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Ciclo de Licenciatura en Turismo Sustentable

Materia/Seminario: Recursos Culturales II

UNIDAD V. CLASE 5

La dimensión social de patrimonio en la región de cuyo. Especialización vitivinícola y oasis


de vida

Autor: Lic. Yesica Amaya

En esta clase se presenta un recorrido por la historia de la Región de Cuyo desde el


periodo prehispánico con la cultura de los Huarpes, en este apartado se desarrolla:
la cultura de los pueblos aborígenes de la región, en particular los Huarpes, la
importancia del agua y los sistemas de riego como rasgo cultural, y la integración
con el área andina. Luego se profundiza en el periodo colonial, a partir de las
continuidades y rupturas entre el periodo prehispánico y la colonia. Se aborda
también la conformación de circuitos económicos y la estrecha relación entre el
Pacifico, Buenos Aires y Córdoba. Para esta parte se propone leer el artículo
“Indios, españoles y mestizos en tiempos de la colonia en Mendoza (Siglos XVI,
XVII, XVIII)”. En la tercera parte de la clase se presentan los inicios del periodo
independiente, las consecuencias de las Guerras de independencia, y la
desestructuración y rearticulación de los circuitos comerciales. Paralelamente se
expone el análisis de un caso específico: La familia González, a partir del texto de
Beatriz Bragoni. Finalmente se profundiza en la especialización vitivinícola de la
región, en la implementación del cultivo de la vid, en el rol de la Fiesta de la
Vendimia, y la “Invención de la Tradición”, y en la dimensión patrimonial y
turística de la producción vitivinícola. Para esta última parte es importante la
lectura de los capítulos: “La más bella de los viñedos. Trabajo y producción en los
festejos mendocinos, 1936- 1955”, y “Patrimonio de la producción vitivinícola de
San Juan, casos bodegas López Peláez y Del Bono.”

A modo de introducción

Los bienes culturales que hoy se pueden distinguir en la región de Cuyo, son el
resultado de complejos procesos históricos. Dichos procesos serán los que se

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desarrollarán a lo largo de esta clase. Los “vestigios del pasado” y los “lugares de la
memoria” son el resultado de contextos históricos particulares y de tramas de
significación que configuran la identidad cultural de la región cuyana, manifestada
en actos y artefactos que el ser humano produce, transmite y transforma a lo largo
del tiempo.

Al mismo tiempo, será posible y necesario repensar aquellos rasgos que el turismo
destaca actualmente a la luz de las nociones propuestas en la asignatura. Así es
posible plantear: ¿cuál es la visón que predomina de la región de cuyo?, ¿qué rol
tiene y tuvo a lo largo del tiempo la vitivinicultura? ¿Podremos hablar de una
identidad impuesta o construida en torno a la importancia del cultivo de la vid? Y
por último, ¿qué elementos la memoria tendió a preservar y destacar a lo largo del
tiempo? ¿Qué proceso y coyunturas históricas determinaron la “especialización
vitivinícola de la región?

En esta clase, al desarrollo de los principales procesos históricos que atraviesan a


la región, se suman algunas reflexiones que intentan dilucidar como los hombres
han otorgado valores diferentes a los objetos del pasado, y en qué medida se han
asimilado o no a la memoria. A partir del análisis de Josep Ballart1, es posible ver
como en cada momento histórico, los hombres han procurado preservar el
patrimonio del daño y la destrucción para su aprovechamiento, que no implica
necesariamente una utilidad práctica inmediata, pero que tiene un calado
profundo porque hunde sus raíces en el tiempo.

Los bienes materiales e inmateriales, que siguen ahí desafiando el paso del tiempo,
dan cuenta del pasado y son resultado de procesos vividos y percibidos por
sociedades o grupos sociales, en el proceso de satisfacer sus necesidades y deseos
derivados de la interacción con el medio, el ser humano ha establecido diferentes
relaciones con el entorno natural en función de las circunstancias. “Las
civilizaciones humanas han tendido, a ampliar el espacio ocupado; lo han
transformado físicamente y lo han llenado de creaciones artificiales, esto es, de

1 J. Ballart, El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso. Barcelona, Ariel, 1997.

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objetos. De esta manera el espacio (como la región de Cuyo, que aquí se analiza) se
asocia naturalmente a las perspectivas de reproducción, permanencia y progreso
de la humanidad, juntamente con los productos que el ingenio humano va
depositando sobre el mismo.”2

Al orden que se propone para el análisis de los recursos culturales de la Argentina,


correspondiente a lo prehispánico, la conquista y la colonización, el período
independiente, y finalmente el siglo XX, se suman algunas reflexiones sobre el rol
del paso del tiempo y la memoria a partir de lo que cada grupo humano preservó y
olvidó.

El Período Prehispánico: la cultura de los Huarpes

Según la etimología indígena, Cuyo significa “desierto de arena y piedra”. Tal como
el término lo indica la región de Cuyo se caracteriza por poseer un ambiente seco,
que contrasta con la presencia de imponentes oasis. Las diferentes etapas en la
historia de Cuyo, dan cuenta de complejos procesos por superar las dificultades de
un ambiente seco que cuenta con la “bendición” aportada por los deshielos
cordilleranos.

La significación histórica de los oasis, se evidencia desde un principio del proceso


de ocupación del territorio. La zona cuyana, es una región extremadamente seca
donde la presencia de cursos de agua o vertientes, determinan la formación de
verdaderos “oasis”. Los valles de altura occidentales, tienen abundantes pasturas
en verano, pero su aprovechamiento es estacional pues las intensas heladas no
permiten la instalación humana durante el invierno. Los valles orientales, más
bajos, posibilitan el aprovechamiento invernal de pastos que crecen a expensas de
las lluvias del verano y del asentamiento de sociedades que dominan el regadío.
Esta región fue escenario de prácticas trashumantes entre los valles altos y bajos,
patrón compartido con los grupos transandinos que aprovechaban los mismos
valles de altura en la época estival.

2 Ibídem. pp. 32. (Paréntesis agregado).

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Esto dio lugar a un espacio de contacto recurrente y de gran antigüedad entre


diferentes grupos socioculturales asentados a ambos lados de la cordillera. Los
movimientos de población entre uno y otro lado de la cordillera datan del período
pre cerámico, y su consolidación como epicentro del intercambio de productos y
de población ocurre con la llegada de los Incas a la región, que establecen una red
de caminos y albergues o tambos situados a su vera como veremos más adelante.
Estos intensos contactos persisten y se mantienen en la larga duración da la
historia, y permiten pensar como la región es un espacio vivido y que se
transforma constantemente con la acción del hombre.

Las huellas más concretas del pasado, corresponden a grupos étnicos que
transitaron desde la caza y recolección hasta una incipiente agricultura que tiene
su inicio en los siglos III y IV AC. El inicio de la agricultura, y por consiguiente de la
vida sedentaria, fue posible por la existencia de rudimentarios sistemas de riego. Al
momento de la conquista española, los grupos que habitaban la región
correspondían a diferentes etnias con un extenso arraigo en la zona. Ellos eran los
capayanes, que se ubicaban al norte de San Juan, los peuelches al sur de Mendoza, y
los más representativos de la región, los Huarpes. Su área de instalación era
amplia, desde el Río Jachal en San Juan, hasta el Diamante en el sur de Mendoza, y
desde la cordillera andina hasta San Luis.

En el siglo XV, los Huarpes se hallaban en pleno proceso de aculturación con la


cultura andina. Proceso que se había iniciado fuertemente durante la existencia de
la cultura andina de Chavín de Huantar. Es decir, que al tradicional conjunto de
elementos culturales que por tantos años poseyeron, se suman elementos nuevos
procedentes de la civilización andina. Así al llegar a Cuyo los españoles
encontraron grupos que llevaban una vida más o menos sedentaria, cultivaban el
suelo, vestían la clásica camiseta andina y poseían cerámica policroma de carácter
ceremonial.3

3Salvador Canals Frau, Las poblaciones indígenas de la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana,
1953, p. 378.

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El Imperio Incaico extendió su influencia hacia la región cuyana desde la década de


1470. Según Canals Frau, la influencia de los elementos incas se manifiesta en la
construcción de canales de irrigación. Sin embargo, la utilización racional del agua
tiene antecedentes mucho más antiguos que se arraigan en la tradición de los
aborígenes de Cuyo.

La dominación incaica en la región cuyana, tuvo características similares al


proceso desarrollado para el caso del noroeste Argentino. El dominio consistía en
una “coexistencia pacífica”, cuyo objeto principal, en el caso de Cuyo, era el
funcionamiento de los caminos que aseguraban la comunicación con Chile. En San
Juan y el norte de Mendoza su presencia es señalada por su red de caminos y los
albergues o tambos (tampu) situados a si vera. Otro de los signos notables de
presencia incaica se dan en la cordillera y está dado por los llamados santuarios de
altura, que se escalonan desde el sur de Perú hasta el centro de Chile: templetes
pircados, a veces rellenos y a veces en forma de simples rectángulos, en ocasión
con un enterratorio de un individuo joven sacrificado ritualmente, en cumbres o
pre cumbres de más de 5000 metros.

Tal como afirma Schobinger4, el dominio en la región desapareció súbitamente


cuando en 1533 se desmoronó la estructura imperial. Las culturas aborígenes
locales continuaron por tres décadas funcionando de manera independiente de la
nueva dominación española que se estaba asentando en el territorio. Pero, con la
fundación de Mendoza en 1561 y de San Juan en 1562, comienza una nueva etapa
en la historia cuyana.

En las sociedades aborígenes, como la de Cuyo, donde el equilibrio con el medio


requiere poca inversión de energía y esfuerzo en la producción de medios
artificiales de lucha contra el entorno, se producen muy pocos objetos, y por lo
tanto dejan pocas evidencias como legado material. En sociedades donde “el
tiempo no cuenta” la relación naturaleza-cultura es de comunión o simbiosis y no

4Juan Schobinger: “Las Tierras Cuyanas”. En Nueva Historia de la Nación Argentina. La Argentina
Aborigen: conquista y colonización. Academia Nacional de la Historia. Tomo I. Buenos Aires,
Planeta, 1999.

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tanto de oposición. En ocasiones la identidad pasado-presente se relaciona con


formas o estructuras precisas pertenecientes al reino mineral o vegetal situadas en
lugares concretos, que se adornan con manifestaciones del espíritu.

En relación a esto, se podría pensar que los canales de riego, que datan del período
preincaico, son un ejemplo de la cultura material tangible que tiene también una
expresión intangible, que ha llegado hasta el presente a través del rescate
arqueológico, en su expresión material, y del rescate por medio de la memoria, que
tiene su expresión en el plano inmaterial. Hacemos hincapié en este aspecto,
porque consideramos que las sociedades indígenas de la región, arraigadas en una
extensa tradición basada en la utilización racional del agua, constituye un
antecedente para otros grupos sociales, y puede ser destacado por los circuitos
turísticos como un rasgo identitario de la región.

En sociedades como la Huarpe, “… mito e historia son dos nociones que no se


diferencian bien, al contrario de lo que sucede en las sociedades más
evolucionadas materialmente. Es este el dominio de la conciencia del tiempo que
perdura, que funciona bajo la apariencia de un presente eterno que hace
prescindible la misma noción de paso del tiempo (…) el pasado es aquí una parte
del presente que se vive intensamente de una forma espiritual o mental, y eso
sucede así, entre otras cosas, porque no hay cultura material que haga presente
físicamente el pasado en el espacio del momento vivido.”5

El Período Colonial

Al momento de la conquista española, los territorios ocupados por las actuales


provincias de San Juan, Mendoza, parte de la Rioja, y la zona paralela ubicada en
Chile, era una sola jurisdicción incaica que incluía a los Huarpes como un grupo
entre varios. En este espacio se observa claramente la relación este-oeste, ya que
se dieron contactos frecuentes entre los pueblos de las distintas “franjas”. En esta
tradición de contactos se arraigan las relaciones pacíficas de los Huarpes con los

5 J. Ballart, Ob. Cit. p. 33.

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primeros españoles que llegaron a Chile. Esto ocasionó en parte, que los pueblos
quedaran bajo la jurisdicción de Chile y que en su mayoría fueran trasladados
hacia esa zona.

La fundación de las ciudades cuyanas, después de la conquista de Perú, recibe el


impulso que surge a raíz de disputas jurisdiccionales que generan el
establecimiento de la capitanía de Chile y desde allí la fundación de Mendoza y San
Juan.

Las autoridades de la gobernación de Chile hicieron efectiva la ocupación de la


región a partir de 1561, aprovechando que la población indígena huarpe era
pacífica y capaz de proveer mano de obra que era escasa. Por consiguiente el grupo
social cuyano estuvo conducido por los encomenderos y propietarios de Chile que
supieron aprovechar la situación geográfica de la región como paso hacia Chile.

Durante los primeros veinte años de su existencia, la sociedad colonial de


Mendoza y San Juan solo tuvo comunicación con Chile; recién en 1580 comenzó a
transitarse la ruta a Córdoba, y en los primeros años del siglo XVII se descubrió el
camino directo a Buenos Aires.

A partir de entonces, Buenos Aires estaba vinculado a través de Mendoza con Chile,
este vínculo comercial que se consolido en el siglo XVII, tiene sin embargo sus
raíces en la tradición aborigen, tal como se expresó anteriormente. Según J. Pinto
Rodríguez6, la llegada del europeo no interrumpió el proceso de comunicaciones
que se había desarrollado, más bien, el circuito de la economía colonial que se forja
en el siglo XVII, coexiste y se complementa en muchos casos con las redes de
intercambio indígena.

En este período, los vinos y aguardientes de Catamarca y La Rioja abastecían al


consumo local y ocasionalmente llegaban a mercados regionales cercanos. De la
misma manera, en la región de Cuyo, la viña se constituyó desde los primeros

6J. Pinto Rodrigue (ED): Araucanía y Pampa. Un mundo fronterizo en América del Sur. Chile,
Editorial Universidad de la Frontera, 1996. Introducción.

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momentos de la colonización española en su principal fuente de riqueza. Los caldos


elaborados en Mendoza y San Juan encontraban los mercados para sus excedentes
en Córdoba, Tucumán y Buenos Aires, pero raramente alcanzaban a los más lejanos
del espacio Perú. Para fines del siglo XVI y principios del XVII los vinos mendocinos
ya habían desalojado de Buenos Aires a los paraguayos.

Desde principios del siglo XVIII se inicia el proceso de reorientación de la


economía colonial desde el pacifico hacia el atlántico, y se consolida en 1776,
cuando las Reformas Borbónicas (a las cuales se hizo alusión en la clase Nº 2)
designan la creación del Virreinato del Río de la Plata. Por entonces, Cuyo fue
incorporada a la nueva entidad política, es evidente que no se trató de una decisión
precipitada, ya que desde principio de esa centuria la región había incrementado
su relación comercial con el eje Buenos Aires-Potosí, y en 1716 llegó a solicitar su
segregación del Reino de Chile para incorporarse a la Gobernación de Tucumán. A
partir de la creación del Virreinato del Rio de la Plata, Cuyo en conjunto paso de su
dependencia de Lima a través de la capitanía de Chile a depender de Buenos Aires.
De la tradicional organización hispánica con enfoque en el Pacífico se pasó a las
novedades del Atlántico. Los primeros años después de la fundación, cuando no
estaba todavía claro cuál sería la forma definitiva que la Corona iba a adoptar para
este virreinato, Mendoza, a través de su Cabildo, se dirigía directamente al Virrey
de Buenos Aires para todo asunto de gobierno y seguía con su corregidor como la
autoridad representante de la Corona.

Finalmente, Cuyo es incorporada a la intendencia de Córdoba del Tucumán, en


agosto de 1783, desde entonces y hasta el proceso de independencia, la región de
Cuyo no modificó su orientación económica. Los vinos y aguardientes de Mendoza
y San Juan dependían casi exclusivamente del gran mercado en que se había
convertido Buenos Aires, y de los más pequeños de Córdoba y Santa Fe. En esta
época los caldos cuyanos solo ocasionalmente y en cantidades ínfimas llegaban a
Potosí.

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En forma paralela a este circuito comercial existía otro activo comercio con base en
la ganadería. Cuyo se había conectado muy directamente con el área del pacífico
funcionando como lugar de engorde del ganado adquirido en las provincias
vecinas, antes del cruce de la cordillera. El intercambio con Chile era hasta
avanzado la segunda mitad del siglo XIX un elemento central de la economía de la
región, y en cuyo funcionamiento la sociedad nativa desempeñaba un rol
destacado.7

Retomando el análisis de Joseph Ballart, se puede plantear cual fue el rol de la


memoria en la sociedad conquistadora y colonizadora. El proceso de hacer efectiva
la conquista de América siguió en general un modelo común, caracterizado por la
fundación de ciudades, la utilización de la población aborigen como manos de obra,
la evangelización y la extracción de recursos. El mundo europeo trajo consigo un
nuevo universo de ideas y percepciones, que significo en ocasiones la existencia de
tramas de significación que entraron en conflicto, por momentos coexisten y en
ocasiones se complementan.

Para hacer efectiva y “definitiva” su dominación en el plano terrenal y celestial,


debieron extirpar la religión nativa, borrando las huellas de sus dioses “paganos”.
La evangelización fue de la mano de la misión de civilizar, este proceso requería así
mismo eliminar los rasgos que permitían dudar de la dignidad de hombres de esos
seres, por ejemplo como vestían, como se alimentaban, etc.

Civilizar, para el mundo europeo era sinónimo de vivir en ciudades, es por ello que
la fundación de ciudades es el primer indicio de la presencia española en el
territorio americano. Simultáneamente o en forma posterior llega al territorio el
mensaje evangelizador que se materializa en la construcción de Iglesias y
parroquias. Así ocurrió en la región de Cuyo, donde la civilización y evangelización
supusieron eliminar el pasado indígena y construir sobre sus ruinas una nueva
sociedad, donde la presencia de lo material adquiere una función primordial, que

7S. Bandieri, “Áreas andinas y relaciones fronterizas: un ajuste de periodización.”, en J. Pinto


Rodríguez (ED), Ob. Cit.

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se evidencia en el trazado urbano de las ciudades hispanoamericanas donde las


iglesias ocupaban un lugar central dentro de su fisonomía.

Sin duda, se puede concluir que la conquista y colonización de América, y de la


región de Cuyo en particular, constituyó un proceso que consiente e
inconscientemente negó el pasado aborigen, situación que se reforzó aun más
luego de la independencia de los territorios latinoamericanos, y a raíz de la
construcción del Estado Nación en el siglo XIX.

Inicios del Período Independiente

La Revolución de Independencia, inaugura una nueva etapa en la historia de la


región cuyana. En Mendoza en particular, la dimensión de estos cambios pueden
en parte comprenderse recordando qué: Mendoza había sido parte del Reino de
Chile durante más de 200 años, y del Virreinato del Río de la Plata solo los últimos
treinta y cuatro años. Este dato permite dimensionar el tironeo que sintió el grupo
dirigente de Mendoza por obedecer a la tradición (la mirada al pacifico) o a las
novedades que llegaban desde Buenos Aires, o sea, las nuevas ideas y prácticas que
venían desde el Atlántico.

La revolución trae consigo la guerra, y la destrucción de las riquezas, el derrumbe


de la economía y la desarticulación de los circuitos comerciales. La situación de
Cuyo fue particular porque la región se constituyó en base del Ejército del Norte y
escenario de conflictos por la independencia. En realidad tal como afirma T.
Halperín Donghi, la guerra más que el cambio del régimen comercial, afectó en la
primera década revolucionaria a los sectores productivos del ex Virreinato del Río
de la Plata.

Si las guerras revolucionarias de la década de 1810, desarticulan la economía y los


circuitos comerciales forjados en la colonia, el ’20 marca el inicio de un incipiente
rumbo económico que ocurre paralelo a las rivalidades políticas. “El proceso no es
fácil ni placentero, pese a las mutilaciones brutales que sigue imponiendo a una
estructura económica y social que se parece cada vez menos a la colonial (…) Sin

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embargo, en el interior una reconstrucción económica en tono menor, vinculada


con la reapertura de la comunicación con Chile, y desde 1825 de la ruta peruana,
permite retornos a una modesta prosperidad, en Mendoza…”8

En el interior, como en la región cuyana, la guerra había significado el aislamiento


de áreas que en la última etapa colonial habían funcionado como intermediarias
mercantiles y de transporte entre Buenos Aires y Chile. Desde 1817 Chile había
vuelto a ser liberado, ello significaba que el acceso al mercado trasandino volvía a
abrirse; significaba también una transformación de la economía chilena, ahora
Valparaíso era el principal puerto del Pacífico sudamericano. Ello sin duda
estimulaba las exportaciones mineras y ganaderas de Chile, y con ello acrecentaba
las posibilidades del hinterland argentino. A lo largo de la década del ’20 surgió un
comercio de exportación hacia el oeste de los Andes: mulas para las zonas mineras,
ganados vacunos para el abasto y los saladeros que surgen en torno a Valparaíso,
toman esa ruta, junto con exportaciones más tradicionales: jabón cuyano, frutas
secas de toda la zona andina, etc. Esa expansión del mercado chileno aparece
cuando comenzaba a cerrarse nuevamente el mercado litoral para los productos de
los viñedos cuyanos. De la misma manera San Juan y La Rioja orientaban su
producción ganadera y mular hacia Chile.

El interés por la reconstrucción agrícola en Cuyo, se traduce en la reaparición de


algunas inversiones públicas como canales de regadío en San Juan. En Catamarca y
La Rioja la distribución de las explotaciones en tierras de regadío está fijada por
imperativos: en las más bajas y abrigadas se desarrolla la vid y los huertos de
frutales; en las más altas el cereal y la alfalfa. Más al sur en los valles irrigados más
extensos y llanos de San Juan y Mendoza, la distribución varía según el
rendimiento económico de esas distintas explotaciones, y en Mendoza la alfalfa
triunfa sobre el cereal y la vid.

8T. Halperín Donghi, De la Revolución de Independencia a la confederación rosista, Buenos Aires,


Paidós, 2000, p. 168.

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La supervivencia en las provincias cuyanas, de resabios de los viejos circuitos


comerciales orientados al pacifico, es una cuestión que ya se ha mencionado. La
región cuyana en su conjunto se había orientado muy tempranamente con el área
del pacifico en una relación que se mantuvo durante todo el siglo XIX,
aprovechando la expansión minera del norte chileno así como la especialización
cerealera de los valles centrales del mismo país.

A mediados del siglo XIX la economía de la región estaba claramente orientada a


los circuitos comerciales forjados en la colonia, y organizada en torno al engorde y
exportación de ganado a Chile y la producción de harinas para los mercados de las
provincias orientales. A cambio, las provincias argentinas recibían de los puertos
chilenos efectos europeos, especialmente textiles, que el costo de los fletes
encarecía notablemente si procedían de Buenos Aires. La ciudad de Mendoza
desempeñaba un rol central en el comercio interregional y constituía un verdadero
núcleo dinamizador de la vida economía de la región.

Sin embargo hacia 1870, comenzaba a definirse un proceso de reorientación


económica que responde a causas internas y externas de índole política, social y
económica. Para la década de 1880 el modelo económico de ganadería comercial
en Mendoza iniciaba un proceso de “crisis”. “La concurrencia de un conjunto de
factores, entre los que se destacan el desarrollo del sistema ferroviario y el
afianzamiento del mercado nacional y del Estado Nacional, explica tales cambios,
los que deben asociarse sin duda al debilitamiento y desestructuración de los
antiguos circuitos mercantiles de raigambre colonial que conservan su vitalidad en
el interior argentino durante casi todo el siglo XIX…”9 de esta crisis surgiría un
nuevo modelo: el agroindustrial vitivinícola en Mendoza.

Historia de una familia andina

9 D. Campi y R. Richard Jorba, “Las producciones regionales extra pampeanas”, en M. Bonaudo


(DIR), Nueva Historia Argentina, Tomo IV, Liberalismo, Estado y orden burgués 1852-1880, Buenos
Aires, Sudamericana, 2000, p. 406.

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A partir de los procesos históricos que aquí se relatan, es oportuno enriquecer el


análisis con un caso específico el de la familia Gonzáles, que permite echar luz
sobre características salientes de la cultura mendocina.

Beatriz Bargoni10 expone las vicisitudes de una familia entre fines de la colonia y
principios del periodo independiente. Otra de las ventajas del artículo, es que nos
permite observar como los inicios de la independencia no estuvieron
necesariamente marcados por los conflictos, y que más allá de las guerras, existían
posibilidades de desarrollo, para algunos sectores, como la familia que aquí se
analiza.

La historia de la familia Gonzáles, desde que llega a Buenos hasta su


establecimiento en Mendoza y en otras ciudades, incluso en Chile, permite
observar como en contextos históricos particulares, -como los inicios del siglo XIX-
se entretejen alianzas, vínculos de parentesco y clientelares específicos.

Desde que algunos miembros de la familia se establecen en Mendoza, los


encontramos participando activamente en la economía y la política. Por ejemplo,
dos de los hermanaos de la familia, Lucas y Benito, participan de una extensa red
de contactos y reciprocidad que une los mercados de Buenos Aires, Mendoza y el
Pacifico. Nuevamente, como en épocas anteriores el área cuyana vincula se
economía a Chile y el Pacifico, lo novedoso de esta ocasión es que a los vínculos
comerciales se suman las relaciones personales y la conformación de un clan
familiar.

Por otra parte, la formada de vida de la familia, sus modos de relacionarse, las
pautas matrimoniales, el rol de la mujer, los mandatos familiares, los conflictos por
las herencias, y los espacios o escenarios donde transcurría la vida íntima de la
familia, permiten una mayor comprensión de una sociedad, como la criolla, en un
contexto especifico como el área andina a lo largo de buena parte del siglo XIX. Así

10Beatriz Bragoni, “Familia, parientes y clientes de una provincia andina en los tiempos de la
Argentina criolla.” En F. Devoto y M. Madero (comp.) Historia de la vida privada en la Argentina.
País antiguo. De la colonia a 1870. Buenos Aires, Taurus, 1999.

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como un conocimiento más profundo de las tramas de significación que atraviesan


a la sociedad mendocina.

Este caso de estudio se encuentra mencionado y contextualizado en el capítulo de


Bragoni que se propone leer para esta clase. Por ello es importante considerar
tanto la historia de una familia en particular como la estructura económica en la
cual se puede desarrollar la mencionada empresa familiar.

La Especialización Vitivinícola de la región

Si el ferrocarril, elemento fundamental de la economía partir de los inicios de la


Argentina Moderna, y la instauración del Modelo Agroexportador, constituyó el
“disparador” y uno de los principales estímulos para el desarrollo de la
vitivinicultura, deben mencionarse también, otros factores que contribuyeron a su
afianzamiento. Por un lado, debe contemplarse que el cultivo de la vid tenía en la
región una tradición tricentenaria, y que recibió a partir de ese período el apoyo y
estimulo del Estado Nacional (hablamos del estado que se delinea a partir de la
década de 1880) y de empresarios inversores. Por otro lado, la afluencia de
inmigrantes provenientes de países con tradición vitivinícola (España, Italia y
Francia). Pero sin duda el estímulo del Estado Nacional y provincial, permitió el
refuncionamiento del espacio.

El Estado Provincial eximió de impuestos a los nuevos viñedos, dio posibilidades


de ahorro y capitalización a través de créditos, promovió la incorporación de
inmigrantes, la difusión de información técnica, y dicto disposiciones para
racionalizar el riego como la Ley de aguas de Mendoza dictada en 1884. El Estado
Nacional por su parte, se encargó del tendido ferroviario, y de la formación de
recursos humanos a través de la Escuela Nacional de Agricultura.

A partir de fines del siglo XIX el proceso de institucionalización y modernización


encabezado por el incipiente Estado Nacional encuentra su expresión a partir de lo

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que Eric Hobsbawm ha denominado “la invención de la tradición”11, es decir, si el


estado se estaba consolidando y haciendo sentir su influencia en las provincias del
interior, llegaba también la hora de construir una nación que responda al modelo
de “Orden y Progreso”. En esta época surge y se impone en el imaginario colectivo
la visión de una argentina homogénea, a partir de la instauración del Modelo
agroexportador y del periodo conocido como “Orden y Progreso.”

Según J. Ballart, en Europa y en América el Estado Nación del siglo XIX aparece por
primera vez decidido a intervenir como tal, en el legado material de la historia y en
la “configuración de una identidad nacional”. Aparecen los conceptos de
patrimonio histórico y de bien cultural como sujetos de atención y tratamiento
jurídico y político, referidos a los restos materiales del pasado. Empieza entonces
una labor de ordenación y de inventariación en la que intervienen las instituciones
y el estado. Pero esta labor no ha sido fácil, ni se ha hecho de forma automática ni
sistemática. El Estado ha tenido que “descubrir” e “identificar” convenientemente,
separar y escoger los elementos, tradiciones y costumbres, determinar que parte
del legado histórico material e inmaterial debía conservarse. Y todo ello en función
del progreso, de las visiones de la historia y de la cultura, de los intereses
concretos de los sectores dominantes, de los apremios coyunturales del estado y
de la madurez de las instituciones.

En las sociedades modernas (como la Argentina de fines del siglo XIX), donde se
reconoce el paso del tiempo y existe una conciencia del transcurrir de la historia,
se busca por un lado, seleccionar determinado legado histórico material,
determinadas tradiciones; y por otro lado, se encara la construcción de pruebas y
testimonios que den cuenta del paso del tiempo y fijen en la memoria los hechos,
sucesos y personas, que el Estado desea que sobrevivan: este rol le cabe a los
monumentos, entre otros. “Todos los monumentos conllevan algo de trascendente,
y por lo tanto de permanente en sí mismos, que los hace particularmente útiles y
estimados. Los monumentos son consagraciones a la memoria. Con los
monumentos pasa algo parecido a lo que sucede con la producción de relatos
11 E. Hobsbawm, Naciones y Nacionalismo desde 1780. Barcelona, Critica, 1998.

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históricos: los grupos manifiestan con ello una voluntad de trascender, asociando
pasado con futuro.”12

El mismo autor continúa su relato afirmando que el patrimonio es una prueba


evidente de la existencia de vínculos con el pasado, el patrimonio alimenta en el
ser humano una sensación de continuidad en el tiempo y de identificación con una
determinada tradición. Sin duda esta noción era la que subyacía en el universo de
ideas de los hombres que se arrojaron a la tarea de construir y consolidar una idea
de nación en el territorio Argentino. Un ejemplo paradigmático de la creación de
tradiciones en Cuyo es la Fiesta de la Vendimia.

La Fiesta de la Vendimia

Desde 1936 se celebra la culminación de la cosecha de la vid en la región. La


celebración culmina con la elección de la Reina de la Vendimia. Según las autoras13
de un artículo que versa sobre la elección de la reina de los viñedos y el universo
simbólico que encubre el trabajo y la producción en Mendoza, la fiesta transmite
un ideal de belleza, y de valores morales a través de los cuales se completa y
conforma el mensaje que el estado mendocino construye para el público local, y
que a su vez utiliza para crear un imagen de la provincia para el resto de la nación
y del mundo.

No es casual que el eslogan que identifica a la provincia hasta la actualidad sea:


“Mendoza, tierra del sol, buen vino y bellas mujeres”. Esta es la manifestación de
un paisaje regional creado intencionalmente y desarrollado durante varias
décadas, la Fiesta de la Vendimia es parte de esta imagen ya tradicional con la que
se asocia a Mendoza y la región. Su creación se entiende en el contexto del estímulo
que desde el estado provincial se daba a la producción vitivinícola orientada al
mercado nacional e internacional, la Fiesta es una estrategia más para fomentar el

12J. Ballart, Ob. Cit. pp. 34-35.


13 C. Belej, A.L. Martin y A. Silveira: “La más bella de los viñedos. Trabajo y producción en los
festejos mendocinos, 1936-1955”. En Mirta Lobato (ED), Cuando las mujeres reinaban. Belleza,
virtud y poder en la Argentina del siglo XX. Buenos Aires, Biblos, 2005.

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consumo de la uva, el vino y otros productos de la región y atraer al turismo, para


incrementar el mercado consumidor.

Por otra parte, la celebración de la vendimia tiene por objeto arraigar una tradición
regional que se basa en: “la existencia de una fusión y continuidad entre las
diferentes etapas de la historia mendocina que supera los límites de la provincia.
Es la Nación en su conjunto la que se nutre de la imbricación entre lo antiguo y lo
moderno, entre lo europeo y lo criollo”.14 Es decir, se considera a la producción de
la vid, que se desarrolló con estrecha ligazón con la inmigración europea, es el
puente que une la identidad criolla con la inmigrante a través de la producción y el
trabajo. Es interesante destacar como se ignoran los elementos indígenas de esta
celebración, la fusión armónica de lo criollo y lo inmigrante excluye cualquier
elemento aborigen.

Es importante mencionar que la Fiesta de la Vendimia se continúa celebrando


anualmente, que la elección de la reina es una tradición que caracteriza a la
sociedad mendocina, y que se ha convertido en un evento turístico de carácter
masivo. El cual, sin embargo, carece de un origen popular, fue el estado provincial
el que la creo impregnándola de un sentido simbólico, mientras gran parte de la
sociedad mendocina la adoptó rápidamente y sin resistencias aparentes.

Esta cuestión puede sugerir varias interpretaciones, ¿cuál sería el rol del turismo
en la elección de los bienes culturales? ¿Cómo ello puede ofrecer una visión
sesgada de la realidad socio histórica? Quizás una selección “consiente” y
valorización del patrimonio contribuya a diversificar y matizar la visión de una
Argentina homogénea

Finalmente, se propone una reflexión que retome la noción del pasado en la


sociedad actual. En primer lugar, según J. Ballart, el ansia de pasado es una de las
manifestaciones más significativas que adopta la reacción de la sociedad
contemporánea ante la conciencia de pérdida de continuidad cultural que ha

14 C. Belej, A.L. Martin y A. Silveira, Ob. Cit. p. 53.

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provocado la velocidad y escala del cambio que afecta al entorno físico y cultural
de las sociedades. “El pasado sigue teniendo hoy la fuerza potente que siempre
tuvo en los asuntos humanos, como fuente de identidad personal y colectiva y
como baluarte contra el cambio masivo y angustiante”15. El pasado es también una
fuente de consuelo, alimenta la nostalgia y se erige como refugio de verdades y
certezas, porque nadie puede negar ni desautorizar lo que ha pasado.

Sin duda lo que mejor designa a los tiempos presentes es la palabra cambio. La
naturaleza dinámica de la civilización actual hace que los hombres dependan del
sentido del tiempo en mayor medida que el hombre de épocas pasadas. Todo el
mundo se ve necesitado de alguna pauta segura y fijada para orientarse en un
entorno tan cambiante, y esta pauta la proporciona la memoria, el patrimonio, las
ideas y tradiciones de una sociedad o grupo social.

En segundo lugar, el rol que hoy tiene el pasado se vincula con el valor que se la
adjudica actualmente al patrimonio y a la memoria. Entonces, la puesta en valor
del patrimonio responde en parte a la demanda de la sociedad moderna que se
inspira en el sentimiento difuso de nostalgia hacia el pasado. Un ejemplo claro de
ello es utilización de áreas industriales como atractivo turístico. “la alternativa a
tantas áreas industriales que se han vuelto obsoletas y a tantas industrias minas
que han tenido que cerrar a resultado ser la conservación de las minas en jardines
para la nostalgia bajo la forma de museos al aire libre de la historia de la industria
y la minería”16. Este tipo de ofertas turísticas se dan claramente en la región
cuyana en torno a la industria vitivinícola, pero también en torno a la industria del
azúcar en Tucumán, en la provincia de Buenos Aires, en muchos otros sitios donde
se hace un “culto al pasado”.

La propuesta desde la asignatura es plantear: ¿de qué pasado histórico se nutre la


selección de recursos? Como evitar no caer en un pasado “recreado” a la medida

15 J. Ballart, Ob. Cit. p. 37.


16 J. Ballart. Ob. Citada, p. 167.

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del hombre moderno, un pasado que se presenta muchas veces solo como una
ilusión construida.

Bibliografía obligatoria

Prieto, María del Rosario, Dussel, Patricia, Pelagatti. Oriana: “Indios, españoles y
mestizos en tiempos de la colonia en Mendoza (Siglos XVI, XVII, XVIII)”. En Roig,
Arturo; Lacoste, Pablo y Satlari, María Cristina (Comp.) Mendoza a través de su
Historia. Mendoza. Editora Andina Sur. 2004

Bragoni, Beatriz: “La Mendoza Criolla. Economía, sociedad y política, (1820-1880)”.


En Roig, Arturo; Lacoste, Pablo y Satlari, Ma. Cristina (Comp.): Mendoza a través de
su Historia. Mendoza. Editora Andina Sur. 2004

Belej, C.; A.L. Martin y A. Silveira: “La más bella de los viñedos. Trabajo y
producción en los festejos mendocinos, 1936-1955”. En Mirta Lobato (ED), Cuando
las mujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX. Buenos
Aires, Editorial Biblio, 2005.

Soria, M., Tamagnini,A. y Galdeano, V., “Patrimonio de la producción vitivinícola de


San Juan, casos bodegas López Peláez y Del Bono.” En La dimensión social del
patrimonio, Buenos Aires, CICOP, 2006.

Bibliografía complementaria

Ballart, J.: El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso. Barcelona, Ariel,

Fernández, S.; y G. Dalla Corte (comp.) Lugares para la Historia. Espacio, Historia
Regional e Historia Local en los Estudios Contemporáneos. Rosario, UNR, 2005.

Farias, S. R.: “La expansión de la población”. En Nueva Historia de la Nación


Argentina, Academia Nacional de la Historia, Tomo II. Período español (1600-
1810) Buenos Aires, Planeta, 1999.

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Halperín Donghi, Tulio: De la Revolución de Independencia a la confederación


rosista, Buenos Aires, Paidós, 2000.

Rodolfo Richard-Jorba: “La especialización vitícola y el desarrollo del mercado de


tierras agrícolas en la provincia de Mendoza. Argentina, 1870-1910”. En Anuario
IEHS nº 19. Tandil, 2004.

Pinto Rodríguez, J. (ED): Araucanía y Pampa. Un mundo fronterizo en América del


Sur. Chile, Editorial Universidad de la Frontera, 1996.

Canals Frau, Salvador: Las poblaciones indígenas de la Argentina, ED.


Sudamericana, Buenos Aires, 1953.

Barba, Fernando Enrique: “Por los caminos del Sur de Mendoza y San Luís a
comienzos del siglo XVIII”. Córdoba, Congreso Nacional y Regional de Historia
Argentina, 2001.

Campi, Daniel y R. Richard Jorba: “Las producciones regionales extrapampeanas.”


En Marta Bonaudo (DIR): Liberalismo, Estado y Orden Burgués. 1852-1880. Nueva
Historia Argentina. Tomo IV. Buenos Aires, Sudamericana, 2000.

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