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Los moldes a través de los cuales transmite su mensaje doctrinal son los de una mujer
joven, consagrada y contemplativa de finales del siglo pasado. Sin embargo, la calidad
evangélica del su mensaje lo abre a la universalidad de situaciones y de destinatarios. Más
todavía, lo hace actual ante los desafíos de la nueva evangelización, de la unidad de los
cristianos, de las circunstancias-límite en la que viven creyentes y no creyentes. Se trata, en
el fondo, de un regreso al Evangelio.
Como puerta de entrada a nuestra reflexión, creo importante decir una palabra sobre
el contexto eclesial misionero en el que vivió Santa Teresita. Este estuvo marcado por un
gran desarrollo del ideal misionero, en especial en relación a Africa y Asia.
El fervor misionero de Teresita surge y crece en ese ambiente de finales del siglo
XIX. Ella fue educada en la devoción a Jean-Théophane Venard (1829-1861), miembro de
la Sociedad de las Misiones extranjeras de París, que murió decapitado en Hanoi. Más
adelante, su vocación misionera se desarrolló cuando fueron confiados a sus oraciones dos
misioneros, los PP. Bellière y Roulland, a quienes dirigió cartas muy bellas y profundas de
comunión en la oración. Por último, el Carmelo de Lisieux en ese momento de su historia
quería abrir un monasterio en Saigón (Indochina).
En 1927, Pío XI, llamado el Papa de las misiones, declaró a Teresa de Lisieux, con S.
Francisco Javier, Patrona universal de las misiones y de los misioneros. Esto lo hizo a partir
de una petición de 226 obispos de todo el mundo.
Es importante, por eso, partir del concepto de espiritualidad como un estilo o forma
de vivir la vida cristiana, que es vida"en Cristo" y "en el Espíritu", que se acoge por la fe
se expresa en el amor y se vive en la esperanza dentro de la comunidad eclesial. Hablar de
espiritualidad no es, por tanto, hablar de una parte de la vida, sino de toda la vida. Es
referirse a una cualidad que el Espíritu imprime en nosotros. Es tratar también de la acción
bajo el impulso del Espíritu Santo. La referencia primordial de la espiritualidad cristiana es
Jesús; la conversión a él y su seguimiento.
2. Unidad y diversidad
La vida cristiana, siendo una, se diversifica por la riqueza de su contenido y por las
circunstancias en las que se vive. Hay unidad de vida cristiana y diversidad de
espiritualidades: oriental y occidental, antigua, medieval, moderna, contemporánea, laical,
sacerdotal, religiosa, masculina y femenina. Un estilo o modo de vivir la vida cristiana es el
de la misión.
3. La espiritualidad misionera
A partir del Vaticano II la Iglesia, al mismo tiempo que tomaba una renovada
conciencia de ser "enviada por Dios a las gentes para ser 'sacramento universal de
salvación'(1), analizaba la obra misionera teniendo en cuenta los nuevos desafíos que
presentaban los signos de los tiempos. Continuando la reflexión conciliar, Paulo VI ofrecía
a la Iglesia, en 1975, la exhortación apostólica, Evangelii nuntiandi y, Juan Pablo II, en
1990, la encíclica Redemptoris missio, sobre la validez del mandato misionero.
Juan Pablo II, concluye su Encíclica Redemptoris missio, con un capítulo dedicado a
la espiritualidad misionera. En él subraya algunas características de la misma: docilidad al
Espíritu, vivir el misterio de Cristo enviado, amar la Iglesia y las personas como Cristo las
amó, ser un auténtico contemplativo(2). Todas ellas, como es evidente, son parte de toda
espiritualidad cristiana. Se revisten, sin embargo, de algunos matices peculiares cuando se
viven por personas que, por especial vocación se dedican a proclamar el evangelio entre los
no cristianos o los descristianizados(3). En conexión con esas características, mencionadas
por el Papa y como derivación de las mismas, hay que añadir algunas más: espiritualidad de
encarnación, espiritualidad profética para responder a los desafíos de tiempos y lugares,
espiritualidad de pobreza y esperanza.
Desde el principio de su vida religiosa Teresa de Lisieux tenía claro el ideal misionero
de su vocación. Este creció con ella de manera particular cuando la Superiora le confió el
rezar por dos misioneros y cuando se presentó la posibilidad de que el Carmelo de Lisieux
fundara en Saigón. En su correspondencia epistolar con los dos misioneros con los que se
sentía hermanada, los PP. Rouland y Bellière, encontramos el testimonio del grado de
profundidad al que había llegado en la comprensión de la dimensión misionera de su
vocación contemplativa. Pero es, sobre todo, en el Manuscrito B donde ella expresa sus
anhelos apostólicos y misioneros:
"Sí, a pesar de mi pequeñez, quisiera iluminar a las almas como los profetas y como
los doctores. Tengo la vocación de Apóstol ... quisiera recorrer la tierra, predicar tu
nombre y plantar tu cruz gloriosa en suelo infiel. Pero, Amado mío, una sola misión
no sería suficiente para mí. Quisiera anunciar el Evangelio al mismo tiempo en las
cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas ... Quisiera ser misionero no
sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguirlo
siendo hasta la consumación de los siglos ..."(4).
Los escritos de Santa Teresita han conocido una difusión extraordinaria. Traducidos a
muchísimas lenguas en todo el mundo han servido de alimento espiritual a innumerables
personas; están en el origen de muchas vocaciones a la vida consagrada y a la vida
misionera; han sido instrumentos de conversión y cambio de vida para muchos.
Cada Instituto, con matices diferentes, trata de vivir la doctrina de Teresa de Lisieux y
de difundirla con el testimonio de su vida y en todas sus iniciativas apostólicas. Multiplica
y actualiza en cada contexto cultural su influjo espiritual y lo enriquece con experiencias
múltiples y variadas.
Sería largo hacer una lista de los estudiosos que han profundizado en la espiritualidad
teresiano-lexoviense. No es nuestro propósito hacer una bibliografía y correríamos el riesgo
de caer en lamentables omisiones. Nos limitamos solamente a afirmar que la mayor parte
de los estudiosos ha encontrado en los escritos de Teresa de Lisieux una riqueza
insospechada: una doctrina evangélica, actual, accesible, providencial. Han puesto de
relieve la centralidad que tiene en ella la Palabra de Dios; su realismo espiritual; el carácter
vital y encarnado de su experiencia y de sus enseñanzas centradas en Dios Padre amoroso y
en Cristo camino, verdad y vida; su concepto profundo de la santidad y lo evangélico y
exigente del camino de infancia espiritual para alcanzarla.
"De Teresa de Lisieux podemos decir con convicción que el Espíritu de Dios permitió
a su corazón el revelar directamente a los hombres de nuestro tiempo el misterio
fundamental, la realidad del Evangelio: el hecho de haber recibido realmente 'un
espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: ¡'Abba! ¡Padre!'. El 'caminito' es el
camino de la 'santa infancia'. En este camino se encuentra al mismo tiempo la
confirmación y la renovación de la verdad más fundamental y más universal".
Teresa de Lisieux transformó esa doctrina en experiencia vivida. Por ello fue
proclamada patrona universal de las misiones junto con el gran apóstol san Francisco
Javier. En esto su doctrina-experiencia es de gran actualidad para la nueva evangelización.
Ella entra en el Carmelo para alcanzar, a través de su vida contemplativa, la santidad: Dios
"me hizo también comprender que mi gloria no brillaría ante los ojos de los mortales, sino
que consistiría en ¡¡¡llegar a ser una gran santa ... !!!" (15). Pero, desde un principio tuvo la
convicción de que entraba al Carmelo no para huir del mundo sino para entrar en él con
mayor profundidad. Su experiencia espiritual no es búsqueda de un refugio frente a un
mundo hostil sino ofrecimiento consciente al martirio.
Todas estas son grandes enseñanzas para vivir una espiritualidad misionera.
Creo que en este punto es claro el influjo de Teresa de Lisieux. Ella vivió la oración
como diálogo confiado y amoroso con un Dios Padre-Madre, al que descubre presente y
cercano en todos los acontecimientos y situaciones y en todas las personas. Transforma en
experiencia vital la fuerza que comunica la contemplación y se abre a la necesidad de la
abnegación evangélica para que la oración sea auténtica: "es la oración, es el sacrificio, los
que constituyen toda mi fuerza, son las armas invencibles que Jesús me ha dado, ellas
pueden, más que las palabras, tocar a las almas"(20). Esta búsqueda de Dios en la realidad de
cada día, en las cosas pequeñas, la condujo a descubrir la santidad como comunión con
Dios a través de la fe, la esperanza y el amor y a dejar a un lado la idea de que la santidad
es perfección personal, ausencia de fallos y defectos.
Ella vivió un tipo de oración cada vez más sencillo, que la colocaba en la fuente de agua
viva o junto al fuego divino que purifica y transforma: "para mí la oración es un impulso
del corazón, una simple mirada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor en medio de
la prueba como en medio del gozo: en fin, es algo grande, sobrenatural que dilata mi alma y
me une a Jesús"(21).
Teresa de Lisieux supo expresar en su nombre religioso "del Niño Jesús y de la Santa
Faz" todo el proceso de su vida que la llevó a la madurez espiritual a través del
anonadamiento de la encarnación (kenosis) y el sufrimiento de Jesús, que con su misterio
pascual nos libera de toda esclavitud. Ella supo comprender y vivir el proyecto de vida de
Jesús que transforma toda nuestra esfera relacional y da una nueva dimensión a nuestras
relaciones con Dios, con los demás y con las cosas.
Frente al proyecto de muerte que nos domina y esclaviza en todos esos ámbitos,
encontramos el proyecto de vida del Evangelio que nos libera y nos transforma. La misión
de Teresa de Lisieux fue precisamente la de recordarnos esas verdades, centrarnos
nuevamente en lo esencial.
Teresa de Lisieux nos recuerda los valores fundamentales del evangelio y nos invita a
centrarnos en ellos. A partir de la lectura y meditación de la palabra de Dios descubre lo
esencial en las relaciones con El, con los demás y con las cosas; lo vive con simplicidad,
naturalmente y en profundidad y lo transmite con su vida y escritos.
Fiel al mandato de la Regla del Carmelo, meditó día y noche la ley del Señor y velo en
oración(23). Como Teresa de Jesús, su madre, encontró en Jesús el libro vivo (24) y, a imitación
de San Juan de la Cruz supo "poner los ojos en Cristo" (25). Ella misma nos dice cómo, poco
a poco, fue pasando de la lectura de libros espirituales, que le ayudaron mucho en su
camino, en especial S. Juan de la Cruz, a centrarse en la Escritura, particularmente en los
evangelios
Hay que vivir a la escucha de la palabra de Dios. Ella es "fuente de toda espiritualidad
cristiana"(30). La Iglesia recomienda la meditación comunitaria de la Biblia no sólo para las
personas consagradas, sino también para todos los miembros del Pueblo de Dios."Del
contacto asiduo con la Palabra de Dios han obtenido la luz necesaria para el discernimiento
personal y comunitario que les ha servido para buscar los caminos del Señor en los signos
de los tiempos"(31). De manera particular esto es importante en el compromiso misionero.
A Teresa de Lisieux, que deseó conocer las lenguas bíblicas para mejor gustar la
palabra de Dios, no le tocó vivir el nuevo acercamiento eclesial a la Escritura. Tampoco
tuvo a su alcance las posibilidades que hoy tenemos para un mejor conocimiento y
asimilación del mensaje bíblico. Sin embargo, hizo realidad la prescripción de la Regla del
Carmelo de tener abundantemente en la boca y en el corazón la Palabra de Dios para hacer
todo en ella(32).
Teresa vivió en una época caracterizada por una espiritualidad jansenista que
deformaba el rostro de Dios, presentándolo unilateralmente como juez severo, que podía
pedir incluso el ofrecimiento como víctima para calmar su justicia.
"'El que sea pequeñito, que venga a mí', dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón. Y
ese mismo Espíritu de amor dijo también que 'a los pequeños se les compadece y
perdona'. Y, en su nombre, el profeta Isaías nos revela que en el último día ... 'como
una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre las
rodillas os acariciaré' ... Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y
gratitud" (34).
Aquí se encuentra el paso del temor a la confianza. Estamos frente a Dios como hijos
e hijas frente a un padre y a una madre. Dios hace colaborar todo para nuestro bien, aun
nuestras deficiencias y fallos:
En la raíz de toda vocación cristiana está la iniciativa del Señor. Las personas
llamadas respondiendo a la invitación de Dios se confían a su amor y realizan la entrega
incondicional de su vida, consagrando todo, presente y futuro, en sus manos. En la
espiritualidad misionera todo esto es de capital importancia. En el compromiso
evangelizador se experimenta, como Pablo, que en la debilidad humana se encuentra la
fuerza puesto que basta la gracia de Dios (cf. 2 Cor 12, 7-10).
Teresa de Lisieux, que vivió fuertemente centrada en Dios como el único absoluto,
dialogó con El en la oración asumiendo las necesidades de sus hermanos y hermanas. A
partir de este diálogo, se entregó a los demás y vivió su vocación por la salvación del
mundo. En el Manuscrito C, Teresita da una orientación preciosa para una auténtica
espiritualidad misionera:
CONCLUSION
Después de esta ventana que nos abre al panorama del influjo de la experiencia y la
doctrina de Teresa de Lisieux en la espiritualidad misionera de nuestro tiempo, podemos
afirmar que "hay pocos santos en la historia de la espiritualidad cristiana que hayan
suscitado tanto interés por su mensaje como Teresa de Lisieux"(38).
El mensaje de Teresa tiene una grande actualidad porque nos señala el camino para
una santidad encarnada en la vida ordinaria. Nos enseña, al mismo tiempo que a
relacionarnos con un Dios misericordioso y cercano, a relacionarnos con los demás.
Nos enseña la centralidad del amor que simplifica y comunica la verdadera libertad y
liberación que conducen a la madurez de una identidad cristiana. En un mundo de angustias
y temores, nos orienta a la confianza y el abandono en el Señor, que supera todos los
miedos. Frente a nuestros idealismos desencarnados nos ofrece un realismo espiritual y
evangélico para ser profetas de un Dios presente, cercano y liberador. Su mensaje es un
desafío para la espiritualidad de hoy en la Iglesia, como lo han percibido no sólo las
personas consagradas a la contemplación sino también quienes trabajan en el campo de una
evangelización comprometida con la promoción humana, el desarrollo y la liberación.
Notas:
1. Ad gentes, 1.
2. . Cf. Redemptoris missio, nn. 87-91.
3. . Cf. id. n. 27.
4. Manuscrit B 3r.
5. Documento de Puebla, 454.
6. Derniers Entretiens, 9 juin 1897.
7. Id. 13 juillet 1897.
8. PIO XI, discursos del 11 febrero y del 30 de abril de 1923.
9. PIO XII, Lettre à Mgr. PICAUD, Evêque de Bayeux et Lisieux. 7 Août 1947.
10. JUAN XXIII, Message pour le VIIIe. Congrès Marial National de Lisieux. 5-9 juillet 1961.
11. VC 46.
12. Id. 77.
13. Id. nota 72.
14. RH 90.
15. Manuscrito A 32r.
16. VC 39.
17. Cf. CLAR, La vida según el Espíritu en las comunidades religiosas de América Latina (Bogotá, 1973) pp.
47-48.
18. Puebla, 31.
19. J. Sobrino, La oración de Jesús y del cristiano (México, 1977) p. 53.
20. 0Historia de un alma XI (Manuscrito C 24v).
21. 0Historia de un alma XI (Manuscrito 25r-v). Con esta definición de la oración comienza la sección
dedicada a la Oración en el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2559.
22. 0DV, 25.
23. 0Cf. R 7 (8).
24. 0Cf. Vida 26, 5.
25. 0Subida III, cap. 22.
26. 0 Manuscrito A, 83v.
27. 0 Ib.
28. 0 Ib.
29. 0Cf. Manuscrito C 4r.
30. 0 VC 94.
31. 0Id. 94.
32. 0Cf. 14 (16).
33. 0 Cf. Manuscrito A 83v.
34. 0 Manuscrito B 1r-v.
35. 0 Carta 197, a Soeur Marie du Sacré-Coeur, 17.09.1896.
36. Manuscrito B, 3v.
37. Manuscrito C, 34 r.
38. J. LAFRANCE, Thérèse de Lisieux et sa mission pastorale. Essai de pédagogie hérésienne. p. 288.