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EL MATERIALISMO DIALÉCTICO
“Un hombre listo dio una vez en pensar que los hombres se hundían en el agua
y se ahogaban simplemente porque se dejaban llevar de la idea de la
gravedad....” MARX
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La madre de Karl, Henrietta Pressburg, era una judeo-holandesa que, a
diferencia de su marido, era semi-analfabeta.
Karl estudió en las universidades de Bonn, Berlín y Jena, doctorándose en
Filosofía en esta última en 1841.
A instancias de sus amigos y de Jenny (su futura mujer), en abril de 1841
presentó una brillante tesis doctoral que contrastaba la filosofía de Demócrito
y la de Epicuro, incluyendo la después famosa frase: «La crítica es también
teoría», con lo que se doctoró en filosofía cuando aún no había cumplido
veintitrés años. A principios del año siguiente se incorporó a una publicación
fundada por las fuerzas más progresistas de Colonia, entonces capital
industrial de Prusia: la Gaceta Renana (Rheinische Zeitung), donde comenzó a
utilizar conceptos hegelianos de la dialéctica en relación con sus ideas sobre el
socialismo.
Se casó con Jenny von Westphalen en 1843. Marx tuvo con Jenny von
Westphalen 6 hijos, en 1849 esperaban ya el cuarto, en 1855 ya habían fallecido
tres -Guido, Franciska y Edgar- convulsiones, bronquitis y tuberculosis serían
las causas, la pequeña, Eleonora Marx formó parte del movimiento feminista y
Laura Marx, se casó con el dirigente socialista francés Paul Lafargue, y se
suicidó junto a él en 1911.
A partir de 1844 estableció una duradera amistad con Friedrich Engels, que se
plasmaría en la estrecha colaboración intelectual y política de ambos.
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En 1844 Marx escribió Manuscritos económicos y filosóficos, una obra que
abarca numerosos temas y entró en detalle para explicar su concepto del
trabajo alienado.
Pasó a llevar una vida más estable en Londres, en donde desarrolló desde 1849
la mayor parte de su obra escrita. Su dedicación a la causa del socialismo le
hizo sufrir grandes dificultades materiales, superadas gracias a la ayuda
económica de Engels.
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Partiendo de la doctrina clásica, según la cual sólo el trabajo humano
produce valor, Marx denunció la explotación patente en la extracción de
la plusvalía, es decir, la parte del trabajo no pagada al obrero y apropiada
por el capitalista, de donde surge la acumulación del capital. Criticó hasta
el extremo la esencia injusta, ilegítima y violenta del sistema económico
capitalista, en el que veía la base de la dominación de clase que ejercía la
burguesía.
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Desde diciembre de 1851 hasta marzo de 1852 Marx escribió El 18
brumario de Luis Bonaparte, una obra que trata sobre la Revolución
francesa de 1848, en ella expandió sus conceptos del materialismo
histórico, la lucha de clases y la dictadura del proletariado, avanzando el
razonamiento de que el proletariado triunfante tiene que destruir el Estado
burgués.
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El levantamiento popular de París adoptó El capital como fundamento
teórico, proclamó la primera experiencia histórica de «dictadura del
proletariado» y difundió el nombre de Karl Marx por todo el mundo. La
mayor parte de los revolucionarios y líderes obreros adoptaron sus ideas
(aunque no todos las bebieran en su fuente original) y se inició la
veneración de su persona y su obra como quintaesencia del pensamiento
revolucionario.
La lápida de Marx lleva el mensaje grabado: "¡Proletarios de todos los países, uníos!",
presente en la última línea del Manifiesto Comunista y la frase de la Tesis XI sobre
Feuerbach (editada por Engels): "Los filósofos sólo han interpretado el mundo de
distintos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo".
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“…la inmensa labor intelectual y práctica de Marx arranca de la crítica
certera del capitalismo, lo que le permitió descubrir su anatomía y sus
contradicciones insolubles, a partir de lo cual elabora una teoría eficaz para su
sustitución revolucionaria por una “sociedad libre de productores libres”. Así
crea un enfoque profundamente democrático, humanista y revolucionario para
accionar en la lucha de clases y transformar la realidad…” Rogelio Roldán
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Marx designa materialismo histórico a la nueva ciencia o teoría científica de
la historia diferenciándola de las concepciones idealistas anteriores y
materialismo dialéctico a su filosofía.
“Hasta el momento, los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de
diversos modos, de lo que se trata es de transformarlo”.
Marx y Engels demostraron que el materialismo, para ser científico debe ser
dialéctico y que la dialéctica será científica si es materialista. La creación de la
filosofía materialista dialéctica significó una auténtica revolución en la historia
del pensamiento humano. El materialismo dialéctico surge de la inversión de la
dialéctica hegeliana: el proceso dialéctico no se manifestará en el desarrollo de
la idea o espíritu como para Hegel sino en las transformaciones de la
infraestructura económica, o sea, en el mundo de las condiciones materiales de
la existencia.
“Para Hegel, el mundo real no es sino la forma extrema de La Idea y para mí,
por el contrario, la idea no es sino el mundo material reflejado por la mente
humana”. (Marx, Prólogo de El Capital).
“Hegel era idealista; es decir, que para él, las ideas de su cabeza no eran
imágenes mas o menos abstractas de los objetos y fenómenos de la realidad,
sino que estas cosas y su desarrollo se le antojaban, por el contrario,
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proyecciones realizadas de la “Idea”, que ya existía, no se sabe cómo, antes de
que existiese el mundo. Así, todo quedaba cabeza abajo, y se volvía
completamente al revés la concatenación real del universo...” Engels Op. Cit.
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen como quieren., bajo
condiciones elegidas por ellos sino en condiciones que encuentran, que les
son dadas y trasmitidas del pasado.”
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Son los factores materiales del desarrollo económico-social los que determinan
(por el proceso dialéctico mencionado) lo que ocurre en el presente y ocurrirá
en el futuro. La concepción materialista de la historia parte de la tesis de la que
producción, y tras ella el intercambio de sus productos es la base de todo orden
social.
Las últimas causas de todos los cambios sociales no está en la filosofía, sino en
la economía de cada época: en las transformaciones operadas en el modo de
producción y de intercambio. El orden social vigente es obra de la clase
dominante durante la modernidad: la burguesía. El modo de producción
característico de la burguesía recibe el nombre de modo capitalista de
producción el cual era incompatible con el anterior modo de producción
feudal.
Para Marx, el perenne conflicto entre la clase desposeída (el proletariado) y la
poseedora (la burguesía) es la médula misma del devenir histórico. La burguesía
lucha para retener lo que posee, utilizando la explotación del hombre por el
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hombre, y el proletariado lucha para conseguir la posesión de los medios de
producción tratando de liberarse del yugo a que están sometidas.
3. IDEA DE HOMBRE:
La esencia del hombre la había buscado la filosofía moderna desde Descartes a
Hegel, de manera puramente interior al individuo y entonces lo había definido
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en función de la autoconciencia, en consecuencia había llegado a una
determinación válida para todo tiempo y lugar, y por ende abstracta.
Marx busca en cambio la esencia del hombre en las relaciones “exteriores” que
cada hombre mantiene con la naturaleza y con los otros hombres en el conjunto
de sus relaciones sociales. Esas relaciones y esa sociedad no las piensa Marx
como algo dado y estático, que fuera el objeto de pura contemplación (teoría),
sino como realizaciones del hombre mismo, como creaciones suyas. De tal
manera que se da un juego recíproco entre el individuo y la sociedad, en el que
ambos se constituyen.
Dicho de otro modo, Marx concibe al hombre como el ente que se produce
a si mismo. Y ese acto autogenerador del hombre es el trabajo. El trabajo es una
relación real del hombre con las cosas mismas, con la naturaleza y con los
demás hombres, praxis histórico-social.
El trabajo constituye entonces la esencia del hombre, el modo como este
concretamente es, el medio para su realización y para el desarrollo completo de
sus posibilidades, para su satisfacción y para su felicidad.
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Mientras el animal produce tan sólo en función de sus necesidades
orgánicas, biológicas, el hombre no se deja simplemente arrastrar por los
impulsos. Es capaz de mediatizarlos, porque entre el impulso y la producción
interpone la idea o representación, el fin que quiere realizar. El trabajo
verdadero es el trabajo libre de la necesidad orgánica. El no puede reducirse a la
mera actividad económica, a simple medio para mantener la vida orgánica, sino
que es, por el contrario, en su forma plena, actividad libre y conciente como
desarrollo y realización del ser. Si en cambio, el trabajo se rebaja a mero medio
de subsistencia, la esencia del hombre se invierte, el hombre se “aliena”. En la
sociedad capitalista el hombre está alienado, es decir, se encuentra “ajeno”a sí
mismo, vive desconociendo su esencia. Esta alienación tiene lugar en todos los
planos de la existencia humana: social, político, religioso, filosófico. Pero todas
las formas de enajenación tienen su raíz en el trabajo. En las condiciones
históricas que Marx describe, el trabajo, en lugar de significar la realización
espontánea, plena y gozosa de su humanidad, paraliza las actividades
propiamente humanas e impide cualquier tipo de satisfacción intrínseca.
En el trabajo de la sociedad capitalista, el trabajador, no se siente feliz, sino
desgraciado, no desarrolla una libre energía física y espiritual sino que mortifica
su cuerpo y arruina su espíritu. El trabajador se siente cómodo cuando no
trabaja, vale decir, cuando no se encuentra cumpliendo su verdadera esencia
sólo trabaja bajo la fuerza de una coacción, en cuanto esa presión desaparece,
abandona el trabajo porque éste no constituye de por sí fuente de satisfacción
ninguna.
Hay una enajenación en primer lugar respecto a su propia actividad porque la
experimenta como sufrimiento y no como despliegue de sus más peculiares
capacidades. En segundo lugar el trabajador está alienado respecto del producto
de su trabajo. Algo en lo que ha puesto su propia persona no le pertenece a él
sino al capitalista, al dueño de los medios de producción y en tercer lugar está
alienado porque no puede elegir su trabajo. No puede elegirlo libremente sino
tal como se lo prescribe el lugar que ocupe dentro del proceso social de
producción, lugar que a su vez está determinado por el sistema de producción,
la forma de distribución de la riqueza y el poder.
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La sociedad existente es una sociedad de clases y la sola existencia de éstas,
contradice la libertad o la convierte en una idea abstracta. La libertad de cada
individuo está fijada por la clase a que pertenece, sin tener en cuenta las
necesidades de cada uno: no es la misma la libertad del obrero que la del
burgués.
En esta sociedad, tanto el trabajo como el trabajador se convierten en
mercancías, en un mundo en el cual cuanto más se valoran las cosas, tanto más
se olvida la humanidad del hombre. En lugar de estar las mercancías al servicio
del hombre, el hombre está al servicio de las mercancías. Los hombres se
consideran unos a otros sólo en función de las mercancías que producen,
compran o venden.
En la sociedad comunista, el hombre habrá superado la alienación,
desaparecerán las clases y el hombre podrá cumplir su esencia. Sólo entonces,
dice Marx, comenzará la verdadera historia del hombre, el reino de la libertad.
La historia, tiene para Marx, un fin: que el hombre llegue al conocimiento de
su propia esencia. Esto se logrará en libertad plena con el advenimiento de la
sociedad sin clases.
4. INFRAESTRUCTURA Y SUPERESTRUCTURA:
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La infraestructura o estructura económica es la base de todo el edificio social.
Marx afirma pues que para estudiar la sociedad no se debe partir de lo que los
hombres dicen, imaginan o piensan sino de la forma en que producen los bienes
materiales necesarios para su vida.
Si bien , según la teoría marxista, se debe buscar en la infraestructura el hilo
conductor para explicar los fenómenos sociales, no se debe concluir de esto que
todo lo social es un simple reflejo de lo económico, si bien algunos textos de
Marx se prestan a esta interpretación. Si bien los elementos de la
superestructura están ligados a los cambios en la infraestructura, tienen también
su autonomía relativa y sus propias leyes de funcionamiento. Engels mismo
señala que el desarrollo de la filosofía no puede ser explicado exclusivamente a
partir del desarrollo económico:
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en ellas los elementos que tiene una función de adaptación a la realidad. Según
Marx, en una sociedad de clases la ideología está destinada a asegurar la
dominación de una clase sobre las otras haciendo aceptar a los explotados su
condición de explotación como algo natural y a la vez se ejerce sobre la clase
dominante para hacerles parecer como natural su explotación y dominio.
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no es un hecho intelectual desligado de la práctica, sino más bien un proceso
ordenado de abstracción, una visión más profunda y total de la realidad, una
nueva mirada crítica y creadora de la práctica...
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El aspecto fundamental de la filosofía marxista no consiste sin embargo en sólo
conocer y comprender las leyes del mundo objetivo sino en aplicar ese
conocimiento para transformar activamente al mundo. Esto es la praxis:
actividad práctico-teórica transformadora de la naturaleza y de la sociedad, y
simultáneamente formadora del hombre en su conocimiento y en su práctica.
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transformarla. La educación moral deja de ser una cuestión puramente interna
para convertirse en una integración en la acción. Su esencia estriba en la
participación del hombre en la lucha por el progreso histórico, llevada a cabo
mancomunadamente con los demás individuos. Lo que “ tiene que ser” no se
interpreta como una norma absoluta y desligada del tiempo, sino como una
orientación actual de la acción edificadora del futuro.
Es conocida la atención que Marx confería a la formación vinculada con la
actividad laboral. Marx advirtió el carácter educacional del trabajo previendo su
ligazón con la enseñanza para todos los niños. El trabajo realizado en las
condiciones del socialismo sería un factor de desarrollo moral e intelectual. El
trabajo dejaría de ser explotado por la clase dominante y se convertiría en una
forma de participación de todos los individuos en su vida social, en una
actividad vocacional, creadora, resultante de las aspiraciones y las facultades del
individuo.
En 1905, Lenín subrayó el nexo existente entre la pedagogía y la política.
Sostenía la necesidad de educar constantemente a nuevas capas de la clase
obrera para con la mayor paciencia y tenacidad elevar su nivel de conciencia
socialdemócrata, evitando reducir la ciencia a un mero dogma que sólo se
enseña a través de los libros, sino participando en la lucha cotidiana por la vida.
La educación de los “hombres nuevos” se habría de convertir en el elemento
esencial de la acción revolucionaria y de la posterior edificación de la sociedad
comunista.
El optar por el sujeto como punto de partida de las reflexiones caracterizaba al
idealismo, mientras que el optar por los objetos distinguía las posturas del
realismo y del materialismo vulgar. Los primeros sostenían que el mundo
objetivo surge de lo subjetivo, mientras que los segundos afirmaban que lo
subjetivo deriva de lo objetivo.
Desde el ángulo del materialismo dialéctico, el sujeto y el objeto no se
contraponen como elementos acabados y separados sino que se hallan
vinculados entre sí. El objeto fue siempre el objeto del sujeto y, a su vez, el
sujeto existió siempre en relación con el objeto.
El materialismo dialéctico centró siempre su atención en la parte activa del
individuo e interpretó su actividad social como el eslabón que lo une al mundo
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objetivo en un conjunto dialéctico. Se opuso al concepto idealista que trata de
reducir toda la realidad a un estado de conciencia y al concepto materialista
vulgar que pretende concebir al individuo como un producto de fuerzas
naturales.
Tanto el objetivismo como el subjetivismo llegan a la conclusión de que el
orden social imperante no puede cambiarse. Los objetivistas porque consideran
inalterable el curso de las cosas. El individuo no las puede cambiar, están
determinadas inexorablemente. Los subjetivistas consideran que la causa de los
conflictos sociales está en el mismo individuo y no en la realidad exterior.
El marxismo, en cambio, trata a la sociedad como una realidad objetiva pero
considerándola como una realidad creada por la acción de los hombres, que
representa su producto y que puede ser transformada. Esclarece la profunda
unión dialéctica de los factores objetivos y subjetivos. La influencia recíproca
del mundo y el hombre enriquecen a ambos: el mundo subjetivo del hombre
cambia y se desarrolla bajo el influjo material y social de la realidad objetiva y
ésta se transforma y desarrolla bajo la influencia de las actividades humanas.
“cuando el sujeto transforma el objeto, siempre también el objeto transforma al
sujeto”. Teniendo en cuenta esta relación dialéctica, la educación es considerada
como el proceso de formación y desarrollo de la conciencia para la acción
transformadora de la realidad, partiendo a su vez de las necesidades y
características de una realidad en constante desarrollo.
El pedagogo socialista polaco Bogdan Suchodolski afirma que las finalidades
de la educación no estriban únicamente en impartir conocimientos sino que
además tiene que impartirles a los alumnos la capacidad de obrar por sí mismos
y de establecer los nexos comunitarios con los demás individuos, debe despertar
en ellos las facultades creativas más diversas, enseñándoles a participar
activamente en los asuntos esenciales de la vida.
Todo ello puede alcanzarlo la educación siempre y cuando no contemple la
civilización como un mundo extraño y objetivo de metas determinadas e
inmutables que al ser impartidas a los jóvenes les enseñe la subordinación y la
mera obediencia.
La doctrina socialista significa pues una construcción ética y antropológica cuya
dirección es la libertad, la ruptura con la enajenación. Pero ese paso no se puede
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dar en abstracto, ni de forma mecánica. La clase trabajadora, portadora de esa
nueva esperanza, la única capaz de suprimirse, suprimiendo todas las clases,
necesita de una conciencia, una teoría avanzada para realizar su misión
histórica. La escuela, al lado del partido y del sindicato, puede ser el espacio
indicado para esa elaboración.
Así la conciencia de clase pasa a ser el núcleo central del programa de la
escuela socialista, incluso en el interior de la sociedad capitalista, cuyo núcleo
central es otro: la disciplina. Por eso la educación socialista en el interior de la
burguesa sólo puede ser una pedagogía de la praxis.
Como la liberación no es un acto arbitrario, requiere de una preparación lenta,
una superación gradual de las contradicciones y dicotomías, una educación de
clase contraria a la burguesa, manipuladora y enajenante. Al mismo tiempo no
pueden ignorarse las conquistas técnicas y científicas de la escuela burguesa. La
comprensión y la asimilación crítica de esos avances posibilitarán el dominio de
los instrumentos técnicos-científicos, que se apropiaron las clases dominantes
exclusivamente. Sin embargo, en una concepción dialéctica y popular de la
educación, esa apropiación del conocimiento universal, de la riqueza y el saber
no se hace de manera individualizada como en el capitalismo. La nueva
cualidad de la apropiación del saber, desde el punto de vista socialista, se
orienta por la solidaridad de clase y por el amor y no por el deseo puro de
competir y superar al otro, el colega, el semejante.
BIBLIOGRAFÍA:
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LEIS, Raúl. El arco y la flecha. Humanitas/Cedepo, Bs. As, 1990.
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SUCHODOLSKI, Bogdan. Fundamentos de pedagogía socialista. Laia,
Barcelona, 1974.
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