglesia.
Pero sea así o no, es cierto que Jesús así lo hizo, y sigue
siendo necesario, si se quiere disponer de un liderazgo pre­
parado permanentemente. Cuando se practica con un es­
píritu genuino de amor hacia toda la iglesia, y se manifies­
ta la debida preocupación por las necesidades de todos, por
lo menos se pueden armonizar las objeciones con la misión
que se lleva a cabo. Sin embargo, la meta final debe resul­
tar completamente clara para el obrero, y no ha de haber
en él ni aun mínima sospecha de parcialidad en las relacio­
nes con los demás. T odo lo que se hace con esos pocos es
para la salvación de las multitudes.

Demostración moderna
Este principio de selección y concentración está gra­
bado en el universo, y producirá resultados sea quien fue­
re el que lo practique, sea que la iglesia crea en él o no. No
carece de significado el que los comunistas, siempre listos
a adoptar lo que produce resultados, incorporan en su sis­
tema este método del Señor. Empleándolo para su propio
fin, se han multiplicado y, de un puñado de fanáticos hace

mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,


evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar
a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo” . Otras versiones modernas indican el mismo
significado básico, por ejemplo, Versión Moderna, Versión Popu­
lar, Versión Hispano-Americana, Biblia de Jerusalén, Versión
Nacar-Colunga. Las tres cláusulas del versículo 2 dependen cada
una de la anterior, siendo la última el punto culminante. Según
esta interpretación, Cristo dio a algunos en la iglesia un don
especial con el fin de perfeccionar a los santos para que reali­
cen un servicio específico personal dentro del único gran propó­
sito de edificar el cuerpo de Cristo. El ministerio de la iglesia se
considera como obra que comprende a todos los miembros del
cuerpoC cp. ICo. 12:18 y 2 Co. 9:8). Lutero hace resaltar esta
misma idea en su comentarlo de “Efesios” .
P la n S u p rem o de E v a n g e liz a c io n • 27

setenta y cinco años, han pasado a ser a una vasta multi­


tud de seguidores que esclaviza a la mitad de los pueblos
de la tierra. Han demostrado en nuestros días la validez de
lo que Jesús puso en práctica con tanta claridad en su
tiempo, a saber, que se puede ganar con facilidad a las ma­
sas si se tienen líderes a quienes seguir. ¿Acaso esta difu­
sión de la filosofía comunista no es, en cierta medida, una
acusación a la iglesia, no sólo por su floja dedicación a la
evangelizacion, sino por la forma superficial en que la ha
enfocado?

Tiempo de acción
Ya es hora de que la iglesia se enfrente en forma rea­
lista a la situación. Se están acabando los días de superfi­
cialidades. El programa de evangelizacion de la iglesia ha
fracasado en casi todos los frentes. L o que es peor, el em­
puje misionero del evangelio hacia nuevas metas ha perdi­
do en gran parte su fuerza. En muchos países la iglesia de­
bilitada ni siquiera aumenta en proporción al crecimiento
de la población. Mientras tanto, las fuerzas diabólicas de
este mundo se vuelven cada vez más osadas en sus ataques.
Resulta irónico cuando1 uno se detiene a pensarlo. En esta
era en que la iglesia dispone más que nunca de facilidades
para la rápida difusión del evangelio, estamos en realidad
consiguiendo menos en la conquista del mundo para Dios
que antes del invento de la radio, la televisión y la aviación.
Al valorar la situación trágica en que se encuentra la
iglesia hoy, no debemos, sin embargo', tratar en forma fre­
nética de cambiar de la noche a la mañana el curso de: los
acontecimientos. Quizá este haya sido nuestro problema.
En nuestro afán de hacerle frente a esta situación, hemos
iniciado uno tras otro programas agresivos para llegar a las
masas con la Palabra salvadora de Dios. Pero lo que no he­
mos acertado a comprender en nuestra frustración es que
el verdadero problem a no está en las masas: en lo que
creen, cóm o se gobiernan, si reciben una alimentación ade­
cuada o no. Todas estas cosas que se consideran tan vitales
las manipulan en último término otros. D e manera que, an­
tes de que podamos resolver el problema de la explotación
28 • P la n S u prem o de E v a n g e liz a c io n

de los pueblos, debemos alcanzar a aquellos a quienes la


gente sigue.
Este, desde luego, indica la prioridad de ganar y pre­
parar a aquellos que ya están en posiciones responsables de
liderazgo. Pero si no podemos comenzar desde arriba, por
lo menos comencemos donde estamos, y preparemos a unos
cuantos de los que ahora están en cierne para que después
lleguen a ocupar cargos elevados. Y recordemos también
que no es preciso poseer el prestigio del mundo para ser de
gran utilidad en el reino de Dios. Quienquiera que esté dis­
puesto a seguir a Cristo puede llegar a poseer una gran in­
fluencia en el mundo, suponiendo, desde luego, que esta
persona tenga la preparación adecuada.
Ahí es donde debemos comenzar, com o lo hizo Jesús.
Será lento, aburrido, doloroso, y es probable que al principio
los hombres ni le presten atención; pero el resultado final
será brillante, aunque no vivamos para verlo. Sin embargo,
si se considera desde este punto de vista, se hace necesaria
una decisión sumamente importante en el ministerio. Uno
debe decidir en qué esfera quiere que tenga valor el minis­
terio: si en la del aplauso momentáneo de la aclamación
popular, o en la de reproducción de su vida en unos pocos
escogidos que proseguirán la obra cuando uno ya no esté.
En realidad el problema se reduce a decidir para qué gene­
ración vivimos.
Pero debemos proseguir. Es necesario1 ver ahora cóm o
Jesús preparó a sus hombres para continuar su obra. Toda
la pauta es parte del mismo método, y no podem os separar
una fase de la otra sin destruir su eficacia.
H E A QU I YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS
LOS DIAS

M ateo 28:20

2 • ASOCIACION

Permaneció con ellos


Una vez que Jesús hubo llamado a sus discípulos, tuvo
por costumbre permanecer con ellos. Esta fue la esencia de
su programa de preparación: permitirles que lo siguieran.
Cuando uno se detiene a pensarlo, fue una manera in­
creíblemente sencilla de capacitarlos. Jesús no disponía de
escuela formal, de seminarios, d e curso organizado d e estu­
dios, de clases periódicas para miembros en las que pudiera
matricular a sus discípulos. Ninguno de estos procedimien­
tos sumamente organizados, que actualmente se conside­
ran tan necesarios, entraron en absoluto a formar parte de
su ministerio. Por sorprendente que parezca, todo lo que
hizo Jesús para enseñar a estos hombres su camino fue
mantenerlos cerca de él, y serles escuela y programa de
estudios.
La natural informalidad de este m étodo d e enseñanza
de Jesús contrastaba notablemente con el procedimiento
formal, casi escolástico de los escribas. Estos maestros re­
ligiosos de su tiempo insistían en que sus discípulos siguie­
ran estrictamente ciertos rituales y fórmulas intelectuales,
que los distinguían de otros; Jesús, por su parte, sólo pidió
a sus discípulos que lo siguieran. El Maestro no les comuni­
caba el saber en forma de leyes y dogmas, sino a través de
la personalidad viva y palpitante d e Uno que permanecía

• 29
30 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

junto a ellos. Sus discípulos se distinguieron, no por la con­


formidad externa a ciertos rituales, sino por permanecer
con él, y participar así de su doctrina (Jn. 18:19).

Saber y presencia
En virtud de esta intimidad, a los discípulos se les per­
mitió “ conocer los misterios del reino de Dios” (Luc. 8 :1 0 ).
El conocimiento lo adquirieron por asociación antes de que
les fuera explicado. Este hecho nunca se ha expresado me­
jor que cuando uno del grupo, frustrado ante el pensamien­
to de la Trinidad, preguntó: “¿Cómo, pues, podemos saber
el camino?” A lo que Jesús contestó: “Yo soy el camino, y
la verdad, y la vida” (Jn. 14:5, 6 ), lo cual equivalió a decir
que el punto en cuestión ya había sido contestado con sólo
que los discípulos abrieran los ojos a la realidad espiritual
encarnada en medio de ellos.
Esta metodología sencilla se reveló desde un principio
en la invitación que Jesús hizo a los que quiso que lo siguie­
ran. A Juan y Andrés los invitó a “venir y ver” el lugar don­
de Jesús moraba (Jn. 1 :3 9 ). El evangelio no dice que agre­
gara nada más. Pero, ¿qué más hubiera hecho falta decir? Es­
tando a solas con Jesús podían hablar largo y tendido y
verlo en la intimidad, tal com o era y actuaba. Felipe reci­
bió prácticamente la misma invitación, “ Sígueme” (Jn. 1:
4 3 ). Sin duda, impresionado ante esta palabra tan sencilla,
Felipe invitó también a Natanael para que “ viniera y vie­
ra” al Maestro (Jn. 1 :4 6 ). Un sermón viviente vale por cien
explicaciones. Más tarde, cuando Santiago, Juan, Pedro y
Andrés estaban remendando las redes, Jesús les dijo las
mismas palabras, “Venid en pos de mí” , sólo que esta vez
agregó la razón, “y haré que seáis pescadores de hombres”
(Mar. 1:17; cp. Mat. 4:1 9 ; Luc. 5 :1 0 ). Del mismo modo, Ma­
teo fue llamado1 con el mismo “ sígueme” cuando se hallaba
sentado “ al banco de los tributos públicos” (Mat. 9:9; Mar.
2:14; Luc. 5 :2 7 ).

E l principio aplicado
Véase la tremenda estrategia del mismo. Al responder
a este llamamiento inicial, los creyentes, de hecho, se ma-
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 31

Irieulaban en la escuela del Maestro donde su comprensión


iba a ahondarse y su fe a fundamentarse. Había, desde lue-
j;o, muchas cosas que estos hombres no entendían —cosas
que ellos mismos reconocieron ante el Maestro— pero todos
estos problemas podían resolverse en contacto con Jesús,
lín su presencia podían aprender todo lo que necesitaban
saber.
Este principio, implícito originalmente, más adelante
lúe formulado en forma explícita cuando Jesús escogió de
entre el grupo que lo seguía a los doce “para que estuviesen
con él” (Mar. 3:14; cp. Luc. 6 :1 3 ). Añadió, desde luego, que
los iba a enviar a “predicar” y con “ autoridad para sanar
enfermedades y para echar fuera demonios” , pero con fre­
cuencia no nos damos cuenta de aquello que fue primero.
Jesús dijo bien claro que antes de que estos hombres fue­
ran a “ predicar” o a “ echar fuera demonios” tenían que es­
tar “con él” . D e hecho, esta elección personal para que es­
tuvieran constantemente con él fue tan parte de la comi­
sión que les asignó com o lo fue la autoridad para evangeli­
zar. Én realidad, en ese momento fue incluso más impor­
tante, porque fue la preparación necesaria para la otra.

Más íntimos hacia el final


El empeño con que Jesús trató de cumplir esta comi­
sión es evidente cuando uno lee los relatos evangélicos que
siguen. Contrariamente a lo que se podría esperar, en el cur­
so de su segundo y tercer años de ministerio Jesús cada vez
dedicó más tiempo a los discípulos escogidos, no menos.
A menudo los tomaba consigo a algún lugar montaño­
so de la región donde apenas si era conocido, para así evi­
tar lo más posible la publicidad. Fueron juntos hasta Tiro
y Sidón en el noroeste (Mat. 15:21; Mar. 7 :2 4 ); a la “región
de Decápolis” (Mar. 7:31; cp. Mat. 1 5 :2 9 ), a la “región de
Dalmanuta” en el sureste de Galilea (Mar. 8:10; cp. Mat.
1 5 :39 ), y a “las aldeas de Cesarea de Filipo” en el noroeste
(Mar. 8:27; cp. Mat. 1 6 :1 3 ). Hizo estos viajes en parte de-
bido a la oposición de los fariseos y a la hostilidad de He-
rodes, pero sobre todo porque Jesús sentía la necesidad de
estar a solas con los discípulos. Más adelante pasó varios
32 • Plan Su prem o de E v a n g e l iz a c io n

meses con los discípulos en Perea, al este del Jordán (Mat.


1 9 :1 -2 0 :3 4 ; Mar. 10:1-52; Luc. 1 3 :2 2 -1 9 :2 8 ; Jn. 1 0 :4 0 -1 1 :
5 4 ). A medida que la oposición crecía, “Jesús ya no andaba
abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la
región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín;
y se quedó allí con sus discípulos” (Jn. 1 1 :5 4 ). Cuando por
fin le llegó el momento de ir a Jerusalén, en forma signifi­
cativa “tomó a sus doce discípulos aparte” del resto y se di­
rigió hacia la ciudad (Mat. 20:17; cp. Mar. 10:32).
Siendo esto así, no sorprende que durante la semana ¡
de la pasión Jesús casi en ningún momento perdiera de vis­
ta a los discípulos. Incluso cuando oró a solas en Getsema-
ní, sus discípulos se quedaron “ a distancia como de un tiro
de piedra” (Luc. 2 2 :4 1 ). ¿No sucede acaso lo mismo en las ¡
familias cuando se acerca la hora de la muerte para algu­
no de sus miembros? Cada minuto es precioso porque se
percibe que la intimidad física pronto desaparecerá. Las pala­
bras que se pronuncian en circunstancias así son siempre ¡
más preciosas. En realidad, no fue sino hacia el final de la ¡
vida de Jesús que los discípulos empezaron a comprender l
muchos de los significados más! hondos de la presencia suya en ]
tre ellos (Jn. 1 6 :4 ). Sin duda esto explica por qué los escri- j

tores de los Evangelios se sintieron impelidos a dedicar


tanta atención a estos últimos días. De todo lo escrito acer- ■
ca de Jesús, com o una mitad sucedió en los últimos meses j

de su vida, y la mayor parte de ello en la última semana. :


El curso que Jesús siguió a lo largo de su vida se reflejó
de una manera clarísima en los días que siguieron a la re­
surrección. Es interesante advertir que todas las diez apa­
riciones de Cristo después de la resurrección fueron a sus
seguidores, en. especial a los apóstoles. * Según lo que la Bi- i
blia narra, ni a una sola persona no creyente se le permi- 1
tió ver al Señor glorificado. Pero no es tan raro. No había que

* Este hecho lo advirtieron bien los discípulos, tal como Pe- i


dro lo expresó: “A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que
se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios
había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebi­
mos con él después que resucitó de los muertos” (Hch. 10:40,
41).
Plan Su prem o de E v a n g e l iz a c ió n • :);i

excitar a las multitudes con su espectacular aparición.


¿Qué hubieran hecho? Pero los discípulos, quienes habían
huido desesperados después de la crucifixión, necesitaban
que se les reavivara la fe y que se les confirmara en su mi­
sión al mundo. Tobo el ministerio de Jesús giró en torno a
olios.
Y así fue. El tiempo que Jesús dedicó a estos pocos
discípulos fue tanto más en comparación con el que dedicó
a otros, que no' puede sino considerarse com o estrategia
premeditada. D e hecho pasó más tiem po con sus discípu­
los que con todos los demás juntos. Comió con ellos, durmió
con ellos, y habló con ellos durante la mayor parte de todo
su ministerio activo. Anduvieron juntos por los caminos so­
litarios, fueron juntos a las ciudades, navegaron y pescaron
juntos en el mar de Galilea, oraron juntos en los desiertos
y las montañas, y juntos dieron culto a Dios en las sinago­
gas y el templo.

Ministró a las masas


No se debe pasar por alto, tampoco, que incluso mien­
tras Jesús se ocupaba de otros, los discípulos estuvieron
siempre cerca para observar y escuchar. D e este modo, el
tiempo de Jesús producía dividendos dobles. Sin descuidar
su ministerio regular a los necesitados, mantuvo un minis­
terio constante para los discípulos al tenerlos siempre cer­
ca. D e este m odo fueron adquiriendo los beneficios de todo
lo que decía y hacía a otros, además d e las explicaciones y
consejos personales que Ies daba.

Lleva tiempo
Una asociación íntima y constante de esta índole, des­
de luego, implicó que Jesús prácticamente no dispusiera
nunca de tiempo para él. Como niños que exigen la aten­
ción de su padre, los discípulos estaban siempre a los pies
del Maestro. Incluso cuando se retiraba para sus devociones
personales, se veía sujeto a interrupciones de los discípulos
(Mar. 6:46-48; cp. Luc. 1 1 :1 ). Pero Jesús m> hubiera queri­
do otra cosa. Deseaba estar con ellos. Eran sus hijos espiri­
tuales (Mar. 10:24; Jn. 13:33; 2 1 :5 ), y la única forma en
34 • Plan Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

que un padre puede educar a su familia en forma adecua­


da es estando con ella.

El fundamento de la consolidación
Nada es más obvio y, sin embargo, se olvida más, que
la aplicación de este principio. Por su misma naturaleza,
no llama la atención, y uno tiende a pasar por alto los lu­
gares comunes. Pero Jesús no quiso que pasara inadverti­
do para sus discípulos. Durante los últimos días de su vida,
el Maestro sintió especial necesidad de cristalizar en la
mente de ellos lo que había estado haciendo. Por ejemplo,
en una ocasión, digiriéndose a los que lo habían seguido
por tres años, Jesús dijo: “ Y vosotros daréis testimonio
también, porque habéis estado conmigo desde el principio”
(Jn. 1 5 :2 7 ). Sin jactancia y sin que el mundo se diera cuen­
ta, Jesús dal)a a entender que había estado preparando a
hombres pará que fueran testigos suyos después de que se
hubiera ido, y el método que siguió para ello fue simple­
mente el de estar “con ellos” . En realidad, com o dijo en
otra ocasión, por haber “permanecido con” él en las tenta­
ciones, fueron escogidos para ser líderes de su reino eterno
en el que iban a comer y beber a su mesa, y a sentarse en
tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Luc.
22:28-30).
Sería erróneo concluir, sin embargo, que este prin­
cipio de consolidación personal se puso en práctica sólo en
el caso del grupo apostólico. Jesús se concentró en estos po­
cos escogidos, pero en grados distintos manifestó la misma
preocupación por otros que lo siguieron. Por ejemplo, fue
a la casa de Zaqueo después de que éste se hubo converti­
do en la calle de Jericó (Luc. 1 9 :7 ), y pasó unas horas con
él antes de abandonar la ciudad. Después de la conversión
de la mujer junto al p ozo en Samaría, Jesús permaneció
por dos días en Sicar para instruir a los hombres de esa co­
munidad que “ creyeron en él por la palabra de la mujer” , v
com o resultado de esa asociación personal con ellos “cre­
yeron muchos más”, no por el testimonio de la mujer sino
por lo que ellos mismos oyeron d e los labios del Maestro (Jn.
4 :3 9 -4 2 ). A menudo, alguien que recibía alguna ayuda del
Plan Supremo de E v a n g e l iz a c io n • 35

Maestro se unía al grupo que seguía a Jesús, como por


ejemplo, Bartimeo (Mat. 20:34; Mar. 10:52; Luc. 18:43).
De este modo muchos se unieron al grupo apostólico, como
l<> demuestran los setenta que andaban con él en la parte
Imal de su ministerio en Judea (Luc. 10:1, 17). Todos estos
«■reyentes recibieron atención personal, pero no en la pro­
porción que la recibieron los apóstoles.

También debería mencionarse el pequeño grupo de fie­


les mujeres que lo ayudaron con sus bienes personales,
como María y Marta (Luc. 1 9:38-42), María Magdalena,
|uana, Susana, “y otras muchas” (Luc. 8 :1 -3 ). Algunas de
ellas permanecieron con él hasta el fin. Jesús, desde luego,
no rechazó sus amables servicios, y a menudo aprove­
chó las oportunidades para ayudarlas en la fe. Sin embar­
co, Jesús estuvo bien consciente de la barrera que suponía
la diferencia de sexos, y si bien aceptó su ayuda, no trató
ilc incorporarlas al grupo selecto de sus discípulos escogi­
dos. En esta clase de consolidación existen limitaciones
<|ne uno debe reconocer.

Pero aparte de las normas de decoro, Jesús no tuvo


liempo para dedicar a toda esta gente, hombres y mujeres,
una atención constante. Hizo todo lo que pudo, y esto sin
duda sirvió para dejar grabada en los: discípulos la necesi­
dad de dedicar cuidado personal a los neoconversos, pero
personalmente tuvo que dedicarse sobre todo a la tarea de
cultivar a algunos hombres, quienes a su vez pudieran dar
esta clase de atención personal a otros.

La iglesia como intimidad constante


En realidad, este problema de dedicar cuidado perso­
nal a cada uno de los creyentes, sólo se resuelve si se com­
prende a fondo la naturaleza y misión de la iglesia. Es bue­
no observar a estas alturas que él nacimiento del principio
de la iglesia en tom o a Jesús, por el cual un creyente pasa­
ba a asociarse íntimamente con todos los demás, era la
práctica, a escala más amplia, de lo mismo que Jesús ha­
36 • Pl a n Su p b e m o de E v a n g e l iz a c io n

bía hecho con los doce.1 De hecho, la iglesia fue el medio


para consolidar a todos los que seguían a Jesús. Es decir, el
grupo de creyentes se convirtió en el cuerpo de Cristo y,
com o tal, se ayudaban unos a otros individual y colectiva­
mente.
Cada uno de los miembros d e la comunidad de la fe
desempeñaba un papel en el cumplimiento de este ministe­
rio, Pero esto resultaba posible sólo en la medida en que
ellos mismos estaban preparados y recibían inspiración.
Mientras Jesús estuvo con ellos en la carne, él fue el líder,
pero luego, los que estaban en la iglesia tuvieron que asu­
mir este liderazgo. Esto significa que Jesús tuvo que prepa­
rarlos para ello, lo cual implicó su asociación personal
constante con unos pocos elegidos.

Nuestro problema
¿Cuándo aprenderá la iglesia esta lección? Predicar a
las masas, aunque es necesario, nunca bastará en la obra
de preparar líderes para evangelizar. Ni tampoco las reu­
niones de oración y las clases de preparación para obreros
cristianos cumplen este cometido. Formar a hombres no
es tan fácil. Exige atención personal constante, casi com o
el padre la dedica a sus hijos. Esto es algo que ninguna
organización ni clase puede dar. A los hijos no se les educa
1 No se puede dejar de observar a este respecto que las alu­
siones a los “ discípulos”, como cuerpo integrado, son mucho más
frecuentes en los Evangelios que las alusiones a algún discípulo
en particular. T. Ralph Morton va incluso más allá en el uso de
esta analogía, y afirma que la mayor parte de las alusiones in­
dividuales mencionan fallas, mientras que las alusiones al grupo
como a un todo hablan más a menudo de su gozo, comprensión,
o logros. Si se recuerda que estos relatos los escribieron los dis­
cípulos bajo inspiración, y no Jesús, resulta significativo que
presentaran en estos términos el lugar que ocuparon. Véase T.
Ralph Morton, The Twelve Together, pp. 24-30, 103. No hay
que deducir de esto que los discípulos como individuos no tu­
vieran importancia, porque de hecho no fue así, sino ver el
hecho de que los discípulos comprendieron que su Señor los con­
sideró como un cuerpo de creyentes a los que preparaba juntos
para desempeñar una misión común. Se vieron a sí mismos por
medio de Cristo primero como iglesia, y luego como individuos
dentro de ese cuerpo.
P la n S u p rem o de E v a n g e liz a c io n • 'M

por substitutos. El ejemplo de Jesús debiera enseñarnos que


lo pueden hacer sólo personas que permanecen con aque­
llos a quienes tratan de guiar.

La iglesia sin duda ha fracasado en este respecto, y fraca­


sado en forma trágica. En la iglesia se habla mucho acerca de
la evangelizacion y la educación cristiana, pero hay poca
preocupación por asociarse en forma personal cuando se ve
claramente que tal cosa implicaría el sacrificio de algo per­
sonal. Desde luego que la mayoría d e las iglesias insisten
en que los nuevos miembros asistan a clases bautismales que
suelen ofrecerse una hora por semana durante más o me^
nos un mes. Pero el resto del tiempo el joven converso no
tiene ningún contacto con ningún programa concreto de
preparación cristiana, a excepción quizá de la asistencia a
los cultos y escuela dominical de la iglesia. A no ser que el
nuevo cristiano, si ya se ha convertido, tenga padres o
amigos que llenen ese vacío en una forma genuina, queda
por su cuenta el hallar soluciones para los innumerables
problemas prácticos con los que se encuentra, cualquiera de
los cuales podría tener efectos desastrosos para su fe.

Con una consolidación tan incierta de los creyentes, no


sorprende que cerca de una mitad de los que hacen profe­
sión de fe y entran a formar parte de la iglesia lleguen a
caer o a perder el resplandor de la experiencia cristiana, y
que sea imposible que crezcan lo suficiente en conocimien­
to y gracia para llegar a ser de verdadero servicio para el
reino. Si los servicios dominicales y las clases para nuevos
miembros es todo lo que una iglesia tiene para ayudar a
los nuevos conversos a llegar a ser discípulos maduros, en­
tonces se echa por tierra ese propósito al contribuir a dar
una seguridad falsa, y si la persona sigue el mismo ejemplo
perezoso, en última instancia puede hacer más mal que
bien. No hay sustitutos para el asociarse con las personas,
y es ridículo imaginar que alguna otra cosa, a no ser que
sea un milagro, pueda formar líderes cristianos de peso.
Después de todo, si Jesús Hijo de Dios, consideró necesario
permanecer casi constantemente durante tres años con sus
pocos discípulos escogidos, y aún así uno de ellos se per­
38 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

dió, ¿cómo puede una iglesia esperar cumplir su cometido


con una serie de actividades unos cuantos días al año?

Aplicación actual del principio


Es evidente que el ejemplo de Jesús a este respecto nos
enseña que cualquiera que sea el método de consolidación
que la iglesia adopte, debe tener por base una preocupación
de custodia personal para eon los que se encomiendan a su
cuidado. No hacerlo así es básicamente abandonar a los
nuevos creyentes en manos del diablo.
Esto significa que hay que encontrar algún sistema por
medio del cual se le dé al cristiano un amigo a quien él siga
hasta que llegue el tiempo en que él pueda guiar a otro. El
consejero debería estar lo más posible con el nuevo creyen­
te, estudiando la Biblia y orando juntos, contestando a sus
preguntas, aclarando la verdad, tratando juntos de ayudar
a otros. Si una iglesia no dispone de consejeros, así, consa­
grados y dispuestos a prestar este servicio, entonces debe­
ría preparar a algunos. Y la sola forma de prepararlos es
darles un líder a quien sigan.
Esto responde a la pregunta de cóm o ha de hacerse,
pero es necesario todavía comprender que este método pue­
de llenar su cometido sólo cuando los seguidores practican
lo que aprenden. De ahí que haya que entender otro prin­
cipio en la estrategia del Maestro.
L levad m i yugo sobre vosotros

M ateo 11:29

3 • CONSAGRACION

Exigió obediencia
fesús contaba con que los hombres que le acompaña­
ban le obedecieran. No les exigió que fueran inteligentes,
pero tenían que ser fieles. Esto se convirtió en la caracterís­
tica que los distinguía. Se les llamaba sus “ discípulos” en el
sentido de qué eran “ aprendices” o “ alumnos” del Maestro.
No fue sino hasta mucho más tarde que se les llamó “ cris­
tianos” (H ch. 1 1 :2 6 )¡ aunque fue inevitable, porque con el
tiempo los seguidores obedientes invariablemente adoptan
las características del líder.
Lo sencillo de este enfoque es maravilloso si no
sorprendente. A ninguno de los discípulos se le pidió al
principio que hiciera Drofesión de fe o aceptara un credo
bien concreto, aunque sin duda reconocieron y aceptaron
que Jesús era el Mesías (Luc. 5:8; Jn. 1:41, 45, 4 9 ). De mo­
mento, todo lo que se les pidió que hicieran fue seguir a Je­
sús. Por supuesto, que esta invitación inicial implicaba cla­
ramente un llamamiento a la fe en la persona de Cristo y
obediencia a su palabra. Si no entendieron esto al princi­
pio, lo percibirían en el curso de su asociación con el Maes­
tro. Nadie sigue a una persona en la que no confía, ni da
con sinceridad el paso de fe a no ser que esté dispuesto a
obedecer lo que el líder dice.

• 39
40 • Pl a n Suprem o de E v a n g e l iz a c io n

El camino de la cruz
Seguir a Jesús pareció bastante fácil al principio, pero
fue así porque no lo habían seguido muy lejos. Pronto se
vio claro que ser discípulo de Cristo implicaba más que una
aceptación gozosa de la promesa mesiánica: significaba
la entrega de la vida toda al Maestro en sumisión absoluta
a su soberanía. No cabían componendas. “ Ningún siervo
puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y
amará al otro, O' estimará al uno y menospreciará al otro.
No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Luc. 16:1 3 ). Tenía
que haber una separación completa del pecado. Las for­
mas de pensar de antes, los hábitos y placeres del mundo
debían conformarse a la nueva disciplina del reino (Mat.
5 :1 —7:29; Luc. 6 :2 0 -4 9 ). Ahora la única norma de conduc­
ta era el amor perfecto (Mat. 5 :4 8 ), y este amor había de
manifestarse en obediencia a Cristo (Jn. 14:21, 2 3 ), y ex­
presarse en dedicación a aquellos por cuya salvación él
murió (Mat. 2 5 :3 1 -3 6 ). Había una cruz en ello: la negación
voluntaria del yo por los demás (Mat. 16:24-26; 20:17-28;
Mar. 8:34-38; 10:32-45; Luc. 9:23-25; Jn. 12:25, 26;
13:1-20).
Se trataba de una enseñanza exigente. N o muchos de
ellos supieron aceptarla. Les agradó contarse: entre sus se­
guidores cuando los alimentaba con panes y peces, pero
cuando Jesús comenzó a hablar acerca de las característi­
cas espirituales genuinas del reino y de los sacrificios nece­
sarios para alcanzarlas (Jn. 6:2 5 -5 9 ), muchos de los discí­
pulos “volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Jn. 6 :6 6 ).
Tal com o ellos mismos lo expresaron: “ Dura es esta pala­
bra; ¿quién la puede oir?” (Jn. 6 :6 0 ). L o sorprendente es
que Jesús no salió corriendo tras ellos para que permanecie1-
ran en el grupo de los discípulos. Preparaba líderes para el
reino, y si iban a ser instrumentos útiles de servicio, tenían
que pagar el precio.

Calcular el costo
Los que no pudieron persistir, con el tiempo se desvia­
ron. Por su propio egoísmo se separaron del grupo escogido.
Judas, al que se le calificó de diablo (Jn. 6 :7 8 ) se mantu­
P la n Su prem o de E v a n g e liz a c io n • 41

vo hasta el final, pero en el momento decisivo su codicia


lo perdió. (Mat. 26:14-16; 47:50; Mar. 14:10, 11, 43, 44; Luc.
22:3-6; 47—49; Jn. 1 8:2 -9 ). Nadie podía seguir a Jesús por
todo el curso de su vida a menos que se separara del mun­
do; los que pretendieron hacerlo sin llenar esta condición,
cargaron su conciencia d e angustia y tragedia (Mat. 27:3-
10; Hch. 1:18, 19).

Quizá por esto Jesús habló con tanto rigor al escriba


que fue a decirle: “ Maestro, te seguiré adondequiera que va­
yas.” Jesús le dijo con toda franqueza, a éste que se ofrecía
voluntario para servir, que no iba a ser fácil. “Las zorras
tienen sus guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo
del Hombre no tiene donde recostar su cabeza” (Mat. 8:19,
20; Luc. 9:57, 5 8 ). Otro discípulo quiso que Jesús lo dispen­
sara de la obligación inmediata de obedecer para poder ir
a cuidar a su padre enfermo, pero Jesús no aceptó dilacio­
nes. Sígueme ’ le dijo, “deja que los muertos entierren a
sus muertos; y tú vé, y anuncia el reino de Dios” (Mat. 8:21,
22; Luc, 9:59, 6 0 ). Otro hombre indicó que seguiría a Jesús,
pero a su manera. Quería primero ir a decir adiós a su fa­
milia, quizá con la idea de que ello le iba a proporcionar
momentos agradables. Pero Jesús le advirtió esto: “ Ninguno
que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto
para el reino de Dios” (Luc. 9 :6 2 ). Jesús no tenía ni el
tiempo ni las ganas de dedicarse a los que querían ser dis­
cípulos suyos a su manera.

De ahí que el que quisiera ser discípulo suyo tenía pri­


mero que calcular el costo. “Porque ¿quién d e vosotros, que­
riendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los
gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?” (Luc.
14:28). No hacerlo así equivalía a acabar por hacer el ri­
dículo ante el mundo. Así ocurriría en el caso del rey que se
lanzara a la guerra sin calcular el costo de la victoria antes
de comenzar las hostilidades. Para resumirlo con claridad
Jesús dijo: “ Así, pues, cualquiera d© vosotros que no renun­
cia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Luc. 14:
33; cp. Mat. 19:21; Mar. 10:21; Luc. 18:2 2 ).
42 • Pl a n Su p h e m o de E v a n g e l iz a c io n

Pocos quisieron pagar el precio


De hecho, cuando los oportunistas lo abandonaron en
Capernaum porque rio satisfacía sus expectativas popu­
lares, a Jesús le quedó sólo un puñado de seguidores. Vol­
viéndose a los doce les dijo: “¿Queréis, acaso iros también
vosotros? (Jn. 6 :6 7 ). Se trataba de una pregunta crucial.
Si estos pocos hombres no sfeguían con él, ¿qué iba a ser de
su ministerio? Pero Simón Pedro respondió: “ Señor, ¿a
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nos­
otros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el
Hijo del Dios viviente (Jn. 6:68, 6 9 ). En realidad estas pa­
labras del Apóstol tuvieron que resultar tranquilizadoras
para el Maestro, porque en adelante Jesús comenzó a ha­
blar con sus discípulos mucho más acerca de su sufrimiento
y muerte, y con mucha mayor franqueza.1
; Por lo menos dieciséis veces antes de que los soldados lo
arrestaran habló Jesús de sus sufrimientos y muerte. Sus pri­
meras alusiones estuvieron envueltas en penumbras, pero la
implicación fue clara: la comparación de su cuerpo con la des­
trucción del templo (Jn. 2:19); la alusión al Hijo del Hombre
que sería levantado como la serpiente en el desierto (Jn. 3:14);
la observación respecto al día en que sería quitado como el es­
poso (Mat. 9:15; Mar. 2:20; Luc. 5:35); la analogía de sí mismo
con el pan de vida que ha de fraccionarse y comerse (Jn. 6:51-
58); y posiblemente la alusión al profeta Jonás como señal
(Mat. 16:4). Luego de la afirmación clara de Pedro en Cesarea
de Filipo, Jesús comenzó a mostrar con mayor claridad a los
discípulos “que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mu­
cho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacer­
dotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres
días” (Mar. 8:31; Mat. 16:21; Luc. 9:22). En adelante predijo
su muerte y resurrección con detalle al cruzar por Galilea con
sus discípulos (Mat. 17:22, 23; Mar. 9:30-32; Luc. 9:43-45); y de
nuevo, en el último viaje a Jerusalén, después del ministerio en
Perea (Mat. 20:18-19; Mar. 10:33, 34; Luc. 18:32, 33). Su muerte
fue el tema de la conversación con Moisés y Elias en el monte
de la Transfiguración (Luc. 9:31). También estuvo implícita en
su observación acerca de un profeta que muera fuera de Jerusa­
lén (Luc. 13:33), así como en la alusión a su sufrimiento y re­
pudio de parte del pueblo antes de su retorno glorioso (Luc.
17:25). Se comparó al buen pastor que “su vida da por las ove­
jas” (Jn. 10:11, 18), y al grano de trigo que ha de caer en la
tierra y morir para poder dar fruto (Jn. 12:24). Pocos dias
antes de la Pascua Jesús volvió a recordar a los discípulos que
P la n Su prem o de E v a n g e liz a c io n • 43

O bedecer es aprender
Esto no quiere decir, sin embargo, que los discípulos
entendieran de inmediato todo lo que el Señor les decía. Le­
jos estaban de ello. Su habilidad para comprender las ver­
dades más profundas del ministerio vicario del Señor se
veía limitada por la fragilidad humana. Cuando Jesús dijo
a los discípulos después de la gran afirmación en Cesarea
de Filipo, que los líderes religiosos de Jerusalén le iban a
dar muerte, Pedro de inmediato lo contradijo, diciendo:
“Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te
acontezca” (Mat. 16:22; cp. Mar. 8 :3 2 ). Ante lo cual Jesús
tuvo que decirle al buen pescador que Satanás lo estaba en­
gañando, “porque no pones la mira en las cosas de Dios,
sino en las de los hombres” (Mat. 16:23; Mar. 8 :3 3 ). Ni
esto bastó. Una y otra vez Jesús se vio constreñido a hablar
de su muerte y del significado que la misma tenía para los
discípulos, pero éstos no lo llegaron a entender de verdad
hasta el día en que fue entregado en manos de sus ene­
migos.
Al no comprender con claridad el mensaje de la cruz,
desde luego, los discípulos al principio no entendieron el lu­
gar que ocupaban en el reino. Les resultaba difícil aceptar
la enseñanza del servicio humilde en bien de los demás
(Luc. 22:24-30; Jn. 13:1 -20 ). Pleiteaban entre sí acerca de
quién sería el mayor en el reino (Mat. 18:1-5; Mar. 9:33-
37; Luc. 9 :46-4 8). Santiago y Juan deseaban ocupar los lu­
gares prominentes (Mat. 20:20; Mar, 1 0 :35-37), y los otros
diez, llenos de envidia, se indignaron por ello (Mat. 20:24;
Mar. 10:41 ). Se mostraban innecesariamente duros al juz­
gar a otros que no estaban de acuerdo con ellos (Luc. 9:51-
5 4 ). Se llenaban de indignación con los padres que querían
que Jesús bendijera a sus hijos (Mar. 1 0 :1 3 ). Obviamente,
había de ser “entregado para ser crucificado” (Mat. 26:2), y más
tarde, ese mismo día, explicó, en la casa de Simón el leproso,
que el ungüento precioso que María le derramó en los pies era
preparación para su sepultura (Mat. 26:12; Mar. 14:8). Por fin,
en la última cena con los discípulos, Jesús habló de su sufri­
miento ya inminente (Luc. 22:15), y luego estableció el acto
recordatorio de su muerte al comer el pan y beber el vino (Mat.
26:26-29; Mar. 14:22-25; Luc. 22:17-20).
44 • Pl a n Su p b e m o de E v a n g e l iz a c io n

no habían llegado a experimentar de una manera plena


las consecuencias prácticas de lo que significaba seguir a
Cristo.
Con todo, Jesús soportó lleno de paciencia estas fallas
humanas de sus discípulos porque, a pesar de todas sus
deficiencias, estaban dispuestos a seguirlo. Por un breve
lapso de tiempo, después del llamamiento inicial, volvieron
a su ocupación previa de pescadores (Mat. 4:1 8 ; Mar. 1:16;
Luc. 5:2-5; cp. Jn. 1 :35-42), pero no parece que ello se de­
biera a ningún acto de desobediencia de su parte. Sólo que
no habían llegado a darse cuenta de lo que Jesús esperaba
de ellos como líderes futuros, o quizá todavía no se les ha­
bía dicho. Sin embargo, desde el momento en que se acercó
a ellos para pedirles que lo siguieran para llegar a ser pes­
cadores de hombres, “ dejándolo todo, le siguieron” (Luc. 5:
11; cp. Mat. 4:22; Mar. 1 :2 0 ). Más adelante, aunque les
quedaba m ucho por aprender, pudieron decir que su entre­
ga a Cristo seguía siendo total (Mat. 19:27; Mar, 10:28; Luc.
18:2 8). A tales hombres Jesús estuvo dispuesto a pasarles
por alto muchas cosas que nacían de su inmadurez espiri­
tual. Sabía que podían llegar a vencer estos defectos a me­
dida que fueran creciendo en gracia y conocimiento. Su ca­
pacidad para recibir la revelación iba a crecer con tal de
que siguieran practicando cuantas verdades fueran en­
tendiendo.
La obediencia a Cristo fue, pues, el medio por el cual
los que lo acompañaban fueron aprendiendo más. No pidió
a los discípulos que siguieran aquello que todavía no sa­
bían que fuera verdad, pero nadie lo siguió sin aprender la
verdad (Jn. 7 :1 7 ). Así pues, Jesús no urgió a sus discípulos
a que entregaran la vida a una doctrina, sino a una persona
que era la doctrina, y sólo a medida que prosiguieran en su
Palabra podían llegar a conocer la verdad (Jn, 8:31, 3 2 ).

La prueba del amor


La obediencia suprema se interpretó com o la expre­
sión del amor. Esta lección quedó puesta de relieve sobre
todo en la víspera de la muerte del Maestro. A los discípulos
reunidos en torno a él en el aposento alto después de la cena
Pl a n Su p b e m o de E v a n g e l iz a c io n • 4f>

pascual, Jesús dijo: “ Si me amáis, guardad mis manda­


mientos. El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése
os el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Pa­
dre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. El que me ama,
mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a
él, y haremos morada con él. El que no me ama no guarda
mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino
del Padre que me envió. Si guardareis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor . . . Este es mi mandamiento:
Que os améis unos a otros, com o y o os he amado. Vosotros
sois mis amigos, si hacéis lo que y o os mando” (Jn. 14:15,
21, 23, 24; 15:10, 12, 14).

Jesús lo demuestra
La obediencia absoluta a la voluntad de Dios fue, des­
de luego, el principio rector de la vida del Maestro. Su vida
fue plenamente dirigida y utilizada, según el propósito di­
vino, porque en su naturaleza humana Jesús se sujetó con­
tinuamente a la voluntad del Padre. Repetidas veces lo ex­
presó así: “Mi comida es que haga la voluntad del que me
envió, y que acabe su obra” (Jn. 4 :3 4 ); “ no busco mi volun­
tad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (Jn.
5:30; cp. 6 :3 8 ); “yo he guardado los mandamientos d e mi
Padre, y permanezco en su amor” (Jn. 15:10; cp. 1 7 :4 ). Se
podría resumir en su exclamación en Getsemaní, “pero no
se haga mi voluntad, sino la tuya” (Luc. 22:42; cp. Mat.
26:39, 42, 44; Mar. 14:36 ).
La cruz no fue sino el remate glorioso de la entrega de
Jesús al cumplimiento de la voluntad de Dios. Demostró
para siempre que con la obediencia no se anda en com po­
nendas: fue siempre una entrega hasta la muerte.
Los líderes religiosos de mentalidad mundana dijeron
la verdad cuando expresaron con burla: “A otros salvó, a
sí mismo no se puede salvar” (Mat. 27 :4 2 ; Mar. 15:31; Luc.
2 3 :3 5 ). Desde luego que no se podía salvar a sí mismo. No
había venido para salvarse a sí mismo. Vino a salvar al
mundo. Vino no “para ser servido, sino para servir, y para
dar su vida en rescate por muchos” (Mat. 20:28; Mar. 10:
4 5 ). Vino “ a salvar lo que se había perdido” (Luc. 1 9 :1 0 ).
46 • Pl a n Su p h e m o de E v a n g e l iz a c io n

Vino a ofrecerse en sacrificio a Dios por los pecados de to­


dos los hombres. Vino a morir. En ninguna otra forma se
hubiera podido satisfacer la inviolable ley de Dios.
Esta cruz, que ya había sido aceptada de antemano
(Apoe. 13:8; cp. Hch. 2 :3 2 ), hizo de cada paso que Cristo
dio en la tierra una aceptación consciente del propósito
eterno de Dios para su vida. Cuando Jesús, por tanto, ha­
blaba de obediencia, era algo que los discípulos podían ver
encarnado en forma humana. Como dijo Jesús: “ Porque
ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros
también hagáis.'D e cierto, de cierto os digo: El siervo no es
mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le en­
vió (Jn. 13:15, 16). Nadie pudo hacer caso omiso de esta
lección. Al igual que Jesús halló su bienaventuranza en ha­
cer la voluntad de su Padre, sus seguidores hallarían la
suya. Este es el único deber del siervo. Fue así en el caso
de Cristo, y nada que no sea esto se podrá aceptar jamás
como digno de un discípulo suyo (Luc. 17:6-10; cp. 8:21;
Mat. 12:50; Mar. 3 :3 5 ).

E l principio en perspectiva
Desde el punto de vista de estrategia, sin embargo, esta
obediencia fue el único m odo cóm o Jesús pudo moldear las
vidas de sus discípulos con su Palabra. Sin eso, de ningún
m odo podría darse en los discípulos crecimiento en cuanto
a vida y propósito. El padre debe enseñar a sus hijos a obe­
decer si espera que los hijos sean como él.
Se debe recordar también que Jesús preparaba a hom­
bres para que dirigieran a su iglesia en la conquista del
mundo, y nadie puede ser líder a no ser que antes haya
aprendido a seguir a un líder. Por esta razón escogió a sus
futuros dirigentes de entre el pueblo, enseñándoles sin ce­
sar la necesidad de la disciplina y el respeto a la autori­
dad. Junto a él no cabían insubordinaciones. Nadie sabía
mejor que Jesús que las fuerzas satánicas de las tinieblas
estaban bien organizadas y pertrechadas en contra de ellos
a fin de volver estéril cualquier esfuerzo de evangelizacion
hecho a medias. D e ningún m odo podían superar a los po­
deres diabólicos de este mundo si no se adherían en forma
P la n Su prem o de E v a n g e liz a c io n • 47

estricta al único que conocía la estrategia del triunfo. Esto


exigía obediencia absoluta a la voluntad del Maestro, y al
mismo tiempo olvido total de la voluntad propia.

Aplicación actual del principio


Hoy día debemos aprender de nuevo este principio.
Con los mandatos de Cristo no se puede jugar. Estamos me­
tidos en una guerra, cuyo resultado es la vida o la muerte,
y cada día en que nos mostramos indiferentes a nuestras
responsabilidades es un día perdido para la causa de Cris-
lo. Si hemos aprendido aunque sólo sea la verdad más ele­
mental acerca del discipulado, debemos saber que hemos
sido llamados a ser siervos de nuestro' Señor y a obedecer
su Palabra. No es deber nuestro andar averiguando por qué
habla com o lo hace, sino sólo cumplir sus órdenes. A no ser
que hava esta dedicación a todo lo que sabemos que desea
que hagamos, por inmadura que sea nuestra comprensión,
os dudoso que lleguemos a hacer avanzar su vida y misión,
lín el reino no hay lugar para los cobardes, porque una ac-
(itud así no sólo impide cualquier crecimiento en gracia y
conocimiento, sino que destruye también cualquier posible
utilidad en el campo mundial de batalla del evangelismo.
Uno debe preguntarse: ¿Por qué tantos llamados cris-
lianos en la actualidad no crecen y son ineficaces en su
testimonio? O para formular la pregunta en un contexto
más amplio: ¿por qué la iglesia contemporánea vive tan
frustrada en su testimonio al mundo? ¿N o es acaso porque
tanto entre el clero como entre los laicos existe una indi­
ferencia general a los mandamientos de Dios, o por lo me­
nos, una especie de aceptación complacida de la mediocri­
dad? ¿Dónde está la obediencia de la cruz? En realidad,
pareciera que las enseñanzas de Cristo acerca de la auto-
negación y la dedicación, han quedado' suplantadas por
una especie de filosofía respetable de hacer lo que a uno
más le convenga.
La gran tragedia es que se hace muy p oco para enmen­
dar la situación, incluso por parte de quienes se dan cuenta
de lo que sucede. Ciertamente que lo que nuestro tiempo
necesita no es desesperar, sino acción. Ya es hora de que
48 • P la n S u prem o de E v a n g e liz a c io n

los requisitos para formar parte d e la iglesia se interpreten


y se exijan en términos del auténtico discipulado cristia­
no. Pero esto sólo no bastará. Los seguidores deben dispo­
ner de líderes, y esto significa que antes de que se pueda
hacer mucho en cuanto a lo que significa formar parte de
la iglesia, se tendrá que hacer algo por los oficiales de la
iglesia. Si esta tarea parece demasiado grande, entonces
tendremos que comenzar com o lo hizo Jesús: escoger a
unos pocos e imbuir en ellos el significado de la obediencia.
Cuando este principio se acepte en la práctica, entonces
se podrá llegar a un desarrollo pleno, de acuerdo con el si­
guiente paso en la estrategia del Maestro para la conquista.
Re c ib id el E s p ír it u San to

Ju a n 20:22

4 • COMUNICACION

Se entregó a sí mismo
Jesús quiso que sus seguidores le obedecieran. Pero
juntamente con esta verdad, él hizo realidad el hecho de
que sus discípulos descubrieran la experiencia más profunda
de Su Espíritu. Al recibir el Espíritu, ellos conocerían el
amor de Dios por un mundo perdido. Por esto su exigencia
de disciplina fue recibida sin discusión. Los discípulos en­
tendieron que no se limitaban a cumplir una ley, sino que
respondían a alguien que los amaba y que estaba dispuesto
a entregarse por ellos.
Su vida fue de entrega: entregar lo que el Padre le ha­
bía dado (Jn. 15:15; 17:4, 8, 14). Les dio su paz, que los sos­
tenía en medio de la tribulación (Jn. 16:33; cp. Mat. 11:
2 8 ). Les dio su gozo en el que vivían en m edio de los sufri­
mientos y penas que los rodeaban (Jn. 15:11; 1 7 :1 3 ). Les dio
las llaves de su reino contra el cual los poderes del infierno
nunca prevalecerían (Mat. 16:19; cp. Luc. 1 2 :3 2 ). En reali­
dad, les dio su propia gloria que había poseído desde antes
de la creación del mundo, a fin de que pudieran ser uno
com o él lo era con el Padre (Jn. 17:22, 2 4 ). Les dio todo lo
que tenía: nada se guardó, ni siquiera su propia vida.
Así es el amor. Siempre se entrega. Si anda con precau­
ciones, no es amor. En este sentido Jesús hizo ver con toda
claridad a sus seguidores el significado de d e tal mane-

• 49
50 • P la n Su prem o de E v a n g e liz a c io n

ra amó Dios al mundo” (Jn. 3 :1 6 ). Significaba que Dios dio


todo lo que tenía a los que amaba, incluso su “ Hijo unigé­
nito” . Y para el Hijo, el encarnar ese amor significó renun­
ciar al derecho que tenía de vivir, para dar su vida por el
mundo. Sólo a la luz de esto —cuando el Hijo pasa a ocupar
el lugar del mundo— se puede comenzar a entender la cruz.
Pero para esto la cruz de Cristo es inevitable, porque el
amor infinito de Dios sólo puede manifestarse en un modo
infinito. Así como el hombre tenía que morir por razón del
pecado, así Dios por razón de su amor tuvo que enviar a su
Hijo para que muriera en nuestro lugar. “Nadie tiene ma-
vor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos’
(Jn. 15:13).

El apremio de evangelizar
Jesús no dejó pasar oportunidad de grabar bien en sus
seguidores el apremio profundo de su propia alma abrasa­
da con el amor de Dios por un mundo perdido. T odo lo que
hizo y dijo tuvo com o motivo esta pasión consumidora.
Su vida no fue más que la revelación en el tiempo del pro­
pósito eterno de Dios de salvar para sí un pueblo. Por enci­
ma de todo, esto es lo que los discípulos necesitaban apren­
der, no en teoría, sino en la práctica.
Y lo vieron puesto en práctica ante sus ojos de mu­
chas maneras todos los días. Aunque las pruebas de ello
fueron a veces duras de aceptar, como cuando les: lavó los
pies (Jn. 13:1-3 0 ), no pudieron dejar de entender lo que les
quería decir. Vieron cóm o el Maestro se negaba a sí mismo
muchas de las comodidades y placeres del mundo para
convertirse en siervo en medio de ellos. Vieron cóm o las co­
sas que más querían — satisfacción física, aclamación
popular, prestigio— las rechazaba; por el contrario, las co­
sas que ellos trataban de eludir—pobreza, humillación, pe­
nas, e incluso la muerte—las aceptaba voluntariamente por
amor a ellos. Al contemplarlo ministrar a los enfermos, con­
solar a los afligidos, y predicar el evangelio a los pobres,
comprendieron con claridad que el Maestro no consideraba
ningún servicio demasiado pequeño, ni ningún sacrificio
demasiado grande, si eran para la gloria de Dios. Quizá no
Plan Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • r>l

siempre lo entendieron, y sin duda no podían explica] lo,


pero nunca pudieron engañarse en cuanto a ello.

Su santificación
La renovación constante de la consagración de sí mis­
mo a Dios, por medio del servicio amoroso1 a los demás,
constituyó la santificación de Jesús. Así lo dijo él mismo
con toda claridad en su oración sacerdotal: “ Como tú me
enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. ^ Y por
ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ^ellos
sean santificados en la verdad” (Jn. 17:18, 19). Adviértase
que este apartarse a sí mismo para Dios, com o lo indica la
palabra “ santificar” , no fue necesario que en el caso de
Jesús produjera purificación, ya que fue siempre puro1. Ni
tampoco fue necesario para recibir poder para servir, ya
que Jesús poseía todo el poder imaginable. Más bien su san­
tificación, como lo revela el contexto, fue en el^ terreno de
la entrega a la tarea para la que había sido ‘ enviado al
mundo” ,* y en la dedicación a ese propósito de evangelis-
mo entregó constantemente su vida “por ellos .
Su santificación no tuvo com o propósito beneficiarle a
él mismo, sino que fue en bien de sus discípulos, para que
ellos fueran “ santificados en la verdad” .1 Es decir, al en-

* Santificación se emplea también en relación con Jesús en


Juan 10:36, donde la idea vuelve a ser básicamente aplicable en
su sentido evangelizador.
1 Los tiempos del verbo “santificar” revelan una diferencia
importante entre la santificación de Jesús y la de sus discípulos.
En el caso de la santificación del Maestro está en presente de
indicativo, lo cual indica una condición permanente — “ sigo san­
tificándome a mí mismo” . Por otra parte, cuando Jesús se re­
fiere a sus discípulos en la frase siguiente, se emplea el partici­
pio perfecto pasivo con el verbo “ser” , lo cual lo convierte en
una construcción perifrástica que denota, en este caso, que exis­
te un punto decisivo y concreto de entrega en la santificación
de los discípulos, aunque no obstante se recalca, sobre todo, el
resultado constante de este aspecto decisivo. Una paráfrasis libre
de este pasaje de Juan 17 diría así: “ Por ellos constantemente
—momento tras momento— renuevo mi entrega a la labor de
evangelizacion, y estoy dispuesto a hacer todos los sacrificios ne­
cesarios para llevar a cabo este propósito que Dios tiene para
mi vida. Y como sé que ninguna otra cosa bastará para que la
52 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

fregarse a Dios, Jesús se entregó a los que lo rodeaban a


fin de que llegaran a conocer por medio de la vida de él úna
entrega semejante. El vivía la misión para la que había ve-
o a mundo. Todo su plan de evangelizacion giraba en
torno a esta dedicación, y a la fidelidad con nue sus discí

■si — *»- ~ ¿
Credenciales del ministerio
Esta iba a ser Ja medida que debían aplicar a su nronio
servicio en nombre de él. Iban a tener que dar ^ n la S i ­
ma liberalidad con que habían recibido (M at 10 8)
man que amarse unos a otros como él los amaba
Te-
n. S - (
o4 Jo). Por este distintivo serían reconocidos como
pulo, suyos 0 * 1 5 * . 10). f c est„ „ JSSL^ÍÍZ
?0 3 ÍT „ c í n 'f c V 2' U; CP’ M*t 22:37- « ¡ “ a"
T «í , i l? r ~ amor dc ca lv a rio- era la norma
Tal com o lo habían visto durante tres años, los d L t o X
teman que entregarse en dedicación desinteresada a L . e

<j„q“ Pa<,re * " * * r p»' «i

.c o

las
respuesta voluntaria de los h o n r e s , y í¿TpJSK£ “ " '“ ' V

Ep' , a Presenci£J de Cristo en el corazón. Por esto Jesús oró-


Padre justo el mundo no te ha conocido, pero yo te he
conoado, y estos han conocido que tú me enviaste. Y les he
dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que

S
0ofrosdeOsÍOL See n ™ d°ob ••Ur° ’ ° S ? Íd° lo mism0 * vo-
P la n S u p rem o de E v a n g e liz a c io n • 5:1

el amor con que, me has amado, esté en ellos, y yo en ellos”


(Jn. 17:25, 2 6 ).

La obra del Espíritu Santo


Que nadie imagine, sin embargo, que esta clase de ex­
periencia con Cristo pudiera ser fruto de la inventiva hu­
mana. Jesús dijo con claridad meridiana que su vida nos
llegaría sólo por m edio del Espíritu Santo. “El espíritu es el
que da vida; la carne para nada aprovecha” (Jn. 6 :6 3 ). Por
esto, incluso para comenzar a vivir en Cristo, uno ha de na­
cer de nuevo (Jn. 3 :3 -9 ). La naturaleza corrupta del hom­
bre tiene que ser regenerada por la acción del Espíritu de
Dios antes de que pueda conformarse a su genuino propósi­
to de criatura hecha a imagen de Dios. Asimismo, el Espí­
ritu es el que sostiene y alimenta la vida transformada del
discípulo en su crecimiento en gracia y conocimiento (Jn.
4:14; 7:38, 3 9 ). Por la acción del mismo Espíritu uno se pu­
rifica por medio de la Palabra y es puesto aparte para Dios
en servicio santo (Jn. 15:3; 17:17; cp. Ef. 5 :2 6 ). Desde el
principio hasta el fin, el experimentar al Cristo vivo en
cualquier forma personal es obra del Espíritu Santo.
Del mismo modo, es sólo el Espíritu de Dios el que ca­
pacita para proseguir la misión redentora de la evangeliza-
ción. Jesús subrayó muy pronto esta verdad, en relación
con su propia obra, al afirmar que lo que hacía era en co­
operación con “el Espíritu del Señor” . Por la virtud del mis­
mo predicaba el evangelio al pobre, sanaba al afligido, pro­
clamaba liberación al cautivo, abría los ojos al ciego, echa­
ba demonios, y liberaba al oprimido (Mat. 12:28; Luc. 4 :1 8 ).
Jesús era Dios revelado; pero el Espíritu era Dios actuan­
do. Era el agente de Dios realizando de hecho, por medio
de hombres, el plan eterno de salvación. Por esto Jesús ex­
plicó a sus discípulos que el Espíritu prepararía el camino
para el ministerio de ellos. Les enseñaría cómo hablar (Mat.
10:19, 20; Mar. 13:11; Luc. 1 2 :1 2 ). Convencería al mundo
de pecado, de justicia y de juicio (Jn. 16:9-11). Iluminaría
con la verdad para que los hombres pudieran conocer al
Señor (Mat. 22:43; cp. Mar. 12:36; Jn. 1 6 :1 4 ). Con el po­
der de Jesús los discípulos recibieron la promesa de poder
54 • Plan Su prem o de E v a n g e l iz a c io n

hacer las mismas obras, de su Señor (Jn. 1 4 :1 2 ).2 A la luz


de todo esto, la evangelizacion no se interpretó en absoluto
com o empresa humana, sino com o proyecto divino que ha­
bía comenzado desde el principio y proseguiría hasta que
se cumpliera el propósito de Dios. Era por completo la obra
del Espíritu. Lo que a los discípulos se les pidió que hicieran
fue dejar que el Espíritu tomara posesión completa de
sus vidas.

Otro Consolador
Desde el punto de vista de la satisfacción propia, sin
embargo, los discípulos necesitaron aprender en una forma
más significativa la relación del Espíritu con la persona de
su Señor. Jesús, desde luego, reconoció esta necesidad, y,
por consiguiente, habló en forma más específica acerca de
ello en los últimos días de su vida. Hasta ese momento él
siempre había estado con ellos. Había sido su consolador,
su maestro, su guía. En intimidad con el los discípulos habían
adquirido valor y fortaleza; con él sentían que todo era po­
sible; pero, el problema era que ese Jesús regresaba al cíe­
lo. En tales circunstancias, Jesús necesitaba explicarles
cómo seguir adelante cuando él se hubiera ido.
Por eso entonces Jesús les habló del Espíritu como de
otro Consolador ’,3 como abogado, com o alguien que iba
2 Juan 14:12 tiene una aplicación para la evangelizacion que
abruma nuestro entendimiento. No sólo dice que los discípulos
realizarán las obras de Cristo, sino también dice que harán
obras “mayores” porque Jesús iba al Padre. Tomado tal como
está, este pasaje nos enseñaría que los discípulos, con el poder
del Espíritu Santo, iban a hacer todo lo que su Señor había
hecho —y esto supone mucho— y todavía más. Jesús no aclaró
cuáles serían estas obras “ mayores” , pero del libro de los Hechos
nos daría a entender que serían en el terreno de la evangeliza-
ción. Por lo menos, en este sentido, los discípulos de hecho vie­
ron más resultados que Cristo. Sólo el día de Pentecostés se
unió más gente a la iglesia que durante los tres años del mi­
nisterio de Jesús.
La palabra “otro” tiene un significado particular en el ori­
ginal griego. No es la palabra que se emplea para comparar dos
objetos de características diferentes, sino más bien la empleada
para comparar dos cosas de idénticas características, con la
única diferencia de ser distintas personas. De ahi que el valor
Plan Su pr em o de E v a n g e l iz a c io n • 55

a estar junto a ellos, como persona que iba a ocupar junto


a ellos, en el reino invisible, exactamente el mismo lugar
que Jesús había ocupado en la experiencia visible de la car­
ne (jn. 14:16). Al igual que Jesús se había dedicado a ellos
por tres años, ahora el Espíritu los iba a guiar a toda ver­
dad. Les mostraría las cosas por venir (Jn. 16:1 3 ). Les en­
señaría lo que necesitaban saber (Jn. 14:2 6 ). Los ayudaría a
orar (Jn. 14:13, 14; 16:23, 2 4 ). En pocas palabras, glorifica­
ría al Hijo al hacer realidad las cosas de Cristo para sus se­
guidores (Jn. 16:14, 15). El mundo no podría recibir esta
verdad, porque no había conocido a Jesús; pero los discípu­
los sí lo conocieron, porque estuvo con ellos, y en el Espíri­
tu seguiría estando con ellos para siempre (Jn. 14:17).
No era de teorías, ni credos, ni arreglos artificiales que
Jesús hablaba. Era la promesa de una compensación^ ge-
nuina por la pérdida que los discípulos iban a sufrir. “ Otro
Consolador” , como Jesús, iba a llenarlos con la presencia
misma del Maestro. En realidad, los privilegios que los dis­
cípulos iban a disfrutar en esta relación más profunda
con el Espíritu eran mayores que los que habían conocido
junto a Jesús por los senderos de Galilea. Después de todo,
en su carne, Jesús estuvo confinado a un cuerpo y a un lu­
gar, pero en el Espíritu estas limitaciones iban a desapare­
cer. Ahora podría estar con ellos siempre, y literalmente ser
capaz de no dejarlos ni abandonarlos (Mat. 28:20; cp. Jn.
14:16). Considerándolo en esta perspectiva, era mejor que
Jesús una vez terminada su obra, regresara al Padre y en­
viara al bendito Consolador para que viniera a ocupar su
lugar (Jn. 16:7).

El secreto de la vida victoriosa


Es fácil ver, pues, por qué Jesús esperaba que sus dis­
cípulos aguardaran hasta que esta promesa se les hiciera
realidad (Luc. 24:49; Heh. 1:4, 5, 8; 2 :3 3 ). ¿D e qué otra
manera hubieran podido jamás cumplir la comisión de su

de esta palabra estribe en que identifica las características del


Espíritu con las del Hijo encarnado, de modo que el Espíritu,
si bien diferente persona, es exactamente igual que Jesús en su
ministerio a los discípulos.
56 • Plan Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

Señor con gozo y paz interior? Necesitaban una experien­


cia tan real de Cristo que sus vidas se llenaran de su pre­
sencia. La evangelizacion tenía que convertirse en un im­
pulso ardiente dentro de ellos, que purificara sus deseos y
guiara sus pensamientos. Nada que no fuera un bautismo
personal del Espíritu Santo bastaría. La obra sobrehumana
a la que fueron llamados exigían ayuda sobrenatural-
una comunicación de poder de lo alto. Esto significaba que
los discípulos por medio de la confesión de su orgullo v des­
amor tan profundamente arraigados y en la entrega" total
de S1 mismos a Cristo, tenían que llegar por fe a una expe­
riencia nueva y punficadora de la plenitud del Espíritu.'1
El hecho de que estos hombres fueran seres humanos
comentes no fue obstáculo en ningún sentido. Sólo sirve
para recordarnos el poder avasallador del Espíritu de Dios
quien realiza su propósito en hombres sometidos por com­
pleto a su dirección. Después de todo, el poder está en el Es-
píritu de Cristo. No es quiénes somos, sino quién es él lo que
constituye la diferencia.

Verdad oculta a los incrédulos


Con todo, conviene mencionar de nuevo que sólo los
que siguieron a Jesús hasta el final llegaron a conocer la
g ona de esta experiencia. Los que siguieron de lejos, como
las multitudes, al igual que los que se empeñaron en no que-

cumplió a los discípulos en Pentecostés


(Hch. 2.4). Sin embargo, no se acabó ahí. En muchas ocasiones
níriH? Snn+nama ía atenci.(5n acerca de que la plenitud del Es­
píritu Santo era la experiencia permanente y sustentadora de
la iglesia primitiva (Hch. 4:8, 31; 6:3, 5; 7:55; 9 - n T l l 24 13 9
52). Basados en esto parecería que la vida llena del Espíritu
vino a considerarse como la norma de la experiencia cristiana
aunque no fue una realidad en el caso de todos. Por esto por
ejemplo, Pablo se vio constreñido a exhortar a los efesios a aue
fueran “Henos del Espíritu Santo” <Kf. r,:18). La t e r m in ó la
utilizada para describir esta experiencia puede variar segím a
perspectiva teológica específica del e.soritor, .si bien el e s f f i de
la historia cristiana revela que i„ realidad de la experíencil
misma, sea como fuere que se d.Tlim, común en todos
a otros qU16neS S S° híl •
S0I'V|(I" |,anl ' "'nunlcar el evangelio
Plan Su prem o de E v a n g e l iz a c io n • 57

rer andar a la luz de su Palabra, com o los fariseos, ni si­


quiera oyeron hablar de la obra del bendito Consolador.
Como se dijo antes, Jesús no iba a echar sus perlas a los que
no las querían/’
Esto caracterizó su enseñanza durante toda la vida.
Jesús a propósito reservó para sus propios discípulos escogi­
dos, y sobre todo para los doce, las cosas más reveladoras
(Mat. 11:27; cp. 16:17; Luc. 1 0 :2 2 ). Realmente, sus ojos y
oídos fueron bendecidos. Muchos profetas y reyes habían
deseado ver las cosas que ellos veían, y oir las cosas que
ellos oían, y no pudieron (Mat. 13:16, 17; Luc. 10:23, 24; cp.
Mat. 13:10, 11; Mar. 4:10, 11; Luc. 8:9, 10). Esta táctica
puede parecer extraña hasta que se vuelve a caer en la
cuenta de que Jesús invirtió voluntariamente todo lo que
tenía en estos pocos hombres, a fin de que estuvieran ade­
cuadamente preparados para realizar la obra.

El problema actual de principios


Todo gira en torno a la persona del Maestro. Básica­
mente su camino fue su vida. Y lo mismo1 debe ser en el
caso de sus seguidores. Debemos tener su vida en nosotros
por el Espíritu si queremos realizar su obra y poner en
práctica su enseñanza. Cualquier obra de evangelizacion
sin esto, carece tanto de vida com o de significado'. Sólo en
5Un buen ejemplo de esto es el famoso Sermón del Monte
(Mat. 5:3—7:27; Luc. 6:20-49). No fue dirigido primordialmente
a la multitud que iba de paso, aunque lo oyeron (Mat. 7:28, 29).
Antes bien esta afirmación sublime respecto a la conducta moral
y ética del reino fue dirigida a los pocos seguidores íntimos que
podían valorarlo. “Viendo la multitud, subió al monte; y sen­
tándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les
enseñaba” ,(Mat. 5:1, 2; cp. Luc. 6:17-20). Quizá la ilustración
más sorprendente de la forma consciente en que Jesús negó su
enseñanza a los que no la deseaban es la manera como ocultó
su propia asociación con la promesa mesiánica. Si bien la de­
claró a sus amigos al principio del ministerio (Jn. 4:25, 26, 42),
y permitió que sus discípulos la afirmaran desde el comienzo
(Jn. 1:41, 45, 49), no se menciona que Jesús manifestara nunca
que era el Mesías a los dirigentes religiosos de Jerusalén hasta
el momento del juicio, y aún entonces sólo después de que el
sumo sacerdote le hubo preguntado a quemarropa si era el
Cristo (Mat. 26:63, 64; Mar. 14:61, 62).
58 • Plan Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

cuanto el Espíritu de Cristo en nosotros exalta al Hijo, es


que los hombres son conducidos al Padre.
Desde luego, no podemos dar algo que no poseamos. La
capacidad misma de dar la vida en Cristo es la prueba de
la posesión. No podemos negar lo que poseemos en el Espí­
ritu de Ciisto, y seguir conservándolo, El Espíritu de Dios
siempre insiste en dar a conocer a Cristo. Esta es la gran
paiadoja de la vida: debemos morir a nosotros mismos
paia vivir en Cristo, y en esta renuncia a nosotros mismos
debemos entregarnos en servicio y dedicación a nuestro
Señor. Este fue el método de Jesús en la evangelizacion, que
al principio sólo vieron unos cuantos seguidores, pero por
medio de ellos iba a convertirse en el poder de Dios para
triunfar sobre el mundo.
Pero no nos podemos detener ahí. Es necesario tam­
bién que se vea en nosotros una demostración clara de la
forma de vivir de Cristo, Por consiguiente, debemos enten­
der otro aspecto obvio de la estrategia de Jesús con sus
discípulos.
E je m p lo os he dado

Juan 13:15

5 • DEMOSTRACION

Les mostró cómo vivir


Jesús se preocupó de que sus discípulos aprendieran su
forma de vivir con Dios y con los hombres. R econoció que
no era suficiente introducir a las personas a la comunión
espiritual con él. Sus discípulos necesitaban saber cómo
mantener esta experiencia y cómo compartirla, ya que era
necesario perpetuarla por medio de la evangelizacion. Des­
de luego que, en un sentido técnico, la vida precede a la ac­
ción; pero bajo un punto de vista completamente prácti­
co, vivimos gracias a lo que hacemos. Uno debe respirar,
comer, hacer ejeicicio, y proseguir con su trabajo si quiere
crecer. Cuando estas funciones corporales se olvidan, la
vida cesa. Por esto el esfuerzo de Jesús por hacer compren­
der a sus seguidores los secretos de su influencia espiritual
han de considerarse com o parte voluntaria de su estrate­
gia básica. Sabía lo que era importante.

La práctica de orar
Tomemos, por ejemplo, su vida de oración. No fue ac­
cidental que Jesús dejara que sus discípulos muchas veces
lo vieran conversar con el Padre.1 Así pudieron comprobar
1Más de veinte veces los Evangelios hablan de Jesús como
practicando la oración. Se menciona sobre todo en relación con
acontecimientos de importancia decisiva para su vida: el bau­

• 59
60 • Plan Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

la fortaleza que esta práctica daba a su vida, y si bien no


podían entender completamente de qué se trataba, tienen
que haber caído en la cuenta de que era parte de su secreto
de vida. Adviértase que Jesús no les impuso la lección, sino
que más bien siguió orando hasta que por fin los discípu­
los se sintieron tan deseosos de imitarle que le pidieron
que les enseñara lo que hacía.

Aprovechando esta oportunidad cuando se presentó,


Jesús pasó a darles una lección que sus corazones estaban,
listos para recibir. Les explicó algunos de los principios bá­
sicos de la oracion, y luego, antes de concluir, ilustró su ex­
plicación con una oración modelo (Mat. 6:9-13; Luc. 11:
1-11). Se podría pensar que semejante práctica estaba por
debajo de la capacidad de estos discípulos - l a idea de te­
ner que ponerles palabras en la boca para que supieran
o ra r- pero Jesús no hubiera dado por sentado un punto tan
importante. En realidad, estos métodos elementales de en­
señar a menudo resultan necesarios para que las personas
se inicien en esta práctica. Pero sea lo que fuere lo que re­

tismo (Luc. 3:21); la elección de los doce apóstoles (Luc. 6:12);


en el monte de la Transfiguración (Luc. 9:29); la Ultima Cena
(Mat. 26:27) ; en Getsemaní (Luc. 22:39-46) ; y en la Cruz (Luc.
23:46). Los evangelistas también recibieron inspiración para
mencionar la intercesión del Señor en relación con el ministerio
de los discípulos: la confesión de su condición de Mesías (Luc.
9:18) ; al oír los informes de ellos en cuanto a evangelismo (Luc
10:21, 22); al enseñarles a orar (Luc. 11:1); la gran oración
sacerdotal antes de morir (Jn. 17:6-19); la preocupación amo­
rosa por Pedro (Luc. 22:32), y en casa de los dos discípulos en
Emaús después de la resurrección (Luc. 24:30). La oración ocu­
pa también un lugar prominente en el ejercicio de su poder de
hacer milagros: curar a las multitudes (Mar. 1:35); alimentar
a los 5,000 (Mat. 14:19 ; Mar. 6:41; Luc. 9:16; Jn. 6•11>; ali­
mentar más adelante a 4,000 (Mat. 15:36; Mar. 8 :6); curar al
sordomudo (Mar. 7:34); resucitar a Lázaro de entre los muertos
(Jn. 11:41). Además, la oración está en los labios de Jesús al
contemplar las multitudes a las que vino a salvar: antes del
conflicto con los líderes religiosos (Luc. 5:16); en la discusión
con los griegos que fueron a verle (Jn. 12:27) ; después de des-
pedr a los 5,000 a los que había dado de comer (Mat. 14:23; Mar.
6:46); al bendecir a los pequeñuelos (Mar. 10:16) y, por fin, por
aquellos que lo clavaron a la cruz (Luc. 23:34).
Plan Su prem o de E v a n g e l iz a c io n • 61

sultara necesario, Jesús quiso que comprendieran la


lección.

Al hablar con sus discípulos, insistió una y otra vez en


la vida de oración, ahondando constantemente en su sig­
nificado y aplicación a medida que iban siendo más capa­
ces de comprender las realidades más profundas de su Es­
píritu. Fue una parte indispensable de su preparación, que
a su vez habrían de transmitir a otros. Una cosa es cierta.
A no ser que comprendieran el significado de la oración, y
aprendieran cómo practicarla en forma continua, sus vi­
das nunca iban a producir mucho fruto.

Uso de la Escritura
Otro aspecto de la vida de Jesús que les fue presenta­
do en forma gráfica a los discípulos fue la importancia y el
uso de las Sagradas Escrituras.2 Esto resultó evidente tan­
to en el mantenimiento de su vida de devoción personal
com o al ganar a otros para el reino. A menudo hacía es­
fuerzos especiales para grabar bien en sus seguidores el sig­
nificado de algún pasaje bíblico, y nunca dejó de usar las
Escrituras en sus conversaciones con ellos. En conjunto,
hay por lo menos sesenta y seis referencias al Antiguo Tes­
tamento en sus diálogos con los discípulos en los cuatro

2Nunca hubo confusión alguna en su mente respecto a su


credibilidad y testimonio, porque sabía que el Espíritu Santo las
inspiraba (Mat. 22:43; Mar. 12:36). Las Escrituras eran para
Jesús “la Palabra de Dios” (Mat. 15:6; Mar. 7:13; Luc. 8:12;
Jn. 10:35. En realidad, en un sentido único, eran su propia Pa­
labra que interpretaba y ahondaba (p. ej. Mat. 5:21, 22, 27, 28),
como él mismo afirmó: “ellas son las que dan testimonio de
mí” (Jn. 5:39; cp. Mat. 5:17, 18). Consciente de esto, se daba
plena cuenta de que su vida era el cumplimiento de las Escritu­
ras, y a menudo se refirió a ello (Mat. 5:18; 8:17; 13:14; 26:54,
56; Mar. 14:49; Luc. 4:21; 21: 22; Jn. 13:18; 15:25; 17:12). Es
natural, pues, que Jesús utilizara en su obra esta fuente dispo­
nible de conocimientos seguros. Este fue el alimento con que
nutría su alma (Mat. 4:4) y fortalecía su corazón contra la
tentación (Mat. 4:4, 7, 10; 12:3; Luc. 4:4, 8, 12). Pero sobre todo,
fue su libro de texto para enseñar en público y en privado la
verdad eterna de Dios (p. ej. Luc. 4:17-21; 24:27, 32, 44, 45).
62 • Plan Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

Evangelios, para no mencionar más de noventa alusiones


al mismo al hablar con otros.3
Todo esto sirvió para mostrar a los discípulos cóm o de­
bían conocer y usar las Escrituras en su propia vida. Los
principios de la exhortación bíblica fueron practicados tan
repetidas veces ante ellos, que no pudieron sino asimilar
algunas de las reglas básicas de la interpretación y aplica­
ción escritúrales. Además, la capacidad de Jesús para re­
cordar tan fácilmente pasajes del Antiguo Testamento,
debe haber dejado impresa en los discípulos la necesidad
de aprender de memoria las Escrituras, y de que ellas fue­
ran la autoridad en que se basaran sus pronunciamientos.
En todo se pudo ver con suma claridad que la palabra
escrita en las Escrituras y la palabra que Jesús hablaba no
se contradecía, sino que se complementaban. Lo que Jesús
creía también debía ser apreciado por los discípulos. D e ahí
que las Escrituras, junto con las propias palabras de él, se
convirtieron en la base objetiva de su fe en Cristo. Además,
se les hizo ver con claridad que si querían continuar en in­
timidad con él por medio del Espíritu, después de que se
hubiera ido, tendrían que permanecer en su Palabra
(Jn. 15:17).

Sobre todo ganar almas


Por medio de esta forma de demostración personal,
todos los aspectos de la disciplina personal de Jesús fueron
legados a los discípulos.4 Pero lo que quizá fue más impor­
3Estos son ejemplos separados de su Palabra hablada en la
que se hace alguna referencia al Antiguo Testamento, ya sea en
cita directa, alusión a algún suceso, o lenguaje parecido a las
palabras empleadas en las Escrituras judías. Si se cuentan las
repeticiones en los pasajes paralelos referente al mismo suceso,
hay en conjunto, en los cuatro Evangelios, unas 160 referencias
en las que Jesús alude a la Biblia de su tiempo. Además, dos
tercios de los libros del Antiguo Testamento se incluyen en estas
referencias. En vista de esto, se puede concluir que la Palabra
de Cristo estaba completamente embebida de la enseñanza de
los antiguos patriarcas, reyes, y profetas. Todo su pensamiento
estaba moldeado en el espíritu de los escritos inspirados de su
tiempo.
4 Los límites de esta exposición no permiten un análisis
Plan Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 63

tante que ninguna otra cosa, en relación con su objetivo úl­


timo, fue que mientras tanto les fue enseñando cóm o ganar
almas.
Prácticamente todo lo que Jesús hizo y dijo tuvo algún
significado para su obra de evangelizacion, ya fuera por
medio de la explicación de una verdad espiritual o ya al re>-
velarles cómo tratar a los hombres. No se vio urgido de pre^
parar situaciones didácticas, sino que se limitó a aprove­
char las que se iban presentando, y por ello su enseñanza
siempre parecía realista. De hecho, en su mayor parte, los
discípulos la iban absorbiendo sin siquiera saber que esta­
ban recibiendo preparación para ganar, en condiciones pa­
recidas, a las gentes para Dios.

Enseñar con naturalidad


Este punto, al que ya se ha aludido varias veces, nunca
se hará resaltar lo suficiente. Jesús fue tan magistral en su
enseñanza que no dejó que el método obscureciera lo que
enseñaba. Quiso que la verdad atrajera por sí misma, y no
la presentación.5 Su método a este respecto fue ocultar el
hecho de que siquiera tuviera un método, él era su método.
Puede resultar difícil comprender esto en estos tiem­
pos de técnicas profesionales y de recursos vistosos. En
algunas esferas parecería casi que somos incapaces de ac­
tuar sin un manual bien ilustrado o un cuadro bien deta­
llado que nos indiquen qué debemos hacer. L o menos que

exhaustivo de todas las prácticas de Jesús que afectaron su vida.


Su forma de enseñar a los discípulos a orar y a utilizar la Biblia
se menciona sólo como ejemplo de lo cuidadoso que fue en pre­
parar a sus seguidores para el servicio. De querer tratar el tema
en forma completa, habría que estudiar su forma de dar culto,
su preocupación por los ritos y leyes de la sociedad, su actitud
respecto a las responsabilidades civiles y sociales, para mencio­
nar sólo unos cuantos puntos. Pero lo importante es que en
todas estas cosas Jesús enseñó a los discípulos a cómo vivir
una vida adecuada y victoriosa en medio de un mundo pagano.
5Numerosos autores han tratado de analizar las técnicas di­
dácticas de Jesús, y quien quiera dedicarse a estudiar este tema
liaría bien en consultar, entre otras, las siguientes obras: Jesús
el Maestro por Plorence Nickles (Editorial “ La Aurora” ) y Jesús
el Maestro por J. R. Price (Casa Bautista de Publicaciones).
64 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

podríamos esperar es una clase de cómo ganar almas. Con


todo, por extraño que parezca, los discípulos nunca dispu­
sieron de ninguna de estas cosas que hoy día se consideran
tan esenciales para el trabajo.
Todo lo que los discípulos tuvieron que enseñarles fue
un Maestro que practicó con ellos lo que esperaba que
aprendieran. La evangelizacion fue vivida ante ellos en es­
píritu y en técnica. Observándolo aprendieron en qué con­
sistía. Los ayudó a reconocer la necesidad innata en todas
las clases de personas, y los mejores métodos para acercár­
seles. Observaron cómo atraía a la gente; cómo ganaba su
confianza e inspiraba su fe; cóm o les manifestaba el cami­
no de salvación y los invitaba a decidirse. En toda clase de
situaciones y entre toda clase de gente, ricos y pobres, sa­
nos y enfermos, amigos y enemigos por igual, los discípulos
vieron en acción al Maestro ganador de almas. No fue re­
sumido en el pizarrón de una clase concurrida ni escrito
en un manual de “hágalo usted por sí mismo” . Su método
fue tan real y práctico porque era totalmente natural.

Clase siempre en acción


Esto fue así tanto en su trato con las masas como
con los individuos. Los discípulos siempre estaban allí para
observar su palabra y sus acciones. Si la forma concreta no
resultaba clara, todo lo que tenían que hacer era pedir al
Maestro que se la explicara. Por ejemplo, después de que
Jesús contó la historia del sembrador a “ mucha gente” (Mar.
4 :ls .; cp. Mat. 13:1-9; Luc. 8 :4 -8 ), sus discípulos “ le pre­
guntaron, diciendo: “¿Qué significa esta parábola?” (Luc.
8:9; cp. Mat. 13:10; Mar. 4 :1 0 ). Ante lo cual Jesús pro­
cedió a explicarles en detalle el significado de las analogías
empleadas en la ilustración. D e hecho, a juzgar por el texto
escrito, dedicó tres veces más de tiempo a explicar esta
historia a los discípulos: que a la lección inicial dada a la
multitud (Mat. 13:10-23; Mar. 4:10-25; Luc. 8 :9 -1 8 ).“
6 Otros ejemplos de lo mismo se hallan a continuación de
la parábola de la cizaña (Mat. 13:36s.); de su reproche a los
fariseos por invalidar la Palabra de Dios con sus tradiciones
(Mat. 15:15s.): la lección acerca del joven insensato (Luc. 12:
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 65

Cuando los discípulos parecían reacios a confesar su


desorientación, entonces Jesús a menudo tomaba la inicia­
tiva en cuanto a aclarar el problema. La historia del joven
rico es un incidente típico. Después de que Jesús lo hubo
tratado más bien con dureza, y el joven se hubo ido entris­
tecido porque amaba a las riquezas más que el reino1de Dios,
Jesús se volvió a los discípulos y les dijo: “De cierto os digo,
que difícilmente entrará un rico en el reino1 de los cielos”
(Mat. 19:23; cp. Mar. 10:23; Luc. 1 8 :2 4 ). “Los discípulos se
asombraron de sus palabras” (Mar. 1 0 :2 4 ). Esto condujo a
una extensa conversación en la que Jesús explicó la razón
de su forma de tratar a este hombre moralmente bueno,
aunque al mismo tiempo aprovechó la oportunidad de
aplicar el principio a la profesión de fe de ellos (Mat. 19:
2 4 -2 0 :1 6 ; Mar. 10:24-31; Luc. 18:25-30).

El principio enfocado
El método de Jesús en este caso fue más que un sermón
ininterrumpido; fue también una lección objetiva. Este fue
el secreto de su influencia al enseñar. No' pidió a nadie que
hiciera o fuera algo que él no hubiera demostrado antes en
su propia vida, con lo que no- sólo demostró que el principio
era aplicable sino también que tenía importancia para su
misión. Y esto fue así porque estuvo constantemente con
sus discípulos. Sus clases de preparación nunca se in­
terrumpieron. Todo lo que hizo y dijo fue una lección per­
sonal real, y como los discípulos estaban con él para darse
cuenta de ello, en la práctica estuvieron aprendiendo sin
cesar, cada minuto.
¿D e qué otra manera se podría aprender su camino?
Está muy bien explicar a la gente lo que queremos decir,
pero es infinitamente mejor mostrarles cóm o hacerlo. La
gente busca demostraciones, no explicaciones.

Aplicación actual del principio


En resumidas cuentas, los que tratamos de preparar a

22s .); su palabra a los fariseos respecto a la llegada del reino


(Luc. 17:22s.); y el asunto del divorcio según la ley de Moisés
(Mat. 19:7s.; Mar. 10:10s.).
66 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

hombres debemos estar dispuestos a hacer que nos sigan,


com o nosotros seguimos a Cristo (1 Cor. 1 1 :1 ). Nosotros so­
mos el ejemplo (Fil. 3:17s.; 1 Tes. 2 :7 , 8; 2 Tim. 1 :1 3 ). Ha­
rán lo que oyen y ven en nosotros (Fil. 4 :9 ) . Con tiempo,
por m edio de esta clase de liderazgo, es posible enseñar
nuestra forma de vivir a los que están constantemente con
nosotros.
Debemos poner en práctica esta verdad en nuestra
vida. No podemos desentendemos ni eludir nuestra res­
ponsabilidad personal de mostrar el camino a los que esta­
mos preparando, y esta revelación debe incluir la práctica
en la vida de las realidades profundas del Espíritu. Este es
el método del Maestro, y sólo esto puede preparar a otros
para realizar su obra.
Con todo, com o sabemos, el simple conocimiento no
basta. Llega un momento en que hay que actuar. No tener
en cuenta esto puede anular tod o lo que se ha adquirido
en el proceso de aprendizaje. En realidad, el conocimiento
que no se aplica a la vida se puede convertir en piedra de
tropiezo para seguir aprendiendo. Nadie entendió esto me­
jor que el Maestro. Preparó hombres para llevar a cabo una
labor, y cuando ya supieron lo suficiente para comenzar a
actuar, hizo posible que así fuera. La aplicación de este
principio es tan notable que hay que estudiarla com o otra
parte de su estrategia de conquista por medio d e hombres
preparados y espiritualmente activos.
OS HARE PESCADORES DE H O M B R E S

M ateo 4 :1 9

6 • DELEGACION

Les asignó trabajo


Jesús realizó siempre su ministerio con miras al mo­
mento en que sus discípulos habrían de asumir la respon­
sabilidad de la obra y salir al mundo con el evangelio re­
dentor. Este plan se fue aclarando en el transcurso de su
vida con Jesús.
La paciencia con que Jesús hizo comprender esto a los
discípulos refleja su consideración para con la capacidad
de ellos de aprender. Nunca se adelantó a insistir en que
actuaran. La primera invitación que les hizo para que lo si­
guieran no incluyó nada en cuanto a salir a evangelizar al
mundo, si bien este fue su plan desde el principio. Su mé­
todo fue que los discípulos llegaran a una experiencia vital
con Dios, y mostrarles cóm o actuaba él mismo antes de de­
cirles lo que tenían que hacer.
Por otra parte, Jesús no se opuso a los deseos
espontáneos de los discípulos de dar testimonio d e su fe;
y, de hecho, pareció complacido de que desearan conducir
a otros al conocimiento d e lo que ellos habían hallado. An­
drés consiguió a Pedro; Felipe encontró a Natanael; Mateo
invitó a sus amigos a una comida en la casa d e Jesús; y Je­
sús respondió con gozo a estas presentaciones. Conviene
también advertir que en varias ocasiones Jesús pidió en
forma específica a aquellos a quienes ayudaba con su mi­

• 67
68 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

nisterio, a que dijeran algo acerca de ello a otros. Sin em­


bargo, en ninguno de estos casos preliminares la vida de
testimonio fue objeto de un mandato explícito.
Jesús utilizó a sus discípulos en otras formas de ayuda
en su obra, tal como encargarse de conseguir comida y pre­
parar hospedaje para el grupo que lo seguía. También les
dejó bautizar a algunos que aceptaron el mensaje (Jn. 4:
2 ) .1 Aparte de esto, sin embargo, más bien sorprende o b ­
servar en los Evangelios que estos primeros discípulos en
realidad no hicieron mucho más que observar a Jesús por
un año o más. Su actividad fue la que mantuvo ante ellos
la visión, y en su llamamiento de los cuatro pescadores
recalcó que siguiéndole tenían que ser pescadores de hom­
bres (Mat. 4:19; Mar. 1:17; Luc. 5 :1 0 ), pero no parece que
hicieran mucho a este respecto. Es más, incluso después de
haber sido formalmente ordenados para el ministerio unos
meses después (Mar. 3:14-19; Luc. 6 :1 3 -1 6 ), siguieron sin
dar pruebas de llevar a cabo ninguna iniciativa evangeli-
zadora propia. Esta observación quizá debería hacemos ser
más pacientes con los recién convertidos que nos siguen.

Primera misión evangelizadora de los doce


Pero al comenzar Jesús el tercer recorrido d e Galilea
(Mat. 9:35 ; Mar. 6 :6 ), sin duda se dio cuenta de que había
llegado el momento en que los discípulos podían participar
más directamente en la obra. Ya habían visto lo suficien­
te, por lo menos para comenzar. Ahora necesitaban poner

1No puedo abstenerme de observar a este respecto que a


los discípulos de Jesús se les dio el privilegio de administrar el
rito del bautismo bastante antes de que recibieran la misión de
predicar. Si fuéramos a deducir de esto una norma de adminis­
tración eclesiástica, querría decir que el ministerio de la predi­
cación es ciertamente más significativo y va acompañado de
más peligros y privilegios que el ministerio de las ordenanzas,
por lo menos del bautismo. Quienquiera, pues, a quien se le con­
fia el ministerio sagrado de la Palabra, tiene una posición mu­
cho más responsable que simplemente la de administrar el bau­
tismo y, por lo tanto, la responsabilidad mayor incluiría la
menor. La aplicación de esta norma, sin embargo, tendría algu­
nas consecuencias de gran alcance en muchas congregaciones
de la iglesia moderna.
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 69

en práctica lo que habían visto hacer a su Maestro. Por esto


“ llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos”
(Mar. 6:7; cp. Mat. 10:5; Luc. 9:1, 2 ). Al igual que el águila
madre enseña a sus crías a volar empujándolas fuera del
nido, así Jesús empujó a sus discípulos al mundo para que
probaran sus propias alas.

Instrucciones breves
Antes de enviarlos, sin embargo, Jesús les dio algunas
instrucciones para su misión. L o que les dijo en esa ocasión
es muy importante para este estudio porque, en un sentido,
les resumió en forma explícita lo que les había estado ense­
ñando en forma implícita todo el tiempo.
Primero reafirmó el propósito1 que había asignado a
sus vidas. Tenían que salir a “predicar el reino de Dios, y a
sanar a los enfermos” (Luc. 9:1, 2; cp. Mat. 10:1; Mar. 6:
7 ). En esta comisión nada había de nuevo, pero sirvió para
aclarar la tarea. Sin embargo, las instrucciones nuevas que
les dio sí hicieron resaltar lo inminente de la tarea con el
anuncio de que “ el reino de los cielos se ha acercado (Mat.
10 :7 ). También detalló en forma más completa el objetivo
de su autoridad al decirles no sólo que sanaran, sino tam­
bién “limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera de­
monios” (Mat. 1 0 :8 ).
Pero Jesús no se limitó a esto. Les indico también a
quiénes debían dirigirse en primer lugar. Por camino de
"entiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entreis,
sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel
(Mat. 10:5, 6 ). Fue com o si Jesús les dijera a los discípulos
dónde iban a encontrar el auditorio más capaz de oír el
mensaje. Así había procedido Jesús en su ministerio, si bien,
a medida que pasaba el tiempo, no se limitó a ello. Com o los
compatriotas eran los más parecidos a ellos en formación
cultural y religiosa, es natural que comenzaran con ellos. Es
interesante, sin embargo, que unos meses más tarde, al en­
viar a los setenta, no repitiera esta recomendación, con lo
que quizá quiso indicar que ya había llegado el momento
de ir con el mensaje de Cristo más allá de las fronteras
naturales.
70 • Pl a n Suprem o de E v a n g e l iz a c io n

En cuanto a su sostenimiento, tenían que confiar en


que Dios les iba a proveer de todo lo necesario. Se les dijo
que sirvieran gratuitamente del mismo modo que su Señor
les había servido a ellos (Mat. 1 0 :8 ). En consecuencia, Je­
sús los instruyó para que no cargaran sin necesidad con
bagaje y provisiones (Mat. 10:9, 10; Mar. 6:8, 9; Luc. 9 :3 ).
Si eran fieles a Dios, él procuraría que no les faltara nada.
“El obrero es digno de su alimento” (Mat. 10:10).

Seguir su método
El plan de Jesús es todavía más específico en las ins­
trucciones que da a los discípulos de encontrar alguna per­
sona amigable en cada ciudad que visiten, y de vivir en su
casa por el tiempo que continúen su labor evangelizadora
en la zona. “ Más en cualquier ciudad o aldea donde en­
tréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta
que salgáis” (Mat. 10:11; comp. Mar. 6:10; Luc. 9 :4 ). En
efecto, se les dijo a los discípulos que dedicaran la mayor
parte del tiempo^ a los individuos más prometedores de cada
ciudad, quienes con ello podrían proseguir la obra después de
la salida de los propios discípulos. Esto tenía que recibir
prioridad absoluta. De hecho, si no podían encontrar a na­
die que los acogiera, se les instruye específicamente a que
sacudan el polvo de sus pies com o testimonio en contra de
aquellos faltos de hospitalidad. Sería “más tolerable el cas­
tigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aque­
lla ciudad” (Mat. 10:14, 15; cp. Mar. 6:11; Luc. 9 :5 ). Este
principio de establecer una cabeza de puente en un lugar
nuevo de trabajo, por medio de la obtención de un líder p o­
tencialmente clave para la labor de continuación, no ha de
minimizarse. Jesús lo había practicado con sus discípulos,
y esperaba que ellos hicieran lo mismo. Todo su plan de;
evangelizacion dependía de ello, y esos lugares que nega­
ban a los discípulos la oportunidad de practicar este prin­
cipio, de hecho1se atrajeron sobre sí el juicio de obcecación
total.

Esperar inconvenientes
El hecho de que algunos rechazaran el ministerio de los
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 71

discípulos sólo hizo más patente la advertencia de Jesús en


cuanto al tratamiento que podían esperar recibir. “ Guar­
daos de los hombres, porque os entregarán a los concilios,
y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y
reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a
ellos y a los gentiles” (Mat. 10:17, 1 8 ). Esto resultaba del
todo natural, ya que “el discípulo no es más que su maes­
tro, ni el siervo más que su señor” (M at. 1 0 :2 4 ). Los diri­
gentes habían llamado a Jesús Beelzebú, y los suyos no de­
bían esperar menos (Mat. 10:2 5 ). Esto equivalía a decir que
su camino se oponía a las pautas aceptadas de la sabiduría
del mundo. Por ello los hombres los odiarían (Mat. 10:22,
23 ). Sin embargo, Jesús les dijo que no temieran. Dios nunca
los abandonaría, Y aunque su testimonio se viera acompa­
ñado de graves peligros para su vida, el Espíritu Santo los
capacitaría para salir al paso de los problemas (Mat. 10:20,
2 1 ). Fuera lo que fuere lo que les sucediera, Jesús les garan­
tizó que a quienquiera que lo confesare ante los hombres, él
lo recordaría delante de su Padre en los cielos (Mat. 1 0 :3 2 ).
No se puede evitar sentirse impresionado por la forma
realista com o Jesús nunca permitió que sus discípulos sub­
estimaran la fuerza del enemigo, ni la resistencia natural
de los hombres a su evangelio redentor. N o buscaban pro­
blemas. De hecho, les advierte que sean “prudentes como
serpientes, y sencillos como palomas” (Mat. 1 0 :1 6 ), lo cual
subraya la necesidad del tacto; pero a pesar de todas sus
precauciones, subsistía el hecho de que el mundo no iba a
recibir a los discípulos en forma acogedora cuando predi­
caran el evangelio. Se los enviaba “com o a ovejas en medio
de lobos” (Mat. 10 :1 6 ).

Evangelio que divide


Es significativo también que Jesús les recordara la na­
turaleza decisiva de la invitación que el evangelio hace. No
podía haber componendas con el pecado, y por esta razón,
quienquiera que se resistiera a Dios, tenía la seguridad d e
quedar perturbado ante la predicación de ellos. N o eran
enviados amistosos que iban a mantener el statu quo de la
complacencia propia. Más bien dijo Jesús: “ N o penséis que
72 • Pla n Su pr em o de E v a n g e l iz a c io n

he venido para traer paz a la tierra; no he venido para


traer paz, sino' espada. Porque he venido para poner en di­
sensión al hombre con su padre, a la hija contra su madre,
y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre
serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que
a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a
mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en
pos de mí, no es digno de mí” (Mat. 10:34-38). Si los discí­
pulos habían pensado antes que su labor iba a ser fácil,
ciertamente tuvieron que cambiar de idea. Iban a salir con
un evangelio revolucionario, y cuando se le obedecía, pro­
ducía un cambio revolucionario en las personas y la
sociedad.
Uno con Cristo
L o que Jesús quiso hacer notar en todas estas instruc­
ciones fue que la misión de los discípulos no era diferente en
principio o método de la suya. Comenzó dándoles su propia
autoridad o poder para realizar la obra (Mat. 10:1; Mar. 6:
7; Luc. 9 :1 ), y concluyó asegurándoles que lo que hicieran
sería com o si lo hiciera él mismo. “ El que a vosotros recibe,
a m í me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me en­
vió” (Mat. 10:40; cp. Jn. 1 3 :2 0 ). ¡Pensemos en esta identi­
ficación! Los discípulos iban a ser los verdaderos represen­
tantes de Cristo cuando salieran. Era tan clara esta asocia­
ción, que si alguien diera aunque sólo fuera un vaso de agua
fría a un niño en nombre de un discípulo, ese acto de mise­
ricordia sería recompensado (Mat. 10:42).
De dos en dos
Estas fueron las instrucciones que Jesús dio a sus dis­
cípulos. Pero antes de que salieran, form ó grupos de dos en
dos (Mar. 6 :7 ) .2 Sin duda este plan tuvo como intención
2El plan de salir en parejas parece que fue la práctica se­
guida a menudo en los Evangelios. Por ejemplo, dos discípulos
fueron enviados a buscar el pollino para que Jesús lo utilizara
para entrar en Jerusalén (Luc. 19:29). Pedro y Juan fueron
enviados juntos para preparar la Pascua (Luc. 22:8). Es pro­
bable que Santiago y Juan fueran juntos a Samaría antes de
Jesús, ya que fueron los que se lamentaron indignados de la
forma en que habían sido recibidos (Luc. 9:52, 54).
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 73

que los discípulos tuvieran siempre compañía. Juntos se


podían ayudar mutuamente, y cuando surgieran circuns­
tancias adversas, com o sin duda ocurriría, podrían encon­
trar solaz entre ellos. También esto refleja la preocupación
característica de Jesús por la unión.
'‘Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando
el evangelio y sanando por todas partes” (Luc. 9 :6 ; cp. Mar.
6 :1 2 ). Y así el pequeño grupo de discípulos comenzó por
fin el ministerio activo propio para Cristo.
Desde luego, esto no fue excusa para que Jesús descui­
dara su propio trabajo. Nunca pidió a nadie que hiciera
algo que él no estuviera dispuesto a hacer. Por esto cuando
los discípulos salieron, el Maestro igualmente “ se fue de allí
a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos” (Mat. 1 1 :1 ).

La misión de los setenta


No muchos meses después de esto “otros setenta” fue­
ron enviados de dos en dos para dar testimonio de su Se­
ñor (Luc. 10 :1 ). No se sabe con seguridad quiénes fueron
estos otros discípulos, pero hay indicios de que los doce for­
maban parte de ese grupo. El tamaño del grupo también in­
dica que se debió en cierto m odo a la creciente actividad de
los doce en el testimonio de Cristo.
Las instrucciones dadas a este grupo más numeroso
fueron esencialmente las mismas que las dadas antes a
los doce (Luc. 10:2-1 6). Una novedad en esta nueva comi­
sión fue el recordarles que iban “ a toda ciudad y lugar a
donde él había de ir” (Luc. 1 0 :1 ). Es decir, los discípulos
eran precursores de su Señor, para preparar su ministerio'.
Este detalle les había sido recalcado unas semanas antes
durante un viaje a Samaría (Luc. 9 :5 2 ), de manera que en
realidad no fue algo que les resultara nuevo. Simplemente
indicaba de nuevo que todos ellos iban a practicar lo que
habían aprendido en cuanto a la estrategia evangelizado»
de su Maestro.

Mandatos después de la resurrección


El principio de asignar trabajo d e evangelizacion a los
discípulos se demostró en forma definitiva p o co antes de
74 • Plan Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

que regresara al cielo después de la crucifixión y resurrección.


En por lo menos cuatro ocasiones al reunirse con sus dis­
cípulos, les dijo que salieran a realizar su obra. Se lo men­
cionó por primera vez a los discípulos, con la excepción de
Tomás, en esa primera noche de Pascua, cuando estaban
reunidos en el aposento alto. Después de que Jesús hubo
mostrado a los sorprendidos discípulos las señales de los
clavos en las manos y los pies (Luc. 24 :3 8 -4 0 ), y de que
hubo compartido la comida con ellos (Luc. 2 4 :4 1 -4 3 ), les
dijo: “Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también
yo os envío” (Jn. 2 0 :2 1 ). Luego Jesús les garantizó una vez
más la promesa y la autoridad del Espíritu Santo para rea­
lizar la obra.
Un poco después, cuando Jesús desayunaba con los dis­
cípulos junto al mar de Tiberias, le dijo a Pedro tres veces
que apacentara sus ovejas (Jn. 21:15, 16, 17). Esta exhor­
tación significó para el gran pescador la prueba de su amor
por el Maestro.
En una montaña de Galilea dio la Gran Comisión no
sólo a los once discípulos (Mat. 2 8 :1 6 ), sino también a
toda la iglesia que por entonces contaba unos 500 herma­
nos (1 Cor. 1 5 :6 ). Fue una proclamación clara de su estra­
tegia de conquista mundial. “Toda potestad me es dada en
el cielo y en ia tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a to­
das las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y
del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:
18-20; cp. Mar. 16:15-18).
Finalmente, antes de regresar al Padre, Jesús por úl­
tima vez se lo volvió a repetir a los discípulos, mostrándoles
cóm o había sido necesario que todo se cumpliese mientras
estuvo con ellos (Luc. 24:44, 4 5 ). Su sufrimiento y muerte,
al igual que su resurrección de entre los muertos al tercer
día, fue según lo previsto (Luc. 2 4 :4 6 ). Jesús pasó a mos­
trarles a los discípulos que era necesario “que se predicase
en su nombre el arrepentimiento y el perdón d e pecados
en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Luc.
2 4 :4 7 ). Y para el cumplimiento' de este propósito divino,
Plan Su pbem o de E v a n g e l iz a c io n • 75

los discípulos eran parte tan importante com o el Maestro.


Tenían que ser los instrumentos humanos que anunciaran
las buenas nuevas, y el Espíritu Santo iba a ser el poder
personal que Dios les daría para su misión. “ Recibiréis
poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo,
y me seréis testigos en Jerusalén, en Samaría, y hasta lo
último de la tierra” (H ch. 1:8; cp. Luc. 24:48, 4 9 ).

El principio está claro


Es evidente que Jesús no dejó la obra d e evangelizacion
sujeta a impresiones o conveniencias humanas. Para los
discípulos fue un mandato concreto, captado por instinto
al comienzo de su condición de discípulos, pero luego acla­
rado progresivamente en su pensamiento a medida que se­
guían a Jesús, y por fin especificado en términos nada con­
fusos. Nadie que siguiera de continuo1 a Jesús podía eludir
esta conclusión. Así fue entonces; así es hoy.
Los discípulos cristianos son hombres enviados: envia­
dos para la misma labor de evangelizacion mundial para la
que fue enviado el Señor y por la que dio la vida. La evange-
lización no es un accesorio optativo de nuestra vida. Es el
palpitar de todo lo que hemos sido llamados a ser y ha­
cer. Es la comisión de la iglesia que da significado a todo lo
demás que se emprende en el nombre de Cristo. Con este
propósito bien claro, todo lo que se dice y hace cumple en
forma gloriosa el propósito redentor de Dios —institución
nes educativas, programas sociales, hospitales, reuniones
de la iglesia, de la clase que sean - todo lo que se hace en
el nombre de Cristo tiene justificación en el cumplimien­
to de esta misión.

Aplicación actual del principio


Pero no basta convertir esto en ideal. D ebe recibir ex­
presión tangible de parte de los que siguen al Salvador. La
mejor forma de estar seguros de que así se hace es asignar
trabajo práctico y esperar que se lleve a cabo. Esto hace que
los hombres den los primeros pasos, y cuando ya han visto
la obra demostrada en la vida de su Maestro, no hay razón
para no cumplir con la asignación hecha. Cuando la igle­
76 • P la n Suprem o de E v a n g e liz a c io n

sia tome en serio esta lección, y se dedique de verdad a la


evangelizacion, entonces los que ocupan los bancos de la
iglesia comenzarán a moverse para Dios.
Sin embargo, el hecho de que uno inicie la labor no es
garantía de que la va a continuar. Una vez superada la
inercia, sigue siendo necesario continuar en movimiento,
y en la dirección adecuada. Ciertamente que lo que Jesús
asignó a los discípulos, por lo menos al principio, no los exi­
mió de continuar en su escuela de preparación. Tenían que
aprender mucho más antes de que se les pudiera considerar
listos para recibir el diploma, y hasta que no llegara este
momento, no tenía la intención de que se apartaran de su
dirección personal. Su preocupación a este respecto fue tan
explícita y su m étodo d e ocuparse de ello tan evidente, que
hay que analizarlo com o otro paso en su estrategia de vic­
toria final.
¿N o E N T E N D E IS NI C O M P R E N D E IS ?

M arcos 8:17

7 • SUPERVISION

Los vigiló sin cesar


jesús procuró siempre reunirse con los discípulos des­
pués de sus recorridos, a fin de escuchar sus informes y
compartir con ellos las bendiciones de su propio ministerio;
En este sentido, se podría decir que su enseñanza alternó
entre instruir y asignar. Durante todo el tiempo que estuvo
con ellos, los ayudó a entender la razón de alguna acción
previa o los preparó para alguna experiencia nueva. Sus
preguntas, ilustraciones, advertencias y admoniciones te­
nían como fin hacerles ver lo que necesitaban saber a fin
de llevar a cabo su obra, la cual consistía en la evangeliza-
ción del mundo.
En consecuencia, 110 mucho despues de haber enviado
a los doce, “ los apóstoles se juntaron con Jesús” para con­
tarle “ todo lo que habían hecho” (Mar. 6:3 0 ; Luc. 9 :1 0 ).
Parecería, por lo que dice la Biblia, que esta reunión había
sido acordada de antemano, y por ello, esa primera salida
de los apóstoles solos no fue más que un experimento sobre
el terreno mientras proseguían su preparación junto al
Maestro.
El reagrupamiento de los discípulos luego de su re­
corrido evangelizado):, desde luego les proporcionó cierto
descanso indispensable de cuerpo y alma. La Escritura no
dice cuánto tiempo estuvieron los discípulos fuera. Quizá

• 77
78 • P la n Suprem o de E v a n g e liz a c io n

unos pocos días, o una semana. El factor tiempo en este


caso no es lo importante. L o quel sí importa, com o los Evan­
gelios muestran, es que después de que los discípulos fue­
ron enviados a trabajar, tuvieron que volver a reunirse para
compartir sus experiencias: con el grupo.
En forma semejante, después de que salieron los se­
tenta, Jesús los llamó para que informaran de su labor. “Vol­
vieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios
se nos sujetan en tu nombre” (Luc. 10:17). En la misión
previa de los doce, no se menciona ningún éxito espectacular,
pero en esta ocasión habían conseguido triunfos emocionantes.
Quizá la diferencia radicó en la experiencia que los discí­
pulos habían ganado.
Nada hubiera podido alegrar a Jesús más que esto.
Frente al triunfo final que la labor de ellos garantizaba, Je­
sús dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”
(Luc. 1 0 :18 ). “En aquella misma hora Jesús se regocijó en
el Espíritu” y luego alabó en voz alta a Dios por lo que ha­
bía hecho (Luc. 10:2, 2 2 ). Por esto había trabajado Jesús
durante todos esos largos meses, y ahora comenzaba a ver
los frutos de su obra. Con todo, para demostrar cóm o Jesús
estaba al tanto para que las experiencias sirvieran de maes­
tras de la verdad, incluso utilizó esta ocasión para llamar
la atención de los discípulos a que no cayeran en el orgullo
por lo conseguido. Como él lo dijo: “ Pero no os regocijéis de
que los espíritus se os sujeten, sino regocijaos de que vues­
tros nombres están escritos en los cielos” (Luc. 10:20).
Repaso y aplicación constantes
L o que se percibe con tanta viveza en estas reuniones
de examen que seguían a las salidas de los discípulos, no
hace más que resaltar la estrategia de Jesús a lo largo de
su ministerio. Al examinar alguna experiencia concreta
que los discípulos habían tenido sacaba alguna aplicación
práctica de la misma para sus vidas.
Tomemos, com o ilustración, la forma en que respondió
a los esfuerzos inútiles de algunos d e sus discípulos para
curar a un muchacho endemoniado. Este incidente se pre­
sentó mientras Jesús estaba en el monte de la Transfigura­
ción, con Pedro, Santiago, y Juan. En ausencia del Maes­
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 79

tro, los otros discípulos habían tratado d e curar a un mu­


chacho endemoniado que el padre había traído ante ellos.
El caso era excesivo para la le que tenían, y cuando Jesús
regresó para ver cómo iban las cosas, encontró al padre
angustiado con el hijo enfermo que sufría un ataque de^
lante de los discípulos impotentes. Jesús, desde luego, sanó
al muchacho, pero no dejó pasar la oportunidad sin dar a
los discípulos ilustrados una lección, que tanto necesita­
ban, de cómo, por medio de la oración y el ayuno, habrían
debido servirse de la fidelidad de Dios (Mat. 17:14-20; Mar.
9:17-29; Luc. 9 .37-43 ).
O, en otra ocasión, pensemos en la forma en que les re­
cordó la parte que habían desempeñado en alimentar a la
multitud para grabar en ellos la idea de su poder para ha­
cer cualquier cosa, en tanto que les enseñaba una lección
vital de discernimiento espiritual (Mat. 14:13-21; 15:29-
38; Mar. 6:30-44; 7 :3 1 -8 :9 , 13-21; Luc. 9:10-17; Jn. 6 :1 -
13). Ocurrió cuando cruzaban el mar de Galilea en una
barca, inmediatamente después de la dura acusación del
Maestro contra la actitud crónica que tenían las sectas re­
ligiosas de ese tiempo de buscar señales (Mat. 15:39—16:
4; Mar. 8:1 0 -1 2 ). Jesús, sin duda muy agobiado por el in­
cidente ocurrido al otro lado del lago, se volvió a los discí­
pulos y les dijo: “Mirad, guardaos de la levadura de los fa­
riseos.” Pero los discípulos,, espiritualmente torpes, toda­
vía hambrientos y sin pan, pensaron que no deberían com­
prar pan de esa gente incrédula, y por tanto se pregunta­
ban de dónde sacarían con qué comer. A l darse cuenta de
que no habían entendido para nada la lección espiritual de
sus observaciones, las cuales querían ponerlos sobre aviso
contra la incredulidad, Jesús dijo: “ ¿Qué discutís, porque
no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis
endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no véis, y te­
niendo oídos no oís? ¿Y no recordáis? Cuando partí los cin­
co panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los p e ­
dazos recogisteis?” Los discípulos contestaron, “doce”
(Mar. 8:19)'.
Sin duda que esto les hizo recordar claramente ese día
cuando sentaron a las multitudes para comer, y luego vie­
80 • Plan Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

ron a Jesús realizar el milagro de los panes.1 Recordaron,


también, cómo los había utilizado para distribuir las provi­
siones de modo que todos tuvieran bastante, y luego para
recoger el sobrante. En realidad, fue un recuerdo vivo, por­
que cada uno de los doce se quedó con una cesta llena de
comida cuando la multitud se dispersó. También recorda­
ron cómo les habían quedado siete cestas después de dar
de comer a los cuatro mil. Con esta prueba del poder mila­
groso de Jesús no podía caber la menor duda acerca de su
capacidad para darles de comer con el pan que tenían si
fuera necesario. “Entonces entendieron que no les había di­
cho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la d oc­
trina de los fariseos y de los saduceos” (Mat. 16:12)

Lecciones sobre la paciencia


Una de las lecciones más penetrantes de carácter
correctivo que el Maestro dio inmediatamente después de la
actividad de los discípulos, tuvo relación con la actitud de
ellos respecto a otros que trabajaban pero no eran miembros
del grupo apostólico. Parece que en el curso de sus viajes se
habían encontrado con personas que arrojaban demonios
en el nombre de Jesús, pero como dichas personas no eran
de su grupo, los discípulos los habían censurado duramen­
te por ello (Mar. 9:38; Luc. 9 :4 9 ). Sin duda que los discí­
pulos de Jesús sintieron que actuaban bien, pero cuando el
Maestro se enteró de ello, sintió la necesidad de explicarles
en detalle los peligros de oponerse a cualquier obra since­
ra hecha en su nombre (Mat. 18:6-14; Mar. 9:3 9 -5 0 ). “ No
se lo prohibáis” ; dijo Jesús, “porque el que no es contra
nosotros, por nosotros es” (Luc. 9 :5 0 ). Luego, aplicando
esta idea en una forma más general a todas "las personas
inocentes, sobre todo a los niños, siguió diciendo: “Cual-
quiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que
1Antes de que Jesús diera de comer a los 5,000, pidió pri­
mero a los discípulos que dieran de comer a la gente. Lo hizo
expresamente para mostrarles la poca fe que tenían (Jn. 6:6),
y también para grabar en ellos el problema que ello implicaba.
Sólo después de que los discípulos se convencieron de su total
impotencia frente a esta situación intervino Jesús, pero incluso
entonces se sirvió de los discípulos para solucionar el problema.
Plan Su prem o de E v a n g e l iz a c io n • 81

creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de mo­


lino al cuello, y se le arrojase al mar” (Mar. 9 :4 2 ). “N o es
la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se
pierda uno de estos pequeños” (Mat. 18:14).
En otro viaje, los discípulos encontraron cierta resis­
tencia a su labor cuando se hallaban trabajando por su Se­
ñor en Samaría. Su reacción impulsiva fue de querer des­
truir al pueblo, por lo que quisieron pedir que bajara fuego
del cielo (Luc. 9 :5 1 -5 4 ). Pero Jesús, que estaba cerca, “ los
reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu
sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder
las almas de los hombres, sino para salvarlas” (Luc. 9:55,
5 6 ). Y luego, mostrando a los discípulos cómo podían re­
solver esta clase de problemas, “se fueron a otra aldea”
(Luc. 9 :5 6 ).

El principio aplicado
Se podrían citar muchos otros ejemplos para mostrar
cómo Jesús vigilaba las acciones y reacciones de los discípu­
los a medida que se encontraban con situaciones difíciles.
Estuvo siempre tras ellos, observándolos más de cerca a
medida que su ministerio en la tierra llegaba a su fin. No
les permitía descansar ni en los triunfos ni en los fracasos.
Por sobre todo lo que ya hubieran hecho, siempre queda­
ban cosas por hacer y aprender. Se alegraba con sus éxitos,
pero su meta no era otra que la conquista del mundo, y con
este objetivo supervisaba sin cesar los esfuerzos.2
Ahí tenemos la capacitación práctica más excelente.
Jesús dejaba que sus seguidores experimentaran algo u ob­
servaran algo por sí mismos, y luego se servía de ellos com o
punto de partida para enseñar una lección de discipulado.
El hecho de que ellos trataran de realizar la labor de él,
aunque a veces fracasaran, les daba una conciencia .más
aguda de sus deficiencias, y por ello estaban más dispues­
tos a recibir la corrección del Maestro. Además, el enfren-
2Es significativo que tuviera cuidado de enseñarles que el
Espíritu Santo iba a seguir supervisando su labor después de
que él hubiera dejado de dirigirlos. El obrero cristiano nunca se
queda sin supervisión personal.
82 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

tarse con situaciones vivas permitía a Jesús orientar su en­


señanza hacia necesidades específicas y detallarlas en tér­
minos concretos basados en experiencias prácticas. Siem­
pre se valora más una enseñanza después de que se ha te­
nido oportunidad de aplicar lo que se sabe.
L o importante en toda esta labor de supervisión de Je­
sús fue que mantuvo a los discípulos progresando hacia la
meta que les había establecido. No esperaba de los discípu­
los más de lo que podían hacer, pero sí esperaba lo me­
jor de sus esfuerzos, y esperaba que fueran mejorando a
medida que crecían en conocimiento y gracia. Su plan de
enseñanza, por ejemplo, el asignar trabajos, y la vigilancia
constante, tuvieron como fin el que descubrieran todo lo
que podían llegar a hacer.

Aplicación actual del principio


En nuestros días se necesita una supervisión no menos
paciente aunque decidida de parte de los que tratan de pre­
parar a otros para la evangelización. Que nadie se atreva a
presumir de que la obra se llevará a cabo simplemente por­
que ha enseñado a un obrero bien dispuesto cómo hay que
actuar, y luego lo ha enviado con grandes esperanzas en
cuanto a obtención de frutos. Multitud de cosas pueden su­
ceder que hagan fracasar O1 desviar la obra, y a no ser que
personas competentes y comprensivas se ocupen de esto
en forma realista, el obrero puede muy bien sentirse des­
alentado y derrotado. Asimismo, muchas experiencias de
gracia que deleitan el alma necesitan aclararse y ahondar­
se por medio de su interpretación a la luz de la misión
mundial total de Cristo. Es, pues, crucial que los que se de­
dican a la obra de evangelización dispongan de supervisión
y guía personales hasta tanto lleguen a la madurez sufi­
ciente para proseguir solos.

Tener visión clara


Siempre se debe recordar, también, que la meta es la
conquista del mundo. No permitamos que nada inferior a
esto se convierta en el objetivo de nuestra estrategia. De­
masiadas veces llega alguien bien dispuesto en busca de algo
Pl a n Su p e e m o de E v a n g e l iz a c io n • 83

en qué servir, y es enviado sin ninguna preparación ni ins­


piración. El resultado es que su actividad se limita a una
descarga ardorosa de excitación. N o hay crecimiento. La
capacidad en potencia que hay en el obrero no se desarro­
lla y, en breve, por falta de supervisión, se echa a perder
un dirigente prometedor. El éxito se pierde en la víspera del
triunfo. L o que parecía bueno viene a resultar piedra de
tropiezo en el mejor de los casos.
Sin duda que muchos de nuestros esfuerzos por el rei­
no se disipan por esta razón. Fracasamos, no por no tratar
de hacer algo, sino porque dejamos que nuestros pequeños
esfuerzos se conviertan en excusa para no hacer mas. El
resultado es que perdemos por negligencia lo adelantado
en años de duro trabajo y sacrificio.
¿Cuándo aprenderemos la lección de Cristo de no con­
tentarnos con las primicias de aquellos que son enviados a
dar testimonnio? Hay que conducir a los discípulos a la
madurez. No puede haber sustitutos para la victoria total,
y nuestro campo de trabajo es el mundo. N o hemos sido lla­
mados a proteger el fortín, sino a atacar las cumbres. A la
luz de esto se puede entender la última fase de la estrategia
evangelizadora de Jesús.
O S H E P U E S T O P A R A Q U E V A Y A IS
Y L L E V E IS F R U T O

Juan 15:16

8 • REPRODUCCION

Esperaba que reprodujeran


Jesús se propuso que los discípulos reprodujeran su
imagen en y por medio de la iglesia que se iba formando en
el mundo. D e este m odo su ministerio en el Espíritu queda­
ría duplicado muchas veces por medio de su ministerio en
las vidas de sus discípulos. Por medio de ellos y de otros
com o ellos continuaría expandiéndose en un ámbito cada
vez mayor, hasta que las multitudes pudieran conocer en
algún m odo parecido la experiencia que ellos habían cono­
cido con el Maestro. Con esta estrategia, la conquista del
mundo era sólo cuestión de tiempo- y d e la fidelidad de ellos
al plan.
Jesús había creado en sus discípulos la estructura de
una iglesia que desafiaría y triunfaría sobre todos los pode­
res de la muerte y el infierno. Había comenzado en peque­
ño como un grano de mostaza, pero crecería en tamaño y
fuerza hasta convertirse en “ la mayor de las hortalizas”
(Mat. 13:32; cp. Mar. 8:32; Luc. 13:18, 19). Jesús no> esperó
que todos se salvaran (se dio cuenta en forma realista de
la rebelión de los hombres a pesar de la gracia), pero tam­
bién previo el día en que el evangelio de salvación en su
nombre sería proclamado en forma convincente a toda cria­
tura. Por medio d e ese testimonio, su iglesia militante un
día sería la iglesia universal y llegaría a ser la iglesia triun­
fante.

• 85
86 • Pl a n Su p r e m o be E v a n g e l iz a c io n

No iba a ser una conquista fácil. Muchos sufrirían per­


secución y martirio en la batalla. Con todo, por grandes que
fueran las pruebas por las que su pueblo pasara, y por mu­
chas escaramuzas momentáneas que se perdieran en la lu­
cha, el triunfo final era seguro. Su iglesia triunfaría al fi­
nal.' Nada podría prevalecer en forma permanente con­
tra ella (Mat. 16:18).

Triunfo por medio del testimonio


Esta confianza increíble en el futuro se basaba en su
conocimiento de aquellos que le rendían culto en el piesen-
te. Sabía que sus discípulos habían conocido por lo menos
la esencia de su gloria. Pedro, el portavoz del giupo1, lo ha­
bía sintetizado en su afirmación a Jesús: “Tú eres el Cris­
t o , el Hijo del Dios viviente” (Mat. 16:16; cp. Mar. 8:^9;
Luc. 9 :2 0 ). Ahí estaba una verdad indestructible, y^ sobre
este fundamento veía Jesús que su triunfo se, conseguiría, a
contestar: “ Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi
iglesia” (Mat. 16:18).
La fuerza de estas palabras indica lo importante que
es la iniciativa humana en la consecución de ese fin. A p e­
sar de las discusiones que ha provocado el matiz eclesiásti­
co del pasaje, deberíamos estar de acuerdo, por lo menos,
en que las palabras de Jesús fueron dirigidas a alguien que
en forma personal había hecho profesión de fe en su Se-
ñor. ' En realidad, al darse cuenta de que su Maestro era el
1Para que nadie interprete este optimismo en el sentido de
que la evangelización del mundo que aquí se presenta implica la
negación de la necesidad o el hecho de la segunda venida de
Cristo, quiero reiterar que la predicación del evangelio no nace
más que preparar el camino para la venida del Señor (Mat. 24.
14) Ni descarta la intervención personal de Cristo al fin del
tiempo ni implica que el reino vendrá como resultado del es­
fuerzo humano. Esto es así, sea cual fuere el punto de vista
milenarista que se tenga.
2El carácter personal del pasaje no es presentado a veces con
claridad por los que tratan de evitar incluso la sugerencia de
que a Pedro se le dio supremacía en la iglesia. Esta preocupa­
ción es innecesaria porque no hay nada en el pasaje, ni en nin­
guna otra parte de la Biblia, que refrende las ideas católicas
acerca del papado. Decir incluso que “roca” se refiere a Pedro,
como hacen muchos exégetas simplemente subraya su promi-
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 87

mismo Hijo de Dios no fue algo a lo que Pedro había llega­


do por sí mismo, com o Jesús lo dijo claramente (Mat. 16:
17). Sin embargo, la experiencia de esa revelación en su
vida estuvo concretamente ubicada en su “carne y sangre” ,
y por medio de la expresión fiel d e ese hecho a otros, la igle­
sia de Cristo estaba destinada a triunfar. ¿Cómo' podría pe­
recer? La fe de los apóstoles en el Cristo vivo estaba tan en­
raizada en su vida que se había convertido en una roca
—roca que Pedro reconoció que era su Señor— “la piedra
del ángulo” sobre la que todos los creyentes eran “ piedras
vivas” en la construcción de su iglesia (1 Ped. 2:4-8; cp.
Ef. 2 :2 0 -2 2 ).3
Sin embargo, no debemos dejar de ver la relación di­
recta que existe entre dar testimonio de Cristo y la victo­
ria final sobre el mundo. Una cosa no llega sin la otra. El
aunar estos dos hechos dinámicos con el poder del Espíritu

nencia y liderazgo al afirmar la fe en Cristo. Sin embargo, otros


estudiosos prefieren no ver a Pedro en la “roca” sobre la que
la iglesia se dice que va a ser edificada. Siguen diferentes lí­
neas interpretativas, en especial la idea de que “roca” significa
la confesión de fe de Pedro. Muy parecida a este punto de vista,
y a menudo asociada con él, es la opinión de que la “roca” es
Cristo mismo. Otros creen que se aplica a Pedro como repre­
sentante de todos los creyentes. Algunos de los que asi piensan
se fijan mucho en el hecho de que en griego la palabra “Pedro”
(petros) está en masculino, mientras que la palabra que se tra­
duce por “roca” (petra) está en femenino. Esta distinción per­
mite, basados en el empleo de estas palabras en otros pasajes,
ver a Pedro como “una parte de la formación pétrea” en con­
traste con “ la formación pétrea misma” sobre la que la iglesia
se iba a edificar. Sin embargo, sea cual fuere el punto de vista
que se tenga, subsiste el hecho de que Cristo se dirigió personal­
mente a Pedro, y que Pedro no hubiera podido ser considerado ni
siquiera como una parte de la roca si no hubiera afirmado per­
sonalmente su fe en la divinidad de Cristo. Esta conclusión me
parece que se debe considerar como una verdad obvia aparte de
cualquiera de las interpretaciones que se den a “roca” y que se
han citado antes.
Es digno de advertirse que Pedro mismo emplea esta ana­
logía. Además, la ausencia de cualquier pretensión de superio­
ridad personal en sus cartas indica, en forma convincente, que
Pedro no entendió que su Señor le hubiera otorgado ninguna
autoridad eclesiástica o espiritual especial.
88 • Pla n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

Santo es la genialidad culminante de la estrategia evange-


lizadora de Jesús.

El principio aplicado
T odo se centra en sus discípulos. Ellos eran la vanguar­
dia del movimiento de conquista que se iniciaba. “ Por la
palabra de ellos” esperaba que otros creyeran en él (Jn. 17:
2 0 ), y que éstos a su vez lo comunicaran a otros hasta que
llegara el momento en que el mundo pudiera saber quién
era él y qué había venido a hacer (Jn. 17:21, 2 3 ). Toda su
estrategia evangelizadora —de hecho, hasta el cumplimien­
to de su propósito al venir al mundo, morir en la cruz, y re­
sucitar— dependía de la fidelidad de sus discípulos en esta
tarea. No importaba lo pequeño que fuera el grupo con el
que iba a comenzar, siempre que reprodujeran y enseña­
ran a sus respectivos discípulos a reproducir. Esta era la
forma en que su iglesia iba a triunfar: por medio de las vi­
das dedicadas de aquellos que conocían tanbien al Salvador,
que su Espíritu y método los constreñía a hablar a otros.
Por sencillo que parezca, esta era la forma en que el
evangelio triunfaría. No tenía otro plan.

La piedra de toque de su ministerio


He aquí la prueba decisiva. ¿Iban los discípulos a con­
tinuar la obra después de su ida? O lo que quizá sería más
importante, ¿realizarían una labor tan buena sin su super­
visión física com o con ella? Quizá esto parezca pedir mu­
cho, pero el hecho es que hasta que la madurez cristiana
de ellos no alcanzara ese punto, Jesús (desde un punto de
vista puramente humano) nunca podría estar seguro de que
lo que había invertido en sus vidas iba a dar frutos para el
reino. Si no llegaban a comunicar su Espíritu y método a
otros que continuaran la obra, entonces su ministerio con
ellos todos estos años se reduciría a la nada.
No sorprende que Jesús grabara tan indeleblemente
en sus discípulos la necesidad e inevitabilidad de que su
vida debía reproducirse. Una ilustración de esto la tene­
mos en la parábola de la vid y los pámpanos (Jn. 15:1-17).
En una de sus analogías más sencillas aunque profundas,
Pl a n Supremo de E v a n g e l iz a c io n • 89

Cristo explicó que el propósito de la vid (él mismo) com o de


los pámpanos (los creyentes en él) era dar fruto. Por tanto
el agricultor cortaba todo pámpano que no diera fruto: d e
nada valía. Lo que es más, el agricultor aun podaba los
pámpanos que producían para que dieran más fruto (Jn.
1 5 :2 ). Era evidente que la fuerza vital de la vid no¡ debía co­
municarse a pámpanos sin vida. El pámpano que vivía
unido a la vid debía producir para sobrevivir porque esa
era su naturaleza. Jesús hizo luego la aplicación a los dis­
cípulos. En cuanto participaran de su vida darían fruto
(Jn. 15:5, 8 ), y además, su fruto permanecería (Jn. 15:16)?
El cristiano estéril es una contradicción. El árbol se conoce
por sus frutos.

Este principio se puso de relieve repetidas veces a lo


largo de su ministerio. Se vio com o la recompensa inevita­
ble de su propio sacrificio por el mundo (Jn. 12:24; cp. .17:
19). Apareció com o la obra distintiva de los que cumplían
la voluntad de su Padre en los cielos (Mat. 7:16-23; Luc. 6:
43-45). Se interpretó com o el salario dado a los discípulos
por su trabajo en la cosecha (Jn. 4 :3 6 -3 8 ). Se reconoció
com o lo que se negaba a los que dejan que “los afanes de
este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras
cosas” ahoguen la Palabra de Dios sembrada en su cora­
zón (Mat. 13:22, 23; Mar. 4:18-20; Luc. 8:14, 1 5 ). Se obser­
vó com o lo que faltaba en la vida de los sadueeos y fariseos
que los hacía tan despreciables a los ojos de Cristo (Mat.
3:7, 8; 12:33, 34; Luc. 13:6 -9 ). D e distintas maneras, y en­
tre toda clase de gente, Jesús invitó a los hombres a que
evaluaran el producto de sus vidas. Esto revelaba lo que
eran. De hecho, cuando el dar fruto se considera en el con­
texto más amplio de reproducción de la vida de Cristo en la
persona humana —primero en nosotros mismos y luego en
otros— prácticamente todo lo que el Maestro hizo y dijo se
refirió a este principio.

* Es interesante, también, que en todo este pasaje, cada


vez que se menciona el dar fruto, la palabra está en tiempo
presente, lo cual significa en el texto griego que es algo eonti-
uno: algo que sigue dándose.
90 • Pl a n Su p r e m o be E v a n g e l iz a c io n

La gran comisión
La Gran Comisión de Cristo dada a su iglesia se resu­
mió en el mandato' de “haced discípulos a todas las nacio­
nes” (Mat. 2 8 :1 9 ). Estas palabras indican que los discípu­
los tenían que salir al mundo para ganar a otros que llega­
rían a ser lo que ellos mismos eran: discípulos de Cristo.
Esta misión se ve todavía con mayor claridad cuando se
estudia el texto griego, y se ve que los verbos “ ir” , “ bauti­
zar” , y “enseñar” están todos en participio, y estos partici­
pios derivan su fuerza del verbo principal “hacer discípu­
los” . Esto significa que la gran comisión no es simplemente
ir hasta los confines de la tierra predicando el evangelio
(Mar. 16 :1 5 ), ni bautizar a muchos convertidos en el nom­
bre del Dios Trino, ni enseñarles los preceptos de Cristo,
sino “hacer discípulos” : preparar a hombres com o ellos,
que se sintieran tan constreñidos por la comisión de Cristo
que no sólo siguieran, sino guiaran a otros para que siguie­
ran el camino. Sólo cuando se hicieran discípulos podrían
cumplir su propósito las otras actividades de la comisión.

Orar por los segadores


Lo decisivo era el liderazgo. Jesús ya había demostra­
do con su propio ministerio que las masas engañadas esta­
ban listas para la cosecha; pero, sin pastores espirituales
que las guiaran, ¿cómo se las podría ganar? “ Rogad, pues,
al Señor de la mies” , recordó Jesús a los discípulos, “ que
envíe obreros a su mies” (Mat. 9:37, 38; cp. Luc. 1 0 :2 ). Hay
casi una nota de desesperación en estas palabras, desespe­
ración nacida de la convicción de la necesidad urgente de
obreros que se preocuparan por las almas. De nada sirve
orar por el mundo. ¿D e qué valdría? Dios ya ama al mundo
y le ha dado a su Hijo para que lo salve. No, de nada sirve
orar vagamente por el mundo. El mundo está perdido y cie­
go por el pecado. La única esperanza del mundo es que
haya hombres que vayan a los hombres del mundo con el
evangelio de salvación, y una vez ganados para el Salva­
dor, que no los dejen, sino que sigan trabajando con ellos
fiel y pacientemente, hasta que lleguen a convertirse en
Pl a n Su p r e m o be E v a n g e l iz a c io n • 91

cristianos fecundos que den sabor al mundo que los rodea


con el amor del Redentor.

Aplicación del principio a nuestras vidas


Según esto, todos nosotros debemos en último término
evaluar en cuánto contribuye nuestra vida y nuestro testi­
monio al propósito supremo de Aquel que es el Salvador del
mundo. ¿Acaso los que nos han seguido* hasta Cristo están
ahora conduciendo a otros a él y enseñándoles a hacer dis­
cípulos como nosotros mismos? Adviértase que no es sufi­
ciente rescatar a alguien para que no perezca, aunque es
obligatorio hacerlo; ni tampoco es suficiente instruir a los
recién nacidos en la fe en Cristo, aunque también esto es
necesario si se quiere que el primer fruto perdure; de he­
cho, no es suficiente conseguir que salgan a ganar almas,
por encomiable que dicha labor sea. L o que en realidad
vale en la continuidad final de nuestra obra, es la fidelidad
con la que nuestros conversos salen a formar líderes de sus
conversos, y no simplemente seguidores. Sin duda que que­
remos ganar a nuestra generación para Cristo, y cuanto1
antes, pero esto no basta. Nuestra obra no concluye sino
hasta que se haya asegurado la continuidad en la vida de
los redimidos por el evangelio.
La piedra de toque de cualquier obra evangelizadora
no es, pues, lo que se v e de momento, o en el informe de la
misma, sino la eficacia con que la obra prosigue en la gene­
ración siguiente. Igualmente, los criterios según los cuales
una iglesia debiera medir el éxito no es cuántos nombres
han venido a aumentar la lista de miembros ni en cuánto
ha aumentado el presupuesto, sino en cuántos cristianos
se dedican activamente a ganar almas y a prepararlas para
ganar a las multitudes. La amplitud final de nuestro tes­
timonio es lo que importa, y por esta razón sólo la eterni­
dad es la medida última.
¿No es hora ya de que echemos un vistazo a nuestra
vida y a nuestro ministerio desde esta perspectiva? ¿Dónde
están nuestros hombres? ¿Qué hacen, por Dios? Pensemos
en lo que significaría para el futuro de la iglesia si tuviéra­
mos aunque sólo fuera un discípulo verdadero como fnito
92 • Plan Su p r e m o be E v a n g e l iz a c io n

de nuestra labor. ¿No doblaría esto inmediatamente nuestra


influencia? Y supongamos que formáramos a otro más como
nosotros mismos al mismo tiempo que el primero hiciera lo
mismo. ¿Acaso esto no multiplicaría por cuatro nuestra
vida? Teóricamente, por lo menos, con este m odo de multi­
plicarse sólo nuestro ministerio pronto alcanzaría a multi­
tudes con el evangelio. Es decir, si esa persona a la que he­
mos llamado discípulo de verdad siguiera los pasos del
Maestro.

La iglesia lo demuestra
Podemos estar agradecidos de que así fuera en el caso
de los primeros discípulos. Comunicaron el evangelio a las
multitudes, pero mientras tanto iban consolidando a aque-
llos que creían. A medida que el Señor iba añadiendo diaria­
mente a la iglesia aquellos que se salvaban, los apóstoles,
como su Maestro, preparaban a hombres que reprodujeran
su ministerio hasta los confines de la tierra. Los Hechos
de los Apóstoles no es más que la manifestación, en la vida
de la iglesia creciente, de los principios de evangelizacion
que estuvieron sintetizados en la vida de Cristo.
Baste decir que la iglesia primitiva demostró que el
plan del Maestro para la conquista del mundo funcionaba.
Fue tan grande el impacto de su testimonio que antes del
final del siglo la sociedad pagana de la época había sido
sacudida en sus cimientos e iglesias en crecimiento se ha­
bían establecido en la mayor parte de los centros de pobla­
ción. Si el impulso en la obra evangelizadora de la iglesia
hubiera continuado tal com o al comienzo, en pocos siglos
las multitudes del mundo entero habrían conocido el con­
tacto de la mano del Maestro.

Fracaso de los caminos fáciles


Pero los tiempos cambiaron, y poco a p oco el camino
sencillo de la evangelizacion de Jesús fue modificado. Des­
de luego, siempre es necesario adaptar los principios se­
gún las circunstancias cambiantes, pero de una forma u
otra se llegaron a confundir los principios mismos debido al
deseo de darle un rostro nuevo al evangelio. Los principios
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 93

costosos de desarrollo y reproducción de líderes parece que


quedaron sumergidos bajo la estrategia más fácil de reclu­
tamiento masivo. El objetivo inmediato del reconocimiento p o ­
pular por lo general se prefirió a la meta de largo alcance
de ganar al mundo, y los métodos de evangelizacion que la
iglesia empleó tanto colectiva com o individualmente refle­
jaron esa misma perspectiva pasajera. De vez en cuando,
com o en épocas de grandes avivamientos espirituales, los
principios del método de Jesús salieron a flote, pero para
este observador de la historia de la iglesia tales períodos
han tenido una vida corta y nunca se han apoderado de la
imaginación de la gran mayoría de las personas de iglesia.
El plan de Jesús no lia sido repudiado, se ha prescindido de
él. Se ha convertido en algo digno de recordar, perteneciente
al pasado, pero no se ha tomado en serio com o norma de
conducta para el presente.

El problema actual
Este es el problema metodológico actual. Ceremonias,
programas, organizaciones, comisiones y cruzadas, todo
bien intencionado y fruto de la ingeniosidad del hombre,
se ponen a prueba con generosidad para que cumplan una
labor que sólo pueden realizar hombres movidos por el p o ­
der del Espíritu Santo. Esto no es tener en menos tales es­
fuerzos, porque sin ellos la iglesia no podría funcionar
como lo hace. Sin embargo, a no ser que la misión perso­
nal del Maestro se incorpore vitalmente al plan de acción
y a la entraña misma de todas estas iniciativas, la iglesia
no podrá funcionar com o debería hacerlo.
¿Cuándo nos daremos cuenta de que la evangelizacion
no se lleva a cabo por medio de algo, sino por medio de al­
guien? Es una expresión del amor de Dios, y Dios es una
persona. Su naturaleza, siendo personal, se expresa sólo
por medio de la personalidad, revelada por primera vez en
forma plena en Cristo, y ahora expresada por medio de su
Espíritu en la vida de los que se han entregado a él. Las c o ­
misiones pueden ayudar a organizarlo y dirigirlo, y para
este fin sin duda que son necesarias, pero la obra misma
la hacen hombres que buscan a otros hombres para Cristo.
94 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

Por esto debemos decir con E. M. Bounds que “ los hom­


bres son el método de Dios.”'1 Hasta que no tengamos hom­
bres imbuidos de su Espíritu y entregados a su plan, ningu­
no de nuestros métodos servirá.
Esta es la evangelizacion nueva que necesitamos. No es
métodos mejores sino hombres mejores—hombres que co­
nozcan a su Redentor por algo más que de oídas—hombres
que tengan su visión y sientan su pasión por el m u n d o-
hombres que estén dispuestos a no ser nada para que él
lo sea todo—hombres que sólo quieran que Cristo produzca
su vida en ellos y por medio de ellos según su voluntad. Este
es, en último término, el camino que el Maestro ideó para
que se realice su objetivo en la tierra, y donde se aplica con
su estrategia, las puertas del infierno no pueden prevalecer
contra la evangelizacion del mundo.

4E. M. Bounds, La oración, fuente de poder (Barcelona:


Ediciones Evangélicas Europeas), p. 13. Lo que la historia de
la iglesia nos cuenta acerca de los grandes avivamientos espiri­
tuales y de los movimientos misioneros, demostrará la verdad
de tal afirmación. Por esto, fuera de la Biblia, al leer las bio­
grafías cristianas hará más que cualquier otra cosa para esti­
mular la evangelizacion verdadera. Sería buena idea seguir un
plan regular y variado de lectura en este campo. Hay muchos
libros disponibles, entre los que habría que leer por lo menos
El secreto espiritual de Hudson Taylor (Editorial M oody).
Yo so y el A lfa y la O m ega

A p o c a l ip s is 1 :8

EPILOGO

E L MAESTRO Y SU PLAN

La vida tiene un plan


¿Cuál es el plan de su vida? T odo el mundo tiene que
vivir de acuerdo con algún plan. El plan es el principio or­
ganizador en torno al cual se persigue el objetivo de la vida.
N o podemos estar conscientes del plan -en cada una de
nuestras acciones, ni siquiera quizá saber que tenemos un
plan, pero, con todo, nuestras acciones no dejan de mani­
festar una especie de pauta básica.
Cuando nos ponemos a tratar de descubrir nuestro ob­
jetivo y ver qué hacemos para conseguirlo, lo que descubri­
mos quizá no sea del todo satisfactorio. Pero una evaluación
sincera debería hacernos preocupar más por el llamamien­
to recibido, por lo menos en el caso de la persona que cree
que el camino de Jesús es la norma según la cual todas las
acciones deberían examinarse.
Quizá haya que modificar algunos planes propios que
queremos mucho, o quizá haya que abandonarlos por com­
pleto. También puede resultar angustiosa la adaptación de
la congregación a la idea del ministerio que el Maestro nos
ha dejado. Es más que probable que todo nuestro concepto

• 95
96 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n '

del éxito tendrá que ser reevaluado. Sin embargo, los prin­
cipios resumidos en esta obra tienen alguna validez, debe­
rían entenderse como guía para la acción. Sólo cuando se
aplican a la obra diaria de la vida tienen significado. Con­
siderarlos como genuinos significa que deben ser per­
tinentes.

Los métodos variarán


Todos nosotros deberíamos, pues, buscar alguna forma
de incorporar la sabiduría de !a estrategia de Jesús a nues­
tro método preferido de evangelizacion. No todos querrán
adoptar el mismo ritual u organización, ni tampoco debe­
ríamos querer que todos se ajusten a un mismo molde. El
universo es variado en su misma estructura, y cualquier mé­
todo que Dios quiera usar es bueno, si bien esto no excluye
la posibilidad de mejoría en nuestra forma de utilizarlo. El
Maestro nos da un esquema a seguir, pero espera que ela­
boremos los detalles según las circunstancias y tradiciones
locales. Esto exige poner en juego todos los recursos
disponibles. Enfoques nuevos y valientes tendrán que ser
puestos a prueba a medida que las situaciones cambien, y
no todo lo que se experimente servirá. El que no quiera equi­
vocarse en la búsqueda de formas nuevas de llevar a cabo
la obra nunca comenzará, ni progresará tampoco mucho el
que tenga miedo de probar una y otra vez.

Los hombres son primero


Pero cualquiera que sea la forma específica que adop­
te nuestro método, la vida de Jesús nos enseña que encon­
trar y preparar a hombres para que ganen a otros hombres
ocupa el primer puesto. Las multitudes no pueden conocer
el evangelio a no ser que tengan un testigo vivo. Darles sólo
una explicación no1 bastará. Las masas desorientadas del
mundo deben tener una demostración de qué creer—deben
tener a un hombre que en medio de ellos les diga, “seguid­
me, yo conozco el camino” . En esto, pues, deben centrarse
todos nuestros planes. Por espiritual que fuera nuestro en­
foque, la importancia duradera de todo lo que hagamos de­
penderá de lo bien que se cumpla esta misión.
Fl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 97

Con todo, debemos darnos cuenta de que la clase de


hombres que Cristo necesita no se consigue por casuali­
dad. Para ello se necesitan planificación premeditada y es­
fuerzo concentrado. Si queremos preparar hombres, debe­
mos trabajar para ellos. Debemos buscarlos. Debemos ga­
narlos. Sobre todo, debemos orar por ellos. Algunos ya es­
tán ocupando puestos importantes en la iglesia. Otros to­
davía están entre aquellos que esperan recibir la invitación
para llegar a Cristo. Pero dondequiera que estén, han de ser
ganados y preparados para que lleguen a ser discípulos efi­
caces de nuestro Señor.

Comenzar con pocos


No deberíamos esperar comenzar con muchos, ni debe­
ríamos desearlo. Las obras mejores siempre se comienzan
con pocos. Es mejor dedicar más o menos un año a uno o dos
hombres que aprendan qué significa conquistar para Cristo,
que pasar toda la vida con una congregación que se limite a
hacer que camine el programa. N o importa lo pequeño o
desfavorable que sea el comienzo; lo que cuenta es que
aquellos a los que damos preferencia en nuestra vida
aprendan a entregarse.

Permanecer juntos
La única forma realista de conseguir esto es estando
juntos. Si nuestros seguidores han de ver en nosotros lo
que van a ser, debemos estar con ellos. Esta es la esencia
del plan: dejar que nos vean en acción, de modo que per­
ciban nuestra visión y vean qué relación tiene con la expe­
riencia diaria. De este modo, la evangelizacion se convierte
para ellos en algo íntimo y práctico que se extiende a todo
lo demás. Se ve com o una forma de vida, no com o dogma
teológico. Lo que es más, estando con nosotros, es inevitable
que se inicien en la obra.

Darles tiempo
Un plan com o este, desde luego, toma tiempo. Todo lo
que vale la pena demanda tiempo. Pero con un poco de pre­
visión podemos planear hacer muchas cosas juntos que.
98 • Plan Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

de todos modos, tendríamos que hacer: visitar, ir a reunio­


nes, tomar recreos, e incluso compartir el momento devo-
cional. De este modo, el tiempo que toma el estar juntos no
tiene por qué ser abrumador. Asimismo, si estamos al tanto,
nuestros discípulos podrían estar con nosotros la mayor
parte del tiempo mientras servimos a otros y, de hecho,
ayudándonos en nuestras obras de mayor alcance.

Reuniones de grupo
Sin embargo, a fin de dar algo de estabilidad a este sis­
tema, quizá sea necesario preparar momentos especiales
en que el grupo, o parte del mismo, pueda reunirse con
nosotros. Durante estas reuniones informales podemos es­
tudiar la Biblia, orar, y en general compartir unos
con otros nuestras preocupaciones y deseos más hondos. N o
es necesario propalar lo que se hace, ni siquiera al princi­
pio decirle al grupo cuál es nuestro plan, sino basta dejar
que las reuniones vayan tomando forma según la necesidad
común de compartir. El grupo, a su vez, puede elaborar su
propia disciplina dentro del cuadro general de la iglesia.
Esta idea del grupo actualmente se está volviendo a
descubrir en muchos lugares. C om o tal, probablemente re­
presente una de las señales más esperanzadoras de aviva-
miento en el horizonte actual. En todas las esferas de la
vida y en toda clase de ambiente eclesiástico están surgien­
do pequeños organismos espirituales, algunos de ellos toda­
vía en busca de dirección, algunos fuera de órbita, pero en
conjunto, este hecho manifiesta un anhelo profundo en el
corazón del hombre por las realidades de la experiencia
cristiana. Com o no están ligados por la tradición, ni hay
normas fijas impuestas desde afuera, es natural que es­
tas células tomen formas y enfoques muy diferentes; pero
el principio de comunicación íntima y de disciplina dentro
del grupo es común a la mayoría. Es este principio básico
el que hace que este método lleve al crecimiento, y por esta
razón todos nosotros haríamos bien en utilizarlo en nues­
tro ministerio con los hombres.
En relación con esto, es muy significativo que el evan­
gelista más destacado del mundo actual, Billy Graham, re­
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 99

conozca el tremendo potencial de este plan cuando se em-


plea adecuadamente en la iglesia. En respuesta a la pre­
gunta: “Si fuera pastor de una iglesia grande en una ciu­
dad, ¿cuál sería su plan de acción?” , Billy Graham respon­
dió: “ Creo que una de las primeras cosas que haría sería
conseguirme un pequeño grupo de ocho, diez, o doce hom­
bres que se reunieran conmigo' todas las semanas y paga­
ran el precio. Les costaría algo en. función de tiempo y es­
fuerzo. Compartiría con ellos durante unos años todo lo
que tengo. Entonces tendría de hecho doce ministros entre
los laicos quienes a su vez podrían tomar ocho, diez o doce
más para enseñarles. C onozco una o dos iglesias que lo es­
tán haciendo, y están experimentando una positiva trans­
formación. Cristo, me parece, sentó el precedente. Pasó la
mayor parte del tiempo con doce hombres. No dedicó mu­
cho tiempo a las multitudes. D e hecho, cada vez que se en­
contró con una gran multitud, me parece que los resulta­
dos no fueron muchos. Los grandes resultados, creo, vinie­
ron de sus contactos personales y del tiempo que dedicó a
los doce.” * Billy Graham con estas palabras no hace más
que repetir la sabiduría del método de Jesús.

Esperar algo de ellos


Pero n o basta solamente vincular a ciertas personas a
algún grupo del que la iglesia no es más que su expresión
más extensa. Se les debe dar la oportunidad de expresar lo
que han aprendido. D e noi ser así, el grupo puede estan­
carse en autocomplaoencia, y con el tiempo fosilizarse en
una simple sociedad de admiración mutua. Debemos tener
bien claro nuestro propósito. Los momentos en que nos
apartamos del mundo no son para aislamos de los conflic­
tos, sino sólo una maniobra estratégica para adquirir más
fuerza para el ataque.
Nuestra responsabilidad, pues, es procurar quedos que
están con nosotros tengan algo que hacer que les exija uti­
* “Billy Graham speaks: The Evangelical World Prospect"
(Billy Graham habla: Perspectivas para el mundo evangélico);
entrevista exclusiva en Christianity Today, Vol. III, No. l.Octu-
ber 13, 1958, p. 5. Citada con permiso.
100 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

lizar sus mejores recursos. T odo el mundo sabe hacer algo.


Las primeras responsabilidades podrían ser tareas norma­
les, rutinarias, como enviar cartas, ocuparse de preparar el
local para reuniones, hacerse responsables de organizar
una reunión en su casa. Pero p oco a poco estas responsa­
bilidades pueden aumentarse a medida que vayan apren­
diendo más. Los que tienen el don de enseñar lo podrían
utilizar en la escuela dominical. Al cabo de un tiempo po­
dríamos muy bien asignarles algún trabajo pastoral ade­
cuado para su capacidad. Casi la mayoría puede visitar a
los enfermos. A algunos se les podría estimular para que
acepten invitaciones para hablar en público o predicar en
iglesias vecinas. Y, desde luego, todos necesitan que se les
dé algún trabajo específico de evangelizacion personal.
Probablemente no haya contribución más esencial al
ministerio de la iglesia que la que se haga en el campo de la
consolidación de los nuevos cristianos. En esto los líderes
pueden representar un papel indispensable del ministe­
rio, reuniéndose con los que son todavía niños en Cristo y
guiándolos en la misma disciplina y forma en que a ellos se
les enseñó. Aquellos a los que queremos preparar para esta
labor se convierten, pues, en la clave para la conservación
de los esfuerzos evangelizadores de la iglesia, y en la ga­
rantía de un alcance cada vez mayor.

Mantenerlos en movimiento
T odo esto va a requerir mucha supervisión, tanto en el
desarrollo personal de estos hombres com o en su obra con
los demás. Deberemos acostumbrarnos a reuniones
con ellos para escuchar cóm o van las cosas. Esto significa­
rá buscarlos donde estén o aconsejarlos mientras nos
acompañen en otras actividades. Las preguntas que se ha­
yan planteado durante sus experiencias deben contestarse
mientras las circunstancias que produjeron el problema es­
tán todavía frescas en su memoria. Las actitudes y reaccio­
nes carnales hay que descubrirlas pronto para atacarlas
en forma decidida, al igual que los hábitos personales mo­
lestos, los prejuicios infundados, y cualquier otra cosa que
sea obstáculo para su sacerdocio con Dios y el hombre.
P la n Suphem o de E v a n g e liz a c io n • 101

Lo principal es ayudarlos a que crezcan en gracia y en


conocimiento. Sería prudente, habida cuenta de lo limitado
de nuestra memoria humana, preparamos un programa
de lo que tenemos que hacer en el curso de la preparación,
y luego mantener un registro del progreso a fin de asegu­
rarnos de que no olvidamos nada. Esto es especialmente ne­
cesario en el caso de que estemos trabajando con varios al
mismo tiempo, si cada uno de ellos se halla en una etapa
diferente de experiencia. Necesitaremos ejercitar la pa­
ciencia, porque su desarrollo es muy probable que sea lento
y con retrocesos. Pero mientras busquen sinceramente co ­
nocer la verdad y estén dispuestos a seguirla, llegarán un
día a la madurez en Cristo.

Ayudarles a llevar la carga


L o que quizá resulte más difícil en todo el proceso de
preparación es que debemos prever sus problemas y prepa­
rarlos para lo que les espera. Esto es muy difícil de hacer, y
puede llegar a ser exasperante. Significa que muy raras ve­
ces podemos dejar de pensar en ellos. Incluso cuando este­
mos en meditación y estudio privados, nuestros discípulos
seguirán presentes en nuestras oraciones y sueños. Pero
¿acaso el padre que ama a su hijo querría que no fuera así?
Hemos de aceptar la carga de su inmadurez hasta que sean
capaces de hacer las cosas por sí mismos. Dar por sentado,
al menos en las primeras etapas de su desarrollo, que se
pueden valer por completo por sí mismos, sea lo que fuere
lo que se presente, es abrir la puerta al desastre. Debemos
ser razonables. Com o custodios y consejeros suyos somos
responsables de enseñar a nuestros hijos espirituales cómo
vivir para el Maestro.

Dejarlos a su propia iniciativa


T odo debería conducir a estos elegidos al día en que
asumirán por sí mismos un ministerio en su propia esfera
de influencia. A medida que se acerque ese tiempo, cada
uno de ellos debería estar más y más adelantado en el pro­
grama de preparación para aquellos que ganó para Cristo
por medio de su testimonio o que le han sido asignados en
102 • Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n

la obra de consolidación. Nuestra estrategia, pues, sin que


ellos lo sepan, se habrá ya infundido en su practica. Sin em­
bargo, para que 110 queden confusiones, antes de suspender
nuestra supervisión deberíamos explicarles con claridad
cuál ha sido nuestro plan desde el comienzo. Necesitan te­
nerlo bien presente a fin de que puedan evaluar sus vidas
según el mismo y también comunicarlo a aquellos a los que
tratan de ayudar.

Sobre todo experiencia espiritual


Lo crucial, desde luego es su propia experiencia espiri­
tual. Antes de que salgan de nuestra esfera de influencia
necesitan estar sólidamente basados en la fe que triunfa so­
bre el mundo. El diablo, con la ayuda de todos los demonios
del infierno, tratará de derrotarlos por todos los medios ar­
teros en su mano. El mundo al que van está bajo su influen­
cia. Será una batalla constante. Cada pulgada de progreso
tendrá que ser ganada con esfuerzo, porque el enemigo
nunca se rendirá. Sólo la plenitud del Espíritu de Cristo bas­
tará para salir airosos. A no ser que vivan en comunión
oon él y salgan armados de su pureza y poder, es muy fácil
que se vean dominados por las fuerzas confabuladas con­
tra ellos, y entonces todo nuestro trabajo acabará en la
nada.
T odo lo que hemos hecho, pues, depende de la fideli­
dad de estos hombres. No importa cuántos reclutemos para
la causa, sino cuántos conquisten ellos para Cristo. Por
esto hemos insistido todo el tiempo en la calidad de vida.
Si conseguimos la calidad adecuada de liderazgo, lo demas
seguirá; si no la conseguimos, nada habrá en lo demás que
valga la pena seguir.

E l precio del triunfo es elevado


Expectativas tan altas son costosas, claro está. Es pro­
bable que muchos de aquellos con los que comenzamos pen­
sarán que es demasiado y se perderán por el camino. Es
mejor que nos demos cuenta de ello desde ahora. El servi­
cio cristiano es exigente, y si los hombres le han de servir
en algo a Dios, deben aprender a buscar primero el reino.
Pl a n Su p r e m o de E v a n g e l iz a c io n • 103

Sí, habrá desengaños. Pero para aquellos que salgan adelan­


te más allá de todo cálculo, para proyectar nuestra vida en
los campos listos para la cosecha, habrá un gozo1 cada vez
mayor a medida que el tiempo vaya pasando.
No vivimos sobre todo para el presente. Nuestra satis­
facción radica en saber que en generaciones venideras
nuestro testimonio de Cristo todavía dará fruto por medio
de ellos en un ámbito cada vez más amplio de reproducción,
hasta los confines de la tierra y hasta el fin de los tiempos.

¿Es ésta nuestra visión?


El mundo busca desesperadamente a quién seguir. Que
seguirán a alguien es seguro, pero ¿será alguien que cono­
ce el camino de Cristo, o alguien com o ellos mismos que los
conduzca a tinieblas cada vez mayores?
Este es el problema decisivo de nuestro plan de vida.
La importancia de todo lo que hacemos espera su veredic­
to y, a su vez, el destino d e las multitudes está sobre la ba­
lanza.
BIBLIOGRAFÍA

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/., Rodolfo. Manual de consolidación de Evangelis-


mo a Fondo. Evangelismo' a Fondo,
tínez, José. Tu vida cristiana. Ediciones Evangéli­
cas Europeas.
TOMADO DEL PROLOGO POR
EL EVANGELISTA LUIS PALAU:

Bien merece e¡ puesto de profesor de


evangelismo el Dr. Robert E. Coleman,
autor de este libro. Su conocimiento sobre
este inquietante asunto no se debe a
otra cosa sino la práctica de la evangelización
que ha llevado a cabo en la conversión
de nuevos creyentes a Cristo.

Toda la América Latina está viviendo “ su


hora histórica” en ei terreno espiritual.
M illares están recibiendo a Cristo Jesús como
Señor y Salvador por medio de la fe.
Sin embargo, aún quedan millones que
desconocen “ la palabra verdadera del
evangelio" (Colosenses 1:5).

Plan supremo de evangelización


demuestra que en nuestro día es posible
evangelizar a una nación entera.
En verdad, al mundo entero también.
Aquí encontramos los principios que
practicó y nos enseñó nuestro Maestro,
el Señor Jesucristo. ¿Puede haber
plan mejor?

Vaya para la E d ito ria l, por tanto,


un aplauso caluroso por escoger un libro
tan vitalm ente necesario en esta hora
decisiva para la iglesia de Jesucristo
en los países de habla hispana.

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