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“En la Isla de las Palabras ya nadie quiere ir por el bosque de los susurros, algo muy
malo ocurre ahí, algo que asusta a niños y adultos; sólo los valientes se atreverían a
entrar y averiguar qué es lo que pasa. ¿Pero, qué es lo que pasa? ¿Por qué nadie ha ido?
Hay algún valiente que se atreva o debemos declarar que se acabaron los valientes en
este mundo.”
-Bueno niños, eso es todo por hoy, mañana continuaremos con la lectura.
Cerró el libro sin darse cuenta del problema que había desatado, así comenzó: Nosotros
salimos super entusiasmados con esa historia que la profe nos leyó.
-Dicen que es verdad, que hay algo malo en el bosque de los susurros que no
Comentó Gerardo atizando el fuego que zumbaba en mi corazón, yo deseaba más que
nada ser como un héroe de película y demostrarle a todo el mundo lo valiente que era.
La mejor manera de que el mundo conociera el nombre de Paco Cabrales, pensé, será
colegio contando cuentos de espantos y, por cosas del destino, comenzaron a rechinar
las tablas del piso. Escuchábamos un fantasma subir los escalones: un esca lón, dos
pálidez de la cara. Los pasos se fueron acercando y ninguno se pudo aguantar la risa
cuando vimos aparecer a don Hortencio, el celador, que había subido hasta el a ltillo del
colegio para sacarnos de ahí; sin embargo, lo que más risa les dio fue cuando vieron el
Si, es cierto, me oriné del susto y desde entonces me dicen “gallina Cabrales”. Desde
ese día busco una aventura para demostrarles que no soy tan gallina como todos creen y
Mi resolución se quebrantaba conforme pasaban los días, hasta aquella mañana en que
les dio por contarle a todo el mundo, en particular a Miranda Del Buen o la niña más
bonita del salón, la historia del altillo y del charquito que allá hice. Fue muy humillante
-Pues verán lo valiente que puedo ser, esta noche, cuando la isla duerma, me
escaparé de casa e iré al bosque de los susurros. Les prometo no salir de ahí hasta
descubrir qué pasa en ese lugar. Los invito a que se despidan de mí hoy a la media
noche. Los esperaré quince minutos junto al gran árbol que da paso al bosque. Después
me iré.
Esa noche fingí estar cansado y me fui a mi dormitorio temprano, pero no dormí, lo que
hice fue llenar mi maletín del colegio con una cobija, una linterna además comida
suficiente para estar un tiempo en el bosque hasta que mis compañeros aceptaran que
soy valiente. Ya no podía hechar marcha atrás, Mariana Del Bueno me vería caminar
A la media noche, cumplí mi cita junto al gran árbol. Mentiría si les dijera que no sentía
miedo, mis dientes castañetearon por culpa del temor y no del frío, incluso muchas
veces sentí a mis pies querer devolverse, retroceder sobre sus pasos y regresar a casa
donde estaría seguro junto a mis padres. Pero no lo hice, mi orgullo estaba en juego así
lo valiente se me estaba subiendo a la cabeza. Todos habían ido, incluida Mariana quien
me miraba entre admirada y sorprendida por lo que creí necesario decir algo importante,
aventura, algo que le pudieran decir a mi mamá cuando le fueran a dar la funesta
noticia-. Hoy ven partir a un niño débil, pero cuando regrese triunfante a decirles qué es
la cosa mala que asusta a todos en el bosque de los susurros, verán regresar a un heroe.
-Hasta la vista –dije en tono orgulloso y sin mirar atrás me interné en el bosque
Caminé, no sé por cuánto tiempo, me tropecé cientos de veces contra los árboles y las
adentro llegué en el bosque de los susurros, pero cuando miré a mi alrededor noté que
no reconocía nada de lo que allí había, por primera vez me sentí perdido. En ese
miles de ojos me miraron por entre las rendijas de las ramas y cuando el viento las
agitaba era como asistir a un concierto lejano del que sólo alcanzabas a escuchar sus
susurros. Me dio la sensación de que alguien me miraba, más aún, sentí que alguien se
Así dije y tomé la linterna como un mazo, dispuesto a darle linternazos a cualquiera que
se me acercara con malas intenciones. Pero nadie se me acercó, ni esa n oche ni el día
que le siguió. Yo ya estaba muy arrepentido por haberme metido en semejante lío, la
comida no me alcanzaría para otro día más y tenía mucho frío. Miré hacia atrás. Al
camino por el que había llegado, pensando en recorrerlo de nuevo y decirles a todos: no
hay nada en ese bosque, soy un valiente sólo por haber entrado en él. Di un paso en
derechura a la salida cuando una niña con botincitos cafés, vestido color crema y un
-Cómo, ¿un niño que se atreve a venir por acá? Mi mamá nunca me lo hubiera
permitido. ¿Tu mamá te lo permitió? Es increíble cómo han cambiado los tiempos, eso
hubiera dicho mi abuela si te viera aquí, habría dicho: cómo han cambiado los tiempos,
porque realmente han cambiado. Figúrate que yo siempre me recojo el cabello en una
moña muy tierna, porque en mi época las niñas debíamos parecer tiernas, pero la otra
vez vi una niña que ni para qué te cuento, se veía terrible, usaba pantalones apretados, el
-Hola, soy María de los Angeles Prados Lugo. Pero todos me dicen María a
secas, ahora que también podrías decirme María de los Angeles, pero de ningún modo
acepto que me llames Angeles, detesto ese nombre. No sabes cuánto lo odio, una vez
una niña de mi colegio quiso decirme así y ¿sabes qué hice? Le desaté los cordones y
luego los até entre ellos, así cuando quiso caminar se cayó. ¿Te imaginas? Fue muy
chistoso y por supuesto, nunca más me volvió a decir Angeles, porque en realidad
-En realidad no. ¿No ves que estoy encantada? Llevo aquí años y años y años
hablando, no puedo dejar de hacerlo. ¿Quieres saber por qué? Pero antes dime cómo te
llamas, qué haces por aquí, eres otro de los valientes que quiere descubrir qué pasa en el
bosque de los susurros o sólo te perdiste, porque si es así yo te puedo ayudar, conozco
todos y cada uno de los caminos que conducen al pueblo y a otros pueblos, porque has
-Ja, por qué será. No será que el encantamiento hace que todo el mundo se
olvide de mí cuando sale de acá. La única manera sería que rompieras el hechizo así
podrías recordar que me viste y contárselo a todo el mundo, ay, a mí me encantaría que
se lo contaras a todo el mundo, ser famosa y que todas las niñas se mueran de envidia
porque yo soy famosa. A propósito, no me has dicho cómo te llamas porque te aseguro,
yo sí recuerdo a todos y cada uno de los que han pasado por aquí…
-¡Paco Cabrales! ¿No serás hijo de Antonio Cabrales? El del barrio de las
personas. Claro que lo recuerdo, fue hace veinte años y se perdió en el bosque, yo lo
ayudé a encontrar el camino, en realidad me pareció muy simpático hasta me hizo reír
una vez….
-¡Si! Soy hijo de Antonio Cabrales. No sabía que él se había perdido aquí, jamás
me lo dijo.
-No puedo parar, ya te dije que he hablado por años y años, tengo tanta se d que
me tomaría un océano completo, pero ni puedo parar para beber un poco de agua. Ay, es
-Bueno, entonces cuéntame quién te encantó y por qué y cómo te puedo ayudar
y siempre me gustó llamar la atención de los niños así que me arreglaba muy bonita y
hablaba en voz alta para que me voltearan a mirar. En ese entonces teníamos profesores
terriblemente malos, perversos, les gustaba golpearnos las manos cuando no llevábamos
las tareas. Por supuesto yo siempre llevaba mis tareas, porque eso sí, siempre he sido
-Por favor.
-Yo intentaba atraer a Carlos Alonso Fonseca, el niño más lindo de todo el salón.
Ay, las mujeres siempre caemos en el mismo truco, uno cree que son buenos sólo
-¡Por favor!
contarle a Carlos Alonso que en mi casa había una tremenda cosecha de brevas dulces,
todo eso lo decía porque quería invitarlo a comer brevas dulces en mi casa, ¿pero crees
tienes harto!
-Pues nada, que el profesor Ananías “gruñón” Rodríguez, se volteó hacia mí con
su cara más fiera y dale que ese fue el día en que todos nos enteramos que era un
poderoso mago negro y nunca nos lo había dicho. Resultó que le molestaba mi voz .
Imagínate, cómo podría suponer algo así, entonces me dijo: “señorita Prados Lugo”,
porque él siempre nos llamaba por nuestros dos apellidos. Bueno dijo: “señorita Prados
Lugo, su vocecita chillona ya nos aburrió a todos, se la pasa hable que hable en clase y
no sólo no pone atención a la clase de gramática sino que no deja poner atención a los
alumnos que sí quieren aprender algo valioso en la vida. La odio, en realidad la odio”.
El que decía eso y yo que me desgajaba en risas, porque lo que es a mí nunca me han
asustado los gritos y jamás he llorado, bueno, ahora menos con este encantamiento que
y levantando su dedo flacucho que terminaba en una uña parecida a un garfio me señaló
quiere! Ría, ría siempre, porque de ahora en adelante tendrá sobre usted este
encantamiento: si quiere ser notada, lo será, pero nadie la recordará. Hablará y hablará
sin encontrar para usted descanso, no conocerá el llanto ni la luz ni las sombras, todo
-¿Soli qué?
después la entendí. Es hablar solo y contestarse uno mismo. Bueno, ¿en qué iba? Ah,
ya: “todo será un eterno soliloquio que nadie soportará, sólo los de corazón valiente la
escucharán, sólo ellos se atreverán, pero sólo aquel que encuentre, con sinceridad, la
-¿Pum?
cuando intenté callar para comer no me pude detener, luego llegó la hora de dormir y
tampoco me pude detener. Me dio tanto susto que quise llorar, pero en lugar de eso reí
llamaba bosque de las “T” porque sus árboles parecen unas T, pero después cambió su
nombre a bosque de los susurros, todo por mí y desde entonces he estado esperando un
valiente que encuentre la palabra más rara del mundo. ¿Tú serás? ¿Me ayudarás? O sólo
estás perdido y quieres salir. Dime que eres un valiente y me ayudarás a regresar a mi
-Lo intentaré.
-¿Lo intentarás? Cómo lo harás, porque muchos chicos lo han intentado, incluso
-Pues no. Como nadie sabe que yo existo, los que vienen sólo traen comida que
no puedo comer, me regocijo con tan sólo olerla y recordar el sabor de las fresas, la
odiaba las cosas ácidas? Ahora daría todo por probar tan sólo un sorbo de limonada, n i
Entonces tomé el diccionario que recordé había dejado en uno de los bolsillos del
maletín y no lo saqué la noche anterior, busqué palabras mientras María de los Angeles
continuaba hablando de comida y de su abuela que le había dado alguna vez un consejo
-Si, empecemos. Me encantan los principios porque tienen todo por hacerse,
-¡Alegorización!
-¡orgíaco!
-…cómo cuando te vi esta noche, dije, me le voy a acercar a ese niño…
-¡eufemismo!
-…y mira lo bien que resultó, por lo menos tuve alguien con quién charlar…
-¡lominhiesto!
-¡maharajá!
-¡nemine discrepante!
-¡pínula!
Nos pasamos la noche entera en esas, yo diciendo palabras extrañas que encontraba en
el diccionario y ella hable que hable de todas las babosadas que pasaban por su cabeza.
Al llegar el día me quedé dormido sin siquiera darme cuenta, cuando me desperté el sol
se encontraba en su punto más alto, asustado miré a mi alrededor pues dudaba si todo
había sido verdad o un sueño. Supe que era real porque escuché el zumbido de su voz
misma había encendido. La verdad, me entristeció verla llegar así, tan diligente, tan
trabajadora, a sabiendas de que cualquier cosa que cocinara ella no lo podría comer.
Seguro, que mientras yo dormía, ella veló mi sueño contándome alguna anécdota de la
que nunca me enteré, en realidad sentí lástima, debía ser muy difícil soportar un
-…si, si las bayas hoy están muy grandes, hace días que no cogía ninguna. Es
que hacía días nadie venía por aquí, ¿verdad que he estado muy sola? Si, es cierto. Ah,
hola, buenos días dormilón, ya despertaste. Te hice el desayuno, espero que te gusten
las bayas del bosque, no tengo idea a qué saben, pero al menos no te morirás de
hambre..
Jamás. Además tú hiciste algo que muy pocos hacen, te quedaste aún después que se te
agotaron las palabras que sacaste del diccionario, noté que inventaste algunas.
-Si, no me rendiré.
-Qué bueno, porque sí necesito un valiente que no se rinda, eso es lo mejor que
Continuamos en la misma tónica por dos días más con sus respectivas noches, ella hable
-¡Cañafístula!
-¡Ay, ya cállate, cállate! No soporto más. Por favor guarda silencio, ¡si nunca te
-¿Qué dijiste?
Fue así como sucedió. El silencio llegó. Silencio absoluto, sólo el susurro de los árboles
y nosotros dos parados en medio del bosque. Nos miramos y ella, por primera vez
lloraba de verdad, de sus lágrimas vi salir una luz que se extendió por todo su cuerpo.
Eso fue lo que pasó, ¡lo juro!, pero nadie me cree. Ahora estoy aquí en mi cuarto,
castigado hasta que llegue el nuevo milenio por haberme arriesgado a entrar al bosque
de los susurros y provocarle un susto de muerte a mis padres. Lo ún ico que me consuela
es saber que ahora todos en la escuela me consideran valiente; aunque, todavía me dan