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Noguchi dice que el bebé llora, principalmente, por las tres causas siguientes:
Cuando tiene hambre o sed
Cuando necesita evacuar
Cuando está en una mala postura.
Los adultos asimilan el sentimiento del bebé al suyo, creyendo poder así establecer el
diálogo con él. Si este último ríe, piensan que el bebé está contento. El sentimiento de
los adultos puede ser el producto de su imaginación, mientras que el del bebé no es más
que el reflejo directo de la condición de su organismo. Cuando los gases se acumulan en
su estómago, llora. Cuando los gases se mueven en el estómago, se ríe. Cuando los
gases pasan al duodeno, se preocupa. También se preocupa cuando la diarrea sigue. Se
entristece cuando el alimento es insuficiente. Se preocupa, anormalmente, antes de caer
enfermo.
Por culpa de esta asimilación, los adultos intentan cualquier cosa para obtener su propia
satisfacción. Agitan, zarandean o dan golpecitos al bebé, para hacerle callar.
Efectivamente, el bebé deja de llorar, no porque esté satisfecho, sino porque ha tenido
miedo al brusco cambio de velocidad, provocando una ligera conmoción cerebral.
La VELOCIDAD, es la cosa que más afecta al bebé, al menos durante los tres primeros
meses después del nacimiento. Más que la velocidad, lo que importa es su cambio, su
aceleración. Entendamos por velocidad cualquier estímulo que afecta al organismo: el
tacto, el desplazamiento, la temperatura, la luz, el ruido y la también la nutrición, etc.
Incluso los adultos están atrapados por el miedo cuando son sacudidos de derecha a
izquierda, de arriba abajo, de una manera imprevisible, durante un seísmo. Su
imaginación no les permite prepararse al cambio.