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LA INFLUENCIA DE SANTA TERESITA EN LA ESPIRITUALIDAD


MISIONERA

La realidad del influjo de la doctrina de S. Teresita en la Iglesia y en el mundo de hoy


es un hecho innegable. Un análisis de las peticiones de más de 30 Conferencias episcopales
para que la Santa de Lisieux sea declarada Doctor de la Iglesia nos hacen constatar su
actualidad en las más diversas culturas y situaciones sociales y eclesiales: en la devoción
popular, en el surgir de vocaciones a la vida consagrada, en la entrega y servicio misionero
y apostólico. Es como una presencia misteriosa, pero real, de aquella que, con confianza
filial, le pidió a Dios poder "pasar su cielo haciendo bien en la tierra". 

El influjo de S. Teresita en la vida espiritual del mundo moderno se podría comparar a


las señales colocadas en una carretera. Ellas nos guían y orientan, nos avisan de los
peligros, marcan la velocidad, nos aseguran y nos dan la certeza de que caminamos en la
dirección acertada. La misión de Santa Teresita fue la de limpiar y renovar las señales
evangélicas, muchas veces borradas o semiborradas, que dificultaban el camino de los
creyentes o incluso los apartaban del seguimiento auténtico de Jesús. Varias décadas más
tarde, el Vaticano II reconocería, en sus principales líneas teológico-pastorales y
espirituales, ese trabajo hecho por Dios a través de la vida y de la doctrina de la Santa de
Lisieux. 

Los moldes a través de los cuales transmite su mensaje doctrinal son los de una mujer
joven, consagrada y contemplativa de finales del siglo pasado. Sin embargo, la calidad
evangélica del su mensaje lo abre a la universalidad de situaciones y de destinatarios. Más
todavía, lo hace actual ante los desafíos de la nueva evangelización, de la unidad de los
cristianos, de las circunstancias-límite en la que viven creyentes y no creyentes. Se trata, en
el fondo, de un regreso al Evangelio. 

El tema que me han pedido desarrollar, en el contexto de esta 50 Semana Española de


Misionología que tiene lugar en el año centenario de la muerte de Teresa de Lisieux, es
precisamente el de su influencia en la espiritualidad misionera. 

Como puerta de entrada a nuestra reflexión, creo importante decir una palabra sobre
el contexto eclesial misionero en el que vivió Santa Teresita. Este estuvo marcado por un
gran desarrollo del ideal misionero, en especial en relación a Africa y Asia. 

El fervor misionero de Teresita surge y crece en ese ambiente de finales del siglo
XIX. Ella fue educada en la devoción a Jean-Théophane Venard (1829-1861), miembro de
la Sociedad de las Misiones extranjeras de París, que murió decapitado en Hanoi. Más
adelante, su vocación misionera se desarrolló cuando fueron confiados a sus oraciones dos
misioneros, los PP. Bellière y Roulland, a quienes dirigió cartas muy bellas y profundas de
comunión en la oración. Por último, el Carmelo de Lisieux en ese momento de su historia
quería abrir un monasterio en Saigón (Indochina). 

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En 1927, Pío XI, llamado el Papa de las misiones, declaró a Teresa de Lisieux, con S.
Francisco Javier, Patrona universal de las misiones y de los misioneros. Esto lo hizo a partir
de una petición de 226 obispos de todo el mundo. 

I. EL SENTIDO DE LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA Y MISIONERA 

1. Estilo o forma de vivir la vida cristiana 

Al hablar de la dimensión espiritual y mística de la vida cristiana, se corre el peligro


de entender la espiritualidad en forma dicotómica, como si se tratara de algo previo a la
acción y separado de la misma. Eso convertiría la espiritualidad en un espiritualismo
desencarnado que, vivido desde esa perspectiva, no dice nada al hombre y a la mujer de
hoy. 

Es importante, por eso, partir del concepto de espiritualidad como un estilo o forma
de vivir la vida cristiana, que es vida"en Cristo" y "en el Espíritu", que se acoge por la fe
se expresa en el amor y se vive en la esperanza dentro de la comunidad eclesial. Hablar de
espiritualidad no es, por tanto, hablar de una parte de la vida, sino de toda la vida. Es
referirse a una cualidad que el Espíritu imprime en nosotros. Es tratar también de la acción
bajo el impulso del Espíritu Santo. La referencia primordial de la espiritualidad cristiana es
Jesús; la conversión a él y su seguimiento. 

2. Unidad y diversidad 

La vida cristiana, siendo una, se diversifica por la riqueza de su contenido y por las
circunstancias en las que se vive. Hay unidad de vida cristiana y diversidad de
espiritualidades: oriental y occidental, antigua, medieval, moderna, contemporánea, laical,
sacerdotal, religiosa, masculina y femenina. Un estilo o modo de vivir la vida cristiana es el
de la misión. 

Este modo de enfocar la espiritualidad responde mejor a la revelación bíblica. En ella


se tiene una visión unitaria del ser humano, que vive bajo la acción de un Dios presente y
cercano y lo cuestiona e interpela en todas las circunstancias. Podemos también afirmar
que, de este modo, se comprende mejor la unidad de la vida cristiana en todas las épocas,
culturas y situaciones existenciales. Al mismo tiempo, la necesidad de una apertura a la
diversidad, fruto de circunstancias diferentes que piden acentos y encarnaciones
particulares. La espiritualidad no se vive al margen de la historia, sino dentro de ella. 

3. La espiritualidad misionera 

A partir del Vaticano II la Iglesia, al mismo tiempo que tomaba una renovada
conciencia de ser "enviada por Dios a las gentes para ser 'sacramento universal de
salvación'(1), analizaba la obra misionera teniendo en cuenta los nuevos desafíos que
presentaban los signos de los tiempos. Continuando la reflexión conciliar, Paulo VI ofrecía
a la Iglesia, en 1975, la exhortación apostólica, Evangelii nuntiandi y, Juan Pablo II, en
1990, la encíclica Redemptoris missio, sobre la validez del mandato misionero. 

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La misión puede entenderse de varias maneras. Hay quienes la reducen a la misión


"ad gentes". Otros, en la línea de la Redemptoris missio, extienden el concepto de misión
también al trabajo de reevangelización de grupos descristianizados y a la labor pastoral
entre los fieles. Aquí lo entendemos en este sentido más amplio. 

Juan Pablo II, concluye su Encíclica Redemptoris missio, con un capítulo dedicado a
la espiritualidad misionera. En él subraya algunas características de la misma: docilidad al
Espíritu, vivir el misterio de Cristo enviado, amar la Iglesia y las personas como Cristo las
amó, ser un auténtico contemplativo(2). Todas ellas, como es evidente, son parte de toda
espiritualidad cristiana. Se revisten, sin embargo, de algunos matices peculiares cuando se
viven por personas que, por especial vocación se dedican a proclamar el evangelio entre los
no cristianos o los descristianizados(3). En conexión con esas características, mencionadas
por el Papa y como derivación de las mismas, hay que añadir algunas más: espiritualidad de
encarnación, espiritualidad profética para responder a los desafíos de tiempos y lugares,
espiritualidad de pobreza y esperanza.

II. EL INFLUJO DE SANTA TERESITA EN LA ESPIRITUALIDAD


MISIONERA 

1. La dimensión misionera de su vida religiosa 

Desde el principio de su vida religiosa Teresa de Lisieux tenía claro el ideal misionero
de su vocación. Este creció con ella de manera particular cuando la Superiora le confió el
rezar por dos misioneros y cuando se presentó la posibilidad de que el Carmelo de Lisieux
fundara en Saigón. En su correspondencia epistolar con los dos misioneros con los que se
sentía hermanada, los PP. Rouland y Bellière, encontramos el testimonio del grado de
profundidad al que había llegado en la comprensión de la dimensión misionera de su
vocación contemplativa. Pero es, sobre todo, en el Manuscrito B donde ella expresa sus
anhelos apostólicos y misioneros: 

"Sí, a pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar a las almas como los profetas y como
los doctores. Tengo la vocación de Apóstol ... quisiera recorrer la tierra, predicar tu
nombre y plantar tu cruz gloriosa en suelo infiel. Pero, Amado mío, una sola misión
no sería suficiente para mí. Quisiera anunciar el Evangelio al mismo tiempo en las
cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas ... Quisiera ser misionero no
sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguirlo
siendo hasta la consumación de los siglos ..."(4). 

2. Los canales del influjo de Teresa de Lisieux en la espiritualidad misionera 

El mensaje de Teresa de Lisieux se extiende en la medida en que se van dando a


conocer sus escritos, se difunde la devoción popular hacia ella, se fundan Institutos de vida
consagrada que se inspiran en su vida y en sus enseñanzas, se estudian sus escritos por
grandes teólogos, los Sumos Pontífices exaltan su figura y las características evangélicas de
su mensaje. 

a) Difusión y lectura de sus escritos 

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Los escritos de Santa Teresita han conocido una difusión extraordinaria. Traducidos a
muchísimas lenguas en todo el mundo han servido de alimento espiritual a innumerables
personas; están en el origen de muchas vocaciones a la vida consagrada y a la vida
misionera; han sido instrumentos de conversión y cambio de vida para muchos. 

Su lenguaje sencillo y asequible, - el lenguaje de la experiencia - , es fácilmente


comprendido por todos, sabios e ignorantes. Tiene el sabor de la autenticidad. Recuerda las
grandes verdades del evangelio que convencen y transforman la vida de las personas y las
relacionan de una manera nueva a Dios. Descubren su verdadero rostro. Destruyen los
temores y acercan a Jesucristo. Ayudan a comprender el verdadero sentido de la cruz y el
sufrimiento, de la oración, de la abnegación evangélica, de la santidad. Por todo esto,
muchos han entrado fácilmente en sintonía con el ideal de vida espiritual de Teresa de
Lisieux y han percibido la actualidad de su mensaje en el mundo contemporáneo. Su
camino de infancia espiritual se revela exigente y abre, al mismo tiempo, a la confianza. 

b) La devoción popular a Teresa de Lisieux 

La piedad popular tiene "la capacidad de expresar la fe en un lenguaje total que


supera los racionalismos (canto, imágenes, gesto, color, danza)" y de manifestar "la fe
situada en el tiempo (fiestas) y en lugares (santuarios y templos)"(5). 

Puedo afirmar que difícilmente se encuentra un templo católico en el mundo en el que


no se encuentre una imagen o estatua de Teresa de Lisieux, o una diócesis que no tenga una
iglesia o un santuario dedicados a ella. Hay que recordar también capillas, casas de
formación, hospitales, escuelas y otras instituciones consagradas a honrar su memoria. A
través de sus imágenes y de estos lugares la Santa ejercita su magisterio espiritual. De
modo particular se percibe su presencia y cercanía en los territorios de misión. En ellos es
una figura familiar desde hace setenta años, como Patrona y hermana cariñosa que
acompaña el trabajo misionero. 

El pueblo sencillo la experimenta cercana y percibe en ella inconscientemente el


rostro materno y misericordioso de Dios. A ella se elevan plegarias en todas las lenguas del
mundo con la fe y la certeza de contar con su intercesión. Los favores y gracias recibidos
por medio de la Santa confirman su promesa de enviar "una lluvia de rosas" (6) y la verdad
de su convicción de que en el cielo Dios haría su voluntad ya que ella, en la tierra, nunca
había hecho la suya propia(7). Indirectamente también demuestran la autenticidad de sus
enseñanzas para la vida espiritual. 

c) Institutos teresianos de vida consagrada 

Otro medio importante para la irradiación del magisterio espiritual de S. Teresita en el


mundo moderno, han sido las familias de vida consagrada que han ido surgiendo a partir de
su experiencia y doctrina. 

Existen alrededor de 60 Institutos de vida consagrada que la reconocen como


inspiradora de su vida. Han surgido en todos los continentes: 20 en Europa, 13 en Africa,
13 en Asia, 11 en América y 1 en Oceanía. 

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Cada Instituto, con matices diferentes, trata de vivir la doctrina de Teresa de Lisieux y
de difundirla con el testimonio de su vida y en todas sus iniciativas apostólicas. Multiplica
y actualiza en cada contexto cultural su influjo espiritual y lo enriquece con experiencias
múltiples y variadas. 

d) El aporte de los estudios teológico-espirituales 

Es impresionante ver cómo Teresa de Lisieux ha sido capaz de atraer la atención de


grandes teólogos de nuestro siglo que han buscado profundizar sus enseñanzas,
aparentemente lejanas de cualquier reflexión sistemática. Habría que añadir igualmente los
testimonios de filósofos y hombres y mujeres de cultura de todos los continentes fascinados
por su personalidad y su pensamiento. 

Sería largo hacer una lista de los estudiosos que han profundizado en la espiritualidad
teresiano-lexoviense. No es nuestro propósito hacer una bibliografía y correríamos el riesgo
de caer en lamentables omisiones. Nos limitamos solamente a afirmar que la mayor parte
de los estudiosos ha encontrado en los escritos de Teresa de Lisieux una riqueza
insospechada: una doctrina evangélica, actual, accesible, providencial. Han puesto de
relieve la centralidad que tiene en ella la Palabra de Dios; su realismo espiritual; el carácter
vital y encarnado de su experiencia y de sus enseñanzas centradas en Dios Padre amoroso y
en Cristo camino, verdad y vida; su concepto profundo de la santidad y lo evangélico y
exigente del camino de infancia espiritual para alcanzarla. 

e) Las enseñanzas de los Sumos Pontífices 

Desde el momento en el que, en 1921, Benedicto XV declara la heroicidad de las


virtudes de Teresa de Lisieux hasta el presente, los Papas no han dejado de proponerla
como modelo de vida cristiana y de vida consagrada y de exaltar las dimensiones
evangélicas de su doctrina. 

Nos basta recordar algunas de las intervenciones pontificias. Benedicto XV exaltó el


camino de la "infancia espiritual". Pío XI, que la beatificó, la canonizó y la nombró Patrona
de las Misiones, la llamó "Estrella" de su Pontificado y "Palabra viviente de Dios" (8) al
mundo, anunciadora de un "nuevo mensaje" de santidad. Pío XII decía: "nos parece
importante que todos, pequeños y grandes, sabios e ignorantes, sigan el ejemplo de la santa
carmelita que quiso y supo vivir aquí abajo de una manera perfecta como verdadera hija del
Padre celestial"(9). Por su parte, Juan XXIII, en su mensaje al VIII Congreso Mariano
Nacional de Lisieux, en 1961, invitaba a los participantes a amar a la Virgen María, "como
la pequeña Teresa de Lisieux"(10). 

Paulo VI, en su alocución durante la audiencia del 29 de diciembre de 1971 afirmaba,


entre otras cosas: Teresa del Niño Jesús enseñó el espíritu de infancia. "La infancia
espiritual es una de las corrientes vivas de la espiritualidad actual. Ella no tiene nada de
pueril y de afectado ... Santa Teresa del Niño Jesús la resume así: 'es el camino de la
confianza y del abandono total'". 

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Juan Pablo II, desde el principio de su pontificado ha recordado en muchas ocasiones


la doctrina, la misión y la actualidad de Teresa de Lisieux. Síntesis de sus enseñanzas es un
párrafo de la homilía que pronunció en su visita a Lisieux, el 2 de junio de 1980: 

"De Teresa de Lisieux podemos decir con convicción que el Espíritu de Dios permitió
a su corazón el revelar directamente a los hombres de nuestro tiempo el misterio
fundamental, la realidad del Evangelio: el hecho de haber recibido realmente 'un
espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: ¡'Abba! ¡Padre!'. El 'caminito' es el
camino de la 'santa infancia'. En este camino se encuentra al mismo tiempo la
confirmación y la renovación de la verdad más fundamental y más universal". 

La Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, menciona también a nuestra


santa, subrayando su anhelo de ser el amor en el corazón de la Iglesia (11) y su ideal de verse
implicada en una singular colaboración con la actividad, misionera, repitiendo tantas veces
su deseo de amar y hacer amar a Jesús(12), a partir de su comunión con El: «Ser tu esposa,
oh Jesús... ser, en mi unión contigo, madre de las almas»(13). 

3. Los principales puntos de la influencia de Teresa de Lisieux en la espiritualidad


misionera 

a) la importancia de la santidad teologal en el trabajo misionero 

En la conclusión de la Encíclica Redemptor hominis, dedicada a explicar la


permanente validez del mandato misionero de Cristo, Juan Pablo II "El llamado a la misión
se deriva de la vocación a la santidad ... La vocación universal a la santidad está
estrechamente unida a la vocación a la misión: todos los fieles son llamados a la santidad y
a la misión ... La espiritualidad misionera de la Iglesia es un camino hacia la santidad"(14). 

Teresa de Lisieux transformó esa doctrina en experiencia vivida. Por ello fue
proclamada patrona universal de las misiones junto con el gran apóstol san Francisco
Javier. En esto su doctrina-experiencia es de gran actualidad para la nueva evangelización.
Ella entra en el Carmelo para alcanzar, a través de su vida contemplativa, la santidad: Dios
"me hizo también comprender que mi gloria no brillaría ante los ojos de los mortales, sino
que consistiría en ¡¡¡llegar a ser una gran santa ... !!!" (15). Pero, desde un principio tuvo la
convicción de que entraba al Carmelo no para huir del mundo sino para entrar en él con
mayor profundidad. Su experiencia espiritual no es búsqueda de un refugio frente a un
mundo hostil sino ofrecimiento consciente al martirio. 

"Hoy más que nunca es necesario un renovado compromiso de santidad ... es


necesario suscitar en cada fiel un verdadero anhelo de santidad, un fuerte deseo de
conversión y de renovación personal en un clima de oración siempre más intensa y de
solidaria acogida del prójimo, especialmente del más necesitado"(16). Teresa de Lisieux
une admirablemente la santidad y misión, auténtica contemplación que compromete,
desde la propia identidad vocacional, en la evangelización. Propone así, sin
dicotomías, un camino evangélico para testimoniar y anunciar la Buena Noticia frente
los desafíos del momento actual. 

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Concentrando la santidad en el amor y en la gracia, Teresita ayuda a superar la


separación entre contemplación y acción, porque el amor es lo que une ambas dimensiones.
Ella entró en la vida contemplativa para lograr una mayor eficacia apostólica. Revolucionó,
de este modo, la relación entre ascética y mística. Puso el acento en ésta última porque ella
exige la abnegación evangélica para poder echar raíces en la vida cotidiana. Por eso, por
encima de las mortificaciones corporales puso la mortificación originada por el servicio a
los demás: la capacidad de acogida, de comprensión, de perdón, de ayuda y solidaridad. 

Todas estas son grandes enseñanzas para vivir una espiritualidad misionera. 

b) La dimensión misionera de la oración 

La tendencia a vivir la espiritualidad encarnada ha hecho sentir la exigencia de tender a


una actitud contemplativa en medio de la acción. Su meta lograr integrar la experiencia de
Dios y la experiencia de la vida: ser contemplativos en la oración y en la acción. Tener una
experiencia de Dios en la historia y en los hermanos que dé sentido a los "tiempos fuertes"
de oración: momentos de mayor conciencia de la presencia del Señor, fuente de creatividad
evangélica; espacio interior para el encuentro personal e íntimo con el Señor(17). La oración
como actitud de vida lleva a descubrir el rostro de Dios en la realidad en conflicto, en los
problemas sociales, en la angustia de los pobres en los que hay que "reconocer los rasgos
sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela" (18). Más aún, descubre el
sentido verdadero de la contemplación cristiana, que parte de la revelación que Dios hace
de sí mismo y de su plan salvífico y que no es otra cosa que una vivencia en profundidad de
la fe, la esperanza y el amor. Vivencia entendida no únicamente como una experiencia
interior, sino también como un conocimiento que se nutre de la acción y se expresa en ella.
La contemplación se tiene en la historia y haciendo la historia de salvación(19). 

Creo que en este punto es claro el influjo de Teresa de Lisieux. Ella vivió la oración
como diálogo confiado y amoroso con un Dios Padre-Madre, al que descubre presente y
cercano en todos los acontecimientos y situaciones y en todas las personas. Transforma en
experiencia vital la fuerza que comunica la contemplación y se abre a la necesidad de la
abnegación evangélica para que la oración sea auténtica: "es la oración, es el sacrificio, los
que constituyen toda mi fuerza, son las armas invencibles que Jesús me ha dado, ellas
pueden, más que las palabras, tocar a las almas"(20). Esta búsqueda de Dios en la realidad de
cada día, en las cosas pequeñas, la condujo a descubrir la santidad como comunión con
Dios a través de la fe, la esperanza y el amor y a dejar a un lado la idea de que la santidad
es perfección personal, ausencia de fallos y defectos. 

Ella vivió un tipo de oración cada vez más sencillo, que la colocaba en la fuente de agua
viva o junto al fuego divino que purifica y transforma: "para mí la oración es un impulso
del corazón, una simple mirada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor en medio de
la prueba como en medio del gozo: en fin, es algo grande, sobrenatural que dilata mi alma y
me une a Jesús"(21). 

c) La necesidad de centrarse en los valores fundamentales del evangelio 

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Teresa de Lisieux supo expresar en su nombre religioso "del Niño Jesús y de la Santa
Faz" todo el proceso de su vida que la llevó a la madurez espiritual a través del
anonadamiento de la encarnación (kenosis) y el sufrimiento de Jesús, que con su misterio
pascual nos libera de toda esclavitud. Ella supo comprender y vivir el proyecto de vida de
Jesús que transforma toda nuestra esfera relacional y da una nueva dimensión a nuestras
relaciones con Dios, con los demás y con las cosas. 

Frente al proyecto de muerte que nos domina y esclaviza en todos esos ámbitos,
encontramos el proyecto de vida del Evangelio que nos libera y nos transforma. La misión
de Teresa de Lisieux fue precisamente la de recordarnos esas verdades, centrarnos
nuevamente en lo esencial. 

En la perspectiva del proyecto de Jesús se comprende mejor el mensaje teresiano-


lexoviense: nos invita a pasar del Dios juez al Dios Padre-Madre, de la desconfianza a la
confianza y al abandono en El, de la búsqueda de la perfección a la búsqueda de la
comunión con Dios, de la complicación a la simplicidad, de las leyes que esclavizan a la ley
del amor concreto y eficaz que libera, de la inmadurez a la madurez, del ascetismo exterior
a la abnegación evangélica, de los méritos a las manos vacías, de las consideraciones
puramente espirituales a la palabra de Dios, de un oración complicada a una simple mirada
contemplativa, de la María inalcanzable a la María cercana del evangelio. 

Teresa de Lisieux nos recuerda los valores fundamentales del evangelio y nos invita a
centrarnos en ellos. A partir de la lectura y meditación de la palabra de Dios descubre lo
esencial en las relaciones con El, con los demás y con las cosas; lo vive con simplicidad,
naturalmente y en profundidad y lo transmite con su vida y escritos. 

Teresa de Lisieux alimentó su vida y su espiritualidad en las fuentes purísimas de la


palabra de Dios. En una época poco abierta a la lectura de la Biblia, ella realizó lo que el
Concilio pediría más tarde a todos los cristianos, en especial a las personas consagradas:
aprender "el sublime conocimiento de Jesucristo con la lectura frecuente de las divinas
Escrituras. 'Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo'"(22). 

Fiel al mandato de la Regla del Carmelo, meditó día y noche la ley del Señor y velo en
oración(23). Como Teresa de Jesús, su madre, encontró en Jesús el libro vivo (24) y, a imitación
de San Juan de la Cruz supo "poner los ojos en Cristo" (25). Ella misma nos dice cómo, poco
a poco, fue pasando de la lectura de libros espirituales, que le ayudaron mucho en su
camino, en especial S. Juan de la Cruz, a centrarse en la Escritura, particularmente en los
evangelios 

"lo que me sustenta durante la oración, por encima de todo, es el Evangelio. En él


encuentro todo lo que necesita mi pobre alma. En él descubro de continuo nuevas
luces y sentidos ocultos y misteriosos ... Comprendo y sé muy bien por experiencia
'que el reino de los cielos está dentro de nosotros'"(26). 

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La lectura y meditación de la Palabra de Dios la llevó a descubrir lo esencial del


mensaje de Jesús en la vida de cada día. Esta relación entre Palabra de Dios y existencia
concreta la lleva a descubrir, "justo en el momento en que las necesito, luces en las que
hasta entonces no me había fijado. Y las más de las veces no es precisamente en la oración
donde esas luces más abundan, sino más bien en medio de las ocupaciones del día"(27). Más
todavía, a través de su Palabra liberadora, Jesús se hace presente en Teresa de Lisieux: "yo
nunca le he oído hablar, pero siento que está dentro de mí, y que me guía momento a
momento y me inspira lo que debo decir o hacer"(28). 

En su misión de recordarnos lo esencial, Teresa nos coloca frente a la palabra de Dios


como lámpara que ilumina nuestros pasos ( cf. Sal 119,1O5) (29) y nos recuerda que la
condición para comprender el mensaje de Dios es tener un corazón de niño, abierto y
disponible a lo que el Espíritu va descubriendo como exigencia de la vocación y misión de
cada uno en la Iglesia. 

Hay que vivir a la escucha de la palabra de Dios. Ella es "fuente de toda espiritualidad
cristiana"(30). La Iglesia recomienda la meditación comunitaria de la Biblia no sólo para las
personas consagradas, sino también para todos los miembros del Pueblo de Dios."Del
contacto asiduo con la Palabra de Dios han obtenido la luz necesaria para el discernimiento
personal y comunitario que les ha servido para buscar los caminos del Señor en los signos
de los tiempos"(31). De manera particular esto es importante en el compromiso misionero. 

A Teresa de Lisieux, que deseó conocer las lenguas bíblicas para mejor gustar la
palabra de Dios, no le tocó vivir el nuevo acercamiento eclesial a la Escritura. Tampoco
tuvo a su alcance las posibilidades que hoy tenemos para un mejor conocimiento y
asimilación del mensaje bíblico. Sin embargo, hizo realidad la prescripción de la Regla del
Carmelo de tener abundantemente en la boca y en el corazón la Palabra de Dios para hacer
todo en ella(32). 

d) El valor de la pobreza y la confianza 

Teresa vivió en una época caracterizada por una espiritualidad jansenista que
deformaba el rostro de Dios, presentándolo unilateralmente como juez severo, que podía
pedir incluso el ofrecimiento como víctima para calmar su justicia. 

La lectura y meditación de la Escritura colocó a Teresa de Lisieux a la escucha de


Jesús, que le reveló el verdadero rostro de Dios: padre-madre misericordioso que nos invita
a vivir con una actitud de hijos e hijas en el abandono y la confianza, entregados al amor
divino, asumiendo responsablemente, como Cristo, la misión de proclamar el proyecto de
Dios sobre la humanidad. Comprendió cómo Jesús desea ser amado y se ofreció como
víctima al Amor misericordioso, que desea comunicarse a todos(33). 

Redescubrir el rostro paterno-materno de Dios fue el punto de arranque del camino


nuevo hacia la santidad, que ella vivió sobre todo a partir de 1894, en la experiencia de su
debilidad. Jesús le mostró, como ella dice, que el camino es el del abandono y la confianza
de un niño, que se duerme en los brazos de su Padre sin temor: 

la influencia de misionera santa teresita en la espiritualidad


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"'El que sea pequeñito, que venga a mí', dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón. Y
ese mismo Espíritu de amor dijo también que 'a los pequeños se les compadece y
perdona'. Y, en su nombre, el profeta Isaías nos revela que en el último día ... 'como
una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre las
rodillas os acariciaré' ... Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y
gratitud" (34). 

Aquí se encuentra el paso del temor a la confianza. Estamos frente a Dios como hijos
e hijas frente a un padre y a una madre. Dios hace colaborar todo para nuestro bien, aun
nuestras deficiencias y fallos: 

"Lo que le agrada (a Jesús) es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza


ciega que tengo en su misericordia ... La confianza, y nada más que la confianza,
puede conducirnos al amor" (35). 

En la raíz de toda vocación cristiana está la iniciativa del Señor. Las personas
llamadas respondiendo a la invitación de Dios se confían a su amor y realizan la entrega
incondicional de su vida, consagrando todo, presente y futuro, en sus manos. En la
espiritualidad misionera todo esto es de capital importancia. En el compromiso
evangelizador se experimenta, como Pablo, que en la debilidad humana se encuentra la
fuerza puesto que basta la gracia de Dios (cf. 2 Cor 12, 7-10). 

e) Una espiritualidad encarnada en la realidad 

La experimentación es la nota clave de un mundo técnico científico. Todas las cosas


deben ser experimentadas, vistas de alguna manera. La espiritualidad cristiana no es una
excepción a esta tendencia. El testimonio y la experiencia son hoy centrales en la vida
cristiana. Hay en ello una reacción contra un exagerado intelectualismo en materia de fe y
de religión. Si bien esta búsqueda de la experiencia tiene el peligro de la subjetividad y de
un cierto infantilismo espiritual, no puede ser rechazada sin más. Las experiencias
espirituales son también fuente de conocimiento y de profundización en la revelación de
Dios. 

Teresa de Lisieux es maestra de una auténtica experiencia de Dios que compromete en


el seguimiento de Jesús. Ella nos enseña la experiencia del contacto con la Palabra de Dios;
el sentido de fraternidad que Cristo nos comunica y la exigencia de respuestas concretas
guiadas por el amor. 

La tendencia eclesial de la espiritualidad de hoy nos habla de la comunión de todos en


Cristo y en el Espíritu. Hay que colocar todos los dones que tenemos al servicio de la
comunidad de los creyentes. 

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La huella de la experiencia y doctrina de Teresa de Lisieux se encuentran claramente


presentes en esta dimensión de la espiritualidad misionera hoy. Ella vive para la Iglesia,
Cuerpo de Cristo. En ella deseaba vivir todas las vocaciones para testimoniar y anunciar el
evangelio en los más apartados lugares de la tierra, hasta que, meditando los capítulos 12 y
13 de la primera carta a los Corintios, descubre su vocación y misión en la Iglesia: "¡Jesús,
amor mío ..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor! Sí, he encontrado
mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado ... En el corazón
de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor. Así lo seré todo ... ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho
realidad" (36). 

Fuertemente ligado al aspecto eclesial de la espiritualidad moderna está la convicción


de que lo que cuenta delante de Dios es "la fe que actúa por medio del amor" (Gal 5,6). En
la espiritualidad moderna se tratan de unir la dimensión vertical y la horizontal, ya que
"hemos recibido de El este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano" (1
Jn 4,21). 

Teresa de Lisieux, que vivió fuertemente centrada en Dios como el único absoluto,
dialogó con El en la oración asumiendo las necesidades de sus hermanos y hermanas. A
partir de este diálogo, se entregó a los demás y vivió su vocación por la salvación del
mundo. En el Manuscrito C, Teresita da una orientación preciosa para una auténtica
espiritualidad misionera: 

"Como un torrente que se lanza impetuosamente hacia el océano arrastrando tras de sí


todo lo que encuentra a su paso, así, Jesús mío, el alma que se hunde en el océano sin
riberas de tu amor atrae tras de sí todos los tesoros que posee... Señor, tú sabes que yo
no tengo más tesoros que las almas que tú has querido unir a la mía"(37). 

Esta convicción de Teresa de Lisieux, de que la autenticidad de nuestro amor a Dios


se manifiesta en la calidad de amor a los demás, han influido ciertamente en la
espiritualidad de nuestro siglo, particularmente en la misionera. Su experiencia y su
doctrina han enseñado a los cristianos que, como en círculos concéntricos, la dimensión del
amor fraterno se va abriendo a horizontes cada vez más amplios, todos ellos como una
expansión que parte del amor a Dios. El primer círculo es el de los más cercanos, el más
amplio es el de la humanidad entera. La confianza y el abandono en Dios Padre-Madre son
en Teresa de Lisieux la fuente de la caridad fraterna y del apostolado, expresión de amor a
todos al querer comunicarles la buena noticia de salvación. 

CONCLUSION 

Después de esta ventana que nos abre al panorama del influjo de la experiencia y la
doctrina de Teresa de Lisieux en la espiritualidad misionera de nuestro tiempo, podemos
afirmar que "hay pocos santos en la historia de la espiritualidad cristiana que hayan
suscitado tanto interés por su mensaje como Teresa de Lisieux"(38). 

El mensaje de Teresa tiene una grande actualidad porque nos señala el camino para
una santidad encarnada en la vida ordinaria. Nos enseña, al mismo tiempo que a
relacionarnos con un Dios misericordioso y cercano, a relacionarnos con los demás. 

la influencia de misionera santa teresita en la espiritualidad


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Nos enseña la centralidad del amor que simplifica y comunica la verdadera libertad y
liberación que conducen a la madurez de una identidad cristiana. En un mundo de angustias
y temores, nos orienta a la confianza y el abandono en el Señor, que supera todos los
miedos. Frente a nuestros idealismos desencarnados nos ofrece un realismo espiritual y
evangélico para ser profetas de un Dios presente, cercano y liberador. Su mensaje es un
desafío para la espiritualidad de hoy en la Iglesia, como lo han percibido no sólo las
personas consagradas a la contemplación sino también quienes trabajan en el campo de una
evangelización comprometida con la promoción humana, el desarrollo y la liberación. 

La infancia espiritual es un concepto evangélico que implica la conciencia del don


que hemos recibido de ser hijos e hijas de Dios y la respuesta que nos orienta a la
fraternidad transformándonos en apóstoles y misioneros que testimonian la Buena Noticia,
la anuncian y se hacen capaces de interpelar al mundo a partir de una espiritualidad
evangélica. 

Notas:

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1. Ad gentes, 1. 
2. . Cf. Redemptoris missio, nn. 87-91. 
3. . Cf. id. n. 27. 
4. Manuscrit B 3r. 
5. Documento de Puebla, 454. 
6. Derniers Entretiens, 9 juin 1897. 
7. Id. 13 juillet 1897. 
8. PIO XI, discursos del 11 febrero y del 30 de abril de 1923. 
9. PIO XII, Lettre à Mgr. PICAUD, Evêque de Bayeux et Lisieux. 7 Août 1947. 
10. JUAN XXIII, Message pour le VIIIe. Congrès Marial National de Lisieux. 5-9 juillet 1961. 
11. VC 46. 
12. Id. 77. 
13. Id. nota 72. 
14. RH 90. 
15. Manuscrito A 32r. 
16. VC 39. 
17. Cf. CLAR, La vida según el Espíritu en las comunidades religiosas de América Latina (Bogotá, 1973) pp.
47-48. 
18. Puebla, 31. 
19. J. Sobrino, La oración de Jesús y del cristiano (México, 1977) p. 53. 
20. 0Historia de un alma XI (Manuscrito C 24v). 
21. 0Historia de un alma XI (Manuscrito 25r-v). Con esta definición de la oración comienza la sección
dedicada a la Oración en el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2559. 
22. 0DV, 25. 
23. 0Cf. R 7 (8). 
24. 0Cf. Vida 26, 5. 
25. 0Subida III, cap. 22. 
26. 0 Manuscrito A, 83v. 
27. 0 Ib. 
28. 0 Ib. 
29. 0Cf. Manuscrito C 4r. 
30. 0 VC 94. 
31. 0Id. 94. 
32. 0Cf. 14 (16). 
33. 0 Cf. Manuscrito A 83v. 
34. 0 Manuscrito B 1r-v. 
35. 0 Carta 197, a Soeur Marie du Sacré-Coeur, 17.09.1896. 
36. Manuscrito B, 3v. 
37. Manuscrito C, 34 r. 
38. J. LAFRANCE, Thérèse de Lisieux et sa mission pastorale. Essai de pédagogie hérésienne. p. 288. 

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