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La relación Estado/sindicatos en Venezuela 1

(1999-2005)
Consuelo Iranzo / Jacqueline Richter
Venezuela Visión Plural
Una mirada desde el Cendes
Tomo II
1ª Edición: octubre 2005
(págs. 653-684)
bid & co. editor c. a.
Esta publicación contó con el apoyo financiero del Consejo de Desarrollo
Científico y Humanístico –CDCH- de la Universidad Central de Venezuela
Centro de Estudios del Desarrollo (Cendes)
Universidad Central de Venezuela
Colección Intramuros
Serie Académica
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INTRODUCCIÓN
Tal como el resto de América Latina, el movimiento sindical venezolano ha
venido atravesando una crisis de representatividad, cuyas razones se asemejan en
muchos aspectos a las del resto de los países de la región. No obstante, la situación
política que ha vivido nuestro país en los últimos años introduce elementos que
singularizan la condición actual del movimiento sindical en los dos ámbitos de la
representación, es decir, en lo que respecta a su capacidad de ser vocero de un
grupo social y reconocido como tal por la mayoría de éste, y en lo concerniente a su
capacidad de ser aceptado como interlocutor válido por parte del poder que funge
como contraparte. Ambas esferas de la representación han sufrido alteraciones
importantes, ampliándose o restringiéndose, a lo largo de este último período. No
obstante, la crisis de la capacidad de representación del movimiento sindical tiene
raíces que trascienden la coyuntura política que se inicia en 1999.
La articulación neocorporativa con el Estado dejó de darle a los trabajadores las
contrapartidas esperadas desde finales de los ochenta y ello le restó a la dirigencia
sindical gran parte de su credibilidad. El sindicalismo no pudo ajustarse a la nueva
realidad económica y social que supuso la llegada de las políticas neoliberales, cuya
ideología, además, traía la impronta de la revalorización de la acción individual y el
desdeño de la acción colectiva. En la medida en que los sindicatos, así como los
partidos, habían estado en las bases de sustentación de ese Estado en proceso de
disolución, se convirtieron, más allá de sus propias debilidades, en uno de los
blancos fundamentales de las críticas en la década de los noventa, lo que erosionó

1
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aún más su imagen frente a la opinión pública.
Con esos antecedentes, los planteamientos de Hugo Chávez contra el
movimiento sindical organizado dentro de la Confederación de Trabajadores de
Venezuela (CTV) encontraron mucha receptividad. Desde la campaña electoral que
lo elevó a la Presidencia, la identificó como parte fundamental de las cúpulas políticas
tradicionales de Acción Democrática (AD) y Comité de Organización Política Electoral
Independiente (Copei), y consideró su derrota condición indispensable para llevar
adelante su gestión gubernamental. La participación de la CTV en la reforma del
sistema de prestaciones sociales en 1997 fue uno de los argumentos más utilizados
contra ella, amén de acusarla de burocrática, antidemocrática y corrupta. Las otras
críticas contra la Confederación por parte del Presidente, pero también de fuerzas
sindicales de izquierda eran: la práctica de las costas contractuales, la existencia de
las «cláusulas de preferencia» y el enquistamiento de los dirigentes sindicales que
permitía que se eternizasen en los cargos cobrando sin tener que trabajar (Ellner,
2003).
Una vez Hugo Chávez en el poder y obtenida la mayoría por parte de sus
partidarios en todos los organismos del Estado, se comenzarían a dictar numerosas
medidas dirigidas a reducir la capacidad de representación y el margen de libertad de
acción del movimiento sindical.
La injerencia del Estado dentro del ámbito sindical tiene larga data en
Venezuela, y ejemplo de ello son la Ley del Trabajo de 1936, algunas de las
disposiciones contempladas en el Reglamento de la Ley del Trabajo de 1974 y en la
Ley Orgánica del Trabajo (LOT) aprobada en 1990, cuya pretensión era responder a
la presión social por una mayor transparencia y democracia en las organizaciones
sindicales.4 Es decir, en la medida en que las organizaciones sindicales no asumieron
la responsabilidad de su transformación interna, fueron dejándola en manos del
Estado y con ello sentaron un precedente para las medidas de carácter
intervencionista que se tomarían bajo el gobierno de Chávez, mucho más radicales
que las dictaminadas hasta entonces.
El clima creado desde un principio por parte de Hugo Chávez en contra de la
CTV fue definitivo para forzar a su dirigencia a ceder a las presiones de las fuerzas
políticas que desde hacía años abogaban por su democratización, y en el IV
Congreso Extraordinario, realizado a comienzos de 1999, se tomaron decisiones muy
importantes en materia de democratización, tales como la elección directa de los
miembros de los organismos de representación de la Confederación, la introducción
del procedimiento de revocatoria de mandato para los directivos o la obligatoriedad
de presentación de la declaración jurada de bienes a los trabajadores electos para
funciones de representación, entre otras disposiciones igualmente relevantes.
Sin embargo, las elecciones sindicales no vendrían motorizadas por la propia
CTV. El Consejo Nacional Electoral (CNE) por razones de diferente naturaleza
postergó por tres veces consecutivas la realización de las elecciones sindicales y
durante ese período se comenzaron a dictaminar numerosas medidas interventoras
del movimiento sindical. Todos y cada uno de los decretos y disposiciones estuvieron
acompañados por un intenso debate dentro del movimiento sindical y por la oposición

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persistente de la dirigencia de la CTV. Desde un principio la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) prestó su apoyo a la máxima organización sindical, y
en repetidas ocasiones se manifestó en contra de tales medidas, lo que, como
podremos apreciar, logró tener incidencia sobre las decisiones tomadas.
En este marco hostil, el comportamiento de la CTV en los años subsiguientes al
congreso extraordinario ha sido reactivo a las acciones gubernamentales, las cuales
no le han dado reposo, pero ello no implica que no haya tomado iniciativas que le han
fortalecido frente a sus bases. Pero por las circunstancias que ha vivido el país y el
papel que le tocó, y que la propia Confederación decidió jugar, la percepción social
ante ella ha estado muy signada por la polarización política.
Nuestro objetivo con este trabajo es hacer un análisis de las pautas
fundamentales que han marcado la relación Estado/sindicatos a lo largo del período
1999-2005. Si bien la acción estatal en este campo ha tenido como principal blanco a
la CTV, ella trasciende el ámbito específico de esta Confederación, para dar cuenta
de una concepción sobre esa relación. Reconstruyendo a posteriori la forma como el
Estado ha ido abordándola, se aprecian comportamientos que traslucen una
racionalidad dirigida a subordinar al conjunto del movimiento sindical. Sin que ello
signifique que existiese una clara idea de cómo lograrlo o un diseño predeterminado
del camino a seguir, a la luz de lo ocurrido se pueden identificar diversas y sucesivas
estrategias (consideradas como tales en tanto se desplegaron acciones coherentes
entre sí) que tuvieron como principal objetivo a la CTV en su condición de
representante del movimiento sindical adverso a la orientación gubernamental.
Asumiendo el riesgo que conlleva cualquier periodización, ordenaremos nuestro
análisis partiendo de la distinción de cuatro tipos de estrategias desplegadas por
parte del Estado frente al movimiento sindical, las cuales fueron tomando cuerpo con
la marcha de los acontecimientos.
La primera, que ubicamos entre 1999 y finales de 2001, se habría caracterizado
por buscar el control del conjunto del movimiento sindical a través de la acción estatal
desde afuera de éste y concretamente por la vía constitucional y legislativa,
intentando intervenir directamente en asuntos que, de acuerdo con los convenios
ratificados con la OIT, competen estrictamente a las organizaciones sindicales. En
este proceso participaron expresamente las corrientes sindicales partidarias del
Presidente, llegando incluso a promover algunas de las medidas de carácter
intervencionista.
La segunda estrategia habría buscado controlar a la CTV desde adentro,
compitiendo por su dirección mediante la participación en sus elecciones internas con
una corriente sindical expresamente presentada bajo la égida del Presidente. La
tercera habría buscado ignorar la condición de actor laboral de esa Confederación
para reducirla a su condición de actor político, lo que el mismo comportamiento de
ésta favoreció. Y la cuarta, en marcha en la actualidad, estaría persiguiendo
desmantelarla desde abajo, a través de diferentes acciones de política que bien sea
directa o indirectamente, horadan las bases propias del movimiento sindical.
Cada una de estas estrategias, pero fundamentalmente las tres primeras, han
tenido como substrato permanente las intervenciones públicas por parte del

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Presidente de la República descalificando a la CTV y apoyando las corrientes
sindicales afines al oficialismo, en cuyos actos ha participado activamente y desde
cuya palestra ha fustigado en forma implacable a dicha central. Por las razones
mencionadas, el análisis hecho a continuación se centra en la relación Estado/CTV.
Las limitaciones de espacio que nos fueron impuestas nos impidieron incluir el análisis
de la nueva central sindical que se define afecta al proceso (aunque no acepta el tilde
de «oficialista») lo que esperamos hacer en un artículo posterior. No obstante,
haremos algunas reflexiones en las conclusiones acerca de la forma como el
Gobierno actual está concibiendo el papel del sindicalismo en su conjunto.

LA ESTRATEGIA DE CONTROL DESDE AFUERA


Disposiciones constitucionales que implican al movimiento sindical
Las primeras disposiciones reguladoras del movimiento sindical tomadas bajo la
presidencia de Hugo Chávez fueron las introducidas en la Constitución de 1999,
concretamente en los Artículos 95 y 293.
En el primero, el Artículo 95, se le dan rango constitucional a los aspectos
fundamentales de los Convenios 87 y 98 de la OIT, pero al mismo tiempo se
introdujeron dos puntos muy polémicos, contenidos en el siguiente párrafo:
Para el ejercicio de la libertad sindical, los estatutos y reglamentos de las organizaciones
sindicales establecerán la alternabilidad de los y las integrantes de las directivas sindicales y
representantes mediante el sufragio universal directo y secreto (...) Los y las integrantes de las
directivas de las organizaciones sindicales estarán obligados a hacer declaración jurada de bienes
(cursivas nuestras).
La introducción de la obligatoriedad de la alternabilidad, que hace suponer que
un dirigente sindical no puede repetir en el cargo, fue defendido por el Gobierno
como una necesidad para combatir la entronización en los cargos directivos y la
burocratización de la dirigencia. La declaración jurada se fundamentó en la necesidad
de impedir el lucro personal a través de las finanzas sindicales.
Pero el Artículo más conflictivo fue el 293, ya que estableció que el CNE pasaba
a ser el responsable de la organización de las elecciones de los sindicatos y gremios
profesionales, y el encargado, en tanto se promulgasen las leyes correspondientes,
de la convocatoria, organización, dirección y supervisión ciclos procesos electorales.
Ante las objeciones, se sostuvo que la responsabilidad de dicho ente se restringiría a
«brindar auxilio técnico y económico y dirimir cuestiones jurídicas relativas a las
elecciones» (OIT, 2002).
Un tercer asunto que afectó a las organizaciones sindicales fue que se
prescindió del Artículo 90 de la Constitución de 1961 que establecía que: «La
convención colectiva será amparada y en ella se podrá establecer la cláusula
sindical, dentro de las condiciones que legalmente se pauten». Es decir, se
eliminaron las cláusulas de preferencia que establecían el porcentaje de personal que
debía entrar a las instituciones o empresas públicas por proposición del sindicato. 5
Las respuestas de la CTV y la OIT a las disposiciones constitucionales
Respecto al Artículo 95, las objeciones provenientes de la CTV fueron, por una parte,

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que el impedimento a la alternancia en los cargos sindicales, lo que elimina el
derecho a la reelección, solamente puede ser establecido a través de los estatutos de
las mismas organizaciones sindicales y por iniciativa de los propios electores; por
otra parte, replicaron que la obligatoriedad de la declaración jurada de bienes por
parte del dirigente sindical supone un tratamiento como puesto de origen público a
uno que es de carácter privado; por tanto, corresponde a los miembros y asambleas
de las organizaciones sindicales introducir, si lo consideran pertinente, los correctivos
necesarios. En caso de delito de malversación de fondos, es responsabilidad del
Poder Judicial recibir y procesar tales denuncias.
El Artículo 293, numeral 6 de la Constitución, fue el más fuertemente
cuestionado por colocar en un ente público la supervisión de las elecciones
sindicales. Si bien el Comité de Libertad Sindical de la OIT ha establecido que no es
contradictorio con la libertad sindical la consagración «por vía legislativa del voto
directo, secreto y universal» (citado por Arismendi, 2000), si ha sido muy enfático en
cuanto a que: «Son incompatibles con el derecho de los trabajadores de organizar
elecciones libres aquellas disposiciones que implican una intervención de las
autoridades públicas en las diversas etapas del proceso electoral» (ibídem). 6 En
relación con la situación particular de Venezuela, en las conclusiones del comité de la
OIT comisionado para el caso se dejó sentado que:
En este sentido el Comité desea señalar frente a las críticas del Gobierno al movimiento
sindical, que cuando los afiliados a una organización sindical estiman que ésta se sitúa de espaldas a
sus intereses, disponen en todas las sociedades libres y democráticas de diferentes medios para
expresar su rechazo: la desafiliación la elección de una nueva dirigencia, la modificación de los
estatutos sindicales, o la disolución de la organización (OIT, 2001:28).
La eliminación de la cláusula de preferencia fue también muy cuestionada por el
mundo sindical. Sin desconocer los abusos que de dicha cláusula se hicieron en el
pasado, la razón que le dio origen históricamente fue la necesidad de preservar la
existencia de los sindicatos al garantizar la contratación de trabajadores afiliados,
cuya condición solía conllevar a su rechazo (identificados gracias a «listas negras»
que circulan entre las empresas). La eliminación de dicha cláusula es por tanto una
medida muy conveniente si se pretende destruir determinadas organizaciones
sindicales.

Las acciones interventoras de la ANC y de la AN. El movimiento sindical toma la


iniciativa
Después de la aprobación de la Constitución, las siguientes disposiciones
interventoras del movimiento sindical las dictaminaría la Asamblea Nacional
Constituyente (ANC) el último día de sus sesiones, el 30/1/2000, dentro de un
conjunto de resoluciones denominadas «Medidas para garantizar la libertad sindical»,
fundamentadas en el decreto que declara la reorganización de todos los órganos del
poder público, aprobado el 22/12/1999. Ese día se aprobaron cuatro decretos.
El primero de ellos suspendió la discusión de la contratación colectiva de Pdvsa
y facultó al Ejecutivo Nacional para «establecer las condiciones que regirán la
contratación colectiva de la Administración Pública, centralizada y descentralizada,

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incluyendo las empresas del Estado de acuerdo con el orden constitucional vigente»,
y se derogaron «todas las disposiciones legales y reglamentarias que colinden???
con el presente decreto». Los argumentos que respaldaron esta medida fueron: «1)
adecuar el marco de relaciones laborales al orden constitucional; 2) mantener y
mejorar progresivamente el nivel de vida de los trabajadores; y 3) atender la situación
de emergencia que atraviesa el país» (OIT,2001:3).
El segundo decreto decidió la creación de una «Comisión Nacional Electoral
Sindical integrada por cuatro representantes de cada una de las centrales nacionales
de trabajadores, cuatro por las organizaciones no confederadas, cuatro del Nuevo
Sindicalismo y cuatro del Frente Constituyente de Trabajadores», y designó tres
miembros del seno de la Asamblea y uno del CNE como garantes del proceso de
democratización y unificación. Su objetivo fue el de organizar un proceso electoral de
relegitimación de la dirigencia sindical y de un referéndum para consultar a los
trabajadores sobre la creación de una central unitaria. 7 De acuerdo con este decreto,
los candidatos a dichas elecciones deberían presentar declaración jurada de bienes
en el momento de su postulación y al final de cada ejercicio directivo. 8
El tercer decreto ordenó la investigación penal de todos los dirigentes sindicales
para garantizar la ética sindical y gremial, y el cuarto, destituyó a todos los
representantes laborales ante los organismos y empresas del Estado por
considerarse que habían sido escogidos en forma arbitraria mediante acuerdos
políticos, lo cual comprendía 400 directores laborales designados por las centrales
sindicales en institutos autónomos y públicos del Estado.
Por último, se decidió la intervención del Poder Judicial (en concordancia con el
decreto sobre su reestructuración), lo que incidía sobre el movimiento sindical 9 al
suspenderse la negociación colectiva, flexibilizar los despidos por reestructuración
(eliminando el requisito de pasar por las instancias establecidas por ley) y promover
la contratación por tiempo determinado.
Después de estos decretos, las otras disposiciones adoptadas en 2000 que
implicaron al movimiento sindical fueron las de la Asamblea Nacional (AN) en octubre
de ese año. La primera de ellas fue la aprobación en primera discusión de un
proyecto de ley sobre «Protección de las garantías y libertades sindicales» (también
llamada Ley de Democratización Sindical) propuesto por la Fuerza Bolivariana de
Trabajadores (FBT). La finalidad de dicho proyecto era forzar la democratización y
constitución de una organización sindical unitaria estableciendo que, mientras ésta se
conformaba, se escogerían, con la participación de toda la población trabajadora, los
delegados sindicales que habrían de conformar la Asamblea Nacional de
Trabajadores encargada de nombra las dirigencias sindicales provisionales y de
decidir toda la estructura de la nueva central. Entre otras cosas contemplaba también
la eliminación de práctica??? como la del principio «fuerza sustituye fuerza» 10 o la
existencia de las llamada «costas sindicales» o «costas contractuales». 11 La segunda
y más trascendente disposición de la AN fue la convocatoria a un referéndum, con la
participación de toda la población, sobre la conveniencia de democratizar al
movimiento sindical y de destituir a su dirigencia actual.
Las respuestas de la CTV y la OIT a las disposiciones de la ANC y de la AN

6
Los decretos de la ANC provocaron un gran revuelo nacional e internacional, ya
que a raíz de la suspensión de la negociación colectiva petrolera, Fedepetrol
introdujo una acción de amparo constitucional ante el TSJ y varias organizaciones
presentaron una queja ante el Comité de Libertad Sindical de la OIT, la cual se
comprometió a fondo, a través de su secretario general, en la búsqueda de su
derogación. Frente a cada uno de dichos decretos se sentó posición. Entre los
argumentos que se manejaron en contra estaban, por ejemplo, que las razones que
respaldaban la suspensión de la discusión de la convención colectiva en el sector
petrolero no eran válidos, ya que, por una parte, el Ejecutivo Nacional contaba con
diferentes vías y mecanismos para mejorar las condiciones de los trabajadores sin
necesidad de inmiscuirse en sus prácticas de negociación y, por la otra, que no
existían las condiciones de emergencia nacional -tal como ellas están definidas en la
Constitución- sobre las cuales se había apoyado tal resolución. Con ello se dejaba
constancia de que sin razón que lo justificase se había atentado contra la debida
autonomía de las partes dentro de la negociación colectiva, porque cualquier decisión
al respecto solamente puede ser tomada por ellas mismas. Respecto a la otra
resolución de mismo decreto que le otorgaba al Ejecutivo Nacional la potestad de
«establecer las condiciones que regirán la contratación colectiva en el sector
público», la CTV replicó que era una potestad sin fundamento legal ya que las
empresas de Estado se rigen por el régimen societario de derecho privado.
Gracias a la movilización de la CTV y al apoyo contundente de la OIT no se le
dieron curso a los decretos relativos a la creación de una Comisión Nacional Electoral
Sindical ni a la investigación penal de todo??? el dirigente sindical. Lo mismo ocurrió
respecto al proyecto de ley de la AN. En éste se recogían algunas de las reformas
por las que desde tiempo atrás sectores de izquierda del movimiento sindical venían
presionando para que se llevaran a cabo, pero la particularidad en este caso era que
una fuerza sindical le asignaba al Estado la función contralora y sancionadora del
movimiento. Este proyecto de ley causó tanto revuelo como el que antes se había
producido por los decretos de la ANC y, al igual que en aquél caso, la acción
conjunta de la CTV y de la OIT lograron su congelamiento. Los cuestionamientos de
la CTV, la Ciols y la OIT a todas las resoluciones mencionadas se basaron en que
todas ellas tenían un sustrato en común como era el de atentar contra los convenios
de libertad sindical, y que ellas implicaban una intromisión del Estado en asuntos que
son de la exclusiva competencia de una organización de la sociedad civil como es el
movimiento sindical. Por tal razón, el argumento persistente es que tales medidas
contravenían los convenios 87 y 98 ratificados por el Estado venezolano y que, tal
como se incorporó en la Constitución de 1999 en su Artículo 23: «Los tratados,
pactos y convenciones relativos a derechos humanos suscritos y ratificados por
Venezuela tienen jerarquía constitucional y prevalecen en el orden interno», por lo
que los declara de aplicación preferente. Además, con esas medidas se estaba
violando en forma flagrante el principio que la misma AN estableció en el punto sexto
del decreto aprobado el 12 de agosto de 2000, el cual establecía: «... que la
emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos y por lo
tanto a ellos corresponde asumir el compromiso de erradicar los vicios y propiciar un
cambio radical de actitudes, conductas y comportamientos capaz de generar una
nueva cultura de acción sindical» (Gaceta Oficial, 13/8/2000).

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Pero el asunto más importante donde no logró su objetivo la acción nacional ni
internacional, a pesar de que el problema de fondo era el mismo, fue en el esfuerzo
por derogar el llamado al referéndum sindical, a lo que nos referiremos
posteriormente.

Medidas gubernamentales puestas en práctica con los mismos fines y sus


respuestas
Paralelamente a la acción legislativa, la acción gubernamental puso en práctica
otro tipo de acciones y de medidas tendientes a debilitar a la CTV. Entre ellas
estuvieron, en primer lugar, la eliminación de los subsidios a los sindicatos por parte
del Estado a fin de que en el futuro se financiaran con la cotización de sus afiliados
bajo el argumento de que el sindicalismo hacía uso de esos recursos para su
enriquecimiento personal. Esto, aunado al hecho de que muchos entes
gubernamentales se han negado a hacer los descuentos correspondientes en los
salarios de los afiliados, colocó desde entonces a la CTV en una situación económica
muy delicada. El apoyo financiero estatal era parte de los compromisos del
corporativismo, pero no se puede ignorar que históricamente fue una medida que
favoreció la autonomía de los sindicatos al permitir que éstos no dependiesen de los
aportes interesados de terceros, dada la insuficiencia de las cotizaciones
individuales.
En segundo lugar, la CTV fue excluida de la mayoría de las comisiones
nombradas para discutir asuntos relacionados con el sistema de relaciones de
trabajo, tales como la de seguridad social y la reactivación del empleo. La expresión
más importante de esta conducta se expresaría en el desconocimiento de la
obligatoria concertación del salario mínimo de manera tripartita, contemplada en la
LOT, la cual establece en los Artículos 167 y 168 que la Comisión Tripartita Nacional
para la fijación del salario mínimo debe estar integrada paritariamente por las
organizaciones sindicales y patronales más representativas.
En tercer lugar, se realizó una consulta por parte de Pdvsa entre sus
trabajadores en agosto de 2000, sin la participación de los sindicatos, del Ministerio
del Trabajo ni??? del CNE, para la aprobación de un «contrato moderno» creado
para sustituir al contrato vigente. De acuerdo con la directiva de la empresa, la
consulta fue aprobada por el 56 por ciento de los trabajadores. No obstante, los
sindicatos se opusieron radicalmente y denunciaron que era un mecanismo para
desmejorar las condiciones de los trabajadores, que desvirtuaba el derecho a la
negociación colectiva y que sus resultados habían sido fraudulentos, con lo que
lograron que fuese desconocido y no tomado en cuenta. La suspensión de la
negociación colectiva primero (como vimos anteriormente), la realización de esa
consulta y el intento de imposición de un contrato después, cobran gran importancia
a la luz de lo que ocurriría más tarde en esta industria, ya que eran manifestaciones
de la disposición a manejar las relaciones obrero-patronales pasando por alto todas
las instancias y las prácticas que las habían enmarcado hasta ese momento y que
estaban amparadas por la legislación laboral.
Ese estilo de gestión le resultaría muy costoso al Gobierno en el corto y en el

8
mediano plazo. En el corto plazo porque, una vez que se retomaron las discusiones
sobre la convención colectiva y no se lograron acuerdos, Fedepetrol decidió realizar
una huelga nacional con la participación del 80 por ciento de la fuerza laboral que,
tras cinco días de paro, terminó en un acuerdo favorable a los trabajadores, lo que se
interpretó como un fracaso del Gobierno; además el presidente de Pdvsa fue
removido de su cargo por el manejo del conflicto. Y en el mediano plazo porque el
triunfo de esta huelga significó el primer fracaso para Chávez desde su asunción en
1999 y la proyección del liderazgo nacional de Carlos Ortega, para ese momento
presidente de Fedepetrol.

La realización del referéndum sindical y sus consecuencias


El argumento gubernamental para la realización de este referéndum abierto
puede resumirse en: 1) el futuro del movimiento sindical es una materia de
trascendencia nacional; 2) la dirigencia actual se ha enquistado y burocratizado y no
aceptará por su propia iniciativa su remoción; 3) el movimiento sindical está dirigido
por un liderazgo corrupto, autoritario y excluyente que ha actuado a espaldas de los
trabajadores; y 4) en reuniones previas con todas las fuerzas sindicales se aceptaron
las bases de la democratización (OIT, 2001).
Dicho referéndum tuvo lugar en diciembre del año 2000 12 y votó el 22 por ciento
de la población.
Las razones específicas que enarboló la CTV para oponerse a este referéndum,
aparte de que violaba todos los principios de libertad sindical contenidos en los
convenios 87 y 98 fueron: a) que el objetivo del Gobierno no era otro que el de
desmantelar al movimiento sindical y para ello quería comenzar descabezándolo; b)
que la campaña para el referéndum era hecha en forma agresiva y que tenía el claro
propósito de amedrentar a aquellos que no lo apoyasen; c) que era inadmisible
convocar a todo el país a decidir sobre un asunto que concierne solamente a los
afiliados; d) que al desconocer de manera indiscriminada a todos los representantes
de los trabajadores los dejaba desguarnecidos frente a los patronos, tanto de
carácter público como privado.
La posición que asumió el movimiento sindical cetevista frente al referéndum
tiene mucha importancia en tanto fue muestra de una alta independencia por parte de
los dirigentes respecto a sus partidos políticos. Éstos, aunque llamaron a abstenerse
en el referéndum, abogaron por la participación en las elecciones para elegir los
representantes a los consejos municipales y las juntas parroquiales, las cuales
tuvieron lugar simultáneamente. No obstante, la CTV consideró que el rechazo al
referéndum debía estar por encima de cualquier otra consideración, por lo que,
contra la línea de sus propios partidos y asumiendo los costos de tal posición, llamó a
la abstención. En el caso del sindicalismo del Movimiento Al Socialismo (MAS) la
diferencia con la línea partidista fue aún más drástica pues ésta era apoyar el
referéndum.
Si bien triunfó el sí, la altísima abstención, en un asunto en el que se había
involucrado en forma directa y muy intensa el propio Presidente de la República, fue
mayoritariamente interpretada como un masivo rechazo a tal mecanismo de decisión

9
sobre los asuntos sindicales. Este fracaso requiere ser interpretado desde la óptica
de los diferentes sectores sociales. Por ejemplo, entre los dirigentes de base la idea
de refundar a la CTV y eliminar las prácticas antidemocráticas tuvo buena acogida,
pues muchos sintieron que era una gran oportunidad para un cambio, bien fuese para
rescatar el carácter clasista de la central obrera o para dar paso a liderazgos que
querían emerger. Sin embargo, la convocatoria al referéndum en medio de una
campaña muy antisindical, fomentó la idea de que la intención iba más allá de la
reestructuración y que estaba amenazada la existencia misma del sindicalismo.
El enrarecimiento del clima laboral desde los inicios del gobierno también puede
haber incidido en los resultados como rechazo a una forma de entender las
relaciones laborales, no solamente por lo aspectos señalados, sino por dos factores
adicionales: por una parte, la abundante incorporación de militares en importantes
cargos había generado desde un principio muchos roces con los sindicatos,
acostumbrados a unas relaciones obrero-patronales poco autoritarias; por la otra, los
nuevos empleados que fueron entrando en la administración pública manifestaron
una gran desconfianza hacia los viejos funcionarios, percibiéndolos como cómplices
de la «IV República», y ello llevó al ejercicio de prácticas persecutorias.
En este tiempo comenzó a manifestarse el apoyo a la CTV por parte de
diferentes organizaciones de la sociedad civil, en particular de la clase media, y de
los medios de comunicación social, básicamente por temor a ser víctimas de
intervenciones similares. 13
El referéndum como tal implicó una intromisión en los asuntos sindicales y
contravino los principios de libertad sindical, pero la máxima dirigencia de la CTV y de
todas las federaciones, aunque desconociendo su legitimidad, decidió renunciar en
pleno una vez conocidos los resultados. Todos los actores se vieron obligados a
llevar a cabo las elecciones en un lapso perentorio, pero ello, como se demostraría
más tarde, habría de perjudicar especialmente al partido de gobierno, ya que tendría
que enfrentarlas en un tiempo insuficiente para agrupar las fuerzas necesarias a su
favor.
Con la renuncia de todas las dirigencias sindicales, se constituyó de manera
inmediata una Junta de Conducción Sindical Nacional, la cual motorizó la
conformación de juntas de conducción regionales que sustituyeron las directivas de
las federaciones regionales y por rama de actividad; tales juntas tendrían la
responsabilidad de asumir la coordinación del movimiento durante el período de
transición hacia las elecciones. 14 Con ello comenzó una nueva etapa que pondría a la
CTV en la palestra nacional y durante la cual sabría granjearse nuevas simpatías por
la forma equilibrada y consistente en que confrontó al CNE en todos los asuntos
relativos al proceso electoral. Su actitud favoreció la constitución de una mesa de
diálogo que concluyó con la aceptación por parte de las FBT de participar en las
elecciones de dicha central.

LA ESTRATEGIA DE CONTROL DESDE ADENTRO: LAS ELECCIONES


SINDICALES
La AN decidió delegar en el CNE, con base en la norma constitucional ya

10
mencionada, toda la responsabilidad concerniente a la programación, organización,
seguimiento y control de las elecciones sindicales, lo cual quedó expresado en el
Estatuto Electoral Sindical que rigió el proceso a todos los niveles. Este estatuto
catalogado como violatorio de la libertad sindical y que causaría muchas
perturbaciones a lo largo del proceso, le confirió al CNE un poder determinante sobre
su desenvolvimiento.
Las elecciones tuvieron finalmente lugar entre septiembre y octubre del año
2001 bajo la supervisión del CNE.
Como ejemplo del cumplimiento masivo de las normas del CNE, de 87 organizaciones
nacionales afiliadas a la CTV, sólo a 11 federaciones le hicieron algún reparo en sus proyectos
electorales, y de éstas sólo 4 quedaban pendientes para el día lunes 20, según informó el propio
presidente del CNE, anticipando que las cuatro restantes se resolverían esa misma semana [...] Los
números del CNE demuestran el interés de las organizaciones sindicales en ir al proceso de
elecciones y relegitimar a sus dirigentes (Meza, 2004).
A las elecciones concurrieron la CTV, la CGT y Codesa, pero la CUTV se negó
a participar, lo que no fue motivo de ningún reparo por parte del CNE. Un total de
2.974 sindicatos, de los cuales 2.044 pertenecían a la CTV (lo que no dejaba dudas
sobre su carácter mayoritario) participaron en el proceso (CNE, 2004:45). De 1,2
millones de afiliados, el 80 por ciento estaba en el sector público.
Las planchas al Comité Ejecutivo de la CTV que se presentaron ante el CNE
fueron: la del FUT, compuesto por AD, Copei, Unión y Bandera Roja; la del Nuevo
Sindicalismo y el Movimiento de Trabajadores 1° de Mayo; la de la Alianza Sindical
Independiente (ASI), la del Frente Constituyente y las de las FBT, divididas entre la
plancha de Aristóbulo Istúriz, apoyado directamente por Chávez, quien se
comprometió a fondo con su campaña 15 y la de Reina Sequera respaldada por una
minoría de los sindicatos pro-gubernamentales. La candidatura de Istúriz fue muy
negativa en términos del desarrollo político-sindical dentro de la CTV, pues produjo
una polarización radical que restringió las posibilidades de diferenciación al interior
de las candidaturas restantes y centró la campaña en las posiciones contra o pro
gubernamentales, relegando la discusión sobre los problemas fundamentales de los
trabajadores.
El proceso de elecciones en sí estuvo bastante convulsionado en algunos
estados. Uno de los casos más problemáticos fue el del Zulia, donde las elecciones
fueron postergadas en cinco oportunidades y finalmente el CNE declaró nulos los
resultados; situación similar se vivió en el estado Bolívar (Zambrano, 12/11/2005).
Pero esos problemas no fueron mayoritarios y el propio CNE reconoció que «En el
proceso de elección de las autoridades de las organizaciones sindicales, hubo una
alta participación electoral (56,27 por ciento)» (CNE, 2002:85). Estas elecciones
permitieron conocer la tasa de sindicalización y apreciar cómo, antes que disminuir
aumentó respecto a 1998, pasando del 11,3 por ciento del total de la población
ocupada al 12,5 por ciento. 16
En las características que adquirió el proceso electoral tuvo una gran
responsabilidad el Estatuto Electoral Sindical creado por el CNE porque, en vez de
ayudar a que tuviera lugar un proceso limpio, fue un factor determinante para hacerlo
caótico al desmontar la estructura electoral de la CTV: la responsabilidad del proceso

11
la colocó en unas comisiones electorales que para cada sindicato, federación y
confederación deberían constituirse en asambleas de trabajadores y habrían de
reportar directamente al CNE. Esto tuvo graves implicaciones. 17 Primero, significó que
las comisiones electorales no tuviesen en muchos casos composición plural, sino que
dependiesen de quienes ejercían de antemano el control de cada sindicato y tuvieran
por tanto mayor posibilidad de manipular las asambleas; como era de esperarse, esto
exacerbó los conflictos intersindicales y favoreció en particular a Acción Democrática
que mantenía la estructura sindical más fuerte y una larga experiencia en manejo de
asambleas. Y segundo, tal mecanismo acabó con la posibilidad de que alguna otra
instancia distinta al CNE pudiese tener una idea cabal de los resultados. Estos
factores, junto con un saboteo directo del proceso tanto por parte de las FBT como
de AD en todos los espacios donde no podían ganar, fueron los que facilitaron que se
cometieran numerosas acciones de fraude, dando incluso origen a un nuevo
fenómeno: «la ceromanía» 18 y que las elecciones terminaran por ofrecer una imagen
de caos y desorden.
El CNE, después de confrontar problemas en varios estados, fue reconociendo
los resultados en casi todo el país, pero no así con las elecciones al Comité Ejecutivo
de la CTV, apoyándose en el hecho de que habían desaparecido el 49 por ciento de
las actas, situación que ocasionó que se produjeran muchas denuncias de fraude. No
obstante, después de varios problemas al interior de la Comisión Electoral de la
CTV19 ésta declaró que el Frente Unitario de Trabajadores (FUT) había obtenido el
64,04 por ciento y el segundo lugar correspondía al sector oficialista con el 19,25 por
ciento de los votos, con lo que fue proclamado Carlos Ortega como presidente de la
CTV, pero esto nunca fue ni confirmado ni cuestionado por el CNE, quedando ese
vacío durante casi cuatro años. 20
La consecuencia más grave de tal vacío fue que el gobierno nacional lo utilizó
como argumento para desconocer a la CTV. No obstante, personeros del bloque
gubernamental o conocidos simpatizantes, si bien coincidiendo con el juicio respecto
a las numerosas irregularidades, aceptaron que la tendencia ganadora había sido la
representada por Carlos Ortega:
En cuanto a los resultados de las elecciones en la CTV, el Vicepresidente de la Asamblea
manifestó que a su entender la corriente interna, encabezada por el Sr. Ortega ha ganado las
elecciones pero que no puede probarlo debido a las irregularidades que se habrían cometido (OIT,
2002:8). Istúriz insinuó que Ortega había ganado las elecciones pero que el porcentaje atribuido al
FUT había sido inflado notablemente (Ellner, 2003:13). No tengo dudas de la clara victoria de la lista
de Carlos Ortega, victoria que hubiera obtenido sin necesidad de las trácalas electorales que forman
parte de la cultura adeca y que aplicaron descaradamente en federaciones como la de la construcción
y en algunas regionales (Díaz Rangel, 17/3/2002:9).
Las irregularidades en las elecciones al Comité Ejecutivo ocasionaron también
un gran malestar entre las fuerzas que no formaban parte del FUT, pero igualmente
la mayoría aceptó los resultados por no poner en duda que esa era la fuerza
ganadora, pero con resultados «sobredimensionados». Como razón, para que AD
asumiera esa conducta a pesar de tener garantizado el triunfo de Ortega, es
sugerente la que nos ofrece Steve Ellner: «AD tenía un buen motivo para distorsionar
los resultados de esta manera: solamente con un triunfo aplastante del FUT se podía
lograr mantener su control de la CTV y garantizar al mismo tiempo a sus aliados en el

12
FUT una representación en el Comité Ejecutivo» (Ellner, 2003:169).
La derrota del candidato oficialista vendría a confirmar la tendencia que se había
manifestado en ocasión del referéndum, como era la recuperación en ese momento
de la capacidad de representación de las fuerzas tradicionales de la CTV en el orden
laboral. Las razones que pueden explicar tal recuperación son de diferente
naturaleza: la insatisfacción respecto a las expectativas frente a Chávez; el control
que seguía manteniendo Acción Democrática sobre la base sindical; la revalorización
de la dirigencia sindical a causa del los atropellos cometidos por muchos patronos
aprovechando la coyuntura; la actuación acertada de la Junta de Conducción Sindical
Nacional; la ruptura de varias corrientes sindicales con el proyecto chavista; y la
actitud que asumió el CNED, claramente favorable a la línea gubernamental. 21
Pero el mismo proceso electoral nos ofrece también importantes elementos para
hacer un balance de las características del movimiento sindical representado en la
CTV para ese momento y los problemas que aún persistían en su seno.
En primer lugar, hay varios aspectos en los que mostró seguir reproduciendo las
mismas prácticas que en el pasado. Por una parte, en la campaña electoral hubo una
ausencia notable de propuestas programáticas, predominando los epítetos y las
descalificaciones del contrario. Por la otra, el proceso de legitimación del liderazgo
sindical fue poco transparente y puso en evidencia la fragilidad del mecanismo
democrático cuando no existe la cultura política correspondiente. Tal vez por el hecho
de que fue la presión externa la que condujo a asumir la democratización, no se
reflejó en gran parte de la dirigencia sindical de AD una disposición real a poner a
competir su liderazgo y a aceptar las reglas que impone el juego democrático. Si bien
manifestó capacidad de negociación al conformar la plancha más plural, el FUT, a lo
largo del proceso cometió diversos tipo de irregularidades mostrando no estar
dispuesto a perder el control de la Confederación; más aún cuando éste le proveía de
un poderoso frente desde el cual dirigir su política de oposición. Aunque pocos dudan
que el FUT, controlado por los dirigentes de AD, hubiera ganado las elecciones aun
sin el fraude, éste empañó el proceso y le restó legitimidad.
En segundo lugar, las corrientes sindicales que representaban un cambio de
liderazgo mejoraron poco su posición respecto al pasado. Por un lado, se vieron
lesionadas por las irregularidades cometidas en la conformación de los organismos
electorales y en el propio proceso de conteo y registro de los resultados, pero el
temor a favorecer la postura gubernamental les impidió denunciar los atropellos de
manera enfática. Por otro lado, la polarización electoral redujo las posibilidades de
consolidar una alianza de todas las fuerzas opuestas al sindicalismo tradicional y al
oficialista, produciéndose deserciones en uno y en otro sentido que disminuyeron
también sus posibilidades reales.

LA ESTRATEGIA DE DESCONOCIMIENTO COMO ACTOR LABORAL


A raíz de la derrota de su candidato y apoyándose en el silencio del CNE
respecto a las elecciones en el Comité Ejecutivo, el Gobierno optó simplemente por
desconocer a la CTV para todos los fines, entre ellos, para el nombramiento de la
delegación sindical ante las Conferencias de la OIT, la cual ha venido siendo

13
conformada con representantes de otras centrales sindicales. Hasta ese momento el
Estado había desplegado un conjunto numeroso de acciones y disposiciones que,
contraviniendo los principios de libertad sindical, atacaban frontalmente al movimiento
cetevista. A partir de entonces buscaría reducirlo a su papel meramente
oposicionista, estrategia que se hizo posible por el rol que la propia CTV pasó a
ejercer.
La recuperación de la legitimidad de la CTV frente a los trabajadores, obtenida
hasta el momento de las elecciones, comenzaría pronto a resquebrajarse. El primer
elemento que ayudaría a hacerle perder parte de ella sería la forma como se
desenvolvieron las elecciones al Comité Ejecutivo. De todas las instancias
provinieron críticas e incluso uno de sus miembros, Carlos Navarro, antiguo
secretario general de la Confederación, mostró públicamente su desacuerdo y se
negó a incorporarse a su nuevo cargo.
Aparentemente superado ese escollo, con la derrota infligida al candidato
oficialista en las elecciones y ante la debilidad de los partidos u otras organizaciones
de la sociedad civil, la CTV pasó a convertirse en la instancia más importante de
oposición al Gobierno. Ello comenzó a expresarse con el apoyo al paro del 10 de
diciembre promovido por Fedecámaras en rechazo al conjunto de 48 leyes aprobadas
por el Ejecutivo Nacional mediante la Ley Habilitante de manera inconsulta (al menos
a quienes adversaban al Gobierno). Ante este paro, Carlos Ortega, perteneciente a la
tendencia más radical dentro de AD frente a Chávez, sostuvo dentro del Comité
Ejecutivo de la CTV que era muy importante participar en repudio al nuevo Estatuto
de la Función Pública, el cual contemplaba un conjunto de disposiciones violatorias
de la libertad sindical y limitantes en materia del derecho a la negociación colectiva y
a la huelga. Entre los aspectos más polémicos de este estatuto estaban: 1)
restricción del derecho a huelga a la mayor parte de los empleados públicos; 2)
establecimiento de limitaciones a los temas de la negociación colectiva; 3)
obligatoriedad de que las escalas de sueldos a decidirse tuviesen el visto bueno del
Presidente de la República y todos los compromisos el acuerdo del ministro de
Finanzas; 4) creación de la figura de los funcionarios interinos nombrados fuera de
concurso; 5) obligatoriedad de registro por parte de las organizaciones sindicales
para ejercer la representación ante el Ministerio de Planificación y Desarrollo; 6)
restricción del derecho a la protección de la maternidad en casos de libre
nombramiento o remoción (Estatuto de la Función Pública, 2001). 22
En rechazo a tales disposiciones, la Central decide aliarse con Fedecámaras e
incorporarse al paro. No obstante, dicho estatuto estaba en discusión desde tiempo
antes y no se le había prestado la debida atención, inmersos como estaban todos los
dirigentes sindicales en la campaña electoral. Utilizarlo como argumento para
participar en un paro convocado por Fedecámaras, al fin y al cabo la organización
patronal, fue una medida polémica, más aún cuando había también leyes, como la de
pesca, que respondían a viejas reivindicaciones de fuerzas progresistas. Pero el
estatuto fue también la gota que rebasó el vaso: las constantes violaciones a la
libertad sindical y el desconocimiento oficial a los mecanismos institucionales de
diálogo social eran factores que incitaban a una acción radical en un momento en que
la CTV se sentía fuerte después de los resultados electorales. Fue entonces cuando

14
optó por asumirse como actor político y fue la circunstancia que permitió a los más
radicales hundir el acelerador en su lucha contra el Gobierno, y en particular contra el
Presidente.
Después de este paro, la CTV iría nuevamente aliada con Fedecámaras en la
marcha del 23 de enero de 2002. El recordatorio de esta fecha implicaba no sólo
defender la democracia, sino también asumir su simbología respecto al Pacto de
Punto Fijo. Posteriormente firmaría junto con ese organismo «un acuerdo por la
gobernabilidad». Estas iniciativas, independientemente de su validez y pertinencia
política para la situación que atravesaba el país, serían muy bien manejadas por los
sindicatos chavistas para denunciar una alianza contranatura entre sindicatos y
patronos y que luego utilizarían hasta el cansancio durante el paro de diciembre
2002. Tal campaña no dejó de tener importantes efectos.
Los prolegómenos de la marcha del 11 de abril de 2002 tendrían un sesgo
laboral mucho más claro, pues el conflicto petrolero que le antecedió tuvo sus
orígenes en el profundo malestar que se venía abrigando por varios años dentro de la
industria por la forma de gestionar el personal, favoreciendo a los simpatizantes del
Gobierno y desconociendo la meritocracia, pilar de la cultura petrolera. 23 El paro del 8
de abril tuvo como último antecedente la expulsión de destacados miembros de la
nómina mayor de Pdvsa, dada a conocer por boca del propio Presidente de la
República.24 No obstante, el rechazo a la gestión gubernamental para ese momento
trascendía largamente el conflicto petrolero y para un alto porcentaje de la población
lo que estaba en cuestión era el destino de la democracia.
En las acciones más relevantes, que tendrían lugar en 2002, la CTV pasó a
ocupar una posición estelar, como fueron el paro nacional del 8 y la marcha del 11 de
abril (no así en el golpe de Estado 25), y el paro nacional de diciembre 2002-febrero de
2003. Sin embargo, el rol al que le llevó el desarrollo de los acontecimientos, acarreó
que la mayor parte de su dirigencia fuera dejando de lado la agenda laboral para
priorizar su rol como actor político. A lo largo de 2002, la CTV pasó a ser percibida
junto a Fedecámaras como la líder del movimiento opositor y, en esa medida, tuvo
que cargar con sus éxitos y con sus fracasos.
La decisión de propiciar el paro de diciembre de 2002 estuvo antecedida por
intensos debates dentro de la CTV, lo que se expresa en que desde muchos meses
antes se lo anunciaba sin acabar de darle curso. Finalmente, la presión de otras
organizaciones de la sociedad civil por la negativa gubernamental a aceptar el
referéndum consultivo y las provocaciones del Presidente (lo que reconocerían
algunos dirigentes del Comité Ejecutivo más tarde) permitió que nuevamente la
tendencia más radical triunfara. 26
El balance definitivo del número de trabajadores del sector privado que se
sumaron voluntariamente al paro requeriría de un análisis más concienzudo. Sin
desestimar el descontento que muchos trabajadores pudiesen tener frente al
comportamiento gubernamental, difícilmente hubiesen apoyado un paro indefinido,
cuya razón era de carácter político, de no ser porque los empresarios se
comprometieron a seguir cancelando los salarios. El Ministerio del Trabajo denunció
que en 19 empresas se obligó a los trabajadores a suspender sus actividades (cifra

15
que dentro del conjunto de empresas paralizadas no parece ser muy significativa).
Los sectores que no se paralizaron por negativa de sus sindicatos fueron: las
empresas estatales de Guayana, los empleados públicos y los trabajadores del Metro
de Caracas. Tampoco se paralizaron las empresas con capital transnacional y la
banca sólo lo hizo por unos días. Respecto a la incorporación de los trabajadores
petroleros de la nómina mensual, hay quienes sostienen (entre ellos los dirigentes de
UNT) que se paralizaron forzados por las circunstancias (Ellner, 2003). Sin embargo,
no fue raro que portavoces gubernamentales acusaran a los empresarios de obligar a
los trabajadores a paralizarse y que luego éstos salieran a desmentirlo, tal como
ocurrió en el caso de las empresas Panamco —Coca Cola— de Venezuela y Polar.
En estas empresas, así como en otras de las paralizadas, la Guardia Nacional tomó
las instalaciones con una actitud acusada de «bestial». 27
Una vez finalizado el paro, el Gobierno comenzó a despedir paulatinamente a
todos los empleados de la industria petrolera que se habían incorporado a él y
también a algunos pertenecientes a otros organismos gubernamentales; entre un
total de 18.000 a 21.000 trabajadores quedaron cesantes. En Pdvsa los despedidos
fueron tanto de la nómina mayor como de la menor (obrera); esta última se redujo en
un 28 por ciento de acuerdo con las «estadísticas proporcionadas por Pdvsa al PCV
Energy de Washington» (Ellner, 2003:174). 28
El fracaso del paro fue dramático para la CTV, no solamente porque lideró un
movimiento que terminó derrotado, sino además porque su imagen se vio muy
afectada por las consecuencias que aquél tuvo sobre los trabajadores, muchos de los
cuales (en particular del sector comercio) no percibieron sus salarios durante los dos
meses que duró.29 Pero además, la CTV tuvo que disponerse a negociar con las
empresas privadas que quedaron en situación crítica después de dos meses de
parálisis. En muchas de ellas los sindicatos tuvieron que aceptar negociaciones a la
baja, como que los salarios percibidos durante la huelga no tuviesen repercusión
sobre el resto de los beneficios; o llegar a la negociación de concesiones, es decir,
accedieron, para impedir los despidos, regresar a los mínimos de la ley, eliminando
todas las ventajas contempladas en el convenio colectivo; o permitir la suspensión de
la relación de trabajo temporalmente o con el pago de la mitad del salario para que el
trabajador se incorporase solamente cuando hubiese demanda de producción, o sólo
ciertos días a la semana u otras situaciones similares. Los resultados del paro y este
tipo de negociaciones que afectaron a los trabajadores, horadaron parte de las bases
de las fuerzas sindicales que las apoyaron y favorecieron un cierto éxodo hacia la
nueva central pro-gubernamental que apareció al poco tiempo, la Unión Nacional de
Trabajadores (UNT).
Es difícil reconstruir de manera pormenorizada cómo se fueron construyendo las
decisiones que llevaron a que la CTV apareciese como un bloque conduciendo una
estrategia del «todo por el todo» que desembocó en el paro de finales de 2002. Baste
decir que las posturas de Carlos Ortega fueron decisivas para las acciones que se
emprendieron, aun cuando parte del Comité Ejecutivo no las compartiese, lo que
nunca se expresó públicamente. 30 Pero tampoco se puede ignorar que la situación de
arrinconamiento en que colocó el Gobierno a la CTV y, en general, a cualquier
persona u organización que no compartiese su proyecto revolucionario, era de por sí

16
suficiente como para provocar las reacciones más enérgicas y la exacerbación de la
polarización política daba poca cabida a reflexiones de más largo plazo. En el
desarrollo de las luchas que tuvieron lugar predominó para los dirigentes sindicales
«el criterio de que las reivindicaciones laborales deben soslayarse ante la gravedad y
peligros de la democracia y la libertad. Las reivindicaciones son más de ciudadanos
que de trabajadores» (Lucena, 2003:7). Tales temores no eran infundados y poco
después quedarían comprobados con la apertura de expedientes por parte del Poder
Judicial ante los tribunales penales a miembros del Comité Ejecutivo de la CTV por
considerarlos comprometidos con los eventos de abril 2002, la condena a prisión a
dirigentes sindicales del estado Táchira y el enjuiciamiento con privación de la
libertad al presidente de la CTV, Carlos Ortega.

LA ESTRATEGIA DE DESMANTELAMIENTO DESDE ABAJO


A partir de 2003 se observa un cambio en la acción gubernamental en su
manejo de las relaciones sindicales, la cual no es ajena a los cambios expresados en
la política laboral para la reactivación del empleo. Las nuevas orientaciones
parecieran cumplir el mismo objetivo (o al menos ser uno de ellos) pero los
mecanismos empleados han sido muy diferentes y más difíciles de ser confrontados.
Las nuevas acciones que pudiesen tener un efecto devastador sobre el
movimiento sindical son: la promoción de cooperativas de trabajo asociado, el
desconocimiento de los sindicatos de la CTV para efectos de las negociaciones
colectivas y el fomento al paralelismo sindical, y el despido de aquellos trabajadores
que hayan hecho público su deseo de revocar democráticamente al Presidente de la
República.

Las cooperativas de trabajo asociado


Los estudios que hemos realizado al respecto de las cooperativas (Iranzo y
Richter, 2005) nos permiten concluir que: a) la constitución de cooperativas de
trabajo asociado está siendo observada en toda América Latina, tanto en el sector
privado como en el sector público, pero fundamentalmente en el primero; b)
independientemente de la intencionalidad con la que sean puestas en práctica,
suponen la transferencia de una actividad que antes era realizada por trabajadores
asalariados a manos de unos individuos que no tienen relación laboral con quien se
las encomienda por lo que quedan al margen del manto protector de la legislación del
trabajo; c) el desmembramiento de un proceso de trabajo que antes era realizado por
individuos en condiciones similares y concentrados en un mismo espacio físico para
ser ejecutado por una miríada de pequeñas asociaciones autónomas y
desconectadas entre sí, implica eliminar la posibilidad de la actuación colectiva en
aras de mejores condiciones de vida y de trabajo; es decir, supone la desaparición de
la organización sindical.
En el caso particular de Venezuela, las cooperativas de trabajo asociado
comenzaron a ser promovidas por el Estado a partir del paro petrolero, siendo
utilizadas para sustituir de manera definitiva a las contratistas que se acogieron a

17
éste. Pero, más allá de Pdvsa, el Gobierno asumió como una línea de acción
fundamental la creación masiva de cooperativas de trabajo asociado en todas las
instancias del poder público y en las empresas proveedoras del Estado a través de la
concesión de créditos, lo que si bien persigue también la generación de empleo (por
lo general empleo barato) tiene un fuerte tinte político. 31
Las cooperativas de trabajo asociado, tal como están siendo puestas en
práctica, representan un serio problema para los sindicatos. Ellas tienen efectos
devastadores sobre el trabajo asalariado y protegido, y sobre la organización sindical,
pero, a pesar de ello, enfrentarlas es una tarea sumamente compleja: en teoría son la
base de la economía social o la economía popular como la denomina el Gobierno, y
en esa medida se presentan como una solución idílica a los problemas del empleo y
a las expectativas de superación económica.

El paralelismo sindical y la suspensión de las negociaciones colectivas


La otra de las nuevas políticas a partir de 2003, de acuerdo con las denuncias
persistentes de la CTV, ha sido la política gubernamental de favorecer la creación de
sindicatos paralelos como medida de ir restando peso a la base cetevista. El derecho
a la libre asociación y a la creación de las organizaciones que los trabajadores
consideren convenientes, impide calificar esta política como atentatoria contra alguno
de los principios propiamente sindicales. No obstante, es un juicio admitido que la
multiplicación de los sindicatos en vez de reforzar la defensa de los derechos de los
trabajadores los perjudica y debilita.
Las vías que dirigentes de la CTV han denunciado que está utilizando el Estado
para favorecer el paralelismo sindical son: a) facilitando el proceso de inscripción y
reconocimiento del sindicato que le es afecto y a la inversa, dificultando o
entorpeciendo el registro del que no lo es; 32 b) dándole tratamiento preferente al
sindicato oficialista en el momento de la negociación colectiva, independientemente
del grado de representación del cual goce y de que sea o no la organización
mayoritaria; c) creando especies de inspectorías del trabajo paralelas para atender
los requerimientos de los sindicatos oficialistas y rechazar los de los sindicatos de la
CTV.
Los datos oficiales reportan un crecimiento atípico de nuevas organizaciones
sindicales, sobre todo a partir de 2001. La inscripción de nuevos sindicatos se duplica
a partir de ese año en comparación con los existentes en el inicio del actual período
presidencial: mientras que entre 1994 y 2000 el promedio de creación de sindicatos
era de 227, en 2001, año de las elecciones, se crearon 519, y desde entonces la cifra
no baja de 430 por año (Memorias del Ministerio del Trabajo), al punto que entre
2002 y 2004 se crearon 1.335 sindicatos, casi la mitad de los que existían en 2001.
Los mismos datos del Ministerio del Trabajo muestran que los nuevos sindicatos que
se crean no son de carácter sectorial, lo que denota que se sigue reproduciendo la
arraigada cultura sindical por empresa, estructura criticada por los efectos nocivos
que tiene para generar un verdadero poder sindical que enfrente tanto al patrono
privado como al público (Iturraspe, 1999). La creación de más sindicatos por empresa
sustenta la tesis del paralelismo sindical que lo que busca es obtener la titularidad de

18
la negociación colectiva y con ello la administración del contrato del colectivo; el
objetivo de fortalecer al movimiento sindical supondría la creación de sindicatos
nacionales ya que éstos son la herramienta más adecuada para defender los
derechos de los trabajadores y aumentar la cobertura de la negociación colectiva.
El caso que mayor difusión ha tenido fue en ocasión de la discusión de la
convención colectiva de los empleados públicos, para cuya puesta en práctica el
Ministerio del Trabajo desconoció al presidente del sindicato mayoritario elegido en
las elecciones de 2001 y reconocido por el CNE, y sentó en la mesa de
negociaciones a un dirigente afecto al Gobierno, con cuyo sindicato se terminó
firmando la convención colectiva. Otros casos en los que se ha desconocido a los
representantes sindicales pertenecientes a la CTV para fines de la negociación
colectiva y ésta se ha celebrado con otros sindicatos son: Magisterio del Estado
Guárico,33 Federación de Sindicatos de Profesores e Institutos y Colegios
Universitarios (Fapicuv), Federación Nacional de Trabajadores de la Salud
(Fetrasalud), estos tres casos denunciados ante la OIT (OIT, 2004), CNE, y Pdvsa. 34
Asimismo, en las denuncias presentadas por Codesa ante la OIT está el auspicio de
la creación de sindicatos paralelos por parte del Ministerio del Trabajo, como serían
los casos de Sutrapetróleo, Sautegas, de expendios de gasolina, y el Sindicato de
Trabajadores de Peajes del Estado Miranda (OIT, 2004). Otra denuncia en torno a
este tema la presentó Pablo Castro, secretario ejecutivo de la CTV, quien declaró que
en los estados Aragua, Bolívar, Carabobo y Lara estaban funcionando Inspectorías
del Trabajo paralelas. «El Ministerio del Trabajo, a través de estas oficinas, se ha
convertido en el brazo político del Gobierno para promover el paralelismo sindical y
perseguir a los sindicatos contrarios al oficialismo» (Méndez, 14/7/2004).
La suspensión de las discusiones de las convenciones colectivas por razones
no justificadas, condujo a la CTV en mayo de 2003 a crear una comisión intersindical
con el objetivo de hacer un balance de los 86 casos en esa condición dentro del
sector público y programar acciones de respuesta tanto de calle como jurídicas. La
mayoría de los casos correspondían a gobernaciones y alcaldías que alegaban no
recibir los recursos necesarios de parte del gobierno central. De acuerdo con Manuel
Cova, tales suspensiones respondían a la misma política del gobierno de destruir las
contrataciones colectivas y con ello al movimiento sindical (Martínez, 20/5/2003).
Froilán Barrios, secretario ejecutivo de la CTV, vinculó la acción favorable de las
inspectorías del trabajo con los sindicatos oficialistas con las tomas de las empresas
que participaron en el paro. 35 Sobre estas tomas el resto de los sindicalistas de la
CTV ha sido muy cauto en sentar posición, probablemente por el significado que tal
iniciativa tiene dentro del ideario del movimiento obrero. El dirigente mencionado
añade: «Vale preguntarse si el Gobierno está dispuesto o en capacidad de financiar
los costos de operación y de personal de las empresas expropiadas, cuando sus
dueños las abandonen y sean hipotéticamente estos dirigentes ideológicos quienes
las administren y manejen» (Díaz, 23/10/2003).

La persecución por «el delito de firmar»


Desde comienzos de 2004, personeros del gobierno o simpatizantes, a través

19
de diferentes vías, promovieron y legitimaron los despidos de todos aquellos que
hubiesen firmado la solicitud de referéndum revocatorio al Presidente de la
República. Concretamente: a) el ministro Róger Capella, advirtió que: «quienes han
firmado contra el presidente Chávez serán despedidos porque se trata de un acto de
terrorismo [...] Conspirar en ninguna parte del mundo es posible, y si usted quiere
hágalo y usted verá como queda libremente despedida» (Ojeda Reyes, 21/3/2004); 36
b) Nervis Villalobos, presidente de Cadafe y viceministro de Energía afirmó el 9/3/04:
«Se pide que los ejecutivos de las empresas estatales estén alineados con los planes
oficiales. Sobre la remoción de 16 gerentes de Enerven influyó la participación en el
reafirmazo» (Rojas y Armas, 23/3/2004); c) Alí Rodríguez, presidente de Pdvsa para
ese momento declaró: «Dijeron que íbamos a despedirlos como consecuencia de la
firma (...) no se descarta que se despidan como ocurre en cualquier corporación
cuando no se cumplen con las obligaciones atinentes a la relación con la empresa»
(ibíd.); d) declaraciones de dirigentes chavistas por diversos medios en internet,
abogando por depurar la administración pública de todos los firmantes por demostrar
su deslealtad al Presidente de la República.
La vía de los despidos ha sido seguramente la más efectiva para garantizar
incondicionalidad por parte de los empleados públicos y para deslastrarse de todos
los posibles opositores. Las denuncias sobre amenazas y despidos en la
administración pública por razones políticas comenzaron en el mes de marzo de
2004, poco tiempo después de que se publicara la página web del diputado oficialista
Luís Tascón donde constaban todos los firmantes. Este fue el instrumento que
permitió a las diferentes instancias gubernamentales conocer quienes habían firmado
contra el Presidente (y también a los de la oposición conocer quienes no lo habían
hecho).
Muchas han sido las denuncias que hizo el movimiento sindical al respecto y
que aún continúa haciendo por esta causa. Existe constancia de las amenazas y los
despidos de un número importante de trabajadores, las cuales fueron presentadas a
la OIT, 37 pero unos pocos hubieran sido suficientes para crear una campaña de
amedrentamiento. No puede existir libertad si existe la mínima sospecha de que por
su ejercicio se puede ser penalizado.
La ministra del Trabajo nunca aceptó la existencia de tales despidos, pero el
presidente Hugo Chávez sí lo hizo, el 16/4/2005, reconociendo que había recibido
muchas denuncias de gente a la que se le negaba el derecho a trabajar por haber
firmado para lo que se había empleado la famosa lista de Tascón. «¡Entiérrese la
lista de Luís Tascón! dijo» (Cañas, 16/4/2005), añadiendo que ya había cumplido su
función. Y ciertamente la había cumplido, pues ello no fue sino más de un año
después de las primeras denuncias y cinco meses después de que la OIT entregara
el informe de la comisión al respecto. Para el momento en que el Presidente lo
reconoció el mal ya estaba hecho, pero eso no ha tenido ninguna consecuencia
práctica y tenemos testimonios de que se sigue utilizando.

A MODO DE CONCLUSIÓN
El balance de la acción estatal y del sindicalismo pro gubernamental

20
En los primeros años de gobierno, pareciera haberse intentado construir una
nueva relación neocorporativa entre el Estado y el movimiento sindical, distinta a la
del pasado. En anteriores trabajos (Iranzo y Patruyo, 2001) nos referimos
concretamente al proceso de conformación de una especie de corporativismo
presidencialista (concepto empleado por Enrique de la Garza [1992] para el caso de
México). Tal caracterización nos servía para reflejar una relación en la cual el
Presidente en persona favorecía la constitución de una central sindical controlada por
militantes de su propio partido, con la cual habría de??? mantener una relación
privilegiada, viniendo a ser el canal por el que habría de viabilizar sus contactos con
su base social. El actor sindical chavista, aunque nunca ha gozado de la condición de
interlocutor en la elaboración de la política laboral, parecía designado a convertirse
en el intermediario entre el Presidente y dichas bases. Esta forma de relación se
consolidaría cuando las fuerzas bolivarianas emergen como la nueva alternativa
sindical.
Hasta el momento en que tuvieron lugar las elecciones sindicales muchos
elementos daban pistas para creer en la intención de construir un corporativismo de
Estado con tales características, aun cuando fueran variando en el camino las formas
de constituirlo. Ante la imposibilidad de acabar con el enemigo desde afuera, la
nueva estrategia consistió en derrotarlo desde adentro, en su propio terreno y de allí
la participación del oficialismo en las elecciones internas de la CTV. Los resultados
fueron entonces nuevamente contrarios a las intenciones presidenciales y las
opciones respaldadas por los partidos de oposición se vieron finalmente fortalecidas.
Ciertamente, el hecho de que la votación para el Comité Ejecutivo estuviera plagada
de irregularidades le dio la oportunidad al gobierno de desconocer a la máxima
dirigencia, independientemente de que los resultados en los sindicatos y en las
federaciones confirmaran que eran las opciones antichavistas las triunfadoras. Pero
lo más importante es que esa derrota de las intenciones gubernamentales y más
específicamente presidenciales, unida a la presión social tanto nacional, ejercida por
la CTV, como internacional por vía de la OIT, tuvo un efecto muy importante para un
cambio radical de estrategia. Esto no es signo de que el gobierno haya cesado en su
empeño de destruir (tal como literalmente ha declarado en diversas oportunidades el
Presidente) a la CTV controlada por la oposición, pero sí que las vías ya no son las
mismas.
La nueva estrategia ha venido demostrando ser mucho más acertada que las
anteriores para los fines de la política gubernamental: de una actitud frontal,
claramente autoritaria con las fuerzas sindicales opositoras, pasó a la ejecución de
una política por debajo, que ya no coloca a la CTV en el centro del debate. Esta
estrategia no solamente ha significado resquebrajar sus cimientos, sino que refleja
una nueva posición frente a la existencia misma de una fuerza sindical a su favor. El
esfuerzo fundamental ha estado desde el año 2003 dirigido al fomento de las
organizaciones de base, que no conforman en sí mismas una estructura orgánica, tal
como son las misiones, y a la creación de una red de cooperativas nuevas, distintas a
las preexistentes y fuertemente dependientes del financiamiento y protección
estatales.
Como dijésemos inicialmente, las limitaciones de espacio nos impiden analizar

21
el papel y la significación de la central UNT, pero para caracterizar el comportamiento
del Estado frente al movimiento sindical es necesario tomar en consideración que las
actuaciones de esta central, tal como las ha recogido la prensa nacional, manifiestan
una cierta independencia al motorizar ciertos conflictos dentro del sector público.
Pero las políticas gubernamentales en todos los ámbitos manifiestan la intención de
construir un sólido apoyo donde no parece haber cabida a liderazgos contestatarios o
que puedan retar en algún terreno .a la acción gubernamental. A manera de
hipótesis, apuntamos que, en la medida que el sindicalismo tiene intereses colectivos
comunes como clase social, que resultan siempre difíciles de conciliar con un
proyecto nacional que no admite las autonomías, no tiene cabida en el mediano plazo
dentro del proyecto gubernamental actual. Es un sujeto social que tarde o temprano
obliga a la negociación.
El cooperativismo, en cambio, tal como está siendo promovido, es una
estrategia que se compadece con esas políticas en tanto significa la desintegración
de todos los espacios de acción organizada en lo laboral para la defensa de intereses
clasistas. Las cooperativas actúan como interlocutores e intermediarios con las
bases, pero de manera dispersa y personalizada; están conformadas
mayoritariamente por trabajadores con baja calificación, que vienen de procesos de
exclusión social y cuya identificación con intereses colectivos resulta mucho más
difícil de establecer. Las diversas áreas en las que se están constituyendo muestran
realidades tan heterogéneas que es difícil que puedan generar articulaciones de
carácter nacional, más allá de las indispensables para preservar el flujo de recursos
por parte del Estado. Por otra parte, el sector privado las está utilizando, tanto por su
propia iniciativa como a instancias del Estado, para el abaratamiento de la mano de
obra, complejizando más aún el universo que ellas conforman. Pareciera poco
probable dentro de esta realidad asimétrica la construcción de un discurso común.
Los cooperativistas, así como los microempresarios, son siempre posibles
competidores entre sí por la repartición de la renta y del capital privado.
Y ello aparenta ser coherente con el modelo de sociedad en construcción, ya
que en éste no parece haber lugar para la contradicción entre capital y trabajo, o para
ser más específicos, entre capital estatal y trabajo. En esta perspectiva, el Estado no
puede ser concebido como patrono, como lo es para el sindicalismo del sector
público, sino como representante de los desposeídos, sin condición de clase y por lo
tanto la relación debe ser unilateral y consensual. En tal sentido, la estrategia en
materia de relaciones laborales pareciera dirigida a apoyarse sobre una base social
que, precisamente por no ser homogénea, por no tener una identidad colectiva, es
más fácil de ser manejada en forma semiautoritaria, con formas de participación de
carácter local, donde el cuestionamiento al poder no tiene cabida. No obstante, desde
el momento que se incentiva la participación se corre el riesgo de que ella se
desarrolle de manera autónoma y trasgreda los límites impuestos de la apolítica. Y
éste pudiera ser uno de los talones de Aquiles de esta nueva estrategia
gubernamental.

El balance de la acción de la CTV

22
Podríamos distinguir que la capacidad de representación del movimiento
sindical mayoritario, agrupado en la CTV, ha vivido cinco momentos:
Un primer momento, desde los inicios de la democracia, donde era reconocido,
tanto por sus bases como por sus interlocutores y contrapartes (el Estado y los
patronos), como legítimo representante de los intereses de los trabajadores.
Un segundo momento, a partir de finales de los ochenta, cuando comienza una
crisis que se prolongaría, con altos y bajos, hasta la asunción al poder de Hugo
Chávez; en este lapso, durante las negociaciones sobre las prestaciones sociales en
el año 1997, sería legitimado por la cúpula estatal y empresarial, pero la realidad
demostraría como la mayoría de los trabajadores no se sentía representada.
Un tercer momento, a partir de 1999, cuando el hostigamiento del cual fue
objeto y la forma como lo enfrentó en medio de una situación económica regresiva y
un ejercicio político de fuerte corte autoritario, lo convirtieron frente a parte importante
de la población en uno de los pilares por la defensa del derecho a la libertad en
general como prolongación de sus luchas por la libertad sindical. Fue un período
donde la CTV se mostró a los ojos de los trabajadores y de la opinión pública
nacional e internacional como un organismo consolidado y plural, que supo atraer a
importantes líderes sindicales que históricamente se le habían opuesto, para sumarse
a la lucha por la preservación de su autonomía frente al Estado, pero también frente
a los partidos.
En ese período, el discurso de la dirigencia mostró un cambio respecto al
pasado, dando muestras del comienzo de una renovación al interior de la
Confederación, gracias a la combinación de varios factores: a) los dirigentes pudieron
percibir que la corresponsabilidad asumida con los gobiernos fracasados del pasado
había sido su principal fuente de desprestigio; b) al perder el apoyo político y
financiero del Estado, se descubrieron minusválidos, obligados a sobrevivir con lo
poco que habían cosechado, ya que las direcciones políticas de los partidos no
pudieron enfrentar las políticas interventoras ni darles los respaldos necesarios,
obligándolos a hacerlo por su propia cuenta; c) el cuestionamiento de la vieja
dirigencia y la realización de elecciones, abrió el espacio a una nueva generación de
relevo.
El punto cimero de ese momento lo representarían las elecciones sindicales por
la relativamente alta participación de los afiliados y por el crecimiento de la tasa de
sindicalización manifestada. Durante la campaña aparecieron de nuevo los fantasmas
de los sectarismos y las mezquindades, pero el sólo hecho de que el sindicalismo
adeco, acostumbrado a la hegemonía, tuviera que compartir con una plancha plural y
competir con otras planchas (chavistas y antichavistas) con cierta fuerza, fue una
experiencia de aprendizaje del ejercicio democrático. Lamentablemente, el tiempo
para éste es largo y empedrado y de allí que la experiencia terminase en parodia. De
cualquier manera ni antes ni después el Estado ha reconocido a la CTV como
legítimo vocero de los trabajadores, por lo que una parte de lo que es su capacidad
de representación, aquella que requiere del reconocimiento de sus interlocutores,
permaneció muy menguada, aun cuando el empresariado sí lo haya reconocido como
contraparte.

23
Un cuarto momento, que comenzó a finales de 2001, cuando se fue
fortaleciendo cara a la sociedad civil que aspiraba la salida del Presidente de la
República y que vio en las cabezas de la CTV un liderazgo que respondía a sus
expectativas, pero debilitado a los ojos de las clases trabajadoras, mostrando
mermada su capacidad de movilización. Por la fuerza de las circunstancias, ella se
encontró obligada a ejercer una tarea para el que las otras instancias del mundo civil
o político, dada su ausencia de liderazgo, estaban impedidas, como era el ser la
vanguardia en la confrontación con el Gobierno y en la reducción de su margen de
acción para el ejercicio de una política autoritaria. La CTV puso en práctica desde
diciembre de 2001 una estrategia que, en vez de buscar la rectificación del Gobierno
en asuntos concretos del área laboral (por difícil que ello pareciera), persiguió el
derrocamiento del Presidente. Fue un período en que la CTV mostró una mayor
capacidad de convocatoria de otros actores políticos que los de sus propias bases. Al
fortalecerse como actor político, descuidó sus labores propiamente sindicales y dejó
en segundo lugar la agenda laboral, 38 perdiendo terreno en su espacio fundamental,
el de los trabajadores. La sobre-exposición política de la CTV en luchas que dejaron
un saldo negativo; la alianza con el patrono, el empresariado; la pertinaz estrategia
gubernamental de paralelismo sindical; su imposibilidad de frenar los despidos
arbitrarios en el sector público y la dificultad para conquistar mejoras tanto en el
sector público como privado, han sido los factores que más han contribuido con esa
pérdida de terreno. En el sector público, el Estado ha intentado arrebatarles el
derecho a representar a los trabajadores y, en el sector privado, la precaria situación
en la que quedaron muchas empresas después de largas 10 semanas de
paralización, obligó a muchos sindicatos a negociar a la baja condiciones de trabajo,
lo que fue aprovechado por el sindicalismo oficialista para acusarlos de estar
entregados a los intereses de los patronos.
Algo que precisamente todavía no ha cristalizado a los ojos de los propios
trabajadores son los beneficios que para sus condiciones laborales les puede
reportar la relación que ha tenido la CTV con el movimiento empresarial. La
sobredeterminación de lo político, por razones harto evidentes, llevó a la CTV a
desaprovechar las posibilidades que esa misma relación le abría. En los planes
presentados al país por parte de la oposición no aparece una agenda propiamente
laboral; no hay nada más allá de consideraciones muy generales sobre el empleo,
estando ausentes propuestas programáticas cónsonas con las reivindicaciones
laborales. Asimismo, la dirigencia cetevista no ha obtenido compromisos de los
empresarios (por quienes también ha dado la cara y hecho importantes sacrificios),
en los asuntos laborales sino en términos muy vagos hacia el futuro, que no
comprometen a éstos en el quehacer cotidiano actual.
El haber priorizado la acción política no puede ser interpretado como la
demostración de que la CTV sigue siendo una correa de transmisión de los intereses
políticos de los partidos que en ella conviven. La forma de ejercicio del poder por
parte del Estado le ha restringido enormemente su margen de acción: el sindicalismo
no puede existir sino en democracia. La CTV, al no ser reconocida por su principal
interlocutor, ve coartadas parte importante de las iniciativas que le tocaría adelantar,
como por ejemplo, proponer acciones de política estatal en beneficio de los
trabajadores.39

24
Hasta el momento del revocatorio presidencial, las acciones reivindicativas más
importantes que adelantó la CTV a todos sus niveles fueron, por una parte, la
confrontación de los despidos de quienes firmaron para hacerlo posible, y por la otra,
las denuncias por la paralización de las convenciones colectivas y el paralelismo
sindical. Ante ambos problemas mantuvo una actitud de denuncia nacional e
internacional permanente y utilizó diferentes escenarios, entre ellos el judicial, para
intentar frenarlas, pero la conciencia del debilitamiento de su capacidad de
movilización le impidió llegar a acciones de protesta masivas, tal como lo ameritaba
la gravedad de las medidas. No es mucho lo que ha podido hacer para detenerlas
porque son pocos los resquicios que le quedan para ejercer presión.
A este balance hay que añadirle los elementos adicionales de enorme
importancia que mencionamos anteriormente: la promoción de la toma de empresas,
las cooperativas y las misiones. Las tres pueden tener incidencia sobre el ejercicio de
la acción sindical, bien sea porque las primeras son promovidas en empresas
controladas por sindicatos no oficialistas o porque las segundas son hechas a
expensas de externalizar puestos de trabajo estables, o porque las terceras
esconden el problema del desempleo y la informalidad. 40 Pero asimismo, son
prácticas bien acogidas por la población porque les ofrecen soluciones concretas a
sus problemas inmediatos. Y ello nos lleva a la otra cara del problema: el discurso
que respalda tales medidas, así como el conjunto de la acción gubernamental, las
presenta como acciones fundadas en la búsqueda de la equidad y la justicia social;
como parte de las acciones propias del ideario revolucionario, al cual no sido ajeno el
movimiento sindical a lo largo de toda su historia. Esto, aparte de dificultar a todas las
corrientes sindicales responder a las prácticas sustentadas con ese discurso, ha
afectado particularmente a las fuerzas sindicales de izquierda dentro de la CTV, que
son las que proporcionalmente más sindicatos han visto migrar hacia la UNT.
El quinto momento de la CTV comenzó a partir del triunfo de Chávez en el
referéndum revocatorio. La nueva derrota de la oposición en dicho referéndum ha
afectado principalmente, como en todo fracaso, a aquellos factores políticos que lo
promovieron, y entre ellos estaba nuevamente incluida la CTV. Ello, aunado a las
políticas mencionadas, ha mermado seriamente su capacidad de representación y
pareciera que atraviesa en la actualidad la crisis más grave de su historia.
Sin embargo, en las primeras elecciones sindicales después de las realizadas
en 2001, las tendencias adscritas a la CTV obtuvieron conquistas relevantes, como
fue el caso de las empresas del aluminio. 41 Hasta el mes de mayo de 2005, 847
sindicatos, 830 de ellos de la CTV, habían solicitado hacer elecciones y de las 136
realizadas para ese momento, 130 le pertenecían. Pero no está claro hasta qué punto
toda la dirigencia tiene conciencia de la gravedad de la situación y de la necesidad de
dar muestras contundentes de su ruptura con las prácticas del pasado. El déficit de
democracia demostrado en 2001, así como el manifestado durante el Congreso
realizado en 2003, tan poco autocrítico por parte de la dirigencia adeca que impidió
que se aprobara un documento donde se asumían tibiamente los errores del pasado,
son expresión de que existe todavía la necesidad de una renovación real y profunda
en su interior, y de ello dependerá su futuro.
La polarización de la sociedad es un hecho por los momentos irreversible, y

25
dificulta severamente el aprendizaje democrático y la apertura necesaria para
establecer nuevas articulaciones y puntos de encuentro dentro de la clase
trabajadora, capaces de trascender esta coyuntura. Pareciera que la mayor dificultad
de la CTV será conservar sus bases cuando ella misma creció y se fortaleció
apoyándose en la condición privilegiada que le significaba ser parte del
corporativismo estatal y, por tanto, la mejor posicionada para negociar las
reivindicaciones para sus afiliados dentro de la administración pública.
Por todo lo que hemos podido ver a lo largo de este trabajo, las posibilidades
reales de tutela efectiva del derecho de representación del movimiento sindical son
escasas en la actualidad. Frente a sus contrapartes, el ejercicio de la capacidad de
representación se encuentra muy mermado. Ante el Estado, el movimiento sindical
tiene supeditado su reconocimiento como interlocutor válido a la aceptación de la
subordinación de los intereses laborales a los de la entelequia del proceso
revolucionario; términos en los que la capacidad de representación pierde toda
sustancia. Ante los empresarios, obtuvo el reconocimiento mientras priorizó los
acuerdos políticos en detrimento de la defensa de las condiciones de trabajo de sus
representados, no recibiendo éstos ninguna contrapartida a cambio; la tarea ahora
parece ser la de recuperar los justos equilibrios que rompan con las prácticas
tradicionales, deslastrando tanto la conciliación como las confrontaciones per se.
Frente a las bases obreras tienen por delante el reto de recuperar el ámbito de lo
laboral e impedir que se sigan vaciando los sindicatos y disminuyendo los que tienen
acceso a las convenciones colectivas. Así mismo, tienen la obligación de encontrar
formas de articulación con el mundo de la informalidad y de los excluidos, confinados
ahora a la dependencia de la ayuda estatal, de cuya representación dependerán sus
posibilidades de extraer nuevas fuerzas no sólo en función del desarrollo del
sindicalismo, sino de la misma democracia.
NOTAS
1 Este artículo forma parte del informe correspondiente al proyecto del área
sociopolítica «Redefinición de la ciudadanía y la democracia en Venezuela:
nuevas relaciones entre Estado y Sociedad civil», cofinanciado por el Fonacit.
2 Este trabajo fue presentado para su discusión al Comité Ejecutivo de la CTV el
12/07/2005, ver <www.ildis.org.ve>.
3 Para los interesados en profundizar sobre los antecedentes de esta crisis en el
marco de la reestructuración económica y política que vivió Venezuela desde
finales de los ochenta, recomendamos la lectura de Iranzo y Patruyo, 2001.
4 En este afán incidieron los sindicatos minoritarios, que sintiéndose impotentes
buscaban el apoyo del Estado para imponer medidas democratizadoras desde
afuera.
5 Esta cláusula, existente también en los contratos de las grandes empresas
privadas, supone que la empresa siempre mantiene el derecho a escoger las
personas que respondan al perfil por ella requerido.
6 Después de las elecciones sindicales de 2001, el 19/11/2002 se aprobó una nueva
Ley Orgánica del Poder Electoral, la cual, en opinión del Gobierno, elimina de

26
hecho el Artículo 293 de la Constitución de 1999, pues restringe las potestades
del CNE y la subordina «a la voluntad y al libre consentimiento de las
organizaciones sindicales», por lo que no podrá en el futuro participar en la
convocatoria, ni en la vigilancia y supervisión de las elecciones sindicales (OIT,
2004: 5-6).
7 Las dos corrientes sindicales (que no eran centrales sindicales), formaban parte, en
ese momento, de la base de apoyo sindical a la gestión gubernamental. Más
tarde ambas se distanciarían de ésta.
8 Más tarde la Contraloría General de la República, en interpretación del precepto
institucional, exigiría presentar a los dirigentes sindicales una declaración de
bienes al principio y al final de su mandato frente a este organismo, pero con una
resolución del 28/3/2003 derogó tal disposición y resolvió que sólo presentarán tal
declaración aquellos integrantes de las directivas sindicales que voluntariamente
lo deseen (OIT, 2004).
9 El sindicato de este sector, independiente y no afiliado a la CTV, mantenía una
actitud crítica frente a las posturas tomadas por el Gobierno con respecto al
movimiento sindical. Mediante la cual si un directivo deja su cargo, así sea por
incumplimiento, pasa a ser sustituido por una persona de su misma fuerza
política.
11 Cobros de comisiones por discutir un contrato colectivo que en oportunidades
podía esconder la venta de mejoras salariales dentro de un contrato.
12 El contenido de la pregunta formulada fue el siguiente: «¿Está usted de acuerdo
con la renovación total de la dirigencia sindical, en un lapso de 180 días, bajo
estatuto especial elaborado por el Poder Electoral, conforme a los principios de
alternabilidad y elección universal, directa y secreta, consagrados en el Artículo
95 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y que se
suspendan en sus atribuciones en un lapso de 180 días a los directivos de las
Centrales, Federaciones y Confederaciones sindicales establecidas en el país?».
13 Por limitaciones de espacio nos permitimos referir el análisis al respecto realizado
en Iranzo y Patruyo (2001:263-265).
14 Durante ocho meses la CTV estuvo dirigida básicamente por personal técnico del
Inaesin y algunos otros asesores. Mientras tanto, los dirigentes de AD se
dirigieron hacia las regiones y se concentraron en recuperar sus bases, estrategia
que les resultaría muy efectiva. En aquellos días, el edificio de la CTV estaba
vacío.
15 Como se dijo previamente, el día de su lanzamiento el Presidente fue el maestro
de ceremonia y le levantó el brazo para recalcar su apoyo.
16 Cálculos basados en la información sobre fuerza de trabajo suministrada por el
INE en el segundo semestre de 2001 y el número de electores inscritos
suministrado por el CNE.
17 Entrevista a León Arismendi, 15/20/2001.
18 Forma en que se definió la recurrencia de actas donde una plancha era la

27
ganadora y todas las demás tenían cero votos. La decisión salomónica que tomó
la Comisión Electoral Nacional de la CTV fue la de eliminar todas las actas que
presentaban tal característica.
19 Renunció su presidente, Daniel Santolo, y se incorporaron otras tres personas
cercanas al FUT.
20 Esto a pesar del Artículo 9 del estatuto electoral sindical, el cual establece que el
CNE respetará «el principio de la presunción de la buena fe, pues mientras no se
demuestre lo contrario, se presume cierta la información proporcionada por las
organizaciones sindicales sujetas al presente Estatuto Especial». Asimismo,
tampoco cumplió con el principio que le establecía certificar «los resultados de los
comicios otorgándole certeza al proceso». Finalmente, por sentencia del
14/1/2005 fueron declaradas inválidas esas elecciones al Comité Ejecutivo.
21 Aspectos desarrollados en Iranzo (2002:57-59).
22 Este Estatuto sería reformado posteriormente (en 2002) por la Asamblea Nacional,
eliminándose la mayoría de las restricciones a la libertad sindical.
23 El presidente designado a principios de 2002, Gastón Parra, no provenía del
sector petrolero y había sido públicamente adverso a la forma de manejar la
industria hasta ese momento. Su designación fue asumida por la gerencia de
Pdvsa como una agresión injustificada, que violentaba todos los principios de la
meritocracia. Parra además nombró a un militar en la Junta Directiva a quien se
le acusó de convertir su división en un centro de espionaje interno con
intervención de teléfonos y correos electrónicos de todo el personal. Por otra
parte, los cambios constantes de presidente (cinco en dos años) y con ello de
personal directivo e incluso de políticas, crearon mucha incertidumbre y malestar
dentro de la industria.
24 Quien fue anunciando el nombre de cada uno de los despedidos con un pitazo y
un gesto de ¡fuera! (Lo hizo en una cadena para todo el país, por Televisión y
otros medios. Nota Editor).
25 Aunque Carmona llamó a un miembro de la CTV a convalidar su nombramiento y
designó a uno de sus asesores como ministro, ninguno de los dos aceptó tal
«invitación».
26 En los pasillos de la CTV se comentaba que ni siquiera Manuel Cova, secretario
general de la CTV, estaba de acuerdo con el paro. Más tarde, la declaración
pública del paro como in definido hasta la renuncia del presidente Chávez, la hizo
Carlos Ortega en la sede de Fedecámaras, sin consultar con el resto del Comité
Ejecutivo.
27 El dirigente de la Federación de Trabajadores de la Industria de la Bebida declaró:
«... Denunciamos y condenamos la detención arbitraria e ilegal de 13
trabajadores de la empresa Panamco, quienes fueron sometidos a tortura por
efectivos de la Guardia Nacional. De esto dieron fe las organizaciones de
derechos humanos que se hicieron presentes. Admiten que ninguna empresa nos
obligó a pararnos». El Carabobeño (25/1/2003): «Denuncia» (cit. Por Lucena,
2003).

28
28 El Comité de Libertad Sindical de la OIT declaró al paro petrolero de 2002 como
una huelga general cuyos objetivos no eran estrictamente reivindicativos del
sector sino también contra la política económica y social del Gobierno. Por tal
razón la declaración final añade: «Los gerentes y trabajadores del sector que
paralizaron sus labores pacíficamente y no participaron en actos delictivos, no
deberían haber sido despedidos» (Párraga, 26/3/2004). Aparte de su impacto
moral, esta declaración no tuvo ninguna trascendencia.
29 Además, todos los trabajadores tuvieron que sufrir durante el paro las
consecuencias de la paralización del suministro de gas y las dificultades para
acceder a los bienes alimenticios básicos.
30 Predominó la idea de salvaguardar la imagen institucional y de no mostrar
fracturas en la lucha contra Chávez.
31 Para conocer más sobre el manejo que se ha hecho de las cooperativas
recomendamos Iranzo y Richter (2005:113-123).
32 La política de poner el Ministerio del Trabajo a disposición de corrientes sindicales
afectas al Gobierno es de vieja data en Venezuela, pero en los últimos años se
evidencia un uso exacerbado de tal política.
33 El Gobierno se negó a discutir una nueva convención colectiva con los sindicatos
Sinvema, Sinteg y Suma, pertenecientes a Fetraguárico.
34 Como en la negociación de Pdvsa se pretendió incorporar dos sindicatos, se
realizó un referéndum a solicitud de la CTV y se determinó no sólo que eran
minoritarios sino, incluso, que uno de ellos lo que tenía eran 40 afiliados.
35 «Tal es el caso de la planta de Pirelli en Guacara, estado Carabobo, en la cual
tres ex directivos sindicales -despedidos por mala conducta y rechazados por los
trabajadores- tomaron violentamente el portón, apoyados por la Guardia
Nacional, la policía regional y la Inspectoría del Trabajo» (Díaz, 23/10/2003).
36 El hecho de que el ministro Capella se permitiese aprobar los despidos por el
delito de firmar, sirvió para sustentar públicamente la medida, ya que aun cuando
se retractara en cierta forma más tarde al decir que esa era su posición personal,
con ello le daba legitimidad a todos aquellos que tenían funciones directivas y
compartían sus posiciones personales, para actuar en consecuencia.
37 La abogada de la CTV que siguió los casos revisó 7.500 expedientes.
38 Hay que distinguir el comportamiento de algunos dirigentes. Por ejemplo, a través
de la prensa podemos hacer el seguimiento de la constante preocupación que
han mostrado Froilán Barrios y Pablo Castro, miembros del Comité Ejecutivo, por
los asuntos específicamente laborales.
39 Muestra de ello fue el desconocimiento del Ejecutivo de la propuesta de plan de
empleo que beneficiaba a 810.000 personas presentada en julio de 2003
(Rodríguez Olmo, 16/77 2003).
40 Con esto no se pretende reducir tales políticas a esas consecuencias sino que,
desde ese punto de vista, afectan directamente al movimiento sindical.

29
41 En una, le arrebataron el sindicato a la tendencia favorable al Presidente de la
República, a pesar de que éste participó directamente en la campaña, y en otra,
ganaron los cuatro cargos para directores laborales.

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30
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31

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