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Val_17 & Julie

Karen B. samanthabp Ma.sol


xio2401 Vane Black NnancyC
Kath1517 Jadasa Dannygonzal
Lvic15 Maria Graterol Miry
Pachi Reed15 AnnyR' evanescita
Alessandra Wilde Lolitha Julie
4
Gesi Beatrix Val_17
Anna Karol Madhatter

Jadasa AnnyR' Laurita PI


Kish&Lim Michelle♡ Daliam
Julie Karen_D

Julie Tolola
Índice
Sinopsis Capítulo 17
Después Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Luego de Después
Capítulo 6 Capítulo 23
Capítulo 7 Capítulo 24
5
Capítulo 8 Capítulo 25
Capítulo 9 Capítulo 26
Capítulo 10 Capítulo 27
Capítulo 11 Para Siempre
Capítulo 12 Escena Extra
Capítulo 13 Playlist
Capítulo 14 As Long As You Love Me
Capítulo 15 Sobre la Autora
Capítulo 16
Sinopsis
Nadia Conrad tiene grandes sueños, y está decidida a hacerlos realidad;
por el bien de sus padres, como también por el suyo. Pero entre mantener su
beca universitaria y trabajar en la guardería local para sustentarse, apenas tiene
tiempo para pensar, mucho menos para salir en citas. Entonces se muda a un
nuevo apartamento y conoce al chico taciturno pero irresistible del 1B…
Daniel Tyler ha tenido que crecer demasiado rápido. Convertirse en papá
soltero a los veinte años puso su vida al revés… y le trajo un dolor al que no
puede volver a arriesgarse. Ahora, mientras cría a su hijo de cuatro años,
equilibrando un trabajo a tiempo completo en administración de construcción y
clases nocturnas, tener una vida social es imposible. Lo último que quiere es
que cuatro estudiantes ruidosos se muden al piso de arriba. Pero una noche, los
caminos de Nadia y Ty se cruzan, y pronto no pueden mantenerse alejados el
uno del otro.
6
No es el momento adecuado… pero el amor ocurre cuando ocurre. Y no
puedes saber lo que realmente necesitas hasta que vas a perderlo.
2B Trilogy #1
Después
Traducido por Val_17
Corregido por Jadasa

Siempre hay un encuentro lindo, ¿verdad?


La chica tropieza y el chico la atrapa, se quedan encerrados en un
ascensor, o ella olvida su teléfono en un bar y él se lo devuelve. Más tarde,
cuando la gente hace la inevitable pregunta: “¿Cómo se conocieron?”, la mujer
comienza contando parte de la historia y el hombre la termina, o viceversa,
mientras todo el mundo los admira por permanecer juntos. No tengo una
historia como esa, o por lo menos, tengo una historia, pero en la mía estoy sola,
y nadie termina mis frases.
Lo quiero de esa manera.
7
¿Verdad?
Durante

8
1
Traducido por Karen B.
Corregido por Kish&Lim

La primera vez que vi a Ty, me caí de las escaleras y me rasgué los


pantalones.
Una persona supersticiosa podría llamar a eso un presagio. No tenía
nada que ver con eso, por supuesto, era solo una coincidencia. Mientras Lauren
y yo luchábamos con el sofá, un tipo, que presumí era nuestro nuevo vecino,
entró al edificio. Tenía cabello castaño, ojos marrones y una fuerte mandíbula
con piel de oro. Siempre tuve debilidad por los que tienen cabello rubio-rojizo,
probablemente como resultado de crecer con las películas de Harry Potter. Él
también era alto y esbelto con un rostro esculpido y ascético, como un guerrero
austero que estaría en casa sobre la proa de un barco. Está bien, era posible que 9
hubiera visto demasiados episodios de Vikingos esta semana.
Cuando nos vio luchando contra un mueble tan pesado, solo suspiró,
rodeó las cajas que llenaban el vestíbulo y comprobó su buzón. No saludó, ni
un “bienvenida al complejo”. Había subido la mitad de las escaleras hasta el
rellano, levantando mi extremo del sofá, cuando mis manos se resbalaron y el
mueble saltó. Me lancé por él, fallé y caí tambaleando después. Lauren saltó
hacia un lado como si fuera un trineo en la pista de eslalon, por lo que la
monstruosidad a cuadros marrón golpeó delante de mí en el suelo. El sofá zafó
del choque contra la pared; no tuve tanta suerte. En honor al día de la mudanza,
me puse unos pantalones cómodos y viejos, que fueron lavados demasiadas
veces, a juzgar por el rasgón audible cuando reboté en la pared y caí a los pies
de Lauren.
Ella me levantó, con los ojos muy abiertos. —¿Estás bien?
—Solo moretones para el orgullo y la pelvis —murmuré.
Inclinó la cabeza ante la carga de trabajo que nos aguardaba. —¿Tal vez
deberíamos esperar a que los chicos regresen de su carrera de cerveza?
Examiné el desastre que habíamos creado frente a la entrada y afuera,
conscientes de que estábamos molestando a nuestros vecinos. —No podemos
dejar las cosas así.
—Te ayudaré con el sofá. —En cuánto a saludos, no fue el más cálido. El
pelirrojo gruñón se acercó a nosotras, enrollando las mangas de su camisa de
vestir para revelar unos antebrazos muy bonitos: ligeramente bronceados y
cubiertos de vellos rojizos, delgados pero fuertes con huesos prominentes en la
muñeca. Sus manos me atrajeron, dedos largos y elegantes, sin ser demasiado
cuidados. Ya sabes, si te gustan ese tipo de cosas. Yo era mala en estimar las
edades, pero probablemente ya no iba a la escuela, a juzgar por la camisa casual
de negocios que llevaba puesta.
Tarde, me di cuenta de que lo había estado estudiando durante treinta
segundos. —Si estás seguro.
—Está bien. Caminaré hacia atrás y lo guiaré hacia arriba.
—Gracias —intervino Lauren—. Preferimos no cometer homicidios en
nuestro primer día en el edificio.
Como estaba de espaldas a la pared, escapé de la ignominia del nuevo
vecino viendo mis bragas de panda. Se deslizó y subió el sofá por las escaleras
por su cuenta. Lauren y yo trabajamos juntas, y fue mucho más fácil con él
haciendo el trabajo pesado de levantar la parte superior. Con un mínimo de
alboroto, maniobramos el sofá hasta el segundo piso, donde se detuvo PG.
—¿A o B? —preguntó. 10
—B. —Debería ganar el premio por bromas hilarantes.
Asintiendo con la cabeza, nos ayudó a llevarlo por el pasillo y entrar en
el apartamento. Habíamos dejado la puerta abierta ya que teníamos tan poco
allí. La mayor parte seguía abarrotando el vestíbulo de abajo. Max y Angus
habían despegado tan pronto como lo descargamos todo: mi coche, el de Angus
y el camión de alquiler. Después de eso, se fueron como el viento con la excusa
de que mudarse sería más divertido con pizza, cerveza fría y un zumbido
—Están sobre mi apartamento. —Él tampoco parecía particularmente
feliz por eso.
Le disparé a Lauren una mirada de qué pasa con este tipo, y se encogió de
hombros.
—Soy Nadia —dije.
Al principio no dijo nada, así que ella intentó. —Eso me hace Lauren.
—Ty —dijo por fin, como si esta introducción básica fuera semejante a la
firma de un contrato celular a largo plazo.
Lauren empezó: —Los chicos volverán con bebidas en un momento, si
quieres...
—No, está bien. Debo llegar a casa. —Si ser grosero fuese un sombrero,
lo llevaría con despreocupado desprecio por nuestros sentimientos.
Qué raro. Y todavía necesito cambiarme los pantalones.
—Bueno, gracias por ayudarnos. Podemos manejar el resto de las cajas.
Ty tomó mi comentario como su señal para salir, así que lo seguimos
abajo para trabajar en el resto de nuestras cosas. Parecía muy cansado mientras
se dirigía hacia el apartamento 1B, la unidad en la parte trasera del edificio;
tenía un bonito patio, a diferencia del frente o de arriba. Teníamos un balcón,
pero no era lo bastante grande para una barbacoa.
Lauren y yo nos mudábamos con un par de amigos, y como habíamos
perdido en el juego de la moneda, tendríamos que compartir el dormitorio
principal, mientras que Angus y Max tendrían sus propias habitaciones. La
mayor ventaja era que no íbamos a tener que usar un cuarto de baño sucio. La
habitación tenía un baño junto con un closet. Cuatro personas en un dormitorio
de tres hicieron el alquiler más manejable, y ya que a menudo vivía de comida
ramen a finales de mes, no podía quejarme. Cogí una de mis cajas, marcada con
VESTIMENTA, y corrí escaleras arriba con ella, estremeciéndome en el punto
dolorido donde había colisionado con la pared.
—Bonito panda —dijo Lauren, sin expresión.
—Cállate.
Me metí en el cuarto de baño para ponerme una sudadera y luego volví a 11
bajar, pasando a Lauren en las escaleras. Cuando levanté una caja, una mujer de
pelo gris salió del 1B. Tenía una figura con forma de pera y se movía como si le
dolieran los pies, pero ella sonrió cuando entró al vestíbulo, saludándome con
la mano amigablemente.
—Normalmente diría: te veo mañana, pero este es mi último día. —Con
ese comentario críptico se fue, y llevé mi caja arriba.
Mientras Lauren y yo bajábamos para cargar de nuevo, Max y Angus
estaban entrando. Cuando olí la pizza, decidí que ellos no apestaban tanto
como había estimado anteriormente. Cada uno agarró dos cajas y dejó que
Lauren y yo lleváramos la pizza y la cerveza. Haciendo el trabajo entre cuatro,
muy pronto tuvimos todas nuestras cosas en el apartamento. El lugar era un
revoltijo, pero al menos podíamos cerrar la puerta.
—Lamento que hayamos tardado tanto. —Angus estaba genuinamente
preocupado—. ¿Les dio algún problema el sofá?
Le advertí a Lauren con una mirada para que no mencionara mi caída o
el desperfecto de mi guardarropa. —Algo así, pero le di una conversación
severa y se calmó. Prometió estar menos descontento en el futuro.
Max descartó el tema frunciendo el ceño hacia el lugar donde habíamos
dejado el sofá. —Tiene que dar hacia el otro lado. Esa pared es mejor para
películas y juegos.
Típico. No es que Max fuera un tipo malo, pero...
Desde el primer año, había pasado por la mitad de las mujeres en el
Monte Albión. Como se trataba de una universidad de artes liberales de tamaño
mediano, eso era impresionante y alarmante. Lauren y yo conocíamos a Max
demasiado bien para ser seducidas. Oh, lo había intentado desde el principio,
pero las dos lo rechazamos. No tenía interés en los chicos malos problemáticos
de hogares destrozados. Alguien más podría amar a Max y arreglarlo; yo solo
cruzaba los dedos para que él lavara los platos a tiempo. Max contribuía con un
sueldo estable, y eso pesaba mucho en la decisión de un compañero de cuarto;
confiaba en que pagara su parte del alquiler a tiempo. En cuanto a Angus, él
venía de una “buena familia” como diría mi madre, así que su padre ya había
pagado por adelantado su parte del alquiler a la compañía de arrendamiento.
Lauren y yo estábamos por nuestra cuenta, pero yo tenía un trabajo a tiempo
parcial, y ella también. Debería estar bien. Me estuve diciendo eso desde que
firmé el contrato de arrendamiento la primavera pasada y dejé el depósito, pero
esto era un poco aterrador después de vivir en el dormitorio como estudiante
de primer y segundo año.
—De acuerdo —dijo Lauren, ya que a nadie más parecía importarle la
ubicación del sofá, y ayudó a Max a moverlo.
Luego la reclutó para ayudarle a montar el centro de entretenimiento 12
mientras Angus y yo situábamos el comedor retro que había encontrado en una
venta de antigüedades, con sillas de vinilo amarillas y la parte superior era de
formica agrietado, bordeado de cromo. Tenía mucho carácter, y probablemente
fechado de los actuales cincuentas, pero cubrí los arañazos con colchonetas
mientras Angus organizaba la cocina. Nunca había vivido en una casa con
lavavajillas, aunque no iba a admitirlo a los chicos. Lauren lo sabía, por
supuesto. Mis padres cubrían mi matrícula con la ayuda de una beca
académica, pero nunca tuve muchos lujos. De hecho, yo era la primera persona
en la familia en ir a la universidad. Lauren y yo éramos amigas desde el
segundo grado. Su familia solía tener dinero, pero las inversiones de su papá no
funcionaron, lo que le dejó amargado, y cuando ella tenía once años, él dejó a la
familia por completo. Diez años más tarde, estábamos en el mismo barco
financiero.
Para cuando Lauren y Max ya instalaron la TV y los periféricos, Angus
tenía lista la cocina y yo había preparado comida y cerveza en la encimera,
junto con platos que acababa de enjuagar para quitarles el polvo y la tinta del
periódico. Me desplomé en el sofá con un gemido. Las demás cajas podrían
esperar hasta más tarde. Angus se sentó a mi lado y Lauren se acomodó a su
otro lado, dejando a Max en el sillón. Él rápidamente puso una película ruidosa
de acción de su colección y yo estaba demasiado cansada para discutir.
—Has visto esto doce veces —dijo Angus.
—Catorce. ¿Cuál es tu punto? —Max nos mostró una sonrisa que otras
personas encontraban encantadora.
Comí pizza, mirando inexpresivamente una sucesión de persecuciones
de autos.
Después, me sentí mejor, lo suficiente como para empezar a hurgar en las
cajas de decoración. No teníamos demasiado, pero había algunas fotos, velas
perfumadas y una estatua extraña que hizo la mamá de Angus. Al parecer, ella
era una gran escultora en Europa. Al principio pedí sus opiniones de dónde
debía colgar las cosas, pero se hizo evidente que a nadie le importaba, así que
localicé el martillo y clavos, y me puse a trabajar.
Diez minutos después, alguien llamó a la puerta. Los otros tres me
miraron.
—¿Qué? —dijo Lauren—. Ya estás levantada.
—Bien.
Respondí, luego mis ojos se ensancharon cuando vi a Ty. Si era posible,
parecía aún más cansado, húmedo y desaliñado también. Se había puesto una
camiseta gris, y no tenía ni idea de lo que crearía esos patrones, pero el algodón
suave se aferraba a la parte superior de su cuerpo, revelando hombros anchos y
un pecho sólido. Su desaliñado y palpable atractivo me hizo sonreír hasta que 13
abrió la boca.
—¿Te importaría bajar la televisión y no golpear las paredes tan tarde?
Sorprendida, saqué el teléfono de mi bolsillo. Decía las 8:42 p.m. Mierda
santa, ni siquiera eran las nueve de la noche. Me había quedado hasta más tarde
en la escuela primaria. —Creo que no estamos de acuerdo en lo que constituye
tarde. Pero le diré a Max sobre la televisión. —Giré para gritar—: Oye, él puede
oír tu película allá abajo. Demasiado fuerte, hermano.
Con una mirada sucia y una maldición murmurada, Max presionó el
volumen en el control remoto. Mierda, lo tenía hasta el cincuenta. No me
sorprende que el chico del sofá estuviera malhumorado. Se me ocurrió que era
por eso que había suspirado cuando nos vio a Lauren y a mí. Los estudiantes
universitarios eran conocidos por ser un dolor en el culo, propensos a agravar a
sus vecinos, vomitando en lugares extraños y de vez en cuando dejando a gente
desnuda donde no pertenecían.
—Gracias. —Eso fue todo lo que dijo antes de girar y salir por el pasillo
con prisa.
—Estupendo, tenemos un nazi de la diversión viviendo abajo —gruñó
Max.
—Sabíamos cuando nos mudábamos que era una comunidad mixta.
Los apartamentos para universitarios que habíamos analizado costaban
más, tanto en renta mensual como en depósitos de daños. Este lugar alquilaba a
estudiantes mayores, y no nos hacían pagar dos meses por adelantado. Estaba
un poco más lejos del campus, pero teníamos dos coches entre los cuatro y
habíamos elaborado un buen sistema de viajes compartidos. Pero también, no
podríamos ser tan salvajes como en otro lugar.
—No quiero que nuestros vecinos me odien —dijo Lauren—. Mucho
menos los vecinos calientes que nos ayudan a mover muebles.
—Tienes mal gusto en los chicos —dijo Max
Mientras se peleaban, Angus enganchó el mando a distancia y en silencio
bajó un poco más la película. Dejé el martillo y decoré con más tranquilidad,
arreglando velas. Los cuadros podrían esperar hasta la mañana. Por lo que yo
sabía, Ty era un estudiante de medicina que no había dormido en veintisiete
horas, así que una vez que terminé el salón, en lugar de molestarlo en nuestra
primera noche, arrastré mis cajas a mi habitación y comencé a colgar la ropa. En
el camino, encontré sábanas e hice mi cama. La euforia me invadió cuando
desenterré las toallas. A las diez, dejé de organizar y tomé mi primera ducha en
nuestro nuevo hogar.
Mi mamá me llamó a la mitad, justo cuando estaba pisando la alfombra.
Fue una sorpresa hasta que me di cuenta de que debía haber olvidado la
14
diferencia de dos horas. De nuevo. Ella tenía el horario de Montaña y yo del
este. Esto sucedía una vez al mes aproximadamente. Ella tenía ganas de hablar
conmigo y marcaba sin más.
Cogí mi celular y dije: —Todo está bien, no hay inconvenientes.
—Estás compartiendo una habitación con Lauren, ¿verdad? ¿No con el
chico guapo y encantador?
Sonreí. Max odiaría ser descrito de esa manera. —De ninguna manera.
—No me importa el otro.
—Angus es gay, mamá.
—¿Estás segura? A veces lo parecen, pero en realidad son metrosexuales.
Lo ves en la televisión todo el tiempo.
—He conocido a su novio.
—Esa es una evidencia convincente. —Parecía decepcionada—. Bueno,
quería asegurarme de que no tuvieras ningún problema con el apartamento.
—No, es genial.
—¿Cuándo empieza la escuela?
—En dos días.
—¿Tienes todo lo que necesitas? Las cosas están difíciles, pero...
—Sí, estoy bien.
Lo que fuera a ofrecer, no podía aceptarlo. Habían escatimado, ahorrado
y sacrificado lo suficiente por mí. Dos años más, y me graduaría con un título
en educación especial; en el futuro, estaba determinada a pararme sobre mis
propios pies. Mis padres no sabían esto, pero había estado manteniendo una
cuenta de lo que me pagaron y tenía la intención de reembolsarlos después de
mi primer puesto de enseñanza. Nunca me lo habían pedido, pero sabía lo duro
que habían trabajado. Durante un tiempo, mi mamá tuvo dos trabajos para
mantenerme en la escuela, hasta que logró que la ascendieran a gerente en el
supermercado. Devolverles ese dinero les daría un nido para el futuro o tal vez
finalmente podrían irse de vacaciones. Me hizo sonreír.
—Te enviaré un paquete con cosas básicas —dijo, y pude oír el orgullo
de su voz—. No puedo esperar a escribir tu nueva dirección en la etiqueta.
—Pensé que se suponía que debías estar triste porque tu bebé creció —
bromeé.
—Verte abrir tus alas y volar me hace sentir que hice mi trabajo.
Oh Señor. Tuve que bajar el teléfono antes de que mi mamá empezara con
la charla de mariposas. Yo era un patito feo cuando niña, un poco mejor en la 15
escuela secundaria, y más o menos mejoré mi apariencia en la universidad.
Tenía cabello oscuro, rizado, nariz larga, barbilla afilada y fuertes pómulos. Se
podría decir que mi cara tenía carácter. Mamá afirmaba que tenía “huesos
buenos”, lo que significaba que envejecería bien, como Katharine Hepburn. Ya
que apenas sabía quién era ahora —fue una mujer muy vieja que murió cuando
yo era niña—, eso no era muy reconfortante a los nueve años.
—Te amo, mamá. Mándale besos a papá y a Rob. —Rob era mi hermano
mayor, quién se había metido en la construcción como mi papá.
—Lo haré. Ahí le paso el teléfono a tu padre.
—Hola, frijolito. —Mi hermano solía llamarme frijolito. Aunque yo no
estaba tan flaca estos días, mi papá mantuvo la tradición.
—¿Cómo están las cosas?
Él dudó. —Nada mal. No estoy seguro si tu madre lo mencionó, pero
Rob está buscando una propiedad. Podría comprar su propio lugar pronto.
—¿Lo apruebas? —asumí.
—Sí. Ya es hora. ¿Necesitas algo? —Papá era taciturno en el mejor de los
casos, propenso a mostrar su afecto en los gestos más que en las palabras.
—No. Mamá ya preguntó. ¿Cómo va el trabajo?
—Estoy construyendo un centro comercial en este momento. Un poco de
monstruosidad, pero es una forma de vida.
Su pragmatismo tranquilo me recordó a incontables problemas a lo largo
de los años. Cuando la cadena se rompió en mi bicicleta, él estuvo allí con las
herramientas para arreglarlo. —Te extraño, papá.
—Y yo a ti. Hablamos pronto. —Colgó poco después.
Cuando fui a la cocina a buscar un poco de agua, vi que Lauren se había
acurrucado en el hombro de Angus, y Max se había ido. No pregunté y Angus
no me dijo nada. Con un saludo silencioso, tomé mi bebida y salí al balcón para
mirar las estrellas. Exhalando, escuché a los grillos, eventualmente unidos al
bajo murmullo de la voz de un hombre.
La ventana debe estar abierta en el dormitorio de abajo.
Parecía que alguien, ¿Ty? estuviera leyendo Buenas Noches, Luna en un
tono que sugería que lo había hecho cien veces. Una voz mucho más ligera
habló en respuesta y luego hubo silencio. Definitivamente es un niño.
No me di cuenta de que me había inclinado hacia adelante hasta que un
ruido bajo me congeló. Ty salió a su patio. A la luz de la luna, era hermoso:
lámparas solares junto a la valla, un jardín de hierbas en macetas, cestos de
flores y muebles de mimbre acolchados con cojines a rayas. Lo primero que 16
pensé fue que una mujer debe vivir con él porque un hombre no cuidaría tan
bien de su patio.
Entonces me reprendí por ser prejuiciosa. Odiaba cuando la gente hacía
suposiciones acerca de mí, basado en mi altura y constitución.
Tienes que jugar al baloncesto. ¿No? Bueno, ¿cuál es tu deporte favorito?
Cuando pensé eso, él hizo lo más peculiar. Caminó hasta el borde de la
valla de madera, apoyó la cabeza en ella, apretó un puño y lo presionó contra la
parte posterior de su cabeza. No es exactamente lo que haría si tuviera dolor de
cabeza. Más... agotamiento, desesperación o alguna emoción que no podía
nombrar. Esto me parecía demasiado personal, y no debía estar ahí. Pero si me
movía, él me escucharía.
Justo en ese momento, como si me hubiera sentido viéndolo, Ty se volvió
y miró hacia arriba. En la oscuridad, no podía ver sus ojos, pero los recordaba
de un marrón dorado con toda la agudeza de un halcón de caza. Por alguna
razón, no podía moverme. No me atreví a enderezarme. No quería que él
pensara que podía echarme de mi balcón, pero tampoco estaba espiando. Nos
quedamos allí mirándonos el uno al otro, sin movernos, sin hablar. Él no sonrió.
La tensión se extendía entre nosotros en madejas plateadas, tensas por su
silencio y mi quietud.
Entonces él volvió adentro en silencio, rompiendo nuestra conexión
momentánea con una certeza que dolió en el retroceso.

17
2
Traducido por Val_17
Corregido por Julie

Al día siguiente, tenía que trabajar.


Mi trabajo temporal en la guardería era mejor que la mayoría de los
trabajos universitarios. Este verano, me dieron más horas, ya que cubrí los
turnos de los profesores que salieron de vacaciones. A partir de esta semana,
regresaría a trabajar a tiempo parcial; ellos eran muy buenos acerca de la
programación en torno a mis clases. Lunes, miércoles y viernes trabajaba en las
tardes. Martes y jueves, tenía el turno de mañana. Ocasionalmente, el director
me asignaba para ayudar en un salón particular, pero en general merodeaba,
ayudando dondequiera que me necesitaran.
18
Era dueña de uno de los dos autos; Angus conducía el otro. Por razones
obvias, el suyo era mucho más agradable, pero mi Toyota tenía corazón. Tenía
un trillón de kilómetros cuando lo compré hace cuatro años, y seguía andando.
Max tenía una motocicleta que restauraba desde la primera vez que lo conocí,
pero entre la escuela y el trabajo, no pasaba tanto tiempo en ello como le
gustaría. Por lo tanto, la cosa funcionaba solamente la mitad del tiempo, y por el
momento, era un gran pisapapeles. Pero mi viaje empezó de inmediato, sin
problema para llevarme a trabajar a tiempo.
Cuando llegué, me pusieron en la sala de los niños de dos años, lo cual
era casi tan emocionante como esperarías. El nombre de la maestra principal era
Charlotte Reynolds, y tenía un título asociado a la educación infantil. Ella era
una mujer dulce a mediados de los treinta, por lo general paciente, pero parecía
un poco agotada esta mañana. Junto a ella, evité que los niños se lastimaran, les
dimos cosas para colorear, supervisamos el almuerzo y luego los pusimos a
dormir la siesta. Por la tarde, jugaron en el patio, colorearon más, algunas
actividades educativas, y a las cuatro y media, suspiré aliviada de que el día
casi hubiera terminado.
—Estuvieron inquietos —murmuró Charlotte.
—Este es el último turno completo para mí —le recordé.
—Estoy al tanto. Espero que tu tercer año sea el mejor.
Asentí, ordenando el cuarto mientras hablábamos. A las seis, todos los
niños se habían ido, y éramos libres para salir. Con cansancio, me arrastré hacia
el Toyota y regresé a casa, aunque hice un giro equivocado por reflejo,
dirigiéndome hacia los dormitorios en vez de nuestro nuevo apartamento.
Susurrando una maldición, di un giro en U y corregí el rumbo, estacionando
detrás de un Ford Focus plateado. Vi a Ty saliendo del auto, pero no dije nada.
Después de la noche anterior en el balcón, no quería que él pensara que era la
vecina acosadora del infierno. Saqué mi bolso del asiento trasero, impreso con
el logo de la guardería, algunos bloques y un arco iris; astuto, ya que el nombre
era Academia Arcoíris ABC. Cerré la puerta y me dirigí más allá, tratando de
evitar tensiones y acusaciones.
Pero él actuó como si la noche anterior nunca hubiera ocurrido, su
atención vagando a mi bolso. —Oye, ¿trabajas allí?
—Sí, ¿por qué?
—¿Lo recomendarías?
Buenas noches, Luna. Correcto. Me pregunto si hay una señora Pelirroja
Sexy. La culpa me atravesó por pensar en su estado civil; era raro tener tanta
curiosidad, incluso si él era seriamente atractivo. Espera, ¿qué me preguntó?
Me detuve en el escalón delantero y asentí, comenzando mi divagación. 19
—Los maestros están bien entrenados y las instalaciones son limpias. El plan de
estudios es equilibrado. No es un lugar Montessori, pero la educación pre-
escolar es sólida, combinado con una buena socialización y una excelente
supervisión. No hemos tenido ni un accidente grave en el año que llevo
trabajando allí.
—Esa es una buena recomendación. ¿Tienes una tarjeta?
En realidad, tenía una y comencé a buscarla. Mi bolso era un desorden
colorido de dibujos que los niños me habían hecho durante el verano. Dado que
iba a volver a trabajar a tiempo parcial, me traje algunas cosas a casa. Como la
mayoría de los profesores, aunque se suponía que no debía haber preferencias,
tenía algunos niños favoritos en la Academia Arcoíris.
—Aquí tienes. Ignora la nota en la parte trasera.
Volteó la tarjeta de inmediato. Tuve la sensación de que si le decías a Ty
que la pintura estaba fresca, habría puesto una palma sobre ella para probarlo.
—Erin, Lubriderm, tres veces al día. ¿Debería preguntar?
—Una niña con un caso de eczema entró la semana pasada. Sus padres
no son muy buenos con la organización.
Sus cejas se alzaron. —Así que, ¿esta es su idea de instrucciones de
cuidado?
—Síp. No te preocupes, ella se encuentra mejor. La cuidé. —Le sonreí; su
mirada se aligeró en respuesta, como si las erupciones de la piel fueran de
alguna manera divertidas—. El nombre y número de teléfono del director están
en el frente. Puedes hacer una cita para un recorrido.
—Gracias.
Aunque sospechaba que la mujer mayor con la que hablé ayer debía ser
su niñera, no le pregunté. Elegí no darle una excusa para decirme lo mucho que
necesitaba llegar a casa. Así que solo agité la mano y subí, dejándolo con las
instrucciones de cuidado de Erin y la información sobre mi empleador. En el
apartamento, Max veía una película.
—¿Día productivo? —pregunté.
—En realidad no. El mañana se encuentra bastante próximo para
empezar a ser ambicioso.
No estaba segura de que esa palabra alguna vez fuera aplicada a Max,
pero sus notas no eran tan malas como esperarías de alguien que pasaba en
fiestas todo el tiempo. En cuanto a mí, ya compré mis libros de texto en línea en
formato digital, así podía ir directamente a la universidad con mi tableta y una
aplicación para tomar notas. Espero que haber dejado el dormitorio no influya en mi
rutina. Este semestre, tenía cuatro clases, junto con la práctica, trabajaría en una 20
escuela secundaria local dos días a la semana. No iba a enseñarle a los alumnos;
eso no empezaría hasta mi último año.
—¿Dónde están los otros dos? —pregunté.
—Lauren en el trabajo, y Angus de compras. Él dijo que la llevará a casa
más tarde. —Se detuvo, sonriéndome—. Si hubiera alguna forma de que
pudieras mantenerte en contacto, que no fuera transmitiendo mensajes a través
de mí.
—Lo que sea.
Después de enjuagar un día de pegajosas huellas dactilares, me preparé
un plato de cereal y me acosté en el sofá. Era demasiado tarde para entender la
película de Max, pero no importaba ya que solo iba a matar el tiempo hasta que
nuestros compañeros llegaran a casa. Si no estuviera cómoda ignorando a Max,
nunca habría aceptado vivir con él. Con el tiempo, me aburrí y terminé
colgando los dibujos, aunque traté de hacerlo en silencio para evitar molestar al
vecino de abajo.
Extrañamente, me decepcionó un poco que Ty no viniera a gritarnos,
incluso después de que Lauren y Angus regresaron a las diez. Pero ambos se
hallaban demasiado cansados para pasar el rato, así que terminé en el balcón de
nuevo. Me dije a mí misma que no salí para espiar, solo disfrutaría de una taza
de té antes de acostarme. En algún momento, mientras que el resto de nosotros
hacía sus cosas, Max debió poner una silla de terraza ahí. Se encontraba de lado
y ocupaba la mayor parte del espacio, pero era sorprendentemente agradable.
Pacífico.
Esta vez, Ty no se encontraba junto a la valla. El alivio me inundó. No me
importaba interrumpir otro momento privado. No hacía nada malo, sentada en
mi balcón con una taza de té, pero era una zona gris ya que podía invadir su
privacidad muy fácilmente. Esta noche él estaba en un enorme sofá de mimbre,
y el espacio vacío a su lado me pareció extrañamente conmovedor. Lo estudié
mientras sorbía mi bebida. Tenía un lector electrónico con iluminación, con su
cabeza inclinada así la luna iluminaba los mechones más claros de su cabello
cobrizo.
—Eres una astrónoma bastante dedicada —dijo sin levantar la vista de su
libro. Su voz era lo suficientemente suave como para que apenas lo oyera…
pero hablaba conmigo. De nuevo.
Me preguntaba por qué era tan emocionante. Cálmate, podría estar casado.
Comprometido. Alguna cosa. Él definitivamente está buscando una guardería, y… tal
vez estoy pensando demasiado esto.
—Me gusta aquí afuera —respondí, imitando su tono de voz.
De alguna manera esto se sentía como un secreto entre los dos. Su lugar 21
y ahora el mío; al parecer, no le importaba compartir la noche conmigo. No
quería molestar a Angus o Max con nuestra conversación, y tampoco quería que
Lauren se uniera al grupo. No había necesidad de auto-análisis, ¿verdad?
—La mejor parte de vivir aquí.
—¿Qué estás leyendo?
Su respuesta fue lenta, como si estuviera un poco inseguro acerca de si
debería animarme. —Algunos capítulos para la clase de mañana.
—Oh, ¿eres estudiante? Pensé que ya debías tener un trabajo de oficina.
—Lo tengo.
—¿Escuela nocturna? —supuse.
—Sí.
—¿Qué estás estudiando? —Era consciente de que esto se volvía cada
vez más un interrogatorio, por lo que decidí no preguntar nada más, a menos
que él lo correspondiera. Esto era extrañamente íntimo, no ser capaz de ver su
cara, solo la suavidad de nuestras voces en el aire oscuro y cálido, perfumado
con las flores que plantó abajo.
—Arquitectura.
—Suena interesante —dije, y apenas me las arreglé para evitar hacer más
preguntas en rápida sucesión. ¿Cuántos años te quedan? ¿Cuál es tu trabajo diario?
¿Qué tipo de cosas quieres construir algún día?
Honestamente, hasta Ty, nunca fui tan irreprimiblemente entrometida.
Algo en él me hacía querer cavar y descubrir todas las cosas secretas y ocultas.
El impulso era un poco alarmante. En silencio, tomé un sorbo de té, pensando
que ya había terminado con la pequeña charla por la noche.
Luego dijo: —¿Qué hay de ti?
Se sentía trascendental, lo cual era bastante absurdo. —Estoy en mi tercer
año, estudiando educación especial. —Era más de lo que preguntó, además le
daría una estimación aproximada de mi edad.
Si estuviera interesado.
Pero probablemente no.
En general, me buscaba un cierto tipo de hombre. Usualmente atletas,
extra altos, que disfrutaban de actividades al aire libre, en busca de una chica
ruda para ir a escalar, de camping y con quien ser extremos. Ese no era asunto
mío, a pesar de que medía un metro ochenta con sandalias, y me hallaba en
forma. Entrenaba tres veces a la semana por mi salud, no porque fuera una
deportista. 22
—Eso explica la guardería —dijo mientras se levantaba—. Voy a entrar.
Buenas noches, Nadia.
Un escalofrío me atravesó, tan estúpido, porque recordaba mi nombre.
Mis dedos se curvaron mientras lo decía, y odié estar un poco sin aliento
cuando susurré: —Buenas noches, Ty.
En algún lugar en el fondo de mi mente, una voz se registró: Él tiene un
hijo. Esto es una locura. Pero el recordatorio lógico no disipó la atracción.

Al día siguiente, encontré todas mis clases sin problemas, escuché las
instrucciones para el primer día de clases y recogí los materiales del curso,
luego me apresuré al trabajo. Fue un borrón, y no salí hasta casi las siete. Un
padre retrasado apareció murmurando sobre un atasco en el tráfico, pero este
era un pueblo, no una ciudad. Dado que su hija estuvo llorando durante una
hora, asustada de haber sido olvidada, de nuevo, no me sentía con el mejor
estado de ánimo cuando me fui. Cantar demasiado alto junto a la radio quemó
la mayor parte de mi molestia, y me encontraba bien para el momento en que
regresé al apartamento. Pero suspiré mientras subía; la música proveniente del
apartamento era tan ruidosa que podía oír cada nota. Me preparé para otra
queja, pero era difícil permanecer molesta cuando abrí la puerta para encontrar
a Max fingiendo ser un DJ, mientras que Angus y Lauren movían sus traseros.
Sonreí. —Esto es lo más triste que he visto en mi vida.
Max respondió con su sonrisa habitual. —Vamos, utiliza tu imaginación.
Piensa en lo genial que será este fin de semana.
—No estoy lista para eso.
—Nadie lo está. —Lauren me hizo entrar en el baile improvisado, y
nunca fui capaz de resistirme cuando me sentía de buen humor.
—¿Pasó algo impresionante? —pregunté mientras me balanceaba.
Angus, debería decir, era el peor bailarín del mundo. Conocía cada
movimiento anticuado: desde la cortadora de césped, el hombre corriendo, el
rociador hasta pasos eléctricos. Me costaba mucho mirarlo sin reírme, pero ese
era el punto. Él nunca era más feliz que cuando hacía que sus amigos se cayeran
de la risa.
—Sí. —Lauren subió los brazos en el aire y giró.
23
Angus siguió bailando.
—No. El robot no. No puedo soportarlo. Estoy cansada y hambrienta.
Solo cuéntame tus noticias, LB. —Su apellido era Barrett.
—Está bien, no quiero hacerte daño.
Angus comenzó a cantar: “Do You Really Want to Hurt Me” mientras
bailaba en círculos alrededor de nosotras. Eso hizo que Max se riera tan fuerte
que se le cayó el taburete que usaba, y dejó caer los platos que tenía como falsos
discos giratorios. Me podía imaginar lo ruidoso que estaría abajo, pero odiaría
mencionarlo cuando Lauren parecía tan emocionada.
—Ya dímelo —exigí, dejándome caer en el sofá.
—Acabo de trabajar mi último turno en Teriyaki King. El centro de
carrera me llamó y me consiguió un trabajo decente en el campus. Estaré
trabajando como asistente en el edificio de bellas artes.
—¿Haciendo qué? —Probablemente cualquier cosa sería mejor que
trabajar en el patio de comidas.
—Respondiendo teléfonos, enviando correos electrónicos, archivando,
haciendo mandados. Pero solo horas diurnas, y fines de semana libres.
Finalmente, Max se levantó del piso. —¿Ves? Eso exige una fiesta, una
verdadera. Veré que puedo planificar para este fin de semana.
—Felicidades, amiga. Déjame lavarme y luego vamos a preparar la cena.
—Traje pollo frito —me informó Lauren—. No de TK.
Soplando un beso por encima de mi hombro, dije: —Sabía que había una
razón por la que te amo más que a todas las otras Lauren.
—¿Solo las Lauren? —gritó detrás de mí—. Necesito esforzarme más.
Durante la cena, Angus apagó la música para que pudiéramos oírnos
hablar. Al menos eso fue lo que afirmó, pero le disparé una mirada que decía:
No me engañas; estás siendo súper considerado en este momento. Solo sonrió, incluso
cuando Max se burló de él por convertirse en un anciano antes de tiempo.
Así que debido a Angus, no recibimos una visita molesta de nuestro
vecino, y cuando fui a la terraza con mi té, sintiendo que esto podría convertirse
en un ritual, el patio de abajo se encontraba vacío. La decepción me invadió en
una ráfaga vergonzosa, y me alegré de no haberle dicho nada a Lauren sobre
Ty. No pasa nada. Eres tan rara. Para demostrar que no me molestaba, bebí todo
mi té antes de entrar. Pero mucho después que me acurrucara, escuchando los
ronquidos de Lauren, que afirmaba no hacerlo, me froté el pecho para alejar un
dolor que no debería estar allí.

24

En la mañana, me quedé dormida, y salí corriendo hacia la puerta,


enderezando mi polo de trabajo. No hubo tiempo para el desayuno, lo que me
puso de mal humor. Tal vez si estoy de suerte, Louisa me preparará un bocadillo a
escondidas. Una mujer corpulenta en el lado equivocado de los sesenta, era la
cocinera en la Academia Arcoíris, y siempre trataba de alimentarme. Por lo
general, no se lo permitía.
Me detuve junto a mi auto, desconcertada, mirando fijamente el
cuadrado blanco de papel metido cuidadosamente debajo de mi parabrisas.
Probablemente un folleto. Lo agarré y lo tiré en el asiento del pasajero; no tenía
tiempo para comprobar qué producto o servicio se ofrecía. Mientras conducía,
el aire proveniente de las rejillas cambió la página, por lo que pude leer la única
línea escrita.

Lamento no haber estado afuera anoche. Me retrasé.


Mi corazón dio un extraño vuelco, y tragué saliva. Anoche me imaginé
que me encontraba sola con mi sentimiento de querer verlo allí. Para él, debía
ser la ruidosa y molesta vecina del piso de arriba que sonaba como diez
manadas de cabras.
Pero luego dejó esto. Así que tal vez le gusta hablar conmigo.
Era una cosa tan pequeña, pero ese parpadeo de emoción se quedó
conmigo toda la mañana mientras calmaba a los bebés inquietos y toda la tarde
durante mis clases. Hoy se marcaba el final del periodo de conocerse, y el resto
de la semana, los profesores debían ponerse serios con las asignaciones.
Aunque no deseaba eso, no podía esperar para conocer a los estudiantes con los
que estaría trabajando en la Secundaria Calvin Coolidge, también conocida
como C-Cool. Ese apodo pretendía que la escuela pareciera más ruda y
callejera, pero dado que en su mayoría asistían niños blancos, no ayudaba
mucho.
Llegué temprano, justo pasadas las cuatro de la tarde y no había nadie en
el apartamento. Recorrí el estacionamiento en busca de un Focus plateado, pero
no vi el auto de Ty. Mencionó clases nocturnas, pero no tenía idea con qué
frecuencia las tomaba. Cuanto más aprendía sobre él, más deseosa me ponía
por descubrir más.
Pero lo saqué de mi mente para preparar la lectura requerida para mi
25
clase de desarrollo del lenguaje oral, para ser seguido rápidamente por el
primer capítulo del libro de texto “Instrucción de alfabetización para
estudiantes con discapacidades leves”. Para el momento en que terminé —era
una lectora lenta— se hallaba oscuro y aún no llegaba ninguno de mis
compañeros de piso. Tenía hambre suficiente para rebuscar en la nevera.
Cuando me levanté, recordé que no había revisado el correo, y mi madre
mencionó un paquete frágil. Probablemente era demasiado pronto, pero ella
siempre enviaba frascos de mantequilla de maní.
Agarrando la llave del gancho cerca de la puerta principal, corrí abajo
para ver si teníamos algo. Mientras abría el buzón, la puerta del vestíbulo se
balanceó, y Ty entró. Lo acompañaba un niño pequeño, supuse que de unos
cuatro años aproximadamente, con el pelo aplastado como un penique, y la
sonrisa más dulce que vi jamás. Me hizo sonreír, lo cual provocó que el niño me
saludara con su mano libre. Con la otra agarraba un oso de peluche marrón, de
aspecto desgastado y bien amado.
Ty, por otro lado, apenas me reconoció. Conseguí un gesto con su
barbilla y luego bajó por el pasillo, como si la noche anterior nunca hubiese
ocurrido, no éramos amigos en absoluto y nunca me escribió una nota.
La punzada de desconcierto en mi pecho llegó al extremo.
3
Traducido por Xio2401
Corregido por Kish&Lim

Está bien, como sea. Me rehúso a jugar.


Recupero el correo y vuelvo arriba a buscar comida. Mis compañeros de
cuarto no volvieron hasta cerca de las nueve, y Lauren no paraba de hablar.
Sabía el mejor rumor de uno de los profesores. La escuché mientras lo contaba.
Max hacía muecas mientras Angus parecía más fascinado que yo.
—Cállate, pensé que estaba casado —dijo él.
—Lo está —contó Lauren—. Pero esa no es la parte más jugosa.
Max fingió entusiasmo. —Por Dios, por favor, cuéntanos.
26
Ella lo miró de mala manera, y después nos miró a Angus y a mí. —El
ayudante de catedra me dijo que la está engañando con un hombre.
—Eso es jugoso —dijo Angus—. Antes, no había oído ningún susurro de
que jugaba para mi equipo.
De repente, Max se puso de pie. —Me voy a mi habitación.
Me encogí de hombros cuando Lauren preguntó con una mirada: ¿Algo
que dije? Ella y yo habíamos sido capaces de conversar con miradas desde la
secundaria. Antes, las conversaciones eran mucho más simples, cosas como:
Dios, mira qué lindo y lo sé, ¿verdad? Era algo que acababa de empezar a hacer
con Angus, aunque no estaba segura de qué tanto de mis miradas significativas
podía interpretar. A veces imaginaba que sus pensamientos eran así: Nadia me
mira mucho. Es una chiflada.
Durante una hora, más o menos, Angus y yo jugamos video juegos en
tanto que Lauren ojeaba una revista. Eventualmente los otros dos se fueron a
dormir, dejándome decidir si salía o no al balcón. Encendí la pava eléctrica,
debatiendo el tema con más ambivalencia de la que requería. Impaciente, dejé
en infusión el té de hierbas, le agregué el edulcorante natural y salí.
Era una noche despejada y hermosa, millones de estrellas brillaban sobre
mi cabeza. El aire era fresco, y en dos meses o así, el tiempo no me permitirá
sentarme aquí afuera. Me relaje en mi silla, haciendo una nota mental de
contarle a Max cuánto lo apreciaba. Cerrando mis ojos, escuché el sonido de las
ardillas que estaban en los árboles y la sinfonía de insectos cantándole a la
noche.
Más tarde, escuché el inconfundible sonido de la puerta del patio de Ty,
así que tomé eso como la señal para irme. Incluso si él quería hablar, yo no
estaba de humor, después de que me hiciera el vacío. Entré y tomé una ducha
silenciosa, caminando sobre la punta de mis pies para no molestar a Lauren.
Entre el trabajo, el colegio y la nueva práctica, la semana se me pasó
volando, incluso mentiría si dijera que no perdió cierta chispa. Sin embargo, al
prepararme, aun así tuve mucho cuidado; en honor a mi primera experiencia
práctica en el salón de clases, usé una falda azul marino hecha a medida, una
blusa blanca y zapatos cómodos. ¿Esto se ve bien? Nerviosa, me apresuré a salir.
Me encantó C-Cool desde el momento en el que estacioné. El colegio es
de ladrillo tostado, construido en los sesenta. C-Cool era una estructura de un
solo nivel que giraba en un bucle rectangular gigante. Había pasillos que se
ramificaban, pero el principal terminaba donde empezaba, si solo seguías y
girabas a la derecha.
Una mirada a las aulas me dijo que estoy demasiada arreglada. Nota
mental: pantalones y camisa bonitos estarían bien para la próxima vez.
27
Eventualmente, encontré mi clase y profesor asignados. Me sudaban las
palmas de las manos cuando entré. Una mujer rubia se dio la vuelta, tan
delicada que me hizo sentir como si estuviera mugiendo mientras caminaba con
pisotones, rompía la vajilla y, en general, destrozaba el lugar. Pero su brillante
sonrisa difuminó cualquier incomodidad.
—Tú debes de ser Nadia, soy Madeleine Parker. —Llevaba puesto jeans
y un suéter, así que me sentí más idiota.
¿Pensabas que era una entrevista de trabajo? Suspiro.
Tratando de ser astuta, me limpié la palma con mi falda y luego estreché
su mano. Un destello de humor en sus ojos color avellana me dijo que se dio
cuenta, pero no estaba juzgando.
—Encantada de conocerte —murmuré.
—El placer es mío, créeme. —Parecía estar en sus treinta, no muy vieja
para ser intimidante o tener mal humor—. Algunos de mis colegas encuentran
esta obligación profesional molesta, pero me viene bien tu ayuda. Aquí se acaba
mi hora libre, así que podemos repasar algunas cosas antes de comenzar. ¿Te
quieres sentar?
—Claro. —Me senté cerca de su escritorio, preparada para escuchar.
Lo que me contó fue bastante impresionante. —Trabajo en la clase como
segunda profesora de estudios sociales, inglés, ciencias, matemáticas, aunque
enseño a los estudiantes en riesgo y de educación especial matemáticas yo sola,
ya que estoy certificada de cuatro a ocho años. Luego tengo una sala de estudio
de treinta minutos en la que ayudo con las tareas preparadas por la
administración. Esta es una carga de trabajo normal, aunque al mismo tiempo,
se supone que debo estar enseñando habilidades de recuperación de inglés,
hábitos de estudio, modificación de la conducta para estudiantes con problemas
de disciplina, así como también ofrezco instrucción social para aquellos con el
espectro del autismo.
—Vaya—dije.
—Lo más importante para ti es darte cuenta que el agotamiento es mayor
para los maestros de educación especial. Amo mi trabajo, no me malinterpretes,
pero no te olvides de cuidarte, ¿vale?
Pensé en mi ritual del té antes de dormir y asentí con la cabeza. —No lo
haré, gracias.
—Ahora que tuvimos la charla seria, te mostraré lo gratificante que
puede ser esto. ¿Preparada?
Un par de horas más tarde, cuando me fui de mi práctica, estaba agotada 28
y entendí lo que quiso decir la señora Parker. Aunque no dudé de mi
compromiso con la enseñanza, tal vez no tenía la tolerancia o fortaleza para
trabajar con estudiantes con necesidades especiales. Había una gran variedad
de desafíos, y me sentí agotada tratando de ayudar a mi mentora a enfrentarlos.
Parecía que cada vez que me daba la vuelta, había alguien parado detrás de
ella, diciendo su nombre una y otra vez, olvidando las instrucciones o deseando
ser una excepción a la regla. Su paciencia era sorprendente.
Esa noche cené fideos ramen y me fui a la cama temprano. No quería
hablar con mis compañeros de habitación ni sentarme en el balcón. El jueves fue
un día clave, pero por la noche, me deshice del mal humor y vi una película con
Angus y Lauren. Como era de esperar, Max tenía una cita, y eran las dos de la
madrugada cuando llegó. Yo seguía despierta, aunque no quería estarlo. Al
parecer, el té de la hora de dormir en la mesa de la cocina no era lo mismo que
beberlo a la luz de la luna.
Max parecía sorprendido de verme cuando cerró la puerta. —Noche
salvaje, ¿eh?
—Sí. Nada dice festejo como una fiesta de té de hierbas.
—Estoy preocupado por ti, Conrad. Estás fuera de control. —Su sonrisa
de suficiencia me impulsó a mostrarle el dedo medio—. Ya quisieras. —Pasó
junto a mí, agarró una botella de agua y me dijo—: No te quedes despierto
hasta muy tarde.
Ya que estaba despierta, leí un poco y empecé un proyecto que tenía que
entregar en dos semanas. Dormí cuatro horas, máximo, antes de tener que ir a
mi primera clase. El viernes por la tarde, me sorprendió cuando la directora me
sacó de la cocina, donde estaba ayudando a Louisa a preparar los platos de
bocadillos. Rápidamente me lavé las manos y la seguí, confundida, hasta la
parte delantera del centro.
—No sé cómo ocurrió esto —decía la señorita Keller—, pero lo ordené
dos veces yo misma. Me voy a reunir con un proveedor para hablar de nuevos
equipos, pero también tengo a un padre que quiere una visita guiada. ¿Puedes
manejarlo?
—Claro, solo presénteme.
Pero entonces lo vi. Ty se encontraba parado cerca de la entrada bajo la
luz de sol, sosteniendo la mano de un niñito. Ambos eran adorablemente
pelirrojos, y mostré una sonrisa antes de que pudiera adaptar mi expresión a
algo menos: Vaya, estoy encantada de verte, más adecuado para una visita a una
guardería. La señora Keller hablaba, asegurándose de que nos conociésemos.
Aunque podría haber dicho que era innecesario, no lo hice.
29
—Entonces, te dejo en las excelentes manos de Nadia, ¿sí? Si tienes
cualquier pregunta que ella no pueda responder, estaré de vuelta en media hora
más o menos.
—Entendido. Gracias. —Su voz era siempre grave y baja, no solo cuando
trataba con chicas extrañas.
Había visto suficiente de la rutina de la señora Keller como para saber
que no debía concentrarme en los padres en este escenario, así que me acuclillé
a la altura de los ojos de mini-Ty y le ofrecí una cálida sonrisa. —Aún no nos
conocemos. Soy Nadia. Te mostraré la escuela. ¿Te parece bien?
Lo pensó y luego asintió con su cabeza sin mirar a su padre. Eso me dijo
que era un niño seguro de sí mismo. El oso estaba visiblemente ausente, así que
debe estar en el modo de niño grande.
—Me llamo Sam. —Me ofreció una mano pequeña para un apretón de
adultos, e hice todo lo posible para no abrazarlo. Entonces, dijo—: Ahora tengo
que ir a la escuela. Mi tía ya no puede cuidarme.
Esa debe ser la señora canosa que dijo que era su último día.
—Siento oír eso. —Parecía la respuesta más segura.
—Pero puedo jugar con otros niños. —Eso sonaba como si estuviera
citando la evaluación de su padre sobre el lado positivo de este cambio en su
rutina.
—Muy cierto. Una vez que veas todo, le preguntaré a la señorita Trent si
puedes jugar en su clase un ratito.
Sam movió su cabeza hacia atrás, pidiéndole permiso con sus grandes
ojos marrones.
Ty asintió. —Suena estupendo.
Mientras le hablaba profesionalmente, estaba consciente de las cosas no
dichas entre nosotros, asuntos pendientes, y no ayudó tener a Ty justo a mi lado
mientras mirábamos por las ventanas del salón de clases cuando yo hablaba de
cada maestro. Sam fue hacia la puerta y miró a través del vidrio. No parecía
alarmado por la idea de cambiar de niñera a guardería, y probablemente ya era
hora. El preescolar le ayudaría a prepararse para el jardín de infantes el año
próximo.
Eventualmente, llegamos al final de la guía y le ofrecí a Sam mi mano. Él
la tomó sin dudar y miró a su padre, que parecía más nervioso. Tomando su
silencio como una afirmación, toqué la puerta de la señora Trent. Teníamos dos
profesoras de guardería, pero la señorita Trent tenía plazas disponibles. 30
—Sam es un futuro estudiante. ¿Estaría bien si participa en su clase por
un rato?
—Absolutamente. Estamos a punto de hacer una ronda. Sam, puedes
quedarte con esta alfombra. —Ella le dio la alfombra de color azul para que se
sentara, y le hice señas a Ty.
—Lo mejor es irse mientras él está ocupado. No nos ausentaremos por
mucho. —Lo llevé a la sala de descanso, que estaba cerca de la cocina. Habían
pasado sólo quince minutos, así que la señora Keller aún no había terminado su
reunión de suministros—. ¿Quieres café o té?
—Un café estaría bien. —Como siempre, se veía muy cansado, pero no
desalineado. El cansancio parecía ser un estado perpetuo con él.
—¿Tienes alguna pregunta? —Como parte de la guía, había repasado las
horas, el historial de seguridad y el plan de estudios, pero no cubrí las tarifas.
Odiaba hablar de dinero con los padres. Algunos me hacían enojar, actuando
como si sus hijos no valieran el costo de una atención decente.
Mientras él pensaba en ello, serví el café en una taza blanca y le ofrecí
crema y azúcar. —No gracias, solo está bien. —Sus ojos de color marrón dorado
sostuvieron los míos durante unos segundos—. Supongo que la única pregunta
que tengo ahora es… ¿Dónde has estado toda la semana?
Podría haber inventado una excusa. Podría haber mentido.
—Evitándote —dije honestamente.
—¿Por qué?
—Puede que no sea la mejor vecina, pero no he hecho nada para merecer
ese desaire, y no me interesan los amigos que solo me reconocen una parte del
tiempo.
—Amigos. —Repitió la palabra en un tono extraño, como si fuera una
palabra de un idioma extranjero que había oído una vez pero que no podía
ubicar.
—¿Qué te pensabas que éramos?
Una risa confusa salió de su boca. —No lo sé. Lo siento.
Estudié su cara y parecía verdaderamente arrepentido. Sus juegos de
pasar de caliente a frío eran misteriosos, pero no creí que él fuera a ser difícil.
—Solo… explícate y estaremos bien.
—Fue una reacción instintiva. Sam no te había conocido, y en el coche,
decía que tenía que ir al baño durante diez minutos. No quería que orinara a tus
pies como primera impresión.
31
Por la tensión en sus hombros, era más complicado que eso, pero no exigí
más. Trabajé en la guardería lo suficiente para saber que orinar en público era el
menor de los problemas que podían surgir, al tratar con un niño de la edad de
Sam. Así que lo más probable es que dijera la verdad sobre eso, si no sobre por
qué había actuado como si no nos conociéramos en absoluto.
—Es precioso —dije, dándole un pase libre.
—Eso creo. —Su sonrisa se volvió cincuenta por ciento más natural. Se
bebió la mitad de su café de un solo trago, dando la sensación de que era su
soporte vital, necesario para sobrevivir.
—Debes de haber sido joven cuando lo tuviste. —Bueno, ahora buscaba
totalmente información. Era posible que Sam fuera su hermano pequeño, pero
no creía eso.
—Tenía veinte cuando nació.
Uff. Más pequeño que yo. No podía imaginar ser padre a mi edad. Era un
gran alivio dejar la Academia Arcoíris una vez que la gente buscaba a sus hijos.
Cuando me iba a casa, no había nadie que dependiese de mí por su seguridad,
confort, sabiduría, comida o cobijo. Pero durante los últimos cuatro años, Ty
había sido todas esas cosas para Sam. Lo que significaba que tenía veinticuatro
o así.
Muy fuera de tu alcance. Con un suspiro mental, lo agregué a la lista de
tipos deliciosos que estaban fuera de mi alcance, en su mayoría celebridades.
Maldita sea. Ningún padre logró tentarme durante una guía. Normalmente, el
hecho de que el tipo tuviera un hijo era suficiente para desanimarme, pero algo
sobre Ty... Mi mirada se posó en sus manos artísticas enroscadas alrededor de
su taza de café. Por unos segundos, vi sus dedos jugar alrededor del borde. Me
hormigueaban los labios.
Para con eso.
—Haz hecho un gran trabajo con Sam —logré decir.
—Gracias.
—¿Querrá tu pareja una guía antes de decidir si la Academia Arcoíris es
la adecuada? —De alguna manera la pregunta salió casual y profesional cuando
me moría por saber acerca de la madre de Sam, sobre todo lo que concernía al
estado sentimental de Ty.
—No, lo decido solo.
Padre soltero, listo. Apuesto a que es una larga historia. ¿Me preguntaba si la
madre de Sam había desaparecido completamente, y si era así, por qué? ¿Ella se
fue… o murió? Triste, de todas formas. Reprimí mi curiosidad.
32
—¿Te viene bien nuestro horario? Solo estamos abiertos hasta las seis.
—No hay problema. Mis padres lo cuidan durante mis clases nocturnas.
Trabaja durante el día, tomas clases en las noches. ¿Cuándo duerme,
exactamente? Bueno, eso explica el cansancio constante.
Ty debe haber visto algo en mi cara que tomó por desaprobación porque
espetó: —Siempre paso los domingos con Sam. Siempre.
Levanté una ceja. —Te oí leyendo Buenas Noches, Luna. Y vi la manera en
que ese niño te mira. No tengo ninguna duda de que eres un padre fantástico.
Un músculo se flexionó en la mandíbula y cerró los ojos durante unos
segundos, como si lo hubiera acariciado en un lugar indeciblemente íntimo. Mis
dedos se rizaron contra la necesidad de tocarlo, acariciar el pelo brillante de su
frente o de probar las cerdas doradas de su mandíbula. Un torrente de anhelos
martilló mi compostura, una atracción visceral como nunca antes conocí. Se
frotó la palma de la mano sobre su boca, y podría haber jurado que susurró algo
como: Haz que pare, no tengo tiempo para esto ahora mismo, pero fue más bien un
suspiro, y podría haber sido mi imaginación.
Para encubrir mi confusión, comprobé mi reloj. —¿Por qué no te pones
en contacto con la señorita Keller? Debería de estar lista. Yo buscaré a Sam, lo
lavaré si es necesario y lo llevaré al frente.
—Bueno. Gracias, Nadia.
Dios, no tenía ni idea de qué había en él, pero cada vez que decía mi
nombre, me atravesaba como sexo jadeante y tembloroso. Y el agradecimiento
me afectó igual porque tuve la sensación de que no lo decía a menudo.
Me sonrojé y me di la vuelta para hacer lo que había sugerido. La hora de
la ronda estaba terminando cuando llegué a la clase de la señora Trent. Sam
estaba aplaudiendo junto con los otros niños, luego siguió las instrucciones
cortésmente, apilando su alfombra encima de los demás. Me vio y se iluminó,
como si fuéramos viejos amigos. Su apertura hablaba mucho de su naturaleza
alegre. Me imaginé que era un niño animado, lleno de energía y de una
curiosidad sin límites.
—¿Tengo que irme? —me preguntó, con la barbilla caída cuando abrí la
puerta.
—Sí, lo siento. Tu papá está esperándote. Pero una vez que llene los
papeles, puedes venir a la escuela con los otros niños.
—Así como papi va a trabajar.
—Exactamente así. Y tu trabajo será aprender.
Asintió firmemente. —Es un trato.
Mi corazón se estremeció ante la seriedad con la que se tomaba esto.
33
Puso su mano en la mía, con confianza, y lo llevé a la oficina principal, donde
Ty ya estaba llenando formularios. En lugar de molestarlos, me senté con Sam y
construimos una impresionante torre de bloques en el área de juegos cercana.
Para cuando terminamos, ellos también lo hicieron, y Ty salió con sus papeles.
Por experiencia, sabía que necesitábamos ciertos registros médicos y pruebas de
vacunas, pero él podría enviarlos por correo electrónico más tarde.
—Felicitaciones —le dijo la señorita Keller a Sam—. Eres nuestro nuevo
estudiante.
Le sonrió. —Mi trabajo es aprender.
—Me gusta tu estilo. —Ella le ofreció un choca los cinco, y él los chocó.
Yo estaba impaciente, insegura de si debería acompañarlos a la salida o
volver a la cocina, y la señorita Keller no ayudó al salir corriendo para atender
su teléfono móvil, sonando lejos en su escritorio. Por unos segundos, estuve
inquieta. Solté un suspiro nervioso. Y eso fue estúpido porque fui yo quien dijo
que éramos amigos. Los amigos no me hacían sentir así, pero no podía
admitirlo ante Ty.
—Empieza el lunes en la clase de la señorita Trent. Voy a llamar a los
padres que ella me dio para que me den referencias, pero no espero ningún
problema. —Él se movió, con sus ojos en los míos.
El calor centelleó en mi columna. Completamente inapropiado.
—Estupendo.
Entonces Ty me dio una sonrisa que sobrepasó la de su hijo en dulzura e
intensidad mientras se giraba hacia la puerta. —Entonces… te veo esta noche.

34
4
Traducido por Kath1517
Corregido por Kish&Lim

Eso podría no haber significado nada, me dije a mí misma. Podría haber


significado cualquier cosa, solo un comentario casual, como la gente dice “hasta luego”
cuando no esperan volver a encontrarse contigo durante años.
Pero eso no evitó que me emocionara mientras leía el tablón de anuncios
de la nevera. Angus había escrito con marcador rojo: Salí con Josh, no me esperes
despierta. El garabato de Lauren decía: El tipo del departamento de arte está lindo,
esperemos que también sea interesante, ¡Vuelvo tarde! Como las dos habíamos
trabajado a tiempo completo durante el verano, parecía que hacía siglos que no
hablábamos.
35
No me está evitando, ¿verdad? No. Eso es tonto.
Max me estudió mientras estaba de pie frente a la nevera, devorando una
sobra de sándwich. Las chicas con las que él salía sin duda lo encontrarían
menos encantador si supieran que dejaba su ropa interior en el baño y que
Angus tenía que gritarle por eso, además que era propenso a beber del cartón
de leche y guardarlo así. Pero tenía un cuerpo fantástico y una mirada taciturna
y oscura. A sus ojos, eso podría compensar el resto.
—Entonces ¿qué vas a hacer? —pregunté.
El viernes por la noche, probablemente debería tener algo social, pero la
primera semana de escuela, trabajo y práctica me dejó exhausta.
—Comer.
—Qué listo. Sabes a lo que me refiero.
—Haré que mi moto funcione aunque sea lo último que haga. No tendré
oportunidad de trabajar en ella por un tiempo. No hagas planes para mañana,
por cierto. La fiesta es prácticamente un hecho.
—Genial. ¿Quién viene?
Enlistó un montón de amigos en común, personas con las que pasábamos
tiempo en los dormitorios y luego unos nombres que no reconocí. Al final, al
menos treinta personas vendrían. Tenía sentimientos encontrados al respecto.
En el mejor de los casos, no era una fiestera salvaje, aunque había vomitado en
los arbustos un par de veces en mi primer año. Irónicamente, en una de esas
ocasiones, no había bebido nada. En cambio, me había tomado muchas bebidas
energéticas y tragado píldoras de cafeína para los exámenes del tercer trimestre.
Ahora no me permitía más que entusiasmarme un poco, más que nada porque
odiaba demasiado las resacas. La recuperación podría gastarme todo el día.
Max parecía expectante. —¿No me dirás lo asombroso que soy?
Me estiré perezosamente. —No. No tiene sentido. Lo dices como parte de
tus afirmaciones matutinas de todos modos.
—No puedo discutir con mi espejo. —Sonrió.
—Buena suerte con tu moto.
—Gracias. —Me despeinó el pelo y se fue.
Miré el reloj y no era ni remotamente tarde para sentarme en el balcón y
esperar compañía, así que trabajé en los cursos durante una hora y media.
Después de eso, perdí el interés en ser virtuosa y revisé la caja de provisiones
de mamá. Había aumentado el valor de la tarifa plana, el envío prioritario, ya
que también había recibido galletas de jengibre caseras, una bufanda hecha a
mano y un póster que ella pensó que se vería bien en la pared de la sala de
estar. 36
Por capricho, saqué una canastita de mi armario. Tenía un juego de baño
aquí, y era lo suficientemente ligero como para servir. Luego encontré un ovillo
de hilo, que me sobró de mis intentos fallidos de aprender a tejer. Mi madre era
muy buena, y se esforzó mucho por enseñarme, pero nunca hice nada que no
pareciera que el gato hubiera arruinado. Enhebré el hilo a través de la pajilla
por cuatro lados y lo dejé salir, adivinando que tan largo debía ser para que Ty
lo alcanzara. Finalmente, até los hilos en la parte superior, creando una especie
de agarradera enredada.
Para este momento, eran después de las ocho, ya casi estaba oscuro. Abrí
las puertas del balcón para dejar entrar la brisa; no hacía tanto calor como para
encender el aire acondicionado, y solo enfriaría más a partir de ahora. A través
de las puertas corredizas, la última luz del sol brillaba sobre las copas de los
árboles, como una despedida, y miré hasta que las sombras se alargaron por
completo. Tan pronto como lo hicieron, preparé una taza de té, pero era una
mujer salvaje y elegí una especia de naranja de Sri Lanka en lugar de la infusión
de siempre. También tomé un envoltorio de dulces de mantequilla de maní del
paquete de mamá. Con las puertas abiertas y los oídos atentos, escuché cuando
Ty salió.
Sonriendo, forré la canasta con una servilleta de papel, y luego puse una
bolsita de té encima, junto con una galleta de jengibre y una taza de mantequilla
de maní. Tal vez debí haber actuado como si no lo estuviera esperando tan
obviamente, pero nunca había sido buena fingiendo que no quería las cosas
cuando era así. Así que salí al balcón, maniobré alrededor de la silla del salón y
bajé cuidadosamente la canasta hacia él. Me miraba fijamente, como si quisiera
que yo apareciera. Las chispas crepitaron en mi interior.
—¿Qué es esto? —preguntó, estabilizando el regalo mientras lo miraba.
—Mi mamá me envió dulces. Los estoy compartiendo, para que ambos
tengamos cosas deliciosas.
Para mi sorpresa, no discutió, y su sonrisa brilló, visible en las sombras.
Parte de mí se preguntaba por qué no me pidió que bajara a hablar, pero su
reticencia debe relacionarse con Sam de alguna manera. La cesta se aligeró
cuando se llevó su parte de las golosinas.
Luego dijo: —Déjame calentar un poco de agua. Me vendría bien una
taza de té.
—Claro.
Me instalé en la silla, esperando a que regresara. La paz se asentó sobre
mí, junto con la alegría de que no hubiéramos ido a un lugar cercano al campus,
todo lleno de estudiantes universitarios. Nunca habría conocido a Ty. Ya que no
parecía educado, no me comí mis dulces y solo tomé de mi té, relajándome en el 37
brazo de la silla. Él debió haber usado el microondas porque no se tardó tanto
como si hubiese esperado que la tetera hirviera.
—Volví. —El sofá de mimbre rechinó cuando se sentó.
—Primero la galleta.
En silenciosa armonía, las devoramos. Me encantó la combinación de la
dulzura y el toque de picante en la lengua después. Pude saborear la melaza,
recordar el olor de la cocina mientras mamá horneaba. Una agradable nostalgia
me invadió. Este verano, estuve tan ocupada, ahorrando para los malos tiempos
durante el otoño y verano, que no había ido a casa en absoluto ya que era un
viaje de dieciséis horas. Me aseguraré de verlos el día de acción de gracias. Con algo
de suerte, el Toyota aguantaría un par de viajes más.
—Fenomenal —dijo.
—Las galletas de jengibre son mis favoritas, aunque en navidad prepara
unas galletas de menta y chocolate blanco que es una competidora seria.
—Parece que extrañas a tu familia.
—Sí.
—¿De dónde eres?
Ah, una pregunta de verdad. Eso significa que puedo preguntar también.
—Nebraska, hacia Dakota del Sur y el lado de Wyoming, si te ayuda.
—Nunca he conocido a nadie de ahí.
Michigan estaba lejos de casa. —Por lo general recibo el chiste de “Ya no
estás en Nebraska”1, y entonces pienso en si voy a recordarles que el chiste es
con Kansas o seguirles la corriente.
—¿Qué haces?
—Sigo la corriente.
—No te gusta el conflicto, ¿eh? —Sonaba normal esta noche, como si
hablar conmigo no fuera algo desagradable.
Eso era un alivio, considerando que había llegado a esperar demasiado
estos momentos con él. Más, tal vez, de lo que me gustaría admitir. Claro.
Amigos. Me distraje considerando su pregunta. —No si puede evitarse. No soy
lo que uno llamaría pendenciera, no. Pero me gusta creer que no evito los
problemas importantes. ¿Qué hay de ti?
—No. —Su voz era sombría y suave—. No soy así. Ni cuando debería.
Vaya, eso acaba de dar un giro.
Si pudiera saltar a su patio sin romperme un tobillo o sin despertar a
Sam, habría estado ahí en un abrir y cerrar de ojos. La distancia entre nosotros 38
parecía intolerable, y por el nudo en mi garganta, no veía como podía vivir otro
segundo sin tocarlo, saber si su cabello era tan suave como parecía o a qué olía.
Lo deseaba de una forma en que nunca deseé a nadie.
En la secundaria, tuve un novio que jugaba baloncesto, y rompimos
cuando me fui del estado. Era una decisión racional, y no lo extrañé tanto una
vez que me fui. Mi primer año, salí con diferentes chicos, una cita ahí, dos citas
allá, pero nunca conecté con nadie como para enfocarme en él. Algunas veces
hubo enredos sin compromiso, sin esperar nada. Las clases, los amigos y el
trabajo parecían más importantes. La intensidad de esta atracción era rara,
aterradora y emocionante. Podría ya haberlo estado alejando si tuviera el más
ligero presentimiento de que Ty estaba jugando conmigo a propósito.
Ojalá no me hiciera sentir de esta forma. Sería mucho más sencillo si pudiera
dejarlo en la zona de amigos.
Me di cuenta que todavía no había tocado su granada verbal. —Todos
tenemos cosas que, en retrospectiva, haríamos de manera diferente.
—¿Qué hay contigo? —preguntó en un tono asombrado.

1Se refiere a la expresión “Toto, creo que ya no estamos en Kansas” dicha por Dorothy en El
Mago de Oz, indicando que ya no se encuentra en su hogar o al lugar al que pertenece.
—¿Eh?
—Me haces sentir… mejor. Más tranquilo.
—¿Cómo un sedante? —Sonreí. Era la cosa menos sexy que un tipo me
había dicho, incluyendo a un chico en la escuela media que dijo que mi cara no
era tan mala.
Se rió, con un sonido tímido. —No quise decirlo así. Solo… me preocupa
casi todo el tiempo estar metiendo la pata, a punto de fallar, pero cuando salgo
aquí y escucho tu voz, todo retrocede, como diez pasos. Puedo respirar de
nuevo.
Dios. Tragué con fuerza, sin poder hablar durante unos segundos.
—Me alegra que esperes tanto este momento como yo. —La oscuridad
me hizo valiente para añadir—: No intentaba entrometerme esa primera noche.
—Lo sé. Pero el apartamento había estado vacío por un tiempo. Así que
supongo que olvidé que ya no estaba solo. —La forma en que lo dijo provocó
una oleada de calor, aunque no pudo haberlo dicho de esa forma.
Nos acabábamos de conocer en ese entonces, y dudé que hubiera hecho
una gran primera impresión, soltando sofás, cayendo por las escaleras. Era una
sorpresa que no creyera que era un peligro para mí misma y otros. Por otro
39
lado, esta era la mayor cantidad de tiempo que pasábamos juntos sin que él se
apartara, así que tal vez estaba acumulando más marcas de líneas en la columna
de hacer que Ty quiera quedarse cerca.
—No —dije—. Estás atrapado conmigo ahora. —Se me ocurrió que debía
advertirle—. Por cierto, tendremos una fiesta mañana en la noche, al menos
treinta personas, y por la forma en que se extienden los chismes, podrían ser
como cincuenta. Espero que no hagamos mucho ruido para que Sam duerma.
Hubo un largo silencio. Finalmente dijo: —Gracias por avisarme.
—¿Estás enojado?
—No, estoy resolviendo el problema. Lo pondré a dormir con auriculares
puestos. No te preocupes, no son las únicas personas con vida social por aquí, y
la mayoría de ellos no me avisan. —Un tono triste, como si fuera consciente de
que no tiene derecho a esperar que lo hagan.
—Te invitaría a venir, pero…
—En otra ocasión —intervino, sorprendiéndome—. Mis padres lo cuidan
el último fin de semana del mes. Me dicen que salga, me divierta, pero por lo
general solo duermo todo lo que puedo.
—Y esa es la única vez —murmuro.
—Te escuché. —Tan increíble como pareció, de hecho pude percibir la
risa en su voz, y me incliné hacia adelante, mirando sobre la barandilla para
confirmar.
Mi corazón pegó un salto cuando él se inclinó hacia la luz, con un brillo
dorado proyectado desde su sala, y nuestros ojos se encontraron, más de esa
mirada hambrienta. Siempre su mirada sobre mis hombros desnudos, en la
curva de mi mejilla y la línea de mi cuello. Juraría sobre mi tumba que era el
aire de la noche, pero mis pezones de verdad se tensaron, solo por esa mirada.
Lamí mis labios. Él me observó.
—No intentaba ocultártelo.
—Ese no parece tu estilo —coincidió.
—Solo quise decir que te ves cansado. No que es que no seas… —Mordí
mi lengua para detener el flujo de palabras potencialmente humillantes.
—¿Qué?
—Nada.
—Termina esa frase. ¿Por favor, Nadia?
Un pequeño escalofrío me recorrió. Si alguna vez descubría todo el poder
que tenía sobre mí con esas tres silabas, estaría condenada. Podría no ser 40
consciente de eso, pero su voz se profundizaba y se suavizaba, solo un poco,
cuando decía mi nombre. Lo suficiente como para hacerme pensar que podría
gustarle un poco.
Atractivo como el infierno. Increíblemente caliente. Sexy como para meterte en
mi cama. Ya que tenía una cama sencilla, esa ni siquiera era una fantasía que
pudiera satisfacer sin añadir un montón de detalles como un cuarto de hotel o
lo que fuera. Me pregunté en qué clase de cama dormía Ty. Dios, deja de pensar
en él de esa forma. Esto no puede pasar.
Pero mi boca no estaba recibiendo órdenes de mi cabeza.
—Con una condición.
—¿Cuál?
—Respóndeme una pregunta.
Su voz se puso seria. —Eso depende de qué sea.
En ese momento, imaginé persianas bajándose, verjas siendo cerradas en
las ventanas para la noche. Sospeché que él pensó que le preguntaría por la
mamá de Sam. Y esperaba siempre sorprenderlo, siempre, de buena forma. Era
claro para mí que no quería discutir ese tema conmigo. Al menos, todavía no.
Apenas nos conocíamos, apenas empezábamos, lo que sea que fuéramos.
Amigos.
Así que dije: —Cuéntame con qué sueñas diseñar, una vez seas un gran
arquitecto.
—Oh. —El alivio y la sorpresa colorearon su tono, lo suavizaron. Estaba
sonriendo de nuevo. No pude resistirme a mirarlo. Ty se comió el dulce de
mantequilla de maní en tanto lo pensaba—. Es bueno escuchártelo decir tan
implícitamente, como si mi éxito fuera seguro. El camino se siente muy largo a
veces.
—Puedo imaginármelo.
—He estado en la escuela desde los dieciocho, pero después de que Sam
nació, lo reduje a medio tiempo. De todos modos, no pediste oír mis quejas. —
Se detuvo, golpeteando el brazo de su silla con una mirada tímida—. Maldición.
No sé si pueda responder eso después de todo. Nunca le he contado a nadie.
Eso me sorprendió, haciendo la pregunta más significativa de lo que me
había dado cuenta. —Está bien, pero… en ese caso, no completaré mi frase.
Maldijo; la primera vez que lo escuchaba maldecir. Mi sonrisa se sintió
como si pudiera partir mis mejillas. El dolor en mi pecho regresó, pero era todas
las cosas irresistibles, dulces y buenas. Puse mis dedos en la barandilla como si
pudiera tocarlo desde ahí, y en pequeños gestos incrementables, tracé la forma
más distinguible de sus rasgos. Algún día quería trazar su nariz así y besar sus 41
orejas y… Dios, no más. Temblé un poco, no del frío, sino de deseo. Qué locura,
esta era la mejor primer cita que había tenido alguna vez.
Y no era una. ¿Verdad?
Definitivamente no.
—Sabes negociar. Bien. Quiero diseñar iglesias. —Se removió, haciendo
rechinar el sofá, y siguió—: Dudo que lo haga de inmediato. Probablemente
terminaré haciendo oficinas o apartamentos al principio, ¿pero con el tiempo?
Me encantaría desesperadamente diseñar una iglesia un día, verla construirse
desde cada piedra individual hasta los paneles de vidrio para poder pararme
dentro y maravillarme.
—¿Por qué? —No creí que fuera una pregunta rara. Hasta este momento,
Ty no me parecía particularmente religioso; ni siquiera tenía la calcomanía de
Jesús en el auto.
Suspiró, temblorosamente. —Así puedo agradecerle personalmente a
Dios por Sam.
La necesidad de hacer tal gesto tan grande, hablaba de un amor tan
profundo y duradero, que de hecho mis ojos se inundaron de lágrimas. A pesar
de mis mejores esfuerzos, se derramaron, bajando por mis mejillas. Las cubrí
metiendo un dulce de mantequilla de maní a mi boca y tragándolo con té tibio,
pero no sabía bien. Mi voz probablemente me delataría.
Pero cuando no hablé, él continuó: —Probablemente suena tonto. O
pretencioso. No puedo creer…
—No. —Ya que no podía dejar que pensara eso, me incliné en mi silla
para dar énfasis—. Para nada. Es lo más maravilloso que he escuchado. Sam es
muy afortunado de tenerte, Ty.
—Yo soy el afortunado. Solo desearía poder recordarlo por más que cada
cinco minutos. —Se detuvo, inclinando su cabeza, y retrocedí, sin querer que
viera pero era muy tarde—. ¿Estás llorando?
—Tal vez un poco. Cállate. Es solo… muy dulce. —Mi voz se rompió
ligeramente y me limpié los ojos, avergonzada por lo fácil que me afectó.
Él podría meter la mano en mi pecho y sacar mi corazón.
—Me alegra habértelo contado —dijo suavemente.
—A mí también.
—Pero teníamos un acuerdo, ¿recuerdas? No puedes retractarte.
—No lo haría. —Hallar las palabras correctas, se sintió como un rápido
enfrentamiento de esgrima en mi cerebro. Deliberadamente repetí lo que había
balbuceado en mi cabeza, midiéndolo esta vez, consciente de lo que estaba
poniendo entre nosotros. No importaba si era una mala idea. Lo prometí. 42
—No es que no seas… atractivo como nadie, completamente irresistible
de cualquier forma concebible.
Una profunda inhalación se escuchó de parte de Ty.
Una vez que lo dije, no tuve las agallas para esperar su respuesta.
Rápidamente, agarré mis cosas y las llevé dentro, cerrando las puertas de vidrio
con firmeza detrás de mí. Temblando como una hoja, fui a mi cuarto y cerré esa
puerta, también, como si pudiera estar persiguiéndome. La madera era lo único
que me sostenía. Dios solo sabía lo que le diría a Lauren si venía a casa ahora,
porque no estaba lista para chismosear.
En mucho tiempo, no.
Incluso entonces, sospeché lo que estaba por venir entre nosotros. Su
ansia secreta y silenciosa de construir una iglesia para su hijo marcaba el inicio
de mi completa y total fascinación con el hombre de abajo. La respiración de
yoga calmó mis nervios, pero no los aleteos profundos en mi vientre. Había
lanzado la pelota a su lado con bastante fuerza.
Ahora solo debía esperar y ver si él la dejaría o jugaría.
5
Traducido por Lvic15
Corregido por Kish&Lim

La música palpitaba en los altavoces, haciendo vibrar el suelo. El sábado


por la noche nuestro apartamento estaba repleto de personas, solo quedaba una
habitación sin nadie. Max parecía contento, y Angus estaba tranquilo, liándose
con su novio, Josh, contra la encimera de la cocina. Josh era un hombre alto y
delgado de ascendencia puertorriqueña con el pelo negro y ojos marrón clarito.
Me pilló mirándolo y sonrió por encima del hombro de Angus.
—Pervertido —articulé.
Lauren me dio un codazo con una sonrisa, señalando a uno de los
amigos de Max. Ella olía como si hubiera estado bebiendo durante un tiempo,
43
pero su equilibrio estaba bien. —¿Qué piensas?
—Está bien. ¿No invitaste al chico de bellas artes?
—Claro que no. Era jodidamente aburrido. —Respiró profundo—. Está
bien, voy a entrar.
En realidad, era increíble lo mucho que había cambiado. Al principio de
la secundaria, era una completa friki de los ordenadores con un paralizante
enamoramiento a mi hermano mayor. Pero después de nuestro segundo año,
ella dio un cambio de imagen completo, en personalidad y todo. Mirándola,
nadie podría imaginar que solía ser tímida. Navegaba entre la multitud con una
sonrisa brillante y golpeó a su objetivo en el hombro. El nombre del tipo era
Gabe o Garth, algo que comienza con G, y por la forma en que se inclinó para
darle un beso diez minutos más tarde, a él le gustaba ella. Verlo apretar el culo
de mi mejor amiga fue extrañamente hipnótico. Negando, me di la vuelta para
tomar una cerveza del cubo de hielo de metal en la esquina.
Hacía cuatro horas, no estábamos remotamente preparadas para albergar
nada, pero entonces Max apareció, en su moto de trabajo, junto con cinco
amigos, y las cosas se prepararon rápido. Entre neveras, cubetas, licores y varias
bolsas de hielo, empezó a parecerse a una fiesta. Las chicas empezaron a llegar
más tarde, cada una de ellas levando patatas, salsa o un plato de aperitivos. Era
sorprendente cómo Max conseguía que mujeres con las que se había acostado
hicieran este tipo de cosas. Pero sea cual sea la magia, tuvo el apartamento listo
para la fiesta a las ocho.
Yo, por el contrario, tendría suerte para poder moverme de lado a lado.
Para simular el espíritu de fiesta, me bebí la mitad de mi cerveza y me uní a un
juego de Kings Cup. Los demás ya estaban bastante borrachos, así que fue fácil
evitar perder, respondiendo correctamente a las preguntas, y cuando llegó el
momento de “todas las chicas beben”, sorbía de mi cerveza. No había manera
de que me fuera a emborrachar totalmente.
—Te ves súper seria —dijo Josh en mi oído.
Miré por encima del hombro y encontré a Angus a mi otro lado. Les
sonreí, elevando mi voz para hacerme oír por encima de la música. —Si me
distraigo, podría ser forzada a beber eso. —Con una mueca, señalé el cóctel
profano en el centro de la mesa.
Angus negó. —Entonces esta sería la noche conocida como la que a
Nadia le lavaron el estómago, para siempre.
—Eres un hombre sabio, Angus Starr.
—Vamos. Esto es repugnante. —Josh me sacó del juego.
—¿A dónde vamos?
44
—Es mejor en tu dormitorio —dijo Angus.
Sonreí. —Si tuviera un dólar por cada vez que he oído eso.
—Tendrías un dólar. —Josh era más duro que Angus, más propenso a
comentarios incisivos que pueden cortar hasta el hueso, él entre risas llamaba
esta táctica la cuchilla de la reina.
—Cierto.
Hundiendo mi cabeza con una sonrisa en burla, los seguí por el pasillo y
encontré diez personas sentadas en mi suelo en un círculo. Aún nadie estaba
follando sobre mi cama, pero la noche era joven, denle tiempo. Le di a Angus
una mirada curiosa, pero Josh ya pedía que nos hagan espacio. Si se trataba de
otro juego de beber, bien podía esconderme en mi armario para el resto de la
noche. O… podría ir a la biblioteca.
—Courtney está doblando cucharas con su mente —dijo una chica
llamada Emily.
—Claro que sí
Una rubia de ojos grandes habló: —No, en serio, mira. Va a sorprenderte
por completo.
Con retraso olí el aire. No era de extrañar. Apestaba a hierba aquí, así
que Courtney podía estar haciendo trampa como una loca y estas personas
estarían tan colgadas que nunca se darían cuenta.
Le susurré a Josh: —¿Ya es esa hora de la noche?
—¿Meterse con la gente drogada? Lo sabes.
—¿Estás lista? —preguntó Courtney—. Solo haré esto una vez más.
Me guiñó un ojo y ahogué una risa. Con un gesto dramático, presionó
una cuchara de metal contra su frente y poco a poco la parte inferior comenzó a
girar hacia el exterior. De la forma en que la sostenía, tendrías que estar sobrio y
prestando atención para ver la forma en que ella presionaba con un dedo. Los
colocados dejaron escapar un jadeo colectivo.
—Ves, qué te dije. —Emily trató de empujarme y casi cayó al suelo.
—Eso fue realmente sorprendente.
Courtney se puso de pie, se inclinó y luego dijo: —Ahora a dar dinero.
Veinte dólares, cabrones.
Me pregunto cuál era la apuesta. Le alcanzaron billetes arrugados, y ella los
contó antes de lanzar sus brazos arriba para hacer la salida de una estrella del
rock. Se hizo un camino por el pasillo lleno de gente para saltar sobre Max con 45
un beso profundo y sexy. Al parecer, estafar a gente colocada la excitaba.
—¡Nuestro turno! —dijo Josh.
No tenía idea de lo que iba a suceder, pero esto era sin duda mejor que la
Kings Cup. Mientras que Josh podría ser idiota, nunca era cruel. Luego pasó a
explicar las reglas del juego, que llamaba Suckface Trivial. Me di cuenta por sus
expresiones confusas que ya les había perdido, pero la mayoría de ellos estaban
sonriendo como si no les importase no entrar en la broma.
—Voy a simplificarlo —dijo Angus—. Si responden correctamente a la
pregunta, podrán besar a quien quieran que esté jugando. Si se equivocan,
besan a la persona inmediatamente a su izquierda.
Bastante simple.
Aunque podría ser un poco malvado, no podía esperar a escuchar las
preguntas. Esto debería ser hilarante. Josh inició el juego apuntando a la rubia de
ojos grandes. —¿A qué temperatura hierve el agua?
—Mmm. ¿Celsius o Fahrenheit?
—Cualquiera —dijo Angus—. En el espíritu de ser justos con nuestros
vecinos del norte.
Ella pensó durante unos segundos y luego dijo: —No lo sé.
No parecía molestarle estar sentada al lado de una chica, la que se
llamaba Emily. De hecho, se besaron por un buen y largo minuto, perezosa y
sensualmente. Eh. Si mantienen esto, habrá una orgía en mi suelo de mi habitación.
—Mira cómo se hace —dijo Josh.
—Ajá. —La mitad de los chicos de la habitación ahora parecían aún más
atontados.
Le susurré a Angus: —No creo que vaya a salir como Josh espera. ¿A
menos que esté tratando de iniciar una pila de sexo?
Dos preguntas fáciles siguieron, y ambos se equivocaron, así que hubo
más besos al azar. De hecho, dos hombres heterosexuales se metieron tanto en
ello que el primero empujó al otro al suelo. Les vi juntos, hundiendo las manos
en sus hombros, respirando con dificultad. Mi piel se erizó, pero estaría
mintiendo si no dijera que estaba retorciéndome un poco. Esto se sentía un poco
indecente, pero nadie estaba obligando a esta gente a que jugara.
Angus sonrió débilmente. —Créeme, esto es exactamente lo que tenía en
mente. Es diabólico.
—La siguiente pregunta. —Josh se volvió hacia mí—. Tu turno.
Dudaba que pudiera pillarme dado que no había fumado nada y era
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difícil nublar tu cerebro con una sola cerveza. —Ve por ello.
—¿Cuál es la capital de Illinois?
Springfield.
Ahora tenía que decidir si quería ir a lo seguro y dar la respuesta
equivocada, lo cual significaba besar a Angus. Si respondía bien, podía tener
acción de verdad. Al mirar alrededor del círculo, vi un par de chicos que eran
guapos, aunque ahora estuvieran en baja potencia cerebral. Podría escoger a
alguien para pasar la noche. No había duda de que estaba en el estado de
ánimo, pero...
Aquí no hay nadie que quiera.
—Cairo —dije deliberadamente.
Josh entornó sus ojos. —Boba. Lo único que quieres es besar a mi novio.
—¿Quién no? ¿Lo has visto? —Sonreí burlonamente—. Pero bueno, es tu
juego, J-Rod. Yo no hago las reglas.
Angus giró su cabeza, ofreciendo su boca, pero le di un beso al lado, en
su lugar. Sonriendo, pasó un brazo alrededor de mis hombros y me apretó
brevemente, luego me dejó ir. Los chicos de dos rondas atrás estaban calientes y
excitados, probablemente más de lo que Josh podría haber predicho. Me levanté
y me fui antes de terminar viendo a alguien follando en mi habitación antes que
yo.
En el exterior, el resto del apartamento era solo gente contra las paredes.
No me di cuenta que había tomado la decisión de irme hasta que agarré mi
bolso y mis llaves. Sin plan, simplemente no podía soportar el ruido ni un
segundo más. Prefería asistir a fiestas que tenerlas. En ese escenario, si me
aburría, siempre podía volver a casa. Pasando entre la aglomeración, llegué a la
puerta principal y bajé las escaleras antes de escuchar a alguien viniendo tras de
mí.
Mierda. Creía que era una salida limpia.
—¿Dónde vas? —preguntó Lauren.
—Fuera. Pero no me dejes arruinarte tu noche.
—¿Segura que estás bien? —Me observó con preocupación.
—Claro. Cuidado con el espectáculo de sexo que Josh está preparando en
nuestro dormitorio, por cierto. —Como era de esperar, eso la llevó a entrar sin
decir nada más.
La música me hacía doler la cabeza. En realidad, solo quería encontrar un
lugar tranquilo y... ¿qué? No tenía ni idea. Antes de que pudiera pensar dónde
47
ir, la puerta de Ty se abrió, y entró en el vestíbulo. Después de la última noche
cuando me ofrecí desnuda en una bandeja de plata, medio sospechaba que la
cerraría de nuevo cuando me viera, pero en su lugar me dio una media sonrisa,
inclinando su cabeza con aire tímido. Tentativamente, le sonreí también.
—¿Quieres entrar? Cuando Sam tiene puestos sus auriculares para
dormir, rara vez se despierta, a no ser que me olvide poner la música en bucle.
Esta noche me he acordado.
Esto era tan trascendental, y no podía dejar de sonreír. Ésta tenía que ser
mi recompensa kármica por no liarme con un chico cualquiera colocado. —Eso
sería genial. Estaba a punto de huir.
Ty hizo un gesto a su casa. —Puedes esconderte conmigo hasta que las
cosas se calmen.
—Gracias. —Pasé rozándole. De su olor a limpio y su cabello húmedo,
supuse que acababa de salir de la ducha.
En el interior, su apartamento parecía mucho mejor que el nuestro,
decorado con un encanto peculiar que inmediatamente me hizo sentir como en
casa. La planta básica era la misma con una cocina de estilo galera visible desde
la entrada, la puerta principal abriéndose a una combinación de sala de estar y
comedor, donde también había una barra de desayuno. Tenía tres taburetes
rústicos con la parte superior de cuero además de una mesita de bar de madera.
El espacio tenía muy poco vidrio, probablemente debido a Sam, y me encantó el
sofá en forma de L rojo acolchado. Una alfombra con dibujos geométricos
cubría la alfombra de color beige desgastado, y había un baúl antiguo en medio
en lugar de una mesa de café, muy genial; era de madera, cubierto de cuero y
encuadernado en bronce. Las paredes estaban adornadas con una interesante
combinación de paisajes urbanos a pluma y tinta y algo de arte abstracto muy
colorido. En un examen más detallado, estaba bastante segura de que Ty había
enmarcado tanto su propio trabajo como el de Sam. En general, estaba
impresionantemente ordenado, y así se lo dije.
—La tía que Sam mencionó es la hermana mayor de mi madre, y ella
siempre limpia cuando está aquí —dijo tímidamente—. Pero necesita una
operación de rodilla, y no estará aquí para ir tras él durante un tiempo, si es que
lo vuelve a hacer.
—Así que por eso preguntaste sobre la guardería.
—Sí. ¿Quieres algo de beber? —Habló en voz baja, a pesar de que había
dicho que Sam probablemente no despertaría.
Y si lo hacía, no era un gran problema, ¿verdad? Seguramente Ty tenía a
amigos en casa ocasionalmente.
—¿Té? —sugerí. 48
—No tengo especia naranja de Ceilán, pero puedo ofrecerte chai o limón
y miel.
—Limón y miel suena bien. Mis nervios necesitan calma. Si tuviéramos
escaleras, sin duda la fiesta estaría bajando por ellas.
—Esperemos que no lleven la fiesta al pasillo y sigan tus pasos. —La
mirada burlona mientras ponía dos tazas de agua en el microondas envió
directamente calor a mis mejillas.
—Sí, sí, luché contra las escaleras y las escaleras ganaron.
—Siéntete como en casa. Enseguida vuelvo.
—Claro. —Después me senté, no pudiendo resistir la manta de felpa
color crema que cubría el respaldo del sofá. Me acurruqué en ella, escuchando
la música sonando en mi apartamento y el constante golpeteo encima—. Suena
como que atravesarán el techo, ¿eh?
—Es lo que esperé cuando vi estudiantes universitarios mudándose aquí.
—Hablas como si no fueras uno —le dije, un poco a la defensiva.
Ty me miró largamente justo cuando el microondas sonó. —¿De verdad
piensas argumentar que mis circunstancias son las mismas que las tuyas?
—Supongo que no. —Me sentía joven y estúpida ahora, la primera vez
que me hizo sentir de esa manera.
El silencio se espesó hasta que casi me levanté para irme. Después dijo:
—Lo siento. Estoy un poco... sensible. La gente siempre me dice que salga y
viva mientras sea joven. Como si fuera tan fácil.
Tomé la taza que me entregó y jugué a hundir la bolsa de té con la
cuchara durante unos segundos. —Está bien. ¿Qué tal un trato? No te molestaré
sobre que te diviertas más, si no me molestas por hacer una prueba para el
equipo de baloncesto femenino.
—Estoy disfrutando ahora —dijo—. Y molestar a la gente no es lo mío.
Se dejó caer en el otro extremo del sofá. Había demasiado ruido como
para que viéramos nada, y no necesitábamos más música. Eso solo nos dejaba
hablar, y estaba totalmente de acuerdo con eso.
—Yo también. Así que dijiste algo sobre auriculares para dormir antes.
¿Son diferentes de los auriculares normales?
—Sí, es una diadema con altavoces. Mucho más cómoda para dormir.
—Eso suena bien, en realidad. Tal vez necesito eso. ¿Qué música escucha
Sam para quedarse dormido? —pregunté.
49
—Te vas a reír.
—Tal vez. Dime igualmente.
—Podría ser el fan más pequeño del mundo de One Direction.
Tomó todo mi autocontrol, pero no dejé escapar ni pío, aunque mis ojos
se humedecieron. —Sabes que es increíblemente lindo, ¿verdad?
—Creo que sí.
—¿Qué pasa contigo? ¿Cuáles son tus bandas favoritas? —Me felicité por
actuar normal, como si no le hubiera dicho básicamente a Ty anoche que él era
todo lo que quería para Navidad. El hecho de que él no hubiese hecho uso de
esa abertura me dijo todo lo que necesitaba saber sobre sus intenciones.
Amigos será.
—En este momento me gustan Grouplove, Tove Lo, Passenger, The National
y Speedy Ortiz.
—¿Pensarías que soy súper aburrida si admito que solo he oído hablar de
uno de esos?
—Passenger —supuso.
Asentí. —Estuvo de gira con Ed Sheeran. Tengo una amiga que vio su
espectáculo, dijo que fue increíble.
Tomó un sorbo de su té, pareciendo pensativo. —Eso es una cosa que
echo de menos.
—¿Qué?
—Los conciertos. E ir a los clubes en la ciudad a ver nuevos grupos indie.
—Ante mi expresión, que era probablemente algo como: bueno, todavía puedes ir.
Agregó—: Sé lo que estás pensando. Cuando mis padres tienen a Sam, aún
podría ver un concierto o ir a un club.
Hice como que le miraba con recelo. —No me habías dicho que eras
psíquico.
—Es complicado —murmuró.
—Ilumíname. La fiesta todavía está fuerte, así que no tengo nada más
que tiempo.
—Las personas con las que comencé la universidad se han graduado,
conseguido trabajos y mudado. Los chicos en el trabajo son todos mayores, y no
están interesados en salir después del trabajo.
—Haz nuevos amigos —sugerí.
—La mayoría de la gente no está interesada en conocer a alguien que no
puede ser espontáneo, que tiene un horario fijo por completo y puede ser un 50
idiota mal humorado en un día determinado.
—Sin embargo, aquí estoy.
—Sí, bueno. Eres… única.
¿Eso es un cumplido? Podría ir en cualquier dirección. Decidí que no
importaba, ya nos habíamos acomodado en la amistad. Aun así, no pude creer
que estuviera sugiriendo esto.
—Podríamos ver un concierto en algún momento, en tu fin de semana
libre. Si lo planeas, podrías tomar una siesta la tarde del sábado y estar
preparado para la juerga de la noche.
—Tal vez —dijo.
Para cubrir mi decepción, bajé mi cabeza y me quedé mirando mi taza. El
té tenía una sombra preciosa de color ámbar, si se empapaba un poco más sería
demasiado fuerte, así que saqué la bolsa con mi cuchara, envolviéndola en la
cadena alrededor de la manija y poniéndola sobre el baúl. Por mi vida, no podía
pensar en nada que decir. Esta noche no estaba funcionando como esperaba, y
el primer quemazo de lágrimas picó en la parte posterior de mi garganta.
—Dios. Esa cara, me muestra todo. Espero que no juegues póker. Te
robarían sin parpadear. —Su voz era turbadoramente suave, tierna incluso, y
más cercana de lo que esperaba.
Mientras miraba a todas partes excepto a él, Ty se deslizó más cerca, su
mano flotando en el aire entre nosotros. A esta distancia podía sentir su calor
abrumador, y quería su toque más que mi próximo aliento. Así que lo sostuve,
luchando contra lágrimas ridículas y poco características por mi parte, hasta
que su palma se posó en mi mejilla.
—Que… —Empecé a decir, pero no tenía ni idea de a dónde iba con esa
frase.
—Voy a ser sincero contigo... porque este baile me está matando. No
pienses ni por un segundo que no te deseo. Tus piernas me mantienen despierto
por la noche, y esos ojos... ¿Sabes que cuando te vi por primera vez pensé que
probablemente eras modelo?
Me reí temblorosa. —¿De verdad?
Por fin, llegamos a alguna parte.
—Si te lo estabas preguntando, la respuesta es sí. Quiero follarte tanto
que duele.
El aliento salió directamente de mí, y todos los hormigueos fueron hacia
abajo. —Me gusta a donde está yendo esto.
—Es un problema —dijo francamente—. Porque me gustas mucho. Y no
51
tengo citas. No traigo chicas a casa con Sam.
—Pero... él ya me ha conocido —dije tontamente.
—Es por eso que no puedo dormir contigo. Somos amigos. Tenemos que
serlo. Porque vives en mi edificio, porque eres inteligente, divertida, me gustas,
y trabajas en la Academia Arcoíris. Si nos liamos y no funciona, cambiará la
forma en que somos juntos y eso le dolería a Sam. ¿Algo de esto tiene sentido?
Para ser honesta, continuaba concentrada en cuando me dijo que quería
follarme tanto que dolía. Dejé que el anhelo pasase sobre mí por un momento, y
luego asentí, deslizando su palma con una caricia seductora contra mi mejilla.
—Lo entiendo, todo eso tiene sentido. Pero no explica por qué has estado
mirando fijamente mi boca durante los últimos cinco minutos.
En lo profundo de su garganta, Ty hizo un sonido que curvó mis dedos
del pie, y luego, como si no pudiera evitarlo, trajo su otra mano para enmarcar
mi cara.
6
Traducido por Pachi Reed15 & Alessandra Wilde
Corregido por Julie

Mientras Ty me miraba, sus fosas nasales se abrieron y su aliento se


aceleró. Sus ojos marrones tenían una mirada somnolienta y entrecerrada. Sabía
que quería besarme, a pesar de todas las buenas razones que él enumeró sobre
porqué nunca podría suceder.
—No hay reglas contra esto —dijo con voz ronca.
¿Qué? Contra mirar.
Era muy difícil pensar con su rostro tan cerca, pero no podía obligarme a
mí misma a retroceder. Hice lo único razonable; puse mis brazos a su alrededor.
Cuando me incliné hacia él, soltó mi cara y me acunó contra su pecho. Su calor 52
y su fuerza sólida enviaron una deliciosa corriente a través de mí, y no ayudaba
a las cosas el hecho de que estuviera frotando su mejilla contra mi cabeza.
Es un abrazo. Abrazo de amigos.
Era imposible que pudiera resistirme a tocar su cabello, ahora que por fin
lo tenía tan cerca, y se deslizó a través de mis dedos como satén cobrizo. Dejó
escapar un gemido y se recostó en mis manos. Animada ante su respuesta,
suavemente acaricié los pequeños mechones, hasta que estuvo prácticamente
ronroneando.
—Eres un gato con rayas —bromeé mientras se volteaba, así podía llegar
al otro lado.
—Por favor —murmuró—, soy totalmente rudo como el gato Tom.
Acarició mi cuello con su rostro, haciendo que mi pulso se acelerara. Esta
era una zona gris neblinosa porque definitivamente me excitaba con el raspado
de su piel contra la suavidad de mi garganta. Pero el latido de su corazón
disminuía. Acomodándome, me quité los zapatos y Ty, que no llevaba ninguno,
terminó recostado sobre mi regazo, y cerró sus ojos mientras le apartaba el
cabello de su rostro.
—Como sea. —No podía creer que estuviera en su apartamento,
abrazándolo.
No era lo que quería pero era mejor que nada. Tendría que ser suficiente.
—¿Esto está bien? —le pregunté, solo para estar segura.
—Más que bien. No te detengas.
Suavemente, tracé el ligero arco de su nariz, la curva de su pómulo hasta
su mandíbula, alrededor de su boca y sobre la barba erizada de su mentón, el
cual levantó para darme un mejor acceso. Con sus ojos cerrados, sonreía con
una expresión que lucía como dicha pura. Juraría que estaba hambriento de
contacto físico, y mucho más sexo.
—¿Puedo hacer una pregunta personal?
—Este es probablemente el mejor momento. —Tono de ensueño.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
Sus pestañas de punta dorada revolotearon, revelando ojos marrones que
se enfocaron intensamente en mi cara. —¿Desde que tuve sexo?
—Sí.
—Un par de meses.
Eso no fue tanto como esperé, por la forma en que reaccionaba. —Ah.
—¿Creíste que he estado celibato durante años o algo así? 53
—Tal vez.
—¿Decepcionada?
—¿Por qué lo estaría? —Le sonreí.
—A veces las chicas romantizan la situación. “Pobre Ty, si tan solo
tuviera una mujer que se acostara con él regularmente y ayudara con Sam, su
vida no sería un succionador agujero negro”. —Alzó un hombro con un
encogimiento perezoso y exigió—: Oídos.
Solo estaba medio segura de lo que él quería, así que froté de arriba hacia
abajo en la concha, suavemente, con mi pulgar e índice. —¿Así?
Se le escapó un suspiro cuando rasgué detrás con mis uñas. —Exacto.
Podría estar equivocada, pero en secreto esperaba que esto le estuviera
excitando una fracción tanto como a mí. Incluso el peso de su cabeza en mi
regazo parecía un juego previo, pero no froté mis caderas. Las orejas son
sensibles. Me pregunto lo que le harían labios, dientes y lengua. Tragué fuerte y volví
a correr mis dedos por su cabello. Parecía más seguro. La fiesta seguía siendo
fuerte, y solo eran las once. Todavía podía quedarme un buen par horas de
acariciar a Ty.
—Espero que no creas que te veo de esa manera —dije.
—¿Hmm?
—Eso de “succionador agujero negro”.
—Nah. No me das esa vibra de arreglar a Ty. Si fuera así, te estaría
evitando como a la plaga, no pasando el rato el sábado por la noche. —Parecía
relajado, incluso con sueño—. Aunque no tengo idea de lo que ganas con esto.
—Me gustas —dije suavemente.
No tienes idea de cuánto.
—Estás loca. ¿No oíste la parte gruñona e idiota de antes?
—Tal vez guardas eso para otras personas. —Decidí ser creativa y hundí
mis manos bajo su cabeza, como había visto a masajistas hacer en la televisión.
Como no tenía entrenamiento, no podía estar segura de lo que se suponía que
debía hacer, pero flexioné mis palmas y acaricié con la parte baja la base de su
cráneo. Ty arqueó el cuello, levantando su barbilla hasta que oí un leve pop.
Él gimió. —Dios. Eres tan buena que te pagaría.
—Primero soy barbitúrica y ahora...
—Ya deberías haberme golpeado. —Ty llevó un brazo a su cara, a sus
mejillas enrojecidas.
54
—Te voy a mimar hasta la sumisión.
—Está funcionando.
—¿Qué más extrañas? Además de la escena musical.
Giró su cabeza de lado a lado, aumentando la presión hasta que estuve
preocupada de herirlo, y me acordé de cómo había clavado sus nudillos en la
parte posterior de su cabeza. Esto tenía que ser mi inconsciente respondiendo a
ese momento, queriendo hacerle sentir mejor. Por la forma en que sonreía,
parecía estar haciéndolo bien.
—¿Qué tan sincero se supone que debo ser?
—Completamente. No se lo diré a nadie.
—Quieres que desnude mi alma, ¿eh?
Quiero que te quites los pantalones. Pero me conformaré con una conversación
profunda y significativa. Solo bromeaba, incluso en mi cabeza, pero la amistad de
Ty se sentía excepcional y preciada, un salto de fe que no ofrecía a mucha gente.
Yo podría no ser especial, pero me hacía sentir de esa manera.
—Sí —dije en voz alta.
—Echo de menos dormir hasta tarde. Extraño despertarme con otra
persona y tener tiempo para sexo lento y perezoso por la mañana.
Oh, hola. Sí. Por favor. Las imágenes mentales que sus palabras causaron
eran tan tentadoras. Imaginé a un Ty, soñoliento y caliente, envuelto alrededor
de mí, sus labios en mi cuello, mordisqueando mi hombro mientras me tomaba
por detrás, su pene moviéndose adentro y hacia fuera con paciencia infinita. Sus
manos estarían encima de mí, acariciando, mimando en contrapunto a sus
empujes. Tardaríamos horas para hacernos venir, tal vez ni siquiera saldríamos
de la cama hasta bien entrada la tarde.
Contuve un gemido.
Ignorando lo provocador que era, siguió: —Extraño ducharme después
del sexo y preparar el desayuno mientras discutimos burlonamente si debíamos
ir a comprar comestibles a la tienda o volver a acostarnos. —Su boca se tensó,
como si esos fueran recuerdos de la chica que lo dejó.
Maldita sea. La intuición susurró que tendría un tipo diferente de tristeza
si estuviera muerta, atormentada en lugar de atada de arrepentimiento. Él
irradiaba auto-recriminación por la manera en que se encontraban sus hombros
y la forma en que su mirada se oscurecía cuando hablaba de ella.
Intenté distraerlo ofreciéndole una imagen emocional de mí. —Nunca he
tenido eso. En la secundaria por razones obvias, y hasta este año, vivía en los
dormitorios. La mayoría de las personas se quejaban por la falta de privacidad,
pero... —Mi voz se redujo a un susurro tímido—. Me gustaba.
55

Sus ojos se abrieron de golpe, y me miró, fascinado, completamente


sumergido en el momento.
Nunca se lo había contado a nadie, ni siquiera a Lauren. —A veces,
cuando mi compañera de cuarto estaba borracha, traía a un chico a nuestra
habitación. Siempre fingí que dormía, pero me encantaba escuchar, observar las
sombras bajo las sábanas, verlas girar y moverse.
Decirle que eso a veces me atraía era demasiada información. Así que me
callé, estudiando su expresión. Al menos ya no se veía triste.
—Y estoy de vuelta a querer follarte hasta el olvido —dijo con voz
ronca—. ¿Esta fiesta va a terminar alguna vez?
Por sus pantalones, era obvio que decía la verdad. Inclinando mi cabeza
hacia atrás, le imploré al universo por fortaleza moral. —Puedo irme.
—Puedo soportarlo —dijo suavemente—. Soy un profesional en no tener
lo que quiero.
Como si fuera un bocado de manzana envenenada, me tragué mi opinión
de que la vieja frustración no tenía que aplicarse a mí. —¿Volviendo a las cosas
que extrañas?
—Sí. Esto sonará muy específico, pero...
—¿Qué?
—Las cosas pequeñas. Por ejemplo... tuve una novia en la secundaria.
Estudiábamos en su cama, yo acostado, ella apoyada contra la cabecera,
leyendo. Ella tenía el hábito de levantar mi camisa y correr sus uñas levemente
de arriba hacia abajo por mi espalda. Me volvía loco, pero me encantaba.
—¿Te excitaba? —Quizás no debería preguntar, pero no pude resistirme.
Se rió. —Bueno sí. Tenía piel de gallina por mi cuerpo entero. Pero tenía
dieciséis. Caminar al baño me excitaba.
—Buen punto. —Necesitaba desesperadamente un cambio de tema, o
tendría que pedirle permiso para tomar una ducha fría—. ¿Ty es diminutivo de
Tyler?
—Sí. Pero es mi apellido.
—¿Cuál es tu nombre?
—Daniel. ¿Tu apellido?
—Conrad.
Mirando hacia abajo, lo atrapé formando las sílabas con su boca, y estuve
tentada de decirle que mi segundo nombre era Rose, solo para verlo hacerlo de
nuevo. Pero tenía que guardar algunos secretos para la próxima vez, o él podría 56
aburrirse. Desde allí, desvié la conversación a la música porque no podía
soportar hablar más de sexo; estaba a punto de vibrar, y si las chispas salían
más brillantes entre nosotros, quemaríamos su apartamento. Pequeño consuelo,
pero al menos sabía por qué no estaba sucediendo.
Una hora más tarde, se quedó dormido en mi regazo, y quince minutos
después, me quedé dormida también. Más tarde, el silencio me despertó, la
ausencia de vibraciones y el cese de la música. De alguna manera, estábamos
enredados juntos, él sobre su espalda y yo en su pecho, aunque no recordaba
haberme movido. Olía increíble, tanto que froté suavemente la mejilla contra él,
respirando miel y manteca de karité junto con el olor limpio y algodonoso de su
camisa.
Me dolía el corazón mientras reunía la determinación de moverme. Una
respiración, otra, escuchando los latidos de su corazón, luego centímetro a
centímetro, salí de sus brazos, tratando de evitar que despertara. Se revolvió
una vez, enredando su mano en mi cabello. Me quedé helada. Me mataría si se
despertaba y me veía salir cuando quería quedarme.
Pero no puedo. Nunca puedo. Cuando Sam despierte, no puedo estar aquí. Ty se
sacrificó tanto por él. Nunca cambiará de opinión acerca de nosotros. Y probablemente
debería estar agradecida por su sentido común. Sin embargo, el anhelo medio
estrangulado se apoderó de mí como un maremoto, y temblé ante su fuerza
mientras Ty dejaba caer la mano. Tragándome esos sentimientos, presioné un
suave beso sobre su corazón, y rodé lejos, agarré mis zapatos y bolso, y caminé
de puntillas hacia la puerta. Era como un ratón saliendo a rastras de su
apartamento, aunque en silencio revisé el pomo de la puerta para asegurarme
de que estaba bloqueada detrás de mí. No había manera de girar el pomo de
este lado, por lo que me parecía bien.
Subí y encontré el apartamento completamente destrozado. Para llegar a
mi cuarto, di un paso alrededor de cuatro personas, dos de las cuales no
llevaban pantalones. Al menos no había nadie en mi cama, y parecía como si
Lauren la hubiera defendido antes de desmayarse en el armario. Estaba
bebiendo más estos días, pero no sabía si debía mencionarlo. Tal vez me diría
que era aguafiestas. La última vez que traje a colación el tema, dijo: “Todo lo
que haces es trabajar, Nadia. Algunos queremos vivir un poco”. Suspirando, fui
al baño, cepillé mis dientes y luego tropecé en la cama, destrozada por la
intensidad de la noche.
Sin embargo, a pesar del cansancio ardiente, no pude dormir. Durante
media hora, hasta que los números brillantes de mi despertador indicaron las
cuatro y media de la mañana, me moví y rodé hasta que cedí a la tentación.
Rasgo tras rasgo, construí el rostro de Ty en mi mente, completo hasta el más
mínimo detalle como la hendidura débil en su labio inferior y la cicatriz 57
pequeña, casi imperceptible que bisecó su ceja izquierda. Una vez que estuvo
allí conmigo, metí dos dedos en mis bragas. Una caricia, dos, tres, Dios, era
bueno, y yo seguía estando tan mojada. Mientras el reloj marcaba las horas, me
vine en silencio.
Todo mi cuerpo se desplomó y me desmayé unos segundos más tarde.

A la mañana siguiente, me desperté en pánico, pensando que era tarde


para la clase o el trabajo, luego caí hacia atrás con un gemido ahogado. Una
mirada a mi teléfono me dijo que eran las once pasadas. Lauren se apoyó en un
codo, pareciendo más miserable de lo que la había visto. En algún momento,
debió de arrastrarse del armario a la cama.
—Puedo sentir mis latidos en mis labios —gimió ella.
—Eso no puede ser bueno —susurré.
Como no tenía resaca, me dirigí al baño para lavarme las manos, y luego
le traje una taza de agua y un poco de ibuprofeno. —¿Quieres tostadas?
—Déjame morir. Entonces tendrás la habitación para ti.
—No podemos pagar el lugar sin ti —bromeé—. Además... Te quiero
demasiado. ¿Qué será, tostadas o galletas?
—Galletas.
Me acerqué a la cocina y me alegré de encontrar a Max limpiando.
También había echado a los surfistas del piso. —No era una broma cuando
dijiste que serías ambicioso una vez que comenzara la escuela.
—Me di cuenta de que te retiraste temprano anoche. ¿Estás bien?
—Mentiroso. Estabas follando a Courtney contra tu puerta cuando me
fui.
Él sonrió. —Está bien, quizás no me di cuenta exactamente. Lauren me lo
dijo.
—Sí, estoy bien. —Abrí la despensa y agarré un paquete de galletas—.
¿Has visto a Angus?
—Creo que continúa en la cama.
Mientras asentía, llevé el desayuno de los campeones a Lauren. —Ten,
estas deberán hacerte sentir mejor.
58
—¿Te das cuenta de que están hechas de harina y sal, no de magia? —
preguntó.
—No hagas esa cara, borracha. Estás molesta porque no comparto tu
desdicha.
Una sonrisa reacia se formó mientras mordisqueaba la galleta. —Puede
que tengas razón. Una pequeña.
—Microscópica —dije.
—¿Alguna vez has deseado que estuviéramos en Sharon? —Fue una
pregunta tan rara que me volví hacia la puerta con las cejas levantadas.
—En realidad no. Pero extraño a mi familia. —Eso no era lo mismo.
La expresión de Lauren cambió. —¿Qué crees que está haciendo Rob?
Mi hermano no ocupaba un lugar destacado en mi lista de cosas a
considerar el domingo por la mañana. Pero si seguía comportándose igual...
—Tal vez almorzando con mi familia. ¿Por qué?
—Curiosidad ociosa. He estado pensando en casa, preguntándome qué
es lo que está haciendo la gente. Krista me envió un mensaje el otro día.
Hablábamos de los viejos tiempos.
Después de un momento de reflexión, la recordé como una amiga en
común que se había mudado antes de la graduación, aunque yo era mala en
mantenerme en contacto. —¿Cómo se encuentra?
—No sé, hablamos más de la escuela secundaria. ¿Recuerdas la fiesta en
la que Rob golpeó a Kent Walker?
—En realidad no —admití—. Descansa, voy a ayudar a Max con la
fumigación.
—Espera, ¿está limpiando su propio desorden? —Se sentó derecha y
luego se agarró la cabeza—. Creo que el infierno se ha congelado.
—Él no podría ser un dolor en el culo para siempre.
Cuando salí de la habitación, Lauren seguía murmurando asombrada
con sus galletas en la mano. Nos tomó tres horas completas para hacer que el
apartamento se pareciera incluso remotamente a cómo era cuando nos
mudamos. Lo que no fue hace mucho tiempo.
Angus se levantó justo cuando terminamos, y Max le frunció el ceño.
—Ni siquiera pretendas que no estabas despierto antes.
No me apetecía jugar al árbitro, por más extraño que fuera para Max
quejarse de que alguien más estaba siendo flojo. Así que le dije: —Nada valioso 59
roto, sin muebles robados y sin vómito en mis zapatos. Esto fue bastante bien,
¿eh?
Max asintió. —Pero creo que he terminado de lanzar fiestas durante el
semestre. Esta mierda es agotadora. Alguien más puede lidiar con el lío la
próxima vez.
—Ningún argumento de mi parte —dije.
En este punto, necesitaba desesperadamente una ducha, así que tomé
una en silencio, ya que Lauren todavía estaba dormida. Me até el cabello en una
coleta, luego me puse ropa suelta y fui en busca del almuerzo. Como si quisiera
disculparse por eludir la limpieza, Angus hacía un salteado de carne mientras
Max esperaba al otro lado de la barra de desayunos.
—Eso huele fantástico. —Mi estómago hizo un ruido extraño.
Max bromeó: —¿Te comiste un T. rex, verdad? Ese sonido no puede
haber venido de una chica.
Acercándome a Max, vi a Angus cocinar por el espacio abierto sobre el
mostrador. Nuestros taburetes eran de plástico barato, ni de cerca tan lindos
como los que había en el apartamento de Ty. Y una vez que su nombre se
introdujo en mi mente, no pude desterrarlo. Ese fue un pensamiento detonante,
llevándome a preguntarme dónde estaba, si había llevado a Sam al parque, una
película o el zoológico. Daría mucho por estar con ellos en este momento, pero
él había dejado muy claro dónde estaban los límites.
En menos de media hora, Angus tuvo la comida en la mesa. Comí como
si hubieran pasado días sin comer. No mostraba sus habilidades culinarias a
menudo, pero al parecer aprendió a cocinar de su ama de llaves. Probablemente
hubiera podido ocuparse de este lugar por su cuenta, pero no quería vivir solo,
y todavía no estaba listo para mudarse con Josh.
—Estuvo delicioso, gracias. —Pasé mi tenedor a través de mi plato dos
veces, entristecida ya que no había más comida.
Max admitió: —Sip, impresionante. Ya ni siquiera tengo rencor.
—Ese era el plan. —Angus sonrió.
Maté el resto de la tarde con mis lecturas asignadas y cursos. Por la
noche, Lauren se la pasó deambulando, sin vomitar sus tripas, lo que era una
buena señal. Le calenté un plato y luego me puse los zapatos.
Max dejó que sus ojos se deslizaran sobre mí con esa mirada insolente,
hacia arriba y hacia abajo del ascensor, y me hizo querer darle un puñetazo.
—¿Una cita caliente?
Desde que vestía una sudadera y una vieja camiseta que decía: El 60
pingüino se comió mi tarea, obviamente estaba siendo un idiota. —Con la
máquina elíptica. No he estado en el gimnasio aquí desde que nos mudamos.
Lauren dijo: —No es tan bueno como el del campus.
—Y huele horrible —añadió Angus.
Incliné la cara hacia el cielo. —¿Por qué se esfuerzan tanto para aplastar
mi motivación?
—Porque en secreto preferirías sentarte en el sofá y ver la televisión con
nosotros. —Max dio una palmadita en el cojín a su lado, invitándome.
Sacudiendo la cabeza, tuve que reír. —Eso no es un secreto.
—¿Adónde fuiste anoche? —Lauren llevaba una mirada curiosa y
burlona.
—Ese sí es un secreto. —Sonriendo, salí del apartamento en medio de
protestas vocales. Alguien incluso me tiró un zapato por ser una provocadora.
Se estrelló contra la puerta mientras corría por las escaleras.
Seguí el ritmo hasta llegar a la casa club, aunque era un gran nombre
para un edificio tan poco impresionante. Había alguien en la elíptica, así que fui
por la cinta de correr, en su lugar. Corrí por veinte minutos hasta que el tipo en
la elíptica terminó, luego me cambié. Cuarenta minutos más tarde, estaba lista
para culminar la noche. Sacando el sudor, me dirigí de vuelta a casa.
En el crepúsculo púrpura rayado, Ty sacaba a Sam desde su asiento.
Después de anoche, no estaba segura de cómo actuar, así que lo saludé y seguí
caminando. Respondieron con las manos levantadas; una sonrisa brillante del
niño y una mirada hambrienta de Ty que hizo que mis braguitas brillaran en la
oscuridad.
No voy a sobrevivir a esto, ¿verdad? Pero los fuegos artificiales serán
espectaculares.

61
7
Traducido por Gesi
Corregido por Kish&Lim

El lunes comenzó fuerte.


Cuando el profesor me llamo en mi primera clase, supe la respuesta y
evadí su ingenio caustico. Si no estabas en el punto, Lynch era conocido por
decir cosas como “Así que quieres enseñar, pero aun así no puedes preocuparte
en prepararte para mi clase. En cinco años, espero que seas bendecido con
estudiantes exactamente como tú”. El resto del día fue igual de bien.
Agarré un sándwich en una cómoda tienda en el camino a la Academia
Arcoíris y lo comí en el auto. La culpa se encendió cuando recordé lo que la
señora Parker había dicho sobre cuidarme. Hasta ahora, estaba haciendo un
62
trabajo de primera categoría.
En el centro de cuidado, estacioné en mi lugar usual y corrí dentro. La
directora saludó: —Te necesito en la sala de la señora Trent. Su asistente se
reportó enferma.
—De acuerdo.
—Nadia… ¿me estaba preguntando si estarías interesada en una
asignación de aula permanente? Esta es la cuarta vez en dos semanas que Elaine
ha cancelado. No creo que ella vaya a salir bien.
—¿Me pondrá junto con la señora Trent?
La señora Keller asintió. —Es un buen puesto. Los niños de cuatro no son
tan difíciles como los de dos.
—¿Aún puedo trabajar con horario flexible? —dudé, preguntándome
cómo se sentiría Ty con respecto a que yo pasara tanto tiempo con Sam.
—Seguro. En lugar de contratar a un auxiliar a tiempo completo para
reemplazar a Elaine, voy a publicar por un ayudante para cubrir las horas en las
que no estés aquí.
Y uno a tiempo parcial significaba que no tenía que pagar ganancias.
Pero no podía culparla por reducir los costos donde pudiera. Los tiempos eran
difíciles.
—Está bien, anóteme.
—Excelente. Tendré un par de cosas para que firmes cuando termines el
día.
Se debían observar las proporciones de niños con respecto a los
cuidadores, para cada doce niños de cuatro años era necesario un adulto, tenían
a la asistente de la directora, Jan Greenly, en el aula con la señora Trent. Los
chicos estaban en tiempo libre, un corto periodo después del almuerzo, el cual
acababa de perderme, y la señora Trent estaba ordenando la habitación. La
señorita Greenly pareció aliviada cuando aparecí, y se apresuró hacia su oficina
sin mirar atrás.
La señora Trent se río. —Esa mujer prefiere el papeleo antes que lidiar
con niños. Así que escuché que estás uniéndotenos, ¿avanzando?
—Guau, Keller estaba segura de mí, ¿eh?
—Para ser honesta, pedí por ti.
Me sentí alagada, pero… —¿Cómo es posible?
—Eres paciente, buena con los niños, y no has faltado ni un día el año
pasado.
—Gracias. ¿Qué puedo hacer para ayudarla? —A veces deseaba ser más 63
como Lauren, menos conocida por los rasgos de estable y confiable. Pero había
trabajado duro por mi reputación, viviendo a la altura de las expectativas de los
padres, y sobre todo no tenía tiempo para la agitación emocional. Era por eso
que Ty constituía un camino tan peligroso en mi vida bien trazada.
—Limpia las mesas. Una vez que terminemos, comienza a instalar los
catres para la hora de siesta.
—En el armario, ¿verdad?
—Sip. Muchas gracias.
—No hay problema.
Encontré la botella rociadora y la toallita, luego fregué todos los signos
del almuerzo. Mientras estaba trabajando, Sam corrió hacia mí. —¡Nadia! ¿Eres
mi nueva maestra?
—La señora Trent está a cargo. Yo soy su ayudante.
—¿Puedes ayudarme también? —Mirando hacia arriba en mi dirección
se veía tan parecido a Ty que no podía soportarlo. Resistí el impulso de agitarle
el cabello.
—Seguro, si necesitas algo. ¿Es así?
—Ahora no. Solo estaba comprobando. —Sobrecarga de ternura.
Él hablaba mientras yo limpiaba las mesas y hacía un rápido conteo de
cabezas, no muy fácil con los niños corriendo. Diecinueve. Eso significaba que
sería como el Tetris poner todos los catres en el piso sin colocarlos demasiado
cerca para que los niños no puedan empujarse entre sí, y también tenía que
dejar algún camino hacia la puerta. Tan loco como pareciera, mientras hubiera
dos de nosotras aquí, la señora Trent podía tomar cinco estudiantes más. Yo
simplemente no sabía dónde irían los catres.
Mientras preparaba, la señora Trent dijo: —Está bien, hora de ordenar. —
Guardaron los juguetes con las usuales risas y empujones, nada serio. Ella tenía
la rutina establecida.
—Tengo que ir al baño —dijo una niña.
—Sip, es ese momento —respondí mirando a la señora Trent—. ¿Debería
comenzar con eso?
—Por favor.
Era mucho más fácil que con los de dos, donde podría haber cambio de
pañales. Aquí, los niños iban por sí solos, pero ocasionalmente salían con los
pantalones alrededor de sus tobillos, y yo los ponía en su lugar para luego
ayudarlos a lavarse las manos en el pequeño lavabo. Conseguir que diecinueve
niños de preescolar hicieran sus necesidades y se limpiaran tomaba unos veinte 64
minutos, como mínimo.
—Muy bien, todos, agarren las bolsas de dormir de sus cubículos y
métanse en sus catres. Les leeré una historia, luego se apagarán las luces. —La
señora Keller señaló hacia los armarios.
Nadie se quejó, aunque Sam se veía preocupado. ¿Tal vez le tenía miedo a
la oscuridad? Tenía ganas de decirle que no estaría todo oscuro, incluso con las
persianas parcialmente cerradas. El objetivo era relajar a los niños, no asustarlos
a través de la privación sensorial. Pero fue obedientemente hacia su cubículo y
sacó una mochilita de Hulk, luego la llevó a un catre cerca de las ventanas. Los
niños no parecían tener lugares asignados, y solo hubo una pequeña disputa
antes de que sacaran almohadas pintadas y mantas. Algunos tenían animales de
peluche, y reprimí una sonrisa cuando Sam sacó su manoseado perro de
peluche. Mientras se ponían cómodos, la señora Trent agarró una copia de La
ciudad loca del revés.
Ella era una lectora fantástica, entusiasmada y expresiva. Noté algunas
cosas que me gustaría incorporar a mi estilo de enseñanza. A pesar de que
estaría trabajando con estudiantes más grandes, algunos podrían llegar a tener
una edad mental similar. Una vez que cerró el libro, fui arropándolos mientras
ella encendía un CD relajante. A continuación, cerró las persianas tres cuartos y
apagué las luces. La habitación estaba agradablemente tenue, pero aún podía
ver todas las caritas. Algunos cerraron los ojos inmediatamente. Otros, eran
obviamente escurridizos, y estarían rogando para levantarse en quince minutos.
Con la señora Trent nos movimos hacia la esquina, donde nos sentamos
en una pila de alfombras. Desde este punto de vista, podríamos detectar un
posible problema antes de que se saliera de control. Comencé a susurrar una
pregunta, pero ella levantó una mano y en cambio me dio un anotador. Bien
pensado. Nuestra charla solo animaría a los niños a hablar en lugar de dormir.
Así que escribí: ¿Qué hacemos con esos que se rehúsan a tomar una siesta?
Contestó: Esperar media hora, luego darles un libro. Por regla, tienen que
descansar en silencio durante dos horas. No podemos hacerlos dormir.
Lo tengo.
Ella agregó: Usualmente, voy a almorzar ahora, pero me quedaré durante la
primera hora, hasta que la mayoría estén dormidos.
Está bien, gracias.
Si un niño te da problemas después de que me vaya, frótale la espalda. Eso
funciona a veces. Si se convierte en un berrinche, llámame. Luego garabateo su
número. Entraré para convenir.
Sin embargo, los niños estaban bien. Quince de ellos cayeron en los 65
primeros veinte minutos, y otro sucumbió mientras la señora Trent salía para su
bien merecido descanso. Como si esa fuera su señal, Sam se levantó en su catre.
Oooh, pequeño farsante.
Miró alrededor de la habitación. —¿Nadia?
Navegué entre los niños dormidos, asustada de que él los despertara, y
fuera un enorme caos cuando la señora Trent volviera. Arrodillándome a su
lado, susurré: —¿Qué pasa?
—No puedo dormir. Hay demasiadas respiraciones.
—¿Quieres mirar un libro? —Si hubiera sabido que aún estaba despierto,
le hubiera ofrecido uno antes.
—Está bien.
Él estaba lo bastante cerca de la ventana para que no me preocupara por
su visión. Le di el libro que la señora Trent había leído antes, pensando que
podría ayudarlo si estaba familiarizado con él, desde que no tenía un claro
sentido de la aptitud de lectura de Sam. Algunos niños de cuatro años podían
pronunciar palabras como los de primer grado, otros aún estaban luchando
para recordar que sonido hacía cada letra.
—¿Te puedes sentar a mi lado?
Sin responder, me deslicé, metiéndome entre Sam y la pared. Aún podía
ver a todos los otros niños. Él se acostó sobre su estómago y abrió el libro. En
este punto, no estaba segura de que valiera la pena intentarlo, pero seguí los
consejos de la señora Trent y le froté la espalda en circulitos. Palabra de honor,
estuve sorprendida cuando empujó el libro hacia un lado y se dejó caer sobre su
almohada. Me dio una sonrisa adormilada y luego cerró los ojos. Su respiración
se calmó, uniéndose al resto de la clase. Fue tonto cuán feliz me hizo, como si
hubiera escalado el Everest o inventado una vacuna para salvar vidas.
De puntillas, regresé a la pila de alfombras, y cuando la señora Trent
prendió las luces, los niños estaban con los ojos brillantes, listos para guardar
sus cosas. Los acomodó para una merienda mientras yo limpiaba y ordenaba
los catres. Después, otro rato de baño, y luego se alinearon para que pudieran
tomar su turno jugando afuera. En más o menos un mes, este ritual incluiría
camperas, luego gorros y bufandas, y eventualmente, perderían el tiempo de
juego al aire libre por el clima helado. Normalmente, ya me habría ido para ese
momento, por lo que era interesante ver como la rutina hacía las cosas más
fáciles.
La señora Trent los condujo por la puerta lateral hacia el patio de recreo.
Vine a lo último para asegurarme de que nadie quedara atrás. De inmediato
Sam corrió hacia el tobogán mientras otros chicos corrían hacia las hamacas, y 66
otros saltaban en abejorros y libélulas. Circulé, dando un empujón aquí,
admirando una roca allí, hasta que el recreo se terminó. Cuando los llevamos
dentro, casi eran las cuatro, y la hora de más lavado de cara y manos.
Mientras sacaba las crayolas y los dibujos para colorear, la señora Trent
se sentó para escribir sus informes diarios, detallando cualquier problema o
hito. Acomodé a los niños y me senté con ellos mientras creaban las obras
maestras para sus padres, quienes comenzaron a llegar media hora más tarde.
Sacudí un montón de manos, confirmé que estaría reemplazando a Elaine a
medio tiempo e hice a las personas felices confesándoles que era estudiante
universitaria y que estaba estudiando educación. Para las cinco y cuarto de la
tarde, estábamos con trece estudiantes, y Sam era uno de ellos.
—Vienen a buscar a uno más, y puedes irte, Nadia.
—Eso sería genial. —Como ayudante, a menudo terminaba cerrando la
instalación, y me quedaba tarea, sin mencionar más lectura, y un proyecto de
exposición con solo una semana hasta que se entregue.
Ty fue la próxima persona en entrar. Sam saltó de la mesa y corrió hacia
él, agitando excitadamente su dibujo. Tenía cerca de mil cosas que decir, todas a
la vez, y su papá sonrió, como si esa fuera la mejor parte de su día, e hiciera que
todo lo demás valiera la pena. Muy a menudo, los papás eran impacientes e
irritables, la interacción de Ty con su hijo solo lo hacía verse más caliente.
Tenía que superar esto.
—¡…y dormí como, por, doce horas! —terminó Sam.
Él me miró, con las cejas elevadas, por lo que clarifiqué: —Fue más como
por cuarenta y cinco minutos.
—¿Pero durmió? Impresionante. Dejó de dormir durante el día con mi tía
cuando tenía tres.
—Todos los demás estaban durmiendo —dijo Sam—. Estaba muy
silencioso.
Me quedé en silencio mientras la señora Trent charlaba sobre las
impresiones del primer día de clases, luego le dio a Ty el reporte. Dejada en
libertad, probablemente me hubiera retrasado para evitar la potencial torpeza,
pero la señora Trent se giró y me espantó con la mano. —Ya quedan doce. Sal
de aquí.
Así que firmé la salida, agarré mi bolso y me fui con Ty y Sam, quien se
balanceaba fuertemente en el brazo de su papá. Ty llevaba su mochila, mirando
en mi dirección de vez en cuando con una mirada inescrutable. Pero la señora
Keller me interceptó en la puerta principal.
—Formularios, ¿recuerdas? No tomará mucho tiempo.
67
Hice señas mientras Ty conducía a Sam hacia afuera. Cinco minutos más
tarde, los seguí. Era tonto estar decepcionada de que el Focus plateado se
hubiera ido. Subí a mi Toyota y conduje hacia casa. Nuestra coordinación no iba
bien porque el auto de Ty estaba estacionado, pero ellos ya estaban adentro. No
tenía excusa para verlo de nuevo, y no sabía si él querría regresar a las charlas
en el balcón, después de la noche del sábado. ¿Tal vez algo de distancia sería
bueno? Cansada, me arrastré hasta nuestro apartamento y encontré a todo el
mundo en casa. A esta hora, eso era sorprendente, así que fingí mirarlos con
sospechosa.
—¿Esto es una intervención?
Lauren entrecerró los ojos. —¿Has estado en algo que sea merecedor?
—Probablemente —dije, sonriendo.
Ella demandó que lo escupiera, pero no podía. Todo el asunto de Ty era
complicado; sentí como si estuviera violando su privacidad si me burlaba como
si fuera solo otro chico, y también había que considerar a Sam. Por lo que solo
me encogí de hombros y caí en el sillón reclinable, ya que Lauren se hallaba
acurrucada con Angus mientras hacía que Max le frotara los pies. Uno de estos
días, tendría que aprender ese truco. Con cabello rubio natural y ojos azules,
Lauren era bonita, a pesar de que decía constantemente que necesitaba perder
nueve kilos. Más al punto, ella era dulce y lo había sido desde los siete años,
cuando se convirtió en mi mejor amiga por pegarle en la cabeza a Billy Derwent
con una botella de pegamento cuando él intentaba robarme el almuerzo en ese
momento.
—Tu secreto está comenzando a molestarme —dijo en un tono siniestro.
—Solo hablaré cuando haya algo que decir.
—Una mujer dijo nunca. —Angus gruñó cuando Lauren le pegó con el
codo.
—Tan fascinante como es —corto Max—, me estaba preguntando si
querrían ir esta noche a La casa del Dólar.
Había dos cines en Mount Albion, un nuevo cineplex de precio regular, y
uno mugriento de precio reducido que tenía cuatro pantallas y pagabas entre
dos y cuatro dólares por una entrada, dependiendo del tipo de película. Los
antiguos éxitos de taquilla generalmente eran de cuatro, la rara mierda que le
gustaba a Max generalmente estaba a dos.
—Aún no te he perdonado por Thankskilling —dijo Lauren—. Pero si
llego a un buen punto de parada en mi trabajo de historia, podría ser
persuadida para ir a sentarme en la oscuridad y comer nachos.
Angus sacudió la cabeza. —Yo paso. Josh está haciendo la cena.
68
—Lujoso —dije.
—Oh, será revoltoso. Pero no tuve el corazón para decir no. Es tan tierno
cuando intenta. —Angus apartó a Lauren y se levantó—. Hablando de eso,
necesito comenzar a moverme.
—¿Qué hay de ti, Conrad? Si no vas, Lauren puede ponerse demasiado
entusiasmada por ir en la parte trasera de mi moto. Incluso puede pensar que es
una cita. Sería la anarquía.
—Gatos viviendo con perros —dije seriamente.
Pensé durante algunos segundos, escuchando a Angus chocando cosas,
presumiblemente buscando algo. Se escapó unos segundos más tarde. Si me
quedaba en casa, tendría completa privacidad para una charla en el balcón. Por
otro lado, últimamente había estado descuidando a mis compañeros de piso, y
no podía dejar que mi fascinación con Ty se convirtiera en una completa
obsesión, especialmente cuando él había sido claro como el cristal sobre sus
intenciones.
—Me apunto, mientras vayamos a la función tarde. Primero tengo tarea
que hacer.
—Todo trabajo y nada de juego, algo de algo, ¿me haces un sándwich? —
intentó Max.
Lo golpeé en mi camino a la cocina para algo de fideos ramen, luego
llevé una taza a mi habitación y abrí el libro virtual mientras comía. La lectura
fue rápida, bueno, para mí, menos para mi plan de proyecto, pero escribí
algunas ideas y compilé una carpeta llena de muestras para darme más
dirección. Más tarde, Lauren entró y se metió en su computadora, escribiendo
su trabajo.
Para las nueve, Max se paseaba por nuestra habitación, aburrido y
tocando cosas. Cuando abrió mi cajón de la ropa interior, lo pateé. —Bien, lo
entiendo. Estás listo para irte.
Entré en el baño, intenté domar mis rulos y me cepillé los dientes. Luego
me desvié hacia el armario y me cambié la camisa. Los jeans estaban bien.
Añadí un golpe de brillo, una gorra de lana cuando me di cuenta que mi pelo
estaba horrible, y emergí, frunciendo el ceño.
—Ya era hora. —Lauren sonrió para mostrarme que estaba bromeando.
—Supongo que estoy conduciendo.
—Si solo tuviera un sidecar2.
Aunque refunfuñé, no me importaba ser la conductora. Max subió en el
asiento de atrás, dejando que Lauren vaya adelante. Encendí la música muy
fuerte, al punto de que era imposible hacer algo más que gritar. Resultó ser que 69
lo que Max quería ver era una parodia de una película de terror, por lo que solo
eran dos dólares, como predije. Comí nachos y chocolate para la cena, además,
me reí un montón.
Nada mal.
Era tarde cuando llegamos a casa porque Max nos convenció de ir a una
cafetería para panqueques de medianoche. Estaban deliciosos, pero ahora tenía
que agregar una visita al gimnasio a mi lista de quehaceres para mañana.
Mientras Max y Lauren fueron directo hacia la cama, hice una taza de té y la
bebí sola en el balcón. Ty ya debía estar en la cama. Su patio estaba oscuro aparte
de los apagados destellos de sus luces solares, y la lámpara de su sala de estar
estaba apagada, también.
Agoté la taza con prisa y no miré las estrellas, ni siquiera remotamente
lista para ver si serían tan brillantes sin él. No podía suceder, y planeaba luchar
contra este sentimiento, sin rendirme, hasta que pudiera tratar a Ty con el
mismo afecto que les daba a mis compañeros de piso.
—Podríamos haber sido tan buenos juntos —susurré a la noche.

2 Es un vehículo de una rueda enganchado al costado (normalmente derecho) de una


motocicleta, dando como resultado un vehículo de motor de tres ruedas y con capacidad de
transportar una y en algunos casos dos personas adicionales a la motocicleta.
Dejando el si solo detrás, cuadré mis hombros y entré en silencio.

70
8
Traducido por Anna Karol
Corregido por Jadasa

El resto de septiembre, fui fuerte.


Fui a la escuela y salí con amigos, hice mis tareas, entregué mi proyecto a
tiempo y continué dudando de mí misma mientras lidiaba con las pasantías.
Prácticamente solo veía a Ty cuando recogía a Sam de la escuela. Puesto que él
no me preguntó por qué me alejé, supuse que lo sabía. Si le importaba, diría
algo, ¿verdad? Este no era el típico movimiento de citas para ver si te perseguía.
Era mucho más básico y por el bien del amor propio. Patiné hasta el borde
desarrollando sentimientos por él, y me enamoré, pero puesto que siempre fue
honesto conmigo de acuerdo a su situación, me reorganicé.
71
Después de esa primera vez, Ty no actuó como si no me conociera.
Cuando nuestros caminos se cruzaban fuera del edificio o en el gimnasio,
conversábamos casualmente. Era muy amable. A veces hablábamos de cómo le
iba a Sam en la guardería. Escocía un poco estar así cuando teníamos tanto
maldito potencial, bueno, era mejor de esta manera que un enorme corazón roto
después.
Estoy siendo sentimental. No tiene sentido fijarse es un tipo que no puedo tener.
Las cosas iban bastante bien, y ya no me horrorizaba por mis resultados
de los exámenes, en su mayoría A y B. Casi había olvidado (bien, no del todo) la
oleada de emoción que sentía esperando a Ty en el balcón, por lo que me
sorprendió encontrarlo esperando una noche después del trabajo. Recogió a
Sam y salieron del edificio antes que yo, pero cuando salí, los vi en el
estacionamiento.
—¿Tienes un minuto? —preguntó.
—Claro. —Me sentía demasiado asustada como para decir cualquier otra
cosa.
—Déjame llevar a Sam. ¿Nos acompañas hasta el coche?
—¿Por favor, Nadia? —El pequeño Tyler me miró implorante, y era
probable que no me negara ni si me pidiera un riñón.
—No hay problema, amigo.
Me miró con una mueca de reproche. —Mi nombre es Sam. —Luego se
rió, porque nunca se cansaba de ese juego.
En tanto que, últimamente, pasaba menos tiempo con su padre, pasaba
más o menos veinte horas a la semana con Sam. Era inteligente, adorable,
divertido, versátil e impresionante. Tarde por las noches, tras hacer mi tarea,
me metía a sitios web de bromas porque se encontraba obsesionado con los
dinosaurios. De manera que ahora, cada vez que lo veía, tenía que decirle una
nueva forma de saludo. Hoy fue: ¿Qué sucede cuando los dinosaurios chocan sus
carritos? ¡Ruinas de Tiranosaurio! Entonces escribía las palabras, así él podía
apreciar la broma. El día anterior fue: ¿Cómo se llama cuando un dinosaurio hace
un gol con un balón de fútbol? ¡Una dino-puntuación! Su risa era, en verdad, la luz
de mi vida.
Esta noche derritió mi corazón abrazándome apretadamente alrededor
del cuello y me dio un beso húmedo en la mejilla. —¡Nos vemos el lunes!
Entonces Ty lo sujetó en su silla y cerró la puerta, dándonos un momento
de privacidad. No me había permitido pensar en él, o extrañarlo, pero justo ahí,
los sentimientos reprimidos me inundaron. Probablemente, en ese momento,
tenía la expresión hambrienta en los ojos, pero no podía evitarlo.
—Siento como si no he hablado contigo hace una eternidad —dijo en voz
baja.
72

—Han sido unas pocas semanas.


—Pero nunca estás fuera de mi cabeza. La oración favorita de Sam en
estos días comienza con “Nadia dice...” Siempre está hablando de ti.
Tratando de poner una sonrisa amable, respondí: —Me alegro de que le
guste estar aquí. No lo habría recomendado si no pensara honestamente que
hay un ambiente genial.
—Sí. Sin embargo, no quería hablar contigo de eso.
—¿Qué sucede? —Mi expresión de fingida alegría no revelaría nada,
¿verdad?
Ty puso una mano sobre mi hombro. —Deja de hacer eso. Para.
—¿Eh?
—Sé real. Sé tú misma.
Me sorprendió que me conociera lo suficientemente bien como para
entender que tres semanas lejos de él no hicieron desaparecer mis sentimientos,
ni los disminuyeron. Maldita sea. Totalmente me engañaba a mí misma. El calor de
su palma casi derritió mi columna vertebral. De alguna manera me las arreglé
para no apoyarme en él.
—Está bien. —Mi sonrisa desapareció, y le di lo que quería. La expresión
que lo muestra todo—. Te extrañé. Pero parecía una buena idea retroceder.
Fuimos muy lejos esa noche.
—Es cierto, fue un poco rápido, y no soy conocido por el insta-apego. Por
lo que aprecio el tiempo para pensar. Y… me gustaría reanudar esa oferta, si
sigue en pie.
Mi corazón se deslizó. —¿Cuál?
—Broken Arrow se presentará este fin de semana, y siento curiosidad de
sus presentaciones en vivo. Voy a dejar a Sam esta noche con mis padres. ¿Me
acompañarías mañana?
Por unos pocos segundos, fingí tomarlo con calma. Esta era una noticia
breve, pero si fuera Lauren diciéndomelo, ni siquiera tomaría en cuenta los
planes de a último minuto. —Absolutamente. Iré a una fiesta esta noche, pero
aún no he hecho planes para el sábado.
—Te diría que te recojo, pero tiene más sentido que tú bajes cuando estés
lista.
—De acuerdo. ¿Qué clase de lugar es? —Me pregunté cómo ir vestida.
—Es un bar de whisky, subterráneo, del estilo de un bar clandestino.
73
¿Sabes lo que es?
—¿En serio? Estruendo de los años veinte. Prohibido. Tomé historia de
Estados Unidos.
Me sonrió y el humor se filtró claramente en sus ojos, brillando desde el
interior. —Eres linda cuando estás a la defensiva. No lo tomes como algo
personal. La mayoría de las personas de nuestro grupo de edad se quedan con
una expresión en blanco, buscando una respuesta ante la palabra clandestino.
—Dios, tu forma de hablar.
—No soy un demonio lengua de plata, ¿lo tomo así?
Sonreí. —Más como un idiota malhumorado.
—Rompes mi corazón. De todos modos, estarán bien unos pantalones
vaqueros, a menos que no puedas resistirte a vestir como una joven a la moda
en los años veinte. Respeto la necesidad de un disfraz.
En el momento en que dijo eso, mentalmente revisé mi armario, tratando
de recordar si tenía algo brillante que podría encajar. —Solo espera y verás.
—Me niego a hacerlo. Inventaré una máquina del tiempo tan pronto
como llegue a casa.
—Sospecho que eso te llevará más de veinticuatro horas.
—Siempre, las damas subestimándome —dijo con tristeza.
Si tan solo supieras lo colosalmente falso que es eso.
Pero mantuve ligera la conversación. —La verdadera carga de la
grandeza es ser tan dolorosamente mal entendido en tu propio tiempo.
—Me entiendes. Tengo la maleta de Sam en el coche, y cenaré con mis
padres, así que no estaré en casa hasta más tarde. —Mi expresión debe haber
revelado mi confusión, porque añadió—: En caso de que cambies de opinión o
algo así. Quizás debería darte mi número, por si acaso.
Sacando mi teléfono, le contesté: —De acuerdo.
No había manera de que cambiara de opinión, pero él no sabía eso, e
incluso si lo hiciera, podría golpear a su puerta y decírselo. No obstante, quería
su número, y le envié un mensaje a prueba de inmediato, por lo que ya tenía el
mío también.
Los mensajes aparecieron con un ping, y Ty sonrió, tan contento que
quería sacarle una fotografía para la posteridad. —Así que ese es el tuyo, ¿eh?
—Sip. Ahora lo tienes. —Con una sonrisa, le tomé una foto.
—Creo que acaban de invadir mi privacidad. —Pero no me pidió verla o
que la eliminara. En cambio, con un poco de consideración, tomó una de mí—. 74
Y ahora estamos a mano.
Me sonrojé, más allá de contenta porque me correspondió. Basta, no te
puedes poner toda loca por esto. —¿Estamos bien para irnos?
—Sí. Nos vemos.
Tocando el cristal, hice que Sam levantara la vista de su libro de
ilustraciones. Agité mi mano despidiéndome de ambos mientras Ty entraba al
coche, y luego arrancó. Antes de dejar el estacionamiento, creé un contacto
telefónico para él, agregando toda la información que poseía, incluyendo la
fotografía que acababa de tomarle. El sol se hallaba detrás de él, agregando
destellos dorado a su cabello castaño rojizo. Pliegues junto a sus ojos lo hacían
ver aún más adorable, y sus labios se hallaban entreabiertos ligeramente. Esta
cara. Podría amarla. Y todo lo relacionado con el tipo que viene con ella.
En retrospectiva, hubiera sido mucho más prudente explicarle que me
gustaba demasiado como para ser solo amigos, lo sentía, pero mi capacidad de
auto negación tenía límites. Salir con Ty, incluso si era tentador y frustrante,
sería probablemente lo mejor de mi fin de semana. Volví a casa, casi saltando de
emoción.
Podría haber exagerado cuando dije que tenía una fiesta esta noche.
Angus nos invitó a lo de Josh para ponernos al día sobre el reality show Project
Runway. Max no iba, pero sí Lauren y yo junto con un par de otros amigos,
Courtney y Darius, quien no era gay. A él tan solo le gustaba la moda.
Lauren caminaba de un lado al otro cuando llegué. —¿Sabes cuántas
veces Josh me ha enviado un mensaje?
—¿Veintisiete?
—Ocho. —Sonaba descontenta porque subestimé la situación—. Le dije
que calmara sus tetas y empezara sin nosotras si consideraba que era necesario.
—Solo déjame cambiarme, y después nos vamos, lo juro.
Fiel a mi palabra, tomé la ducha más rápida del mundo, me vestí con
pantalones vaqueros y una sudadera con capucha y luego corrí a la sala de
estar. —Vámonos.
Josh tenía un apartamento fantástico, mejor que el nuestro, y se ubicaba
más cerca de la universidad. Vivía solo, de manera que no había nadie que se
quejara de él por acaparar la televisión durante cuatro horas viendo Project
Runway. Bromeamos, pedimos pizza, nos burlamos de los diseñadores, y
generalmente sorbimos el jugo de lima llamado vida. Había cerveza, pero solo
me bebí una puesto que tenía que conducir.
—Tim Gunn es un dios —dijo Angus.
75
—Estoy bastante segura de haber visto una película en la que en realidad
interpretaba a Dios —nos informó Courtney.
Josh la buscó en su iPad hasta que la encontró. —No, Dios, pero algún
tipo de divinidad. Lo apruebo. Otra noche, serás mía, Teen Spirit.
Poco después, la fiesta se dispersó. Con Lauren nos fuimos juntas,
mientras que Angus se quedó en casa de Josh. Ella parecía pensativa en tanto
yo conducía.
—¿Pasa algo?
—Simplemente una normal crisis existencial.
—Suéltalo.
—Solo estoy cuestionando si puedo hacer de verdad una diferencia.
Ciencias Políticas parece basura, y me pregunto si me están preparando para
convertirme en una política de mierda.
—¿Quieres cambiar tu especialidad? —La gente lo hacía todo el tiempo,
ella probablemente no se graduaría con nosotros en caso de hacerlo.
—Tal vez. No sé. Eso es parte del problema. —Su tono sonaba bastante
extraño, así que la miré.
—¿Qué es?
Suspiró. —No importa. Es posible que esté enloqueciendo porque ellos
esperan que obtengamos puestos de trabajo pronto. Este año, el siguiente, y
luego te vas, enseñando en alguna parte. ¿Quién sabe qué estaré haciendo?
Probablemente preguntando a la gente si quieren papas fritas con eso. —Forzó
una risa, pero la noté muy estresada.
No podía dejarla pensar que se hallaba sola con ese cuestionamiento... de
todo. —Estas prácticas están pateándome el culo, mujer. Es, como, cien por
ciento más difícil de lo que esperaba, y los niños rompen mi corazón de cien
maneras diferentes. A veces puedo decir que quieren aprender algo con tantas
ganas, pero las vías simplemente no se conectan. Es ahí cuando explotan o
lanzan cosas; hay una niña que se mece y llora. Y deseo tanto solucionarlo, que
no puedo respirar, y esa es la realidad que estaré enfrentando durante los
próximos treinta años. Puedo ayudar, pero no puedo…
—Guau —suspira Lauren—. Parece que… tienes tu propia crisis
existencial.
—No sé si soy lo suficientemente fuerte para las necesidades especiales.
Quiero serlo. Pero no estoy segura de poder hacerlo.
—Ayuda saber que no soy la única preocupada por el futuro y la vida
real.
76
Pensé en eso a medida que entrabamos a nuestro complejo. —Eso es
parte del problema, pequeña, el ponerle una etiqueta a esto, este momento,
como si no fuera la vida. Es decir, trabajamos, estamos pagando el alquiler.
Jugamos algunas veces, pero es real. Cada momento lo es. Y sé que llegará un
momento en el que estaré triste de despertarme en medio de la noche y no te
encuentre allí.
Me miró fijamente por unos pocos segundos, y luego me puso una
mueca feroz mientras se secaba los ojos. —Podría matarte por hacerme llorar
esta noche, de verdad.
—Mentirosa. —La abracé y entonces bajé del coche—. Si quieres,
improvisaré un poco de galletas sin hornear y podemos hablar acerca de cómo
de mierda son nuestras perspectivas, en lugar de nuestros sentimientos.
—¿Podemos ver la televisión en vez de eso?
—Totalmente.
Entré a la cocina e hice un batido de memoria. Puesto que los hacía desde
que tenía doce años, me quedó perfecto. Cuando regresé a la sala de estar,
Lauren veía alguna película de acción; no le gustaban las comedias románticas,
lo que no podrías imaginar al mirarla. Superficialmente, parecía una chica muy
femenina, pero su pasado precedía que prefería los juegos de acción en primera
persona y las películas con un montón de persecuciones de coches y
explosiones. En la escuela secundaria, pasó más tiempo en línea, codificando o
jugando juegos a los que muchos jugadores apuestan hoy en día; era una bestia
jugando.
Diez minutos más tarde, me levanté. —Las puse en el congelador para
que estuvieran listas antes. Deben de estarlo ahora.
—Entonces tráeme mis galletas, mujer. —Agitó una mano imperiosa.
Negándome a sentirme culpable, coloqué ocho en un plato, luego se las
entregué con un ademán ostentoso. Lauren inhaló profundamente, entonces me
lanzó una mirada acusatoria. —Estás tratando de engordarme así puedes
comerme durante los tiempos difíciles. ¿No es así?
—Por favor, deja de escribir fan-fiction de Los Juegos del Hambre. En serio.
Te lo ruego. Además, la mitad son para mí, y te morderé si intentas nombrarlas.
Vimos la mitad de la película y comimos las ocho galletas antes de que
Lauren se durmiera. Tiré una manta sobre ella y me dirigí por el pasillo cuando
mi teléfono sonó. Lo tomé, la pantalla decía que eran las 2:37 am, un mensaje.
Lo abrí. La imagen de Ty apareció.
Te oí caminar. ¿Sabes qué hora es?
Sonriendo, respondí: ¿Hora de la aventura?
77
No me tientes. Estoy completamente sin supervisión.
¿No deberías estar durmiendo? Pensé que habría planes épicos
mañana por la noche.
Tal vez por eso no puedo dormir. ¿Vienes afuera?
Como nos acercábamos a octubre, las noches venían con frío en lugar del
calor suave de un día de verano. De manera que llevé una manta conmigo,
junto con mi cesta de regalo. Por suerte, la televisión se encontraba prendida
todavía, o probablemente habría despertado a Lauren al salir. Llevaba cuatro
galletas de chocolate no-horneadas, y tan pronto como vi a Ty, le ofrecí la
canasta.
—¿Sobornando a tu vecino con productos horneados para que deje de
quejarse por tus paseos nocturnos? Eso es sombrío. Delito grave. —Pero limpió
el cesto antes de burlarse.
—No, en absoluto. Estas son galletas cocinadas con una receta secreta, un
delito menor de los mejores.
Estaba a punto de regresar cuando Ty dijo: —Baja.
Mi corazón latía como loco. —Mi compañera de piso está dormida en el
sofá. Podría despertarla.
—Entonces trépate. Te voy atrapar.
—¿Estás loco?
—Probablemente. Ve por tus llaves y luego trépate.
Lo más seguro era decir que no. Pero fallé en auto conservación cuando
fui a tomar mis llaves, y luego volví, silenciosamente cerré la puerta del balcón
detrás de mí. Lauren se agitó, pero no se despertó. Mejor, porque habría gritado
como en un sangriento asesinato si me viera trepando sobre el borde del balcón
así. Lentamente bajé en las barras hasta que colgaba de la parte inferior de la
cornisa. Las manos de Ty se envolvieron alrededor de mis tobillos.
—Te tengo, no te preocupes.
—Estoy confiando en ti. —Fue un salto imprudentemente loco, pero me
atrapó. Durante unos perfectos segundos, solo me sostuvo contra él, pero
demasiado pronto me afirmó sobre mis pies. Sus manos se deslizaron por mis
brazos, y parecía como si hubiera contenido un latido demasiado tiempo, otro.
Silencio, un toque prohibido que argumentaba que no importaba cuánto
tratáramos, nunca seríamos solo amigos.
—Tienes frío —dijo—. Déjame traerte una manta.
En un instante, regresó con una desde el sofá. Tomó todo mi autocontrol
no señalar que su cama era probablemente incluso más caliente. Ty me llevó al
sofá de dos plazas de mimbre, y me puso tan feliz solo conformarme con estar a 78
su lado. Su patio era más bonito de cerca, y lo admiré hasta que él me distrajo al
dejar caer un brazo alrededor de mis hombros. Podría haber pasado como algo
casual, pero ambos sabíamos la verdad. Yo, por lo menos. Sin embargo, no
impidió que me acurrucara, sumergiéndome en todos los matices de esta
experiencia.
—¿Sabes algo? —dijo en voz baja.
—Muchos. Pero probablemente no a lo que tú te r...
—La noche de la fiesta, me desperté antes que tú. Tu cabeza se hallaba
contra el sofá y podría haber dicho algo como: Es hora de que te vayas. En cambio,
nos puse más cómodos. No te moviste ni un centímetro.
—¿Por qué? —pregunté.
—Solo... no quería que te fueras. Estuve aliviado y decepcionado cuando
Sam me despertó más tarde y ya te habías ido.
—¿No se preguntó por qué no estabas en la cama?
—Nah. Me he dormido en el sofá viendo la televisión antes.
—Eso es bueno, por lo menos. —Tirando de mis piernas hacia un lado,
me apoyé en Ty un poco más, y apretó su brazo, no le importaba.
—Realmente te metiste en mi mente esa noche.
—¿Qué quieres decir?
—Lo que me dijiste. ¿Acerca de ver? Ahora es mi cosa favorita para
pensar.
Una oleada de calor me atravesó. —¿Yo, viéndote?
—Sí. —Miró mi boca otra vez—. Si no estoy fantaseando con besarte,
entonces es eso, y nunca fue así antes. Me estás volviendo loco.
—No estoy haciendo nada —protesté.
Los dedos de Ty tocaron mi cabello, el conflicto grabado en las sombras
en su rostro. —Eso es parte del problema.

79
9
Traducido por AnnyR’
Corregido por Kish&Lim

—Si pensara que esto es lo que realmente quieres… —Dudé lo suficiente


para él dijera: sí, adelante. No hay nada que nos detenga. La noche era tranquila
aparte del viento susurrando a través de las hojas. Deliberadamente, retrocedí,
aunque odié cuando sus manos se alejaron.
—¿Nos vemos más tarde? —Su expresión era ilegible; no sabía si estaba
contento o decepcionado de que respetara sus límites.
Pero si había cambiado de opinión sobre nosotros, necesitaba decirlo. De
lo contrario, no podría seguir adelante sin preocuparme de que se arrepintiera.
Me aparté la manta y salí del jardín por la puerta exterior, luego rodeé las
80
puertas delanteras. Cada músculo estaba tenso cuando entré en el apartamento,
temiendo despertar a Lauren, y luego tener que responder preguntas sobre a
dónde había ido.
Max y yo nos quedamos paralizados al mismo tiempo, mirándonos el
uno al otro, evaluando silenciosamente. Su rostro estaba expuesto y asustado
cuando se dio cuenta de que lo había pillado siendo dulce. Lauren dormía
profundamente entre sus brazos, y supuse que estaba a punto de llevarla a la
cama. Así que hice un gesto para que siga, pero no hablé. Estaba esperando con
los brazos cruzados, dando golpecitos con un pie en silencio, cuando él regresó
de arroparla.
—¿Cuánto tiempo lleva pasando esto? —susurré.
En la penumbra de la televisión parpadeante, su expresión era una rara
mezcla de vergüenza y desafío. —¿Qué?
—Te gusta.
Esperaba que lo negara, pero se dejó caer en el sofá con un profundo
suspiro. —¿Y? No va a pasar nada.
—Por eso querías que fuera a ver las películas la otra noche. No querías
estar solo con ella.
—Yo sí —dijo en voz baja—, pero ella no lo quiere.
—¿De verdad estoy escuchando esto? Podría ser persuadida a ayudar, si
puedes convencerme de que no solo quieres follártela y dejarla.
—Si consigo a Lauren, no la dejaría.
—Pero Courtney, en la fiesta…
—Nos besamos, sí. Después, estábamos haciendo rebotar una pelota de
baloncesto en mi puerta, genio. Ninguno de los dos estaba particularmente de
humor festivo.
—Pero fue tu idea. —Luego me di cuenta de la verdad—. Porque Lauren
quería celebrar su nuevo trabajo. Demonios, Max. No tenía idea.
Recordé, y durante los últimos seis meses, incluso más, cualquier cosita
que Lauren insinuaba, Max hacía que sucediera. No lo hacía de alguna forma
notoria, por supuesto, era más sutil que eso. Me dolió un poco el corazón por él,
pero nosotros nunca habíamos estado muy unidos, teníamos una amistad más
basada en las bromas que en momentos de sinceridad.
—Nadie lo sabe —afirmó, encogiéndose de hombros.
—Te pusiste un poco raro cuando ella estaba chismorreando con Angus
antes. En ese momento me pregunté qué pasaba.
—Estaba celoso. Es divertido, interesante, y ella siempre está acurrucada 81
con él.
—¿Recuerdas que es gay?
—Aun así, tiene más con ella de lo que yo jamás tendré. No dije que
fuera razonable.
—¿Hay algo que pueda hacer?
—Seguro. —Me miró fijamente—. Explica porque llegaste después de las
tres de la mañana sin zapatos.
Podría haber mentido, pero dudaba que algo que se me ocurriera sobre
la marcha engañaría a Max, y como conocía uno de sus secretos, me parecía
correcto responder con honestidad. —He estado saliendo con nuestro vecino de
abajo.
No reaccionó como esperaba, sino que frunció el ceño. —¿Te buscó para
un polvo seguro?
—Dios, ojalá. Pero no, solo somos amigos.
—Así que estamos en el mismo apuro. —La expresión de Max se aclaró,
y se acercó para despeinarme el pelo—. Pero no dejes que un idiota te use para
sexo, Conrad. Eres mejor que eso.
—Hola, doble moral. ¿Qué pasa si yo quiero usarlo para sexo?
Max levantó la cabeza. —Sería mucho menos complicado si te invitaba a
salir.
—Por favor. Tienes tu selección de parejas que están buscando algo de
diversión. —Levantándome, besé la cima de su cabeza—. Buenas noches.
Lauren se encontraba acurrucada en la cama, inconsciente de cómo había
llegado ahí, cuando completé mi ritual para ir a la cama y trepé encima de las
cobijas. Como eran casi las cuatro de la mañana, dormí hasta el día siguiente,
hasta casi el mediodía. El resto de mi no-horneado había desaparecido, lo que
me cabreó, ya que había planeado comérmelos para el desayuno. La avena y la
mantequilla de maní son saludables, maldita sea. En cambio, tuve que conformarme
con cereales genéricos.
Tenía un texto de Ty.
Olvidé decirte a qué hora. El espectáculo empieza a las ocho. Es una
hora en coche. Así que sería alrededor de las siete, si puedes.
Respondí: Te veo a esa hora.
Todos mis compañeros estaban tendidos en la sala de estar, y Angus se
veía como una mierda. Normalmente, él era el mejor presentado de todos
nosotros, incluso para estar descansando, pero hoy estaba usando sudaderas, y
su cabello no tenía ningún producto. Tenía un plato cerca, lo que daba señales 82
de que era responsable de mis galletas desaparecidas. Me senté a su lado. Tanto
Lauren como Max me articularon algo con la boca, tratando de advertirme.
—¿Qué pasó? —pregunté.
Max gimió. —Mierda, acabamos de distraerlo.
—Josh me engañó —dijo Angus, categóricamente.
Fruncí el ceño a Max. —Mira esa cara. No lo distrajeron para nada.
¿Quieres hablar de eso? —le dije a Angus.
Actuó como si no me hubiera oído. —Lo loco es, esto pasó el verano
pasado. No tenía ni idea. Afirma que fue una vez, mientras estuve en Europa
por tres semanas.
—¿Por qué diablos te lo dijo ahora? —preguntó Lauren.
—Dijo que necesitaba limpiar su consciencia, de lo contrario se sentiría
demasiado culpable de construir un futuro juntos.
—Eso tiene sentido —dijo Max—. Demuestra que va en serio y quiere
una pizarra limpia para el futuro. Si se siente mal cada vez que te mira,
envenenará tu relación.
Ninguno de los otros dos se dio cuenta de lo seria y atenta que era la
respuesta, a diferencia del Max que habíamos conocido desde el primer año.
Antes, siempre trataba de dar una respuesta rápida, rehusando profundizar,
rehusando admitir que tenía emociones en absoluto. Él era el alma de la fiesta, y
por lo que cualquiera podría decir, eso era todo lo que había para él. Ahora
sabía que no era así.
—Pero no consigue un pase libre a expensas de Angus —dijo Lauren—.
Él es el que actuó como un idiota, y ahora lo vuelve a hacer al lastimarlo con
esta confesión repentina.
—Cierto —dijo Max—. Pero algunas veces tienes que decir la verdad,
incluso cuando es mala.
Asentí. —Si. Ningún futuro que construyan juntos debería estar basado
en mentiras. Apesta, pero Angus tiene que decidir si puede perdonar a Josh
antes de que tengan algo real.
—Lauren, aprecio el amor incondicional. —Angus la abrazó.
Ella siempre estaba ferozmente del lado de la gente que le importaba, sin
importar si tenían razón. Lauren siempre te cubría las espaldas, y eso era lo que
más me gustaba de ella. No importaba cuánto había cambiado, esa parte seguía
siendo la misma. Su cara por encima del hombro de Angus parecía tan triste,
como si fuera la que tenía un novio infiel, o un problema demasiado pesado
para resolverlo sola, pero parpadeó las lágrimas con un decidido levantamiento 83
de su barbilla.
—Sabes que sí —murmuró.
Angus continuó: —Es horrible, y tengo ganas de vomitar, ¿pero que Josh
me lo diga? Fue lo correcto. En este momento, no sé si podré superar esto,
pero… me alegro de que me lo dijera.
—Sientes ganas de vomitar porque te has devorado todas mis galletas,
come-sentimientos. —Sonreí, frotando la espalda de Angus.
Estrechó los ojos. —En retrospectiva… estaban jodidamente deliciosas y
lo haría otra vez.
—Puedo pasar el rato hoy, pero tengo planes esta noche. ¿Estarás bien?
—Voy a llevarlo de compras —dijo Lauren.
Angus suspiró. —No quiero ir.
Max fingió caerse de su silla. —Llamen a los paramédicos.
Esperaba que la situación de Angus desviara la atención de mis planes,
pero Lauren era demasiado aguda. —¿Adónde vas, que Angus no puede unirse
en su momento de necesidad?
Era hora de decirles… algo, aunque Max ya lo sepa. Mantuve mi tono
casual. —Ty, el chico que vive en el 1B, me invitó a ir a un club en la ciudad.
Veremos a Broken Arrow.
—Oh por Dios, ¿estás saliendo con Pelirrojo Sexy? —Lauren lo dijo tan
fuerte, que no me sorprendería que Ty lo oyera. Me imaginé gateando bajo mi
cama y nunca saliendo.
—Vamos a ir como amigos —dije firmemente.
Angus soltó: —Eso apesta. Está delicioso. —Cuando enarqué mis cejas,
agregó—: ¿Qué? Mirar no es engañar.
Solo pude decir suavemente: —Está bastante delicioso.
—Quizá se emborrache y lo intente —ofreció Lauren.
Max llevaba una mirada horrorizada pero fascinada. —Eso no es algo
que una chica quiere. ¿Verdad?
—Si a ella le gusta el chico, sí, especialmente si él no avanza sobrio. —
Lauren parecía lista para discutir con él, y los dejé.
Una larga ducha restauró algo de mi equilibrio, y luego me exfolié,
tratando esto como una cita, aunque les había asegurado que no lo era. Cuando
enceré mis piernas, me dije que era porque podía usar un vestido, no porque Ty 84
pudiera tocarlas. Después, humedecí y usé un bronceador ligero, para que no
parezcan pálidas.
—Guau —dijo Lauren, entrando al cuarto—. Te gusta mucho este chico.
Podría haberlo negado, pero habría sido inútil. —No va a ninguna parte.
Tiene un niño de cuatro años, trabaja a tiempo completo, toma clases nocturnas
en la universidad y no sale.
—Auch. Tus probabilidades de un felices-por-siempre no parecen altas.
De todos modos, déjame hacerte las uñas de los pies. —Sonrió y sacó su kit,
lleno de colores brillantes—. ¿Rojo rubí?
—Creo que sí.
Para demostrar su apoyo, Lauren me dio una manicura y pedicura.
Desde su auto-cambio de imagen, toda su perspectiva había cambiado. En este
punto, ella sabía mucho más sobre la belleza que yo. Una vez que terminó, me
quedé deambulando durante una hora para asegurarme de que no arruinara el
esmalte. A estas alturas ya eran casi las cinco y yo tenía hambre pero estaba
demasiado nerviosa para comer. No es una cita, me decía a mí misma, pero no
podía interiorizar ese hecho.
—¿Quieres que te peine y te maquille?
Esto era parte de por qué la amaba. Aunque se encontraba preocupada
por Angus, también se dio cuenta que esta noche era importante. Sin preguntas
curiosas, aceptó lo que ofrecí delante de todos los demás, y hacía todo lo posible
para respaldarme, incluso si no sabía el cien por ciento de lo que sucedía.
Demonios, yo tampoco.
—Eso sería grandioso.
—¿Qué vas a usar? Eso determinará cómo te maquillo.
Me puse de pie en el armario, todavía teniendo cuidado de mis dedos de
los pies. Tenía exactamente cuatro vestidos, uno de los cuales había llevado en
la boda de mi primo, y nunca quise volver a ponerme. Los otros tres tampoco
eran correctos, solo de diferentes maneras. Lauren vino a unirse a mí, y luego se
metió en su lado del armario.
—Dejé de poder pedirte prestada tu ropa en la escuela secundaria, LB.
—Este podría funcionar. Nunca se vio bien en mí. Creo que te quedará
corto, pero pruébatelo. Mira cómo se ve.
Era un vestido blanco y diáfano, todo de gasa y volados, no era el tipo de
cosa que usaba usualmente, pero era suficiente para que me anime a probarlo.
Quitándome la ropa, me lo puse por encima de la cabeza. Lauren tenía más
pecho y trasero, pero menos piernas, por lo que estaba ligeramente suelto, y me 85
llegaba hasta unos ocho centímetros por encima de mis rodillas.
—¿Cómo se ve?
—Se ve genial. Aunque, necesitarás una chaqueta.
—¿La roja? —Me la probé.
—Creo que te ves fantástica. —Cerró la puerta del armario para que yo
pudiera verme en el espejo de cuerpo entero en la parte de atrás de la misma—.
¿Zapatos?
Como no teníamos el mismo número, no podía ayudarme con eso. Me
decidí por un par de sandalias de cuña de plata. Lauren acordó que se veían
bien, incluso si no sería su primera opción, pero mis otras opciones eran botas,
más botas y Converse.
—Está bien, terminaré de peinarte y maquillarte. —Colocó una toalla
alrededor de mis hombros para mantener el vestido limpio, luego se puso a
trabajar.
Cuando terminó, quedé atónita. Una parte de mí había tenido un poco de
miedo de que saliera un poco exagerado, y que Ty pensara que lo intentaba
demasiado, pero se había decidido por unos toques sutiles soleados ligeramente
más pesados en los labios y los ojos; los míos nunca habían parecido tan azules.
Rara vez me había visto tan sorprendente, y mi cabello era fantástico. Ella había
aflojado y domesticado los rizos, por lo que caían en cascada por mi espalda en
lugar de salirse en todos los sentidos.
—Estás contratada.
—Me alegra que te guste. Si 1B puede resistirse a ti esta noche, me temo
que estás destinada a su zona de amigos para siempre.
Cuando entré en la sala de estar, Max dejó caer el control remoto. —No
creo que pueda dejarte salir así.
Sonreí. —Gracias por tu cumplido.
—Mira esas piernas —comentó Angus—. Si te gustaran los gays, podría
ser persuadido de emborracharme y hacer cosas malas contigo.
Obviamente, bromeaba, aunque nuestro primer año antes de que saliera
del armario, Angus tenía una novia, y nadie sabía hasta dónde habían llegado.
No era el tipo de cosa que se podía preguntar de forma educada. Por lo que
recordaba, había sido delgada hasta el punto de ser infantil. Él no hablaba de
Chelsea, y después de la ruptura, ella no se quedó en nuestro círculo de amigos.
Los rumores sugirieron que estaba bastante destrozada, y que tenía toda clase
de dudas de sí misma, cuestionándose que debió haberse dado cuenta antes de
que él la sorprendiera con la confesión.
86
—No puedes poner celoso a Josh conmigo —le señalé.
Lo reconoció con un suspiro. —Gira, muéstrame el resto.
Giré, mostrando el arco de mis pantorrillas. Hmm. ¿Qué tan alto es Ty?
Las sandalias me dejaban a más de metro ochenta, y algunos chicos se irritaban
si los sobrepasaban; había salido con un número deprimente de ellos. De hecho,
la altura de mi novio en la escuela secundaria tuvo más que ver con la duración
de nuestra relación que la química o la personalidad. Entonces me recordé a mí
misma que no importaba lo alto que fuera Ty.
No es una cita.
—Fabuloso. ¿Debería estar herido por lo que ustedes dos hicieron sin mí?
Era una broma, ya que Angus nunca se había metido en nuestros
armarios para hacer consultas espontáneas. A veces me decía que mis zapatos
eran terribles, pero ese era el límite de nuestro vínculo personal con la moda.
Como me encantaba mis Chucks, no me importaba lo que pensaba de ellos. Pero
era una buena señal que se sintiera lo suficientemente bien como para burlarse
de mí.
—Definitivamente no. Lauren habría estado triste si hubieras robado su
gloria.
—Tal vez debería volverme estilista de celebridades si dejo Ciencias
Políticas —dijo, pensativa.
Eso comenzó una conversación totalmente diferente, que duró quince
minutos. Me senté a ver la televisión mientras Max trataba de meterse en la
cabeza de Lauren. Como todos los demás, lo rechazó con bromas ingeniosas.
Nunca la había visto conectarse con un tipo, aunque solía espiar a mi hermano
con dedicación incondicional. Sin embargo, eso fue hace años. La mayoría de
nosotros teníamos un flechazo vergonzoso que preferiríamos no discutir; para
mí, era Matt Pomerico, el tipo que aceché en la secundaria.
—¿A qué hora se va tu carroza? —Max me miró, levantando una ceja
oscura.
—A las siete.
Angus observó: —Llevas lista media hora antes. Eso dice que estás
ansiosa.
—Gracias por eso —murmuré—. ¿Qué pasó con las compras?
—Estamos esperando a que te vayas —me informó Lauren—. ¿De qué
otra manera puedo juzgar su reacción a mi cosmetología de primera?
Suspiré, tentada a escapar, pero con estos zapatos, me atraparían. No
había más remedio que soportarlo. A las siete menos diez, me levanté, me lavé
los dientes y regresé a la sala de estar con mi bolso. Los tres estaban esperando
en la puerta. 87
—Por favor díganme que no irán conmigo hasta su apartamento.
Max se echó a reír. —Ella está jodiendo contigo. Vamos a cenar.
—Gracias a Dios.
Aunque todos nos fuimos juntos, fueron directamente al frente mientras
yo seguí hasta el apartamento de Ty. Tal vez algunas de las bromas de Lauren
se habían arraigado, sin embargo, porque yo fantaseaba con que él me echara
una mirada y me empujara contra la pared. Necesitaba ese beso, clavar mis
dedos en sus hombros y envolver mis piernas alrededor de sus caderas. La yo
razonable nunca lo presionaría, nunca pediría más de lo que estaba dispuesto a
dar, pero lo deseaba tanto que dolía. Sus palabras. Mi pulso tronó en mis oídos.
A mi golpe, Ty abrió la puerta y literalmente se congeló. Sus ojos se
clavaron en los míos, luego bajaron, rozando mis pechos, el destello de mis
caderas y la línea de mis piernas. Por lo general, odiaba cuando los chicos
hacían eso en lugar de mantener el contacto visual, pero con él, lo anhelaba. Su
mirada se quedó en mis muslos, y sus manos se curvaron en puños a los
costados. Se le escapó el aliento tembloroso; una respuesta más visceral de la
que me atrevía a esperar.
—Guau. —Suspiró, sacudiendo su cabeza—. De esto solo puedo deducir
que me odias y quieres matarme.
No era exactamente la reacción que esperaba. —¿Disculpa?
—Te dije como me siento sobre tus piernas. Ahora las estás exhibiendo
por completo, plenamente consciente de que estaré pensando en ellas toda la
noche.
Dicho de ese modo, sonaba diabólico. Luché para no revelar cuánto me
excitaba, solo con palabras. El hecho de que fuera tan honesto sobre lo que
quería y por qué no podía tenerlo, fue perfecto. ¿Qué tan bueno sería si alguna
vez nos tocáramos, si él perdiera el control? El calor me recorrió el cuerpo
cuando lo consideré, incluso mientras luchaba contra mi anhelo, porque si
follábamos y se arrepentía, no valía la pena considerarlo. En ese escenario, esta
amistad se hundiría en llamas y no resurgiría de las cenizas como un ave fénix.
Después, solo habría un silencio incómodo y un remordimiento sin fin.
—Mi atuendo no fue, de hecho, seleccionado de un diseño homicida. ¿No
me veo a la moda?
—Te ves como el cielo. Déjame traer mis llaves.

88
10
Traducido por samanthabp
Corregido por Kish&Lim

Salimos del edificio en silencio.


Ty abrió la puerta del pasajero para mí, un gesto que abrió huecos en mi
pretensión platónica. Me deslicé dentro del Focus y busqué la palanca para
deslizar el asiento hacia atrás unos centímetros. Él sacudió su cabeza hacia mí,
sonriendo.
—¿Tienes que orquestar todo lo que haces para recordarme?
Le doy una mirada, sonriendo con mis ojos. —¿Es mi culpa que solo le
des aventones a hobbits?
—Mi mamá se parece a uno. 89
Eso me sacó una risa sorprendida. —¿No quieres decir que se resiente?
Guiñó un ojo. —No has visto sus pies.
—Si alguna vez la conozco, le diré que dijiste eso.
—Se reirá —predijo—. Además, fuiste la que mencionaste a los hobbits.
No puedes implicarme sin revelar tu propia complicidad.
—Mierda. Frustrada de nuevo por la lógica.
—Siéntete libre de jugar con el radio o puedes conectar mi iPod si
quieres.
—Eso podría ser interesante. —Tomando eso como una invitación, abrí el
compartimiento en el medio de los dos y conecté su reproductor de música,
después lo programé en aleatorio—. Veamos lo que tu gusto musical dice de ti.
—Ya me conoces más que la mayoría.
No todo. No sobre Sam o su mamá, por qué se fue o dónde trabajas. The National
sonó primero, pero él ya me había dicho que le gustaba. No hay secretos ahí. Bajé
el volumen así podríamos hablar.
—¿En serio?
—Sí. Nunca ha sido así de fácil con nadie más.
La manera en que mi corazón se aceleró me hizo daño. —Sé lo que
quieres decir.
Antes de que pudiera contestar, su celular sonó. Ty le dio un vistazo a la
pantalla y sacudió su cabeza. —Nop. Este es mi único fin de semana libre. Sam
es el mejor chico del mundo, pero no es relajado.
—¿Trabajo? —adiviné.
—Sí. Cada vez que un proyecto tiene un problema, el capataz me llama
para que lo solucione. Ni siquiera sabía que teníamos a alguien trabajando esta
noche. —Suspiró débilmente—. Escucharé lo de ignorar la llamada este lunes.
“Me arriesgué contigo Tyler, pero tienes que aprovechar la oportunidad”.
—¿Se arriesgó? ¿No estabas calificado?
—En realidad no. El amigo de mi papá tiene una compañía de
construcción y necesitaba un administrador en la oficina. No tenía ninguna
experiencia y solo clases de estudios generales que tomé, pero mi papá lo
convenció de que era lo suficientemente inteligente para aprender en el trabajo.
Así que Bill me contrató con la condición de que me mantendría solo si lo hacía
bien según la petición de papá.
—¿Como funcionó eso?
90
—El primer año, estaba exhausto y cometía errores todo el tiempo. Tuve
que aprender mucha mierda, es un misterio que Bill no me despidiera. Así que
tomé algunas clases de negocios en línea mientras me volvía loco en silencio.
Tengo el control de las cosas ahora, pero... fue un largo camino.
—¿Recibes muchas llamadas los fines de semana? ¿Qué hay de Sam?
—Usualmente es alguna mierda sobre papeleo, permisos, si archivé esto
o aquello, qué dijo el inspector de nuevo, ese tipo de cosas. No tomo turnos
extra así que Sam está bien.
Sonaba tan descontento que tuve que preguntarlo. —¿Hay alguna parte
del trabajo que te guste?
—Los beneficios son buenos. Y no está mal aprender este lado de la
construcción, considerando que quiero trabajar en diseño eventualmente. Y sí,
sé que ahora la arquitectura es un campo bastante deprimido, pero se supone
que reviva en cinco años más o menos. Al paso que voy, me tomará ese tiempo
para completar mi tesis de profesional, y no hablemos de la maestría.
—No tienes que justificar tus sueños conmigo, Ty.
—Si eso es verdad, serías la primera —murmuró—. En fin, disculpa por
dejar que el trabajo me pusiera de mal humor. El lunes será lo suficientemente
pronto para manejar lo que haya pasado.
—Ya me habías advertido que eras un imbécil malhumorado —señalé.
—Es verdad. —Pero estaba absolutamente encantado por el recordatorio.
Me contó la historia detrás del bar de whiskey a dónde íbamos. Al
parecer, de verdad era un bar ilegal en los años veinte, y estaba situado debajo
de otro bar. Nunca había estado en ningún lugar así, así que estaba emocionada
por eso, pero ir con Ty era la cereza del pastel. Downtown Ann Arbor estaba
cerca así que estacionamos a unas cuadras de distancia. Él vino a mi lado para
abrir mi puerta y cuando salí, me di cuenta de que estábamos exactamente al
nivel de los ojos.
—Mides un metro noventa —dije
Sonrió. —Tú también, por esta noche.
—¿No te molesta?
—No me molesta nada sobre ti, Nadia.
Por un momento breve, me entretuve con la idea de empujarlo contra el
auto, pero amarré una cadena alrededor de ese impulso.
—¿Por dónde? —murmuré.
Ty puso una mano en la parte baja de mi espalda para guiarme, debajo
de la chaqueta roja, así que había solo una delgada gasa entre su palma y mi
piel. Se mantuvo cerca mientras caminábamos, con su mano sobre mí como si 91
me reclamara. Para el momento en que llegamos al lugar, su palma se sentía
como una marca abrasadora. Aunque pasó algún tiempo, Ty obviamente había
estado aquí antes. Me dirigió hacia los escalones del lado y hacia abajo, a la
bodega.
Dentro, los techos eran bajos y se parecían a tableros de tiza. Alrededor,
había baldes de tiza indicando que se suponía de debíamos garabatear nuestros
propios mensajes si queríamos. El lugar se encontraba semi lleno, había asientos
informales por todos lados. Algunas personas deambulaban, otros reclamaron
rincones de charlas mientras que otros preferían las mesas y las sillas normales.
El pequeño escenario daba un sentido de intimidad; si la acústica era buena,
esto debería ser impresionante.
Ty se dirigió a un par de sillas en la esquina del lugar, lo suficientemente
cerca del entretenimiento. Con un vistazo confirmó que estaba bien para mí y lo
seguí. Una vez que estaba sentada, dijo: —¿Te traigo una bebida?
—Seguro. Mira que cervezas interesantes tienen. Algo local si es posible.
—Tu deseo es mi orden.
De verdad deseaba que no dijera cosas como esa. Si así era como Ty
trataba a un amigo, entonces me comería el maldito vestido de Lauren. Con
hambre, lo vi alejarse, admirando como se ajustaban sus vaqueros. Usaba una
chaqueta de pana azul marino de rayas con botones, tampoco pensé que fuera
así como se vestía para salir con un amigo. Hablando de mensajes contradictorios.
Pero tal vez no se dio cuenta de lo que pasaba, lo mucho que esto parecía una
cita.
—¿Todo arreglado? —pregunté mientras se sentaba a mi lado.
—Pedí la cata de cinco cervezas. Al parecer elaboran todas sus cervezas
aquí. Y nos pedí unos bocadillos de queso chédar y tomillo.
—Eso suena increíble. —Hasta que dijo eso, no me había dado cuenta del
hambre que tenía.
—Son mis cosas favoritas aquí, aunque los nachos de cerdo deshilachado
también son asombrosos.
Le di un vistazo a mi regazo y sonreí. —Gracias por pensar en mi
dignidad.
—En ese vestido, prometo que tu dignidad no está ni remotamente en mi
mente.
Suficiente. —Ty, debes dejar de flirtear conmigo. No puedo aguantarlo.
—Lo siento. Es solo que cuando te miro, olvido ser inteligente, razonable
y yo solo… —Por una vez parecía estar sin palabras.
—Lo entiendo —dije suavemente—. Tienes el mismo atractivo para mí. 92
Pero eres el que dijo que no sales en citas.
—Lo siento. Probablemente ni siquiera deberíamos estar aquí.
Lo miré. —¿Por qué?
—Porque no importa cuánto lo intente, no puedo pensar en ti como mi
amiga, Nadia. Nadia, la profesora de Sam, Nadia, mi vecina genial. Eres solo
Nadia, a quien quiero ver desnuda desesperadamente.
—No eres el único que está luchando con eso —murmuré.
—¿Por qué? —Se pausó por un segundo malicioso—. Te ves desnuda
todo el tiempo.
Me reí, burlándome de él. —Y es grandioso. A veces no dejo la casa
durante días.
La banda comenzó entonces, anticipándose a lo que sea que él pudo
haber dicho, pero el destello en sus ojos prometía una retribución deliciosa. El
hecho de que pudiéramos bromear me dio esperanza de salvar nuestra amistad.
Si el sexo arruinaba las cosas, podríamos trabajar en ello. ¿Verdad?
Cinco minutos después, el mesero trajo las cervezas y los bocadillos así
que tuvimos comida cuando la música empezó. Ambas cosas estuvieron
deliciosas, probé las cinco cervezas, aunque no terminé ninguna. Ty devoró el
resto. Broken Arrow estaba programada para durar dos horas más o menos y
tenía un estilo de blues, más del que esperaba, dadas las otras inclinaciones
musicales de Ty, pero el grupo era talentoso, lleno de energía y divertido de
ver. Atraparon al público, nos tuvo aplaudiendo y cantando con ellos. Como no
conocía las canciones, yo tarareaba en su mayoría. Luego tocaron una repetición
de quince minutos, en el cuál, Ty miró hacia la puerta.
—¿Deberíamos irnos?
Era justo antes de las once, el lugar se hallaba lleno. Se estaba poniendo
difícil escucharle por la gente hablando, y como habíamos venido a ver el
espectáculo, y ya lo habíamos hecho, la noche estaba terminada. La decepción
invadió mi interior, pero, aun así, me puse de pie.
—Claro. Tenemos que volver…
—¿Tienes prisa de volver a casa? —preguntó visiblemente decaído.
—No, pensé que tú tenías prisa.
—Entonces mientras estemos en Ann Harbor, no podemos irnos sin
cenar en el Fleetwood. Tienen el mejor picadillo de carne.
—Solo entendí la mitad de esas palabras.
—¿Puedes caminar en esos zapatos? Desde aquí son como, tres cuadras, 93
tal vez cinco minutos como máximo. Probablemente tomaría más tiempo mover
el auto.
—Seguro. Estoy bien. —Tan pronto como dije eso, me di vuelta para
seguirlo y tropecé con una grieta en la acera.
Ty tomó mi mano para estabilizarme y no me soltó. Mientras nuestros
dedos se entrelazaban, cerré a medias mis ojos, saboreando la aspereza de sus
callos y el calor de su piel. Era loco que ese contacto de palma con palma me
pudiera hacer sentir así. Tal vez era porque acordamos que nunca pasaría, pero
las pequeñas cosas nunca me habían afectado tanto.
—Por aquí, vamos.
Como prometió, no era lejos. El restaurante Fleetwood era un cambio
completo, estaba alojado en un remolque de marca Airstream. Dentro, había tan
pocas mesas que parecía que no cabrían más de quince personas y estaba lo
suficientemente frío, así que sentarnos en el exterior estaba fuera de discusión.
Afortunadamente había libre una mesa para dos, y Ty la tomó.
Los meseros eran extraños, casi groseros, pero Ty dijo que era parte del
encanto. Ya que quería hablar con él de todas maneras y no con el mesero, me
parecía bien. Pedí el picadillo de carne siguiendo su consejo y estaba locamente
bueno. Mientras comimos, habló un poco más sobre su trabajo y de allí, se
movió hacia su familia.
Tomé la introducción para preguntar: —¿Tienes algún hermano o
hermana?
—Dos hermanas, las dos mayores. Pero no viven en Michigan. Sara está
en California y Valerie se fue a Florida.
—Guau. Las dos siguieron un largo camino para cazar el sol.
—Te reirás, pero juro que por eso exactamente se mudaron. Ya no más
inviernos de Michigan. Mi mamá y papá han hablado acerca de unirse a Val en
algunos años. —Dudó, removiendo su comida en su plato con su tenedor—.
Creo que sospecho que están aquí solo por mí.
—¿En caso de que necesites ayuda con Sam?
—Sí. Trato de no hacerlos sentir como si estuvieran obligados, pero… —
Se frotó los brazos debido a un escalofrío—. Eso no me sorprendería. Mamá es
astuta.
Para ese momento, los meseros nos estaban dando una mirada malvada,
haciéndome pensar que este era un lugar donde te alentaban a comer e irte. No
era sorprendente considerando el tamaño del restaurante.
Ty pagó la cuenta sin importar mi protesta y después caminamos de
vuelta al auto. Cuando tomó mi mano, no dije nada, aunque estaba firme en mis
94
pies.
Te amo, pensé.
No hubo cohetes ni fuegos artificiales ni ninguno de los efectos de
Hollywood que había estado dirigida a esperar. A cambio, era el aire crujiente,
ligeramente tocado por el olor de madera quemándose, especiado con el anhelo
insaciable. Una hoguera ardía cerca y el amor era la mano de Ty alrededor de la
mía, cálida y rápida, uniéndonos. Otras personas caminaban por la acera, pero
no eran parte de nosotros. Tenían sus propias vidas, dirigiéndose a clubes en los
cuales la música salía de las puertas abiertas. Este era un momento perfecto,
uno que recordaría por siempre. Porque nunca he estado enamorada. No importaba
que él no se sintiera de la misma manera o que no se lo permitiera.
No todas las historias de amor terminan con un final feliz. Algunas veces solo
terminan.
Y podía ver la curva ciega inminente en la distancia mientras corría con
él por esta pendiente. En este punto el choque parecía inevitable, pero no me
podía forzar a mí misma a saltar del auto. Así que caminé con él, notando todo,
como la manera en que igualaba sus pasos con los míos sin darse cuenta, la
manera en que se daba vuelta para verme cuando pasábamos por debajo de un
poste de luz como si no quisiera perderse un solo vistazo. Su pulgar se movía
hacia adelante y hacia atrás por el dorso de mi mano y jugaba con mis dedos,
formándolos hasta que el deseo se volvió un espiral dentro de mí como un
tifón. Mi pecho no era lo bastante grande para mantener este sentimiento por la
dulce intensidad.
Para mí, el sexo siempre se trató de entrelazar partes. Algunas veces se
sentía muy bien, pero nunca había follado a nadie y después tenido la urgencia
de susurrar: me completas. Nunca había llorado después ni había sentido mucho
de nada, más que satisfacción física. Con Ty, sospeché que sería completamente
diferente. No es que alguna vez fuera a saberlo.
Estará bien. Eres fuerte.
—Estás callada —dijo mientras llegábamos al auto.
—Solo estaba pensando.
—En… ¿Como he sido un imbécil y no puedes esperar para alejarte?
—Ni cerca.
—Hmm, desafío aceptado. Déjame ver si puedo descifrar esto. —En
tanto me ayudaba a entrar al auto, parecía determinado en hacer un juego de
adivinar lo que estaba en mi mente. Primero encendió el motor y nos llevó fuera
del pueblo, dirigiéndonos de vuelta hacia Mount Albion.
—Te veías muy seria ¿Es sobre la escuela?
—Frío. 95
—¿Algún chico que te gusta? —¿En serio preguntaba eso? Pero tal vez no
se daba cuenta de lo mucho que él ocupaba mi atención mental.
—Caliente. —Su media sonrisa cayó, como si lo hubiera abofeteado.
—¿Tienes un novio?
—En el momento no. —Era imposible que alguna vez admitiera que
estaba reflexionando en cuán asombroso sería el sexo entre los dos.
—Bien, me rindo. No quiero hablar sobre algún chico que te gusta. —Se
encogió de hombros—. Lo siento, pero no estoy allí mentalmente. Dame unos
meses, tal vez pueda dar algún consejo entonces.
Me levanté, burlándome de él. —Por favor, ni siquiera tienes citas, así
que, ¿cómo podrías ayudar?
—Tienes razón. E incluso cuando lo hice, no fue bueno.
Está hablando de la mamá de Sam.
—¿Me quieres contar?
—No. Tal vez. —Agarró el volante fuertemente, sus nudillos se volvieron
blancos—. Tal vez cambie la manera en que me ves, no sé si...
—Estoy dispuesta a escuchar si te gustaría hablar. Tenemos una hora.
Exhaló lentamente, como si se estuviera preparando para levantar un
peso pesado. En cierto modo, tal vez era así, pero esperaba que al compartir
esto conmigo, él también se sintiera como si se hubiera deshecho de uno.
—Diana y yo nos conocimos en primer año de secundaria. Nos hicimos
novios de inmediato y yo… la amaba tanto. —Su voz se rompió. Dolía escuchar
eso. Ty, antes, no estaba asustado de las citas. Antes de Diana, ahora sabía su
nombre, él debió ser audaz. Creía en los finales felices—. Ella era inteligente.
Ambiciosa. Estudiaba genética y tenía sus ojos puestos en tener su propio
laboratorio para el momento en que cumpliera treinta.
Guau.
—A comienzos de nuestro segundo año, tuvo bronquitis. Ella tomaba la
píldora y le dieron antibióticos en el centro médico. Nadie dijo que podía
afectar la efectividad del anticonceptivo.
—Y por eso quedó embarazada —supuse.
Asintió, cuidadosamente sin mirarme. —Tan pronto se dio cuenta, quiso
tener un aborto y seguir adelante. Ella no quería niños.
—Obviamente eso no pasó.
—Por mí. Le rogué que se quedara con Sam. Le dije que no existía
96
ninguna razón por la que no lo hiciéramos funcionar. Otros lo hacen.
Estaba temblando porque él irradiaba dolor, y no había nada que pudiera
hacer. —¿Pero...?
—Diana odió el embarazo. Para el momento en que dio a luz, me odiaba
por haberla hecho pasar por eso. Rompimos el día en que Sam nació. Mantuve
mis promesas, me hice cargo de las cosas como lo habíamos planeado pero dos
días después de haber vuelto a casa, se mudó. En ese entonces compartíamos la
custodia, pero ella odiaba ser mamá. Y no podía entenderlo, no podía ver su
punto de vista… porque en el minuto en que escuché acerca de Sam, cuando era
tan solo un pequeño cacahuate, lo amé mucho.
—Algunas mujeres no están diseñadas para ser madres —dije en voz
baja.
—Lo sé. Y es entendible. Debí haber respetado su decisión. Presionarle
así fue lo peor que pude haber hecho y, aun así, ¿cómo puedo lamentarlo?
Porque me dio a Sam.
—Y la hiciste pasar por mucho dolor. —No era un juicio, solo un
comentario.
—Exactamente. Las balanzas nunca pueden estar equilibradas. Cinco
semanas después de que Sam naciera, Diana lo dejó y nunca escuché de ella.
—¿Dejó el pueblo?
—Sí. La hice sentir tan miserable que huyó de toda su vida. Sus padres ni
siquiera saben dónde está. Han tratado de encontrarla.
—Maldición. —Para mí, era difícil comprender la miseria y el dolor que
llevaría a una mujer a quemar todos los puentes detrás de ella.
—Y te preguntas por qué no salgo en citas.
—Ya no —dije mientras mi corazón se rompía silenciosamente en dos.

97
11
Traducido por Anna Karol
Corregido por Julie

Después del concierto, vi bastante a Ty, a menudo cuando recogía a Sam


de la guardería, y algunas noches a la semana me sentaba con él en el balcón.
Bueno, yo arriba y él abajo. Ya no era algo privado, sin embargo, porque mis
compañeros estaban más seguido en casa. La primera vez que sucedió cuando
Lauren estaba cerca, me miró con perplejidad cuando entré.
—¿Por qué no bajas las escaleras para hablar con él?
—Es complicado —dije.
Desde que fuimos a Ann Arbor, había cierta distancia entre nosotros. Su
historia no cambió lo que sentía por él, pero afectó su sentido de cómo 98
estábamos juntos. Antes de que supiera la verdad, yo era un refugio seguro.
Ahora era alguien que lo juzgaba. Esa noche, traté de hacerle entender que no lo
culpaba. Era una mierda cómo presionó a Diana, sin duda, pero después de
haber conocido a Sam, ¿cómo podría lamentar que naciera? Algunas preguntas
no tenían respuestas acertadas, solo sombras de equivocación, y la gente no
podía vivir en blanco y negro. A veces había estallidos de color glorioso, y en
otras ocasiones el gris era el único matiz visible. Sobre todo, esperaba que Diana
hubiera hecho las paces con su decisión de empezar de nuevo y que fuera feliz,
dondequiera que estuviera.
Así que ahora, a mediados de octubre, tomé un respiro muy necesario.
Lauren veía Storage Wars esa tarde cuando me senté en el sofá. Los chicos
salieron, algo que ver con la moto de Max; Angus se marchó porque todavía no
había perdonado a Josh. En este punto, sospecho que una ruptura permanente
era inevitable.
—¿No hay tarea? —preguntó.
—Estoy estudiando para los exámenes de mitad de período. Tomando
un descanso.
—Debería hacer lo mismo. No puedo ponerme en marcha.
Lentamente, me acerqué y agarré su bebida. Me retorcí cuando me di
cuenta de que estaba bebiendo ron y refresco de cola, cosas fuertes para ver
televisión.
—¿Estás… bien?
—¿Voy a recibir un sermón ahora sobre los efectos deletéreos de beber de
día en la productividad?
—Parece que algo te está molestando. —En ese momento no parecía
borracha, pero tal vez había llegado al punto en que su tolerancia era tan alta
que no me daría cuenta si tenía un problema serio. Y eso me asustó.
En vez de contestar, inclinó la cabeza hacia atrás con un suave suspiro de
melancolía. —¿Recuerdas que en noveno grado estábamos tan preocupadas por
el baile?
Asentí. A diferencia de lo último que preguntó, recordé esa angustia
muy claramente. —Si nadie nos lo pedía, deberíamos irnos juntas, dar el primer
paso, pero y si él dice que no o si dice que sí, cómo vamos a llegar al centro
comercial para comprar un vestido…
—Echo de menos esa sencillez —dijo en voz baja—. En aquel entonces,
nuestros problemas parecían tan grandes e insalvables. Pero nos sujetamos y
logramos superarlos. 99
—Eso es porque nos teníamos mutuamente. Y todavía es así, LB. Pase lo
que pase, estoy aquí cuando quieras hablar.
Sonrió y me dio el resto de su bebida. —Gracias. ¿Podemos ver la
televisión hoy?
—Claro. —Comimos cosas vegetarianas una media hora en silencio antes
de que recordara preguntar—: ¿Quieres ir a casa para Acción de Gracias? Si voy
sola, me tomará dos días, y eso no valdrá la pena.
—A mi mamá le encantaría —dijo pensativa—. Y sería genial ver a tu
familia, junto con algunos de nuestros antiguos amigos.
—La mayoría se han ido pero podrían estar de vuelta para las
vacaciones. Rob está ahí. ¿Quieres ponerte al día con él?
Me sorprendió que se sonrojara, cubriéndose con una almohada.
—Cállate. No necesito recordarte a Matt Pomerico, ¿verdad?
Me reí. —Dios, ¿recuerdas cómo yo registraba sus movimientos? 9:15
a.m. Matt pide ir al baño. Era un bicho raro.
—¿Qué quieres decir con “era”? —Esquivó mi golpe, pareciendo más
alegre que en días—. Y seguro, definitivamente. Vayamos a casa este año.
—Pensaba que podríamos turnarnos para conducir, intercambiar cada
dos horas. Será un día largo, ocho horas cada una, pero si salimos a las seis de la
mañana del miércoles, deberíamos estar allí a las diez...
—Serían las ocho, hora de Mountain. No está mal. ¿Puedes saltarte tu
práctica el miércoles?
—Se cancela, junto con el resto de mis clases. Creo que mis profesores
querían irse antes.
Lauren se echó a reír. —Tal vez también estén conduciendo a Nebraska.
Tengo clase a las ocho, pero faltaré. Es probable que el tutor solo muestre una
película.
—Es un plan. ¿Qué más tienes hoy?
—No mucho. Pero debo llamar a mi mamá y decirle. De lo contrario,
podría aparecer, decir: ¡Sorpresa! Y al día siguiente, estaremos comiendo cena
pre-cocida.
—Es un montón de problemas cocinar solo para dos personas. ¿Por qué
no vienen a mi casa?
—¿No les importará a tus padres?
Pensé que debía comprobarlo antes de extender la hospitalidad en un 100
lugar en el que ya no vivía. —Déjame llamar primero a casa. Lo explicaré y
luego se lo dirás a tu madre.
Mi teléfono estaba cargándose en mi habitación, así que fui a buscarlo.
No teníamos un teléfono fijo en el apartamento ya que todos tenían celular, y de
esta manera no había cargos extras para discutir. Mi madre probablemente no
estaría trabajando en el supermercado en un sábado, al menos desde su
ascenso. Por supuesto, contestó al tercer timbre.
—Hola —dije.
—¡Nadia! Recibí tu correo. ¿Llevas la bufanda que te envié?
Sonreí. —En este momento no.
—Sabelotodo. Me refiero a cuando salgas.
—Entonces sí. ¿Cómo estás?
—Bien. Tratando de evitar que tu padre corte ese pino en el patio trasero.
Piensa que tiene algún tipo de enfermedad de corteza. Creo que está bien.
Mi padre gritó: —¡El árbol es una amenaza! En la próxima gran tormenta
estará en el techo del vecino.
Me reí mientras discutían. Cuando mi madre me volvió a prestar toda su
atención, le pregunté: —¿Y Rob?
—Sigue trabajando con tu padre. Oh, está saliendo con una de tus
amigas. Solías correr con ella cuando eras pequeña.
—¿Quién? —Por mi vida, no podía imaginarlo.
—Avery Jacobs.
—Mamá, no hemos sido amigas desde el sexto grado.
Eso no la perturbó en absoluto. Mi mamá raramente se ponía mal. Estaba
deliciosa e inquietantemente alegre siempre. —Bueno, se la pasaba aquí todo el
tiempo, y ahora es así otra vez.
—Bien por ellos, supongo. —Avery se convirtió en una especie de perra
en la secundaria. Por el bien de Rob, esperaba que hubiera superado eso—. De
todos modos, no es por eso que llamé.
—¿Qué pasa?
—Lauren y yo planeamos volver a casa para el Día de Acción de Gracias.
¿Espero que no haya problemas?
—¡Es maravilloso! No puedo esperar a verte y decirle a todo el mundo. Tus
tías y tíos querrán venir, y tus primos. Rob y Avery estarán aquí...
—Parece una casa llena. ¿Estaría bien si Lauren y su mamá fueran
también? 101
—¡Por supuesto! Pídele que traiga una ensalada. Con tanta gente, por lo
general hacemos comidas compartidas. Nosotros ponemos el ave y los adornos,
los invitados traen ensaladas, aperitivos y postres.
—Genial. Puedo llevar el vino.
—Si quieres. Pero no espero que tú y Lauren hagan algo después de un
largo viaje.
—Bueno. Le diré que el Día de Acción de Gracias en Casa Conrad es un
hecho, y nos vemos el mes que viene.
—¡Estoy muy emocionada! Te amo.
—Yo también te amo.
Mamá ya había colgado cuando dejé el teléfono. Volví a la sala de estar
para darle a Lauren la buena noticia.
Ella se retorció alegremente. —¿Sabes lo que esto significa, verdad?
Asentí. —¡Viaje!
No habíamos ido a ninguna parte desde hace un tiempo ya que el gas era
caro. Por no hablar de comprar billetes de avión. Pero con un poco de ajustes,
podríamos recortar lo suficiente nuestros presupuestos para permitirnos el viaje
de ida y vuelta.
—Esto significa que no hay dinero para el mes próximo —dijo Lauren.
—Sí. —Eso es lo que quería abordar también. En algunos asuntos, ella y
yo estábamos siempre en sintonía sin siquiera intentarlo. Me alivió que no
pareciera demasiado aterrada ante la idea de despejarse por un tiempo.
Luego dijo: —Podríamos ir a fiestas en el campus. Siempre hay cerveza
gratis.
—De la asquerosa y barata —murmuré. El último tipo con el que salí dijo
que era una snob de la cerveza. No se equivocaba.
Lauren me empujó cuando me acomodé en el sofá y cogí la almohada
perfecta para acurrucarme. —¿Quieres ser hipster o emborracharte?
—Ninguna. —Esperaba que ella tampoco lo hiciera.
Por suerte para mi paz mental, aceptó el veto con buena gracia. —Eh,
¿qué quieres hacer esta noche?
Me encogí de hombros. —Estoy abierta a las posibilidades, siempre y
cuando no cueste mucho.
—Allí se van la mayor parte de nuestras opciones.
En una ciudad del tamaño de Mount Albion, había fiestas universitarias
de calidad variable, dos cines, numerosos bares y un club de baile, que 102
usualmente era una pérdida de tiempo.
Pero no había pretexto. Así que le dije: —Podríamos ir al Majestic.
—Eh. —Por su expresión, no estaba entusiasmada, pero no podía pensar
en nada mejor.
El problema era que el Majestic había sido un teatro en sus días de gloria,
así que los nuevos propietarios compraron y evisceraron el lugar. Mantuvieron
el encanto barroco en el exterior y convirtieron el interior en un desorden
industrial, todos los tubos expuestos y los cables falsos; su idea de dónde
festejarían los “chicos universitarios”. La pista de baile era decente, las bebidas
rebajadas, música tolerable, pero puesto que era un lugar para mayores de
dieciocho años, había un montón de estudiantes de secundaria. La gerencia lo
facilitó identificándolos con pulseras de color azul neón. Las personas con
identificación adecuada recibían un sello en la mano.
—No tengo ganas de sentarme esta noche. Vamos a ver. Si el DJ apesta,
podemos salir temprano, volver a casa y ver más Storage Wars. —Aunque no me
encantaba el programa, a Lauren sí, por lo que era un buen trato. Si por mí
fuera, me la pasaría viendo Vikingos.
—Me has convencido. Podría estar de pie para bailar —canté—. Espero
que tú bailes. —Intentó sofocarme con una almohada.
—No dejes tu trabajo del día —aconsejó.
—No soñaría con eso. Sin enseñar me veré obligada a confiar en la
esperanza de que algún hombre de negocios rico decida mantenerme como una
mascota.
—Nunca debes permitirte ver Mujer Bonita.
—Es una película terrible —concordé.
—La odio, preciosa mía.

Para el almuerzo, hice queso y ensalada a la parrilla. Lauren y yo


miramos la televisión fingiendo estudiar hasta que llegó el momento de
prepararnos para salir. Más tarde, Angus y Max entraron, pero ya estábamos en
el dormitorio.
Un golpe sonó, luego un chirrido. —¿Nadia? ¿Lauren? Las extrañamos.
Es tan solitario aquí afuera. —Ese era Max. Golpeó contra la puerta durante 103
unos segundos, luego lo oímos arrastrarse con un malestar exagerado y
ruidoso.
Lauren se echó a reír. —¿Soy yo o es mejor este año?
—No eres tú. ¿Podrías darle una oportunidad? —Le dije a Max que
apoyaba su flechazo con Lauren, y parecía improbable tener una mejor palabra
para eso.
—¿En serio? Es un prostituto.
—Oye, nos enojaríamos si alguien llamara a una de nuestras amigas de
esa manera. Argumentaríamos que es aceptable para una mujer engancharse
por diversión. Pero como Max es un hombre, ¿está bien juzgar?
—Qué…
Hablando sobre su intento de interjección, concluí: —No creo que Max
esté acostándose con chicas. No quedarían de amigos después en ese caso.
¿Recuerdas cómo aparecieron con comida para la fiesta?
La que te organizó. Pero no podía decir eso.
Lauren frunció el ceño, luciendo completamente desconcertada. —¿Te
gusta Max?
—Como amigo. Creo que las dos somos duras con él. Por supuesto, fue
un idiota durante nuestro primer año, pero se ha establecido desde entonces.
—Quizás tengas razón. Ha sido mejor compañero de lo que esperaba.
En ese momento, dejé el tema porque si enumeraba todos sus puntos
positivos, Lauren sabría que algo había sucedido. Más allá de esto, ya no podía
ayudarlo.
Después de mi ducha, me puse unos viejos pantalones vaqueros, botas
hasta la rodilla y una blusa roja. Mi maltratada chaqueta de cuero completó el
traje, mucho más mi estilo que el vestido blanco que usé con Ty. Lauren optó
por una minifalda coqueta, una camiseta brillante y una blusa que mostraba los
hombros. También se puso un par de polainas porque de lo contrario, la manera
en que bailaba, probablemente terminaría ligando a un chico de preparatoria
antes de que la noche terminara. Rápidamente me puse lápiz de labios y
delineador de ojos, até el pelo en un nudo. A Lauren le tomó un poco más de
tiempo, así que me dirigí a la sala para esperarla.
Angus cocinaba algo con arroz. Se volvió cuando pasé. —¿Saldrán?
—Sí, ya veremos si el Majestic está menos flojo esta noche.
—Oooh, a bailar. Si me dan una media hora, iré. —Desde que andaba
desanimado con todo el asunto de Josh, era lo menos que podíamos hacer. 104
Y Lauren probablemente tardaría mucho tiempo peinándose.
—No hay problema. Pero manejo yo. —Había prometido que podíamos
irnos temprano si apestaba, pero si Angus la pasaba bien, él podría no querer
salir antes.
—¿Estoy invitado? —preguntó Max.
—¿De verdad quieres ir al Majestic? —Levanté una ceja.
La respuesta brilló en sus ojos oscuros: Obvio. Lauren estará allí. Era raro
que yo fuera la única que lo vio. Su respuesta sonó indiferente: —Mejor que
estar en casa.
Comimos el pilaf de champiñón de Angus, luego se preparó, lo que
implicó una ducha rápida, colonia, un nuevo traje y un gran lamento sobre su
cabello. Fue más una hora, pero nadie se quejó. Finalmente, nos amontonamos
en mi coche y nos llevé al club. El aparcamiento no prometió mucha emoción,
pero quizá era mejor dentro.
Cuando entré, vi que no cambió mucho: las mismas luces intermitentes y
tubos de hierro arriba, la pista de baile oscura, escasamente poblada hasta este
momento. Sin embargo, el DJ pasaba Beyoncé, un buen comienzo. Max fue a
tomar una copa mientras Lauren, Angus y yo fuimos a la pista. Ninguno podía
resistirse a hacer una versión ligeramente exagerada de “Single Ladies”.
Cuando esa canción terminó, el DJ fue directamente a KE$HA; aunque no me
gustaba tanto su música, no podía negar que era pegadiza y bailable.
Además de ser el mejor bailarín, Angus podía moverse bien cuando era
serio, al punto que a la gente le encantaba verlo. En general, alguien siempre lo
hacía. No había estado bromeando en la fiesta cuando Josh me acusó de querer
besarlo y le contesté: ¿Quién no? ¿Lo has visto? Angus tenía una gran apariencia
dramática que hacía que la gente volteara la cabeza: pelo rubio brillante, ojos
verdes vivos, piel bronceada, cuerpo apto. Su dulzura solo lo hacía más genial
una vez que llegabas a conocerlo.
Por una vez, el Majestic se hallaba en el mejor momento, musicalmente
hablando. Por ahora, por lo general, estarían tocando metal o algunas baladas
viejas y anticuadas que echaban a todos menores de cuarenta. No entendía
cómo la gente bailaba eso, aunque mi mamá decía que en realidad no se
bailaban; solo arrojabas un montón tu pelo a tu alrededor y gritabas. No me
gustaba imaginar a mi madre en la escena del club, pero no podía negar que
había hablado con cierta autoridad.
Bailé cinco canciones, hasta que en realidad estaba sudorosa. Si seguía
esto, podría saltarme mi entrenamiento el domingo. Dejé a Lauren saliendo con
Angus y fui a pedir un poco de agua al camarero. Desde que era joven y lindo,
un poco de coqueteo lo hizo darme una cerveza a nombre de la casa. Incluso 105
mejor, ya que solo quería agua helada del grifo.
Max estaba apoyado contra el bar, mirando a Lauren. Le suspiré.
—Ni siquiera lo intentas. Ve allí.
—Es fácil para ti decirlo. Eres una gran bailarina.
—¿Tú no?
—Apenas. Puedo hacer lo básico. Y mira a Angus.
Era impresionante, no es broma. Como era tan alto y delgado, el tipo de
cosas que podía hacer con las caderas, los brazos y las piernas no debían
funcionar, no debía ser tan asombrosamente elegante. Justo entonces, él giró,
lanzándose por completo a la canción. Había visto un clip de Tom Hiddleston
bailando una vez, y mientras él era impresionante, Angus era mejor.
—Te das cuenta de que no es tu rival, ¿verdad?
—Lo sé.
—Primer canción lenta, sales ahí y le preguntas. ¿Promesa?
Max se bajó de una vez su trago. —Hecho. Probablemente me las
arreglaré.
Bebí mi agua mientras otra buena canción apareció. Así que agarré su
mano. —No seas autoconsciente. Te voy a enseñar unos movimientos. Nada
sofisticado.
Me miró durante unos segundos, luego sacudió la cabeza. —Mi pelvis
solo se mueve de esa manera bajo una circunstancia. Esta no.
—De acuerdo, tal vez eso no es para ti. ¿Qué te parece esto? —Le enseñé
un paso de adelante hacia atrás que fue un poco mejor que el anterior.
Usando una expresión martirizada, lo intentó hasta que pudo ejecutarla,
pero era obvio que nunca bailaría como Angus, Lauren y yo.
Unos minutos más tarde, Lauren bailó, estudiando sus movimientos.
—Perdona, pero ¿quién es el mejor bailarín? ¿No debería enseñarle?
Decidí bromear. —Técnicamente, Angus es el mejor.
A Max no parecía importarle la idea de las clases particulares. Se hallaba
demasiado ocupado.
Suprimiendo el deseo de abrazarlo, le dije: —Definitivamente estás por
encima de mi nivel de salario, LB. Siéntete libre de tomar el relevo.
Ante eso, Max me lanzó una mirada que era una extraña mezcla de terror
y deleite, pero no lo salvé. A estas alturas, Angus estaba bailando con un tipo 106
lindo. Parecía joven, pero no vi la pulsera azul. Así que probablemente se encuentre
en la universidad, al menos. Podía ser justo lo que necesitaba, conectar con alguien
más. Tal vez si hubiera igualado la puntuación, tendría ganas de perdonar a
Josh. O tal vez se diera cuenta de que era hora de decidirse. De cualquier forma,
Angus necesitaba un poco de movimiento en su vida.
Yo también.
Con mis compañeros emparejados, era difícil no pensar en Ty, fue difícil
no imaginarlo sentado en el sofá rojo, envuelto de felpilla. Sam ya estaría en la
cama, después de cinco o seis historias. La mayoría de los días, guardé mis
sentimientos en una caja, y no dejé que un amor imposible arruinara el resto de
mi vida. En ese momento, fue difícil.
El dolor me apretó la garganta cuando un tipo me rodeó en la pista de
baile. Era alto y bailaba bastante bien. Movió la cabeza hacia el bar, el
equivalente silencioso a “¿te compro una bebida?” Sacudiendo la cabeza, seguí
bailando, y él se alejó.
Puesto que estaba enamorada de Ty, me negué a usar a alguien más
como sustituto. Una vez que aceptara que era imposible y lo pusiera detrás de
mí, las cosas serían diferentes. Solo necesitaba un tiempo. ¿Verdad?
12
Traducido por Vane Black & Jadasa
Corregido por AnnyR’

Una semana y media más tarde, mi teléfono celular sonó. Me encontraba


casi en casa y empecé a dejarlo hasta que aparcara, pero cuando noté la foto de
Ty, lo recogí. —Hola, ¿cómo estás?
—No del todo bien. Tengo que volver a trabajar.
—Pero recogiste a Sam.
—Lo sé. Pero si no arreglo este lío, podría perder mi trabajo. Si no
rompen esquemas mañana en el mismo lugar, como estaba previsto, Bill tendrá
mi culo. Mis padres están ocupados esta noche, y no preguntaría si no fuera una
emergencia, pero puedes… 107
—Claro, cuidaré a Sam. Estoy estacionándome ahora. Estaré en tu puerta
en dos minutos. —Aparqué en mi lugar habitual, agarré mi mochila del piso a
mi lado y corrí a su apartamento. Ty tenía la puerta abierta cuando golpeé, tan
obviamente asustado, que luché contra el impulso de abrazarlo.
—Aprecio mucho esto. Él no ha cenado y…
—Relájate, Ty. Tenemos esto, ¿verdad, amigo?
—¡Mi nombre es Sam! —Entonces chocó los cinco desde abajo—. Está
bien, papá.
Ty se detuvo en la puerta, estudiándonos a los dos, mientras me quitaba
la chaqueta y la colgaba en el perchero de la esquina. Entonces una media
sonrisa robó su cara mientras me arrodillaba para abrazar a Sam y susurrar una
nueva broma de dinosaurio en su oído. Se rio y saludó mientras su padre se
escabullía.
—¿Cuál es tu comida favorita? —pregunté, mirando en el armario.
—Nuggets de pollo, macarrones con queso, pizza, perritos calientes y
gelatina Jell-O de naranja.
—No haré todo eso. Nos enfermaríamos.
—Macarrones con queso y con salchichas —trató.
Doblando mis brazos, ofrecí mi mejor mirada de vamos a negociar.
Posiblemente, sobreestimaba la habilidad de Sam para leer el subtexto.
—Podría ser persuadida, si comes verduras.
Un ceño fruncido juntó sus cejas, tan lindo. —Pero saben al mal.
—¿Y cómo sabrías cómo sabe el mal? —Era todo lo que podía hacer para
no reírme, lo que arruinaría el tono serio de nuestra discusión.
—Porque comía verduras antes. —Era un argumento tan razonable y
acorazado que no podía desecharlo.
Aun así, sería una niñera terrible si estuviera de acuerdo en que podría
vivir con macarrones con queso con trozos de salchichas. —Pues ese es el trato,
tómalo o déjalo.
—¿Vas a poner más queso en los macarrones? —Sam era cauteloso.
Le sonreí. —Obviamente. Dos rebanadas de americano, extra pegajoso
cuando se derrite.
—Está bien. —Me estrechó la mano para sellar el acuerdo.
Buscar en los gabinetes no reveló muchas verduras. Encontré una lata de
maíz, guisantes y zanahorias, algunas verduras mixtas congeladas y medio
paquete de brócoli. Así que alineé todo y le mostré a Sam sus opciones. 108
—¿Cuál de estas cosas te gusta más?
—Brócoli —dijo con el rostro más triste de todos.
Deduje de su mirada que todas las verduras tenían un poco de maldad, y
el brócoli era el menos demoníaco en el evangelio según Sam. —Esa es una
elección muy madura.
Asintió como si supiera lo que significaba la madurez. Tal vez lo hacía.
Por lo que vi, Ty no escatimaba en vocabulario en sus conversaciones.
—Papá le pone queso.
Escuchaba mucho acerca de los productos lácteos pasteurizados. —Así
que básicamente comerías un palo si alguien le pusiera queso.
—No sé. Tal vez.
Tan lindo.
Mientras Sam observaba, guardé las verduras perdedoras y saqué una
olla lo suficientemente grande para hacer la caja azul de Kraft. Llené la olla con
agua, la salé y la puse en la estufa, localicé las salchichas y las rebané. Sus ojos
se ensancharon cuando las metí en una sartén.
—¿Qué estás haciendo?
—Salteándolas.
—Papá las pone en el microondas.
—Eso no hace que tus salchichas estén crujientes, amigo mío. Solo las
hace hinchadas.
—¿Qué es eso?
Inflé mis mejillas para mostrarle. —Esto.
—Oh. La tía Gloria tiene eso en sus rodillas.
—Ay. Probablemente sea por eso que necesita cirugía. —Recordé que Ty
mencionó que era la razón por la que ya no podía cuidar a Sam.
En algún momento, esperaba que Sam se aburriera viéndome cocinar,
pero me siguió alrededor de la cocina preguntando cosas como, por qué esperé
hasta que el agua hirvió tanto antes de agregar los macarrones, por qué puse la
mantequilla y la leche antes que el queso en polvo, cómo es que aún cocinaba
cuando parecía hecho, por qué las salchichas eran tan marrones cuando las
incorporé. Ya que estaba acostumbrada a los niños, no me molestó, pero apenas
parecía respirar para hacer las preguntas. Como paso final, descongelé el
brócoli y lo piqué superfino, luego lo agité en la cazuela. Eso contaba como un
vegetal.
109
Eran alrededor de las siete para entonces, así que pensé que debía estar
hambriento. Definitivamente yo lo estaba. —¿Deberíamos ver cómo resultó?
—¡Sí!
Serví dos platos y nos sirvió dos tazas de leche, luego nos sentamos. A
pesar de todo, no era malo, aunque adaptado al paladar de un niño. Con la
cabeza baja, comía con gusto adorable, como si su cena pudiera desaparecer.
Para el postre, le di una taza de Jell-O de naranja, pre envasada y de la nevera.
Una hora después, jugamos con camiones porque, como resultó, el baúl de
vapor que funcionaba como mesa de café también era una caja de juguetes.
Cuando me pidió ver la televisión, le di una mirada sospechosa. —No lo
creo. Si llamara a tu padre, diría que era hora del baño, ¿no?
Sam inclinó la mirada más angelical imaginable hacia mí. —No sé. Solo
tengo cuatro años. Todavía no puedo decir la hora.
—Buen intento. Yo sé a qué hora los humanos pequeños van a la cama.
¡Al baño contigo!
Eso fue un caso de locura y de vergüenza. Cuando lo lavé, enjuagué y
sequé, yo era un desastre, y ya que había trabajado en guarderías y tenía mi
práctica hoy también, me dolía cada músculo de mi cuerpo. Pero mantuve mi
sonrisa brillante para Sam. Fingiendo ser un monstruo, lo perseguí por el
pasillo. Tenía el dormitorio principal, como el que Lauren y yo compartimos
arriba. Aquí abajo, la mitad del espacio contenía una cama gemela y muebles
para niños mientras que el resto proporcionaba una zona de juegos. Como se
trataba de un dormitorio de tres, Ty usaba uno como su propia habitación y el
otro parecía ser un estudio, con escritorio de computadora y mesa de dibujo.
—De acuerdo, pijama puesto, dientes cepillados. Ahora vamos a hallar
Buenas noches Lu…
—¿Dónde está el señor O'Beary? —Tiró de la parte inferior de mi camisa.
—¿Hmm? —Empujé el cabello húmedo lejos de mi cara mientras quitaba
sus mantas. Sus sábanas de color azul oscuro se hallaban salpicadas de medias
lunas de plata y estrellas de cinco puntas que arrastraban polvo dorado.
—Es mi amigo. No puedo dormir sin él.
—Dame un minuto aquí. —Definitivamente lo vi acarreando el peluche,
así que lo reconocería cuando lo viera.
Mientras cavaba a través de cajas de juguetes, Sam se transformó de un
niño adorable a un demonio chillante. No podía entender más de una palabra
de diez debido al volumen y a los sollozos, pero si seguía así, su cabeza podría
explotar. La rabieta comenzó con lamentos, luego escaló a Sam arrojándose
sobre su cara y golpeando con manos y pies. Cuando golpeó su cabeza en el
suelo, lo recogí, pero eso solo empeoró. Luchó conmigo, llorando tan fuerte que 110
su nariz chorreó y manchó con moco toda mi camisa ya mojada. Con él
gritando en mi oído, no podía pensar dónde mirar. Mi cabeza palpitaba con el
ritmo de cada grito agudo, raspando crudo sobre mis nervios. Se aferró a mi
lado mientras yo tropezaba en el apartamento, volteándolo todo al revés. Me
tomó cuarenta y cinco minutos hallar a ese maldito oso, todavía en su mochila
desde la hora de la siesta en la escuela, al lado de la puerta. Si hubiera pensado en
eso antes. Todavía sorbiendo, se metió en la cama, estrangulando al señor
O'Beary con su amor.
Finalmente, dulce y bendito silencio. Traté con niños difíciles antes, pero
nunca uno pasó tan rápido del sol puro a un monzón de miseria. Recogiendo
los hilos de mi compostura, limpié su rostro con un paño húmedo. Mis manos
temblaron en reacción cuando levanté sus sábanas, y una banda de acero se
apretó alrededor de mi cráneo, un recuerdo de la lucha. También tuve un feroz
tirón entre mis hombros de cargarlo alrededor de una hora. Esto se sentía casi
como una resaca, aunque era emocional, no física.
Habló en una voz diminuta y escarmentada. —¿Estás enojada, Nadia?
—No. Solo cansada.
Entonces me incliné y lo abracé, para que supiera que lo decía en serio. A
estas alturas, se hallaba exhausto, pero se aferró a mi mano mientras leía Buenas
Noches, Luna. Antes de que terminara la historia, se desmayó, con los ojos aún
rojos e hinchados. Durante unos segundos, permanecí en el lado de su cama,
temerosa de moverme, temerosa de que lo despertara y comenzara el ruido de
nuevo.
Finalmente, salí de la habitación, tragando un enorme suspiro. Mis ropas
todavía estaban húmedas, y temblaba. Esperando que Ty no se molestara, fui a
su habitación y abrí la puerta del armario. Mejor pedir perdón que permiso,
¿verdad? Sin fisgonear, agarré la primera camisa que encontré y me la puse.
Camisa de vestir blanca, buena calidad. No cubría tanto de mí como lo haría en
una mujer más pequeña. Incluso mis calcetines se encontraban mojados, así que
colgué mi ropa para secar en el baño. No por primera vez, me hubiera gustado
que estos departamentos tuvieran una lavadora y secadora incorporada.
Después, arqueé la espalda y me estiré. Parece que mi espina está hecha de
plástico de burbuja. Evalué el apartamento, haciendo una mueca de dolor. Tan
destrozado. Vertí casi todo lo que Sam tenía en el suelo. Mi cuerpo me gritó que
me derrumbara, pero no podía. Aún no. Reuniendo la última de mis reservas,
ordené el baño, arreglé la cocina y guardé los juguetes de Sam.
Ahí, está bien.
Cuando la llave de Ty repiqueteó en la puerta a las diez y cuarto, apenas
me hallaba despierta, acurrucada en el sofá debajo de la manta de felpilla.
Entró, con los hombros caídos por el agotamiento. Hombre, sabía exactamente
111
cómo se sentía. El descuido de su mandíbula decía que no se afeitó en dos o tres
días, y tenía el cabello desordenado. Una corbata torcida hablaba de frustración.
—¿Resolviste el problema? —Conseguí una sonrisa.
—Sí. Encontré los permisos, gracias a Dios. Sabía que los teníamos. ¿Todo
va bien aquí? —preguntó, mirando alrededor de la habitación cautelosamente.
Por eso exactamente tuve que limpiar. —Más o menos. Sam comió la
cena, se bañó y se cepilló los dientes. Le leí una historia. Ahora está dormido.
—Suena demasiado bueno para ser cierto.
Desviando momentáneamente la pregunta implícita, salí de mi nido
caliente, fui a la cocina, presioné unos botones y volví. —Hay un plato de
cazuela en el microondas. Estoy calentándolo para ti.
Todavía se encontraba de pie, congelado, junto al sofá. —¿Esa es… mi
camisa?
Oh Dios mío. ¿Cómo pude olvidarlo? Mierda. Mis mejillas se llenaron de
suficiente calor para alimentar a toda la ciudad. —Mis cosas se empaparon
durante el baño de Sam. Se están secando. Lo siento, no lo hice…
—No, está bien. Solo me… sorprendió. No espero que te quedes aquí con
ropa mojada.
El microondas emitió un pitido, salvándome. —Siéntate. Lo traeré.
Para mi alivio, hizo lo que sugerí. Tal vez estaba demasiado cansado,
caminar otro paso parecía demasiado esfuerzo. Así que entregué la comida —
de acuerdo con Sam— gourmet, junto con una botella de cerveza. Avergonzada,
me senté y lancé la manta sobre mis piernas.
Señor, debe pensar que esta es la más aburrida seducción hecha.
Ty miró su plato. —Esto es… casi su cena favorita, aunque normalmente
no pongo brócoli en esto. Engañoso, me gusta. ¿Cómo estuvo Sam, en serio?
—Un caos menor. —Eso fue un infierno de eufemismo, pero quejándome
no disminuiría su estrés o el mío—. Me tomó cuarenta y cinco minutos hallar al
señor O'Beary.
—Tú… —Me miró, con una cuchara detenida a medio camino de su
boca.
—¿Qué?
Ty negó con la cabeza como si estuviera incrédulo. —Sé cómo es Sam
cuando no podemos encontrar a ese estúpido oso. ¿Cómo es que no te estás
balanceando y llorando?
Le sonreí tranquilamente. —Hay algunos estudiantes difíciles en mi 112
práctica, así que esta no fue mi primera vez. Sí, Sam se hallaba molesto, pero se
calmó tan pronto como me di cuenta dónde mirar. Es un niño dulce.
—Renuncio —dijo suavemente.
—¿Ah?
Se frotó el pecho, como si le doliera. —Hiciste su cena favorita y hallaste
su oso. Vuelvo a casa y llevas mi camisa. Ya no puedo pelear contra esto, Nadia.
—Lo siento… —empecé.
Su expresión me silenció. Nunca en mi vida vi esa combinación exacta de
necesidad y anhelo.
—A menos que no me quieras, literalmente podría morir si no te beso.
—Quiero —susurré.
En un instante, Ty cerró la distancia entre nosotros y tomó mi cara en sus
manos. Sus palmas, oh, estuvimos aquí antes, pero nunca así. Lamí mis labios
mientras su mirada se movía sobre mi cara, encendida como un tarro de miel en
la luz del sol. Hizo el sonido más hambriento que alguna vez escuché mientras
se inclinaba. Pero sus labios fueron suaves cuando rozaban los míos, rayos de
luna y luz de las estrellas. Un calor chocante se apoderó de mí con ese ligero
contacto. Retrocedió unos segundos, mirándome con una especie de admiración
sobresaltada. Luego regresó para saborear más profundo. No había fantaseado
más allá de este momento —no me atreví— pero los sueños no podían haberle
hecho justicia. Besaba como todos los mejores tipos de pecado, lentos y
húmedos, resonados por mordidas, sonidos suaves y acariciantes. Se lo devolví,
más, más, bocas, lenguas, sus manos en mi cabello, las mías sobre sus hombros.
Siguió durante siglos, hasta que estuvo prácticamente encima de mí.
—¿Demasiado? —jadeó.
No suficiente.
En algún lugar de mi cabeza, había un cerebro, pero hervía de placer y
feromonas, ahogándose en la dulce y resbaladiza oleada de endorfinas, porque
se sentía y sabía perfecto. Piel caliente, mandíbula rasposa, labios suaves, un toque
agrietado, y estoy lamiéndolos… mmm, esa barbilla… Ty me envolvió en sus brazos
y me atrajo hacia su regazo. Se encontraba caliente y duro debajo de mí,
palpitante. En su camisa, mis piernas estaban desnudas mientras lo montaba a
horcajadas, todavía besando. Arrastró sus labios lejos de mi boca, sobre mi
mandíbula y mi garganta, contraponiendo los dientes y la lengua para hacerme
gemir. Tomó cada sonido, cada gemido, con una rápida estocada hacia mis
labios. Acarició un sendero por mi espalda, deteniéndose en mis caderas y
deslizándose más abajo. Un estremecimiento nos atravesó a ambos cuando rozó
mis muslos desnudos.
113
—Nadia —susurró contra mi cuello.
—Mmm.
—Te deseé la primera vez que te vi.
Me moví, le mordí suavemente la oreja. —Fue mutuo.
—Cristo.
—Quítate la camisa. —Todas mis grandes palabras desaparecieron. Me
hallaba más allá de pensar o preocuparme por las consecuencias. Los obstáculos
entre nosotros se desvanecieron al oscilar en la parte posterior de mi cabeza.
Se recostó para que yo pudiera desabotonarlo. Ty tenía una estructura
delgada, larga y gruesa, con los hombros anchos cónicos hasta el estómago
tenso. El vello castaño que se dirigía hacia su cinturón solo lo hacía más sexy,
así que cedí al impulso de frotar mis manos contra su pecho. Respiró hondo en
respuesta a ese toque, causa y efecto. Su corazón se estrelló bajo mis palmas.
—Eso es tan bueno —susurró.
—Sí. —Apenas presaba atención a lo que decía, solo el tono, perdido en
la magia de hacerle reaccionar. Por fin, tuve permiso para tocar.
Bromeando, rocé mis pulgares contra sus pezones, admirando la franja
rojiza en sus pómulos mientras se apretaban. Ahora estaba callado también. No
podía dejar de moverse debajo de mí, un movimiento aquí, empujón allí. Mi
peso prometía todo tipo de cosas, y Ty me atrajo hacia un largo beso
hambriento, su mano firme en mi nuca. Mientras nos besábamos, clavé mis
uñas en sus hombros y gimió.
—No puedo esta noche —gruñó—. No estoy… no…
—Está bien. —La comprensión de que no tenía ningún condón no me
impidió rodar mis caderas, moliendo.
—Quiero. Creo que tú… —sofocó un gemido, mientras frotaba mis
muslos, arriba y abajo, ambos trabajando—, sabes cuánto.
—¿No más sentimientos encontrados? —Era todo lo que podía hacer
para decir la pregunta.
—Po-podemos… Tenemos que… —Perdió el hilo mientras yo creaba un
camino de besos por su cuello y mordía suavemente su hombro—. Joder.
Un gemido se me escapó. —Estoy de acuerdo.
—No es lo que yo… Oh, Dios. —Sostuvo mis caderas duramente, solo
moviéndome sobre él, y observé su cara, vi cómo el placer se acumulaba—. No
puedo pensar. Solo… necesito…
Se puso rígido, flexionando la mandíbula. Las piernas de Ty se
sacudieron debajo de mí mientras se aferraba a mis muslos, acariciándolos 114
compulsivamente. —Nadia, joder, Nadia.
—Sí. —La palabra salió siseando cuando separó los lados de su camisa.
Era más sexy con esa mirada decidida, sus dedos patinando por mi vientre
hacia mis bragas húmedas. Pasó por el elástico y bajó, hasta que pudo
acariciarme. Me levanté de rodillas, desesperada por venirme. Cuatro golpes, y
me corrí, perdida en sus brazos. Me derretí sobre él, dejando caer mi cabeza en
su hombro.
—Tu turno —susurré.
Ty apartó la cabeza y cerró los ojos con una risa sofocada. —Sobre eso…
Mis ojos se abrieron ampliamente. —Guau. ¿De verdad?
—No he hecho eso desde… mierda, nunca hice eso. —Abrió sus brazos,
liberándome para acurrucarme a su lado, y lo hice.
Parte de mí se encontraba aliviada de que no sentía un cóctel de cosas
horribles en este momento, incluyendo arrepentimiento. Pero tenía preguntas
que podía pensar otra vez. —Entonces… ¿qué es esto?
—¿El resplandor poscoital? —Se veía positivamente beatífico.
Lo besé. —Sabes a lo que me refiero.
A su vez, rozó sus labios contra mi sien. —Dame un minuto. Estoy
viendo estrellas. Fue un día largo antes de ir al país de las maravillas.
—Está bien. —Totalmente relajada, cerré los ojos.
Pasaron cinco minutos antes de que volviera a hablar: —No sé qué
diablos estamos haciendo. Objetivamente, sigue siendo una mala idea, y si no
quieres repetir una vez que entiendes lo que puedo ofrecer, lo comprendo. Sin
resentimientos.
Ya quería una repetición y no me importaban mucho los términos. —Te
escucho.
—Tenía miedo de que esto complicara las cosas, y todavía podrían
complicarse. Pero me gustaría encontrar un equilibrio, si podemos.
—¿Para qué?
—Ser amigos con beneficios. Si conoces a alguien más o comienzas a
sentirte mal, volvemos a ser amigos.
—Lo mismo va para ti —dije.
Por la forma en que se retorció, su boca expresaba que el infierno se
congelaría primero. —Obviamente, tenemos que tener cuidado. Más del que
tuvimos esta noche. No haré nada que lastime a Sam. 115
—Lo sé.
—Si hubiera tenido una pesadilla o se despertaba con un dolor de
estómago… —Liberó un suspiro tembloroso—. Soy consciente de que también
te preocupas por él. Entonces entiendes por qué tenemos que mantener esto…
separado. Privado. —La expresión de Ty se suavizó y dulcificó mientras me
besaba—. Si esto funciona como espero, estarás a su lado mucho después de
que pierdas interés en mí.
Eso nunca va a suceder.
Pero no lo dije en voz alta. Le rompieron demasiadas promesas como
para que creyera algo así de una mujer que acababa de llegar a su vida. En su
mente, probablemente diría algo para volver a poner esos dedos inteligentes
dentro de mis bragas.
—Creo que podrías entretenerme un rato —dije, forzando una expresión
coqueta.
El alivio en su mirada me dijo que di en el blanco. Sí, tu buena amiga
Nadia solo quiere verte como un objeto sexual. No involucra emociones. Si supiera lo
que realmente sentía, probablemente rompería el récord mundial de velocidad
en alejarse.
—Opino de la misma manera.
—Odio hacerte sentir como que te estoy usando, pero probablemente
debería irme. Ya es tarde.
Me abrazó con fuerza antes de ayudarme a ponerme de pie. —Es una
vida difícil, pero pensaré en ti mientras lloro por la vergüenza. ¿Dónde está tu
ropa?
—En el baño.
Ty la recogió silenciosamente, y me estremecí en tanto me retorcía
poniéndome los pantalones vaqueros aún húmedos. Se me hizo muy difícil
terminar de vestirme porque él seguía tratando de mirar dentro de la camisa
que llevaba, su camisa, y era frustrante y sexy como el infierno. Para cuando me
puse mi chaqueta y botas, me hallaba lista para tontear un poco más. De modo
que me puse de puntillas, le di un beso abrasador y salí de su apartamento con
el gratificante sonido de Ty maldiciendo
Probablemente irradiaba la vibra de acabo de follar, por lo que gracias a
Dios, Max era la única persona en el departamento, y apenas me miró. Angus y
Lauren me habrían interrogado, y apostaría a que Max habría prestado más
atención si era Lauren quien hubiera vuelto a casa de la misma manera. En el
dormitorio, lo confirmé. Síp, despeinada, labios hinchados, guau, me marcó el cuello
detrás de la oreja.
116
Me atravesó un pequeño escalofrío.
Me di una ducha, imaginando cómo sería hacerlo con Ty, toda la
desnudez húmeda y caliente, y luego continuamos teniendo sexo en una cama
caliente. Para nosotros, esos momentos eran muy pocos y lejanos entre sí.
Cuando salí de la bañera, me di cuenta de que estarían confinados hasta el final
del mes. De lo contrario, cada vez que nos arrebatábamos, se sentiría sigiloso y
furtivo. Y quizás eso sería excitante bajo algunas condiciones, pero el tratar de
no ser atrapados por un niño de cuatro años no era uno de esos escenarios.
Además, mi excitación tenía en cuenta no quedar atrapada en el acto.
Envolví una toalla a mi alrededor y abrí la puerta del baño a tiempo para
oír mi teléfono zumbando. Sacándolo de mi bolso, ya tenía un mensaje de Ty.
Una foto, también. Me quedé sin respiración cuando la abrí. No era lo bastante
pervertido como para enviar un primer plano de su polla, pero recibí una de su
pecho enjabonado, gotitas de agua sobre el teléfono cuando la tomó. Sexy como
el infierno. Debe habérsela tomado en la ducha.
El mensaje de texto decía: Ojalá estuvieras aquí.
13
Traducido por Maria Graterol
Corregido por Kish&Lim

A la mañana siguiente, Angus me despertó a un poco más de las seis,


colapsando al pie de mi cama con un suspiro. Normalmente, me levantaba por
mi cuenta, ya que tenía que estar en el trabajo a las ocho. Mierda, debo haber
apagado mi alarma. Pero no parecía darse cuenta de que me había hecho un
favor.
—¿Estás bien?
—Terminé con Josh
Sabía que esto pasaría. —Lo siento. Dame un segundo.
Después de un rápido abrazo, me levanté y corrí al baño. Una vez que 117
me encargué del asunto, lavé mis manos y cepillé mis dientes, abrí la puerta.
Habíamos hablado muchas veces mientras me arreglaba, así que esto no era
nuevo. En este punto, Angus ya había robado mi lugar en la cama. No tenía
clases temprano los jueves. Bastardo suertudo.
—¿Podemos hablar ahora?
—Claro. —Me sumergí en el armario tratando de encontrar una camisa
limpia y unos pantalones.
—Si no puede controlarse por tres semanas. ¿Cómo será en el futuro? No
quiero estar atado a un mentiroso serial, aceptando constantemente sus
disculpas y mentiras.
Me caía bien Josh, pero no creía que sea el mejor chico del mundo. Así
que apoyaba sus argumentos. —Lo entiendo, tomaste la decisión correcta al
dejarlo, J-Rod.
—Pero lo extraño —susurró.
Nunca terminé con alguien que me importara, así que mi consejo no
serviría de mucho. —¿Conociste a alguien en el Majistec?
—Me divertí un poco con el chico que bailaba, pero era de los guapos
que son mejores cuando están callados.
—Entonces no es material para una relación.
—Ni de cerca. —Se dio la vuelta y se acurrucó de lado—. ¿Puedo dormir
en tu cama cuando te vayas?
—Alguien debería disfrutarla. —Algunas personas lo encontrarían raro,
pero Angus ya se había colado en mi habitación antes.
Cuando encontré un par de pantalones caquis, golpeé el aire triunfante y
me vestí. No tenía tiempo para otra cosa que recoger mi cabello en una cola de
caballo y calzar mis pies en un par de converse azul oscuro. Ya que Angus
necesitaba cariño, me subí a la cama y lo besé en la frente.
—Gracias.
—Podemos pasar el rato esta noche si quieres.
—Nada de Project Runway —murmuró.
—Puedo sacarte a beber y ser tu conductora designada. —Esa será la
perfecta distracción para sus problemas personales.
Se apoyó en un codo. —Aún no he hecho la estupidez de emborracharme
después de una ruptura.
—Después le sigue el sentarse en el sillón en pijamas y comer Cheetos,
¿verdad? 118
Angus se estremeció. —Voy a saltar a la cura de la resaca y un buen
entrenamiento.
—Te veo en la noche —dije y corrí a la cocina, donde frité un huevo e
hice una tostada.
Diez minutos después, cuando entré al auto, me di cuenta que tenía que
agradecerle a Angus. Enfocarme en sus problemas, me evitó que despertara
sudando, preguntándome si Ty se convertiría en un bloque de hielo, evitando el
contacto entre nosotros por semanas, como aquella vez. Por supuesto, ahora
que se me había ocurrido la posibilidad, la ansiedad se apoderó de mi mente.
Pero algo más me distrajo. Esta mañana, en circunstancias normales,
Lauren hubiera sido parte de esa discusión. Se hubiera despertado y peleado
con nosotros por despertarla y entonces se ofrecería a venir al bar esta noche. Y
también noté que su cama estaba hecha a las seis y media de la mañana.
No vino a casa anoche.
Cuando aparqué, tomé mi teléfono y le escribí un mensaje.
¿Estás bien?
Bien, ¿por qué?
Porque no estabas cuando me fui. ¿Tuviste suerte?
Me levanté súper temprano. Fui a la biblioteca a estudiar para los
exámenes de mitad de semestre.
Miré fijamente mi teléfono, insegura de cómo manejar esto. Usualmente
cuando Lauren no quería hablar sobre algo, lo decía. Nunca me había mentido.
Pero en una ciudad del tamaño de Mount Albion, los autobuses no funcionaban
a todas horas, ¿entonces cómo llegó al campus tan temprano? Era teóricamente
posible que caminara, eran cinco kilómetros. Pero no parecía la verdad.
Me decidí por responderle: Buena suerte. Si quisiera que sepa lo que le
pasaba, me lo diría. No husmearía; ya tenía suficiente con mis problemas.
Mi mano estaba en la manija de la puerta cuando mi teléfono volvió a
sonar, pero esta vez, era Ty. El mensaje solo decía: Sin arrepentimientos.
Sonriendo, respondí: Por aquí ninguno. ¿Repetimos?
Pronto.

119
Sam ya estaba en el aula cuando llegué. Me sonrió, completamente
recuperado del drama de la noche. La señora Trent me puso a trabajar, y la
mañana pasó volando. En realidad, me gustaba esto mucho más que mis tardes
porque mantener a diecinueve niños de cuatro años en sus camas para dormir
la siesta no era un trabajo sencillo.
La mañana pasó rápidamente con una mezcla de diferentes actividades,
lecciones, meriendas. Cuando llegó el mediodía, me relevaron.
Dudé fuera de la oficina de la señora Keller, preocupada, pero algo tenía
que hacer. Si me mantenía a este ritmo, me consumiría como mi mentora en C-
Cool me había advertido. Superando mis nervios, golpeé el marco de la puerta
y ella levantó la vista.
—¡Entra!
—Tengo que hablar con usted sobre un par de cosas —dije.
—No vas a renunciar ¿verdad? —Su mirada de alarma me halagó—.
Entonces cierra la puerta, siéntate y cuéntame.
—La primera petición es, ¿puedo tener el viernes después de Acción de
Gracias libre? Iré a casa por primera vez desde la navidad pasada. Está a
dieciséis horas conduciendo —agregué para que entienda que tan importante
era esto.
Asintió y tomó nota. —Gracias por el aviso previo. Puedo trabajar con
eso. Cerramos el Día de Acción de Gracias.
—Sí, por eso esperaba que no fuera un gran problema.
—No debería serlo. Dirigimos un equipo mínimo el Black Friday porque
muchas compañías ofrecen dos días de vacaciones, de todos modos. La mayoría
de los padres tienen trabajos en tiendas que necesitan que abramos.
—Está bien, gracias.
—Eso fue bastante fácil. Te veías tan seria cuando entraste que me asusté.
—Lo siento —dije—. Odio pedir favores y esto podría ser más difícil de
manejar, pero… necesito reducir un par de horas de mi horario de trabajo los
miércoles y viernes.
En un apuro, le dije que la práctica me estaba matando; tenía clases a las
ocho y luego corría al C-Cool, donde ayudaba en las aulas de clases por dos
horas. Después corría nuevamente a la guardería para llegar a medio día y si
tenía suerte, podía comer un sándwich en el camino.
Concluí: —No puedo seguir así.
—No, obviamente no. ¿Ayudaría si cambiáramos tus horas a la tarde?
Podría programarte de dos a seis y solo perderías una hora de tiempo pagado, 120
pero eso te daría más tiempo para almorzar, y solo tengo una hora para cubrir
diariamente. Estoy segura de que a la nueva cuidadora no le importaría trabajar
un par de horas más. —La señora Keller sacó su calendario y comenzó a mirar
los turnos—. En este momento, tú trabajabas veintitrés horas a la semana y ella
diecisiete. Con este nuevo horario serían veintiuno y diecinueve.
—Sí, eso estaría mejor. —Al instante la tensión en mi cuello y hombros se
alivió. Podría darme el lujo de reducir veinte dólares a la semana, menos con
impuestos.
Ella escribió el programa nuevo: lunes, doce-cinco. Martes, ocho-doce.
Miércoles, dos-seis. Jueves, ocho-doce. Viernes, dos-seis. Mirando el horario,
saqué las cuentas. Sí, veintiún horas a la semana, pero esas dos horas harían mi
vida mucho más fácil. Con una sonrisa de agradecimiento, me levanté.
—Gracias.
—No hay ningún problema. Ojalá más empleados me hablaran en lugar
de faltar hasta que no tenga más remedio que dejarlos ir.
—Probablemente no les guste trabajar aquí tanto como a mí —dije—.
¿Cuándo comienza el nuevo horario?
—Tengo que hablar con Claire primero, pero espero que la próxima
semana. —Claire debía ser la cuidadora que tenía mi viejo empleo.
—Gracias de nuevo. —Y mientras salía de la oficina, prácticamente me
inundaba el alivio.
Mi horario de los martes y los jueves no era tan ajustado así que tenía
tiempo de ir a casa para prepararme el almuerzo, comer y cambiarme de ropa,
antes de ir al campus para las clases. Por el lado negativo, tenía clases hasta las
seis. Lo que eran un montón de clases, pero era solo dos veces a la semana.
Cuando por fin llegué a la casa, eran más de las seis y no tenía ningún
interés en salir a beber, pero se lo prometí a Angus. Estaba esperando en el sofá,
listo para la fiesta.
—¿Te importa si como primero? —La perspectiva de cacahuetes y alitas
de pollo al horno de microondas para la cena no sonaba tentadora.
Alzó una ceja hacia mí. —Oh, Nadia de poca fe. Quita la tapa de la olla.
Curiosa, hice lo que me dijo y encontré sopa casera de pollo con fideos y
mientras servía, le dije: —Eres demasiado bueno conmigo.
Angus sonrió. —Lo sé. Te estoy arruinando para los demás hombres.
Eso no era ni remotamente cierto, pero animaba su ego, así que lo dejé
pasar. Además, cuando probé su deliciosa comida, decidí que se merecía la
alabanza. Con un suspiro feliz, me senté en el sofá y saboreé la comida.
121
—Sabes que por esto te pedimos que vivieras con nosotras ¿verdad?
—¿Por qué eres tan cruel? ¿Solo soy un delantal con pies para ti?
—Claro que no. También eres un sartén y una cuchara de madera. —
Angus me golpeó con una almohada, casi volcando mi tazón. Lo miré con
furia—. No te atrevas. Haz lo que quieras conmigo, pero deja la sopa en paz.
Para mi fortuna, se echó a reír. Es un buen augurio para esta noche. No
había visto sus ojos despejados y brillantes desde que Josh aclaró su conciencia.
Angus tenía la tendencia a internalizar las cosas y a obsesionarse, así que debió
estar preguntándose si era algo que hizo antes de irse a Europa o algo que no
hizo. Quería que él parara con todo eso y se soltara esta noche. Mi renuencia a
salir desapareció.
Antes de irnos, me comí dos tazones de sopa, después dejé que Angus
arreglara mi cabello. Odié la banda que usó para apartarlo de mi rostro. La
parte divertida era que él no era un buen estilista como el estereotipo indicaba
que debían ser todos los gays. En mi opinión, Lauren era mucho mejor. ¿Qué
pasa con ella? Pero esta noche se trataba de Angus, así que dejé que me diera un
estilo sexual de cabello y bajamos al estacionamiento.
—Tomemos el Audi —sugirió.
Conduje su auto antes pero no a menudo. Un vehículo tan caro me ponía
nerviosa. —¿Estás seguro?
—Sí. Te daré las lleves cuando lleguemos.
Condujimos hasta el North Cuarenta y dos, un bar nombrado con su
propia dirección. Era lo más cercano a un bar moderno que había en Mount
Albion, donde los estudiantes y los locales podían mezclarse. Por lo general, los
tipos de corbata bebían en la ciudad, en vez de en la estatal, por lo cual, en la
hora feliz, teníamos a hombres en trajes de negocios, algunas personas que
reconocí del campus y otras personas mayores. Interesante mezcla, aunque no
muy emocionante, pero era jueves. Esta noche tenían un pianista tocando viejas
canciones.
—Bueno, esto es… deprimente —dijo Angus—. Supongo que tocaran
“Piano Man” y todo el mundo llorara sobre sus cervezas.
—Deja el sarcasmo. Viniste aquí a emborracharte, no por el ambiente.
—¿No puedo tener ambos? Soy un excelente multitarea. Observa.
¡Disculpe! Vodka y arándanos para mí, ginger ale para la dama.
Mientras esperábamos nuestras bebidas, susurró en mi oído todas las
cosas que estaban mal con este bar y sus clientes.
De mal humor, Angus podría ser muy malo, pero también graciosísimo.
Me reía a carcajadas cuando el camarero nos entregó las bebidas. —¿Pagan en
efectivo o abro una cuenta? 122
—Una cuenta, sin duda. —Angus sacó su American Express Plateada,
cortesía de su padre. Por lo general, no distinguía la diferencia en nuestras
circunstancias, pero era raro darse cuenta de lo poco que el dinero significaba
para él. Probablemente nunca había escatimado o ahorrado un día en su vida.
El camarero se iluminó cuando vio la tarjeta de crédito y el servicio se
hizo mucho más eficiente. Me tomé dos ginger ales mientras Angus se bebía lo
que consideraba era demasiado vodka. Como le prometí esta mañana, estaba
casi desmayado cuando llevé su trasero borracho al auto. Una vez que le puse el
cinturón, corrí al asiento del conductor, emocionada por tomar el volante. El
interior era de cuero elegante y fina ingeniería.
En el camino a casa, Angus cantó con las Spice Girls a todo pulmón. Su
buen humor murió apenas llegamos a casa, entonces me miró horrorizado. Me
imaginaba a donde iba esto.
—Abre la puerta rápido, cariño.
Lamentablemente tenía razón. Apenas abrí la puerta, vomitó por todo el
pavimento. Mejor que en el auto. Haciendo un gesto de dolor, esperé hasta que
terminó y luego me acerqué a ayudarlo. Hacerlo sin que ninguno de nosotros
terminara encima del vómito fue una hazaña digna de un circo. Mis zapatos se
ensuciaron un poco, pero mis amigos antes que las Converse, o algo así.
—Quiero morir. —Angus gemía mientras que nos tambaleamos hacia el
vestíbulo—. Tú eres la única que me ama.
Eso era falso, pero claramente él llegó a la etapa triste. Así que murmuré
ruidos alentadores mientras me esforzaba para subirlo por las escaleras. En el
pasillo hacia el lugar de Ty, oí un ruido, como si la puerta se cerrara en silencio,
pero no podía investigar hasta que tratara con Angus. Y eso podría tardar un
poco.
Diez minutos después, logré subir las escaleras y entrar al apartamento.
Lo convencí de desnudarse y meterse en la ducha, pero no pude evitar que
vagara desnudo por todo el lugar. Max salió de su habitación, examinó la
situación y sacudió la cabeza.
—No. — Y se fue.
Menos mal, Lauren estaba en casa y me ayudó a vestirlo y meterlo en la
cama. Lo arrojamos sobre su estómago y dejamos la papelera a su lado por si se
sentía mal. En el momento en que cerramos la puerta de Angus, me sentía como
la noche anterior, después de escuchar gritar a Sam por más de una hora. La
comparación me hizo reír.
—¿Qué demonios? —preguntó Lauren.
—Terminó con Josh para siempre. 123
—Ooh. Podría haber sido mucho peor. ¿Por qué no me lo dijiste? —Su
tono tenía… algo. No sabía qué era. Acusación tal vez, como si esta fuera una
conspiración para excluirla—. Podría haber salido con ustedes.
Después de tratar con un Angus borracho, cuidarlo y mantenerlo a salvo,
estaba cansada, irritable y su implicación me puso los pelos de punta. —Pensé
que estarías en la biblioteca.
Sí. Eso dejó bastante claro que sabía que me mintió. Nos miramos fijo
durante un par de segundos hasta que ella deslizó su mirada a lo lejos. Por
primera vez, desde, nunca, no quería dormir en la misma habitación que ella.
Éramos mejores amigas y me estuvo mintiendo; eso me dolió, a ella también, lo
sabía, pero no lo suficiente para que dejara de hacerlo. Me dejó pasar y salir por
la puerta.
No tenía idea a donde iba hasta que mis pies me llevaron a la puerta de
Ty. Es demasiado tarde. Probablemente está en la cama. Me volteé sin llamar, pero su
puerta se abrió cuando empecé a alejarme.
Ojos cansados, pantalones de gimnasia, camiseta negra. Me abrió sus
brazos. Lo besé.
—¿Noche difícil? —preguntó cuando nos separamos.
—Sí. Lamento molestarte.
—Puedes venir cada vez que necesites hablar.
Probablemente no debería hacerlo, pero hablar de tus problemas era algo
que hacen los amigos, y me vendría bien la opinión de alguien que no viviera
con nosotros. Así que me senté mientras él preparaba un poco de té, en una
tetera real, me di cuenta, y le conté sobre el drama con Lauren y Angus.
Cuando me quedé sin palabras, estaba acurrucada junto a él con una taza
caliente en mis manos. Me sentía tan molesta que ni siquiera noté cuando me
acerqué.
—Vale, con Angus lo hiciste bien, necesitaba esa distracción. A Lauren
obviamente le está pasando algo. A veces las personas simplemente no están
listas para hablar. Sea lo que sea lo que ocurre, la hace sentir… —Se detuvo,
tratando de encontrar la palabra correcta—. Sola. Pero no es tu culpa. No
puedes ayudarla a menos que ella te deje. Entiendo que estás molesta pero no la
tortures por eso.
Apreté sus mejillas y lo besé suavemente. —Eres bueno en esto.
—Estoy fuera de práctica —admitió—. A pasado un tiempo desde que
alguien aparte de Sam vino con sus problemas y espera que les de algo de
sentido.
—Siento molestarte tan tarde. 124
—No podía dormir. —Ante la curiosa inclinación de mi cabeza, agregó—
: Empecé a preocuparme porque no respondiste mis mensajes. En mi cabeza,
llegué a la conclusión de que nunca más ibas a hablar conmigo y no descubriría
por qué.
Gracias a Diana.
Era impresionante escuchar a Ty admitir que pensaba demasiado, así
como yo. —Apagué mi teléfono para la clase y olvidé volver a encenderlo. Te
prometo que, si alguna vez decido que esto no funciona, no desapareceré y
hablaremos antes de que termine. ¿Está bien?
—Gracias —dijo suavemente.
Deseaba poder llevarlo al dormitorio y perderme en él. El sexo sería
increíble, el remedio perfecto para un día de mierda. Una espina melancólica se
clavó en mi palma, el anhelo de más de lo que me podía dar. Cuando entré, era
un desastre, pero ahora sólo había amor, brotando con la irresistible fuerza de la
risa o las lágrimas.
Un amor que no podía reconocer si quería que se quedara.
14
Traducido por AnnyR’
Corregido por Kish&Lim

El viernes en la mañana, Angus tenía tanta resaca que no podía moverse


sin gemir.
Sin embargo, no me podía quedar en casa para mimarlo, tal vez Lauren o
Max tomarían el control. Antes de irme, puse agua, galletas e ibuprofeno en su
mesita de noche. Buscó a tientas los remedios y se cubrió la cabeza.
—Estarás bien —le dije.
—Gracias, Nadia. —Las palabras salieron apagadas.
Exhausta, desayuné, salí apresuradamente a clase y luego conduje a C-
Cool. Hablando y texteando, los estudiantes se arremolinaban a mi alrededor. 125
Unos cuantos niños ya se encontraban en el salón de la señora Parker, a uno de
ellos le gustaba seguirme, lo que me asustaba al inicio del año. Ahora charlaba
con él mientras guardaba mis cosas. Considerando todo, la práctica fue bien. En
lugar de meterme en el camino de mi mentora, anticipé sus peticiones un par de
veces.
Me dio unos golpecitos en el hombro mientras me iba. —Sé que es difícil,
y tienes dudas, pero los chicos te responden y la paciencia que posees
naturalmente, es un regalo, Nadia. He conocido a personas de fiar, incluso en
esta etapa.
—Aprecio oírlo. Estoy aguantando. —Sería mejor una vez que el cambio
de horario comenzara en la Academia Arcoíris.
Pero por ahora, tenía que correr. Debido a que había charlado con la
señora Parker, no había sándwich de la tienda de conveniencia, pero Louisa me
esperaba en el salón con un plato que había guardado del almuerzo. Sospeché
que la señora Keller le había pedido que me cuidara, después de nuestra charla
del otro día.
—Ten cuidado, si los niños lo ven, pedirán más.
En cinco minutos, comí el perro de maíz, zanahorias y apio, y las
rebanadas de manzana. No era suficiente para llenarme, pero sería bueno para
una clase llena de niños de cuatro años si mi estómago no gruñía todo el
tiempo. Con treinta segundos de sobra, me metí en la habitación de la señora
Trent, sintiéndome como si hubiera ganado la Maratón de Boston.
—Estás toda sudorosa —dijo Sam, corriendo a abrazarme.
Acaricié su cabeza. Algunas veces era difícil no mostrar mi favoritismo.
—¿Por qué el dinosaurio cruzó la carretera?
—¿Para llegar al otro lado?
—Buena suposición, pero no. ¡Porque el pollo todavía no había sido
inventado!
Se rió. —Eso fue tonto.
—Oye, eres el que ama los dinosaurios. —Esperanzadamente, el Internet
no se quedaría sin material de dinosaurio antes de que ya no esté en esa etapa.
Sobreviví al viernes y pasé el fin de semana estudiando, como si fuera mi
última oportunidad, la próxima semana estaría tomando los exámenes de mitad
del trimestre. Lauren y yo no hablábamos mucho, pero Angus estaba mejor, así
que la noche del jueves valió la pena el drama. Max pasó menos tiempo tanto el
sábado como el domingo. Si se preparaba para sus exámenes o trabajaba más,
no tenía ni idea.
El domingo en la noche, tenía un mensaje de Ty. 126
Tengo libre el fin de semana del veinticinco. ¿Tú?
Eso era la próxima semana. Podría estar libre de los exámenes, el trabajo
y la práctica, pero no tenía planes.
¿Qué tienes en mente? Respondí.
Tú. Yo. Todo el fin de semana.
Repentinamente tenía más energía de lo que sabía qué hacer. Mis manos
en realidad temblaban cuando le pregunté:
¿Estás pidiéndome pasar el fin de semana contigo?
En mi casa, aclaró, como si yo realmente hubiera pensado que iríamos a
unas vacaciones juntos.
No puedo esperar.
Ese fue un eufemismo masivo.
Durante la próxima semana, la promesa del vigésimo quinto día actuó
sobre mí como un señuelo, estimulándome. No dormí en absoluto el domingo
por la noche, y el lunes, tenía los ojos borrosos, pero me enganché a las bebidas
energéticas. Atravesé los exámenes como si la información fuera líquida que
podría gotear de mis oídos y sobre mi escritorio. Mi cerebro sentía que eso
podría ser cierto.
En el trabajo, estaba tan agotada que Sam lo notó. Me encontraba sentada
en una de las pequeñas sillas, viendo los colores de los niños, cuando volteó a
mirarme. —Te ves triste, Nadia.
—Solo estoy cansada.
—Estabas cansada antes —apuntó—. Papá también. Se pone gruñón.
Escuchar la impresión de Sam sobre Ty puso una sonrisa en mi cara.
—Ser adulto es difícil. No soy muy buena todavía, sospecho.
—Entonces déjalo —conjeturó.
Fue una sugerencia convincente, pero no pensé que mis padres o mi
consejero académico se divirtieran al encontrarme escondiéndome en un pozo
de bolas mientras gritaba la canción del tema de Toys R Us. Pero parecía una
buena idea advertir a la señora Trent de que podría ser menos que estelar esta
semana.
—Exámenes de mitad de semestre —adivinó ella.
—Sí. Así que, si parece que he tomado drogas recreativas, prometo que
es solo agotamiento, así que no me haga hacer pis en una taza.
—Anotado.
127
Fue indulgente conmigo el resto del día, y el martes por la mañana, halló
trabajos que me obligaban a sentarme y ver mucho a los niños. No es que me
quejara. Me propuse trabajar duro una vez que superara este obstáculo. En
lugar de ir a Chuck E. Cheese's, di mis exámenes de martes y luego me quedé
dormida abrazando mi tableta, tratando de estudiar más para el miércoles por
la mañana. El final fue lo suficientemente fuerte como para que mi práctica se
sintiera como un descanso bienvenido; al menos no hubo prueba.
En el trabajo, respondí a los mensajes de Ty, aunque eran esporádicos y
discretos, cosas como, pensando en ti y ¿ya es viernes? Esa noche, cuando llegué a
casa, Lauren había preparado la cena, además de sus famosas galletas de avena.
Tomé el gesto como una disculpa.
—¿Estamos bien? —preguntó.
—Sí. Creo que este es la época más larga que no lo hemos estado. ¿Tu
mamá está enferma? —Era lo único en lo que podía pensar.
Sacudió su cabeza. —No, es… es solo que hice algo estúpido, es todo.
—¿Qué?
—Max.
Por un segundo, no me hallaba segura de haber oído bien. —¿Huh?
—No estaba en nuestra habitación esa noche porque estaba en la de Max.
—Pero por su expresión, eso no era bueno.
—No me digas que es terrible.
—No, el sexo estuvo bien.
De repente, creí entender el problema. —Y ahora te enganchaste con
alguien con quien vivimos, y es un poco raro.
—Sip. No puedo mirarlo ahora, y él sale de la habitación casi tan pronto
como entro. No sé lo que pensábamos.
Oh, Lauren. Él pensaba, por fin. Esto debe estar matando a Max.
En cierto nivel, había registrado que ya no estaba mucho aquí, pero tenía
tantas cosas en marcha que no podía controlar todas. A veces tenía que poner
mi propia casa en orden antes de hacer cualquier limpieza independiente, por
así decirlo. Por desgracia, no había forma de darle pistas a ella sin romper su
confianza.
—¿Qué vas a hacer? —Me decidí por una pregunta evasiva.
—En este momento, me sorprende que no te burles de mí. Max, de todas
las personas. —Sacudió la cabeza, suspirando.
Restringiendo una mueca de dolor en su nombre, le contesté: —Como 128
podría.
Estaba claro que veía todo esto como un buen sexo, mala idea, lo que
significaba que no tenía idea de cómo se sentía. Darle un puñetazo en la cabeza
podría ser mi siguiente movimiento. Lauren pensó que no era más importante
que cualquier otra persona con la que había dormido. Buena suerte cambiando su
opinión, pensé.
—Trata de actuar normal. Entonces son amigos con beneficios. —La
ironía de estar diciendo esto no se me escapó—. No es un gran problema,
¿verdad?
—No creo que nos beneficiemos de nuevo —dijo.
—¿Por qué no?
—Fue… —Hizo una pausa, como si tratara de organizar sus
pensamientos—. Sucedió por la razón equivocada, eso es todo.
—¿Estabas borracha? —Traté de no parecer crítica.
—Es complicado. —Su expresión se oscureció.
De alguna manera no pensé que Max hubiera hecho nada para justificar
esa mirada. Si tuviera que adivinar, diría que ella pensaba en su padre. El tipo
no había llamado ni escrito desde que se fue hace diez años. No era una
exageración imaginar que tenía problemas paternales, y había una razón por la
que prefería el sexo sin ataduras a profundizar. Las relaciones requerían
confianza, y ella no tenía mucha de sobra.
Debido a que se había abierto, debía hacer lo mismo, tanto como pudiera.
—Hablando de arreglos beneficiosos, estoy viendo al chico de abajo.
—¿Al Pelirrojo Sexy?
—Deja de llamarlo así. Se llama Ty.
—¿Y están saliendo? ¿Por cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?
—Digamos que estamos llevando a cabo una investigación de campo
para averiguar si los amigos con beneficios pueden funcionar.
—Así que son amigos que follan.
—Aún no —murmuré—. Pero tengo grandes esperanzas en este fin de
semana.
—Te diría que tengas cuidado, pero dada mi propia situación, siento que
sería un poco hipócrita.
—Lo que sea. Veamos televisión antes de volver a estudiar. ¿Cómo van
los exámenes?
129
Listo, ahora conoce a Ty. Ya no es mi secreto.
Se encogió de hombros. —No voy a tener un comienzo impresionante
este semestre, así que… tan bien como esperaba. Espero poder hacerlo mejor en
la fase final.
Angus llegó a casa mientras estábamos viendo un espectáculo de cocina.
Despidió a los concursantes con un gesto de mano. —Aficionados. ¿Cómo están
mis dos damas favoritas?
—Soñolientas —dije—. Pero decidida a releer el último material antes de
mañana. Los veré más tarde.
Tomando mi tableta, me metí en la cama, que probablemente no era el
mejor movimiento. Leí medio capítulo antes de desmayarme, y cuando mi
alarma se activó en la mañana, me caí de la cama tratando de apagarla. Si fuera
rica, podría romper relojes a diario, solo por la satisfacción de golpearlos de
forma permanente. Por supuesto, ser independientemente rica significaría que
podría dormir todo lo que quisiera.
Con un suspiro, me metí en la ducha. Me dolía todo el cuerpo por el
cansancio. Había estado saltando en el sueño, tratando de compensarlo con la
cafeína, y estaba a punto de golpear mi punto de inflexión. Me sentí tan mierda,
que ni siquiera me importó el fin de semana con Ty. Cuando llegara el viernes,
no estaría en condiciones de disfrutarlo. Lavé ese amargo pensamiento con un
poco de café y granola, luego me dirigí al trabajo.
Jueves. El jueves es una mierda.
Cuando entré en el estacionamiento de la Academia Arcoíris, no estaba
de humor para tratar con niños. Este mal humor parecía grabado en piedra
hasta que Ty salió del edificio. Por lo general dejaba a Sam antes, debía estar
atrasado. Mi primer instinto fue dejarlo ir, pero como si me sintiera mirándolo,
como aquella primera noche en su balcón, giró hasta que me encontró mirando.
—Nadia. —Juré que lo oí decir mi nombre todo el camino hasta aquí, su
expresión brillando como si yo fuera todas las cosas buenas del mundo. Luego
corría hacia mí.
Rara vez lo había visto vestido para trabajar. Por lo general, vi las
secuelas de un largo día, los pantalones arrugados, corbata manchadas de tinta.
Pero este Ty era nítido y hermoso: pantalones y chaqueta de la marina, camisa
blanca, corbata de rayas rojas y azules. Más conservador de lo que habría
imaginado, pero parecía increíblemente listo para un tipo que había peleado
con un niño de cuatro años antes de trabajar.
En comparación, me sentía como un billete de dólar arrugado.
—La mejor mañana de todas —dijo. 130
Antes de que pudiera preguntarle qué quería decir, me empujó contra el
coche y me besó. En el lote lateral, era dudoso que alguien pudiera vernos,
menos Sam, y quería demasiado esto para empujarlo lejos. Su boca era mágica,
repleta de endorfinas y dulzura. Era jarabe y panqueques para el alma.
—Guau —dije, sin aliento.
—Sip. —Una sonrisa tan perezosa y deliciosa. ¿Por qué no había notado
lo diabólico que podía ser?—. Podría empezar a salir diez minutos más tarde, si
este es el resultado. Odio besar y correr. Solo necesitaba un complemento para
durar hasta mañana por la noche.
Cuando me di cuenta de que estaba tan cerca de terminar los exámenes
de mitad de período, casi rompí a llorar. —¿A qué hora debería estar allí?
Ty ya se precipitaba hacia su coche, largas piernas poniendo distancia
entre nosotros. Nunca lo había visto correr antes, y me quedé atrapada por su
pura gracia animal. Llamó por encima del hombro: —Deberías estar en casa a
las nueve. Te enviaré un mensaje de texto tan pronto como me levante.
Como si no estuviera viendo.
El recuerdo de ese beso me llevó a mi turno matutino y a los exámenes
de la tarde. De alguna manera viví el viernes, también, y luego me dirigí a casa,
incapaz de creer que salí al otro lado con mi cordura intacta. Tropezando en el
apartamento, no vi a nadie al principio, pero cuando cerré la puerta, vi a Max
solo de pie en la cocina, apoyado en la nevera. No lo había visto desde que
hablé con Lauren el miércoles.
—Funciona mejor si la abres —le dije.
Cuando se dio la vuelta, aspiré. Los arañazos y los moretones
desfiguraron su rostro, y uno de sus ojos estaba casi hinchado. Dejé caer mi
mochila y corrí hacia la puerta de su dormitorio, anticipando su siguiente
movimiento, y era apenas lo suficientemente rápido como para impedir que
pasara por delante de mí.
—No quiero hablar —dijo.
—Vale. —Aunque originalmente planeé subir a la ducha y prepararme
para esta noche, tuve tiempo. Agarrándolo del brazo, lo llevé a su dormitorio y
cerré la puerta detrás de nosotros.
—No malinterpretes esto, Conrad, pero no estoy ni remotamente de
humor.
Sonriendo, ignoré la broma coja y cogí un controlador de juego. —Vamos
a disparar algunas cosas.
Suspiró. —¿No te irás?
131
—Dentro de una hora, lo haré.
Max se dejó caer en la cama y lanzó un violento y ruidoso juego. Por una
buena media hora, ninguno de nosotros dijo una palabra, solo turnándonos en
zombis. Este no era mi tipo favorito de juego, y por lo general me hallaba
demasiado ocupada para jugar, pero valió la pena cuando dejó de verse tan
jodidamente solo.
Finalmente, hizo una pausa y se dejó caer en la cama. —No me estás
preguntando.
—¿Quieres que lo haga?
—Realmente no.
—Ahí tienes, entonces. —Suavemente puse una mano en su cabeza.
Para mi sorpresa, Max se sentó y me abrazó. Sin entender, envolví mis
brazos a su alrededor y le froté la espalda. Su respiración salió en bocanadas
desordenadas, y no lloró, pero sentía lo mismo; solo unas interminables oleadas
de estremecimientos mezclados con jadeos dolorosos. Lo sostuve y no dije nada
porque sabía que Lauren tenía que estar mezclada de alguna manera. Ella no
mencionó una pelea el otro día, pero tal vez esto era un nuevo desarrollo.
Al rato, se alejó, aún maltratado, aún magullado, pero había una leve
sonrisa tímida en sus ojos. Llamaría a eso progreso.
—No eres tan mala —dijo.
—Esta es tu casa, ¿de acuerdo? No vagues por las calles, buscando
problemas. Aquí hay gente que te quiere.
—¿Tú me quieres? —Fingió una mirada lasciva.
—Diría que eres el hermano molesto que nunca tuve, pero ya tengo uno.
Así que puedes ser mi primo irritante. —Me puse de pie, me estiré y vi el reloj.
Mierda. Eran las ocho y había dejado mi teléfono en mi mochila. Si Ty
llegó temprano a casa, debe estar preguntándose dónde diablos estoy. No te estoy
dejando plantado, lo prometo.
—Puedes marcar la salida. Estoy bien. —Max sonrió, el movimiento
tirando de su labio partido.
Después de salir de su habitación, inmediatamente revisé mis mensajes.
El alivio surgió a través de mí cuando me di cuenta que Ty todavía debía estar
con sus padres. Vacié mi mochila de cuadernos y tableta, luego añadí mi
teléfono y cargador, dos pares de ropa interior, un par de camisetas, mi cepillo
de dientes. Nunca había pasado el fin de semana con un tipo, en casa o de otra
manera. No tenía ni idea de qué llevar. Aunque sospeché que no lo necesitaba,
metí mi bolsa de cosméticos.
132
¿Quizás debería haber cocinado algo? ¿Es raro suponer que estaremos desnudos
todo el tiempo? ¿Debo empacar más pantalones? ¿Pijama? Con un encogimiento de
hombros, decidí que podía correr arriba para cualquier cosa que necesitara,
aunque trataba de evitar las burlas y la inquisición de mis compañeros de
cuarto. Bastante extraño que este sexotón ocurriera en nuestro edificio. Los
habituales rituales de pre sexo me tranquilizaron un poco. Me duché, enceré,
hidraté y luego me metí en los pantalones de yoga y una camiseta que se
descarta fácil. Tal vez debería vestirme para impresionar, en cambio, pero tuve
la sensación de que cualquier cosa que llevara acabaría en su piso. Espero que sí,
de todos modos.
A las nueve y quince, mi teléfono sonó. Ty:
Estoy en casa en 5 4 3 2… ¿Estás lista?
No tienes idea.
Corrí por las escaleras para encontrarme con él.
15
Traducido por AnnyR’
Corregido por Kish&Lim

Ty estaba entrando cuando llegué al vestíbulo. En las puertas del frente,


me estrechó, me besó en la frente y luego dejó su brazo alrededor de mis
hombros mientras nos movía hacia su casa. —No tienes ni idea de lo mucho
que he estado esperando este fin de semana.
—Me ayudó a atravesar los exámenes —confesé.
Eso provocó una sonrisa cuando abrió la puerta y encendió las luces.
Esto era lo más sucio que había visto su casa, probablemente porque tuvo que
alimentar a Sam, hacer las maletas para la guardería, además de la bolsa del fin
de semana, y sacar a su hijo de la casa temprano. Esta fue probablemente la
133
primera vez que volvió en todo el día. No me molestaba, pero Ty iba por ahí
recogiendo juguetes perdidos, como si no quisiera que se lo recordaran. Los
metió en el maletero y luego se volvió hacia mí.
—Déjame darme una ducha rápida, ¿sí? —Estaba un poco sorprendida
de que no sugiriera que tomáramos una juntos, y debe haber leído eso en mi
cara, porque agregó con una pequeña sonrisa—: El sexo en la ducha puede ser
complicado. Tenemos que trabajar en ello. Además, quiero tomarme mi tiempo
en la cama, sin preocuparme por la cantidad de agua caliente que nos queda.
—Me gusta como piensas.
Desapareció en el cuarto de baño, y encendí la televisión. Ahora que
estábamos finalmente en la cúspide de cambiar todo, las mariposas aleteaban
como pterodáctilos en mi estómago. Había tanta acumulación, tanta tensión. ¿Y
si la realidad no pudiera estar a la altura de las expectativas? Fruncía el ceño
ante un infomercial cuando Ty entró en la sala de estar, secándose el cabello.
—¿No crees que los utensilios de cocina antiadherentes atrapan el sabor
y no requieren aceite?
El alboroto dentro de mí se convirtió en una sensación diferente cuando
me di cuenta de que estaba desnudo, aparte de la toalla azul anudada alrededor
de su cintura. Mi mirada se deslizo a sus pies, los segundos dedos de los pies
más largos que el primero, viajó hasta las pantorrillas bien musculosas y los
muslos delgados. Saltando hacia arriba, admiré las gotas de agua adheridas a su
pecho. Tenía el estómago ligeramente surcado, no un paquete de seis, no tenía
tiempo para eso, pero lo suficiente como para tentarme a trazar las líneas. Los
hombros anchos, los brazos fuertes, era el paquete total, y aún más cuando
consideras cómo lo listo y divertido que era, la persona tan asombrosa que era.
Cuando subí la mirada, se ruborizó, ya sea con emoción o vergüenza.
—Maldita sea. Esa mirada parecía un juego preliminar. Iba a ofrecerte un
trago, pero…
—No tengo sed.
—Entonces apaga eso. Demasiada televisión es mala para ti.
Sonriendo, me levanté y tomó mi mano. Caminamos por el pasillo hacia
su habitación, y me di cuenta que la puerta de Sam estaba cerrada. Simbólico, lo
más probable, representando el compromiso de Ty de mantener separadas estas
dos partes de su vida. Tenía una cama de tamaño completo con una cabecera
negra de hierro forjado, y ya se hallaba deshecha, revelando sábanas de color
marrón bajo el edredón azul y marrón con dibujos circulares.
Se volvió y me puso la palma en la mejilla. —No sé lo que estoy
haciendo. Nunca he tenido una mujer en esta cama.
134
Perversamente, me alegré de oír eso. Incluso si nunca tuviéramos una
relación regular, esta parte de él era mía. —Creí que dijiste que solo había
sido…
—Salgo de vez en cuando, recojo a alguien, ya sea en un bar o una fiesta.
Luego vamos a su casa. No me quedo la noche.
Puesto de esa manera, sonaba deprimente, no era el estado de ánimo
adecuado para nuestra primera vez. Pero no pude dejar de preguntar: —¿Cómo
es eso mejor que rechazar?
Una sonrisa irónica. —No estoy solo. No hablemos de esto, ¿de acuerdo?
—Solo necesito preguntar una cosa más.
—Siéntete libre de hacerlo.
—¿Seguirás haciendo eso mientras hacemos esto? —Traté de no sonar
molesta porque no teníamos un compromiso.
—Por supuesto que no. Pero puedes… hacer lo que quieras. —Para mi
gran placer, rechinó esa última parte, como si odiara decir las palabras.
Me reí suavemente. —No tendría tiempo ni energía. Esto es suficiente.
Tú eres suficiente.
—Si eso es verdad, llevas demasiada ropa. —Agarró la parte inferior de
mi camiseta y la pasó sobre mi cabeza en un movimiento suave.
No pensé que esperaba que estuviera semidesnuda tan rápido porque se
calmó, con los ojos en mis pechos. Había gente que me tocaba y no me excitaba
tanto como esa mirada. Miré su cara mientras me quitaba mis pantalones de
yoga. Ahora tenía mis bragas, y él todavía usaba la toalla. Mi mano tembló
mientras la sacaba de sus caderas. Nunca había sido propensa a comparar los
paquetes de hombres, pero el suyo hizo agua mi boca. Solo con un vistazo, era
deliciosamente obvio cuánto me deseaba.
—Eres tan hermosa —susurró.
No importaba si lo era, solo que lo creía así. —Ven a la cama.
Me recosté en el colchón, haciéndolo venir hacia mí. Fue gentil cuando lo
hizo, y me retorcí sobre mi lado, con los ojos clavados en su cara. Ty llevaba una
expresión de incredulidad y anhelo, como si no pudiera creer que estuviera
aquí. Me besó por fin, los labios delicados como un pétalo de flor cuando yo
quería mucho más. Esa ligereza no duró mucho. Con un gruñido hambriento,
profundizó el beso, y probé la menta en su lengua.
Contra mi boca, susurró: —Te he imaginado tanto aquí.
—¿Sí? —Me encantaba saber que había fantaseado acerca de mí.
—En mi escena favorita, entras por la puerta del patio. Me encuentro
profundamente dormido en la cama y me despiertas. 135
—¿Cómo lo hago?
Un estremecimiento lo atravesó mientras tocaba mi labio inferior con la
yema del dedo. —Con tu boca.
Burlándome, le susurré: —Eso es sucio. No estoy segura de cómo me
siento acerca de tomar ventaja de un hombre indefenso y dormido.
Se estremeció. —Para estar claros, se otorga el consentimiento con
antelación.
Más besos. Lo inicié, usando el movimiento favorito de Ty. Me encantó la
rigurosidad de su piel contra mis palmas. Mientras mordisqueaba su labio
inferior, me acercó más, hasta que mis pechos encajaron contra su pecho. Hizo
un sonido en su garganta y envolví un muslo alrededor de su cadera, tratando
de acercarme. El cambio nos hizo frotarnos deliciosamente, solo con mis bragas
entre nosotros.
Teniendo en cuenta lo salvaje, lo desesperado que había sido la primera
vez que nos tocamos, su paciencia parecía inusual. De repente, sospeché que
sabía por qué. —Hiciste trampa, ¿verdad?
—¿Hmm? —Formaba un tierno camino de besos por mi garganta,
mordisqueando, lamiendo y evocando todos los hormigueos.
—Sé lo que hiciste en la ducha. —Girando su cabeza a un lado, le mordí
el hombro. Eso lo volvió loco la última vez. Me recompensó con un siseo de
placer—. Y no puedo creer que no me dejaste ver.
Ty palpitó contra mí; el empuje y la oleada me hicieron gemir. —Te
mereces más de siete minutos en el cielo, por así decirlo.
—Pero te perdí. En la ducha. Todo jabonoso y húmedo. Prometo que
habría sido bueno para mí. Yo estaría aún más excitada de lo que estoy ahora.
Ty cayó sobre su espalda cuando le di un pequeño empujón y por el salto
en su respiración, le gustó la idea de que lo observara. —La próxima vez —
prometió—. Aunque por qué estaría haciendo eso otra vez cuando estás aquí…
—Fue tu idea —susurré—. Y es grosero invitar a alguien y luego
mantener toda la diversión para ti.
—Lo compensaré. —Cuando acaricié su pecho hacia su vientre, clavó sus
manos en las sábanas—. Si sirve de… consuelo, no está ayudando tanto como
yo es-esperaba.
Bien. No lo dije en voz alta, pero lo quería en la cama como fue esa noche
en el sofá. Incoherente, temblando, completamente en llamas. Besé y lamí un
sendero alrededor de su ombligo, luego cambié de dirección, mordí su pezón en
el camino hasta sus oídos. Puse una palma en su muslo, un susurro, pero no lo 136
moví hacia arriba. En vez de eso, me incliné y mordí la oreja, recordando cómo
me había rogado que los tocara.
—Mierda. —Aspiró, cerrando los ojos.
Giró su cabeza, dándome un mejor acceso. Mordí y lamí suavemente,
hasta que temblaba. Una zona tan extraña y específica, pero claramente lo
volvía loco. Entonces fui por su otro oído y gimió. Ahora estaba más cerca de
donde lo quería, salvaje y exigente, no tierno y civilizado. Podría llegar un
momento en el que disfrutaría de este último, pero esta noche no.
Me empujó sobre mi espalda, sin finura, y bajó la cabeza. Su boca en mis
pechos estaba muy cerca de lo mejor que había sentido. Ty jugaba a mi manera,
sin tocarme por debajo de la cintura, no importaba lo mucho que lo quisiera. Me
retorcía mientras él trabajaba su boca sobre mí, absorbiendo mis pezones hasta
que agarré su cabeza, exigiendo más. Luego me tentó con los dientes, todavía
seguía sin ser suficiente. Rodé las caderas, desesperada por la presión. Arrancó
mis bragas con una protesta gutural que todavía debía usarlas.
—Si no entró en tu interior —susurró—, voy a explotar.
—Condón. —Me las arreglé para responder.
—Dios, sí.
Mis manos temblaban demasiado para ayudarlo, y él estaba torpe. Me
tomó dos intentos cubrirlo, y entonces me puso en vertical y se sentó detrás en
un ángulo contra las almohadas. Bajé sobre él lentamente, envolviendo mis
piernas alrededor de sus caderas. En un perfecto ajuste, palpitó dentro de mí,
tan caliente, tan duro. Me apreté, y tembló, con los labios entreabiertos. Con la
luz de la luna filtrándose, su rostro era lo más sexy que había visto.
—¿Así? —Me moví.
—Sí. Tengo que verte, abrazarte, saborearte. —Sus ojos se hallaban en los
míos cuando cogió mi culo, moviéndonos juntos, lento primero y luego más
rápido—. Muéstrame que se siente bien.
Encontré el ritmo rápidamente, amando la fricción, el roce caliente de su
sudorosa piel en la mía, su pecho contra mis pechos. Si me inclinaba un poco
hacia adelante, era incluso mejor. Con cada empujón y deslizamiento me salían
chispas agudas de placer. Me mordió el cuello, causando un dolor tierno, y
susurré su nombre.
—Jesús. —Se hinchó dentro de mí, reaccionando, así que lo dije de
nuevo, hasta que solo quedaba su nombre, y nuestros cuerpos, moviéndonos
juntos, más rápido, más duro. Sus dedos podrían estar magullando mis caderas,
y no me importó—. Nadia.
137
El aliento caliente me salpicó los labios, así que me incliné en esos dos
centímetros y tomé su boca. Casi allí. Lo pensé, no lo dije, pero su boca sí lo dijo,
mientras empujábamos a casa. Se sacudió y se estremeció, y el placer rodó a
través de mí en oleadas, apretando mis muslos, una y otra vez, hasta que nos
encontrábamos jadeando en los hombros de cada uno. Todo mi cuerpo se sentía
suelto y caliente, la culminación perfecta de tantas semanas de desear lo que
pensé que nunca tendría.
No sucedió como esperaba, pero fue un sexo increíble. Ty besó mi sien
sudorosa y me levantó. Se fue dos minutos según su reloj de cabecera. Cuando
volvió, yo era un charco derretido de chica en un lado de la cama, demasiado
cansada para arrastrarme bajo las mantas. Las pasó sobre mí y luego se metió a
mi lado. No me habría sorprendido si se hubiera dado la vuelta, pero en vez de
eso me puso en su contra, encontrando el lugar perfecto para mi cabeza en su
hombro. Encajamos como piezas de rompecabezas, y la felicidad brilló a través
de mí como un caleidoscopio, todos los colores brillantes recorrieron el espectro
en mi cabeza.
—Dos días no es suficiente —dijo Ty—. Así que tengo que pedirte que
vuelvas en noviembre.
Me emocionó que parecía tan seguro. Pero entonces me di cuenta. —Eso
es Acción de Gracias. ¿No estarás con tus padres? Y aunque no sea así, voy a
Nebraska con Lauren.
—Jodidas vacaciones.
Sonreí. —Para mí no. Estaré muy lejos.
Sus brazos se apretaron alrededor de mí. —No digas eso.
—Voy a regresar, Ty.
—Lo sé. Pero te voy a extrañar.
—Yo también. Pero si tienes video chat, podemos vernos y hacer cosas
sucias.
Volvió la cabeza hacia mí y me sorprendió la débil sonrisa. —Tienes mi
atención.
—No es como estar aquí, pero… —Él ya sabía que me ponía caliente ver,
así que no había necesidad de elaborar.
—Ni siquiera pensaría en hacerlo por nadie más que por ti —admitió.
—Claramente, soy especial.
—No tienes ni idea. —Ty besó la cima de mi cabeza, mis mejillas, mi
barbilla y finalmente mi boca. Este beso fue lento y perezoso, exploratorio y
tierno, porque los dos estábamos cansados; ninguna posibilidad de que pudiera
conducir al sexo sin que durmiéramos unas horas antes.
138
Pero recordé lo que había dicho sobre las pequeñas cosas. No tenía las
uñas largas, así que tal vez no sería tan bueno, pero dibujé ligeramente con mis
dedos sobre su espalda. La piel de gallina emergió inmediatamente como
consecuencia de mi tacto. Prácticamente ronroneó.
—No te detengas —exigió.
—Definitivamente no. Este es uno de los beneficios de dormir juntos.
—Mmm. Dios, Nadia. Esto es demasiado bueno. Tú lo eres.
Eso solo me mantuvo acariciando durante diez minutos. Pero finalmente
un bostezo se me escapó. —Sé que son solo las diez y media, pero ¿me odiarías
si me fuera a dormir?
—Ahora sé que estabas hecha para mí. Pensaba lo mismo.
Nunca en mi vida había dormido con un chico, pero con Ty, era perfecto.
Fácil. Acabé de rodar sobre mi lado izquierdo, se metió detrás de mí, y ambos
nos dormimos. Cuatro horas más tarde, según el reloj, me desperté con la
necesidad de orinar. Ty todavía me sujetaba, así que me tomó algo de trabajo
salir de debajo del brazo sin despertarlo.
Volviendo de puntillas al baño, recordé su confesión y un impulso
diabólico se hizo cargo. En lugar de acomodarme en silencio a mi lado de la
cama, me clavé debajo de las sábanas y lo encontré medio duro ya. Unos
golpecitos suaves y creció en mi palma.
Se movió, extendiendo sus muslos para hacer espacio, y por unos pocos
segundos tensos, pensé que estaba despierto. Pero su respiración se mantuvo
estable, y esperaba que estuviera soñando lo que sospechaba que podría ser.
Imaginando el momento en que se corría en el sueño y se despertaba del mismo
modo, bueno, tuve que esforzarme para no poner mi mano entre mis piernas
justo entonces.
No era broma. Suavemente lamí de arriba abajo hasta que estaba bien
lubricado, luego lo chupé en mi boca. Sabía limpio y saboreé el contraste de
dureza y sedosa piel frotando sobre mi lengua. Manteniendo los dientes bien
alejados, gradualmente aumenté la presión de la succión, hasta que comenzó a
moverse, tomando mi boca en embestidas lentas y soñadoras.
—Más fuerte. Chupa más fuerte. —Por la melodiosa calidad de su tono,
tenía que estar mayormente dormido, pero perdido en el placer, perdido en mí.
Tuve que moverme, meter las sábanas entre mis piernas, así tenía algo
que frotar contra mí. Durante largos y deliciosos momentos, le hice el amor con
mi boca mientras rodaba mis caderas y apreté mis muslos contra el edredón. No
era lo ideal, pero necesitaba dos manos para acariciarlo y hacerlo bueno para él.
Mmm. Casi. Estaba húmeda y moviéndome más rápido, chupando más fuerte.
139
Un minuto después, el sueño y la realidad se fundieron cuando él se arqueó y
gimió mi nombre. Ty se corrió en mi boca justo cuando me vine, y luego se alzó
en un codo, una deliciosa mezcla de sexo sonrosado y confusión. Sus ojos se
encontraban medio abiertos, y retiró las sábanas para descansar sus manos en
mi cabeza mientras que suavemente lo alivié a través de las réplicas. Durante
unos segundos, su garganta se movió, pero no salió ningún sonido.
Luego me arrastró encima de él, besándome con tanta ferocidad que me
quedé aturdida. Tuvo que probarse a sí mismo en mi lengua, pero no parecía
molestarle. Su pene estaba resbaladizo y pegajoso entre nosotros, suavizándose
contra mí, pero no se relajó en el fervor de su agarre ni en la feroz gratitud de su
boca.
Cuando se retiró, no pudo dejar de probarme. Labios, párpados, mejillas,
barbilla, sienes. En todas partes, todo, quería todo de mí.
—Nadie ha hecho que mis sueños se hagan realidad antes —susurró
finalmente.
—Entonces te lo debías.
—Me temo que, si parpadeo, te habrás ido. No creía que nadie tolerara
las reglas y limitaciones que me acompañan.
—Lo vales. —Mi tono debió convencerlo de que lo decía en serio porque
su expresión se suavizó, y se movió para poder sostenerme apropiadamente, y
fue un alivio porque no era cómodo descansar directamente encima de él. Yo
era demasiado alta, y me preocupaba que podría estar aplastándolo.
—Te juro, que te mudaras a este edificio es lo mejor que me ha pasado.
Con una sonrisa, le contesté: —Si hubiera sabido que el complejo llegaba
con tales ventajas, habría firmado el contrato antes. Eres mucho mejor que la
sala de pesas.
—¿Sí? —repuso, entrelazando sus dedos entre mis muslos, luego emitió
una suave maldición—. Mierda. La mamada te hizo venir.
—Síp. —Bueno, la manta ayudó. Pero era mejor para su ego no oír eso, y le
vendría bien la confianza en sí mismo. Fijado en viejos errores, Ty no parecía
tener ni idea de lo increíble que era.
Tenía la intención de pasar el fin de semana mostrándoselo.

140
16
Traducido por AnnyR’ & Jadasa
Corregido por Kish&Lim

Cerca de las once de la mañana siguiente, Ty se agitó a mi lado. Había


estado despierta por quince minutos, pero era tan lujoso estar en sus brazos que
no me moví. Su mano se movió en mi espalda con perezosas caricias, mucho
antes de que abriera sus ojos. La sonrisa empezó ahí, cuando su mirada halló la
mía. No era incomodo ni extraño, y me di cuenta que estaba feliz de verme, no
solo en el sentido eufemístico.
Se estiró perezosamente. —Me siento fantástico.
—Yo igual. ¿Deberíamos levantarnos?
—Probablemente. 141
Rodé fuera de la cama y usé el baño primero, luego se tomó su turno, y
después, compartimos una ducha espumosa y juguetona. Él me secó con lentos
y burlones barridos de la toalla, y si no tuviera tanta hambre, lo habría
arrastrado de vuelta a la cama. Mientras revisaba mi mochila, buscando mi
estuche cosmético, él me besó en el hombro.
—¿Perdiste algo?
—Lo encontré.
—¿Loción de pepino? —Ni siquiera miró la etiqueta.
Curiosa, abrí la botella y froté un poco en mis palmas. —Es pepino y té
verde. ¿Pero cómo lo sabías?
—Me doy cuenta de todo sobre ti —dijo simplemente—. No usas
perfume a menudo, pero cuando lo haces, huele a pepinos y melón. No usas
mucho maquillaje. Prefieres botas que cualquier otro calzado. Las Converse son
un segundo próximo. ¿Debo seguir?
Mi ritmo cardíaco se triplicó, y para ocultar el placer de mi reacción, lo
desafié con una ceja levantada. —¿Cuál es mi color favorito? ¿Comida?
¿Canción? ¿Película?
—Esas no son cosas que puedo aprender de la observación. Tienes que
decírmelo.
Su sonrisa era tan suave, nunca había tenido a nadie que me mirara así.
Alisó sus palmas contra las mías, tomando la loción sobre su piel, luego la
aplicó suavemente, frotándola arriba y abajo por mis brazos. Girando, ofrecí mi
espalda y cubrió cada centímetro, en vez de mis esfuerzos descuidados
habituales de después de la ducha.
Mientras lo hice con mis piernas, me las arreglé para coquetear. —¿Estás
preguntando?
—Sí. Pero antes de soltar esa información, ¿quieres que preparemos algo
de comida o salgamos?
—Hmm. Se supone que es nuestro fin de semana, pero no puedo decidir
cuál es más perezosa.
—¿Influenciaría tu decisión saber que no hice compras esta semana?
Me reí. —Sí, y mis habilidades no se extienden demasiado de la cazuela
de perros calientes.
—Oye, eso fue increíble. Pregúntale a Sam.
Todavía pensando, me acerqué al dormitorio y me puse ropa interior
limpia, pantalones de yoga, camiseta. —No traje mucho conmigo, pero…
—¿Quieres pedir pizza? 142
—Prefiero desayunar —confesé—. Veamos qué hay en la cocina.
Encontré suficientes huevos para freír algunos y hacer tostadas francesas.
—Puedo trabajar con lo que hay aquí.
—¿Estás segura? —preguntó—. Yo puedo hacerlo.
—Te toca mañana. Te lo advierto, tengo grandes expectativas.
Ty se sentó en un taburete de la cocina y me vio rajar los huevos, batir la
leche y la vainilla, como si fuera totalmente asombroso. —Dijiste que no sabías
cocinar.
Primero probé mi sartén, asegurándome que estuviera lo suficientemente
caliente. Luego sumergí el pan en la mezcla y lo puse en la sartén. —Cuando
estaba en la escuela secundaria, trabajaba en un restaurante, ayudando en la
cocina. Los platos en su mayoría, pero el cocinero de frituras me mostró lo
suficiente para cubrir sus descansos.
—Así que… hamburguesas, papas fritas, sándwiches, tostadas francesas,
huevos, ¿qué más?
Bien, así que quizá alardeaba un poco cuando volteé la tostada sin una
espátula. —Panqueques de una mezcla. También puedo hervir la pasta y freír
cosas.
—Suena bien para mí.
Muy pronto, tuve seis tostadas hechas y las puse en su horno, colocadas
a temperatura baja, para mantener el calor mientras fritaba los huevos. No se
me ocurrió pedir permiso antes de hurgar en su nevera y armarios, quizás eso
fue grosero, pero Ty no se quejó. Después de poner la mantequilla y el jarabe,
encontré el café y me puse a prepararlo. Él tenía una máquina simple, que era
un alivio porque odiaba las que venían con tantos botones y accesorios. Nunca
llegaría a ser barista.
—¿Cómo quieres tus huevos?
—Fritos.
Los hice rápidamente, luego serví nuestro desayuno. Ty cogió el plato
que le acerqué: dos huevos fritos, tres trozos de tostada francesa. Sonriendo,
serví dos cafés y rodeé el mostrador para sentarme a su lado. Había comido el
desayuno con algunos novios de vez en cuando, pero nunca cociné. Este fue un
fin de semana para todo tipo de primeras veces.
—Está bien, ahora tengo que ponerte a prueba —bromeé.
—Abraham Lincoln.
—Buena suposición, pero no. Teniendo en cuenta tus impresionantes
143
observaciones, ¿cuál crees que es mi color favorito?
—¿Verde?
Incliné la cabeza, sorprendida. —¿Como supiste?
—Lo usas mucho.
Mentalmente, me clasifiqué a través de mi armario y me di cuenta de que
tenía tres sudaderas verdes, diferentes tonos, y cuatro suéteres verdes, aunque
para ser justos, uno de ellos podría pasar como turquesa bajo la luz correcta. Y
era increíble que él prestara atención. Eso merecía un beso de victoria, así que
me incliné, planeando presionar mis labios contra su mejilla, pero Ty volvió su
cabeza y lo recibió en la boca. Sabía a jarabe, mantequilla y café, perfección
absoluta de la mañana. Me lamí los labios.
—Me gusta este juego —murmuró—. Creo que estoy ganando.
—No te pediré que adivines mi comida favorita. Ya que no hemos
comido mucho juntos, no sería justo.
—Entonces dime.
—Mi abuela era de Rusia, y cuando era niña, cada invierno, cuando caía
la primera nieve, hacía una gran olla de sopa de setas, de ternera y de cebada.
—Era extraño hablar de ella; murió cuando tenía dieciséis años—. Y desde que
se fue, nunca he probado una tan buena, ni siquiera la de mi madre. Lo que es
raro, es la misma receta. Ella hizo el pan negro más delicioso para acompañarla.
Para mí, esas dos cosas son a lo que sabe el invierno.
Le eché un vistazo, avergonzada de convertir mi comida favorita en una
historia tan personal, pero Ty simplemente me observaba. Levanté mi barbilla,
desafiándolo a hacer una broma.
Su respuesta fue sorprendentemente seria. —Para mí, el invierno es el
pastel de mamá. Tenemos parientes en Irlanda, de su lado, que le enseñaron la
receta. Sí —añadió, avergonzado—. De ahí viene el cabello.
—Me gusta —dije suavemente.
—Puedes imaginar cómo fue en la escuela primaria.
—Recibí bromas por la estatura. Empecé a crecer cuando tenía doce años
y no me detuve hasta que tenía dieciocho años.
—Eres impresionante.
Ahí se fue mi corazón otra vez. Me olvidé del desayuno en mi plato y me
centré en su rostro como si hubiera una prueba. En respuesta a mi mirada, se
inclinó y me besó, trazando una yema del dedo por mi mejilla para descansar
ligeramente en mi barbilla. Mis ojos se cerraron, pero él no siguió, y los abrí,
débilmente decepcionada.
144
—¿Ahora no?, ¿tienes dolor de cabeza?
—Hablábamos. Si lo acortas, me sentiré barato y sucio.
Sonreí. —Dices eso como si fuera algo malo.
—Sucio no, pero en serio quiero conocerte mejor. Siento que antes,
nuestro tiempo ha sido robado, apresurado, lo que sea.
—Eso es justo. Bien, ¿dónde estábamos?
—Hablábamos de comida de invierno. Tengo curiosidad por lo que
dirías por las otras tres temporadas.
—Eso es fácil. El verano es sandía helada. El otoño es… —Eso requirió
un poco más de reflexión, así que terminé el desayuno—. Cazuela de calabaza.
Y para la primavera, tengo que ir con pastel de fresa. Tu turno.
—El verano es una cerveza helada. El otoño es puré de patatas y salsa. La
primavera es el salmón a la parrilla, sazonado con cal. ¿Qué diablos es una
cazuela de calabaza?
Riendo, cogí mi teléfono y busqué una receta para él. —¿Ves? Suena mal,
pero es muy bueno, lo juro.
—Te creeré. ¿Ya terminaste?
—Sip. Gracias.
Tomó mi plato y los puso para remojar en el lavabo mientras nos fuimos
a acurrucar en el sofá. No estaba lo suficientemente fría como para encender la
calefacción todavía, pero sí lo suficiente como para sentirme bien acostándome
con él y cubriéndonos con una manta. Su brazo alrededor de mis hombros se
sentía perfecto, y cuando me incliné en su contra, era difícil imaginar que esto
era solo un tiempo muerto, por así decirlo, y que la vida real se reanudaría
pronto, sin nada de esto entre nosotros.
Amigos con beneficios.
—Canción favorita —me pidió, apoyando una mano en mi nuca.
Me sentí tan bien que incliné la cabeza, y pronto, él jugueteaba
distraídamente con mi cabello, entrelazando rizos alrededor de sus dedos. Un
estremecimiento agradable me atravesó.
—Mmm, eso es difícil, porque la música que escucho es impulsada por el
estado de ánimo. Pero si puedo elegir una, diré “Fuckin' Perfect”. —Frunció el
ceño, y recordé que Ty era más indie. Así que aclaré—: Pink. Es una perra si está
cantando una canción de ruptura, himno de chica o algo más emocional. ¿Tú?
—Por el momento, definitivamente es “Afraid of Everyone” de The
National.
—Opción oscura. 145
Lo sentí encogerse de hombros. —Se adapta a mi estado de ánimo la
mayor parte del tiempo.
—¿Vamos por… película favorita?
—Sí.
—No te rías. Es vieja. Pero nunca me canso de Groundhog Day. Es más
profunda de lo que parece la premisa, casi existencial. —Había tenido esta
conversación con otras personas, la mayoría de las cuales pensaba que estaba
loca, especialmente cuando empecé a enviar enlaces a ensayos de Internet sobre
el simbolismo y entrevistas con los productores.
—Eres tan linda. —Ty envolvió su otro brazo alrededor de mí y cambió
de puesto así que estaba acurrucada entre sus piernas, apoyada contra su
pecho—. Nunca la vi, pero tal vez deberíamos verla este fin de semana. Puede
que esté en Netflix. —Señaló su televisor, y noté que tenía un ordenador portátil
enganchado—. Más barato que el cable.
—Buena idea. Tal vez podamos hacer eso arriba. ¿Cuál es tu elección?
—La vieja película de JGL, indie. Se llama Brick.
—Nunca he oído hablar de ella. —Tuve suerte de saber quién era JGL.
—Es genial, es una historia negra ambientada en una escuela secundaria
acerca de un niño tratando de averiguar quién mató a su novia.
—Estoy intrigada. Vamos a ver las dos —sugerí—. Ver lo que pensamos
de la elección del otro.
—Podemos salir a cenar más tarde, si estás preparada para ello.
Eso sonaba tanto como una cita que, al principio, no sabía qué decir. Pero
honestamente, ¿cómo pensabas que iba a ir este fin de semana? ¿Nada más que el sexo
entremezclado con Ty ignorándote?
En voz alta, dije: —¿Podemos hacer la doble función después?
—Puede arreglarse.
—Así que dime cómo eras en la escuela secundaria. —Me preguntaba lo
que iba a decir, pero también tenía curiosidad por su vida antes. Antes de
Diana, antes de Sam. Era difícil imaginar a Ty haciendo locuras; lo había visto
solo adulto y serio.
—Jugaba al baloncesto. Mal. Pero es una ciudad pequeña y el entrenador
molestaba a cualquier persona de más de metro ochenta.
—¿Entonces creciste en el Mount Albion?
—Sip, nacido y criado. Sin embargo, no tenía intención en graduarme 146
aquí. Planeaba ganar algunos créditos y luego transferirme a una universidad
con un mejor programa de arquitectura.
Pero llegó Sam y tus planes cambiaron.
—Mi amiga Lauren y yo nos presentamos a las mismas escuelas, y esta
fue la única donde nos ofrecieron una beca.
—Me alegra que estés aquí. —Besó la parte superior de mi cabeza.
—Cuéntame más sobre la escuela secundaria, Ty.
—Daniel —corrigió en voz baja.
—¿Huh?
—Nadie me llamaba Ty entonces. Nunca fui Dan… porque ese es mi
papá, y Danny… ¿con este pelo? Nunca sobreviviría.
—Entonces, ¿qué cambió? —No me di cuenta de que era un tema
delicado hasta que su mano se anudó en mi pelo, sin herirme, pero enviando un
mensaje inconfundible sobre su tensión.
Su voz era baja cuando contestó: —Diana. Cuando nos conocimos, yo era
Daniel, y… ¿Seguro que quieres escuchar esta historia? Es un poco estúpida.
—Estoy interesada, a menos que te moleste.
—De acuerdo, así que leyó un artículo sobre cómo es más probable que
las parejas con nombres aliterativos permanezcan juntas. Creo que te dije que
era científica. Así que nos conocimos en biología de primer año, y ella dice:
“Hola, Daniel. Soy Diana” como si fuera muy significativo. Su enfoque era
muy… torpe, y pensé que bromeaba hasta que explicó la premisa, y luego dije:
qué diablos y salimos a tomar café.
—Debiste pasar un buen rato. —Si te enamoraste de ella.
—Sí. Una vez que pasé toda la terminología científica, era tan divertida.
Hermosa. —Suspiró tranquilamente, desenganchando sus dedos de mi pelo—.
Tuvimos muchos planes. Ojalá… desearía poder disculparme. Al final, se puso
tan feo entre nosotros.
El dolor me abofeteó en el pecho, escuchándolo hablar, pero no podía
culpar a Ty. Yo había preguntado. En momentos como éste, mi experiencia se
sentía inadecuada ya que nadie sabía que había profundas y oscuras relaciones
rotas detrás de ellos. Ninguno de mis amigos tenía hijos. Algunas veces me
preguntaba si me veía inmadura, pero no quería saber la respuesta. Hice un
ruido alentador, como si no hubiera deseado que dejara de hablar de Diana.
Estaba prácticamente susurrando, como si las palabras no fueran ni
siquiera para mí, más que un mensaje al universo, para ser llevado a la chica
que se fue. —Espero que sea feliz, ¿sabes? Parece que se lo he quitado todo.
147

—Probablemente necesitaba empezar de nuevo —dije débilmente.


—De todos modos, después de que ella se fuera, yo no podía ser Daniel.
Y algunos de los tipos del equipo de baloncesto solían llamarme Ty, y me sentía
mejor, una pizarra limpia para mí también.
Jesús. ¿Cómo puedo competir con eso? La amaba tanto que cuando se fue,
tuvo que cambiar su nombre. Y ahora, Ty estaba tan estropeado que no dejaba
que nadie se acercara. No tenía idea de lo mucho que se preocupaba por mí, si
en serio éramos amigos con sorprendente química sexual. Pero había aceptado
este arreglo, y no podía permitir que las dudas estropearan nuestro fin de
semana.
Estoy aquí. Ella no. Fin.
—Si importa, no puedo imaginarte como Daniel. Tal vez sea por Daniel
Radcliffe, pero para mí es un nombre muy serio y con gafas. Ty te queda bien.
Es duro y terso, pero hay otra sílaba escondida, si te importa lo suficiente para
mirar.
Sus brazos se apretaron sobre mí, y él gruñó en mi oreja: —Cuando dices
cosas ridículas y adorables como esas, me hace querer llevarte a la cama.
—¿Que te detiene? Hemos descansado una hora después de comer. No
tendremos calambres.
—Creo que eso se aplica a la natación, no al sexo. Pero te llevaré. —Y
entonces lo hizo.
Ty me lanzó en sus brazos y me llevó a su habitación. Hizo un buen
trabajo actuando como si no fuera pesada ni desagradable, tampoco, lo cual
aprecié. Cuando me bajó suavemente a la cama, sus ojos eran suaves, y la luz
del sol lo enmarcó, así que él era todo el calor en el mundo, tonos de ámbar,
cobre y oro. Debajo de la anticipación resonó una añoranza agridulce, quería
mucho más que esto. Pero ansiaba el calor de sus manos y la necesidad ciega de
sus labios, también.
—Cada vez que te beso —susurró—, es un poco mejor. ¿Por qué es eso?
—Estoy actualizando constantemente el sistema, solo para mantenerte en
los dedos de los pies. —Su pelo se encontraba en algún lugar entre corto y
enmarañado, perfecto para enredar mis dedos.
—Pareces llevar ropa. ¿No decreté que era un sábado sin ropa?
—Nop. —Le besé la punta de la nariz.
—Maldita sea. Debería haberlo hecho.
Con impaciencia palpable, Ty despojó mi ropa, y me tendí desnuda en su
edredón de la marina. Aunque no estaba acostumbrada a posar como una chica
148
del calendario, traté de estirar las piernas porque le gustaban. —Podría subir a
bordo con eso. ¿Sería un evento mensual?
—Podría ser. Creo que tiene que serlo.
—¿Sí?
—Sí. —Su mirada se clavó en mi cuerpo mientras se quitaba los
pantalones cortos—. Planeaba tomarme mi tiempo, ¿sabes? Lo tenía todo
planeado. Multi-orgasmos para ti, masivo autocontrol para mí.
—¿Cómo te funciona eso?
—No lo hace. Dijiste esas cosas dulces sobre mi nombre, y ahora eres
toda preciosos muslos, pechos y pelo de sexo. Qué te di. Mis ideales han
superado seriamente mi fuerza de voluntad.
Acariciando su mejilla, le susurré: —Realmente no quiero que seas una
jodida máquina. Me excita cuando no puedes evitarlo, cuando te descontrolas...
Su boca tomó la mía. Sus manos se hallaban por todas partes, como si no
pudiera tocarme lo suficientemente rápido, y los besos se difuminaron en un
brillo caliente de placer: labios y dientes sobre mi mentón, garganta, hombros y
pezones, más abajo, la curva de mis caderas y muslos. La necesidad me
atravesó hasta que me dolía, tan lisa y excitada, pero Ty fue despiadado. Le
permití perder el control y aparentemente, quería volverme loca. Gemí mientras
me acariciaba más profundamente, los dientes se hundían en la tierna carne de
mis muslos.
Tirando de su cabello, rogué: —Haz que me corra.
Para demostrarle lo serio que era, bajé la palma de mi mano hacia mi
vientre y toqué mi clítoris con dos dedos. Tan cerca. No respondió verbalmente,
pero sus manos temblaron a medida que se colocaba el condón. Ty fue violento
cuando agarró mis piernas y me estiró al borde de la cama. Su voz sonaba
profundamente grave cuando dijo: —Levanta las caderas.
Nunca lo hice de esta forma, pero me sentía demasiado excitada como
para rechazar cualquier cosa que él deseara. Ty deslizó una almohada debajo de
mi culo, luego me tomó en una fuerte y repentina embestida. Oh. Sí. Estaba tan
duro, palpitando en mi interior, y la tensión aumentó cuando envolví mis
piernas alrededor de sus caderas y me moví con él, moliendo en cada empuje.
Con él asomándose sobre mí, observando todo, el calor se cuadruplicó: cada
movimiento de mi cuerpo, cada rebote de mis senos, si mi boca se abría, si mis
pestañas se cerraban, lo veía. Dios, sí. Sostuvo mis caderas, penetrándome cada
vez más rápido, y yo quería más: duro, sucio y áspero.
—No, no cierres los ojos. —Clavó su mirada sobre mí, observando,
saboreando la forma indefensa en que me arqueé.
149
Casi.
Inundada por la necesidad, apenas sabía lo que hacía cuando mis manos
fueron a mis pechos. Pero su respiración irregular indicaba que le gustaba, y
rápidamente, los movimientos fueron para ambos. Me retorcí y retorcí. El
ángulo no era del todo correcto, pero la ávida expresión de Ty me decía que
sabía... y quería que lo gritara, tanto como yo deseaba que él perdiera el control.
Y Cristo, me hallaba tan cerca de...
Con un gruñido, agarré sus hombros y tiré tan fuerte como pude. Se cayó
encima de mí, y a medida que se reacomodaba, rodé para colocarme encima.
Salió al resbalarse y ambos gruñimos, pero coloqué mi pierna sobre su cadera y
me hundí con un gemido tembloroso. Inclinándome, lo follé tan fuerte como
pude, no más de seis golpes, y me vine tan fuerte que lo llevé conmigo; fue
sorprendente la felicidad agonizante y conmocionada de su expresión. Sus
manos me lastimaban los muslos en dónde me agarraba, pero se sentía tan bien
cuando me obligaba a quedarme quieta, de manera que sentí cada pulso, cada
latido.
—Creo que podría estar en peligro de morir de deshidratación —
murmuró.
Me desplomé y rodé sobre mi lado, dejándolo lidiar con el condón.
Regresó enseguida y envolvió sus brazos a mi alrededor con codicia adorable.
Más besos. Los atesoré como una ardilla recolectando nueces alrededor
del patio. —Permíteme ducharme. De nuevo. Entonces podemos beber algo.
También sería lindo comer un poco.
—Estoy de acuerdo.
Una vez que estuvimos limpios, me llevó a un bar de mala muerte cerca
del campus, donde podía usar mis pantalones de yoga y sudadera con capucha
sin atraer una segunda mirada. Devoré, sin arrepentimientos, una hamburguesa
enorme que chorreaba queso y bacón. Él pidió un bistec y una porción grande
de patatas fritas con chili y queso. Cuando salimos del bar, envolvió un brazo
alrededor de mis hombros, y yo deslicé el mío alrededor de su cintura. Nuestros
pasos coincidían natural y fácilmente al dirigirnos al coche.
El aire era fresco, lo suficientemente frío como para que pudiera ver mi
aliento, y las estrellas brillaban como trozos de hielo. Ty abrió mi puerta y luego
corrió hacia su lado. Te amo, pensé en silencio. Eres tan maravilloso. Observé su
perfil en tanto conducía, deseando que pudiéramos tener más de esto. Pero
bueno, un fin de semana al mes era mejor que nada, ¿verdad? Y el resto del
tiempo me concentraría en el trabajo y las clases.
Esto es realmente mejor que una relación que succionaría mi tiempo.
Como prometió, vimos la doble función de Brick y Groundhog Day. Amé 150
su elección, y a él pareció gustarle la mía. A las once, besó mi cuello e insinuó
que le gustaría ir a la cama. No necesité mucha persuasión. Arriba, podía oír a
mis compañeros de cuarto pisoteando todas partes a medida que me desnudaba
y arrastraba en la cama de Ty.
Por un capricho, pregunté: —¿Puedes diferenciarnos?
Arqueó una ceja. —¿Disculpa?
—Cuando nos movemos arriba.
Ty no parecía querer responder, por lo que le hice cosquillas hasta que
admitió: —No tengo idea de los otros, pero siempre sé cuándo eres tú.
—¿Cómo?
—Un hombre tiene derecho a tener sus secretos. —Me besó como si
quisiera compensarme por negarse a contestar, pero no había forma de aceptar
la derrota tan fácilmente.
—Vamos, dime. Una vez le insistí a mi madre durante cuatro horas.
Créeme, puedo pasar toda la noche, y no es así como quieres que dirija mi
resistencia.
—No me creerás. O pensarás que es cursi.
—Pruébame. —Besé su oreja como una tramposa sucia.
Contuvo la respiración. —Bien. Solo te siento, eso es todo. Si estás cerca,
lo sé. También, siempre puedo saber cuándo me miras.
De la experiencia pasada, pude verificar eso, y alivió algo de lo doloroso
de ponerle un nombre más temprano. Tranquilamente resplandeciente, le dije:
—Espero que no estés demasiado cansado.
Ty me dio la sonrisa más diabólica y me empujó hacia atrás. —Ni
remotamente. Tengo algo que hacer.
Luego puso su cara entre mis muslos.

151
17
Traducido por Lolitha
Corregido por Kish&Lim

Su cabello se deslizó contra mis piernas como seda en contraste con su


barba de varios días.
Había visto porno malo en el que los chicos bajaban allí y sacudían la
cabeza de un lado a otro, pero Ty era muy bueno con la lengua. Me arqueé y me
retorcí, las manos enredadas en su pelo, mientras él lamía, acariciaba y se
burlaba de mis muslos. Los chicos de antes perdían el interés si yo no me corría
en cinco minutos, pero no era fácil relajarse con la cabeza de alguien ahí abajo.
Pero él se abrió paso hacia el norte hasta que perdí la noción del tiempo. Mi
mundo se estrechó hasta sus labios y lengua, las manos presionando mis
muslos y la urgencia creciente que me recorría con cada golpe, con cada lamida. 152
Era tierno y paciente, implacablemente malvado con su boca. Al final, grité y
me vine con tanta intensidad que se me acalambraron las piernas.
Una vez que me recuperé, traté de satisfacerlo, pero no me dejó.
—Ven aquí —dijo.
Me acurrucó y me sostuvo unos diez minutos. Entonces nos dimos una
última ducha, donde se incluyó sexo, antes de acostarnos. Había tenido razón al
no empezar con eso, porque nos costó un poco, y una vez casi se cae. Después,
nos metimos en la cama mientras intentaba no pensar en las horas que nos
quedaban. Él también estaba callado. Puede ser que hayamos hablado tanto
antes que ninguno de los dos tenía mucho que decir. Pero yo no lo creía así.
—Este fin de semana se fue tan rápido —susurró.
—Lo sé.
En noviembre, no habría tiempo para nosotros. Pero, ¿qué pasaba con
diciembre? Contando en mi cabeza, pensé que al final del mes no sería festivo,
ya que tanto navidad como año nuevo caían a mitad de semana este año. Tuve
que preguntar.
—Eh... ¿tienes algún plan para el veintiocho de diciembre? —Esperaba
que no pensara que era una pregunta desesperada, pero al pensar que teníamos
que esperar dos meses para estar juntos de nuevo, casi lloré.
—Ese fin de semana es tuyo —dijo suavemente.
Gracias a Dios.
—Nos enviaremos mensajes. —Eso sonó estúpido, considerando que
vivía abajo, no en Australia.
—Pronto estará demasiado frío para que podamos hablar afuera. Lo
extrañaré. Lo esperaba con ansias, preguntándome si te vería.
Ojalá tuviera el descaro para sugerirle que llamaría a su puerta para
darle un beso de buenos días antes que nos fuéramos por caminos separados,
pero eso contradecía bastante los términos de los “amigos con beneficios”. Así
que no dije nada y me enrosqué en sus brazos cuando él los envolvió a mi
alrededor. Lo último que hice fue tratar de memorizar cómo se sentía, tan cerca
y cálido, porque me lo imaginaría durante sesenta noches solas. Luché contra el
sueño tanto tiempo como pude.
Perdí.
Por la mañana, Ty estaba sutilmente diferente. No es que estuviera frío o
mostrara signos de arrepentimiento, pero yo podía verlo cambiando, apartando
a la persona que se había permitido ser y cambiando de nuevo a modo de papá.
Como prometió, hizo un par de tortillas para el desayuno y sabían deliciosas.
Pero después de comer, eran las diez y me di cuenta de que estaba listo para 153
recoger a Sam. Recordé lo que me había contado de pasar los domingos con su
hijo, y no me imaginaba que fuera diferente, incluso en su fin de semana.
Para hacerlo más fácil, dije: —Espero que no te importe, pero tengo que
irme. Terminé medio trimestre la semana pasada, pero ya tengo asignado un
ensayo y algunos proyectos para trabajar.
Eso fue una exageración. Tenía un capítulo y una lección para preparar,
pero no estaba programado hasta diciembre. La señora Parker me había dicho
hace semanas que esperaba que preparara una lección que encajara con su plan
de estudios y que enseñara una clase antes de que dejara la práctica. No había
pasado mucho tiempo en eso todavía, por lo que no era una gran mentira. Solo
una pequeña que lo relajó y le hizo sentir que no me estaba echando a patadas
para volver a su vida.
—No, lo entiendo. También tengo trabajo para esta noche, después de
que Sam se vaya a la cama.
Así que lo abracé y Ty me besó hasta que mis dedos se curvaron. Lo que
pensé era una respuesta fisiológica ficticia, hasta que lo hizo realidad. Cuando
me separé, tuve que aflojar mis dedos que se hallaban en puños en su camisa.
Simbólico, ¿eh? Luego recogí mis pertenencias y subí las escaleras. No debería
haber dolido, pero lo hizo. Dejarlo probablemente siempre lo haría.
Nadie estaba despierto cuando me metí. Aunque tenía mi tablet en mi
regazo, fingiendo leer, oí cuando Ty se fue. Pero en un nivel más profundo, lo
sentí, también, como él había dicho. Sonaba poético y ligeramente improbable,
pero todo el edificio se sentía más vacío, un eco donde había calor. Sacudiendo
la cabeza, de hecho, sí leí el capítulo de mi clase de discapacidad leve y estaba
dormitando en el sofá cuando Lauren se levantó justo después del mediodía.
No mostró misericordia al molestar para despertarme. —Y, ¿cómo
estuvo?
—Fenomenal.
—¿Una palabra? ¿Eso es todo lo que tengo?
Antes de que pudiera responder, Angus salió corriendo de su habitación,
desaliñado y adorable. —¿Acerca de qué? ¿Sucedió algo delicioso?
—Por la expresión de Nadia, sí. Repetidamente. Pero ella se niega a
contarme más.
—Es grosero besar y contar, sobre todo cuando podemos ver al monstruo
sexual que vive en la planta baja. Le oímos gritar a través del suelo. —Me dio la
espalda mientras hacía café, usando la máquina de lujo que odiaba y, durante
unos segundos, me quedé mirando con horror, recordando cómo grité mientras
Ty descendía sobre mí. 154
Lauren se compadeció. —Está bromeando. No hemos oído nada.
—Gracias a Dios.
—Pero al parecer, fue un grito satisfactorio —dijo Angus, cayendo en el
sofá a mi lado—. Ahora eso es interesante.
—Si ustedes dos no se callan, me esconderé en la habitación de Max.
La expresión de Lauren titubeó, una extraña combinación de tristeza y
remordimiento. —Eso estaría bien. No está allí.
—Ooh, amargo. —Angus no sabía que habían dormido juntos, sospeché,
o él no la presionaría—. Yo tampoco jugué este fin de semana, así que intenta
no ser gruñona por lo que hicieron nuestros compañeros de piso.
—¿Quién quiere salir más tarde? —Un cambio en el tema parecía estar
bien.
Ella lucía agradecida. —Cuenta conmigo. No he salido del apartamento
desde el viernes.
—Podrías haberte llevado mi coche. Dejé las llaves en el gancho junto a
la puerta.
—Lo sé. Había algunas fiestas a las que podría haber ido. Me sentía
perezosa. —La forma en que sus ojos se apartaron de los míos me dijo que era
mentira. La holgazanería no tenía nada que ver con eso.
Antes de que pudiera llamarla, Angus dijo: —Conozco a un tipo que está
teniendo una fiesta de Halloween esta noche. Podríamos ir.
—¿Y los disfraces? —preguntó Lauren en voz alta.
Él hizo una mueca. —¡Demonios, no!
Ya que no tenía ningún plan cuando hice la sugerencia, esto sonaba bien.
—No tengo ganas de disfrazarme, pero voy a la fiesta. ¿A qué hora es?
—Empieza a las ocho, por lo que estará a las nueve —respondió Angus.
Lauren vaciló, mirando entre nosotros como si tuviera sentimientos
encontrados. —No lo sé. Cuando mencionaste salir, pensé que sería el centro
comercial o a ver una película.
—No tienes que ir —dije—. Si no quieres.
Pareció apartar un poco el conflicto interior. —No, está bien. Me apunto.
—¿Lo dejamos para las ocho y media? —preguntó Angus.
Le confirmé con un asentimiento, luego me escapé a mi habitación con el
155
pretexto de trabajar en mi lección para la práctica. En su lugar, tomé una siesta.
Era tarde cuando salí de la cama. El hambre me llevó a la cocina, donde mostré
mis habilidades culinarias locas haciendo ramen. No vi a Lauren ni a Angus,
quizás fueron a almorzar. Max estaba tirado en el sofá, todavía magullado, pero
las marcas se estaban desvaneciendo.
—¿Tuviste un buen fin de semana? —pregunté.
—Fue una mierda —murmuró.
—¿Qué pasó?
—Lo pasé en el garaje. Al propietario no le importa si me quedo en el
sofá de su oficina.
Parecía que nuestra charla del viernes no había ayudado. —Tal vez
deberías considerar subarrendarlo. No quiero que te vayas, pero no deberías
pagar alquiler si no puedes soportar dormir aquí.
—Lo sé —dijo cansado—. Solo necesito superarlo. A ella no le importa lo
que haga.
—Deberías decirle cómo te sientes, amigo. Lauren no puede leerte la
mente.
Siendo honesta, no estaba segura de que hiciera la diferencia. No tuve la
sensación de que ella estuviera encantada por su noche juntos. Había algo más
que parecía estar carcomiéndole, pero había dejado de confiar en mí y no sabía
qué hacer al respecto. Con una punzada, me acordé de cómo solíamos hacer
una fortaleza de almohadas en mi habitación, ocultarnos dentro y susurrarnos
nuestros secretos. En aquel entonces, no había nada que yo no supiera sobre
Lauren Barrett. No pude pensar en el momento preciso que cambió.
Tragó saliva con dificultad. —Prefiero que me peguen de nuevo en la
cara.
—¿Alguna vez me vas a decir lo que pasó? —Mi mirada se deslizó sobre
sus rasgos maltratados, preocupada por él y Lauren.
—Prometí no hablar de eso. Con nadie.
Eso hizo agujeros en mi teoría de que él estuvo fuera peleando, porque
estaba cabreado. —¿Se lo prometiste a quién? ¿Lauren?
—Deja de indagar. Esta es su historia, no la mía. Si ella quisiera que
supieras...
—Está bien, lo entiendo. —Pero me molestó darme cuenta de lo excluida
que me había dejado. Aparte de reiterar que estaba dispuesta a escuchar, no
sabía cómo ayudar.
—Deja de mirarme así. Ella no me invitó a meterme en sus cosas. Estaba
156
justo ahí.
Comprendí a Max lo suficientemente bien como para estar segura de que
no iba a contar los secretos de Lauren, ni siquiera a mí. Aceptando eso, cambié
de tema. —Vamos a una fiesta esta noche, un tipo que Angus conoce. ¿Te unes?
Max lo pensó. —Supongo.
Con eso dicho, comí mi ramen y me fui a preparar. A pesar de la tensión
entre Max y Lauren, había pasado un tiempo desde que los cuatro salimos
juntos y la emoción se filtró a través de mí, lo suficiente como para disipar la
oscuridad residual de dejar el lugar de Ty. Centrándome en la diversión, que no
era mi elección normal, dejé de lado el subtexto. Cuanto más nos acercábamos a
la partida, más entusiasmada estaba, así que cuando me puse las botas y la
chaqueta, estaba lista para soltarme.
—Voy a ser el conductor designado esta noche —dijo Angus—. Te lo
debo, Nadia, y tengo ese horrible recuerdo de la resaca para espabilarme.
—¿De verdad? —Lauren le sonrió.
Angus le hizo con la mano en un gesto de “lo que sea”. —Puedes ser tan
literal.
Max y yo nos reímos mientras los seguíamos hasta el coche. Lauren se
adelantó con Angus, así que me arrastré hasta la parte trasera del Audi. El viaje
duró quince minutos, ya que la fiesta estaba fuera del campus, organizada por
alguien que vivía con sus padres. Vi a Scott un par de veces, pero nunca
habíamos salido. Angus estaba en Biología, preparándose para la escuela de
medicina y tenían clases juntos.
Mount Albion no tenía vecindarios lujosos ni casas millonarias, pero este
lugar definitivamente costaría mucho. Scott vivía en una casa de campo de, al
menos, veinte acres, a juzgar por la longitud de la carretera de acceso privado.
Era un lugar antiguo, pero por lo que se notaba en la oscuridad, bellamente
restaurado y la intimidad arbolada de la zona significaba que nadie llamaría a
la policía. Parte de mí también estaba contenta de no estar molestando a Sam y
Ty. El gran número de coches en el área de aparcamiento era una locura. Más
tarde, probablemente estarían alineados todo el camino del estacionamiento.
—¿Quién más se alegra de que no tengamos que limpiar? —dije mientras
Angus aparcaba.
—Estoy de acuerdo —respondió Max.
La granja se hallaba iluminada desde todos los ángulos y Scott no había
escatimado en la decoración. La mayor parte era cursi, cosas de la tienda, como
el cráneo activado por movimiento que decía “Feliz Halloween” al pasar a su
lado. También había brujas de papel resplandeciente, linternas de calabazas de
plástico. La música ya estaba demasiado fuerte y seguíamos a cincuenta metros
de la casa.
157

—Parece que Scott envió la invitación a algún sitio. Terminaremos con


motociclistas y conductores de camiones —predijo Angus.
Me encogí de hombros. No era mi casa.
Max guio el camino hacia adentro y yo lo seguí. La cocina era de color
amarillo brillante y llena de gente. Algunos, agarraban las bolsas de papas fritas
mientras otros rondaban con las opciones alcohólicas. Scott estaba en el pasillo,
pero reconoció a Angus y le gritó algo, luego levantó un pulgar. Siguiendo a
Max, agarré una cerveza mientras me abría paso a la sala de estar, lo bastante
grande para bailar con los muebles empujados contra las paredes. Los pisos
eran de madera dura, más fácil para moverse; nunca podría girar de la misma
forma en una alfombra. Cuando me incliné para quitarme las botas, mi estado
de ánimo aumentó aún más. No debería sentirme responsable de Lauren u
obsesionarme por mi relación con Ty.
Ves, está bien. El fin de semana fue fantástico, y ahora se acabó. La vida
continúa.
Entré en el grupo de personas borrachas y encontré a un tipo que parecía
más sobrio que la mayoría. Se movió bien, no como Angus, pero decente para
una fiesta de granja en Michigan. No es que los chicos de Nebraska fueran los
mejores bailarines de la historia. Al igual que Max, la mayoría de los tipos con
los que fui a la escuela secundaria solo dominaban el baile de los blancos. Con
los brazos sobre la cabeza, me metí en la música y bailé durante casi una hora.
El tipo dijo que iba por una bebida, y yo solo asentí y seguí adelante. Angus se
unió a mí después de eso, lo que era bueno. Mantuvo a otros chicos a raya y él
era un gran compañero, desafiándome a variar mis movimientos e intentar
ejecutar algunos que normalmente sería demasiado consciente de mí misma
para intentarlo.
Finalmente, alrededor de la medianoche, fui a buscar comida y bebida.
La mayoría de las bolsas de papas fritas estaban vacías, y tuve la suerte de
encontrar una cerveza. No vi a Scott en ninguna parte y la gente empezaba a
emparejarse. Lauren hablaba con un chico rubio, un aspirante patinador que
nunca se quitaba el gorro y realmente no podía hacer ningún truco en su
patineta. El típico pretencioso.
No costó mucho encontrar a Max, observando atentamente. Tenía una
mano en un puño. Llevando mi cerveza, navegué a través de la multitud hacia
él. —Oye, tranquilízate. Están hablando y pareces estar intentando hacer que su
cabeza explote con tu mente.
—¿Eso estaría tan mal? —murmuró.
—¿Le has dicho algo?
158
—Acerca de eso no.
—Dios, eres tan cobarde para decirle a alguien cómo te sientes. —Tal vez
fue una postura demasiado dura, ya que le aconsejé de que hablara con ella más
temprano.
Pero antes de que pudiera disculparme, dijo bruscamente: —¿Es ésta tu
idea de una charla de ánimo, Conrad? Puede que necesites mejorar tu juego o
arriesgarte a convertir a tus niños discapacitados en dañinos.
—Vaya. —Eso fue mucho más duro de lo que Max usualmente era.
Asombrada, lo miré durante unos segundos, y luego empecé a caminar, pero él
puso una mano en mi brazo.
—Lo siento, ¿de acuerdo? Lo siento.
Encogiéndome de hombros, me volví. —No he sido nada más que un
apoyo para ti, idiota. Incluso cuando tengo un montón de mi propia mierda.
Pero, ¿alguna vez me preguntas cómo estoy? Joder, no. Estoy cansada de que
vayas a rastras actuando como si nadie tuviera un problema aparte de ti.
—¿Están peleando? —Lauren debió dejar al patinador cuando se dio
cuenta de la tensión. Por naturaleza, ella era pacificadora.
—No —respondió Max, mientras dije—: Un poco.
—Bueno, ¿cuál es? —Nos dirigió una dura mirada.
—Nadia no está de acuerdo con cómo estoy manejando un problema
personal, así que me está presionando para que haga algo y le grité. Entonces
me disculpé. Antes de que vinieras, Lauren. Lo resolvimos. Estamos bien. ¿No
es cierto, Nadia? —Sus ojos me rogaron que no dijera nada, como si estuviera
asustado de muerte que ella tomara su corazón y lo pisoteara.
Suspiré. —Sí. Eso es exactamente lo que pasó. Y estamos bien. Para
demostrar cuán bien, Max me acaba de invitar a bailar.
Él murmuró una maldición que Lauren no pudo oír porque justo en ese
momento, llegó una canción lenta. Max quería bailar lento conmigo tanto como
yo quería bailar la Macarena. Caminé hacia las parejas que intimaban y se
estremecían. Me incliné para frotarme los dedos de los pies, como si tuviera una
ampolla.
—¿Te importaría? —pregunté a Lauren—. A Max le encanta esta canción.
Detrás de mí, él murmuró: qué diablos, pero cuando ella se encogió de
hombros y tomó su mano, sonreí como una loca. Le di una mirada de esta es tu
oportunidad, pero él negó con la cabeza. Él era quince centímetros más alto que
Lauren, si no más, por lo que no podía ver la expresión en su rostro cuando se
acomodó en sus brazos. Él tocó su mejilla brevemente hasta la parte superior de
su cabeza, y fue una de las cosas más dulces que jamás había visto.
159
Angus se acercó a mí, con los ojos abiertos de horror. —Santo Dios.
¿Cómo me perdí esto?
—Tenías problemas con Josh.
—Vamos, vamos a hablar y bailar. —Él me llevó y añadió—: ¿Así que
apoyamos esto?
Como sabía que algo había sucedido, no tenía sentido ocultárselo. —Esto
es súper secreto, ¿lo juras?
—Lo juro por todas las cosas apropiadas.
—A Max le gusta. Ella no lo sabe y probablemente no lo creería si lo
supiera. He estado tratando de hacer que tome valor, pero hasta ahora, prefiere
la angustia silenciosa. De lo contrario, no estaría interfiriendo. —No mencioné
el hecho de que se habían acostado una vez o que las magulladuras de Max
habían tenido algo que ver con Lauren.
—Correcto. Y tus pies adoloridos han mejorado milagrosamente —dijo
con un movimiento de cabeza.
—Eres tú. ¿Has considerado convertirte en un curandero?
—Podría disfrutar de la imposición de manos. Pero no. Estas manos
curarán como Dios quiso, a través de la medicina moderna con un alto valor.
—No creo que la cirugía plástica cuente como curativa, Angus. —Lo
último que supe, es que esa sería su área de concentración planeada una vez
que terminara la escuela de medicina.
—Para las víctimas de quemaduras sí.
—¿Y harás procedimientos restaurativos en su mayoría?
—Cállate y baila —murmuró.
Apenas pasada la una, la fiesta se volvió ruidosa y loca. Como se predijo,
se presentaron algunos no universitarios, y parecían un grupo hostil. Decidimos
salir entonces, porque, al menos yo, tenía una mañana importante. Angus se
encontraba sobrio, un alivio, porque había bebido bastante cerveza para que me
zumbara bastante la cabeza. En la parte de atrás con Max, me sentía relajada, así
que cuando una curva aguda me tiró contra él, me quedé ahí.
—Eres pesada —se quejó.
—Eres un idiota. Nunca le digas eso a una chica.
—¿Incluso cuando es verdad?
—En especial entonces.
Con un débil suspiro, me rodeó el brazo y no pude evitar comparar a
Max con Ty. Se sentía mal, olía mal, incluso me abrazaba equivocadamente. 160
Pero al menos era cálido.
—Está bien, estás hecha de luz de luna y gasa. ¿Mejor?
—Inmensurablemente.
Nos sentamos juntos hasta que Angus aparcó fuera del edificio. —Esta
probablemente será mi última fiesta por un tiempo. Tengo que ponerme serio
antes de las finales.
Eso no fue una broma, ya que el programa de Angus era una locura
competitiva. Pero yo estaba en el mismo barco. Dependiendo de cómo lo hiciera
en los exámenes de mitad de período, podría necesitar concentrarme aún más
para asegurarme de que mi promedio se mantuviera lo bastante alto como para
que conservar mi beca. Otras personas se saltaban las clases más que yo,
festejaban más y más, pero no tenían padres que estaban hipotecando su futuro,
apostando todo en que su niña lo estuviera haciendo bien.
—Saldremos a bailar después de los exámenes —dijo Lauren.
Todos asintieron, incluso Max. Luego nos dirigimos al apartamento.
Después de revisar mi alarma, me cepillé los dientes y me preparé para la cama.
Tengo que estar levantada en cinco horas. Haciendo un gesto, enchufé mi teléfono
por primera vez todo el día. Deliberadamente no lo había mirado desde que
dejé a Ty. No quiero ser esa chica, viviendo para mensajes de texto.
Pero tenía uno esperando de él, enviado hace cuatro horas.
Ya te extraño.
Sonriendo, respondí: Yo también.

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18
Traducido por Beatrix & Jadasa
Corregido por Kish&Lim

Noviembre pasó en un frenesí de trabajo, clases y prácticas. En mis horas


libres, estudié mucho y trabajé en la lección que estaría enseñando antes de las
vacaciones de invierno. Ty me escribió con regularidad, y a veces salía de casa
lo bastante tarde para robarme besos en el estacionamiento de la Academia
Arcoíris. Cada vez que se alejaba, había un terrible dolor en mi estómago.
A veces parecía que lo único que hacía era verlo partir.
Pero Sam era un rayo de luz. Parecía que estaba siempre a mi lado en el
trabajo, tirando de mis pantalones, haciendo preguntas, abrazándome de forma
inesperada. No estaba segura de cómo se sentiría Ty por eso, pero tenía que
162
estar bien porque yo era su maestra de guardería. Sam formaba este vínculo por
su cuenta, no por mi relación con Ty. Habíamos hecho un trabajo fantástico de
mantenerlo en privado y separado, como él quería.
Antes de que lo supiera, el mes casi había desaparecido. El día antes de
Acción de Gracias, Lauren se arrastró fuera de la cama a las cinco y media y me
empujó para que pudiéramos llegar a Nebraska. Aquí en Michigan, el tiempo
estaba escupiendo nieve, pero hasta ahora, todavía no había nadie en casa. Con
suerte, las carreteras se mantendrían limpias el tiempo suficiente para que
pudiéramos llegar allí y volver. El Toyota no estaba exactamente equipado con
tracción en las cuatro ruedas.
Un texto entró mientras tomaba mi bolso. La foto de Ty apareció junto
con el mensaje.
Ten cuidado. Vuelve a salvo.
Me gustaba imaginar que él sabía exactamente lo que yo estaba haciendo
y que se daba cuenta cuando me despertaba. Tal vez era una mierda, pero me
ayudó a creer que teníamos una conexión real, como dio a entender hace unas
semanas. Mientras Lauren estaba en el baño, bajé arrastrándome con mis
medias. Era demasiado pronto para despedirme en persona, así que compré
esta cosa tonta en la tienda del dólar: cintas anaranjadas y rojizas, enroscadas
alrededor de una pequeña cornucopia con frutas de plástico. La cosa cursi se
veía como algo de Acción de Gracias moderno y no era demasiado pesado para
atar alrededor de la manija de la puerta.
Pero cuando me incliné para hacerlo, la puerta de Ty se abrió. Estaba
desaliñado y descalzo, solo llevaba unos pantalones cortos de gimnasia, con los
que se suponía que durmió. —Lo siento, me quedé dormido en el sofá. Quería
asegurarme de no perderme esta mañana.
—¿Cómo? —Pensé que el mensaje era todo lo que recibiría. Trabajaba a
tiempo completo, tenía a Sam, y también tenía clases nocturnas. Fue un milagro
que durmiera; no esperaba que se levantara para despedirme.
—Dame un poco de crédito —dijo suavemente.
Llevaba una sonrisa torpe cuando le dije: —Está bien.
Luego se inclinó para darme un beso de despedida. Envolviendo mis
brazos alrededor de él, hice que valiera la pena, probándolo hasta que ambos
respirábamos rápido. Ty apoyó su frente contra la mía.
—Solo son cuatro días. Y luego otro mes hasta nuestro próximo fin de
semana. Podemos aguantar, ¿verdad? —Sonaba como si estuviera viviendo esos
dos días, como si fueran luces centelleantes en un océano de oscuridad.
—Sí. Como estaremos de vacaciones, no hay clases, ni lectura, ni
163
proyectos.
—Tengo algo especial planeado, así que tendrás que empacar ropa de
abrigo, casi el mejor equipo de invierno que tengas. Tenlo en cuenta.
Mis ojos se abrieron. —¿Entonces no nos quedaremos esta vez?
—Es una sorpresa. Ahora debes irte antes de que Lauren venga y nos
atrape.
—¿Sería tan malo? —pregunté, sorprendida. Mi impresión era que Sam
no podía saber de nosotros, pero no sabía que éramos un secreto sucio.
—Para mí no. No sabía si le hablaste de... nosotros. —Su vacilación decía
que no se hallaba seguro de cómo clasificar lo que teníamos, la situación de
amigos con beneficio en su conjunto.
—Sí. Ella te llama pelirrojo sexy, por cierto. Por mi vida, no puedo hacer
que use tu nombre.
Una sonrisa atractiva y sorprendida curvó su boca, y suprimí la
necesidad de besarlo. —Puedo vivir con ello. Pero como no la conozco, es más
respetuoso referirse a mí como señor pelirrojo sexy.
—Lo anoto —dijo Lauren, que estaba de pie en el fondo de la escalera
con mi mochila.
—Buenos días. —Ty parecía impasible, pero de cerca, un rubor caliente
corrió por sus pómulos.
—¿Tienes mi teléfono y mi bolso? —pregunté.
—Sí, estamos listas para partir. Incluso traje tus zapatos.
Sonreí. —Me conoces tan bien que es aterrador.
Rápidamente, besé a Ty una última vez y luego corrí para calzar mis
botas. Me puse el abrigo que Lauren ofreció y me envolví una bufanda mientras
Ty me observaba. Como esperaba que retrocediera en cualquier momento, me
sorprendí cuando nos vio salir. Salimos a la penumbra del alba notando una
ráfaga de viento helado, y solo cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, Ty
desapareció en su apartamento. Lauren se agarró a mí, sacudiendo mi brazo.
—Querido Dios. ¿Por qué no me dijiste que el señor Pelirrojo Sexy se ve
así sin camisa? Siento como si hubieras violado diez artículos del código de
chicas.
—Estás loca —murmuré, abriendo el maletero para poder empacar.
—No cambies de tema. Es jodidamente maravilloso. Algunos chicos se
ven mejor con su ropa, ¿sabes? Y cuando finalmente los desnudas, es como, ¡Oh
Dios, es una alfombra de oso! Y estás bastante segura de que la noche termina
164
cuando te sacas la piel de los dientes.
Temblando, dije: —No tengo palabras. Es demasiado pronto para esto.
Estaba temblando cuando tomé la llave en la puerta. El Toyota era tan
viejo que no tenía control remoto, y el calentador era de baja calidad. Habíamos
estado conduciendo durante quince minutos antes de que realmente empezara
a funcionar. Afortunadamente, Lauren se había callado sobre Ty.
—¿Podemos comer en una parada de camiones? Mi madre dice que
tienen los mejores desayunos, y siempre se puede decir si la comida es buena
por el número de semiremolques en el estacionamiento.
Como planeé comer una barra de granola y conducir durante dos horas,
suspiré inaudiblemente. —Estás demasiado alegre para las seis de la mañana,
¿sabes?
—También tengo hambre. Estoy muerta de hambre, incluso. La comida
podría volverme somnolienta y dócil. De lo contrario, podría hablar sobre el
señor Pelirrojo Sexy. Por horas.
—Por Dios, sí, nos detendremos. —Aparqué donde Lauren me lo pidió y
devoramos un enorme desayuno de huevos revueltos, galletas, patatas fritas y
salchichas, a un precio de 4,99 dólares.
Fiel a su palabra, Lauren se acurrucó en su abrigo y se quedó dormida
una vez que su estómago estaba lleno. Conduje durante más de dos horas en la
I-80 oeste, pero ella parecía estar durmiendo tan bien que no tenía corazón para
despertarla. Pero antes de cambiar de autopista interestatal a una carretera más
pequeña, me paré en una parada de descanso para estirar las piernas y usar el
baño.
Empujando a Lauren para despertarla, señalé el baño. —¿Necesitas ir?
—¿Cómo? Sí. ¿Es mi turno de conducir?
—Ya lo pasamos, en realidad. No es que me queje.
Me empujó. —Decir que no te quejas es lo mismo que hacerlo porque lo
estás mencionando.
—Lo que sea. —Saqué las llaves del arranque, lo cerré y corrí a través del
aire invernal hacia el edificio de ladrillo.
Esta era una parada de descanso decente, limpia, y no me importó
usarlo. En la cabina de la máquina expendedora, compramos unas bebidas y
aperitivos, para seguir avanzando. Lauren se hizo cargo de la conducción, y yo
dormí. Me dejó dormir durante tres horas para compensar el turno más largo, y
luego nos cambiamos en algún lugar a lo largo de la carretera cincuenta y uno.
A continuación, se hallaba la 275, luego una cadena de caminos más pequeños
mientras nos dirigíamos hacia Nebraska. Fue un día insoportable, y estaba
extenuada cuando entramos en el tramo de casa. Había oscurecido durante hace 165
mucho tiempo, y mi espalda se encontraba dolorida, los hombros rígidos, las
rodillas doloridas.
Pero valdría la pena ver a mi familia.
Cuando pasamos la señal de los límites del pueblo, Lauren saltó de su
asiento a mi lado. —Maldita sea, pensé que este viaje nunca terminaría.
—Y tenemos que hacerlo de nuevo el domingo.
Se estremeció. —No me lo recuerdes.
—Pero al menos pasaremos jueves, viernes y sábado en casa.
—Lo sé. Va a ser increíble. Me pregunto si alguien volverá.
—Tal vez. —Podía ser genial escuchar lo que nuestros amigos de la
escuela secundaria han estado haciendo.
Gracias a un minúsculo centro de la ciudad y nada más que campos que
lo rodeaban, un extraño probablemente describiría a Sharon, Nebraska, como
pintoresca. Con una población apenas debajo de cinco mil y no mucho en
desarrollo, podría ser amablemente descrito como pueblito, parte de la razón
por la que Mount Albion, Michigan, no me molestaba. A pesar de que era una
ciudad pequeña, también podías conducir a la civilización mucho más rápido
desde allí.
Ya no necesitaba mi teléfono para las direcciones, así que lo apagué. De
memoria, conduje hasta el viejo lugar de Lauren, una diminuta casa de dos
dormitorios en las afueras de la ciudad. Su madre ya tenía luces de Navidad, o
tal vez no las quitó del año pasado. Podía imaginar a la señora Barrett
encogiéndose de hombros y diciendo, oh bien. Lauren saltó tan pronto como
paré el coche.
—Te diría para entrar pero estoy harta de tu cara.
—Es mutuo. —Le di un beso y me aseguré de que entrara antes de
despegar.
Desde allí, eran diez minutos a la casa Conrad. Pasar de un lado a otro de
la ciudad nunca llevaba más de quince minutos. No había tráfico del que
hablar, ni siquiera un semáforo, aunque a veces los agricultores se gritaban
unos a otros en nuestra solitaria señal de alto, que estaba ubicada junto a la de
pare y siga, una combinación de gas y tienda de conveniencia.
Como eran solo las ocho, hora local, mis padres estaban levantados y
mirando ansiosamente por la ventana por mí. Envié un mensaje a mi mamá dos
veces en la carretera para tranquilizarla de que estábamos bien. Tanto ella como
mi papá salieron para saludarme, sin usar abrigos ni zapatos. Mi papá agarró
mi bolsa de la espalda cuando mamá me abrazó.
166
—Vamos a entrar. —Papá me guío hacia la puerta principal, decorada
con un pavo, una corona de paja y crisantemos secos.
En la casa, noté algunos cambios. Pintaron la sala de estar de un color
crema cálido, reemplazando el rosa del que se quejó mi padre durante dos años.
Nuevas fundas en los muebles, algunas estatuas nuevas de pájaro. Colección de
mi mamá. Mi hermano, Rob, estaba tumbado en el sofá, más impresionante de
lo que recordaba, más amplio a través del pecho y los hombros.
—¡Frijolito! —Se levantó del sofá para abrazarme, y le di un codazo en
las costillas cuando trató de convertirlo en un coscorrón en mi cabeza.
Mi mamá fue a la cocina a hacer té. Era la razón por la que lo bebía tarde
por la noche, una pequeña forma de aferrarme a ella, supongo, aunque no me
di cuenta hasta ahora. Mi padre se hundió en su sillón reclinable con un suspiro
aliviado mientras Rob bajaba el volumen en el televisor.
—Vaya, ¿superó los deportes? ¿Cuándo pasó esto?
Rob me lanzó una mirada inescrutable. —Cuando vuelves a casa una vez
al año.
—No hagas que Nadia se sienta mal. Está trabajando duro en la escuela
—gritó mamá.
—Hablando de trabajo, ¿cómo están tus notas? —Papá alzó una ceja
hacia mí.
Cuando usaba cierto tono, me sentía de catorce, no veintiuno. —Bien.
Mis exámenes fueron excelentes, en realidad.
Una vez que mi madre vino con las bebidas, compartí mis partituras y
luego me enredé en los chismes locales. A las diez, sin embargo, estaba lista
para ir a la cama. Después de un largo viaje y perder dos horas, se sintió mucho
más tarde. No es de extrañar, ya era la medianoche en casa.
Una vez que di besos y abrazos, además de más promesas para ponernos
al día por la mañana, me dirigí a mi antigua habitación. Sobre todo, se hallaba
cómo la dejé cuando me mudé, con todos mis tesoros de escuela secundaria
todavía en las estanterías, todavía pintada de color púrpura y blanco. Mi cama
aquí, sin embargo, era más grande que la de la universidad. Tenía un tamaño
completo con un buen colchón, y se sentía lujoso cuando me acurrucaba debajo
de las mantas. Mi madre las lavó recién. Olía a suavizante.
Antes de dormirme, conecté mi teléfono al lado de la cama. Un mensaje
de Ty.
Hazme saber que estás bien. ¿Por favor?
Antes ignoraba los textos de muchachos, a menudo porque parecían 167
necesitados o exigentes, pero lo registré por lo que era. Preocupación. Era un
viaje largo, durante un clima incierto. Así que respondí:
Con mis padres, sana y a salvo. Feliz día de acción de gracias.
A la mañana siguiente, me levanté antes que nadie, un efecto secundario
de perder dos horas. En casa eran casi las ocho. Estaba haciendo café cuando mi
papá entró en la cocina. Tropezó cuando me vio, y le di una sonrisa burlona.
—¿Has olvidado que estoy aquí?
—Solo torpeza de mi vejez.
—Pff. ¿Tienes treinta y seis?
Se rió. Las líneas de su sonrisa arrugaron su piel desgastada. Con toda
honestidad, parecía un poco mayor que sus cincuenta, aunque no podía
recordar si se veía de esta manera cuando me encontraba en casa el verano
pasado. Esperaba que las preocupaciones financieras no lo mantuvieran
despierto por la noche.
—¿Qué quieres decirme?
A mi padre le encantaba este juego. De niña, me engañaba para confesar
todo tipo de cosas, aterrada por su supuesta omnisciencia. Pero ahora era sabia,
demasiado para caer en esto otra vez. Así que cuando hice el desayuno, le dije
sobre la práctica y los niños que deseaba poder ayudar.
Como siempre, escuchaba con silencioso interés. Cuando serví sus
huevos revueltos, me rodeó la cintura con un brazo, que le temblaba un poco.
No era del tipo emocional.
—No te lo digo lo suficiente, frijolito, pero estoy muy orgulloso. Aquí yo
apenas acabé la escuela y tú estarás enseñando. Siempre fuiste muy inteligente.
Diablos, dejé de ser capaz de ayudarte con tu tarea antes de llegar a la escuela
secundaria.
Vagamente inquieta, lo abracé. Mirando por encima de la cabeza de mi
padre, encontré a Rob congelado en la puerta. Sus ojos lucían profundos y
tristes, y sabía que nos escuchó. No podía ser fácil para él, y deseaba poder
hacerlo mejor. Pero nuestra relación ha estado tensa durante años.
Es tu culpa.
Un recuerdo surgió. Tenía catorce años y estaba a punto de graduarse.
Me pilló escabulléndome y me estaba leyendo la cartilla. Peiné mi cabello y dije:
Como si necesitara lecciones de vida de tu parte, idiota. Ni siquiera puedes pasar las
matemáticas de recuperación. ¿Dónde vas a ir a la escuela el próximo año? Correcto.
Deseaba que una disculpa pudiera solucionarlo, pero siete años más tarde, las
cosas eran todavía incómodas y rotas entre nosotros.
Le hice señas a mi hermano, deseando estar más cerca. —Ven —dije—. 168
¿Quieres tus huevos revueltos o fritos?
—Fritos, por favor. Huevos fritos.
Mi mamá vino unos minutos más tarde, frotándose los ojos, así que
también cociné para ella. Luego, nos instalamos como una familia preparando
el pavo y horneando pan de maíz para el aderezo. Rob picaba apio mientras yo
lo hacía con las cebollas. Como era de esperar, no escuché de Ty, y eso estuvo
bien. Estaba demasiado ocupada chismorreando con mi madre y ayudándola
con la fiesta. Pasaron años desde que hice esto, y me sorprendió descubrir que
lo echaba de menos. Ella era una buena cocinera, siempre manejaba cuatro
cosas a la vez, y traté de mantenerme al día.
Preparaba el caldo para el relleno cuando preguntó: —¿Estás viendo a
alguien?
No pude evitar un rubor cuando Ty me vino a la mente, aunque nuestra
relación no se ajustaba a los criterios de mi madre. Pero ella era demasiado
fuerte para no notarlo. —Háblame de él —exigió.
—Es atractivo. Inteligente. Estudia para ser arquitecto, pero también
trabaja a tiempo completo. Él mismo se paga la escuela.
Estaba sonriendo mientras amasaba para hacer rollitos de levadura
caseros. —Me gusta como suena eso. ¿Va al mismo año que tú?
—No estoy segura. Tiene veinticuatro años.
—¿Y sigue en la escuela? —Inclinó la cabeza, perpleja—. ¿Problemas de
dinero?
Rara vez le había mentido a mi madre, y no estaba a punto de empezar
ahora, sobre todo en Acción de Gracias. —No exactamente. Tiene un niño de
cuatro años. Soy asistente en la clase de Sam en la Academia Arcoíris.
Dejó su cuchillo y me miró con seriedad. —Nadia...
—¿Qué? —Temblé de preocupación.
—A menos que esto sea serio, no lo mencionaré a tu padre. Lo pondría
nervioso —dijo, como si fuera lo último que debíamos hacer—. Cariño, ten
cuidado. Este chico ya ha dejado embarazada a una chica y arruinado su futuro.
Puedes hacerlo mejor. Halla a alguien que pueda iniciar una familia contigo
cuando sea el momento adecuado.
Apretando los puños, tuve el irresistible impulso de defender a Ty. No
era como si fuera irresponsable o descuidado. Ella no lo conocía. Pero como no
íbamos en serio, no tenía sentido.
—Simplemente salimos de vez en cuando —le dije en voz baja—. No
tengo tiempo para una relación, y él tampoco.
169
—Oh. Bueno, eso es diferente. Lo siento si soné antipática. Por favor, no
dejes que estropee el día. Solo quiero lo mejor para ti.
—Lo sé. —E hice todo lo posible para quitar la advertencia de mi mente.
A las tres, la comida se encontraba lista, y la gente empezó a llegar. Rob
recogió a Avery Jacobs, luego Lauren y su madre se presentaron con una
ensalada Waldorf. Como mi mamá pidió, las guarniciones y las ensaladas se
amontonaron en la cocina. Muy pronto la casa se encontraba llena de parientes,
amigos y vecinos, gente mayor que de otra manera hubiera estado sola. Mi
mamá realmente era un amor.
Avery se sentó cerca en una silla plegable, equilibrando un plato en su
regazo. No me agradaba desde sexto grado cuando me abandonó por amigos
más populares, pero si Rob vio algo en ella, trataría de ser amable. —Entonces,
¿qué estás haciendo últimamente?
—Sigo trabajando en el banco. —No es el comienzo más prometedor.
—¿Cuánto hace que están saliendo con Rob?
—Tres meses más o menos. Por aquí, lo califican como un buen partido.
—Aunque podría estar proyectando, parecía insinuar que, si pudiera hacerlo
mejor, no estaría con él.
Se necesitó de todo mi autocontrol para no golpearla. En lugar de iniciar
problemas, agarré mi plato y me fui a la cocina, fingiendo que quería repetir,
cuando de hecho, solo quería alejarme de ella. Rob ocupó mi asiento tan pronto
como lo desocupé, y noté a Lauren observando desde su posición en las
escaleras. Con un encogimiento mental, me uní a ella.
—Difícil de entender, ¿eh? —Con un empujón, asentí hacia Rob y Avery.
—No tengo ni idea de qué ve en ella. —La respuesta de Lauren fue
fuerte, habló entre sus dientes.
—Eh, él es un hombre. Y ella es sexy.
—Rob no es así —dijo Lauren en voz baja—. Tiene que ser otra cosa.
—¿Quién sabe?
Mi mamá llamó desde la cocina, por lo que me apresuré a ayudar. Más
tarde, me topé con la señora Barrett, charlando con mi papá, y me sorprendió el
cambio en ella. Cuando el señor Barrett se fue, se desmoronó, pero desde que
Lauren se fue, al parecer consiguió un cambio de imagen y recuperó las cosas.
—Se ve bien —le dije a la señora B.
Se volvió con una sonrisa. —Te sorprendería lo que puede hacer L'Oréal.
Más que eso, fue un cambio completo en el porte y actitud lo que 170
contribuyó al estilo confiado. Lauren tenía que estar extasiada, viendo la prueba
de que incluso si su padre le rompió el corazón a su madre, era posible
sobreponerse.
La fiesta de Acción de Gracias fue decente, siempre y cuando evitara a
Avery. Rob no parecía darse cuenta de que se estaba asentando, y yo nunca se
lo diría. Pero no vi que esta relación terminara en algo bueno. Ella siempre
quería que él lo hiciera mejor, que fuera más, que ganase más y luego se burlaba
por ser un chico sencillo y bueno, en vez de la persona exitosa que secretamente
anhelaba.
Alrededor de las siete me dirigí a la cocina, aparentemente para tomar
una copa, pero solo quería un descanso de responder a las mismas preguntas.
No, no tengo novio. No, todavía no estoy encestando. Con un débil suspiro, me
hundí en la mesa y me serví un poco de vino. No tenía ninguna intención de
espiar, pero cuando Lauren detuvo a Rob en el comedor, quedé atrapada.
—Pareces cansado —dijo—. ¿Todo bien?
Me sorprendió que ella lo notara. Sin embargo, él no pareció sorprendido
por su percepción. —Sí. Solo tengo cosas que hacer.
—¿Maravillosas u horribles?
—Buenas. O lo serán, si salen.
Su voz se suavizó. —Mantenme informada.
Su conversación me intrigó, pero no podía interrogar a Rob sobre sus
sueños o metas sin que se pusiera a la defensiva. Nos manteníamos en contacto
a través de correos electrónicos ocasionales, pero, sobre todo, le enviaba
recomendaciones musicales porque no sabía qué más decir. Alrededor de las
nueve, la fiesta se terminó y después, me estrellé en el sofá con mis padres
delante de la pantalla. Rob no llegó a casa luego de llevar a Avery hasta mucho
después de que fui a mi habitación.
Al día siguiente, fui de compras con Lauren, la señora Barrett y mi
mamá. Para llegar al centro comercial más cercano tardamos cuarenta y cinco
minutos, algo que no solía molestarme. Afortunadamente, las otras hablaron lo
suficiente como para no darse cuenta de que me sentía irritada. Los comentarios
de mi madre sobre Ty todavía me molestaban, trabajando bajo mi piel.
Sin embargo, Lauren brillaba más de lo que vi en semanas, simplemente
saliendo con nuestras mamás. La señora Barrett era hilarante, ofreciéndole
trajes que ella nunca usaría, y Lauren se los probó, modelando burlonamente.
Dejando mi cara malhumorada, me metí en el espíritu de la moda absurda y
acepté la opción de mi mamá de un alborotado vestido cóctel color fucsia
explosivo. El vestido me parecía horrible, acentuando mis amplios hombros, así
que realmente me parecía a un travesti. 171
—Ese es increíble. —Lauren sostuvo su estómago, riendo—. Extraño
esto.
Vives conmigo. Podríamos hacer esto en cualquier momento. Quizás para ella,
no era lo mismo sin que nuestras madres nos saquen fotografías embarazosas y
amenazaran con guardarlas para la posteridad. Para el momento en que nos
dirigimos a casa, mi estado de ánimo pasó de melancolía a estar meditabunda.
Me encantaría poder hablar con Ty. Había sido muy útil respecto a Lauren antes,
aunque puede que no debería acostumbrarme a hablar de cosas importantes
con él. No tenía ni idea de dónde debía trazar la línea entre el sexo y la amistad,
cuánto tiempo antes de que sobrepasara lo que él podía aceptar.
—Un centavo por tus pensamientos —dijo papá.
—Si hiciera ese trato, me sentiría culpable por cobrarte. —Inclinándome,
besé su frente y subí las escaleras, al mismo tiempo agotada y acabada.
Poco después de que me metí en la cama, Ty me escribió un mensaje.
Eran casi las once aquí, lo cual significaba que debía ser cerca de la una en casa.
¿Puedes hablar?
Sí. Llámame.
La puerta de mi dormitorio se encontraba cerrada, y mi teléfono en
vibrar, de manera que no molestaría a nadie más. Atendí al primer zumbido.
Todo el deseo de una conversación seria salió de mi mente cuando me
saludó con: —Espero que estés preparada para esto. Porque estoy listo para
dejarte ver.

172
19
Traducido por Madhatter
Corregido por Michelle♡

—Espera —susurré.
La idea de hacerlo en la habitación de mi infancia era aún más sucia, pero
no protesté. En vez de eso, cerré la puerta y fui de puntillas hasta la cama.
Parecía improbable que mamá o papá vinieran a charlar a medianoche, pero
preferiría no arriesgarme. Una vez que me decidí, cogí el teléfono.
—¿Aún estás allí?
—Cuenta con ello. —Su voz en mi oído era deliciosa. Es difícil creer que
nos encontráramos a miles de kilómetros de distancia.
—Nunca he hecho algo como esto, así que... 173
—Solo necesitas instalar una aplicación. Revisé algunas cosas y esta es la
más segura. No creo que me coloques en internet como pornografía.
—Si estás nervioso, simplemente podemos hablar. —Ni siquiera me
refería al sexo telefónico.
—Está bien. Quiero hacerlo. Te extraño. Te enviaré un mensaje de texto
con la información de mi cuenta y puedes llamarme una vez que ingreses.
—Bueno. Hablamos pronto.
Encontré la aplicación rápidamente y, por fortuna, mis padres habían
utilizado la misma contraseña de Wi-Fi durante años. De otra forma, no había
esencialmente internet en mi celular, y solamente tenía una barra para hacer
llamadas de voz. Una vez que me conecté, no me tomó mucho tiempo
descargar el software e instalarlo, entonces tuve que crear una cuenta. Mientras
hacía eso, Ty me envió su nombre de usuario. Lo añadí como contacto y esperé
a que me aceptara. Cinco minutos más tarde, hice clic en el botón de chat de
video y esperé a que atendiera.
Ahí estás.
Reconocí su dormitorio, pero estaba más concentrada en la media sonrisa
que él tenía y en la camisa que no. —Hola, tú.
—Las cosas que hago por ti —murmuró.
—No estoy seguro de cómo se supone que esto suceda. Suena caliente,
pero nunca he...
—Solo dime lo que quieres ver.
Mi aliento tartamudeó mientras un sofoco me invadía. Sí, me gustaba esa
idea. Mi voz salió ronca: —Siéntate. Quítate los pantalones. Muéstrame cómo lo
haces cuando no estoy cerca.
—¿Cuándo estoy pensando en ti?
—Eso espero.
—Últimamente, me pasa siempre —dijo con voz ronca.
Esto estaba funcionando para mí muchísimo, y él no había hecho nada
todavía. —Puedo jugar, también, pero la cámara en mi teléfono no es muy
buena.
—Tu rostro es suficiente. Déjame ver lo que estás sintiendo.
Esta cara, me enseñas todo.
—Definitivamente.
Se movió, desnudándose como se lo pedí y durante unos segundos, se 174
encontró fuera de la vista, y luego se acomodó en la cama. Las luces estaban lo
suficientemente apagadas que se veía sombreado y sensual, pero todavía podía
verlo. No estaba segura de cómo se veía mi extremo de la línea, pero él se
encontraba completo y magníficamente en la pantalla. No tenía ninguna duda
de que estaba metido en esto. Su pene lucía largo y duro, sobresaliendo hasta su
estómago. Lamiendo mis labios, admiré la inclinación de sus abdominales y los
tensos músculos de sus muslos extendidos.
—¿Qué te parece? —preguntó, por lo bajo.
—Mi boca se hace agua.
Un pequeño gruñido se le escapó mientras echaba algo de loción en su
palma y se ponía a trabajar con su puño, mostrándome exactamente cómo
manejaba las cosas sin mí. Ty era rápido y rudo, sin finura, sin preliminares.
También se encontraba casi completamente en silencio, solo la ráfaga de sus
respiraciones aceleradas. Quería hablar, pero tenía miedo de distraerlo, y
cualquier cosa que dijera podría sonar como salido de un guión.
—Nadia —susurró—. ¿Esto está bien?
Me di cuenta de que él necesitaba aliento; esto se trataba de un placer
mutuo, no de un voyerismo anónimo. —Muy sensual. Te voy... te voy a
acompañar.
Gimió entonces, aumentando su velocidad. Su puño bombeó más rápido,
y la cámara me mostró cada arco y flexión, la forma en la que sus muslos se
tensaron. Ty apretó la mandíbula y su cabeza cayó hacia atrás, mientras metía
una mano en mis bragas. Con la otra, sostuve el teléfono, sin querer perderme
ni un vistazo. Mi respiración se aceleró; ya estaba húmeda, ansiaba tener un
orgasmo. Suave y rápidamente, golpeé mi clítoris, viendo cómo mi excitación lo
afectaba. La mano de Ty se movía más rápido ahora. Igual que la mía.
—Te deseo tanto, es algo loco.
—¿Te gusta que te mire?
—Sí. —La respuesta fue desigual, atrapada en un gemido.
—Necesito que te corras, para que yo pueda hacerlo. Necesito verlo.
Las palabras salieron de él como si fueran electricidad, y había sonidos,
como si fuera una follada real, mientras bombeaba más fuerte, gruñendo con
cada tirón que se daba. Cuando se dejó ir, chorreando en su vientre, estaba
jadeando y me miraba directamente, mil veces más sensual de lo que podría
haber imaginado. Me pellizqué el clítoris y tuve un orgasmo.
Con un gemido, se dejó caer de nuevo sobre la cama, de modo que pude
ver solo una parte de él, pero aún podía oír su voz. —Maldita sea. Ese es el
mejor sexo que he tenido conmigo mismo. 175
—Oye, yo hice mi parte.
—No es broma. Dios, te extraño.
—Yo también. Pero tenemos tu sorpresa de diciembre por delante. Estoy
deseando que llegue.
—Eres la señorita Lado Positivo, ¿eh? Si está lloviendo, es bueno para la
hierba. Si alguien te roba la cartera, entonces probablemente estaba muriéndose
de hambre y necesite el dinero más que tú.
—No iría tan lejos —murmuré. Pero era cierto que yo era propensa a
buscar el lado positivo de las cosas.
—Aunque mi vaso está permanentemente medio vacío. Pero me siento
demasiado bien como para quejarme del pozo negro que es el mundo esta
noche. Creo que te voy a mirar, en su lugar. —Se movió lo suficiente para que
también pudiera ver su cara.
—Parece un plan razonable. Pero Sam estará... Oh. Este es tu fin de
semana libre. Nada de despertarse temprano por la mañana. Así que puedes
quedarte tan tarde como quieras.
—Sí. Así que esperaba que me hablaras un rato.
—¿De qué?
—No me importa. Esto es lo más cercano que he tenido de un tiempo a
solas contigo hasta dentro de otro mes, y honestamente, solo quiero escuchar tu
voz.
Oh Dios. Me derretí por todas mis sábanas. Pero yo también me sentía
preocupada. Sabes cómo siempre hay un pariente molesto en las reuniones
familiares y él está como: he oído que eres graciosa, Nadia, así que cuéntame una
broma. Entonces olvidas todo el humor que has conocido. Así era como me
sentía justo entonces.
—Y ella deja de hablar de inmediato. ¿Demasiado?
—No, acabo de quedarme en blanco, supongo. Podría contarte sobre los
niños en mi práctica.
—Por supuesto. No sé mucho sobre lo que estás estudiando.
Así que, durante unos buenos veinte minutos, expliqué lo que hacía en la
pista de educación, las advertencias de la señora Parker con respecto del
agotamiento y algunos de mis favoritos del programa. —Hay un chico, Riley,
que siempre sonríe, pero lo extraño es que no es porque esté contento. Es
porque a su mamá le molesta mucho si piensa que se encuentra triste. Así que
nunca muestra ninguna ira o frustración, pero eso no puede ser bueno para él.
Me preocupa que algún día se rompa. 176
—Obviamente te preocupas mucho por ellos. Creo que serás una gran
maestra.
—Espero que sí, si no me bloqueo y me arruino antes de entonces. Es
muy difícil hacer malabares con todo.
—¿Es por eso que estás conmigo en lugar de con un verdadero novio? —
Las palabras dolieron muchísimo.
Con retraso, me di cuenta de que no lo había dicho de mala forma; no era
una negación para nosotros, y yo no debería tener esa reacción de tirón de
rodillas. No estábamos saliendo. A él le importas, pero no te quiere. Está bien. Es
exactamente según el plan. Pero el dolor en mi pecho argumentaba lo contrario.
—¿Nadia? —Se acercó con sus codos y me miró con preocupación.
—Solo estaba pensando. Y supongo que sí. No tengo tiempo para tener
citas regulares. —Dudando, no podía decidir si debía preguntar esto, pero ¿por
qué no?—. ¿Por cuánto tiempo te ves quedando soltero?
—Diez años, mínimo. Podría empezar a salir cuando Sam esté en la
escuela secundaria. Tendrá su propia vida para entonces. Podría considerar
casarme una vez que salga de casa, pero no quiero más hijos. —Parecía tan
seguro, a pesar de que solo tendría treinta y ocho años cuando Sam se marchara
a la universidad—. ¿Qué hay de ti?
Respirando profundo, decidí ser honesta. Este era probablemente lo más
cerca que había llegado a decirle a Ty lo que sentía. —Me gustaría establecerme,
en cuanto a mi carrera, antes de que comience una relación seria. Pero a veces la
vida te da oportunidades inesperadas. No rechazaría al hombre adecuado, si
entrara en mi vida en el momento equivocado. Yo solo... haría espacio para él.
De algún modo.
Contestó como yo temía que lo hiciera. —Mala idea. Concéntrate en tu
futuro. Definitivamente no lo estropees por algún imbécil.
De repente, recordé nuestra conversación en el viaje de Ann Arbor, y me
pregunté si pensaba que me estaba refiriendo a alguien que no fuera él. Traté de
encontrar una manera de preguntárselo de forma agradable. —¿Te preocupa la
competición, Ty?
—No debería. Estuvimos de acuerdo en que cualquiera de los dos podía
terminar en cualquier momento... por cualquier razón. —Pero esa no era una
negación firme.
—No hay nadie más —le aseguré tranquilamente.
—Joder, eso no debería hacerme tan feliz. Pero mírame. —Su sonrisa era
impresionante, tan hermosa, que me hacía doler.
—No soy una jugadora por naturaleza —dije, tratando de minimizar mi 177
fidelidad—. He estado con... cinco chicos, en total. Incluyéndote.
Alzó una ceja en mi dirección. —No estoy seguro de que necesite saberlo.
—Lo siento si eso fue demasiado para compartir contigo.
—Está bien. Y mi número es cinco, también. Contándote.
—Interesante.
Me pregunté cuántas chicas hubo antes de Diana y cuántas después. Pero
si le preguntaba, me lo diría, y luego terminaríamos la noche con la sensación
de que no podría llenar el vacío que dejó cuando ella se marchó. A veces
pensaba que podría ayudarlo a seguir adelante si sabía que ella era feliz, que
había puesto el dolor detrás. Pero tal vez no. Tal vez las cicatrices de Ty eran
demasiado profundas.
—Tu rostro dice que estamos en un mal lugar.
—Esa es mi mirada soñolienta. No funciona bien en video. Buenas
noches, Ty.
—Duerme bien, cariño. —No pareció notar el apodo, y yo no se lo señalé.
Pero era la primera vez que me llamaba por algo más que mi nombre.
Después de colgar, disfruté de ello hasta que me quedé dormida.
A la mañana siguiente, mi madre me despertó para que saliera de la
cama con el cebo injusto de café y rollos de canela frescos, pero yo era una
lechona para sus productos horneados. Una vez que me levanté, me arrastró
hasta el mercado de pulgas local, y eso nos mantuvo en la calle durante todo el
día. Por la noche, miramos películas con mi papá, y el domingo por la mañana a
la hora estúpida, lloró mientras cargaba el coche.
—Te echo de menos —dijo, resoplando—. Fue tan bueno tenerte en casa.
Mi papá estaba más taciturno que nunca, pero había llenado mi maletero
con suministros de emergencia: basura para gatos, cadenas de nieve, bengalas,
mantas, barras de granola y botellas de agua. Él fue el que se aseguró de que
llevara botas de lluvia y un paraguas en días de tormenta; también me regañó
sobre mis calificaciones mientras que mamá me ofrecía más la vinculación
emocional. Con la garganta apretada, los abracé a ambos y papá se mantuvo
por más tiempo que de costumbre.
—Volveré a casa este verano —le prometí.
178
—Lo estaremos esperando —murmuró—. Conduce con seguridad, frijol.
Rob se encontraba de pie en la ventana de su dormitorio, mirándonos.
No bajó para decir adiós, y me pregunté si se sentiría tan solo como parecía. Me
dolía el pecho mientras me alejaba, meditando en la distancia entre nosotros.
Me encontraba a ocho kilómetros de carretera antes de que me diera cuenta de
que mi madre había puesto dos bolsas de sobras de Acción de Gracias en mi
asiento trasero. Esperaba que Max y Angus estuvieran preparados para el pavo;
de lo contrario podría echarse a perder.
Lauren estaba esperando en el frente cuando llegué allí. Saltó, mirando a
la casa de su madre con una mirada melancólica. —Bueno, sobrevivimos lo de
volver a casa. Ojalá no tuviera que marcharme tan pronto. Esto fue muy
divertido.
—Me pregunto qué hicieron Max y Angus. —Mencioné a nuestros
compañeros, preguntándome si ella había pensado en Max en todo el descanso.
Pero no reaccionó. —Esperemos que el regreso sea indoloro.
Dado que eran otras dieciséis horas, dije: —Lo dudo.
—Yo también.
—¿Crees que Rob me odia?
—Eso fue al azar. —Clásica Lauren, evitando la pregunta para evitar
herirme.
—En serio.
—Probablemente no. Pero es difícil para él. No sé si lo has notado, pero
definitivamente hay una diferencia en cómo te tratan tus padres.
Suspiré. —Confía en mí, soy consciente. Y es una mierda. Pero no sé qué
hacer.
—Ni idea. Soy hija única.
Conduciendo de regreso, conversamos más sobre nuestras familias y
escuchamos la radio para permanecer despiertas, turnándonos como lo hicimos
antes. Ocho horas después, el clima se puso feo, y tuve que conectar mi teléfono
en el encendedor de cigarrillos para continuar utilizando la aplicación GPS.
Chupaba mucha energía, pero también nos informaba sobre el tráfico, el tiempo
y las posibles áreas de problemas por delante. Conduje obstinadamente, con las
dos manos pegadas al volante, atravesando las nubes blancas. La noche era
oscura, iluminada solo por las luces traseras rojas de los coches que andaban
por delante de nosotras.
Lauren se mordía el labio. —Sé que no quieres perderte el trabajo o clase,
pero quizás tengamos que parar —dijo finalmente. 179
Cuando el coche patinó por segunda vez en tantos kilómetros, estuve de
acuerdo, pero primero tuvimos que encontrar un lugar con habitaciones
disponibles. Eran casi las dos de la mañana cuando nos detuvimos en un motel
de mierda que no tenía el cartel de NINGUNA HABITACIÓN LIBRE brillando
a través de la nieve. No me gustó el aspecto del lugar, pero no vi que
tuviéramos más opción.
—¿Mejor que morir congeladas? —le pregunté a Lauren, estacionando en
el lote.
—Hurra, en cambio, nos desmembrarán. —Pero ese era su tono de burla,
no el de estar aterrorizada.
En la oficina, una anciana se acercó al escritorio con una bata azul, con la
boca fruncida con una desaprobación permanente. —Chicas tienen suerte, esta
es mi última habitación. Mucha gente está tratando de escaparse del clima esta
noche.
Bueno, duh. Hay una ventisca ahí afuera.
Estaba bastante segura de que esta mierda no costaba ordinariamente
cincuenta y nueve dólares por noche, pero no tenía ninguna influencia para
regatear, y otro coche estaba estacionando en el lugar. —Lo tomaremos.
Entre Lauren y yo, teníamos lo suficiente para cubrir el costo, y la
propietaria nos probó qué tipo de lugar era cuando no nos pidió una tarjeta de
crédito. Nos dio una llave de metal y nos dijo que teníamos la habitación ciento
dieciséis, justo abajo de la oficina. Temblando, saqué mi mochila del auto, pero
dejé los contenedores Tupperware. La nieve me hacía picar las mejillas mientras
hice la caminata sin estar resuelta hasta nuestra habitación. Por dentro, era tan
horrible como me hubiera temido con un olor a moho y decoración que hubiera
sido anticuada en los años sesenta.
Lauren se estremeció. —Así que básicamente, necesitamos ser limpiados
en seco cuando lleguemos a casa.
La anciana no mencionó que solo había una cama, pero no importaba.
Dado que el radiador golpeaba y gemía al mismo tiempo que proporcionaba un
mínimo de calor, estaríamos acurrucadas para darnos calor, de todos modos.
Me puse calcetines, una sudadera, pantalones de chándal y mi sombrero de
invierno antes de retirar las sábanas. Eran delgadas y amarilleadas por el
lavado frecuente, pero nada se movía. Con suerte, eso era una buena señal, y
tenía el frío suficientemente como para arriesgarme.
—Nunca te he querido más —dijo Lauren, pero se puso casi toda la ropa
y luego nos metimos en la cama.
Me tomó una eternidad quedarme dormida, a pesar del dolor en mis
180
hombros y pantorrillas por un largo día de conducción. Hacia el final, no
habíamos llegado tan lejos como necesitábamos, así que todavía teníamos unas
buenas cinco horas, siempre que los caminos estuvieran lo bastante despejados
para que pudiéramos seguir adelante. Será mejor que así sea, ya que no
tenemos suficiente dinero para otra noche en la carretera. Además, no podía
permitirme perder más días de trabajo o clases. Mierda, me estaba estresando
solo de pensar en ello.
—Oh, Dios mío, vete a dormir ya —murmuró Lauren, golpeándome la
cabeza cuando me di vuelta por cuarta vez.
Extrañamente, lo hice.
Por la mañana, encendí la televisión de mierda, anticuada para ver el
informe del clima. De un vistazo por la ventana, pude ver que había dejado de
nevar, pero necesitaba saber qué caminos se habían despejado por la noche.
Golpeé el aire cuando oí que la I-80 parecía muy libre. Después de despertar a
Lauren, empaqué mis cosas y las llevé al auto.
Mi aliento salía en forma de vaho. La ventana trasera derecha estaba rota
y todas las sobras que mi madre me envió habían desaparecido. Sin palabras,
caminé alrededor del coche buscando otros daños. Mierda, mi teléfono. ¿Lo
había llevado con nosotras anoche?
Busqué en mi mochila, y definitivamente se había ido. Idiotas. Se robaron
el Día de Acción de Gracias y mi teléfono. Felices vacaciones. No podía pensar
en ningún lado positivo en esta mierda de festividad, pero estrangulé mi
impulso de patear las cosas y maldecir. Es mejor centrarse en el control de
daños.
Lauren se estaba cepillando los dientes cuando entré. —Tengo que
pedirte prestado el teléfono.
—¿Por qué?
Una vez que la puse al tanto, dijo todas las maldiciones por mí. Pero me
entregó el teléfono sin preguntas, y comencé con el cambio de contraseñas, la
cancelación de cuentas y notificar a mi proveedor de telefonía que ya no estaba
en posesión del equipo.
El representante sonaba bastante aburrido mientras me decía mis
opciones. —Lo siento mucho por su problema, señora. Puedo colocar en la lista
negra al teléfono por usted inmediatamente y le envío una tarjeta de SIM. De
acuerdo con nuestros registros, no es elegible para un reemplazo, por lo que
tendrá que comprar un equipo nuevo. También podemos proporcionar el
número de serie para la policía y notificar a cualquier persona que esté tratando
de contactarse con usted.
181
—Solo apáguelo. No quiero que nadie use mi teléfono.
—Entendido. Dado que nos ha notificado, no será responsable de cargos
que aparezcan después de este momento.
—Fue robado en algún momento de la noche —protesté. No sé a qué
hora.
—Está libre de disputar esos cargos, si resultan excesivos.
Mierda. El ladrón probablemente robó mi teléfono y luego llamó a un montón de
números en ultramar.
Pero me preocuparía más tarde por eso. Aunque nos retrasaría más,
llamé a la policía y esperamos dos horas completas a un policía estatal para que
pudiera presentar un informe policial. No serviría de nada, pero al menos era
una prueba para la señora Keller de que yo no era una tonta perezosa que
simplemente no tenía ganas de trabajar.
Cuando el policía se fue, era casi el mediodía, y se suponía que pronto
empezaría a trabajar. Conocía el centro de guardería de memoria y el teléfono
de Lauren tenía suficiente vida para que hiciera llamadas. Era la primera vez en
mi vida que lo hice, fue una sensación tan horrible, aunque no tuve elección.
Balbuceé disculpas por dos minutos completos antes de que cortara.
—Así que hubo una ventisca, estás a cuatro horas de distancia, y algún
idiota entró en tu coche y lo destruyó. Entiendo, algunos días son malos. —
Sonaba divertida—. No te preocupes, podemos cubrir tu turno.
—Esperaba volver a tiempo. No planeé lo de la ventana rota. Tengo un
informe policial y todo si necesitas verlo.
—Está bien —dijo—. Confío en ti. Solo ten cuidado al volver.
La mujer en la oficina del motel “arregló” mi ventana con dos bolsas de
basura plásticas y cinta aislante, haciendo que el Toyota pareciera aún más
elegante, e hizo maravillas con la ventilación. Cuando le dije algo sobre los
daños, ni siquiera se disculpó, solo señaló un cartel que decía que ella no era
responsable de los artículos dejados en los coches durante la noche.
—Qué perra —gruñó Lauren mientras salíamos del estacionamiento del
Motel del Infierno.
—Valió la pena ver a nuestras familias —le ofrecí.
Allí, ese es el lado bueno. Finalmente. Hora de ir a casa.

182
20
Traducido por Alessandra Wilde & Jadasa
Corregido por Karen_D

El apartamento se hallaba magníficamente cálido. Me dolían los dedos.


Max los tenía entre las palmas de sus manos, frotándolos vigorosamente. Angus
preparaba té caliente mientras Lauren les contaba los detalles. Dejé que me
llevara al sofá, todavía temblando. Si nunca conducía a Nebraska, estaría bien
para mí.
—¿En serio te robaron el recipiente de tu mamá? —repitió Max.
Lauren confirmó: —Completo con pavo, relleno, judías verdes y pastel.
Íbamos a comer las sobras durante una semana.
—Lo siento, pero eso es gracioso —dijo Angus. 183
—Excepto por la ventana rota. —No esperaba con ansias la factura de
reparación, pero por más frías como habíamos estado durante las últimas
cuatro horas del viaje, la ventana tenía que arreglarse pronto.
Max frunció el ceño. —¿Nos robaron el pastel? Ahora estoy molesto. Y
sin pastel. Pero sobre todo molesto.
—Asumes que planeaba compartirlo —le dije, sonriendo.
—Oh, tal vez quieras bajar y decirle al loco en el 1B que estás viva. —
Angus me sacó de mi silla y me empujó hacia la puerta—. Dejo bastante claro
que me quitará la cabeza si no te ve en algún momento de hoy.
Oh, mierda. Ty.
Lo habría llamado desde el celular de Lauren, pero no recordaba su
número de memoria. Comprobando la hora, vi que eran cerca de las siete y no
podía recordar si tenía clases nocturnas. Sin embargo, aunque no estuviera en
casa, dejaría un mensaje en su puerta. Así que cogí una pluma y un Post-it, por
si acaso, y dije: —Volveré en un minuto.
—Claro que sí —dijo Lauren mientras Angus murmuraba—: Nos vemos
por la mañana.
Asfixiando un suspiro, bajé corriendo las escaleras hacia su apartamento
y llamé. No había luces visibles debajo de su puerta, así que pensé que se había
ido. Rápidamente me escribí: tuve problemas en el camino a casa. Mal tiempo,
teléfono robado. Estoy bien. Nada de mensajes de texto hasta que lo reemplace. Después
de pegarlo a la puerta, donde no podía perderse, volví arriba.
Angus nos hizo una cena de simpatía, y acabábamos de comer cuando
alguien llamó a la puerta, más como que golpeó, en realidad. Me puse de pie.
—Probablemente es el señor Pelirrojo Sexy —dijo Lauren.
Dándole una mirada malvada, crucé para responder, y tenía razón. Ty se
encontraba parado fuera con Sam dormitando en su hombro. Pobre niño. Debe
haberse quedado dormido en el coche en el camino a casa. El impulso de abrazar a
ambos casi me abrumó. Los hombros de Ty cayeron cuando un suspiro se filtró
de él, un alivio tan tangible que brillaba como oro en sus ojos castaños.
Haciendo señas a mis compañeros, susurró: —¿Vienes abajo por un
instante?
Esto definitivamente no era protocolo, pero asentí. Sin molestarme en
ponerme los zapatos, lo seguí hasta su casa, y él nos hizo entrar, haciendo
malabares con las llaves, las mochilas y Sam en un movimiento practicado.
Escaneó la nota mientras la arrancaba de la puerta y me sonreía cansadamente.
Puesto que Sam ya estaba en pijamas, Ty lo llevó por el pasillo y lo puso en la
cama. Me tensé, esperando a que el chico se despertara, pero él solo se enroscó 184
en sus cobertores y buscó al señor O'Beary cuando Ty puso el juguete a su lado.
Una vez que estuvimos de vuelta en la sala de estar, me atrajo hacia él en
un abrazo asfixiante, y me sorprendió al descubrir que estaba temblando.
Murmuró en mi pelo: —No tienes ni idea de lo preocupado que he estado.
Primero el mal tiempo, y esta mañana, que respondieron a mi último texto con:
piérdete, perdedor. No tenía ni idea de dónde estabas y todo lo que podían
decirme tus compañeros de cuarto era que se suponía que estuvieras en casa
anoche.
Silenciosamente, amortiguada por su hombro, repasé el carnaval de
mierda que había sido mi suerte desde que dejamos Nebraska. Ty me abrazó y
acarició mi espalda, mi cabello, como si no pudiera soportar dejarme ir. Me
acurruqué contra él, disfrutando de su ternura. Finalmente, concluí: —Y estaba
helando en el camino a casa, tanto que me dolían las manos cuando llegamos
aquí.
—Vi la ventana rota en tu coche cuando entré y fui directamente a tu
casa para asegurarme de que estabas bien.
—Estoy bien. Solo cansada, adolorida y completamente enojada.
—Siéntate.
—¿Pero Sam...?
—Mi mamá lo hizo agotarse, lanzando bolas de nieve durante una hora
esta noche. Luego tomó una sopa caliente y un baño. Me sorprenderé si está
despierto antes de la mañana, pero... estoy dispuesto a arriesgarme.
Esta invitación era un gran paso. Me pregunté si se daría cuenta.
—Si estás seguro. —No necesitaba más aliento para acurrucarme en el
acogedor sofá rojo.
Se sentó detrás de mí y presionó sus pulgares a la base de mi cuello,
frotando en círculos firmes. —¿Qué tal se siente eso?
—Increíble. —Me era imposible pensar, y mucho menos hablar, mientras
me masajeaba el cuello y los hombros. Cuando llegó a mi cabeza, ya era un
fideo caliente, soñoliento en sus brazos.
—¿Por qué no me llamaste? —Pregunta razonable—. Lauren tenía su
teléfono, ¿verdad?
Avergonzada, admití: —Normalmente, uso los nombres en mi lista de
contactos. No recuerdo muchos números.
—¿El trabajo y tus padres? —adivinó.
—Esos. Ni siquiera estoy segura de saber el número de Lauren, y somos
amigas desde el segundo grado. Siento haberte asustado. 185
Pasaron unos momentos en silencio. —No fue tu intención. Pero prefiero
no vivir un día como este de nuevo.
Su tono me alarmó lo suficiente como para cambiarme para poder ver su
cara. —¿Ty?
Tensa otra vez, esperé a que me dijera que estábamos adentrándonos
demasiado. En su lugar, susurró: —Me alegro de que estés en casa. Sam estaba
llorando cuando lo recogí de la escuela.
—¿Qué pasó? —Había un mordedor, un tirador de pelo y dos ladrones
de juguetes en su grupo. ¿Tal vez tuvo un problema con uno de ellos?
—Nada, él solo te extrañaba. Está acostumbrado a que estés en su aula.
—Los extrañé también. Amo a mis padres, pero hay una razón por la que
solo los veo una vez al año. La próxima vez iré durante el verano.
—Tomar un vuelo es más rápido —señaló.
—Más caro, también. —Aunque después de sopesar el costo de
combustible, nueva ventana y teléfono, tal vez debí haber volado—. Y es una
hora para volar de Ann Arbor desde aquí, no hay vuelos directos, y mis padres
tienen que conducir dos horas para recogerme.
—¿Qué tan pequeño es este pueblo?
—Menos de cinco mil personas. Fue un gran problema cuando pusieron
una señal de parada en el Pare y Siga.
—Maldita sea. Y pensé que Mount Albion era malo.
—Realmente no lo es. —La población central se mantenía estable, poco
menos de diez mil y la universidad aumentaba por otros seis mil durante el año
escolar. También era un reto para encontrar un trabajo decente a tiempo parcial,
por lo que habíamos hecho una fiesta para Lauren cuando finalmente cambió
del rubro de comida a las artes plásticas.
—Tienes que estar muerta de cansancio —susurró, besándome la nuca.
No lo tomé como un preludio del sexo, solo una observación. Pero
deseaba tanto que fuera mi novio y pudiéramos acostarnos juntos. Ya mismo. Sí.
Por favor. Tragué con dificultad, respirando aceleradamente. El anhelo se debía
en parte a la atracción física, pero también porque quería estar cerca de él, sin
términos y condiciones. Te deseo, pensé. Pero no pude decirlo. No había manera
de que se arriesgara a que Sam tuviera un mal sueño y nos encontrara. Me puse
fría pensando en ello. Eso empañaría todo. Sin embargo, mantener la calma no
detenía mi deseo.
Tenía que ocultarlo. Si Ty sentía que no estaba satisfaciendo mis
necesidades, cancelaría todo. 186
¿Qué dicen? La mitad de una hogaza de pan es mejor que ninguna. Mi
abuela solía decir algo así en ruso, por lo general cuando me quejaba de mi
cena. Aplicaba especialmente a esta situación, ya que mi corazón podría morir
de hambre sin estos momentos robados con Ty.
Así que asentí, manteniendo mi respuesta simple. —Si estamos bien,
tengo que volver arriba y trabajar en algunas cosas para mañana. Les escribí por
correo electrónico a los profesores cuyas clases me perdí, pero no me
contestaron. Juro que me están haciendo sudar a propósito.
—Suena probable. Y sí, estamos bien. De todos modos, tengo un diseño
para el jueves.
—¿Me enseñarías en qué estás trabajando antes de irme? —Me levanté,
esperando que la respuesta fuera sí. Por los dibujos de pluma y tinta que había
enmarcado, sabía que Ty podía dibujar, pero nunca había visto nada más.
—Vamos. —Después de agarrar su mochila, me condujo por el pasillo
hasta su estudio, escasamente amueblado con una mesa de dibujo y un
escritorio de computadora. Luego sacó una delgada hoja de papel, fuertemente
enrollada para protegerse de las manchas. La desplegó y puso pisapapeles en
cada esquina, para que yo pudiera ver—. Se supone que es un restaurante.
Era una vista exterior de una estructura moderna y rectangular con lo
que parecía una terraza al aire libre y bar en la azotea. —Esto iría muy bien para
un lugar japonés teppanyaki.
La sorpresa destelló en sus ojos y luego una sonrisa complacida. —No he
llegado tan lejos, pero me gusta. Tal vez lo termine con eso en mente. A la
profesora le gusta la especificidad.
—Eres muy bueno. Debería contratarte para que me dibujes por el
cumpleaños de mi mamá.
—Los retratos no son lo mío —advirtió.
—Lo sé, estaba bromeando. —Inclinándome hacia adelante, puse una
mano en su hombro y lo besé suavemente, el beso más dulce de buenas
noches—. Gracias por preocuparte por mí.
—Como si pudiera evitarlo. —Ty me acompañó hasta la puerta y subí
corriendo.
Como era de esperar, mis tres compañeros de habitación estaban en la
sala de estar, esperando para escudriñarme cuando golpeé suavemente la
puerta para entrar. Max hizo los honores mientras Angus estudiaba mi cabello.
—Así que estaban hablando. ¿Tú y el señor Pelirrojo Sexy están bien?
187
—¡Lauren! ¿Por qué le dijiste a Angus que lo llamara así? Se llama Ty. Y
sí, estamos bien.
Ella sonrió, ignorando mi ceño fruncido. —De seguro él lo está.
Max interrumpió: —Puedo llevar tu coche a la tienda mañana. Estoy
bastante seguro de que podemos arreglar la ventana. Si es necesario, voy a
pasar por el depósito de chatarra y conseguir un reemplazo. —Mientras
consideraba la logística, sugirió—: Te voy a dar un aventón al trabajo en mi
moto y te recogeré en tu coche en mi hora de almuerzo. Puedes dejarme antes
de ir al campus.
—Está bien, trato hecho. ¿Cuánto me costará?
—Depende, pero trabajaré en ello gratis. Así que solo las partes.
Aliviada, lo abracé fuertemente. Hasta que Max mencionó esto, no tenía
idea de cómo iba a arreglar mi auto, reemplazar mi teléfono, comprar regalos
de Navidad para mis amigos y familiares, además de los gastos habituales de
alquiler, comida y servicios públicos. Mis rodillas se sentían un poco débiles.
Sin embargo, Angus parecía tomarlo como un desafío personal; porque
dijo: —De cualquier manera, pensaba comprarte un nuevo teléfono para
Navidad.
—Eso es demasiado. —Sacudí la cabeza. Aunque Angus venía de una
familia adinerada, no me gustaba que me comprara cosas caras. Sus novios
generalmente sentían lo contrario.
—Entonces voy a usar la renovación y te doy el que tengo ahora.
—Lo dejaría hacerlo por mí —dijo Lauren—. Siempre que el SIM se
ajuste.
—Debería. —El teléfono actual de Angus iba un paso por delante del
viejo mío—. Bueno. Pero te prohíbo que me compres cualquier cosa para
Navidad. —Más allá de conmovida, me incliné y los abracé a todos a la vez—.
Ustedes son los mejores amigos de la vida.
—Oye —dijo Max, golpeando la punta de mi nariz—. Siempre estás aquí
cuando te necesitamos. De manera que sería muy mierda si dijéramos “buena
suerte con la vida” cuando nos necesitas.
Cuando me fui a dormir esa noche, me sentía mucho mejor.

188

Al día siguiente, en la Academia Arcoíris, Ty se precipitó en cuanto salté


de la motocicleta de Max. Me dio mi beso de buenos días en el estacionamiento.
Envolví mis brazos alrededor de su cuello y le regresé el beso al máximo.
Cuando se apartó, me besó en la frente y cada mejilla por turno, su boca
deliciosamente caliente contra el frío en el aire. Un estremecimiento me
atravesó.
—Sigue con esto y pensaré que me extrañaste.
—No lo dudes nunca.
La ola de euforia que siguió a las palabras de Ty me llevó hasta el aula de
la señora Trent. Sam se hallaba extasiado cuando entré. —Oye, amigo.
—¡Me llamo Sam! ¿Dónde estabas? Te fuiste por siempre.
—No. Me fui por cuatro días.
Sam me apoyó en mi brazo. —Mi mamá se fue para siempre.
—¿Sí?
—Papá dice que está muy ocupada. Con la ciencia.
No tenía ni idea de qué decir, pero la señora Trent comenzó la rutina del
día, distrayendo a Sam. Menos mal. No me encontraba preparada para esa
conversación. Pero Sam estaba más pegado que de costumbre; parecía que
difícilmente se bajó de mi regazo en todo el día.
Al mediodía, cuando Max me recogió en el trabajo, mi auto tenía
ventana. —Eres tan increíble. Ni siquiera puedo decirte lo mucho que aprecio
esto. ¿Cuánto costó?
—No te preocupes por eso.
Sin importar lo que discutí, Max ni siquiera me dejó pagar por la ventana
de reemplazo, y esa misma tarde, Angus usó su renovación, pasando su viejo
teléfono. Mis amigos son los mejores. Después del regreso de mierda desde
Nebraska, me preparé para que la vida empeorara, pero mis profesores no se
quejaron por la ausencia y me dejaron entregar mis tareas un día tarde. Al día
siguiente, mi operadora de telefonía llegó con un SIM de repuesto, dejándome
en buen estado para el miércoles cuando tuve que mostrarle a la señora Parker
mi planificación para la lección. Si lo aprobaba, enseñaría la clase la semana
siguiente.
Por lo que comprensiblemente, me sentía nerviosa cuando llegué a C-
Cool. Esperé a que los estudiantes trabajaran tranquilamente en sus escritorios,
antes de ofrecerle mi trabajo. Recorrió los folletos y marcadores que creé; no
podía decir lo que pensaba por su expresión.
189
Finalmente, levantó la mirada. —¿Es un formato de concurso?
—Pensé que podría dar pequeños premios para las respuestas correctas.
Quizás estuviera equivocada, pero no parecía emocionada. —Todos estos
estudiantes tienen problemas de concentración, Nadia. ¿Cómo crees que
responderán a los timbres y juguetes pequeños?
—Um. No planeaba usar timbres.
Pero me obligó a pensar en todas las cien razones por las qué esto nunca
funcionaría. En mi planificación, me centré demasiado en el aspecto divertido,
no lo suficiente en la parte de aprendizaje. Necesitaba un medio fresco y
creativo para entregar una lección de lectura que no convertiría la habitación en
un pandemonio. Tenía razón con su crítica, pero todavía me sentía horrible.
Concluyó: —Tenemos que ser especialmente cuidadosos en ese aspecto. Un
número de nuestros estudiantes tiene el espectro autista y demasiados
estímulos tales como luces, ruidos y colores representan un problema para
ellos. Nuestro trabajo es manejar el medio ambiente.
—Lo haré de nuevo —dije en voz baja.
—Trae algo más para el viernes, ¿de acuerdo? Recuerda, te estoy
apoyando.
—No hay problema. Lo haré mejor, lo prometo. —Si no la impresionaba
y terminaba fuerte, le contaría a mi nueva mentora para el semestre de
primavera todo acerca de mis fracasos, y cuando comenzara con ciertos
ataques, el maestro coordinador podría hacer de tu vida un infierno de tantas
maneras interesantes.
—Tu idea fue creativa. En un aula tradicional, tendría un gran éxito.
Eso me hizo sentir un poco mejor, lo suficiente como para reunir la
voluntad de circular y ayudar a los estudiantes con sus trabajos. Una hora más
tarde, salí de la escuela, sintiéndome inquieta por mi error, fui a casa a almorzar
y me cambié mi ropa de trabajo. El resto de la semana voló, pero no encontré
nada que sonara mejor que lo que produje originalmente.
Y el tiempo se acababa.
A las cuatro de la mañana del viernes, caminé, intentando calmarme,
consciente de que podría estar molestando a Ty. Claro, podría organizar algo
que encontré en internet, en una lección para la clase; pero quería ser mejor que
eso. Me hundí en el suelo de la sala, rodeada por un mar de papeles hecho
bolas. Cualquiera podía copiar las ideas de otras personas, esa parecía la marca
de un profesor muy según las reglas, exactamente el tipo que no quería ser.
Pero mirar fijamente las páginas arrugadas me dio una idea. No tenía 190
otra a mano, y era un poco de la vieja escuela, pero quizás... saqué mi tablet y
revisé un par de cosas. Esto es mejor. Esto puede funcionar. Me quedé despierta
toda la noche imprimiendo tarjetas y luego me detuve en una tienda de
conveniencia camino a C-Cool para comprar un periódico. Íbamos a necesitar
más para el miércoles, por supuesto, siempre que la señora Parker estuviera de
acuerdo.
Me hallaba de buen humor, sonriendo mientras ella enseñaba la lección y
luego distribuyó a los niños en pequeños grupos. Su organización tampoco era
aleatoria, juntaba a estudiantes de acuerdo a que tan bien podrían trabajar
juntos, a menudo con habilidades complementarias. Sentía como si tuviera un
águila americana aleteando alrededor de mis tripas a medida que esperaba a
que revise mis materiales.
—Esta es una gran idea —dijo finalmente—. Sospecho que la mayoría de
sus padres ni siquiera tienen suscripciones, de manera que no ven periódicos
con mucha frecuencia. Este es un giro interesante para adquirir vocabulario
para formular oraciones.
Sonreí. —Entonces ¿enseñaré el miércoles?
—Estoy deseando que llegue.
De alguna manera contuve mi emoción hasta que salí al estacionamiento.
Luego hice un pequeño baile al lado de mi auto. Todavía tenía que organizar
algunas cosas, pero al menos ahora tenía una orientación firme. El buen humor
me llevó a casa cantando, por lo que me balanceaba en tanto estacionaba el
Toyota. Max se alejó cuando salí, pero no parecía feliz. De hecho, rara vez lo
había visto tan enojado.
—¿Problemas con Lauren? —adiviné.
—Seguí tu consejo —dijo tajantemente—. Pero me hizo callar.
—Oh mierda, Max, lo lamento. —Lauren tendía a jugar sus cartas muy
en secreto, era rápida con una broma y un abrazo, pero cavar debajo de la
superficie tomaba tiempo, esfuerzo y una cuchilla afilada. Quizás yo necesitaba
hacer algo de jardinería.
—No es como si fuera una completa sorpresa, después de lo que pasó. —
Eso tenía que ser una referencia enigmática al secreto que compartían—. Pero...
es bueno tener un cierre, supongo. También dijo que hay alguien más.
—¿Eh? —Max era el último chico que me mencionó, pero solo para decir
que dormir con él había sido un error. Odiaba ser quien se lo dijera, pero...—. A
veces usamos eso como una excusa cuando no nos interesa el chico que nos
pide salir. ¿Qué dijo exactamente?
—“No hagamos esto complicado. Ambos sabemos que esto no va a ir a
ninguna parte.” Así que me lancé, como tú sugeriste. Le dije: “Lauren, no ha 191
habido nadie por un tiempo porque he estado enamorado de ti durante, como,
seis meses.” Puso esta mirada triste, sacudió su cabeza y dijo: “Solo piénsalo.
Realmente no me conoces. Nadie lo hace.”
—Eso es un poco alarmante. Me pregunto qué le sucede.
—No tengo idea. —Suspiró, bajando de su motocicleta—. Entonces dime,
Conrad, ¿cómo se supera un corazón roto? —Su tono era burlón, pero podía
notar que sufría.
Me encogí de hombros. —Nadie ha roto el mío.
Max tenía una expresión preocupada, inquietante. —Dale tiempo.
Seguí su mirada hacia el edificio, hacia el apartamento 1B, y no podía
decir sinceramente que se equivocaba. Pero saber que probablemente acabaría
mal para Ty y para mí, no fue suficiente para advertirme. Solo necesitaba
pensar en él por el soplo caliente que me llevaba, ahogándome en los sueños de
él.
—Puede que tengas razón. Debería dejarlo antes de que sea demasiado
tarde. Pero la advertencia no me hará sensata.
—Nunca lo hace —dijo Max suavemente.
Como él ya sabía, había que cometer algunos errores de color glorioso, ya
que la dulzura de los recuerdos insustituibles duraba para siempre, mucho
después de que el dolor de la pérdida se desvaneciera.

192
21
Traducido por Ma.Sol
Corregido por Karen_D

El resto de diciembre pasó volando. Di en el clavo con la forma de


enseñanza de mi plan de estudio; empeñados, los niños buscaban palabras de
vocabulario en el periódico, y nadie colapsó. Después, mantuve mi cabeza baja
y repleta de exámenes finales mientras que también me preparaba para las
vacaciones. Pusimos un arbolito en el apartamento y lo decoramos una noche
mientras bebíamos vino caliente, cortesía de Angus, y colgamos más luces de
las que realmente necesitábamos.
Con poco descanso y toneladas de café, atravesé los finales y salí con la
cordura intacta al otro lado. Luego, realicé las compras navideñas; dudé sobre
comprar algo para Ty, pero al final, le conseguí un set de lápices de arte de 193
calidad. En el camino de vuelta al apartamento envié los regalos a mi familia,
envolví los que compré para mis compañeros de piso y los dejé debajo del
árbol.
Fue todo un lujo no tener nada en mi plato más que trabajar por un par
de semanas, casi como unas vacaciones. El día de Navidad, cocinamos una
comida navideña, aunque Angus nos usó a todos como sous-chefs, diciéndonos
que abriéramos esto o cortáramos aquello. A las tres de la tarde, nos sentamos a
comer jamón, patatas asadas, ensalada de zanahoria y pasas y coles de Bruselas
fritas. Para el postre, Lauren y yo habíamos hecho galletas de azúcar el día
anterior. En lugar de la vajilla de lujo, habíamos comprado algunos platos
festivos para fiestas, sobre todo para no tener que lavarlos. Algunas personas se
peleaban con sus compañeros de cuarto o eran indiferentes a ellos, pero yo
amaba a los míos. Tal vez fue porque todos habíamos sido amigos por un
tiempo, pero ellos se sentían como familia, y en esta época del año, cuando no
podíamos volver a casa, eso marcaba la diferencia.
—Entonces, ¿qué haremos el viernes por la noche? —preguntó Angus,
mientras nos instalábamos en el salón para ver Vacaciones de Navidad. Lo mejor
de esa película era lo mucho mejor que siempre me hizo sentir acerca de mis
propios planes de vacaciones.
—Es el fin de semana de Ty —contesté, antes de considerar como sonó
eso.
Como era de esperar, Max saltó sobre eso. —¿Quieres decir que estamos
en una situación de custodia compartida? ¿Por qué no me lo dijiste? Hubiera
pasado más tiempo de calidad contigo.
—Cállate. —Normalmente, hubiera hecho una crítica sobre su apestosa
vida amorosa, y que era por eso que estaba tan fascinado con la mía, pero eso
parecía desconsiderado.
—¿Te quedaras en su casa de nuevo? —preguntó Lauren
—Tiene algo planeado. No estoy segura qué, pero me dijo que empaque
ropa de invierno.
—Bueno, eso lo reduce bastante —dijo Angus
Agité mis manos hacia ellos, fingiendo concentrarme en la película, como
si no hubiera estado obsesionada con esta sorpresa durante semanas. Solo dos
días más. Tenía programado un turno completo de ocho horas mañana y el
viernes, así los otros maestros podrían pasar más tiempo con sus familias. Por
fortuna, trabajar me impidió ponerme demasiado impaciente.
Y luego fue viernes. Tantos niños estaban ausentes por las vacaciones
194
que combinamos dos clases. Los planes de estudio se fueron por la ventana, y
en su mayoría le mostramos caricaturas mientras jugaban. Solamente cinco de
nosotros estábamos trabajando: el subdirector, yo, otras dos maestras y Louisa,
quien no se mostraba contenta sobre hacer el almuerzo para los niños tan
pronto después de navidad. Sam no estaba en la escuela, así que Ty debía estar
tomándose algunos días de vacaciones y pasándolos con su familia.
No puedo esperar para verlo.
Llegué a casa a las seis y media, saludé con la mano a Lauren y Angus, y
fui inmediatamente a mi cuarto para comenzar a empacar. Lauren vino detrás
de mí, sentándose en el borde de su cama para observarme excavando en busca
de un chaleco. Algo en su expresión rondó en mi memoria, y luego lo supe. Así
era como se veía cuando no estaba segura de cómo podría reaccionar.
—¿Qué? —pregunté.
—Nada.
Ninguno de mis halagos consiguió hacerla hablar. Con el tiempo, ella
simplemente dijo: —Diviértete, ¿de acuerdo?
Desconcertada, asentí, y ella volvió al salón. Tenía el presentimiento de
que ella quería tener una charla corazón a corazón, pero tal vez ahora no era el
momento. Dispuse mi mejor par de botas de inverno y empaqué un par de
repuesto, solo por si acaso. Jeans, un suéter grueso, mi chaquetón, gorro y
bufanda. Guantes… aquí están. Pronto, tuve todas mis cosas durante la noche
en una pequeña maleta con ruedas que rara vez he usado.
A buen ritmo también. Porque Ty me mandó un mensaje poco después,
mucho más temprano de lo que esperaba.
Estoy abajo. ¿Lista para una aventura?
En camino. Le respondí.
Rápidamente, me puse mi abrigo y gorro, agarré mi cartera y la maleta y
salí corriendo por la puerta —Tengan un buen fin de semana, chicos. Los veo el
domingo.
—Suenas demasiado emocionada —dijo Angus con una mueca de
desaprobación.
Él y Lauren me abrazaron, luego salí disparada para averiguar el gran
secreto de Ty. Él esperaba abajo en la puerta principal con su propio equipaje.
Cuando corrí hacia él, me alzó y me hizo girar, entonces me plantó un firme
beso de saludo. Su expresión cambió, se derritió y era casi demasiado para mí
resistirlo. Entendí a qué se refería cuando me dijo que mi cara le mostraba todo,
porque ahora le pasaba lo mismo.
—Siempre te ves tan malditamente feliz por verme —dijo bajo—. Y es
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como un puño en mi estómago, todo el tiempo. Espero a que no pase, que te
hayas acostumbrado a mí, o tal vez estás cansada o tuviste un mal día, por lo
que no tienes humor para brillar, pero no. Siempre está esa sonrisa. Sí —agregó
tocando mi labio inferior—. Esa misma. ¿Lista?
Sin esperar por mi respuesta, agarró ambas maletas y dirigió el camino a
su auto. La noche estaba fría pero despejada. Había dejado el auto encendido,
junto en frente de la puerta, así que estaba deliciosamente cálido cuando me
introdujo dentro. Esos pequeños gestos robaron mi corazón, una y otra vez,
hasta que estuve indefensa con él.
—Estoy tan emocionada. ¿Qué tan lejos estamos yendo?
—Solo un par de horas. Deberíamos estar ahí para las nueve.
—Oh, por Dios, dime ahora.
—¿De verdad quieres saber?
Le disparé una mirada que podría haber vaporizado la pintura de una
pared. —Sí.
—Mi jefe, Bill, tiene un amigo que mantiene una cabaña de esquí al norte
de aquí. Es un lugar hermoso, cuesta abajo y senderos de esquí de fondo. Le
pedí que nos conecte con un paquete de vacaciones como parte de mi bono de
vacaciones.
—Vaya. —Estaba aturdida en silencio—. Necesitas el dinero para la
escuela, ¿verdad? Espero que no…
—Si no quisiera esto, no estaríamos en el auto.
—Entonces gracias. Traje ropa abrigada como dijiste. Pero deberías saber,
no soy muy buena esquiadora.
—Tendremos que trabajar en eso. Pero también hay trineo, motos de
nieve y un estanque para patinaje sobre hielo. Prácticamente todo el país de las
maravillas de invierno.
De repente, los lápices de arte que le compré no parecían suficiente, y
para cubrir mi presentimiento de que nuestra posición había cambiado, le
pregunté: —¿Como estuvo tu navidad?
—Pasé la noche con mis padres, así que ellos pudieron estar ahí cuando
Sam abrió todos sus regalos. Él ama su casa porque mi mamá va con todo. Es
como si una tienda de festividades explotara y mi papá pasa dos días enteros
decorando el exterior.
—La factura de electricidad debe ser una locura.
—Ni me digas, lo incluye en el presupuesto anual, ese salto en vatios.
—Eso suena divertido. ¿Fue tu hermana? 196
—Valerie está aquí, malcriando un montón a Sam. Sarah no pudo venir.
—Cuando él hablaba sobre ellas de esa manera me hacía sentir como si también
las conociera.
—Me preguntaba... ¿Sam alguna vez ve a los padres de Diana? —Su
partida no cambió el hecho de que también eran sus abuelos.
—Dos o tres veces al año. Ellos viven en Arizona, y no vienen aquí muy a
menudo. Su padre está en una silla de ruedas y se le dificulta viajar.
—Oh.
—Pero hablan por Skype con él y mandan regalos. Ellos todavía la están
buscando —añadió en voz baja—. Hablaban sobre contratar a un detective
privado, lo último que escuché.
Vaya. Tal vez no debería haber preguntado. —Lo siento si eso fue…
—No, está bien. Lo peor de esto es que ellos no me culpan por haberla
puesto en esta situación. La culpan por “escapar”. —Con un aire determinado,
cambió de tema—. Oye, ¿cómo estuvieron los finales?
La gratitud onduló a través de mí. A estas alturas, ya debería saber que
no debo preguntar nada sobre Diana. Las respuestas siempre me entristecían.
—Sobreviví. Estoy bastante segura de que obtuve una buena puntuación como
para aguantar otro semestre.
—Si te conozco, lo hiciste mucho mejor que eso. —Ty me dio un vistazo,
sonriendo, y la suavidad de sus ojos, su boca, parecían a año luz del chico tenso
y enojado que había conocido a finales de agosto. De hecho, ni siquiera hablar
de Diana le molestó tanto como antes.
Cuatro meses. Lo he conocido por cuatro meses.
—Aprobé mis prácticas de enseñanza. —Decirlo en voz alta sonaba muy
parecido a fanfarronear, pero las palabras me llenaron de alegría.
—Eso es fantástico. —Mientras manejábamos, le conté sobre la primera
idea fallida y la noche entera que resultó en la segunda.
Ty asintió. —Te oí paseando. Algunas noches es difícil saber que estás
arriba.
La oscuridad y el rítmico avance de la carretera bajo los neumáticos
hacían más fácil admitir: —Para mí también. A veces tengo un día terrible y tú
lo mejorarías. Incluso estando cansada, quebrantada, lo que sea, nada parecería
tan malo contigo.
Se quedó sin aliento, y luego envolvió sus dedos alrededor de los míos y
llevó mi mano a su boca. —Tomas otro pedacito de mí cada vez que abres la
boca. Lo sabes, ¿verdad?
197
—No estoy tratando de hacerlo.
—Nadia. No tienes que intentarlo. —Meses más tarde, todavía tengo ese
pequeño aleteo por la manera en que su voz se profundizaba en torno a mi
nombre, como si las sílabas supieran diferentes en su lengua.
Encendí la música, tratando de ocultar la manera en que me temblaban
las manos. No era justo que pudiera conmoverme tanto. No tenía defensa
contra su honestidad. Ty era todo real y crudo, un brillo que se superpuso sobre
mí mucho después de que miré hacia otro lado, y no tenía ni puta idea de que
para mí, esto era mucho más que sexo o amistad. Era una necesidad que
martillaba en mi corazón, grababa el secreto debajo de mi piel y sacudía mis
huesos.
Durante el resto del viaje, cantamos junto con la radio, y dejé que mis
sentimientos se calmaran a fuego lento. De lo contrario, probablemente habría
llorado sobre mi manga. Pero mi primer vistazo al complejo me robó el aliento,
empujando otras preocupaciones a la parte posterior de mi mente. Como
prometió, era el país de las maravillas invernal con una cabaña de estilo chalé y
luces tenues a lo largo de los senderos. Hilillos de humo se arremolinaban hacia
el cielo desde las cabañas más alejadas dentro del bosque, y más luces rodeaban
el estanque de patinaje sobre hielo, donde figuras elegantes giraban y giraban,
otorgándole al lugar un aire encantado.
Ty nos llevó a través de las maravillas heladas y estacionó, luego sacó
nuestros equipajes del maletero. —Vayamos a registrarnos. No sé tú, pero esta
noche solo quiero algo de servicio al cuarto. Podemos ponernos en marcha
mañana.
—Suena fantástico.
—¿Mencioné que la suite tiene un jacuzzi? —A pesar de que su tono
sonó inocente, sus ojos no lo eran.
—De alguna manera, no.
Por fuera, la cabaña era impresionante. Por dentro, ofrecía una elegancia
rustica por medio de piedra pulida y vigas de madera. Una gran chimenea
dominaba el vestíbulo, y a través del camino, cinco o seis personas estaban
tomando en el bar. La recepcionista fue rápida y eficiente, entregándole a él
unos formularios para que firme y explicándole los servicios concisamente.
Una vez que procesó la reservación y puso la llave en la mano de Ty, nos
preguntó: —¿Necesitan ayuda con sus maletas?
—No, nos encargaremos. Gracias. —Luego se volteó hacia mí—. Estamos
en el tercer piso. El ascensor está por aquí. Vamos, dulzura. —Él no me abrazó,
pero podría haberlo hecho cuando volvió a encargarse del equipaje.
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Los otros invitados eran mayores, y me pregunté cómo nos veíamos para
ellos. Tal vez solo me sentía rara porque nunca había hecho nada como esto.
Nadie nos prestó atención mientras cruzábamos el vestíbulo e íbamos a echar
un vistazo a nuestra habitación. La cual era esplendida. Una cama tamaño King
llena de almohadas satinadas atrapó mi atención de inmediato. La alfombra
color avena era de felpa debajo de mis pies cuando me quité las botas, y el baño
era más grande que el que compartíamos con Lauren.
Sí, ese jacuzzi definitivamente es suficiente grande para dos.
—Es hermoso —dije en voz alta
—Nunca he estado aquí, pero a Bill le encanta. Por supuesto, él tiene
cincuenta y ocho. Así que supongo que va a ser sobre todo grupos de su edad y
tal vez un par de familias.
—No estoy buscando hacer nuevos amigos —dije
—Eso es un alivio. Me siento bastante antisocial.
—¿Debería dejarte solo?
—Tú no. Solo el resto del mundo. —Sus palabras insinuaron que él me
necesitaba solo a mí, y su mirada lo confirmó—. ¿Tienes hambre?
Asentí
—Entonces encontremos el menú del servicio al cuarto.
Ordenamos cuencos de estofado y ensalada, y cuando vino, el mesero
empujó un carrito cubierto de lino dentro de la habitación y preparó la mesita
como si estuviéramos en un restaurante. Incluso encendió una vela entre
nosotros, así que mi asombro se desbordó cuando cerró la puerta. Ty se sentó
como si esto no fuera gran cosa, pero yo tenía la sensación de que estábamos
recibiendo un tratamiento VIP.
—Paquete de vacaciones —explicó mientras descubría la comida.
Mientras comíamos, me contó sobre su semana. —Las cosas se han
ralentizado en el trabajo. Con el suelo congelado, hay un límite sobre lo que
podemos hacer. No hay nuevos sitios hasta marzo más o menos, lo que significa
que estamos limitados a renovaciones.
—¿Porque el equipo puede trabajar dentro?
—Sí, pero Bill odia los trabajos de renovación, lo llama mierda de níquel
y centavo, pero esos trabajitos nos mantienen en la sombra hasta que podamos
tomar proyectos más grandes en primavera.
—¿Eso significa menos trabajo para ti?, ¿es fácil de manejar?
—Un poco. Esta es la parte tranquila del año.
Luego de que terminamos, Ty ordenó la mesa y llevó los trastos al
199
carrito, luego lo empujó de nuevo al hall. Una corriente cálida me atravesó
cuando puso la etiqueta “NO MOLESTAR” en la puerta y giró la cerradura.
Parecía que hacía mucho más de dos meses que no estábamos desnudos en la
misma habitación.
—Luces… determinado —susurré
—Me dije que estaría tranquilo, pero no creo que eso sea posible entre
nosotros. Te deseo demasiado, y ha sido millones de años desde que te toqué.
¿Es...Estás…?
—Sí —dije.
Diez segundos después, yo estaba en sus brazos, y él tiraba mi camisa
por encima de mi cabeza. Desabotoné la suya con dedos temblorosos y alisé mi
palma subiendo por su pecho. Con un suspiro irregular, me besó, y yo enredé
mis brazos alrededor de su cuello. Me dolía todo el cuerpo por él, y me atrajo
con un calor delicioso y el deleite lento de su boca que se movía sobre la mía, su
lengua, la mía, el escozor de sus dientes y la presión exigente de sus manos.
Me caí de espaldas, rebotando en el colchón, y luego él estaba sobre mí,
moviéndose entre mis piernas. Se fueron mis jeans y luego mis calcetines, hasta
que estaba en bragas y sostén, y el fuego dorado en sus ojos marrones me barrió
de arriba abajo, derretido como un toque. Sacó mis bragas en un movimiento
brusco y bajó su cabeza.
—He soñado con esto —masculló.
Dios, Ty era un genio con esa boca. La mayoría de los chicos hacían esto
a regañadientes, si acaso, pero él lamió y acarició con la nariz, hasta que me
vine con un gritito. Mis muslos aún temblaban cuando se deslizó hacia arriba
para besarme, y le pasé los dedos por el pelo. Clavándole los dedos en la
espalda, traté de comunicarle que quería más, pero sus dientes estaban en mi
cuello, así que solo pude hacer sonidos. Nunca había sido ruidosa durante el
sexo, pero normalmente me preocupaba que alguien me oyera por casualidad.
Estas paredes eran gruesas, y no me importaba si los extraños sabían que Ty era
increíble.
—Más —suspiré.
Él estaba temblando, salvajemente excitado, cuando buscó a tientas el
condón. Mientras lo rodaba, vi la absoluta calidad de su deseo. —¿Cómo? —
preguntó—. ¿Cómo me haces esto? He pasado más tiempo sin sexo. —Mi boca
estaba seca, y me limité a sacudir mi cabeza, desconcertada—. Yo... Yo quiero…
—Cualquier cosa.
—En cuatro patas. —Su voz me lavó en calor.
Vino por detrás, envolviendo sus brazos a mi alrededor. Esta posición
puede parecer que tiene que ver con el poder y el sometimiento, pero me sentí 200
exquisitamente tomada, y eso debe ser lo que él anhelaba: la sensación de
poseerme, incluso si no lo hacía. Cada embestida me hacía levantar las caderas
y empujar hacia atrás hasta que él estaba frenético, gruñendo y mordiéndome el
hombro. La fricción y la presión eran tan buenas que me rozaba a la perfección,
y luego agregó sus dedos, acariciándome mientras me follaba. Esto no era hacer
el amor; era duro y frenético, como si el no pudiera tomarme lo suficientemente
duro y profundo.
—Nadia, estoy… ¿Estás...?
—Córrete. —Le di el permiso para dejarse llevar, y lo hizo.
Me llevó con sus dedos, percibiendo que yo seguía chillando. Luego, me
enrosqué contra su pecho, respirando fuerte, mientras él jugaba con mi cabello.
Me volví hacia mi lado, para poder mirarle a la cara, y rodeé un brazo alrededor
de él, arrastrándolo por su espalda con un lento y delicado deslizamiento. Su
boca formó una sonrisa, e intermitentes escalofríos enfatizaron cómo seguía
mejorando el sexo entre nosotros.
Es porque confía en ti.
Antes, había habido una pared, una parte de Ty que mantenía reservada,
pero ahora la puerta estaba abierta, y la completa belleza sin reservas de él me
dejó estupefacta. Era pícaro, incluso tonto, y adorable en sus demandas. La
noche en que nos acurrucamos, me dio una pista, pero vi a Sam en él cuando
metió la cabeza en mi regazo y dijo: —Acaríciame.
Lo hice.
El resto del fin de semana, comíamos y hacíamos el amor, practicábamos
deportes de invierno y nos enfriábamos, luego nos calentábamos uno al otro.
Habría chocolate caliente en nuestro futuro y más besos. Además, quería usar
esa bañera. Pero con él sonriéndome, sus ojos en llamas y llenos de mi reflejo,
era jodidamente imposible que yo fuera más feliz que esto.

201
22
Traducido por NnancyC
Corregido por Julie

Como se previó, el resto del fin de semana fue fenomenal, pero


demasiado pronto, la vida normal nos volvió a llamar. Las clases reanudaron,
junto con mis horas habituales de trabajo, y Ty se convirtió en un par de
palabras en mi teléfono o una voz cansada por un par de minutos a la noche. El
miércoles después que regresamos, se suponía tenía mi primera reunión con mi
nueva mentora de prácticas, y me obsesionaba sobre qué usar cuando alguien
llamó a la puerta, un golpe tan ligero que me pregunté si lo imaginé.
Hasta que abrí la puerta principal y encontré a Sam en sus pijamas, con
brillantes banderas de color en sus mejillas. —Papi está enfermo. Y no me siento
bien, tampoco. 202
Todos los pensamientos de la escuela y el trabajo volaron de mi cabeza.
—Déjame buscar mis cosas, luego iremos. No te preocupes, amigo.
Hiciste un buen trabajo buscándome. —Aunque me asustó la idea de que salió
de su apartamento ya que la puerta se bloqueaba detrás de él. ¿Qué si yo no
hubiera estado en casa? ¿Cuán enfermo debe estar Ty, si no podía siquiera
llegar a su teléfono?
Sam probó cuán mal se sentía al no responder a mi referencia como
amigo. Ni pidió ninguna broma sobre dinosaurios. Preocupada, lo seguí por las
escaleras y vi que dejó a señor O’Beary en la puerta. Así no se quedaría afuera si
yo no contestaba. Chico inteligente. Puse una mano en su mejilla, y sí, estaba
sonrojado de fiebre.
—Métete en la cama. Te llevaré algo de jugo y medicina, ¿de acuerdo?
Cuando asintió, un ataque de tos lo recorrió. Gripe, tal vez, o bronquitis.
Hallé el jugo de naranja en el refrigerador, así que serví un vaso y entonces
encontré una botella de tylenol para síntomas generales de niños, por lo que
comprobé su edad y vertí la cantidad justa en el vaso de plástico. Sam se
hallaba curvado junto con señor O’Beary cuando entré, con las mantas subidas
hasta su barbilla.
Dejé el jugo en la mesita y le di la medicina, la cual bebió de forma
obediente, aunque hizo una mueca horrenda. —Sabe horrible.
—¿Peor que el brócoli?
Con seriedad, asintió. —¿Puedo tener sopa después? Me duele la
garganta.
—Ningún problema. Sin embargo, tienes que quedarte en la cama o no
mejorarás. Apuesto a que estarás adormilado pronto. ¿Quieres una historia?
—¿Me contarías una? —Sus ojos eran irresistibles.
Le leí en una voz suave, y antes de que llegara a la mitad, se durmió. Salí
de puntillas y fui a comprobar a Ty, quien seguía en la cama. Dudaba que
alguna vez fallara en despertar cuando Sam venía a tocarlo, era de esperarse
que el niño fuera a mi piso. Había pateado sus mantas, y sudaba profusamente,
sus mejillas calientes con la misma fiebre que Sam. Recordé como se arrojó por
el tobogán, quedándose fuera mucho después de que yo cediera y me retirara al
hotel.
Primero le pasé una esponja y arreglé las mantas. Luego conseguí un
poco de Nyquil del armario y lo molesté hasta que se levantó lo suficiente para
tragarlo. Pero no parecía registrar quien era yo, solo gimió, rodó y volvió a
dormir. Para cuidar de ellos, no obstante, tenía que cancelar mi día. Sentí 203
remordimiento en llamar al trabajo tan pronto después de mi primer día
perdido. Con suerte, la señora Keller no lo tomaría como un problema
disciplinario inminente. Fingí estar enferma y dijo que era mejor que me
quedara en casa. Primer obstáculo, superado. El siguiente problema era mi
práctica.
No tenía el número telefónico de la mujer, así que le envié un correo.
Querida señorita Roberts: Desperté esta mañana con fiebre. Siento no poder ir a
nuestra reunión esta tarde. La veré el viernes.
Mientras esto podría impactar en su impresión, nunca dejaría a Sam y Ty
cuando me necesitaban. Una última cosa por hacer. Mientras el número del
trabajo de Ty estaba en su teléfono celular, no podía realmente llamar por él.
Así que fui a su estudio y moví el mouse para despertar la computadora. Sin
clave. Abrí su cuenta de correo electrónico, busqué Bill y me alivió cuando un
par de correos aparecieron con la información de la compañía en la firma del
hombre. Leí un par entre ellos para darme una idea del tono de Ty con su jefe.
Entonces escribí:
Bill: Siento no poder ir a trabajar hoy. Sam está enfermo y mi garganta está en
llamas. Imagino que preferirías que contenga los gérmenes. Regreso tan pronto como
pueda. Ty.
Un par de minutos después, apareció una respuesta.
No hay problema, niño. Qué te mejores.
¡Uf! Sentí que completé una misión encubierta. Aliviada, fui a la cocina a
ver sobre la sopa que Sam quería. Había pollo en el freezer y encontré tallarines
en el armario. Zanahorias, apio y cebolla completaron la receta, y en silencio
puse el pollo a hervir. No tenía mucho menos que hacer, así que tomé una siesta
en el sofá mientras esperaba a que el pollo se despegara del hueso y para que el
agua se convirtiera en caldo.
A las once, los comprobé, pero continuaban dormidos. Los despertaría
cuando la sopa estuviera lista. Escurrí la sopa, entonces agregué los vegetales.
Media hora después, los tallarines fueron dentro, y tenía sopa casera. Preparé
una bandeja para Sam y la llevé a su dormitorio con té de hierbas y tostada.
Estaba despierto, pero en la cama, como le pedí.
—Fui al baño —me dijo—. Pero volví a la cama. Tengo que descansar.
—Buen trabajo. ¿Tienes hambre?
—Un poco. Todavía me duele la garganta.
—Quizás la sopa ayudará. Tómala y te traeré una cucharada de helado,
¿de acuerdo?
Sam sonrió brillantemente. —Trato.
204
Con suerte, tenían algo. Si no, buscaría mi reserva del freezer. Conversé
con él mientras comía, fingiendo hacerle cosquillas al señor O’Beary. Ellos, de
hecho, tenían algo de helado de vainilla, así que Sam se lo comió con una
expresión de regocijo. Pareció estar sintiéndose mejor, pero para asegurarme de
que descansara más, le leí hasta que se durmió. Finalmente. Me preocupaba Ty,
también, pero sabía que preferiría que cuidara de Sam mientras él no podía.
Aun así, él no había comido nada desde que llegué aquí, y no tenía idea de qué
fluidos tuvo la noche anterior. Podría estar deshidratado.
Por lo que hice una bandeja para él después, el mismo menú que Sam, y
la llevé a su habitación. No parecía tan febril, y cuando me senté en la cama,
abrió los ojos. Ty casi tiró su almuerzo tratando de empujarme a un lado en
pánico. —¡Sam!
—Está bien. Dormido. Tomó té, jugo, sopa y medicina. No te preocupes,
¿de acuerdo? Me encargué de todo.
Lucía más que un poco mareado de las medicinas para la gripe.
—¿Trabajo?
—Arreglado. Toma algo de sopa o la enfermera Nadia se pondrá
cascarrabias.
Con una sonrisa, me permitió acomodarlo contra las almohadas.
Posiblemente el cansancio hacía a este virus enfermar más a Ty que a Sam. Los
niños usualmente era resistentes, y ninguna de sus fiebres parecía lo suficiente
alta para una visita al médico. Con mi ayuda, tomó la mayoría de la sopa y la
mitad de su té, entonces caminó a tropezones al baño.
—¿Qué día es? —Parecía estar esforzándose por recordar mi itinerario.
—Un día de enfermo —dije firmemente—. Vuelve a la cama.
A la noche, ambos se sentían mucho mejor. Sam y Ty estaban curvados
viendo el TV cuando traje la última ronda de sopa, té y medicina. Sam me miró
con una sonrisa soñolienta, luego dijo a su papá: —Sabía que ella nos curaría.
Ty se congeló. Antes, se encontraba relajado, mareado, obviamente
sintiéndose como mierda, pero disfrutando de la rara oportunidad de ver
dibujos animados con su hijo. Pero vi que comprendió que yo no debería estar
aquí —que teníamos vidas separadas— y este no era uno de nuestros fines de
semana. Mi presencia no hablaba de amistad o sexo, sino de algo más
enteramente. Sabía que decía; que los amaba lo suficiente para poner mi vida en
espera, si ellos me necesitaban.
Y era cierto.
—¿Por qué estás aquí? —Era la primera vez que pensó en preguntar.
—Fui al piso de arriba para traerla —respondió Sam.
205
Mierda. Eso no ayudará, amiguito. Instintivamente, entendí que Ty no le
gustaría enterarse lo mucho que Sam confiaba en mí. No era como si estuviera
usando al pequeño para acercarme más a su papá. Demonios, nunca haría eso.
Pero Ty mostró una mirada aguda, aterrorizada, mientras todo de él retrocedía.
—Deberías haber llamado a la abuela —dijo Ty con tranquilidad.
—Eso es estúpido. Nadia está justo arriba, y ella nos ama.
La garganta de Ty se movió. Sus ojos hallaron los míos, con oscuridad
arremolinándose. —Pero los sentimientos de la abuela podrían resultar heridos.
Sabes que disfruta cuidando de nosotros.
—Oh. —Sam lucía abatido, con la boca temblorosa—. No pensé en eso.
Me asusté porque no te levantaste.
Viendo que Sam estaba a punto de llorar, Ty lo abrazó por los hombros.
—No te preocupes. Hiciste un buen trabajo.
Tal vez si me voy ahora, estará bien.
—Tengo que irme —dije.
Ty no se levantó, ni soltó a Sam, y su voz era demasiado baja. —De
acuerdo. Gracias. Estaremos bien a partir de ahora.
Sin ti, agregó su mirada.
Toda esa noche, esperé un mensaje de texto pero no llegó. El día
siguiente, fui a trabajar con un nudo en mi estómago que solo se hinchó con el
silencio de Ty. Sam volvió a la escuela, completamente recuperado. La señora
Keller no pareció darse cuenta que mentí y eso me hizo sentir peor.
Ella incluso me palmeó en el brazo. —Me alegro de que te estés sintiendo
mejor. Varios niños estuvieron ausentes ayer, también. Creo que algo anda
dando vueltas.
Su asistente hizo una mueca agria. —Esta época del año, siempre hay
algo.
En mis clases, fui una zombi, mirando fijo a los profesores soltando una
perorata. Después de fallar dos veces en tomar notas, me di por vencida y grabé
las conferencias. Una vez que arreglara las cosas con Ty, me sentiría mejor.
¿Verdad? El dolor en mi pecho no se calmó mientras conduje a casa. En todo
caso, la sensación se intensificó mientras aparcaba afuera de nuestro edificio.
Tal vez aún ni siquiera está en casa. No vi su auto, así que subí las escaleras y traté
de leer algunos capítulos asignados, pero las palabras bailaron frente a mis ojos.
Mi estómago se hizo un nudo hasta que dolió. Alrededor de las seis, mi teléfono
al fin sonó. Con inquietud, abrí el mensaje.
Baja. Puedes entrar directamente.
206
Completamente sin contexto, el tono serio me envió a bajar corriendo las
escaleras. Cuando entré al apartamento, Ty tenía su espalda a mí, manos
apoyadas en la encimera, cabeza baja. Mi primer pensamiento fue…
—Sam, ¿Sam está bien? —Estaba bien cuando dejé la Academia Arcoíris
esta mañana.
—Sí. Lo dejé con mi mamá. —Cuando se dio la vuelta, usó tal expresión
sombría que me asustó.
—¿No tienes clases a la noche? —Mis rodillas se sentían débiles mientras
colapsaba en el sofá.
—Ayer dejaste de hacer todo por mí. Así que voy a devolverte el favor.
—Pero por su tono, esto no era dulce o bueno. Estaba tan pálido que temblaba.
No por la enfermedad, al menos no como ayer. Esto era algo más, un dolor que
lo consumía desde adentro. Respiró hondo—. Estoy completa y perdidamente
enamorado de ti.
La sonrisa se formó instintivamente; no pensé que jamás escucharía esas
palabras viniendo de él. La felicidad brilló brevemente, parpadeó como una
vela en el viento. Por la mirada desolada en sus ojos, esto no era un momento
de felicidad. No habría un beso para celebrar la ocasión.
—Ty…
—Me engañé a mí mismo con que fuéramos amigos, sin compromisos.
Nunca será así entre nosotros. Y es por eso que tiene que parar.
El golpe emocional me dejó sin aliento. —Pero…
Sacudió la cabeza y retrocedió alrededor de la mesa, manteniéndola
entre nosotros cuando me puse de pie. —Permíteme terminar, o nunca diré
esto.
—De acuerdo. Lo siento. —Me mantuve cerca del sofá, dividida entre el
deseo de correr y demandar que me escuchase, en su lugar. El silencio ganó.
—No puedo seguir así. Un fin de semana no es suficiente. Los últimos
dos meses, he comenzado a sentirme resentido hacia Sam. No puedo, no puedo
hacer eso, Nadia. Dios, siento celos de tus malditos compañeros de cuarto
porque están allí cuando despiertas y cuando vas a dormir a la noche. Pero ni
siquiera es la peor parte. Ayer probaste que arrojarías tu futuro a la basura por
mí. Faltaste a tu trabajo, tu pasantía, sin ninguna duda. Eso nunca fue parte del
trato.
—No arruinó nada. Todavía tengo un trabajo, y estoy segura de que
puedo calmar las cosas sobre…
—Esto no puede continuar —dijo sin rodeos.
207
—Podemos resolverlo. —Mi tono era suave, áspero con las lágrimas
amenazantes. Perder a Ty y Sam rompería mi mundo como un temblor en una
línea de falla.
—No, dulzura. No podemos.
Si estuviera enojado, podría soportarlo. Pero se veía tan cansado y triste
que mis lágrimas se derramaron. Apreté los puños, queriendo discutir, pero
prometí cuando comenzamos esto que, si y cuando dejara de funcionar, se
terminaría. Pero el suelo comenzaba a abrirse bajo mis pies, y cuando dejara de
hablar, me tragaría.
—¿Estás seguro?
Asintió, un océano de añoranza y angustia en sus ojos café. —He estado
pensando, ¿y nuestra cosa piso arriba/piso abajo? Es una metáfora. ¿Cuántas
veces he pasado el rato en tu apartamento, Nadia? —Cuando hice un cero con
mi pulgar e índice, dijo—: Exactamente. Puedes entrar a mi mundo, pero no
puedo vivir en el tuyo. Así que siempre eres tú, viniendo a mí. Yo, reteniéndote.
—No lo haces —susurré—. Soy feliz.
Las piezas encajan. Te amo muchísimo, Ty.
Las lágrimas podrían estrangularte y robar tu voz. No supe eso hasta este
momento. Mi corazón estaba hecho de vidrio roto, subiendo por mi garganta
hasta que quedó cortada. No podía hablar.
—No veo cómo eso es cierto. Das todo, haces todos los compromisos, y
todo está acorde a mi itinerario, porque tiene que estarlo, o no hay nada en
absoluto. Pero no es justo. —Inhalando profundo, Ty continuó tembloroso—:
Nosotros… nosotros no estamos en el mismo lugar, y no dejaré que te
arrepientas de mí.
—Solo eres tres años más grande —dije, incrédula—. Ambos estamos en
la universidad…
—Y aquellos años me alteraron la vida. Tengo a Sam. Necesitas conocer a
otros chicos, y nunca harás eso conmigo en la escena. En este punto, si te viera
con alguien más, probablemente lo mataría, pese a que no puedo llamarte mía.
Soy tuya. Siempre lo he sido. El dolor era un picahielos, rompiendo mi
interior, hasta que solo había sangre y pedazos de hueso. Antes, pensaba que la
gente quien arrojaba las palabras corazón roto estaba llena de patrañas. Pero no
podía respirar por la opresión fuerte en torno a mis costillas. Era como
ahogarse, perder toda la luz debajo de las olas nocturnas.
—Esto no es justo, Nadia. Tengo que dejarte ir.
—No quiero que lo hagas —fue todo lo que logré decir.
—Ese rostro. —Finalmente rodeó la mesa, cerrando la distancia entre
nosotros, y supe, solo supe que iba a enmarcar mi rostro en sus manos, como 208
siempre lo hacía—. ¿Cómo puedo vivir sin este rostro?
Me estás matando. No retuerzas el cuchillo.
—Entonces no lo hagas. —No era realmente rogar. En cualquier minuto,
me desharía a sus pies y él podría levantar las cenizas. Tal vez podría
mantenerme en un jarrón en los armarios.
Ty negó con la cabeza, toda certeza y pena. —Nos conocimos muy
pronto. Esto no puede funcionar ahora, tanto como desearía que pudiera.
Mereces un chico que pueda estar allí para ti todo el tiempo, alguien sin tanto
equipaje.
—Sam no es equipaje —repliqué.
—Tampoco es tu hijo. —Un tono tan gentil para unas palabras tan
espantosas.
—Y no eres mi novio. Lo entiendo. —Agaché la cabeza un par de
segundos, luchando contra las lágrimas. Entonces me liberé de su agarre—.
¿Importa algo que te ame?
—El amor no es una panacea —dijo cansinamente—. O una píldora
mágica. Diana me amaba, también. Pero no se quedó, y no haré pasar a Sam por
ello de nuevo.
—No soy ella —contesté—. ¡Ni siquiera me darás una oportunidad!
—¿Puedes honestamente decir que estás lista para mudarte y estar
conmigo, ser la madre de Sam y vivir felices por siempre? Has pasado suficiente
tiempo con él para saber exactamente qué significa eso.
Tengo veintiún años. No puedo, no estoy lista. Ese fue mi primer e instintivo
pensamiento. Y Ty lo leyó en mi cara, en la caída de mis hombros. Una luz en él
parpadeó y murió.
Dejé de luchar entonces porque tenía razón después de todo, maldita sea
él. Probablemente nunca lo perdonaría por ello. —Así que esto es todo. ¿Cómo
termina?
—Así. —Acercándose, pasó sus pulgares por mis ojos, quitando las
lágrimas, entonces presionó sus labios a mis párpados, uno a la vez. Elevé mi
cara, mostrándole todo una última vez. Ty me besó con suavidad, miel y sal,
hola y adiós, y todas las palabras que nunca susurraría de nuevo, metidos en la
cama en una tarde nevosa. Pasó los dedos por mi cabello con una finalidad
asquerosa. Mi aliento salió tan fuerte que fue casi un sollozo.
—Sin arrepentimientos. Eres cien veces más asombrosa de lo que
merezco.
Esto dolía tantísimo; me ponía furiosa. No tenía experiencia teniendo el
corazón arrancado de mi pecho, y él estaba siendo tan gentil. Su amabilidad me 209
volvió cruel. —Mi mamá dijo que podría encontrar a alguien mejor.
Ty sostuvo mi mirada firmemente. —Lo puedes. Adiós, Nadia.
—Adiós, Daniel. —Fui incluso más fría de lo que soñé podría. Así no era
como yo lo llamaba, solo lo que ella lo llamaba. Y entonces me marché, como
ella, porque él me hizo marchar.
Luego de
después
210
23
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Laurita PI

Completamente entumecida, entré a tropezones al apartamento. Max me


dio una mirada y salió de un brinco del sofá. Estuvo a mi lado en un instante,
un brazo alrededor de mis hombros. No podía respirar por contener las
lágrimas. Mi respiración salió en ráfagas agudas, bordeando la hiperventilación.
Me sentó, frotándome la espalda. —Está bien. Está bien.
Apretando mis ojos, colapsé sobre él, y no dijo nada más por mucho
tiempo. Finalmente, ofreció: —Esto podría sonar estúpido, pero he estado
anotando las cosas que me gustan de Lauren. No estoy seguro si me ayuda a
superarla exactamente, pero está ayudando. Tal vez puedes intentar algo como
211
eso.
—Tal vez.
Amaba que no me estuviera pidiendo explicación. Por cerca de una hora,
nos sentamos juntos, sosteniéndonos las manos. No lloré, no podía. Cuando oí a
Angus subiendo las escaleras, su pisoteo demasiado pesado para ser Lauren,
me retiré a mi habitación y cerré la puerta. Siempre tenía planes y metas, me
enfocaba en lo que tenía que estar hecho y trabajaba por ello. Esta situación no
era diferente.
Así que saqué un cuaderno limpio y comencé a escribir. Anoté cómo me
sentía en este momento, y luego escribí sobre conocer a Ty. Quizás guardaría el
diario y lo leería después, una vez los recuerdos no estuvieran tan frescos. De
esta forma, puedo mantenerlos conmigo. O demonios, tal vez los quemaría. Por
ahora, lo importante era terminar.
Escribí hasta las tres de la madrugada y solo me detuve porque Lauren
vino en ese momento a la cama. Fingí estar dormida, y ella no me molestó. Hay
una nueva distancia entre nosotras, no porque no me importara compartir mi
dolor, además porque ella eligió no hablar del suyo. Me dormí con el cuchillo
de perder a Sam y a Ty aún en mi pecho, y dolía respirar.
El viernes en la mañana, fui a la reunión de la práctica, donde me
disculpé profusamente. La señorita Roberts era cerca de diez años mayor que la
señorita Parker, y parecía más maternal, mirándome con preocupación. —Las
personas a menudo se enferman cerca de las fiestas —dijo, descartando mis
preocupaciones con la mano—. Y definitivamente puedo ver que has estado
enferma. Me importa que no te descuides demasiado.
—No lo haré —prometí.
Las reglas y expectativas eran más o menos las mismas, y salí sintiendo
como si me hubiera dado un juicio justo. Mira, Ty. No arruiné nada. Afuera de la
escuela, me senté en mi auto durante al menos cinco minutos, apoyando mi
cabeza en el volante. Me salté el almuerzo y fui a casa para cambiarme a mi
uniforme del trabajo. Llegué a la Academia Arcoíris, sabiendo que cada día que
pasara con Sam abriría la herida otra vez, y no podía dejar que viera ni siquiera
una sombra de mi dolor.
En clase debí haber hecho un buen trabajo porque él nunca me dio esa
mirada de ojos grandes y preocupados. Charló y me abrazó como siempre
mientras luchaba por mantener el daño controlado. Se pondrá mejor, me dije.
Tiene que hacerlo.
Ese fin de semana, me refugié en mi habitación y escribí más, hasta que
llegué al punto de parada, a nuestro punto de ruptura, y fue como si una llave
girara la cerradura, liberándome. Podía respirar de nuevo porque tenía todas
las cosas que amaba sobre Ty consignadas en tinta y papel. El dolor se
212
desvaneció de insoportable y espantoso al bajo palpitar de un hueso roto,
correctamente arreglado. En mi prisa demente por terminar el borrador, solo
pensé en sacarlo, como abriendo una herida, y me imaginé posiblemente
quemándolo todo, como una efigie, una limpieza simbólica.
Pero ahora, mientras tocaba las páginas, no podía imaginar ver todo lo
que adoraba de Ty ardiendo en llamas y cenizas, solo brasas contra el cielo
nocturno. No, en vez de eso, lo guardaría. Algún día, querría estas palabras,
necesitando recordar cómo se sintieron esos momentos, antes de que la vida se
volviera plana y silenciosa, y cuando aprendí a vivir sin mi corazón. Mientras
volvía a mi vida normal, la vida sin Ty, ocasionalmente el dolor resplandecía.
Como dos semanas después cuando Sam anunció: —Papi está triste.
—¿Oh? —Tomó cada onza de autocontrol hacer la pregunta casualmente.
—Sí. Dibuja mucho tu cara.
Mi interior se estrujó, y murmurando hacia la profesora principal, me
excusé. En el baño, entré a una cabina y lloré hasta que vi estrellas. La herida se
agrandó, pero respiré a través de ella. Me eché agua fría en los ojos, y cuando
regresé al salón de la señora Trent, yo era un iceberg.
Aunque intenté no soltar prenda, Sam se dio cuenta de mi ánimo. Intentó
subir a mi regazo, y no podía dejarlo. Me dije a mí misma que era porque tenía
trabajo que hacer, pero él debió haber sentido mis reservas. Su cara se arrugó
cuando lo bajé, grandes ojos cafés nadando en lágrimas.
Él apretó los puñitos, y me pateó en las espinillas.
—¡Lo hiciste a propósito! ¡Y te odio!
—¿Qué pasa? —La señora Trent se acercó, arrodillándose para estudiarlo
con preocupación porque su comportamiento no era como Sam.
Mierda. Esto era exactamente lo que Ty quería evitar.
—Él quería que miráramos el libro juntos, pero primero tengo que
limpiar. —Sonaba creíble, y la señora Trent miró a Sam, con las cejas
levantadas. La culpa me lastimó.
—No es por eso. Ya no te gusto. No me has hecho la broma del
dinosaurio en mucho tiempo y nunca sonríes.
Contrólate. No puedes dejar que el terminar afecte cómo tratas a Sam. Él merece
algo mejor.
—Eso no es verdad. Lo siento si pareció como que últimamente he estado
de mal humor. Dame cinco minutos y te leeré, ¿de acuerdo?
Resoplando, asintió, observando con ojos preocupados mientras recogía
los juguetes. Una vez terminé, Sam subió a mi regazo, y yo hice las voces de su 213
historia favorita. Cuando finalicé, me abrazó alrededor del cuello; resolví no
dejar que mi miseria lo impactara de nuevo. En los días que siguieron, trabajé.
Estudié. Hice todo lo que se suponía tenía que hacer, caminando en puntillas
alrededor del agujero dentro de mí. Algunas noches, soñaba con Ty. Nunca era
profundo, solo cositas, como él abriendo la puerta del auto o enmarcando mi
cara con sus manos, y siempre me despertaba con mi rostro húmedo por las
lágrimas. No sé cómo tener el corazón roto. Deseo que no me hubieras enseñado.
Algunas veces al mes, los veía venir e ir, padre e hijo, dos cabezas cobrizas
brillando bajo el sol. Su círculo estaba completo sin mí. Me alejé de la ventana,
ya nunca volví a salir al balcón, y no porque estuviera demasiado frío.
Probablemente era algo bueno que Ty nunca viniera al apartamento conmigo.
Tendría que mudarme.
Hacia finales de enero, mis compañeros de cuarto hicieron una pequeña
fiesta. Courtney y Emily vinieron, y un nuevo chico con el que Angus estaba
saliendo, Del Webber. Era más guapo que su ex-novio, J-Rod, afroamericano en
lugar de puertorriqueño, además de más dulce y amable. Por suerte, no era del
tipo de fiesta que hicimos para Lauren, solo unos pocos amigos, además de
cerveza y pizza en honor a mi cumpleaños. Hubo pastel, uno que Lauren y
Angus hornearon. Encendieron velas y me cantaron, y solo podía preguntarme
si Ty lo sabe. ¿Está escuchando mis pasos? ¿O ha dejado de hacerlo?
Objetivamente, la noche fue un éxito. Me divertí. Abrí los regalos.
Después de todo, pensé: tengo veintidós. Lauren estaba extrañamente callada
después de que todos se fueron, y decidí que tuve suficiente. Dejando el aseo
para los chicos, dije: —Tú y yo. Ahora.
Un pequeño suspiro escapó, pero asintió y dijo inexplicablemente: —De
todas formas, esto es lo que estaba esperando.
En nuestra habitación, cerré la puerta, me senté en mi cama y me crucé
de brazos esperando. Definitivamente había algo en su mente, pero no podía
imaginar qué. —¿Bueno?
Se acurrucó en el suelo al lado de mi cama y apoyó su mentón en el
borde del colchón, una pose familiar desde la secundaria. —Hablamos un poco
antes cómo no creo que Ciencias Políticas sea lo correcto para mí.
—Lo recuerdo. ¿Decidiste cambiar de carrera?
Lauren negó con la cabeza. —No es eso. No hay una forma fácil para
decir esto, así que solo lo diré. Me voy a casa.
—¿Qué? —Eso ni siquiera tenía sentido.
—Querías tanto que viniéramos juntas a la universidad, y cuando
teníamos dieciocho, también lo quería. Pero odio Michigan. Extraño Sharon,
214
nunca pensé que diría eso, y extraño a mamá. —Por su expresión, esto no era
una charla sobre la nostalgia, algo que la mayoría de personas superaba el
primer año—. Intenté que esto funcionara, pero… este es tu sueño, no el mío,
Nadia. No quería decepcionarte, pero no puedo fingir más.
—Entonces ¿qué vas a hacer? —De algún modo no le grité ni hice esto
algo acerca de romper un pacto de la niñez. Tenía que ser mejor, más fuerte,
que eso. De alguna forma. Aunque la mayor parte de mí quería gritar que no
podía renunciar a Lauren tan pronto después de Ty.
Es demasiado. Esto no puede estar pasando.
—Ya perdí mi beca —dijo con suavidad, sin mirarme—. Intenté
prepararte cuando dije que no lo hacía bien a mitad del periodo. De hecho, no
preparé los finales. Así que… en este momento mamá no puede permitirse el
costo de la matrícula, y me retiraré antes de la fecha límite. Me voy a casa en
cuatro días. —Sin embargo, no sonaba triste. Era más como que había una
sonrisa escondida, como un amanecer en su garganta, y solo esperaba que yo
dijera que estaba bien, así podía dejarla sentir felicidad y alivio.
Me las arreglé para decir: —Mierda. Cuando dije un día, despertaré muy
triste porque no estás aquí, no me di cuenta que sería tan pronto.
Dejó escapar una risa, la sonrisa finalmente rompiendo la solemnidad de
su cara, pero las lágrimas también brillaron en sus ojos. —Sí, eso me tomó fuera
de guardia. Es el por qué lloré esa noche. Sabía que este día llegaría.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque habrías tratado de convencerme sugiriendo otra carrera o
haciendo otro cambio que no involucrara dejar Michigan.
—Probablemente tienes razón —admití—. ¿Es por eso que rechazaste a
Max?
Lauren sacudió la cabeza. —Él no es para mí. Me gusta como amigo,
pero quiero incluso más ir a casa.
—Puedo entender eso. —De acuerdo, en realidad no. Seguro, extrañaba a
mis padres y a Rob, ¿pero en cuanto a Sharon, Nebraska? No. No quería vivir
allí de nuevo.
—Tal vez deberías venir conmigo. De todas formas, necesitas dejar de
pensar en el señor Pelirrojo Sexy. Si él no es lo suficientemente listo para ver lo
que tiene contigo, entonces necesita una patada en las bolas. —Eso era un cien
por ciento de amistad leal hablando.
—Nada de lo que dijo estaba mal. Eso es parte del por qué es tan
215
doloroso.
—Si tú lo dices. Hablé con Courtney, y quiere salir de los dormitorios. Su
compañera de habitación fuma constantemente en el cuarto y esconde sus
provisiones en las cosas de ella. Está en el punto de que tiene miedo ser
arrestada. A menos que te opongas, planeo subarrendarle mi mitad de la
habitación por el semestre de primavera. No los dejaré colgados con la renta.
—Courtney está bien. Es decir, no es tú, pero puedo manejarlo.
—Estoy tan contenta de que no me odies. Pensé que te volverías loca y
me recordarías cómo prometimos estar con toga y birrete al final de la
universidad, enfrentando el futuro juntas.
Ya que consideré hacer exactamente eso, estaba probando lo bien que me
conocía. Lágrimas frescas escocieron en mis ojos, y mi voz salió fuerte cuando
fingí lo mucho que había cambiado. —Eso fue hace mucho tiempo, LB.
Teníamos, que, ¿catorce? La gente cambia.
Lo hacían, y no quería que pasara. Algunas veces, cuando las cosas eran
perfectas, quería que siguieran exactamente igual. Pero la vida no era estática.
Continuaba.
Estoy perdiendo a mi mejor amiga.
Era difícil no sentirme de esa forma, aunque Laura hablaba sobre cómo
nos comunicaríamos por video llamada, correo electrónico y nos veríamos
cuando fuera a casa por el verano. Seis meses, cuando no nos habíamos
separado por más que un par de días desde que teníamos dieciocho y perdidas
sin esperanza en el campus, esa primera semana. Asentí en los lugares
correctos, pero ella se puso seria, probablemente porque yo tenía la peor cara
del mundo. Gracias a Ty, sabía eso, pero no podía arreglarlo.
—Nadia, no llores, o me pondrás en marcha.
Llevé mis manos a los ojos, pero no ayudó. Con un sollozo, Lauren subió
a mi cama, maldiciendo silenciosamente. —Mira, esto es exactamente cómo no
quería que sucediera.
Nos sostuvimos la una a la otra y lloré, y para mí, era una despedida a la
niñez, admitiendo que algunas veces, sin importar lo mucho que quisieras algo,
nunca se volvería realidad. Ella acarició mi cabello y nos quedamos despiertas
hasta tarde, hablando de viejos amigos, personas que no habíamos visto en años
y en algunos casos, nunca veríamos de nuevo. Cuando una luz atravesó
nuestras ventanas, oí una puerta cerrarse. Probablemente era Max yéndose al
trabajo, pero para mí, era simbólico, y para Lauren también.
Se levantó y se retiró a su propia cama. —No tengo nada que hacer,
excepto empacar, así que voy a dormir.
—De acuerdo —dije—. ¿Quieres una fiesta de despedida? 216
—No. Por eso esperé hasta tu cumpleaños, dos pájaros de un solo tiro. —
Había una calma en ella que me perdí por meses, estuve muy envuelta en mi
propia mierda para notarlo.
—¿Cómo vas a llegar a casa?
—Angus me compró un boleto de avión. Le dije que se lo pagaría cuando
consiguiera mi último cheque, pero sabes cómo es. Courtney va a comprar mis
muebles, así que solo tengo mi ropa. Me preguntaba si podías prestarme tu
maleta grande.
—Por supuesto. No la necesitaré. —En silencio, procesé las implicaciones
de eso, Angus lo supo antes que yo.
En lo abstracto, eso probablemente significaba que yo importaba más, o
que ella no quería arruinar mi cumpleaños, pero podía enfocarme solo en el
hecho de que esperaría hasta cuatro días antes de irse. Básicamente hasta que
no tuviera ninguna opción. Tenía un bulto en mi pecho cuando entré a la ducha.
Ya que era el fin de semana, no tenía que trabajar, pero no podía estar en casa.
Por lo general, en un momento como este, le escribiría a Ty o lo llamaría,
así podría oír su voz cuando dijera mi nombre, y ese calor maravilloso y
empalagoso se esparciría dentro de mí, suavizando las zonas malas. Eso ya no
era una opción. Así que me sequé el cabello y me vestí, como si tuviera un lugar
al que ir. Lauren estaba dormida o fingía estarlo. Tampoco me sentía bien para
hablar con Angus, así que tomé mis llaves y bajé las escaleras.
Por supuesto, ya que era cuando peor me veía desde la ruptura, que en
realidad no era una en absoluto, técnicamente, me encontré a Sam y a Ty
saliendo al mismo tiempo. Estaban vestidos según el clima, los ojos de Sam
brillaban sobre su bufanda. Ty volvía a verse pálido y miserable, exactamente
cómo me sentía. Por el bien de Sam, murmuré un saludo y pasé rápido hacia mi
auto, fingiendo que tenía afán, excepto que no existía nada en el mundo para
mí. Ty levantó una mano y luego la dejó caer, probablemente sabiendo que no
había nada que pudiera decir.
Sí, pasa algo. No, no es asunto tuyo. Lo quieres de ese modo.
El camino se encontraba resbaladizo con áreas de hielo, nieve grisácea
derritiéndose sobre el césped muerto. Busqué a tiendas las llaves y luego las
dejé caer. Con un suspiro, me arrodillé y escarbé por ellas en el frío, me
sobresalté cuando alguien tocó mi hombro. No era Ty. Nunca sería Ty. Dolor
floreció fresco y agudo, explotando en mi pecho como un grito.
Max se encontraba de pie detrás de mí, una mano en su bolsillo, y podía
ver sus dedos empuñándose y luego relajándose, un gesto indefenso y doloroso
que me dijo todo. —Angus me contó lo de Lauren.
217
Asentí mientras me ayudaba a ponerme de pie.
—Vamos, Conrad. Consigamos algo para desayunar.
Pensé que rara vez había estado en la parte trasera de su moto, lo seguí y
me puse el casco. Sam me saludó con la mano desde el asiento trasero de la
camioneta de Ty, y levanté la mía, mostrándole que todo estaba bien. Eres un
buen chico. Max se volteó y me miró esperando. Con un arranque de desafío, me
subí y envolví mis brazos alrededor de su cintura. No intentaba poner celoso a
Ty porque no era de esa forma entre Max y yo, y nunca lo sería.
Max retrocedió en el estacionamiento, dejando el complejo detrás. Un
desayuno no sonaba muy bien en este momento, y como si percibiera cómo me
sentía, se dirigió a la carretera. Estaba increíblemente frío, pero la ráfaga de
viento se llevaba el dolor, dejando inconsciencia, y era un alivio bienvenido.
Durante una hora, solo existía la espalda de Max y el silbido del camino, el
rugido de las llantas y el retumbar del motor.
Para cuando nos detuvimos, mis dedos se encontraban como témpanos
en su cintura. Con amabilidad, él quitó mi agarre, y tropezamos hacia una
parada de camiones. Teníamos que estar cerca de Ann Arbor, aunque perdí el
rastro de la dirección. Temblando, me deslicé en una cabina frente a él y nos
ordenó a ambos café para empezar. Estudié el menú, sabiendo que tenía que
comer, pero sin querer. Además no sería una doncella que languidecía, así que
fui por los waffles.
—Nunca entendí las motos hasta ahora.
—Es libertad —dijo simplemente—. La he tenido desde los quince, y
siempre que había mierda insoportable en casa, salía disparado.
Acunando mis manos alrededor de mi taza, observé. —Huir no resuelve
nada.
—No, pero te deja en un mejor lugar para manejarlo cuando regresas. Y
algunas veces lo que sea que te molesta ya no está allí.
—¿Así que conducirás por ahí hasta que Lauren se vaya?
Me dio una sonrisa medio irónica. —Tal vez. Sin embargo, creo que
quizás ella tenía razón, acerca de que no la conocía. No tenía idea de que era tan
infeliz aquí.
—Ella no es fácil —dije—. Hemos sido amigas por mucho tiempo, y no la
conozco como ella a mí. Me siento mal diciendo esto. Y la extrañaré. Echaré de
menos su sentido del humor. Su gran cerebro y su lealtad. Extrañaré saber que
está aquí si necesito hablar.
—Puedes hablar conmigo —dijo Max. 218
—No estoy segura de que eso funcione. Algunas veces si enloquezco por
algo, subo a su cama y la empujo para despertarla. Ella siempre me habla de
forma condescendiente, incluso a las cuatro de la mañana.
Se ve sorprendentemente serio. —Si te subes a mi cama, Conrad, te
prometo que no lo tomaré mal.
De alguna forma me las arreglé para sonreír débilmente. —Por la forma
en que va este semestre, podría hacer eso.
—No hay vergüenza en recargarse. A mi parecer, hemos estado tomado
turnos.
—De acuerdo —dije. Nuestro desayuno llegó, y para mi sorpresa, el
perpetuo nudo en mi estómago se deshizo lo suficiente para comer—. ¿Cómo te
sientes acerca de que Courtney se mude?
—Me parece bien. Se encuentra en una situación de mierda, y me alegra
que la podamos ayudar a salir.
Concuerdo. Ves, hay un lado positivo. Que Lauren se vaya significa que
podremos salvar a Courtney de su loca compañera de habitación. Ante ese escenario,
no podía salir con un aspecto positivo por perder a Sam y a Ty, pero tal vez un
día. La esperanza era una burbujita, liviana como el aire y que se levantaba en
mi pecho.
—¿Los lleno? —preguntó la mesera.
Ante el asentimiento de Max, volvió a llenar nuestras tazas y levanté la
mía. Él la chocó con la suya. —Por Lauren —brindó con una sonrisa agridulce.
—Y por sobrevivir —dije, porque renunciar nunca, nunca era una
decisión que pudiera tomar.

219
24
Traducido por AnnyR’
Corregido por Michelle♡

Courtney se mudó la semana siguiente.


Aunque asistimos a un puñado de las mismas fiestas a lo largo de los
años, ella era más amiga de Max que mía, y era extraño tenerla llevando cajas a
nuestra habitación, poniendo cosas lejos de donde la ropa de Lauren solía estar.
Lo que yo sabía de ella se resumía en esto: su apellido era Kaufman, era judía,
estudiaba negocios y odiaba a su actual compañera de cuarto, por lo que había
oído, con razón. Era una morena baja, apenas sobre el metro y medio, con
rasgos fuertes y un instinto para el drama. Oh, y también le gustaba meterse
con gente drogada y besarse con Max.
220
Es hasta que el arrendamiento se agote en agosto. Podría soportar cualquier
cosa durante seis meses.
Para ser sociable, dije: —¿Necesitas ayuda desempacando?
—No, gracias. Soy un poco obsesivo compulsiva con la organización. —
Su mirada barrió mi estantería desordenada—. ¿Te molestaría si lo organizo
alfabéticamente?
—No, supongo que no. —Tiré los libros al azar y los puse exactamente
de la misma manera. Pero si tuviera que imponer el orden, no arruinaría mi día.
Por suerte para ella, yo no era una idiota. Guardé mi ropa sucia en el
cesto y la lavaba con regularidad; mi mitad del armario era decente.
Con un débil suspiro, la dejé instalarse y me uní a los muchachos en la
sala de estar. —Esto se siente tan extraño.
Angus asintió. —Lloré en el aeropuerto, después de dejar a Lauren.
—Solo denle una oportunidad —dijo Max, sorprendiéndome.
Una hora más tarde, Courtney se unió a nosotros. Permanecía callada
cuando Lauren habría estado diciendo bromas y lanzando palomitas de maíz a
la televisión, pero tuve la impresión de que nos sopesaba, tratando de averiguar
dónde encajaba en la jerarquía de los apartamentos. No es que tuviéramos una.
Eventualmente, preguntó: —¿Hay reglas de la casa?
—Hay un horario de trabajo —dije. Hasta ahora, no hubo muchos
problemas. Nadie hizo grandes líos, nos turnábamos haciendo varias tareas, y el
peor problema que tuvimos fue discutir sobre quién comió el último yogur.
Luego le expliqué cómo estábamos dividiendo la factura de comida y esperaba
que no fuera una de esas etiquetadoras de alimentos que miraban de forma
sospechosa para asegurarse de que no había tocado su ramen.
—Funciona para mí. Si te lo preguntas, no guardo kosher 3, así que no
tienes que preocuparte cuando compras.
—Eso es un alivio —bromeó Angus—. Max moriría sin jamón.
Max murmuró: —No. Solo estaría muy triste.
Courtney nos sonrió tentativamente. —No tienen idea del alivio que es
estar aquí. Todo lo que tengo apesta a hierba. —Eso explica su placer en acosar a la
gente drogada—. Hacia el final, el consejero estaba obsesionado con atrapar a
Madison, y constantemente encontraba razones para llamar a nuestra puerta.
Bromeé. —¿Doblarás cucharas con tu mente para nosotros?
—Oh, Dios. No puedo creer que lo recuerdes.
Nos quedamos despiertos hasta tarde hablando, los cuatro. Las cosas no
parecían tan terribles en la mañana. Courtney estaba aquí, nada explotó, y ella
221
pagaba su alquiler a tiempo. No la desperté en medio de la noche, por supuesto.
Y tampoco fui a la habitación de Max.
La primera semana de febrero se movió en una ola de trabajo, escuela y
aplicación de estrategias que había aprendido en el primer taller. Ahora llevaba
una lección cada semana, y la señora Roberts era menos proactiva que la señora
Parker. No era que fuera una mala maestra, pero… se encontraba cansada. Para
ella, mi presencia ofrecía un descanso, y estaba más interesada en descansar que
en enseñarme. Intenté no dejar que me molestara.
Había pasado un tiempo desde que fui a la sala de ejercicios, así que me
cambié a ropa deportiva después del trabajo y fui. Cuando entré, Ty estaba en
la cinta de correr, corriendo como si los zombis lo persiguieran. Su rostro lucía
rojizo por el esfuerzo, su camiseta gris humedecida de sudor. Miró hacia arriba,
tropezando cuando se dio cuenta de que era yo. Asentí en modo de saludo y
subí a la elíptica. El silencio era incómodo, pero ¿qué podía decir?
Te extraño, pensé. Odio esto.
Terminó su entrenamiento en silencio y apagó la máquina, volviéndose
para limpiar su rostro con la toalla. —Me tengo que ir. Clase nocturna.

3
Kosher. Alimento según la ley judía.
—Nos vemos. —Contuve el aliento hasta que se fue, luego me desplomé
sobre la consola, cerrando los ojos contra una intensa ola de anhelo.
El día de San Valentín, me quedé en casa con Max y Courtney, mientras
que Angus llevó a Del a una noche romántica. Como era de esperar, vimos I
Hate Valentine’s Day. Courtney y yo comimos un cuarto de chocolate mientras
Max nos suspiraba. Hace tiempo que no hablaba de Lauren.
Ella me enviaba correos electrónicos a menudo, notas alegres sobre la
gente en casa, mis padres y mi hermano, Rob, trabajando en su nueva casa.
Había cosas sobre una compañera de clase embarazada, el novio de su madre,
cómo planeaba transferir sus créditos y tomar clases de computación en línea.
No compartí sus noticias con Max; no le ayudaría oír lo feliz que estaba.
—Sé por qué estoy deprimida —dijo Courtney, mirándome—. ¿Qué hay
de ti?
No la conocía lo suficiente como para contar toda la historia, así que solo
dije: —Ruptura reciente.
—Yo también. Bueno, algo así. De todos modos, las consecuencias son
frescas.
—¿Quieres hablar de eso?
222
—¿Te agitas fácilmente? —Esa fue una pregunta tan extraña que arqueé
una ceja.
Max sonrió. —Intenta averiguar si te pondrás rara después de escuchar
su problema.
—Ya soy rara —dije.
—Ella es genial, Courtney, puedes confiar en ella.
Ahora tenía curiosidad. Hice una pausa en la película y me moví en el
sofá, dándole toda mi atención. Ella devolvió ese enfoque dejando su cubo de
chocolates. —No es que me importe que la gente sepa, pero a veces las chicas se
ponen extrañas, especialmente si compartimos una habitación. Soy bisexual,
pero no estoy remotamente interesada en ti.
Me reí, fingiendo protestar: —Pero… mis sueños.
—En fin, estuve con una chica, Amy, por un tiempo. Antes de mí, ella
nunca había estado con una chica. No estoy segura si fue una fase o fue
curiosidad en la universidad. Lo que sea. Duró un par de meses, pero era tan
difícil de complacer, y lo digo como una mujer judía. —Cuando me sonrió, supe
que estaba bien reírse—. Terminamos, y le dijo a todo el mundo, por todo el
campus, que la emborraché y la seduje. Lo cual es una mierda. Fue ella quien
dijo que siempre estuvo interesada. Ahora las personas actúan como si yo fuera
una lesbiana depredadora, maquinando para arrebatarle la heterosexualidad a
la gente con mi irresistible sexo femenino.
—¿Es por eso que besaste a Max en la fiesta?
Negó con la cabeza. —Me gusta besar a Max. Es bueno en eso. Deberías
intentarlo.
Él nos dio una mirada horrorizada. —¿Podrías no venderme, Kaufman?
Solo por el bien de mi frágil autoestima.
—Besé a Max —dije—. El primer año, la primera vez que lo vi. Luego
dijo…
—Oh, Dios, no de nuevo. —Max dejó caer la cara en sus manos.
Courtney ordenó: —Cállate, tú. Quiero escuchar esto.
Me reí. En cuanto a las frases malas, era mi favorita. —“¿Sabes karate?
Porque, chica, tu cuerpo está pateando.”
—Estaba en mi fase de gánster —murmuró.
Courtney casi se cayó al suelo riendo. —Es lo mejor que he oído. ¿Te
importa si te robo eso? Estoy bastante segura de que tengo la credibilidad de la
calle para decirlo. —Hizo algunos gestos al azar que estaban destinados a pasar
como signos de pandillas, pero sospeché que eran lenguaje de signos—. No me 223
dejes colgando. ¿Funcionó?
—Me reí. Pero él también lo hizo. Luego nos emborrachamos y nos
besamos
—Como tú —dijo sabiamente.
—¿Por qué debes arrastrar nuestro sórdido pasado? —preguntó Max en
voz alta.
—Porque es hilarante. Entonces oí a un montón de chicos hablando sobre
con cuántas chicas Max se había acostado, y apostando que sería la siguiente.
Hice un esfuerzo para que no me volviera a tocar.
Él puso una cara que era toda desilusión. —Y he estado tan solo.
—Puedo entender tus escrúpulos —me dijo Courtney—. Me alegro de
que no te conociera cuando eras una estudiante de primer año, amiga.
—Esa es una opinión popular —murmuró él.
Angus llegó a casa una hora después de que acabó la película. Habíamos
conectado un ordenador portátil, como Ty hacía abajo, y veíamos Netflix en
lugar de cable. Estaba lista para sugerir cancelar el servicio para ahorrar dinero,
pero Angus miraba ciertos programas y probablemente se sentiría destrozado si
le señalaba que podía verlos en cualquier momento en línea. En algunos
aspectos, era un tradicionalista.
—¿Cómo estuvo la cita? —preguntó Max.
Angus se hundió en el sofá entre Courtney y yo. —Es fantástico, pero
aún no voy a acostarme con él.
—No me digas que alguien te dio una copia de Las Reglas para Navidad.
—Esa fue Courtney. Miró a su alrededor—. No fui yo.
—No, solo quiero ir despacio, después de Josh. Eso fue… fueron años.
Empezaba a pensar que tal vez él era el único. No quiero que me hagan daño de
nuevo.
—Siempre te lastimarán. —Las palabras salieron antes de que pudiera
detenerlas, pero no quería que sonaran tan amargas—. Tienes que asegurarte de
que la persona vale la pena el dolor.
—Profundo —dijo Courtney.
—Feliz Día de San Valentín, hijos de puta. —Max se levantó y arqueó su
espalda, y agarré su culo cínico en un abrazo fuerte.
Angus y Courtney se metieron en la acción, y por unos segundos, me
sentí un poco más ligera, como si el hueco en mi pecho se podría llenar un día 224
de otras cosas. Me fui a la cama de mejor humor.
El resto de febrero pasó acelerado, ocupada con el trabajo, las clases, la
tarea, la práctica y el acontecimiento social ocasional con mis compañeros de
cuarto. Se esforzaron por sacarme de la casa, si yo quería ir o no. A veces iban a
beber, aunque nunca me emborraché por Ty como Angus hizo por Josh. Solo
seguí avanzando.
En marzo, me di cuenta de que habían pasado dos meses desde que
terminamos, aunque no podía reclamar esa palabra. Nunca fue mi novio. Pero era
el tipo que amaba. Y todavía lo hago, con toda honestidad. La sensación no se
había desvanecido. A veces, a veces, tenía momentos débiles.
Como esta noche. Estaba sentada en el suelo de mi armario, escondida,
porque tenía miedo de lo que el sonido de su voz podría hacerme. Había cuatro
mensajes guardados en mi buzón de voz. No los había reproducido desde el día
en que salí de su apartamento, pero esta noche, la necesidad se levantó hasta
que podría estrangularme. Si no los escuchaba, entonces podría llamarlo. Sería
una peor forma de torturarme.
Así que enchufé mis auriculares, me los puse y reproduje el primero.
Oye, Nadia. Solo quiero que sepas que estoy pensando en ti. Llámame.
Ese, lo reproduje cuatro o cinco veces. Pensé en borrarlo, pero no podía
hacerlo, todavía no. Quizás los almacenaría en una unidad USB y los guardaría
en una caja, junto con el portátil que contenía mis recuerdos de él. Tal vez, si
diera todos esos sentimientos un nuevo hogar, mi pecho dejaría de doler. Un
principio sano, si crees en la transferencia.
Mensaje dos: Soy yo. Sam me dijo que le mostraste cómo atar sus zapatos hoy.
Estaba tan emocionado, no tienes ni idea. Y significa mucho para mí que seas buena con
él.
Ridículamente, pasé una punta del dedo por mi teléfono, como si Ty
viviera allí adentro porque algún mago malvado había lanzado un hechizo y lo
encerró lejos de mí como un genio en una lámpara. Pero nada ocurrió aparte de
la solitaria lágrima que caía por mi mejilla. No me gustaba sentirme así, pero no
tenía idea de cómo detenerme.
Mensaje tres: Te echo de menos. Dios, ha sido un día de mierda. ¿Llámame?
Lo reproduje dos veces antes de pasar al último, el más reciente. Lo había
dejado el día después de regresar del viaje de esquí. Mensaje cuatro: Oye,
dulzura. La pasé increíble. Hay algo en ti… de todos modos, gracias por estar conmigo.
Hablamos pronto.
La puerta del armario se abrió.
Por un momento sumamente incómodo, miré a Courtney y ella me miró.
El silencio era horrendo. —Así que… no soy exactamente inexperta en 225
persuadir a la gente a salir de los armarios, pero no esperaba necesitar esa
habilidad contigo.
Me eché a reír. En ese momento estaba segura de que seríamos unidas,
no socialmente amistosas, o no te odio cuando estoy borracha, sino amigas en serio.
—Tenía miedo de que me acusaras de hacerle una mierda extraña a tu ropa.
—Puedo ver que pasaste un momento con tu teléfono. ¿Escuchando los
mensajes de tu ex?
—¿Cómo lo supiste?
—Es una estrategia clásica de revolcarse. También podrías ponerte una
camisa que usara o hacer cosas raras con sus fotos. Ya he estado ahí, ya lo he
hecho
—¿Cuánto tiempo tardó para… que pare?
—Con algunas personas, no para. Nunca te dejan. El tipo con el que salí
en la secundaria… hasta el día de hoy, todavía le hablo en mi cabeza. Tenemos
conversaciones largas y complicadas, y me imagino que me está aconsejando en
mi vida amorosa.
—Eso es extraño, Courtney. ¿Por qué no lo llamas?
Se quedó sin aliento. —Porque murió cuando teníamos diecisiete años.
—Jesús. Ahora quiero que Angus nos saque y nos emborrachemos.
—¡Oí eso! —De repente, se encontraba de pie fuera de nuestra habitación
como un padrino de hadas alcohólico, colgando sus llaves del coche.
Se me pasó por la cabeza no salir esta noche. Responsabilidades como las
facturas, el trabajo, las clases, las practicas pasaron por mi mente hasta que las
aparté, negando todas las razones por las que no se me permitía divertirme.
Una noche no arruinaría mi vida. Y necesitaba un descanso de intentar probar a
mis padres que valía la pena la forma en que habían escatimado y ahorrado
para traerme aquí.
—Me apunto —dije—. ¿Courtney?
—Joder, ¿por qué no?
Riendo, guardé mi teléfono y me puse un top halter brillante y sin
espalda, y mi par de jeans más sexy. Angus asintió con la cabeza cuando salí
diez minutos después. Courtney no se quedó atrás. Llevaba más maquillaje que
de costumbre, dándole un aspecto sensual.
—De acuerdo, damas. Hagamos esto.
Angus nos llevó a Heat, el bar más cercano al campus. Ya que quedaba a
una corta distancia a pie, prácticamente estaba siempre lleno de estudiantes de
226
primero y segundo año, manteniendo el lugar ruidoso cada noche. Me gustó su
impecable sentido de entorno porque era sin duda el lugar adecuado para
arruinarnos. Teniendo en cuenta a la gente que nos rodeaba, probablemente
seríamos los idiotas menos repugnantes en el lugar, incluso si estuviéramos
borrachos.
Courtney y yo empezamos fuerte con los shots de tequila. Me tomé
cuatro, seriamente cerca de ser una cura líquida para lo que me dolía. Ella se
encogió de hombros y siguió adelante, luego salimos a la pista a bailar con
Angus. Él ya tenía una multitud a su alrededor, pero hizo espacio, empujando a
la gente para que pudiéramos formar un trio de sacudidas. Courtney era una
bailarina terrible, peor que Max, pero no parecía molestarla. A mí tampoco. Dos
tragos más, y no me importaría ni si me quito la blusa.
Alguien vino detrás de mí y se movió conmigo. No podía ver su cara,
pero no importaba. Bailar no era lo mismo que llevarlo a casa. Con los brazos
sobre mi cabeza, me balanceé de lado a lado, tratando de fingir que me sentía
sexy en vez de increíblemente sola. El tipo puso sus manos en mis caderas. Me
moví en un círculo lento, girando para hacerle frente. Las luces estroboscópicas
hacían que su rostro se viera extraño y demoníaco; Sus ojos brillaron de rojo.
Estás tan borracho. Esto era divertido, ¿verdad? Exactamente el tipo de emoción
que se suponía que debía tener en la universidad y luego recordar después de
que me estableciera.
Me alejé del manoseador y me acerqué a Angus. Tomó la señal para
echar un vistazo, alejando al otro tipo. Courtney se reía de algo, y cuando me
giré, vi una cara entre la multitud, y el choque me atravesó como una lanza. Se
encontraba oscuro, ahumado y ruidoso. Me equivoqué; tenía que ser eso. Pero
por unos segundos, pensé que había visto a Ty, y eso me impactó. Revisando a
la multitud, dejé de bailar y eché un segundo vistazo. No, este chico era mucho
más joven, más bajo, también. Solo que el pelo rojo era similar, y tenía un
montón de pecas. Me vio mirando y me hizo un gesto, como si estuviéramos
conectando a través de una habitación llena de gente.
Nop. Lo siento. No eres el señor Pelirrojo Sexy.
Para cubrir mi casi colapso, bailé, pero no bebí más. Te estás engañando si
piensas que la bebida puede lavar esto. Recordé cómo Courtney había dicho, con
algunas personas no funciona. Nunca te dejan. Tal vez, dentro de diez años, todavía
tendría conversaciones con Ty en mi cabeza, recordando todo sobre él con esta
terrible y dolorosa claridad.
Jesús.
Lo intenté ahora en el silencio de mi cabeza. Así que el trabajo va bien. Las
calificaciones están subiendo. Todo va bien, excepto por lo mucho que te echo de menos.
¿Piensas en mí? Courtney dijo que recibía respuestas de su fantasma, pero mi
subconsciente estaba en silencio, posiblemente porque el tipo que me perseguía
227
seguía vivo y bien, viviendo en el 1B.
Como estaba planeado, Courtney se emborrachó, y cuando Angus la
ayudó a llegar al auto a las dos de la madrugada, se dio cuenta de que yo estaba
completamente sobria. Ella se volteó en la parte de atrás, riéndose, y él se
encogió de hombros. Di una vuelta por el frente hacia el lado del pasajero.
Angus se estrelló contra el coche, frunciendo el ceño. —Estoy enfadado
contigo. El objetivo de esto era que participaras en el antiguo ritual de dejar ir.
—No estoy lista —susurré.
Tal vez nunca lo esté.
En el asiento trasero, Courtney cantaba en voz alta sobre cómo esta
mierda era una locura. Yo no estaba en desacuerdo.
25
Traducido por Miry
Corregido por Daliam

Marzo se convirtió en abril, abril pasó a mayo. Estudio, trabajo, leer


capítulos, memorizar material, ir a la práctica, bromear con compañeros de
piso: esa era mi vida. Y el tiempo avanzaba. Una noche de bajón, me metí a la
cama de Max, y él me sostuvo. No hablamos, a la mañana siguiente no dijo
nada al respecto. No me sentía mucho mejor sobre Ty y yo, pero él aún no
respondía cuando le hablaba en mi cabeza. En este punto, no tenía idea de si eso
era bueno o malo.
Acababa de terminar el último de mis finales cuando mamá me llamó.
Traté de mantenerlos mejor al tanto, enviándoles correos electrónicos de forma
regular; no es que eso me molestara. Hoy, cuando respondí el teléfono, su tono 228
era apagado, resonando con alegría forzada.
—Oye, ¿cómo fueron los exámenes?
—Muy bien, creo. Trabajé duro este semestre. —No había razón para no
hacerlo. Sin salidas los fines de semana, sin sexo, sin citas. Si no fuera por mis
compañeros de piso, la gente podría haber pensado que me uní a un culto
estructurado en torno a la abstinencia y falta de diversión.
—Si tienes tiempo, tu padre y yo tenemos que hablar contigo. ¿Puedes
llamarnos por Skype?
—Claro —dije mientras una mano fría me rodeaba los intestinos. En los
años que estuve en la escuela, mis padres nunca mostraron interés en hablar
por video—. Solo déjame agarrar mi computadora portátil.
—Está bien, cariño. Estaremos aquí.
Algo está muy, muy mal.
De camino a mi dormitorio, casi vomité. De alguna manera lo evité y los
llamé, como lo solicitaron. Tardé unos cuantos intentos para que respondieran,
y pude imaginar a mamá y papá discutiendo sobre cómo hacerlo, al igual que el
estúpido pino. La imagen mental me puso una sonrisa en el rostro, así que no
parecía asustada o enferma cuando finalmente contestaron.
—Ahí estás —dijo papá.
Envejeció visiblemente desde Acción de Gracias, incluso más arrugas,
más gris en su cabello. Eso fue suficiente para preocuparme, ¿pero la mirada en
sus ojos? Nunca vi nada parecido… una combinación de temor y desesperación,
reforzada por sus hombros caídos. No podía soportarlo. La única vez que vi a
papá llorar fue cuando enterró a mi abuela, pero ese era un dolor que pude
entender. Cuando eres niño, crees que tu padre es invencible. Les dices a otros
niños que puede golpear a sus papás, y lo hará, si no te dejan en paz.
Este hombre se encontraba asustado. Se parecía a mi padre, pero no tenía
ninguna de sus fuerzas silenciosas, nada de certeza, solo dudas y confusión. Ese
no era mi padre. Nunca en mi vida mostró alguna señal de que no lo supiera
todo. Se está muriendo, pensé, y luego quise meter un clavo en el cerebro que
pudiera considerar tal cosa.
Me retracto. Me retracto, ¿de acuerdo?
El silencio duró demasiado, y mi madre tomó la mano de papá, como
para darle valor.
—Aquí estoy —contesté eventualmente—. ¿De qué quieren hablar?
Cáncer, es cáncer.
Absoluto terror me inundó, quemando detrás de mis ojos. Aparte de mí,
el apartamento estaba vacío, así que no habría nadie para atraparme después de 229
colgar con ellos, después de fingir ser fuerte y segura, todas las cosas que
necesitaban de mí. Enmascaré mi rostro, intentando —por una vez— no
mostrar todo.
—No sé cómo decirte esto —comenzó mamá.
Todo mi cuerpo se puso tenso.
Papá le tocó ligeramente la mejilla, un gesto tan tierno por pasar tantos
años juntos. —No, yo debería decírselo.
Ella tomó aliento. —Está bien.
—El año pasado me diagnosticaron Parkinson. He intentado manejarlo
para poder seguir trabajando, pero ya no soy lo suficientemente estable. Al final
del mes, estaré desempleado.
Por unos segundos, no podía respirar respirar mientras pensamientos
giraban en mi cabeza. ¿Qué diablos es Parkinson? Escuché hablar de él, algo que
ver con Michael J. Fox, pero no podía recordar nada. ¿Es terminal?
—Denme un segundo, ¿de acuerdo?
Rápidamente abrí el navegador y googleé. Trastorno del cerebro que
provoca sacudidas (temblores) y dificultad para caminar, moverse y coordinarse. Puede
ser genético o causado por factores ambientales como la exposición a pesticidas. Luego
leí un artículo rápido sobre cómo Michael J. Fox luchaba contra él desde hacía
más de veinte años. El alivio crepitó a través de mí cuando me di cuenta de que
era una condición degenerativa, pero no automáticamente fatal. No significa que
lo esté perdiendo en un mes o incluso un año. Es tratable. Volví a la ventana de chat
y encontré a papá abrazando a mamá.
—Lo siento, solo quería saber más. Pensé que sería más rápido leerlo.
—Estás tomando esto muy bien —dijo mamá.
Respiré profundamente. —Pensé que era peor. ¿Quieres que vaya a casa?
Puedo dejar mi trabajo para ayudar, lo que necesites, papá.
Por lo menos el año escolar ha terminado. Al principio, no pensé en dejar
Mount Albion, pero podía hacerlo. Mis créditos se podían transferir y...
—Solo si eso es lo que quieres —dijo—. No lo hagas por mí.
—O nosotros —añadió mamá—. Estaremos bien. Rob está aquí, tu padre
y yo podemos resistir cualquier cosa, siempre y cuando estemos juntos.
Quiero eso, pensé. Y luego, yo tenía eso.
Mamá sonrió mientras él la apretaba alrededor de los hombros. —La
razón por la que te lo decimos, cariño, es porque afecta tu futuro. Tu padre se
esforzó tanto para seguir adelante hasta después de tu último año, pero no
sucederá. Con mi salario, no podemos pagar nuestras cuentas y también tu 230
matrícula. Lo siento, pero este último año, estás por tu cuenta.
Mi padre continuó, como parejas que han estado juntos mucho tiempo a
menudo lo hacían. —Tienes que saber qué sucede, para que puedas hacer
planes. La matrícula será más barata en la estatal, pero no tendrás beca. Podrías
transferirte como Lauren lo está haciendo, y ahorrarás el dinero viviendo en
casa. Pero no vuelvas esperando cuidar de mí. Aún no estoy tan enfermo.
Mamá asintió. —Tu padre buscará trabajo, pero la economía es dura en
este momento.
—A mi edad y con mis problemas de salud, es poco probable que halle
algo. —La admisión salió cubierta de vergüenza, como si él no hubiera hecho ya
tanto—. Con el tiempo, podría tener una pensión por discapacidad, pero no será
suficiente para ayudarte. Lo siento, frijolito.
Dije con exasperación: —¿Vas a dejar de disculparte? Papá, solo me
preocupo por ti. No podría importarme menos la matrícula ahora mismo.
Mi madre frunció el ceño. —Debería. Todo lo que has hablado desde que
tenías dieciséis años es conseguir tu título.
Porque quiero hacerlos sentir orgulloso. Yo también quería enseñar, pero
desde que recordaba, mis padres me elogiaban por ser inteligente. Hablaban
sobre cómo saldría de Sharon y haría alguien de mí misma. Ningún trabajo de
ventas al por menor para mí, ningún salario mínimo. Nunca lavaría platos o
limpiaría pisos. Era demasiado lista para eso, destinada a cosas mejores. Así
que traté de estar a la altura de sus expectativas: nunca dejar de trabajar,
estudiar mucho y no arruinar mis posibilidades.
Tal vez es hora de que lo diga en voz alta. Pero no podía mirarlos mientras lo
hacía, así que miré mis manos. —Eso es porque no quiero decepcionarlos. Pensé
que estarían molestos si me tomaba más de cuatro años o no obtuviera summa
cum laude o...
—Solamente si no eres feliz. —Mi madre pareció sorprendida, incluso
conmocionada.
Tímidamente miré la pantalla. Papá le susurró algo a mamá y ella asintió.
—Si te parece bien, se va a acostar. Esta parece ser una charla que necesitamos
tener a solas primero. Lo pondré al día más tarde.
Asentí. —Adiós, papá. Te amo.
—Yo también te amo. —En casa, él me habría despeinado el cabello o
dado un golpecito al costado.
Era más difícil compartir ciertas cosas delante de él. Ya que era del tipo
fuerte y silencioso, siempre sentía que él pensaba que yo también debía serlo.
Rob sacó ese aspecto de él; mi hermano nunca admitió un sentimiento que yo
pudiera recordar. Así que mi madre era el puente entre todos nosotros, tratando 231
de hacernos entendernos el uno al otro, con diferentes grados de éxito.
—Bueno, retrocedamos. ¿Quieres decir que haces todo esto por nosotros?
—Bueno no. Pero... —Luché por encontrar las palabras—. Siento algo de
presión para hacerlo. Mis calificaciones tienen que estar por encima de un cierto
nivel para mi beca, y si no me va bien aquí, entonces es como si hubieran
desperdiciado todo ese dinero en mí, cuando deberían haberlo mantenido para
ustedes. Ahora que papá está enfermo, puede que lo necesiten más que nunca.
Así que nunca dejó de trabajar porque no quiero que piensen que han cometido
un error, creyendo en mí, confiando en mí.
—Nadia, cariño, parece que pasas mucho tiempo preocupándote por
nosotros, por lo que pensamos y cómo nos sentiremos. Pero es tu vida.
—Y hay una manera correcta de vivirla, ¿eh, mamá? —No me di cuenta
de que su advertencia en Acción de Gracias todavía me carcomía, pero podía
citarla de memoria—. “Este chico ya ha dejado embarazada a una chica y
arruinado su futuro. Puedes hacerlo mejor. Halla a alguien que pueda iniciar
una familia contigo cuando sea el momento adecuado”.
—Sueno increíblemente crítica. —Se frotó una mano sobre el rostro, pero
su cansancio no fue suficiente para callarme.
—No solo tú. Todos. Según el mundo, hay una manera correcta de hacer
las cosas. Debo obtener mi título en cuatro años, si se necesita más, soy un
fracaso. Luego, encontrar un trabajo impresionante, y entonces, solo entonces,
buscar a alguien para compartir mi vida. Debemos casarnos dos y medio años
antes de reproducirnos. Luego, si soy estéril o él lo es, la gente nos mirará por lo
bajo si adoptamos, si consideramos in vitro. Uno de nosotros será un fracaso de
nuevo, un stock genético defectuoso, y si no quiero hijos en absoluto, hay algo
mal, porque las mujeres normales aman a los bebés, ¿no es así, todas ellas?
Mi corazón se rompió por Diana, que amó a Ty y soñó con una vida con
él, y entonces huyó de la felicidad doméstica, a un futuro sin pañales, donde, en
su lugar, podría trabajar con un equipo de laboratorio. Y demasiada gente diría
que había algo mal con ella. Porque, ¿qué clase de monstruo podía abandonar a
su propio hijo? En este momento, yo odiaba a todos en el mundo, a mí incluida.
Ahora que comencé a ventilar, no podía callarme. Mi mamá escuchó, con
ojos muy abiertos, mientras balbuceaba: —Dios no lo permita si me enamoro de
una chica. Mi compañero de piso Angus, está totalmente mal, según algunos
idiotas. En algunos estados, ni siquiera es legal para él casarse. No importa que
sea el tipo más dulce. La sociedad dice que ni siquiera se le permite tener una
familia.
—Nadia, ¿me estás diciendo que eres gay? —Se las arregló para 232
preguntar.
—¿Qué? No. Estoy... —Cayéndome a pedazos.
Los meses sin Ty finalmente me alcanzaron. No pude aguantar más, y la
miseria salió en un vómito sin fin de palabras. Mamá nunca querría volver a
conversar por Skype conmigo, porque le conté todo, sobre Ty y Sam, y ese amor
que no desaparecería, sin importar lo que hiciera o cómo lo hiciera. Cuando
terminé de desahogarme, mi rostro se encontraba manchado de lágrimas,
Courtney entró y salió de puntillas de nuestra habitación, claramente no quería
entrometerse.
—Lo amas —dijo mi madre en voz baja.
—Dios, sí. Pero tengo veintidós años. Soy demasiado joven para
comprometerme, ¿cierto? Y con Sam, no puede ser menos.
—Tenía veintiún años cuando tuve a Rob. Veinticinco cuando llegaste. Y
tu padre tenía veintiséis años cuando nos casamos. Yo tenía diecinueve. Mi
madre me dijo que él era demasiado viejo, que eso nunca funcionaría. Tampoco
le gustaba su familia, ni el hecho de que uno de sus hermanos fuera a prisión.
Pero... él era la persona adecuada para mí. Así que no escuché. Me casé con él
de todos modos.
Esa era noticia nueva para mí. Mi abuela, que hacía sopa de invierno y
pan negro, ¿desaprobó a mi padre?
—Ella nunca dio ninguna señal de que no los apoyara a ustedes dos.
—No después de que le probé que podía funcionar... y que él era bueno
conmigo. Decirle no habría sido suficiente. Me amenazó con renunciar a mí,
pero una vez que vio, comprendió.
Por la fuerza de su relación, mi madre tomó la decisión correcta en ese
entonces. Con mis padres juntos y felices, siempre fui una rareza en la escuela.
Así que muchas relaciones terminaron en divorcio, tal vez porque algunas
personas eran terminalmente estúpidas a los diecinueve años y no debería estar
a cargo del bienestar de un gatito, por no hablar de un bebé. Pero otros, como
mamá, podían comenzar jóvenes y construir una vida hermosa con alguien.
Con mi padre.
Fue entonces cuando sospeché qué trataba de decir. Me quedé inmóvil,
mirando la pantalla. —¿Qué dices?
—Quiero que seas feliz, eso es todo. No me importa la universidad,
excepto que tu sueño es enseñar. Obviamente, quiero que tengas algo mejor que
yo, pero puedo decirte que has pensado mucho en Ty y que entiendes cómo
será con él. Si ese niño le devolverá la sonrisa a tu rostro, tendrás mi bendición. 233
—No es un niño. No lo ha sido desde que llegó Sam.
Mi madre sonrió. —Es justo. Pero tengo cuarenta y siete, y cualquier
persona menor de treinta me parece un bebé. ¿Qué harás?
—¿Sobre la universidad, la matrícula o Ty? —La tensión se desvaneció
de mí. Hasta ese momento, no me di cuenta de la preocupación que me
causaba.
—Todo lo anterior.
Haciendo una pausa, medité mis opciones y luego sacudí la cabeza. —No
estoy segura. Necesito pensar. Ahora mismo me siento demasiado emocional
para resolverlo y estar segura de que tomo la decisión correcta.
—Mantenme informada —dijo, sonriendo ampliamente—. Sabes, me
gusta este asunto de Skype. Es más difícil para ti mentirme.
—Imposible. Cuida a papá, ¿de acuerdo?
Sus ojos eran hermosos y serenos. —Lo he hecho durante veintiocho
años. No es probable que me detenga, solo porque él me necesita un poco más.
—Abraza a Rob y a papá por mí.
—Por supuesto. Adiós, cariño.
Atónita por la honestidad que desaté entre nosotras, me tambaleé hasta
el baño para sonarme la nariz. Mis ojos se hallaban tan rojos, que parecía que
tenía una reacción alérgica en mi rostro. Pocos minutos después, Courtney trajo
algo de hielo, envuelto en una toalla. Lo tomé con gratitud y lo balanceé en mi
nariz, suspirando mientras la frescura calmaba la picadura.
—¿Gran drama familiar? —preguntó.
—No tienes idea.
—Tengo algunas piezas, aquí y allá. Papá enfermó, desafías el orden
mundial actual y, ¿lista para marchar por los derechos de los homosexuales?
—Bueno, sí y sí, pero hay más. —Tranquilamente, le informé.
—Guau —dijo—. Entiendo el conflicto. No es que puedas salir con Ty en
el sentido tradicional. Tienes que aceptarlos a ambos.
—Así es, lo acepto. —Hasta ese momento, no comprendí lo completo que
fue el cambio interno, pero cuando pronuncié las palabras, reconocí su
verdad—. He probado el ambiente del bar. Traté de conocer a otros chicos, pero
cuando alguien más me toca, solo me pone triste. No quiero beber hasta
vomitar. No quiero el tipo de diversión que se supone que debo tener. Solo...
quiero a Ty, eso es todo.
234
—Sin embargo, parece que fue bastante inflexible cuando lo dejaste.
—Lo fue. —El peso se movió de mi pecho por primera vez en meses—.
Pero creo que es porque él trata de ponerme en primer lugar. Habló de que yo
arruinaría mi vida por él. Pero... ¿Lauren? Para el resto del mundo, ella es un
fracaso. Ella dejó de estudiar. Perdió su beca. Ahora se encuentra de vuelta en
Nebraska, viviendo con su mamá. ¿Cómo es que eso no se estrella y quema?
Courtney asintió, como si no estuviera segura de a dónde iba con eso.
—Pero... ella es feliz. Para ella, salir de Michigan fue un gran alivio. Y así
me siento ahora mismo. Ya no tengo que vivir en el horario de otras personas.
Puedo hacer lo que quiera, lo que me haga feliz. Eso es... libertad.
Ella arqueó una ceja preocupada. —No piensas deshacerte de las clases y
guardar el alijo en mi cajón de ropa interior, ¿verdad? Porque eso es lo que me
sacó de mi última situación de vivienda.
Me reí. —Ni siquiera remotamente. Todavía planeo graduarme. Todavía
no sé si tomaré préstamos para terminar o abandonar a tiempo parcial. Tengo el
verano para decidir, aunque mi instinto es frenarme. La idea de endeudarse me
asusta.
Courtney me dio unas palmaditas en la espalda con una mirada de
compasión. —Estoy ahí contigo, pero desafortunadamente, ya estoy en deuda
con el hombre. Bueno, con mis padres, que es peor que el gobierno. ¿Qué harás
con Ty?
—Lo que he hecho casi desde la primera vez que vi al chico —dije
suavemente.
—¿Y eso es?
Le ofrecí una sonrisa misteriosa. En mi cabeza, yo era Boadicea y ningún
hombre podía estar contra mí. —Amarlo tanto que duele.

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Traducido por evanescita
Corregido por Daliam

Durante dos días, medité mi siguiente paso.


Luego fui a ver a la señora Keller en la Academia Arcoíris. Levantó la
mirada de su papeleo, sorprendida de verme tan temprano. Aún no habíamos
cambiado mi horario a horas de verano, por lo que continuaba trabajando a
tiempo parcial. Había discutido esta decisión con mamá y papá, y me apoyaron.
Así que respiré hondo mientras me invitaba a sentarme.
—¿Qué sucede? —preguntó.
—Mis circunstancias cambiaron, debido a algunos problemas familiares.
Esperaba que pudiera mantenerme a tiempo completo en el otoño ya que a su 236
vez me matricularé en la clase nocturna, probablemente un curso por semestre
por un tiempo.
No pidió más detalles personales, un hecho que agradecí. —¿Tienes
alguna preferencia en cuanto a la asignación de clase? ¿Y estarías interesada en
ser profesora titular?
—¿Estoy calificada?
—No para enseñar jardín de infantes, sin embargo para cualquiera de las
otras clases, sí, entre tu experiencia aquí y tus créditos universitarios.
—Entonces sí, me encantaría que me considerara como titular.
—Aún no se lo he dicho a nadie, pero la señora Kimball se va de licencia
por maternidad en agosto, y sospecho que no volverá. He oído rumores que
planea abrir una guardería en su casa cuando su bebé tenga unos meses.
—Ella enseña a niños de tres años, ¿verdad? —Mejor que de dos, de
todos modos.
La directora asintió. —¿Estarías interesada en hacerte cargo por ella en
agosto?
—Sí. También puedo manejar cuarenta horas a la semana, tan pronto
como puedas aumentar mis horas.
—La gente ya está pidiendo vacaciones. Necesitaré que trabajes más,
probablemente a partir de junio. Sin embargo, estarás en la clase de la señora
Trent o intercalando hasta agosto.
—De acuerdo, realmente lo aprecio.
Animada por los acontecimientos, me fui a casa de buen humor y llamé
por Skype a mis padres para informarles. Los préstamos me llevarían a acabar
mi carrera más rápido, pero prefería ir lento y pagar mis cursos poco a poco,
como me lo pueda permitir. Todavía tenía planes de reembolsarlos, algún día,
pero como su situación, la mía también había cambiado. Tal vez me arrancaron
de mi camino muy rápido, pero eso no fue tan malo.
Es solo la vida.
—¿Algún cambio con respecto a Ty? —preguntó mi madre.
—Aún no. Primero tenía que resolver las cosas en el trabajo.
—Lo entiendo. Quieres dedicarle toda tu atención cuando lo hagas. —
Parecía inquietantemente cambiada en cuanto a los asuntos de mi relación.
—No sé cómo sentirme por tu entusiasmo —dije.
Sabiamente, mi mamá cambió de tema. —Ah, por cierto, Rob rompió con
Avery. Sucedió hace un tiempo, pero olvidé decirte... con todo lo que ha 237
pasado.
—Esas son buenas noticias —dije.
—Estoy de acuerdo contigo.
—¿Cómo está papá?
—Afrontándolo. No le gustan sus nuevas limitaciones, pero le ayudaré a
adaptarse. Definitivamente no está deprimiéndose. ¿Sigues viniendo a casa este
verano?
—Sí, pero planeo volar, no conducir.
—Bien, cariño. Solo haznos saber cuándo.
Poco después, nos despedimos y colgamos. Angus estaba en Europa, y
esta vez, había llevado a su novio con el dinero de su padre. Tenía grandes
esperanzas para él y Del. Max seguía trabajando en el taller, y Courtney había
ido a casa durante unas semanas, aunque todavía pagaba el alquiler. Solo nos
quedamos Max y yo, el apartamento se sentía muy vacío, pero como no quería
testigos para lo que vendría después, estaba bien.
A menos que el horario de Ty hubiese cambiado, estaría solo este fin de
semana. Quedan dos días. Así que saqué mi cuaderno y escribí el resto de todo
lo que pasó desde la ruptura. Ahora mi relato estaba completo. Cansada, tomé
una ducha y luego me fui a la cama sin cenar. Angus me habría molestado; Max
entró demasiado tarde para darse cuenta.
El viernes por la noche, volví del trabajo y recogí el diario que había
hecho para Ty. Tomando una profunda respiración, bajé y lo dejé fuera de su
puerta en una caja roja brillante con un lazo. Me preguntaba si se daría cuenta
que le estaba mostrando mi alma. Tal vez lo quemaría por mí o lo devolvería
sin leer. Sin embargo, no lo creía.
A la una de la mañana, lo oí abrir su puerta del patio y por primera vez
salí. Como aquella primera noche, lo vi ahí de pie, y mi corazón se abrió como
una flor. A la luz de la luna, estaba todo hermoso y roto; lo amaba con locura.
No había nada que me frenara, en esta carrera sin fin hacia él. Y caería si no me
atrapaba.
—Eso fue una cosa terrible de leer —dijo en voz baja, sin levantar la
vista—. Acababa de empezar a superarlo.
—Mentiroso —le dije con total confianza.
Alzó la mirada entonces, y podía decir que se sorprendió al encontrarme
sonriendo. Inclinándome hacia adelante, bajé la canasta hacia él. En ella, había
colocado un corazón rojo cortado en papel de construcción. Infantil, sí, pero
disfruté de escribir Nadia+Ty 4-ever, como si tuviera doce años, y el mundo no 238
fuera tan complicado como tratar de averiguar si le encantaba que le gustara.
Ty arrancó el corazón y lo tomó en sus manos, como si fuera una
mariposa que pudiera volar sobre el viento de la noche. —¿Por qué esto? ¿Por
qué ahora?
—¿Puedo bajar? ¿Me dejarías entrar?
Hizo un sonido amortiguado, pero su respuesta fue clara. —Sabes que lo
haré.
Con pasos ligeros y seguros, salí corriendo de mi apartamento y bajé a su
puerta del patio. Golpeé suavemente, esperando que abriera. En unos instantes
lo hizo, y me sorprendió lo delgado que estaba, no solo flaco, como si perderme
le hubiera arrancado la vida.
—Pensé verte en un bar —dije—. Pero no eras tú. Era otro demonio
pelirrojo.
—¿Lo llevaste a casa? —Había cinco pasos entre nosotros, luciérnagas y
el brillo dorado de sus lámparas solares. Su jardín olía a flores y a hierba fresca,
que delicadamente llegaban a florecer en el calor de la tarde.
—No —dije—. Pero ya lo sabías, en algún lugar de tu interior.
—¿Por qué estás aquí, Nadia? No queda nada de qué hablar.
Di un paso hacia él. —Ahí es donde te equivocas. Crees que puedes
planear el amor. Dejarlo para más tarde. Cuando en realidad, solo tienes miedo
de ser herido de nuevo. Pero aquí está la cosa, Ty. Lo que siento por ti, no se irá.
Yo tampoco. Podrías llamarme en cinco años, pedirme que volviera, y entraría
en mi auto y empezaría a conducir.
Sonrió suavemente y sacudió la cabeza. —Entonces estás loca.
—En diez años, todo seguirá igual. He tenido mucho tiempo para pensar,
y nada de eso ha cambiado. Te amo, y también amo a Sam. Entiendo lo que
significará estar contigo. No será una vida de cuentos de hadas, con todo
sucediendo a su debido momento. No me importa eso.
—Cambiarás de opinión. —Pero sonó aturdido, mirando a través de los
cuatro pasitos que nos separaban como si yo pudiera saltar la muralla y arrojar
a todos sus arqueros.
Planeaba hacerlo.
—Mierda, Ty. Mi papá está enfermo. Mis padres no podrán pagar más
mi matrícula, y no podré mantener mi beca trabajando a tiempo parcial. Sin
embargo, no me escucharás diciendo: maldita sea, nunca seré maestra ahora. Lo
lograré. Solo tomará más tiempo. No voy a renunciar a eso, y tampoco voy a
renunciar a ti. 239
—Nadia... —Había un mundo de soledad y nostalgia en ese tono.
Lo sabía personalmente; lo llevaba como un amuleto en mi cuello. —Si
me alejas ahora, vendré mañana. Y te diré todo esto de nuevo. Y de nuevo.
Hasta que estés listo para creerme, y no me importa cuánto tiempo me tarde.
No me doy por vencida con las cosas que me importan, y nadie me importa
más que tú. Cuando preguntaste antes, yo no estaba lista... y tú tampoco. Eso
fue solo un desafío que lanzaste para que me alejara.
—¿Lo era?
—Sino, entonces fue la propuesta más desastrosa de todas. —Allí, le hice
sonreír. Todavía sostenía el corazón rojo, acariciándolo entre sus dedos.
—Quiero creerte —susurró.
El tácito “pero” colgaba en el aire entre nosotros. Solo sonreí y me alejé
de la puerta del jardín. Arriba, esperaba alguna oleada de decepción, pero
nunca llegó. Tenía tiempo. Además del trabajo, ¿qué tenía que hacer, por otra
parte para convencer a Ty que se arriesgara conmigo?
El sábado por la mañana, bajé con tostadas francesas y huevos revueltos.
Tuve la amabilidad de dejarlo dormir, así que no llamé a su puerta hasta
después de las diez. Había estado claramente levantado hasta tarde la noche
anterior, esperaba que por pensar en mí. Estaba precioso, desgreñado y muy
besable. Sonriendo, le ofrecí el desayuno.
—Este es el primer día —dije—. Aún te amo, aunque seas obstinado.
Cuando quedó boquiabierto, volví a subir. Una maldición amortiguada
llegó hasta mis oídos mientras cerraba la puerta. Soy una fuerza irresistible. El
domingo por la mañana, fui de compras y compré un regalo para Sam, una caja
grande de crayones, junto con un libro para colorear de dinosaurios. Los
envolví y llamé a la puerta de Ty justo antes del mediodía. A pesar del fin de
semana, no parecía estar más descansado que el viernes.
—¿Qué? —preguntó, pasándose una mano por el pelo.
—Esto es para Sam. Sé que lo recogerás más tarde.
Su expresión se suavizó ligeramente. —Gracias. Él te extraña. Quiero
decir, sé que lo ves en la escuela, pero todavía lo oigo hablar de tu sopa y tus
historias y...
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—Te amo —lo corté—. Y lo amo. No hay razón para que vivamos así. Te
has privado de la vida, no para proteger a Sam, sino porque no crees que
mereces ser feliz. Te castigas porque no entendiste a Diana, y la lastimaste.
—Detente —dijo bruscamente.
—No lo haré. Nunca lo haré. Todos los días bajaré aquí a tu puerta, para
recordarte que estoy aquí, y que no me voy a ir.
Con eso, me volví, pero él me agarró del brazo y me dio la vuelta. Con
un ceño fruncido entre sus cejas, sin embargo este se rompió contra mi sonrisa.
Con un suspiro que fue casi un gemido, puso su frente contra la mía, su aliento
suave sobre mis mejillas.
—No dejes que te arruine —susurró—. He intentado tanto permanecer
lejos y todavía aquí estás. ¿Qué tengo que hacer, huir del país?
—Iría tras de ti. El momento podría no ser ideal, pero lo vales. Lo
valemos. Y en el fondo, tú también lo sientes.
—Dios, sí. —Su suspiro de rendición centelleó contra mi boca.
Entonces nos besamos, duro y profundo, con sus manos vagando por mi
cuerpo como si fuese a morir si no me tocaba. Ty me metió a su apartamento y
pateó la puerta, cerrándola detrás de nosotros. Gracias a Dios por sus padres y por
los fines de semana. Tomó mi cara entre sus manos y besó cada centímetro de ella,
caliente, salvaje con necesidad.
—Dímelo —ordené.
Él sabía. —Te amo. Oh, Dios, te amo tanto. Y odio lo que soy sin ti.
¿La belleza de este momento? Su admisión no significaba que había
perdido, sino que ambos habíamos ganado. —Yo también. No estaba mintiendo
cuando dije que soy feliz contigo.
—Tus padres me odiarán —predijo. Pero no parecía demasiado
preocupado cuando besó mi clavícula, enviando un escalofrío caliente a través
de mí.
—Eso no es cierto. Ya les he dicho todo sobre ti. Mi madre me aconsejó
molestarte todos los días, es fanática de ganar por desgaste.
—¿En serio? Ella... ¿también les dijiste sobre Sam? —Aparentemente,
había conseguido sorprenderlo.
Asentí. —Están deseando conocerlos a los dos.
—Mmm. No puedo pensar en eso ahora mismo. Lo haré más tarde, lo
prometo. Pero en este momento…
—Tienes algo de tiempo antes de que vayas a recoger a Sam, y mientras
tanto, puedes follarme hasta que no pueda caminar derecho.
—Nosotros —corrigió suavemente—. Recogeremos a Sam más tarde. No 241
más reglas, Nadia. Si estás lista, entonces yo también. De lo contrario, sin
embargo, estarás cometiendo un error.
Tomó mi sonrisa como si asintiera y me llevó a su dormitorio. Nos
desnudamos en tiempo récord, y para crédito de Ty, se esforzó tanto por ser
lento y tierno. Pero ninguno de nosotros podía esperar. Me froté contra él como
un gato, disfrutando del calor de su piel. Luego corrí mis manos más abajo.
Su aliento silbó a través de sus labios entreabiertos. —Sí, así. Dios, me
matarás.
Ty se movía contra mis manos, renunciando a los juegos previos más
extensos, pero para mí, esto tenía el mismo efecto. Estaba desesperada por
tocarlo, probarlo en todas partes. Mis dientes rozaron su cuello mientras
arrastraba mis dedos por su cadera. Empujó contra mí, y me balanceé hacia
atrás.
—Mmm. Por favor —susurré.
En cinco minutos, estuvo dentro de mí, jadeando y temblando, y no
podía dejar de acariciarlo. Su boca tomó la mía, una y otra vez, igualando el
ritmo de sus empujes. Estaba todo desalineado y delicioso cuando nos corrimos,
fue todo un placer feroz y desgarrador que hizo cavar mis manos en su espalda.
Le mordí el oído y casi me aplastó contra el colchón, gimiendo fuertemente su
orgasmo. Después, una vez que se deshizo del condón y volvió a la cama, me
acurruqué y me arrastré hacia él. Ty me rodeó con sus brazos como si pudiera a
desaparecer.
Pero no lo haría, nunca.
—Eso fue increíble —murmuró.
—Concuerdo.
—No ha habido nadie más. Un día, durante el invierno, te vi en el
estacionamiento. Estabas con tu compañero de cuarto.
—Lo recuerdo.
—Apenas te vi, y ya estaba tan duro como una roca. Saludaste a Sam y
subiste a la moto del bastardo, te deseaba tanto que no podía respirar. —Esta
era su versión del diario de Nadia, y me ofrecía una vislumbre de su alma, al
igual que hice con la mía.
—En mi nivel más deprimente, escuché tus mensajes telefónicos, una y
otra vez. Conservé todos los que me dejaste.
—Escuché tus pasos en el techo, y casi todas las noches fingía que
bajabas y que estarías en mi cama cuando volteara.
Luego de eso, no tuvimos más remedio que hacer el amor de nuevo. Esta
vez, fue maravilloso y dulce, sentados, con los brazos alrededor de nuestras 242
espaldas. Eran casi las dos cuando nos dimos duchas rápidas, y luego subí a
ponerme ropa decente. Para conocer a los padres de Ty, no quería dar la
impresión de que estuve rodando en la cama con su hijo toda la tarde. Incluso si
es cierto. Una vez que domé mi cabello y me puse maquillaje, bajé corriendo a
verlo.
Su sonrisa cuando me vio derritió mi corazón; probablemente siempre lo
haría. —¿Lista? Llamé a mis padres para hacerles saber que vienes. ¿Te parece
bien quedarte a almorzar?
—Por supuesto. Podemos tener a Sam el próximo domingo. —Me atreví
a persuadir.
—Cuando el clima es agradable, le gusta el parque.
—Entonces prepararé bocadillos para un picnic.
Los ojos de Ty se aguaron; no había otra manera de describirlo. De
hecho, su amor al desnudo y el anhelo eran casi demasiado para mí, una
dulzura estrangulándome. Pero respiré y lo seguí hasta su coche. Él estaba
nervioso de camino a la casa de sus padres, sobre todo porque éramos nuevos
en esto, y la situación era algo similar a lanzar un desafío.
No debería preocuparme.
Cuando Sam me vio, corrió a darme un abrazo, como lo hacía en la
escuela, pero esta vez, me arrodillé para devolvérselo, cerrando los ojos ante la
fiebre de amor. No es solo Ty. Sam también es mío. Podría no tener ningún
derecho legal sobre él, pero yo adoraba a este niño.
Le susurré al oído: —¿Qué dinosaurio podría saltar más alto que una
casa?
Sam lo pensó, luego dijo: —No sé.
—Todos, tonto. Las casas no pueden saltar.
Su risa me recorrió como la luz del sol mientras Sam me apretaba el
cuello. —Te extrañé, Nadia.
La familia de Ty era genial, de cinco a diez años mayor que la mía, con
abuelos absolutamente aburridos. El placer casi me desentrañó cuando me
presentó como su novia. Su madre y su padre parecían encantados de
conocerme.
Luego del almuerzo, su mamá me llevó a un lado para susurrar: —Estoy
tan contenta que esté sonriendo otra vez. He estado tan preocupada por él
desde...
—Diana.
243
—¿Te ha hablado de ella?
Asentí. Entonces me abrazó tan fuerte. Tomé eso como una señal de que
tenía su apoyo. También cabía señalar que la señora Tyler no tenía pies de
hobbit.
En cuanto a Sam, después del almuerzo preguntó por qué estaba allí un
domingo. Nos encontrábamos en el patio trasero, donde sus abuelos habían
montado un set de juegos, y Ty lo empujaba en los columpios. Cada vez que
Sam se elevaba, pataleaba como si pudiera tocar el cielo. Conocía esa sensación;
la experimentaba cada vez que su padre me miraba. Otras personas podrían no
entender ese movimiento, pero la felicidad era más importante para mí que
colorear entre líneas.
—Nadia pasará con nosotros mucho más tiempo —dijo Ty a Sam.
—¿Por qué?
Parecía sopesar su respuesta y luego dijo: —Porque la amo.
Eso, al parecer, no fue una revelación para Sam. —Oh. Yo también.
—¿Cómo te sentirías si viniera a vivir con nosotros algún día? —Ese fue
un gran salto, pero tal vez era mejor ponerlo todo sobre la mesa, así Sam no se
sorprendería en el futuro.
—¿Se quedaría en tu habitación o en la mía?
—En la mía —dijo Ty.
—Está bien, entonces. Pero ella tiene que cocinar perros calientes. —Por
lo que a Sam se refiere, la conversación había terminado—. ¡Empújame más
alto!
Nos quedamos hasta bien pasada la noche. Y cuando nos despedimos,
nos fuimos a casa juntos.

244
27
Traducido por AnnyR’
Corregido por Laurita PI

—No puedo creer que me hayas convencido de esto —murmuró Ty.


Los tres tomamos una fila entera en el avión, y Sam estaba más que
emocionado. Nos dirigíamos a Sharon para pasar el Cuatro de julio con mi
familia, donde conocerían a Ty y Sam por primera vez. Ty nos había conducido
a Ann Arbor, y hasta ahora, permaneció en su mayor parte en silencio, oyendo
a Sam hablar sobre el avión.
—Te van a querer —le dije.
—Eso dices. Espero que tu padre me amenace.
—Podría hacerlo. Finge sentirte aterrorizado. —La diversión me coloreó 245
el tono mientras le sonreía por encima de la cabeza de Sam—. Oh, también
tengo un hermano. Es más probable que te golpee.
—Tiene que atraparme primero.
El vuelo duró un par de horas, no lo suficiente para que Sam durmiera.
Pero estaba cansado y malhumorado cuando desembarcamos. Le animé con
chistes de dinosaurios mientras esperábamos nuestro equipaje, y nos dirigimos
al exterior, donde mis padres estaban estacionados y esperando. Mamá saltó del
coche y corrió hacia las puertas. Papá vino más despacio, y vi pruebas del
Parkinson en la manera excesivamente cuidadosa con que se movía. También
noté que mamá conducía, algo que nunca hubiera pasado antes.
—¿Es tu mamá y papá? —preguntó Sam.
Asentí, abrazándolos a ambos, luego dije: —Este es mi novio, Ty. Y Sam,
por supuesto. Es nuestro duende mascota.
—¡Nadia! —gritó Sam, pero sonreía a mis padres. Luego ofreció una
manito para que mi papá la sacudiera, y registré el momento exacto en que se
imprimió en sus corazones, justo como había hecho con el mío.
—Debemos ponernos en marcha —dijo mamá—. Son dos horas para
Sharon. ¿Nadia te ha contado algo del lugar?
Ty pareció meditar, subiendo al coche. —Solo que es pequeño.
—Ese es aproximadamente el tamaño —dijo mi papá.
En el viaje, mantuvimos una conversación informal, evitando el tema de
la enfermedad de papá. Interrogó a Ty educadamente, pero resistió muy bien,
pensé. De vez en cuando, mi mamá atrapaba mi mirada en el espejo retrovisor,
y sonreía con sus ojos. Un par de horas más tarde, llegamos a los límites de la
ciudad de Sharon, y estaba realmente contenta de regresar.
—El Cuatro es importante por aquí. Se realizará un gran espectáculo de
fuegos artificiales en el recinto ferial del condado. La gente conduce una hora o
más para verlo —les informé.
—Guau —dijo Sam, obviamente impresionado.
Una parte de mí no podía creer que Ty estuviera aquí conmigo,
conociendo a mis padres, entrando en la calzada de la casa donde crecí. Pero
miraba a su alrededor con interés. —Es un bungalow para artesanos —señaló—.
Esos suelen ser fantásticos en términos de eficiencia de diseño y elegancia.
—Probablemente puedo conseguir que Jay Oliver te deje ver el lugar —
ofreció mi padre—. Él y yo no somos muy cercanos, pero cuando descubra que
estudias arquitectura, querrá mostrarte el lugar.
Eso fue definitivamente una rama de olivo; Ty la agarró con ambas
manos. —Eso sería genial. 246
En la casa, Rob esperaba en la sala. Lauren también se encontraba allí, y
la abracé hasta que se notó su columna vertebral. Parecía mucho más brillante,
sin sombras en los ojos y una sonrisa fácil que me decía que había tomado la
decisión correcta, sin importar lo que pensara el mundo.
—¿Estás en la escuela de verano? —pregunté.
—Sí. La mayoría de mis créditos fueron transferidos. Soy básicamente
una estudiante de segundo año, pero estoy más feliz en las computadoras.
Puedo hacer algo útil, algo concreto. Todavía hay problemas, por supuesto. Soy
la única chica en muchas de mis clases en línea y no creerías cuánta mierda
recibo.
—Y tú lo haces bien.
Sonrió. —Demonios, sí. Así que dime, ¿es Courtney tu nueva mejor
amiga?
—Amiga —dije—. La mejor no. Esa siempre serás tú.
Lauren me abrazó y Rob nos observó desde el otro lado de la habitación.
La atención fue sorprendente; nunca lo vi tan concentrado, y había algo en sus
ojos, pero cuando Ty subió detrás de mí, perdí interés en mi hermano, que era
menos atractivo que el tipo que me besaba el cuello. Envolvió sus brazos
alrededor de mí por detrás, apoyando su barbilla en mi hombro. Reconocí esta
táctica; aunque no se daba cuenta, me utilizaba como un escudo mientras
descubría la dinámica familiar.
Sam subió a la rodilla de mi padre. —Cuéntame una historia.
—¿De qué tipo?
—Algo impresionante.
Eso podría ser interpretado de muchas maneras diferentes, pero para mi
papá, la respuesta era obvia. Solía decirle esto a Rob y a mí, pero era nuevo para
Sam, y como se trataba de una retroexcavadora, sospechaba que el niño no se
movería hasta el final. Cuando dejara Nebraska, Sam podría estar obsesionado
con la maquinaria pesada.
Mi madre llamó desde la cocina: —¿Tienen hambre?
Miré a Ty, que asintió. —Sí, podríamos comer.
Ella preparó una comida rápida de sopa y sándwiches mientras Rob
agregaba una sección a la mesa, ya que él y Lauren se quedaban a comer. En el
día de Acción de Gracias, existió una tensión palpable entre mi hermano y yo,
pero esta noche, fue fácil, sonriendo, mientras el resto de nosotros hablamos.
Eso fue un alivio, incluso mientras me preguntaba sobre el cambio.
Aunque tenía miedo de que fuera incómodo, mis padres lo hicieron fácil 247
para Ty y Sam. La especialización de Ty fascinó a mi mamá, y mi papá lo llevó a
ver el bungalow de artesanos, como prometió. Cuando regresaron, Ty brillaba
con entusiasmo; él y Rob tuvieron una buena charla sobre los méritos de varios
métodos de construcción. Al final de la primera noche, era como si Ty y Sam
siempre hubieran sido parte de la familia. Pero entonces, mi mamá era buena en
eso; era una de las cosas que más me gustaba de ella. Tenía un don para hacer
que la gente se sintiera como en casa. Cuando utilizó ese talento con Ty y Sam,
tuve que abrazarla. Ella me devolvió el abrazo, pareciendo sorprendida.
Luego susurró: —Lo siento por lo que dije antes. Es claro para mí que
estás contenta con Ty. Y Sam es adorable.
Lauren se fue a casa alrededor de las nueve, y Rob se fue poco después;
al parecer, se había mudado hace unos meses. Llevé a Sam al patio trasero para
contar luciérnagas. Estaba inquieto, e imaginé que podría tomar algo de trabajo
para que se estableciera. Sin embargo, concentrarse en las luciérnagas ayudó;
éstas parpadeaban contra la noche con chispas doradas. Ty se paró en el porche
trasero, observándonos, pero no salió al patio.
—No, así —dije en voz baja—. Sé muy lento y gentil. —Le mostré a Sam
cómo poner las manos—. Porque son hermosas y no queremos aplastarlas.
Tomó casi veinte intentos antes de que Sam tuviera una luciérnaga entre
las palmas de sus manos, y luego miró hacia abajo con asombro. —¿Podemos
quedárnosla?
—No. Si la metemos en un frasco, morirá.
—No quiero herirla. —Luego abrió las manos y retorció sus dedos hasta
que el insecto despegó. A metro y medio sobre la cabeza de Sam, la luciérnaga
se iluminó.
Como si fuera una señal, otras brillaban por todo el patio como pequeñas
linternas chinas. Sam giró en un círculo lento. —Está muy oscuro aquí afuera.
—Eso significa que puedes ver mejor las estrellas. Mira arriba. —
Arrodillada a su lado, anticipé su jadeo de asombro.
Tal vez Sharon no está tan mal después de todo.
—Guau —dijo Sam.
—Vamos a meterte adentro. Creo que necesitas un baño y una historia
para acostarte. Son casi las diez.
—Pero no tengo sueño.
Sonriendo, le revolví el pelo, y deslizó su mano en la mía. Lo llevé de
vuelta al pórtico, donde su padre nos esperaba. Ty se hizo cargo, y escuché el 248
bienvenido sonido de ellos riendo, chapoteando en el baño, mientras mi papá le
susurraba a mi madre en la cocina. Sus voces sonaban conspiratorias, pero no
me erizaban la piel. Definitivamente hablaban de Ty y Sam, pero no de mala
manera.
Entonces mi padre salió a la sala de estar y se sentó a mi lado. Apagó el
televisor sin preguntar si lo veía. —Él no es quien hubiera elegido para ti, pero
quiero que seas feliz, frijolito. Tu mamá ha estado hablando conmigo durante
un par de meses, recordándome que yo tampoco era la primera opción de su
madre. Así que… solo quiero que sepas, también tienes mi aprobación, si eso
importa.
Un sonido asombrado se me escapó. Me incliné para abrazarlo. —Por
supuesto que importa.
Me dio una palmadita en la espalda, y sentí el débil temblor que corría
por su brazo. —Si te lastima, todavía puedo patearle el trasero.
—Lo sé.
—Y… tu madre dice que ustedes dos pueden compartir tu antigua
habitación. Sam puede dormir en la de Rob. —Dijo esa oferta a regañadientes.
—Le haré saber a Ty. Gracias, papá. —Levantándome, le besé la frente,
luego subí las escaleras para averiguar dónde se hallaba Ty con Sam.
Acababan de terminar el baño, y Ty lo estaba secando mientras explicaba
por qué brillaban las luciérnagas. Era mucho más científico de lo que yo hubiera
sido, pero no pareció disminuir el deleite de Sam. Les hice señas a ambos en la
habitación de Rob, que todavía olía débilmente a spray corporal. A Sam no le
importaba; los trofeos deportivos de mi hermano lo transfiguraron.
—Es muy bueno en el fútbol, ¿eh?
—Sí, lo era. —Fue un poco triste, sinceramente, porque Rob podría ser
uno de esos tipos que alcanzó su máximo en la escuela secundaria y pasó el
resto de su vida mirando hacia atrás.
—¿Le importará si ocupo su habitación? —preguntó Sam.
Ty me miró; negué con la cabeza. —Ahora tiene su propio lugar.
—Bien, entonces. —Sam se acurrucó en las sábanas limpias, mirándonos
expectante.
Ty leyó Buenas Noches, Luna, y Sam aguantó casi hasta el final antes de
quedarse dormido. De puntillas, dejé la luz del pasillo encendida, como mis
padres hacían por nosotros cuando éramos niños. Con la puerta entreabierta,
Sam no debería tener miedo si se despertaba en una cama extraña; habría
suficiente luz para que pudiera averiguar dónde se encontraba. Y el señor
O'Beary también estaba a su lado. 249
—¿Dormiré en el sofá? —preguntó Ty.
—No. Tienes permiso de compartir conmigo.
—¿De verdad?
—No parezcas tan sorprendido. Mis padres no son viejos ni
particularmente religiosos. —Tomando su mano, lo llevé por el pasillo a mi
habitación.
Cuando cerré la puerta detrás de nosotros, Ty inclinó su cabeza y me
besó. La tensión se desprendió de él, como si esperase que esta visita fuera más
una prueba. Envolví mis brazos a su alrededor y pasé mis dedos por su espalda.
Tembló, mirándome con ojos ahumados.
—No deberías excitarme. No voy a tener relaciones sexuales. Tus padres
están abajo. Parece…
—¿Indecente? —pregunté.
—Irrespetuoso. No te rías.
—No lo hago. Tu deseo de ser decente es adorable.
Nos turnamos para usar el baño para cepillarnos los dientes y cualquier
otra cosa. Luego se instaló a mi lado en la cama de tamaño matrimonial en la
que había dormido desde que tenía once años. Eso fue un poco sorprendente,
como si mis dos mundos al fin hubieran convergido, pero fue una buena
sensación. Ty me acomodó contra él, y suspiré de placer. Hizo el mismo ruido
cuando arrastré mis dedos por su espalda, como lo había hecho otra chica para
volverlo loco. Pero ella no era la que todavía tenía un control sobre él. Diana
podría estar en la cama con nosotros porque todavía era una sombra en el
rincón de su mente.
—Tienes que dejar ir —dije suavemente.
—¿A ti? Nunca.
Curvé mi palma contra su mejilla. —La culpa. Te equivocaste al no
escuchar a Diana, pero no puedes arrepentirte por Sam. Pero entonces lo miras
y recuerdas cuánto daño le hiciste. Es un ciclo interminable, y tienes que
romperlo.
Puso su cara contra mi hombro, su boca moviéndose contra mi piel, así
que cada palabra se sentía como besos. —No sé cómo.
—Yo sí. —Y luego le dije.
Al día siguiente, mi mamá hizo un picnic y fuimos al recinto ferial. Fue
un día precioso, luminoso y soleado, y encontramos un gran lugar cerca de la
zona de la piscina. En comparación con el lago Michigan, no era mucho, solo un
estanque artificial con una playa artificial, pero Sam parecía estar teniendo una 250
explosión. Se retorció todo el tiempo que Ty aplicó el bloqueador solar, luego se
fue y corrió. Subió y bajó por la orilla y nos gritó cosas incomprensibles que
fingí entender.
—A él le encanta aquí —dijo Ty.
—Me alegro. Mis padres ya lo adoran, así que definitivamente quieren
que volvamos. —Mirando a Sam, recordé lo que Ty había dicho acerca de no
más niños—. ¿Todavía estás convencido de que él sea el único?
Se inclinó hacia mí con una mirada inescrutable. —Es negociable.
—Lo tendré en cuenta.
Mi papá se sentó con Sam, construyendo pacientemente un castillo de
arena. Como había estado construyendo cosas durante toda su vida adulta, era
insanamente bueno en ello. Ty y yo nos quedamos dormidos en la sombra, y
cuando me desperté, la estructura era tan grande, tan elaborada, que tenía un
foso y un puente de trabajo. La gente se reunía a su alrededor, viendo a mi papá
mostrar a Sam cómo funcionaba la polea.
Junto a mí, Ty se movió y metió la mano en la mía. Lo apreté
suavemente. Cuando él tiró, me volví para encararlo. Sus ojos brillaban, y su
cara parecía tensa. Sin palabras, pasé la yema del dedo por su barbilla,
pidiéndole en silencio que me hablara. Pero le tomó unos segundos encontrar
su voz.
—Pude haberle robado a Sam esto —susurró—. Tener más gente que lo
ame. Estaba tan enojado con Diana, tan seguro de que podía ser suficiente para
él, nunca se me ocurrió que merecía más. Hubiéramos estado tan jodidamente
solitarios sin ti, y nunca lo habría sabido. No me habría dado cuenta cuando
hubiese cambiado de un imbécil cansado y gruñón a un viejo amargado.
—Eso no sucederá —dije suavemente—. Sam y yo sabemos cómo hacerte
reír.
—Gracias. —Por el fervor de su tono, él quiso decir más que esas
palabras.
Alrededor de las tres, Lauren y Rob aparecieron a tiempo para el
almuerzo de picnic. Mi mamá llevó pollo frito, ensalada de papas, zanahoria y
palitos de apio, gelatina de naranja, lo que hizo a Sam aplaudir sus manos con
deleite, y barras de malvavisco. Comí hasta que me dolía el estómago. Después,
me recosté en los brazos de Ty. Cuando el sol se sumergió por debajo del
horizonte, el recinto ferial se llenó más y empacamos, luego llevamos los
suministros de picnic al coche.
Manteniendo solo edredones para ver los fuegos artificiales, mi papá 251
eligió un camino cuidadoso a través de la grava, la mano de mi mamá en su
brazo. Un extraño podría pensar que él la estaba apoyando en vez de al revés.
Ty envolvió un brazo alrededor de mis hombros mientras nos acomodábamos
en la manta, y Sam se subió a mi regazo. Le besé la coronilla de la cabeza,
respirando el olor de niño cálido, el sol y la gelatina de naranja. Tenía la boca
manchada por todos lo que había comido, y hablaba emocionado, contándonos
su día, como si no hubiéramos estado allí con él. Como siempre, las respuestas
de Ty eran lentas y pacientes.
—El padre de Nadia puede construir cualquier cosa —le dijo Sam—. Dijo
que puedo llamarlo abuelo Ned. ¿Está bien?
Ty me miró por encima de la cabeza de Sam. Asentí. Si mi padre dijo eso,
significaba que ya era uno de los mayores fans del niño. Aparte de Diana, Sam
afectaba a casi todo el mundo así. Me pregunté cómo se sentiría al meterme en
sus zapatos, y luego me di cuenta que no importaba. No era como si estuviera
tomando posesión de su vida; ella nunca fue parte de esta. Realmente no.
Dondequiera que estuviera, esperaba que fuera feliz.
Cuando se puso completamente oscuro, Ty se puso de pie. Sam empezó
a seguirlo, pero meneé la cabeza, susurrando: —Tu padre necesita hacer esto
por su cuenta.
—¿Qué?
—Decir adiós.
Sam perplejo inclinó la cabeza, pero se quedó en mi regazo siguiendo los
movimientos de Ty a través de la multitud. Cuando regresó a nuestra manta,
tenía un cohete de botella en la mano, y como había sugerido la noche anterior,
había un pedazo de papel grabado alrededor de él. No pedí leer sus últimas
palabras a Diana; esas eran para él solo, pero sabía que sería la disculpa que no
pudo decir en persona, porque ella no quería ser encontrada, y un deseo para
que encuentre alegría en su trabajo y paz en la decisión de dejar todo detrás.
Sin mirarnos, Ty respiró hondo y encendió el fusible, luego plantó el
cohete de la botella en el suelo. Cuando se disparó hacia arriba en un arco que
escupió luz naranja, los ojos de Sam se ensancharon. Explotó en lo alto con un
chisporroteo de luz, y trozos de papel carbonizado revolotearon como Navidad
en julio. En el fondo de mi corazón, esperaba que tal vez Diana lo sintiera, de
alguna manera, y supiera que era verdaderamente libre.
Sin arrepentimientos.
Mirando los trozos de papel a la deriva, pensé en Max. Las conexiones
estaban por todas partes, uniendo a la gente. Si no fuera por él escribiendo
sobre Lauren, yo nunca habría escrito lo que sentía por Ty, nunca le habría
mostrado mi alma, garabateada con tinta. Y Ty nunca habría purgado a Diana
de su conciencia. Algún día, incluso podría pensar en ella sin que la fealdad sea
252
lo primero en su mente.
Miré a Lauren y noté que descansaba, muy ligeramente, contra mi
hermano. Él la alcanzó instintivamente cuando se inclinó, su brazo posesivo
alrededor de sus hombros. Tenía un centenar de preguntas, y como si percibiera
que miraba fijamente, miró hacia arriba. Sus ojos se abrieron, pero solo sonreí.
Sea lo que fuere, ella me diría cuando se sintiera lista.
Lauren me devolvió la sonrisa y modulo: Gracias.
En el otro lado, mis padres estaban acurrucados juntos, esperando los
fuegos artificiales. Era imposible para mí imaginar algo más maravilloso, pero
entonces, Ty regresó. Me rodeó con un brazo; y en ese instante, los cielos se
abrieron en cascadas de maravilla, con un resplandor que ardía en formas
caleidoscópicas que hacían que Sam rebotara de emoción. Bajo los estruendos y
chasquidos de cada nueva formación, apoyé mi cabeza contra el hombro de Ty.
—Te amo.
No me di cuenta de que lo había dicho en voz alta hasta que Ty susurró
las mismas palabras. Besó mi mejilla y luego la cabeza de Sam, tocándonos
como si fuéramos todo lo que necesitaba en el mundo, su sol y estrellas
compartiendo una colcha con él. La felicidad irradiaba de él de una manera que
nunca había conocido, y mi corazón estalló con fuegos artificiales, derramando
colores como el cielo.

253
Para siempre
Traducido por Julie
Corregido por AnnyR’

Supongo que ya lo has descubierto; te engañé. De hecho, hay un final


feliz. Pero si hubieras sabido que mi historia se convirtió en nuestra historia
porque hice una elección, ¿habrías leído hasta el final? La gente está fascinada
por las cosas oscuras, rotas, dañadas. Querías saber el momento exacto en que
se rompió a pedazos, pero ¿habrías estado tan interesado en verme reponer las
piezas, si lo hubieras sabido? Me lo pregunto.
Porque, ¿lo que dije antes sobre la narración de historias, los él y ella, y la
pregunta tácita sobre permanecer juntos? Esa es la verdadera elección. Y es una
batalla, de todos los días, hacer que el núcleo se mantenga firme. Cuando escogí
esto, no esperaba que fuera fácil. Es una batalla que estoy decidida a ganar, y el
premio es el amor de Ty. 254
Un año después de conocerlo, me mudé al piso de abajo.
Si alguien me hubiera dicho, antes, que sopesaría mis opciones y
decidiría convertirme en mamá a los veintidós años, no les habría creído.
Ocasionalmente es feo, sobre todo cuando Sam nos despierta temprano, pero
luego está dando vueltas y le hago cosquillas, y sonríe tan condenadamente
brillante. El otro día me llamó momiya, y me hizo tan feliz que casi lloré. Ty ya
no se ve tan cansado; ni siquiera se denomina un idiota gruñón estos días.
Porque estoy aquí, llevando la mitad del peso.
Vale la pena porque soy parte de sus vidas, cada mañana y cada noche,
todos los domingos por la tarde en el parque, empujando a Sam en los
columpios. Hago una cazuela de perros calientes, leo Buenas Noches, Luna y
jugamos con los camiones antes de acostarnos, incluso cuando tengo proyectos
propios. Porque soy una de las dos personas en el mundo que hace que la cara
de Sam se ilumine como un rayo de sol, y lo agradezco, incluso cuando estoy
agotada. Incluso entonces.
Al igual que Ty, trabajo a tiempo completo y tomo clases por la noche.
Lograré mis sueños. Con el tiempo. Mi papá continúa ahí fuera, tratando de
superar las probabilidades. La vida es desordenada e impredecible; a veces es
un puñetazo en el intestino, y a veces es tan hermosa, que me trae lágrimas a los
ojos. La vida no es un cuento de hadas. Es trabajo, arena en tus zapatos y un
niño enfermo a las cinco de la mañana. A veces conoces a tu pareja demasiado
pronto, pero el amor te persuade a saltar, confiando en que él te atrapará. La
vida es verdadera y ahora. La vida es luciérnagas en tu palma, relucientes, para
luego ponerlas en libertad. En los mejores momentos, la vida es fuegos
artificiales. A veces, llegan los conflictos y tus amados son los que te ayudan.
Pero sobre todo, la vida es lo que sucede cuando se abre la puerta y dejas entrar
a la belleza, incluso si no encaja de acuerdo a tus planes.
¿Y mi vida? Es la que he construido con Ty y Sam. ¿Nosotros, juntos? Sip.
Lo quiero de esa manera.

255
Escena extra:
Puro deseo (Ty)
Traducido por Julie
Corregido por AnnyR’

Me quedé detrás de las puertas de mi patio, con la cabeza apoyada


contra el cristal. Sam estuvo más alterado que de costumbre esta noche,
entusiasmado por comenzar la escuela, e hicieron falta seis historias para
hacerlo dormir. Si tuviera algo de sentido común, llevaría mi culo a la mesa de
dibujo en lugar de salir a torturarme con una chica magnífica que no podía
tener.
Ignorando la voz de la razón, salí y miré hacia su balcón. Antes, declaró
que me evitaba, lo que explicaba todas las noches que pasé esperando que
nunca apareciera. Nadia me tenía tan enredado, que era una locura. Pensaba en 256
volver a entrar cuando se unió a mí. Desde este ángulo, me recordó a Julieta,
siempre fuera del alcance de Romeo, y reprimí el impulso de citar a Shakespeare.
Su sonrisa era tan brillante que se me atascó el aliento. Mientras yo luchaba por
parecer casual, Nadia bajó una canasta.
—¿Qué es esto? —pregunté, atrapándola instintivamente.
—Mi mamá me envió dulces. Los estoy compartiendo, para que ambos
tengamos cosas deliciosas.
La sorpresa y el placer lucharon por tomar la delantera, y este último
ganó por nocaut. Sonreí mientras descargaba la canasta, haciendo un balance.
—Déjame calentar un poco de agua. Me vendría bien una taza de té.
—Claro.
Rápidamente, entré y metí una taza en el microondas. Casi lo derramé
cuando volví a salir, como si ella fuera a desaparecer si la dejaba desatendida
durante dos minutos. Nadia me hizo sentir tan inseguro de… todo. Hasta que
se estrelló en mi vida, la rutina nunca se desvió. Ahora el instinto me tenía
controlado, sacándome de mi zona de confort. Abrí las puertas corredizas de
cristal y llevé mi bebida al sofá de mimbre, donde puse las golosinas.
—Volví. —Me dejé caer, inclinando la cabeza para verla. La oscuridad
hacía imposible discernir sus rasgos, pero era suficiente saber que quería
sentarse aquí conmigo. Solo Dios sabe por qué. Esta era una idea muy mala, una
conclusión a la que habría llegado sola, si supiera lo idiota que era yo.
—Primero las galletas —ordenó.
Las galletas de jengibre en general no eran de mi agrado, pero su dulzura
sutil y el calor en mi lengua me hicieron preguntarme si era así como sabía
Nadia. Ahora sí. Me lamí las migajas de los dedos, deseando. Sus piernas eran
increíbles, y una larga mirada de aquellos ojos azul marino, y me costó mucho
recordar lo que quería decirle. Durante unos segundos, me imaginé besándola
con dureza, empujándola contra la puerta de mi habitación; cierto. Galletas.
—Fenomenal —logré decir.
No pareció deducir nada por mi tono, gracias a Dios. Lo último que
necesito es que decida que soy un pervertido.
—Las galletas de jengibre son mis favoritas, aunque en navidad prepara
unas galletas de menta y chocolate blanco que es una competidora seria.
—Parece que extrañas a tu familia.
Esa fue una observación inofensiva, parte de la tontería de “conocernos”
que solía venir naturalmente. Hacía tanto tiempo que no me importaba nada ni
nadie más que Sam. La visión limitada me mantuvo en marcha, con los ojos en
257
el horizonte, pero a veces era tan solitario que me iba a dormir abrazando a una
almohada.
—Sí.
Solías ser bueno en esto. Sé una persona normal. Habla con ella.
—¿De dónde eres? —pregunté.
Parecía complacida, feliz por mi interés. No tienes ni idea, hermosa. Había
pasado un tiempo desde que sentí esta oleada de pura atracción.
—Nebraska, hacia Dakota del Sur y el lado de Wyoming, si te ayuda
—Nunca he conocido a nadie de ahí.
Mount Albion no era un colegio de prestigio, aunque su reputación
tampoco era horrible. Había un centenar de ciudades universitarias como esa en
el Medio Oeste. Nunca me imaginé estando aquí tanto tiempo. Siempre quise
vivir en California, y tenía una hermana allí que siempre me molestaba para
que la visite. Pero viajar con Sam siempre parecía traer demasiados problemas.
—Por lo general recibo el chiste de “Ya no estás en Nebraska”, y entonces
pienso en si voy a recordarles que el chiste es con Kansas o seguirles la
corriente.
—¿Qué haces? —Su respuesta revelaría un vistazo de su personalidad, y
yo estaba más fascinado de lo debido.
—Sigo la corriente.
Así que está en el lado tierno, ¿eh? Eso encajaba con lo que sabía sobre ella,
sobre todo con lo buena que era con Sam. Antes, cuando tomó su mano y lo
llevó lejos, mi estómago se anudó. Era muy difícil verlo marcharse, pero me lo
hizo más fácil. Todo lo que Nadia prometió: No te preocupes, puedes confiar en mí.
Lástima que no acababa de quemarme con el amor; Diana me había prendido
fuego y pisoteado mis cenizas, y recién ahora sentía que podría retomar la vida.
Cuando menos podía permitirme una distracción tan hermosa.
Me di cuenta de que esperaba que yo respondiera. Obvio, idiota. Así es
como funciona la conversación. —No te gusta el conflicto, ¿eh?
—No si puede evitarse. No soy lo que uno llamaría pendenciera, no. Pero
me gusta creer que no evito los problemas importantes. ¿Qué hay de ti?
La pregunta me hizo retroceder unos pasos figurativos. Diana siempre se
hallaba en el fondo de mi cabeza, recordándome cuánto me equivoqué. Con los
hombros cerrados, la culpa y el pesar se apretaban alrededor de mi cuello como
un lazo. —No. No soy así. Ni cuando debería.
Nadia se quedó callada. No contestó durante tanto tiempo que pensé que
seguramente notó mi estado de ánimo. La mayoría de la gente no prestaba
atención a los matices. Si les decía que era un idiota gruñón, lo aceptaban y me 258
dejaban revolcarme en mi mala actitud.
Pero no me preguntó a qué me refería; en su lugar, su voz fluyó sobre mí
como expiación auditiva. —Todos tenemos cosas que, en retrospectiva,
haríamos de manera diferente.
La tensión fluyó con mi siguiente aliento, dejando la calma en su estela.
Me maravilló la dulzura de ese sentimiento. —¿Qué hay contigo?
—¿Eh?
Por alguna razón, dejé escapar la verdad. —Me haces sentir… mejor. Más
tranquilo.
Relájate.
—¿Como un sedante? —La diversión coloreó su respuesta.
Dios, su voz era sexy, baja y ronca, como si estuviera a punto de confiar
un secreto sucio. Eso era parte de por qué no podía obtener suficiente de estas
conversaciones robadas, por muy poco que pudieran ser.
Me apresuré a explicar. —No quise decirlo así. Solo… me preocupa casi
todo el tiempo estar metiendo la pata, a punto de fallar, pero cuando salgo aquí
y escucho tu voz, todo retrocede, como diez pasos. Puedo respirar de nuevo.
Guau. Nadia se metió a mi torrente sanguíneo como pentotal sódico,
haciéndome contar la verdad sin reservas. No hablé así desde… Diana. La
comparación enfrió mi sangre, incluso mientras me dije: No es gran cosa. No era
normal que no tuviera ninguna relación, y ya era hora de que hiciera algunos
nuevos amigos.
El equilibrio duró hasta que Nadia murmuró: —Me alegra que esperes
tanto este momento como yo. —Un deseo agudo y ardiente volvió a la vida, y
traté de sofocarlo mientras seguía—: No intentaba entrometerme esa primera
noche.
—Lo sé. Pero el apartamento había estado vacío por un tiempo. Así que
supongo que olvidé que ya no estaba solo. —Eso salió más íntimo de lo que
pretendía, y corrí en círculos mentales, tratando de hallar la forma de retirarlo
sin sonar como un idiota.
Estoy muriendo aquí. Juro que tuve más juego en la escuela secundaria.
Pero respondió con ligereza. De alguna manera, no importaba qué locura
dijera, ella lo tomaba bien. —No. Estás atrapado conmigo ahora. Por cierto,
tendremos una fiesta mañana en la noche, al menos treinta personas, y por la
forma en que se extienden los chismes, podrían ser como cincuenta. Espero que
no hagamos mucho ruido para que Sam duerma.
La táctica conversacional nos devolvió al territorio platónico y vecinal.
—Gracias por avisarme. 259
Hablar con Nadia era como patinar sobre el hielo en un estanque
congelado. Podría estar corriendo con el viento en mi cara y luego, por mi
propia idiotez, golpear un bache oculto y lanzarme de cabeza antes de que me
diera cuenta que me hallaba en peligro de caer. ¿De qué diablos hablábamos? Me
froté la cabeza.
—¿Estás enojado?
—No, estoy resolviendo el problema. —Una excusa plausible. Mejor que
pensara que me enfocaba en Sam en vez de reflexionar sobre las cosas que me
hacía desear—. Lo pondré a dormir con auriculares puestos. No te preocupes,
no son las únicas personas con vida social por aquí, y la mayoría de ellos no me
avisan.
Su respuesta fue vacilante. —Te invitaría a venir, pero…
—En otra ocasión —dije—. Mis padres lo cuidan el último fin de semana
del mes. Me dicen que salga, me divierta, pero por lo general solo duermo todo
lo que puedo.
—Y esa es la única vez —murmuró.
—Te escuché. —Sonriendo, me moví para poder verla mejor.
Tal vez eso fue un error. También se había sentado hacia adelante, con
los codos en el pasamano del balcón, y la luz de la luna encontraba huecos en la
base de su garganta y entre sus pechos. Sus hombros estaban desnudos y lisos,
relucientes hasta que no pude pensar en otra cosa que tocar su piel. El cabello
oscuro se derramaba por su espalda en rizos revueltos, y me imaginé
hundiendo mis manos en ellos, besándola hasta… mierda. Me moví, con la
esperanza de que no pudiera notar lo duro que estaba. Se lamió los labios, lo
cual no ayudó.
—No intentaba ocultártelo —dijo.
Ocultar… ¿qué? Oh. Sí.
—Ese no parece tu estilo.
—Solo quise decir que te ves cansado. No que es que no seas … —Fue
una lástima que dejara de hablar. Parecía que el resto podría ser intrigante.
Contra mi mejor juicio, dije: —¿Qué?
—Nada.
No había manera de que pudiera irme a la cama sin saber lo que casi
dijo; teníamos un tipo de energía de polilla a la luz. Si seguía dando vueltas,
tarde o temprano me prendería fuego. Pero podría valer la pena.
Curioso, intenté un tono persuasivo. —Termina esa frase. ¿Por favor,
Nadia? 260
Dudó. —Con una condición.
Por supuesto. Era imposible que respondiera sin atarme a una cláusula.
No quería estar decepcionado; odiaba estarlo.
—¿Cuál?
—Respóndeme una pregunta.
—Eso depende de qué sea. —Yo ya estaba perdiendo el interés en este
juego. Seguramente quería saber por qué era padre soltero y qué salió mal. A
menudo las mujeres me pintaban como un héroe trágico, y eso me enojaba. No
merecía puntos adicionales por cuidar a mi propio hijo. Por eso prefería
conectarme con chicas que no sabían nada de mí, otra razón por la que debía
dejar de hablar con Nadia.
Pero se volvió hacia lo inesperado. —Cuéntame con qué sueñas diseñar,
una vez seas un gran arquitecto.
—Oh. —Me disculpé en silencio por mis acusaciones mentales cínicas,
comiendo una taza de mantequilla de maní mientras trataba de decidir si debía
responder honestamente—. Es bueno escuchártelo decir tan implícitamente,
como si mi éxito fuera seguro. El camino se siente muy largo a veces.
—Puedo imaginármelo.
—He estado en la escuela desde los dieciocho, pero después de que Sam
nació, lo reduje a medio tiempo. De todos modos, no pediste oír mis quejas. —
Hice una pausa mientras la duda me golpeaba en la cabeza—. Maldición. No sé
si pueda responder eso después de todo. Nunca le he contado a nadie.
—Está bien, pero… en ese caso, no completaré mi frase.
Maldije. Demonios si me echaría atrás primero, incluso si esto me hacía
lucir increíblemente lamentable. —Sabes negociar. Bien. Quiero diseñar iglesias.
—Para cubrir mi torpeza, tomé un sorbo del té refrescante—. Dudo que lo haga
de inmediato. Probablemente terminaré haciendo oficinas o apartamentos al
principio, ¿pero con el tiempo? Me encantaría desesperadamente diseñar una
iglesia un día, verla construirse desde cada piedra individual hasta los paneles
de vidrio para poder pararme dentro y maravillarme.
—¿Por qué?
—Así puedo agradecerle personalmente a Dios por Sam. —La verdad se
deslizó antes de que pudiera detenerla.
Esta chica es peligrosa.
Esperé a que dijera algo, cualquier cosa, pero el silencio se prolongaba
sin cesar. Maldita sea. Debería haber sabido que no lo entendería. En este momento su
mayor compromiso es a medio plazo. 261
Así que fingí que no importaba y lo cubrí. —Probablemente suena tonto.
O pretencioso. No puedo creer …
—No. Para nada. Es lo más maravilloso que he escuchado. Sam es muy
afortunado de tenerte, Ty. —Su voz sonaba suave, inestable.
—Yo soy el afortunado. Solo desearía poder recordarlo por más que cada
cinco minutos. —Vacilé, inclinando mi cabeza, y ella trató de esconder su rostro
en las sombras, pero cuando se movió, vi el destello de lágrimas en su mejilla—.
¿Estás llorando? —Un latido, dos, no tenía ni idea de cómo reaccionar, cómo
debía sentirme.
Sorbió por la nariz audiblemente. —Tal vez un poco. Cállate. Es solo…
muy dulce.
La confusión se convirtió en un anhelo feroz. Tuve la sensación de que
me entendió. La mayor parte del tiempo, vivía en un agujero oscuro con Sam
como la antorcha consumiéndose contra la incesante marea de agotamiento. Mi
vida fue una noche tras otra, caminando por el agua hasta que fue todo lo que
recordé hacer. Tal vez era una locura, pero que trajera esa canasta esta noche
parecía simbólico, como el descenso de un salvavidas.
Era difícil hablar más allá de la tensión repentina en mi garganta. —Me
alegra habértelo contado.
—A mí también.
De algún modo, reprimí los impulsos viscerales que me inundaban. En
ese momento, quería subir las escaleras y tirar abajo su puerta. A la mierda mis
planes, a la mierda las reglas. Era hermosa bajo la luz de la luna, obsesionante
incluso. Pero entonces recordé a Sam, siempre Sam. Así que mantuve mi culo
en la silla.
—Pero teníamos un acuerdo, ¿recuerdas? No puedes retractarte. —Las
apuestas no cambiaron, y yo sobreviví confesando un secreto sentimental.
—No lo haría. —Hizo una pausa, aumentando el suspenso—. No es que
no seas… atractivo como nadie, completamente irresistible de cualquier forma
concebible.
La satisfacción de oír eso de Nadia me robó el aliento. Pero antes de que
pudiera responder, se alejó, dejándome con una tibia taza de té y una erección
salvaje.
Cristo. La deseo tanto que duele.

262
Playlist
F**kin’ Perfect—P!nk
Afraid of Everyone—The National
Out of Mind—Tove Lo
No Below—Speedy Ortiz
Let Her Go—Passenger
I Need My Girl—The National
Story of My Life—One Direction
Ways to Go—Grouplove
Burn—Ellie Goulding
Try—P!nk
263
Impossible—James Arthur
Some Nights—Fun
Just Give Me a Reason—P!nk featuring Nate Ruess
Just Say Yes—Snow Patrol
As Long as You Love Me
La mayoría de las personas sueñan con salir de
Sharon, Nebraska, pero después de tres años lejos,
Lauren Barrett regresa a casa. Tiene sus motivos: la
pérdida de su familia, de su beca universitaria. Pero
además existe el motivo que Lauren no puede
admitirle a nadie: Rob Conrad, el hermano mayor de
su mejor amiga.
La destreza en el fútbol y la buena apariencia
hicieron a Rob una estrella en la secundaria. En el
mundo real, su trabajo y sus relaciones no van a
ninguna parte. Es el hombre al que las mujeres aman
y abandonan, no el que las hace pensar en un para
siempre... hasta que Lauren vuelve a la ciudad,
trayendo viejos sentimientos y nuevos sueños con ella.
Porque lo único más importante que averiguar dónde pertenece
realmente uno es encontrar a la persona con la que estábamos destinados.
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Sobre la autora
Ann Aguirre es una autora de best-sellers del
New York Times & USA Today, licenciada en
Literatura Inglesa; antes de empezar a escribir a
tiempo completo, fue payasa, oficinista, actriz de
voz y salvadora de gatitos callejeros, no
necesariamente en ese orden.
Creció en una casa amarilla frente a un maizal,
pero ahora vive en el soleado México con su
esposo, hijos y varias mascotas.
Le gustan todo tipo de libros, la música emo,
películas de acción y Doctor Who. Escribe todo
tipo de ficción en múltiples géneros, tanto YA
como para adultos.

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