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El Esp.

29 Nov 2013

La historia detrás del libro ‘The Psychopath Inside’

Científico descubre que es un psicópata en


potencia
Mientras analizaba los cerebros de asesinos en serie, el estadounidense James
Fallon encontró que la estructura de su mente era muy parecida a la de los
criminales.

El neurocientífico James Fallon es profesor en la Universidad de California


en Irvine. / Daniel A. Anderson – UCI

Neurocientífico que estudia psicópatas descubre que


tiene el cerebro de un asesino
LUEGO DE DEDICAR SU VIDA A ESTUDIAR EL
CEREBRO DE LOS ASESINOS SERIALES PARA
DESCUBRIR QUÉ LOS DISTINGUE DE LAS PERSONAS
"NORMALES", JAMES FALLON ENCONTRÓ QUE ÉL
MISMO TIENE UN PERFIL CEREBRAL DE PSICÓPATA.

“Identifica al psicópata”

El cerebro de los criminales siempre le ha fascinado a James Fallon. Por más de


20 años, este neurocientífico de la Universidad de California en Irvine ha estudiado
el cerebro de los psicópatas, particularmente la base biológica del
comportamiento, y una de sus especialidades es descubrir en qué difiere el
cerebro de un asesino de una persona “normal”.

Durante estas investigaciones un día su madre, de 88 años, le sugirió echar un ojo


a sus antecesores, entre los cuales, dijo, se contaban muchos desquiciados: por
ejemplo, uno de sus tatarabuelos en línea directa, Thomas Cornell, fue ahorcado
por asesinar a su madre, también esta línea consanguínea produjo varios
supuestos asesinos, incluyendo “la Prima Lizzy”, quien fuera acusada de matar a
su padre y a su madrastra con una hacha en 1882.
Habiendo estudiado el cerebro de docenas de psicópatas, Fallon decidió
enfocarse hacia sus familiares para ver si alguien más tenía estas características.
El científico realizó tomografías PET a sus parientes más cercanos y no descubrió
la poca actividad en la corteza orbital del cerebro que distingue generalmente a los
sociópatas. Entonces Fallon se hizo el examen a sí mismo y encontró que tiene un
cerebro de psicópata (de libro de texto al menos).

“Si ves el PET-scan, tengo el cerebro de uno de los asesinos”, dice Fallon.

Aunque esta ciencia de la neurocriminalística está en sus albores, se acumula


evidencia de que existe una relación entre algunas funciones cerebrales y el
comportamiento violento, al igual que existen 12 genes relacionados con niveles
de agresión, específicamente el llamado “gen guerrero” que regula la serotonina.
En este sentido, Fallon también tiene la biología de un asesino serial.

Su esposa Diana dice que no está preocupada por el cerebro sociopático de


James: “después de todo lo conozco desde que tenía 12 años”.

James Fallon cree que en su caso lo que le evitó convertirse en un psicópata fue
una infancia muy feliz. “Si hubiera padecido algún tipo de abuso”, dice,
“probablemente me hubiera convertido en uno de esos asesinos de los que hacen
películas para cable”.

Fallon cree esto demuestra que los genes no determinan del todo el
comportamiento, sino que las experiencias son capaces de cambiar o potenciar lo
que determina la biología. En este caso podemos pensar que la fascinación del
neurólogo por estudiar el cerebro de los psicópatas pudo haber sido su propio
mecanismo de defensa, de autoconocimiento y autoconciencia.

De cualquier forma la neurociencia criminal abre una controvertida discusión sobre


hasta qué punto es válido utilizar tomografías del cerebro o resonancias
magnéticas para perfilar a las personas como potenciales asesinos, terroristas,
buenos esposos, trabajadores, etc

James Fallon es un neurocientífico de la Universidad de California de Irvine


obsesionado con el estudio del cerebro. Es, además, un psicópata en potencia.
“No maté a nadie, ni violé, ni hice nada parecido”, dice en una entrevista a
BBC Mundo, y luego cuenta que él mismo hizo el descubrimiento mientras
analizaba las tomografías cerebrales de asesinos psicopáticos y al mismo
tiempo examinaba sus tomogramas y los de miembros de su propia familia
para otro estudio sobre el alzhéimer.

Un día de 2005, en su oficina, Fallon descubrió que su cerebro compartía los


rasgos de personalidad de pacientes con graves desórdenes psiquiátricos.
Descubrió que él también presentaba una baja actividad en las áreas de los
lóbulos temporal y frontal, que están relacionadas con la empatía, los valores
morales y el autocontrol. “Exactamente las mismas áreas del cerebro estaban
completamente apagadas, como en los peores casos que había visto, y eso al
principio me causó risa”, asegura Fallon.

Año y medio después de aquel hallazgo dedicó casi todo su tiempo a hacer un
estudio más detallado. Se sometió a varias pruebas genéticas. Encontró que no
sólo su cerebro cumplía con el patrón de un psicótapa pues sus genes decían lo
mismo. Los exámenes arrojaron una fuerte presencia de alelos (formas
alternativas de un gen) coincidentes con un alto riesgo para la agresión, la
violencia y la baja empatía.

Si todas las piezas coincidían para que Fallon fuera un asesino o un violador
en serie, ¿por qué no lo era? Porque algunos psicópatas no matan,
simplemente tienen comportamientos psicopáticos, explica. Entonces Fallon
sería lo que algunos llaman un “psicópata prosocial”: a pesar de no sentir
empatía y tener problemas de autocontrol, es capaz de cumplir con las normas
sociales, relacionarse y tener éxito en su trabajo. Y la razón principal para que
ese hubiera sido su destino es el “entorno”, su familia: “Me querían y me
sentía protegido”, dice.

Esta investigación también lo ha llevado a ser más consciente de su propia


personalidad, a reconocer que tiene “un espíritu de competición odioso. No
dejo ganar ni a mis nietos. Soy un tipo imbécil con manías insoportables para
la gente”, como cuenta en tono afable en una entrevista al Instituto
Smithsonian. Y a la manera de la más íntima confesión, agrega que “desde
que lo descubrí, me he esforzado por cambiar mi comportamiento. De forma
consciente, he hecho cosas que se consideran buenas acciones y he pensado
más en los sentimientos de los demás”.

Fallon cuenta que entre sus ancestros podrían contarse unos siete asesinos,
entre ellos Lizzie Borden, la única sospechosa de los asesinatos a hachazos de
su padre y su madrastra, que tuvieron lugar en su casa en agosto de 1892.
Aunque nadie fue condenado por el hecho, el crimen siempre pesó sobre
Borden y además la hizo célebre en la historia judicial de Estados Unidos.

La historia de James Fallon desde 2005, cuando descubrió su genética y su


mente psicópata, está detallada en un libro titulado The Psychopath Inside (El
psicópata interior). “La biología no es una sentencia de muerte, pero puede dar
un potencial alto para estas cosas. Los genes cargan el arma y hacen que
alguien sea vulnerable para convertirse en un psicópata”. Gracias a su entorno,
a su familia, ese no fue su destino.

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