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Moderación y Traducción
Gerald & Tessa
Diseño
Tolola
Staff
Contenido
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Epílogo
Epílogo Extendido
Sobre la autora
Recientemente fui despedida de mi trabajo y traicionada por mi
novio.
Era un nuevo fondo para mí.
Una aventura de una noche con un extraño arrogante era justo lo
que necesitaba.
No sabía que era un famoso atleta de snowboard o que me daría el
mejor sexo de mi vida.
Ni siquiera se suponía que lo vería de nuevo.
El destino tenía otros planes.
Pisoteo para remover la nieve de mis botas Sorel color marrón con
negro antes de entrar en The Pines centro turístico para esquiar. Recorro
con la mirada el impresionante edificio con los pisos de madera y las
paredes de roca. El candelabro circular hecho de metal que cuelga por
encima de la zona de descanso junto a la chimenea de piedra. Solo son las
cinco y media, pero el sol ya se ocultó y en cada rincón hay grupos de
turistas en trajes para la nieve que acaban de regresar.
—¿Algunas vez te has quedado aquí? —pregunta Tucker,
arrastrando nuestras maletas detrás de él. Dado que estoy embarazada, es
como si pensara que soy incapaz de levantar un dedo. Es molestamente
adorable.
—No. Craig y Andrew quieren hacer snowboard y aparentemente, la
cabaña está demasiado lejos. —Mis hermanos se quejaron sobre lo mucho
que toma llegar desde The Pines hasta la cabaña que rentamos en las
orillas de River’s Edge el año pasado, así que mis padres nos reservaron
habitaciones aquí durante los primeros días.
—Es agradable —dice, dirigiéndose hacia la recepción, las ruedas de
nuestras maletas haciendo eco en las paredes.
—Esa es una subestimación —digo, apretando la cola de caballo
desordenada en la parte superior de mi cabeza. Mi cabello ahora es tan
espeso que ni siquiera intento domarlo. Deben ser las vitaminas
prenatales.
—¿Qué vamos a hacer?
—¿A qué te refieres?
—Me refiero a que no puedes hacer snowboard embarazada. —Tuck
hace una pausa—. Espera, ¿puedes hacerlo? —pregunta, cuestionando su
suposición inicial.
—No. —Me río—. Bueno, supongo que podría —corrijo—, pero no
quiero arriesgarme.
—¿Eso significa que emborracharse está fuera de discusión? —
bromea, señalando hacia el bar del hotel al otro lado del vestíbulo. Pongo
mis ojos en blanco y sigo su mirada, a punto de darle una respuesta
sarcástica, pero la sonrisa desaparece de mi rostro.
—¿Mollie? ¿Qué sucede? —pregunta Tuck, frunce las cejas mientras
busca en el bar por cualquiera que sea la causa del cambio en mi
comportamiento. Me quedo congelada por medio segundo, mirando a
Camden mientras posa para una foto con un grupo de chicas. Aunque no
sonríe. Parece como si prefiriera estar en cualquier lugar excepto aquí. Tan
pronto como terminan, las deja con apenas un asentimiento de
reconocimiento. Si no fuera por los tatuajes en su garganta que puedo
distinguir desde aquí, podría pensar que no se trata de él.
El Cam que conocía, aunque solo por cinco minutos, era feliz,
divertido y más brillante que el sol. Este tipo luce miserable. Estoy perdida
en mis pensamientos y no me doy cuenta de que estoy mirándolo fijamente
hasta que es demasiado tarde. Se detiene en su caminata como si me
sintiera, sus ojos fijos en los míos. Me giro rápidamente, jalando mi
chaleco gris oscuro para cerrarlo. Estoy vistiendo una camiseta negra floja
de manga larga y ajustados pantalones para yoga color negro, mayormente
porque es lo único que se me queda cómodo, pero en este momento, estoy
agradecida de haber elegido algo que pudiera disimular mi estómago.
—¿Podemos pedir la llave de la habitación? —pregunto por un
extremo de mi boca mientras intento cubrir el costado de mi rostro con mi
cola de caballo. Tuck luce preocupado, pero actúa rápidamente,
acercándose a la recepción y luego entregándome el pequeño sobre con la
llave de plástico para la habitación en el interior. Tuck me lleva hacia el
ascensor con una mano en mi espalda baja.
—Nuestras maletas...
—Ellos las subirán. Les dije que no te estabas sintiendo bien y que
necesitábamos apurarnos.
Asiento, agradecida por su rápido pensamiento.
Casi estamos en los ascensores cuando cedo a la urgencia de mirar
atrás e inmediatamente deseo no haberlo hecho. Está parado en la mitad
del vestíbulo, mirándome directamente. Tiene los brazos cruzados y la
mirada en su rostro es algo entre perpleja y ligeramente molesta.
¿Puede ver que estoy embarazada? ¿Por qué me está mirando de esa
manera? Para ser honesta, me sorprende que siquiera me reconozca.
¿Cuántas chicas ha habido antes y después de mí? Pero a menos que le
guste tener concursos de miradas enojadas con extraños, definitivamente
me reconoce.
El ascensor suena, señalando su llegada y giro mi atención de vuelta
hacia este. Tucker me lleva hacia el interior y presiona el botón para el
octavo piso.
—¿Quieres decirme lo que acaba de suceder? —pregunta con una
mirada impaciente.
—Lo vi.
—¿Lo viste, a él?
Asiento, paseando en el ascensor. ¿Por qué está aquí? Sutton juró
que no lo estaría. Repentinamente siento calor, mucho calor y no de una
buena manera. Mi estómago se retuerce por los nervios.
—Pensé que estaba en Aspen —dice Tuck, confundido.
—Sí, bueno, no lo está —digo cortante. No era mi intención, pero
siento que estoy a punto de vomitar y no lo he hecho desde que comencé
mi segundo trimestre. Las puertas del ascensor se abren y Tucker indica el
camino. Caminamos en silencio, Tucker sabiendo que lo mejor es dejarme
pensar en mis cosas por mí misma y tranquilizarme antes de que intente
hablar conmigo.
Una vez que estamos dentro de nuestra habitación, me siento en
una de las camas grandes con postes de madera, mientras Tucker saca el
control remoto del vestidor y revisa la guía de canales. Unos cuantos
minutos pasan y hay un golpe en la puerta. Muevo mi cabeza rápidamente
hacia Tucker.
—Relájate —dice, sabiendo exactamente lo que estoy pensando—.
Son nuestras maletas. ¿Recuerdas?
Oh. Duh.
Un hombre de mediana edad en una camiseta polo que tiene el logo
de The Pines arrastra nuestro equipaje al interior. Tucker le da una
propina mientras reviso mi bolso, buscando mi teléfono. Le mando un
mensaje de texto a Sutton, diciéndole que voy a patearle el trasero y luego
reviso el grupo de chat de mi familia.
Mamá: Cena en el buffet de Pine Top. 6 PM. Piso superior. Vístanse
bien.
Craig: Pero realmente quería ponerme mi top recortado.
Andrew: Teléfono nuevo. ¿Quién eres?
Craig: Mi malteada trae a todos los chicos al patio.
Mamá: Son ambos unos idiotas.
Mamá: ¿Dónde está Mollie?
Craig: Probablemente embarazada en algún lugar.
Mamá: Gracioso.
A pesar de mi inminente colapso, me río y les aviso que ahí
estaremos. Me refresco en el baño y arreglo mi cabello, pero no me cambio
de ropa. Cuando salgo, Tucker está parado fuera de la puerta, mirando su
teléfono mientras espera por mí. Me muestra una sonrisa tranquilizadora y
luego nos vamos camino hacia el buffet.
La cena sirve como una buena distracción, entre las payasadas de
mis hermanos y la plétora de comida deliciosa. Todos hacen planes para
levantarse temprano mañana: mis hermanos para hacer snowboard y mis
padres para esquiar. Decido ir de compras al centro comercial exterior
justo junto al centro turístico.
Nos besamos y abrazamos para despedirnos y entonces Tuck y yo
nos dirigimos de regreso hacia nuestra habitación. Estamos en camas
separadas, algo en lo que insistí desde hace un par de meses. Ya no hemos
tenido sexo desde antes de que me enrollara con Cam, pero ahora incluso
dormir en la misma cama se siente incorrecto. Desdibuja la línea y en este
momento, los límites son nuestros amigos. Sería tan fácil meterme en su
cama, en sus brazos y aceptar el consuelo que mi mejor amigo tiene para
ofrecerme, pero sé que no debo hacerlo. Eso sería egoísta, sabiendo que
todavía tiene sentimientos hacia mí en algunos niveles.
—¿Molls? —pregunta Tucker después de algunos minutos, su voz
baja y adormilada.
—¿Sí?
—Todo estará bien.
Sonrío en la oscuridad.
—Gracias, Tuck.
—Despierta, idiota. Es hora de enseñar a los privilegiados —dice
Cord, lanzándome mis botas de nieve. Me curvo sobre la cama,
aferrándome a mi estómago mientras las botas apenas si evitan mis bolas.
—Vete a la mierda —gruño, moviendo la almohada sobre mi cabeza.
Me estiró y siento un pinchazo en mi rodilla que me recuerda exactamente
por qué estoy en esta posición para empezar, no que necesite el
recordatorio. Pienso en ese día, veinticuatro-siete y en lo que podría haber
hecho diferente.
Ni siquiera me lastimé haciendo snowboarding, por el amor de Dios.
Estaba en mi patineta, intentando deslizarme por una barra cuando
inesperadamente me atoré en otro movimiento. Mi peso estaba distribuido
para deslizamiento, dejándome sin oportunidad de rescatarlo. Y así fue
como me desgarré mi ligamento cruzado anterior, también conocido como
la peor pesadilla de cualquier atleta.
Tuve una cirugía algunos meses atrás y en lugar de hacer todo en mi
poder para sanar, estuve cayendo en espiral hacia el infierno. No me ponía
mi rodillera, nunca fui a terapia física y si acaso salía de mi casa, era para
volverme agresivo y la mayor parte de las veces, terminaba embriagándome
y metiéndome en peleas de bar. Si eso no fue suficiente, todos mis
patrocinadores abandonaron mi trasero como a un saco de papas. Aunque
no los culpo, estaban enfermos de mi mierda. No podía competir y no
estaba tomándome en serio la recuperación. Era la peor pesadilla para un
director de relaciones públicas.
Tuve mi llamada de atención cuando Cordell renunció a Aspen
porque tuvo miedo de dejarme solo. Yo, un hombre adulto, ni siquiera
podían dejarme solo. Era todo un nuevo nivel de jodido, incluso para mí.
No me importaba fastidiar mi propia vida, pero no quería arrastrar a mi
hermano conmigo.
Lentamente, dejé de emborracharme hasta la inconciencia, comencé
a ir a terapia física y en el último mes, tomé un trabajo como instructor de
la escuela de esquí del centro turístico. Soy capaz de montar, pero no estoy
cerca de estar listo para los X Games. Así que por ahora, dedicaré mi
tiempo en el gimnasio y me ejercitaré en algunas pendientes pequeñas,
enseñándole a esquiar y a hacer snowboarding a un montón de niños de
siete a ocho años.
La mayoría de los días, estoy bien con cómo ha cambiado mi vida.
Desearía haber mantenido mi trasero fuera de esa patineta, pero podría
ser peor. Suficientemente sorprendente, trabajar con los mini idiotas ha
hecho maravillas con mi actitud y mi humor en general. Pero ayer
simplemente fue otro de esos días en donde me sentí como un fracaso que
perdió su oportunidad en la carrera de sus sueños.
Entonces, la vi. A Mollie Mabey. La chica con la que me enredé justo
antes de lastimarme. También se veía bien. Pero entonces me notó y actuó
como si no tuviera idea de quién soy. Tal vez tuvo algo que ver con el
hecho de que su novio estaba con ella. ¿Pensaba que iba a hacer una
escena porque estuvimos juntos una noche? A la mierda si lo sabía. Ya
estaba de un humor amargado y que me mirara como si fuera el perdedor
con quien cometió el error de relacionarse durante las vacaciones de
verano, no ayudó a mejorar mi humor.
Podía elegir a cualquier chica en esta montaña cuando me
encontraba en la plenitud de la vida. ¿Y se avergonzaba de mí? A la mierda
eso. Demonios, todavía puedo elegir. A las chicas les encantan los atletas y
¿uno lesionado? Incluso mejor. Tienen este instinto innato por ayudar y
cuidarlos hasta que sanen. Es como si esa mierda estuviera en su ADN.
Levanto la mirada hacia el techo y veo la hora brillando en azul en el
proyector de mi reloj de alarma. Ocho treinta y ocho. Tengo veintidós
minutos para vestirme y estar en la montaña. Me froto el rostro con mis
manos, intentando sacudirme el sueño y hago una nota mental para
afeitarme. Me permití estar un poco más desaliñado de lo que
normalmente estoy.
Me pongo mis pantalones de nieve y chaqueta con el logo de The
Pines, tomo mi tabla, mis gafas protectoras, gorro y guantes y me dirijo
hacia la puerta. Pongo mi tabla en la repisa sobre el techo de mi WRX azul
cobalto y entonces me voy. Una vez que me estaciono en el garaje del
centro turístico, tomo mis cosas y voy hacia el ascensor. Esta es mi parte
favorita. La subida a la montaña. El aire fresco y tranquilo. La calma antes
de la tormenta.
Una vez que estoy en la cima, recojo los aros y conectores de puntas
para los esquíes de los niños y camino a través de la nieve.
—¡Camden! —chilla una pequeña voz y me giro justo a tiempo para
ver a Emersyn dirigiéndose rápidamente hacia mí. Me taclea por las
rodillas y ambos caemos. Es algo bueno que tengamos nieve nueva hoy o
hubiera sido un gran dolor para mi coxis. Me rio, enderezando mi gorro
que se movió durante la caída y ella utiliza sus manos cubiertas por
guantes para apartar el cabello rubio de su rostro. Mejillas sonrojadas y
boca sin dientes me sonríen.
Emersyn podría tener siete años, pero ya puedo decir que va a ser
una atleta de snowboard de por vida. Cuando llegó a mí por primera vez, la
hice que comenzara con esquí. Los niños generalmente lo hacen mejor
aprendiendo de esa manera primero. Fue natural, así que hablé con sus
padres sobre ponerla en el snowboard. La niña malditamente lo ama. Y
ahora está avanzando enormemente. Que es por lo que estuve de acuerdo
cuando sus padres me pidieron si podía darle lecciones privadas.
—¿Qué pasa, Mini Trituradora? —pregunto, tomándola de las axilas
y levantándola para ponerla de pie.
—No mucho. —Se encoge de hombros—. ¿Podemos intentar hoy con
la caja? —pregunta, aplaudiendo sus manos.
—Nooo —digo arrastrando la palabra—.Vas a trabajar en cortar y
hacer que tus brincos sean lindos y limpios junto con los demás niños.
Haremos algunos trucos durante tus lecciones privadas. ¿Trato?
—Trato —dice lastimosamente.
La mayoría de los niños en mi clase tienen habilidades bastante
sólidas. Al principio, tuve que deshacerme de los chicos que realmente no
querían estar ahí. Generalmente, los padres los llevan para así poder
tomar algunas fotografías y presumir al respecto en las redes sociales.
Esos chicos no estaban listos y tuve que explicarles a los padres que
forzarlos en este momento resultaría en un miedo que potencialmente
podría arruinarles el querer hacer snowboard o esquiar por el resto de sus
vidas. Ahora, me quedé con un buen grupo de niños que tienen un amor
genuino por la montaña y deseos de aprender.
El resto de mi grupo está reunido junto a los conos que he
acomodado y camino hacia allá para comenzar la clase. Ayudo a Emerson
a caminar por la nieve guiándola con ayuda de su capucha. La niña es una
bestia haciendo snowboard. ¿Pero caminando sobre sus pies? No lo es
tanto. Especialmente cuando hay botas de nieve involucradas.
—Muy bien, chicos y chicas, pónganse sus cascos. Vamos a hacer
algunos ejercicios y luego nos moveremos hacia nuevas habilidades.
1
Tweedledee y Tweedledum: son personajes del cuento A través del espejo y lo que
Alicia encontró allí de Lewis Carroll y de una canción de cuna inglesa anónima. Los
nombres fueron tomados de un poema de John Byrom y parece que provienen del hecho
de enredar con los dedos o agitarlos sin ningún sentido práctico (tweedle).
generalmente eso no se hace, pero no soy una de esas mujeres. Creo que
es dulce. Aunque pregúntame de nuevo cuando un extraño lo intente y
puede que responda de manera diferente.
Ni siquiera veo cuando sucede, pero Adrian está de rodillas frente a
mí en un instante, añadiendo su mano a la mezcla. Tengo tres pares de
mano en mi cuerpo, dos de ellos pertenecientes a extraños. Esta es la
mayor acción que he tenido en meses.
—¿De cuánto estás? —pregunta Briar—. Si Sutton no hubiera
comenzado a frotarte como una Bola 8 Mágica, ni siquiera lo hubiera
sabido. Eres tan pequeña.
—Como veinte semanas. Ahora es cuando realmente comenzaré a
ganar peso o eso es lo que escuché. —Se siente bien hablar de esto con la
gente que no me conocen bien o a mi situación. Simplemente tiene
genuina curiosidad y emoción. Los bebés tienen una manera de hacer eso
con la gente.
Briar es la primera en retroceder y Sutton es la siguiente. Adrian
permanece, tomando mi protuberancia como si fuera una pelota de
básquetbol.
—Estoy extrañamente excitado en este momento, no voy a mentir.
La habitación se queda en completo silencio, todos mirándose entre
ellos, cada expresión una variación de ¿realmente acaba de decir eso?
—¿Qué? —pregunta Adrian, mirando a su alrededor, genuinamente
confundido.
Soy la primera en romper el silencio, incapaz de mantener la
carcajada contenida. Dare resopla una risa y como en un efecto dominó,
todos los demás le siguen después.
Justo entonces, escucho que la puerta principal se abre. Sucede en
cámara lenta, la forma en que giro mi cabeza ante el sonido, solo para ver
a una mano tatuada dejando caer un juego de llaves y dichas llaves
chocando contra el piso de madera. La forma en que la sonrisa desaparece
de mi rostro y la forma en que esa breve sensación feliz y despreocupada
se convierte en terror.
Porque Cam está en la puerta, mirando directamente hacia mi
estómago embarazado y las manos de Adrian están por todos lados sobre
él.
—¿Quién es la embarazada? —dice un chico que luce muy parecido
a Cam desde detrás de su hombro, mientras mastica lo que parece ser un
palito de pan. En ese momento me doy cuenta de que es su hermano y que
estuvo en el bar esa noche. Esa debe ser la razón por la que Dare me
resultó conocido.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —grita Cam, sus ojos duros
de una forma en que nunca antes había visto en él.
—Lo siento —digo suavemente—. Iba a decírtelo.
Una vez más, la habitación se queda en silencio, todos visiblemente
confundidos, incluida yo, pero sin saber que algo significativo está
sucediendo.
—Muy bien —dice Briar arrastrando las palabras, jalando la parte de
atrás de la sudadera de un desconcertado Adrian para levantarlo—. Esa es
nuestra señal para irnos.
El chico detrás de Cam se mueve para rodearlo, con una caja de
pizza en un brazo y todos se van para subir las escaleras, excepto Sutton,
quien se queda atrás por un minuto.
—No lo sabía —dice, de manera sincera, sus ojos rogándome que le
crea—. Lo juro.
—Está bien —le digo, porque este momento ha estado viniendo
desde hace mucho. Podría ser un poco más dramático de lo que me
hubiera gustado, pero de cualquier manera tenía que pasar.
Una vez que nos dejan a solas, Cam patea la puerta para cerrarla
detrás de él y camina hacia el refrigerador para tomar una cerveza.
Extrañamente, me pregunto qué tan cercana es su amistad con estas
personas. Obviamente está lo suficientemente cómodo para entrar sin
tocar la puerta y asaltar el refrigerador de Dare. ¿Cuáles eran las
posibilidades? ¿Y por qué a mí?
—Quería contártelo —digo de nuevo, sin tener idea de por dónde
comenzar.
—No creo que haya algo que decirse, realmente —dice con un
encogimiento de hombros.
Frunzo el ceño confundida.
—¿Puedes dejar que te lo explique?
—¿Qué hay que explicar? Me dejaste besarte estando embarazada.
Ahora, no soy el maldito policía de la moral, pero me parece un poco jodido
besar a otro hombre cuando estás embarazada, incluso para mí. Estoy
seguro de que tu novio lo super aprecia.
¿Qué? ¿Eso es lo que piensa? ¿Que es de Tucker?
—Cam... —intento de nuevo, pero me interrumpe.
—Y no solo me lo ocultaste, sino que entro para encontrar las manos
de mi amigo encima de ti. Solo dime, ¿a cuántos chicos les dejaste tener
un pedazo de esa pastel, Mollie Mabey?
No puedo comenzar a explicar el enojo que ondea dentro de mí. En el
poco tiempo que he pasado con él, he visto a un Cam divertido y
arrogante, he visto a un Cam temperamental y cauteloso, pero nunca he
visto este lado malvado.
—No sabes de qué demonios estás hablando —digo furiosa, pasando
junto a él para tomar mi suéter y cosas del perchero—. ¡Sutton! —grito—.
Estaré en el auto.
Mollie sale de la casa, dando un portazo detrás de ella. Increíble.
¿Cómo no me di cuenta antes? Pienso en las pocas veces que me encontré
con ella, y siempre tenía una chaqueta o una camisa suelta para camuflar
su estómago. Pienso en cómo siempre parecía colocar su bolso delante de
ella, y cómo reaccionó de la manera en que lo hizo en el vestíbulo.
Pero, ¿por qué? ¿Por qué le importaba lo que yo pensara?
La amiga de Mollie baja las escaleras detrás de ella y se detiene
frente a mí, colocando sus puños en sus caderas.
—Mollie y tú se acostaron como hace cuatro meses, ¿verdad?
Asiento para confirmarlo, mientras un sentimiento de hundimiento
me golpea las tripas.
—Raro, porque está embarazada de cuatro meses —dice, con el
sarcasmo goteando de cada palabra—. Haz los cálculos, imbécil. Es tuyo.
Me quedo aquí, sintiendo que el color se drena de mi rostro. Y
entonces ella pasa a mi lado, también, mirándome por encima del hombro
cuando sale.
Maldición. Maldición. Maldición. El condón. Se salió dentro de ella,
pero dijo que estaba tomando anticonceptivos. Recuerdo haber
preguntado, específicamente. ¿Y ahora me lo dice? ¿Cuánto tiempo habría
esperado si no me hubiera enterado sin querer? Nunca intercambiamos
números, pero ella sabe mi nombre. Claramente conoce a mis malditos
amigos. Localizarme sería algo obvio. ¿Me lo habría dicho? ¿Habría sabido
alguna vez que soy padre de un niño? ¿Incluso es mi hijo? Tantos
pensamientos me bombardean a la vez, y caigo en el escalón inferior, con
la cabeza entre las manos.
Escucho a alguien bajar las escaleras un momento después, y luego
Cord se deja caer a mi lado.
—¿Dice la verdad? —pregunta, probablemente habiendo espiado
todo el asunto.
Me quedo sin aliento, frotándome la barba.
—Creo que sí —admito. No puedo estar seguro, y apenas conozco a
la chica, pero mi instinto me dice que no mentiría sobre algo así.
—Entonces, ¿qué mierda estás haciendo? Ve —dice Cordell,
indicando con su barbilla hacia la puerta de entrada. Mierda. Tiene razón.
Al menos, tenemos que hablar.
—¿Estarás bien? —le pregunto desde donde estoy.
—Conseguiré que me lleven de vuelta. Puede que incluso me quede
aquí esta noche.
Me despido, recupero mis llaves olvidadas en el piso, y luego me
arrastro a través de la nieve de vuelta a The Pines.
2 Juego de palabras, Cam cambia la T de Tucker por la F formando Fucker, que en inglés
significa "imbécil", "maldito" entre otros insultos.
—Estoy bien. —Asiente con la cabeza, pero sus ojos aún están sobre
mí—. ¿Puedes darnos un minuto?
—Claro —dice, recogiendo una llave del recibidor—. Iré a la
habitación de tus hermanos. Llámame si necesitas algo.
—Gracias. Lo haré.
Lo observo hasta que sale por la puerta, y luego Mollie pasa a mi
lado para sentarse en la cama. Es aún más hermosa embarazada, su
vientre hinchado con mi hijo y sus labios hinchados por mi beso.
—Lo siento por haber sido tan brusco —digo honestamente, todavía
tratando de asimilar todo—. ¿Podemos empezar desde el principio? ¿Cómo
sucedió esto?
Mollie respira profundamente, metiendo su cabello castaño oscuro
detrás de su oreja.
—Como sabes, tuvimos lo que me gusta llamar El Incidente del
Condón. Pero, pensé que estábamos bien. Estaba tomando anticonceptivos
—dice, corroborando mi recuerdo de cómo se desarrollaron las cosas, y
asiento para que continúe—. Bueno, entonces mi período se retrasó. Y a
veces eso sucede, así que no me asusté de inmediato. Pero luego nunca
llegó. Pedí una cita, y cuando mi médico me dijo que estaba embarazada,
le dije que era una mentirosa. —Se ríe, pero le falta humor, y luego se pasa
el pulgar por debajo del ojo para secarse una lágrima—. Le conté la
situación, y me preguntó si había estado tomando algún antibiótico. Y ahí
fue cuando me di cuenta. Estaba superando la faringitis estreptocócica
cuando nos conocimos, y todavía tomaba antibióticos.
—¿Y? —pregunto, no estoy seguro de cómo encaja eso en nada—. Y,
los antibióticos pueden interferir con el control de la natalidad.
Me rasco la nuca y me siento en la cama de enfrente, con las rodillas
casi tocándose.
—Quería decirte. Tantas veces. Pero tenía miedo. Ni siquiera yo lo
pude manejar, así que no podía esperar que reaccionaras bien. Te busqué
en Internet y empecé a escribirte varias veces, pero nada sonaba bien.
¿Cómo le dices a alguien con quien te acotaste una noche que se
encuentra atado a ti para siempre? O por los próximos dieciocho años, por
lo menos.
—Todo eso tiene sentido, pero ¿por qué continuaste ocultándomelo
después de que nos viéramos en el vestíbulo?
—Sutton me dijo que estarías en Aspen para los X Games, y
entonces boom, ahí estabas. Entré en pánico. No estaba preparada. Quiero
decir, ¿cuántas mujeres intentan atrapar a los hombres? ¿Especialmente a
los atletas profesionales? ¿Me habrías creído siquiera?
—Lo habría hecho —digo, y me doy cuenta de que es la verdad—.
Solo estuvimos una noche juntos, pero te conozco lo suficiente para saber
que ese no es tu estilo.
—Debí haberte dado el beneficio de la duda.
—¿Y Tucker? —pregunto, no estoy completamente seguro de dónde
encaja en todo esto.
—Salimos... más o menos. Es más que nada un espectáculo para su
padre. Quiere que Tucker sea más responsable en otras áreas de su vida
antes de darle más responsabilidades en su firma. Eso no significa que no
hayamos dormido juntos, lo hicimos. Pero no hemos estado juntos de esa
manera desde antes de conocerte. Simplemente no me siento así por él.
Bueno, supongo que es un alivio, además de la parte en la que me
confiesa que se acostaron. Los dos permanecemos en silencio por un
minuto, sin saber qué más decir.
—Entonces, ¿qué significa esto para nosotros? —hago la única
pregunta que me queda.
—¿Qué quieres decir con nosotros?
—Quiero decir, ¿vas a ser mi chica, Mollie Mabey?
—¿Tu chica? —Se ríe—. No lo sé, Cam. Tú vives aquí. Yo vivo en San
Francisco. Ni siquiera nos conocemos.
—Entonces, vamos a conocernos para que podamos dejar de usar
esa maldita excusa. Escucha, he estado con muchas mujeres. Y me refiero
a muchas —enfatizo, pero Mollie arquea una ceja y levanta la mano para
detenerme.
—Lo entiendo.
—De todos modos —digo y luego me aclaro la garganta—. El punto
es que tuvimos química desde el principio. Tú eres la única chica que no
quería dejar a la mañana siguiente. Y cuando te vi en el vestíbulo, mi
reacción fue alegrarme de que hubieras vuelto. Y cuanto más tiempo paso
contigo, más te deseo.
Coloco mi palma en su rodilla expuesta, frotando en pequeños
círculos.
—Danos una oportunidad —digo, mi voz se espesa de lujuria con el
toque de su suave piel. Con una mirada a la forma en que su vestido ha
subido por sus muslos y la forma en que abraza su redondeado vientre.
—¿Cómo? —susurra.
—No lo sé. Iré los fines de semana y te cortejaré. Con insistencia.
Mollie se ríe, y decido que quiero oír más de eso. No más lágrimas.
—¿Harías eso? —pregunta dudosa—. Porque tengo que quedarme
allí. Mi médico está allí. Mi seguro está a punto de caducar. Tengo que
encontrar un puto trabajo de verdad —dice, poniendo los ojos en blanco,
enumerando las cosas con sus dedos.
—Probablemente trataré de convencerte de que vengas a vivir
conmigo a River's Edge cada vez que pueda —advierto—. Pero sí, lo haré. Y
te agregaré a mi seguro.
Subo una palma por sus muslos, y hago una pausa cuando cae
justo debajo de su vientre.
—¿Puedo tocarte? —pregunto, inclinando mi cabeza para
encontrarme con su mirada. Ella asiente sin decir palabra, y su aliento se
agita cuando hago contacto. Es más firme de lo que esperaba, una perfecta
barriguita de bebé. Es surrealista, saber que algo que salió de mí está
dentro de ella, que mis manos están tocando el resultado de nuestra noche
llena de diversión y sexo. No sé qué clase de hombre me hace el excitarme
ante la idea de crear un bebé en su interior, pero eso es exactamente lo
que está pasando.
—¿Sabes lo bueno de que estés embarazada? —pregunto, mi mano
metiéndose entre sus muslos, frotando su coño a través de su ropa.
—¿Qué? —pregunta, ya sin aliento.
—Puedo entrar dentro de ti, todo lo que quiera. —Y joder, quiero
hacerlo. Necesito hacerlo. Toda la noche, mientras ella me lo permita.
—No sé si es una buena idea —dice, pero cierra sus ojos en éxtasis,
y se mece ante mi toque.
—Creo que es la mejor idea que he tenido —respondo—, y creo que
tú también lo quieres.
Mollie separa más sus piernas, dándome un mejor acceso.
—¿Es eso un sí? —Deslizo mi mano por debajo de su ropa interior, a
través de sus labios ya mojados.
—Tu coño parece pensar eso.
¿Cómo llegamos aquí? Hace veinte minutos estaba llorando por Cam
y por cómo me trató, y ahora tiene su mano entre mis muslos mientras me
dice que quiere estar conmigo. Mi corazón me dice que tenga cuidado, mi
cabeza dice que es imposible, pero mi cuerpo... mi cuerpo me está gritando
que deje que Cam vuelva a mostrarme su magia. Porque esa noche con él
fue pura magia. Sé que deberíamos tomarlo con calma, pero, ¿qué sentido
tiene? Estoy embarazada de su hijo. El daño está hecho. Si voy a
acostarme con alguien, bien podría ser el padre de mi hijo no nacido. Cam
ve el momento en que me decido, y me acuesta suavemente en la cama. Mi
pulso está saltando en mi cuello, mis latidos son erráticos. Cam arrastra
dos dedos desde mi clavícula hasta mi escote antes de deslizar un lado de
mi vestido, abriéndolo, exponiendo uno de mis pechos a través de un fino
encaje negro. Cam también lo levanta y luego gira su pulgar alrededor de
la punta fruncida. Mis pezones están extremadamente sensibles
últimamente, y arqueo mi espalda ante su tacto, queriendo más.
—¿Te gusta? —pregunta, descubriendo el otro. Usando ambas
manos, me masajea los pezones con solo sus pulgares, y juro por mi vida
que me vendré de este modo si sigue así.
—Están más grande de lo que recuerdo —comenta antes de
sumergir la cabeza para llevarse uno a la boca—. Jodidamente hermoso.
Cam lo chupa, y mi cuerpo se estremece ante la sensación,
sintiéndola hasta el fondo.
—Sigue haciendo eso —insisto, sosteniendo la parte de atrás de su
cabeza contra mi pecho. Desliza sus manos por debajo de mi espalda y me
sujeta a él, dándose un festín conmigo como si fuera su última comida.
Alterna entre cada pecho, chupando, pellizcando y mordiendo, y no pasa
mucho tiempo antes de que yo amenace con explotar en sus brazos.
—Cam, creo…
—¿Crees que puedes venirte así? —pregunta, leyendo mi mente.
Asiento frenéticamente, sin querer que se detenga ni un segundo. Alcanzo
mi clítoris, pero él me quita la mano de encima.
—Sin trampas —dice con firmeza antes de volver al trabajo. Pellizca
un pezón mientras le da al otros largos y grueso golpes con la lengua, y
pronto, la estimulación llega a ser demasiado. Cierro mis piernas, el
corazón se me aprieta y mi cuerpo estalla en pinchazos a medida que me
vengo, largos y duros, temblando, incluso después de que haya terminado.
—Eso fue la cosa más sexy que he visto nunca —dice Cam,
tumbándome de nuevo y luego quitándome el vestido y las bragas. Mis
miembros se encuentran lánguidos, mis ojos pesados. Me siento drogada y
saciada. Pesada, pero de alguna manera liviana.
Cam se mueve por mi cuerpo, me da besos con la boca abierta en la
barriga antes de bajar más. Empuja mis rodillas hacia atrás y no pierde el
tiempo buceando entre ellas.
—Extrañaba este coño —murmura sobre mí. No hay lentos
preliminares. Me empuja de nuevo al éxtasis. Mis pezones se aprietan
mientras él golpea mi clítoris con su lengua, y luego lo succiona dentro de
su boca. Jadeo, mi espalda se levanta de la cama, y él se retira
abruptamente.
—Necesito estar dentro de ti. No puedo esperar más.
Cam se quita la sudadera y la camisa con un rápido movimiento, y
luego se quita los vaqueros por los musculosos muslos. Baja su hermoso y
colorido cuerpo entintado hasta el mío, y luego empuja su enorme y
gruesa polla, buscando la entrada.
—Ábrete para mí, Mollie —gruñe, penetrándome. Cam me agarra las
rodillas y las empuja hacia mi pecho mientras comienza a deslizarse hacia
adentro y hacia afuera. Observo la forma en que los músculos de sus
brazos se flexionan y la forma en que las venas se tensan en su cuello
mientras controla mis movimientos con sus manos ahora en mis caderas.
Esta vez es diferente. Todo es hipersensible. Normalmente no alcanzo el
orgasmo con solo la penetración, pero él acaba de provocarme uno con
solo tocar mis pezones, así que todo es posible.
Sus empujes van de agonizantemente lentos a rápidos y poderosos, y
tengo que abrir mis piernas, dejándolas caer a ambos lados de él.
—Puedo oír lo mojada que estás —dice, y sus ojos siguen el sonido,
fijándose en el lugar donde nos encontramos unidos. Me mira fijamente la
barriga y empiezo a sentirme cohibida por ello mientras sus movimientos
se hacen más lentos. Pero entonces, coloca las palmas de las manos en mi
estómago y me lo frota con reverencia, con ojos maravillados.
—No puedo contenerme —dice, con pesar en su tono—. Tengo que
venirme.No puedo hablar, así que asiento, la desesperación en mis ojos
diciéndole que yo también estoy allí. Se posa sobre sus antebrazos, su
agitada respiración calienta mi cuello. Me acaricia, y siento que su barba
me roza el cuello, el hombro y la clavícula mientras se desliza sobre mí.
Nuestra piel resbaladiza se desliza una contra otra, y me aferro a su
musculosa espalda, clavando mis uñas para hacer palanca.
Cuando mi orgasmo llega, es más poderoso que el anterior, más poderoso
que cualquiera de los anteriores. Como si nadie hubiera estado tan dentro
de mí. Literalmente, y tal vez incluso figurativamente. Es casi doloroso lo
duro que me vengo, parece ser que aprieto infinitamente y me contraigo
sin cesar a su alrededor.
—Maldición, sí, Mollie. Sácamela.
Y luego siento que se derrama sobre mí mientras se estremece y se
sacude. Pulsa dentro de mí, y no hace ningún movimiento para alejarse.
Está muerto, con un peso sudoroso encima de mí. Estoy atrapada debajo
de noventa kilos de carne y músculo tatuado, pero nunca me he sentido
más segura en mi vida. Cam desplaza su peso ligeramente, como si
pudiera lastimar al bebé de alguna manera, y de repente siento ganas de
llorar. Otra vez.
Cam se retira para mirarme. Lleva la palma de su mano a un lado de
mi rostro y me acaricia la ceja con el pulgar. El ceño entre sus ojos se
profundiza, al notar mis ojos vidriosos, una vez más, pero no dice una
palabra. Porque creo que sabe que no es necesariamente un llanto de
tristeza. Y tal vez... solo tal vez... está sintiendo algo similar.
—¿Vamos a tener un niño o una niña? —pregunta Cam, rompiendo
el silencio.
—No lo sé —admito—. Mi ecografía es la próxima semana. Revisan el
corazón, el cerebro, la columna vertebral y otras cosas también.
—Te acompaño —dice con naturalidad—. ¿Qué prefieres?
—Que sea sano —digo, encogiéndome de un hombro—. Eso estaría
bien. —Pasé las primeras semanas deseando que el test estuviera de
alguna manera equivocado. Luego, en mi primera ecografía, me enamoré y
sentí por primera vez la culpa de madre por haber deseado que se fuera.
Pasé de esperar que no fuera cierto a estar muerta de miedo de que algo,
como un aborto, sucediera y me quitara a este bebé. Es curioso cómo
funciona esto.
Cam está callado, probablemente sin haber considerado el hecho de
que algo podría salir mal, y me siento culpable por haberle metido ese
pensamiento en la cabeza.
—He estado llamándolo o llamándola Piña —admito, con la
esperanza de distraerlo de la forma en que sus pensamientos deben estar
yendo.
—Piña, ¿eh? —Esboza una media sonrisa.
—Sí, Piña. —Esta ciudad está llena de ellas.
—Piña —repite, dando vueltas la palabra por su lengua—. Lo
entiendo. ¿Has pensado en nombres reales?
—Me gustan los nombres unisex —digo, pero luego me doy cuenta
de que él también tiene algo que decir ahora. No estoy acostumbrada a
tener que compartir este tipo de decisiones—. Quiero decir, si estás de
acuerdo con eso. ¿Tienes alguna idea?
—¿Considerando el hecho de que me enteré hace dos horas? —Se
ríe—. Ni una sola. Pero lo pensaré.
Finalmente sale de mí, su longitud semierecta se desliza de mi
cuerpo, y siento su ausencia como una extremidad perdida. No me gusta
lo que eso significa. No quiero necesitar a nadie, especialmente no tan
pronto. Me considero una realista. Sé que las probabilidades están en
nuestra contra. Y el hecho de estar atado a él en un futuro próximo hace
que sea una situación aún más difícil. No quiero hacer algo que afecte
negativamente a la vida de esta pequeña piña.
—Tus padres deben pensar que soy un maldito idiota. —Suspira,
deslizando sus manos por su cabello rubio oscuro.
—Bueno... —Me alejo, sin saber cómo decirle que creen que Tucker
es el padre.
—¿Qué? —pregunta Cam, rodando de costado para mirarme. Me
tapo con la sábana y ruedo hacia él.
—Ellos realmente no... ¿saben que existes? —Sueno avergonzada,
como una pregunta más que una declaración.
—¿Qué quieres decir? —Sus fosas nasales se ensanchan,
probablemente teniendo una idea de a dónde va esto.
—Creen que Tucker es mi novio, así que, naturalmente…
—Oh, sí, naturalmente —dice Cam, cada palabra llena de sarcasmo.
—No —advierto. No quiero que esto se convierta en una sesión de
golpear a Tucker—. Él no quiere ocupar tu lugar, Cam. Fue su idea de
sincerarse con nuestras familias después de las fiestas.
Controla su temperamento respirando hondo.
—Odio no haberlo sabido. No tenías que hacer esto sola, Mollie.
—Lo sé, y lo siento. Siempre me arrepentiré de no habértelo dicho.
Pero, ya que estás aquí, y lo sabes ahora —empiezo, tomando un aliento
fortificante—, ¿qué piensas sobre decírselos mañana por la noche en la
cena?
Los esperanzadores ojos azules se fijan en los míos.
—¿Estás segura?
—Sí —digo, y estoy segura—. Cuanto antes, mejor, ¿verdad?
—Estoy de acuerdo. Y cuanto antes entierre mi polla dentro de ti,
mejor, también —dice, tirando de mí encima de él—. Muéstrame lo que
tienes, mamá.
Después de despedir a Tucker cuando vino a llamar un par de horas
después, me quedé a pasar la noche con Mollie. Prácticamente dormí
dentro de ella toda la noche, si quieres ponerte técnico. Su familia se fue
de The Pines antes, así que la ayudé a empacar antes de que se llevaran
sus cosas a su cabaña habitual. Es Nochebuena y solemos pasarla con
Dare desde que nuestros padres se retiraron y se mudaron a Arizona para
alejarse del frío. Le dije a Cordell dónde estaría en cambio, y
sorprendentemente, ni siquiera me dieron mierda por ello. Mollie lo invitó,
pero quiero hacer esto solo.
Antes de que pueda llamar, Mollie abre la puerta, jalándome adentro
para escapar del frío.
—Feliz Nochebuena. —Sonríe y se ve extra feliz, considerando la
conversación que estamos a punto de tener.
—¿Quién le puso alcohol a tu ponche de huevo? —bromeo.
—Solo me siento aliviada. Independientemente de cómo reaccione
todo el mundo, me voy a quitar un gran peso de encima.
—Me lo imagino.
Mollie me guía a través del típico apartamento de alquiler para
vacaciones de River's Edge. Las paredes son siempre verdes o marrones, y
la decoración es casi siempre de osos o piñas. Este optó por los osos. Y
siempre hay una alfombra de piel de oso. Este lugar no es una excepción.
Mollie me lleva a través de la casa y a la cocina, donde se encuentran
todos sentados en la impresionante mesa de la cena que está repleta de
comida.
—Oigan todos, este es mi amigo, Camden. Camden, esta es mi
madre, Sarah, mi padre, Nick, y mis hermanos, Craig y Andrew. Conoces a
Tucker.
La mamá de Mollie me sonríe con cariño; su papá me mira con
cautela, evaluando, pero me saluda educadamente. Tucker parece estar
ligeramente molesto por mi presencia. Me doy un recordatorio mental de
no joder mis posibilidades con Mollie dándole una paliza.
—Oye, ¿eres amigo de Camden Hess? —Uno de los hermanos de
Mollie, no me preguntes cuál, indaga con la incredulidad escrita en su
cara.
—Encantado de conocerte, hombre —digo, agachándome para
estrechar su mano desde donde está sentado.
—¿Qué significa esto? —pregunta la madre de Mollie, con una
sonrisa confusa pero educada en su rostro.
—Significa que Mollie nos ha estado ocultando cosas —dice el otro
hermano.
—Es un snowboarder profesional —aclara Mollie, poniendo los ojos
en blanco—. Lo conocí cuando estuvimos aquí durante el verano.
—Y, sin embargo, ahora nos estamos enterando —dice uno de ellos,
cruzando los brazos sobre el pecho. Todavía no sé cuál es cuál, pero voy a
ir con Andrew.
—¡Yo ni siquiera sabía quién era él entonces! —exclama Mollie.
—Ya sabes lo que dicen —él dice—. Las excusas son como los
imbéciles...
—Ya basta, Andrew —advierte su madre. El de cabello oscuro es
Andrew. El de cabello claro es Craig. Ya lo tengo.
—Está bien, está bien, deja en paz al tipo —dice el padre de Mollie—.
¿Podemos comer ahora, o todavía estamos esperando que alguien más se
nos una? ¿El Príncipe de Gales, tal vez?
—Comamos —dice su madre, sacudiendo la cabeza—. Camden, por
favor, toma asiento.
—Sí, señora —digo, frotando mis palmas—. Esto se ve delicioso.
Gracias por invitarme.
—Estamos contentos de tenerte —insiste Sarah, y Mollie me da una
sonrisa secreta. Tal vez esto no sea tan malo.
La cena fue oficialmente un éxito. Para crédito de su familia, nadie
hizo ningún comentario de mierda, pasivo-agresivo, sobre mis tatuajes o
me formuló treinta y siete preguntas sobre cada uno y sobre cuánto me
dolieron. Después de que todos estuvimos llenos hasta el borde, ayudé a
Mollie y a sus hermanos a limpiar la mesa antes de que todos se sentaran
a jugar. Cuando Mollie dijo que querían jugar, me imaginé el maldito
Monopoly. No. Me sorprendió gratamente cuando Craig sacó Tarjetas
Contra la Humanidad.
Después de sentarnos durante unos incómodos cinco minutos con
Andrew tratando de explicarle el bukkake3 a su confundida y ligeramente
horrorizada madre, Mollie me apretó la rodilla y me hizo un gesto para que
la siguiera. Y así fue como terminamos tocándonos en el baño de abajo.
—No puedo evitarlo —dice Mollie, mordiéndome el labio
juguetonamente—. Ahora siempre estoy excitada. —Levanta su vestido
verde oscuro, revelando su suave coño, y me agarra la muñeca, tirando
hacia ella.
—¿Sin ropa interior?
—Se interpone en el camino —dice, y luego deja caer su cabeza
contra mi hombro mientras le meto dos dedos.
—Levanta la pierna —le instruyo—. Déjame ver ese bonito coño.
Obedece con un gemido, apoyando sus palmas contra el lavabo
detrás de ella antes de apoyar el talón derecho en el borde. Esta posición
deja todo ante mi vista, desde su coño apretado que se está tragando mis
dedos, pasando por su vientre redondeado, hasta sus perfectas tetas
hinchadas.
Incapaz de resistirme, aunque sé que toda su familia se encuentra
ahí fuera, me pongo de rodillas y entierro mi cara entre sus piernas. Tiro
del clítoris entre los dientes mientras continúo follándola con los dedos.
Otro gemido, este un poco demasiado fuerte, y sé que tengo que hacer esto
rápido. Saco los dedos, ignorando su quejido de protesta, y unto su
humedad en el estrecho anillo de su culo.
—Voy a follar este culo un día —le digo en voz baja—. Pero por
ahora, voy a usar mis dedos. Recuerdo lo mucho que te gustaba.
—Sí —respira, y luego llevo mi boca sobre ella otra vez. Deslizo mi
dedo medio dentro de su culo, y ella se estremece contra mi cara.
3
Bukkake, bukake o bucake es un género pornográfico y una práctica de sexo en grupo.
Anclando su muslo al lavabo con mi mano libre, chupo su clítoris dentro
de mi boca, batiendo con mi lengua. Meto y saco mi dedo dentro y fuera a
medida que su respiración se vuelve errática, y luego desliza el pie por el
saliente y me aprieta con sus muslos, manteniéndome en mi lugar a
medida que se va desmoronando.
—Jesús, maldición —digo mientras le siguen temblando los
muslos—. Eres hermosa.
Mollie me levanta y me besa la cara que huele a ella. Su vestido cae
de nuevo mientras me rodea el cuello con sus brazos. La levanto por las
caderas y la dejo caer de espaldas sobre la encimera. Sus piernas rodean
mi cintura, y estoy a punto de sacar mi polla cuando la puerta se abre y
entra la madre de Mollie.
Joder.
—¡Mollie! —jadea, y me muevo para enfrentarla, asegurándome de
proteger el cuerpo de Mollie en caso de que algo siga colgando.
—¿Qué? ¿Encontraste otra araña?... Querido Dios ¡Mis ojos! —grita
Andrew, atrayendo la atención de todos en un radio de quince kilómetros
—¡Mamá! ¡Fuera! —interviene Mollie.
—Tienes dos minutos para armar tu mentira y salir de aquí. —Da un
portazo y Mollie salta de la encimera.
—Oh Dios mío, oh Dios mío, oh Dios mío —divaga Mollie,
deambulando descalza sobre los azulejos del del baño.
—Relájate —le digo—. Tenemos que ver el lado positivo de esto.
—¡¿Positivo?! —grita—. No hay nada positivo en esta situación.
—Bueno, no estaba comiendo tu coño como si fuera el postre, para
empezar. Podría haber venido un par de segundos antes y haber echado
un vistazo. Además, planeábamos decírselo, de todas formas. Esta es una
forma de hacerlo.
—Oh Dios mío —dice otra vez. —Esto es real. Esto está sucediendo.
—Lo es, así que abróchate el cinturón, Florcita, y vamos a decirles la
verdad.
Mollie toma un aliento fortificante y abre la puerta.
Es hora de enfrentar la música.
Seis pares de ojos están sobre mí, cada uno con diferentes grados de
horror en ellos. Creo que Andrew quedó marcado de por vida.
—¿En qué estabas pensando, Mollie? —pregunta mi madre,
levantando las manos.
—Lo siento. No debimos haber hecho eso —le digo.
—¿Tú crees? —dice mi padre, como si le hubiera informado que el
homicidio es malo.
—¿Por qué no estás molesto por esto? —le pregunta Craig a Tucker,
quien parece que quiere fundirse en la pared y desaparecer.
—Yo... —Tucker se aleja, sin saber qué decir—. ¿Molls?
No sé cómo hacer esto, así que decido que arrancar la tirita es la
mejor manera de hacerlo.
—No estoy con Tucker —admito, y nadie parece sorprendido excepto
mis padres. Mis hermanos sonríen, como si lo supieran desde el principio.
—Nunca lo estuvimos —dice Tuck—. Lo siento. Los quiero como a
una familia, y no queríamos mentirles. Todo esto se salió de control. Mi
padre pensó que estábamos juntos, y empezó a darme clientes en el
trabajo, habló de hacerme socio en Hastings. Y entonces se hizo más difícil
confesar.
—Eso no tiene sentido, Tucker. ¿Por qué mentirnos?
—No quería que tuvieras un desliz con mis padres. Tenía que
parecer real. Y era real, en cierto modo. Al menos para mí. Esperaba que
Mollie terminara sintiendo lo mismo, pero nunca lo hizo. —Tucker me
dirige la última parte de la frase—. Nunca debimos haber salido juntos.
Somos mejores como amigos.
—Esto es una mierda. Me voy a la cama. Feliz Navidad, están todos
locos —dice mi padre, antes de subir las escaleras.
—Espera, papá —digo, antes de que el coraje me abandone
completamente—. Hay algo más.
—Jesucristo, Mollie. ¿Estás tratando de matar a tu viejo?
—Tucker no es el padre. Cam lo es.
Mi padre levanta las manos como diciendo por supuesto, lo es y luego
se va arriba, escondiéndose de los locos.
—Ustedes asumieron... —empiezo, pero mi mamá me interrumpe.
—¡Porque pensamos que era tu novio!
—Lo sé, lo sé. No sé qué decir, además de que lo siento.
Damos vueltas y vueltas hasta que todos bostezamos y vemos a
través de los párpados semicerrados. Mamá interroga a Cam, pero Andrew
y Craig se encuentran muy entusiasmados con el hecho de que
esencialmente estarán relacionados con él ahora. Tucker es el primero en
retirarse. Ofrece a irse, pero mi madre insiste en que se quede aquí. Sigue
siendo de la familia.
Puedo decir que ella no se siente a gusto con que Cam esté aquí,
pero honestamente, no estoy cómoda sin él ahora mismo. Solo tengo unos
pocos días más en River's Edge, y quiero conocerlo tanto como pueda.
Empaparme y ahogarme en él. Así que decido quedarme con Cam,
dejándola con la promesa de volver a casa a primera hora de la mañana,
siendo Navidad y todo eso.
Una vez que estamos de vuelta en su casa, estoy demasiado cansada
para funcionar, lo que resulta desafortunado para el caso de las bolas
azules que ha estado padeciendo desde el incidente del baño. Cam se
acurruca detrás de mí en su cama, rodeándome con un brazo.
—¿Por qué no estás en Aspen? —hago la pregunta que me ha estado
preocupando en el fondo de mi mente, pero que seguía posponiendo
porque había asuntos más urgentes. Cam exhala con fuerza.
—Me lesioné.
Sin esperar esa respuesta, me doy vuelta para enfrentarlo, nuestras
narices separadas por pulgadas.
—¿Qué paso?
—Fue justo después de conocerte. Me jodí la rodilla en mi patineta.
Como que arruinó cualquier esperanza de tener una carrera como atleta
profesional.
—Lo siento —digo en voz baja, sin saber qué decir—. ¿Estás
recuperado? —Debe estar algo recuperado si es instructor de snowboard.
—Mayormente —dice, deslizando una mano hasta la curva de mi
cadera, sin mirarme a los ojos a propósito—. Me revolqué en mi
autocompasión por un tiempo. Bebí demasiado. Dormí muy poco. Estuve
mucho de fiesta. Pero ahora, he aceptado el hecho de que nunca volveré a
patinar profesionalmente.
Pienso en la noche en que nos conocimos, y en cómo era tan terco y
seguro, incluso conmigo, una completa desconocida, y cómo ese Cam era
tan diferente del que se encuentra delante de mí.
—Eso es una mierda.
Cam levanta las cejas hasta la línea del cabello.
—¿Repítelo?
—Eso es una mierda —repito, más firme esta vez—. Si quieres volver
a patinar profesionalmente, entonces puedes. Si no quieres, esa es otra
historia...
—No es tan simple, Mollie.
—Puede que no sepa nada de tu mundo —admito—, pero puedo
decir cuándo una persona está dejando que el miedo la detenga. Ese es mi
trabajo —trato de bromear—. Nuestro hijo necesita que uno de nosotros
tenga pelotas.
—Siempre y cuando él o ella reciba tu mirada. Y cerebro —dice Cam
antes de besarme la punta de la nariz.
—Lo digo en serio. No dejes que el miedo te impida ser quien estás
destinado a ser.
Hablamos de todo. Me cuenta cómo terminó enseñando en la escuela
de esquí. Cómo se descarriló un poco. Le cuento mis temores sobre ser
madre, y él responde diciéndome que simplemente necesitamos un plan.
Que no se irá a ninguna parte, no importa lo que pase.
Después de que hablamos de todo, Cam me sube la camisa de
dormir, exponiendo mi estómago. Acaricia mi vientre desnudo de manera
rítmica y relajante antes de deslizar su mano hasta mi muslo,
enganchándolo sobre su cadera. Me frota el clítoris y solo tardo unos
segundos en jadear y frotarme contra él. Sin decir nada, se quita el
chándal y guía su longitud hasta mi entrada.
Esta vez, sus movimientos son lentos y profundos. Sin prisa. No
hablamos, dejando que nuestros cuerpos hablen. Incluso mi orgasmo es
silencioso, una tormenta silenciosa que me envuelve, pero de alguna
manera más intensa que antes.
—Maldición, Mollie —me susurra Cam en el cuello mientras se vacía
dentro de mí. Después de unos minutos, intenta separarse de mí para ir a
limpiarse, pero yo aprieto mis brazos a su alrededor, demasiado cansada
para preocuparme por el desorden.
Justo cuando nos estamos durmiendo, lo siento. Comienza con los
familiares aleteos, pero luego se convierte en más de un movimiento,
seguido de un fuerte golpe.
—Mierda, eso fue...
—El bebé pateó —digo, exhausta pero emocionada, y luego presiono
su mano contra el lugar correcto.
—Creo que ya amo a este bebé. ¿Eso es raro? —pregunta, con su voz
espesa de sueño.
—No. Te hace increíble.
Aspen, un año y un mes después…
—¡Dadá! —balbucea River desde mis brazos. Cam eligió su nombre,
y cuando lo sugirió, me enamoré al instante.
—Sí, lo sé, nena —digo, rebotando en el lugar, tratando de
mantenerla feliz—. Yo también quiero a papá.
Soy un manojo de nervios. He visto a Cam competir antes, pero este
es su regreso. Su oportunidad de recuperar su estatus de Rey de la
Montaña y conseguir otra medalla. Va a intentar algún truco, del que ni
siquiera intentaré recordar el nombre, que nunca antes se ha llevado a
cabo en un evento.
—¡Craig! —grito por encima de la masa de espectadores y familiares
que nos observan a nuestro lado—. FaceTime con Emersyn. —Me matará
si lo olvido.
Asiente, agarra mi teléfono, dejándola ver por video chat. Cam sigue
siendo el entrenador de Emersyn, y algún día, muy pronto, ella será mejor
que él. Él lo sabe, y yo lo sé.
Una vez que dejé River's Edge, me di cuenta de que no tenía una
razón suficiente para quedarme en San Francisco. Cam cumplió su
palabra, asistiendo a todas las citas con el médico y viniendo casi todos los
fines de semana, mientras yo hacía planes para reubicarme en River's
Edge. Ahora estoy ilustrando libros para niños, así que puedo trabajar en
cualquier lugar, además de que puedo poner en práctica mi título de arte,
pero no de la manera en que pensaba.
Cuando estaba embarazada de nueve meses, ya vivíamos juntos. Mis
padres todavía piensan que estamos locos, y tal vez lo estemos. Pero eso es
lo que pasa cuando estás enamorado. El amor no espera hasta que juntes
tu mierda. Simplemente sucede. Depende de ti decidir cuánto lo quieres.
No cambiaría ni un segundo del loco camino que tomamos para llegar a
este momento aquí y ahora.
Escucho el nombre de Cam por el altavoz, pero la sangre me corre
por los oídos, haciendo imposible escuchar lo que dicen. Antes de que
pueda preguntarle a uno de mis hermanos, veo a Cam. Lo veo volando por
la montaña, y cuando da ese salto y está volando por los aires, combato el
impulso de cubrirme los ojos con las manos. Es algo a lo que nunca me
acostumbraré.
Cuento sus saltos, el momento aparentemente en cámara lenta,
aunque en realidad, probablemente son solo unos cuatro segundos.
Uno... dos... tres... cuatro... cinco.
—¡Y lo consigue, damas y caballeros! Camden Hess está rompiendo
récords aquí en Aspen otra vez, y creo que es seguro decir, ¡el Rey ha
vuelto! —Los aplausos que siguen son ensordecedores.
Cam se desliza por la colina, cortando la nieve, deteniéndose
directamente frente a nosotros. Se quita el casco y las gafas y besa a River
en su frente antes de aplastar sus labios contra los míos.
—¡Lo hiciste, bebe! —chillo, tan increíblemente feliz por él. Sé que él
se lo ha perdido. Ser el entrenador de Emersyn y arrastrar a River en una
mini tabla de snowboard por el piso del salón no es lo mismo.
—¡Oye, Mollie Mabey! —grita sobre el caos—. ¿Qué harás el resto de
tu vida? —El extiende su mano y Andrew se acerca para dejar caer una
cajita en la palma de la mano de Cam antes de arrodillarse.
—Dios mío —jadeo, completamente desconcertada. Cam aparta mi
mano de mi expresión de asombro y me pone el anillo.
—¿Sabes cuando un snowboarder cae con fuerza, y su equipo vuela
por todas partes, y está completamente tendido? Tenemos un nombre para
eso. Se llama Yard Sale, y nena, tú eres mi maldito Yard Sale. Dare y
Cordell lo llamaron así desde el principio. Me golpeaste en el trasero, y
nunca volví a ser el mismo. Y nunca quiero serlo, porque esta vida contigo
y con River es más de lo que jamás mereceré. ¿Te casarías conmigo?
—¡Sí! —grito, y River imita el sonido, lanzando un pequeño puño
cubierto de guante—. Te amo —digo, mientras la multitud estalla en
aplausos. Mis ojos se llenan de lágrimas, estoy empezando a pensar que en
este punto seré una tonta emocional por el resto de mi vida, y Cam se
inclina sobre la barrera, dándome un beso demasiado indecente para el
público. Pero se lo permito, porque también es mi Yard Sale.
—Te amo, Mollie Mabey —dice contra mi boca.
—Estoy absoluta, total, locamente enamorada de ti, Camden Hess.
Al verano siguiente...
—¿Tú, Camden Scott Hess, tomas a Mollie Elizabeth Mabey como tu
esposa, para adorar en amistad y amor hoy, mañana y mientras ambos
tengan vida, para confiar en ella y honrarla, para amarla fielmente, a
través de lo mejor y lo peor, ante cualquier cosa que venga y si en algún
momento existe la duda, recordar su amor por el otro y la razón por la que
te uniste a ella en este día? —recita el pastor, hablando fuertemente para
ser escuchado por encima del sonido de las olas en el lago. Mollie quiso
casarse aquí, justo donde todo comenzó.
Cordell se encuentra parado detrás de mí y Sutton está de pie con
Mollie, nuestras familias se encuentran en la primera fila de sillas sobre la
arena. Dare, su chica Logan, Asher, Briar, Matty y Alec de la tienda de
Dare... todos están aquí. Incluso Adrian.
—Maldición sí —respondo sin pensar, mirando fijamente a los
grandes ojos marrones de Mollie. Desvío la mirada hacia la profunda V del
escote de su vestido, que muestra sus pechos retenidos por unos delgados
tirantes blancos. Es tan malditamente hermosa. Escucho una mezcla de
risitas y resoplidos entre nuestros invitados, Cordell me toca la oreja,
Sutton cubre los oídos de River y Mollie se sonroja ante mi cruda
respuesta.
—Mierda, lo siento. —Aclaro mi garganta—. Acepto. Dios, acepto —
digo, apretando sus manos en las mías. Algunas veces es difícil creer que
esto comenzó como una aventura de una noche, cuando ahora, ni siquiera
quiero pasar una noche sin ella. O sin River.
—¿Y tú, Mollie Elizabeth Mabey, tomas a Camden Scott Hess como
tu esposo, para adorar en amistad y amor hoy, mañana y mientras ambos
tengan vida, para confiar en él y honrarlo, para amarlo fielmente, a través
de lo mejor y lo peor, ante cualquier cosa que venga y si en algún momento
existe la duda, recordar su amor por el otro y la razón por la que te uniste
a él en este día?
—Acepto —dice Mollie, sus ojos llenándose con lágrimas y paso mis
pulgares por sus mejillas para limpiarlas antes de que caigan.
El pastor pregunta por los anillos y Cord le entrega la caja. Me da el
anillo de Mollie.
—Con este anillo, yo te desposo —digo la línea que memoricé para
este momento, deslizando el diamante en su tembloroso dedo. El Pastor
Thomas le da a Mollie mi anillo.
—Con este anillo, yo te desposo. —Desliza el anillo por encima de mi
nudillo, la banda negra llegando a acomodarse contra los coloridos
tatuajes en la parte posterior de mi mano.
El Pastor Thomas habla sobre el significado de intercambiar anillos,
pero no escucho las palabras, demasiado absorto en el hecho de que esto
está sucediendo y no tengo ni una maldita duda. Es lo que quiero. Para
siempre.
—Y ahora, por el poder conferido en mí por el estado de California,
los declaro marido y mujer. Camden, puedes besar a tu esposa.
Así que lo hago. Beso con fervor a mi esposa.
Mi esposa.
Acuno su mejilla con una mano y tomó la parte posterior de su
cuello con la otra, inclinando mi cuello para llevar mis labios a los suyos
en un beso que es bastante indecente para dárselo en público. Es el día de
mi boda. Pregúntame si me importa. Mollie se para sobre las puntas de
sus pies y se derrite contra mi toque, de la forma en que siempre lo hace.
Silbidos y aplausos resuenan y Mollie es la primera en apartarse,
sonriendo ampliamente.
—Familia y amigos, les presento por primera vez a Camden y Mollie
Hess.
Mollie se agacha para atrapar a River, quien corre hacia sus brazos y
los tres hacemos nuestra salida por el pasillo juntos. Solo nosotros tres.
Justo de la forma en que debe ser.