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MÓDULO III
CUERPO, VIDA AFECTIVA Y SEXUALIDAD

Contenido

1. EL CUERPO SOY YO

1.1. El Cuerpo como Representante del Sí Mismo y la Sexualidad


1.1.1. La imagen corporal
1.2. El Cuerpo como Fuente de Placer: La Construcción del Deseo Erótico
1.2.1. El autoerotismo y la masturbación
1.2.1.1. La masturbación en la infancia y la niñez
1.2.1.2. La masturbación en la pubertad y adolescencia

2. LAS RELACIONES AFECTIVAS Y EL ENAMORAMIENTO

2.1. La Necesidad como Causa del Enamoramiento


2.2. El Enamoramiento como Creación Individual
2.3. El Enamoramiento como Creación Colectiva
2.4. Funciones del Enamoramiento
2.5. Relaciones Afectivas y Vínculos Amorosos
2.6. Mecanismos Psicológicos del Enamoramiento
2.7. Carácter Transitorio del Enamoramiento
2.8. Del Enamoramiento al Conflicto

3. PRIMERA RELACIÓN SEXUAL

3.1. Motivaciones y Problemas en la Primera Relación Sexual


3.2. Tipos de Ansiedades Presentes en la Primera Relación Sexual
3.2.1. Ansiedades en juego en toda primera experiencia
3.2.2. Ansiedades en juego frente a la norma paterna y la autoridad
3.2.3. Ansiedades en juego frente al inevitable alejamiento de los padres
3.2.4. Ansiedades frente a la pérdida de la virginidad
3.2.5. Ansiedades en juego frente a todo el proceso y a su desempeño
3.2.6. Ansiedades frente al riesgo de embarazo

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3.3. Formas de Resolver las Ansiedades y sus Consecuencias
3.3.1. Negación
3.3.2. Disociación
3.3.3. Represión
3.3.4. Elaboración
3.4. Condiciones Necesarias para Iniciar las Relaciones Sexuales

4. CONDUCTAS SEXUALES ALTERNATIVAS

4.1. Las Formas de Sexualidad Previas al Coito


4.1.1. Petting 0
4.1.2. Petting I
4.1.3. Petting II
4.1.4. Petting III
4.1.5. Petting IV

Introducción

Comenzamos este módulo viendo brevemente cómo influye el cuerpo en la


construcción del sí mismo y del autoconcepto. Asimismo, volveremos a hablar de
la construcción del deseo erótico, ahora como fuente del placer sexual, repasando
brevemente los factores que influyen para un deseo de calidad.

Luego, estudiaremos sobre el enamoramiento como un proceso afectivo que


requiere de ciertas condiciones para su realización. En seguida, revisaremos a lo
que se enfrenta toda persona en su primera relación sexual, como también, las
condiciones necesarias para iniciar las relaciones sexuales, teniendo en cuenta la
importancia de ir integrando la ternura y los afectos positivos a la excitación
sexual.

Finalmente, estudiaremos las distintas modalidades en la entrega erótica como


conductas sexuales alternativas al coito, y la importancia de practicarlas sólo en
una relación donde predomina el amor, el respeto, la contención y el compromiso
mutuo.

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1. EL CUERPO SOY YO

1.1. El Cuerpo como Representante del Sí Mismo y la Sexualidad

Desde el nacimiento, el cuerpo tiene la capacidad de sentir placer. Cada rincón de


nuestro cuerpo, sea la mano, el pelo o los dedos de los pies nos da infinitas
posibilidades de hacer, sentir, crear, experimentar. La manera en que vivimos
nuestro cuerpo, es decir, cómo nos expresamos, cómo sentimos, cómo damos y
recibimos placer con las palabras y los cinco sentidos, todo esto, tiene que ver con
la forma en que llevamos nuestra sexualidad. En otras palabras, la manera
particular de expresar la sexualidad se trasmite a través de nuestra corporalidad.
De igual modo, el cuerpo tiene una gran importancia en la formación de la mente,
a través de él se construye el carácter, las capacidades cognitivas y racionales; se
determinan la vida afectiva, el yo del sujeto, y su sí mismo. En definitiva, el cuerpo
es una carta de presentación del sí mismo, y es desde donde se construye la
imagen que la persona y los otros tienen de sí misma.

1.1.1. La imagen corporal

Se percibe el cuerpo de dos maneras. Por un


lado, como una estructura corporal que se
aprecia en cuanto a su estado de sanidad, al
grado de normalidad y de indemnidad que
representa. Por otro, se percibe como una
imagen, que es una apreciación subjetiva del
cuerpo en cuanto instrumento de atracción
hacia los demás, de comunicación, de
aceptación, de seguridad en sí mismo (F.
Dolto, La imagen inconsciente del cuerpo).

La estructura corporal (el cuerpo físico) alude


a las integridades del organismo, a nuestra relación carnal con el mundo, como
también a sus lesiones musculares, neurológicas y óseas. Nos comunican acerca
de la estructura corporal nuestras sensaciones viscerales, circulatorias y

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cenestésicas. La estructura corporal no tiene grandes variaciones entre un sujeto y
otro cuando no hay enfermedad o daño físico.

En cambio, la imagen del cuerpo es propia, individual y personal, está ligada a la


historia del sujeto. En cierto sentido, a través de la imagen corporal se expresa la
historia de nuestras experiencias emocionales, interhumanas: todas aquellas
vivencias a las que nos hemos referido al hablar de la construcción de la mente a
través del cuerpo, experiencias que van construyendo las capacidades mentales
propias de nuestro funcionamiento psíquico, y al mismo tiempo van creando una
imagen del cuerpo como representante de mí mismo.

La estructura corporal crece y se desarrolla en la medida en que recibe los


cuidados físicos, la alimentación y todas aquellas experiencias de aprendizaje que
van desarrollando el cuerpo en forma adecuada. La imagen del cuerpo, en cambio,
se va articulando mediante la comunicación entre sujetos, los recuerdos de todo el
placer experimentado, como también de las prohibiciones y frustraciones. Por eso,
entonces, se va refiriendo más bien a un espacio imaginario, de fantasía,
intersubjetivo, cargado de una dimensión simbólica.

Lo que determina la calidad de la vida afectiva es la imagen del cuerpo y no la


estructura corporal. Un sujeto pudo haber padecido una enfermedad limitante
para su estructura corporal —por ejemplo, una poliomielitis, un accidente que lo
dejó cojeando, quemaduras que le desfiguraron su rostro— y, sin embargo, si la
relación con los seres queridos tuvo un buen proceso de elaboración de tales
dificultades —un vínculo con predominio amoroso, que permitió ir construyendo
una imagen del cuerpo articulada, a pesar de las limitaciones— es posible que la
persona tenga una vida afectiva normal y una relación con su cuerpo también
normal. Incluso, mucho más sana, creativa y de calidad que las de un sujeto que
pudo tener una estructura corporal indemne y, sin embargo, padres lejanos,
ausentes, muy poco libidinizadores del cuerpo en la infancia, castigadores,
autoritarios y privadores durante la adolescencia, que en definitiva contribuyeron
muy poco al enriquecimiento de la imagen corporal.

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De todas maneras, hay que tener presente que cuando hay perturbaciones en la
estructura corporal, se requiere un proceso de humanización, de contacto afectivo
y de elaboración mucho mayor que cuando no la hay.

La imagen del cuerpo se articula en forma significativa durante los primeros 6 años
de vida. A partir de ese momento, vamos a entrar al colegio, a la interacción con
nuestros pares y con el mundo externo en
Autoconcepto: es el conjunto de
general, con una autopercepción de características (físicas, afectivas,
nuestra corporalidad que nos representa intelectuales, sociales, etc.) que
conforman la imagen que la persona
como bonita(o), fea(o), gorda(o), flaca(o), tiene de sí misma. Este autoconcepto
alta(o), baja(o), atractiva(o), repugnante, no es estático, sino que se va
construyendo y desarrollando a lo
etcétera. Esta imagen corporal en
largo de la vida, gracias a la
interacción con el medio ambiente va a ir intervención de factores cognitivos y a
la interacción social.
formando y reforzando nuestro
autoconcepto.

Por el funcionamiento mental infantil, que puede llegar a ser cruel y perverso, hay
que poner especial atención a los niños con limitaciones físicas en su estructura
corporal, porque el grupo se va a encargar de restregárselas y descalificárselas aún
más. Sin embargo, cabe reiterar: la indemnidad de la estructura corporal no
garantiza una buena imagen corporal, la cual va a depender de la relación con el
entorno afectivo.

A partir de la pubertad, con el advenimiento de la excitación sexual producto de la


secreción hormonal, el cuerpo como un representante del sí mismo —y, por lo
tanto, la imagen corporal que maneje la persona— va a ser sumamente
determinante en la construcción de la identidad que debe emprender el
adolescente durante los siguientes años.

La estética y la moda ejercen una importante influencia en la manera en que los


adolescentes experimentan su imagen del cuerpo. Su presentación personal debe
tener un carácter original, que albergue una oposición a la generación de los
padres y, al mismo tiempo, respete un sentido estético compartido, jugándoselas

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en llamar la atención, atraer, como también en controlar y dominar. La moda, las
marcas, ciertas formas de llevar el cuerpo, de acercarse, alejarse, cobran acá una
especial importancia para ubicarse dentro de una jerarquía que va desde los más
“bacanes”, hasta los más “gansos”. Representan así, a través del cuerpo,
apreciaciones, desprecios, valoraciones y desvalorizaciones, las que van a influir en
el autoconcepto de sí mismo.

Los adolescentes son muy agudos en captar la estética de la imagen del cuerpo
propio, como también de la imagen del cuerpo del otro. Y en sus elecciones de
pareja, ésta va a ser una variable esencial. En los hombres, el ejercicio deportivo,
las demostraciones de habilidad, fuerza y destreza física, han desempeñado
tradicionalmente un rol importante en la imagen del cuerpo. En las mujeres, el
atractivo de su belleza, la capacidad de cautivar, el impacto que provoca su
hermosura, el encanto de las formas perfectas y la psicomotricidad envolvente,
han sido variables fundamentales de su imagen corporal.

En el período de la adolescencia, la imagen del cuerpo centrada en la estética


sensorial cobra especial importancia. Remite a aquella agudeza desarrollada por
nuestros ancestros para calificar la calidad genética de su potencial pareja,
basándose para ello en una rápida evaluación de las apariencias con miras a tener
una descendencia lo más sana, robusta y competente posible.

1.2. El Cuerpo como Fuente de Placer: La Construcción del Deseo Erótico

Tendemos a pensar que la fuente del placer proviene del instinto, de la biología.
Ésta es una idea que sacamos del comportamiento sexual de los animales, donde
—por cierto— el empuje al acto sexual proviene del instinto, de genes que activan
procesos hormonales, que determinan procesos de carácter biológico.

Si bien en el ser humano también participa el instinto, la fuente de la excitación


sexual proviene de la calidad de la construcción del deseo erótico. El deseo
erótico es un complejo estado mental caracterizado por ricas fantasías,
imaginaciones y escenarios vinculares, cuya finalidad no es solamente la

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satisfacción de la necesidad sexual, sino la realización de un encuentro
profundamente humanizado.

El modelo animal lleva a un malentendido en nuestra forma de concebir la fuente


del placer sexual. A partir de este modelo, tendemos a pensar que el placer
erótico es como una cantidad de energía de origen biológico que está guardada en
un reservorio que produce hormonas, y en neurotransmisores cerebrales,
ubicados en las glándulas, el cerebro y/o en las zonas genitales. Tendemos a
imaginarnos que es un reservorio tan abundante que nunca nos va a faltar, y que
tenemos toda la vida por delante para irlo gastando como queramos. Es algo así
como un capital guardado en una caja fuerte de la que se retiran remesas
periódicamente. Todas estas imágenes conciben la sexualidad como un elemento
cuantitativo, cuya capacidad de otorgarnos excitación, deseo y ganas, parece ser
independiente de cómo manejemos la fuente original. Sin embargo, las cosas no
funcionan de acuerdo a este modelo.

Recurramos a una imagen más dinámica y productiva que sirva de ejemplo para
explicar la fuente del placer sexual: el funcionamiento de las ubres de una vaca
que produce leche. La capacidad generativa de dicha fuente —en este caso, las
glándulas mamarias— va a depender de varios factores: su tamaño, la calidad de
las ubres, la composición de su tejido glandular, la capacidad excretora, etc., todos
factores relacionados a su vez con el cuidado, alimentación y, en general, la
crianza del animal desde que nació. Además, su capacidad generativa va a
depender de la frecuencia con que se la ordeña, la alimentación necesaria para
obtener los nutrientes básicos que componen la leche, el manejo de su extracción.
Todos estos factores van a incidir en la calidad de la leche, en la cantidad, y en la
vida media a largo plazo que pueda garantizar una producción por el máximo de
tiempo posible. Todo ello sumado a la incidencia de la herencia biológica del
animal. En la sexualidad también hay un componente hereditario básico, aunque
no es suficiente ni es determinante.

El primer modelo mencionado, el del capital guardado en una caja fuerte, sería
como sí la vaca tuviera un tremendo reservorio de leche ubicado en alguna parte

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del cuerpo, que lo va expulsando hasta que se termina. Si concebimos la fuente de
la sexualidad según el segundo modelo, podemos decir que la fuente del placer
puede ser inagotable, porque todo va a depender de cómo construimos las bases
de lo que será la fuente productiva durante la crianza y cómo cuidamos nuestra
vida sexual, y de los elementos que le aportemos a esa estructura capaz de
generar el placer sexual.

En este segundo modelo, mucho más convincente y ajustado a la realidad, el tema


se complejiza. La fuente del placer sexual en el hombre va a ser el deseo erótico, y
el deseo erótico y su calidad van a depender de nuestra historia de libidinización
del cuerpo, de la capacidad de sublimación posterior y del cultivo, el cuidado y la
creatividad con que nos manejemos en el ejercicio del erotismo y el autoerotismo.
Esto, a su vez, determinará la forma de integración de la excitación sexual al
afecto, que durante la adolescencia va a ser decisiva en la calidad de dicho deseo
erótico, para que más tarde se pueda transformar en el amor sexual maduro de la
adultez.

Por esto, nos parece de fundamental importancia tomar conciencia del carácter
dinámico de la sexualidad, de su capacidad autogeneradora, que exige cuidarla y
cultivarla, porque está siempre expuesta al deterioro y al agotamiento de su
fuente. Es necesario conocer a fondo este cuidado y este cultivo, porque
empezamos a trasmitírselo a nuestros hijos por medio de la libidinización de sus
cuerpos, enseguida en la información básica que les damos sobre la sexualidad en
la niñez, y más tarde, durante la pubertad y la adolescencia, en el abordaje
educativo del tema.

1.2.1. El autoerotismo y la masturbación

A partir del nacimiento —e incluso desde antes, en el interior del vientre


materno— sólo se puede ir construyendo funcionamiento mental por medio del
cuerpo y los sentidos. En este proceso, todos los estímulos que registra el cuerpo a
través de los sentidos, todas las sensaciones que se despiertan a través del cuerpo,

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van dejando huellas en el sistema nervioso central, y son esas huellas las que
sentarán las bases del funcionamiento mental y de la vivencia de la sexualidad.

Para el sujeto, se trata de experiencias que pueden ser placenteras, como también
dolorosas. En el primer caso no son sólo “buenas” en sí mismas, sino que además
son fundamentales para construir una sensación de confianza, de vitalidad, de
mismidad e identidad. De ahí la importancia de una madre “suficientemente
buena”, que le aporte al hijo lo que éste necesita biológica y psicológicamente, de
manera que tenga el máximo de experiencias satisfactorias. Pero la madre no es el
único sustento para las experiencias positivas placenteras, la mente usa un
mecanismo adicional para seguir construyendo estas experiencias en ausencia de
la persona que se las brinde. El bebé, cuando no tiene el pecho de la madre a su
alcance, al introducirse el pulgar en la boca se da a sí mismo un placer sensorial
que evoca en su mente el recuerdo del pezón materno. Y mientras succiona su
dedo y recuerda el pezón, va reforzando esta experiencia positiva en su mente y,
al mismo tiempo, por medio de la fantasía (es decir, conectándola con otras
experiencias) va enriqueciendo su arsenal de recursos mentales.

En el niño/a, el placer despertado por el contacto de una parte de su cuerpo con


otra parte de su propio cuerpo —esto es, un placer de tipo autoerótico—
desencadena un placer libidinal, que no es sino el recuerdo del placer libidinal que
en el pasado el pezón activó en él/ella. Por ser un fenómeno repetitivo que
produce placer, se asimila comúnmente a un término ampliamente usado para
referirse a la forma de obtener placer autoestimulándose los genitales a partir de
la pubertad: masturbación. Se trata de un término cuyo origen etimológico no es
claro, pero que frecuentemente es asociado a la expresión “turbarse con la
mano”, o sea, perturbarse, cambiar el curso natural de las cosas. Esta forma de
nombrar dicho acto autoerótico sólo ha contribuido a confundir las cosas, porque
más que perturbar, el proceso masturbatorio forma parte esencial del desarrollo
mental y sexual.

La importancia del fenómeno de la repetición para así grabar las experiencias


vividas y conseguir el enriquecimiento mental, ha sido poco resaltada. La
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masturbación en esencia es un acto repetitivo acompañado de placer. Este placer
ayuda a inscribir la experiencia primero con el cuerpo y posteriormente con la
mente, construyendo así parte importante del carácter.

Sin embargo, es larga la historia de la masturbación concebida como un acto


negativo, pecaminoso y dañino. Con la propagación de la doctrina de la religión y
la importancia que durante siglos le dio al sexo como instrumento restringido a la
procreación, comenzó a verse la masturbación como algo contrario a la
naturaleza. Luego, el temor al descontrol del instinto sexual llevó a ver en todo
tipo de pensamiento erótico un obstáculo en el camino del bien, y en el caso de la
masturbación, se terminó dándole el carácter de pecado. En esta condición, era
merecedora de penitencias.

Hoy en día, hay un cambio de actitud frente a la masturbación. La demostración


de la importancia de las relaciones afectivas de apego a través del cuerpo entre la
madre y el niño, van dándole un lugar importante a la sexualidad en la
construcción de la mente. Estos avances propios de la psicología, junto con las
observaciones científicas del desarrollo infantil y, más tarde, de la pubertad y la
adolescencia, van derivando hacia una concepción del acto masturbatorio no sólo
como normal, sino también como factor contribuyente a la salud mental.

En general, los lactantes que muestran carencia de autoerotismo genital tienen


mayor tendencia a rascarse, a golpearse la cabeza o a morderse, todas
autoagresiones que se ven contenidas dentro de la masturbación genital
temprana. Es así que los estudios demuestran hoy la importancia de un período de
autoerotismo como proceso saludable que contribuye al crecimiento mental. Esta
contribución opera en el sentido de que los procesos masturbatorios van a
producir placer en distintas partes del cuerpo —brindados por el propio niño
habitualmente por medio de sus manos, pero también por la participación de
otros grupos musculares—, con lo que se libidinizan diversas zonas, se reactivan
fantasías y se conectan unas con otras. Por medio de estas experiencias psíquicas,
el niño construye una concepción corporal del sí mismo que es sumamente
necesaria, en cuanto el cuerpo representa al sujeto y las gratificaciones corporales
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le dan seguridad y fuerza a su identidad. Al mismo tiempo, por medio de la
fantasía ligada a este momento placentero, el niño conoce el mundo externo,
reconoce los objetos que su mente le trae desde el recuerdo, los explora, y se
entrena y familiariza en sus asociaciones.

Sin embargo, la actividad masturbatoria no sólo beneficia el desarrollo en la


infancia y la niñez. También a partir de la pubertad será crucial en la construcción
del deseo erótico. Veremos, a continuación, el desarrollo del autoerotismo y el rol
de padres y educadores en cada etapa (para ahondar más en el tema, revise los
textos de profundización correspondientes).

1.2.1.1. La masturbación en la infancia y la niñez

Hasta los 2 años de edad, la fantasía masturbatoria del infante estaba centrada en
sí mismo: en su cuerpo y sus genitales. A partir de la infancia tardía, entre los 3 y 5
años de edad, surgen fantasías de contenidos diversos (incluidos los incestuosos),
los cuales son fundamentales en la construcción de la sexualidad. Tales fantasías,
van a contribuir al desarrollo mental en esta etapa y, a su vez, a enriquecer la
posterior genitalidad.

A partir de los 6 o 7 años, el autoerotismo en el niño entra en lo que se ha descrito


como un estado de latencia, en el que tiende a disminuir la intensidad de los
procesos de libidinización corporal, y aumenta su curiosidad por el mundo, el
desarrollo de actividades con sus pares y
Latencia: Período que se da entre la
el deseo de conocer cada vez más el
infancia y la pubertad, en el que las
mundo de los adultos. Sin embargo, aún energías que hasta entonces
tiene un recuerdo vívido del placer que estuvieran dedicadas al aspecto genital
se canalizan a través de ganas de
puede obtener con el autoerotismo, por aprender cosas nuevas, del interés por
lo que en ocasiones continúa usándolo, conocer el entorno social y por
conseguir la integración en algún grupo
especialmente cuando aumentan sus
de pertenencia e identificación.
niveles de tensión y ansiedad. Las
tensiones y angustias originadas en esta circunstancia pueden empujar a la
búsqueda del autoerotismo, en una modalidad en que las fantasías que

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acompañan a la masturbación son de triunfo, de logro, de superación de los
problemas por los que están pasando. Muchas de estas fantasías no son de
contenido sexual, sino más bien orientadas a una autosegurización, como ganar
competencias deportivas, sacarse las mejores notas, ser el preferido o la preferida
del profesor, actuar en un escenario y lograr la atención de todo el mundo, etc.

 El rol de los padres y educadores

Durante esta etapa, en especial entre los 3 y 6 años, la masturbación puede


acontecer en cualquier lugar o situación. El niño no conoce el concepto de lo
privado y lo público, como tampoco ha interiorizado el pudor como emoción
reguladora de su conducta. Es importante que los padres, y secundariamente los
educadores, (recordemos que en esta etapa los padres son los informantes
principales, y el profesor apoya) enseñen a los niños y niñas que hay lugares y
momentos adecuados para la masturbación, cuidando transmitir naturalidad o
neutralidad hacia la conducta, evitando una connotación negativa, prohibitiva o
castigadora. En la medida que el niño comprenda que lo puede hacer en un
espacio privado, personal e íntimo, y que por consiguiente, debe evitar hacerlo en
los espacios públicos y sociales, le será más fácil controlar su conducta.

Pocos padres se dan cuenta de que los niños son totalmente capaces de tener
orgasmos. Cuando el niño ya tiene capacidad de darse cuenta de que puede
masturbarse con una cierta planificación, expresando sus propios deseos con su
autoestimulación y prolongándola lo suficiente, es capaz de llegar al clímax. Sin
embargo, no necesariamente los niños obtienen un orgasmo cada vez que se
masturban.

El conocimiento de su propia responsabilidad por la actividad masturbatoria no


debe resultar opresor para el niño. Al contrario, la plena aceptación de esta
responsabilidad facilita su crecimiento, su madurez emocional y la capacidad para
disfrutar de la vida. En este período, su autoconciencia va profundizándose, juzga
los pensamientos de los demás, lo que se espera de él, lo que es correcto e
incorrecto, y así gradualmente va construyendo su propia conciencia. Si los padres
de alguna forma manifiestan desaprobación de su conducta masturbatoria, lo
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único que logran con ello es que la realice en secreto. Es necesario considerar que
esa prohibición se potencia por la propia tendencia del niño a la culpa respecto de
sus deseos incestuosos. En estas circunstancias se puede producir un círculo
vicioso que potencia la masturbación, puesto que el niño reitera tal actividad para
comprobar que sus genitales están intactos y no han sido dañados como castigo
por sus deseos incestuosos. Por otra parte, un niño que experimenta mucha culpa
a raíz de su masturbación puede ser incapaz de disfrutar de su propia estimulación
sexual, y va construyendo una actitud negativa en torno al deseo erótico, lo cual le
complicará la calidad de su sexualidad futura. En el caso específico de las niñas, es
aconsejable que los padres reaccionen frente a la estimulación autoerótica de los
genitales en sus hijas de forma tal, que ellas sientan que la apoyan en sentir lo
bueno que es tener ese sexo que tiene.

Nancy Friday, en su libro acerca de madres e hijas, señala: “Si nosotras reprimimos
y evitamos los contactos y la exploración de la niña con sus genitales, ella nunca
los encontrará. Y si llega a hacerlo, con tan negativos mensajes, terminará con su
zona genital anestesiada. Después de que le hemos dicho que esa parte del cuerpo
es terrible, que ni siquiera se puede llamar por su nombre, que su gusto es malo y
ojalá ni siquiera se la mire, le estamos insinuando que debería salvar al hombre
que ama esta cosa detestable.” La autora concluye: “Después de esta denigración
de la vagina, no debiera sorprendernos que muchas niñitas miren a sus hermanos
con tanta envidia. “Él tiene algo en esta zona que yo no tengo”.

Hay que evitar decirles a las niñitas que no tienen “eso” por ser mujeres, sin
mencionarles que tienen sus propios órganos sexuales, que su anatomía es una
cosa positiva. Es necesario, además, aprovechar de explicarles acerca de la
anatomía de sus genitales y todas las sensaciones placenteras que ella puede
despertar; que ella también puede tener agrado al tocarse sus genitales, tanto
como los niños al tocarse su pene. En este sentido, es necesario revisar el
concepto de que las niñas son menos excitables sexualmente, o que tienen un
impulso sexual más débil que los varones. Niñas y niños tienen una misma
necesidad de obtener gratificación sexual y, por lo tanto, tendrán el mismo deseo
de masturbarse.

Una de las peores intervenciones de los padres cuando se masturba el niño


hombre es decirle que puede llegar a perder su pene, esto sólo aumenta sus

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ansiedades. En estos casos, o se produce una severa represión o —como
decíamos— una mayor urgencia de masturbarse por la necesidad de comprobar
que su pene está intacto.

 Los juegos sexuales


Los niños necesitan confirmaciones de lo que viven —en este caso, de sus propias
experiencias sexuales— no sólo a través de sus padres, sino también en el juego
sexual con sus amigos. Conversando y relacionándose con otros niños, tratan de
validar su propia información. Discusiones acerca de lo sexual, y juegos sexuales,
ocurren diariamente en los colegios. A menudo hay niños de ambos sexos que
miran con gran interés los genitales del otro y comparten reacciones acerca de
ellos.
Una actitud negativa hacia los juegos sexuales lleva a que los niños los realicen en
secreto. Y ese ocultamiento, con todo lo que implica, entorpece la vivencia de la
sexualidad con naturalidad, instala el tabú e incluso, de la interferencia en los
juegos sexuales durante la infancia, pueden surgir impotencias y frigideces en la
vida sexual futura.

El ser humano requiere un período de entrenamiento, y los juegos sexuales son


una forma de adquirir las destrezas que posteriormente van a requerir la
pubertad, la adolescencia y la adultez. La exploración sexual entre los niños los
ayuda a establecer bases realistas que les permitirán anticiparse a las conductas
propias de la madurez sexual. Los juegos sexuales les dan una imagen adecuada de
sus genitales y de los demás, contribuyendo a que se sientan más seguros en
relación con el sexo opuesto a medida que crecen. Además, aprendiendo
directamente de otros niños de ambos sexos con quienes comparten sus impulsos
eróticos, sus sensaciones y gratificaciones, se sienten menos culpables de su
motivación sexual y de sus actividades masturbatorias: si los otros también lo
hacen, es más permitido, más “normal” y natural.

Un problema respecto de los juegos sexuales y tiene que ver con las claras
indicaciones que debemos trasmitirles a los niños y niñas acerca de lo privado que
es el cuerpo, que nadie nos puede tocar y que tampoco podemos tocar a otro.
Todo esto como prevención al abuso sexual. Sin embargo, estos toqueteos vividos
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con niños de la misma edad no sólo no son nocivos sino beneficiosos. Este es un
dilema de difícil solución, pero una alternativa adecuada sería enseñarles que
pueden permitirse juegos con sus pares y rechazar cualquier contacto con
mayores. De todas formas, es complejo porque no es conveniente que les digamos
“que pueden tocarse con otros de la misma edad”, porque no es nuestro rol
decirles qué hacer, ni darles ideas acerca de qué hacer, sino dejarlos que a ellos les
nazcan estas conductas, y nosotros conducirlas educativamente.

A partir de los 9 años se va a producir un período de transición hacia la pubertad,


en que la masturbación se transforma en una actividad ligada a la excitación
sexual, la cual va a producir orgasmos que, en el caso del hombre, van
acompañados de eyaculación, y en el de la mujer, de humectancia y secreción
vaginal. Las sensaciones eróticas y el placer sexual en los genitales aumentan
notablemente a medida que va llegando la pubertad. Al respecto, es importante
que los padres preparen a sus hijos con información acerca de estos fenómenos
saludables, beneficiosos y placenteros que les van a ocurrir. En el caso específico
de las niñas, deben prepararlas para este período comunicándoles el significado
de la maduración sexual que se les aproxima, y los cambios psicológicos que
pueden experimentar, como también el comienzo de la menstruación.

1.2.1.2 La masturbación en la pubertad y adolescencia

A partir de los 10 – 11 años, cuando niños y niñas entran a la pubertad, se ven


confrontados al inevitable proceso de crecimiento corporal y aumento de la
sensualidad, provocados por la gran liberación de hormonas al torrente
sanguíneo, lo cual va a tener fuerte impacto en la vida sexual que comienza, en la
fuerza e intensidad del deseo.

Hemos dicho que, para el enriquecimiento futuro del deseo sexual, una tarea
fundamental durante esta etapa será desarrollar la fantasía erótica propia, la cual
encontrará un buen espacio de desenvolvimiento a partir de la autoestimulación
manual de las zonas erógenas, es decir, la masturbación. A partir de los 10 años, el
púber tiene la capacidad mental y física para despertar la excitación sexual a

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través de caricias con el propio cuerpo, y de ir conectándolas con las fantasías que
asocia a dicha excitación. En este sentido, la masturbación forma parte de un sano
desarrollo de la sexualidad y su ausencia puede obedecer al desarrollo de una
pubertad más tardía.

El adolescente necesita ejercitar la voluntad e ir asumiendo una completa


responsabilidad en torno a la opción de masturbarse o no masturbarse en la
intimidad, al igual que en el estudio, en los pasatiempos, en el descanso y el ocio.
Este contrapunto entre cuánto se permite la satisfacción del impulso
masturbatorio y cuánto lo aplaza, es fundamental en la construcción del carácter y
en la calidad del deseo. No hay crecimiento del deseo sin postergación, es decir,
sin la capacidad de posponer su satisfacción, de aplazarla y tolerar la frustración
que ello implica.

En la adolescencia, la confluencia de la masturbación y la fantasía iniciada con la


pubertad es un objetivo muy importante, porque el organismo en fase de
maduración aprende a probar, a experimentar, a soportar y gozar de las
sensaciones que brinda el orgasmo, antes de establecer un vínculo con un otro. La
masturbación en la que el genital es tomado como objeto de goce propio tiene un
lugar adecuado en el desarrollo durante la preadolescencia. Durante las fases
subsiguientes, la masturbación se va enriqueciendo con la fantasía erótica, en la
que gradualmente va apareciendo el otro, hasta encontrar su plenitud durante la
adolescencia propiamente tal.

Las fantasías masturbatorias a partir de la pubertad van a enriquecer al deseo


erótico en diversos aspectos, que examinamos a continuación:

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Se debe tener presente que el objetivo último de la masturbación a partir de la


pubertad es la elaboración del placer compartido, esa actividad transitoria
indispensable que, a través de la fantasía que activa el placer, se va relacionando
con otros (otras) hasta culminar en el deseo de penetrar y ser penetrado. En cierto
sentido, la masturbación tiene un carácter más bien iniciador que satisfacedor,
aunque no son excluyentes. De todas maneras, para favorecer un sano desarrollo
de la sexualidad, es importante enseñar a los adolescentes que la masturbación es
un acto de amor hacia sí mismo.

 El rol de padres y educadores


Como ya hemos dicho, a partir de la pubertad, la participación en la conducción
educativa de estos temas, especialmente en su carácter informativo, es de los
profesores. Se recomienda mantener un balance entre lo permitido y lo
renunciado (para mayor información consulte el texto de profundización
“Masturbación en la pubertad y adolescencia”):

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En todo este proceso educativo, es de gran importancia evitar que la


masturbación se transforme en un tema tabú. Padres y educadores deben tener
presente que, en la masturbación, no es el acto físico el que puede perturbar el
desarrollo psicosexual, sino la fantasía que lo acompaña. El plantear la
masturbación como una práctica censurada instala la culpa y el deseo de no hablar
del tema. Asimismo, es habitual que la prohibición de masturbarse lleve a una
masturbación compulsiva. La culpa producto de lo prohibido lleva a la fantasía de
haber sido castigado, en este caso, dañado en el órgano responsable del delito. La
sensación de daño sólo se exorciza comprobando que el órgano genital está
indemne mediante un nuevo acto masturbatorio. Se crea así un círculo vicioso que
centra al adolescente excesivamente en su genital.

2. LAS RELACIONES AFECTIVAS Y EL ENAMORAMIENTO

Creemos que el amor es la fuerza vital del ser humano y es condición


indispensable para que exista la vida. Desde el comienzo de la civilización hasta la
actualidad, religiones y culturas han versado poemas y canciones sobre el amor.
Cuántas novelas, sonetos, obras de teatro, obras cinematográficas, esculturas, y
un sinfín de expresiones artísticas habrán sido inspiradas en el amor... esto es una

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clara señal de la verdad que se esconde detrás de la frase popular “el amor mueve
al mundo”.

Asimismo, todos tenemos una idea de cómo es estar enamorado, ya sea por
experiencia propia, por lo que nos han contado o por lo que hemos escuchado o
visto. A continuación, los invitamos a comparar sus ideas preconcebidas con
algunas de las características que distintos autores plantean en referencia al amor
y al estado de enamoramiento:

 Es imprevisto y sorprendente: Alberoni, profesor de Sociología de la


Universidad de Milán, autor de varios textos sobre el amor, describe con
mucha lucidez el carácter explosivo, sorprendente e impredecible del
enamoramiento. Se refiere al amor como algo que estalla, es un “falling in
love” un “tomber amoureux”. Irrumpe y arrastra, a su pesar, el uno hacia el
otro. Es un estado emocional y sentimental nuevo, desconocido, inesperado y
cautivante, que no es únicamente sexual, ni tampoco sólo ternura.
 Es paradójico, hay alegría y dolor: Para la psiquiatra y psicoanalista francesa
autora de “Un homme + una femme = quoi?” (“Un hombre + una mujer =
¿qué?”), Elsa Cayat, lo propio del amor es su carácter paradójico, de júbilo y
de sufrimiento: júbilo en el encuentro con un otro que llena una falta básica
que arrastramos; sufrimiento al contactarnos con la realidad de su
insuficiencia.

El enamoramiento recíproco es el reconocimiento de dos personas que se


encuentran en una búsqueda, donde el otro representa el puente para
realizar un proyecto de vida más auténtico, más verdadero que el estado
insatisfactorio en el que cada uno se encuentra. Pero este intento no asegura
el éxito, puede fracasar y, de hecho, sólo en ciertos casos logra crear una
unión duradera. Por eso, el enamoramiento tiene un elemento de exaltación,
de dramatismo y de tragedia.

 Es exclusivo: Freud definió una característica esencial del enamoramiento: el


carácter exclusivo del vínculo con la persona amada. Incluso, tal exclusividad

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entraña un cierto desasimiento del vínculo consigo mismo en provecho del
(la) amado(a).

Se puede amar a dos personas al mismo tiempo, una mujer puede amar a su
esposo y a otro hombre. Pero la mente es incapaz de enamorarse de dos
personas a la vez. El enamoramiento se lleva a cabo con alguien específico,
irreemplazable. En este colectivo de a dos, el objeto de amor no puede ser
sustituido por ningún otro. Como el enamoramiento en su despliegue intenta
reestructurar todo nuestro mundo de afectos y relaciones —pasadas,
presentes y futuras—, en torno y desde otra persona, al sujeto en este estado
le resulta imposible llevarlo a cabo con dos personas, porque exigiría dos
fuerzas en direcciones diferentes.

El enamoramiento siempre ha existido en todas las culturas. Se ha pensado,


equivocadamente, que aparece en el período romántico o en la época de los
trovadores y del amor cortés, pero en realidad, es un estado mental de carácter
antropológico y ocurre en todas las tribus y razas. Ahora bien, cuánto de él
intervenga en la elección de la pareja varía mucho de una cultura a otra, y de un
momento a otro en la evolución de un grupo social. En Occidente, el
enamoramiento recién se incorpora para tal fin en el siglo XVIII. Revisemos, en
seguida, lo que implica el proceso de enamorarse y establecer una de las
relaciones afectivas más importantes en el ciclo vital de
una persona.

2.1. La Necesidad como Causa del Enamoramiento

Para llegar al estado afectivo de enamoramiento se


requieren ciertas condiciones previas, y en especial una
necesidad o carencia afectiva. Existe una alta
probabilidad de que nos enamoremos en aquellas situaciones en que pasamos por
crisis personales accidentales o por las propias del ciclo vital, ya sea por una
necesidad de huir —en tal caso buscamos a un otro para escapar— o de construir

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una respuesta nueva, en cuyo caso buscamos un otro para construir un proyecto
interesante. En este último, ayudados por el erotismo, elegimos a una persona
que representa un cambio, un salto en el vacío, con quien vamos a resolver todo,
un nuevo proyecto lleno de promesas.

El “flechazo” es como un momento mágico en el que quedamos sorprendidos,


arrobados y fascinados. Este es apenas el comienzo del enamoramiento. Se
produce un encandilamiento, similar al descubrimiento de un territorio nunca
visto o a un asalto por sorpresa. Muchos de estos fenómenos se presentan de
manera inconsciente, y solamente podemos reconocerlos posteriormente, a
través de un proceso de insight, es decir, de entendimiento y comprensión. En ese
recordar advertimos que aquellas situaciones se filtraron ocultamente en nuestra
mente y desencadenaron una atracción profunda.

El enamoramiento requiere una predisposición, una actitud de búsqueda que abre


las puertas al impacto. Esos períodos de apertura de nuestra vida están llenos de
instantes en que nos dejamos llevar. Para enamorarnos, es necesario que
abandonemos las defensas de autosuficiencia, nos rindamos y nos dejemos
pasivamente impactar por el amor. Por eso, en esto de enamorarse hay un cierto
grado de decisión y libertad, que consiste en abandonarse totalmente y sin
reservas a un proceso de fascinación.

2.2. El Enamoramiento como Creación Individual

Freud señaló los procesos sublimatorios que pueden acompañar al


enamoramiento, pero puso el acento en su aspecto regresivo: la recreación del
vínculo narcisista idealizado con la madre, como estado hipnótico, como una zona
de frontera entre la enfermedad y la sanidad, como una “psicosis de amor”.

Alberoni sostiene que las teorías psicoanalíticas han resaltado el aspecto regresivo
del enamoramiento, como vuelta a un período primitivo del desarrollo que nos
recuerda intensas pasiones con nuestra madre o nuestro padre. Sin embargo, los
aportes de otros estudiosos del tema sostienen que el enamoramiento, por el
contrario, desarrolla la creatividad, la inteligencia y la capacidad de afrontar

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nuevos problemas y, en ese sentido, más que una regresión, es la activación de
una progresión. Así, el psicoanalista clásico Ferenczi, según describe Lauru, ve el
enamoramiento como un estado fecundo en el plano de la creatividad. Dice Lauru
al respecto: “El amor, por su naturaleza, eleva el espíritu del artista y lo transporta
a un punto culminante de sus capacidades creadoras: es lo que los franceses
llaman “el gran amor”, o aun “la gran pasión”.

Es un triunfo de la alegría de vivir, un impulso hacia el futuro, un proyecto y, por


último, es liberación y curación. “El enamoramiento es entonces la experiencia
íntima y subjetiva del nacimiento, de la creación de un nuevo mundo”. Para un
enamorado, las contradicciones de la vida cotidiana pierden sentido, se siente
prisionero y, sin embargo, al mismo tiempo, libre y feliz. Para Platón, es una locura
divina que le permite al enamorado ver todo transfigurado.

El enamoramiento significa, asimismo, un cambio de estado en el individuo.


Podemos enamorarnos de alguien que no nos corresponde, vale decir, es un
estado que puede darse independientemente de la respuesta de quien es objeto
de nuestro amor. El enamoramiento es la solución individual a un problema vital
insoluble hasta ese momento. Es la respuesta creativa individual a una situación
de necesidad, de búsqueda, de ansiedad.

Es, dice Alberoni, “muerte en cuanto marca el alejamiento de una pertenencia


superada, y renacimiento porque es creación de una comunidad que nos
regenera. El enamoramiento es la expresión del impulso vital del individuo, de su
necesidad de renovación y del espíritu del tiempo que lo anima y llama”.

2.3. El Enamoramiento como Creación Colectiva

Mirándolo desde el contexto social, el amor y sus emociones rompen vínculos


sociales para instalar otros nuevos. Esto constituye para Alberoni la creación de un
“mutante social”. Los enamorados son los protagonistas de un nuevo nacimiento,
del repentino surgimiento de una nueva colectividad: la pareja.

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Para Lauru, el enamoramiento es el paso de una experiencia singular desde la
intimidad del sí-mismo que se contacta con sus necesidades y carencias, a una
experiencia amorosa en plural, que sigue las leyes de la psicología de las masas.

En Il primo amore, Alberoni sostiene que el enamoramiento es una revolución


afectiva que promueve la ruptura con el pasado y conduce a la construcción de un
orden nuevo. Es el estado de un brote, que él llama “estado naciente”. Es una
revolución dinamizada desde un movimiento colectivo de dos.

Emile Durkheim, cuando habla de los estados de efervescencia colectiva, para


mostrar cómo éstos son los mismos sentimientos que experimentan los
enamorados, dice:

“El hombre tiene la impresión de estar dominado por fuerzas que no


reconoce como propias, que lo arrastran y que no maneja (…) se siente
transportado a un mundo diferente de aquel en el que se desarrolla su
existencia privada. La vida en él no es solo intensa, sino que es
cualitativamente diferente (…) Se desinteresa y olvida de sí mismo, se
entrega enteramente a los fines comunes (…) siente la necesidad de
expandirse lúdicamente, sin un fin (…) En esos momentos, esta vida
superior se vive con una intensidad tal y de una manera tan exclusiva
que ocupa casi en su totalidad la conciencia, de la que expulsa más o
menos por completo las preocupaciones egoístas”.

Para Freud, en los enamorados también se observa una psicología como la que se
da en el comportamiento de los grupos grandes, de las
masas. Se refiere a la sugestión, al estado casi hipnótico
que se ejercen mutuamente los miembros de la pareja.
También alude a la ambivalencia de amor y odio presente
en toda relación de amor.

La diferencia con los estados de efervescencia colectiva y


del comportamiento de las masas radica en que en el
enamoramiento no existe un jefe carismático; ambos miembros de la pareja son
jefes el uno del otro. La pareja es un grupo que se diferencia de todos los otros

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grupos en cuanto no tiene un líder. Ambos componentes son sus conductores. Los
grupos, con el paso del tiempo, también requieren de elaboraciones, pero ellas
están dirigidas desde el liderazgo. En el caso de la pareja, los conflictos que se
activan a través del tiempo van a depender de la capacidad de elaboración de los
dos integrantes de la pareja.

En definitiva, es un yo que se transforma en nosotros. Como veremos más


adelante, este proceso de fusión involucrará la personalidad y la historia de los dos
individuos, lo cual requerirá, entonces, un proceso de rehistorización.

2.4. Funciones del Enamoramiento

En un sentido filogenético, es decir, en base al origen y desarrollo evolutivo de los


seres humanos, el enamoramiento tiene una función asociada a la crianza de un
hijo. Fisher hace una correlación interesante al señalar que la mayor parte de los
divorcios se produce después de cuatro años de casada la pareja, y que en los
pueblos primitivos de nuestros antepasados, y en las culturas primitivas actuales,
los nacimientos de nuevos hijos se llevan a cabo, precisamente, cada cuatro años.
El período de la infancia también dura cuatro años y el de enamoramiento, tal
como hemos descrito, se agota entre los tres y cuatro años. Por eso, Fisher
concluye: “los vínculos humanos de pareja se desarrollaron en un principio para
extenderse solamente durante el tiempo que lleva criar a un hijo dependiente en
la infancia, es decir, los primeros cuatro años”.

En un sentido actual, el enamoramiento es un proceso que prepara para salirse de


sí mismo y aventurarse en una empresa peligrosa que exige la toma de conciencia
de lo necesario que es el otro para consolidar su existencia. El proceso de
enamoramiento entrena en la capacidad de mantener un diálogo con los ideales
del yo, los que siempre están motivando los proyectos vitales. El estado afectivo y
emocional del enamoramiento prepara en los procesos necesarios de
subjetivación, porque el enamorado crea interesantes diálogos consigo mismo, y
de esa manera va aumentando su espacio interior, va consolidando y ampliando
su sí-mismo, enriqueciéndose de pensamientos y símbolos.

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Al mismo tiempo, el enamoramiento entrena en una capacidad mental esencial
que es la de aprender a elaborar pérdidas, ya que estos procesos van a estar
plagados de inevitables desilusiones que se deberán ir asumiendo.

En definitiva, el enamoramiento es una condición psíquica que promueve cambios


biológicos en nuestros sistemas neurofisiológicos, los cuales favorecen la posibilidad
de incorporar en la mente a un otro, fundirse con él, hacerlo propio. Es como si se
elevara la temperatura afectiva favoreciendo un proceso de fusión, que lleva a que
ambas mentes se suelden. Y, al mismo tiempo, posibilita grandes cambios psíquicos,
permitiendo levantar represiones e integrar aspectos disociados en este estado
afectivo de alta temperatura.

El enamoramiento provoca un sentido de compromiso a largo plazo que


corresponde al estado afectivo generado por la búsqueda de un otro que nos
ayuda a resolver los conflictos y angustias que tenemos pendientes, y por lo tanto,
provoca también un proyecto a largo plazo, pues siempre subyace la intención de
que sea un otro para toda la vida.

El enamoramiento sella a fuego el compromiso. Pero, a diferencia de la fuerza que


viene dada por los lazos de sangre con los padres o los hermanos, este vínculo está
por construirse, por realizarse. En este sentido, los amantes sienten un ciego
llamado —como el que hace la fe— a
comprometerse, a establecer un pacto y un
juramento para así transformarlo en un amor
sexual estable.

2.5. Relaciones Afectivas y Vínculos Amorosos

Alberoni diferencia los vínculos amorosos entre


fuertes, medios y débiles. Los primeros son los
que se establecen durante la infancia entre el
hijo y los padres, y entre hermanos. Son
exclusivos, resisten el cambio de carácter y la
variación del aspecto externo de la persona.

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Los vínculos medios son los que establecemos con los amigos íntimos, aquellos
que disfrutan de nuestra confianza, con los que hacemos confidencias, en una
relación desinteresada, libre, sin celos ni envidias (que se da muchas veces entre
hermanos). Pero esta es una relación vulnerable: si el amigo nos engaña o nos
traiciona, se rompe. Y cuando se rompe, se rompe para siempre.

Los vínculos débiles son los que establecemos con compañeros de trabajo, con los
vecinos, con los amigos de vacaciones. A veces atracciones eróticas intensas
producen vínculos débiles. Son prescindibles, no necesitamos ni echamos de
menos a la persona que involucra.

Aparte de los vínculos fuertes que se establecen con los padres y hermanos, la
única fuerza capaz de promover otro vínculo fuerte, a partir de la adolescencia, es
el enamoramiento.

2.6. Mecanismos Psicológicos del Enamoramiento

El mecanismo por el cual el enamorado ve a su amada como ideal, es la


proyección idealizada de lo que él necesita, de lo que busca, de lo que le falta. Este
mecanismo puede llegar al extremo de crear sobre una persona absolutamente
desconocida, esa imagen maravillosa. Esto acontece en la locura, en la erotomanía
y, aunque en grado menor, es por esta tendencia a distorsionar la realidad, que se
habla del componente de locura que contiene todo enamoramiento.

Para enamorarnos necesitamos de un otro que facilite la creación de ese estado


ideal que acabamos de describir. Este es un “interjuego” de series
complementarias: mientras mayor es el deseo y la necesidad que tenga la persona
de enamorarse de un otro, mayor será su tendencia a ver en él las características
que ella necesita. Pero también se puede dar el caso de alguien que, sin tener gran
necesidad ni deseo de enamorarse, encuentre a un otro que cumpla estos
requisitos que producen tal estado mental, porque se acerca mucho a esa
realidad.

En este interjuego de series complementarias se da cumplimiento a la creación del


estado de enamoramiento que, finalmente, consiste en que el uno permite activar

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en el otro lo más positivo e ideal de sí mismo, lo más positivo e ideal del otro y lo
más positivo e ideal de la relación propiamente tal. Al mismo tiempo, es una
relación que permite negar y/o reprimir lo más negativo de sí mismo, lo más
negativo del otro y lo más negativo de la relación. Como se puede apreciar, en el
estado de enamoramiento, tal como en todos los estados mentales de la pareja,
hay una relación consigo mismo, con el otro y con la propia pareja.

Puestas las cosas así, al sujeto enamorado le resaltan y resalta los aspectos
positivos e ideales de la relación y, al mismo tiempo, tapa y le tapa al otro los
aspectos negativos. ¿Qué mecanismo usa el enamorado para activar lo mejor y
desactivar lo peor? Usa lo que nosotros llamamos los mecanismos de
identificación proyectiva, que consisten en poner en la realidad externa aspectos
propios, ya sean positivos o negativos. En este sentido, la pareja del enamorado
tiene que poseer características que faciliten el desarrollo de estos mecanismos de
proyección.

Lo que acontece con la pareja es equivalente a lo que sucede en los grupos


sociales. De hecho, como ya hemos señalado, la pareja es la constitución de un
colectivo de a dos. Los grupos se caracterizan por la capacidad que tienen de
proyectar todo lo malo afuera y quedarse con todo lo bueno e idealizado como
identidad propia. De esa forma, los integrantes de esa institución, ese grupo
político, esa organización, están en lo correcto, tienen la forma adecuada de
resolver los problemas y son los buenos, mientras que los otros son los que están
equivocados, van por el camino errado y son “malos”.

La pareja se constituye entonces como un grupo, y los enamorados se eligen en


relación a la capacidad que tengan de permitirse proyectar todo lo negativo fuera
de la pareja. O sea, los aspectos conflictivos, negativos, malos, destructivos, no los
tiene el otro miembro, sino que pertenecen a otras personas. Lo contrario pasa
con los aspectos positivos, que son puestos como propios de la relación de esa
pareja. Así, entonces, la pareja es generosa, las demás parejas son egoístas. Por
ejemplo: “somos la pareja con mejor comunicación, las demás parejas no se
entienden así...”

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Así, las capacidades mentales que se ponen en juego durante el proceso de
enamoramiento son las siguientes:

 Capacidad de idealización: capacidad de investir, de impregnar y proyectar en


otro un estado de perfección estética y ética que lo hace sumamente
atractivo.
 Capacidad de escisión: permite sacar del otro lo negativo, mientras se le mira
con ojos idealizadores. Ayuda a vivir experiencias intensas de fusión con el (la)
amado(a), con características casi cósmicas y sin generar angustias de
disolución al sentirse contenido por ese amado(a) idealizado(a).
 Capacidad de negación: disminuye la percepción de los elementos que
perturban la idealización y perfección estética y ética.
 Capacidad de erotización: se libidiniza el cuerpo del otro, resultando deseado,
apetente por su hermosura y porque gatilla el recuerdo del placer corporal
experimentado anteriormente, en el contacto de piel con la madre cuando se
era infante. Potencia la idealización en un círculo virtuoso de erotización que
lleva a mayor idealización, la cual arrastra mayor erotización; ésta
nuevamente potencia la idealización, y así sucesivamente.
 Capacidad de desplazamiento: todo el mundo animado e inanimado recibe la
proyección de ese afecto exaltado, propio del enamoramiento. Esto tiende a
disminuir la tendencia egocentrista, al poner gran cantidad de libido en la
preocupación por el otro.
 Capacidad de duelo y separación: se abandonan vínculos pasados sin quedar
adherido a ellos, ni tampoco inundado de angustias y depresión frente a la
amenaza de pérdida.
 Capacidad de simbolización: reinterpretar el pasado en un proceso de
historización que integra elementos comunes, que ayudan a la concreción
futura de proyectos creativos realizados en conjunto.
 Capacidad de comunicación: de contenidos no verbales, corporales e
intuitivos.
 Capacidad de gratitud: opuesta a la envidia, que permite ser receptivo al
amor como un don, como gracia, independientemente de nuestros esfuerzos.
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 Capacidad de constancia objetal: poder mantener a otro en la mente por
largo tiempo, sin destruirlo ni borrarlo.
 Capacidad de contención: poder acoger las amarguras del otro
resignificándolas, y contribuyendo así al proceso de idealización mutuo que
aumenta el enamoramiento.

2.7. Carácter Transitorio del Enamoramiento

Como ya hemos visto, el enamoramiento es un proceso afectivo que requiere


determinadas condiciones, las cuales facilitan su realización. Una vez concretado,
empieza su cuenta regresiva y tiende a durar entre tres a cuatro años, tras lo cual
necesariamente debe transformarse. En el mejor de los casos, puede evolucionar
a un nuevo estado que llamamos “el amor sexual estable”. Otros caminos llevan a
su disolución, o a otras formas conflictivas donde predomina el odio por sobre el
amor.

Una vez agotado el período de enamoramiento, la pareja se ve exigida a pasar al


amor sexual estable. Dicho en otras palabras, la realidad se impone y los
mecanismos de proyección para proteger lo idealizado, lo positivo y lo “hermoso”,
van perdiendo fuerzas ante una verdad con aspectos negativos y “feos”. Aquello
proyectado fuera de la pareja, como perteneciente a los otros se vuelve hacia
ellos, quienes deben hacerse cargo. Lo proyectado en el otro, ya sea para negarlo
o para sobreidealizarlo, necesita ser reelaborado y traído al presente con su carga
de realismo y, por lo tanto, debe ser resignificado y vuelto a comprender.

La capacidad que tenga la pareja de elaborar todos estos aspectos que fueron
proyectados en el período de enamoramiento decide su capacidad para pasar al
amor sexual estable. Para Roland Barthes, el enamorado es todo lo contrario de
un loco. La locura es sentir que yo soy ese otro, es despersonalización. El
enamorado es el que no puede negar que siente estar loco, pero “sabe” que no es
el otro. Constatar que no se es ese otro es un proceso doloroso indispensable para
pasar al amor sexual estable.

2.8. Del Enamoramiento al Conflicto

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“Dios los cría y el Diablo los junta” es un aforismo popular que, en su última parte,
capta con fina intuición la sensación de que una mano maléfica interviene cuando
dos personas se enamoran. Y puede que en ocasiones lo que afirma valiera para
describir (metafóricamente) algunas situaciones. Sin embargo, éste, como todos
los saberes populares, puede resultar equívoco si no se entiende a cabalidad lo
que atisba e insinúa con tanta perspicacia.

A decir verdad. El enamoramiento encierra el germen de lo que más tarde serán


los problemas más serios en la pareja. Nos enamoramos de aquello que después
de unos años, perdida la idealización, se transformará en la fuente más
importante de conflictos. Es como todo lo que ofrece Lucifer: encandilador en su
apariencia y en su inmediatez, pero feo por dentro y nefasto a la larga. El
enamoramiento y lo propiamente demoníaco son cosas semejantes, sí, en el
sentido de que producen en nosotros efectos parecidos, pero –como veremos-
hay una gran diferencia entre ambos, que tiene que ver con lo que son en sí
mismos, más allá de lo que producen en nosotros.

Partamos, para explicarlo, con un ejemplo: una mujer sensible, lábil (poco estable
y poco firme en sus resoluciones), impulsiva, de pensamiento más irracional y
ocurrencial que objetivo, que se deja llevar por sus sentimientos, más bien
dependiente y pasiva y sumamente impresionable, que se enamora y es
correspondida por un hombre más frío, racional, ordenado y calculador, que
siempre tiene una actitud previsora, con un discurso sumamente lógico,
inamovible en sus convicciones y para quien el cumplimiento del deber y la
responsabilidad está por sobre la realización de cualquier deseo. Cuando esta
mujer y este hombre se enamoran, ambos idealizan los rasgos del otro. Ella
encuentra que ese hombre maravilloso le ofrece estabilidad, orden, y aquella
protección que tanto necesita y admira. El verá en ella a una mujer vital, llena de
entusiasmo y de sensibilidad, que le aporta esa alegría de vivir que tanto busca.

Una vez pasado el período de enamoramiento, esos mismos rasgos de carácter


que fueron causantes de la atracción, se transforman en la fuente de la discordia.
Ella se queja de que su compañero no la entiende, es demasiado racional para

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enfrentar los problemas, todo lo somete a cálculo, no se deja llevar y es muy
controlador, todo es previsible con él y le falta encanto a la relación. No la
sorprende.

Por su parte, él se queja de que ella es muy demandante, que está siempre
exigiéndole más afecto, que es muy impulsiva, que no puede conversar porque su
pensamiento es muy ocurrencial y no sigue las reglas de la lógica, y que, por lo
tanto, él prefiere mantener una cierta distancia para no sentirse agobiado. Para
ello, se enfrasca en el trabajo.

En casos como el de este hombre y esta mujer, y en estricto rigor, no es cierto que
sea el diablo quien los junta. Porque la figura luciferina representa el camino de la
destrucción, y esta unión entre dos condiciones diversas no tiene como destino la
destrucción, sino más bien el crecimiento y el desarrollo.

Nos enamoramos de un otro para que, una vez pasado el enamoramiento,


durante el largo proceso del desarrollo de la relación, su estilo represente un
desafío a nuestro funcionamiento personal, y nos muestre aquellos rasgos que son
complementarios y de los cuales carecemos.

En el ejemplo citado, el desafío de la mujer es integrar a su estilo afectivo-


cognitivo esa parsimonia, orden, control, prevención y reflexión que representa su
pareja. Y el desafío del hombre es integrar a su estilo afectivo-cognitivo, una
mayor sensibilidad, capacidad de dependencia, de contemplación pasiva, de
flexibilidad, de gratuidad y de valoración de lo emocional.

Parece ser que estamos llamados a continuar nuestro proceso de crecimiento en


el encuentro íntimo con un otro, quien se encargará de agudizarnos las
contradicciones que encierra nuestro propio estilo de vivir la vida. Y en este
sentido, el pronóstico de una relación de pareja está determinado en forma
significativa por la capacidad que tenga cada uno de integrar el vértigo que el otro
le está mostrando.

La aspiración a construir una relación de pareja basada en la comprensión mutua,


en el amor y en la simetría –vale decir, con los mismos derechos y deberes- es una
aspiración relativamente reciente, y su cumplimiento se da en un muy bajo
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porcentaje en la actualidad. Este es el desafío que tenemos por delante, y para
salir vencedores de él tenemos que asumir nuestras diferencias con el otro como
una oportunidad de crecimiento y, paradójicamente, de encuentro.

Y nuestra responsabilidad en estas materias va más allá de nosotros mismos:


recae especialmente en la formación de las generaciones venideras, ya que lo que
recién describimos será una de las bases que consolide a la pareja y mantenga una
familia estable y a largo plazo, factores que inciden en la crianza de hijos sanos.

3. PRIMERA RELACIÓN SEXUAL

En Estados Unidos, en la
década de los cincuenta, las
mujeres dejaban de ser
vírgenes más o menos a los
19 años y un gran porcentaje
estando casadas. En el año
1999 dejan de ser vírgenes a
la edad promedio de 15
años, de acuerdo con el
estudio publicado por Review of General Psychology. El sexo pre-matrimonial en la
década de los cincuenta se daba en 12% de las mujeres, y 40% de los hombres.
Hoy, en las mujeres es de 73% y en los hombres un 79%. Entre los años 1945 y
1965, el debut sexual era en la época universitaria, mientras que hoy se da en la
secundaria. No obstante, los jóvenes de la generación de la “revolución sexual” de
los años 60 tuvieron relaciones sexuales con más personas que los de hoy.

Estos datos apuntan a un cambio cultural en dos aspectos: menos represión sexual
y menos disociación machista de la sexualidad. En definitiva, la mayoría de los
estudios señalan que postergar el inicio de la vida sexual es más sano para la salud
mental que su ejercicio precoz.

3.1. Motivaciones y Dificultades en la Primera Relación Sexual

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Podemos definir la primera relación sexual como la primera experiencia de
penetrar con su pene la vagina por parte del hombre, y ser penetrada en su vagina
por el pene del hombre por parte de la mujer.

La motivación, el impulso y el interés por llevar a cabo este acto —que tiene un
carácter de aventura y, por lo tanto, ciertos riesgos— provienen
fundamentalmente del placer que ofrece, empujado por la fantasía del deseo
erótico que se escenifica en diversas formas de entrelazamiento corporal. Pero
también el interés proviene de una curiosidad por apropiarse de un saber, por
pasar un umbral que representa la adultez, por conocer los límites y posibilidades
del propio cuerpo y del cuerpo del otro, por realizar una escena de encuentro y
fusión que tiene sus orígenes en fantasías construidas desde la infancia, cuyo
anhelo final es la culminación orgásmica dentro del cuerpo del otro. A esto se
debe que, en muchas culturas, el primer encuentro sexual sea vivido como un rito
de iniciación, un ceremonial que marca la madurez sexual, la cual se logra a través
de la transmisión de un secreto que va a transformar al joven en un adulto, en un
conocedor de los misterios de la vida.

De hecho, en el imaginario social se comparte la idea de que una vez que se ha


tenido la primera experiencia sexual, la joven y el joven cambian. Ella se hace
mujer, él se hace hombre. Ambos adquieren un grado mayor de independencia y
seguridad, dando un paso decisivo en su proceso de separación de los padres.

Hasta el siglo pasado, en nuestra cultura, los ritos de pasaje -en el caso del varón-
consistían en una iniciación sexual precoz y disociada, una especie de
entrenamiento para una destreza corporal que realizaba con prostitutas, “chinas”,
“chulas” o cualquier mujer considerada como de una condición degradada. En
cambio, para la mujer, su iniciación ritual quedaba en manos de su esposo en la
primera noche de bodas.

Este estilo proviene de una dominación masculina propia de los sistemas


patriarcales, que se preocupan por certificar la paternidad de los hijos y la total
posesión de la mujer, y que, en consecuencia, exige la castidad prematrimonial a

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la mujer. Hoy la alternativa de llegar virgen al matrimonio es una opción y no una
imposición culturalmente valorada.

En nuestro país, los hombres inician su primera experiencia sexual alrededor de


los 16 años, y las mujeres alrededor de los 18. A partir de estas cifras, podemos
conjeturar que aún quedan resabios de los hábitos sexuales del siglo pasado, ya
que no es probable que un porcentaje alto de estos muchachos de 16 años inicie
su vida sexual con mujeres mayores en relaciones de pololeo. Probablemente
recurren en sus primeras experiencias sexuales a mujeres mayores, pero de
condición degradada. Ello, por supuesto, en un porcentaje mucho menor que en
tiempos pasados. La gran mayoría de los jóvenes hoy inicia su vida sexual en
relaciones de pololeo.

Muchos estudios demuestran que alrededor de 30% de los jóvenes vive su primera
relación sexual como una experiencia negativa. En este grupo, el 75% son mujeres.
Un 150% más de mujeres que de hombres se inicia para tener más cariño e
intimidad con su pareja. Y un 250% más de mujeres que de hombres se inició en la
vida sexual para demostrar su amor. Algo así como la entrega como “prueba de
amor”. Y 68% de los hombres y 42% de las mujeres se inició porque “se dio así”.

Los doctores Sheree Conrad y Michael Milburn, en su texto Inteligencia Sexual,


exponen:

“Junto al deseo que mueve al joven o a la joven a llevar a cabo esta


primera experiencia sexual, están todos los temores que dicha novedosa
y desconocida aproximación gatilla en los participantes. La primera
relación sexual está plagada de angustias, de vergüenza, de culpas, de
desconfianza e inseguridades”

Todos estos temores que circundan la relación sexual no son sino ansiedades que
tienen distintos contenidos. Lo importante es que la calidad de la primera
experiencia va a depender de la forma en que se resuelvan dichas ansiedades.
Ateniéndonos a eso, a continuación vamos a describir los tipos de ansiedades que

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están en juego durante la primera relación sexual, para enseguida revisar las
formas de resolver dichas ansiedades, las cuales determinan la calidad de la
primera experiencia sexual y sus consecuencias para el futuro de la sexualidad de
ese sujeto. Terminaremos señalando 7 condiciones que contribuyen a que la
primera relación sexual sea una buena experiencia.

3.2. Tipos de Ansiedades Presentes en la Primera Relación Sexual

3.2.1. Ansiedades en juego en toda primera experiencia

El solo hecho de que la primera relación sexual es una experiencia frente a algo
nuevo, desconocido y —en cierto sentido— extraño, activa en el funcionamiento
mental lo que se ha llamado “ansiedades de descubrimiento”. Éstas son
ansiedades que tienen un matiz persecutorio, porque el sujeto no está
plenamente tranquilo respecto de lo que va a acontecer, y se encuentra alerta
frente a presuntas amenazas que lo pueden llevar a vivir sorpresas desagradables.
Estas ansiedades son universales y se despiertan frente a cualquier exploración de
una realidad desconocida.

El superar dichas ansiedades con otro, compartiendo estrechamente la


experiencia, resulta ser sumamente vinculante. Por eso, una primera relación
vivida con contención, afecto, preocupación y cariño por parte del otro, resultará
en una vivencia que enlace fuertemente a los participantes. Por el contrario, vivir
esta primera experiencia acentuando las ansiedades de descubrimiento debido a
una relación poco contenedora, poco considerada y poco cariñosa, es una
experiencia desvinculante o destructora del vínculo.

Si tuviéramos que reducir a un sentimiento aquello que amortigua las ansiedades


persecutorias derivadas de la vivencia de una situación que implica novedad,
exploración y descubrimiento, diríamos que es al amor. Y, por otro lado, lo que
acentúa las ansiedades persecutorias es la sensación de soledad, de poca
preocupación, de desconsideración y, en su extremo, de agresión.

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Veamos un ejemplo que aparece en el texto Sexo joven: el mundo privado de los
adolescentes, de Daniela Riutort y Gonzalo Cancino (2003):

“Llevaba cinco meses pololeando con Matías. Él siempre me insistía en que quería
tener relaciones sexuales. Una noche, después de una fiesta en que tomé mucho, le
dije que bueno, y nos acostamos. Fue asqueroso. Él, de lo único que estaba
preocupado era de metérmelo. Yo estaba súper angustiada, no sabía qué es lo que
me iba a pasar, y una vez que ya estaba en eso no podía echarme para atrás. Fue
como una cosa animal, como que a él lo único que le interesaba era mi carne y por
eso después me dio asco. Él terminó rápidamente y después no me habló nada.
Estaba también como asustado y nervioso. No fue bonito, quedé súper arrepentida
de haberlo hecho”. Paulina, 17 años

3.2.2. Ansiedades en juego frente a la norma paterna y la autoridad

La iniciación en las relaciones sexuales es un tema delicado para la especie


humana. Y como todos los asuntos serios en la educación de los niños y jóvenes,
está sujeto a interdicciones y límites que impone la cultura a través de los padres y
los educadores. Esta normatividad es internalizada por el infante, el niño y
posteriormente por el joven, quien, cuando busca acceder a su primera
experiencia sexual, es cogido por la angustia que deriva de una sensación de
trasgresión. Esta sensación, y la ansiedad que despierta, se pueden ver acentuadas
cuando la relación sexual se lleva a cabo con posibilidades de ser descubiertos.

3.2.3. Ansiedades en juego frente al inevitable alejamiento de los padres

A partir de la pubertad se va desarrollando un proceso paulatino de separación de


los padres, que conduce a la búsqueda de una pareja para finalmente construir su
propia familia. Uno de los eventos más significativos en este proceso progresivo de
separación, es la primera relación sexual. Para la mente constituye una entrega
radical, en tanto el cuerpo representa plenamente a la persona, que
necesariamente excluye y deja fuera por primera vez a los padres. Es la relación
con otro con tal grado de plenitud, que en una parte de la mente es vivida como
una exclusión y, en algunos casos, incluso como una traición al vínculo

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desarrollado por años en torno al padre y la madre. Esta sensación más o menos
inconsciente es más marcada con el progenitor del sexo opuesto, a quien incluso
se puede sentir que se le engaña. Estas ansiedades tienen que ver con pérdidas,
con duelos. Son ansiedades depresivas que se activan en la primera relación
sexual.

3.2.4. Ansiedades frente a la pérdida de la virginidad

Por el hito fundamental que significa la primera relación sexual, ésta tiene un
carácter de entrega de algo precioso, de algo propio, de algo exclusivo. Y, por lo
tanto, en el imaginario social se ha llegado a considerar la entrega de un cuerpo
virgen como un regalo, como un don. Tal idea proviene de una cultura patriarcal
que —como decíamos al comienzo— se aseguraba la paternidad de sus hijos, lo
cual fue posteriormente reforzado por el romanticismo del siglo XVIII, que
idealizaba la posesión de una mujer inmaculada como el acto del más sublime
amor. Posteriormente, se adornó este imaginario con ideas como aquella según la
cual la primera experiencia nunca se olvida, con lo que se le da un carácter casi
mágico, relacionado con un presunto enorme poder de enlazar a perpetuidad a
quienes la viven juntos. Esto contribuye a una ansiedad depresiva, especialmente
en la mujer, quien —de ser cierta esa mitología— no podría volver a enamorarse
de otro hombre: habiéndolo “entregado todo”, quedaría absolutamente en manos
de ese primer sujeto. También aparece una ansiedad vinculada al descontrol, a
que después de tener la primera experiencia sexual podría convertirse en una
“mujer fácil”.

“La primera vez que se dio entre los dos; no fue algo planeado, sino que
comenzó naturalmente. Antes de eso no habíamos avanzado mucho, así que
nos dejamos llevar y pasó. Pero aunque fue bonito, sufrí harto y me dio harta
pena. Después de una fiesta nos fuimos a la playa y lo hicimos allí. Me dolió y
después me bajó una tristeza enorme; quería volver a ser una niñita, eché de
menos a mi mamá y lo único que quería era abrazarla, sentía muchas cosas y
lloraba. Felipe estaba feliz, me decía que me amaba demasiado y no entendía
por qué lloraba. Al otro día me bajó un rechazo heavy, no lo quería ver y cuando

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me buscaba, me escapaba. Ahora miro hacia atrás y creo que lo que me pasó es
que no quería aceptar que con este paso era una mujer grande, ya no era una
niñita, y eso me chocó. Me dio pena mi cuerpo, y no es que me haya sentido
violada, porque estaba muy enamorada, pero empecé a pensar en mi mamá,
me sentí chica y me bajó algo demasiado maternal. Quería de vuelta mi
virginidad, mi cuerpo. Fue súper raro”. Catalina, 18 años

3.2.5. Ansiedades en juego frente a todo el proceso y a su desempeño

La vagina es una abertura del cuerpo sobre la cual no hay control: no se la puede
abrir o cerrar, como puede hacerse con la boca o el ano. Las niñas sienten que no
pueden controlar el acceso de parte de otros o de ellas mismas. No saben las
funciones y la cooperación de sus genitales en experiencias coitales y de parto,
desconocen la lubricación y elasticidad de su órgano. Esto contrasta con la
conciencia que tiene el niño de los cambios de su órgano genital como parte de
sus experiencias cotidianas: el pene y los testículos responden visiblemente a la
estimulación térmica, táctil y erótica.

En la niña, la penetración imaginada despierta angustias sobre el cruce del límite


del cuerpo. El coito requiere entrada al interior del cuerpo, lo cual puede
amenazar una integridad corporal recién establecida o confirmada. Es así que en la
primera relación sexual, es habitual que las mujeres le teman al dolor que implica
la apertura del conducto vaginal y la ruptura del himen. Hay temor al momento, a
la experiencia de que el pene penetre en su interior. También hay ansiedades
relacionadas con el ser sometidas, violentadas, y que durante la relación sexual el
varón sienta rechazo a cualquier parte de su cuerpo. Y, por último, puede darse la
angustia de ser usada, que se expresa en miedo a ser abandonada una vez que se
“entregó la virginidad”.

Los hombres también temen al dolor que puede provocar la ruptura del frenillo
que une el glande con el prepucio. Por otro lado, sienten rechazo y angustia frente
a la sangre femenina que puede aparecer al romper el himen o al penetrar la
vagina.

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A estos temores se les suma la angustia de rendimiento, que en el caso de la mujer
está centrada en si va a ser capaz de gozar y llegar a tener un orgasmo. Y en el
caso del hombre, en si va a lograr una erección y sostenerla hasta satisfacer a su
pareja. También lo asalta la duda de si va a saber qué hacer, o se va a comportar
torpemente y va a hacer el ridículo. Por último, se siente inseguro de si su manera
de actuar pudiera hacerle daño a su pareja.

3.2.6. Ansiedades frente al riesgo de embarazo

Durante el coito, la mente es invadida por fantasías relacionadas con ser


fertilizada en la mujer, y fertilizar a la mujer por parte del hombre. Es, así, una
conducta que tiene una implicancia fecundante que se instala con plena presencia
en las fantasías que transcurren durante la relación. Si el embarazarse no es un
deseo compartido por ambos, la relación sexual activa inmediatamente agudas
ansiedades vinculadas al riesgo de un acontecimiento no deseado y de tal
magnitud.

En una pareja en relación sexual, la inminencia de un embarazo está siempre


presente. El uso de anticonceptivos y preservativos la minimiza. La ausencia de
precauciones la impone con toda fuerza. Como veremos más adelante, cuando no
hay medidas precautorias, la negación del riesgo es una pésima alternativa.

3.3. Formas de Resolver las Ansiedades y sus Consecuencias

3.3.1. Negación

La negación es un mecanismo muy eficiente para aplacar las ansiedades; no


obstante, es de alto costo a futuro. Se elimina de la mente el conflicto, la
amenaza, y baja la ansiedad consciente, pero al mismo tiempo disminuye la finura
del juicio de realidad y, por lo tanto, tarde o temprano los porfiados hechos
pasarán la cuenta.

Cuando los riesgos que significa el encuentro con lo desconocido son negados, la
situación es vivida como si el peligro no existiera. La pareja no asume la realidad

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tal cual es, y se “farrea” la posibilidad de compartir la vivencia unificante que
implica el resolver con otro las ansiedades que despierta lo no conocido. La
relación se vive más bien en un clima de exaltación y de omnipotencia, donde
nada parece significar ninguna amenaza. En este estado mental no hay
preocupación verdadera por el otro, porque el otro no representa sino un
instrumento para el placer propio. Si el otro apareciera como un ser humano
completo, con sus necesidades, sus anhelos y expectativas, inmediatamente
activaría mi preocupación, mi cuidado y la ansiedad que ello implica. Todo eso
está negado, para no distraer de la búsqueda del placer propio. El clima es
solapadamente agresivo y, al final, la relación dejará una sensación de vacío más
que de satisfacción.

La negación momentánea de las ansiedades que activan las interdicciones


paternas y de la sociedad —negación hecha posible gracias a la exaltación que
provee la excitación sexual—-, desaparece con el orgasmo final: una vez que
ocurre la descarga orgásmica y el deseo sexual se apaga, viene la persecución por
haber trasgredido una normatividad importante.

Por su parte, la negación de las necesidades de privacidad que exige una buena
primera relación sexual, puede conducir a no tomar todas las medidas necesarias
para vivir el momento con la máxima intimidad y sin ser perturbados. Se corre el
riesgo de ser descubierto, con todos los sentimientos de culpa y persecución
posteriores, que dejan el gusto amargo de una mala experiencia.

La negación del hecho de que durante la primera relación sexual se está viviendo
un proceso que implica una separación de la relación infantil que se tenía con los
padres, también genera intranquilidad y sentimientos de culpa inconscientes.

La negación y minimización de la importancia de la entrega corporal y el valor de


la primera vez, deja también sentimientos inconscientes de persecución y temores
inconscientes de convertirse en una “mujer fácil”, o en un hombre abusador.

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La negación de las ansiedades frente al desempeño del acto sexual puede llevar al
descuido hacia la pareja, afectando el desarrollo de un buen vínculo y
transformándolo en una relación despersonalizada.

La negación de los riesgos de embarazo puede tener nefastas consecuencias,


porque conduce a no tomar las medidas precautorias necesarias y a un posible
embarazo no deseado, con todas las complicaciones que se derivan de ello.

Y la negación del riesgo de contagio de enfermedades transmisibles vía contacto


sexual puede acarrear no sólo complicaciones para las futuras parejas, sino que,
además, arruinar la vida personal.

3.3.2. Disociación

Las ansiedades que despierta la primera relación sexual pueden ser resueltas a
través de un mecanismo que funciona de la siguiente manera: la persona se divide
en dos: una parte de ella niega, se comporta y reacciona exactamente igual a la
que describimos en el punto anterior; la otra parte es capaz de contactarse con las
ansiedades que están en juego, pero en cuanto empieza a padecer un cierto grado
de angustia, vuelve a identificarse con la parte negadora.

La disociación descrita hace que el encuentro sexual tenga características erráticas


y que, frente a las ansiedades presentes, la persona a ratos reaccione con una
seguridad y arrojo casi temerario, y en otros momentos caiga presa de fuertes
angustias que, o paralizan el proceso, o perturban el desarrollo de la relación
impidiendo gozar de ella y/o sostener la erección. Las ansiedades frente a lo
desconocido alternan entre la omnipotencia y el terror. Frente a los límites y la
norma social compartida, la persona puede tener en un momento una conducta
extremadamente liberal, y en otros momentos un pudor, una timidez y un miedo
extremos. Puede sobreestimar la propia capacidad de desempeño en la relación
alterna, para luego caer en una sensación de absoluta ineptitud, estados mentales
que afectan la capacidad de llegar al orgasmo y de sostener la erección. A la vez,
puede negar que su entrega rompa la relación antigua con los padres, y al

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momento siguiente puede surgir una culpa persecutoria a raíz de esa ruptura,
culpa que no entiende de dónde proviene. Lo mismo acontece con la pérdida de la
virginidad cuando ésta no es una opción asumida, sino más bien impuesta.

Por último, la relación se ve totalmente perturbada por la alternancia ambivalente


—por ejemplo— entre la seguridad de que nada negativo va a pasar como
consecuencia de la experiencia sexual, de que no habrá ni contagio ni un
embarazo, y momentos en los cuales el terror a que acontezca cualquiera de esas
situaciones se hace presente en forma amplificada.

3.3.3. Represión

Otro mecanismo para enfrentar las ansiedades que se instalan en la primera


relación sexual es la represión: todo aquello que angustia durante el proceso, todo
aquello que complica y conflictúa de este primer acercamiento, es pasado al
inconsciente y reprimido para que no emerja. A partir de ese punto, ya no se está
más consciente de las ansiedades, como si los temores de la separación, de la
pérdida de la virginidad, del riesgo de embarazo, de contagio, de la calidad del
desempeño, ya no fueran vistos ni sentidos, desaparecieran, se esfumaran. Sin
embargo, en la medida en que el joven o la joven se acercan a tener una primera
relación sexual, no saben por qué, pero se angustian y no pueden desarrollar la
relación como él o ella quisieran. Y lo que ocurre es la existencia de esos temores,
que, aunque ocultos en el inconsciente, están dando una señal de alarma; una
señal que anuncia que aquello es muy arriesgado, que puede tener consecuencias
negativas. Esta señal de alarma llama a inhibir la conducta sexual, y la relación se
ve afectada.

3.3.4. Elaboración

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Frente a las anteriores formas de enfrentar y resolver las ansiedades que se
despiertan en el primer encuentro sexual, hay una que es óptima: la elaboración
de esas emociones. Pero para ello se requieren ciertas condiciones: lo que permite
que las ansiedades puedan ser elaboradas es una cierta tolerancia al conflicto, a la
incomodidad y al desagrado que muchas veces nos impone la difícil realidad. Al
mismo tiempo, se requiere que las ansiedades que se despierten no sean muy
intensas, vale decir, que no haya habido experiencias en el pasado que potencien
los temores. Sumado a lo anterior, se requiere una capacidad de pensar, no en
sentido racional, sino emocional y afectivo, en contraposición a una tendencia
impulsiva, que no quiere reflexionar sino solamente actuar. Y por último, todo
esto debe estar favorecido por el clima contenedor y amoroso del compañero
durante la primera experiencia.

Si se dan esas condiciones, las ansiedades que inevitablemente se van a presentar


durante el primer encuentro, al ser toleradas, pensadas y, por lo tanto, elaboradas
en conjunto con la pareja, pasan a constituir una experiencia reforzadora del
vínculo, que se cristalizará en un recuerdo que va a promover una buena
sexualización a futuro, en todo el desarrollo del Amor Sexual Maduro. En este
proceso, las ansiedades frente a lo desconocido van a ir menguando, y todo va a ir
siendo comprendido y adscrito a un sentido global. Se va a poder entender la
necesaria separación de los padres, viviendo ese duelo —aunque con dolor— en
forma tranquila. Las normas y las interdicciones pierden su carácter amenazante
en cuanto la persona entiende que ésta no es una trasgresión que merezca
castigo. El abandono del estado de virginidad no va a dejar una sensación de vacío,
sino más bien el recuerdo de haber vivido una experiencia de crecimiento en un
acto generoso, por medio del cual se entregó una parte valiosa de sí misma(o), y el
paso a un nuevo estado que puede estar cargado de promesas. Van a disminuir las
angustias de rendimiento en torno al desempeño. Al sentirse contenido(a) y
querido(a), el joven y la joven van a poder imaginar que el otro entiende su
torpeza, sus dificultades y errores, que está bien dispuesto y esas debilidades o
fallas no le producen rechazo. Las amenazas de dolor físico y otras sensaciones
extrañas que pudiera generar la penetración, son amortiguadas por el hecho de
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estar siendo vividas en compañía de un otro amoroso que, al contener, permite
enfrentarlas y pensarlas.

En cuanto a las ansiedades derivadas de los riesgos de embarazo y de contagio,


como ellas no fueron reprimidas, sino elaboradas, la pareja habrá tomado
medidas preventivas, pudiendo entonces amarse mutuamente en forma tranquila
y confiada.

3.4. Condiciones Necesarias para Iniciar las Relaciones Sexuales.

Para que no haya trauma, represión, ni disociación —todas situaciones que ligan la
excitación a los afectos negativos—, sino integraciones entre la excitación y los
afectos positivos, consideramos que al menos se requieren las siguientes 7
condiciones:

1. Que la mente esté capacitada para ese nivel de estimulación.


2. Que las relaciones sexuales se experimenten en estado mental de
enamoramiento.
3. Que se haya producido la separación e independencia de la patota.
4. Que la percepción del cuerpo sea total y no parcialmente.
5. Que las circunstancias no aumenten las ansiedades propias de un
encuentro tan serio.
6. Que sea armónico con los valores construidos personalmente.
7. Dadas las serias consecuencias de un coito: que éste se enmarque en un
proyecto posible.

Si se dan cuenta, cumplir con todas las condiciones recién descritas requiere de
una situación personal que no se alcanza sino hasta la edad mínima de 17-18 años.
Recién a partir de esta edad se puede empezar a pensar en tener relaciones
sexuales. Ésta es una interesante argumentación para convencer a los jóvenes de
aplazar el comienzo de su vida sexual. Todos los estudios de segmento señalan
que mientras más tarde se inicia la vida sexual (dentro de ciertos márgenes), más
saludable será el sujeto.

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4. CONDUCTAS SEXUALES ALTERNATIVAS

A continuación, vamos a referirnos a un tema fundamental en el desarrollo de una


sexualidad sana: las caricias. Acariciar en inglés es “to pet”, y de ahí deriva el
término petting, ampliamente usado hoy en día para referirse a las caricias
sexuales entre los jóvenes.

Lo que hace especialmente interesante este tema —que es crucial para un


desarrollo sano de la sexualidad— es el amplio espectro de significados que puede
tener una caricia, los que se relacionan con los variados estados mentales en los
cuales puede estar un sujeto cuando acaricia. En este sentido, podemos distinguir
dos grandes vertientes en esta forma de contacto sensorial: una, las caricias
eróticas —que son las que nos interesan especialmente—; y la otra, las caricias no
eróticas. Las caricias eróticas también pueden presentar una fenomenología
diversa: caricias eróticas integradas a la ternura, caricias eróticas en busca del
placer sexual concebido como descarga inmediata, y caricias eróticas integradas a
fantasías y estados mentales agresivos, entre otras.

Durante la infancia y la niñez, el intercambio de caricias tiende a ser de


predominio tierno. Los estados mentales, tanto del que da como del que recibe la
caricia, están plagados de fantasías que evocan ternura.

A partir de la pubertad, con el surgimiento de la excitación sexual, las caricias van


a revelar una fuente de placer derivada del contacto físico sexualizado, en estados
mentales plenos de fantasías que buscan la descarga de la tensión sexual para
acceder al placer orgásmico. El desafío consiste en ser capaz de integrar la ternura
a la excitación sexual, logrando, a través del desarrollo hasta la adultez joven, una
capacidad de petting, de caricias eróticas con predominio amoroso, vale decir,
cargadas de ternura. En este proceso, la tensión provendrá del deseo apremiante
de usar las caricias al servicio de un placer sexual cuya única meta es la descarga,
y/o como forma de autosegurización a través del control, el dominio, el
sometimiento, pasando por la desconsideración, la falta de respeto y, muchas
veces, hasta la vejación del otro, como formas de autoafirmación.

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La fenomenología de las caricias que acabamos de sintetizar es fruto de los
aportes de la psicología y otras ciencias humanas, que nos permiten pensar hoy el
tema con cierta familiaridad. Para nuestros antepasados, se trataba de un tema
tabú y, como sucede a menudo con los temas prohibidos, no se pensaba en él. Sin
embargo, como la fuerza del instinto presiona, cuando ésta y otras materias
relativas a la sexualidad no son enfrentadas reflexivamente, son vividas de manera
disociada, en blanco y negro, sin matices y sin comprensión acerca de sus
sentidos.

Nuestro deber en materias de Educación Sexual es ayudarlos en el camino de


descubrir la sexualidad, contribuyendo a pensar sobre los temas que les interesan
a niños y jóvenes. En este proceso, debemos destacar, nuevamente, la
importancia de la ternura, que es una de las emociones fundamentales del ser
humano. Entre ellas están la alegría, la cólera, la tristeza, el temor, el deseo sexual
y la ternura, que ocupa un rol fundamental en la estabilidad y sanidad psíquica.

El contacto tierno, a través de todas las modalidades sensoriales expresivas que lo


transmiten, genera un sentimiento de empatía, de pertenencia, de unificación con
el otro; y, al mismo tiempo, una sensación de seguridad en el vínculo que
disminuye las ansiedades de abandono y soledad. Es, en definitiva, una expresión
de amor, de interés por el otro, de preocupación y disposición a ayudarlo,
contenerlo y asistirlo en los momentos en que lo necesite, contribuyendo así a
aumentar su propia valía.

A través de este vínculo tierno con los demás, la persona aprende a tratarse con
ternura a sí misma, generando un círculo virtuoso de relaciones que se proyectan
y se introyectan en un clima que se hace naturalmente saludable. De más está
recordar la importancia del sentimiento y la emoción de ternura en las relaciones
de pareja, y nos referimos a la ternura no erotizada como a la ternura erotizada.

Las relaciones íntimas, en general, se ven beneficiadas por el contacto tierno entre
los participantes. La relación de pareja adquiere una peculiaridad, como es la de
reforzar la unión a través del erotismo, pero siempre y cuando éste esté integrado
a la ternura. El punto central en todo esto es mostrar lo importante que resulta

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enfocar el tema del petting desde la perspectiva del desafío que se le presenta al
adolescente, en el sentido de la necesidad de integrar las distintas modalidades de
caricia a la vertiente de la ternura.

El concepto de petting se fue instalando en el imaginario social cuando, producto


de la toma de conciencia de la importancia de un buen funcionamiento sexual en
la pareja, surgieron terapias sexuales orientadas a superar los problemas de
frigidez en las mujeres y de eyaculación precoz e impotencia en los hombres. Los
pioneros en estos trabajos, a mediados de los años 70, fueron Masters y Johnson,
que postularon que la sexualidad no consiste exclusivamente en la relación coital,
sino que en ella ocupa un rol fundamental la forma en que la pareja se acaricia.
Sus terapias están fuertemente centradas en la capacidad de obtener placer, e
incluso orgasmo, sin penetración, sin coito.

Este concepto de que todo acercamiento erótico es placentero y puede llevar al


orgasmo, acompañado de la disminución de una educación represiva, de la
abolición de los tabúes sexuales y la liberalización sexual de la sociedad a partir de
los años 60, ha llevado a que los adolescentes hoy practiquen esta modalidad de
contacto sexual —el petting— en sus distintas relaciones de pareja, desde el
“andar con”, amigo con ventaja, pololear, agarrar, tirar, entre otras.

Teniendo presente la importancia de la exploración sexual a partir de la pubertad,


en un camino que favorezca la integración de las caricias tiernas a la excitación
sexual, describiremos cada uno de los grados de intensidad del petting y los
beneficios y los riesgos del ejercicio de cada nivel de petting.

4.1. Las Formas de Sexualidad Previas al Coito

Sabemos que la primera relación sexual (es decir, el coito) debe darse en una
relación amorosa, en un contexto de amor, respeto y cuidado mutuo. Es
importante también, que previo a la primera relación sexual, se vaya teniendo un
acercamiento progresivo a las experiencias eróticas con la pareja, ya que esto
permite un mayor conocimiento del propio cuerpo en sentido erótico con el
cuerpo del otro, lo que permite tener una idea de lo que le agrada tanto a él o ella,

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como al otro(a), haciendo una experiencia más placentera y natural. Además, un
acercamiento progresivo permite ir superando poco a poco las ansiedades que van
surgiendo e ir integrando las distintas modalidades de caricia a la emoción de
ternura, lo que facilitará una creciente mejora de cada encuentro, como también
una mejor preparación para enfrentar la primera relación sexual.

Las formas de sexualidad previas al coito, es decir, los distintos niveles de Petting
son los siguientes:

 Petting 0: ausencia de contacto físico.


 Petting I: el contacto físico se da a través de besos y abrazos.
 Petting II: el contacto físico es a través de besos y caricias de pechos y/o
región genital sobre la ropa.
 Petting III: el contacto físico se da a través de besos y caricias de pechos y/o
región genital bajo la ropa, pudiendo incluir sexo oral y masturbación.
 Petting IV: el contacto físico es coital, con penetración del pene en la
vagina.

4.1.1. Petting 0

En el Petting 0 hay ausencia de contacto físico de piel con piel. No obstante,


debemos trasmitirles a los adolescentes el papel fundamental que tienen todos los
órganos de los sentidos en la erotización del vínculo, de forma tal que enriquezcan
sus modalidades de aproximación.

Nos referimos a toda la riqueza expresiva comunicacional recíproca que se puede


dar a través de los sentidos de la vista, oído, olfato, e incluso del gusto. Estas
variantes comunicacionales no sólo ayudan a dilatar el encuentro sexual final, sino
que enriquecen y llenan de variación la relación con la pareja y familiarizan con un
erotismo que, desde el punto de vista del funcionamiento mental, está cargado de
símbolos y, por lo tanto, requiere delicadeza, sutileza y arte en su manejo.

A esta forma de comunicación erotizada no le resulta tan difícil integrar la ternura;


más bien, es un canal privilegiado para hacerlo. Refiriéndonos al sentido de la

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vista, el vínculo erotizado puede darse en el mirar y ser mirado, mostrarse y ser
mostrado, con diversas señales a través de las cuales se está ofreciendo y/o se
está tomando el cuerpo de uno y de otro en un nivel de comunicación sensorial
que no tiene la perentoriedad de descargarse, como ocurre en el contacto de piel
a piel.

El sentido de la audición es otro canal sensorial que puede ser progresivamente


erotizado, y que se presta para que tanto a través de sus contenidos, como
también en la inflexión del ritmo, del tono y del timbre, se incorpore la ternura. El
juego de caricias a través de las palabras tampoco tiene la perentoriedad del
contacto de la piel, que busca la descarga física con impaciencia.

El sentido del olfato, en distintos momentos de la relación, da señales que pueden


tener una repercusión inconsciente enorme. Ello ocurre a través de los olores
personales, como también por el uso de perfumes y de todos los olores de los
ambientes propios mostrados a la pareja. También, el sentido del gusto puede
ponerse en juego, en el compartir bebidas y comidas.

4.1.2. Petting I

En culturas que tradicionalmente han tenido menos represión de la sexualidad, la


importancia de las caricias en las relaciones de pareja ha sido aceptada desde muy
antiguamente. Lo podemos apreciar en descripciones muy ricas, como las que se
leen en el Kama Sutra, manual de sexualidad indio escrito entre los siglos IV y VII.
Este libro, bajo un manto de creencias religiosas y basándose en una ética
profundamente estudiada en las relaciones amorosas, es una fuente interesante
de información sobre el tema para los occidentales. En su capítulo 1, y el capítulo
3 de la segunda parte —que trata de la unión sexual y está dedicado a lo que hoy
día podríamos llamar el Petting I y II—, el Kama Sutra describe con todo detalle
distintos tipos de abrazos: de contacto, penetrante, de frotamiento, de opresión, y
otras formas más sofisticadas, como el enlace del reptil, la subida al árbol, la
mezcla de granos de sésamo y arroz y el abrazo de leche y agua. Más adelante, se
relata el abrazo de los muslos, el abrazo comprendido entre el ombligo y los

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muslos, el abrazo de los pechos o senos, y el abrazo del rostro. Y luego se refiere a
las distintas formas de besos: el beso nominal, el beso palpitante, el beso de
toque, el beso directo, el beso inclinado, el beso girando y el beso presionado.

Hacemos esta enumeración de los dos capítulo del Kama Sutra para demostrar la
importancia de las caricias iniciales en aquellos que han cultivado la sexualidad
con libertad, caricias a las que se refiere el Petting I y II. El contacto físico a través
de besos y abrazos es un primer paso importante en el encuentro de una pareja. El
adolescente debe entender la riqueza que se da en este intercambio, en el mismo
sentido que describíamos para el Petting 0. Vale decir, que son medios para
enriquecer la capacidad de familiarizarse con el placer del contacto físico, para
entregarse a él, para saber entregarle al otro las caricias que activen dicho placer
y, en este interjuego, conocerse mutuamente.

Esta forma de comunicación física da al encuentro entre dos personas una


dimensión distinta a la puramente verbal, visual u olfativa. La forma en que el otro
(la otra) me recibe o lo (la) recibo a partir de las primeras caricias en besos y
abrazos, son indicios importantes de la calidad de la relación, del entendimiento
mutuo. Detenerse en este proceso, disfrutarlo, vivirlo integrado y en coherencia
con el grado de intimidad y de intensidad de la relación afectiva, constituyen el
desafío fundamental en este momento.

Para que las caricias de besos y abrazos puedan cultivar la ternura y no estén
siendo vividas solamente como un paso que quisiera ser acortado lo más posible
para trasladarse a la etapa siguiente, y así obtener la descarga orgásmica, se
requiere disfrutar de la entrega amorosa y tierna de un contacto íntimo no sólo
con las zonas erógenas. De esta forma, se favorece el desarrollo de un círculo
virtuoso donde se acrecienta la ternura y, al mismo tiempo, se aprende a disfrutar
en el proceso mismo del encuentro en segundas y terceras oportunidades.

Debemos insistir en este trabajo de pensar con los adolescentes estos temas, en la
importancia de agotar cada una de estas etapas antes de pasar a la siguiente, por
los beneficios que tienen para el desarrollo de la propia sexualidad, para la

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capacidad de construir un deseo erótico de calidad. Además, este nivel de caricias
prácticamente no presenta riesgos de enfermedades de transmisión sexual. Los
adolescentes deben conocer la riqueza sensorial de todas las zonas del cuerpo: del
cabello, cuya estimulación produce un agradable relax; de los ojos, a los que llegan
los nervios parasimpáticos de los párpados y cuya estimulación por besos suaves
produce un placer relajante; de las zonas de la nuca, cuello y hombros, que tienen
una especial sensibilidad y cuya estimulación suave produce placenteros
escalofríos. Las orejas —el lóbulo, la cavidad del pabellón auricular, la zona detrás
de la oreja— son de una exquisita sensibilidad, especialmente a las caricias orales.
Por supuesto, lo son la boca y la lengua tanto al contacto con la boca y la lengua
del otro, como a los contactos con otras partes del cuerpo. Asimismo, el cultivar la
receptividad sensual tanto activa como pasiva de las yemas de los dedos, con su
capacidad de sentir las texturas, formas de cuerpo, piel y mucosas, es una fuente
enorme de diversidad en el placer erótico compartido.

4.1.3. Petting II

En este nivel de petting, se mantiene el contacto de piel exclusivamente en los


besos, y en las zonas ya descritas en el Petting I, pero se amplían las caricias a
otras zonas del cuerpo, aunque protegidas por la ropa. La piel de uno toca la piel
del otro exclusivamente en la zona de la cara, cabeza, cuello, brazos, hombros y
manos, pero tiene ahora acceso a tocar todo el cuerpo del otro, siempre y cuando
evite el contacto con la piel de la zona genital y pechos.

A partir de esta modalidad de caricias, la pareja se va desplazando poco a poco a


lo que podemos llamar la simulación del acto sexual, donde si bien se mantiene el
contacto piel a piel solamente en las zonas descritas, se frotan y se acarician —
protegidos por la ropa—, las zonas genitales y los pechos, hasta llegar al orgasmo
y la eyaculación. A partir de este nivel se va produciendo un fenómeno de
transición hacia el Petting III, cuyo elemento puente sería la masturbación directa
sobre los genitales, en un contacto de la piel de la mano de la mujer con la piel del
pene y de la piel de la mano del hombre con los genitales femeninos. Señalamos
este contacto masturbatorio como una transición del Petting II al III, porque hay
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una diferencia fundamental entre la masturbación manual y la que se produce a
través del sexo oral y el sexo anal. Estos últimos se acercan mucho, y
prácticamente constituyen, lo que podríamos llamar relaciones sexuales
propiamente tales.

En resumen, el Petting II se diferencia esencialmente del Petting I en que el


primero da acceso a compartir el orgasmo a través del contacto físico intenso que
da el frotamiento mutuo. Y el Petting II se diferencia sustancialmente del Petting
III en que dicho orgasmo no se logra a través de un contacto directo con la piel de
los genitales, contacto que acerca notablemente a lo que sería una relación sexual.
La transición entre ambos es la masturbación mutua.

4.1.4. Petting III

En este nivel, las caricias están permitidas a través de todo el cuerpo; la pareja
puede estar prácticamente desnuda, pero no hay penetración. En tales
situaciones, se recomienda quedar con un traje de baño o calzoncillo o calzón,
evitando el desnudo total.

Hay una diferencia cualitativa entre acariciarse por todo el cuerpo, frotarse
protegidos por la ropa interior simulando tener una relación sexual o masturbarse
manualmente, y la penetración del genital en la cavidad oral o en la cavidad anal.
Describiremos a continuación las prácticas de sexo oral y sexo anal, para
demostrar cómo ellas se acercan a lo que es una relación sexual propiamente tal,
ya sea por las características y la complejidad de su procedimiento, por las
fantasías que la acompañan o por los riesgos de enfermedades de transmisión
sexual. Todas estas variables están mucho más cercanas al coito propiamente tal
que al Petting III, por lo cual consideramos que, para los fines que a nosotros nos
interesan, deben formar parte del nivel Petting IV.

4.1.5. Petting IV

Este nivel incluye todo contacto físico en el que haya penetración, ya sea del pene
en la vagina, como también el contacto físico que se da en el sexo oral y anal.

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El sexo oral es el contacto, caricias y estimulaciones sobre el genital del otro por
medio de la boca, los labios y la lengua, que chupan, aprietan, succionan y lamen.
El sexo oral sobre el pene se llama felatio, y en los genitales femeninos se llama
cunnilingus. Esta práctica hoy se acepta casi universalmente como una parte del
preámbulo de la relación sexual o como una búsqueda exclusiva del orgasmo. En
los jóvenes está tan extendido, que los estudios de frecuencia apuntan a que entre
los 15 a los 19 años un 50% lo práctica.

En el módulo anterior, hemos señalado que la calidad de la integración afecto-


excitación depende del grado en que las experiencias sexualmente excitantes son
vividas en un clima de afectos positivos. Pero estos afectos de los cuales hablamos
no son necesariamente conscientes. Si le preguntamos a una púber de 13 años
que le hace felatio a un amigo que conoció hace poco, cuáles son sus sentimientos
hacia él, lo más probable es que nos diga que siente cariño, que lo encuentra muy
atractivo y que cuando le hace estas caricias en el pene, lo hace para que él lo
pase bien, tenga placer y se sienta querido. Que ella lo hace como un acto de
amor. Según esto, podríamos pensar que sus afectos son positivos. Sin embargo,
el nivel de intimidad de las caricias —vale decir, la parte del cuerpo que se está
entregando en ese momento— no dice relación con el grado de compromiso; por
lo tanto, da señales equívocas y hay una suerte de manipulación del otro para su
propio beneficio. En este caso puede ser seducirlo, o en el caso del muchacho,
someterla para obtener un placer transitorio.

A través de este ejemplo, queremos señalar la importancia de la correlación entre


el grado de intimidad que se alcanza en la entrega de los cuerpos, y el grado de
compromiso y proyección de la relación. Ambos son un índice del respeto y la
consideración por el otro, uno de los componentes básicos del amor.

El sexo oral se presta mucho para una distorsión del uso del cuerpo a un nivel de
alta intimidad, separándolo y escindiéndolo del afecto correspondiente. En este
sentido, la práctica del sexo oral puede tener un alto poder disociativo en la
experiencia de los adolescentes. En el caso de las mujeres, es habitual que lo
transformen en un acto maquinal, sin permitirse el acceso a fantasías eróticas
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tiernas, porque no pudieron hacer el camino necesario que las pudiera llevar a
descubrir la erotización y ternura que puede haber detrás de la incorporación del
pene en su boca.

Hay que recordar que en muchas de estas prácticas sexuales, frente a la ansiedad
que despierta, ésta es disuelta con alcohol u otras drogas, lo cual contribuye a un
mayor grado de disociación de la excitación con los afectos positivos y la ternura.
Si bien la mente deja de sentir ansiedad, se centra exclusivamente en el fenómeno
placentero de la excitación, sin integrar la persona del otro al encuentro.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, debemos admitir que el sexo oral


vivido en coherencia con el estado afectivo contribuye a un acercamiento y a un
reforzamiento del vínculo de la relación de pareja, a un conocimiento mutuo
mucho mayor, a una forma de dar y de recibir placer en que ambos deben tener
un rol activo y pasivo recíproco, pudiendo satisfacer su deseo sexual hasta llegar al
orgasmo sin riesgo de embarazo y con un grado mucho menor de riesgo de
enfermedades de transmisión sexual.

Sin embargo, aunque el riesgo es menor, por la gravedad que implica hoy día una
enfermedad de transmisión sexual como el VIH, los adolescentes deben estar muy
bien informados de todos los riesgos que corren al tener sexo oral. Las
enfermedades sexuales se transmiten por el contacto con la sangre, el flujo
vaginal y el semen. Por lo tanto, el sexo oral no está exento de transmitir
enfermedades, especialmente cuando en la boca y/o en los genitales hay
inflamaciones, heridas o infecciones.

Ha habido mucha controversia acerca de si el sexo oral transmite o no el virus del


sida. Como no es fácil aislar la variable, ya que las personas que tienen sexo oral
tienen sexo vaginal y anal, los estudios han demorado en arrojar sus primeros
resultados. Sin embargo, hoy existe bastante evidencia de que al menos un 3% de
las infecciones por sida son producto exclusivo del sexo oral. Otros centros de
investigación dan una cifra de 8%.

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Otra práctica que cae dentro del Petting IV es la del sexo anal. Ésta consiste en la
introducción del pene del hombre en el ano y/o el recto de su pareja. También se
considera sexo anal la introducción de juguetes sexuales en el ano. Sinónimos del
sexo anal son “sodomía” y “coito anal”. Hoy en día está considerado como una de
las prácticas sexuales más extendidas en parejas homosexuales, y que también se
da en heterosexuales. Aproximadamente 40% de las parejas heterosexuales lo han
intentado al menos una vez, y 10 a 20% de las parejas lo practican con regularidad.

Entre los adolescentes que tienen vida sexual activa, la cifra no supera el 1%.
Aunque no es un problema extendido, debemos darles respuestas atingentes a las
dudas que ellos presentan y, además, prevenir la expansión de prácticas poco
adecuadas en esta etapa del desarrollo.

La realización del sexo anal no es un acto trivial; requiere aprendizaje, técnica y un


estado emocional y afectivo de mucha confianza, entendimiento y acuerdo mutuo.
Debemos comunicarles a los adolescentes que ésta no es una práctica para ellos,
ya que involucra fantasías que tienen una carga importante de agresión pasiva y
activa, consiste en un placer vinculado a elementos de dominio-sumisión, de
someterse y ser sometido; y, por último, intervienen factores relacionados al
dolor, al sadismo y el masoquismo, que potencian la excitación sexual, por lo que
es una experiencia más difícil de practicar y elaborar que el coito y requiere de
mayor intimidad y afecto. Además, el ano no se lubrica ni dilata de forma natural
como los genitales, por lo que su práctica requiere un tiempo de cuidadosa
preparación para evitar desgarros y dolor.

Por todo lo anterior, el sexo anal debe realizarse con una pareja muy bien
complementada, y que haya experimentado muchas otras modalidades de
involucramiento sexual antes de elegir esta alternativa. La vivencia de esta
práctica compartida por la pareja en una relación con predominio amoroso puede
reforzar el vínculo, genera complicidad y potencia la intimidad, sin embargo, no es
una práctica recomendable para adolescentes.

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Es importante recordar…

 La imagen corporal va a determinar la calidad de vida afectiva del sujeto, y a partir


de ésta y en la interacción con el medio ambiente, se va formando y reforzando
nuestro autoconcepto.
 En el ser humano, la fuente de la atracción sexual y la fuerza que mueve el deseo,
no proviene de una determinación biológica que activa la excitación sexual, sino
de la calidad de la construcción del deseo erótico, que va a estar determinada por
el desarrollo de la masturbación y la fantasía erótica.
 Para que haya una calidad en la entrega sexual, debe darse la integración de la
excitación con los afectos positivos.
 El amor y el enamoramiento corresponden a relaciones afectivas fuertes,
exclusivas y resistentes a dificultades interpersonales.
 La primera relación sexual implica el enfrentar una serie de ansiedades que se
resuelven con la elaboración: capacidad para tolerar y reflexionar sobre dichas
ansiedades, la que se da más fácilmente en un clima de contención.
 Cumplir con todas las condiciones que contribuyen a que la primera relación
sexual sea una buena experiencia requiere de una madurez y una situación
personal que no se alcanza sino hasta la edad mínima de 17-18 años.
 Para un sano desarrollo de la sexualidad, la pareja debe practicar caricias que van
creciendo gradualmente en intimidad e intensidad. Éstas se conocen como los
distintos niveles de Petting, que van desde tiernos besos y caricias hasta la
penetración, que puede ser vaginal, oral o anal.
 El adolescente debe entender que las distintas prácticas de Petting son medios para
integrar las distintas modalidades de caricia a la vertiente de la ternura, como
también para enriquecer la capacidad de familiarizarse con el placer del contacto
físico y para el conocimiento mutuo con la pareja.
 Al educar en sexualidad, debemos recordar que el respeto y la consideración por
uno mismo y el otro son componentes básicos del amor. En este sentido, es
importante recalcar la necesaria concordancia que debe haber entre el grado de
intimidad que se alcanza en la entrega erótica y el grado de amor, compromiso y
proyección que hay en la pareja.

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