0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
127 vistas1 página
Este documento compara el proceso de abrir un mazapán sin romperlo con las relaciones humanas, argumentando que en ambos casos nos esforzamos no porque obtengamos algo a cambio, sino por el afecto y amor que sentimos hacia la otra persona o el mazapán. También señala que una vez abierto el mazapán intacto nos sentimos orgullosos por nuestro esfuerzo a pesar de que el mazapán no nos recompensa, al igual que en las relaciones donde nos esforzamos sin recibir nada a cambio.
Este documento compara el proceso de abrir un mazapán sin romperlo con las relaciones humanas, argumentando que en ambos casos nos esforzamos no porque obtengamos algo a cambio, sino por el afecto y amor que sentimos hacia la otra persona o el mazapán. También señala que una vez abierto el mazapán intacto nos sentimos orgullosos por nuestro esfuerzo a pesar de que el mazapán no nos recompensa, al igual que en las relaciones donde nos esforzamos sin recibir nada a cambio.
Este documento compara el proceso de abrir un mazapán sin romperlo con las relaciones humanas, argumentando que en ambos casos nos esforzamos no porque obtengamos algo a cambio, sino por el afecto y amor que sentimos hacia la otra persona o el mazapán. También señala que una vez abierto el mazapán intacto nos sentimos orgullosos por nuestro esfuerzo a pesar de que el mazapán no nos recompensa, al igual que en las relaciones donde nos esforzamos sin recibir nada a cambio.
Cuando le dedicas tiempo y esfuerzo al hecho de destapar tu
mazapán sin romperlo, no lo haces por tí, lo haces por el mazapán, pues perfectamente puedes consumir un mazapán hecho trisas sin cambiarle el sabor. Y aun así nos esmeramos en sacar al mazapán intacto de su envoltura. Por eso creo que el mazapán es como las personas: invertimos tiempo en ellas, no porque nos va a saber más rico, o porque si no lo hacemos algo cambiará, si no porque les tenemos amor o afecto. Una vez que el mazapán está intacto fuera de su envoltura, nos sentimos orgullosos y hasta con pena de romperlo, pues el esfuerzo que colocamos en él nos crea un vínculo, aunque el mazapán no tenga el mismo vínculo con nosotros. El mazapán no nos “recompensa” si nos esforzamos de más o si lo “tratamos” con cuidado y aún así lo hacemos. Justo como las acciones que emprendemos para ese amor platónico que tenemos o el amigo que procuramos, nos esforzamos sin recibir nada a cambio y aún así estamos felices. Quizá el mazapán me mostró que hay amor en todos nosotros.