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Contemporáneos en el laberinto de la crítica
LUIS MARISTANY*
España
[ 447 1
un escritor de talla siQ duda mucho más modesta que Torres Bodet: los
gastos de la publicación de Espacio habían sido sufragados por su padre
González Martínez -por entonces residente con cargo diplomático en
Madrid- y las pocas reseñas que suscitó eran de mero cumplido (la de
Díez-Canedo en El Sol [4-VI-1926]), o señalaban como carta de hiper-
bólica presentación que era hijo de "uno de los más grandes poetas de
América" (Ángel Dotor en El Consultor Bibliográfico Uulio, 1926]).3
Tal dependencia del patriarca González Martínez no debió de faci-
litar las cosas a González Chico --como se le llamaba- y su libro pasó
desapercibido: "Espacioha sido un gran éxito de librería ... Tres ejem-
plareti vendidos en Madrid en tres meses. Me sobran, pues, novecientos
noventa y siete para los amigos", bromeó en una interesante carta a Vi-
llaurrutia de julio de aquel año. 4 En ella le informaba de su desvío hacia
el grupo de Revista de Occidente y mostraba su extrañeza ante el mo-
do en que los escritores madrileños acusaban recibo de los libros que
les enviaban: mediante carta. "Una inocente manía -comentaba-
que da por resultado una gran cantidad de frases hechas y de elogios
sin tasa". Bajo tales observaciones del reportero a su ávido amigo me-
xicano, se trasluce la experiencia poco afortunada como escritor del jo-
ven González Rojo en la capital española y un conocimiento de estos
medios que, unos años después, en el curso de una entrevista con "Mar-
cial Rojas" en Escala [núm. 2, noviembre 1930], le inducirán a unos
juicios bastante críticos sobre la escasa reciprocidad de la relación cul-
tural entre Hispanoamérica y España.
En general, la información y el interés crítico que, en los comienzos
literarios de los Contemporáneos, se poseían en España de la literatura
latinoamericana no sólo eran exiguo'S sino que casi invariablemente pro-
cedían de unos pocos nombres. Entre los mayores en cuanto a edad,
hay que citar a Cansinos-Assens, quien mantenía sus conexiones y su
indudable magisterio sobre algunos jóvenes (uno de ellos, Jorge Luis
Borges, le devolvería con creces las atenciones recibidas), y Enrique
Díez~Canedo, quien desde su colaboración regular en España ("Letras
de América") se ocupaba puntualmente de novedades que le llegaban,
con reseñas en las que su buen tino y su finura a menudo contrapesaban
el escaso riesgo y el toque algo insustancial de sus críticas. Díez-Cane-
3 El Consultor Bibliogrdfico fue una de las pocas revistas en Barcelona qut: se ocupaba,
con cierta información, de la joven literatura latinoamericana. Allf aparecieron, por ejemplo,
textos de Mariátegui y, por lo que respecta a los mexicanos, poemas de González Rojo
[11, 1926] y de Torres Bodet [IV, 1927], que procedían de sus respectivos libros, ambos
reseñados -por el critico Ángel Dotor- en la revista.
4 La carta, con fecha en Madrid, 12-VII-1926, figura en E. González Rojo, Obra com-
pleta. Verso y prosa: 1918-1939, México, INBAIDomés, 1987, pp. 455-457.
s Jacques Issorel, "Seize lettres inédites de Xavier Villaurrutia á Alfonso Reyes", Ca-
hiers du monde hispanique et luso-brésilien (Caravelle), Université de Toulouse, 23, 1974,
p. 52. Cf. la carta de González Rojo mencionada en la nota anterior.
6 Jorge Cuesta, Poemas y ensayos, M6xico, UNAM, 1964, vol. 2, pp. 18-22.
7 Xavier Villaurrutia, Obrtp, México, PCE, 1966, p. 820. La observación -que hizo
fortuna- de Pedro Henríquez Ureña procede de su ensayo de 1914 sobre Ruiz de Alarcón
(Obra crft!ca, M6xico, PCE, 1960, p. 272).
8 De hecho, poco despu6s (cf. la entrevista de Francisco ~yala en La Gaceta, 15-VIII-
1927) Guillenno de Torre se estableció en Buenos Aires, desde donde siguió colaborando
en la revista y en otras publicaciones españolas. Allos después, en la revista americanista
Tierra Firme [1, 4, 1935, pp. 138-140] -dependiente del Centro de Estudios Históricos-,
Guillermo de Torre se volvió a ocupar -pero muy de pasada- de los Contemporáneos, al
reseñar sendos libros de Novo y Torres Bodet publicados ese afio en España: Continente
vacfo y Primero de enero, respectivamente.
9 Aparte de la Galerfa de los poetas nuevos de México, poco más se publicó de ellos
en Madrid entre 1927 y 1928: unos poemas de González Rojo y de Novo (en Almanaque
de las artes y las letras para 1928 de García Maroto, Madrid, Bibl. Acción, diciembre
1927); otros de Novo, ViUaurrutia y Owen ("Tres poetas mexicanos", en La Gaceta lite-
raria [15-VI-1928]; un avance del libro Destierro de Torres Bodet (en Revista de Occi-
dente, 1928). Y sólo este último publicará ampliamente en España a partir de 1929.
Bellas Artes, México, núm. 20, marzo-abril 1968, pp. 20-37. La interesante documentación
que ofrece Capistrán se limita a la parte mexicana.
13 El anuncio apareció en el número 39 [1-VIn-1928] de la revista: "En breve Los
nuevos poetas mexicanos. Selección antológica con ilustraciones de Maroto. Eds. de Lo
Gaceta Literaria". El libro debió de salir en el curso de ese mes de agosto. Al mes siguiente,
César Arconada, en la reseña que le dedicó [15-IX-1928], evoca la figura de Maroto y sitúa,
sin dar demasiados detalles, la preparación de la antología en México:
14 Presumo que la conexión de García Maroto con Jos Contemporáneos fue accidental
-por más que amistosa y efectiva en los inicios de la revista-, fruto más bien ocasional
del mismo carácter emprendedor de Maroto y del interés que indudablemente debió de des-
pertar en aquéllos una figura tan directamente involucrada con Giménez Caballero y Lo
Gaceta. Por lo demás, no hay constancia de que García Maroto perseverara en sus vínculos
iniciales con el grupo. Apenas Jo menciona en sus libros autobiográficos -bien es verdad
que tardíos, escritos durante su segunda y definitiva estancia en México: Acci6n pl4stica
popular (México, Ed. Plástica Mexicana, 1945) y Promoci6n de México. Caminos hacia su
integraci6n (Guías Mexicanas, Enciclopedia Nacional, 1958), apresurados recuentos de su
vida, concebidos como "memorial de méritos" al modo de un Bemal Díaz del Castillo, pero
sin ninguna de las dotes literarias (incluida la precisión) de éste. No hay, en esas obras, ni
una referencia al libro que aquí nos interesa, Galeria de los poetas nuevos de México. El
tema acaso le produjera entonces cierta incomodidad. Contamos con un indicio. En unas
páginas de un libro que tituló Valle México (Publicaciones Hora de México, 1941), obra de
un populismo marcadamente oficialista, se puede adivinar con bastante verosimilitud, bajo
la breve y despectiva caricatura de un intelectual de la Ciudad de México llamado Ignacio
Luna, un contrarretrato "social" del Contemporáneo: el "escritor y burócrata, torturado de
siempre por el afán de novedad, por su ansia aguda y morbosa de hallar matices expresivos
a temas nada populares", que ha decidido escribir un libro que sólo propagan sin mucha fe
sus amigos, "intelectuales como 61, como 61 burócratas". Modelo de esteta, o de escritor
"desinteresado", abomina de M6xico y sobrevive recluido en "sus zonas nobles, recatadas,
dignas hasta donde es posible de las mentes originales, de las sensibilidades afinadas, atem·
peradas por la cultura internacional ... Ignacio Luna y su actitud nos son completamente
hostiles, aparecen a nuestro gusto, y a nuestro deber, como enemigos naturales de M6xico"
(Valle Mixico, pp. 139-140).
15 En realidad, al margen de este párrafo, la reseña no era en sí negativa; pero ocurre
que los cumplidos y elogios -vagos y de un puro trámite- acerca de "la calidad" de los
Arconada preguntó en dónde podía verse una obra literaria americana que
pudiera compararse con la obra de Diego Rivera. A cierto grupo de Mé-
xico, tal pregunta le pareció perentoria, y no sólo sin razón, sino estápida.
A mí me parece atinada y terrible. Recuerdo la respuesta de Contemporá-
neos: tales divagaciones coléricas no pueden abolir esa pregunta que se-
ñala una gran ausencia.
¿Arte puro? No comprendo bien qué cosa quiere decir tal expresión ... No
creo en la poesía que no se ocupa de las eternas preocupaciones del hom-
bre. Poesía que desdeña los grandes temas para tejer palabras en torno
a pequeñas conflagraciones imaginativas. La poesía "cerebral" que hacen
tantos jóvenes animando (?) pequeñas y banales naturalezas muertas, cas-
trando paisajes, quitando la virilidad a las grandes emociones, no la con-
sidero poesía.
Siento la necesidad de los grandes poemas largos con ilación, con recopi-
lación de ideas, jugosos como frutos ... Los pequeños trozos sobre la es-
tatua que se ahoga en el espejo, sobre los ríos que resbalan sobre los peces,
y tantas otras cosillas, me dan horror. 16
poetas mexicanos, no podían sino realzar o acrecentar el intempestivo reproche que les lanzó
frontalmente Arconada.
16 En el libro de memorias de Cardoza y Aragón -que contiene tan excelentes y ge-
nerosas páginas sobre los Contemporáneos-, sólo encuentro una alusión a este episodio
(El rlo, Mtxico, PCE, 1986, p. 320) pero sin referencia al contexto que, al menos de un
modo inmediato, originó el artículo "Pretextos" de La Gaceta: "De Florencia envi6 a Gui-
llermo de Torre, a La Gaceta Uteraria, en Madrid, un trabajo sobre uua poesía americana
robusta, fluvial, que se moje como mujer amorosa. Empec6 a sentirme cansado de París, a
sentir nostalgia de vastos espacios exuberantes". En otro pasaje de El rlo (p. 374) evoca
-eso sí- la ambivalencia que sentía ante sus amigos de M6xico, en una primera etapa de
convivencia: "Mi situación era singular: senda como propios algunos valores de los Con-
temporáneos y me percataba de su galicismo y de su anemia y participaba de ciertos puntos
de vista de las «hordas»" (la cita nos emplaza en una fecha bastante más tardía a la del
artículo, con posterioridad al otoilo de 1932, cuando ya había sido clausurada la revista
Examt'n de Cuesta, en cuyo tlltimo ntlmero Cardoza colaboró).
17 En el libro Ariel disperso (prólogo de Jo~ Vasconcelos, México, Ed. Stylo, 1946)
-recopilación de textos escritos y publicados en periódicos entre 1925 y 1935-, se inclu-
yen todos los artículos del autor que registro en la lista de reseñas españolas sobre los Con-
temporáneos.
EL COLEGIO DB MBXICO
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