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El estudio de momias
Para abordar este tema se tomaron en cuenta los conceptos de Lizarraga [Liza-
rraga, en Vera, 2002:138-139] del cuerpo humano como fenómeno bio-psico-
socio-cultural complejo, multicausal y multifacético en constante cambio, que
es transformado y resignificado por la acción de la naturaleza o del hombre aun
después de la muerte del individuo y de la mirada del cuerpo humano, como ser
biológico y soma, a partir de un continuo evolutivo y sociocultural, tomando en
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Examen macroscópico
Se trata de observar y registrar en cédulas las características visibles que conserva
el cuerpo o restos corporales y de los materiales que lo acompañan: la posición en
la que fue depositado el cuerpo, el ajuar funerario, objetos personales o cualquier
otro que se haya encontrado en el lugar del depósito. También se considera el estado
de conservación de las momias y procesos tafonómicos que hayan tenido lugar.
De este análisis, si es posible, se hará un perfil básico, se registrará el sexo
por observación directa de los órganos sexuales externos. La asignación de edad,
si no se cuenta con el dato cronológico, se puede realizar de manera visual para
determinar en primera instancia si se trata de un infante o de una persona adulta.
Posteriormente, para la determinación del grupo de edad biológica se recurre a
la imagen radiográfica para hacer la valoración ya sea de la edad dental o por las
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Imagenología
El análisis de imagenología permite conocer las estructuras internas así como de-
tectar la presencia de órganos internos y/o objetos que se encuentren dentro de un
bulto mortuorio, y contribuye al diagnóstico diferencial de algunas patologías.
En caso de existir alguna característica que se desee radiografiar, puede re-
currirse a la radiografía convencional con bajo kilovoltaje y miliamperaje para
obtener imágenes de alta resolución, o si se requiere una mayor precisión se puede
utilizar la tomografía axial computarizada, utilizada desde 1977, y la reconstruc-
ción tridimensional por tomografía computarizada, cuyo uso se inició a finales de
la década de los ochenta. Ésta se aplicará si se tiene el presupuesto necesario, si es
indispensable por su alta precisión o porque el espécimen es catalogado como muy
importante. Si se tiene un bulto mortuorio, se utilizan estas técnicas para conser-
var intacto el fardo y conocer su interior [Pineda et al., 1998; Mansilla y Pijoan,
2000; Amezcua et al., 2005].
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Figura 1
Bulto mortuorio infantil de la Cueva de la Candelaria, Coahuila. Foto: Ramón Enríquez (daf-
inah).
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Figura 2
Imagenología del mismo bulto mortuorio infantil de la Cueva de la Candelaria, Coahuila. Foto:
Ramón Enríquez (daf-inah).
Otras técnicas para la observación del interior del cuerpo: endoscopía y disección
En este caso es importante señalar que si se efectúa una autopsia habrá destruc-
ción. Aufderheide [2003] discute su conveniencia y presenta su protocolo para las
disecciones de cuerpos momificados.
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Estudios al microscopio
La microscopía óptica es el primer paso que detecta la presencia de cambios pato-
lógicos que, de ser necesario, se pueden observar con mucho mayor detalle y bene-
ficio con el microscopio electrónico en sus diferentes modalidades: de transmisión,
analítico y de barrido. De manera reciente, en México, se incorpora el análisis por
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Figura 3
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Estudios genéticos
Lalueza-Fox [2006] señala que el desarrollo de técnicas de biología molecular,
especialmente la invención de la pcr (reacción en cadena de la polimerasa), han
permitido el surgimiento del campo del adn antiguo, es decir, la recuperación
del material genético de restos del pasado. Este autor resume las técnicas y afirma
que el estudio del adn antiguo, a pesar de las dificultades metodológicas, puede
aportar información muy importante en diferentes campos, como en la evolución
o reconstrucción paleoecológica, también, para clarificar migraciones pasadas y
confirmar hipótesis de poblaciones antiguas a partir del análisis de actuales. A
su vez, Rodríguez-Martín [2003] asevera que por medio de los estudios de adn
antiguo se puede obtener información genética individual acerca del parentesco y
orígenes de diferentes poblaciones, averiguar la distancia biológica entre distintos
grupos y conocer el grado de relación evolutiva interpoblacional. También señala
que por medio de la amplificación de segmentos de adn bacteriano de tejidos
momificados se ha logrado el diagnóstico de tuberculosis o treponematosis. El
éxito de estos estudios, según Rodríguez-Martín y Cárdenas-Arroyo [2001], ra-
dica en prevenir el daño de los tejidos momificados producido por diagénesis
(temperatura, humedad, radiaciones ultravioleta, microparásitos) y en mejorar los
procedimientos de extracción y reparación para restaurar secuencias de longitud
apropiada.
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Momificación en México
Los hallazgos de cuerpos y restos momificados o semimomificados en México se
remontan a la época prehispánica y continúan en la actualidad, la mayoría pro-
vienen de sitios con clima árido o semiárido o microambientes equivalentes, de
cuevas, criptas, subsuelo de iglesias o lugares en donde los cadáveres se desecan
de manera rápida evitando el proceso natural de la putrefacción. También existen
referencias acerca de embalsamamientos durante el virreinato para el traslado de
grandes personajes como arzobispos y virreyes a España, así como también de épo-
cas posteriores, por ejemplo, el del emperador Maximiliano de Habsburgo (1867),
que fue embalsamado dos veces, la pierna de Santa Anna, la mano de Obregón y el
cuerpo del presidente Benito Juárez García (1872). En nuestro país las momias son,
en la mayoría de los casos, producto fundamentalmente de un proceso natural de
desecación causado por una gran variedad de factores (clima, temperatura, lugar y
forma de depósito, ajuar funerario, preparación del lugar de la inhumación, edad,
sexo, y varios más) que generalmente actúan de manera sinérgica.
Existen restos momificados o semimomificados en Baja California, Coahui-
la, Chihuahua, Sonora, Durango, Zacatecas, Morelos, Guanajuato, Guadalajara,
Tamaulipas, Querétaro, Hidalgo, Puebla, Oaxaca, Ciudad de México, Yucatán y
Chiapas. En el acervo de la Dirección de Antropología Física del inah se cuenta
con una colección proveniente de varios sitios y temporalidades. La momia más
antigua hasta ahora procede del estado de Tamaulipas, fechada recientemente, por
el método de carbono 14, en 670 aC.
En el periodo prehispánico, la momificación ocurre generalmente en la zona
norte llamada Aridoamérica, en cuevas mortuorias y abrigos rocosos, donde el cli-
ma semidesértico es favorable para la preservación orgánica y la preparación de la
superficie sobre la que depositaron los fardos sobre el suelo de la cueva. Por otro
lado, como parte del rito funerario, los cuerpos eran envueltos intencionadamente
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Figura 4
Momia 247 entierro siete Cueva de Romero, Tamaulipas. Fotografía: Ilán Leboreiro Reyna (daf-inah).
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tados generalmente en bultos mortuorios, con mantas, petates y otros también con
pieles de animales; 3) inhumación de todos los miembros del grupo; 4) de todas
edades; 5) ambos sexos; 6) objetos asociados con insuficiente evidencia arqueoló-
gica para determinar estratificación social; 7) continuidad de esta práctica hasta el
siglo pasado (según datos etnohistóricos); 8) referencias paleopatológicas muestran
enfermedad infecciosa endémica (treponematosis) [Mansilla y Pijoan, 2005].
López Austin menciona que después de la llegada de los españoles, en la nueva
sociedad novohispana, la religión mesoamericana dejó de existir al terminar la au-
tonomía indígena que la sustentaba. Se impuso la religión cristiana con una evan-
gelización forzada incompleta, en donde se identificaron semejanzas y se sumaron
dioses y costumbres indígenas y españolas; fue un periodo de imposiciones, con-
tradicciones, desconcierto, incomprensión, rechazos, enfrentamientos, acomoda-
mientos, incorporaciones, sobreposiciones, combinaciones, cambios, asimilación,
resistencia, adaptaciones, supervivencia y modificaciones entre conquistadores y
conquistados. Así se logró, en general, una mezcla de tradiciones, de imágenes y
ritos y fusión de conceptos que da lugar a la formación de las religiones indígenas
coloniales [López Austin, 1999].
Es en el norte donde prevalecen las costumbres indígenas por más tiempo y
siguen utilizando las mismas cuevas mortuorias; en el resto de la Nueva España,
entre los indígenas cambia el ritual después de la muerte, el lugar del entierro, la
posición y el ajuar funerario. Sólo los grandes personajes españoles y los santos son
conservados para ser exhibidos, como es costumbre dentro de la religión cristiana.
Los demás ejemplos de momificación se dan en construcciones religiosas y cemen-
terios. Estos casos son de tipo natural que ocurren gracias a que este nuevo espacio
para ser enterrado en el virreinato, es decir, el suelo santificado, podía propiciar la
momificación. En general, para las clases privilegiadas se reservaban los sitios de
inhumación al interior de las iglesias, sitio de donde se han extraído numerosas
momias, debido a una arquitectura particular y a que los cadáveres no estuvieron
en contacto directo con los elementos, por ejemplo, en nichos altos dentro de las
criptas de algunos templos, como las momias halladas en 1861 en el templo de
Santo Domingo entre las que se encontraba el cadáver momificado de fray Servan-
do Teresa de Mier [Mansilla y Pijoan, 2008 y Leboreiro y Mansilla, 2008].
También determinadas criptas, como las que dan lugar a las momias del Con-
vento del Carmen en la Ciudad de México, la iglesia de Tlayacapan, Morelos,
por su clima cálido y seco y un suelo con alto contenido de sales minerales, en
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Figura 5
Momias de Santo Domingo tomada de Antonio García Cubas 1986. Fotografía: Ilán Leboreiro
Reyna daf-inah.
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que tenía su ofrenda en la cavidad de entre las piernas y el torso. Esta ofrenda de
alimentos “desapareció” antes de la entrega de las momias al museo. Por debajo
de este bulto se encontraban otros, aparentemente uno sobre el otro formando
capas. Una vez logrado su objetivo decidieron llevar a Estados Unidos esas dos
momias. En la retirada uno de los jóvenes se accidentó y tuvieron que regresar en
avioneta con todo y momias. Las momias permanecieron en cocheras diferentes
de Lemon Grove, California, y uno de los adolescentes combatió en Vietnam.
Luego de 14 años, durante la limpieza de su garaje, la madre de una amiga de uno
de los americanos descubrió con horror dentro de una caja el cuerpo de la mujer
y, así, después de la averiguación policíaca, las momias terminaron en el Museo
del Hombre de San Diego. Los estudios multidisciplinarios revelaron que se trata
de una adolescente de aproximadamente 15 años, con 155 cm de estatura, en po-
sición fetal, con una cronología con radio carbono calibrada de entre 1040-1260
aC. Por medio del estudio radiográfíco descubrieron en su vientre un feto de entre
28 a 32 semanas. Encontraron también evidencia de anemia y el grupo del Museo
del Hombre presenta dos hipótesis de la causa de muerte: ruptura de placenta y
muerte por hemorragia interna producida por un traumatismo, o bien, eclampsia
o toxemia metabólica del embarazo. El cuerpo infantil —sin cabeza ni gran parte
de su costado izquierdo— afirman es de una niña de entre seis meses y un año y
medio de edad, las radiografías muestran periostitis en los huesos largos que su-
gieren sífilis congénita. En esta publicación se incluyen las investigaciones sobre el
hallazgo y el proyecto de investigación, la descripción de los cuerpos, estudio de
grupos sanguíneos, tomografía computarizada, estimación histológíca de edad a
la muerte, deficiencia proteico-calórica, causa de muerte, estudios al microscopio
electrónico de objetos botánicos, plantas medicinales de los indios tarahumaras,
shamanismo tarahumara, notas etnoecológicas de Chihuahua y un análisis etno-
gráfico. Estas momias se exhiben en el Museo del Hombre.
También de 1985 es la publicación del análisis de las momias de Santa Elena,
Yucatán, que muestra la momificación que ocurre dentro de iglesias —en este caso
de 1980—. En medio de obras de reconstrucción dentro de la iglesia, se descubrie-
ron varios ataúdes con cuerpos momificados de manera espontánea. Son cuatro
infantes de entre uno a siete años que conservan su vestimenta. Para el estado de
salud de los niños se refiere que hay evidencias de infecciones. La momificación
natural de estos cuerpos se atribuye al clima caliente con una temporada de verano
muy seca y prolongada y a la alternancia de capas de tierra y arcilla que permitió un
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Figura 6
Momia infantil núm. 2. Muestra detalle de impresión textil. Foto: Ilán Leboreiro Reyna (daf-
inah).
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Figura 7
Momia de la Cueva de la Ventana, cuyo análisis para detección de Helicobacter pylori resultó positivo.
Foto: Ilán Leboreiro Reyna.
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Figura 8
Momia encontrada en la iglesia del Convento de San Andrés Epazoyucan, Hidalgo. Foto: Ilán
Leboreiro Reyna (daf-inah).
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Figura 9
Cabeza de momia sustraída de una cueva en la zona entre Puebla y Oaxaca. Foto: daf-inah.
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en ambas muestras de piel humana antiguas, mientras que la banda 1302 cm-l
experimenta un decremento progresivo en intensidad conforme a la antigüedad de
la muestra. También la pérdida del modo amida III indica alteraciones severas de
conformación en la estructura de las proteínas para las muestras de piel antiguas.
Asimismo, los resultados Raman no muestran rastros de manipulaciones químicas
en ninguna de las dos muestras antiguas. La preservación de estos tejidos humanos
únicos es una prioridad y requisito para las investigaciones del hombre del pasado,
por lo que la pertinencia de la aplicación de la espectroscopia ft-Raman a este
tipo de materiales ha sido demostrada en trabajos anteriores y se confirma con esta
contribución. De los resultados al microscopio electrónico de barrido se establece
que la estructura básica del tejido dérmico prevalece en la piel momificada, ya que
se distingue la estructura en capas de la piel, aunque en un estado menos organi-
zado en el estrato córneo, y más comprimidas y laminadas en la dermis que en la
piel de la muestra contemporánea.
En 2005, Leboreiro publica “Procedencia F10: una momia traspapelada”, uno
de los resultados de la revisión de diversos archivos y fotografías para poder iden-
tificar y ubicar los cuerpos del acervo de la daf. En este caso se trata de la momia
catalogada como F10. Señala cómo las momias del acervo de colecciones de la daf
fueron ingresando de manera paulatina al entonces Museo Nacional desde 1825.
La documentación acerca de este caso fue profusa. Los datos encontrados descri-
ben el hallazgo de la F10 en 1912 en un panteón abandonado de Tlalpan; se in-
formó del hecho al Museo Nacional y es así como en octubre de 1912 ingresa con
anuencia de la familia Olvera, con el nombre de don Juan Olvera, comandante de
caballería de las tropas republicanas en la invasión norteamericana de 1845 y en
la intervención francesa de 1862 a 1867. En su estudio, Leboreiro logra rectificar
que se trata, en efecto, de un comandante condecorado pero de las tropas imperia-
listas de Maximiliano. Para la corroboración de su identificación se determinó un
perfil biológico básico y se hicieron estudios radiográficos que concuerdan con los
datos documentales y con los de la actividad que realizaba.
“Comparación morfológica entre el cabello de momia y el contemporáneo
a nivel micrométrico”, de Pijoan, et al. [2008] es otra investigación en la cual
se utiliza la microscopia de fuerza atómica para analizar y comparar la morfolo-
gía del cabello de individuos contemporáneos con el de momias prehispánicas
encontradas en la zona norte de México (Cueva de la Ventana). Se trata de un
método de caracterización novedoso y no destructivo con el que se logra obtener,
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Figura 10
Momia infantil de la Cueva de La Garrafa, Chiapas. Foto: Ilán Leboreiro Reyna (daf-inah).
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Figura 11
Radiografía de la cabeza de la momia infantil de la Cueva de La Garrafa, Chiapas. Foto: Ilán Lebo-
reiro Reyna (daf-inah).
cia González Arratia, sobre el ritual mortuorio en el desierto del norte de México.
Destaca la presencia de tres bultos mortuorios infantiles, dos de ellos producto de
saqueo y uno de la excavación de 1941 del arqueólogo estadounidense Walter W.
Taylor. Los dos bultos sin contexto arqueológico, que pertenecen a dos infantes
con partes corporales momificadas de forma natural, fueron estudiados por Man-
silla y Malvido [2002]. La descripción con dibujo y fotografías de Taylor sobre su
hallazgo en la Cueva del Burro Gordo muestran características similares a la de los
otros dos bultos. Los tres comparten la característica de ser infantes muy pequeños
(dos de aproximadamente 6 meses de edad y el tercero de 9.5 meses lunares de ges-
tación), su posición es flexionada (fetal), presentan una envoltura externa de piel
(rasgo que comparten con lo referido para el grupo de los Basket Makers), además
de contener petate y ser encontrados en abrigos rocosos. Dos de ellos conservan
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collares y una cama o nido de paja. El tercero fue objeto de saqueo y por lo tanto
se desconoce si fue inhumado con estas mismas peculiaridades. Este último es el
bulto que presenta un mayor deterioro, además de otras partes corporales, no
tiene cráneo ni la sección de recubrimiento de piel correspondiente a éste, y su
piel muestra evidencia de haber sido cortada. González Arratia infiere que tanto
la piel del bulto como otros objetos podrían indicar una relación intrínseca entre
la edad, y posiblemente el sexo del infante, con determinados animales.
Figura 12
Momia infantil “Jorita”, del área de Cuatro Ciénegas, Coahuila. Foto: Gabriel Figueroa Flores.
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frijol y calabaza, alimentos básicos de este grupo indígena. A su vez, los individuos
contemporáneos tienen más zinc que las momias prehispánicas, por lo tanto hay
mayor consumo de proteína animal. Otros elementos presentes son calcio, potasio
y manganeso.
En 2008 se presentó “Una nueva perspectiva de estudio en momias. Recons-
trucción de la identidad: mujer, joven y madre”, de Samantha Vargas Velasco.
En 2008, de María del Carmen Lerma Gómez, Propuesta metodológica para la
problemática y limitantes en torno al estudio de cuerpos momificados en México. Y
en 2009, “Momificación natural: investigación en restos momificados contem-
poráneos del templo de San Juan Bautista en la región de Caltimacan Hidalgo”,
de Ricardo Ruiz Cázares. En curso se encuentra el trabajo de Ana Beatriz Serrano
Zamago y Mariel Durán Romero, “Análisis de la variación del adn mitocondrial
en dos muestras prehispánicas de México y en población indígena actual: valora-
ción de la utilidad de la filogeografía para establecer relaciones entre poblaciones
del pasado”. Además de trabajos de gran valor antropológico como el de Gabriela
Espinosa Verde sobre el enigma de las momias de pantano (en prensa en las Me-
morias de la enah, 2006).
Consideración final
La aportación multi e interdisciplinaria del estudio de momias en México, como se
ha señalado en las diferentes investigaciones mencionadas en este trabajo, ha dado
frutos contribuyendo al conocimiento del fenómeno humano, por ejemplo, con
la identificación de antigüedad y evolución de enfermedades, como lo muestra la
presencia de adn de Helicobacter pylori (la cual, como se dijo antes es una bacteria
capaz de causar diferentes enfermedades, especialmente úlceras gástricas o duode-
nales, cáncer gástrico y linfoma gástrico) en una momia prehispánica mexicana.
Con ello se enriquece el análisis e interpretación del modo y calidad de vida de
estos grupos desaparecidos.
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