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Rosset, Clément
La filosofía irágica - 1ª ed. - Buenos Aires, Ei cuenco de plata, 2010.
176 pgs. - 21x14 cm. - (teoría y ensayo)
Esta obra, beneficiada con la ayuda del Ministerio de Asuntos Extranjeros de Francia
y del Servicio Cultural de la Embajada de Francia en la Argentina, se edita en el
marco del programa de ayuda a la publicación Victoria Ocampo.
el cuenco de plata
Prohibida la reproducción parcial o total de este libro sin la autorización previa del autor y/o editor. teoría y ensayo
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¿QUÉ ES LO TRÁGICO?
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LA FILOSOFÍA TRÁGICA ¿QUÉ ES LO TR.AGICO?
entonces es que uno anticipa lo trágico, que uno se lo representa muerte. De hecho, yo soy el único que ha captado lo trágico de
ya como consu...mado, como pasado: uno presiente, podría decir- la muerte, no porque el albañil se haya estrellado a mis pies, sino
se, el mecanismo antes de que se haya puesto en juego, uno prevé porque yo lo vi, en el espacio de un segundo, vivo, morir, y muer-
la manera exacta en que el resorte trágico va a jugar cuando en to; porque lo trágico se me presentó como mecanismo, no como
realidad no hace más que detonarse. De modo que hay dos ideas situación, y, lo repito, la idea de una situación trágica, si se da a
esenciales y complementarias en el sentimiento trágico: la idea la palabra trágico su sentido más fuerte, me parece una contra-
del movimiento y la idea de la súbita inmovilidad fundidas en dicción en los términos. Lo trágico, no es ese cadáver que se
una única intuición -horribile sentitu-; la idea de un mecanismo llevan, es la idea de que ese montón de carne sanguinolenta es el
fijado, que puede representarse, se podría decir, en un cuadro, sin mismo que aquel que ha caído hace un instante, que acaba de
tener en cuenta el tiempo, pues se trata de un esquema trágico dar un paso en falso; es la idea del pasaje entre el estado vivo y el
que, cuando entra en acción, usurpa de alguna manera el tiem- estado muerto, que yo me represento ahora, cuando él está muer-
po, se sirve del tiempo, actúa como si él fuera el tiempo: y es to, cuando la ambulancia ya se lo ha llevado: "la representación
solamente cuando el mecanismo trágico ha acabado su obra que ulterior de un estado en otro", el mecanismo trágico.
uno advierte que no se trataba del tiempo, sino de lo trágico Abro aquí un paréntesis para echar luz sobre un elemento
disfrazado, que se había revestido de los atavíos del tiempo para trágico suplementario, ligado a las circunstancias particulares en
mejor engañamos. las cuales he sido espectador de un mecanismo trágico: éste se me
Lo trágico, en primer lugar, es la idea de inmovilidad intro- presentó con una pureza total porque yo no conocía a ese hom-
ducida en la idea del tiempo, o sea una degradación de la idea bre que trabajaba en lo alto de su andamio, porque lo conocí en
del tiempo: en lugar del tiempo móvil al que estamos acostum- el momento mismo de su muerte. Se objetará que su mujer, sus
brados, nos encontramos de pronto en el tiempo trágico, un tiem- hijos, sus padres, sus amigos, sienten mucho más profundamen-
po inmóvil. Pero antes de proseguir nuestro estudio psicológico, te lo trágico de su muerte; pero yo creo precisamente lo contra-
apelemos a una ilustración, a fi11 de precisar nuestras primeras rio._ Sin duda_, c:;n el plano de la afectividad, ellos pueden sufrir
definiciones. infinitamente más que yo que, por lo demás, en ese plano, no
Examinemos, por ejemplo, el caso de una muerte accidental: sufro en absoluto. Y además, yo no digo que sufro más que
yo voy paseando por la calle, al pie de un edificio en construc- ellos: digo que siento el mecanismo de la muerte de manera más
ción; un albañil da un paso en falso encima de su andamio, cae pura, y por consiguiente más trágica. En efecto, llego a represen-
desde 20 metros a mis pies y se mata. La náusea me sube a la tarme más la significación de este mecanismo trágico que desem-
garganta, pero, mientras se llevan el cuerpo en una camilla y boca en la muerte, porque yo sé mejor que ellos lo que es la
contemplo el charco de sangre sobre el cual esparcen arena, me muerte de su amigo -porque, para mí, está completamente muer-
doy cuenta de que me he sumergido en un horror intelectual y to: para ellos, existirá por largo tiempo a través del recuerdo
no bajo el golpe de una conmoción psicológica. En efecto, no antes de apagarse poco a poco, y no será hasta que todo recuer-
me encuentro solamente en presencia de un espectáculo trágico, do haya desaparecido que estará, por fin, verdaderamente muer-
no soy el testigo de una "situación", como lo sería el paseante to. Pero esta intuición de la muerte, la tengo inmediatamente,
que desemboca en una calle adyacente algunos instantes después yo que no lo conocía, y que he tenido el privilegio de conocerlo
del accidente y que, en presencia de un cadáver, cree descubrir la tan sólo en el momento de su pasaje a la muerte: para expresarme
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de una manera menos explícita, diré que lo conocí en vida el tenido esta revelación intuitiva y horrible de que eran el mismo,
tiempo que me era necesario para conocerlo en vida (condición el hombre vivo y el hombre muerto; ¿y quién no advierte que la
indispensable de la aprehensión del mecanismo trágico por el inmensa mayoría de los seres humanos se hallan en este caso?
espíritu), pero que ese tiempo fue suficientemente corto para que ¡Cuánto preferiríamos que todos aquellos que creen conocer con-
pudiera conocerlo verdaderamente muerto, porque yo no sé nada fiesen de buena gana, a ejemplo de Epicuro, que conocen a mu-
de él y algunas personas todavía saben algo de él. Yo, solamente chos vivos y a muchos muertos, pero que ignoran lo que es la
sé que está muerto: y si alguien sabe otra cosa, no sabe verdade- muerte, que niegan que ella sea! Pero si dicen que saben lo que es
ramente que él está muerto. Yo vi la emboscada trágica, la trans- la muert~, que han visto morir a sus padres, que ellos mismos se
formación de un vivo en un muerto; ésa es mi superioridad sobre saben mortalmente enfermos ... ¿qué importa, si ignoran que no
aquellos que han llegado después del accidente: ellos sólo han hay un foso entre ellos y la muerte, que deben pasar por la muer-
visto a la víctima trágica. Pero, por otra parte, respecto de esa te vivos, que en el momento en que "llegue la muerte", com?
víctima trágica que contemplan esos desconocidos congregados ellos dicen, se apoderará no de un cadáver, sino de un ser vi-
alrededor del cadáver que ya se están llevando, yo con ellos com- viente?
parto el privilegio de conocerla en tanto que víctima, contra aque- Separar la vida de la muerte, hacer una diferencia, casi podría
llos que conocían a este hombre y para quienes, por consiguien- decirse, entre la vida y la muerte, equivale a negar la idea de la
te, él seguirá siendo siempre un ex vivo, no un muerto. Aquellos muerte: al menos aquello que hay de trágico en la idea de la
que no ven diferencia entre estas dos ideas, y sé que son los más muerte. Lo que nosotros entendemos por esta separación consis-
numerosos, aún no saben, tal vez no sabrán nunca, lo que es la te en ver la muerte exclusivamente con los colores de la vida ...
muerte. Pienso, en efecto, que casi siempre se ve la muerte a tra- Esta visión "optimista", si me atrevo a des=irlo así, es la de los
vés de uno u otro de los dos estados opuestos cuya tensión cons- parientes de la víctima, para quienes la idea del cadáver_que l~s
tituye precisamente la muerte: el vivo y el muerto; y que, lamen- entregan no se superpondrá jamás a la idea del companero vi-
tablemente (o afortunadamente, en todo caso "trágicamente"), viente que han conocido, y también la de los transeúntes que no
estos dos estados sori tan incompatibles que uno no puede repre- contemplan más que un cadáver, que ven la muerte sólo con los
sentarse el pasaje de uno al otro y que, por consiguiente, se los colores de la muerte. La idea de la identidad del vivo y del muer-
puede disociar de modo radical y llegar a negar sencillamente to, idea trágica si las ha y, les sigue siendo extraña. .
que la muerte sea ... Rindamos homenaje, al pasar, a la honesti- Pero prosigamos nuestra investigación psicológica: descubri-
dad intelectual de Epicuro, quien, después de haber establecido mos que la visión del mecanismo trágico no nos causa ho_rror
que el estado viviente era una cosa y el estado muerto otra, no sino por el hecho de que nos lo representarnos como una entidad
vacila en concluir que la muerte no concierne al hombre, que la fijada, fuera del tiempo; que a nuestra definición de mecanismo,
muerte no es. Esto es algo que está muy lejos de ser ridículo, es hay que añadir la de rigidez; que, para comprend~r nuestr~ con-
más bien una prueba formal de que avanzamos: hagamos abs- moción frente a esta muerte accidental, hay que mtroducir una
tracción de las relaciones entre el vivo y el muerto, neguemos que idea de inmovilidad dentro de nuestra representación móvil del
sean, y la muerte no es. ¡Pero -se dirá- hay que estar loco para tiempo. Tenernos la impresión de vérnoslas, en lo trágico, con un
negar que la muerte concierna al hombre! Loco no, ciertamente: tiempo que difiere esencialmente del tiem~o ordi~ari~ ~he_::ios
sólo es preciso no haber visto el mecanismo trágico, no haber hablado del tiempo trágico como de un tiempo mmovil. Esto
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equivale a decir que en el tiempo trágico hay "espontaneidad" de que no sospecharas ... Y ahora tu amigo está muerto, estás en
entre dos principios incompatibles: el tiempo movedizo, tal como mi poder. Ya no puedes contar con el tiempo, pues el tiempo está
lo concebimos, y por otra parte este esquema trágico, absoluta- muerto, yo lo maté".
mente intemporal, que encontramos aplicado, incorporado al Examinemos ahora este tiempo trágico tal como ha suplan-
tiempo, de una manera misteriosa e incomprensible. En lugar tado a nuestro tiempo ordinario y veamos cuáles son sus caracte-
del tiempo "libre", la libre sucesión de los instantes, he aquí que rísticas. Ya lo hemos visto, este tiempo difiere del otro por su
descubrimos un tiempo rígido, necesario: un tiempo "determi- rigidez, su fijeza: no es que no se mueva, sino que sus movimien-
nado", en el sentido más fuerte del término. Tan determinado tos son automáticos y determinados de antemano por el esque-
que ya no podemos concebirlo como móvil y, en consecuencia, ma trágico; se trata del despliegue de un resorte que se apodera
como tiempo. En efecto, nos representamos de manera simultá- del espacio y del tiempo necesarios para su propio despliegue.
nea aquello que en nuestro espíritu no podemos dejar de diso- Veremos que a ese tiempo rígido, hay que añadir una caracterís-
ciar: por una parte, los instantes que corrieron mientras ei alba- tica esencial si queremos representarnos el tiempo trágico en toda
ñil trabajaba, resbalaba, caía, moría; por otra, nuestra represen- su complejidad: quiero decir que el sentido de ese tiempo es el
tación intelectual del esquema de la muerte, la descripción de la inverso del sentido del nuestro, que el resorte trágico se despliega
trampa de la muerte tal como la abrazamos en el espíritu, no en en el sentido contrario al del tie~po. En el caso de nuestro obre-
el tiempo: "Para morir; cuando se trabaja en un andamio situa- ro, el punto de partida de lo trágico es la ambulancia que se lo
d~ a 20 metros por encima del suelo, hay que dar un paso en lleva, muerto; el punto de llegada es el paso en falso en lo alto
falso, perder el equilibrio; el centro de gravedad debe abandonar del andamio ... Cuando entramos en el tiempo trágico, comen-
el polígono de sustentación, etc.". Aquí la idea de la muerte, y zamos por el final, estamos en el punto culminante de lo trágico,
allá el tiempo de la muerte; la reunión simultánea de los dos en el punto de máxima distensión de su resorte: en el momento
constituye el tiempo trágico: el tiempo, tal como nos lo repre- en que nos alcanza, lo trágico ha terminado, mientras que noso-
sentamos después del accidente, no es un tiempo como los otros, tros, que recorremos el itinerario trágico en sentido ·inverso para
no es el tiempo. No es sino posteriormente que descubrimos que llegar a su punto de partida, la muerte, tenemos la ilusión de ir
ése no era el tiempo, porque la idea de mecanismo intelectual hacia el porvenir, la ilusión de que estamos en el tiempo, cuando
-intemporal- que se desarrolló durante el tiempo, ha tomado, en realidad nos hundimos en el pasado del tiempo trágico. En-
sin que nosotros lo advirtiéramos, el lugar del tiempo: ¡el mons- tramos en lo trágico cuando ya ha terminado su obra: de modo
truo trágico se ha devorado al tiempo adaptándose a su contor- que no podemos luchar contra ello, estamos atrapados en la tram-
no! En ese momento, el horror nos hiela de espanto, sobre todo pa sin apelación, porque ya ha ganado, puesto que su objetivo
si tomamos conciencia de la muerte del tiempo en el momento ha sido alcanzado, puesto que ya no es. Somos, a partir de ese
mismo en que el mecanismo trágico lo ha devorado y se desplie- momento, como espectadores inmóviles ante los cuales desfilan
ga en su lugar -en el lugar. que habría ocupado el tiempo. Nos las imágenes de un film invertido: y cuando hemos alcanzado el
parece oír entonces la risa sardónica del enemigo que poco a comienzo o más bien cuando el comienzo nos ha alcanzado,
poco se devela:" ¿Verdad que te he engañado bien? ¿No es cierto '
entonces nosotros hemos terminado; pero el film, por su parte,
que me disfracé muy bien para devorarte? Me revestí de las for- había terminado en el momento mismo en que nosotros entra-
mas y los hábitos de tu amigo más íntimo, el más conocido, a fin mos en la sala, en el momento en que leímos la palabra "Fin".
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los dominios. Estos últimos pueden reducirse a tres: el fracaso de Edipo rey, es excepcional por el hecho de ser una traducción
la afectividad, el descubrimiento de la ruindad inherente a la
extraordinariamente pura y fiel, abstracta casi podríamos de-
condición humana -el "no-valor" del hombre-, y el descubri- cir, del mecanismo trágico. En la mayor parte de las grandes
miento de la muerte, lo que algunos denomina....r1 poéticamente obras, hay que encontrar el esquema trágico abstracto en la
con el nombre de ''absurdo". Pasaremos de largo este último complejidad aparente del relato. Aparentemente, en Un amor
punto que ya hemos abordado en los análisis precedentes, e indi-
de Swann, vamos del relato de un amor al relato de los celos, y
caremos rápidamente lo bien fundado de nuestro análisis, en lo finalmente a la revelación de un fracaso fundamental de la afec-
que concierne a los dos primeros dominios que hemos dejado
inexplorados. tividad: ¿pero quién no advierte que la marcha trágica del libro
es exactamente inversa? Desde las primeras palabras: 'cPara for-
Lo que entiendo por "fracaso de la afectividad" es el descu- mar parte del 'pequeño núcleo', del 'grupito', del 'pequeño clan'
brimiento -más allá de los sufrimientos del amor y de los ce-
de los Verdurin, bastaba una condición necesaria: había que
los- de la soledad fundamental e insuperable del ser humano;
adherirse tácitamente a un Credo ... ", ya sabemos que se termi-
por la ''ruindad" humana, el descubrimiento de su incapaci-
nó, que el héróe jamás será parte del clan de los Verdurin, ni
dad irremediable para hacer frente a un estado de cosas trágico, será jamás amado por aquella cuyo nombre todavía no sabe-
de la necesidad absoluta que lo entrega a un automatis1no trá-
mos, y estará siempre espantosamente solo. Al final del relato,
gico: tanto el automatismo que lleva al avaro a ser avaro, como
sabemos el porqué de esta situación trágica expuesta en el co-
el automatismo universal de los hombres empujados a la muer-
mienzo: el amor es imposible. He allí el comienzo de lo trágico,
te. Quien no ha visto a un hombre atrapado en la trampa de ia
cuyo resultado está contenido íntegramente en las primeras frases
muerte y, ya fuera el más noble o el más inteligente de-los hu-
del libro. El verdadero comienzo, el comienzo trágico:, es aquel
manos, debatirse, llorar; rebajarse al rango del animal más in-
del que sólo nos persuadimos al final: de hecho, en Un amor de
noble, no conoce lo trágico de la ruindad humana, no sabe lo
Swann, como en toda la obra de Proust, el tiempo trágico co-
que es lo tnigicq, puesjgnora que en ei momento supremo, el
hombre se niega. mienza por el fracaso fundamental de la afectividad, y a conti-
nuación a través del análisis de los celos, iremos hacia la des-
Apelaré a Proust para la esfera afectiva, y a Balzac para la '
cripción de un amor posible, del que inmediatamente se ha de
~sfera de la ruindad: pues estos dos creadores sintieron profun- saber que no lo es, culminación de lo trágico y a la vez excelen-
damente, cada uno en su propio dominio, lo infinitamente trá-
cia de la exposición.
gico inherente a la derrota fundamental de la afectividad huma-
Lo mismo sucede en..Balzac: el 8squema cronológico de sus
na, el primero, y la derrota fundamental del valor humano, el
segundo. libros va de la descripción de una ruindad a la afirmación de la
ruindad humana; el esquema trágico comienza por esta verdad
A primera vista, la representación de un mecanismo intro-
que descubrimos al final, el hombre es ruin, para desembocar
ducido en un tiempo invertido no aparece en los análisis de
en la descripción de los estragos de esa ruindad original; y a
Proust y de Balzac, pero eso se debe solamente a que se encuen-
medida que -esos estragos se van precisando, nos aproximamos
tra allí más ~scondida. Hay que estar atentos al hecho de que,
no al punto culminante de esos estragos, sino por el contrario a
hasta aquí, hemos definido lo trágico in abstracto, y que el
la simple fuente que fos ha provocado. Es por eso que digo
ejemplo literario que hemos elegido para ilustrar nuestra tesis,
que, para un espíritu trágico, leer los libros de Proust o de Balzac,
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J ••L.ül
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o de cualquier otro gran escritor trágico, consiste en ir desde el No puedo expresar mejor mi concepción que diciendo que
futuro hasta el pasado, de la consecuencia trágica a la fuente interrogarse sobre lo trágico es negar lo trágico, que es aquello
trágica. sobre lo cual uno no puede interrogarse, la única pregunta que al
¿Qué se puede concluir de nuestro análisis psicológico? ¿Cuál hombre le es imposible formular.
es la resonancia moral de lo trágico? ¿Qué significa este fenóme- Nuestro lenguaje difiere esencialmente del lenguaje cristiano:
no para nuestra representación de los valores? el cristianismo afirma que el hombre no debe interrogarse sobre
Antes de afirmar que los pone a todos en cuestión, lirrütémo- el mal, cierto, pero porque debe creer, porque el cristianismo tie-
nos a constatar, por el momento, que es el único fenómeno hu- ne a su disposición una interpretación metafísica de lo trágico; y,
mano que se resiste absolutamente a toda interpretación de va- puesto qu~ es misteriosa y milagrosa, puesto que hace falta fe
lor. Podemos incluso afirmar que se define de ese modo, que el oara aceptarla, no podemos por menos que considerarla como
hallarse en presencia del fenómeno trágico se reconoce en la inca- ~na interpretación, y por consiguiente como una negación de lo
pacidad repentina en la que uno se descubre de dar cuenta del trágico: el cristianismo prohíbe al hombre plantearse preguntas,
valor de lo trágico y de emitir un diagnóstico; y es por eso que ¡pero es porque ya tiene preparada una respuesta, u~a respuesta
desconfiamos de aquellos que emiten un diagnóstico demasiado que espera verle aceptar! ¿Cuál es esta respuesta? Simplemente
rápido, tan rápido que se olvidan, al analizarlo, de definir el mal una negación de lo trágico, porque ella lo justifica por el pecado;
que analizan. sí, es difícil admitir que, por vía del pecado original, seamos res-
Quiero precisar aquí que no fantaseo en absoluto con dar ponsables del mal, de lo trágico inherente~ ~l mundo _Y a r:-uestra
una interpretación nueva de lo trágico, que todos los análisis que existencia; pero finalmente, una vez adrn1t1do ese m1steno, ¿no
van a seguir están destinados a esclarecer la significación que parece evidente que el demonio trágico ha sido exorcizado, po~
para nosotros tiene este fenómeno refractario a toda idea de in- que ya no es, por fin, ese demonio rebelde a toda posibilidad de
terpretación, y no a interpretar en lo más mínimo, lo cual equi- interpretación humana? Lo trágico justificado, lo trágico inter-
valdría a negar nuestra definición fundamental y a menoscabar pretado, ¿no se advierte que ya no es lo trágico~ Y tal negaci?n es
nuestra concepción de lo trágico. tanto más grave cuanto, la mayor parte del tiempo, esta mter-
Para nosotros, lo trágico es y será siempre lo sorprendente por pretación cristiana de lo trágico sobreviene demasiado temprano
.definición; toda tentativa de alcanzar el misterio intentando ex- en la vida del hombre. ¡Cuando aún es un niño, se lo ahoga con
plicarlo constituye para nosotros la más grave de las blasfemias una respuesta a un problema que todavía no es capaz de plan-
morales -ya veremos, ay, que tal tentativa es la definición misma tear! ¡Se le impone una interpretación cuan~o ni siquiera sabe
de lo que generalmente se llama la moral. Podemos preguntar- todavía lo que hay que interpretar,-a~o de lo que se trata! Tal
nos cómo debemos reaccionar frente a lo sorprendente por defi- es la gravedad del diagnóstico anticipado, un diagnóstico del
nición, pero siempre nos prohibiremos buscar el porqué, la cla- que puede temerse que sólo sea válido para aquellos que no es-
ve, la explicación, por miedo a suprimir la noción misma de lo tán enfermos.
trágico al intentar explicarla. Consideramos lo trágico como un Pero veremos que, si la resistencia a la interpretación es la
misterio que uno no puede más que constatar. Nuestra interro- resonancia moral de lo trágico, la negación de esta idea de que
gación recaerá sobre el hombre trágico, sobre el hombre frente a hay que rechazar toda interpretación trágica es la definición mis-
lo trágico, no sobre lo trágico. ma de todas las ideas morales ...
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Por el contario, seguir afirmando que lo trágico es lo que está sobre la fosa, considerando a su semejante que yace in.animado,
más allá de toda interpretación posible, tal es e1 signo por el que antes de volver a arrojar sobre él la tierra que han levantado!
se reconoce a los hombres trágicos. Es en este sentido, con esa Intentan, en vano, comprender, ¿Hay que inventar una idea para
única condición, que podemos convenir que la idea de lo trágico comprender esta nueva enfermedad que torna a los hombres in-
esté ligada a la idea de la "caída", en el sentido cristiano del móviles, fríos e insensibles? ¿Los vuelve así para siempre? En ese
término: rechazamos toda interpretación de la caída, pero ha- caso, efectivamente habría que inventar una nueva idea ...
blamos de la caída porque descubrimos lo sorprendente por de- Quien no es capaz de reinventar la muerte, quien no tiene
finición que propone la anulación de todos los valores que, ante ella el sentimiento de una extraordinaria novedad, quien
sin darnos cuenta, habíamos establecido prematuramente. Des- no puede asombrarse como se asombran aquellos que han cava-
pués del descubrimiento de lo trágico, todos los valores han de do y que contemplan la primera tumba, ése nunca sabrá lo que
ser reconsiderados. Tal como los concebíamos, no sobreviven. es lo trágico, lo sorprendente por naturaleza. El hombre trágico
Llamamos "caída" a esa muerte de los juicios de valor en los que se asombra en el grado más alto, y no puede jamás dejar de
envolvíamos cálidamente nuestra existencia: no, el amor huma- asombrarse: para él, los fenómenos trágicos que gobiernan los
no no es; la grandeza humana no es; la vida -entendiendo la mecanismos trágicos tal como los hemos definido, es decir los
vida como no"podemos dejar de imaginarla cuando somos feli- tres "no" fundamentales, al amor, a la grandeza y a la vida,
ces, la vida siempre existente y siempre joven- no es. El hombre conservan eternamente su primera frescura, su juventud siempre
trágico se descubre de pronto sin amor, sin grandeza y sin vida: renovada. El tiempo no los cambia en nada: el hombre trágico
ésa es la situación de la que nunca podrá dar una interpretación, siempre olvidará acostumbrarse para poder sufrir mejor y recu-
ante la cual tendrá perpetuamente el asombro, la sorpresa del perar siempre, frente a un fenómeno que ya conoce por haberse
niño al que, por primera vez, se le ha negado un juguete. Si su chocado contra él, la misma sorpresa fundamental. Lo trágico
estupefacción cesa, es que ya no es trágico. no se aprende, porque uno no puede conseguir aprender a .asom-
Para iluminar esta situación del- hombre trágico, el hombre brarse. :Mañana, -nos asombraremos de nuestro fracaso tanto
ante lo sorprendente por definición, me gustaría recurrir a un como ayer, porque nos parecerá descubrirlo incesantemente, por-
mito: el mito de la primera tumba. que lo sorprendente por naturaleza es tal que la costumbre no
. , Imagínese un poblado primitivo, en los tiempos de la apari- atenuará jamás el filo de lo trágico. La sorpresa está más allá de
c10n del hombre, que se ha organizado por primera vez como toda posibilidad de envejecimiento.
sociedad: entre ellos, aún no hay ningún hombre que haya "muer- El hombre trágico se descubre de pronto sin an1or, sin valor y
to": son los primeros hombres vivos. Pero he aquí que se descu- sin vida: ése es el saido trágico, ésa es _nuestra eterna sorpresa.
bre que uno de ellos no se ha levantado esta mañana· lo rodean Toda tentativa de interpretación está desde ya vedada; pero aún
le hablan, lo empujan, y nada. ¿Qué le pasa, por qué duerme así: queda por analizar las reacciones del hombre en el seno de su
con los ojos abiertos? ¿Qué extraña enfermedad es ésta? ¿Cuán- sorpresa, por buscar comprender, ahora que ya hemos visto lo
tas horas, cuántos días son necesarios para enseñar a los hombres que era lo trágico, lo que un hombre trágico es. ¿Qué significa
que él está muerto? Cuando llega el momento en que deciden para él esta caída? ¿Cuál es su respuesta a la revelación trágica?
cavar una fosa, para ponerlo al abrigo de las bestias, ¡qué largos Es lo que vamos a examinar a continuación.
momentos pasan todos los miembros de la tribu indinados
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tomar conciencia del tercer peldaño de esta idea de derrota en la de la revelación de lo insuperable, lo irremediable y, por último,
ocasión de nuestros ulteriores triunfos en otros dominios. lo irreconciliable.
Esta tercera y última etapa es el descubrimiento final de esta Nuestra primera reacción es el descubrimiento de lo insupe-
noción fundamental de lo "irreconciliable", que ahora vamos rable: de pronto vemos a un hombre morir, y quedamos atonta-
a analizar. Aquí, el plano cambia otra vez completamente: ya dos, en primer lugar, por la idea asfixiante de que ese hombre
no se trata de saber si la derrota que hemos registrado es insu- particular ya no vivirá nunca más, que acaba de sobrevenirle el
perable o irremediable, sino de preguntarnos cuáles son las re- ~contecimiento insuperable por naturaleza; en ese momento, nos
laciones entre esa derrota y nuestras otras empresas futuras; si representamos la muerte como catástrofe para el individuo.
por casualidad esta derrota particular no influye, de alguna Notemos que el primer contacto que tenemos con la idea de la
manera, en la posibilidad de nuestro éxito; si la idea misma de muerte est~ muy-impregnado de esta idea de lo insuperable: lo
éxito, en el dominio que sea, todavía es posible después de la que nos abruma es que ese obrero haya muerto; no sabemos qué
experiencia de esta primera derrota. Pero precisamente descu- es la muerte, pero nos encontramos repentinamente en presencia
brimos que esta derrota insuperable e irremediable significa para de un muert:~. Este descubrimiento de un caso particular y no
nosotros la derrota universal y total, por la simple razón de que todavía de una ley universal,¡. corresponde exactamente al esta-
seguimos siendo irreconciliables frente a nuestra primera derro- dio de lo insuperable: descubrimos un obstáculo, insuperable
ta, lo cual significa que todos los triunfos por venir serán incapa- por cierto, pero todavía no una derrota. Nos representamos la
ces de convencernos del éxito como nos habría convencido la ~uerte como una catástrofe para el individuo, todavía no como
sola victoria ante este primer obstáculo que no hemos podido una catástrofe.
superar. Registraremos triunfos, pero nos negaremos siempre a El descubrimiento de la muerte como catástrofe en general
interpretarlos como éxitos plenos, puesto que deberíamos, para significa nuestro acceso al segundo peldaño: cuando la muerte
ello, triunfar también sobre nuestro primer obstáculo, esa eterna ya no se nos aparece tan sólo como insuperable, sino además
rémora que hemos dejado tras de nosotros y que nos veremos como irremediable. En ese momento, como ya hemos visto, el
siempre obligados a tener en cuenta, puesto que constituye una obstáculo se convierte en derrota, nos descubrimos atrapados en
pregunta en suspenso, en espera de una imposible respuesta. Esa la trampa: tomamos conciencia de que el obstáculo ante el cual
derrota nos ha marcado de una manera indeleble: como la llave nos habíamos detenido significa en realidad para nosotros la
de Barbazul, resistirá todas las tentativas a las que la sometamos detención definitiva: no hay un remedio en ninguna parte, en
para tratar de borrar por fin la huella de muerte que ha impreso ninguna circunstancia, para esto insuperable que hemos develado
en nuestra alma. en el caso particular ante el cual nos hemos detenido.
Pero antes de seguir extendiéndonos sobre estas consideracio-
nes esenciales para la comprensión trágica, intentemos esclarecer
mediante una ilustración precisa lo que entendemos por estos o:- Repitamos una vez más que nos interesamos por el descubrimiento
intuitivo de la muerte, el descubrimiento trágico, no por el conocimiento
tres peldaños de la idea de lo irreconciliable. intelectual de la idea de la muerte, idea que aparece hacia la edad de
Retornemos, por ejemplo, a esa muerte accidental de un obrero cuatro años. Esto para aquellos que se sorprendan de que haya que
a la que hemos asistido desde abajo del andamio e intentemos esperar a ver una muerte accidental para tomar conciencia de la muerte
como ley universal. A éstos, les deseo que continúen "conociendo" la
discernir, a través de nuestras reacciones, los tres estadios sucesivos muerte de este modo durante todo el tiempo que puedan.
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LA FILOSOFÍA TRÁGICA
De modo que no es solamente ese obrero el que ha muerto, un bien del que nos es dado disfrutar durante algunos instantes,
sino que es todo el resto de los humanos, sino que soy yo mismo; pero del que uno sabe que deberá devolverlo; la ilusión del goce,
el callejón sin salida en el que sucumbió, el mecanismo trágico no el goce" Quien ha visto la muerte, ya no puede pasar un solo
que lo engulló están a punto de tragarnos, a nosotros también, día sin verla a través de todos los momentos dichosos de la jor-
en el momento en que creemos no estar razonando sino sobre un nada que proponen precisamente una negación de la muerte. La
cadáver" Nos hemos detenido ante ese cuerpo ensangrentado, idea de la muerte es solicitada, provocada por todos los instantes
porque en él contemplábamos lo insuperable súbitamente reve- que tendrían tendencia a negarla; de tal manera que, cuanto más
lado a nosotros. Pero he aquí que, una vez que hemos vuelto a gozosos estamos, más acerada es la punta del puñal que desgarra
ponernos en marcha, nos damos cuenta de que en realidad nos nuestro goce.
hemos quedado delante de ese cadáver al que ya se estaban lle- Vemos pues que este tercer grado del descubrimiento del obs-
vando porque, detrás de lo insuperable de su muerte, existía otro táculo difiere esencialmente de los dos primeros: ahora ya no
espectro, la revelación de todo lo que esa muerte tenía de irreme- hemos de preguntarnos si el obstáculo con el que nos hemos
diable para nosotros mismos, para la vida en generaL De pronto, topado es irremediable y definitivo, pero nos damos cuenta de
ya no es una vida, ¡es la vida la que muere! Descubrimos que la que significa la pérdida en todos los dominios de la vida huma -
muerte insuperable de un ser hu...mano condena la vida de una na: que todas las tentativas que los diversos gozos harán para
manera irremediable. reconciliarnos con el goce están condenadas de antemano al
Y por último, ¿qué significa el tercer peldaño~ lo irreconcilia- fracaso.
ble? Nos descubrimos irreconciliables al contacto con nuestra Ha de comprenderse que aquí no se trata en lo más mínimo
vida ulterior, cuando nos damos cuenta de que todos los triunfos de una actitud de resentimiento, de enfurruñamiento, de negati-
que obtenemos no nos aportan más que una satisfacción a me- va deliberada a ser consolado: rechazamos el consuelo, sí, pero
dias. Nuestro goce, en el momento en que descubrimos y obte- no porque estemos inspirados por un ir1stinto de tristeza y de
nemos una satisfacción afectiva, esto es, ser publicado y leído en decepción. Todo lo contrario, nos descubrimos irreconciliables
el caso de un escritor, ser amado para un enamorado, ser elegido en lo mejor de nosotros mismos, allí donde nos prohibimos toda
presidente de la República para un político, y tantas otras, ese cobardía, toda debilidad, toda fuga ante los hechos trágicos in-
goce ya no volverá a ser nunca puro para nosotros: desde el mo- superables de la existencia. Se trata de una cuestión de honesti-
mento en que hacemos ademán de tocar el goce, un goce que dad intelectual: nos negamos no, por cierto, los goces, lo cual
resulta de un triunfo, inmediatamente sentimos un puñal que sería la manifestación de esa actitud de resentimiento a la que
nos asesina y corta limpiamente nuestro impulso: ¿y aquel hom- somos completamente ajenos, sino la interpretación abusiva que
bre que cayó de su andamio, qué harás con él? ¿Lo has olvidado, se deduciría si escucháramos a nuestro instinto de facilidad: mi
o es que no quieres verlo? ¿Ya no sabes que él te impide absolu- goce borra mis derrotas, borra lo trágico. Ante esta idea, ante
tamente esa clase de goce? ¿Que todo está muerto, que todo va esta interpretación del mundo en la que se desliza la idea de la
hacia la muerte,· que eso que tú aprehendes es un bien que está felicidad, experimentamos un sentimiento de repulsión, porque
muerto? Entonces bajamos la cabeza y reducimos nuestro goce a sentimos que no podemos borrar nuestras derrotas sino a condi-
las dimensiones más modestas de una concesión que lo trágico ción de renunciar secretamente a las exigencias del goce que, al
nos otorga, de una satisfacción condenada a muerte; la visión de toparse con lo trágico, han motivado nuestra derrota: y es la idea
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de esta renuncia lo que nos produce horror. Experimentamos el nos hace olvidar que antaño, delante de ese albañil muerto ten-
sentimiento de frustración más odioso que nos haya sido dado dido a nuestros pies, habíamos sabido que lo trágico existía y
sentir: la idea del hombre que se frustra a sí mismo por cobardía, planteaba al goce humanq una interpelación insuperable e irre-
por debilidad; ¡ya no es una potencia extranjera la que nos frus- mediable.
tra, somos nosotros mismos! Somos los autores de nuestra frus- Éste es, exactamente, el sentido en el que entendemos esta
tración, porque al aceptar un goce abusivo, nos traicionamos en noción de lo irreconciliable. Es a una cierta idea de éxito que
nuestras exigencias fundamentales. Pues el olvido de lo trágico somos hostiles: no rechazarnos los goces y los éxitos. Somos irre-
no significa que se ha superado lo trágico, sino muy por el con- conciliables porque rechazarnos, en el seno de nuestros goces,
trario que uno no lo ha olvidado sino oívidando el goce que lo consentir ese olvido de lo trágico que ellos nos proponen
ha provocado al chocarse contra el mundo: el olvido de lo trági- insidiosamente:· aceptamos estar gozosos, pero nos negamos a
co, es el olvido de nosotros mismos, es el olvido del goce. La ser consolados en nuestra dimensión trágica.
dimensión trágica 5 de allí en más, queda abolida, reemplazada Ahora podemos recapitular las tres etapas que hemos estable-
como ha sido por la dimensión de la pequeñez humana que reve- cido: lo insuperable significa la imposibilidad de superar un obs-
la ser muy poca cosa para lo trágico, algo que está más acá de lo táculo particular -descubrimiento de la muerte del obrero-; lo
trágico. He allí para nosotros la desesperación más espantosa irremediable, la imposibilidad radical de superar jamás ninguno
que nos sea posible imaginar. Veremos que esta desesperación de los miles de obstáculos análogos de los que repentinamente
merece un nombre: lo blasfemo; y un calificativo: el adjetivo nos vemos rodeados -descubrimiento de la muerte-; lo irrecon-
moral. Damos aquí estos atisbos anticipados para que nadie se ciliable, la imposibilidad de despejar todcf otro goce del fracaso
engañe sobre el sentido que damos a la palabra irreconciliable: que hemos soportado en este dominio -imposibilidad de olvidar
estar en lo irreconciliable significa para nosotros saber seguir sien- la muerte en cualquier goce que sea.
do uno mismo,_ seguir si~ndo hombre, saber mantenerse en po- Esta progresión es válida para todas las esferas de lo trágico:
tencia en las más altas regiones que nos haya sido dado escaíar. quien -ha descubierto la soledad, el desamparo, se los representa
Quien dice derrota supone un deseo previo; negar esta derrota es primero como insuperables, luego corno irremediables, y por úl-
renunciar a· ese deseo. Admitir un goce de carácter totalitario, timo como irreconciliables: y sólo entonces toma conciencia real-
cuando registramos un intenso éxito en cualquier dominio que mente de esos hechos trágicos, cuando tiene de ellos un conoci-
sea, es negar el fundamento de la derrota insuperable e irreme- miento suficientemente profundo para que la idea misma de un
diable que habíamos declarado antes; y ha de comprenderse que goce ausente en la soledad o en el desamparo le parezca no sola-
este "éxito" muy bien puede ser aquel al que se da el bonito mente ilusoria, sino incluso indeseable, porque sabe que esa clase
nombre de "altruista"; que no se trata solamente de éxito perso- de goce no es más que una máscara.
nal, sino de todos los goces, bajos o nobles, personales o univer- Llegados a este punto, comenzarnos a representamos más cla-
sales, egoístas o altruistas que pueda sernos dado sentir: ya sea ramente qué es esta noción de lo irreconciliable que adelantarnos
que estemos alborozados porque hemos logrado forzar las puer- como primera característica de la revelación trágica: ella no es sino
tas de la Écolt Normale Supérieure, o porque, gracias a una ac- un desarrollo nece9ario de la toma de conciencia del obstáculo
ción enérgica, hemos conseguido aliviar la condición miserable insuperable que la precede. Queremos decir que una vez afirma-
de algunos miles de indigentes, ese goce es igualmente culpable si do el carácter insuperable e irremediable de una cierta dimensión
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por encima de nuestras fuerzas y fuera de nuestra capacidad de nuestra vida. Con él, abandonamos llil mundo para entrar en
acción, y sin embargo es lo que pretenden hacer todos aquellos otro del que nunca más podremos escaparnos: pero conserva-
que quieren obtener una felicidad contra lo trágico, cuando en mos siempre el recuerdo de nuestro goce primitivo, y ese recuer-
realidad lo trágico obtiene la felicidad contra ellos y sus exigen- do, que renace en todos los instantes, es lo bastante potente para
cias de goce; pero por medio de nuestra lucha, podemos obtener permitirnos afrontar constantemente lo trágico, y por lo tanto
que lo trágico no triunfe sobre nosotros. Ser en lo irreconciliable, sentir más que nunca el corte de su filo; pero al mismo tiempo, lo
es mantener eternamente a los dos enemigos en igualdad, no obligamos a reconocer que aún no ha triunfado sobre nuestro
admitir nunca que lo trágico que mata nuestro goce nos obligue goce indomable, que nuestro goce no podría ser reducido por
a renunciar a nuestro goce, a entregarlo como pasto de la felici- una derrota. Al obligamos a exponemos perpetuamente a sus
dad. Es conservar nuestro goce siempre en la juventud, que le asaltos, lo forzamos a constatar su impotencia para eliminarnos:
permite resistir a la juventud eterna de lo trágico. Para el hombre y es por eso que hemos elegido ser irreconciliables. l''foestro goce
trágico, la vida es un duelo perpetuo entre dos enemigos iguales nos ordena conservar siempre en la memoria el recuerdo de nues-
que saben que no vencerán sino por desgaste y que esperan, en tra derrota insuperable e irremediable, a fin de que siempre po-
consecuencia, que su adversario envejezca para asestarle el golpe damos someter nuestro goce a la única prueba decisiva: la prue-
fatal: un duelo cuyo resultado es eternamente pospuesto para el ba de lo trágico. Si ésta se revela lo suficientemente fuerte para
día siguiente. Necesita por lo tanto de una inagotable reserva de no morir inmediatamente, entonces estamos en el goce; el recuer-
juventud, de un goce siempre nuevo, para permitirse, cada ma- do constante de la caída insuperable e irremediable es el único
ñana, responder victoriosamente a la pregunta trágica que le plan- autorizado a "entregamos" el verdadero goce. Sólo si lo sopor-
tea la máscara de la felicidad, y afirmar que sigue siendo irrecon- tamos podemos estar seguros de eílo. Ser irreconciliable, es saber
ciliable, que sigue sin aceptar lo trágico, porque todavía es gozo- recordarse lo trágico para estar seguro de que uno se acuerda
so ... La intransigencia trágica se mide por el grado de goce que se siempre del goce.
posee, no por el grado de heroísmo, y menos todavía por el gra- Sea; pero, habría que preguntarse, ¿seguimos estando en la
do de resentimiento. Expulsión de toda idea de felicidad o de definición de lo trágico? ¿No estamos i~te~pretando? La noción.
éxito, sí, pero en nombre del goce que nos abrasa: ¡jamás acepta- de irreconciliable, ¿no deriva de una fuente ajena a lo trágico -el
ré la felicidad, porque jamás cederé el goce! goce?
He allí en qué sentido decimos que la caída trágica marca de No es éste un temor fundado, puesto que el goce al que ape-
una manera in.deleble, y por qué, negándonos a ser consolados, lamos para explicar lo irreconciliable está ya presente en la defi-
nos declaramos irreconciliables y damos esta noción como pri- nición inicial que hemos dado: no podría existir lo trágico, lo
mera característica de lo trágico, tal como lo hemos defin.ido en sorprendente por naturaleza, sin que algo sea sorprendido, sin
el primer capítulo. que una idea se vea arruinada; y no se trata de otra cosa que del
Comenzamos por afirmar que lo trágico, una vez que lo he- goce mismo, que ulteriormente nos permite declararnos irrecon-
mos descubierto, es para siempre: siempre, seremos capaces de ciliables. Ser irreconciliable no es interpretar lo trágico, puesto
superarlo, de remediar esta incapacidad y de olvidar esta derrota que ya hemos visto que uno no podía reconciliarse sino negando
en nuestros goces ulteriores: estamos en presencia de un fenóme- los hechos trágicos fundamentales, sino negando el choque de un
no definitivo y determinante en todo y para todo el resto de goce y de un hecho contradictorios del que resulta esta sorpresa
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nosotros: sobre nuestras acciones que dependen de una autori- Toda libertad de acción pertenece pues al mundo del dere-
zación de los otros, y nuestra libertad tiene corno tarea eliminar cho, de la sociedad y de sus instituciones, de los datos inaltera-
los obstáculos que vienen de los otros, no la de hacernos due- bles, inasimilables a la voluntad: vemos así que la voluntad, lejos
ños de nosotros mismos. Por ejemplo, tengo la libertad de abra- de coincidir con la libertad, comienza en realidad cuando la li-
zar tal profesión, si soy aceptado por un comité de recluta- bertad acaba.
miento; si esa decisión depende de mí mismo, si soy yo a quien Pero podemos avizorar dominios diferentes de aquel de la
se trata de vencer, digo que tengo no libertad, sino voluntad. El libertad de acción y sobre los cuales puede, no obstante, actuar
gran engaño consiste en intentar persuadirse de que los domi- nuestra libertad: no sólo soy libre de ir o de no ir al cine, también
nios de la libertad y de la voluntad, que algunas veces coinci- puedo orientar mi vida en tal o cual dirección, conducinne en
den, son la expresión de una misma libertad humana funda- ciertas circunstancias de tal o cual manera. Existe una libertad
mental; y es este engaño el que nos ha valido la extravagante diferente de la libertad de acción en el sentido en que acabamos
idea del mérito. Si, en efecto, la voluntad se funda sobre una de definirla: aquí la libertad ya no es solamente permiso, es ade-
libertad, de ello se concluye que aquel que tiene la voluntad de más elección de nuestra parte. De modo que somos libres, en
realizar tal o cual hazaña ha sabido utilizarla en el buen senti- nuestra vida, de elegir; el problema es preguntarse cuáles son los
do, al contrario de aquel que, incapaz de realizar esa hazaña, dominios que ofrecen asidero a nuestra elección.
no ha sabido utilizar, por su parte, esa hermosa libertad que se La revelación trágica nos da una respuesta definitiva sobre
le ofrecía: y se dice que el primero tiene más mérito que el se- este punto: más allá de que el dominio de nuestra elección sea
gundo, que los dos han merecido su situación. Abusivamente infinitamente limitado, resulta que está absolutamente cerrado
extendemos la idea de la libertad a la idea de la voluntad y de al mundo de los valores, y que por consiguiente no podría tener
los valores: porque necesitemos una cierta libertad de acción la más mínima resonancia moral. Yo jamás podría escoger a fa-
para realizar un valor, no vayamos a creer que esa libertad es vor o en contra del valor. Éste es siempre perfectamente in.i-nere-
suficiente para realizarlo y que ella es, en consecuencia, fuente cido, y podemos afirmar que el mundo de la elección es un mun-
de los valores. Eso sería confundir, como hiciera Kant, la idea do de menor importancia para el hombre, puesto que es ajeno a
de libertad con la de liberación. su representación de los valores: cuando realmente puede elegir,
Empleo esta expresión, libertad de acción, en un sentido ex- es siempre entre dos direcciones en el fondo indiferentes. Si, por
tremadamente vasto: es libertad de acción todo aquello que pre- ejemplo, puedo elegir entre la profesión de médico y la de indus-
side la eclosión de un valor, todo lo que la permite, toda circuns- trial, es porque ninguna vocación irresistible me empuja hacia
tancia indispensable, no suficiente. Tales circunstancias pueden una u otra de esas profesiones, y que por consiguiente las dos
ser el estado de mi cuerpo: si soy alguien que tiene una sola pier- son, para mí, equivalentes, y por ende indiferentes: la libertad no
na, no tengo la libertad de correr; el estado de la sociedad en la se realiza a menos que nada venga a contrariarla, a menos que
que vivo: si ella prohíbe las profesiones liberales, yo no tengo la ninguna íntima preferencia, cuya fuente no podría nunca ser la
libertad de abrazar una profesión liberal; en un sentido más pro- libertad, sea determinante. Elegir, no es preferir, no es "desear".
fundo, pueden ser mis condiciones de nacimiento y de fortuna: De inmediato se presenta una objeción moral. ¿Qué decir
si he nacido de padre obrero, no tengo la libertad de adquirir de una elección resultante de un conflicto entre dos valores
una cultura en las mismas condiciones que si hubiese nacido rico ... igualmente potentes, pero contradictorios? ¿Qué pensar, por
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realizados, eí infierno no los alcanza: han engañado al diablo a resistencia al deseo del bien, ¡resistencia no exenta, probable-
fuerza de abandonarse a él. mente, de un cierto "masoquismo" moral! La idea de elección,
"El Buen Padre, que veía claramente eí vínculo entre su prin- indispensable a la moral, en psicología es inaceptable: no pode-
cipio y esas consecuencias, las evadió diestramente; y, sin enojar- mos admitir, desgraciadamente, que el hombre que actúa de
se, ya sea por bondad o por prudencia, tan sólo me dijo: para manera ruin elija su ruindad con conocimiento de causa. Des-
que entienda usted cómo salvamos este inconveniente, ha de sa- graciadamente, pues esta actitud, misteriosa si las hay, tendría
ber que decimos que esos impíos de los que usted habla serían sin no obstante el privilegio de explicarnos el mal y la ruindad, de
pecado si jamás hubiesen tenido el pensamiento de convertirse, íibrarnos del carácter trágico que los rodea realmente: la irres-
~i.i deseos de darse a Dios. Pero sostenemos que todos han tenido ponsabilidad, Los hombres del mal ya no se explican, pero el,,_
ese pensamiento, y que Dios jamás ha dejado a un hombre pecar mal está elucidado: sin duda no comprendemos cómo puede
sin ofrecerle antes la visión del mal que va a realizm~ y el deseo ya haber hombres que rechacen a Dios, pero comprendemos lo que
sea de evitar el pecado, o por lo menos de implorar Su asistencia es el mal: un rechazo culpable a Dios. A partir de ello, el pro ble-
para poder evitarlo':·: sólo los jansenistas dicen lo contrario. ma queda arreglado, podemos cerrar el expediente y dormir tran-
"¡Pero cómo, Padre mío!, repliqué, ¿es ésa la herejía de los quilos, a condición sin embargo de olvidar convenientemente el
jansenistas, negar que cada vez que se comete un pecado el re- detalle de que no existe un hombre para ejercer un mal tal como
mordimiento viene a perturbar la consciencia, a pesar de lo cual se lo ha definido. No se puede dar cuenta del mal de manera
no se deja de dar el salto e ir más allá, como dice el padre Bauny? satisfactoria, moralmente, a menos de negar, no teóricamente,
¡Es ridículo ser herético por eso! Yo creía que uno era condenado sino por demás efectivamente, que haya hombres que hacen el
por no tener buenos pensamientos, pero que uno lo sea por creer mal, ¡negar que el mal exista! La realidad trágica es por comple-
que todo el mundo los tiene, en verdad no lo habría pensado. to diferente: cuando un hombre se conduce de acuerdo con la
Pero, mi Padre, mi conciencia me obliga a desengañarlo, Y a generosidad, no es que elija el bien en contra del mal, sino sim-
decirle que hay millares de gentes que no tienen en absoluto esos plemente que es generoso, lo cual es mucho más difícil de com-
deseos, que pecan sin arrepentimiento, que pecan con alegría~ prender y absolutamente inadmisible para un hombre moraL
que se vanaglorian de pecar." Del mismo modo, cuando un hombre actúa de manera ruin, no
La idea central contra la que lucha Pascal en este fragmento es, lamentablemente, que elija la ruindad contra la grandeza, lo
de la cuarta de sus Cartas provinciales es precisamente esta idea cual nos lo explicaría todo, sino que es ruin. Oh misterio, difi-
de libertad moral que lesiona, a su entender, la integridad, la cultad insuperable para el espíritu, pero que sin embargo vale
pureza de las nociones de bien y de mal: se debe a una vergon- más aceptar, por mucho sufrimiento que pueda producimos, antes
~osa deformación intelectual, destinada a apaciguar la buena que concordar con nuestro espíritu negando la realidad del fenó-
conciencia moral -que Pascal, hombre trágico, execra-, el he- meno que intentamos comprender.
cho de introducir p~r la fuerza esta extravagante idea de liber- Vemos que Pascal cuestiona la noción fundamental, dado
tad en el seno del mal y del bien, sin ver que el mal es, de hecho, que indispensable, de la moral cristiana, y plantea uno de los
una ignorancia del bien, como si el pecado fuese una suerte de problemas más graves que le haya sido dado al hombre plantear-
se, cuestión que desborda ampliamente el marco de las ideas de
El subrayado es mío. pecado y de gracia, inherentes al cristianismo. Este problema no
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J.J..ill
fundamental del hombre? Qué es ella, sino el coraje de asumir es la responsabilidad, la responsabilidad frente a lo trágico de lo
todas las situaciones, por muy trágicas que puedan ser; sino la irresponsable; han depuesto su responsabilidad de hombres; han
fuerza de responder sí cuando lo trágico le pregunta si acepta ser sido incapaces de sostener su rol, ¡el rol divino que el dios,
hombre, incluso si las condiciones son las más espantosas que se alardeando de sus fuerzas, les había prescrito! Y son esos hom-
puedan imaginar... -la pregunta de la responsabihdad en su mis- bres los que se pretenden religiosos, los que se encarnizan contra
ma esencia. ¿Consientes en permanecer hombre en medio del nuestro "orgullo", contra nuestra "ausencia de sentido religio-
naufragio de la idea de responsabilidad? ¿Puedes vivir en un des- so", ¡nosotros que hemos tenido la fuerza de estar a la altura del
tino virgen de toda responsabilidad, tanto de parte tuya como rol religioso que nos propone lo trágico!
de parte del dios? ¿Te sientes con fuerzas para hacer frente a un Prestaríamos el flanco a esos ataques, no seríamos verdadera-
mal que no resulta de ninguna culpabilidad? Si aceptas esta idea, mente religiosos, si no añadiéramos a la idea de irresponsabili-
si no mueres de ello, entonces tienes derecho a ver por fin la dad del hombre la idea de la irresponsabilidad del dios, si nos
realidad de tu ser: eres lo bastante corajudo para que se te mues- consideráramos como las víctimas irresponsables de un mal res-
tre quién eres. Se suele decir que la esencia de la responsabilidad ponsable, frente al cual no podríamos más que alzar la cabeza e
humana consiste en tener el coraje de ver las cosas tal como son: intentar aguantar. Nuestra concepción de lo trágico es diferente.
¿quién no ve que la más grande responsabilidad humana consis- Ya es tiempo de decir lo que pensamos de la actitud ªheroica"
te en aceptar contemplar su imagen en toda su pureza, la imagen frente a lo trágico y de dar nuestra tercera y última característica:
del hombre irresponsable? ¿Quién no ve que el hombre "respon- lo indispensable.
sable", el hombre moral, no afirma constantemente su responsa-
bilidad sino para escapar a la única profunda responsabilidad
humana: contemplar con ojo enérgico la visión de lo trágico en
lo irresponsable? ¿No está claro que el hombre "responsable"
huye ante la realidad, ante el ser de lo trágico, que quiere olvidar,
mediante su obsesión de responsabilidad, que se niega a timo-
near la barca en la tormenta y prefiere ahogarse afirmando que
la tempestad no existe? La idea de responsabilidad en lo trágico,
¿no es algo diferente del naufragio del hombre: el naufragio
moral? ¿No está claro que si lo trágico es y se define precisamen-
te por esta noción de irresponsabilidad, el hombre que afirma la
responsabilidad huye en realidad ante la responsabilidad esen-
cial del hombre, que se niega a ser hombre? Y hablan de sus
pecados, de su ruindad, se acusan de su debilidad, agachan la
cabeza bajo un mal necesario y ligado a su miseria, ¡un mal
merecido del que reivindican con humildad y coraje la respon-
sabilidad! ¡Oh, esos hombres pacíficos, oh la bella tranquili-
dad del alma! Que sufran tranquilos: no sabrán nunca lo que
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III
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l. LA FIESTA
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que al hombre pueda serle dado oír, equivale pues a eliminar lo panteras y tigresº .. ". "Ahora el esclavo es hombre libre, ahora
trágico en su característica esencial: el goce trágico; o, más senci- todos rompen las rígidas y hostiles delimitaciones que la penu-
llamente: el goceº ria, la arbitrariedad o la 'descarada moda' han establecido entre
La grandísima gloria de Nietzsche es haber sido el primero en los hombres. Ahora, en el evangelio de la armonía de los mun-
poner el acento sobre este rasgo fundamental de la historia de la dos, cada cual se siente no sólo unido, reconciliado, fundido con
vida del hombre, rasgo que todos los psicólogos ignoraban o su prójimo, sino uno con él, como si el velo de Maya se hubiera
querían ignorar.ºº ¡que el goce debe ser buscado no en la armo- desgarrado y tremolara hecho jirones ante el misterioso Uno pri-
nía, sino en la disonancia! ¡Que el optimismo era retroceso ante mordial. Cantando y bailando se rn.anifiesta el hombre como
la vida, y el pesimismo, entusiasmo en la vida! Aún hay que miembro de una comunidad superior: ha desaprendido a andar
comprender lo que significa para Nietzsche, el "pesimismo": lo y a habla1~ y está en camino de emprender el vuelo por los aires
antitético de todo sentimiento de optimismo, ciertamente, pero danzando".
no ese espantoso espectro de la vida de sustancia que los partida- Examinemos ahora cuál es la visión del hombre trágico:
rios del optimismo colocan bajo el mote de "pesimismo"; y ello "º'º El hombre dionisíaco tiene semejanza con Hamlet: ambos
no porque mientan sistemáticamente, sino porque ven realmen- han echado alguna vez una auténtica mirada a la esencia de las
te a ese fantasma lívido, porque es la única manera, para eilos, de cosas, han conocido, y a ambos les repugna actuar; ya. que su
representarse el pesimismoº actuación no puede cambiar nada de la esencia eterna de las
La cumbre del pensamiento nietzscheano, lo que hay en él cosas, sienten ~orno ridículo o ignominioso el que se pretenda de
de irrefutable, de definitivamente inasimilable a toda dialéctica ellos que vuelvan a enderezar el mundo salido de sus goznes. El
moral, debe buscarse en su primer libro, El nacimiento de la conocimiento mata el actuar, el actuar implica estar envuelto
tragedia, en el que el pensamiento-luz, el pensamiento maestro, vor el velo de la ilusión. Ésta es la enseñanza de Hamlet, no esa
es ese análisis famoso del instinto dionisíaco: esa idea poderosa ;abiduría barata de Juan el Soñador, quien, por demasiada re-
de lo trágico, de lo pesimista, ligados a la- robustez, a la fuerza flexión, es decir, por un exceso de posibilidades, no llega a ac-
vital, al instinto de vida; la fuente del desencanto y de la triste- tuarº ¡No es la reflexjón, no!; el auténtico conocimiento, la vi-
za, del asco de vivir, es el optimismo, la fuente del goce es ei sión de la verdad horrenda, pesan más que cualquier otro moti-
. pesimismoº vo que impulsa a actuar, tanto en Hamlet como en el hombre
Examinemos con Nietzsche los dos rostros del hombre dionisíaco. Ahora ya ningún consuelo hace efecto, el anhelo va
dionisíaco, del hombre trágicoº más allá de un mundo después de la muerte, incluso más allá de
He aquí, para comenzar, lo que siente en el momento de su los dioses, la existencia se niega, junto con su reflejo resplande-
visión trágica: "Bajo el embrujo de lo dionisíaco no sólo se cierra ciente en los dioses o en un más allá inmortal. En la conciencia
de nuevo la alianza entre los hombres, también lá naturaleza de la verdad contemplada, ahora el hombre sólo ve por doquier
enajenada, hostil o subyugada celebra nuevamente su fiesta de lo terrorífico o absurdo del ser, ahora comprende lo simbólico
reconciliación con su hijo perdido, el hombreº La tierra entrega del destino de Ofelia, ahora conoce la sabiduría del dios Sileno,
voluntariamente sus dones, y las fieras rapaces de las rocas y el el dios del bosque. Está dominado por el asco"º
desierto se acercan pacíficamenteº El carro de Dioniso está ¿Cómo es que los sentimientos del hombre trágico concuerdan
cubierto de flores y coronas; bajo su yugo marchan solemnes con su visión? Es esta aparente paradoja lo que ahora debemos
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j__.J.JI
alacridad general, en el seno de este goce que nos posee, ni un El único vínculo entre los hombres es el vínculo que no se
solo gesto de alegría? Rostros graves e inmóviles, éste es el ver- dice, los hombres serán siempre, Íos unos para los otros, compa-
dadero rostro del hombre en fiestaº Que nadie se engañe sobre ñeros de silencioº Uno empieza a comprenderse únicamente cuan-
la densidad de nuestras fiestas. ¿Qué es esa seriedad que escapa do se deja de hablar, y una sola motivación es suficiente para
totalmente al mundo de los serios? ¿Alguien imagi~aba inge:. hacernos dejar de hablar: la revelación trágica. Eso es lo que ex-
nuamente que la abolición de lo serio era pura alegría, pura plica que nuestra fiesta sea una comunión humana: uno se caíla;
ligereza? ¿No sabía que al suprimirlo, no se hacía otra cos; que y aquello que explica que nos callemos en nuestras fiestas: uno
restituir la gravedad, esa inmensa gravedad humana ahogada contempla allí lo trágico,
por la ligereza y la despreocupación de las preocupaciones se- ¿Se comprende ahora que lo trágico se nos presenta clara-
rias7 filosóficas, religiosas, científicas, sociales) qué sé yo? ¿Que
o•o
mente como la condición misma de nuestra comunión? Ningún
esas preocupaciones son para nosotros, los hombres en fiesta, silencio antes de lo trágico, ninguna comunión antes del silencio.
la más pura de las despreocupaciones? ¿El rnás ligero de los Supongamos por ejemplo que dos amigos no hayan conocido
parloteos, comparado a nuestro diálogo mudo? jamás el silencio entre ellos, habría que esperar la muerte de uno
Pero miremos nuestra humilde fiesta: ¿no se advierte la pro- de los dos para que por fin conozcan su amistad':· y sean verda-
fundidad de la preocupación de la que están impregnados .esos deramente amigos, pues mientras que uno muere, el otro callaº
danzantes? ¿Que si estarnos graves, es porque nos habían de una Pero eílos, los hombres del día, los hombres de la palabra,
historia infinitamente más importante que las otras, que nos ¿aprenderán alguna vez los esplendores de la noche y del silen-
concierne infinitamente más? ¿Que estamos tan atentos y reco- cio? ¿Sabrán alguna vez que el silencio no se propaga sino para
gidos, tan al acecho de sus revelaciones que todo el resto ha ca- poner fin a los falsos sonidos del hombre, que la noche sóío está
llado; que estamos graves, porque por fi~ han cesado de hablar- ahí para sumir en las sombras lo que debe sumirse en ellas, por-
nos con demasiada ligereza, ay, sobre nosotros mismos? que carece de importancia? ¿Sabrán alguna vez que durante el
Nuestra recogida gravedad está habitada por los hombres en día, hay hombres sumergidos en un mundo; que durante la no-
fiestaº Nosotros que nos descubrimos todos "de fiesta" esta no~ che, ya rto háy mundo alguno, ya no hay más hombre indivi-
che, durante estos pocos instantes privilegiados, somos una mis- dual, ya no queda otra cosa que el hombre, tal como nos dice
Nietzsche? ¿Que cada uno se siente no sólo reunido con su pró-
ma fiestaº Nuestro silencio es también comunión, no hay otra
jimo, sino además idéntico en sí, idéntico en el hombre? ¿Sabrán
comunión más que por el silencio: eso es lo que nunca compren-
alguna vez lo que se aprende en nuestras fiestas?
derán los que hablanº Dos amigos que se hablan ya no son ami-
Pero todo lo que decimos de nuestro silencio y de nuestra
gos: sólo son amigos en el mundo de la apariencia, cuyo lenguaje
gravedad no debe hacer olvidar que no constituyen sino la mitad
es un traductor bastante fieLº ¡Pero cuántas cosas se dicen en
de nuestra fiesta, mitad ir1disoluble de su complemento: la voz
nuestro silencio! Escuchémoslo a nuestro silencio: "El esclavo es
que habla en nuestro silencio, la claridad que surge de nuestras
hombre libre, ahora todos rompen las rígidas y hostiles delimita-
tinieblas, puesta en valor por las tinieblas, la revelación del culto
ciones que la penuria, la arbitrariedad o la 'descarada moda' han
del misterio d'::l hombre, como decíamos al comenzarº
establecido entre los hombresº .Ahora, en el evangelio de la ar-
monía de los mundos, cada cual se siente no sólo unido reconci- Suponiendo que la amistad exista en nuestro mundo trágico: y puede
liado, fundido con su prójimo, sino uno con éLº ". ' que no exista sino precisamente allí.
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LA FILOSOFÍA TRÁGICA
LO TR.Á.GICO ES LO "iNDISPENSABLE"
Revelación trágica, desde luego, pero la comedia, ¿es trágica?
Las carcajadas, esa alegría, ese buen humor, ¿todo eso es trágico? vo, incluso si estamos en el corazón de ia soledad, ante esta idea
¿Es posible que se ignore la profunda analogía entre la risa y embriagadora de que la libertad y su insipidez no eran más que
la tragedia? ¿No ven que la comunión trágica es la misma ya se pura ilusión, eran apenas un mal sueiio ... Dos aspectos si se quie-
trate de una comedia o de una tragedia? ¿Que en los dos casos el re: el aspecto sublime, y el aspecto feliz, la parte del dios que da
velo se desgarra, lo inesencial es abolido? ¿No ven que la risa es lo trágico y la parte del hombre que lo acepta; la imposición de
de esencia trágica? ¿Que la risa es un goce, un entusiasmo frente lo trágico por el dios pone al hombre en lo sublime, ;u consenti-
a lo trágico afirmado en toda su pureza? ¿Un consentimiento miento generoso a este hecho inevitable da toda su significación
entusiasta~ y un contentamiento en lo trágico? ¿Que la risa está y toda su plenitud a su risa.
enamorada de aquello de lo que se ríe, es decir de lo trágico? Dos aspectos, pero no dos interpretaciones. Un solo goce,
También se ríe en nuestras fiestas: nos liberamos del "senti- poderoso e irresistible, el goce trágico. Somos liberados de la ilu-
do" mezquino y superficial que asignamos a nuestros pensamien- sión de que habríamos ele ser los pilotos de nuestro navío, de que
tos y a nuestros actos, porque uno descubre allí que el hombre habríamos de trazar nosotros mismos nuestra ruta, pues estába-
no es libre y que:i en consecuencia, el "sentido'' de nuestra finali- rnos descontentos con nuestro pilotaje. No es que partiéramos
dad diurna vuela en pedazos: sobre este punto fundamental, trá- contra los escollos ni que nos extraviáramos en las tinieblas; sa-
gico y cómico son exactamente idénticos, iluminan al hombre bíamos pilotear muy bien, pero el pilotaje era aburrido ...
con la luz embriagadora de la necesidad. Comportamiento au- ¿Cuál es, pues, esta libertad abolida por nuestra fiesta? ¿Por
tomático del marido celoso o comportamiento automático del qué es que era aburrida? ¿Por qué ahora nos parece insulsa, insulsa
héroe trágico cegado por su destino, de pronto completamente para el hombre? Yo respondo: aburrida, insulsa, inhwnana, la
apartado de la libertad: son dos aspectos de una misma realidad. libertad (de pilotaje) lo es para el hombre porque es una ausencia
Recuérdese lo que decíamos de la ruindad: ¿no se ve que lo de finalidad prioritaria. Mil direcciones p-osibles para el hombre
que hay de trágico es el automatismo,_y que poco importa que del día, mil finalidades pensables, y para todas, una libertad igual,
sea "cómico" o "trágico", puesto que siempre es, por naturale- es decir una igual falta de necesidad. Dila sola finalidad -para-
za, lo trágico mismo? -en la medida en que es la sorpresa por nuestro hombre en fiesta: la revelación trágica; no hay más lugar
naturaleza. para otra finalidad, para otro destino, ¡no sólo para u..r10 posi-
El automatismo del padre encolerizado que amonesta a su ble, sino incluso para uno deseable! ¿Qué es lo que adoramos en
hijo, en Moliere, es de la misma esencia que el del hombre cerca- nuestras fiestas, contra la insipidez de nuestras ideas diurnas?
do por la muerte... de acuerdo; pero el misterio subsiste: bien ¡En ellas contemplamos la concordancia de lo único posible con
puede verse que en un caso reímos; en el otro, nos estremecemos; lo único deseable! He aquí maravillas que no son para ellos, los
y que, en consecuencia, la interpretación del automatismo es muy hombres serios, los hombres "dignos", los hombres vulgares.
diferente: en la comedia, hay un consentimiento al destino; en la La concordancia de lo único posible con lo único deseable,
tragedia, espanto místico ante el destino. La comedia reconcilia para ellos, es Leibniz, es el optimismo, al que responder alegre-
al hombre con el hombre, la tragedia lo desgarra ... ¡Error! En mente con una tontería (Cándido, por ejemplo), ¡o cruda y mo-
ambos casos, automatismo, y consentimiento al automatismo: ralmente con lo que ellos toman por una afirmación trágica,
hay una voluntad gozosa de automatismo, entusiasmo colecti- que cree contradecir nuestra afirmación "optimista"! ¿Es nece-
sario decir que lo trágico con lo que ellos responden a nuestra
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nobleza es lo trágico de ocasión, en realidad un optimismo dis- nocturna y de lo verdaderamente trágico, lo trágico que contem-
frazado? ¿Que cuando combaten el "optimismo" de nuestra con- plamos con entusiasmo y con goce!
cordancia trágica, es en realidad lo trágico lo que olfatean y te- ¿Se comprende ahora la gravedad de nuestras fiestas? Ya se
men y combaten? Pues nuestra concordancia entre lo único po- ría o se tiemble, en todo caso, se abandona la insipidez de esta
sible y lo único deseable significa para ellos la muerte de todas idea de una finalidad libre. Nosotros celebramos la muerte de
las ideas de progreso y de utilidad, la muerte de todas las activi- ese ideal: y estamos gozosos y alegres, tan graves y tan ligeros al
dades, ¡la muerte de todos los libros serios! La muerte, porque mismo tiempo, tan graves porque tomamos conciencia de nues-
nuestra concordancia no es reconciliación entre el hombre y su tra finalidad y entramos súbitamente en el corazón de nuestra
condición, sino concordancia entre el hombre y lo trágico~ dos razón de ser, tan ligeros porque nos hemos liberado de todas esas
adversarios que se evalúan y se juzgan dignos de luchar el uno ideas cargadas de peso que nos obligaban a arrastrarnos y nos
contra el otro ... Éste es un acuerdo que ellos nunca sabrían com- impedían acceder a nuestro nivel. Nos hemos liberado de las
prender. ¿Y esa reconciliación entre el hombre y su condición no cadenas que la mediocridad nos imponía. Nos regocijamos de
es optimismo, y no es ésa su razón de se1; su razón de actua1; la de haber reencontrado por fin esta finalidad prioritaria que el mie-
todos aquellos que se indignan contra nuestro optimismo? ¿No do y la incapacidad intentaban hacernos olvidar. ¿Libres? ¡Pero
es eso lo mejor soñado por Voltaire, el progreso contin.uo del somos infinitamente más que eso! Y dicen que la libertad es nues-
bien y de la civilización? ¿Y es esa ciase de hombres la que pre- tra característica metafísica, tienen el descaro ... ¡Pero que los hom-
tende enseñarnos, a nosotros, lo trágico? bres "libres" tengan un poco de pudor y de respeto por sí mis-
No me sorprendería que al escribir Cándido, Voltaire haya mos, o si no, jamás conocerán lo que es un hombre en fiesta!
presentido lo que podía haber de trágico y de inadmisible en ¿Qué es ser libre para ellos? Para ser muy exactos, es no ser nada,
toda dialéctica optimista dentro de una doctrina que predicaba quiero decir ser para nada, ser en nada. La libertad no es una
lo inamovible, lo fundamental del desacuerdo; que Cándido haya definición de valor, una idea verdaderamente metafísica: es in-
sido escrito contra lo trágico. La hipótesis de "no deber ni poder cluso la idea más antimetafíSica que conozco. Supongamos que
cambiar nada" le causa horror a Voltaire, que sólo vive de pro- haya un fatum, un porqué del hombre: ¿de qué sirve la libertad,
greso y de cambio, incluso si ella emana de un optimismo un qué cabida tiene frente a su fin superior? ¿Ella es libre, dicen, de
tanto corto de miras. El hombre (Leibniz) no puede ser peligro- rechazar su fin superior... ? ¿De verdad? No lo creo. Invoco otra
so, la idea potencialmente lo es: ella puede conducir a lo insupe- vez a Pascal a propósito de esto: no se niega a Dios, aquellos que
rable, a la idea trágica ... de modo que Voltaire se ha ocupado lo impugnan no saben de lo que hablan. De todas maneras, si
tempranamente de ridiculizar este "optimismo". ¿Pero hay al- hay un fin superior, una vía regia para el hombre, y si es que esa
guien que no sepa que Cándido es un libro vulgar, la definición libertad de ellos existe, no sería otra que potencia retorcida sus-
de la falsa elegancia, aquella que está al servicio de un pensa- ceptible de desviar al hombre de aquello que él adora ... ¿Habría
miento chato y mezquino y que, por si eso fuera poco, lucha que hacer de esa potencia "innoble" el porqué del hombre, rei-
solapadamente y con mala fe? ¿Qué aprendemos en Cándido? vindicarla como el más preciado bien, enorgullecerse de ella?
Que todo no está bien, oigamos, que la situación del hombre no Supongamos la hipótesis contraria: nada de fin superior, nada
ni
es cómoda segura, lamentablemente ... ¡De veras, eso nos arro- de destino prioritario para el hombre. Pero entonces, ¿no se ve
ja de lleno en lo trágico! ¡Qué lejos estamos de nuestra alegría que no subsiste nada del hombre y que, por lo tanto, la libertad
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trágico (lo irresponsable) 5 sin estar por completo en él; hemos pues lo trágico es aquello que, de ninguna manera, puede ser supe-
tomado conciencia de nuestro acorde perdido y de la perfección rado, sino que sólo puede ser adorado-' ¡es . cuando sentimo~ - v ;
pasada; nuestra disonancia nos ha ayudado a ilumL.11ar esta per- afirmamos lo trágico que comulgamos con la vida! Es entonces
fección en todo su esplend01; pero con ello no hacemos sino to- cuando somos transportados por la voz del dios, Es entonces cuan-
mar aun más conciencia de lo insuperable, estamos todavía su- do captamos el secreto de la vida. "Hombre, ¿presientes a tú. crea-
midos únicamente en lo trágico de lo insuperable.,. Pero cuanto dor?'', exclamaba Nietzsche. Es entonces que uno presiente y oye
más nos elevamos hacia el segundo peldaño, más profundiza- la voz del creador: "Sólo hallé un medio de hacerte vivir, el de crear
mos lo insuperable, más nos compenetramos con ello y más nos un mundo tal que pudieras adorarlo y estar perpetuamente entu-
oprime. Sólo en el paroxismo del acorde perdido estamos listos siasmado con él, y sólo encontré una fuente de entusiasmo sin
para abandonar lo insuperable. hastío, sin desengaño: ¡lo trágico! Quise encontrar una embria-
El segundo acorde que la disonancia nos revela corresponde a guez tal que no pudieras nunca quitarte la borrachera, quise para
nuestra ascensión a ese segundo peldaño trágico, que significa la ti fiestas sin mañana,,. un tesoro que no pudieras cansarte de
doble conquista del sentido de lo irresponsable y de lo in.dispen- contemplar jamás, Para darle al hombre una embriaguez de goce
sable. La nota extraña a la armonía me hace degustar también el inagotable, he debido sobrepasar todos los goces humanos, e in-
acorde disonante en tanto que acorde disonante. Todo el miste- venté lo trágico. Así que te digo: ¿amasia vida?, ¿quieres decir 'sí'
rio trágico está encerrado en esta expresión banal del lenguaje a la vida con todo tu ser? ·Entonces sabe decir si~mpre no a los
musical -expresión empero tan extraordinaria, tan paradoja!, si goces de la vida, pues ése no es el sentido mismo de la vida".
uno se toma el trabajo de reflexionar sobre ella-: el acorde diso- Voy a precisar mi comparación musical haciendo una aiusión
nante ... Disonancia fundamental, porque la revelación de la irres- precisa a un. acorde musical en particulai: En ei primer acto de
ponsabilidad ha hecho volar en pedazos la últiina chance de lo Siegfried, cuando Sigfrido forja su espada, el acorde principal es
antitrágico, la última posibilidad de justificación, Acorde fun- un acorde perfecto mayor en re, al cual se añade ~n si bemol
damental porque en el momento mismo en que la responsabili- extraño a la armonía. Este acorde no sólo corresponde al tipo
dad y la justificación han muerto, en el'momento en que lo insu- mismo de esos acordes disonantes que revelan la armonía funda-
perable acaba de hacer tabla rasa a su alrededor, ha surgido un mental, sino también, y sobre todo~ es el estimulante de la diso-
nuevo valor que eclipsa a todos los demás: el acuerdo entre el nancia, que transforma un acorde de felicidad en un acorde de
hombre y la disonancia, ¡el hombre enamorado de su propia embriaguez y de entusiasmo: es Sigfrido en toda la certidumbre
disonancia! de su instinto de vida, al que nada se le resiste. "Su espada forja-
rá; al dragón vencerá", resume Mime al observarlo manos a la
Armonía + Disonancia = Acorde trágico obra. Sí, vencerá en todo eso y en muchas otras cosas, pues posee
el secreto de la vida, está al abrigo de toda decepción, puesto que
Y henos aquí, llegados a la orilla misma del misterio de la vida, funda su seguridad en una concepción trágica: se siente seguro
allí donde todo impone respeto, ¡en el santuario mismo del dios! dado que disonante, dado que desborda su marco. Desbordante
Henos aquí en presencia y en posesión del acorde trágico, expre- de vida, quiere decir para él, desbordar sobre la vida, significa
sión milagrosa si las hay. No es cuando huimos de lo trágico, no es que la vida misma es incapaz de contenerlo y de explicarlo, cons-
siquiera cuando lo superamos -lo cual equivale siempre a negarlo, tatación trágica si las hay. De allí su embriaguez: se siente más
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diferente de lo dado. Nietzsche se detiene en ese punto. Por otra del suicida rara vez deja trasuntar que aquello de lo que desespe-
parte, no es necesario ir más allá, en esto el análisis estético me ra, en el fondo, es de sí; que las razones de las que reviste su gesto
parece definitivo. Pero me gustaría mostrar que se puede hallar (gratuidad, absurdidad de la vida, etc.) enmascaran mal su ra-
una interpretación ética de este fenómeno estético. zón profunda: "No valgo la vida".
Mi pensamiento es que lo trágico es lo único en ei hombre Hay que compenetrarse bien con esta inversión psicológica
que resiste a la sospecha de lo gratuito, que nos despeja de una indispensable si se quiere comprender el mecanismo del hastío,
vez por todas la eventual pregunta: "¿Y para qué?". Es la única del y para qué. Es el hombre y no la vida, la razón de su suicidio.
realidad que no tolera el ojo inquisidor y crítico; es, podría decir- Suicidarse, es desesperar de sí mismo, no del hombre, no de la
se, su propio dios, es decir que se basta a sí mismo, que no solici- vida del hombre. Hace falta una buena dosis de ingenuidad para
ta ni necesita ninguna respuesta aparte, diferente a su mero con- pretender explicar el suicidio por "la vida que se ha vuelto inso-
tenido trágico. Lo trágico es ajeno a todo cuestionamiento y a portable para el hombre": no escasean, en nuestro siglo en que
todo hastío, justamente porque es un escándalo cuya punta ace- los simples de espíritu son respetados en todas partes, los seudo-
rada no cesa de torturarnos, un escándalo permanente. Nuestro pensadores que nos hayan analizado bien esta idea seudotrágica,
entusiasmo trágico, suponiendo que exista, no puede sino ser, idea por demás reconfortante, optimista y moral en el fondo, en
pues, permanente. una palabra, antitrágica, puesto que niega todo lo que hay de
¿Pero entonces por qué, en qué, es que ío trágico nos aporta trágico en la realidad. El suicidio es siempre el hecho del hombre
una "respuesta" definitiva y sin fisuras a toda interrogación hu- que se ha vuelto insoportable para sí mismo, del hombre que ya
mana desengañada? ¿Puesto que no da ninguna respuesta, que no se estima, y no que ya no estima su vida. Toda la dialéctica
no acepta nir1guna interrogación humana, puesto que, por el del suicidio es una dialéctica de la estima de sí. Todas estas cues-
contrario, no hace más que subrayar la ausencia de respuesta, y tiones: el hastío, el y para qué, la desesperación, pueden remitirse
para siempre? a esta idea general: yo ya no me estimo.
- Hay q~e advertir que suele forjarse un contrasentido sobre la En efecto, si me estimara, no podría suicidarme, y es por eso
significación de la idea de desengaño. Admitamos que el hombre que· lo trágico es una respuesta definitiva al y para qué. Significa
está en estado de desengaño; ¿cuál es su pregunta, cuál es su la muerte de la posibilidad de la pregunta: "¿Valgo la vida?",
.queja fundamental? porque es la afirmación del valor humano considerado en sí mis-
A no dudarlo, es un cuestionamiento de su propia existencia, mo; es el signo, la razón de ser de su propia estima. Define el
de su existencia en tanto que individuo, y no una pregunta gene- valor; el hombre que se descubre trágico se descubre, al mismo
ral e "intelectual" sobre el valor de la vida. Su pregunta es: ¿val- tiempo, valeroso, porque lo trágico responde sin vacilar: "No,
go la vida?, y no: ¿la vida vale la pena de ser vivida? no valgo la vida, pues valgo infinitamente más". ¿Qué es aque-
Aquí se plantea un grave problema de método: los teóricos llo que revela el abismo entre el hombre y la vida? Lo trágico,
del suicidio pecan a menudo de olvidar que el cuestionamiento porque establece una incompatibilidad embriagadora. Tal es la
nunca es de la vida, sino de sí, por la sencilla razón de que cuan- clave del misterio entre el hombre y su vida, porque paga la pri-
do hay estima de sí, no podría haber suicidio, cualquiera sea por ma al hombre en esta incompatibilidad, porque es la vida la que
lo demás la "estima" en la que se tenga la vida y las posibilida- aprisiona, puesto que el hombre es más grande: tensión trágica
des, las condiciones de vida que ella nos deja. Sin duda, el diálogo de todos los instantes, puesto que el contenido es más grande
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la fuente de la estima de sí es por naturaleza la revelación de lo Y por eso es posible ser entusiasta con la vida, sentirse a
trágico, que hace que el homb~e niegue y ridiculice la vida. Éste gusto dentro de sus estrechos límites: está vencida y ella lo sabe,
es, pues, el itinerario trágico:
somos sus amos. Esto nos remite otra vez a nuestra aparente
paradoja: sabemos estar a gusto dentro de los límites de la vida,
Lo Trágico La Estima :;;:;+ El Entusiasmo nosotros que sentimos su carácter trágico, porque somos los
(el no radical (el heroísmo (el sí a la vida, únicos que hemos sentido hasta qué punto esos límites nos
a la vida) que ridiculiza definitivo) oprimen hasta la asfixia; y porque, haciendo esto, hemos ridi-
la vida: culizad.o la vida y nos hemos convertido en sus amosºº. Tene-
yo valgo mucho mos con ella la relación de un hombre con una mujer: la posee-
más que la vida) mos por el desprecioº
Sin embargo, cuidémonos de que expresiones como "ridícu-
Vernos ahora que de este modo no me opongo a la vida -llego lo", "desprecio", no induzcan a error en cuanto a la significa-
hasta el punto de decir que hay que saber ''ridiculizarla" - ción de nuestro heroísmo: que se vea en nuestro entusiasmo por
sino porque considero que ése es el único camino del amor a lo trágico un orgullo heroico que levanta la cabezaº Nada más
la vida. Por lo demás, me atengo a esta expresión porque es, alejado de nuestras concepciones que esta actitud y, verdadera-
me parece, significativa de una inversión moral que me gusta- mente, esta piedad que el cristianismo ha visto siempre en el
ría, si yo fuera optimista, se sobreentiende, efectuar: esparcir hombre rebelado contra los dioses, el hombre orgulloso por ex-
odio y vergüenza sobre las fórmulas opuestas que traducen la celencia, el único verdadero enemigo en el plano del orgulloº Así
humildad del hombre, humildad que se basa en los abismos Pascal, que cree que los dos polos extremos opuestos al pensa-
que la rodean, en la pequeñez, en su carácter efímero: el hom- miento cristiano son Montaigne -demasiado humilde-y Epicteto
bre junco ... En el duelo entre el hombre y la vida del hombre, -demasiado orgulloso. ¿Qué significa semejante desconocimien-
yo digo que es el primero el vencedor, de modo incontestable: to del verdadero orgullo? ¿Es un desconocimiento buscado: el
el hombre ridiculiza a su adversario, el combate termina en cristianismo olfatea en nuestro orgullo trágico a un enemigo que
un aplazamiento. Cuanto más disminuyen al hombre la vida, está demasiado por encima de sus fuerzas, y se decide a evitarlo
las condiciones de existencia, más se ridiculizan por el hecho por miedo a ser derrotado? ¿O es que, por el contrario, descono-
·mismo de que aquello que disminuyen es algo que los sobre- ~e fundamentalmente el sentido trágico, ignora la misma exis-
pasa infinitamente, algo sobre lo cual no tienen más que una tencia de un orgullo trágico, absolutamente incompatible con su
influencia aparente. Todo lo que puede hacer, todo lo que orgullo "estoico"? Yo me inclinaría preferentemente por la se-
hace, es hacerlo morir: pero, persuadámonos de ello, ¡ésa no gunda hipótesis: pienso que el cristiano, cuando quiere represen-
es ninguna refutación! No hay nada de qué avergonzarse, es tarse el orgullo (el pecado de orgullo ... ), no puede evitar repre-
la mejor confesión de su impotencia; es la bofetada paterna sentarse un orgullo que tenga cierta relación con su propio pen-
incapaz de replicar a los argumentos del hijo rebelde. Es, para samiento, que le sea comprensible; y que, en consecuencia, igno-
el adversario, una solución desesperada: es un cuasi-suicidio ra lo que le es incomprensible por naturaleza: el goce en lo trági-
de parte de la vida; una renuncia a la victoria, una confesión co. ¡Pobres cristianos! Uno reconoce lo que valen por el valor de
de derrota. sus enemigos: siempre enemigos fáciles, casi en total acuerdo.
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en una providencia heroica hecha para él: ni la más mínima ten- con todo heroísmo en lo trágico: no sumisión, no rebelión, sino
sión entre su heroísmo y su condición, sino al contrario un acuer- descubrimiento ... ¿No se advierte que ante el fracaso de la afec-
do, una suerte de comprensión mutua que se halla en el fondo de tividad, ante el automatismo humano, la fuente de nuestro, he-
la maravilla trágica, de nuestra embriaguez: ¡esta comprensión roísmo es exactamente la misma? Si contemplamos gozosos, a
que es la definición de nuestro hombre en fiesta! ¡y nos -vienen a algunos meses o años de distancia, el antiguo objeto de nuestra
hablar aquí de un orgullo que levanta la cabeza! ¡Osan calificar pasión, si gozosos contemplamos a un hombre entregarse a la
de orgullosa y de imprudente a nuestra actitud heroica! Cuando mayor bajeza, al automatismo más inhumano -leyendo, por ejem-
esta~os sumergidos, no en la humildad, en los pecados, sino en plo, a Balzac-, ¿alguien creerá que es porque el heroísmo que nos
el /~as profundo respeto, en la adoración por una providencia importa significa para nosotros la ruina del dios? ¿No se advierte
trag1ca de la que tomamos conciencia de que ella es el supremo que nuestra propia revelación está necesariamente ligada a la de
don acorda~o al hombre, de que ella es la que lo hace posible, la la providencia que nos enseña lo que antes, en el tiempo de nues-
que le perrmt.e tene~ por él mismo esta estima generosa de la que tra felicidad o de nuestra desdicha, no sabíamos: que ser trágico
pretenden pnvarlo los cristianos; esa estima que le permite afir- vale infinitamente más que todo en el mundo? providencia, pro-
mar de u1:1a vez para siempre esta verdad embriagadora: "Yo videncia trágica, eres tú quien tenía razón: has transformado a
v~lgo la vida". ¿Se comprende que nuestra estima por nosotros un hombre banal en un hombre que, por fin, vale su providen-
m1srr_ios e~ en primer lugar una revelación de la estima por la cia, vale su razón de ser; ¡que, por fin, vale la vida!
prov1denc1a? ¿Que afirmamos en la alegría nuestra tragicidad Por eso entre los sentimientos que nos son extraños, el que lo
porque s~~emos que esa tragicidad no es sino una parte de la es más es hallar una discordancia entre lo trágico y el hombre.
gran tragic1dad que nos hace vivir? ¡Veneración, adoración, amor, Un sentimiento tal nos parece una ingratitud o una sordera total
respeto, eso es nuestro orgullo, nuestro heroísmo trágico! Noso- en lo que respecta al dios. Al contrario, pretendemos que el hom-
tr?s no nos consideramos como esas desgraciadas erratas de bre en presencia de lo trá:gico tal como lo he definido no puede
K1erkegaard, ¡nos consideramos como maravillosas realizacio- dejar de ser golpeado por una concordancia secreta, pero funda-
nes de un todo más maravilloso aun! mental y segura, entre sus exigencias y su destino trágico. Ya he
~olvamos a sumergirnos en nuestra fiesta, y veamos en qué definido las relaciones entre hombre y destino trágico compa-
consiste ~uestro heroísmo trágico. Ante este pueblo que danza, rándolas con las relaciones entre hombre y mujer, hablé del des-
hemos dicho que nuestra embriaguez tenía su fuente en una re- precio, también hay que tomar en consideración el amor... Diré
pentina comprensión trágica: de repente sabemos, comprende- incluso que experimenta, a no dudarlo, un sentimiento de fami-
mos que van a morir, que esa muchacha que se lanza hacia su liaridad, de vieja intimidad, de vieja amistad con respecto a aque-
compañero mañana con toda certeza estará muerta. En este llo que lo tortura: lo contrario de un sentimiento de lo descono-
m~mento, el heroísmo nos solivianta de alegría, porque descu- cido. Cree descubrir que lo trágico ha sido hecho para él, que lo
bnm~s que más valía que así fuera, no porque pensemos, como trágico es exactamente como una ropa hecha a medida: le va.
querna hacerlo creer Kierkegaard, que esta suerte sea inmerecida Descubre que lo trágico ha sido hecho a la medida del hombre.
Y. que, .por consiguiente, podamos alzar la cabeza contra la pro- Descubre que todo lo que existe aquí abajo ha sido hecho para
videnc1~: nuestro heroísmo es descubrimiento, no negación, de servir a lo trágico, es decir para servir al hombre pues, en reali-
la providencia. Lo mismo ocurre con todo goce en lo trágico, dad, nada de lo viviente es contrario al hombre.
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en algo, ¿cómo podemos llamar a eso gratuito, L.riduso si ha sido de la x&eapmc;;, no habría Carta a d Alembert posible: habría sido
precisa~ente en l~ gratuidad ... , si la gratuidad era indispensable necesario inventar otros sofismas. No resisto al placer de hacer
para la v1da? Por 10 menos nos reconocemos hombres, en el sen- hablar a Rousseau por unos momentos:
tido más valeroso del términ.o, en los elementos irreconciliables e "Oigo decir que la tragedia conduce a la piedad a través del
irresponsables de la vida por los cuales defivimos y reverencia- terror; sea. ¿Pero qué piedad es esa? Una emoción pasajera y vana
mos la providencia trágica que, al revelámoslos, nos ha revelado que no dura más que la ilusión que la ha producido, un resto de
al mismo tiempo nuestro propio valor. sentimiento natural ahogado enseguida por las pasiones, una pie-
dad estéril que se repara con algunas lágrin1as y que jamás ha
producido el más mínimo acto de humanidad. Así lloraba el san-
3. SIGNIFICACIÓN DE LA TRAGEDIA guinario Sila ante el relato de los males que no había realizado él
mismo. Así se ocultaba el tirano de Feres en el espectáculo por
,. P.ara persuadir~e de este afecto que el hombre tiene por lo miedo a que lo viesen gemir con Andrómaco y Príamo, mientras
trag1co, basta ana~zar c?n un poco de seriedad el placer que se que escuchaba sin emoción los gritos de tantos desafortunados a
extrae de la tragedia, qmero decir el placer que siente un hombre los que se degollaba todos los días por orden suya ... Si, según la
bajo e~ impacto. de una pasión, al escuchar, por ejemplo, una observación de Diógenes Laertes, el corazón se enternece más ante
traged1a de Racme. Al respecto, cierta interpretación ha defor- males fingidos que ante males verdaderos, si las imitaciones del
mado y velado sistemáticamente la esencia del placer trágico des- teatro nos arrancan algunas veces más llanto que la presencia mis-
de hace decenas de siglos, desde Aristóteles, y sin encontrar una ma de los objetos imitados, se debe menos a que las emociones
seria oposición. A partir de Aristóteles, nos tragamos sin chistar son más débiles y no llegan hasta el dolor, que al hecho de que son
puras y sin mezcla de preocupación por nosotros mismos."
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J.l.lil
Recuperemos la palabra de manos de Rousseau a...ntes de que la nos engancha más, a menudo, que lo trágico in_n1ediato y direc-
exasperación nos gane y, de ese modo, comprometa la buena to: ¿de dónde proviene este misterio?
marcha de nuestro pensamiento enloqueciendo nuestra argumen- Respuesta de Rousseau (dada, lo repetin10s, a título folklóri-
taciónº En primer lugar, cito estas pocas frases tanto a título de co): nos emocionamos más porque lo trágico teatral nos deja a
divertimento (un curioso ejemplo de folklore moral) como para salvo y por ende nos produce un placer; su esencia es la de repre-
dar un. ejemplo característico de contrasentido trágico, llevado en sentarnos algo trágico en lo que no habría placer si fuera para
este caso hasta tal grado que su refutación sistemática sería dema- nosotros núsmosº Hacemos como Lucrecio: contemplamos los
siado fácil: Rousseau no sólo adopta la idea loca de la tragedia- bajeles que la tormenta engulle, desde lo alto del acantilado, al
piedad, sino que manteniendo la idea de Aristóteles, emprende la abrigo de la espuma; y si llueve un poco, la llovizna sólo está allí
contraparte moral y mininiiza aquella (ia piedad) a fin de reducir- para mejor sugerirnos el dramaº Podemos cerrar los ojos por un
la, según sus propósitos moralistas, a las modestas proporciones instante e imaginar que estamos allL º La fuente de este enterne-
de una piedad moderada por el sentimiento apaciguador de saber cimiento egoísta es la degustación de la idea de separación; de-
que ella no nos concierne, es decir que la tragedia es un simulacro gustación de la plancha por la que uno pasa sin perder nunca el
de piedad que halaga nuestra comodidadº Si nos emocionamos derecho a pasarla de regresoº
más en el teatro que en la vida, dice en lo sustancial Rousseau en la Tomemos esta idea de Rousseau en el señtido más antitéticoº
última frase, es porque allí podemos ser egoístas más cómoda- intentando llevarla lo más lejos posible: estaremos cerca de la
mente. ¡De veras que se necesita una buena dosis de embruteci- esencia del placer en la tragediaº Sustituyamos el enternecimien-
miento moral para llegar a enunciar fríamente semejantes antífrasis! to egoísta, por la idea de una toma de conciencia de una dureza
No es posible estar más alejado de la comprensión trágica de universal, negación misma, por consecuencia, de toda idea de
cuanto lo está Rousseau en estas pocas líneasº De allí su interésº piedad y de altruismo, pero negación también de todo instinto
Pero, repitámoslo, esas divagaciones serían imposibles sir1 la fuente egoísta, es decir individualistaº Dureza universal cuyo objeto es
del contrasentido proporcionado por la filosofía griega deca- hacernos tomar conciencia del carácter universal de lo trágieo (y
dente (Platón y Aristóteles), que se reconoce por su incompren- por lo tanto afirmación inapelable de la insuperabilidad y de la
sión frente al arte: a un fenómeno estético, quiere darle una ex- irresponsabilidad) y cuyo efecto es el de transportamos a las más
plicación moral, he allí el comienzo de la decadencia y de la altas- esferas del entusiasmo y del goceº
perversión sistemática de los valoresº Ante la tragedia, encuentra Antes de intentar explicar la paradoja trágica en el caso parti-
la piedad y se acomoda a ella, así como encontraría (cL Platón, cular de la representación dramática, en consecuencia simple ilus-
La república) el patriotismo militar para "iluminar" el placer tración de esta verdad más general que acabamos de analizar,
que se extrae de la lectura de bellas epopeyasº "Iluminar°'º" He rememoremos lo que hemos visto sobre la idea "antilibre" que
aquí la más tenebrosa de las luces: ¡la "luz" moral! emana de las tragedias de Sófocles y de Esquilo, y sobre la no-
Enternecerse más con los males fingidos que con los verdade- ción de dignidad, de valor humano, que· se desprende de ellasº
ros males: tal es la definición dei problema planteado por la Que la libertad en lo trágico no exista, eso es lo que nos asegura
estética trágica (a condición, desde luego, de suprimir la palabra la grandeza del hombre y su carácter divino.
"enternecerse", que huele fastidiosamente a la insipidez senti- Retornemos a nuestro apasionado que escucha Andrómaco:
mental del siglo y a su incomprensión estética)º La ficción teatral ¿cuál es la explicación de su goce trágico? ¿Por qué es feliz,
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LO TRÁGICO ES LO "INDISPE..NSABLE"
LA FILOSOFÍA TRÁGICA
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LO TRÁGICO ES LO "INDISPE.J.'\fS.-IBLE"
LA FILOSOFÍA TRÁGICA
soy yo en lo trágico, entonces mi tragicidad es gratuita, no tiene Aquí, conviene refutar una de esas circunstancias entumece-
una razón hmdamental de ser, mi tragicidad es una excepción doras que se adhieren de manera tenaz: la adherencia de la vul-
genial, una feliz conquista, pero aislada y producto del azar... en garidad. Algunos piensan que uno siente un sentimiento de goce
una palabra, está condenada al, olvido. Sí, una feliz excepción; y de poder al sentirse valor superior en el absoluto, que el placer
hay que saber representarse la tragedia como goce y la felicidad consiste en encontrarse en la verdad y en encontrar a los otros en
como fuente de tristeza si se quiere comprender lo que puede ser la el error: el placer de tener razón. Ese placer es en realidad un
desesperación ante el olvido de lo trágico: si lo trágico es lo trágico atroz sufrimiento, si nos colocamos en el plano de los valores.
excepcional, entonces mi caso preciso es infinitamente superior al Descubrirse un destino superior al destino, reconocerse un valor
resto de las cosas y al resto del mundo, yo soy infinitamente más de excepción con respecto al valor en general, es decir, contem-
valedero que todas las cosas. Yo soy el único que posee ese valor; el plar un valor de la vida' inferior al que se siente en sí, sentirse
valor reside en la excepción, "el orden de las cosas" no es, por su distanciado, por un abismo, de la realidad, del "orden de las
parte, más que mediocridad. Esta idea de que eí valor reside en la cosas", descubrir una tensión insuperable entre su valor-ocasio-
excepción es la más desencantada y la más inaguantable para el nal- y los otros valores que se revelan irremediablemente inferio-
hombre: constituye el punto último de la desesperación. Se com- res, ¡ése es el peor sufrimiento para el hombre!
prende:i me parece, el sentido de esta fórmula: que el valor reside Que se me entienda bien: no se trata solamente del aislamien-
en la excepción, es decir que hay más no-valor que valor, más to más pavoroso del hombre con respecto a los otros hombres;
cosas feas que cosas bellas, más hombres insignificantes que hom- eso no sería nada: la soledad muy pronto se revela como un
bres trágicos ... ¡pero no hay nada en ello de qué emocio~arse! Lo goce, al menos para todos aquellos que prefieren el aire frío, pero
contrario es lo que tal vez sería inquietante. A aquellos que preten- puro, al aire tibio, pero espeso ... El horro1; es descubrirse aislado
den aliar las nociones de valor y de igualdad, l~s remito a-lo que con respecto al principio mismo del valor y de la vida, es descu-
dice Descartes sobre las planicies y las montañas, y los ir1vito a brir que el propio valor está aislado en sí con respecto al ser: y,
meditar sobre la impactante semejanza del relieve de las mesetas por consiguiente, unido indisolublemente al accidente y destina-
bajas y de las mesetas altas. No, no es en ese sentido que emplea- do por ende al olvido de· lo trágico. Es en ese sentido que deci-
mos la palabra excepción, sino en un sentido mucho más funda- mos: la desesperación más grande es creer que el valor reside en la
mental: excepción, pero no la de ciertos individuos con respecto a c¡xcepción. Digamos más: ésa es la cuestión angustiante por na-
Otros, sino excepción de los valores en particular con respecto al turaleza, la fuente misma de los problemas del absurdo y de lo
valor del ser en general. gratuito.
El valor reside en la excepción que es el hombre, es decir que Estamos en el corazón de la pregunta: "¿Es que valgo la
es, como él, efímero, cambiante, condenado a la muerte y al vida?", pero completamente invertida con respecto a la manera
olvido. Un epifenómeno que se sobreañade a los fenómenos rea- en que la avizorábamos más arriba: ahora ya no somos nosotros
les; y, en estas condiciones, ¿para qué continuar cosechando fru- quienes nos hallamos en cuestión, es el ser mismo el que no con-
tos que uno sabe "fortuitos", de circunstancias? El valor reside sigue alcanzar el valor excepcional del individuo; la cuestión es
en la excepción, es decir que el valor es la apariencia, el no-valor infinitamente más angustiante. Estamos seguros de nosotros,
es la realidad: he aquí el pavoroso espectro del que nos purifica ¿pero qué podemos hacer en el mundo, si éste se revela extranje-
la tragedia. ro a nuestra tragicidad, si no conoce lo trágico? Solos con nuestra
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LA FILOSOFÍA TRÁGICA
LO TRÁGICO ES LO "INDISPENSABLE"
tragicidad, no cabría sino despreciar eternamente, a menos que
tengamos la fortuna de perder conciencia de nuestra caíd~.
cualquier otra parte te extravías, que es tu deseo secreto el verda-
Es de esta angustia que nos libera para siempre la embriaguez
dero deseo, que es aquel que tú no osas confesar el que será oído,
tráo-ica que nos afirma sin esperanza de discusión: el mundo es
el que es oído, el que lo ha sido desde siempre. Aquello que
trá~ico, el mundo es lo trágico ... Es decir ~ue el destino es ª.la avanzabas como una proposición tímida y personal, temblando
medida de nuestra fortuna, que el valor de esta no era excepcio-
de verte incomprendido y obligado a despreciar secretamente un
nal, sino al contrario, "signo" de la realidad trágica. Somos trá-
mundo despojado de todo hecho trágico, he aquí que descubres
aicos en un mundo trágico: ¿no se advierte qué maravilloso acor-
que ése es el fundamento universal de todas las cosas, jque no
de nos llena de goce? Podemos mirar el mundo con una mirada
solamente el mundo conoce lo trágico, sino que lo trágico es el
noble, una mirada de igual a iguaL. No tenemos por qué des-
principio del mundo! ¿No hay en ello con qué entusiasmarse en
preciarlo; nos vale, está a nuestra altura. Lo antitrágico era sólo
la vida? Todo desencanto y todo asco de vivir provienen, ya lo
~n fantasma, ¡un espectro maléfico que la tragedia ha borrado!
he dicho, no de la idea de que el mundo es trágico, sino de que es
Descubrimos, en realidad, un mundo con el cual podemos en-
antitrágico. Si lo antitrágico es repelido para siempre, ¿cuál po-
trar en contacto: nos conoce, lo conocemos, estamos de acuerdo
dría ser el término de nuestro encantamiento?
con él sobre este ,_ounto fundamental: nada existe, nada ... excep-
Eso es lo que nos enseña la tragedia. ¿Se comprende ahora la
to lo trágico.
significación profunda de este goce en lo trágico: "¡Ah!, de allí
Tenías toda la razón, nos dice la tragedia, en aquellos mo-
viene mi entusiasmo, de saber que mis penas no terminarán ja-
mentos de embriaguez que tú imputabas a la locura y durante
más"? Estamos en el corazón de la paradoja de lo trágico, conce-
los cuales te persuadías de que la vida entera estaba ahí solamen-
bida como vigorizante: y es así que ésta entrega su último secreto
te para permitir que esos pocos instantes trágicos, que todo aquello
y termina de iluminarse. Felices de saber que nuestras penas no
q;e te importa en la vida se iluminara con esa única luz, la luz
terminarán jamás, lo somos porque así adquirimos la certidum-
pura de lo trágico; de que la lógica, los razonamientos, el pensa-
bre de que la requisitoria humana es siempre posible: en todos
~.i.iento, así como los sentimientos afectivos, los dolores y las
los insta~tes y todos los porvenires, tendremos siempre el expe-
penas, no existían en comparación con lo trágico, infinitamente
diente trágico listo para ser abierto; estaremos siempre listos para
más completo, infinitamente más verdadero, ¡infinitamente más
reivindicar nuestro bien superior toda vez que se nos plantee la
elevado! En ese momento creías descubrir una loca posibilidad
pregunta: "Y tú, hombre, ¿qué eres?". Entonces, con certeza no
humana, una loca idea del hombre, un ideal absurdo e incoPle-
responderemos con las Meditaciones cartesianas ni con las de
sable' que uno oo-uarda -para sí, seguro como se está de que la
Ka~t, mucho menos con las meditaciones morales, respondere-
realidad, el ser, no lo comprenderá, que se trata de un sueño, de
mos con El nacimiento de la tragedia: ~'Ni animal pensante, ni
un juego heroico para el hombre que comienza y termina con el
animal sufriente, si...r10 animal trágico, eso es lo que soy y lo que
hombre, en una palabra, de una idea ausente del mundo. Es ese
siempre quiero ser".
el crisol de tu angustia: tú crees que el mundo no es trágico, que
Pero a ese goce y a ese orgullo les hace falta un guardián, un
el verdadero ser es el de los "filósofos" con sangre fría ... Pero he
depositario. Pues apenas si tenemos nuestros buenos momentos:
aquí que yo te digo: regocíjate, pues te aseguro que en esos mo-
sabemos que incesantemente volvemos a descender la montaña,
mentos de embriaguez trágica, tú estás con la verdad; que en
y que una vez en la llanura corremos el riesgo de olvidar nuestras
impresiones de la altura. Tal es, como sabemos, la idea que nos
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angustia: la pérdida del valor más grande, el olvido del hombre providencia. Tan colmados que por fin podemos renunciar a la
trágico que se adormece en nosotros ... Pues este olvido no es tan vida eterna para nuestro individuo en tanto que i__ndividuo, vida
sólo el signo del menor valor del hombre que olvida; es sobre eterna cuyo propósito era hacer durar lo trágico. ¡Ahora por fi.11
todo, fundamentalmente, ia puesta en cuestión del ser trágico: podemos morir, puesto que lo trágico no muere! La revelación
tiende a hacernos creer, como ya lo hemos visto antes, que la del ser trágico nos otorga por fin el derecho a la muerte. Lo
tra,gedia no era más que una efímera idea del hombre, que nues- trágico de la muerte existe siempre, pero la desesperación en la
tro sufrimiento trágico pertenecía al mundo de la apariencia, no muerte, el sentimiento de lo gratuito ya no existe: puesto que
del ser... ¿Es posible imaginar una desesperación más atroz? ¿Se aquello que tenemos de mejor en nosotros no es sino el reflejo de
comprende ahora la fórmula de Rousseau: "¡Ah! lo que duplica un valor perenne. No tenemos el deseo de la muerte, pero adqui-
mis pesares es pensar que han de terminar"? ¿Se comprende qué rimos el derecho a la muerte. Pero pensar que ''lo que duplica
horrible destino significaría el fin de los pesares? mis pesares es pensar que han de terminar", es entonces prohibir-
La tragedia es la depositaria de nuestra nobleza trágica: lo se la muerte, porque con ella moriría también lo trágico.
trágico universal se afirma allí de una manera tan fuerte (ése es el Lo trágico es el don por excelencia, la definición del instinto
objeto del logro estético) que la idea del consuelo posible, la idea de vida, el recurso i11agotable del que todo se alza, del que la vida
del fin de los pesares se ve descartada para siempre. Así, el fin de surge perpetuamente hacia la juventud, hacia la alegría, hacia los
esta universalización trágica no es tanto el hacemos tomar con- clamores de reconocimiento. ¿Pero a quién se dirige este recono-
ciencia de que lo trágico es para todos (en efecto, "para todos" cimiento?, preguntará el hombre religioso, ¿a quién hay que agra-
no significa otra cosa que "para todas las individualidades"; lo decer? Tal vez los más bellos clamores de reconocimiento, los
cual equivale a multiplicar infinitamente el mismo problema, el más profundos, son aquellos que no sabemos a quién se diri-
problema del olvido siempre posible), sino el de mostrarnos, so- gen... Evoco por ejemplo la actitud de los recién nacidos que
bre todo, que nuestra tragicidad humana está en cierta manera gritan de alegría, sin que aún se les haya envenenado su recono-
grabada, que figura en el programa del mundo ... y que, por con- cimiento queriendo canalizarlo hacia un dios mercantil, que se
siguiente, no representamos una atracción "fuera de programa". venga, a quien todo se le debe ... El reconocimiento se detiene
¡Cuál no ha de ser, entonces, nuestro alivio! Podemos ir a muy pronto, por lo demás: con las primeras plegarias de recono-
descansar, mejor dicho, podemos descansar por fin del mundo, cimiento. Y se comienza a vivir seriamente.
nosotros sabemos que también él es trágico, que lo trágico es la Así ocurre con lo trágico, no sabemos a quién hay que agra-
esencia, tanto en él como en nosotros. Ya no necesitamos vivir decérselo, y tal vez sea por eso que es inagotable. "Eh tú, yo te
eternamente, resistir, durar, para que lo trágico dure también: conozco." Es el "tú" por excelencia, el único tú cognoscible. Yo
sabemos ahora que dura en lo trágico, ¡sin tener necesidad de digo que es, en definitiva, nuestro único confidente en, una vez
nosotros en particular! Sabemos que no somos más que "peque- más, todo el sentido del término: el único a quien hablamos y a
ños trágicos" en comparación con el gran trágico, que la provi- quien nos descubrimos, el único autorizado a ello puesto que el
dencia Trágica nos comprende y nos abarca completamente, que hecho de descubrirse es en sí mismo la esencia trágica -verdad muy
ella es la única providencia a nuestra medida; pero, mientras que despreciada por los escritores "impúdicos", a gu.sto en el strip-
todas las otras nos comprimían, ésta nos colma y nos da más que tease: Rousseau, Gide-, y que es necesario lo trágico para oírnos en
la medida, y nos sentimos enteramente sobrepasados por nuestra nuestro gran repertorio trágico, o de lo contrario perecemos;
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