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El Club de las Excomulgadas
Argumento
El ángel Jonah ha estado combatiendo a Los Oscuros durante siglos. Pero su
espíritu noble ha comenzado a cansarse con el peso de la guerra, esto deriva en que
un Oscuro lo golpee, y corte una de sus alas, lanzándolo al mar.
Pero mientras ella se enamora más de él, Anna está destinada a perder su
corazón y sus sueños por salvar el alma de Jonah.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Uno
“La función de las alas es tomar lo que es pesado y levantarlo en la región por encima
de donde moran los dioses. De todas las cosas relacionadas con el cuerpo es la que tiene la
mayor afinidad con lo divino.”
PLATÓN
Pero la Señora no estaba con ellos por ese motivo. Él luchaba por ella,
pero nunca sentía su presencia en esto. Fue ese pensamiento solitario que lo
derrotaba que se llevó su atención durante un instante y dejó que sus enemigos
arrebataran la espada de su mano. Ésta fue de punta a punta a través del cielo,
formando un arco y luego pulsando flecha abajo hacia la tierra. Él dio la vuelta,
esquivando el ataque, aunque no pudo eludir el hacha de guerra que brillo de
manera opaca mezclada con un borro de malévolos ojos rojos y una hilera de
colmillos.
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Tal vez había apuntado a su columna, con la intención de partirlo por la
mitad. Una ironía, ya que reflejaba su mente en esos días. Pero en cambio, cortó
una de sus alas. Separándola de él con un sonido horrible, hueco como la tala de un
árbol. Un rayo de agonía se disparó a través de la parte superior de su cuerpo,
entumeciendo sus piernas y brazos en un momento clave.
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Un géiser es un orificio en el suelo que cada cierto tiempo expulsa abruptamente una columna de
agua caliente y vapor.
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La caída de un ángel podía ahogar el corazón de la Tierra.
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querido verlos y ellos se comportaban como si quisieran que se fuera a los pocos
minutos de su llegada.
Tal vez tendría que haberlo expresado de manera diferente. Hola a todos.
Estoy de visita porque estaré muerta en once meses. Sólo quería decirles que los echaré de
menos.
Oh, Gran Señora, no quería pensar en eso, tampoco. Estaba sola. Siempre
estaría sola. Era el momento de hacer la paz con eso, con todo. Y en realidad,
había estado bien durante todos estos años, con todo eso. Sólo que ahora, no
había nada…
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Ella gritó mientras un objeto se movía abajo en el agua delante de ella,
sacudiéndola con la turbulencia. Cuando algo se redujo en contra de su mano, ella
convulsivamente cerró los dedos en él mientras daba un salto mortal hacia atrás. A
pesar de que un salto mortal seguía un patrón circular, previsible en su pista, ella
estaba torcida, puesta boca arriba y arrojada mientras que el mar hervía y la
lanzaba como si el proyectil hubiera sido una bala golpeando el corazón del
océano.
Nadando a un arrecife de coral, fue picada por los bordes afilados. Después,
la agarró y arrastró su cuerpo a lo largo del coral, tirando varias escamas sueltas
y minúsculas de su cola. La aleta izquierda de su cola se levantó, arrancando un
grito de ella.
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Merchild: hija del mar.
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a menos que el ángel lo mandara. De lo contrario, la lengua simplemente se
desintegraría en la presuntuosa garganta.
Los seres humanos eran la única especie que trataba la existencia de los
ángeles como una creencia en lugar de hechos. Era tristemente divertido cuántas
cosas reales eran considerados un mito o una ilusión por los humanos. O
pesadillas. Nadie sabía por qué la Deidad le permitía a los humanos existir en esa
ignorancia infantil de lo que el resto de ellos sabía. A pesar de que Anna era una
parte tan importante del mundo de los humanos como de la gente del agua, tenía
sus teorías.
Aunque ella sabía que los ángeles existían, podría haberse burlado de
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otros para ser sus ojos. Mientras ella pensaba que el ángel se había llevado su vista
para evitar que regresara, no le tenía ninguna mala voluntad por ello.
Estaba segura de que era una idea que la mayoría... no, que ninguna
sirena había tenido nunca. Subrayando otra razón por la que estaba allí sola.
Sí, los ángeles eran seres con un terrible poder. Sus formas eran un
misterio, pero eran esenciales para el equilibrio y la protección de todo. Anna
vaciló, mirando la pista de burbujas de los misiles desconocidos asentándose,
dispersándose, mientras el mar seguía levantándose con inquietud.
No, ella debería seguir a las ballenas. Mantenerse fuera de eso. Sea lo que
fuera.
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Excepto por el brillo etéreo, podría haber pensado que era una manta raya,
con el perezoso fluir de sus alas como un manto ondulante dejado caer en el agua,
o los largos mechones de pelo de sus primos de los vanos, moviéndose como cintas
gruesas de algas de seda.
Ella se dio cuenta de que estaba caliente. No con un calor causado por la
temperatura, la sensación llegaba desde el interior. Llamando una visión de
fuerza, de protección. Un sentido del humor... una conexión, haciendo que fuera
muy consciente de la soledad que siempre llevaba en su interior, como un órgano
esencial vital, pero despreciado. El calor la ayudó a calmarse, con las plumas
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susurrando sobre su mejilla y labios como las de un amante. Comprensión,
aceptación, amor. Y más que eso.
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volvían mucho más oscuras, hasta que entraban a un completo negro, donde la luz
de arriba no penetraba, y el agua se ponía mucho, mucho más fría. No había
remolinos tranquilizadores de calor. Estarían sobre el abismo.
El ala la había seducido como una sirena, y las criaturas del mar lo sabían
todo sobre el peligro de las sirenas.
Pareció vacilar, pero ella se dijo que eran sólo las aguas que había
movido, manteniéndola en un vórtice momentáneo. Cuando se desplazó y
aterrizó en un afloramiento de roca, comenzó a deslizarse, a caer, hacia el borde
del abismo. Mientras iba en esa dirección, el hambre que creció en su corazón no
podía explicarse. Una necesidad no sólo de tomarla en sus manos otra vez, sino
a la criatura a la que pertenecía.
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esto era más que la alarma causada por el hambre e impersonal como la de un
depredador acercándose a ella. Este era un asunto personal, introduciéndose hasta
la médula de sus huesos, un veneno oscuro, ansioso de extenderse por sus órganos
internos. A pesar de que podía identificar la intención de paralizarla con su propio
miedo, no podía hacerle frente, lo que lo hacía aún más aterrador.
Ella no podía hacerle frente a los Oscuros, y no sabía nada de las batallas
Cuando Anna vio que el ala caía, se dio cuenta de que se estaba
preparando para su amo, como un niño inocente traicionando a su padre. Era
sólo un resplandor amorfo ahora, cayendo en la oscuridad, como una vela que se
extinguía. La oscuridad del abismo era total. Final. Tragándose el ala.
El propietario de esa ala estaba sin protección, herido. Ella estaba tan
segura de eso, como también que gran parte de su temor estaba dándole golpes a
sus sentidos, no sólo por el efecto mágico de sus perseguidores.
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Llévame a tu maestro. Tenemos que salvarlo si podemos.
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Capítulo Dos
Ella flotó cerca, cerniéndose sobre él. Sus ojos estaban cerrados y había
Ella levantó la vista. Ellos vendrían. Una desesperación natural flotó justo
en el borde de su conciencia, ella podía sentirlos. Dispersos, pero descendiendo.
Y no tenían ninguna intención de ayudarlo, lo que sea que fueran.
El ala iba a la deriva, por lo que llegó a comprenderlo, sólo para darse
cuenta que no iba a la deriva. Estaba... cambiando. Cambiando para alinearse
con la herida de su espalda.
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Después, el ala la acarició. Debido que ella estaba inclinada sobre el ángel,
se curvó alrededor de ella, tirándola hacia abajo y más abajo. Trató de liberarse,
pero antes de que pudiera hacerlo, estaba acostada sobre el lado de la criatura inerte
mientras el ala se doblaba alrededor de su anfitrión. Su alarma se calmó, ya que
Anna se dio cuenta de que simplemente estaba dentro de la envergadura que se
curvaba hacia el interior.
Casi tuvo miedo de mirar su cara a esa corta distancia, pero la curiosidad
pudo más que el buen sentido. Con una mirada entendió por qué su tía abuela
había llorado con su recuerdo.
Él era extrañamente bello. No, eso estaba mal. Era tan perfecto como la
naturaleza lo podía hacer, y nada podía hacer cualquier cosa como la naturaleza.
Mientras sus primas siempre trataban de hacerse más hermosas, como si esa
fuera la razón principal de su existencia, una flor bajo el agua que surgía de la
orquídea de una grieta de coral ponía a todos en evidencia.
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contra el suyo. Ella lo deseaba, pero en formas que iban mucho más allá de la
comprensión física y emocional.
Tenía que ser una parte de él. Su belleza hablaba de luz, de una luz tan pura
que quemaba el cuerpo, mientras que el alma se aferraría a él, dispuesta a
convertirse en cenizas para estar dentro de su presencia.
Esta era una compulsión extraña, una forma diferente, mucho más
agradable que la de las criaturas oscuras que había tratado de imponer en su
mente. Anna se lo quitó de encima con esfuerzo y se centró en el problema
inmediato, en la locura que estaba a punto de hacer. En rodarlos a ambos más en
el abismo.
A medida que su corazón latía contra el suyo, ella apretó sus brazos
alrededor de él. Cerrando los ojos, se tuvo que obligar a prestar atención a lo que
estaba tratando de hacer y no sólo a quedarse allí, aferrándose a él felizmente
hasta que la muerte viniera y se los llevara a los dos.
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era una túnica corta con cinturón que se ondulaba con el movimiento del agua y
ella sintió el músculo duro de su muslo.
Poco a poco, a pesar del peso de las alas, él comenzó a girar, llevándolos al
límite. Ella se empujó con más fuerza con su cola, queriendo quedarse lo
suficientemente segura para no rebotar en los bordes afilados de los corales.
Vamos. Tenían que ir más profundo, más profundo.
Oh, Dios. Ella no quería morir. Las luces rojas estaban demasiado cerca.
Los alcanzarían.
¡No! El ala se apretó alrededor de sus caderas y Anna sostuvo el peso del
ángel herido más cerca, sintiendo que él vivía en su contra. Piensa en él, Anna.
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Cuán poderoso y bien se debe ver arriba en el cielo, con sus alas extendidas.
Protegiendo. Existiendo.
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desorientada, asustada, pensando que los monstruos habían aparecido a su
alrededor.
Ella se empujó fuera de ellos con una ráfaga feroz de resistencia. Tenía
suficientes factores no naturales que le daban forma a su destino, muchas gracias.
Nadie tomaría una decisión sobre lo que estaba en su poder hacer.
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tal vez decidirían que había sido arrastrado por la corriente y ya no estaba en la
zona.
Una vez, había descubierto una postal de viaje flotando en el agua. Era el
lugar de los humanos llamado el Gran Cañón. La tía Jude le había dicho a Anna
que esos acantilados submarinos también habían sentido el toque del sol, hacía
miles de años. El mundo era muy viejo, viejo como la propia Señora. Mayores
que esa porquería que estaba tratando de tomar lo que había encontrado.
Hallo una grieta lo suficientemente amplia como para los dos y descubrió
que conducía a un estrecho túnel. Mientras lo seguía, tirando de su carga, trató
No era el terror más grande para una criatura del mar ser inmovilizada.
La falta de capacidad para moverse era una muerte segura, una muerte del peor
tipo. Razón por la que Anna tenía tal admiración por Jude, que se había aferrado
a la cordura durante las horas que había pasado enredada en esa red.
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Una vez más, chocó contra un muro. Eso la hizo gritar de miedo, asustada, y
estuvo a punto de volver. Entonces, pensando cuidadosamente, se recupero lo
suficiente para sentir su alrededor, se dio cuenta de que había una vuelta en el túnel
y comenzó a seguirlo en esa nueva dirección.
Sus músculos estaban ardiendo. Su cola la hacía nadar, por que no estaba
acostumbrada a forzar sus brazos y hombros de esa forma. Pero detenerse no era
una opción.
Ahí. Se había ido. Ella se detuvo, con su cola como una cuña entre las
paredes para mantenerlos en su lugar mientras esperaba, buscando. Sí, la
desesperanza artificial se había ido, con un agudo sentido de alivio. Habían
perdido.
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su energía para resistir había sido socavada por cosas malas, así como por el
esfuerzo físico de mover al gran ángel. Estaba en el lugar donde nunca había estado
antes... un lugar que había sido parte de las pesadillas de su infancia. A pesar de sí
misma, volvió a la idea de que el abismo no sólo parecía capaz de tragarse sus
cuerpos físicos, sino hasta el recuerdo de su existencia. En un lugar tan desolado,
tal vez incluso el Creador podía olvidarse de ellos.
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Así que él conocía a su especie, lo suficiente para saber que las chicas no
apareadas llevaban el pelo suelto. Entonces él encontró su camino en torno a su
boca, y el pensamiento se deslizó a alguna parte, olvidado.
A pesar del frío y del miedo, sus terminaciones nerviosas se activaron igual
que abanicos de mar agitados por la estimulación de una corriente irresistible. Ella
lo abrazó con entusiasmo, porque él hacía retroceder el terror lo suficiente para que
ella pudiera pensar de nuevo.
—Están cerca —logró decir—. Si ven la luz... —Ella habló en las forma
de las sirenas, una combinación de sonidos que vibraban a través del agua,
porque no estaba segura si él podía escuchar sus pensamientos. Tampoco sabía si
conocía su lengua, pero no tenía de qué preocuparse. Él no parecía tener ningún
problema en entenderla.
Ella pudo sentir su cabeza asentir, una vez. Sentirlo sondear su entorno de
alguna manera. A pesar de ello y de la orden firme de su voz mental, ella se
Ella asintió.
Bien. Úsala como tu marcador. Su boca te conducirá a una serie de cavernas. Debe
haber luz allí. Y calor. Pero es un largo camino. Lejos, muy abajo en su vientre.
Demasiado lejos.
Ella sintió su atención en ella, aunque no podía ver los rasgos de su cara.
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No estaba segura de qué quería decir con eso. —Guarda tus fuerzas, Mi
Señor. Llegaremos a la seguridad.
Eres hermosa y amable, pequeña. Pero lo mejor será que me dejes. Déjame morir y
sálvate. Hay muchos ángeles, y sólo una de ti.
Él no podía saber qué tan cierto esas eran últimas palabras. ¿Podría?
¿Ella tenía frío? Parecía que el fuego la había tomado. Había estado
sosteniendo el papel de protector, pero ahora se apretaba contra él, con uno de
sus brazos con fuerza alrededor de su cuerpo, dejando claro que era el más fuerte
de los dos. El más capaz de hacerse cargo, manteniendo a raya sus temores.
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juntos en esa extraña manera, con el equilibrio de la liberación, con el inacabable
anhelo, dejando a uno en una extraña confusión de alegría. Sus dedos se movieron
hacia arriba, tocando maravillosamente el lugar donde sus labios se habían
encontrado. Sus curvas, y luego sus dientes la mordieron, haciéndola comenzar.
Sorprendentemente, ella casi se echó a reír.
Una convulsión pasó a través de él, lo que alteró el momento, lo que hizo
que su corazón saltara en su garganta. —Mi Señor.
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Capítulo Tres
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Él estaba herido, gravemente. ¿Cómo podía estar segura de eso?
Soy bastante consciente y racional... pero veo que necesitas pruebas. El ardiente
calor en su estómago, encendida por ese beso, se reavivó sólo en su memoria,
alentándola a seguir adelante.
El Abismo era misterioso, desconocido. Así eran los ángeles. Desde luego
habían usado los panales de las cavernas, ¿verdad? Después de todo, mientras
estaba lleno de peligros desconocidos para el resto de ellos, ¿qué podría herir a un
ángel en el mar?
Por supuesto, la verdad de eso casi los había atrapado. Ella rezó para que
se hubieran quitado con éxito a los enemigos de su camino, considerar un
enfrentamiento con ellos allí abajo era más de lo que estaba dispuesta a manejar
en ese momento. Cuando el cuerpo de él trató de deslizarse de sus brazos una
vez más, ella se apoyó contra la pared, abrazándole. Estaba segura de que su
sangre había manchado sus perfectas alas. Cuando las lágrimas amenazaron en
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movimiento de su cola. Y luego, la oscuridad comenzó a tomar forma. Las
formaciones rocosas en las paredes, la curva del túnel en todos los lados. Luz. La
luz entraba por algún lugar. Abanicos de mar con olas como tentáculos y multitud
de corales comenzaban a cubrir nuevamente las paredes, rozando sus nudillos.
Bendita fuera la Señora, el agua se hizo más caliente. Mucho más cálida. Cuando el
túnel la dirigió hacia arriba, ella se empujó contra la pared con su brazo libre a la
par que se impulsaba con la cola, de repente desesperada por saber que lo estaba
viendo, sintiendo, era real, y no algún extraño tipo de espejismo en ese acuoso
desierto desprovisto de cualquier marca de navegación conocida.
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Señora, pero eran tan bonitas las líneas de sus músculos. Hacían que sus dedos
quemaran con el deseo de acariciarlo.
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unas palabrotas. Pero cuando consiguió hacerlo, él permaneció echado sobre el
plano saliente, sólo sus pies y pantorrillas seguían sumergidas en el agua.
Cada pluma brilló después de sus cuidados, con el agua goteando sobre
sus dedos. Ella siguió tratando de enderezar el ala entera, pero cuanto más lo
acariciaba, más se curvaba hacia ella, hasta que volvió a darle vueltas a la cosa
otra vez, luchando contra ello. Absurdamente, se encontró a sí misma casi
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riendo pese a la seriedad de la situación. Era como si estuviera intentando no
preocuparla, abrazándola, jugando y haciéndola cosquillas con sus plumas.
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línea, trazaran la diagonal de sus músculos como si fuera una cuerda de pescar que
fuera en la misma dirección de su cintura.
Ella no pudo evitar preguntárselo, pese a todo. ¿Le había tocado otra
persona de esa manera? Él había dicho que no existían ángeles femeninos.
Seguramente alguien lo habría amado. ¿O compartían los ángeles amor los unos
con los otros? Quizá todo su amor era para el Creador, pero había algo tan viril en
él, tan... Sus mejillas se sonrojaron conforme sus pensamientos se perdían en zonas
más terrenales. Él parecía estar hecho para semejantes cosas. ¿Tendría pareja en los
cielos? ¿Era eso lo que los arco iris significaban, la consumación de los ángeles?
O quizá eran los retazos de los ardientes destellos, o el purificante tacto de la
fresca lluvia en primavera. ¿Quién sabía cómo se manifestaba el amor de los
ángeles? Estaba hechizada por las posibilidades.
Ella sabía bien que nunca tendría a nadie que la reclamara, ni imaginaba
a alguien como un ángel. La tía Jude había dicho que según indicaban todas las
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tradiciones populares, todo el mundo tenía un ángel guardián. Conforme lo
pensaba, Anna se acarició el cabello, sonrío y dijo:
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Capítulo Cuatro
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Él vagó a la deriva. No estaba en las nubes. Estaba en la tierra. En lo más
profundo de la tierra. Bajo el agua. Bajo el océano. Lejos, lejos de los cielos. Sin
embargo, con el dolor que estaba comenzando a envolverle en todo su punzante
esplendor, recordó algo no tan desagradable. La vaga sensación de que esa cercana
molestia le devolvería la conciencia. Hubiera preferido permanecer inconsciente.
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Estaba tan ensimismada en tales pensamientos que cuando él movió la
cabeza, casi retrocedió diez pasos como si fuera un sobresaltado pececillo. Había
estado sentada en el borde, con sus pies en el agua, observándole. No había
adoptado la forma de sirena, al no saber si sus piernas serían necesarias.
Ella se puso tensa cuando oyó que su brazo chocaba contra las rocas.
Extendiendo la mano, él tocó un mechón de su cabello que se enrollaba sobre el
suelo en frente de sus rodillas. Se quedó quieta, aunque le hizo cosas extrañas,
sintiendo pequeños tirones como si sus dedos evaluaran su textura. Luego, él
movió su palma hacia arriba y comenzó a enrollarlos, acortándolos, lo que hizo
necesario que ella se acercara. Extrañamente, la hizo sonreír, porque parecían los
ardides de un niño.
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—Acércate, pequeña. Necesito tu ayuda, si me la ofreces libremente.
Bien, eso era algo que ella nunca había esperado oír de los labios de un
ángel. Inclinó la cabeza, se atrevió a hablar, esperando que o bien sus palabras le
proporcionaran su permiso o bien el hecho de que su lengua se convertiría en
cenizas era un cuento de viejas.
Cualquiera que alguna vez le hubiera hablado sobre los ángeles le había
dicho que había que obedecerlos como si fueran la Señora. Ella siempre había
seguido el camino opuesto en su vida, respetando pero resistiéndose a la
autoridad de su bisabuela, viviendo lejos de los límites de la pequeña comunidad
de sirenas. Aunque sabía que haría cualquier cosa que le solicitara. Sin duda
debía haber algo mágico en él. Con todos los problemas que había causado, casi
podía oír al Rey Neptuno preguntando irónicamente si él podía embotellarlo.
Una sonrisa tembló en su boca. Oh, querida Señora, qué sonrisa tenía en
su rostro, aunque no parecía alcanzar aquellos oscuros ojos. Agarrando su mano,
él atrajo su atención. Cuando colocó su mano contra la de ella, estiró sus dedos y
le mostró la amplitud de su mano, la longitud de sus dedos, empequeñeciendo
los de ella.
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—Anna—. Ella intentó no mirar fijamente la forma en que sus manos se
veían, palma contra palma. —Mi nombre es Anna. Mi Señor.
Sí, Oh, Dios mío, sí. Un rubor se mostró en sus mejillas conforme se
percataba de que él podría leer sus pensamientos, ya que le había hablado con
ella a través de su mente con mucha facilidad. —De alguna forma estaba
esperando que pudieras olvidar eso, Mi Señor. Espero no haberte ofendido.
—Creo que debí preguntar eso, viendo que fui yo quién te besó. — Esa
tenue sonrisa de nuevo, aunque sus ojos estaban fijos en su rostro. —La energía
femenina es fuerte, especialmente cuando defiende lo que ama, o cuando está
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excitada. Tú estás luchando por defenderme; eso es más que obvio, ya que no
hiciste caso a la prudencia y me abandonaste. No puedo utilizar mucha magia aquí
sin atraer atenciones no deseadas, a menos que use uno de los más elementales
poderes mágicos de la tierra. La Magia de la Unión.
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deberían. — Un peligroso brillo en sus ojos, aquí, entonces desapareció antes de
que ella pudiera retroceder, asustada. Pero entonces algo nostálgico inundó su
expresión. —Sin embargo, creo que si este mundo estuviera habitado por más
criaturas como tú, tendría mucho más tiempo libre.
Anna puso sus manos vacilantes sobre las de él, sintiendo como se
canalizaba la sensibilidad entre sus dedos, como un descubrimiento íntimo, una
vulnerabilidad en medio de tan obvio poder. Fe, él era un ser extraño. O tal vez ella
era la rara.
—Me habían contado que si hablabas con un ángel antes de que te diera
permiso, tu lengua se desintegraría.
El breve y seco humor la sobresaltó así que ella se echó a reír antes de
poder detenerse. Con un acto reflejo, ella puso la mano sobre su boca, pero como
Ella separó sus labios, tocando su piel con la punta de su lengua. Cálida,
si el calor tenía sabor. Esa sensual calidez, como la que había sentido procedente
de sus alas, invadiendo todo su cuerpo con un minúsculo contacto. Estaba en
cada esquina, dentro de cada órgano y arteria, alejando la sensación de estar
húmeda en su forma humana cuando las invisibles fuentes de calor de la caverna
no las habían disipado por completo.
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anciano comparado con ella, esperando pacientemente a que decidiera si algo tan
insignificante como su inocencia valía la pena ser sacrificada para sanarle. Él estaba
sufriendo, se recordó a sí misma. Eso era todo lo que importaba. Ella podía
ayudar.
Ella asintió.
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Pero dolía un poco. Probablemente porque mientras él estaba inconsciente
se había permitido tener esa ridícula, e idealizada fantasía de que era suyo. Sólo
suyo. Había tenido la estúpida impresión de que era especial. Sabía que era más
que eso.
—Sólo siente, Anna — murmuró él. —Sólo siente, y haz lo que desees
para conseguir tu propio placer. Despójate de esas prendas que llevas.
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ella retuvo el aliento mientras lo desataba eficazmente, bajando los extremos y
descubriendo ante sus ojos la parte superior de su cuerpo.
Ella nunca había tenido vello en la parte inferior de su cuerpo como las
Eso era raro. Una vez en la vida. Así que en lugar de responder, ella cerró
los ojos, sintiendo la forma en la que sus manos la sujetaban, tan poderosas y tan
dulces. Hacía que sus senos se sintieran más hinchados aún, con sus pezones
excitados y endurecidos, con el contacto entre ellos y los fuertes músculos de su
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pecho distrayendo sus sentidos. Entonces, un remolino de caballitos de mar
revolotearon en su vientre, galopando alocadamente.
Cuando él movió sus labios hacia su sien, ella abrió los ojos para ver la
curva de su garganta justo debajo de su propia boca. La energía parecía estar
tejiéndose alrededor de ellos desde el primer contacto, y se sobresaltó cuando el ala
que estaba sujeta a él se curvó a su alrededor, acariciando sus hombros,
colocándose sobre sus caderas, confortándola con sus caricias. Lentamente, ella
giró su cabeza, con su cabello rozándolo. Una pulgada primero, luego otra.
Gráficamente, recordó el tacto previo de su boca sobre la suya cuando habían
estado juntos en la fría oscuridad. Quería otro como ese. Uno que ahuyentara
cada miedo o momento de desolador vacío que había experimentado.
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cuerda floja sin querer apresurarse ni un segundo y sin embargo queriendo sujetarle
con las dos manos y lanzarse a toda velocidad para estar dentro de él. Fuera lo que
fuese lo que Jonah le estaba ofreciendo parecía tener el brillo y el peso de un tesoro.
Y quería que él respondiera con la misma amabilidad, con la casi violenta
necesidad que crecía en ella ahora.
Debía darse prisa. Él estaba sufriendo. Pero ese podría ser el único y último
momento en que ella pudiera sentir algo como eso. Lo siento. No puedo darme prisa.
Era un sueño; lo sabía. Así que antes de despertar, ella iba a asegurarse de
tener el mejor recuerdo que jamás la acompañara en la vida. Quizá hasta la
eternidad, si la Señora era considerada y le permitía llevar consigo sus recuerdos
favoritos a la vida en el más allá.
Anna sabía que no tendría problemas en hacer eso para siempre. Cuando
presionó contra su boca otra vez, algo más tomó el mando. Él. Aparentemente,
decidió que el ritmo no era la única cosa que controlaba.
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suavidad de ella. Sí, esto era lo que había ansiado, que él la tocara de forma que
fuera todo menos tierno. Una de sus piernas estuvo sobre las de él hasta que cambió
de posición, inclinando su cuerpo contra el suyo. Agarrando sus hombros como
apoyo, ella jadeó conforme sus muslos presionaban sus piernas, contra su
humedad, obligando a que sus caderas se doblaran casi por instinto, frotándose
contra él. Cuando sus manos fueron bajo la curva de sus alas para agarrar su
cuerpo, ella gimió dentro de su boca conforme su gran palma acariciaba su nalga,
apretándosela, tomando posesión. La fricción la llevaba a un delicioso límite.
Parte de ella sabía que debía aferrarse a un trozo de razón, algo que la
mantuviera anclada a la realidad en medio de todo eso. Estaban haciendo eso
para sanarle, después de todo, no porque él estuviera locamente enamorado de
ella. Pero la parte de ella que siempre tenía ganas de salir volando y, realmente,
tocar y conectar con otro, de sentir sin palabras o incluso distinguir pensamientos
que le indicaran que el otro ser la conocía, podía quererla y amarla, estaba
imaginando demasiado... muchas posibilidades de y qué pasaría si que nunca
serían. Sueños que la acosaban de tal forma emocionalmente que la afectaban
físicamente.
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tensó, como si de alguna manera estuviera tratando de contenerse, mientras ella se
tensaba. Nunca había hecho esto antes, pero era una criatura de agua, aire y tierra.
Incluso fuego, en ese momento. Esos elementos sabían a donde llevarla. El poder
del instinto hizo caso omiso al miedo.
—Mi Señor...
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pliegues lisos de su carne, entrando despacio. La inexorable elegancia de la cabeza
del dragón que penetraba en una caliente y húmeda cueva donde la joven esperaba.
Pero ella no tembló de miedo... no mucho. Él la mantuvo cerca y, Gran Señora, era
tan grande. Ella era como una niña, fácilmente abrazándolo, con la anchura de sus
hombros bajo sus dedos, y, sin embargo, se sentía como cualquier cosa menos una
chica. Se sentía agitada, caliente e inquieta. Ella mordió la firme piel de sus
hombros cuando él restregó su cuerpo contra su excitación, porque no podía
soportar su toque sin una respuesta violenta. Él gruñó, con sus manos en sus
caderas moviéndose hacia abajo. Pese a lo húmeda y resbaladiza que ella estaba,
también estaba apretada y en perfecto estado, el afilado dolor fue inevitable
cuando él la empujó hacia abajo en un firme y largo embiste.
Más verdad de lo que sabía. Virgen. Ella asintió, con sus mejillas
apoyándose contra su mandíbula, contra su cascada de sedoso cabello. Cuando
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su cabello se secaba al sol, se secaba como las algas marinas, a menos que le
aplicara aceites, que eliminaran la sal. El de él no estaba seco aún pero era como las
plumas cuando estaban bajo el agua. No pudo evitar olerlo, oler el placer de las
cosas que no reconocía. Se imaginó como sería estar en el cielo o en las nubes, a
una altura a la que nunca había estado. Quizá incluso él había estado cerca del sol,
tocando sus rayos con las manos. ¿Cuán cerca podría estar sin quemarse? El
palpitante calor de su cuerpo le estaba prendiendo fuego.
Ella cerró sus ojos, sabiendo que no podía decir semejante cosa, pero no
pudo evitar pensarlo. Se preguntó si lo habría interpretado como una petición.
Sin embargo, sólo giró su rostro, manteniendo sujeta la parte trasera de su
cabeza. Ella no podía abrir sus ojos, pero él la besó sobre ambos párpados.
—No, Mi Señor.
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El Club de las Excomulgadas
—No me mientas —dijo él con suavidad, aunque había una orden oculta
en sus palabras, éstas intuían su alto rango, que estaba acostumbrado a dar órdenes.
—Lo haré mejor. ¿Confiarás en mí?
Esa mirada en sus ojos otra vez, diciéndole de alguna forma que sus
palabras lo complacían. Él asintió, tomó los bordes de la bufanda y los cruzó
sobre su abdomen.
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El Club de las Excomulgadas
simplemente corriendo fuera de ella desde un único lugar? De la humedad de su
boca sobre su piel, la fuerte succión, provocando que las cosas se ajustaran,
haciendo que quisiera moverse. Oh, tenía que moverse; era insoportable no...pero
él había dicho...
—No te muevas, pequeña —le recordó severamente, pero aún ella quiso
desobedecerle. El dolor entre sus piernas se disolvió en pura y caliente lava, y si
era posible pensó que él se había vuelto más grande dentro de ella. La humedad
se derramaba sobre sus muslos.
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El Club de las Excomulgadas
era fácil, incluso cuando él estiraba la apertura virgen, haciéndola sentir la forma en
la que la estiraba. Y ah, Gran Señora, el modo en el que la había atado de forma
que sólo podía observar lo que estaba haciéndole, ver el balanceo y los temblores de
su cuerpo y la forma en que sus ojos la miraban en todo momento...
La espiral de energía los rodeó, recordándole que había otro propósito para
hacer esto. Ella trató de centrarse.
Las plumas del ala sujetas se tensaron como si hubiera una ráfaga, con el
fuego parpadeando en los laterales de sus ojos. Puliendo sobre el saliente, el agua
caía sin cesar. Una vacilante energía crepitó en el aire alrededor de ellos, en
cálidas olas. Se volvieron, arremolinándose, acercándose a ellos.
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El Club de las Excomulgadas
—No... se contenga, Mi Señor —consiguió decir ella entre gemidos. —Yo
estaré... bien.
—No hasta que tú...—No terminó, en su lugar volvió a atacar sus pechos
con su boca, tirando de los pezones con su lengua, con sus firmes labios húmedos,
dibujando sobre su piel. Sus dedos se agarraron a los nudos de sus muñecas.
—Qué...
Ella sabía a lo que se refería, incluso si no sabía lo que salía de entre sus
piernas, tensó todo su cuerpo, llevándola a una violenta sensación que la llevó
más allá de su control. Su cabeza cayó sobre sus hombros, presionando
fuertemente contra sus huesos. Uniendo sus brazos alrededor de ella, la mantuvo
en un punto fijo en el universo mientras todo lo demás giraba más rápido y se
hacía trizas. Ella permitió que su orden se extendiera sobre ella. Las imágenes
mentales de cómo se veía haciendo eso la introdujo con más fuerza todavía en su
Canalizando la Magia.
Ella gritó con él. Cuando él le quitó los vendajes, sus brazos se
adelantaron para agarrar sus hombros. Sus caderas se cerraron, pidiendo más.
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El Club de las Excomulgadas
Por primera vez en su vida ella era libre, tan libre, y sin embargo le había dado todo
el control a él. Tenía todo el sentido del mundo en ese perfecto momento.
Su grito fue tan salvaje como el de la primera criatura que jamás hubiera
pisado la tierra, su cabeza se inclinó hacia atrás, sus dedos recorrían su piel. Ella se
subió a la ola de la pasión como si pudiera ver el mundo entero desde su cima, y la
vista fue suficiente como para destruirla. Hubiera explotado en un millón de trozos,
formando parte de las estrellas, de las gotas del océano, y no le hubiera importado,
porque ésta era la respuesta al dolor de la soledad. Esta era la respuesta a todo.
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El Club de las Excomulgadas
él, moviendo sus caderas, simulando los movimientos que él le había enseñado,
acariciándolo, intentando aliviar su dolor, sintiendo la energía corriendo a través de
ellos.
Sólo magia.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cinco
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El Club de las Excomulgadas
nadie. Era demasiado joven como para estar desesperada por una cosa así, aunque,
no obstante, él había detectado unas notas de desesperación en su voz. No la
dramática desesperación de aquel que ha experimentado la muerte del amor
adolescente y era demasiado joven como para darse cuenta de que el amor va y
viene a esa edad. No, sino una seria y profunda desesperación, como si su alma
fuera lo suficientemente vieja como para saber la verdad sobre lo que era el amor, y
lo que no era.
Los seres marinos eran criaturas que vivían en manadas con una acuciada
necesidad de socializar con los de su propia clase. Pero sólo con los de su propia
clase. No sólo tenían una acérrima y conservadora aversión a mezclarse en los
asuntos de aquellos que no eran sirenas, sino también evitaban cualquier
contacto con la magia.
Sus rasgos eran muy delicados, pequeños. Él puso sus dedos sobre la línea
de su nariz, sólo para evaluarla, y pareció que la punta de sus dedos casi podía
cubrirla. Sus labios eran un diminuto arco, y a pesar de sí mismo, se imaginó
cómo sería tensarlos...
Por lo que sabía, la mitología humana sugería que los ángeles estaban por
encima de todas las cosas, ese mito no estaba basado en la clase guerrera de los
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El Club de las Excomulgadas
serafines. La energía alimentaria que requerían hacía que la sensualidad fuera una
parte vital de su fuerza, una de las más rápidas y fáciles formas de reponer sus
fuerzas. Muchas de las especies humanoides se ofrecían libremente, y era muy
consciente de que muchos sentían que no tenían opción alguna al rechazar a un
ángel. Aunque trataba de no tomar ventaja de eso, afortunadamente, no muchos
tenían el deseo de resistirse.
Pero conforme habían pasado los años, había una ausencia de intimidad en
ese tipo de uniones que le molestaba en un sentido que no había examinado muy de
cerca. Había comenzado a preferir recargarse mediante el aislamiento, dejando
actuar a los elementos, un proceso más lento y meditativo, pero uno que cubría
sus necesidades en varios y diferentes niveles.
Había luchado contra Los Oscuros desde hacía más de un millar de años,
y seguro pasarían otro miles de años. Podía tomarse un día libre. O tal vez dos.
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El Club de las Excomulgadas
la pérdida de su alma por encontrar que había algo que merecía ser salvado. Algo
digno de la confianza que ella le mostraba ahora, acurrucándose contra él.
4
El súcubo (del latín succŭbus, de succubare, «reposar debajo»), según las leyendas medievales occidentales, es
un demonio que toma la forma de una mujer atractiva para seducir a los varones, sobre todo a los sensibles,
a los adolescentes y a los monjes, introduciéndose en sus sueños y fantasías. En general son mujeres de gran
sensualidad, persuasión y carácter.
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El Club de las Excomulgadas
necesitaba estar en ella con una urgencia que era tan violenta como el mundo en el
que normalmente vivía. Estaba aproximándose casi de la misma forma en la que se
preparaba para las batallas... conquistando, aplastando, sumergiéndose en sí
mismo, hasta que la única cosa que tenía en mente era su objetivo. La sangre, los
cortes... los cuerpos arrojados fuera del campo de batalla para llegar al siguiente...
Conforme alejaba esas perturbadoras imágenes, no pudo evitar el escalofrío que le
atravesó los músculos.
—Yo...— él luchó más allá del más puro deseo de hacer exactamente eso.
—No tomaré esa decisión por ti.
Santa Madre, ¿de dónde había salido esa criatura? Sin necesidad de magia
en ese momento, él se estaba uniendo con ella sólo por placer. Su sentido del
honor susurró que necesitaba aclarar eso, darle la oportunidad de objetar al
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El Club de las Excomulgadas
menos. Pero por su temblorosa sonrisa, dejó que su honor se fuera al infierno y la
suave luz de sus ojos fuera su consentimiento.
Más profundo. Más profundo. Como el abismo, solo que este olvido sería
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El Club de las Excomulgadas
Cuando ella volvió a hacerlo, no pudo soportarlo. Tenía que sujetar sus
muñecas sobre su cabeza. Sin embargo ella se arqueó, presionando su boca abierta
sobre su pecho, mordiéndolo y lamiéndolo, y su humedad se incrementó. Yendo
más profundo, él se deslizo dentro de ella y no hubo rigidez esta vez mientras su
cuerpo le acogía con el suave canto del placer en sus labios.
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El Club de las Excomulgadas
aplastarla, pero necesitando sentir la longitud de su cuerpo bajo él, cada curva y
recodo.
— ¿Estás bien?
La joven mujer no pronunció las palabras, pero Jonah las leyó en los
temblores de su cuerpo. Otra vez, sintió remordimientos por tomar ventaja por
su inocencia. Sus lágrimas le humillaron hasta un punto en el que no pudo
hablar.
—Está sanando.
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El Club de las Excomulgadas
Ante esa extraña mirada, ella le ofreció una torpe sonrisa. —No estaba
segura de si era necesario que te trajera comida. Sé poco sobre los ángeles, Mi
Señor, excepto que gobiernan el cielo.
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El Club de las Excomulgadas
—De acuerdo, entonces. He oído que los ángeles pueden seducir a cualquier
especie para que hagan lo que ellos deseen.
—Esa es una falsa. Los ángeles no tienen más habilidades de seducción que
los hombres de cualquier especie—. Le lanzó una suave mirada. —Así que debo ser
excepcional.
Ella entrecerró su mirada —Iba a decir que eres excepcional aunque sólo
fuera por tu arrogancia, Mi Señor.
Oh, Diosas, debería conocerlo mejor que eso. La sonrisa que desplegó a
través de sus rasgos, se llevó las sombras de sus ojos y algunas de las expresiones
de dolor de su boca, lo suficiente como para hacerla perder por completo la
capacidad de hablar.
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El Club de las Excomulgadas
—Hagamos un pacto, tú y yo. Me dirás lo que te pase por la cabeza, y yo no
me ofenderé. De hecho, la única forma en la que podrías ofenderme sería si te
sometes ante mí porque te sientes abrumada, como si no tuvieras opción—. Su
expresión se ensombreció, su boca enseñó una severa línea que le provocó
escalofríos en la parte baja de su vientre.
—Pequeña —él rozó su piel con la punta de sus dedos por lo que ella tuvo
que mirarlo, a pesar de su timidez. —Sólo haces que te desee aún más cuando
dices y piensas cosas como esa. Vamos, deja de preocuparte tanto, sólo estamos
nosotros aquí. No tenemos que ser quienes somos normalmente. Cuéntame qué
otras cosas has oído sobre los ángeles.
5
Los Nefilim son hijos de los "hijos de Dios" (םיהלאה ינב, bnei ha'elohim) y las "hijas del hombre" (bnot
ha'adam) (Génesis 6:1-4). Según la traducción, el término nefilim se ha traducido variadamente por
"gigantes", "titanes" o aún se ha dejado en el original hebreo.
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El Club de las Excomulgadas
Llevar el hijo de un ángel. Una idea asombrosa. Una que ni siquiera se
atrevió a plantear.
De hecho, puede que no fuera del todo desagradable tener algo que
pudiera llamar suyo, algo que pudiera devolverle amor y ser un recuerdo
permanente de ese increíble día. Un día que no significaría nada para él en el
momento en el que abandonara la cueva. La oscuridad que trajo ese
pensamiento también trajo el penseamiento de lo que hubiera significado para
ella si se hubiera encontrado con un niño. El comienzo del fin. Pero el final
llegaría muy a su pesar, ¿verdad? Algunas cosas estaba en su mano, muchas otras
Anna no pudo. No podría, pero él hacía que fuera imposible, por sinuoso,
serpenteante que fuera. Iba a tener que recoger su pelo cuando estuviera junto a
él... podía ver eso ahora. Ella trató de tonificar sus brazos, pero entonces, él
simplemente la alcanzó y empujó una de sus muñecas debajo de ella, haciendo
que cayera sobre su pecho. Sus manos todavía estaban enredadas en su cabello,
el brazo aún alrededor de su espalda, utilizando la otra para acariciar su rostro,
su barbilla, para levantársela.
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El Club de las Excomulgadas
en el ala, parecía estar provocándole molestias. Su capacidad de sanación era
asombrosa. Cuando finalmente lo miró a los ojos, estos quemaban, y de repente
supo que los ángeles podían destruir algo mortal. Hacer arder sus ojos, tomar sus
lenguas. Tomar su propia voluntad para vivir con solo el poder de su presencia. Su
mirada era tan oscura, que sintió que podía caer rendida dentro de su corazón; solo
que no era como el aterrador y frío Abismo. Esa era la oscuridad de estar envuelta
en algo cálido y caliente, algo que uno quisiera que acabara nunca.
Ella asintió, con los ojos aún cerrados. Podía vivir con eso. Con el paso
del tiempo había aprendido que las cosas pequeñas podían ser realmente las
cosas más grandes, como una roca al azar yendo a descansar donde debería estar
anclada en un pedrusco mucho más grande. Esas dos palabras eran lo que
importaba. No lo que viniera o cambiara después. Ese momento en el tiempo era
puro, ese pequeño gesto desvelando su verdad en ese lugar para siempre.
Así que se obligó a si misma a sonreír contra sus dedos, abriendo los ojos
para mirar su boca, su rostro. —Sabía que los ángeles se unían con otras
criaturas para conseguir energía. No sabía que lo hicieran también por placer.
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El Club de las Excomulgadas
La diversión que mantuvo en su mirada hizo que pareciera un simple
mortal. Accesible. —Todas las criaturas sienten deseo, y amor. Incluso las criaturas
arrogantes como los ángeles. Hay algunos... Que asumen la total sumisión. Quiere
decir que se someten plenamente al servicio de la Señora, y se comprometen a todo
de Ella. Sus cuerpos, mentes y almas. No comen, no beben o buscan placer carnal.
Ella es la conjunción de todo lo que quieren, para servirla.
Él asintió.
—Como yo—. Las sombras regresaron a sus ojos otra vez, el peligroso
conjunto de su boca que le hacía parecer tan formidable. Pero él respetó su
curiosidad. — ¿Alguien te echará de menos? ¿Tu familia? ¿Tu bisabuelo?
—Me cuido a mi misma —dijo ella con un rastro de irritación. —Te traje
aquí.
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El Club de las Excomulgadas
—Pese a mis órdenes de abandonarme.
Ella se levantó, fue al agua. Durante un momento, él pensó que iba a bucear,
metamorfoseándose en su otro yo y dejarle allí. Levantándose, él se acercó por
detrás, sin tocarla pero estando justo detrás de ella. Sintiendo su cabello acariciar su
pecho, su abdomen, miró hacia abajo sobre la parte superior de su cabeza, los
rosados pezones que recientemente había lamido. Uno fue tratado con la fiereza
con la que la había tomado, y la duradera marca que le había hecho le provocó
una extraña sensación de satisfacción.
—No estoy enfadado contigo, pequeña. Sólo que no quiero que te hieran
por mi culpa. Estoy agradecido por tu ayuda—. Era algo así como una mentira,
él lo sabía. La oscuridad le había dado una tranquila bienvenida. Incluso cuando
el dolor había sido un señuelo que casi le había hecho querer resistirse con fuerza
Pero ella había sido persistente. Pensando en ello ahora, él se percató que
le había recordado a la presencia de la Señora. Esa resuelta tranquilidad que se
desplegaba desde su corazón al resto del cuerpo, imbuyéndole una tranquila paz.
Creando un deseo de estar más cerca de Ella, de introducirse dentro Su esencia y
de no abandonarla nunca. Cuando estuvo lo suficientemente consciente como
para percatarse de que era una sirena, había arriesgado su vida para dejarle sobre
el refugio. En un mar lleno de criaturas más fuertes, más hábiles, habían
permitido que una joven chica arriesgara su vida y cordura por él.
— ¿Mi Señor?— su voz era suave, su aliento sobre su piel. Él tenía ambos
brazos alrededor de ella, uno a través sus senos, su antebrazo presionaba su
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El Club de las Excomulgadas
corazón palpitante, el otro sobre su cintura, manteniéndola contra él. Su ala sana se
había apartado y la cubría, protegiéndola. Sus plumas acariciaban sus pies.
— ¿Sí, Anna?
Al parecer, algo en su voz hizo que girara su consideración hacia él. Bajo
el escrutinio de esos grandes ojos violetas con aros de plata alrededor del iris,
Jonah sintió como si hubieran cambiado. Y la visión no fue muy agradable.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Qué tipo de ángel eres tú, Mi Señor? Si los ángeles tienen muchas
asignaciones, ¿Cuál es la tuya?
Soy un ángel de la muerte. Pero no dijo eso. Tenía miedo de que si lo decía,
algo violento saldría de su interior.
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El Club de las Excomulgadas
Oh, por supuesto que lo haces, se dijo a sí misma. Había sido sólo magia para
sanarle, ridícula niña. Él es un ángel. Hace contigo lo que quiere.
—Es demasiado peligroso para ti estar aquí si Los Oscuros están todavía
buscándome. Has hecho más de lo que cualquiera podía haberte pedido, y
realmente, más de lo que merezco.
Ella no iba a ponerse en ridículo. Anna bajó la vista para ver los fluidos de
él goteando por su pierna, su cuerpo todavía sonrojado e hinchado por sus
atenciones. Eso casi la hizo sentirse abrumada en ese momento. Cerró los puños
a su lado, tratando de contenerse.
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El Club de las Excomulgadas
Anna se centró en el pasado, tratando de concentrarse en un constante
sentimiento de maldad en su respuesta, algo que estaba empujando sus
preocupaciones personales. — ¿Un rato, Mi Señor?
—Sí. Descansaré aquí un poco, pequeña. Quizá más que eso. Es un lugar
tranquilo. Un buen lugar—. Su mirada se desvió al lugar donde había yacido —
Con buenos recuerdos.
¿Qué sabía ella de nada? No era más que una niña para él, de todos
modos. Excepto por esos pequeños momentos cuando había ido más lejos de que
lo que habría ido un niño.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Seis
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El Club de las Excomulgadas
— ¿No puede Ella…?— La voz de David se fue apagando mientras Lucifer
lo miraba, con sus ojos oscuros teñidos de rojo. Tenía el pelo negro largo hasta la
cintura, con su cuerpo delgado y fuerte emanando poder, podía transformarse a un
muy antiguo e intimidante nivel de sabiduría en censura si sentía que era
justificado.
—Así como tú—, murmuró David. —De otro modo no te habrías unido a
mí aquí—. Bajó la mirada a los patrones azules de los océanos. Incluso a esa
altura, podía detectar su movimiento, la vasta profundidad. —Él llevó a algunos
de ellos lejos de mí a propósito, para protegerme.
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El Club de las Excomulgadas
—Aún estás aprendiendo, mientras él puede manejar a muchos.
—Creo que podía eliminarlos a todos sólo con su voluntad—, dijo David
lentamente—pero probablemente fue el estado de su mente el que lo echó del cielo.
Jonah había visto siglos de batallas y Lucifer… bien, su propósito era algo
diferente, pero ciertamente había estado alrededor bastante tiempo. Como fuera,
la calmada sensatez de David y su falta de ego hicieron que Lucifer le diera peso
a las palabras del joven ángel.
—Nunca pensé en comparar a Jonah con un cisne. Tal vez con un halcón
irascible. Ah, al Hades con él—. Lucifer dirigió su penetrante mirada hacia
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El Club de las Excomulgadas
abajo, al mar. —Lo he conocido por muchísimo tiempo. Tú lo has conocido por
poco tiempo. Y sin embargo ambos lo queremos bien, creo.
Se dijo a sí misma que iba con Mina para averiguar si había algo que
pudiera hacer para sanar al ángel, devolverlo a los cielos, sacarlo de esa cueva.
Más allá de donde ella podía alcanzarlo físicamente, lo cual podría ayudar a
sacarlo de su mente.
Y el pez volaría.
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El Club de las Excomulgadas
hermana. Quizás ni siquiera como en una amiga. Pero, Mina mantenía su soledad
del mismo modo que un esqueleto guarda los órganos internos, determinando su
función con un solo propósito.
Aunque en el nivel del agua era más tolerable, la casa de Mina aun estaba en
los niveles superiores del Abismo. La fosa olvidada era el vecindario perfecto,
según el modo de pensar de Mina. La mayoría de las criaturas, excepto aquellas
que vivían en la oscuridad, evitaban una proximidad prolongada a ella.
—Si los Oscuros siguen ahí afuera, pequeña, los sentirás. Y si los sientes,
toma el camino contrario. Te prohíbo que te preocupes por mí. Puedo
arreglármelas solo, ahora que me has ayudado a sanar mi ala.
Aunque él mismo había admitido que el ala no estaba lista aún para
vuelos prolongados, y ella sospechaba por la cuidadosa manera en que se movía
que tenía impacto en su equilibrio.
Había sido herida por su despedida, pero si iba a ser despiadada consigo
misma, sabía que era por sus propias acciones. Había sido magia, pedida
honestamente y dada libremente. Así que dejó de lado la reacción personal y
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El Club de las Excomulgadas
femenina, y se enfocó en lo que estaba segura era mucho más importante. Algo
aparte del ala estaba mal. Ella quería hablar con Mina, quien, de todos, sería menos
probable que pensara que estaba loca.
Tantas cosas las conectaban, y aun así eran las mismas cosas las que
mantenían su relación al menos cautelosa. Cuando ella detuvo en las sombras de
la caverna, Anna supo que esto era lo más lejos que llegarían. Ella nunca había
estado más allá de quince metros dentro del hogar de Mina. Pero estaba segura
de que era más de lo que se le había permitido ir a nadie.
Mina era sólo un puñado de años mayor que ella, la única criatura marina
que la gente prefería ver menos que a Anna. Sin embargo, eso no les impedía
buscarla por sus pociones y conjuros altamente eficientes. Anna nunca le había
pedido ninguno de los dos. Después de volverse lo suficientemente adulta como
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El Club de las Excomulgadas
para salir sola y saber cómo estaba atada la historia de Mina a la suya, la había
perseguido. Mina había amenazado con convertirla en gato y dejarla ahogarse si no
se iba. Anna había ofrecido ayudarle a reunir plantas en las áreas más habitadas
que a Mina no le gustaban. Tomó tiempo, pero al final Mina accedió, y el incierto
lazo comenzó.
Pensando ahora sobre eso, Anna vio una conexión similar entre la
oscuridad de Mina y lo que había sentido con Jonah. Como si tanto Jonah como
Mina estuvieran envueltos en una lucha personal con demonios de los cuales no
—Idiota.
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El Club de las Excomulgadas
—Mina —jadeó Anna. —Es un ángel.
Y Anna accedió. Conocía a Mina lo suficiente para saber lo inútil que era
discutir su cínica afirmación o hablar ofendida por ser incluida entre ‘las
criaturas patéticas’. Como no se detuviera en su apareamiento, Mina le hizo más
preguntas sobre eso de lo que era cómodo, mirándola con su típica e incómoda
astucia con su visible ojo carmesí. El resto de su cara, como la mayor parte de los
rasgos de su cuerpo, estaba sombreado por el hábito y los zarcillos flotantes de su
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El Club de las Excomulgadas
capa, aunque Anna podía ver las rugosas cicatrices que cubrían su mejilla y
mandíbula debajo del brillante ojo.
Cuando terminó, Mina levantó una ceja. —Él tuvo que usar la Magia de
Unión. Era lo único que podía funcionar —imitó Mina. —Oh, eso es bueno. Si
tuviera una anémona por cada vez que he oído eso…
—Mina…— Anna dejó salir una asustada risita ante el ácido comentario,
pero luego negó. —No sé si puedo lograr que se vaya.
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Ves a lo que me refiero? Si fuera sólo una función corporal, nadie se
confundiría sobre si estarían enamorados o no. No tendría nada que ver con el
cuerpo. La mayoría de las pociones que doy son para simplemente atenuar el deseo
sexual. Eso le dice a la gente instantáneamente si están pensando con sus corazones
o con sus hormonas.
—No —Mina negó. —Mucho peor que eso. Para cortarlo y abrirlo y
tomar el poder de la Señora que reside en su pecho. Aumentaría su propio poder
exponencialmente y harían un esclavo de su voluntad, mientras tuvieran su
corazón. Él pelearía por ellos.
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El Club de las Excomulgadas
Anna contó hasta diez, pensando que no sería productivo para ella estirarse
y tratar de estrangular a la bruja. —Entonces vas a volver conmigo ¿Porque…?—,
preguntó con los dientes apretados.
—Porque sin mi ayuda, intentarás hacer algo noble y estúpido para salvarlo
y harás que te maten. Quédate aquí. Iré más profundo dentro de mi cueva y pondré
juntos algunos ingredientes que pueden ayudarlo. Luego iremos a evaluar su
condición. Si no vuelve a los cielos, tal vez puedas persuadirlo para que vaya a la
superficie, en algún lugar alejado de donde aterrizó originalmente. Puedo conseguir
un modo de disfrazarlo, no sólo de los Oscuros, sino de su propia especie.
—Ellos son la mejor fuente de ayuda para él, pero no los ha llamado.
¿Sabes por qué? —preguntó Mina sin rodeos. —Los ángeles son seres poderosos,
Anna, pero eso no los hace enteramente buenos. También necesitas tener eso en
mente por tu ángel. Puede que se esté escondiendo por una razón no tan
—Él quería morir —dijo Anna suavemente. —No veía nada en el mundo
que lo mantuviera aquí. Su pérdida lo hirió tanto, que sólo se apagó, esperando
morir.
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El Club de las Excomulgadas
—Tu ángel no es un delfín, Anna—. Mina negó. —Puede que tu capacidad
para amar no tenga fin, pero no siempre puedes salvar el día. No será suficiente
para salvarte a ti, deja solos a todos los demás.
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El Club de las Excomulgadas
verdad. Con Mina, uno nunca sabía. Y ciertamente llevaba la conversación en una
dirección diferente, distrayendo a Anna de áreas más problemáticas.
— ¿Bien? Sigue hablando. Aun puedo escucharte—. Mina sonaba aun más
lejos, sugiriendo que había unos pocos más giros y vueltas en el misterioso hueco
de su hogar.
—Está hecho con mucha precisión —dijo Anna con cuidado. Entonces la
imagen que Mina había pintado estimuló la propia y no lo pudo evitar. —Oh,
Mina, nunca he… Él es tan grande y poderoso. Todo músculo firme. Sus brazos
y piernas… Sus hombros se ven tan anchos como la cuaderna de un barco. Sé
que probablemente todos los ángeles son así, pero de algún modo, sé que él es
más guapo, más hermoso que todos ellos. Que la Diosa me ayude.
Mina volvió a emerger, y su ojo rojo parpadeó una vez, sosteniendo una
abundancia de cosas que Anna no pudo descifrar. —No sé si la Diosa te
ayudará, Anna. Pero yo lo haré.
Si él meditara sobre ello, Jonah podría llegar abajo, abajo, y sentir muy
cerca el filtrado de llamas del mundo de debajo de Lucifer. Si quisiera alcanzar
más lejos, sabía que encontraría la esencia del mismo Luc. Así como lo podría
hacer con la Dama si fuera en la dirección contraria. Tan arriba, tan abajo.
Pero no lo hizo. Prefería esto, este lugar de éxtasis, bajo una Línea, y
sobre la siguiente. Incorpóreo, como si su alma se hubiera separado.
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El Club de las Excomulgadas
Otro ser apareció en la superficie y se agarró de las rocas, elevándose
graciosamente a sí misma sobre ellas, a pesar de la capa que la hacía ser
irreconocible. Entonces él sintió…
— ¡No!— Anna pasó sus miembros alrededor del cuerpo del Oscuro
como una mamá pájaro con un valioso huevo. — ¡Jonah, no! Esta es Mina. Es
una bruja marina. Una sanadora.
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El Club de las Excomulgadas
Después de considerarlo, retrocedió, y Anna se elevó con precaución. Mina
se enderezó sentándose. Tenía el odiado iris rojo de los Oscuros en el único ojo que
él podía ver, casi el único rasgo de un rostro marcado distinguible en los pliegues de
su capa. Ese ojo seguía cada movimiento casi tan de cerca como él seguía los de
ella. Mientras la observaba, ella pronunció varias palabras fuertes y poco familiares.
La insinuación de un par de retorcidos tentáculos desapareció, dándole la habilidad
de pararse en dos piernas, aunque él sólo podía ver sus pies y tobillos.
—Mi Señor…
—Fue más que un hacha—. Mina dio deliberadamente tres pasos hacia
adelante. —Si no eres demasiado tímido para dejarme tocarla, creo que la herida
está envenenada. Puedo ayudarte.
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El Club de las Excomulgadas
—Tu suciedad no me tocará.
—Si quieres yacer aquí y dejar que se infecte hasta que te pudras y mueras,
gaviota malhumorada —respondió Mina —esa no es mi preocupación.
—Mi Señor, por favor. Mina —Anna tiró una mirada de advertencia entre
ambos, luego se volvió hacia Jonah. —Ella ha venido aquí a ayudarte, lo prometo.
Desde que nací, Mina no ha hecho nada más que ayudarme y protegerme.
Anna dejó salir un resoplido poco elegante casi al mismo tiempo que
—Excepto a ti, tal vez—. Ofreció Mina en tono seco, mirando fijamente a
Jonah con ese odioso ojo.
Pero ahora que él había tenido un momento para ajustarse, podía decir
que había algo diferente sobre este Engendro Oscuro. Su experiencia con los
pocos que se las arreglaban para sobrevivir al nacimiento era: los que eran
totalmente malvados, incapaces de controlarse u ocultar su naturaleza básica, o
eran tan deformes que no vivían más allá de dos o tres años.
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El Club de las Excomulgadas
repulsión por ella o más confiado, estaba más dispuesto a tolerar su presencia en la
habitación con Anna. Dentro de algunos límites.
—Mi Señor—. Anna estaba hablando otra vez. —Si no hay nada que pueda
decir que te pueda hacer comprender, te pido que respetes mi juicio, por cortesía
hacia mí. Si sientes que me debes un momento de tal consideración—, añadió.
Anna abrió la boca, un rubor tiñó sus mejillas, pero Jonah movió una
mano.
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El Club de las Excomulgadas
amenaza en su voz. —Pero ten en cuenta que he destruido Oscuros mucho más
poderosos que tú. Si causas cualquier daño a Anna, no vivirás para arrepentirte.
¿Por qué no podía ella simplemente irse para tener a Anna sólo para él?
Quería su seguridad. Pero más que eso, no obstante el hecho de que ella no
debería haber vuelto para nada, él se encontraba inapropiadamente feliz por su
Anna abrió la boca, luego la cerró, sugiriendo que había más en esa
historia, pero Jonah se las arregló para acallar su reacción con un simple brillo,
mientras Mina continuaba.
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matarte, pero mientras esté en tu sistema, dificultará la capacidad del ala de sanar.
—Muy bien—. Anna dejó escapar un respiro de alivio cuando Jonah tomó
asiento, con las piernas cruzadas, en la saliente plana y ancha, manteniendo a Mina
en su visión periférica como un león vigilante mientras ella empezaba a reunir rocas
sueltas. Sacando una herramienta filosa del escondite de tu capa, lo usó para
romperlas hasta dejarlas de un tamaño uniforme. Mientras comenzaba a
construir un círculo a su alrededor, aparentemente satisfaciéndole sus
intenciones inmediatas, él cambió su mirada de vuelta a Anna. Ella había
tomado una posición a lo largo de la muralla del dragón, con sus caderas
descansando en sus nerviosas manos que deliberadamente había doblado en su
espalda.
Parecía fuera de lugar estar pensando tales cosas ahora mismo, pero el
modo en que sus ojos se movían sobre ella le recordaba cuan recientemente
había sentido su cuerpo tomar el de ella. Encontró que no podía pensar en nada
más cuando la miraba de ese modo. —Échate el pelo hacia atrás, pequeña.
Anna miro hacia Mina, quien los ignoró y siguió arreglando las rocas.
Anna empujó su pelo encima de un hombro, luego sobre el otro, sintiendo el
ardor expandirse a través de su piel por la expresión de él mientras se revelaba a
sí misma. Usaba otra vez los pañuelos en la cadera y en sus pechos, pero por el
modo en que la estudiaba, sabía que estaba imaginando en detalle cómo lucía sin
ellos, aunque a decir verdad no se requería demasiada imaginación. El pañuelo
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de arriba estaba anudado sobre sus pechos, revelando claramente las oscuras
manchas de sus pezones, particularmente con la tela mojada como lo estaba ahora.
Las sirenas no eran tímidas con su cuerpo, pero después de lo que habían
hecho antes, ella se sentía consciente de sí misma. Y no se desnudaría frente a
Mina. Sus ojos se alejaron hacia los labios de él, a la línea de su mandíbula… a esos
ojos oscuros e implacables. Está bien, tal vez si lo haría.
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El Club de las Excomulgadas
Jonah extendió una mano. —Ven a sentarte conmigo, Anna. Mientras eso
no moleste a tu… amiga.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Siete
El destello verde del poder adicional que le había dado al golpe estalló en
una lluvia de chispas.
Anna cerró su mirada con la de la bruja. —No los guiamos acá ¿cierto?
— ¿Quieres decir, si yo los guie aquí? — Ese ojo carmesí destelló. —Bien,
si es capturado, puedes asumir que yo lo hice. Si lo ayudo a escapar, entonces
tendrás una respuesta diferente. Pero si arrastras tus aletas anales y no sostienes
su cabeza, realmente nunca lo sabrás, porque ellos nos tendrán a todos.
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El Club de las Excomulgadas
—Por él, lo harás. Está en tus ojos. Cada vez que te Unas a él, la magia se
elevará y podrás canalizarla. Sabes lo suficiente para hacerlo incluso si él no
quiere. Aunque sería mejor si participara, yo no confiaría en su cooperación o
participación. Si lo valoras, tendrás de seducirlo o engañarlo para hacerlo.
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Alcanzaron el borde del agua. —Tienes razón, — jadeó Mina. —Es una
maldita tonelada de músculo. Ahora me importa. Del amanecer al anochecer, será
humano. Del anochecer al amanecer, otra vez ángel. La poción durará cerca de una
semana, lo suficiente para hacerlo llegar a tierra.
Dejando caer a Jonah sin ceremonias, la bruja agarró los brazos de Anna
para poner una mano sobre su frente. Mina nunca la tocaba, así que Anna estuvo
demasiado asustada para reaccionar. El calor destelló por la palma de Mina, y de
pronto Anna estuvo revolviendo un grupo de imágenes que rodaban el frente de
su mente como si hubiera una bolsa de canicas dispersas y desordenadas. —
Mina…
Mina se echó hacia atrás, con el horror destellando a través de sus ojos.
En otro momento, eso habría hecho reír a Anna, pero ahora no. Lo decía en
serio, con toda la severidad de una amenaza de muerte.
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—Está bien. Sólo recuerda cuando los Oscuros nos atrapen, que fue porque
quisiste perder el tiempo conversando. La primera vez que los Oscuros invadieron
las aguas, consulté a mi espejo de adivinación para averiguar lo que estaba
pasando. Tu ángel fue aislado durante la batalla, y su ala fue herida a propósito. No
porque sea cualquier ángel. Sino porque es Jonah.
—Él me dijo…
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—Es suficiente por ahora. Lo digo en serio, Anna. No tenemos tiempo. —
Inclinándose sobre el cuerpo de Jonah, Mina agarró el brazo de Anna,
impactándola por el agarre de su mano, la mordida de sus uñas eran como garras
por su agudeza. —Probablemente este ángel tenga el poder de incinerar al mundo
sólo con su pensamiento. Recuerda lo que te dije. Si los Oscuros lo capturan vivo,
tomarán su corazón, pueden esclavizarlo. ¿Eso es lo que quieres?
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El Club de las Excomulgadas
—Bien. Es bueno que puedas transformarte en humana ¿No es así? Ahora,
rápido, hay otras reglas. Deberás viajar sola por Destino. No puedes rentar un auto,
o como sea que te muevas entre los humanos. Alguien debe llevarte.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí, — dijo Anna pausadamente. —Lo tenemos. Tengo veinte años. Sabes
que puede que no nos volvamos a ver la una a la otra. Dímelo, sólo esta vez. ¿Cuál
es la verdad entre nosotras?
Mina se echó atrás, y por un momento Anna vio sus dos ojos. Uno rojo,
emanando la peligrosa malevolencia del lado Oscuro de Mina. El otro azul zafiro,
igualmente perturbador por su intensidad, recordándole a Anna que la madre de
Mina había sido una de las más temidas brujas marinas del océano.
Anna la miró fijamente. —Esas son casi las primeras palabras que me
dices. Hay muchos ángeles. Pero sólo hay una como tú.
Como fuera, antes de que pudiera hacer otra pregunta, Mina la empujó
dentro del agua y botó a Jonah dentro, encima de ella. Anna empujó debajo el
peso del cuerpo de él, echando chispas y maldiciendo, antes de arreglárselas para
cambiar de vuelta a sirena y poder usar el equilibrio de su cola para ayudarla a
agarrarse a una porción del inconsciente ángel. Para ese entonces Mina ya estaba
en el agua con ella.
La bruja marina vio a Anna poner sus brazos alrededor del ángel hasta
que lo sostuvo con seguridad, como si pensara que su mundo acabaría si lo
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dejaba ir. Se dijo a si misma que no importaba que no le hubiera dicho todo a
Anna. La sirena tenía un irritantemente inflado sentido de responsabilidad tal como
estaba.
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La desesperación se cerró, golpeando a Anna hacia atrás como el soplo de
una fuerte estela. Sólo la fiera sujeción que tenía en el cuerpo de Jonah lo mantuvo
con ella.
Y cada vez, a pesar de las circunstancias, no podía evitar sentir deseo ante
el toque de su boca. Tenía que enfocarse en asegurarse de respirar dentro de él,
en lugar de mordisquearlo, probarlo. Para el momento en que llegó a la
superficie, estaba jadeando, con la visión gris. Su forma de sirena le permitía
respirar con agallas o pulmones indistintamente, pero tenía que usar sus
pulmones para mantener el aire en él. Ahora bebió oxígeno con avaricia,
flotando por un momento y sosteniéndolo a su lado antes de darle vuelta sobre
su espalda y comenzar a navegar hacia la distante costa. Estaban a un par de
millas mar adentro, pero ella conocía esa línea de la costa, había nadado antes
hacia allí. Acunando su mandíbula, ella sostuvo su garganta mientras se movía,
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manteniendo su boca y nariz sobre la línea de flotación. El pelo de él le acariciaba
los brazos, y ella esperaba que no despertara antes de que tocaran tierra. No quería
que él se diera cuenta de que su forma había cambiado y que había sido traicionado
mientras seguían en el agua. Podría estar lo suficientemente enojado para ahogarse
a sí mismo. O a ella.
*****
Jonah emergió lentamente, sintiéndose como si estuviera nadando a
través de arena. Pesado, pero curiosamente ingrávido al mismo tiempo.
Confundido. Con náuseas. ¿Náuseas?
Aunque estaba de espalda, se las arregló para rodar hacia un lado antes de
comenzar a vomitar, una primera experiencia increíble y desagradable al mismo
tiempo que sintió como si sus interiores estuvieran siendo estrujados por un puño
grande y castigador. Afortunadamente, estaba en la línea de la marea. Se
convulsionó, luchando contra eso como si fuera el enemigo, pero su cuerpo no
podía negarlo.
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mal. Todo parecía silencioso, como si sus sentidos perfectamente afinados
estuvieran rellenos de algodón. Mientras trataba de luchar para volver a sentarse, se
encontró a si mismo aun sin equilibrio. Enderezó sus alas para estabilizarse y…
Ella estaba sentada cerca, con su espalda contra un gran trozo de madero
desechado por el mar, sus manos una nerviosa pelota cerrada apretadamente
sobre sus rodillas. Vagamente registró que ella también usaba ropa. Un top ligero
de gasa que se estiraba sobre sus pechos, sobresaltado los dulces puntos de sus
pezones. Delgados tirantes estaban sobre sus hombros. Una falda de tela similar
acaricia sus tobillos en su posición con las piernas dobladas. El dobladillo se
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El Club de las Excomulgadas
—Ella puede estar muerta por culpa tuya, Mi Señor. — Anna luchaba con
fuerza contra él, pero por supuesto él no se quitó. —Por culpa mía. Porque la
metí en esto. Ella guió a los Oscuros lejos de nosotros.
—Tal vez eso es lo que quiere que pienses. — Ahora él no tenía paciencia
con sus sentimientos. Con disgusto, la soltó y se las arregló para ponerse de pie
otra vez, aunque tuvo que luchar con el deseo de acostarse. Debido a que su voz
era áspera, se la aclaró dos veces antes de dejar salir las palabras. — ¿Qué me
— ¿Hasta qué?
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ella estaría bien. En su lugar, la pequeña sirena lo miró como una cautiva de
verdad, con lágrimas en los ojos y esas manos aún dobladas.
Jonah resopló. — ¿No creo que se les haya ocurrido a ninguna de las dos
avisarme de su plan antes de llevarlo a cabo?
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Jonah dejó caer su tacto. —Habría sido más sabio para ambas haberme
dejado. De modo que pudiera lidiar con ellos y ustedes estarían a salvo. Fuiste
totalmente tonta.
—Anna…
—No lo permitiré.
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Por el cambio en sus ojos, él podía decir que ella sabía que el suelo debajo
era de arenas movedizas. Y aun así la pequeña idiota aún no había terminado.
Había sabido que no estaba preparada de ningún modo para lidiar con
esta situación. Pero eso nunca pareció detenerla de hacer lo que no debía hacer.
Ahora se encontraba muy por encima de su nivel, con sólo un compás para
guiarla. Con la visión oscura de Mina sobre lo que pasaría si él caía en las manos
de los Oscuros. Ella tenía que hacer lo que pudiera para protegerlo. Y ya que
tenía un poder propio ridículamente pequeño para esa tarea, sólo podía seguir las
—Déjame morir. Eso fue una de las primeras cosas que dijiste. — Anna
tomó aliento, y se recordó cómo había estado él dentro suyo, abrumándola sólo
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El Club de las Excomulgadas
con su boca. En su mente, ella era parte de él, ya fuera que a él le importara
alimentar esa ilusión o no. —No sé la forma o la razón por la oscuridad que
acarreas contigo, Mi Señor, pero sé que está ahí y eso es probablemente un mayor
peligro para ti que un Oscuro. No dejaré que desperdicies tu vida. No si puedo
hacer alguna cosa para prevenirlo.
Era un buen tramo, pero ella se las arregló para alcanzar sus labios. No
fue un beso tímido esta vez. Inclinándose hacia él, ella abrió su boca y buscó en
el interior de él, probando su lengua, deseando que sus manos estuvieran libres
para poder atraer hacia abajo su cabeza, agarrar su cabello, hundirlo más
profundamente.
Aunque él no estaba sujetando sus pies. Ella se subió a sus piernas, con el
hueso de su cadera presionando el frente de sus ajustados jeans, con sus muslos
frotando el interior de los de él.
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en picado y pensó que había fallado miserablemente. Pero entonces vio algo en la
mirada de él que hizo que se le estremeciera su bajo vientre. Aunque él estaba sin
duda de un humor peligroso, estaba afectado por su beso. La incierta combinación
era más excitante de lo que pensó que podía ser, aunque no podría explicar a qué se
debía eso.
—No. — Ella negó, aunque los caballitos de mar en su pecho la pisaron con
un gozo precavido porque él estaba usando su sobrenombre. —Yo sólo… Quería
recordarte que podía haber una buena razón para estar alrededor por unos pocos
días más, antes de caer bajo cientos de Oscuros en una llamarada de gloria.
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Anna parpadeó por el cambio de tema, luego miró sobre su hombro, hacia
una pequeña cabaña anidada en las dunas. Él notó que la siguiente más cercana
estaba alrededor de casi una milla (casi un kilómetro y medio) de distancia por la
playa. —Eso me pertenece, Mi Señor. Es el lugar que Neptuno arregló para las
hijas de Arianne.
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nunca… Por supuesto que no. No era humano. Era un ángel. La tragedia de Anna
aún no había ocurrido. Y aun así, no podía imaginar esperar por otro hombre luego
de estar con Jonah.
—Sí. Primero que nada, no tiene sentido que te traicione de este modo,
Mi Señor. Podría haber elegido no advertirnos allá abajo en las cuevas. Incluso
aquí, has estado afuera por dos horas. Tiempo más que suficiente para que ellos
vinieran por nosotros si esa hubiera sido su intención.
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—No discutiré eso. Pero ahí hay más. ¿Por qué te protege? ¿Y por qué me
haces preguntar todo dos veces para obtener una respuesta directa? Es irritante.
Jonah arqueó una ceja mientras Anna le disparaba una mirada, pero
cedió. —Es una antigua historia entre nuestras familias. Incluso si ella fuera
completamente malvada, lo cual no es, no me puede traicionar. — Miró hacia la
cabaña. —Deberíamos entrar antes de que anochezca.
—O tal vez deberíamos seguir adelante e iniciar nuestro viaje—, dijo ella
casualmente. —Alejarnos mucho más de la costa.
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que la mirada de ella se arrastrara hacia arriba para quedarse en su boca. Sus ojos
aún eran tan oscuros que el iris y las pupilas eran indistinguibles. Ella debería
haberse sentido amenazada por su intensidad, pero la respuesta en su interior no
podría haber sido llamada temor. No exactamente.
Mina le había dicho que actuara lujuriosa, pero cuando toda la fuerza de
su dominante sexualidad estuvo sobre ella, todo lo que pudo hacer fue mantener
¿Quién era ella para discutir sus métodos? Ciertamente esto era preferible
a que le gritaran. Lo cual suponía estaba por ocurrir otra vez. Brevemente, le
explicó lo del shamán, afirmándose para la tormenta de nubes que se estaba
reuniendo en su expresión.
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ángeles sean malos. No me importa quién o qué eres. No soy algún tipo de… Yo…
Para mí fue, lo que hicimos… Lo haces sonar sucio. No fue…— Ella negó,
cerrando sus manos en puños. —Aquí hay un plan alternativo, Mi Señor. Siéntate
aquí y anida hasta que los Oscuros vengan y hagan una comida de ti.
Girando sobre sus talones, ella se preparó para ir a la cabaña… y llorar ahí.
—Anna.
Cuando la agarró del brazo, ella se dio vuelta hacia él. Tal vez fue su
intensión, tal vez no, pero de algún modo su mano conectó con un lado de su
cara con un golpe fuerte y resonante que dejó la impresión de su mano. El
impacto que cruzó la cara de él sólo se combinó con el horror en la cara de ella.
—Oh, tú…
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Tomando su mano, la bajó entre ellos, de modo que Anna pudo sentir el
estado rígido de él. Su mirada volvió a la de él, sus labios se separaron.
Con alivio, Jonah vio algo del dolor morir en su expresión, reemplazada
por una cauta curiosidad por saber a dónde se dirigía con eso. El corazón de ella
comenzó a acelerarse, y él supo que el pulso entre sus piernas se sincronizaría,
palpitando con urgencia por lo que él le pudiera dar. Él deseaba sentir ese ritmo
de vida contra su pene, pero primero le debía esto.
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Tomando una de las manos de ella, pasó su pulgar sobre su perfecta piel,
donde estaban empezando a aparecer los moretones dejados por sus dedos.
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Cuando ella se mordió el labio, él negó. —Es mi derecho elegir mi destino.
— Como una idea tardía, agregó, —Tu bruja tiene muchos recursos. Estoy seguro
de que ella estará bien.
Anna cerró los ojos. —No seas amable ahora. Sabes que ella no te importa.
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Capítulo Ocho
Cada generación de hijas de Arianne añadía toques que hacían propia la
cabaña. Por esa razón, Anna esperó justo dentro de la puerta, sintiendo nervios
mientras Jonah se paraba en el centro del área del living y se giraba lentamente,
examinándolo todo.
No era grande. Las criaturas marinas no eran habitantes del interior. Sus
necesidades eran pocas. Un lugar simple y tranquilo que la ayudara a mezclarse
cuando era humana, dándole privacidad y un sentido de algo que pertenecía a
ella. Puede que Neptuno no pudiera ofrecerle lo que más deseaba su corazón, lo
que podría nutrir su corazón, pero era suya la amabilidad más grande que nunca
se le había dado por su propia gente.
Había estado aquí hacía menos de dos días, así que las últimas flores
silvestres que había recolectado tierra adentro al lado del camino aún estaban
Las flores la habían confortado, con esa conexión obvia entre sus dos
mundos. Tantas variedades de flores submarinas vivían entre las praderas del
pasto marino, llevadas a la vida por las corrientes. Y tenían un reflejo en la tierra,
donde las flores crecían silvestres entre largos pastos dorados acariciadas por el
viento.
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estaba estática, un punto fijo en el universo. Saliendo, la vida en todos sus ciclos,
bajo el mar o sobre la tierra, se reanudaba.
—No, — negó ella con la cabeza, moviéndose para pararse detrás del
sofá. La pequeña área del living en donde él estaba parado se abría hacia la
cocina. Un hueco de escalera llevaba a un balcón y a un desván dormitorio con
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El Club de las Excomulgadas
un tragaluz circular para poder mirar las estrellas. Podía ver el mar a través del
panel frontal de ventanas, y había una pequeña terraza, una fuente en la que ponía
sus pies mientras se sentaba ahí afuera. Esa había sido una de sus mejoras, para
poder sentir el agua en su piel incluso aunque el océano yaciera a sólo cerca de
cuatrocientos cincuenta metros en marea alta.
—Cada hija elige una pintura para la pared, algo que sienta que pertenece
ahí. No hay otra especificación, sólo ese sentimiento indefinible.
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Una caja negra sobre un fondo gris añejo. Definido, nunca cambiante. Una
prisión. Anna odiaba mirarla. A menudo deseó que las compulsiones que dictaban
tanto de lo que ocurría o que era hecho en esa cabaña no fueran tan fuertes en ella,
de poder encontrar el coraje para sacarla de la pared, tirarla al mar.
Jonah se había acercado y ahora se volvió, con sus dedos en la base del
Su furia inicial por esa transformación humana parecía haber decaído, por
ahora. Aun así, ella sabía que debería tener cuidado con él. Desafortunadamente,
eso no parecía ser posible para ella. Mortal, él no tenía la belleza de otro mundo
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que tenía como ángel, pero aún tenía una figura de macho que quitaba el aliento.
Su energía alcanzaba todos los rincones de la habitación, lavándola, haciéndole
querer cerrar los ojos y simplemente absorberlo, tomarlo con todos los sentidos,
incluso aunque quisiera seguir mirando. Esos jeans… aunque no podía decir que
eran una mejora sobre la brevedad de su falda de batalla, la cual revelaba tanto de
él, aún eran bonitos para sus ojos, por la manera en que se ajustaban a él. Su
cabello oscuro descansaba sobre sus hombros, tan negro que no podría mezclarse
con su camiseta oscura.
Ella nunca había sido gobernada por la lujuria. Tal vez era porque él
había derribado la puerta donde moraba dentro de ella al tomar su inocencia,
pero no parecía poder detener la respuesta vibrante de su cuerpo hacia él.
—Quiero verte volar otra vez, — dijo ella suavemente. Quería verlo
elevarse, debería ser todo bonito y poderoso, del modo en que estaba segura que
volaba cuando no tenía un ala herida, o un corazón herido. Si podía ayudar de
alguna pequeña manera a hacer que eso ocurriera, y si se le daba el privilegio de
Se preguntaba por qué había pensado que querría contarle algo de eso,
por ahora todo lo que quería era que él hiciera algo para que ella no tuviera que
pensar más acerca de eso. Así que dio un paso atrás, luego otro, moviéndose a la
primer escalera hacia el desván. Los ojos de él la miraron de cerca mientras ella
tomaba el dobladillo de su delgada camiseta y la pasaba sobre su cara, su cabello
se elevó para formar una chimenea en la apertura cuando ella se sacó la prenda.
—Detente.
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Ella se detuvo, la tela de gasa presionó contra sus labios, ojos y pestañas.
Podía verlo, un borde brumoso y nublado teñido con suave tinta azul verdosa
mientras venía hacia ella. Sus brazos estaban enredados en los tirantes de la
camiseta, y él puso sus manos justo debajo de sus codos levantados, manteniéndola
de esa manera mientras se inclinaba, con su aliento acariciándola. Cuando sus
labios tocaron su boca a través de la tela, sus propios labios se separaron, mojando
los hilos. Su cuerpo se balanceó hacia el de él, y él juntó sus manos llenas en su
pelo, ayudándole a sacarse la camiseta para que ahora ella estuviera de pie con los
pechos desnudos frente a él. Desatando el tirante que sujetaba la camiseta, él la
dejó caer, y ella estaba desnuda, con su ropa en una pila a sus pies. Tomando su
rostro, él acarició la línea de su garganta. Tan lento, tan sensual, un hombre
completamente consciente del poder de su toque en la piel de una mujer en esa
columna vulnerable.
—Ven, pequeña.
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con su mano descansando sobre su cintura desnuda, con su pulgar recorriendo
ociosamente su estómago, su ombligo, haciendo estremecer sus muslos.
—Te hiciste un nido aquí, — observó él. —Dime, pequeña. ¿Por qué eres la
única que queda? ¿Por qué estás tan sola en el mundo?
Ella estiró una mano hacia su rostro, pero él atrapó su muñeca, le dio la
vuelta y besó su palma, haciéndole cosquillas. —Quiero volver a estar dentro de ti,
Anna. Estirar tus suaves labios, sentir el hambriento agarre de tu cuerpo deseando
el mío. Pero primero me dirás esto.
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inesperadamente de sirena a humana, y así tuvo que vivir cerca de la tierra, de otro
modo podía ahogarse. Cada vez que cambiaba a humana, también experimentaba
un dolor insoportable, como si pisara hojas de afeitar cuando caminaba. Aun así,
bailaba en la playa por las noches, recordando a su príncipe. Le dejó una carta a su
hija contándole cómo la miraba cuando bailaba haciendo que el dolor valiera la
pena.
Anna negó, curvando sus labios. —El príncipe, que después de todo le dio
su amor a otra, no tuvo problema en acostarse con Arianne antes de decidir
dejarla por su novia humana. Arianne llevaba a su hijo cuando se transformó en
piedra. Nadie esperaba que la hija viviera, pero lo hizo. Desde entonces ha sido
el patrón. Ninguna hija de Arianne ha encontrado la felicidad del amor
duradero, pero siempre se encuentra a sí misma con una hija de algún modo.
Pero cada hija, así como hereda la capacidad de volverse humana, también tiene
habilidades únicas … Maldiciones.
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devastación, y fue capaz de amarlo por el tiempo suficiente para conseguir un hijo
antes de que él descubriera su naturaleza y no pudiera aceptarla.
—Neptuno creyó que era una ironía orquestada por la bruja marina,
porque el trato entre ellos había incluido un juramento de sangre de que ni ella ni
su descendencia volverían a dañar nunca directamente a Arianne o a sus
descendientes. Pero Mina me dijo que el hechizo de piedra nunca fue pensado
para revertirse y la magia sólo cobró vida impredeciblemente por sí misma.
Sus labios se levantaron en una sonrisa contra ella, pero no pudo quitar el
peso de su pecho, incluso bajo esa sensación de respuesta. —Cuéntame.
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Jonah se detuvo, levantó la cabeza, toda la diversión desvaneciéndose de su
expresión. La mirada de ella cambió al océano afuera de la ventana. —¿Qué edad
tienes, pequeña?
Ella medio se rio, y supo que era un sonido deprimente. —Un buen
momento para decidir que soy demasiado joven para ti, Mi Señor.
—Recién cumplí los veinte. Así que si voy a seguir la leyenda, creo que
debo embarazarme pronto.
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voz, con un trémulo susurro en la oscuridad, rozando contra el pelo sobre su frente.
Una tenue sonrisa tocó sus labios y ahora fue capaz de volver a tener una
mirada penetrante. —Así que ya ves, Mi Señor. Mina arriesgó su vida para
darme la vida que tengo. Sé que lucha contra su oscuridad. Pero incluso si no
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piensas en ello de ese modo, ella necesita que crea en su bondad. Porque soy la
única que lo hace.
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Él levantó la mirada parpadeante. —¿Necesitas el dolor, pequeña?
Ella sabía que aquellos como Mina podían burlarse ante la degradante idea
de pertenecer a alguien. Pero cuando un alma estaba muriendo de hambre por un
toque, por una conexión, se esclavizaría voluntariamente a sí misma con la oferta
de amor de otro, aunque fuera por unos pocos momentos. Ella sería de él, por tanto
tiempo como él la tuviera, y si podía se alimentaría de ese breve tiempo.
¿Cuántos de nosotros tienen la oportunidad de estar con un ángel, después de
todo?
Ella había sido fuerte e independiente toda su corta vida. No había habido
una elección real en eso, pero había sido reforzada por el ejemplo de Mina, por
la vida desperdiciada de su madre. Nunca se dio cuenta del peligro de ser tomada
en los brazos de un macho fuerte que quisiera protegerla, cuidarla. Era mucho
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Jonah sabía que la había mantenido hablando de los dolorosos recuerdos
por más tiempo del que debía. Ella había heredado un legado de esperanzas no
cumplidas, y aun así era probable que él fuera otra de ellas. Ni siquiera le había
agradecido por haber salvado su vida. Pero no podía hacer eso hasta que supiera
que había valido la pena ser salvado o que no le traería más tristeza. Como fuera, él
no había estado vivo tanto tiempo sin aprender a ser inventivo, y había cosas que
podía darle ahora además de su gratitud.
Las flores con las que se había rodeado eran parte de la clave que era ella.
Delicada, temporal, viviendo con fiereza, perfecta y al mismo tiempo una belleza
frágil en ese momento. Así que él le daría ese momento.
Anna se mordió el labio ante el ligero contacto, y luego de sus labios salió
un grito gutural mientras él se inclinaba y remplazaba el toque con su propia
boca.
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—¿Qué estás…?
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podía, como si estuviera moviéndose a través del agua, Jonah supo que su corazón
estaba en el océano, su alma en lo profundo del mar. Pero era un mundo que a
menudo no la quería ahí. Así que vivía aquí, atrapada en la frontera de tierra y
agua, simbólico, como todo en esa cabaña. A pesar de toda su quieta tranquilidad,
se dio cuenta que no le gustaba que ella estuviera aquí, donde todas sus tradiciones
podrían hacerla creer que este camino era lo mejor que podía esperar.
Excepto por aquel cuadro. Ese que decía que ella esperaba algo mejor.
Él negó, poniendo su mano atrás sin mirarla. Cuando ella la tomó, la jaló
hacia adelante, metiéndola bajo sus alas para que pudiera pararse delante de él.
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Él habló en un silencioso murmullo a pesar de la lluvia debido a que su mandíbula
estaba contra su frente mientras ambos miraban hacia arriba. —Sólo es una
tormenta de truenos, pequeña.
Cada línea de su cara estaba tensa, sus ojos… angustiados. Algo se movió
ahí, algo que le recordó lo que había dicho Mina. Él guía a los ángeles que luchan
contra los Oscuros…
—Cuéntame de los otros ángeles. — Ella buscó algo que lo sacara, sin
querer que estuviera solo en la oscuridad de sus pensamientos. —Tus amigos.
Aquellos a quienes ordenas.
Él abrió los ojos y la miró fijamente, con tanta intención que ella saltó
cuando el relámpago volvió a destellar. Sus puños se cerraron, pero ella puso sus
manos sobre sus brazos para recordarle que estaba ahí cuando viniera el rugido
del trueno, como siempre hacía.
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El Club de las Excomulgadas
—Ronin tenía un brillante cabello dorado, — dijo él cuando el trueno
terminó, con la fuerza de la lluvia encerrándolos en un espacio quieto donde ella
estuvo consciente del aliento de él en su mejilla, la niebla en sus pestañas que
podría no venir del agua que caía de su pelo. Él negó, con sus párpados cerrándose
otra vez, luego reabriéndose. —Estaba desacostumbradamente orgulloso de él.
Ella sonrió mientras la tensión dejaba sus hombros. —¿Los otros son
todos como tú? ¿Guapos e intolerablemente arrogantes?
Algo brilló dentro de esos ojos de ébano. —No, son peores. Y feos. No
te gustarían para nada.
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La mano de él subió, tomando la parte de atrás de su cabeza. La sostuvo así,
con el resto de su cuerpo tan quieto, con su poder contenido. Ella ni siquiera pensó
que él estuviera respirando mientras dejaba que sus propias manos se deslizaran
como pájaros bajando por la pendiente de su espalda, esa hendidura superficial,
sobre grupos convexos de músculos hasta la elevación de su trasero. Las dejó
descansar ahí, sintiendo cómo tocaba las plumas más pequeñas de la parte inferior
de sus alas.
—Los extraño. Con tanta fiereza que quiero herir a alguien cuando pienso
en ellos. — Jonah la sintió dentro de él, la violencia hirviendo lentamente, y odió
que eso se elevara en él ahora, cuando sostenía a una criatura en sus brazos que
era la antítesis de todo eso. Presionó su frente contra la de ella, deseando
simplemente poder absorber su calma, la tranquilidad que ella sentía en su joven
alma.
—Diosa, no le he dicho a nadie que los extraño. ¿Qué magia hay en tus
brazos, pequeña? ¿En tu toque? No deberías estar en ningún lugar cerca de mí.
—Te puedo cantar para que te duermas, Mi Señor. — Ella pareció poco
preocupada por la advertencia. En cambio, miró hacia el océano y Jonah lo
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El Club de las Excomulgadas
supo, que aunque la casa estuviera o no protegida por el poder de Neptuno, a ella le
preocupaba que los Oscuros lo encontraran mientras se exponían a las fuerzas de la
tormenta.
Ella negó. —No, pero la Dama tuvo piedad de mí. En su lugar me trajo
—Iré contigo, Anna. Iremos a ver al shamán. Tal vez habrá respuestas en
este viaje para ambos.
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El Club de las Excomulgadas
—Me alegra oírlo, Mi Señor. Pero al menos por esta noche, creo que todas
las respuestas que necesitamos están aquí.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Nueve
Ella se despertó antes que él, justo antes del amanecer. Así que cuando ella
se deslizó de la cama y miró el cielo de color gris claro, después en tonos de color
de rosa mezclado con los restos dorados que anunciaban el sol, también vio sus alas
poco a poco desintegrarse y luego desaparecer, dejando un puñado de plumas
esparcidas por la cama y el suelo. A pesar de su torso que estaba un poco
cambiado, ella se sintió cautivada por la longitud de su pierna desnuda, con su sexo
en reposo y sus testículos como una sombra oscura curvada en la parte interna de
su muslo.
Él había estado dentro de ella. Ella había sentido el cambio de sus bíceps
en contra de su carne, mientras la abrazaba, con la línea de su mandíbula
pasando sobre su mejilla mientras sus labios acariciaban su piel y sus dientes
seguían una línea de contacto inesperado y feroz, despertando una respuesta
igualmente feroz por parte de ella.
Inclinando la cabeza miró su cara, se encontró con que sus ojos se habían
abierto. Oscuros, marrón oscuro, los lados blancos tan extraños para ella a pesar
de que había estado utilizado su verdadera apariencia tan poco tiempo. A ella le
gustaba darse cuenta de sus emociones por el tono de su voz, por el cambio de su
cuerpo. Viendo el flash de fuego a través de los ojos firmemente oscuros de
deseo.
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El Club de las Excomulgadas
Su cabello se había caído hacia adelante, acariciando su antebrazo. Eso era
lo que lo había despertado. Eso, y una sensación muy extraña. Él conocía las
formas de los humanos, se había movido en silencio e invisible entre ellos durante
mucho tiempo. Pero ver el apetito humano y oír ruidos en su vientre era
completamente diferentes. Sonaba alarmante, ya que si el animal estaba ahí, pronto
saldría si no lo apaciguaba.
La segunda cosa que lo enfrentó había sido un gato. Sentado sobre la tablilla
simplemente más allá de ella, lo miraba fijamente con los ojos medio cerrados de
color amarillo que se abrieron un poco más amplios cuando él levantó la mirada.
Él contemplo las dos cosas, el gato, su estómago vacío y no sintió ninguna
atracción particular hacia consumir al felino, por lo que al parecer no era lo que
anhelaba su estómago.
Él volvió su atención hacia Anna, por su reacción era mucho más fácil de
entender. Bajo la apariencia del sueño, por los últimos momentos sólo la había
visto jugar con su mano, como un recién nacido descubriendo una nueva
Porque quería una seguridad visual de que ninguno de los dos era
verdaderamente humano. No tenía palabras para explicar eso. Pero entonces,
¿por qué era necesario hacerlo?
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El Club de las Excomulgadas
El dormitorio tipo desván contenía sólo dos objetos. Ayer por la noche lo
único que había podido reclamar su atención había sido la cama. Esta mañana él
tomó nota de la piscina amurallada, una creación en forma de loto, con paredes de
bloques de piedra arenisca para formar una zona de estar a su alrededor. Explicaba
los tubos de refuerzo adicionales bajo el balcón. Varias canastas estaban colocadas
en el borde de la pared de piedra arenisca, y contenían virutas con forma de jabón y
eran perfumadas, como pétalos de rosa. Había velas flotantes en la piscina, al
parecer, iluminando la noche, ya que seguían ardiendo a esa hora del amanecer,
arrojando una luz suave sobre la habitación en penumbra.
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El Club de las Excomulgadas
— Bien, de momento, yo soy un cambia formas, también, ya sabes.
Su silencio le dijo que era diferente, que su cambio era forzado, involuntario
y no deseado. Y temporal. Eso apretó su boca siquiera al pensar en ello, aunque
trató de suavizar su expresión, se dio cuenta de sus manos tensándose, retorciendo
los dedos juntos nerviosamente.
Sus ojos medio bajaron de nuevo, como el gato, que se había movido a la
puerta y se había puesto a su lado, mirándolos perezosamente a los dos.
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El Club de las Excomulgadas
desplegadas, como plumas, con distintos tonos de morado y azul destacándose con
tentadores destellos de plata y de color rosa.
Cuando Jonah se levantó de la cama, podía decir la parte de ella que era
instinto, que estaba ligada al mar y a sus leyes, que de inmediato se convirtió en
aprensión, sabiendo lo vulnerable que era en esa forma con ningún océano para
ofrecerle su gracia y su velocidad. Él no la haría sufrir ningún momento de miedo.
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El Club de las Excomulgadas
Levantando la mano derecha de su pecho, él se extendió, sosteniéndola. —
Llévame allí. Quiero tocarte así. Eres hermosa, Anna.
Ella le tomó la mano en una de las suyas. Estirándola, curvó su otra mano
sobre su hombro, en la unión tensa con su garganta. Su dedo pulgar presionó la
delgada base, sintiendo su pulso acelerarse mientras ella movía una cadera en su
musculoso muslo. El movimiento le dijo que estaba excitado, y su actitud
despreocupada acerca de eso, combinado con la concentración de sus ojos hizo
que le faltara el aire. Tuvo que recordarse a sí misma usar sus pulmones, no
jadear por las inútiles branquias.
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El Club de las Excomulgadas
Ella apoyó su mano en la hendidura debajo de la falda de su plumosa aleta
anal. La seda azul y morada de ella se agitó encima de él, rozando sus nudillos. La
parte inferior de su cuerpo tembló mientras ella mantenía la mirada clavada en su
pecho, pero a tientas debajo de ella con los dedos, explorando esa hendidura,
pareció supo intuitivamente cómo moverse con la superposición de sus escamas,
con la caída suave y tierna a la grieta debajo de su aleta. Él encontró la apertura
esperando allí, oculta, pero dando paso a la presencia de sus dedos, como los
pétalos de una flor plegada.
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El Club de las Excomulgadas
—Santa Madre, — suspiró él, con su polla dura y aumentando su hambre
con el pensamiento. Nunca se había puesto así, tan carnal y exigente a la vez, tan
rápido. Mientras él no quería pensar en las limitaciones que su cuerpo humano la
obligaría sobre él, al parecer, una cosa en donde se las arreglaba bastante bien era la
lujuria. Él se centraría en eso, más que en el sentimiento desconocido,
desequilibrado que había tenido cuando se había levantado para cruzar la
habitación con ella, así que por un momento él había tenido miedo de lanzarse a
sus pies.
A él le gustaba tenerla así, sabiendo que era posible unirse con ella en la
forma más cercana a lo que era. Sabiendo una vez más, que era el primero en
hacerlo.
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El Club de las Excomulgadas
Sus uñas se clavaron en él, y él vio su cola ondular involuntariamente, lo
que a su vez le llevó una increíble sensación de movimiento, acariciándolo casi
como el movimiento del agua. Al presionar su rostro en su cuello, él puso sus labios
debajo de su oreja y sobre su papada, esa elegante hendidura. La cara interna se
parecía a la madre perla, pero era una membrana delicada que jugaba con su boca,
experimentando, y se ganó un suspiro como reacción. Así como una pinza íntima
en su longitud que le hizo preguntarse si tenía la fuerza para moverla a lo largo de
ella. Lo hizo, y ella ayudó moviendo su cola, con su parte superior del cuerpo
temblando, ruborizándose, con un brillo de plata destellando en su piel junta, con
energía agrupada, agrupándose...
¿Sería ella consciente de ello? ¿Pensaría que era por lo que él estaba
haciendo eso, por otra sesión de sanación de Magia Unida, para conseguir que la
prescripción diaria de Mina fuera en el camino? No le caía bien que ella pensara
eso, pero mientras la energía se cerraba en torno a ellos, él no pudo detenerlo.
Estimulaba sus sentidos, se vertía en sus músculos, aumentando los rápidos
latidos de su corazón, mejorando su visión y fuerza, curando las cosas que no
No quería que la magia le recordara quién era, mientras maldecía por ser
humano. Él sólo quería abrazarla. Ella era lo único que tenía sentido.
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El Club de las Excomulgadas
Él no sabía si lo había oído o no, casi como si las palabras no hubieran
salido de su boca, ella se rompió, surgiendo del agua, con sus escamas relucientes
de la forma en que él sabía que sus pliegues estarían si pudiera verlos en lugar de
tener sólo la gloria de su maldito dolor, subiendo, bajando, acariciando, exigiendo,
hasta que... Su cuerpo comenzó a temblar, apoderándose de dos fuerzas opuestas,
del ámbito físico de su cuerpo y del aumento de la energía caliente que se estrelló en
torno a él, en medio de él, ondeando como una corriente eléctrica. Él no deseaba la
magia, sólo a ella, por lo que arrojó un bloque, una habilidad mágica que al parecer
su forma humana no había tomado de él, a pesar de que era un esfuerzo torpe,
incómodo.
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El Club de las Excomulgadas
A pesar de que ella podía respirar bajo la superficie, él sintió su pánico, por
lo que la sacó a pesar de que el aire apestaba a carne ennegrecida y el vapor aún
salía del agua. Gracias a Dios que ocultó su expresión. Él estaba seguro de que
reflejaba su confusión y miedo, por las cosas que había causado. Maldijo su
cobardía, pero aún sintió que las emociones de ella eran más de lo que podía
soportar.
En dos pasos él fue con ella, se arrodilló e hizo un túnel con sus dedos por
su cabello. Buscando en su rostro o en la parte delantera de su cuerpo. Piel pálida
o estropeada. O lo había hecho mejor de lo que había anticipado, o...
Ella apretó sus músculos cuando él trató de darle la vuelta, cuando ella
intentó una sonrisa. —Estoy bien, Mi Señor.
Podría haber sido peor. Se dijo mientras sentía una furia impotente en su
dolor. En su forma habitual, él podía incinerar con no más de un pensamiento.
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El Club de las Excomulgadas
Sólo su ineptitud y esa cáscara humana limitada le habían salvado la vida, o al
menos la habían protegido de daños mayores.
Poco a poco, aflojó sus puños. ¿Por qué no simplemente me dejas morir?
Bruja del Mar, Anna. Ambas eran acusantes de esos estallidos irracionales de ira
que parecía no poder controlar, como un niño.
La dama había dicho una vez que las flores contenían toda la sabiduría que ella
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El Club de las Excomulgadas
podría ofrecer, su propia creación favorita. Como muchas cosas, ella no se había
detenido a pensar sobre por qué, pero la sabiduría estaba allí, esperando ser
empujada más allá de su auto-compasión y vista.
Él no era un niño. Si había reaccionado como tal, la respuesta era que no iba
a seguir haciéndolo ahora. Se había defendido de los sentimientos de ira,
tratándolos como a cualquier otro enemigo. Repeliéndolos; conteniéndolos, si no
podía destruirlos. Para ver las heridas demasiado tarde.
Él cogió la flor, desde la raíz. La puso en una pequeña copa que encontró
en la cocina y la llevo a la habitación. Ella no lo oyó entrar. Estaba de pie en su
armario, sosteniendo un vestido de tela de la luz en sus manos, con su cabeza
inclinada hacia abajo, como si pensara.
A pesar de que hizo una mueca de nuevo con la vista de su espalda, dejó
la copa y se acercó a ella. Tenía la cabeza levantada, como si sintiera que él se
acercaba, pero antes de que pudiera volverse, él puso sus manos en una
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El Club de las Excomulgadas
—¿Qué pasó?— Ella dijo las palabras casi como dos frases separadas, como
si la energía de una fuera demasiado.
Subiéndole la barbilla, ligeramente rozó sus labios sobre los de ella. Luego
por sus ojos. Por su nariz. Por el conjunto de su barbilla. —Fui un completo
cabrón. ¿Cómo puedo darte consuelo? Dime cómo puedo aliviar tu dolor hasta el
anochecer, cuando llegue mi capacidad de curación de regreso.
Él arqueó una ceja. — Yo soy más grande, más fuerte y estoy decidido a
tenerte a mi manera. Y te azotare si no me escuchas.
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manos, que le decía el dolor que estaba sufriendo.
— Ésa es la segunda vez que has amenazado con azotarme, Mi Señor. Tus
amenazas tendrán falta de peso si continúas emitiéndolas sin hacerlas.
— Muy bien, entonces. — Él hizo como si fuera a ponerla sobre sus rodillas,
suavemente, y ella se apartó, emitiendo una risita corta. Ella puso su mano sobre su
boca, moviéndose. Él le dirigió una mirada nivelada y suspiró.
Sus ojos brillaron, con una huella de humor. —Estoy segura de que mis
piernas están funcionando correctamente, Mi Señor. Probemos.
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El Club de las Excomulgadas
tomó, mojándola en el agua y luego comenzó a frotar la parte superior de su
espalda, viéndola temblar mientras el agua la tocaba primero, con su piel lo
suficientemente sensible como para sentir las gotas impactarla mucho más pesadas.
Él llevó la esponja más cerca de lo que las gotas caían con más suavidad y luego
empezó a hacer eso con un movimiento continuo para que fuera más un flujo de
lluvia. La pequeña dejó de vacilar, y cerró los ojos.
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El Club de las Excomulgadas
—Conozco un lugar. Está en nuestro camino.
Su humor se aplacó un poco, pero ella continuó con una nota ligera, como si
no se diera cuenta que él podía leer cada pequeño cambio, todos los matices de sus
expresiones. — Para empezar nuestro viaje, Mi Señor.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diez
A pesar de su intento por retrasar lo inevitable, mencionando su dolor de
espalda, Anna no se dejaría disuadir. Por suerte, él decidió no ser demasiado
tozudo al respecto. Cogió dos mudas de ropa para cada uno de ellos y otras pocas
cosas imprescindibles, mientras él merodeaba alrededor.
Pero él era una criatura de los cielos, eso era más que evidente. Después
de regresar de la lluvia, él había dejado las puertas de cristal abiertas, e incluso
ahora volvía cada pocos minutos, caminando bajo el cielo ahora despejado como
si quisiera confirmar que seguía todavía allí.
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El Club de las Excomulgadas
Ella había viajado antes, pero siempre había agua salada por todos los lados.
Físicamente, en su forma humana, no sentía la necesidad de tenerla cerca cada día,
pero parte de ella necesitaba la tranquilidad de sentirla a menudo. Así que
comprendía lo que él estaba haciendo. Se identificaba con él. Y, otra vez más,
intentó no preocuparse por lo lejos que irían del océano, o la promesa que Mina
había tratado de conseguir de ella.
A pesar del peso, puso un galón de agua de mar y unas pocas de sus conchas
en el paquete. Podría necesitar todo eso antes de que acabaran, incluso si lo
racionaba cuidadosamente. Después de asegurarse que el gato callejero que se
había encariñado con ella tuviera suficiente comida y agua para complementar
su propia cacería mientras estuviera fuera, sintió que estaba preparada para
marcharse.
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El Club de las Excomulgadas
—No estoy segura. Supongo que no más de una semana bajo las peores
circunstancias; de lo contrario, Mina habría conjurado su hechizo de
transformación para una duración más larga… — En realidad, Anna no estaba del
todo segura, pero esperaba que la mente de Mina hubiera estado trabajando más
rápido que la suya cuando se habían salvado por los pelos. —Dijo que sólo
podemos viajar según lo establecido y sólo durante el día. El viaje a plena luz del
día es para que no llamemos la atención de la gente, o de Los Oscuros, cuando
regreses a tu apariencia real por la noche. No obstante, nos advirtió que
estuviéramos alerta incluso durante las horas del día.
6 Magic Kingdom es el nombre que recibe el principal parque de atracciones que tiene Disney World en
su sede de Orlando, Estados Unidos.
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El Club de las Excomulgadas
—Creo que tu Bruja del Mar no es la única con una vena masoquista.
Invade a las especies femeninas, comenzando desde las más grandes hasta las más
chicas. — Se colocó la mochila en la espalda y se calmó. —Ronin una vez
sobrevoló sobre un castillo antes del espectáculo nocturno de fuegos artificiales sólo
para hacer que los niños pensaran que habían visto a la verdadera Campanilla. Por
supuesto, sobresaltó tanto al equipo de acróbatas que se estaban deslizando por el
alambre desde la aguja del Castillo que les dio un susto de muerte a quienes
realizaban la actuación de la real Campanilla. Se propuso encontrarla más tarde por
la noche y... tranquilizar sus sentimientos.
No creía que los humanos tampoco la confundieran con otra cosa que no
fuera un ser extraordinario. Manteniendo las cosas según habían acordado,
podrían entenderse, ellos se preguntarían si era una figura de algún deporte, de
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El Club de las Excomulgadas
gladiadores o como fútbol o lucha libre. Pero cada vez que sus oscuros ojos caían
sobre ella, era golpeada por la fuerza que existía entre ellos, a la espera del
atardecer. Mientras las distracciones parecían ser perfectas para ayudarla a
mantener su mente alejada de su palpitante espalda, que a su vez esperaba que
disminuyese la preocupación en la mirada que de vez en cuando ponía en ella.
Podría perderse en sus ojos y olvidarse de prácticamente todo...
Hasta que chocó con ella, cayendo ambos por el terraplén. Dieron vueltas y
pararon justo antes del pantano, por suerte, conforme el camión de dieciocho
ruedas pasaba bramando. Aparentemente había aparecido cuando estaba
absorta. Quizá él estaba tan ido como lo había estado ella, pero ella sabía que el
movimiento del océano y el viento tendían a tragarse el sonido humano hasta
que estaba prácticamente encima de una persona desprevenida.
Era una cosa estúpida lo que dijo, por supuesto, se reflejó en la irritación
de su rostro, en lo apretado de su mandíbula. —Lo sé. — Sacudió su cabeza, la
levantó sobre sus pies con una mano suave y fuerte, pero había algo salvaje en
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sus ojos, como un semental a punto de desbocarse. — Dejé mi mente ir a la deriva
y… me sorprendió.
—Odio esto — dijo. Jonah odiaba todo en esos momentos. Grandes oleadas
de ira roja parecían capaces de inundarle en momentos inesperados, sin forma o
razón, sin propósito. Como la furia roja que había causado daños en su espalda.
— Deberías dejar que hiciera este viaje solo. — Dijo de repente. — Permanece
aquí cerca del agua. Simplemente dibújame el mapa.
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—Las madres dicen ese tipo de cosas a los bebés irritables, — matizó él,
caminando detrás de ella.
El restaurante estaba lleno de sonidos, pero del tipo que eran como el
murmullo de las olas, con un ritmo que se podía predecir. El tintineo de los
cubiertos, las voces murmurando, los ocasionales sonidos de risas o voces que
llamaban al camarero. El olor de la comida era un cálido manto sobre todo,
convirtiéndolo en un agradable espacio. Lleno de ventanales, el edificio
proporcionaba una vista del océano y los pantanos para los locales y los turistas
que iban llegando, así que no tenía la sensación de estar encerrado. Y aquellos
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El Club de las Excomulgadas
olores… Su estómago respondió a gritos, de modo que cuando se deslizó dentro del
cubículo, miró los platos de comida de las mesas vecinas.
Desde luego, él había cogido la mochila de nuevo, pero la había puesto cerca
de ella en su lado de la cabina, mostrando algo de desagrado masculino al ser
asociado con las bonitas flores rosas y moradas que llevaban estampadas. Anna
pidió el “Plato del Hombre Hambriento” para él, que aparentemente vendría
repleto con la suficiente comida para que aguantara el resto del día. Cuando
volviera a tener alas al caer la noche, sospechaba que no podría alejarse de la tierra
aunque su ala recién curada cooperara.
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— Oh, creo que lo haría…— Anna sacudió su cabeza. — Es diferente.
Nadie está hiriéndome físicamente, o amenazándome. Es sólo… que no quiero que
las sirenas se vean forzadas a aceptarme. En ese tipo de situación, la gente acepta
cuando están preparados para ello. Si los obligas, puede que funcione, pero es
siempre mejor permitirles que te conozcan y que te acepten, si puedes hacerlo de
esa forma.
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Por supuesto, ella tenía dinero, Neptuno se había encargado de eso. Pero a
él no le gustaba el sentimiento de que ella se encargara de los gastos igual que no le
gustaba ver su rigidez al caminar, la comparación se hizo evidente por la marcha de
la mujer golpeada. No parecía haber mucho que pudiera hacer al respecto en
cualquiera de las dos situaciones, sin embargo, Jonah se comió los últimos bocados,
los cuales le sentaron como serrín.
Tal vez era por eso que hizo lo que hizo, interferir en algo que sabía era
como tomar una gota de agua de una inundación.
Podía hacer algo como eso, pero no podía curar a Anna hasta que no
tuviera alas. Ahogando un juramento y dejando el restaurante, encontró a Anna
siguiendo la arena del océano. Aparentemente sabía aliviar su caminar doloroso
tan rápido como podía si tenían en mente seguir.
—Dime qué va mal. Pensaba que serías feliz sabiendo que el chico estaría
fuera de peligro.
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Ella se volvió hacia él. — ¿Era eso lo que mi madre estaba pensando,
cuando dijo, “No tengo el valor para matarte”?
Él intentó encontrar algo que decir, y sólo pudo acercarse a lo que tuvo al
principio en la mente. —Lo siento. No estaba pensando en eso de la misma
manera en que tú lo haces.
Ella soltó un suspiro por la nariz, moviendo la cabeza. —¿Por qué dijiste
algo así?
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Aunque tenía un sabor amargo, se forzó a sí mismo a enfrentarse a la simple
verdad, a decirla en voz alta. — Te herí en la piscina porque estaba fuera de mi
elemento, fuera de control.
Mientras Anna pensaba sobre lo que le había dicho, se percató que no era
su evaluación de la situación de la familia tanto como el desapasionado modo en
el que lo había dicho lo que la había molestado. Por supuesto, él había tenido
una perspectiva diferente en ese tema, porque veía una imagen más amplia de
tales cosas, mientras ella había demostrado de forma vergonzosa que veía las
cosas desde su propia perspectiva y experiencia. Pero había algo inquietante en
su análisis. Cuanto más caminaba, más preguntas le rondaban la mente, hasta
que tuvo que hacerlas.
—No los odio — dijo. Dio la vuelta y se sentó sobre la arena para quitarse
los zapatos como había hecho ella y los metió en la mochila.
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— Desde luego, — dijo con un bufido burlón. — Sin alas, no hay poder
curativo… luego están estos miserables zapatos.
— Porque los ángeles son como la policía. — Ella se puso en cuclillas por
él, con su falda puesta alrededor de los tobillos, incluso cuando se percató de su
creciente irritación con el tema. — Se supone que los humanos deberían poder
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confiar entre ellos, contar los unos con los otros. La policía no se supone que tenga
que ser apática.
—Sí— estuvo de acuerdo. — Algo por lo que tener esperanza, como el cielo.
Tal vez los dioses tengan ángeles para proteger a los humanos porque eso les da
tiempo para superar sus debilidades para descubrir… su iluminación. — Ella está
ejerciendo la compasión, ayudándole a encontrar el buen camino, como un padre a
su hijo.
—Definitivamente son como niños — gruñó él. — Pero tienes razón con
respecto a una cosa, pequeña. Tienen la abundante compasión de la Señora.
Aunque sólo ella sabe por qué.
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—Vienen de las grietas del tiempo y el espacio, provocadas por el mal
humano— continuó. — La oscuridad humana. En cualquier lugar donde hay una
masacre, una guerra, o suficientes mujeres golpeadas por los puños de sus maridos,
donde puede haber una lágrima, un pinchazo, las estrellas son los agujeros que los
ángeles han precintado. La extensa oscuridad que queda es la posibilidad de grietas
en el futuro.
Al ver a los dos en el último momento sobre este otro tramo de playa
desierta, uno de los acompañantes los llamó, pero era como llamar a una carga
de infantería. Jonah atrajo a Anna hacia sí, poniendo el brazo alrededor de ella
para mantenerla en el lugar mientras la clase pasaba corriendo a su lado,
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gritando, percatándose un poco de las dos personas, pese a la excitación de ver la
inmensidad del océano.
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Esa fue toda la invitación que los niños necesitaron para aceptar a Jonah.
Anna había anticipado la cautela de los profesores, en particular de un hombre
cuyo tamaño y presencia como Jonah intimidaba. No obstante, había
subestimado el esencial e instintivo reconocimiento de lo que era, y exceptuando
la ocasional comprobación por la que se aseguró de que él estaba próximo a los
chicos, los profesores le aceptaron.
Cuando le vieron luchando con sus compañeros en las olas, los chicos no
necesitaron ningún otro estímulo para lanzarse contra él en masa. Él fue hacia
abajo, llevándose a seis o siete niños con él, con sus brazos y piernas enredados
con los de él. Aunque eran la mayoría niños, había al menos una niña.
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Anna no podía culparla. No le importaría enfrentarse a él ella misma,
aunque había tenido menos motivos que el marimacho. A diferencia de ella, no
llevaba puesto bañador bajo su ropa, así que simplemente se quitó la camiseta
mojada y la arrojó a la playa, donde alguna maternal madre había puesto otra sobre
alguna duna de vegetación para que se secase y se quitara la arena.
Cuando él se adentró en las aguas poco profundas, el agua y la luz del sol
brillaron sobre los músculos de la parte superior de su cuerpo, con sus húmedos
vaqueros pegándose a su cintura y piernas. No pudo evitarlo. Ella salivó. Era
ridículo. Por supuesto que era hermoso. Pero la lujuria por sí sola no debería
hacer que su corazón le doliera como lo hacía. Se dijo a sí misma que estaba bien
mortificarse con lo físico, pero no si la enredaba en más peligrosas aguas
emocionales. Maldita Mina por plantar la idea de la prescripción de una Unión
Mágica diaria. Maldito él por escogerla en primer lugar. Apenas terminaba de
enfadase con él por una cosa cuando ya quería que la tocara nuevamente. Debía
estar volviéndose loca.
Sacando sus rodillas, entrecruzó sus manos sobre ellas. Había dos chicas
pequeñas, ambas con diminutos cuerpos en forma de salchichas, con los brazos a
los lados para equilibrarse cuando andaban. Una caminando como un pato,
cayendo sobre sus piernas. La otra agarró un mechón de su pelo para escalar su
pecho. Eran como cachorros acurrucándose sobre la manada del lobo alfa
cuando estaba con un benévolo estado de ánimo.
La luz del día, la forma humana, el mal humor, era todavía un ángel.
Nadie podía sentir eso mejor que un niño. Irradiaba de él. Volviendo su atención
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a los que estaban a su cargo nuevamente, se sumergió en su simple alegría, más que
en la compleja confusión de sus propias emociones y aprehensiones.
Ella le estudió con las manos en las caderas. — No se lleva bien con
Él negó.
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Con la venia de Dios, el bebé que tenía en brazos crecería para ser una
jovencita de esas que había cerca de él, luego en una mujer, con su infantil y
alargado cuerpo llenándose de curvas, de delgadas piernas…
Los chicos estaban saliendo del agua, llamados a recoger sus cosas e irse
de nuevo de viaje, interrumpiendo sus pensamientos.
Pero Jonah mantuvo sus ojos en Anna, quien devolvió a las jovencitas a
sus padres y les dijo adiós. Ella permaneció en el agua, de perfil, aparentemente
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mirando el brillo del sol resplandecer en el agua. Las palmas de sus manos se
movían por la superficie, compartiendo su aura con el mar.
Levantándose, fue al borde del agua. Conforme lo hacía, las palabras del
chico volvieron a su cabeza. Tu mujer es estupenda.
Su mujer. Los ángeles podían tener compañeras, pero nunca había pensado
en sí mismo como en un candidato. Le gustaba la forma en la que sonaba, sin
embargo. Lo que acababa de demostrar que había perdido la cabeza. Su vida y la de
Anna... no tenía ni idea de cómo podrían funcionar. Era absurdo pensar en que
podría. Ella merecía estabilidad, hijos propios. Él estaba tan impregnado de
sangre...
Él era capaz de dar felicidad a esos niños casi sin esfuerzo, pero no podía
dársela a sí mismo u ofrecerla permanentemente a ningún otro. Pero cuando ella
se giró, él vio en sus ojos que ella no quería luchar nunca más, y él tampoco lo
deseaba. No con ella o con él mismo.
Él pasó los dedos alrededor de ella, en un gesto tan natural como las olas
moviéndose a su alrededor, con el cielo azul sobre sus cabezas, con la arena
empolvando sus cuerpos encima del agua.
—Lo siento — dijo ella, sorprendiéndole. Ella continuó mirando las olas.
—Creo que prueba tu argumento, esa familia. Ves eso, y ves la posibilidad de
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El Club de las Excomulgadas
una invasión de Los Oscuros. Una batalla y sangre. Nunca lo había visto desde tu
punto de vista. Quizá tenga miedo.
Él pensó en la manera en que ella había salpicado a los chicos, riendo, con
su alegría tan ilimitada como las alas extendidas de los pájaros, y la oscura historia
que había visto en los cuadros de su pared. Una estatua de piedra mirando un
punto fijo de la orilla, nunca había visto nada igual. Un cuadrado negro encerrado
dentro de una prisión de paredes grises.
La forma en que ella se giró hacia él, en que se inclinó sobre su cuerpo, le
hizo ser consciente de cada una de sus curvas. Su reacción no le sorprendió. Lo
que lo sorprendió fue el deseo por ella.
— Mi Señor, yo... yo te deseo otra vez. — Ella se acercó para estar de pie
sobre sus pies de una forma más que encantadora para acercarse a sus húmedos
labios. Sin embargo, se detuvo a pocos milímetros de ellos, tanto que él
desarrolló una terrible sed. Esa mirada juguetona invadió sus ojos, porque ella
185
El Club de las Excomulgadas
era plenamente consciente del endurecido bulto en su entrepierna, el cual había
crecido notablemente con sus palabras, con la presión de su cuerpo. — Si no me
estoy aprovechando de ti.
Una mirada hacia la orilla le mostró que los niños se habían ido y la playa
era suya otra vez. Una parte de él quería alargar ese momento, pero era imposible
negar la reacción de su cuerpo a los montículos de sus pechos conforme los
presionaba contra él, o como se deslizaban sus muslos contra su pierna.
186
El Club de las Excomulgadas
Él estaba allí, y dentro de su alcance. Ella no podía pensar más allá de
desearle con la misma hambre que él le había advertido que sentía. Tentativamente,
ella se levantó sobre sus dedos. En ese momento, él estaba rígido. Estaba
ridículamente segura de que él pensaba que estaba tomando la iniciativa.
Tomándola, punto. Deseaba que él tomara la iniciativa, porque ella iba a hacerlo
sin dudarlo. Ella era suya. Nunca quería sufrir la demora porque él pensara que
tenía que pedírselo.
Pasando los dedos por los mojados mechones de su pelo, tiró con fuerza
para que bajara la cabeza y aún así tuvo que escalar la mitad de su cuerpo,
enlazando las piernas alrededor de su cadera.
187
El Club de las Excomulgadas
de que se los desgarrara intentando quitárselos, ella se anticipó. Anna se levantó,
con los músculos de su estómago contraídos, y encontró su sexo, llenando sus
manos con su barra de acero. Él bajó las manos y le quitó la tela del bikini de la
parte de abajo, con su otra mano en su cuello y se dejó acomodar sobre él, sus ojos
la miraron, a pocos centímetros el uno del otro, todo en ella descansaba sobre sus
manos.
188
El Club de las Excomulgadas
Cuando ella gritó, él se deslizó hacia su garganta, mordiéndola como un
animal posesivo y se corrió también, deseando que la oscuridad de sus
pensamientos no lo hubiera seguido sobre los límites. Pero conforme ella le
agarraba con sus puños, como la niña pequeña se había agarrado a su cabello, él se
preguntó si los más feroces gestos eran los desesperados. La esperanza de que algo
sólido no se escabullera, dejándole anhelante. Las chicas aprendían pronto que no
había garantías.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Once
David se detuvo, planeando. El abismo se abría abajo, tenebroso y
prohibido, como estaba seguro que estaba previsto que fuera. El Señor Lucifer se
esforzaba en disuadir a las criaturas del mar de tropezar dentro de la vívida
realidad de la redención, la cual podría ciertamente eliminar un recuerdo para
siempre.
Sin embargo, había algo aquí. Muy cerca. Observando. No era cuidadoso,
sino una benévola curiosidad por las criaturas marinas. No exactamente. Esperó,
escuchando.
Había mantenido que volvería al enorme cráter, porque era el lugar más
probable para que Jonah se refugiara de un enemigo insistente. Pero el laberinto
de las cavernas era ilimitado, haciendo imposible que encontrara a Jonah. Y si
había sido lo suficientemente fuerte para adentrarse en las cavernas, ¿por qué no
Pero aún así, David sabía que no estaba equivocado. Incluso Luc, que
antes de hacerse cargo de otras responsabilidades lo había llamado, había sentido
que había algo en esa teoría y dejado que David lo comprobara.
Los ángeles del calibre de Jonah y Lucifer podían moverse más rápido
que la velocidad de la luz si lo deseaban, dándole la vuelta al mundo en un abrir
y cerrar de ojos si lo necesitaban. David todavía no podía lograr esa velocidad y
mantener el control. Se precipitaría fuera de órbita y rebotaría sobre un asteroide.
Ellos se habían burlado de él sobre los golpes y moretones en otras ocasiones.
190
El Club de las Excomulgadas
Eso estaba bien. La burla de los ángeles nunca le molestaba, porque el amor y la
protección hacia él y entre los demás eran absolutos. Estaban conectados de una
forma que les impedía sentirse solos. Muchas veces necesitó sentir esa energía para
olvidar su vida mortal y lo que había dejado detrás, desprotegido. Pero se
preguntaba cuándo había sido la última vez que Jonah se había sumergido en esa
energía. David tenía la inquieta sensación de que de alguna forma Jonah había
cortado todo contacto y perdido la tranquilidad vital.
191
El Club de las Excomulgadas
Céntrate. Si ella estaba conectada a Los Oscuros, debería saber algo de
Jonah. Por los Dioses, si sabía algo, se lo diría, incluso si tuviera que causarle más
de esos terribles gritos para arrancarle la verdad.
—Muestra tu rostro.
Sí, Jonah diría que se merecía eso. David se las arregló para sujetarla,
luchó más allá del punzante dolor y le dio la vuelta, liberándose de los inusuales
apéndices flexionando las piernas. Ella buscó la daga que había soltado, que
había dejado caer en lo bajo del peñasco. Lo había golpeado y desaparecido en
las aguas turbias mientras tiraba de ella hacia él, con los brazos inmovilizados a
los lados. Elegante como una anguila, ella se deshizo de su agarre otra vez,
192
El Club de las Excomulgadas
enredando los brazos de él en su cabello, una red más efectiva de lo esperado,
dejándole sostener un puñado de mechones y nada más.
Puede que fuese un vestigio de sus días como humana, pero él sabía que no
viviría abajo con los otros si una chica hubiera pateado su trasero. Agarrando el
delgado látigo de uno de los tentáculos alrededor de su cintura. Cristo, tenía
aguijones, él tiró fuerte, quitándole el equilibrio y haciéndola flaquear. Mientras ella
intentaba recobrarse, él se impulsó fuera de la entrada de la cueva y subió,
moviendo su cuerpo entre sus brazos mientras lo hacía, girando hacia arriba, arriba,
arriba, sabiendo que ella no podría manejar su equilibrio mortal de la forma en la
que él lo hacía. Batiéndose a través del agua como un creciente tornado, escuchó
su confundido llanto cuando se percató de lo que estaba haciendo, a donde
estaban yendo.
Jonah. Cada ángel tenía un único color estampado en las alas cuando
alcanzaban la madurez. Las alas de David todavía tenían el color crema y las
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El Club de las Excomulgadas
puntas marrones de novato, como todos los ángeles tenían en sus primeros
cincuenta años.
194
El Club de las Excomulgadas
misma manera en que hacían con Los Oscuros o las desafortunadas criaturas
estaban tan deformadas que cuando nacían no podían sobrevivir.
195
El Club de las Excomulgadas
Pero la cicatriz era tan ancha y profunda por su lado izquierdo que no tenía
el pecho izquierdo. No tenía dos dedos de la mano izquierda, y la caja torácica de
ese lado era notable, como el lado de su rostro, como si hubiera estado
arrastrándose sobre ostras. En contraste, su seno derecho estaba perfectamente
formado, la curva era lo suficientemente abundante como para atraer su mirada.
Elegantes dedos, delgadas manos y brazos, un bonito arco de caja torácica y
destellos en la cadera.
Mientras las sirenas que había visto tenían la típica cola, ella tenía una
fractura en la unión de su sexo como los humanos, solo que en lugar de piernas,
tenía esos dos peligrosos tentáculos, cada uno de cerca de dos metros de largo y
muy hábiles, tan ágiles y tan flexibles como manos. Quizá más.
Tenía apretadas escamas negras y azules sobre sus caderas, a juego con su
ojo azul. Las propias escamas tenían un brillo sedoso como su lustrosa piel. La
parte inferior de sus tentáculos estaban cubiertos con antenas, las cuales
explicaban su habilidad para encontrar su camino alrededor en un lugar tan
—Él está más allá de donde Los Oscuros puedan encontrarle. Durante un
breve periodo de tiempo al menos.
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El Club de las Excomulgadas
David se enderezó, aunque mantuvo una estrecha vigilancia sobre ella
conforme pasaba el dorso de la mano por su boca y regresaba con sangre en sus
dedos. No estaba mintiendo, podía sentirlo. Ella no representaba un peligro para
Jonah.
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El Club de las Excomulgadas
la curación. Realmente no esperaba una respuesta a menos que fuera una burla,
pero ella era la persona más cercana a Jonah que había encontrado. Tenía que
intentarlo.
Cuando ella gritó, se retorció, su mirada se rompió. Ella apoyó una mano
sobre su rostro. El lado izquierdo mostró un trozo de piel curada donde la
cicatriz había estado sólo un momento antes.
Un ángel tan joven como él sólo podía sanar heridas recientes. Alguien
como Jonah podía sanar las que todavía estaban encarnizadas un mes o más
— ¡No, no! —ella se quitó la otra daga, en un ángulo que arrancó la carne
y ocasionando otro grito más lúgubre incluso que los anteriores.
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El Club de las Excomulgadas
David se elevó y la observó. Debería matarla. Obviamente la oscuridad tenía
un fuerte control sobre ella, y por esa razón los Engendros Oscuros eran
normalmente tratados de la misma manera que Los Oscuros. Pero viendo su
determinación para huir de él... por curarse, no pudo. No comprendió lo que había
dicho sobre Jonah; no la comprendía. Pero supo que necesitaba entenderlo antes de
actuar.
—Pregunté tu nombre.
199
El Club de las Excomulgadas
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Doce
—No lo creo — dijo él, apretando los dedos del pie. — Estás siendo total
y demasiado irrespetuosa con mi estado exaltado.
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El Club de las Excomulgadas
Comandante de la Legión. Segundo solamente de los Ángeles Totalmente con
Sumisión.
—A veces se siente de esa forma — dijo con ironía. — Pero no. Los
ángeles son como otras criaturas. Tenemos un tiempo de juventud y de
inexperiencia. Incluso los pocos que son hechos de las almas humanas. Tenemos
que hacer una solicitud para determinar donde se nos colocará. Entonces, somos
el mentor de otros, o los atraemos, les ayudamos a encontrar su vocación.
—Lucho contra los enemigos con los que Michael me manda pelear. Pero
sí, estos últimos siglos, ha sido sobre todo contra los Oscuros. Los antiguos
males, las cosas que los humanos llaman demonios, han sido contenidas o
aplacados en su mayor parte. Aunque, irónicamente, nada de otro mundo,
incluyendo a los ángeles, fue llamado demonio.
7
Dr. Pepper: nombre de una gaseosa en lata.
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El Club de las Excomulgadas
—Cuando estuvimos hablando... — Ella hizo una mueca a medida que
aceleraban hasta el punto en que el furor del viento la obligó a levantar la voz. Lo
que significaba que el chofer y su familia podían oírla.
Metiendo el refresco entre su muslo y la cama del camión, Jonah agarró una
de sus manos justo debajo de su rodilla. Sus dedos acariciaron la piel debajo de la
falda mientras la atraía y caía con ella en su regazo ya seco con un movimiento
fácil. Eso le permitió estar equilibrado y justo sin la incómoda presión en su espalda
en el borde metálico de la cama de la camioneta. Él movió sus caderas hacia abajo
entre sus muslos, con sus piernas cubiertas por encima de su pantorrilla.
— ¿Se tocan entre sí tan fácilmente? — preguntó ella primero. Sus ojos
oscuros eran cálidos, como el más oscuro chocolate. Anna muchas veces había
tocado a los animales del mar y de la tierra, a las flores y a los árboles. Tenía que
tocar la vida, conectarse con ella. Pero había tocado a su propia especie rara vez,
203
El Club de las Excomulgadas
— Fue la otra noche, la forma en que describiste cómo todos buscaban la
base del placer. ¿Hay un lugar al cual ir? ¿O es que cada uno busca su propia...
fuente?
Él se distrajo por sus labios sensuales, sobre todo cuando ella los rozó,
cuando se separaron, cuando jugaron con un toque fugaz de su lengua. — ¿Qué
estás buscando, Anna?
—¿Hay, no sé, burdeles para los ángeles? ¿Casas de placer? Quiero decir, si
necesitas esto tan a menudo...
— Dime, Anna.
204
El Club de las Excomulgadas
—Está bien. — Ella levantó su atención a su frente, buscando su mirada
directa un poco desconcertada. — Me estoy imaginando a todos en una laguna
aislada... con ninfas de agua. Los árboles están colgando a baja altura sobre el agua,
con los bancos verdes y exuberantes. Como una de esas pinturas de la época
romántica. De hecho, creo que es probable que algunas de esas pinturas sea de un
artista que venía de tropezar contigo. — Ella echó una rápida mirada a él, y luego
continuó. — Le hiciste pensar que estaba viendo a hombres, no a ángeles, por lo
que eso fue lo que pintó. Seis o siete de ustedes, entrelazados en los brazos y
piernas de las ninfas. Tomaron a las ninfas en los bancos, y sus piernas se
envolvieron alrededor como pétalos de flores blancas delgadas. — Se humedeció
los labios, alentada por el creciente calor en su mirada, el calor que se reflejaba
en su propio cuerpo... — Más tarde, volvieron a entrar en el agua juntos. El
cabello de las ninfas se derramó por la parte delantera de su cuerpo, con la
espalda contra su frente... a medida que tomo mi forma de sirena. A medida que
entro en el cuerpo de la ninfa, ella junta sus manos y roza la parte superior del
agua frente de los dos.
—Así— susurró ella. Cerró los ojos mientras su brazo se apretaba alto
alrededor de sus hombros para encerrarse completamente sin hacerle daño. —
¿Los ángeles siempre se sienten tan seguros?
205
El Club de las Excomulgadas
Sus labios se apretaron contra su frente. — Cuando mis alas se curen, te
encerraré entre ellas cuando duermas. No hay lugar más seguro en el que te pueda
poner.
— No, no lo hiciste.
— Bien, fue durante una época en que eran en su mayoría mujeres que
206
El Club de las Excomulgadas
—Hace unos dos años. — Con su expresión de sorpresa, él negó. — El
tiempo no significa mucho para un ángel, sólo un poco. Y sin embargo, puede ser
más interminable para nosotros que para los que tienen menos.
Ella abrió los ojos a tiempo para ver una camioneta chillona cubierta de
flores pintadas. Estaba acelerando a lo largo como un fugitivo de la década de
1960, tratando de mantenerse delante agarrando el tiempo que podría jalarla de
nuevo a su década correcta.
207
El Club de las Excomulgadas
—No sobre ese tipo de cosas. — Ella bostezó. — A ellos les gustaba lo
suficiente como para hacerlo. Si me ven burlarme de eso, es como si estuviera de
alguna manera destruyendo lo que los hace sentir bien, saltando lejos en eso. Su
alegría se diluyen un poco entonces.
208
El Club de las Excomulgadas
La cabeza sedosa de un niño pequeño ahora sumergido hasta los ojos
oscuros grandes se volteaban intermitentes hacia Jonah. Como su sirena, al parecer
había estado durmiendo también.
Anna abrió los ojos por los empujones, parpadeando hacia el muchacho.
Extendió la mano, tocándole la cara y se rió. Él tenía un marcador en la otra
mano, y mientras ella se sentaba dócilmente, él dibujó una carita sonriente un
—No soy una pared de graffiti — informó al niño de ojos oscuros, que
sonrió y empezó a dibujar en él de todos modos.
—Por supuesto que no. Los jóvenes son nuevos... no importa lo que
puedan llegar a ser, lo que sus almas carguen. Hasta que descubran la
autoconciencia, son puros, sin mancha. — Él miró hacia abajo, estudiando su
rostro. — ¿Estás bien?
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El Club de las Excomulgadas
magnífico y temible... desconectado de ella, de todo menos de la agitación. Ella
había tenido miedo de que no la fuera a reconocer cuando la espada se volvió hacia
ella.
—Has tenido un roce con los Oscuros — murmuró él. — No dejes que te
persigan en sueños. Los sacaré por ti.
Ella quería que eso fuera cierto, pero también tenía miedo por él. A pesar
de que daba tumbos en una camioneta vieja en un entorno tan mundano, se veía
como si hubiera voces en el canto celestial limitando todos sus movimientos.
¿No se reiría de ese pensamiento?
8
Juego de palabras entre la palabra Ángel en español y Hell (infierno) en ingles.
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El Club de las Excomulgadas
prediciendo que las fuerzas del bien triunfarían sobre las del mal. Ella se aferró a
esa idea, aun cuando la oscuridad del sueño la hizo estremecerse, haciendo que sus
ojos se volvieran hacia ella con preocupación y sus brazos se tensaran a su
alrededor.
211
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Trece
— Hmm.
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El Club de las Excomulgadas
las muchas cadenas de montañas de Nevada. Los árboles se cernían sobre la cinta
gorgoteando agua, y ella vio varios lugares blandos que harían una buena cama
para la noche.
213
El Club de las Excomulgadas
parte superior de su cuerpo y levantó sus brazos, dejando que ella la sacara por su
cabeza, ayudándole cuando superó su altura. Poniéndola a un lado, trazó el dibujo
del niño de un ángel, las líneas que se habían difuminado algo con el calor.
Ella notó que su tacto parecía distraerlo también, así que siguió
haciéndolo, igualando los pasos de él, tropezando y riéndose un poco de los dos
hasta que él sonrió también, porque su determinación de jugar con su pelo, con
sus labios, estaba causando la mayoría de sus tropiezos. Entonces él la besó, con
sus labios en los de ella bajando a medida que avanzaban. No fue ninguna
sorpresa que fuera el momento en que llegó a la perfección, con sus pasos de
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El Club de las Excomulgadas
baile fluyendo como el agua detrás de ellos. Ella estaba sosteniendo su brazo
mientras él aumentaba su ritmo, cambiando el equilibrio de ida y vuelta, de un pie
a otro, haciéndola girar. Mientras al mismo tiempo le tocaba la boca, atrayéndola
más cerca, sintiendo la forma de ella mientras él iba a tientas en el interior de su
mente, invadiéndole las puntas de los dedos de los pies con su largo, interminable
beso.
—Necesitamos un poco de música, — murmuró él. — Cántame.
De pronto los dedos de sus pies apenas rozaron el suelo. Ella dio un grito
satisfecho al hacer la vuelta con un impulso extra... y una mueca. Anna hizo que
se detuvieran. Jonah probó una vez más su ala, doblándola. Ella podía decir por
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El Club de las Excomulgadas
la rapidez con que sus pies volvieron a la tierra por segunda vez, más abrupta, que
era demasiado cargar sus pesos combinados.
Si hacían la Unión Mágica, sería útil. Mina había dicho que tenían que
hacerlo a diario. Pero él se había negado a dejar que ella hiciera eso, ya dos veces.
Sus labios se curvaron. Hombre terco. Ángel rebelde. Bien, ella tendría que calcular
una forma de evitar eso, ¿No? Mina había sugerido... bien, lo mejor era no pensar
en lo que había sugerido Mina. Tal vez hubiera otra forma en la que ella pudiera
probar primero.
216
El Club de las Excomulgadas
—No hay ninguna travesura, Mi Señor. Y tengo cuatro. Sirena, humano y
ésta. — Le dio una rápida sonrisa. — La cuarta es una sorpresa. Te la diré algún
otro día.
Oh, diosa. Era como si se estuviera escaldando de nuevo, sólo que esta
vez ella sabía lo que iba a venir, tenía que quedarse quieta y marcarlo a medida
Ella tenía las manos cerradas en puños y Jonah dio un paso adelante. —
Anna, detente.
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El Club de las Excomulgadas
La niebla empezó a flotar. Jonah estiró los dedos hacia eso, de repente
miedoso. — ¿Anna? — ¿Estaría ella manteniendo su esencia? ¿Qué…?
— Estoy aquí, Mi Señor. — Ella dio un paso de la niebla, y mientras oía una
nota tensa en su voz, fue remachada por ese último lado de la sirenita. Su muy
pequeña sirena.
Quien ya no era una sirena, sino un hada duende, no más alta que la
longitud de su mano.
Sus alas eran translúcidas y tenían la textura de agua oscilante con estrías
de vidrio, como si estuvieran hechas de agua en verdad, con toques de destellos
color rosa y azul, los colores que el sol al levantarse temprano a menudo le
daban a las olas del mar. Su cuerpo era delgado, igual que su cuerpo humano,
pero más alargado. Su largo y rizado pelo seguía siendo el mismo, sólo sus ojos
eran violeta, tan grandes en sus delicadas, puntiagudas, casi facciones de zorro.
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El Club de las Excomulgadas
tamaño por lo que presionó el exterior de sus brazos y le mostró su obra anterior,
no menos vergonzosa para él ahora que había sido reducida tan significativamente
de tamaño.
Pero no podía protegerla de sí mismo. Eso era obvio, ante sus ojos.
219
El Club de las Excomulgadas
Ella probablemente pensaba que estaba ayudando a un alma perdida, su
corazón de mujer giraba sobre el león herido como un gato herido en la casa de su
mente. Mientras recordaba lo que él había dicho acerca de su capacidad de eliminar
una espina de la pata de un león, el pensamiento aterrador se le ocurrió porque tal
vez ella sabía que se enfrentaba a un león. Sin embargo, permanecía dentro del
rango de todas formas, como si lo desafiara a hacer lo peor.
Concéntrate, maldita sea. Un joven podría manejar algo como esto. ¿Qué es
lo que le pasaba? Cerrando los ojos, Jonah provocó la fuente de luz en su alma,
construyéndola con una fuerza brutal, sintiéndose como un humano con un
cuchillo para raspar la última parte de la mostaza en un frasco de vidrio. Ruido,
ruido, ruido, como había visto a uno de los humanos en el comedor.
Ahí. Un hilo patético, pero que estaba allí. La luz provenía de sus dedos,
un bálsamo curativo que se extendía sobre su piel, hundiéndose en sus nervios,
enfriándose, entumeciéndose, reparando. Al ver que eso sucedía, la luz se
fortaleció dentro de él, llegando al poder, aun cuando su mente lo castigó por lo
Es necesario hacer la Unión Mágica. Para sanarte. Casi podía ver las palabras
en conjunto en sus hombros, con la advertencia subyacente levantándole los
pelos de punta.
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El Club de las Excomulgadas
su vida sexual en eso, se alejaba de ello, asqueado por la idea de dejar que la luz
blanca pura lo llenara. Se había puesto de pie en la presencia de la Dama antes, y
oh, por todos los dioses, lo que era la sensación. Tan... completa. Y, sin embargo,
le parecía que se le escapaba ahora. Si ella lo llamaba a su presencia, no estaba
seguro de poder estar delante de la luz blanca sin gritar en agonía.
— ¿Mi Señor?
Antes de que él pudiera responder, ella flotó hacia atrás varios metros,
haciendo una pirueta elegante. — ¿Lo ves? Apuesto a que incluso puedo volar
más y mejor. Pájaro viejo.
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El Club de las Excomulgadas
Cuando él echó una mano juguetona hacia ella, ella se deslizó fuera de su
alcance. Sin embargo, en lugar de iniciar la persecución que Jonah esperaba, ella
flotó en una cama de flores silvestres de color púrpura y rodó allí, en parte
desapareciendo a medida que se deleitaba en ellas.
Una sonrisa tiró de sus labios mientras la miraba, colgando sobre las
Cuando él hizo otro agarre falso de ella, ella se fue lejos con destreza. En
esa forma pequeña, estaba demasiado preocupado por hacerle daño, y sabía que
le daba la ventaja con esa maniobra. Y así lo hizo.
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El Club de las Excomulgadas
—Suelen venir cuando me transformo, — explicó ella, bailando entre ellas,
frotándose juguetona contra una mariposa, dando saltos mortales sobre ella,
mientras volaba hacia atrás. — No sé por qué.
Él sabía por qué. Ella atraía la vida en sus más ligeras, más frágiles formas
hacia ella, a juego con la ligereza de su corazón. Él extendió sus alas, probándolas,
a punto de unirse a ella.
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El Club de las Excomulgadas
—¡Ay!— Él se movió hacia atrás y logró llegar debajo de ella en un destello
de movimiento.
Ella cambió el rumbo y se deslizó por su pierna, utilizando uno de sus dedos
del pie para girar en un arco y dispararse de nuevo hacia arriba, haciéndole
cosquillas en la parte inferior de su pie con su envergadura.
224
El Club de las Excomulgadas
—¿Por qué la castidad se considera una virtud? La Diosa quiere que
disfrutemos unos de los otros.
— Tú eres mi cebo.
Girando en el aire sobre su cabeza de nuevo, ella se elevó más alto, pero al
pasar por la parte superior de un pino erizado en la punta, a unos sesenta y cinco
pies, él pudo decir que ella había llegado al límite de su altitud de vuelo. Las
mariposas salieron y se fueron volando hacia arriba, arriba, arriba.
—Eso es tan alto como puedo ir, Mi Señor, — dijo ella sin aliento.
—Sabía que me atraparías. Es por eso que lo intenté. Nunca había ido tan
alto.
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225
El Club de las Excomulgadas
La sencilla fe en su voz lo rompió a él. — Vayamos más alto.
La llevó por encima de los pinos y mucho más. Más, más alto, al cielo de la
noche donde las estrellas comenzaban a brillar, la evidencia de la victoria sobre las
tinieblas. Su luz no podía calentar, pero perversamente, su tacto podía, con sus
pequeños dedos contra su mandíbula, con su mejilla contra su oído mientras se
preguntaba en la inmensidad del cielo, la forma en que el mundo abajo, se veía
tranquilo y preparándose para la cama. Un murciélago se movió erráticamente
alrededor de ellos. Un búho le dio a Anna una mirada, pero se fue cuando Jonah
se movió, por supuesto alterado para asegurarse que un lado de su cuerpo
estuviera entre ella y el depredador.
—Qué cosa más maravillosa —susurró ella. —Mira, Mi Señor. Las luces
de esa ciudad, como un grupo de luciérnagas. Y los árboles, los soldados oscuros
que custodian al mundo. El espacio y el ambiente... — Él se volvió una y otra
vez, de modo que cuando llegaron a detenerse, ella se balanceaba en manera
inquietante, aunque su rostro estaba radiante. — Es el mar, sólo que es el cielo.
Lo mismo, pero gloriosamente diferente. — Algo suave entró en sus ojos. Como
ellos dos.
9
Silencio.
226
El Club de las Excomulgadas
Él no sabía si la idea había provenido de él o de ella, pero estaba ahí, la
fuerza de lo que sugería como una verdad que una vez había conocido, pero había
perdido. Como tantas cosas, tantas verdades que ya no se sentían fieles para él
nunca más, dejándolo en la oscuridad, burlándose de él mientras cometía un error.
Este momento solamente se sentía claro. Fuerte.
Ella asintió. — Sólo puedo imaginar lo que será verte volar cuando estés
completamente curado. Debe ser como ver a la Creación misma.
Él no supo qué decir a eso, a todos los ángeles les daba una feroz alegría
volar. Era necesario para ellos como la necesidad para una manada de lobos
correr, para una flor sentir el sol... Los músculos de sus alas estaban ardiendo
ahora, y el peso de sus pensamientos era lo que hacía difícil permanecer a esa
altura.
227
El Club de las Excomulgadas
A medida que los llevaba de vuelta a la tierra a regañadientes, ella no hizo
ningún comentario sobre la repentina decisión de descender, simplemente veía todo
sobre ellos, mientras caían.
Cuando sus pies tocaron el suelo, ella se agitó de nuevo en el aire. Se sentó
bajo un árbol, organizando sus alas para ahuecar su cuerpo a pesar de que él movió
una de las caderas para aliviar la presión sobre la articulación de la única ala. Anna
se acomodó en la parte superior de su muslo, que se extendía hacia fuera con él.
Entonces sacó su mano, con su toque como una caricia ligera... en su pene semi
erecto debajo de sus pantalones vaqueros.
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El Club de las Excomulgadas
El deseo la consumió. El deseo que experimentaba en su forma humana o de
sirena todo peligrosamente comprimido en la forma más pequeña de ella ahora.
Descendiendo debajo de su penetrante sentido, ella se posó en su muslo superior de
nuevo, justo encima de su respuesta endurecida. Mientras él se tendía junto a ella,
ella pasó su mano desde la base gruesa, a lo largo de la columna alta hasta donde
pudo alcanzar. Y saltó cuando él también lo hizo en respuesta, porque era como
enfrentarse a un gran depredador.
229
El Club de las Excomulgadas
Cabálgame pequeña. Ponme entre tus muslos y déjame sentir la pequeña viscosidad
de ti.
Ella no necesitaba que la urgiera. Había tenido el deseo desde que había
revoloteado hacia abajo, visto la arista debajo de sus pantalones vaqueros mientras
él la miraba con deseo en sus ojos, incluso en esa forma.
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El Club de las Excomulgadas
Pues aunque ella lo llevaría a la cúspide de esa forma, él se enterraría
profundamente en ella cuando se moviera. Ya había visto ese lado de él. Cuando
ella se burlaba de él, él lo aceptaba, pero con represalias, la reclamaba, tomando la
ventaja de nuevo. Ella esperaba eso con un calor estremecedor que casi la obligó a
moverse, mandando al diablo las consecuencias.
Pero ella no le dejó sacar la energía que necesitaba para sí mismo. Se puso
de pie, sentándose, con su mano apoyada en la cabeza surcada de su polla recta,
dura, y comenzó a mecerse sobre las puntas de sus pies contra su abdomen inferior,
arrastrando su estado resbaladizo sobre él, sintiendo el roce contra su clítoris que
la hizo quedarse sin aliento, con su vientre apretado en el vacío. Inclinándose,
chupó la humedad de su punta con su boca esta vez, él se estremeció y gimió y se
alzó en reacción, a punto de tumbarla. Ella tomó un control más estrecho con
sus piernas, meciéndose, montándolo en verdad, con su pelo balanceándose
hacia delante. Él suavemente se lo movió hacia atrás, con sus dedos temblorosos
por el esfuerzo de restringir sus movimientos y no hacerle daño. Su mirada
estaba fija en los ojos de ella mientras lo cabalgaba. Luego incrementó su
231
El Club de las Excomulgadas
sostenían su pelo hacia atrás, mordiéndolo duro y dejando una pequeña marcan en
su carne mientras su cuerpo se resistía, deseándolo.
¿Podría ella darle la Unión Mágica de esta forma? No le haría daño una vez
más, ella lo sabía. Incluso si él no quiera, ella era la única cosa que podría parar
esto, y sabía con el instinto de las mujeres desde el principio de los tiempos no se
detendría ahora. Mientras la lógica le decía que debería respetar sus deseos, la
intuición también le decía que obedeciera sin sentido, la primitiva urgencia que la
estaba tomando. Ofreciéndole la magia tan elemental como el conocimiento en este
momento de la respuesta de su cuerpo. Ningún pensamiento o análisis era
requerido.
— Anna. . . Diosa.
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El Club de las Excomulgadas
La magia lo llenó, acariciando su estómago, ingle, extendiéndose como el
calor. Jonah quería maldecirla, pero no podía. Se maldijo por su debilidad en su
lugar, y así dijo con dureza las palabras.
—No. — Él cerró la mano alrededor de ella, con tanta rapidez que ella
gritó en estado de alarma, a pesar de que era lo único que se le ocurrió hacer para
detenerlo. —No. Necesitas permanecer así un rato más, ¿no? Para estar
completamente curada.
Eso aumentó su temblor. Sus alas se cernieron sobre sus dedos curvados,
temblando. Debido a que sus fluidos corrían por sus muslos, la levantó,
utilizando sólo la punta de su lengua para quitárselos, para limpiarla, haciendo
un latigazo sobre los sensibles, hinchados tejidos por lo que ella se retorció en su
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El Club de las Excomulgadas
agarre, jadeando. Probándola, él la tomó con su dedo más pequeño, que aún era
grande, y apretó en sus pliegues húmedos. Sin dudarlo, ella abrió las piernas, con su
nombre revoloteando en sus labios. Él se movió hacia adelante, lentamente, y era
tal su confianza, que ella siguió quieta, ahora apenas respirando. El calor de su
estrecho canal pudo darle cabida a la punta redondeada antes de que él se obligó a
parar, sabiendo que la estaba extendiendo duro, pero deseando tanto ir más lejos,
sólo con un apéndice diferente.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Catorce
¡OSCUROS!
Faltaba una hora o así antes del amanecer, así que la noche estaba
envuelta todavía en la oscuridad. Anna estaba sentada, con una
mirada conocedora y con sus pequeñas alas pulsando cerca de su cuerpo. Su
Él tenía la intención de arrancarle las alas y usar su pelo para atarla a una
rama, pero no había tiempo. Ellos se acercaban, rápido, y él no tenía arma.
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—Espera, pequeña.
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viscosas pasaron a través de él, cerrándose alrededor de su cintura. Dos más se
lanzaron de frente, silbando. Él se dio la vuelta, dando un salto mortal, con el ala
dando un golpe tan fuerte que derribó a un Oscuro, usando los puños para sacar el
segundo, pero fue cayendo en picada, perdiendo el equilibrio y la fuerza, eso no era
lo que debería pasar.
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El Club de las Excomulgadas
no correría el riesgo de que le cayera un rayo. No haría de su último acto
consciente el matarla, a su niña tonta, aunque lo fuera.
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El Club de las Excomulgadas
Un último silbido siseó, como un fuego rugiendo, y el bosque quedó en
silencio.
Jonah salto desde las ramas, casi cayendo al suelo cuando su ala
inicialmente no lo apoyó como esperaba, y demasiado apurado. La sangre corría
por su espalda, diciéndole que el punto de unión se había roto de nuevo. El ala
había tenido un duro golpe, tanto por la forma en que la había presionado y el
hecho de que los Oscuros parecían saber a dónde apuntar específicamente. No
importaba. Sólo una cosa importaba.
Anna.
—Estoy aquí, Mi Señor. — Ella salió de entre el follaje, una vez más
humana, colocándose la falda del vestido ligero hacia abajo alrededor de sus
caderas desnudas. —Estoy aquí. — Fue derecho a él, con sus ojos brillantes en
Ella puso sus manos en las suyas antes de que siquiera se diera cuenta de
que las había extendido, y le dio una sonrisa tranquila. — Me gustaría decir que:
Los ángeles no son aburridos compañeros de viaje, Mi Señor.
Hubo un temblor en sus dedos, y su rostro estaba pálido, pero sereno. Ella
estaba en calma. Mientras que él se sentía como si tuviera que rasgar y abrir a
más Oscuros. O vomitar.
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El Club de las Excomulgadas
—Necesitabas mi ayuda. — Sus labios lo confirmaron. —No iba a
esconderme en los matorrales mientras luchabas solo.
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oscuros y sin expresión. El poder vibraba con tanta fuerza de él que ella se mareó,
después de todo el estrés de los últimos momentos. Se tambaleó.
—En efecto. — Hiciera lo que hiciera, el peso del aire caliente se levantaba
considerablemente, y ella pudo jalar una limpia, aunque poco estable
respiración. —No has respondido a mi pregunta. Tienes suerte que tu joven
amiga tenga una aliada. David obtuvo una declaración de El Engendro Oscuro,
de que estabas en peligro.
Luc le dio una mirada una vez más. — ¿De verdad buscas una respuesta a
esa pregunta?
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El Club de las Excomulgadas
—Estas donde deseas estar, — Lucifer repitió. — ¿Cuando los Oscuros te
den seguimiento como perros detrás de un fugitivo, y si te cogen, puede servir a tu
propósito?
David contuvo el aliento. Luc pareció irse tan tranquilo que todo en él fue
capturado en reacción congelada. La mirada de Anna pasó entre los dos ángeles, el
frío miedo aumentó en ella. Algo no iba bien aquí. Ella se daría cuenta por el
creciente erizamiento del pelo en su nuca, aunque no era por el silencio del ángel
de la oscuridad, advirtiendo a cualquier criatura con un poco de instinto de
supervivencia. La cara de Jonah se había cerrado, excepto por una energía
latente en sus ojos que no presagiaba nada bueno.
—No hay victoria final, porque no dejarán de venir. Sino hasta que
consigan lo que quieren.
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El Club de las Excomulgadas
completamente y fríos, escalofriantes, como en su sueño. —Cuando lucho contra
ellos, no sé dónde empieza o termina, o si incluso hay alguna diferencia. ¿Qué
importa que sangre bañe mi espada? Se trata de la muerte. Luchamos y luchamos,
Luc. Porque se supone que debemos. Porque no podemos tolerar la presencia de los
Oscuros cerca de nosotros. Como si estuviera en nuestras propias células, lo
hacemos exactamente para lo que nos has creado.
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El Club de las Excomulgadas
Lucifer dio un paso adelante de nuevo, con su rostro terrible y frío. El calor
se extendió por el claro del bosque, los fuegos del infierno amenazaban, lo
suficientemente calientes que picaban la piel. Su atención se disparó a Jonah, la
expresión sombría con anticipación en su rostro.
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El Club de las Excomulgadas
—Estoy cansado y deseo que me dejen solo, — dijo Jonah, con sílabas
precisas, recortadas, con los ojos todavía oscuros y planos, a pesar de las llamas de
color rojo que se habían apagado de vuelta. —Eso es todo. Si es mi voluntad
volver, lo haré. Hasta entonces, la dama encontrará todo lo que pueda, cualquier
cordero de sacrificio para sus preciosas mascotas humanas. Ya he terminado de ser
su pastor.
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El Club de las Excomulgadas
—Yo no estaría tan seguro de eso, — murmuró David. —Fue una caída
fuerte. Aunque temporal, — añadió ante la mirada ardiente de Luc. —Para
protegerlo.
Anna se sintió un poco mal por el líquido que fluía hacia el mango, después,
Luc parpadeó, y la sangre se había ido, la letal hoja estaba limpia y reluciente. Por
alguna razón, la vista de eso la alteraba aún más.
—Bien. Por que será un día frío en el Infierno antes de que te ayude otra
vez. ¿Cuánto tiempo estará ella a salvo contigo, hmm? — Luc miró a Anna, y
luego le dio una segunda mirada, más lenta. Ella lo vio notar cómo el viento
arrasaba la blusa del vestido contra sus pechos no consolidados, mientras sus
muslos estaban expuestos.
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El Club de las Excomulgadas
—Por ahora, — Anna puso un tono conciliador, aunque Jonah le dirigió
una negra mirada.
La mirada de Luc cambió entre ellos. Por un momento, Anna pensó que
David se había mordido de nuevo una sonrisa sorprendida, pero luego tosió y no
pudo estar segura.
Ella se volvió para ver que algo vital cambiaba en la expresión de Jonah.
Cuando él negó, por primera vez, rompió el contacto con la mirada de
Lucifer. —No puedo estar contigo ahora, Luc. No tengo ningún deseo de volver
a eso.
Por el sonido crudo de las palabras, Anna pensó que algo estaba luchando
dentro de él, dejando huecos que sólo servían para ser llenados con la furia de la
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El Club de las Excomulgadas
Él inclinó la cabeza, la estudió por un largo momento, insoportable. Era
todo lo que podía hacer para no retroceder. —Si lo haré, — dijo al fin, —tal vez
me gustaría conocer la manera de desbloquear ese escudo que ha levantado en
contra de todos nosotros. Mi Señora dice que le tomará algún tiempo, pero ella es
paciencia. Simplemente yo soy el fuego.
Anna tragó. Tener a alguien que amaba como a un hijo por mucho
tiempo, y luego perderlo. . . — ¿Qué edad tiene Jonah?
—Más de mil, por lo menos, — dijo David en voz baja, y Anna trató de
ocultar su sorpresa.
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El Club de las Excomulgadas
Lucifer parpadeó una vez, un breve respiro de la intensidad de su mirada. —
Sí, Ronin es parte importante de lo que ha sucedido. David lo es, también. Él había
comenzado a amar a David de la misma manera, sólo cuando perdió a
Ronin. Sospecho que Jonah sentía que no podía soportar perder más hijos.
Anna dejó escapar un suspiro. Bien, así que en realidad no había perdido
el miedo y el asombro de los ángeles. Lucifer era aterrador. Magnífico, sí, pero
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El Club de las Excomulgadas
parecía aún más formidable y espantoso en su reservada calma que Jonah de mal
humor, de tal manera que se alegró de que no hubieran llegado a las manos.
—Son muy parecidos los dos. Las cosas no van bien, cuando no están de
acuerdo, — comentó David, como si le leyera el pensamiento.
David estuvo a punto de sonreír. —No, pero sin duda podría azotar a los de
arriba, si no tuvieran el control que tienen. Pueden empujar a la Tierra fuera de su
eje, alterar completamente las mareas y destruir la vida tal como la
conocemos. Simplemente parece que no pueden encontrar la manera de ponerse
de acuerdo sobre ciertos puntos. Tienen un poco de la terquedad de tu bruja,
ahora que lo pienso.
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El Club de las Excomulgadas
Ella asintió. —En su interior, él todavía sirve a la Diosa. Sólo
parece. . . enojado con ella, — se mordió el labio y agregó, — sin ánimo de ofender
Su intención.
Si bien una mirada perturbada cruzó por su rostro, David asintió. —Ya me
lo imaginaba, pero es una cosa difícil para los ángeles hablar, y mucho menos
contemplar. Así que aunque me duele dejarlo así, es obvio que nuestra presencia no
ayuda. Luc está en lo correcto. Tenemos que ir a prepararnos para lo mejor y lo
peor que pueda suceder.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Quince
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El Club de las Excomulgadas
extrañar que el viento besara su rostro, lo acariciara. Pero no había alivio en su
frente, no tenía sentido no traerle algún consuelo.
Cuando ella estuvo junto a él, dudó, y luego abrió su mano sobre la
coronilla de su cabeza. Los pétalos flotaron hacia abajo, aterrizando en su puño
cerrado, en su pelo, cayendo sobre sus hombros y espalda. A pesar de su
advertencia, ella siguió su descenso con sus propios dedos, acariciando su cabello
lleno de sangre. Había manchas de color carmesí y marrón por su espalda,
oblongas manchas de piel limpia donde sus alas habían estado. Ella se agachó,
poniendo sus labios contra su cuerpo allí.
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El Club de las Excomulgadas
Siempre había sido simplemente quién era, una forma cambiante, sin un
lugar real, sin necesidad de ser cualquier cosa excepto lo que ella misma
exigiera. No había tenido nada con ella que la definiera de sí misma. Incluso podía
cambiar si así lo deseaba. Por el contrario, sentía a Jonah luchando con el núcleo
de lo que era, y la batalla estaba ocurriendo en esas aguas marcadamente fétidas,
ella se preguntó cómo podía ver un camino seguro de nada. Cómo alguien podía.
Era poco más que un susurro, pero su cabeza se levantó como si hubiera
gritado. Sus ojos estaban desenfocados, salvajes. La sangre en su cara lo hacía
parecer un salvaje primitivo. — ¿Qué puedo hacer para ayudarte? — Preguntó.
¡Ah, la Diosa! Quería separarse de su piel, dejar todo lo que estaba detrás,
y sabía que no podía hacerlo. Los recuerdos le seguirían, todavía lo perseguían.
Él estaba muy sucio. Apestaba a Oscuro, y sabía que no tenía por qué
tocarla, pero sus brazos estaban terminando alrededor de su cuello...
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El Club de las Excomulgadas
La tumbó en el suelo, con su mano en su garganta, sosteniéndola quieta, con
la mirada fija en ella. Podría encajarla con apenas un pensamiento.
Pero ella no tenía miedo, no de él. Temblaba, sí, pero era dócil bajo su
dominio, confiando en que no le haría daño.
No había nada más despreciable que un hombre que hería a una mujer
por alguna otra razón que los demonios dentro de sí mismo. Sin embargo, los
demonios eran difíciles con él en este momento, y Anna estaba dispuesta a darle
No. Era un señor del cielo, siempre en control. Quería que ella
enloqueciera, tan loca como se sentía él. Se retiró y pasó las piernas encima de
sus hombros, levantándola para poner su boca entre sus piernas. Enrolló sus
brazos alrededor de sus muslos, mientras perdía la capacidad de aferrarse a algo,
chupó su clítoris con su boca, metió la lengua profundamente dentro de ella,
probándose a sí mismo y a su dulzura, sintiendo sus estremecimientos, oyendo
sus gritos.
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El Club de las Excomulgadas
La chupó sin piedad hasta que inundó su boca. Pero luego siguió su camino
mientras ella gritaba por la estimulación sobre sensibilizada piel, ella se retorció. Él
podía mantenerla sin esfuerzo, mientras la lucha se disparaba en su sangre. Era
suya. Suya. No la soltaría hasta que dejara de luchar, y cuando lo hiciera, vería que
estaba débil, con los ojos vidriosos y la garganta desnuda por él. Bien.
—Detente.
Ella lo dijo en voz baja, tan baja que no la debería haber registrado en
absoluto. Pero fue como el leve susurro de una brisa suave, inesperada durante la
furia de su tormenta. Jonah se detuvo, jadeante, con las manos sujetando con
fuerza las muñecas llenas de moretones, con su cuerpo presionando duro en ella,
como si estuviera golpeando su atormentada alma. Como si de alguna manera se
lo diera y lo mirara con esos ojos. Sólo que no con la acusación que esperaba,
sino con algo más difícil de enfrentar.
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El Club de las Excomulgadas
salvajemente, apoderándose de ella cómo lo haría con un oponente. Por un
instante, en sus ojos oscuros, había visto... el mal. El odio.
Mientras que Mina no había dicho la edad que tenía Jonah, Anna no tenía
duda de que había estado luchando contra los Oscuros durante siglos. Y ahora
sabía que había estado alrededor de más de mil años. Las batallas que había librado
se habían llevado a cabo en zonas diezmadas por la peste, en las nubes de humo
que se elevaban encima de las cámaras de gas de los campos de concentración,
en los mataderos y en las fosas comunes cavadas por los dictadores y los
conquistadores, sobre el suelo desnudo despojado de los bosques y las casas de
todas las criaturas de allí. . . donde los humanos creaban el mal como no podía
ser imaginado. No sólo tenía que ver más adelante, se había enfrentado a las
criaturas que habían desgarrado los agujeros en el firmamento y que habían sido
llamados por el mal. Los ángeles que lo seguían en esas batallas, los que
entrenaba, los que cuidaba igual que a sus propios hijos, a menudo morían.
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Una silencio en respuesta, y cuando ella le jaló la cabeza hacia abajo, la
mirada de Jonah se movió a la zona en donde le había mordido. La huella de sus
dientes eran visibles.
—Pequeña...
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El Club de las Excomulgadas
sus dedos pasaron por su rostro, era como si eso no importara. Como si la sangre
no importara, como si pudiera ver más allá de algo que no podía ver por sí
mismo. El clímax fue intensificándose a un nivel que nunca había experimentado
antes, y sin embargo su control ya no era evitar hacerle moretones. Se había
desviado hacia abajo sobre ella, tenía los codos a cada lado de su cabeza, con sus
frentes tocándose, presionadas juntas. Sus nalgas se cerraban a medida que
empujaba, de manera inconsciente y natural como respirar. Deslizándose en su
profundidad, retirándose, metiéndose de nuevo, sintiendo sus músculos
terriblemente apretados que lo sostenían, acariciándolo. Sus piernas se levantaron,
atrapándolo, y como un sinuoso rollo, perfectamente sincronizado, como el
vaivén de las ramas de los árboles anteriores, el movimiento del viento, el ritmo
de la tierra.
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El Club de las Excomulgadas
Yacieron silenciosamente por un tiempo, con su mandíbula apretada contra
su mejilla húmeda, de modo que las lágrimas en su rostro se transferían a su piel.
Jonah le dio una mirada irónica, lo que indicaba que era más que
físicamente capaz de tomar esa decisión por ella. Tenía los labios apretados. —
No es una decisión que debes tomar por mí.
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El Club de las Excomulgadas
lado. Acercándose a él, ella se tendió sobre su pecho. — ¿Lucifer y David te dijeron
cuál es la mejor manera de manejarme?
—Te respetan demasiado para hacer eso, Mi Señor. Y soy tuya para
mandar.
Pero no había realmente temor en ella hasta que él había hundido sus
dientes en su pecho y ella había visto un ligero rastro de malicia en su
mirada. Por ese instante, había querido que Lucifer y David no se hubieran ido.
No. No podía pensar de esa manera. No era Jonah. Era la oscuridad, ella
temía, las emanaciones de un eco frío lo que había sentido de esas terribles
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El Club de las Excomulgadas
criaturas esa noche. ¿Jonah podría sucumbir, convertirse en uno de ellos?... ¿Era
eso lo que Lucifer había dado a entender que el veneno podía hacer con él? No.
Ella lo llevaría al chamán, y todo estaría bien.
Colocando sus brazos más cerca de él, hundió los dedos en su pelo, y puso el
rostro de él en su garganta, para sentir su aliento allí. Lo amaba. No sabía si le
encantaba la idea por lo increíble que era, o por el hombre mismo, pero no
importaba. El hombre y la idea eran los mismos. Ella creía eso, creía en él. Tenía
que ayudar para que él se restableciera si es que había alguna escasa posibilidad de
hacerlo. Los dos ángeles parecían pensar que ese era el caso. Incluso Mina lo
había insinuado.
Ok, por lo que Lucifer había dicho ella era la única que podía hacer
cualquier cosa por Jonah, que era un poco diferente. Pero tomaría ese
pensamiento y lo reforzaría.
—Mía, — había dicho hace un momento, como si ella fuera una esclava,
de su propiedad.
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El Club de las Excomulgadas
contra su corazón, era una fantasía infantil, pero se sentía enganchada a la otra
mitad de sí misma.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Dieciséis
El calor del día había pasado desde hacía mucho de opresivo. Cuando Anna
miró a Jonah, vio que, a pesar de su forma humana, en su interior era todavía un
ángel, su piel apenas brillaba por el sudor. Parecía relajado, andando y admirando
el paisaje que les rodeaba, mientras ella estaba segura de que cada célula de la
superficie de su piel estaba respirando con dificultad.
A lo lejos, suaves formaciones grises de lo que pensaba que eran los restos
de cráteres volcánicos en las montañas. Jonah señaló que esas áreas no tenían
ninguna vegetación. Pero le dijo que los mamuts y los tigres dientes de sable una
vez pasearon por allí.
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El Club de las Excomulgadas
Jonah se echó a reír. — No, por poco. Su tiempo fue mucho antes que el
mío. Pero los ángeles realmente tienen ocasiones muy esporádicas y reglamentadas
para moverse a través de las puertas del tiempo, y fue un período del cual se me
permitió un breve vislumbre.
—Los astronautas se han entrenado en esta área por esa misma razón.
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El Club de las Excomulgadas
ella mientras se recuperaba en la parte trasera de camionetas u otros todoterrenos
que eran el transporte predominante en esa remota zona.
A medida que subía las escaleras al porche de madera del comercio, notó
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El Club de las Excomulgadas
momento extra para mirarlo. La forma en que caminaba, la sensación invisible de
sus alas, aunque fuera mucho más estable en su forma humana ahora.
Una mujer de mediana edad con los ojos cansados y un rostro surcado de
arrugas, pero con una sonrisa agradable dirigía el lugar. Se presentó como Pat, y le
ofreció cualquier tipo de ayuda, y luego siguió trabajando en los recibos. Anna
vagó, encontrando algunas opciones de mercancías irónicas, incluso con una
camiseta con la conocida frase, “Nunca conduzcas más rápido de lo que tu ángel de la
guarda pueda volar.” Utilizó el baño para ponérsela, así como un par de
pantalones de algodón cortos, ligeros y unas zapatillas de deporte que sabía que
serían mejores para la zona que su vestido y sandalias. También había un ángel
con una cabeza balanceante al que no pudo resistirse. Lo ató a la parte superior
de su mochila, que había traído con ella para empacar todos los suministros que
comprara.
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—Tal vez Dios mantiene la esperanza de que nos cuidemos por nosotros
mismos — comentó él. — A diferencia de mi abuelo ahí, sentándose en su trasero,
dejando que el mundo cuide de él.
—Sí, sí. — Él hizo un gesto a los estantes. —Solía hacer esto. Ahora estoy
atrapado aquí haciéndolo porque él es solo un bulto. No hay nada incorrecto para
él. Tal vez iré a luchar una guerra estúpida de cien años atrás, entonces podré
escurrir el bulto cada vez que haya algo con lo que no quiera tratar —pisó fuerte
mientras salía a la parte trasera del otro cuarto a por otra caja.
Pat apretó sus labios con fuerza, y Anna notó un temblor en sus manos
cuando le tomó el dinero por sus compras. —Lo siento — murmuró. — Esto ha
estado creciendo durante la última hora. Creo que sólo entraste en el momento
adecuado para que él explotara.
—Está bien.
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El Club de las Excomulgadas
—Y a ti — dijo Anna.
Pat se quitó deprisa las lágrimas con el dorso de la mano. —No es culpa de
Gabe. Lo ha hecho muy bien estos últimos años, pero nunca ha… Bien, nunca ha
sido el que era antes de la guerra, según Alan. Volvió a la tienda cuando Alan tenía
diez años, y ha estado entreteniéndose solo aquí como un fantasma durante todos
estos años. La madre de Alan se tuvo que ir y hacer todo en su propiedad… — se
detuvo, la mortificación cubrió sus rasgos—. Dios, escúchame. Lo siento tanto. No
puedo creer que te esté contando esto. No te conozco siquiera.
—Está bien — repitió Anna. — Supongo que no tienes a mucha gente con
la que hablar sobre esto por aquí.
—No — Pat inclino su cabeza con una sonrisa leve. — Hay un grupo que
nos reunimos, pero a veces simplemente todo se queda tan tranquilo, que creo
podría volverme loca. A Alan y a mí nos encantaba esto, el aislamiento, el
paisaje, pero era porque nos teníamos el uno al otro…
—Espero que todo esté bien — dijo Anna suavemente detrás de la mujer
cuando salió detrás de la cortina que separaba la tienda de lo que supuso era el
almacén o el área donde vivía la familia. Sacó otro par de billetes de la cartera y
los puso en la caja registradora, esperando que eso ayudara.
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El Club de las Excomulgadas
conversación por lo visto no era necesaria. Pero había un inusual sentido de…
unión en la postura del uno hacia el otro.
Su corazón latió con fuerzas en sus oídos, retrocedió a la tienda. Había algo
más que quería preguntarle a Pat.
Si el siguiente que los recogía pensaba que era raro que Anna le pidiera
que los dejara en un punto de la carretera donde no había nada más que desierto
a ambos lados, no comentó nada. El guardabosque que se dirigía a su puesto en
la Reserva del páramo de Black Rock por lo visto estaba acostumbrado a
excursionistas o a científicos en el área, a pesar de que verificó que tenían el tipo
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El Club de las Excomulgadas
que acababa de dejarlos, afrontando en su lugar el paisaje del desierto que se
extendía ante ellos.
Puedo hacer esto. Debo hacer esto. Jonah no hará esto sin mí. Este es mi objetivo.
— ¿Te preocupa perderte? —La voz de Jonah sonó por encima de ella, a
su izquierda, y sintió el roce de su cuerpo contra su brazo, como su consuelo.
—No. Tengo el mapa mental de Mina —Le recordó, con una mueca. —
Creo que de alguna manera ese hechizo es también la forma en que nos ha
estado siguiendo. ¿Cómo sabía dónde estábamos y que también estábamos en
peligro la otra noche, para que pudiera enviar a David y al otro ángel a nosotros?
Déjalo para que te lleve a asumir la verdad en lugar de aceptar la idea absurda pero
cortés de que había olvidado su nombre.
—Tal vez para un ángel, que puede enfrentarse de tú a tú con él, pero
para el resto de todos los mortales, da un poco de miedo. Ya sabes, tú das un
poco de miedo.
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Se paró, con sus ojos cerrándose por lo que casi desaparecieron cuando frunció el
ceño. — Estás tratando de matarme.
— ¿Cómo qué? —La voz de Jonah era neutra. Se agachó para mirar una
Jonah presionó su mano en una roca plana, haciendo que mirara la forma
que sus dedos se curvaban. Inclinando la cabeza, él la miró, entrecerrando los
ojos. Llevaba una de las viseras que había comprado para dar sombra y proteger
del sol a sus ojos y cara, pero eso no hizo que sus ojos oscuros fueran algo menos
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intensos, capaces de alcanzar dentro de ella con su antiguo conocimiento, las cosas
que él había visto y que sabía.
Sabía que debería sentirse increíblemente tonta por pensar, incluso por un
momento, que los trucos psicológicos humanos podrían aplicarse a él. Pero cuando
los había visto a los dos allí, había oído el agudo chasquido en su mente, el sentido
de que había obtenido una pista y que tenía que seguirla.
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Quizás, pensó con desaliento, era mejor para ella no confiar completamente en su
intuición tan implícitamente, a la hora de tratar con un ángel. Entonces, él se paró,
regresó justo cuando ella comenzaba a caminar penosamente junto a él, y le quitó
la mochila.
Tanto como ella quería decir que sí, temió que no pasaría mucho tiempo
antes de que no hubiera otra opción. Así que por ahora puso reparos, indicando
su deseo de caminar. La tuvo siguiendo detrás de él, dándole instrucciones para
que siguiera sus pasos para poder impedirle meterse en lugares donde la suave
arena volcánica se hacía más profunda de lo esperado, o los lugares donde la
cubierta vegetal arañaría sus piernas. También había algunas serpientes
venenosas o bichos que debería evitar. A cambio, ella habló si se alejaban de la
Mientas que la había animado varias veces al inicio de su viaje para que
volviera a atrás, Anna sabía ahora que realmente no había querido nunca que
ella se fuera. Si era una dependencia malsana en ella o algo más que jugaba en su
imaginación, dando a sus pensamientos alternativamente preocupación y calor.
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rompió su sociable silencio. Eso, y las criaturas del desierto, insectos y aves que
hacían sus llamadas duras, gorjeos, trinos y respiraciones. A la mayoría no los
veían, pero luego él indicó un lagarto de color dorado y negro grande.
Ella hizo una mueca, y luego le vio estudiar su cara, sus ojos clavados en
lo que ella sabía era un cutis pálido. Ajustando su sombrero, ella se levantó y
volvió al camino y a su juego.
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andaba con paso lento hacia adelante, indiferente. Jonah guió a Anna en un amplio
arco alrededor de la criatura.
—Seguramente él no es un peligro.
Él le dirigió una de esas sonrisas devastadoras que podían hacer que los
dedos de sus pies se doblaran. —Cuando se trata de las creaciones de la Señora,
tengo acceso a la biblioteca universal. Tan pronto como veo algo, puedo traer
información al respecto a mi cabeza. Pero después de tantos años, he conservado
una gran parte de él. Los ángeles tienen enormes niveles de memoria, por lo que
rara vez tengo que entrar en la biblioteca a menos que sea algo nuevo que no
haya visto antes.
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El Club de las Excomulgadas
—Tendré eso en mente — dijo ella secamente.
—Cuando llega la oración, no se parece a Santa Claus que va con una lista
detallada. Ella ve a través de los tiempos, sabe como se supone que las cosas tienen
que adaptarse y trabajar para cada uno en la vida y la forma en que todo se une.
Por lo tanto, sabe si es un deseo bueno para concederlo o no. Entiende cada
ondulación en la charca. Al menos eso es lo que la mayoría cree.
Jonah se giró para estar enfrente de ella. —Por supuesto. A pesar de que
ha pasado mucho tiempo. Tal vez cincuenta años. No como Lucifer o Michael.
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El Club de las Excomulgadas
—Michael es un ángel de Completa Sumisión. Y Lucifer puede serlo, pero
mantiene la boca cerrada acerca de su estado. Un ángel de Completa Sumisión está
permanente, completamente abierto a la mente de Ella, con la voluntad Suya para
dirigirle. Le das todo de ti mismo, sosteniendo un espejo a su propia alma. Michael,
Gabriel, Raphael todos están en Completa Sumisión. Lucifer está a cargo de lo que
los humanos llaman el infierno, pero se trata de redención y justicia, no de
condenación eterna, a menos que alguien sea obstinado, demasiado terco para
aprender.
—Un par de veces. Estoy seguro de que hay una atractiva paz en ello,
tener tu ser perteneciendo a otro. Pero no estoy listo para abandonar esto.
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—¿Sospechas que tu sabiduría es mayor? ¿Por qué no me parece tan
sorprendente, Mi Señor?
—Así que cuando fuiste herido y caíste al océano, podrías haber llamado por
ayuda. Pero no lo hiciste.
—No lo hice. Tal vez debí hacerlo, por ninguna otra razón que para
mantener a una sirena fuera de problemas. — Echó su pelo recortado, sobre su
espalda, y ella lo apartó fuera de su alcance, frunciéndole el ceño.
—Yo también, prefiero tomar mis propias decisiones con respecto a ti, Mi
Señor. Como dije antes, y tal vez por los mismos motivos. No estoy
completamente segura que tú decidas mejor lo que sea más adecuado para tu
— ¿En serio?
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encima de las puntas de los arbustos greasewood que rozaban su cabeza. Encima,
las nubes blancas flotaban perezosamente contra el cielo azul.
— ¿Qué podrías estar haciendo en un día como hoy? —Ella convirtió su voz
en un susurro tranquilo contra su sien. —Si estuvieras en el cielo.
Él sonrió. — ¿Qué mejor actividad para el ocio hay allí? —Giró sobre su
talón, girándola en círculos, y ella apretó sus brazos alrededor de su cuello. Era
un dichoso alivio ser llevada. El cansancio había estado acercándose y no estaba
segura de cuánto tiempo más podría seguir su ritmo. O tal vez por eso la estaba
llevando. Sabía que era mucho más perspicaz de lo que le hubiera gustado para
sentirse cómoda. No se lo pasó por delante por haberla molestado en conseguirla
sobre su espalda.
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El Club de las Excomulgadas
Así vivirían para otra batalla, para otro riesgo. Pero en lugar de dar voz a su
aleccionador pensamiento, ella tiró de su pelo. —Diez mil ángeles. ¿Te saludan?
¿Te llaman señor?
—Ahora mismo sospecho que mis capitanes me están llamando una gran
variedad de nombres, y ninguno será respetuoso. — Una sombra cruzó su mirada.
Después, le pellizcó en la pierna. — Pero estás siendo imprudente ahora.
—Me gusta verte sonreír, y parece que eso te hace sonreír. Tal vez debería
sugerírselo a tus hombres.
Jonah miró. A lo lejos, una de las formaciones rocosas, con sus coloridas
capas de piedra arenisca incluían una cabaña de roca incorporada a su lado.
Cuando se acercaron más, Anna estuvo asombrada de ver cómo era, con una
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El Club de las Excomulgadas
Además de que, basada en la experiencia de su noche anterior, meterse en un lugar
donde no pudieran ser vistos parecía una buena idea.
—¿Y si nos quedáramos aquí por la noche? —Le preguntó Jonah, al parecer,
leyendo sus pensamientos.
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El Club de las Excomulgadas
Además, sabía lo que era la tragedia y el aislamiento, por lo que su
inocencia no era ingenua y la llevaba en su alma. En todo caso, se sentía como si
ella sostuviera la llave de un secreto que él no podía comprender. Aunque
sospechaba que había pasado mucho tiempo de tener el estado de ánimo de aceptar
ese conocimiento si alguna vez llegaba a saberlo, mientras ella lo llevaba, pensaba
que sólo estar cerca de ella le dejaría dar algún sentido de la paz que sacaba de eso.
Y, más que una búsqueda inútil, era probablemente que por eso la hubiera
mantenido con él.
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El Club de las Excomulgadas
—Nada. Estoy bien. Estaba pensando en lo diferentes que somos el uno del
otro.
—Pero has visto tanto que yo no he visto — dijo ella rápidamente. — Dime
algo que no sepa, algo que no pueda imaginar que jamás haya existido. Puedo
imaginar esta cabaña, porque tendría sentido. Dime algo totalmente inesperado,
algo que me haga sonreír, pero que me sorprenda.
Ella había querido una historia de algo que nunca podría haber
imaginado, algo que la tocara y la sorprendiera, y él había hecho ambas. No le
sorprendió que él hubiera sacado la cosa perfecta de su milenio de
conocimientos, pero estaba silenciosamente encantada a pesar de todo. Pasó las
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El Club de las Excomulgadas
manos sobre las plumas que se cerraban alrededor de ella, pensando en ello. Un
extraño que proporcionaba un crudo servicio para una función corporal, sí. Pero
también era una persona, íntimamente en contacto con otra, para proporcionar un
acto de cuidado… algo como eso. Cuando él apretó el recinto a su alrededor, ella se
levantó, volviéndose dentro de los pliegues, con escalofríos cuando sus manos
encontraron sus brazos. Ella simplemente no podía pensar cuando la besaba como
hacía ahora, profunda y completamente, sosteniéndola cerca de él, con aquellas
alas protegiéndola por todos lados, trayendo frescura ante el sol y seguridad.
—Eres tan modesto, Mi Señor. — Ella se rió y esquivó bajo él, tratando
de ocultar el tambaleo y decidiendo suponer que su vertiginoso beso lo había
causado. — Vamos a mirar en la bodega. Podría ser el lugar perfecto para pasar
Ella tiró de la puerta del sótano, cuyo candado se había roto hace mucho
tiempo, dejando un chirrido y una cadena oxidada. Jonah le ayudó a abrirla. El
chirrido de las bisagras fue como el gemido de los huesos de un anciano, y el olor
que salió fue de aire atrapado, de cemento húmedo… y de algo más.
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El Club de las Excomulgadas
Jonah estudió la forma de la oscuridad. No era una gran área, aunque lo
suficientemente amplia para que dos personas pasaran la noche. O más. Y estaba
más fresco, al estar bajo el suelo.
Otro chillido. —Prefieren ser habitantes del sótano. Sienten que la rima es
poco digna, — dijo Jonah con sequedad.
—Por supuesto.
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El Club de las Excomulgadas
Ella sonrió. — ¿Entiendes todas las lenguas, Mi Señor?
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El Club de las Excomulgadas
Asintiendo, ella comenzó a tararear. La criatura la miró, con ojos brillantes,
luego se levantó sobre las patas traseras, balanceándose con la melodía. Esto le dio
sentido a su forma, recordándole algo como un oso con pelo, largo y fino o a un
hurón grande. Su piel parecía tener un aspecto suave y elástico. Ella cantó para que
se calmara, diciéndole que no querían hacerle daño, infundiendo la calma de la
magia. Cuando terminó, él se recostó cómodamente en su oscuro rincón,
mirándolos, pero ahora con más curiosidad que con otra cosa.
Había una vieja librería en una esquina, sugiriendo que esa cabaña había
sido una vivienda más permanente para alguien en los últimos veinte años, tal
vez para un investigador estudiando los volcanes, y que había ido para
almacenar sus instrumentos o su almacén de agua.
—Un poco. — Estaba cansada, pero ahora que la noche caía, necesitaba
su proximidad más que el sueño. Era algo que no podía explicar, pero de
ninguna manera cedería a su cansancio antes de que ella pudiera tener esa
proximidad, tirar de él hacia ella, tirarse sobre él. La prueba física de que no
estaba sola, de que él estaba allí y que ella estaba haciendo lo que debía.
Humedeciendo sus labios, echó una mirada hacia allí. Cuando él registró su
deseo, una llama brilló en sus ojos, encendiendo el mismo calor en la parte baja
de su abdomen también. El hecho de que ella estuviera cada vez más débil y no
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El Club de las Excomulgadas
fuera capaz de esconderlo de él mucho más tiempo la golpeó de nuevo,
aumentando tanto la nostalgia como el calor.
Un chillido tranquilo, y uno de siete dedos en la punta del pie con garras
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El Club de las Excomulgadas
sensible pecho en el calor húmedo. Chupandola profundamente, envió zarcillos
líquidos que se extendieron a su vientre por el resto de sus órganos vitales como si
una criatura viva se desplegara dentro de ella, primitiva y necesitada, y quizás lo
era.
Con un poco de esfuerzo ella subió sus piernas arriba y alrededor de sus
caderas, que la llevaron más cerca. Obligado, él puso sus manos bajo su trasero,
moviéndolos hacia la cama improvisada. Entró en ella, con el pie firme. El calor
reverberó a través de él y, entonces…
Ella abrió mucho los ojos cuando sus alas se escondieron cerca de él, y
todas sus plumas se soltaron inmediatamente, cayendo como una masa pesada,
rellenando con ellas el marco de la librería.
Anna jadeó, mirando las pequeñas plumas flotar hacia atrás por la
sorpresa, aterrizando sobre su pelo ligeramente haciéndole cosquillas contra su
piel.
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El Club de las Excomulgadas
Su silencio fue cargado, todo transmitido por el calor de sus ojos
completamente negros, por el apasionado agarre de sus manos, por el movimiento
urgente de su cuerpo entre sus muslos, extendiéndola más abierta, teniendo más
impacto que una corriente de palabras seductoras. Ella no se sentía como una ninfa
o una mujer que hubiera seducido en el pasado. Él la consideraba suya, alguien que
se acoplaba con su cuerpo tan fácilmente y por completo, reuniendo dos mitades
que no necesitaban ningún ajuste o conversación.
Al menos esa era la forma en que quería pensar en ello ahora mismo. A
pesar de su fuerza, sus manos eran suaves y curvadas en su pelo, con su peso
sobre su brazo para no aplastarla. Luego, un soplo de aliento, un chirrido leve, y
Anna se sorprendió al ver a su habitante del sótano mirando por encima del
borde de la estantería hacia ellos. Con una mirada hacia Jonah, él fue por encima
del muro a la cama, haciendo un túnel bajo su cabeza, dándole una almohada,
incluso mientras ella sentía su deseo de estar más cerca de la magia que se creaba
entre ellos. Anna cerró los ojos, volviendo la cara a una piel suave y sin pelo de
la criatura, tan suave que le recordó una manta real11. Escuchó el pequeño latido
Por supuesto, ella le daba Magia de Unión que podía levantar por su
cuenta, y trató de no dejarle paliar el momento para ella, otra vez, él no hizo el
mismo esfuerzo. Él mantuvo todo sobre la lujuria y la pasión que podía ofrecerle,
que debería ser más de lo que cualquier mujer podría pedir.
11
Manta, o mantarraya un pez.
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El Club de las Excomulgadas
que se movía como… el mar, las olas en el mar, dándole comodidad, calmándola.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diecisiete
Otro día. Quizás. Anna sabía que era una mala señal que estuviera contando
los minutos de cada hora como una manera de bloquear el hecho de que la etapa
final del “mapa mental” era del todo clara donde Red Sock Schism se abriría a
ellos.
Cuando pasaron la hora del mediodía del día siguiente, por fin, vio la
prueba de que estaban bastante próximos a la firma de energía de Schism.
Aunque al principio Anna estaba privadamente preocupada de que podrían estar
viendo nada más que el calor de un espejismo.
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El Club de las Excomulgadas
descansar a la sombra, con expresión cada vez más preocupada, ella se recuperó lo
suficiente como para darle una leve sonrisa y le decía que caminar era mucho más
intenso que nadar, todo era diferente. Diferentes músculos. Y por supuesto estaba
acostumbrada al agua. Ella estaba bien. Estaban cerca.
A medida que el aire frio del desierto soplaba y su sirena una vez más
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El Club de las Excomulgadas
se había dado cuenta que en realidad no necesitaba comida. Su cuerpo humano
tenía hambre, pero al parecer la transición a ángel de la noche fortalecía su sistema
ampliándolo suficiente para llevarlo de doce horas como humano. No le
importaban los ejemplos de los diferentes sabores, sin embargo, particularmente las
galletas que ella le había ofrecido. O responder al pozo sin fondo de sus preguntas,
que aumentaban por la noche, como un cuento favorito preparado para dormir.
—Las alas de Lucifer eran negras, y las de David eran marrón claro. ¿Todos
tienes diferentes colores de alas?— ella estaba sentada con las piernas cruzadas
cerca de él, y ahora se había estirado para mirar las estrellas. Jonah notó que ella
había recogido algunas de sus plumas que se había caído mientras él hacia su
transición de vuelta a ángel esta noche. Llevaba varias de ellas en su sombrero y
otras estaban entre las ramas de un matorral.
—No todas son de colores diferentes, pero tienen diferente patrones. —Él
estudió el movimiento de las constelaciones, sus dedos estaban cerrados detrás
de su cabeza, divertido mientras ella guardaba varias plumas bajo sus nalgas para
— ¿Así que son de blanco puro, no como las tuyas, con las puntas
plateadas?
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El Club de las Excomulgadas
—No. Ese patrón es único en mí. — Él pasó sus dedos a lo largo del borde
de la pluma que sostenía la línea diagonal en plata. — ¿Que estás haciendo ahora?
—Pensé que podía decorar este arbusto con algunas de tus plumas, y luego
igual que una brújula, o lo que sea, será algo para que el próximo viajero admire.
Se le ocurrió que podrían estar dejando un rastro, pero estaban tan lejos
de donde habían estado. Sin embargo….
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El Club de las Excomulgadas
Sintió un poco tensa el ala cuando despegó, pero eso fue todo. Una vez con
el aire bajo él, se sintió casi sin esfuerzo, normal, dándole un ascenso a su espíritu
también.
—Sí. Entre los asteroides y los planetas. Circulo la luna y vuelvo. Te traeré
una roca de la luna si quieres.
Ella sonrió y echó la cabeza hacia atrás para encontrarse con su mirada,
su cabello salía, y giraba alrededor de ellos con la corriente de aire. Jonah se
agachó y le tocó la cara, trazando sus labios con su dedo pulgar, y pensó que le
gustaría llevarla tan alto, a los lugares que encendían su imaginación.
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El Club de las Excomulgadas
maltrecha pero resistente de aspecto, como un tanque, erosionado y probado en el
entorno.
—No sospeché que estaría tripulada, — susurró Anna. —Supuse que sería
solo una torre de transmisión o algo así. ¿Qué debemos hacer?
Anna cubrió su boca para ocultar su sonrisa. — Piensa que estás tratando
de entrar en su programa de entrevistas, — le murmuro a Jonah. —Es un locutor
de radio ¿Quieres irte ahora?
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El Club de las Excomulgadas
—No. — Jonah estudió la torre de radio. — Vamos a un lugar seguro para
descansar un poco. Hay coincidencias bastante fuertes. Creo que deberíamos ir y
conocerlo.
—Haz lo que quieras pero ten cuidado, está un poco estrecho aquí. Entra
en el estudio. Está corriendo un programa pre grabado sobre avistamientos
extraterrestres. No empezará el segmento del ángel hasta pasada la media noche.
Jonah notó el arte en las paredes donde había numerosas fotos, recortes
de prensa y artículos prendidos al azar, que abarcaban toda clase de temas no
mundanos, desde extraterrestres a la teoría del calentamiento de la tierra, de
ángeles y los orígenes y ubicación geográfica del infierno.
Unos de los artículos tenía una foto del anfitrión, probablemente de hace
5 años atrás. Randall Myers. Indicaba que había dejado una posición en una
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El Club de las Excomulgadas
radio popular para ser anfitrión en un programa de entrevistas en una onda
independiente, un espectáculo que se centraba en lo inexplicable, teorías de las que
la mayoría se burlaban. El hombre del saco, del armario, la existencia de los
dragones…
—No es...
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El Club de las Excomulgadas
— ¿Por qué cree que sé sobre el Shism?
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El Club de las Excomulgadas
—¿Quién dice que no somos humanos?— Anna sonrió. Se levantó
tambaleándose un poco y les dio a los perros el resto de su plato. — Esto está
mucho mejor. Gracias. Debemos dejarlo para su programa.
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El Club de las Excomulgadas
células saludables, erradicando el cáncer antes de que sea mortal y destruya todo el
cuerpo... de lo que llamamos Dios.
Luego vino una llamada de un hombre que dijo que fue atacado por un
ángel cuando trató de robarle a una mujer en Nueva York. Tenía las cicatrices de
las quemaduras de las huellas dactilares del ángel en su pecho, pero consideró
que era la cosa más afortunada en su vida, porque le había dado la espalda a la
delincuencia, luchado con dificultad por medios honestos y salido mejor de todo,
al darse cuenta que había consecuencias a sus acciones más allá de esta vida.
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El Club de las Excomulgadas
calidad de la voz, por la entonación, por lo que hacía o evitaba decir. Y lo hacía
con una tranquila facilidad.
Esa impresión se vio reforzada por la forma en que Randall miraba hacia él
después de cada historia. No buscando confirmación, simplemente estudiando el
rostro de Jonah, su lenguaje corporal. Aunque Jonah no hacía ninguna indicación
de una u otra manera, una leve sonrisa apareció en el rostro del comentarista en
diferentes momentos, como si hubiera recibido una respuesta. Jonah se preguntó si
su expresión sería tan ilegible como siempre había asumido que era. O tal vez
Randall Myers era así de bueno.
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El Club de las Excomulgadas
fijado en él, miró hacia él y asintió. —Soy Randall Myers, y es todo por esta noche.
Vuelvo mañana, misma hora. Buenas noches.
—Ella arriesgó su vida por mí. Varias veces. A pesar de que es una tontería,
vale la pena protegerla.
— ¿Q… qué?
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El Club de las Excomulgadas
Cuando ella tropezó, Jonah se inclinó y levantó Anna en sus brazos, a pesar
de su protesta soñolienta. Ahora se volvió para mirar al hombre y al pequeño
edificio, a las antenas empujándose en el cielo como dedos que alcanzaban el
anhelo. —Gracias.
—He pensado siempre que la muerte es fea, así que no nos damos los
regalos de la confesión en nuestra corta vida mortal. Si llegar al cielo y una vida
sin preocupaciones fuera tan fácil como desear que así sea, nadie valoraría lo que
tenemos aquí. — Levantando la vista hacia Jonah, ella puso una expresión de
deseo. Di algo. Sé compasivo.
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El Club de las Excomulgadas
especies en todo el universo, ustedes son los más protegidos por la Señora. Eso en sí
mismo debe llevar esperanza.
Anna podía decir que era un esfuerzo, pero evitó la burla en su tono, por lo
que no sonó como si estuviera entregando un mensaje de condenación. La
expresión de Randall se alivió al mismo tiempo que la de ella.
—Es muy cínico, — dijo ella en voz baja, convocando la sombra de una
sonrisa.
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El Club de las Excomulgadas
Mientras el rayo del sol de la mañana se clavaba abajo en el valle, donde la
estación de Randall estaba, las alas de Jonah comenzaron a disolverse y a
desaparecer, las plumas crepitaron en cenizas en el aire.
—Mira, tienes razón, — dijo ella con regocijo cansado. —Sólo tienes que
pegar y pegar.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Dieciocho
—Es como bailar, — lo alentó ella. —Sólo tienes que encontrar el equilibrio
central. Y me estás mintiendo.
Ella reprimió una sonrisa. —Te estás volviendo un poco más humano, Mi
Señor.
Jonah le puso una mano sobre su brazo. —Anna, ¿por qué cada vez estás
más débil? Es hora de que dejes de mentirme también.
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El Club de las Excomulgadas
Ella lo miró, con las sombras bajo sus ojos haciéndola lucir más hundidos.
—Estaré bien, Mi Señor, una vez que llegue allí. Al océano. Al agua salada. Me
pongo un poco débil con la distancia estoy segura de ello. Lo que me queda en el
paquete debe alcanzarme el resto del camino.
Por supuesto. Era tan simple como el resplandor del sol sobre la arena que
pronto se convertiría en algo ciego. Él había llevado a una criatura del mar cada vez
más lejos de su casa. Desde la primera vez había sabido que la forma más
verdadera de Anna era la de sirena. Era un egocéntrico idiota.
El libre albedrío. Era uno de los códigos más ridículos de la Señora. Pero
aún tenía un tiempo difícil con eso, así como con todo lo que estaba dentro de él
que estaba empezando a gritar que era el momento de anular los deseos de Anna
y poner su bienestar en primer lugar. Ella pensaba que estaba destinada a morir a
los veintiún años. Seguro como el infierno no quería que fuera el siguiente
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El Club de las Excomulgadas
eslabón de la maldición, más de lo que ella quería morir sin propósito, como había
hecho su madre. Maldita sea.
A medida que el sol se elevaba, pudieron equilibrar el aumento del calor con
la brisa ocasional de una pendiente cuesta abajo. La bicicleta se hacía más fácil,
porque eran áreas rocosas planas las que podían atravesar, después que Jonah
aprendió a montarla. Aún así, Anna tenía más confianza y práctica, y debería haber
podido mantenerse delante de él. En cambio, seguía bajando hacia atrás, hasta que
fue disminuyendo para asegurarse de que no lo perdería en la subida de una colina.
También tomaba descansos frecuentes, hasta que fue tarde y sólo habían cubierto
cerca de ocho millas.
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El Club de las Excomulgadas
no más de un par de golpes de pedal hasta la parte superior. Su cuerpo estaba
arrugado en el suelo junto a ella.
—Tienes que seguir adelante, Jonah, — insistió ella. —Eso es todo. Toma
este camino unos kilómetros más, y estarás allí.
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El Club de las Excomulgadas
— El mar, — dijo ella con cansancio. — No puedo llegar demasiado lejos
del mar. Pero pensé que, con el agua y los depósitos, lo lograría por más de tres
días, sin importar lo que dijera Mina. Tenía que traerte hasta aquí. Eso era lo más
importante.
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El Club de las Excomulgadas
—Anna. — Él se agachó, tomándolo por los hombros, y le dirigió una
mirada que habría hecho, incluso a uno de sus más aguerridos capitanes hacerse
pis. —Hazlo ahora.
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El Club de las Excomulgadas
—Sin embargo, Mina dijo que no debíamos viajar de noche. Para ponernos
ha cubierto.
No, ella no dejó que sus pensamientos se dirigieran en esa dirección. Ella
había tenido que romper su no hecha, pero implícita promesa a Mina. La
inexplicable magia que había permitido que una sirena simplemente se sintiera
atraída a uno de los ángeles más poderosos del universo fuera de su elemento,
convencerlo de que aceptara convertirse en humano y arrastrarse por casi una
semana por la cultura humana occidental, le ayudaría a sobrevivir mucho tiempo
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El Club de las Excomulgadas
lo suficiente como para llegar hasta allí. Y una vez que llegara, el chamán podría
curar su alma por lo que sería importante para él. Ella se negaba a dejarse creer
cualquier cosa diferente. Tenía que haber algún tipo de sentido en el universo.
Alguien tenía que tener un final feliz, en una situación en la que un final feliz en
verdad importaba como el equilibrio del resto del universo.
—Preferiría quedarme contigo hasta que regreses con los de tu propia clase,
Mi Señor.
Sus ojos se abrieron. —Lo mismo digo. Nunca... me siento sola contigo.
Sólo segura. Caliente. Con tus alas envolviéndome. — Su mirada se desvió
encima de sus alas, que habían aparecido con la puesta del sol, que curiosamente
no recordaba ver aparecer. ¿Se habría desviado? También había cubierto sus
pantalones vaqueros con la falda de la batalla, más fresca. —No puedo entender
por qué mi tía Jude sintió miedo... pero eres tú. La forma en que me siento por ti.
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El Club de las Excomulgadas
estuviera demasiado débil para sostenerse encima de la misma superficie en forma
que no respiraba agua. —Maldita sea, Anna, Yo…
Ella cerró los ojos otra vez, aunque la sonrisa se quedó, desapareciendo
sólo mientras se relajaba en contra de su mano. — ¿Los ángeles conocen
canciones, Mi Señor? ¿Cantas?
—Oh, no... —Su risa fue silenciosa y débil. Hizo que los signos vitales de
Jonah se apretaran con una emoción que rara vez se había sentido en sí mismo:
el miedo. —No es de extrañar que dijera que tu canto asustaría a la mitad de los
habitantes hasta la muerte. Pero no puede ser tan malo, de verdad. Canta algo
para mí. Una canción de cuna. Hay uno sobre un caballito de mar, que gira en
un lecho de algas marinas y cambia, de ida y vuelta, de ida y vuelta, mientras
mira la luz de la luna como un hilo a través del agua con él... cada vez más
cerca, hasta que se balancea en los rayos de la luna.
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El Club de las Excomulgadas
Ella lo cantó para él, suave y fácil. A pesar de que había magia en su voz, las
notas eran claras y puras, la magia contenida en su simpleza. Ella se quedó sin
aliento, varias veces, pero la terminó. —Ahora inténtalo tú.
—He oído que hay ángeles tan grandes como gigantes. Unos que podrían
golpearte con una mano, como a una mosca.
Una sonrisa apareció en su boca, y luego se apagó otra vez. —Se supone
que debemos amar toda la creación de la Señora, pero lo admito, Mi Señor,
hecho de menos al mar tanto que estoy empezando a perder el aprecio por lo que
es bello en el desierto.
—No importa lo que pase, Mi Señor, esto no lo estás haciendo tú. Fue mi
elección. Incluso los hombres que comandas, es su elección. ¿Sabes qué? Ellos no
esperan que seas infalible. Esperan que seas un hombre digno de seguir, incluso a
la muerte o a algo peor.
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El Club de las Excomulgadas
Él tragó, con su mano apretando su pequeño cuerpo. De repente, deseó que
ella fuera más grande, tan grande como la Diosa misma, y pudiera encerrarse en
sus brazos, en ella, y escapar de los sentimientos que esas palabras inesperadamente
incitaban a la vida en su pecho dolorido. — ¿Cómo puede un hombre merecer tal
lealtad, excepto cuando se les impide su sacrificio?
—Sí, podría. Pero habría sido peor hacer del mundo un lugar poco menos
brillante, a causa de mi cobardía. Ese tipo de cosas se suman en el subconsciente
del mundo, Mi Señor. Forman parte de su sangre.
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El Club de las Excomulgadas
incertidumbre sobre lo que el destino de ese viaje era en realidad. Lo que
significaría para ambos. Desde el principio, ella lo había estado guiando, y había
estado descaradamente contengo de seguirla.
Diosa Santa.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diecinueve
Cuando oyó algo debajo de él, echó un vistazo para encontrar a Anna
mirando fijamente perpleja los pliegues de la falda de batalla que se había puesto
justo antes de la puesta del sol, mientras ella dormía en el agua, ya que se había
sentido más cómodo con ella.
—Si voy a morir ahora mismo, Mi Señor, esta será una buena visión para
tener en mente. Estarán seguros que merezco el Purgatorio, desde el principio
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El Club de las Excomulgadas
Con sus sentidos atentos a la inminente amenaza, lo primero que notó fue
un gruñido apagado. Pero era demasiado constante, también… mecánico. Se
acercaba cada vez más, cada vez haciéndose más fuerte.
Una granujilla delgada, una mujer con el pelo rubio y los ojos azules
intensos, abrió la puerta del pasajero. —Entren. ¡Daros prisa!
Jonah agarró la mochila y Anna, hizo una sola duda para lamentar la
incapacidad de salvar su agua.
322
El Club de las Excomulgadas
—Ponte al volante, Maggie. — Una mano alcanzó desde dentro, arrastrando
a la mujer hacia atrás del vehículo—. Corre como si tuvieras a los perros del
infierno detrás de ti. Justo como te enseñé.
Un hombre tan alto y fuerte como Jonah surgió del lado del conductor.
Cuando Jonah saltó a la caja trasera, sabiendo que sus alas no cabrían en la cabina,
el hombre puso un pie sobre el volante para pivotar una pierna larga, poniéndose al
lado de él. —Será mejor dejársela a Maggie. Tendremos un infierno de lucha para
llegar a casa. No los he visto tan malos desde la última sequía.
—No. Tú vas con ella —Jonah transfirió a Anna a las manos de Maggie,
notando como empequeñecía a las dos. Ella tenía unos dedos bonitos, sin
adornos excepto una simple banda sencilla de oro matrimonial.
Una brisa fría se deslizó por su espalda, como un barco que pasaba, pero
infinitamente poco natural.
323
El Club de las Excomulgadas
—Las balas no van…
Un grito y Matt amartilló el arma con una mano, girándola hacia arriba con
suavidad y la movió en el aire en un ángulo de cuarenta y cinco grados en frente de
ellos. El flash iluminó el rostro esquelético de ojos enrojecidos del Oscuro alado que
venía sobre él, a menos de veinte metros de distancia. Los cartuchos dobles saltaron
mortalmente hacia atrás, haciendo que explotaran en una lluvia de fuego que se
dirigió la luz a través de la mandíbula firmemente apretada de Matt, con sus fríos
ojos color avellana.
—Arggh… —Matt fue golpeado por uno y Jonah fue despedido sobre él.
Esto dejó a Matt caído sobre el techo, enviándolo rodando por el parabrisas
delantero, mientras el otro atacaba a Jonah. Golpeando con su ala izquierda, lo
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El Club de las Excomulgadas
golpeó y lo sacó del camión, saliendo disparado de su cuerpo mientras rodaba.
Maldiciendo, porque había fallado, él subió a lo alto, moviéndose de un tirón los
pocos metros necesarios para agarrar a Matt por el cuello y retirarlo del parabrisas.
Alcanzando a ver los ojos horrorizados de Maggie y un hada pequeña en su
hombro, agarrando su pelo.
Matt rodó a la caja del camión y se volvió con un arma cargada antes de que
los dos Oscuros pudieran regresar de nuevo. Los dos hombres estuvieron hombro
con hombro, con la cabina a sus espaldas, disparando simultáneamente. Matt dio
otra ronda más rápida de lo que un ángel podría volar, y acabó con un tercero.
—Maldita sea. Perdí mi sombrero. Tendré que volver mañana para ver si
puedo encontrarlo. — Pero a pesar del comentario casual irritado, Jonah notó
que no soltaba su arma ni relajaba su postura, tampoco.
— ¿Todo el mundo está bien ahí dentro? —Gritó Matt, y volvió a gritar
en respuesta. — Mantente tan rápido como sea posible, Maggie.
325
El Club de las Excomulgadas
—Matt —Gritó él sobre el ruido del viento y del motor, echando un vistazo
a Jonah. — Como podrás haber adivinado. Carpintero.
La sonrisa que arrugó su cara aflojó algo en las entrañas de Jonah. Había
perdido la camaradería de los soldados. Esto lo sorprendió, porque, hasta ahora, no
se había permitido identificar el espacio vacío dentro de él. Había sido uno de los
muchos espacios vacíos. Quizás aquellas palabras que las lágrimas de Anna
habían arrancado de él, habían abierto algunas otras cosas.
Levantó una ceja a Jonah. —Es el infierno dar la dirección al tipo de UPS
cuando Maggie hace sus pedidos de catálogos. “Toma la última casa a la
izquierda antes de que llegues a la línea de la falla mágica, donde podrías ser
sorbido en una realidad alternativa. Cuidado con las calles que no están muy
bien señalizadas” —. Echó un vistazo rápido sobre su hombro. — Aquí estamos
ahora. Debemos estar bien tan pronto como entremos por la puerta.
Jonah miró hacia atrás para ver la silueta de una casa de madera de dos
pisos, atrapada brevemente por los faros, ya que el camino llevaba hacia ella. La
valla de madera que rodeaba la propiedad era de madera, una mezcla de pulida y
tallada madera de roble blanco y fresno, marcada con los símbolos de protección.
—No pueden pasar más allá de la puerta — dijo Matt. — Así lo dice Sam.
326
El Club de las Excomulgadas
El camión se detuvo delante de la entrada y la puerta del conductor se abrió.
Maggie salió al estribo, con la mano sujetando la parte superior de la puerta.
Matt se dio media vuelta. —Maggie, maldita sea, utiliza el control remoto…
Agarrando la parte de atrás del camión con una mano, Jonah lo levantó,
subiéndolo en sus ruedas delanteras. Tuvo un breve vislumbre, horroroso, de un
Oscuro que cubría completamente el forcejeo de Maggie. Ella gritaba, con sus
manos arañándolo, tratando de empujarlo. Los ángeles más pequeños tenían
— ¡Matt, libérate!
327
El Club de las Excomulgadas
cuerpo a deslizarse a diez metros de distancia antes de que explotara por la magia
de la carga, regando partes del cuerpo del Oscuro.
—Maggie.
328
El Club de las Excomulgadas
salvarme ahora, Jonah, y es demasiado tarde para llevarme a allí. Ayúdala.
Corrígelo. Ayúdala ahora. No puedes dejarla así.
—Ya está bien. Basta ya —Maggie lloraba, tratando de escapar del apretón
desamparado de Matt. — Mátame. No me hagas… No lo puedo soportar…
—Si vas a ayudarla, maldita sea, hazlo. Cualquier cosa es mejor que esto.
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El Club de las Excomulgadas
en erupción a lo largo de su esternón y revelado el cuello abierto de su camisa. Eso
salía de ella, sobre las manos de Jonah. Cuando eso encontró su piel, Anna tuvo
que morderse un grito, ya que intentó entrar con el afán de las sanguijuelas
buscando sangre. Tenía la piel del mismo color, reforzando su pigmento cuando
eso comenzó a desvanecerse de Maggie. Estaba vivo, retorciéndose bajo su carne
como serpientes vivas, moviéndose rápidamente por sus brazos contra su pecho.
Anna lamentaba no saber si era por lo general difícil para un ángel tan
poderoso como Jonah absorber y transformar el veneno de un Oscuro. De
alguna manera, lo dudaba. Él ya llevaba un poco de aquel veneno dentro.
Además, habían golpeado a Maggie particularmente fuerte, tal vez por esa
misma razón, sabiendo que tomaría más de su energía luchar contra su propio
veneno por salvarla. A pesar de su aspecto macabro, monstruoso y de sus
métodos Berserker12 de ataque, eran sensibles, eran más monstruos de lo que
pensaban. Ella había pensado que no podrían ser más aterradores, pero ahora
supo que había estado equivocada.
12
Es como un estado de frenesí en la lucha en el cual no se tiene conciencia o remordimiento, solo se tiene en mente destruir
todo a su paso. Así se les decía a los guerreros Highlanders que se volvían locos en las batallas, de hecho se creía que eran
como seres paranormales.
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El Club de las Excomulgadas
Maggie se derrumbó contra Matt, sus ojos en blanco de nuevo mientras se
relajaba. El agarre de Matt era apretado, sosteniéndola estable mientras Jonah
retrocedía por fin. —Maggie…
—Deberá estar bien — la voz de Jonah era baja y ronca. Mientras sus alas
eran blancas de nuevo y el veneno se había disminuido del tamaño de serpientes al
de gusanos que se retorcían, Anna todavía tuvo que reprimir el impulso de luchar
fuera de la cabaña y pasar su mano alrededor de su brazo. Como si un torniquete
tan débil pudiera impedirles avanzar poco a poco hacia arriba hacia su pecho, otra
vez, donde tantos órganos vitales descansaban, como su corazón.
Ella no tenía ninguna fuerza, pero se las arregló con valor por sí sola para
arrastrarse hacia afuera por la puerta abierta del conductor. Cayó al suelo,
sintiendo el golpe a través de su cuerpo. Necesitando un momento para que el
mundo se enderezara de nuevo y la bruma del dolor se borrara de sus ojos.
Entonces comenzó a luchar por él con brazos temblorosos, no haciendo caso al
roce doloroso de la arena, que arañaba sus escamas sensibles y frágiles.
Por suerte, él no se había ido lejos. Había rodeado el camión, cruzado los
pocos pasos al cierre de la puerta y lo estaba revisando, sólo afuera de los límites
de la propiedad. Tan pronto como llegó allí, había caído de rodillas y había
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El Club de las Excomulgadas
comenzado a vomitar, arrojando ola tras ola de vómitos oscuros, que olían de
modo asqueroso con el olor desconcertante de la sangre. Los rastros azules de su
propio fluido de la vida estaban en eso, una luz etérea que ella no quiso ver
mezclada en aquella mala poción.
Dado que la valla era de listones paralelos horizontales, ella logró arrastrarse
bajo ellos y se subió sobre uno silenciosamente, rezando para mantenerse. Él la
necesitaba. Se agarró a ese pensamiento, y lo manejó como un arma contra la luz
que se apagaba en su propio cuerpo. Mientras tuviera un aliento y un latido en su
corazón, se lo daría a él. Aunque le había dicho que no lo tocara, ella alcanzó
hacia adelante y apartó su pelo a un lado, de donde había caído delante de su
cara. Suavemente lo apartó del camino mientras él se doblaba hacia adelante,
obviamente concentrado en purgarse. Ella lamentó que no se lo pudiera quitar
como había hecho con Maggie, pero sospechó que lo que estaba viendo sobre el
suelo provenía de Maggie. La sangre azul era lo único que venía de dentro de él.
Cuando él se detuvo, con la cabeza hacia abajo, con sus costados agitados
—Déjame ayudarte.
—No…
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El Club de las Excomulgadas
Él le prendió fuego con una simple mirada, y el olor de todo la tuvo
tapándose la boca. Jonah echó un vistazo en su dirección, y con un movimiento de
sus dedos, una brisa se levantó, llevándose el hedor con el viento lejos de ella. Pero
luego volvió a mirar fijamente la insidiosa pira funeraria.
—Lo hago. — Usó sus dedos para limpiar la humedad de las esquinas de
sus ojos, como resultado de sus esfuerzos, no de sus sentimientos. Dudaba que él
hubiera tomado alguna vez la salida fácil de algo. Quizás la mejor manera de
derrotar a un guerrero sería quitándole la creencia de que estaba luchando por
algo serio. ¿Cómo un hombre como él trataría, en última instancia, con tal negra
—Tienes mucho por qué vivir. . Logró decir ella—. Sólo piensa en las
mujeres, a lo largo y ancho, que se pondrán en cola para mantener su pelo fuera
de tu cara mientras vomitas.
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El Club de las Excomulgadas
Con su mano en la suya, estuvo lo suficientemente estable para tomarle la
mandíbula, aliviada cuando no la detuvo. Ella trazó la firme suavidad de su
perfecta piel, incluso si lo que irritaba por debajo de la superficie estaba lejos de ser
perfecto. Haciendo que sus labios rígidos se movieran de nuevo en un esfuerzo
vital. —El chamán te ayudará. Sé que a ti no te importa, pero no sabes por qué
todos nosotros nos molestamos, pero tengo fe de que estarás destinado a vivir, Mi
Señor, y lo que es más, a gozar de ello de nuevo.
Su cabeza era pesada, tenía que posarla. Y así lo hizo, cayendo al suelo y
poniendo la frente sobre la rodilla. —Debes seguir adelante. El alba casi está
rompiendo. Es lo que se supone que tienes que hacer.
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sus alas trabajaran, aun si eso destruyera su capacidad para usarlas de nuevo. La
llevaría a su querido mar. ¿Qué había estado pensando? Él podría…
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinte
Odiaba tener que llevarla sobre el hombro de esa manera, sabía que era
incómodo, pero la escalera era demasiado estrecha y su cuerpo de sirena llevaba
demasiado tiempo acunado en sus brazos. Ella trató de mantener sus pasos. Su
falta de respuesta puso un miedo frío en su interior. ¿A cuántos muertos habría
cargado de esa manera, conociendo la sensación de peso sin vida encima de su
hombro? Él apretó el paso.
Había pasado casi una semana desde que había conocido a su sirena, y,
por supuesto, Mina había dicho que ese detestable hechizo desaparecería en una
semana. Antes de que él los hubiera enviado a la bodega, Matt había dicho que
no podía cruzar el umbral del Shism en el dominio del chamán como ángel.
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El Club de las Excomulgadas
Debia irse hoy, pero no había sentido ninguna prisa por conocer al chamán desde el
principio, y desde luego no iba a dejar a Anna ahora. En algún lugar más profundo
de su conciencia aletargada, sabía que ella tenía razón sobre el veneno. Pero él no
parecía tener la voluntad para nada más que para cuidar de ella.
—Jonah...
Su color era cada vez mejor, el púrpura y el brillo azul de su cola era cada
vez más luminosa, perdiendo su textura quebradiza. Tenía las mejillas llenas, así
como su rubor normal, de color rosa claro regresando, como el interior de una
concha nacarada. Pero al ver sus ojos él supo que debía mantenerla debajo de la
corriente. Había estado demasiado cerca del final. La fuerza de su cuerpo no era
la única cosa que casi la había dejado.
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El Club de las Excomulgadas
Él negó. —Me iré mañana por la mañana. No me iré hasta que no sepa que
estás bien. Además, tenemos que cuidar a nuestros nuevos amigos.
Él sabía que la convencería con eso, más que con atender su propio
bienestar. Y no era una mentira. A pesar de la curación, sería bueno para él tener a
Maggie en observación una noche más. No por primera vez, se preguntó si los
ángeles serían hombres, porque los Oscuros tenían un efecto tan devastador sobre la
energía femenina. Saqueaban su sagrado equilibrio, el bien de la fuerza que
mantenía a la Tierra sólida, directamente vinculada a la Diosa. Algo cambió en su
mente con el pensamiento, un secreto que sentía que debería saber, pero no lo
hizo. Se lo quitó de encima. No tenía tiempo de misterios en estos momentos.
Los Oscuros parecían muy decididos a no llegar hasta aquí. Ese último
ataque había sido el más agresivo. Él tenía voluntad suficiente para querer
resistirse a sus deseos, pero a causa del odio de sus enemigos, no por algún bien
mayor. Dudaba que el Schism estuviera interesado en abrirse para ese propósito.
¿Y por qué habría de hacerlo?
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El Club de las Excomulgadas
desolación de Maggie, creada por el veneno. Todo lo que los Oscuros habían tenido
que hacer para infectarlo era cabalgar sobre la desesperación que se había creado en
sí mismo.
—Así es, Mi Señor. Pero siempre hay momentos como este para llevar la
tristeza lejos de mí. — Cuando volvió a sonreír, él se quedó sin aliento, por la
forma en que parecía poner un bálsamo en el dolor de su pecho.
—Cada tritón en ese maldito océano debería haber estado luchando por el
derecho de amarte, de acariciarte.
Eso sacó una respuesta de él, que no debería sorprenderlo, porque ella
había despertado el deseo en él la primera vez que la había tocado, hundiéndose
en el abismo. Pero ahora surgía en una ola de frustración y desesperación tan
fuerte que no sabía que si podría infligir la violencia de él sobre ella.
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no se daría cuenta de que toda la magia provenía de ella. Como había sido desde el
principio.
La Diosa sabía que ella se merecía algo de él, con todo lo que le había hecho
pasar.
Maniobrando a las afueras de la orilla, con sus bocas aún unidas, él rompió
el contacto sólo para levantarla en una roca plana. Mantuvo la mayor parte de su
cola sumergida, ya que su conocimiento de la biología de sirenas le decía que sus
sensibles escamas eran los conductores principales del efecto curativo de las
aguas del océano. Él había llevado su mochila y ahora buscaba a través de ella
mientras ella lo observaba con curiosidad. Él eligió varias de sus conchas, dos
pequeñas redondas y un ala de ángel oblongo que ella había envuelto en tela para
proteger su estructura más frágil. Conociendo su extraño sentido del humor, él
sospechaba que deliberadamente la había elegido para el viaje.
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El Club de las Excomulgadas
Ella lo miró, sus ojos cada vez más brillantes por la excitación. Él quería
verlo crecer y consumirla, para confirmar que no sólo su cuerpo sino su alma tenían
un firme control sobre la vida de nuevo.
—Hay una cueva bajo el agua cerca de México, — dijo ella al fin. —Tiene
un túnel desde el océano debajo de un lecho de río. Hay formaciones cuevas
rocosas de más de un millón de años. Se desmoronan si se los toca, así que tienes
que nadar lentamente. En algunos lugares el agua es de un azul cristalino
brillante.
Mientras ella recordaba, sus ojos parecían ser más vibrantes, también.
Jonah vio su cara, estudiándola duro, tratando de encontrar el secreto de la
misma, la razón por la que ella había tenido la posibilidad de tenerlo tan cerca
—Más profundo, encontré una estatua de ella, tan alta como dos de ti.
Estaba sentada con las piernas cruzadas, y cuando fui a su base, no pude evitar
tocarla, sólo una pequeña parte de su pie para no hacer mucho daño. Pero era
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El Club de las Excomulgadas
sólida, no se desmoronó en absoluto. Como si estar en el agua todo este tiempo
sólo hubiera aumentado su fuerza. Y así —el aliento se dibujó cuando sus dedos se
deslizaron por su estómago, entre sus pechos — me hice un ovillo en su regazo, que
era la curva perfecta para mi cuerpo, y me dormí. Extrañamente, se sintió como un
regalo para ella, acompañándola de esa manera. Mi Señor…
—Estate quieta, pequeña. Has viajado mucho por el mar, ¿no? —Su dedo
viajó a la izquierda, siguiendo la curva de su pecho, con sus ojos quietos en su cara
de esa manera que hacía que la lengua de Anna se sintiera como si no funcionara
correctamente. —La primera vez que nos conocimos, me dijiste que tu familia
estaba acostumbrada a tus ausencias. Has pasado mucho tiempo a solas.
13
Son peces pequeños, con cuerpos alargados, los ojos y bocas relativamente grandes. Generalemente son
solitarios y viven cerca del fondo del mar.
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húmeda, en espera de que la pequeña primera capa de espuma. . . el más elemental
de los toques...
—Bien...
Ella se deslizó hacia abajo en el agua, debajo, haciendo que las conchas
flotaran. Cuando Jonah se inclinó, ella lo alcanzó. Acabó de sacar la cara del
agua, de alcanzar sus brazos, bajándolo lo suficiente como para saborear sus
labios húmedos. Luego lo llevó hacia abajo hasta que él se hundió bajo la
superficie, extendiéndose sobre ella. Su boca le dio aire a su cuerpo humano,
como una sirena podía hacer, por lo que fue posible para él respirar, aunque su
corazón latía con fuerza detrás de sus orejas y su pene estaba deliciosamente más
duro.
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El Club de las Excomulgadas
Mientras ella apretaba sus pechos contra él, Jonah sintió la suave línea de su
estómago contra el suyo, la superposición artificiosa de las escamas en uve hasta la
parte inferior de su abdomen, haciéndole pensar en lo que estaba oculto allí. Pero
por el momento, no había más que el placer muy intenso de su boca.
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El Club de las Excomulgadas
Sin embargo, había algo tan precioso en ella, algo que casi le daba sentido a su
vida. Y, con la sabiduría que él no podía negar, sabía no sólo conocía la suya.
Fuera lo que fuese, él sólo podría asemejar la calidad de la propia Diosa. Si Anna
no estaba viva, ya existente, entonces la vida en su conjunto sería menor, para todo
el mundo. ¿Y no era el colmo de la ironía que ella le hubiera dicho casi lo mismo a
él?
Eres un regalo para todos nosotros. . . Tenemos que saber que estás ahí, que nos
proteges.
Ella tragó, con sus emociones desnudas como las emociones iniciales de
la Tierra, con todas las líneas grabadas en el detalle perfecto de su rostro, con
todo lo que tenía para que lo leyera.
—Jonah. Mi Señor.
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recordándole una línea evocadora de una canción irlandesa, David había tocado un
tambor una noche. Después de la batalla, donde Ronin fue asesinado.
Ahora se preguntaba si David había jugado como una comodidad más que
un canto fúnebre. Para sentar la cabeza en el regazo de una mujer, y sin que tu
espada se levantara nunca más. Ella estaba a salvo, y él estaba en casa.
Pasó un momento largo, pero entonces Anna lo sintió, una ola de calor
como la comodidad de la propia agua. Más que el agua. Todo. El sol, el mar, la
tierra y el viento. . . Ella cerró los ojos, sintiéndolo arrastrarse sobre ella. Magia
de Ángel, a pesar de que estaba en forma humana. Diosa, si se trataba de un
Al fin ella entendió, de una manera en que no había antes, por qué la
magia de Unión por sí misma la había dejado con tal dolor vacío en su corazón.
Al reunir sus cuerpos en el deseo elemental de todo ser, era estar plenamente
dentro del corazón y el alma de otra persona. Era la divinidad y la mortalidad a
la vez, el arrepentimiento punzante y la alegría que podría tener un alma
suspendida en el tiempo.
Ella sabía que todos los seres temían el cambio. Cambiar significaba que
nada estaba garantizado. Pero por alguna razón, esto se sentía tan tranquilo, tan
permanente. No sería ella, que nunca cambiaba, nunca se alteraba, mucho
después de que él se hubiera ido. Después de que ella se hubiera ido.
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El Club de las Excomulgadas
Encontrando la fuerza entonces, ella podría decir que lo sorprendió la
transformación de la salud humana y el levantamiento de sus piernas para cerrarse
encima de sus caderas. Mientras que ella se sentía más como una sirena, quería ver
su rostro, que la mamara sus pechos así. La forma física ya no importaba cuando el
alma estaba tan cerca de la superficie.
El agua y la tierra, el aire. Ella era todas esas cosas, y puesto que ella
levantaba un fuego en su sangre, los hacía completos.
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El Club de las Excomulgadas
No podía seguir esos pensamientos locos, y no sólo porque la capacidad del
pensamiento racional se le escapaba. Se abrió camino por su cuerpo, extendiendo la
arcilla, moldeando sus curvas en sus grandes manos, preguntándose por la
perfección frágil pero resistente de ella. Por fin, aguijoneada por la impaciencia de
su excitación, ella llegó a él.
No era un mito, sino una realidad, las mujeres, deseándolo, con el almizcle
de ella en su nariz torturándolo más, doblándose entre las piernas para acurrucarse
con su boca. Él probó sus pétalos lisos mientras ella gritaba y tiraba de su cabello,
hundiendo los dedos en sus hombros como un ancla que él conocía,
penetrándola con su lengua, la apertura estrecha a la espera de su pene para
estirarla, para tirar de ella.
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El Club de las Excomulgadas
jugando en su propia piel. No podía aguantar más. Mientras la empujaba hacia
abajo, la trajo de vuelta, y ella se aferró a él como si fuera un barco que viajara a
través de una tormenta, con la cabeza echada hacia atrás, con el pelo mojado detrás
de lo que sabía estaba acariciando la forma deliciosa de su trasero. Él tuvo el
pensamiento fugaz de que quería tiempo, años quizá, que ella yaciera sobre su
estómago para poder presionar besos ligeramente en sus curvas temblorosas, para
ver su sonrisa crecer con deseo y volverse una vez más tensa, para desbordarse con
ella como estaba haciendo ahora.
Cuando su pene se endureció aún más ante la idea, quiso nada más que
liberarse dentro de ella, sentir su apretón sobre él como ella estaba ahora. Su
sensual inocencia, que no conocía sujeción con él, nunca había sido golpeada
por un amante de tal manera que ella hubiera tenido conciencia de sí, y nunca lo
haría, ya que él nunca podría soportar que nadie más la tocara...
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El Club de las Excomulgadas
Él perdió el hilo de ese pensamiento poco probable e inesperado mientras el
clímax rugía sobre él, llevándosela con él. Su Magia de Unión como la creación de
un universo, explotó y tiró de sus cuerpos juntos, con una irresistible fuerza de
gravedad, con el rostro enterrado en su cuello, con su pelo corriendo por su brazo,
con sus brazos cerrados sobre sus hombros mientras movía las caderas con él,
cerrándolas de golpe, tomándolo plenamente hasta su empuñadura, jadeando con
su puesta en libertad, con una palabra suave, susurrante que él sabía que ella
pensaba que no quería oír.
Tuyo.
Finalmente, bajaron, casi en una ruta cíclica igual, por lo que él sintió una
sensación de vértigo que vio reflejada en su sonrisa tonta, en la timidez de una
chica. No podía dejar de sonreír, pero también vio el cansancio que ella había
mantenido a raya. Las aguas la habían restaurado, pero el proceso de curación
había sido vaciado, como la mayoría de las sanidades. Además de eso, su
exigente amante la había seducido a un acoplamiento que alteraba la mente
empujándola directo a sus brazos por el agotamiento, si ella resistía o no. Así que
ahora la volteó en sus propios brazos, deseando poder ajustar sus alas a su
alrededor para sostenerla en su sueño. De una manera gratificante, ella parecía
tan cómoda como si estuviera haciendo precisamente eso. Acurrucándose contra
él, encajando su cuerpo con tanta fuerza que él sabía que era probable que se
despertara con furia, como un deseo que acabara de poner en libertad. Lo
esperaba con ansia.
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El Club de las Excomulgadas
Mientras se acomodaba detrás de ella, Anna se preguntó si su ángel se había
dado cuenta que, incluso sin la presencia física de sus alas, podía sentirlas. Porque
él estaba en lo cierto, ella no se había sentido tan segura y contenida en toda su
vida.
Anna levantó la parte superior del cuerpo sobre su brazo y lo miró, con el
pelo cayendo sobre uno de sus pechos y haciéndole cosquillas en el abdomen,
una cuerda tentadora para que sus dedos subieran a su cara, a la delicada línea
de su oreja y mandíbula. Sus dedos acariciaron sus plumas, con su ala curvada
alrededor de su hombro.
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El Club de las Excomulgadas
área encantada. Resultaba irónico que en menos de doce horas probablemente
encontrarían algo desagradable esperándolos en el Schism, ya que había sido
agradable. Tal era la naturaleza de los lugares mágicos. Impredecible y turbulento,
lleno de peligros o de alegría.
Ella no había tenido mucho tiempo para hacerse una idea de su salvador
masculino, pero ahora Anna veía que Matt era tan alto y ancho como Jonah, que
no era poca cosa, y tenía esa mirada resuelta en él. Confiado, protector. Aún más
que un poco sacudido, pero ocultándose lo suficientemente bien debajo de la
superficie, probablemente para mantener tranquila a su esposa. Tenía motas
Dos desconocidos, que habían arriesgado sus vidas por ambos. Era un
regalo que nunca podría pagar, y Anna se vio abrumada por un momento, como
a menudo lo estaba, por las atenciones inesperadas. —No eras tú misma, —
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El Club de las Excomulgadas
logró que el asunto sonara de manera casual. —Espero que no todos los días tengas
que rescatar a un ángel y a una sirena disecada del desierto.
Ella miró a Jonah. —No sabía si comerías, pero si hay algo especial que
prefieras...
—Esto está muy bien, — le aseguró Jonah. —No necesito comer, pero
disfruto de un bocado o dos, y huele. . . reconfortante. — Su mirada buscó en la
habitación, y Anna tuvo reprimió una sonrisa.
Anna tomó la mano de Jonah y lo miró con ojos brillantes. —No creo que
haya ningún alimento que le gusta más. Es perfecto, Maggie.
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El Club de las Excomulgadas
cómodo a la deriva que entraba por las ventanas abiertas, junto con el aire frío del
desierto, mientras las dos mujeres exploraban la casa.
Cuando fueron a ver las habitaciones de arriba, pudieron ver a los hombres
en la ventana del dormitorio principal. Mientras Maggie le sonreía a su marido,
pareció inconsciente de ella, con sus ojos llenándose de repentinas lágrimas. Anna
se acercó de inmediato, con su mano en el brazo de Maggie, pero la mujer negó.
Maggie asintió. —Fue como estar en prisión por diez años en el lugar más
horrible que te puedas imaginar. Pero por favor no creas que me estoy quejando.
Ella miró hacia abajo a su marido durante un buen rato. —Se burlará de
mí cuando te hayas ido, porque siempre le he llamado mi ángel, y aquí está uno,
con alas y todo. ¿Conoces la canción country sobre una mujer que sabe que su
hombre es un verdadero ángel, y sólo sonríe cuando él insiste en que es de
Houston? Fui salvada por Matt de circunstancias terribles, pero me enamoré de
él más allá de eso, también. Fui bendecida con su amor también. Nos lo damos
el uno al otro. Como hizo por mí hoy, puedo hacerlo mejor por él también,
cuando está herido o enojado o solo, en una manera en que nadie más puede
hacerlo...
Ella negó, dejando escapar una risita. —Ese es mi Matt. Sólo soy una
tonta acerca de él, supongo. Creo que hay ángeles aquí en la tierra, y él es uno de
ellos. Tal vez no tienen alas, porque todas sus buenas obras se hacen con los pies
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El Club de las Excomulgadas
puestos firmemente en el suelo. Se asustó tanto esta noche — añadió ella
bruscamente. —Creo que siempre ha asumido que lo atacarían, porque está en la
primera línea con más frecuencia, y es tan protector conmigo. Pero Sam, que es el
hombre a quien vino a ver tu ángel, siempre le advertía que los Oscuros sabían que
la mejor manera de derrotar a un enemigo no era quitándole la vida, sino tomando
su corazón.
Jonah estaba sentado en el escalón más alto, con una pierna doblada, con
la espalda contra un poste, escuchando algo que Matt decía mientras estaba
sentado en la mecedora, inclinado hacia adelante, con la gran copa en la mano.
Ella no pudo evitar sonreír un poco, y Maggie la apretó, viéndola.
—Son niños muy grandes, ¿no? Los machos de cada especie, cuando todo
está dicho y hecho. No puedo hacer que recoja una camisa del piso, pero no me
— ¿Es tan obvio que realmente no encajo aquí? — Maggie le dio una
sonrisa nostálgica. —Echo de menos el sur, fieramente. Vinimos aquí para poder
construir un mirador en el Gran Cañón. Nos casamos en él. Después de eso,
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El Club de las Excomulgadas
teníamos la intención de regresar, ya que Matt tiene una casa en las montañas de
Carolina del Norte, pero luego nos encontramos con Sam, y nos introdujo al
Schism. Dijo que seríamos necesarios aquí, así que nos quedamos. Hemos hecho
un montón de cosas, visto un montón de cosas aquí, pero creo que el rescate de los
dos fue lo que quiso decir. Había dicho que una noche vendría el que estaría más
necesitado que en cualquier otro momento. Que el futuro de todo lo demás podría
depender de esa noche en particular.
—Unos cinco o seis años. Nos reunimos una noche nevada en Charlotte,
Carolina del Norte. Él estaba en camino hacia su trabajo en el Gran Cañón. Yo
estaba... —Tomó aire, y miró a Anna. —Estaba sin hogar, viviendo en mi coche,
a un paso de la desesperación. Me encontré con la parte trasera de su camioneta
cuando estaba tratando de conseguir una mejor visión de él por mi parabrisas. Su
espejo estaba inclinado, para que pudiera ver su antebrazo. Sólo su antebrazo.
—¿Una persona sin hogar? Las cosas malas suceden, sin importar tu
apariencia, a pesar de que me ayudó pasar algunos puntos difíciles. En el buen
sentido, — agregó rápidamente. —Nunca estuve tan desesperada, pero lo estaba
cerca cuando él me encontró ahí. Se ofreció a llevarme entonces al Gran Cañón
con él, a enseñarme carpintería, en darme un intercambio. Y yo confié en él
desde el principio, como el gran bruto que es. Sabía que no me haría daño. Sólo
había... algo, a veces. Es como si estuviera dentro de tu cabeza al segundo de
conocerte. No como lo que sabes sobre ellos, pero te preocupas tanto por ellos de
inmediato, que quieres saber todo, lo pequeño y lo grande.
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El Club de las Excomulgadas
A pesar de que había un ángel sentado en sus escalones de la entrada, con
las alas arqueadas y saliendo a través de los paneles en dirección a Matt quien había
pisado accidentalmente la punta al menos una vez con su bota, Maggie sólo tenía
ojos para el hombre de hombros anchos en camisa de franela. Lo que hacía que a
Anna le gustara aún más.
—Fue tan honorable. Casi demasiado honrado. — Ella dio otra mirada
maliciosa a Anna. —A pesar de que decidió que pertenecíamos el uno al otro muy
rápido, y usó esas miradas de descaro para convencerme de ello, yo me tomé un
tiempo para meterlo en la cama conmigo. Pero cuando lo hice, Dios santo —
puso una mano sobre su pecho, mientras Anna se reía entre dientes. —Y ya que
hay un ángel de Dios en la casa, no tengo ninguna preocupación de decírtelo de
esa forma, porque lo digo como una alabanza divina. Valió la pena el esfuerzo.
Por mucho que sospecho que lo es.
—No. — Anna lo dijo con una sonrisa forzada. Manteniendo los ojos en
los dos hombres abajo. —Así es como es. Alégrate de que Matt sea sólo un
hombre, Maggie. No se puede conservar a un ángel.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiuno
Se dijo que tenía que ser racional. Sabía que esto sucedería. Él había sido
una parte de su vida por sólo una semana, por lo que la pérdida de él de su vida
diaria era algo que se calmaría con el tiempo, con los vestigios del primer amor
convertidos en un recuerdo suave, agradable.
Era una mentira que quería que fuera verdad, diciéndola una y otra vez.
En un millón de años, lo podría creer.
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El Club de las Excomulgadas
dormir en lo absoluto. Había muchas cosas que no le había preguntado, que sólo
había pensado.
Sus alas se habían ido. Por eso, cuando se puso entre ellos y levantó una
pluma de ala larga que de alguna manera había logrado evitar desintegrarse con el
hechizo, tuvo que morderse las lágrimas. Los recuerdos no se desintegrarían, se
dijo. Estaba de acuerdo con Maggie, eran muy ricos y poderosos para desear algo.
Era el único tesoro de él que ella podría tener. Esto, y una pluma.
Reconciliada desde el principio al saber que iba a morir joven, que nunca
tendría una familia, excepto en el sentido más periférico. Sabía que su vida había
comenzado bañada en la sangre de su madre... Todo eso no significó nada
comparado con esto. Oh, ella podría volver a verle, pero no sería lo mismo.
Había un ángel en el cielo que se dignaría a detenerse y mirarle con cariño, o
decirle una palabra amable. . . y eso sería casi peor que la muerte.
Hasta ahora nunca había tenido una razón para estar contenta de que su
vida sería corta.
359
El Club de las Excomulgadas
luchando contra la oscuridad, la oscuridad dentro de su ser purgada, lo podría
soportar.
Su vida podría significar algo. No habría sido inútil, y por lo tanto todo lo
que podía venir en pos de ella, estaría bien.
—No. —Se sentó, atrayéndole hacia él, todavía sosteniéndole en sus brazos,
sobre su regazo ahora—. Tengo la sensación de que será mejor hacer el viaje de
hoy con el estómago vacío. Quiero que te vayas a dormir, pequeña. Fuiste
drenada ayer, y aún estás muy lejos del océano. Con el manantial subterráneo o
no, lo que necesitas es conservar tu fuerza. He enviado una citación a David para
que venga el día de hoy.
Mientras que ella sentía que tenía curiosidad acerca de cuál podría ser el
desafío, él no parecía preocupado o ansioso excesivamente. No era que hubiera
esperado que lo estuviera. Atravesaría todo, por ninguna otra razón sino porque
era lo que ella le había pedido que hiciera, la sirena que le había salvado la vida.
Eso estaba bien. Ella había llegado hasta allí. Eso era todo lo que podía
hacer, ¿verdad? Había querido ir con él, incluso al Schism, pero Jonah se había
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El Club de las Excomulgadas
negado rotundamente a dejarle ir más lejos con él, Matt le había dicho que Sam
había dejado instrucciones precisas de que Anna debía quedarse atrás.
—Lo sé. Me lo dijiste. Pero quiero que lo intentes ahora. Cántate de los
sueños que tienes, de la belleza de las flores y de las mariposas...
—Lo sé. Sólo sería diferente. Pero una buena diferencia. Fuerte y
hermoso, restaurado en corazón y alma, por lo que cada corazón y alma en el
mundo entero lo sentirán y se regocijarán cuando estés curado...
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El Club de las Excomulgadas
todas las cosas que la alegría inspiraba y la imaginación, todo por amor... Él
recordaría todo, por qué valía la pena vivir...
Le miró un largo rato, luego tomó el cuchillo que había usado para cortar
una manzana justo antes de irse a la cama. Ella había tenido el deseo de fruta, y
Maggie la había dejado apeteciblemente en la mesa de la cocina. A Anna le
había hecho gracia cuando la había probado y había indicado que le gustaba más
en pastel. Con cuidado, le cortó un mechón de su cabello, tan largo como su
mano. Trenzándolo con hábiles dedos y lo puso alrededor de su muñeca,
Pero no sería nada como atraerla, tocarla, bailar con ella. Ella estaba
mejor sin él, eso era un hecho, pero no le gustaba la idea de que creyera que no
podría regresar porque simplemente había sido un instrumento y su parte ya
estaba hecha. Al menos eso era lo que suponía que era su pensamiento. Su
aparente aceptación de eso, de que estaría tan arriba, de que sería tan arrogante,
le molestaba mucho. Pero no importaba. Tal vez tomar el mechón de cabello y
dejar la pluma le diría otra cosa. Porque sabía lo que sucedería después, ella tenía
razón en una cosa. No podría volver a ella. No así. Por su bienestar.
Una maldición ahogada subió, y arregló las cubiertas con cuidado sobre
ella, dando un último beso en su frente. Inhalando el olor de su cabello, las
huellas del mar, cerró los ojos. Maldita sea, las cosas solían ser mucho más claras
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para él. Si la amaba, necesitaba salir de su ser. Los adagios más sabios eran los más
simples. Un pez y un pájaro no iban de la mano, sobre todo si el ave tenía
tendencias maníaco depresivas que habían casi logrado que el pez hubiera estado a
punto de ser asesinado varias veces durante su breve asociación. Había una
oscuridad en su alma que sabía que no presagiaba nada bueno, no para una criatura
frágil como Anna.
La deseaba más de lo que parecía desear cualquier otra cosa en estos días, y
sin embargo ella era la única cosa que todavía tenía la presencia de ánimo para
saber que no debería haberlo hecho.
Mientras se vestía con las ropas humanas que aún se sentían extrañas,
pensó que por lo menos no se sentiría tan restrictivo por más tiempo. De acuerdo
a la explicación de Anna, eso se debía a que eso se estiraba.
—¿Hay alguna vez que no tengas una taza de café en la mano? —Jonah
observó mientras salía, asumiendo que el paquete que Matt le había prestado
anoche eran algunos elementos esenciales. Agua para llenar su forma humana, la
falda de batalla para su forma de ángel. Los talismanes que había decidido, con
un poco de vergüenza varonil, llevar: los tres proyectiles de ayer, una flor
prensada color púrpura del campo en el que ella se convirtió en duendecillo...
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El Club de las Excomulgadas
—Por lo que me considero afortunado. —Cuando Jonah le tendió la mano,
Matt la sujetó. — He luchado durante tanto tiempo en nombre de los humanos, que
se me olvidé de que podría haber alguno que valiera la pena salvar. A pesar de que
pueda tener poco sentido para ti.
—Tiene perfecto sentido para mí. —Matt destelló sus dientes. — He vivido
entre los humanos durante toda mi vida.
Jonah asintió. —Ella se quiere quedar hasta la noche. Otro de los míos
vendrá por ella hoy. Si se queda así, puede quedarse. Si comienza a decaer de
nuevo, él debe llevársela. Tiene la voluntad, pero tú y él son más grandes. —
Una sonrisa asomó a sus labios. — Aunque sospecho que cualquier hombre
tendría que estar sordo, mudo y ciego para no ser persuadido a hacer lo que les
pida. Cuida de ella. Lo consideraría una nueva deuda que nunca podré pagar.
Matt asintió. Ninguna barrera de especie existía en ese momento, sólo dos
hombres que entendían lo que era más importante. —Le protegeré. Y, en cuanto
a lo otro... mi mujer curará lo que sucedió ayer. Esa deuda está pagada, justo
ahí. No estaremos aquí mucho más tiempo. Esto fue lo que venimos a hacer
aquí, y ya está. Hemos dedicado cinco años a esto. Llega el momento en que le
has dado lo suficiente a una cosa, y es el momento de pasar a la siguiente.
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—Creo que entonces la vida será de enseñarles a dar más que a tomar. Es
difícil decirlo, en conjunto. —Se encogió de hombros. — Con la expectativa de
vida limitada, los simples mortales tenemos que averiguar mejor qué hacer con
nuestro tiempo, para que cuando termine no nos avergoncemos de poner nuestro
nombre en la que llamamos nuestra vida.
Jonah consideró eso. —Creo que tú y Maggie están haciéndolo muy bien en
ese sentido. Ayer, salvaste algo que vale la pena salvar. —Levantó la vista hacia la
ventana de la habitación donde dormía Anna, esperaba que con sueños que
valieran la pena, que duraran.
Matt se movió. —Creo que lo que estoy diciendo es que mientras tú tienes
el terreno elevado, están aquellos que siempre están luchando para mantener el
terreno de abajo, para darte una cosa menos que hacer. Que tengas buena suerte.
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reconocía de luchar codo a codo con otros hombres, en tantas otras veces y
circunstancias.
Cuando se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado desde que había dicho
la palabra, se preguntó lo que eso diría acerca de él. En lo que se había convertido.
Sin decir una palabra, giró sobre sus talones y se alejó. Se había
preguntado si era posible sentirse menos cómodo con quién o con qué era, o
confundirse más de lo que había estado en estos últimos años. Ahora se encontró
con que lo estaba, y con tristeza decidió que era probable que empeorara, cuanto
más lejos estuviera de Anna.
Estaría sola.
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Matt le había dado los puntos de referencia, y Anna le había descrito el
mapa mental de Mina. Por lo tanto, fue relativamente fácil seguir sus indicaciones,
a la luz del día con sus sentidos atentos ahora en sólo una cosa. O tal vez la energía
de la Schism era cada vez más fuerte.
No debería haber dejado a Anna. No hasta que supiera que ella estaba a salvo
en el océano. Qué pasaba si... Se detuvo, sujetando las correas de la mochila.
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Había perdido la cabeza. ¿Qué diablos le había hecho decidir dejarla antes de saber
a ciencia cierta que estaba a salvo?
Jonah se dio la vuelta. Donde no había sido nada más que un tramo de
desierto y matorrales con un telón de fondo de arcilla y arenisca de formaciones
rocosas de las montañas en su última mirada, ahora había un hombre viejo.
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Cuando Jonah parpadeó y abrió los ojos, era de noche, noche cerrada.
Había una luna en el cielo tan roja como las colinas que iluminaba, para que ellos y
todo lo demás pareciera manchado de sangre, incluyendo un océano alucinatorio
que se extendía delante de él, el desierto que alcanzaba el mar. Entonces se dio
cuenta de que no eran colinas, el agua o la luna, sino su visión propia que estaba
teñida de rojo. Sus alas se separaron de su espalda con más violencia de la que
pensó, casi levantándole sobre sus pies, con un tirón doloroso de la articulación
debilitada por lo que lanzó un gruñido.
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—Es obvio que estás familiarizado con Mina. —Cuando Jonah levantó una
mano, empujando y alejando al hombre, Sam dio un paso atrás, y se encaró con él.
En un estudio más detallado, parecía ser una mezcla de herencia de nativos
americanos y asiáticos, tal vez un descendiente de los ferroviarios de Asia y de las
mujeres de las tribus sioux.
—He conocido a víboras más suaves. Pero, una chica superdotada, sin
embargo. —Sam se permitió una sonrisa. Una impresionante variedad de patas
de gallo aparecieron en las comisuras de sus ojos. Hizo un gesto—. ¿Vamos a
hacerlo, entonces?
— ¿Hacer qué?
—Ya lo sé.
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—Sí, lo sabes. Es uno de los misterios para mí, que los ángeles tengan un
conocimiento de todas las armas, incluso de las que no fueron creadas por la
Madre. Pero hay mensajes en todas las cosas. La Gran Madre es la forma de la
espiral. Y las estrías el metal que marca la bala, de tal manera que se puede decir
exactamente de qué arma provino. Una vez más, como la Madre, deja su huella en
cada uno de nosotros, el impacto del cambio, el fin, el dolor. Sabemos que nos
marca, con la promesa y la esperanza detrás de ella.
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Justo cuando estaba a punto de sacarla de la tierra, Sam lo detuvo,
poniéndole una mano en la muñeca. —Entra. Querrás quitarte todo lo necesario en
la cabaña. Lo que usas se mojará. No toques la espada todavía.
—¿Por qué?
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Mientras Jonah tenía la sensación de una espiral de tensión en su estómago,
Sam asintió. —Crees que la sangre derramada por ti te ahogará si dejas que tu
mente permanezca en un punto fijo. Pero tienes que dejar que te ahogue. Mucho
depende de la encrucijada que has alcanzado ahora. Debes buscar tus propias
visiones y la verdad en ellas, o ceder como un vagabundo perdido en el desierto, un
destino que no sirve a nadie, pero que puede destruir a muchos.
Hizo un gesto hacia la cabaña. —El camino a las visiones fuertes es a través
de la concentración, y cuando el enfoque es difícil de encontrar, un gran dolor o
estrés físico puede llegar. Cuando el calor se hace cargo de tus sentidos, te priva
de la conciencia, entonces te pondrás al día en tu mente, encontrando dónde has
estado vagando en el laberinto de tu alma.
No puedo esperar para verte bien... volando... Ese será tu mejor regalo para mí...
Había oído sus pensamientos durante su canción, su sirena probablemente no era
consciente de cuántas cosas sin decir había enviado de su mente a la suya.
—Estoy preparado.
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Sam enarcó una ceja, reconociendo que no había recibido una respuesta
directa a su pregunta. Jonah se le quedó mirando, esperando. Sam extendió las
manos hacia afuera. —Entonces, ¿qué te hará sufrir lo suficiente como para
enviarte a un estado de visión, si el calor no lo hace?
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En la oscura casa de campo, sus ojos oscuros brillaron, penetrantes. Jonah
esperaba casi que el chamán extendiera sus propias alas brillantes y negras y
marrones como el halcón que de repente parecía. Los chamanes a menudo viajaban
con alas en sus visiones, lo que llevo a algunos eruditos a lo largo de los siglos a
señalarlos como parte de la mitología de los ángeles. Con la capacidad de volar, de
trascender.
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—No, no lo sabes. Escuchas con tus oídos todavía.
Jonah miró a Sam a través de la luz del fuego vacilante, a través de las nubes
de vapor. Cuando el chamán se movió, Jonah vio la sombra de las alas oscuras
producidas por el fuego contra la pared, y las imágenes borrosas. Un halcón. Un
hombre.
—Ha estado en mis sueños, y en los de la Bruja del Mar, que una gran y
horrible oportunidad debe ser tomada. Al tomar tu corazón, los Oscuros en
realidad pueden ayudar a encontrarlo de nuevo. Lo físico y lo espiritual se unirán
allí, de tal manera que no haya diferencia entre los dos. Es lo que todos
esperamos y el riesgo que hay. Pero la alternativa es mucha oscuridad y la voz de
la Gran Madre guardando silencio para siempre. —El tono de Sam se afiló—.
Hay mucho más en riesgo aquí. Y sin embargo, tu dolor, tu confusión, es un
espejo de lo que el mundo entero sufre. Tu búsqueda es la búsqueda de todos
nosotros.
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David. Anna. Una fuerza de los Oscuros vendría, lo suficientemente grande
como para tomar a Anna. David lucharía contra ellos hasta la muerte. Y allí estaba
él, en un cambio temporal, incapaz de comunicarse con nadie.
Sam levantó la espada. Su mirada era triste, pero implacable. —Tienes que
hacerlo.
Con esa última directiva, clavó la espada en el pecho de Jonah, entre las
costillas que estaban a varios centímetros debajo de su corazón.
La Diosa no creó a los humanos, Jonah. Ella creó todo lo que se ve en el mundo y
el universo, incluidos a nosotros, pero no a los humanos. ¿No te has preguntado una y otra
vez por qué son tan diferentes de cualquier otra criatura en la Tierra?
Pero Ella está conectada a ellos de todos modos. Lucifer tomó una forma más
corporal, con los ojos rojos como llenos de sangre. Eso es importante. Recuerda eso.
Jonah negó. —¿Por qué estás aquí, Luc? ¿Qué es esto? Qué…
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Pero entonces, la visión desapareció y en vez de fuego, se encontró en aguas
profundas. Profundas como el abismo y más frías. Luchó, nadando contra el peso
de sus alas, que se sentían diez veces más pesadas, a pesar de que las alas del ángel
eran por lo general flexibles como aletas en el agua.
Rodó una y otra vez, hasta que no estuvo seguro iba en la dirección
correcta, incluso si aún era consciente.
Pensó en Anna en las olas. Parecían llegar a donde ella quería ir por una
curiosa mezcla de no resistencia y no perder de vista su destino. Lo intentó,
dejando que las criaturas le llevaran. A la deriva o girando en un momento clave
dio lugar a las aberturas que le ayudaron a ser elevado y a alzarse en una lenta
espiral, rodando con ellos, sintiendo el paso sedoso, al lado de un delfín, de un
pez globo sobresaltado repentinamente a lo largo de su empeine...
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había dicho de los acoplamientos con las mujeres, esos habían sido en los primeros
tiempos. Él se había estado regañando con la meditación por algún tiempo.
¿Cuándo había sido la última vez que había tomado a una mujer? ¿Habían pasado
en realidad más de dos años? No era de extrañar que hubiera sido un animal en
celo con ella.
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conexión. Donde el sentido se encontró, aunque no hubiera ninguno para
encontrarse en otra parte. Era un sentimiento divino. Un propósito. Una forma.
Cuando ese primer rayo cayó sobre su mano extendida, su energía se vertió
en él. Antes de que pudiera tomar una respiración profunda en reacción, una
convulsión rebotó dentro de su cuerpo como una metralla. El veneno estaba
rechazando la luz, tratando de escapar de ella, doblándose sobre él, tirando de él
de inmediato. Pero él fue disciplinado, acostumbrado al dolor, gritando de
agonía.
Anna. David.
Arena húmeda. Estaba en una playa, el agua lamía sus pies, la marea
corría sobre sus nalgas y genitales desnudos. Sólo por un momento, estuvo lo
suficientemente desorientado como para buscar la casa de Anna, pero eso era
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demasiado que esperar. Ella estaba más allá de su alcance, ahora probablemente
más segura. No, ella estaba en peligro. ¿No?
El cuerpo de agua del que había salido ya no era un océano, sino un lago
tranquilo, sólo una pieza de cristal de espejo en el que estaba de pie, en el centro.
El Mar de Cristal.
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—Esa no es una respuesta. Visión o no, siempre deberás venir y arrodillarte
a mis pies, donde pueda colocar mi mano sobre ti. ¿Me odias tanto ahora? ¿He
perdido tu amor?
La idea de ello, expresado de esa manera, en este lugar, hizo más que
desgarrar su intestino. Se le partió el corazón, retorciéndose como la picadura
viciosa de una espada en el lugar vacío donde el veneno había estado, dejándole
una cáscara vacía. Le hizo apretar los ojos.
—No, Mi Señora. Yo... Tengo que volver. El chamán me tiene aquí, pero
no... Tengo que proteger a David y a Anna.
—¿Luchas tan duro para protegerles, porque no puedes recordar por qué
luchas por mí? ¿Te has perdido en la sangre?
—Déjame que te cuente una historia, Jonah. Una historia de una joven
Diosa, que tuvo que aprender que la compasión puede tener consecuencias
terribles.
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Nunca en más de mil años Ella había tenido que preguntar. Pero sabía que
el libre albedrío era a la vez una bendición y una maldición en todas las especies,
con excepción de aquellos que se entregaban a la sumisión completa.
—Estoy sucio, Señora —le dijo, con voz ahogada—. No puedo... No voy a
correr el riesgo de corromper tu Espíritu.
En todos esos miles de años, nunca había mentido. Hasta ahora. No podía
soportar su contacto, no podría soportar que Ella le mirara, viendo todo lo que era,
en lo que se había convertido. Ahora comprendía las historias de los traidores de
los dioses, la forma en que trataban de ocultar la cara de su deidad por
vergüenza, por repugnancia. La oscuridad roía la carne de su alma, le susurraba
el mal, y lo hacía sin la ayuda del veneno.
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—Estoy a tu servicio, Mi Señora.
Sus ropas se agitaron como hojas de verdad, pero ella no se acercó. Cuando
Jonah levantó la cabeza, vio que estaba sentada en una roca que se había
materializado para ella. Una niebla flotaba alrededor, ocultándole parcialmente sus
facciones.
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palabras eran como su aliento sobre esa misma chispa preciosa dentro de él,
amenazando con extinguirse.
—Como sabes, tenemos muchos mundos, pero éste parecía mejor para
ellos. Un millar de niños, dejados aquí para darles una oportunidad. —Su rostro
se oscureció, y lo sintió como un viento frío que pasaba a través de sus órganos
vitales, un escalofrío a lo largo de su piel. — Subestimé la profundidad de la
obsesión de los Oscuros con sus hijos, aunque, por supuesto no tiene nada que
ver con el amor. Ellos nunca han dejado de intentar recuperarles, sólo que ahora
hay miles de millones de humanos, muchos más de lo que nunca imaginé que
habrían. No esperaba que pudieran reproducirse, y tal vez fue mi chispa lo que
Ella guardó silencio durante un buen rato. —Ellos no tienen mujeres entre
ellos. No sé por qué. Al final, tal vez los humanos serán reclamados por sus
padres y todo habrá sido en vano. Pero tomé lo que estaba destinado a ser oscuro
y malo y les di algo para poder salvarse, si un milagro pasara. Si hemos luchado
lo suficiente como para dejar que su luz crezca...
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Jonah se quedó mirando sus nudillos. El tiempo en una visión podía ser
eterno, lo sabía, o simples segundos, pero el silencio que se extendió entre ellos
parecía llevar el peso de los siglos, antes de que le encontrara para hablar.
—Es lo mismo.
Si Luc hubiese estado allí, Jonah estaba seguro de que el ángel oscuro le
habría aniquilado por ese comentario, por el desprecio que no había podido
mantener al margen de su voz. Pero la sangre estaba allí, en sus manos.
Extendiendo por su mar de cristal, manchando la pureza de eso, y pensó que
podía ver los cuerpos flotando bajo el agua, debajo de donde ella había
—Jonah...
¿Qué le había dicho a Anna sobre Gabe? Han estaba dentro de ese reino y
gritaron en busca de respuestas, de la responsabilidad, y sólo encontraron
silencio.
—La vida es sólo momentos, Jonah, —la Señora dijo en su lugar. Él cerró
los ojos, había algo demoledor dentro de él. — Cada uno tiene la oportunidad de
ser cielo o infierno. Piensa en ello. ¿Cómo te sentiste, viendo reír a Anna y
jugando con las olas? En ese instante, cuando no había pensamientos, sólo tenías
que verla de esa manera, estar con ella...
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Siempre había sido honesto, hasta aquel momento cuando había querido
que fuera a Sus pies, y las tinieblas en él habían retrocedido. Un ángel no tenía por
qué saber lo que era mentir. A diferencia de su creadora, al parecer. ¿Pero no era
sólo la naturaleza de ser mujer? Podía ser honesto acerca de esto, sin embargo.
—Es todo.
—No. —Él dejó esa visión y fue como si estuviera en un ataúd humano,
tratando de romper las tablas y alejarlas, sus dedos sangrando, rompiéndoselos, y
no importaba. El dolor era mejor que la pérdida.
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Son árboles que no alcanzan grandes alturas, ni son super anchos pero los pinos britlecone, o pinus longaeva,
pueden ser catalogados, sin duda, como los árboles más longevos del mundo. Son muchos los ejemplares
que superan los tres mil años de edad, y el más anciano de todos tiene cinco mil años. Pero han sido
encontrados ejemplares muertos de siete mil años de edad.
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Jonah, escucha...
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El Club de las Excomulgadas
El chamán estaba sentado en la esquina de la cabaña de sudación, con la
puerta ya abierta, con el fuego apagado. Ya era de día, y Jonah podía ver el desierto
extendiéndose más allá de ellos, interminables kilómetros de terreno baldío, lleno
de sólo unos pocos matorrales. Las rocas rojas parecían llagas infectadas en la
distancia, una inflamación en el feroz calor.
Él salió al aire libre, estirando sus alas. El dolor se había ido, la conexión
era fuerte, segura. Algo latía en su interior, poderoso, a la espera. Sin querer,
simplemente tranquilo y listo. Peligroso e inevitable como la violencia.
David.
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No. Jonah sabía que David no tenía la culpa. Él le había fallado a Anna.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintidós
Por más de mil años había luchado. Durante la mayor parte de ellos, había
sido dirigente de algún tipo. Un capitán, un teniente, un comandante. Ahora era el
Comandante Primero en Jefe de toda la Legión Oscura, los ángeles que luchaban
contra los Oscuros, que lo hacía el segundo solamente después de Michael, que
mandaba sobre todas las legiones. Enfoque total, disciplina total. Compromiso
total. La furia de los elementos canalizada a través de su cuerpo era capaz de un
poder que podía romper la Tierra como un huevo y la yema ser dispersada como
una nube de gas simple en todo el universo. Muy pocos Ángeles tenían ese
poder.
Pero esa elección del bien sobre el mal, en definitiva, era vital. Mantenía
al universo equilibrado, con la única ley sólo necesaria en el mundo de los
ángeles. Si el caos llegaba, Jonah sabía que era porque estaba destinado a ser.
Tomó los cielos, porque sabía dónde encontraría a Anna. Los Oscuros no
hacían ningún intento de ocultarse, por lo menos. Al llegar al Gran Cañón y
tomar las corrientes de aire para ir hacia abajo a un estrecho desfiladero en las
sombras y en la oscuridad, le recordó la forma terrenal de un abismo. Pero ese
fue un pensamiento pasajero. No pensaba mucho en nada, porque no había
nada. Había sido entrenado para esa concentración, y la utilizaría ahora para lo
único que parecía importar más.
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El Club de las Excomulgadas
encontraba con eso, entonces podría utilizar ese poder destructivo para borrar por
completo el planeta, eliminando tanto su problema como a él al mismo tiempo. Y
si Ella se oponía a eso, entonces lucharía contra la Propia Señora.
Cuando él entró de lleno en la sala, los Oscuros más cercanos volaron alto
como palomas asustadas, pero no perdieron el tiempo moviéndose a su alrededor
como murciélagos malévolos, desviándose antes de hacer contacto, burlándose.
Había demasiados como para permitirle volar con ella, así que empezó a
caminar, a subir la montaña a pie, igual que como había hecho su viaje durante
la semana pasada. Atestados, tan juntos unos de otros, no tenía elección, y no le
importaba de todos modos, pero procedió paso a paso sobre una cabeza, sobre
un hombro, sobre un brazo esquelético, sentir el susurro codicioso de sus manos,
de su saliva marcándole, de sus uñas de vez en cuando atreviéndose a rascarle la
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pierna, con el pie descalzo. Ninguno había tocado la pureza de sus alas, sin
embargo, el símbolo de su rango con la Señora.
Estaba rodeado de cientos de ellos, el grupo más grande que jamás hubiera
visto levantado desde la última Gran Guerra. Era cierto, entonces. La caída de un
ángel podía abrir un agujero tan grande en el universo... Eso era a causa de él. De
la falsa confianza que había creado para ellos.
—Sabes lo que deseamos. —La voz del gigante era un estertor de muerte.
Otro Oscuro, alto, pero no tan alto como el gigante, salió delante de él, a la
izquierda de Anna.
Jonah cerró la mano sobre ello. El peso era tanto por el mal infundido en
el arma como por el propio metal. Hacía frío. Tanto frío que hasta los fuegos del
infierno no le calentarían.
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El Club de las Excomulgadas
—Jonah, por el amor de la Diosa, no.
—Detente o me detendré.
El alto quitó la mano, aunque dejó a Anna con el agarre de las cadenas.
Jonah empezó a hundir la hoja de nuevo. Metódicamente, mientras mantenía su
mirada en el rostro de la otra criatura. Jonah se preguntó si el ardor en sus ojos
sería un reflejo de su propia agonía, un dolor más allá del físico, que le llevaría a
la locura. Estaban tan cerca, los ángeles y los Oscuros. ¿Por qué debería eso
sorprenderle? ¿Cuántas batallas reunieron extraños momentos de comunión
entre los enemigos, sólo momentos antes de que hicieran su mejor esfuerzo para
matarse unos a otros? La muerte en realidad no tenía mucho que ver con la
—Libérenla.
—El corazón.
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El Club de las Excomulgadas
Los ojos del gigante se redujeron. Cuando asintió, el alto empujó a Anna
hacia adelante, dejando caer las cadenas en una lluvia de chispas. Anna tropezó y
cayó, pero luego se levantó y fue a su lado. Jonah le agarró del brazo con su mano
libre antes de que pudiera llegar a su pecho. —Estate quieta, pequeña.
Se detuvo, temblando, con los ojos llenos de lágrimas. Todo lo que ellos le
habían hecho, pero por él era por quien estaba llorando. Su sirena. Su milagro.
Él tuvo que esperar un poco, y los Oscuros se movían sin descanso, pero
no se acercaban al círculo azul de sangre en el que ahora descansaba y ella se
quedó en él.
Finalmente se levantó, limpiándose la nariz sin gracia con una mano, casi
haciéndole sonreír. —Tienes que irte, Anna.
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—Puedes. Lo harás.
Mientras miraba su cara, Anna pensó que su mundo podía ser destruido por
la intensidad de esa mirada. —Hay muchos ángeles, —le recordó él. — Hay sólo
uno de nosotros.
—Sé eso, pequeña. Y nunca ha habido una gran diferencia entre el valor
de un regalo y el valor del destinatario.
—Jonah.
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Pero luego se centró en la cruz en su frente, en sus ojos oscuros, insondables
y afilados. Anna encontró a sus pies dejando el suelo, su cuerpo atrapado en las
garras de las ataduras que no podía quitar, su cuerpo se volvió frío por la expresión
de sus ojos. Mortal. Sin vida. —No, Jonah. No lo hagas.
Él le envió volando por el aire como si fuera una catapulta, alto sobre las
cabezas de los Oscuros, que eran incapaces de tocar su protección, y a través de los
túneles por donde habían venido.
El triunfo de Vicious había hinchado las filas en torno a él, con los gritos
de los Oscuros creciendo hasta que fueron ensordecedores, hasta que fueron
como un canto en un bosque oscuro del mal apremiando en su contra. Cuando el
calor se vertió en el sudor de su piel sus entrañas se volvieron hacia el agua.
Con una sonrisa salvaje, cortó las arterias que conectaban su corazón con
su cuerpo, y dejó caer el órgano palpitante en la mano esquelética del alto
Oscuro.
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Capítulo Veintitrés
Henry V, SHAKESPEARE
Anna aterrizó en el agua con una salpicadura, con el último grito que
había hecho para disuadir a Jonah apenas saliendo de sus labios. No, no, no.
La velocidad con la que se había movido a través del aire había sido
enceguecedora. En otro tiempo habría bastado para asustarla. Pero mientras
bajaba la velocidad en el descenso y tenía tiempo para concentrarse en el océano
para saber donde la había dejado caer, confirmó que la había alejado de él lo
suficiente para que no pudiera hacer nada para ayudarlo después.
Su primer miedo, en todas aquellas horas, había sido por David. Él había
caído, luchando contra una horda de ellos, tantos que lo había perdido de vista
después de que varios Oscuros le inmovilizaran brazos y piernas, desgarrando
sus ropas e incluso su carne mientras descendían con ella. Había visto un destello
de su rostro, sus facciones se habían contraído en gruñidos. Su nombre en sus
labios, llamándola.
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El Club de las Excomulgadas
formas de atormentarla. Deleitándose con su humillación, asustándola hasta
provocarle náuseas y vómitos y anulando su cuerpo, de tal manera que estaba
contenta por el toque limpiador del agua en esos momentos. Luchó contra el
pánico y la desorientación que podrían convertirse en una vida llena de pesadillas
una vez que el horror hubiera desaparecido. Pero no importaba. Encontró su
centro, concentrándose. Esperando que la conexión con David implicara que la que
ella había tenido con Mina había existido.
Mina. Te necesito. Y David. Si todavía sigues vivo, por la voluntad de Dios. Por
favor. Ayuda.
Antes de que pasaran dos minutos desde que ella enviara las llamadas
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El Club de las Excomulgadas
alguien le había sanado lo suficiente para que estuviera volando a pesar de estar
lejos de hacerlo tan fácilmente como cuando él y Lucifer habían venido en su
rescate.
—Su corazón. — Anna apenas podía pronunciar las palabras entre los
sollozos y la lucha por controlarse. Mina se movió lo suficientemente cerca para
sostenerla con unos de sus tentáculos enrollado en su cintura y el otro debajo de
las plantas de sus pies para mantenerla de pie. —Me dijo que te llamara. Había
cientos de ellos, quizás miles...— Ella tragó, forzándose a encontrarse con sus
ojos. —Me dijo que te dijera... que los estaría guiando, porque tienen su corazón.
Por mí. Estaba rescatándome.
No hubo tiempo para que las dos mujeres preguntaran a que se refería,
porque en el tiempo en que aparentemente le tomaba transmitir la idea, el mar se
levantó, y una legión de ángeles oscuros alados surgió de las profundidades
como un bosque de geiseres15 explotando a través del océano.
— ¿Dónde, Anna?
15
Un géiser es un tipo especial de fuente termal que erupciona periódicamente, expulsando una columna de
agua caliente y vapor al aire.
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Anna tuvo que apartar la atención del fantástico espectáculo para
concentrarse en David otra vez. —En el Gran Cañón. Necesitamos ir. Necesito ir
contigo.
Tuvo que gritarlo, porque antes de que las primeras palabras estuvieran fuera
de su boca, él ya estaba partiendo con los otros. David bajó la velocidad mirándola
desde treinta metros, una distancia que le haría fácil seguir volando e ignorar su
petición. Lucifer ya lo había hecho llevándolos al cielo como una bandada
migratoria tan gruesa que oscurecía al sol.
— ¿Porqué?
La duda de David con tal afirmación fue obvia, pero Anna volvió su
mirada desesperada a Mina. —Por favor, díselo. Dijiste el primer día que yo era
importante. Sigo siendo importante, ¿o no?
—Lo sé. — Dijo ella con brusquedad. —Diosa, ¿crees que no lo sé? Mina
está mintiendo para protegerme, porque no se da cuenta de lo mucho que está en
juego. — Anna les dio una mirada suplicante, incluso cuando los tentáculos de
Mina la apretaron sin mucha caridad. —Mina, si Jonah desafía a los ángeles,
será el fin de nuestro mundo. Lo sabes. Lo sabes mejor que ninguno de nosotros.
Tengo que ir con él. Soy la única capaz de llegar hasta él, ¿no es así? ¿No lo soy?
401
El Club de las Excomulgadas
Cuando Mina se rehusó a responder, Anna refunfuñó. Levantando su mano
del agua, abofeteó a Mina en el rostro.
—No hagas esto. — Anna habló bajo, había furia y resolución en su tono
como sabía que Mina nunca había escuchado en ella. —No me quites el poder de
decidir. Yo no lo haría. Niega cualquier otra cosa entre nosotras, pero no niegues
esa simple verdad.
—Mi visión dice que ella es la única que puede salvarlo, si es que puede
ser salvado, — dijo Mina al fin. —Pero si va, yo iré.
402
El Club de las Excomulgadas
—Lágrimas de Diosa, — dijo David lúgubremente. —Sosténganse.
Los hombres del clima alrededor del Globo, que vigilaban el clima del área,
rápidamente se dieron cuenta de un espectacular fenómeno. Estaba lloviendo…
bien… en todos lados. Una nube había cubierto por completo la Tierra, rodeándola
como un grueso sudario. Sin una completa certeza del porqué, una desesperación se
cernió sobre los corazones y las mentes. Los humanos comenzaron a migrar a las
Iglesias buscando esperanza, arrodillándose para rezar a cualquier dios que
sintieran que pudiera escucharlos...
Ella sabía que los ángeles podían viajar rápido, pero experimentarlo dos
veces en tan poco tiempo era algo completamente diferente. Era como un rápido
parpadeo, aunado a una impresión de un gran empuje gravitatorio mientras
Anna corría a través de los cielos más allá de la velocidad del sonido o de los
sentidos. Entonces estuvieron ahí, revoloteando sobre el campo de batalla del
tipo del que ella estaba segura que el mundo nunca había visto antes.
Ella había estado con él cuando había sido amable, alegre, incluso había
visto su lado más peligroso, pero nunca le había temido de verdad.
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El Club de las Excomulgadas
El ángel que estaba de pie sobre una montaña de rocas tenía un oscuro e
inexpresivo semblante, sus alas estaban manchadas de rojo carmesí, en un patrón
extenso y oscilante que cambiaba como las nubes que pasaban sobre el paisaje del
desierto. Su pelo oscuro ondulaba sobre sus hombros desnudos, los cuales no estaba
tensos, sólo preparados para pasar a la acción. Una mano descansaba sobre la
empuñadura de la espada que estaba situada en la roca entre sus piernas abiertas.
Los Oscuros que se arremolinaban en la saliente ganaban en volumen así como los
ángeles que se reunían en la saliente opuesta. El clamor era abrumador. Era obvio
que su confianza era grande, y en algún lugar en la masa maligna, ella sabía que el
corazón de Jonah estaba bajo custodia. Recorrió con la mirada el ejército de los
Oscuros.
Ahí. Ella captó un destello, en la tercera línea del tumulto. Una luz azul,
un contenedor de un material traslúcido hecho para contener el tesoro, el que
podría darles el dominio sobre las acciones de Jonah. De su cuerpo... incluso de
su alma.
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El Club de las Excomulgadas
todos los ángeles, aparentaba no ser tocado por la lluvia, sin siquiera parpadear por
las gotas que le escurrían por el rostro.
—Pero...
Oh, Diosa. De pronto todo estuvo claro. ¿Qué otra fuerza podría vencer a
Ella sólo tenía que imaginar la sangre azul corriendo sobre esa horrorosa
daga para impulsarla al movimiento. Se volvió hacia Mina, que todavía estaba
en cuclillas como una severa ave de mal agüero en la saliente donde el ángel la
había depositado. —Mina, necesito llegar a Jonah.
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El Club de las Excomulgadas
—Por supuesto que lo necesitas. ¿Quieras que venza al ejército mientras
estamos en eso, y dejamos que los ángeles regresen a arreglarse sus plumas y
admirarse los unos a los otros?
Anna se estremeció cuando dos de los ángeles del comando de David dentro
de su campo de visión le dieron a la bruja una mirada menos que amistosa, pero
Anna tenía cosas más importantes que hacer que suavizar unas plumas erizadas.
Literalmente.
Cielos, todos los comentarios que podría usar para tomarle el pelo a
Jonah, si sólo tuviera una vida para hacerlo, en lugar de sólo una semana.
—No, no con un sólo hechizo. — Anna le dio una mirada tan firme, que
incluso el rostro de Mina se alteró, lanzando su atención a David antes de
regresar a Anna.
—No.
—Por favor, Mina. Sabes que tengo razón. Vuela y cantaré para
protegerte. Mientras canto, puedes protegerme. Déjame en la saliente y regrésate,
sosteniendo la protección todo cuanto puedas.
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El Club de las Excomulgadas
Mina cerró los ojos. — Estás determinada a morir, ¿No es así?
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El Club de las Excomulgadas
Lucifer, y por un momento no vio nada en su postura más que preparación para la
batalla, dándose cuenta de cómo sus ojos se dirigían a su Primer Comandante. Si
alguno de ellos sentía la misma emoción que ella sentía en su corazón, sabía que
cada uno estaría rezando el no tener que verlo reducido. Algo más que el alma de
Jonah podría perderse en esa batalla.
—Te odio por esto, — dijo Mina oscuramente. Con un jalón, tiró de su toga
a sus pies.
Fue suficiente para atraer la atención de David, pero su expresión sólo fue
una impresión momentánea antes de que Anna pudiera decir que Mina los
dejara afuera. Quizás así no podría registrar asco o disgusto, o peor, curiosidad
macabra. Siempre había sido difícil saber en qué estaba pensando Mina. Pero
ahora su cuerpo se tensó, se abrió y explotó en tamaño. Hizo la transición
rápidamente, quizás debido al tiempo que las limitaba y para no poder cambiar
—Santa Diosa...
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El Club de las Excomulgadas
David aparentemente se recuperaba lo suficiente como para arremeter y tomarla de
un brazo.
— ¿Qué intentas...?
—Sí, lo hizo. Porque sabía que todos podrían detenerlo. Lucifer bien
podría matarlo. — Su voz tembló mientras vislumbraba la calmada figura del
oscuro ángel alado. Ella podía sentir la energía que emanaba como un sólido
muro, incluso a esa distancia. —Lo mataríamos. Jonah lo sabe. Pero hay una
batalla más grande en juego. Los dos lo sabemos. Dejaría que los Oscuros le
— ¿Cómo?
—No lo sé. — Ella se dio cuenta que su risa sonó más como un graznido,
porque vio preocupación en el rostro de David. —Sólo sé que tengo que ser yo, si
alguien puede hacerlo. Mina lo sabía desde el principio.
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El Club de las Excomulgadas
más vívida, mientras salvajemente había luchado para protegerla de veinte o más
Oscuros que la atacaban por el aire. Había subestimado su peligrosa fuerza y su
fiereza, probablemente porque lo había visto en compañía de Lucifer y de Jonah.
Pero David la había sostenido con un solo brazo y luchado con el otro. Lo que le
faltaba de experiencia lo compensaba con un infatigable coraje, determinación y
sensatez, donde la mayoría hubieran perdido la razón debido al terror. Podría haber
sido asesinado antes de renunciar a ella, así que sospechaba que una afortunada
corriente de aire lo había dejado inconsciente y lo había dejado caer al mar. Los
Oscuros estaban más preocupados acerca de desaparecerla que de asegurarse de
que un ángel estuviera muerto.
Su voz vaciló. —Para ser honesta, estaba tan aliviada de llevarle con él,
porque no podía imaginar lo que podría hacer por alguien tan poderoso como
Jonah. Pero mi corazón me dice que mi misión todavía no ha acabado. Y lo amo
tanto...
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El Club de las Excomulgadas
David le sostuvo la mirada un largo momento, y ella vio un brillo en sus ojos
marrones. Consentimiento. Pero incluso siguió sin soltar su brazo. Ella endureció
la mandíbula, mientras su control se desgastaba.
—Puedo decir que has estado alrededor de Jonah. Sonaste casi como él,
por un segundo.
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El Club de las Excomulgadas
ayudado por sus alas. Los ángeles por encima de él lo llamaron alarmados, por lo
que los tranquilizó con un movimiento de su mano.
—Buena suerte, — dijo él. —Dime cuando te hayas acercado para que así
pueda comunicárselo a Luc.
Las cejas de Mina se fruncieron. —Le dijo la sartén al cazo... — siseó ella,
con las palabras casi retumbando.
Mientras el dragón volaba a través del cielo, alcanzó la torre de piedra que
sostenía al maldito ángel, y él mandó un mensaje a Lucifer, diciéndole a su
comandante temporal lo que la sirena estaba haciendo. Entonces buscó la magia
que estaba más que disponible para él. David rezó.
Anna cantó como nunca antes había cantado, tejiendo una protección
alrededor de ella, sintiendo que la magia de Mina se unía a la de ella,
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El Club de las Excomulgadas
impulsándolas a través del aire con sus poderosas alas, con su escudo moviéndose
con ellas como una bruma azul.
Las flechas lanzadas por los Oscuros surcaron el aire, buscando un punto
débil para detener el acercamiento del dragón, pero rebotaron en el escudo. Jonah
no hizo ningún movimiento, su mirada simplemente las seguía. La espada seguía
levantada en su mano, pero Anna estaba aliviada de ver que no había hecho ningún
movimiento para lanzarse él o su ejército en su contra. Su levantamiento había sido
aparentemente sólo otro truco para mantener a los ángeles en vilo. O algo más.
¿Por qué estaban esperando?
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El Club de las Excomulgadas
Anna sabía de seres que podían convertirse en algo que no esperaba que
fuera, en un traidor o en un inesperado amigo, pero no importaba lo que viniera
después, lo que ella había conocido de él había sido verdadero. Se aferraría
fuertemente a eso.
Era muy duro para ellos regresar a lo que parecía la trivialidad de la vida
diaria, para encontrar el significado después del oscuro lugar de sangre y muerte
que habían visto. Esas imágenes eran tan fuertes y poderosas y reales. Tenían
que encontrar la realidad en las cosas más calladas y suaves que estaban
defendiendo. Pero mientras más permanecieran en el lugar oscuro, más difícil
sería hacer eso...
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El Club de las Excomulgadas
podría un alma adoptar la luz después de ver el lado oscuro que se ocultaba justo
detrás?
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El Club de las Excomulgadas
—No hay tiempo. Sigue cantando. — El dragón rugió, y Anna obedeció
mientras veía a los Seres Oscuros renovar sus esfuerzos, sintió como el cuerpo de su
amiga dragón temblaba abajo de ella.
— ¡Mina!
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El Club de las Excomulgadas
—Voy a tener que dejarte cerca de él ahora... Sólo tendremos que inclinarte.
Están erosionando mi protección... Estate lista.
—Mina, vuela y no te preocupes más por mí, ¿me has oído? Has hecho todo
lo que has podido.
¿Cuánto iba a durar ese punto muerto? ¿Era irracional creer que Lucifer le
iba a dar tanto tiempo como pudiera, para ver si podía hacer alguna diferencia?
Sin embargo, a diferencia de su propia gente, o de los humanos, ella no tenía que
convencer a las huestes a su espalda que las visiones, las profecías e incluso las
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El Club de las Excomulgadas
compulsivas intuiciones podían ser vitales para el desenlace de una situación como
ésa.
Anna echó un vistazo a sus tambaleantes pies. Mientras el vacío podía ser
aterrador, no se podía comparar con los alados Oscuros que pululaban en el
inundado abismo, listos para acabar con cualquier ángel que cayera. Incluso ahora
muchos estaban dirigiéndose hacia su posición, como si pudieran arrastrarla hacia
sí, estrellándola contra las rocas.
Durante las horas que la habían capturado, nunca había estado más
asustada en toda su vida. Su malevolencia había sido como las opresivas paredes
de un ataúd, sin vía de escape para lo inevitable de su destino. En momentos,
estuvo segura de que perdería la razón. Si no hubiera estado distraída de su
discusión con David, no estaba segura de que hubiera tenido el coraje suficiente
de volar otra vez hacia ellos. Pero estaba aquí por Jonah. Él la necesitaba.
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El Club de las Excomulgadas
Ella se preguntó si tendría más sentido transformarse en una hadita, un
blanco más pequeño, ligero y rápido. Sólo la Diosa lo sabía, las alas podrían serle
útiles ahora. Pero sabía que de alguna manera podría dirigir la atención de Jonah
más fácilmente como una mujer proporcionada a su talla, que podría estar a su
altura ojo con ojo, cuerpo a cuerpo. Los Oscuros no podían cambiar que era un
hombre, y ella nunca había conocido de él más que una abrumadora virilidad.
Quizás los instintos puros y primitivos podrían romper la principal grieta en las
barreras más complejas, mágicas o emocionales. Además, el viento se la llevaría
como a una hoja.
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El Club de las Excomulgadas
—Mátala. Mátala. — El mantra estridente era repetido por la línea. Su
anticipación y sed por la sangre tenían un elemento... el coral.
Eso la paralizó, antes que la hiciera pensar otra vez en lo que estaba en
juego. Si el demonio ganaba esta batalla, habría un mundo entero de humanos
para arrasar y reclamar. Matt y Maggie, Gabe y su familia. Los Oscuros se
llevarían sus corazones y sus almas, arrasando con cualquier cosa buena en ellos,
destruyendo sus almas para que así la Diosa estuviera sola en el Universo... sin
ángeles, en la nada.
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El Club de las Excomulgadas
su ojo, pero se fue mientras él la soltaba. El dolor explotó atrás de sus ojos,
mientras le pegaba en la cara con su puño.
Fue una corriente sólida que golpeó su cabeza hacia atrás, con un sonido
sólido de rotura que por un aterrador momento temió que hubiera sido su cuello.
Ella trastabilló hacia atrás en la plataforma de piedra, su cabeza yendo hacia la
orilla, y sólo el miedo a caer sobrepasó al dolor de rodar, logrando volver a estar de
pie. Se sostuvo de rodillas, con su cabeza dando vueltas y balanceándose.
Tomando un respiro para estabilizarse, ella gateó hacia él, sabiendo que
ponerse de pie sin ayuda era imposible. Llegó a los dedos de sus pies, que
estaban cubiertos de fuertes botas negras, y se sentó sobre sus talones, tratando
de controlar las náuseas. Echando atrás su cabeza, sostuvo su pecaminosa
mirada, buscando a Jonah. Descansando su mano sobre el hueso de su cadera,
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El Club de las Excomulgadas
a sus ángeles mientras enfocaba su energía en su tarea principal, que aparentemente
era mantener la mayor cantidad de protección posible alrededor de Anna en la
forma de un tornado de viento. Esperaba que fuera lo que fuera que Jonah le estaba
haciendo a Anna estuviera desbaratando el campo de la bruja, y no las heridas que
había sufrido, él bajó en picada para unirse a ella. Pero su corazón estaba atorado
en su garganta mientras descendía, porque vio que la bruja estaba proyectando su
hechizo en un cada vez más grande charco de su propia sangre.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinticuatro
Mira bien, porque soy una forma difícil de discernir, soy la luna nueva, soy la imagen
en el corazón. Cuando una imagen entra en tu corazón y se establece por sí misma, huyes en
vano. La imagen se mantendrá dentro de ti, a menos que sea un sueño engreído sin sustancia,
hundiéndose como un amanecer falso. Pero soy como el verdadero amanecer. Soy la luz de tu
señor.
RUMI
—Jonah. — Anna se las ingenió para que pasara su nombre por sus
sangrientos labios otra vez. A pesar del barullo, de la centelleante luz y de la
horrible oscuridad, el opresivo peso de Seres Oscuros tan terroríficamente cerca y
la energía todopoderosa de Jonah. —Mi Señor.
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El Club de las Excomulgadas
Estaba adivinando lo segundo, cuando la mirada de Jonah ardió. El
ominoso sentido de energía saltó por encima, la energía que ella sabía era la firma
de poder de un ángel preparándose para la batalla. Jonah levantó su espada, con la
punta moviéndose en un arco terrible encima de ella. Ella pensó por un momento
que todo había terminado, esperando ella misma al golpe, pero entonces él se
detuvo, con la cabeza inclinada, con sus ojos estudiando al ejército opuesto, que no
había avanzado.
Anna estaba de rodillas de nuevo, respirando con dificultad, con los ojos
que se le saltaban de lágrimas. Le tomó cuatro o cinco preciosos segundos antes
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El Club de las Excomulgadas
de lograr que su cuerpo hiciera lo que quería, entonces empezó a cantar de nuevo.
Ella recordó como la usaba con el delfín que sufría. La criatura no podía
lidiar con las notas más altas y fuertes de su magia, así que lo hacía suavemente,
sanadoramente, dándole visiones de su hermano y de muchas cosas que le daban
alegría.
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El Club de las Excomulgadas
Por algún raro giro del destino la había elevado de una simple sirena a ser la
clave del universo, en ella estaba la encarnación de todo que le daba un significado
a su lucha.
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El Club de las Excomulgadas
iban a existir por el amor, la alegría, el placer, los deseos siempre iban a existir
también, imposibles de ser destruidos.
El amor podía acabarse pronto y decepcionar, pero podía regresar más fuerte
después de la lección.
Ella alzó las manos para tratar de detenerle, pero por supuesto no podía. Él
golpeó su cara de nuevo, y ella se las arregló solamente para esquivarlo lo suficiente
como para salvarlo de que la dejara inconsciente. Cuando cayó esta vez, él la pateó,
lo suficientemente como para casi tirarla otra vez, pero ella se agarró de la roca,
se impulsó de nuevo a la saliente y lo enfrentó desde atrás.
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El Club de las Excomulgadas
desde sus ojos por la presión que crecía a su alrededor, como si se hundiera en lo
más profundo del océano, en donde un humano podia ser aplastado.
Oh, Diosa, duele. Ayúdame. Ayúdame a alcanzarlo. A tocarlo una vez más.
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El Club de las Excomulgadas
Ella sabía muy poco de él y a la vez mucho. Sabía que estaba ahí, en algún
lugar. —Sólo siente. Deja de pensar y sólo siente...
Un destello en su mirada y luego ella se alzó sobre los dedos de sus pies,
inclinada completamente contra la espada que hacía una barricada entre su cuerpo
y el de ella. La hoja de la espada estaba lo suficientemente afilada como para
trocear su cabello abajo de su caja torácica mientras se tensaba hacia arriba,
llevándose a sí misma y besándolo, llorando mientras el fuego invadía su cuerpo,
con el veneno de los Oscuros corriendo por su espada y por la herida, acoplándola
a él, a la hirviente masa atrás de él.
Ella temía estar entre ellos otra vez, pero no iba a dejar que el miedo la
invadiera, lo haría peor, porque entonces podrían tomar su cuerpo, su mente...
incluso quizás su alma, justo como ella había pensado.
Ella lo amaba más que a nada por lo que hubiera podido haber dado su
Y así fue. Al final del terrible viaje que duró minutos pero le parecieron
horas, cuando ella se quejaba en la agonía contra sus labios, el dolor estaba
muriendo de todas maneras. Dejando sólo una espiral de pensamientos que
ahora parecían salir de lo más profundo de ella, la culminación de cada
experiencia, consciente o no. Su vida. Y se lo dio todo a él, mente a mente.
Y todo se vino abajo a ese momento en el tiempo. Todo era sobre ese
momento. Si la oscuridad la tomaba, esos momentos no existirían. Protégeme.
Protégenos a todos.
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El Club de las Excomulgadas
Ella mantuvo su boca en la de él, enredando los dedos de su brazo sano en
su cabello. Su cuerpo se mantenía rígido, sin respuesta, como una fortaleza de
piedra, mientras ella provocaba sus labios, mientras se presionaba así misma más, y
más cerca, con la hoja de la espada hiriendo su estómago, su carne, los órganos
vitales que estaban detrás. Ella quería estar tan cerca como pudiera de él.
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El Club de las Excomulgadas
vueltas como metralla. Jonah gritó, arrojado al suelo, y ella lo alcanzó,
presionándose hasta que pudo cubrir su mano con la suya.
Ella apretó sus dedos sobre los de él mientras el mundo hacía erupción en un
caos sobre ellos. Los Oscuros se levantaron sobre la saliente sólo para encontrarse
con un muro de ángeles que brincaba hacia adelante, moviéndose tan rápido por el
cielo que colisionaban encima de ellos en un arco mortífero, enfrentándose en una
batalla.
—Anna, — dijo, con su voz sonando gruesa y ronca a sus propios oídos.
Pero su propia voz, sin ninguna duda.
—Adiós, Jonah, — dijo ella. —Deseo... quiero tocar tu rostro una vez
más... pero no siento mis dedos.
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El Club de las Excomulgadas
—Sólo carne y sangre, — dijo él, y su voz se rompió.
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Un carrusel, tiovivo o calesita es un medio de diversión consistente en una plataforma rotatoria con asientos
para los pasajeros.
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si ellos y todos los demás estuvieran en algún lado dentro de él, empuñando sus
espadas, y a su espalda y preparados para entrar en la batalla con él una vez más.
Casi podía oír a Ronin. ¿Estás listo para hacer esto?
Regresa.
Tenía el poder de un trueno, la orden que mandó al cielo arriba de él. Sus
ángeles obedecieron instantáneamente, disgregándose, cayendo en picada atrás de
los Oscuros. Su incuestionable lealtad y confianza en él iba más allá de las palabras
o incluso de los pensamientos, lo abrumaron como a la sangre, dándole más
poder para dar rienda suelta.
Siempre habían estado conectados con él. Había sido él el que se había
apartado de ellos. Pero ahora podía darles ese amor de regreso, incluyendo su
propia lealtad, no sólo por aquellos que estaban en el cielo sino por la razón por
la cual habían luchado.
Había sido la Diosa y más que la Diosa. Había sido cada cosa que cada
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El Club de las Excomulgadas
Aún y cuando podría incinerar al mundo con un pensamiento, el poder
ejercido sobre cierto nivel era demasiado peligroso, por el control que requería y el
impacto después del choque. La naturaleza tenía sus límites, siempre.
En su camino luchó con algunos más, hasta que otros ángeles lo pudieron
rodear, protegiendo el lado vulnerable en donde la estaba sosteniendo.
Que contenta habría estado ella de haber volado así, de ver el maravilloso
espectáculo de los ángeles barriéndose y proyectándose, como una magnífica
falange de veloces chimeneas, eliminando las cenizas de los Oscuros.
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El Club de las Excomulgadas
vigilada por varios ángeles de la división de David. El maltrecho lugarteniente
estaba ahí en un punto con su arco y sus flechas. Una orden de Lucifer, estaba
seguro, tan cierto como lo estaba de que el lugarteniente no habría accedido tan
fácilmente. Teniendo a la bruja marina para protegerla era la única cosa que
aseguraba que David obedeciera a Lucifer una vez que empezara la batalla. Otra
razón por la cual era una bendición que la bruja se les hubiera unido.
Los hombres de David trataban de echarle una mano con los que estaban
más cerca de él, pero no querían herirlo con sus flechas. En su mente, oyó a
David llamando a Lucifer por refuerzos y guerreros mano a mano.
La luz hizo erupción en sus brazos, llamas fulguraron con la pureza del
oro. Los rayos explotaron en todas direcciones mientras él parecía sostener al sol
en sus brazos. Los Oscuros que estaban en el camino de la ráfaga fueron
consumidos, y los ángeles que estaban en el fuego cruzado exclamaron
sorprendidos, pero el fuego era pureza y no fueron lastimados. De hecho, sus
rostros, mientras revoloteaban alrededor de él para ayudarlo a llegar a la saliente,
estuvieron momentáneamente estampados en toda su perfección, tanto los
huesos de sus pómulos como sus expresiones. Lo físico y lo espiritual. Era
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El Club de las Excomulgadas
deslumbrante, como una pintura en los muros de una catedral, representando la
sede celestial, en la tenaz defensa de su Creador.
No.
Jonah.
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El Club de las Excomulgadas
Jonah sabía que Anna habría dicho que no podía entretenerse, pero no podía
dejar de mirar como algunos de los copos dorados se expandían por su piel, y el
resto se movía hacia el precipicio, llevados por el viento en un grueso arco hacia
Mina.
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El Club de las Excomulgadas
su cabeza y se convirtió en la forma venenosa de una serpiente roja. Siseó, con los
colmillos al descubierto.
—Ese era el plan. Estoy contento de que ahora pueda usarlo en algún otro,
aunque con algo menos, menos bonito.
Pero en este momento, la batalla era el escape que necesitaba, con esos
ángeles que habían escogido pelear de su lado. Cuando el día acabara, si
sobrevivía, podría enfrentarse al hecho de que era el responsable de la muerte de
Anna, y la de su amiga. También del hecho de que nunca sentiría el toque de
Anna otra vez, que no escucharía sus bromas, ni la vería sonriéndole. No vería el
amor absoluto en sus ojos que de alguna manera se había creado entre ellos en
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El Club de las Excomulgadas
una semana. De cualquier modo tenía cosas que resolver con la Dama, no negaría
que esa clase de amor era uno de Sus milagros.
Eso le ayudaría a lidiar con eso. Podría hacer lo que mejor sabía hacer, por
las razones correctas, y luego, después, quizás, cuando acabara, la fuerza
limpiadora de la batalla sin la oscuridad en su alma podría ayudarle a enfrentar la
pérdida. El sentimiento de soledad que lo rasgaba incluso ahora.
Había también otra nota de poder en ellos, una que nunca había
detectado antes... tan fuerte. Una que se dio cuenta que deliberadamente Lucifer
le estaba haciendo sentir. Lucifer asintió, y sus oscuros ojos se encontraron con
—Lo sabes ahora, — dijo suavemente. —De donde vienen los humanos.
Jonah asintió.
Lucifer miró por el abismo. —Cada vez que Ella envía a Sus ángeles a
luchar, sufre. Algunas veces, Ella tiene la noción insana de unirse a la Batalla,
pero tú y yo sabemos el efecto de los Oscuros en la energía femenina. Si la
energía de los Oscuros abruma al alma humana, ahogando esa chispa... En Su
mente, tú estás peleando por los humanos. Pero te lo diré aquí y ahora, siempre
habrás estado luchando por Ella. ¿Entiendes?
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El Club de las Excomulgadas
—En un momento de compasión, — el Señor del Inframundo continuó, —
puedes hacer lo correcto y crear una tragedia. O puedes comprometerte con tu alma
y la vida continuará. ¿Has pensado en las consecuencias de comprometerte con el
alma de la Diosa?
—Ella sabe muchas cosas que nosotros no, pero eso no significa que no
sienta dolor, pérdida o ira. Ella es todo lo que amas, Jonah. Y como tu pequeña
sirena, el amor es un tapete contra el cual el dolor puede imprimirse una y otra vez,
dándole cicatrices al mismo tiempo que riqueza.
Eso golpeó a Jonah tan poderosamente, que fue como si hubiera abierto
su boca y hubiera tragado agua demasiado rápido. Respiró dolorosamente. El
guerrero del ejército de la Dama, Su protector, Su balanza. El Señor y la Dama,
algo que era casi una leyenda entre los ángeles. Nunca puesto en duda, pero lo
del Señor era ilusorio, así que los ángeles nunca se habían cuestionado Su
identidad más de lo que lo habían hecho con el hecho de Su existencia.
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El Club de las Excomulgadas
Lucifer le dio un breve asentimiento, su mirada oscura centelleaba.
Entonces, como si nada memorable hubiera pasado, él miró sobre la todavía
humeante saliente al otro lado del cañón. — ¿No crees que debas hacerlo otra vez,
el doble de fuerte, y ahorrarnos a todos algunos problemas?
—Esto... Nunca he tenido la habilidad para controlar este nivel de poder con
tanta exactitud antes. — Ni nunca había sentido que lo había hecho, cuando lo
había hecho. Sin odio. Había sentido la feroz adrenalina que siempre sentía durante
la lucha, pero nunca había sentido el arrastre del odio o de la desesperación que
por tanto tiempo lo había acompañado. Si uno de los Oscuros le hubiera pedido
piedad, una oportunidad, se la habría dado. Justicia con compasión.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinticinco
Fue la batalla más grande que David haya atestiguado jamás. Aunque
fallaron en su empresa de obtener un ángel cautivo, los Oscuros creyeron
ilusamente, a pesar de su estallido de fiera energía, que Johan podría estar
debilitado y que aún tenían una oportunidad. Coraje era algo que los Oscuros no
echaban en falta, aunque David prefería denominarlo un deseo irracional de sangre.
Cuando tenían el peligro en las narices, no se echaban atrás como sería de esperar,
incluso cuando todo estaba en su contra, como ahora.
Tanto si ella se daba cuenta o no, la bruja del mar estaba demasiado débil
para seguir participando, no que él estuviera muy seguro de que lo habría hecho.
Cuando Anna estuvo a punto de morir y Jonah levantó la espada encima de ella,
ella se había colapsado, con su magia gastada y su propósito cumplido. Aún
sabiendo que estaba mortalmente herida, David había enviado un llamado
urgente a Raphael, aún cuando no era muy probable que el ángel sanador
pusiera a un brote de la oscuridad y la petición de un teniente junior por encima
de los llamados de otros de clase alta en aquel día bañado de sangre.
Entonces las cenizas de Anna cayeron al abismo y la bruja del mar lloró
en protesta. Él se dio la vuelta para ver cómo ella intentaba evitar la brillante
ducha que parecía ser… Sí, estaban amoldándose a las heridas, sanándolas,
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El Club de las Excomulgadas
internándose en su piel, embalsamando sus labios donde se volvían líquidas,
forzándose a sí misma a bajar por su garganta. Mina había sido sorprendida en
algún lugar entre dragón y forma humana, demasiado débil para completar el
cambio. Sin embargo, ahora, mientras los últimos vestigios del dragón
desaparecían, su forma marina reapareció, con sus largos y negros tentáculos y el
cuerpo con marcas de arlequín. La ceniza dorada se fundió en su piel, sobre las
cicatrices. Las que ella obtuvo en esta batalla desaparecieron mientras el oro se
quedaba, formando patrones arremolinados sobre sus viejas cicatrices y en la
sedosa y negra carne de sus tentáculos, dándose a sí mismos formas de símbolos de
protección. Sus protestas se incrementaron.
Siguiendo sus instintos, él se dejó caer sobre una rodilla, la atrapó para
*****
Un grito de batalla desde arriba, un trueno de tambores, y él tuvo que
sacudirse la preocupación por ella al enfrentarse a la más inmediata tarea de
proteger sus límites del ataque mientras la batalla empezaba. Sus hombres
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aguantaron bien. Aunque no les agradaba la tarea de proteger al Brote de la
Oscuridad, ninguno lo rehuía, y cada Oscuro que mataban era uno menos atacando
sus amigos de arriba.
— ¡David!
Una rápida mirada le dijo que los Oscuros estaban perdiendo por todo el
campo de batalla, cayendo del cielo, huyendo, siendo incinerados en el aire. Pero
aparentemente habían decidido que el único objetivo aún al alcance de sus
manos era matar el Brote de la Oscuridad que había peleado contra ellos.
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sacaba de golpe antes de que sus manos absorbieran el oscuro abismo de veneno
que existía en el interior de sus cuerpos.
En este punto, se vio rodeado, yendo hacia abajo con cuatro de ellos, porque
era el que estaba más cerca de ella. Lo presionaron tanto que de algún modo supo
sus intenciones. La desgarrarían en pedazos. No, la llevaría de vuelta, la torturarían
por eones… haciéndola sufrir en su mundo oscuro, donde ella viviría una media
vida…
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—Lo siento —dijo David—. Milord, lo siento.
Se dejó caer sobre una rodilla, asombrando a Orión, según vio, pero hizo
una reverencia con la cabeza, con sus dagas aún apretadas en sus puños.
—Johan…
Jonah negó. —Malditos esos ojos escrutiñadores tuyos. Ella nunca esperó
vivir tanto tiempo. Me lo dijo… Las hijas de Arianne no pueden vivir más allá de
los veintiuno…
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Su voz se quebró, algo tan increíble que los ángeles alrededor los miraron
como si un nuevo ejército de Oscuros acabase de aparecer delante de ellos, y quizás
hubiese preferido eso. Jonah se tragó el dolor con un visible esfuerzo y
murmurando unas palabras, palmeó con fuerza el hombro de David. —No
importa. Ahora no es el momento indicado de todos modos.
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Aquella poderosa carga invadió los gestos de Jonah, y entonces se fue,
empujándose hacia algún lugar en donde ninguno de ellos pudiera verlo, pero
David podía sentirlo vibrando en su interior.
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Hizo una pausa, mirando de vuelta a Mina por un largo momento. En su
rostro, David vio una compasión ahí que sorprendió a los demás ángeles, quienes
lucían como si estuvieran en esa saliente cerca de los Oscuros, mil millas más cerca
de lo que desearían estar. —Cuando muere un ser, — dijo Jonah — un tipo de
ángel llamado el Guardián de la Puerta viene a guiar el alma hacia el reino
espiritual. No nos habla, pero siento que el Guardián vino por ella, Mina. Ella está
a salvo, y en paz. Espero que eso te consuele.
Con eso, regresó al cielo, llevándose la mayoría de los ángeles con él,
dejando sólo a David y a varios de sus hombres. Vio que la mirada de Mina se
levantaba, siguiendo el rastro de Jonah por el cielo, y oyó que murmuraba, —
¿Será eso suficiente para consolarte a ti?
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—Anna tenía razón. Él es el líder que ella dijo que era. Cuando fue a la
batalla, incluso yo sentí la energía que desprendió. Pero como un hombre, es muy
miserable. Esto… espero que ella esté en un lugar en donde pueda saber lo mucho
que él la amó.
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Capítulo Veintiséis
Había trabajo que hacer en reparar la fisura, como siempre, y era un trabajo
tan grande que una nueva Nébula se creó alrededor de la estrella cuando el trabajo
estuvo hecho. Mientras flotaban en la oscura inmensidad del espacio, bañados por
la luz brillante de la nueva estrella, Lucifer echó un vistazo en dirección a Jonah.
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—Nadie la merecía más que tú. — Luc intervino. Pero Jonah ya batía las
alas lejos hacia la oscuridad.
Lucifer puso una mano sobre el hombro del capitán. —Estará bien. No lo
sabe, pero vuela hacia los brazos de la Dama, incluso ahora. Deja que Ella se
encargue de él.
Ella le había abierto los brazos, con sus ojos mirándolo, viéndolo a través
de todo lo demás. Con una sabiduría que él conocía, pero que había perdido en
algún lugar en la oscuridad de su alma. La esperanza del mundo no estaba en las
complejas teorías de los filósofos y políticos de los hombres, sino simplemente en
esto. En el poder del amor y de la creación, de un toque de amor y del perdón
esperando sólo un paso más allá…
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Había sentido que ella lo invadía, con su esencia vital, con todo su amor por
él. Ella le había dado otro inaguantable y penoso regalo. Él entendía esa sabiduría
otra vez; la negrura se había disipado. Sabía por qué la Diosa había hecho lo que
había hecho. Una chispa podía crecer hasta ser una llama, y cuando la luz se
dispersaba, toda oscuridad sería entibiada por ella.
Un regalo.
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Su energía lo envolvió, remplazando su incorpórea cama con las sustanciales
espirales de Su presencia, una presencia cálida y confortante, pero rebosante de
todo el dolor y de la pérdida que él experimentaba. Un dolor tan grande que la cosa
más fácil habría sido voltearse, cubrirse con las alas para no tener que avergonzarse
a sí mismo ante Ella.
No pensó en nada, no se preguntó por qué las cosas no podían haber sido
diferentes, no imaginaba a nadie a quien culpar. Simplemente sentía, amado y con
dolor.
—Mi buen mozo y cansado ángel. Has sufrido mucho por mí, Jonah.
Incluso los ángeles que son guerreros son seres de luz, de vida. El estar inmerso
en muerte y destrucción por tanto tiempo, con tanta maldad, te cansa, cansa tu
alma, tu mente.
Él lo vio en Sus ojos, lo que Lucifer había tratado de decir acerca de Ella.
—Todos sufrimos, mi Dama. Porque el mal es algo que siempre estará en
nosotros.
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temía. Era morir sin esperanza, sin luz o propósito. Mina tenía razón. La condición
del espíritu siempre sería la chispa. La chispa es Usted. Y yo. Todos.
—Lucifer.
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— ¿Dice que ustedes dos… discuten? —No podía imaginarse tal cosa, pero
entonces se recordó erguido en un Mar de Vidrio, retándola, y un sonrojo rosa
subió a sus mejillas.
Su risa era el viento, moviendo las estrellas y dándole vueltas hasta que
brillaban como diamantes.
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Magias Conjuntas, de todo lo que podía llevarle de vuelta al abrazo de la Dama…
Su mirada vio y lo supo todo. —Pero fue el amor de Anna lo que te trajo de
vuelta a ti mismo, lo que siguió llamándote de vuelta a ti mismo, hasta que
estuviste listo para dar un paso atrás de vuelta al camino por ti mismo. Siempre se
hace así. Ninguno de nosotros lo hace solo.
—El don de Anna fue que estuviera en completo equilibrio. A través de sus
cambios de forma, ella estaba conectada a todos los elementos: fuego como un
fénix, agua como una sirena, aire como un hada, y por supuesto, su carne a la
tierra. También por eso la magia fue más fuerte cuando llevaste el amor a ella.
Su tono se suavizó. —Lucifer también tenía razón, cuando dijo sobre que
tú la merecías. Sí, la merecías, Jonah, por todos tus muchos años de servicio. Esa
es la razón por la que ella es mi regalo para ti. — Ella se detuvo, y el universo
giró alrededor de él, oscuridad y luz, todos los planetas y la quietud que existía
allá afuera, así como en su interior.
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—Desafortunadamente, Anna alteró el balance ella misma. Mina era quien
se suponía debía morir, Jonah. Anna sacrificó su energía como fénix por ella.
—Admito que sería muy difícil para mí, criticarla a Usted por romper sus
propias reglas en el futuro. A menos que quiera ser denominado un hipócrita.
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cielos de la tierra como un novato. Sólo esperaba que recordase desacelerar a
tiempo para no crear un cráter que llevara una segunda inundación sobre los
continentes. Ella envió una señal a los ángeles del clima para que se preparasen
para una interferencia en caso de que lo necesitase, incluso cuando Su sonrisa
crecía. Enviando una ola de sensual, de amorosa tibieza que envolvió Su universo
en un precioso momento de paz y calma.
Invadió cada corazón y alma, en cada lugar. La más oscura prisión, las más
altas montañas. Abajo en las bóvedas del mismísimo Infierno, dándole a las alas de
un ángel de ébano un momento de pausa y una sonrisa de Él mismo que envió
placer lacerante a través de Su corazón.
Fin
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Próximamente
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