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Los comienzos de la antropología

Margarita Ondelj

Diferentes autorxs ubican el origen de la antropología como disciplina académica y campo profesional hacia fines del siglo XIX.
La publicación en 1871 de Culturas Primitivas de Edward Burnett Tylor (1832-1917) donde registró la clásica definición de cultura1
y su desempeño como profesor titular de la primera cátedra de Antropología en la Universidad de Oxford (Reino Unido) entre
1884 y 1909 serían hitos en el desarrollo de las teorías científicas sobre la cultura.2 Cabe aclarar que este primer momento en la
organización del campo académico también se desarrolló en los EEUU a partir del trabajo de Lewis Henry Morgan (1818-1881)
quien ejerció una destacada influencia entre los antropólogxs norteamericanxs de las últimas décadas del siglo XIX y principios
del XX. También en ese lapso se fundaron sociedades antropológicas y museos de la especialidad que dieron impulso al desarrollo
de la disciplina.
La antropología recortó un campo de saber diferenciado de las otras ciencias en la medida que estableció algunos conceptos
básicos y las normas internas de la actividad. Sin lugar a dudas nociones como cultura, sociedad, comunidad, civilización o
evolución –sólo por mencionar unas pocas- fueron discutidas por autores como Auguste Comte, Charles Darwin, Karl Marx,
Herbert Spencer, Sigmund Freud, Émile Durkheim, 3 antes de la conformación del área de estudios antropológicos, pero estos
conceptos fueron revisados a la luz de la nueva problemática.
En el siglo XIX, las sociedades primitivas fueron el foco de interés de la naciente antropología 4 que, respondiendo al modelo de
las ciencias naturales, buscó conocer las leyes (relaciones invariables entre causa y efecto) que regulaban los cambios (evolución)
en las prácticas y los sistemas culturales (por ejemplo se buscó conocer el origen y evolución del parentesco, la organización
política, las religiones).
El “evolucionismo” fue la primera teoría que aportó una explicación a la coexistencia de distintas culturas en ese presente y a
los cambios constatados desde el pasado a la actualidad en cada nación europea, proporcionando una interpretación a las
evidentes diferencias entre el modo de vida occidental y el de las sociedades llamadas primitivas (hoy identificadas como
indígenas u originarias). En ese marco, la vida de las llamadas sociedades -o culturas- “primitivas” fue asociada con el estado de
salvajismo -atribuido a los orígenes de la humanidad- y se sostuvo que mientras éstas permanecían en esa etapa inicial, otras se
habían desarrollado a lo largo del tiempo hasta alcanzar el nivel de civilización verificable en las principales naciones europeas.
La noción de progreso permitió establecer una escala gradual con la que se explicó que el paso de una etapa cultural a la otra se
realizaba de modo ordenado, desde las inferiores o salvajes hasta la superior o civilizada. A partir de esta interpretación, las
diferencias culturales se resignificaron en la relación de superioridad/inferioridad. Cada cultura encontró su lugar en la jerarquía
pero a la vez, las sociedades salvajes tenían la capacidad de dejar esa condición y alcanzar el nivel de civilización dado que el
modelo teórico sostenía que a través del intelecto, unxs y otrxs tenía las mismas capacidades para “progresar” (Rossi y O´Higgins,
1981)5. Esta fue la manera en que el evolucionismo cultural del siglo XIX pudo encontrar esa “ley” que permitía explicar la amplia
variedad de culturas.
Al definirlas como sociedades simples o “pequeñas comunidades” –en oposición a las complejas sociedades occidentales- se las
estudió como unidades aisladas y autosuficientes, con una dinámica que parecía que les era propia, sin relación con las demás.
De ese modo, las consecuencias que trajo para esos grupos y comunidades las transformaciones que venían de la mano del
sistema colonial no se hacían visibles, aunque éstas hubieran alterado profundamente sus formas de vida.
La “antropología clásica” también sostuvo una perspectiva holística (totalizadora, integral) que se aplicó al estudio cultural en
dos sentidos: por un lado en la pretensión de estudiar a todas las sociedades a través de la comparación entre culturas –de este

1 En 1871 Edward B. Tylor publicó la primera definición antropológica de cultura: "La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es
ese todo complejo que incluye conocimiento, creencia, arte, moral, derecho, costumbre y cualesquiera otras capacidades y hábitos adquiridos
por el hombre como miembro de una sociedad" (Barfield, 2000: 138).
2 Como resultado de sus trabajos de campo e investigaciones desarrolladas principalmente en México, Edward Tylor publicó varios libros y
artículos. En 1871 fue incluido como miembro de la Royal Anthropological Society de Gran Bretaña. En:
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/t/tylor.htm Consultado el 10/11/2018.
3 Auguste Comte (1798-1857); Charles Darwin (1809-1882); Karl Marx (1818-1883); Herbert Spencer (1820-1903); Sigmund Freud (1856-1939);
Émile Durkheim (1858-1917).
4 A diferencia de la sociología a la que se reservaba el análisis de las sociedades complejas o civilizadas.
5 En: Rossi, Ino y O’Higgins, Edward. 1981. “El desarrollo de las teorías de la cultura”. En Teorías de la cultura y métodos antropológicos. Cap.
1. Barcelona, Editorial Anagrama.
modo se reconocía que todos los grupos humanos producen cultura- y, por el otro, la mirada holística (reforzada por la definición
de sociedades a pequeña escala) permitió que las etnografías6 describieran, al mismo tiempo, aspectos como la producción de
la subsistencia, las relaciones sociales, las representaciones simbólicas, las producciones estéticas, las lenguas, etc.
La premisa de que se trataba de sociedades simples que vivían de un modo equilibrado, armónico y sin cambios permitió dejar
fuera del examen las profundas crisis que la expansión capitalista producía en los pueblos estudiados.
Los temas que interesaron a la antropología de fines del siglo XIX y principios del XX estuvieron íntimamente relacionados con la
condición de potencia colonial de las metrópolis. Luego de recabar la mayor cantidad de información sobre los sistemas de
parentesco y organización social, creencias y valores, formas de producción, etc. los investigadores aplicaron el método
comparativo para identificar elementos, pautas y procesos similares o diferentes entre los grupos estudiados.
El interés en explicar científicamente la vida de los otrxs se fue trasladando desde las sociedades lejanas y exóticas hacia grupos
o sectores dentro del mundo occidental. En estas teorizaciones se puede advertir, en un mismo movimiento, cómo los
antropólogxs estudiaron grupos diferentes al propio -el salvajismo y el campesinado- y configuraron las representaciones que
terminarían identificando esas otredades.
Como se dijo, existe una íntima vinculación entre el contexto histórico y la práctica científica, sin embargo, la relación de
dominación/subordinación entre la sociedad del investigadxr y las que constituían su objeto de estudio sólo comenzó a
cuestionarse varias décadas después, hacia mediados del siglo XX.

6
Los resultados del trabajo de investigación fueron volcados en las etnografías: textos producidos por los antropólogos europeos
para representar la otredad ante sí mismos.

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