Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Jorge de Montemayor:
Un heterodoxo al servicio de la Monarquía hispana *
1329
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1330
1 Los testimonios literarios donde se contienen estas noticias son: el “Soneto de don
Alonso de Zúñiga a la villa de Montemayor el Viejo, donde el autor deste libro se crió”
(contenido en Las obras de George de Montemayor, que hoy puede leerse en J. DE
MONTEMAYOR: Poesía completa, Madrid 1996, ed. de J. B. de Avalle Arce, p. 10), la “Epístola
a Sá de Miranda” (publicada tardíamente en Lisboa, 1595, en el cancionero de éste último),
diversos pasajes de la Diana de sabor autobiográfico y las primeras estrofas de la “Historia
de Alcida y Silvano”, de idéntica inclinación.
2 La hipótesis fue originalmente formulada por G. SCHÖNHERR: Jorge de Montemayor:
Sein Leben und Sein Schäferroman, die “Siete libros de la Diana”, Halle 1886, pp. 9-27.
3 En la “Historia de Alcida y Silvano”, publicada por vez primera en su Segundo
cancionero (Amberes: Juan Lacio, 1558) (véase la edición de E. R. Primavera: “Edición de la
‘Historia de Alcina y Silvano’, poema de Montemayor”, Dicenda: Cuadernos de filología
hispánica 2 [1983], pp. 201-238), y adosada después a la Diana (a modo de apéndice) a partir
de la edición de Zaragoza: Pedro Bernuz, 1560 (cfr: E. FOSALBA VELA: La Diana en Europa,
Barcelona 1994, p. 94; y A. RALLO GRUSS: “Montemayor, Jorge de”, en P. JAURALDE POU
[dir.]: Diccionario filológico de literatura española, siglo XVI, Madrid 2009, p. 716), el propio
Montemayor afirmaba, en unos versos de carácter autobiográfico, que: “Debajo de altos
pinos muy umbrosos,/ con los de Pina siempre conversaba,/ cuyo linaje y hechos
generosos/ al son de su zampoña los cantaba./ Y los de Payva allí por muy famosos,/ sus
virtudes heroicas celebraba,/ llorando a dos Antonios, cuya suerte/ muy presto la atajó la
cruda muerte” (vv. 65-72). Poco después, Francisco Marcos Dorantes incidiría en los
mismos apellidos en su “Elegía a la muerte del excelentísimo poeta Jorge de Montemayor”
(Poesía completa…, op. cit., pp. 439-447): “los de Payva y de Pina y su nobleza,/ demuestren
cuanto más justo les fuera/ morir, que no dar muestra de tristeza.” (vv. 28-30). El poema
apareció al comienzo de la edición póstuma de su Cancionero (Zaragoza: viuda de Bartolomé
de Nágera, 1562) (edición descrita por J. MONTERO DELGADO: “Montemayor, Jorge de”, en
P. JAURALDE POU [dir.]: Diccionario filológico…, op. cit., pp. 704-730: 711) y, poco después,
adosado a diversas ediciones de la Diana, tras ser recogida por la de Alcalá de Henares:
Andrés de Angulo, 1564 (cfr: E. FOSALBA VELA: La Diana en Europa…, op. cit., pp. 106-107;
y A. RALLO GRUSS: “Montemayor, Jorge de”, op. cit., pp. 719-720).
1330
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1331
4 Acerca del posible origen converso de Montemayor, son de obligada consulta las
observaciones, ya clásicas, de M. BATAILLON: “¿Melancolía renacentista o melancolía
judía?” (1952), recogido en Varia lección de clásicos españoles, Madrid 1964, pp. 39-54; así
como las observaciones críticas de B. L. CREEL: The religions poetry of Jorge de Montemayor,
Londres 1981, pp. 45-46.
5 Así se deduce de unos versos autobiográficos contenidos en su “Epístola a Sá de
Miranda”: “riberas me crié del rio Mondego,/ a do jamás sembró el fiero Marte,/ del rey
Marsilio acá, desasosiego./ De ciencia allí alcancé muy poca parte/ y por sola esta parte
juzgo el todo/ de mi ciencia y estilo, ingenio y arte./ En música gasté mi tiempo todo;/
previno Dios en mí por esta vía/ para me sustentar por algún modo./ No se fió, Señor, de
la poesía,/ porque vio poca en mí, y aunque más viera,/ vio ser pasado el tiempo en que
valía.” (vv. 70-81). Sigo la reciente edición crítica preparada por J. MONTERO DELGADO:
“La epístola de Montemayor a Sá de Miranda…”, Península: Revista de Estudos Ibéricos 6
(2009), pp. 151-161: 157. En la misma línea inciden los comentarios de Sánchez de Lima,
quien afirmaba “que Montemayor fue un hombre de grandísimo natural, porque todo lo
que hizo fue sacado de allí, pues se sabe que no fue letrado ni más de romancista” (M.
SÁNCHEZ DE LIMA: El Arte poético en romance castellano, Madrid 1944, ed. Rafael de Balbín
Lucas, pp. 37-38).
6 En el prólogo al lector de su Diálogo espiritual, Montemayor reconoce, a pesar de no
ser religioso ni teólogo, estar familiarizado con la lectura de la Sagrada Escritura, a la que
“desde mi niñez he sido aficionado”. Allí encontraba “hazañas y hechos señalados de reyes”,
“hechos notables de caballeros”, “amores excelentísimos” o “palabras graves y de
excelentísima sentencia” (J. DE MONTEMAYOR: Diálogo espiritual, Kassel 1998, ed. Mª D.
Esteva de Llobet, pp. 99-101): materia diversa, en suma, sobre la que se cimentó una parte
sustancial de su cultura libresca. Sobre los conocimientos bíblicos de Montemayor, pueden
consultarse los comentarios de Mª D. ESTEVA DE LLOBET: Jorge de Montemayor: Vida y obra
de un advenedizo portugués en la corte castellana, Barcelona 2009, pp. 255-264.
1331
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1332
en qué momento pasó a España y, finalmente, de qué círculo formó parte una
vez establecido en Castilla, pues ésta y no otra es la secuencia lógica que expli-
ca su acceso a la Corte de Carlos V mediante la obtención, tras pasar varios años
en las proximidades del poder, de un oficio real en la Casa de las infantas María
y Juana. Pasemos, pues, a revisar los datos de que disponemos: el primer indi-
cio que señala su presencia en la Corte española son dos sentidas composicio-
nes inspiradas en la muerte de la princesa María Manuela de Portugal –la
“Glosa de diez coplas de Jorge Manrique” 7 y el soneto “A la sepultura de la prin-
cesa de Castilla” 8–, primera esposa de Felipe II (entonces príncipe), fallecida en
Valladolid el 12 de julio de 1545, cuatro días después de haber dado a luz al in-
fante don Carlos, hijo primogénito del futuro Rey Prudente 9. Para tal fecha,
por consiguiente, hemos de situar ya a Jorge de Montemayor en la Corte espa-
ñola, pues es forzoso pensar que aquellos poemas de circunstancia –escritos en
castellano, no en portugués– sólo pudieron componerse en un lugar y un tiem-
po muy próximos al hecho que los propiciaba 10. Si estuviésemos en lo cierto, el
7 La “Glosa de diez coplas de don Jorge Manrique hecha por Jorge de Montemayor
sobre la muerte de muy alta princesa doña María, hija del rey don Juan III de Portugal,
dirigidas al muy magnífico y discreto señor Juan de Silva, regidor de Portugal” debió
componerse, como poema de circunstancia, al calor del hecho histórico que lo inspira, esto
es, durante la segunda mitad del año 1545. Hoy se conserva en un manuscrito de la
Biblioteca Nacional de Lisboa, Res. 218, editado recientemente en el apéndice de Mª D.
ESTEVA DE LLOVET: Jorge de Montemayor…, op. cit., pp. 383-396.
8 El soneto “A la sepultura de la princesa de Castilla” se imprimió ya en el primer
cancionero del poeta, Las obras de George de Montemayor, Medina del Campo: Guillermo de
Millis, ¿1553? Su texto se ofrece en Poesía completa…, op. cit., pp. 92-93.
9 S. NADAL: Las cuatro mujeres de Felipe II, Barcelona 1944, pp. 7-47, relató de manera
sucinta la trayectoria de María Manuela de Portugal en la Corte española, cuyos hitos
fundamentales fueron los siguientes: el 1 de diciembre de 1542 se firmó en Lisboa el doble
contrato matrimonial que ligaba a Felipe de España y María Manuela de Portugal, por una
parte, y a doña Juana de Austria y don Juan de Avis, hijo de Juan III, por otra, quedando
aplazada la segunda unión debido a la corta edad de la contrayente. El 12 de mayo de 1543
se celebró la primera boda por poderes en Almeirim, residencia de verano de la Corte
portuguesa, donde actuó como apoderado de don Felipe el embajador don Luis Sarmiento.
María de Portugal cruzó finalmente la frontera el 23 de octubre de 1543. Una vez celebrada
la ceremonia nupcial en Salamanca, el 13 de noviembre de 1543, los príncipes de Asturias se
asentaron en Valladolid, donde María Manuela moriría el 12 de julio de 1545.
10 En sentido contrario se expresa B. L. CREEL: The religions poetry…, op. cit., pp. 47-
48, quien considera, apoyándose en el contenido de la copla V (donde se contempla, desde
Lisboa, la partida del cortejo de María Manuela), que Montemayor escribió la “Glosa” antes
1332
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1333
poeta lusitano habría encontrado cobijo ya por entonces a la sombra del círcu-
lo cortesano portugués, cuyas esperanzas, tras la prematura muerte de la empe-
ratriz Isabel (1539), estaban depositadas, precisamente, en la opción política
representada por María Manuela y el príncipe Felipe. No es de extrañar, por
tanto, que Montemayor llore con tanta amargura la pérdida de su compatriota,
toda vez que su propio futuro cortesano, como el de tantos portugueses allega-
dos a la Corte de Carlos V, dependía en gran medida de la buena fortuna y pros-
peridad de la joven princesa 11.
Si los versos de Montemayor resultan reveladores acerca de su posición a la
altura de 1545, menos clarificadora se muestra la documentación de archivo,
pues su nombre no figura entre el personal de la Casa de María Manuela 12, don-
de se reunieron sus servidores (españoles y portugueses) a partir de su constitu-
ción en 1543 13. Esto no significa, en todo caso, que aquel joven de poco más de
veinte años no estuviese estrechamente ligado a aquella Casa o a alguno de sus
de pasar a España. Pero, ¿por qué escribir en castellano en la Corte de Lisboa?, ¿no indica
claramente el uso del castellano cuál era el ámbito de difusión inmediato de este poema de
circunstancia? El apunte de Creel permitiría tan sólo sostener que Montemayor no cruzó la
frontera en 1543 junto a María Manuela, sino que debió hacerlo después (en todo caso, antes
del verano de 1545) en circunstancias que hoy desconocemos.
11 Elocuentes a este respecto resuenan ciertos versos contenidos en la citada “Glosa”,
copla IV: “Cuantas doncellas llevastes,/ hidalgos y caballeros/ de primor,/ muy más tristes
los dejastes/ de lo que están los corderos/ sin pastor.” (Mª D. ESTEVA DE LLOVET: Jorge de
Montemayor…, op. cit., p. 387).
12 Como ya observaran C. Michaëlis de Vasconcellos y N. Alonso Cortés, Montemayor
no figuró nunca entre los servidores de la Casa de María Manuela (1543-1545), cuya
composición puede consultarse a través de los completos listados contenidos en J.
MARTÍNEZ MILLÁN (dir.): La Corte de Carlos V, Madrid 2000, t. 3, v. 5, pp. 133-136.
13 La Casa de María Manuela de Portugal se constituyó en 1543, poco antes de su
partida hacia España. En ella encontraron asiento unos doscientos servidores procedentes
de distintos sectores: los cargos principales fueron ocupados por personas de la máxima
confianza de los reyes, como Alejo de Meneses (mayordomo mayor) y Margarita de
Mendoza (camarera mayor); a los que se sumaron numerosos hijos de la nobleza portuguesa
y de las élites locales, como Antonia de Meneses (camarera menor) o el ama Mencía de
Andrade; y numerosos servidores castellanos cercanos a la reina Catalina, como el
embajador Luis Sarmiento (caballerizo mayor) y sus familiares, o las damas Mencía de
Figueroa y María de Velasco. Sobre el particular, véanse las explicaciones de F. LABRADOR
ARROYO: “Los servidores de la princesa María Manuela de Portugal”, en J. MARTÍNEZ
MILLÁN (dir.): La Corte de Carlos V…, op. cit., t. 1, v. 2, pp. 121-125.
1333
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1334
1334
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1335
por Jorge de Montemayor en sus primeros años, cuyo curso se clarifica a la luz
de las facciones cortesanas que lo promocionaron, primero, en Portugal, y lo
acogieron, después, en Castilla.
En efecto, todo cobra sentido cuando se considera que, desde finales del si-
glo XV, las monarquías hispana y portuguesa procuraron, a través de una ince-
sante política matrimonial, la unión de reinos por vía hereditaria; lo que llevó a
las hijas de los Reyes Católicos, Isabel y María, y después a las de Juana de Cas-
tilla, Leonor y Catalina, hermanas de Carlos V, a casar sucesivamente con dis-
tintos monarcas portugueses; mientras Isabel de Avis, prima de las dos últimas,
se convertía en esposa del Emperador en 1526. Esta línea de actuación culmi-
naría, finalmente, con el doble compromiso matrimonial sellado para la tercera
generación, por el que se establecía la unión conyugal entre el príncipe Felipe y
María Manuela; y entre don Joao y doña Juana de Austria. Para la consecución
de este último acuerdo, fue decisiva la participación de la reina Catalina de Por-
tugal y de la emperatriz Isabel, quien favoreció con insistencia la empresa antes
de su temprana muerte. Después, sería el embajador de España en Portugal,
don Luis Sarmiento, quien tomase las riendas del asunto, recomendando el
proyecto a Francisco de los Cobos y llevándolo finalmente a término en conni-
vencia con la reina portuguesa 17. Con ello, Catalina logró dar un paso decisivo
para la creación de una facción cortesana, tanto en Castilla como en Portugal,
que compartiese un mismo ideario –político 18 y religioso 19– y se apoyase en un
1335
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1336
1336
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1337
1337
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1338
lograron permanecer en la Corte de Carlos V tras aquel luctuoso suceso, como fue el caso de
Montemayor, constituirían, andados los años, el núcleo fundacional del partido de Éboli,
que pugnaría en la década de 1550 por controlar los resortes de la Monarquía hispana. Al
respecto, véase J. MARTÍNEZ MILLÁN y C. J. DE CARLOS MORALES (dirs.): Felipe II (1527-
1598)…, op. cit., pp. 39-48; y J. MARTÍNEZ MILLÁN (dir.): La Corte de Carlos V…, op. cit.,
t. 1, v. 2, pp. 216-225.
26 A pesar de los deseos expresados por María Manuela en su testamento, donde
solicitaba que sus servidores permaneciesen en Castilla atendiendo a las infantas María y
Juana, el príncipe Felipe o el infante don Carlos, el Emperador decidió abonar ciertas
cantidades a los miembros de aquella Casa para que regresasen a Portugal y abandonasen la
Corte castellana. Aun con todo, 43 oficiales lograron permanecer en España encontrando
asiento en otras Casas reales. El grupo más numeroso (29) fue a parar a la Casa de las
Infantas, mientras que otros diez servidores pasaron a la Casa del príncipe Felipe. Para más
detalles, véase F. LABRADOR ARROYO: “Los servidores de la princesa María Manuela…”, op.
cit., pp. 124-125.
27 La Casa de las Infantas, desde su constitución en 1539 hasta su disolución en 1548,
ha sido estudiada por I. Ezquerra Revilla: “La Casa de las infantas doña María y doña
Juana”, en J. MARTÍNEZ MILLÁN (dir.), La Corte de Carlos V…, op. cit., t. 1, v. 2, pp. 125-
152. El cuadro de su personal puede consultar en ibidem, t. 3, v. 5, pp. 118-123.
28 Como explica H. ANGLÉS: La música en la corte de Carlos V, Barcelona 1944, v. 1, p.
75, la más que notable capilla musical de las infantas María y Juana estaba compuesta, a la
altura de 1547, por “tres cantores tiples, dos contraltos, dos tenores, un contrabajo y «tres
mozos que sirven de cantar en el facistol»”.
29 Lázaro Velázquez ejerció como cantor contrabajo de la Casa de Castilla del príncipe
Felipe desde el 1º de septiembre de 1548 (La Corte de Carlos V…, op. cit., t. 3, v. 4, p. 385).
1338
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1339
las infantas durante el primer tercio de 1547 30 y, por otra, que Jorge de Mon-
temayor ejercía ya el oficio a comienzos de 1548, tal y como él mismo declara al
comienzo de la Exposición moral sobre el salmo LXXXVI, impresa en Alcalá de
Henares, en cuyo colofón figura la fecha de 1º de marzo de 1548, entonces ca-
be concluir que nuestro autor accedió al cargo durante aquel corto intervalo de
tiempo 31.
Para Jorge de Montemayor, la obtención de aquel oficio real debió represen-
tar una extraordinaria noticia, pues tras dos o tres años de permanencia en Es-
paña daba cumplimiento a su deseo de ganarse la vida como músico en la Corte
de Carlos V. Su orgullo y satisfacción por verse integrado en la sociedad cortesa-
na quedan de manifiesto en la citada dedicatoria de la Exposición moral 32, don-
de por vez primera Montemayor se declara súbdito y deudor de un personaje
arraigado en la Corte española, la infanta María, y no en la portuguesa, como
1339
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1340
era el caso de don Juan de Silva. Así las cosas, tocado por la gracia real, a la que
accedió sin duda por intercesión del círculo cortesano portugués, Montemayor
alcanzaba, en plena juventud, una inmejorable posición para medrar y progresar,
andados los años, en el universo áulico, ya que en el horizonte –no lo olvidemos–
se hallaba el compromiso matrimonial por el que algún día doña Juana de Aus-
tria, nacida en 1535 y todavía niña, se convertiría en princesa y reina de Portugal.
No sorprende, por consiguiente, que con estas perspectivas Jorge de Montema-
yor pasase, en 1549, a servir como cantor contrabajo en la Casa de doña Juana y
el infante don Carlos 33, pues, tras la disolución de la Casa de las Infantas, sus
servidores fueron repartidos –con notable dilación, como prueba el caso de
Montemayor 34– entre ambas hermanas. Poco antes, éstos habían podido mani-
festar sus preferencias a través de un memorial donde se observa el escaso atrac-
tivo que para aquel colectivo (plagado de portugueses) representaba la lejana
Corte de Viena frente a la posibilidad de permanecer en Castilla y pasar después
1340
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1341
al reino vecino a la sombra de la princesa Juana 35. Como es bien sabido, hasta
1552, fecha en que doña Juana se trasladó al país vecino, Jorge de Montemayor
figuró entre el personal de su Casa, si bien servía por temporadas a doña María 36,
casada con el archiduque Maximiliano el 17 de septiembre de 1548, quien ejer-
cía desde Valladolid la regencia del reino en ausencia del príncipe Felipe 37. Du-
rante aquel período, doña Juana de Austria y su sobrino –a quien criaba como
una madre– residieron primero en Aranda de Duero y después en Toro, villa a
la que se trasladaron en noviembre de 1550 debido a la poca salud de don Carlos
y a la incomodidad del aposento 38. De manera que debemos imaginar a nuestro
autor en esta época alternando entre la Corte vallisoletana de María y Maximi-
liano, y la pequeña Corte de doña Juana, apartada por voluntad del Emperador
de los grandes centros de decisión de la Monarquía 39.
35 El inminente viaje del príncipe Felipe por Europa y la boda de María y Maximiliano
obligó a reorganizar su servicio en 1548: la Casa del príncipe se organizó al estilo de Borgoña,
mientras que el servicio de sus hermanas se separó. Parece que los servidores de la Casa de las
Infantas pudieron manifestar sus preferencias antes de la división, tal y como consta
documentalmente en AGS, Estado, leg. 14, núm. 4, donde no queda constancia de la voluntad
de Montemayor. Sobre estas alteraciones en el servicio, véase J. MARTÍNEZ MILLÁN: “Elites de
poder en las Cortes de las Monarquías española y portuguesa en el siglo XVI: los servidores
de Juana de Austria”, Miscelánea Comillas 61 (2003), pp. 169-202, en particular, pp. 182-183.
36 Como acredita documentalmente (con nóminas de 1549: AGS, CySR, leg. 23) y
explica H. ANGLÉS: La música en la corte…, op. cit., v. 1, pp. 78-79, diversos músicos de la
Casa del Príncipe y de la Casa de doña Juana sirvieron temporalmente a doña María en
Valladolid durante su período de regencia. Entre ellos se hallaba Jorge de Montemayor
(AGS, CySR, leg. 64, ff. 775-776). La causa la aclara I. EZQUERRA REVILLA: “Los servidores
de los regentes…”, op. cit., p. 235: “hasta que se fijó su servicio y aún después, la reina de
Bohemia tuvo que recurrir a oficiales de otras casas reales para ver cumplidas sus
necesidades, en especial de servicio musical”.
37 El príncipe Felipe estuvo en viaje de formación por Europa entre 1548 y 1551,
período durante el que María y Maximiliano ejercieron la regencia de Castilla. Hechos
descritos en J. MARTÍNEZ MILLÁN: “Familia Real y grupos políticos…”, op. cit., pp. 77-78.
38 Véase el relato ofrecido por J. MARTÍNEZ MILLÁN: “Elites de poder en las
Cortes…”, op. cit., pp. 183-184. En esta primera época, servían en la Casa de doña Juana
poco más de cien personas, excluida la guardia de alabarderos.
39 Mientras la Corte de regencia permanecía en Valladolid, doña Juana se trasladó el 16
de enero de 1549 a Aranda de Duero, sin tener todavía asignado servicio propio, ante el
deseo de Carlos V de mantener separados ambos entornos de poder. Al respecto, véase I.
EZQUERRA REVILLA: “Los servidores de los regentes…”, op. cit., pp. 233-234; y “Las Casas
de doña Juana y don Carlos…”, op. cit., p. 238.
1341
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1342
1342
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1343
1343
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1344
1344
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1345
de aquélla. El documento se guarda en: IAN/TT, Cancellería de don Joáo, 3º Doaçóes, liv.
62, f. 167. Fue descubierto por F. M. DE SOUSA VITERBO: “Jorge de Montemór”, Archivo
Historico Portuguez 1/8 (1903), p. 256; y hoy puede leerse íntegramente en Mª D. ESTEVA
DE LLOBET: Jorge de Montemayor…, op. cit., pp. 24-25, n. 21.
49 Esta carta sin fecha pone de manifiesto no sólo el patronazgo ejercido por doña
Juana de Austria en favor de Montemayor y su familia, sino los estrechos lazos que
vinculaban al círculo cortesano portugués asentado en Castilla y a la facción castellana de la
Corte portuguesa, que tenía en la reina Catalina una de sus cabezas visibles. La referencia
original del documento: IAN/TT, Corpo Cronologhico, Parte 3º, maço 18, doc. 3. Fue
ofrecido en su día por F. M. DE SOUSA VITERBO: “Jorge de Montemór…”, op. cit., p. 256;
y ha sido recientemente transcrito por Mª D. ESTEVA DE LLOBET: Jorge de Montemayor…,
op. cit., p. 23.
50 Esta noticia ha sido ofrecido por F. M. RUIZ CABELLO: “Sobre Jorge de
Montemayor…”, op. cit., p. 139, y se contiene en la Relación de las fiestas que se hicieron en la
ciudad de Toro en los desposorios de doña Juana, hija del Emperador Carlos V, con el príncipe D.
Juan de Portugal. Año 1552.
51 Desde el trabajo de F. WHYTE: “Tres autos of Jorge de Montemayor”, Publications
of the Modern Languages Association of America 63 (1928), pp. 953-989: 958, a quien sigue
Mª D. ESTEVA DE LLOBET: “Precedentes literarios del auto sacramental: los tres autos de
Jorge de Montemayor: un producto de la Reforma”, en I. ARELLANO, C. PINILLOS, B.
OTEIZA y J. M. ESCUDERO (coords.): Divinas y humanas letras, doctrina y poesía en los autos
sacramentales de Calderón, Pamplona 1997, pp. 93-111: 96-97, se ha pensado que los tres
“Autos al serenísimos príncipe de Castilla” representados “en los Maytines de la noche de
Navidad. A cada nocturno un Auto”, que poco después pasarían a engrosar la sección devota
de Las obras de Montemayor (Poesía completa…, op. cit., pp. 297-329), sólo pudieron ser
puestos en escena ante el príncipe Felipe y las infantas en la Navidad de 1547, en Alcalá de
1345
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1346
Entrado el año nuevo, finalmente, doña Juana se casaría por poderes en Toro el 11
de enero de 1552, actuando en nombre del príncipe Juan su embajador en Espa-
ña, don Lorenzo Pérez de Távora, tío de don Cristóbal de Moura 52. Para el cor-
tesano Jorge de Montemayor, al servicio de la princesa desde 1547, había llegado
la hora del triunfo, toda vez que regresaba a su país de origen firmemente asen-
tado en el servicio de la futura reina de Portugal, su patrona y protectora, que no
dejaba de favorecerlo por medio de la gracia real.
Antes de pasar a tierras lusitanas –y pensando, probablemente, en hacer ca-
rrera en la Corte de Lisboa– Montemayor, quien contaba en 1552 con apenas
treinta años, decidió hacer acopio de sus versos, que hasta entonces circulaban
en forma manuscrita o en algún pliego suelto 53, para entregarlos a la imprenta
y cerrar con ello una etapa literaria marcada por sus vivencias en la Corte cas-
tellana entre 1545 y 1552 54, aproximadamente. Sólo así se explica que, en fecha
Henares. Sin embargo, como bien apunta F. M. RUIZ CABELLO: “Sobre Jorge de
Montemayor…”, op. cit., p. 139, n. 38, la presencia de Montemayor en Toro a finales de 1551
abre la posibilidad de que fuera en aquella Navidad, dos semanas antes de la boda de doña
Juana, cuando se representaron sus tres autos ante el heredero.
52 Véase J. MARTÍNEZ MILLÁN: “Familia Real y grupos políticos…”, op. cit., p. 78.
53 Tenemos constancia de la existencia de un pliego suelto, impreso en Valladolid en
1552, que se anuncia como el Cancionero de las obras de devoción de Jorge de Montemayor.
Pasó a letras de molde con licencia de la Inquisición tras haber sido visto y examinado. Al
margen de su contenido, un pequeño anticipo de la sección devota de Las obras, es muy
significativa la dedicatoria a don Manrique de Lara y a doña Luisa de Acuña, duques de
Nájera, condes de Valencia de don Juan y de Treviño, “mis señores”, pues denota la
profunda integración de Montemayor en el círculo aristocrático más próximo a la princesa
Juana. Este pliego suelto ha sido reproducido y estudiado por J. DUPONT: “Un pliego suelto
de 1552 intitulado Cancionero de las obras de devoción de Jorge de Montemayor”, Bulletin
Hispanique 75 (1973), pp. 40-72.
54 En su temprano cancionero particular, en efecto, alternan, tanto en metros castellanos
como italianizantes, sus “obras de amores” y sus “obras de devoción”, organizados en dos
libros bien diferenciados en los cuales se advierte claramente la huella de su experiencia
cortesana. En la primera parte, es clave el personaje de la amada, Marfida, bajo cuyo nombre
poético se esconda quizás la identidad de María de Aragón, junto a la que aparecen otras
damas del entorno de doña Juana, como Isabel Osorio o María de Guzmán (N. ALONSO
CORTÉS: “Sobre Montemayor…”, op. cit., pp. 356 y ss.). Entre los amigos, destacan, junto al
ya mencionado Gutierre de Cetina, el músico de cámara Francisco de Soto, quien le dedicó
un soneto laudatorio al comienzo del cancionero (Poesía completa…, op. cit., p. 11); y el poeta
Juan Hurtado de Mendoza, a quien Montemayor se dirige, en el intercambio epistolar recogido
1346
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1347
al final de su obra religiosa (Poesía completa…, op. cit., pp. 418-430), con la humildad propia
de un poeta novel (J. MONTERO DELGADO: “Montemayor y sus corresponsales poéticos [con
una nota sobre la epístola a mediados del XVI]”, en La epístola, Sevilla 2000, pp. 181-198:
184-187). Ya en la sección devota del cancionero, destaca por su importancia “La pasión de
Cristo”, dedicada a Juan Esteban Manrique de Lara (1504-1558), III duque de Nájera, obra
de reminiscencias ignacianas donde, como en la tercera semana de los Ejercicios espirituales,
se pretende la conmoción y adhesión amorosa del fiel a través de la contemplación de la
cruz, símbolo de la redención humana por medio de la gracia y el beneficio de Cristo. Junto
a aquélla, figuran los mencionados “Autos” de Navidad representados ante el príncipe
Felipe; así como dos obras de inspiración savonaroliana, la “Breve y sotil exposición sobre la
oración del Pater Noster” (Poesía completa…, op. cit., pp. 335-359) y la “Devota exposición
del salmo Miserere mei, Deus” (Poesía completa…, op. cit., pp. 363-417), que sitúan
inequívocamente a Montemayor en la órbita de la reforma católica impulsada en el seno de
la orden de Santo Domingo.
55
El documento fue presentado y transcrito por N. ALONSO CORTÉS: “Sobre
Montemayor…”, op. cit., pp. 354-356.
56 La edición príncipe (Medina del Campo, Guillermo de Millis, ¿1553?) ha quedado
descrita en J. MONTERO DELGADO: “Montemayor, Jorge de…”, op. cit., p. 708.
1347
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1348
dedicadas a los príncipes don Juan y doña Juana (cuyo escudo de armas figura
en la portada) e impresas en Medina del Campo, por Guillermo de Millis, muy
a finales de 1552 o ya entrado el año 1553 57, cuando su autor se hallaba ya sin
duda en la Corte de Lisboa. La posterior edición de Amberes, 1554 58, no sería
sino una copia, probablemente fraudulenta, de la princeps castellana.
Mientras Montemayor llevaba a cabo en el entorno de Valladolid y Medina
del Campo las gestiones necesarias para la impresión de su cancionero, la prin-
cesa Juana ultimaba los preparativos de su viaje y se despedía de su círculo ín-
timo 59, al que pertenecían Francisco de Borja 60 y el duque de Nájera 61,
1348
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1349
la filiación “felipista” de don Pedro Manrique de Lara, I duque de Nájera), como a las
corrientes de espiritualidad afectiva de las que surgió la Compañía de Jesús. Así, entre 1517 y
1521, el propio Iñigo de Loyola sirvió al II duque de Nájera como gentilhombre, y a sus
órdenes cayó herido en lucha contra los franceses en el memorable lance de armas que
cambiaría el rumbo de su vida. Igualmente, es sabido que don Antonio Manrique de Lara dio
cobijo por las mismas fechas al bachiller Antonio Medrano, cura de Navarrete, procesado más
adelante por la Inquisición en la causa seguida contra los alumbrados (E. JIMÉNEZ PABLO: “La
lucha por la identidad en la Compañía de Jesús: entre el servicio a Roma y el influjo de la
Monarquía hispana (1573-1643)”, Madrid 2011, pp. 20, 26-27 y 33-34, Tesis Doctoral
Universidad Autónoma de Madrid, dir. J. Martínez Millán). En última instancia, Juan
Esteban Manrique de Lara, III duque de Nájera, en la línea de sus antepasados, se movía a
mediados del siglo XVI en torno al círculo cortesano portugués y la princesa Juana, donde
pudo sintonizar con la misma espiritualidad que profesaba Montemayor.
62 En aquel trayecto fue acompañada por el duque de Escalona, Diego López Pacheco;
el obispo de Osma, Pedro Álvarez de Acosta y don Luis Sarmiento. El 13 de noviembre de
1552 atravesaba finalmente la frontera con Portugal, donde la esperaban el obispo de Coimbra,
fray Juan Juárez, y el duque de Aveiro, don Juan de Alencastro (J. MARTÍNEZ MILLÁN:
“Familia Real y grupos políticos…”, op. cit., p. 78).
63 Dicha nómina se halla en AGS, CySR, leg. 65, ff. 111-122. Las circunstancias que
marcaron aquel traslado, han sido estudiadas en I. EZQUERRA REVILLA: “Las Casas de doña
Juana y don Carlos…”, op. cit., pp. 247-248.
64 El listado completo de servidores que acompañaron a doña Juana a Portugal y
cobraron su nómina correspondiente a los dos últimos tercios del año 1552 puede
consultarse en I. EZQUERRA REVILLA: “Las Casas de doña Juana y don Carlos…”, op. cit.,
p. 247, n. 342. Allí Jorge de Montemayor figura ya como aposentador de la princesa Juana.
Con anterioridad, semejante información se conocía por medio de A. C. DE SOUSA:
“Memoria das pessoas que vieron con a Priceza D. Joana”, en Provas da Historia Genealogica
da Casa Real Portugueza, Lisboa 1744, v. 3, p. 75, cuya fuente documental puede leerse
íntegramente en F. M. RUIZ CABELLO: “Sobre Jorge de Montemayor…”, op. cit., p. 134, n.
22. El oficio de aposentador proporcionaba pingües beneficios económicos a quien lo ejercía,
1349
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1350
antiguo oficio 65, ya que no era incompatible, tal y como demuestran otros ejem-
plos cercanos 66. Aquella privilegiada posición, que sin duda permitió a Monte-
mayor disfrutar de unos holgados ingresos económicos, queda de manifiesto
cuando se comprueba el gran atractivo que para la nobleza portuguesa tuvo
desde esas fechas la Casa de doña Juana, en cuyo servicio las familias más influ-
yentes del reino trataron de integrar a sus miembros más jóvenes, toda vez que
pocos espacios de poder ofrecían entonces mejores perspectivas de progresión
y medro que el entorno personal de la princesa 67. En aquella favorable coyun-
tura, por tanto, habría que situar la dedicatoria del Diálogo espiritual, primera
obra de Montemayor, al rey Juan III 68, así como la redacción de su conocida
pues todos los cortesanos pugnaban (y pagaban subrepticiamente) para que el aposentador
los acomodase en casas y habitaciones confortables y propias de su dignidad, tal y como se
describe elocuentemente en fray A. DE GUEVARA: Aviso de privados y doctrina de cortesanos,
cap. 2, intitulado “Del trabajo que padecen los Cortesanos con los Aposentadores, sobre los
aposentos”.
65 Como miembro de la capilla de doña Juana durante su estancia en Portugal lo sitúa F.
M. DE SOUSA VITERBO: “Jorge de Montemór…”, op. cit., pp. 257-258, empleando fuentes
portuguesas. Igualmente, en el listado de la Casa de doña Juana realizado por Lorenzo Pires
de Távora, embajador lusitano en España, antes de su traslado a Portugal (1552), Jorge de
Montemayor figura como cantor de capilla con 40.000 mrs. de quitación (J. MARTÍNEZ MILLÁN:
“Elites de poder en las Cortes…”, op. cit., p. 197). La referencia original: IAN/TT, col. San
Vicente, v. 2, ff. 270-272; idéntico en IAN/TT, Ms. de Livraria, núm. 169, ff. 132v-137.
66 Pero Muñoz, por ejemplo, había sido cantor y aposentador de la Casa de las Infantas
(H. ANGLÉS: La música en la corte…, op. cit., v. 1, p. 75).
67 Así sucedió con la familia de Melo o con los condes de Ribagorza, que solicitaron un
puesto para sus hijas; y también con Lorenzo Pérez de Távora, quien llamó a Toto a su hijo
para que fuese incluido en el séquito de la princesa. Todos estos movimientos particulares,
en suma, jalonaron el proceso de cambio operado en la Casa de doña Juana para adaptarla al
estilo luso en 1552, tal y como explica J. MARTÍNEZ MILLÁN: “Elites de poder en las
Cortes…”, op. cit., pp. 186-189.
68 Aunque Montemayor declare que el Diálogo espiritual fue el primer fruto de su ingenio
(por tanto, anterior a 1545), no cabe duda de que hubo de ser tiempo después cuando preparó
la copia (o la versión) que hoy conocemos, pues al comienzo se declara “criado de la serenísima
princesa de Portugal, doña Juana”, situación que sólo se dio a partir de 1549. Además, la
dedicatoria “al muy alto y muy poderoso señor don Juan, por la divina clemencia, rey de
Portugal y de los Algarves”, esto es, Juan III, induce a pensar que aquel presente fue
confeccionado, precisamente, en el momento de llegar a Portugal o durante los meses de estancia
en la Corte de Lisboa, esto es, a finales de 1552 o ya en 1553, como parece más probable.
1350
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1351
“Epístola a Sá de Miranda” 69, con la que nuestro autor, todavía novel, presenta-
ba sus credenciales al maestro 70 en cuyo círculo literario desearía abrirse paso
una vez abandonado el ámbito castellano y establecido su horizonte profesional
y artístico en Portugal. Aquella etapa de prosperidad, sin embargo, se cerraría
bruscamente con la muerte accidental del príncipe Juan, acaecida en Lisboa el 2
de enero de 1554, tras la que doña Juana no tardó en regresar a Castilla para ocu-
parse de la regencia ante la inminente partida del príncipe Felipe 71. Los más fie-
les servidores de la princesa, en aquella dramática encrucijada, siguieron sus
pasos, pues para ellos encontrar acomodo en la Corte de Lisboa resultaba tarea
dificultosa en ausencia de doña Juana 72. Entre aquellos criados se halló sin du-
da Jorge de Montemayor, cuya brillante carrera quedó desde aquel punto trun-
cada y sometida a los vaivenes de la fortuna.
1351
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1352
1352
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1353
sido cierta esta hipótesis, hacia la que apuntan algunas referencias literarias 77,
Montemayor habría embarcado en julio de 1554 hacia Inglaterra junto al herede-
ro, para pasar después a Flandes –en el verano de 1555, como muy tarde–, don-
de Enrique II de Francia combatía activamente a los Habsburgo, acosado por su
política matrimonial. No obstante, consideramos que, aunque no pueda descar-
tarse esta posibilidad, existen indicios de mayor enjundia para pensar que el por-
tugués no partió hacia los Países Bajos hasta 1556, aproximadamente, tras
permanecer en Valladolid unos dos años a la sombra de la princesa Juana, cuya pe-
queña Corte llegó a ser célebre por la austeridad y recogimiento de sus miembros.
La ocasión propicia para acercarse al entorno de Felipe II pudo brindársela el du-
que de Sessa, a quien Montemayor dedicaría su Segundo cancionero, que tomó el
camino del norte –acompañado de un numeroso séquito, como era su costumbre–
para servir al nuevo monarca tras su coronación en Bruselas (1556) 78.
1353
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1354
Sea como fuere, lo cierto es que si hubiese formado parte del séquito que
acompañó al príncipe Felipe, Montemayor habría pisado suelo inglés en el vera-
no de 1554. Allí, sin embargo, las condiciones de vida no fueron favorables para
los servidores hispanos, pues María Tudor tenía preparada una Casa para su ma-
rido compuesta por trescientos oficiales ingleses, lo que obligó a realizar deli-
cadas gestiones diplomáticas para acomodar y mantener a tan desmesurado
servicio. La consecuencia directa fue la temprana marcha de Inglaterra de una
gran cantidad de españoles, que aprovecharon la delicada situación de Carlos V
en Flandes, en guerra abierta contra Enrique II, para acudir en auxilio de su
Emperador. En aquella coyuntura, Ruy Gómez de Silva, desde Inglaterra, reco-
mendó a Francisco de Eraso, secretario del Emperador en los Países Bajos –con
quien había sellado una alianza– a numerosos personajes pertenecientes a la fac-
ción ebolista que desde agosto de 1554 cruzaron el canal de la Mancha. Entre
ellos se hallaba el predicador Bartolomé Carranza de Miranda, cuyas doctrinas
parecen tan cercanas a la espiritualidad de Montemayor, muy próximo a los do-
minicos reformados del colegio de San Gregorio de Valladolid, de donde aquél
procedía. Tras permanecer en Inglaterra con un escaso contingente de servido-
res españoles, el príncipe Felipe pasó finalmente a Flandes en septiembre de
1555, de manera que, si verdaderamente se hallaba en las Islas Británicas, Mon-
temayor tuvo que trasladarse al Continente antes de esa fecha. Para entonces, el
lusitano estaría ya plenamente integrado en el partido de Éboli, que contaba en
la Península con el apoyo incondicional de la regente, doña Juana de Austria 79.
De haber residido en Castilla entre 1554 y 1556, Montemayor habría podi-
do saborear las mieles del triunfo literario gracias al éxito editorial de Las obras,
participar en las distintas disputas poéticas suscitadas por sus detractores y pre-
parar con esmero sus dos nuevos cancioneros, profano y devoto, antes de aban-
donar la Península. Igualmente, habría tenido tiempo de consultar con los
teólogos de San Gregorio sobre la ortodoxia de su obra religiosa, así como de
79 Todas estas noticias, así como las claves de la lucha faccional librada en la década de
1550 por la facción ebolista (encabezada por Ruy Gómez de Silva, Francisco de Eraso y
doña Juana de Austria) contra el duque de Alba (desplazado al reino de Nápoles en 1555 por
maquinación de los anteriores) y el inquisidor general Fernando de Valdés, pueden
conocerse por medio de J. MARTÍNEZ MILLÁN: “Grupos de poder en la Corte durante el
reinado de Felipe II: la facción ebolista, 1554-1573”, en Instituciones y elites de poder en la
monarquía hispana durante el siglo XVI, Madrid 1992, pp. 137-197: 139-172; J. MARTÍNEZ
MILLÁN y C. J. DE CARLOS MORALES (dirs.): Felipe II (1527-1598)…, op. cit., pp. 57-79; y
S. FERNÁNDEZ CONTI: “De príncipe regente a Rey Católico…”, op. cit., pp. 256-259.
1354
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1355
1355
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1356
1356
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1357
1357
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1358
1358
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1359
1359
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1360
con el iluminismo 102, lo cierto es que sólo últimamente, gracias a estudios de con-
junto más exhaustivos, ha sido posible situarlo adecuadamente en la historia al
quedar encuadrado en el seno de las corrientes reformadoras que, dentro del ca-
tolicismo y de la ortodoxia, trataron de renovar la espiritualidad española por me-
dio de la observancia (dominica, en particular, con Carranza y los teólogos de San
Gregorio 103 a la cabeza) y la vía del recogimiento 104, tan arraigado en la Compa-
ñía de Jesús (en sus primeros tiempos) y en el entorno personal de la princesa Jua-
na, donde Montemayor había crecido como músico y poeta cortesano 105.
Llegada la hora de regresar a España, de recoger el fruto de tantas jornadas
fatigosas al servicio de la Monarquía, sin embargo, la estrella de Montemayor
declina y sus esfuerzos quedan sin recompensa. Es éste el momento en que aflo-
ra con mayor intensidad su sentimiento anticortesano, expresado ya poco tiem-
po atrás en su epístola “A don Jorge de Meneses” 106, nacido como consecuencia
del desengaño vital de quien veía desvanecerse, desde las filas de la oposición
política, sus expectativas de medro a la sombra del príncipe Felipe, quien por
aquellos días autorizaba una política intransigente ante las alarmantes noticias
102 Montemayor fue situado en el ámbito del iluminismo por B. L. CREEL: The religions
poetry…, op. cit., pp. 178 y 244, quien extrae estas conclusiones de ciertos pasajes donde
parece exaltarse la justificación por la fe, la gracia divina y, en general, las formas de
devoción interioristas, como la oración mental.
103 La historia de aquel colegio dominico puede conocerse por medio del estudio
monográfico de G. DE ARRIAGA: Historia del Colegio de San Gregorio de Valladolid, Valladolid
1928-1940, ed. corr. y aum. de M. Mª Hoyos, 3 vols.
104 Las múltiples influencias espirituales recibidas por Montemayor han sido
sintéticamente descritas en su estudio de conjunto por Mª D. ESTEVA DE LLOBET: Jorge de
Montemayor…, op. cit., pp. 319-325.
105Sobre la espiritualidad predominante en la Casa de la princesa Juana y los distintos
autores literarios que, como Montemayor, gravitaron en su entorno, véase E. TORRES
COROMINAS: ”La corte literaria de doña Juana…”, op. cit.
106 Aquel sentimiento anticortesano, apuntado con anterioridad en algunos versos de la
“Epístola a Sá de Miranda”, se manifiesta ya con toda claridad en su epístola “A don Jorge de
Meneses” (Poesía completa…, op. cit., pp. 558-561), incluida en el Segundo cancionero, que
debió ser escrita entre 1554 y 1556, esto es, tras la muerte del príncipe Juan de Portugal y antes
de partir hacia Flandes, cuando Montemayor buscaba reubicarse en la Corte española tras ver
truncada su brillante carrera palaciega. La epístola desarrolla el clásico menosprecio de Corte
y alabanza de aldea, sazonado con la bucólica ensoñación del mundo pastoril y la melancólica
evocación de su tierra natal a orillas del Mondego. Sobre esta pieza, véanse los comentarios de
J. MONTERO DELGADO: “Montemayor y sus corresponsales…”, op. cit., p. 184.
1360
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1361
107 La Epístola a un grande España sobre los trabajos de los reyes fue editada por F. J.
SÁNCHEZ CANTÓN: “Tratado de una carta que Jorge de Montemayor escribió a un grande
de España: trátase en ella de los trabajos de los Reyes”, Revista de Filología Española 11
(1925), pp. 43-55, tras haber sido localizada en una colección de Papeles varios de Historia y
Humanidades que se guarda en la British Library, Ms. Add. 9939, ff. 152-158, descrita por
P. DE GAYANGOS: Catalogue of the manuscripts in the Spanish language in the British Museum,
Londres 1875, v. 1, p. 102. La epístola se escribió en Amberes (como indica el manuscrito)
a la altura de 1558, poco tiempo después de haber acontecido “las tormentas pasadas de
nuestra armada”, “las victorias de nuestro esclarecido príncipe” y “la pérdida de Calés”
(Calais). En su preámbulo, Montemayor introduce esta esclarecedora nota biográfica antes
de entrar en materia. Como se observa, esos “diez años de servicio” hacen puntual
referencia al período comprendido entre 1547-48 y 1558, en que vivió al amparo de la
dinastía Habsburgo. El texto completo de los Trabajos también puede leerse en Mª D.
ESTEVA DE LLOBET: Jorge de Montemayor…, op. cit., pp. 417-428.
1361
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1362
1362
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1363
1363
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1364
su difusión 116. El autor lusitano, pues, se vio desplazado, a finales del verano de
1559, a los oscuros márgenes de la heterodoxia, a los que fue expulsado –como
se colige de la reconstrucción histórica de los hechos– no tanto por la impropiedad
de sus asertos, sino como resultado de un conflicto faccional que muy pronto lo
llevaría a buscar refugio fuera de España.
Con este mar de fondo, no resulta fácil dibujar con precisión los pasos dados
por Montemayor entre 1558 y 1560. Podemos suponer que, asustado ante la per-
secución político-religiosa desencadenada por Valdés, en 1558 ó 1559, decidiese
retirarse prudentemente al reino de Valencia a la espera de acontecimientos. Allí
sería acogido en la pequeña Corte de don Juan Castellá de Vilanova 117, señor de
las baronías de Bicorb y Quesa, a quien dedicó Los siete libros de la Diana 118, que
pasó a letras de molde por aquellos días en tierras levantinas 119. En este período
es preciso situar la redacción de la “Epístola a Ramírez Pagán” 120 (posterior, en
116 En efecto, mientras su poesía profana disfrutó de una notable difusión impresa en
las décadas siguientes, la obra devota cayó en el ostracismo tras la condena inquisitorial,
dándose incluso la circunstancia de que los dos ejemplares conservados de la edición
medinense de Las obras carecen de su sección religiosa, al haber sido amputada
(presuntamente) tras el veredicto de 1559 (J. MONTERO DELGADO: “Viejos y nuevos
datos…”, op. cit., pp. 163-164; y “Montemayor, Jorge de”…, op. cit., p. 708).
117 Sobre Juan Castellá de Vilanova, hijo de don Luis de Vilanova y Juana Carroz, puede
consultarse la breve nota genealógica ofrecida por J. Montero Delgado su edición de J. DE
MONTEMAYOR: La Diana…, op. cit., p. 3, n. 1.
118 La dedicatoria de la Diana “Al muy ilustre señor don Joan Castellá de Vilanova” es
harto elocuente acerca de la protección brindada por el aristócrata valenciano a Montemayor
en tiempos de dificultad: “…Suplico a Vuestra Merced debajo de su amparo y corrección
recoja este libro, así como al extranjero autor dél ha recogido, pues que con sus fuerzas no
pueden con otra cosa servir a Vuestra Merced, cuya vida y estado Nuestro Señor por muchos
años acreciente” (La Diana…, op.cit., pp. 3-4). La misma idea se repite en los versos finales
del poema que “Al dicho señor” consagra a continuación: “y así el de Vilanova generoso/ del
lusitano autor ha sido amparo,/ haciendo que un ingenio bajo y falto/ hasta las nubes suba
y muy más alto” (vv. 5-8) (ibidem, p. 4).
119 La que se ha supuesto primera edición de la Diana, impresa en Valencia, no indica
ni el año ni el impresor, y carece de los preceptivos preliminares (licencia, privilegio, tasa,
etc.) que servían para legalizar una edición impresa. Su descripción bibliográfica se halla en
E. FOSALBA VELA: La Diana en Europa…, op. cit., p. 93; y A. RALLO GRUSS: “Montemayor,
Jorge de”…, op. cit., pp. 715-716.
120 Como explica J. MONTERO DELGADO: “Montemayor y sus corresponsales…”, op.
cit., pp. 191-194, la “Epistola a Ramírez Pagán” fue escrita por Montemayor durante su etapa
1364
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1365
buena lógica, a la publicación del Segundo cancionero), texto que ilustra, a través
de una cruenta sátira anticortesana que precede y alterna con la clásica ensoña-
ción bucólica, no sólo el malestar y el desengaño de un derrotado 121, sino tam-
bién –y quizás esto sea lo más relevante para la interpretación de su obra cumbre–
cómo de aquel estado de ánimo surgió el deseo de huir a un mundo pretérito y
hermoso, previo a la civilización (de Corte), donde unos pastores idealizados con-
sagraban su tiempo al amor, la poesía y la música 122: un mundo, en suma, ajeno
valenciana, de manera que no pudo tener cabida en sus cancioneros impresos en Amberes en
1558. Hoy se conoce gracias a su inclusión en la Floresta de varia poesía de Diego Ramírez Pagán
(Valencia, 1562) y puede leerse en Mª D. ESTEVA DE LLOBET: Jorge de Montemayor…, op. cit.,
pp. 407-412. A. Alonso Miguel: “El intercambio epistolar entre Montemayor y Ramírez
Pagán”, en J. LARA GARRIDO (coord.): La epístola poética del Renacimiento español, Málaga 2009,
pp. 211-222: 211, recuerda que Ramírez Pagán residió en Valencia bajo la protección del virrey
Alfonso de Aragón desde 1557. Allí, sin duda, conviviría con Montemayor, cuyo fracaso
cortesano plasma con tanta crudeza en su soneto “Al mesmo Montemayor en modo de
diálogo”.
121 A lo largo de la “Epístola a Ramírez Pagán”, el poeta lusitano incide, como
preámbulo a la exaltación de la vida pastoril, en la clásica sátira anticortesana: “Dejemos,
pues, pastor, estos cuidados;/ escríbanse Dardanio y Lusitano,/ como siervos de amor tras
los ganados./ Dejemos en su corte al cortesano,/ envuelto en sus privanzas y pasiones,/ y
su esperanza al fin salirle en vano./ Dejemos los negocios y opiniones,/ en que pretenden
muchos ser tenidos,/ en esa corte o mar de divisiones./ Dejemos navegar los favoridos,/ que
al cabo hay bancos, rocas, tempestades,/ do no les valdrá estar muy prevenidos…” (vv. 49-
60). Menosprecio de Corte que, sorprendentemente, vuelve a aflorar hacia el final de la
pieza –cuando todo parecía ya teñido de bucolismo– para alcanzar su máxima virulencia en
una mal velada alusión a los hechos acaecidos en Castilla entre 1558 y 1559: “Oh, quién
dijese: ¡ay de ti, Castilla!/ mas yo, ¡Jesús!, ¿qué digo?: guarda fuera/ que no se usa verdad,
ni es bien decilla./ ¡Oh, divino Dardanio, quién pudiera/ resucitar los dos, que uno reía,/
y otro lloraba, a ver si aquél riera!/ Cuan a buen tiempo el uno lloraría,/ y el otro solo en
ver perdida España…/ ¡Cé, pluma, calla, pues que es niñería!/ ¡Cómo se pierde el mundo!,
¡Oh, cosa extraña!/ ¡cómo anda la ambición tan desmandada!/ ¿no queréis, pluma, vos
perder la maña?/ La hipocresía, ¡Oh, cómo es privada!,/ y os echa el ojo siempre al buen
bocado…/ ¡Callad, pluma, que sois muy porfiada!” (vv. 139-154).
122 La relación entre el menosprecio de Corte y el mundo pastoril ya fue trazada por F.
LÓPEZ ESTRADA: “La epístola de Jorge de Montemayor a Diego Ramírez Pagán. Una
interpretación del desprecio por el Cortesano en la Diana”, en Estudios dedicados a Menéndez
Pidal, Madrid 1950-1953, v. 6, pp. 387-406, quien dibujó con acierto la analogía entre los versos
de la “Epístola a Ramírez Pagán” y el movimiento de Sireno (quien deja atrás la Corte en busca
del locus amoenus pastoril) al comienzos de la Diana: “No se metía el pastor en la consideración
de los malos o buenos sucesos de la fortuna ni en la mudanza y variación de los tiempos; no le
1365
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1366
1366
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1367
primer término, a las infantas doña María, “que en la suprema silla está sentada”
(estrofa 4), y doña Juana, “a quien quitó fortuna insana/ el cetro, la corona y alta
silla” (estrofa 5), en cuya Casa sirvió el lusitano desde su incorporación a la Cor-
te española. Más adelante salta a escena la familia real portuguesa, con la infanta
María 128 a la cabeza (estrofa 6), a la que siguen las hijas de Duarte, el infante lu-
sitano (estrofa 7). Muy significativa, por su posición jerárquica dentro del poema,
se presenta la siguiente octava, en la que son loadas las duquesas de Nájera (doña
Luisa de Acuña, esposa de Juan Esteban Manrique de Lara) y de Sessa (doña Ma-
ría Sarmiento de Mendoza, mujer de Gonzalo Fernández de Córdoba), ensalza-
das “por su valor, bondad y hermosura,/ saber y discreción sobre natura” (estrofa
8), de cuya protección se benefició el lusitano durante distintas etapas de su vida.
A continuación, figuran diversas damas de la aristocracia castellana y del entorno
cortesano de las infantas, como doña Leonor Manuel 129, doña Luisa Carrillo, do-
ña Eufrasia de Guzmán o doña María de Aragón 130, entre un nutrido elenco de
128 La identidad de esta infanta María de Portugal no está clara: mientras J. Montero
Delgado (J. DE MONTEMAYOR: La Diana…, op. cit., p. 191, n. 131) piensa que se trata de la
hija de Manuel el Afortunado, a la que el príncipe Felipe rechazara en beneficio de María
Tudor a comienzos de 1554 (en cuyo entorno cortesano se movió Montemayor en 1553
durante su estancia en Lisboa), Mª D. ESTEVA DE LLOBET: Jorge de Montemayor…, op. cit.,
p. 66, postula que el lusitano se refiere, en cambio, a María Manuela de Portugal, hija de
Juan III y primera esposa del futuro Felipe II, a la que dedicase otrora su reseñada “Glosa
de diez coplas de Jorge Manrique”.
129 Leonor Manuel, de origen portugués, hija de don Diego de Melho y Figueiredo,
caballerizo mayor de la emperatriz Isabel, fue dama de la Casa de María Manuela de
Portugal, a cuya muerte pasó a las Casa de las Infantas, donde sirvió entre 1545 y 1548. Tras
la división de aquélla, entre 1549 y 1551 fue dama de la Casa de la regente doña María de
Austria, para, finalmente, ocupar idéntico oficio en la Casa del infantes don Carlos desde
1553 (J. MARTÍNEZ MILLÁN [dir.]: La Corte de Carlos V…, op. cit., t. 3, v. 4, p. 241). En 1558
casaría con don Pedro Luis Garcerán de Borja, marqués de Navarrés y maestre de Montesa,
hermanastro de Francisco de Borja.
130 María de Aragón, a quien A. González Palencia (El Cancionero del poeta George de
Montemayor, Madrid 1932, p. XXII) identificase con la Marfida literaria, pudo ser la hija de don
Álvaro Fernández de Córdoba y de doña María de Aragón, dama de la emperatriz Isabel (J. DE
MONTEMAYOR: La Diana…, op. cit., p 193, n. 144, de J. Montero Delgado). Aunque es preciso
tomar con prudencia estas noticias ante los problemas de homonimia, pudo ser la María de
Aragón que servía en 1551 como dama a la regente María de Austria (La Corte de Carlos V…,
op. cit., t. 3, v. 4, p. 64), e incluso la misma dama que, en 1573, permanecía junto a doña Juana
en las Descalzas Reales en el momento de su muerte (J. MARTÍNEZ MILLÁN y S. FERNÁNDEZ
CONTI [dirs.]: La Monarquía de Felipe II. La casa del rey, Madrid 2005, v. 2, p. 668).
1367
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1368
distinguidas cortesanas con las que convivió el poeta durante las décadas de
1540 y 1550 131 (estrofas 9 a 18). Seguidamente, Montemayor se traslada al ám-
bito valenciano –dibujando con nitidez su círculo de relaciones en el momento
presente– para cantar las virtudes, en primer lugar, de cuatro hijas de don Al-
fonso de Aragón, II duque de Segorbe, virrey y capitán general del reino de Va-
lencia entre 1558 y 1563: Ana, Beatriz, Francisca y Magdalena (estrofas 20-24);
a las que suceden, siempre en una rigurosa gradación jerárquica, las hijas de
don Juan de Borja, III duque de Gandía: Margarita y Magdalena 132 (estrofa
25); doña Catalina Milán (estrofa 26), y un amplio repertorio de damas valen-
cianas de la corte virreinal del duque de Segorbe, pertenecientes a linajes tan
señalados como los de Borja, Zanoguera o Milán, con el que Orfeo cierra su
canto (estrofas 27-43).
La etapa valenciana de Montemayor, de gran actividad intelectual y edito-
rial, se clausuraría con la publicación de su traducción castellana de los Cants
d’amor de Ausias March 133, impresos en Valencia en 1560, quien era considera-
do ya un clásico de las letras peninsulares, casi al modo de un Dante, un Petrar-
ca o un Boccaccio para los italianos. Por otra parte, fue durante su estancia en
los reinos de la Corona de Aragón cuando, muy probablemente, cayó en sus ma-
nos la primera novela morisca de la literatura española, El Abencerraje (siempre
en su versión Crónica), que venía circulando a través de pequeñas ediciones im-
presas desde fecha reciente 134. Fruto de una compleja tradición textual, esta
Parte de la Corónica del ínclito infante don Fernando que ganó a Antequera –tal y
131Sobre este grupo de damas castellanas y portuguesas del entorno de doña Juana, a
quienes Montemayor cita en diversos poemas de sus cancioneros, véanse las generosas notas
de J. Montero Delgado en J. DE MONTEMAYOR: La Diana…, op. cit., pp. 192-195.
132 Hijas de don Juan de Borja y doña Francisca de Castro y Pinós, y, por tanto,
hermanas de don Pedro Luis Garcerán de Borja, cuñadas de doña Leonor Manuel y
hermanastras de Francisco de Borja (J. DE MONTEMAYOR: La Diana…, op. cit., p 198, n.
166, de J. Montero Delgado). Como se observa, Montemayor dibuja con precisión las redes
familiares tejidas entre el círculo cortesano portugués y la Casa de Gandía, esenciales para
entender la trayectoria palaciega de Montemayor y sus inclinaciones espirituales.
133 La traducción, del lemosín al castellano, de los Cantos de amor de Ausias March
efectuada por Jorge de Montemayor puede leerse en Poesía completa…, op. cit., pp. 1061-
1257.
134 Sobre el problema textual de El Abencerraje, véase E. TORRES COROMINAS:
Literatura y facciones cortesanas en la España del siglo XVI. Estudio y edición del Inventario de
Antonio de Villegas, Madrid 2008, pp. 294-321.
1368
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1369
como rezaba su portada– había sido compuesta a finales de la década de 1550 por
un servidor de Jerónimo Jiménez de Embún, señor de Bárboles y Huirita, en cu-
yas posesiones patrimoniales, a orillas del río Jalón, residía una pacífica (y prove-
chosa) comunidad de agricultores moriscos, hostigada entonces por el Santo
Oficio ante la amenaza de una hipotética invasión otomana 135. Dado su contexto
de escritura, no puede sorprender, por tanto, el sentido de libertad y tolerancia
que alentaba el relato, ni tampoco, obviamente, que un ebolista como Montema-
yor –justo en aquellos días de persecución y zozobra– lo leyese con sumo agrado,
hasta el punto de elaborar en los meses siguientes su propia versión de la obra con
el fin de intercalarla en sucesivas ediciones de la Diana 136; procedimiento que, sin
embargo, no pudo completarse en vida del autor, pues El Abencerraje pastoril 137
no pasó a letras de molde hasta finales de 1561 138. El Abencerraje se unía de esta
forma, en tanto que texto fundacional y producto de oposición, al Lazarillo de
Tormes y a la Diana, primeras manifestaciones de nuestros géneros narrativos pi-
caresco y pastoril, respectivamente, al final de un período particularmente con-
vulso de la historia de España en el que la literatura de ficción, ante el repliegue
cultural promovido desde los sectores más intransigentes, sirvió para dar cobijo a
aquellas ideas y sensibilidades que ya no podían expresarse abiertamente 139.
1369
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1370
140 La referencia fue ofrecida por fray Bartolomé Ponce en la carta dedicatoria que
precede a su Clara Diana a lo divino (Épila, 1580), donde afirma que: “el año mil quiniento
cincuenta y nueve, estando yo en la corte del Rey don Felipe”, tras haber leído la Diana,
disfrutó de un ameno convite junto a Montemayor, “y yo con alegre buen celo le comencé
a decir cuán deseada había tenido su vista y amistad, siquiera para con ella tomar brío de
decille cuán mal gastaba su delicado entendimiento con las demás potencias del alma,
ocupando el tiempo en meditar conceptos, medir rimas, fabricar historias y componer libros
de amor mundano y estilo profano. Con medida risa me respondió diciendo: padre Ponce,
hagan los frailes penitencia por todos, que los hijosdalgo armas y amores son su profesión”
(Mª D. ESTEVA DE LLOBET: Jorge de Montemayor…, op. cit., pp. 80-81, n. 172).
141 Atemorizados ante el devenir de los acontecimientos, otros espirituales del entorno
de doña Juana se vieron obligados por entonces a salir de España. Así, mientras fray Luis de
Granada buscaba refugio en Portugal, Francisco de Borja y el mismo Montemayor decidían
pasar a Italia por su seguridad. Una visión de conjunto de aquella encrucijada histórica se
ofrece en las conclusiones de E. TORRES COROMINAS: “La corte literaria de doña Juana…”,
op. cit., pp. 965-971.
142 A. ÁLVAREZ-OSSORIO: “«Far Cerimonie alla spagnola»…”, op. cit., p. 430, recuerda
cómo, en 1557, el duque de Sessa trabó amistad durante una estancia en Inglaterra con Ruy
Gómez de Silva y Francisco de Eraso, quienes necesitaban de aristócratas fieles para
controlar Italia tras la salida del duque de Alba y los Toledo de su territorio. Con su apoyo,
Fernández de Córdoba obtendría el cargo de gobernador y capitán general de Milán el 23
de abril de 1558. Llegado al Milanesado en julio de aquel mismo año, no tardó en rodearse de
un selecto elenco de artistas y literatos que contribuyeron a engrandecer su Corte y su persona
(ibidem, pp. 464-472). Al mismo se uniría Montemayor durante los meses que precedieron
a su muerte acaecida a comienzos de 1561.
1370
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1371
143 La edición lombarda de la Diana, Milán, Andrea de Ferrari, c. 1560, pasa por ser una
de las más tempranas tras la princeps valenciana (véase su descripción bibliográfica en E.
FOSALBA VELA: La Diana en Europa…, op. cit., p. 97; y A. RALLO GRUSS: “Montemayor,
Jorge de…”, op. cit., p. 716). Todo indica que fue el propio Montemayor quien, durante su
estancia en el Milanesado, promovió la empresa editorial, dedicando ahora la obra a doña
Bárbara Fiesca e introduciendo nuevos poemas preliminares, como el soneto dedicado al
autor por el polígrafo Luca Contile. En el “Canto de Orfeo” incorpora cuatro nuevas
octavas, donde la alabanza a diversas damas italianas pone de manifiesto el vínculo de
Montemayor con los Visconti. Tanto los preliminares como los nuevos versos añadidos en la
edición milanesa de la Diana pueden leerse en la exhaustiva edición de J. Montero Delgado:
J. DE MONTEMAYOR: La Diana…, op. cit., pp. 291-294.
144 Bárbara Fieschi Visconti fue hija de Pietro Luca Fieschi, conde de Crevacore, y
segunda mujer de Gian Luigi Visconti, uno de los embajadores enviados a Trento en 1541 a
recibir a Carlos V. En la epístola en verso suelto enviada por Gutierre de Cetina a la princesa de
Molfeta, doña Isabel de Capua, fechada a 24 de abril de 1545, doña Bárbara Fieschi figura entre
las damas de la Corte de Milán alabadas galantemente por el poeta sevillano. Años después, sería
su amigo Jorge de Montemayor quien le consagraría su remozada edición milanesa de la Diana
(E. MELE y N. ALONSO CORTÉS: “Sobre los amores de Gutierre de Cetina y su famoso
madrigal”, Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de Valladolid 2 [1930], pp. 49-74: 51-52;
y J. Montero Delgado: J. DE MONTEMAYOR: La Diana…, op. cit., p. 291, n. 1).
145 Son diversas las fuentes que dan testimonio del luctuoso acontecimiento. En el
ejemplar de Las obras (Amberes, 1554) de la BNE, Usoz 744, en nota manuscrita se lee:
“This edition was printed during the life time of the author, Jorge de Montemayor,
portuguez, poeta conocido, músico de la capilla de Carlos V y soldado valeroso, que perdió
la vida en el Piamonte, año 1561”. Idéntica referencia geográfica dará Diego Ramírez Pagán
en uno de sus sonetos dedicados a la muerte del lusitano, “Al mesmo Montemayor en modo
de diálogo”, donde da cuenta de su desgraciado destino cortesano y de algunas
circunstancias concernientes a su violenta muerte (Marte) por una causa amorosa (Venus):
“- Nuestro Montemayor, ¿dó fue nacido?/ - En la ciudad del hijo de Laerte./ - ¿Y qué parte
de la humana, instable suerte?/ - Cortesano discreto y entendido./ - Su trato, ¿cómo fue?,
¿y de qué ha vivido?/ - Sirviendo, y no acertó, ni hay quien acierte./ - ¿Quién tan presto le
dio tan cruda muerte?/ - Invidia y Marte y Venus lo ha movido./ Sus huesos, ¿dónde están?
1371
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1372
- En Piamonte./ - ¿Por qué? - Por no los dar a patria ingrata./ - ¿Qué le debe su patria? –
Inmortal nombre./ - ¿De qué? - De larga vena, dulce y grave./ - Y en pago, ¿qué le dan? -
Talar el monte./ - ¿Y habrá quién le cultive= - No hay tal hombre.” (contenido en Diego
Ramírez Pagán, Floresta de varia poesía, Valencia, 1562; y reproducido por Mª D. ESTEVA DE
LLOBET: Jorge de Montemayor…, op. cit., p. 58. Años más tarde, fray Bartolomé Ponce, en la
cita reseñada de la carta dedicatoria que precede a su Clara Diana a lo divino, tras
rememorar su encuentro con el portugués en 1559, afirma: “Con esto y mucha risa se acabó
el convite y nos despedimos; perdone Dios su alma, que nunca más le vi, antes de allí a pocos
meses me dijeron cómo un muy amigo suyo le había muerto por ciertos celos o amores”
(ibidem, p. 81, n. 172). Finalmente, en la edición póstuma del Cancionero de Montemayor
(Zaragoza, viuda de Bartolomé de Nágera, 1562), Francisco Marcos Dorantes daría cuenta
del suceso en su reseñada “Elegía a la muerte del excelentísimo poeta Jorge de
Montemayor”. Todos estos datos fueron recopilados por M. MENÉNDEZ Y PELAYO: Orígenes
de la novela, Santander 1943, v. 2, pp. 260-262, cuyas conclusiones son generalmente
aceptadas por la crítica.
1372
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1373
1373
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1374
IV 24 Torres Corominas_Maquetación 1 28/02/12 19:01 Página 1375
ÍNDICE VOLUMEN II
Índice Volumen II