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Boletín del Instituto J.M.

de Rosas nº 1 (2da época) julio de 1968


2 hojas - 600 palabras
UNITARIOS Y FEDERALES

A unitarios y federales no los separó una polémica teórica por centralismo o


descentralismo. Fue una división profunda: dos concepciones antagónicas de la realidad
argentina, dos maneras opuestas de sentir la patria. Civilización y Barbarie, dice Sarmiento
errónea pero elocuentemente. Los “civilizados” admiraban e imitaban a Europa y servían sus
propósitos dominadores; los “bárbaros” descreían de las intenciones de los europeos y
defendían obstinadamente a la Argentina. La patria de los unitarios no estuvo en la tierra, ni
en la historia, ni en los hombres; era la Libertad, la Humanidad, la Constitución, la Civilización:
valores universales. Libertad para pocos, humanidad que no se extendía a los enemigos,
constitución destinada a no regir nunca, civilización foránea La patria compatible con el
dominio extranjero que encontramos en todas las colonias.

Federal en el habla del pueblo, equivalía a argentino. El grito ¡Viva la Santa Federación!
significaba vivar a la Confederación Argentina. La patria era la tierra, los hombres que en ella
habitaban, su pasado y su futuro: un sentimiento que no se razonaba, pero por el cual se vivía
y se moría. Defender la patria de las apetencias extranjeras era defenderse a sí mismo y a
los suyos: conseguir y mantener un bienestar del que están despojados los pueblos
sometidos.

Comprender es amar; incomprender es odiar. Unitarios y federales separados tan


profundamente formaron dos Argentinas opuestas y enemigas. De allí el drama argentino.
Una minoría por el número, pero capacitada por su posición económica y social – una
oligarquía en términos políticos – formó el partido unitario. La mayoría popular, el federal.
No hubo, en este último, “clase dirigente” que pudiera tomar los destinos de la patria. Faltaba
el ingrediente primario; el patriotismo, para construir la Gran Nación por los unitarios. Faltaba
la capacidad técnica para formar un elenco, a los federales.

Pero desde 1835 la Confederación Argentina toma aspecto y conciencia de Nación. Las
Provincias Unidas de 1816 o la República de Rivadavia en 1826 haba sido un caos de guerras
internas, ensayos constitucionales, fracasos exteriores, sometimiento económico, pobreza
interior, que llevaron a la disgregación de la patria de 1810. En 1831 las trece provincias que
agrupa Rosas en el pacto Federal dejan el instrumento de la nacionalidad; desde 1835, la
férrea mano del Restaurador construye la nación, paso a paso, lentamente, llevándose por
delante los intereses internos y los apetitos exteriores.

Obra personal, es cierto, porque sólo había un Gran Pueblo y un Gran Jefe, y se carecía
de un conjunto de hombres capaces, consagrados y plenamente identificados con su patria
para formar un equipo homogéneo. La verdad es que la poderosa personalidad del
Restaurador y su enorme capacidad de trabajo eran toda la “administración” en la Argentina
de 1835 a 1852.
Un gran pueblo y un gran jefe no bastan para consolidar una gran política. Pero Rosas no
podía sacar de la nada una clase dirigente con sentido patriótico. Por eso fue derrotado.

Por la Confederación Argentina, por el pueblo federal, por el sistema americano, jugó
Rosas su fama, fortuna y honra, aún sabiendo que habría de perderlas. Las perdió, como
necesariamente tenía que ocurrir. “Creo haber llenado mi deber – escribió la tarde de
Caseros con absoluta tranquilidad de conciencia –, si más no hemos hecho en el sostén
sagrado de nuestra independencia, es que más no hemos podido”. La Argentina no pudo
cumplir su destino en 1852. Y no lo podrá mientras no eduque una clase directora con
conciencia de su posición. Los hombres providenciales serán relámpagos en su noche.
José María Rosa

A Unitarios y Federales los separó una polémica teórica por centralismo o


descentralismo. Fue una división profunda: dos concepciones antagónicas de la realidad
argentina, dos maneras opuestas de sentir la patria.
Civilización y Barbarie, dice Sarmiento errónea pero elocuentemente. Los “civilizados”
admiraban e imitaban a Europa y servían sus propósitos dominadores; los “bárbaros”
descreían de las intenciones de los europeos y defendían obstinadamente a la Argentina.
La patria de los unitarios no estuvo en la tierra, ni en la historia, ni en los hombres; era
la Libertad, la Humanidad, la Constitución, la Civilización: valores universales.
Libertad para pocos, humanidad que no se extendía a los enemigos, constitución
destinada a no regir nunca, civilización foránea La patria compatible con el dominio
extranjero que encontramos en todas las colonias.
Federal en el habla del pueblo, equivalía a argentino. El grito ¡Viva la Santa
Federación! significaba vivar a la Confederación Argentina. La patria era la tierra, los
hombres que en ella habitaban, su pasado y su futuro: un sentimiento que no se
razonaba, pero por el cual se vivía y se moría. Defender la patria de las apetencias
extranjeras era defenderse a sí mismo y a los suyos: conseguir y mantener un bienestar
del que están despojados los pueblos sometidos.

El 1º de mayo se cumplen 154 años de la firma del Decreto de promulgación de la


Constitución, parece, que en varios aspectos la lucha entre unitarios y federales sigue
sin poder resolverse.
El tema no se agotó en los campos de Pavón cuando Urquiza, a pesar de tener un mayor
poderío que Mitre en las armas, se retira y le cede la victoria al porteño periodista,
escritor y general de la nación, que luego sería presidente de la República-único caso en
que un gobernador de la Provincia más poderosa del país, completa un mandato en la más
alta magistratura de la Nación.
Dejemos la historia, pues hay capítulos muy extensos sobre aquel particular
acontecimiento, y serán los historiadores los que con su investigación más el paso del
tiempo, elucidarán ciertos espacios que la luz de la verdad no ha podido alcanzar.
Indaguemos con aquel presupuesto, los hechos de la realidad. Los acontecimientos que
surcaron el final del siglo XX y el inicio del presente, nos presentan una paradoja
realmente incomprensible. En efecto, recuperada la Democracia, el Presidente Alfonsín
(Prov. de Bs. As) removió los escombros que habían quedado de las Instituciones y se
lanzó a la tarea de ponerlas en pie e instaló un axioma que difícilmente pueda cambiarse.
Jamás la patria volverá a ser dominada por autoridades que no hayan sido legítimamente
elegidas por el pueblo.
Es preciso destacar que los mandatarios que le sucedieron al nativo de Chascomús,
ninguno fue porteño, pero hicieron todo lo posible, con execrables políticas centralistas,
para sojuzgar al resto de los estados que componen la Confederación Argentina, Las
Provincias Unidas del Río de la Plata o la República Argentina-estos tres nombres son
admitidos oficialmente como los correspondientes a nuestra Nación.(Art. 35 de la CN)
Ello lo pudieron lograr al conjuro de componendas de baja estofa, haciendo de la
prebenda una actitud corriente en su accionar de gobierno, o directamente, efectivizar la
traición. Si no, veamos en los hechos las calamidades producidas a raíz de los decretos de
necesidad y urgencia que dictaron en tan corto lapso. La absurda composición de la
coparticipación de impuestos, cuyo resultado nos da la ecuación-Nación rica vs.
Provincias pobres-, en tal sentido, recordamos el texto del Artículo 29.-
El Congreso no puede conceder al Ejecutivo nacional, ni las Legislaturas provinciales a
los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni
otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los
argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esta naturaleza
llevan consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que los formulen, consientan o
firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la Patria.
Los unitarios nos van ganando por goleada, a pesar de haber transcurrido 154 años de
aquel 1º de mayo, donde a orillas del Río Paraná, se diera tan trascendental paso para la
reorganización nacional.
La organización programada en 1853 daría paso a un centralismo capitalino cada vez más
creciente y atentatorio de las autonomías provinciales, cuyo resultado fue la distorsión de
recursos y población entre la Capital y el interior, con graves consecuencias para la
totalidad de la Nación:
cita de Isidoro Ruiz Moreno en su libro “El misterio de Pavón”

Conclusión: Ha transcurrido más de un siglo y medio de aquel primer paso como Nación
organizada. Parece que fue ayer por los resultados que arroja el desenvolvimiento de las
Instituciones del país. Tenemos asegurada la Democracia, pero nos han robado la
República.
Se acerca la hora de juzgar los hechos políticos, economicos y sociales, fruto de los actos
del actual gobierno. Pensemos seriamente lo que haremos al entrar al cuarto oscuro y no
dejemos librado al albedrío despótico de unos pocos el destino de casi 40 millones de
argentinos.
Enrique Serra.- 30/04/2007 http://www.opinorama.com.ar/
Consulta: 6/04/08

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