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Manioshu

Colección para diez m il generaciones

Traducción, presentación y notas de


A ntonio Cabezas García

poesía Hiperión
MANIOSHU
Colección para diez mil generaciones
Tradu cción, presentación y notas de
A n ton io Cabezas G arcía

i
Hiperión
poesía H ipcrión
Colección d irigid a p o r Jesús M unárrix
Diseño gráfico: E q u ip o 109

(D C o p y r i g h t de la traducción: Antonio Cabezas García, 1980


© C o p y r i g h t de esta edición:
E d ic io n e s H i p e r i ó n , S. L.
N uestra Señora del Carm en, 11. Pozuelo-Estación. Madrid-23
A p a rta d o de C orreos: 33.010. M adrid
I.S.B.N.: 84-7517-002-1
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C om puesto en Linotipias M. Mingue/.. Carolina C oronado, 46.
Im p reso en Técnicas G ráficas, S. L. Las M atas, 5. Madrid-29
P R E S E N T A C IO N

Aparece aquí la versión castellana de una obra ja p o ­


nesa que em p ezó a ser con ocid a allende los Pirin eos hace
más de cien años. Se trata del Man-io-shu ', o «C olección
para diez m il gen eracion es», an tología lírica que acabó
de com p ilarse hacia el 760 de nuestra era, año más, año
menos.
El M a n ios h u es un retab lo de siete m aravillas.

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L a -colección recoge nada m enos que unas 4.500 piezas


poéticas, de las cuales la apabu llante m ayoría son tankas,
la fam osa fó rm u la m étrica en 5-7-5-7-7, que L orca definía
com o sim etría asim étrica. P ero tam bién aparecen tres
tipos m étricos que se esfu m aron casi en seguida de la
lírica japonesa: la choka u oda, la sedoka o tonada y la
sexteta búdica. E xplico.
La oda es un poem a extenso, pero de longitud va ria ­
ble, con alternancia de pentasílabos y heptasílabos, que
term inan siem pre con un pareado de éstos, y lleva com o
antistrofas una o varias tankas. La oda japonesa es en

' Las p ala b ras japonesas que aparecen en este libro léanse
com o si se tratara de vocablos castellanos. L a com binación SH ,
com o en inglés. La W, com o en W ashington.

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cadencia no m uy d iferen te de la cueca larga chilena, ese
ritm o que en ocasiones m anipuló el in m ortal N eruda. El
M a n ios h u contiene unas 260 odas.
La tonada es una sexteta en 5-7-7-5-7-7, de fu erte sabor
popu lar, y m uy escasa, ya que sólo perduran unas 60.
La sexteta búdica es llam ada en japonés literalm en te
« P ie de B u d a », pero no vo y a dem orarm e en ex p lica r por
qué. Se trata de una sexteta en 5-7-5-7-7-7, aún más insó­
lita que la tonada: sólo se han con servad o 21, una de ellas
en el Manioshu.
Esta co lección contiene un solo eje m p la r de «r e n g a »,
tanka cuya terceta inicial es ob ra de un poeta y el rem ate
de o tro distin to. La renga alcanzó gran popu laridad en el
siglo X I V , dando origen al jaiku , que con la tanka fo rm a
el dúo de m ódu los m étricos típicos de la lírica japonesa.
S ob re el ja ik u hay en castellano un m agistral estu dio del
p ro fe s o r de F ilo lo g ía en S evilla, Fernando R o d ríg u ez I z ­
q u ierd o { E l haiku japonés, Ed. G uadarram a, M adrid,
1972). T am bién es trascendental la traducción que el gran
poeta azteca O cta vio Paz hizo con E ik ich i Jaiashiia de la
ob ra de M átsuo Basho Sendas de O ku (B arrai, B arcelona,
1970). M ucho ha hablado de la renga, y dado m ucho que
hablár, el gran O ctavio Paz, llegan do a escrib ir rengas
p o líglo ta s al alim ón con poetas gabachos y gringos.
En conclusión: aun tratándose en su m ayoría de pie­
zas breves, el M a niosh u no deja de ser m onum ental.

Antigüedad

E l ú ltim o poem a datádo es del año 759, p o r lo que


puede deducirse con gran p ro b a b ilid a d que la a n tología
d eb ió clausurarse hacia el 760. P ero se calcula que co­
m enzó a co m p ilarse hacia el 630. Es decir, tard ó ciento
treinta años en com pletarse. M ien tras Europa atravesaba
su p eríod o lite ra rio más tenebroso, Japón gozaba de una
civiliza ción refinada, donde el crim en más n efando se
llam aba «jin a b i» , vu lgaridad. El M aniosh u es, cro n o ló ­
gicam ente, la prim era obra litera ria de Japón.

Valor

P o r consenso unánim e de los críticos, tanto japoneses


com o extra n jeros, el M aniosh u es la suprem a a n tología
del Japón. N inguna de las veinte colecciones o ficia les que
se co m p ilaron p o steriorm en te p o r deseo, m andato, ucase
o fantasía de diversos em p erad ores se le puede pa ran go­
nar, ni siqu iera las dos más fam osas, el K o k in s h u del año
905 y el N u e v o K o k in s h u de 1205.^La lírica del M aniosh u
es poderosam en te m asculina, espontánea, p letó rica en v i­
talidad, b río ju ven il, op tim ism o y una serenidad auténti­
cam ente clásica.. Un crítico am ericano usa la expresión
«clea r, strong and fre s h »: clara, fu erte y fresca. Los c r íti­
cos japoneses encom ian su a tm ósfera paradisíaca, clara,
pacífica, su m ezcla de sin ceridad y dignidad, de elegancia
y sim p licidad pastoral, su a rd or y v ig o r de espíritu.
Caveat lecto r! Si se qu iere degustar este lib ro vetusto
y aprender sus lecciones, hay que acercarse con candor
e inocencia, co m o el antiguo japon és se acercaba al m un­
do, «v ia ja n d o en el regazo de las cosas sin preguntarse
p o r e lla s » 2.
y A parte del va lo r intrínseco de la obra, su im portan cia
estriba en que toda la literatu ra japonesa, clásica o m o;
derna — épica, teatro, novela, diarios, ensayo— , está im ­
pregnada de lirism o, y la fu ente p rim ord ia l de ese lirism o
se encuentra en el Manioshu. Posee adem ás el v a lo r de
hacer un retra to de la p sicolo gía del pueblo japonés, uno
de cuyos dos trazos peculiares, el espontáneo naturalism o,
se descubre en cada pieza de la antología.

2 La frase es del Sensei Sánchez D rago en G á r g o r i s y Hahidis.


C om p lejid a d asequible

El sistem a de transcripción que adoptaron los com ­


piladores fue tan com p licado, que (se sabe) varias déca­
das después de su pu blicación nadie podía d escifrar aquel
je r o g lífic o . H oy día, después de mil doscientos años de
pacienzudas investigaciones, aún quedan algunos pasajes
oscuros.
C om o el idiom a japonés no disponía por aquel en ton ­
ces de escritura propia y adaptada a su idiosincrasia lin­
güística, u tilizaron los ideogram as chinos, lengua tota l­
mente distinta. Pero la a propiación se atuvo a norm as
caprichosas y fantásticas, ya que el ideogram a se tom aba
a veces por su va lor sem ántico (co m o en la actualidad),
a veces por su va lo r fo n ético solam ente, a veces co m b i­
nando los dos valores según el a n to jo del copista, y en
ocasiones hasta escribien do las frases con el orden ana-
to lú tic o de la sintaxis china. ¡Una verdadera pesadilla
para el herm eneuta!
H oy día, fuera de unos pocos especialistas japoneses,
nadie lee la transcripción origin a l, y las ediciones m o d e r­
nas utilizan el sistem a actual, que por cierto tam poco es
un m odelo de sim plicidad.
P o r lo dem ás, el Manioshu no pierde un ápice de su
valor, sea cual sea el m odo de transcripción. Si se rep ro­
ducen los sonidos del texto origin al, tanto valen los je r o ­
g lífico s del antigu o E gip to co m o el a lfa b eto griego, las
letras rom anas, las árabes o las cirílicas.
T o d o lo que la transcripción tiene de com p lica d o, lo
tiene el con ten ido de asequible. S iendo hondam ente local,
es am p liam ente universal.
En tem ática no sorprende tanto el M a nioshu por sus
preferencias cuanto p o r sus carencias. N o se encontrarán
ni sagas belicosas, ni sangrientas gestas épicas, ni un solo
him no al sol del país del sol naciente, ni d elirios m ísticos,

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ni fabu larios m oralizantes, ni un m ero eflu v io ante la
noche estrellad a.l Sus tres grandes temas son el am or, la
sociedad h is tó ric a con sus lealtades y elegías y la natu­
raleza. A m or, am istad, ám bito. N o faltan, con todo, algu­
nos poem as de tem a insólito: jácaras, baladas, odas cen­
sorias, a d m o n ic io n e s !..
Cuando el M a n ios h u roza los temas históricos, se re­
quiere muy poca erudición para com p ren d er esos poem as
m ilenarios, sus alusiones, connotaciones v su supuesta
y cacareada im pen etrab ilidad.
Para a p rec ia r los poem as dedicados a la naturaleza,
se precisan to d a vía m enos datos de to p o g ra fía local, flora
o fauna. Quien más, quien m enos, los actuales hispano­
hablantes han vis to en la p a n ta lla 'o en fotos, serigrafías,
porcelanas y dem ás virgu erías para las que los japoneses
se pintan solos, cóm o es la naturaleza japonesa. A pie de
página se dará en cada caso un b revísim o glosario de flo ra
exótica, y basta y sobra.
Él tem a a m o ro so pide aún m enos explicaciones. Se
podría a d ve rtir: que las m isivas am orosas iban en verso;
que en buena superstición el estorn udo repentino, el esco­
zor de las cejas o el espontáneo a flo ja rse de fajas o ceñi­
dores le indicaban a la m u jer cóm o algún apuesto galán
pensaba en ella; que tocar la hem erocálide o flo r del o lv i­
do p rovocaba el o lv id a r y ser olv id a d o del am ante; que el
declarar el p ro p io nom bre im plicaba para la muchacha
acéptar los avances del varón; que siendo las poblaciones
pequeñas y sus vecinos im pertinentes curiosos, se im p o­
nía el sigilo en las citas nocturnas ν la discreción en las
conversaciones. Y poco más. L o dem ás lo dicen los poetas.

Democratismo

La Sociedad de E scritores y Artistas Japoneses, en


el P ró lo g o a su traducción inglesa de mil poem as del

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M a n i o s h u *, publicada en 1940, en plena época m ilitarista,
no vacilaba en señalar el espíritu d em ocrá tico que im p reg ­
na la an tología. Se incluyen poem as de la fa m ilia im perial
al lado de otros populares y anónim os. L o que contaba
era el va lo r de la lírica en sí, y no el nom b re o la clase
social del autor, que es co m o debe ser.
El M a niosh u es la vo z lírica de todo el pueblo japonés
en la edad en que se gestaba su nacionalidad.

M odernidad

La m odernidad de estos poem as vetustos ha sido seña­


lada por los m ejores niponistas occidentales: R o b ert B ro ­
w er, Earl M iner, Donald K een e... Este ú ltim o encuentra
una sem ejanza entre la am bigüedad m ágica y m isteriosa
de m uchos poem as japoneses y la lírica de E d gar A. Poe
y de otros poetas occidentales m odernos 4. K enneth Rex-
roth, poeta y m agn ífico tradu ctor, observa: «N in g u n o de
los poem as requ iere un gran aparato de notas. N o tratan
de experiencias exclusivas de los ja p on eses» \

Afinidad a nuestra lírica popular

El parecido de la lírica del M a niosh u a nuestra poesía


popu lar ha sido señalado nada m enos que p o r el m áxim o
orien talista de todos los tiem pos, el inglés A rth u r W aley,
quien escribía en 1941: «E n los poem as popu lares es don­
de el M a nios h u se acerca más a la poesía eu ropea y al

i Esta o b ra se ha reeditado en 1965 b a jo el título T h e M a n y o s h u


(C o lu m b ia Univ. Press, N ew Y o rk ).
4 L a n ds ca p e s and P o r t r a i t s (K o d a n sh a Intern., Tokio, 1971).
5 One H u n d r e d P o e m s f r o m the Japa nese (N e w Directions
Books, Mew Y ork , 1964).

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m ism o tiem po despliega su m ayor o r ig in a lid a d »6. A con­
tinuación W a ley citaba varios ejem p los, dos de los cuales
presento aquí en la versión inglesa del p ro p io W a ley y en
la española m ía:

The men o f v alo u r Va n los pa la dines


have gone to the great hunt; a la c a c e r ía ;
the noble ladies y las d o n ce lla s
are trailing their red petticoats largas faldas ro ja s ,
over the clean sea-beach. p o r la playa li m p ia .

C lear as gleam s the road C o m o está el c a m i n o


that today the w orkm en q u e acaban de a b r i r :
w ere digging e x p r e s o y c la r o
I have heard it at last m e l o han d i c h o t o d o
the tale that o f my lady is told. r e fe r e n t e a ti.

Y añadía W a ley: «S i qu erem os hallar un paralelo a


estos ep igram as populares, que carecen totalm en te de
influencias cultas y literarias, será en las coplas del sur
de E spaña.»
Pero la analogía va aún más lejos. Ha escrito R exroth :
«P o co s tradu ctores m encionan que los poem as japoneses
se cantaban y se cantan todavía. Adem ás, cada poem a tie­
ne su fo rm a característica de baile, y esta fo rm a no es
estereotip a d a .»
La tanka se puede cantar p o r lo barato en fo rm a de
recitado, pero el m odo más pu ro y origin a l es en tem po
rubato, con una m elod ía parecida a la de las debías y m ar­
tinetes andaluces, o a la de los almuecines. Frecuente­
m ente llevan acom pañam iento de koto (arp a horizontal
de trece cuerdas), y en ocasiones tam bién de shakujachi,
o flau ta japonesa.
¿H ab rá necesidad de d ecir que a pesar de los pareci­
dos a nuestra lírica popu lar o a la de Poe, la m ayoría de
los poem as tienen un sabor exclu sivam ente japonés?

6 The O rigin a lity of Japa nese C iv iliz a tio n (K o k u sai Bunka


Shinkokai, T o k io).

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C riterios de traducción

Parece razonable, por tratarse de una edición no d edi­


cada a especialistas, que se p roscriba aquí con saña todo
tecnicism o. S ólo se recalca que la traducción de las odas
y tonadas se atiene a la m étrica del origin al, tan in exora­
blem ente que las irregu laridades m étricas que se ob ser­
van aparecen tam bién en el texto japonés. En cuanto a las
tankas, sigo siem pre la m étrica ya utilizada en mis ante­
riores traducciones: una quinteta en 6-Ó-5-6-6.
La costum bre de tran scribir la tanka concatenando
dos o tres versos en un m ism o renglón a fin de que resul­
ten tres líneas, es en Japón casi tan vieja com o el m ism o
Manioshu. Pero recuérdese que se trata de cinco versos,
y no de tres. Lo m ism o vale de las sedokas: se trata de
seis versos, y no de tres. Con respecto a las odas, las tras­
crib o aquí m etiendo en una m ism a línea un pentasílabo
y un heptasílabo, a rtific io n oved oso si se quiere, sin otra
ju stifica ció n que reducir el volum en del libro, pero que
en todo caso parece literariam en te más lógico que las
ediciones japonesas, antiguas o m odernas, las cuales es­
criben los versos seguidos, sólo separados p o r breves
intersticios, y prescin dien do de las líneas de la im presión.

Traducciones existentes al castellano

A nuestro idiom a se han tradu cido recientem en te algu­


nos cuantos poem as. En E l m u n d o antiguo. IV . China
y Japón (S ecretaría de Educación Pública, M éxico, 1976),
libro ed itado por José Luis M artínez, aparecen una oda
y dos cantares de Jitom aro tradu cidos p o r K a rl P etit y el
p rop io ed itor. Tam bién fig u ra otra oda del m ism o Jito­
m aro traducida por O ctavio Paz, pero no directam en te
del japonés, sino del inglés o francés, no consta cuál.

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Véase una m uestra de la traducción de Petit y José
Luis M artínez, seguida de la versión mía del m ism o
poema:
En el m ar de los cielos E n el m a r del c ie lo
sobre olas de nubes c o n olas de nubes
la barca de la luna boga la luna
parece que navega a un b o s q u e de e stre lla s
entre un bosqu e de estrellas. v en ellas se e n c u b re .

El p ro fe s o r Jirosada N agata, em inente hispanista ja p o ­


nés (tra d u jo el Q u ijo te ), d ejó entre sus notas inéditas, al
m orir en agosto del 73, una traducción de ochocientos
poemas del M anioshu, con com en tarios críticos. H ispa­
nófilos, la revista de la Sociedad Cultural Hispano-Japo-
nesa, pu blicó en dos entregas (d iciem b re del 74 y d iciem ­
bre del 75) treinta ν cuatro tankas. H e aquí una de ellas,
seguida de m i versión:

¿Para qué quiero plata ni oro N i la p la ta blanca, ni el o r o a m a r illo ,


ni gem as de gran valor? ni los b r illa n t e s
N o hay más preciado tesoro serán un te s o r o s u p e r i o r a un h ijo .
que los hi jos de mi am or.

Ambientación histórica

Hasta el año 646, fecha de honda transform ación esta­


tal, Japón fue políticam en te una sociedad patriarcal y ba­
sada en el pod er feudal de diversos clanes, en tre los
cuales el suprem o era la fa m ilia im perial. C om o entre los
nobles p revalecía la poligam ia, tanto el em p era d or com o
los demás jefa zo s poseían innum erables vástagos.
El m onarca ejercía un con trol directo solam ente sobre
su feudo personal y sobre algunas tierras com unes; el res­
to del país y las m ejores tierras de labran tío caían d irec­
tam ente b a jo la ju risdicción del señor de cada clan, el
cual por cie rto m antenía una lealtad personal hacia el
Micado.

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Sin em bargo, ord in aria m en te descollaba algún clan
prepotente, que acaparaba el p oder efec tiv o influ yen do
de un m odo especial sobre la volu ntad im perial, y situán­
dose, p o r tanto, en una posición interm edia en tre el sobe­
rano y los dem ás señores feudales. Estos luchaban a
veces en tre sí p o r in crem en tar su poderío.
N o faltaban escarceos expansionistas, y se sabe que
la em p era triz Yingu, allá p o r el caligin oso año 200, había
organ iza d o una exped ición con qu istadora contra Corea.
Durante varios siglos la C orte japonesa con servó cierta
soberanía o p ro tec to ra d o sobre algunos pequeños reinos
o territo rio s al sur de la península coreana.
El año 405 em pezó a estudiarse la escritura china, a
través de eru ditos coreanos. Pero el p rim er lib ro japonés
tardaría aún trescientos años en aparecer.
En 550 el rey de Kudara, pequeño rein o del sur de
Corea, en vió a bonzos que p redicaron el bu dism o en el
país. Era una religión oriu nda de la rem ota India, desde
donde llegaba al Japón en un trip le salto: a China, a Co­
rea, a Japón. El shintoism o o shinto, la relig ió n ancestral
de las islas, cuyo p o n tífice m áxim o era el p ro p io em pe­
rador, en con tró con el bu dism o un « m odus v iv e n d i» tanto
d o gm á tico co m o práctico, en tre otras razones porqu e la
religión foránea, de la que p ron to llegaron a con tarse has­
ta seis sectas, aceptó co m o suyos los dioses del panteón
shintoista, declarando que eran m an ifestaciones de un
solo Buda cósm ico. En Japón el pensam iento budista
recalcaba lo e fím e ro de la existencia, el p e lig ro de los
deseos, ciertos prem ios y castigos en la u ltratu m ba (con
trasm igración del alm a hasta el d e fin itivo asentam iento
en el N irva n a ) y el respeto a los superiores.
R esp ecto a las m etafísicas y esoterism os búdicos, reba­
saban p o r supuesto el ca letre de las masas populares, ya
que no de pocos adeptos, que nunca fa ltaron en el país.
El shinto, por una parte, y m irán d olo aviesam ente,

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constaba de un b a tib o rrillo de vaguedades, supersticiones
y ritu alism os: culto a los dioses (o a la divin idad, si
así se p re fie re ), rogativas y fiestas de acción de gracias
por las cosechas, ofren d a de vin o y prim eros fru tos, pu ri­
ficaciones, abluciones y otras cerem onias innocuas. Pero,
por otra parte, el shinto exaltaba varias ideas centrales
m agníficas, que perdu raron y perduran: la naturaleza y
todo lo natural es bueno; hay que respetar la tradición
y los antepasados; el h om b re debe conservarse lim p io
y ob edecer al m onarca.
De no h aber recib id o la in filtración , a la vez ilum ina­
dora y contam inadora, del bu dism o, los japoneses hubie­
ran term in ad o p o r ser el único y fe liz pueblo sobre la faz
del glob o sin a d m itir el lib re albedrío. Aun así, y a pesar
denlas doctrin as budistas sobre culpa m oral y castigos
u ltraterrenos, el subconsciente atávico siem pre inclinó al
pueblo ja p on és a red u cir el pecado a sim ple e r r o r o lam en­
table im pu reza ex terio r, si no fá cilm en te condonable, sí
exped itivam en te lustrable. ¡L ib re a lb ed río! ¿Quién se
pone a especular aquí sobre tan vid riosa cuestión?
El bu dism o llegó a ser aceptado plenam ente gracias
a la p rotección del p rín cip e Shótoku, santón, escoliasta,
mecenas, p o lític o y vision a rio, que v iv ió en trç 573 y 621,
siendo regente de la em p era triz Suiko, y contándose entre
los hom bres más grandes de la historia universal (un re­
trato suyo de la época del M a niosh u aparece en los b ille ­
tes de diez m il yenes). En su época la penetración de la
cultura china llega a intensidad m áxim a, pues la China
de los T a n g atravesaba entonces su edad áurea. A rq u itec­
turas co m o el sublim e Joriu-yi, esculturas de sesgo hindú,
artesanías de toda clase, instrum entos m usicales, plantas,
ciencia, m atem áticas, urbanización y hasta leyes se fu e­
ron tom an d o del continente, siem pre adaptándose a las
condiciones y gustos de las islas.
Junto con el bu dism o penetraron de China dos siste­

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mas filo s ó fic o s que in flu yeron más o menos, según épocas
y personas, sobre la m entalidad del Japón. Uno fue el con-
fu cion ism o, sistem a ético con gran énfasis sobre la piedad
filia l, la obediencia, la sinceridad y la etiqueta. H ubo em ­
p erad or que d efin ió en una pragm ática: «L a paz y la p ros­
peridad del m undo dependen de la música y de la cere­
m on ia .» O tro sistem a im p orta d o fue el taoísm o de Lao
Tse, un tanto epicúreo, im pregn ado de fábulas y duendes,
y que predicaba el retiro del m undo y la conversación
serena.
£La organ ización desorganizada de los clanes fue ter­
m inada con las reform as del año 646. Los jefes del clan
dom inante, llam ado Soga, fu eron asesinados en una re­
vuelta palaciega encabezada p o r el p rín cipe que luego,
ascendido al trono, se llam ó Tenyi, y por K am atari, señor
del clan Fuyiw ara. Este clan poco a poco fue ganando
ascendencia política, y desde m ediados del siglo ix se
co n virtió en dueño indiscu tible del p oder politicoTJ
ICom o efec to de las reform as, se red istrib u yeron las
tierras entre los clanes. Los Ó tom o, Saeki, Fuyiw ara,
Ishikaw a, N ak atom i, Tachibana, K i, Abe, T a y iji, Kasa,
K u m e y Osakabe — doce fa m ilia s— son los que partirán
y rep artirán el bacalao hasta el encu m bram ien to de los
Fuyiw ara. El gob iern o fue centralizado y se prescindió
de cargos políticos h ereditarios. El país fue d iv id id o en
provincias y distritos. N ob les y cortesanos recibieron ran­
gos áulicos. Se tendió una red de correos. Se establecie­
ron «p a s o s » o puestos de co n trol m ilita r y com ercia l en
puertos de m ontaña, ciudades m arítim as y otros lugares
estratégicos.}
[Estas reform as pasaron p o r un p eríod o de reajustes
e innovaciones entre 673 y 710, y en los cincuenta años
siguientes llegaron a su pleno asentam iento.
La época en que se com p ilab a el M a niosh u (630-760)
fue, pues, un p eríod o dinám ico, renovador, en que se via ­

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jaba m ucho y se adoptaban productos e ideas venidas de
China o del extra n jero, en general.l P erío d o exuberante
de un pueblo joven , calien te e im aginativo. Pu eblo fin o
y ardiente.
Al n orte del país se llevaban a cabo esporádicas op e­
raciones m ilitares contra los Iezos, aborígenes que recha­
zaban la hegem onía im perial, y al sur, contra la tribu
Jaia, cuyos guerreros, una vez som etidos, fu eron enviados
a la capital com o centinelas nocturnos, haciéndose fa m o ­
sos p o r su voz estentórea.
Hasta el año 646, año de reform as, la capital había
estado ubicada en Ásuka, en la llanura de Iam ato, que es
hoy la p rovin cia de Nara.| Iam ato, «G ran P a z», vin o en
ocasiones a denotar a tod o el país japon és.[S egú n tra d i­
ción sem im itológica, el p rim er em perador, Yinm u, había
puesto su sede en la población de K ashiw ara, tam bién
situada en la vega de Iam ato. A causa de los disturbios
que acom pañaron a las reform as, la C orte se trasladó en
el año 646 a N an iw a o K uni (la actual Ósaka), donde p er­
maneció nueve años. V o lv ie ro n los cortesanos cerem on io­
sam ente a Ásuka, que p rob ab lem en te nunca pasó de ser
un m odesto villo rrio , y a llí aguantaron doce años viendo
nevar y vien do flo re c e r los cerezos, hasta que en 667 el
susodicho em p erad or Tenyi, m onarca núm ero 37, se tras­
ladó a Om i, en la punta sur del gran lago B iw a, así llam a­
do por parecerse a una «b iw a » o vihuela. Esta capital de
Omi fue destruida cinco años después, durante la lucha
entre los príncipes Ú tom o y Óama, que fueron los em pe­
radores 39 y 40, adoptando, respectivam ente, los nom bres
de K obu n y de Tenm u al subir al trono. Salió vic to rio so
Tenm u, y se llevó la C orte de nuevo a Ásuka. M u erto él
y sucedido por su esposa Y itó , se d ecid ió que la nueva
sede del gob iern o pasara a Fuyiw ara, a un tiro de piedra,
y allí se m antuvo el palacio hasta la erección de Nara, en
el año 710, p o r orden de la em p eratriz Guenm ió.

19
|Nara, que es actualm ente ciudad «h e rm a n a » de la im ­
perial T o le d o sefardita, fue ya una urbe de postín: doce
m illas cuadradas, avenidas de sauces y naranjos, dos m er­
cados, docenas de tem plos y palacetes, y gran anim ación
cultural. En N ara se m an tendría el M icad o setenta y cinco
años, y era, p o r tanto, villa y co rte cuando se conclu ía la
com p ilación del Manioshu.\
ÍPara d efen d er el país de posibles incursiones del con­
tinente, había en la isla m erid ion al de Kiushu una gran
base m ilita r llam ada Dazaifu, donde servían gu erreros de
tod o el país.
Se ob servará que no había inconveniente alguno en
que las princesas ocupasen el tro n o im perial. De 593 a 760
nada m enos que siete de los quince soberanos fu eron m u­
jeres. Tan m al sabor d e jó la últim a, que m andó asesinar
al em p erad or a n terio r y fu e pública querendona de un
bonzo tan guapo com o bellaco, que la C orte, escarm enta­
da, decid ió regirse en lo sucesivo p o r una especie de L ey
Sálica tácita e im prom u lgada.
De los 631 poetas con obras recogidas en el Manioshu,
setenta son m ujeres. \

Creencias y costumbres

IPor parte del Shinto los japoneses aceptaban un con­


glom era d o de dioses y poderes ocultos, que han sido clasi­
ficad os p o r los expertos en tres grupos:
1) Los dioses p rogen itores de la casa im perial, sobre
tod o la diosa del sol Am aterasu (C elib rilla n te), y su nieto
N in igu i, padre del p rim er em p erad or. En jera rq u ía in fe­
rior, pero en la m ism a categoría, los lares, m anes o pena­
tes — léase ascendientes— de los clanes poderosos.
2) Los dioses de la torm en ta, el trueno, el fu ego...
3) Poderes m isteriosos de la naturaleza: m ontes im ­

20
ponentes co m o el Fuyi, ríos im petuosos, rocas e x tra o rd i­
narias, á rb oles o hierbas curiosas. D entro de esta catego­
ría, au n q u e no se vea la relación , gozaba de especial
p rom in en cia la Alta Palabra, p ro tec to ra de tod o el país.
El sh in to, co m o los indios m esoam ericanos, atribu ía p o ­
deres m ágicos a la palabra. C on ocer el n om b re de una
cosa e r a com o apropiársela. De ahí que cuando la m ucha­
cha c o rte ja d a revelaba el p ro p io n om b re al galán, ello
e q u iva lía a acep ta rlo com o esposo o amante.
P a ra ro g a r a los dioses, se ponían una estola, se apre­
taban los hom b ros y las am plias m angas con una cinta
y, p o stra d o s de rodillas, alzaban los brazos suplicantes.
L a p u rific a c ió n se hacía golpeán dose el pecho con una
rama del arbusto cleyera 7, talism án al que se traspasaban
las im pu rezas; el sacerdote a rro ja b a la ram a al río, que
se la llevab a al m ar; la im pureza había desaparecido.
Las adivin aciones se hacían de muchas m aneras. Al
caer de la tarde se acercaban a los cam inos a o ír lo que
hablaban los itinerantes, y de ello sacaban conjeturas.
O bien se aproxim aban a paso rítm ico hacia algún g u ija ­
rro o pedru sco distante, y se averigu aba la suerte según
con qu é pie se pisara. Los hechiceros ponían sobre el fu e­
go el caparazón de alguna tortuga, y adivinaban p o r la
fo rm a de las grietas. Tam bién se recu rría al peso de las
piedras.
Su persticiones a granel. Si yendo de cam ino el caballo
tropezaba, era señal de que los fa m iliares del via ja n te
deseaban su p ron to retorn o. Para hacer que los dioses
concedieran los deseos, o una vid a larga, colgaban lacitos
de papel de las ramas de los árboles, especialm ente de los
pinos, costu m bre que subsiste en pleno siglo xx. Para
com unicarse con los difu n tos recu rrían a b ru jos o a m e­
dios, los cuales p rofería n sus m ensajes entre paroxism os.

7 Se trata del arbusto «s a k a k i» (C ley era ochnacea).

21
En graves contingencias nacionales se indagaba de esta
fo rm a la voluntad de la diosa Am aterasu.
P o r supuesto, creían en sueños y sus interpretacion es.
Cuando se soñaba con alguien, era que el espíritu visitaba
al soñador.!

Alimentación, vestido, vivienda

* La alim entación se basaba en el arroz, generalm ente


cocido, y suplem entado a veces con otras gram íneas com o
el m ijo, la cebada y el luello. Tam bién se tom aban abun­
dantes verduras, batatas y varias especies de algas. In fr in ­
giendo las recom endaciones del budism o, ingerían pesca­
dos y carnes. E n tre los p rim eros: besugo, bonito, carpa,
perca, trucha, anguila, can grejos, ostras, alm ejas y crus­
táceos. En cuanto a carnes: ballena, pato, faisán, c o d o r­
niz, becardón, ja b a lí y ciervo. T o d os estos alim entos se
servían crudos, cocidos, asados o guisados. En general, la
cocina japonesa p re fiere el adob o sencillo y los sabores
naturales. T am bién disfru taban de diversas frutas: m elón,
castaña, m andarina, m elocotón , kaki... La bebida alcoh ó­
lica era el sake o vin o de arroz.
Los m ateriales más com unes para tejid o s eran las
fibras del g ü iro 8, la pueraria 9 y algunas especies de eupa­
torios. Sob re todo, la s e ia . Para hacerse una idea del va lor
de un kim on o de seda natural, bastará saber que cada
capu llo da mil cu atrocientos m etros de hilo, y que un
kim ono requ iere veinte m il capullos. Los tipos de tejid o
más frecuentes eran la sarga y el brocado. Algunos paños
llevaban estam pados, que se conseguían fro ta n d o contra

8 T raducción ap ro xim ada del original «la e », «ta k u », «iú »


(B ro u sso n etia p ap y rifera). El güiro es de la m ism a fam ilia
y tiene los m ism os usos textiles.
9 En japonés «k u z u » (P u e ra ria T h u n bcrgian a).

22
el te jid o las flo res y hojas de diversas plantas com o la
lespedeza l0, el lirio y el m ercu ria l.!
lEn la C orte cada uno de los rangos tenía el c o lo r del
kim ono estatuido por ley. Estos rangos y colores, em p e­
zando p o r los superiores, eran: sapán, escarlata, naranja,
gutagam ba, ro jo , verdiazu l y celeste, i
lAdem ás de la túnica o kim ono, se usaba co m o indu­
m entaria el fa ld ón o m andil que colgaba p o r detrás, y que
era usado indistintam ente p o r varones y hem bras; las
bom bachas para los hom bres, pellizones, chales, bufan­
das. La m u jer no usaba bragas, pero sí enaguas sujetas
con cinta o ceñidorl
[C om o ornam entos se llevaban collares, pulseras, cas­
cabeles, peinetas de b o j, diadem as... Los siete m etales
o piedras más estim ados eran: oro, plata, lapislázuli, per­
la, nácar, ágata y granate. La m u jer se recogía el pelo en
peinado alto por p rim era vez el día de los desposorios.
Las vivien d as eran de m adera, resistentes al terrem oto
hasta cierto punto, con techum bre de bálago, usando ge­
neralm ente los tallos del m iscanto. En las urbes se usaban
tejas negruzcas. El tatam i, o gruesa estera tejid a con los
tallos de ciertos juncos, era todavía un lujo. Las casas
nobiliarias poseían jard in es que im itaban en m iniatura
bellos paisajes naturales: rocas, guijas, arena, cascadas,
estanques, arbustos y plantas tom aban form as irregulares
y caprichosas.
Durante los largos via jes m arítim os, algunos navios
podían a com od ar a más de cien pasajeros; pero en ríos
y lagos, así co m o en las zonas costeras de baju ra, las bar-
quichuelas se m ovían cin glan d o con pagaya o im pulsadas
con una garrocha. Los via jes p o r tierra ofrecía n d ificu l­
tades por la escasez de m esones, falta de cam inos trillados

10 En japo n es «ja g u i» (Lespede/.a bicolor).

23
y la inseguridad de orien tación . «D o r m ir con hierbas p o r
a lm oh ad a» era sin ónim o de viajar.]

Flora, fauna, toponimia

lEn el M a n ios h u aparecen 76 anim ales y 157 plantas


o árboles. C om o algunas de las especies de anim ales y una
tercera parte de las plantas no encuentran vo ca b lo co rres­
pondiente en castellano, para la traducción se ha op tado
p o r una de estas tres soluciones:
1) D eja r la palabra japonesa. El kaki es un árbol
cuyo n om b re japon és pasó al léxico castellano. En nueve
ocasiones he recu rrid o a esta solución, entre otras razo­
nes p orqu e el nom b re cie n tífico d eja la palabra japonesa.
2) Dar una traducción aproxim ada. Si el «u g ü is u » no
es p rop iam en te un ruiseñor, se le parece lo bastante en
tam año y sonoridad.
3) C rear un n eologism o: o p o r derivación del nom bre
cie n tífico latino, o p o r tradu cción literal de la palabra
japonesa.
Estas tres soluciones, las más lógicas e ingeniosas, son
las que sigue tam bién la Sociedad de E scritores y Artistas
Japoneses en su tradu cción inglesa del M anioshu.
En cuanto a los topon ím icos, los he tradu cido a veces
cuando los ep ítetos que los acom pañan aluden a su etim o ­
logía. P o r e je m p lo : «e l m onte C o lo d rillo de bella es to la »,
en vez del m onte Unebi.

Organización de la obra original


y de la presente edición

IeI M a niosh u está d iv id id o origin a lm en te en veinte


libros, com binándose para su in tegración la cron ología
y la tem ática. Los p rim eros lib ros son de obras antiguas.
Algunos lib ros están totalm en te consagrados a poem as

24
de am or. Los cu atro ú ltim os, que siguen un orden cron o­
lógico de co m p osición , tienen p o r co m p ila d o r principal a
Iakam ochi, cu yo gusto era tan am p lio co m o refin ad o, ya
que escogió poem as de todas las clases sociales y de todos
los estilos; adem ás, in corp oró más de cu atrocientos p oe­
mas de su p rop ia creación, volum en que representa la
décim a parte de la antología. Parece tam bién p rob ab le
que muchos de los demás libros fu eron com p ilad os por éh
T ra d u cir tod o el M anioshu parece innecesario hoy día.
De esta colección , com o del Capital, efe M arx, puede d ecir­
se que es un lib ro que nadie ha leíd o de punta a rabo,
m ientras no se dem uestre lo con trario.
Los m ism os japoneses, al term in ar el b a ch illerato, no
conocen sino una veintena de piezas. Y los u niversitarios
especializados en literatu ra clásica no suelen pasar de
más de cien poem as. ¿Se pretenderá que seam os más
japoneses que los japoneses?
Se im pon e una selección. E l prob lem a estriba en el
criterio a seguir. C onozco dos selecciones, de m il poem as
cada una, hechas p o r críticos japoneses: la p rim era en
el año 1939, con o b je to de ela b o ra r la traducción inglesa
ya m encionada, y la segunda en 1979, p o r una com isión,
y para ser in corp ora d a a un lib ro sobre el M a n ios h u pu b li­
cado p o r la revista literaria Bunguei-Shunyu. Estas dos
selecciones sólo se ponen de acu erdo en trescientos poe­
mas. Se v'e que existe poca u nanim idad en Japón.
C onozco tam bién otras dos selecciones, de unos cu atro­
cientos poem as cada una, hechas por dos em inentes c ríti­
cos japoneses: la de M okich i S aito en 1938 y la de m i buen
am igo el p ro fe s o r Jirishi Tsuchijashi, de la U niversidad
Doshisha, realizada en 1978.
Pues bien, todas estas selecciones com binan el criterio
de va lor litera rio con la im portan cia histórica o p a trió ti­
ca. Aunque nos lim itáram os al aspecto litera rio del asun­
to, tam poco p odríam os guiarnos exclu sivam ente por el

25
ju icio japonés. Y a observaba O ctavio Paz sobre Q uevedo
que nos llam an más la atención aspectos que para sus
contem poráneos pasaban inadvertidos, m ientras que nos
dejan in d iferen tes rasgos que en el siglo xvn tenían aga­
rre. Igual acontece con las preferencias literarias de los
pueblos.
La selección que aquí aparece se ha hecho después
de tradu cir unos tres m il poem as, los dos tercios del
Manioshu. En estos tres m il poem as estaban incluidos
todos los seleccionados p o r los críticos y com isiones que
acabo de m encionar, pero se añadieron otros m uchos que
se recom endaban solos. Se hizo una criba final para
quedarnos con un «c o rp u s » tan brilla n te com o d ig erib le ".
Lo escogid o se presenta con un orden p arecido al de
la traducción inglesa de 1940.
Una prim era parte presenta los poem as de autores
conocidos, proced ien d o por épocas. D entro de cada época
van p rim ero los poem as de la casa im perial, que siem pre
e je rc ió un generoso m ecenazgo sobre las letras, y de la
que siem pre surgieron excelentes poem as. Véanse com o
dign ísim o eje m p lo los cantares que el actual em p erad or
com puso para ser recitados en palacio a com ienzos de
los años 1979 y 1980:

C O L IN A CEREZOS

Se ven los sagúes R efleja el estanque


cabe la colina los lacios cerezos
del cabo Tou, color romín,
que es límite norte y la prim avera
de su autogenía. llega a su apogeo.

Después de presentar los poem as de la casa im perial,


incluim os a los demás autores, en orden de im portancia.

11 En esta selección van 59 odas, 14 tonadas ν 888 cantares.

26
La segunda parte está dedicada a poem as anónim os.
Concluyo esta m astodóntica introdu cción confesando
que no me gustan los prólo go s largos. L íb re te Dios de
ellos, lector. « Y de los m alos ep íte to s», añadía Q uevedo.

K io to, 24 de junio de 1980.

Ei. T raductor

27
PRIMERA PARTE
Poemas de autoría establecida
P R IM E R P E R IO D O
(630-672)

Entre las obras de este p e río d o se incorporan tres


endechas de la em p eratriz con sorte Iw a n o jim e , de la p ri­
mera m itad del siglo iv, y una oda del em p erad or Iúriaku,
de m ediados del siglo v. Es dudoso que estos poem as sean
obra de m onarcas tan antiguos. Los críticos se inclinan
a atribu irlos a algún poeta anónim o posterior.
L iteraria m en te la época está dom inada por la princesa
Nukada, m u jer de vida fascinante. Fue p rim ero esposa
del prín cipe Óam a (que ascendido al tron o posteriorm en te
se llam ó Tenm u ), llegando a tener de él una hija llam ada
Tochi.
El em p era d or Tenyi, herm anastro m ayor de Óama, se
enam oró de ella y la hizo su esposa, pero parece ser que
ella aún m antenía relaciones con Óama. De N ukada se
han co n servad o solam ente tres pequeñas odas y ocho
lankas, pero su exqu isitez la consagra com o la m áxim a
figura antes de la aparición de Jitom aro. Presentam os
aquí su fam osísim a oda «¿ P rim a v e ra u O to ñ o ? », y cinco
tankas, de las cuales las más celebradas son las que
dirigió a T en yi y a Óama.
Otras obras m em orables del p eríod o son el m adrigal
de Iúriaku a una joven cam pesina, con su m étrica vaci­
lante y su ven erable y arcaica sim p licidad; el him no a

31
Iam a to del em p erad or Y ó m ei; la oda a los am ores de las
m ontañas (en que T en yi alude al « a ffa ir e » N u k ad a), y las
dos tankas que escribió el p rín cipe A rim a yendo al lugar
de su ejecu ción.

E M P E R A T R IZ IW A N O J IM E , esposa de N intoku, el cual fue


m onarca X V I (Iw a n o jim e vi­
vió: 314-347).

E N D E C H A S A LA M U E R T E DE SU ESPO SO

Y a van m uchos días que dura tu ausencia.


¿ Iré a los m ontes para recib irte?
¿Segu iré en m i espera? 85 1

Antes que añorarte y s u frir más penas,


sobre una peña, en un alto m onte,
m orirm e quisiera. 86

C om o estoy ahora te estaré esperando,


hasta que caiga la escarcha en m i pelo
renegrido y lacio. 87

E M P E R A D O R IÜ R IA K U , m onarca X X I (vivió: 418-479; reinó:


456-479).

M A D R IG A L A U N A JO V E N C A M P E S IN A

Tu cesta, linda cesta;


tu escardadera, linda escardadera.
N iña que coges yerbas del cerro:
¿Cuál es tu casa? D im e tu nom bre.
1 Los num erales que aparecen al fin de los poem as correspon­
den a las ediciones japonesas.

32
El celivisto, el país de Iam ato,
yo m ism o soy el que lo senderea,
yo m ism o soy el que lo señorea,
yo m ism o, quien te habló de su casa y su nom bre.

EM PERAD O R Y O M E I, m onarca X X X I V (vivió: 593-641; rei­


nó: 630-641).

EG LO G A

El ciervo que siem pre bram a vesp ertin o


en M ontogu ra, no bram a esta noche...
Estará d orm id o. 1511

H IM N O A IA M A T O

H ay en Ia m a to m anadas de m ontañas,
pero es la p ro c er K agu la celestial.
Cuando la subo y con tem p lo el país,
sobre la vega el hum o sube y sube,
y sobre el lago la gavia sube y sube.
Es país b ello la isla libélula,
el país de Iam a to. 2

E M P E R A T R IZ K O G U IO K U . Reinó cuatro años con este


nom bre com o m onarca X X X V
(641-645). Posteriorm ente su­
bió de nuevo al trono con el
nom bre de Saim ei com o m o­
narca X X X V I I , reinando nue­
ve años (655-664).

En las tierras de Om i, está el m on te T o k o,


y el río Isaia.
¿ Y sabes tú có m o te espero, m i am or? 487

33
EM PERAD O R T E N Y I, m onarca X X X V I I I (vivió: 626-671;
reinó: 664-671).

ODA A LO S A M O R E S DE LA S M O N T A Ñ A S
(y aludiendo a que le q u itó a su herm ano m en or Tenm u
su esposa fa vo rita , la princesa N ukada)

El m onte K agu am ó a la lom a Unebi,


desafiando al m onte M im inashi.
Así sucede desde la edad divina.
Así pasó desde la antigüedad.
Y los m ortales por la m u jer
tam bién se desafían. 13

P A IS A J E

El poniente alum bra nubes gallardetes


de un m ar divino.
¡Que esta noche sea la luna fu lgente! 15

C A N T O DE A M O R A K A G A M I

¡Si al m enos tu casa sin cesar la viera!


¡O si en Iam a to, sobre el m onte ósh im a,
tu casa estu viera! 91

E M P E R A T R IZ IA M A T O , consorte de Tenyi. Recibió el rango


de emperatriz, en 668, y en 671 fue
regente por breve espacio, al m orir
Tenvi.

E N D E C H A A LA M U E R T E DE SU ESPO SO

Y o m iré hacia arriba, hacia el firm am en to,


y vi la vida de m i em p erad or
que llenaba el cielo, i 47

34
E L E G IA PO R SU E S PO SO CO M PUESTA A O R IL L A S
D EL LAGO DE O M I

Barco que bogas lejos de las orillas


del lago de Om i, donde pescan ballenas;
barco que bogas cerca de la ribera:
¡que en las orilla s no chapotee el rem o!
¡que en la ribera no chapotee el rem o!
Van a espantarse las aves
que mi p im p o llo amaba. 153

P R IN C IP E SHÓTOKU, hijo del emperador Iomei (vivió:


573-622).

END ECH A AL E N C O N TR AR UN CADAVER


EN E L M O N T E T A T S U T A

En casa yacía sobre un brazo tierno.


De via je yace yerbas de alm ohada...
¡Pobre v ia je ro ! 415

PR IN C E SA NUKADA, sucesivamente esposa de los emperado­


res Tenmu (siendo éste aún príncipe)
y Tenvi.

Recuerdo el albergue que me aposentó


en Uyi, C orte: con techo de yerbas
del cam po de otoño. 7

Faltaba la luna antes de em barcarnos


en N ikitatsu.
A la pleam ar sale llena. ¡V am os! 8

35
ODA C O M P U E S T A C U A N D O E L E M P E R A D O R T E N Y I
M A N D O A K A M A T A R I DE F U Y IW A R A Q U E D E C ID IE S E
C U A L E R A M E JO R, S I E L C AM PO E N P R IM A V E R A O E L
C AM PO E N O T O Ñ O

Y e rto el in viern o, vuelta la prim a vera


cantan las aves que no cantaban antes,
brotan las flo re s que no brotaban antes,
pero el fo lla je no las d eja coger,
y la espesura no d eja en trar a verlas.
Pero en otoñ o, cuando veo las hojas,
co rto las rojas, y en ellas m e deleito,
d e jo las verdes, y de ello m e lam ento.
S ólo de eso m e duelo. ¡E l otoñ o es lo m ío! 16

A TENM U (E r a N u k a d a a la sazón esposa de Tenyi, herm ano


m ayor de Tenm u, pero éste aún la co rtejaba).

Cruzas lo acotado, cruzas rubios cam pos


de e ritro rriz a s ',
y va a verte el guarda ond earm e el brazo. 20

R E S P U E S T A A U N P O E M A D E L P R IN C IP E IU G U E ,
S E X T O H IJ O DE T E N M U

P á ja ro que añora la edad que pasó


es el cu clillo.
Estará llora n d o lo que añoro yo. 112

1 En japonés, «m u ra s a k i» (Lith o sp erm u m erythrorhizon). «M u-


ra sa k i» significa literalm ente «v io leta ». Es un arbusto de flore-
cillas blancas, pero de sus raíces se extrae un pigm ento ro jo
usado en tintorería.

36
ESPERAND O A T E N Y I

Cuando te esperaba su frien do de am or,


en m i m orad a m o vió las persianas
el vien to de otoño. 488

P R IN C IP E A R IM A (640-658)

DOS C A N T A R E S C O M P U E S T O S C A M IN O
D E L D E S T IE R R O
(Sus guardianes tenían orden de m atarlo p o r el ca m in o)

V o y atando ram as de pinos p layeros


p o r Iw a sh iro ,
pid ien d o la suerte de v o lv e r a verlos. 141

En tazón servían a rroz en m i casa.


Cuando v ia jo , lo sirven en hojas,
¡hojas de pasanial 1 142

K A M A T A R I DE F U Y IW A R A

¡Pues que sí, que yo m e llevé a Iasum i,


la que ninguno se pudo llevar!
¡M e llev é a Iasu m i! 95

1 En japonés, «s h ii» (P asan ia cu sp id ata): árbol esbelto de hojas


grandes ÿ suaves.
S E G U N D O P E R IO D O
(672-710)

Aparece el d ivin o Jitom aro, patriarca de la lírica ja p o ­


nesa. El c a lific a tiv o de «d iv in o » sólo se ha con cedido en
Japón a dos poetas: Jitom aro y A k a jito. Los dos se lo
merecen, no com o nuestros divin os del x v i Francisco de
Figueroa y Fernando de H errera.
Aunque en el siglo x ob servara el gran c rític o Tsu-
raiuki que no podía d eterm in ar cuál de los dos era el
supremo, sin em b argo, por antigüedad, volum en de p ro­
ducción, varied ad de géneros, hondura pasional, inventiva
técnica, y p o r haber sido el único poeta que en ocasiones
solem nes supiera cantar en nom bre del pueblo, Jitom aro
es indiscu tiblem ente el m áxim o poeta del M a n io s h u . Sólo
en cantares a la naturaleza es superado p o r A k a jito.
Jitom aro ha dejad o en el M aniosh u 19 chokas, 35 sedo-
kas y 345 tankas, de las cuales presentam os 7, 9, y 189,
respectivam ente. Su «S egu n d a oda de desp ed id a» está tra­
ducida tam bién por O. Paz. En cuanto a sus cantares am o­
rosos, aunque obras de juventud, pbseen gran m adurez.
Las elegías y odas son, en cam bio, obras de su edad p ro­
vecta. El p ro fe s o r Takeshi U m ejara, uno de los más em i­
nentes especialistas del M aniosh u en la actualidad, ase­
vera que, según indicios, Jitom aro fue condenado a m uer­
te y aju sticiad o, aunque no se sabe p o r qué.

39
Pu diera decirse que Jitom aro, com o Juan Ram ón, no
es uno, sino va rios poetas: el de las coplas de am or, el de
las odas y elegías de m odu lación solem ne, pública, y el
de las odas íntim as y cantares a la naturaleza.
O tro poeta excelente de este p erío d o es K u r o jito , p re­
cu rsor de A k a jito , y que escrib ió coplillas paisajísticas
m uy delicadas.

EM PERAD O R TENM U , m onarca X L (vivió: 662-686; reinó:


673-686).

A NUKADA1

Si a ti que rojea s com o e rit r o r r iz a 2


te od iara yo, y más siendo de otro.
¿te co rte ja ría ? 21

A L P A IS A J E DE IO S H I-N O (C A M P O -B U E N O )

' Los buenos bien vieron que era un sitio bueno,


y bien d ije ro n : « ¡V e d bien Cam po-Bueno!
¡V ed bien, hom bres b u e n o s !» 27

E M P E R A T R IZ Y IT Ó , monarca XLI (vivió: 647-702; reinó


687-697).

Y a no es prim a vera , que vin o el verano.


Y a tienden ropas de a lbo g ü iro 3 en Kagu,
celestial collad o. 28

1 Respuesta al poem a de las eritrorrizas (p á g. 36).


2 V e r nota 1 en p ágin a 36.
3 V e r nota 8 en p ágin a 22. El «t a k u » (a q u í traducido p o r gü iro )
es un arb u sto de frutos m o rad o s en racim o; pertenece a la sub-
especie de bejucos, y su fib ra se em p leaba p ara confeccionar
tejidos blancos.

40
Una nube azul, nube que flu ctú a
p o r M on te K ita ,
cruza las estrellas y cruza la luna. 161

E N D E C H A S A LA M U E R T E DE SU ES PO SO

P o sible es coger, lia r y guardar


dentro de un saco un ascua encendida.
V o lv e r tú, jam ás. 160

A U N A A N C IA N A L L A M A D A S H II, Q U E L E C O N T A B A
C U E N T O S C U A N D O Y IT O E R A N IÑ A

N o — decía yo. Sí — decía Shii


fo rza n d o cuentos que ha que no los oigo,
y los q u iero oír. 236

LA A N C IA N A S H II L E R E S P O N D IO :

Y o d igo que no, y tú: «C uenta, cu enta.»


Con que si Shii te cuenta algún cuento,
no será a la fuerza. 237

P R IN C IP E O M I. El año 676 fue desterrado a la isla Irago,


cercana a Ise.

P o r m isericord ia a m i vida vana


en tro en las olas de la isla Ira g o ,
co jo y co m o algas. 24

P R IN C IP E S H ÍK I. Aunque existiero n dos Shikis, uno hijo de


Tenyi y otro de Tenm u, el au tor de los
siguientes poem as parece ser el prim ero.
M urió en 717.

41
E N LA C O R T E DE N A N IW A (año 706)

Escarcha en el lom o de los alavancos


del carrizal esta tarde fría,
y pienso en Iam ato. 64

A L U S IO N A P R IN C IP E S A M B IC IO S O S COMO
SU P R IM O O TSU

A un alto c a rru jo la ard illa saltó,


cuando un flech ero del m onte fragoso
allí la abatió. 267

M A D R IG A L ROCOCO

En O jara hay zoisia, y o ja lá hoy sea


— yo me decía— que vea a mi niña.
Y hoy estoy con ella. 513

C A N T A R DE P R IM A V E R A

Junto a la cascada que saltando asperja


el roquedal, brotaron helechos.
Es ya prim avera. 1418

P R IN C IP E OTSU, tercer hijo de Tenmu. Nació en 663. Fue


ejecutado en 686, a sus veinticuatro años
de edad. Excelente guerrero.

C U A N D O U N G U A R D IA M A R IN A H IZ O UN A G Ü E R O
Y R E V E L O LOS A M O R E S S E C R E T O S E N T R E O TSU
E IS H IK A U A

Sabiendo a derechas que se iba a decir


en el agü ero del guardiam arina,
co n tig o dorm í. 109

42
LAM ENTO AN TES DE S E R EJE C U TAD O A O R IL L A S
DEL LAGO IW A R E

¡O ír hoy tan sólo los patos lacustres


en el estanque de Iw are, y haber
de surcar las nubes! 416

P R IN C IP E T O N E R I, cuarto hijo de Tenmu. M urió en 735.

A U N A JO V E N

Sin que a él lo quieran, no q u iere un gu errero


— lo reconozco.
Seré vil gu errero, pero yo te quiero. 117

P R IN C IP E JO ZUM I, octavo hijo de Tenmu. M u rió en 715.

C A N T A R C O M P U E S T O E N T R E 710-715

Ya las lespedezas 1 habrán flo recid o,


porque se esparce la flo r del a b ro jo
de m i ja rd in cito . 1514

SU PO E M A F A V O R IT O , Q U E S O L IA C A N T A R
EN B A N Q U E T E S

Lo en cerré en un arca y le eché la llave,


y ahora viene el picaro am or
de nuevo a agarrarm e. 3816

1 En japonés, «ja g u i» (Lespedeza b icolo r): arbusto de floreci-


1las rojas y rosas.

43
P R IN C E S A O K U , hija de Tenm u y tam bién herm ana de m adre
del príncipe Otsu. A sus catorce años de edad
ofició com o sacerdotisa vestal en Ise durante
trece años.

Y E N D O DE IS E A L A C A P IT A L P A R A A S IS T IR A LOS
F U N E R A L E S DE O TSU

¿ Para qué co rta r piérides 1en flo r


sobre la playa, si ya no estás tú,
para quien las co rto? 166

P R IN C E S A T A M O C H I (h acia el 700). Consorte o pariente del


príncipe Kochi.

Si tu viera m anos que rom p iera n peñas,


siendo m u je r de débiles m anos,
no sé qué m e hiciera. 419

JITO M AR O DE K A K IN O M O T O (636-710) y

E L E G IA A LA S R U IN A S D E O M I

Desde la era de aquel gran soberano


de K ash iw ara 2, en m onte C o lo d rillo
de bella estola, todos nuestros m onarcas,
tras de nacer, com o hileras de tsugas 3
unos tras otros, gobern aron el reino
b a jo los cielos, residien do en Ia m a to
la celestial. P ero surgió un m onarca

1 En japonés, «a s h ib i» (P ieris jap ó n ica): arbu sto con flore-


cillas arracim ad as, blancas y acam panuladas.
2 Se refiere al prim er em perador, Yinm u.
3 En japonés, «ts u g a » (T s u g a siebo ldii): arbu sto de florecitas
am arillas abundantes.

44
que cruzó el m onte de N ara verdin egra,
y que debió de haber considerado
que en la cam pestre, lejana co m o el cielo
región de Om i, de rocas y torrentes,
desde el palacio de Otsu, la de olas tiernas,
rigió el país. Dicen que estaba aquí
el gran palacio de aquel em p erad or
esclarecido; dirán que estaba aquí
su magna corte. Pero vien d o crecer
estos yerb a jos, matas de prim avera,
y la calina, niebla de prim avera,
aquí que fue ca stillo de cien piedras,
me em barga la tristeza. 29

A n tistrofa

Shiga de olas tiernas,


y cóncava rada: serena está.
Pero a aqu ellos hom bres
no los verá más. 31

C A N T A R E S DE V IA J E

M iré sin hastiarm e el cauce suave


del incesante r ío de Ioshino.
V olveré a m irarle. 37

V ia je ro que acam pas en A ki en el cam po:


¿podrás d o rm ir apaciblem ente
recordando tanto? 46

Con ser un b a ld ío donde cortan yerbas,


vine al recu erd o del que ya pasó,
hoja en ven tolera. 47
V i que por el O riente un fu lg o r surgía
sobre los cam pos. Al v o lv e r la vista,
la luna caía. 48

ODA A LA C A C E R IA D E L P R IN C IP E N A G A
E N E L LAGO K A R IY I

El serenísim o, nuestro príncipe augusto,


h ijo del sol altirresplandecien te,
ju n tó caballos y fue de cacería
a V a l-K a riyi el de jóven es luellos,
donde los ciervos postrados le adoraban,
las codorn ices postradas le servían.
C om o los ciervos postrados le adoram os;
cual codorn ices postrados le servim os;
respetuosos le atendíam os todos;
com o el que m ira los cielos sem piternos
vim os su rostro: espejo perpu lido, —
vivo fresco r com o el de los retoños
el del prín cip e augusto. 239

A n tistrofas

El príncipe augusto a la luna enreda


del alto cielo, y con ella se hace
parasol de seda. 240

En el m onte b ron co rep leto de abetos,


siendo que es dios, el prín cip e augusto
un lago se ha hecho. 241

46
DOS E L E G IA S DE D E S P E D ID A A SU E SPO SA

En el m ar de lu am i y en la costa del Cuerno


verá la gente que no hay bahía alguna,
verá la gente que no hay estero alguno.
¡Qué im p ortará aunque no haya bahías!
¡Qué im p ortará aunque no haya ensenadas!
Cerca del m ar donde pescan ballenas,
en la escollera brava de N ikitazu ,
por la m añana los vientos echan algas,
y por la tarde las olas llevan algas
de verde claro, gem as de costanera.
Com o esas algas que con el oleaje,
van ondeando ora acá ora allá
se acurrucaba mi esposa que atrás queda
igual que queda el rocío y la escarcha.
Por el cam ino, a cada vericu eto
una vez y otra vu elvo atrás la m irada;
y queda el pueblo cada vez más lejano;
V son los m ontes cada vez más altivos.
Estará mustia cual yerba de verano
pensando en mí. Q uiero ver su m orada:
allanaos, montañas. 131

A n tistrofas

En m edio del bosque


de M on-Alticu erno
que está en Iw a m i, ondeé mi brazo.
¿Podría ella ve rlo ? 132

47
Susurran las sasas ', desasosegadas,
en tod o el m onte, y yo pienso en ella
ya tan alejada. 133

II

En el m ar de Iuam i, el de los arrecifes,


en Cabo K ara, el que está en lo rem oto,
en los b a jío s crecen los hondos codios,
en la escollera crecen las algas finas.
C om o alga fin a dorm ía ella a m i lado,
y la recuerdo, hon do com o hon do codio.
¡Cuán pocas noches pudim os d o rm ir ju ntos!
N os separam os com o partenocisos 2,
y recordando, dolía el corazón
de m is entrañas. Y m e v o lv ía a verla,
pero las hojas de los arces ro jiz o s
del m onte Cruza — tal hace la gran nave— ,
al dispersarse no me dejaban ver
las ondeantes m angas de su kim ono.
En M on t-Iakam i, el de citas de am or,
en tre las nubes la luna cam inaba,
y en tristecién d om e iba y se m e escondía;
y el sol poniente, co rre d o r de los cielos,
se hundía ya. Paladín m e crecía,
pero las m angas del traje, blanco gü iro 3,
las em papa m i llanto. 135

1 En japonés, «s a s a » (S a s a p aniculata): especie de b a m b ú m ás


pequeño que el ordinario.
2 En japonés, «tsu ta», «ts u n u » (Parthenocissus tricuspidata):
especie de yedra con florecitas blancas en fo rm a de estrellas de
cinco puntas.
3 V e r notas en páginas 22 y 40.

48
A n tistrofas

L ig ero galopa m i p o tro castaño.


¡El caserío donde está mi esposa
quedó tan leja n o! 136

H ojas que caéis al m onte de otoño,


parad un p o co y d ejad m e ve r
dónde está mi am or. 137

DE IO S A M I A J IT O M A R O : E N L A D E S P E D ID A

Tú m e repetías: « ¡N o m e quieras ta n to !»
Si yo supiera cuándo vu elvo a verte
¿te qu erría tanto? 140

DOS C O P L IL L A S

¡Qué pena que vaya al derru m bam ien to


el gran p alacio que co n tem p lo ahora
com o al cielo eterno! 168

Si se detu viera con una represa


al río Ásuka, las aguas corrien tes
¿se estarían quedas? 197

E L E G IA A L A M U E R T E D E L P R IN C IP E T A K E C H I

¡A bru m ador y en verdad p a voroso!


El r e fe r ir lo m e estrem ece en extrem o.
E stableció su palacio im ponente,
sacro y augusto com o el etern o cielo,
en V al-M akam i, en la tierra de Ásuka,
y co m o un dios se en tronó en tre las rocas.
El serenísim o, su im perial m ajestad,
atravesan do en la región norteña
ya dom in ada las m ontañas de Fuwa,
donde se alzan los alm ezos y cedros,
se aposentó, en p rovision al sede
en V al-W asam i, puñal de puño cuervo,
gobern ó el reino, y dom in ó en la tierra.
Lla m ó a las huestes que estaban en Levante,
donde los gallos cantan antes al día,
y les m andó calm ar a los salvajes
superpotentes, a los ingobernables.
Y nuestro príncipe siendo com isionado,
ciñó su espada en su augusta cintura,
y tom ó el arco en sus m anos augustas,
y alzó su vo z y con vocó a las huestes.
Los atam bores batiendo ya al despliegue
repercutían com o la voz del trueno;
y resonaban las trom pas de batalla
cual ruge el tigre que presenta com bate,
y se espantaban los ejé rcito s ambos.
Y a los pendones enhiestos trem olaban
com o las llam as ondean por los cam pos
al par del viento, vuelta la prim avera,
la que despeja, la que encierra al invierno.
H o rrip ila n te era o ír el zum bido
de tantos arcos tensos p o r m ano fuerte,
que parecía com o cuando el tornado
cae en in viern o sobre el bosque nevado.
A rrem etían tupidas las saetas
co m o los copos, vó rtice en la nevasca.
Y a los rebeldes, fijo s hasta m orir
la m ism a m uerte del rocío y la escarcha,
se abalanzaban com o aves m igratorias,
cuando del tem plo de Itsu ki en W atarai
sopló y g iró el vien to de los dioses

50
con nubarrones que ocu ltaron al sol,
cu briendo al m undo con tinieblas eternas.
Igual que un dios gobernaba el país
rico en arroz, por él pacificado,
el serenísim o nuestro príncipe augusto;
y dom inaba sobre la haz de la tierra,
y parecía que resplandecería
cual flo r de g ü iro 1 por mil generaciones.
R em od eló su sede principesca
en m ansión sacra; v sus vasallos fieles,
vistien do togas de gü iro inm aculado,
en cuanto el sol salía rubicundo
al im perial valle de Janiiasu,
se prosternaban com o si fueran ciervos;
y las som brías noches de belancada
el gran palacio postrados contem plaban.
Cual codorn ices vagan ya decaídos:
servir quisieran, pero servir no pueden;
cual gem idoras aves de prim avera,
su pesadum bre no había aún pesado,
su sentim iento no había aún cesado,
cuando en el valle de Kudara rem ota
fue sepultado en sepu lcro divino,
y reposó el descanso de un dios,
en tron iza d o en su palacio eterno,
sobreem in ente palacio de K in oe,
país de lienzos. Pero el palacio
de la m ontaña Kagu, que nuestro príncipe
se quiso ed ificar, y que durase
por m il generaciones, no pasará
en m il generaciones. Lo m iraré
com o el que m ira al cielo/y reverente
lo unciré a m i recuerdo co m o espléndida estola.

1 V e r notas en páginas 22 y 40.


A n tistrofas

Ya el príncipe rige los cielos eternos,


y sin contar ni días ni meses
guardo su recuerdo. 200

Como está el estanque cercado de diques


en Janiiasu, buscando salida:
vasallos sin príncipe. 201

E L E G IA A M O R O SA

Eran en el monte tan densos los arces


en el otoño, que perdí el camino
buscando a mi amante. 208

E L E G IA A LA M U E R T E D E SU ESPO SA

Cuando pensaba que viviría eterna,


yo la quería con la misma firmeza
que en prim avera se renuevan las hojas
de las mil ramas, ora acá, ora allá,
de los zelkovas 1 que crecen en los diques
perexaltados que veíamos juntos:
¡m ujer que amaba, niña en que confiaba!
¿Pero quién vence a la ley de la vida?
Oculta en blanca túnica angelical
dejó la casa cual ave mañanera
voló al erial donde arde la calina,
y se ocultó.' cual sol crepuscular.
Y cuando llora la tierna criatura
que me dejó ella como recuerdo,
no tengo nada que pueda apaciguarlo;
1 En japonés, «tsuki» (Zelkova acuminata): árbol copudo
y exuberante.

52
y aunque soy hom bre, lo a p rieto contra el pecho.
Y en tro en la alcoba donde do rm im os juntos,
donde están puestas nuestras dos alm ohadas,
y m e anochece tras días de hundim iento,
y m e am anece tras noches de suspiros;
con lam en tarm e no sé qué d ebo hacer;
con anhelarla no habrá fo rm a de verla.
Dicen que a llá ,e n el m onte Jagai
de grandes aves, está m i com pañera,
la que yo anhelo; y h ollan d o roquedales
me afané y vine, pero fue in fru ctu oso
porqu e m i am ada, la que creía eterna,
no aparecía ni en la más vaga som bra
donde b rilla n las gem as. 210

A n tistrofas

La luna que vim os el pasado otoñ o


brilla, pero ella, que la v io conm igo,
ya se m e apartó. 211

Al v o lv e r a casa y en tra r en el cuarto,


vi que en el lecho su alm ohada estaba
m iran d o a o tro lado. 216

E L E G IA A U N H O M B R E AH O G AD O C U YO C A D A V E R
SE E N C O N T R O E N LO S A C A N T IL A D O S D E L A IS L A
DE S A M IN E , P R O V IN C IA D E S A N U K I

La de algas finas, la tierra de Sanuki,


p o r ser tal tierra no m e canso de verla,
por ser divina sobre todas sublim e,
seguirá plena con el sol y la luna
y el universo. Zarpé de N aka, el pu erto
que desde antaño llam an «la faz dé d io s»,

53
y en plena m ar bogando navegaba,
cuando sopló nubloso un vendaval,
que por la m ar se alzaban altas olas
y por la costa giraban olas blancas.
H o rib le el m ar donde pescan ballenas,
que ya el tim ón estaba por rom perse.
Acá y allá mil islas se veían,
y enderezam os a la ilustre Sam ine,
y en su a rre cife nos guareció una choza.
A llí en la playa batida por las olas,
dura alm ohada que no de blanco güiro,
en duro lecho postrado estabas tú.
Y o m ism o iría, si supiera tu casa;
tu esposa m ism a, si supiera, vendría.
Pero no sabe la senda de alabarda,
y zozobrosa esperará anhelando
tu desgraciada esposa. 220

A n tistrofa

N o está aún m aduro el áster 1 del cam po


del m onte Sam i, que si ella estuviera
te habría guisado. 221

T R E S C A N T A R E S DE V IA J E

¿ Irá tam bién ella navegando en barca


entre las olas p o r la isla Irago,
p o r la isla brava? 42

N ostá lgico vengo de suelos lejanos


com o los cielos, y vi desde Akashi
la isla Iam ato. 255

1 En japonés, «ujagui» (Aster vomena): de la familia de las


compuestas, sus flores se parecen a la margarita. Por lo visto era
planta comestible.

54
En el m ar de K ei habrá buena pesca.
Salen en haces, cual jo y o s segados,
las barcas pesqueras.. 256

C A N T A R Q U E C O M PU SO S O B R E E L R IO U Y I,
V IN IE N D O DE LA P R O V IN C IA DE O M I

¿D ónde irán las ondas tras en tretenerse


ante el cañal del río de Uyi,
el de ochenta u jieres? 264

C A N T A R Q U E C O M PU SO E N E L LAG O DE O M I

A vefría de Om i, cuando vas lloran do


sobre las olas al atardecer,
añoro el pasado. 266

C A N T A R E S C O M P U E S TO S V IA J A N D O A T S U K U S H I

# A llende las olas del tersinom brado,


del m ar de Inam i, se halla escondida
la isla Iam ato. 303

M irando los pasos que alineados guían


hasta la C orte, pienso yo, lejano,
en la edad divina. 304

E N D E C H A A UNA H IJA J O V E N DE J IY IK A T A ,
S E P U L T A D A E N E L M O N T E JA TSU SE

Se cierne una nube sobre la cañada


de la fu rtiv a m ontaña Jatsuse.
¿Será la muchacha? 428

55
C A N T O S DE A M O R

¿Pasarían noches los hom bres de antaño


sin d o rm ir nada pensando en su amada,
com o yo las paso? 497

N o es de hoy el llo ra r p o r a m o r perdido,


que los de antaño, qué no llora ría n
que hasta daban gritos. 498

Salí sin h a blarte p o r estar la casa


más bu lliciosa que fru frú de seda
y el pesar m e em barga. 503

C A N T A R A LO S A M O R E S E N T R E LA E S T R E L L A V E G A
(L A H IL A N D E R A ) Y E L A S T R O A S T A IR (E L B O Y E R O ),
D IR IG IE N D O S E A LA E S T R E L L A

— C errando el tim ón de su inm enso barco


hacia tu banda, boga p o r el cielo
el hom b re lunario. 3611

P O E M A F IN A L , E S T A N D O E L P O E T A A LA M U E R T E
E N T IE R R A S DE IW A M I

N o sabrá m i esposa cóm o echado m uero


en una roca del m onte de K am o,
y estará esperando. 223

C A N T O S DE A M O R DE LA C O L E C C IO N DE J IT O M A R O

E l M a niosh u contiene 390 poem as que, según los com ­


piladores, han sido recogidos de la C olección de Jitom aro.
Las antiguas generaciones atribu ían la au toría de casi
todos los poem as (s ó lo exceptuando aqu ellos en los que

56
figu raba el nom b re de o tro poeta) al p ro p io Jitom aro.
Siguiendo a los dos grandes críticos K eichú (1640-1701)
y M abuchi (1697-1769), la crítica decim on ón ica se inclina­
ba a a trib u irlos a otros autores, d ejan do sólo unos cuan­
tos al patriarca de la lírica japonesa, el cual hubiera sido
reducido a m ero co m p ila d o r y a lo más a au tor de sólo
unos cuantos cantares. P ero los argu m entos irreba tib les
aducidos recentísim am ente p o r el crítico Takeshi Ume-
ja ra devu elven la paternidad litera ria de casi todos los
poem as al p ro p io Jitom aro. In clu so no hay inconvenien te
en a trib u irle los cantos de a m o r puestos en boca de
la amada.
Más del 70 p o r 100 de los poem as de la C olección de
Jitom aro son am orosos. Sigu iendo la pauta del Manioshu,
los cla sifica m os en:

1) M adrigales del hom bre, con alusión.

2) O tros m adrigales del h om b re (estacionales, elegia ­


cos, itinerantes, sencillos).

3) M a drigales en boca de la amada.

4) D iálogos am orosos.

5) Tonadas («s e d o k a s »).

M A D R IG A L E S D E L H O M B R E , A L U D IE N D O
A D IV E R S A S COSAS

¡Ay, quién encontrara, sin nadie saberlo,


la perla blanca que, quién sabe dónde,
yace en un estero! 1300

Juró un pescador, antes de tirarse,


que buceando vería la perla
del dios de los m ares. 1302

57
Mi pecho es un m onte que una nube esconde,
pero las hojas del bosque del m onte
bien que lo conocen. 1304

¿A cuál de los dioses he de alzar mis brazos


para lo g ra r que a la que yo qu iero
la vea soñando? 2418

D ejaré yo entonces de estar a tu vera,


cuando no quede ni siquiera el nom bre
del cielo v la tierra. 2419

M iran do a la luna, veo que habitam os


la m ism a tierra; tan sólo una sierra
nos ha separado. 2420

Aunque tengo un potro, he cru zado a pie


desde Iam áshina el m onte K o ja ta ,
loco de quererte. 2425

¡Qué no su friré si llevo sin verte


lo que la niebla cubre el m onte Tou,
y lo cubre siem pre! 2426

Te em p iezo a qu erer com o flu ye el agua


del río Uyi, arrem olinada
y sin retorn a r.^ l2430

C om o el río K a m o acaba sereno,


yo acabaré por verm e con ella.
Si no ahora, luego. 2431

H ablar de lo nuestro sería om inoso;


conque contengo mis ím petus fieros,
río en cerra jón . 2432

58
Mi am or no es la ola que salta el rom p ien te
y retrocede.
De ti no me aparta ni la m ism a m uerte. 2434

Por lo más revu elto del albo o lea je


del lago Om i iría diez días
para visitarte. 2435

Las olas que esconden las algas del m ar


van a la playa quinientas, m il veces,
com o a ti mis ansias. 2437

Las habladurías no son duraderas;


y yo te qu iero más hondo que el m ar
donde van traineras. 2438

Chism orrean de ella, de lo que será,


del lago Om i, del m onte v la isla,
y de más allá. 2439

Puede que la tierra, cavando, se acabe;


Pero en el m undo fa ltar el am or,
eso ya no cabe. 2442

En mi puño tengo una blanca perla;


voy a tenerla com o perla mía,
m entras que la tenga. 2446

Com o el m onte Kagu envu elto en la niebla,


ella pasó vaporosam ente.
¿Llegaré a qu ererla? 2449

Cual luna que cruza por entre las nubes,


ella pasó vaporosam ente.
¡Que el sino nos ju nte! 2450
Y a que no te veo, voy a m itig a r
mi corazón m iran d o las nubes
que pasan diáfanas. 2452

Nubes, no veléis la faz de la luna,


que lejo s ella la estará m irando
con pena y ternura. 2460

Cual luna que asom a al filo del cerro


cuando se pone, la vi en un vislum bre,
¡y cóm o la qu iero! 2461

Si es que tú m e quieres, ven en el r e fle jo


resplandeciente que lanza la luna,
diáfan o espejo. 2462

Si se m e escondiera la luna que alum bra


el cielo eterno, ¿con qué evocaría,
m ujer, tu figu ra? 2463

D oblará el ro cío las leves h ojita s


del estoraque, pero en m is redaños
m i a m o r no claudica. 2469

En los fontanares se cim bran los m im bres.


S oy firm e fib ra, mi a m or fu erte estam bre,
mi fe buena urdim bre. 2471

Cerca del cam ino flo ra el sangüesal.


Y tod o el m undo sabe que te qu iero
sin am bigüedad. 2480

T e q u iero estos días ininterm itente,


igual que el alga del fo n d o del río
cede a la corriente. 2482

60
E stará en su lecho, ondeante alga,
sin desnudar su b razo de güirp,
esperando en ansia. 2483

S oy com o el en ebro que fu erte a rraigó


fren te a la m ar. ¿ P o r qué em pezaría
a qu erer tan hon do? 2488

N o d o rm í p o r ti y al am anecer
pasó un lavanco: m en sajero tuyo
sería tal vez. 2491

M i barca es segura, m i rem o esforzad o,


la ruta un brete. ¿Qué es eso de verte
una vez al año? 2494
N o t a . Alu de a la H il andera y el Boyero.

¿H ay fo rm a de verte, gusano de seda,


si te encapullas después que m am aste
tan cu m plidas tetas? 2495

H o lla ría el filo de espadas y dagas;


y aunque m uriera, m o riría alegre,
si m e lo rogaras. 2498

N o m e im p o rta ría p erd er el ren om b re


de h om b re de arm as, si lo g ro que un día
de m í te enam ores. 2499

Deshilado tra je, desasosegado;


flota n te arena, rodan d o... M i am or
fue dem asiado. 2504

Pregunté al agü ero en la senda larga


com o alabarda, y d ijo bien claro
que m e aceptarás. 2507
Si la que yo qu iero se vo lviera prenda,
me la pondría de ropa in terior
cuando el chism e arrecia. 2852

Com o está el cam ino que acaban de abrir:


expreso y cla ro me lo han dicho lod o
referen te a ti. 2855

Ni el sol que achicharra com o arraiga el m im bre,


con reciedum bre, seca lo que llo ro
hasta conseguirte. 2857

V ien to, tú que soplas hoy que no he d o rijiid o


por su querer, si rozas su cuerpo,
ven y roza el m ío. 2858

Y o la q u iero a ella com o la raigam bre


del pino jo v en que crece en la playa:
sin saberlo nadie. 2861

M A D R IG A L E S D E L H O M B R E . E S T A C IO N A L E S

PRIM A V E RA

En la prim avera, yerto ya el invierno,


cogí una flo r, la m iré m il veces,
y dije: «L a q u ie ro ». 1891

Ni el ruiseñor solo perdido en la niebla


de prim avera, llora por su hem bra
co m o yo por ella. 1892

Vas a flo re ce rm e igual que está en flo r


en aquel cerro el alberchiguero:
hasta el pie del tronco. 1893

62
He pensado en ti todo un largo día
de frío y niebla; ya cerró la noche
¿N o te bastaría? 1894

Ella se ha m etid o en mi corazón


suavem ente, lo m ism o que un sauce
en germ inación. 1896

OTOÑO

Si oyera tu voz igual que o ig o al ave


que está cantando en un arce ro jo ,
¿iba a lam entarm e? 2239

¡Que no te pregunten que quién seré vo!


Y o soy un hom b re que te sé esperar
i\l raso en otoño. 2240

Vaga y vaporosa la veía en sueños,


com o em bozada en la niebla que alzan
las noches de otoño. 2241

La flo r del m iscanto 1 se inclina ante el viento


largo de oto ñ o ; y tu aire abate
mi pecho p o r dentro. 2242

IN V IE R N O

Salpica el gran izo sobre mi cabeza;


voy a e n vo lv erlo , que no se derrita
y lo vea ella. 2312

1 En japonés, « o b a n a » (M iscanthus sinensis): especie de carrizo


que lleva en su remate un copete o airón.

63
M ira que la nieve se d errite a veces
en pleno aire, y que y o ya llevo
sin ti m uchos meses. 2333

Ven, nieve ligera, recubre la tierra,


que lle v o años que la estoy queriendo,
y m e la recuerdas. 2334

E L E G IA S D E L H O M B R E

¡Qué pena m irar la playa en que un día


m e paseaba con la que v o ló
co m o h oja caída! 1796

V in e a la escollera con o lo r a m ar,


porqu e m e acuerdo de la que se fue
co m o agua que pasa. 1797

V o y a la isla Tam a a em p ap ar m is prendas


en las arenas de la playa blanca,
que aún huele a ella. 1799

M A D R IG A L E S D E L H O M B R E , E S C R IT O S D E S D E
E L V IA J E

Y en d o hacia Iam ato, siem pre que vadeo


los raudos ríos, al cielo le pid o
que te vea en sueños. 3128

C om o el dispersarse la flo r del cerezo


se m e parece vernos un instante
y ya desprendernos. 3129

¿ P o r qué em pezaría a hablarte de am or


con la firm eza del pin ar p la yero
de K ik u de T o io ? 3130

64
C A N T A R E S S E N C IL L O S , E N BOCA D E L H O M B R E

Sin fa lta avisadm e cuando estén en flo r


las algas finas, para estarlas vien do
y añ orar m i am or. 1248

P o trito alazán, galopa ligero,


que está en las nubes la casa en que vive
la que yo más quiero. 1271

Iba yo de noche con la luna llena.


Se me escon dió y quedé en el m onte
solo con m i pena. 1691

Con ella sentía que cual c o fre de oro


abriera el día. Sin ella lam ento
acostarm e solo. 1693

Si no ten go a nadie que exp rim a m i traje,


' ¿por qué m i amada m e m anda la lluvia?
¿Es co m o m ensaje? 1698

Ya es noche, y el ánsar, graznando en la niebla


intensam ente, vuela hacia tu casa.
¡Si yo tam bién fuera! 1702

Ni los altos cedros de M ont-K annabí,


cedros sagrados, son más acendrados
que m i a m o r p o r ti. 1773

El río Jatsuse crucé yo una noche,


y m e acerqué a la cancelita
de mis ilusiones. 1775

65
A la nieve blanca la d errite el sol.
Tú, que no escribes, ¿se te ha d erretid o
hasta el corazón? 1782

Desde que me fui de la m adre mía


de senos am plios, no he vu elto a sentir
tan grandes fatigas. 2368

Aunque no durm am os en dulces am ores,


me co n form a ra si viera tus ojos,
p rim o r de prim ores. 2369

Si hubiera sabido que iba yo a quererte


de esta m anera, nunca me acercara
para conocerte. 2372

N o hay tiem po ninguno que yo no te quiera,


pero a la tarde siento que te quiero
con todas mis fuerzas. 2373

¡Que aqu ellos que nazcan cuando muera yo,


jamás se metan, com o me he m etido,
en cosas de am or! 2375

El tem ple y mesura de los caballeros


yo no los tengo: que el día y la noche
los paso queriendo. 2376

¿Para qué he seguido hasta aquí vivien d o?


Más me valiera, antes de quererla
que me hubiera m uerto. 2377

C on tem plar tus o jo s lo he q u erid o tanto,


que estas dos noches se me ha parecido
igual que m il años. 2381

66
Que estar en el m undo no es más que penar,
bien que lo sé. Pero no te olvid o,
y te qu iero más. 2383

Ya van cinco años lindos co m o gem as


de desengaño. M ira si es extraño,
que mi a m or no ceja. 2385

HaSta el paladín que de un tajo hiende


las m ism as peñas, con cosas de am or,
bien que se arrepiente. 2386

Paseo, me siento, no sé qué m e haga


pensando en ella. N i puedo escribirle,
ni me vienen cartas. 2388

Si fu era verdad que el qu erer es siem pre


com o el m orir, yo me hubiera m uerto
un m illa r de veces. 2390

A yer p o r la tarde p erlifu lgu ran te


la conocí, ¡y hoy por la mañana,
va p e rd id o am ante! 2391

Cuando tú no estás, siem pre te recuerdo.


Y al verte siento que te qu iero más.
cuanto más te veo. 2392

Si no hubiera ido al cam ino largo


co m o alabarda, no sabría ahora
lo que es qu erer tanto. 2393

Cual fu lg o r de perla la vi, leve ν vaga.


Y pasó rauda. Pero me d ejó
cual som bra en el alba. 2394
N o la pude ver aunque iba e iba,
y m e m oja b a del cielo el rocío,
y la escarcha fría. 2395

¿C óm o en contraría la oportu nidad


de v e r de nuevo la que vi una vez
p o r casualidad? 2396

P orqu e ayer durm iera sin rozar tu piel


de seda rosa, no creas que tengo
corazón in fiel. 2399

¿Qué sino el qu erer podrá ser la causa


de que yo piense hasta disiparse
toda mi pujanza? 2400

C om o si d ije ra que si m uero am ando


que am ando muera, pasa por mi casa
y sigue su paso. 2401

Cuando en lontananza co n tem p lo tu pueblo,


extrañam ente crece mi añoranza
porqu e no te veo. 2402

Ya ha pasado un año lindo co m o gema,


y aún no o lv id o cóm o me enredaban
sus brazos de güiro. 2410

Sé que nuestro am or es un im posible,


y cuando q u iero con tem p la rte en sueños,
no puedo d orm irm e. 2412

P o r si yo aliviaba lo que me atorm entas,


salí a los cam pos, y v o lv í sin ver
los ríos y sierras. 2414

68
P o r v e r de olvid a rte, hablé con la gente.
Pero engañar, no engañé m is penas,
ni m e serené. 2845

N o verm e en seguida será razonable.


¿Pero hasta en sueños te im piden los chism es
que vengas a hablarm e? 2848

Si vine bregando, ¿no es porqu e te qu iero


tan. desvaído com o el cipresal
de niebla cu bierto? 1813

Frecuéntam e al m enos en mis sueños negros,


que ningún día se secan m is ojos
de lo que te quiero. 2849

M A D R IG A L E S E N B O CA DE LA M U JE R

M AD R IG ALES CON A LU SIO N

¡Que sigan los chism es, que sigan los líos!


S igo tejien d o con mi lanzadera
m i tra je de güiro. 1298

Si algo nos pasara al salir del pu erto


hacia altam ar, ¿tienes ya pensado
nuestro salvam ento? 1308

Tu m ensaje espero firm e y sosegada,


com o a lo lejos en el lago Om i
la barca está anclada. 2440

L lo vizn a en los cam pos un chubasco rábido.


Del aguacero ven a guarecerte
d eb a jo de m i árbol. 2457
Por ti d erretid a en d erretim ien to
com o de escarcha.
Ya me a lboreó, sin ti... y sin sueño. 2458

De lo que yo qu iero al am ado m ío,


hasta las hierbas que hay en mi jard ín
han languidecido. 2465

Para ir a tu cita tram aré a mi a n tojo


un cuento absurdo com o em palizada
en cam po de a brojos. 2466

¡Qué im posible es tenerte cariño


y estar fu rtiva com o las raíces
del ju n co del río! 2470

Lo m ism o que escardan las equinocloas 1


del arrozal, m e han echado el sacho,
y du erm o yo sola. 2476

Si te com p rom etes hasta d errib arm e


com o a o f io p o g o 2 del m onte fragoso,
¿iré a rechazarte? 2477

Ante los que acechan a mi celosía


de bambú shinu \ no me bam boleo.
Ante ti, rendida. 2478

Cada noche y noche rezo yo en mis sueños


que te en trelace com o enredadera \
Y así pasa el tiem po. 2479

1 En japonés, « j i e » (E chinoc hloa utilis): yerbajo.


2 En japonés, «ia m as u gu e» (O ph io pogon japonicus).
3 En japonés, «shin u» ( Pseudosasa japónica): especie de bambú.
4 En japonés, «k a z u r a » ( K a d s u r a japónica). Tradu cción ap ro­
ximada. Se trata de una en redadera típica de Japón.

70
Si vas a acotarm e sin con sid erar
las consecuencias, qu ererte no tiene
posibilidad. 2481

Para record a rte cuando no estuvieras,


ju ntos los dos plantam os un pino,
que pena en tu espera. 2484

Iba a estarm e allí m ientras que él m e viera


m over el brazo. La rama de un pino
b orró su presencia. 2485

Soy yo, la que un día al pie de un naranjo


tocó una ram a, y te preguntó:
«D a fru to tu á rb o l? » 2489

Las nubes del cielo veloz aletea,


vuela la grulla. Y a m í me aturulla
el que tú no vengas. 2490

C om o dan alerta los guardias de Jaia,


n ítidam ente te d ije m i nom bre:
tenm e confianza. 2497

L ejana es tu aldea, de am or languidezco.


Com o m i espejo, quédate en mi alcoba,
y aparece en sueños. 2501

T e tengo en mis m anos co m o espejo m ío


cada mañana; y jam ás me canso,
por más que te m iro. 2502

T e estoy yo queriendo con m i fa ja atada,


la que se ve; y suelta la otra,
la de mis enaguas. 2851

71
Para hacer seguro que nos enlacem os
en el fu tu ro, m e pongo mi bata,
y solita duerm o. 2853

V o y a atar m i fa ja y echarle un hechizo,


que no se rom pa, y m e perseveres
hasta estar conm igo. 2854

C A N T A R E S S E N C IL L O S E N BOCA DE LA A M A D A

Acerca tu barca hacia los vergeles


para que veas los m elocotones,
y de m í te acuerdes. 1689

¡Anda y déjam e! Si tú nunca vienes,


¿ p o r qué razón, sin escarm entar
te vo y a qu erer? 2378

De tu casa aqu í tan sólo es un paso;


pero te espero, aunque p o r la gente
vengas rodeando. 2379

M uchos a la C orte supersoleada


van cam inando, pero sólo a uno
qu iero con el alma. 2382

Leja n a es tu aldea, de a m o r adolezco;


com o en espejo, quédate en figu ra,
y aparece en sueños. 2634

C O LO Q U IO A M O RO SO

El: E spejo, te vi, pero no lo cuento,


perla escondida b rilla n d o en lo hondo
del d esfilad ero. 2509

72
Ella: La senda en la fé rtil Jatsuse fu rtiva
es resbaladiza: el qu ererm e puede
costarte la vida. 2511

TO N A D A S E N BOCA D E L H O M B R E

— Joven que siegas el cam po en Sum inoe,


¿no tienes servidores?
— Sí que los tengo, pero p o r m i cariño
- q u iero segar yo m ism o. 1275

N o m e cortéis los shinus 1 que retoñan


ju n to al árb ol zelkova 2 ju n to al estanque,
que el verlos m e recuerda que estuve allí con ella. 1276

¿ P o r qué recoges los ju n co s 3 del erial?


Se te van a m anchar tus crenchas finas
tan negras co m o entrañas negras de litorin a. 1277

Nube que tapas el m onte que se llam a


H órreo, co m o el silo de escalerilla:
nube que m e lo tapas cuando verlo quería. 1282

F lor del sargazo, tú que eres bella alga


del m ar de hondo regazo:
de ti no salga, flo r del sargazo bella,
que estuve aquí con ella. 1290

La que yo qu iero, y que es la más bonita,


¡que se m uera en seguida! P o r más que viva
no van a decir nunca que al fin ha sido m ía. 2355

1 V e r nota 3, página 70.


2 V e r nota página 52.
3 En japonés, «s u gu e» (C a re x ): planta de la que existen en
Japón hasta 120 especies. A veces se traduce aquí como «cárice».

73
Y o a ti te q u iero hasta el u ltim o aliento,
pero hay tantas m iradas...
¡Ay, si yo fu era viento que vaya y venga,
cuántas veces te viera! 2359

T O N A D A S DE LA AM AD A

El (ra je de jin e te que mi Jazume tiene


se lo encargué a una hilandera china
de rueca fina, que al hablar es que trina. 1273

Tú que los perros sacas del caserío


V vas de cacería, para en lo espeso
del m onte v e rd ifrío , con tu caballería. 1289

Ven a m i p rado a recoger miscantos 1


para hacer casa nueva, que hay una niña
que irá con esa hierba para lo que tú quieras. 2351

O TR O S PO E M A S DE LA C O LE C C IO N DE J IT O M A R O

En el m ar del cielo con olas de nubes


boga la luna a un bosque de estrellas
y en ellas se encubre. 1068

Resuena el rabión del m onte fragoso,


y van las nubes en cresta Iutsuki
cu brién dolo todo. 1088

T eñ iré mi tra je con ese color:


el que en M im u ro, el de vinos puros,
tiene el arce ro jo . 1094

1 V er nota página 63.

74
¿Se orlaron los hom bres de edades antiguas
com o nosotros, desm ochando ramas
de ciprés 1 de M iw a? 1118

Me creen m arengo, que jala sus redes


a mí, que vine a ver playa Aku
y el lim p io rom piente. 1187

Igual que la espum a del agua que corre,


sonando el eco en el Tiendeyace,
soy yo, que soy hom bre. 1269

P ro m o n to rio Blanco, m antente lozano:


que vendré a verte em puñando firm e
el tim ón de un barco. 1668

En esta ensenada donde el vien to arrecia,


las olas blancas se arrim an inanes:
nadie las observa. 1673

A lfom b ra n M ont-Seno las hojas del arce.


En K am ioka, ¿habrán em pezado
a desparram arse? 1676

¡Si a Ia m a to fuera esta in form ación :


Cóm o en Ogaño co rto yerbas altas
y me hago un jergón! 1677

¡O teros de K ii, donde un saetero


que antaño había, con flechas silbantes
cazaba los ciervos! 1678

1 Tra ducción ap ro xim ada del original «jín o k i» (C h am aecvp aris


obtusa ).

75
¿Es que vienen juntos in viern o y verano?
N i su abanico ni su pellizón
suelta este erm itaño. 1682

Nota. El poem a anterior fue compuesto sobre un cuadro en


que un asceta viste pellizón, pero tiene un abanico en su mano.

En el río Izu m i, en las lajas duras,


resbaladizas, persiste la nieve.
¡El in viern o dura! 1695

Las m arism as de Ókura resuenan al eco


de ánsares yendo/al cerro de atisbo,
el de los cecheros. 1699

Al vien to de otoñ o rugía el rabión


del Iam abu ki y surcaba el ánsar
un cielo nuboso. 1700

Y a la m edianoche debe haber cerrado:


se ve la luna surcar p o r un cielo
donde parpan patos. 1701

En el m onte Tam u habrá densa niebla,


porqu e las olas del rabión del Joso
se desasosiegan. 1704

Un árbol planté por verlo flo rid o


en prim avera. E l adven im ien to
del fru to co d icio . 1705

Se van levantando nieblas en la noche


de belamcanda ', celando en Takaia
las estribaciones. 1706

1 En el original, « n u b a t a m a » ( B ela m can d a chinensis): especie


de zarzamora, de fruto negruzco. Se usa como epíteto estereoti­
pado p ara cosas negras, como la noche.

76
Sin nubes el cielo, cam ina la luna
por una noche com o belam canda.
¡Qué pena que huya! 1712

Cae, se abalanza, se desliza el agua,


toca una roca, en cuyo rem anso
la luna se graba. 1714

Sopla sobre el lago el vien to de Jira


de'Sasanam i, y ondean las mangas
del de la barqu ita. 1715

De m irar el cauce del río Iosh in o


en donde holgaban proceres antaño,
yo jam ás me hastío. 1725

Sobre el m onte Kagu, el que al cielo llega,


se ciernen brum as al atardecer.
¡Es ya prim a vera ! 1812

Flota ya la brum a en las ram as viejas


de aqu ellos cedros que antaño plantaron.
¡Es va prim a vera ! 1814

Esta tarde clara cual fu lg o r de gema,


sobre la cresta del m onte Iuzuki
ondea la niebla. 1816

B ram ando a su hem bra, la llam aba el ciervo


a reunirse la noche siguiente,
y sonaba el eco. 1762

77
P O R F IA DE AM O R

EL A M A N T E

Sin record a rte andaba yo y andaba,


pero al m irar arriba al m onte azul,
las azaleas eran tú m ism a en gala;
y los cerezos en flo r eran tú m ism a.
Dice la gente que hacia mí tú te inclinas;
dice la gente que hacia ti vo me inclino.
Y tú, ¿qué piensas tú?

LA A M A D A

Porque te quiero, han pasado ocho años


desde que niña me cortaban el pelo;
y he germ in ado más que los m andarinos;
y largam ente, com o corre este río,
tu corazón espero. 3309

A n tistrofa, de am bos

¿ P ero es que es posible que acabe un querer?


Ruego a los dioses del cielo v la tierra,
pero mi a m o r crece. 3306

DOS C A N T A R E S P A IS A J IS T IC O S

Tiernas son las yem as de las lespedezas \


y las agosta de noche el rocío
antes que otoñezca. 2095

1 V er notas en páginas 23 y 43.

78
N o habiendo una nube sobre los cipreses 1
del M ikim uku, m ollizn a en los pinos
una espum a-nieve. 2314

K U R O J IT O DE T A K E C H I. Escribió entre 694-710. Aco m pañó


a los soberanos Y iló ν M on m u en
sus viajes.

C A N T A R A LA S R U IN A S DE O M I

¿M e habré vu elto un h om bre de edades antiguas?


En Sasanami vi la vie ja Corte,
y me entristecía. 32

PA IS A J E Y R E C U E R D O

¿En dónde estará la barca varada?


La que o r illó por el cabo de Are,
la barca sin falca. 58

OCHO C A N T A R E S DE V IA J E

Cuando de via je sentía nostalgias,


vi que bogaba un barco b e rm ejo
del peñón al mar. 270

Hacia Sakurada grazna v va la grulla.


En playa Aiuchi será bajam ar.
Grazna v va la grulla. 271

El m onte Shijatsu crucé vo v m iraba:


se fue escon dien do por la isla Kasam i
un bote sin falca. 272

1 V er nota en página 75.

79
Al ir orilla n d o los cabos de playa,
graznaban grullas en el lago Om i,
en ochenta calas. 273

B arquichuela mía, navega y fondea


en pu erto Jira. N o singles al m ar,
que la noche cierra. 274

¿D ónde buscaré aposentam iento


cuando en Katsuno, en V a lle Takáshim a,
el sol se haya puesto? 275

C om o tú y yo som os una sola carne


en Dos A tisbos, que está en Tres Riveras,
no habrá bifurcarse. 276

¡Si hubiera ven id o antes y no ahora!


Y a los zelkovas 1 de Taka en Iam ásh iro
perdieron sus hojas. 277

A LO S A M IG O S

Vam os, h ijos m íos, raudos a Iam ato,


llevan do ram as de alisos de M ano,
y cárices 2 blancos. 280

PA IS A J E

De pie en playa Ënatsu, la de Sum inoe,


se divisaba del pu erto de M u ko
zarpar pescadores. 283

1 V e r nota página 52.


2 V e r nota página 73, sobre la p ala bra «junco».

80
A LA S R U IN A S DE O M I

Aunque yo te diga que no q u iero verla,


a Sasanami, a la v ie ja C orte
llévam e a la fuerza. 305

T R IS T E Z A

H oy que m e a lo jé b a jo la nevada
que en C am po M ei agobia miscantos \
siento triste el alma. 4016

¿H abrán fon d ead o en el pu erto de A do


en Isla A lta los que salom aban
al pasar rem ando? 1718

EL G E N E R A L IS IM O
M IIU K I D E ÓTOM O, terminada la guerra de Yinshin, año 672

El E m p erad or, siendo que es divin o


se hizo la C orte donde un p o tro zaino
se atascaba en lim o. 4260

O K IM A R O DE N A G A . Poem a compuesto p or orden de Mon-


mu, estando en N aniw a , año 699.

Hasta el in terio r del Pa la cio viene


la voz del je fe de los ja b egotes
que jalan la red. 238

1 V er nota página 63.

81
S E Ñ O R A I S H IK A W A

R E S P O N D IE N D O A L P O E M A 107 DE O TSU

¡Si yo hubiera sido esa gota de agua


que te m o jó en el m onte abrupto
cuando m e esperabas! 108

A S U K U N A M A R O DE Ó TO M O

Siendo ya m u jer tan en vejecid a


¡cóm o me ahogo en am or tan hondo
igual que una niña! 129

OTOM ARO DE O SAK ABE

Pensando en Iam ato, no puedo d orm ir,


y despiadada, viene a este b a jío
la gru lla a gem ir. 71

S A M I D E M I K A T A , A SU E S PO SA

Ese pelo tuyo, zahereño en m oño,


largo en melena,
¿se te desarregla cuando yo no estoy? 123

R E S P U E S T A D E LA E S P O S A

P o r más que m e digan que el pelo está largo


y m e haga m oño, ¡que se desm adeje
si ya m e has d ejad o! 124

82
S A M I D E M IK A T A
A SU E S PO SA

En m il direcciones van mis pensam ientos


com o las calles b a jo los naranjos,
porqu e no te veo. 125

SEÑORA TOYI DE FUKI


E N IS E E L A Ñ O 676, V IE N D O LA S ROCAS D E L M O N T E
IO K O DE JATA

Q uisiera ser siem pre eterna doncella


com o el roqu edo que a orillas del río
no cría ni hierba. 22

IO S A M I, E S P O S A D E J IT O M A R O
COMO R E S P U E S T A A U N PO E M A (782) DE SU ESPO SO

¿Se m e habrá alelado vo ltean d o pinos?


El zascandil, el tonto de M aro
no tom a un perm iso. 1783

S E Ñ O R A IS H IK A W A
D IS F R A Z A D A DE A N C IA N A , H A B IA V IS IT A D O A
T A N U S H I DE O TO M O , D E L Q U E E S T A B A E N A M O ­
RAD A; P E R O E L N O SE D IO C U E N T A DE LA
E S T R A T A G E M A Y NO L E D IO A L O J A M IE N T O .
E L L A LE E S C R IB IO M AS T A R D E :

H abía yo oíd o que eras m uy galante;


pero m e echaste sin darm e posada,
p á n filo galante. 126

S E IS E L E G IA S
DE D IV E R S O S V A S A L L O S
LAM ENTANDO
D E L P R IN C IP E K U S A K A B E
LA M U E R T E DE SU S E Ñ O R

Al ver el ja rd ín donde él paseaba,


co rre m i llanto sin interm isión
co m o una riada. 178

83
A l v e r el estanque donde él tanto iba,
en la rib era han nacido yerbas
que antes no nacían. 181

N o verá jam ás la senda en que floran


las azaleas,
cerca del estanque, en las m ism as rocas. 185

N ublada la aurora, y el sol escondido,


b a jé al ja rd ín donde él paseaba,
y lancé un suspiro. 188

Aunque el sol alum bra la villa im perial,


lúgu brem ente no suena una voz
y se apena el alma. 189

C om o ave que canta al qu ebrar albores


en ce rro Sada,
todos estos años llo ro y o de noche. 192

T A R U J I T O D E K A M O . (Viendo abandonado el palacio y estan­


que donde había habitado el príncipe.)

E N D E C H A S A L P R IN C IP E T A K E C H I

N atu ral que fa lte quien bogu e las barcas


si las habitan zaram agullones,
patos y barnaclas. 258

¡Ay qué repentina pátina divina,


que hasta los cedros a ltivos del Kagu
el m usgo cubría! 259

84
S E Ñ O R IS H IK A W A

E N S H IK A , T S U K U S H I

En Shika las hem bras sal y algas recogen


sin tener tiem po
ni para sacar el peine del co fre. 278

.S E Ñ O R T A G U C H I

E N E L CAB O K II O M I DE SU R U G A

Al m ira r la calm a de la playa en M ijo ,


que está en Io ja ra , en cabo K iio m i,
¡cóm o m e apaciguo! 296

¡Si viera de día la playa de T ago!


Pero la veo de paso y de noche,
sirvien d o al M ikado. 297

O T A R I D E JATA

La ola chiqu ita salta la escollera;


yendo yo a Salta,
el río N otose raudo m urm ullea. 314

M A N ZE I D E SAM I

¿Con qué co m p a ra r las cosas del m undo?


Con un ba rqu ito
que sale y no d eja rastro de su rum bo. 351
M IO G U N DE K O N .

E L E G IA A LA M U E R T E DE T A B IT O

Cuando te quedaba tan poco de vida,


me preguntabas
si las lespedezas estaban florid as. 455

SEÑO R A ABE.

T R E S C A N T A R E S A SU ESPO SO
A Z U M A T O DE N A K A T O M I

¿A qué tener ya más cavilaciones


si el corazón a ti se me ha ido
dando ondulaciones? 505

H ijo , no caviles, ni pases torm entos


que si es preciso
por ti pasaré el agua v el fuego. 506

Hasta el corazón tengo yo m etido


en cada punto que le di al kim on o
que llevas vestido. 514

UNA JOVEN D E J IT A C H I

A U M A K A I DE F U Y IW A R A ,
A L V O L V E R E S T E A LA C A P IT A L

N o te olvid es tú de una levantina


que en su ja rd ín blanquea los güiros
y los tiende en fila. 521

86
M IM IC H I D E J A N IS H I

V O L V IE N D O DE T S U K U S H I A LA C A P IT A L

Bogad el navio, bogádm elo aprisa;


y si em barranca,
¡por m í que em barranqu e, siendo por mi niña! 557

* IO T S U N A D E ÓTO M O ,

D E S P ID IE N D O A L S E Ñ O R D E L C L A N

Buena está la luna, lim p io suena el río.


H olgad aquí, váyanse o se queden,
y podrem os irnos. 571

M IIO R I D E O TO M O

V O L V IE N D O A V E R S E CON U N A M U JER

En la eternid ad habrás tú vivid o,


que desde entonces pareces haber
reju venecido. 650

O I A K E M E , M U C H A C H A DE B U ZE N

Al an och ecer aterra el sendero.


¿ P o r qué no esperas que salga la luna
y m ientras te veo? 709

87
LA J O V E N T O B IR A DE A T O

B rilla n d o la luna que va p o r el cielo,


lo vi una vez;
y lo veo ahora cada vez que sueño. 710

O K A M A R O D E A M A N O -IN U K A I

Siendo tu vasallo, bien vale vivir;


porqu e he nacido
cuando cielo y tierra llegan al cénit. 996

U N B O N Z O D E L T E M P L O G A N G Ó . Habiendo obtenido la
iluminación espiritual,
pero siendo despreciado
por la gente:

La perla blanca
de nadie es conocida.
¡Pues que no la conozcan!
Si yo con ozco
la que nadie conoce,
¡pues que no la conozcan! 1018
T E R C E R P E R IO D O
(710-733)

La época está dom inada por dos figu ras tan gigantes­
cas co m o dispares: el divin o A k a jito , poeta de la d ia fa ­
nidad, y Okura, autor c o m p ro m etid o con los problem as
sociales. A k a jito sólo ha d ejad o 13 odas de va lo r m ed io­
cre, pero sus 36 tankas son insuperables. De Okura p re­
sentam os 11 odas y 33 poem itas de inm enso valor. N ad ie
más ha vu elto a tocar en toda la historia de la literatu ra
japonesa algunos de los tem as de Okura, p o r lo que algu­
nos com entaristas han llegado a sospechar que fuese chino
o coreano.
En este p eríod o descuellan tam bién otros cinco gran ­
des poetas: tres hom bres y dos m ujeres.
T a b ito fue padre de Iakam ochi, el cual fue el co m p ila ­
d o r principal del Manioshu. Entre las piezas seleccionadas
figu ran sus trece «lo o re s al v in o », de fu erte epicu reism o
laotziano, y la «S a ga de las serranas pescad oras», precu r­
sora de las narraciones líricas («u ta -m o n o g a ta ri»), cuyo
m áxim o exponente son los Cantares de Ise, ya traducidos
al castellano.
M ushim aro es un poeta único por sus rom ances las­
civos. Tam bién es fam osísim a su balada del jo v en pes­
cador Uráshim a, leyenda que fue tradu cida al castellano
p or Juan Valera.

89
K anam ura descuella p o r sus paisajes.
La Señora de Sakanoe, herm ana m enor de T a b ito
y tres veces viuda en plena juventud, ha d e ja d o seis odas
y 72 tankas de gran ternura.
Finalm ente, la Señora Kasa fue am ante de Iakam ochi,
al que le en vió casi 30 cantares, nueve de los cuales esco­
gim os para esta edición.

E M P E R A T R IZ G U E N M IÓ , monarca X L I I I (vivió: 661-721;


reinó: 710-716).

IN P R O M P T U

Resuena el brazal de los paladines.


Los palaciegos, guerreros y escolta,
va su escudo esgrim en. 76

E M P E R A T R IZ G U E N S H Ó , monarca X LIV (vivió: 680-748;


reinó: 716-724).

C O PLA E N LA C O N C L U S IO N DE U N A L B E R G U E
IM P E R IA L

Cabaña techada inverso el miscant o ',


y hecha con troncos sin descortezar,
¡dura diez mil años! 1637

C O PLA A L C U C L IL L O

P á ja ro cu clillo, cántam e.aún más,


y llam a tanto a los que se fueron
que me hagas llorar. 4437

1 V er ñola página 63.

90
EM PERAD O R SHOM U, monarca X L V (vivió: 701-756; reinó:
724-749 ).

N o dudo jamás de la que he cercado


com o un cortil, con vallas que salta
sólo un p o tro zaino. 530

La vi en el cam ino v me sonrió,


y com o nieve se fue disipando
la que q u iero vo. 624

O F R E C IE N D O V IN O A T R E S IN S P E C T O R E S
G E N E R A L E S A N T E S DE QUE S A L IE S E N
A D IV E R S A S P R O V IN C IA S

Lejos, a cortes del país que yo rijo,


todos vosotros os d irigís ahora;
y sosegado me reg ocija ré;
y yo os declaro, cru zándom e de brazos:
«Y o , el m onarca, con m is manos sagradas
os aca ricio para anim aros,
os acalugo para anim aros.
El día que volváis beberem os el vino,
este sob erb io vin o .» 973

A L O T O R G A R E L A P E L L ID O T A C H IB A N A
(M A N D A R IN O ) A L P R IN C IP E K A Z U R A I, QUE
H A B IA S O L IC IT A D O PA S A R A L E S TA D O
PLEBEYO

En el m andarino, ¡los frutos, las flores,


y hasta las hojas! Cuanto más le escarche,
tanto más se im pone. 1009

91
C O PLA DE A M O R

Pensando yo en ti, m iré hacia el pinar


de playa Aga, y oí cantar grullas
en la bajam ar. 1030

DOS C A N T A R E S A L A N S A R

En otoñ o al cam po de a rroz lo sieg-án-sares


lanzan su canto en la oscu ridad
hasta que el sol sale. 1539

Este am anecer, m ientras fríam en te


cantaba el ánsar, eran los a b ro jo s
más iridiscentes. 1540

A LA R E S ID E N C IA DE M O R O E T A C H IB A N A

Antes la añoraba sólo en lontananza.


H oy que la vi la recordaré
años de añoranza. 4269

E M P E R A T R IZ K O M IO , consorte de Shomu. Vivió: 701-760.

A SU E S PO SO A U S E N T E

Si la con tem plara con el que yo quiero,


¡cóm o sería ante esta nevada
mi con ten tam ien to! 1658

AL ANSAR

¡Si m is lespedezas ' retener pudieran


al alavanco que canta en el cam po
cu bierto de niebla! 4224

1 V e r nota página 43.

92
E N E L T E M P L O DE K Á S U G A , P ID IE N D O U N
V IA J E SE G U R O P A R A SU S O B R IN O K I I O K A N A
DE F U Y IW A R A (C IN C O A Ñ O S M A S J O V E N Q UE
E L L A ), Q U E IB A COMO E N V IA D O A C H IN A

C errando el tim ón de un inm enso barco,


m archa a la China este h ijito m ío.
¡M is dioses, guardadlo! 4240

P R IN C IP E T A K E C H I , primogénito de Tenm u; pero su m ad re


era plebeya, p or lo que no fue nom­
b ra d o heredero.

E N D E C H A S A LA M U E R T E DE LA P R IN C E S A T O C H I
(Aunque herm anastra, tal vez esposa de T a kech i)

Los del m onte V in o, son divinos cedros.


¡V inieras tú siquiera a mis sueños!
Aunque ya ni duerm o. 156

Agua sacaría de la fuente clara


donde flo re ce n m osquetas del m onte,
si el cam ino hallara. 158

A K A J IT O DE IA M A B E (?-736)

Al pasar m iré la playa de Tago:


puro blancor, el pico del Fuyi
estaba nevado. 318

Era en N ikitatsu que los del palacio


de cien pilares subían a b o rd o
no se sabe cuándo. 323

93
N i en el río Ásuka la niebla se aparta
de los rem ansos, ni se difum ina
jam ás m i añoranza. 325

En Bahía N aw a se ve en lontananza
la isla de Oki, y la ronda un barco:
parece pescar. 357

La Bahía M uko la ronda un barqu ito,


y en lontananza se ve la isla de Awa:
suave barqu ito. 358 .

Olas de la isla Abe, la playa en que m oran


los corm oranes. A ñ oro a Iam a to
tanto a todas horas. 359

B aja la m area, iré a coger algas;


que si mi amada pide un «s o u v e n ir»
¿qué le vo y a dar? 360

Con vien to de otoño, fría la mañana,


y tú cruzando el a lcor de Sanu...
¡que no te abrigara! 361

Dim e si te llamas Concha, cual la concha


que está en la playa de las atahorm as...
aunque tu m adre te oiga. 362

Las aves que cantan en m onte Mikasa


de Takaku ra, entre pausas trinan:
así te anhelaba. 373

En el v ie jo dique de edades antiguas


ahondó el tiem po, v en el m ism o borde
han b rota d o alismas. 378

94
Planté en mi ja rd ín un m oco de pavo
y se secó. Sin escarm entar
o tro m e he plantado. 384

Me gustan las algas de la playa bronca


de la isla Oki cuando en pleam ar
las cubren las olas. 918

En Bahía W aka a la pleam ar


se van graznando, sin playa, las grullas
al cañaveral. 919

A llá p o r Iosh in o en el m onte Kisa


en las cañadas con gran a lb o ro to
los pájaros trinan. 924

La de belamcanda ', la noche ha venido


a un cauce lim p io donde crecen robles
y cantan ch orlitos. 925

Se ven p o r los cam pos v m ontes fragosos


los cazadores, flecha en m ano tensa
y en gran a lb oroto. 927

Un ru m or de rem os en el alba en calm a:


será el pesquero de N ósh im a, tierra
de abasto im perial. 934

A lta m ar sin olas, sin olas la orilla:


sólo el ruido de un barco que en Fúyii
pesca en la bahía. 939

1 V er nota página 76.


Son tantas las noches que pasé d o rm id o
en los a b ro jo s del cam po de Inam i,
que m i casa ansio. 940

M añana andaré p o r la b a ja m a r
de playa Akashi, en m i pecho el gozo
de acercarm e a casa. 941

Si yo m e cerniera com o el corm orán


de isla K aran i, donde cogen algas,
no ansiara m i casa. 943

Pasaba una isla rem ando al socaire,


y había un barco yendo de K u m an o
a Ia m a to suave. 944

S op ló el vendaval, se alzó el oleaje,


nos gu arecim os en caleta Tsuda
a que abonanzase. 945

C om o en playa Suma se hace a su a tavío


el salinero, hecho a ti, no te echo
ni un día al olvid o. 947

Van los paladines a la cacería,


y las doncellas, largas faldas rojas,
p o r la playa lim pia. 1001

Desde que hubo dioses fue C orte Ioshino.


y en altecida: es que era buen m onte,
y era bueno el río. 1006

Al cam po vernal fui p o r violetas;


m e gustó tanto que pasé una noche
du rm iendo en la yerba. 1424

96
N o m e gustaría si estuviese en flo r
días'sin cuento la flo r del cerezo
del m onte fragoso. 1425

La flo r del ciru elo que le iba a enseñar


a mis am igos, ya no sé cuál es:
se ha puesto a nevar. 1426

N ev ó a yer y hoy sobre la pradera


donde m añana iba a co ger flo re s
de la p rim avera. 1427

¿Canta el ruiseñor que espera en K u dara


la prim avera, en la lespedeza 1
de yetustas ram as? 1431

La glicin a undosa que en recuerdo suyo


planté en m i casa, para m i nostalgia
está ya en capullo. 1471

Más allá del va lle del m onte fragoso,


en la espesura estará cantando:
voz del ruiseñor. 3915

• OKURA DE IA M A N O E (659-733)

L A M E N T O D E L P O B R E (D IA L O G O )

— N och e de lluvia m ezclada con el vien to


noche de nieve m ezclada con la lluvia..
Sin un am paro y a rrecid o de frío ,
sólo royen d o algún terrón de sal,

1 V er nota página 43.


sorbiendo lento las heces de un mal vino,
tosiendo hondo, la nariz m oqueando
m ientras m esaba la barba m edio rala,
y alardeaba: « Y no hay quien me a ven taje
de h om bre a h om b re.» A rre cid o de frío ,
yo me arrop ab a en edredón de cáñam o,
y m e enfundaba en bastos pellizones,
los que tenía. Era fría la noche,
y la pasaban ham breando de m uerte
el padre y la m adre del que es aún más pobre;
su esposa e hijos lloran do pordiosean.
En estos tiem pos, ¿qué haces tú por el m undo
para pasar la vida?

— Dirán que el cielo y que la tierra es ancha;


para m í am bos bien estrechos que son.
Dirán que el sol y que la luna brillan;
a m í ninguno m e qu iere ilum inar.
¿Así es el h om bre? ¿O así soy sólo yo?
M e acaeció ser al m enos un hom bre,
y estoy fo rm a d o sem ejante a los hom bres.
Una pelliza, no de blando algodón
sino de andrajos que cuelgan a jiron es
com o las algas, m e cubre las espaldas.
En una choza rom a y desvencijada,
sobre la tierra desparram o la paja
donde m is padres ju n to a m i cabecera,
mi esposa e hijos ju n to a m is m ism os pies
acurrucados en vela desvarían;
está el hogar sin ca lor y sin humo;
en los pucheros cuelgan las telarañas,
y hasta olvid a m os cóm o co cer arroz.
C om o los tordos gim en nuestras gargantas,
cuando de p ron to — co m o dice el refrán
que « lo que es corto, lo a corto y lo r e c o r to »—

98
hasta la choza llega la voz de m ando
del alcaldazo con látigo en la mano.
¿Así será sin quite ni rem ed io
el cam ino del m undo? 892

A n tistrofa

Sentirás la vida a torm en tadora


y vergonzosa, pero no hay escape
porqu e no eres ave. 893

PO E M A C E N S O R IO

Ante los padres se siente reverencia;


esposa e h ijos son am or y cariño:
así es el m undo, eso es lo natural:
tenerse apego com o ave presa en liga,
que escape no tenemos.

Di, tú que vives pisando y dando coces


com o el que tira unos zapatos rotos,
¿es que has nacido de un tron co o de una piedra?
¿Quién te d io tu apellid o?

Cuando al cielo vayas, haz tu real gana;


aquí en la tierra está el E m p erad or:
b ajo la luna y b a jo el sol brillante,
hasta el con fín do se doblan las nubes,
hasta el con fín do se revuelcan sapos,
en tod o im pera en este paraíso.
¿Qué sign ifican tus idas y venidas,
y hacer tu real gana? 800

99
A n tistrofa

Queda m ucho trecho hasta el cielo eterno.


V u elve a tu casa sosegadam ente
y atiende a tu em pleo. 801

E L E G IA A LA C A D U C ID A D DE L A V ID A

En este m undo lo que no tiene quite


es que los años siem pre siguen pasando
co m o corrien te; y lo que nos aprieta,
nos acom ete, va rio cual m ala yerba.

Las doncellitas lu ciéndose doncellas,


llevan pulseras con perlas de la China,
y se pasean cogidas de la m ano
con sus am igas; sin p o d er detener
la flo r del tiem po, pasan y se m architan;
en sus cabellos, negros igual que entrañas
de litorin a, cuaja p ron to la escarcha;
y en sus m ejilla s de radiante carm ín
súbitam ente aparecen arrugas.

Los paladines, luciéndose donceles,


ciñen al cin to espadas y puñales;
sus m anos tensas llevan arcos de caza;
en p o tro bayo, sobre silla de sarga,
cabalgan raudos en ju eg o y cacería.

P ero la vida, ¿seguirá así p o r siem pre?


N o serán muchas las noches que podrán
las doncellitas descorrer los biom b os
de su cubil,
arrim a rse a su am ante y entrelazarse
m ano con mano fina.

100
P ron to, ya viejos, arrastrando un bastón,
irán a llá y alguien saldrá con burlas,
y si acullá, serán aborrecidos.
Quien llega a v ie jo , esto es lo que le espera.
Tensa es la vida y una desilusión,
pero ¿tiene rem ed io? 804

A n tistrofa

Q uisiera estar fijo igual que una piedra,


pero es la ley que rige la vida:
es que nada queda. 805

M A D R IG A L A LO S H IJO S

Pienso en m is h ijos cuando com o m elón;


más los recuerdo cuando com o castañas.
¿De dónde viene, cuando nos viene un h ijo ?
C onstantem ente los tengo ante mis ojos,
y ni d o rm irm e puedo. 802

A n tistrofa

N i la blanca plata ni el oro a m a rillo


ni los b rillan tes serán un tesoro
su p erior a un h ijo. 803

T O N A D A DE LA S S IE T E F L O R E S DE O TO Ñ O

Cuando conté las flo re s que flo recen


sobre los cam pos al ven ir el otoño
sa lieron siete especies:
la lespedeza 1, el m i s c a n t o 2, la chilca,
la flo r de la pueraria \ con la patrinia 4
y la flo r fa ro lillo . Tam bién la clavellina. 1537-1538

ODA A DOS O V A L O S SAG RAD O S

El re fe rirlo , en verdad m e estrem ece.


La em p eratriz, la divina Tarashi,
yendo a Corea para pacificarla,
y com o a livio de sus preocupaciones,
tom ó en sus m anos y celeb ró el va lor
de dos peñascos fin os co m o corales;
y los m ostró ante la faz del m undo,
que eternam ente fueran reverenciados;
los co locó con sus augustas manos
en V a lle K o fu en la costa Fukae,
ju n to a aquel m ar de fon dos abism ales.
Siendo divinos, de divina apariencia,
aún ahora serán reverenciados
los óvalos sagrados. 813

A n tistrofa

Los constitu yó a fin de m arcarlos


diuturnam ente com o cielo y tierra:
óvalos sagrados. 814

E L E G IA A L A M U E R T E DE SU H IJO F U R U JI

¿De qué me sirven las siete joyas raras


que en este m undo los hom bres apetecen
1 V e r nota página 43.
2 V e r nota página 63.
3 En el original, « k u z u » (P u erar ia T hu nbergia n a): especie de
enred adera de flores violetas arracimadas.
4 En el original, «o m ina eshi» (Patrinia scabiosacfolia): planta
de flores amarillas.

102
y ju stiprecian ? Mi h ijo Furuji,
el que nació a la vida cual blanca perla
de nuestras dos entrañas, por la mañana
al b rilla r el lucero, sin levantarse
del acolchado lecho ora sentado
ora brincan do ju gaba con nosotros;
y p o r la tarde cuando salía el véspero
al acostarse, tom aba nuestras m anos
y nos decía gracioso y zalam ero:
«P a p á y m am á no qu iero d o rm ir solo;
ju ntos los tres com o la sakikusa»

Cuando pensaba verlo desarrollarse


y hacerse un hom bre, saliera bueno o m alo;
cuando em pezaba a abrigar confianza
com o en gran barco, vin o y sopló una racha
súbitam ente de vien to traicionero.
Sin en con trar rem ed io ni socorro,
me puse al cu ello la estola de albo güiro,
cogí en mi m ano el esp ejo sagrado,
y supliqué a los dioses supernos,
recé postrado a los dioses terrestres:
que lo que fuera, o lo que no,
los dioses decidieran; lo supliqué
ergu id o y dando saltos. Pero ni un punto
vin o la m ejoría , y poco a poco
se fue hundiendo su cara, día tras día
fue d ejan do de hablar, y se a cortó
su co rta vida tensa.

Salté de rabia, pisé el suelo, grité,


m e revolqu é y golpeé m i pecho.
Desde mi m ano v o ló m i niño al cielo.
¡Cam inos de la vida! 904
1 En el original, «sak ik u sa » (E d ge w o r th ia chrysantha).

103
A n tistrofas

Com o es tan ch iqu ito, no sabe el cam ino.


T o m a m i ofren da, ángel, y lo aúpas
hasta tu destino. 905

T e doy m i ob lación y te lo encarezco:


sin desviarte, llév a lo derecho,!
guíalo hasta el cielo. 906

DOS E N D E C H A S A L A M U E R T E DE SU E S PO S A

Los acedaraques que ella estuvo viendo


ya se dispersan; mis o jo s que lloran
no están aún secos. 798

En el m on te Ono se alza una neblina;


con los suspiros que salen de m í
se alza esa neblina. 799

E L E G IA E N B O CA DE K U M A G O R I Ó TO M O , Q U E
M U R IO A SUS D IE C IO C H O A Ñ O S DE EDAD, Y E N D O
A L A C A P IT A L

H acia la C orte, la supersoleada,


salí, d ejan d o m i m adre de a m p lios senos;
crucé cien m ontes y m e aden tré p o r tierras
desconocidas, m ientras iba pensando
y le decía a m is acom pañantes
que en pocos días veríam os la C orte.
Sú bitam ente m e aqu ejó una dolencia,
y en el cam in o largo co m o alabarda
recogí gram a y yerbas, y las puse
en vez de lecho, y yací sobre el cam po
m ientras pensaba postrado en tre lam entos:

104
«A llá en mi tierra m i padre m e cuidara;
allá en m i casa m i m adre m e cu idara.»
¿Así será el cam ino del m undo?
¡Que com o un perro, ten d id o en el cam ino
acabe así m i vida! 886

A n tistrofas

N o veo a m i m adre, la de senos firm es.


E n som brecido, no sé a quién vo lverm e
para despedirm e. 887

Cam ino ign ora d o y de gran brazaje.


¿A dónde iré en tre som bra y som bra
sin m a ta lota je? 888

Si estu viera en casa, m adre m e atendiera.


En tre sus brazos, si m e iba a m orir,
contento m uriera. 889

Contarán los días que vo y de via je;


dirán: «H o y , h o y », y m e esperarán
m i padre y m i m adre. 890

¿Ten d ré yo que hacer esta despedida


dejan d o a m is padres sin v o lv e r a verlos
ya más en la vida? 891

E L E G IA D E D E S P E D ID A A J IR O N A R I T A Y IJ I,
L E G A D O I M P E R IA L E N V IA D O A C H IN A E L
A Ñ O 733

Se ha tra n sm itid o desde la edad divina


que el celestial, el país de Iam ato,
es un país h erm oso e im perial,
país guardado p o r la A lta Palabra:
así refieren , así se ha transm itido.
En nuestra edad los hom bres cualesquiera
palpablem ente lo ven y lo com prenden.

Y aunque es verdad que los hom bres abundan,


la m agna C orte del sol a ltib rillan te,
siendo divina, plena en benevolencia,
os escogió com o ín clita progenie
de antepasados que rigieron la tierra,
para en tregar m ensajes im periales,
y os com isiona al rem oto confín
de la Gran China, a donde os dirigís.

Innu m erables, los dioses poderosos,


que aposentados aquende y allende
el ancho piélago vagan predom inantes,
os encam inen guiando el tajam ar.
En cielo y tierra los dioses poderosos
y el alm a sacra del gran país Iam ato,
aleteando por sobre el firm a m en to
del cielo eterno, se dignen conduciros.

Y a vuestra vuelta, la m isión consum ada,


una vez más los dioses poderosos
tiendan su m ano p o r sobre el tajam ar;
y venga el barco, sin d esviar su ruta,
com o va recto el cord el entintado,
p o r cabo Chika hasta la playa
de M itsu, la de Ó tom o.
Sin con tratiem pos y pleno de vigor,
vo lved al país pronto. 894

A n tistrofas

B arreré el pinar de M itsu en Ó tom o,


y allí de pie estaré esperando.
¡Que vo lvá is p ron to! 895

106
En cuanto me digan que ha llegado el barco
a N aniw atsu, iré a recibiros
m ed io enchancletado. 896

R O M A N C E DE LA E S T R E L L A H IL A N D E R A
Y E L ASTRO B O YERO

El astro Pastor y la estrella H ilandera,


desde que el cielo se apartó de la tierra,
en cada banda del río com o estera,
sin descansar están enaimorados,
sin descansar están en tristecidos:
el agua azul corta sus esperanzas,
la nube blanca sus lágrim as suscita.
¿ Y así hasta cuándo estarán suspirando?
¿ Y así hasta cuándo estarán anhelando?
Si él poseyera una barca b erm eja;
si él poseyera rem os perliengastados,
cruzara el río en la calm a del alba,
bogara el río al flu jo de la tarde.
Y extendería en la o rilla del río
del cielo eterno el airoso capote,
y enlazarían b razo con brazo fin o,
y do rm iría n noches innum erables,
aun no siendo invierno. 1520

A n tistrofas
del Pastor a la H ilandera

El vien to y la nube pueden franqu ear


las dos orillas, y no las franquean
nuevas de m i amada. 1521

El río del cielo un tiro de piedra


lo cru zaría: ¡cóm o m e rebela
que sea barrera! 1522
C O PL A DE N O S T A L G IA PO R JA PO N , C O M P U E S T A
E S T A N D O E N C H IN A

V am os, h ijos m íos, de vuelta a Japón,


que nos esperan los pinos playeros
de M itsu en Ó tom o. 63

C O PLA DE N O S T A L G IA P O R LA C A P IT A L , C O M P U E S T A
EN TSUKUSH I

C inco años viv ien d o en pu eblo lejano


com o los cielos: la cortesanía
ya se m e ha olvidado. 880

C O PLA DE D E S P E D ID A DE U N B A N Q U E T E

Señores, Okura vo lverse quisiera,


que ya m is niños estarán llorando,
y m i esposa espera. 337 7

C A N T A R E S DE D E S P E D ID A

¡Quién fu era avecilla que vuela hasta el cielo;


acom pañarte a la Capital,
y v o lv e r de un vu elo! 876

Antes lo sabía, lo sabré después:


que m i añoranza no será liviana
cuando ya no estés. 878

SO LE D A D

De noche en m i casa yo solo con tem plo


la p rim eriza de la prim avera,
la flo r del ciruelo. 818

108
E N D E C H A S A U N H U M IL D E M A R IN O L L A M A D O ARAO ,
Q UE SE O F R E C IO A IR A U N V IA J E A P E T IC IO N DE
UN A M IG O , Y M U R IO E N E L M A R

La esposa de A rao le sirv ió el arroz


y fue a la puerta: «¿ V en d rá o no ve n d rá ? »
Pero no v o lvió . 3861

N o taléis el bosque en el m onte Shika,


que q u iero ve rlo pensando en Arao
com o él lo veía. 3862

Traed barcos grandes y barcas chiquitas,


y buceando vam os a buscar
a A rao de Shika. 3869

E N D E C H A A L P R IN C IP E A R IM A

N o t a h is tó r ic a . El príncipe A rim a fue condenado a muerte


y enviado fuera de la capital para ser ejecutado en otro lugar,
pero sus gu ardian es tenían orden de matarlo p or el camino. El
príncipe estuvo d eja ndo ofrendas sacras colgadas de los pinos de
su itinerario. En recuerdo de su muerte, Oku ra escribió esta
endecha:

R e volo tea n d o lo m ism o que un ave


m ientras nos m ira.
N o lo sabrá el hom bre; los pinos lo sab en ./vi45

E L E G IA F IN A L , E S T A N D O E L P O E T A A L A M U E R T E

M ientras se está en esta vid a tensa,


todos desean la paz y la salud,
nadie desea lutos ni con tratiem pos;
pero este m undo es duro y es penoso.
C om o ya dicen que «a la llaga punzante
com o un puñal, le echo sal pican te»,

109
y que «a l caballo cargado con el fa rd o
más on eroso lo azoto y so b reca rg o»,
a este m i cuerpo, que está ya en vejecid o,
ahora agobian achaques y dolencias.
Paso los días en m il lam entaciones,
paso las noches en vela suspirando;
por largos años se prolongan mis males,
meses y meses triste y tam baleando,
que en tales males más me vale la m uerte.
M o rir no qu iero ni abandonar mis niños,
tan retozones com o m oscas en m ayo;
cuando los veo, el corazón m e quema.
Qué no m e abrum an tantos padecim ien tos
que llo ro dando voces. 897

A n tistrofas

Y o no encuentro nada que a mí me co n forte.


C om o avecilla que canta en las nubes
llo ro dando voces. 898

Sin rem ed io alguno padezco y me a flijo .


Q uisiera irm e y escapar corrien do,
pero están mis hijos. 899

Les sobra a los niños de fa m ilia rica,


y se a p olilla : ropita acolchada
y de seda fina. 900

N i siquiera un traje de gü iro malucho


para m is niños. ¿Ten dré que su frirlo
sin rem ed io alguno? 901

E stoy suplicando que esta vid a breve


com o bu rbu ja se alargue nuil varas
com o andarivel. 902

110
Aunque valgo m enos que vale un pechero
de sarga basta, quisiera v iv ir
m il años enteros. 903

L A M E N T O F IN A L

¿P od rá ser que un h om b re m uera sin un


que plenam ente dure y se celebre
m il generaciones? 978

T A B IT O DE O TO M O (665-731)

LO O R E S A L V IN O

En vez de pensar inanes sandeces,


valdría más beberse una copa:
¡el vin o y las heces! 338

Aquel v ie jo sabio de tiem pos antiguos


¡qué bien lo d ijo !, que hablando del vino
lo lla m ó divino. 339

L o que deseaban en tiem pos antiguos


los siete sabios vivien d o en el yerm o,
no era m ás que vino. 340

Más que sentenciar m il sabihonduras,


vale b eb er y en la borrachera
llo ra r am arguras. 341

Esa cosa noble y fundam ental


que ni se explica ni se supedita,
en el vin o está. 342
En vez de v iv ir vil, in d efin id o
y a m edias tintas, q u iero ser barril
y em paparm e en vino. 343

Cuando un hom b re es necio, habla sabihondo,


y nunca bebe, si m e f ijo bien,
me parece un m ono. 344

T eso ro escon dido que no tiene p recio


es una copa de vin o p a rd illo,
y no hay o tro ejem p lo. 345

N i el m ism o b rilla n te que fu lge en la noche


se iguala al vino, que quita las penas
y preocupaciones. 346

Con tantos placeres com o hay en la tierra,


y sólo a livia el llanto que sale
en la borrachera. 347

Con que en este m undo viva d ivertid o,


no se m e im p orta si en el ven id ero
soy p á ja ro o bicho. 3484 t

Si todos los hom bres tienen que m orir,


más va le ahora que se está en el m undo
gozar y v iv ir. 349

El que pensativo p ro fie re sentencias,


m e jo r haría si se em b orrach ara
y llo ra ra penas. 350

C A N T A R DE SO LE D AD

¿H ab rá otra m u jer que se m e recueste


sobre m is brazos com o se arrim aba
aqu ella m u jer? 438

112
C A N T A R E S DE R E T O R N O A CASA

El árb ol en ebro que en Bahía T o m o


vio m i herm anita queda aún eterno.
Ella no quedó. 446

El vergel que ju ntos plantam os los dos,


ella con m igo, se ha vu elto alto soto
en germ inación. 452

El a rro y o K isa que veía antaño,


lo veo ahora y se m e parece
cada vez más claro. 316

C A N T A R E S DE R E C U E R D O Y A Ñ O R A N Z A

¿ V o lve rá otra vez mi fu erza pasada?


¿M e quedaré sin ve r nunca más
la C orte de N ara? 331

Q uiero que perdu re esta vid a mía,


sólo p o r ver el a rroy o K isa,
que antaño veía. 332

C AD U C ID AD

Cada vez que pienso que to d o en la tierra


es baladí, tanto más y más
m e em barga la pena. 793

R E G A L A N D O U N K O T O A F U S A S A K I F U Y IU A R A

E L K O T O , E N F IG U R A DE DONCELLA, SE APARECE
E N S U E Ñ O S Y D IC E :

113
¿Cuándo podrá ser, qué hora del día,
que quien m e entiende, en vez de alm ohada
m e dé sus rodilla s? 810

E L S O Ñ A D O R , T A B IT O , R E S P O N D E :

Aunque no eres más que m adera muda,


serás el K o to que toquen las manos
de m ayor finura. 811

A L C IR U E L O

— Se esparce en mi huerto la flo r del ciru elo,


y parecía com o si nevara
desde el firm am en to. 822

C A N T A R A Ñ O R A N D O LA C A P IT A L

M e jo r que triaca con que hasta se vuela,


con ver la C orte m i cuerpo achacoso
reju veneciera. 848

C A N T A R E S A LOS C IR U E L O S

La flo r del ciru elo, que a la m ism a nieve


quita el co lor, está flo recid a
¡y nadie la ve! 850

La flo r del ciru elo en sueños me d ijo :


«M e con sid ero una flo r galana;
écham e en tu v in o » 852

SAGA DE LA S S E R R A N A S PE S C A D O R A S E N E L R IO

Una vez fui a la región de Matsura, y vagan do p o r sus


contorn os visité el cañón del río Tam áshim a. A llí encontré

114
casualm ente a unas jóven es pescadoras. Sus rostros, com o
flores, eran incom parables; sus cuerpos, resplandecientes,
eran sin par. Se arqueaban sus cejas co m o ramas de sau­
ces lloron es; rojeaban sus m ejillas com o m elocotones. Su
sim patía llegaba a las nubes, y su elegancia no era de
este m undo. Les pregunté:
— ¿De dónde sois? ¿Quién es vuestro padre? ¿ N o seréis
hadas?
M e contestaron:
— Som os hijas de un pescador. N uestra choza no m ere­
ce la pena de verse. N o tenem os pueblo ni casa. N o som os
dignas de decirte nuestro nom bre. Pero desde niñas nos
criam os en el agua, y dentro del corazón gustam os de las
m ontañas. Una vez, en la playa de Rakusui ', en vidiam os
el cu erpo de un pez gigantesco; otra vez nos recostam os
en los desfilad eros de F m a n y con tem plam os las nieblas
flotan do. Ahora sin pensar nos hemos en contrado con un
noble co m o tú, que va de via je. Sin pod er ocu ltar nuestra
alegría, te hemos revela d o nuestro corazón. ¿ N o quieres
darnos tu co m p rom iso hasta que se vuelvan canos nues­
tros cabellos?
Y o les dije:
— Sí, sí; es un h on or hacer lo que decís.
Se ponía el sol y mi p o tro m oro estaba im paciente p o r
volver. Conque d ije:

Aunque me decís que sólo sois hijas


de un pescador, veo que sois hijas
de noble fam ilia. 853

Me contestaron:

En este Tam áshim a allá, río arriba,


está la casa. N o te lo d ijim os
de ti cohibidas. 854
1 L ugares fam osos de China.

115
Les d ije :

En río M atsura de rabión brilla n te


truchas pescáis m ientras se os m o ja
la orla del traje. 855

En río Tam áshim a el que está en M atsura


no sé la casa de las que en la o rilla
en pie pescan truchas. 856

En los blandos brazos que pescan truchitas


en el Matsura, en esta herm osura
m e recostaría. 857

Las jóven es respon d ieron :

Si tu entrega es honda com o son las ondas


en el Matsura, donde pesco truchas, ’
a m í m e enam oras. 858

C orren las truchitas en la p rim avera


p o r las vaderas cerca de m i pueblo,
penando en tu espera. 859

Aunque se rem anse en siete rem ansos


el río M atsura, yo, sin rem ansarm e,
te estaré esperando. 860

Los que esta h istoria oyeron , recitaron:

En el rabión raudo del río Matsura,


¿se m o ja rá su fa ld a alazor
m ientras pescan truchas? 861

E l r ío Tam áshim a que todos han visto,


el de M atsura, ¿segu iré sin verlo,
de m urrias m oh ín o? 862

116
Los que p o r Tam áshim a, del río M atsura,
ven a las chicas pescando truchitas,
¡m e dan más pelusa! 863

EN TSU KU SH I

Ia m a to o aquí, creo que es lo m ism o:


que es el país que rige el M icado,
Señor serenísim o. 956

R E C O R D A N D O L A V I L L A IM P E R IA L DE IO S H IN O

El rabión de Jaia, ¿tendrá pareju ra


con las cascadas del río Iosh in o
donde nadan truchas? 960

E S T IV A L

En p u eb lo en que caen flo re s de azahar,


se m u ltiplican los días que el cuco
canta p o r su amada. 1473

DOS C A N C IO N E S DE O TO Ñ O

Y a vien e a cantar el cie rvo a mi otero.


P o r su querida la flo r lespedeza
viene y canta el ciervo. 1541

En el altozano ya van a caer


las lespedezas ante el vien to frío ,
¡y nadie las ve! 1542

C A N C IO N DE IN V IE R N O

La nieve burbuja, trivial, tan trivial,


tod o lo alfom b ra . Y yo pienso en Nara,
en la Capital. 1639

117
M U S H IM A R O D E T A K A J A S H I (com ienzos de la época de
N a ra ).

R O M A N C E DE T A M A Ñ A

Atravesada Aw a la de colim bos,


en puebla Punta la de arcos de catalpa,
v iv ió Tam aña, muchacha de anchos pechos
y de cintura fina com o de avispa.
Cuando salía su p erfecto p erfil,
y sonreía lo m ism o que una flo r,
cuantos andaban la senda de alabarda
se desviaban del p rop io d erro tero ,
e ininvitados rondaban su portal.
Un cab a llero avecindado al lado
d esa lojó de antem ano a su esposa,
y dio la llave a quien no la pedía.
T od os los hom bres así se em barullaban,
y cuentan que ella con lasciva blandura
los iba seduciendo. 1738

A n tistrofa

Cuentan que a su ve rja venían los hom bres


y ella salía, de todo olvidada,
a la m edia noche. 1739

R O M A N C E DE LA J O V E N D E L P U E N T E

P o r el gran puente pin tado en berm ellón


del K atashiw a, del río rielante,
con falda larga, c o lo r ro jo carm ín
y m anto azul que el m ercu rial tiñó,
cam ina sola y cruza una muchacha.
¿Tendrá m arido, joven cual jo v en verba?

118
¿D orm irá sola, cual fru to del m e l o j o l
Y o m ism o a ella se lo preguntaría,
si su casa supiera. 1742

A n tistrofa

Si viviera yo al fin al del puente,


a esa muchacha que triste lo cruza
le daría albergue. 1743

R O M A N C E DE T E G O N A

Donde los gallos cantan antes al día,


en el Levan te se sigue refirie n d o
aún ahora esta historia de antaño
sobre Tegona de M am a de Katsúshika.
T ra je de cáñam o con cu ello verdiazul,
y de faldón tejid o de abacá.
Ni su ca b ello lo alisaba con peine,
ni de calzado llevó nada jam ás.
Pero no había doncella que luciera
guadam ecí y se le equiparase.
Cuando se erguía sonriendo cual flo r,
con aquel rostro cabal cual plenilunio,
se aglom eraban los hom bres a p o rfía
com o en verano van a la luz los cínifes,
com o los barcos bogan raudos al puerto.
Si no se vive sino un fugaz instante,
¿p or qué pensó tan ofuscadam ente
que fue a yacer en la profu n da tumba
del a rre cife donde las olas bram an?
Esto o cu rrió un lejan o pasado,
pero lo siento igual que si ayer m ism o
lo hubiera contem plado. 1807
1 T raducción aproxim ada, por parecido, del original «ic h ii»
(Q u ercu s gilva).

119
A n tistrofa

Cuando vi en Katsushika el pozo de Mam a,


fui recordan do a Tegona ergu ida
y sacando agua. 1808

R O M A N C E DE U N A I

H u bo en Ashiia una joven , Unai,


que desde niña de ocho im púberes años
hasta que ató sus crenchas en rodete,
nunca fue vista en las filas de casas
y estuvo oculta cual gü iro blanquinoso.
Cuando los hom bres, agitados p o r verla
form aban c o rro y la solicitaban;
y cuando Chinu y o tro jo v en , Unai,
riva liza ron con saña sanguinaria
y hasta quem aron p o r ella rom as chozas;
cuando em puñaron el a rriaz de la espada
y se terciaron carcaj y arco de husera,
y se en fren taron dispuestos en su lucha
a en trar en agua y a pasar p o r el fuego,
la d on cellita habló a su m adre y d ijo :
« P o r mí, más tosca que pechera de sarga,
tengo que ve r lid ia r los paladines.
Aunque yo viva, ¿p od ré al cabo casarm e?
Espetaré venado y babirusa,
y esperaré en el V en ero R o s a »
Y a la muchacha m u rió en su pesadum bre,
siendo su pecho estanque sin salida.
Y a el jo v e n Chinu, que v io su m uerte en sueños,
seguidam ente se fue en su seguim iento.

1 E ste ju ego de p alabras, de poco valor, se halla en el original.


El «V e n e ro R o s a » es traducción literal de una expresión que desig­
na al p araíso budista, en la ultratu m ba.

120
Y a el dem orado, Unai, el o tro joven ,
m iró hacia el cielo, llo ró clam oreando,
dio un pisotón y rechinó los dientes,
d icien d o al ém ulo: «A ú n no estoy v e n c id o »;
desenvainó del h om b ro su puñal,
y los siguió, tenaz com o guanquí.
Se con vocaron los deudos y parientes,
y com o m uestra para edades futuras,
y co m o m arca para edades lejanas,
ed ific a ro n la tum ba de ella en m edio,
y dispusieron a un lado y o tro lado
las de los m ozos. De estas in form acion es
no estoy seguro, pero a voces lloré
co m o reciente duelo. 1809

A n tistrofas

Al v e r el sepulcro donde está la pobre,


la don cellita Unai de Ashiia,
llo ré dando voces. 1810

Las ram as del árbol de la tum ba de ella


se ladeaban hacia el jo v e n Chinu
— tal co m o se cuenta. 1811
(L a últim a antistrofa indica que la m uchacha en realidad
quería a Chinu.)

B A L A D A DE U R Á S H IM A

En prim avera, los días que hace niebla,


cuando con tem p lo en playa Sum inoe
cóm o se m ecen los b arqu itos pesqueros,
siem pre recuerdo esta historia de antaño.
En M izu n oe hubo un joven , Uráshim a,
que fu e a pescar b on itos y besugos.

121
Le cundió tanto que estuvo siete días,
y fue rem ando hasta el confín del m ar,
donde en con tró de una casualidad
a una doncella hija del dios del mar.
Se declararon y hubo consentim iento;
con que ju raron y fu éronse los dos
al reino eterno, en trando en el palacio
del dios del mar, y enlazadas sus manos,
vivieron ju ntos en una extraña alcoba.
N o en vejecían ni habían de m orir;
pero he aquí que cuando parecían
ser inm ortales, el jo v e n insensato
de nuestro m undo le habló a su esposa y d ijo :
«S ó lo un m om en to v o lv e r quisiera a casa,
con tarle todo a mi padre y mi m adre,
para v o lv e r mañana m ism o a qu í.»
Cuando esto d ijo , respon d ió la muchacha:
«S i v o lv e r quieres al país inm ortal,
y com o ahora v iv ir siem pre conm igo,
¡que no destapes este c o fre ja m á s !»
El p ro m e tió con grandes ju ram entos
y retorn ó a la playa Sum inoe.
M iró a su casa, pero no vio su casa.
M iró a su pueblo, pero no vio su pueblo.
Conque pensó todo m aravillado:
«¿ S e va a esfu m ar la casa y su vallado
en los tres años que de ella m e ausenté?
Tal vez con sólo a b rir esta cajita,
vo lverá a estar mi casa en su lu gar.»
Y en treabrien do el espléndido cofre,
v io que salía un hum o blanquecino
y que flo ta b a hacia el reino inm ortal.
E chó a correr, gritó, m o vió su manga,
se revolcó, pisoteó de rabia,
pero al instante p erd ió el conocim iento.

122
Su jo v en piel quedó llena de arrugas.
Su pelo negro encaneció al m om ento,
y poco a poco su alien to se cortó,
y fin alm en te quedó m uerta su vida.
En M izu noe se ven aún las ruinas
de la casa de Uráshim a. 1740
i

A n tistrofa

D ebiste v iv ir una infinitud,


y p o r razón de tu corazón ...
¡qué loco ese tú! 1741

C A N C IO N O R G IA S T IC A

En M ont-Tsukuba donde el águila vive,


en M on t-M ojaki, al lado de la fuente,
se dan la cita los hom bres y las hembras,
y se reúnen a cantar y bailar.
M e m ezclaré con esposas ajenas,
y que otros hom bres cortejen a mi esposa.
Pues la deidad que rige esta m ontaña
ya desde antiguo no niega su licencia.
Tan sólo hoy:
— «T ú , no me com padezcas.»
— «M u je r, no me rep roches.» 1759

A n tistrofa

Aunque se encapote, y em piece a llover,


y aunque me cale, del m onte divino,
¿m e vo y a vo lver? 1760
ODA A L M O N T E F U Y I

En tre el país raro y b e llo de K a i


y el de Suruga, lu gar del oleaje,
se yergu e enhiesta a horcajadas y en m ed io
de am bos países la cúspide del Fuyi. ·
A llá no alcanzan ni las nubes del cielo;
no la rebasan ni las aves que vuelan.
A rd e su fu ego que las nieves apagan;
caen las nieves que su fu ego derrite.
E l in efable, el m onte inenarrable,
el m isterioso, donde reside un dios '.
H a y un ibón, el Sé de apelación,
.con el b o rb o r que el m onte represó.
H ay un rabión, el Fuyi caudaloso,
con los arroyos que el m onte encajonó.
En la nación p o r donde nace el sol,
es espigón donde reside un dios,
es un tesoro y un m onte, am bos a dos.
P o r .más que veo la cúspide del Fuyi,
nunca m e sacio yo. 319

A n tistro fa

D icen que en el Fuyi la nieve que queda


se licu eface el quince de ju nio,
¡y esa noche nieva! 320

Es el m on te Fuyi tan alto y h orren do


que titubean las nubes del cielo
y se ciernen lejos. 321

1 L a rim a en asonante que se conserva en los versos siguientes


se halla tam bién en el original.

124
K A N A M U R A DE K A S A . Com ienzos de la era de N ara. De la
fam ilia de M anzei (K a s a m a ro ). Con­
tem poráneo de Akajito. A com pañó
a los m onarcas en diversos viajes.
Sus o b ras fu eron com puestas entre
715-733.

DOS C A N T A R E S E N E L M O N T E S H IO T S U

H om b res que m e veis, hablad de la flecha


que un paladín tiró , tenso el arco,
con fu erza y destreza. 364

T ro p ezó el caballo cuando atravesaba


el m on te Shiotsu. E ra que p o r m í
en casa añoraban. 365

D E V IA J E

Los m ares de K o sh i iba navegando,


y al v e r B razal, m e em b argó la pena
y pensé en Iam ato. 367

R E S P U E S T A A U N P O E M A DE O TO M A R O
DE IS O N O K A M I

Los fieles vasallos que sirven al trono


se subordinan a las ordenanzas
del E m p erad or. 369

M A D R IG A L A U N A J O V E N Q U E E N C O N T R O E N A B R IL
DE 725 Y E N D O E L P O E T A E N E L S E Q U IT O D E L
E M P E R A D O R H A C IA LA V I L L A I M P E R IA L E N E L
V A L L E DE M IK A

Al a lb ergarm e en el va lle de M ika,


te vi en la senda larga com o alabarda

125
en lontananza com o nube del cielo;
y al no p o d er hablarte una palabra,
lloraba a voces dentro del corazón.
Y a que los dioses del cielo y de la tierra
m e hicieron hoy recostarm e en tus mangas
de blando güiro y tenerte de esposa,
¡tenga esta noche la durabilidad
de cien noches de otoñ o! 546

A n tistrofas

Desde que te vi flo ta n d o a lo lejos


nube del cielo, a ti se me va
el alm a y el cuerpo. 547

C om o iba esta noche a acabar tan pron to,


sin rem ed iarlo pedí que durara
cien noches de otoño. 548

Cada año que gire las veré de nuevo:


las olas blancas del raudo caudal
de Iosh in o terso. 908

A lto era el otero y cual flo r de güiro


lá vio len ta cascada y caudal
que vi sin hastío. 909

C inglando sacaban su barca sin falca


las pescadoras, y se oía el rem o
desde la posada. 930

¿M e p odré saciar de ver, paseando


p o r N akisu m i y su surgidero,
el rom pien te blanco? 937

126
P o r más que ese m onte lo acote el M icado,
y m ontaneros rondando lo guarden,
tengo que pasarlo. 950

S E Ñ O R A D E KASA, Am ante de Iakam ochi.

C A N T A R E S DE A M O R A IA K A M O C H I

N o es porqu e yo hablara de nuestros am ores,


pero he soñado que yo destapaba
un precioso co fre. 591

G uardián de la costa: ¿tendrá más arenas


la playa que hace m il días de m archa
que tengo yo penas? 596

P o r la tarde crecen las m elancolías:


al acordarm e de có m o me hablabas
cuando te veía. 602

Soñé que ceñía espada y puñal.


¿Qué va a decirm e el presen tim ien to
sino que vendrás? 604

Para que yo m uera sin vo lver a verte


era preciso en cielos y tierra
que los dioses yerren. 605

Y o tam bién te quiero. N o me olvides tú:


sé co m o el vien to que sopla en la playa
sin tener quietud. 606

Suena la cam pana que le dice a todos:


«G entes, d o rm id .» Al pensar en ti,
¿ p od ré d o rm ir yo? 607
El estar qu erien do al que no m e quiere
es ir al tem p lo y al pie de un dia b lo
p ostrarle la frente. 608

Tam bién está lejo s el ju n car de M ano


en M ichinoku, y bien que se ve
en sueños fantásticos. 396

¡Si fueras siqu iera la flo r cla vellin a


que veo siem pre en m i ja rd in c ito
al rayar el día! 1616

SEÑORA SAKANOE (695-después de 750). H erm a n a m ayor


de T abito de Otom o, y esposa sucesi­
vam ente del príncipe Jozumi, de M a ­
ro de F u y iw ara y de S u k u n am aro de
Otomo.

S U P L IC A A L D IO S O S H IJ I, T U T E L A R
DE LA F A M IL IA O TO M O

Oh dios penate que nacido bajaste


de la llanura del cielo sem piterno:
em blanqu eando la ram a de cleyera 1
del hondo m onte, ofren d á n d ote güiro,
te adoso un ja r r o sobre la tierra pura,
cu elgo guirnaldas con cuentas de bam bú,
com o una cierva ante ti m e a rro d illo
vistien d o el chal de lánguida m ujer,
y de este m od o te elevo m i plegaria:
¡haz que con él m e vea! 379

1 V er nota página 21.

128
A n tistrofa

Con m is m anos alzo de g ü iro la estera,


y de este m od o hago m i plegaria:
¡que con él m e vea! 380

A L A M U E R T E DE L A M O N JA R IG A N , C O R E A N A

Desde Shiragui, país de astas de güiro,


creyó a la fam a que la gente corría
y cruzó el m ar, vin ien d o a este país
sin la com paña de herm anos y allegados.
Y aunque se alzaba, en el país que rige
el gran M icado, la C orte soleada;
y aunque abundaban pueblos y caseríos,
¿de qué m anera debió con sid erarlo
que en el con fín de los m ontes de S a jo
buscó refu g io com o niño que llora?
Cual blan d o gü iro se levan tó una erm ita,
donde viv ía perseverantem ente
po r largos años preciosos com o gemas.
Y com o qu iera que los hom bres que viven
no pueden nunca elu dir el m orir,
cuando viajaban , yerbas p o r alm ohada,
todos aqu ellos en quienes confiaba,
una m añana cruzando el río Sajo,
dejan d o atrás la cam piña de Kásuga,
y d irigién d ose a los m ontes fragosos,
quedóse oculta com o nocturna niebla.
Sin saber ya qué hacer o qué decir,
m e prostern é en total soledad,
y llo ré tanto que se em papó mi ropa
de blan d o güiro.
M is lágrim as se hicieron nube flo ta n te
sobre el m onte de A rim a y cayeron en lluvia. 460
A n tistrofa

N o es ésta una vida que p o r siem pre dure;


d ejó su casa blanda com o güiro,
y v o ló a las nubes.

C A N T A R A SU SE G U N D O ESPO SO , M A R O
DE F U Y IW A R A

Cuando dices: «V e n g o », no vienes a veces,


y no preven go, si dices: « N o ve n g o »,
que vengas a verm e. 527

C A N T A R E S C R IT O A SUS T R E IN T A Y C U A TR O
O T R E I N T A Y C IN C O A Ñ O S , D E S P U E S DE
H A B E R P E R D ID O A SUS T R E S M A R ID O S

N o sé todavía qué será qu erer


hasta tener con cabellos negros
cabellos de nieve. 563

QUEJA DE A M O R

C om o en N an iw a, la lúcida en sus olas,


arraiga el cárice firm e m e p rom etiste
que m e am arías años hondos y largos.
Desde ese día te di m i corazón
cla ro y pu lido com o b rilla n te esp ejo
sin flu ctu ar hacia allá o acullá
com o las algas que ondean con las olas,
y con fiada com o en en orm e nave.
¿T e lo im p id ieron los dioses poderosos,
o te estorb aron los hom bres tran sitorios?

1 V er nota página 73.

130
Que ya no vienes tú que tanto acudías,
ni ya se ve el bastón de catalpa
del m ensajero. Y aunque sin rem ed ia rlo
m e lam entaba lo que duran las noches
de belamcanda 1y hasta ponerse el sol,
el de arreboles, de nada m e servía;
y aunque anhelaba, no conocía a livio.
Con razón llam an frá g il a la m ujer,
que llo r o a voces com o una criatura,
m e in tran q u ilizo y desasosegada
espero al m ensajero. 619

A n tistrofa

Si no hubiera dado tantas esperanzas


desde el p rin cipio, no padecería
estas añoranzas. 620

C AN TAR ESTAND O EN T S U K U S H I Y AÑO RAN D O


A SU S H IJO S , Q U E P E R M A N E C IA N E N L A C A P IT A L

Di m i buena perla a un buen guardador,


y en fin, en fin , vam os a d o rm ir
m i alm ohada y yo. 652

C A N T O S DE A M O R

Y o soy la que quiere, solam ente yo.


Que tú me dices que m e estás qu eriendo
p o r consolación. 656

Que no te quería, m e decía yo.


C o lo r de endrino, p ron to desvaído,
es m i corazón. 657

1 V er nota página 76.

131
Cuando m e sonrías lum inosam ente
co m o la nube sobre el m onte azul,
tápalo a la gente. 688

AL TEM PLO GANKÓ

Si buena es m i tierra, que es la tierra de Ásuka,


la Ásuka de N ara, que es la verdin egra
¡m ás bueno es m irarla ! 992

EN UN BANQUETE

B eb ed sin p erd er oportu nidades,


que hasta la flo r nace en p rim avera
y en o to ñ o cae. 955

C O M P U E S T O P A R A E N V IA R S E L O A L E M P E R A D O R
JU N T O C O N U N A A R D IL L A

A l m onte A lto B lan co le dieron o je o


los paladines, y al pu eblo ha bajado:
una a rd illa es esto. 1028

N o ta . E l anim alito m u rió y no llegó a enviarse al m onarca.

C A N T A R E S A L C U C L IL L O

¿A razón de qué lo añoré yo tanto,


si oyen d o al cuco otras añoranzas
se van redoblando. 1475

P á ja ro cu clillo, no cantes así,


que estando sola sin co ge r el sueño,
o írte es sufrir. 1484

132
A l que nunca viene p orqu e está sin tiem po,
p á ja ro cuco, ve vo lan d o y dile
lo que estoy su friendo. 1498

A U N A L E S P E D E Z A T A R D IA

N i en las flo re s q u iero a tolon dram ien tos:


¿podrán ven cer a los corazones
tardíos y enteros? 1548

C A N T A R E N SU Q U IN T A DE T A K E D A

Desde un trastrocado, m ísero arrozal


de diez tahúllas, cob ija d a , pienso
en la Capital. 1592

A L A N IE V E

¿ P o r qué se derrite, sin nadie im p ed irlo,


la n ieve blanca sobre los a b rojos
al pie de los pinos? 1654

C A N T A R E N V IA D O A IA K A M O C H I, Q U E SE H A L L A B A
E N T IE R R A S DE K O S H I

/A un qu e te m archaste, todavía sigo


vién d o te en sueños,
y es que el am or crece no corresp on d id o. ¿^3929

133
C U A R T O P E R IO D O
(733-760)

Es la época de Iak am och i, el gran co m p ila d or del


Manioshu. Perten ecien te al poderoso clan Ó tom o, heredó
las dotes líricas de su padre y de su tía Sakanoe. Su vida
p o lítica fue azarosa, llegan do a ser p riva d o de sus títu los
postum am ente. T e rm in ó la com p ilación del M anioshu
cuando tenía cuarenta y dos años. Aunque sus odas no
poseen la potencia lírica de Jitom aro, ni la hondura con­
ceptual de Okura, ni la ligereza de M ushim aro, tocan
tem as nuevos (« A un halcón b la n co », «A l co rm o rá n », « A l
o ro de M ic h o n o k u »...), p o r lo que se han seleccionado
20 de las 46 que ha dejado. De sus tankas seleccionam os
casi la m itad: 170.
En este p eríod o son dignos de re c o rd a to rio especial
otros dos poetas: dos amantes m arginados socialm ente.
C higam i era una vestal diaconisa en Ise, el santuario cen­
tral del shinto. Se en redó en unos am ores proh ib id os con
un sam urai llam ado Ia k a m ori. Descubiertos, él fu e deste­
rrad o a una p rovin cia lejana. In terca m b ia ro n 63 cantares
(40 de él y 23 de ella ), llenos de pasión. Presentam os aquí
19 de ellos.

135
E M P E R A T R IZ K O K E N , m onarca X L V I. V ivió: 718-770. Rei­
nó dos veces, la p rim e ra vez con el
n om bre de K oken (749-758) y la se­
gunda vez con el no m bre de Shóto-
ku (765-770), Iras d eponer y asesinar
a Yunnin.

V IE N D O U N « R O M P E Z A R A G U E L L E S » 1 E N
L A M A N S IO N DE N A K A M A R O DE F U Y IU A R A

¿H ay en este pu eblo escarcha perpetua?


E l m a to rra l que veo en verano,
¡cóm o am arillea! 4268

EM PE R A D O R Y U N N IN , m onarca X L V II (vivió: 733-765; rei­


nó: 758-765).

S IE N D O P R IN C IP E H E R E D E R O , E N U N B A N Q U E T E
E N P A L A C IO , Y A L U D IE N D O A L A R E B E L IO N DE
N A R A M A R O T A C H IB A N A Q U E H A B IA S ID O S O M E T ID A
F A C IL M E N T E

L o que es in fin ito co m o sol y luna


resplandecientes en cielos y tierra,
¿va a sentir angustias? 4486

P R IN C IP E IÜ JA R A , h ijo del príncipe Shiki (a m ediados del


siglo V I I I ) .

E N IO S H IN O

En R ío N atsu m i el que está en Iosh ino,


en los rem ansos cantan los lavancos
b a jo el m onte u m b río. 375

1 T radu cción ap ro xim a d a del original «s a w a -a ra ra g u i» (E u p a -


torium lindleyanum ).

136
DOS C A N T A R E S A L A L U N A

¡Oh dios de la luna celestial, lunera:


te a d oro y pid o que esta noche dure
igual que quinientas! 985

A L G R IL L O

La luna en la noche, la pena en el alm a,


en m i ja rd ín el blanco rocío,
y un g r illo que canta. 1552

P R IN C IP E A K I, hijo del príncipe K asu ga y nieto de Shiki.

E N IS E (año 718)

Si en la playa de Ise las blancas olitas


se hicieran flores, co m o «s o u v e n ir»
te las m andaría. 306

E L E G IA A L S E R S E P A R A D O DE SU E S PO S A
N o t a h is tó ric a . Aki se casó, contra las reglas, con Iak am i, una
d am a de la corte, p o r lo que fue castigado, y ella enviada sola
a su pu eblo natal.

N o está m i esposa, que está en tierras lejanas,


y es el cam ino la rgo co m o alabarda.
M is añoranzas son intranqu ilidades,
y m is nostalgias zozobras son, y penas.
¡Si fu era nube que co rre p o r el cielo,
si fu era ave que vuela p o r la altura!
M añana iría y hablaría con ella.
Y tú con m igo estarías dichosa,
y yo co n tigo estaría dichoso.
C om o lo veo en sueños sería en realidad. 534

137
P R IN C IP E IC H IJ A R A , h ijo del príncipe Aki.

E N U N B A N Q U E T E , A SU PA D R E
Las yerbas vernales se m architan luego.
Sé tú perenne, venerable am igo,
igual que el roquedo. 988

B E B IE N D O V IN O BAJO U N P IN O , E N LA C U M B R E
D E L M O N T E I K U Y I (en ero 744)

Pino solita rio, ¿cuántos evos viste?


¿Suena tan claro el vien to al rozarte
p o r lo que viviste? 1042

L A M E N T A N D O S E R H IJO U N IC O

¡Qué pena la m ía de ser h ijo único,


si hasta se dice que tienen herm anas
los árboles m udos! 1007

E N U N B A N Q U E T E E N C ASA DE K IIO M A R O
DE N A K A T O M I (p rim a vera de 759)

Eres más fragan te que flo r del ciruelo,


y aunque lejano, pienso tanto en ti
que por ti me m uero. 4500

P R IN C IP E N A G A IA (676-729), hijo del príncipe Takechi.

OTO ÑAL

¡Qué pena que caigan los arces rojizos


que hacen b rilla r el m onte del tem plo
del V in o D ivin o! 1517

138
P R IN C E S A JIR O K A W A, hija del príncipe Kam itsum ichi
y nieta del príncipe Jozumi.

H asta siete carros pudiera llenar,


si fu era yerba, el qu erer que tengo
po r mi voluntad. 694

Cuando me creía que el am or jam ás


retorn aría, no sé yo de dónde
me vin o a enredar. 695

P R IN C E S A TAKATA, hija del príncipe Takaiasu, a su vez


hijo del príncipe Kochi, a su vez del
príncipe N aga, quinto hijo de Tenm u.

C A N T O DE A M O R

H ay en este m undo tanto ch ism orreo


que te veré en el o tro m undo,
si ahora no puedo. 541

P R IM A V E R A L

Sob re la cam piña flo ra b a n m osquetas,


y con la llu via de la p rim avera
flo ra n violetas. 1444

P R IN C IP E T A K A M IIA , sin datos biográficos. M ediados del


s i g l o VIII .

El cu ervo que arrasa el p o b re arrozal


de B aram ón, hinchados los párpados
se posa en un asta. 3856

139
P R IN C E S A K U M E

¿Tam bién esta noche flo ta n en el río


de la m ontaña las hojas caídas
del arce ro jiz o ? 1587

IA K A M O C H I DE Ó TO M O (718-785)

E L E G IA A L A M U E R T E DE LA M A D R E DE T O IO N A R I
F U Y IU A R A , H IJO P O L IT IC O D E L P O E T A

Desde el p rin cip io del cielo y de la tierra,


los escuadrones de los ochenta clanes
son un m ester en que se ju ram entan
a ob ed ecer a nuestro gran M icado,
y en el que acatan la sagrada palabra
del gran M icad o; y así, para reg ir
los te rrito rio s lejanos com o el cielo,
cruzan los ríos y los m ontes fragosos,
sin más noticias que las nubes y el viento,
sin reencuentros, cetrinos y nostálgicos.
P o r el cam ino largo co m o alabarda
se presen tó un hom b re que m e d ijo
que tú, que estás en m is rem iniscencias,
sientes pesares y hondas m elancolías;
que com o el m undo es cuita y es dolor,
hasta las flo re s se agostan con el tiem po,
y hasta los hom bres pasan evanescentes;
y que tu m adre, la de cu m plidos senos
lím p id o es p ejo que insaciable m irabas,
(có m o y p o r qué y en tiem p o in tem p estivo),
aún gallarda cual sarta de rosario,
fin a lizó c o m o el agua que pasa,
co m o la niebla que flo ta y se disipa,

140
com o el ro cío que cae y que se esfum a,
igual que un alga que flá ccid a se abate.
¿Fue disparate que la gente publica?
¿Fue desvarío que la gente pregona?
Y aunque es ru m or/lejan o co m o el eco
noctu rno y sord o del arco de catalpa,
llo ré al o ír lo com o inundante lluvia
que nunca fin aliza. 4214

A n tistrofa

Si sabes que el m undo es tan baladí,


no te deprim as en tu corazón:
que eres paladín... 4216

A L A C AD U C ID A D

Desde el in ic io del cielo y de la tierra


se ha tra n sm itid o/y se ha com unicado
que el m undo todo no tiene consistencia.
Cuando se observa la llanura del cielo,
luce la luna que com o crece mengua.
En la espesura de los m ontes fragosos
en p rim a vera resplandecen las flores,
y en el o to ñ o del rocío y la escarcha
soplan los vien tos y se deshoja el arce.
Iguales som os nosotros los caducos:
que se m archita/el c o lo r sonrosado,
blanquea el pelo negro cual belamcanda ’ ,
y la sonrisa no dura hasta la noche.
Som os cual vien to que sopla y no se va.
Som os cual agua que flu ye y no se para,
evanescente, pura efim erid a d ,

1 V e r nota página 76.


y nuestro lla n to com o inundante lluvia
no fin alizará. 4160

A n tistrofas

Hasta el árb ol m udo flo ra en prim avera,


pero en otoñ o en rojece y cae:
p o r inconsistencia. 4161

Cuando co n sid ero nuestra inconsistencia,


me paso días sin apego al m undo,
en qu eja y querella. 4162

Este p o b re m undo no m erece cuenta;


que yo m e m uero al caer las flo res
de la prim avera. 3963

Tras m ontes y ríos en tierra rem ota,


llora n d o así sin ver a m i am ada
la arrebatadora. 3964

S E Q U IA

B a jo los cielos desde los horizontes,


en donde im pera el d ivin o M icado,
hasta el confín, donde yendo el caballo
gasta pezuñas, y hasta allende los m ares
que cruzan naves antaño com o hogaño,
entre las m ieses que nos dona el tra b a jo
es la p rim era la espiga del arroz.
Pero al co rre r los días sin llover,
los arrozales plantados o sem brados
cada m añana están más agostados.
Cuando los veo, me duele el corazón
y com o niño que llora p o r su leche,

142
m iro a lo alto y espero agua del cielo.
N im b o del cielo que se ve en las cañadas
y los tollon es de los m ontes fragosos,
álzate y llega al palacio costeño
del dios del m ar, en tolda el firm a m en to
y concédenos lluvia. 4122

O F R E C IE N D O U N R A M O DE A Z A H A R A SU A M A D A

¿C óm o fue, cóm o? Crece en m i ja rd in cito


un m andarino, extendiendo m il ramas;
cerca ya m ayo, cuando hacen bolsos santos,
ha flo re c id o hasta el desbordam iento.
Mañana y tarde, cuando venía a verlo,
le requ ería que no se dispersara
hasta que tú, que eres m i m ism o aliento,
pudieras ve rlo sólo una vez siquiera
b a jo la luna lim pia com o un espejo.
Pero aunque así yo se lo encarecía,
¡ay, qué d o lo r!, el cu clillo m align o
vino a cantar en hora luctuosa
una alborada, y aunque yo lo espantaba,
desparram ó p o r tierra el azahar.
Pude tan sólo corta rte una ram ita.
M írala bien, herm ana. 1507

A n tistrofas

Tras el plen ilu n io una noche clara


hubieras visto en m i ja rd in cito :
¡aquel azahar! 1508

Y a pudo cantar después que lo vieras


aquel cu clillo que aquel azahar
me tiró por tierra. 1509

143
M A D R IG A L

Cuando se qu iere con tod o el corazón,


no cabe hablar ni cabe proced er.
Los dos unidos, enlazadas las manos,
p o r las m añanas íbam os al ja rd ín ,
y p o r las noches tras p rep a ra r el lecho,
en tretejie n d o m angas de blanco güiro,
ju ntos dorm ía m os y así pasaban días.
Las avecillas de los m ontes fragosos
saltan las cum bres en busca de su hem bra;
pero soy h om b re de este e fím e ro m undo,
y separado un día y una noche
de tu persona, tan sólo anhelo y sufro.
Pensando en esto, el pecho m e dolía,
y p o r hallar consuelo de m is penas,
salía al cam po y andaba p o r los m ontes
de T akam ato; pero cuando creía
calm ar m i m al, m e fija b a en las flores
que germ inaban, y te anhelaba más.
¿Qué puede haber para que un hom b re o lv id e
lo que se llam a am or? 1629

A n tistro fa

T e veía en negras ráfagas fugaces,


flo r m a ra villa que hay en Takam ato:
no puedo olvid a rte. 1630

Perlas de abulón ■m andarle quisiera,


esas que cogen las buceadoras
en islas costeras. 4103

144
Cada vez que veo una clavellin a,
¡cóm o m e acuerdo de cuando sonríen
tus roja s m ejilla s! 4114

R O M A N C E DE L A D O N C E L L A U N A I

A qu í r e fie r o la h istoria singular


de un ra ro lance que dicen hubo antaño.
E l doncel Chinu y o tro doncel, Unai,
riva liza b a n su h on or en este m undo
evanescente, hasta co m p ro m eter
su tensa vida, p o r p e d ir co m o esposa
a una doncella. ¡E scu charlo es tristeza!
E lla esplendía com o una flo r vernal,
y era su cu erpo jo v e n y sonrosado
co m o las hojas rojiza s del otoñ o;
com p ad ecióse de los paladines,
y desp idién dose de su padre y su m adre,
d e jó su casa y yendo a la ribera
d esp erd ició su vid a dim inuta
co m o los huecos en los m an ojos de algas
balanceantes en las olas del m ar.
Se d isipó com o escarcha y rocío.
C onstitu yeron aquí su sepultura;
y co m o signo para edades futuras,
y más allá, hasta edades rem otas,
encim a hincaron su peineta de b o j,
que b ro tó y abundaba. 4211

A n tistro fa

E l peine de b o j, perpetu a señal


de la doncella, b ro tó y reb ro tó,
¡y có m o abundaba! 4212

145
E X H O R T A C IO N A LA F ID E L ID A D C O N Y U G A L ,
D IR IG ID A A O K U Y I O W A R I, M O D E S TO F U N C IO ­
N A R IO D E L G O B IE R N O P R O V IN C IA L DE E T C H U

S iete son las causas legítim as para rep u d iar a una


esposa: esterilid ad, a du lterio, desobediencia, locuacidad,
robo, celos y en ferm ed ad repugnante.
Fuera de estas causas, el abandono constitu ye un
d elito penado con año y m ed io de prisión.
En tres casos está p ro h ib id o el d iv o rcio : cuando la
esposa ha llevad o tres años de luto p o r sus suegros, cuan­
do el m arid o ha subido de rango después de casarse
y cuando la esposa carece d e parientes cercanos. E xcep­
tuando los dos casos de a du lterio o en ferm ed ad repug­
nante, si alguien repudia a su esposa en estas tres cir­
cunstancias, incurre en d elito castigado con cien azotes.
L a ley de bigam os estatuye: quien teniendo esposa
tom ase otra, su frirá p risión p o r un año, y la segunda
esposa recib irá cien azotes y será separada del hom bre.
Y un ed icto im perial extiende ben evolen cia y p rotec
ción a los cónyuges fieles.
T ales son los prin cip ios básicos de la ley y de la m oral.
El esposo, pues, ha de ser fiel. P o r eso te en vío el siguien­
te poem a, para que recapacites sobre tu in fid elid ad :

Se ha tra n sm itid o desde la edad divina


de O nam uchi y Sukunajikona:
«V e r a los padres es sentir reverencia;
esposa e h ijos son cariñ o entrañable:
ésta es sentencia de este e fím e ro m undo.».
Y aunque se ha dicho siem pre de esta m anera,
y aunque es palabra que los hom bres em peñan,
¿no le entregaste, cuando estaban en flo r
los estoraques, a tu qu erida esposa
mañana y noche, riera o no riera,

146
tu corazón y no le prom etiste:
« N o será siem pre tan m ala nuestra suerte;
harán los dioses del cielo y de la tierra
que p rosperem os cual flo r de p rim a vera »?
Pues ya ha llegado esa prosperidad.
L ejos, tu esposa, llora n d o, viv irá
con añoranzas y esperando estará
que tú le envíes un m en sajero tuyo.
Y tú te enhebras com o cuenta de sarta
a esa Saburu que no tiene firm eza,
com o la espum a que flu ye en el Im izu
si sopla el noto que d errite las nieves.
Y te em parejas, los dos co m o colim bos,
y p revaricas com o el fo n d o profu n d o
del m ar de N ago. Ese corazón tuyo
no tiene solución. 4106

A n tistrofas

Y tu p o b re esposa, que te espera en N ara


la verdin egra, tensa, tensam ente,
¿ya no cuenta nada? 4107

¿ N o te dan vergüenza los o jo s del pueblo?


P reva rican d o con esa Saburu
y yendo al gob iern o... 4108

Se destiñe el rosa, el del alazor.


La ropa vie ja de gris qu ejigue te 1
perdu ra m ejor. 4109

1 T radu cción ap ro xim ada del original «ts u ru b a m i» (Q u erq u s


acutissim a).

147
C O M P U E S T O C U A N D O L A E S PO S A DE O K U Y I SE
P R E S E N T O E N LA C IU D A D S IN P R E V IO A V IS O

D onda la Saburu rinde acatam iento


^e para un coche sin cascabeleo
y a lb o ro ta al pueblo. 4110
N o ta . Los coches p rivado s no llevaban cascabeles.

ODA E N U N A F IE S T A S O B R E E L LA G O F U S E

L os com pañ eros, todos con m iliton es


de ochenta clanes con corazón contento
m ontan corceles; y rem olon ean do
p o r Shibutani, cabo cuya escollera
las olas albas lam en gam beteantes,
en cala M átsuda rebasan Playa Larga;
en río U nai pescan en los rem ansos
con corm orá n ; van allí, van allá;
y sin em b argo, aún insatisfechos,
suben en barcos y p o r el lago Fuse
van navegando, bogan y van catando
que en un estero graznan bandas de patos,
y que está en flo r el soto en el islote:
y así sus cuerpos de eu fo ria van transidos.
Cual partenocisos 1 que nunca se separan,
del p u lcro c o fre del m on te C u m bredoble
ven drem os ju ntos sin que fa lle ni un año,
los com p añ eros a h olga r y solazarnos
co m o ahora lo hacem os. 3991

A n tistro fa

Cual las albas olas que lam en las playas


del lago Fuse, sin que fa lle un año
ven drem os a holgar. 3992

1 V e r nota página 48.

148
A L O RO D E S C U B IE R T O E N M IC H IN O K U

N u estro M icad o de estirp e celestial


reg ir se digna, descendido del cielo,
la exuberante llanura de arrozales,
y rige aún, am ontonan do edades,
en su heredad, en los cu atro horizontes
sobrepujantes del país cuyos m ontes
y cuyos ríos, extensos y abundantes,
le sum inistran dádivas cual tesoros
innum erables, sin que quepa extinción.

Y sin em bargo, cuando a nuestro M icad o


plu go im pu lsar el cu lto entre las gentes,
y com en zar una em presa devota
le p reocu pó en el fo n d o del alm a
que escaseara el m etal am arillo.

P ero en Levan te, donde los gallos cantan


antes del día, en las m ontañas de Oda
en M ichinoku fue descu bierto el oro,
y sosegóse el corazón augusto.

Siendo divin o, se dignó m editar:


«H u e lg a n los dioses del cielo y de la tierra,
y con la ayuda del a lien to ancestral,
ha a con tecido en m i generación,
lo que o cu rrió en épocas lejanas,
co m o señal de que p rosp era rem os.»

Y co n vocó a los co n m iliton es


de ochenta clanes, y según su dictam en
a los ancianos, m u jeres y pequeños

1 L a construcción del gran B u d a de bronce del tem plo Todai,


en N a ra .

149
los a gració hasta que se colm aron
las apetencias de cada corazón.

T o d o lo cual m e abrum a sobrem od o


y me contenta más y más hondam ente.

Som os los Ó tom o, y a nuestro patriarca


se le llam ó el gran señor de Ókum e,
el que ju ró al tom ar su m ester:
«S i v o y al m ar, bañe el agua el cadáver;
si vo y al m onte, cubra el m usgo el cadáver;
p odré m o rir p o r el em perador,
pero jam ás, tendré va cila ció n .»

Som os los h ijos de aqu ellos paladines,


de aquellos padres que desde los p rin cipios
hasta el presente legaron lim p io el nom bre.

Y los dos clanes de Ó tom o y de Saeki


som os vasallos fieles al ju ra m en to
de nuestros padres, y nunca em pañarem os
nuestro apellid o, y seguirem os siem pre
las ordenanzas de nuestro em perador.

Con que ju rem os: «E l arco de catalpa


lo em puñarem os, las espadas y dagas
las bland irem os, y la guardia diurna
y la nocturna de la augusta potern a
del gran M icado, no habrá vasallo alguno
que nos la q u ite.»

E l afán red ob lem os y cuantos oigan


la gloria del M icad o quedarán abrum ados. 4094

150
A n tistrofas

Tod os cuantos oyen la prez del M icado,


firm e en el tem ple de sus paladines,
quedan abrum ados. 4095

¡A lzad una estela que m arque el sepulcro


del patria rca de todos los Ó tom o!
¡Que se en tere el m undo! 4096

En señal de g loria del E m p erad or


el levan tin o m onte M ichinoku
ha flo ra d o en oro. 4097

A L M A N D A R IN O

Fue en la gran era de un d ivin o M icado,


inenarrable en su sublim idad,
cuando p a rtió a tierras algarivas
T a y im a m ori, y tra jo ocho serpollos
del inefable, del fru tal de fragancia
y perm anencia, los cuales radicaron
en el país y se desarrollaron.
En p rim a vera acrece su fo lla je ;
y cuando en m ayo viene a cantar el cuco,
cortam os ram as con las prim eras flores,
y se las dam os cual don a las doncellas,
o las colgam os en las m angas del gü iro
co m o perfu m e, o ajarse las dejam os.
Caen sus fru tos, de los que hacem os bolsos
y em pulserados los vem os sin saciarnos.
V ien e el otoñ o, cuando caen chubascos,
y en la a rb oled a de los m ontes fragosos
caen las h ojas de los arces rosados
pero los fru tos del m andarino, hechos,

151
resplandecientes, halagan nuestra vista.
L leg a el invierno, cuando caen las nieves,
y ni la escarcha agosta su ram aje,
verde perenne que acrecienta su lustre.
P o r tal m otivo, ¡qué bien que le han llam ado
desde la edad sagrada de los dioses
al m an darin o «fru ta l de la fragancia
y de la p erm a n en cia »! 4111

A n tistro fa

P o r m ás que he m ira d o las flo re s y frutas


del m andarino, perm anentem ente
más y más m e gustan. >4112

C A N T A R A LA M O SQ UETA

Cuando m e planté m osquetas en casa


y las veía, m i anhelo seguía,
m i a m o r aum entaba. 4186

ODA A L C U C L IL L O

N u estros M icados, h erederos del sol


y en tron izados en so lio octogon al,
reg ir se dignan el ín c lito país
cuyas m ontañas muchas son, e incontables.
Las m uchas aves que vienen a cantar
en p rim a vera tienen tan linda voz
que vacilam os en n om b ra r la suprem a.
L leg a d o el m es en que flo ra n las deutzias ',
viene el cu clillo de n ostá lgico canto,
y hasta la fiesta de bolsitos con ácoros

1 E n el original, «u n o ja n a » (D eu tzia crenata): planta de hojas


afiladas y florecillas blan cas arracim ad as.

152
se oye de día y en la noche plenaria,
y se dirá una vez y otra vez
que es ave am able que conm ueve las alm as
y despierta lam entos. 4089

A n tistrofas

P o r más que vivam os sin lim itación ,


cuando el cu clillo despliega su canto
hagám osle honor. 4090

P o r cantar el cuco en tiem po de deutzias 1


nos da nostalgias, no p o r dar su nom b re
cuando canturrea. 4091

Lo que más qu erello en contra del cuco


es que nos canta cuando el azahar
se dispersa m ustio. 4092

T R E S C A N T A R E S A L C U C L IL L O

¡Qué nostalgia o ír al cu clillo en vela,


y con la luna de la m adrugada
ver su silueta! 4181

Si y o consigu iera cria r un cu clillo,


p o d ría o ír el año que viene
su p rim er qu ejido. 4183

Con el aleteo del cuco cantor


se desparram a, pasada su gloria,
la glicin a en flo r. 4193

1 V er nota página 152.


A SU H A L C O N P E R D ID O

C orte lejana es ésta, e im perial,


de sacras nieves, de p ro p io nom bre Koshi,
y es una tierra lejana co m o el cielo,
altos los m ontes, espléndidos los ríos,
anchos los cam pos, la yerba exuberante.

En la canícula, cuando las truchas corren,


los pescadores que em plean corm orán,
p á ja ro isleño, encienden los fanales
en los rabiones y rem ontan el río.

Y en el otoñ o de rocíos y de escarchas,


cuando las aves vienen en ja b a rd illos,
entusiasm ando a am igos paladines,
entresaqué de mis m uchos halcones
el g e rifa lte con la cola aflechada
V en collarad o con cascabel de plata.

P o r la mañana quinientas levanté,


y p o r la tarde llegaron a m il aves.
Al perseguirlas, no me fa lló una ve/,
ni soltó presa, cobrán dolas certero.
Y o sonreía y me en orgu llecía
de que no hubiera azor tan bien curado,
y lo m iraba con agradecim ien to,
puesto en la alcándara...
Cuando de pron to un día un vejes to rio
m astuerzo y zascandil
sin p revio aviso, estando tod o el cielo
encapotado, y cayendo aguaceros,
lo echó a cazar, contando con su nom bre.
El v ie jo vin o, y fa rfu lló tosiendo:
«D e ja n d o atrás las cam piñas de M íshim a,

154
y rebasando el m onte Futakam i
se fue a las nubes y d esapareció.»
Ni había allí rem ed io que cupiera,
ni ya sabía qué pudiera decir;
el corazón me quem aba de rabia
y de añoranza, y tras m uchos suspiros
pensé que acaso en con trarlo pudiera:
aquí y allí, p o r los m ontes fragosos,
planté butrones y puse centinelas.

V isité el tem plo de los dioses potentes,


ofren d é sargas y espejos relucientes,
les supliqué, y estando yo esperando,
una doncella vin o y me d ijo en sueños:
«E l g erifa lte que tú estás añorando
aleteó, las playas de Matsuda,
Jimi, la cala donde pescan arenques;
zan goteó en la isla de Tako;
y se detu vo donde acuden lavancos,
en Cala Furu, anteayer y ayer.
A lo más pron to, dentro de un par de días,
a lo más tarde, d en tro de siete días,
vendrá sin falta; no sufras, h ijo m ío,
ni la añoranza lastim e tus redaños.»
Así m e d ijo el sueño. 4011

A n tistrofas

N o caza mi azor de rabo aflechado


en C am po M íshim a hace muchos días;
un mes ha pasado. 4012

De mi g e rifa lte que espero y acecho


tendiendo redes en el Futakam i
me hablaron en sueños. 4013
EI Iam ada ése, ¡si será b ob ote
de ca pirote!
¡N o p oder el v ie jo en con trarlo entonces! 4014

Qué bueno es criar, y fr o ta r la mano,


y tener cerca, un blanco azor
de rabo aflech ado! 4155

C AN TAR AL CO RM O RAN

Cuando gire el año y las truchas naden,


vendré yo al Sákita, y haré que buceen
ocho corm oranes. 4158

DOS C A N T A R E S A LA C O R T E DE -N A N IW A

¡F loran los cerezos cuando en el palacio


reverberan te del m ar de N an iw a
reside el M icad o! 4361

P rod ig a lid a d en la costa he visto,


y v iv ir q u iero un año en N aniw a,
la de los carrizos. 4362

A LA G L O R IA D E L G U E R R E R O

¿Es que soy h ijo cria d o con am bages


por los fervien tes corazones cabales
de padre recio com o fru to de amate '
y m adre suave com o h oja de carrasca? 2

1 En el original, « c h i c h i » — literalm ente significa padre— (F icus


erecta): especie de higuera.
2 T raducción ap ro x im ada del original « ja ja s o » — literalm ente
significa «h ie rb a m a d re »— (Q uercus serrata), p o r lo que se traía
de cierto roble.

156
Un paladín, ¿va a ser evanescente?
Levan ta ré el arco de catalpa,
lanzaré dardos m ás allá de m il brazas,
m e ceñ iré la espada y el puñal,
y cru zaré ocho cum bres fragosas
sin a flo ja r el corazón ardido,
d ejan d o un n om b re que sea ren om b rad o
en eras venideras. 4164

A n tistro fa

Debe el paladín legar un renom bre


que los fu turos oigan y transm itan
a los p osteriores. 4165

DOS C A N T A R E S A L A D E S P E D ID A D E L G U E R R E R O

Sale el paladín, se tercia su aljaba,


pero su esposa a la despedida,
¡cóm o su frirá! 4332

T ris te despedida la de un levan tino


y su m ujer. El paso del tiem po
es tan in fin ito. 4333

E L E G IA E N BOCA DE U N G U E R R E R O E N V IA D O
A LA F R O N TE R A

Aunque es penoso m archarse de la esposa


ob ed ecien d o al m andato im perial,
en ardecí bríos de paladín,
y gu arnecido salí de m i cancela.
M e acariciaba m i m adre de am plios senos;
se m e adhería m i esposa, yerba joven ;
y m e decían: «N o s o tra s rogarem os

157
por tu recaudo. ¡Que vuelvas pron to y salvo! »
Con sus dos mangas enjugaba las lágrim as,
y sollozan d o me hablaban de tal form a
que era un rig o r p a rtir cual ja b a rd illo
y me atascaba, y vo lvien d o la vista,
más y más lejos m i tierra la dejaba,
más y más altos los m ontes los cruzaba.
Llegu é a N an iw a, donde se esparcen cañas,
se b otó el barco al flu jo de la tarde,
y ya al zarpar en la calm a del alba,
al tantear nuestra oportu nidad,
se alzó una brum a que cu brió los isleos,
y fue tan triste el graznar de una grulla
que record é mi casa lejos, lejos,
con un suspiro que hizo traqu etear
las flechas de mi aljaba. 4398

A n tistrofas

R ecu erdo mi tierra la tarde en que brum as


cubren el m ar y en que grazna triste
la voz de una grulla. 4399

Cuando sin d o rm ir recuerdo m i casa,


tapa el siscal donde graznan grullas
la brum a vernal. 4400

En una ensenada vo y cogien do conchas


com o recuerdo, aunque altas y altivas
las olas m e acosan. 4411

D ivisé una islita y varé al socaire,


pero no hallé ningún m en sajero
y seguí el via je. 4412

158
A M O N E S T A C IO N A LO S V A S A L L O S D E L C L A N Ó TO M O

Al ser destituido de su puesto de go b e rn a d o r de I/.umo un


m iem bro del clan, K oyiji de ó to m o , p or las falsas acusaciones que
en palacio le hizo un tal M ifune de Omi (a ñ o 756).

El nuestro es nom b re lim p io y enaltecido,


el de un lin a je al que o to rg ó el M icad o
su m enester con esta exhortación:
« Y a desde el tiem po del sacro genearca
que ab rió las puertas del cielo sem piterno
y descendió al m orro de Taká ch ijo,
vuestra prosapia em puñó y estiró
arcos de rus, descerrajó saetas
de las de ciervos, y acaudillando huestes
de paladines del pendón de los Ókum e,
cargó carcaj, cruzó ríos y m ontes
pisando peñas, y en procura de tierras
p a cificó los dioses fu ribundos,
apaciguó las gentes contum aces,
y sojuzgando, prestó som etim iento.
Y al tran scu rrir edades tras edades
de los M icados que en sucesión vinieron
com o prosapia del celeste m onarca
— el que e rig ió pilares palaciegos
para el palacio de Unebi en K ashiw ara,
en el país Iam ato, isla libélula,
el que rig ió d eb a jo de los cielos— ,
vuestros m ayores, con corazón leal
y desp ejado, se em plearon, sirvieron
y se agota ron por su C orte y S eñ or.»
M is paladines, no m an cilléis el nom bre.
Quiénes lo vean, p o r siem pre lo celebren.
Quienes lo oigan, lo tengan com o espejo.
Que ni un desliz p ro v o q u e la calum nia,
de nuestro n om bre de Ó tom o. 4465

159
A n tistrofas

Huestes que lleváis un nom bre em inente


sobre Iam ato, isla de bastiones:
esforzad el tem ple. 4466

¡N o m b re que lleváis de p reclarid ad


ya desde antaño, y m e jo r tem plado
que espada y puñal! 4467

RENGA

Para com p ren d er el único caso de «re n g a » existente en la


antología, es necesario conocer los dos poem as precedentes, que
según los com piladores fueron enviados «p o r cierta persona a una
m o n ja». Esta com enzó a escribir un can tar com o respuesta,
pero al term inar los tres p rim eros versos se quedó atascada
y rogó a Iakam ochi que concluyera. Los dos poem as de la persona
anónim a son:

Planté lespedezas sin tom ar descanso.


Justo p o r eso no m e harto de verlas
e intenso las am o. 1633

¡Qué duro es guardar sonando m atracas


los arrozales que planté en el cam po,
m oja n d o mis m angas! 1634

Y he aquí la renga:

Plantaste arrozales tras acaparar


el río S a jo... (h asta aquí la m o n ja )
Pues con las espigas o tro arrabiará (rem a te de Iak am o ch i)

160
SU A M A D A S A K A N O E E N V IO A IA K A M O C H I
E S T E PO E M A :

Si sobrecargad o llevara un caballo


m is añoranzas a tierras de Koshi,
¿m e querrías algo? 4081

D E S D E K O S H I, IA K A M O C H I L E C O N T E S T O :

Si, cuando me abrum a mi constante am or,


trae un caballo más am or, ¿podré
cargar con los dos? 4083

C A N T O S DE A M O R

M e v o lv í a m irar la luna creciente,


y recordé, a prim era vista,
las cejas que tienes. 994

Dista tanto el m onte donde flotan brum as


prim averales cuanto dista el día
que vi tu figu ra. 1464

N o me harto de ver esa enredadera 1


prestilozana del cam po otoñal
donde tú faenas. 1625

¡Quién viera la rara m ilecia 2 flo rid a


de mi jard ín , tan extraordin aria
c o m o tu sonrisa! 1627

1 V e r nota página 70.


2 En el original, « tokiyi fu yi» — literalm ente significa «glicina
ta rd ía »— (MilJetia japónica).

161
¿ D orm ir sin tus brazos de alm ohada mía,
lleno el ja rd ín de nieve burbuja,
en noche tan fría ? 1663

¡Quién podrá saber lo que yo te quiero,


que no me a flo jo la fa ja que en casa
fija ste a mi cuerpo! 3950

Los copos de nieve m edirán m il capas.


Para m ed ir lo que yo te qu iero
no hay ninguna escala. 3960

¡L lev o tanto tiem po sin ver a mi am ada!


En los rabiones del N iguishi haré
agüeros con agua. 4028

Cuando m e plantaba una clavellina,


¿en quién pensaba que cuando flo ra ra
se la enseñaría? 4070

El n om bre de am or está m uy bien puesto;


lo que no sé qué nom bre ponerle
es lo que yo siento. 4078

Y o te añoro más que el cu clillo añora


a su pareja, cantando su nom bre,
lloran do a la aurora. 4084

Me valiera más co n tigo callarm e.


¿ P o r qué te hablé lo que no podrá
jam ás realizarse? 612

Siendo com o eres m u jer sin piedad,


bien que lograste que m i corazón
se tam baleara. 692

162
Ya no d iferen cio la noche del día.
Cuando tú sueñas, ¿no se te aparecen
las entrañas mías? 716

Y o que m e creía paladín tan fuerte,


y por ti paso, porqu e no m e quieres,
fatigas de m uerte. 719

Para estar qu eriendo com o qu iero yo,


más me valiera ser tron co o ser roca
insensible a todo. 722

M e am arré a la fa ja la f l o r del olv id o


me salió falsa flo re c illa loca,
nom bre sin sentido. 727

¿ N o habrá alguna tierra donde no haya nadie?


A llí m e iría con mi com pañera
sin que retornase. 728

A m í no me im porta mi reputación:
si es por tu causa, ¡que caiga m il veces
sin apelación! 732

¿Es que va a venir dos veces la vida,


la evanescente? ¿ P o r qué d o rm ir solo,
sin tu com pañía? 733

¡C óm o padecía vién dote en mis sueños!


Y desperté, hice por tocarte,
y no hallé tu cuerpo. 741

1 T radu cción literal del original «W asu re -gu sa » ( H em erocallis


flav a), bellísim a flor am arilla de form a parecida al lirio. Se creía
que tocarla provocaba olvid a r ν ser olvidado.

163
Estoy tan delgad o que hasta el ceñidor
que a tu cintura le diera una vuelta
me da más de dos. 742

M i a m o r pesa más que si echara al cu ello


siete peñascos que m ueven m il hom bres.
¡L o que qu iera el C ielo! 743

De noche m i cuarto lo d ejab a a bierto


para esperar a la que me d ijo
que vendría en sueños. 744

Aunque ya te veo de noche y de día,


te q u iero tanto com o cuando antes
nunca te veía. 745

Si a m í no m e im porta que el qu erer m e m ate,


¡qué va a im p ortarm e que la gente fisgue
o de lo que hablen! 748

¿Q uieres que te vea tan sólo en los sueños?


¡Tú lo que quieres es que con tu ausencia
me m uera qu erien do! 749

¡Y a m e resignaba con mi desengaño!


¿ P o r qué vo lví, si el verte m e tiene
más atorm en ta d o? 750

N o van m uchos días desde que te vi,


y me estoy vien do loco, más que loco,
de q u ererte a ti. 751

Creía que, con verte, m i a m o r p o r un tiem po


se calm aría; y veo que ahora
es más vio len to. 753

164
R ecu erdo la cara triste y pensativa
que m e ponías una m adrugada
a la despedida. 754

Son tantas las veces que nos despedim os


de m adrugada, que siento mi pecho
quem arse a trocitos. 755

Estaba yo solo en una m ontaña


m ientras llovían los cielos eternos
y me acongojaba. 769

T am bién la m entira parece verdad.


Que tú me quieres, ¿lo será de veras
en la realidad? 771

Con luna en la nieve, a una niña bella


le co rta ría flo res del cirü elo...
¡Si niña tuviera! 4134,

Desde el cielo eterno llueve sin cesar,


y tú pareces la flo r clavellin a
al recién flo ra r. 4443

E N D E C H A S A LA M U E R T E DE SU E S PO S A

La flo r cla vellin a que plantó m i niña


para que en otoñ o yo la recordara,
ya está flo recid a. 464

Aunque y o sabía que el m undo es fugaz,


cuando en otoñ o sopla fr ío el viento,
la recuerdo más. 465
Cuando se alejaba, cuando se me iba,
no pude pararla. La en terré en el m onte,
perdí mi energía. 471

Cada vez que veo la niebla que tapa


el m onte Sajo, recuerdo a mi herm ana
y m e echo a llorar. 473

A U N T A L M U R A Y IO DE IO S H ID A , APO D AD O
E L IS H IM A R O , FAM O SO PO R SU D E L G A D E Z

Señor Ish im a ro, te en carecería


algo que cura la estival flacu ra:
coge y com e anguilas. 3853

Escuchim izado, más vale estar vivo:


que p o r qu erer atrapar anguilas
no te arrastre el río. 3854

E N U N A F IE S T A C A M P E S T R E

De esta vid a tensa no se sabe nada,


pero se enlazan las ramas de un pino
para hacerla larga. 1043

E N U N A C E N A E N CASA DE U N M IN IS T R O ,
A F IN E S DE N O V IE M B R E

Y a que festeja m os llora n d o a la par


por el deshoje, debiera ser noche
sin alborear. 1591

166
H A C IE N D O U N R E G A LO DE V IN O A U N B O N Z O DE
N A R A Q U E H A B IA V E N ID O A V IS IT A R L O A E T C H U ,
C R U Z A N D O E L PASO DE M O N T A Ñ A L L A M A D A O L A F I-
LAD A; E N U N B A N Q U E T E A N T E S DE QU E E L B O N Z O
V O L V IE R A A N A R A

La daga fo rja d a O lafilada, paso


que llenaré mañana de guardas
que no te den paso. 4085

EN UN B AN Q U E TE NO CTURNO

V istos a la luz del candil de aceite,


los lirios de o r o 1 de mi enredadera
son reír parecen. 4086

C A N T O DE LA G A R

Esta vida pura que yo enlustrecí


con los ensalm os de los N ak atom i,
¿por quién es? ¡P o r ti! 4031

C A N T A R E S C O M P U E S TO S E N LA SO LE D AD
DE SU C ASA DE N A R A

Llovizn a en la noche y el cu clillo ca n tad


los m andarinos tendrán su fragancia
volatiliza d a . 3916

Aunque ya es vetusta la C orte de N ara


la verdin egra, el cuco de antaño
aún viene y canta. v3919

1 En japonés, «iu ri» (L iliu m auratum ).

167
Ya ha llegado el mes en que van de caza
los paladines, estam pando lirios
su ropa galana. 3921

E N U N A F IE S T A

M u érdago m e traje del m on te fragoso,


y con ju ran do v iv ir por m il años
me pren do un peciolo. 4136

E N U N A F IE S T A E N SU CASA

V ed có m o refu lge el cerezo en flo r


que co m o gala traje para hoy
del m onte fragoso. 4151

H o y tam bién en China hacen flo ta r balsas


y se d ivierten . A m igos, con flo re s
hagam os guirnaldas. 4153

E N U N A F IE S T A , R E S P O N D IE N D O A L A N F IT R IO N
Q U E LO D E T E N IA D IC IE N D O L E QUE H A B IA N IE V E

El g a llo que canta, canta vo cin g lero;


pero la nieve se apila m il capas,
y v o lv e r no puedo. 4234

E N U N A F IE S T A DE D E S P E D ID A

Cuando tú te vayas, si es p o r m ucho tiem po,


¿con quién haré guirnaldas de sauce
y flo r del ciru elo? 4238

168
A M O R O E T A C H IB A N A

Se cuenta que antaño un noble sirvió


a tres M icados. ¡Que llegue a los siete
m i noble Señor! 4256

E L E G IA S E S T A N D O E N F E R M O

Fútil es la carne, fugaz y caduca.


Buscaré en claros ríos y m ontañas
la senda de Buda. 4468/

R etando hasta al sol que el cielo atraviesa


busquem os ya, para vernos luego,
esa lim pia senda. 4469

E N U N A F IE S T A

ΛΙ ve r yo los tiem pos que cam bian y pasan,


con pesadum bre recuerdo a los hom bres
de la antigüedad. 4483

C U A N D O E L E M P E R A D O R L E O B S E Q U IO CON
U N A E S C O B IL L A P A R A L IM P IA R LA S CAJAS
DE LOS G U S A N O S DE SED A

Esta abarredera de hiniesta y bauzones


basta cogerla, y este tres de enero
suenan los a ljófa res. 4493

E N U N A F IE S T A

E l que hoy se encuentra un caballo azul


plum a de pato, dicen que p ervive
una infinitu d. 4494
E N U N A F IE S T A , A K IÏO M A R O N A K A T O M I

Se m ustian las flo res de ocho mil especies.


P o r eso atam os las ram as del pino,
que es á rb ol perenne. 4501

E N U N B A N Q U E T E DE D E S P E D ID A

Cese el ole a je del m ar verdiazu l;


vayas y vengas sin ningún percance
y con pron titud. 4514

P A IS A J E S O P O E M A S A D IV E R S O S L U G A R E S

Sopla un rigu roso vien to levantisco:


los b a telitos van pescando en N ago
m ed io sum ergidos. 4017

Sopla un ribereño vien to congelante:


chillan las grullas en cala de N ago,
llam an d o a su amante. 4018

Una m añanita saqué la chalupa


al m ar de Suzu:
en la playa Larga b rilla b a la luna. 4029

Esperé pensando que ya el ruiseñor


iba a cantar: vin o una calina,
y la luna huyó: 4030

N o es el cabo de Ofu bahía que hastíe


aunque la veas un día plenario,
la b ojes y orilles. 4037

170
Juntos los caballos, ¡hala!, vam os va
a Shibutani, a ver ven ir olas
a su lim pia playa.

Y a sube la alondra; ya la prim avera


llegó inconclusa; y flo ta una bruma
que la C orte cela. 4434

C A N T O S A LA N A T U R A L E Z A

Se encapota el cielo y em pieza a nevar,


y sin em b argo en mi ja rd in cito
el ruiseñor canta. 1441

Se afan ó el faisán buscando el sustento;


cantó a su hem bra y nos puso al tanto
de su paradero. 1446

La flo r de la deutzia 1 aún no ha brotado,


pero el cu clillo vin o al m onte S a jo
y ya está cantando. 1477

P á ja ro cu clillo, ¿por qué no has cantado


antes de que el bosque se entenebreciera
de verd ea r tanto? 1487

¿L lo ra rá el cu clillo que las deutzias caigan


Su canto sigue b a jo el aguacero
y hasta cuando escam pa. 1491

En la espesa copa, allá en la colina


canta el cu clillo: resuena su canto,
vo z de lejanías. 1494

1 V er nota página 152.


El que escucha el canto del cuco que brinca
de copa en copa del a lco r fragoso,
nunca más lo olvida. 1495

Estando en la fron da del m onte fragoso,


no fa lta día que el cuco no cante
triscando en el soto. 3911

Posado en la ram a del acedaraque,


espera el cuco que caigan las flores
y la m ora cuaje. 3913

E n cerrado siem pre, se me hundía el alm a;


p o r con solarm e salí y escuché:
cantaban chicharras. 1479

Bram aba a su hem bra el cie rvo am oroso;


y m ontaraz retum baba el eco;
y yo yendo so lo... 1602

A la nieve de hoy lanzan desafío:


que mis ciru elos, árboles de invierno,
hoy han flo re cid o . 1649

La flo r lespedeza del cam po de otoño


de otoñ o al vien to se cim b ra y recibe
rocío de otoño. 1597

¡Un blanco ro cío cubre co m o perlas


las lespedezas un alba de otoñ o
que al cie rvo sosiega! 1598

¿Cayeron las flo re s de la lespedeza


por la em bestida del pecho del ciervo,
o por decadencia? 1599

172
Un b la n c o 'ro c ío hay en los m iscantos
de m i jardín. ¡Ay, quién lo ensartara
sin desb aratarlo! 1572

N o me harto de ver esa blanca nieve


que hasta b rilla r cayó d en tro y fuera
del palacio ingente. 3926

E n ten eb recid o b a jo el aguacero,


salí y m iré: era el m onte Kásuga
a b igarram ien to. 1568

El jardín vernal fú lg id o rosea,


y en la soflam a del ciru elo en flo r
de pie, ¡una doncella! 4139

¿Es que de los prunos ' que hay en mi vergel


caen las flo res, o es que aún perduran
los copos de nieve? 4140

Es ya p rim avera, la noche nostálgica.


¿En qué a rrozal vive el becardón
que aletea y canta? 4141

C o jo un sauce verde un día vernal,


lo m iro y pienso en las avenidas
de la C apital. 4142

¡Ay, los e ritro n io s 2 del brocal del pozo


de la pagoda, donde sacan agua
doncellas en co rro ! 4143

1 E n el original, «s u m o m o » (P ru n u s salicina). Es traducción


aproxim ada.
2 En el original, «k a ta k a g o » (E ry th ro n iu m japonicum ).

173
O culto en las nubes pensando en su tierra
el ánsar canta, y las golond rinas
a la suya llegan. 4144

Una m adrugada no pude d o rm ir;


y un a vefría cantaba en el río.
¡Qué pena sentí! 4146

Al cantar antaño de noche en el río


el a vefría, tam bién sentirían
este esca lofrío. 4147

Un faisán danzaba a un bosque de cedros,


daba alaridos, y a voces cantaba:
es que estaba en celo. 4148

¡Qué triste es m irar la brum a del alba,


cuando resuena por la serranía
el faisán que canta! 4149

Al alba en mi cam a se escucha lejano


un m arin ero que en el río Im izu
cingla y va cantando. 4150

En la playa vi un árbol m a q u ilo 1


y desplegaba raíces vetustas,
a un dios parecido. 4159

La gente, despierta, oyen do estará


la voz prim era del cuco que canta
al alborear. 4171

1 En el original, «tsu m a m a » (M a ch ilu s T h u n bergii).

174
El m ayor placer de la prim avera
es recorta r flo re s del ciru elo
y orlarse con ellas. 4174

Com o es terso el lago en donde se espejan


corvas glicinas, las guijas hundidas
me parecen gemas. 4199

El vin o bebían los hom bres de otrora


con cucuruchos, a rrolla n d o hojas,
¡las de la m agnolia! 4205

Antes que la nieve se haya derretid o,


¡ea, vayam os a ver b rilla r fru tos
de tapacam inos! 4226

Cuando el ruiseñor cantaba afanado


en los bam búes del parque im perial,
¡estaba nevando! 4286

Al bord e del río tam bién nevará:


se oye en Palacio llo ra r a vefrías
sin donde posar. 4288

Una brum a envu elve el cam po vernal


y en la penum bra de esta tarde triste
un ruiseñor canta. 4290

En el bam budal ralo del vergel


suena suave el viento que sopla
este atardecer. 4291

H acia un sol vernal que b rilla sereno


sube una alondra; y yo m e en tristezco,
pensando señero. 4292
Ya llegó la hora que dicen que el cuco
cruza cantando la cu m bre frondosa
del co lla d o oscuro. 4305

¡C orte en Takam ato: en donde se adecúan


la vestim enta de los cortesanos
con las lespedezas! 4315

Lind and o a la C orte, en las lindas m am blas


de Takam ato, habrán flo re c id o
las flo res patrinias 4316

Ya los paladines a g ritos ojean,


y a rro lla el ciervo los llanos de otoñ o
y las lespedezas. 4320

Por más que se sepa que ya acabó el canto


del ruiseñor, el alm a im buida
lo sigue añorando. 4445/

S iem p re llega el tiem p o que la flo r se seque.


Los o fio p o g o s 2 del m onte fra goso
sí que prevalecen. 4484

Canta, ruiseñor, canta en la arboleda,


que se conozca que es ya la ondeante
verde prim avera. 4495

La flo r de la piéride \ que flo ra y se espeja


en el estanque, recorto y me adorno
la m anga con ella. 4512

1 V e r nota página 102.


2 V e r nota página 70.
3 V e r nota página 44.

176
C om o caen hoy las p rim eras nieves
de prim a vera de este nuevo año,
venturas, caed. 4516

(U ltim o poem a de la A ntología, fechado el 2 de febrero


de 759.)

IA K A M O R I DE N A K A T O M I. Perteneciente a la nobleza, fue


d esterrado en 738 por m ante­
ner relaciones secretas e ilíci­
tas con Chigam i, vestal diaco-
nisa en el santuario de Ise.
Dos años m ás tarde fue am ­
nistiado, y en 760 p rom ovido
al sexto rango. Todos sus poe­
m as se refieren a sus am ores
con Chigam i.

C A N T A R E S C A M IN O D E L D E S T IE R R O

P o r m í, que no lleg o ni a p o lvo ni a lod o,


decaim ien tos sobrellevas tú,
en tu com pasión. 3727

¡M alhaya el cam ino que he de rec o rre r


m ientras recuerdo la herm osura tuya!
¡Y qué abrupto es! 3729

B a jo el ru b io sol v iv o ensim ism ado,


y p o r las noches, las de belamcanda ’ ,
a voces llorando. 3732

R em otas m ontañas y pasos crucé.


Y ahora siento soledad tan sólo,
sin p o d erte ver. 3734

1 V e r nota página 76.

177
N o quieras pensar que en m i lejanía
pueda d e ja r de pensar en ti
de noche o de día. 3736

Eres la más m ala que v iv e en la tierra,


que yo p o d ría v iv ir sin am or,
si no te quisiera. 3737

Para que yo m uera sin v o lv e r a verte


era preciso en cielos y tierra ,
que dioses no hubiese.

Fácil es decir lo que es un via je,


pero a leja rm e pensando en m i am or
no puede explicarse. 3743

C A N T A R E S D E SD E E L D E S T IE R R O

Pasos de m ontaña crucé con el cuerpo,


y a rrib é aquí, pero a ti m e arrim o
con el pensam iento. 3757

R ein cid e el llanto sin hallar rem edio,


y se red oblan las noches que du erm o
po r agotam ien to. 3759

Muchas son las noches que lo g ro d orm ir,


pero d o rm ir tran qu ilo y sin pena,
no lo conseguí. 3760

L ey es im placable la que rige al mundo;


¡y qué rem edio, si yo m ism o eché
la sem illa al surco! 3761

178
C uclillo, yo llo ro de am ores y ausencias;
no cantes tanto a este desterrado,
que m i am or aum enta. 3781

C H IG A M I DE SA N O , am ante de Iak am óri.

C A N T A R E S DE D E S P E D ID A A IA K A M O R I

¡Ay, si yo tuviera el fu ego del cielo,


a pilaría y achicharraría
todos tus senderos! 3724

S iqu iera esta noche vam os a querernos,


que a b ierto el día com o se abre un cofre,
ya no habrá rem edio. 3726

C A N T A R E S A IA K A M O R I, E S T A N D O E S T E
E N E L D E S T IE R R O

Y a no sem brarás en los arrozales


que m e sem brabas. Y a dejas tu tierra.
¿Qué haré yo sin nadie? 3746

N q hay en los trasfon d os de tierras y cielos


ni una persona que qu iera a su am ante
co m o yo te quiero. 3750

Y a los cortesanos no duerm en tranquilos


y dicen: «H o y , hoy es cuando v ie n e ...»
¡P e ro no has venido! 3771

Cuando m e d ijeron que los que volvían


habían vu elto, creí que eras tú.
M o rirm e creía. 3772
LA HIJA D E S A K A N O E , Y E S PO S A DE IA K A M O C H I

Se ve que en la tierra hay tribulaciones:


que no aguantar las penas de am or
a la m uerte pone. 738

S E Ñ O R A D E K I. E sposa del príncipe Aki, y tras la caída p o lí­


tica de su esposo, am ante de Iakam ochi.

C A N T O S DE A M O R A IA K A M O C H I

Si nos en sartam os co m o en los collares


lo están las perlas,
¿pod rá ser que luego de m í te separes? 763

¿Quién hizo p rim ero sus declaraciones


para estancarse
co m o agua en viv e ro de a rrozal del m onte? 776

E N V IA N D O U N R E G A L O A U N A A M IG A

Aunque vien tos altos batían la playa,


siendo p o r ti
m e m o jé las mangas y co gí estas algas. 782

M URAY I DE NAKATOM I

A hora es el tiem p o cuando en prim avera


cae la nieve sobre el serrijó n
donde ondean nieblas. 1439

180
MAJITO DE TAYIJI

¡Qué tristeza da de ve r esa niña


cogien d o hierbas
porqu e su m arid o se le fu e a N an iw a! 1442

JIR O T S U G U D E F U Y IV A R A , E N V IA N D O F L O R E S
DEL CEREZO A UNA JOVEN

En cada capu llo de este ram illete


van escondidas cientos de palabras.
¡N o m e los desprecies! 1456

U N A H IJA D E T A M U R A D E ÓTOM O, A LA H IJ A
DE S A K A N O E

N o hay día que m ire los arces ro jizo s


de m i ja rd ín
que p o r ti no sienta crecer el cariño. 1623

M O R O A I D E F U Y II
P O E M A C O M P U E S T O A P E T IC IO N DE LA E X
E M P E R A T R IZ G U E N S H O , A Ñ O 746

C om o si anunciara un año de mieses,


el p rim er día de este nuevo año
nos cae la nieve. 3925

IÁ T S U K A D E F U Y IW A R A
E N U N B A N Q U E T E E N C ASA D E L P R IM E R M IN IS T R O
T A C H IB A N A , A Ñ O 752 (A S IS T IA E L E X E M P E R A D O R
S H O M U , A L C U A L SE L E D IR IG E E L P O E M A )

Si esparciera perlas en la playa lim pia


b a jo los pinos,
¿ ven dría el M icado a la playa lim pia? 4271

181
T O S H IT A R I D E IS H IK A W A
E N LA F IE S T A O T O Ñ A L DE O F R E N D A
DE LA C O SE C H A , A Ñ O 752, D U R A N T E
E L R E IN A D O DE K O K E N

Serpean al cielo quinientas m arom as


para que im peres m il generaciones.
¡Quinientas m arom as! 4274

M AJITO D E F U M U IA
E N LA F IE S T A DE LA S O F R E N D A S
(3 DE E N E R O DE 753)

M il generaciones, superando en tiem po


cielos y tierra
ofren d em os vinos, el blanco y el negro. 4275

C A N T A R E S DE A U S E N C IA C O M P U E S TO S E N D A Z A IF U
PO R D IV E R S O S G U A R D A F R O N T E R A S

M IM A R O D E W A K A -IA M A T O B E

¡Qué no su frirá m i esposa en el pueblo


que no la o lv id o
y hasta me la espeja el agua que bebo! 4322

M AM AR O D E JA SE B E

Si siem pre florecen flo res a raudales,


¿por qué no habrá
siqu iera una flo r que se llam e m adre? 4323

K O M AR O D E M O N O N O B E

Si tuviera tiem p o para dib u jarla,


la iría vien d o al ir de viaje,
y no la olvidara. 4327

182
OMARO DE MAROKO

A N an iw a vine, preparé el via je,


y hoy es el día de hacerm e a la m ar,
sin que esté mi m adre. 4330

JIR O M E D E T A M A -T S U K U R IB E

Mi v ia je es duro, com o que es via je;


pero mi esposa, sola con los niños,
¿ N o va a dem acrarse? 4343

M ARO D E A K IN O O S A -N O -O B IT O

Q u eriendo olvid a r, crucé yo los cam pos,


crucé los montes.
A mi padre y m adre no puedo olvid a rlo s. 4344

TO R I D E JASE BE

Te prendes a mí, co m o en los cam inos


la soja agarra al escaram ujo.
¡Y haber de partirnos! 4352

C H IF U M I D E O T O N E R IB E

L ir io que en Tsukuba flo re ce en las cimas,


ella es herm osa de noche en el lecho,
y herm osa de día. 4369

183
MASHIMA DE MONONOBE

Cuando veo pinos plantados en fila,


se m e parecen a los de m i casa
a la despedida. 4375

TAR U JITO D E JA SE B E

¡Si viera a m i m adre aquí en esta playa


del m ar de Tsu,
lista ya la nave, antes de zarpar! 4383

IS O S H IM A D E K IS A K IB E

¡Olas, no encresparse en la travesía,


que allá detrás
se quedan mis hijos, y la esposa mía! 4385

KUROME U Y IB E , esposa del gu ard afron teras A ram u shi de


Kura-Jashibe.

S olté en la m ontaña su p o tro castaño,


se m e escapó,
y el m onte de Tam a lo cruza él andando. 4417

184
SEGUNDA PARTE
Cantares anónimos
CANTARES A LA NATURALEZA

P R IM A V E R A L E S

M ientras van flo ta n d o las brum as vernales,


un ruiseñor
canta y acarrea la ram a de un sauce. 1821

Y a la p rim a vera undosa, llegó:


rozando el shinu con alas y rabo
canta el ruiseñor. 1830

Y o pensé guardarte la nieve caída


sobre el ciru elo,
y al ir a cogerla se me derretía. 1833

Se ve que la nieve caída en la sierra


llega hasta aquí, ju n to con el viento.
¡Aunque es prim avera! 1838

Al lado del m onte fui para cogerte


heleocarias.
Se m o jó mi orla con agua de nieve. 1839

B lanquea la nieve el plu m aje negro


del ruiseñor
que canta y que trisca dentro del ciruelo. 1840
Aún caen nieves sobre las m ontañas,
y sin em b argo
ya están em pezando a b ro ta r las sargas. 1848

El ciru elo flo ra cada año que llega,


pero yo soy
fugaz y no sé lo que es prim avera. 1857

El m onte M ikasa está tan en flo r


que hasta reluce el fo n d o del agua
en el río N oto. 1861

Cada p rim avera la som bra del m onte


deja im precisa la luna que sale
de en m ed io del bosque. 1875

En cam pos de Kásuga se ven hum aredas:


serán muchachas que han co gid o ásteres
y los aderezan. 1879

Cuando los inviernos se nos van, y vienen


las prim averas,
se renueva el tiem po, y el hom b re en vejece. 1884

B ien está que todo se rejuvenezca,


pero tam poco deja de ser bueno
que el h om b re envejezca. 1885

E S T IV A L E S

¿O íste cantar, esta m añanita,


al clarear
al p á ja ro cuco, o estabas d o rm id a? 1949

188
Cuando aquel cu clillo se posó en la ram a
del m andarino, y em p ezó su canto,
cayó el azahar. 1950

C om o su giriendo que con m i vestido


yo te vistiera,
en m i bocam anga se posó un cu clillo. 1961

Q u iero que ch irríe cuando estoy tranquilo,


y la ciga rra sigue ch irria n d o
cuando más m e a flijo . 1964

Cuando se escondía en los m andarinos


del m onte M ayo el p á ja ro cuco,
m e en contré contigo. 1980

La ch icharra canta sólo en su estación;


yo p o r ti llo ro , de lo que te añoro,
sin in term isión . 1982

Te q u iero estos días con la intensidad


con que la yerba cortada en verano
vu elve a reb rotar. 1984

¿Seré só lo yo en am oradizo?
¿ Y esa ch iqu illa con unas m ejilla s
más roja s que el lir io ? 1986

Aunque a m í me tengas aborrecim ien to,


¿p or qué no vienes a ver el naranjo
que flo ra en m i huerto? 1990

Desde lejos siem pre te qu iero a ti vo,


aunque m i cara no se ruborice
c o m o el alazor. 1993

189
Ni el sol que b rilla n d o resqu ebraja el suelo
de ju n io aguoso,
seca lo que em papo lloran do p o r verlo. 1995

O TO ÑALES

Dicen que el ruiponce flo ra de mañana


con el rocío.
P o r la tarde flo ra que no cabe más. 2104

Ven, vien to de otoño, y fu rio so em biste,


que qu iero ver
la flo r lespedeza cuando te resiste. 2108

Dicen que el otoñ o es la lespedeza.


Bueno, yo d igo que es, en el m iscanto,
su cresta cim era. 2110

El vien to de otoñ o m ece, en la ensenada


de los carrizos, las hojas del ogui;
y resuena el ánsar. 2134

¡Qué triste es la voz del ánsar que canta


de m adrugada!
¿O será que siento p o r ella nostalgias? 2137

¿ N o oyes la pega puesta en el copete


de los m iscantos del cam po de otoño?
Oye bien, m ujer. 2167

¡El m onte otoñal, el que da retoños


en prim avera,
y en oto ñ o m ezcla verde y alazor! 2177

190
Pienso en los m iscantos y las lespedezas
que y o veía al guardar m is cam pos
desde la cancela. 2221

¡Que bueno es o ír el lim p io m u rm u llo


del río M iw a,
donde croan ranas todos los crepúsculos! 2222
¡Buen o lo r de otoñ o en el pu erto angosto
de Takam atsu,
a ro m a tiza d o p o r los tiesos hongos. 2223

P o r ver el ro cío en las lespedezas


con que se adorna m i am ada el cabello,
la luna riela. 2225

Y o salí a la siega, paré en un albergue:


cayó un chubasco y caló m is mangas.
¡N o hay quien m e las seque! 2235

Las plum as que cubren las alas del ánsar


que sobrevuela,
¿dón de se m o ja ro n de gotas de escarcha? 2238

IN V E R N A L E S

La cu m bre del N ara está aún nublada:


será p o r eso que no se d errite
la nieve en m i tapia. 2316

F ría era la noche, y al a b rir la puerta


p o r la mañana,
una nieve fin a cubría la tierra. 2318
Al ir al ja rd ín p o r ve r de esperarlo,
estaba el suelo con nieve burbuja
todo m oteado. 2323

L o blanco que veo en el m onte abrupto,


¿será la nieve que anoche cayó
sobre m i refu gio? 2324

¿De qué ja rd ín es la flo r del ciru elo


que así se esparce
en noche con luna b a jo un lim p io cielo? 2325

192
CANTARES DE AMOR

C om o en prim avera se esconde en la hierba


el alcaudón,
no se ve tu casa; pero vo y a verla. 1897

Si ofren d a ra a un dios flo re s del ciru elo


en trem ezcladas con ram as del sauce,
¿p od ríam os vernos? 1904

F lorecen en Saki blancas azaleas


y yo no sé
qué es lo que de ti los chism es jalean. 1905

Aunque en añoranzas hoy logré vivir,


¿seré capaz
mañana, con brum as, de so b revivir? 1914

¿Tan to va a m o ja r tu tra je la lluvia


de prim a vera
que, si cae seis días, seis días no acudas? 1917

M i am or es más duro que hierba vernal


y se red obla más que en la caleta
las olas del mar. 1920
Aunque seas hierba que no fru ctifiq u e,
, com o consuelo m uéstram e tus flores
en cuanto germ inen. 1928

Inclu so en el río florecen las algas.


Ven siem pre, siem pre,
que no hay tiem p o alguno que a ti no te valga. 1931

M e va ld ría más vo la tiliza rm e


com o el ro cío de las lespedezas,
que penando am arte. 2254

Al ir yo a salir com o ánsar del cielo,


ella lloraba.
Y aplazando el día pasé un año entero. 2266

C om o vo z de grulla cuando ya alborea


la m adrugada,
mi pena persiste, mi qu erer aumenta. 2269

N o sabe, de lejos, que me desm orono


pensando en ella
com o las alism as caen en otoñ o. 2272

Mi am or no lo cuento aunque me desplom e


y aunque m e muera,
ni me ru b orizo com o el ruiponce. 2274

Son tantos los días que peno p o r ti


que estoy más ro jo que el m oco de pavo
que hay en tu jard ín . 2278

Soy el cañu tillo que flo ra g lo rio so


con el rocío,
pero se m archita al caer el sol. 2281

194
Y o quisiera ver con todas m is veras
a la que gana en gracilidad
a la lespedeza. 2284

El qu erer que tengo va a ser más inane


que el cañ u tillo que flo re c e al alba
y cae a la tarde. 2291

Cuando de qu ererte yo languidecía,


se levan tó el viento de otoño,
la luna caía. 2298

Aunque ya no q u iero qu erer y sufrir,


las noches frías con vien to de otoño
me acu erdo de ti. 2301

Dirán que son largas las noches de otoño.


Cuando se suelta un am or ham briento,
¡bien cortas que son! 2303

¡Si pu diera estar este alb orea r


de luna y lluvia
con la que m e quiere sin zafar su fa ja ! 2306

N o tengo yo alm a para d estrozarte


com o el torren te que en los m ontes choca
con los berrocales. 2308

Las hojas del arce en el santuario


de los pon tífices
saltan los precintos al caer del árbol. 2309

Aún no te vayas, que es noche cerrada,


y en el cam ino las sasas están
cubiertas de escarcha. 2336
Juró serm e fie l, así se esfum ara
com o los copos que cubren las sasas,
y la qu iero más. 2337

(T on ad a) Ven, entra y sal


p o r en tre las rendijas
que hay en m i persiana.
Y si m i m adre
me pregunta quién es,
le diré que es el aire. 2364

Anda, de una vez em puja esa puerta


de tala, sal y ven, y después,
¡venga lo que venga! 2519

V o y a ir p o r ver su cara risueña


con la alegría, después de esperarm e,
de que llego a verla. 2526

De q u ererte a ti con todo m i aliento,


no m e doy cuenta
ni de las m udanzas que acarrea el tiem po. 2536

¿Que qué es lo que quiere este corazón,


que ni m i m adre lo llega a saber?
¡Todos tus an tojos! 2537

D u rm iendo yo sola, no se gasta el jo y o .


Pues hasta el día que se deshilache
te espero a ti yo. 2538

¿Pasaron m il años desde que m e hablaste?


¿O yo m e eq u ivoco
y m e lo parece de tanto esperarte? 2539

196
R ecu erdo una niña de cabello co rto
p artid o en dos,
y que hierbas verdes lleva co m o adorno. 2540

Desde que en Iu k im i tuve que dejarte,


piso la tierra, pero el corazón
lo tengo en el aire. 2541

Si en la realidad no podem os vernos,


ven a m í siem pre, al m enos en sueños,
que de a m o r m e m uero. 2544

R ecu erdo sus cejas, cóm o sonreían


con la alegría de verm e llegar
de repente un día. 2546

Y o, que no qu ería d o rm ir en sus brazos


algunas noches...
N o pensé que habría de q u ererte tanto. 2547

Pienso al levantarm e, y pienso al d orm ir,


en una niña
que se fue arrastrando su falda carm ín. 2550

Tan exagerado era ya m i a m or


que sin rem ed io m e salí y m e fui
a ver tu portón . 2551

Si, de verte en sueños, ya no cabe más


lo que te qu iero,
¿qué será si log ro verte de verdad? 2553

Po r una m uchacha que he visto una vez


detrás de un seto de bellos carrizos,
suspiro m il veces. 2565

197
Dicen que el qu erer se m itiga siem pre
con la presencia.
Después del encuentro, lo que hace es crecer. 2567

Si yo a ti te he dado hasta el corazón,


d ecir que has dicho lo que no d ijiste
¿pod ré hacerlo yo? 2573

D icho con palabras, suena m uy sencillo,


pero te q u iero con el corazón,
y no es un poqu ito. 2581

N o puedo d o rm ir de rem iniscencia


de tantas noches com o te esperé,
sin que tú vinieras. 2588

¿Qué vien e después, si m uero queriendo?


Y o qu iero verte
los días que siga m i vida vivien d o. 2592

V eo en fantasía aquella sonrisa


tan de verdad
que parpadeaba con la lam p arilla. 2642

Si se cae el puente ju n to al arrozal


en O jarid a, saltaré los tram os.
¡N o sufras, herm ana! 2644

N o zigzagueando, sino en línea recta


te qu iero yo:
la que en Jida trazan con tinta y con cuerda. 2648

Se escuchó un caballo que trapaleaba,


y salí a ver, al pie de los pinos,
si eras tú quizás. 2653

198
Sin h allar a livio de tanto quererte,
en m onte Unabi, el de bella estola,
ofren d é cordeles. 1335

N o pensé yo en sueños, ni en la realidad,


que a la que qu iero desde hace ya tanto
aquí fu era a hallarla. 2601

¿Es que vo y a ser am ante fu rtiv o


p o r más edades
que en K aru los vie jo s zelkovas vo tivos? 2656

(O da) Igu al que el agua que se posa en las hojas


de los nelum bios del estanque Tsurugui
— espada am ada— , no sé en qué parará
nuestro futuro. Y aunque el sino m e dice
que debo verte, y m adre m e proh íb e
d o rm ir contigo, hasta que nos veam os
yo no te olv id o , más profun da que el fon d o
de una lím pida alberca. 3289

Detén el caballo, que el caballo beba


en Jinokum a, río Jinokum a,
y que yo te vea. 3097

V in e hasta Jatsuse, que es donde ella vive,


tierra fu rtiva,
y hollan d o roquedos; pero en fin, que vine. 3311

Aunque te diría el nom b re con que m adre


m e llam a a mí,
¡si de ti sé sólo que vas de via je! 3102

199
/
Siento que la luna se oculte en la cim a
del Futagam i,
y estar de tus brazos lejos tantos días. 2668

N iña, no m e olvides; que ni se interrum pe


el río Furu, el de Ison okam i,
ni m i a m o r que fluye. 3013

E l querer, cariño, que te tengo yo,


com o la p iérid e en el m onte espeso,
está en plena flo r. 1903

Cuando veo en Kásuga las nubes cu briendo


m onte M ikasa,
hacia tu persona van m is pensam ientos. 3209

En el m onte N ara, sin un in term ed io,


las aves cantan,
y jam ás descansa lo que yo te qu iero. 3088

M ira n d o y m irando, m iro hacia tu tierra.


N ube, no escondas la sierra de Ikom a,
aunque aquí m e lluevas 3032

C om o está en Ikáru ga el estanque Ióruka,


a ti te cargan cosas que no has hecho,
y paso congojas. 3020

N o vin e derecho, que pasé p o r K ose


a rrem etien d o con las pasaderas,
pasando pasiones. 3257

1 E ste poem a vuelve a ap are cer tal cual en la o b ra C a n ta res de


. Ise, de m ed iad os del siglo x, traducida al castellano en esta m ism a
colección H ip erión (v e r episodio 23).

200
Aunque no estuviera el guarda ju rado,
¿quién va a atraverse a toca rle al cerco
que tú has coloca d o? 402

La d e jé en terrada en m on te Jikide,
y al rec o rd a r la senda del m onte,
quisiera m orirm e. 215

A qu ella rapaza que dentro de un claustro


de Tach ibana se acostó conm igo,
¿se peina ya alto? 3822

H ijo , si hay estorbos, nos m etem os ju ntos


en el alcázar del m onte Jatsuse.
N o pases apuros. 3806

M ientras en Jatsuse no se pare el río


con que se ciñe el dios de M im oro,
yo a ti no te olvid o. 1770

D eja ré de am arte con toda m i alm a


cuando en las aguas del río Jatsuse
espum a no salga. 1382

¡Qué fresca y qué jo v e n está con guirnaldas


de yed ra fin a!
¡Qué lim p io el m urm u llo que el río Iza alza! 1112

Con a m o r más hondo que el fo n d o del m ar


a rrastré el tra je tanto en Su gajara
que llegué a alisarla. 4491

N o puedo aguantarm e más tiem po sin verla,


y vo y cruzando la sierra de Ikom a,
hollando roquedas. 3590

201
i
P á ja ro cu clillo del bosque de Iw ase
en Kannabí:
no me cantes tanto, que crecen m is males. 1419

La gente lo llam a el m onte de Kose


sin qu e oses tú cru zarlo hasta aquí.
¡Falso tiene el nom bre! 1097

202
CANTARES VARIOS

N o sé qué pasó en la antigüedad,


¡pero hace tanto que no veo al Kagu,
m onte celestial! 1096

¡Qué en vidia le tengo a aquellas muchachas


porqu e nacieron sirvien d o en la Corte,
la de F u yiw ara! 53

(T on ad a) ¿M ueren los m ares


donde pescan ballenas?
¿M ueren quizá los m ontes?
Sí que se m ueren:
los m ares se retiran,
los m ontes se m architan. 3852

Aunque se sucedan los días y meses,


la real villa del m onte M im o ro
durará p o r siem pre. 3231

(O da) ¡Los altos m ontes, y con ellos, el m ar!


Que siendo m ontes, siguen so b revivien d o;
y siendo m ar, perm anece tan firm e.
El hom b re es com o flo r: efím e ro es el hom bre. 3332

203
M e te jí un paraguas corta n d o los cárices
que hay en Sakinu.
Esperando usarlo, los años transcurren. 2818

Al atardecer, cruzan los lavancos


el m onte Tátsuta,
que se ha puesto ro jo de tantos chubascos. 2214

Si estu viera el h ijo del sol a lticlaro,


no se asolara el palacio b ello
del ja rd ín del lago. 173

C om o si d ije ra que tod o en la tierra


es baladí,
la luna b rilla n te crece co m o mengua. 442

El E m p erad or, siendo que es divino,


en un pantano donde triscan patos
su C orte se hizo. 4261

¿Antaño tam bién se a lborozarían


al escuchar
este río Furu y ru ram bla lim pia? 1111

Si soy tu vasallo, bien vale viv ir,


porqu e he nacido
cuando cielo y tierra llegan al cénit. 996

¿H ay más dignidad que seguir sirvien d o


al gran M icad o
hasta que se vu elva nieve m i cabello? 3922

¡Qué abandono sufre la C orte de Nara,


donde en o toñ o se ve el r o jo arcedo
del m onte de Kásuga! 1604

204
Jamás en m il siglos, m ientras en los cam pos
de T a k a m ato repte la pueraria,
o lv id o al M icado. 4508

¡V am os, com pañeros, no hagáis zafarran chos!


C ielos y tierra son los que sostienen
la insular Iam ato. 4487

C onozco el estanque que está en Katsum ata,


y no hay nelum bios,
com o a ti, que m ientes, no te sale barba. 3835

¡Que llu eva del cielo, y veré las gotas


que perm anecen sobre los nelum bios
y parecen joya s! 3837

Ahora he sabido que este m undo es vano:


después de ver
la C orte de N ara irse desolando. 1045

P o r más que haya visto el m onte de Sajo,


al v e rlo ahora, me gusta este m onte.
V ientos, no tocarlo. 1333

Se va desolando la C orte de N ara


de mis am ores.
Cada vez que salgo, crece m i nostalgia. 1049

Los claros rem ansos del río Ioshino,


que no esperaba ver p o r m ucho tiem po,
hoy los tengo vistos. 1103
CANTARES LEVANTINOS

En el M a niosh u aparecen más de 200 cantares escritos


en el rudo d ialecto del Levante. Las diferen cias con la
lengua de la C orte son m ínim as, y se reducen a a ltera­
ción de algunas vocales, variantes en algunas form as de
flexión verbal y em p leo de vocablos locales.
P o r tratarse de un dialecto de hom bres de fron tera,
he d ecid id o hacer la traducción al castellano em pleando
el len gu aje hablado más general en los pueblos hispano­
am ericanos, con sus contracciones, elipsis y localism os,
características que tam bién se dan en algunas regiones
españolas.

G rita el m arin aje que boga sus barcas


en la bahía de M am a en Kazúshika:
habrá m arejá. 3349

T en go buenas sedas de orugas que mascan


las m oreritas de sierra Tsukuba;
p re fie ro tus naguas. 3350

¿Será que ya nieva en sierra Tsukuba?


¿ N o lo será?
¿será que mi china tiende al sol su m uda? 3351

207
Cuando yo m e vea cu bierto en la niebla
del m onte Fuyi,
¿en qué dirección llora ré p o r ella? 3357

L o que te gocé, un tris fue no más.


L o que te quise,
un alud del Fuyi tronando en la nava. 3358

Se me fue a Ia m a to p o r m onte Ashigara,


entre los claros que dejan los cedros
dentro del pinar. 3363

Si en m onte Jakone fleos has sem brao,


y ya dan fru to,
m ira con qué flem a me dejas plantao. 3364

Igual que el ba rqu ito hecho en Ashigara


se va a cien islas,
sus o jos se alejan, pero no su alma. 3367

Aunque yo te quiera con la violen cia


de la cascada
que en Tsukuba jace retu m bar las peñas... 3392

T em b la n d o en la cuesta que hay en Ashigara,


yo declaré
mis cavilaciones de noche nublá. 3371

Mis anhelos son tan innum erables


com o en Sagam u, en playa Iorog u i,
son los arenales. 3372

Desde aqu ella noche que tom ara vuelo,


faisán de un h oyo de cam po Muzashi,
no he visto a m i dueño. 3375

208
Aunque te haga señas, jam ás te sonrojes
con el c o lo r
que en M uzashi tiene la flo r tra ctilod e 3376

¿Qué quieres, qu erido, que diga de ti?


S oy flo r del cardo de cam po Muzashi,
y sé persistir. 3379

¿ V iá segir llora n d o y dando alaridos


com o el colqu ín
del m onte Tsukuba, sin verm e con tigo? 3390

Detrás del Tsukuba se ve el m onte A sh ijo,


y en ti no veo ni m ota ni m aca,
p o r más que m e fijo . 3391

¿V a a ser tod o verte com o ave que trisca


entre el fo lla je del m onte Tsukuba?
¡Si ya has sío m ía! 3396

C am ino reciente es el de Shinano,


y los tocones te van a pinchar.
H ijo , ven calzao. 3399

Del río Chigum a, que en Shinano está,


igual que perlas cogería guijas,
si tú las pisaras. 3400

¡Si yo la p illara a orilla s del río


T a d o ri de Odo, en K am itsu keno,
ella y yo solitos! 3405

1 En el original, «u k e ra » (A tractylodes japón ica).


H asta que se vea com o el arco iris
sobre el azud
de ocho pies de Ik a jo , ¡d o rm ir y d o rm ir! 3414

Rayos, no tronéis sobre el m onte Ik a jo :


no os lo d igo porqu e a m í m e im porte.
P o r ella os lo encargo. 3421

El vien to en Ik a jo sopla algunos días,


y otros no sopla.
S ólo m i qu erer no con tem poriza. 3422

C om o el ja b a lí que yace en los cerros


en Adatara,
viá estarm e yo aquí. N o dejes el lecho. 3428

Igu al que a los guaos que hay en W aikake


en Ashigari,
ponm e en tu resguardo, por más que me guarden. 3432

Del pozo en la posta de raudos caballos


de cascabeles,
dam e de b eb er con tus propias manos. 3439

N iñ a que en el río lavas las verduras:


tú y yo tenem os sendas criaturas;
dame, pues, la tuya. 3440

Cuando cam inaba sin ná que sentir,


vi en los ribazos los sauces en flo r:
m e acordé de ti. 3443

P o r más escalonas que c o jo en cerritos


de K ijatsu ku , no se llena el cesto.
Cógelas conm igo. 3444

210
¡Que dure tu vida hasta que los m ares
cubran la cum bre de Ona, la que cubren
las flo re s que caen. 3448

Un h om b re de Okusa y un m acho de Ogusa,


si se com paran com o dos falúas,
el de Ogusa triunfa. 3450

Si m e añoras, ven, que de pie te espero


ram oneando,
así se m architen los sauces del seto. 3455

Tú, cuando en la C orte supersoleada


busques regazos de hem bras de Iam ato,
¿m e irás a o lvid a r? 3457

M i m ano agrietada de m oler arroz,


¿la cogerá
llora n d o esta noche m i jo v e n señor? 3459

¿Quién es que aporrea la puerta en m i casa,


yo haciendo ofrendas, mi m arid o fuera,
la puerta vedá? 3460

¿Que qué viá hacer yo después de acostarm e


y desceñir tu orm esí de K om a,
preciosa a raudales? 3465

Cuando traqu etee la contraventana


de ced ro y tala, y te abra la puerta,
entra hasta m i cama. 3467

¿Pasaron m il años desde que te vi?


¿O tal vez no?
¿O m e lo parece de esperarte a ti? 3470
Cuando viá d o rm ir siqu iera un ratito,
vienes en sueños,
y siem pre m e jaces so lloza r a gritos. 3471

Al salir cru jían hasta las raíces


del bam budal.
¿En qué dirección m i qu erida gim e? 3474

Del E m p era d or acaté la orden,


m e separé de los brazos de ella,
y salí de noche. 3480

C om o em puño el arco yo te viá agarrar,


y si m e dices que tengo rivales,
te viá apretar más. 3486

E l sauce llorón se tala y retalla.


P ero si un hom b re se m uere de am or,
¿qué rem ed io le hallas? 3491

A rra igu e o no arraigue el sauce llorón


ju n to a la alberca que hay en la albarrada,
en ti a rra igo yo. 3492

Y o te esperaré, y nos lia rem os


tarde o tem prano
com o las pasanias 1 en aquel otero. 3493

R ío arriba, juncos de blancas raíces.


D orm im os juntos, felices, felices.
Y la gente dice. 3497

1 V e r nota página 37.

212
O rillan d o tierra, co rto yo las juncias,
y co rto juncos, pero la juncal
no m e arru lla nunca. 3499

Las eritro rriza s arraigan sin fin,


y a esa cetrina y esqu iva guaricha
la agarro sin fin. 3500

Aunque el p o ta m ó g e n o 1 que brota en las m ielgas


del g a jo de A ja, si jalas, se a flo je ,
no atajes tus letras. 3501

Y tú que decías que p o r qué rom per,


si ni la nube abandona al m onte
al atardecer. 3513

C om o a la alta cu m bre la cubre la nube,


te viá cu b rir
en la certid u m b re que eres alta cum bre. 3514

Si acaso olvidaras hasta m is facciones,


m ira la nube que desborda el pu eblo
y se va a los m ontes. 3515

E l p á ja ro cuervo, tan atolon drado,


aunque no vienes a cu m p lir la cita,
está crascitando. 3521

C om o en M ikukuno nanea el lavanco,


vaneo al ñudo, pero de d orm ir,
de nones estam os. 3525

1 E n el original, «ta w a m iz u ra » (Potam ogeton Francheti).

213
C onejos en T o ia sí que levanté;
pero m e riñe la m adre 'e la niña
que nunca acosté, 3529

Después de ven ir adrede pa verla,


m e ahuyentan de ella
com o al ja b a lí que está en su m oheda. 3531

Cuanto a ti me arrastran las querencias mías,


m e im p orta poco que el p o tro renquee
com o agachadiza. 3533

M i p o tro castaño rem olon eaba


en la cancela,
al verm e salir m i china de casa. 3534

Esta niña garla que tó está tan fijo


co m o el azud del ju n car de Tsuru.
P ero no ha dorm ío. 3543

Te espero en un río donde el sauce flora ,


pero no saco aguas cristalinas,
que allano las hoyas. 3546

C om o la ram ulla se arrim a al rabión,


a esa ch iqu illa tan fenom enal
se le arrim an todos. 3548

N o te huyo y m a jo p orqu e se m e antoja;


estoy que bullo co m o el o lea je
p orqu e du erm o sola. 3550

A la habitación donde está acostá,


com o la gota que cala las peñas
en traré a arru llarla. 3554

214
Más jo llín levanta la que no m e du erm e
que en M akuraga, en el m uelle K oga,
m eten los bueceyes. 3555

Si el am or me mata, culparán a un dios


sin reparar
que la culpa ha sío de mi corazón. 3566

Cuando la neblina cubra las m illacas


y se oigan patos en la tarde fría,
sentiré añoranzas. 3570

¿En qué estás pensando? Cuando abra sus pétalos


en A yikum a la flo r del d a fn ífilo ',
quizás haya viento. 3572

(E s cantar de un tercero que anim a al amante, vacilante por


la poca edad de la am ad a.)

F lo r del ca rricillo , ergu ida en las dunas


de M iiash iro:
no te exhibas tanto, que te q u iero oculta. 3575

Cuanto más me pongo el tra je teñío


con cam alotes de m i sem illero,
de él más me encariño. 3576

1 E n el original, «iu z ú ru ja » (D ap h n iph vllu m m acropod um ).

215
INDICE

Págs.

Presentación 7
Prim era Parte: P O E M A S D E A U T O R IA E S T A B L E C ID A 29

P r im e r p e r ío d o (630-672) 31
E m p e ratriz Iw a n o jim e 32
E m p e ra d o r Iú riak u 32
E m p e ra d o r Y óm ei 33
E m p eratriz K uguiok u 33
E m p e ra d o r Tenyi 34
E m peratriz Iam ato 34
Príncipe Shótoku 35
Princesa N u k a d a 35
Príncipe A rim a 37
K am atari de Fu yiw ara 37

S e g u n d o p e r ío d o (672-710) 39
E m p e ra d o r Tenm u 40
E m p eratriz Y itó 40
L a anciana Shii 41
Príncipe O m i 41
Príncipe Shiki 41
Príncipe Otsu 42
Príncipe T oneri 43
Príncipe Jozumi 43
Princesa O ku 44
Princesa Tam ochi 44
J itom aro de K akinom oto 44
K u ro jito de Takechi 79
M iiuki de ó to m o 81
O k im aro de N a g a 81
Señora Ish ik aw a 82
O tom aro de O sakabe 82
Sam i de M ikata 82
La esposa de Sam i de M ikata 82

217
Págs.
Señora Toyi de Fuki 83
Iosam i, esposa de Jitom aro 83
Señora Ishikavva 83
Seis vasallos del príncipe K usak abe 83
T a ru jito de K am o 84
Señ o r Ishikavva 85
Señ o r Taguchi 85
Otari de Jata 85
M anzei de Sam i 85
M iogun de Kon 86
Señora Abe 86
U na joven de Jitachi 86
M im ishi de Janishi 87
Iotsuna de Ótom o 87
M iiori de Ó tom o 87
O iakem e 87
T o b ira de Ato 88
O k am aro de A m ano-Inukai 88
Un bonzo del tem plo G an gó 88

T e r c e r p e r ío d o (710-733) 89
Emperatriz. Guenm ió 90
E m peratriz Guenshó 90
E m p e rad o r Shom u 91
E m peratriz K om io 92
Príncipe Takechi 93
A kajito de Iam ab e 93
O ku ra de Iam an oe 97
T abito de Ótom o 111
M ushim aru de T ak ajash i 118
K an am u ra de K asa 125
Señora de K asa 127
Señora Sakanoe 128

C u a rto p e r ío d o (733-760) 135


E m peratriz Koken 136
E m p e rad o r Y unnin 136
Príncipe lu ja r a 136
Príncipe Aki 137
Príncipe Ich ija ra 138
Príncipe N agaia 138
Princesa Jirok aw a 139
Princesa Takata 139
Príncipe T ak am iia 139
Princesa K um e 140
Iakam ochi de ó to m o 140

218
Páns.
Iak am o ri de N akatom i 177
Chigam i de Sano 179
L a hija de Sakanoe 180
Señora de Ki 180
M urayi de N akato m i 180
M a jito de Takiyi 181
Jirotsugu de F u yiw ara 181
U na hija de T am u ra de Ótom o 181
M oroai de Fuyii 181
Iátsu ka de Fu yiw ara 181
Toshitari de Ish ik aw a 182
M ajito de Fum uia 182
C antares de gu ard afron teras 182

S egunda parte: P O E M A S A N O N IM O S 185

Cantares a la naturaleza 187


Cantares de am o r 193
Cantares varios 203
C antares levantinos 207

219

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