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QUIÉNES DEJARÓN HUELLA EN MÍ

“La mayoría de nosotros no tendremos más de cinco o seis personas que nos recuerden.
Los maestros tendrán miles de personas que les recordarán por el resto de sus vidas”.
Andy Rooney

Encuentro muy asertivo lo que manifiesta Andy Rooney ya que hoy me siento a recordar
a esos docentes que han pasado a lo largo de mi vida , recordar mi etapa en el colegio,
que sin duda alguna fue la mejor ,me lleva a pensar en mi profe Mónica, ella era de
estatura baja, su cabello chino de color café, y una sonrisa que siempre tenía en su cara,
con ella aprendí las matemáticas, pero sin duda alguna lo que más recuerdo de ella era el
amor que me tenía, yo no era una niña muy sociable , recuerdo que pasaba mis recreos
jugando con una muñeca que llevaba de casa. Emma era su nombre.

Las matemáticas entonces no eran mi fuerte, me costaba mucho trabajo entenderlas,


recuerdo en una ocasión donde ella enseñaba en el salón las sumas de 3 y más dígitos y
por más atención que prestaba no las entendía; Mónica angustiada llamo a mi mamá y le
explico lo que estaba pasando, si, debía reforzar el estudio en casa, recuerdo que fui a la
casa de Mónica un par de veces y jugábamos con los números, con ella aprendí sumar.

Tengo grabadas sus enseñanzas y su capacidad para transmitirlas, a pesar de ser tan
pequeña, recuerdo que también me enseño el valor de la perseverancia. También la
importancia de ser amable, decidida y respetuosa, sin olvidar que debo divertirme por el
camino. Han pasado muchos años, pero esta profesora sigue en mis pensamientos. Para
mí, no sólo representa un bonito recuerdo, sino también un referente que me ha
acompañado hasta ahora y lo seguirá haciendo durante toda mi vida.

En el 2008 me preparaba para mi último año en el colegio, las expectativas y las


emociones eran muy altas, ya había aprendido algo en la vida y es que hay personas que
entran en tu vida y lo cambian todo, personas por las que vale la pena parar, respirar y
valorar. Y llega ese gran ser humano Wilmar, mi maestro de filosofía y letras, aunque ya
sabía leer el me enseñó a pensar, aunque ya sabía respirar el me enseñó a respirar con
calma y valorar lo que realmente importa; no es un secreto que la adolescencia nos trae
miles de cambios no solo físicos, también emocionales y sociales, es una etapa dónde
seguramente ningún papá quiere que llegue su hijo o hija tan rápido, y sin duda alguna
mis papas no eran la excepción, mis cambios fueron muy notables , pero ya tenía un
camino marcado, yo quería ser como él, una persona que enseñara a vivir, que enseñara
a pensar y que ayudara a moldear sueños. Al final de mi ciclo escolar me pregunto qué
iba estudiar y le dije dos cosas. Lo primero, gracias y lo segundo, es que iba a estudiar
una licenciatura en preescolar o en filosofía.

Estando en el tercer semestre de la licenciatura en preescolar me tocó un docente, calvo,


roquero, lleno de tatuajes, que vestía de manera peculiar, ya lo había visto un par de
veces por los pasillos de la universidad y en uno que otro concierto de rock en la ciudad,
Jair me dio una materia llamada epistemología , muchos de los estudiantes que veían
clase con él , decían que era el profe más exigente de toda la facultad, y bueno era el
turno de comprobarlo, y pues sí, no cabía duda alguna, era muy exigente su clase, y era
la que más disfrutaba, jamás faltaba , no había día que no me sorprendiera su
metodología, la música era su principal instrumento para enseñarnos, la fotografía se
volvió el papel de historia dónde basaba su clase y los mapas conceptuales su mejor
forma de explicarnos conceptos epistemológicos.

Luis García veterano del ejército, fue coronel general, judío y como decimos los
colombianos “sin pelos en la lengua” sus clases llenaban el auditorio, enseñaba con
historias y anécdotas, me enseño que está bien salir herido, dudar, tener miedo. Pero lo
más importante que me enseño es que soy un ser imperfecto.

Y quise dejar de último a Jorge Hernán Betancourt, pero para hablar de él debo empezar
con la frase que siempre lo recuerdo y que repetía en todas sus maravillosas clases “La
educación no es llenar un cubo, sino encender un fuego…William Butler Yeats”.

Sus clases eran charlas magistrales de literatura, verdaderos ensayos literarios de un


poeta y un maestro. Él me enseñó lo que significa nacer en un lugar y en un tiempo
determinado y me hizo entender que formamos parte de una historia concreta y que
debemos hacernos un sitio en ella. Que es posible que muchas veces puedas identificarte
y valorar más lo ajeno, lo desconocido, lo que no entiendes, y que es ahí donde radica la
innovación. Me hizo sentir que me encontraba por primera vez con algo que ya conocía,
pero que al mismo tiempo era completamente nuevo y, de alguna manera maravillosa,
formaba ya parte de mí. Me inspiró de tal forma que sus enseñanzas han seguido
vibrando más allá del aula. En todo mi camino.

El me enseño El fuego de la curiosidad, sabiduría y motivación para estar donde estoy


hoy.
A lo largo de mi vida he encontrado a muchos profesores que alimentaron mi curiosidad y
pasión por descubrir y entender cómo funcionan las cosas. Sin duda, les debo en gran
parte mi vocación y en lo que me he convertido. Siento un gran respeto y admiración por
ellos y por la educación en general, porque es uno de los ingredientes básicos de lo que
una persona acaba siendo y los profesores son los que tienen la capacidad de
transformar esos elementos en algo valioso. Intento poner mi granito de arena para
mejorar la educación, para que los niños de hoy estén mejor preparados para el futuro y
recuerden estos años con el mismo cariño y agradecimiento como lo hago yo ahora
mismo.

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