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/Serán cenizas/
Los viajes en avión llevan consigo el imaginario del destino elegido. Casi siempre
también, las cuestiones que se portan - no sólo en la valija- sino en la piel. Esas
marcas con las que se asumen las horas del vuelo, embebidas en búsquedas,
muchas veces erráticas y sin precisiones, pero no exentas de expectativas.
Norma me contó uno de esos itinerarios impresionantes por el objetivo a cumplir: el
póstumo deseo de Tilka, su mamá, de que sus restos descansaran en su lugar de
nacimiento: Lipa, Eslovenia.
Esta historia empezó hace tiempo, transcurrió en la vida de unos cuantos, y no hace
tanto en una sobremesa navideña se manifestó relevante para quien esboza estas
palabras y también para quien manifestó su deseo de mantener un registro del
acontecimiento, ya que una vez, en su regreso de Lipa, intentó infructuosamente
relatarlas y no pudo : “un poco porque las emociones habían sido muy fuertes, aún
muy latentes en una cercanía que impedía elaborarlas y otro poco, por tu hermano,
que acaparó la conversación”.
Quizás el tiempo y la distancia hicieron que el tema se renovara con mayor ímpetu, a
lo que se ha sumado mi proyecto de una recorrida por la región que algunos
historiadores han dado en llamar Balcanes Occidentales.
Viaje que implicó mediante cálidas gestiones familiares, la inclusión de dos pueblos:
Lipa y Temnica, en Eslovenia. También la visita a Berti y DorI en Sezana.
El vocablo Balcanes es un derivado de Balkan que significa montaña, y que
responde a su variada geografía.
Quien teclea estas cuestiones ha elegido a Norman José para que sume detalles en
esta historia, ya que ha sido parte significativa y palpitante de ella. No lo dejará sólo,
lo acompañará puntualmente cuando sea necesario. Allá vamos.
Como lo ha querido la Tía aquí estoy: me llamo Norman José. Aunque en realidad
para estar más afín con estos tiempos, soy un indocumentado. Hay quienes dicen
que fui un intento fallido pues aseguran- sin fundamento valedero que era un varón,
otros afirman que desde 1941 ando por el mundo travestido como Norma Josefina.
En realidad, ni existo ni nací, pero puedo afirmar que fui, quizás soy, algo así como
un fantasma que vagabundeó muchos años de la mano de las fantasías de los
Skabar-Kavcic. Quien me ha elegido siente gran afecto por mi aparente ficción,
pues le ha permitido el reconocimiento que le hace posible sobrevolar por algunos
caminos con cierto donaire. .
Vamos a pegar un salto de ida y vuelta, hacia mares que nos separan de otro
continente, ingresando por el que se llamó Mare Nostrum, y hoy conocemos como
Mediterráneo, cruzaremos el Mar de Liguria y el Tirreno para alcanzar el Adriático
que baña las tierras que nos ocupan, sino que daremos una vuelta de tuerca en
segmentos entremezclados, en destinos temporales cruzados, pero también
descruzados de a ratos.
Cuando aparece esa señora muy blanca, muy más que la nieve fría, como dice el
Romance del Enamorado y la Muerte, esa blanca figura señorial y oscura, jodida
como pocas, porque por un lado nos obliga a tomar decisiones duras y difíciles en
connivencia con quienes - en vida - tuvimos relaciones profundas, embebidas en
tonalidades contrapuestas, buenas malas peores siniestras afectuosas mentirosas,
ni tanto ni tan poco; y por otro, en la inmediatez, nos crea un menjunje de
contradicciones que mañana lloramos, hoy sentimos alivio, pasado nos olvidamos,
unos días más se reflotan; nos sacuden con sus pros sus contras, sus menos y sus
más .
En julio de 1905 - en Temnica- nació José Skabar, quien debió cumplir su servicio
militar obligatorio como italiano, con su vecino y amigo Stanco Stantic. Juntos y
solteros se vinieron a estas pampas, casi como evitando que los embretaran,
alistándolos en la guerra de Abisinia, y finalmente consiguieron cobijo en una
pensión de Palermo.
Otilia “Tilka” Kavcic, nacida en diciembre de 1908, era oriunda de Lipa, hoy
República de Eslovenia, y llegó a estas costas en otro barco, portando un baúl – que
aún vive – tallado en madera, lleno de imprescindibles, pleno de seguras
expectativas, embebido en sueños esperanzadores, y acompañada de su amiga
Ludmila.
/Polvo serán/
En Buenos Aires, José más conocido como Don Pepe y Stanco , al que algunos
llaman “tío Stanco”, jóvenes casi treintañeros, apuestos, buenos mozos , con aires
de conquista familiera, conocieron a sus chicas :Tilka y Gisela. Stanco era primo
hermano de Tilka. Gisela aunque de otro pueblo, concretó su acercamiento a
Stanco, cuyo nombre era Estanislao.
Las dos parejas Pepe y Tilka, Stanco y Gisela se casaron el mismo día de 1933, con
una fiesta conjunta con todos los floripondios acostumbrados: vestido blanco largo,
iglesia con alfombra roja, fotos postal, fiesta con clara impronta eslovena y cotillón
de acuerdo a la época.
La guerra que ellos vivieron fue sin duda la Primera Guerra Mundial. Se luchaba en
toda la zona en la que vivían, hubo que abandonar todo, casa y pertenencias varias,
y trasladarse – el que podía - más al norte y por sus propios medios.
El padre de Tilka – mi abuelo- pudo alquilar una casa y mandar a los chicos a la
escuela. Ella contaba que era una escuela de monjas muy exigentes, donde les
enseñaban alemán -el idioma oficial-. Allí murió un hermanito, y se enfermó uno de
los mayores, que -poco después- murió peleando en las trincheras.
Don Pepe fue llevado por el ejército, con otros chicos a una granja donde
recolectaban manzanas. Recordaba que no la pasó tan mal, porque le “gustaban
mucho las manzanas”, pero también que su mamá murió justo antes de la guerra y
en el frente perdió un hermano.
Cuando regresaron a sus casas todo había cambiado, había mucha miseria, los
campos estaban abandonados, el dinero había perdido su valor, y quedaron bajo la
egida de Italia , obligados a hablar italiano en la escuela y en la misa.
El abuelo Kavcic visualizó que el conflicto no había finalizado totalmente y que se
palpitaba otra guerra, conflicto bélico o un algo similar. Esta circunstancia lo llevó a
permitir que Tilka dejara Lipa y viniera a nuestro país, pensó que era una manera
que alguien de la familia se salvara.
Don Pepe oriundo de Temnica y evitando esas oscuras incertidumbres, se vino con
su amigo a los veinticuatro años en la búsqueda de un futuro más promisorio aunque
no menos dificultoso.
El 14 de octubre de 1936 nació la primogénita Irma, cuyo nombre salió de una
novela: Gospodicna, Irma, pero a quien en familia, llamaron nada menos que Pupé,
muñequita, lo que de entrada marcó cierto signo quizás no de favoritismos, aunque
si de reiteradas exaltaciones. Siempre linda, buena y superinteligente para los ojillos
de sus padres.
El 15 de marzo de 1941 reaparecí yo, esta vez me esperaban alborozados,
visualizando un embarazo super distinto y muy exultante, afirmando sin dudas que
era, no iba a ser, era un varón, para lo cual para qué iban a pensar un nombre de
nena, si ya tenían una Pupé.
Mamá Tilka siempre pensó que con el deseo, la fe, y la voluntad todo se consigue,
pero los hechos indican que ni es así, ni mi frustrado nacimiento podía afirmarse que
era un varón, aunque así se lo aseguró.
Con todos los trámites pertinentes hechos en octubre de 1998, abordé el avión,
portando la cajita con las cenizas de mamá en el bolso de mano. Me fui directo a la
casa del primo Berti, en Sezana, ya que era el único con quien podía hablar en
castellano y con el que había tenido una relación más directa. Él había vivido en
Argentina donde además permanecen sus hermanos, Vicente y Mary. Todos hablan
castellano en la familia de Berti, ya que, en función de su trabajo, vivieron también
un tiempo en Uruguay, México y España.
En ese momento, allí vivía Paula, la viuda del Tío Leopold. Ella se encargó de
preparar en una habitación, una mesita con un mantel bordado, donde puso la urna,
las velas pertinentes, un crucifijo sencillo, y las flores para que fuera la gente del
pueblo a transmitir las condolencias acostumbradas. Todo esto hasta que se
arreglara con el cura - quien va sólo los domingos- la misa y el ingreso en el
cementerio de los restos, en ese lugar -previamente- no sólo preparado sino también
asignado.
Todos los primos, familiares más o menos cercanos, y vecinos del lugar, se fueron
comunicando y se hicieron presentes, pero yo al no conocer el idioma tenía una
terrible dificultad de comunicación. Aunque había escuchado muchas de sus
historias, y hasta a veces podía entender algo de lo que decían, carecía de la
posibilidad de responder, ni un mínimo argumento, ni una sencilla y relevante
palabra con la que poder quizás retribuir algo de ese afecto que sobrevolaba los
sucesos.
Allí la dejamos sintiendo que estaba en su lugar en el mundo, ya que vivió setenta
años añorándolo, en primavera con sus flores y en invierno por la nieve, latiendo la
presencia de una familia entrañable, sumando sus recuerdos de infancia y de su
©Silvia Haydée García
©sihagalo
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Los límites del lenguaje no común, no impidieron que sintiera el latido de una
pertenencia que se vislumbraba en la expresión de los rostros, los gestos
afectuosos, aunque es imposible negar – repito- que la barrera del idioma es
relevante y adquiere una fuerza impensable.
La comida la llevaron los primos, jamones y salames caseros, excepto los que trajo
Sonia que eran del frigorífico de su familia política, que ella dirige en Trieste. Otras
cocinaron los típicos arrollados eslovenos, los poticos o poticas.
Con Doris preparamos uno especial de crema y nueces para la ocasión, con lo cual
la mesa quedó engalanada por arrollados varios, fiambres aportados para la
ocasión, y algunas bebidas, vinos y gaseosas.
Cumplidos los deseos de los hermanos, me llevaron en un recorrido turístico por la
región, con Tilka y el marido, paseando por la costa eslovena, por Koper, por Pirán,
hasta Croacia donde ellos tienen una casa de finde semana junto al mar. Allí nos
quedamos un día, para regresar a Ljubljana donde viven en las afueras.
Al regreso, en Buenos Aires, un día vino Silvia a cenar, quería contar y no pude
largar ni una palabra, un poco porque las emociones habían sido muy fuertes,
latentes en una cercanía que impedía elaborarlas, y otro “mucho poco” porque
Choqui acaparó la conversación. Quizás el tiempo y la distancia, hicieron que en la
última navidad el tema se renovara.
Mi mamá siempre tuvo conmigo una relación difícil y muy conflictiva. Lo que ella
esperaba no era lo que yo le daba y en consecuencia lo que yo esperaba no era lo
que ella me daba.
Me acusaba de tener poca sensibilidad y de juzgarla mal, de tratar de anular a mi
hermana que según su opinión era tan sensible. Comparaciones reincidentes en la
que siempre salía desfavorecida. Ellas dos compartían todo, incluso las
confidencias.
Así fue que después que falleció mamá, y recién en esa oportunidad, Irma me contó
que mamá había estado embarazada antes de casarse y como no pudieron
enfrentar el asunto frente a la familia Europea y a los amigos, hicieron un aborto,
pero agregó que supieron que era un varón.
Esa fantasía fue el artífice de su relación conmigo, ya que en los años treinta no
había los recursos para determinar el sexo de un embarazo y mucho menos de un
nonato. Los prejuicios de una formación estrictamente católica no le permitieron
asumir una decisión, a la que se supone debieron llegar de común acuerdo con
papá.
De todas formas, en 1933, como ya contamos, se casaron con toda la pompa que la
ocasión silenciada requería: vestido largo blanco, iglesia, foto y fiesta.
En 1936 nació Irma y en 1941 nací yo de un embarazo en el que mi mamá siempre
creyó en la llegada – otra vez - de un varón y como ya dije, puesto que con el deseo,
la fe, y la voluntad todo se consigue. Todo menos el pensar con lógica que no fui yo
la que fallé, sino que nada ni nadie podía prever el nacimiento de Norman José y no
de Norma Josefina. Además, había poco sentido común en semejante planteo, que
– por qué no - se podría haber también manifestado cuando nació mi hermana.
Su inconsciente manejó las cuestiones a su antojo, y su dolor por ese nacimiento no
concretado, arbitrariamente determinó el camino de su culpa poniéndola en el asma
que padeció tantos años y en su difícil relación conmigo. Quizás pecando de
psicóloga aficionada, pero con fundamento, podría afirmar que no fui yo la que fallé
como me hizo sentir tantas veces, sino que ella misma le falló a sus propias
convicciones, su debilidad para afrontar un nacimiento que se supone quizás
deseaba o no, en una situación de pareja no acorde a los designios y costumbres de
la época y fundamentalmente de su familia tan religiosa.
Un cuatro de noviembre 2016, previo a mi viaje en mayo 2017 hacia los Balcanes,
Norma me trajo una breve crónica y catorce fotos del lugar, para dar sustento al
requerimiento de un registro de su viaje.
Lipa - me decía entonces - es un pueblo pequeño, con no más de 45 casas, con
techos rojos , de uno o dos pisos, con ventanas pequeñas. El terreno es ondulado,
las calles son angostas y curvas. Se conserva el aspecto antiguo, en algunos casos
adrede, y en otros porque son casas que no se usan, los adultos trabajan en las
©Silvia Haydée García
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que adorna con plácidos atardeceres. La guía contó que el tenor Joseph Carreras,
es un reincidente visitante del lugar, donde ha llegado a ofrecer su singular cante.
Zagreb (capital de Croacia). Esta es una ciudad que, cuando la recorrés te habla si
querés escuchar su historia. Es muy amigable en un andar lento, sin dejar de elevar
la vista y observar la actitud que adoptan sus naturales. Posee un turismo que los
invade pero que les da cierto sustento.
La recorrí rememorando un viejo vinilo de los Solistas de Zagreb, una mezcla de
Vivaldi, Corelli y algo de Bach, esa música de cámara, que plantó marcas, en una
adolescencia que se supone hubiera elegido otras tonalidades para abrir su
escucha al mundo controvertido que transitaba.
Zagreb es la ciudad que Elisa, nuestra guía, ha elegido para vivir. Envuelta en su
propia historia de ciudadana española que buscaba su lugar en el mundo, ese que
todes persiguen y algunes encontramos entre las palabras, leídas o escritas. En ese
idioma que la cuna y no las kunas, nos han regalado en el día a día y que a veces,
se nos plantan a pesar nuestro, pero siempre dejando prendidos sus peculiares
abrojitos.
Me causó mucha gracia, nos reímos juntas, porque “se encontró conmigo”, una
señora mayor, un poco cansada, en una apariencia que por momentos el almanaque
le pasa factura, y donde no todo lo que reluce es oro. En un veloz intercambio,
producto de obligaciones previas contraídas en el itinerario y los atrasos en la
llegada, nos contamos intercambiamos un sin número de cosillas personales,
lamentamos la brevedad pero establecimos una súbita empatía que quizás haga sus
siembras. Contactamos una comunicación telefónica con Bojan, su hermano, para
acordar el encuentro y recorrida por Lipa. Compartimos un fugaz cafecito y nos
despedimos con afecto, intercambiando regalitos .
Así fue como - según lo convenido- Bojan me vino a buscar al Hotel Roma en
Trieste, y comenzamos un día lleno de sorpresas, recorriendo una zona sobre la que
había recibido algunas impresiones. El proyecto original había sido pasar por
Sezana, recoger a sus padres, Berti y Dori, y seguir camino a Lipa- Temnica. Pero
algunos malestares de Berti hicieron que charla va charla viene, emprendiéramos el
viaje a destino solos.