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A Erre a, por su presencia.

Yo no soy maestro, soy fotógrafo,


he fotografiado todo lo que se hablaba de Warisata
y pretendo seguir en la lucha como fotógrafo y no
como maestro, yo no soy maestro,
yo soy revolucionario, esa es mi presentación.
Carlos “Chapaco” Salazar Mostajo, abril 2003.

Presentación
Warisata (1931-1940) ubicada en la provincia de Omasuyos,
departamento de La Paz, Bolivia; fue un lugar en donde la educación
se percibió como una visión práctica comunitaria: las personas
participaron en su desarrollo concibiendo la cultura y la naturaleza a
partir de una relación de convivencia y complementariedad. No
existió la separación de funciones entre los que produjeron
conocimiento de aquellos que lo reprodujeron, ya que no hubo una
división social y jerárquica de la educación.
Sus actividades desde la educación y la cultura, se crearon en
elementos constitutivos de la organización social, y formaron parte
de un esfuerzo colectivo revolucionario, no se circunscribieron al
dominio territorial de la escuela, traspasaron sus muros porque la
Escuela, era la búsqueda por revalorizar al indígena, su educación y
exterminar las condiciones de colonialismo en las que se encontraba
sometido. La Escuela de Warisata incitó a la lucha por la
recuperación de los derechos del indígena, de la justicia y de la
propiedad de la tierra, planteó todo un problema de naturaleza
política, se constituyó no en una simple obra de pedagogía, porque la
educación fue y es una actividad política.
En el instrumento de liberación en que se constituyó la escuela de
Warisata, al construir una dimensión educativa de la comunidad, ya
que se integró en ella y quedó bajo la atribución del consejo
facultativo del Parlamento de Amautas, participaron además de
Avelino Siñani y Elizardo Pérez, indígenas, mestizos, profesores,
alumnos, niños y jóvenes, padres, amautas, jilacatas y mallkus de la

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comunidad. Entre esta pléyade de colaboradores destacó el alumno-
profesor Carlos Salazar Mostajo: “Chapaco” (18, mayo de 1916 - 3 de
abril de 2004), quien desde su juventud manifestó su apego a la
Escuela de Warisata. Como periodista en la revista boliviana La
Semana Gráfica auxilió en la difusión del proyecto educativo al
escribir acerca de la Escuela; en 1934, bajo el auspicio de Elizardo
Pérez (Director de Warisata) y la égida de Gamaliel Churata editó la
revista infantil: Rutas infantiles, misma que desapareció, al ser
requerido en la Guerra del Chaco y de la cual retorna en 1935, para
integrarse de manera plena a la Escuela como alumno y futuro
egresado normalista. Como alumno-profesor fue el único
representante de Warisata en su viaje a México (1938), su labor de
difusión y defensa del proyecto de Warisata, lo llevó a dictar pláticas
en el Internado núm.14 “Fray Bartolomé de las Casas”, de la
comunidad indígena–otomí: Remedios (Ixmiquilpan, Hidalgo); en
Pátzcuaro, Michoacán; y un curso en el internado de Tlanepaquila
(Orizaba, Veracruz).
De su obra escogimos el poema fundamental para la comprensión
de la Escuela de Warisata, la epopeya: Biografía de Warisata, y el
artículo: La Escuela de Warisata, el cual sólo apareció en la revista
mexicana Senda Nueva en 1938.
Las ilustraciones fueron tomadas de Carlos Salazar Mostajo, Gesta y
Fotografía. Historia de Warisata en imágenes, LAZARSA, La Paz,
2005.
A.V.

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Biografía de WARISATA

Carlos Salazar Mostajo

A ti, hermana, camarada, esposa


Nieve altiva, vicuña, viento
Inmortal congoja, anhelo cumbre
Tuyo es el poema de la tierra
Albura nuestra, canción del Ande.

Warisatt Escuela
senos núbiles
hija del lago y del Illampu
prometida de varones fuertes
yo contaré tu rebeldía.

I
Desde 1886 la tierra estaba maldita
Melgarejo repartió patrones sobre el ayllu
La pampa se pobló de historias de indios despojados
Muchachas cuya primera noche nupcial
Era para los ñitos.

En una capilla de la rinconada


llena de fetiches
los indios trataban de comprender
el misterio de sus vidas trágicas.

Al tañido de la campana
se llenaba la faltriquera de los curas
cuarenta centavos el responso
según la tarifa
el alma se iba al cielo o al infierno.

Los santos de estuco


oídos de barro, ojos de abalorio
jamás escucharon los lamentos indios
eran escudo de bribones.

La jornada de los años


plomo sobre las espaldas
los hijos ya eran esclavos
desde el vientre de sus madres.

Ni un atisbo de ventura sobre el páramo


la tierra más mezquina cada día
borracheras y peleas
olvido de esta tristeza de siglos.

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II
Año 1931. Avelino Siñani hizo crecer
un árbol de esperanza.
Del vientre herido de la tierra
saltó una maravillosa alegría
que fue vibrando desde Walata
hasta la pampa y Challacollo.

Entonces la capilla se pobló


con la risa de más de trescientos niños
ahora no habían santos de cartón
en vez de anatemas
se escucharon lecciones de amor
traídas por un nuevo viento
que se cruzó con la glacial angustia del Illampu.

Era Warisatt Escuela


la campana llamaba a los trabajadores
los clérigos sintieron que les robaban
la propiedad de aquel tañido.

Los indios vieron nacer


un augurio en los altares
y es que había otro santo
demiurgo de la liberación
Elizardo Pérez llamado.

Avelino fue el primero que asomó a su alma


entre ambos cantearon
la piedra de la entraña redentora.

III
El 2 de agosto fue la fiesta de los anhelos indios
la pampa vio florecer
el rojo tejado de la Escuela
lágrima del Inti
que se oía resonar desde cuarenta kilómetros.

No más borrachera
no más guerra intestina
los indios celebraron la reconciliación
noche a noche el Parlamento Amauta
escudriñaba el porvenir
el verbo de Elizardo
había entrado en sus corazones.

Confiaron en el maestro

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el pan que daba no era limosna
la misma choza del indio su vivienda
los gamonales temblaban ante él
su lengua era justicia sobre el ayllu.

Primera vez en centurias


que un blanco era un hermano.

Ante el hecho
escalofríos recorrieron el espinazo de los injustos
porque iba a concluir el imperio del latigazo.
Por eso el odio brotó
caudalosa avenida
Warisata isla de amor
olas perversas lamían sus flancos.

Pero los muros del ideal se alzaban


y en 1935 había un palacio
sobre la roca de corazones indios.
Elizardo guió a la indiada
entre la niebla de cuatro siglos
de servidumbre.

Emboscadas, denuestos,
cárceles, difamación
pedestal de su epopeya fueron.
Sólo intuyeron su verdad
Bailón Mercado, Alfredo Peñaranda,
Tejada Sorzano y Busch,
después los gobiernos
alama y cuerpo eran feudales.

IV
Cuando el maestro hablaba
se parecía a José Carlos
en la redacción de “Amauta”
José Antonio Encinas nos dijo
que recordaba las rebeldías de Orkopata.

El aliento de Elizardo
se hundió hasta nuestras arterias
desafiamos el filo de la nieve
pusimos una muralla al viento
en la madrugada las herramientas
quemaban nuestras manos. Diez y seis horas
en el taller, el aula o el sembrío
caíamos en el jergón
y a las cinco de la mañana

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nuevas canciones saludaban al Inti.

Los alkamaris
Se hicieron compañeros de nuestra siembra.

Muchos varones fueron traídos por el anhelo


Antonio Gonzáles Bravo
hizo canciones con nuestro viento
Armando Loaiza, Carlos Alvarez
forjaron fe de redención
Mario Illanes se encontró con su arte
Raúl Botelho trabajó con hoces y martillos
su pluma desde entonces está sopada
en el dolor indio.

Tantos obreros de manos santas


Zabaleta, Zeballos, Barragán, sus huesos
florecen en la pampa.

Fausto Aoiz talló


en maderos y en corazones
Bernabé Ledezma, David Asturizaga
Arturo Jiménez, Raúl Taboada
la pampa recuerda aún
al bravo José de la Riva, a Luis Cano
al albañil Velasco
y al carpintero Quiterio Miranda
hermanos en la contienda.
Norah Alarcón, Carlitos Garibaldi
legión de juventud
nadie luchó tanto como nosotros
Gamaliel lo sabe.

V
Después
los lekelekes de Warisata viajaron
a los valles y la selva;
nuevas atalayas brotaron
en Caiza, Casarabe y el Parapetí
y flota aún la leyenda
de Raúl Pérez, Sofía Criales
Carlos Loayza Beltrán
Enrique Quintela y su esposa.

En Jesús de Machaca, San Lucas, Canasmoro


en Moré, Cliza y Ucureña
en Llica, Talina, Mojocoya y el Chapare
los indios sintieron en sus corazones

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un milagro
multitudes vibrando con la alegría
de la tierra.

Senos de india, fecundo vientre


Warisata Casa de Todos
los indios la llaman Madre,
¡MADRE, TAIKA!

Máximo Wañuico hacia versos


poemas de piedra
el alma de América sin cadenas
Pascual Mamani tejía frases de amor
para aquellos niños que ya no eran esclavos.

La risa del Ande se volteaba


en los discursos de Rufino Sosa y Mariano Huanca

En los jardines, margaritas cerca del cielo


imillas parloteaban cuidando sus flores
maravilloso prodigio que nunca sus madres sospecharon
aquellas niñas ni irían al serrallo del patrón
el amauta y el maestro eran su égida.

VI
Así vivimos año tras año
músculos sobrehumanos crecieron de nuestras venas
Amalia y Edmundo probaron del conjuro de la tierra
Jael Oropeza quedó en el corazón
de los indios del Segundo Año Normal
la escuela envuelta en el amor de Sofía
la risa de Rinita jugando con Mauricia,
canciones de chaiñas, paz del alma
Warisata kellunchu de amor
cada 2 de agosto
cuarenta mil indios se bebían nuestro paisaje
de cuatro provincias
venían a besar el sagrado suelo.

Veintitrés escuelas elementales


eran un camino de esperanza
Atletas indios en la arena
ágiles pies sin grilletes
en la noche las antorchas procesión tiwanacota
americana fiesta
la cordillera salpicada de fuego
ofrenda a la Pajsi.

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Desde los ojos de Petronila
Nos miraba la tierra redimida.

VII
Pero entretanto el odio
acumulaba cólera.
Pablo Poma espaldas flageladas,
Apolinar Rojas encarcelado,
Cruz Rojas su hogar destruido,
Pascual Quispe en manos del corregidor,
Alfonso Gutiérrez asesinado,
Celestino baleado en Jotijoti
la madre de Esteban muerta a palos.

Marejadas de odio
sangre de maestros y de indios a la Pachamama,
ojos famélicos vieron podrirse sus cosechas
en los trojes del patrón,
la cárcel de Achacachi siempre llena de compañeros.

Infatigables alpacas en el filo de la lontananza


no nos detuvo el inmenso páramo
Warisata rebelión del espíritu
ocho años batallamos
para poner de ejemplo nuestro coraje
como nos dijeron
Franck Tannembaum
Y José Uriel García.

Pero después volvimos la mirada:


en el camino
Warisata era solitario Arikollo
sobre nosotros
reventó la cólera de los poderosos
de la gangrena de Bolivia
saltó fetidez de delación y envidia
yo marcaré la frente de los traidores.

El primer vendido fue Max Byron


señalado quedas por Judas, miserable
desde la sombra del Ministerio de Educación
Ernesto Vaca Guzmán calumniaba
de Santiago Vaca hijo legítimo
pero indigno
igual su alma que su viscosa frente.

VIII
Todo el año 1939

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tambores de asalto cercaron el reducto
no tuvimos reposo
de noche editábamos el Boletín de Warisata
para contestar los ataques
y en el periódico mural
los campesinos veían llegar
la manga de granizo y ruina.

Entonces
Caiza Escuela, vicuña del Sud, hermana
herida fue de la ponzoña
Byron recibió en sus brazos
al traidor Toribio Claure
mientras Raúl Pérez me enviaba
para detener el derrumbe. Cinco meses
duró la prueba. Carlos Angulo,
Choqueta y el Usico, por leales
saben de la saña de la tenaz jauría
de ayllu en ayllu perseguidos como fieras
Gabriel Pari, curaca venerable
me defendió diciendo:
“Comió de nuestra comida
se ha vestido con ropa nuestra
nuestra choza fue su casa;
no es como tú, Alfonso Pardo Uzeda
que te emborrachas con nuestros enemigos”.

Así cayó Caiza, Gustavo Adolfo Otero


engañó a los indios. Su enviado
Rafael Reyeros, deletreador mestizo
con gesto de histrión clavóme el puñal
y aún dijo que perdonaba mis delitos.
¡Hiena de gamadas cruces!

Volvimos a Warisata
donde Raúl era indómito wanacu
los lacayos de Quintanilla
invasión de ratas fueron sobre su pecho.
Fuiste, Raúl, digno defensor de Elizardo ausente
te escarnecieron, te echaron
pero has quedado en mi corazón
y en los corazones indios.

IX
Warisata, que ruina te han hecho
tus hitos de progreso destruidos,
tu wiphala de superamiento económico
y justicia social

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aniquilada,
la tierra nos niega otra vez sus senos
indios de nuevo con doblada espalda
la tristeza sobre el ayllu
la Escuela roída por podrido aliento.
Vicente Donoso Torres, renegado
lanzónos su saliva
vil lacayo mentiroso
la venganza que tomes conmigo
no ha de borrar mis versos
te señalo ante la Historia
heridor del alma de nuestros niños
tus uñas socavaron Warisata
el crimen de haber apuñaleado
nuestros corazones
te será cobrado por tu conciencia
tú nunca tendrás un poeta que te cante.
pero tal vez puedas tenerlo
en Vizcarra Fabre, tu escudero.
Estás junto a Gustavo Adolfo Otero
intelectual ruin, ministro de dos caras
egregio enterrador de la Escuela Campesina.

X
Todo el pasado de Bolivia
encima de nuestros hombros.
Nosotros solos. Los indianistas
escondidos quedaron.
Sobre el Altiplano
Warisata mostraba sus heridas.

¡Cuántos adversarios salieron!


Vampiros feudal burgueses
Desde Aniceto Solares, la familia Mollinedo
hasta el gamonal Monterrey
y los granujas corregidores.

AY, Warisata, Pukara


en la postrer defensa sólo seis salieron
Qué solitaria después la fortaleza
tu serena cúspide cayó
honorables bobos feudal burgueses
mayoría parlamentaria
pusieron el pulgar abajo.

XI
Warisata desmoronada
Clemente ya no ríe. Wañuico no hace versos

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Pedro vio a su madre
arrastrada de los cabellos por el gamonal Castro
Juanito Añawaya hace castillos
de venganza venideras
murieron Bonifacio, Domingo, Pascual Rojas.
Toribio, Serapio y veinte camaradas
se fueron a los cuarteles,
Silverio y Mariano lloran por el perdido anhelo
ya no se edita el Boletín
los indios de nuevo riñen
la bandera del Club Ollanta profanada por Max Byron.

Cuánto dolor hay en tu silencio Anita


recuerdas la pampa de días de lucha
Hasta a ti
alegría de la tierra
y de nuestro rudo pecho warisateño
te alcanzó la zarpa de Donoso
pero el crimen de haberte hecho llorar
no quedará sin castigo.
Mira cómo han dejado nuestra Escuela
Felipe y Florentino se marcharon
nunca volverán Nicolás, Gregorio y Emiliano.
Pobre Tomasita, quedó sola
María y Antonia dicen que pronto serán mittanis.

Sobre Warisata crece otra vez


la silbante paja
echados los alkamaris
sólo hay cuervos sobre la carroña
indigenistas con pongo
patriotas sólo con buen sueldo
se dan el hartazgo.

El cósmico lenguaje
convertido ahora en mestizo idioma.

Otra vez el foete gamonal en el solio


los maestros son infidentes
sólo Ramón y Humberto quedaron de los nuestros
¿Qué será de Eusebio sin sus amigos?

Los campesinos se abatieron


mordidos por el desengaño
Avelino Siñani murió de pena
Nadie veló sus restos
Manuel Rojas fue echado.
Los jardines mustios. Murieron las flores

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Volvió el tributo
paso libre al corregidor
los patrones recobraron su dominio
borracheras en la Escuela
la capilla de nuevo poblada de anatemas.

XII
Anita, cada lágrima tuya
grito es que germinará en la tierra
Sí, cayeron las oriflamas
el árbol fue trozado
mas no podrán quitarnos el mañana
de ponchos, overoles y canciones.

Seca, pues, Fabiana, tu llanto,


arda en tus venas, Tomasa, el nuevo día.

La Paz, julio de 1941.

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La Escuela de Warisata por Carlos Salazar M.1

La Educación Indígena en Bolivia es de reciente creación. En 1931


fundóse la Escuela de Warisata, primer centro educativo seriamente
encaminado y cuyo desarrollo alcanzó grandes proyecciones. Ella
señala con la certera visión de su fundador, Elizardo Pérez, la ruta
que ahora se sigue en nuestra doctrina indigenista.
Para llegar a Warisata, debemos recorrer cien kilómetros en
automóvil por la altipampa del norte boliviano. El paisaje es en todo
el camino, gris, pelado y de completa desolación. La Escuela surge de
pronto como una manchita blanca y roja que se transforma en
pocos minutos en una serie de grandes construcciones de dos pisos,
techados con teja. Hemos llegado a la ”casa de estuco”, “el milagro
de la pampa”, denominaciones que ha merecido por su historia, llena
de rudas batallas y de grandes triunfos.
La carretera que nos conduce pasa por la misma Escuela. Sin
embargo, la influencia del camino ha sido nula en el medio, que
permanece auténticamente indígena. El indio de Warisata vivía de
manera primitiva, sujeto a la feroz explotación gamonalista (Warisata
es una región de haciendas). La naturaleza es inclemente: vientos
helados, tierras áridas, sin riego, factores que acompañan siempre al
indio y que hacen que Warisata posea todas las características del
Altiplano y que los métodos empleados en ella sean aplicables a
todos los indios que moran en las frías planicies de Bolivia.
La Escuela desafía al Lago Titicaca, que está al frente, y al colosal
nevado Illampu, que le guarda las espaldas. Hace un frío constante
que nos obliga a envolvernos en nuestra ropa más gruesa y a buscar
el abrigo de las habitaciones. Una ojeada nos muestra las
edificaciones de adobe, rodeados de hermosos jardines, nuestra

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Senda nueva. Revista Popular de Orientación, sección, “Divulgación Cultural: La educación indígena
en Bolivia”, Núm. 33, México, octubre de 1938, p. 31.

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primera sorpresa, porque en el Altiplano, a 4, 000 metros de altura,
las flores no son el más frecuente espectáculo. Y estos jardines se
muestran floridos hasta en lo más crudo del invierno, como una
muestra de la infatigable voluntad de los sostenedores de la Escuela.
Ingresamos al interior por amplio portón. Las columnatas de
ladrillo, los corredores blanquísimos, los muros decorados por el
artista Alejandro Illanes, el empedrado gris y las plantas que se ven
por todas partes, nos bañan con su nota multicolor. Una gran
sensación de actividad se desprende del ir y venir de los alumnos, el
ajetreo de maestros y padres de familia. Las canciones indígenas, los
niños que arreglan sus jardines, grupos con las herramientas al
hombro que regresan de las faenas, el agradable calorcillo que sale
de la cocina, donde los mismos alumnos fungen de cocineros; la
campana bulliciosa que llama al comedor, el ruido de platos y
cubiertos, la algazara de los educandos, en fin, todo el movimiento
de la Escuela, indica que allí “se trabaja” y se está haciendo una obra
efectiva en provecho de la causa indígena.
Visitamos las aulas: amplias y ventiladas salas, llenas de mesitas y
de sillas de hierro plegadizas. Las hay para Kindergarten, para cursos
elementales, vocacionales y profesionales. Todos con excelente
mobiliario y con mucha luz. Subimos a los dormitorios, provistos de
catres metálicos, típicos colchones de “tótora” planta acuática que se
produce en el lago, camas de “bayeta” netamente indígenas, etc. Hay
dormitorios para más de cien niños y niñas. Bajamos a la sección de
talleres, laboratorios donde, como por milagro, ha brotado todo el
mobiliario de la Escuela. Porque es preciso saber que todo lo que
vemos, absolutamente todo, ha sido en la misma Escuela. En 1931 el
Estado no se preocupaba gran cosa del indio y los maestros, con
Elizardo Pérez a la cabeza, tuvieron que empeñar una lucha a brazo
partido para edificar aquella magnífica Escuela. Y fueron los mismos
indios, los padres de familia y alumnos los que pusieron los
cimientos, fabricaron los adobes, levantaron las paredes y las

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techaron. Ellos mismos fueron quienes fabricaron las sillas, mesas,
catres, puertas, ventanas y cuanto abarca nuestra vista. He aquí el
gran mérito de Warisata, haber brotado como magna y completa
realización, en medio de las burlas de la opinión, la indiferencia de
las esferas oficiales, la oposición de los hacendados, etc., por obra
del mismo elemento autóctono, bravamente decidido a sacudir de sus
hombros las seculares fuerzas que lo explotaron.
Volvamos a los talleres. La herrería que se inició con un martillo.
Un berbiquí y un pedazo de riel –que también servía de campana, se
ha transformado en una buena instalación de mecánica. La
carpintería, pobre y mal dotada, realizó prodigios, la sombrerería hizo
renacer la industria en la región, al igual que el taller de tejidos, y
ambos producen buenas entradas. Hace dos años se instaló un taller
de alfombrería, donde los indios, artistas de ancestral origen, realizan
maravillosos tejidos de lana de alpaca.
Pasemos al comedor. Los niños usan perfectamente los cubiertos y
comen con apetito el menú, preparado con “quinua”, patata, trigo,
ocas, etc., producto de las cosechas de la Escuela. De paso –ya que
ésta es una visita relámpago- nos informamos que estas cosechas
son extraordinarias, a punto tal, que permiten la manutención de
cincuenta niños internos a costa exclusiva de la Escuela. El resto es
sostenido por el Estado. Una ojeada al exterior nos hará apreciar las
treinta hectáreas de las siembras que verdean como una clara
demostración de que en un futuro muy próximo, la Escuela se
independizará económicamente, sosteniendo a sus alumnos y
maestros, pesada carga de que se aliviará el gobierno.
Las secciones que acabamos de visitar están distribuidas en un
gran cuadrángulo cerrado, que se destinará exclusivamente para
aulas. Los talleres se instalarán en el “Pabellón México”, sección de
tres pisos que podemos ver a la izquierda, que estará provista de
todas las comodidades modernas, con salas de carpintería, mecánica,
zapatería, curtiduría, etc. Un gran teatro y un gimnasio completan

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este edificio. Podemos echar todavía una mirada a las casitas de los
maestros, a los campos deportivos, la sección zootécnica y una
piscina en construcción. En las proximidades se construyen casitas
para los padres de familia, higiénicas, amplias y que contrastan
completamente con los agujeros en que todavía viven.
Extraordinario producto de la noción de Escuela, ha sido el brote de
un poeta indígena Max Wañuyco, cuyas bellas poesías se cantan en
toda la región, y un pintor Serapio Mamani, educado en la escuela de
Illanes.
Falta espacio para describir la heroica lucha que se ha debido
sostener en Warisata, para llevar adelante e imponer esta obra, la
primera en su género en Bolivia y una de las más completas en
Sudamérica.
Desde México, acogedora tierra que tanta similitud tiene con
nuestro país, vemos el panorama boliviano, en cuya desolada
grandeza se alza como atalaya la formidable obra de Elizardo Pérez.
México, D.F., septiembre de 1938.

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