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Asignatura

Proyecto Responsabilidad Social

TINI

Actividad

Ética Del Cuidado De La Naturaleza Y Entorno Común

Presenta:

Ángela Marcela Ramírez Pinilla

María Alejandra Hoyos Muñoz

Juan David Guzmán Montealegre

Jennifer Fabiana Tuquerres Burbano

Yenifer Paladines Muñoz

Docente

Leidy Patricia Collazos Molina

NRC: 11608

Septiembre 2020
INTRODUCCION

La ética y el medio ambiente conforman uno del dúo más importante para los seres

humanos, no solo por la cantidad de valores que en ellos está inmersa, sino por la

consciencia que nos permite crear y el sostenimiento de las futuras generaciones.

Para el desarrollo de esta actividad tuvimos que visualizar importante fuentes, autores con

escritos que hacen frente a una de las más grandes problemáticas que hoy en día se viven en

nuestro planeta, y que sea convertido en tendencia dentro de todas las culturas, razas e

ideologías. Buscando la formas de mitigar el impacto de destrucción que tiene el hombre y

como encontrar soluciones para evitar un daño irremediable para nuestras futuras

generaciones.
La Ética Medio Ambiental: Principios Y Valores Para Una Ciudadanía Responsable
En La Sociedad Global

Environmental Ethics: Principles And Values For A Responsible Citizenship In


Global Society

A Ética Do Meio Ambiente: Princípios E Valores Para Uma Cidadania Responsável


Na Sociedade Global

Juan Alberto Lecaros Urzúa1

1 Centro De Bioética, Facultad De Medicina, Universidad Del Desarrollo, Chile.

Correspondencia: Albertolecarosurzua@Gmail.Com

Resumen: La ética medioambiental es una ética aplicada que reflexiona sobre los
fundamentos de los deberes y responsabilidades del ser humano con la naturaleza, los seres
vivos y las generaciones futuras. El objetivo de este artículo es evaluar la crisis socio
ecológica planetaria, bajo la guía de dos principios éticos axiales y un concepto ético-
político derivado: primero, el principio de responsabilidad como cuidado del ser vulnerable
(los seres humanos actuales y futuros y la restante vida planetaria); segundo, el principio de
justicia ecológica en sus tres vertientes complementarias: la justicia global (las
desigualdades socioeconómicas a nivel planetario), la justica intergeneracional
(generaciones futuras) y la justicia interespecífica (principio de hospitalidad biosferita hacia
los otros seres vivos); y el concepto ético-político de ciudadanía ecológica en una sociedad
global.

Palabras clave: crisis socio ecológico, ético medio ambiental, principio de responsabilidad,
justicia global, ciudadanía ecológica.

Introducción
La primera vez que se comenzó a hablar de una ética orientada al cuidado y respeto del
medio ambiente, indicando que el pensamiento moral debería ir más allá del ámbito de los
intereses humanos para incluir los intereses de los seres naturales no humanos, fue en las
conclusiones del libro de memorias del ingeniero forestal norteamericano, Aldo Leopold,
“A Sand County Almanac” (1949), que la tituló: Land Ethic (Ética de la Tierra) (1). En los
años setenta, en el ámbito académico anglosajón, se comienza utilizar la expresión
“Environmental Ethics” para referirse a esta nueva área de la ética aplicada. Esta expresión
se consolidó a partir de una conferencia de la Universidad de Georgia titulada “Filosofía y
crisis medioambiental” (1971), en la que se hacía eco de una preocupación por estos temas
ya presente por ese entonces en el debate social, a través de los primeros movimientos
ecologistas de los años sesenta, y en el debate político-jurídico internacional. Recordemos
que la primera Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente se celebró en
Estocolmo en 1972 (“Conferencia de NN.UU sobre Medio Humano”) y que ese mismo año
se publicó el Informe del Club de Roma, “Los límites del crecimiento”(2).

A partir de entonces el concepto de environmental ethics adquirió carta de nacimiento y se


definió como “el estudio ético de las interacciones humanas con y el impacto humano sobre
el mundo natural y el sistema natural”(3), o bien, como “un nuevo campo de la ética
filosófica preocupada por la descripción de los valores que posee el mundo natural no
humano y por la prescripción de una respuesta ética apropiada para asegurar la
preservación o restauración de estos valores”(4).

En 1972, con la conferencia del filósofo Arne Naess “The Shallow and the Deep, Long-
Range Ecology Movement”, publicada en Inquiry 16, 1973, se comenzó hacer la distinción
entre ecología profunda (deep ecology) y ecología superficial (shallow ecology) y se
introduce el término “ecofilosofía”. Este último, según Naess, apunta a “hacer hincapié en
una ponderación altamente crítica de las sociedades de crecimiento industrial desde el
punto de vista ecológico”(5).

En 1975, con la publicación del libro “Liberación Animal”, de Peter Singer, se inicia el
debate dentro de la environmental ethics sobre los derechos de los animales y el bienestar
animal (animal-welfarism), tanto desde la perspectiva utilitarista de la igual consideración
de los intereses morales de los seres vivos sintientes (Singer)(6), como desde la perspectiva
de los derechos de los animales con conciencia de fines (Regan)(7).

En el ámbito filosófico continental, dos de los grandes filósofos que abordaron esta
dimensión de la ética y su fundamentación (Hans Jonas y K. O. Apel) no utilizaron el
término “ética medioambiental” sino el de “ética de la responsabilidad”. El primero habla
de una “ética para la civilización tecnológica” —expresión que será el subtítulo de su
celebérrima obra, “El principio de responsabilidad” (1979)(8)—, y el segundo de una “ética
de la responsabilidad en la era de la ciencia”(9) —título de una de sus primeras
conferencias sobre el tema, dictada en 1984.

El debate filosófico en esta disciplina se ha centrado en tres grandes líneas: (i) el


diagnóstico sobre las causas de la crisis socioecológica en un nivel planetario, en términos
históricos, sociales, culturales, políticos, jurídicos y económicos; (ii) la consideración de los
intereses morales de los seres humanos futuros o generaciones futuras, y (iii) la teoría del
valor sobre la cual se sustentan las obligaciones ético-ecológicas, dividida en valores
instrumentales, extrínsecos a la naturaleza y basados en los intereses humanos —que
fundamentan los antropocentrismos éticos—, y en valores intrínsecos a la naturaleza o a los
seres vivos que la integran, fundamento de los biocentrismos y ecocentrismos en ética
medio ambiental.

El axioma clave para comprender la extensión del horizonte de consideración moral más
allá de los intereses humanos actuales, esto es, el de las generaciones futuras y los seres
vivos no humanos, se puede expresar diciendo que todo agente moral es paciente moral,
pero no todo paciente moral es un agente moral. Por agente moral se entiende a los seres
humanos con capacidad de asumir obligaciones y responsabilidades por sus acciones, y por
paciente moral un ser ante el cual se tiene obligaciones y responsabilidades, debido a que
sus intereses y capacidades merecen consideración moral. Esta distinción significa que en
el núcleo de la ética medio ambiental se abre la discusión sobre la existencia de deberes no
recíprocos y asimétricos, vale decir, deberes que se tienen sin que exista un derecho
correlativo. Sin embargo, el principio de la igual consideración de los intereses de los seres
vivos no humanos no implica que se otorgue un mismo significado moral a los seres ante
los cuales estamos obligados en una ética extendida hacia la naturaleza, pues se reconocen
y establecen prioridades en caso de conflicto de intereses entre las entidades consideradas
moralmente(10).

Desde los tiempos del padre fundador de la ética medioambiental, Aldo Leopold, ha estado
presente en esta disciplina la visión de que la ética ha ido ampliando su horizonte de
consideración moral. En efecto, durante buena parte de la historia de la humanidad el
ámbito de consideración moral quedaba reducido a los miembros de una misma tribu, etnia
o comunidad política, excluyéndose a los restantes seres humanos como extraños morales.
Solo a partir del pensamiento ilustrado en el s. XVIII, se comienza a postular, con I. Kant,
un criterio ético de universalidad, argumentando que las diferencias de raza, sexo, etnia o
de otro tipo no constituyen diferencias éticamente razonables, y que todo individuo humano
merece respeto por ser un fin en sí mismo, un ser con dignidad, no pudiendo ser tratado
jamás como un mero medio para los fines de la voluntad de otros.

Hoy, sin embargo, dada la amplitud de los efectos de la acción humana en el tiempo y en el
espacio, por el poder tecnológico, comenzamos a preguntarnos si este principio de
universalidad es extensible incluso a los seres humanos futuros, los cuales pueden verse
afectados en sus intereses por nuestras acciones presentes. Si la ética tiene por misión
proteger al “otro”, vulnerable y frágil, y aunque los individuos futuros no estén presente al
mismo tiempo que nosotros, deberíamos considerar sus intereses morales, porque sus
capacidades, vulnerabilidades y necesidades no deberían ser sustancialmente distintas de
las nuestras(11).

Con todo, más allá del principio de universalidad de los intereses de los seres humanos
actuales y futuros, el pensamiento ético, ya desde fines de la Ilustración, se preguntó si el
criterio para considerar los intereses morales se limitaba solo a la capacidad de raciocinio
propia de la especie humana. Así, el padre del utilitarismo, J. Bentham, sostuvo que lo
esencial en la moralidad no es pertenecer a una especie determinada, sino ser un individuo
con capacidad de placer y sufrimiento. De tal modo que los animales sintientes tienen tanto
interés en no sufrir como cualquier miembro de la especie humana, por lo tanto, merecen
igual consideración moral que éstos. Es el razonamiento que ha seguido, por ejemplo, la
ética del bienestar animal de Peter Singer.

Pero, dentro de la ética medio ambiental, otros filósofos se han preguntado si este es un
criterio último para fijar el límite de la consideración moral de los seres naturales, ya que,
sostienen, hay otros seres vivos que, sin ser sensibles, poseen igualmente un fin propio que
buscan realizar y con los cuales los animales sintientes comparten capacidades e intereses,
como la autoperpetuación metabólica, la respiración y la reproducción. Esta línea
argumental es la propia de las posturas biocéntricas. Aunque hay bastantes matices entre
ellas, pues unos postulan un igualitarismo biótico radical(12) y otros un biocentrismo
moderado, que establece jerarquías de fines entre los distintos seres vivos(13).

Por último, otras corrientes dentro de la ética medioambiental han puesto el criterio de
consideración moral más que en los individuos vivos en los sistemas naturales que estos
forman, a saber, especies, ecosistemas y biosfera. Es la postura que adoptan los
ecocentrismos. Aunque aquí también hay matices, pues unos privilegian a los sistemas
vivos (comunidades bióticas y ecosistemas) por sobre los individuos(14), mientras que
otros establecen una coordinación entre los intereses de los individuos vivos y las especies,
considerando que éstas son el nivel adecuado de valoración y los sistemas vivos más
complejos solo tienen un valor derivado de estas últimas(15).

Si bien la ética medioambiental, en sus distintas corrientes de fundamentación, ha puesto


hoy sobre la mesa la necesidad ineludible de contemplar más allá de los intereses presentes
de los seres humanos, los debates de esta disciplina resultan muchas veces escolásticos e
infructuosos para enfrentar un cambio pragmático de la sociedad actual y su relación con la
naturaleza, esto es, un cambio en el metabolismo socionatural.

Por eso, consideramos que para desarrollar una ética medio ambiental es necesario
equilibrar un antropocentrismo ético moderado con un biocentrismo. Esto quiere decir que
la primera obligación ética ecológica es garantizar la supervivencia humana y la dignidad
de la vida humana actual y futura, puesto que lo primero en verse afectado por la crisis
socioecológica es el proyecto civilizatorio humano, con todos sus logros y riquezas
culturales, científicas, éticas y políticas. Ello, por lo demás, teniendo en cuenta que la vida
planetaria, pese a los impactos ambientales humanos, seguirá adelante en su proceso
evolutivo.

Sin embargo, en la medida en que una vida humana digna en el presente y en el futuro es
impensable sin la conservación y cuidado de la biosfera, es necesario precisar que el interés
del hombre finalmente coincide con el resto de lo vivo, teniendo en cuenta además que el
valor de la Tierra como biosfera significa que es el origen común de ambos y su morada
(oikos) en el más sublime de los sentidos. De modo que podemos considerar ambos deberes
como uno solo, bajo la idea del deber para con el futuro de la humanidad, sin caer por ello
en un reduccionismo antropocentrista excluyente. Por el contrario, reducir el deber ético
exclusivamente al hombre hoy en día significaría deteriorar el significado de una existencia
humana digna en la Tierra. Este es el razonamiento que ha desarrollado el filósofo Hans
Jonas bajo el principio de responsabilidad, como cuidado por el ser vulnerable, que
comprende a las generaciones futuras y a la entera biosfera(8).

Una vez revisadas las distintas teorías de fundamentación en ética ecológica, se tiene la
impresión de que ninguna de ellas por sí sola es suficiente para abordar la crisis
socioecológica. A nuestro juicio, la crisis ecológica planetaria solo puede entenderse y
abordarse como una crisis de ajuste metabólico entre la actual sociedad global y el
medioambiente, en su doble vertiente: (i) la crisis entre el sistema social en su conjunto y el
sistema biosférico; y, (ii) la crisis interna de la sociedad global causada por las
desigualdades socioecológicas. Con el fin de compensar estos sesgos teóricos que se dan en
la ética ecológica y elaborar una teoría de enfoque múltiple, proponemos algunos
principios:

1. El principio de responsabilidad como cuidado del ser vulnerable (los seres humanos
actuales y futuros y la restante vida planetaria).

2. El principio de justicia ecológica en sus tres vertientes: la justicia global (las


desigualdades socioeconómicas a nivel planetario), la justica intergeneracional
(generaciones futuras) y la justicia interespecífica (principio de hospitalidad biosférica
hacia los otros seres vivos). Son principios que pueden entrar en conflicto y que debemos
jerarquizar de acuerdo con ciertos principios estratégicos.

3. Principios estratégicos: sustentabilidad, precaución y responsabilidad compartida, pero


diferenciada y solidaria.

4. Ciudadanía ecológica responsable.

La crisis socioecológica planetaria: la sociedad global del riesgo y el daño ecológico.

El cuidado del medio ambiente, una cuestión ética

Raúl Mercado Pérez

Departamento de Políticas Públicas Universidad de Guadalajara (México)

Revista de Filosofía y Letras Departamento de Filosofía / Departamento de Letras


ISSN: 1562-384X Año XX. Número 69 Enero-Junio 2016

Partiremos de que es la cultura occidental el paradigma vigente en casi todo nuestro


planeta. Usaremos este concepto generado por Thomas Kuhn (1962)1 como concepciones
generales de la naturaleza humana y no humana, con las que los individuos dan orientación
a sus prácticas, conteniendo valoraciones respecto a su entorno, siendo un medio abstracto
que permite ver la realidad de manera diferente respecto a otro paradigma, resolviendo
problemas y tomando decisiones en función de los lineamientos dictados por la propia
conciencia. En Occidente, predomina la visión judeo – cristiana la cual postula que la
creación de este mundo es un mandato divino y todos los seres vivos están a la orden del
ser humano. Esta visión permea la relación del hombre con la naturaleza, pues al estar bajo
su mandato y depender de él, no merecen el mismo trato y por consecuencia, son para su
provecho. El mundo natural es una concesión de Dios a los humanos y ha sido puesto a su
servicio según es narrado en Génesis (1:26-28). De esta forma, Dios crea al ser humano y le
delega el gobierno de su creación. Solo es el individuo el que posee valor moral por ser el
único que tiene conciencia de sí, por lo que las demás especies no tienen la misma
consideración y cuidado.
Otra gran corriente que ha crecido de manera sostenida es la denominada Ecología
profunda o Deep ecology, la cual plantea una forma de vida o una filosofía respecto a la
vida. Su principal representante es Arne Naess4, quien menciona que no es suficiente con
darles derechos a los animales o hacer campañas para cuidar a los seres vivos. Postula el
que se debe de dar una transformación total de nuestra forma de vida y su relación con el
entorno. Ello implica no ser antropocéntrico y ser biocéntrico y ecocéntrico para extender
los derechos y moral a todos los seres vivos y su entorno. Para esta corriente, todos los
seres vivos tienen derecho a vivir en igualdad de circunstancias. A través de ocho puntos,
esta corriente define su plataforma de principios:5

1. Todas las formas de vida poseen valor intrínseco.

2. La riqueza y diversidad de las formas vivas son valiosas en sí mismas y contribuyen a


florecer la vida.

3. Los seres humanos no tienen derecho a reducir esta diversidad, excepto para satisfacer
las necesidades básicas.

4. En la actualidad, la interferencia humana con el mundo es excesiva y la situación está


empeorando rápidamente.

5. El mejoramiento de la vida humana y cultural es compatible con una disminución


sustancial de la población humana. El mejoramiento de los seres vivos no humanos
demanda esta disminución.

6. Para mejorar las condiciones de vida, necesitamos un gran cambio en las políticas,
afectando las estructuras básicas económicas, tecnológicas e ideológicas.

7. El cambio ideológico va en el sentido de preferir un nivel más alto de vida a calidad de


vida.

8. Los que creen estos principios tienen obligación directa o indirecta de participar en los
esfuerzos para llevar a cabo los cambios necesarios.

presento la denominada ecología social6, la cual plantea que existe una relación entre
dominio social y dominio de la naturaleza al mencionar que si se domina la sociedad a
través de un trato jerarquizado y desigual, también se hará con la naturaleza, pues las
instituciones son fruto de esa organización social y a través de sus prácticas, impactarán el
medio ambiente contaminándolo, deforestándolo y en general, siendo permisivos a la
degradación de la naturaleza, incluyendo los seres humanos. En resumen, esta importante
corriente define lo siguiente:

1. No debe haber jerarquías sociales y el dominio de la sociedad.

2. La crisis medioambiental es una crisis de los seres humanos.

3. La naturaleza no debe de ser dominada, no es parte de su ser.

4. Hay una vinculación estrecha entre intereses sociales y ecología.

5. En la naturaleza existe una constante de cooperación y unidad de la diversidad que debe


inspirar la ética humana.

6. El respeto al medio ambiente implica formas de organización social incluyentes,


participativas y democráticas

Ante este panorama tan amplio de posiciones respecto al cuidado del medio ambiente, es
pertinente plantearse múltiples cuestionamientos respecto a ¿cuáles son las posturas que
nos lleven a comprender y a actuar éticamente respecto al medio ambiente? Surgen las
siguientes dudas: Las visiones antropocéntricas nos permiten lograr mejor desarrollo
macroeconómico a corto plazo, continuando con el modelo actual de desarrollo, el cual
beneficia a pocas personas y genera desigualdad e impactos negativos al ecosistema. ¿Es lo
que queremos? Le debemos de dar carácter moral solo a los seres vivos o a todo lo que está
sobre nuestro planeta.

Aldo Leopold y la Ética de la Tierra

Teresa Kwiatkowska

Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa kwiat@xanum.uam.mx

Me parece inconcebible que una relación ética con la tierra pueda existir sin amor,
respeto y admiración por la tierra, y una alta consideración por su valor. Desde luego
que con valor me refiero a algo mucho más amplio que el mero valor económico;
quiero decir, valor en el sentido filosófico. Aldo Leopold
RESUMEN En este artículo se desarrollan los conceptos centrales de la ética de la tierra
defendida por el filósofo norteamericano Aldo Leopold. Se defiende que la ecología y la
ética deberían coparticipar en la concepción del mundo, de tal modo que los seres humanos
puedan ver a través del impacto combinado de los resultados experimentales y los nuevos
conceptos éticos. Este enfoque integrado de la relación entre la sociedad humana, la
economía y los sistemas naturales, permite el logro de las metas sociales al tiempo que se
conserva el mundo natural. Palabras clave: Aldo Leopold; ética de la tierra;
antropocentrismo; comunidad biótica; ética ambiental.

Está de moda señalar minuciosamente el desmedido impacto que los seres humanos hemos
infligido al ambiente natural alterándolo de maneras, en su mayoría, destructivas. Si bien la
preocupación por los efectos nocivos de la actividad humana en el mundo natural no se
limita a la época moderna, es sólo en las últimas décadas que se ha reconocido ampliamente
la gravedad de los problemas ambientales, iniciándose así la búsqueda de soluciones
posibles. La conservación de la diversidad biológica está íntimamente ligada a casi todos
los aspectos de la vida humana. Aquí conviene recordar que todas las elecciones
relacionadas con el mundo natural están íntimamente ligadas con preferencias y deseos
humanos.

En general, la mayoría de las personas llegan a preocuparse por el daño infringido al


ambiente sólo cuando lo perciben como un peligro para los propios intereses humanos. Para
no caer en confusiones, hay que aclarar que la perspectiva antropocéntrica es una condición
ontológica del ser humano. No podemos entender el mundo y la vida que alberga desde otra
perspectiva que no sea la humana. En fin, los intereses del ser humano dominan las
doctrinas éticas de la filosofía moral occidental.

Igualmente, importa recordar que, a lo largo de la historia y hasta mediados del siglo
xix, ha dominado la idea de que el mundo natural constituye una adversidad si se deja tal
cual frente a los recursos que su cultivo puede procurar. Románticos fueron los primeros
escritores que abandonan la idea de la naturaleza como un lugar peligroso y horrible del
tiempo de los pioneros, para convertirla en un entorno digno de ser admirado, en un signo
de identidad, en la reivindicación de un espacio vital para el ser. La naturaleza salvaje ya no
es un lugar a domesticar, sino un espacio a preservar. Muir , uno de los más importantes e
influyentes naturalistas de su época, concibe una visión casi religiosa de la naturaleza y
critica una superflua civilización materialista y utilitarista, que aleja al hombre moderno del
entorno natural.

Por otra parte, los conservacionistas como Gifford Pinchot y sus seguidores, herederos de la
Ilustración, presuponían que los imperativos biológicos fundamentales deberían cimentar
las decisiones ambientales, y abogaban por armonizar las necesidades económicas de las
comunidades con los principios ecológicos para el uso prudente de la Tierra. Fue
justamente Aldo Leopold , académico de la Universidad de Wisconsin, y un especialista en
el manejo de recursos forestales, quien reunió las dos tendencias en una visión que ha
afectado la conservación contemporánea de los recursos naturales de manera más profunda
y duradera. Fue uno de los profesores de la ecología silvestre que fundaron la primera área
protegida de la naturaleza indómita, y pionero en restauración de las comunidades de las
plantas nativas. Cuando un joven guardabosques vio por la primera vez el paisaje de
Gila , en 1915, quedó impresionado por la naturalidad de esta tierra de majestuosas y
escarpadas montañas, profundos cañones y hermosísimo bosque.

En otro artículo elaborado en el mismo año, Leopold señaló una relación bastante
problemática entre el pastoreo de vacas, la quema de bosques y praderas, con la erosión del
suelo .

Sin embargo, ha sido la publicación póstuma de su libro

En la segunda parte del libro desarrolla su pensamiento, apuntando unas ideas sumamente
simples, pero de una lógica tajante en la aceptación de los componentes biológicos como
bases fácticas de una ética idónea para los sistemas naturales y entornos humanos. Su corto
pero célebre escrito La ética de la tierra resalta la trascendencia de la ética ambiental en el
manejo del entorno natural, encabezando así los credos nuevos de nuestra época. Es
necesaria una «ética de la tierra» que incluiría a los ecosistemas y sus habitantes no
humanos en la preocupación moral. Inclusive varias corrientes de la ética ambiental y de las
políticas de conservación actuales hunden sus raíces en las ideas expresas de Leopold.

La conservación del mundo natural, aparte de las consideraciones científicas y


económicas, había adquirido una perspectiva ética. Señala los pasos de la evolución ética
desde la perspectiva de la preocupación por la excelencia moral personal, pasando por las
relaciones que se dan entre el individuo y la sociedad, hasta la relevancia de los lazos con
nuestro medio natural.

En la Ética de la Tierra escribe: «La primera ética se ocupó de la relación entre los
individuos Ampliaciones posteriores trataron de la relación entre el individuo y la
sociedad

«Hasta ahora no hay una ética que se ocupe de la relación del hombre con la tierra y con los
animales y plantas que crecen sobre ella La extensión de la ética a este tercer elemento en
el ambiente humano es una posibilidad evolutiva y una necesidad ecológica» . Bajo la
influencia de Charles Darwin, considera a la ética como un proceso que forma parte de la
evolución ecológica y «una limitación de la libertad de acción en la lucha por la
existencia». Su ética se convierte en la expresión axial de una perspectiva centrada en la
naturaleza. Queda claro que cada extensión de la esfera ética significa la entrada de un
nuevo miembro a la comunidad moral, un miembro que, considerado de una manera no
instrumental, es digno de respeto y consideración moral.

Es, por tanto, que la ética de la tierra articula valores que compiten con nuestras
preferencias actuales, puesto que casi toda la tradición ética se restringe al mundo de la
cultura humana, donde todo lo demás, como la flora, la fauna y, más en general, la
Tierra, no cumplen más que una función propiamente instrumental. Sin embargo, hay que
subrayar que el propósito de la «ética de la tierra» no consiste tanto en atribuirle un valor
«intrínseco» a los ecosistemas, como lo sugieren las corrientes no antropocéntricas de la
ética ambiental, sino más bien en reconocer los múltiples valores comunitarios y buscar la
integración de valores pluralistas en múltiples niveles. Se trata de una ética cuya tarea no
consiste en moralizar, sino en iluminar a los seres humanos acerca de quiénes somos, qué
lugar ocupamos y qué hacemos. Por lo tanto, su ética de la tierra es un espejo, no un
modelo.

Por otra parte, John Baird Callicott, en «La ética de la tierra en nuestros días», afirma que la
integridad y la estabilidad de los ecosistemas ha de entenderse metafóricamente como
«salud» o «capacidad de autorrenovación» que se traduce en criterios objetivos como la
diversidad de especies o la variabilidad genética . «La ética que complementa y guía la
relación económica con la tierra presupone una "imagen mental" de la tierra como un
mecanismo biótico». Pero, a pesar de que a los valores o virtudes de la ética ambiental no
se llega por la vía de las ciencias de la naturaleza, éstas pueden sugerirnos un camino útil en
la toma de decisiones sociales y ambientales, y ayudar a activar la más amplia voluntad
social, imprescindible para conservar las diversas comunidades ecológicas. Leopold, muy
prudentemente, define la ética como una «especie de guía para enfrentar situaciones
ecológicas tan nuevas e intrincadas, o que involucren reacciones diferidas tales que la
trayectoria de la conveniencia social no sea discernible para el individuo promedio»
o, mejor dicho, que abarcan reacciones en un futuro tan lejano que una persona común no
puede predecir las consecuencias últimas de dichas circunstancias.

Siguiendo sus conjeturas, la ecología y la ética deberían coparticipar en la concepción del


mundo, de tal modo que podamos ver a través del impacto combinado de los resultados
experimentales y los nuevos conceptos éticos. No obstante, la ética de la tierra tiene
también sus problemas.
CONCLUSION

Los 3 autores citados nos permiten visualizar desde cada una de las ramas sociales el deber

que tiene nuestra sociedad hoy en día, todos somos responsables de cada una delas

decisiones que tomamos y que influyen directamente en el deterioro de nuestro

ecosistemas, la creación de valores éticos y de sostenimiento de nuestro ambiente y como

debemos fomentar y fortalecer la conciencia ciudadano con el cuidado de nuestro

ecosistema...

Bibliografía

Leopold, Aldo (2007). La Ética de la Tierra. Santiago. Revista Ambiente y Desarrollo 23. López Rojo

Alfonso (2011). Murray Bookchin: Comunalismo, Naturaleza y Libertad, en

http://www.bsolot.info/wp-

content/uploads/2011/09/Lopez_Rojo_AlfonsoMurray_Bookchin_Comunalismo_naturaleza_y_lib

ertad.pdf 29-06-2015 20:00 hrs.

Lorentzen, Lois Ann (2006). Ética Ambiental. Puebla. UIA

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