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MÓDULO III
CUERPO, VIDA AFECTIVA Y SEXUALIDAD
Contenido
1. EL CUERPO SOY YO
Introducción
La imagen del cuerpo se articula en forma significativa durante los primeros 6 años
de vida. A partir de ese momento, vamos a entrar al colegio, a la interacción con
nuestros pares y con el mundo externo en
Autoconcepto: es el conjunto de
general, con una autopercepción de características (físicas, afectivas,
nuestra corporalidad que nos representa intelectuales, sociales, etc.) que
conforman la imagen que la persona
como bonita(o), fea(o), gorda(o), flaca(o), tiene de sí misma. Este autoconcepto
alta(o), baja(o), atractiva(o), repugnante, no es estático, sino que se va
construyendo y desarrollando a lo
etcétera. Esta imagen corporal en
largo de la vida, gracias a la
interacción con el medio ambiente va a ir intervención de factores cognitivos y a
la interacción social.
formando y reforzando nuestro
autoconcepto.
Por el funcionamiento mental infantil, que puede llegar a ser cruel y perverso, hay
que poner especial atención a los niños con limitaciones físicas en su estructura
corporal, porque el grupo se va a encargar de restregárselas y descalificárselas aún
más. Sin embargo, cabe reiterar: la indemnidad de la estructura corporal no
garantiza una buena imagen corporal, la cual va a depender de la relación con el
entorno afectivo.
Los adolescentes son muy agudos en captar la estética de la imagen del cuerpo
propio, como también de la imagen del cuerpo del otro. Y en sus elecciones de
pareja, ésta va a ser una variable esencial. En los hombres, el ejercicio deportivo,
las demostraciones de habilidad, fuerza y destreza física, han desempeñado
tradicionalmente un rol importante en la imagen del cuerpo. En las mujeres, el
atractivo de su belleza, la capacidad de cautivar, el impacto que provoca su
hermosura, el encanto de las formas perfectas y la psicomotricidad envolvente,
han sido variables fundamentales de su imagen corporal.
Tendemos a pensar que la fuente del placer proviene del instinto, de la biología.
Ésta es una idea que sacamos del comportamiento sexual de los animales, donde
—por cierto— el empuje al acto sexual proviene del instinto, de genes que activan
procesos hormonales, que determinan procesos de carácter biológico.
Recurramos a una imagen más dinámica y productiva que sirva de ejemplo para
explicar la fuente del placer sexual: el funcionamiento de las ubres de una vaca
que produce leche. La capacidad generativa de dicha fuente —en este caso, las
glándulas mamarias— va a depender de varios factores: su tamaño, la calidad de
las ubres, la composición de su tejido glandular, la capacidad excretora, etc., todos
factores relacionados a su vez con el cuidado, alimentación y, en general, la
crianza del animal desde que nació. Además, su capacidad generativa va a
depender de la frecuencia con que se la ordeña, la alimentación necesaria para
obtener los nutrientes básicos que componen la leche, el manejo de su extracción.
Todos estos factores van a incidir en la calidad de la leche, en la cantidad, y en la
vida media a largo plazo que pueda garantizar una producción por el máximo de
tiempo posible. Todo ello sumado a la incidencia de la herencia biológica del
animal. En la sexualidad también hay un componente hereditario básico, aunque
no es suficiente ni es determinante.
El primer modelo mencionado, el del capital guardado en una caja fuerte, sería
como sí la vaca tuviera un tremendo reservorio de leche ubicado en alguna parte
Por esto, nos parece de fundamental importancia tomar conciencia del carácter
dinámico de la sexualidad, de su capacidad autogeneradora, que exige cuidarla y
cultivarla, porque está siempre expuesta al deterioro y al agotamiento de su
fuente. Es necesario conocer a fondo este cuidado y este cultivo, porque
empezamos a trasmitírselo a nuestros hijos por medio de la libidinización de sus
cuerpos, enseguida en la información básica que les damos sobre la sexualidad en
la niñez, y más tarde, durante la pubertad y la adolescencia, en el abordaje
educativo del tema.
Para el sujeto, se trata de experiencias que pueden ser placenteras, como también
dolorosas. En el primer caso no son sólo “buenas” en sí mismas, sino que además
son fundamentales para construir una sensación de confianza, de vitalidad, de
mismidad e identidad. De ahí la importancia de una madre “suficientemente
buena”, que le aporte al hijo lo que éste necesita biológica y psicológicamente, de
manera que tenga el máximo de experiencias satisfactorias. Pero la madre no es el
único sustento para las experiencias positivas placenteras, la mente usa un
mecanismo adicional para seguir construyendo estas experiencias en ausencia de
la persona que se las brinde. El bebé, cuando no tiene el pecho de la madre a su
alcance, al introducirse el pulgar en la boca se da a sí mismo un placer sensorial
que evoca en su mente el recuerdo del pezón materno. Y mientras succiona su
dedo y recuerda el pezón, va reforzando esta experiencia positiva en su mente y,
al mismo tiempo, por medio de la fantasía (es decir, conectándola con otras
experiencias) va enriqueciendo su arsenal de recursos mentales.
Hasta los 2 años de edad, la fantasía masturbatoria del infante estaba centrada en
sí mismo: en su cuerpo y sus genitales. A partir de la infancia tardía, entre los 3 y 5
años de edad, surgen fantasías de contenidos diversos (incluidos los incestuosos),
los cuales son fundamentales en la construcción de la sexualidad. Tales fantasías,
van a contribuir al desarrollo mental en esta etapa y, a su vez, a enriquecer la
posterior genitalidad.
Pocos padres se dan cuenta de que los niños son totalmente capaces de tener
orgasmos. Cuando el niño ya tiene capacidad de darse cuenta de que puede
masturbarse con una cierta planificación, expresando sus propios deseos con su
autoestimulación y prolongándola lo suficiente, es capaz de llegar al clímax. Sin
embargo, no necesariamente los niños obtienen un orgasmo cada vez que se
masturban.
Nancy Friday, en su libro acerca de madres e hijas, señala: “Si nosotras reprimimos
y evitamos los contactos y la exploración de la niña con sus genitales, ella nunca
los encontrará. Y si llega a hacerlo, con tan negativos mensajes, terminará con su
zona genital anestesiada. Después de que le hemos dicho que esa parte del cuerpo
es terrible, que ni siquiera se puede llamar por su nombre, que su gusto es malo y
ojalá ni siquiera se la mire, le estamos insinuando que debería salvar al hombre
que ama esta cosa detestable.” La autora concluye: “Después de esta denigración
de la vagina, no debiera sorprendernos que muchas niñitas miren a sus hermanos
con tanta envidia. “Él tiene algo en esta zona que yo no tengo”.
Hay que evitar decirles a las niñitas que no tienen “eso” por ser mujeres, sin
mencionarles que tienen sus propios órganos sexuales, que su anatomía es una
cosa positiva. Es necesario, además, aprovechar de explicarles acerca de la
anatomía de sus genitales y todas las sensaciones placenteras que ella puede
despertar; que ella también puede tener agrado al tocarse sus genitales, tanto
como los niños al tocarse su pene. En este sentido, es necesario revisar el
concepto de que las niñas son menos excitables sexualmente, o que tienen un
impulso sexual más débil que los varones. Niñas y niños tienen una misma
necesidad de obtener gratificación sexual y, por lo tanto, tendrán el mismo deseo
de masturbarse.
Un problema respecto de los juegos sexuales y tiene que ver con las claras
indicaciones que debemos trasmitirles a los niños y niñas acerca de lo privado que
es el cuerpo, que nadie nos puede tocar y que tampoco podemos tocar a otro.
Todo esto como prevención al abuso sexual. Sin embargo, estos toqueteos vividos
Curso Afectividad, Sexualidad e Inteligencia Emocional, Dr. Ricardo Capponi
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con niños de la misma edad no sólo no son nocivos sino beneficiosos. Este es un
dilema de difícil solución, pero una alternativa adecuada sería enseñarles que
pueden permitirse juegos con sus pares y rechazar cualquier contacto con
mayores. De todas formas, es complejo porque no es conveniente que les digamos
“que pueden tocarse con otros de la misma edad”, porque no es nuestro rol
decirles qué hacer, ni darles ideas acerca de qué hacer, sino dejarlos que a ellos les
nazcan estas conductas, y nosotros conducirlas educativamente.
Hemos dicho que, para el enriquecimiento futuro del deseo sexual, una tarea
fundamental durante esta etapa será desarrollar la fantasía erótica propia, la cual
encontrará un buen espacio de desenvolvimiento a partir de la autoestimulación
manual de las zonas erógenas, es decir, la masturbación. A partir de los 10 años, el
púber tiene la capacidad mental y física para despertar la excitación sexual a
Asimismo, todos tenemos una idea de cómo es estar enamorado, ya sea por
experiencia propia, por lo que nos han contado o por lo que hemos escuchado o
visto. A continuación, los invitamos a comparar sus ideas preconcebidas con
algunas de las características que distintos autores plantean en referencia al amor
y al estado de enamoramiento:
Se puede amar a dos personas al mismo tiempo, una mujer puede amar a su
esposo y a otro hombre. Pero la mente es incapaz de enamorarse de dos
personas a la vez. El enamoramiento se lleva a cabo con alguien específico,
irreemplazable. En este colectivo de a dos, el objeto de amor no puede ser
sustituido por ningún otro. Como el enamoramiento en su despliegue intenta
reestructurar todo nuestro mundo de afectos y relaciones —pasadas,
presentes y futuras—, en torno y desde otra persona, al sujeto en este estado
le resulta imposible llevarlo a cabo con dos personas, porque exigiría dos
fuerzas en direcciones diferentes.
Alberoni sostiene que las teorías psicoanalíticas han resaltado el aspecto regresivo
del enamoramiento, como vuelta a un período primitivo del desarrollo que nos
recuerda intensas pasiones con nuestra madre o nuestro padre. Sin embargo, los
aportes de otros estudiosos del tema sostienen que el enamoramiento, por el
contrario, desarrolla la creatividad, la inteligencia y la capacidad de afrontar
Para Freud, en los enamorados también se observa una psicología como la que se
da en el comportamiento de los grupos grandes, de las
masas. Se refiere a la sugestión, al estado casi hipnótico
que se ejercen mutuamente los miembros de la pareja.
También alude a la ambivalencia de amor y odio presente
en toda relación de amor.
Los vínculos débiles son los que establecemos con compañeros de trabajo, con los
vecinos, con los amigos de vacaciones. A veces atracciones eróticas intensas
producen vínculos débiles. Son prescindibles, no necesitamos ni echamos de
menos a la persona que involucra.
Aparte de los vínculos fuertes que se establecen con los padres y hermanos, la
única fuerza capaz de promover otro vínculo fuerte, a partir de la adolescencia, es
el enamoramiento.
Puestas las cosas así, al sujeto enamorado le resaltan y resalta los aspectos
positivos e ideales de la relación y, al mismo tiempo, tapa y le tapa al otro los
aspectos negativos. ¿Qué mecanismo usa el enamorado para activar lo mejor y
desactivar lo peor? Usa lo que nosotros llamamos los mecanismos de
identificación proyectiva, que consisten en poner en la realidad externa aspectos
propios, ya sean positivos o negativos. En este sentido, la pareja del enamorado
tiene que poseer características que faciliten el desarrollo de estos mecanismos de
proyección.
La capacidad que tenga la pareja de elaborar todos estos aspectos que fueron
proyectados en el período de enamoramiento decide su capacidad para pasar al
amor sexual estable. Para Roland Barthes, el enamorado es todo lo contrario de
un loco. La locura es sentir que yo soy ese otro, es despersonalización. El
enamorado es el que no puede negar que siente estar loco, pero “sabe” que no es
el otro. Constatar que no se es ese otro es un proceso doloroso indispensable para
pasar al amor sexual estable.
Partamos, para explicarlo, con un ejemplo: una mujer sensible, lábil (poco estable
y poco firme en sus resoluciones), impulsiva, de pensamiento más irracional y
ocurrencial que objetivo, que se deja llevar por sus sentimientos, más bien
dependiente y pasiva y sumamente impresionable, que se enamora y es
correspondida por un hombre más frío, racional, ordenado y calculador, que
siempre tiene una actitud previsora, con un discurso sumamente lógico,
inamovible en sus convicciones y para quien el cumplimiento del deber y la
responsabilidad está por sobre la realización de cualquier deseo. Cuando esta
mujer y este hombre se enamoran, ambos idealizan los rasgos del otro. Ella
encuentra que ese hombre maravilloso le ofrece estabilidad, orden, y aquella
protección que tanto necesita y admira. El verá en ella a una mujer vital, llena de
entusiasmo y de sensibilidad, que le aporta esa alegría de vivir que tanto busca.
Por su parte, él se queja de que ella es muy demandante, que está siempre
exigiéndole más afecto, que es muy impulsiva, que no puede conversar porque su
pensamiento es muy ocurrencial y no sigue las reglas de la lógica, y que, por lo
tanto, él prefiere mantener una cierta distancia para no sentirse agobiado. Para
ello, se enfrasca en el trabajo.
En casos como el de este hombre y esta mujer, y en estricto rigor, no es cierto que
sea el diablo quien los junta. Porque la figura luciferina representa el camino de la
destrucción, y esta unión entre dos condiciones diversas no tiene como destino la
destrucción, sino más bien el crecimiento y el desarrollo.
En Estados Unidos, en la
década de los cincuenta, las
mujeres dejaban de ser
vírgenes más o menos a los
19 años y un gran porcentaje
estando casadas. En el año
1999 dejan de ser vírgenes a
la edad promedio de 15
años, de acuerdo con el
estudio publicado por Review of General Psychology. El sexo pre-matrimonial en la
década de los cincuenta se daba en 12% de las mujeres, y 40% de los hombres.
Hoy, en las mujeres es de 73% y en los hombres un 79%. Entre los años 1945 y
1965, el debut sexual era en la época universitaria, mientras que hoy se da en la
secundaria. No obstante, los jóvenes de la generación de la “revolución sexual” de
los años 60 tuvieron relaciones sexuales con más personas que los de hoy.
Estos datos apuntan a un cambio cultural en dos aspectos: menos represión sexual
y menos disociación machista de la sexualidad. En definitiva, la mayoría de los
estudios señalan que postergar el inicio de la vida sexual es más sano para la salud
mental que su ejercicio precoz.
La motivación, el impulso y el interés por llevar a cabo este acto —que tiene un
carácter de aventura y, por lo tanto, ciertos riesgos— provienen
fundamentalmente del placer que ofrece, empujado por la fantasía del deseo
erótico que se escenifica en diversas formas de entrelazamiento corporal. Pero
también el interés proviene de una curiosidad por apropiarse de un saber, por
pasar un umbral que representa la adultez, por conocer los límites y posibilidades
del propio cuerpo y del cuerpo del otro, por realizar una escena de encuentro y
fusión que tiene sus orígenes en fantasías construidas desde la infancia, cuyo
anhelo final es la culminación orgásmica dentro del cuerpo del otro. A esto se
debe que, en muchas culturas, el primer encuentro sexual sea vivido como un rito
de iniciación, un ceremonial que marca la madurez sexual, la cual se logra a través
de la transmisión de un secreto que va a transformar al joven en un adulto, en un
conocedor de los misterios de la vida.
Hasta el siglo pasado, en nuestra cultura, los ritos de pasaje -en el caso del varón-
consistían en una iniciación sexual precoz y disociada, una especie de
entrenamiento para una destreza corporal que realizaba con prostitutas, “chinas”,
“chulas” o cualquier mujer considerada como de una condición degradada. En
cambio, para la mujer, su iniciación ritual quedaba en manos de su esposo en la
primera noche de bodas.
Muchos estudios demuestran que alrededor de 30% de los jóvenes vive su primera
relación sexual como una experiencia negativa. En este grupo, el 75% son mujeres.
Un 150% más de mujeres que de hombres se inicia para tener más cariño e
intimidad con su pareja. Y un 250% más de mujeres que de hombres se inició en la
vida sexual para demostrar su amor. Algo así como la entrega como “prueba de
amor”. Y 68% de los hombres y 42% de las mujeres se inició porque “se dio así”.
Todos estos temores que circundan la relación sexual no son sino ansiedades que
tienen distintos contenidos. Lo importante es que la calidad de la primera
experiencia va a depender de la forma en que se resuelvan dichas ansiedades.
Ateniéndonos a eso, a continuación vamos a describir los tipos de ansiedades que
El solo hecho de que la primera relación sexual es una experiencia frente a algo
nuevo, desconocido y —en cierto sentido— extraño, activa en el funcionamiento
mental lo que se ha llamado “ansiedades de descubrimiento”. Éstas son
ansiedades que tienen un matiz persecutorio, porque el sujeto no está
plenamente tranquilo respecto de lo que va a acontecer, y se encuentra alerta
frente a presuntas amenazas que lo pueden llevar a vivir sorpresas desagradables.
Estas ansiedades son universales y se despiertan frente a cualquier exploración de
una realidad desconocida.
“Llevaba cinco meses pololeando con Matías. Él siempre me insistía en que quería
tener relaciones sexuales. Una noche, después de una fiesta en que tomé mucho, le
dije que bueno, y nos acostamos. Fue asqueroso. Él, de lo único que estaba
preocupado era de metérmelo. Yo estaba súper angustiada, no sabía qué es lo que
me iba a pasar, y una vez que ya estaba en eso no podía echarme para atrás. Fue
como una cosa animal, como que a él lo único que le interesaba era mi carne y por
eso después me dio asco. Él terminó rápidamente y después no me habló nada.
Estaba también como asustado y nervioso. No fue bonito, quedé súper arrepentida
de haberlo hecho”. Paulina, 17 años
Por el hito fundamental que significa la primera relación sexual, ésta tiene un
carácter de entrega de algo precioso, de algo propio, de algo exclusivo. Y, por lo
tanto, en el imaginario social se ha llegado a considerar la entrega de un cuerpo
virgen como un regalo, como un don. Tal idea proviene de una cultura patriarcal
que —como decíamos al comienzo— se aseguraba la paternidad de sus hijos, lo
cual fue posteriormente reforzado por el romanticismo del siglo XVIII, que
idealizaba la posesión de una mujer inmaculada como el acto del más sublime
amor. Posteriormente, se adornó este imaginario con ideas como aquella según la
cual la primera experiencia nunca se olvida, con lo que se le da un carácter casi
mágico, relacionado con un presunto enorme poder de enlazar a perpetuidad a
quienes la viven juntos. Esto contribuye a una ansiedad depresiva, especialmente
en la mujer, quien —de ser cierta esa mitología— no podría volver a enamorarse
de otro hombre: habiéndolo “entregado todo”, quedaría absolutamente en manos
de ese primer sujeto. También aparece una ansiedad vinculada al descontrol, a
que después de tener la primera experiencia sexual podría convertirse en una
“mujer fácil”.
“La primera vez que se dio entre los dos; no fue algo planeado, sino que
comenzó naturalmente. Antes de eso no habíamos avanzado mucho, así que
nos dejamos llevar y pasó. Pero aunque fue bonito, sufrí harto y me dio harta
pena. Después de una fiesta nos fuimos a la playa y lo hicimos allí. Me dolió y
después me bajó una tristeza enorme; quería volver a ser una niñita, eché de
menos a mi mamá y lo único que quería era abrazarla, sentía muchas cosas y
lloraba. Felipe estaba feliz, me decía que me amaba demasiado y no entendía
por qué lloraba. Al otro día me bajó un rechazo heavy, no lo quería ver y cuando
La vagina es una abertura del cuerpo sobre la cual no hay control: no se la puede
abrir o cerrar, como puede hacerse con la boca o el ano. Las niñas sienten que no
pueden controlar el acceso de parte de otros o de ellas mismas. No saben las
funciones y la cooperación de sus genitales en experiencias coitales y de parto,
desconocen la lubricación y elasticidad de su órgano. Esto contrasta con la
conciencia que tiene el niño de los cambios de su órgano genital como parte de
sus experiencias cotidianas: el pene y los testículos responden visiblemente a la
estimulación térmica, táctil y erótica.
Los hombres también temen al dolor que puede provocar la ruptura del frenillo
que une el glande con el prepucio. Por otro lado, sienten rechazo y angustia frente
a la sangre femenina que puede aparecer al romper el himen o al penetrar la
vagina.
3.3.1. Negación
Cuando los riesgos que significa el encuentro con lo desconocido son negados, la
situación es vivida como si el peligro no existiera. La pareja no asume la realidad
Por su parte, la negación de las necesidades de privacidad que exige una buena
primera relación sexual, puede conducir a no tomar todas las medidas necesarias
para vivir el momento con la máxima intimidad y sin ser perturbados. Se corre el
riesgo de ser descubierto, con todos los sentimientos de culpa y persecución
posteriores, que dejan el gusto amargo de una mala experiencia.
La negación del hecho de que durante la primera relación sexual se está viviendo
un proceso que implica una separación de la relación infantil que se tenía con los
padres, también genera intranquilidad y sentimientos de culpa inconscientes.
3.3.2. Disociación
Las ansiedades que despierta la primera relación sexual pueden ser resueltas a
través de un mecanismo que funciona de la siguiente manera: la persona se divide
en dos: una parte de ella niega, se comporta y reacciona exactamente igual a la
que describimos en el punto anterior; la otra parte es capaz de contactarse con las
ansiedades que están en juego, pero en cuanto empieza a padecer un cierto grado
de angustia, vuelve a identificarse con la parte negadora.
3.3.3. Represión
3.3.4. Elaboración
Para que no haya trauma, represión, ni disociación —todas situaciones que ligan la
excitación a los afectos negativos—, sino integraciones entre la excitación y los
afectos positivos, consideramos que al menos se requieren las siguientes 7
condiciones:
Si se dan cuenta, cumplir con todas las condiciones recién descritas requiere de
una situación personal que no se alcanza sino hasta la edad mínima de 17-18 años.
Recién a partir de esta edad se puede empezar a pensar en tener relaciones
sexuales. Ésta es una interesante argumentación para convencer a los jóvenes de
aplazar el comienzo de su vida sexual. Todos los estudios de segmento señalan
que mientras más tarde se inicia la vida sexual (dentro de ciertos márgenes), más
saludable será el sujeto.
A través de este vínculo tierno con los demás, la persona aprende a tratarse con
ternura a sí misma, generando un círculo virtuoso de relaciones que se proyectan
y se introyectan en un clima que se hace naturalmente saludable. De más está
recordar la importancia del sentimiento y la emoción de ternura en las relaciones
de pareja, y nos referimos a la ternura no erotizada como a la ternura erotizada.
Las relaciones íntimas, en general, se ven beneficiadas por el contacto tierno entre
los participantes. La relación de pareja adquiere una peculiaridad, como es la de
reforzar la unión a través del erotismo, pero siempre y cuando éste esté integrado
a la ternura. El punto central en todo esto es mostrar lo importante que resulta
Sabemos que la primera relación sexual (es decir, el coito) debe darse en una
relación amorosa, en un contexto de amor, respeto y cuidado mutuo. Es
importante también, que previo a la primera relación sexual, se vaya teniendo un
acercamiento progresivo a las experiencias eróticas con la pareja, ya que esto
permite un mayor conocimiento del propio cuerpo en sentido erótico con el
cuerpo del otro, lo que permite tener una idea de lo que le agrada tanto a él o ella,
Las formas de sexualidad previas al coito, es decir, los distintos niveles de Petting
son los siguientes:
4.1.1. Petting 0
4.1.2. Petting I
Hacemos esta enumeración de los dos capítulo del Kama Sutra para demostrar la
importancia de las caricias iniciales en aquellos que han cultivado la sexualidad
con libertad, caricias a las que se refiere el Petting I y II. El contacto físico a través
de besos y abrazos es un primer paso importante en el encuentro de una pareja. El
adolescente debe entender la riqueza que se da en este intercambio, en el mismo
sentido que describíamos para el Petting 0. Vale decir, que son medios para
enriquecer la capacidad de familiarizarse con el placer del contacto físico, para
entregarse a él, para saber entregarle al otro las caricias que activen dicho placer
y, en este interjuego, conocerse mutuamente.
Para que las caricias de besos y abrazos puedan cultivar la ternura y no estén
siendo vividas solamente como un paso que quisiera ser acortado lo más posible
para trasladarse a la etapa siguiente, y así obtener la descarga orgásmica, se
requiere disfrutar de la entrega amorosa y tierna de un contacto íntimo no sólo
con las zonas erógenas. De esta forma, se favorece el desarrollo de un círculo
virtuoso donde se acrecienta la ternura y, al mismo tiempo, se aprende a disfrutar
en el proceso mismo del encuentro en segundas y terceras oportunidades.
Debemos insistir en este trabajo de pensar con los adolescentes estos temas, en la
importancia de agotar cada una de estas etapas antes de pasar a la siguiente, por
los beneficios que tienen para el desarrollo de la propia sexualidad, para la
4.1.3. Petting II
En este nivel, las caricias están permitidas a través de todo el cuerpo; la pareja
puede estar prácticamente desnuda, pero no hay penetración. En tales
situaciones, se recomienda quedar con un traje de baño o calzoncillo o calzón,
evitando el desnudo total.
Hay una diferencia cualitativa entre acariciarse por todo el cuerpo, frotarse
protegidos por la ropa interior simulando tener una relación sexual o masturbarse
manualmente, y la penetración del genital en la cavidad oral o en la cavidad anal.
Describiremos a continuación las prácticas de sexo oral y sexo anal, para
demostrar cómo ellas se acercan a lo que es una relación sexual propiamente tal,
ya sea por las características y la complejidad de su procedimiento, por las
fantasías que la acompañan o por los riesgos de enfermedades de transmisión
sexual. Todas estas variables están mucho más cercanas al coito propiamente tal
que al Petting III, por lo cual consideramos que, para los fines que a nosotros nos
interesan, deben formar parte del nivel Petting IV.
4.1.5. Petting IV
Este nivel incluye todo contacto físico en el que haya penetración, ya sea del pene
en la vagina, como también el contacto físico que se da en el sexo oral y anal.
El sexo oral se presta mucho para una distorsión del uso del cuerpo a un nivel de
alta intimidad, separándolo y escindiéndolo del afecto correspondiente. En este
sentido, la práctica del sexo oral puede tener un alto poder disociativo en la
experiencia de los adolescentes. En el caso de las mujeres, es habitual que lo
transformen en un acto maquinal, sin permitirse el acceso a fantasías eróticas
Curso Afectividad, Sexualidad e Inteligencia Emocional, Dr. Ricardo Capponi
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tiernas, porque no pudieron hacer el camino necesario que las pudiera llevar a
descubrir la erotización y ternura que puede haber detrás de la incorporación del
pene en su boca.
Hay que recordar que en muchas de estas prácticas sexuales, frente a la ansiedad
que despierta, ésta es disuelta con alcohol u otras drogas, lo cual contribuye a un
mayor grado de disociación de la excitación con los afectos positivos y la ternura.
Si bien la mente deja de sentir ansiedad, se centra exclusivamente en el fenómeno
placentero de la excitación, sin integrar la persona del otro al encuentro.
Sin embargo, aunque el riesgo es menor, por la gravedad que implica hoy día una
enfermedad de transmisión sexual como el VIH, los adolescentes deben estar muy
bien informados de todos los riesgos que corren al tener sexo oral. Las
enfermedades sexuales se transmiten por el contacto con la sangre, el flujo
vaginal y el semen. Por lo tanto, el sexo oral no está exento de transmitir
enfermedades, especialmente cuando en la boca y/o en los genitales hay
inflamaciones, heridas o infecciones.
Entre los adolescentes que tienen vida sexual activa, la cifra no supera el 1%.
Aunque no es un problema extendido, debemos darles respuestas atingentes a las
dudas que ellos presentan y, además, prevenir la expansión de prácticas poco
adecuadas en esta etapa del desarrollo.
Por todo lo anterior, el sexo anal debe realizarse con una pareja muy bien
complementada, y que haya experimentado muchas otras modalidades de
involucramiento sexual antes de elegir esta alternativa. La vivencia de esta
práctica compartida por la pareja en una relación con predominio amoroso puede
reforzar el vínculo, genera complicidad y potencia la intimidad, sin embargo, no es
una práctica recomendable para adolescentes.