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Haruchika Noguchi

Noguchi dice que el bebé llora, principalmente, por las tres causas siguientes:
 Cuando tiene hambre o sed
 Cuando necesita evacuar
 Cuando está en una mala postura.

El bebé manifiesta su necesidad de orinar. Hace muecas y llora porque le es


desagradable sentir la presión en la vejiga. Si la madre está atenta, abrirá sus pañales
para dejarle orinar a gusto. El bebé sabe que es más agradable hacer la micción sin estar
atado e incómodo. Si se le acostumbre a esta manera de actuar, al cabo de tres semanas,
aprende a orinar cuando la madre le toma en sus brazos para hacerlo.

Los adultos asimilan el sentimiento del bebé al suyo, creyendo poder así establecer el
diálogo con él. Si este último ríe, piensan que el bebé está contento. El sentimiento de
los adultos puede ser el producto de su imaginación, mientras que el del bebé no es más
que el reflejo directo de la condición de su organismo. Cuando los gases se acumulan en
su estómago, llora. Cuando los gases se mueven en el estómago, se ríe. Cuando los
gases pasan al duodeno, se preocupa. También se preocupa cuando la diarrea sigue. Se
entristece cuando el alimento es insuficiente. Se preocupa, anormalmente, antes de caer
enfermo.

Por culpa de esta asimilación, los adultos intentan cualquier cosa para obtener su propia
satisfacción. Agitan, zarandean o dan golpecitos al bebé, para hacerle callar.
Efectivamente, el bebé deja de llorar, no porque esté satisfecho, sino porque ha tenido
miedo al brusco cambio de velocidad, provocando una ligera conmoción cerebral.

La VELOCIDAD, es la cosa que más afecta al bebé, al menos durante los tres primeros
meses después del nacimiento. Más que la velocidad, lo que importa es su cambio, su
aceleración. Entendamos por velocidad cualquier estímulo que afecta al organismo: el
tacto, el desplazamiento, la temperatura, la luz, el ruido y la también la nutrición, etc.

Incluso los adultos están atrapados por el miedo cuando son sacudidos de derecha a
izquierda, de arriba abajo, de una manera imprevisible, durante un seísmo. Su
imaginación no les permite prepararse al cambio.

El bebé no tiene imaginación para prepararse al cambio de condición. Sale de la


temperatura de 37 grados del vientre materno y bruscamente se le sumerge en un agua
caliente a 40 grados. Da gritos de espanto que los adultos interpretan como un signo de
vitalidad. Le exponen, de repente, a la luz cegadora, al ruido de estos monstruos que
hablan en voz alta. “Los adultos son unos sádicos”, decía Noguchi. NO ven ninguna
diferencia entre un bebé que respira al ritmo que le es particular y un paquete de
periódicos viejos, cuando lo cogen en sus manos.
La ignorancia de los adultos conduce al bebé a no saborear el placer normal del
organismo en buen funcionamiento. Es en la adolescencia cuando los adultos empiezan
a preocuparse por su suerte, pero como tienen un espíritu compartimentado, no ven
ninguna relación entre lo que está ocurriendoy lo que le han infringido al principio de su
vida.

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