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Apuntes:
Mi voz.
EL CONOCIMIENTO ENCANTADO.
Aunque sí, esto último me suena a que hay verdades más verdaderas que otras,
entiendo que “el conocimiento encantado” no busca tanto encantar, como
encantarse por y para conocerse. Porque sí, cuando se tiene un encendedor que
funciona, y de pronto ya no da: unx, se detiene, lo mira, lo toca, lo agita, lo voltea;
busca herramientas para abrirlo e inspeccionarlo y entonces … enciende; y esos
“…” diría que es la pausa que origina el encanto, de que “un objeto” al no
funcionar ante tanto intentos, en realidad le estuvo diciendo al “sujeto”: estás mal,
ahí no es, ahí tampoco, eso no está mal; hasta que se entendieron y entonces el
encendedor –en este bonito ejemplo (que a su vez, forma mi escrito practico-
teórico de mi ‘epistemología del conocimiento encantado’) – funcionó:
“En estos ejemplos hay una relación nueva entre sujeto y objeto, de simpatía
o antipatía suficientemente justificable: el sujeto no se aleja del objeto ni
tampoco se confunde con él.”