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La filosofía en la escuela primaria. Sugerencias para un vínculo con la literatura.

En este trabajo intentaré desarrollar algunas ideas que considero relevantes para llevar a cabo
la práctica educativa de la filosofía en el ámbito de la escuela primaria. Es importante tener en
cuenta que la enseñanza y el ejercicio del filosofar dentro del aula están estrechamente ligados
a lo que entendamos por filosofía, que lugar le otorguemos a nuestra actividad dentro del
sistema educativo y que tarea se espera de la educación institucionalizada en general. Primero
voy a enfocarme en esa relación entre la filosofía y los propósitos de la escuela para después
esbozar algunas consideraciones sobre la relación con la literatura y el aspecto transformador
de la lectura.
Con respecto a la definición de nuestra actividad, nos encontramos ante la problemática de
tener que precisar que entendemos por filosofía para luego poder proponer una mejor
estrategia de enseñanza. Este paso es importante porque de acuerdo a la definición que
establezcamos obtendremos consecuencias didácticas bien distintas. No es lo mismo considerar
a la filosofía cómo una ayuda para el buen vivir cuyo ejercicio dignifica al ser humano, que
considerarla como una mera herramienta pedagógica para formar ciudadanos democráticos, ni
tampoco que la entendamos una complicación innecesaria para la vida cuyo valor educativo
sería simplemente histórico. El filósofo Pierre Hadot sostiene que “La filosofía, en la medida en
que es un esfuerzo hacia la sabiduría, debe ser por tanto a la vez e indisolublemente discurso
crítico y ejercicio de transformación de uno mismo”. Coincidiendo en lo fundamental de esta
definición yo aclararía que esa transformación se hace con vistas a la búsqueda de un sentido
para la propia vida y al pleno desarrollo de nuestras capacidades. Llegado a este punto surge la
pregunta de cómo enseñar ese deseo de sabiduría, ese esfuerzo por liberar el pensamiento. Lo
cierto es que no se puede forzar a nadie a que piense por sí mismo debido a que los problemas
filosóficos surgen como preguntas que conmueven y preocupan a un alguien que desea
respuestas y emprende la búsqueda. En el caso puntual que nos ocupa que es de la filosofía con
niños deberíamos comenzar la enseñanza con la intención de generar un ámbito donde el
pensamiento de los alumnos pueda tener lugar y en el cual adquieran la confianza suficiente
para atreverse a dar sus primeros pasos en el filosofar. Por eso es que en un segundo momento
me propongo dar algunas ideas acerca de qué estrategias y materiales consideramos acordes
con tal propósito, pero antes de eso debemos hablar sobre la escuela. La principal motivación
que me impulsó a encarar este ensayo fue el darme cuenta de que la mayoría de las pedagogías
aplicadas por los sistemas estatales de educación como así también aquellas alternativas más
difundidas (pienso en el ejemplo famoso del programa de Lipman) comparten un esquema de
base en el cuál por ocuparse del adulto que la programación desea formar o producir se pasa
por alto que el niño ya es y se cierra la posibilidad de escuchar lo que tiene para decir acerca de
si mismo. Este tipo de pedagogías “formadoras” que se imponen desde afuera, por más
bienintencionadas que sean no dejan de resultar sofocantes para los niños porque al no tener
en cuenta sus intereses generan experiencias que carecen de significado para ellos. Las buenas
intenciones de una programación no garantizan sus resultados satisfactorios porque, aunque
una normativa oficial se proponga promover el pensamiento autónomo de los alumnos este no
podrá tener lugar si se lo enseña según el viejo método de la repetición de lo que pensaron los
grandes filósofos acerca de la autonomía de la razón. En este sentido, si reflexionamos sobre el
rol que debería cumplir la escuela en nuestra sociedad, que es la institución encargada de
fomentar el crecimiento intelectual y también de potenciar la sensibilidad de los niños no
podemos partir de principios cómo los mencionados más arriba dónde se presupone que los
alumnos no están capacitados para pensar por si mismos. Esta situación es alarmante por el
impacto decisivo de la experiencia escolar: Bruno Bettelheim dice que “el niño suele formar su
concepto de la sociedad basándose en sus vivencias escolares y las experiencias pedagógicas
que realice en la escuela influirán en su concepto de sí mismo en relación con el mundo”
Atendiendo a esto será imprescindible que el docente abandone el lugar de control y garante de
la reproducción para hacer sitio a experiencias educativas más potables para los alumnos y
también para él mismo.
A partir de estas concepciones sobre la filosofía y la escuela me interesaría avanzar en el sentido
de la importancia y el cuidado que debe darse a la selección de los materiales de lectura y
relacionado con esto el lugar que ocuparía la literatura en una posible propuesta educativa que
contemple las ideas y observaciones que hemos mencionado al comienzo.
En esa primera parte se hace referencia al Programa de filosofía para Niños (PFpN) de M.
Lipman. Ahora volveremos sobre este autor porque en su programa está anclado en la literatura
narrativa de una manera muy particular frente a la cual me interesa pensar una manera más
rica de trabajar en filosofía con literatura. En el programa lipmaniano se trabaja con novelas
preparadas especialmente para tratar ciertos temas y que vienen acompañadas por unos
manuales para los docentes en los cuales figuran las actividades que deben realizarse con los
textos y las guías que conducen el trabajo hacia el objetivo prefijado. El argumento que justifica
ese dispositivo y al que desearía contraponer mi propuesta, es que la complejidad de una obra
literaria requiere de ciertas destrezas intelectuales que no pueden darse por supuestas. El
evidente empobrecimiento de la experiencia de la lectura que este método implica (además de
la degradación del docente a mero ejecutor) se ve agravado por algo que el propio Lipman no
duda en reconocer: en el fondo no importa la calidad de los textos basta con que sean
“literariamente aceptables” y capaces de generar la preguntas “adecuadas”. Este uso
instrumental de la literatura, es consecuente con el uso de una filosofía pedagogizada con
escaso o nulo potencial crítico más bien enfocada a la creación de hábitos, adquisición de
ciertas reglas de pensamiento. Contra esta idea de uso de la literatura podemos oponer las
investigaciones de Bettelheim orientadas a rescatar la riqueza de los cuentos populares de
hadas para la educación y el desarrollo armonioso de la personalidad del niño. Estos relatos son
de una riqueza literaria y valor cultural indiscutibles, al entrar en relación con ellos nos dice el
psicólogo austríaco estamos ante obras que se asemejan a cualquier gran arte en que “su
significado más profundo será distinto en cada persona, e incluso para la misma persona en
diferentes momentos de su vida. A sí mismo, el niño obtendrá un significado distinto de la
misma historia de la misma historia según sus intereses y necesidades del momento. Si se le
ofrece la oportunidad, recurrirá a la misma historia cuando esté preparado” Se ve claramente
como este punto de vista está en las antípodas del adoptado por el PFpN donde se considera
que el valor filosófico de un texto está dado por una relación objetiva entre el lector y lo que el
texto dice, como si no hubiera ninguna apropiación personal o como si esta no fuera relevante.
Por el contrario, me interesaría resaltar que la riqueza literaria de los textos es el punto clave al
que debemos atender a la hora de seleccionar material de lectura para los alumnos porque allí
se encuentra la garantía de que la experiencia de la lectura y el proceso educativo sean algo más
que el desciframiento de un código escrito y ayuden e incentiven a la construcción y búsqueda
de sentido. Una metodología que podría ser interesante es la de invitar a los alumnos a poner
por escrito la manera en que se apropiaron de esos cuentos, que pensamientos e ideas les
despertó o cualquier otra observación que pueda surgir tras la experiencia de la lectura.
Con lo dicho hasta aquí espero haber podido mostrar de qué forma influyen nuestras
concepciones sobre la filosofía en la manera de vincularnos con los alumnos en la escuela y a
partir de la lectura de los trabajos de Bettelheim, sugerir un posible trato con los cuentos
tradicionales de hadas como una experiencia educativa fructífera para docentes y alumnos, a
través de la cual las clases de filosofía sean un ámbito de libertad donde nos animemos a
pensar.

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